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Comprensión lectora: Definición RELACION ENTRE COMPRENSION Y LECTURA Aspectos teóricos Para empezar, consideraré la lectura como la interacción que un lector establece con un texto. La comprensión es un aspecto de la lectura, el que aquí nos ocupa. Otros son decodificar, escrutar (por ejemplo, cuando se emplea la guía telefónica) y vocalizar la letra impresa en la página (pronunciar las palabras). No voy a considerar la evaluación de la decodificación una parte de la evaluación de la comprensión, excepto en la medida que sirva para predecir problemas relacionados con la comprensión lectora. Con esto no quiero decir que la decodificación (en sentido general) no sea un prerrequisito necesario para comprender la lectura o que no este activamente involucrada en ella. Sin ninguna duda, ambas cosas son ciertas. Al intentar elaborar una definición de la comprensión lectora, lo primero que hay que decidir es si debe entenderse como un proceso o como un producto. Es decir, ¿debe entenderse como el cambio que ha tenido lugar en el conocimiento durante la lectura o como el proceso a través del cual se produce el cambio? El segundo aspecto tiene que ver con la naturaleza del proceso o procesos de la comprensión: ¿únicamente tiene lugar un proceso indivisible y complejo, o influyen también otros subsistemas identificables? Examinaré la conceptualización de la comprensión lectora y el modo en que nos ayuda a acercarnos a la resolución de estos aspectos. Comprensión: ¿proceso o producto? La mayor parte de los enfoques actuales de la evaluación de la comprensión lectora mantienen que es un producto de la interacción entre lector y texto. Este producto se almacena en la memoria y puede examinarse si se convence al lector para que exprese fragmentos relevantes del material almacenado. Es un intento pragmático más que teórico de descubrir de qué modo el conocimiento del lector se ha modificado debido a su interacción con el texto. Esta concepción presta mas atención al producto final (los contenidos de la memoria) que al proceso para llegar hasta él. Esta concepción de la compresión como producto implica que la memoria a largo plazo juega un papel importante y determina el «éxito» alcanzado por el lector; esta postura se ha tipificado por medio de pruebas estandarizadas y mediciones del

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Page 1: Comprensión lectora: Definición · Web viewComprensión lectora: Definición RELACION ENTRE COMPRENSION Y LECTURA Aspectos teóricos Para empezar, consideraré la lectura como la

Comprensión lectora: Definición

RELACION ENTRE COMPRENSION Y LECTURA

Aspectos teóricos

Para empezar, consideraré la lectura como la interacción que un lector establece con un texto. La comprensión es un aspecto de la lectura, el que aquí nos ocupa. Otros son decodificar, escrutar (por ejemplo, cuando se emplea la guía telefónica) y vocalizar la letra impresa en la página (pronunciar las palabras). No voy a considerar la evaluación de la decodificación una parte de la evaluación de la comprensión, excepto en la medida que sirva para predecir problemas relacionados con la comprensión lectora. Con esto no quiero decir que la decodificación (en sentido general) no sea un prerrequisito necesario para comprender la lectura o que no este activamente involucrada en ella. Sin ninguna duda, ambas cosas son ciertas.

Al intentar elaborar una definición de la comprensión lectora, lo primero que hay que decidir es si debe entenderse como un proceso o como un producto. Es decir, ¿debe entenderse como el cambio que ha tenido lugar en el conocimiento durante la lectura o como el proceso a través del cual se produce el cambio? El segundo aspecto tiene que ver con la naturaleza del proceso o procesos de la comprensión: ¿únicamente tiene lugar un proceso indivisible y complejo, o influyen también otros subsistemas identificables? Examinaré la conceptualización de la comprensión lectora y el modo en que nos ayuda a acercarnos a la resolución de estos aspectos.

Comprensión: ¿proceso o producto?

La mayor parte de los enfoques actuales de la evaluación de la comprensión lectora mantienen que es un producto de la interacción entre lector y texto. Este producto se almacena en la memoria y puede examinarse si se convence al lector para que exprese fragmentos relevantes del material almacenado. Es un intento pragmático más que teórico de descubrir de qué modo el conocimiento del lector se ha modificado debido a su interacción con el texto. Esta concepción presta mas atención al producto final (los contenidos de la memoria) que al proceso para llegar hasta él. Esta concepción de la compresión como producto implica que la memoria a largo plazo juega un papel importante y determina el «éxito» alcanzado por el lector; esta postura se ha tipificado por medio de pruebas estandarizadas y mediciones del recuerdo libre.

Por el contrario, Carroll (1971) afirma que la comprensión es un proceso que tiene lugar en cuanto se recibe la información y en el que sólo trabaja la memoria inmediata. Carroll mantiene, «si en la evaluación de la comprensión se incluyen intervalos de tiempo prolongados, existe la posibilidad de que estemos estudiando los procesos de la memoria junto con, o en lugar de, los procesos comprensivos» (pág. 6). Carroll mide estos «procesos» mediante estudios del movimiento ocular y tiempo de reacción y el análisis de equivocaciones.

Royer y Cunningham (1978, pág. 36) comparten ambos enfoques de la comprensión como producto y proceso y mantienen que «... los procesos de comprensión y los procesos de la memoria están inextricablemente entrelazados... Existen datos suficientes para afirmar que un mensaje comprendido será retenido en la memoria mejor que uno no comprendido» (Bransford

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& Johnson, 1972; Bransford & Johnson, 1973; Dooling & Lachman, 1971). De hecho, Bower (1978, pág. 212) afirma que «la memoria superior parece ser un derivado incidental de la comprensión profunda de un texto». Esta afirmación armoniza los dos enfoques y presta atención tanto al producto de la memoria como proceso(s) de alcanzarlo. Ahora bien, ¿debemos interpretar esta armonizacion como un hecho biológico o como un defecto en nuestra evaluación? Es decir, ¿los procesos de comprensión, evocación y retención están realmente entrelazados de modo inextricable o simplemente tenemos dificultades para evaluarlos independientemente?

Estas tres posturas teóricas han creado una tensión considerable en el terreno de la evaluación. La tercera de ellas se aproxima a la postura que se presenta y justifica en este libro.

Comprensión: ¿divisible o indivisible?

La comprensión de la lectura ha sido entendida unas veces como proceso global (Drahozal & Hanna, 1978; Thorndike, 1974) y otras, como un proceso compuesto por distintos subprocesos (Davis, 1972). La concepción de la lectura como conjunto de habilidades o componentes se basa en que la comprensión puede dividirse en discretos subprocesos, todos ellos necesarios para llevar a cabo una lectura madura. Además, se asume que si un niño carece de estas habilidades, un apoyo educativo específico puede corregir las dificultades. Por otro lado, los partidarios del enfoque holístico sostienen que es imposible descomponer los procesos de la mente. Este problema es mucho más difícil y apremiante que el problema proceso/producto, porque sus consecuencias son más importantes para la enseñanza.

En la siguiente exposición, los términos habilidades inferiores y subprocesos se emplearán en sentido general y en cierto modo intercambiable.

Postulados básicos

Mediante el análisis lógico (Baker & Stein, 1978; Rystrom, 1970; Vernon, 1962) se han aislado diferentes conjuntos de habilidades inferiores «necesarias y suficientes» para leer, sin apenas acuerdo en el tema. El método más empleado para aislar dichas habilidades ha sido el análisis factorial. Davis (1944) presentó un análisis estadístico y racional de un estudio que mantenía la existencia de 8 habilidades inferiores independientes. En varias ocasiones volvió a analizar los datos y todavía mantuvo pequeñas cantidades de varianza única justificadas después del factor principal (Davis, 1968, 1972). Spearitt (1972) volvió a analizar los datos de Davis e indicó la existencia de cuatro factores independientes: recordar el significado de palabras, hacer inferencias, reconocer el propósito, la actitud, el tono y el estado del autor y seguir la estructura del fragmento. Los estudios realizados por Bateman, Frandsen y Dedmon (1964), Drahozal y Hanna (1978) y otros han revelado distintos tipos y números de factores y abundantes discrepancias en el tema.

Los partidarios del concepto de un único factor (holístico) han empleado técnicas empíricas similares para demostrar conclusiones opuestas (Clark, 1972; Thorndike, 1974;

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Derrick1). El principal partidario del enfoque holístico ha sido Thorndike (1974, pág. 57) que manifiesta «La barrera no ... (es) ... en principio un déficit de una o más habilidades específicas de lectura fácilmente enseñables, sino un reflejo de procesos intelectuales generalmente más pobres». Thorndike aporta datos diversos para afirmar que la lectura es, de hecho, razonamiento y que no puede descomponerse en elementos independientes.

Problemas que presenta la investigación holísticay la investigación de habilidades inferiores

Se han asociado una serie de problemas con la investigación realizada para justificar las posturas holística y de habilidades inferiores, al margen de las discusiones sobre los tipos de comunalidad elegida y rotación empleada en los análisis factoriales. Estos problemas han dificultado la defensa adecuada de ambas posturas y son los siguientes:

1. Los pasajes de los tests se han seleccionado arbitrariamente.2. Los análisis se han realizado con grupos de diferentes edades. Sin embargo, la

importancia de habilidades diferentes varía según la edad y sujetos de distintas edades no interpretan las preguntas del mismo modo (Stein & Glenn, 1978).

3. Se han seleccionado las preguntas en función de su capacidad para discriminar entre individuos, para su capacidad para diferenciar habilidades independientes.

4. El factor conocimiento de vocabulario representa probablemente el conocimiento global del mundo.

5. Los análisis factoriales dependen de intercorrelaciones de items y éstos, a su vez, de la varianza de los rasgos de la muestra. Si hay un rasgo y varianza pequeña, aparece un numero de factores inestables. Pero si los rasgos medidos se correlacionan y las varianzas del sujeto en los rasgos son amplias, entonces el primer factor eclipsa al resto. Esto ocurrirá casi siempre dados los hechos expuestos en los puntos 3 y 4. Además, si los itenis siguen un orden jerárquico (como indica Davis, 1972, e incluso se manifiesta en los resultados de 1974 de Thorndike), los sujetos capaces de responder preguntas de mayor nivel de dificultad deberían ser capaces de responder preguntas de menor nivel de dificultad. Así, si las habilidades de los sujetos son variadas, la correlación entre los items será alta y, de nuevo, dominará el primer factor (Andrich & Godfrey, 1978-79).

6. La investigación se ha orientado a aislar habilidades independientes y no parece haber razón para suponer que las diferentes habilidades de comprensión lectora no debieran correlacionarse. De hecho, Guthrie (1973) ha indicado la interfacilitación de las habilidades.

Estos problemas no se restringen a los enfoques analítico-factoriales de la localización de habilidades. Por ejemplo, Andrich y Godfrey (1978-79) emplearon un modelo logístico-único, en lugar de un modelo analítico-factorial. Con los datos de Davis localizaron cuatro habilidades inferiores jerarquizadas que se diferencian de otros análisis pero que siguen careciendo de atractivo lógico o intuitivo.

Parte del problema reside en que la falta de una teoría que guíe la búsqueda de habilidades inferiores indentificables ha dificultado intuir el nivel en el que buscarlas.

1 Derrick, D., Three aspects of reading comprehension as measured by tests of d#erent lengths (Research Bulletin 53-8), Princeton, New Jersey, Educational Testing Service, 1953.

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Por ejemplo, «encontrar la idea principal» se considera generalmente una habilidad inferior, pero también lo es el «conocimiento de vocabulario». Ahora bien, si observamos más detenidamente la naturaleza de la tarea de la comprensión, tal vez descubramos (como se mantiene más adelante) que hemos estado buscando las habilidades en lugares equivocados.

Sería muy útil conocer un conjunto de habilidades inferiores corregibles que incluyeran la comprensión lectora. Proporcionaría un marco en el que evaluar y corregir eficazmente las dificultades en la comprensión lectora. Si queremos encontrar dicho conjunto, tendremos que contar con una teoría puramente pragmáticos. Por tanto, debemos comenzar a elaborar un modelo teórico coherente de la comprensión lectora.

UNA NUEVA CONCEPCIONDE LA COMPRENSION LECTORA

Recientemente se han producido ciertos cambios en nuestra concepción de la comprensión lectora. Sin embargo, no han encontrado eco en nuestros procedimientos de evaluación. En 1971, Carroll planteó tres preguntas a los investigadores:

«... si de hecho es posible distinguir la ‘pura’ comprensión del lenguaje de los textos de los procesos de inferencia, deducción y resolución de problemas que a menudo acompañan la recepción del lenguaje. Una cuestión empírica sería comprobar la posibilidad de reducir la correlación de los tests de comprensión y los tests de inteligencia eliminando o reduciendo aquellos elementos de los tests de comprensión que requieran procesos de inferencia que van más allá de la mera comprensión… Hay que investigar para comprobar hasta donde es posible reducir su dependencia de la memoria>> (pág.3)

En los últimos ocho años se han llevado a cabo investigaciones en este sentido y los resultados han probado que las cuestiones originales han dejado de ser relevantes. Por ejemplo, Pearson y Johnson (1978) mantienen que:

<<Comprender es construir puentes entre lo nuevo y lo conocido… la comprensión es activa, no pasiva; es decir, el lector no puede evitar interpretar y cambiar lo que lee de acuerdo con su conocimiento previo sobre el tema. La comprensión no es simplemente cuestión de grabar y contar literalmente lo que se ha leído. La comprensión implica hacer muchas inferencias>>. (pág. 24).

El contraste entre estas dos citas de Carroll y Pearson y Johnson pone de manifiesto los cambios recientemente operados en nuestra concepción de la comprensión. Aunque todavía se tiende a diferenciar las inferencias de la resolución de problemas, en general ya no se cree que puedan eliminarse del proceso de comprensión, sino que se consideran una parte integral del mismo, como la manzana en la tarta de manzana. Se deben inferir los significados de las palabras empleadas en un contexto (en especial palabras polisémicas). En realidad, en los últimos años la inferencia ha pasado de ser un proceso único, casi un extra opcional, a ser una selección de tipos de inferencias muy bien diferenciadas, a partir de las que se predice prácticamente toda la comprensión.

No consideramos que los lectores han comprendido «el texto» si solo son capaces de repetir de memoria los elementos. Comprenden un texto cuando han establecido conexiones lógicas entre las ideas y pueden expresarlas de otra manera. De este modo, las inferencias son

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actos fundamentales de comprensión, ya que nos permiten dar sentido a diferentes palabras, unir proposiciones y frases y completar las partes de información ausente.

Pace2 ha señalado que en situaciones de relatos familiares hay una diferencia entre inferencia «activa» y «pasiva», donde la inferencia pasiva consiste simplemente en reconocer el esquema apropiado. Así queda claro que la «pregunta de inferencia» común ya no es un tipo de pregunta simple. En realidad, muchas preguntas literales pueden implicar inferencia, en especial a nivel léxico. Debemos considerar el tipo de proceso cognitivo que implican, basándonos en nuestro conocimiento creciente de estos procesos.

Trabasso (1980) ha señalado que estas inferencias realizan cuatro funciones:

1. resolución de ambigúedad léxica.2. resolución de referencias pronominales y nominales.3. establecimiento del contexto para la frase.4. establecimiento de un marco mas amplio dentro del que interpretar, es decir,

un modelo base para el procesamiento de arriba-abajo.

Estas funciones se ordenan de abajo-arriba a arriba-abajo según los procesos que implican. El procesamiento de arriba-abajo requiere una estructura de conocimiento previamente formada que contenga las relaciones principales. Esta actividad se concibe como «completar huecos», es decir, las estructuras de conocimiento apropiadas ya existen; sólo hay que completar los detalles. En caso de que no se cuente con dicha estructura (o se fracase en su empleo), el lector dependerá del procesamiento abajo-arriba, que requiere mayor uso de conocimiento lingúístico y léxico y reconocimiento de palabras para construir el significado frase a frase. Después, el lector puede comenzar a construir una estructura de mayor orden.

Warren, Nicholas y Trabasso (1979) analizan más detalladamente las funciones de las inferencias. Estos completan huecos cuando generan información extra no incluida en el texto. Por ejempló, si el texto dice «Juan voló a Nueva York», uno infiere que primero Juan fue al aeropuerto, subió al avión, etc. Saber que Juan fue al aeropuerto en taxi es una información que meramente se espera, ya que hay cabida para ella. Si no se da la información, la conseguimos nosotros. Alternativamente, las inferencias serán conectoras del texto si establecen relaciones conectoras entre sus elementos. Existen distintas subclases de inferencias independientemente de las inferencias conectoras o complementarias. Son las siguientes:

1. Relaciones lógicas:a) Motivacionales. Por ejemplo, el texto dice «Bill no ha comido en dos días». Es probable

que uno infiera cierta motivación por parte de Bill para encontrar comida. b) Capacidad. Se infiere sin dificultad que la riqueza permite comprar cosas.c) Causa psicológica. Se infiere, dados los antecedentes apropiados, que el odio de una

persona podría haber sido la causa de la muerte de otra.d) Causa física. Se puede inferir que el hielo de la carretera hizo que el coche patinara.

2. Relaciones informativas:

2 2 Pace, A. J., The influence of world knowledge in cbildren~ comprehension of short narrative passages. Ponencia presentada en el congreso anual de American Educational Research Association, Toronto, marzo 1978.

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a) Espacial y temporal: si A ocurrió antes que B, puede inferirse que B ocurrió después que A.

b) Pronominal y léxica. Se conoce el antecedente de «él» en una frase y cual de los significados de una palabra polisémica es el correcto.

3. Evaluación. Inferencias basadas en juicios morales y sociales (Pedro pega a su mujer; por tanto, no es una buena persona).

Estas inferencias son la esencia misma de la comprensión lectora y cuantas más se hagan, mejor se comprenderá el texto. Por ejemplo, Omanson, Warren y Trabasso (1978) comprobaron que los niños comprendían mejor los relatos cuando se les proporcionaba información clara sobre las metas del protagonista, porque podían llevar a cabo mayor número de inferencias. Pero esto no significa que el lector tenga que generar todas las inferencias posibles, porque perdería el mensaje del autor. El lector, más bien, tiene un sistema para organizar las inferencias. Este sistema parece basarse en un concepto de «buena forma» tal que lo que un autor no incluye en el texto y lo que le está permitido al lector añadir está gobernado por unas formas ortodoxas implícitas y por las reglas griceanas (Adams & Bruce, 1980).

Es probable que en un principio las inferencias se basen en el texto pero que los buenos lectores se desplacen rápidamente hacia la generación de inferencias basadas en el modelo, es decir, puesto que existen muchas posibles inferencias, los procesos de inferencia deben seleccionarse de algún modo. Es como si trataremos de anticiparnos al texto infiriendo adónde nos lleva, construyendo un modelo mental de lo que nosotros creemos que trata. Nuestro modelo plantea preguntas que requieren contestación (huecos que deben completarse) y a medida que vamos respondiendo, disminuyen las opciones para responder a preguntas, y surgen otras nuevas. Si topamos con una respuesta u otra información que no encaja en nuestro modelo, tenemos que revisar las suposiciones que hemos realizado al construirlo.

Estos procesos se conciben como la interacción activa del lector con un texto concreto, dado su conocimiento previo, una tarea y un ambiente social determinados. Esta concepción se irá elaborando a lo largo del libro.

En pocas palabras, la comprensión lectora se entiende como el proceso de emplear las claves dadas por el autor y el conocimiento previo que la persona posee para inferir el significado del autor. Esto supone una cantidad de inferencia considerable a todos los niveles a medida que uno construye un modelo del significado del texto. Si el conocimiento previo es sólido, se construirá un modelo detallado rápidamente y la actividad lectora se reducirá a completar huecos y a verificar, y las inferencias a simples valores por defecto en el modelo (se tratará en el siguiente capítulo).

HACIA UNA RESOLUCION DE PROBLEMAS TEORICOS

Esta perspectiva teórica puede justificarse y elaborarse mejor con los datos recientemente obtenidos de varias fuentes teóricas y experimentales. Con esta elaboración,

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pretendo demostrar las limitaciones de las antiguas concepciones e investigaciones sobre la comprensión lectora. Los pocos investigadores que consideraron la comprensión lectora dentro del contexto de las habilidades cognitivas generales estaban limitados por la falta de investigación adecuada sobre las mismas.

Si consideramos la lectura como una aplicación específica de estrategias más generales y de la capacidad de procesamiento cognitivo, podremos proponer soluciones a los aspectos teóricos antes mencionados. Por ejemplo, el conflicto entre la concepción de la lectura como conjunto de habilidades inferiores y la afirmación de Thorndike (1974) de que la lectura es en realidad razonamiento y, por consiguiente, no una serie de habilidades inferiores, puede reducirse reconociendo que el razonamiento no es una habilidad indivisible. Así, el hecho de que la lectura sea razonamiento, no excluye que también tenga habilidades inferiores.

Estrategias de razonamiento en la lectura

Varias corrientes de investigación indican que el razonamiento no es una habilidad unitaria. Seigler (próxima publicación), al estudiar el comportamiento de los niños en la resolución de problemas, observó las estrategias que empleaban para solucionar varios problemas. Analizó las estrategias y las utilizó para diagnosticar y corregir dificultades. El reciente trabajo de Sternberg (1977) también indica que se pueden definir una serie de estrategias para responder preguntas de los tests de inteligencia. Aón más, los resultados pueden mejorarse mucho si se prepara a los sujetos en el empleo de dichas estrategias. Pellegrino y Glaser (próxima publicación) han obtenido resultados similares.

Que la lectura implica razonamiento es evidente a partir de los estudios sobre inteligencia artificial (Schank & Abelson, 1977; Wilensky3) y comprensión lectora (Collins, Brown & Larkin, 1977; Collins & Smith, 1980).

La investigación actual persigue la clarificación de las estrategias de razonamiento implicadas en la comprensión lectora.

Hay dos niveles generales de estrategias; podemos definir el primero como el conjunto que ayuda al lector a construir un modelo del significado a partir de la información existente en el texto y en la mente del lector; y el segundo, como el conjunto que el lector emplea para controlar el progreso que realiza en la comprensión del texto, detectando lapsos e iniciando estrategias para salvar las dificultades.

Estrategias que implican el uso de señales textuales y construcción del modelo

Rosenblatt (1978) ha defendido convincentemente que es imposible conocer en última instancia la intención comunicativa del escritor. No obstante, yo mantengo que los lectores 3 Wilensky, R. Understanding goal-based stories (Informe de investigación n.0 140), New Haven, Connecticut, Universidad de Yale, Departamento de Informática, 1978.

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intentan descubrir aquello que el autor pretendía transmitir. Por consiguiente, en un nivel básico, la comprensión lectora implica el uso de señales textuales de cara a crear un modelo del supuesto significado del texto. La información y la variedad de señales que ayudan al lector en sus intentos de construir el significado de los símbolos presentes en la página es amplia. Cuenta con la información de su mente (conocimiento previo), en ocasiones, con la del ambiente social y con la de la página. La información adquiere ciertas formas sistemáticas y las relaciones entre las fuentes de información son muy diferentes.

El trabajo de Meyer y Clements (1976) indica que los buenos lectores captan diferentes tipos de macroseñales en el texto. Estas macroseñales son sistemas que informan sobre la organización de la información en la página. El trabajo de (Brown y Day)4 muestra que es posible conseguir que el lector tome conciencia de otros aspectos estructurales del texto como son la repetición y la elaboración. Collins y Smith (1980) han analizado otros sistemas de señales importantes (véase la sección sobre el texto en el capítulo siguiente). El lector dispone de dichas fuentes de información para construir y evaluar su modelo de significado del texto. Collins, Brown y Larkin (1977) describen algunas de las estrategias que se adoptan para ello:

1. Remodelación: si la interpretación del último fragmento que se ha leído entra en conflicto con el modelo, se mantiene todo el modelo pero se busca una nueva interpretación para el último fragmento.

2. Interpretación de la pregunta por defecto: la pregunta es: ¿es X una X estándar con propiedades estándares?

3. Cuestionar un conflicto directo o indirecto: por ejemplo, cuando una cadena de inferencias conduce a un conflicto con otra parte del modelo, el lector se ve obligado a retroceder y a cuestionar una inferencia previa en la cadena.

4. Desplazamiento leve o serio del núcleo. El lector se topa con un problema que no sabe resolver, así que trata de responder a una pregunta diferente.

5. Análisis del caso y asignación mas probable del caso: a menudo el lector completa con conjeturas y posteriormente comprueba si las limitaciones consecuentes permiten una solución convergente.

Al evaluar sus modelos con estas estrategias, el lector también está condicionado a aceptar o rechazar el modelo completo. El lector comprueba (por lo general inconscientemente):

1. La plausibilidad de 1º que asume y las consecuencias del modelo.2. Lo completo que es el modelo.3. La interconexión del modelo, y4. La correspondencia del modelo con el texto.

Es decir, al examinar el modelo, el lector parece comprobar su poder predictivo, mientras que al construirlo comprueba si se ajusta a los datos previos.

Kintch y van Dijk (1978) presentaron una teoría sobre el procesamiento de la información cuando se lee y variaron algunos parámetros del modelo para justificar las diferencias individuales en el recuerdo. El modelo incluye un conjunto de estrategias de síntesis. Brown y Day (1980) analizaron los protocolos del pensamiento en voz alta de

4 Brown, A. L. & Day, J. D., Developmental trends in the use of summarzzatLon rules. Ponencia presentada en el congreso de American Educational Research Association, Boston, 1980.

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personas capaces de sintetizar y validaron un conjunto similar de estrategias. Posteriormente estos investigadores enseñaron a adultos y niños las estrategias para buscar la esencia de un pasaje y comprobaron que su capacidad para resumir había mejorado sustancialmente. Descubrieron que la persona busca cierta información y después inicia una estrategia de procesamiento basada en lo que ha encontrado. He aquí algunos ejemplos: ¿hay alguna frase que resuma el tema de este párrafo?, ¿no?, entonces, constrúyalo. ¿Se repite esta información?, ¿sí? Entonces, suprímala.

El trabajo de Brown y Day indica que los resúmenes de los lectores pueden mejorarse si se les intruye sobre la lista de control adecuada y las normas para emplearla. Aunque en un principio se empleen estas estrategias conscientemente, Brown y Day hallaron que las personas expertas en resumir las emplean sin ser conscientes de ello. Algunos niños, no todos, emplearon algunas estrategias con decisión, y algunas estrategias parecían presentar más dificultad que otras. Estos datos tienden a demostrar que el trabajo de Brown y Day indica que los resúmenes de los lectores pueden mejorarse si se les instruye sobre la lista de control adecuada y las normas para emplearla. Aunque en un principio se empleen estas estrategias conscientemente, Brown y Day hallaron que las personas expertas en resumir las emplean sin ser conscientes de ello. Algunos niños, no todos, emplearon algunas estrategias con decisión, y algunas estrategias parecían presentar más dificultades que otras. Estos datos tienden a demostrar que el trabajo de Brown y Day trataba sobre el empleo de estrategias independientes o habilidades cognitivas. Por tanto, parece que «extraer la idea principal», algo que se había considerado intuitivamente como una de las pocas habilidades menores atrayentes, puede dividirse en varias estrategias de más bajo nivel, independientes y enseñables. Volveremos sobre estos puntos cuando consideremos las tareas que demandan los diferentes tipos de lecturas.

Esta concepción de la comprensión lectora explica por qué las correlaciones entre los tests de comprensión lectora y los tests de razonamiento son tan elevadas. Un gran componente de la comprensión lectora es el razonamiento.

Estrategias que implican el control de la comprensión

Recientemente se han llevado a cabo muchos estudios sobre el control de la comprensión o la «metacomprensión» (por ejemplo, Baker, 1979; Brown, 1978; Markman, 1979; Winograd & Johnston, 1980).

Se puede fallar al comprender una palabra, una frase, varias frases o el discurso. En cada uno de estos niveles surge el problema de la incapacidad para localizar una interpretación razonable o de contar con varias interpretaciones posibles. También es posible fallar en la comprensión del discurso y no entender el tema o no entender algún fragmento con relación a otro fragmento. Cuando se controla la comprensión, es necesario conocer las condiciones y síntomas que desencadenan el fallo y las estrategias que pueden emplearse para remediarlo. Collins y Smith (1980) describen algunas de ellas y señalan que cada estrategia correctora tiene un precio, ya que o bien desvía la atención del lector del hilo principal, o bien le pone en peligro de no comprender un fragmento mayor del texto. Algunas de las estrategias existentes para solucionar el fallo en la comprensión son:

1. Ignorar y seguir leyendo.2. Suspender los juicios.3. Elaborar una hipótesis de tanteo.

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4. Releer la frase5. Releer el contexto previo.6. Consultar una fuente experta.

Su empleo depende del propósito con que se lleve a cabo la lectura. Por ejemplo, un lector que busque la esencia estará más inclinado a «ignorar y seguir leyendo» que a «releer la frase».

Relación entre lectura y conocimiento previo

Los estudios de análisis factorial realizados sobre el coeficiente intelectual han encontrado invariablemente un factor de conocimiento de palabras en el que se apoyan ampliamente los tests de comprensión. Asimismo en los estudios sobre capacidad lectora, cualquier indicio de dificultad en el vocabulario explica el 80 % de la varianza predicha (Coleman, 1971). Los modelos de comprensión lectora deben justificar estos hechos.

Anderson y Freebody (1979) han examinado las tres hipótesis que compiten por explicar estos resultados: instrumentalista, aptitud y conocimiento previo. La postura instrumentalista mantiene que conocer las palabras permite entender el texto y desconocerías significa que el lector no puede continuar leyendo adecuadamente. La hipótesis de la aptitud, un enfoque holístico, considera que conocer el vocabulario es simplemente un indicio más del C.I. verbal, que es el auténtico factor que explica la comprensión. La hipótesis del conocimiento previo mantiene que el conocimiento del vocabulario es un indicio secundario de la importancia de las estructuras conceptuales previas (esquemas). Mientras no contemos con datos que nos permitan elegir una de estas hipótesis, la más consistente con la estructura teórica hasta ahora desarrollada es la tercera. Cuanto mayor es el conocimiento previo del lector, mayor es la probabilidad de que conozca las palabras relevantes, de que haga las inferencias adecuadas mientras lee y de que construya modelos de significado correctos. De hecho, Spiro (1980) ha propuesto una serie de habilidades inferiores derivadas de una noción teórica del esquema de comprensión lectora. Este enfoque tiene en cuenta el empleo de conocimiento previo y la integración de lo que se extrae del texto en dicho conocimiento.

El análisis de Spiro aglutina las siguientes áreas:

1. disponibilidad de esquemas: presencia o ausencia de conocimiento previo.2. selección de esquemas: toma de decisiones sobre la selección de un esquema

apropiado en el que encajar los datos. 3. mantenimiento del esquema: mantener activados los esquemas seleccionados

mientras se sigue leyendo. 4. empleo y perfeccionamiento del esquema: empleo del esquema apropiado para

organizar los datos y perfeccionamiento del modelo que uno construye para encajar los datos.

5. combinación del esquema: integración de los diferentes conjuntos de conocimiento.

6. aspectos no analíticos del procesamiento basado en el esquema: sentimientos subjetivos asociados al procesamiento.

Este planteamiento no se opone a las nociones presentadas anteriormente, más bien las

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complementa. Por ejemplo, un requisito del modelo de van Dijk y Kintch (1978) es el conocimiento esquemático. Dicho conocimiento ayuda a reducir la carga puesta en la memoria inmediata, ya que es posible transferir información con mayor rapidez de la memoria inmediata a la memoria a largo plazo y los elementos de información pueden almacenarse en grupos mayores (Chi, 1977).

El modelo de Spiro incluye los conceptos de disponibilidad del esquema y de acceso o selección del esquema. La disponibilidad del esquema hace referencia al problema de falta de información previa sobre el área específica, mientras que el problema de selección de esquema hace referencia al fracaso en el empleo del concocimiento previo.

Otras habilidades inferiores descritas por Spiro son el uso estratégico de la información existente. Por ejemplo, Winograd y Johnston (1980) han considerado la selección del esquema una habilidad enseñable. Los resultados de las investigaciones sugieren que una vez que el esquema está presente, se puede aprender a seleccionarl9. Algunos niños no relacionan lo que han leído con su conocimiento previo, pero se les puede enseñar a hacerlo (Hansen, 1981). Spiro también sugiere que actualizar los viejos esquemas en lugar de intentar construir esquemas nuevos constantemente no es una técnica que el niño aporte necesariamente a la lectura. El mantenimiento del esquema también es importante puesto que el lector debe mantener ciertos referentes en la memoria de trabajo con objeto de lograr la coherencia del texto.

Bransford (1979) ha proporcionado buenos ejemplos de los efectos de enseñar a los niños estrategias para emplear esquemas en la lectura. Los niños que emplearon dichas estrategias recordaron la información excelentemente, en contraste con aquellos que no las emplearon. Además, los niños a los que se enseñó a emplear estas estrategias fueron capaces de mejorar su recuerdo considerablemente.

El resultado de este trabajo sobre el conocimiento previo vía teoría de esquemas es que la gran correlación entre los tests de comprensión lectora y los tests de vocabulario es bastante predecible. Si el vocabulario es indicativo sólo del conocimiento previo, entonces el vocabulario limitado indicaría una capacidad limitada para hacer inferencias correctas y construir los modelos de significados que posibilitan una lectura de arriba-abajo eficaz. Es decir, el componente razonamiento de la lectura se restringiría ante la falta de datos para resolver los problemas en el texto. Por otro lado, habría que razonar más para lograr un texto coherente.

Brown, Campione y Day (1980) han diferenciado tres importantes tipos de conocimiento: estratégico, de contenido y metacognitivo. El conocimiento estratégico se refiere al repertorio de reglas, procedimientos, trucos y rutinas que hacen del aprendizaje una actividad mas eficaz (Brown, 1975). El conocimiento de contenido o de datos se refiere a la información que la persona posee sobre el tema en cuestión y su conocimiento general del mundo (Anderson, 1977; Brown, 1975; Chi, 1977). La metacognición se refiere a la información que la persona tiene sobre el estado de su propia base de conocimientos y las demandas que la actividad le plantea (Baker & Brown, 1980; Brown, 1975; Flavelí & Wellman, 1977).

Esta distinción vincula esta sección sobre el conocimiento previo con la sección anterior sobre habilidades inferiores de razonamiento, ya que es claro que el lector debe conocer las estrategias apropiadas, pero puede usar dicho conocimiento o no hacerlo. También introduce otro componente: el conocimiento de las demandas de la tarea que realiza. Myers y París (1978) y Canney y Winograd (1979) han demostrado que este componente tiene relación con el fracaso

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en la lectura. Por ejemplo, los niños tal vez no sean conscientes de que el objetivo de leer un texto es obtener información, o de que es necesario utilizar lo que ya saben para comprenderlo.

RESUMEN

Nuestra concepción de la comprensión lectora y los métodos para estudiarla han cambiado radicalmente en los últimos años. Las hipótesis han planteado que el conocimiento se almacena en estructuras esquemáticas (Anderson, Spiro & Anderson, 1977; Rumelhart & Ortony, 1977), y que la comprensión es el proceso de formar, elaborar, modificar o integrar estas estructuras de conocimiento (Rumelhart, 1977). Puede considerarse el grado de comprensión de un texto en función de la creación, modificación, elaboración e integración de las estructuras relevantes de conocimiento, es decir, hasta qué punto se representa en estas estructuras de conocimiento la información transmitida en el discurso y la importancia de las interrelaciones entre y dentro de las estructuras.

(No se limita a la información objetiva, sino que incluye también la información afectiva).

La comprensión lectora es un proceso complejo que incluye el uso consciente e inconsciente de varias estrategias, incluidas las estrategias de resolución de problemas, para reconstruir el significado que el autor ha querido comunicar. En la construcción del modelo se emplean estructuras esquemáticas de conocimiento y los distintos sistemas de señales dados por el autor (palabras, sintaxis, macroestructura, información social) para plantear hipótesis que se comprueban poniendo en marcha varias estrategias lógicas y pragmáticas. La mayor parte de este modelo debe inferirse, ya que el texto nunca será totalmente preciso y, en general, hasta los significados literales y figurados de las palabras deben inferirse a partir del contexto.

Además de los procesos de razonamiento, los buenos lectores controlan el progreso de su comprensión y, llegado el caso, adoptan estrategias correctoras. Esto exige que decidan, en función del objetivo de su lectura, cuándo desconectar el «piloto automático» en el procesamiento, tomar el control e instigar la estrategia alternativa apropiada, un aspecto muy importante de la comprensión lectora.

El planteamiento resuelve ampliamente la cuestión de considerar la lectura como razonamiento versus serie habilidades inferiores. Sin embargo, al demostrar que para razonar se requieren habilidades inferiores, las dos posturas dejan de ser incompatibles. La lectura puede ser razonamiento y requerir habilidades inferiores al mismo tiempo.

No obstante, el debate proceso versus producto no queda totalmente zanjado, sino que más bien se sitúa en una perspectiva diferente, y pierde en parte su importancia. En el diagnóstico concretamente, estamos atascados en las mediciones del producto, cuando lo que nos interesan son los procesos, ya que es en el proceso donde más influye la educación. No parece necesario dicotomizar estos dos enfoques sobre la evaluación (proceso y producto); más bien deberían considerarse complementarios del mismo problema. Esta visión se basa en la afirmación de que los elementos tanto del proceso como del producto existen en muchas formas de evaluación y de que el fallo en el procesamiento, almacenamiento o recuerdo de la información impide comprender la lectura.

Los aspectos de procesamiento son objetos importantes de evaluación porque

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constituyen, en teoría, lo que los educadores pueden modificar mediante la instrucción (poco puede hacerse aún sobre el almacenamiento per se). Por tanto, no es muy acertado que los métodos de evaluación disponibles sean del tipo producto. Sin embargo, es evidente que el proceso de comprender la lectura emplea o actúa sobre la información almacenada, por tanto, estamos forzados a estudiar el proceso y el producto en su interacción. De hecho, este ensayo apoya la postura adoptada por Royer y Cunningham (1978) y mantiene que estudiar la com-prensión sin estudiar la memoria es un tanto absurdo. Es como contemplar el sonido de la caída de un árbol en la selva; tiene cierto interés filosófico, pero carece de interés práctico o psicológico.

Los aspectos teóricos avanzados en esta primera sección sirven de base para profundizar sobre lo que estamos midiendo y sobre el significado de dicha medición. Esta discusión no está zanjada y en las secciones siguientes se tratarán más a fondo algunos de los aspectos mencionados en estas páginas.

Un punto que apenas he analizado hasta ahora es lo que Spiro (1980) denominó aspectos «no analíticos» de la lectura. Rosenblatt (1978) diferencia dos tipos de lectura: eferente y estética. La lectura eferente (del latín effere, sacar) se centra en lo que permanece tras una lectura. La lectura estética parece aproximarse al concepto de Spiro de los aspectos no analíticos del procesamiento. Al igual que lo que enseñamos sobre lectura, nuestra evaluación trata sólo el aspecto eferente.

Bower (1978) ha realizado algunas incursiones en el área de la transacción afectiva entre lector y texto empleando la sugestión hipnótica, pero no se han realizado más investigaciones. Puede interpretarse lo que se ha hecho dentro de un modelo teórico de esquema que posibilita que los datos afectivos estén ligados a los esquemas de la misma manera que la información objetiva y se accede a ellos del mismo modo (como se sugirió al comienzo de este resumen). El objetivo de la lectura estética es diferente del de la lectura eferente. En la lectura eferente se intenta construir un modelo de la intención comunicativa del autor, mientras que en la lectura estética simplemente se intenta disfrutar de una obra de arte. Durante este segundo tipo de lectura se recurre a un modelo muy personal, y no está en absoluto claro que sea adecuado evaluarlo. ¿Cómo se debe interpretar el resultado y qué criterios deben aplicarse? La evaluación de la lectura estética puede ser contraproducente, porque fuerza al lector a leer eferentemente para retener la información que necesita en el test, anulando de ese modo el objetivo de la evaluación.

Por estas razones, no trataré los problemas prácticos y teóricos relacionados con la lectura no analítica. El lector interesado puede consultar la obra de Rosenblatt (1978), una excelente introducción al tema..

Cap II

Factores que influyenen la comprensión lectora y su evaluación

INTRODUCCION

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La evaluación de la comprensión lectora consiste en interpretar la actuación de un individuo en una prueba basada en un texto y en un contexto determinados. Los resultados dependerán de las características de la prueba, de la naturaleza del texto y del contexto, así como de las habilidades lectoras y el conocimiento previo del individuo. Es preciso entender cómo influyen conjuntamente todos estos factores para interpretar correctamente los resultados obtenidos en los instrumentos de evaluación. En este capítulo, analizaré los diversos factores que influyen en la comprensión lectora y en su evaluación. Es en estos factores donde los profesionales de la enseñanza pueden buscar explicaciones a los fracasos reales o aparentes de los niños en la lectura. Los puntos que se van a analizar son:

1. el texto (contenido, estructura y lenguaje).2. lo apropiado del texto con relación al conocimiento previo del alumno.3. las fuentes de las respuestas.4. las demandas de la tarea del procedimiento de evaluación.

EL TEXTO

Si a un lector se le presenta una selección de muestras de diferentes textos, es probable que no encuentre el mismo nivel de dificultad en todas ellas. Se han realizado muchos estudios para intentar aislar las posibles causas de esta variabilidad en los niveles de dificultad que distintos tipos de textos plantean a distinto tipo de lectores.

La investigación se ha centrado principalmente en el análisis de la legibilidad del texto y aunque por el momento no haya conseguido mejorar algorítmicamente la predicción de la legibilidad, puede indicar hasta cierto punto la razón por la que un fragmento presenta mayor nivel de dificultad que otro. No obstante, parte de esta investigación esta mas enraizada en el campo lingüístico que en el psicolingüístico, por lo que no han sido estudiadas en profundidad las razones psicológicas de la dificultad en la lectura. Además, gran parte de esta investigación es más pragmática que teórica. Normalmente se define la dificultad del texto en función de la dificultad normativa o de fórmulas de legibilidad (predicción de la regresión de la dificultad normativa). Estas fórmulas se basan en criterios secundarios (predicciones pragmáticas, como longitud de la frase o frecuencia de las palabras), poco adecuados para discernir correctamente un texto bien escrito y estimulante de un texto mal construido y de difícil interpretación.

Antes de seleccionar los pasajes para proceder a la evaluación, tenemos que conocer sus características, lo que diferencia uno de otro, en especial si queremos examinar una amplia gama de habilidades del niño. Pero el desarrollo teórico de la lingüística y la psicología no puede apoyar un análisis definitivo del texto, aunque de hecho sea el objetivo que persigue gran parte de la investigación, que en la actualidad sigue dos corrientes:

1. análisis del texto en función de su contenido y estructura y de las relaciones entre ambos.

2. análisis de la relación escritor/lector, considerando el texto un instrumento de comunicación.

Pasemos a considerar la importancia de estas dos corrientes.

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Investigación contenido/estructura

Se han estudiado las características del texto como tal, independientemente del autor. Un aspecto del texto que afecta a lo que el lector recuerda es la mera cantidad de información, medida por su extensión (Newsome & Gaite, 1971), por la densidad de información (Goetz, Anderson & Schallert, 1979; Kintch & Keenan, 1973) y por la densidad de la información nueva (Aiken, Thomas & Shennum, 1975). Kintch, Kozamainsky, Streby, McKoon y Keenan (1975) han demostrado que la densidad de argumentos en las proposiciones reduce la rapidez de la lectura y la cantidad de información que se recuerda. Cuanto más concreto, imaginable e interesante sea el contenido del texto (Paivio, 1971; Johnson, 1974), mejor se recordará. Bower (1978) también indica que es posible que el lector se identifique con un personaje concreto, lo que influirá en el recuerdo.

La cantidad de información presente en el texto (que el lector no tiene que inferir) afecta al recuerdo. McConkie (1978, pág. 17) resume lo siguiente:

«En general, es de esperar que las manipulaciones textuales que reducen la información útil para que el lector construya una representación coherente del contenido reduzcan la comprensión del pasaje. En algunos casos, el conocimiento previo del lector compensará la pérdida de información textual o se identificarán las relaciones partiendo de la resolución de problemas y será preciso dedicar más tiempo a la lectura».

Esto indica claramente la importancia de ser capaz de especificar al máximo lo que se dice explícitamente en el texto y lo que solamente está implícito, en especial si se intenta medir de qué forma el conocimiento del lector se modifica como resultado de su interacción con el texto.

Para interpretar los resultados que se obtienen en el test, en concreto el empleo del conocimiento previo, es importante especificar qué es lo que debe inferirse al elaborar los items. Por ejemplo, la capacidad del niño para hacer inferencias contextuales es diferente según su etapa de desarrollo. La precisión del recuerdo se correlaciona ampliamente con estas inferencias y aumenta con la edad (París & Upton, 1976).

Recientemente, el análisis del texto narrativo ha acaparado mucha atención. La comunalidad de los elementos de distintos textos narrativos ha dado lugar a la teoría de «story grammars». La teoría postula la existencia de macroestructuras convencionales derivadas del conocimiento previo de los textos y de la forma que funciona el mundo. Brown y Murphy (1975) demostraron que incluso los niños son conscientes de dichas estructuras. Estos investigadores descubrieron que niños de cuatro años recordaban mejor series de dibujos ordenados lógicamente que series ordenadas al azar. También hallaron que si las series ordenadas aleatoriamente encajaban dentro de una historia lógica, el recuerdo mejoraba. Por tanto, al parecer los niños de corta edad son capaces de emplear su conocimiento de relaciones lógicas entre objetos en la comprensión y en el recuerdo de la información. Parte de la gran cantidad de información obtenida sobre este aspecto revela diferencias entre buenos y malos lectores y diferencias debidas a las distintas fases de desarrollo.

Al parecer el conocimiento y empleo de estas macroestructuras convencionales facilita la comprensión del texto, puesto que permiten construir un modelo de un mundo posible de situaciones que explica las relaciones dentro del texto. Se han descrito estos modelos como marcos (Minsky, 1975) o esquemas (Rumelhart & Ortony, 1977), y son

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unidades de conocimiento convencional que proporcionan una base sobre la que organizar las expectativas e interacciones mutuas. Estas han dado lugar a la noción de «buena construcción» del texto.

Los niños de corta edad poseen estas estructuras, pero parecen incapaces de utilizarlas para organizar la información. Brown y French (1976) encontraron que los niños de preescolar tenían mas dificultad que los de otras etapas para recordar frases cuando se presentaban en un orden diferente del curso natural de acontecimientos. Stein y Glenn (1978)5 probaron que los niños de cinco años recuerdan relatos bien construidos y que resuelven las interrupciones sistemáticas en la buena construcción de las historias de maneras diferentes según su etapa de desarrollo.

Señales de estas estructuras organizativas en el texto son el tema de la frase, los macroconectores (pero, sin embargo y porque) y discontinuidades en el tiempo, localización, actores y contenido. Si el lector es consciente de ellas y sabe utilizarlas, le ayudarán a modelar cognitivamente el texto. Stein y Nezworski (1978) mostraron que los niños de quinto grado podían recordar interrupciones estructurales con la misma facilidad que ordenaciones normales si se empleaban marcadores explícitos. Sin embargo, estos marcadores sólo constituían una ayuda parcial a los alumnos de primer grado. También se ha demostrado (Marshall & Glock, 1978-79) que la estructura de los textos expositivos influye más sobre algunos lectores que sobre Otros. Los lectores adultos más experimentados son capaces de leer textos por motivos propios, pasando por alto la estructura. Este hallazgo tiene sus implicaciones en la evaluación de la comprensión: sería posible determinar si un lector concreto es sensible a dichas estructuras y si es capaz de ignorarlas.

Es mucho lo que se sabe actualmente sobre las características del texto narrativo y lo que se ha investigado sobre la estructura del texto expositivo. Es más difícil describir las macroestructuras en el texto expositvo porque las relaciones entre sus segmentos son más diversas que en la narración. Se debe en gran medida a la mayor variedad posible de contenido. Sin embargo, el trabajo de Clements (1976), Grimes (1975) y Meyer (1975) ha revelado que estas estructuras retóricas existen también en el texto expositivo y que los individuos las emplean cuando intentan construir el significado.

Estos últimos avances nos han orientado mucho en el área del análisis del texto. Las «story grammars» han puesto de manifiesto los tipos de inferencias que las personas hacen en ciertas situaciones contenido/estructura. En el caso de la narración, las expectativas estructurales del lector dependen considerablemente del tema del texto, debido a su conocimiento de las situaciones sociales y de las descripciones normales de las mismas.

Probablemente los lectores intentan formar una cadena causal como núcleo de un pasaje (Schank, 1975). En consecuencia, la información atributiva, que por lo general no forma parte de la cadena causal, no se recuerda tan bien como la información causal o de acción, que por lo general forma parte de la cadena. Si los tests de comprensión lectora miden la información atributiva, de menor importancia que la información causal (Tuinman, 1979), es importante que conozcamos los problemas que tiene el lector para recordarla.

Por otro lado, cuando la información causal no está expresada en el texto, normalmente se infiere. Puesto que se almacena como parte de la cadena causal, es posible que se relacione o 5 Stein, N. L. & Glenn, C. G., Tbe role of structural variation in chudren's recalí of simple stories. Ponencia presentada en el congreso de «Society for Research in Child Development», Nueva Orleans, 1977.

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identifique como si se hubiera expresado explícitamente. Ahora bien, dado que los niños no son siempre capaces de emplear dicho conocimiento en el procesamiento de arriba-abajo es probable que la estructura de su recuerdo difiera de las formas ortodoxas.

Freebody (1980) encontró otros tipos de relaciones interesantes entre las estructuras, contenido y evaluación de la comprensión. Aunque obtuvo datos que demostraban que el conocimiento previo y la dificultad del vocabulario influían de manera independiente en la comprensión lectora, también halló que el orden seguido por los lectores en la lectura de pasajes afectaba a su comprensión de los mismos. En concreto encontró que N las variaciones en la cohesión Sólo eran eficaces cuando aparecían en textos que se leían al principio o al final de una serie de tres pasajes. También reveló los efectos de primacía y recencia en la actuación de los sujetos, independientemente de la importancia de la información. Clements (1976) obtuvo resultados similares; todo ello puede emplearse en la interpretación de los instrumentos de evaluación actuales, que presentan al lector una variedad de pasajes breves.

Por tanto, las variaciones en la estructura del texto a menudo están relacionadas con el contenido y no afectan de igual modo a todos los lectores. El fracaso del lector al abordar estas estructuras y sus interrupciones puede ser síntoma de problemas más complejos en la lectura.

Relación escritor/lector

Al igual que todas las interacciones sociales, la interacción entre el autor y el lector a través del texto se basa en la «buena forma», aunque la forma específica difiera de un texto a otro.

Además de los estudios realizados sobre estructuras retóricas y narrativas, Cohen y otros (Adams, Bruce, Cohen, Collins, Gentner, Rubin, Smith, Starr, Starr & Steinberg,) 6

estudian las características de las formas de instrucción, y Bruce (próxima publicación) los aspectos sociales más amplios del texto. Estos autores examinan los diferentes aspectos del texto en función de las interacciones entre escritor-lector.

Esta corriente de investigación considera el texto en su papel de instrumento comunicativo. El autor posee una base de conocimiento, parte de la cual (la base del pasaje) quiere comunicar al lector. Con frecuencia esta base del pasaje no presenta una estructura lineal, pero el texto final debe serlo, es decir, aunque los acontecimientos que se describen ocurran al mismo tiempo, deben ser descritos consecutivamente. La tarea del autor es organizar este mensaje en base a lo que percibe como características del lector, conocimiento previo, objetivos posibles, etc., y redactar un texto del que el lector pueda extraer el significado.

Cohen intenta especificar aquello que el lector y el escritor asumen al intentar conseguir y reunir información. Considera la interacción educativa entre experto y lego un caso especial de interacción social, y variando la modalidad de comunicación, es capaz de inferir las suposiciones que lector y escritor hacen uno del otro. Tanto el escritor como el lector intentan ponderar las metas y propósitos del otro.

6 Adams, M., Bruce, B., Cohen, P., Collins, A., Gentner, D., Rubin, A., Smith, E., Starr, B., Starr, K., & Steinberg, C., Progress Report 3 on the BBN Group of the Cen ter for the Study of Reading (Informe BBN n.0 4461), Cambridge, Massachusetts, Bolt Beranek y Newman, julio 1980.

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Bruce (próxima publicación) también concibe la lectura como interacción social comunicativa. Esta concepción nos permite considerar ciertas dimensiones del texto: participantes, significado, tiempo, espacio y texto. Es posible la interacción entre autor y lector, entre carácter y carácter y entre niveles de significado, e interacciones entre cada uno de estos.

Se ha investigado mucho sobre el desarrollo de algunas de las estructuras que aparecen en el texto, pero no tanto sobre la elaboración de un sistema general para la clasificación de los textos. Este proyecto es de gran importancia ya que, si se reconoce que diferentes tipos de textos tienden a presentar diferentes tareas y problemas para el lector, habrá que seleccionar pasajes de diferentes campos y tendremos que ser capaces de especificar las características de estos campos.

El trabajo de Bruce constituye un buen punto de partida para la elaboración de un sistema de clasificación. Clasifica el texto narrativo con relación a un sistema psicológicamente significativo basado en el conocimiento de las interacciones sociales. También da una clave de lo que el lector debe conocer para llegar a distintos niveles de interpretación de textos narrativos complejos. Al mismo tiempo, destaca otro sistema de señales que el lector competente debería conocer. Tal vez sea interesante evaluar el conocimiento y empleo de este sistema. La idea general es que los escritores emplean las herramientas a su alcance para crear los tipos de señales que más ayudan al lector a generar el significado que intentan transmitir. Después es competencia del lector emplearlos para inferir (construir un modelo) la intención del autor. En cierto sentido, la precisión se relativiza en estas circunstancias y, hasta cierto punto, se debe tolerar una «banda de interpretación que refleje grados variables de procesamiento basado en el texto y basado en el lector» (Tierney & LaZansky, 1980). Por tanto, la precisión está limitada por el propósito del lector en la lectura, su conocimiento previo y la medida en que es capaz de inferir el mensaje del autor.

La interacción autor/escritor también ha sido concebida como un acuerdo contractual de permisibilidad implícita entre autor y lector (Tierney & LaZansky, 1980). El acuerdo es similar al que Grice (1975) propuso para la comunicación oral; en la comunicación oral, el hablante debe ser informativo, sincero, relevante y lúcido. Con un texto es diferente porque el lector no puede informar al escritor sobre sus progresos en la construcción del significado. Esto dificulta la tarea del escritor, ya que debe adelantarse a la perspectiva y conocimiento del lector.

Kantor (1978) añade a este concepto lo que él denomina «consideración». Con este término describe la medida en que el autor ha mantenido su parte del acuerdo en cuanto a uso correcto de la gramática y la fluidez del discurso, es decir, el autor debe construir los significados de la manera mas sencilla posible para el lector.

Green (1979) ha probado convincentemente que los periódicos representan un conflicto entre intenciones y objetivos. Mantiene que los conceptos de los periodistas sobre estilo, contenido y formato oscurecen la estructura de la prosa y sus relaciones internas, y bloquea sus propios objetivos. Considera la escritura/lectura un modo de comunicación que a su vez es un tipo de interacción social. Por tanto, el análisis nos exige que consideremos los objetivos y creencias de los individuos implicados y lo que los distintos textos intentan comunicar (Bruce, próxima publicación).

La familiaridad con el estilo del autor puede favorecer la comprensión, ya que el escritor lleva a cabo ciertas suposiciones consistentes sobre el lector y emplea su propio lenguaje y conocimiento consecuentemente. Los niños son sensibles a estas diferencias

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estilísticas a muy temprana edad (Green & Laff, 1980).

Tanto lector como escritor realizan una tarea compleja. El significado se construye más que se transfiere y ambos juegan un papel activo en dicha construcción, manteniendo la creencia de que pequeños elementos invocan elementos mayores, esquemas mutuamente entendidos. Rosenblatt (1978) ha manifestado que siempre nos hemos centrado en el escritor o en el texto ignorando al lector. Esta autora se centra principalmente en el lector dentro de la relación lector/texto/escritor; el lector toma parte activa en la interpretación de los textos y presta atención no sólo a los referentes de los símbolos presentes sino a las imágenes, sentimientos, actitudes e ideas que evocan. El texto es el proyecto que ayuda al lector a seleccionar y fusionar lo que suscita. «Un lector concreto, un texto concreto, en un tiempo y espacio concreto: si se modifica alguno de estos elementos, tiene lugar un circuito diferente, un acontecimiento diferente -un poema diferente-(pág. 14). Rosenblat sugiere que debemos pensar en una 'obra de arte literaria' como 'un suceso en el tiempo'. Tiene lugar durante la aproximación, la compenetración entre el lector y el texto» (pág. 12).

En resumen, debemos reconocer las relaciones entre la estructura y el contenido del texto y las relaciones entre ellas tal como existen en la página impresa y como existen, ellas o sus efectos, en la mente del lector. Los escritores se esfuerzan por presentar a los lectores señales de lo que intentan comunicar de la manera que juzgan adecuada. Estructuran estas señales de forma que representen del mejor modo posible lo que quieren comunicar. Por otro lado, los objetivos del lector tal vez difieran del propósito con el que fue escrito el texto y es él quien impone sus propias estructuras al texto. Es esencial que el lector domine esta técnica. No obstante, aceptar o ignorar la estructura del autor debe ser una elección activa realizada en unas condiciones específicas y con objetivos concretos.

Volviendo al problema de la evaluación, los hallazgos mencionados sugieren que si manipulamos diferentes aspectos de la estructura del texto y de la precisión de las señales en el texto, seremos capaces de examinar las señales que utiliza el lector y las estructuras que causan problemas. Es posible alertar al lector sobre la existencia de dichos sistemas o estructuras. De esta forma, cualquier sistema de clasificación de textos propuesto debe clasificar dimensiones psicológicas significativas.

Existen grandes diferencias entre los individuos y los distintos tipos de textos, y la mayor parte de esta variación esta aun por explicar. En consecuencia, la observación de la actuación del lector con diferentes tipos de textos debería proporcionar gran cantidad de información potencial para el diagnóstico, algo que en la actualidad no existe. Confiemos en que estemos recorriendo el camino adecuado.

RELACION ENTRE EL CÓNOCIMIENTO PREVIO Y EL AUTOR

El ambiente social, lingüístico y cultural en el que la persona crece influye en los resultados de los tests de múltiples maneras, algunas de las cuales han sido reveladas recientemente. Por ejemplo, niños y adultos pueden entender una pregunta de forma diferente. El modo en que representan el problema determina su comprensión y su disponibilidad y habilidad para solucionarlo. Los estudios realizados en este campo se han orientado fundamentalmente hacia el examen de los efectos de las diferencias culturales.

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La teoría del esquema (Adams & Collins, 1977; Anderson, 1977; Rumelhart & Ortony, 1977) ha destacado los múltiples efectos del conocimiento previo en la lectura y ha resaltado la necesidad de emplear material de lectura culturalmente apropiado en cuanto al contenido lingüístico y al conocimiento previo. El emparejamiento cultural de los primeros materiales de lectura (y la evaluación adecuada) puede ayudar, pero antes o después tendrá lugar la evaluación en el «mundo real», en la lengua estándar. La evaluación sería más equitativa si se emplearan textos en consonancia con la base lingüística del alumno, sin embargo, el nivel de la evaluación dejaría de ser significativo con respecto a las tareas del mundo real. Por otro lado, podrían incluirse textos en inglés americano estándar y dialectal para apreciar si la desigualdad lingüística es la causa de un problema de lectura.

Un alumno puede obtener resultados deficientes en un test de comprensión lectora debido al desfase entre su conocimiento de base y la naturaleza del texto. De hecho, un estudio de Hall, Reder y Cole (1975) apunta tal posibilidad señalando las diferencias en el recuerdo libre y provocado de niños negros a los que se les presentó un texto en inglés dialectal negro e inglés estándar. Este desfase puede ser de naturaleza cualitativa o cuantitativa.

Diferencias cuantitativas

Un desfase cuantitativo consiste en la falta de conocimiento relevante del mundo (por ejemplo cuando un niño de un medio rural lee un pasaje sobre el sistema de metro de la ciudad, o cuando un niño que no sabe nada sobre guerras lee un pasaje sobre la Guerra Civil). De hecho Johnston y Pearson)7 demostraron que una pequeña medición del conocimiento base puede predecir los resultados en la comprensión de un texto mejor que las puntuaciones de los test de lectura tipificados.

La fuente de la dificultad en dicho caso ha quedado clara con la descripción de comprensión lectora dada en la primera sección de este monográfico. En general, la persona no puede hacer las inferencias apropiadas cuando son necesarias y no puede relacionar fácilmente la información del texto con las estructuras de conocimiento. Tendrá que construir nuevos esquemas.

Chi (1977) ha mostrado que el conocimiento previo (en mayor medida que la edad) tiene un efecto considerable en la capacidad de la memoria inmediata. Un conocimiento previo amplio permite almacenar conjuntos enteros de datos en un único código, en lugar de almacenar cada elemento por separado, simplemente orientándolos hacia un esquema que ya se posee. Esto puede tener implicaciones en la evaluación de la comprensión lectora. Por ejemplo, la falta de conocimiento de base puede afectar la actuación en ítems de elección múltiple en mayor medida que en preguntas abiertas ya que existe el problema de mantener el enunciado en la memoria inmediata mientras se leen las opciones. Tal vez, cuando se responden las preguntas sin disponer del texto como referencia, el problema sea más agudo que cuando se dispone del texto.

En realidad estas diferencias cuantitativas en el conocimiento de base podrían ser fácilmente evaluadas, en particular con la metodología presentada por Anderson y Freebody 7 Johnston, P. H. & Pearson, P. D., Esplicitness of connectives ind content familiarity as determinants of reading comprebension. ?onencia presentada en el congreso anual de «National Reading Zonference», San Diego, diciembre 1980.

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(1979; véase la sección sobre metodología). Una vez conocidas, podríamos deducir las causas del fracaso individual en la comprensión lectora. Estos déficits tal vez sean patentes en las preguntas de inferencias. Sin embargo, sin la información específica sobre el conocimiento previo, es imposible concluir si el fracaso se debe a la falta de conocimiento previo o al fracaso en la utilización de dicho conocimiento.

Se ha prestado considerable atención (Anderson & Freebody, 1979; Hall & Tirre, 1979; Raphael, Freebody, Fritz, Myers & Tirre)8, a las diferencias de conocimiento de vocabulario y la razón por la que crean discrepancias en los tests tipificados de comprensión lectora. Estos investigadores han hallado diferencias de vocabulario extremadamente importantes entre buenos y malos lectores de diferentes grupos étnicos. Si los niños tienen que dedicar la mayor parte de su capacidad cognitiva a identificar palabras desconocidas del test, poco podrán dedicar a construir un modelo de significado.

Es probable que la falta de familiaridad con las estructuras cree tantos problemas como la falta de familiaridad con el contenido. Si un lector está en contacto con textos narrativos únicamente, es lógico que encuentre difíciles otro tipo de textos. La familiaridad con las señales estructurales permite al lector encontrar información con mayor facilidad y saber cuándo se requieren inferencias y de qué tipo deben ser. Un niño que nunca haya leído un periódico tendrá mucha más dificultad para entender temas periodísticos que el niño que haya mantenido un contacto considerable con ellos.

Sin embargo, quizá estas diferencias sean sólo la punta del iceberg. El conocimiento esquemático y las propias macroestructuras pueden ser similares en amplitud pero considerablemente diferentes en naturaleza. Por ejemplo, el conocimiento previo sobre la policía puede ser cuantitativamente similar para los niños del centro o del extraradio de una gran ciudad, pero cualitativamente diferente.

Diferencias cualitativas

Asimismo es posible considerar la relación entre el texto y el conocimiento previo en función de un desfase cualitativo entre ambos. Esto puede plantear un problema más insidioso: el lector construye un modelo del significado del texto totalmente erróneo sin ser consciente de ello. No es que no se vayan a hacer inferencias, se harán, pero equivocadas. El problema puede agravarse en sí mismo: una vez que el lector ha comenzado a. construir un modelo incorrecto, elaborará inferencias incorrectas en virtud del contenido del modelo que construye y el concepto alterado de «buena forma» de este modo engendrado.

Actualmente se están analizando varios contextos y ejemplos de este tipo de desfase. Por ejemplo, Hall (1977) ha mostrado que en el caso de los adultos, la clase social y la raza -por lo general potentes predictores de los resultados en comprensión lectora- influyen menos cuando el contenido guarda relación con su trabajo. No obstante, esto no elimina por completo el problema de las diferencias raciales. La literatura evolutiva también indica que los niños 8 Raphael., T. E., Freebody, P., Fritz, M., Myers, A. C., & Tirre, W. C., Contrasting the effeas of some text variables on comprehension and ratings of comprehensibility. Ponencia presentada en el congreso acual de «American Educational Research Association», Boston, 1980.

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pueden realizar una tarea si es funcional, aunque parezcan incapaces de hacerlo cuando no es funcional (Yendovitskaya, 1971).

Quizá tengamos que medir más activamente este tipo de desfase, en lugar de medir las inferencias versus eliminación de inferencias de los tests de comprensión lectora. Washington (1979) encontró que los estudiantes de minorías se diferenciaban básicamente de los estudiantes no pertenecientes a minorías en las preguntas implícitas. Estos ítems requieren el empleo del conocimiento previo del lector en combinación con el texto. Si nuestro conocimiento sociocultural nos los permitiera, podríamos elaborar preguntas relacionadas con el conocimiento de base específico que indicaran la presencia o ausencia del conocimiento base necesario para contestar estas preguntas implícitas. Tal vez descubramos que dicha información sirve como contexto para interpretar los resultados obtenidos en otras secciones del test.

Las diferencias culturales en la naturaleza y comprensión del lenguaje no literal presentan otro problema, ya que la mayor parte de ellas dependen de convenciones sociales de interacción comunicativa y congruencia de la importancia atribuida para que tenga efecto (Ortony, 1979).

Pero el problema es mucho más complejo. Hall y sus colegas están elaborando una hipótesis que sugiere que no sólo el conocimiento previo difiere en los distintos grupos culturales, sino que también las estrategias para su adquisición difieren de un grupo a otro. La teoría mantiene que los padres de diferentes grupos sociales refuerzan diferentes estrategias encaminadas a c1onseguir información. Se elaboran diferentes modelos de razonamiento predominante, por tanto, una respuesta diferente a un test de comprensión puede parecer correcta. Por ejemplo, el fenómeno «tema principal» tal vez se identifique más con la clase media de raza blanca que la «elaboración detallada». Estudios recientes han dado a entender que los niños negros del centro de la ciudad comprenden con relativa facilidad el material temporal, pero que tienen problemas para entender el material que exige «comparar y contrastar» (Hall, comunicación personal).

Las diferencias culturales del vocabulario podrían controlarse controlando el lenguaje del texto de los tests. Sin embargo, no aliviaría el problema más general del conocimiento previo. Algunos investigadores (Royer & Cunningham, 1978; Tuinman, 1974; Washington, 1979) han sugerido que plantear preguntas específicas sobre el contenido resolverá muchos de los problemas culturales. Por desgracia, exigiría el empleo único de preguntas explícitas en el texto, pero incluso estas estarían afectadas por el conocimiento previo (Johnston & Pearson7).

Asher (1978) comprobó que el interés de los niños en un texto (muy relacionado con el conocimiento previo) puede afectar considerablemente su lectura. Sin embargo, el material encontrado en la mayor parte de los tests de comprensión lectora pone de manifiesto que este hallazgo no ha sido tomado en serio en la elaboración de los tests. En realidad, con los tests colectivos es imposible abordar este problema en toda su complejidad, excepto tal vez en la interpretación de los resultados.

Las implicaciones de estos hallazgos en la evaluación de la comprensión lectora son los siguientes. Existen tres modos posibles de afrontar el efecto del conocimiento previo en la evaluación.

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1. seleccionando cuidadosamente los textos y las preguntas para eliminar las que contengan «sesgos»;

2. evaluar el lenguaje apropiado a la subcultura del lector y a la lengua estándar; 3. evaluar distintos contenidos y estructuras de lenguaje, discriminando entre los problemas

provocados por el conocimiento previo del resto.

Como el lector tendrá que enfrentarse a una gran variedad de textos en el mundo real, la evaluación de textos uniformes no sesgados respecto al conocimiento previo parece menos interesante que una evaluación global. Sin embargo, no deja de ser injusto que se incluyan pasajes sesgados sin señalarlos como tal, como ocurre con las puntuaciones totales que hoy día se utilizan.

En mi opinión, nos debería interesar analizar las diferencias en el conocimiento previo como fuentes de problemas de comprensión lectora, en lugar de intentar evitarlos. Estamos desarrollando la tecnología para evaluar (véase Anderson &.Freebody, 1979) y el conocimiento de áreas específicas indicativas de dichas diferencias (Gearhart & Hall, 1979), que nos permitirán elaborar mediciones bastante precisas, en potencia, de las desigualdades en el conocimiento previo. Concretamente en evaluaciones informales, los profesores plantean este tipo de preguntas con frecuencia, aunque no han hecho uso pleno de la información para interpretar el resto de la evaluación debido a que no se ha otorgado suficiente importancia a la información.

LA TAREA

Es muy importante saber exactamente lo que pedimos al alumno que haga cuando decidimos la tarea de evaluación. ¿Qué factores, además de los que nos interesan medir, influirán en su actuación? La investigación indica que se pueden considerar varias tareas de evaluación en función de los siguientes factores:

1. requisitos de producción;2. requisitos de memorización y recuerdo;3. requisitos de razonamiento:4. motivación;5. objetivo;6. interacción y ambiente social;7. expectativas y demandas percibidas de la tarea;8. destreza en la situación de evaluación.

Requisitos de producción

Los problemas de producción son dificultades en la expresión de información. Por ejemplo, un niño puede leer y no ser capaz de acceder a la información, de un modo organizado. Expresar ideas y organizar la información de la memoria son técnicas que no se enseñan normalmente como parte de la lectura, y dominarlas puede ser independiente de dominar la lectura.

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Estas diferencias podrían causar un problema de interpretación de los resultados de algunos tipos de pruebas. Por ejemplo, los niños para los que la escritura es una tarea penosa tendrán, sin duda, criterios diferentes para juzgar lo que merece la pena escribir de aquellos para los que la escritura es sencilla. Se puede afirmar con bastante certeza que los problemas de producción están interrelacionados con el recuerdo también, ya que la expresión organizada bien puede actuar como señal para recordar más información.

Memoria y recuerdo

Las preguntas de selección recurren a la memoria de distinto modo que las preguntas abiertas y requieren una estrategia de búsqueda en la memoria diferente. Las preguntas de elección múltiple recurren a la memoria inmediata para comparar alternativas si el individuo utiliza ciertas estrategias como la comparación pareada de las alternativas. Naturalmente, hay una gran diferencia entre las demandas hechas a la memoria cuando el texto está presente durante la emisión de respuestas, aunque esta diferencia varíe de unas preguntas a otras.

Brown y Campione (1980) resumen del siguiente modo el problema del recuerdo:

«En pocas palabras, tenemos pruebas suficientes para afirmar que: a) con frecuencia, los individuos almacenan información que son incapaces de recuperar; b) la representación de ambientes apropiados para el recuerdo conduce al acceso a material previamente «olvidado», e) situaciones de examen diferentes provocan ambientes de recuerdo diferentes y, por tanto, las evaluaciones de la disponibilidad de conocimientos varían como una función del apoyo a la recuperación durante el examen; d) la compatibilidad entre codificación y recuerdo es de suma importancia como determinante de la habilidad para acceder a un material previamente almacenado (Bransford, 1979; Norman & Bobrow, 1975; Tulvig, 1978). Todos estos puntos conciernen a las condiciones optimas para almacenar información en la memoria a la que tener acceso cuando se necesita; no es suficiente con almacenar la información porque a menos que pueda activarse cuando se necesita no es de gran utilidad (pág. 9).

Razonamiento

Es el tipo de tarea lo que determina el tipo de razonamiento. Las preguntas de elección múltiple requerirán más o menos razonamiento según: a) la estrategia que adopte el lector para responder; b) la plausibilidad de los distractores. Las preguntas abiertas requieren razonar cual es la posibilidad que el examinador quiere de toda la gama de opciones generadas posibles. El razonamiento también depende de la destreza del individuo en la situación de evaluación, esa parte de la tarea en la que debe descifrar las claves de las respuestas (información en el enunciado de preguntas anteriores, distractores equivalentes que deben desecharse por incorrectos). De hecho, las estrategias que los estudiantes adoptan para responder preguntas de elección múltiple son determinantes importantes de las demandas cognitivas de la tarea. Asimismo, el razonamiento tendrá mayor importancia en un texto falto de coherencia.

Motivación

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El trabajo de Asher (1978) indica que el interés de los niños en el contenido del texto puede servir de motivación y la motivación pura influye considerablemente en los resultados que algunos niños obtienen en los tests, según han mostrado Lahey, McNees y Brown (1973). En la motivación puede influir la presión del grupo de compañeros (Labou, 1972) y el ambiente cultural de los niños (Clay, 1976).

No todos los aspectos del texto motivan del mismo modo a un lector. Stein y Glenn (1978) comprobaron que a los alumnos de primer curso les interesaban más las consecuencias de las acciones y a los alumnos de quinto grado las metas de los personajes, por tanto hay diferencias en lo que consideran la idea central del texto.

Nicholls y otros (Nicholls, 1979; Weiner, 1972) han señalado muchos de los efectos desmotivadores de la «incapacidad aprendida», y al parecer, es cierto que este componente del comportamiento influye en los resultados de los tests, en especial en la medida en que el niño aplique estrategias sistemáticas y persista con tareas difíciles. Keogh y Margolis (1976) también han señalado que los niños con problemas de aprendizaje son propensos a la dependencia de campo y a la impulsividad. La impulsividad es un problema especialmente debilitador cuando hay que responder preguntas de elección múltiple. Tampoco debe ignorarse la ansiedad. Ahora bien, para reducir eficazmente la ansiedad provocada por la situación de examen hay que tratar las deficiencias en la lectura y estudiar los hábitos que interfieren en la actuación en los tests (Spielberger, Anton & Bedell, 1976).

Objetivo

El objetivo que induce a la persona a leer un texto tiende a afectar el tipo de información que extrae de él (McConkie, Rayner & Wilson, 1973). La selección de estrategias lectoras debe basarse en el objetivo del lector y hasta cierto punto son controlables. Incluso pueden manipularse implícitamente mediante tipos de preguntas planteadas en pasajes sucesivos o dentro del texto (Reyno1ds & Anderson, 1980). Normalmente, aquellos niños que conocen las estrategias de lectura más productivas para contestar preguntas de elección múltiple cuentan con una ventaja considerable en los tests de comprensión lectora. Sin embargo, los niños que emplean esas estrategias en otros contextos pueden estar en desventaja, puesto que los tests de elección múltiple a menudo consideran detalles irrelevantes para otros objetivos.

El ambiente social y la interacción

Steffenson y Guthrie (1980) indican que las respuestas obtenidas en una entrevista de evaluación formal son diferentes cualitativamente de aquellas obtenidas en una situación más significativa. Harste y Burk9 hallaron que cuando los alumnos leían un pasaje de un libro y después lo recordaban libremente los protocolos de recuperación eran bastante débiles. Sin embargo, cuando los niños contaban lo que recordaban a un amigo que no había leído el pasaje, el recuerdo era bastante completo. Aparentemente los niños son conscientes de la diferencia entre un intercambio lingüístico socialmente productivo y uno artificial.

Spiro (1975) comprobó que en los experimentos de laboratorio sobre la memoria, los sujetos tendían a diferenciar los materiales estímulo que debían recordar de otro tipo de información. Es decir, los sujetos saben que la información no tiene ninguna utilidad fuera del 9 Harste, J. & Burke, C., Reexamining retellings as comprehension devices. Ponencia presentada en la National reading Conference, San Antonio, diciembre, 1979.

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experimento y se concentran en el recuerdo oral preciso en lugar de procesar la información normalmente. Por eso reducen drásticamente la integración esquemática. Es probable que en las situaciones de evaluación ocurra lo mismo.

Expectativas y percepción de las demandas de la tarea

Parte de la tarea del lector es determinar el objetivo del examinador: qué es lo que quiere saber o escuchar exactamente. En consecuencia, los lectores probablemente respondan a la misma instrucción de diferentes modos. Los roles que los sujetos perciben que deben adoptar en la estructura de la tarea influyen considerablemente en los efectos de las distintas variables. Por tanto, se deben dar instrucciones muy claras y precisas, e incluso así se corre el riesgo de una mala interpretación. Otto, Barrett y Koenke (1969) estudiaron la actuación de los niños en la identificación de la idea principal de un pasaje de cuatro frases, dándoles la siguiente instrucción «Haz una frase con tus palabras que exprese lo que dicen estas cuatro frases». Sólo el 29 % de los alumnos de segundo grado realizaron la tarea correctamente. Sin embargo, Danner (1976) comprobó que la instrucción «qué única cosa te dicen las cuatro frases de este párrafo» capacitó a todos los alumnos de segundo grado a expresar al menos el 66 % de las ideas principales. Danner empleó también actividades orientativas para ayudar a clarificar la tarea. En estos dos ejemplos, los experimentadores perseguían una tarea similar, pero los niños percibieron diferentes tareas, y con razón. En un caso se pide la selección de la idea mientras que en el otro se pide la construcción de la idea.

Fredericksen (1975) puso en práctica un procedimiento reiterativo de lectura y recuerdo. Los sujetos esperaban que se les pidiera recordar la información del texto o aplicarla a un problema. El hecho de que los sujetos supieran que tenían que aplicar la información aumentó la cantidad de inferencias e integración manifestada en el recuerdo.

El control del examinador sobre la percepción del sujeto de las demandas de la tarea es escaso si se compara con la fuerza de las expectativas del sujeto basadas en sus experiencias previas de evaluaciones. Un modo de controlar este problema es realizando previamente prácticas de tests para establecer las demandas. Reyno1ds y Anderson (1980) han indicado que cuando los lectores tienen que responder repetidamente preguntas de un tipo concreto (por ejemplo, término técnico contra nombre propio) dedican más tiempo y concentración a los segmentos relevantes del texto y, en consecuencia, obtienen mejores resultados en esas preguntas. De todos modos la tarea no debe ser ambigua, porque el examinador será incapaz de determinar cuáles son las estrategias que emplean diferentes lectores para alcanzar diferentes objetivos, ni en qué contexto interpretar los resultados del test.

Destreza en la situación de evaluación

Los lectores se diferencian por su destreza, es decir, por su conocimiento y habilidad para emplear distintas estrategias en el test y alternar las fuente de información disponibles en la situación de evaluación (Sarnacki, 1979). Millman, Bishop y Ebel (1965) confeccionaron un perfil de los principios que ayudan a los examinados. Además se ha comprobado que formar a los alumnos en el dominio de estas técnicas mejora sus resultados en los tests subsecuentes (Slakter, Koeliler & Hampton, 1970; Wahlstrom & Boersma, 1968).

En el comentario sobre la metodología de evaluación, analizaré algunos procedimientos con objeto de señalar cuál es la información que proporcionan y no proporcionan al examinador.

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RESUMEN

En esta sección he tratado temas relacionados con la importancia de la estructura, contenido y lenguaje del texto en la comprensión del lector, en particular en el contexto de su conocimiento previo. También he descrito cómo y cuánto influyen estos tres factores en los resultados del estudiante en varios contextos en función de la percepción y la realidad de las demandas de la tarea. He intentado señalar algunas de las relaciones entre estos factores y las características específicas del lector y la tarea que puede afectar a los resultados de la evaluación.

Esta sección sobre los factores que influyen en la comprensión de la lectura Y en su evaluación proporciona material para considerar que evaluar y cómo hacerlo. Estas implicaciones se resumen y presentan en el último capítulo.

La siguiente sección trata sobre la metodología de evaluación y la influencia que sobre ella ejercen algunas de las variables hasta ahora descritas.

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CAPÍTULO III

Metodología de evaluación

INTRODUCCION

Tras habernos formado una idea consistente de lo que intentamos evaluar y una idea general de las variables que probablemente afectan a la actuación del individuo, pasemos a considerar cómo evaluar la comprensión lectora.

No estaría mal que contaramos con un procedimiento práctico, que encajara con los imperativos bajo los que hay que utilizarlo y que midiera lo que queremos medir y sólo lo que queremos medir. Sin embargo, además del problema obvio de que los procesos de la lectura no son directamente observables, hay otras limitaciones que afectan a la naturaleza de su evaluación.

Antes de empezar a discutir la metodología debemos comprender el objetivo de la evaluación.

OBJETIVOS DE LA EVALUACION

La evaluación de la comprensión lectora es simplemente una muestra más o menos sistemática del comportamiento lector, tomada con el propósito de elaborar un informe o tomar una decisión. El informe o la decisión pueden ser muy específicos o generales; el nivel de especificidad tiene ciertas implicaciones en las limitaciones del test y en las características que deseamos que posea.

La evaluación se lleva a cabo principalmente por tres motivos, cada uno de los cuales cuenta con sus propias limitaciones y libertades.

Administrativa

La evaluación administrativa implica la toma de decisiones sobre la asignación de recursos a gran escala, o la redacción de informes que describen una situación educativa concreta. En ocasiones exigirá investigar los subgrupos de población con objeto de determinar niveles diferenciales de fondos públicos o evaluar los resultados de un programa educativo para decidir la conveniencia de seguir financiándolo. Aunque este tipo de decisiones no requieran información tan precisa como la evaluación realizada con fines de diagnóstico, con frecuencia se ha acusado a los responsables de ignorar diferencias importantes entre los grupos, debido precisamente a esta naturaleza global de la evaluación.

La evaluación administrativa permite cierta libertad, ya que no todos los alumnos tienen que realizar la misma actividad. Las decisiones se toman a nivel de grupo, no de individuo; un test muy extenso puede dividirse entre los alumnos y sólo algunos responderán a las mismas

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preguntas. Este tipo de evaluación debe ser estático, ya que no es posible hacer ajustes en la metodología o dificultad de la evaluación en función de las respuestas individuales. El test se administra a estudiantes con habilidades muy diferentes y debe incluir preguntas que planteen distintos niveles de dificultad.Evaluación para el diagnóstico

Implica la toma de decisiones educativas en un plano individual, tales como selección de material y estrategias de enseñanza. En este caso se requiere información específica, sin embargo, hay diversas razones que permiten cierta flexibilidad.

En primer lugar, como la evaluación no es normativa sino ipsativa, puede individualizarse; es decir, un alumno puede tener un material de evaluación totalmente diferente de otro alumno, puesto que el diagnóstico individual no exige cubrir la gama de dificultades necesaria en la evaluación colectiva. En segundo lugar, la evaluación es dinámica porque la técnica, el nivel de dificultad y el contenido dependerá de la persona y de la respuesta. No es preciso que sea estándar, porque, si se precisa claramente el área y se evalúan adecuadamente las habilidades específicas, el test se basará en criterios individuales. Tampoco es preciso examinar siempre un numero y modelo concreto de tests y tareas. Una vez que se sabe lo que se exige del niño y lo que significa dentro de un marco teórico cognitivo, la tarea, los textos y contextos pueden variarse para comprobar las hipótesis que se barajan sobre las dificultades del niño.

Selección y clasificación

Los tests que tienen por objeto la selección y clasificación son uniformes y se administran generalmente a un grupo, de manera que se aplica el mismo baremo a todos los alumnos. Actualmente la mayor limitación de estos tests consiste en que deben adecuarse a una amplia gama de alumnos y cada alumno debe completarlo en un período de tiempo determinado. Otra de las limitaciones es que no están orientados hacia el diagnóstico individual y, sin embargo, se toman decisiones individuales a partir de los resultados. Estos problemas afectan gravemente a los tests escritos. Aunque predominan estas limitaciones no tendría por qué ser siempre el caso. Por ejemplo, dando información detallada sobre cada estudiante y una vez que se han especificado las áreas correctamente, se podría programar un ordenador para que omitiera las secciones del texto demasiado fáciles o difíciles para un alumno concreto.

LIMITACIONES DE LA EVALUACION

Problemas prácticos

El tiempo es siempre una de las mayores limitaciones por varias razones. Los profesionales, en especial aquellos que trabajan en el aula, disponen de poco tiempo para la evaluación y en concreto para el examen individual. En cualquier caso, el examinado no puede concentrarse a fondo durante un período de tiempo prolongado.

En general, cuanto mayor es el tiempo que pasa entre la lectura de un texto y el test, mayor es la dificultad del lector para acceder a la información, por tanto, a veces se precisa una interpretación diferente de la puntuación. Cuanto mayor es el número de preguntas, mayor es la probabilidad de interferencia entre ellas. Por otro lado, cuanto más extenso es el test, mayor es

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su fiabilidad estadística. Esto supone un auténtico problema en la evaluación, en especial en la evaluación que persigue la generalización sobre la capacidad lectora del individuo. Normalmente se llega a un compromiso y se pasa un test breve al grupo y se intenta obtener un máximo de información incluyendo un buen número de pasajes breves, cada uno con varias preguntas.

El hecho de que los tests colectivos a gran escala pasados con objetivos administrativos se corrijan automáticamente limita gravemente a los profesionales que los confeccionan. Hoy por hoy, al menos, los items se reducen a la selección (verdadero/falso, elección múltiple, emparejamientos).

Aleatorización de preguntas y generalización

Se han hecho muchos esfuerzos para cumplir estas demandas y muchos más para cumplir las demandas de la teoría de muestreo. La teoría clásica de medición sostiene que es posible crear un número infinito de preguntas sobre un pasaje y pasar una selección aleatoria de preguntas a un sujeto. Los resultados de las investigaciones que se realizan en la actualidad demuestran que al menos en la lectura este es un planteamiento muy discutible (Anderson, Wardrop, Hively, Anderson, Hastings & Freseriksen, 1978). Es difícil creer que conseguiremos información eficaz por medio de una selección aleatoria de preguntas, ya que no toda la información del texto tiene la misma importancia y diferenciarla es una habilidad en sí misma que no puede ignorarse.

Como han señalado muchos autores, sería muy conveniente disponer de un método sistemático de elaboración de items, preferentemente normativo. Un procedimiento normativo de selección de preguntas sería de gran ayuda. Al parecer empiezan a acumularse datos que apoyan su conveniencia.

Este enfoque puede beneficiarse de la investigación realizada sobre la estructura del texto anteriormente expuesta. Si desarrollamos modelos formalizados de representar la información del texto, así como las interrelaciones entre segmentos y los niveles estructurales de importancia, podremos aplicarlos a la selección sistemática de items. Podríamos tomar muestras de los tipos de información que realmente nos interesa conocer. Si clasificamos el tipo de información o la relación que una pregunta entraña, podremos comenzar a considerar cómo afronta el lector las distintas relaciones intratextos y quizá generalizar entre textos o metas de lectura. También nos ayudaría a definir el campo en el que es posible generalizar el resultado de un determinado instrumento de evaluación (Anderson et al., 1978).

El trabajo llevado a cabo por Dijk (1977) y Brown y Day4 sobre los resúmenes normativos presenta un método sistemático de reducción gradual de información hasta sus elementos más importantes. Estas normas podrían emplearse en la elaboración de preguntas de distinto grado de importancia. Sin embargo, como se ha mencionado anteriormente, debe reconocerse que las demandas percibidas de la tarea y los objetivos del lector también determinan la importancia. Dicho sistema presupondría la congruencia de las metas del lector y del autor.

Asimismo, el sistema presupondría un tipo de procedimiento racional en la creación e interpretación de items concretos. Además, como se ha señalado anteriormente, el pasaje del que se han extraído las preguntas tampoco puede seguir considerándose un factor aleatorio, lo que dificulta la generalización entre textos. Esto es especialmente cierto cuando se considera la interacción entre lector y texto, por lo menos en los casos individuales, donde no se puede esperar que el texto incluya una muestra representativa del conocimiento previo del individuo.

Posiblemente se requieren tests más específicos. En el trabajo de Hall (1977) se resalta el aspecto funcional del pasaje, es decir, debería interesar seleccionar pasajes con valor funcional para el lector, que aseguren la validez ecológica y la atención y reduzcan el sesgo al

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mínimo. Sin embargo, hay que tener precaución al evaluar los posibles aumentos de la independencia del pasaje de los items, porque cuanto más funcional o interesante es el texto para el lector, mayor es la probabilidad de que posea cierto conocimiento previo relevante.

Dependencia del pasaje

El problema que plantean las preguntas seleccionadas aleatoriamente es que no interesa conocer realmente el recuerdo de fragmentos aleatorios del texto. Interesa conocer el grado de integración, inferencia y coherencia con que el lector integra la información textual en su información previa.

A la hora de evaluar este último aspecto, sería conveniente medir qué conocimiento previo posee el lector antes de leer el texto, porque de lo contrario es difícil estimar la integración de esta nueva información con la ya conocida.

Esto me lleva a reexaminar el viejo tema de dependencia del pasaje y comprensión de items (Farr & Tuinman, 1972; Hanna & Oaster, 1978; Pyrazack, 1975-76; Tuinman, 1974). Los items se consideran independientes del pasaje si la lectura del pasaje no influye en el resultado. Durante algún tiempo se han despreciado los items catalogados como independientes del pasaje y, sin embargo, sin ellos no sabemos en qué medida el individuo ha integrado el conocimiento nuevo con el conocimiento previo, ni la cantidad de conocimiento previo que posee.

Es aquí donde se manifiestan con más nitidez las desigualdades culturales. Por lo general, los items sesgados se identifican estadísticamente y se eliminan de los tests sin saber el motivo del sesgo. Es muy probable que exijan la realización de inferencias (Washington, 1979). Es entonces cuando aparece el conocimiento previo. Las diferencias culturales pueden llevar a hacer distintas inferencias. Así, cualquier pregunta cuya respuesta no esté claramente presente en el texto (e incluso si lo está, pues el conocimiento conceptual de las palabras puede diferir) está sujeta a posible sesgo debido a estas diferencias en el conocimiento previo (la fuente de la inferencia). De este modo, estos items tienden a ser independientes del pasaje. Sí se eliminaran todos, quedaría lo que se ha denominado preguntas de «bajo nivel».

Una posible vía hacia la solución de este problema es incluir deliberadamente algunas de estas preguntas independientes del pasaje. De este modo podríamos utilizar el conocimiento previo y aclarar puntos tan importantes como por qué ciertas preguntas están sesgadas y por qué algunos individuos crean un modelo determinado de respuestas. Podemos preguntar si el lector poseía el conocimiento previo e hizo uso de e 0 cuáles eran las diferencias culturales de los subgrupos.

Se ha demostrado empíricamente que las preguntas independientes del pasaje (Tuinman, 1974) evalúan algo diferente de las preguntas dependientes del pasaje, y, si están adecuadamente diseñadas, proporcionan una buena medida del conocimiento previo (Johnston & Pearson)7; por tanto, es un nuevo enfoque de la dependencia del pasaje que pasa de una definición estadística a otra conceptual.

Las observaciones de Anderson y Freebody (1979) refuerzan el carácter práctico de esta posibilidad. Estos investigadores, tras comprobar que los tests de vocabulario mantienen una correlación elevada con los tests de comprensión lectora, proponen como posible explicación que el conocimiento de vocabulario indica meramente un conocimiento previo mayor sobre el tema. Si esto es así, la selección acertada (con relación a las diferencias socioculturales) de unos cuantos items de vocabulario independientes del pasaje revelaría bastante información sobre las

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razones que dan lugar a ciertos aspectos de los resultados en la comprensión lectora del individuo o del grupo si se indicara que el test fue abordado desde una perspectiva cultural diferente.

Elaboración, selección y clasificación de items

Se han intentado formular algoritmos para la creación de preguntas de comprensión lectora (Bormuth, 1970), basados principalmente en la manipulación sintáctica de textos. La razón para derivar algoritmos de creación de preguntas es que, en los tests actuales de comprensión lectora, las preguntas se basan en el capricho del profesional que las elabora, y de un mismo fragmento de texto dos profesionales elaboran diferentes preguntas, por tanto el acuerdo alcanzado sobre conclusiones específicas es limitado. Es deseable eliminar este elemento caprichoso, pero no si va a suponer el empleo de un vocabulario afectado o evaluaciones ecológicamente inválidas, como ya ha ocurrido con otros intentos de aumento de fiabilidad.

Sería conveniente contar con ciertas normas o algoritmos sistemáticos y teóricamente razonables a partir de los que crear preguntas apropiadas a la situación texto-lector-tarea. Desgraciadamente, hasta los intentos de definir este tipo de normas para textos específicos han fracasado. No obstante, se han realizado análisis más exitosos sobre preguntas ya elaboradas en relación con algunas de sus características.

Del análisis teórico de la relación entre la pregunta formulada y el texto original puede obtenerse mucha información. Lucas y McCorikie (1980) han examinado preguntas desde esta perspectiva y han diseñado un sistema para clasificarlas. El sistema implica un análisis proposicional del texto y un análisis subsecuente de la fuente de información necesaria para responder la pregunta.

Pearson y otros (Pearson & Johnson, 1978; Raphael, Winograd & Pearson, próxima publicación) han elaborado este mismo problema desde otra perspectiva, examinando la relación entre la respuesta a una pregunta y el texto.

Ambos planteamientos coinciden considerablemente. Por ejemplo, un tipo de preguntas concierne a la habilidad para combinar información que aparece explícitamente en diferentes partes del texto. Pearson & Johnston (1978) las denominan preguntas textualmente implícitas. En general, parece más difícil combinar la información de dos proposiciones distantes en el texto que entre dos proposiciones cercanas entre sí. Asimismo, es más difícil combinar información a partir de cinco proposiciones que de dos. Lucas y McConkie (1980) han incluido esta información en su sistema de clasificación; denominan este tipo de pregunta «inferida» y codifican los números de las proposiciones relevantes en el texto que previamente han sido analizadas proposicionalmente.

Cuando la información se repite o está implícita en varias partes del texto, es complejo examinar el proceso que estas preguntas implican e incluso codificarlas. Este tipo de preguntas precisa del «razonamiento en la lectura» -esencialmente en técnicas de razonamiento lógico como resolver silogismos (si A y B, entonces C)- y está muy relacionada con el trabajo sobre resolución de problemas presentado en la primera sección de este informe. Es muy posible que esta habilidad sea, al igual que en la solución de problemas, fácilmente diagnosticable y enseñable.

Por otro lado, estas descripciones tipo item quizá sólo puedan aplicarse cuando el lector dispone del texto y de las preguntas al mismo tiempo. Una vez que se ha almacenado la información en la mente, permanece muy poco de la estructura superficial del texto. Por tanto, estos tipos de preguntas pierden parte de su significado una vez que no hay acceso al texto. Lo

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que es probable que permanezca es un indicio de la macroestructura del texto en la estructura del conocimiento almacenado.

Estos enfoques sobre la clasificación de preguntas pueden desarrollarse mejor a partir de los hallazgos citados en este libro. Por ejemplo, hasta ahora no se han tenido en cuenta aspectos como el armazón de la información. Beck, McKeown, McCaslin y Burkes10 han propuesto que las preguntas sobre textos narrativos se basen en un análisis narrativo (Omanson, 1979). Así se lograría clasificar con bastante objetividad las preguntas con relación al hilo principal de la narración. Se ha demostrado que la posición central de la información respecto a la cadena causal de la narración tiene un efecto poderoso en el recuerdo (Omanson, 1979), del mismo modo que la estructura de la información lo tiene en el material expositivo (Meyer, 1975) y si el material está jerárquica o temporalmente organizado (Thorndike, 1977). Estos factores tal vez determinen la actuación en los tests en mayor medida que los componentes de las taxonomías. Este punto ha de investigarse más a fondo.

Pongamos otro ejemplo: el tipo de pregunta «idea principal» parece ser una extensión del tipo de pregunta «implícita». Sin embargo, el trabajo de Dijk (1977) y Brown y Day4 pone de manifiesto que es posible emplear otro tipo de conocimiento explícito y habilidades. Han demostrado que se puede enseñar a los niños que no saben resumir la estrategia para hacerlo. Quizá cuando el texto está presenté, la pregunta «inferida» evalúa únicamente un subconjunto de estrategias implicadas en la búsqueda de la idea principal.

Otro ejemplo: si se considera la pregunta «implícita» o de «inferencia» ampliamente reconocida (Pearson & Johnson, 1978) desde la perspectiva de clasificación de inferencias de Warren, Nicholas y Trabasso (1979), se podrá descomponer en tipos de items más específicos, que serán más relevantes en el almacenamiento de la información después de la lectura. Dado el hallazgo de Omanson, Warren y Trabasso (1978) de que las investigaciones sobre inferencia son los indicadores más sensibles de la comprensión lectora, un conjunto bien diseñado de este tipo de items arrojará información bastante detallada sobre el procesamiento a distintos niveles de la lectura comprensiva, desde el nivel de la palabra hasta el nivel del discurso.

Lamentablemente el trabajo realizado hasta ahora sólo se ha ocupado del enunciado de las preguntas, no se ha aplicado a las respuestas de los items de elección múltiple. Este es el paso siguiente si hemos de continuar empleando estas preguntas, puesto que la naturaleza de las opciones determina, en parte, las demandas cognitivas de la pregunta y, por tanto, la información que proporciona.

Es preciso investigar más a fondo estos aspectos, ya que aún no se ha establecido la realidad psicológica de los sistemas de clasificación. Los planteamientos tienen implicaciones importantes en el desarrollo de tests. Por ejemplo, los items de elección múltiple podrían basarse en el análisis de Lucas y McCorikie o de Pearson y Johnson, y de este modo los enunciados mantendrían una relación sistemática con el texto y entre sí. La inclusión del armazón de la información de la cadena causal proporcionaría, al menos, definiciones operacionales de las preguntas que piden la idea principal y los detalles. Las opciones de respuestas podrían basarse, por ejemplo, en el análisis de Spiro (1980) y así, la elaboración de opciones de respuestas diferentes se basaría en demandas cognitivas identificables y diferentes. Si este procedimiento funcionara, se obtendría información para el diagnóstico a partir de los tests (sujeta a las reservas presentadas en otras secciones de este libro). El valor diagnóstico del test derivaría de los modelos de respuestas a tipos de items similares que indicarían la utilización (correcta o incorrecta) o no utilización del conocimiento previo o de las señales del texto. Los modelos de respuestas a tipos de opciones similares podrían ayudar a diagnosticar los

10 Beck, 1. L., McKeown, M. G., McCaslin, E. S. & Burkes, A. M ., Instructional dimensions that may affect reading comprebension: Examples from two commercial programs (Inf. Tec.), Pittsburgh: Universidad de Pittsburgh, Learning Research and Development Center, 1979.

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tipos de dificultades cognitivas que surgieran. Las dificultades que puedan seleccionarse son similares a las señaladas por Spiro (1980; véase la primera parte de este monográfico).

Podemos concluir de todo esto que las preguntas pueden clasificarse en función de ciertas dimensiones. La primera es la fuente de información requerida, texto o conocimiento previo (o ambos) y posiblemente la situación en el texto, en especial en cuanto a su macroestructura. Estas dimensiones tendrán mas o menos importancia si es posible consultar el texto para responder a las preguntas. La segunda dimensión se refiere a las demandas cognitivas que las preguntas plantean al alumno. Los sistemas de clasificación deberían también especificar su relación con los distintos propósitos del lector. Para desarrollar esta dimensión, es necesario investigar sobre la relación entre los objetivos de un lector concreto y las estrategias de lectura relevantes.

Aunque al parecer seamos incapaces de producir algoritmos eficaces, nos estamos acercando a la fase de clasificar items y grupos de items con relación a la información que proporcionan. Estamos cada vez más próximos a una posición desde la que seleccionar items que mantengan una relación clara con la estructura del texto, el conocimiento previo del lector y la naturaleza de los procesos cognitivos. Conociendo las características de estos grupos de preguntas, deberíamos ser capaces de elaborar tests que proporcionen información más abundante y significativa.

Fiabilidad y validez

Dos aspectos de la validez son especialmente importantes en los tests de comprensión lectora. El primero se refiere a la significatividad del constructo que manejamos. Ha supuesto un serio problema en los tests de diagnóstico porque se ha sospechado la existencia de habilidades individuales inferiores. A medida que vamos aumentando nuestro conocimiento de los procesos que tienen lugar en la comprensión lectora podremos evaluar más racionalmente este aspecto de la validez del test.

El segundo aspecto se refiere al grado en que la técnica de evaluación que elegimos refleja en realidad la habilidad específica que aseguramos que mide. Con este objeto, al final de esta sección se ofrecen algunos ejemplos de las características de las demandas de varios tests y situaciones de tests. El estudio atento de estas áreas es el camino hacia una comprensión racional de este aspecto de la validez.

Podemos aumentar la validez de los tests estándares, una vez que comprendamos mejor la relación entre el lector y el texto, y la naturaleza del propio texto, ya que empezamos a saber algo más sobre los procesos que queremos medir con ciertos tipos de textos y preguntas. Si conocemos las limitaciones y la solidez de diferentes técnicas podremos combinar la información obtenida a partir de diferentes mediciones y obtener unos resultados más válidos de lo que queremos evaluar exactamente. Además, podremos elaborar tests más válidos, ya que la invalidez depende tanto de lo que declaramos que estamos midiendo como del propio instrumento de medición.

La fiabilidad es también un importante aspecto en la medición. La fiabilidad es la consistencia de la medición en diferentes ocasiones y con examinadores diferentes. La opinión general mantiene que los tests tipificados han aumentado la fiabilidad pero a expensas de cierta cantidad de validez, en especial validez ecológica (la naturalidad de la tarea). A los tests informales se achaca el efecto contrario: la fiabilidad es bastante baja (en especial con distintos examinadores), pero la validez es mayor. Esto es en parte cierto, pero se progresa en la reducción del problema. Por ejemplo, el desarrollo de la «story grammars» ha permitido una puntuación más fiable y significativa de los protocolos de recuerdo libre, puntuación que también parece tener validez de diagnóstico. Sin embargo, de nuevo nos enfrentamos al problema de decidir la fuente de dificultad, es decir, input, recuperación o expresión.

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La fiabilidad debería considerarse tanto en función de la interpretación como de la puntuación de los tests. Esta es la intersección entre fiabilidad y validez. La fiabilidad es un prerrequisito de la validez. El contexto en el que se pasa el test, y ciertas características de las demandas del texto que no son parte integral de lo que deseamos medir, son fuentes ajenas de variabilidad en la actuación en el test; por tanto el contexto y las características no integrales amenazan la fiabilidad. Estos factores pueden también invalidar un instrumento que en otras circunstancias es válido. Por ejemplo, las demandas de la situación social en la que se lleva a cabo la evaluación puede afectar profundamente el resultado de la misma. El estudio realizado por Steffenson y Guthrie (1980) lo ha mostrado claramente: la misma tarea (Peabody Picture Vocabulary Test) en diferente contexto social (situación de test versus resolución de un problema real) produjo diferentes resultados. Las razones de estas diferencias se han señalado en la sección anterior sobre el análisis de la tarea. Por supuesto, resultados diferentes en distintas situaciones invalidan la fiabilidad. Conocer estas características de la demanda y de la situación nos ayudará a solucionar este problema. Por el momento, sin embargo, nuestros conceptos sobre fiabilidad y validez en relación a los tests de comprensión lectora siguen siendo problemáticos.

Como Tuinman (1979) ha señalado, el concepto de fiabilidad obliga a quien confecciona los tests a plantear un extenso número de preguntas, muchas de las cuales por fuerza examinan información trivial. Cuatro razones lo justifican:

1. El deseo de generalizar entre diferentes muestras de la estructura textual, contenido y dificultad ha llevado a incluir un número de segmentos del texto que, debido a imperativos de tiempo, deben ser breves.

2. Las preguntas deberían ser independientes y, si el pasaje es breve, existe la tentación de incluir preguntas referentes a los detalles.

3. En ocasiones se intenta incluir un número de preguntas del mismo tipo para alcanzar la fiabilidad con cada tipo de pregunta.

4. Se seleccionan los items en base a índices elevados de discriminación y las preguntas que mejor discriminan son, con frecuencia, aquellas que examinan trivialidades (Tuinman, 1979).

Uno de los resultados de este conjunto de impedimentos es la afectación del lenguaje empleado, ya que el escritor debe condensar mucha información para poder plantear un número razonable de preguntas independientes. El tipo de información que a menudo se examina es el conocimiento de los detalles, algo que en la lectura es con frecuencia irrelevante. Estamos por tanto estancados midiendo lo que los niños aprenden cuando leen con un objetivo específico y a menudo no funcional, por ejemplo, contestar preguntas de elección múltiple. Peor aún, los niños han llegado a esperar esto de los tests; ¿Cómo vamos a evaluarles eficazmente si están leyendo con otro propósito? Al parecer, en nuestro esfuerzo por ganar fiabilidad hemos sacrificado validez, ya que sólo sabemos evaluar el test estadísticamente y queremos que un único test conteste una pregunta tan compleja como ¿cuál es la capacidad del niño, respecto a sus compañeros (incluidos todos los subgrupos culturales), para comprender la lectura de todo tipo de textos y en todas las situaciones? Dadas las limitaciones de la evaluación esta pregunta sólo interesaría a padres y a autoridades educativas. Como los padres en particular no conocen las limitaciones de la evaluación, su interpretación de esta información numérica no sería válida, especialmente porque se basaría en una única puntuación. Al profesor no le interesa una información tan escueta sobre los resultados, sino las diferencias individuales que orienten en la toma de decisiones educativas.

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Una corriente de investigación bastante interesante es la que trata de la «zona de desarrollo próximo» (Vygotsky, 1978; Brown & Ferrara)11. Analiza lo inapropiado de las evaluaciones estáticas actuales. Mantiene que niños con idéntico C.I. no comparten necesariamente idéntico potencial de aprendizaje, diferencia que se manifiesta cuando un adulto o un compañero, presta ayuda en las tareas. Es la mejora que tiene lugar bajo algún procedimiento optimizador lo que constituye la zona de desarrollo próximo.

Esta investigación ha intentado desviar el empleo de los tests del enfoque estándar que trata (pero falla a menudo) de mantener las constantes del contexto para los diferentes individuos, hacia el estudio de la interacción entre examinador y examinado a fin de descubrir en qué condiciones pueden realizarse ciertas tareas y la cantidad de ayudas específicas que el niño necesita para tener éxito. En lo referente a la evaluación de la comprensión lectora, equivaldría a establecer distintos textos y situaciones que en apariencia superan la habilidad del lector y a proporcionar cantidades crecientes de información y de ayuda educativa. En potencia es un método de diagnóstico mucho más eficaz que cualquier otro, pero su empleo óptimo descansa en el desarrollo de un conjunto de textos y tareas con una secuencia asociada de estímulos válidos para el diagnóstico. Algunos de ellos podrían ser de naturaleza estratégica y otros de naturaleza informativa.

Por tanto, es necesario que desplacemos nuestra perspectiva sobre la fiabilidad y validez, resaltando esta última a la luz de los factores que influyen en la comprensión lectora. El aumento de validez debería mejorar incidentalmente la fiabilidad de nuestras interpretaciones. Este énfasis en la validez nos forzará a modificar nuestra perspectiva sobre la generalización, ya que es evidente que la elección aleatoria del texto o del contexto no asegura la generalización. Tal vez debamos centrarnos más en lo específico que en lo general. Intentar reducir los efectos de los distintos factores no es el modo de hacerlo, es decir, tratar de eliminar los efectos del conocimiento previo eliminando las preguntas independientes del pasaje simplemente no surtirá efecto.

DEMANDAS COGNITIVAS / CONTENIDO INFORMATIVO DE LOS METODOS DE EVALUACION

Como se ha señalado anteriormente, dado que la comprensión lectora es una actividad mental sólo es posible su observación indirecta, de segunda mano. No podemos observar las operaciones mentales pero debemos inferir a partir de otras fuentes de datos. Al hacer estas inferencias debemos tener claro en qué nos basamos y para ello, debemos comprender (tan claramente como nos lo permitan nuestros datos y nuestra teoría) las demandas y suposiciones reales implicadas en nuestras técnicas de evaluación. Por ejemplo, las técnicas de proceso y producto se basan en diferentes suposiciones.

La mayor parte de la evaluación de la comprensión lectora realizada hasta la fecha ha sido del tipo producto y consiste en una serie de pasajes breves (a veces con menos de diez palabras), seguidos de preguntas de elección múltiple (con frecuencia mal enunciadas), que mantienen alguna relación con el pasaje. Estas mediciones ponen de relieve una concepción muy restringida de la comprensión lectora, especialmente en su fase actual de desarrollo.

El desarrollo de la evaluación de la comprensión lectora ha perseguido el diseño de un único test que nos diga todo lo que queremos saber. En mi opinión, perseguir ese objetivo por esa vía es futil, dada la complejidad de la lectura y el número de variables que deben evaluarse o tenerse en cuenta. Un enfoque más razonable sería perfeccionar y emplear los diferentes 11 Brown, A. L., & Ferrara, R. A., Diagnosing zones of potential development: An alternative to standarized testíng? (Inf. Tec. próxima publicación), Urbana, Universidad de Illinols, Center for the Study of Reading, en preparación.

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planteamientos de medición disponibles en la actualidad, dado nuestro conocimiento sobre técnicas y habilidades implicadas en cada uno, aunque nos puede interesar añadir planteamientos suplementarios. Si combinamos adecuadamente estas medidas, obtendremos una idea más clara de lo que comprende un lector y de cómo lo comprende en unas determinadas circunstancias. Investigar este objetivo no será tarea fácil. Una vez definidos los elementos de la lectura que queremos evaluar, debemos caracterizar la naturaleza de los resultados obtenidos en cada medición, y cómo interactúan y se interrelacionan con el proceso de la lectura. En esta sección intentaré sentar las bases de dicho avance.

Medición del producto

Recuerdo libre. Es la evaluación más directa (en cuanto a preparación inicial) del resultado de la interacción texto-lector. Sin embargo, es evidente que la facilidad de su preparación es inversamente proporcional a la facilidad de su interpretación. Muchos investigadores (y sus ayudantes) confirmarán la cantidad de tiempo dedicada a puntuar el recuerdo libre, no obstante, nos puede decir algo sobre la organización de la información almacenada. En combinación con otras medidas, podemos también deducir cuáles son las estrategias de recuerdo que adopta el lector. Esto, a su vez, informa sobre el posible recuerdo a largo plazo de la información recién adquirida.

Gracias a las investigaciones realizadas recientemente hemos conseguido puntuar protocolos de recuerdo de forma bastante consistente y significativa (Frederiksen, 1975; Mandler &Jhonson, 1977; Stein & Nezworski, 1978; Fredericksen12; Turner & Greene13). Las «story grammars» han permitido puntuar historias en función de la presencia o ausencia de elementos integrales de la estructura narrativa. Por último, las estrategias de resumen descritas por van Dijk (1977) y Brown y Day4 permiten examinar objetivamente hasta qué punto el individuo ha sido capaz de asimilar y reconstruir ciertos tipos de texto. Las intrusiones, distorsiones y omisiones pueden informarnos del efecto específico del conocimiento previo.

Aunque es mucho lo que se puede inferir a partir y acerca de las cosas recordadas, no se puede decir gran cosa sobre la comprensión o memoria de lo que no se recuerda. Hay una serie de razones que explican el fracaso en la producción de información en el recuerdo libre. Por ejemplo, los déficits de producción son un problema. Alternativamente, la selección de esquemas puede bloquearse o no ser correcta, o como señalan Harste y Burke9, el lector puede haber malinterpretado las demandas de la tarea y suponiendo (o sabiendo) que el examinador ha leído el pasaje, elabora un protocolo rápido.

¿Cuáles son, por tanto, las demandas cognitivas del recuerdo libre? Hay que ser plenamente conscientes de que la memoria es el componente que invariablemente está implicado en el problema del recuerdo. En primer lugar, el lector debe saber claramente qué nivel de detalles debe retener y reproducir (recuerdo de la esencia para completar el recuerdo incluidas todas las inferencias pragmáticas posibles) y en qué grado debe mantener la estructura superficial del pasaje original. Debe haber entendido y almacenado la información y ser capaz de recuperarla cuando sea preciso. Entonces, debe decidir en qué punto comenzar y por qué camino rastrear la información (desde el principio hasta el final recordando el mayor número de detalles posible, o dar primero la esencia y volver al principio y elaborar). Asimismo, debe decidir la perspectiva desde la que presentará lo que recuerda (Bower, 1978), lo que implica la elaboración de hipótesis acerca de la perspectiva del examinador y trabajar a partir de ahí.

12 12 Frederiksen, C. H., Inference structure and the structure of children's discourse. Ponencia presentada en el Symposium on the Development of Discourse Processing Skills, Society for Research in Child Development, Nueva Orleans, 1977.

13 Turner, A. & Greene, E. The construction and use of a propositional text base Informe del Institute for the Study of Intellectual Behaviour, Universidad de Colorado, abril. 1977.

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También son necesarias las habilidades de producción (oral o escrita), y éstas difieren de unos individuos a otros. Desgraciadamente, la capacidad de comprensión lectora y la de producción no se correlacionan perfectamente. En consecuencia, el fracaso en una tarea de evaluación de comprensión lectora no puede atribuirse claramente a la capacidad de comprensión o producción por separado. Además de todo esto, el lector debe estar motivado para «seguir el juego». El incumplimiento de alguna de estas demandas puede provocar protocolos de recuerdo idénticos (en términos de cantidad y de modelo), así que debemos proceder con cautela al extraer conclusiones injustificadas del estilo: individuo con menor fluidez en la lectura recuerda menos información o no recuerda la información de un modo organizado (Marshall & Glock, 1978-79) sin obtener más información sobre los protocolos de recuerdo libre.

Recuerdo provocado. Después del recuerdo libre se localiza más información que el lector ha almacenado por medio de preguntas. Según la perspectiva desde la que se presenten, producirán diferente información extra (Anderson & Pichert, 1977), factor que debería tenerse en cuenta en la evaluación del recuerdo libre y provocado. A propósito, puede merecer la pena enseñar a los alumnos este empleo de la perspectiva como estrategia de recuerdo.

Un problema que existe con las preguntas orales es que, al menos hasta la fecha, no se dispone de un método sistemático de generarlas que sea correcto y consistente entre los distintos pasajes. Otro problema es que no agota lo que se ha aprendido en un pasaje. Una verificación de frases o un test de reconocimiento (Royer & Cable, 1975) aprovecharía más información. Es conveniente saber hasta qué punto esto es cierto, ya que seria indicativo de un problema de recuerdo en lugar de un problema de codificación o almacenamiento.

En la actualidad se investiga (McConkie, correspondencia personal) un método de generación de preguntas sistemático. Requiere el análisis del texto y la localización del nudo de más alto nivel no recordado en el recuerdo libre. Este nudo se emplea para generar la pregunta y tras el recuerdo se localiza el siguiente nudo, etcétera. Es necesario informatizar este procedimiento ya que es preciso que entre la lectura y el recuerdo libre y provocado transcurra un período de tiempo.

El empleo de estas preguntas plantea una nueva cuestión: ¿existen diferencias cualitativas entre la comprensión revelada por la información recuperada libremente y la que revelan las preguntas orales o es simplemente un problema de recuerdo? Por ejemplo, ¿qué sucede con el lector capaz de responder cualquier pregunta sobre lo leído pero incapaz de organizar una respuesta con facilidad cuando se le pide un recuerdo espontáneo? Al parecer, los problemas de recuerdo y producción son muy comunes y corregibles por medio de instrucción (Bransford, 1979; Brown &Day4).

Las grandes desventajas asociadas con el recuerdo libre seguido de preguntas son las siguientes: a) exige mucho tiempo al profesor y requiere formación y práctica; b) la puntuación de un extenso número de recuerdos plantea serios problemas a los examinadores. Estos problemas seguirían existiendo incluso si los protocolos fueran escritos, algo no recomendable puesto que cuanto menos capaz es el alumno, peor escribe, y mayor será su desventaja; c) generalmente, con los niños de más corta edad y menos capaces, es necesario el recuerdo libre oral. Después debe transcribirse. Si queremos que las preguntas sean eficaces deben individualizarse e informatizarse. Claro que pueden emplearse preguntas sin que se lleve a cabo el recuerdo libre. Pueden ser preguntas abiertas o enunciados de elección múltiple, verdadero/falso, verificación de frases o de otros tipos; d) queda el problema de separar los efectos de input, almacenamiento y dificultades de recuerdo.

La información que se obtiene con preguntas abiertas es diferente de la que se obtiene mediante el recuerdo libre. Aunque es probable que cubran más información, fomentan mayor procesamiento de la información almacenada. Por ejemplo, las inferencias que un buen lector

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lleva a cabo tal vez no las haga un mal lector hasta que la pregunta oral le sugiera el valor de efectuar dicha inferencia. Esto complica la interpretación de cualquier pregunta de este tipo. También se corre el riesgo de que la información presentada en una pregunta afecte al resultado de otra. Sería de agradecer que se investigara en la clarificación de este área.

El problema de producción sigue presente en el caso de preguntas abiertas, pero en menor medida que en el caso del recuerdo libre. Ahora bien, diferentes preguntas requerirán diferentes operaciones, en función de como se represente la estructura original superficial. La estructura superficial es de hecho un importante canal de información, ya que los individuos pueden obtener diferentes resultados dependiendo de lo que hayan almacenado de ella. Sin embargo, no habrá acceso a este tipo de información hasta que no avancen las investigaciones.

Preguntas verdadero/falso. Es el siguiente tipo de preguntas más directo. Eliminan el problema de producción de las demandas de la tarea, pero tienen otras desventajas. Para empezar hay un 50% de posibilidades de acertar, lo que dificulta la interpretación de los resultados, puesto que es difícil extraer el componente suerte; nunca se sabe por qué el lector dio la respuesta correcta o incorrecta.

El lector necesita un procedimiento de emparejamiento. Si la estructura superficial de las preguntas es la misma que la del pasaje, el emparejamiento es simple. Si no lo es, debe transformar bien su información almacenada o la información del enunciado e intentar emparejarlas. Si la estructura superficial es similar a la original pero la frase es falsa, son necesarios dos pasos: selección del significado como indicación mas importante y confianza en la capacidad personal para comprender. Puede plantearse el siguiente conflicto: el significado del enunciado parece equivocado pero la estructura superficial parece correcta. Es probable que el lector deficiente, con considerable experiencia sobre su propio fracaso en la comprensión, comprenda correctamente, pero decida seguir las indicaciones de la estructura superficial, porque para él es una prueba más convincente que su dudosa transformación.

La baja proporción señal-ruido disminuye la utilidad de estas preguntas como instrumentos de diagnóstico; sus ventajas radican en la amplitud del material que puede probarse en un período de tiempo razonable. Anderson y Freebody (1979) apoyan su validez como medición general. Las emplearon para estimar el conocimiento de vocabulario no para evaluar la comprensión lectora.

Tal vez sean funcionales en los tipos de evaluación administrativa o descriptiva, en los que se desea informar sobre el comportamiento de una amplia muestra de niños con respecto a una amplia muestra de textos. No obstante, la cuestión de confeccionar los enunciados de estas preguntas no se ha resuelto.

Preguntas de elección múltiple. La mayoría de los tests de comprensión lectora incluyen items de elección múltiple. Probablemente sea este tipo de preguntas el que más se ha investigado, el más perjudicial, el más difícil de elaborar y sin embargo el más funcional de todos (cuando se aprovecha correctamente). Tiene potencial para reducir el problema de las preguntas verdadero/falso: saber por qué se emite tina determinada respuesta.

La posibilidad de uso y abuso de las preguntas de elección múltiple es inmensa. Los aspectos positivos todavía no se conocen a fondo, debido a la falta de investigación teórica y empírica. Actualmente, estas preguntas sirven sólo para puntuar objetivamente a un gran número de individuos y para reducir la probabilidad de acierto de las preguntas V/F. Es decir, seguimos obteniendo la misma información (correcto versus incorrecto) que con las preguntas V/F, pero hay menos ruido. De hecho una pregunta de elección múltiple puede proporcionarnos mucho más que eso. Ahora bien, el beneficio extra dependerá del desarrollo de un procedimiento para elaborar las opciones sustentado por una teoría. Si la selección de una opción específica indica una estrategia o problema de lectura concreto, podemos empezar a

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observar modelos de respuestas similares y lograr que la evaluación sea más eficaz. Esto legitima las preguntas, «¿Ha dado la respuesta correcta por la razón correcta?» y «¿por qué ha fallado?», porque podríamos analizar los modelos de las respuestas a las opciones correctas e incorrectas y hacer deducciones sobre las estrategias adoptadas.

Este tipo de pregunta está protegido contra el problema que afecta a todos los modelos de recuerdo provocado por medio de preguntas, donde los indicios pueden inducir a procesamiento que de otro modo no habría tenido lugar; al proporcionar una variedad de alternativas que sugieren el empleo de distintas estrategias de procesamiento, los individuos no encuentran incentivos para realizar procesamiento extra específico. Uno de los problemas para alcanzar este objetivo es que, aunque las alternativas se apoyen en una teoría, su validación empírica no es fácil.

El modelo común de pregunta de elección múltiple implica probablemente una gran variedad de habilidades de procesamiento extra. Se pueden emplear diferentes estrategias, que hay que aprender y que podrían considerarse un tipo de comprensión lectora, pero no el que queremos evaluar en profundidad. Estas preguntas exigen la comprensión del enunciado, que a veces hay que mantener en la memoria inmediata, y el empleo de varias estrategias posibles para valorar las opciones. Diferentes individuos emplearán diferentes estrategias, algunas de las cuales serán erróneas. Por ejemplo, algunos lectores no leen todas las opciones, sino que se detienen cuando creen haber encontrado la correcta.

Estas técnicas de procesamiento extra son. claramente técnicas de resolución de problemas. Algunas no son específicamente necesarias para la comprensión lectora, y preferiríamos que no formaran parte de la evaluación. Por otro lado tal vez podamos detectar fallos asociados con la carencia de estas técnicas empleando la información de los modelos de las respuestas. Otra forma de evitar evaluar las técnicas que no interesan puede ser permitiendo al lector estimar la probabilidad de lo acertado de cada opción (Pugh & Brunza, 1975; Johnston & Pearson7). Esta propuesta tiene tres ventajas: primera, guía al lector en la emisión de respuestas racionales; segunda, no le fuerza a adivinar, aunque si debe dar una respuesta definitiva, el examinador tendrá información sobre el comportamiento seguido para seleccionarla; tercera, la posibilidad de modelos de diagnóstico es considerable, si se utilizan las opciones y se confeccionan los enunciados de acuerdo con una teoría. Esto es así, porque el examinador poseerá información continua no dicotomizada sobre cada opción.

Otra forma de reducir fallos debidos a empleo de técnicas incorrectas es enseñando a los niños técnicas para resolver los tests. No eliminaría el problema de raíz, porque algunos niños aprenderían mejor que otros. Otra posibilidad sería incluir un espacio en blanco en el test para que el niño explique por qué considera una pregunta ambigua u otro tipo de problemas.

Las mediciones del proceso son más o menos evaluaciones en directo de lo que ocurre cuando se lee. Algunas de ellas evalúan cierta cantidad del producto puesto que dependen hasta cierto punto de los componentes de la memoria. Además, aunque estas mediciones se realicen en directo, siguen siendo índices indirectos de los procesos de comprensión pero de un modo diferente de las mediciones del producto. No indican necesariamente lo que el lector ha comprendido, solo que durante la lectura tienen lugar ciertos comportamientos. No, parte de las mismas suposiciones que la medición del producto y a menudo distorsiona el proceso de lectura, al introducir un elemento que interactúa con el proceso.

Disponibilidad del texto. Los tests de comprensión lectora pueden pasarse de dos modos: proporcionando el texto para consulta cuando se contestan las preguntas o eliminándolo. Aunque se haga de los dos modos indistintamente, la diferencia en las demandas cognitivas es considerable, y, si las reconocemos, dejarán de ser un problema. De hecho, es posible emplear fuentes de información contrastadas que nos ayuden a profundizar más en las diferencias de procesamiento de los individuos. La evaluación sin el texto plantea mayores demandas a la

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memoria a largo plazo y las señales tienen, sin duda, una función más potente. También la capacidad de recuerdo y organización son más importantes. Cuando el texto está presente, importa más recordar dónde se localiza la información en el texto, saber que hay que buscarla, estrategias de búsqueda y habilidades de razonamiento lógico. El tiempo y las estrategias que emplea el individuo para localizar la información en el texto también pueden ser fuentes útiles de información fácilmente observables. Resumir el texto cuando está presente o ausente representa la diferencia entre la habilidad para resumir y la habilidad para almacenar, recuperar, organizar y resumir información.

Mediciones del proceso

Equivocaciones. Un tipo de medición del proceso es la lectura en voz alta. Sea o no representativa de la lectura silenciosa (no hay unanimidad al respecto), ciertamente nos informará sobre cómo comprenden los lectores un texto en determinadas circunstancias. Una de estas mediciones en directo, ya empleadas por algunos profesores, es el análisis de las equivocaciones iniciado por Goodrnan (1968). Se basa en una concepción del lector como usuario de señales racionales. Para comprender el texto, el lector debe hacer uso de tres sistemas de señales: sintáctico, semántico y grafofónico. Goodman sostiene que si observamos como lee un niño en voz alta deduciremos como progresa su comprensión. Por ejemplo, si en un relato aparece la palabra «semental» y un niño lee «semanal» y otro «caballo», es posible hacer deducciones sobre su comprensión.

Si se considera la comprensión lectora como el empleo sistemático de sistemas de señales para captar el significado transmitido por un autor, el análisis de equivocaciones de Goodman es una buena base para medir ciertas dimensiones de la comprensión lectora. Ahora bien, es sólo el principio, ya que, como se ha indicado en este libro, existen muchos sistemas potenciales de señales, por ejemplo, el tipo de texto (expositivo, narrativo, documento legal ... ), señales que indican las demandas de la tarea de la lectura (social, personal, explícita, implícita), señales que indican el área y la profundidad del contenido (de aquí el requisito del alcance del conocimiento previo).

El test de cierre. Se ha empleado para evaluar la comprensión en estudios experimentales, en el aula y como punto de referencia para determinar la legibilidad de un texto (la otra cara de la moneda de la comprensión lectora). Aunque se emplee con frecuencia como medición del producto, quizá sea más informativo como medición del proceso de la lectura en voz alta. La tarea tiene sus ventajas; es rápida y fácil de elaborar en su forma básica: se elimina una palabra cada x número de palabras y se observa lo que el lector hace con los espacios en blanco. Lamentablemente no nos explica las razones de su actuación, y la medición no carece de problemas. Para empezar, la evaluación está en relación con el estilo literario. Aunque normalmente no surgieran dificultades con un pasaje del Rey Lear, en este ejercicio pueden presentarse muchas, en concreto si se aplica el criterio estricto, es decir, una respuesta sólo se considera correcta cuando reemplaza exactamente a la palabra original. Este método puede ser a menudo engañoso, al menos con items individuales, puesto que el individuo que lo entienda bien contará con un número de sinónimos de los que echar mano. Sin embargo, el problema se reduce incluyendo muchos items.

El test de cierre no puede considerarse una actividad de lectura normal, porque con frecuencia hay que retener en la memoria un espacio en blanco hasta que se localiza la información para completarlo y se construye el significado del segmento. Hay que activar técnicas de búsqueda y emplear la memoria inmediata. Por otro lado, si se conocen las características del texto y el nivel aproximado de conocimiento previo de un lector, es posible identificar en qué situaciones surgen problemas y enseñar estrategias correctoras.

Este procedimiento sería mucho más informativo si se suprimieran categorías específicas de palabras en contextos específicos. Mediante la selección cuidadosa del tipo de

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palabras se controla mejor la naturaleza de la tarea que el lector debe realizar en cada caso. El conocimiento sistemático del contexto sintáctico, semántico y grafofónico tanto a nivel de palabra como de discurso permite al examinador reunir datos y emitir juicios sobre las carencias y habilidades de un lector. .

Es mucho lo que hay que aprender e investigar sobre las demandas cognitivas de los tests de cierre. Por ejemplo, ¿emplean los lectores distintas estrategias para responder? Si es así, ¿cómo afectan sus respuestas? Quizá se solventen estas dudas examinando el movimiento ocular durante la realización de este ejercicio, junto con los datos obtenidos de los estudios sobre el pensamiento en voz alta.

Movimiento ocular. Hay una cantidad creciente de literatura sobre las deducciones hechas a partir del movimiento ocular acerca de las estrategias que adoptan los individuos durante la lectura. Actualmente, el material necesario es caro y sólo accesible en laboratorios. De todos modos, hay pruebas para afirmar que este tipo de estudios nos ayudaría a identificar diferencias individuales en las estrategias lectoras. Hogabam, Wolverton, Zola & Lucas (1979). Se anota el movimiento ocular a medida que se lee el texto en cuanto a las fijaciones, la velocidad y aceleración de los movimientos. Se anotan también la frecuencia y características de las regresiones (mirada atrás). Con esto y un análisis detallado de las características del texto, se pueden deducir algunos de los procesos cognitivos subyacentes, considerando, por ejemplo, los tipos de estructura o contenido textual relacionados con el mayor número de regresiones, fijaciones prolongadas, etc. Si se organiza cierta información al comienzo del texto, es de esperar una cantidad de fijaciones más prolongadas en esa información, pero sólo si el contenido es familiar. Así es posible deducir las estrategias del lector más o menos capaz en determinadas situaciones. Si estos datos se combinan con las mediciones del producto, nuestras deducciones estarán mas justificadas y serán más numerosas.

Estudios de tareas duales. Es posible emplear ordenadores para detectar si el esfuerzo realizado por los lectores es mayor o menor en segmentos concretos del texto y si están prestando atención a sus características estructurales. Los individuos leen pasajes cuyas características están claramente especificadas y se visualizan en pantalla frase por frase. En ciertos puntos del texto, suena un tono al que deben responder presionando un botón. Se relaciona la latencia con la carga del procesamiento del momento. Este método se basa en la capacidad del canal y parece proporcionar información fiable sobre la concentración en distintos puntos del texto (Reynolds, Standford & Anderson, 1978). Si se perfeccionara podríamos evaluar hasta qué punto un individuo responde a indicaciones textuales importantes.

Los procedimientos de exposición autocontrolados también pueden emplearse para examinar otros procesos de la lectura, por ejemplo, el empleo de miradas hacia atrás en concreto cuando se han incluido dificultades en el texto. Otra ventaja del ordenador es que este tipo de mediciones pueden. realizarse en un ambiente lúdico y superar así el problema de la motivación por lo general inherente al proceso evaluador.

Mediciones metacognitivas

Recientemente se ha investigado mucho las llamadas habilidades metacognitivas (Baker & Brown, 1980; Brown, 1978). Son técnicas con las que el individuo controla su propio progreso. Las técnicas y estrategias seguidas por los lectores deben ajustarse activamente al estado de su comprensión. Un segundo aspecto de la metacognición implica ser consciente de las demandas de varias tareas y las características personales en relación con dichas tareas. Ser consciente de las estrategias y saber cuándo y dónde emplearlas es un aspecto de la comprensión lectora tan importante como disponer de ellas. Los siguientes métodos de evaluación requieren varios niveles de este conocimiento.

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Autocorreciones. Las autocorreciones (véase Clay, 1973), muy relacionadas con las equivocaciones, constituyen una fuente potencial de información y tiene lugar cuando los lectores controlan su comprensión, por ejemplo, cuando un niño lee incorrectamente una palabra y vuelve sobre ella para corregirla tras haber leído otras palabras. Puede deducirse el uso de varios sistemas de claves a partir de la localización y tardanza de la autocorrección y su relación con el error original. El uso de las autocorrecciones, como única fuente de información, plantea dos problemas. Primero, en circunstancias normales su frecuencia no es elevada. Segundo, y más importante, los lectores encuentran a menudo información que les obliga a revisar su modelo anterior, pero no lo hacen abiertamente. No obstante, como fuente secundaria e incidental pueden ser muy informativas.

Análisis de protocolos. El análisis de protocolos (véase Kavale & Schreiner, 1979; Olshavsky, 1976-77) es un ejemplo claro de medición en directo que requiere habilidad metacomprensiva. Esta técnica requiere no sólo que, el lector lea en voz alta, sino que piense o procese también en voz alta. Se espera que informe detalladamente de lo que tiene lugar en su mente mientras lee. Se diferencia de la información retrospectiva o instrospectiva en que es más directa. Claro que deben hacerse ciertas suposiciones arriesgadas y cuestionables sobre la validez ecológica de esta actividad y el período de tiempo entre la lectura y los comentarios; pero dadas estas suposiciones, esta técnica proporciona información útil sobre el proceso de comprensión. Por ejemplo, indica cuándo y cómo un individuo emplea cierta información y cómo cambia el modelo a medida que avanza en la lectura del texto. Ericsson y Simon (1981) argumentan excelentemente la validez de los datos verbales. Estos datos pueden aceptarse sin reservas cuando hacen referencia a información que aún está en la memoria inmediata.

No obstante, cuanto más joven es el niño menos capaz es de realizar esta tarea, porque los niños de corta edad tienen una capacidad metacognitiva menor. Se necesita bastante tiempo para enseñar a un niño a emplear esta técnica, pero es especialmente útil cuando responden a preguntas, ya que puede ayudar a detectar problemas de recuerdo o de técnicas de examen. Este entrenamiento no es una pérdida de tiempo. El niño aprende a tener acceso a su propio proceso de pensamiento y a corregirlo.

Detección de errores. Es otra actividad metacognitiva con la que se ha trabajado mucho en estudios experimentales. Los niños son los críticos y se les pide que evalúen instrucciones incompletas o erróneas, explicando por qué no son claras o qué debería hacerse para mejorarlas (Markinan, 1979). El niño debe comprender las instrucciones lo mejor posible y señalar las incorrecciones; si menciona el error, se sabrá algo más sobre su comprensión y metacomprensión; pero si no lo hace, es imposible determinar la causa del fracaso, y este es el principal inconveniente de este método. Es muy probable que detecte el error, pero que lo achaque a un fallo personal (Winograd & Johnston, 1980). No obstante, la actividad tiene su utilidad, en especial si la relación entre profesor y alumno es satisfactoria. Los mejores resultados se obtienen cuando se emplean instrucciones; los resultados son más limitados cuando se emplean diálogos o textos similares, debido a que el niño espera que las instrucciones tengan sentido, pero sabe que las personas no dicen necesariamente la verdad.

Este procedimiento en combinación con mediciones del movimiento ocular u otro tipo de medición directa puede ayudarnos a observar las estrategias que emplean los lectores cuando se enfrentan a interrupciones en el contenido o en la estructura, que equivalen a simulaciones de los problemas de comprensión lectora.

Estimaciones de la seguridad. Es una variante del método anterior en el que los individuos deben valorar la probabilidad de que las respuestas de elección múltiple sean correctas. Ya en 1929, Greene debatió este método. Las razones principales para emplearlo son su atractivo conceptual, el que permita la evaluación de parte del conocimiento y que, en combinación con las penalizaciones en las respuestas incorrectas, desanima la selección aleatoria de la respuesta en los tests de elección múltiple (Echternacht, 1972).

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El interés por los aspectos metacognitivos de este método ha aumentado recientemente (Anderson14). No sólo evalúa lo que el alumno sabe que sabe, o que no sabe, sino que las preguntas de elección múltiple pueden emplearse para examinar la selección al azar si se permite la valoración de las distintas opciones (Johnston & Pearson)7. También tiene otras ventajas, por ejemplo, si se pide a los individuos que valoren cada opción, están forzados a procesar todas ellas más profundamente, algo que normalmente no hacen. Por otro lado, tal vez estas demandas extra constituyan un impedimento en lugar de una ayuda. Es un aspecto que debe investigarse.

Otras actividades metacognitivas. Brown, Collins, Morgan y, Brewer (1977) emplearon el subrayado de palabras o frases claves para evaluar la habilidad de los niños en la selección y estudio de la idea principal. Descubrieron que los niños hasta el séptimo grado o niños con problemas de aprendizaje no realizan estas actividades a menos que se les enseñe previamente. Una vez instruidos, sólo aquellos que previamente habían realizado la actividad de forma espontánea eran capaces de subrayar unidades importantes. El resto tendía a subrayar palabras desconocidas, largas o elegidas al azar.

Rodear las palabras claves es más sencillo que subrayar las unidades que contienen la idea principal. Sin embargo, ambas actividades prueban los progresos del niño en el dominio de técnicas para seleccionar la información importante. También es útil observar al niño mientras realiza la actividad, en particular cuando se le pide que 'siga la lectura con un lapicero. Una pausa puede indicar un reprocesamiento y una mirada atrás también es una prueba.

Otra técnica de evaluación consiste en que los niños estimen la importancia relativa de las unidades que expresan la idea en el texto. Es fácil de puntuar e informar sobre lo que el lector comprende del texto. Brown & Smiley (1977) señalan que, aunque lo que los niños de tercero, quinto, y séptimo grado recuerdan está muy relacionado con la importancia relativa, hay diferencias entre estas edades a la hora de estimar las unidades. Sin embargo, esto puede ser debido a las demandas que la actividad plantea a la memoria y desaparecería, si las unidades estuvieran agrupadas en cartas y se clasificaran de acuerdo a su importancia.

Brown y Day4 señalan otras variables que influyen en los resultados, por ejemplo, la habilidad del individuo para resumir el texto. Hasta los componentes más simples de esta actividad, como suprimir la información irrelevante o redundante del pasaje, pueden ser indicadores razonables de la comprensión lectora.

La manifestación última del enfoque metacognitivo de la evaluación es la autoevaluación. Collins, Brown, Morgan y Brewer (1977) y Brown y otros (1980) han sentado las bases resaltando el hecho de que se debe enseñar a los niños a controlar su actuación mediante la instrucción, y las listas de control. Pflaum y Pascarella (1980) lo han llevado a la práctica. Los niños escuchan cintas magnetofónicas con equivocaciones (en un comienzo las de otras personas, después las suyas propias), al tiempo que se les alerta sobre ellas. Luego se les enseña a decidir si el error es grave o leve y a corregirlo. De este modo, la técnica de evaluación se convierte en autoevaluación y mejora la lectura.

RESUMEN

En esta sección he examinado varios aspectos de la metodología de evaluación. He señalado algunas de sus limitaciones y el modo en que pueden solucionarse. Una buena proporción de estos problemas desaparecería si ampliáramos nuestra concepción de la comprensión lectora, sobre todo si fuéramos más allá de las mediciones de los tests tipificados.

14 Anderson, R. l., «Confidence testing: A means to assess a metacognitive component of test item responses». Documento no publicado, Universidad de Illinois, 1980.

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Esta clase de pruebas han restringido nuestro campo al test que mide el producto, cuando lo que en realidad nos interesa son los procesos de la comprensión y de la metacomprensión.

La validez y fiabilidad han concentrado el interés de la evaluación. He propuesto invertir esta situación, lo que implica no sólo la confección de tests y tareas más naturales, sino el empleo de la variabilidad contextual no estandarizada para comprender mejor la capacidad del lector. Un análisis más serio de las demandas que imponemos a los alumnos nos ayudaría a identificar qué es lo que les lleva al fracaso. En general, está mejor considerada la evaluación que emplea varias fuentes de información, ya que cada una aporta datos complementarios. Las mediciones de la comprensión lectora y de la metacomprensión son funciones de cómo se mide la actuación en estas actividades.

Un componente importante de nuestra evaluación debería ser enseñar al alumno a emplear los procedimientos de autoevaluación. Cumplen una función educativa importante y aumentarían la fiabilidad y validez de futuras evaluaciones, puesto que el alumno estaría familiarizado con las tareas.