civilizaión en transición. jung

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CIVILIZACiÓN EN TRANSICiÓN que no podrá limpiarse en generaciones. Pero cuando un péndul desplaza tanto en un sentido también puede oscilar igual de leJ'oose id " d d s en senn o conrrano, siempre y cuan o pue a aplicarse al alma de pueblo esta ecuación. Yo no sé si esto está garantizado desde el p Un to de vista de ~apsicología de los pueblos. Loúnico que s.ées que~: el alma de ~n lDdIv~du? que muestra tendencia a la dIsocIación pue- den producirse oscilaciones en las que un extremo conduce inevit _ blemente al extremo contrario, siempre y cuando el sujeto esté ea plena posesión de sus características humanas y posea, por lo tanto n un valor promedio que se adecue a lo que se llama normal. En tale' circunstancias me inclino a suponer que el valor menor compens: en la balanza a un valor mayor. Dicho de otra manera, confío en que el.pueblo alemán tenga una capacidad de regeneración que le per- mita encontrar la respuesta correcta a la tensión de los opuestos verdaderamente enorme, de los últimos doce años. En este esfuerz~ no estaría Alemania aislada, pues hallaría buena acogida y apoyo en todas las fuerzas espirituales positivas que obran en el mundo civili- zado. La lucha entre la luz y las tinieblas ha estallado en todas par- tes. La fisura atraviesa toda la ecumene ; simplemente en Alemania se ha inflamado en llamas ardientes aquello que en todas partes se mantiene en latente incandescencia. La ignición que allí sobrevino surgió gracias a determinadas condiciones anímicas que están por todas partes. La verdadera señal no es el toque a fuego alemán, sino el desencadenamiento de la energía atómica, que ha puesto en ma- nos del hombre el medio para la total autoaniquilación. La situación actual es como si a un hijito de seis años se le colocara un kilo de dinamita en la mesa servida con sus regalos de cumpleaños. No pue- de tenerse una seguridad al cien por cien de que no ocurrirá ninguna desgracia. ¿Podrá la humanidad dejar de jugar con la posibilidad de una guerra? ¿Se acostumbrará uno a la idea de que ese Gobierno, que naturalmente está constituido en su totalidad por patriotas y precisamente por esa razón subscribe la orden de movilización, debe ser ejecutado in corpore de manera inmediata? 486 ¿Cómo es posible proteger al niño de la dinamita que nadie puede quitarle? Se ha desafiado al genio tutelar de la humanidad. Este hecho ya no puede disimularse ni pintarse de color de rosa. ¿Dará motivo este conocimiento para la gran transformación inte- rior y para una lucidez consciente y una responsabilidad más eleva- das, más maduras? 487 Ya va siendo hora, más que hora, de que la humanidad civilizada recabe en lo fundamental y, entre otras cosas, someta a discusión a fondo la cuestión del ser y del no ser, pues lo que ahora nos amena- za dejará en la sombra, como mero preludio, a la catástrofe europea. 234 14 PRESENTE Y FUTURO" .\1- I .1 ¡ I ¡ i I I 1. LA AMENAZA AL INDIVIDUO EN LA SOCIEDAD MODERNA 488 ¿Qué nos reserva el futuro? Esta pregunta ha tenido ocupada a la humanidad desde tiempo inmemorial, aunque no en igual medida. Históricamente contemplados, sobre todo los tiempos de conflic- tos físicos, políticos, económicos y espirituales obligan a dirigir la vista, con amedrentada esperanza, hacia el futuro, anticipando uto- pías y visiones apocalípticas. Piénsese por ejemplo en la época au- gusta, en los comienzos de la era cristiana, con sus expectativas milenaristas, o en las transformaciones del espíritu occidental que acompañaron el final del primer milenio cristiano. Vivimos hoy, cabe decir, en vísperas del cumplimiento del segundo milenio, un tiempo que nos sugiere imágenes apocalípticas de destrucción a escala mundial. ¿ Qué significa esa ruptura expresada por el «telón de acero» que divide a la humanidad en dos mitades? ¿Qué va a ocurrir con nuestra cultura, con nuestra condición humana, si em- piezan a hacer explosión las bombas de hidrógeno o si acaban extendiéndose por toda Europa las tinieblas espirituales y morales del absolutismo estatal? 489 No tenemos ningún motivo para tomamos esta amenaza a la ligera. En el mundo occidental ya existen por doquier esas mino- rías subversivas que tienen preparada la tea incendiaria, gozando incluso de la protección de nuestro sentido humanitario y de nues- tra conciencia del derecho, de modo que nada se opone a la difu- Publicado originalmente en Schu/eizer MOl1atshefte XXXVI/12 (1957) como su- plemento especial. Reimpresiones en Rascher Paperback, Zúrich, 1957, 1958 Y 1964. 235

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CIVILIZACiÓN EN TRANSICiÓN

que no podrá limpiarse en generaciones. Pero cuando un pénduldesplaza tanto en un sentido también puede oscilar igual de leJ'oose

id " d d s ensenn o conrrano, siempre y cuan o pue a aplicarse al alma depueblo esta ecuación. Yo no sé si esto está garantizado desde el p Un

to de vista de ~apsicología de los pueblos. Loúnico que s.ées que~:el alma de ~n lDdIv~du? que muestra tendencia a la dIsocIación pue-den producirse oscilaciones en las que un extremo conduce inevit _blemente al extremo contrario, siempre y cuando el sujeto esté eaplena posesión de sus características humanas y posea, por lo tanto

n

un valor promedio que se adecue a lo que se llama normal. En tale'circunstancias me inclino a suponer que el valor menor compens:en la balanza a un valor mayor. Dicho de otra manera, confío en queel.pueblo alemán tenga una capacidad de regeneración que le per-mita encontrar la respuesta correcta a la tensión de los opuestosverdaderamente enorme, de los últimos doce años. En este esfuerz~no estaría Alemania aislada, pues hallaría buena acogida y apoyo entodas las fuerzas espirituales positivas que obran en el mundo civili-zado. La lucha entre la luz y las tinieblas ha estallado en todas par-tes. La fisura atraviesa toda la ecumene ; simplemente en Alemaniase ha inflamado en llamas ardientes aquello que en todas partes semantiene en latente incandescencia. La ignición que allí sobrevinosurgió gracias a determinadas condiciones anímicas que están portodas partes. La verdadera señal no es el toque a fuego alemán, sinoel desencadenamiento de la energía atómica, que ha puesto en ma-nos del hombre el medio para la total autoaniquilación. La situaciónactual es como si a un hijito de seis años se le colocara un kilo dedinamita en la mesa servida con sus regalos de cumpleaños. No pue-de tenerse una seguridad al cien por cien de que no ocurrirá ningunadesgracia. ¿Podrá la humanidad dejar de jugar con la posibilidad deuna guerra? ¿Se acostumbrará uno a la idea de que ese Gobierno,que naturalmente está constituido en su totalidad por patriotas yprecisamente por esa razón subscribe la orden de movilización, debeser ejecutado in corpore de manera inmediata?

486 ¿Cómo es posible proteger al niño de la dinamita que nadiepuede quitarle? Se ha desafiado al genio tutelar de la humanidad.Este hecho ya no puede disimularse ni pintarse de color de rosa.¿Dará motivo este conocimiento para la gran transformación inte-rior y para una lucidez consciente y una responsabilidad más eleva-das, más maduras?

487 Ya va siendo hora, más que hora, de que la humanidad civilizadarecabe en lo fundamental y, entre otras cosas, someta a discusión afondo la cuestión del ser y del no ser, pues lo que ahora nos amena-za dejará en la sombra, como mero preludio, a la catástrofe europea.

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PRESENTE Y FUTURO"

.\1-I.1¡I¡iI

I1. LA AMENAZA AL INDIVIDUO EN LA SOCIEDAD MODERNA

488 ¿Qué nos reserva el futuro? Esta pregunta ha tenido ocupada a lahumanidad desde tiempo inmemorial, aunque no en igual medida.Históricamente contemplados, sobre todo los tiempos de conflic-tos físicos, políticos, económicos y espirituales obligan a dirigir lavista, con amedrentada esperanza, hacia el futuro, anticipando uto-pías y visiones apocalípticas. Piénsese por ejemplo en la época au-gusta, en los comienzos de la era cristiana, con sus expectativasmilenaristas, o en las transformaciones del espíritu occidental queacompañaron el final del primer milenio cristiano. Vivimos hoy,cabe decir, en vísperas del cumplimiento del segundo milenio, untiempo que nos sugiere imágenes apocalípticas de destrucción aescala mundial. ¿ Qué significa esa ruptura expresada por el «telónde acero» que divide a la humanidad en dos mitades? ¿Qué va aocurrir con nuestra cultura, con nuestra condición humana, si em-piezan a hacer explosión las bombas de hidrógeno o si acabanextendiéndose por toda Europa las tinieblas espirituales y moralesdel absolutismo estatal?

489 No tenemos ningún motivo para tomamos esta amenaza a laligera. En el mundo occidental ya existen por doquier esas mino-rías subversivas que tienen preparada la tea incendiaria, gozandoincluso de la protección de nuestro sentido humanitario y de nues-tra conciencia del derecho, de modo que nada se opone a la difu-

Publicado originalmente en Schu/eizer MOl1atshefte XXXVI/12 (1957) como su-plemento especial. Reimpresiones en Rascher Paperback, Zúrich, 1957, 1958 Y 1964.

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CIVILIZACiÓN EN TRANSICiÓN

sión de sus ideas más que la razón crítica de una determinada capade la población lúcida y espiritualmente estable. No debe sobreva_lorarse el poder de esta capa. Cambia de país en país según el tem-peramento nacional. Por otro lado, depende, según las regiones, dela educación y la formación públicas, estando sometida además a lainfluencia de factores perturbadores agudos de índole política yeconómica. Su límite máximo, según un cálculo optimista basadoen la experiencia de los plebiscitos, podría estimarse aproximada_mente en un sesenta por ciento de los electores. Tampoco estáinjustificada una estimación algo más pesimista, pues el don de larazón y de la reflexión crítica no es ninguna propiedad incondicio-nal del hombre y también donde existe se muestra oscilante e ines-table, tanto más, por regla general, cuanto mayores sean las dimen-siones de los grupos políticos. Si el Estado de. derecho se debilita, lamasa sofocará la lucidez y reflexión del individuo, algo todavTaposible, conduciendo por lo tanto ferzosarnente a una tiranía doc-trinaria y autoritaria.

490 ka argumentación racional sólo es posible y prometedora mien-tras la emocienalidad de una situación dada no sobrepase ciertopunto rítico. Si la temperatura afectiva supera este nivel, cesa laposibilidad efectiva de la razón, sustituida por eslóganes y quime-ras de la imaginación desiderativa, es decir, una especie de estadode obsesión celectiva que se desarrolla progresivamente hasta con-vertirse en epidemia psíquica, En este estado adquieren influenciaaquellos elementos de la población que, bajo el imperio de la ra-zór¡, llevan como asociales una existencia meramente tolerada. Estetipo de individuos no son ni mucho menos casos curiosos pocofrecuentes como los que se encuentran en las prisiones y en losmanicomios. Según mis estimaciones, por cada enfermo mentaldeclarado existen como mínimo diez casos latentes que no suelensalir a la luz. Pero el modo de ver y el comportamiento de estaspersonas, pese a su aparente normalidad, están sometidos a in-fluencias enfermizas y perversas. Por razones comprensibles ningu-na estadística médica ofrece información sobre la frecuencia de laspsicosis latentes. Pero aunque su número fuese diez veces inferi?ral de enfermos mentales y criminales manifiestos su participaclOnporcentual en la cifra de población, relativamente baja, se compen-sa con la especial peligrosidad de tales individuos. Pues su estadomental corresponde al de un grupo de población colectivamenteexcitado, dominado por prejuicios afectivo s y fantasías desideran-vas. En un medio así son ellos los adaptados y quienes se mueven asus anchas. Saben por experiencia íntima cómo lidiar con esas clf"cunstancias cuyo lenguaje dominan. Sus quimeras, impulsadas por

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PRESENT·E y FUTURO

O/fanáticosresentimientos, apelan a la irracionalidad colectiva y ha-~lIanen ella suelo fertil: expresan aquellos motivos y resentimientos

('que en las pers?~as más normales dormita.n bajo la capa ~e la r.azón.. ~'y',lacomprension. Son. por lo tanto pehgroso~, focos infecciosos'·.pese a su numero reducido respecto a la población total, dado que. 'el llamado hombre normal sólo tiene un limitado autonocimiento.

Suele confundirse el «autoconocimierito» con el conocimientode la propia personalidad yoica consciente. Cualquiera que tenga

. ,consciencia del yo cree naturalmente conocerse a sí mismo. Pero elyo sólo conoce sus propios contenidos, no lo inconsciente con lossuyos. El hombre mide su auto conocimiento según el conocimientomedio de su entorno social sobre sí mismo, no según las circunstan-cias psíquicas reaJes, que en su mayor parte permanecen ocultas. Aeste respecto se comporta la psique de modo parecido al cuerpocon sus estructuras fisiológica y anatómica, de las que el profanotampoco sabe mucho. Aunque el hombre vive en y consigo mismo,se desconoce en su mayor parte y se requieren conocimientos cien-tíficos especiales para traer a la consciencia al menos lo cognosci-.ble, por no hablar de lo desconocido, que también existe.

Así pues, lo que comúnmente se denomina «autoconocimiento».es, en su mayor parte, un saber limitado y dependiente de factoressociales de lo que ocurre en la psique humana. Se tropieza una yotra vez, por una parte, con el prejuicio de que eso no ocurre'«entre nosotros», o «en nuestra familia», o en nuestro entorno más

" cercano o más amplio. Por otra parte, son igual de frecuentes las'pretensiones ilusorias sobre características supuestamente existen-.tes que sirven para ocultar la verdadera realidad.

3 i: Ahora bien, el extenso territorio de lo inconsciente no es acce-.sible a la crítica ni al control consciente, lo que deja vía libre altodos los influjos e infecciones psíquicos habidos y por haber. Igual''<¡uefrente a todos los demás peligros también frente al contagio.!psíquico sólo podemos defendemos si somos conscientes de qué es':10 que nos agrede, cómo, dónde y cuándo. Pero como el autocono-·:'t:imiento es familiaridad con una situación individual, una teoría1sirve precisamente de muy poco a este respecto. Pues cuanto más(pretenda dicha teoría tener validez general tanto menos podrá ha-.i~er justicia a las circunstancias individuales. Una teoría que se basaren la experiencia es necesariamente estadística, formula un término'.;promedio ideal abstracto que elimina toda excepción por abajo o;::'porarriba. Este valor promedio es válido, pero no tiene por qué1;darsenecesariamente en la realidad. Sin embargo en la teoría figura'Como un hecho fundamental e indiscutible. Las excepciones, en¡Uno u otro sentido, también reales, no aparecen para nada en el

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CIVILIZACiÓN EN TRANSICiÓNPRESENTE Y FUTURO

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tii.:Javista de que éste no sólo goza del aprecio general sino qJ.¡demás le parece, al hombre moderno la única autoridad intelec-_al, la co~pre~slón de! individuo exige, por así decirlo, el crimen

)1¡¡ésaemarestatrs, ~s decir, no tener en cuenta el conocimiento cien-if~fico. Esta renun~la su~one, ~n sacrificio que no hay que tomar a laligera, pues l,a actitud científica no puede sin más desprenderse de

i',sUco~sclencla de, r~sponsabilidad. Si, para colmo, el psicólogo en:'cuestlOn es un me~lco qu~ no quiere únicamente clasificar científi-

" }'camente a sus pacientes SInOtambién comprenderlos humanamen-~~ ,:ii,,¡,~~kte, p~ede verse ame~azado en determinadas circunstancias por un!:;;q;'Y¿;j"i' conflicto de ~bl~gaclOnes entre dos actitudes opuestas y excluyen-",. ,'~;'~teso el cOnOCl~Tl1entopor un lado y la comprensión por otro. El

e,,':. ,;.)';.con~lict~ surg~do no s,e soluciona con una disyuntiva entre una y')~S~:)::J\:i:js,O~raactitud SInO gracl~s a un modo de pensar de doble vía que-rf~u'~:'~:é,.,pagauna de las cosas SIn abandonar la otra","::}~:;,L!~~::~<'Dado ,~ue la~ ~e~tajas de! con?cimie~to son desventajas de la

, ,:!=¡omprenslOn, e~ JUl~1Oque de aqur se deriva amenaza con conver-~e,en paradoJa: Piénsesé en que, por una parte, el individuo no,,~If¡ca ~a~a el JUlGl científico nad más que una unidad que seep~teinfinitamente y que, en consecuencia, podría perfectamente,eslgnal's~,en abstrac~o con u~a letra, y que por otra parte, para la.8~prenslOn, e :e~ sIngu~ar Irrepetible constituye precisamente e!"a~,.no le y el ,UnICOobjeto real de la indagación, descuidando

'~s las regularidades y la obediencia a las leyes naturales que detr~da son ,ta~ ,caras a la ciencia. El médico es el primero al que~a.:~ontradlcclOn se le convierte en problema. Por una parte estálll?~do con las verdades estadísticas de su formación en ciencias~~rales y por otra se encuentra ante el cometido de tratar a un.0~moque, sobre todo en el caso de un padecimiento psíquicouiere co ' , indi id l ' ' '',;:' , mprension In IVI ua. Cuanto mas esquemático sea e!a~l~nto, tanto más desencadenará las justificadas resistencias

~Clentey t?nto más problemática se volverá la curación. Quié-Olno el p t ',e, SICOerapeuta se SIente, así pues, obligado a conside-i:,,~mohecho esencial, la individualidad de! paciente y a orien-?,~consecuencia sus métodos de tratamiento. Actualmente se..~~~fen:r~lmente ,conocido en la práctica médica que el co-

O" medlCo consiste en tratar a la persona enferma, no una:,edad en abstracto que podría tener cualquiera.

ue ,estoy exponiendo aquí, utilizando e! ejemplo de la me-s solo un e .' 1 a LI,.1 ,aso especia e un proe ema general de la ed -

r t formación. Una formadó ue en principio es científi- \A....;,~ se basa fundamentalmente en verdades estadísticas y: en 1([~,lentos abstractos, lo que quiere decir que transmite un~

resultado final, pues se suprimen mutuamente. Si, por ejemplo,establezco el peso medio de cada guijarro en una gravera y llego aun valor de 145 gramos, esto dirá muy poco sobre la verdaderaconstitución de la capa de grava. Quien basándose en esta opiniónquisiera coger al azar un guijarro de 145 gramos de peso al pnmerintento podría llevarse una gran desilusión. podría Incl~so, ocurrirque después de buscar durante mucho tiempo no consiguiera en- ,contrar una sola piedra que pesara exacta~er:te 145 gramos.,

El ' étodo estadístICO revela el promedIo Ideal de un conjuntode hechos, no la imagen de su realidaa empírica. Ofrece, es .cierto,un aspecto incuestionable de la realidad, pero puede ,falslflcarlainduciendo a confusiÓrl.. Esto último es aphcable espeCIalmente alas teorías fundamentadas en la estadística. Los hechos reales secaracterizan por su individualidad. Exagerando los términos cabedecir que la imagen real se basa en toda el,ase de excepCIones a laregla y, por lo tanto, se caracteriza predomInantemente por la irre-

gularidad.Ha)' que ecordar est-as coI1Sideraciones cuan?o, se habla de ~ateoría que sirva de hilo conductor del auto conoCImIento. No ex:st,eni puede existir un auto conocimiento bas~do, en supuestos, teon-cos, pues e! objeto de! conocimiento es un Indl;'lduo, es decir, unaexcepción e irregularidad relativas. No es, aSI pues, lo genera Y -,regular lo que caracteriza al índividuo sino lo irrepetio e, Hay qu~ <"entenderlo no como una unidad repetida SIllOcomo una pa~tlcula:;ridad única qUe:}en última instancia, no puede compararse ni cono- :'", el ibi 1 h mbrecerse. No sólo se puede, sino que se debe, escn Ir a 0,. ¡' "también como unida estadística, de lo contrario no es, poslble,afirmar nada general sobre él. Con este fin hay que consIderar ~:como unidad comparable. Surge así una antropología, o ble~ u~l'.', b t medIa ",e '

Psicología de validez general con una Imagen a strac a 5"":, ' ' di id ales. 1

hombre en la que éste ha perdido todos sus rasgos In IVI u .:1 " tantes pa

embargo son precisamente estos rasgos os mas Impar d ' r:, , , " der al i d' id debo eJasu comprenslOn. SI quiero compren er a In IVI uo ¿'d.

.' ientíf d 1 h bre prome Iun lado todos los conocimientos cienn ICOS e orn l', d 1 1 prob ema 'renunciar a toda teoría a fin de po er p antearme : , ' uiotro modo y sin prejuicios, La tarea de la comprenslOn ~olo 1'b'emprenderla vacua et libera mente [con la mente vacla,~ ~'mientras que e! conacimiento humano requiere todo pOSI e,'acerca de! hombre en general. ng'

Tratándose de la comprensión de un individuo que br ,.' d b dei 'en arn OSlante o del autocOnoclmlento, e o ejar arras en'

todos los presupuestos teóricos, sier:do consc,ient; de ~ora 'necesario he de apartarme del conOCImiento clentlflco.

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PRESENTE Y FUTURO

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cosmovisión racional e irreal en la q~e el caso individual es Unsimple fenómeno marginal carente de importancia. En cambio, rlindividuo, como hecho irracional, es el verdadero portador de rea-lidad, es decir, el hombre concreto en lugar del hombre ideal °normal, que no es real, al que se refieren las afirmaciones de laciencia, A esto hay que añadir que, especialmente en las cienciasnaturales, se intentan exponer los resultados de la investigacióncomo si se hubieran producido sin intervención humana, Es decirla insoslayable colaboración de la psique permanece invisible, (Un~excepción a esta regla la constituye la física moderna al reconocerque lo observado no es independiente del observador.) Así pues, adiferencia de las «humanidades», las ciencias de la naturaleza trans-miten una concepción del mundo de la que parece haberse exclui-do toda psique humana real.

Bajo la influencia del presupuesto científico-natural no sólo lapsique sino el hombre individual, incluso el hecho individual en-ge-neral, sufre una nivelación y una desfiguración que tergiversan la 'imagen de la realidad con una idea del promedio, No debe subesti-marse la eficacia psicológica de la concepción estadística del mun-do: suplanta lo individual en favor de unidades anónimas que seacumulan en agrupaciones de masas, Con ello pasan a ocupar ellugar de los seres singulares concretos nombres de organizaciones y,en el punto culminante, la idea abstracta del Estado como pnncipiode realidad política, Es inevitable que la responsabilidad moral delindividuo se sustituya así por la razón de Estado, En lugar de la ','diferenciación moral e intelectual del individuo aparecen los servI:'~Í;cios sociales públicos y la elevación del nivel de vida, La finalidad Y':t;el sentido de la vida individual (ique es la única vida real!) no resideya en el desarrollo del individuo sino en la razón de Estado, que sekimpone al hombre desde fuera, es decir, en la realización de un c.on;cepto abstracto que acaba por atraer hacia sí la totalidad d: la VIda,Se le hurta cada vez más al individuo la decisión y conduCClOnmor

lles de su vida y a cambio se le administra, se le nutre, se le viste, sel .forma como a una unidad social; se le aloja y se le distrae en!correspondientes unidades de alojamiento, siendo el bienestar y,satisfacción de las masas el criterio ideal. Los administradores son;su vez tan unidades sociales como los administrados, únicarnen

distintos en que son representantes especializados de la doctrIna.e

tata!' Ésta no necesita personalidades con capacidad de juici~ SInmeros especialistas sin uso fuera de su especialidad, La razon·~Estado decide lo que hay que enseñar y aprender, .. tra'

La doctrina estatal, al parecer todopoderosa, es admIDls arosu vez, en nombre de la razón de Estado, por los más altos c,

..':gobi~rno,. que reúnen todo, e.l,poder.. Quien por elección? deci-'H"arbltrarIa llega a esta posicron no tiene ya runguna otra instan-; sobre él que le obligue, pues él mismo es la razón de Estado yede proceder, dentro de las posibilidades dadas, según su mejoriécer, Puede decir con Luis XIV: L'Etat c'est moi. Es en conse-

:~encia el único, o uno de los pocos individuos, que podría hacer, A';úso de su individualidad, si acaso supiera diferenciarse a sí mismo,l.{::: de la doctrina estatal. Es más probable que individuos así sean

.:' 'esclavos de su propia ficción, Una unilateralidad semejante está'~lempre psicológicamente compensada por tendencias subversivasihCónscientes. ha esclavitud y la rebelión son correlatos que noueden separarse. De ahí que la envidia del poder y el aumento de

" r-. a'ipesconfianza atraviesen al organismo de arriba abajo. Además,. :\-:';~tt~ómocompensación a su caótica falta de forma, una masa genera~J't':::de manera automática un «dirigente» que, por así decir, cae forza-;~t{s,alllente en la inflación de su consciencia yoica, algo de lo que la

1i,i,storiaproporciona numerosos ejemplos.~!>Una evelceiérrta+s rnará óglcamen e inevitable en cuanto elíri'diviauose masifique, volviénaose obsoleto. Aparte de las aglome-

.~,.;:racionesde grandes masas humanas, en las que el individuo desapa-:~,r:t,:árecedetodas formas, uno de los factores principales de la masifica-

~cióres el racionalismo de las ciencias naturales, que despoja a laYidaindividual de sus fundamentos y, con ello, de su dignidad, pues~n:éuantounidad social ha perdido el hombre su individualidad con-~it~iéhdose en un número abstracto en la estadística de una organi-

ción. Sólo puede desempeñar el papel de una unidad intercambia-!.~e'infinitesima!. Visto desde fuera y racionalmente es también así,~~.esdeeste ángulo de visión resulta totalmente ridículo hablar aún". :alor o del sentido del individuo. Apenas puede imaginarse cómo

~'llegado a conceder a la vida humana individual dignidad cuan-a.~erdad contraria es tan palmaria.yist~ a.perspecriva el indiviGlo\lEltiene-efectivamente una} nCfa ínfima, y quien quiera afirmar lo contrario ten rá la;~ dificultad para argumentado. Que sienta la propia importan-~_delos miembros de su familia o de personas conocidas y apre-s;n su ámbito social algo más amplio no hace más que demos-.~asubjetividad un tanto ridícula de ese sentimiento suyo. ¿ Qué< ~'pocas personas en comparación con diez mil, o con cien mil,.so con un millón? Esto me recuerda lo que me dijo pensativo1~0 al que me encontré en medio de una manifestación multi-~~ade decenas de miles de personas. De pronto exclamó: <<Ésta1thdad l,aprue?a más co.nvincente contra la fe en la inmorta-:...odos esos quieren ser inrnorrales!».

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CIVILIZACiÓN EN TRANSICiÓN

503 Cuanto mayor es la multitud, tanto «menor es la dignidad» delindividuo. Pero cuando el individuo, en medio del sentimiento so-brecogedor de su insignificancia y su futilidad pierde el sentido desu vida, que en modo alguno se agota en el concepto de los servi-cios sociales y del alto' nivel de vida, se halla en la vía que lleva a laesclavitud de Estado que, sin saberlo ni quererlo, él ha preparado.Quien sólo mira al exterior y a los grandes números no tiene nadapara defenderse del testimonio de sus sentidos ni de su razón. Esoes precisamente lo que nace todo e mundo: dejarse fascinar yvencer por las verdades estadísticas y por los grandes números, ydía tras día se le instruye acerca de la nulidad y la impotencia del'individuo que no representa ni personifica a ninguna orgaflizaciónde masa. Por el contrario, el individuo que, visible desde lejos,pisa el escenario del mundo extendiendo su voz por doquier leparece al público acrítico que cuenta con el apoyo de un determi-nado movimiento de masas o de la opinión pública, y fundamental-mente por esta razón se le acepta o combate. Puesto que en talescasos sude reaominar la sugestión e las masas, no se sabe-dara-

te si su mensaje es un acto propio, responsabilidad persona, osi funciona sólo-corno simple megáfono de la opinión colectiva.

504 En estas circunstancias resulta más que comprensible que pocoa poco se vaya extendiendo la inseguridad en la opinión individualy que, en consecuencia, se colectivice en lo posible la responsa15ili-dad, es decir, se descargue de ella al individuo asignándola a unacorporación. De ese modo se convierte el individuo progresiva-mente en uña unción de la sociedad, que a su vez queda comoauténtico portador de la vida, cuando e el fondo no es más queuna idea, igual que el Estado. Ambos se convierten en hipóstasis, seautonomizan. Especialmente este último se transforma a lo largode ese proceso en una cuasi personalidad viva de la que todo seespera. Pero en realidad no es más que un camuflaje de aquellosindividuos que saben cómo manipularlo. La convención originariadel Estado de derecho se desliza así hasta la situación de una formaprimitiva de sociedad, el comunismo de una tribu primitiva some-tida a la autocracia de un cacique o de una oligarquía.

2. LA RELIGIÓN COMO COMPENSACIÓN DE LA MASIFICACIÓN

505 Para.liberar de toda sana limitación a la ficción del poder estatalúnico, es decir, la arbitrariedad de los caciques de la tribu quemanipulan e! Estado, todos los esfuerzos sociopolíticos en esta di-rección se afanan por hacer perder terreno a las religiones. Para

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PRESENTE Y FUTURO

,'convertir al individuo en función del Estado debe despojárse!e de,.; todo otro condicionamiento o dependencia. Pues bien, 1 r Iigi6n

s\gnifiQ! dependencia rometimkDto a los he-chos irracionales, 0"

· direct-amente referi dos a diciones ociales ni físicas sino más{ . bien a la actinn ¡lli,quica de .ndividuo,

Sin embargo una actitud hacia las condiciones de existenciaexteriores sólo es posible cuando hay un punto de referencia ajenoa ellas. Las religiones ofrecen esa base, o pretenden ofrecerla, pro-porcionando así al individuo posibilidad de opinar y libre deci-sión. Posibilitan una reserva frente a la coacción, patente e insosla-yable, de las circunstancias externas, a cuya merced se halla todo elque s610 vive en el mundo exterior y no siente bajo sus pies otrosuelo que e! pavimento de la calle. Si sólo existe la realidad estadís-tica, sólo ella tiene autoridad. No hay más que una condición, ypuesto que no existe ninguna otra que se le oponga, la opinión y lalibre decisión no sólo son superfluas sino también imposibles. Elindividuo será en tal caso, forzosamente, una función de la estadís-tica, y por lo tanto una función del Estado o como quiera llamarseal principio abstracto de orden.

Ahora bien, las religiones enseñan que hay otra autoridad encontraposición a la de! «mundo». Es la octrina e conaiciona-miento divino e ID ividuo, que plantea tan elevadas demandascomo el mundo. Puede incluso ocurrir que e! hombre, por efectode lo incondicional de esta demanda, llegue a estar alienado de!mundo, del mismo modo que se pierde a sí mismo cuando se entre-ga a la mentalidad colectiva. Puede sacrificar tanto en el primercaso como en el segundo su juicio y su libre decisión al criterio delas doctrinas religiosas. Es evidente que las religiones buscan este

·objetivo cuando no se prestan a compromisos con el Estado. En· este último caso prefiero -coincidiendo con e! uso lingüístico-

.. hablar de «confesión» en vez de «religión». La confesión da testi--rnonio de una determinada convicción colectiva, mientras que lapalab a reltgión expresa una relación subjetiva con determinadosfactores metafísicos, es decir, extramundanos, La confesión es prin-cipalmente una profesión de fe dirigida al entorno y, por lo tanto,un asunto intramundano, mientras ue el sentido y la finalidad dela religión onsisten en la relación de! individuo ron Dios (cristia-

..nismo, judaísmo, islamismo) o CGn-e1 camino de salvación (budis-\ mo). D sse hecho fundamental se-deriva en cada-caso la corres-~ pondim-t ética, ética que sin la responsabilidad individual antek·DiQUlQ significa má que.moral convencional.~~. Como compromisos que son con la realidad mundana, las con-.,, fesiones se han visto obligadas a una progresiva codificación de sus

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visiones, doctrinas y usos, alienándose hasta tal punto que su ver-dadera esencia religiosa, es decir, la relación viva y directa con supunto de referencia extramundano, ha pasado a un segundo plano.El I nto de vista confesional mide el valor y la significación de laimplicación religiosa subjetiva con el criterio de la doCtrina tradi-cional, y cuando no ocurre así (como en el caso del protestantismo)al menos se habla de pietismo, sectarismo, exaltación espiritual ycosas por el estilo si alguien apela a la inmediata percepción de lavoluntad divina. La confesión coincide con la Iglesia estatal o cons-tituye como mínimo una institución pública, a la que, digamos quepor costumbre, pertenecen no sólo los verdaderos creyentes sinotambién una gran cantidad de gente a la que sólo cabe tener porindiferente en cuestiones religiosas. Aquí se hace tangible la dife-rencia entre confesión y religión.

509 Así la pertenencia a una confesión no siempre es una cuestiónreligiosa sino más bien social, y en cuanto tal nada aporta a lafundamentación del individuo. Esta depende exclusivamente de surelación con una instancia no mundana cuyo criterio no es el testi-monio verbal de una creencia sino el hecho psicológico que deter-mina la vida del individuo, no sólo, verdaderamente, por el yo y suopinión, o por determinantes sociales, sino también, en igual medi-da, por una autoridad trascendente. El fundamento de la autono-mía y libertad del individuo no son los axiomas éticos, por eleva-dos que sean, ni las manifestaciones más ortodoxas, sino sólo laconsciencia empírica, es decir, la inequívoca experiencia de unapersonalísima relación recíproca entre el hombre y una instanciaextramundana que mantiene en equilibrio el «mundo y su razón».

510 Esta formulación no satisfará en modo alguno a quien se sientaunido a la masa, ni a quien se adhiera a una fe colectiva. Para elprimero el principio supremo del pensamiento y la actuación es larazón de Estado, de cuyos fines está informado y por lo cual noconcede al individuo más justificación para existir que su funciónestatal. El segundo, en cambio, aunque conceda al Estado un dere-cho moral y fáctico, mantiene la convicción de que no sólo elhombre sino también ese Estado por encima de él está sometido alimperio de Dios y que, en caso de duda, la decisión suprema co-rresponde a éste y no a la razón de Estado. Dado que no pretendoestablecer ningún juicio metafísico no vaya entrar en si el «mun-do», es decir, el mundo exterior humano, y por lo tanto la natura-leza en general, constituye o no una contraposición a Dios. Sólopuedo señalar el hecho de que la contraposición psicológica de losdos ámbitos de experiencia no sólo se confirma ya en .el NuevaTestamento sino que todavía hoy se manifiesta de manera más

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PRESENTE Y FUTURO

dára en la actitud negativa de los Estados dictatoriales respecto de¡a'religión y en la de la Iglesia respecto al ateísmo y el materialismo.,",:Del mismo modo que, en cuanto ser social, no puede el horn-

'.bre vivir mucho tiempo sin el vínculo con la sociedad, así tampoco)encuentra el individuo en ningún sitio la verdadera justificación de

,i;': su existencia, ni su autonomía espiritual y moral más que en unprincipio extramundano que sea capaz de relativizar la abrumadorainfluencia de los factores externos. El individuo que no está ancla-

, do en Dios no es capaz, simplemente por su modo de entender lascosas, de ofrecer resistencia al poder físico y moral del mundo.Para ello necesita el hombre la evidencia de una experiencia inte-rior de trascendencia que es la única que puede librarle de caer enl~ masificación, de otro modo inevitable. La comprensión mera-

.: mente intelectual, o también moral, del embrutecimiento y la faltade responsabilidad moral del hombre masa sólo significa, desgra-ciadamente como constatación sólo negativa, una simple demoraen la vía hacia la atomización del individuo. Les falta a esas formasde comprensión la fuerza de la convicción religiosa por ser única-mente racionales. El Estado dictatorial tiene, frente a la razón delciudadano, la ventaja de que ha absorbido también sus fuerzas reli-giosas. El Estado ha pasado a ocupar el puesto de Dios, por lo quevistas desde este ángulo las dictaduras socialistas son religiones y laesclavitud estatal una especie de servicio divino. Pero este trasladoy esta falsificación de la función religiosa no pueden suceder sinsuscitar dudas de fondo que se reprimen inmediatamente para evi-tar el conflicto con la tendencia masificadora imperante. De ahísurge, como suele siempre ser el caso, una sobre compensación, esdecir, el fanatismo, que a su vez se convierte en brazo de opresióny supresión de toda oposición. Se sofoca la libertad de opinión y la

,decisión moral se reprime brutalmente. El fin santifica todos los¡ medios, incluso los más abyectos. La razón de Estado se convierte;,en artículo de fe, el jefe o conductor del Estado en semidiós que-,está más allá del bien y del mal, y el adepto en héroe, mártir,ilpóstol y misionero. Hay sólo una verdad y aparte de ella no hay~inguna. Es intocable y está más allá-de toda crítica. Quienquiera

'9ue tenga otra idea es un hereje al que, según modelos famosos, le~aínenazan desde siempre toda clase de cosas desagradables. Sólo~uien tiene en sus manos el poder del Estado puede interpretar,~Uténticamente la doctrina estatal, y lo hace a su conveniencia,\1'Una vez que el individuo, mediante la masificación, se convier-, en una unidad social número tal y tal y el Estado se transforma

,11 principio supremo, en lógica consecuencia también la función)igiosa del hombre se ve absorbida por ese torbellino. La religión,

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en cuanto observación y consideración atentas de determinadosfactores invisibles e incontrolables, es una actitud instintiva inhe-rente al ser humano cuyas manifestaciones pueden seguirse a lolargo de toda la historia de! espíritu. Sirve claramente a la finalidadde la conservación de! equilibrio psíquico, puesto que el hombrenatural tiene un conocimiento asimismo natural de que su funciónconsciente puede verse atravesada en todo momento por factoresincontrolables tanto desde fuera como desde dentro. Por ello haprocurado siempre que toda decisión de alguna trascendencia seasegure mediante las correspondientes medidas de índole religiosa.Se consuman sacrificios a los poderes invisibles, se pronuncian ben-diciones conjuradoras y se realizan otros actos solemnes. Siempre yen todas partes ha habido rites d'entrée et de sortie que muchosracionalistas sin conocimientos psicológicos combaten como magiay superstición. La magia es primordialmente un efecto psicológicocuya significación no debe infravalorarse. La ejecución de un acto«mágico» proporciona al hombre e! sentimiento de seguridad nece-sario para llevar adelante una decisión. La decisión necesita afian-zarse, pues siempre lleva adherida cierta unilateralidad que condu-ce, con razón, a considerarla indiscutible. Incluso un dictadornecesita no sólo acompañar sus actos de Estado con amenazas sinotambién escenificarlos con ceremonias ruidosas. Las marchas musi-cales, las banderas, las pancartas, los desfiles y las concentracionesde proporciones monstruosas no se diferencian en principio de lasprocesiones rogativas, los disparos de cañón y los fuegos artificialespara expulsar a los demonios. Simplemente la exhibición sugestivade! poder estatal genera un sentimiento de seguridad colectivo,pero a diferencia de las celebraciones religiosas no ofrece al indivi-duo ninguna protección contra sus demonios interiores. Se afe-rrará más aún por lo tanto al poder del Estado, es decir, a lamasa, entregándose también anímicamente allí donde socialmenteha sido ya desposeído de poder. Igual que las Iglesias, también elEstado reclama entusiasmo, sacrificio y amor, y si las religionesexigen e! temor de Dios e! Estado dictatorial ya se ocupa de! nece-sario terror.

513 Cuando el ilustrado dirige principalmente sus ataques contra elefecto milagroso del rito afirmado por la tradición en realidad estáerrando totalmente e! blanco. Pues pasa por alto lo fundamental, esdecir, e! efecto psicológico, aunque ambas partes se sirvan precisa-mente de este efecto, si bien para fines opuestos. Se da una situa-ción similar respecto a las ideas de finalidad: e! fin religioso, lasalvación del mal, la reconciliación con Dios y la recompensa en elMás Allá se transforman en terrenal promesa de liberarse de la

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': .preocupación por e! pan de ~ada día, por la justa distribución de'..los bienes matenales, por el bienestar general futuro y la reducción

de las horas de trabajo. Que cumplir esta promesa siga siendo taninvisible como e! paraíso no es más que otra analogía que demues-tra cómo la masa ha convertido un fin extramundano de la deter-minación humana en otro exclusivamente terrenal que se predica ala humanidad con la misma fruición y exclusividad propias de lareligión, en nada diferente de las confesiones si bien en direccióncontrana.

514 Para no repetirme innecesariamente no voy a hacer una vezmás recuento de todos los paralelismos entre la creencia en lo te-rrenal y en el Más Allá, me conformaré con hacer hincapié en queuna función natural, existente desde siempre, no puede suprimirsemediante una crítica racionalista e ilustrada. Es cierto que permitetildar de imposibles y poner en ridículo determinadas enseñanzasconfesionales, pero ese tipo de métodos yerran e! blanco y no al-canzan a la función religiosa que constituye la base de las confesio-nes. La religión, es decir, la consideración concienzuda de los fac-tores irracional es del alma y del destino individual, reaparece -ensu peor deformación- en el endiosamiento del Estado y de! dic-tador: Naturam expellas (urca tamen usque recurret [Puedes ex-pulsar a la naturaleza con la horquilla de! estiércol, pero siemprevolverá). Apreciando correctamente la situación los dirigentes ydictadores tratan de disimular el paralelismo demasiado evidente

. , . con la divinización del César, ocultando tras la ficción del Estado";~~:" su omnipotencia fáctica, sin que nada esencial cambie",·''';515 Como mencioné anteriormente, el Estado dictatorial, aparte de

los derechos, también le ha quitado al individuo, anímicamente, elsuelo bajo los pies al privarle de la fundamentación metafísica de suexistencia. Ya no se trata de la decisión moral del individuo, sinodel ciego movimiento de la masa deslumbrada, convirtiéndose la

. mentira en el verdadero principio de la actuación política. El Esta-.do ha extraído las últimas consecuencias, como muestra indiscuti-

. blemente la existencia de muchos millones de esclavos estatales.~desposeídos de todo derecho.

'6 l' Los dos bandos, e! Estado dictatorial y la religiosidad confesio-·.'nal, refuerzan especialmente la idea de comunidad. Éste es el ideal'.:propio del comunismo, que se le ha impuesto al pueblo hasta pro-; t~ucir todo lo contrario del efecto deseado, a saber, una desconfian-é.:za disgregadora. Del otro lado se presenta la Iglesia, con no menor

," 1. Desde que redacté el presente ensayo en la primavera de 1956 se ha constatado.:;en Rusia la sensibilidad ante este escándalo.'.~'

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insistencia, como el ideal de comunidad, y cuando, como en el casode! protestantismo, es notoriamente débil, la penosa falta de cohe-sión es compensada por la esperanza o la creencia en una «vivenciade la comunidad". Como puede verse fácilmente la «comunidad" esun medio auxiliar imprescindible para la organización de masas ypor lo tanto una espada de doble filo. Lo mismo que la suma deceros nunca dará uno, también e! valor de una comunidad respon-derá al promedio espiritual y moral de los individuos que la COm-ponen. No cabe esperar por lo tanto ningún efecto de la comu-nidad que supere a la sugestión del medio ambiente, ningunatransformación real y fundamental de los individuos, ni para bienni para mal. Esos efectos sólo pueden esperarse de la confrontaciónpersonal, no de los bautismos en masa, comunistas o cristianos, queno afectan al hombre interior. Los aconteci-mientos contemporá-neos muestran hasta qué punto es en e! fondo superficial el efectode la propaganda comunitaria. El ideal de comunidad pasa por altoal individuo, quien acaba manifestando sus derechos.

3, OCCIDENTE ANTE LA CUESTIÓN RELIGIOSA

517 Frente a esta evolución que se está produciendo en el siglo xx de laera cristiana e! mundo occidental, con la herencia de! derecho ro-mano, el tesoro de la ética judeocristiana metafísicamente funda-mentada y e! ideal de los derechos humanos eternos se plantea, envoz alta y en voz baja, con desasosiego, cómo puede detenerse oincluso hacer retroceder este proceso. Llamar utopía a la dictadura

.social y considerar insensatos sus principios económicos carece deimportancia además de ser falso, pues, en primer lugar, Occidentesólo se tiene a sí mismo por interlocutor cuando juzga y sus argu-mentos sólo se escuchan a este lado del telón de acero; en segundolugar, porque puede aplicarse cualquier principio económico si ,seaceptan los sacrificios que origina. Puede llevarse a cabo cualquierreforma social y económica dejando morir de hambre a tres millo-nes de campesinos o si se dispone de varios millones de trabajado-res gratuitos. Un Estado de esta Índole no tiene por qué temer CrISISsociales ni económicas. Mientras el poder estatal esté intacto, esdecir, mientras disponga de un ejército policial bien disciplinado Yalimentado, un Estado semejante puede imponerse indefinidamen-te e incluso aumentar aún más su poder. Sin tener en cuenta elmercado mundial, que depende en gran medida de los salarios,puede, para mantener su cornpetitividad, aumentar casi a voluntadsu mano de obra gratuita de acuerdo con el excedente de nacimien-

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; tos. El verdadero peligro sólo puede amenazarle de momento des-de fuera, es decir, mediante una agresión bélica. Pero este riesgodisminuye de año en año, en primer lugar porque el potencialbélico de los Estados dictatoriales crece sin cesar y, en segundo,porque Occidente no puede permitirse despertar mediante unaagresión el nacionalismo y chovinismo latentes en Rusia o en Chi-na, conduciendo así sus bienintencionadas iniciativas a una vía falsasin esperanza.

518 Como podemos observar, sólo queda la posibilidad de una di-solución interna del poder estatal, que debe dejarse totalmente a supropia evolución. Un apoyo desde el exterior resulta de momentoilusorio, al menos si se tiene en cuenta la existencia de medidas deseguridad y el peligro de reacciones nacionalistas. En su políticaexterior el Estado absoluto dispone de un ejército de fanáticosmisioneros, que a su vez pueden contar con una quinta columnaacogida al ordenamiento jurídico de los Estados occidentales. Lascomunidades de creyentes, muy numerosas en muchos lugares, su-ponen además un debilitamiento de la decisión volitiva estatal atener en cuenta. En el otro lado no es visible ni tangible una in.fluencia parecida de Occidente, aunque no parece descaminadosuponer una cierta oposición por parte de las masas populares delEste. Al fin y al cabo siempre existen personas rectas y veraces queodian la mentira y la tiranía, pero escapa a nuestro juicio si bajo elrégimen policiaco imperante pueden ejercer alguna influencia deci-siva en la rnasa-.

En vista de esta situación se suscita en Occidente cada vez másla pregunta: éQué podemos hacer frente a esta amenaza? AunqueOccidente disponga de un considerable poder económico y unaimportante potencia defensiva, no basta saber esto para tranquili-zarse, pues ni los mejores cañones ni la industria más potente, con

, su relativo alto nivel de vida, bastan para detener la infección psí-, quica debida a un fanatismo religioso. Los hombres siempre están,descontentos. Un trabajador que tiene automóvil propio no deja de.>s~run proletario al que trata mal la vida si otros tienen dos auto-:~óviles y un cuarto de baño más. '-,~);'Por desgracia sigue sin percibirse en Occidente que nuestro"llamamiento al idealismo, a la razón y demás virtudes deseables noda resultado, aunque se proclame con entusiasmo. Es un débil so-,plo Contra el vendaval de una fe religiosa, por más distar siona da,que ésta se nos antoje. No estamos ante una situación que puedal.);

',11 -,.

.'¡

'i' 2, Los recientes acontecimientos de Polonia y Hungría han demostrado que la opo-" IÓn es más considerable de lo previsto,

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dominarse mediante argumentos racionales o morales, sino ante eldesencadenamiento, impulsado por el espíritu de la época, de fuer-zas e ideas emocionales en las que, según la experiencia, no puedeinfluirse esencialmente con consideraciones racionales ni con ad-vertencias morales. De hecho se tiene en muchos sitios la correctaopinión de que la panacea, el antídoto, debería ser una fe igual depoderosa que se le enfrente, de índole no materialista, y que unaactitud religiosa así fundamentada ofrece la única protección eficazfrente al peligro del contagio psíquico. La forma condicional «ten-dría que», «debería», que casi nunca deja de usarse en este contex-to muestra una cierta debilidad o la ausencia de una deseable con-vicción. No sólo falta en el mundo occidental una fe unitaria deeste tipo que pudiera cerrar el paso a una ideología fanática, sinoque el propio Occidente, padre de la filosofía marxista, se sirveincluso de los mismos presupuestos espirituales, de los mismos ar-gumentos y objetivos. Es cierto que en Occidente las Iglesias gozanpor lo general de plena libertad, pero están tan poco llenas.o vacíascomo en el Este y no ejercen influencia aparente en el conjunto dela política. Pues en cuanto institución pública tiene la confesión elinconveniente de servir a dos señores, ya que por una parte debe suexistencia a la relación del hombre con Dios y por otra está obliga-da con el Estado, es decir, el mundo, pudiendo remitimos a laspalabras «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es deDios», y a amonestaciones semejantes del Nuevo Testamento.

521 En tiempos anteriores, y hasta hace relativamente pocos dece-nios, se hablaba de una «autoridad establecida por Dios», concep-ción que hoy ha quedado anticuada. Las Iglesias representan con-vicciones tradicionales y colectivas que para gran parte de susadeptos ya no se basan en ninguna experie~cia inter~or propia sinoen una fe no reflexionada que, como es sabido, se pierde faCllmen-te en cuanto se comienza a pensar. El contenido de la fe chocaentonces con el conocimiento, mostrando con ello que la irraciona-lidad de aquélla no suele estar a la altura de la racionalidad de. éste.Porque la fe no es sustitutivo suficiente de la experiencia in tenor, Ydonde ésta falta incluso una fe fuerte llegada milagrosamente cornoun donum gratiae vuelve a desaparecer también como por a~te demagia. Se considera la fe como la verdadera experiencia rel1glOSa

sin reparar en que realmente es un fenómeno secundario consisten-te en sobrevenimos algo que nos infunde pistis, es decir, conÍlanza

y lealtad. Esta vivencia tiene un determinado contenido que puedeinterpretarse en el sentido de la doctrina confesional. Pero .cuantomás ocurre así tanto más frecuentes son las posibilidades de Innece-sario conflicto con el saber. Pues la concepción confesional es ann-

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rgua y de un simbolism~ impresionante, condicionado mitol6gica-"mente, que tomada al pie de la letra entra en inaguantable contra-. dicción con el saber. Si, por ejemplo, la afirmación de la resurrec-cjón de Cristo no se entiende de manera literal, sino simbólica, sepueden dar diferentes Interpretaciones que no están en contradic-ción con el saber y que no menoscaban el sentido de la afirmación.La objeción de que la comprensión simbólica hace desaparecer laespera~za de los cristianos en la inmortalidad no es válida, pues lahumanIdad creía ya muchísimo antes del cristianismo en una vidadespués de la muerte y, en consecuencia, no necesitaba el aconteci-miento pascual como garantía de inmortalidad. El peligro de que elexceso de mitología literalmente entendida, propia de la doctrinaeclesial, se encuentre de repente con un rechazo de plano es hoymayor que nunca. ¿No es ya hora de que, en vez de suprimirlos, seentiendan los mirologernas cristianos de manera simbólica?

S22 Todavía no es posible prever por anticipado las consecuenciasde la comprensión general del fatal paralelismo entre la religión ecle-sial y la religión estatal marxista. La pretensión de absolutismo de laciuitas Dei representada por hombres resulta por desgracia demasia-do parecida a la «divinidad» del Estado en el otro lado, y la conse-cuencia moral que un Ignacio de Loyola extrae de la autoridad de laIglesia (<<elfin santifica los medios») anticipa la mentira como instru-mento de política estatal de un modo enormemente peligroso. Am-bas, a fin de cuentas, exigen el sometimiento sin condiciones dentrode la fe y recortan por lo tanto la libertad del hombre: una la liber-

. tad ante Dios y la otra la libertad ante el Estado, con lo que se cavala sepultura del individuo. La existencia del único portador de vidaque conocemos, frágil ya de por sí, se ve amenazada por uno y otro

.lado, aunque desde uno de ellos se le ofrezca una expectativa espiri--tual de existencia ideal y desde el otro una expectativa material. ¿y.cuántos pueden oponerse a la proverbial sabiduría según la cual «más.vale pájaro en mano que ciento volando»? Todavía viene a añadirse.a esto que Occidente incurre en la misma cosmovisión «científica» y,racionalista, con la tendencia niveladora estadística y sus objetivosmaterialistas, que la religión de Estado 'del Este, como ya he expues-

. ,·;toantes suficientemente.3· ¿Qué puede, así pues, ofrecer Occidente, con su división políti-

.ca y confesional, al atribulado individuo moderno? Por desgracia,nada que no sea una multiplicidad de caminos que acaban condu-.. 'clendo a un mismo fin apenas diferente ya del ideal marxista. No se;·,requiere en verdad un gran esfuerzo del entendimiento para reco-'~nocer en qué basa la ideología comunista la segura convicción de.que el tiempo trabaja a su favor y que el mundo está maduro para

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su conversión. A este respecto hablan los hechos un lenguaje queno puede ser más claro. Y de nada sirve a Occidente cerrar los ojosante tal hecho y no querer ver su fatal vulnerabilidad. QUIenquieraque haya aprendido a someterse incondicionalmente a una creenciacolectiva, renunciando al eterno derecho de su libertad y a la obli-gación asimismo eterna de su responsabilidad individual, tambiénpodrá, si no puede cambiar de actitud, tomar una orie?tación con-traria con la misma fe y la misma falta de sentido cntico cuandosustituye su supuesto idealismo por una convicción q~e quizá seatangiblemente «mejor». ¿Qué le pasó, no hace tanto tiempo, a unpueblo europeo civilizado? Se reprocha a los alemanes haberlo 01·vidado ya mientras aún no se ha establecido con segundad quetambién en otros sitios habría podido ocurrir algo parecido. Nosería ningún milagro que sucediese, es decir, que otra nación civili-zada sucumbiera a la infección provocada por una convicción tanunitaria como unilateral. Permítaseme hacer una pregunta: éQuépaíses tienen los partidos comunistas más numerosos? Los EstadosUnidos, que -o qua e mutatio rerum [quién te ha visto y quién teve]- constituyen la verdadera espina dorsal política de Europaoccidental, parecen estar inmunizados en virtud de su explícitapostura opuesta. Púa puede precisamente que estén más expuestosque Europa, pues es allí donde la formación y la educación estánmayoritariamente influidas por la cosmovisión científico-natural,con sus verdades estadísticas, y donde la heterogénea mezcla de lapoblación encuentra ciertas dificultades para echar raíces en. unsuelo sin historia. En cambio la formación histórica y humanisrica,necesaria precisamente en esas circunstancias, lleva en Norteaméri-ca un destino de cenicienta. Europa posee las condiciones necesa-rias, pero las utiliza en su perjuicio, en forma. de egoísmos n~ciona-listas y escepticismo paralizante. Ambas tienen en comun unafinalidad materialista y colectivista y ambas carecen de una ~xpre-sión abarcadora del hombre en su totalidad, es decir, el individuvcomo centro y medida de todas las cosas. ,

524 Esta sola idea suscita por doquier la duda y la oposición masintensas, y podríamos casi atrevernos a afirmar que el sometimIen-to de! individuo a los grandes números es la única convicción queverdaderamente encuentra aceptación general y unitaria. Se dice,es cierto, que el mundo moderno es ahora el mundo del hombre.Que éste domina aire, agua y tierra y que de sus decisiones depen-de el destino histórico de los pueblos. Pero este orgulloso retratode la grandeza humana no es por desgracia sino una ilusión, con-trapesada en la balanza por una realidad totalmente distinta '. Enesta realidad el hombre es el esclavo y la víctima de las máqUlllaS

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ue conquistan para él el espacio y el tiempo; el poder de su técni-"(la guerrera, cuya función debería ser la defensa y la protección de'su existencia física, le oprime poniéndola en peligro; su libertad

¿spiritual Y moral está garantizada en una parte de su mundo den-, ;,::.",,/.trO del marco de lo posible, aunque se ve amenazada por la des-,;-::. _orientación caótica, y en la otra parte del mundo ha sido suprimi-

'; ¡ '" da. y por último -para añadir aún lo cómico a lo trágico- rinde';.,. homenaje a este señor de los elementos, portador de toda decisión,

opiniones que apostillan su dignidad de indignidad y hacen ridículasu autonomía. Todos sus logros y posesiones no le hacen más gran-de sino más pequeño, como demuestra claramente el destino de lostrabajadores bajo el imperio de la «justa» distribución de los bienes:paga su participación en la fábrica con la pérdida de su propiedadpersonal; cambia su libertad de movimientos por e! encadenamien-to al lugar de trabajo; pierde todos los medios para mejorar susituación si no quiere dejarse explotar por un trabajo a destajoagotador, y si se le ocurre manifestar cualquier aspiración intelec-tual se le inculcan dogmas políticos, a lo sumo con el aditamentode algunos conocimientos técnicos. De todas formas un techo so-bre la cabeza y el sustento diario propio del ganado no son peque-ña cosa cuando la satisfacción de las meras necesidades vitales pue-de interrumpirse de un día para el otro.

"1. '

4. LA AUTOCOMPRENSIÓN DEL INDIVIDUO

Es sorprendente que el hombre, evidente causa, inventor y vehícu-lo de estos procesos, autor de todo juicio y decisión, planificador

:del futuro, se haya convertido en una quantité négligeable. La con-~Iradictoria y paradójica valoración que hace e! hombre de su pro-;'~ia esencia es en sí y de hecho un asunto singular que sólo cabe, explicar por una inusual inseguridad del juicio. Dicho de otra ma-'ibera, el hombre es un enigma para sí mismo. Lo es comprensible-"mente en la medida en que le faltan las posibilidades de compa-ración necesarias para el autoconocirniento. Cierto es que sabediferenciarse de los demás animales en cuanto a su anatomía yfisiología. Pero en su condición de ser consciente, autorreflexivo ydotado de lenguaje carece de todo criterio para autojuzgarse. Esa~goúnico en este planeta, no puede compararse con nada similar.Ea posibilidad de comparación, y por lo tanto de autoconocimien-~to;,se produciría sólo si pudiéramos establecer relaciones con otros;a,nlmalesde sangre caliente semejantes a los hombres y que vivierann otros cuerpos celestes.

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526 Hasta entonces la humanidad se asemeja a un eremita que sabepor anatomía comparada que es pariente de los antropoides y queen su aspecto psíquico, aparentemente, difiere extraordinariamen_te de sus primos. Precisamente en su característica de especie másimportante es incognoscible, sigue siendo un misterio para sí mis-mo. La mayor o menor diferencia dentro de la propia especie nopuede aspirar a tener una especial significación en comparacióncon las posibilidades de conocimiento que proporcionaría el en-cuentro de seres de estructura similar pero de distinto origen. Nues-tra psique, responsable primordial de todos los cambios históricosque la mano del hombre ha marcado en la fisonomía del planeta,sigue siendo a priori un enigma insoluble, un prodigio incompren-sible, objeto de perplejidad permanente. Una característica quecomparte con los secretos de la naturaleza. En este último caso noqueremos perder la esperanza de hacer aún muchos descubrimien-tos y encontrar también respuesta a las más difíciles preguntas,Pero en relación con la psique y con la psicología parece existir unacuriosa vacilación. No sólo es de muy reciente aparición en cuantociencia empírica sino que tiene grandes dificultades para abordarsu verdadero objeto de estudio,

Así como nuestra imagen del mundo se liberó del prejuicio delgeocentrismo, también se necesitará el máximo esfuerzo, de índolecasi revolucionaria, para liberar a la psicología primero del encan-tamiento de las concepciones mito lógicas y luego del prejuicio deser, por una parte, mero epifenómeno de un proceso bioquímicoque se desarrolla en el cerebro y, por otra, sólo una cuestión perso-nal. La relación con el cerebro no demuestra en modo alguno quela psique sea, como se lo denomina, un epifenómeno, una manifes-tación secundaria dependiente causalmente de procesos bioquírr»-cos que tienen lugar en el substrato. Aunque por otro lado sabemossuficientemente cómo afectan a la función psíquica los procesosque demostrablemente tienen lugar en el cerebro. Este hecho resul-ta tan convincente que la conclusión sobre la epifenomenahdadpsíquica parece casi inevitable. No obstante, los fenómenos para-psicológicos nos exhortan a ser prudentes, pues indican una relan-vidad del espacio y tiempo manifestada mediante factores psíqUI-cos que pone en tela de juicio nuestra precipitada e ingenuaexplicación del paralelismo psicofísico. En favor de éste se meganlisa y llanamente las experiencias de la parapsicología, sea por ra-zones ideológicas o por pereza mental. Sea como fuere, no puedeconsiderarse este procedimiento científicamente responsable, aun-que represente una conveniente vía de escape a una dificultad delpensamiento sobremanera insólita. Pues para juzgar los fenómenos

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~ psíquicos debemos tener en cuenta todos los fenómenos perrinen-'" res y, en consecuencia, no podemos seguir practicando una psicolo-

gía general que excluya la existencia de lo inconsciente o la para-psicología. '

La estructura y la fisiología del cerebro no permiten una expli-cación de los procesos conscientes. ba psique, posee una peculiari-dad que no puede reducirse a otra cosa ni a nada semejante. Comoocurre con la fisiología, presenta un terreno experiencial relativa-mente cerrado, pero con una importancia muy particular, dadoque...encierra en sí una de las dos condiciones indispensabLes del seren general, a saber, el fenómeno de la consciencia. Pues sin ésteprácticamente no hay mundo, que existe como tal sólo en cuantoes reflejado y expresado conscientemente por una psique. La cons-ciencia es una condición del ser. Por lo tanto corresponde a lapsique la dignidad de principio cósmico, filosóficamente y de he-cho equiparable al principio del ser físico. El portador de esta cons-ciencia es el individuo, que no crea voluntariamente la psique sinoque, por el contrario, está moldeado por ella, que va despertándosepaulatinamente desde la infancia. Así pues, si la psique tiene unaimportancia empírica sobresaliente, otro tanto ocurre con el indivi-duo, su manifestación única e inmediata.

Hay que poner expresamente de relieve este hecho, dado queel alma individual, a consecuencia de su individualidad, constituye,por una parte, una excepción a la regla estadísticamente fundamen-tada, por lo que desde el punto de vista científico se le hurta una desus principales características mediante la nivelación estadística y,por otra parte, las confesiones eclesiales sólo le confieren validezsiempre que profese el dogma correspondiente. Dicho de otromodo, siempre que se someta a una categoría colectiva. En amboscasos se entiende la voluntad de individualidad como egoísta por-fía. La ciencia la desvaloriza como subjetivismo y las confesiones la

: condenan moralmente como herejía y arrogancia espiritual. Por lo'que se refiere a este último caso no debe pasarse por alto que a~diferencia de otras religiones el cristianismo contiene en su doctri-.na un símbolo que representa el modo de vida individual de un,hombre y de un Hijo del Hombre, concibiendo incluso este proce-',~s'ode individuación como encarnación y revelación de Dios mismo.~ Con ello el propio devenir del hombre adquiere un significado, Cuya trascendencia apenas se ha estimado todavía adecuadamente."Pues el exceso de exterioridad cierra el paso a la experiencia inte-,ríor inmediata. Si la autonomía del individuo no fuese el secreto'anhelo de muchos, difícilmente sería posible sobrevivir a la opre-

,:sión colectiva espiritual y moral.

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530 Todos estos inconvenientes que dificultan una correcta valor _ción del alma humana no significan gran cosa junto a un hech:notable que merece ser destacado. Se trata fundamentalmente duna experiencia reservada al médico constatar que la infravalora~ción de la psique y otras resistencias a la exploración psicológica sedeben en gran medida al temor, al miedo pánico ante los posiblesdescubrimientos en e! ámbito de lo inconsciente. Temores que nose encuentran únicamente entre quienes se han asustado del modocomo Freud pinta lo inconsciente, sino incluso en el propio funda-dor del «psicoanálisis», que justificó ante mí la necesidad de COn-vertir en dogma su teoría sexual como único bastión de la razónfrente a una posible "irrupción de la marea negra del ocultismo».Con ello expresa Freud su convicción de que en lo inconscientepodrían aparecer 'aún toda clase de cosas que exigirían interpreta-ciones «ocultistas», como efectivamente ocurre. Se trata de esos«restos arcaicos», es decir, las formas arquetípicas basadas en ins-tintos, a los que dan expresión, y nimbadas de una característicanuminosa que llega a suscitar miedo. Son inextirpables, pues repre-sentan los indispensables fundamentos de la psique misma. No hayaproximación intelectual que consiga captadas. Cuando se ha des-truido una de sus manifestaciones, éstas reaparecen «transforma-das». Es este miedo a la psique inconsciente el mayor obstáculo ene! camino, no sólo al autoconocimiento sino también a la compren-sión y a la difusión del conocimiento psicológico. El miedo es amenudo incluso tan grande que ni siquiera puede uno permitirseconfesárselo. Hay aquí una cuestión que toda persona religiosadebería meditar en serio. Podría obtener una respuesta esclarece-dora.

531 Una psicología con orientación científica debe naturalmenteproceder por abstracción, es decir, alejarse del objeto concreto desu estudio lo más posible, siempre y cuando no lo pierda de vistadel todo. De ahí que los conocimientos de la psicología de labora-torio sean con tanta frecuencia notablemente poco esclarecedores ycarentes de interés práctico y general. En cambio cuanto más domi-ne e! campo de visión el objeto individual, tanto más vivo, prácticoy completo será el conocimiento. De todas formas con ello se com-plica también el objeto de la indagación y la incertidumbre sobrelos distintos factores aumenta en proporción a su número, es decir,se incrementa la posibilidad de error. Es comprensible que la psico-logía académica se muestre reacia a correr tal riesgo y prefieraevitar los hechos complejos en favor de planteamientos más senci-llos, algo que puede hacer impunemente. Tiene toda la libertadpara elegir las preguntas que desea plantear a la naturaleza.

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PRESENTE Y FUTURO

!Sin embargo la psicología médica no está en absoluto en tan:rnás o menos envidiable situación. Aquí es e! objeto de estudio e!'que plantea la pregunta, y el experimentador, el médico, se ve'enfrentado a situaciones que él no ha elegido y que seguramente no~legiría si dispusiera de la necesaria libertad. La enfermedad, o elenfermo, plantea las preguntas decisivas. Esto es, la naturaleza ex-perimenta con e! médico esperando de él una respuesta. La singu-laridad del individuo y su situación única se presentan ante él y

J exigen respuesta. Su deber de médico le obliga a enfrentarse con la"! situación de su enfermo, complicada y sobrada de factores de in-.¡~_.' certidumbre. Sin duda empezará haciéndolo sobre la base de prin-t" cipios empíricos generales, pero pronto comprobará en determina-'.·•.l· dos casos que principios así ni expresan ni dan suficiente respuesta

'. a la situación concreta que tiene delante. Cuanto más profundizasu comprensión tanto más significación pierden los principios ge-nerales, Ahora bien, éstos son criterios y base de! conocimientoobjetivo, mientras que con lo que paciente y médico entienden por«comprensión» la situación se subjetiviza en medida creciente. Loque inicialmente era una ventaja amenaza con convertirse en peli-groso inconveniente. Mediante la subjetivación (dicho en términostécnicos: la transferencia y la contra transferencia) se produce unaislamiento frente al entorno, esto es, un menoscabo social inde-seable que siempre se instala cuando predomina la comprensión sinque el conocimiento pueda mantener e! equilibrio. Cuanto másprofunda es la comprensión más aumenta su distancia respecto alconocimiento. Una comprensión ideal sería finalmente acompañar)':vivir conjuntamente una plena subjetividad sin conocimiento niresponsabilidad social. Una comprensión que fuera tan lejos es en

, '.cualquier caso imposible, pues exigiría la mutua asimilación de dosindividuos diferentes. Antes o después toda relación alcanza unpunto en el que una de las partes se ve obligada a sacrificar supropia individualidad dejándose asimilar por la otra. Pero al pro-ducirse esta inevitable consecuencia se quiebra la comprensión, quetiene como condición previa la conservación íntegra de la indivi-dualidad de ambos participantes. Así pues, es recomendable llevarla comprensión de! otro sólo hasta e! punto de equilibrio entrecomprensión y conocimiento, pues la comprensión a toda costa

. daña a ambos.'J;. Este problema se suscita siempre que se trata de la compren-., sión y el conocimiento de situaciones complejas e individuales."Ahora bien, ésa es la tarea específica impuesta al psicólogo. Tam-bién se le plantearía naturalmente al «director espiritual» dedicadoa la cura animarum si su ministerio no trajera inevitablemente apa-

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rejado que en el punto decisivo debe aplicar el criterio de sus Pte- ,supuestos confesionales, con lo cual el derecho individual a la exis-tencia se ve recortado por un prejuicio colectivo y reducido a me-nudo sensiblemente, consecuencia que sólo está ausente cuando elsímbolo del dogma, por ejemplo la figura ejemplar de la vida deCristo, se concibe de manera concreta y el individuo la siente ade-cuada. Hasta qué punto ocurre eso hoyes algo que quisiera dejar aljuicio de otros. En cualquier caso el médico tiene frecuentementeque habérselas con pacientes para quienes la limitación confesionalsignifica poco o nada. Su profesión le obliga, así pues, a los míni-mos presupuestos posibles. También deberá respetar las afirmacio-nes metafísicas, es decir, no verificables, aunque se cuidará de ads-cribirles validez general. Esta precaución está más indicada cuantomás imposible resulte torcer los rasgos individuales de la personali-dad con intromisiones arbitrarias. Esta cuestión deberá dejarla elmédico a las influencias ambientales, a la evolución interior y, en elmás amplio sentido, al destino y a su más o menos sabia decisión.

534 Quizá se considere excesiva esta precaución. A la vista de cómoen el proceso dialéctico de confrontación de dos individuos, aunpracticando la discreción con el mayor tacto, tienen lugar de todasformas influencias y efectos recíprocos, un médico consciente de suresponsabilidad se guardará de aumentar aún más, superfluamente,la cantidad de factores colectivos de los que su paciente ya ha sidovíctima. Además de esto debe saber suficientemente que predican-do incluso los mejores principios no hace más que provocar lacontradicción y resistencia manifiestas o secretas del paciente, po-niendo innecesariamente en peligro la finalidad del tratamiento. Lasituación psíquica del individuo en nuestros días está tan amenaza-da por la publicidad, la propaganda y otros consejos y sugestionesmás o menos bienintencionados, que debe ofrecérsele al paciente,por lo menos una vez en su vida, una relación en la que no aparez-can los tan repetidos «se debería, se tendría que» (y otras confesio-nes de impotencia por el estilo). Frente a los asaltos procedentesdel exterior, y en no menor medida frente a los efectos interiorespredominantes en la psique del individuo, se ve el médico en lanecesidad de desempeñar primero el papel de abogado defensor.La temida liberación de impulsos anárquicos es una posibilidad quela mayoría de las veces se exagera, pues frente a ella hay evidentesmedidas protectoras de índole tanto exterior como interior. Estánahí ante todo la natural cobardía de la mayor parte de las personasy también la moral, el buen gusto y -last but not least- el códigopenal. Generalmente cuesta un gran esfuerzo ayudar a que aflorena la consciencia deseos individuales, cuánto más contribuir a que se

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PRESENTE Y FUTURO

. . !icen. Allí donde los impulsos individuales han quebrantado el~:~en de modo demasiado temerario e irreflexivo, debe el médico

..oteger lo individual del torpe ataque de la rruopia, de la perfidia.P,/~delcinismo del sujeto.

( En el curso de la confrontación llega de todos modos un mo-ento en el que es necesario valorar los impulsos individuales.

~ra entonces tendrá el paciente que haber adquirido aquella seg~-, 'dad de juicio que le garantizase actuar por su propia cornprension

,n··;,,/,·,'· .. ti fuerza de decisión y no por mera imitación de una convención~olectiva, ni siquiera si su opinión coincide con la opinión colecti-va. Mientras el individuo no pise suelo firme los llamados valoresobjetivos no representan una ventaja, pues sólo sirven en tal casocomo sustitutivo del carácter, contribuyendo por lo tanto a la re-presión de la individualidad. Es sin duda u~ ~erecho incuestionablede la sociedad protegerse frente a los subjetivismos desbordantes,pero al estar constituida también por personas desindividualizadasse expone al ataque de individualidades sin conciencia. Por másque se una y se organice, precisamente su unión, con la disoluciónde la personalidad singular que ésta determina, está expuesta alataque de un individuo ávido de poder. La suma de un millón deCeros no forma siquiera una unidad. Todo depende en última ins-

. ",.1' ...• ,.,0'1 •. tancia de la constitución del individuo, pero la fatal miopía denuestro presente sólo piensa en los grandes números y en organiza-ciones de masas, y el mundo ya ha visto suficientemente -cabríapensar- lo que una masa disciplinada significa en manos de unloco. Pero por desgracia, y de modo harto peligroso, esta compren-sión lúcida no se ha abierto paso en ningún sitio. Se sigue organi-zando alegremente creyendo en la santa eficacia de la acción demasas sin percatarse lo más mínimo de que las organizaciones máspoderosas sólo pueden gobernarse con el mayor riesgo para lamoralidad. La inercia de la masa puesta en movimiento ha de en-

.' carnar en la voluntad de un portavoz personal, que puede llegar a. no detenerse ante nada, y su programa debe constar de ideas utópi-cas, a ser posible milenaristas, que sólo convencen a la inteligencia

'..más baja (iprecisamente a ella!). .,':: Lo extraño es que también las Iglesias quieran de vez en cuando.~seryirse de la acción de masas para expulsar al demonio con ayudade Belcebú. il.as Iglesias, que prometen preocuparse de la salvacióndel alma del individuo! Tampoco ellas parecen haber oído hablar de

: la más elemental afirmación de la psicología de las masas, a saber,}lue el individuo en la masa queda disminuido moral y espiritua~-.mente, sin esforzarse suficientemente en cumplir su verdadera mi-sión: ayudar al individuo =concedente Deo- a alcanzar la meta-

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noia, es decir, e! renacimiento en el espíritu. Por desgracia res Idemasiado claro que cuando e! individuo no se renueva verdad u ta

I ' ' di' era-mente en e espirrtu tampoco pue ~ renacer a sociedad, constituidapor la suma de los individuos necesitados de salvación. Sólo me c b

, id f a een consecuencia, consi erar o uscación que las Iglesias -según 'rece- intenten encerrar al individuo en una organización social pa-duciéndole a un estado de responsabilidad moral disminuida cu re-d I ' a~, o o q~e debería hacerse es s~carle, por así decir, de la masa pasivainconsciente y hacerle consciente de que la salvación del mundconsiste en la salvación de su propia alma. La congregación de ma~sas le coloca ante ese tipo de ideas, incluso inculcadas con los me-dios de sugestión de masas, con el triste resultado de que a másbreve plazo una vez pasado e! efecto embriagador el hombre masaca~ sugestionado ~~te. ot~os eslóganes todavía· más convincentes yruidosos. Su relación individual con DIOSmuy bien podría consti-tuir una efectiva protección frente a la influencia perniciosa de laacción de masas. ¿Convocó acaso Cristo a sus discípulos a través demítines gigantescos, o al proporcionar alimento a cinco mil perso-nas encontró unos partidarios que pudieran demostrar que despuésno gritarían icrucificadle!, cuando de hecho incluso la piedra Pedrovaciló sensiblemente a pesar de haber sido especialmente elegido?¿N o son precisamente Jesús y Pablo modelo de hombres que a partirde su experiencia interior individual siguieron su propio caminoplantando cara al mundo?

537 De todos modos, ante estos argumentos no debe pasarse poralto la realidad de la situación a la que se enfrentan las Iglesias,Cuando la Iglesia intenta conformar a la masa amorfa, uniendo alos individuos mediante sugestión en una comunidad de creyentes,manteniendo esa unidad en una organización no sólo adquiere ungran mérito social sino que proporciona también al individuo elinapreciable beneficio de una forma de vida llena de sentido. Setrata no obstante de regalos que normalmente confirman pero notransforman, Pese a toda su integración en la comunidad el hombreinterior, como por desgracia muestra la experiencia, no sufre nin-guna transformación, El medio no puede transmitirle como regalolo que sólo podrá adquirir con esfuerzo y sufrimiento, Por e! con-trario, una sugestión favorecida por el medio refuerza la peligrosai~c1inación a esperarlo todo del exterior y a darse un barniz queSimula lo que en realidad no ha ocurrido es decir una transforma-ción real y profunda del hombre interio;, muy n~cesaria a la vistade los fenómenos de masas puestos de manifiesto y más aún antelos problemas de masas que amenazan con producirse en e! futuro.Las Cifras de población no disminuyen sino que aumentan inconte-

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:i~les. Las distancias se acortan, y e! planeta se encoge, Lo que.ruede conseguirse con orgamzaciones de masas lo v:mos hoy con~ asiada claridad. Es ya hora de preguntarse que es lo que set e~ e en esas organizaciones, es decir, cómo está constituido e!

,'reun b I l' di id I h b dí ', •. :-::~;\q,j. hombre, el hom re rea, e m IVI uo, no e om re esta IStICO..':,;;J'~;>';'?i; Indudablemente, esto no es pos;ble de ninguna otra manera que

¡"ti;,', mediante una nueva mtrospecclOn. , '¿}:~1;;:'~'38 El movimiento de ~asas, ,como era de esperar, mas bien re~-

'~.,';,~.~":."':""":':",',,,' bala sobre una superficie inclinada, representada por el gran nu-/> ~.(.<, mero: donde hay muchos hay seguridad; lo que muchos creen

, ,j'; ~,;~~,~ debe ser verdad; lo que muchos quieren ha de ser digno de con-'fih' seguirse, incluso necesario ~ por lo ta~to bueno} el des~o de<1,\ muchos es un poder para obligar a cumplIrlo; 10 mas apete,Cldo es,'¡ ,." sin embargo deslizarse suavemente y sin dolor hacia el pals de. la'.1 infancia bajo la protección paterna, hacia la falta de ,preocupaclO-,1, nes y de responsabilidad. Hay alguien superior que piensa y cuida;I hay respuestas para todas las preguntas y se dispone de lo nec_e-'! sario para todas las necesidades. Ahora bien, e! estado de ensueno'1 infantil de! hombre masa carece hasta tal punto ~e realismo ,que, jamás piensa quién paga verdaderamente ese paraíso. Se confía la

liquidación de la cuenta a la institución supraordenada, que loacepta con agrado, pues su poder se multiplica con esta exigencia,y con ese aumento de poder tanto más desamparado y débil quedael individuo.

Cuando una situación social de este tipo se desarrolla hastaalcanzar grandes proporciones queda expedito e! camino hacia latiranía y la libertad del individuo se convierte en esclavitud espiri-

" tual y física. Como toda tiranía es de suyo inmoral y perversa cuen-, ta con mucha mayor libertad para elegir los medios que cualquier

institución que todavía tenga cuenta al individuo. Si una instituciónde este tipo quisiera oponerse a un Estado organizado de esa mane-

, ra, muy pronto se percataría de la desventaja que de hecho repre-senta su moralidad, viéndose impulsada a servirse en lo posible delos mismos medios que e! Estado. De .este modo se propaga el malcasi por fuerza, aunque se evite un contagio directo, muy peligrosoallí donde tienen decisiva importancia las grandes cifras y los valo-res estadísticos. Pues bien, eso es lo que ocurre mayormente ennuestro mundo occidental. El gran número -las masas y su poderOpresor- se nos presenta todos los días en una u otra forma a

~través de! periódico, demostrando la falta de significación delm~l-: viduo hasta desaparecer toda esperanza de ser escuchado en algun" sitio y de algún modo. De nada sirven los ideales, desgastados hast,a, convertirse en meras palabras, como libertad, igualdad y fraterm-

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dad, pues sólo podrá proclamarlos ante sus verdugos, representan_tes de la masa. .

540 . La resistencia frente a la n:asa organizada sólo puede ofrecerlaquien en su individualidad esta tan organizado como la masa. 1\1doy perfecta cuenta de que esta frase es prácticamente incompr e'bl en-

SI e para el hombre de hoy. La útil visión medieval de que elhombre es un rrucrocosrnos, por así decir una copia diminuta delgran cosmos, hace mucho que se perdió, aunque la existencia de supsique, que aprehende y condiciona al mundo, podría desengañar_I~ a~ respecto. En cuanto ser psíquico no sólo está impresa en él lavisión del macrocosmos sino que esta visión la crea también elhom?re en cada vez más amplia medida. Lleva en sí las correspon-dencias con el vasto mundo en virtud, por una parte, de su activi-dad de reflexión consciente, y por otra gracias a su naturalezainstintiva arquetípica hereditaria que le une con su-entorno. Debi-do a sus impulsos no sólo está unido al macrocosmos, sino que encierto sentido, está desgarrado, pues su deseo le impulsa en las másdiversas direcciones. Entra así en constante contradicción consigomismo, y sólo en raros casos le resulta posible dar un sentido uni-tario a su vida, algo que, por regla general, ha de pagar con lacostosa represión de otros aspectos de su ser. En casos semejantessuele uno preguntarse si vale la pena siquiera forzar esa unilaterali-dad, pues el estado natural de la psique humana consiste en uncierta oposición entre sus componentes, en una cierta contradic-ción en su comportamiento, esto es, en una cierta disociación. Asísiente al menos el Extremo Oriente la adhesión a «las diez milcosas». Una disposición semejante requiere orden y síntesis.

541 Igual que los movimientos que de manera caótica se entrecru-zan en la masa pueden ser obligados a adoptar una determinadadirección por parte de una voluntad dictatorial, así el estado dedisociación del individuo necesita de un principio de orientación yde orden. A la consciencia yoica le gustaría determinar voluntaria-mente tal cometido pasando por alto la existencia de poderososfactores inconscientes que contrarían sus intenciones. Pero si quie-re alcanzar la meta de la síntesis debe aprender antes a conocer lanaturaleza de esos factores. Tengo que experimentarlos o poseerun símbolo numinoso que los exprese e induzca su síntesis. Podríamuy bien servir a este propósito un símbolo religioso que aprehen-da aquello que se manifiesta en el hombre moderno y lo exprese demo.do sensible y general. La concepción que hasta ahora hemostenido del símbolo cristiano no ha podido conseguirlo aún. Por elContrano, ha surgido la terrible división del mundo en el ámbitodel hombre blanco «cristiano» y nuestra cosmovisión condicionada

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el cristianismo se ha mostrado impotente para evitar la irrup-de un orden social arcaico como el comunismo.

Con eso no quiere decirse ni mucho menos que el cristianismoacabado. Yo estoy por el contrario convencido> a la vista de las

ctuales circunstancias del mundo, de que no es el cristianismo lo.,-h.-" --".'.." ~ue está anticuado sino la concepción e interpretación que se le ha

dado hasta ahora. El símbolo cristiano es un ser vivo que lleva en síel germen a su ulterior desarrollo. Puede seguir evolucionando,únicamente importa que seamos capaces de decidimos a meditaruna vez más y algo más a fondo sobre los presupuestos cristianos.Para ello necesitamos una actitud totalmente distinta de la mante-nida hasta ahora respecto al individuo> es decir, ese microcosmosde nuestro sí-mismo encerrado en nosotros. No sabemos qué cami-nos se le abrirán al hombre, qué experiencias interiores podrá teneraún ni qué hechos anímicos sirven de base al mito religioso. Reinaal respecto tan general oscuridad que no somos capaces de ver quépodría interesamos ni a favor de qué intervenir. No sabemos quéhacer ante este problema.

Tampoco tiene nada de particular, ya que cabría decir que elenemigo tiene todos las bazas en su mano. Puede remitirse al grannúmero y su poder avasallador. La política, la ciencia y la técnicacon sus conclusiones están de su lado. El imponente argumento dela ciencia representa el mayor grado de seguridad espiritual que

·los esfuerzos humanos han podido alcanzar hasta ahora. Así almenos se le antoja al hombre de hoy, que de cien maneras ha sido

·instruido acerca del atraso y la oscuridad de las épocas anterioresy sus supersticiones. El hecho de que sus maestros hayan cometidoal respecto el más grave error comparando falsamente magnitudesinconmensurables es algo que no se le alcanza. No se le alcanzasobre todo porque las autoridades espirituales a las que dirige suspreguntas le responden que lo que la ciencia tiene hoy por irnpo-

·sible lo ha sido también en cualquier otra época, sobre todo los'. hechos de fe que podrían proporcionarle frente al mundo un punto- de vista extramundano. Cuando el individuo dirige sus preguntas>' a las Iglesias y a sus representantes, a los que está confiada la cura'animarum, escucha que la pertenencia a una Iglesia, es decir, a una

. institución mundana, es prácticamente indispensable; que los he-chos de fe que se han vuelto cuestionables son acontecimientos

; históricos concretos; que determinados actos rituales tienen unefecto milagroso o que, por ejemplo, la pasión de Cristo pornosotros le ha redimido de sus pecados y de sus consecuencias (esdecir, de la condenación eterna). Cuando medita sobre estas y

. Otras cosas por el estilo con los escasos medios que se le ofrecen

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no tiene más remedio que confesarse que en realidad no las en-tiende y que, por lo tanto, sólo le quedan dos posibilidades: creersin más las declaraciones de este tipo como algo inconcebible orechazadas.

544 El hombre de hoy puede pensar sin dificultad y comprendertodas las «verdades" que le ofrece el Estado de masas, pero le resul-ta difícil, por falta de explicaciones, acceder a la comprensión reli-giosa. (<<¿Entiendes acaso lo que lees? Él respondió: ¿Cómo habríade entenderlo si nadie me prepara?», Hechos de los Apóstoles 8,3 O). Que, a pesar de ello, no haya descartado todas las conviccio-nes religiosas se debe a que la actividad religiosa se basa en unainclinación instintiva y forma parte por lo tanto de las funcionesespecíficamente humanas. Sólo es posible quitarle sus dioses ofre-ciéndole otros. Los dirigentes de los Estados de masas no puedenpor menos que dejarse endiosar, y donde no es posible imponerpor la fuerza tan groseros engaños hacen acto de presencia factoresobsesivos, provistos de energía demoníaca, como el dinero, el tra-bajo, la influencia política, etc. Cada vez que el hombre pierde unade sus funciones naturales, es decir, cada vez que una función natu-ral queda excluida de la actividad consciente y deliberada, surgeuna perturbación general. Es por lo tanto perfectamente naturalque con el triunfo de la Diosa Razón se instaure una general neuro-tización del hombre moderno, es decir, una disociación de la per-sonalidad análoga a la actual división del mundo. La línea fronteri-za defendida por alambre de espino atraviesa el alma del hombremoderno, tanto si vive a este o al otro lado. Y lo mismo que elneurótico clásico es inconsciente del otro lado de sí mismo, de susombra, también lo es el individuo normal que, como aquél, ve susombra en el prójimo, en quien está al otro lado del gran foso. Seha convertido incluso en una tarea política y social proclamar quee! capitalismo del uno y el comunismo del otro son recíprocamenteel Diablo para de ese modo fascinar nuevamente la mirada con loexterior y desviada del interior del individuo. Pero así como elneurótico, que a pesar de su semiinconsciencia tiene una ciertanoción de que algo no anda de! todo bien con su psique, el hombreoccidental desarrolla un interés instintivo por la psique y por su«psicología".

545 De esa manera se reclama la presencia del médico, lo quiera ono, en el escenario del mundo, y se le plantean preguntas que enprincipio están reservadas a la vida más íntima y oculta del indivi-duo pero que en última instancia son efecto directo del espíritu delos tiempos. La sintomatología personal se considera, con toda ra-zón, «material neurótico", pues se trata de fantasías infantiles, poco

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compatibles por regla general con los contenidos de una psiqueadulta Yreprimidas por el juicio moral, si es que llegan siquiera a laconsciencia. La mayor parte de estas fantasías no accede de modonatural a la consciencia y ni siquiera es probable que hayan sidoalguna vez ni conscientes ni conscientemente reprimidas. Parecenmás bien haber existido siempre o, por lo menos, haber surgido demanera inconsciente y haber persistido de esa forma hasta que laintervención psicológica les ha permitido atravesar el umbral de laconsciencia. La reanimación de las fantasías inconscientes es unproceso que coincide con un estado de necesidad de la consciencia.De no ser así se producirían estas fantasías normalmente y no ten-drían como consecuencia trastornos neuróticos de la consciencia.En realidad las fantasías de esta índole pertenecen al mundo delniño y sólo son origen de perturbaciones cuando condiciones anor-males de la vida consciente las intensifican extemporáneamente.Así ocurre sobre todo cuando de los padres emanan efectos desfa-vorables que generan conflictos que envenenan la atmósfera y per-turban el equilibrio anímico del niño.

546 Cuando en los adultos se declara una neurosis aparece el mis-mo mundo de fantasía que en el niño y surge entonces la tentaciónde explicar causalmente la neurosis por la existencia de fantasíasinfantiles. Pero de ese modo no se explica por qué mientra tantono han tenido esas fantasías ningún efecto patológico. Ese efectosólo se produce cuando el individuo tropieza con una situación queya no es capaz de dominar con los medios de su consciencia. Elestancamiento que sobreviene entonces en el desarrollo de la per-sonalidad abre la vía hacia las fantasías infantiles que existen laten-temente en todos los seres humanos sin desplegar ninguna eficaciamientras la personalidad consciente pueda seguir su camino sinobstáculos. Sin embargo, si las fantasías alcanzan un determinadogrado de intensidad comienzan a irrumpir en la consciencia gene-rando un estado de conflicto perceptible también para el paciente,es decir, una escisión en dos personalidades caracterológicamenteseparadas. Pero desde mucho antes está preparada esta disociaciónen lo inconsciente, ya que la energía (no empleada) que emana dela consciencia refuerza las características negativas inconscientes,sobre todo los rasgos infantiles de la personalidad.

Ahora bien, puesto que las fantasías normales del niño no sonen el fondo otra cosa que la imaginación correspondiente a losimpulsos instintivos, y aparecen por lo tanto como una especie deejercicio preparatorio de futuras actividades conscientes, tambiénlas fantasías del neurótico, alteradas patológicamente (o si se quie-re pervertidas) a causa de la regresión de la energía, afectan a un

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núcleo de instinto normal que se distingue por su carácter de utili-dad práctica. Una enfermedad de este tipo significa, cuando seproduce, un cambio y una deformación no convenientes de dina-mismos en sí normales y de la imaginación correspondiente. Sinembargo los instintos son extremadamente conservadores tanto endinamismo como en configuración. Cuando se representa, esta úl-tima aparece como imagen que expresa simbólicamente el carácterdel impulso instintivo. Si pudiéramos observar, por ejemplo, la psi-que de la mariposa de la yuca! encontraríamos formas de represen-tación numinosa que no sólo obligan a la mariposa a cumplir suactividad fertilizadora en la flor de la yuca sino que la ayudan a«reconocer» la situación en su conjunto. Pues el instinto no es unmero impulso ciego e indeterminado sino que está armonizado conla situación exterior. Esta circunstancia le proporciona una formaespecífica e inalienable. Del mismo modo que el instinto es origina-rio y hereditario, también su forma es primigenia, es decir, arque-típica. Incluso más antigua y conservadora que la forma corporal.

548 Este presupuesto biológico es también válido naturalmente parala especie Hamo sapiens, que pese a poseer consciencia, voluntad yrazón no se sale del marco general de la biología. Para la psicologíahumana esto significa que nuestra actividad consciente tiene comobase el instinto y extrae de él su dinámica y los rasgos fundamenta-les de sus formas de representación, nada distinto a lo que pode-mos observar en todos los seres vivos del reino animal. El conoci-miento humano consiste esencialmente en la respectiva adaptacióna las formas de representación primigenias que nos son dadas apriori y que necesitan determinadas modificaciones porque en suforma originaria corresponden a una forma de vida arcaica y no alas exigencias de un medio alterado de múltiples maneras. Si elflujo de la dinámica instintiva ha de conservarse en nuestra vidaactual, algo indispensable para la conservación de nuestra existen-cia, también es necesario que transformemos las formas arquetípi-cas de las que disponemos en ideas que respondan a las exigenciasactuales.

5. COSMOVISIÓN y MODO DE VER PSICOLÓGICO

549 Por desgracia e inevitablemente nuestra forma de concebir las cosastiende a ir a la zaga de los cambios y del conjunto de la situación.

3. Se trata de un caso, clásico en la biología, de simbiosis entre insecto y planta. [el,jung, OC 8,6, § 268 Y277.]

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::fampoco pueden nuestros conceptos comportarse ~e otra ,maneraes están más o menos adaptados y funcionan satisfactoriamente

P~entras el mundo no cambie, y no hay entonces ninguna razón! ~cisiva para cambiarlos o readapt~rlos. Sólo c,uan~~ las cir~uns-

,"',,',', tancias cambian como para que SUrja entre la sltuac~on e~tenor yY,f, :~, .. " las formas de representación ahora anticuadas u~ .~blsmo I~~o?~r--,l', cable se suscita el problema general de la cosmovision de principio,

, J la cuestión de cómo han de reorientarse o de adaptarse las formas'J de representación que deben recibir el flujo de la energía instintiva.I No pueden sustituirse sencillamente por una nueva configuraci?n1 racional troquelada en exceso por la situación exterior y dernasia-

I1 do poco condicionada por los presupuestos biológicos del hombre,, pues de ese modo no sólo no se tendería puente alguno con el1/ hombre primigenio sino que se tapiaría incluso todo acceso a él.

Esto corresponde no obstante a la intención de la educación mar-

I xista que cree, a semejanza de Dios, poder transformar al hombre a, imagen del Estado.I 550 Nuestra convicción fundamental es cada vez más racionalista., Es característico que nuestra filosofía no sea ya una forma de vida,

como lo era en la Antigüedad, sino una cuestión exclusivamenteintelectual. Nuestras confesiones, con sus ritos y formas de repre-sentación justificadamente antiguos, conforman una imagen delmundo que si bien no causaba ninguna notable dificultad en laEdad Media se ha vuelto incomprensible para el hombre de hoy,aunque un instinto profundo le induzca, pese al conflicto con lacosmovisión moderna, a aferrarse a ideas que tomadas al pie de la

\ letra ya no hacen justicia a la evolución espiritual de los últimoscinco siglos, Es evidente que esto ocurre para librarle de caer en elabismo de la desesperación nihilista. Pero incluso donde el raciona-lista se siente obligado a criticar una mera fidelidad ortodoxa y unestrecho concretismo no debe dejar de tenerse en cuenta que las

" confesiones proclaman una doctrina cuyos símbolos, pese a unainterpretación discutible, poseen vida propia por su carácter arque-típico. Por eso no es en modo alguno indispensable, en general,Una comprensión intelectual, sólo necesaria allí donde no basta conla valoración acorde con el sentimiento y la noción intuitiva, esdecir, para aquellas personas en quienes el intelecto tiene primor-dial poder de convicción.

Nada es más característico ni más sintomático a este respectoque el abismo entre creer y saber abierto en nuestra época. Lacontraposición se ha hecho ya tan grande que hablamos de la in-

, conmensurabilidad de ambas categorías del conocimiento y de susrespectivas imágenes del mundo. Y sin embargo se trata del mismo

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