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Circovirosis porcina Joaquim Segalés. Universidad Autónoma de Barcelona. España. 1. Historia y controversia de la enfermedad (15-10-2007) ¿Sabemos detectar enfermedades nuevas? ¿Cuánto tardamos en saber que realmente se trata de una enfermedad nueva? Las respuestas a estas preguntas no son fáciles. La peste porcina clásica en el año 1997 fue una enfermedad “nueva” a ojos de muchos veterinarios españoles; la falta de experiencia práctica hace que algo de nueva aparición, aunque sea de base bien conocida, suponga una tardanza significativa en su diagnóstico. Si esto pasa en enfermedades bien caracterizadas, mucho más pasará en enfermedades que no han sido descritas en el pasado. Ese fue el caso de lo que hoy conocemos como circovirosis porcina o síndrome multisistémico del desmedro post-destete (postweaning multisystemic wasting syndrome, PMWS, nombre original; porcine circovirus diseases (PCVD), usado básicamente en Europa; y porcine circovirus associated disease (PCVAD), de aparición más reciente y de uso común en Norteamérica). En 1991, un veterinario clínico, el Dr. John Harding, del Oeste de Canadá, remitió unos cerdos de transición con marcado desmedro (figura 1) para su necropsia a un patólogo de la Universidad de Saskatchewan (Canadá), el Dr. Edward Clark. El estudio patológico reveló unas lesiones microscópicas en el sistema linfoide, de origen desconocido, sistemáticamente presentes en los animales clínicamente afectados. La ausencia de más granjas afectadas hizo que ahí quedara el caso y no fue hasta 1994 que volvieron a tener la enfermedad. El Dr. Harding estaba convencido que ese cuadro clínico era causado por el virus del síndrome respiratorio y reproductivo porcino, pero todos los análisis para este virus fueron negativos. En 1996, guiados por la similitud de las lesiones linfoides con unas producidas por circovirus aviares en la bolsa de Fabricio, le mandaron muestras a un científico de Irlanda del Norte (Dr. Gordon Allan) que había realizado investigaciones sobre un virus apatógeno, contaminante de células PK-15, llamado circovirus porcino (PCV). Todos los cerdos enfermos presentaron una cantidad ingente de antígeno frente a PCV (figura 2). Figura 1. Cerdo afectado clínicamente por circovirosis porcina. Nótese la espina dorsal marcada así como el pelo largo e hirsuto, hallazgos característicos de una situación de desmedro, pero que no permiten establecer clínicamente el diagnóstico de una circovirosis porcina.

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Circovirosis porcina Joaquim Segalés. Universidad Autónoma de Barcelona. España. 1. Historia y controversia de la enfermedad (15-10-2007) ¿Sabemos detectar enfermedades nuevas? ¿Cuánto tardamos en saber que realmente se trata de una enfermedad nueva? Las respuestas a estas preguntas no son fáciles. La peste porcina clásica en el año 1997 fue una enfermedad “nueva” a ojos de muchos veterinarios españoles; la falta de experiencia práctica hace que algo de nueva aparición, aunque sea de base bien conocida, suponga una tardanza significativa en su diagnóstico. Si esto pasa en enfermedades bien caracterizadas, mucho más pasará en enfermedades que no han sido descritas en el pasado. Ese fue el caso de lo que hoy conocemos como circovirosis porcina o síndrome multisistémico del desmedro post-destete (postweaning multisystemic wasting syndrome, PMWS, nombre original; porcine circovirus diseases (PCVD), usado básicamente en Europa; y porcine circovirus associated disease (PCVAD), de aparición más reciente y de uso común en Norteamérica). En 1991, un veterinario clínico, el Dr. John Harding, del Oeste de Canadá, remitió unos cerdos de transición con marcado desmedro (figura 1) para su necropsia a un patólogo de la Universidad de Saskatchewan (Canadá), el Dr. Edward Clark. El estudio patológico reveló unas lesiones microscópicas en el sistema linfoide, de origen desconocido, sistemáticamente presentes en los animales clínicamente afectados. La ausencia de más granjas afectadas hizo que ahí quedara el caso y no fue hasta 1994 que volvieron a tener la enfermedad. El Dr. Harding estaba convencido que ese cuadro clínico era causado por el virus del síndrome respiratorio y reproductivo porcino, pero todos los análisis para este virus fueron negativos. En 1996, guiados por la similitud de las lesiones linfoides con unas producidas por circovirus aviares en la bolsa de Fabricio, le mandaron muestras a un científico de Irlanda del Norte (Dr. Gordon Allan) que había realizado investigaciones sobre un virus apatógeno, contaminante de células PK-15, llamado circovirus porcino (PCV). Todos los cerdos enfermos presentaron una cantidad ingente de antígeno frente a PCV (figura 2).

Figura 1. Cerdo afectado clínicamente por circovirosis porcina. Nótese la espina dorsal marcada así como el pelo largo e hirsuto, hallazgos característicos de una situación de desmedro, pero que no permiten establecer clínicamente el diagnóstico de una circovirosis porcina.

Figura 2. Presencia muy elevada de ácido nucleico de circovirus porcino tipo 2 en células inflamatorias mononucleares (aquellas que presentan coloración azulada). Técnica de hibridación in situ. En ese mismo instante nació una marcada controversia asociada a esta enfermedad, que prácticamente ha durado 10 años. ¿Virus apatógeno que revierte a virulento? ¿No será que la causa es otra y este virus “simplemente está ahí”? En 1998, a través de estudios de secuenciación nucleotídica, se constató que el PCV asociado a los casos de circovirosis porcina era distinto al PCV contaminante celular, y se clasificaron estos agentes como PCV tipo 2 (PCV2) y tipo 1 (PCV1), respectivamente. No obstante, estudios epidemiológicos demostraron que PCV2 es ubicuo, presente tanto en granjas con y sin circovirosis. ¡¡Más controversia!! A pesar de que los científicos que trabajaban con PCV2 iban aportando pruebas de la implicación de este virus en la enfermedad, la falta de un modelo consistente de reproducción experimental y la ubicuidad del agente hacían que existieran serias dudas de la importancia de PCV2 como agente causal. Miembros destacados de la comunidad científica y líderes de opinión en la veterinaria práctica sostenían que PCV2 era un “simple comparsa” en la enfermedad y de que existía otro agente que tenía que ser el desencadenante, y por tanto agente principal, de este síndrome. Más de 10 años después, aún no se ha logrado encontrar este presunto “agente X”. ¿Existe entonces? Bueno… no lo sabemos… si existe, ¡no lo hemos encontrado aún! Pero el tiempo ha pasado y, como no podía ser de otra manera, se han desarrollado productos vacunales frente a PCV2. La sorpresa fue mayúscula cuando los primeros resultados con estos productos vacunales en Europa, pero especialmente en Norteamérica (contexto epizoótico de la enfermedad desde 2004-05), mostraron una reducción de la mortalidad y del número de cerdos retrasados muy significativa, incluso independientemente del producto vacunal utilizado (actualmente existen 4 vacunas comerciales frente a PCV2 en el mercado mundial, 3 de vacunación en lechones y una de vacunación en cerdas). Estos resultados dieron un cierto vuelco en la mentalidad del mundo veterinario, dado que pocos esperaban un efecto tan evidente y consistente de la vacunación. Es más, una enfermedad que en su momento suscitó una marcada bipolaridad (“circo-creyentes versus circo-escépticos”), en la actualidad no hay duda del papel fundamental y necesario de PCV2 para el desarrollo de la misma. Eso sí, ¡esta situación sigue sin aclarar la existencia o no del potencial “agente X”! La idea de esta serie de artículos sobre PCV2 y la circovirosis porcina es presentar aquellos aspectos más novedosos, especialmente desde el punto de

vista práctico, sobre la etiología, patogenia, epidemiología, diagnóstico, tratamiento y prevención de la enfermedad. También se presentará una posible hipótesis sobre la emergencia de la circovirosis porcina a nivel mundial. 2. Etiología: circovirus porcino tipo 2 (PCV2)… ¿dónde está el “agente X”? (23-11-2007)

Figura 1. Microfotografía electrónica de dos cuerpos de inclusión en el citoplasma de un macrófago, que incluyen un muy elevado número de partículas de circovirus porcino tipo. 2. Aumento original: 150.000x. Carolina Rodríguez-Cariño, CReSA.

Figura 2. Árbol filogenético truncado que indica la existencia de dos grupos (genotipos) de cepas de PCV2 en base a las secuencias del ORF2. Una diferencia de identidad nucleotídica del 3,5% (punto de corte de la flecha vertical) entre cepas permite diferenciar a las cepas de los distintos genotipos. La mayor variabilidad entre las cepas de genotipo 2 sugiere que se trata de un genotipo temporalmente anterior al 1. Modificado de Grau-Roma et al., 2007. ¿Qué se puede esperar de una enfermedad multifactorial desde un punto de vista etiológico? Sin duda, al menos de entrada, ¡confusión! Para algunas enfermedades parece que estemos cambiando la terminología “agente causal de…” por “agente esencial de…”. De hecho, la primera es indiscutible en el marco de las llamadas enfermedades “unifactoriales”, pero la realidad es que

éstas son realmente muy pocas entre la patología porcina actual y la mayoría de ellas se encuentran marcadamente moduladas o potenciadas por una serie de factores infecciosos y no infecciosos distintos al presunto agente causal. Esta es la situación de la circovirosis porcina. El circovirus porcino tipo 2 en un agente vírico de 17 nm de diámetro, uno de los más pequeños entre los virus animales (Fig. 1). Presenta una organización estructural relativamente simple: virus sin envuelta, con una cápside formada mayoritariamente por una sola proteína (proteína Cap o producto del fragmento de lectura abierto 2 [ORF2]), y una cadena simple de ADN de aproximadamente 1767-68 nucleótidos. Este genoma también codifica por proteínas involucradas en la replicación vírica (Rep y Rep’, productos del ORF1). Existiría un ORF3 que se especula podría codificar una proteína con capacidad apoptótica; no obstante, la función de esta proteína no está clara actualmente. Es un virus altamente resistente y, por definición, de difícil eliminación con el uso de desinfectantes. Entre ellos, se consideran de utilidad para disminuir la carga vírica in vitro a la clorhexidina, formaldehídos, iodina y lejía. Desde el punto de vista filogenético se consideran dos grandes grupos de PCV2. Estas agrupaciones se han definido muy recientemente como dos genotipos distintos (1 y 2), considerándose el genotipo 2 como más antiguo desde el punto de vista evolutivo (Fig. 2). Vista esta clasificación, es lógico preguntarse si todos los genotipos de PCV2 presentan la misma virulencia o no. La respuesta a esta cuestión no es clara. Si consideramos como “éxito” de una infección experimental con PCV2 el hecho de que al menos un animal enferme de circovirosis porcina, uno puede concluir que ambos genotipos son patógenos. No obstante, esta patogenicidad está mediada por factores desencadenantes para ambos genotipos. Si medimos este “éxito” como la proporción de experimentos que consiguen al menos un cerdo con enfermedad, entonces nos damos cuenta que el porcentaje es mayor con el genotipo 1. ¿Es, pues, el genotipo 1 más virulento que el 2?. La respuesta tampoco es tan fácil, pero en la actualidad existen indicios de que así podría ser:

• Los casos de aparición epizoótica en Norte-América se han asociado a un incremento muy marcado de prevalencia de cepas de PCV2 de genotipo 1. • Un estudio reciente realizado en Europa asocia sistemáticamente el genotipo 1 a la existencia de enfermedad, mientras que no siempre es el caso con el genotipo 2.

Si estos datos podrían explicar la aparición de brotes epizoóticos de circovirosis porcina a finales de los 90 en Europa y Sureste Asiático y en 2004-05 en Norte y Sur-América es algo que no está demostrado. Una posible hipótesis consistiría en que el genotipo 2 de PCV2, potencialmente menos virulento, ha sido el genotipo más frecuente durante mucho tiempo, con casos esporádicos de enfermedad (al menos desde 1986); la irrupción de un genotipo más patogénico, presuntamente el genotipo 1, podría haber sido el responsable de los brotes epizoóticos de la enfermedad mencionados anteriormente. Esperemos que los próximos años se pueda dirimir la validez o no de esta hipótesis. Cabe destacar, no obstante, que incluso dentro de un mismo genotipo, podrían existir diferencias de patogenicidad, como se ha demostrado recientemente en una infección experimental. Por otro lado, y a pesar de la existencia de diferencias

antigénicas entre distintos aislados de PCV2, la eficacia de las vacunas con independencia del genotipo de desafío sugiere que aunque existan dos genotipos, podría existir solamente un serotipo de PCV2. No obstante, ya desde hace casi 10 años, existe otra hipótesis para explicar la irrupción de la circovirosis porcina a nivel mundial: el “agente X”. Se trataría de un agente que actuaría facilitando una sobre-replicación de PCV2 y, por tanto, jugaría un papel como factor desencadenante de la enfermedad en el 100% de los casos. Esta hipótesis se ha sustentado en la controversia sobre PCV2 de ¿cómo un virus ubicuo podría ser causa de enfermedad? Lógicamente, esta hipótesis es anterior a la posible irrupción de genotipos de PCV2 con distinta virulencia. Lo que si es cierto es que después de estos 10 años, nadie ha podido aislar o detectar este posible “agente X”, y los datos de infecciones experimentales con “éxito” explicarían de forma muy difícil la existencia de un “agente X”. Si este “agente X” fuera el responsable del desencadenamiento de algunos casos de enfermedad, entonces se comportaría de forma similar a como lo hacen el parvovirus porcino, el virus del síndrome respiratorio y reproductivo porcino y Mycoplasma hyopneumoniae (desencadenadores de la enfermedad en cerdos co-infectados con PCV2). En todos los casos, ¡¡nunca un agente cuya existencia se desconoce había generado tantos comentarios!! Cabe decir, no obstante, que, a pesar de la gran eficacia demostrada por las vacunas frente a PCV2, ello tampoco descarta la existencia del famoso “agente X”. 3. Epidemiología y transmisión de PCV2 y de la circovirosis porcina (18-12-2007) PCV2 es un virus ubicuo en cerdos y jabalíes. No obstante, ello no se correlaciona necesariamente con la distribución de la circovirosis porcina a nivel mundial. Es cierto que la enfermedad ha sido descrita en todos los continentes, pero aún existen países en los cuales la infección está presente, pero donde el proceso clínico no ha sido aún descrito (¿falta de métodos diagnósticos o ausencia real de la enfermedad?). Esta temática volvería a tener una conexión con la existencia de distintos genotipos de PCV2 con una aparentemente distinta patogenicidad. ¿Podría ser que algunos países presentaran cerdos infectados con un genotipo poco patogénico en comparación con otros? Un estudio danés publicado muy recientemente sugiere la existencia de un tercer genotipo de PCV2 (genotipo 3) que se detectó en muestras de cerdo correspondientes a los años 1980, 1987 y 1990. La existencia de este tercer genotipo podría indicar que se produciría un “gradiente genotípico” desde los años 80 hasta la actualidad que seguiría el orden de genotipos 3, 2 y 1, siendo este último el aparentemente relacionado con los brotes epizoóticos de enfermedad que se dieron en Dinamarca. Actualmente desconocemos si ello es extrapolable al resto de Europa y si este “gradiente genotípico” también se ha dado o no en otras regiones del mundo. Desde el punto de vista de las especies susceptibles a la infección por PCV2, al margen del cerdo doméstico y del jabalí, se desconoce la existencia de otras que pudieran serlo. Al menos no se ha descrito infección por PCV1 o PCV2 en ninguna de las especies estudiadas: perro, gato, oveja, cabra, caballo, bovino, conejo, rata, ratón, pollo y especie humana (incluidas personas con un teórico alto riesgo de infección como podrían ser los veterinarios).

La dinámica de infección por PCV2 en granjas con y sin circovirosis porcina se ha estudiado a través de sero-perfiles y también de lo que llamamos PCR-perfiles (detección del genoma del agente mediante PCR en muestras estratificadas según edad, igual que los sero-perfiles). Actualmente también podríamos hablar de perfiles de carga vírica (fig. 1), basados en la utilización de PCR cuantitativa.

Figura 1. El uso de la PCR cuantitativa para la detección de PCV2 permite establecer la carga vírica en los animales estudiados. Los animales afectados de circovirosis porcina (línea azul) presentan una carga vírica en suero significativamente mayor que los animales sanos (línea rosa). La dinámica de anticuerpos frente a PCV2 es relativamente homogénea y predictible en la mayoría de granjas (Fig. 2). La inmunidad humoral maternal tendría una duración variable entre 4 y 12 semanas de vida, observándose sero-conversión a partir de las 8-16 semanas de vida. En contraposición, la dinámica de detección de PCV2 (mediante técnicas de PCR) puede ser relativamente errática, con infección en cerdos muy jóvenes (incluso en paridera, Fig. 2A) y detección del virus en prácticamente todos los grupos de edad, o bien pico de infección en un grupo de edad y detección de PCV2 de forma esporádica en otros grupos de animales (Fig. 2B). Entre estos dos extremos se puede encontrar prácticamente cualquier situación intermedia. Eso si, en general, no se encuentra un elevado porcentaje de cerdos infectados con PCV2 en las primeras edades, y en cambio este pico se suele encontrar entre las 6 y 14 semanas de vida. En este contexto hay que destacar que los lechones procedentes de cerdas que presentan un bajo título de anticuerpos frente a PCV2 o bien un resultado positivo a la detección del virus (por PCR) alrededor del parto, presentan un mayor riesgo de sufrir circovirosis porcina.

A

B

Figura 2. Sero- y PCR-perfiles frente a PCV2 de dos granjas afectadas de circovirosis porcina entre las semanas 9 y 14 de vida (recuadros con línea discontinua). A: Granja en la que se observa un cierto porcentaje de lechones de primera semana de vida con infección (medida por PCR estándar) así como elevados porcentajes de cerdos infectados en distintas edades. B: Granja en que existe un pico de infección con PCV2 alrededor del momento de aparición de la enfermedad. Cabe destacar, no obstante, que la dinámica de infección por PCV2 puede ser muy similar en granjas con y sin enfermedad (Fig. 3), lo que refuerza el carácter multifactorial de la misma, y que las técnicas serológicas e incluso de detección de PCV2 no son suficientes como para diagnosticar la enfermedad.

A

B

Figura 3. Sero- y PCR-perfiles (desde la semana 7 de vida) frente a PCV2 de una granja afectada por circovirosis porcina entre las 8 y 14 semanas de vida (recuadro con línea discontinua) (A), y otra aparentemente normal, sin síntomas compatibles con la enfermedad (B). Por otro lado, se ha detectado PCV2 (por PCR) en suero de cerdos al menos hasta 28 semanas de vida, y en algunos casos esta positividad (desconociendo si es continua o intermitente) ha durado al menos hasta 21 semanas. Es por ello que se cree que, en un cierto porcentaje de animales, el PCV2 puede establecer una infección persistente en los cerdos. El virus se ha podido detectar en distintas vías potenciales de excreción, incluyendo secreciones nasales, saliva, tonsila, moco traqueal, orina, heces, semen y secreciones oculares, lo que indicaría que PCV2 podría excretarse potencialmente por cualquier vía orgánica. Es más, los animales que padecen una circovirosis porcina, además de presentar una carga vírica significativamente superior en suero, también excretan significativamente más cantidad de virus.

Se asume que la ruta de transmisión de PCV2 más probable sea la vía oro-nasal, lo que indicaría que la transmisión horizontal (cerda-lechón o lechón-lechón) son eventos frecuentes o muy frecuentes. Si entre los 2 y 4 meses de vida se infectan prácticamente todos los animales en una granja, PCV2 tiene que ser un virus altamente contagioso. No obstante, quizás el dato de interés más reciente sea la demostración de que no solamente PCV2 es transmisible, sino que también se puede transmitir la circovirosis porcina de un cerdo enfermo a uno sano. A pesar de que ello pueda suponer una obviedad a la vista de la mayoría de lectores, no lo era desde el punto de vista científico. También es cierto que en algunos de los modelos de transmisión documentados, casi siempre existe la co-infección con algún otro patógeno, cosa que no debería sorprender ya que… ¡es lo que suele ocurrir en condiciones de campo! Por otro lado, se sabe que PCV2 se puede detectar en el semen, pero si ello es suficiente como para causar una infección intrauterina con consecuencias patológicas (muerte embrionaria, muerte fetal o bien subsiguiente desarrollo de circovirosis porcina por parte de los fetos infectados), se desconoce en la actualidad. 4. Signos clínicos y hallazgos de necropsia ¿podemos diagnosticar la circovirosis porcina en la granja? (18-01-2008) La presentación clínica de las enfermedades tiende a cambiar con el tiempo, ya que durante su aparición y sus primeros meses/años de ocurrencia tiende a comportarse de forma epizoótica, y posteriormente tiende a la “estabilización” relativa en un marco enzoótico. Esta situación, por supuesto, tampoco escapa a la circovirosis porcina. Por otro lado, el curso de la epidemiología de una enfermedad suele tener un efecto muy marcado sobre la forma en que se percibe clínicamente a nivel de campo. Mientras que a finales de los años 90 y hasta 2003, aproximadamente, la circovirosis porcina se caracterizaba por un muy marcado incremento del porcentaje de mortalidad y de cerdos retrasados en el crecimiento en un número relativamente elevado de granjas, esta situación ha ido atenuándose con el tiempo, de manera que al día de hoy estos porcentajes son generalmente menores y en un número más limitado de granjas. Ello no significa, no obstante, que de forma particular aún existan casos concretos de granjas con altos porcentajes de mortalidad y de animales retrasados.

Fig. 1. Cerdo clínicamente afectado con circovirosis porcina, con espina dorsal marcada y pelo largo. Lógicamente, el retraso en el crecimiento es un hallazgo característico de la circovirosis porcina, pero existen muchas otras enfermedades porcinas que cursan con esta sintomatología.

Los signos clínicos que tradicionalmente han definido la circovirosis porcina son la mortalidad y el retraso en el crecimiento (fig. 1), tal como se ha dicho, pero también son sugestivos de la enfermedad el incremento de tamaño de linfonodos subcutáneos (básicamente linfonodos inguinales superficiales), la palidez corporal (anemia), las alteraciones respiratorias (disnea), la diarrea y, ocasionalmente, la ictericia. La frecuencia de estos hallazgos debe considerarse variable. En algunas granjas, conjuntamente con una mortalidad incrementada, dominan los problemas respiratorios; mientras que otras se caracterizan sobretodo por alteraciones digestivas o simplemente por retraso en el crecimiento. En la mayoría de los casos de circovirosis porcina, ha sido una constante la falta de respuesta a los tratamientos antibióticos. Esta situación es la que sugirió, ya desde un principio, el posible efecto inmunosupresor de esta enfermedad. También es importante destacar que la aparición del proceso clínico tiende a tener un carácter “individual”; es decir, los animales que enferman suelen encontrarse distribuidos de forma irregular dentro de la nave afectada. Por tanto, es frecuente que aparezcan uno o dos animales afectados por corralina, de forma aparentemente aleatoria, y el resto de cerdos de la misma corralina se mantienen sanos sin ningún indicio de enfermedad. Por tanto, y a pesar de que la transmisión horizontal de la enfermedad ha sido demostrada (ver capítulo 3), existe también una susceptibilidad individual, probablemente de origen genético. Actualmente no se conocen los determinantes de esta aparente susceptibilidad genética, pero no se trata de un problema de raza, sino de línea genética concreta en contextos de granja determinados. Cabe recordar que la circovirosis porcina es una enfermedad multifactorial y la genética animal debe considerarse como un factor más en el “rompecabezas” de esta entidad patológica.

Fig. 2. Pulmón afectado de neumonía intersticial de un cerdo con circovirosis porcina y co-infectado con el virus del síndrome respiratorio y reproductivo porcino (PRRSV). Esta “combinación infecciosa” es relativamente frecuente a nivel de campo; macroscópicamente no es posible discriminar entre estas dos infecciones, por lo que se requieren estudios laboratoriales para confirmar el diagnóstico etiológico.

Fig. 3. Riñón de un cerdo con circovirosis porcina. La existencia de manchas blanquecinas distribuidas de forma generalizada en el riñón es un indicio relativamente potente (en una situación clínica compatible con la enfermedad) de una posible circovirosis porcina. Este riñón presenta, concomitantemente, un quiste renal (flecha). La necropsia siempre es un elemento diagnóstico importante para la mayoría de enfermedades, y también para la circovirosis porcina. Al margen de unas lesiones concretas que a continuación repasaremos, el hallazgo patológico quizás más relevante en casos de circovirosis porcina es el hecho de que al necropsiar unos cuantos animales, generalmente, no se obtiene un “patrón patológico” específico. En otras palabras, es frecuente que exista una variabilidad importante entre los hallazgos de necropsia, y que coincidan en la misma visita animales con evidencias de un proceso respiratorio, otros con diarrea, otros que mueren de úlcera gástrica y otros sin indicios macroscópicos claros de muerte. Esta situación patológica sugiere otra vez el carácter inmunosupresor de la circovirosis porcina. En la tabla que acompaña este artículo se resumen las lesiones macroscópicas que más habitualmente deberían hacer sospechar de una posible circovirosis porcina en granja. Por otro lado, como ya se ha señalado, se pueden encontrar muchas otras lesiones dependiendo de las enfermedades concomitantes que puedan padecer los animales, y no es raro encontrar cerdos que presentan consolidación pulmonar cráneo-ventral (bronconeumonía catarral-purulenta, indicadora de una infección bacteriana pulmonar), úlcera gástrica de la pars esofágica, mono o poliserositis (infecciones bacterianas sistémicas), colitis catarral o fibrino-necrotizante, etc. Al fin y al cabo, la expresión clínica de una granja que sufre circovirosis porcina acabará siendo aquella que aúne el conjunto de las distintas enfermedades presentes, con un dominio mayoritario de animales con retraso en el crecimiento y elevada mortalidad. Por tanto, no debería sorprender en base a lo señalado anteriormente, que el diagnóstico definitivo de la circovirosis porcina no pueda establecerse exclusivamente en base a los hallazgos clínicos y macroscópicos. Lo que la sintomatología clínica y la necropsia aportan son indicios, más o menos consistentes, de que podría tratarse de una circovirosis porcina. Lógicamente, cuanto más evidente sea el cuadro clínico y exista una mayor cantidad de animales con lesiones asociables de forma directa a la enfermedad (ver tabla), más probable es que se trate de una circovirosis porcina. No obstante, y vaya por delante (dado que este será el tema del próximo artículo), el diagnóstico definitivo de la enfermedad, al menos a día de hoy, necesita al menos del estudio histopatológico de los órganos linfoides de los animales afectados.

Resumen de las lesiones macroscópicas que más habitualmente se asocian a la circovirosis porcina.

Hallazgo macroscópico

Interpretación

Espina dorsal marcada (emaciación)

Efecto habitual en la infección por PCV2 en animales que desarrollan clínicamente la circovirosis porcina

Ausencia de colapso pulmonar (fig. 2)

Muy probable neumonía intersticial. Efecto habitual asociado a la infección por PCV2, aunque también puede ser causado por distintos agentes víricos, entre otros el virus del síndrome respiratorio y reproductivo porcino (PRRSV), o incluso ser el efecto sumatorio de distintos agentes víricos

Linfadenopatía regional o generalizada

Efecto característico de la infección por PCV2 en animales que desarrollan clínicamente la circovirosis porcina; se debe a un cambio en las subpoblaciones de órganos linfoides, siendo la inflamación granulomatosa la responsable del incremento de tamaño final de los nódulos linfáticos

Atrofia serosa de la grasa

Gelatinización de la grasa debido a la movilización de las grasas de reserva en un animal que va perdiendo peso y muestra emaciación. Es un efecto habitual de animales con circovirosis porcina que no mueren en fase aguda-subaguda y tienden a cronificarse. Tampoco es exclusivo de la misma.

Riñones con focos blanquecinos multifocales (fig. 3)

Muy probablemente nefritis intersticial. Es una lesión habitual que se asocia a la infección por PCV2, pero que puede deberse a otras causas, muchas de ellas mal determinadas

Atrofia hepática / hepatomegalia

Efecto ocasional o muy ocasional en la infección por PCV2 en animales que desarrollan circovirosis porcina y que muestran ictericia. Sistemáticamente corresponde a una inflamación (hepatitis) grave del hígado

5. Diagnóstico de la circovirosis porcina: criterios individuales y de granja (19-02-2008) Los criterios de diagnóstico de la circovirosis porcina (CP) no han cambiado en los últimos 10 años. Concretamente, se considera que un cerdo, como individuo, padece específicamente de CP cuando presenta síntomas clínicos caracterizados por retraso en el crecimiento y/o alteraciones respiratorias/digestivas, lesiones histopatológicas características en órganos linfoides (moderada a marcada depleción linfocitaria con infiltración histiocitaria) y presencia de circovirus porcino tipo 2 (PCV2) en cantidad moderada a elevada en esas lesiones linfoides (Fig. 1). No obstante, la claridad de estos criterios diagnósticos está mediatizada por una serie de aspectos subjetivos que los concierne. El objetivo de este artículo es precisamente discutir aquellos temas de diagnóstico que son relevantes desde el punto de vista práctico y que escapan, de alguna manera, a la definición de la enfermedad.

Figura 1. El diagnóstico de la circovirosis porcina es relativamente sencillo, aunque se basa en la evaluación subjetiva del patólogo. Por tanto, en un cerdo con desmedro, la existencia de una marcada depleción linfocitaria con infiltración histiocitaria en órganos linfoides y una elevada cantidad de genoma de PCV2 (fotos de la derecha) constituyen un diagnóstico de CP. Si el animal con desmedro solo presentara ligeras lesiones en órganos linfoides y baja cantidad de PCV2 (fotos de la izquierda), no se podría establecer un diagnóstico de CP. El primero de ellos se refiere a cuando hay que considerar que una granja padece de CP. Actualmente es bien sabido que una granja con buenos o muy buenos parámetros productivos puede tener casos esporádicos de la enfermedad. Por tanto, si fuéramos estrictos, sería prácticamente imposible declarar granjas "libres" de CP. Es por ello que ha habido tanta controversia en relación a la decisión sobre si una granja, una región o incluso un país (por ejemplo, Australia) sufren o no esta enfermedad. Esta controversia viene dada también, lógicamente, por el carácter ubicuo del agente causal esencial de la enfermedad, el PCV2. De toda esta discusión surgió la necesidad de establecer un diagnóstico "de granja", en el cuál se aunara el diagnóstico del proceso en animales individuales con la situación epidemiológica de la explotación. Este diagnóstico "de granja" incluye dos grandes criterios que deben cumplirse a la vez:

1) Incremento significativo de la mortalidad y de los signos clínicos compatibles con una CP (examen clínico). 2) Consecución del diagnóstico individual de CP (examen laboratorial).

Para solucionar el concepto de "significancia" del primer punto se ha realizado una aproximación "estadística" mediante la utilización del test de Chi-cuadrado o bien de la media de mortalidad ± 1,66 x desviación estándar (consultar la web www.pcvd.net para más detalles). El problema de estos cálculos es que se necesita tener datos previos de mortalidad en la granja, y ello no es siempre factible. Cuando estos datos no se encuentran disponibles, se considera que un

aumento de más del 50% en relación a la media de la mortalidad regional es sospechoso de una posible CP. No obstante, aquí también hay el problema de que debe conocerse la mortalidad media en una región o zona geográfica, hecho usualmente difícil. Alguien podría pensar que se está "rizando el rizo" para con el diagnóstico de esta enfermedad, pero ello es producto de una historia de más de 10 años, donde la controversia mencionada ha sido lo habitual, y donde la "necesidad" de máxima precisión ha sobrepasado los límites de la normalidad diagnóstica en enfermedades del cerdo. De hecho, cabe destacar que este primer criterio del diagnóstico "de granja" es, además, muy limitado; su utilización tiene sentido en un contexto de enfermedad epizoótica (dado que la mortalidad "problema" se compara con una mortalidad anterior que se debe considerar normal para una granja determinada) y no es aplicable a la situación enzoótica, que es la habitual en la actualidad.

Figura 2. De cara a una adecuada selección de animales para el diagnóstico de una CP deben evitarse animales con afectación clínica crónica. Un cerdo con caquexia prácticamente nunca es diagnosticado como una CP, y no se puede establecer si en una fase anterior del cuadro clínico (aguda o subaguda) el mismo animal la padecía. Un segundo tema de diagnóstico muy relevante afecta directamente al veterinario clínico: selección del cerdo a estudiar de forma individual (histopatología con detección de PCV2). En otras palabras, ¿cómo sabemos que un cerdo determinado es representativo de una CP? La respuesta a esta pregunta no es fácil. Se sabe que un cerdo afectado por la enfermedad puede desarrollar un cuadro clínico de desmedro y no morir en la fase aguda o subaguda del proceso, de manera que acaba desarrollando un proceso crónico. En esta fase crónica, las lesiones histológicas en los órganos linfoides pueden haber remitido hasta un punto de ser consideradas leves o inexistentes y, en ambos casos, el diagnóstico individual de CP no se produciría (Fig. 2). Por tanto, para "salvar" esta situación de representatividad de los animales a examinar es necesario seleccionar cerdos en la fase más aguda/subaguda del proceso (animal con no más de una semana desde el inicio del cuadro clínico) y estudiar el mayor número de cerdos posible. Este último punto siempre será complicado debido al coste de los análisis. Idealmente se recomendaría realizar el diagnóstico laboratorial en 5 cerdos, dado que garantizan que si la CP es una enfermedad relevante en la granja (asociada a más del 50% de la mortalidad existente), al menos 1 de los 5 animales va a tener un diagnóstico positivo con una probabilidad del 95% (¡otra vez estadística!). En resumen, estas reflexiones han pretendido ahondar en algunos puntos clave del diagnóstico práctico de la CP y que habitualmente no se tratan en los libros de texto o en los artículos científicos. Por tanto, es importante enfatizar más que nunca que un cerdo con desmedro no es necesariamente un cerdo con CP, y que

un diagnóstico laboratorial negativo en relación a CP no descarta necesariamente la existencia de la enfermedad en la granja. A pesar de que estos comentarios parecen ser potestad de la CP, cabe recordar que también son aplicables a muchos otros procesos patológicos. 6. Inmunología frente a PCV2: ¿Qué diferencia un animal subclínicamente infectado de un animal con circovirosis porcina? (18-03-2008) Desde su primera descripción patológica, la circovirosis porcina se consideró una enfermedad del sistema inmunitario del cerdo. Las lesiones histológicas características de la enfermedad se centran en órganos linfoides y el virus se encuentra mayoritariamente en células de la línea monocito-macrófago. No obstante, y después de más de 10 años de estudios sobre la enfermedad, actualmente aún se desconoce como se establece la interacción del virus y el sistema inmunitario en la fase inicial de la infección y cómo evoluciona esta interacción hacia la circovirosis porcina o bien hacia una infección subclínica. Curiosamente, tampoco se ha establecido el mecanismo por el cual se genera la depleción linfocitaria en órganos linfoides en asociación con la infección por PCV2. Es por ello que en esta sección se resumen aquellos conocimientos más relevantes que se tienen en la actualidad en cuanto a la respuesta inmunitaria frente a PCV2. Por otro lado, a día de hoy, empiezan a disponerse datos sobre la respuesta inmunitaria que genera la vacunación de PCV2, lo que se comenta brevemente en este artículo. Las infecciones experimentales con PCV2 han demostrado que los cerdos generan una respuesta de anticuerpos frente al virus a partir de los 10-21 días post-infección. Estos anticuerpos generados por la infección tienden a durar meses, y aunque no existen estudios realizados a largo plazo, al menos sí se constata que un grupo de animales continúa presentando anticuerpos frente a PCV2 entre las 14 y 18 semanas post-infección. De alguna manera se considera que, al menos parcialmente, la inmunidad humoral calostral es protectora. Ello se basa en:

1. la práctica inexistencia de descripciones de la circovirosis porcina en animales de menos de 4 semanas de vida (edades en las que los cerdos generalmente presentan un elevado título de anticuerpos frente al virus); 2. la generación de una infección exclusivamente subclínica cuando los animales se infectan en presencia de títulos elevados de anticuerpos séricos; 3. los cerdos no afectados por la enfermedad tienden a tener una cantidad de anticuerpos sero-neutralizantes (y también totales) frente a PCV2 significativamente mayores que los que enferman (Fig. 1).

Figura 1. Distribución de los títulos de neutralización viral al 50% en animales con circovirosis porcina (círculos amarillos) y animales con una infección subclínica por PCV2 (círculos vacíos). Nótese que la mayoría de animales con la enfermedad se encuentran a la izquierda de la figura (baja cantidad de anticuerpos neutralizantes), mientras que los subclínicamente infectados con PCV2 dominan en el centro y derecha de la misma (media y elevada cantidad de anticuerpos neutralizantes). Las líneas verticales discontínuas marcan los valores de títulos de anticuerpos neutralizantes de 1/16 y 1/512. Adaptado de Fort et al., 2007. Este último punto es relevante, dado que una de las razones por las cuales se cree que los productos vacunales frente a PCV2 funcionan con gran eficacia (tema a tratar en el último de los artículos de esta serie), es el hecho de que éstos son capaces de generar una respuesta de anticuerpos neutralizantes importante. El problema diagnóstico que se nos presenta desde el punto de vista serológico, es que para lograr ver estas diferencias entre animales sanos y enfermos es necesario realizar estudios con un amplio número de sueros (estudios de casos y controles). Ello es de gran valor científico, pero poco útil desde el punto de vista práctico; por tanto, la serología no permite establecer un diagnóstico inequívoco de circovirosis porcina. Se ha sugerido que una combinación de técnicas laboratoriales, incluyendo la PCR cuantitativa y el test de neutralización viral, podría ser de utilidad diagnóstica. No obstante, el coste económico de estas dos técnicas combinadas sería extremadamente alto y no mejoraría sensiblemente el diagnóstico basado en estudios histopatológicos y de detección de PCV2 en tejidos linfoides. Actualmente se desconocen en gran medida los mecanismos de inmunidad celular que se generan en los animales infectados con PCV2 y que desarrollan o no circovirosis porcina. No obstante, si se sabe que los cerdos afectados por circovirosis porcina sufren marcados cambios de las subpoblaciones de células del sistema inmunitario y desequilibrios de citoquinas (Fig. 2). Se ha propuesto que la persistencia del virus en las células dendríticas podría provocar una alteración de la competencia de la defensa inmune, debido a que el reconocimiento de las “señales de peligro” de los patógenos por parte de estas células se ve comprometido. En otras palabras, PCV2 provocaría un perjuicio sobre el factor de maduración de las células dendríticas, evitando así que se desarrollen respuestas inmunitarias eficientes frente a otros patógenos y, probablemente, frente al propio PCV2. El conocimiento sobre el posible efecto de la vacunación frente a PCV2 sobre la respuesta inmune celular es mínimo en la actualidad. No obstante, datos preliminares sobre la vacunación de PCV2 en cerdas indican que en el calostro existe transferencia de leucocitos antígeno-

específicos frente al virus. Es de suponer que próximamente se genere información científica importante sobre la respuesta inmunitaria frente a PCV2 en cerdos vacunados en comparación a no vacunados.

Figura 2. Cuadro-resumen de las alteraciones de las subpoblaciones celulares en sangre, timo y órganos linfoides secundarios (tonsila, nódulos linfáticos y bazo) que suceden en casos de circovirosis porcina. Por tanto, en base a los resultados disponibles de inmunidad humoral y celular, es lógico pensar que los animales afectados de circovirosis porcina presenten un síndrome de inmunodeficiencia adquirida. En este contexto inmunitario, no obstante, no se debería olvidar el principio de “multifactorialidad” que caracteriza a esta enfermedad. Por un lado existen factores asociados directamente al propio sistema inmune, pero no se deben olvidar otros temas como la genética del huésped y la interacción con otros factores desencadenantes (cuyos mecanismos también desconocemos). Todos ellos son aspectos que modulan con toda seguridad la respuesta inmunitaria de los cerdos infectados con PCV2, sea hacia la ocurrencia de circovirosis porcina o sea hacia la infección subclínica. 7. Factores de riesgo y/o desencadenantes de la circovirosis porcina (29-04-2008) La circovirosis porcina (CP) es, probablemente, uno de los mejores ejemplos de enfermedad multifactorial en la especie porcina. Aunque ya no existe duda de que circovirus porcino tipo 2 (PCV2) es el factor esencial para que ocurra la enfermedad, también sabemos que este virus es ubicuo y es extremadamente difícil encontrar una granja libre de su infección. Por tanto, que tengamos un impacto muy significativo de la enfermedad o simplemente una infección

subclínica, no depende esencialmente del agente vírico (probablemente sólo en parte, según el genotipo de PCV2 que pueda estar infectando), sino de aquellos otros factores referidos como de riesgo o desencadenantes, o incluso “empeoradores” (del inglés, “worsening factors”).

El factor más crucial inicialmente citado fue el manejo. No obstante, éste es un concepto muy amplio e inespecífico. El origen del mismo se encuentra en la Bretaña (Francia). Entre los años 1995-97, al inicio de una epizootia que fue llamada “maladie de l’amagrissement du porcelet” (MAP) (lo que actualmente llamamos CP), se observó que las granjas más afectadas y con mayores pérdidas presentaban, generalmente, obvias desviaciones de lo que se llamaría un manejo adecuado de los animales e instalaciones. Es por ello que el Dr. François Madec (AFSSA, Francia) hizo un listado de medidas de manejo con el objetivo de mejorar la situación anómala observada. Estas medidas estaban claramente orientadas al tipo de granja francés (ciclos cerrados de 100 a 400 cerdas, mayoritariamente), y efectivamente tuvieron un efecto positivo sobre la MAP si se aplicaban adecuadamente. En otras palabras, un buen manejo reduce las posibilidades de sufrir CP o bien tiende a minimizar los efectos de la enfermedad. No obstante, es importante señalar que simplemente con estas medidas no es posible recuperar los valores productivos previos al proceso clínico en la mayoría de los casos. Por tanto, a pesar de ser un punto absolutamente fundamental para el correcto funcionamiento de cualquier granja de cerdos, la mejora del manejo per se no constituye el elemento crucial de control de la CP. Eso si, controlar la CP en una situación de manejo inadecuado puede ser virtualmente imposible. Un segundo punto fundamental al hablar de factores de riesgo para la CP son las enfermedades concomitantes. Tanto desde el punto de vista epidemiológico como experimental se ha constatado que co-infecciones de PCV2 con el virus del síndrome respiratorio y reproductivo porcino (PRRSV), parvovirus porcino (PPV) y Mycoplasma hyopneumoniae pueden implicar sufrir graves pérdidas asociadas a la CP en la granja correspondiente. Es por ello que sistemáticamente, y en ausencia de vacuna frente a PCV2, se ha recomendado que el punto más importante de control de la CP pasa por el control de las enfermedades concurrentes. Aquí sucede lo mismo que con el manejo; controlar la co-infección no necesariamente implica la desaparición de la CP, pero sí disminuye su impacto. Ello también es reflejo de la complejidad patológica que al día de hoy sufren nuestras granjas, implicando lo difícil que es discriminar

“qué causa qué” en cada caso. Específicamente, el PRRSV se ha considerado como el patógeno más importante de cara a potenciar la CP, y la pregunta automática en caso de padecer la enfermedad siempre era si también había PRRSV. No obstante, uno debería preguntarse también lo mismo pero al revés; en caso de padecer una infección clínica por el PRRSV, ¿hasta que punto la sintomatología observada no es participada también por la co-existencia de CP? Se ha demostrado retrospectivamente que algunos procesos de enfermedad respiratoria en transición y principios de engorde ocurridos a inicios de la década de los 90 y atribuidos al PRRSV eran, concomitantemente, típicos casos de CP. Por tanto, está claro que la distinción clínica entre dos enfermedades como el PRRS y la CP es extremadamente difícil y es fácil confundir una con la otra si no se aplican las herramientas diagnósticas adecuadas. La genética porcina se considera también un factor clave en la susceptibilidad y/o resistencia a la CP. A pesar de no tenerlas seriamente en cuenta con anterioridad al 2002, existía un número creciente de evidencias de que algunas líneas genéticas o familias concretas eran más susceptibles a la enfermedad. En la actualidad, éste es un hecho claramente demostrado, pero el mecanismo de resistencia o susceptibilidad y los genes involucrados son actualmente desconocidos. De hecho, el cambio de línea genética de verraco fue ampliamente utilizado en España, mayoritariamente con éxito, con el objeto de disminuir el impacto de la enfermedad hace unos pocos años. Lógicamente, este artículo podría expandirse de forma significativa simplemente comentando los factores de riesgo concretos asociados a la presentación de la CP (tabla 1). No obstante, cabe destacar que la determinación de estos factores se basa específicamente en la realización de estudios epidemiológicos de tipo caso-control, lo que implica también que los resultados obtenidos en un estudio pueden ser distintos e incluso contradictorios con los de otro. Por tanto, a pesar de que el mundo científico-técnico está de acuerdo en los tres grupos genéricos de factores desencadenantes comentados (manejo, enfermedades concomitantes y genética), la concreción de los mismos puede ser una tarea difícil. Ello es especialmente claro cuando nos encontramos ante una situación de CP en una granja específica y es necesario eliminar o tratar de eliminar el principal factor desencadenante de la misma. ¿Cómo se puede determinar este factor de riesgo concreto? ¿Qué impacto tendrá la eliminación del mismo? ¿Cúan fácil será eliminarlo? (i.e., tener la infección por el PRRSV como principal factor de riesgo “aparente” no significa que podamos eliminarlo con facilidad – “aparente” porqué ¿quién asegura que es el único o el principal factor de riesgo?). Es por ello que la llegada de productos vacunales de contrastado éxito frente a PCV2 ha provocado, mayoritariamente, el olvido de que la CP es una enfermedad multifactorial. Tabla 1. Resumen de algunos de los factores de riesgo/protección concretos más significativos en relación a la CP. Es importante destacar que esta tabla representa una recopilación de datos de distintos estudios, lo que no significa que todos y cada uno de ellos obtuvieron los mismos resultados; en algunos casos, estos resultados fueron contradictorios y algunos de ellos se pueden llegar a considerar efectos espurios o simplemente relaciones estadísticamente significativas pero con aparente ausencia de significado biológico.

Factores que incrementan el riesgo de padecer CP

Factores que disminuyen el riesgo de padecer CP

• PCV2:

– Infección temprana de la población. – Cerdas con infección por PCV2 o con títulos serológicos bajos frente a este virus.

• Co-infecciones/vacunaciones:

– Infección con el PRRSV / vacunación de la reposición frente al PRRSV. – Infección con parvovirus porcino. – Infección con Mycoplasma hyorrhinis. – Infección con Mycoplasma hyopneumoniae. – Vacunación frente a Mycoplasma hyopneumoniae (algunas vacunas).

• Existencia de otras granjas afectadas de CP en el área (< 3 km). • Transiciones con corralinas muy grandes. • Adopciones en maternidad. • Tamaño de granja (>400 cerdas). • Obtención de semen en la propia granja e inseminación artificial – resultados contradictorios entre distintos estudios.

• Bioseguridad:

– Cuarentena de credos/as introducidos en la granja. – Cambio de botas y ropa a la entrada de las naves. – Mayor distancia en relación a una granja afectada.

• Períodos de vaciado relativamente largos en transición y en parideras. • Cerdas destetadas colectivamente en corralinas. • Sistemas de auto-reposición. • Tratamientos frente a parásitos externos. • Vacunación de las cerdas frente a rinitis atrófica y Escherichia coli.

8. Prevención y control de la circovirosis porcina (26-05-2008) Esta serie de artículos sobre la circovirosis porcina (CP) llega a su fin con la temática que probablemente ha ofrecido más novedades en los últimos 3 años sobre esta enfermedad y su agente causal, circovirus porcino tipo 2 (PCV2). Lógicamente, este comentario se refiere a la aparición de vacunas comerciales en algunos países Europeos y en Norteamérica. Si en el año 2005, más de 7 años después de la asociación del virus con la enfermedad, aún existían dudas y claroscuros en relación a la etiología de la CP, aparentemente estas dudas se encuentran disipadas al día de hoy. Sin embargo, esta tendencia no se debe a las investigaciones científicas durante los últimos 10 años con el virus y la enfermedad, y a la existencia de más de 600 artículos publicados en revistas internacionales con revisión de expertos que se encuentran en la base de datos de MedLine se debe casi exclusivamente al espectacular resultado que las vacunas frente a PCV2 han tenido en escenarios de enfermedad epizoótica, especialmente en Estados Unidos y Canadá, pero también en Europa. Debo reconocer que, como científico, tengo un sentimiento doble: por un lado, de frustración… ¡Cuántas horas de discusión vana! ¡Cuánta incomprensión!

¡Qué poco aprecio por la investigación científica realizada en los últimos 10 años a nivel mundial! Pero, por otro lado, de optimismo creciente, en el sentido que más tarde o más temprano las cosas se van poniendo en su sitio y que el tiempo también da una perspectiva mucho más sabia que cualquier investigación científica concreta. No obstante, dejando de lado posiciones personales, es importante resaltar el camino realizado hasta llegar al momento presente. En el fondo, la historia de PCV2 y la CP no es más que una historia de éxito en relación a como enfrentarse a una enfermedad emergente: después de su descripción inicial y su potencial asociación a ese nuevo virus dentro de un marco multifactorial, el desarrollo de estrategias de control era estrictamente necesario. Los inicios de control y prevención de la CP se los debemos al Dr. François Madec y a sus famosos 20 puntos (Tabla 1). En el fondo no eran más que una recapitulación de cómo manejar una granja de cerdos de forma correcta; lo que a los norteamericanos les gusta llamar “back to the basics” (volver a lo básico). Y, efectivamente, estos 20 puntos de Madec pasarán a la historia de la CP como el sistema más consistente que permitía, en ausencia de otras posibilidades, e incluso en el desconocimiento de la etiología del proceso, tratar de controlar la enfermedad. A medida que el tiempo pasaba, los primeros estudios de casos y controles indicaron que existían factores de riesgo para la CP, cuyo control permitía mejorar la situación clínica. La existencia de enfermedades concomitantes (especialmente el virus del síndrome respiratorio y reproductivo porcino, PRRSV), la utilización de ciertos adyuvantes vacunales en coincidencia con momentos concretos de la infección por PCV2 y la adopción de ciertas líneas genéticas o familias de verracos se encontrarían entre estos factores desencadenantes. También se ensayaron actuaciones desesperadas, como fue en su día la “suero-terapia”, aunque ahora nos parece algo muy lejano en el tiempo. Lógicamente, todas estas actuaciones tenían su sitio en el ámbito de una enfermedad de la cuál se desconocían muchos factores asociados (¡aún los desconocemos, de hecho!). Pero todo ello cambió a partir de finales de 2004. Tabla 1. Los llamados “20 principios de Madec” corresponden a una serie de medidas de manejo con el objetivo de disminuir la presión de infección frente a prácticamente cualquier patógeno. Fueron (y son) de gran utilidad en relación al control de la circovirosis porcina, especialmente ante la no disposición de productos vacunales.

Fase de producción Acción a realizar

Paridera

1. Vaciado de la fosa, limpieza y desinfección entre lotes (equivalente a un estricto todo dentro-todo fuera) 2. Limpiar las cerdas y tratarlas frente a parásitos antes de parir 3. Limitar las adopciones en paridera a exclusivamente aquellas que sean estrictas, y en las primeras 24 horas de vida

Transición

4. Utilizar corralinas pequeñas (<13 animales), con particiones sólidas 5. Vaciar la fosa, limpieza y desinfectar; realizar todo dentro-todo fuera 6. Densidad de animales adecuada a 3 lechones/m2 7. Garantizar al menos 7 cm de espacio de comedero por lechón

8. Garantizar una buena calidad de aire (NH3<10ppm, CO2<0,15%) 9. Garantizar una temperatura ambiental adecuada 10. No mezclar lotes

Engorde/finalización

11. Utilizar corralinas pequeñas, con particiones sólidas 12. Vaciar la fosa, limpieza y desinfectar; realizar todo dentro-todo fuera 13. No mezclar animales procedentes de distintas corralinas de la transición 14. No mezclar animales procedentes de distintas naves 15. Densidad de animales adecuada a >0,75 m2/cerdo 16. Garantizar una buena calidad de aire

Otros

17. Asegurar un programa vacunal adecuado 18. Asegurar un flujo de animales adecuado entre naves 19. Higiene estricta (en castración, inyecciones, etc.) 20. Separación lo más rápida posible de los animales enfermos; ponerlos en instalaciones hospitalarias

¿Qué pasó en 2004? Varios fenómenos relevantes. Por un lado, el lanzamiento al mercado de la primera vacuna frente a PCV2, inactivada, de aplicación en cerdas, en Francia y Alemania (con licencias de uso temporal). Por otro lado, el inicio de los graves problemas epizoóticos de CP en Norteamérica que propiciaron que los científicos norteamericanos ¿quiénes? empezaran a trabajar intensamente en una enfermedad que hasta ese momento la tenían casi desdeñada. Ello implica que, a partir de 2006, el mercado norteamericano dispusiera de prácticamente 4 vacunas frente al virus: la destinada a cerdas ya mencionada (en Canadá exclusivamente) y tres de aplicación en lechones (Tabla 2), que demostraron un efecto extremadamente positivo en relación a la prevención de mortalidad y número de cerdos con desmedro que se observa en la CP. Sería difícil encontrar un producto vacunal en el cerdo con mayor nivel de éxito que las vacunas frente a la infección por PCV2. Es más, los beneficios reales de estas vacunas probablemente no han sido estudiados del todo, dado que en general ha habido una concentración sobre la mortalidad y mucho menos en otros parámetros como la ganancia de peso, uniformidad de camada, uniformidad en matadero, etc. Los primeros estudios sobre estos efectos están empezando a ver la luz en la actualidad. Tabla 2. Vacunas frente a PCV2 actualmente disponibles en el mercado mundial.

Nombre de la

vacuna Compañía

Tipo de vacuna

Colectivo de

aplicación

Dosis y edad/momento de

aplicación

Circovac® Merial Inactivada, virus entero

Cerdas

2 dosis a primerizas en aclimatización, y 1 dosis por ciclo, subsiguientemente

Ingelvac Circoflex®

Boehringer-Ingelheim

Subunidad, proteína de la cápside

Lechones 1 dosis en lechones de 3 semanas en adelante

Porcilis PCV®

Intervet – Schering Plough

Sub-unidad, proteína de la cápside

Lechones 2 dosis, la primera en lechones de 3 semanas en adelante

Suvaxyn PCV2®

Fort Dodge

Inactivada, virus quimérico entero

Lechones 1 dosis en lechones de 3 semanas en adelante

Por tanto, la disponibilidad de vacunas frente a PCV2 ha supuesto un antes y un después en las granjas afectadas por CP que las han utilizado. ¿Lo podríamos haber logrado antes? Seguramente si, pero la existencia de patentes “bloqueadoras” y de unas autoridades Europeas extremadamente exigentes lo han frenado en gran medida. De hecho, en España, la primera vacuna frente a PCV2 (la de aplicación en cerdas) llegó en verano del 2007 y una segunda vacuna (frente a lechones) se espera para mediados/finales de 2008. El registro de las otras dos vacunas frente a lechones probablemente no llegue hasta 2009. No obstante, aún quedan muchos países con graves problemas de CP y donde estas vacunas no están aún registradas. Finalmente, concluir simplemente con una reflexión que quizás nos hemos hecho poco o que todavía no nos hemos hecho. La CP continúa siendo tan multifactorial ahora como cuando no disponíamos de productos vacunales; es decir, las vacunas han, sin duda, reforzado y confirmado el papel fundamental y esencial de PCV2 en la enfermedad, pero no han resuelto en ningún caso la etio-patogenia de la misma. El éxito de la vacunación no implica que el famoso “agente X” exista o no, desconocemos con precisión cuáles son los factores desencadenantes concretos, ya no a nivel de granja, sino a nivel individual, y perduran, a día de hoy, tantas otras cuestiones básicas desconocidas o con pocos datos disponibles. ¿Qué podemos esperar a partir de ahora con las vacunas frente a PCV2? Habrá que afinar los protocolos de vacunación: ¿a quién se vacuna, sólo a cerdas o sólo a lechones o a ambos?, ¿cuál es el papel de la inmunidad maternal, interfiere o no con la vacunación?, ¿cuál es el momento ideal de vacunación? (en este punto probablemente la serología, de mínimo interés diagnóstico en la actualidad, puede jugar un papel importante), y tantas otras preguntas de las cuales tenemos ciertas ideas genéricas pero no concretas. Y tan importante o más… ¿existen fallos vacunales con estos productos? Bueno… ya se verá, pero el primer punto para evitar estas situaciones potenciales es, como no, el diagnóstico. Podemos tener unas vacunas de gran eficacia, pero no hay que olvidar que para su aplicación debemos recabar una buena información diagnóstica y que, en todos los casos, un buen manejo y un buen control de las enfermedades concomitantes no deben de ser perdidos de vista en ningún caso. 9. Los anticuerpos maternales en el momento de la vacunación contra PCV2: ¿importan? (02-03-2011) Es bien sabido que el sistema inmunitario del cerdo juega un rol importante en el control de la infección por circovirus porcino tipo 2 (PCV2), manteniendo la infección subclínica en la mayoría de los casos. Sin embargo, una proporción variable de cerdos de una granja pueden desarrollar el síndrome del desmedro

multisistémico postdestete (PMWS), un síndrome multifactorial de inmunodeficiencia adquirida. Desgraciadamente todavía sabemos poco de los mecanismos inmunológicos precisos por los que un cerdo tiene una infección subclínica o desarrolla PMWS. Pese a este desconocimiento se desarrollaron vacunas contra PCV2. De hecho los productos comerciales actuales son muy eficaces para el control de PMWS e incluso para contrarrestar los efectos subclínicos de la infección por PCV2. Se ha observado una considerable reducción en las pérdidas productivas asociadas a PCV2 en los cerdos en crecimiento que han sido vacunados o cuyas madres han sido vacunadas. Esta mejora en la GMD y en la conversión, el descenso de la mortalidad y la reducción en los costes de medicación son algunos de los beneficios observados en las granjas vacunadas. Se suele asumir que la eficacia de la vacuna contra PCV2 radica en el efecto protectivo de los anticuerpos anti-PCV2, ya sean adquiridos pasivamente (vacunación de las cerdas) o inducidos activamente (vacunación de los lechones). Además, la inmunidad celular es aparentemente un requisito para la eficiencia completa de la vacuna. También es de destacar que los valores elevados de anticuerpos maternales (AM) pueden interferir con la seroconversión activa tras una vacunación en dosis única en condiciones experimentales (figura 1). Concretamente se ha demostrado que los títulos de anticuerpos IPMA (ensayo de inmunoperoxidasa en monocapa) superiores a 10 log2 interfieren con el desarrollo de la respuesta humoral tras la vacunación contra PCV2. De este modo, la posibilidad de interferencia con AM en una población de cerdos puede depender de los títulos de anticuerpos de los lechones en el momento de la vacunación. Se sabe que la variabilidad de dichos títulos en una población depende de la variabilidad de los títulos de PCV2 de las madres. Por otra parte también se ha demostrado que hay una proporción de cerdos expuestos a PCV2 que no se infectan según el título de anticuerpos frente a PCV2 que tengan. Por esto parece obvio que los AM ejercen ciertos efectos tanto en la infección por PCV2 como en la seroconversión tras la vacunación contra PCV2.

Figura 1. Perfil de títulos IPMA de anticuerpos contra PCV2 de un grupo de lechones vacunados frente a PCV2 a las 3 semanas de edad (dosis única) y monitorización de la respuesta inmunitaria a las 3, 4 y 5 semanas post-vacunación (PV). Los cerdos se dividieron según sus títulos de anticuerpos a la hora de vacunarlos: los que tenían títulos ≤8 log2 y los ≥10 log2 (adaptado de Fort et al., 2009, Vaccine, 27: 4031–4037).

En consecuencia, el efecto de los AM sobre los parámetros productivos tras la vacunación contra PCV2 está bajo debate. Se ha publicado que las vacunas superan la posible interferencia si son capaces de proteger a una población de cerdos del desarrollo de PMWS y mejorar los parámetros productivos incluso en presencia de AM. Sin embargo, una cosa es superar la inmunidad maternal, lo que es cierto para todas las vacunas contra PCV2 del mercado, y otra es saber si se obtiene el máximo rendimiento de dichas vacunas independientemente del título de anticuerpos en el momento de la vacunación. Desde un punto de vista biológico, debe interpretarse que un grupo de animales tienden a organizarse en una distribución normal en cuanto a valores serológicos (figura 2). En dicho escenario, la proporción de animales representados en uno de los extremos de la curva (los que tienen los mayores títulos de anticuerpos) tendrán un riesgo superior de interferencia con los AM. Este punto ha sido poco abordado desde un punto de vista científico, probablemente a causa de la gran eficacia demostrada por estas vacunas. Sin embargo el amplio uso de estos productos en los últimos años y, se espera, en el futuro, incrementan la posibilidad de escenarios con fallos vacunales. Es muy probable que la mayoría de estos fallos putativos puedan tener otras causas, más relacionadas con efectos humanos (conservación de las vacunas, aplicación, …) que con la pérdida de eficacia del producto. Pero, en cualquier caso, estas situaciones deben investigarse y la edad a la que se vacuna según los títulos de anticuerpos son uno de estos casos.

Figura 2. Distribución de títulos IPMA de anticuerpos frente a PCV2 en una población de 152 lechones al destete. Los títulos representan una distribución normal. Basándose en la dinámica de los anticuerpos contra PCV2 y de la infección de una población de cerdos, se ha propuesto una “ventana de vacunación” (momento ideal para aplicar la vacuna) de un modo teórico. Dicha “ventana” se define como el rango de títulos de anticuerpos a los que el lechón debería vacunarse para minimizar la interferencia con los AM y, al mismo tiempo, asegurarse del desarrollo de una inmunidad protectiva antes de la exposición a PCV2. Evidentemente, esta aproximación se basa en una población estándar, pero las variaciones pueden no sólo aplicarse a animales individuales (figura 2),

sino también entre granjas (no todas las explotaciones tienen el mismo título medio de anticuerpos en el momento de la vacunación). Por lo tanto, ¿estamos sacando el mayor provecho a las vacunas contra PCV2 al decidir la edad de vacunación sin tener en cuenta las particularidades de cada población animal? www.3tres3.com