chéjov, anton - zinochka

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IMPRIMIR ZINOCHKA ANTON P. CHEJOV

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    ZINOCHKA

    ANTON P. CHEJOV

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    El grupo de cazadores pasaba la noche sobre unas brazadas defresco heno en la isla de un simple mujik. La luna se asomaba por laventana, en la calle se oan los tristes acordes de un acorden, el henodespeda un olor empalagoso, un tanto excitante. Los cazadores habla-ban de perros, de mujeres, del primer amor, de becadas. Despus quehubieron pasado detenida revista a todas las seoras conocidas y quehubieron contado un centenar de ancdotas, el ms grueso de ellos, queen la oscuridad pareca un haz de heno y que hablaba con la espesa vozpropia de un oficial de Estado Mayor, dej escapar un sonoro bostezo ydijo:

    -Ser amado no tiene gran importancia: para eso han sido creadaslas mujeres, para amarnos. Pero dganme: ha sido alguno de ustedesodiado, odiado apasionada, rabiosamente? No han observado algunavez los entusiasmos del odio?

    No hubo respuesta.-Nadie, seores? - sigui la voz de oficial de Estado Mayor -.

    Pues yo fui odiado por una muchacha muy bonita y pude estudiar enm mismo los sntomas del primer odio. Del primero, seores, porqueaquello era precisamente el polo opuesto del primer amor. Por lo de-ms, lo que voy a contarles sucedi cuando yo an no tena nocinalguna ni del amor ni del odio. Entonces tena ocho aos, pero estacircunstancia no hace al caso: lo principal, seores, no fue l, sino ella.Pues bien, presten atencin. Una hermosa tarde de verano, poco antesde ponerse el sol, estaba yo con mi institutriz Znochka, una criaturamuy agradable y potica, que acababa de terminar sus estudios, repa-sando las lecciones. Znochka miraba distrada a la ventana y deca:

    -Bien. Aspiramos oxgeno. Ahora dgame, Petia: qu exhala-mos?

    -Oxido de carbono - contest yo, mirando a la misma ventana.-Bien -asinti Znochka -. Las plantas hacen lo contrario: absor-

    ben xido de carbono y desprenden oxgeno. El xido de carbono es loque hay en agua de Seltz y en el tufo que se desprende del samovar...Es un gas muy venenoso. Cerca de Npoles se encuentra la Cueva del

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    Perro, en la que se desprende xido de carbono; cuando un perro entraen ella, no puede respirar y se muere.

    Esta desgraciada Cueva del Perro de cerca de Npoles es el l-mite de los conocimientos de qumica que ninguna institutriz se atrevea traspasar. Znochka defenda siempre con gran calor las cienciasnaturales, pero de la qumica apenas si saba algo ms que lo de estacueva.

    Bueno, me mand que lo repitiera. As lo hice. Me pregunt ques el horizonte. Yo contest. Y en el patio, mientras nosotros rumiba-mos lo del horizonte y la cueva, mi padre se preparaba para ir de caza.Los perros ladraban, los caballos se removan impacientes y coquetea-ban con los cocheros, los criados cargaban el cochecillo con toda clasede paquetes. Haba tambin otro coche en el que tomaron asiento mimadre y mis hermanas, que iban a la hacienda de los Ivanitski, dondecelebraban un cumpleaos. Sin contarme a m en casa se quedabanZnochka y mi hermano mayor, entonces estudiante, a quien le dolanlas muelas. Pueden imaginarse mi envidia!

    -As pues, qu aspiramos? -pregunt Znochka, mirando a laventana.

    -Oxgano...-S, y se llama horizonte el lugar en que nos parece que la tierra

    se junta con el cielo...Pero ambos coches se pusieron en marcha... Vi cmo Znochka

    sacaba del bolsillo un papelito, lo arrugaba nerviosamente y se loapretaba contra la sien. Luego se puso roja y mir el reloj.

    -Recuerde, pues -dijo-: cerca de Npoles est la Cueva del Pe-rro... -mir de nuevo el reloj y prosigui-, donde nos parece que elcielo se junta con la tierra...

    La pobrecilla, muy agitada, dio unos pasos por la habitacin ymir de nuevo el reloj. Hasta el fin de la leccin quedaba an ms demedia hora.

    -Ahora pasemos a la aritmtica -dijo, respirando fatigosamente ypasando con mano temblorosa las pginas del libro de problemas-.Resuelva el nmero 325, yo... volver ahora...

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    Sali. O que bajaba la escalera, y luego vi por la ventana suvestido azul que cruzaba por el patio y desapareca en el portillo deljardn. La rapidez de sus movimientos, el rubor de sus mejillas y laagitacin de que daba muestras, me intrigaron. Adnde haba ido?Para qu? Yo era muy precoz y no tard en comprenderlo todo: habaido al jardn para, valindose de la ausencia de mis severos padres,hartarse de frambuesas o cerezas! En tal caso, diablos!, tambin yoira a coger cerezas. Dej el libro de problemas y corr al jardn. Meacerqu a los cerezos, pero all no estaba. Dejando atrs los grosellerosy la choza del guarda, se diriga hacia el estanque, plida y temblandoal ms pequeo ruido. La segu, tratando de que no me viera, y meencontr, seores, con lo siguiente. En la orilla del estanque, entre dosrobustos y viejos sauces, estaba Sasha, mi hermano mayor; no dabamuestras de que le doliesen las muelas. Al mirar a Znochka que se leacercaba, todo l pareca resplandecer como un sol de felicidad. YZnochka, como si la llevasen a la Cueva del Perro y la obligasen arespirar xido de carbono, iba hacia l moviendo apenas las piernas,respirando fatigosamente y con la cabeza echada hacia atrs... Tododenotaba que era la primera vez en toda su vida que acuda a una cita.Pero acabaron por juntarse... Durante unos instantes se miraron ensilencio como sin dar crdito a sus ojos. Luego, cierta fuerza empuj aZnochka por la espalda, puso las manos en los hombros de Sasha einclin la cabeza sobre el chaleco de mi hermano. Sasha se rea, balbu-ceaba algo inconexo y, con la torpeza del hombre muy enamorado,tom con ambas manos la cara de Znochka. El tiempo, seores, eramaravilloso... El altozano tras el que se ocultaba el sol, los dos sauces,las verdes orillas, el cielo, todo esto, con Sasha y Znochka, se refleja-ba en el estanque. Pueden imaginarse la quietud que reinaba alrededor.Sobre los dorados carices volaban millones de mariposas de largasantenas, al otro lado del huerto pasaba la dula. En una palabra, comopara pintar un cuadro.

    De todo aquello lo nico que yo comprend es que Sasha besabaa Znochka. Esto era una inconveniencia. Si maman llegara a saberlo,los dos se ganaran una buena reprimenda. Con un sentimiento de ver-

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    genza que no sabra explicarme, volv al cuarto de las lecciones, sinesperar el fin de la cita. Con el libro de problemas ante m, pens entodo aquello. Por mi cara se deslizaba una triunfal sonrisa. Por unaparte, me era agradable ser dueo de un secreto ajeno; por otra, tam-bin era muy agradable la conciencia de que unas autoridades comoSasha y Znochka podan ser en cualquier momento denunciadas deinfraccin de las conveniencias mundanas. Eso lo poda hacer yo. Aho-ra estaban en mis manos y su tranquilidad dependa por completo demi generoso espritu. Ya veran lo que era bueno!

    Cuando me hube acostado, Znochka, segn su costumbre, entren mi cuarto para comprobar si estaba bien tapado y si haba hecho misoraciones. Mir su rostro bonito y feliz con una sonrisa irnica. Elsecreto pugnaba por salir al exterior. Era necesario dejar escapar unareticencia y disfrutar con el efecto.

    -Lo s! -dije con una risita.-Qu es lo que sabe?-Ji, ji! Vi cuando usted y Sasha se besaban junto a los sauces.

    La segu y lo vi todo...Znochka se estremeci toda roja y, abrumada por mis palabras,

    se dej caer en la silla sobre la que estaban el vaso de agua y la pal-matoria.

    -Vi cmo... se besaban... - repet con la risita de antes y disfru-tando con su turbacin-. Hola! Se lo dir a mam.

    La cobarde Znochka me mir atentamente y, convencida deque, en efecto, lo saba todo, se apoder desesperada de mi mano ybalbuce con un susurro tembloroso:

    -Petia, eso es una accin muy baja... Se lo suplico, por Dios...Ha de ser un hombre... no lo diga a nadie... Las personas decentes nose dedican a espiar... Es una vileza... se lo suplico...

    La pobre tema ms que al fuego a mi madre, una seora virtuo-sa y severa. Esto, por una parte. Por otra, mi cara sonriente no podapor menos de profanar su primer amor, un amor puro y potico. Pue-den, pues, imaginarse el estado de su espritu. Por culpa ma no durmien toda la noche y a la maana siguiente se present a la hora del t

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    con ojeras... Despus del desayuno, al encontrarme con Sasha, no re-sist a la tentacin de presumir y rerme de l:

    -Lo s! Ayer vi cmo te besabas con mademoiselle Zina.Sasha me mir y dijo:-Eres un imbcil.No era tan pusilnime como Znochka, y por eso no se produjo

    el deseado efecto. Eso me aguijone todava ms. Si Sasha no se habaasustado, era porque no crea que yo lo hubiera visto todo. Pues ya nosveramos las caras!

    Durante las lecciones, hasta la hora de la comida, Znochka nome mir y no cesaba de tartamudear. En vez de meterme el resuello enel cuerpo, trataba de ganarse mis favores, ponindome sobresalientes ysin quejarse a mi padre de mis travesuras. Dada mi precocidad, yoexplot el secreto como me vena en ganas: no estudi las lecciones,anduve por la habitacin con los pies por alto y le dije cuantas insolen-cias quise. En una palabra, si hubiera seguido as hasta hoy, me habraconvertido en un perfecto chantajista.

    En fin, pas una semana. El secreto ajeno me instigaba y ator-mentaba como si se me hubiese clavado una espina en el alma. Ardaen deseos de revelarlo y de gozar del efecto. Y en cierta ocasin, du-rante la comida, cuando tenamos muchos invitados, yo mir con mali-cia a Znochka, dej escapar una estpida risita y dije

    -Lo s... Ji, ji! Lo vi...- Qu es lo que sabes? -pregunt mi madre.Yo mir con ms malicia todava a Znochka y Sasha. Haba

    que ver cmo enrojeci la muchacha y cmo brillaron de clera losojos de Sasha! Yo me mord la lengua y no segu adelante. Znochkaacab por ponerse plida, apret los dientes y ya no prob bocado.Aquel da, durante la clase de la tarde, advert un profundo cambio enla cara de Znochka. Me pareci ms severo, ms fro, como de mr-mol, y sus ojos me miraban a la cara con una mirada extraa. Palabrade honor, ni siquiera en los perros que dan alcance al lobo vi nuncaunos ojos como aqullos. Comprend muy bien su expresin cuando enplena clase apret los dientes y me dijo rabiosa:

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    - Le aborrezco! Es usted asqueroso, repugnante! Si supieracmo le odio, cmo me desagradan su cabeza pelada al cero y susorejas de soplillo!

    Pero al instante se asust y dijo:-No me refiero a usted, estaba ensayando un papel...Luego, seores, por la noche vi que ella se acercaba a mi cama y

    durante largo rato estuvo mirndome a la cara. Me odiaba apasionada-mente y no poda vivir sin m. La contemplacin de mi odiada cara erapara ella una necesidad. Por lo dems, recuerdo que la noche era her-mosa... Ola a heno, todo estaba quieto, etc. La luna brillaba. Yo cami-naba por la avenida y pensaba en el dulce de cerezas. De pronto,Znochka, plida y hermosa, se me acerc, me agarr del brazo y, ja-deante, empez a explicarse:

    -Cmo te odio! A nadie he deseado tanto mal como a ti! Re-curdalo! Quiero que lo comprendas!

    Se dan cuenta? La luna, el plido rostro ardiendo apasionada-mente, la quietud... Hasta a m, un pequeo cerdo, me era agradable.La escuch y la mir a los ojos... En un principio me gust aquello porla novedad, pero luego, dominado por el miedo, lanc un grito y, co-rriendo con todas mis fuerzas, escap hacia la casa.

    Decid que lo mejor era quejarse a maman. Y me quej, contn-dole de paso cmo Sasha y Znochka se haban besado. Yo era unestpido y no saba a qu consecuencias iba esto a llevar; de otro mo-do, habra guardado el secreto... Maman, despus de orme, se pusoroja de indignacin y dijo:

    -Eres muy joven para hablar de estas cosas... Aunque, quejemplo para los nios!

    Mi maman era no slo virtuosa, sino tambin una mujer de mu-cho tacto. Para no originar un escndalo, no ech a Znochka al mo-mento, sino poco a poco, de una manera sistemtica, como sabenhacerlo las personas honestas, pero intolerantes. Cuando Znochka semarch de casa, su ltima mirada fue para la ventana donde yo estaba,y les aseguro que hasta ahora la recuerdo.

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    Znochka no tard en convertirse en la esposa de mi hermano.Es Zinada Nikolievna, a quien ustedes conocen. Volv a verla cuandoya estaba en la Academia Militar. A pesar de todos sus esfuerzos, le eraimposible identificar al bigotudo cadete con el odioso Petia, pero, aunas, no me trat como a un pariente... Incluso ahora, con mi calva, mipacfico vientre y mi sumiso aspecto, sigue mirndome de soslayo y nose siente tranquila cuando me acerco a ver a mi hermano. Evidente-mente, el odio no se olvida, lo mismo que el amor... Vaya! Oigo can-tar al gallo. Buenas noches. Quieto, Milord!

    FIN