charles webster leadbeater - el más allá de la muerte [texto]

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  • 5/28/2018 Charles Webster Leadbeater - El ms all de la muerte [texto]

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    El ms all de la muerte

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    Nunca naci el espritu.

    Nunca dejar de ser.

    No hubo tiempo en que no existiera.

    Ilusiones son el principio y el fin.

    Eternamente perdura sin nacimiento ni muerte ni mudanza.

    No le alcanza la muerte, aunque la casa en que mora parezca muerta.

    SIR EDWIN ARNOLD

    Canto Celeste, 9

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    CAPTULO IFalsos conceptos de la muerte.

    El de la muerte es un asunto que no puede por menos de ofrecer inters profundo a todo elmundo, ya que la nica certidumbre absoluta en la vida del hombre es que un da u otro ha de

    morir, segn nos lo ensea la misma muerte al arrebatarnos de la vista los seres queridos.Mas, no obstante el inters universal de esta cuestin, tal vez no haya otra en que sean tantos ytan graves los errores de la gente. Es imposible calcular la cantidad enorme de tristezas, terroresy miserias completamente intiles que ha sufrido el gnero humano por su ignoranciasupersticiosa en lo tocante a esta importantsima materia. Sobre el particular hay entre nosotrosun cmulo de falsas y absurdas creencias que por haber causado indecibles males en el pasadoy estar causando inmensos sufrimientos en el presente, fuera su desarraigo uno de los mayoresbeneficios que pudieran recaer sobre la humanidad.

    Este beneficio otorgan las enseanzas teosficas a quienes, por consecuencia de sus estudiosfilosficos en vidas pasadas, son capaces de comprenderlas en la presente. Dichas enseanzasdesvanecen todo el terror y mucha de la tristeza que suelen acompaar a la idea de la muerte, ynos capacitan para considerarla en sus proporciones verdaderas y comprender el lugar que

    ocupa en el plan de nuestra evolucin.Examinemos uno por uno los errores ms graves que predominan sobre la muerte yprocuremos evidenciar su falacia. Algunos tienen carcter de errores religiosos, dimanantes dela adulteracin del cristianismo primitivo en las iglesias actuales, con prdida de gran parte desu vitalidad y eficacia. Sin embargo, dejaremos para ms adelante el examen de los erroresreligiosos acerca de la muerte, y estudiaremos primero algunas de las supersticiones popularesms extendidas sobre tan importante asunto.

    Las gentes se inclinan a pensar que, despus de todo, poco importa que un hombre tenga ideaerrnea de la muerte; pues dicen que cuando muera comprobar los hechos por s mismo yadvertir el engao en que estuvo. Semejante razonamiento es doblemente incompleto, puespor una parte no tiene en cuenta el espantoso horror a la muerte con que la ignoranciaentenebrece la vida de muchos hombres ni la innecesaria tristeza con que aflige a los

    sobrevivientes cuando alguno de los suyos muere; y por otra parte, no echa de ver que elhombre muy a menudo no es capaz de advertir su error inmediatamente despus de muerto yque, por lo mismo, sufre graves aflicciones.

    Se acaba todo con la muerte?.- El primero y ms fatal error sobre la muerte es creer que conella todo concluye y que nada sobrevive en el hombre. A muchos les parece que esta formagrosera de materialismo ha huido ya de nosotros despus de infectar las mentes durante laprimera mitad del siglo pasado; pero aunque bien quisiramos que as fuese, mucho tememosque no les parezca lo mismo a los atentos observadores de nuestra poca. Es verdad, porfortuna, que la hierba nociva del materialismo no rebrota en las altas capas sociales con elsiniestro vigor de otro tiempo, pues los hombres cuya opinin merece la pena, han aprendidodoctrinas ms elevadas; pero todava hay en el mundo no slo muchsima ignorancia, sino la

    an peor falsa sabidura que, por haber olfateado aqu y all algunos cascarones cientficos, seengre hasta la presuncin de poseer exclusivamente la verdad de los siglos. Entre losinfortunados seres sujetos a esclavitud mental en alguna de sus variedades, no escasean lossumidos en el ms grosero materialismo.

    Ciertamente podemos esperar que semejante error se vaya desvaneciendo, pero difcilmentehabr otra modalidad de insania que con menos estrpito y ms insidiosamente invada losentendimientos. Muchos miles de hombres que nominalmente profesan determinada religin yrechazaran indignados el dicterio de materialistas, viven en la prctica precisamente como sieste mundo fuera el nico objeto de sus pensamientos; y aunque a veces empleen palabras yfrases que denoten la existencia de otro mundo, no parece que ello influya para nada en losmviles de su conducta. Este materialismo prctico, menos estpido que el otro y de no tancontagioso ejemplo, produce, sin embargo, los mismos resultados ms all de la muerte.

    Otro error, acaso mayormente extendido, considera la muerte como la inmersin en lodesconocido, pues, segn sus mantenedores, nada hay ms incierto y dudoso que el estado delhombre al dejar el mundo fsico; y aunque muchas sectas religiosas den informes sumamente

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    precisos de la situacin del hombre despus de la muerte, la inmensa mayora de los fieles nocree lo que se le dice o, por lo menos, habla y obra como si no lo creyese.

    Verdaderamente, la descripcin que dan las sectas es tan crudamente inexacta, que nosabemos Si producira mayores males que bienes el creerla.

    La enseanza catlica. - Entre las diversas confesiones religiosas del mundo occidental, lagran iglesia catlica es la nica cuyas enseanzas sobre las condiciones de ultratumba, aunqueveladas bajo un materializado y mal entendido simbolismo, facilitan la comprensin del estadoen que al morir ha de verse el hombre. Sin embargo, aun en este caso queda la verdad de unaparte siniestramente velada por la doctrina blasfema de los tormentos eternos, y de otra partemenoscabada su dignidad por el ridculo sistema de las llamadas indulgencias. En lneasgenerales, la doctrina catlica sobre los estados postmortem ensea que los pecadoresimpenitentes van derechos al infierno y los grandes Santos al cielo, como la virgen Mara en suAsuncin; pero la generalidad de los mortales, que en vida observaron conducta regular,necesitan purificarse de las faltas e imperfecciones que les impiden gozar luego desde de lapresencia de Dios, en una condicin intermedia llamada purgatorio donde quedan eliminadaslas culpas despus de un relativamente corto aunque penoso proceso, a cuyo trmino, limpia yael alma por el sufrimiento, est capacitada para gozar de la gloria eterna.

    Claramente los estudiantes de teosofa advertirn que la doctrina expuesta se correspondemuy estrechamente con la verdad de los hechos. Llega un perodo de la evolucin, no demillones de aos, en que el hombre obstinado contra su perfeccionamiento se hunde, no en uninfierno eterno, forjado por la delirante fantasa de algn monstruo de crueldad humana, sinoen condiciones suspensivas de toda espiritualidad, hasta que los comienzos de un futuro plande evolucin le deparen coyunturas de progreso adecuadas a su dbil capacidad. Es la mismasituacin del escolar desaplicado y perezoso que no se iguala en aprovechamiento a suscompaeros de clase y ha de esperar otro curso y nuevos condiscpulos para repetir los estudiosque no pudo aprender. El paso una vez ms por el mismo sendero le capacita para vencer lasdificultades en que antes tropezara y cayera.

    De este modo, la misericordiosa verdad de la suspensin eoniana substituye a la horriblementira de la condenacin eterna. Por otra parte, las almas muy evolucionadas, que durante lavida terrena subyugaron su naturaleza inferior con dominio completo de sus deseos y pasiones,atraviesan tan rpidamente el mundo astral, que al recobrar la conciencia ven abierta laindescriptible gloria y felicidad del mundo celeste,

    Pero el hombre vulgar no consigue en modo alguno reprimir todos sus deseos y pasionesantes de la muerte, y por lo tanto, se encuentra en el plano astral con el vigoroso cuerpo dedeseos que el mismo se fue formando durante la vida terrena y ha de servirle de envolturahasta que se desintegre por la extincin de los deseos que lo alimentan y vivifican. Este procesoentraa el sufrimiento simbolizado con bastante propiedad en el fuego del purgatorio.

    La verdad respecto del purgatorio.- El tan repetido ejemplo del beodo demuestra claramente,aunque en caso extremo, como se cumple el proceso de la purificacin. Es sabido con cunta

    fuerza se apodera del beodo la pasin por la bebida, hasta el punto de embotarle el sentimientode la propia dignidad y el amor a la familia que deja en penuria despus de empear incluso laropa puesta para satisfacer su abominable apetito. Al morir este hombre, no muda su condicinla muerte, y las horribles ansias de beber son entonces ms poderosas que nunca, porque lavibracin del deseo ya no pone en movimiento la pesada materia fsica; pero como tampocodispone del cuerpo carnal para satisfacer su apetito, quedan las ansias siempre vivas sin elalivio que la satisfaccin poda darles. Se comprende fcilmente que hay en este caso elementossuficientes para dar realidad a la idea del purgatorio, y que el simbolismo del fuego purificadorno tiene nada de incongruente.

    Sin embargo, es el purgatorio y no el absurdo e intil infierno de eternos tormentos en que secomplace la cruel malignidad del irresponsable dspota entronizado por la teologa ortodoxa. Elnico eficaz y, por lo tanto, necesario al par que misericordioso procedimiento para eliminar los

    malos deseos y las bajas pasiones. Por terrible que sea el sufrimiento, se va extinguiendo poco apoco el deseo, y ya entonces puede pasar el hombre a la vida superior del mundo celeste. La

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    extincin del deseo por el sufrimiento libra de l para siempre al hombre, y no necesita tomarde nuevo la carga en su prxima encarnacin, a menos que se obstine en tomarla.

    Ha muerto el deseo, es cierto; pero queda todava la flaqueza de carcter que le hizo esclavode l. En la prxima vida renacer con un cuerpo astral de materia adecuada a la manifestacindel mismo deseo, esto es, con el equipo a propsito para repetir la ltima vida en aquel aspecto.Recibe esta clase de materia porque en su anterior encarnacin la busc y se vali de ella; peroaunque de ella le provean esta vez, no queda Sujeto en modo alguno a emplearla como laemple antes. Si a consecuencia de acciones previas tiene la dicha de nacer de padres prudentesy cariosos que le muestren la maldad de aquel deseo y le estimulen a subyugarlo y reprimirlosegn rebrote, la materia astral de que le proveyeron se ir atrofiando por falta de ejerciciovigorizador, como les sucede a muchos msculos de nuestro cuerpo.

    La materia del cuerpo astral est cambiando lenta, pero continuamente, lo mismo que la delfsico. As es que la atrofiada desaparece y queda substituida por otra ms refinada, incapaz deresponder a las groseras vibraciones del deseo sensual, que de esta suerte resulta incompatiblecon ella. El hombre se sobrepone entonces al deseo y acaba por dominarlo de modo que jamsvuelve a ceder a l en su larga serie de vidas futuras, porque ha fortalecido en su Ego lacontraria virtud de dominio de s mismo en lo concerniente a aquel vicio. Toda una vida deafortunada lucha contra este mal deseo le condujo a la victoria, y en adelante ya no habr deluchar, porque ve el vicio tal cual es y no siente ningn atractivo hacia l. As es que elsufrimiento del plano astral, tan terrible al principio, ha sido en realidad bendicin disimulada,porque le dispuso para alcanzar esta inmensa victoria moral y a dar este paso decisivo en elsendero de la evolucin. Por ms que observemos, no se nos ofrecer otro medio tan eficazcomo el sufrimiento para obtener resultado tan esplndido.

    Vemos, por lo tanto, oculta en la doctrina del purgatorio una gran verdad; y vemos tambinque cuando la reforma religiosa dio impetuosamente al traste con el abuso de las indulgencias yotras morbosas supersticiones eclesisticas, arras tambin muchas ideas verdaderas, tiles ybellas.

    Oraciones por los muertos. - Uno de los ms graves quebrantos que en la vida espiritualocasion la reforma religiosa fue la abolicin de la costumbre de rogar por los muertos. Lospases que ciegamente desecharon este medio de auxiliar a sus hermanos, han pagado la penade su insensatez en las personas de su familia que tuvieron que abrirse camino por si solos en elmundo astral, porque sus parientes y amigos estaban convencidos de que era perjudicial elintento de asistirles. Es verdad que, contra la estupidez, aun los mismos dioses lucharan envano.

    Qu es la oracin por los muertos sino el ardiente anhelo y el amoroso pensamiento dirigidohacia quienes transpusieron el dintel antes que nosotros? Los estudiantes de Teosofa sabemosque en la vida fsica son cosas reales y objetivas semejantes deseos y pensamientos, a manera deacumuladores de energa espiritual que se descargan al ponerse en contacto con la persona aquien van dirigidos; por qu, pues, habramos de suponer que los efectos de su accin sondistintos cuando el pensador carece de cuerpo fsico? La oracin o el pensamiento amoroso en

    pro de un muerto querido llegan a l y le auxilian, sin que pueda fallar su accin mientras fijaen el universo la ley constitucional de causa y efecto. Aun las mismas oraciones y pensamientoshacia los muertos en general tienen muchsima importancia, no obstante la vaguedad queparece aminorar Su eficacia. El mundo no sabe cunto debe a los religiosos que noche y da seentregan de continuo a rogar por los muertos.

    Generalmente desconocemos las condiciones en que despus de la muerte se hallan nuestrosparientes y amigos e ignoramos lo que mejor les conviene. Por lo mismo hemos de ir conCuidado en no actualizar energas que pudieran serles perjudiciales; y a mi entender, no haymedio ms a propsito que restaurar la frmula prescrita por la iglesia catlica en la hermosaantfona del oficio de difuntos que dice: Rquiem eternam dona ei Domine et lux perpetua luceat ei.(Dadle Oh seor! el descanso eterno e ilumnele la perpetua luz). Porque a menos que tengamosindudables trazas de la direccin que hayamos de dar a nuestros pensamientos; qu mejor

    deseo podemos expresar que el concretado desde hace muchsimo tiempo en la antfona cuyaspalabras han sido durante siglos el canal por donde fluyeron los benditos afectos del amorardiente que alivi tantos sufrimientos y alleg no menos beneficios?

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    Si somos capaces de comprender la conveniencia de esta antfona a las necesidades de losdifuntos, nos convenceremos de que quien la compuso saba mucho sobre el particular o tal vezsin saber gran cosa recibi inspiracin para componerla. Porque sus dos clusulas expresanexactamente las condiciones ms apetecibles para el difunto. La primera le desea eternodescanso de todo pensamiento y cuidado terrenos, a fin de que nada le perturbe en su caminohacia el mundo celeste; la segunda impetra que la perpetua luz del amor divino refulja sobre la travs de la parte superior de su naturaleza y le gue constantemente hacia arriba paraacelerar su progreso. Verdaderamente, el auxilio que el mundo terrestre puede prestar a losmuertos, no va ms all del que se deriva de esta oracin ardiente y perseverantementeofrecida.

    Vemos, por lo tanto, que la religin (excepto las sectas contrarias a los sufragios del alma) hahecho mucho por los difuntos y hubiera podido hacer ms todava si se empeara en depurartan piadosa costumbre de las supersticiones y prejuicios corrientes entre el vulgo con respecto ala muerte. De todos modos, a la religin le cabe la responsabilidad de otros errores por ellamisma difundidos, segn veremos ms adelante.

    Teora Singular. - Uno de los prejuicios ms extendidos es el que niega la posibilidad deconocer con certeza las condiciones de ultratumba: y por absurdo que parezca, muchas gentesdevotas creen que el hombre no es capaz de saber nada del otro mundo, cuyos misterios ocultaDios intencionadamente a la vista humana, de modo que fuera impiedad el solo intento deescudriarlos. Seguramente no cabe creencia ms deleznable, porque si alguien posee lasfacultades a cuyo ejercicio se abre el otro mundo, cmo suponer que est deliberadamentecerrado para nosotros? Si alguien tiene a cada momento pruebas evidentes del otro mundo y dela continuidad de la vida de nuestros prjimos en l, habremos de negar su existencia yesconder la cabeza entre la arena a modo de avestruces? Si los ms excelsos santos aseveraron laexistencia del otro mundo y describieron sus visiones con las experiencias recibidas de ellas,vamos a suponerlos a todos culpables de impiedad por escudriarlo o de superchera y dolo alexponer las verdades de esta vida superior? Ciertamente seria superfluo todo argumento queadujramos contra tan disparatada negativa.

    Si estamos convencidos de que varios de nosotros somos capaces de ver el mundo oculto y sila facultad de verlo denota cierto grado de evolucin, inferiremos que tal facultad es patrimoniode todos nuestros hermanos, quienes, sin excepcin, podrn ver algn da lo que hoy solo venalgunos de nosotros, y que por lo tanto, la adquisicin de esta clarividencia es un incidente de laevolucin del hombre y una parte determinada del sistema del universo, comoperfeccionamiento y adelanto que ha de ser bien recibido para aprovecharlo mejor en vez detenerlo por anormal e impo. Mucho ms nos afirmamos en ello al advertir los resultadosconsiguientes a la posesin de esta facultad, y vemos que el conocimiento del mundosupraterrenal desvanece en el hombre todo temor a la muerte y le libra de toda ansiedad yzozobra respecto a la situacin de los difuntos; pero mayor si cabe es nuestra conviccin aladvertir que quienes poseen este conocimiento pueden ser a los muertos infinitamente mstiles que los hombres ignorantes. Sabemos que mucho bien y ningn mal proviene del pleno

    conocimiento y de la abierta esperanza que nos infunde la visin de lo alto, sabemos que nadapernicioso hay en lo que nos aproxima a la eterna verdad oculta tras las formas terrenales demanifestacin.

    El terror a la muerte.- Del prejuicio falaz que supone incognoscible el mundo de ultratumba,deriva en gran parte y est directamente relacionado con el terror a la muerte que tangravemente influye en las vidas de muchos hombres. Nadie suele tratar este punto en laconversacin ordinaria; pero quienes, como los sacerdotes, estn en ntimo contacto con grannmero de gentes, saben de sobra cun intenso es el terror a la muerte en algunos que la vencomo espectro cuya constante amenaza no les deja ni una hora de sosegada libertad.

    Por supuesto, que quien teme la muerte teme tambin la de sus allegados, y cuando la dealguno de ellos sobreviene, no solo se entristece por la separacin, sino por la suerte que le haya

    cabido. El conocimiento de las verdades relativas a la muerte desvanece al mismo tiempo elterror y la ansiedad, y el hombre debidamente instruido en este punto considera la muertecomo un paso de la vida y se convence de que la existencia de ultratumba no es ms temible

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    que la terrena. El temor nace, no tanto de vislumbrar algo espantoso, como del sentimiento delo incierto y del horror a los abismos sin fondo. Cuando a esta falsa creencia substituye eldefinido conocimiento de lo que con el mundo astral se relaciona, el hombre cobra confianza yest dispuesto a arrostrar ecunimemente su destino. La conviccin de que en los mundossuperiores rigen idnticas leyes que en el nuestro nos pone en ms ntimo contacto con ellos ynos acostumbra a mirarlos como residencia propia. Tenemos entonces la certidumbre de que entodos los mundos estamos igualmente sujetos al mismo poder, y que por lo tanto, nosotros ynuestros allegados tenemos la misma seguridad en todos.

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    CAPTULO IIPruebas de la supervivencia.

    Es, en verdad, extrao, que est tan difundida entre nosotros la opinin errnea que comparala muerte a ignoto pas de cuyas fronteras ningn viajero puede regresar. La extraeza sube

    de punto al advertir que en todos los pases del mundo y en todas las pocas de la historiaregresaron Constantemente viajeros de aquellas lindes.Cierto que estos notables errores son en su mayor parte peculiares de los occidentales y

    constituyen uno de los productos de la singular modalidad de civilizacin que tanto nos engre.Si Europa es patria de las ltimas subrazas que han dominado la tierra con su podero militar,sus descubrimientos cientficos y sus invenciones mecnicas, no es extrao que Europa seidentifique con el mundo y considere sus opiniones y doctrinas como las nicas dignas detenerse en cuenta. Sin embargo, Europa es tan solo un rinconcito del mundo y los europeosSomos una raza muy joven con todo el vigor pero tambin con todas las arrogancias y crudezasde la mocedad. No es raro que disimulemos nuestra rasa ignorancia de ciertas materias,asegurando dogmticamente que nada es posible saber de ellas, y nuestra manera de considerarlos problemas de la vida de ultratumba es uno de los peores ejemplos de esta costumbre. Si la

    teologa popular no se hubiese desviado casi enteramente, por desgracia, de la doctrina de lareencarnacin, otras seran sus ideas sobre la muerte. El hombre convencido de que ha muertomuchas veces antes de ahora, mira este trnsito ms filosficamente que quien lo consideracomo una experiencia absolutamente nueva y cargada de todo linaje de vagas y pavorosascontingencias. En este concepto, no cabe duda de que todos los viajeros regresan de aquellaslindes, aunque los ms evolucionados tarden en volver cosa de mil quinientos aos. Pero enotro concepto muy distinto, hay viajeros que regresan mucho antes en circunstancias llamadasapariciones.

    Apariciones. - Hace pocos aos estaba de moda ridiculizar a cuantos tenan la suerte dehallarse cara a cara con un morador del mundo invisible; y aunque semejantes apariciones noeran entonces menos frecuentes que ahora, los interesados no hablaban del caso por temor de

    perder su reputacin de sensatos miembros de una sociedad materialista. Sin embargo, en estosltimos tiempos ha reaccionado saludablemente la opinin pblica en este punto, y la befa delos fenmenos psquicos, lejos de ser prueba de vigor mental, lo es de ignorancia y presuncin.Nada vale el necio y cotorril grito de supersticin! en tiempos en que existe una sociedad deInvestigaciones Psquicas con miembros tan famosos como William Crookes, Oliverio Lodge yel insigne poltico Arturo Balfour, que publica voluminosos tomos de memorias referentes adichos fenmenos, merecedores de cuidadosos y prolongados estudios.

    El imparcial examen de lo referente a las apariciones nos demuestra que en todos los pasesdel mundo hay atestiguados relatos de la vuelta eventual de los muertos. Estos visitantes raravez dieron pormenores del mundo de que procedan, aunque muchos pueden inferirse de lacomparacin y cotejo de varios casos. Pero de todos modos, la supervivencia del hombredespus de la muerte est demostrada por cuantos sin prejuicio investigaron estos relatos.

    Dice a tal propsito W. T. Stead en la introduccin a su obra Verdaderas historias de fantasmas:De todas las supersticiones vulgares de las medianas intelectuales, ninguna tan difcil deextirpar como la absurda falacia de que no puede haber fantasmas cuya existencia conocentodos los hombres doctos, sean espiritualistas, poetas o cientficos, y tambin los indoctos queestudiaron atentamente el asunto. Los investigadores sinceros ya no discuten la existencia delos fantasmas, y si alguien la pone en duda, le dejan investigar por su propia cuenta para que alcabo de seis meses o acaso de seis semanas y tal vez de seis das no pueda negar la existenciadel fenmeno vulgarmente llamado fantasma. Se darn mil explicaciones, ms o menosingeniosas, del origen y naturaleza de los fantasmas, pero no cabe duda de la existencia de laentidad en s misma.

    Espiritismo.- Para volver a la tierra se han aprovechado muchos difuntos de los medios que

    les proporciona el moderno espiritismo. De sobra s que en este punto ha habido muchosfraudes y supercheras, pero tambin s, por observacin personal, que los investigadorespertinaces y laboriosos tienen ocasiones de encontrar la verdad por este medio. Sin embargo, a

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    menos que sean expertos en clarividencia superior, corrern el riesgo de caer bajo el influjo deentidades enmascaradas, o en alguno de los muchos hoyos de que est lleno el camino de estelinaje de investigaciones. Por mi parte procurar analizar cuidadosamente ms adelantealgunos fenmenos de espiritismo, pero entretanto los aduciremos como otra fuente en quepueden informarse de la vida de ultratumba cuantos deseen conocer algo de ella. Se objetarque por muy valioso que sea el testimonio espiritista, queda desvirtuado por su inconsistencia,ya que difieren notablemente los informes dados por los espritus en distintas pocas y lugares.Esto es muy cierto, y en modo alguno afirmar yo que toda prueba esprita sea igualmenteadmisible; pero s dir que, en la mayor parte de los casos, las entidades comunicantes dicen laverdad, tal como la entienden, y que la discrepancia entre las comunicaciones de dos de ellasdimana a menudo de que ambas tienen sus respectivas opiniones, pero en modo alguno desuperchera intencionada. Por ejemplo, la mayora de los espritus que se comunicanmediumnsticamente en Inglaterra y Norteamrica describen el estado postmortem como unavida que se desenvuelve progresivamente en la tierra verllal, que al fin y al cabo es tan soloremedo glorificado del mundo terrestre; y cuando dan alguna enseanza religiosa se contraencasi siempre al cristianismo anabaptista, ciertamente ms amplio y menos rgido que elortodoxo, aunque muy vago, si bien de ndole inconfundiblemente cristiana. Tanacostumbrados estn all a semejantes comunicaciones, que viva fu mi sorpresa al asistir enCeiln a una sesin en que todas las entidades haban sido budistas en su ltima encarnacin yencontraban corroboradas ms all de la tumba sus ideas religiosas, exactamente lo mismo quelos cristianos de Inglaterra y Norteamrica. Pero estas discrepancias se explican fcilmente aladvertir que, despus de la muerte como antes de ella, cada cosa atrae a su semejante y que lasgentes de la misma raza, religin o aasta permanecen all agrupados tan separados del resto dela humanidad como aqu lo estuvieron.

    Un mtodo ms seguro.- Aunque es indudable que por comparacin y cotejo de las diversasapariciones y por conducto medimnico pueden obtenerse conocimientos relativos a los estadospostmortem, hay, sin embargo, otro mtodo mucho ms preciso y satisfactorio para adquirirtodos los pormenores de la vida en el otro mundo, segn nuestra inteligencia los comprendemientras permanecemos en el plano fsico. Es perfectamente posible que los llamados vivosentren en este otro mundo para investigarlo a discrecin, comunicarse con sus moradores y,vueltos de nuevo a la existencia fsica, describir cuanto hubiesen visto. Vamos a explicar laposibilidad de este hecho.

    El cuerpo fsico, con el que creemos estar tan familiarizados, no es el nico vehculo por cuyomedio puede manifestarse el alma humana ni son los cinco sentidos los nicos canales pordonde recibe el conocimiento del mundo exterior. Ya dijo San Pablo hace siglos que haycuerpos terrenales y cuerpos celestiales; y aunque con esto se refiriese tal vez al elemento delhombre que segn los tesofos supera en nivel al mundo astral, no dejan de convenir suspalabras a este no tan superior estado. Porque es cierto que todo hombre posee un cuerpo sutiladems del fsico, y un cuidadoso anlisis demuestra que el alma dispone de varios vehculoscon sus medios peculiares de percepcin adecuados al respectivo plano de la naturaleza.

    El estudiante teosfico no necesita explicacin de la teora de los planos de la naturaleza; peroel que por primera vez saluda las enseanzas de la religin de sabidura, debe convencerse antetodo de que en nuestro sistema solar hay una serie de planos o mundos interpuestos, con surespectiva densidad de materia, el ms inferior de los cuales es el mundo fsico. Tambin escierto que el hombre corpreo tiene diversos grados de materia correspondientes a los planosen que efecta su evolucin; y as como la actividad habitual de los sentidos corporales lecapacita para recibir impresiones del universo fsico, de igual suerte la una vez despiertaactividad de los sentidos sutiles le capacita para recibir impresiones de los mundos de materiasutil que por todas partes le circundan. Cuando la muerte le separa del cuerpo fsico, el Ego oalma humana se adapta a las nuevas condiciones de existencia y aprende a utilizar los sentidosdel vehculo inmediato, llamado cuerpo astral, que le capacita para darse cuenta del mundoastral inmediatamente superior, o ms bien compenetrado con el fsico, pero de materia menos

    densa. Por lo tanto, a fin de conocerla vida de ultratumba solo necesitamos aprender a utilizarlos sentidos astrales durante la existencia terrena.

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    Indudablemente est latente en todos los hombres la facultad de percepcin en todos losplanos, si bien a la mayor parte de nosotros nos es preciso evolucionar larga y lentamente antesde que nuestra conciencia pueda actuar en los vehculos superiores. Sin embargo, respecto alcuerpo astral es algo diferente el caso, pues la conciencia de los hombres cultos de las razas msadelantadas del mundo, no solo puede responder a las vibraciones de la materia astral, sinoservirse de este cuerpo sutil como de instrumento y vehculo.

    Nuestras condiciones durante el Sueo.- No solamente al morir, sino cuantas veces duerme,se separa el hombre de su cuerpo fsico y emplea su cuerpo astral, aunque durante el sueo nose quiebra el enlace entre ambos cuerpos y con mucha facilidad vuelve al plano fsico. Estaseparacin del cuerpo astral constituye el sueo ordinario del cuerpo fsico, porque, en realidad,duerme el cuerpo y no el hombre. Los hombres cultos a que hemos aludido tienen ya lossentidos astrales lo suficientemente aguzados para observar, si quisieran, cuanto les rodeadurante el Sueo y aprender mucho de la observacin; pero la mayora no han despertado any desperdician las noches en una especie de sombro estudio, apesadumbrado por lospensamientos que les dominaban al coger el Sueo. Tienen facultades astrales y apenas lasejercitan; estn despiertos en el plano astral, y sin embargo, lo despiertan a l, por lo que sloadvierten con muy vaga conciencia, si acaso advierten, lo que les rodea.

    Pesa sobre ellos la costumbre inmemorial de una larga serie de vidas en que no ejercitaron lasfacultades astrales que han ido desenvolvindose lenta y gradualmente en su interior como elpolluelo en el huevo. El cascarn de las facultades astrales est constituido por el gran nmerode pensamientos concentrados en que se sume el hombre vulgar y le impiden ver cuanto sucedeal otro lado de aquel espeso muro por l mismo levantado. Algunas, aunque muy pocas veces,una violenta conmocin exterior o un enrgico deseo interno, pueden rasgar momentneamentetan tupido velo y dar paso a definidas impresiones; pero, aun en este caso, la rasgadura vuelvea cerrarse al instante y queda el hombre en las condiciones anteriores. La lenta pero seguraevolucin del hombre disipar en un lejano porvenir la neblina que le envuelve, de modo quepoco a poco llegue a ser consciente del poderoso mundo de vida intensamente activa que lecircunda. Tambin puede suceder que, una vez conocidos los hechos, desvanezca la neblina conperseverante y persistente esfuerzo interior y logre dominar la inercia resultante de largossiglos de inaccin. Esto es sencillamente el aceleramiento del proceso natural, que nada tendrde nocivo mientras el desarrollo del hombre se efecte con igual rapidez en los dems aspectos.Pero si despertara sin haber alcanzado al mismo tiempo la energa mental y moral quenaturalmente han de preceder al despertar, contraera la responsabilidad de valersesiniestramente de los poderes adquiridos, o de quedar atemorizado ante fuerzas que no podradominar ni comprender.

    Ejercicio de observacin.- Al hombre que empieza su educacin oculta, se le ensea desde elprincipio a desechar los hbitos ordinarios de pensamiento y a ver el nuevo y hermoso mundocircundante, con objeto de que pueda actuar inteligentemente en l, aunque de momento norecuerde en estado de vigilia sus experiencias astrales, pues este recuerdo depende de la

    facultad de transportar ininterrumpidamente la conciencia de un plano a otro, y nadie tiene quever con la aptitud de actuar libremente en el mundo astral. Pero en el transcurso de la evolucinse desenvuelve tambin la facultad de recordar, y el hombre es entonces tan consciente en elplano astral como en el fsico, de modo que lo mismo puede utilizar los sentidos y facultadesastrales en la vigilia que en el sueo. Cuando llega a este estado ve en su tomo a los llamadosmuertos y es capaz de estudiar sin dificultad las condiciones en que viven e informarlos conexactos pormenores de la existencia de ultratumba. De los informes de estos observadoresobtenemos las ms completas y satisfactorias ideas del otro mundo.

    Es cierto que las observaciones solo suministran prueba directa al mismo observador; peroaun para los dems constituyen un testimonio de primera mano apoyado en la investigacinpersonal. Si vemos que cierto nmero de investigadores operan independientemente paradespus cotejar su labor que coincide en los puntos capitales, resultar acrecentado

    poderosamente el valor de la prueba; y cuando adems veamos que las investigacionesconfirman plenamente y en algunos casos explican las enseanzas dadas sobre este punto porlas religiones ms antiguas del mundo, no podremos por menos de reconocer la indisputable

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    vala del testimonio, que fuera locura recusar en las discusiones acerca de esta materia. Lashiptesis establecidas por los investigadores son las nicas que satisfactoriamente explican lasdiversas clases de fenmenos psquicos que de continuo se ofrecen a nuestro estudio, y segnya hemos dicho, nada hay en las antiguas y verdaderas doctrinas del cristianismo que seoponga a estas hiptesis.

    Por supuesto, que para los estudiantes tesofos continuamente activos en el plano astral, es suexistencia tan evidente como la del plano fsico, y as hay entre nosotros un nmero siempreCreciente de investigadores para quienes el mundo astral ya no es objeto de discusin sino deconocimiento. La multitud de hechos conocidos y comprobados por este medio son de muyalentadora vala, pues nos muestran la muerte como un incidente de la vida inmortal que enmodo alguno nos ha de entristecer ni atemorizar, sino que, por el contrario, hemos de aceptarlacomo el trnsito a ms alta y verdadera existencia.

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    CAPTULO IIIErrores religiosos.

    Examinemos ahora algunos errores acerca de la muerte, que con razn debemos atribuirespecialmente, no al cristianismo verdadero, sino a su moderna y absurda desnaturalizacin. Ya

    hemos aludido a la cruel doctrina del trnsito instantneo del alma a un cielo o infierno eternos,segn sostienen las ms retrogradas sectas. Esta enseanza ha ocasionado graves males endiversos sentidos y por su evidente absurdido produjo numerosos incrdulos. Era tan imposibleadmitir semejante idea, que las gentes dispuestas a aceptarla se encontraban en la alternativa desuponer a la Divinidad menos misericordiosa de lo que el dogma deca, o de admitir larepentina mudanza de las cualidades morales del difunto que de pronto se converta depecador en santo merecedor del cielo, o se trocaba en demonio con sbita prdida de losgrmenes de bondad en l latentes.

    Parece intil demostrar lo insensata y errnea que es tal doctrina. La naturaleza nuncaprocede a saltos, sino que en todo opera gradualmente, y paso a paso elimina los elementosnocivos y fortalece los dbiles de una manera natural sin intervenciones milagrosas. La muerteno altera en modo alguno las condiciones del hombre y lo que era el da antes de su muerte

    sigue siendo ni ms ni menos el da despus. Si estaba dotado de mente espiritual, de profundadevocin o de poderoso talento en vida, no pierde estas caractersticas despus de la muerte;pero si, por el contrario, fu vil y mezquino, henchido de bajos pensamientos y deseos sensualesen la tierra, conserva estas malas cualidades al atravesar el dintel del sepulcro. Lo cierto es quela muerte no afecta en lo ms mnimo al hombre real, ni la separacin del cuerpo fsico tiene ensu naturaleza mayor influencia que los cambios de vestido. Cuando el hombre se percata deesta verdad, considera la muerte como uno de tantos procesos de la naturaleza y ve que estiempo perdido esperar metamorfosis milagrosas, pues ha llegado lenta y continuamente a serlo que quiso, con arreglo a la eterna e inmutable ley que si por una parte nada concede sinmerecimiento, nunca deja de recompensar con matemtica exactitud los esfuerzos del hombre.El mundo invisible pasa entonces para l, de los dominios imaginarios de la fantasa al positivoreino de la ley universal, y as sabe con certeza en lo que ha de confiar.

    Preparacin para la muerte. - La religin cristiana nos ha acarreado otro grave dao alexagerar la necesidad de prepararnos especialmente a bien morir. La iglesia catlica es en estepunto, como en todos, ms saba y tolerante que las sectas, pues si bien recomienda vivamentela administracin de los sacramentos cuando el enfermo puede recibirlos, se abstiene de juzgaradversamente al que muere sin ellos. Por el contrario, para la mayor parte de las sectas la eternabienaventuranza del hombre depende del estado de su alma en el momento de la muerte, y sesalva o se condena segn se halle o no en el de gracia. Esta extraa teora de la salvacin por elhistrico sentimiento de creerse salvado, es quizs una de las ms grandes aberraciones de lainteligencia humana, si cabe inteligencia en semejante supersticin.

    Esta grosera idea produce cruelsimos efectos, porque si un hombre muere de repente y lejosde su casa, como los soldados en la guerra, es evidentemente imposible que sus allegados sepan

    con certeza cul era el estado de su mente al morir, y de aqu provienen temores y ansiedadesintiles. Segn ocurre con todas las supersticiones populares, en el fondo de este extraoconcepto hay un tenue vislumbre de verdad, aunque del todo insuficiente para hacer honesta laenorme falacia apoyada en ella.

    La nica preparacin verdaderamente til para la buena muerte es la bien empleada vida. Siun hombre ha vivido rectamente, poco importa lo que est pensando en el momento de morirde un balazo; pero si no deja tras s una vida ejemplar, en vano esperar que la muerte altere suporvenir por un espasmdico arrepentimiento de ltima hora. Naturalmente, que el malo ha deenmendarse un da u otro, y si la inminencia de la muerte le mueve a la enmienda, no dejar deser esta eficaz, pues aunque subsista el karma creado en su vida pasada, si persiste en susbuenos propsitos podr alterar la operacin de dicho karma e intuir en su destino futuro.

    Sera despropsito afirmar que el ltimo pensamiento de un hombre antes de la muerte no

    tenga importancia alguna; por el contrario, tiene mucha en el caso de una persona escasamenteevolucionada. Conviene recordar que la Teosofa da gran valor a los pensamientos quepreceden inmediatamente al sueo, porque en nuestro actual estado de evolucin quedamos

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    casi toda la noche bajo su influencia, si bien esto apenas tiene importancia para los que yacompletamente despiertos en el plano astral, pueden pasar con facilidad de un pensamiento aotro, y prescindir a voluntad del que tenan antes de dormir. En este caso, la importancia est enla ndole general de los pensamientos, porque tanto de da como de noche acta la mente segnsu costumbre habitual.

    De la propia suerte, en el caso de los hombres regularmente evolucionados, la tnica generalde la mente, durante la vida terrena, da la clave de su actuacin durante la vida astral, sin queimporte gran cosa la idea particular que le ocupaba en el momento de transicin de uno a otroestado. Pero en los Egos completamente no evolucionados, cuya conciencia astral es todavavaga e incipiente, puede tener muchsima importancia el ltimo pensamiento, porque la mentequedar ocupada en l durante algn tiempo y solo poco a poco se ir amortiguando. Por estarazn, el ltimo pensamiento da la tnica de una buena parte de la vida astral del hombre y, enconsecuencia, le sirven de mucho los buenos pensamientos en la hora de la muerte.

    La muerte del soldado. - Sin embargo, nadie duda ni titubea en lo concerniente al destinoulterior del hombre que abnegadamente muere en cumplimiento de su deber. Su porvenir,como el de todos, depender de su vida y no de su muerte; pero aquel genero de muerte ser unpoderoso factor de su evolucin, pues el herosmo desplegado al morir por lo que para l erauna idea abstracta, es mucho adelanto desde su previa situacin, sin que para nada influya la

    justicia o injusticia abstracta de la causa en cuyo pro militara, pues basta que la crea justa con eldeber de defenderla y obedecer al llamamiento de la patria aun a riesgo de perder la vida.Conviene observar que la mayor parte de soldados no encontraran en la montona vida delabriego la ocasin que de explayar denodado herosmo les deparan los campos de batalla, y astenemos que, no obstante los horrores de la guerra, puede ser hasta cierto punto factor valiosode la evolucin humana. Tal es el punto de verdad oculto en la creencia musulmana de que losmuertos en defensa de la fe van derechos a gozar por toda una eternidad delicias paradisacas.

    Sin embargo, aunque en algunos casos sea ms provechoso para la evolucin del hombremorir en la guerra que seguir viviendo en la tierra, por regla general est muy puesta en raznla plegaria de la Iglesia que dice: De muerte repentina, lbranos Seor. Cuando el hombrellega a viejo, la mayor parte de sus bajos deseos se extinguen antes de la muerte y, por lo tanto,no le queda mucho por hacer en la vida astral. Las enfermedades largas suelen producir elmismo efecto; pero el hombre que muere repentinamente en plena virilidad se encuentra encaso muy distinto, pues sus deseos son vigorosos y activos y para extinguirse necesitan un largoperodo de vida astral. Al mismo tiempo si sabe aprovechar esta vida, podr producir mayorsuma de buen karma que en igual perodo hubiera engendrado en el plano fsico, de lo queresultan siempre dos aspectos dignos de consideracin.

    En algunos casos, el hombre arrebatado de pronto a la vida fsica, permanece por largo tiempoinconscientemente dormido en rosados ensueos, segn deca una de las primeras enseanzasque se nos dieron. En otros casos, por el contrario, persiste la conciencia sin ningunainterrupcin y no siempre es fcil descubrir las leyes que rigen estas variaciones. Por reglageneral, puede afirmarse que el estado astral del hombre depende mayormente de la direccin

    habitual de su conciencia.Por ejemplo, muchos jvenes, en cuyo cuerpo astral abunda la materia nfima de este plano,no tendran en ella su conciencia si en tiempo oportuno hubiesen contenido sus apetitossensuales. En el cuerpo astral, as vigorizado, la materia nfima forma las capas exteriores comonico medio receptor de las vibraciones circundantes. Pero el hombre no acostumbrado arecibir esta clase de vibraciones, tampoco puede adquirir repentinamente la facultad derecibirlas y, por lo tanto no le afectar los desagradables elementos del nfimo subplano astral.

    Otra compensacin otorgada a las vctimas de muerte repentina por accidente, o en el campode batalla, es la especial solicitud con que las atiende la cohorte de protectores invisibles. Seafirma que esta labor estuvo encomendada primitivamente a una categora elevada deentidades no humanas; pero hace algn tiempo que a los hombres capaces de actuarconscientemente en el plano astral se les confiri el privilegio de ejercer tan amorosas funciones.

    El auxilio de los protectores invisibles es ms necesario en los casos de muerte repentina, nosolo porque las vctimas han de manejar un vigoroso cuerpo astral, sino porque generalmentese acongojan y sobresaltan al verse en l. La tarea del protector consiste, por lo tanto, en

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    ayudarles y consolarlos explicndoles, en cuanto sea posible, la condicin en que se hallan ycomo deben actuar. Todas las experiencias adquiridas en los planos superiores nos demuestranque en cualquier caso podemos salir airosos, con tal de no apartarnos del plan de la naturalezaque provee a todas las contingencias, de suerte que, no obstante las dificultades sin cesarsurgidas a nuestro parecer en el sendero de perfeccin, lo cierto es que todo est dispuesto parafavorecernos y no para contrariarnos, y que las leyes eternas facilitan y no entorpecen nuestraevolucin. Donde quiera que surge un obstculo, es invariablemente efecto de la oposicin delhombre al plan divino o de su torpeza en comprenderlo, y cuando dejamos atrs la confusinde los planos inferiores reconocemos cun verdadera es la antigua sentencia, segn la cualtodas las cosas se conjuran en beneficio de los que aman a Dios.

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    CAPTULO IVNuestra actitud respecto de la muerte.

    Al examinar los diversos errores religiosos que sobre la muerte profesa el vulgo, he indicadocon alguna extensin la actitud en que respecto a ella se mantienen los estudiantes de Teosofa.

    Desde nuestro punto de vista, hemos de mirar la muerte como suceso de mucha menosimportancia para el alma humana de lo que generalmente se supone. Al vulgo occidental se lepresenta la existencia fsica como una lnea recta, que abruptamente comienza en el nacimientoy con igual brusquedad termina en la muerte. Por el contrario, aun considerando tan solo unaencarnacin, la existencia fsica es para los tesofos el segmento mnimo de un vasto crculocuya circunferencia est cortada en los dos puntos de nacimiento y muerte por la recta limtrofede los mundos fsico y astral.

    Nuestro conocimiento de la etapa prenatal del camino que recorre el alma en su descenso a laencarnacin, apenas basta para permitirnos trazar con exactitud el diagrama de sus pasos. Perosi tal hiciramos, es evidente que el sendero del alma quedara indicado por una curva cerradaque, partiendo del Ego, volviera a l despus de atravesar los mundos inferiores. El Ego estararepresentado en su vehculo causal por una estrella situada en el subplano superior del plano

    mental, y la curva indicadora de la parcialmente desprendida personalidad pasara primero porel subplano inferior del plano mental, despus atravesara el lmite superior del plano astral ytodos los subplanos de este mundo, hasta hundir una corta porcin de su longitud bajo la lindeque separa el astral del fsico, para ascender por ltimo al punto de partida a travs de losdiversos planos y subplanos. No es posible representar esta trayectoria por una circunferenciadividida en arcos iguales para indicar perodos iguales de tiempo, porque el descenso a laencarnacin es generalmente mucho ms rpido que el ascenso ulterior; pero de todos modos,la lnea sera curva, plana y cerrada, sin ngulos incompatibles con el ordenado progresoevolutivo, que no consiente cambios de direccin. Sin embargo, si representramos latrayectoria del alma por una circunferencia, qu longitud de arco habra de hundirse bajo lalinde de los planos fsico y astral? El cmputo nos demostrara que el arco representativo de lavida fsica no ha de pasar de la trigsima parte de la total circunferencia y aun algo menos en

    algunos casos. Cuando nos convenzamos de esta verdad, vislumbraremos las proporcionesexactas entre las vidas fsicas y superfsicas, no obstante el grosero materialismo de nuestrapoca.

    El punto verdaderamente importante.- No hay razn alguna para dar mayor importancia alos puntos que, en la circunferencia diagrmica, sealan la entrada y la salida del plano fsico.Por el contrario, el nico punto de verdadera importancia est situado entre aquellos dos yseala la distancia mxima de la personalidad errante con relacin a la estrella fija del Ego, o seael punto de conversin en que la personalidad termina el descenso e inicia el ascenso. En la vidadel hombre est representado este punto de mxima distancia por el perodo en que ya no lesatisfacen las cosas mundanas y convierte definitivamente su pensamiento a las divinas. Desdeluego que este punto es en el ciclo de vida mucho ms importante que los de nacimiento y

    muerte, porque culmina la energa actualizada del Ego y el trnsito, por as decirlo, de laexpiracin a la inspiracin.Ciertamente que si la curva fuese circunferencia de crculo, el punto de conversin estara

    situado en el promedio de la vida fsica. El hombre llegara a este punto sin darse apenas cuentani diferenciarlo del movimiento cclico, como el planeta llega por ley cinemtica a su afelio; perodicho punto estara en posicin equidistante de los de nacimiento y muerte. No deja de sersignificativo que este smil geomtrico coincida exactamente con la traza ideada al mismopropsito por los antiguos sabios de Oriente. Segn las reglas de aquel entonces, el hombrehaba de emplear los veintin primeros aos de su vida en la educacin y los veintiunosiguientes en el cumplimiento de su deber, como sostn de casa y padre de familia; pero llegadoen este punto al promedio de la vida, haba de abandonar por entero los cuidados mundanos ytransmitir a su primognito casa y hacienda para retirarse con su esposa a una cabaa no muy

    distante, donde pasar los veintin aos siguientes entregados a la vida contemplativa; y si lamuerte les dejaba llegar a la senectud, podan entonces retirarse al yermo en completoalejamiento del mundo, aunque el punto verdaderamente importante era el promedio de la

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    vida. Tambin conviene recordar que, en el antiguo Per, quedaba el hombre exento de susobligaciones mundanas a los cuarenta y cinco aos para dedicarse con toda libertad a losestudios de su predileccin.

    En occidente ha llegado a ser la vida tan desarreglada y ficticia, que aun en la vejez siguenmuchos hombres empeados en el trfago de los mundanales negocios, de suerte que sedesquicia su organismo. La tarea de purificacin y desprendimiento que debiera comenzar en elpromedio de la vida, se demora hasta que sobreviene la muerte, y entonces no hay ms remedioque llevarlo a cabo en el plano astral, por no haberla efectuado en el fsico. De este modo, laignorancia del verdadero significado de la vida retrasa el progreso del hombre.

    Ventajas del conocimiento.- Si grave es el dao resultante de ignorar estas verdades durantela vida, lo es todava mayor despus de la muerte. De aqu la enorme ventaja de los que tienennocin, siquiera intelectual, de las enseanzas ocultas sobre este punto, porque advierten laproporcin verdadera entre el fragmento fsico de la vida y la vida entera, y no trabajan en latierra tan solo para la trigsima parte del ciclo de su personalidad con desdn de las otrasveintinueve, sino que consideran la vida en conjunto y en toda ella obran cuerdamente. Al pasaral plano astral no se desconciertan ni acongojan, porque conocen lo que les rodea y saben cmoobtener la mejor utilidad posible de las condiciones en que se hallan. Este conocimiento lesinfunde valor y confianza sin mezcla de temor ni riesgo de extravo y los capacita para actuar,con abundancia de recursos, en un mundo donde de otro modo careceran de auxilio como navesin timn.

    La experiencia ha demostrado que participan de estas ventajas hasta los hombres que tan solooyeron hablar una sola vez de esta verdad (por ejemplo en una conferencia) y la consideran, a losumo, como una de tantas hiptesis sin suficiente estmulo como para inducirles a su estudio,pues si bien desperdiciaron la oportunidad que de ulterior informacin se les ofreca, recuerdanen el plano astral lo que una vez oyeron y se apresuran a acomodar su conducta a lascircunstancias coincidentes en un todo con lo que el orador dijera. De esta suerte tienen a lomenos un punto de contacto con el conocimiento y eluden algo de la desazn sentida porquienes se ven lejos de sus horizontes familiares, sedientos en un mar sin orillas, de cuyo fondoamenazan surgir a cada instante indecibles y aniquilantes horrores.

    No es el sentimiento de seguridad y confianza la nica ventaja que allega el definidoconocimiento, sino que el hombre cuya planta halla terreno firme es capaz de auxiliar a losdems hombres y constituir un foco de paz y felicidad para centenares de recin entrados en losdominios del mundo invisible. De este modo engendra abundancia de buen karma y apresuranotablemente su propia evolucin.

    Tristeza y pesar. - Desechados estos preliminares errores sobre la muerte, y conocido lo quehay de verdad en ella, echamos de ver cun insensata y deleznable es la tristeza quehabitualmente la acompaa, pues por una parte el dolor fingido recuerda el grotesco yanacrnico llanto de las plaideras como innoble supervivencia medieval; y por otra, elexagerado pesar que infantilmente Suponen las lgrimas teatrales, es en S mismo un fatal error

    nacido de la ms grosera ignorancia e incredulidad. Si un cristiano cree firmemente que suamado difunto est gozando de la presencia de Dios, no habra de vestirse de luto, sino de gala,a ejemplo del verdadero tesofo, consciente de que el muerto ha pasado a mejor vida en elplano astral en espera de otra todava ms elevada y gloriosa en el mundo celeste.

    Pero no solo el inconsiderado pesar por la muerte de un allegado es hijo de la ignorancia yacumula grandes e innecesarios sufrimientos, sino que los bruscos arrebatos de dolor y lascontinuas lamentaciones que de ellos derivan, perjudican en vez de favorecer al difunto porquien sentimos tan hondo afecto; porque cuando pacfica y naturalmente se sume en lainconsciencia que precede a su despertar en la gloria del mundo celeste le sacan violentamentede su dichoso ensueo los lamentos y aflicciones de los que dej en la tierra y le representan ellcido recuerdo de la vida que acaba de pasar con las correspondientes vibraciones en sucuerpo astral, cuyo efecto nocivo es deprimirle y retardar notablemente su progreso espiritual.

    Esta falta de resignacin por parte de los supervivientes, es uno de los ms graves Obstculoscon que tropiezan los auxiliadores de los muertos, hasta el punto de inutilizar largas horas depaciente labor en este sentido. Los mismos muertos se dan a veces cuenta del impedimento que

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    les opone la afliccin de sus ignorantes, aunque bien intencionados allegados, segn puedecolegirse de algunas leyendas tradicionales entre los labriegos de Bretaa.

    Ni por asomo debe inducirse de esto que los ocultistas muestren predileccin por los amigos yparientes a quienes ms amaron, ni que su doctrina les ordene olvidar a los muertos. Por elcontrario, el recuerdo ha de ser tal que auxilie y no dae y que a los egostas e intiles lamentos,substituyan ardientes y amorosos deseos, segn ya hemos aconsejado. El superviviente ha delevantar su pensamiento a lo alto y olvidarse de s mismo y de la ilusin de la prdidaaparentemente sufrida, a fin de mejorar la situacin del difunto.

    Otra idea muy generalizada sobre la muerte es que forzosamente ha de entraar pena, y arobustecer este error concurrieron los burdos relatos de muertes desastrosamente angustiosas.Sin embargo, esta tradicin debe aadirse a la cuenta de los errores an subsistentes, porque loshorribles estertores de la agona son casi siempre los ltimos movimientos del cuerpo fsicocuando ya el Ego ha salido de l. En la mayora de los casos el trnsito se efecta sin doloralguno, aun cuando la enfermedad haya sido larga y penosa, como lo prueba la apacibleexpresin del rostro del difunto, aparte del testimonio directo de muchos a quienes se lesinterrog sobre el caso, inmediatamente despus de morir, cuando todava estaban recientes ensu memoria las circunstancias de la muerte.

    La mayor verdad. - Aunque ya estemos convencidos de que tan solo pasamos en el planofsico una pequea parte del ciclo de nuestra vida, no seremos capaces de evaluar exactamentesu relacin con el conjunto, si no comprendemos tambin y fijamos en nuestra mente la granverdad de la vida en los mundos superiores. No es posible argumentar muy vigorosamentesobre este punto, porque la mayora de las gentes estn dominadas por los sentidos fsicos, demodo que lo ilusorio les parece la nica realidad, al paso que lo ms cercano a la verdaderarealidad les parece imaginario e ilusorio.

    Por razones fciles de comprender se ha llamado mundo ilusorio al plano astral, no obstanteser en un grado superior al fsico y estar, por lo tanto, un peldao ms prximo a la verdaderarealidad. Cierto es que hay mucho de ilusorio en este mundo, pero a mayores ilusiones nosexpone el grosero velo de la materia fsica; y si lejos est, en verdad, la visin astral de la clara yomnipenetrante del alma humana en su propio plano, es, sin embargo, mucho ms aguda yprecisa que la de los ojos carnales. El mundo astral es al fsico como el mental al astral, aunquela razn de estos dos ltimos es ms elevada dentro de la proporcin; y as resulta que losperodos astral y mental, no slo exceden en duracin al fsico, sino que cada momento de ellos,debidamente aprovechado, puede ser muchsimo ms fructfero que los del perodo fsico.

    Necesidad de la vida fsica.- De lo expuesto pudiera inferirse que la vida fsica apenas tieneimportancia, a no mediar la Consideracin de que, en nuestra actual etapa evolutiva, los esindispensable para adquirir copiosas experiencias por medio de las lentsimas vibraciones deesta grosera y pesada materia.

    Sobre este punto conviene decir algo, aunque no sea ms que para desvanecer errores en quehubiramos podido incurrir. Suponen algunos que si la muerte es el caso a mejor vida, y tan

    hermosa y apetecible nos la describen, nada debiramos hacer para evitarla ni afanarnos enconservarla vida fsica. Verdaderamente, si fuera lcito suponer que ms le vale al hombre morircuanto ms pronto mejor, daramos con ello ocasin a premiar el suicidio. As sera sihubiramos de pensar nicamente en nosotros y en nuestro gusto; pero resultar todo locontrario si atendemos a nuestros deberes para con Dios y el prjimo.

    Aunque es indudable que los hombres cuya vida terrena estuvo provechosamente empleadaen el bien, gozan de existencia astral mucho ms cumplida y feliz que la fsica, convienerecordar que venimos a la tierra para realizar una labor que solo en ella puede realizarse. Manosdivinas pusieron el instinto de conservacin en nuestros corazones para facilitarnos el deber enque estamos de sobrellevar la vida terrena y mantenerla mientras las circunstancias lo permitan.Hay lecciones que solo se pueden aprender en el plano fsico, y cuanto ms pronto lasaprendamos, ms pronto tambin nos libraremos de la necesidad de volver a esta nfima y

    limitada vida. El plano fsico es actualmente el principal escenario de nuestra evolucin, y soloen estas groseras e inapetecibles condiciones podemos por ahora realizar los necesariosprogresos. El mtodo ms adecuado a nuestra evolucin consiste en habituarnos a responder a

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    las vibraciones exteriores; pero como las de amplitud e intensidad adecuadas a la esencialnaturaleza del alma son demasiado sutiles y rpidas para provocar respuesta en la presenteetapa evolutiva, es necesario empezar por las ms rudas y lentas, para que de este modo,despertada la sensibilidad dormida, se vaya afinando y desenvolviendo poco a poco, hastaresponder acordemente en todos los planos a toda la escala vibratoria, es decir, hasta ponerse enarmona simptica con todos los seres y todas las cosas. El logro de tan glorioso fin ha decomenzar en el plano fsico. Cada encarnacin le cuesta al Ego un no despreciable introito deturbaciones, sobre todo en el fatigoso perodo de la primera infancia, durante el cual ha deesforzarse por grados y con mucho esfuerzo en regular sus nuevos vehculos; y, por lo tanto,cuando terminada su paciente labor se ha construido a duras penas una serie de vehculosrelativamente adecuados, tiene el deber y en su inters esta mejorarlos y conservarlos tancuidadosamente como le sea posible, sin que en modo alguno deba desprenderse de ellos hastaque la Ley le mueva a hacerlo, excepto en casos de extraordinario y ms alto deber, como el delsoldado que se sacrifica en el altar de la patria. As, nadie debe atentar contra su vida antes deque llegue su hora, por ms que al llegar la reciba gozoso en espera del descanso consiguiente ala labor y del paso de tinieblas a luz, de sujecin a libertad, regocijndose a la vista de la muerte.

    Regocijo para el alma es ir de tierra adentro al mar y atravesando promontorios entrar en la eternidad.

    Sin embargo, todo cuanto queda descrito nada significa en comparacin de la gloriosa vidaulterior, la vida en el mundo celeste. El mundo astral es el purgatorio; el mundo mental, laeterna bienandanza que soaron los monjes y cantaron los poetas, pero no un sueo en modoadulto, sino viviente y gloriosa realidad. La vida astral es dichosa para unos e infeliz para otros,segn la disposicin en que previamente se colocaron; pero todos gozan despus de ella lafelicidad perfectamente adecuada a las necesidades de cada cual. Pero esto lo describiremosms adelante.

    En la mayor parte de los hombres no est la conciencia suficientemente evolucionada paraactuar con desenvoltura en los vehculos superiores, por lo que hay ciertas modalidades soloasequibles mediante los sentidos fsicos, aunque una vez alcanzadas en pleno despertar aquabajo, pueden proseguir se ven ms mundos elevados. As tenemos que, a pesar de lo ilusoriode la vida fsica, podemos considerarla como el perodo de siembra, durante el cualactualizamos fuerzas cuyo rendimiento cosecharemos en las ms favorables y fructferascondiciones de las esferas elevadas.

    Pero esto en nada altera el fundamento de la realidad superior de las ms altas esferas ni debeentibiar nuestro convencimiento de la eterna verdad de que la muerte es para nosotros eltrnsito a mejor vida, y que cuanto de glorioso y bello conocemos ahora, no es nada comparadocon la belleza y gloria de los mundos a que nos conduce, pues al atravesar las puertas de lamuerte se nos cae la ms tupida y opaca venda de cuantas nos impiden ver el rostro de aquelque por s mismo es gloria y belleza, del Seor que por igual domina la vida y la muerte.

    Si nos convenciramos de la realidad de los mundos Superiores daramos de lado parasiempre al fatal sentimiento de vaguedad y ofuscacin de que las gentes rodean lo superfsico.No hay mayor enemigo del verdadero significado y utilidad de la vida ni arma ms poderosaen manos de los mal intencionados que la desconsoladora vaguedad sobre la vida superior,

    durante tanto tiempo dominante en el pensamiento de la mayora de los hombres de occidente.El estudiante de ocultismo no encuentra dificultad alguna en estas enseanzas, y seguramenteque en las filas de nuestros miembros no hay ninguno que deje de estar convencido de lasverdades expuestas.

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    CAPTULO VLa verdad de los hechos.

    Ya hemos aludido a las latentes facultades por cuyo medio puede conocerse directamente elmundo invisible y ver la vida de ultratumba con tanta claridad y tan minuciosos pormenores

    como en nuestro alrededor vemos la vida fsica. Algunos estudiantes teosficos han aguzado yasus sentidos internos y estn en disposicin de dar fidedignos informes acerca de taninteresantsimo punto. Estoy completamente convencido de que conviene reivindicarlo as, envista de que hasta ahora nada haban dicho sobre el particular los expositores de la ortodoxiaoccidental. Los sacerdotes de cualquier religin nos explicarn a su manera las postrimeras delhombre y en apoyo de sus afirmaciones aducirn la doctrina de la Iglesia o los textos de laBiblia; pero ninguno de estos sacerdotes podr decir: Yo mismo he estado en el cielo y elinfierno que os describo. Por mis propios ojos los he visto y s que son verdad. Precisamenteesto es lo que pueden afirmar los investigadores teosficos, porque saben de qu hablan y estnfamiliarizados con una definida serie de hechos que observaron personalmente, hasta el puntode permitirles hablar con la autoridad y certeza propias tan solo del conocimiento directo. Enconsecuencia, al comunicarlo que saben, dirn siempre a sus oyentes:

    A menos que os parezcan evidentemente razonables, no habis de admitir a ciegas nuestrasafirmaciones, sino observad vosotros mismos todas estas cosas tan atentamente como podis ensus diversos aspectos, y entonces estaris en disposicin de hablar de ellas a los dems con tantaautoridad como nosotros. Pero qu linaje de hechos descubrieron estas investigaciones?

    La verdad de los hechos, en el actual momento evolutivo, es mucho ms lgica que la mayorparte de las teoras dominantes. Se ha observado que, lejos de alterar repentinamente la muertelas cualidades del hombre ni de llevarle en puro espritu a un cielo ms all de las estrellas,queda por el contrario, despus de la muerte, exactamente el mismo que era antes de morir consus peculiares potencias y facultades, de modo que se encuentra en las condiciones por elmismo determinadas. Los pensamientos y deseos vigorizados durante la vida fsica, tomandefinida forma de entidades vivas que le rodean y sobre l reaccionan hasta consumir la energaque le di vida. Cuando los pensamientos y deseos han sido persistentemente malos, se

    convierten entonces en terribles compaeros, aunque, por fortuna, estos casos son los menosentre los moradores del mundo astral; pero lo que peores efectos depara al hombre despus dela muerte, es una vida frvola e intil sin inters racional, empleada en complacencias egostas yparloteos ociosos.

    No hay premios ni castigos externamente otorgados o infligidos al hombre, sino tan solo elpositivo resultado de sus obras, palabras y pensamientos durante la vida terrena, porque enverdad se hace el hombre en este mundo la cama sobre que ha de echarse en el otro.

    Sin embargo, de ningn modo hemos de creer que el mundo astral sea exclusivamente elmundo de los efectos, pues para algunos hombres puede ser algo ms que esto por su propiaculpa. El plano astral es superior al fsico y, por lo tanto, hay mayores posibilidades de dicha yperfeccionamiento; pero estas posibilidades son por s mismas de ndole ms elevada y suactualizacin requiere cierto grado de sagacidad y perspicacia. Si un hombre es tan romo de

    entendimiento que durante la vida fsica no solo no haya sido capaz de alzar los ojos del suelo,sino que concentrar toda la energa de sus pensamientos en las cosas materiales, tampoco sercapaz de adaptarse a mejores condiciones. Si desde o no pudo advertir las mnimasposibilidades del mundo fsico, ser menos capaz todava su semiatrofiada mente deaprovechar las ms amplias posibilidades de la vida superior.

    Pero si durante la vida terrena tuvo bastante alma para mirar con inteligente afn ms all dela grosera materia, ver abrirse ante el nuevas sendas de investigacin y estudio, tan atractivascomo interesantes. Si en la primera etapa aprendi a deleitarse en generosas acciones y atrabajar en beneficio del prjimo, la vida astral le deparar goces intensos y progresos rpidos.El hombre inteligente y compasivo que conoce las condiciones de esta existencia superfsica y setoma el trabajo de acomodarse a ellas, encuentra multitud de coyunturas favorables paraadquirir nuevos conocimientos y realizar provechosa labor. Descubre que la vida fuera del

    denso cuerpo fsico tiene tan vivida brillantez, que todo goce terreno es comparado con ellacomo la luz de la luna a la del Sol, y descubre tambin que merced a su claro conocimiento ysosegada confianza resplandece el fulgor de la vida perdurable sobre todos cuantos le rodean,

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    porque, como ya dijimos, puede convertirse en inefable centro de paz y gozo para centenares dehombres, hasta el punto de realizar mayores bienes en pocos aos de existencia astral que entoda una larga vida fsica.

    Continuidad de la vida.- El primero y ms importante hecho es que la vida astral no es unanueva vida, sino continuacin de la presente, y que lejos de estar separados de los muertos, nosrodean a toda hora. Lo que de ellos nos aleja es la limitacin de nuestra conciencia, de suerteque no perdemos a nuestros allegados, sino la facultad de verlos. Pero nos es perfectamenteposible elevar nuestra conciencia y verlos y hablarles como antes, segn lo hacemos todosconstantemente, aunque poqusimos lo recuerden. Todo hombre puede aprender a enfocar laconciencia en su cuerpo astral, aun estando despierto el fsico; mas esto necesita desarrolloespecial y muchsimo tiempo en la generalidad de las gentes. Pero mientras el cuerpo fsicoduerme, todos los hombres actan ms o menos extensamente en su cuerpo astral, y por estemedio podemos comunicarnos con nuestros difuntos allegados. Algunas veces nos queda unparcial recuerdo de la comunicacin, y entonces decimos que hemos soado con ellos, aunquelo ms frecuente es que no nos acordemos de tales encuentros y permanezcamos ignorantes dehaberlos tenido. Sin embargo, es un hecho comprobado que los lazos de afecto siguen tanfuertes como antes, por lo que apenas el hombre afloja las cadenas de su crcel terrena, buscaespontneamente la compaa de los seres a quienes ama. As es que en vez de pasar el da conellos, pasa la noche y tiene conciencia astral, pero no fsica, de sus visitas nocturnas.

    En el prlogo que L. Mariller escribi para la obra de Le Braz titulada: La leyenda de la muerteen la baja Bretaa, da aquel autor informes interesantes acerca de los sentimientos y creenciasque los labriegos bretones tienen de la muerte y de los estados posteriores a ella. Dice a estepropsito: Para los bretones, vivos y difuntos moran igualmente en este mundo en perpetuocontacto. A la hueste de difuntos le llaman el anan y dicen que la temen como pueda temerse auna tormenta; pero el que los espritus pasen a travs de los zarzales y espinos que bordean lascarreteras, no les causa mayor sorpresa que el alegre trino de los pjaros en el matorral. Creenlos bretones que el mundo invisible esta entretejido con el visible, de la propia suerte que lamiel est entremezclada con la cera. Tiernamente respeta el bretn a los muertos con vivos yhondos sentimientos, mitad de compasin, mitad de temor. Los muertos moran con los vivos enestrecha compaa, asociados unos con otros en todos los instantes de su existencia. Vagan porla noche a lo largo de las carreteras y de las solitarias callejuelas, y rondan por campos yllanuras en tan numerosa muchedumbre como la hierba en los prados y la arena en la playa.Frecuentan las casas donde vivieron en cuerpos mortales para traer noticias del otro mundo,cual mensajeros de pena o de dicha, y se deslizan a media noche por los silenciosos estradoshasta agacharse junto al rescoldo del hogar. Vienen a velar por los allegados a quienes dejaronexpuestos a los peligros y maraas de la vida. Son madres que acarician a sus dormidos hijos ylos cuidan y protegen y calman su llanto. Otras veces les atrae el recuerdo de las riquezas queposeyeron, de sus haciendas y ganados, de sus campos de trigo cuyas mieses ondulan como unmar de reluciente oro, y el que en vida fue labrador rico, atrado por la todava no extinguidaapetencia de los bienes terrenos, vuelve a su granja desde el silencioso reino de las almas

    desencarnadas.Sin embargo, no todos los muertos son tiernos y compasivos. Algunos, por el contrario, semuestran crueles con los vivos y conviene no aproximarse mucho a ellos. Los ruidos y trajinesdel mundo material apagan, para la mayor parte de las gentes, el zumbeante rumor de losmuertos. Segn la creencia bretona, si no estuviramos tan atareados en los negocios y deleitesdel mundo, conoceramos algo mejor lo que sucede en el ms all de la muerte.

    El transporte de la memoria del plano astral al fsico es otro punto, completamente distinto,que en nada afecta a nuestra conciencia astral ni a nuestra capacidad de actuar libre ydesembarazadamente en este plano. Lo recordemos o no, los muertos siguen viviendo junto anosotros, con la nica diferencia de que ellos se han quitado la vestidura carnal a que llamamoscuerpo, sin alterar por ello sus cualidades personales, como tampoco alteramos nosotrosnuestra personalidad al desnudarnos, aunque nos quedamos ms libres y desembarazados por

    el alivio de peso. Las pasiones, afectos, emociones, instintos y sentimientos del hombrepersisten despus de la muerte, porque no son peculiares del desechado cuerpo fsico. El

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    muerto se ha quitado la vestidura carnal y vive en otra con las mismas facultades y potenciaspara sentir y pensar.

    La realidad de lo invisible. - Bien sabemos cun difcil le ha de ser al comn de las gentesconvencerse de la realidad de lo que no pueden ver con los ojos fsicos, y no menos difcil escomprobar la insuficiencia de nuestra visin corporal que nos impide advertir que vivimos enun vasto mundo, del cual solo vemos la menor parte. Sin embargo, la misma ciencia nosmuestra esta posibilidad al describirnos los mundos microscpicos de lo indefinidamentepequeo, cuya existencia ignoraramos si tan solo hubisemos de valernos de los sentidoscorporales. Y cuenta que, a pesar de su pequeez, no carecen de importancia losmicroorganismos, pues del conocimiento de su ndole y manera de ser y actuar depende laconservacin de nuestra salud y aun de la misma vida.

    Pero tambin tenemos los sentidos limitados en otra direccin, porque tampoco podemos verel aire que nos rodea ni advertir su existencia, excepto por el sentido del tacto cuando lo agita elviento, y, sin embargo, es capaz de volcar con su violencia las ms poderosas naves yderrumbar los ms firmes edificios. De la propia suerte nos rodean fuerzas potentes queescapan a la penetracin parcial de nuestros sentidos y, por lo tanto, hemos de evitar el errorcomn de suponer que solo existe lo que ven nuestros ojos.

    Dijo Oliverio Lodge en un reciente discurso, pronunciado en Birmingham sobre el tema:Nuestro lugar en el Universo:

    Si el cielo estuviera constantemente nublado, no tendramos conocimientos definidos del sol,y lo mismo puede ocurrir con otras cosas existentes en el universo de que nos daramos cuentasi nuestros sentidos fuesen ms penetrantes y nada nos enturbiase la vista. Lo que vemos yconocemos es, con toda probabilidad, una mnima parte de lo que cabe ver y conocer.

    Estamos, por decirlo as, presos en una torre cuyas ventanas son los sentidos, abiertos tan soloen determinada direccin sin alcance alguno en las dems; pero la clarividencia, o sea la luzastral, nos abre un par de ventanas adicionales que acrecientan nuestra capacidad y dilatan antenosotros un nuevo y ms amplio mundo que tambin forma parte del otro, aunque antes nopudisemos conocerlo.

    Lo que se ve.- Qu es lo primero que vemos al mirar en este nuevo mundo? Suponiendo queuno de nosotros transfiriese su conciencia al plano astral, qu mudanzas le llamaran primerola atencin? Por de pronto apenas advertira diferencia y pudiera suponer que est viendo lomismo que antes. Expliquemos el por qu, siquiera parcialmente, ya que la explicacin acabadarequerira todo un tratado sobre los astrales fsicos. As como la materia terrestre presenta tresestados: slido, lquido y gaseoso, cuyas condiciones son distintas, as tambin hay diferentesgrados, densidades y condiciones de materia astral, anlogos y correspondientes a sus similaresde la materia fsica. Por lo tanto, el consciente en el plano astral seguira viendo las paredes y losmuebles de su aposento, porque si bien la materia fsica de que estn formados ya no seravisible para l, la materia astral ms densa bosquejara aquellos objetos de modo que percibirasu configuracin tan claramente como antes. Si examinara el objeto de cerca vera moverse sus

    molculas constitutivas cuyo movimiento es invisible en el plano fsico; pero como pocosmoradores del plano astral observan de cerca los objetos que les rodean, la mayor parte de losmuertos creen de pronto que no han cambiado de condicin, pues ve los familiares aposentosde su casa, las mismas personas con quienes convivi, porque el cuerpo astral de estas ltimasest al alcance de su nueva percepcin. Poco a poco nota las diferencias, y luego advierte que yano experimenta penas ni fatigas. Quien pudiera comprender lo que esto significa, vislumbrarala realidad de la vida superior, pues cmo dar idea de la total carencia de cansancio y pena aquienes no tienen ni un momento de descanso en los afanes de la vida y apenas recuerdanhaber estado libres de ansiedad? Hemos adulterado de tal modo en occidente la doctrina de lainmortalidad del alma, que con mucha frecuencia se resisten a creer los muertos que ya no estnen el mundo, puesto que oyen, ven, piensan y sienten. A veces suelen exclamar Pero si yo nohe muerto! Estoy tan vivo como siempre y me siento mucho mejor que antes. Verdaderamente

    sigue viviendo, y as debiera haberlo esperado si no le aleccionaran errneamente.La conciencia astral se le consolida y define al percatarse de que no puede hablar con losparientes y amigos a quienes est viendo, pues aunque trate de comunicarse con ellos no le

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    oyen, y si les toca no despierta en ellos sensacin alguna. Entonces cree que esta soando y queluego despierta, porque otras veces (cuando los de la tierra estn durmiendo) sus parientes yamigos notan su presencia y hablan con l como en vida. Pero poco a poco se va convenciendode que se halla al otro lado de la tumba y entonces se inquieta y desasosiega a causa tambin delas errneas enseanzas recibidas, pues no comprende dnde est ni que le ha sucedido, porquesu situacin no es la que esperaba desde el punto de vista ortodoxo. A este propsito dijo undifunto general ingls en cierta ocasin: Pero he muerto yo? En dnde estoy? Si esto es elcielo, no vale tanto como pensaba, y si el infierno, es mucho mejor de lo que crea. Los erroresenseados en vida ocasionan graves inquietudes y aun sufrimientos despus de la muerte, porculpa de quienes persisten en ensear al mundo fbulas estpidas sobre vanos espantajos envez de recurrir a la razn y el buen sentido. La deleznable y blasfema doctrina del infiernogneo ha causado ms dao del que imaginaron sus creadores, no solo en este mundo, sino msall de la tumba. Hoy tiene el hombre muerto la posibilidad de encontrar a otros tambinmuertos, pero mejor instruidos, que le enseen a desechar todo temor respecto de una vida tanlgica y racional en aquel nuevo mundo como la que acaba de pasar en la tierra.

    Gradualmente echar de ver all muchas novedades y no pocos aspectos complementarios decuanto ya conoca, porque en el mundo astral los pensamientos y deseos toman forma visible,constituida en su mayora por la materia ms sutil de dicho plano. Segn transcurre la vidaastral, aquellas formas adquieren mayor relieve, porque entretanto ha ido atrayndolas hacia scada vez con ms fuerza. El Ego emplea el primer perodo de su encarnacin en sumirse en lamateria y el segundo perodo en desprenderse de ella con los resultados de su accin.

    Conforme hemos dicho, aun durante la vida fsica puede el hombre elevar sus pensamientos yapartarlos ms y ms de las cosas terrenas hasta que llegue la hora de dejarlas junto con elcuerpo denso. Entonces comienza su vida astral, pero contina el proceso de eliminacin cuyoresultado es que, segn pasa el tiempo, aparta ms y ms su atencin de la nfima materia astralque constituye las imgenes de los objetos fsicos y la convierte a la sutil materia constitutiva delas formas de pensamiento, tales como aparecen en el plano astral. De este modo se habita avivir en un ambiente mental y se desvanece ante su vista la imagen del mundo fsico, no porqueel haya mudado de lugar en el espacio, sino porque su inters muda de centro. Todavasubsisten sus deseos expresados en las formas circundantes, y de la ndole de estos deseosdepender la dicha o el infortunio de su existencia astral.

    El estudio de esta vida superfsica nos muestra con toda claridad, la razn de muchospreceptos morales. La mayor parte de los hombres reconocen la maldad de las faltas queperjudican materialmente al prjimo; pero se maravillan de que tambin se tenga por maldadsentir envidia, odio o ambicin, an sin concretar expresamente estos sentimientos en palabrasu obras. Una ojeada al mundo astral nos muestra como semejantes sentimientos daan alhombre que los alimenta y le causan agudos sufrimientos despus de la muerte. Mucho mejorcomprenderemos esta verdad si examinamos unos cuantos casos de vida astral y echamos dever sus principales caractersticas.

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    CAPTULO VIAlgunos ejemplos de vida astral.

    Tratemos primeramente del hombre indefinido que no es resueltamente bueno ni malo, nitiene caractersticas especialmente determinadas. Este hombre conserva, despus de la muerte,

    su incolora neutralidad y no sufre ni goza, sino que ms bien pasa una vida astral embotada,porque la terrena no tuvo razonado objeto. Si no pens ms que en frivolidades y deportes, entrajes y diversiones, probablemente se le har el tiempo pesado cuando ya no pueda disfrutarms de tales goces. Facilitar la comprensin de lo expuesto el ejemplo de un hombre de estaclase tomado de un libro escrito hace aos por un cristiano que, segn parece, nada haba odohablar de teosofa y apenas de espiritismo, pero que estaba dotado de la facultad de ver a losdifuntos y conversar con ellos. Dice as:

    Al pasar por cierta casa durante el ltimo ao, me encontr casi todos los das a su antiguopropietario, mdico muy experto y de mucha consideracin social, que era bien acogido ennumerosos hogares... Me dijo que se vea solo y miserable, pues aunque haba tenido algunoscompaeros, no quiso seguirles, y prefiri rondar por su antigua casa y acercarse a sus antiguosparientes, aunque le apenaba la idea de que su esposa le creyera feliz en un lejano cielo y que no

    pudiese el advertirla de su presencia. Le induje yo a que dejando la atmsfera de la tierra sealzase a ms alta vida, donde el estmulo de la labor es todava ms apremiante que aqu; perome replic diciendo que no vislumbraba ejercicio propio de un mdico en donde no habacuerpos que enfermaran.

    Estaba muy desalentado por verse en una existencia tan discrepante de sus creenciasterrenas, aunque supona que le era preciso ayudar el da del juicio final para saber si era delnmero de los rprobos o de los elegidos. En vida haba frecuentado la iglesia, no solo porcostumbre, sino porque la juzgaba excelente prctica, pero nunca haba meditado seriamentesobre asuntos de religin, por ms aficionado al trato social y a las cosas mundanas que poseaen abundancia. Sin embargo, haba muerto en la fe del Redentor. Pero a la sazn le parecatrastocado el orden que el supona establecido, pues aquellos a quienes tuvo por incrdulosestaban circundados de tan refulgente luz espiritual, que no le era posible resistir su presencia,

    al paso que muchos clrigos estarn en situacin opuesta.Trat de darle a entender que todos los das lo son de juicio, pues por su propia voluntadhaba vivido en la tierra, tan solo para la tierra, y el achicamiento de su naturaleza espiritual eraa la sazn su condigno castigo. Le dije tambin que la salvacin depende de la santidad de viday no de absoluciones e indulgencias; que Cristo y sus verdaderos discpulos, imitadores deCristo, viven todava y continan trabajando en acrecentar el reino de la justicia; y que si bienya no le era posible sanar cuerpos enfermos, poda emplearse en la salvacin de almas. Ledisgust esta idea, porque no se crea destinado a sacerdote, y no bastaron mis empeos paraconvencerle de que, para ayudar y socorrer al prjimo, todos debemos ser sacerdotes1.

    Este breve relato de un fenmeno ordinario de la vida astral es tan interesante comocaracterstico, pues no solo prueba el desconsuelo y entorpecimiento resultantes de unaexistencia terrena sin ideales elevados, sino tambin el dao procedente de falsas o imperfectas

    enseanzas religiosas. El autor de la obra citada prosigue relatando como, despus de muchasexplicaciones y plticas, el infortunado mdico pudo remontarse a nivel ms alto del planoastral, previa elevacin de sus pensamientos. Este caso no es inslito en el hombre que, luego depasar negligentemente la vida mundana y egosta, advierte los extravos de su conducta encuanto la clara visin del plano astral se lo consiente. Entonces se ve por vez primera tal cual es,y a menudo son terribles y continuados sus padecimientos.

    Sin embargo, aquella clara visin entraa para l la posibilidad de notables progresos, pues almirar atrs advierte las ocasiones que desperdici, las virtudes en que flaque, el bien que pudohacer y no hizo y, en consecuencia. Se cree condenado y perdido. Pero, afortunadamente paral, alguno de los protectores que sin cesar actan en el plano astral le dir que nunca es tardepara la enmienda, pues si desde aquel momento empieza a fomentar las virtudes, seguramentelas poseer en la prxima vida terrena. Sin embargo, a veces se hallan sumidos estos hombres

    en aptico desconsuelo, rodeados de una pesada y negra nube de depresin muy difcil de

    1Luz en la escondida senda. Boston, 1886, p. 71.

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    disipar. Como quiera que en la vida terrestre no tuvo ni el ms leve indicio de la energaespiritual, tampoco es capaz de comprender entonces sus esplndidas posibilidades y cae enestpida desesperacin, que suele resistir por largo tiempo a los ms denodados esfuerzos delos protectores. El caso del mdico es buen ejemplo de los resultados de una vida vulgarmenteegosta, y miles de seres encontramos en el plano astral en el mismo estado, aunque por fortunatambin hay otros mil en mejores condiciones por no haber sido tan egostas.

    Excepciones. - Conviene considerar ahora varios casos excepcionales, a fin de abarcar elconjunto de posibilidades de la vida astral y de los efectos en ella producidos por las diferentescaractersticas adquiridas en la existencia fsica. Ya nos referimos en otro captulo a la tristecondicin en que cae el beodo despus de la muerte, como ejemplo de las consecuenciasacarreadas por los bajos apetitos, que solo es posible satisfacer en el plano fsico. Lejos dedisminuir la intensidad de las pasiones despus de la muerte, son ms violentas que nunca,pues sus vibraciones ya no pueden poner en movimiento la materia fsica. El caso del sensual espeor tal vez que el del beodo. Todo esto lo saban perfectamente los antiguos, segn nos loprueba el mito de Tntalo, acosado perpetuamente por rabiosa sed, sin que pudiera apagarla enla copa de cuyos bordes no pasaban sus labios.

    Algunas veces estos seres sufren mseramente los tormentos del remordimiento, pero todavaes ms horrible la situacin de los impenitentes que, aun en aquella nueva vida, se esfuerzanfrenticamente en satisfacer de algn modo sus arraigadas concupiscencias. Ya hemos vistoantes como los hombres libidinosos pasan a la vida astral con las mismas inclinaciones que lesarrastraron en la terrena, y as ocurre que, despus de la muerte, forman una taifa de disolutosque frecuentan los lugares manchados por su depravacin y acrecientan la pestilencia del yaviciado ambiente con los ponzoosos miasmas de sus licenciosos pensamientos y de