charla. lo que el espíritu dice hoy a la vida monástica femenina

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1 LO QUE EL ESPÍRITU DICE HOY A LA VIDA MONÁSTICA FEMENINA INTRODUCCIÓN En noviembre de 2004 se celebró en Roma un Congreso Internacional sobre la vida Consagrada bajo este título: “Pasión por Cristo , pasión por la Humanidad . El subtítulo recogía bien este propósito: “Lo que el Espíritu dice hoy a la vida consagrada ”. Esta reflexión quiere ser el eco y la concreción de aquel acontecimiento eclesial. Deseamos prolongar la escucha al Espíritu, iniciada en aquel Congreso, en un intento más de captar qué es lo que el Espíritu nos está diciendo hoy a la vida monástica femenina. Lo haremos, en fidelidad, desde la misma inspiración de fondo: dejarnos interpelar por el Espíritu desde la realidad del mundo actual buscando fielmente nuestro lugar en la Iglesia, comprometiéndonos constantemente en una conversión profunda a Cristo y disponiendo nuestros corazones para “nacer de nuevo” a una vida monástica inspirada en la pasión por Cristo y en la pasión por la humanidad. Seguiré un itinerario sencillo y claro. En el primer punto trataremos todos de disponer nuestros corazones a la escucha del Espíritu. Después, ahondaremos en una cuestión central y decisiva: la búsqueda apasionada de Dios hoy en la vida monástica femenina. Abordaremos, a continuación, la pasión por la humanidad, algo que brota como irradiación de nuestra pasión por el Dios vivo revelado en Jesucristo. Concluiremos, en plan de sugerencia, señalando

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Page 1: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

1

LO QUE EL ESPÍRITU DICE HOY

A LA VIDA MONÁSTICA FEMENINA

INTRODUCCIÓN

En noviembre de 2004 se celebró en Roma un Congreso

Internacional sobre la vida Consagrada bajo este título: “Pasión por

Cristo , pasión por la Humanidad” . El subtítulo recogía bien este

propósito: “Lo que el Espíritu dice hoy a la vida consagrada”. Esta

reflexión quiere ser el eco y la concreción de aquel acontecimiento

eclesial. Deseamos prolongar la escucha al Espíritu, iniciada en

aquel Congreso, en un intento más de captar q ué es lo que el

Espíritu nos está diciendo hoy a la vida monástica femenina. Lo

haremos, en fidelidad, desde la misma inspiración de fondo:

dejarnos interpelar por el Espíritu desde la realidad del mundo

actual buscando fielmente nuestro lugar en la Iglesi a,

comprometiéndonos constantemente en una conversión profunda a

Cristo y disponiendo nuestros corazones para “nacer de nuevo” a

una vida monástica inspirada en la pasión por Cristo y en la pasión

por la humanidad.

Seguiré un itinerario sencillo y claro. En el primer punto

trataremos todos de disponer nuestros corazones a la escucha del

Espíritu. Después, ahondaremos en una cuestión central y decisiva:

la búsqueda apasionada de Dios hoy en la vida monástica femenina.

Abordaremos, a continuación, la pasión por la humanidad, algo que

brota como irradiación de nuestra pasión por el Dios vivo revelado

en Jesucristo. Concluiremos, en plan de sugerencia, señalando

Page 2: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

2

brevemente algunos caminos de renovación, de renacimiento de la

vida monástica1.

1.- A LA ESCUCHA DEL ESPÍRITU

La vida monástica es un don del Espíritu a la Iglesia. Nace,

vive, crece y contribuye al reino de Dios por la acción del Espíritu.

Si falta el Espíritu, “dador de vida”, la vida monástica, como todos

los demás carismas, se apaga. La histori a de la vida monástica a lo

largo de los siglos es la historia de la acogida, más o menos fiel, al

Espíritu.

Efectivamente, cuando en la vida monástica cerramos el

corazón al Espíritu decae nuestro seguimiento personal y

comunitario, la vitalidad de nues tras celebraciones, la calidad de la

acogida a los demás y nuestra proyección hacia ellos.

Por eso, lo primero y más importante es no apagar el Espíritu:

abrir los oídos del corazón para escuchar lo que nos está diciendo;

dejarnos “lavar y santificar”2 por Él; “hacerle sitio” en nuestras

comunidades, sentir entre nosotras el aliento vivificador de Cristo

Resucitado y escuchar sus palabras: “Recibid el Espíritu Santo”3.

¿No estaremos necesitadas, antes que nada, de esa experiencia

fundante que fue la irrupción del Espíritu en los primeros

seguidores y seguidoras de Jesús?

1 No me es posible agradecer a todos los que me han iluminado con su reflexión. Me permito citar

solamente a Olegario González de Cardedal, “Soledad y solidaridad. Sentido de la vida monástica en el

cristianismo” en Raíz de la esperanza. Sígueme. Salamanca, 1995, 341-390; y a Patricia Henry, osb, “La

vida monástica y la misión de la mujer consagrada” Cuadernos Monásticos 114, 1995 (353-374 2 1 Corintios 6, 11

3 Juan 20, 22

Page 3: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

3

¿Qué supondría hoy un “nuevo Pentecostés” vivido en el

interior de la vida monástica femenina?

El Espíritu nos habla desde el interior del corazón, pero

también desde la realidad del mundo actual; interpela a nuestras

comunidades desde dentro, pero también desde fuera. ¿Qué espera

Dios de la vida monástica femenina en los inicios del tercer

milenio? El Congreso de Roma nos invitaba a dejarnos interpelar

por el Espíritu desde la realidad actual de la Humanidad. Pensemos

en el creciente vacío espiritual del hombre moderno, la sed de

sentido, el anhelo de verdadera libertad, el dolor por tanta

injusticia, la lucha contra el hambre y la miseria en el mundo, la

necesidad de solidaridad con los últimos de la tierra, la dignidad de

la mujer, el cuidado ecológico de la creación, etc.

¿Cómo ha de ser la búsqueda plena y humilde de Dios vivida

por las comunidades monásticas femeninas en medio de este

mundo?, ¿cómo insertarnos en la realidad de nues tro tiempo desde

“una nueva imaginación de la caridad”?4, ¿cómo colaborar en la

gran tarea de buscar primero el reino de Dios y su justicia?, ¿cómo

ser nosotras don para toda la Iglesia?, ¿cómo contribuir a su misión

salvadora?

2.- BÚSQUEDA APASIONADA DE DIOS

Lo más apremiante hoy no es sobrevivir, tampoco preservar el

pasado por muy glorioso que haya sido. El Espíritu nos llama

también en estos tiempos a vivir de verdad con responsabilidad,

4 Juan Pablo II, Novo Millenio Ineunte, 50

Page 4: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

4

hondura y confianza nuestro ser contemplativo, sin dejarnos coge r

por la nostalgia del pasado o la incertidumbre del futuro.

• Buscadoras del Dios vivo

Buscar a Dios y sólo a Dios. Esto es para nosotras lo esencial,

la clave que explica y justifica nuestra vida. San Benito, en su

Regla, lo señala como un criterio de vocación monástica “el

maestro de novicios tenga cuidado en observar si el novicio de

veras busca a Dios.. .” (RB, 58)5. “Buscar a Dios no indica una

búsqueda voluntarista o puramente filosófica sino una rendición sin

condiciones porque nos sabemos buscadas y amadas por Aquél que

lo puede todo. Buscar a Dios requiere una donación total y,

consecuentemente, un cambio total de orientación en la vida de la

mujer y del hombre, una conversión. Todo ha de ser vivido en

función de Dios. Nos liberamos de todo para Di os, ser de Dios, que

es, en definitiva, la expresión más auténtica de la libertad

humana”6.

Esta es la única razón de nuestra vida. Nunca ha habido otra.

Tampoco hoy. Esta búsqueda apasionada de Dios relativiza todo lo

demás.

Para nosotras, buscar a Dios es buscar la vida, dejarnos

seducir por su rostro vivo que lo ilumina todo. Escuchamos en

nosotras esta llamada:”buscad al Señor y vivirá vuestro corazón”7.

Es su presencia viva y misteriosa la que renueva constantemente

nuestra existencia poniendo en nuestro corazón un gozo

5 Regla de san Benito: “si de veras busca a Dios, si pone todo su celo en el servicio de Dios...” (58,7)

6 Cassiá M. Just. “Regla de san Benito con glosas para una lectura actual de la misma” Zamora, 1983,

251-252

7 Salmo 68, 33

Page 5: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

5

inconfundible: “su trato no desazona ni su intimidad deprime, sino

que regocija y alegra” 8.

Nuestra búsqueda de Dios en el silencio y en la soledad del

monasterio aun siendo a veces pobre y débil, quiere ser signo de

nuestra pasión por Dios; también humilde recordatorio de que Él es

la última meta de la vocación humana. Por eso no queremos vivir

buscando nuestra propia satisfacción espiritual al margen de los

problemas, conflictos e interrogantes del hombre y la mujer de hoy.

Al contrario, queremos buscarlo precisamente en medio de una

sociedad que parece alejarse de Dios; decir con nuestra vida que

sigue siendo lo único necesario también hoy, cuando muchos no

parecen necesitar de Él en absoluto. Por tales razones, una pregunta

nos inquieta y estimula: ¿cómo puede llegar a ser hoy Dios Buena

Noticia en nuestra sociedad?, ¿cómo acercar a Dios a esas personas

que le dan hoy la espalda?

De ahí el siguiente interrogante: ¿no nos estará llamando el

Espíritu a buscar el rostro de Dios vivo de una manera nueva, con

nuevo ardor y nueva pasión? ¿No necesita hoy el mundo buscadoras

y testigos de un Dios Amor que ama a todos con ternura y

compasión infinita, sean creyentes, agnósticos o indiferentes, un

Dios Padre y Madre que quiere la felicidad para sus criaturas, y

busca una vida más digna para todos. Un Dios capaz de enamorar

también hoy a quien lo busca? Tal vez, éste es el primer testimonio

que podemos ofrecer a nuestro mundo que ha perdido la sed de Dios

y olvida fácilmente la dimensión tr ascendente del ser humano.

• Discípulas y seguidoras de Jesús

8 Sabiduría 8,16

Page 6: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

6

Ciertamente, nuestra búsqueda de Dios está sostenida,

iluminada y alimentada por Jesús: “Él es el camino, la verdad y la

vida”9. Nadie va al Padre sino por medio de Él. Creemos escuchar

una llamada nueva del Espíritu que nos invita a decir a todos con fe

humilde y convencida: “Jesús es el Señor”10

. Queremos decirlo con

una obediencia nueva y más fiel a Cristo, guiadas por la luz y el

amor que el propio Espíritu del Señor enciende en nosotras, pue s “si

alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo” 11

.

En Jesús descubrimos el verdadero rostro de Dios y su

cercanía salvadora. Por eso, nuestra búsqueda de Dios se concreta

en vivir como discípulas y seguidoras de Jesús. Él ha de ser el

corazón de nuestra vida monástica, pues en Él descubrimos el

corazón de Dios latiendo en un corazón humano como el nuestro.

Nos gustaría que todo el mundo pudiera ver con transparencia que

nuestra vida solo tiene una explicación: “En Jesús hemos conocido

el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”12

. Ese amor

revelado en Cristo es el que despierta nuestro amor hecho de

admiración y alabanza, de adoración y acción de gracias.

Jesús es la mejor noticia que puede escuchar de nosotras el

hombre y la mujer ac tual. Por eso queremos conocerlo cada vez

mejor, creer en Él con más ardor, amarlo con corazón indiviso, vivir

apasionadamente de Él y para Él, para poder así amarlo y

testimoniarlo de manera más clara al hombre y mujer de hoy. Desde

ese espíritu nos sentimos llamadas a vivir de manera renovada la

propuesta de san Benito: “no anteponer nada, absolutamente nada,

9 Juan 14,6

10 1Corintios 12,3

11 Romanos 8,9

12

1Juan 4,16

Page 7: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

7

a Cristo, ya que nada antepuso Él a nuestro amor”13

. Nada tenemos

que anteponer tampoco hoy al amor de Cristo. Nada queremos

edificar en nuestros días que no tenga en Jesús su cimiento:

cambios, transiciones, búsqueda de nuevas formas y estructuras:

“Que nadie ponga otro fundamento que el que está puesto, Cristo

Jesús”14

.

Queremos mostrar con nuestra vida que nada merece más la

pena que Cristo; que lo preferimos a todo, que nuestra vida y

nuestro corazón le pertenecen por entero, que por nada lo podríamos

ya dejar: ¿“Quién nos separará del amor de Cristo?... Ninguna

criatura podrá separarnos del amor que Dios nos tiene y que se nos

ha manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro”15

.

Pero Cristo no es posesión exclusivamente nuestra: es el gran

regalo de Dios a toda la Humanidad. Por eso nuestra vida de

seguidoras y discípulas de Jesús no tiene como meta una

santificación de carácter individual y exclus ivo. Si nos esforzamos

por configurar nuestra vida monástica siguiendo sus huellas es

porque queremos contribuir, de manera humilde pero real, a que

Jesús siga vivo en medio de nosotros. Quisiéramos que nuestra vida,

a pesar de todos nuestros pecados, infidelidades y mediocridad,

pudiera evocar y actualizar:

- su acogida incondicional a todo ser humano y, de

manera preferente, al pequeño y desvalido;

- su compasión para toda desgracia y sufrimiento;

- su pasión por defender la dignidad de la persona por

encima de todo;

- su esperanza inquebrantable en Dios;

13

Regla de san Benito 72,11 14

1Corintios 3,11 15

Romanos 8,35-39

Page 8: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

8

- su pasión por la verdad por encima de

convencionalismos engañosos;

- su libertad para hacer el bien;

- su voluntad por infundir confianza en Dios;

En el fondo de esa vida de Jesús se podía intuir a Dios. De ah í un

gran interrogante para nosotras, ¿podrá alguien presentir hoy en

nosotras, discípulas y seguidoras suyas, algo semejante?

• Desde nuestra experiencia de mujeres

Nos sentimos llamadas a vivir la búsqueda de Dios y el

seguimiento a Jesús desde nuestra condición de mujeres, sin

renunciar a nuestro ser femenino, desde nuestra manera de entender

y vivir la existencia, desde nuestra forma de sufrir y disfrutar, desde

nuestra capacidad de acoger y cuidar, de consolar y de dar vida.

Vemos con alegría el despertar de la conciencia de la mujer en

el mundo, y el esfuerzo y lucha crecientes por una vida más

igualitaria, digna y justa de la mujer y el varón. Abogamos por un

nuevo modelo de relaciones entre los géneros desde la

complementariedad y reciprocidad entre varón y mujer. Cristo con

su actitud y vida es nuestro modelo. Él puede ayudarnos hoy a

situarnos todos, monjes y monjas, en un nuevo y más evangélico

marco de relaciones. Nos sentimos llamadas por el Espíritu de Dios

que trabaja al mundo a encarnar nuest ra vida monástica en esta

voluntad socio-cultural, la cual, por cierto, responde a la voluntad

genuina del Creador. A lo largo de los siglos siempre se ha

enraizado el monacato en la cultura de su tiempo, no ciertamente

para identificarse con ella, sino para confrontarla desde Dios y para

Page 9: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

9

sembrar la invitación a entrar en su Reino, desde la apertura a los

signos de los tiempos.

Queremos seguir a Jesús como María, su Madre, que

escuchaba atentamente, lo guardaba todo en su corazón y meditaba

en silencio el Misterio de su Hijo; como María de Magdala que se

sintió amada con cariño especial, sanada por su fuerza curadora y

llamada a ser su discípula fiel hasta el final; como la Samaritana

que, dialogando con Él junto al pozo, descubrió su sed de Dios;

como la mujer condenada por los varones a la que Él liberó e

infundió nueva vida; como Marta y María que lo acogieron en su

casa como Amigo y Maestro; como la mujer pecadora que besó,

acarició y ungió sus pies para mostrar su mucho amor al haber sido

perdonada de sus muchos pecados.

Queremos seguir y amar a Jesús con corazón y sensibilidad de

mujer, contribuyendo a poner en la Iglesia algo de lo que aquellas

mujeres pusieron entre los primeros seguidores. No queremos que se

olviden los rasgos que tanto nos atraen d e Jesús: su cariño inmenso

a los niños y pequeños; su sensibilidad hacia los más

desfavorecidos; su cercanía a los enfermos y dolientes; su acogida

amorosa a pecadores y prostitutas; su capacidad de llorar ante el

sufrimiento ajeno; su compasión hacia las gentes perdidas sin

pastor; su manera de consolar y exhortar a las mujeres; su amor

vulnerable que lo llevó hasta la cruz.

No vemos en Jesús al varón autoritario y dominador que se

impone por su fuerza y poder, sino al amigo y hermano que nos

atrae y enamora por su vida servicial, impregnada de amor a todos.

A Él queremos amar, seguir y testimoniar. Él nos ayuda a descubrir

un rostro más femenino de Dios. Para Jesús, Dios es como un padre

Page 10: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

10

que acoge a su hijo pródigo, no con la autoridad de un patriarca

ofendido, sino con el afecto de una madre que, al verlo todavía

lejos, se le conmueven las entrañas y comienza a abrazarlo,

interrumpiendo su confesión para evitarle más humillaciones y

acogiéndolo como hijo querido. Dios es como un pastor que busca la

oveja perdida, pero es también como una humilde mujer que barre

con cuidado su casa para buscar su pequeña moneda y compartir su

alegría con las vecinas. Dios es compasivo y tiene entrañas de

misericordia. Para ser como Él hemos de imitar al samaritano que se

conmueve al ver en la cuneta al herido, se acerca a él, y actúa como

una madre que desinfecta y venda sus heridas, lo lleva a la posada y

cuida de él.

Durante muchos siglos han dominado entre los cristianos

imágenes masculinas de Dios que no se equilibran con otras más

femeninas, empobreciendo así nuestra experiencia de Dios y

condicionando fuertemente tanto la imagen que tenemos de Él como

las relaciones que podamos entablar con Él y entre nosotros. Dios es

presentado y vivido con frecuencia como Ser Supre mo, Omnipotente

y Todopoderoso, Rey, Juez y Señor soberano. Este lenguaje tiene el

riesgo de subrayar la idea absoluta de poder, dominio total,

autoridad ejercida de manera rígida. Sin negar lo que de verdadero y

auténtico hay en este lenguaje, nosotras qu eremos narrar nuestra

experiencia de Dios y pronunciar su Nombre Inefable con un

lenguaje más femenino. Así lo hicieron en el pasado otras monjas y

mujeres contemplativas: Hildegarda de Bingen, Matilde de

Magdeburgo, Juliana de Norwich, Teresa de Jesús, Ed ith Stein.. .16

16

Patricia Henry , “La vida monástica y la misión de la mujer consagrada” Cuadernos monásticos 114,

1995, pág. 363

Page 11: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

11

En efecto, con nuestra vida y nuestra palabra queremos hablar

de Dios:

- como Madre que crea y recrea todo, gestando la

creación entera y dando vida, aliento y espíritu a la

historia humana;

- como amor entrañable que se da, que ama lo que h ace

y se vuelca cordialmente en las pequeñas cosas de

nuestra vida;

- como amor compasivo que perdona, acoge y abraza a

quienes tanto necesitamos de consuelo;

- como ternura inefable que cura, cuida y bendice la

vida;

- como amor humilde y vulnerable que sufre con

nosotros y por nosotros.

No se trata de dejarnos llevar por una voluntad feminista mal

entendida, sino de vivir y comunicar una experiencia de Dios que

recuerde a todos que su poder es el poder del amor; su

trascendencia, cercanía íntima a todos, su misterio, compasión hacia

el que sufre. Un Dios, en definitiva, que sea más fiel al que se nos

revela en Cristo y más cercano al corazón del hombre y a la mujer

de nuestros tiempos .

3.- PASIÓN POR LA HUMANIDAD

La pasión por el ser humano únicamente puede brotar de la

pasión por Dios. Por eso necesitamos una profunda experiencia de

Dios, Padre/Madre para llevarlo a nuestros hermanos y hermanas. Es

imposible contemplar a Dios sin vivir la fraternidad, sin pensar en

sus hijos e hijas, sin amar sus vidas, s in compartir sus sufrimientos.

Page 12: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

12

Nuestra búsqueda de Dios no puede ser ruptura con el mundo.

Evagrio Póntico definió al monje como “aquél que está separado de

todos y unido a todos”17

. Puede parecer una paradoja pero no lo es:

nos alejamos de todos para, desde Dios, estar más cerca de todos;

peregrinamos por la vida “representando a todos”, cargando con la

vida de todos y, de manera especial, de los más necesitados y

humillados. Es Dios mismo quien nos coloca mirando a la

Humanidad. Es Cristo quien nos dice como a María Magdalena:

“Deja de abrazarme... y vete donde los hermanos”18

. Nuestra vida

monástica no termina en un Dios encerrado en sí mismo, sino en un

Padre que nos envía hacia sus hijos e hijas. “aquél que está

separado de todos y unido a todos”17

. Puede parecer una paradoja

pero no lo es: nos alejamos de todos para, desde Dios, estar más

cerca de todos; peregrinamos por la vida “representando a todos”,

cargando con la vida de todos y, de manera especial, de los más

necesitados y humillados. Es Dios mismo quien nos coloca mirando

a la Humanidad. Es Cristo quien nos dice como a María Magdalena:

“Deja de abrazarme... y vete donde los hermanos”18

. Nuestra vida

monástica no termina en un Dios encerrado en sí mismo, sino en un

Padre que nos envía hacia sus h ijos e hijas.

Arrastradas por su amor al mundo y a sus criaturas, vivimos

compartiendo el destino de la Humanidad, compadeciendo su dolor

y sus incertidumbres, dando gracias por sus alegrías, alabando a

Dios en su nombre.

Arrastradas por su amor al mundo y a sus criaturas, vivimos

compartiendo el destino de la Humanidad, compadeciendo su dolor

17

Evagrio, “Tratado de oración” 124:PG 79, 1193 18

Juan 20,17 17

Evagrio, “Tratado de oración” 124:PG 79, 1193 18

Juan 20,17

Page 13: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

13

y sus incertidumbres, dando gracias por sus alegrías, alabando a

Dios en su nombre. Más que nunca hacemos nuestros los

sentimientos del Vaticano II: “Los gozos y las esperanzas, las

tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre

todo de los pobres y cuantos sufren, son a la vez los gozos y las

esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”19

.

• Intercesoras ante Dios

En la vida de Jesús, vivir para Dios era, en concreto, vivir al

servicio de su reino de compasión y de justicia entre los hombres.

El reino de Dios fue el corazón de su existencia, la pasión de su

vida y la razón de su muerte. ¿Cómo vivimos nosotras desde la vida

monástica el servicio al reino de Dios? ¿Cuál es nuestro lugar en

esta tarea esencial, anterior a toda añadidura, de acoger y abrir

caminos al reino de Dios y su justicia? ¿Cuál es el carisma o “la

manifestación del Espíritu” que se nos ha dado a las mujeres y

monjas “para el bien común de todos?” 20

.

Dicho de manera más breve, nuestro servicio al reino de Dios

consiste esencialmente en recordar a todos ante Dios y en despertar

el recuerdo de Dios en todos. En torno a estos dos ejes gira nuestra

vida entera: intercesión permanente y testimonio fiel. Éste es

nuestro ideal: hacer presente ante Dios a todos los hombres y

mujeres que nacen, viven, trabajan, luchan, gozan y sufren mientras

se dirigen hacia el Padre; y a la vez, ser con nuestra vida sencilla y

pobre, un testimonio humilde de ese Dios que nos acompaña y nos

espera como Plenitud de todos nuestros anhelos. La misión es

apasionante, aunque hoy la vivamos por caminos humildes de

19

Gaudium et spes nº1 20

1Corintios 12,7

Page 14: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

14

pequeñez y debilidad, sin poder mostrar mucha eficacia ni relieve

social. En medio de un mundo, seducido por el éxito, la eficiencia y

la rentabilidad inmediata, nosotras nos sentimos llamadas a vivir y

mostrar desde “la espiritualidad de lo pequeño”, la eficacia invisible

de la gracia que proviene de Dios.

Nuestra intercesión por la Humanidad nace, se inspira y se

mantiene viva desde el Amor. Teresa de Lisieux lo supo captar de

modo insuperable: “Comprendí que la Iglesia tenía un corazón y

que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que el amor

abarcaba todas las vocaciones , que el Amor era todo”21

. Desde ese

amor nos sentimos “responsables” de la intercesión. Ese amor

convierte nuestra existencia en “pro -existencia”: existimos “para

otros”, de hecho, no sabríamos vivir sólo para nosotras. Nuestra

vida es súplica, intercesión, ofrenda unida a la de Cristo que “está

siempre vivo para interceder por nosotros”22

. Ésa sería, tal vez, una

buena definición de nuestra vida: ser “intercesión de Cristo”, hecha

visible hoy en medio de nuestro mundo.

Esta existencia intercesora no se r educe a la oración, sino que

ha de impregnar nuestra vida entera. Por eso tratamos de vivir la

realidad de cada día, sembrada muchas veces de sufrimiento, olvido,

incertidumbre, enfermedad, envejecimiento... en solidaridad con los

que sufren. Todo puede servirnos para ponernos en el lugar de los

que viven solos y olvidados, ayudar a asumir su dolor, compartir sus

anhelos y sufrir ante Dios sus necesidades.

Queremos ser mujeres orantes que en su oración ruegan a

Dios por sus hijos e hijas, poniendo a todos ante sus entrañas de

21

Texto de santa Teresa de Lisieux citado por Juan Pablo II en su encíclica “Novo Millenio Ineunte”42 22

Hebreos 7,25

Page 15: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

15

Madre. Mujeres que, en el silencio, ahondan en el corazón de Dios

para descubrir en él a los más pobres y olvidados. Esta es nuestra

suprema responsabilidad y servicio: decir a Dios con nuestra vida :

“No olvides la obra de tus manos”23

.

Nuestra solidaridad intercesora quiere llegar hasta el último

lugar donde haya alguien que sufre, llora, lucha, canta, espera o

agoniza. ¿Qué sentido tendría nuestra vida si, distraídas por

nuestros pequeños problemas permitiéramos que, en algún pueblo ,

raza o religión, hubiera un ser humano por el que nadie reza a Dios?

Todos caben en nuestra oración pero el Espíritu al que la liturgia

llama “Padre de los pobres”24

nos invita a hacerles un sitio especial

en nuestra existencia intercesora a los más pobr es: a los

hambrientos de la tierra, las víctimas inocentes de los abusos e

injusticias más terribles, los humillados por todos, los niños y niñas

prostituidos sin piedad, los maltratados por los poderosos porque

estos son los privilegiados de Dios. En medi o de ellos nuestra

mirada se detiene, con ternura preferente, en las mujeres más

discriminadas, violentadas, maltratadas. Son los pobres a quienes

queremos hacer más sitio en nuestra oración, nuestro silencio,

nuestro afecto y nuestro recuerdo. ¿Quién podr ía ocupar, si no son

ellos, el lugar privilegiado en una comunidad centrada en Dios?

• Testigos ante el mundo

Junto a la misión de intercesión, nos sentimos llamadas a

servir al reino de Dios con el testimonio de una vida que ayude a

escuchar su invitación a entrar en su reino. Queremos ser un signo

humilde levantado en el corazón de la Iglesia y del mundo que,

23

Salmo 27,9 24

Secuencia del Domingo de Pentecostés

Page 16: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

16

desde el silencio y la soledad de nuestros monasterios, invite a

escuchar a Dios. Pero tal testimonio sólo será auténtico si nace

como expresión, i rradiación y comunicación de una experiencia de

Dios realmente auténtica que debemos vivir en nuestras

comunidades.

Sabemos también que nuestro testimonio no puede nacer del

recelo, el miedo o la condena visceral del mundo actual, sino desde

un amor que se alimenta del amor de Dios “que ha sido derramado

en nuestros corazones por el Espíritu que nos ha sido dado”25

. Sólo

si amamos a los hombres y mujeres de hoy como los ama Dios, con

sus problemas y conflictos, con sus contradicciones y miserias, con

sus anhelos y pecados, con sus conquistas y fracasos, podremos

ofrecerles nuestro testimonio filial y amistoso de Él. Nuestro deseo

no es condenar ni culpabilizar, sino invitar, animar, atraer hacia

Dios y abrir caminos para el encuentro con Él.

Son palabras de Jesús: “Vosotros recibiréis una fuerza,

cuando el Espíritu venga sobre vosotros y, de ese modo, seréis mis

testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los

confines de la tierra”26

. ¿Cómo escuchamos nosotras hoy esta

llamada a ser testigos? En la Iglesia hay pastores, hay teólogos, hay

creyentes comprometidos en renovar la sociedad, hay comunidades

parroquiales que sostienen y animan la fe de los creyentes, hay

grupos y comunidades que buscan caminos nuevos de vida cristiana

y evangelización. Todos contribuyen, desde su propia misión, a

hacer de la Iglesia testigo de Cristo en el mundo. Nosotras, por

nuestra parte, queremos contribuir mostrando la vida que Dios

puede suscitar en una comunidad de mujeres creyentes que, en

25

Romanos 5,5 26

Hechos 1,8

Page 17: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

17

medio de dificultades, pecados y debilidades, buscan a Dios y se

esfuerzan por acogerlo con un corazón sincero.

En un mundo donde se llega a decir que Dios está ausente o

ha muerto, nosotras, con nuestra entrega radical a Él, queremos

sugerir que es posible creer en Dios, e scuchar su Palabra, vivir en

su presencia y saborear su amor.

En un mundo aparentemente satisfecho, pero donde no se

apaga la sed de misterio, nosotras queremos mostrar que es posible

saber algo de la “fuente” y entrever cómo se calma el anhelo de

felicidad plena que hay en el ser humano.

En un mundo donde contradictoriamente se acusa a Dios, sin

creer en Él, de tanto mal inexplicable y de tanta injusticia cruel,

queremos decir que es posible vivir junto a Dios frente a todo lo que

daña y destruye al ser humano, pues creemos y confiamos que Él

está en las víctimas sosteniendo su vida y dignidad, y está en los

que luchan contra el mal alentando su trabajo.

En una sociedad dominada por el bienestar y la idolatría del

dinero, nosotras nos atrevemos a mostra r que es posible vivir desde

una pobreza voluntaria y una austeridad sencilla, sin estar

pendientes de la posesión de las cosas y sin caer en el consumismo

alocado dictado por la publicidad o las modas. Esta pobreza nos

coloca un poco más cerca de los necesitados, nos pone de su lado,

nos hace más capaces de sintonizar con sus problemas y libera

nuestro corazón para centrarlo en los verdaderos valores de la

existencia.

Page 18: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

18

En medio de una cultura individualista e insolidaria donde

cada individuo y cada pueblo sólo parece preocuparse de sus

intereses, queremos recordar que Dios nos llama a convivir en

comunión y comunidad. Nuestras comunidades en las que

convivimos en comunión hermanas de diferentes edades, cultura,

procedencia, formación, quieren ser un signo humilde de un mundo

más fraterno y solidario.

En la misma línea, nuestra acogida y hospitalidad a los que

llaman a nuestra puerta, quiere ser recordatorio sencillo pero claro

de que Dios está contra la exclusión, la discriminación, la xenofobia

y el rechazo a los extranjeros.

En una sociedad donde el progreso tecnológico, la actividad

económica o el ejercicio político, lejos de estar siempre al servicio

de la persona, se subordinan con frecuencia al desarrollo material,

el rendimiento, la competitividad o los intereses partidistas,

nosotras queremos recordar a un Dios que siempre es defensor de la

persona y de su dignidad.

En una sociedad donde crece la indiferencia al sufrimiento

ajeno, y donde se debilita la acogida cálida a cada persona, nosotras

queremos recordar que Dios es, antes que nada, Amor compasivo.

Gritar con Jesús, de manera suave pero insistente: “sed compasivos

como vuestro Padre del cielo”27

. Nada quisiéramos más que

introducir en esta sociedad un poco más de corazón. Que nuestras

comunidades fueran, allí donde pueda llegar su testimonio

silencioso, signo de que es posible tener misericordia, ofrecer

amistad, desarrollar la escucha al que sufre, tratar con más cariño y

afecto a las personas.

27

Lucas 6,36

Page 19: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

19

• Sembradoras de esperanza

La pérdida de horizonte, la incertidumbre ante el futuro, el

vacío interior y el olvido de Dios están provocando una fuerte crisis

de esperanza. No se sabe muy bien qué podemos esperar ni en quién

podemos confiar. Entregadas a la búsqueda de Dios como lo “único

necesario”, nosotras sentimos la llamada a ser testigos y

sembradoras de esperanza.

Deseamos que nuestras comunidades sean en medio de la

Iglesia y del mundo “comunidades de esperanza”. ¿Qué búsqueda de

Dios sería la nuestra y qué contemplación de su Misterio de amor si

nadie pudiera ver en nosotras la alegría inconfundible, la paz y la

confianza de quienes viven “enraizadas y edificadas en Cristo”?28

.

Si nos encerramos en nuestros propios problemas y nos quedamos

sin fuerza para despertar en alguien la esperanza en Di os, estamos

defraudando algo esencial a nuestro carisma y misión.

Nuestra esperanza no es el optimismo que nace de unas

perspectivas más halagüeñas para el futuro; no es olvido y evasión

de los problemas. Es, antes que nada, una experiencia que brota de

Dios. Un fruto del Espíritu, un regalo de Dios que hemos de acoger,

cuidar y vivir sumergidas en su amor.

¿Cómo sembrar hoy esperanza y contribuir a despertarla y

cultivarla desde nuestra vida monástica? Antes que nada, deseamos

comunicar a Dios como el mejor Amigo, el único Salvador del ser

humano. Que quienes nos conozcan puedan captar en nosotras lo que

captaban de inmediato en Jesús: que Dios está siempre a favor de la

28

Colosenses 2,6

Page 20: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

20

Humanidad y en contra de todo lo que deshumaniza y destruye; que

se hace presente en nuestra vida únicamente para salvar, liberar,

perdonar y recrear. Esto nos exige reavivar y purificar la imagen de

Dios que refleja nuestra vida, el lenguaje que empleamos al hablar

de Él, la fe y la confianza inquebrantable en su amor salvador.

Queremos también recordarnos y recordar a todos que Dios

sigue actuando. Él no está en crisis. Nada ni nadie puede bloquear

su acción salvadora:“Si Dios está con nosotros ¿quién podrá algo

contra nosotros?... Si entregó a su propio Hijo por todos nosotros,

¿cómo no nos dará con el graciosamente todo?29

. No queremos que

se olvide en la Iglesia que “donde abundó el pecado, sobreabunda

la gracia”30

. Queremos vivir muy atentas a los signos pequeños y

frágiles que nos invitan a la esperanza. ¿No estamos viviendo una

época germinal?, ¿no hay realidades que están siendo enterradas

para que nazca una vida nueva?, ¿no es cierto que, si el grano no

muere, no nace el trigo? Nosotras queremos hacer un poco más

creíble a ese Dios que, con paciencia y amor de madre, va gestando

un nuevo mundo. Ahora sufrimos, pero un día “se alegrará nuestro

corazón y nadie podrá quitar nuestra alegría”31

.

La esperanza que nace de Dios no tiene que ver con la

pasividad, la resignación o el olvido del sufrimiento del mundo. Al

contrario, despierta más el anhelo de trabajar y orar por ver

realizado cuanto antes el proyecto de Dios . Sufrimos al ver la

distancia enorme que existe entre lo que Dios quiere para la

Humanidad y la vida trágica de tantos hombres, mujeres y niños. No

queremos vivir la esperanza de espaldas a la realidad. Que nadie

interprete nuestro silencio monástico como un silencio cómplice que

29

Romanos 8,31-32 30

Romanos 5,20 31

Juan 16,22

Page 21: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

21

se resigna a las injusticias del mundo. No queremos ni podemos ser

comunidades mudas ante el dolor de las víctimas inocentes, la

agresión a las mujeres maltratadas o el desamparo de los

inmigrantes. Queremos hablar con nuestra vida y, cuando la ocasión

lo requiera, también con nuestra palabra y nuestro posicionamiento.

Que nuestra manera de ser y de actuar, que nuestro modo de

enjuiciar los acontecimientos y reaccionar ante ellos, sean signo real

de que estamos ahí, codo con codo, apoyando con nuestra oración,

con todo nuestro ser y obrar, las grandes causas a favor de un

mundo más justo y liberado.

Esta esperanza cristiana han de conocerla antes qu e nadie los

pobres. De ellos es el reino de Dios. El Espíritu nos empuja a vivir

siguiendo a Jesús, como portadoras de la Buena Noticia a los

últimos: “El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido.

Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Noticia”32

.

Sabemos que un creyente, “ungido por el Espíritu del Señor”,

siempre será portador de la Buena Noticia a los pobres. Pensamos en

los “nuevos pobres” de nuestra sociedad que, en ocasiones, llegan

hasta nuestras hospederías y locutorios . Todos necesitan, como

nosotras necesitamos, conocer la esperanza. Nuestra escucha y

acogida a ese número insignificante de personas sólo es símbolo de

nuestra actitud ante los hombres y mujeres del mundo entero.

Un interrogante va despertándose cada vez con más fuerza en

nuestro corazón de mujeres contemplativas: ¿no hemos de ser

nosotras, en estos momentos, sembradoras de esperanza y portadoras

de la Buena Noticia de Dios para ese mundo de mujeres que

constituyen la mitad se la Humanidad?, ¿podemos mantenernos de

espaldas a los deseos del Papa Benedicto XVI desoyendo sus

32

Lucas 4,18

Page 22: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

22

recientes palabras? “Yo creo que las mismas mujeres, con su

impulso y con su fuerza, con su –por así llamarla- preponderancia,

con su poder espiritual sabrán hacerse su espacio. Y nosotros

tendremos que ponernos a la escucha de Dios para que no nos

opongamos a Él sino que nos alegremos porque el elemento

femenino obtenga en la Iglesia el puesto operativo que le conviene,

comenzando desde la Madre de Dios y María Magdalena”33

.

Habremos de buscar, es un compromiso específico de la hora

presente, con imaginación creativa, los caminos que ha de seguir la

vida monástica femenina para colaborar en una convivencia más

justa, igualitaria y fraterna entre hombres y mujeres. Buscar nuestra

manera propia de contribuir a que cambie la mirada y la postura de

la Iglesia toda hacia la mujer de manera que las diferencias de

género no sean fuente de dominación o discriminación. Intuimos que

nuestra mejor aportación ha de ser cultivar en nosotras esa

“santidad de rostro femenino” que pedía y alababa Juan Pablo II:

“Considero particularmente significativo el derecho de esa santidad

de rostro femenino, en el marco de la tendencia providencial que se

ha afirmado en la Iglesia y la sociedad de nuestro tiempo,

reconociendo siempre de manera más clara la dignidad de la mujer

y sus dones” 34

.

Desde nuestra propia identidad de mujeres creyentes y

contemplativas, podremos y deberemos recrear y ensanchar nuestro

lenguaje sobre Dios, contribuir a ir liberando la fe cristiana de

prejuicios y categorías dualistas que olvidan que en Cristo “no hay

33

Entrevista a Bayerischer Rundfunk (ARD); 2DF; Deustsche Welle; Radio Vaticano (05.08.06); Vida

Nueva , nº 2531,18 34

Juan Pablo II. Carta apostólica en la proclamación de nuevas patronas de Europa (Brígida de Suecia,

Catalina de Siena y Teresa Benedicta de la Cruz (1 de octubre de 1994)

Page 23: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

23

varón y mujer”35

resistirnos a creer que el evangelio legitime la

dominación, minusvaloración o exclusión de la mujer.

4.- NACER DE NUEVO

Siguiendo el lenguaje de Juan Pablo II en la Novo Millenio

Ineunte , el Congreso de Vida Consagrada celebrado en Roma,

hablaba de una llamada a “nacer de nuevo” , desarrollando “una

nueva imaginación de la caridad” y “unas actitudes nuevas”36

para

hoy. En esta misma línea, no quisiéramos concluir nuest ra escucha

al Espíritu sin sugerir humildemente algunos caminos sencillos,

concretos de conversión que nos parecen claros.

No nos llama hoy el Espíritu al pesimismo, a la desesperanza

o a la resignación pasiva; tampoco a la impaciencia, al nerviosismo

o al falso “providencialismo” de pensar que “vendrán tiempos

mejores” sin nuestra renovación. Nos invita, más bien, a vaciar la

vida monástica de falsos miedos para confiar radicalmente en Dios y

hacernos con honestidad las preguntas fundamentales: ¿cómo viv ir

en actitud de búsqueda responsable?, ¿cómo disponer nuestros

corazones a preparar caminos nuevos a la vocación monástica?,

¿cómo cultivar el discernimiento evangélico?, ¿cómo ser más fieles

a lo esencial de nuestro carisma, sin dejarnos esclavizar por

adherencias y añadidos socio-culturales que impiden vivir y

testimoniar con transparencia al Dios vivo encarnado en Jesús?, ¿no

tendríamos que revisar en profundidad ciertas costumbres,

estructuras y normas para ver si sirven al momento actual?, ¿cómo

podríamos crecer juntas en libertad de espíritu y audacia creadora?

35

Gálatas 3,28 36

Documento final; Lo que el Espíritu dice a la Vida Consagrada en “Pasión por Cristo, pasión por la

Humanidad”. Congreso Internacional de la Vida Consagrada. Publicaciones Claretianas. Madrid 2005,

351-364

Page 24: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

24

• Centralidad de la “lectio divina"

La escucha de la Palabra de Dios a través de la “lectio divina”

ocupa un lugar central en nuestra vida. Acercarse a la Palabra de

Dios es, según expresión de l Concilio: “fuerza para la fe, alimento

del alma y fuente pura y perenne de vida espiritual”37

; leer

asiduamente la Biblia conduce al “sublime conocimiento de

Jesucristo”38

. Es la Palabra de Dios la que ha de sostener y

alimentar nuestra búsqueda apasionada de Dios, nuestro seguimiento

evangélico a Jesús y nuestra pasión por la Humanidad.

Nos sentimos llamadas a devolver a la “lectio divina” su

centralidad en nuestra vida monástica, sin oscurecerla ni sustituirla

por otras lecturas o devociones piadosas, sin descuidarla ni

reducirla ya que es uno de los pilares de nuestra vida de

contemplativas. Recuperar ese diálogo amoroso y transformador con

Dios que nos permite escuchar día a día su voz, discernir su

voluntad y trabajar nuestra conversión personal y co munitaria. Esto

nos está pidiendo:

- una estima nueva y más profunda de la Palabra de

Dios,

- una familiaridad connatural con el evangelio,

- una formación bíblica adecuada,

- una iniciación en la gran tradición de monjes y monjas

que vivían rumiando la Palabra de Dios y no conocían

otro lenguaje que el del evangelio,

37

Constitución Dei Verbum 21 38

Constitución Dei Verbum 25

Page 25: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

25

- un esfuerzo por aprender a leer la Biblia con ojos de

mujer.

En una sociedad donde habitualmente se recibe todo tipo de

mensajes, información o publicidad televisiva, donde tantos se

comunican sin cesar por la telefonía móvil o viven conectados a

Internet, asegurar en el corazón de nuestras comunidades este

espacio sagrado para vivir comunicadas con Dios, a la escucha de su

mensaje ¿no es poner un signo contracultural significativo y

necesario en unos tiempos en que se olvida la voz de Dios?

• El cuidado del servicio divino

Nuestra búsqueda de Dios se vertebra en torno a la liturgia.

Éste es el servicio fundamental de los monjes y monjas

contemplativas a la evangelización. Nada es más importante para

nosotras que la alabanza de su Nombre inefable, el reconocimiento

de su obra salvadora, la acogida de su gracia y la disponibilidad a

transformar el corazón. La eucaristía comunitaria, eje de la

celebración de los misterios de Cristo a lo largo del a ño litúrgico, se

prolonga en el silencio de nuestro corazón y en el canto meditativo

de la comunidad. Todo lo que suponga desgastar las palabras y los

gestos litúrgicos para caer en la rutina o el legalismo es secar la

fuente de la que brota nuestra vida.

Esta celebración, signo eminente de la compasión de Dios

hacia todos sus hijos e hijas e invitación perenne a la comunión, no

puede ser una celebración nuestra cerrada, exclusiva y excluyente,

ni una liturgia ofrecida a otros como espectáculo sagrado. Nos

sentimos llamadas, dentro de nuestras posibilidades, a promover y

facilitar la participación de los fieles en la eucaristía (acogida en el

Page 26: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

26

templo, materiales explicativos, moniciones adecuadas,

participación en los distintos servicios etc.. .). Idéntica pa rticipación

hemos de promover en la Liturgia de las Horas, ayudando a las

personas a descubrir la riqueza de los Salmos y su fuerza salvadora

en momentos de depresión y angustia, de gozo, en la enfermedad, en

la necesidad de perdón, en la acción de gracias o en la búsqueda de

Dios.

Nuestras limitaciones son muchas. El descenso numérico de

monjas en el coro, la enfermedad y las dolencias no nos permiten

quizás una liturgia brillante y bella como en otros tiempos. Pero

estas celebraciones, necesariamente humildes y pobres, pueden ser

ahora más que nunca expresión de nuestra verdad y nuestra

solidaridad con una Humanidad doliente y necesitada de salvación.

Lo que no ha de faltar es la alegría verdadera y el cariño mutuo

reflejado en nuestros rostros, la creatividad que nace del amor, la

mayor sensibilidad al mundo de la mujer, el cuidado del contenido y

del lenguaje en la oración de los fieles, el abrazo cálido de la paz,

la acogida de la bendición y el compromiso de hacer nuevas todas

las cosas.

• Acogida y hospitalidad

La acogida a quienes se acercan a nuestros monasterios es el

cauce más visible de nuestro amor abierto a toda la Humanidad. No

es alojar simplemente a unos visitantes en nuestras hospederías,

sino abrir nuestra comunidad a hermanas y hermanos p ara que

compartan con nosotras el pan material de nuestra mesa, el pan de la

Palabra de Dios y el pan de la Eucaristía. La acogida no es una

gestión que corresponde únicamente a la hermana hospedera, sino

un acto que vive toda la comunidad que es quien aco ge al que llega

Page 27: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

27

“como al mismo Cristo en persona”39

. Todas las hermanas tenemos

algún quehacer en esta acogida: las que desde el lecho, ofrecen su

oración y enfermedad; las que preparan con amor la comida; las que

atienden y sirven directamente; las que dialogan con ellos y los

escuchan fraternalmente en el locutorio; las que los preparan y

ayudan a tomar parte viva en la celebración...

Nuestra acogida no se ha de regir por los criterios e intereses

de un hostal; nuestro locutorio no es la recepción de u n hotel;

nuestro refectorio no es el comedor de un restaurante. Nadie debería

confundirnos. Queremos recuperar el sentido profundo de la acogida

monástica con nuestra predilección por los más pobres y

necesitados, los más solos y perdidos, los más necesita dos de gestos

de bondad y de amistad. Queremos actualizar hoy la ejemplar

hospitalidad que ejercieron en el pasado muchas monjas acogiendo

con predilección a la gente más pobre y menesterosa. Pensamos,

sobre todo, en dos sectores de personas:

• La acogida a quienes se acercan a nuestros monasterios es

el cauce más visible de nuestro amor abierto a toda la

Humanidad

Formación renovada

Además de la conversión como actitud espiritual a la que nos

compromete el voto de “conversión de costumbres” , el Espíritu nos

llama hoy a una adaptación, a un cambio, más o menos intenso, de

estilo de vida comunitaria y, sobre todo, a pensar de nuevo y valorar

ciertos esquemas mentales y nociones monásticas; a estar

39

Regla de san Benito 53

Page 28: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

28

disponibles para ajustar equilibradamente el pasado al pres ente,

para vivificar la tradición en el mundo actual y para aproximar lo

fundamental del monacato a nuevas situaciones, nuevos valores y

nuevos ámbitos socioculturales.

Este proceso de conversión nos exige: volver al ideal

originario, a las fuentes más genuinas interpretándolas para poder

distinguir lo esencial de lo secundario, discernir entre tradición y

tradiciones, y conocer y estimar equilibradamente las características

positivas, los signos, que se manifiestan en el contexto

antropológico y cultural de nuestra época teniendo muy en cuenta

las necesidades más urgentes de nuestro tiempo40

.

Esta renovación exige un cuidado especial de la formación. Lo

recordaba el Vaticano II: “La renovación de los institutos, depende

en gran medida de la formación de sus miembros que se han de

esforzar durante toda la vida en perfeccionar esta cultura

espiritual, doctrinal y técnica”41

.

Acogemos esta llamada a cuidar el tema de la formación. En

un mundo en continua evolución y progreso, las comunidades no

podemos conformarnos con unos conocimientos elementales

adquiridos en una etapa de nuestra vida, sino que se impone una

actualización, una formación sólida, tanto en la etapa de formación

inicial como a lo largo de toda la vida, formación permanente. Una

formación integral que abarque la maduración humana, la identidad

femenina, la fe cristiana, la espiritualidad monástica, la formación

bíblica.

40

Ramón-Pius Tragrán. “Vida monástica: una conversión continua” Cuadernos Monásticos 52. 2001,

págs 324-325. 41

Perfectae Caritatis 18

Page 29: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

29

Es necesario introducir en nuestros monasterios un

conocimiento cualificado sobre la situación, sobre los valores y los

defectos de nuestro tiempo y escoger personas competentes para

tratar diversos aspectos de la actualidad eclesial y social. Si no

tenemos un conocimiento y una capacidad de acoger la nueva

realidad socio-religiosa actual, nuestra vida de oración permanecer á

fuera del contexto vital de la Iglesia y de los hombres, y se alejará

de los horizontes de un mundo, que es el nuestro . Si nuestros

monasterios no están informados y sensibilizados por conferencias

regulares y coherentes, por comentarios sobre temas espe cíficos

desarrollados por personas preparadas sobre cómo van hoy las

cosas, cuáles son las tendencias y el pensamiento dominante en

exégesis y teología, ¿cómo podrán comprender las monjas mayores

la mentalidad de las jóvenes que son las potenciales candida tas a la

vida monástica?42

.

Soñamos con un monacato femenino con todas las cualidades

de madurez, de sabiduría, de santidad. Más que un sueño se trata de

una necesidad para que nuestros monasterios puedan seguir viviendo

de una forma cualificada. Hemos de actuar con realismo.

Necesitamos, en concreto, encontrar el equilibrio necesario entre

trabajo y formación. El trabajo remunerado, base de nuestra

subsistencia, nos ocupa bastantes horas de nuestra jornada, más de

las deseadas. También el envejecimiento p rogresivo de nuestras

comunidades requiere el servicio y la dedicación de nuestras

hermanas más jóvenes en detrimento de su formación. Es, pues,

misión de las responsables de nuestras comunidades enseñar,

instruir y hacer madurar a cada monja; establecer unos criterios y

unos tiempos que aseguren una formación adecuada. Por otra parte,

42

Ramón-Pius Tragán. “Vamos a establecer una escuela del servicio divino” Cuadernos Monásticos 55.

2003, págs. 86-95

Page 30: Charla. Lo Que El Espíritu Dice Hoy a La Vida Monástica Femenina

30

es responsabilidad de cada monja tomar conciencia de esta

necesidad de formación para dar razón y testimonio de nuestra fe y

de nuestra vocación monástica en medio del mundo.

La calidad de la vida consagrada, de la participación real y

corresponsable de la propia comunidad así como la posibilidad de

dar una respuesta válida a los desafíos del mundo contemporáneo

con creatividad y valentía, exige de todas y cada una de nosot ras un

proceso de constante crecimiento, de discernimiento y de apertura al

Espíritu.

*********

A MODO DE CONCLUSIÓN

La llamada del Espíritu es fuerte, nuestras fuerzas se debilitan

de año en año. Nuestras comunidades siguen envejeciendo. Echamos

en falta la savia nueva de monjas jóvenes. No es fácil la creatividad

y la renovación cuando se llevan muchos años viviendo de

costumbres y hábitos de vida envejecidos. ¿Estamos asistiendo al

final de nuestros monasterios? ¿Puede renacer de nuestras

comunidades un nuevo monacato?

Quiero terminar esta meditación escuchando con vosotros la

Palabra de Dios por medio del profeta Ezequiel: “Así dice el Señor

a estos huesos: He aquí que yo voy a hacer entrar el Espíritu en

vosotros y viviréis. Os cubriré de nervios, haré crecer sobre

vosotros la carne, os cubriré de piel, os daré un espíritu y viviréis;

y sabréis que yo soy el Señor”43

.

43

Ezequiel 37,5-6

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31

Es difícil pensar que de unos “huesos secos” pueda nacer la

vida. Pero Dios puede “hacer entrar” su Espíritu en ellos y hacerlos

vivir. Tal vez es nuestra primera tarea, la única: dejar entrar en

nuestros monasterios el Espíritu de Dios. No será fácil. Requerirá

tiempo, paciencia y f idelidad. Deberemos liberarnos de miedos,

cobardías y egoísmos. Será un proceso lento. Una conversión c uyo

final tal vez no veremos, pero cuyo proceso expresan bien las

palabras del profeta:

“Os cubriré de nervios” : primero será necesario renovar las

líneas de fuerza esenciales que apunten hacia un nuevo monacato;

“haré crecer sobre vosotros la carne” : el nuevo espíritu

tendrá que tomar cuerpo encarnándose en nuevas formas de vida;

“os cubriré de piel” : tendremos que saber adaptarnos al

mundo de hoy, sin conformarnos con él, y a las necesidades de la

Humanidad actual.

Dios nos dará su Espíritu y viviremos. Seremos pocas o

muchas. Seremos jóvenes o mayores. Pero, entre nosotras habrá

vida. Sabremos que Dios es el Señor.