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Cervantes y el narrador infidente Juan Bautista AVALLE-ARCE Universidad de California, Santa Bárbara Acudo a este homenaje a don Francisco López Estrada con gozosa amistad-Y es de tal manera que le dedico estas páginas, que, en su ocasión, constituyeron la médula de una conferencia dictada en el Curso Superior de Filología en la Universidad de Salamanca. Con temas cervantinos se inauguró la extensa y sabia producción de López Estrada. y tal tema me ha parecido apropiado y cordial saludo a tan buen amigo. En mis asedios de hoy al Quúote, me desentiendo por completo del Qui- jote de 1605 y partiré. para empezar, de un texto muy al comienzo de la se- gunda parte, y. al parecer, innocuo, tan innocuo e inocente que los críticos no se han fijado en él, y los lectores lo olvidan con la indiferencia que se reserva a las simplezas declaratorias rayanas en lo perogrullesco. En los primeros capítulos de la segunda parte se nos narra cómo don Quijote des- pués de un mes largo de convalecencia «iba dando muestras de estar en su entero juicio» (II, i: 18, de mi edición por la que cito). Pero el cura, en mal- hadado experimento, decide tocarle en cosas de caballerías, y el buen hi- dalgo se larga a desbarrar como en sus momentos de más apremiante locu- ra. En estos momentos se une a ellos Sancho Panza, acusado por ama y so- brina de ser «el que destrae y sonsaca a mi señor, y le lleva por esos andu- rriales» (II. Ii: 30). Está puesta en el tapete la cuestión de una tercera salida de don Quijote, vehementemente defendida por los otros interlocutores. Con malicia o sin ella, Sancho agrega más leña al fuego al desembucharía noticia de que a la aldea ha regresado el bachiller Sansón Carrasco, con sus estudios salmantinos bien frescos en la memoria y con la noticia des- pepitante de que «andaba ya en libros la historia de vuestra merced, con nombre de E/ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha». A pedido de su amo, Sancho trae al bachiller Sansón Carrasco en volandas. Las sesudas materias de que tratan los tres en sabrosa charla, aunque presentadas en tonos muy ajenos a su gravedad, han removido las esencias del cervantis- mo desde los primeros barruntos geniales de Giuseppe Toffanin en La fine de/lUmane.sirna Pero el saldo narrativo en el argumento de la novela de es- tas conversaciones es muy otro. Sancho alude a una posible salida y el no- velista se apresura a añadir: «No había bien acabado de decir estas razo- nes Sancho. cuando llegaron a sus oídos relinchos de Rocinante: los cua- DICENDA. Cuadern os de Filología Hispánica. n.’Y- 163-172. Edit. Univ. Complut. Madrid, 1987

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cervantes narrador infidente

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  • Cervantes y el narrador infidenteJuan Bautista AVALLE-ARCE

    Universidad de California, Santa Brbara

    Acudo a este homenaje a don Francisco Lpez Estrada con gozosaamistad-Y es de tal manera que le dedico estas pginas, que, en su ocasin,constituyeron la mdula de una conferencia dictada en el Curso Superiorde Filologa en la Universidad de Salamanca. Con temas cervantinos seinaugur la extensa y sabia produccin de Lpez Estrada. y tal tema me haparecido apropiado y cordial saludo a tan buen amigo.

    En mis asedios de hoy al Quote, me desentiendo por completo del Qui-jote de 1605 y partir. para empezar, de un texto muy al comienzo de la se-gunda parte, y. al parecer, innocuo, tan innocuo e inocente que los crticosno se han fijado en l, y los lectores lo olvidan con la indiferencia que sereserva a las simplezas declaratorias rayanas en lo perogrullesco. En losprimeros captulos de la segunda parte se nos narra cmo don Quijote des-pus de un mes largo de convalecencia iba dando muestras de estar en suentero juicio (II, i: 18, de mi edicin por la que cito). Pero el cura, en mal-hadado experimento, decide tocarle en cosas de caballeras, y el buen hi-dalgo se larga a desbarrar como en sus momentos de ms apremiante locu-ra. En estos momentos se une a ellos Sancho Panza, acusado por ama y so-brina de ser el que destrae y sonsaca a mi seor, y le lleva por esos andu-rriales (II. Ii: 30). Est puesta en el tapete la cuestin de una tercera salidade don Quijote, vehementemente defendida por los otros interlocutores.Con malicia o sin ella, Sancho agrega ms lea al fuego al desembucharanoticia de que a la aldea ha regresado el bachiller Sansn Carrasco, consus estudios salmantinos bien frescos en la memoria y con la noticia des-pepitante de que andaba ya en libros la historia de vuestra merced, connombre de E/ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. A pedido de suamo, Sancho trae al bachiller Sansn Carrasco en volandas. Las sesudasmaterias de que tratan los tres en sabrosa charla, aunque presentadas entonos muy ajenos a su gravedad, han removido las esencias del cervantis-mo desde los primeros barruntos geniales de Giuseppe Toffanin en La finede/lUmane.sirna Pero el saldo narrativo en el argumento de la novela de es-tas conversaciones es muy otro. Sancho alude a una posible salida y el no-velista se apresura a aadir: No haba bien acabado de decir estas razo-nes Sancho. cuando llegaron a sus odos relinchos de Rocinante: los cua-

    DICENDA. Cuadernos de Filologa Hispnica. n.Y- 163-172. Edit. Univ. Complut. Madrid, 1987

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    les tom don Quijote por felicisimo ag~ero, y determin de hacer de all atres o cuatro das otra salida (II, iii; 48). Rpidamente ultiman los tres losplanes para esa nueva salida con el firme apoyo de Sansn Carrasco:Quedaron en esto y en que la partida sera de all a ocho das. Encargdon Quijote al bachiller la tuviese secreta, especialmente al cura y a maeseNicols, y a su sobrina y al ama porque no estorbasen su honrada y valero-sa de-terminacin. Todo lo prometi Carrasco (II, iii, 51). Aqu estn esasfatdicas palabras. innocuas, al parecer, al punto de la desapegada indife-rencia: Todo lo prometi Carrasco.

    No me andar por las ramas y declarar sin ambages que estas pa-labras son de fundamental importancia en el desarrollo de los planes parala tercera salida de don Quijote, loes, ni ms ni menos, que la razn deser de la segunda parte de nuestra novela. Y la naturaleza de este primerencuentro entre el hidalgo y el bachiller, y la promesa hecha, gravitan deci-sivamente sobre el segundo encuentro entre ambos personajes, que es laaventura del Caballero del Bosque o de los Espejos. No puede caberle lamenor duda a nadie de que el resultado de esta aventura seudo-caballeres-ca es lo que define el desenlace de la novela. Como dice Sansn despus deser denotado por don Quijote bajo su identidad de Caballero del Bosque:No me llevar ahora a buscarle el deseo de que cobre su juicio, sino el dela venganza; que el dolor grande de mis costillas no me deja hacer mspiadosos discursos (TI, xv; 134). El propio Carrasco refrendar todo estocuando su venganza se ha cumplido y ha derrotado en las playas barcelo-nesas al hidalgo manchego. Mli confiesa a don Antonio Moreno: Yo mevolv, vencido, corrido y molido de la cada, que fue adems peligrosa; pe-ro no por esto se me quit el deseo de volver a buscarle y a vencerle, comohoy se ha visto (II. lxv; 549). La naturaleza del desenlace de la novela in-mortal depende, precisamente. de esta derrota del protagonista, que esta-ba cueca-ada, como en profeca, en esas palabras: Todo lo prometi Ca-rrasco.

    Ahora bien, tampoco puede caber la menor duda deque dicha declara-cin autorial (Todo lo prometi Carrasco) es una mentira total, comopuede identificar de inmediato todo el pblico que recuerde los desarrollosque la siguen de cerca en la accin novelstica. Y aqu me detendr un mo-mento, escudado en el axioma de Wilhelm Dilthey: Das Leben ist ebenmehrseitig (La vida es precisamente multilateralidad). Porque dichadeclaracin se irisa en posibilidades segn el ngulo de aproximacin.Veamos. Todo lo prometi Carrasco. Dadas las circunstancias, esta pro-mesa es perfectamente natural y verosmil, palabreja a la que tendr quevolver As lo anunci Cide Hamete Benengeli y as lo han confirmado to-dos los otros autores intermediados y transmisores del texto traducido, yas lo refrenda Miguel de Cervantes Saavedra, el ltimo autor de la cadena.Carrasco lo prometi, y a ninguno de nosotros se nos ocurri jams dudarde que el bachiller no cumplira lo prometido. Tan obvio nos parece el he-

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    cho de que la palabra empeada por un hombre de honor se cumpla, queno le damos ms trascendencia al acto de la promesa y de inmediato laolVidamos. Que Sansn Carrasco es un hombre de honor no se puede po-ner en tela de juicio, es algo perfectamente impensable, como que l erabachiller por esta gloriosa Universidad de Salamanca. apoyo mayor de lasresponsabilidades de la monarqua espaola. Y aqu viene la verdadcataclsmica: el bachiller Sansn Carrasco no cumpli su palabra.

    Para dejar esto perfectamente claro vuelvo al desarrollo argumental enlo que ms de cerca toca a mi demostracin. Despus de su promesa el ba-chiller se retir a su casa, y all fue a buscarle el ama, temerosa de que suamo, saliese otra vez. Como consecuencia el bachiller fue luego a buscaral cura a comunicar con l lo que se dir a su tiempo (II. vii; 67). De allSansn volvi a casa de don Quijote, y all le incit vigorosamente a quevolviese a sus caballeras, al punto de ofrecrsele como escudero (ibdem:70-71). Ante esto ama y sobrina acumulan maldiciones sobre la cabeza delbachilleryel texto concluye: El designio que tuvo Sansn para persuadir-le a que otra vez saliese fue hacer lo que adelante cuenta la historia, todopor consejo del cura y del barbero, con quien l antes lo habacomunicado (ibdem: 72-73). Y as llegamos a la aventura del Caballerodel Bosque, cuyo yelmo y armadura revisten nada menos que al propio ba-chiller Sansn Carrasco, como presencia atnito don Quijote. Aqu, porfin, el texto se torna condescendiente y se nos informa con detalle acercade lo que ha pasado: Dice, pues, la historia, que cuando el bachiller San-sn Carrasco aconsej a don Quijote que volviese a proseguir sus dejadascaballeras, fue por haber entrado primero en bureo con el cura y el barbe-ro sobre qu medio se podra tomar para reducir a don Quijote a que seestuviese en su casa quieto y sosegado. sin que le alborotasen sus mal bus-cadas aventuras; de cuyo consejo sali, por voto comn de todos y parecerparticular de Carrasco, que dejasen salir a don Quijote, pues el detenerlepareca imposible, y que Sansn le saliese al camino como caballero an-dante. y trabase batalla con l, pues no faltara sobre qu. y le venciese(II, xv; 132-33).

    He puesto en perspectiva todos los datos pertinentes y es hora de bus-carles su sentido. Lo primero, y de palmaria evidencia, es que SansnCarrasco, bachiller por Salamanca. a pesar de su hbito de San Pedro.rompi su promesa. A la primera oportunidad comunic todo con el curay el barbero, y de este bureo sali el descabellado plan del Caballero delBosque. Y por este hilo ya he dicho que se saca todo el ovillo de la segundaparte, muy en particular la naturaleza de su desenlace. Que una promesarota defina el desenlace de una obra no es nada nuevo, y. sin ir mas lejos,ah estn las bodas de los Infantes de Carrin con las hijas de Mo Cid,como clarsimo ejemplo. Pero el autor como en el caso del Poema del Cid,siempre se ha encargado deponer muy en evidencia la forma y circunstan-cias del incumplimiento de la promesa. La prioridad tica en el concepto

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    literario obliga al autor a destacar el gravsimo quebrantamiento de lamoral implcito en una promesa rota. Y esa demostracin es impostergablee indeclinable. Ejemplo: el Poema de Mo Cid. Pero aqu en el Qu~ote noshallamos ante un caso tan maravilloso como indito. El autor se disocia dela prioridad liea desde el momento en que. despus de registrar el hechode la promesa evita con todo cuidado declarar que esa promesa de inme-diato se vio rota. Se trata de toda una conspiracin de silencio, porque enninguna de las oportunidades en que Sansn Carrasco urdi planes concura y barbero. y que ya he consignado, se hace la menor alusin al hechode que estos planes se basan en conocitnientos obtenidos por el pecamino-so expediente de quebrantar una protnesa. Y que dicha consigna se const-der inviolable lo patentiza el hecho de que ninguno de los autores quemedian entre Cide Hamete Benengeli y Miguel de Cervantes Saavedra pre-tendi en ningn momento violada.

    El resultado concreto e inmediato y directo de todo ello es que el lectorqueda irremediablemente engaado y cae as en una trampa que le tiendecl narrador y a la que no hay forma de eludir El narrador, al disociarse dclobjetivo tico tradicional en la literatura, puede intentar engaar al lector yen lbrma bien poco caballeresca, por cieito. pues el libre desempeo delengao presupone retener informacin esencial del conocimiento del lec-tor No se trata, en absoluto. de engaar con/a verdad, como lo practicaba lacomedia contempornea, porque la verdad es lo que se retiene y no secomparte en ninguna medida con el lector Podemos decir que en el Quo-te el narrador engaa al lector con premeditacin y alevosa. La literaturaanterior desconoca tal posibilidad de engao.

    El problema es mucho ms amplio, desde luego, dado que el empujetico de la literatura desdeaba la ficcin, que se poda considerar comouna urdimbre de mentiras. La imaginacin, creadora de ficciones, era con-siderada con enorme suspicacia, dado que poda deformar la realidad. Laloca de la casa fue cl apodo que dio Santa Teresa de Jess a la imagina-cin. A la zaga del Concilio dc Trento el intelectual catlico comenz amanifestar una creciente preocupacin por la creacin de una literaturaverdadera y ejemplar que permitiera salvar la falsedad inevitable de la fan-tasa potica. y sobreponerla a las criticas de inspiracin cristiana (cotnoSan Agustn), o de orientacin platnica (como los conocidos textos de laRepblica). Hemos entrado en el momento de la historia intelectual euro-pea que denominamos con el nombre de aristotelismo potico. Pero antesde abocarnos a este nuevo problema. quiero proceder con cierto mtodo yliquidar la cuestin que dej planteada hace unos momentos.

    Deca yo que el narrador del Quijote en el momento que comienza ahistoriar la intervencin del bachiller Sansn Carrasco en la vida del pro-tagonista. en ese mismo momento se convierte en un narrador muy pocode fiar. El narrador retiene y oculta informacin capital para que el lectorse pueda formar un juicio adecuado acerca de los acontecimientos del re-

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    lato. Desde su conocimiento supremo de la materia el narrador engaa allector a sabiendas y a conciencia. El narrador se ha convertido, de buenasa primeras, en una persona en quien el lector no se debe fiar. Por primeravez en los anales de la novelstica nos hallamos ante el caso de un narradorinfidente, del que no se puede fiar, cultismo que corresponde al tecnicismousado por algunos crticos ingleses del unreliable narrabor, aunque referidoa materias muy distintas, como que la ofuscada crtica anglo-americanaatribuye su invento a Henry James. El narrador infidente es artificio narrati-vo que no prosper en tiempos de Cervantes. La concepcin tica de la li-teratura conservaba su antiguo dominio casi intacto. Toda obra literariapre-supona un pacto tcito entre narrador y lector que descansaba contoda solidez sobre relaciones de absoluta confianza. Aunque nunca figura-ron en ningn declogo, las relaciones entre narrador y lector se saban dehonorabilidad absoluta. La audacia cervantina al colocarlas patas arribaslo poda cundir en nuestros tiempos, azacaneados por una reestructura-cin total de la tica, o por su eliminacin conceptual. Hoy en da el narra-dor infidente tambin ha sido objeto de operaciones de liberacin de su ser-vidumbre a la tica. y por consiguiente dicho tipo de narrador ha comen-zado a hacerse cargo del relato con voz cada da ms clara y resonante.

    Veamos algunos ejemplos. No puede causarles extraeza que comiencecon el glorioso nombre de Jorge Luis Borges, a quien acabamos de perder.Borges fue, entre otras muchas cosas, un cervantista de bandera, y comoilustracin bsterne citar esa deliciosa criatura suya Pierre Menard, autordel Qu~ote, aquel que no quera componer otro Qujiote lo cul esFcil sino el Quijote. Ahora quiero hacerme cargo de otra de sus Ficcio-nes, ttulo de la obra que acoge el relato designado La forma de la espa-da. Sc tt-ata. como recordarn algunos de Vds. de la historia de un indivi-duo a quien le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa. Se trataba de uningls que Borges conoci por campos de Tacuaremb y que le cont suhistoria. En realidad, se trata de un irlands a cuya boca se transfiere la na-rracin hasta su final concluyente. Comienza refiriendo que hacia 1922.cn una de las ciudades de Connaughr. yo era uno de los muchos que cons-piraban por la independencia de Irlanda. Un atardecer se le une otroconspirador, un tal John Vincent Moon. Pronto empiezan los audaces gol-pes de mano contra el enemigo ingls~, pero el narrador rpido llega a unatristsiina conclusin respecto a Vincent Moon: Entonces comprend quesu cobarda era irreparable. Pero contina el narrador: De las agonas yluces de la guerra no dir nada: mi propsito es referir la historia de esta ci-catriz que me afrenta. AM. un da, sigue el narrador, Moon, en la biblio-teca, hablaba con alguien... Mi razonable amigo estaba razonablementevendindome. El narrador, enfurecido, persigue a su delator por los co-rredores de esa casa-museo en que se han refugiado. De una de las pano-plias del general arranqu un alfanje; con esa media luna de acero le rubri-qu en la cara, para siempre, una media luna de sangre. Aqui Borges

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    interviene brevemente en el relato para dirigirse al narrador: YMoon?le interrogu. Cobr los dineros de Judas y huy al Brasil. Esatarde, en la plaza, vio fusilar un maniqui por unos borrachos. Borgesinterviene nuevamente para apurar al narrador, quien termina el relatocon estas palabras: Usted no me cree?balbuce. No ve que llevoescrita en la cara la marca de mi infamia? Le he narrado la historia de estemodo para que usted la oyera hasta el fin. Yo he denunciado al hombreque me ampar: yo soy Vincent Moon. Ahora desprcieme.

    Otra pequea maravilla del relato imaginario ha puesto Borges en bocadel narrador infidente. Se trata esta vez del camafeo literario que lleva porttulo La casa de Asterin, y que recogi en su coleccin ElAIeph. Esperoque la memoria colectiva acudir ms presto al contenido de este famosorelato. Se trata de un rabioso y obsesionado monlogo en que e hablantebaraja acusaciones de soberbia y de locura hechas contra l. Y hasta demisantropa, pero de sta se consuela con la profecia de un redentor, y sepregunta: Ser un toro o un hombre? Ser tal vez un toro con cara dehombre? O ser como yo? El monlogo se corta abruptamente para ad-mitir esta breve coda informativa: El sol de la maana reverber en la es-pada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre. Lo creers.Ariadna?dijo Teseo. El minotauro apenas se defendi.

    En los dos casos, Borges ha puesto el relato en boca de un narrador infi-ciente, que, por motivos muy personales, recata, retrae y retiene de la infor-macin los detalles ms importantes para poder identificar al hablante. Ydicha identidad determina fundamentalmente la naturaleza del desenlace.La infidencia del narrador es e elemento primordial y determinante delrumbo que toma el relato, al punto que se puede decir que sin ella no hayrelato. En este caso son anlogos los dos ejemplos de Borges y el de Cer-vantes: Todo lo prometi Carrasco, promesa que rompi silenciosamen-te de inmediato. Los casos son anlogos en la infidente naturaleza delnarrador, que nos oculta datos fundamentales para nuestra conducta yreaccin de lectores. Pero la tcnica narrativa es distinta, ya que Borges enlos dos casos se vuelca al monlogo. Esta prioridad del yo, sin embargo.que en ocasiones llega a la enfermiza obsesin. es tristemente propia denuestros momentos, y ajena. en muchos sentidos, de la poca de Cervantes.

    La tcnica del narrador infiderne se ha trivializado, por lo dems, ya queno se trata exclusivamente de un traspaso de Cervantes a Borges, con locual bien podramos afirmar: Entre genios anda el juego. En las letrasmodernas se ha descubierto que el caso del narrador infidente sirve a lasmaravillas los propsitos de des-informacin que apuntalan el gnero de lanovela policial o de detectives. Aunque me encanta la lectura del gnerono quiero que se ruboricen estas paredes que oyeron perorar a Luis deLen y a Francisco de Vitoria al hablar yo de tales frivolidades. Por consi-guiente, resumo al mximo y doy un solo botn de muestra. Sc trata de laobra clsica y de mxima aclamacin de la sutilstima novelista inglesa

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    Agaiha Christie. Me refiero a TheMurderofrogerAckroyed (El asesinato deRoger Ackroyd). En su momento esta novela levant considerable polvare-da crtica entre los aficionados del gnero. porque despus de mil delicio-sas complicaciones resulta que el asesino es nada menos que el narradoren primera persona de todo el relato. Se vio en esto una contravencin alas reglas ms elementales del gnero, una verdadera falta deJairplay. Perooy en da debo hacer caso omiso de tan sutiles argumentos. Lo que parami cuenta es que The Murder of RogerAckroyd constituye un caso egregio deuso de la tcnica del narrador infidente, que vimos asomar por primera vezen el caso del bachiller Sansn Carrasco. En el relato de Agatha Christie elnarrador del asesinato es el propio homicida. Esta variante genial imponela infidencia mxima en el narrador, que en toda oportunidad y en formaarchinatural trata de recatar su verdadera identidad. De todas maneras, elrelato a base dc una infidencia sistemtica por parte del narrador se con-vierte en un apoyo seguro de la moderna novela policial, ya que uno de losfines perseguidos por el autor es diseminar a manos llenas la ms solapadadevinformacin.

    Estoy seguro que las experiencias de lector de este selecto pblico brin-darn muchsimos ms ejemplos a los aducidos por m. Pero stos bastanpara ilustrar cmo la tcnica del narrador infidente se introduce en laurdimbre de la novela moderna por obra y gracia de Cervantes. el creador,de esa norma, desde luego. Esto ocurre en un pasaje totalmente desatendi-do por sus apariencias baladies. Todo lo prometi Carrasco, son lasbien poco prometedoras palabras, pero he tratado de demostrar que en esapromesa incumplida, quebrantada de inmediato, se encierra el resorte queal activar la tercera salida de nuestro hidalgo pone en marcha toda la in-mensa. compleja y maravillosa mquina artstica que es la segunda partedel Quijote. Esa deslealtad del bachiller Sansn Carrasco (graduado por es-ta universidad, por cierto, dudoso timbre en el que ms vale no detenerme).esa deslealtad del bachiller repercute inmediatamente en la aventura delCaballero del Bosque. Se puede decir que aqu la infidencia de Sansn Ca-rrasco recibe su merecido, al quedar el taimado bachiller vencido y despa-tarrado porel suelo, con una verglenza y un dolor que le recorre el cuerpo.Pero estos vergonzosos dolores e impulsan a la venganza, como ya desta-qu. y su rencorosa silueta recorre sigilosamente el trasfondo de las andan-zas de amo y escudero, hasta irrumpir. con prepotente gallarda y fuerza.en las playas barcelonesas, donde ahora el vencido ser don Quijote. Eneste momento y de tal manera y sc desencadena el desenlace previsto porCervantes, al menos despus de la dolosa intervencin de Alonso Fernn-dez de Avellaneda. Y quedan as ligados la infidencia del bachiller Sansn(Todo lo prometi Carrasco), en una cadena de causa a efecto, con lascaractersticas y naturaleza del desenlace de la novela mxima. Y creo quees hora dc repetir algo que vengo diciendo desde hace aos: el Quijote es lademostracin literaria y anticipada por un siglo largo de la ley dc Lavoisier

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    acerca de la conservacin de la materia: Nada se pierde, todo se trans-forma.

    Ahora si conviene otear el horizonte literario de aquella poca paracolumbrar qu elementos pueden haber activado el disparadero de la ima-ginacin cervantina para brindarnos la pequea maravilla de la tcnicadel narrador infidente Hace unos momentos me refera yo al aristotelismopotico que embarga al siglo XVI europeo a la zaga del Concilio de Trento.El documento que cambi la fisonoma literaria de aquella poca fue latraduccin al latn de la Potica de Aristteles, y un selecto nmero de co-mentarios que provoc. A la cabeza hay que poner el nombre del luma-n ista florentino Francesco Robortelli y sus ti librum Aristotelis de arte poeti-ca explicatione~ de 1548. La Potica se ha considerado siempre como el ma-nifiesto del Clasicismo o del realismo esttico de todos los tiempos, o. co-mo dijo Goethe. es el producto de la razn en su mxima expresin. Porconsiguiente, la obra de Robortelli abri las puertas a una incontenibleavenida literaria que ha sido muy bien estudiada en sus manifestacionescriticas por Giuseppe Toffanin, 3. Spingarn o Bernard Weinberg. No pien-so, en absoluto, asomarme a tan inmensos panoramas, que no harian msque desorientarnos. Quiero sealar, en vez, unos pocos hitos que bastarn,creo yo. para sealamos la direccin general del camino que, al reempren-der miempresa intelectual, remata en Cervantes y el pasaje del Quijote quehoy me afana.

    Entre Aristteles y el Renacimiento. y valga como mi primer hito, seyergue una figura gigantesca, sin cuya presencia la historia intelectual delOccidente cristiano sera muy distinta. Me refiero a San Agustn. cuya obracondicion la mente medieval en su percepcin de la realidad. Y que la fi-losofa griega influy profundamente en el pensamiento agustiniano esuna verdad inconcusa. En sus Quaestiones evangelicac~ segunda seccin,San Agustn se hace cargo de lafictio y del modus jictvus. con el cual el poe-ta hace uso de una particular licencia potica por la que cuenta cosas noreales ni histricas: Cum fictio nostra refertur ad aliquam signifie-atio-nem non est mendacium, sed aliqua figura veritatis. Esta otra figura dela verdad lleva en su seno, como sustancia vital, las consideraciones deAristteles en e captulo IX de su Potica acerca de Historia y Poesa, loparticular y lo universal, las cosas como son y como deberan ser, lo ver-dadero y lo verosimil. La preocupacin de la Edad Media por algunos deestos conceptos lo ejemplifica mi segundo hito, que es la interesantisimacarta de Dante Alighieri a su protector verons Can Grande della Seala.donde recuerda que forma sive modus tractandi est poeticus. fictivus, des-criptivus. digressivus, transumptivus. Con lo que recaemos en el modusfictivus, que segn San Agustn non est mendacium. sed aliqua figura ven-tatis.

    Para el siglo XVI toda esta terminologa ha vuelto a campear por susfueros, pero ahora con su nomenclatura clsica y aristotlica. El Renaci-

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    miento europeo debe esto a los esfuerzos del benemrito Francesco Robor-telli, que record hace poco, y sus seguidores, que labran con solidez y cui-dado el edificio del aristotelismo potico. Que Cervantes estuvo perfecta-mente al corriente de estas preocupaciones literarias ha quedado zanjadodesde la poca de Giuseppe Toffanin y del Amrico Castro del Pensamientode Cervantes. De los tratadistas de Potica que pudo conocer nuestro nove-lista el que atrae todo mi inters es su perfecto contemporneo y compa-triota el mdico vallisoletano Alonso Lpez Pinciano. Su extraordinariaFiIos~fa antigua potica. de 1596, ha sido denominada. con perfecta justicia.por Marcelino Menndez Pelayo en sus Ideas eMticas, como una obra queaspiraba a echar los fundamentos de una verdadera teora filosfica delos gneros literarios, completando y coronando el edificio sacado de ci-mientos por el Estagirita... /EI Pinciano! es el nico de los humanistas delsiglo XVI que presenta lo que podemos llamar un sistema literario com-pleto.

    Muchos son los pasajes en que el Pinciano se hace cargo de la mentira(niendacium de San Agustn) como levadura de la obra literaria. Con estosmateriales, precisamente, trabaja Cervantes porque el bachiller SansnCarrasco fundamenta su conducta hacia don Quijote. en los textos anali-zados, en una mentira (Todo lo prometi Carrasco es una mentira total),y el narrador se guarda con cuidado de desprestigiar esa mentira, o sea, derevelarla por lo que es. De ah mi designacin para este fenmeno de latcnica del narrador infidente. Pero veamos algunos ejemplos del Pincia-no en los que se puede fundamentar una sublimacin de la mentira litera-ria, que es, en sustancia. a lo que atiende Cervantes en mi texto de hoy. Es-cribe el Pinciano: La forma de la poesa es la imitacin, y la imitacin esla verosimilitud. La materia son ambas Filosofas. El objeto no es la menti-ra. que sera coincidir con la Sofstica: ni la Historia, que sera tomar lamateria al histrico: y no siendo Historia porque toca fbulas, ni mentiraporque toca Historia, tiene por objeto el verosmil que todo lo abraza. Deaqu resulta que es un Arte superior a la Metafsica, porque comprendemucho ms, y se extiende a lo que es y no es. Otro ejemplo: El poeta detal manera debe ser admirable, que no salga de los trminos de la semejan-za a verdad. Por su parte San Agustn ya haba dicho, y lo cit un pocoantes: Non est mcndacium. sed aliqua figura veritatis: No es mentira,sino otra figura de la verdad. Sigue el Pinciano: Es tan necesaria laverisimilitud, en doctrina de Aristteles, que el poeta debe dejar lo posibleno verismil, y seguir lo verismil, aunque imposible. Sigue ms ahajo:En toda especie de fbula es la verisimilitud necesaria, para afinar en se-guida: El poeta no se obliga a escribir verdad, sino verisimilitud, quierodecir posibilidad en la obra. Y estampa como colofn: Acbese de cerraresta clusula de la verisimilitud con que el poeta la debe guardar en el g-nero, en la edad y con el hbito y estado de la persona. Todos estos textosson de la epstola quinta de la Filosofa antigua potica. El ltimo, acerca de

  • 172 Juan Bautista Avalle-Arce

    la edad, hbito y estado de la persona, nos viene como anillo al dedo:revestido de su hbito de San Pedro, Sansn Carrasco, bachiller por Sala-manca, todo lo prometi. Perfecto ejemplo de verosimilitud, y cuandorompe su promesa, lo que ha hecho el autor es seguirlo verismil, aunqueimposible. en palabras del Pinciano. Lo que da una dimensin casi in-sondable al problema es el hecho de que el narrador infidente se guarda concuidado de identificar la mentira de Carrasco como tal, y seduce al inocen-te lector en creer que todo es verdad, que, de verdad. todo lo prometi Ca-rrasco. Aqu ha ocurrido una maravilla literaria: el narrador infidente seha convertido en velador de la mentira.

    Al llegar a este punto me atrevo a decir, sin forzar demasiado el idioma,que la verosimilitud, vista desde la otra orilla, como le gustaba decir a Va-lle-Incln. es una mendaciosi,nilitud, en que se busca lo mentirosmil con fi-nes de ensalzamiento. Esta es la conclusin a que lleg Cervantes al perge-ar los textos del Quote de 1615 que he estado rondando y comentandohoy. Se han superado con gracia y soltura las criticas a la literatura de fic-cin que emitieron Platn, los Padres de la Iglesia y los propios erasmistaspeninsulares. La imaginacin bien puede ser la loca de la casa. comoquiso Santa Teresa de Jess, y en tales funciones inventar un narrador infi-ciente, caso desconocido en los anales literarios de Occidente hasta esosmomentos. Pero el caso del narrador infidente representa el acoso final de laverosimilitud aristotlica, y aqu Cervantes cobr la elusiva pieza de estaincomparable cinegtica literaria. Que los hablantes mienten es experien-cia diaria, pero que lo haga el relator de la obra es inconcebible. La menti-ra como cuestin de moral tuvo su proyeccin literaria universal en La ver-dad suvpechosa de Ruiz de Alarcn, y como tal imitada por Corneille en Lementeur. Pero la mentira como urdimbre de la tcnica literaria esto fue ma-ravilloso invento cervantino. Porque se da el caso de que el narrador ini?-ciente es a la doctrina aristotlica de la verosimilitud lo que la apora es a lalgica. La apora es la proposicin de una dificultad lgica insuperable, unverdadero y etimolgico callejn sin salida de la Lgica, por el estilo de es-ta afirmacin: Todos los griegos son mentirosos, dijo un griego. Dondesi dijo mentira, entonces todos los griegos no son mentirosos, y si dijo ver-dad entonces no es griego. O sea que. en sus ltimas consecuencias, el usodel narrador infidente es el ariete que echa abajo el laboriosamente trabaja-do edificio de la verosimilitud aristotlica. A estas conclusiones nos abocinexorablemente Cervantes al estampar aquellas palabras aparentementetan innocuas y adocenadas: Todo lo prometi Carrasco. Esta infidenciadel narrador mantenida a lo largo de muchos captulos iniciales de lasegunda parte del Qu~ote, debe subrayar el gran invento de Cervantes en1615 y que enunciar con estas palabras: Por encima de todos los aristote-lismos literarios y de todas las poticas~. el principal personaje de la novelano tiene que serlo el protagonista, sino que puede serlo el narrador, comolo es aqu.