cerezo galÁn, pedro - el ensayo en la crisis de la modernidad

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  • 7/27/2019 CEREZO GALN, Pedro - El ensayo en la crisis de la modernidad

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    EL ENSAYO EN LA CRISIS DE LA MODERNIDAD

    Pedro Cerezo Galn

    I. LA QUIEBRA DEL ESPIRITU DE SISTEMA

    Quisiera conectar con el lema de este symposium el ensayo filosfico, hoy desde

    un punto de vista formal. No tanto qu ensayo se hace hoy en las distintas reas delpensamiento, sino porqu se hace ensayo, a qu se debe que el ensayo se haya

    convertido en el estilo mental de la filosofa. La cuestin es pertinente si se tiene en

    cuenta que en la modernidad ha predominado una concepcin sistemtica de la filosofa,

    al menos en sus momentos ms caractersticos en el racionalismo, y, sobre todo en el

    idealismo alemn. Esta conexin entre modernidad y espritu de sistema es tanto ms

    sorprendente, porque como ha mostrado Heidegger, el pensamiento antiguo no conoca

    nada semejante. Ni Platn ni Aristteles, y mucho menos el pensamiento presocrtico ,estaban animados por la pretensin sistemtica de constituir una representacin cerrada

    y coherente del mundo. En ellos alentaba la voluntad de describir un orden csmico, que

    por su carcter englobante trascenda las posibilidades de lectura de un pensamiento

    finito. De ah el estilo esencialmente abierto y problemtico de sus creaciones, desde los

    dilogos platnicos, que no son ms que experimentos de exploracin de la esfera de lo

    universal, a los textos de Aristteles, en esencia diaporticos, como corresponda a una

    investigacin que tena que habrselas con lo siempre problemtico1 . Propiamente

    hablando, el sistema aparece cuando el lugar de la fundamentacin se traslada de la

    trascendencia metafsica a la inmanencia de la autoconciencia. El mundo deviene

    entonces un conjunto de posiciones y relaciones instituidas por la accin pro-positiva y

    constituyente del sujeto; un todo de representacin (Bild) que el sujeto tiene en su

    poder. A la esencia de la imagen (Bild) puntualiza Heidegger- pertenece la trabazn,

    el sistema. Con ello no se entiende sin embargo, la artificiosa y externa clasificacin y

    1 P. AUBENQUE,Le Probleme de letre chez Aristote, PUF, Pars, 1962, pg93 y M. HEIDEGGER,Was heisst Denken?, Niemeyer, Tubingen, 1984, pg. 128

    ENCUENTROS EN VERINES 1990

    Casona de Verines. Pendueles (Asturias)

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    composicin de lo dad, sino la unidad autodesplegndose de la estructura en lo

    presentado en cuanto tal, a partir del proyecto de la objetividad del ente2. Hay, pues,

    sistema all donde la re-presentacin objetiva de lo real acontece por mor de un proyecto

    apririco de constitucin del mbito objetivo y de un mtodo de determinacin. El

    espritu sistemtico es, pues, consustancial con la modernidad, como la poca de la

    incondicionalidad del sujeto. No en vano es tambin la poca de la consumacin del

    principio de razn suficiente, en el que se formula la exigencia de totalizar en sus

    condiciones de posibilidad el universo de la representacin. Es verdad que no toda la

    modernidad se deja recoger en este cuadro. Cassirer, en su Filosofa de la Ilustracin,

    ha representado a sta como una reaccin del espritu crtico al sistematismo racionalista

    del XVII3 . El pensamiento reganaba de nuevo su mpetu de investigacin abierta

    frente al ideal constructivo impuesto por la mathesis universalis. El espritu filosfico

    aseguraba Diderot- se opone al sistemtico que construye planes y forma sistemas de

    universos, a los que quiere ajustar, de buen grado o a la fuerza, los fenmenos4. Pero

    no se trataba slo de la crtica epistemolgica a los instrumentos a priori de

    construccin, sino ms radicalmente a la voluntad de artificio, que anidaba en la

    pretensin sistemtica.Desconfo de los sistemas y los evito sealaba Condillac en su

    Trait des systmes-.La voluntad de llegar al sistema es falta de honestidad. El severo

    juicio de Condillac vena a anticipar el desenmascaramiento nietzcheano del espritu de

    sistema como una forma de voluntad de poder, el intento de someter la realidad a plan y

    control, o como dir finalmente Heidegger, hacindose eco de Nietzsche, la

    compresin aseguradora que falsifica lo problemtico en una respuesta rotunda5.

    Ahora bien, es bien sabido que todas estas prevenciones que senta la ilustracin

    contra el espritu de sistema fueron superadas histricamente por el idealismo, en la

    medida en que, a diferencia del mtodo constructivo matemtico, dispona de un mtodo

    dialctico de transformacin de la subjetividad finita en espritu absoluto. Al elevar laconciencia al punto de vista de la totalidad, que es el propiamente sistemtico, crea

    Hegel haber dado cumplimiento a la exigencia formulada en el principio de razn

    suficiente. Lo verdadero es el todo. Pero el todo es solamente la esencia que se

    contempla mediante su desarrollo6. Al cabo del proceso, tal como lo despliega la

    2 M.HEIDDEGGER, Holzwege, Klostermann, Frankfurt, 1963, 1963, pg.1283 E.CASSIER, filosofia de la Ilustracin, FCE Mxico, 1972, pgs 21 y ss4

    Apud MITTELSTRAUSS, Neuzeit und Aufklarun, Gruyter, Berlin, pg 1205 M.HEIDEGGER, WAS HEISST Denken?, Niemeyer, Tubingen, 1962, pgs 128-1296 G.W.F. HEGEL, Phanomenologie des Geistes, Vorrode, Suhrkamp, Frankfurt, 1970, III, pg 24

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    Fenomenologa y lo concibe en sus determinaciones puras la Lgica, la filosofa se ha

    transmutado enteramente en la nueva forma sistemtica, la ertica del saber pleno y

    efectivo. El que lo verdadero es real como sistema o el que la sustancia es realmente

    sujeto escribe Hegel- se expresa en la representacin que enuncia lo absoluto como

    espritu, el concepto ms elevado de todos y que pertenece a la poca moderna y a su

    religin7. Pero puesto que sea reconciliacin ha acontecido realmente en el curso del

    mundo, pertenecer tambin a su derecho y eticidad. El sistema queda validificado en

    su poder efectivo de integracin de los usos y costumbres en un todo social. La

    existencia efectiva del espritu es, pues, la del Estado como instancia prctica de la

    reconciliacin histrica de lo particular y lo universal8. como se ha hecho notar

    repetidas veces, y resume certeramente Habermas, de esta forma, la filosofa de Hegel

    slo logra satisfacer la necesidad de autofundamentacin que aqueja a la modernidad

    al precio de una de devaluacin de la actualidad y de una neutralizacin de la crtica9.

    Se comprende as que la crtica radical a Hegel de los jvenes hegelianos de izquierda,

    desde el punto de vista socio-poltico, y la de S. Kierkegaard desde las exigencias de la

    existencia religiosa, no estn tanto dirigidas a denunciar el fetiche de una falsa totalidad

    o de una totalidad mistificada de idealismo -y qu totalidad podra escapar a este

    reproche?- como a reivindicar los derechos de la diferencia frente a la absorcin en lo

    universal. Y ciertamente, la quiebra del gran relato, como se lo ha llamado, la historia

    consumada del espritu o de la humanidad, no ha sido fruto de un derrocamiento por una

    totalidad de mayor alcance cuanto de la subversin crtica de la libertad subjetiva

    moderna, que se resiste a ser sacrificada en el altar de ningn dolo. La finitud

    insoslayable e intrascendible del individuo se convirti as en el gozne de la crtica a la

    logomaquia hegeliana. Dicho en otros trminos, la muerte y el destino ponan en jaque

    permanente la pretensin absolutista a la integracin sistemtica de la historia. Incluso

    venan a poner de manifiesto lo que haba en esta pretensin de impostura, deencubrimiento de una ciega pasin de existir, abocada a la muerte, y que no se deja, por

    tanto, justificar por el universo del sentido. El desenmascaramiento de la totalidad como

    ilusin de la conciencia representaba a los ojos de Nietzsche la crtica ms acerba al

    7

    Idem, 288 G.W.F. HEGEL, Grundlinien der Philosophie des Rechts, Suhrkamp, ed. Cit, VII, pr 270 pgs 415 y ss9 J. HABERMAS El discurso filosfico de la modernidad, Taurus, Madrid, 1989, pg 59

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    afn justificatorio de la dialctica, a su optimismo torico, con el que haba querido

    acallar la sabidura trgica de Isleo, la voz sombra del vaco universal10.

    Pero lo que me interesa resaltar ahora no es tanto el potencial crtico que se

    libera en la quiebra del sistema hegeliano, cuanto el cambio de estilo mental en

    filosofa. Desde luego, el espritu del tiempo no poda menos que ser fundamentalmente

    crtico. La actitud de todos aquellos pensadores que trataban de escapar del eterno

    presente del sistema quedaba reflejada en las palabras de Feuerbach: Slo posee el

    poder de crear de nuevo quien tenga el coraje de ser absolutamente negativo11. Lo que

    subsista del mtodo de Hegel era aquella potencia de negatividad, en que se hace

    consistir la subjetividad verdadera, y por la que se le echa a perder, segn Hegel,

    cualquier satisfaccin limitada. Lo que quedaba en pie era la crtica12. Feuerbach haba

    sospechado que el carcter sistemtico de la filosofa hegeliana se deba a la

    presuposicin del pensamiento puro, que comienza subrepticiamente consigo para

    acabar reconocindose a si mismo en un autodespliegue en el fin13. La superacin de

    esta circularidad formal exiga partir de lo inmediato presente en su real

    problematicidad, tal como se experimenta en la intuicin y el sentimiento14. Haba,

    pues, que desarticular el texto de filosofa, lo lgica del sistema, introduciendo o

    intercalado en l, la ilgica de la vida, la parte del hombre queno filosofa, ms an, lo

    que est en contra de la filosofa, lo que combate el pensamiento abstracto, todo

    aquello que Hegel rebaja al estado de nota, es lo que el filsofo tiene que acoger en el

    texto de la filosofa15. Pero justamente lo que se resiste al espritu puro es el individuo,

    con su pasin y aspiracin, su oscuro deseo y su herida de muerte, en una palabra, su

    facticidad. Era el dolor- la insatisfaccin y la miseria- lo que se constitua ahora en la

    10 F. NIETZSCHE, Die Geburt der tragodie, pr. 15 en werke, Hanser, Munchen, 1980, I, pgs, 82-8711 l. Feuerbach, Necessite dune Reforme de la Philosophie en Manifestes philosophiques, PUF, Pars,1960, pg 9712 Como es sabido la palabra Crtica encabeza buena parte de los escritores de la izquierda hegeliana(Feuerbach, Marx, Bauer...) y alcanza su expresin reduplicativa en el subttulo que Marx-Engelspusieron a La Sagrada familia o crtica de la crtica crtica. Sobre el sentido de esta crtica, cfr, Lasagrada familia, Grijalbo, Mxico. 1967, pgs 152 y 167.13 L. FEUERBACH, Zur Kritik der hegelschen Philosophie, en Kleine Schriffen II, Akademie Verlag,Berkin, 1970, pgs 24 y ss.14 L. FEUERBACH, Grundsatze der Philospphie der Zukunft en Kleine Schiften II, op, cit, pr. 49, pgs.

    330-332.15 L. FEUERBACH, Vorlaufige Thesen zur Reformation der Philosophie en Kleine Schriften II, op. cit,pg 254.

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    sangre de la crtica. A cada paso en la vida aseguraba Feuerbach- estaremos fuera de

    la filosofa; y a cada paso en la filosofa, fuera de la vida16.

    La vida o la existencia es lo que constitutivamente est en peligro, porque

    consiste en su propia posibilidad. No es definicin, sino decisin de ser. Acoger la vida

    era tanto como recuperar la diferencia que haba sido reducida y domesticada bajo el

    espritu de sistema. Kierkegaard, otro adversario encarnizado del sistematismo de

    Hegel, lo haba hecho notar con una punta de irona. El tiempo de los distingos ha

    pasado. El sistema los ha superado a todos. Por esta razn, quien en nuestros das se

    empee todava en hacer una que otra distincin, ser tenido sin ms como un ser

    extravagante, un ser que mantiene su alma prendida de una de las viejas antiguallas.

    Enhorabuena!. Porque, a pesar de todo, Scrates siempre seguir siendo el mismo17.

    Distinguir, diferenciar, separar, toda la labor crtica del entendimiento, como haba

    visto ya Hegel, pero que se resiste ahora a ser tragada por la voracidad de la mediacin

    dialctica. Por otra parte, al hacer valer la diferencia, se salva la temporalidad. Frente a

    la absorcin especulativa del tiempo como mera exposicin de la lgica del sistema, la

    filosofa concreta quiere asumir la historia en su efectiva dramaticidad. Al pensamiento

    sub specie aeterni replicaba la crtica con su perspectiva sub specie instantis, es decir,

    bajo el apremio de la urgencia y la necesidad. El tiempo real de la crtica, como de la

    existencia, no puede ser otro que el de la inminencia y la interinidad. No en vano llama

    Feuerbach a sus tesis para la reforma de la filosofa, provisionales, esto es, bajo el

    apremio del momento, -la coyuntura y la circunstancia- frente a la arrogante instalacin

    especulativa en el orden consumado de los principios. Es esta urgencia del espritu del

    tiempo (Zeitgeist), que se encuentra en plena fermentacin, la que determina el carcter

    bsicamente ensaystico ( a veces hasta periodstico), y a menudo programtico de la

    nueva filosfa18. Y como el estilo mental, la forma misma de existencia, fuera del

    sistema en el doble sentido terico-prctico de la expresin; fuera, por tanto, delestablecimiento acadmico, cultural y poltico, fuera en fin de la convencin; existencia

    errabunda, y en cierto modo, marginal y proscrita.

    La inclusin de la diferencia fragmenta por lo dems del texto nico, totalizador,

    y a menudo totalitario, del espritu de sistema. Ya Schopenhauer haba advertido que

    16 L. FEUERBACH, Necesite dun Reforme de la Philosophie en Manifestes philosophiques, op.cit, pg

    10317 S. KIERKEGAARD, El concepto de angustia, Guadarrama, Madrid, 1965, pg. 3018 K. LOWITH, De Hegel a Nietzsche, Sudamericana, Buenos Aires, 1968, pg 98

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    todo sistema ser nico y slo puede subsistir en guerra y muerte con lo que no es l 19.

    En cambio, el pensamiento de la diferencia se sabe a s mismo como un ensayo de

    esfuerzos fragmentarios, segn la certera calificacin de Kierkegaard20 , lo no-resuelto,

    como todo lo que est en camino, en el elemento de la posibilidad, el quiz que echa a

    pique todo certidumbre. Con este sentido, potico ms especulativo, de la creacin,

    tiene que ver el arte kierkegaardiano de los apcrifos. Lejos de ver el mundo con el ojo

    nico de una mnada absoluta, el espritu potico de creacin, que no es otro que el del

    ensayo, multiplica sus ojos, pone en juego otras formas de ver, de sentir y actuar para su

    aventura experimentadora; ensaya, pues, nuevos estilos existenciales, que descentran el

    yo y lo entregan, fragmentario y disperso, al juego de la diferencia21.

    Estos tres caracteres circunstancialidad, momentaneidad y fragmentarismo-

    definen el estilo del ensayo en cuanto actitud experimental. Con todo, la estacin no era

    en modo alguno nueva. Tras la quiebra del espritu de sistema de Hegel, es decir, en el

    nacimiento de lo que con todo derecho podra caracterizarse ya como post-modernidad,

    se reactualiza una actitud que haba precedido al surgimiento del espritu moderno,

    marcando su otro borde o dintel histrico anterior. Justamente en este intermedio, en

    que ha quebrado la metafsica teolgica medieval y an no ha entrado en escena el

    espritu sistemtico moderno, en el entreacto entre dos sabiduras, hizo su primera

    aparicin histrica el espritu del ensayo.

    II. INTERMEDIO: TEORA Y PRCTICA DEL ENSAYO EN MONTAIGNE

    La nueva experiencia tiene un nombre propio: miguel de Montaigne. A l le

    debemos algo ms que una teora del ensayo: el ejercicio de un nueva figura de

    pensamiento, que deje entrever sus propios supuestos metafsicos. Qu es el ensayo?

    Una filosofa impremeditada y fortuita, segn Montaigne, en contraste con la

    construccin slida y enteriza, en la que cada pieza tiene su puesto y lleva su marca22

    .La conciencia de esta diferencia es decisiva. Montaigne sabe que vive en poca de

    crisis, en la que no se cuenta con criterios seguros y principios directivos. En tal caso,

    slo cabe el recurso a la propia experiencia, a lo que sta d de s, dejndose tomar por

    19 A. SCHOPENHAUER, Parerga und Paralipomema, II, Haffmans, zurc, 1988, pg 1120 S. KIERKEGAARD, Estudios estticos, II, Guadarrama, op. Cit, pg 3321 Me parece que estoy predestinado a padecer hasta lo ltimo todos los estados de alma posibles y a tenerque hacer toda clase de experiencias ( S. KIERKEGAARD, Estudios estticos, I, Gudarrama, op. Cit, pg

    82.22 M. de MONTAIGNE, Essais en Oeuvres completes, Gallimard, Pars, 1962, pgs 528 y 1054respectivamente

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    sus apremios e intereses. Este atenerse a la propia experiencia es una caractersticas de

    un gnero de crisis23. En medio de la quiebra general de creencias, no hay lugar par la

    decisin activa, sino para la exploracin: Yo no puedo llevar el registro de mi vida por

    mis acciones confiesa Montaigne-; la fortuna las ha puesto muy bajas; yo lo llevo por

    mis fantasas24; y en un gesto muy moderno se pone a escribir: la tarea de escribir

    parece sntoma de un siglo desbordado. Cundo escribimos tanto sino desde que

    andamos en turbacin?25 con el intento de aclararse a s mismo ntimo perplejidad.

    A menudo Montaigne se refiere sus fantasas y caprichos26 , que l deja vagar

    libremente. Pero, a decir verdad, no son ocurrencias al acaso. Bajo la modestia del

    nombre, se conserva la funcin inventiva de la fantasa, incluso cuando aparece

    vacilante, confundida con la duda. Si filosofar es, como se dice, dudar, con ms razn,

    debe dudar tontear y fantasear como yo hago. Pues lo propio de los aprendices es

    preguntar y debatir, y del catedrtico responder27. Entra as, en escena un nuevo

    escepticismo, que no se enroca en la negacin, sino que emplea la duda como ejercicio

    de vagabundeo espiritual, de crtica y exploracin. Monteigne renueva as la antigua

    alianza socrtica entre la duda y reflexin, irona vital y formacin del propio juicio. De

    ah que sea el suyo escepticismo inquisitivo y vacilante a punto de trascenderse, a s

    mismo en cada momento, sin resolverse nunca en una posicin principal. Muy al modo

    socrtico: La ignorancia que se sabe, que se juzga y que se condena, no es una

    completa ignorancia: para serlo preciso que se ignorase a si misma28

    . Es el aire ligero

    y libre del que va de camino, sin impaciencias ni apremios, porque sabe que la verdad

    no est en ningn sitio por estar en todas partes29. He aqu la nueva actitud

    experimentalista, vagabunda y errtica, que slo se acomoda a lo provisional y

    fragmentario. Los sabios precisa Montaigne- hablan y denotan sus fantasas ms

    especficamente y con detalle. Yo, que no veo en ellas ms que lo que el uso me

    informa, presento generalmente las mas sin reglas y a tanteo. Como en este caso,

    23 Cfr. Sobre el particular el artculo de CHAMIZO DOMNGUEZ, El ensayo como mtodo en filosofa,en Actas del II Seminario de Historia de la Filosofa, Salamanca, 1982, pgs 175 y 182.24 Essais, op. Cit., 92225 Idem, 192326 Idem, 52827 Idem, 33028

    Idem, 48229 M. MERLEAU-PONTY, Lectura de Montaigne, en Signos, Seix- Barral, Barcelona, 1973, pgs. 247 y257

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    pronuncio mi sentencia por prrafos deshilvanados, como de cosa que no se puede

    decir de una vez y en bloque30.

    Ahora bien, este pensamiento vagabundo no se debe a una impotencia personal,

    sino a la gran deriva en que se encuentra el universo a causa de su contingencia

    irrebasable. Es sorprendente la lucidez con que Montaigne encara su nueva actitud ante

    el mundo: Los otros forman el hombre; yo lo describo, y as lo represento como un

    individuo mal formado, que si yo tuviera que modelar de nuevo, lo hara sin duda de

    muy otra manera a lo . Pero as es. Por consiguiente, los rasgos de mi pintura no se

    desvan aun cuando se diversifiquen y cambien. El mundo no es ms que un movimiento

    perenne. Todas las cosas en l se agitan sin cesar... La constancia no es ms que un

    movimiento ms lnguido. Yo no puedo asegurar mi objeto. El va turbado y vacilante,

    preso de una ebriedad natural. Yo lo tomo en este punto, tal como es en el instante en

    que a l me aplico. Yo no pinto su ser; pinto el devenir; no un cambio de una edad a

    otra, o como dice el pueblo, de siete en siete aos, sino da a da, minuto a minuto. Es

    preciso acomodar mi historia a la hora31. La contingencia universal es, pues,

    intrascendible y no con-cede un punto de reposo. Si mi alma pudiera hacer pie

    concluye Montaigne- yo no me ensayara; me resolvera; pero ella se encuentra

    siempre en aprendizaje y prueba32. He aqu la partida bautismal del ensayo. La palabra

    suena en su sentido fuerte de hacer experiencias en una realidad indomeable. Como

    ha puntualizado certeramente Merleau-Ponty, El conocimiento de s mismo de

    Montaigne es dilogo consigo mismo, es una interpretacin dirigida a este ser opaco

    que es l y del que espera respuesta, es como un ensayo o una experiencia de s

    mismo33 . Se trata, pues, de una filosofa experimental, tentativa, exploradora del que va

    de camino, y falto de mejor criterio, tiene que probar y tantear, tratando de ajustar su

    juicio en cada momento, a la hora y la circunstancia. De ah su carcter coyuntural y

    circunstancial, al filo de los acontecimientos y vicisitudes de una realidad que va dandotumbos como un borracho.

    Montaigne ha aproximado explcitamente esta actitud a la del viaje, el gesto del

    hombre moderno que se entrega a la fascinacin del camino por ganas de ver, de hacer

    descubrimientos y atesorar experiencias, y no, como el romero, por ningn sentido

    trascendente. Hay como una fresca brisa de amanecer en esta llamada del camino, y

    30 Essais, op. Cit. 1054.31

    Idem, 78232 Idem , 78233 M. MERLEAU-PONTY, Lectura de Montaigne, en Signos, op. Cit. 248

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    Montaigne lo emprende con el humor vido de cosas nuevas y desconocida34, con el

    barrunto de la aventura. A parte de otras razones escribe en sus ensayos- el viaje me

    parece un ejercicio provechoso. El alma se emplea continuamente observar cosas

    desconocidas y nuevas, y yo no conozco mejor escuela, como he dicho frecuentemente,

    para formar la vida que proponerle incesantemente la diversidad de tantas otras vidas,

    fantasas y usanzas, y hacerle gustar tan perpetua variedad de formas de nuestra

    naturaleza35. S . El viaje es una experiencia de libertad. El alma toma distancia de lo

    habitual e inmediato, se descarga del cuidado afanoso de cada da, y se aventura en un

    ms amplio horizonte. Se trata, en verdad, de una pasin de descubrimiento, que logra

    descentrar al yo. Relativizar lo consabido, contrastar y cambiar impresiones, descentrar

    la propia perspectiva para abrirla a la de los otros, he aqu , entre otras, las ventajas del

    viaje. El viaje hace soar deca Machado-. Pero son fantasas constructivas, de

    explotacin y bsquedas, con las que el alma va rimando su propio paso, entre el

    soliloquio y la rumia interior36. el ensayo resulta ser as literalmente un registro de

    fantasas, la leyenda de la propia vida, lo que sta ha dado de s en las diferentes pruebas

    en que se ha visto o las que ella misma ha decidido hacer. Es la actitud especfica de un

    tiempo histrico de crisis, de ruptura espiritual e innovacin, del que an hay un eco

    poderoso, como ha mostrado E. Wilson, en el discurso del mtodo cartesiano37. Pero lo

    que en Descartes se resuelve en un camino metdico, que va a alcanzar un nuevo saber,

    en Montaigne se mantiene ms prximo a la experiencia relativizadora del camino, que

    es al cabo la vida misma en la multiplicidad de sus perspectivas y vicisitudes.

    Se dira que el ensayo es la primera figura mental del sujeto moderno, que antes

    de construir el mundo a su medida, al modo cartesiano, ha querido experimentarlo en

    toda la envergadura de su poder y fascinacin, an a costa de la propia identidad, que no

    al cabo ms que la identidad de un yo concreto y singular.Es Miguel quien toca ms de

    cerca que el hombre38, tan cambiante y variable, con una figura de viento39 . De ah lasegunda caracterstica del ensayo como un pensamiento perplejo y problemtico. No se

    trata, sin embargo, de una situacin coyuntural, sino radical y propia. Montaigne se ha

    referido a tal efecto a la falta de comunicacin con el ser, en el sentido de no poder

    34 Essais, op. Cit., 92535 Idem, 95136 Idem, 93237 R. DESCARTES, Discours de la Methode, Texte et commentaire, par E. WILSON, Vrin, Pars, 1967,

    pgs, 142-14538 Essais, op. Cit, 92939 Idem, 1087

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    coincidir con l a causa de la mezcla de nuestra condicin, pues toda naturaleza

    humana se encuentra siempre en el medio entre el nacer y el morir40. Montaigne desliza

    su aguda sospecha sobre el pensamiento, que dominado la metafsica. Vista a esta nueva

    luz, la coincidencia con el ser aparece como un puro artificio metdico, pues lo que va

    de suyo, para un pensamiento que quiere ser fiel a la integridad de la experiencia

    humana, no es la certidumbre, sino la perplejidad. En conciencia comenta Merleau-

    Ponty-, no se trata, pues, de resolver el problema del hombre, son se trata ms que

    describir al hombre como problema. De ah viene esta idea de una investigacin sin

    descubrimiento, de una caza sin presa, que no es el vicio de un diletante, sino el nico

    mtodo adecuado cuando se trata de describir al hombre. El mundo no es ms que

    una escuela de inquisicin41. Se comprende as que un gnero de crisis pueda llegar a

    ser un gnero crtico, si un lugar de la certidumbre da sus derechos a la duda, frente a la

    evidencia hace valer, la conjetura, y a diferencia del sistema prefiere la seduccin de lo

    virtual y germinal. Claro que el ensayo, para ser crtico, no necesita contar con ninguna

    diaportica; le basta con apuntar a lo abierto e inconmensurable de una realidad, que se

    burla de todos nuestros burla de todos nuestros clculos y providencias. Por eso su

    crtica puede ser irnica, alusiva y elusiva, como lo es tambin su enseanza, pues sin

    preocuparse por cuestiones trascendentes hace sentir en las menudencias de la vida una

    reflexin de ms calado que una seria meditacin42. Y es que la duda misma es ya un

    camino de exploracin. Yo propongo mis fantasas informes e irresueltas, como hacen

    aqullos que publican cuestiones dudosas para debatir en las escuelas; no para

    establecer la verdad, sino para buscarla43. La duda desbloquea la experiencia y abre

    as un nuevo camino por donde aventurarse. Es un gesto de libertad. A la par que elude

    lo absoluto, da anchura y profundidad al panorama, para que otras posiciones y suertes

    tengan tambin en l su lugar y su hora.. como en Scrates, la irona es tan solo el

    preludio de una nueva singladura de pensamiento.Adems de la crtica, el ensayo tiene tambin, y fundamentalmente, una funcin

    heurstica, adivinadora y experimentadora. Montaigne es de la conviccin de que por

    muy extraas y caprichosas que puedan ser sus fantasas acabarn abrindose camino en

    una realidad que las sobrepuja. He aqu el tercer supuesto ontolgico del ensayo: la

    40 Idem, 108741 M. MERLEAU-PONTY, Lectura de Montaigne, en Signos, op. Cit., 251.42

    G. LUKACS. Sobre la esencia y forma del ensayo en El Alma y sus formas, Grijalbo, Barcelona, 1975,pg 27.43 Essais, op. Cit., 302

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    complejidad del ser impide que pueda darse una perspectiva nica y definitiva. No.

    Hemos de juzgar con ms reverencia la potencia infinita de la naturaleza, y con ms

    reconocimiento de nuestra ignorancia y debilidad44. Y, sin embargo, esta confesin no

    lo condena al silencio. Paradjicamente, la inconmensurabilidad del ser, lejos de

    desarmar al pensamiento, lo incita a ste a una nueva aventura. Las cosas escribe en

    otro lugar- tienen diversos destellos y aspectos; y de ah se engendra la diversidad de

    opiniones45. Pero por lo mismo que el ser es o parece ser inconmensurable, ninguna

    perspectiva es superflua, ninguna experiencia ni opinin est de ms, pues en todas ellas

    se deja transparecer algn secreto. El ensayo no desprecia por ello su condicin de

    fragmento, porque que la verdad es un juego de destellos y perspectivas ms que una

    plana evidencia. Ciertamente, el ensayo no demuestra ni justifica, y sin embargo, no le

    falta el sentido de la prueba. En modo alguno se limita a presentar sus experiencias sus,

    sino que las hace valor otros tantos sondeos en la realidad compleja y multiforme. No

    necesita para ello de ninguna disciplina metdica. Le basta con la naturalidad del

    propio juicio, sin otra gua que la fidelidad a la condicin humana. Mis costumbres son

    naturales; para formarlas no he llamado en absoluto el auxilio de disciplina alguna;

    pero, por necias que fueren, cuando he tenido deseo de exponerlas, me he visto en el

    deber de asistirlas con discursos y ejemplos; y me he maravillado a mi mismo de

    encontrarlas, por acaso, conformes a tantos ejemplos y discursos filosficos46. En esta

    capacidad de asistir a la propia vida, de estar presente en ella con el juicio y la reflexin

    contrastando las propias experiencias con las de otros hombres y dejndose mediar por

    sus perspectivas y argumentos en un dilogo inacabable, reside, a mi juicio, la

    aportacin ms sustantiva de Montaigne a la razn filosfica, con gran afinidad con lo

    que llamamos hoy razn hermenutica.

    Pero una experiencia tan abierta y transitiva, tan inacabable como la realidad

    misma, y que se dibuja segn el perfil propio de cada situacin, da lugar a una filosofade la ambigedad, como ha subrayado Merleau-Ponty. Nada hay unvoco y absoluto.

    Pues todo se da en el tiempo, en una red inagotable de lenguajes y perspectivas. Lo

    encontraremos todo en Montaigne precisa Merleau-Ponty-, una duda asentada sobre

    s misma, y que no tiene fin, la religin, el estoicismo. Sera vano pretender que

    excluyera o hiciera suya alguna de estas posiciones. Pera quiz encuentra finalmente

    44

    Essais, op., cit, 17945 Idem, 56546 Idem, 528

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    en este yo ambiguo, ofrecido a todo, y que nunca dej de explorar, el lugar de todas las

    oscuridades, el ministerio de todos los misterios, y algo as como una verdad ltima47.

    Esta es la razn de que no pueda resolverse y slo le queda ensayarse; yo ambiguo, que

    no es carne ni espritu, sino extraa mezcla de naturalezas disconformes48 (lo que le

    permite sintonizar con la textura heterclita del mundo), figura de tiempo, en perpetua

    inadecuacin consigo mismo, en la deriva universal. La ambigedad es, pues inherente

    a la cosa misma. En consonancia con ello, la mejor filosofa ser la ms polifnica,

    aquella que puede hacerse cargo de la diferencia de las razones, an al precio de

    renunciar a tener la razn total. El ensayo, como la vida misma, como el propio mundo,

    es afn al espritu de la msica, -armona de diversos tonos49-, o al de una pintura

    abigarrada y catica por su variedad y extraeza50. En definitiva, se trata de una nueva

    figura de pensamiento, hecha a piezas sueltas, acoladas, sin orden ni concierto, siempre

    en trance de experimentacin.

    III. EL ENSAYO Y LA CRISIS DE LA ILUSTRACIN

    Vuelve Montaigne?, Se vuelve a Montaigne? En verdad, nada vuelve tal como

    fue. Pero en cierto modo, la crisis de la razn vivida en el pensamiento contemporneo

    determina una coyuntura propicia al espritu del ensayo. Me he referido antes a la

    aparicin de un nuevo estilo de filosofa, crtica y fragmentaria, militante yprogramtica, tras la quiebra del hegelianismo. Con todo el espritu de sistemas persisti

    como atestigua la obra de Schopenhauer, la de Comte o la del propio Marx. Slo en

    Nietzche hace su crisis definitiva la modernidad, y con ello la pretensin de auto

    justificacin inherente al programa ilustrado. No slo denuncia el nihilismo que corroe

    el ensueo de los absoluto, sino el hipercriticismo de la cultura ilustrada, que ha secado

    la fuente de la creacin. Con Nietzche, como bien ha visto Haber mas, se produce el

    gran viraje, la plataforma giratoria de entrada en la postmodernidad

    51

    . Pero ha sidotambin mucho ms: su inspirador y animador. Con Nietzche resucita, pues, el espritu

    del ensayo metamorfoseado en el del juego. En La gaya ciencia, un bello nombre para

    la nueva filosofa, grcil y ligera, que naca desde el abismo de la sospecha, declara

    47 M. MERLEAU-PONTY, lectura de Montaigne, en Signos, op.cit, 24748 Essais, op. Cit, 106849 Idem, 106850 Idem, 181-251 En esta constelacin Nietsche slo tena la eleccin, o bien de someter una vez ms a una crtica

    inmanente la razn centrada en el sujeto o la de abandonar el programa en conjunto-. Nietsche seresuelve por esta segunda alternativa, renuncia a una nueva revisin del concepto de razn y licencia a ladialctica de la ilustracin. J. HABERMAS, El Discurso filosfico de la modernidad, op. Cit., pg 112.

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    Nietzche en un apunte autobiogrfico: In media viata! No!. La vida no me ha

    decepcionado. De ao en ao la encuentro ms verdadera, ms apetecible y misteriosa

    desde aquel da en que vino sobre m el gran libertador, el pensamiento de que la vida

    debera ser un experimento del que est en trance de conocer, y no un deber, ni una

    fatalidad ni un engao52. Y en otro apunte fragmentario de la misma obra, formula el

    ideal correspondiente a la gran saludde quien se ha reconciliado ya con la vida, el ideal

    de un espritu que juega ingenuamente, esto es de modo inconsciente y por desbordante

    plenitud y poder; con todo lo que hasta ahora se llamaba santo bueno, intocable,

    divino53

    . Experimento /juego he aqu la metamorfosis del ensayo, en un tiempo de

    crisis radical, en que la experimentacin tiene que trascenderse en creacin. La mencin

    del juego no es en modo alguno apaciguadora-. Ms bien, rescata el sentido de aquella

    sabidura trgica, que haba encubierto el optimismo de Ilustracin. Juego transgresivo y

    subversivo y aqu reside su mordiente crtica-pero tambin in-ventivo, eludiendo con

    todo la veneracin de nuevos fetiches, porque sabe que ninguna imagen prevalece. La

    ambigedad, la duplicidad, el juego trgico de verdad y apariencia se ha instalado en el

    corazn del ser.

    En esta disposicin bsica, abierta por la crtica de Nietzsche al programa de la

    Ilustracin, se mantiene la post-modernidad. Tomo aqu la palabra en su acepcin ms

    amplia como aquella situacin crtica originada por la quiebra de la metafsica del

    sujeto. Segn la precisin de F. Feher y A. Sller, la postmodernidad no es un perodo

    histrico ni una tendencia (cultural o poltica) con caracterstica bien definidas. La

    postmodernidad puede entenderse, en cambio, como el tiempo y espacio privado-

    colectivo, dentro del tiempo y espacio ms amplio de la modernidad, delimitado por lo

    que tienen problemas o dudas con la modernidad, por aquellos que hacen un inventario

    de los logros de la modernidad, as como de sus dilemas no resueltos54. En este sentido,

    a la situacin postmoderna perteneceran, en distintas medida, tanto los esfuerzoscrticos de los frankfurtianos por corregir la Ilustracin como aquellas otras corrientes

    que han saltado fuera de su mbito. Todos ellos comparten el mismo espritu del

    tiempo (Zeitgeist), perplejo, caviloso, experimentador...Buscando una caracterizacin

    ms precisa, la situacin postmoderna est marcada por una sospecha radical, cuando no

    abierto rechazo, del logocentrismo de la cultura moderna, determinado, en ltima

    52

    F. NIETZSCHE, die Frohliche Wissenschaft pr. 324 en Werke, op. cit. III, pg 18753 Idem, pr. Pr. 382, pg. 25854 A. SLLER y F. FEHER, Polticas de la postmodenidad, Peninsula, Barcelona, 1989, pg. 149

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    instancia, por la metafsica occidental de la presencia. En efecto escribe Vattimo- el

    post de postmoderno indica una despedida de la modernidad que, en la medida en que

    quiere sustraerse a sus lgicas de desarrollo y, sobre todo, a la idea de la superacin

    crtica en la direccin de un nuevo fundamento, torn a buscar precisamente lo que

    Nietzsche y Heidegger buscaron en su peculiar relacin crtica respecto del

    pensamiento occidental55. La post-modernidad tiene, pues, un carcter abiertamente

    post-metafsico. Post y no anto; pues las anti-metafsicas suelen doblarse de una forma

    de metafsica al revs. Lo post-metafsico, en cambio, configura aquellas posiciones

    que socavan sus fundamentos (Heidegger) o desplazan sus cuestiones

    (deconstructivismo de Derrida, y en otra medida, de Foucault), o eluden sus categoras

    (la segunda generacin de los frankfurtianos y el pensamiento dbil)...En trminos

    generales, la conciencia meta-fsica expresa en el principio de razn suficiente su

    pretensin de auto justificacin racional de la realidad. Es lo que se ha dado en llamar el

    gran relato, fundado en la restauracin del origen, ya sea en la direccin del comienzo o

    en la prosecucin de un ideal directivo de la historia. Desde su reconversin tras el

    postkantismo, la meta-fsica se ha reformulado como meta-historia, y en esto coinciden,

    en ltima instancia, el idealismo alemn y el materialismo dialctico. Como ha

    especificado Habermas, ya se entienda la razn en trminosfundamentalistas...,ya se

    la conciba en trminos dialcticos..., en ambas variantes la razn sale confirmada

    como reflexin autorreferencial a la vez que totalizadora. Esta razn acepta la herencia

    de la metafsica para asegurar el primado de la identidad sobre la diferencia y de la

    idea sobre la materia56. Tambin en el materialismo dialctico, que haba intentado la

    alianza entre el desarrollo cientfico-tcnico y la conciencia emancipadora de la

    Ilustracin, pervive el idealismo de fondo de la metafsica. Pues bien, el espritu del

    tiempo (Zeitgeist) postmoderno se caracteriza, segn Lyotard, por la incredulidad con

    respecto a los relatos; de ah que, frente al gran meta-relato de la metafsica, en suvariante fundamentalista o dialctica, proponga Lyotard los micro-relatos de un nuevo

    saber pragmtico/ narrativo, que se ha curado ya de toda nostalgia de absoluto 57.

    En este sentido, la postmodernidad constituye tambin una situacin post-

    histrica, esto es, determinada por la conciencia delfin de la historia, -de la teleologa

    del novum y el totum-, y por lo mismo, post-normativa, en la medida en que ya no

    55

    G. VATTIMO, El fin de la modernidad, Gedisa, Barcelona, 1986 pg 1056 J. HABERMAS, El pensamiento postmetafsico, Taurus, Madrid, 1990, pg 4257 J. F. LYOTARD. La condition postmoderna, Minuit, Pars, 1979, pgs 42-43

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    cuenta con criterios trascendentales de legitimacin del juicio. Es obvio que una

    situacin tan radicalmente crtica tena que afectar al propio mtodo dialctico, con que

    se ha construido en la modernidad el gran meta-relato. No es, pues extrao que todos

    los intentos por liberar el pensamiento dialctico de sus presuposiciones metafsicas, en

    la inversin materialista de la dialctica hegeliana, aparezcan a los ojos de Vattino,

    como una tendencia que cabra denominardisolvente, y que reviste una expresin

    particular en la dialctica negativa de Adorno, en la mezcla de materialismo y teologa

    en Benjamn, y en las utopas de Bloch58

    . Una situacin as tena que abrirse a una

    experiencia abisal de la contingencia liquidacin del ser/ sustancia/ presencia en pura

    temporalidad-, a la relatividad e inconmensurabilidad de los lenguajes y juegos

    lingsticos, al reconocimiento del valor de la individualidad autnoma frente al poder

    totalitario de lo universal, y en definitiva, al derecho de la diferencia liberada del poder

    represivo de la identidad. Por decirlo una vez ms en trminos de Montaigne, lo que

    caracteriza a la post-modernidad es la conciencia de la incapacidad para resolver-se, es

    decir, para aceptar un modelo justificativo trascendental de pensamiento, y por tanto, la

    necesidad de convertir la filosofa en un campo de experimentacin, esto es de crtica y

    juego exploratorio. Y con ello vuelve el estilo del ensayo.

    Desde luego, una caracterizacin comn de la situacin postmoderna es el

    repudio del sistema como expresin del pensamiento identificador. En este sentido,

    tanto las crticas de Heidegger, como las de Foucault o Adorno tienen una comn

    ascendencia nietzcheana. Heidegger lo ve como manifestacin de la voluntad de poder,

    a lo que aade Adorno la finalidad compensatoria de actuar como lenitivo frente a la

    angustia del caos58. El sistema no persigue otra cosa que la eliminacin pura y simple de

    la diferencia bajo el primado de la identidad.La ratio fue desde siempre el principio del

    yo que constitua el sistema, el mtodo puro previo a todo contenido. Nada externo la

    limita, ni siquiera el llamado orden espiritual. Cuando el idealismo atestigua en todos

    sus niveles que su principio es de una infinitud positiva, convierte el modo de ser del

    pensamiento, su emancipacin histrica, en metafsica. Elimina todo lo que es, en

    cuanto heterogneo5960. Robert Musil ha acertado a expresarlo de una manera ms

    violenta y ruda: El no era filsofo -dice refirindose a su hroe en El Hombre sin

    atributos-. Los filsofos son opresores sin ejrcito; por eso someten el mundo de tal

    58 G. VATTIMO, Dialctica, Diferencia y pensamiento dbil, en El pensamiento dbil, ctedra, Madrid,

    1988, pg 25.59 Th. W. ADORNO, Dialctica negativa, Taurus, Madrid, 1975, pg 2960 Idem, 34

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    manera que lo cierran en un sistema. Posiblemente es el motivo por el que existieron

    grandes filsofos en pocas de tirana, mientras que en los tiempos de progreso y

    democracia no surgen filosofas convincentes, al menos a juzgar por las lamentaciones

    que se oyen61. Y ya que no filsofo, su hroe ser ensayista; de ah que se rija por la

    frmula existencial de vivir hipotticamente, en lo que puede verse, a mi juicio, cierto

    eco, del vivere risolute nietzscheano, vivir dando de s, haciendo pruebas consigo

    mismo. Este lema expresaba el valor y la involuntaria ignorancia de la vida en la que

    cada paso es un riesgo sin experiencia, el deseo de grandes relaciones y el hlito de

    revocabilidad que siente un joven cuando entra en la vida con paso vacilante... La

    voluntad de desarrollarse le impide creer en las cosas consumadas; pero todo lo que le

    sale al encuentro finge estar completo. Barrunta: este orden no es tan firme como

    aparenta; ningn objeto, ningn yo, ninguna forma, ningn principio es seguro, todo

    sufre una invisible pero incesantemente transformacin; en lo inestable tiene el futuro

    ms posibilidad que lo estable, y el presente no es ms que una hiptesis todava sin

    superar62. He citado este largo texto porque es fcil identificar en l las huellas de cmo

    conceba Montaigne el espritu del ensayo. Por lo dems, el lema existencial del hroe

    de Musil puede trasladarse en los mismos trminos, como hace adorno, al orden del

    pensamiento. El pathos de Nietzsche lo saba. En el fondo, su consigna vivir

    peligrosamente, imperialista en cuanto abarcadora, se expresara mejor as: pensar

    peligrosamente, espolear el pensamiento, no retroceder por nada ante la experiencia de

    la cosa, no dejarse atar por ningn consenso de lo previamente pensado63.

    La doble funcin, crtica y heurstica, del ensayo, le permite una posicin

    privilegiada en la crisis de la modernidad, al venirse abajo el mito de una experiencia

    pura, originaria. En tal coyuntura, al espritu del ensayo se le abren diversas formas

    operativas. De un lado, su desarrollo como negativa crtica, al modo de los jvenes

    radicales hegelianos, tal como ocurre en la generacin intermedia de los frankfurtianos,-Horkheimer, Marcuse, Benjamn-, y muy especialmente en la Dialctica negativa de

    Adorno. Aqu la crtica trabaja en el desbloqueo incesante de la experiencia coagulada,

    enajenada, que permita de nuevo su reorientacin utpica. Del otro, en la variedad de

    expresiones del pensamiento postdialctico, ya sea en la superacin heideggeriana de la

    metafsica, vinculada a su concepcin de la verdad como el acontecer del despeje de

    61

    R. MUSIL, El hombre sin atributos, Seix barral, Barcelona, 1981, pg 308.62 Idem, 304-30563 Th. W. ADORNO, Consignas, Amorrortu, buenos Aires, 1973, pg 14

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    horizontes de mundo, ya sea en la forma dialgica de la hermenutica, a partir del

    reconocimiento de la pluralidad lingstica de tales horizontes de mundo, ya sea en su

    forma extrema, en la prctica deconstructiva derridiana, que invierte radicalmente, que

    invierte radicalmente, desintegrndolo, el texto del logocentrismo. An cuando,

    obviamente, hay distancias insalvables entre estas formas de filosofa, que no se dejan

    reducir a un comn denominador en todas ellas se pueden reconocer, metamorfoseado,

    el espritu del ensayo, como experimento/ juego con la diferencia.

    Para referirme a su forma dialctica, es bien sabido que para los frankfurtianos,

    como par ala izquierda hegeliana, la crtica ha sido el santo y sea de su filosofa. Ya G.

    Lukcs haba caracterizado al ensayo como un pensamiento aportido, fluido, inestable

    y pluriforme, en su fidelidad de seguir la vida. Cuando algo se ha hecho problemtico

    y este modo de pensar del ensayo y su exposicin no lo ha devenido, sino que lo ha

    sido siempre- la salvacin no puede venir ms que de la radicalizacin extrema de la

    misma problematicidad, de un radical marchar hasta el final de toda problmtica64. Y

    sta es la dimensin que cultiva la Teora crtica65. La negacin de toda positividad

    inerte es su arma crtica fundamental. Pero la fuerza especulativa capaz de hacer saltar

    lo insoluble es la negacin66. El mismo carcter irnico del ensayo, tambin sealado

    por Lukcs67, su capacidad alusiva y elusiva, su variacin de perspectivas y el apremio

    con que hablan en l la situacin y la necesidad son otros tantos testimonios de su

    potencial crtico. Y junto a l, el heurstico. All donde la fuerza de la negacin no se

    deja reducir nicamente al trabajo del concepto, slo le queda pactar con el espritu del

    juego. Tambin Adorno lo ha formulado sin ambages: Frente a la tirana del mtodo, la

    filosofa contiene como correctivo ese momento del juego que su posterior tradicin

    cientfica eliminara con gusto68.Una revalorizacin anloga, e incluso ms intensa del

    juego puede apreciarse en las filosofas de ms directa inspiracin nietzscheana, as la

    de de Heidegger, Foucault o Fink, y en la misma preferencia postmoderna por la figuradel clown frente al sacerdote69.

    El exponente ms caracterstico , a mi juicio, del espritu del ensayo en los

    Frankfurtianos es la Dialctica de la Ilustracin. Aqu la autocrtica ilustrada se lleva a

    64 G. LUKACS, Sobre la esencia y forma del ensayo, en El Alma y sus formas, op. Cit. Pg 35.65 Sobre el sentido de teora critica, puede verse M. HORKHEIMER, Teora crtica, Amorrortu, buenosaires, 1974, pg. 270 y th. W. ADORNO, Consignas, op. Cit. Pg 15.66 Th. W. ADORNO, Dialctica negativa, op. Cit. Pg 3667

    G. LUKACS, Sobre la esencia y forma del ensayo, en El alma y las formas, op. Cit. Pg. 2768 Th. W. ADORNO, Dialctica negativa, op. Cit. Pg 2269 A. SLLER y F.FEHER, olticas de la postmodernidad, op. Cit, pg 19

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    cabo con una brillante irona, que desenmascara a la vez que reorienta el proyecto

    ilustrado. Adorno y Horkheimer abandonan los medios tradicionales de la critica

    filosfica para atenerse a una lectura metafrica con el mito y a la interpretacin de un

    texto literario, la Odisea, y, mediante ambas estrategias, ponen de relieve la

    metamorfosis de la razn en su contrario, el mito, al que reproduce sin saberlo en su

    propio seno. De este modo, cifrado y alusivo, se abre paso un severo juicio inmanente

    de la cultura ilustrada, que desmitifica sus pretensiones y le devuelve la conciencia ms

    genuina de s misma. De otro lado, el pensamiento se actualiza en sintona inmediata

    con la vida: el ensayista pregunta a la vida y se deja preguntar por ella, y por eso, a

    travs de la elipse de su reflexin, acaba reconociendo, en el elemento del pensar,

    aquella pulsacin de la vida, con que haba comenzado. En general, la simbiosis con la

    literatura, tan caracterstica del ensayo contemporneo, hasta el punto de mezclar sus

    respectivos tonos, el de la reflexin y el de la ficcin, viene a mostrar que la voluntad de

    verdad no puede ignorar el momento potico del arte, y ha de volver a l para

    recuperarse del seco objetivismo.

    La puesta en contacto del ensayo con la visa, o sencillamente con lo otro de la

    filosofa, por utilizar la expresin de Feuerbach y Adorno, origina a la vez un

    pensamiento intermitente, a destellos, al que la irrupcin de a diferencia ha privado de la

    discursividad de su trazo. En otras palabras, vuelve el fragmentarismo. Si la verdad no

    es el todo, como reza uno de los aforismos antihegelianos de Adorno, slo podr darse

    como momento o fragmento, no como parte de un todo por venir, sino como destellos y

    reverberaciones de un fondo inagotable. Por decirlo de nuevo con Adorno, slo una

    filosofa en forma de fragmentos realizara de verdad las nmadas que el idealismo

    dise ilusoriamente. Seran imgenes de la totalidad, que como tal es irrepresentable,

    en lo particular70. Y en consecuencia, el subttulo de laDialctica de la Ilustracin reza

    fragmentos filosficos, esto es, ejercicios de crtica y experimentacin; y la obra secierra un modo de no acabarla- con unos apuntes y esbozos, muy indicativos del nuevo

    estilo de pensamiento, al que no dudara en calificar de feuerbachiano. Como

    Feuerbach, Adorno y Horkheimer son tambin autores de tesis provisionales y

    programticas Consignas las llamar Adorno con un ttulo que no puede ocultar su

    doble dimensin terico-prctica71 y tanto los Minima moralia de Adorno como

    Ocaso de Horkheimer o lasIluminaciones de Benjamn responden a una epistemologa

    70 Th. W. ADORNO, dialctica negativa, op. Cit, pg 36.71 Th. W. ADORNO, consignas, op. Cit. Pg 8

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    antitrascendentalista . Los fragmentos son as momentos de una filosofa, que se niega a

    tomar forma por fidelidad a su experiencia, de modo que lo independiente y suelto de la

    forma expresa la renuncia a una conexin terica perfectamente explcita72

    .

    A menudo estos fragmentos tienen carcter aforstico. La tcnica, como se sabe,

    se remonta en el pensamiento moderno a Schopenhauer, Nietzsche y Kierkegaard, y los

    tres la haban utilizado expresamente frente al espritu del sistema. Es el aforismo una

    condensacin de pensamiento, sobre-determinada en su misma pregnancia significativa.

    No es un atajo no una abreviatura sino una sonda explorada o un registro de experiencia,

    que an conserva el fondo abisal del que ha surgido. En el aforismo, el pensamiento se

    encuentra en una fase emergente, refractaria a la determinacin o fijacin de su sentido.

    Esta conviccin est en la base del lenguaje Benjamn. Tan prximo a la Cbala, y tan

    abierto y crptico como los textos grabados. Y en la otra constelacin de pensamiento,

    habra que mencionar los aforismos heideggerianos en Sobre la experiencia del pensar,

    la muestra ms brillante del gnero en el pensamiento contemporneo.

    Mencin especial merece, dentro de esta segunda constelacin, la forma especial

    en que opera el espritu del ensayo en la obra de Derrida. Antes me he referido a la

    tcnica del apcrifo en Kierkegaard como exponente del nuevo sentido de la creacin

    un ensayo de esfuerzos fragmentarios-. Algo de esta mirada alotrpica, descentradora,

    pervive metamorfoseado en la estrategia derridiana, aunque liberada del supuesto sujeto

    activo de las experiencias. Hay una alotropa semiolgica?. Creo que este es el caso de

    la diferance de Derrida, que no es una diferencia inmanente a la realidad, entre otras,

    sino la condicin de posibilidad del espacio mismo de la significacin, en tanto que

    espacio sgnico o textual, en el entramado de su diferencias. Lo que se escribe como

    diference ser as el movimiento de juego que produce,por lo que no es simplemente

    una actividad, estas diferencias, estos efectos de diferencias. Esto no quiere decir

    precisa Darrida- que la diferance que produce las diferencias (diferences) est antes

    que ellas, en un presente simple y en s mismo inmodificado, in-diferente. La diferance

    es el origen no-pleno, no-simple, el origen estructurado y diferente (de diferir) de las

    diferencias. El hombre deorigen, pues, ya no le conviene73. Ahora bien, esta diferance

    constitutiva compromete la originariedad de la presencia en la metafsica occidental, y

    con ello, la fundamentalidad del sujeto o de la autoconciencia. Atenta, pues

    derechamente, contra el principio determinante de los sistemtico. La problemtica de

    72 Th. W. ADORNO, Mnima Moralia, Monte Avila, Caracas, 1975, pg 1473 J. DERRIDA, Mrgenes de la filosofa, Catedra, Madrid, 1989, pg 47

  • 7/27/2019 CEREZO GALN, Pedro - El ensayo en la crisis de la modernidad

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    la escritura se abre con la puesta en tela de juicio del valor de arkche. Lo que yo

    propondr aqu no se desarrollar, pues, simplemente como un discurso filosfico, que

    opera desde un principio, unos postulados, axiomas o definiciones, y que se desplaza

    siguiendo la linealidad discursiva de un orden de razones. Todo en el trazado de la

    diferance estratgico y aventurado...Si hay un cierto vagabundeo en el trazado de la

    diferance, sta no sigue la lnea del discurso filosfico/ lgico ms que la de su

    contrario sinttico y solidario, el discurso emprico- lgico. El concepto de juego est

    ms all de esta oposicin y ms all de la filosofa, la unidad del azar y la necesidad,

    en un clculo sin fin74

    . Y juego ms que mtodo es la propia prctica derridiana de la

    deconstruccin del texto de la metafsica, el texto de la presencia, des-componindolo o

    des-articulando en aquellas fisuras o intersticios en que su campo articulado deja

    traslucir la diferrance que lo habita.

    Creo que el ensayo ms ejemplar de Derrida es La voz y el fenmeno, no ya

    porque en l logra desplazar el fundamentalismo logocntrico husseliano, sino porque

    muestra el intervalo interno de diferance que anida en supresente viviente originario y

    deja surgir as, por vez primera la mirada alotrpica, que invierte y desplaza la direccin

    objetivadora de la mirada intencional. Podra decirse que la crtica la ejerce ahora esta

    mirada alotrpica, errubunda y estrbica, que descentra el campo de la visin

    identificadora de la metafsica, y as deja transparecer lo que encubra la otra mirada

    pura de la presencia. El espritu del apcrifo y su pretensin de ver con otros ojos

    reaparece en este ver de otra manera, si es que la palabra visin es rescatable del

    usufructo de la metafsica, desplazando la direccin de la mirada, des-integrndola y

    dis-locando el texto de la metafsica en un lmite, que es a la vez su frontera y su

    condicin. Quiere ver lo otro de la presencia, lo radicalmente no-presente y, por lo

    mismo, ni nombrable ni conceptualizable, y sin embargo, constitutivo del mundo del

    significado en cuanto trama de diferencias. Es sta una experiencia/ lmite de lapostmodernidad, en la que ya no hay lugar para la palabra enteriza de la metafsica, sino

    para el juego del diferenciar semiolgico, que determina el espacio/ tiempo de la

    experiencia precaria u ambigua, en que se encuentra el hombre. El ensayo alcanza as su

    extrema metamorfosis. Pierde de vista su referencia a un sujeto experimentador, que

    hace pruebas, que hace pruebas, para convertirse en el caleidoscopio interior a la

    74 Idem, pgs. 42-43.

  • 7/27/2019 CEREZO GALN, Pedro - El ensayo en la crisis de la modernidad

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    escritura misma, el juego de espejos del di-ferenciar, es que se desvanece la

    intencionalidad del sujeto.

    No he pretendido con estas reflexiones histricas agotar la envergadura del

    ensayo en el pensamiento contemporneo, sino mostrar tan slo la lnea de su

    transformacin y la razn de su actualidad. significa esto que acapara el ensayo el

    discurso filosfico?. Creo que no. La seduccin por lo sistemtico, esto es, la exigencia

    por cumplir la aspiracin de elevarse hasta lo incondicionado, como ya advirti Kant,

    constituye una tendencia incoercible de la razn humana. La bsqueda de justificacin y

    el impulso a la coherencia y el despliegue forman parte del dinamismo arquitectnico de

    la razn, que no se aviene con lo rapsdico limitado. Pero, paradjicamente, la misma

    fuerza que la impulsa a superar los membra disiecta, le hace repudiar lo concluso como

    una forma de capitulacin ante lo dominante. En ambos movimientos, de sentido

    contrapuesto, se obra un mismo designio de la razn, que, como el eros platnico,

    siempre se encuentra de camino. Las alteraciones histricas del espritu sistemtico y el

    espritu del ensayo prueban que la razn no se satisface ni con lo fragmentario ni con lo

    concluso. No puede establecerse en lo provisional ni acampar en lo absoluto. Cabe

    predecir, pues, una vuelta del espritu de sistema, y de hecho puede rastrearse este

    retorno en nuevas formas de sistematismo sin sujeto. Y es que ensayo y sistema

    constituyen el doble de distole y sstole con que respirar la filosofa.

    NOTAS

    1. P. AUBENQUE,Le Probleme de ltre chez Aristote. PUF, Pars, 1962, pg. 93

    y M. HEIDEGGER, Was heisst Denken?, Niemeyer, Tbingen, 1984, pg. 128.