cedeira- como meter un perro en una valija

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LITERATURA INFANTIL

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    INFANTIL

  • COMO METER UN PERRO EN UNA VALIJA

    laura cedeira

    Ilustrado por: juana neumann

  • Cedeira, LauraComo meter un perro en una valija / Laura Cedeira ; edicin literaria a cargo de Mara Ins Kreplak y Marcos Almada ; ilus-trado por Juana Neumann. 1a ed. Buenos Aires : Ministerio de Cultura de la Nacin, 2015.114 p. : il. ; 14x15 cm. (Leer es futuro / Franco Vitali; 9)

    ISBN 978 -987 -3772- 13 -9

    1. Narrativa Argentina. I. Kreplak, Mara Ins , ed. lit. II. Almada, Marcos, ed. lit. III. Neumann, Juana, ilus. IV. TtuloCDD A863

    Fecha de catalogacin: 10/12/2014

    Edicin literaria: Mara Ins Kreplak / Marcos Almada Diseo de tapas e interiores: Pablo Kozodij

  • cOleccin LEER ES FUTURO

    En el marco de una serie de activida-des de promocin y fomento de la lec-tura, el Ministerio de Cultura presenta la coleccin de narrativa Leer es Futuro, que llega a tus manos en forma gratuita para que puedas disfrutar del placer de la lectura.

    En esta oportunidad, convocamos aescritores jvenes cuya carrera est apenas comenzando, con el objetivo de visibilizar su tarea, contribuir a la di-fusin de sus obras y democratizar el acceso a la palabra, en continuidad con

  • la ampliacin de derechos garantizada por los gobiernos de Nstor Kirchner y Cristina Fernndez de Kirchner.

    Tambin hay que mencionar la inclu-sin de los ilustradores de cada uno de estos libros: todos jvenes y talentosos dibujantes con ganas de mostrar su tra-bajo masivamente.

    Y en un formato de bolsillo para que la literatura te acompae a donde vayas, porque leer es sembrar futuro.

    Ministerio de Cultura

    Franco Vitali Teresa ParodiSecretario de Polticas Socioculturales Ministra de Cultura

  • laura cedeira

    buenOs aires, 1979. A los 16 aos edi-t el fanzine La 99, mecanografiado, enfotocopias y de distribucin puerta a puerta. Es Licenciada en Ciencias de la Comunicacin (UBA). Trabaj en pren-sa y comunicacin institucional. Como periodista colabor en las revistas Ter-cer Sector, Debate y Haciendo Cine; el peridico Artes Escnicas; el suplemen-to Comunidad de La Nacin y el canal

  • Alternativa Teatral TV. Present, junto a Alberto Sava, el cuaderno de accin cultural Arte y ftbol para la transfor-macin social (Artes Escnicas. 2011), experiencia de viaje en Arenal, aldea ubicada en la frontera entre Belice y Guatemala. Parte de ese recorrido se puede leer en su blog Comunicadora Iti-nerante y Somos Andando. Actualmente integra el equipo del proyecto Familias y Nutricin del Ministerio de Desarro-llo Social de la Nacin.

  • juana neumann

    rosario, santa f, 1977. Estudi dibujo y pintura desde muy chica en distintos talleres. Dibuja, hace mues-tras y participa del Colectivo Pias de Dibujo Independiente. Vive y trabaja en Buenos Aires.

  • como meter un perrO en una valija

  • 12

    1 Nos mudamos le dijo la mam ese

    da a la nia de los ojos de almendras. Luego le acarici el pelo y le pidi que escribiese una lista con todas las cosas que le gustara llevarse al nuevo hogar.

    Al otro da, Julieta (as se llamaba la nia de los ojos de almendras) encon-tr una valija grande, de color azul, en

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    la puerta de su cuarto. Apoyado sobre ella haba un papel escrito con marca-dor rojo: Acordate de hacer la lista de las cosas importantes as despus las guardamos ac, deca el letrero.

    Julieta dobl el mensaje, lo dej a-dentro de su libro preferido, se puso el guardapolvo y se fue a la escuela.

    En el camino mientras observaba como el viento del otoo empujaba las hojas de los rboles de aqu para all y las haca bailar una suave danza de punta a punta de la vereda pens en la

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    nota que encontr sobre la valija: cu-les seran las cosas importantes? Vi-va en la casa de color ladrillo y techos de tejas desde que empez a distinguir entre las manos de su mam y las suyas, entre los dibujos de sus primeros libros y las imgenes mviles de la televisin, entre el pelo canoso de su abuelo y el peluche suave del osito que la acompa-aba a la cama todas las noches (y que an hoy custodia de cerca su descanso y sus sueos). Cmo podra ella elegir slo algunas cosas?

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    2

    Esa tarde, cuando volvi de la escue-la, Julieta se encerr en su cuarto; se sent en su cama e intent hacer la lista con lo que guardara en la valija azul. Escribi varias palabras, que luego ta-ch con dos gruesas lneas de lpiz ne-gro. Tambin hizo unos garabatos, casi incomprensibles, mientras pensaba mi-rando por la ventana.

    Pasaban los minutos y no anotaba nada. Solo una idea se le apareca todo

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    el tiempo en la cabeza: lo ms impor-tante que tena en su casa era Alfonsi-na, su perra. Pero, como ella no era una cosa, no iban a poder meterla en la valija azul.

    Mir de nuevo por la ventana, se re-freg el ojo derecho y escribi Alfonsi-na. Finalmente, se qued dormida con el lpiz en la mano y el cuaderno sobre el pecho.

    Media hora despus la despertaron los lengetazos de su perra en la cara. Feliz de verla, se acomod un poco el

  • 17

    pelo, se cambi la ropa del colegio, le puso la correa y la llev a pasear por el barrio. Hacan siempre el mismo cami-no por las calles de El Palomar: unos pa-sos hasta la esquina, luego una cuadra a la izquierda y otras cuatro hasta llegar a la plaza. Como la perra se portaba bien y haca caso, Julieta la dejaba suelta. Juntas corran por los senderos del parque; ella se esconda y las cuatro patitas perrunas iban rpidamente a su encuentro.

    Alfonsina tena tres aos, era mestiza, de color negro, tamao mediano y ojos

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    marrones. Una franja de pelo blanco en el pecho, a modo de corbata, le ha-ca juego con las manchitas del mismo tono de sus patas. La mam de Julieta la haba encontrado en el andn del tren, dos aos atrs, una tarde que volva del trabajo. No pudo dejar de mirarla y se la llev a la casa. Esa noche tal vez por el miedo, el hambre y la sed que haba padecido durmi acurrucadita en un rincn de la cocina. Al otro da ya esta-ba instalada en la cama de Julieta y era una ms de la familia.

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    Durante uno de los descansos del juego con su perra, Julieta vio a Gabo a lo lejos, en la zona de las hamacas. Se acerc, at a Alfonsina en las rejas (porque no se admiten perros), le hizo seas con la mano a su amigo y entr.

    Qu hacs?Juego a las escondidas con Alfonsina.Te encuentra siempre, no? Un pe-

    rro nunca va a ser ms lento que vos. Ellos tienen olfato, Juli. Saben antes que nadie dnde estn las cosas que quie-

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    ren. No viste cmo van oliendo el piso? A m me gusta jugar igual, aunque

    me encuentre. Es gracioso cuando a-provecho que est distrada y me es-condo. Queda como perdida unos se-gundos, hasta que viene hacia donde estoy. Aparte, hay algo mgico que me encanta de los perros; aunque hayan pasado dos minutos desde que dejaron de verte, te saludan como si hubieran sido aos.

    Es verdad, eso est buensimo. A m tambin me gustan los perros, pero no

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    me dejan tener en casa. Mi pap dice que destrozan todo y que dan mucho trabajo.

    Te vas a quedar ac? Quiero ir cer-ca de Alfo, escuchala como ladra.

    Voy con vos.

    Gabo dej la hamaca y juntos fueron a desatar a la perra. Al rato, mientras caminaban sin rumbo por el barrio, Ju-lieta le cont a su amigo la noticia de la mudanza. Un silencio incmodo se ins-tal entre ellos por unos minutos.

  • 22

    Vas a seguir yendo a la escuela? S. Mam dijo que slo nos muda-

    mos de casa.

    Al rato, cuando Alfonsina ya arras-traba las patas del cansancio y la luz de la tarde comenzaba a cederle espacio a la noche, los amigos se despidieron y quedaron en encontrarse al da siguien-te en la esquina de siempre, para cami-nar juntos hacia la escuela.

    Julieta y Gabriel se conocan desde

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    preescolar. Ambos tenan cinco aos cuando l se mud a El Palomar con su familia y no le qued otra que empezar de cero con eso de hacerse amigos. Ella lo vio entrar a la salita todo transpirado y con cara de susto y, con un gesto que luego describi como super-recon-tra-amistoso, le hizo lugar a su lado en la ronda de saludos que compartan en el jardn todas las maanas. Pasaron los das y, entre dame un crayn, te presto mis lpices, te cambio esta figu si me regals ese caramelo, comenzaron

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    a hacerse amigos.

    3

    Haba pasado una semana desde el da en que conoci la noticia y, aun-que Julieta se senta aliviada porque su mejor amigo ya estaba enterado, toda-va no lograba hacerse la idea de que se mudara a otra casa. Estaba rara, ca-llada, muy pensativa; no haba escrito nada ms en la lista de las cosas im-

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    portantes ni guardado algo en la valija azul. Pareca casualidad, pero todos los das encontraba algo mejor para hacer. Sala del colegio y se colaba a almorzar en lo de Gabo o, si volva a su casa, en-seguida se iba con Alfonsina a la plaza. Cuando no tena ninguna actividad de la escuela, por la tarde, invitaba a algu-na compaera para hacer juntas la ta-rea (segn lo que le deca a su mam), y hasta hubo un jueves que acept que-darse a dormir en lo de Milagros (cuan-do era sabido que a ella no le gustaba

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    nada compartir el momento del sueo con otros).

    En una de aquellas visitas-almuerzos le cont a Gabo, con los ojos vidriosos y esquivando su mirada, por qu la mu-danza la tena tan inquieta.

    Me parece que mi mam no quiere que llevemos a Alfonsina con nosotras a la nueva casa.

    De dnde sacaste esa idea?

    Gabo le contest con tono burln y

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    apretando los dientes contra el labio in-ferior de la boca, con el tpico gesto de no entends nada.

    Ves?, me imagin que no me ibas a creer. Pero es as, el da que me dio la noticia de la mudanza, me pidi que le haga una lista con las cosas para lle-var a la casa nueva. Me dijo cosas im-portantes.

    Y? Eso que tiene que ver con Alfo?No te das cuenta? Dijo solo cosas

    y Alfo no es una cosa. Adems, se puso

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    muy rara con ella. Le saca demasiado rpido el plato de la comida, no le lava el collar ni la correa y tampoco le quiso comprar una cuchita hermosa que vi-mos en el negocio de cosas para perros. Ah! Y no la deja subir ms a la cama!

    Ay nena, me hacs rer. Mir si lo de la lista o esos cambios que decs van a ser porque no quiere que est en la familia o porque no la quiere ms? Para m tu mam no hara nunca esas cosas. Tens demasiada imaginacin vos.

  • 29

    Julieta clav sus ojos en los de Gabo, se levant del silln donde jugaban a los videos juegos, se puso la mochila, le hizo ella tambin el gesto de no en-tends nada y se fue a su casa.

    4

    Aunque Gabriel no le crea, ella esta-ba convencida: su mam ya no quera a Alfonsina y no la llevara a la casa nue-va. Haba dicho cosas, no amigas.

  • 30

    Durante los das siguientes Julieta se pas todas las noches pensando planes para evitar esa catstrofe. Lo tena de-cidido: nadie iba a separarla de su me-jor amiga. Ya senta un dolorcito en el cuerpo por tener que irse de su casa de toda la vida, como para tener que despedirse tambin de quien la haba elegido como su humana. S, si fue-ra necesario luchara como las hero-nas de las historietas o de las pelculas (cuando de su perra se trataba, Julieta se senta poderosa).

  • 31

    Quiero mucho a mi mam pero sin Alfo no podra vivir dijo Julieta.

    Estaban en la escuela, esperando a la maestra de Ciencias Sociales en el fondo del aula, en uno de los bancos donde se sientan los que siempre hacen lo en las clases. Julieta quera contarle el plan que se le haba ocurrido la noche anterior.

    Tens que ayudarme a conseguir esa mquina que le borra la memoria a la gente. Una que vi el otro da en Internet.

  • 32

    Pero me parece que no es la memo-ria lo que borra, sino slo los recuerdos feos. Creo que los cientficos crearon esa mquina para que la gente se olvi-de de las cosas que les hicieron mal. Y Alfo no es un mal recuerdo para tu mam, Julieta!

    Ya s nene, pero s puede servir para que se olvide de esa idea aloca-da de no llevarla a la nueva casa. No-sotros le hacemos el borramiento de intenciones, ella no lo recuerda ms y listo, Alfonsina conmigo en mi cuarto

  • 33

    como siempre!

    Gabo la mir entre risueo y preo-cupado. No saba si su amiga se estaba pasando con la imaginacin y las supo-siciones, o si en realidad haba un po-quito de verdad en eso de las intencio-nes de su mam.

    Bueno, yo te ayudara pero decime cmo vamos a hacer para conseguir la mquina-borra-memoria.

    Ah, eso te lo dejo a vos. Dale, in-

  • 34

    genitelas y borrmosle esa idea a mi mam.

    Shh, callate, que ah lleg la seo. Bueno, a la tarde cuando nos veamos voy a tener pensada alguna forma de hacerlo.

    Norma que se retras porque haba encontrado un benteveo en el fondo de su casa les hizo marcar en un mapa fsico poltico las capitales de las pro-vincias de Argentina. Lo haban visto la clase pasada pero casi nadie pudo re-cordar ms de dos nombres.

  • 35

    Por esas horas, a ninguno de los dos amigos le importaba demasiado las ca-pitales de aquellas provincias lejanas. Algo ms prximo en tiempo y espa-cio los tena inquietos: salvar a la po-bre Alfonsina de los planes de la mam de Julieta.

    A la salida de la escuela, Gabo volvi a su casa por un camino diferente del habitual; tena que comprar las verduras que su mam le haba encargado para el almuerzo. Tres cuadras antes de llegar, mientras haca malabares para sostener

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    la mochila, las dos bolsas con zanaho-rias, papas, choclos y batatas, y el libro de aventuras que le haba prestado su compaero Fernando, vio en el kios-co de diarios de la esquina algo que le llam la atencin. Hoy lleg al pas la mquina que puede borrar ideas y malos recuerdos de la memoria, deca la tapa de la revista de novedades cientficas.

    Pensando en lo que le haba prometi-do a su amiga en la clase de Ciencias So-ciales, compr Cien ideas de la ciencia actual con lo que le sobr del mandado

  • 37

    y aceler el paso para llegar a su casa.

    Unas horas ms tarde Julieta y Alfonsi-na tocaron el timbre de la casa de Gabo.

    La mquina-borra-memorias est en la Facultad de Medicina le dijo Gabo a la ansiosa de su amiga.

    Y cmo vamos a sacarla de ah sin que nadie nos atrape?

    No vamos a sacarla. Lo que tene-mos que hacer es llevar a tu mam has-ta all y borrarle la idea ah mismo, en la Facultad.

  • 38

    Perfecto! Bueno, espero que no se le olvide nada ms. Mir si despus no me reconoce?

    Es slo una cosa lo que puede bo-rrar, dice la revista. A parte, la mquina debe traer instrucciones de uso.

    Escondidos en la pieza de Gabo, con Alfonsina de testigo, planearon paso a paso cmo iban a realizar el plan y describieron en un cuaderno el funcio-namiento de la mquina (la nota de la revista Cien ideas de la ciencia actual

  • 39

    explicaba la forma en que actuaba la nueva invencin, accediendo al cere-bro humano y seleccionando una idea o un mal recuerdo). Los amigos tambin decidieron qu excusa usaran para lle-var a la mam hasta la Facultad de Me-dicina, y lograron evadir con xito las insistentes preguntas de los hermanos de Gabo, que cada tanto entraban a la pieza preguntando en qu andaban.

    Con toda la estrategia organizada se despidieron hasta el lunes, el da elegi-do para poner en marcha el plan. Julieta

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    le tir un beso desde lejos, l le sonri y entr rpido a su casa a chequear una vez ms los preparativos.

    5

    Julieta y su mam recorran junto a Gabo los pasillos de la Facultad de Me-dicina, buscando el aula 201. La excu-sa de los chicos para llevarla fue que el profesor de Ciencias Naturales los haba invitado a la clase especial sobre

  • 41

    Locomocin en la escala evolutiva. Quera que los estudiantes, y los padres que los acompaaban, conocieran su trabajo en la facultad.

    Mientras Julieta y la mam camina-ban unos pasitos ms adelante, Gabo chequeaba de reojo la hoja con el mapa que haba copiado de Internet; ah es-taba el Laboratorio General de Nuevas Tecnologas, donde guardaban la m-quina-borra-memoria.

    Tengo que ir al bao. Las encuentro

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    directamente en el aula, es en el segun-do piso minti Gabo, con cara de no aguanto ms el pis.

    Con el plano en la mano, corri por los pasillos de la Facultad, buscando el laboratorio.

    Sabas, mam, que el ser humano es bpedo y su sistema locomotor ma-dura progresivamente durante los pri-meros aos de vida? Por eso los bebs comienzan a alzar la cabeza para explo-rar el entorno con la vista

  • 43

    Al mismo tiempo que Julieta entre-tena a su mam con todo lo que recor-daba de la clase de Ciencias Naturales del da anterior, Gabo, por fin, encon-traba el Laboratorio General de Nue-vas Tecnologas, al fondo del pasillo, cerca del auditorio.

    Al llegar, se acerc despacio y mir por el vidrio que enmarcaba la puerta. No vio ninguna mquina, slo dos es-critorios y varias estanteras repletas de frascos de diferentes tamaos, libros y

  • 44

    herramientas que no conoca. Prob la cerradura. La puerta estaba abierta.

    Mientras tanto, en el segundo piso, Julieta no paraba de hablar y su mam ya empezaba a ponerse nerviosa.

    cartlagos, huesos y articulaciones.

    Atrs de uno de los escritorios, apo-yada sobre la pared, Gabo vio a la m-quina-borra-memoria. Estaba protegi-da por un plstico y tena pegada una

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    etiqueta que deca Frgil. No tocar. Sali del laboratorio, nervioso, mir

    hacia ambos lados del pasillo y, cuando vio que no haba nadie, camin hasta la escalera que lo llevaba al segundo piso.

    Ah est Gabo! Te dije que iba a lle-gar antes que nosotras suspir alivia-da Julieta.

    No hay nadie en esta aula. Me parece que nos equivocamos de nmero. Vos anotaste lo mismo que yo? dijo Gabo.

    S, 201. Probamos con la 301?, tal vez los

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    dos entendimos mal.Siguieron el mismo camino que unos

    minutos antes haba recorrido Gabo. Pero esta vez l simul extraviarse, las llev hasta la puerta del laboratorio y les dijo:

    Hace un rato pas por ac, cuando buscaba el aula 201. Vengan, quiero mostrarles algo que encontr.

    Abri la puerta y les hizo seas para que entraran. Hicieron sentar a la mam

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    en una de las sillas y, mientras Julieta la distraa contndole ms detalles sobre la clase de Ciencias Naturales, Gabo in-tentaba abrir el plstico que recubra la mquina-borra-memoria. Cuando esta-ba por lograrlo, se escuch una voz des-de la puerta del laboratorio.

    Qu hacen ustedes ac? Y vos, nene, sal de ah, no toqus la fotoco-piadora, que es nueva y vas a romperla.

    Julieta y Gabo se miraron decepcio-

  • 48

    nados. El seor los invit a salir con un gesto, mir de arriba hacia abajo a la mam de Julieta y les dijo que se fueran de ah inmediatamente.

    Ella, alterada, agarr del brazo a Gabo (que ya haba sacado las manos de la supuesta mquina-borra-memoria y ac-tual fotocopiador) pidi disculpas al seor y, roja de la vergenza, sac a los chicos del laboratorio.

    Salieron de la Facultad y caminaron las dos cuadras hasta el auto en silencio. Media hora despus estaban los tres pa-

  • 49

    rados en la puerta de la casa de Gabo. La mam les pidi explicaciones y

    amenaz con hablar con la familia de Gabriel si no le contaban la verdad. Quera saber qu haba pasado con la supuesta clase del profesor Ernesto y la visita al laboratorio. Los chicos no sa-ban qu decir. Ninguno quera traicio-nar al otro, pero tampoco mentir.

    Nos equivocamos de aula, mam, nada ms. Eso pas.

    Y yo las llev al laboratorio porque

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    quera mostrarles algo que haba visto. Cuando me perd, despus de ir al bao, vi en el laboratorio una rplica de un ratn disecado. O un ratn disecado, no s bien qu era. Eso quera mostrarles.

    La mam de Julieta mir enojada a Gabo y, alzando la voz, les dijo a los chi-cos que no les crea nada. Luego mand a dormir a Gabo y asegur que al otro da hablaran tranquilos, con la verdad.

    Julieta vio cmo su amigo entraba a su edificio y pens qu le iba a decir a

  • 51

    su mam cuando le pidiera ms explica-ciones. Ella no tena la misma capacidad que l para inventar historias. Segura-mente la descubrira muy fcilmente si le haca muchas preguntas.

    Pero no hubo ms cuestionamientos ni retos o sermones. Llegaron a la casa, cenaron sin hablar y se fueron a dormir.

    6

    Nos sali todo al revs.

  • 52

    S. Pero vos tambin, cmo no te vas a dar cuenta de que era una fotoco-piadora?

    Se miraron y no pudieron contener las carcajadas. Estaban en el patio de la escuela, alejados del resto de los com-paeros, compartiendo un paquete de caramelos durante el recreo.

    Y bueno, qu s yo?, nunca vi una mquina-borra-memorias. No tena conqu comparar, che. Aparte, estaba en-

  • 53

    vuelta con ese plstico y deca Frgil, no tocar.

    Yo pens que la habas encontrado y que por eso nos llevabas al laboratorio.

    S, eso era lo que yo crea. En la revis-ta deca que estaba guardada justo ah.

    Zafamos por casualidad. Igual, para m que mi mam hoy me vuelve a pre-guntar si era verdad eso de la clase del profe Ernesto.

    Y si pregunta ac en el cole, estamos fritos.

    Hay que intentar con otro plan ya.

  • 54

    Faltan siete das para la mudanza. Si no hago algo, me voy a quedar sin Alfonsina. A parte se la pasa pidindome la famosa lista esa, la de las cosas importantes.

    Bueno, par, algo se nos va a ocu-rrir. Ya vas a ver.

    Cada uno se qued en silencio pen-sando unos minutos, con la mirada fija en un punto, como intentando exprimir el cerebro, pescar ideas en un enorme ocano, hacer volar los pajaritos de la cabeza y pedirles una buena estrategia

  • 55

    (o una estrategia, por lo menos). Ya s!, tenemos que disfrazar a Al-

    fonsina y sacarla de mi casa. La lleva-mos a lo del abuelo Lorenzo y le pedi-mos que la esconda ah un tiempo.

    Ah, nosi vos ests cada vez peor. A lo de tu abuelo Lorenzo? Pero si l vive re lejos y adems tiene dos perros y como mil gatos. Cmo vas a hacer para que acepte quedarse con Alfo?

    No le voy a consultar. La voy a es-conder en el cuartito de las herramien-tas que el abuelo tiene en el quincho.

  • 56

    Este plan me parece ms desastroso que el anterior. No entiendo para qu disfrazarla, si todos se van a dar cuen-ta de que es una perra. Aparte, cun-to tiempo puede estar escondida en un cuartito la pobre Alfo? Va a morirse de hambre en dos minutos.

    Julieta, triste y decepcionada, baj la cabeza y pens que si no se les ocu-rra ningn otro plan, las esperanzas de mantener a su perra con ella se marchi-taran, como esas plantitas tradas des-

  • 57

    de Mercedes que una vez le regal su abuela Elsa y ella dej olvidadas en un rincn del living, sin agua.

    7

    Ese mismo da, a la tarde, Gabo mi-raba un partido de ftbol en la tele de su casa. Cuando estaba por comenzar el segundo tiempo, la cmara qued fija en una imagen que le hizo imaginar otro posible plan para ayudar a Julieta.

  • 58

    Un oso llamado Coco era la mascota del equipo. En realidad, el animal en cues-tin era un hombre disfrazado con un traje de colores, gigante y caluroso.

    A Gabo se le ilumin la cara. Qu buena idea! Se levant del silln co-rriendo y llam a su amiga.

    Lo tengo, Juli. Ven para ac rpido.Esper que mi mam no deja de ha-

    cerme preguntas. Trato de zafar y salgo para all.

    Dale, apurate.

  • 59

    Dos horas despus estaban sentados en el silln de la casa de Gabo, atacando una docena de facturas y arreglando los detalles del nuevo plan.

    Viste que en muchos clubes de ft-bol del mundo hay una mascota? Bue-no, nosotros tenemos que lograr que el equipo del barrio adopte a Alfonsi-na como su mascota. Tu mam no va a poder separarte de ella, porque no va a querer tener en contra a todos los chi-cos de la categora 2004.

  • 60

    Sos un genio! Por dnde empeza-mos? Vamos a buscar a Alfo y la lleva-mos al club?

    Esper, esper; mejor me fijo pri-mero en Internet qu da entrenan los jugadores y vamos a decirles.

    Al otro da, los dos amigos ms una Alfonsina baada y emperifollada para la ocasin, entraban al club guilas de El Palomar con la esperanza de lograr su objetivo.

    Extraamente, no encontraron a na-

  • 61

    die. Buscaron al director tcnico del equipo en la cancha, en el buf, en los baos y hasta en el stano donde se guardan los arcos viejos, y nada. Evi-dentemente, ese da no haba entrena-miento. Cuando estaban por irse, cerca de la puerta de salida, escucharon que alguien les chiflaba. Se dieron vuelta y vieron acercarse a un hombre alto y fla-co que les sonrea.

    A quin buscan ustedes dos? les pregunt el hombre con voz gruesa y

  • 62

    firme, de esas que usan los profesores de las escuelas.

    El club era chico. Al entrar, ya se

    pisaba la cancha de ftbol; a la derecha, los baos; al fondo, un pasillo que lleva-ba a un pequeo saln donde estaban el buf y un espacio para reuniones.

    Queremos que mi perra Alfonsina sea la mascota del equipo de ftbol del club dijo Julieta.

    A ella le gusta el ftbol? pregunt

  • 63

    el hombre alto y flaco. S, obvio. En la plaza, cuando hay

    chicos jugando, se pone re contenta y corre detrs de la pelota.

    El seor que result ser el director tcnico del equipo sonri y les confe-s que en el club nunca haban pensado en tener una mascota.

    Pueden quedarse a mirar el entre-namiento que empieza en media hora. Si convencen a los chicos que compiten

  • 64

    en las interbarriales, su perra se trans-forma no slo en la mascota del equipo, sino de todo el club -dijo con una mira-da pcara, mientras se despeda de ellos con un saludo.

    Julieta y Gabo se sentaron cerca de la puerta esperando a los jugadores. Alfonsina olfateaba la vereda y busca-ba algn objeto con qu entretenerse. Los tres estaban cansados y tenan ga-nas de ir a casa a tomar la merienda (y la perra a dormir la siesta y subirse al silln cuando nadie la mira). Ya esta-

  • 65

    ban por abandonar la misin cuando se dieron cuenta que Alfo estaba adentro del club, en el fondo de la cancha; haba encontrado una pelota que una nena, de la misma edad de ellos, pateaba una y otra vez. Las dos jugaban concentradas cuando la voz de Julieta las interrumpi.

    Hola, sabs si van a venir los chi-cos del equipo? Tienen entrenamiento ahora, pero no lleg ninguno.

    S, yo soy del equipo. El resto debe estar por llegar.

  • 66

    Pero si vos sos nena. Cmo es que jugs al ftbol? pregunt sorprendi-do Gabo.

    Sos medio de la poca de los dino-saurios, vos. En este club jugamos mix-to. No se hacen diferencias, si te gusta, vens, te sums y jugs les dijo mien-tras segua patendole la pelota a una Alfonsina feliz y movediza.

    Al rato empez el entrenamiento. Los chicos y la perra se quedaron mi-rando la prctica, sentados en la tribu-

  • 67

    na de la cancha. Alfo lanzaba un ladri-do de vez en cuando, y tironeaba de la correa, como pidiendo entrar al campo de juego.

    El partido fue intenso. El arquero esta-ba inspirado ese da: una muralla en los tres palos y perfecta lucidez en las sali-das. La nena que haba jugado con Alfon-sina era una gran defensora: result un obstculo imposible para los delanteros y en la marca personal, una garrapata.

    El futbol es divertido, es alegra, pero en la cancha no se pavea, escucharon

  • 68

    que les dijo el seor flaco a los chicos, como cierre del entrenamiento. Luego los mand al vestuario a cambiarse.

    Era el momento de actuar. Tenan que convencerlos antes de que se fueran.

    Hola, yo soy Julieta, l es Gabo y ella es Alfonsina. Vinimos al club por-que creemos que este equipo necesita que mi perra sea su mascota y amuleto de la suerte.

    Todos los jugadores y jugadoras los miraron entre divertidos y sorprendidos.

  • 69

    Ningn equipo infantil de la ciudad

    tiene mascotas dijo un chico pecoso y de pelo colorado.

    Bueno, ustedes podran ser los pri-meros replic Gabo.

    Vengan el sbado al partido y pro-bamos. Ahora es tarde y todos quere-mos irnos a dormir termin la con-versacin el chico que tena la banda de capitn del equipo.

    Era un hecho: el sbado seran los

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    mejores hinchas, fanticos y arengado-res del partido. A Alfonsina tena que amarla todo el barrio.

    Ese atardecer, cuando Julieta lleg a su casa se encontr con la mitad del li-ving sin muebles; la cocina sin platos, tazas, ni vasos y el cuarto de su mam con el colchn en el suelo. El hogar ya no tena su habitual y bella escenogra-fa. La mudanza estaba cada da ms cerca y Julieta segua sin hacer la lista y sin saber si Alfonsina sera bienvenida

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    en el nuevo hogar.

    8

    El da estaba templado. Amaneci nublado y con el correr de las horas, las nubes dieron paso a un sol agradable y clido. Los chicos del barrio llegaban al club guilas de El Palomar, algunos con sus padres, otros con hermanos mayo-res; haba quienes lo hacan solos.

    En la esquina del club, Julieta, Gabo y

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    Alfonsina esperaban a que entrase toda la gente. No queran arriesgarse a que algn padre o madre no amante de los animales les reprochara que llevasen una perra al partido de ftbol.

    Ese da los locales, los del barrio de Julieta, se enfrentaban al club Anselmo Nevares. Era un encuentro decisivo: Nevares estaba a la cabeza en la tabla del campeonato de la liga infantil 2014 y, si triunfaban, quedaran a dos parti-dos de ganar; seran as el mejor equipo de todos los barrios de la provincia de

  • 73

    Buenos Aires. En el vestuario de las guilas el seor

    flaco motivaba a los chicos con pala-bras de aliento: potencia, juego limpio y trabajo en equipo, las claves de la es-trategia del director tcnico.

    Con el sonido del silbato de inicio, Julieta y Gabriel entraron a la cancha y se acomodaron en un rincn de la tri-buna, visibles para el pblico y los juga-dores. Alfonsina no pas desapercibi-da. Muchas personas se fijaron en ella; algunas con caras de sorpresa, otras un

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    poco molestas o incmodas. Era difcil desviar la mirada de ese

    tro extrao; le haban puesto a Alfo una camiseta del club del barrio y ellos empuaban una corneta de colores que a cada rato hacan sonar. Definitiva-mente, esa tarde de sbado, eran de los que ms alentaban al equipo.

    Haban pasado 80 minutos del en-cuentro y el partido segua trabado; elmarcador clavado 0 a 0. Los equipos a-pelaban a jugar con la defensa, incluso los delanteros no arriesgaban demasia-

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    das pelotas cerca del arco contrario. Cuando faltaban pocos minutos para que el rbitro finalizara el partido, una jugada de gol en el rea de los Nevares, termin con una infraccin sobre uno de los delanteros de las guilas. El r-bitro cobr penal y la cancha se llen de gritos (que le demostraban al juez que no estaban de acuerdo con lo san-cionado o festejaban por la posibilidad de inclinar el marcador a su favor). La chica que haba estado jugando con Al-fonsina fue la encargada de patear el

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    penal. Acomod la pelota en el punto indicado, se subi las medias, mir fijo al arquero y dispar su mejor tiro.

    Saaaaaaqueeeeen a ese perrooooooo de la caaaaanchaaaaaa. Quin lo dej entrarrrrrrr? grit, alargando las pa-labras, el seor flaco cuando vio a la camiseta peluda correr con la lengua afuera haca el arco contrario para a-trapar la pelota que la jugadora acaba-ba de patear.

    Julieta y Gabo se miraron sin pesta-ear, la corneta en el piso, los cachetes

  • 77

    colorados. Era el fin. Todos en el club los fulminaban con la mirada; los juga-dores levantaban los brazos y gritaban frases que ellos no llegaban a or, mien-tras Alfonsina corra y ladraba, ajena a todo, intentando quedarse con la pelota que acababa de robar. Lo comprendie-ron enseguida, los iban a echar del club en los prximos minutos.

    Otro plan fracasado dijo Gabo des-animado.

    No s si llorar o rerme.

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    Esta vez no fue mi culpa, por lo me-nos. La que arruin todo fue tu perra. Agarrtelas con ella.

    La culpable fui yo, cmo pude pen-sar que se iba a quedar quietita, sopor-tndonos a nosotros y las cornetas esas a dos centmetros de sus orejas?

    La carcajada de Gabo retumb en las calles casi vacas de El Palomar. Los ami-gos se rieron un largo rato, liberndose del nerviosismo vivido y la ansiedad de la planificacin del segundo plan.

  • 79

    Caminaron por el barrio conversan-do sobre lo ocurrido e intercambiando escenas inolvidables del gran momen-to: la mam de un compaero de la es-cuela queriendo atajar a Alfo cuando vio que iba a salir corriendo hacia la pelota; el seor flaco gritando enfureci-do, olvidndose de chequear el estado de su pelo, perdiendo la compostura y su peluqun muy bien disimulado; el rbitro del partido corriendo a la pe-rra, tocando el silbato y hacindole se-as para que saliera de la cancha, como

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    dirigindose a un jugador como cual-quier otro.

    Cuando llegaron a la puerta de la casa de Julieta, Gabo se despidi acari-ciando a Alfonsina y mirando con ter-nura a su amiga.

    Ya vamos a encontrar la forma de convencer a tu mam, no te preocupes.

    Gracias, amigo. Espero que s.

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    9

    Julieta y Gabo caminaban por el ba-rrio con Alfo, como casi todas las tardes. Llevaban unos papeles para repartir. La perra mordisqueaba alguna sobra de comida que haba logrado rescatar del piso, sin que los chicos se dieran cuenta.

    A escondidas de la madre de Julieta, dejaban en veterinarias y negocios de productos para perros unos improvisa-dos folletos que pedan un novio para Alfonsina. Como teman que la mam

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    de Julieta los viera y se enterase del plan, no haban puesto nombres, fotos ni el telfono de la casa de Julieta. Slo figuraba el telfono de Gabo.

    Hay que lograr que Alfo tenga su propia familia. Con qu corazn mi mam va a sacarme a la perra si tiene cachorritos?

    Este plan es una genialidad. No pue-de fallar. Y de ltima, si en unos das no conseguimos novio, le pedimos a Este-ban que nos d a Toby.

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    Ni loca, yo a Esteban no le pido na-da. Y menos un novio para mi perra.

    Cortala, Juli. Ya pas tanto tiempo desde que se pelearon. Si lo necesita-mos, no va a quedar otra.

    Despus de repartir todos los folle-tos, descansaron en uno de los bancos de la plaza y se hamacaron un rato, en silencio.

    La tarde siguiente son el telfono en lo de Gabriel. Era la duea de Rudolf, un mestizo marrn y blanco que sola pasear en el mismo grupo de perros

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    que Alfonsina, llamaba para ofrecer a su perro como novio.

    Al otro da, Julieta, Gabo y Alfonsina llegaron a lo de Rudolf. La casa estaba a ocho cuadras del colegio de los chicos, cerca de la plaza donde jugaban siem-pre. Les result curioso pensar en todas las veces que pasaron por la puerta, sin imaginar que all viva el futuro novio de Alfonsina.

    Pasaron dos horas y seguan senta-dos en el living de la seora Alcira (la mam de Rudolf), tomando tecito y

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    comiendo vainillas. Haban dejado a los dos perros juntos en el patio y los miraban de vez en cuando para com-probar si se entendan o seguan sin prestarse atencin.

    Me dijiste que la perra era amiga-ble y juguetona, y hace dos horas que no para de mirarnos a travs del vidrio del patio.

    Es que ella es as, amistosa, adora-ble. No entiendo qu le pasa. Tal vez deberamos salir de su vista, as no se entretiene con nosotros. Por qu no

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    corremos las cortinas mejor?No creo que eso cambie la situa-

    cin, querida. Me parece que mejor se vuelven a sus casas, porque esto no es-t funcionando.

    Seora Alcira, por favor, dmosle unos minutos ms. Para m que se lle-van bien, solo que Alfo capaz est un poco asustada.

    De qu va a estar asustada? Segu-ro que est en celo esta perra?

    En celo? No, no, celosa nunca fue. En casa est sola con mam y conmigo,

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    pero se porta bien cuando vienen visi-tas. Nunca atac a nadie.

    En celo querida, en celo. Que si est lista para tener novio y hacer cacho-rritos. Nena, sabe tu mam que estn ac? Le avisaste?

    La seora Alcira empez a levantar la voz: que era una locura lo que haban hecho, que no tenan idea lo que era el celo de una perra, que cmo no le ha-ban avisado a sus padres, que con qu derecho le hacan perder el tiempo as,

  • 88

    que era una vergenza, queFinalmente la duea de Rudolf agarr

    a la perra, le puso la correa y les dijo que se vayan de su casa.

    Volvieron desanimados a lo de Julieta. Alfonsina caminaba cansada y los mira-ba con ojos de no entender qu pasaba.

    Yo pens que en cualquier momen-to podan hacer los cachorros.

    Yo tambin. Lo del celo, ni ente-rado. Tendramos que haber buscado en Internet primero, o hablado con tu

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    abuelo Lorenzo. Igual, ya nos va a lla-mar otra persona. Ella no es la nica en el barrio que tiene un perro.

    S, ya s, pero viste eso del celo. Me parece que Alfo no lo tuvo todava. Y si ya lo tuvo, capaz que no lo va a te-ner ms y no va a haber oportunidad de que tenga cachorros.

    Investigaron en la biblioteca de la casa de Julieta y navegaron por Internet hasta encontrar algn dato. Tambin revisaron los papeles con toda la infor-

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    macin sobre las vacunas, antipulgas y remedios que le dieron a Alfonsina.

    Y ahora qu hacemos?Par un poco. Ac dice que Alfon-

    sina no tuvo el celo, as que puede te-ner cachorros.

    Y cmo sabemos cundo va a te-nerlo?

    Y qu s yo? Tenemos que pre-guntarle a tu mam. No lo anot en nin-gn lado.

    Ests loco? Cmo le voy a pre-

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    guntar? Va a descubrir nuestro plan. O peor, va a descubrir todos nuestros pla-nes fracasados.

    Gabriel dej los papeles a un costado y le dijo que si no se calmaba no la iba a ayudar ms. Se haba puesto de nue-vo el buzo que haca un rato se haba sacado, tena la cara un poco rgida, la mirada cansada. Era un chico siempre predispuesto, amistoso, con muy buen humor, hasta que lo abrumaban con pa-labras repetidas y preguntas insisten-tes. Hoy era uno de esos das.

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    Al da siguiente Gabo lleg a la casa de su mejor amiga con un perro de raza bxer, color atigrado, de unos 10 aos, inquieto y bastante ladrador. Entre los dos lo empujaron para que pasara por la puerta, porque estaba tan entusias-mado que tironeaba como loco de la correa, para irse a la calle a ladrarle a los autos que pasaban.

    Cuando lograron entrarlo, Vitto ini-ci una carrera al estilo galgo, que

  • 93

    termin a dos centmetros y medio del hocico de Alfonsina. Claramente contentos, ambos perros chocaban sus cuerpos, se olan y ladraban con mu-cha energa.

    Creo que se gustan sonri Gabo. Parece que s. De dnde sacaste a

    este perro vos?Si te digo, prometeme que no te vas

    a enojar conmigo.Mejor que no sea lo que me estoy

    imaginando, Gabriel.

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    Escuchame bien: yo pens en nues-tro objetivo. No me quedaba otra.

    Claro, no quedaba otra, entonces fuiste y le pediste ayuda a mi enemigo nmero uno. Vos s que sos un amigo.

    Pero l nos prest a Vitto, algo de buena onda tiene.

    Cuando mencionaron a Vitto, los chi-cos se acordaron de que haban dejado a los perros solos en el patio. Inmedia-tamente, corrieron hasta el fondo de la casa. La escena con la que se encontra-

  • 95

    ron pareca sacada de un dibujito ani-mado de la tarde.

    Alfonsina estaba ms negra de lo que era; el barro le tapaba todo el cuerpo y casi no le permita moverse. Y Vitto que haba tenido la delicadeza de no revolcarse en el pasto mojado se ha-ba dedicado a comer y mordisquear todas y cada una de las prendas de ropa que estaban colgadas en la soga del patio. No quedaba una bombacha con elstico, un jean con cierre, un saco con botones. Toda la ropa estaba arruinada.

  • 96

    Despus vino un interminable silen-cio, miradas al suelo, ojos vidriosos, bo-cas cerradas. Los perros parecan oler esas sensaciones, interpretar esos sen-timientos, ver esa tristeza. Cada uno se ech en el piso, a una distancia pruden-cial de las prendas desparramadas por el patio.

    Julieta se sent encima de lo que que-daba de su vestido a cuadros, mir el piso y se puso a llorar. Gabo, conmovi-do, se acomod al lado de ella y le aca-rici el pelo.

  • 97

    No llores. Tal vez mientras estba-mos en la pieza, Alfonsina y Vitto hicie-ron los cachorros.

    Te parece? Sera un milagro.

    Una vez repuestos del impacto que les causaron los desmanes perrunos comenzaron el operativo ocultamien-to del desastre. Tenan que baar a Alfonsina, levantar y esconder la ropa rota, y baldear el patio para no dejar evidencias del desastre.

    Con los dos perros atados, uno en

  • 98

    cada punta del patio, se dedicaron a jun-tar la ropa, lavar el piso y las manchas de barro de las paredes. Con una velo-cidad desconocida para ellos, lograron esconder las prendas rotas en la pieza de Julieta y esperaban poder reponer algunas, antes de que llegara la mam.

    Unos minutos despus, estaban ba-ando a la perra con la manguera, los baldes y el champ. Nunca le haba gustado el agua, as que fue difcil sa-car el barro de las patas de Alfonsina. Cada chorro iba acompaado por un

  • 99

    contoneo corporal descontrolado y un temblor similar a un terremoto de baja escala. Entre los dos dominaron a la pe-rra, pero terminaron mojados y emba-rrados desde los rulos rubios de Gabo hasta las zapatillas rojas de Julieta.

    11

    Pas algo con la perra? La veo muy nerviosa. Y me pareci que las plantas del patio estn un poco mordidas. Ha-

  • 100

    br sido ella?Hubo un pequeo problema con Al-

    fonsina, s. Vino de visita un amigo con su perro, los dejamos solos un ratito en el patio y se arm un poco de lo.

    Qu tipo de lo Julieta?

    Ahora vena la parte en que la hija le dice a la madre que los perros des-truyeron la mitad de la ropa colgada en el patio.

    Rompieron algunas cositas.

  • 101

    Qu cositas? Por favor, and al punto. Qu pas?

    Julieta baj la mirada y dijo: Casi toda la ropa que habas dejado

    secndose.

    Lo que sigui fue una carrera hasta el cuarto de la hija, con la madre al grito de: cmo lo permitiste?, te queds sola una tarde y nos dejs sin ropa?. Julieta cerr la puerta y escuch el ser-mn: que era una barbaridad, que ya

  • 102

    era grande, que cmo haba dejado so-los a los perros, que quin era ese ami-go que la vino a ver, que deba ser ms cuidadosa, y muchos ms que y ques.

    La dej terminar. Insista con que abriera la puerta, que ya era grande y tena que hablar como adulta.

    Dejame, mam. S que no vas a en-tenderme si te cuento lo que pas.

    Sal de ah adentro, hija. Hablemos tranquilas.

  • 103

    Los minutos pasaban y del otro lado de la puerta, nada. Slo silencio. Cansa-da de esperar, la mam de Julieta se fue a su pieza, guardndose las palabras y los sermones para el da siguiente.

    12

    Era el medioda y Julieta recin llegaba de la escuela; su casa estaba como nunca la haba visto: llena de cajas y canastos, con las marcas de los cuadros en las pa-

  • 104

    redes desnudas y una fila de muebles y objetos esperando nueva ubicacin.

    Estaba cambindose de ropa cuando su mam pidi permiso para entrar a su habitacin y le pregunt, una vez ms, por la lista de la cosas importantes para llevar a la nueva casa.

    No te voy a dar ninguna lista, ni voy a guardar mis cosas hasta que me digas por qu no quers llevar a Alfonsina con nosotras! grit Julieta.

    De dnde sacaste que yo no quie-

  • 105

    ro llevar a Alfonsina con nosotras? Eso es un invento para no dar explicaciones por lo que pas ayer con los perros en el patio.

    No, nada que ver. Es muy fcil de entender, vos dijiste que hiciera la lista de las cosas importantes para llevarme. Cosas dijiste, y qu es lo que ms quiero llevarme yo? Algo que no es una cosa: mi mejor amiga, mi perra!

    No puedo creer lo que ests dicien-do Julieta.

    Creelo, porque tampoco le diste la

  • 106

    comida, no la sacaste de paseo ni le hi-ciste un slo regalo en todas estas se-manas. No te ocupabas de ella!

    Me parece que tu imaginacin te lle-v demasiado lejos.

    Nada que ver. Yo s cules son tus planes.

    No hay ningn plan. Estuve ocupa-da con la mudanza, por eso no le prest atencin a Alfo.

    Desconcertada, Julieta se qued mi-rando a su mam que caminaba hacia

  • 107

    ella para rodearla con sus brazos. Pero no se dej abrazar e intent cerrar la puerta de su habitacin, hacindole se-as a la madre para que saliera.

    Solo necesitaba una lista de lo que vas a llevarte en la valija azul. El resto es una confusin. Te quiero hija dijo, mientras sala de la habitacin.

    Esa noche, ya ms tranquila y antes de irse a dormir, volvi a intentar hacer la lista. Mir a su alrededor para elegir

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    los objetos que emprenderan el viaje a la nueva casa, pero se fue quedando dormida con el lpiz en la mano y la lis-ta sin hacer.

    Al despertar del otro da, la nia de los ojos de almendras se dio cuenta de que haba soado con todas las cosas que amaba de su casa. El ruido que hace el toldo del patio; la selva que forman las plantas que el abuelo Lorenzo le re-gal a su mam, esa selva donde vivi grandes aventuras, buscando insectos para alimentarse y condimentos para

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    sus ensaladas; la cajita de msica en la que ya no estaba la bailarina, pero que repite hace aos la misma dulce melo-da; y aquel libro de tapa amarilla que le dio la abuela Elsa y que cobija a algunos de sus mejores amigos de la infancia.

    Julieta se pregunt entonces: seran esas las cosas importantes para incluir en la lista?

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    13

    Era la maana del da anterior a la mudanza. Mientras la mam guardaba las ltimas cosas del cuartito del fondo la bici con la rueda pinchada, las he-rramientas de jardinera que nunca usa-ba, la cucha vieja de Alfonsina, dej un papel prolijamente doblado sobre un canasto de la mudanza.

    A la tarde, un rato antes de que Julieta regresara del colegio, la mam encontr

  • 111

    la carta. Con una sonrisa en los labios, se sent en el suelo, abri el papel y ley en voz alta lo que deca la nota.

    Ya sabs lo que quiero llevarme. Pri-mero que nada a Alfonsina, la cosa ms importante que tengo en esta casa. Despus, me gustara seguir viendo el tol-do verde que da sombra al patio y escu-chando el ruido que hace cada vez que lo abrimos. Tambin quiero que las plantas que nos regal el abuelo sigan formando una selva donde vivir grandes aventuras. Guardame la cajita de msica sin bailari-

  • 112

    na; y, por favor, no te olvides de llevar el li-bro de tapa amarilla que me dio la abuela Elsa cuando cumpl los cinco aos.

    Lo ltimo, mami: ayer so con todas estas cosas y me di cuenta de que, si en-contramos lugar, quiero llevarme algu-nos los sonidos, colores, olores y sabores de esta casa. Ah, y podremos cargar un bolso con las palabras que guard todas estas noches debajo de la almohada, para escribir con ellas ms historias en nuestro nuevo hogar?

  • AUTORIDADES

    PRESIDENTA DE LA NACIN

    Cristina Fernndez de Kirchner

    MINISTRA DE CULTURA

    Teresa Parodi

    JEFA DE GABINETE

    Vernica Fiorito

    SECRETARIO DE POLTICAS

    SOCIOCULTURALES

    Franco Vitali

  • 9LAU

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    INFANTIL