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Carmen Peraita Goucher College ARTE DEL DISIMULO Y PARADOJA: LA CRÍTICA A FELIPE III EN GRANDES ANALES DE QUINCE DÍAS DE QUEVEDO Grandes Anales de Quince Días. Historias de muchos siglos que pasaron en un mes, se escribe en una primera versión en 1621, a raíz de la muerte de Felipe III y la entronización del nuevo monarca. El escrito narra los acontecimientos más importantes ocurridos en la Corte en los primeros momentos del reinado de Felipe IV. Quevedo, caído en desgracia por su implicación en el "asunto Osuna," se encuentra entonces desterrado en su señorío de la Torre de Juan Abad. En otro lugar he estudiado cómo Quevedo adscribe sus Anales a códigos del género histórico de la época. De esta forma legitima su escrito en tanto que texto de historia y da validez así a sus pretensiones de verdad. La concepción de la historia en Quevedo proviene de la tradición humanística italiana, donde el texto historiográfico se concibe como una guía de acción política fundamentada en la experiencia del pasado, integrada ésta como ejemplo de comportamiento para el político. El historiador tiene la misión didáctica de rescatar del olvido los acontecimientos pretéritos para la enseñanza de la posteridad. La verdad histórica, piedra angular del texto historiográfico, se considera en términos de imparcialidad, de una escritura libre de prejuicios y pasiones, de amor y de odio. Con frecuencia, el historiador ha sido partícipe, testigo de vista, de lo que cuenta, lo que suele interpretarse como una garantía de su conocimiento de lo acontecido. Todos estos elementos del texto historiográfico, el carácter didáctico aplicado a la esfera política, la preocupación por la posteridad, la concepión imparcial de la verdad y el protagonismo de don Francisco en algunos de los hechos que narra, están claramente expuestos en la elaborada y minuciosa declaración de género contenida en la dedicatoria y el prólogo, mostrando así la intención quevediana de que el texto sea recibido como historia. Pero el tema de la imparcialidad no se presenta exento de tensiones a pesar de las siguientes afirmaciones quevedianas incluidas en el exordio:

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ARTE DEL DISIMULO Y PARADOJA: LA CRÍTICA A FELIPE IIIEN GRANDES ANALES DE QUINCE DÍAS DE QUEVEDO

Grandes Anales de Quince Días. Historias de muchos siglos que pasaron enun mes, se escribe en una primera versión en 1621, a raíz de la muerte deFelipe III y la entronización del nuevo monarca. El escrito narra losacontecimientos más importantes ocurridos en la Corte en los primerosmomentos del reinado de Felipe IV. Quevedo, caído en desgracia por suimplicación en el "asunto Osuna," se encuentra entonces desterrado ensu señorío de la Torre de Juan Abad. En otro lugar he estudiado cómoQuevedo adscribe sus Anales a códigos del género histórico de la época.De esta forma legitima su escrito en tanto que texto de historia y davalidez así a sus pretensiones de verdad.

La concepción de la historia en Quevedo proviene de la tradiciónhumanística italiana, donde el texto historiográfico se concibe como unaguía de acción política fundamentada en la experiencia del pasado,integrada ésta como ejemplo de comportamiento para el político. Elhistoriador tiene la misión didáctica de rescatar del olvido losacontecimientos pretéritos para la enseñanza de la posteridad. La verdadhistórica, piedra angular del texto historiográfico, se considera entérminos de imparcialidad, de una escritura libre de prejuicios ypasiones, de amor y de odio. Con frecuencia, el historiador ha sidopartícipe, testigo de vista, de lo que cuenta, lo que suele interpretarsecomo una garantía de su conocimiento de lo acontecido. Todos estoselementos del texto historiográfico, el carácter didáctico aplicado a laesfera política, la preocupación por la posteridad, la concepión imparcialde la verdad y el protagonismo de don Francisco en algunos de loshechos que narra, están claramente expuestos en la elaborada yminuciosa declaración de género contenida en la dedicatoria y elprólogo, mostrando así la intención quevediana de que el texto searecibido como historia.

Pero el tema de la imparcialidad no se presenta exento de tensionesa pesar de las siguientes afirmaciones quevedianas incluidas en elexordio:

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Con intención desinteresada y con ánimo libre me hallo presentea lo que escribo.... Ni algún odio me hace sospechoso este discursopara creerle, ni lástima popular para disculparle. No esfuerzo lapureza de mi verdad por mi reputación.... Ni pondero ni disimulolas acciones. (193)

La compleja relación con la esfera del poder que tiene el escrito dehistoria barroco y su función predominantemente propagandística ylegitimadora problematizan aun más la imparcialidad y búsqueda de laverdad del historiador.

La selección del género histórico certifica aquí, en un gesto nodesprovisto de un carácter tautológico, la integridad de su imparcialidad.Al declarar Quevedo que escribe desinteresadamente lo que vioinsertándolo en un marco historiográfico minuciosamente establecido, ypor ser la historia un género que se fundamenta en la verdad imparcial,las afirmaciones contenidas en el texto deben ser consideradas entoncesverdad. En definitiva, la elección de género constituye en sí misma unaestrategia política.

Como vamos a ver a continuación, la paradoja se revela como unprocedimiento extraordinariamente fructífero para presentar ciertostemas donde no siempre Quevedo puede o quiere alcanzar esaprometida imparcialidad, o donde la verdad, por su carácter relativo,deviene problemática. Así, GA se elabora sobre un entramado deparadojas en el que desempeña un papel crucial la ambigüedad, querevela al tiempo que oculta las tensiones y contradiciones de la esferapolítica.

Determinados factores de la situación en que se escribe, como lacontemporaneidad de los acontecimientos narrados, el papel poco claroque desempeña el propio Quevedo en algunos de ellos, el importantepeso político que todavía ejercen ciertos personajes del relato —como donBaltasar de Zúñiga o el propio Olivares— y el carácter especial de lamonarquía, donde una censura al rey puede convertirse en una críticaa la institución monárquica, constituyen el trasfondo que provoca laconfiguración paradójica de tantas observaciones, reflexiones ydescripciones en GA. En esta ponencia, partiendo de esta hipótesis queGA afirma seguir los códigos de género histórico, me propongo estudiarla función de tres paradojas especialmente relevantes del escrito.

La paradoja es un recurso discursivo que propone una suerte de

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doble verdad, otra verdad posible, paralela y diferente de la opinióncomún, de la doxa, pero que sin embargo, no ataca directa o frontalmentela verdad establecida. El razonamiento paradójico apunta a unabúsqueda de posibles fundamentos de una verdad no inmediata, oculta.Así, la paradoja se elabora partiendo de una aparente contradicción quees resuelta mediante el proceso de interpretación. La tarea del intérpreteconsiste entonces en encontrar una paráfrasis que despeje y expliquedicha contradicción inicial. Una interpretación adecuada de los términoscontradictorios es lo que hace a la paradoja aceptable. Pero la paradojano proporciona un contexto suficiente para fijar en la escritura el sentidode las palabras o la extensión de los conceptos. Precisamente parafuncionar como paradoja debe dejar opciones abiertas; de ahí, suadecuación para reflejar en el plano textual una realidad políticaheterogénea y engañosa donde entran en conflicto las personalidades ylos intereses de los hombres que gobiernan y sus diferentes sistemas devalores.

Pero, si interpretar una paradoja es resolver o reducir la contradic-ción que contiene, otro aspecto esencial es que el proceso paradójicoexpone y resalta tal contradicción como artificio, como ingenio. En efecto,poniendo énfasis en el artificio de la disposición de los significantes,impide que el espíritu se pierda demasiado completamente en lasignificación y sus consecuencias. Es decir, su carácter autoreferencialdesvía la atención hacia la función estética. De este aspecto va a servirseQuevedo para censurar a Felipe III. La paradoja llama la atención sobresí misma en tanto que lenguaje y estimula, como corolario del procesointerpretativo que requiere la forma, una reflexión sobre el poder dellenguaje de engañar y disimular.2 Así, podríamos decir que en el planotextual, la paradoja funcionaría en GA como un correlato del arte deldisimulo o de la prudencia en el comportamiento político.

Durante el Renacimiento y a lo largo del Barroco se desarrolla unapredilección por el uso de la paradoja, una auténtica paradoxia epidémica.3

Respecto a la literatura político-histórica barroca, la paradoja, en tantoque recurso lingüístico generador de ambigüedad, constituye unmecanismo privilegiado para dar cuenta de los dilemas y resistenciasque conlleva inevitablemente el ejercicio del poder, en su aspectoirreductible a fórmulas constantes y permanentes. En cierta forma, laparadoja pone en evidencia la dificultad de los historiadores y escritorespolíticos del XVII de describir los acontecimientos políticos de acuerdo

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con una serie de normas estables y coherentes.La esfera del poder, en su dependencia de factores en constante

cambio y en su estrecha relación con tensiones creadas por fenómenostales como la conveniencia, la ambición, la vanidad, la envidia o lavenganza, se revela como un ámbito donde por sí solas son insuficienteslas virtudes cristianas. En consecuencia, no es posible la formulación deprincipios permanentes e invariables que posibiliten una interpretaciónracional del acto político. Al contrario, un adecuado comportamientopolítico necesita de cualidades y virtudes ambiguas, como la prudencia,la cautela, el disimulo, la desconfianza, la sagacidaz o la hipocresía,capaces de neutralizar y dominar las tensiones y resistencias a las que seenfrenta en cada circunstancia el hombre en el poder.

El escrito que aquí nos ocupa se inicia con dos paradojas formalesrelacionadas entre sí dentro de la misma oración. La tercera paradoja quevoy a estudiar más adelante consiste en todo un razonamiento paradójicosobre el encarcelamiento de Osuna.

La monarquía constituye el centro de gravedad del espacio textual.El narrador señala que escribe de dos reyes, uno, Felipe III, "que acabóde ser rey antes de empezar a reinar" y otro, Felipe IV, "que empezó areinar antes de ser rey" y añade que éste último "pervertido el orden dela sucesión (antes si es lícito decir, mejorado), es nieto que se introduceen padre de sus abuelos" (193).

La primera paradoja, una suerte de oxímoron --"rey que acabó de serrey antes de empezar a reinar y rey que empezó a reinar antes de serrey"— se elabora sobre la contraposición, por un lado, del comporta-miento político de padre e hijo, eficiente e ineficiente, y por otro, entreser rey y reinar. Uno es rey pero no reina y otro no es rey pero reina. Serrey es una circunstancia que no conlleva necesaria y desgraciadamente,parece sugerir Quevedo, reinar defacto mientras que reinar implica unaactitud política capaz de hacer frente a las tareas del gobierno coneficacia. Esta formulación paradójica pone de relieve la precocidad de unrey, Felipe IV y el carácter ejemplar para la posteridad de sus decisiones,al tiempo que indica la falta de ejemplaridad en otro rey, su padre.Asimismo, posibilita que la censura a la actuación de Felipe IIIintensifique el elogio al joven monarca, sin duda uno de los propósitoscentrales del escrito. También el movimiento paradójico que alaba aFelipe IV, descalifica por comparación a su padre e inversamente, lacensura al padre es asimismo encomio al hijo.

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Esta primera paradoja funciona restringiendo el significado de reinar;Quevedo ya no se refiere al hecho en sí —que todo rey reina, ya sea bieno mal por el hecho de ser rey—, sino únicamente a su aspecto moral, ala actividad ejecutada con acierto. La diferencia entre ostentar el cargoy desempeñarlo aparece aquí en una relación antitética, que se convierteen una abierta contradicción de los dos términos. Esta contradicción seresuelve en la persona de Felipe IV, que es rey por nacimiento y reina,es decir, no ha delegado el poder en un valido. En él vuelven a coincidirestos dos aspectos que estaban disociados en el reinado anterior, segúnquiere recalcar Quevedo. En efecto, la eventualidad de que un rey seinhiba de sus tareas y las consecuencias que esto conlleva para sussubditos constituyen una preocupación crucial, en un momento en queel poder estaba prácticamente controlado por los favoritos. En un doblemovimiento la paradoja, al tiempo que apunta el problema, se abstienede formularlo explícitamente y atenúa o desvía la atención de lasenormes consecuencias que implica. El propio don Francisco se refiereabiertamente a este asunto en otros lugares del texto, sin lograr dar unarespuesta clara al problema.

La idea de reinar como "oficio," la importancia de la diligencia ylaboriosidad del monarca, y el tema del rey débil e ineficaz dominadopor sus favoritos, constituyen, en efecto, una preocupación fundamentalde la doctrina política quevediana. Don Francisco considera que el reyes en su reino el vicario de Cristo y que esto implica tener que hacersecargo personalmente de las tareas de gobierno. Sin embargo, cuandoQuevedo se refiere al contexto específico del inhibido Felipe III, eldesacuerdo con la negligencia real se expresa sólo a través de una formaparadójica. La lacónica pero enérgica censura al apático Felipe III ponede relieve una tensión que la formulación paradójica que la contiene noanula por completo. Una crítica tan fuerte a un monarca —"rey que noreina"— remite inmediatamente, por el especial carácter providencial dela monarquía —el rey es intocable—, a una censura a toda la institución.4

Cuando se trata de aplicarlo a la compleja situación política que atraviesaEspaña hacia 16215 el precepto - a un rey débil se le debe sufrir—incansablemente expuesto en sus escritos doctrinales parece revelarsepoco apropiado. Quevedo no alude a él ni una sola vez en GA. Aquí, alcontrario, la paradoja, al permitir formular una censura, revelacontradicciones inherentes al sistema monárquico tal y como loconcebían Quevedo y gran parte de los teóricos políticos del siglo XVII

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español.Pero sólo la paradoja permite llegar tan lejos en la crítica a la

actuación de un rey; una censura explícita o directa a Felipe III, seríapoco probable dadas las condiciones de la época y ciertas característicasdel texto, como por ejemplo, estar dirigido a Felipe IV. También, sitenemos en cuenta la doctrina política quevediana expuesta en la Políticade Dios, es impensable que Quevedo quiera criticar directamente lainstitución. Pero, no obstante, la fisura que se produce aquí en ladoctrina, aparente no sólo para un lector del siglo XX sino posiblementetambién para el lector barroco y para el propio don Francisco, descubreprofundas contradicciones de la concepción providencialista de lamonarquía. El Quevedo analista de la situación específica del reinado deFelipe III parece tolerar tales contradicciones.

La segunda paradoja, "pervertido el orden de la sucesión (antes si eslícito decir, mejorado), es nieto que se introduce en padre de susabuelos" se elabora combinando dos planos, el del orden natural —abuelo, hijo, nieto— y el simbólico, constituido por las acciones del nieto,juzgadas dignas de las del padre de su abuelo, es decir, de Carlos V.

Mediante una suerte de genealogía "á rebours," la función de laparadoja es reforzar la filiación del joven rey e imprimir un sentido a laascendencia real, estableciendo como referencia la Casa de Austria. Asíse pone énfasis en una continuidad sin fisuras de la Corona. GAconstruye de esta manera una simetría entre las acciones del nuevo reyy sus antepasados en el trono. El vínculo dinástico de los Austria, queune a todos los monarcas entre sí, proporciona la referencia de actuación,lo que hay que conservar y lo que hay que restaurar, y es lo que guía yordena los actos del joven rey. Así, hay acciones que hay que deshacery otras que reproducir y hay una "ejemplaridad positiva" y otra"negativa."

Además de ensalzar a la Casa reinante, esta paradoja introduce unode los lugares comunes más frecuentes en la literatura política ehistoriográfica de la época: gobernar es restaurar, restituir. Laascendencia de nieto a bisabuelo postula en el espacio textual unaorganización no lineal sino circular del tiempo de los monarcas. Así, losprimeros días de reinado de Felipe TV no se describen como unaprogresión, sino como un proceso de restitución, una recuperación quese remonta en el tiempo con el fin de emular mejores momentos de laCasa de Austria y revivir las antiguas virtudes de los españoles, según

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Quevedo.6 GA presenta esta idea de restauración como depuración,destitución y castigo de los hombres corruptos del anterior gobierno.Afirma el texto que Felipe III le deja a su hijo "provincias que resucitasey vasallos que hiciese de nuevo" (212b); fortalecer la monarquía es"retrotraerla," "retirar los introducidos" y "restituir los apartados." Lasactuaciones de Felipe IV consisten en un deshacer lo anterior, en"desquitar" acciones no convenientes de su padre y se "reconocen" y leencomo una repetición y continuidad de comportamientos de sus gloriososantepasados en el trono.

El escrito se desenvuelve a partir de estas dos observacionesparadójicas iniciales que contrastan las acciones de Felipe IV, oponién-dolas, por una parte, a las del reinado anterior —reforzándose así laventaja actual— e insertándolas, por otra, en una línea de acción de todauna dinastía. Quien reina es la Casa de Austria. La primera paradojatiene una función dual de circunscribir, por un lado, un espacio político,el del rey que ejerce su poder, y por otro, de permitir contrastar dosactitudes regias. El desarrollo paradójico presenta desaprobación algobierno de Felipe III, que no sería lícito abordar de forma directa y enlenguaje transparente pero evita una censura directa a los fundamentosmismos de la monarquía. Al rey, aunque sea nefasto, no se le puedecriticar, explica Quevedo, rechazando así de antemano los ataques quese le pudieran hacer teniendo en cuenta que uno de los más importantesnúcleos temáticos de GA es la narración de los aciertos de Felipe IV encontraste con los desaciertos de su débil padre. Presentando la cuestióndesde un punto de vista paradójico, estableciendo un vínculo entredistintos reyes y marcando al tiempo una oposición, el discurso puedesignificar desaprobación de determinadas acciones reales, sin por ellocuestionar abiertamente a la institución en sí misma.7 El condenarcomportamientos regios parece consistir más que nada en saber utilizaruna apropiada estrategia textual.

La tercera paradoja que voy a presentar tiene una forma y funciónmuy diferentes de las dos anteriores. En este caso, la observación serefiere a don Pedro Girón, Duque de Osuna, que se encuentra en esemomento encarcelado. Aquí no se trata ya de una paradoja formal sinode toda una explicación elaborada en forma paradójica y que, comoveremos, se construye sobre una indeterminación semántica de términosclave. El razonamiento paradójico consiste, en esencia, en afirmar que sibien el Duque no es culpable de los delitos que se le imputan, está

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encarcelado con justicia y, además, la prisión le favorece. Quevedoaprueba el proceso, defiende la fidelidad de Osuna y señala que "elencarcelamiento de su cuerpo es restitución de su honra," y que elDuque está en la fortaleza "si con menos comodidad, con másreputación" (201b).

Don Francisco no se manifiesta en contra de la resolución real que haordenado la detención pero, viejo amigo de Osuna e implicado tambiénen el asunto, tampoco afirma que el Duque sea culpable. Quevedo indicaque "en cuanto al derecho, con modestia se justificó la prisión y losaccidentes de ella" (197a), al tiempo que subraya que la actuación deOsuna ha sido honrada, y que "su alma, fidelidad y reputación, sonirreprochables" (197b).

El carácter paradójico de esta afirmación —encarcelar a un no culpablepuede constituir un acto justo— permite desviar la atención del aspectocentral, es decir, intentar realmente aclarar cuáles son las verdaderascausas de la prisión del Duque y si éste es inocente o culpable. La ideamisma de culpabilidad queda relegada, anulada o encubierta tras laparadoja de la exposición. Pero en cambio se pone el énfasis en layuxtaposición de dos planos contradictorios. Y ello apunta más o menosabiertamente al conflicto que se está produciendo aquí entre dos sistemasde valores diferentes, quizá irreconciliables: los valores periclitados del"resuelto" y "gallardo" Osuna, un buen militar que se guía exclusiva-mente por su aristocrática conciencia pero carece de virtudes políticas,8

y lo que Quevedo denomina "los jueces y las leyes," representantes deotra forma de entender la política. Quevedo presenta a un Osuna incapazde calibrar los cambios políticos que se están llevando a cabo y por ello,incapaz de reaccionar en consecuencia:

...no ignoraba el Duque estas cosas y erró en presumir que suconciencia valía por todos los testigos, y que su grandeza yservicios eran de satisfacción de todo. Y así, no hizo defensaalguna, remitiéndose al desprecio que hacia de estas persecu-ciones; y como las leyes ni los jueces no se gobiernan porconciencias, vino el Duque a quedar desabrigado y sin respuestaa las acusaciones. (198b)9

Quevedo es consciente del conflicto entre la mentalidad del viejoaristócrata y los cambios de actitud que intenta introducir el nuevo

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gobierno y de los dilemas que esto plantea. Presentar el problema bajoun aspecto paradójico evita, en cierto modo, el tener que resolverlo. Adon Francisco no le interesa formular una verdad sino poner enevidencia las tensiones que la recubren. No toma partido en el asunto yaque, gran defensor de los valores que representa Osuna, se encuentra éltambién en el centro de la misma disyuntiva. Sin embargo, en el relatoque presenta en GA de sus negociaciones en Madrid como secretario delDuque, especialmente en el episodio de su encuentro con Uceda,Quevedo se retrata como un político sagaz, astuto y de una gran malicia.

En realidad, la paradoja no remite a una situación en sí mismaparadójica, sino que refleja una situación que admite una descripciónparadójica, a causa de la flexibilidad e instabilidad que tienen en elrazonamiento términos como, en este caso, fidelidad, reputación,culpable, delito, justicia, reinar.10

La utilización de la paradoja como recurso para presentar losacontecimientos ocurridos en la Corte madrileña en 1621 configura GAcomo un complejo tejido de estrategias con una función similar a lasestrategias políticas en el ámbito del poder. Así, el plano del lenguajemismo, en su capacidad para disimular, encubrir y destacar el aspectorelativo de la verdad, constituye una transposición de posturas políticasque caracterizan la lucha por el poder. Concluyendo, en GA lejos de lasconstrucciones doctrinales de la Política de Dios, la esfera de la política sepresenta como un mundo esencialmente contradictorio y opaco.

Notas

1 Cfr. mi tesis doctoral presentada en la Universidad de California, Santa

Bárbara, junio 1991. Todas las citas de Quevedo son de la edición de

Fernández Guerra (Madrid: Ribadeneira, 1852).

2 Quevedo trata bastante ambiguamente en sus escritos político-históricos el

tema del disimulo. Si bien lo condena desde un punto de vista moral, lo

juzga necesario y útil desde el aspecto político; afirma en Marco Bruto, "La

hipocresía exterior, siendo pecado en lo moral, es grande virtud política.... El

que sabe ser dos, en una acción se guarda las espaldas, con lo que finge, en

lo que traza" (717).

3 Rosalie Colie, Paradoxa epidémica. The Renaissance Tradition of Paradox

(Princeton: Princeton UP, 1966).

4 Qué hacer cuando un rey es ineficaz constituye el problema crucial que

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encubre semejante crítica.5 Véase J.H. Elliott, Spain and its World, 1500-1700 (New Haven: Yale UP, 1989).6 Restaurar y conservar —mantenere lo stato —, ideas que constituyen una

constante desde finales del siglo XVI, se sitúan en el propósito central de lostextos de los arbitristas. Así, Sancho de Moneada titula su escrito RestauraciónPolítica de España y González de Cellorigo subtitula su Memorial "útilrestauración a la República de España."

7 Por ello, GA constituye tanto un escrito de alabanza al joven monarca comode seria preocupación por las consecuencias políticas que acarrea un reydébil, que se centra en el eficaz y correcto desempeño de la política, no de lasvirtudes cristianas morales. La reflexión quevediana separa aquí netamentelos ámbitos de la moral y la política práctica.

8 Los múltiples elogios que le dedica Quevedo a lo largo de su obra se refierensiempre exclusivamente a su talento militar y no a su habilidad comopolítico.

9 El aspecto paradójico que imprime Quevedo a la prisión de Osuna no apareceen los otros textos historiográficos de la época, como Céspedes y Meneses,Almansa o Malvezzi.

10 Quevedo asume la "inculpabilidad," ya que no menciona el término inocencia,de forma equívoca. Observa que la condena responde a la persecución de losnapolitanos, silencia los motivos, que se reducen a "haber consentido de unGenuino, letrado napolitano ... algunas lisonjas atrevidas, y que no le habíacastigado" (198a), y no habla de qué comportamientos del Duque puedenhaber provocado la reacción de la justicia. La información proveniente deÑapóles es despachada para justificar la entrada del cardenal Borja, no paraprobar acusaciones contra Osuna: "Yo veo que todo es invención de un reino"(202a) razonamiento endeble que se contradice con las "relaciones autorizadascon pruebas contra la honra y fidelidad del Duque" (201b).