card. burke «amoris laetitia» y la enseñanza y práctica constante de la iglesia
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8/18/2019 Card. Burke «Amoris Laetitia» y La Enseñanza y Práctica Constante de La Iglesia
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Cardenal Raymond Leo Burke
Patrón de la Soberana Militar
Orden de Malta
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(09/10/15)
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Amoris Laetitia
«Amoris Laetitia» y la enseñanza y prácticaconstante de la IglesiaLa Exhortación Apostólica post-sinodal puede ser correctamente interpretada, en cuanto
documento no magisterial, solamente usando la llave del Magisterio como está explicado en el
Catecismo de la Iglesia Católica13/04/16 12:23 AM
Los medios laicos y también algunos medios católicos están
interpretando la reciente Exhortación Apostólica Post-Sinodal
Amoris Laetitia («Sobre el amor de la familia») como una
revolución en la Iglesia, como un radical alejamiento de la
enseñanza y de la praxis de la Iglesia, sobre el matrimonio y la
familia, tal y como se ha transmitido hasta ahora. Una lectura del
documento hecha de este modo es motivo de preocupación y de
confusión para los fieles, y también potencialmente de posible
escándalo no sólo para los fieles sino también para todas las
personas de buena voluntad que esperan de Cristo y dela Iglesia la fuente de enseñanza y reflejo de vida
verdadera respecto del matrimonio, sus ritos y de la vida de
la familia, célula primaria de la vida de la Iglesia y de toda
sociedad.
Es también un mal servicio a la naturaleza deldocumento, como fruto del Sínodo de los Obispos: un encuentro
de prelados que representa a la Iglesia universal «para prestar
ayuda con sus consejos al Romano Pontífice en la salvaguarda y en
el incremento de la fe y de las costumbres, en la observancia y en
la consolidación de la disciplina eclesiástica y, además, paraestudiar los problemas que resguardan la actividad de la Iglesia en
el mundo» (canon 342). En otras palabras, existiría una
contradicción con el trabajo del Sínodo al generar confusión sobre
lo que la Iglesia enseña, tutela y promueve con su disciplina. La única llave para lacorrecta interpretación de Amoris Laetitia es la enseñanza constante de laIglesia y de su disciplina que protege y promueve esta enseñanza. El Papa Franciscoha clarificado desde el inicio que la Exhortación Apostólica Post-sinodal no esun acto de Magisterio (cf. n. 3).
La tipología misma del documento confirma esto mismo. Está escrito como una
reflexión del Santo Padre sobre el trabajo de las últimas dos sesiones del Sínodo de losobispos. Por ejemplo, en el capítulo octavo, que a algunos les gusta interpretar como objeto
de una nueva disciplina con implicancias obvias para la doctrina de la Iglesia, el Papa
Francisco, citando la Exhortación Apostólica post-sinodal, Evangelii Gaudium, afirma:
«Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión
alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el
Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa
claramente su enseñanza objetiva, «no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de
mancharse con el barro del camino» (n. 308).
En otras palabras, el Santo Padre está proponiendo aquello que él
personalmente piensa que es la voluntad de Cristo para su Iglesia, pero nointenta imponer su punto de vista ni condenar a aquellos que insisten sobre aquella que
él llama «una pastoral más rígida». La naturaleza personal, es decir, no magisterial del
documento, emerge también del hecho que las citas utilizadas provienen principalmente del
documento final de la sesión 2015 del Sínodo de los Obispos, o bien de los discursos u
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homilías del mismo Papa Francisco. No hay tampoco una intención constante de unirel texto en general a las citas al Magisterio, a los Padres de la Iglesia y a otrosautores probados.
Además de todo, como hemos evidenciado arriba, un documento que es fruto del Sínodo de
los Obispos, debe ser siempre leído a la luz de la finalidad del mismo Sínodo, o sea,
la tutela y la promoción de aquello que la Iglesia ha siempre pensado y practicado
conformemente a su enseñanza. En otras palabras, una Exhortación Apostólica post-sinodal, por su propia naturaleza, no propone una nueva doctrina y una nueva
disciplina, sino que aplica la doctrina y la disciplina constantes a las situaciones del mundocontemporáneo.
Entonces, ¿cómo debe ser recibido este documento? Antes que nada, debe serrecibido con el profundo respeto debido al Romano Pontífice en cuanto Vicariode Cristo, que es, según las palabras del mismo Concilio Ecuménico Vaticano II,
«perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad tanto de los obispos como de la
multitud de los fieles» ( Lumen Gentium, n. 23).
Algunos comentaristas confunden este respeto con una presunta obligación decreer «por fe divina y católica» (can. 750, § 1) todo lo que está contenido en el
documento.Pero la Iglesia Católica, mientras insiste acerca del respeto debido al Oficio
petrino en cuanto instituido por Nuestro Señor, jamás ha sostenido que todaafirmación del Sucesor de San Pedro deba ser recibida como parte de suMagisterio infalible.
La Iglesia históricamente ha sido sensible a aquellas tendencias erróneas que
interpretaban toda palabra del Papa como vinculante para la conciencia, cosa que
es ciertamente absurdo. Según la enseñanza tradicional, el Papa tiene dos «cuerpos», uno en
cuanto miembro individual de los fieles y por lo tanto sujeto a la mortalidad y otro en
cualidad de Vicario de Cristo en la Tierra, y esto, según la promesa de Nuestro Señor,
perdurará hasta su regreso en la gloria. El primer cuerpo es su cuerpo mortal; el segundo es
la institución divina del Oficio de San Pedro y de sus sucesores. Los ritos litúrgicos y los
hábitos que revisten al Papa subrayan tal distinción, de modo que una reflexión personaldel Papa, mientras es recibida con el respeto debido a su persona, no debe serconfundida con la fe vinculante debida al ejercicio del Magisterio. En el ejercicio
del Magisterio, el Romano Pontífice como Vicario de Cristo actúa en una interrumpida
comunión con sus sucesores a partir de San Pedro.
Recuerdo la disputa que acompañó la publicación de las conversaciones entre el beato Pablo
VI y Jean Guitton en 1967. La preocupación residía en el peligro en que los fieles habrían
confundido las reflexiones personales del Papa con la enseñanza oficial de la Iglesia. Si por
un lado el Romano Pontífice tiene reflexiones personales que puedan ser interesantísimas y
estimulantes, la Iglesia debe estar siempre atenta para señalar que la publicaciónde tales reflexiones es un acto personal y no un ejercicio del Magisterio Papal.Diversamente, cuantos no comprenden la distinción o no la quieren comprender,
presentarán tales reflexiones y también anécdotas del Papa como declaraciones de un cambio
de doctrina de la Iglesia, causando gran confusión a los fieles. Una confusión tan dañina para
los fieles que debilita el testimonio de la Iglesia como Cuerpo de Cristo en el mundo.
Con la publicación de Amoris Laetitia, el objetivo de los pastores y de aquellos queenseñan la fe es el de presentarla en el contexto de la enseñanza de la disciplinade la Iglesia, de modo que esté al servicio de la edificación del Cuerpo de Cristo en su
primera célula vital, es decir, el matrimonio y la familia. En otras palabras, la Exhortación Apostólica post-sinodal puede ser correctamente interpretada, en cuantodocumento no magisterial, solamente usando la llave del Magisterio como está
explicado en el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 85-87).
La doctrina oficial de la Iglesia, de hecho, provee la insustituible llave interpretativa de la
Exhortación Apostólica, de modo que pueda verdaderamente servir al bien de todos los
fieles, uniéndolos aún más estrechamente a Cristo, que es nuestra única salvación. Nopuede existir oposición y contradicción entre la doctrina de la Iglesia y la de su
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praxis pastoral, desde el momento en que, como recuerda el Catecismo de la Iglesia
Católica, la doctrina es naturalmente pastoral:
«La misión del Magisterio está ligada al carácter definitivo de la Alianza instaurada por Dios
en Cristo con su Pueblo; debe protegerlo de las desviaciones y de los fallos, y garantizarle la
posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica. El oficio pastoral del Magisterio está
dirigido, así, a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera. Para
cumplir este servicio, Cristo ha dotado a los pastores con el carisma de infalibilidad en materia
de fe y de costumbres. El ejercicio de este carisma puede revestir varias modalidades» (n. 890).
Se puede ver la naturaleza pastoral de la doctrina, en manera elocuente, en laenseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y sobre la familia. Cristo mismomuestra la profunda naturaleza pastoral de la verdad de la fe en su enseñanzasobre el santo Matrimonio en el Evangelio (cf. Mt 19, 3-12), en el cual enseña
nuevamente el plano de Dios sobre el matrimonio «desde el principio». Durante los últimos
dos años, en los cuales la Iglesia se ha visto envuelta en una intensa discusión sobre el
matrimonio y la familia, he recordado a menudo un episodio de mi infancia. He crecido en
una granja familiar en las afueras de Wisconsin; era el más joven de seis hijos de buenos
padres católicos. La Misa dominical de las 10 AM en la parroquia vecina de nuestro pueblito,
era claramente el corazón de nuestra vida de fe; cierta vez, me percaté que una pareja amiga
de mis padres provenientes de una granja vecina, asistía siempre a la Santa Misa, pero jamás
comulgaba. Cuando pregunté a mi padre por qué no recibían la Comunión, él me explicó que
el hombre se había casado con otra mujer y que por eso no podía recibir los sacramentos.
Recuerdo claramente que mi padre me explicó la praxis de la Iglesia y la fidelidad
a su enseñanza de un modo sereno. La disciplina obviamente tenía un significado para él y
tenía un significado para mí; de hecho, su explicación fue la primera ocasión que me permitió
reflexionar sobre la naturaleza del matrimonio como unión indisoluble entre marido y mujer.
Al mismo tiempo debo decir que el párroco trataba a dicha pareja con un gran respeto,
incluso hasta formaban parte de la vida parroquial en la modalidad apropiada al estado
irregular de su unión. Por mi parte, he tenido siempre la impresión de que, si bien debió
haber sido verdaderamente difícil no poder recibir los Sacramentos, ellos estaban tranquilos
al vivir según la verdad de su situación matrimonial.
Durante de más de cuarenta años de vida y ministerio sacerdotal, veintiuno de los cuales he
desempeñado en el ministerio episcopal, he conocido muchas otras parejas en situaciones
irregulares, por las cuales yo u otros de mis hermanos hemos debido ejercer el cuidado
pastoral. Si bien su sufrimiento era evidente para cualquier alma compasiva, he visto siempre
más claramente con los años, que el primer signo de respeto y de benevolencia en larelación con ellos es decirles la verdad con amor. De esa manera, la enseñanza de la
Iglesia no resulta una cosa que aflige sino que, incluso, libera para amar a Dios y a su
prójimo.
Podría ser de ayuda ilustrar con un ejemplo la necesidad de interpretar el texto Amoris
Laetitia a la luz del Magisterio. En el documento existen frecuentes referencias al «ideal»del matrimonio. Una descripción así del matrimonio puede ser desviada. Puede
conducir al lector a pensar en el matrimonio como una idea eterna, a la cual los hombres y
las mujeres deban más o menos conformarse en las circunstancias cambiantes. Pero elmatrimonio cristiano no es una idea; es un sacramento que confiere la gracia enun hombre y en una mujer para vivir en un fiel, permanente y fecundo amorrecíproco. Toda pareja cristiana válidamente casada, desde el momento del
consentimiento, recibe la gracia de vivir en el amor que se han prometido recíprocamente.
Así como todos sufrimos los efectos del pecado original y porque el mundo en que vivimos se
hace autor de una visión completamente diferente del matrimonio, los esposos están
tentados de traicionar la realidad objetiva de su amor. Pero Cristo les da siempre la
gracia de permanecer fieles a aquel amor hasta la muerte. La única cosa que lospuede limitar en su respuesta fiel es alejarse de la correspondencia a la graciadada en el sacramento del Santo Matrimonio. En otras palabras, su dificultad no está
en cierta idea que les ha impuesto la Iglesia. Su lucha es con aquellas fuerzas que los
conducen a traicionar la realidad de la vida de Cristo en ellos. En los años y particularmente
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en los últimos dos años, he encontrado a muchos hombres y mujeres que por diversas
razones, se han separado o se han divorciado de sus cónyuges, pero que están viviendo en la
fidelidad a la verdad de su matrimonio y continúan rezando cada día por la eterna salvación
de su cónyuge, incluso si él o ella lo ha abandonado. En nuestras conversaciones, ellos
reconocen el sufrimiento en el cual se encuentran, pero sobre todo la profunda paz que
experimentan al permanecer fieles al propio matrimonio.
Algunos piensan que una postura tal respecto de la separación o el divorcioimplica un heroísmo que, el común de los fieles, no está dispuesto a alcanzar, pero en
verdad, todos estamos llamados a vivir heroicamente, en cualquier estado de vida. El PapaSan Juan Pablo II, en la conclusión del Gran Jubileo del 2000, refiriéndose a laspalabras de Nuestro Señor que concluyen el Discurso de la Montaña –«Sedperfectos como vuestro Padre es perfecto» (Mt 5, 48) – nos ha enseñado la naturaleza
heroica de la vida cotidiana en Cristo con estas palabras:
«Doy gracias al Señor que me ha concedido beatificar y canonizar durante estos años a tantos
cristianos y, entre ellos a muchos laicos que se han santificado en las circunstancias más
ordinarias de la vida. Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este «alto
grado» de la vida cristiana ordinaria. La vida entera de la comunidad eclesial y de las familias
cristianas debe ir en esta dirección» ( Novo Millennio Ineunte, no. 31).
Encontrando hombres y mujeres que, a pesar de una ruptura en la vida matrimonial,permanecen files a la gracia del sacramento del Matrimonio, yo he sido testigo de la vidaheroica que la gracia nos hace posible cada día.
San Agustín de Hipona, en una predicación para la fiesta de San Lorenzo,Diácono y Mártir, en el año 417, utiliza una bellísima imagen para darnos ánimo en
nuestra cooperación con la gracia que Nuestro Señor ha obtenido para nosotros con su
Pasión y su Muerte. Él nos garantiza que, en el jardín del Señor no están sólo lasrosas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes, las hiedras de losesposos y las violetas de las viudas. Y por eso concluye que ninguno deberíadesesperar respecto de la propia vocación porque «Cristo murió por todos»(Sermón 304). La recepción de Amoris Laetitia, en fidelidad con el Magisterio, pueda
confirmar a los esposos en la gracia del sacramento del Santo Matrimonio, de modo que ellos
puedan ser signo del amor fiel y duradero de Dios con nosotros «desde el principio», un
amor que ha alcanzado su plena manifestación en la Encarnación redentora del Hijo de Dios.
Que el Magisterio, como llave de su compresión, haga que «el Pueblo de Dios permanezca en
la verdad que libera» (Catecismo del Iglesia Católica, n. 890).
+ Raymond Leo Burke Cardenal, Patrono de la Soberana Orden militar de
Malta
Traducción al castellano de P. Javier Olivera Ravasi
Fuente:http://www.ncregister.com/daily-news/amoris-laetitia-and-the-constant-teaching-
and-practice-of-the-church/
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