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CAPITULO L I X
EL SEMINARIO DE SANTO TORIBIO
TlfclO solo por sus vinculaciones con la Universidad, sino porque fué un cen-
* ' tro de enseñanza que preparó muchas generaciones, que contribuye-
ron al progreso del Perú, debemos destacar el Seminario de Santo Toribio,
junto a los colegios que desempeñaron un rol prominente formando el es-
píritu de quienes dirigieron la vida en la Colonia.
En cumplimiento de la real cédula de 29 de setiembre de 1582, se reu-
nió en Lima, el tercer Concilio eclesiástico. En esta asamblea de religiosos
se acordó la fundación de seminarios para la formación del clero que de-
bería actuar en tierras de Indias. Con el fin de que el proyecto se convir-
tiera en realidad se designó a los prebendados Cristóbal de León, Cristóbal
Medel y don Juan Balboa, para que procedieran a formular las bases que
servirían para fundación del seminario de Santo Toribio.
Tanto porque nada podía hacerse sin el beneplácito del Rey, cuanto
porque se debía acatar la autoridad del Real Patronato, Santo Toribio se di-
rigió al monarca expresándole que las decisiones del Concilio de Tremo,
sobre los seminarios de clérigos en ninguna parte era mas premiosa su fun-
dación que en las Indias. Tratándose de tierras nuevas, para la difusión
del Envangelio, creía que había que formar clérigos que fueran capaces de
confianza, en lugares donde las ocasiones se presentaba con gran facilidad
para ser absorbidos por vicios y tentaciones. Agregaba que había que edu-
car con mucho cuidado "a la juventud de estas partes".
A través de la correspondencia, cursada por Santo Toribio, al Rey,
se ve que el Arzobispo, ofrece asumir las mayores responsabilidades econó-
micas en la obra del seminario. Le recuerda, además, que don Francisco de
Toledo, proyectó fundar un seminario en la Universidad, afirmando que
gran parte de la obra, es decir, los edificios y celdas, ya se encontraban cons-
rrurdos.
En enero de 1591 comenzó sus funciones el cuarto concilio de Lima.
Sus deliberaciones duraron hasta el 15 de marzo del mismo año. Los ecle-
EjruigTircn. - Slítlo X V I .
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siásticos decidieron, en aquellas sesiones religiosas, fundar el Colegio Se
minario. El Arzobispo, don Toribio de Mogrovejo, tanto porque compren
día los servicios útiles que prestaría a los propósitos de la Iglesia, cuanto
porque así lo acordaban el Concilio de Trento y los concilios de Lima, fun
dó el Seminario en homenaje al obispo de Astorga, que se había distingui
do en combatir, en el siglo IV, las herejías de Prisciliano. Se reglamentó
el uso del uniforme: la opa sería color pardo y la beca azul, en la que se gra
baría las armas reales. Como el concilio había ordenado la fundación y
el arzobispo ejecutaba las órdenes de la reunión de los religiosos, en el edi
ficio se colocaron las armas de la familia del Arzobispo, teniendo en cuenta
el patronato sobre los diezmos. En un capítulo de carta que Su Majestad
escribió al Virrey, en 30 de octubre de 1591, le ordenó que dejase al Pre
lado la nominación de colegiales y ministros del Seminario.1
Los Reyes de España, eran celosos defensores de los derechos del Patro
nato Real. Cuando el Marqués de Cañete envía un capitán al mando de un
escuadrón para que destruyan conjuntamente con algunos picapedreros, las
armas grabadas en piedra, del Arzobispo, interpreta el espíritu del monar
ca, que en este punto no cedía lo más mínimo.2 E l 20 de mayo de 1592, por
lo mismo, se expide cédula real en Burgos, por Felipe I I , en virtud de la
cual el Rey se erige en patrón del Seminario de Santo Toribio. En esta
forma el colegio para clérigos quedaría bajo la protección real. En la mis
ma cédula se declaraba que la administración y dirección del Seminario co
rrespondía al arzobispado, facultándolo para que pudiera poner sus armas
en el frontis del edificio; pero siempre que fueran colocadas por debajo
de las armas reales. E l Arzobispo, considerando que la decisión del monar
ca implicaba un desaire a su autoridad eclesiástica, se ve obligado a clausu
rar la institución docente, permaneciendo en este estado durante dos años.
Como el incidente, entre el Virrey y el Arzobispo, sobre la destrucción
de las armas de Santo Toribio, había tenido repercusiones enojosas, Felipe
I I , expide otra real cédula el 8 de junio de 1592, con el propósito de que
no exista la menor duda sobre los derechos de patronazgo del Rey, que de
ben ejercerse en cuantas oportunidades sea necesario. Los términos de la
cédula rezaban así: "en los colegios Seminarios se pongan nuestras armas
Reales, ocupando el lugar más prominente en reconocimiento del patro
nazgo universal, que por derecho y autoridad apostólica nos pertenece en to
do el estado de las Indias; y permitimos a los prelados que puedan poner las
suyas en lugar inferior, etc.".
1
Ver esta Real Cédula en el Cedulario Indiano recopilado por Diego de Enci
nas (1596). 2
Las Calles de Lima, pág. 259, por Multatuli.
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Y , para no dejar lugar a dudas, manda por R. C. de Tordesillas a 22 de
junio de 1592 que el arzobispo de Santo Domingo procure fundar en esa
ciudad un Colegio Seminario. En R. C de Segovia a 8 de junio de 1592
manda al Dr. Antonio González que provea se ponga en ejecución la funda-
ción de colegios seminarios y dé favor y auxilio para ello a los Prelados.
El Marqués de Cañete escribió a Su Majestad, una carta el 19 de Enero
de 1593, en la que, en el capítulo 8, dice lo siguiente: "8—Mándame V.
M. que no me entrometa en la nominación ni presentación de los colegiales
seminarios; yo lo cumpliré así y, hasta ahora, no veo poblado ninguno, an-
tes se llevan los Prelados lo que para esto está aplicado y se reparte".
En carta del Virrey, de fecha en F,l Callao a 16 de Abril de 1598, que
está, en el Archivo de Indias, en el legajo titulado Lima 33, libro de 1598,
dice el Virrey lo siguiente, en el capítulo VIII :
"VIH—En cumplimiento de lo que V. M. me mandó por su Cédula,
hice llamar a mi aposento al Arzobispo de Lima y, en presencia del de Méxi-
co, se la leí y advertí, conforme a ella, como consta del auto que va a las
espaldas de la misma".
La R. C. de fecha en Aceca a 28 de abril de 1596 y dirigida al arzobis-
po de Lima, le ordena acudir a donde le llamase el Virrey para decirle lo
aue S. M. le enviaba a mandar, que era reprenderle por haber escrito a Su
Santidad cosas inciertas; y, al dorso de la R. C. está el auto de fecha en Los
Reyes a 14 de marzo de 1598, haciendo relación de haberse cumplimentado
la orden de Su Majestad, y con las firmas originales de don Luis de Velas-
co, el santo Arzobispo de Los Reyes y el Arzobispo de México.
Siempre la sabiduría, la santidad, el decoro deben ser humilladas para
brillar con luz propia.
La conducta del Virrey, que había provocado una situación un poco
confusa, respecto del Arzobispo Santo Toribio, que originó la amonestación
real, urgió a éste a escribir al monarca, el 10 de marzo de 1594, con el doc-
tor Antonio de Valcázar, con el fin de que los sucesos fueran apreciados
con justeza y dentro de la realidad. Su carta al Papa no había sido inter-
pretada según la intención con que la escribió. Al Rey, por eso, le escri-
be: "El enemigo hombre procura sembrar zizaña para que los que bien ha-
cen sus oficios desistan de sus buenos deseos y propósitos.. .si a Vuestra Al-
teza la parece que no soy merecedor de lo que tengo, mándeme Vuestra Al-
tera y Su Santidad licencia para poderlo dexar y recoxerme a alguna
parte para quitarme destas pesadumbres y cuidados... deseando que Nues-
tro Señor alumbre el entendimiento a todos y perdone a los que hubieren
errado levantándome tan grandes testimonios y referido cosas contra la ver-
dad, y quales ayan sido sus intenciones buenas o malas Dios lo sabrá.".
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¿Quiénes eran los errados? E l Rey, el Virrey o quienes preparaban la in-
sidia contra él Arzobispo? En todo caso está llano a dejar sus obras para
marcharse a cualquier sitio con tal de que vuelva a su alma la tranquilidad.
¿Fué fundado inmediatamente el Seminario como lo dispusieron los
religiosos que tomaron parte en los concilios realizados en Lima? Parece
que no fué así porque en 29 de diciembre de 1593, en Madrid, el Rey expi-
dió una cédula real dirigida al Arzobispo en la que expresaba que no se
habiau cumplido los acuerdos del Concilio, pues no estaba fundado el co-
legio ni las rentas destinadas a él se empleaban como debieran ser." Y por
ser esta cosa de tanta importancia, y a la que principalmente se debiera ha-
ber acudido; tenía yo entendido muy asentada; y porque no es justo que
se dilate ni que se sienta y note de vos semejante descuido, en materia tan
escrupulosa y de tanta obligación; os ruego y encargo deis orden en que
luego se pueble el dicho Colegio Seminario y se ocupe en el sustento de
los Colexiales la Renta que le está aplicada, y los demás que le pertenece y
está repartido; y de haberlo hecho me avisaréis en la primera ocasión". E l
tenor de la misma cédula sería enviada a los obispos de Charcas, de Santia-
go de Chile, Quito, Cuzco, Tucumán y la Imperial de Chile. (A. G. I . L i -
bro 15. folio 170. Lima 570-109-7-6).
Como todos los eclesiásticos eminentes que vinieron al Perú, Toribio
Alonso de Mogrovejo, anduvo preocupado por la salvación de las almas
de los naturales, por sus buenas costumbres y por su devoción a la religión
católica. E l 5 de junio de 1593, por eso, haciendo uso del Breve del Papa,
confirió al maestro Alonso de la Huerta la facultad de poder absolver a los
indios de ambos sexos. La absolución comprendería los crímenes de here-
jía, cisma, idolatría y de todos los demás casos que se reservaban a la Sede
Apostólica.
Alonso de la Huerta, que era un quechuista que dominaba el conoci-
miento de la lengua de los indios, recibió la aprobación del Arzobispo don
Toribio de Mogrovejo, para ejercer la cátedra de quechua que se enseñaba
en la Iglesia Catedral de Lima, el 15 de enero de 1592. Los edictos fueron
colocados para que pudieran presentarse otros pretendientes a la cátedra.
Sólo el maestro Alonso de la Huerta fué quien se presentó como aspirante.
£1 examen fué rendido ante el Arzobispo y en presencia del arcediano Juan
Velásquez, del doctor Estéban Fernández Vozmediano, del canónigo Cris-
tóbal de León, del doctor Juan Díaz de Aguilar y de los padres Juan Ruiz
Flores, Hernando de Góngora y Gutiérrez de Castro. Todo estos persona-
je eclesiásticos dominaban la lengua quechua. Estaban, por consiguiente,
en aptitud de apreciar las condiciones de maestro y la capacidad del padre
Alonso de Huerta. E l Arzobispo nombró, en vista de las pruebas a que se
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había sometido, para la cátedra de lengua quechua que se enseñaría en la
Catedral, al padre Alonso de Huerta. El salario que debía percibir el ca*
tedrático se pagaría con los bienes del propio Arzobispo.
Fué el espíritu organizador de Santo Toribio, el que concibió las Cons-
tituciones y la forma como debería funcionar el Seminario. Cuando se ini-
ció el desarrollo de las actividades docentes el colegio contaba con 27 alum-
nos y familiares. Muchos de estos eran hijos de conquistadores.
E l primer Rector del seminario de Santo Toribio fué el bachiller Fer-
nando de Guzmán, peruano de nacimiento, pues vino al mundo en la ciu-
dad de Lima y de padres españoles. Había estudiado, como eclesiástico, en
España. Cuando regresó al Perú, el Arzobispo Toribio de Mogrovejo com-
prendiendo sus condiciones para la enseñanza, lo designó para el cargo de
Rector del seminario, en 1591. Este mismo Fernando de Guzmán llegaría
a ser Rector de la Universidad de San Marcos en 1608 y en 1624. Ocupó
otros cargos prominentes, como Provisor y Vicario General de la Arquídió-
cesis. Falleció en Lima, en 1688. Desde que ocupara el cargo de primer
Rector doctor Guzmán, hasta la celebración del tercer centenario de la muer-
te del Arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, el seminario estuvo ocupado
por nías de cuarenta rectores.
Los estudiantes del seminario de Santo Toribio, que aspiraban al docto-
rado en Teología, llevaban a cabo sus estudios en la Facultad respectiva de
la Universidad de San Marcos. Se hallaban obligados a asistir a la aper-
tura, la clausura y todos los actos públicos que se verificasen en la Univer-
sidad.
Los catedráticos de la Facultad de Teología, enseñaban los cursos de
esta Facultad, en el colegio seminario a donde se trasladaban para cumplir
sus funciones docentes. Quiere decir que desarrollaban una doble tarea:
enseñar en la Facultad y también en el seminario.
Tratándose de las cátedras, que corrían a cargo de los clérigos, surgie-
ron antagonismos con los miembros de las demás órdenes religiosas. Los
puntos de vista debieron ser irreductibles, pues recurrieron ante el Rey, por
cuanto a los clérigos no se les dejaba ejercer sus funciones de catedráticos
con tranquilidad. En muchas oportunidades los religiosos vencían con los
votos de estudiantes y doctores, saliendo derrotados los clérigos. La real cé-
dula de 4 de octubre de 1653, agregaba: "de que no se guardaba justicia
siendo la causa el haber crecido el número de doctores y estudiantes que
tienen voto en los Religiosos, con que en juntándose dos de ellos, como
cada día los hacían para votar por uno, no había poder ni razón que deshi'
cíese la conjuración de que en éste usaban, con que generalmente eran Re-
ligiosos los que salían en las cátedras, perdiéndose los clérigos, con que se
t
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desalentaban los mayores estudiantes, viendo que no habían de tener pre-
mio sus desvelos y estudios dejando de proseguir en ellos sujetos de cono-
cida capacidad y muchas esperanzas".
La posteridad no ha conservado las primeras Constituciones que conci-
bió y redactó Santo Toribio, para el seminario que lleva su nombre. Tam-
poco se conocen las normas reglamentarias que redactaron algunos canóni-
gos con motivo de la visita que efectuaron al colegio seminario, conjunta-
mente con el doctor Miguel de Salinas, en 1605, todavía en vida del Arzo-
bispo.
E l 29 de Octubre de 1825, el director general de Estudios, Dr. Miguel
Tafur, ofició al Dr. Francisco Javier Echagüe, pidiéndole las Constitucio-
nes del Seminario. La respuesta del Provisor Eclesiástico, entre otras cosas,
dice: "Por lo que respecta a la revisión de las Constituciones en el día, no
podría verificarse porque estas se han desaparecido según lo afirma el ac-
tual Rector, y no encontrándose en el Colegio, ni en esta Secretaría Arzo-
bispal, ni en la Curia Eclesiástica he determinado mandar fijar censuras a
fin de que se logre su descubrimiento y verificado que sea, se procederá a
revisarlas y sino se encontrasen procuraré manifestar algunos Apuntes de su
formación, para que con esta noticia para arreglarse el nuevo plan que se
ordena". Tampoco se conocen los Apuntes, que ofreció redactar el Dr.
Echagüe.
En el capítulo 44 del Concilio, que está firmado por los obispos de
La Imperial, Chile, Tucumán, La Plata (Charcas) y autorizado por el L i -
cenciado Villaroel, padre de Fray Gaspar el escritor agustino y sustituto de
cátedra en San Marcos, encontrará el lector de estas páginas el artículo: "De
Collegio Seminario instituendo". que en lengua latina contiene los propó-
sitos de la fundación. ( A G I . 74-4-1
El cuerpo del Arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, fué sepultado
en el altar mayor de la Catedral, en el lugar donde se canta el Evangelio,
el día viernes, a las ocho de la noche. El día anterior había sido traído a
Lima, exhibiéndose en Santo Toribio.
En 1608, el colegio seminario, fué visitado por los doctores y canónigos
Mateo Gonsalez de Paz, Carlos Marcelo Corne y Feliciano de la Vega. Fue-
1
En el Concilio Provincial celebrado en Lima en 1567-1568, en latín, en los 132 Capítulos, con 122 Constituciones encontramos: En el Capítulo 72: "De Semina-rio in qualibet cattedrali ecclesia instituendo". En el Capítulo 73: "De lectore teo-IoL-Le aut sacra; escripturae". En el Capítulo 81: "Quando sacerdotes indorum linguaxn non calent expensis suis aliis provi deatur". En la Constitución 3: "Ut orones sacer-dotes indorum linguam intra certum tempus adiscere teneantur". Estos son los capí-tulos que tienen alguna relación con la cultura y la enseñanza.
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ron ellos los que compusieron sesenta y cuatro constituciones por las que
debía regirse el seminario. El 2 de Enero de 1609 fueron leídas y publica
das en la capilla de la institución. Allí las juraron el Rector, bachiller
Fernando de Guzmán, los conciliarios Pedro de Vergara y Antonio de
Loayza; el secretario Juan Laraos, el maestro de ceremonias Juan Salazar y
los seminaristas que formaban parte del alumnado de entonces.
La figura del arzobispo y santo, Toribio de Mogrovejo, fué para el
seminario como el espíritu que alentaba a profesores y estudiantes en las
tareas cotidianas. Ellos sabían que, en la controversia mundana, con los
que ejercieron autoridad, espiritualmente había salido ganando el santo.
En las Constituciones, que se dictaron el año de 1622, siendo arzobispo
de Lima, don Bartolomé Lobo de Guerrero, por lo mismo, se dispuso orar,
cotidianamente, en cada cena por el fundador del seminario. Fué escrita,
para cumplir esta aspiración, una plegaria que debía rezarse en el refecto
rio y en la capilla. El agradecimiento quería manifestarse en la forma de
recuerdo y oración por el hombre, convertido en santo, por sus obras lim
pias de sensualidad mundana.1
1 Sobre el colegio seminario en Méjico, la R . C. de fecha en " E l Campillo" a 2-* de mayo de 1597, dirigida al Virrey y Audiencia de Méjico, decía: " E l Dr. don Juan de Castilla, en nombre de la Universidad de esa ciudad, me ha hecho relación que, para que tuviese efecto el hacerse en esa tierra los seminarios que el santo con-cilio de Trento manda y yo tengo ordenado por Cédulas mías, convenía se aplicase para este efecto la renta de las vacantes de los obispados hasta que se hiciesen las casas de los dichos seminarios y tuviesen renta suficiente para sustentarse, porque, si se esperase que los obispos los hiciesen, no se acabarían jamás, por que algunos de ellos pasan sus rentas a estos reinos, aunque fuera justo las gastaran en obras pías, allí donde se las dan, i lo mismo seria si se hubiesen de hacer con lo que por el di-cho Concilio se les aplica en la renta y estipendios de los eclesiásticos, porque las prebendas son tenues y a los curas no se dá sino a doscientos pesos de tipuzque, de mi Caja Real o los encomenderos, y, porque quiero ser informado del estado en que está la fundación de los dichos colegios seminarios y en que partes se han comenzado, y a cuya costa se hacen y lo que falta por hacer y se puede gastar en cada uno de ello» para acabarse, y qué renta se les ha aplicado i tienen, y con que orden, y la que se podría dar para que se acabasen por la forma que dispone el dicho Concilio, o que otra se podria tener en ello, os mando que, habiéndolo entendido y considerado muy bien, me enviéis relación con vuestro parecer, para que, visto, se provea lo que convenga" ( A . G . I . Registro N ' 15. Legajo, México, 1093, folio 4 ) .
Sobre el colegio seminario en la Isla de Santo Domingo, la K. C. de fecha en San Lorenzo a 22 de junio de 1592 dirigida al Arzobispo de esa ciudad, encargándole que, sí en aquella ciudad no se habia erigido el colegio seminario proveyese como se hi-ciese, quedando a su cargo el gobierno del mismo i autorizándole para que pusiese un él sus armas, siempre que también se pusiesen las de Su Majestad en señal de pa-tronato. Por R . C. en San Lorenzo a 7 de junio de 1602 al Arzobispo, se le autoriza "para que fundase el seminario e incorporase en él el colegio de Gorjon, después de comunicarlo con la Audiencia y no habiendo inconveniente en ello". ( A . G . I . Legajo escribania de Cámara N» 9 en el 4 / 2 ) . E l pleito del Arzobispo y el Gobernador y Audiencia de Santo Domingo por esta causa avanza hasta 1628, año en que se dictó semencia.
CAPITULO LX
ESCUDO Y SELLO DE LA UNIVERSIDAD
P S tendencia de la mentalidad mágica expresar sentimientos e ideas me-
diante símbolos. Los hombres, aun en el período del predominio de la
"Diosa Razón", no abandonaron el culto a los símbolos. En la raza espa-
ñola vemos cómo se desarrolla la heráldica. Los caballeros cristianos con-
sideran que la tradición, el origen noble, los blasones, deben conservarse
mediante símbolos, es decir, mediante el escudo y las armas, que al mismo
tiempo que mantienen vivo el pasado sirven para estimular el orgullo de
una prosapia. De este modo se mantiene en vigor, en el espíritu, no sólo
la vanidad por la sangre y el linaje de donde venimos sino también la sa-
tisfacción de sentirnos herederos de los mejores actos morales de nuestros
antepasados. Los españoles, que pusieron sus plantas en nuestras tierras,
trajeron sus gustos e inclinaciones hacia los símbolos y la heráldica. Quie-
nes tuvieron algo que hacer con la Universidad y las instituciones funda-
mentales de la Colonia, por ser espíritus selectos, no podían olvidar que era
indispensable darle fisonomía e individualización a las instituciones. He-
mos visto cómo las armas que hace grabar, en el frontispicio del seminario,
Santo Toribio, pertenecientes a su abolengo familiar, da origen a un serio
entredicho con el Virrey, que las manda destruir para hacer poner las del
Rey. Los símbolos inquietan y preocupan al Rey como al más ínfimo hi-
jodalgo. ¿Por qué había de ser la Universidad la que escapara a estas cos-
tumbres trasmitidas por los siglos y que formaban parte de la existencia
de señores que aspiraban a conservar la buena fama, la pureza de sangre y
los blasones dejados por los antepasados?
La Universidad de San Marcos, mantuvo en cuatrocientos años de exis-
tencia, sus símbolos casi sin variarlos: el escudo y el sello. Antes del Vi-
rrey Toledo sus símbolos tuvieron corta duración. En la real cédula de
fundación el pensamiento del Rey delimita el tiempo de duración del Estu-
dios General, en el Convento del Rosario, hasta que él resuelva ubicarla
en otro lugar aparente. Se infiere, por lo tanto, que el primer escudo y
ESCUDO Y S E L L O DE LA UNIVERSIDAD 393
el primer sello subsistirían durante el tiempo que la Universidad permane
ciera en la casa conventual de los dominicos.
¿Cómo estuve concebido y dibujado aquel escudo transitorio, que ser
viría también de sello a la Universidad en el período en que permaneció
en el Convento del Rosario? Fácilmente puede ser reconstruido si nos ate
nemos a la descripción precisa que hiciera las Constituciones de 1571, del
símbolo que usaron los dominicos y también los Rectores laicos hasta el mo
mento en que ejerce la dirección de la Universidad don Marcos de Lucio.
La cláusula octava, decía: "Yten que tengan la Universidad sello pendiente
para que vayan sellados los títulos de los graduados, los quales serán en un
escudo, la mitad del escudo las armas de Santo Domingo que es nuestra
señora del Rosario, y la otra mitad del escudo, una mar y una estrella en
cima, y una lima abajo". El continente debía ser un escudo y el conteni
do la imagen de Nuestra Señora del Rosario, con el niño Jesús en los
brazos, mostrando sus formas en el espacio izquierdo; en el derecho apare
cerían las aguas del mar, sobre cuyas ondas brillaría una estrella. En la
parte inferior destacaría sus formas la fruta que conocemos con el nombre
de lima. En una orla, al rededor del escudo, se leerían estas palabras:
"Academia beate Mariae de Rofario Regum in Perú".
¿Por qué el Rector laico, don Pedro Fernández de Valenzuela, conser
vó el escudo que expresaba los sentimientos e ideas religiosas de una con
gregación monástica? Debemos aceptar, como verosímil, que ni Fernán
dez de Valenzuela ni los demás catedráticos laicos podían desviarse del
ambiente católico que dominaba entonces. A l ratificar el escudo de los do
minicos daban expresión a sus sentimientos religiosos al mismo tiempo que
reconocían los méritos de la Orden, que había aportado dinero, sus aulas,
sus maestros, para que pudiera funcionar el Estudio General.
Pero este escudo, con los diseños a que se referían las Constituciones
de 1571, debería sufrir transformaciones. La iniciativa fué llevada por el
doctor Marcos de Lucio, en forma de consulta, al Virrey Toledo. En esa
misma oportunidad el Rector pidió autorización para vender las casas don
de funcionaba la Universidad en San Marcelo. "Ytem me consultó, dice
Toledo, de parte de la misma Universidad y me hizo relación de lo que
antes que agora estaba acordado por estatuto sobre que fuese sello de la di
cha Universidad una imagen de Nuestra Señora del Rosario. En el medio
escudo y en el otro medio una mar y una estrella encima y me mostró un
modelo que en la otra mitad están las columnas con el "plus ultra" que
nacen de la mar y sobre ellas las tres coronas y estrellas de las armas desta
ciudad y dos cornucopias que la salen de la boca por ambos lados con un
394 LA UNIVERSIDAD EN EL SIGLO XVI
rótulo alrededor de la tarxa del escudo: Academia S. Marci urbis, regum, yn
perú". Y este sello conforme a este modelo a parecido bien y mando que
así se haga." Como se ve Toledo aprobó el diseño, según él mismo lo
describe. (Archivo de la Universidad. Legajo 1, folio 40).
¿Cómo nacieron las imágenes artísticas? ¿A quién se le ocurrió in
troducir los nuevos símbolos en el escudo? Nos inclinamos a creer que
fué el impresor Ricardo, el hombre que le dió forma; pero de acuerdo con
dos espíritus igualmente esclarecidos: el jurista doctor Marcos de Lucio y el
poeta Pedro de Oña. Lucio sería el cerebro de la concepción; el que crea
ba los símbolos, como universitario que era; Oña fué el cantor, como se ve
en el soneto que se publica en las Constituciones —"Esclarecida fuente de
agua pura"— y Antonio Ricardo, pondría al servicio del proyecto su arte
de impresor experimentado. En las Constituciones de 1585 que se impri
men en 1602 se publica el primer facsímil del sello de la Universidad, poc
primera vez.
¿Fué acaso Ricardo el pendolista que trazaba signos más o menos me
cánicamente? No lo creemos hemos recordado que el impresor, nacido
en Italia, dibujaba naipes antes que éstos hubieran llegado al Perú. Es ob
vio que debió conocer las normas de la composición de la pintura, la pre
ceptiva del arte y otras nociones de la técnica del dibujo. Es ocioso insis
tir sobre los conocimientos que debe adquirir un dibujante respecto de los
emblemas que contemplan los códigos heráldicos, de suerte que los escudos
respondan a ciertas normas técnicas que no deben descuidarse.1
Los exper*
tos saben que en la creación artística de los escudos no debe descuidarse
el campo, los esmaltes y figuras, el timbre, los ornamentos exteriores, la
forma de blasonarlos, etc.
E l escudo es el campo o superficie que se encuentra comprendido en
tre las líneas extremas de la forma. Según sean las formas del escudo se
rán las denominaciones que reciban: adarga, broquel, rodela, tarja, etc E l
término genérico de escudo viene de la voz latina scutum. E l escudo era
la antigua arma defensiva que usaron los guerreros, utilizada en el brazo
izquierdo para defenderse de las armas vulnerantes como las mazas, lan
zas, etc. En la parte visible de estas armas defensivas los guerreros tenían
la costumbre de pintar símbolos, cifras o jeroglíficos.
Los españoles prefirieron el escudo, cuadrilongo y redondeado por la
parte baja, el mismo que terminaba en punto medio en la base. Los fran
ceses usaban el escudo en la misma forma. Los alemanes usaban el escudo
En Plinio leemos: scutarius, el que hace escudos.
ESCUDO Y S E L L O DE L A UNIVERSIDAD 395
con una escota dura al lado derecho, con el objeto de afianzar y sujetar la
lanza. Fué este escudo que adoptó el artista para el de San Marcos. ¿Por
qué lo utilizó? ¿Tal vez porque Carlos V , "Emperador semper augusto de
AJemams", según la frase de la Real Provisión de fundación de la Univer-
sidad, servía de inspiración en política como en el arte?
Los expertos en estos estudios sostienen que entre la cara del hombre
y el escudo existe una estrecha correspondencia. Tendría semejanza el es-
cudo a la frente del rostro humano, a la nariz y la barba. Otros autores
lo asemejan al cuerpo humano. En ambos casos existen lugares principa-
íes o posiciones, que servirán para colocar en ellos figuras o atributos.
La primera parte del escudo, o sea la frente, representa el cerebro, es
decir, el lugar donde residen las funciones de la vida representativa. Lau-
reado). Los lugares derecho e izquierdo del escudo, se denominan can-
tones, es decir, el sitio de las cornucopias que pueden equiparse a los bra-
zos. (Excusado es decir que estamos haciendo una interpretación del es-
cudo de San Marcos, que ha perdurado casi toda la existencia de la Uni-
versidad, durante cuatrocientos años). E l punto de honor o sea el sitio
donde se encuentran los ojos, es el lugar alto donde se hallan la S. M. y
la estrella y las tres coronas.
E l centro del escudo o sea el lugar que ocuparía la nariz significa pa-
tronazgo. Todo el lado derecho, como se advierte, se halla ocupado por
el símbolo de San Marcos, el Evangelista, con el león a sus pies que pare-
ce vigilar como un guardián. E l punto de los labios no se halla ocupado
por ningún símbolo, salvo por las líneas que separan los dos campos del
escudo. En el lugar donde debería proyectarse la barba, —el signo varo-
nil del hombre— se halla ocupado por la lima, la fruta sabrosa y aromáti-
ca de nuestras huertas costeñas, que lleva el nombre de la capital del V i -
rreinato.
En el cantón derecho, que corresponde a la barba, se encuentra el león;
en el izquierdo el mar de donde emergen las columnas que sirven de ba-
se a las tres coronas, contigua a la estrella de la ciudad de los Reyes.
No conocemos un escudo en colores de la Universidad de Lima que da-
ft de la Colonia o de otras épocas. Conforme a la heráldica es presumi-
ble que tuviera colores, pero ningún documento nos revela cuáles fueron.
¿Debió ser pintado arbitrariamente, a través de sus cuatro siglos de exis-
tencia como lo hacían los jefes guerreros de las cruzadas, con sus escudos?
No lo sabemos. E l color amarillo u oro, el blanco o plata, el rojo o gu-
les, el azul o azur, el negro o sable, el verde o sinople, el morado o púr-
pura, son los únicos colores que usa la heráldica, con exclusión de¡ los de-
396 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
mas. Sin embargo, en el escudo universitario, el desconocimiento de la
heráldica dió origen a que se utilizaran colorines no permitidos por sus
normas.
Algunas autoridades en la materia, como Silvestre Pietra Santa, Me-
nestrier y Lowan Geliot, nos enseña cómo deben ser utilizados los colores
para iluminar un escudo. E l oro o amarillo, por ejemplo, no puede ser
utilizado para el de San Marcos. Es apropiado para un esmalte de pun-
tos menudos de fondo, que es impracticable si nos atenemos a los símbolos
del escudo. La plata no puede servir de fondo al mar, al santo, etc. Los
gules se emplean usando de líneas perpendiculares desde lo alto del escu-
do, hecho que provocaría confusión en el que examinamos. E l azur, con
líneas horizontales que atravesaran el escudo de diestra a siniestra, tampo-
co puede usarse. E l sinople, con sus líneas diagonales; el sable con sus
transversales y verticales, sólo ofrecerían confusión. Lo mismo ocurriría
con la púrpura con sus líneas diagonales, desde el ángulo siniestro al dies-
tra bajo la punta.
Estas observaciones nos convencen que el fondo del escudo no podía
llevar los colores de la clasificación de que hemos hablado. E l esmalte ha-
bría que pintarlo sobre fondo blanco, según los símbolos característicos; el
oro o amarillo iría sobre las tres coronas, en la estrella, en letras S. M. en
la piel del león y en la fruta simbólica y en el halo del evangelista.
Las columnas de Hercules deberían ser plateadas y de oro la cinta del
plus ultra; la túnica del santo ya sea blanca, púrpura o morada; la imagen
del evangelista color carne, así como la cabeza que en la parte alta osten-
ta laureles.
Los adornos del escudo deberían pintarse en azur, las cornucopias en
oro, y, en negro las letras en latín: "Academia S. Marci ttrbis reguni in
Perú'.
Conforme a la interpretación que da la heráldica el oro significa jus-
ticia, nobleza, gravedad, eternidad, poder, constancia. Quienes lo llevan en
su escudo están obligados a amparar a los pobres y defender a los príncipes,
con la vida. El plata o blanco significa templanza, verdad, elocuencia y
éxito sin sangre. Con este color heráldico debe defenderse a los huérfanos
y las damas. La púrpura o morado no se empleaba en las armerías. Lo
usaban en España, los príncipes, pontífices, santos. Los romanos daban a
sus emperadores un manto o capa de púrpura. La púrpura era un com-
puesto de cuatro colores. Su nombre viene del pez denominado "púrpura",
que da un polvo que sirve para colorar dando esa tonalidad. La heráldi-
ca, como lo entendían en la época de los símbolos y escudos, significa
ESCUDO Y S E L L O DE LA UNIVERSIDAD 397
templanza, devoción, dignidad, autoridad, al servicio de la religión católi
ca y del Rey.
E l escudo de San Marcos, puede ser clasificado, desde el punto de vis
ta de su forma, como mixto. Si lo dividimos en tres partes observaremos
que la inferior es aquella donde se halla la lima y las dos partes iguales
las que están divididas por una línea vertical.
La estrella, que refulge sobre las coronas, significa grandeza, luz, ma
jestad, paz y prudencia. Conforme a las concepciones de Platón las estre
llas serian las almas de los heroes brillando en el firmamento; pero en el escu
do de San Marcos, sería la que guió a los tres reyes magos, cuya fiesta se
celebra el 18 de enero, fecha de la fundación de Lima.
Se sabe que la cabeza en un escudo es una alegoría que lo enaltece
sobremanera.
El símbolo del león, el rey de las selvas, significa autoridad, dominio,
monarquía, soberanía, magnanimidad, majestad y bravura. Venecia tuvo,
como símbolo, un león alado, y el escudo de la Universidad de Salamanca
tiene dos pequeños leones rampantes. Quiere significar perdón a quienes
lo obedecen y castigo a los rebeldes. Con la piel del león Ñemeo, Hércu
les solía cubrirse. Debemos tener presente que en el escudo de la Univer
sidad de Lima, el león no es el de España sino del evangelista San Marcos,
que en sorteo fué escogido como patrón de la Universidad.
En la cabeza laureada los laureles equivalen al símbolo de la buena
fama. La tradición nos trasmite las imágenes de Dante, Virgilio, etc., cu
biertas las frentes por laureles.
E l dibujo que publicó Ricardo en 1602, del facsímil del sello, no nos
suministra claramente la imagen de la cabeza laureada. No se distinguen,
con precisión, las líneas del rostro ni menos los laureles. Con sus cornu
copias se nos presenta como una figura quimérica. Y o creo que el laurea
do y las cornucopias, originariamente, sólo fueron una tarja u ornamento
exterior del escudo. Existen razones para darle fundamento a esta suposi
ción. En las armas del soberano, por ejemplo, el timbre u ornamento ex
terior es la corona; el bonete en la de los príncipes o prelados; la cimera en
las armas de los caballeros; la tiara en el escudo de los Papas; el capelo en
la de los cardenales y la tiara y báculo en la de los obispos. En el escu
do de la Universidad de Salamanca, aparece la tiara pontificia. Y dentro
del escudo dos leones rampantes y dos torres. Es el símbolo de constancia
que ofrecen su vida en defensa del rey de la patria; el escudo de San Mar
cos, tiene en cierto modo un sentido regionalista, con su patrón de los es
tudios, con la lima símbolo de la ciudad de Lima, con las tres coronas y
398 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
la estrella, que son las armas de la ciudad, con las columnas y el plus ultra*
como divisa del Nuevo Mundo, con la misma inscripción que califica *
la academia como peruana.
Si hacemos una comparación, con los diferentes facsímiles del sello y
escudo, veremos que con el trascurso del tiempo los dibujos adquieren más
precisión y claridad. A los lados se puede advertir la presencia de rao-
mos de frutas que cuelgan como ornamentos y signos vitales de la Natu-
raleza. Se ha creído, posteriormente, que formaban parte del escudo. Es
posible que el artista completara o agregara ahí donde su espíritu creador
creía que los símbolos debían ser más perfectos. Antes en las Constitucio-
nes añadidas a las que hizo el Virrey Toledo, por los Virreyes marqués de
Montes Claros y Príncipe de Esquilache, confirmadas y declaradas por eJ
Rey Felipe I V , en su Consejo Real de las Indias, (1624) y después en las
editadas en la Imprenta Real de Madrid la cabeza, de cuya boca emergen
las cornucopias, no tenía laureles; pero en la edicción de 1735 ya exhibe
los símbolos de la fama. ¿Qué ha ocurrido? Es el artista que pretende
completar, con su propia interpretación, las figuras y símbolos del escudo.
En los días de la República, el escudo conserva sus símbolos princi-
pales, aunque sin racimos de frutas. Pancho Fierro pintó el escudo, pero
con la cabeza sin laureles. Podía ser la de Minerva o quizas de Juno.
E l escudo de la Universidad de San Marcos, según las razones expues-
tas, es el mismo que se publicó en la portada de las Constituciones de
1735. En la constitución 14 del título 9, se leen estas palabras: "Iten lo¿»
dos sellos, mayores y menores, que esta Universidad ha de tener han de. te-
ner las armas e insignias de esta Universidad, que son un escudo metido
en una tarja, partida por medio de arriba abajo, que en lo bajo, haga un
cornejal, al modo de el de las armas reales, en que está la granada, en el
cual esté una lima, y al lado derecho, en la mitad del escudo, estará san
marcos evangelista, Patrón de esta Universidad, y el león junto a él y en
la otra mitad de la mano izquierda del escudo, estará la Mar en el bajo,
y que de ella nazcan las dos columnas, con el Plus Ultra, que son la divisa
de este Nuevo Mundo, y encima de ellas las tres coronas, y estrella de los
Reyes Magos, que son las armas de esta Ciudad, y encima de todo el escu-
do, una cabeza laureada con una guirnalda, de la cual salgan de la boca dos
cornucopias, por cada lado el suyo, al tamaño de lo alto del escudo, y al
rededor de la tarja, un letrero que diga, Academia Sancti Mará urbis reg-
num in Perú".
C A P I T U L O L X I
LOS DIRECTORES INTELECTUALES
PADRE E S T E B A N DE A V I L A
T OS hechos demuestran que las comunidades religiosas decidieron enviar
* ^ al Perú a sus hombres representativos para organizar conventos, igle
sias y escuelas. ¿Por qué escogían a los espíritus esclarecidos para cum
plir estos fines? Es posible que fueran ellos mismos quienes trataran de
vincular su nombre a las instituciones en formación; es posible también
que ante las constantes quejas de las debilidades de frayles anónimos, mo
vidos por insignificantes deseos mundanos, las Ordenes pensaran que de
bían estimular la acción de los religiosos, mediante el ejemplo. La vida
austera y dinámica de Fray Tomás de San Mart ín, del arzobispo Loayza,
de Fray Domingo de Santo Tomás, entre los dominicos, la de Fray López
de Solís, entre los agustinos y la conducta de los jesuítas Acosta y Avi la ,
así lo demuestran. Todos estos ejemplares humanos cumplieron su deber
y sus ideales mostrándose dignos de los días de lucha en que Ies correspon
dió actuar.
E l Padre Esteban de Avi la había nacido en la ciudad de Avi la en 1519.
A los veinte años de edad ingresó a la Compañía de Jesús. E n el colegio
de Salamanca dictó Teología. Sus condiciones de expositor debieron ser
brillantes desde que se pensó en él para que organizara los estudios de Teo
logía. Su prudencia lo acreditaba como buen consejero y maestro.
E n el colegio de la Compañía de Jesús, el Padre Acosta, dictaba lec
ciones llenas de sabiduría y atracción. E l Virrey Toledo, cuyas dotaciones
había resuelto en 1571 los problemas económicos de la Universidad, no
podía aceptar que un jesuita, frente a la Universidad, enseñara una cáte
dra. Toledo sostenía que el Padre Acosta podía dictar Teología, pero den
tro de las aulas universitarias. Lo que parecía un problema, sin embargo,
fué resuelto en favor de los jesuitas. E l Vistitador designó Provincial de
la Orden al Padre Acosta. Como el nuevo Provincial debía visitar otras
ciudades, salió con destino a ellas. E l Padre Acosta, por lo tanto, ya no
400 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
tuvo necesidad de cumplir su rol de profesor de Teología. Sólo había dic
tado dos lecciones.
listos rozamientos, entre la Universidad y el Colegio de San Pablo, se
rían enfocados por el Padre Avila, con sagacidad. El había llegado a L i
ma, el 3 de abril de 1578, con el Padre Tiruel, el Padre Diego de Torres
Rubio. Durante el rectorado del licenciado Monzón, descuella por el ejer
cicio responsable de sus funciones. Asiste con interés a sus clases y a los
acuerdos que celebran los catedráticos de San Marcos. En los días en que
dirige la Universidad, como Rector, el doctor Franco, se dirige el Padre
Avila al Rey, para que preste su apoyo a la construcción del colegio Real
de San Felipe y San Marcos, así como el colegio de Caciques.
En 1585, el Rector de la Universidad, licenciado Monzón, se dirige ai
Padre Atienza para pedir al Padre Avila enseñara o leyera Teología, pro
puesta que fué aceptada.
En el siglo X V I los catedráticos se hallaban constreñidos en sus labores
docentes por variadas dificultades. Los textos manuscritos en el siglo X V I
eran raros, sobre todo, por el precio elevado. E l catedrático, por eso, de
bía dictar "el libro de texto", del que difícilmente existía un solo ejem
plar. En realidad lo que hacía era leer el libro. Realmente, leer equiva
lía a enseñar. En aquella época un solo volumen servía al maestro. E l
designio consistía en interpretar el espíritu del autor en la cátedra. E l ca
tedrático de Aristóteles, estaba obligado a interpretar el espíritu de Aris
tóteles. Lo mismo ocurría con Santo Tomás y Dums Scoto.
Los textos debían ser leídos "en forma mesurada, sin precipitación ni
lentitud", como ordenaba el Estatuto de Alcalá. Se aspiraba a que los
oyentes tuvieran oportunidad de comprender clara y distintamente las pa
labras para llegar hasta el espíritu del autor.
E l estudiante recorría un camino establecido por los métodos pedagó
gicos de entonces. Estudiaba primero Artes, después las nociones de Re
tórica y luego recibía las lecciones de Filosofía. Debía aprender las Sú
mulas, que equivalían a pequeña Lógica. Los textos eran de Pedro Hís
pano, las Predicables de Porfirio, los Tópicos de Aristóteles. En Filosofía
Moral, se estudiaba la Física de Aristóteles, los Meteoros y el Tratado del
Alma, y la Metafísica del mismo autor. Los catedráticos andaban domi
nados por la preocupación de la filosofía aristotélica para concordarla con
los principios de la religión. Los escolásticos vivían obsesionados por las
artificiosas divisiones y subdivisiones, como método de enseñanza.
En el curso de Teología, campeaba también Aristóteles. A veces su
pensamiento se hallaba deformado. El hecho dependía de los intérpretes
LOS DIRECTORES INTELECTUALES—PADRE ESTEBAN DE ÁVILA 401
de las escuelas filosóficas. Los maestros dominicos aceptaban el pensa
miento de Santo Tomás, los franciscanos el de Scoto, los jesuitas las doc
trinas de Aristóteles, Santo Tomás y el Padre Suárez.
La enseñanza era formalista y apegada al magister dixit. Los jóvenes
no podían desviarse del manuscrito: repetición, memorismo, proposiciones
lógicas constituían las notas saltantes de la pedagogía.
E l Padre Avila conocía este ambiente. Fácil le fué, desde luego, por
sus condiciones intelectuales, guiar a los estudiantes y conseguir su adhesión.
Expuso a los teólogos glosándolos en la esencia de su pensamiento. E l V i
rrey, Francisco de Borja, por eso, en 1620 recordaba el "fervor" y lustre en las
disputas y controversias teológicas" que alcanzó la actividad universitaria.
Verdad que esa era la época de Acosta, Avila y Pérez Menacho. Los jó
venes rodeaban al maestro en el "poste" cuando salía de las aulas. Eran
los instantes en que trataban de despejar las dudas que siempre asaltan a
los espíritus insatisfechos. E l Padre Avila, con modestia que más parecía
humildad, siempre tenía la clave de aquellas preguntas. Esta sabiduría
despertó, en los estudiantes, admiración y en los catedráticos la emulación
propia de las pasiones humanas. Se decía que el Padre Avila no había
cumplido con someterse a la norma de las oposiciones. No se veía con
buenos ojos la intervención del Virrey Luis de Veíasco, Marqués de Sali
nas, en el apoyo que había prestado para la designación como catedrático
del Padre Avila. Debieron surgir conflictos morales en el maestro que
sentía su dignidad herida por las murmuraciones. Como todo varón, que
estima su mundo espiritual, vióse obligado a abandonar los claustros. Sin
embargo, las cosas tomarían un sesgo distinto. E l Visitador Alonso Fer
nández de Bonilla, celebrando acuerdo de Gobierno, con el Virrey Mar
qués de Cañete y con la Audiencia, sostuvo su punto de vista favorable al
Padre Avila. " E l buen progreso y aumento de la Universidad, para bien
de todo el Reyno, y por particular instrucción y orden del Rey que come
tió este negocio a todos juntos, les pareció que ninguna cosa seria tan efi
caz como entrar el Padre Avila en ella, con la cátedra de Prima y con es
ta resolución la dieron por vaca, con haberla tenido el que entonces la
tenia mas de diez años, y aunque por esta causa la rehusó la Compañía, pe
ro como era tanta la autoridad de tales personas como lo pidieron, húbose
de cumplir su voluntad, dimitiéndola el Padre Avila, sin estipendio algu
no". (Crónica Anónima del Establecimiento de la Co. de Jesús. 1600).
Fueron estas las razones que sirvieron para que pudieran ocupar la
cátedra de Prima el Padre Avila y la de Vísperas, el mercedario Padre N i
colás de Ovalle. La Universidad, sin embargo, reclamó de la providencia
Eguig-urcn. - Siglo X V I . 26
\
LOS DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S — P A D R E E S T E B A N DE ÁVILA 401
de las escuelas filosóficas. Los maestros dominicos aceptaban el pensa-
miento de Santo Tomás, los franciscanos el de Scoto, los jesuítas las doc-
trinas de Aristóteles, Santo Tomás y el Padre Suárez.
La enseñanza era formalista y apegada al magister dixtt. Los jóvenes
no podían desviarse del manuscrito: repetición, me morí sm o, proposiciones
lógicas constituían las notas saltantes de la pedagogía.
E l Padre Avila conocía este ambiente. Fácil le fué, desde luego, por
sus condiciones intelectuales, guiar a los estudiantes y conseguir su adhesión.
Expuso a los teólogos glosándolos en la esencia de su pensamiento. E l V i -
rrey, Francisco de Borja, por eso, en 1620 recordaba el "fervor" y lustre en las
disputas y controversias teológicas" que alcanzó la actividad universitaria.
Verdad que esa era la época de Acosta, Avila y Pérez Menacho. Los jó-
venes rodeaban al maestro en el "poste" cuando salía de las aulas. Eran
los instantes en que trataban de despejar las dudas que siempre asaltan a
los espíritus insatisfechos. E l Padre Avila, con modestia que más parecía
humildad, siempre tenía la clave de aquellas preguntas. Esta sabiduría
despertó, en los estudiantes, admiración y en los catedráticos la emulación
propia de las pasiones humanas. Se decía que el Padre Avila no había
cumplido con someterse a la norma de las oposiciones. No se veía con
buenos ojos la intervención del Virrey Luis de Veiasco, Marqués de Sali-
nas, en el apoyo que había prestado para la designación como catedrático
del Padre Avila. Debieron surgir conflictos morales en el maestro que
sentía su dignidad herida por las murmuraciones. Como todo varón, que
estima su mundo espiritual, vióse obligado a abandonar los claustros. Sin
embargo, las cosas tomarían un sesgo distinto. E l Visitador Alonso Fer-
nández de Bonilla, celebrando acuerdo de Gobierno, con el Virrey Mar-
qués de Cañete y con la Audiencia, sostuvo su punto de vista favorable al
Padre Avila. " E l buen progreso y aumento de la Universidad, para bien
de todo el Reyno, y por particular instrucción y orden del Rey que come-
tió este negocio a todos juntos, les pareció que ninguna cosa sería tan efi-
caz como entrar el Padre Avila en ella, con la cátedra de Prima y con es-
ta resolución la dieron por vaca, con haberla tenido el que entonces la
tenia mas de diez años, y aunque por esta causa la rehusó la Compañía, pe-
ro como era tanta la autoridad de tales personas como lo pidieron, húbose
de cumplir su voluntad, dimitiéndola el Padre Avila, sin estipendio algu-
no". (Crónica Anónima del Establecimiento de la Co. de Jesús. 1600).
Fueron estas las razones que sirvieron para que pudieran ocupar la
cátedra de Prima el Padre Avila y la de Vísperas, el mercedario Padre N i -
colás de Ovalle. La Universidad, sin embargo, reclamó de la providencia
Eg",jig"urcn. - Siglo X V I . 26
402 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
del Virrey y del Visitador. E l conflicto dio motivo para que fuese ventilado en Madrid. La sentencia de vista de Valladolid, el 4 de febrero de 1604, contempló los diferentes puntos de la controversia entre la Universidad y el Colegio de la Compañía. Se pronunció sobre las cátedras de Teología. "Por el tiempo que fuese la voluntad de Su Magestad, la cátedra de prima y vísperas de Teología", habían sido correctamente discernidas al jesuíta Avila y al Padre Ovalie. Tardío reconocimiento, porque el Padre Avila había fallecido el 14 de abril de 1601.
La leyenda le atribuye una visión al Padre Avila, en el instante de su muerte. Se ie apareció Santo Tomás, como recompensa a los desvelos del jesuíta que en vida expuso sus doctrinas con gran lucidez.
Por algo el retrato del Padre Avila fué colocado en las paredes de San Marcos. Muchos hombres descollantes lo elogiaron. León Pinelo lo enal tece, lo mismo que Carrasco del Saz. Se le califica de "erudito refulgente". Peralta Barnuevo, con la retórica de la época, lo considera "signo luciente, claro en el rigor de las Censuras".
Durante un cuarto de siglo enseñó Teología el Padre Avila. Formó un núcleo de hombres de gran prestigio. Sus consejos, siempre oportunos, los reclamaban virreyes, obispos y gobernadores, sobre todo, en los problemas del indio. Su autoridad moral llegaba hasta los encomenderos, quienes le consultaban sobre los tributos que debían pagar, así como sobre sus vasallos. La misma Inquisición se acercaba hasta él para conocer su opinión sobre los asuntos que le sometía. En la "Crónica de la Compañía de Jesús" de 1600, se leen estas palabras justas: "Todo el mundo decía bien de él, aun cuando había algunos que murmurasen de los de la Compañía".
Tenía el sentido del deber grandemente desarrollado. Nunca faltó, por eso, a dictar sus lecciones en la Universidad. Como creía en la eficiencia de las ideas enseñaba a sus discípulos sin interesarle la remuneración. Él y Pérez de Menacho dejaban stis sueldos en la tesorería para que sirvieran para la construcción del salón general.
Sus juicios debieron ser tan estimados que siendo un teólogo emitió sus opiniones sobre el poema de Pedro de Oña, "Arauco Domado". E l libro "incita, dijo, mediante su elevado estilo, los ánimos de los caballeros a emprender hechos señalados y heroicos, en defensa de la religión cristiana, de su Rey y Patria, aunque sea con riesgo de la vida".
¿Qué escribió el Padre Avila? Varias son las obras donde expone su pensamiento de teólogo y moralista. De su pluma salieron De Censuris
Eclesiasticisy Tractatus Absoluttssimus. Lugdunl, apud Horatium Cardón,
en 422 páginas, con data de 1608. Fué reeditada en 1610, en 1619, en 1522
L O S DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S — P A D R E E S T E B A N DE ÁVILA 403
en Colonia, en 1633 en Lugduni y otra en Colonia. Publicó también "Com-
pendium Summas seu Manualis Doc. Navarri in ordinem alpbabeti redac-
tun, sententiasque omnes succinte Complectem. Lugduni. Apud Horatium
Cardón, 1608, 16 9 en 1814 páginas. Después se hicieron sucesivas edicio
nes en Brixiae en 1609 en 12 9; en en Lugduni el mismo año, en 16 9; en
1610 en 16 9 con 924 páginas. E l Compendium Summa fué editado en 1614,
reeditándose en 1620 en Parisils. E l Tratado de Domicilio se publicó en
Madrid en 1609, en 8*, con 72 folios.
Su obra Censuris fué aprobada por el Padre Menacho y por el cate
drático de Filosofía Andrés Hernández. T a l es la bibliografía que cono
cemos de esta mentalidad brillante, celebrada en su época, como insigne
maestro.
En la Biblioteca Nacional de Lima, existen algunos manuscritos del
Padre Avi la : el tratada de Capellanías (Ms. 0058 junto con las obras del
Padre Menacho); el dictamen en 6 fojas que firma con el Padre Acosta y
el jesuíta Diego Alvarez de Paz (Ms. N 9 220); el caso sobre "dispensa
ción del matrimonio in foro conscienttiae", suscrito por el Padre Avila.
(Ms. 202, folio 43) .
Ballesteros y Beretta, en su Historia de España, recuerda a teólogos
sin mayor significación; en cambio, deja en silencio el nombre del Padre
Avila.
Tanto el Padre Avila como el Padre Menacho, lograron en la Univer
sidad, imprimir un rumbo influyente a los estudios. Fueron las antor
chas que dirigieron las disciplinas teológicas de entonces. E l Cardenal
Cisneros, cuando creó la Universidad de Alcalá, quiso que la Teología
fuera la maestra de la vida; en Lima también, podía dársele este sentido
relevante, durante la época de los Rectores monásticos.
Las ideas de los Padres Acosta» Avila y Menacho, estimularon la vo
cación por el misticismo. A l finalizar el siglo x v i , en la primera mitad
del siglo siguiente, brillaron varios espíritus selectos: el Padre Diego de
Hojeda, autor de la Cristiada, el agustino Valverde, que escribió la Vida
de Cristo, el Padre Juan de Allosa, que estudió en San Marcos y que de
bemos mencionarlo como a sus hermanos Raymundo y Jaime Allosa. Es
te último sería posteriormente Rector de San Marcos.1
1 En el libro registro número 2, de Reales Cédulas, del A. G. I . , Legajo Indife-rente General N 9 2869, folios 64 y 65, se encuentra la R. C. dirigida a la Audiencia de Lima para que envíe relación de la fundación e institución de la cátedra de escri-tura en la Universidad y del orden como se ha leído y regido, y qué motivos tuvo el Virrey Enríquez para que se leyese por catedrilia y vacase de trienis en trienis. —� El Rey. — Presidente e Oidores de provincias del Perú: Por ciertos recaudos que pre-
404 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
La época se hallaba dominada por la dirección teológica de la vida.
Las preocupaciones de ultratumba, el temor a la muerte, la obsesión del
pecado, las convulsiones políticas, los terremotos, en fin, los actos desvia
dos de los hombres y los fenómenos de la Naturaleza, dieron origen a ta
vida ejemplar de los santos, al altruismo de los filántropos, que fundaron
y dotaron hospitales, conventos, iglesias, escuelas.
En la existencia contemplativa de aquel siglo florecieron espíritus Su
periores como Santo Toribio, Santa Rosa de Lima, el Padre Solano, el Pa-
dre Urraca, Fray Martín de Porres, Fray Masías, el Padre Castillo. Fue
ron estas figuras religiosas arquetipos de la raza que descollaron como la
faz antagónica de encomenderos explotadores, de fieros conquistadores.
Son ellos quienes, con la cruz en las manos, se oponen a todas las desvia
ciones y pecados de los sensuales y de los sordos del sentimiento de cari
dad y de justicia.1
s e n t ó en e l nuestro Consejo de las Ind ias f r a y M a r t í n Sier ra , de l a O r d e n de San Agus -
t í n , habernos entendido que don Francisco de To ledo , nuestro V i r r e y , que f u é de
esas provincias , e s t ab lec ió i f u n d ó en esa ciudad, por orden nuestra, una U n i v e r s i -
dad, s e g ú n e l modo, orden y estatuto de l a Un ive r s idad de Salamanca, y, c ó m o , des-
p u é s , de a l l í a algunos a ñ o s , v a c ó tercera vez l a c á t e d r a de escri tura de e l la , y que.
h a b i é n d o s e puesto los edictos de l a d icha c á t e d r a por c á t e d r a p e r p é t u a , como l a ha-
b í a n regido f r a y G a b r i e l de Oviedo , de l a O r d e n de Santo Domingo , y el Padre J u -
sepe de Acosta , P r o v i n c i a l de l a C o m p a ñ í a de j e s ú s , y que, h a b i é n d o s e votado por
p e r p é t u a , a l t iempo de regular los votos y y a que e l Maestro f r a y J u a n de A i m a r a s ,
de l a dicha su Orden , tenia adquir ido derecho, pues estaba votada, don M a r t i n E n r i -
quez, nuestro V i r r e y , que f u é , de esas provincias , p r o v e y ó fuese temporal , y que í o
contradi jeron todos los opositores, y que, cuando e l dicho Maestro f r a y J u a n de A i -
maraz t o m ó l a p o s e s i ó n de e l la , f u e sin pe r ju ic io de su derecho, y nos s u p l i c ó o r d e n á -
semos c ó m o l a dicha c á t e d r a fuese perpetua, como l a h a b í a n p o s e í d o sus predeceso-
res, y , porque queremos ser informados de ía f u n d a c i ó n e i n s t i t uc ión de l a dicha cá-
tedra y de l a orden como se h a l e í d o y regido, y q u é motivos tuvo e l dicho D o n Mar -
t í n Enr iquez pa ra que se leyese por catedr i i la y vacase de tr ieno e trieno, os manda-
mos que, luego como v i é r edes esta nuestra C é d u l a , nos envié is r e l a c i ó n de el lo a l d i -
cho nuestro Consejo pa ra que, en él visto, se provea l o que convenga. Fecha en E l
Pa rdo a veinte y nueve de noviembre de m i l y quinientos y ochenta y tres a ñ o s . Y o
e l R e y . Re f r endada de A n t o n i o de Eraso y s e ñ a l a d a del Consejo. ( H a y una r ú b r i c a " .
7 E l descontentadizo y exigente Licenciado R a m í r e z de Cartagena, d i r i g i ó a S.
M. l a siguiente carta, de fecha en Los Reyes a 27 de a b r i l de 1579, en l a que, en el
c a p í t u l o 12, dice l o siguiente:
" E n esta ciudad habia Dios hecho merced de proveer este Colegio de l a Compa-
ñ í a de J e s ú s , con que V . M . p r o v e y ó a muchas cosas y bienes, y , s e ñ a l a d a m e n t e , a l a
doctr ina de ios mozos de acá y a su e n s e ñ a n z a , y así se h a visto que con su t rabajo
han hecho acá los de esta R e l i g i ó n en estas dos cosas. Sol ian acudir a este Colegio
como ciento cincuenta muchachos de edad de doce a ñ o s hasta quince y diez y seis;
leiaseles pr incipios de g r a m á t i c a , la t in idad, r e t ó r i c a y el curso de artes, y asi h a b í a n
salido mozos entre estos de grandes habil idades; d e m á s de esto, m o s t r á b a n l e s doctri-
n a y costumbres; t e n í a n l e s impuesto de confesarse todos cada quince dias, en rezar,
en ayunos y disciplinas, era cosa cierto de par t icular merced de Dios ver e l f r u t o que
a l l í se hacia en estos mozos, en los cuales, por l a naturaleza de esta t ierra , es mas de
LOS DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S — P A D R E ESTEBAN DE ÁVILA 405
estimar cualquier bien que se vea en ellos, y, para hacer estas cosas en ellos y que, con amor y cuidado, estos mozos acudiesen a ello, la gente de este Colegio tenia tanta industria y cuidado como podria tener el padre mas cuidadoso de su hijo, del mundo, sin que de esto hubiese en el Colegio mas interés que el que esperan del cielo y cumplir con los indultos ( ? ) de su Orden; estando esto asi, por parte de la Universidad que, por mandato de V . M . está fundada en ésta ciudad, se trató de descomponerlo todo y asi se hizo, ordenando que lo que en este Colegio se hacia sin solo un maravedí de costa, se deshiciese con mil pesos de costa en cátedras que hicieron de principios y latinidad y de artes, pues habia de todo esto en este Colegio tanta suficiencia como puede haber en lo mas apartado de Salamanca y Alcalá; al f i n se les quitaron los mozos a los de la Compañía y a los mozos se les quitó lo que sabían en el Estudio y habian ganado de buenas costumbres, por que, como la libertad en los mozos es causa de tantos daños, con haberla tomado en lo del estudio y no dejarlos acudir a esto a la Compañía, se les ha pagado ( ? ) el mismo daño también en lo que toca a sus devociones, ayunos, disciplinas y confesiones, en que los tenían tan impuestos, y, como, primero, la ocupación del tiempo y de las fiestas era estar en la Compañía, ahora es jugar y otras cosas semejantes; este daño se ha sentido mucho en ía república y no creo que hay tanta sobra acá que no se deba sentir la de mil pesos que debe costar esto, que, aunque no se sacara mas fruto que alzar esta costa, fuera muy justo agradecérselo a los de la Compañia y atraerlos con amor a que lo prosiguieran, y no sé que sea necesaria tanta costa en Universidad tan nueva y aun tan (asi dice; parece que falta algo) , si el fruto que de ella se pudo pretender fuera de la teología, que de esto tiene maestros beneméritos, aunque en este Colegio de la Compañia también se leian dos lecciones de teología, una el Provincial Acosta y otra el Maestro Avi la , también han leído otra de la lengua de los indios, que es muy necesaria; con todo esto se ha hecho con ellos lo que digo y, fuera de estos Maestros que digo, de teólogos, que hay en la Universidad, de los demás no osaría afirmar mucha suficiencia; en cánones y leyes hay dos cátedras con mil y quinientos pesos ensayados cada un año y, aunque son hombres honrados los que las leen y los que mas saben aquí, pero no es tanto que basten para maestros de otros, ni menos hay veinte mozos que los oigan ni acudan a ella, y asi parece que ha menester esto alguna, reformación en todo y que la costa que se pueda escusar se escuse, como es la gramática, latinidad, retórica y artes, y, en caso que haya necesidad de leyes y cañones y oir artes para ellas, las dos cátedras sean cuatro, dividido el salario en ellas, aunque como hecho (debe ser he dicho), no hay quien las oiga, y, entre ambas cátedras, no (falta: hay) arriba de veinte mozos. Vuestra Majestad mandará proveer en todo lo que sea mas servido" ( A . G . I . Legajo, Lima 125).
C A P I T U L O L X I I
LOS DIRECTORES INTELECTUALES
J U A N P É R E Z DE M E N A C H O
/ ^ U A N D O los años respetan el prestigio de un hombre debemos pensar ^ > que existe algo importante en su vida y su obra. Las personalidades que originan juicios favorables o adversos, pero que dan motivo a la in-quietud de revisar su obra en alguna forma han influido en sus contem-poráneos y en las ideas de las generaciones posteriores. ¿Hasta dónde al-canza la influencia de su espíritu? ¿ Cuáles son los resultados útiles de la acción espiritual de esas personalidades? Es difícil contestar estas pre-guntas con exactitud; pero si podemos destacar la importancia de las ideas de un hombre por ia vitalidad que puedan seguir manteniendo en dilata-dos lapsos de tiempo.
Juan Pérez de Menacho, quizá no fué un creador de sistemas filosófi-cos ni un pensador original; pero en el terreno de la acción docente, en las orientaciones que imprimió a los estudios; en la forma cómo estimuló la inquietud por el conocimiento de las ideas de la época, es indudable que fué un talento brillante que pudo imponerse con facilidad entre sus con-temporános. Sus aptitudes y cualidades debieron crearle la fama de que gozaba, pues no todos los hombres son capaces de exhibir atributos que son propios de los cerebros bien dotados por la Naturaleza.
Varias cualidades y virtudes pudo ostentar Pérez de Menacho, que fue-ron suficientes para que sus juicios fueran consultados por virreyes, pre-lados poderosos, maestros y jóvenes estudiantes.
Juan Pérez de Menacho había nacido en Lima en el año de 1565. Era hijo de don Esteban Pérez y de doña Isabel Menacho, personas que sobre-salían por sus virtudes morales y por su visible estirpe. Alguno de sus biógrafos asegura que a los seis años de edad sabía leer, escribir, contar y dibujar. Dominaba la doctrina cristiana como cualquier adulto, a tai pun-to que con toda facilidad trasmitía estos conocimientos a los demás niños
LOS DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S — J U A N PÉREZ DE M E N A C H O 407
de la escuela. Se dice que tenía una estatura elevada, pues a los siete años
medía dos varas y sesma de alto. A los veinticinco años pocos eran los que
podían llegarle al hombro; pero frente a estas condiciones físicas poseía
cualidades psíquicas sobresalientes. Fueran éstas las que debieron desper
tar admiración entre sus condiscípulos y entre sus contemporáneos. De
ellas se valió para imponerse por su talento. Poseía una prodigiosa me
moria, pero también gran aptitud para comprender y asimilar. A los diez
años aprendió el Psalterio, íntegramente, con el objeto de responder al sa
cerdote cuando acompañaba al Santísimo Sacramento.
Hasta 1579 estudió religión. A partir de ese año empieza a estudiar
gramática. En 1581 había terminado el curso de Filosofía. Cuando con
taba diecisiete años de edad ingresó a la Compañía de Jesús, siendo Pro
vincial el padre Baltázar de Pinas. Fué al Colegio de San Joseph, el pri
mero que organizaron los jesuítas en Lima, en la condición de novicio. Se
le nombró catedrático de Filosofía cuando todavía no se había ordenado.
Fué una excepción que se le concedió, entre los jesuítas, al padre Francis
co de Suárez en la Universidad de Salamanca.
Se ordenó de sacerdote regresando al noviciado para su tercera proba
ción. Después, en el Cuzco, enseñó Teología. Cuando regresó a Lima,
enseñó en el colegio de San Pablo. Fué el momento en que la Universi
dad de Lima, quiso que desempeñara la cátedra de Prima, que había ocu
pado el padre Esteban Avila, su maestro. Esto ocurría en 1601. Debie
ron ser los méritos de Pérez Menacho muy ostensibles cuando se halló apo
yado por el Virrey Marqués de Salinas, por la Real Audiencia, por los Ca
bildos Secular y Eclesiástico, por la nobleza.
Demostró una memoria prodigiosa en sus tareas intelectuales. Se cuen
ta que solicitó el Rector a uno de los secretarios para que abriese el Libro
de las Tres Sumas de la Teología de Santo Tomás y señalara un punto de
terminado por la suerte. Luego repitió al pie de la letra el capítulo seña
lado al azar, hecho que causó asombro al auditorio.
Enseñó Teología durante veintisiete años sin interrupción. Era pun
tual en la asistencia. Se dice que tenía gran aptitud para la lectura. Dia
riamente utilizaba de diez a doce horas en estudiar. Quienes conocieron
sus aptitudes saben que su memoria tenía el privilegio de conservar la lec
tura con fidelidad que asombraba.
Tremenda debió ser la lucha que sostuvo en su actividad intelectual,
pues durante quince años padeció de una enfermedad originada por su caí
da de una escalera, para salvarse del terremoto que conmovió a Lima en
1609.
408 L A U N I V E R S I D A D E N E L S I G L O X V I
Estas cualidades psíquicas, en las que predominaba la aptitud para con-
servar los recuerdos y reproducirlos con entera fidelidad, seguramente que
cuasó asombro. Debió ser uno de los motivos que prestigió a Menacho,
acrecentando su fama de sabio. En el Colegio de San Pablo regentó varias
cátedras. Fué calificador de la Inquisición y consejero de los virreyes mar-
qués de Salinas, conde de Monterrey y marqués de Montesclaros.
Un lector incansable como Pérez de Menacho, debió conservar el gus-
to y la necesidad de escribir. Escribió bastante. Escribió los libros si-
guientes: "Comentarios a la Suma Teológica de Santo Tomás", "Theolo-
gian moralis tractatus", "Tractatus preceptis Eclesia?", "Privilegios de la
Compañía de Jesús", "Privilegios de Indias", "Redditibus eclesiástica?",
"Preeminencias de las iglesias catedrales respecto de sus sufragáneas", " E l
Decálogo", "Censuras y bulas de la Santa Cruzada", "Conciencia errónea",
"Consejos morales", "Vida, virtudes y revelaciones de Santa Rosa de Lima".
Por el título de las obras se ve que el Padre Menacho sólo abordó te-
mas religiosos. Su condición de eclesiástico, el cultiva de la cátedra de
Teología y las ideas dominantes de la época, lo circunscribieron a tratar
sólo de estos tópicos. Los juicios de sus contemporáneos y el prestigio
de que gozó seguramente fué formado por sus méritos de estudioso y sus
condiciones nemotécnicas. Sobre el montón de curas anónimos, sobre los
oscuros catedráticos que leían el texto de los libros, Pérez Menacho, es evi-
dente que se alzó como una vigorosa personalidad. Se explica entonces
por qué el amplio círculo de sus discípulos y la razón de que sus consejos
fueran escuchados. En la "Crónica de la Compañía de jesús" (1600), se
dijo que de él lo siguiente: "No tiene el Perú porqué tener envidia a lo
más florido de España, ni aun en ios tiempos más felices de ella".
La opinión del padre Menacho gravitaba; con fuerza moral e intelec-
tual, en los asuntos de la Colonia. Cuando el padre Juan Font, pide de
la Compañía indios para la fundación de un pueblo en el valle de Acoma-
yo y naturales para destinarlos al trabajo de las minas, en julio de 1602,
los jesuítas responden negativamente, cumpliendo los consejos del padre
Menacho. Cuando surgen dudas sobre las Ordenanzas del gobernador Gon-
záles de Abrego, en Tucumán, es el mismo padre Menacho que absuelve
las preguntas que se le hacen sobre este tópico.1
[ Escribió el P. Pérez Menacho: "Tratado sobre ía cuarta episcopal que se debe a los obispos en el Perú, especialmente al obispo del Cuzco, debido a disputas y du-das". (En Colee. Rich. & Library of New York. Catálogo de los autores que han es-crito de América, por el Mariscal de Campo Antonio de Alcedo, Gobernador de la Plaza de la Coruña, 1807).
LOS DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S — J U A N PÉREZ DE M E N A C H O 409
E l padre Vargas Ugarte, recuerda que las obras de Pérez Menacho se
conservan entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional, bajo los núme-
ros 0058 y 0059 en dos volúmenes, en 4 ? . Señala el volumen I , 131, ff. n.
mas 233. Comentaría en l i ? 2ae, D. Thomas y Tractatus De Peccatis. Los
comentarios versan sobre las cuestiones de 1 a 6 y 13 a 20. A l f in del vo-
lumen. Tratado de Capellanías del P. Esteban de Avila, S. J . 12, ff. Vol .
I I . Tractatus. De Excomunicatione. 9 ff. de preis 180, dedicado al Cardenal
Ludovici, Vice Canciller de la S. R. I . del padre Nicolás Mastriili, provincial
del Perú, Lima, 1° junio de 1631. Las aprobaciones se hallan suscritas por
los padres Francisco Contreras, Ignacio de Arbieto, Juan de Córdoba y Fran-
cisco de Figueroa. E l vol. 1, por una anotación perteneció a un discípu-
lo del padre Menacho. E l segundo es original y parece que estaba desti-
nado a la impresión debiendo constituir el primer tomo de las obras de
aquel insigne teólogo limeño".
Los casos resueltos por el padre Menacho, sobre reservados y confesión
de mujeres, se encuentra en la sección Mss. de la Biblioteca en el número
202, folio 66. A fojas 70 se halla el parecer de los padres Menacho, Avi-
la y Felipe Claver sobre aquellos que hicieron los votos el año de la re-
forma del calendario, en que faltaron diez días. (Lima 25 de marzo de
1600).
En el manuscrito 1042-89, 4 9 , pasta Mss "Comentarii in 1.2 se Tho-
mae per R. P. Joannem Menacho S. J . anno 1606. 222 ff n ff de Indice.
Comprende los tratados de Virtutibus y de Peccatis. - Quaestio 84 de Sacra-
mento Penitentiae in octo art divisa per R. P. Andream Hernandes S. J .
( A I f in se lee que es trascripción de su alumno Br. Pablo Recio de Casti-
l l a ) . Lima 1626. 181 ff.
La carta de edificación del P. Juan Pérez de Menacho (1626) puede
leerse en la Biblioteca Nacional de Lima, en el tomo 1050 de Ejemplares
de Prudencia, folio 265.
En el Archivo Histórico Nacional de Santiago se encuentra en perga-
mino el manuscrito: "Menacho in 1 p D. Thomas, t 2. Emp. Q. 14 de
Scienze Dei Per R. P. Joan P. M. Soc. Jesu Art 1 Term, en la Q. 25 Letra
S. V I I " .
En la Biblioteca y Archivo Nacional de Quito se halla un manuscri-
to del "Estado de nuestros privilegios temporales y de los Vivav Vocis,
Oráculo en el Compendio Indico, después de las dos Bulas de Urbano
V I I I , de 15 y 17 de setiembre de 1629 y de la Revocatoria de los Vivav
Vocis Oráculo de 20 de setiembre de 1631. E l padre Menacho adicionó
la obra del Cardenal de Lugo: "Memorial del Estado que ha tenido y tie-
410 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
ne al presente y la confirmación y prorrogación de nuestros privilegios
índicos y temporales". Se publicó en Roma, en 1645, por el padre Barto-
lomé Tafur según lo sostiene el padre Vargas Ugarte. (Manuscritos Pe-
manos. Tomo IV, página 159).
La Universidad de San Marcos, consideró que se le agraviaba con la
conducta seguida por el Virrey, al poner de lado las Constituciones y de-
signar sin oposición para la cátedra de Prima de Teología. Juan de la
Serna de Haro, observando sobre esta forma de proceder, sostuvo que se
había expedido auto, una vez que falleció el padre Avila, para que se de-
signase al religioso que debería enseñar la cátedra en referencia. En aca-
tamiento de este mandato el Provincial procedió a nombrar catedrático,
recayendo la designación en el padre Juan Pérez de Menacho, de la Com-
pañía de Jesús. La Universidad pidió al Rey que debía seguirse los trá-
mites de las oposiciones para evitar que el Virrey impusiera su voluntad
en forma poderosa. Sostuvo que sólo cabía la vacancia de la cátedra.
El Consejo Real de Indias, contemplando el problema de la cátedra
otorgada por el Provincial, después de la muerte del padre Avila, en favor
del padre Pérez Menacho, procedió a revocar "para lo sucesivo" las provi-
dencias que resolvían contra las Constituciones y ordenó que las cátedras
de Prima y de Vísperas de Theologia, que estuvieran vacantes y las que
vacaren fueran provistas conforme a los Estatutos de la Academia.
Cuando vacó la cátedra de Prima de Teología, que enseñaron los pa-
dres jesuítas Avila y Menacho, se presentó como opositor el doctor Juan
Velásquez. Se puso en tela de duda la suficiencia para dirigir la cátedra.
Esto dió origen a que los teólogos Juan de Atienza, José de Acosta, Anto-
nio Martínez, Fray Juan de Almaraz, doctor Balboa, Esteban de Avila, Fray
Cristóbal del Espíritu Santo, Fray Marcos Jofre, Fray Feliciano de Silva,
Fray Juan de Aller, se pronunciaran en favor de la capacidad del doctor
Velásquez.
E l Príncipe de Esquilache, Francisco de Borja, Virrey del Perú, tenía
del padre Menacho un elevado concepto. Lo califica de "docto" al refe-
rirse a la designación que hiciera de dicho religioso, para la cátedra de Teo-
logía, el padre Provincial Juan Frías de Herran.
Pérez Menacho, poseía imaginación aguda para la polémica y la argu-
mentación. En una oportunidad, discurriendo sobre la cuestión metafísi-
ca y religiosa de si el mundo pudo ser ab eterno quoad succesiva, planteó
soluciones sutiles. Debió ser tan interesante la forma como desarrollaba
su pensamiento que el Rector, no usó de la campanilla para interrumpirlo.
L O S DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S — J U A N PÉREZ DE M E N A C H O 411
Las proposiciones se iban planteando por espacio de horas, cada vez con mayor ingenio.
El padre Menacho era un hombre de voluntad poderosa. Estando paralítico, sin poder utilizar las manos, se inclinaba sobre los libros para seguir estudiando. El padre Diego Daza, teólogo español destacado y cate drático de Prima en Alcalá, como había estado en San Marcos, conoció aJ
padre Menacho. Pudo, por eso, afirmar de él que jamás había oído nada semejante sobre la grandeza de la sabiduría de Pérez Menacho. Agregó que en el Perú dejaba la ciencia de ambos Derechos y el espíritu de Santo Tomás, pues en Lima quedaba el padre Pérez Menacho.
Pérez Menacho, después de una larga enfermedad, murió el 20 de enero de 1626, a los 61 años de edad. Durante 44 años había trabajado dentro de su Orden, como jesuíta.
La Compañía de Jesús en 1696, siendo Prepósito Provincial el Padre Diego de Eguiluz, dio licencia al Hermano Miguel Carreño, Procurador del Colegio Real de San Martín, para que pudiera obligar la hacienda y chacra de Matamandinga (olivar y platanar a la salida de la Ciudad) "por el callejón que va del Convento de Guadalupe a la hacienda Santa Beatriz" de dicho Colegio Real, en 10.000 pesos al principal de censo, cuyos réditos hacían 500 pesosal año, que era la congrua y renta del catedrático de Maestro de las Sentencias. Así, la Compañía de Jesús, para alentar a
los estudiantes del Colegio Real dispuso fundar de los bienes propios de dicho plantel la expresada cátedra. Con ese estímulo y anhelo de alcanzar la cátedra los estudiantes del Real de San Martín se dedicarían con entusiasmo a los estudios de Teología.
Esta fundación fué la mejor forma de perpetuar en la Universidad el recuerdo de íos egregios espíritus de Acosta, Avila y Menacho.
C A P I T U L O L X I I I
LAS REBELIONES Y SU REPERCUSION ESTUDIANTIL
i y jO fueron santos los españoles que vinieron a cumplir su destino de
�* ' hombres en tierras de Indias. En la Conquista, a veces, no existía
más argumento que los arcabuces y las espadas. Cuando Pizarro traza en
el suelo la raya simbólica para ser ricos o pobres, es el coraje temerario
que se pone de manifiesto. E l grupo reducido de ambiciosos debió endu-
recer el carácter, estimulado por la experiencia cotidiana: tierras infini-
tas, obstáculos terribles opuestos por la Naturaleza, por las enfermedades
y los hombres. Para esos fieros soldados la ley primera de vivir, ante to-
do, debió ser la norma dominante en la conciencia y en los hechos. Ellos
sabían que todos los excesos eran aceptables; que la barbarie de la con-
ducta no debían producir escrúpulos, desde que el instinto de existir era
más fuerte que todas aquellas consideraciones. Las debilidades humanas,
que se ponen de manifiesto en el fragor de las guerras, aun en tiempos
modernos, debieron ser Jas mismas en aquellos días terribles en que la mo-
ral se regía por las normas de los más fuertes.
Juzgando a los hombres de la Conquista, a través de esta lente huma-
na, es explicable el sentido de sus contiendas. E l disgusto, la insatisfac-*
ción, el no quedar contentos nunca constituían hechos corrientes. ¿No
llamó desde Alemania, el Emperador ai licenciado don Pedro de la Gas-
ea, para cerciorarse de los acontecimientos del Perú y para ver la forma
cómo debía estabilizarse la vida política? Sobre el espíritu de los conquis-
tadores no podía descender la calma porque ellos comprendían que las tie-
rras habían sido ganadas por su esfuerzo, por el valor personal, al que atri-
buían el carácter de título para las adquisiciones. Mostrarles la ley, por
eso, resultaba un poco pintoresco, a ellos que consideraban que no había
más ley que las armas con que combatían. Cuando llegaron las Nuevas
Leyes del 20 de noviembre de 1542, el alboroto y la protesta cundió. Los
conquistadores, según cuenta Gomara, lanzaban bramidos al leerlas. Las
reputaban injustas, siguiendo el consejo de ciertos letrados que sugerían
LAS R E B E L I O N E S Y SU REPERCUSIÓN E S T U D I A N T I L 413
que no fueran acatadas por cuanto habían sido dadas por los Reyes sin
consentimiento de los pueblos de los reynos del Perú .
Después de cinco años, en que fueron recibidas las Nuevas Leyes, que
causaron disgusto, el entredicho continuaba. L a Gasea quiso resolver las
discrepancias entre pizarristas y almagristas. Se le acusó de haber favore
cido a un grupo con desmedro de los intereses del otro. E l descontento
de esta solución, que no consideraban los quejosos como salomónica, d ió
origen a que de la Gasea abandonara el Cuzco con dirección a L ima , para
no escuchar las exigencias y protestas de los insatisfechos. E l Arzobispo
Loayza t ra tó de aplacarlos con palabras, tarea di f íc i l cuando lo que se dis
cutía eran bienes patrimoniales. E l mariscal Alonso de Aívarado y Mel
chor Verdugo tradujeron su desagrado en hechos. Acusaron a de la Gas
ea ante el Fiscal.
Cuando la Audiencia, durante el gobierno del Vi r rey Mendoza, puso
en vigor la Cédula que ordenaba el servicio personal de los indios, surgen
nuevos antagonismos, que man tendr ían la zozobra y el alboroto. E n el
Cuzco, Chuquisaca y Potosí , los disturbios se presentaban con mayor fre
cuencia. E l corregidor de los Charcas, H i ñ o josa, como resultado de este
clima de sospechas y rivalidades, recibió estocadas de Garc i Te l lo de Ve
ga, Antonio Sepúlveda y Anselmo Hervías . Pedro de H i ñ o i osa, debat ién
dose en la agonía, f u é ultimado por Hervías , que le traximatizó el cráneo
con una barra de plata.
Sebastián de Castilla se er ig ió en capi tán genera] y justicia mayor pa
ra tolerar una acción de saqueo de los descontentos. A los cinco días se
hicieron presentes Vasco Godinez y Baltazar Velásquez. Godinez se pro
nunció matando a don Sebastián. L o degol ló y puso la cabeza del infor
tunado en la plaza públ ica , como se acostumbraba entonces. No sólo eso:
se ensañó con otro sublevado, Egas de G u z m á n , a quien descuartizó.
Pero en este cuadro de terribles represalias, entre los hombres venidos
de España, la Audiencia envía a l mariscal Alvarado con el t í tu lo de go
bernador y capi tán general. E l mariscal estaba asesorado por el fiscal
Juan Fernández. E n L a Paz degol ló al sublevado Pedro Juárez Pacheco
y en Potosí descuartiza a Godinez. Este sadismo contra la carne humana,
diríase que era suficiente para calmar el descontento. L a conducta de G i l
Ramírez Dávalos, corregidor del Cuzco, da origen al estallido de la rebe
l ión más seria que la capitaneada por Sebastián de Castilla. E n efecto la
Audiencia insistía en la p roh ib ic ión del servicio personal de los indios.
Los encomenderos buscan a Francisco Hernández Gi rón y Vasco de Gue
vara, quienes presentan un pliego al corregidor, quien no lo acepta. L a
414 L A U N I V E R S I D A D £ N £ L S I G L O X V I
chispa se enciende y Hernández Girón asalta la sala donde se realizaba ei
banquete de bodas de Alonso de Loayza con doña María de Castilla. E l co-
rregidor escapó. E l Cabildo, bajo la presión, nombró justicia mayor al su-
blevado.
La historia de ios años de la estabilización se va tejiendo con pronun-
ciamientos, asesinatos, desleaitades, rivalidades, descuartizamientos, entre
los mismos protagonistas del drama de la Conquista. Son causas egoístas,
en la mayoría de los casos, que engendran el descontento que se traduce
en crímenes y asonadas. Pero los españoles debieron también hacer fren-
te al disgusto de los indios. E l trato cruel, la expoliación reiterada, el
desprecio por los vencidos, da origen al primer estallido de ios naturales
en el Cuzco, al comenzar el año de 1553. La sublevación no ha de encon-
trarse en la legendaria ambición de Hernando Pizarro que, según se cuen-
ta, trató duramente a Manco Inca, debajo de una escalera donde le buscó
prisión, ni de la exigencia de la entrega de la estatua de oro de Huayna
Cápac, sino en la forma cómo pusieron en práctica su política de abusos.
Los mismos españoles reconocieron el hecho como exacto imputándoles a
los Pizarro y sus corifeos "malos tratamientos". E l serio levantamiento
que originó el sitio del Cuzco, durante diez meses, en que se producían
fieros combates, conmovió a todo el Perú. Pizarro comprendió la grave-
dad de la conmoción de los indios que se vió obligado a pedir hombres
y medios para la guerra a México, Guatemala, Panamá y las Antillas. Pi-
zarro supo que Lima, no quedaría libre de las asechanzas de los indios al-
zados en armas para exterminar a los hombres de la raza blanca. E l Go-
bernador resolvió hacer frente al ataque. Ordenó al capitán Pedro de Ler-
raa para que al frente de sesenta hombres de a caballo, conjuntamente con
fuerzas de indios cristianos, saliera a batir a los sublevados.
Las guerras son tan viejas como la humanidad, ciertamente. En todas
partes las hubo. E l Perú no podía ser una excepción. Este estado de su-
blevaciones y discrepancias, que se resolvían mediante las armas, debió
crear en el ánimo de los estudiantes inquietud, que por contagio psicoló-
gico se traduciría en luchas en el seno de la Universidad. No es oportu-
no seguir la cronología de las sublevaciones de los indios; las contiendas
entre españoles y las vicisitudes derivadas de los antagonismos raciales en-
tre mulatos, criollos y mestizos. Todo este hervor del descontento huma-
no debía tener repercusiones en los centros organizados para la cultura
donde ios pleitos se producían con más frecuencia de la que podemos su-
poner.
LAS R E B E L I O N E S Y S U REPERCUSIÓN E S T U D I A N T I L 415
Algunas conmociones de origen económico, como el pleito de las al
cabalas en Quito, que obligó al Virrey desde el Perú, a enviar expedicio
nes crearon también la inquietud. E l asunto movió la inspiración poética
del universitario don Pedro de Oña. Menos mal que en el Cuzco el pro
blema económico, semejante al de Quito, se resolvía en forma pacífica.
E l corregidor, con los encomenderos Gómez Arias de Quiñones, Pedro de
Castilla de Nocedo y Jerónimo Castilla, celebraron cabildo abierto a f i n
de que se designase un grupo de personas que deberían discutir el pro
blema de la alcabala. Fueron nombrados Antonio Pereyra y Rodrigo de
Esquivel, por los encomenderos; por los vecinos que no poseían indios, a
Juan Pérez y Salvador Martín; por los que manejan coca, cosechan y con
tratan, a Alonso Carbajal y Luis de Espinoza Villasante; por los mercade
res a Pedro de Torres y Uger de Estacio; por los pulperos a Juan Portillo
y García de Molina. Este grupo de personeros, después de discutir sobre
las posibilidades del Cuzco, para pagar las alcabalas, aprobaron veinte con
clusiones, entre las que se revelaban con más importantes las siguientes:
que se obligaban a pagar en espacio de cuatro años, los contribuyentes del
Cuzco, la suma de 40 mil pesos de 8 reales, ofreciendo como garantía del
cumplimiento de la obligación sus bienes y personas. E l Cabildo y los
trece delegados o personeros quedaban comprometidos en esta forma, fren
te al corregidor, a cumplir su compromiso. E l Cabildo, además, debía' te
ner jurisdicción absoluta para confirmar el repartimiento de cada año. E l
Cabildo quedaba también autorizado, con la asistencia de los trece delega
dos o diputados, para dar en arrendamiento las alcabalas denominadas del
viento, a razón de uno y medio por ciento y en suma menor también si
acaso así io consentían los delegados. E l 17 de marzo de 1595 serían acep
tadas las condiciones en el Cuzco, por el licenciado Alonso de Maldonado
de Torres, oidor de la real Audiencia, en nombre de S. M. y del Virrey. 1
La piratería, que amagaba las costas del Virreynato, algunas veces de
acuerdo con los indios, debió también originar la inquietud y la zozobra,
con el consiguiente preparativo del Virrey, para combatirla. Muchos de
estos piratas se convertían en medios adecuados para introducir, en tierras
! En 29 de Enero de 1597, los indios del pueblo de Livitaca piden que se les otorgue Cédula igual a la concedida a los indios de Chucuito, para que no fuesen compelidos a servir por sus personas. En 3 de febrero de 1597 pidieron nuevamente que se les dejara las tierras de pasto y labor que hubieren menester, y las que se hubiesen dado en su perjuicio se las quiten (a los a quienes se hubiesen dado). Se les dió Cédula como pedían, en 26 de febrero. El 14 de febrero de 1597 los indios de Livitaca pidieron Cédula para que a los que fuesen a servir en las minas de Vil-cabamba "se les pague lo que justamente hubiesen de haber por la ida y vuelta". (A, G. I . Indiferente General N* 528).
416 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
de las colonias españolas, una literatura non grata a los Virreyes. En es
ta forma los episodios heroicos o audaces, las sublevaciones y las protes
tas, darían origen a la inestabilidad estudiantil que, dentro de la Univer
sidad, tomaba formas distintas. Las causas parecían insignificantes, pero
lo suficientemente agudas como para provocar serios motines universita
rios. En ciertas ocasiones los muchachos promovían algazaras cuando su
bía el precio de los mazapanes —dulces indispensables para los grados aca
démicos—; en otras los alborotos surgían por los antagonismos de las ór
denes religiosas cuando se disputaban las cátedras. No era raro tampoco
que las riñas se convirtieran en verdaderas luchas callejeras con saldo trá
gico. Los productos, como los cuyes y gramíneas, oriundas del país, ser
vían como elementos ofensivos para ser aventados a ios criollos que se pre
sentaban a las oposiciones.
E l concurso, como sabemos, era la forma utilizada por los profesores
de la Universidad colonial para obtener las cátedras. En algunos casos las
cátedras se adjudicaban tranquilamente. Como la oposición constituía la
norma corriente, la ciudad de Lima, tomaba parte con sus opiniones y sim
patías en la lucha por las cátedras. En el siglo x v i l , cuando la cátedra de
Diego de León Pinelo, fué ocupada por Josef de Reyes, el mundo univer
sitario fué conmovido por serios conflictos que acarrearon muertos y heri
dos. Cada catedrático triunfante, que se hallaba apoyado por un grupo
de simpatizantes y partidarios, era objeto de manifestaciones, de vítores y
de algazaras, donde las armas salían a relucir, como algo inherente al bu
llicio de los muchachos.
En las actuaciones literarias el ambiente espiritual se caldeaba hasta el
punto de convertirse en campos de agramante, donde no sólo los puños
se ponían de manifiesto sino también las armas.
Cuando el Conde Lemos ejercía el Virreynato ocurrió un suceso trá
gico que sirve para que descubramos hasta donde llegaban las pasiones de
los catedráticos que disputaban las cátedras. En marzo de 1670, el oposi
tor de la cátedra de Prima de Leyes, Gregorio Rojas, abandonó por la no
che del día 8 la Universidad después de haber presidido el grado de licen
ciado de un aspirante. No pudo preveer lo que le ocurriría. En una es
quina se encontraba su opositor quien al percibirlo lo atacó haciendo uso
de arma blanca. Los atacantes recibieron la cooperación de negros y mu
latos, que no sólo hicieron uso de sus manos sino también de piedras. Los
estudiantes que acompañaban al doctor atacado, también sufrieron las con
secuencias de la refriega. Resultaron golpeados y heridos.
1AS REBELIONES Y SU REPERCUSIÓN ESTUDIANTIL 417
La provisión de cátedras ¿era la única causa que originaba los escán
dalos que agitaban a los hombres más sensatos en la Universidad?
Se sabía que en los alborotos tomaba parte toda la ciudad. Los mis
mos eclesiásticos llamados a seguir una línea prudente de conducta, se apa
sionaban tanto, que no quedaban exceptuados ni los arzobispos. La In
quisición, el tribunal terrible para detener las herejías, también moviliza
ba influencias y resortes en la adquisición de las cátedras. Desde luego el
escándalo no estaba desprovisto del dinero que se movía en la sombra.
La desigualdad, los antagonismos raciales, los privilegios que favore
cían a los adictos de la oligarquía virreynal, generaron las luchas entre
estudiantes y catedráticos, muchas veces con resultados lamentables.
Estos conflictos no sólo eran entre los estudiantes y maestros, sino tam
bién de aquellos y la autoridad, y, también entre los colegiales de otros
planteles. Recordemos que en setiembre de 1766 los colegiales del Real
de San Martín dieron poder al Dr. José Joaquín de Irurzun, Cátedratico
del Maestro de las Sentencias y al Dr. Juan de Unamunzaga, catedrático
de Artes para que se presentasen a los Tribunales a pedir "satisfacción del
agravio recibido por el Real Colegio por la prisión que se hizo en dos de
sus alumnos". Así marchaban unidas las rebeldías y la solidaridad estu
diantil. Las ilustres firmas del Dr. José Manuel Bermúdez y del Dr. Jo
sé de Arriz en ese instrumento público, y de otros treinta estudiantes y ex
alumnos y maestros del Real de San Martín, exigían "el desagravio y ple
na satisfacción a su Real Colegio". (Escribano Domingo Gutiérrez, fo
lio 240).
Los actos de rebeldía son educadores de la voluntad cuando brotan sin
ceros en pechos inflamados por la conducta altruista.
Eguíguren. - Siglo XVI. 27
C A P I T U L O L X I V
LA PROTECTORIA Y EL PROBLEMA SOCIAL DEL INDIO
E*S difícil que los escritores se pongan de acuerdo sobre el trato que die-
ron los españoles en Indias, a los naturales. Como en todo problema,,
donde la pasión humana interviene, el cuadro de las vicisitudes del indi©
adquiere tintes más o menos sombríos según el temperamento de protesta
que sirva para hacer la pintura. Entre los americanos, sobre todo, el pro-
blema cobra un aspecto casi de represalia porque consideramos que es un
deber justificar las razones que exhibieron nuestros abuelos cuando se su-
blevaron contra España. Entre aquellas causas no fue la menos dramática
la forma cómo los indios fueron considerados, desde aquellos sabios que du-
daban que fueran seres humanos hasta los hombres de presa que veían en
ellos solo instrumentos de tributos y trabajo. E l tiempo, sin embargo, no
ha corrido inútilmente. Los investigadores tratan de enfocar, con mayor
serenidad, el espinoso motivo de discrepancias, esforzándose en poner ma-
yor objetividad en los hechos históricos.
A pesar de que el Virrey tenía la condición de defensor nato de los in-
dios; a pesar de que debía vigilar a los doctrineros, curacas y corregidores,
a despecho de su tarea agobiadora de vicepatrono de los asuntos eclesiásti-
cos y de sus esfuerzos como capitán general, debía preocuparse de los di-
versos problemas creados por los intereses de los encomenderos frente a los
indios. T a l ocurría, por ejemplo con la mita, institución que respondía
principalmente a razones económicas y que debió convertirse en origen de
graves abusos. Ocurrió lo mismo con el trabajo en las minas y con los ya-
naconas, que eran designados a las chacras y terminaban convirtiéndose en
siervos. Toledo había ordenado que estos yanaconas permanecieran en las
chacras donde según sus propósitos debían recibir vestidos, tierras, semillas.
Los dueños estaban obligados a pagar por ellos, las tasas y tributos. Ef
programa estaba inspirado por sentimientos cristianos; pero la realidad se
mostraba en otra forma. En la mayoría de las tierras el yanaconazgo to-
maba la forma de una esclavitud disimulada. Los virreyes debían vigilar.
LA PROTECTORÍA Y EL PROBLEMA SOCIAL DEL INDIO 419
en las dilatadas tierras de sus dominios, los diversos aspectos de las mitas, de los yanaconas, de los mingados, etc. Se pensó, por eso, en la creación del protector de indios. En Lima, funcionaba el Protector General y en otras circunscripciones del Perú existían protectores que debían defender las causas de los naturales.
Los reyes españoles fueron ganados por el criterio de que su legislación debía adoptar un carácter de tutela. A l indio se le consideraba como a un menor; no se creía que tuviera discernimiento completo. Hoy mismo existe una tendencia jurídica y social de colocarlo en la situación de ser defendido por institutos protectores. Los españoles radicados en tierras de indias, sostenían que los naturales necesitaban de la ayuda del maestro, del consejo del religioso, de la protección del encomendero. Es posible que al entrar en conflicto las dos civilizaciones las inteligencias teóricas más despiertas trataran de someter a los vencidos a una especie de tutelaje amplio de modo que en esta forma pudiera conseguirse la estabilidad de las tierras conquistadas. Debió ser este el criterio de juristas y políticos; pero, a su turno, quizás con designio católico, los eclesiásticos también consideraron a los indios como niños que carecían del entendimiento necesario como para comprender el significado del "alto Sacramento". Pensaban que todo debía dárseles hecho como ocurren con los padres de familia respecto de sus menores hijos. Este concepto debió tomar cuerpo con el trascurso de los años de la conquista. Los conquistadores pertenecían a una raza orgullosa y llegaban a América, estimulados por la grandeza del papel que desempeñó España en el mundo. En su mayor parte los soldados pertenecían a la escoria social. Medio analfabetos, insensibilizados por el deseo de aventuras, movidos por intereses concretos, como la adquisición de oro y plata, su conducta debía responder a sus condiciones morales y psicológicas. Se explica entonces que el español aventurero se convirtiera en Herodes, como aquel desalmado Chávez que hizo matar a todos los niños de un pueblo indígena;1
que tomara a las mujeres indígenas como sí fueran cosas mostrencas, que mataran sus ocios infecundos despanzurrando salvajes, como los reseñan algunos cronistas; que se convirtieran en explotadores sin entrañas. Las distintas sublevaciones que hubieron en el Perú, explica la barbarie organizada contra la raza débil y vencida. Edificada la realidad con estos factores, comunes por lo demás a todas las conquistas, el celo cristiano de los reyes debió contribuir a detener esa ola de vandalismo de quienes decían
1 Ver en la pág. 27 y sgtes. del libro del autor " I V Centenario de la fundación de la Universidad Real Pontificia y de su vigorosa continuidad histórica", la carta de Fray Tomás de San Martín al Monarca denunciando eí delito de Francisco de Chávez
420 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
que la conquista era obra de su coraje, de las expediciones que adquirieron
carácter de empresa particular. Los indios, por lo tanto, fueron considera-
dos por el Derecho hispano como miserables, es decir, como menores sin
entendimiento desarrollado. Era preciso, por lo mismo, crear instituciones
que los prohijara y defendiera. Tal es el sentido de la Protectoría de in-
dios. E l organismo jurídico-social, seguramente se inspiró en el "padre
de huérfanos" que �Pedro I I de Aragón instituyó con el propósito de enco-
mendarle la crianza y tutoría de los niños que carecían de padres y parien-
tes. Fué llamado también el cargo "padre de menores o de pupilos", que,
como institución municipal de Castilla, pasó también con el mismo carácter
a América.
Si los indios debían ser tutelados como menores; si se les consideraba
como incapaces; si debían usar de prerrogativas que los adultos no tenían,
la Protectoría, establecía privilegios en favor de ellos. Se percibe el senti-
do protector de los adultos convertidos en menores en la real cédula de 29
de diciembre de 1593, que prescribe un deber terminante a las Audiencias:
los delitos cometidos por los españoles contra los indios serían penados con
mayores sanciones por el solo hecho de ser indios las víctimas. Se ha di-
cho que magnanimidad fue la de España, el haber dado una legislación
desigual para españoles e indios, desde que vencedores y vencidos pudieron
someterse a las mismas leyes, como ocurre en la historia con otros pueblos
conquistados. Ciertamente, el hecho debemos explicarlo por el impulso re-
ligioso que el poder oficial español puso en las empresas de sus dominios.
El derecho protector de los miserables o menores, debió inspirarse en los
dogmas de la religión católica; pero es cierto también que mediaba un lar-
go trecho entre la realidad y las buenas intenciones. Es clásico, por eso,
aquella frase de que las ordenanzas y cédulas se guardan, pero no se cum-
plen. En tan dilatadas extensiones, cuando una visita a los pueblos de in-
dígenas duraba años, como la que efectuó Toledo, las leyes y ordenanzas de-
bieron ser meras declaraciones teóricas. Los corregidores, los curas, los ca-
ciques, constituían un enjambre de succionadores que formaban una barrera
contra lo que muy poco podían la voz lejana de ios virreyes.
La Protectoría estaba organizada con abogados y procuradores, en sen-
tido estrictamente jurídico; pero dándole a la institución una significación
amplia. "Protectores" son todos los que han recibido autoridad del Rey
que se considera como el padre de todas las razas indígenas. Las cédulas
y ordenanzas sirven para suministrarnos este concepto. Constantemente los
reyes recomiendan a sus servidores que no descuiden adoctrinar bien a ios
indios, criarlos en policía y enseñarles buenas costumbres. Como es natu-
L A PROTECTORÍA Y E L P R O B L E M A S O C I A L D E L I N D I O 421
ral siendo tan amplio el sentido de la Protectoría, desde que actuaba como
factor social de redención, los protectores debieron ser tanto seglares como
religiosos. La misión principal consistía en extirpar los abusos de los es-
pañoles que tuvieran algo que hacer con los indios.
Religiosos como de las Casas, al revelar los abusos cometidos contra
los indios se convirtieron en precursores de los protectores. Las protestas
de Fray Domingo de Santo Tomás, no fueron menos sinceras y exaltadas
que las del obispo de Chiapas. En efecto, en el libro quinto de Reales Cé-
dulas, del A. G. L , legajo Lima, 566, folio ccxi, se encuentra una dirigida
a Fray Tomás: "Venerable e devoto Padre Fray Tomas de San Martino,
prior provincial de la Orden de Santo Domingo, en la provincia del Peru:
V i vuestra letra de tres de julio del año pasado de mil e quinientos cuarea-
ticinco, que con Agustín de Zarate escribisteis al Emperador Rey mi Señor.
Y o estoy bien cierto de lo que decís, que habéis trabajado, asi en la instruc-
ción e conversión de los naturales de esa tierra como en la pacificación de
los españoles que en ella residen, lo cual os agradezco e tengo en servicio,
e asi vos encargo lo continuéis, vos e los otros religiosos de vuestra Orden
que en esas provincias residen que, ademas de cumplir con lo que debéis e
sois obligados a vuestra Orden e profesión, Su Majestad lo tendrá en mu-
cho servicio e memoria de ello, para lo que tocare a la autoridad de vues-
tra Orden e religiosos de ella".
"Del daño que los naturales de esas provincias han recibido e reciben
con las diferencias que en ellas ha habido, me ha desplacido (así dice) por
mi servicio; que vos tengáis muy gran cuidado de procurar por su buen
tratamiento y que se escusen los daños e muertos que en ellos hasta aquí ha
habido. De Guadalajara a veinte un dias del mes de setiembre de mil qui-
nientos cuarentiseis años. E asi en esto como en todo lo demás que vié-
redes que conviene al bien de esa tierra e naturales de ella, ocurriréis al
licenciado de la Gasea, nuestro Presidente de la Audiencia Real de esa pro-
vincia, a quien Su Majestad ha enviado allá, que el lo proveerá como con-
venga. E l Princip. Registrada de Samano". Los encomenderos, por eso, no
veían con buenos ojos a Fray Tomás de San Martín. E l religioso creía que
su conciencia moral y la del Rey, permanecería atribulada si acaso él ca-
llase todos los abusos de que eran objeto los indios. Como Bartolomé de
las Casas y como muchos prelados, se encargarían de que el gobierno espa-
ñol estuviese enterado de los atropellos, de los crímenes, de los abusos come-
tidos contra los indefensos indígenas. Muchas de las leyes protectoras que
llegaban de España, habían sido inspiradas en las cartas que los religiosos
enviaban desde América a los influyentes cuando no directamente al Rey.
422 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
De la Universidad de Lima, salieron muchos eclesiásticos y laicos que
cumplieron la misión altruista de luchar en favor del estado social del in-
dio, como lo hemos visto en el caso de Fray Domingo de Santo Tomás; pe-
ro los religiosos quisieron que sus preocupaciones tomaran el carácter de
acuerdos. Ya hemos hablado de los concilios que reunieron en Lima, en
los cuales los obispos trataron de la forma de instruir a los indios. El ter-
cero que congregó Santo Toribio, en agosto de 1583, en el capítulo tercero,
formuló declaraciones importantes en favor de los indios: "No ay cosa que
en estas provincias de las Yndias devan los prelados y demás ministros, assi
eclesiásticos como seglares, tener por mas encargada y encomendada por
Christo nuestro Señor, que es el Sumo Pontífice y Rey de las animas, que
el tener mostrar un paternal affecto y cuydado al bien y remedio de destas
nuevas tiernas plantas de la Yglesia, como conviene lo hagan los que son
ministros de Christo. Y ciertamente, la mansedumbre de esta gente y el
perpetuo trabajo con que sirven, y su obediencia y subjecion natural po-
drían con razón mover a qualesquier hombres, por ásperos y fieros que fue-
sen, para que holgasen antes de amparar y defender estos yndios qixe no
perseguirlos i dexarlos despojar de los malos y atrevidos. Y assi dolién-
dose grandemente este sancto Synodo de que no solamente en tiempos pasa-
dos se les hayan hecho a estos pobres tantos agravios y fuerzas con tanto
exceso, sino también que el día de oy muchos procuran hacer lo mismo,
ruega por Jesu xpo y amonesta a todas las justizias y gouernadores que se
muestren piadosos con los yndios y enfrenen la ynsolencia de sus ministros,
quando es menester y que traten a estos yndios no como esclavos, sino como
a hombres libres y vassallos de la magestad real, a cuyo cargo les ha puesto
Dios y su Iglesia. Y a los curas i a otros ministros manda muy de veras
que se acuerden que son pastores y no carniceros, y como a hijos los han
de stistentar y abrigar en el seno de la charidad Christiana. Y si alguno
por alguna manera hiriendo o afrentando de palabra o por otra uia maltra-
tare a algún yndio, los Obispos y sus visitadores hagan diligente pesquisa,
y castigando con rigor, porque es cierto cosa muy fea que los ministros de
Dios se hagan verdugos de los yndios".
No pudo darse clamor mas sincero que el nacido de un concilio que se
realizaba bajo la advocación de la divinidad. Son religiosos que protestan
y aconsejan, que raciocinan y amonestan. En las palabras de la congrega-
ción religiosa los problemas sangrantes del indio adquieren toda su gran^
deza. Desgraciadamente son medidas teóricas, imprecaciones contra los mis-
mos curas, definiciones hermosas que consideran al indio como vasallo li-
LA PROTECTORÍA Y E L PROBLEMA SOCIAL DEL INDIO 423
bíe. ¿Se transformaría la realidad por este impulso generoso? Si las ideas
son el comienzo de los actos debemos aceptar que todo esto debió fortificar
la necesidad de mantener la institución del protector de indios, como lo
concibieron los espíritus generosos de entonces.
C A P I T U L O L X V
LA UNIVERSIDAD Y EL DERECHO
J U N T O a la cátedra de Gramática, a las Artes, a la Filosofía, a la Teolo-
gía, Sagradas Escrituras, en las universidades de la Edad Media, se ense-
ñaba el Derecho. Ha llegado a establecerse, en este sentido, cierto orden
preferencial en los estudios, es decir, que la personalidad de ciertas univer-
sidades habría descollado por su aptitud para el cultivo de determinadas
ciencias. Stephen d'Irsay, en su "Histoire des Universites, Francaises et
Etrangeres", recuerda, por ejemplo, cómo un conjunto de circunstancias
particulares, de inclinaciones y tendencias, de aptitudes especialmente des-
arrolladas hicieron de la Universidad de París, el centro principal del pen-
samiento especulativo de la Edad Media. Si nos referimos a la Universi-
dad de Bolonia, podemos decir lo mismo. Descolló por diversos factores,
a los que no eran ajenos los de la raza, en el estudio y cultivo del Derecho.
Durante los primeros siglos medioevales la enseñanza del Derecho en Ita-
lia, sigue un camino sin interrupciones que, con el tiempo, la colocaría ce-
rno la maestra del mundo por sus grandes jurisconsultos y por sus mo-
numentos jurídicos que irradiaron luz sobre la mayor parte de las codifi-
caciones y del Derecho del mundo cristiano.
E l jurista italiano Andrés Alciati precursor de Cujacio explicó en Avi -
ñón las relaciones entre la Legislación, las costumbres y las instituciones, mé-
todo que causó una verdadera revolución en la enseñanza histórica del De-
recho; pero no dejó de invocar a Irnerio, Paulo de Castro y Bartolo. Ha-
bía estudiado en la Universidad de Bolonia. Sus obras principales fueron
impresas en el siglo x v u . Su obra literaria Emblemas, publicada en Lyoa
en 1509 fué comentada por el Brócense en 1573, la reeditó Antonio Ricar-
do en su imprenta del Colegio de San Pedro y San Pablo, en Méjico.
Diego de León Pinelo, por excepción, fué un aprovechado discípulo
de Alciato. También don Feliciano de la Vega es un imitador de Antonio
Agustín, fundador de la escuela histórica del derecho canónico. "Pertenez-
co a una época en la que se tiene por mal jurista al que entiende de Ciencias
L A UNIVERSIDAD Y E L D E R E C H O 425
Humanas" había dicho el arzobispo de Tarragona, y agrega: "estamos co-
gidos en los lazos de las disputas por vicio de los tiempos".1
No se concibe el estudio del Derecho, sin la enseñanza de la retórica
en el pensamiento medioeval. En cierto modo sirvió para estimular los
estudios jurídicos, como la dialéctica fué importante para el cultivo de la
filosofía. Sin la enseñanza de la retórica, en las universidades medioeva-
les, no se habrían formado los legistas, notarios, prácticos de la ley, jueces
y abogados.
Nuestra Universidad, que seguía el modelo español de Salamanca, co-
mo se comprueba por el texto de sus constituciones, cultivó e implantó el
estudio del Derecho, sin el que no se habría explicado la obra de las Rea-
les Audiencias, que llevaron a cabo una dilatada acción judicial en los
siglos de la dominación española.
E l pensamiento pedagógico de San Marcos, siguió el plan de la ense-
ñanza del Derecho Romano y del Derecho Canónico, hasta el siglo X V I I I .
Las instituciones jurídicas romanas fué el tema de las cátedras universita-
rias, así como de las canónicas.
Como es natural el Derecho, en su aspecto positivo, no es una disci-
plina puramente teórica. Debe ponerse en contacto con la vida de las co-
lonias, por lo que no es indiferente observarlo desde este punto de vista.
Debió hacerse patente desde los primeros momentos de la Conquista. Las
fuentes de nuestro Derecho indiano podemos hallarlo, conforme a las in-
vestigaciones metódicas de la historia del mismo, en la Bula de Alejandro
V I , por la que se concede a los Reyes de Castilla, derechos sobre las tie-
rras de Indias; en las capitulaciones o asientos de los conquistadores, ce-
lebrados con la Monarquía; en las instrucciones recibidas por los conquis-
tadores; en las actas de los cabildos de las ciudades que se fundaban; en
los documentos que recogían la constancia de los repartos de tierras entre
los españoles; en los requerimientos dirigidos a los caciques; en las leyes
y ordenanzas para las Indias.
Se fundaron en el siglo xvi , los mayorazgos peruanos. Entre otros, el
de Bravo de Lagunas, lo tenían fundado en su casa de la Calle de Mantas
y haciendas; el Marqués don Francisco Pizarro, al fundar en la Catedral de
Los Reyes, la primera Capellanía en una finca de la Calle de San Agustín,
de la que fueron capellanes los Ampuero, inició también esa institución de
supervivencia jurídica.
1
Emendationem et opinionem juris civilis, libro I V . (Ve-necia, 1573).
426 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
Los abecedarios de los libros donde tomaban la razón de los censos, que
se imponían en la ciudad y en sus términos, así como las Capellanías y otros
derechos, correspondía en su prolija conservación, en el siglo X V I a los Re-
gistros públicos de la época contemporánea.
En el primer momento de la Conquista, cuando los españoles dan tér-
mino a la obra de destrucción de la organización de las sociedades indíge-
nas, el Derecho adopta una forma particularizada de expresión por las con-
cesiones que obtuvieron los conquistadores, desde que la hazaña de la Con-
quista, no fué la acción organizada del Estado español, sino la tarea de
los subditos que contraían derechos y obligaciones en el esfuerzo de pene-
tración y estabilización de las nuevas instituciones jurídicas. 1 Posterior-
mente, los juristas de la Corona y los Reyes, comprenden que el aspecto
contractual de los particulares debe ceder el camino a una existencia ju-
rídica que tuviera sentido general, que abarque al todo, como ocurre en
toda sociedad organizada por normas de Derecho. De esta suerte se pro-
duce un hecho político, al mismo tiempo que jurídico interesante: las
franquicias y concesiones a los conquistadores van limitándose en tanto se
expiden ordenanzas que deben regularizar la vida de las nuevas socieda-
des. En esta forma va tomando cuerpo el designio de centralización de
los Reyes, que imponen su poder político a los conquistadores, que domi-
nan las rebeliones que se suscitan en el Nuevo Mundo, que envían un ca-
da vez más creciente personal administrativo que ponga en movimiento la
maquinaria del Estado, que tomaría la forma de Virreynato. Este Derecho,
que tiende al afianzamiento de las instituciones reales serviría también,
para la protección de los indios que se hallaban a merced de la arbitraria
acción individual de quienes habían obtenido capitulaciones y cédulas de
tipo individual.
J
Es curiosa la R. C. de Madrid a 10 de Diciembre de 1566, dirigida a la Au-diencia de los Reyes sobre que "se guardase en la Mar del Sur la ordenanza que mandaba que ninguno registrare lo que fuere suyo en cabeza ajena". (A. G. I . Libro 12, en el 109-7-5, folio 234).
Sabia determinación para los jefes irresponsables que gobiernan sin control, y para todo el que administra fondos públicos.
Por la R. C. de fecha en Burgos a 14 de Septiembre de 1592 se declaró la invio-labilidad de la correspondencia, porque con el miedo no puede haber comercio, ni co-municación. Violar la correspondencia es "opresión, violencia y ínurbanidad, que no se permite entre gente que vive en cristiana policía". Las sanciones de extraña-miento, destierro, azotes y galeras se determinan en esta R. C. (A. G . I . Indiferente General 427, folio 436).
Otra R. C. importante es la de Madrid a 29 de Diciembre de 1593, para que se castigue "con mas rigor a los españoles que injuriaren, ofendieren o maltrataren a los indios, que si los mismos delitos se cometiesen contra españoles". (A. G . I . Indife-rente General N<* 427 folio 446). En estos casos, dice el Rey, "apenas se sabe que se haga justicia de un español, por muerte o otro agravio de indios".
L A UNIVERSIDAD Y E L D E R E C H O 427
Cuando el Virreynato toma la solidez del Estado, que funciona pre-
munido de la fuerza, de una administración extensa y de bases económi-
cas sin las cuales no se conciben servicios públicos, coordinados y eficien-
tes, la mentalidad de los hombres de leyes, muchos de los cuales han estu-
diado en la renombrada Universidad de Salamanca, se dirige a buscar la
forma de una organización social basada en el mandato de la ley. E l he-
cho de fuerza de la Conquista había pasado; las instituciones coloniales en-
traban en un período de estabilización. Lo general, por consiguiente, de-
bía sustituir a lo particular. De este modo el esfuerzo se dirige a ordenar
y coordinar las leyes dispersas dictadas para las Indias. Ya en las "Leyes
Nuevas" de 1542 y en las "Ordenanzas de nuevos descubrimientos y po-
blaciones", que Felipe I I expide en 1573, se percibe un sentido de genera-
lización y coordinación.
Atizbos y gran visión de leyes sociales encontramos en diversas provi-
siones y reales cédulas. Entendiendo que el trato de la coca, producto prin-
cipal originaba fortunas, "por la mucha plata que por su causa se saca de
las minas", el Consejo de las Indias, siguiendo las asesorías de nuestros ju-
risconsultos, dictaron las Ordenanzas, limitando a 500 cestos de cosecha de
coca en cada mita, y por persona. El Virrey no podía conceder que nadie
plantara más de esa cantidad. Las balbacoas en los galpones, en que mo-
ran los indios, yanaconas y corpas, debían ser grandes y altas. Cada indio
al ingresar a la tierra donde la coca se cría debía llevar el vestido doblado,
para mudarse, por ser la tierra húmeda y pluviosa. Los indios estaban pro-
hibidos de llevar coca, para lo alto de la sierra, donde se cargaba para Po-
tosí, pero podían ayudar a cargar la coca en recua de ganados Los traba-
jadores debían recibir la comida a satisfacción de la Justicia. Ningún in-
dio podía ser detenido por mayor tiempo del de su contrata. Y este tiem-
po no se debía entender sino "por una mita", o sea lo necesario para co-
jerla, encestarla, y dejar corada la chácara. Los indios que entraban a be-
neficiar la coca serían bien cvirados, y los hospitales debían contar con mé-
dico, cirujano y boticario asalariados, por los dueños de chácaras. La Jus-
ticia debía tasar el salario que debían recibir los mismos coqueros, pero no
los caciques. Tampoco estaba obligado el indio coquero, si enfermara a
dar un sustituto, por su cuenta, como antes se les exigía. Tampoco po-
dían estar obligados a hacer mita de yerba, agua ni leña, sino cumplir su
contrato del beneficio de la coca. E l que compraba coca a los dueños de
chacras, no la podía vender ni rescatar sino fuera en asiento de minas que
estuviere poblado. Como los que beneficiaban coca se quejaban de que
ios Domingos y días de fiesta no podían asistir a la doctrina, porque los
428 LA UNIVERSIDAD EN EL SIGLO XVI
dueños de cocales y sus mayordomos, los ocupaban ese día en echar a se-
car la coca, se estableció el descanso dominical. Y así se mandó, en tedos
los Andes del Cuzco, bajo severas penas. Los licenciados Juan de Ovando,
Gómez Zapata, Otalora y Gamboa suscribieron con el Rey en Madrid el 11
de junio de 1573 esta avanzada ordenanza refrendada por Eraso. (AGI .
Lima 578—Libro 3—en el 109-7-14, folio 80).
Como lo comprobamos a través del Derecho Indiano, España debió
hacer frente a las complejas y crecientes necesidades del Virreynato, me-
diante numerosas leyes, que no podían permanecer aisladas. Se explica,
entonces, como surge el espíritu que trata de reunir, de recopilar, según
el vocablo favorito de aquellas épocas, no sólo con el objeto de hacer más
fácil la aplicación de la ley, sino también para percibir en él el espíritu
que debe alentar a toda codificación. En este sentido se suceden esfuer-
zos que a lo largo de la dominación española van surgiendo con el obje-
tivo de vulgarizar y facilitar la obra de aplicación de la ley. Un oidor,
de Nueva España, Vasco de Puga, reúne las cédulas reales vigentes en el
Virreynato y procede a publicarlas en 1563. Fué popularizado con el nom-
bre de cedulario de Puga. Esta forma de recopilación la continúan el licen-
ciado Maldonado; Juan Francisco de Montemayor en 1678; Eusebio Ven-
tura Beleña. Este esfuerzo no es sólo para Nueva España, desde que en el
Perú, veremos que el mecanismo del Virreynato da origen a numerosas
disposiciones, que es preciso que no permanezcan aisladas. En este sentí-
do el Arzobispo de Lima, en 1564 solicitó al Rey "que haga un libro con
abecedario y tabla de todas las provisiones y cédulas que se han dando a
fin de que cada año se lean y tengan presente, pues la experiencia enseña
que se olvidan". (A. G. I . Lima, 577. 71-3-8).
Las cédulas reales se multiplican a lo largo de los decenios, conforme
a las necesidades del Estado. Y a hemos visto, anteriormente, cómo Tole-
do, quiso conocer los diversos aspectos de la vida del Perú y cómo obtu-
vo esta percepción directa en su viaje que duró tanto tiempo. Las costum-
bres, las necesidades, los ritos» la vida económica de los indios debió dar
origen a nuevas normas jurídicas, en una profusión considerable. Para el
éxito del gobierno virreynal don Francisco Alvarez de Toledo, creyó que
era conveniente conseguir coordinación para estas disposiciones dispersas.
A l Rey le decía que esas cédulas eran tan numerosas que convenía un tra-
bajo de recopilación.1 En esta forma nacen sus célebres Ordenanzas. En
1
"Por una de las instrucciones que V. M. me mandó dar, librado por el vues-tro Consejo Real de las Indias, se me mandó que yo haga juntar y recopilar ea un libro, por orden, todas las Cédulas y Provisiones que acá se hallaren, y las haga gu-ar-
LA UNIVERSIDAD Y E L DERECHO 429
ellas se contemplan numerosas instituciones jurídicas que serían aplicadas
a indios y españoles. Contienen normas para la vida económica como los
impuestos, tributos, contaduría de rentas públicas; disposiciones relativas
a ía propiedad inmueble de los españoles; dispositivos para los indios en
cuanto se refieren a los caciques, al yanaconazgo, a la mita, al trabajo de
las minas, a los obrajes, a las plantaciones de la coca, a la secularización de
ia Universidad. La realidad había inspirado a Toledo, en el empeño de
que no quedaran incumplidas las leyes.
Junto a las Ordenanzas de Toledo, no puede dejar de figurar la reco
pilación de Juan de Ovando, Presidente del Consejo de Indias, que compuso
el llamado código ovandino, que no concluyó. Publicó en seis libros le
yes religiosas y las relativas al Consejo de Indias. Esto ocurría en 1571.
En 1574 emprende un trabajo de esta índole, es decir, de carácter general,
Alonso de Zurita. E l Cedulario compuesto por Diego de Encinas, oficial
del Consejo de Indias, abarcó hasta 1596. Se publicó en 1945, por el Ins
tituto de Cultura Hispánica, en edición facsimilar, tomada de la edición
única de 1596, Madrid.1
Con estas recopilaciones, que se llevan a cabo en el siglo xvi, se pue
de decir que asistimos al primer período en ia tarea de coordinación de
las leyes.2
Este es el sentido práctico de los codificadores para que el Derecho
sirva como base del desarrollo de las nuevas sociedades. Entre tanto, en
la Universidad, la obra teórica expone las ideas jurídicas de romanistas y
dar y cumplir com® sí para mi fueran dirigidas, en cumplimiento de lo cual se comenzó a hacer muchos días há, y, porque el licenciado Ovando, por una carta suya, me escribió que no había necesidad de hacerse acá, porque se hacía allá, se suspendió. Visto que no ha venido de allá ésta recopilación y los muchos daños que, así para los litigantes como para los jueces, se seguían de no haber, y entenderse cuando eran menester, las tales Cédulas, para la determinación de sus causas, y, especialmente, la contradicción que en ellas había y diferencia de las antiguas a las modernas, y que el Virrey, no teniéndolas sacadas por orden y materias y fechas, no podía tener el cuidado necesario para las mandar ejecutar, y que dos libros, que de ellas había, se hallaron deshojados y sin orden, por andar y haber andado en poder de tantos secretarios, y escribanos, se han mandado ahora juntar y recopilar, apuntando las contradicciones, no por concederlas, que éste no será oficio de los de acá, sino para que las tengan presentes en lo que hubiesen y debieren de hacer, que el remedio, que me pareció se podría dar, escribí desde la ciudad de la Plata, aunque creí no habrán faltado ni faltaran quejas por la Cédula en que V. M. manda que no se casen los Oidores ni sus hijos sin vuestra licencia, etc". (Carta del Virrey Toledo a Su Majestad. 1579. Capítulo 24, Legajo. Lima, 30 del A. G. L ) .
1
Véase la nota final en este Capítulo. 2
"Sumarios de la Recopilación general de las Leyes, Ordenanzas, Provisiones que por los Reyes Católicos de Castilla se han promulgado, expedido, para las Indias Occidentales, Islas y Tierra firme del mar Océano" (Madrid, Juan Gonzalos, 1628, en 381 págs>), por D. Rodrigo Aguiar de Acuña.
430 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
canonistas. Para este fin, como es natural, se crean las cátedras respecti-
vas. Llegó a crearse hasta una cátedra libre de Código. Las Constitucio-
nes de 1571 aluden a la enseñan2a de Código y Digesto Viejo. Los mis-
mos estudiantes reclamaron la creación de una cátedra de Instituía. Y en
lo que concierne a la enseñanza de Derecho Civil, el licenciado Velásquez
decía "que hay necesidad de una cátedra de propiedad de Vísperas de Le-
yes, que lea una hora y que la de propiedad por la mañana lea hora y me-
dia esforzado o Digesto Nuevo".
Durante el Gobierno de Toledo y en nombre del Rey, se dotó la cá-
tedra de Prima de Sagrados Cánones, en el año de 1576, siendo Rector de
la Universidad el doctor Marcos de Lucio. La renta que servía para sus-
tentarla era de mil quinientos pesos ensayados y un real. Los doctores que
la regentaron fueron Fernando Velásquez Fajardo, Manuel de León, Fran-
cisco de Sosa y Rengifo, Feliciano de la Vega y Padilla, de quien en otro
lugar hablamos más extensamente, Antonio Diez de San Miguel y Solier,
Juan del Campo Godoy.
La cátedra de Vísperas de Sagrados Cánones, formó parte del plan de
estudios de la Universidad. Fué dotada en 1576, durante el gobierno de
Toledo, siendo Rector el doctor Marcos de Lucio, con la renta de 859 pe-
sos y tres reales al año. La regentaron los siguientes doctores: Juan Bau-
tista Villalobos, Francisco Ramos Gaíván, Juan Hurtado de Vera, Antonio
Diez de San Miguel y Solier.
Los canonistas exponían a sus discípulos los diferentes aspectos del De-
recho de la Iglesia; los orígenes del mismo que se encuentran en las Sagra-
das Escrituras, en la tradición y las costumbres. Trataban de la legisla-
ción eclesiástica que se halla contenida en los decretos de los concilios y
en los rescriptos de los Papas y en las consultas a canonistas ilustres.
En 1576, durante el gobierno de Toledo, se dotó la cátedra de Prima
de Leyes, con la renta de mil quinientos pesos ensayados ai año. La re-
gentaron el doctor López Guarnido, primer catedrático de Derecho que
tuvo la Universidad; el oidor doctor Francisco de Sandoval; el doctor Fran-
cisco de León Garavito; el oidor Melchor de Urbina; el oidor Francisco Ra-
mos Galván.
La cátedra de Vísperas de Leyes, fué dotada por el Rey en el siglo
XVI, como las anteriores, durante el gobierno de Toledo, en el año de 1576,
con una renta anual de 859 pesos y tres reales. Fué dirigida por el doctor
Gerónimo López Guarnido, Francisco de León Garavito, Feliciano de la
Vega, natural de Lima, Melchor Urbina, Gutiérrez Velásquez y Altamira-
no, Diego Mejía de Zúñiga, nacido también en Lima. Velásquez de Al-
LA UNIVERSIDAD Y E l DERECHO 431
tamirano escribió una importante producción: "De off icio et potestate Vi-
carei Principis, ac de universali Indiarum administratione".
Fué maestro de una generación brillante, entre otros, de Antonio de
León Pinelo, el múltiple erudito y coordinador principal de la Recopila-
ción de las Leyes de las indias, y de Juan de Larreinaga Salazar que es-
cribió: "Tratado sobre el oficio de Protector General de las Indias".
La cátedra de Instituía fué dotada durante el Virreynato de Toledo y
siendo Rector de la Universidad, el doctor Marcos de Lucio, en el año de
1576, con una renta de 421 pesos y 7 reales. Funcionó inmediata a la de
Vísperas de Leyes. La regentaron los doctores Francisco de León Garavi-
to, Francisco de Sosa, Melchor de Urbina, Francisco Ramos Galván, Die-
go Mejía de Zúñiga, Juan del Campo Godoy, casi todos después fueron
miembros de las Reales Audiencias.
Los catedráticos asistían a sus clases para leer sus cursos. Los de Pri-
ma de Leyes y Cánones, leían hora y media; el de Leyes, doctor López
Guarnido, trabajaba en su curso desde las siete de la mañana hasta las ocho
y media; el doctor Vásquez Fajardo, que enseñaba Cánones, trabajaba de
tres a cuatro y media de la tarde. E l método seguido en la enseñanza del
Derecho, consistía en que los oyentes copiaran las palabras del maestro, el
que repetía los pasajes hasta que pudieran los alumnos transcribirlo al pa-
pel fielmente. En cada párrafo, los estudiantes, cuando no habían escu-
chado o comprendido el dictado, hacían señales a los doctores para que vol-
vieran a pronunciar las palabras o las frases, de modo que fuesen supri-
midos los errores, hasta donde era posible. La lectura de los textos se ha-
cía en latín y cuando los estudiantes no podían traducirlo el profesor se
veía obligado a usar de la lengua española, llamada romance.
Como es sabido las Instituías, fueron promulgadas por el Emperador
Justiniano; pero en la jurisprudencia romana "instituía", se refería a l£s
manuales compuestos, en forma sencilla y con sentido de vulgarización de
los principios jurídicos. Era lo que se llamaba "súmulas" de Leyes. Es-
tas obras se difundieron en el siglo que comienza con Adriano y termina
con Alejandro Severo. Hombres eminentes que cultivaron el Derecho, las
compusieron para que los conocimientos jurídicos pudieran llegar a la in-
teligencia de quienes se iniciaban en el aprendizaje de esta rama de los
conocimientos humanos.
Pero las Institutes de Justiniano, estuvieron precedidas por las Insti-
tutos de Gayo compuestas de cuatro libros; por las Instituciones de Floren-
tino, de doce libros; por las de Paulo y Ulpiano, cada tina de dos libros;
432 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
por las de Marciano que comprendían dieciséis libros. De estas Institu-
ciones se han conservado para la posteridad las de Gayo y las de Justiniano.
La enseñanza del Derecho en nuestra Universidad, exponía conceptos
jurídicos de los romanos. Abarcan el Derecho Natural, el de gentes, el
civil, siguiendo las Institutas de Justiniano como texto que comprende
numerosas instituciones, las cuales encontramos como antecedentes y oríge-
nes de nuestros códigos modernos que norman las relaciones de las perso-
nas, de los contratos, etc.
La cultura humanista, en los estudios de Derecho, sirvió de base seria
para la profundidad del pensamiento, lejos de la pedagogía jurídica un po-
co superficial que se advierte con posterioridad.
Plinio, en su Historia Natural, presenta el cuadro de las ciudades ju-
rídicas en España, que se llamaron después cnancillerías y con posteriori-
dad "Audiencias".1
La Universidad de Lima, bebió en la bibliografía española para el es-
tudio del Derecho, En el siglo xvi, se estudiaba la obra jurídica de An-
tonio Agustín "Collectiones Decretalium" (1576) y "Cañones Penitentia-
les" (1584), de don Gonzalo García de Villadiego, intérprete de Dere-
cho Romano, titulada "De restitutione in integrum", que recibió los elo-
gios de Menéndez Pelayo, así como "Contra aereticam pravitantem", pu-
blicada en Salamanca en 1496. Se estudiaban asimismo las obras del doc-
tor Cobarrubias y Leiva, de Domingo de Soto, de Melchor Cano, del doc-
tor Aspilcueta,2 del Padre Vittoria. Las obras de Derecho se difundieron
entre nosotros, en forma que llama la atención. No había límites para la
1
Por Real Cédula de 14 de Setiembre de 1526 y 4 de Junio de 1528 se fundó la Audiencia en la Ciudad de Santo Domingo de la Isla Española, y la R. C. de í2 de Julio de 1530 y 23 de Abril de 1548 creó la de Ciudad de México Tenuxtitlan. La Audiencia de Ciudad de Panamá del Reyno de Tierra Firme por R. C. de 30 de Febrero de 1535, y el 20 de Noviembre de 1542 desde Barcelona y 13 de Setiembre de 1543 en Valladolid se dictó la R. C. creando la Audiencia de Lima; y, el mismo día la de Santiago de los Cavalleros de la Provincia de Guatemala. La de Guadalajara de la Nueva Galicia fué creada en Alcalá a 13 de Febrero de 1548, la de Santa Fé de Bogotá del Nuevo Reino de Granada el 17 de Julio de 1549, la de la ciudad Úe la Plata de la Nueva Toledo el 4 de Setiembre de 1559, la de San Francisco de Quito en el Perú el 29 de Noviembre de 1563, la de Manila en la Isla de Luzon, cabeza de las Filipinas el 5 de Mayo de 1583. Estas fueron las Audiencias creadas en el siglo xvi. La Audiencia de Lima, en vacante de Virrey, gobernaba los Charcas, Tierra Firme y Quito. La de México, en vacante de Virrey gobernaba las Provincias de la Nueva España y Guadalajara.
Las Audiencias informaban del número, letras y suficiencia de los Letrados y Abogados.
2
* Las obras de Aspilcueta que mas han impresionado mí espíritu son: "Comentario resolutorio de Usuras" (Salamanca, 1556) "¿Cuándo es mérito la alabanza y pecado venial o mortal la murmuración?" (Valladolid, 1572).
L A UNIVERSIDAD Y E L D E R E C H O 433
importación, aun cuando existían las licencias que otorgaba el Escorial, que
señalaba el precio en el que debía venderse las obras.
La enseñanza objetiva se esmeraba en el estudio de los árboles de con-
sanguinidad, afinidad y "cognitionis spiritualis et legalis" como lo prueban
algunas láminas que publicamos tomadas de libros de aquel tiempo.
Debió ser tan importante el pensamiento jurídico de los maestros que
los Reyes consultaban a los catedráticos de Prima de Leyes, de Cánones y
de Teología, los problemas fundamentales, como por ejemplo si los indios
idólatras podrán recibir el bautismo. En Lima, también los virreyes so-
lían consultar a los catedráticos sobre diversos tópicos, sobre los terremo-
tos, sobre jurisdicción, sobre la defensa de los puertos, sobre derecho de los
indios, en materia canónica o moral, etc.
Nota final: En el Cédula río Indiano, por Diego de Encinas he encontrado en el libro folio 201 a 219, que se cita más completa y ordenadamente que en la Re-copilación, las Provisiones y Cédulas, sobre cultura que nos interesan; Provisión que manda se funde un Estudio y Universidad de todas ciencias en la ciudad de México: Toro 21 de septiembre de 1551.
Cédula que manda que el Virrey de la Nueva España provea cómo se funde en la ciudad de México una Universidad y se den de la Hacienda Real mil pesos cada un año para la dotación: Toro 21 de septiembre de 1551.
Provisión que manda que a ios que se graduaren en la Universidad de México se les guarde en las Indias las preeminencias que a los de Salamanca: Madrid 17 de octubre de 1562.
Capítulo de carta que Su Majestad escribió al Virrey de la Nueva España en 1570, mandando que en los actos de la Universidad tengan los Oidores y Alcaldes los asientos que en las cosas de su oficios.
Cédula que manda a los oficiales de la Nueva España den en cada un año mil pesos de oro de minas para la fundación de la Universidad de México: Toro 21 de septiembre de 1551.
Provisión que manda que en eí Monasterio de Santo Domingo de la ciudad de Los Reyes se funde un Estudio y Universidad general para que en él se lean todas ciencias: Valiadolid 12 de mayo de 1551.
Cédula que manda que no se den grados ningunos en el monasterio de la Orden de Santo Domingo de la ciudad de Los Reyes: Madrid 17 de julio de 1572.
Capítulo de carta de Su Majestad escribió a don Francisco de Toledo en 1575 mandando que los grados se diesen en la Iglesia Mayor de Los Reyes y que los diese eí Maestrescuela.
Capítulo de carta que Su Majestad escribió al Virrey del Perú en 1577 sobre que ordenase lo que mejor le pareciese acerca de que en la Universidad de Los Re-yes hubiese cátedras de las lenguas de los indios.
Ordenanzas que se habían de guardar en las cátedras de las lenguas de los in-dios que se habían de instituir en la Universidad de Los Reyes y en otras partes don-de hubiere Audiencias: Badajoz, 23 de septiembre de 1580.
Cédula que manda al Virrey del Perú haga información sobre si convendría que los indios gozasen del beneficio y provisión d<* las cátedras de la ciudad de Los Re-yes: Badajoz 19 de septiembre de 1580.
Cédula que manda al Virrey del Perú que vea lo que está ordenado acerca de las diferencias que había habido entre los religiosos de la Compañía de Jesús sobre
EgnigTiren. - Siglo X V I . 28
434 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
el leer algunas faculrades y que ordene lo que mejor le pareciese: San Lorenzo 19 de Agosto de 1587.
Cédula y sobrecédula que manda que los religiosos de la Compañía de Jesús de la ciudad de Los Reyes lean libremente gramática, retórica, griego y lengua de los indios: Madrid 22 de Febrero y San Lorenzo 11 de Octubre de 1583-
Constituciones para los niños pobres de la casa que se mandó fundar para ellos en la ciudad de México: Valladolid 8 de septiembre de 1557.
Capítulo de la instrucción del Virrey de la Nueva España que manda se informe de la utilidad que se sigue de haber colegio de mestizos y muchachas perdidas que se recojan en él : 1550.
Carta que Su Majestad, siendo Príncipe, escribió a l Virrey de la Nueva España mandando tenga cuidado de visitar el colegio de las niñas de México, una vez cada año: 1552.
Capítulo de la misma carta que manda al mismo Virrey tenga por muy reco-mendadas a las niñas de dicho Colegio y las ayude, para su remedio, en lo que hu-biere lugar. Monzón, 18 de Diciembre de 1552.
Capítulo de instrucción que Su Majestad dió a l arzobispo de Santo Domingo sobre que se fundase en aquella ciudad una casa de beatas para que con ellas se crien y recojan las niñas doncellas. 1530.
Cédula en que se hizo merced a las niñas recogidas del Colegio de México de la mitad del ganado raostrenco vacuno y ovejuno de la Nueva España y Nueva Gal i -cia, para su sustentación, por cierto tiempo, y ía otra mitad al Colegio de los niños. Monzón, 18 de diciembre de 1552.
Provisión que manda la orden que se había de tener en fundar cátedra para enseñar la lengua general de los indios en el Perú. Badajoz 18 de septiembre de 1580. Provisión que manda ía orden que se había de guardar en la ciudad de L a Plata, de la provincia de los Charcas, en fundar la cátedra de la lengua de los indios y or-denanzas que había de haber en ella. Badajoz 23 de octubre de 1580.
Cédula que manda al arzobispo de Santo Domingo que procure se funde en 5a dicha ciudad un colegio seminario.- Tordesiílas 2 de junio de 1592.
Cédula que manda al Dr . Antonio González que provea cómo se ponga en eje-cución la fundación de los colegios seminarios y dé favor y auxilio para ello a los Prelados. Segovia, 8 de junio de 1592.
Cédula que manda al arzobispo de Los Reyes que dé orden como se haga y pue-ble el colegio seminario y se gaste en él lo que para él está aplicado. Madrid, 29 �de diciembre de 1593.
Cédula que manda al Virrey del Perú que deje el gobierno y administración del colegio seminario y el nombramiento de los colegiales a l arzobispo de Los Reyes. San Lorenzo, 20 de mayo de 1592.
Capítulo de carta que Su Majestad escribió a l Virrey del Perú en 30 de octubre de 1591 mandando deje a los Prelados la nominación de los colegiales y demás minis-tros de los seminarios.
Cédula que manda al Virrey del Perú y Audiencia de Los Reyes que den favor y ayuda al arzobispo de aquella tierra para acudir al remedio de las iglesias y hospi-tales de los indios. Madrid, 29 de enero de 1587.
Capítulo de carta que Su Majestad escribió al Virrey del Perú el 12 de febrero de 1589, mandando se guardase, en lo tocante a lo que pagaban los indios a los hos-pitales, lo que ordenó el Virrey don Francisco de Toledo.
CAPITULO L X V I
LOS PROGRESOS QUE ELEVAN LA CULTURA GENERAL
¥ OS R E Y E S españoles lo que querían para la Metrópoli, lo querían tana-
*"cJ bien para las indias. Esta era la regla general. E l largo debate sobre la
libertad de ios naturales así lo demuestran. A raíz de la Conquista* se lan-
zan teorías que pretenden considerar a los indios como "nobles salvajes"
o como "perros asquerosos". Siguen la trayectoria de la primera concep-
ción apóstoles como de las Casas y se muestran partidarios del segundo cri-
terio historiadores como Gonzalo Fernández de Oviedo. Para de las Ca-
sas se trata de un pueblo sencillo y sin maldad; para el segundo los indios
son viciosos, cobardes y libidinosos. Sin embargo, el Rey y su consejo,
a pesar de las montañas de papeles que llegan de las colonias, siempre po-
niendo en sus decisiones políticas espíritu religioso, consideran que ios
indios deben ser protegidos. Entre las leyes dictadas en Burgos surge la
prohibición de considerar a los indios como "perros sucios". No se les
debe calificar con epítetos despectivos, debiéndoseles llamar por su nombre.
Cuando el Rey nombró a tres frailes de la Orden de San Jerónimo, para
que estudieran y propusieran medidas sobre la forma de resolver los pro-
blemas que afectaban a los indios, pero que también interesaban a los es-
pañoles, les ordenó que éstos fueran tratados con pareja consideración a
la que se usaba con los encomenderos. Eran éstas algunas de las tantas ma-
nifestaciones de que el gobierno español, para "descargar su conciencia",
hacía uso con el fin de que el trato de los indios se desenvolviera en igual-
dad de condiciones a los propios españoles. Por desgracia no anduvo la
realidad de acuerdo con los buenos propósitos. Un mundo tan dilatado
siempre era la mejor conyuntura para que las leyes se quebraran antes de
ser cumplidas.1
1
Por Real Cédula de 31 de marzo de 1541 el Rey consultó al Padre fray Francisco de Vitoria, catedrático de Prima en la Universidad de Salamanca, el pensamiento del Padre de las Casas, sobre el bautizo de indios y negros en las Indias, "sin que aquel que recibe el agua del bautizo sepa ni entienda lo que recibe". El Padre Vitoria y sus colegas de la Universidad salmantina respondieron no ser partidarios de que se administrase el sacramento sin la cumplida instrucción del adulto que había de recibirle.
436 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
Si volvemos sobre este tema es con el solo objeto de poner en relieve
que España se preocupó a través de sus órganos oficiales, del destino de
los hombres que poblaban las tierras descubiertas, preocupación que tam-
bién toma cuerpo en el período de la estabilidad de las instituciones v i -
rreynales, pero en otras formas como podemos cerciorarnos mediante el es-
fuerzo que aspira a procurar el bienestar de la colectividad. Quiso Espa-
ña, por ejemplo, en el período que estudiamos, conocer las diferentes mo-
dalidades de los pueblos de Indias. Y anticipándose en varios siglos a las
investigaciones sociológicas, antropológicas, geográficas, económicas, d ir i -
gió su atención a reunir numerosos datos, sobre los pueblos conquistado^
para conocer su valor y capacidad de producción. El propósito surge cla-
ro de la "Instrucción y memoria, de las relaciones que se han de hacer, pa-
ra la descripción de las Indias, que su Magestad manda hacer para el buen
gobierno y ennoblecimiento dellas". Es posible que los gobernadores, co-
rregidores o alcaldes mayores, no cumplieran su cometido en toda la am-
plitud del plan; pero por muy reducidos que fueran los datos servirían pa-
ra tomar contacto con la realidad a través de hombres que la estaban v i -
viendo diariamente. El Consejo de Indias, quería realizar la experiencia
de una especie de censo. Las hojas que debían contener los datos se ha-
rían en forma impresa. Serían utilizadas por los españoles, por los cura§,
por religiosos de las doctrinas. Conforme a las indicaciones estaban obli-
gados a contestar cada una de las materias propuestas, pero en forma grave.
Las fórmulas contenían cincuenta preguntas que deberían ser contesta-
das con los datos recogidos en el pueblo respectivo. Los aspectos por co-
nocer eran vastísimos; pero muchos de ellos de gran interés desde el pun-
to de vista político. Los pliegos, por ejemplo, querían saber las condicio-
nes de la provincia materia de la descripción, es decir, si la comarca *'e$
muy frígida, o caliente, o húmeda o seca, de mucha agua o poca"; la ca-
lidad de los vientos, benignos o fuertes; si la tierra es llana, montuosa o
áspera; si posee poca o mucha agua, si es fértil o estéril.
Los pliegos querían saber también si las tierras estaban habitadas por
muchos o pocos indios; si antes hubieron numerosos habitantes y las cau-
sas que produjeron esa disminución. Querían saber asimismo algo sobre
la vida psíquica de los indios de la comarca insistiendo para recoger los
datos respectivos sobre su inteligencia, "inclinaciones" y sobre la forma dé
vida que llevan*
Se interesaba la investigación en saber el número de lenguas habla-
das en una misma provincia o si era utilizada una sola y el nombre de las
lenguas usadas por los pueblos de indios.
I O S PROGRESOS QUE ELEVAN LA CULTURA GENERAL 437
Coa finalidad sociológica y folklórica ios españoles querían tomar co-
nocimiento de los señores del tiempo de la gentilidad, de los tributos, de
la$ adoraciones, ritos y costumbres; de la forma cómo se gobernaban, de
sus guerras, vestidos, alimentos, de su salud.
Las hojas impresas llevaban inscritos otros puntos importantes relati-
vos a los ríos, lagunas, volcanes, grutas, cordilleras. Señalaba los datos re-
ferentes a los árboles frutales, a los granos, verduras, hortalizas que pudie-
ran servir de alimento a los naturales. No excluían las plantas medicina-
íes, desde luego, de esta vasta enumeración.
La investigación abarca otros aspectos que pretende tomar amplio co-
nocimiento de las cosas de las Indias: los edificios, fortalezas, iglesias, mo-
nasterios, hospitales, colegios, costas, puertos.
Esta forma de conocimiento de la realidad representaba la iniciación
de lo que serían posteriormente los estudios científicos sistematizados so-
bre el censo, aun cuando en este caso el plan es mucho más vasto. Podría-
mos decir que la finalidad estaba dirigida a recoger datos para estudiar las
Indias, desde ángulos diversos. Aun cuando los hechos se acumulaban en
tan gran escala lo cierto es que servirían como estímulo para que prospe-
rase el interés por las descripciones, que servirían como fuentes o bases pa-
ra el estudio de la historia. Esta sería la forma de multiplicar el afán por
las numerosas descripciones que se harían después. Conocemos muchas de
estas: "Relación del modo de gobernar que tenían los Ingas del Perú",
(Guamanga, 26 de agosto de 1557); "Relación general de la disposición y
calidad de la provincia de San Juan de la Frontera de Guamanga y de las
costumbres de sus naturales, hecha por Damián de la Bandera, ante el Es-
bricano Pedro de Covarrubias (26 de agosto de 1597); estamos enterados
también de las cartas del obispo del Cuzco, donde hace una descripción del
carácter de los indios de esa región (1539). No es ajena a nuestro cono-
cimiento la Real Provisión, dictada en San Lorenzo el 3 de julio de 1573
que contiene 123 puntos que servirían de base para adquirir conocimien-
tos sobre diferentes aspectos de la realidad de las Indias.
Se consideró que una labor de esta naturaleza podía ser también cum-
plida por sujetos eminentes de los conventos y monasterios. Estaban por
lo tanto en la condición de suministrar datos de primera fuente. Ellos ser-
virían como material precioso para que los cronistas pudieran escribir sus
relaciones o crónicas. Estos datos constituyeron la fuente primaria para el
Teatro Eclesiástico de las Iglesias del Perú y Nueva España, del Cronista
Real, Gil González Dávila, y otros, por orden de la R. C. de 8 de noviem-
438 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
bre de 1648, y que "tan mal aprovechó" según la crítica de Jiménez de la
Espada.
E n la flota del Virrey don Francisco de Toledo llegó don Juan Cana
les Albarrán que sirvió en asentar y entablar la renta de las salinas. So
bre esto escribió un libro titulado: "Descripción de las salinas que hay
en todos los reinos del Perú y Tierra Firme y en el de Chile, y en todas
las demás provincias, y resumen de los naturales y españoles y demás ge
neraciones que tienen treinta y dos provincias, en que van repartidos, y la
cantidad de sal que se gasta cada año, lo que vale y la parte que de ella
podrá hacer Su Majestad, con utilidad de los naturales y de los demás".
Por este libro sabemos que la Ciudad de los Reyes tenía 189,344 almas,
de naturales, chicos y grandes, varones y hembras, viejos y mozos, en 137
pueblos y 4 de españoles, que eran Cañete, Chincha, Arnedo o Chancay
e lea, en los que habría 4,000 almas de españoles y mestizos, mulatos y ne
gros, varones y hembras; y, en Los Reyes, 30,000 almas de todas genera
ciones, y 4,000 negros y negras, mulatos y zambaigos, horros 932 y cauti
vos los demás que eran en total, 34,000 almas las de esta ciudad y su distri
to, fuera de los naturales" (capítulo X X I I ) . E l autor acabó de escribir
su libro el 15 de agosto de 1585 y lo entregó al Virrey, Conde del Villar,
en Lima el 9 de septiembre de 1586.
La Universidad de San Marcos, desde luego, no fué excluida en la ta
rea de suministrar datos sobre las Indias, como lo habían hecho los conven
tos y monasterios. La Universidad designó en el claustro de 6 de Marzo
de 1639 al Padre Calancha, para que llevara a cabo una investigación his
tórica, de modo que su aporte de cronista pudiera servir a los designios de
las autoridades españolas. (Diccionario Cronológico, t. I I I ) . Fué el mis
mo Padre Calancha el que escribió una crónica o relación sobre San Mar
cos, que en 1921, descubrimos y publicamos. (Diccionario Cronológico,
t. I ) .
Es verdad que las disciplinas históricas no constituyeron en San Mar
cos, para los fines de la enseñanza, un instituto sistematizado; pero la Uni
versidad aporta su esfuerzo a través de Calancha, Meléndez, Cordova y Bue
naventura de Salinas, Torres, los León Pinelo, Peralta, etc., financiando con
sus propios recursos la impresión de sus obras. L a historiografía debió uti
lizar posteriormente los datos, aunque toscos, reunidos por los cronistas del
siglo X V I para obtener una visión panorámica de nuestra historia. Tam
bién el Padre Mercenario fray Martín de Morúa, escribió en 1590 "la His
toria y Genealogía de los reyes ingas del Perú".
L O S PROGRESOS Q U E E L E V A N L A C U L T U R A G E N E R A L 439
E l esfuerzo oficial enriquece el material para la formación de los estu-
dios históricos. E l 18 de abril de 1578, Toledo se dirige al Rey ponién-
dole en su conocimiento los numerosos descubrimientos que se han lleva-
do a cabo en el Perú, al mismo tiempo que acusaba recibo de 600 instruc-
ciones impresas para la descripción de los pueblos de Indias. La impren-
ta empezaba a servir en el conocimiento de las tierras recien conquista-
das. ( A . G . I . 70-1-30).
Tratándose de las artes la Real Cédula del Bosque de Segovia, 7 de
agosto de 1596, a la Audiencia de Lima, sobrecartando y mandando cum-
plir otra dada en Toledo a 9 de febrero de 1561 ordena "que no hubiera ex-
ceso ni superfluidad en el arte de la música". 1
Los objetivos científicos no son descuidados por los reyes de España.
En cédula de 15 de diciembre de 1580, ( A . G. I . Indiferente 427, folios
325 y 326) dirigida al Virrey Martín Enríquez, el monarca desea que se
establezca con precisión "las verdaderas alturas de los pueblos de españo-
les", a f in de saber las verdaderas distancias y poder consignar los datos,
con precisión en las cartas geográficas. Se le encargaba que para estos
efectos, se procediera al estudio y observación del eclipse de luna —som-
bras, duración, ocurrencia precisa del fenómeno— que se realizaría en el
mes de julio de 1582. Las indicaciones iban impresas y deberían cumplir-
se en pueblos de españoles lo mismo que en la Ciudad de los Reyes. La
cédula real agregaba que el cumplimiento de las instrucciones redundaría
en beneficio de la descripción de aquellas tierras o sea de 3a formación de
datos geográficos.
No sólo porque eran príncipes cristianos los que gobernaban a los pue-
blos de Indias, sino porque era indispensable normalizar el curso del año,
Felipe I I dictó una cédula general en Aranjuez, el 14 de mayo de 1583 ( A .
G . I . Indif. 427, folios 351 y 354) para que se introdujera una corrección
en el calendario gregoriano. "Que nuestro muy Santo Padre Gregorio dé-
cimo tercio, conformándose con la costumbre y tradición de la Iglesia Ca-
tólicas y con lo dispuesto por el Sacro Concilio Niceno y con lo que últi-
mamente se deseó en el Santo Concilio de Trento, en razón de que las Pas-
cuas y otras fiestas se celebrasen a sus debidos tiempos, ordenó un calenda-
rio eclesiástico, en el cual, para enmendar y reformar el hierro que se ha-
bía ido causando en la cuenta del curso del sol y de la luna, se mandaron
quitar diez días del mes de octubre del año pasado de ochenta y dos, como
se hizo contando quince de octubre cuando se había de contar cinco, y de
1
El 21 de Marzo de 1578 se sepultó en San Francisco "con entierro mayor" a Cardoso "el músico del Virrey". (Libro de Defunciones. Parroquia del Sagrario).
440 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
ahí adelante consecutivamente hasta los treinta y vino, y que todos los otros
meses del dicho año y de los demás corriesen por la cuenta que hasta aho-
ra, con la cual y cierta declaración que Su Santidad hace, quedó el dicho
año y quedan los venideros reformados de suerte que las dichas Pascuas y
fiestas se vendrán a celebrar perpetuamente a los tiempos qvie deben y que
los Padres Santos antiguos y el Santo Concilio Niceno determinaron, según
que en el dicho calendario y Breve que mandó despachar Su Santidad, lar-
gamente se contiene, y queriéndome yo conformar en todo, como es razón,
con lo que su Beatitud ha, con tanto cviidado y liberación ordenado, he man-
dado escribir a los Arzobispos, Obispos y Prelados de esas partes que ha-
gan publicar el dicho calendario y guardarle en todo según y por la for-
ma qvie en él se contiene, este presente año de mil quinientos ochentitrés".
Según el pensamiento real en el mes de octubre de ese año deberían qui-
tarse diez días, debiendo contar quince de octubre en vez de contar cinco.
En esta forma el mes de octubre sólo vendría a tener veintiún días en ese
año, debiendo en los restantes contener treintiún días.
Como es natural la resta de diez días en el mes de octubre provocaría
ciertos trastornos en los términos judiciales, en el cómputo de los salarios,
etc. La cédula real, para obviar esta dificultad, procviró prevenir las in-
justicias estableciendo que nadie estaba obligado a sufrir perjuicio en sus
negocios o salarios con la reforma del calendario.
La reforma del calendario gregoriano, con la cooperación del Sacro Co-
legio de Cardenales y de los príncipes de la cristiandad, debía cumplirse
en las colonias, en las Audiencias de Quito, los Charcas y Tierra Firme,
así como en las demás jurisdicciones de los dominios de España. (A. G. I .
Ind. 427, folio 354. R. C. 14 de mayo 1583).
Para que no se produjeran errores en lo sucesivo, con motivo de la re-
forma, se ordenó que los calendarios salieran impresos del monasterio de
San Lorenzo el Real y que de ningvma manera debían ser trabajados en
las imprentas de Lima. Seguramente el Rey quería que hubiese uniformi-
dad en los datos y eso sólo se podía conseguir confrontando los trabajos
de imprenta en un mismo lugar.
La pragmática de Lisboa, por la que se reformaba el calendario fué
recibida por el Virrey Enríquez, en Lima, dando lugar a una actuación uni-
versitaria el 10 de febrero de 1583- La pragmática en referencia llevaba
fecha de 19 de setiembre de 1582, con el cúmplase del 3 de octubre de ese
mismo año. (Diccionario Cronológico.—Tomo I ) .
En 19 de abril de 1584, llegaba la pragmática firmada en Aranjuez, el
14 de mayo de 1583. Con igual fecha llegaba vina carta dirigida al Virrey
LOS PROGRESOS Q U E E L E V A N L A C U L T U R A G E N E R A L 441
Enríquez que ya había fallecido, conjuntamente con el calendario y su re
forma así como la orden para que se procediera a imprimir la pragmáti
ca en referencia. La Real Audiencia mandó promulgar la nueva pragmáti
ca dictando un auto para que se procediera a la impresión en los talleres
de Antonio Ricardo, bajo la censura del oidor Ramírez de Cartajena.
E l folleto sobre la pragmática puede considerarse como la primera im
presión que se llevaba a cabo en Sur América, en los talleres de Ricardo.
CAPITULO L X V I I
LOS DIRECTORES INTELECTUALES
F E L I C I A N O DE V E G A Y P A D I L L A1
� ^ � U A N D O se dice que un hombre es un director intelectual? ¿Cuál
es la influencia que debe ejercer un espíritu sobre una generación
para poderlo llamar "dirigente"? Todos estos juicios son demasiado rela-
tivos y, por ende, complejos. En realidad sólo el artista, el pensador, el f i -
lósofo, el creador de ideas o sistemas originales puede ser reputado como
verdadero dirigente intelectual por la influencia que ejerce su obra sobre
sus contemporáneos. La actualidad permanente de José Ortega y Gasset de-
riva de su poder de originalidad al plantear los diferentes problemas que
inquietan a la mente humana. Sucesivas generaciones, por eso, lo siguen
y adoptan sus opiniones. Cuanto mayor sea el número de hombres que sus-
criban sus juicios tanto más duradera será la influencia del pensador. Son
las ideas originales y la forma cómo se expresan las que califican a su autor
como hombre capaz de abrir nuevas rutas al pensamiento. La rutina nun-
ca fué el instrumento creador de nuevas verdades. Si no se elevó sobre los
hábitos trillados de su tiempo, si trató de seguir las huellas de los otros,
es difícil que logre orientar y menos formar discípulos.
Si hemos de ser rigurosos en nuestros puntos de vista son excepciona-
les las inteligencias de la Colonia, que lograron sobreponerse a su tiempo.
La razón es muy sencilla: la teología dogmática no permitía que el talen-
to conquistara rutas peligrosas en Filosofía. Veremos, por eso, que las in-
teligencias más sutiles y los entendimientos mejor equilibrados no pueden
romper la coyunda aristotélica, que siempre está presente a través de San-
to Tomás o de Dums Ecoto. Cuando se examina a un célebre maestro co-
lonial, por lo mismo, nos encontramos que el dogma no permite la liber-
1
Nicolás Antonio, en el tomo l9
de la parte Nova, pág. 365 se ocupa de este gran peruano, y cita sus obras: "Relectionem Canonicarum" (1633) in folio; "De censurís tractatum" y "Relectionem L. Quemdiu. D. de adquirenda haereditate: habitan! in Academia Limensi anno M D C V in folio".
LOS DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S — F E L I C I A N O DE VEGA Y P A D I L L A 443
tad creadora. Pérez de Menacho, el Padre Acosta, Feliciano de Vega, etc.,
son cerebros lúcidos, pero que no pueden separarse de muchas ideas me
dioevales. Desde este punto de vista, por su falta de originalidad, no po
drían reputarse dirigentes en el estricto sentido de la palabra; pero un pro
fesor, un intelectual, un estudioso, pueden exhibir otros atributos que sean
capaces de convertirse en los orientadores de una generación. Un maestro,
que recoja lo más selecto dei pensamiento contemporáneo, en la materia que
cultiva, está en mejor aptitud de iluminar el espíritu de los jóvenes que
cualquier bisoño. Si ese maestro no sólo es un receptáculo de teorías aje
nas: si a su cultura, bien orientada, une ideas propias; sí es capaz de vulga
rizar con claridad el pensamiento de los grandes maestros, la juventud pue
de tener en él una meta y una luz para escoger el camino más adecuado.
Lo primero que llama la atención, en la vida intelectual del doctor Fe
liciano de Vega, es su precocidad. A los diecinueve años se graduó de l i
cenciado en la Facultad de Cánones. Sólo tenía veinte años cuando se opu
so a la cátedra de Vísperas de Cánones. ¿Es una virtud este prematuro des
collar de la inteligencia? Riva Agüero ha observado que no era rara la
precocidad de la inteligencia de los criollos, sobre todo, en una época en
que los conocimientos eran limitados; pero sí debe llamarnos la atención que
tan tempranamente el cerebro de un hombre sea capaz de abordar proble
mas áridos como el Derecho.
Que era una voluntad poderosa, puesta al servicio del estudio, no se
puede negar. Es una virtud eminente en una sociedad frivola, donde los
cortesanos buscaban el dolci far ni ente.. / ' L a continuación que he tenido
de estudiar en estas Escuelas bien notorio ha sido, y la puntualidad qtie tu
ve en tiempo de estudiante en cursar y oír lecciones, no sólo las ordinarias
sino todas las demás que pude y una de Teología Moral todos los días, has
ta graduarme en ambas Facultades de Cánones y Leyes, y el que he tenido
después, sea en presidir, y replicar a las que por tiempo se han ofrecido.
Y el que tuve cuando era "pasante", en que no hubo día en que estudiase
de doce y trece horas para arriba".
Un hombre que emplea de doce a trece horas en estudiar no es una
inteligencia rutinaria. En este contacto continuo con las ideas las rutas
del horizonte intelectual forzosamente deben ampliarse.
Aun antes de graduarse de licenciado el doctor de Vega desde 1598?
dictada en la Universidad una lección en la Facultad de Cánones, diaria
mente. Su auditorio era numeroso y por lo que él mismo refiere sus dis
cípulos lo escuchan con gran interés. Su tarea continuó como sustituto en
la cátedra de Prima de Cánones, en la de Prima y Víspera de Leyes hasta
444 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGIO XVI
1602. En esta última, fué designado catedrático por el Virrey Luis de Ve-
lasco. Hasta 1620 utilizó la cátedra para exponer sus ideas.
Feliciano de Vega, no sólo demostró devoción por la enseñanza sino
también gran desenvoltura en sus funciones de abogado. Ejerció su activi-
dad profesional ante la Real Audiencia y la misma Universidad lo desig-
nó como abogado del claustro. Las iglesias y las demás comunidades to-
maron sus servicios de abogado. E l Ayuntamiento de Lima, lo nombró co-
mo asesor suyo. A los veintiún años ejercía esta amplia actividad profesio-
nal y a los treinta ocupaba el Rectorado de la Universidad.
Si Feliciano de Vega no hubiese seguido el camino de las órdenes reli-
giosas ¿habría podido ocupar todas estas situaciones? Pensamos que no.
Su talento habrían brillado; pero los obstáculos no le habrían facilitado el
éxito con tanta facilidad. Un hombre en la Colonia, que ingresaba a la
carrera eclesiástica, tenía el cincuenta por ciento de los éxitos conquistados.
E l poder religioso era tan poderoso que llegaba hasta el Consejo de Indias
y hasta el Rey mismo.
La vida de don Feliciano debió ser un factor importante en su carrera
de universitario y de religioso. La austeridad en las costumbres, el obrar
de conformidad con las ideas, la honestidad como forma de virtud, debie-
ron crearle respeto entre sus contemporáneos. El mismo dice que con su
conducta quiso dar ejemplo a los demás. En una época en que los Arzobis-
pos, imponían sanciones a los clérigos de costumbres livianas; en aquellos
días en que muchos religiosos proclamaban el bon vivere, la virtud como
normas de existencia, debió imponerse ante la consideración de los demás.
Como exteriorización de honestidad exigió, el 29 de octubre de 1624, que
se le residenciará. Quería que los cargos que había ejercido como provisor
del Arzobispado, durante la gestión del Arzobispo Lobo Guerrero; provi-
sor, vicario y gobernador durante la vacante del Arzobispo González de
Ocampo, quedaran en transparencia para demostrar la corrección con que
había actuado.
Fué Rector en los años de 1616, 1621 y 1622. En vida su retrato se
colocó en la galería del salón general en 1619, por unanimidad del profe-
sorado. ¿Constituía acaso este acto una manifestación de servilismo en la
que somos tan pródigos, como herencia de la vida virreynal? Feliciano
Vega tenía muchos méritos para pensar que fuera capaz de sugerir un acto
propio de la vanidad de los que buscan oropeles por carecer de valor in-
trínseco.
El método de las oposiciones ¿traduce realmente la capacidad y medios
de los concursantes? Como el examen que resulta muchas veces la expre-
L O S DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S — F E L I C I A N O DE VEGA Y P A D I L L A 445
sión de lo contingente, una prueba no siempre demuestra aptitud y expre
sión de lo que realmente vale un hombre. Las oposiciones, sin embargo,
se vienen usando en muchas Universidades para conocer la preparación de
los aspirantes a una cátedra. En ia Universidad colonial fué este un mé
todo corriente, cuya validez dependía de las mismas Constituciones que lo
contemplaban como medio legal para los concursos. Don Feliciano tomó
parte en la oposición a la cátedra de Vísperas de Sagrados Cánones. Ven
cido el término de los usuales edictos concursaron los doctores Juan Bau
tista de Villalobos, el Licenciado Gaspar de Villaroel, el doctor Francisco
de Sosa1, el Licenciado Gaspar Sánchez de San Juan y el doctor Feliciano
Vega. La cátedra fué votada en favor del doctor Villalobos. Si a don
Feliciano se le consideraba como a un eximio canonista; si era cierto que
las cuatro mil sentencias que expidió en juicios civiles y criminales, no ha
bían sido revocadas ¿qué razones mediaron para que la cátedra fuera a las
manos del doctor Villalobos? Las influencias, el peso del poder, el com
padrazgo nunca dejaron de ser factores importantes en el discernimiento de
cargos y prebendas.
E l 14 de setiembre de 1605 el doctor Feliciano de Vega intervino en
otro concurso para la cátedra de Prima de Leyes. Los oponentes fueron
el Licenciado Gaspar de Villaroel, el doctor Villalobos, y el doctor Fran
cisco León de Garabito, anciano profesor, que había acumulado muchos
servicios en distintos cargos. E l tema en esta oposición estuvo constituido
por la ley "Quandiu I I I D. de adquirenda heredidate". Don Feliciano puso
de manifiesto una gran erudición romanista y contestó las diferentes propo
siciones que le plantearon sus opositores. La obra sería impresa en 1605.
Y en esa coyuntura el doctor de Vega, formuló algunas reflexiones, medi
das y prudentes, pero todas dirigidas a defender sus derechos. Invoca su
fama, de ser conocido en el Reino y en la Universidad, por su acción de ca
tedrático y por los actos públicos en que ha intervenido. Don Feliciano
alude a sus opositores; pero le preocupa el doctor León Garabito, cuya lar
ga existencia estuvo vinculada a la Universidad. Como la pugna pone de
manifiesto al discípulo y al viejo maestro, recurre a los precedentes para
1
"Francisco de Sosa, nacido en Lima y catedrático de Prima de Derecho Pontificio, después de haberse consagrado laudablemente por muchos años al estudio de las letras, primero en el Colegio Real de San Felipe y después enseñando en las Escuelas y actuando como Fiscal en la Real Audiencia y en el Oficio de Pretor ordina^ río, con suma aprobación, fué después elegido y ejerció el cargo de Rector de la misma Universidad, y después fué llevado merecidamente a la dignidad senatorial en el Tribunal Real de la Santa Fe, en el Nuevo Reino de Granada, donde se encuentra hace mas de once años", dice de é! Don Feliciano de la Vega, en la pág. 507 de su obra.
446 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
justificar sus derechos y sus aspiraciones morales, sosteniendo que en los
concursos de las Universidades españolas era caso corriente ver enfrentar
se a discípulos y maestros para conseguir una cátedra en concurso. Res
ponde las objeciones que flotan en el ambiente. En cuanto a su edad ju
venil recuerda que Santo Tomás en la Universidad de París empezó a en
señar a la edad de veinte años, sosteniendo que sus fuerzas de hombre que
empieza a trabajar constituyen la mejor garantía de una labor continuada
y eficiente. Comprueba objetivamente que su anciano opositor, por mu
chos que sean sus méritos, se encuentra abrumado por la edad y sus ocu
paciones. La cátedra le resulta, por eso, una carga más, aun cuando sea
un poco lujosa. La salud, el tiempo, la aptitud física para la enseñanza,
son mejores títulos, agrega, para dedicarse a los afanes de la juventud.
¿Más honor? ¿Mayores ingresos para la economía privada? Todo esto lo
tiene el anciano oponente, dice el doctor de Vega. Su triunfo no agrega
ría nada a la aureola ganada y su derrota no mermaría sus méritos y pres
tigio. Las ideas de don Feliciano, respetuosas, pero llenas de ingenio, eran
justas. Reflejaban el eterno duelo entre los jóvenes y los viejos. La lu
cha desgraciadamente fué desigual en el sentido de que el doctor Garabito
representaba la influencia acumulada, el poder, los imponderables deriva
dos de una larga actuación burocrática. La votación ungió al doctor León
Garabito. Quienes habían asistido al acto intelectual creyeron que don Fe
liciano debía publicar su lección. Pensaron que ésta era una forma de dar
oportunidad para que las ideas de los opositores fueran juzgadas con ma
yor cuidado, lejos del ambiente caldeado de las pruebas intelectuales, don
de a veces el ingenio sustituye con ventaja a la hondura de pensamiento.
En 1616 el doctor Feliciano Vega, fué nuevamente al Rectorado. Su
fama, su trabajo intenso, la aureola de precocidad de que venía rodeado gra
vitaron con fuerza para ocupar el alto cargo.
De nuevo la ocasión tocó sus puertas para aspirar a la cátedra de Pri
ma de Cánones, que quedaba vacante por nombramiento del doctor Fran
cisco Sosa, como oidar de Nueva Granada. Los catedráticos fueron con
vocados por el doctor Leandro de la Rinaga Salazar, que ocupaba el Rec
torado en 1620. Cincuentidos maestros y doctores se reunieron para pro
nunciarse sobre las aspiraciones de don Feliciano. E l Rector puso en re
lieve las cualidades del catedrático comprobadas a través de su actuación
en la cátedra de Vísperas de Leyes. Había demostrado que era capaz de
orientar y dirigir a la juventud mediante su devoción al estudio, median
te sus conocimientos que dominaban la materia que enseñaba. Los cate
dráticos comprendieron que a un hombre de estas eminentes disposiciones
LOS DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S — F E L I C I A N O DE VEGA Y P A D I L L A 447
intelectuales no se le podía someter a la contingencia de una oposición.
Resolvieron, por eso, en forma pública, otorgarle la cátedra de Cánones.
E l Fiscal de la Real Audiencia, sin embargo, no quedó conforme con la de
cisión del Rector. Sostuvo el doctor Luis Henríquez que debía cumplirse
la cédula real; que conforme al estatuto 87 y por derecho de patronazgo
no debían ser violadas ni las formas de los Estatutos del Toledo. Obser
vaciones, recursos al Rey, argumentos de orden legal. Es posible que no
fuera legal la forma cómo se adjudicaba la cátedra, pero en el fondo la
justicia quedaba satisfecha porque los méritos de don Feliciano lo hacían
acreedor a ese discernimiento.
Ejerció las funciones de su cátedra hasta su jubilación que se produjo
en 1627. E l Rey la confirmó por real cédula en Aranjuez el 18 de abril
de 1633, cuando el doctor Vega ocupaba el cargo de Obispo de Popayán.
E l doctor de Vega no quiso que su obra, acumulada cuidadosamente,
se perdiera. Decidió imprimirla. Sus consultas jurídicas y los casos que
juzgó como juez serían recopilados. "Como con mi ausencia podrían per
derse los escritos que con tanto trabajo y curiosidad he leído, me he deter
minado, a petición de la dicha Universidad y de los discípulos (en cuyo
número entran los que actualmente son catedráticos) a imprimir los libros
que se pudieran disponer ahora con la brevedad del tiempo que hay para
cumplir lo que Su Majestad me han mandado en razón de mi vida, o por
lo menos dejar comenzada la impresión antes de mi partida y para eso ten
go puestos en orden dos tomos que se intitulan: Recolecciones Canónicas
sobre el segundo libro de las Decretales". Creía don Feliciano que su ex
periencia, como comentarista como conocedor del Derecho Eclesiástico, se
ría útil a los jueces y abogados, tanto en el fuero secular como en el ecle
siástico.
E l P. Fray Fernando de Valverde, Regente del Ateneo agustiniano, lo
llama: "Honra de su Patria, Flor de la jurisprudencia, de las humanas Ar
tes", "Padre de la jurisprudencia limeña y de nuestras Leyes". "En ju
risprudencia eres el primero que has sido oído en el otro orbe por los eu
ropeos, para que se persuadiece España que a nuestros hombres no les falta
ni corazón ni pensamiento". Agrega, que "se apresuró a su amplísimo Ma
gisterio en la Regia Academia de Lima, para contar entre sus discípulos
a quienes mira ahora enseñando desde las cátedras". (1632). Con este
motivo, exclama: "¡Oh Rey poderosísimo! cree que en estas tus regiones
hereditarias, no hay menor cerebro de ingenios y méritos que de oro: y
cuando la pertinacia temible de Flandes y las temibles guerras a todos tus
enemigos, en Italia y en los presidios de Africa, las escuadras navales y las
448 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
fortalezas en el Mediterráneo y en el océano, y lo necesario a la majestad de
tu imperio exigen, todo lo sustentan los peruanos con la sangre de sus ve
nas y precioso humor (?) generosamente oh Monarca! Ni te incriminé
la atención de otros que tú has recibido mayores cosas de nuestro Perú,
a las que tú has dado, pues nos has concedido ser baluarte y alimentos de
tu Imperio".
Fray Francisco de la Serna, catedrático de Vísperas de Teología, des
pués de elogiar al autor y catedrático de San Marcos, concluye diciendo;
" Y tu Perú, levántale con esperanzas inmensas de gloria que vencerá la eter-
nidad, pues como inundas las regiones del Universo orbe con un torrente
de oro, y que por esto, con derecho puede ser llamado el segundo maná del
Mundo, del cual toma vida toda Nación, ya con este volumen no sólo ali
mentas las tierras y los campos, sino los ingenios; hasta ahora venciste el
hambre y la sed del orbe; vences ya por tanto, la gloria y la alabanza de
los ingenios, y lo deberás a este gran hijo, que, no con tu oro, ni tu plata,
sino con la sangre ingeniosa de su alta mente vindicará a su nombre y fa-
ma la inmortalidad".
Escalona Agüero, el autor del Gazopbilacium Regium Peruvicum y So-
lórzano, el autor de Política Indiana, como conocedores del derecho de In-
dias, elogiaron la obra de don Feliciano.1
Como canonista, como profesor, como juez, ejerció una vasta influen-
cia sobre las generaciones de su tiempo. En este sentido se le puede consi-
derar como un orientador.
1
"Luz explendidisima de toda la ciencia legal. De probadísima e incorrupti-bles costumbres", dice de Solórzano, Don Feliciano de la Vega, en su Relección, pág, 487.
C A P I T U L O L X V I Í Í
LOS DIRECTORES INTELECTUALES
Dr. A L B E R T O A C U Ñ A
rjHJE el doctor Alberto Acuña una personalidad que gravitó constan te-* mente, no sólo sobre la opinión de los estudiantes de San Marcos, donde ejercía las funciones de catedrático, sobre los maestros y miembros de la administración virreynal, sino también sobre el Rey y el Consejo de Indias. Fué una gran pasión al servicio de la verdad. Como abogado de los indios expuso sus miserias, protestó contra su explotación, abogó por su enaltecimiento, mediante la religión y las leyes. E n una época en que las sospechas surgían dispendiosamente contra la burocracia, a la que se le atri-buía el pecado de las coimas y de los negocios obscuros, el doctor Acuña, exhibe una conducta limpia, puesta a la luz del día para que la pudieran examinar todos. E l Virrey en carta dirigida al monarca, el año de 1586, hacia resaltar este hecho con satisfacción y el Rey, el 19 de noviembre del mismo año, desde Madrid, le respondía que apreciaba el mérito de los ac-tos del doctor, teniendo presente su persona para algún cargo que se pre-sentase, donde había que demostrar honradez. Todos sabían que la con-ciencia del doctor Acuña era insobornable, virtud excelente en todas las épocas, cuando los hombres se ablandan fácilmente por las ofertas, las dá-divas y las sinecuras.
¿De dónde procedía el doctor Alberto Acuña? Había obtenido el gra-do de bachiller en leyes en la Universidad de Salamanca, de licenciado en la Universidad de Sevilla y de doctor en la de Lima. Su nombre fué men-cionado con motivo del problema de residenciar a los Virreyes Toledo y Enríquez. E l Virrey, Conde de Villar, necesitaba de un asesor que ilumi-nara la conducta de ambos virreyes, a través de la infinidad de leyes expe-didas por la Corona.1 La exigencia no se circunscribía a buscar a cualquier
1
"Las Cédulas que V. M. tiene mandadas dar el para el govierno de estas pro-vincias, es una cantidad inmensa y, como se han ido asentando en los libros por la orden que se han ido librando, están muy confusas y muchas contrarias unas de otras,
Eguisfuren. - Siglo X V I . 29
450 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
abogado, sino a escoger un hombre cuya ética lo pusiera a cubierto de la
menor suspicacia. Fué así cómo el Conde de Villar, escribió a Jaén de Es
paña, solicitándolo como asesor y letrado de Cámara. Cuando el Virrey
desembarcó en Paita, utilizó el saber del doctor Acuña, en todos los proble
mas que se le presentaban, relativos a los indios y los españoles, conforme
avanzaba desde ese puerto hasta Lima.
Cuando llegó a la Ciudad de los Reyes, el Virrey ordenó que dos ve
ces a la semana se realizase una audiencia para contemplar los diferentes
asuntos que se presentaban, relacionados con los indios. El doctor Acu
ña debía asistir a esas reuniones con el objeto de enterarse de las peticio
nes de los naturales y resolver, con espíritu de justicia, sus demandas. De
bió ser importante la cooperación del doctor Acuña, pues recibió el en
cargo de formular tasas y retasas para los indígenas, memorandums o di
rectivas para los corregidores y ordenanzas para el buen gobierno de los
pueblos del Virreynato. Debieron estas medidas estar inspiradas en un
criterio de equidad y ajustadas a la realidad cotidiana, cuando fueron cum
plidas con escrúpulo, hecho un poco extraño cuando las leyes se acataban,
pero no se cumplían.
En los cinco años que gobernó el Virrey, el doctor Alberto Acuña
nunca faltó a las reuniones que se llevaban a cabo cotidianamente en pa
lacio. El gobernante siempre escuchaba el parecer acertado de su asesor»
que estaba imbuido de prudencia, de conocimiento de los problemas de
los indios y de una larga experiencia sobre los asuntos que preocupaban
a ios Virreyes. Los problemas financieros y los que se referían a la gue
rra, estaban sugeridos y estudiados por el doctor Acuña. Así se compren
de el poder que debió gozar y la trascendencia de sus actos desde el pun
to de vista político; pero en el doctor Acuña, existía, además, un cerebro
equilibrado, cuyas ideas se imponían no por el cargo que ocupaba sino
por la bondad de ellas mismas. El hecho es explicable si recordamos que
la misma Real Audiencia, ponía en sus manos cuestiones graves y deli
cadas, cuando surgía un criterio discordante.
y otras revocadas, y otras de que nunca se han usado por diferentes respetos y fines de la Audiencia y gobernadores, y, asi, casi nunca les falta Cédula y Provisión de V. M. para lo que quieren; tengo intento de mandar hacer tabla de ellas y hacerlas Recopilar, para que, por la mejor orden se evite la confusion y quite la contrariedad y puedan mejor aprovechar los governadores, y, para esto, me aprovecharé de una memoria que el licenciado Castro tenia comenzada a hacer y enviaré a V. M. la mayor claridad que de este pudiere". (Carta del Virrey Toledo. 8 de Febrero de 1570. Tiene 52 párrafos o capítulos de los cuales, el 36 es el que trascribo. Legajo, Lima 28. A. del A. G . de L ) .
L O S DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S - DR. A L B E R T O A C U Ñ A 451
En la Universidad, exponía sus conocimientos sobre la cátedra de vís-
peras de cánones. Maestros y catedráticos se sentían atraídos por sus con-
ceptos. Los estudiantes, especialmente, se acercaban a él para despejar
sus dudas o para recibir una opinión siempre bien meditada. Durante
cuatro años dejó oir su palabra en esta cátedra.
Cuando el Virrey se disponía a dejar el gobierno, recibió autoriza-
ción para que ejerciera el cargo de defensor y abogado de todos ios indios
de los pueblos del Virreynato, ante los virreyes, ante la Real Audiencia y
ante los demás hombres que ejercían justicia. Cuando llegó al gobierno
el Marqués de Cañete, comprendiendo la experiencia y preparación del
doctor Acuña, lo reeligió en el cargo que ocupaba, confirmando su posi-
ción. E l Virrey promovió una reunión de provinciales de las órdenes re-
ligiosas y de los oidores, para llevar a cabo una visita general, mediante
una junta de hombres ponderados y con experiencia. En este grupo de-
bía actual el doctor Acuña, con el designio de observar los problemas ge-
nerales del Virreynato y proponer las medidas adecuadas para suprimir las
situaciones contrarias al buen gobierno.
Es corriente que todo abogado responsable ponga celo cuidadoso en
el estudio y la defensa de los asuntos que se le encomienda; no es extraño
que cuando la causa es honesta y justa llegue a apasionarse hasta el extre-
mo de confundir su propio interés con el derecho que patrocina. Algo
de esto debió ocurrirle al doctor Acuña. Su responsabilidad nacía de su
conducta severa para consigo mismo y su pasión debió irse fortificando
ante el drama de una raza vencida y expoliada y la paradoja de que las
leyes pretendiesen salvarla. Como la justicia no tiene fronteras, aun sien-
do español, este abogado de indios, no se conformó con alegatos, informes
y problemas técnicos que planteaba ante las justicias y la Real Audiencia,
sino que fué más allá: su grito quiso que lo escuchara el Rey y los hom-
bres de su Consejo.
En 1593 le recuerda al Rey, mediante una larga misiva, el interés que
pone siempre en los asuntos que se relacionan con los indígenas y aun
cuando son problemas que ha tratado con el Virrey, quiere que sea el mis-
mo monarca el que deba resolverlos.
Expone las necesidades que urgieron a la Corona, para expedir la real
cédula que ordenaba la contribución pecuniaria de los indios y españoles
para reunir fondos para la defensa de la religión cristiana. Los enviados
a los pueblos para que se cumpliera esta tributación, les expusieron a los
indios y españoles las razones que tenían para concurrir con su coopera-
ción a las necesidades del Reino. Los naturales, dice, no pusieron obstácu-
452 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
lo en el cumplimiento de la voluntad del Soberano, pues de su economía
particular obtuvieron fondos así como de las comunidades, siendo de ad-
vertir que presionaron a los contribuyentes indígenas excediéndose en las
órdenes que habían recibido para llevar a cabo su labor. Agrega que los
indios recorrían doscientas leguas para reclamar ante el Virrey, exponien-
do que no sólo les exigían cuatro reales que desembolsaban de sus rentas
o frutos, sino que se les exigía ocho reales contra su voluntad, sin tener
en cuenta las tributaciones de las comunidades a que pertenecían. Mu-
chos indígenas se vieron obligados, dice el doctor Acuña, a enviar los pa-
dres machos de sus ganados quedándose las hembras limitadas para la pro-
creación. ¿Por qué no se les pagaba sus censos y rentas para que con ellos
pudieran tributar? La estabilidad social y política —argumentaba el doc-
tor Acuña— depende de la riqueza de las comunidades; para eso se requie-
re que se vaya a la exoneración de las cargas y tributos que pagan. No
es posible pensar en esta prosperidad si se les merma a las comunidades
de sus bienes y si se les pone dificultades en su progreso.
Lo ideólogos de las Repúblicas de América, seguramente que hablan
en esta forma movidos por la corriente indigenista de nuestros días; pero
se requería una gran honestidad, un gran sentido del deber para que un
español del siglo X V I hablara al Rey en esos términos. ¿Llegaron a co-
nocer los indios el interés con que su abogado los defendía ante el poder
supremo de las colonias? Es posible que así fuera, porque el doctor Acu-
ña no podía moverse simplemente entre papeles para hallar los hechos
que inspiraban sus alegatos. Debió ser accesible a esos seres desampa-
rados que venían! de doscientas leguas a la redonda para reclamar el gra-
vamen de cuatro reales.
"En la que refiero haber escrito a Vuestra Magestad, en la flota pa-
sada, signifiqué cual, pesada carga era para los indios el quinto que, de
nuevo, se les mandaba pagar, demás del tributo, por ser tan pobres y sni-
serables, y que están basados en todo lo que pueden tributar, de tal ma-
nera que el Virrey don Francisco de Toledo, habiéndoles cargado en la
gruesa del tributo cierta cantidad más, para la paga de sus defensores y
otros buenos efectos, conociendo después que era sobrecarga y que no la
podían llevar, con consulta de personas doctas y de experiencia, ordenó
que no pagasen más del tributo y lo necesario para salario de los dichos
defensores, y se les volviese lo demás que se hubiere cobrado y quedase
por propios de sus comunidades". ¿Quiénes eran aquellas personas doc-
tas y de experiencias que aconsejaban estas medidas sanas al Virrey Tole-
do? ¿No participaba Toledo también de este parecer? Es innegable que
L O S DIRECTORES I N T E L E C T U A L E S - DR. A L B E R T O A C U Ñ A 453
hubieron varones no sólo bondadosos que regían sus actos por el pensa
miento en los juicios de Dios sino que también estaban poseídos de un
claro sentido de la realidad política. La colonización española, como
obra del poder real, debía tender a la conservación de los extensos territo
rios conquistados que suministraban, con sus riquezas, poderío a España,
que debía gravitar en la política internacional del Viejo Mundo, para ob
tener ventajas de distinta índole.
La voz del abogado suena en las cartas del doctor Acuña. Los indios,
dice, no tienen más bienes que su trabajo y éste lo alcanza a cubrir las ne
cesidades de sus familia. Las necesidades de la vida aumentan, las cosas
valen más, mientras el trabajo del indígena es el mismo, sin que el fruto
de las tierras aumente. E l sustento, es decir, la necesidad imperiosa de sub
sistir, no puede ser puesto al margen; tampoco el deber de tributar. Si en
ferma el indio ¿qué ocurre? Los medios para cobrar el tributo son drás
ticos. Los resultados entonces afectan a los mismos repartimientos que se
van despoblando. Los naturales son empujados por su propio drama a vi
vir en quebradas y guaicos, "sin justicia ni doctrina". No reciben la ayu
da de las sementeras de la comunidad ni de otros medios. La razón es muy
clara: su vida se halla absorbida por los servicios en las minas, en el cuida
do de los animales, en los edificios, tambos, arreglo de caminos y puentes
y para cumplir otras obligaciones en lugares distantes de sus pueblos. ¿Qué
tiempo les sobra? Sin embargo, le dice el Rey, que él les manda pagar el
quinto. Eso supone, agrega, que no deben pagar el diezmo. La realidad
es, dice el doctor Acuña, que pagan mucho más que los españoles, porque
pagan la retribución con que es preciso acudir a los sacerdotes que los adoc
trinan, que representa mucho más que el diezmo. Los diezmaros cobrando
no se dejan vencer por sentimientos humanos. No sólo se contentan con
las crías del ganado sino que se llevan las unidades de sementales adultos.
Muchos indios se presentaban ante el Virrey para exponer la expoliación o
requisa de una manta, de un carnero o de otros animales de su pequeño pa
trimonio, añade el doctor Acuña. La cédula real, que imponía este tribu
to, no fué anunciada con la debida anticipación. Los indios fueron sor
prendidos por la ejecución de las cobranzas inmediatas. ¿Cómo podían "pa
gar el tributo atrasado y las especies del quinto? E l Virrey comprendió la
imposibilidad de que particularmente pudieran sufragar estos impuestos.
Decidió, por eso, que fueran pagados por las comunidades. La forma de
pago del quinto, por las comunidades, sin embargo, también resultaba gra
voso para los naturales, desde que estos ayllus debían cumplir otras obliga
ciones públicas. De "estos pobres pende la república de este reino y su
454 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
conservación, de que tanto Vuestra Magestad es servido, suplico humilde
mente a Vuestra Magestad se compadezca de ellos y les haga merced y se
considere que son los pies de la república, que la tienen sobre sí y la sus
tentan, y ella va creciendo y ellos enflaqueciendo y disminuyéndose, y es
necesario aligerarles la carga, en cuanto se pueda".
E l doctor Acuña comprendió que el indio sin tierras es un ser sin
orientación y al que le falta en la vida la razón de su existencia; pero no se
contentó sólo con solicitar las tierras sino que destacó ante el Rey, la ur
gencia de que fueran "en la cabecera de las aguas y en la parte más cómo
da para ellos", de "manera que los españoles no les pudiesen tomar el agua
con que hubiesen de regar sus chacras y sementeras y las pudiesen benefi
ciar, hacer y labrar con más facilidad". Las tierras no deberían ser otor
gadas con usura o cálculos. E l doctor Acuña sostenía que no era posible
olvidar que los indios se multiplican, que forman familias con hijos y nie
tos. Debían ser repartidas no sólo a los tributarios, sino también a ios
viejos y viejas, a las viudas y huérfanos. Las tierras cedidas a los natu
rales debían estar colocadas respecto de los españoles en situación tal que
no fueran objeto de despojo ni de otros medios de astucia o violencia.
¿Es que el doctor Acuña conocía por los cronistas o la trasmisión ver
bal de indios viejos el régimen de la propiedad agraria entre los Incas?
Siendo español se sentía llevado por una ciara simpatía hacia el socialismo
de íos Emperadores que gobernaron el Tahuantinsuyo, con previsión y sen
tido humano.
Las ideas fundamentales del doctor Acuña, sobre los indios, se repiten
en nuestros días por quienes quieren ver resuelto este viejo problema que,
con la civilización, se va haciendo más complejo.
La Universidad tuvo en el doctor Acuña, un precursor que planteó el
problema del indio en tal forma que sus ideas siguen siendo actuales.1
1
La escritura ante Gabriel Martínez, folio 14 (1586-1607) en la que Xpoual asco yauri cacique principal de san geronimo de Surco, antonio guarnan yanac gouer-nadbr y pedro caruapoma y diego mina rnichiuí y otros caciques principales de Surco y san Juan de Matocana defendiendo al cura Juan Ruiz Flores, por ofrendas exage-radas, que decían voluntarias y contradiciendo al Procurador que los habia defendido de la exacción, aunque dicen que no lo hacen, "por inducimiento ni temor ni ame-nazas del dicho Párroco", sino que eran ofrendas por costumbre como las que "hace-mos los dias de todos santos poniendo sobre las sepulturas de nuestros difuntos, de nuestra voluntad, y lo mismo hacemos en las fiestas de nuestros bautizos e casamien-tos, dando presentes de gallinas e pollos y perdices a dicho Padre como a los demás curas", pero esto prueba como el Dr. Acuña acudía a su defenza hasta en lo mas trivial e insignificante.
I
CAPITULO L X I X
GASPAR DE MENESES
C*L doctor Gaspar de Meneses fué el X Rector de la Universidad.1 Ocu-
pó el cargo el 2 de julio de 1572. Su nombre y apellido produjo, en-
tre nuestros historiógrafos, cierta confusión, a tal punto que! no se le pu-
do identificar en forma precisa. Los investigadores de la historia de la
medicina peruana, por ejemplo, creyeron que era frayle dominico. E l doc-
tor Gaspar de Meneses, sin embargo, era médico, conocido por su actuación
en el Hospital de Españoles. Es posible, asimismo, que la confusión estu-
viera originada por la existencia de otros personajes, del mismo nombre y
apellido. E l Vicario General y Prior del Convento del Rosario, en 1661,
fué dominico y, por lo tanto, frayle, y se llamaba Fray Gaspar de Meneses.
En 1636, vino al Perú, otro clérigo de menores órdenes y natural de Sala-
manca, llamado Gaspar Meneses de Zúñiga.
Es importante, por lo tanto, que los contornos de la figura del médi-
co, doctor Gaspar de Meneses, sea delineada en tal forma que no se preste
a equívocos.
Cuando se produjo el levantamiento en armas de Rodríguez de Contre-
ras, hijo del gobernador de Nicaragua, el doctor Meneses, se hallaba en
Panamá. Esto ocurría en 1543. Posteriormente, en el año de 1551, decr-
dió viajar a Lima, con su esposa e hijos. E l 25 de mayo de aquel año se
presentó ante el Ayuntamiento, a fin de que se le considerase como vecino
de la Ciudad. Los cabildantes acordaron darle la calidad de vecino y con-
cederle todos los derechos y privilegios de quienes se decidían a formar
parte de la sociedad en crecimiento de aquellos días en que hacía diez años
1
El P. Fray Antonio de Hervías, Rector en 1565, también lo era al principiar eí año de 1571, por lo que el Dr. Meneses resulta el décimo Rector, en razón de diversidad de personas, y el undécimo por razón cronológica.
Se ha llegado al punto de imaginar en un dibujo la fisonomía del Dr. Gaspar de Meneses, vestido de hábito de dominico, con corona de frayle y con la Teología en la mano, y ese dibujo "inexacto" se ha deslizado, sensiblemente, en la lámina XII del quinto tomo, volumen I I de la presente Historia de la Universidad.
456 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
de la fundación de Lima. Entre las preminencias, acordadas a los vecinos,
se hallaba la de poder gozar del derecho de solicitar solares. Así fué co-
mo el doctor Meneses, el 20 de noviembre de 1551, solicitó del Cabildo
que se le dieran dos solares para poder edificar su casa. Los regidores acor-
daron satisfacer los deseos del doctor, agregando que se le darían los lotes
pedidos para que edificase su "morada con los aditamentos con que se dan
los solares".
E i doctor Gaspar de Meneses, era médico de los miembros de Santo
Domingo y prestaba sus servicios, también, en el hospital donde se medi-
cinaban los españoles de origen. Por esta labor y por sus servicios pres-
tados a los pobres, percibía la suma de cien pesos, que se le abonarían por
terceras partes.
El Ayuntamiento quiso utilizar los servicios del doctor Meneses enco-
mendándole la misión de redactar el arancel de las boticas. A él se debe,
pues, la composición de la tabla por la que se debían regir los comprado-
res de medicamentos, "simples y compuestos", en cuanto al precio de los
mismos.
Por sus vinculaciones con los dominicos, derivadas de sus tareas de
médico, puestas al servicio del monasterio, le fué fácil ingresar al Estu-
dio General, como maestro de Artes, el 7 de febrero de 1555. Este fué ei
comienzo de la carrera universitaria del doctor Meneses, pues se inició dic-
tando la cátedra de Artes. En el pleito con los dominicos le cupo al doc-
tor Meneses, el honor de ponerse al lado de los seglares. Se solidarizó
con la conducta de los decanos y como Conciliario de la Universidad, de-
mostró celo y actividad ante la Real Audiencia, en defensa de los derechos
invocados por los catedráticos seglares. A l lado del Rector Fernández de
Valenzuela firmó las Constituciones de la Universidad.
Corresponde al doctor Gaspar de Meneses el mérito de haber pensa-
do en la enseñanza de la medicina, en las materias propias de esta discipli-
na y en la forma como serían discernidos los grados a los médicos. E l ,
con Sánchez Renedo y Franco, consiguieron que las Consstituciones pres-
cribieran normas para que la medicina pudiese ser cultivada sistemática-
mente en los claustros universitarios. E l doctor Hermiüo Valdizán, a es-
te propósito, en el prólogo del Diccionario de Medicina Peruana, se que-
jaba de que nada hubieran hecho en favor de la medicina, los doctores
Meneses y Sánchez Renedo. Y poniendo en contraste mi devoción y en-
tusiasmo por aquellos varones con la omisión atribuida a ellos respecto de
la formación de los médicos, sostenía que ei esfuerzo de estos médicos fué
nulo en el propósito de preparar a las generaciones que deberían exten-
GASPAR DE M E N E S E S 457
der en el territorio los hombres aptos para curar. Sigo creyendo, siem-
pre dentro de la relatividad de las cosas y los tiempos, que no hubo injus-
ticia de mi parte, ni elogio desmedido cuando consideré la importancia
de la obra de los doctores Meneses, Franco y Sánchez Renedo. Como
amantes de cultura general estos médicos participaron del criterio, que pa-
trocinaba Toledo, de que el saber no debía quedar encerrado en el monas-
terio de los dominicos. Comprendieron, a pesar de todas las deficiencias
impuestas por la época, que la única forma como podía difundirse el sa-
ber, era consiguiendo abrir la Universidad, a todos los hombres que tu-
vieran aptitud para estudiar, a todas las inteligencias idóneas para la aven-
tura del pensamiento. E l solo hecho de haber conseguido que la Univer-
sidad abandonara su misión intraclaustra debe imponernos el deber de in-
clinarnos, respetuosos, ante quienes ahora llamaríamos, espíritus progre-
sistas. No podemos olvidar que fueron estos médicos quienes también,
contribuyeron con su economía privada a la adquisición y reparación del
primer local propio de la Universidad, que fuera adquirido a los padres
agustinos. ¿No se pone de manifiesto, en esta generosa decisión, el espí-
ritu de perpetuación de la cultura? En una época en que gobernantes y
poderosos obsequiaban propiedades y solares para las instituciones religio-
sas, llama la atención el gesto de los médicos que sentían la responsabi-
lidad de difundir la cultura sistemáticamente, mediante una institución
como la Universidad. ¿Cómo podemos olvidar la conducta encaminada a
crear valores del espíritu? Cierto que en todos los tiempos hubo Mece-
nas; pero si ellos se presentan como excepción existe el deber de recordar-
los y exaltar su obra, como estímulo y ejemplo para las futuras genera-
ciones.
Los doctores Sánchez Renedo, Meneses y Franco tuvieron participación
en la obra de redactar las Primeras Constituciones, para la Universidad,
en 1571. En sus normas aparece el deseo ostensible del establecimiento
de los cursos de medicina y de la enseñanza de la misma. Se ve, en los pri-
meros estatutos, la preocupación por los requisitos exigidos para obtener
el grado de médico. No es que los maestros de la medicina vivieran desa-
tentos a la necesidad de formar hombres preparados para esta noble profe-
sión, sino que la realidad era muy dura y adversa. Los estudios médicos
debían chocar contra toda clase de prejuicios. Los catedráticos de medici-
na confrontaban la primera tremenda dificultad que consistía en no tener
alumnos. Precisamente, para estimularlos los conducían por las calles de
la ciudad con el designio de que la realidad dramática de los hospitales,
creara en ellos la devoción humana por el dolor, la inclinación por el ser-
458 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
vicio en cuanto pudiera ser mitigado a los que sufren. ¿Cómo podía con-
seguirse esta simpatía por los estudios médicos cuando en el ambiente flo-
taba cierta animosidad por las profesiones vulgares o que se consideraban
así entonces? En realidad era el prejuicio contra el trabajo, que adóptate
modalidades manuales también. Se consideraba que era vil oficio el de
llevar la lanceta o el aparato para administrar una lavativa. El doctor Hi-
pólito Unanue, hablando de los médicos del siglo xvi, en "Decadencia y
restauración del Perú", obra que publicara en 1792, decía que nuestros an-
tepasados "tenían rubor de profesar la profesión de médicos, aun los espa-
ñoles". Es obvio, por lo tanto, que la juventud, aficionada por las letras
y la profesión militar, por la teología y los cánones y leyes, sintiera cierta
disposición despectiva contra el arte de curar, que siempre presenta, a los
ojos de los hombres, un mundo teñido de miseria y de horror.
Las Constituciones, que suscribieron los doctores Meneses, Sánchez Re-
nedo y Franco, establecieron la cátedra de Articela.1
En las cátedras de
Artes, Meneses y Sánchez Renedo, enseñaron el método de Articela y del
Avicena. El propósito consistía en procurar que los jóvenes se familiari-
cen con los estudios médicos y cultivaran la simpatía necesaria para llevarla
como profesión. Era en las clases de Artes donde estos estudios se ponían
de manifiesto. La norma había establecido que para matricularse en las
Facultades de Medicina, había que graduarse de Maestro en Artes. La in-
tención pedagógica de los médicos, que propiciaban los estudios de la me-
1 Algunos estudiosos, guiados por el libro de Chacón, piensan que en el siglo xiv, existían estudios de Medicina en Salamanca. En efecto, Benedicto X I I I creó las cátedras de Prima y de Vísperas de esa Facultad, con salario de 150 y 113 florines al año, en 1433.
E l catedrático Dr. ele la Reina y el Dr. Ruiz de Medina y otros médicos, célebres por su ciencia y sus conocimientos, hicieron la autopsia de San Juan de Sahagún cuando falleció, en 1463, víctima del mal de la piedra.
Y Diego de Torres, de quien se ocupa Morejón, en "Bibliografía de la Medicina Española" que fué el primero que escribió o imprimió en español un tratado de Medicina fué catedrático de Astrología en 1485. Abraham Zacuth fué catedrático de Astronomía, en Salamanca. En 1530 se leía en la Universidad de Salamanca la cátedra de Avicena (también a Galeno) y la de Práctica de Articela. En 1566 se creó la cátedra de Cirugía y en 1573 la de Simples. La de Anatomía se creó en 1551.
En Montpellier, la Escuela de Medicina donde estudió el Rector de la Universidad de San Marcos de Lima, Dr. Francisco Franco, también se estudiaba Anatomía, se hacían demostraciones y autopsia a la que asistían, como a una conferencia de nuestros tiempos, aun las mujeres y los monjes. Naturalmente, las mujeres se ocultaban detrás del antifaz cuando se realizaba la anatomía de persona de su propio sexo. Así, Tomás Diafoirus invita a su prometida a ir a ver, "para divertirse, la disección de una mujer"; como lo presenta Moliére (1673) en El enfermo imaginario. E l estudiante pagaba doce dineros torneses para asistir a una "anatomía" y los demás concurrentes daban quince duros: como entrada a un Teatro. En 1556 se inauguró el anfiteatro anatómico de Montpellier.
GASPAR DE M E N E S E S 459
dicina en el Perú, consistía previamente en formar a los "artistas", para
conseguir a los médicos.
E l doctor Gaspar de Meneses, segundo Rector seglar, fué elegido con
wn criterio transaccional. Se perseguía el propósito de serles gratos a los
dominicos con el Rectorado del doctor Meneses, desde que éste se hallaba
vinculado al convento por sus actividades de médico. Los frayles no se re-
signaban a la situación en que se les había colocado quitándoles el Recto-
rado, que ocuparon tradicionalmente. El doctor Meneses serviría de apa-
ciguador de las violentas pasiones con que se encaró el problema de la lai-
calización de la Universidad. Se temía, por los maestros, que los domini-
cos produjeran una especie de repetición o dualización de las labores do-
centes, como el discernimiento de grados, por ejemplo, prescindiendo de la
Universidad. El escrúpulo a manera de previsión, fué llevado hasta el Con-
sejo de Indias, de modo que anticipadamente se pusiera remedio a una si-
tuación que se veía venir. Se expidió, por eso, la Cédula Real, de 17 de
julio de 1572, por la que Felipe I I prohibió que se confiriesen grados ma-
yores o menores en el Convento de Santo Domingo.
Corto fué el período del rectorado del doctor Gaspar de Meneses. Su
acción se vio entrabada por la lucha que la Universidad sostenía con los
dominicos. Los derechos y privilegios se pusieron en pugna frente a las
exigencias del Rector seglar y del Prior de Santo Domingo. Tanto el Con-
sejo de Indias como el Rey, a lo lejos, no querían tomar partido en esta
pugna, esperando seguramente, que con mejor conocimiento de la realidad,
eí Virrey, le pusiera término.
El doctor Meneses se hallaba enfermo, obstáculo que le impedía tomar
parte en los actos públicos de la Universidad. Al terminar abril de 1573,
falleció. En cumplimiento de las normas contenidas en las Constituciones,
ios maestros y doctores se prepararon para tomar parte en el sepelio del fa-
llecido. Tanto por su condición de médico como ser miembro de la Uni-
versidad, el doctor Sánchez Renedo, hizo el elogio del anciano desaparecido.
El doctor Gaspar de Meneses dejó varios hijos, que no quisieron olvi-
dar las huellas de su padre, pues también abrazaron la carrera de la medi-
cina. Miguel de Meneses fué médico, que tuvo a su cargo la cátedra de
Vísperas de Medicina en 1647 y de Fernando de Meneses que murió en
1630 se decía que su vida era limpia y que podía ser considerado un santo
1-aíco. Otro de los hijos del doctor Meneses, fué Damián, que fué desig-
nado regidor de Lima, por el Virrey Toledo, el 6 de diciembre de 1575.
E l Padre Angulo considera que el misino día de la muerte del Rector,
fué elegido el que debía sucederle o sea el doctor Sánchez Renedo. La re-
460 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
ferencia es inexacta. Ni hubo elección aquel día ni el doctor Meneses mu-
rió en abril de 1572. Los datos están equivocados, omisión seria porque
la cronología sufre las consecuencias de las fechas erróneas. Si la muerte
del doctor Meneses ocurrió un año antes de la fecha verdadera es necesa-
rio revisar los años y ios meses, lo que nos produciría una seria confusión.
Conforme al libro de defunciones del Sagrario, el doctor Gaspar de Mene-
ses habría muerto el 24 de abril de 1573. E l documento dice: "Parroquia
del Sagrario.—Partida de función. T, 1°. Año 1567-1578. Fol. 90 vta. Abril
1573 años.—Dr. Gaspar de Meneses, p° en 24 de al doctor Gaspar de Mene-
ses en Sant Francisco... X V I I I ps.
No murió, entonces, el Rector tan precozmente como para no haber
podido hacer algo en servicio de la Universidad. Su vigilancia y dirección
consiguió que los catedráticos leyeran normalmente sus cursos.
En el Archivo General de Indias, hay una Información de los méritos
y servicios del Dr. Gaspar de Meneses en la Conquista y pacificación del
Perú. La información se siguió en la ciudad de los Reyes en 1561.—(Pa-
tronato 104, R. 7) . También puede verse los memoriales del Dr. Simón de
Meneses. (Año. 1588. A. G. I.—Lima 337).
Los Hospitales: el de españoles, el de San Andrés, y el de indios en el
Cuzco, fueron visitados por el Dr. Gaspar de Meneses.
CAPITULO L X X
ANTONIO SANCHEZ RENEDO
T? L doctor Antonio Sánchez Renedo, ocupó el Rectorado el 25 de abril de
de 1573. Había nacido en Cadiz en 1518, graduándose de doctor en
medicina, en la Universidad de Granada, de donde era oriunda la familia
de su esposa Doña Mencia Mendoza, y allí nació el hijo de ambos Dr. Cris
tóbal Sánchez de Renedo. Justamente en el período del Virrey Toledo lle
gó al Perú y como el doctor Gaspar de Meneses, también se incorporó a la
Universidad, con el grado de doctor en Artes. Explicable es que los mé
dicos titulados en España, cuando entre nosotros no existían hombres que
hubieran estudiado sistemáticamente la medicina, fueran objeto de la aten
ción del Estudio General. En primer lugar, su condición de españoles cons
tituía un antecedente que debió gravitar sobre el espíritu de los catedráti
cos españoles, aparte del interés que siempre despierta un hombre que cono
ce los complejos mecanismos del cuerpo humano. Tenía, además, el pres
tigio del cargo que ejercía: el de protomédico general del Perú. Ocupó el
Rectorado, precisamente cuando desempeñaba esta labor.
Nombrado Protomédico General de Indias el doctor Francisco Hernán
dez, médico de Felipe I I se le comisionó estudiar la Historia Natural y Bo
tánica de las Indias y se puso a sus órdenes al doctor Sánchez Renedo que
dos años antes se había nombrado Protomédico del Perú. E l doctor Her
nández, con la colaboración de Renedo y de otros, remitió a España gran
cantidad de animales disecados, piedras minerales, y gran cantidad de yer
bas y plantas, con estudio del uso y valor medicinal de cada una. En 20 to
mos se recibió esa rica colección que se depositó en E l Escorial y fué des
truida en un incendio en el siglo X V I I (A. G. I . Legajo 1090, Libro 8, Mé
jico). 1
1
En carta del Virrey don Francisco de Toledo a Su Majestad, de fecha en el Cubico a 25 de marzo de 1571, en el folio segundo, dice lo siguiente: "Ansimismo, cuando partí de esos Reinos, entendiendo tener la voluntad que Su Majestad tenia y lo que estaba tratado con el licenciado Hernández, médico de la ciudad de Toledo, para enviarle a estos Reinos, por simplicista de las virtudes de hierbas, árboles, raices
462 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
Ei protomedicato era una institución importante por el amplio sector
que dominaba, pues tenía jurisdicción en todo el Virreynato, incluyendo Pa
namá y Portobelo. ¿Cuáles eran las funciones del protomédico General.v
Bajo el protomedicato, es decir, bajo su vigilancia y control, actuaban to
dos los médicos que ejercían la profesión, en ios pueblos y ciudades del Vi
rreynato. Su observación debía alcanzar también a otros hombres que te
nían algo que hacer con ei cuerpo y sus enfermedades como los cirujanos,
los barberos o algebristas, los boticarios y aun los indios curanderos, cuya
acción se deja sentir en la Colonia y aun en los días de la República.
El protomédico tenía una amplia actividad, desde las funciones mera
mente administrativas, hasta aquellas que requerían conocimientos especia
les. Debía, por ejemplo, estudiar la naturaleza de algunas plantas para es
tablecer su bondad o peligro para la salud. Las mismas yerbas, utilizadas
por los indígenas para las curaciones, no debían escapar al conocimiento del
protomédico. De esta suerte, el protomédico se convertía en herbolario y
farmacéutico, aparte de las observaciones de botánico que no le fueron aje
nas, como fácilmente se comprende.
El protomédico debió, también, ejercer una actividad delicada e im
portante como la de otorgar licencias para el ejercicio de la medicina. Co
mo no existían cuerpos organizados para este fin, como el ejercicio de la
medicina, por más incipiente que fuera debía estar supeditado al criterio
orientador de alguien, era al protomédico a quien le correspondía cumplir
esta labor, llegando hasta cerciorarse la capacidad profesional de los intere
sados, mediante el examen de la aptitud de sus conocimientos y experiencia.
De este modo el protomédico desempeñaba también funciones docentes, des
de que sometía a interrogatorios y ejercicios prácticos a los aspirantes a cua
lesquiera de las funciones propias del sangrador, del boticario o del médico.
El protomedicato tuvo carácter de institución cuando le dió nacimiento
legal la Cédula de 11 de enero de 1570. Posteriormente, con el correr
del tiempo ampliaría sus facultades, conforme las necesidades sanitarias lo
exigían.
y animales que en él hay, para que las examinase y probase y hiciese libro como, con más aprobación, pudiesen servir en estos Reinos y trasladarlas y pasarlas a los demás de Vuestra Alteza, que no seria poca utilidad si pudiésemos huir de los compuestos y curarnos con los simples que Dios nos dió, entiendo que, por ser mucho lo que pedia para dejar su casa, Su Majestad no le envió, y, para conseguir su real voluntad, siendo Vuestra Alteza servido, como menos letras, habilidad y fidelidad, y con harto menos interese que esotro, lo podía hacer el doctor Francisco Vásquez, que vino en mi flota con harta opinion y aprobación que yo tengo en su suficiencia, enviando Vuestra Alteza señalado lo que fuere servido que se le de". (A. G. I* Lima 28 /A) .
ANTONIO SÁNCHEZ RENEDO 463
Algunos ejercían la medicina antes del arribo del doctor Sánchez Re-
nedo al Perú. Como su obligación consistía en enterarse de la capacidad
y preparación de los médicos, procedió a darles oportunidad para que de-
mostrasen la calidad de sus conocimientos y la experiencia obtenida en el
ejercicio de la medicina. En cumplimiento de tal fin la prueba del exa-
men debía comprobar si los médicos podían recibir la confianza del proto-
medicato. Asi fué como los médicos fueron sometidos al control de sus
conocimientos. Ocurrió entonces, un episodio un poco jocoso: el Ayunta-
miento pensó que quien exigía a los demás las muestras de su eficiencia
debía comenzar dando las suyas. Los cabildantes entonces, lo conminaron
para que presentase su título prohibiéndole entretanto que pudiera ejercer
la medicina y el cargo de protomédico, bajo la amenaza del pago de una
multa de mil pesos. Tanto porque habría sido ridículo que el doctor Sán-
chez Renedo, no mostrara sus aptitudes siendo él tan exigente, cuanto por-
que en todas las épocas a los hombres no nos gusta el menoscabo de nues-
tra personalidad y economía, tuvo que apresurarse a presentar los títulos
que lo calificaban como protomédico y doctor en medicina, graduado en la
Universidad de Granada.
E l protomedicato estaba sometido a ciertas normas que servían para
orientar la actividad de quienes lo ejercían. E l doctor Sánchez Renedo de-
bía estar supeditado, desde luego, a estas prescripciones. E l había obtenido
su título de protomédico por el Rey, en Madrid, el 14 de febrero del año
de 1568. A l protomédico, por los intereses de los habitantes del Virreyna-
to, como porque era conveniente limitar su jurisdicción se le obligó al cum-
plimiento de ciertas disposiciones reglamentarias que eran corrientes en Es-
paña. E l protomédico tenía la obligación de residir en una ciudad donde
existiese Audiencia, que debería ser escogida por él mismo. Cinco leguas
a la redonda representaba el perímetro dentro del cual ejercería sus funcio-
nes no debiendo excederse de este límite. No podía cancelar la licencia
que hubiese obtenido legalmente y estaba obligado a examinar a quienes
vinieran de todas las provincias, para someterse a la prueba de capacidad.
E l protomedicato, en la Colonia, debía esperar que los derechos fue-
ran estimados por el Presidente y los oidores. Producida la tasa debería
enviarse al Consejo para que fuese aprobada. En otras ciudades la tasa la
hacía el alcalde mayor y en ausencia suya la justicia ordinaria. Cuando
el protomédico se encontraba en condiciones de tomar alguna medida con-
tra los sometidos a su control y jurisdicción, debía estar acompañado de
un oidor, nombrado por el Presidente y los oidores o, bien, del alcalde ma-
yor, como ocurría en Panamá.
464 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
Es interesante actualizar algunos aspectos desconocidos de la actividad
de los médicos, antes de la llegada del doctor Sánchez Renedo, al Perú. Se
tiene conocimiento de que los primeros médicos que conoció Lima, a raíz
de su fundación, fueron el bachiller Pérez Morales y el doctor Hernando
de Sepúlveda. Ambos eran hombres preparados en la ciencia de su tiem-
po. E l licenciado Sepúlveda había sido catedrático de Artícela o Método
de Medicina, en la Universidad de Salamanca, en los años de 1530 a 1536.
Don Francisco Pizarro tuvo, como médico, al doctor Sepúlveda y cuando
hizo su testamento lo nombró como a uno de los siete albaceas o cabezale-
ros de sus bienes. Es curioso que el mismo doctor Sepúlveda fuera tam-
bién designado albacea por Diego de Almagro el 8 de julio de 1538. La
profesión de médico indudablemente que acercó al doctor Sepúlveda a los
conquistadores más destacados, hasta el punto de ser utilizado como alba-
cea de ambos.
E l bachiller Pérez Morales, en la Ciudad de los Reyes, el 6 de mayo
de 1536, otorgaba un documento por el cual reconocía haber recibido del
doctor Sepúlveda ciertas medicinas simples y compuestas para llevarlas y
venderlas en el Cuzco. En aquellos primeros tiempos de la Conquista, los
españoles se esforzaban por introducir entre la masa indígena las medici-
nas necesarias para curar ciertos males. De este modo los médicos también
hacían de comerciantes, hecho explicable en una sociedad embrionaria.
Posteriormente, llegarían a Lima, otros médicos para ejercer su pro-
fesión. E l licenciado Montalvo, por ejemplo, médico que curaba a los ha-
bitantes de Tierra Firme, solicitó del Ayuntamiento de Lima, permiso pa-
ra poder radicarse en la ciudad de los Reyes. E l médico Montalvo tenía
fama de ser muy trabajador, humano y preparado en su profesión. E l Ca-
bildo aceptó la solicitud del doctor, siempre que se pusiera bajo el control
del protomedicato, en aquella época, en Lima, que al mismo tiempo que
andaban preocupados por el ejercicio de su profesión prestaban sus servi-
cios en ciertas instituciones de asistencia social, como los hospitales. Entre
ellos se encontraba el doctor Enrique Méndez, que había sido médico del
Virrey Conde de Nieva; el Dr. Gaspar Méndez (1596) natural de Salaman-
ca; el doctor Franco, médico del hospital de españoles y residente en Lima,
en el año de 1561, el mismo que sustituyera al doctor Gutiérrez y a su hi-
jo el licenciado Alonso Gutiérrez, cuando fallecieron. E l doctor Regó,
otro residente en Lima, tenía el carácter de médico popular, pues entre su
clientela se contaban negros y la gente del tejar y las caleras, recibiendo
como sueldo treinta pesos mensuales, Y Hernán Pérez, "boticario y ciru-
jano" que mantuvo pleito con la real hacienda de S. M. en el Real Conse-
A N T O N I O S Á N C H E Z JRENFDO 465
jo de las Indias, "sobre que se le tomó de medicinas que dió en el Reyno de Chile para el exército que llevaba don García de Mendoza". (Protocolo Esteban Pérez, folio 541v. 1585).
E l Licenciado Alvarez, médico vecino y morador de Lima, falleció en 1585. Estaba casado con doña María de Mesa natural de la villa de Zafra, en España, hija de Alonso Messa y de María Gutiérrez. Había asistido al Hospital de San Andrés de los Españoles, al Hospital de Santa Ana de los Naturales, al Hospital de la Caridad y a los pobres de la cárcel. Tuvie-ron por hijos a Alonso Alvarez Altamirano, a doña Beatriz Alvarez Alta-mirano, Francisca Alvarez de Aragón, Teresa Alvarez de Altamirano, Isa-bel Gutiérrez Altamirano, Mencia Gutiérrez Altamirano, Fray Antonio Al -tamirano y Led° Pedro Gutiérrez de Messa. Doña Isabel se casó con el Licenciado Gutiérrez Velasquez, que falleció también en el siglo X V I . V i -vían en casas de su propiedad en la calle de la Encarnación. (Fs. 231. Año 1595. Escribano Cristóbal de Aguilar Mendieta).
E l Licenciado Juan Mateos, médico que llegó al Perú "con dos criados y armas ordinarias" a fines de 1597. (Indiferente General. 529. A. G. I . ) .
Y , cuando en diciembre de 1599 el boticario Cristóbal Gómez pidió licencia "para volver al Perú con su mujer y criados" se decretó: No ha lugar. (Ibidem).
E l Dr. Hormero, "insigne médico" como lo nombra el Dr. Vasco de Contreras, que refiere que aquél escribió sobre la yerba indígena "Pharbitis pubescens".
E l médico Alonso Hernández de Castro y el boticario Gerónimo Ro-dríguez (1592) fueron fiadores del clérigo Gabriel Solano Receptor de las capellanías creadas por don García Hurtado de Mendoza, Virrey del Perú para el sostenimiento del culto, cantores, etc., de la Capilla de Palacio.
E l cirujano Francisco de Navarro (9 de julio de 1551 ante Simón Al-cate) también ejercitó su arte en Lima; y también gozó de fama, el médico Licenciado Alvaro de Torres que vendió al Cabildo de la Ciudad sus tiendas y casas de la calle de la Merced, por la suma de 14,500 pesos de buen oro de 45 ducados cada uno. (7 de marzo de 1552 ante Diego González, folio 92
vuelta).1
E l licenciado don Antonio de Robles Cornejo, natural de Salamanca» sería médico del marqués de Montesclaros, Virrey del Perú, y escribió dos tratados: "Las Plantas de la India Occidental" y otro "De los simples medi-cinales". E l elogio de Robles Cornejo lo hizo el Dr. Vasco de Contreras y
1
Falleció en 1597, y fué médico de Vaca de Castro, y del Virrey Conde de Nieva, y desempeñó ía Alcaidía de Lima.
Egui&üren. - Siglo X V I . 30
466 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
Valverde, natural del Cuzco, estudiante del Colegio Real de San Felipe y de la Universidad de Lima, de la que fué Rector en 1653. E l Dr. Vasco Ja-cinto de Contreras fué Tesorero de la Iglesia Metropolitana de Lima, Chan-tre de la misma, Obispo de Popayán hasta el 17 de diciembre de 1665 y
pasó a Huamanga como Obispo en donde murió poco después. E l Rey ha-bía solicitado datos para la obra del TEATRO ECLESIASTICO DE LAS IGLESIAS DEL PERU Y DE NUEVA ESPAÑA que el cronista Mayor del Rey, maestro Gi l González Dávila escribía; y, con este motivo, se solicita-ron aoúcias sobre diversos asuntos, como lo dispuso la Real cédula de Ma-drid a 8 de noviembre de 1648.
E l Obispo del Cuzco designó, para esa labor, al Dean, y Provisor Dr. Contreras y Valverde.
La Descripción del Dr. Vasco de Contreras es interesante, y contiene datos para la Zoología, Botánica, y sobre las yerbas y piedras medicinales de los indios.
Muy popular debió ser '"Carlos el Cirujano", porque bajo esa nomina-ción se extendió el 19 de diciembre de 1599 la partida de defunción, en la Parroquia del Sagrario, siendo sepultado con entierro mayor, en la Merced.
Existieron también cirujanos y barberos que dependían del Ayunta-miento. Entre estos se contaba el cirujano y barbero don Marcillo. ¿Qué funciones desempeñaban estos barberos y sangradores? Un documento de 1578, otorgado por el barbero Alonso de Mayorga, en favor de Fray An-tonio de Cisneros, puede darnos una idea de las tareas de estos personajes un poco pintoresco. Por sesenta pesos se comprometía el barbero Alonso» a servir a los religiosos del convento de San Agustín para "sangrar y afey-
tar y hechar ventosas a los frayles y gente del dicho convento". Las lance-
tas debieron seccionar los vasos de muchos hipertensos y las ventosas de-
bieron salvar a muchos enfermos de las vías respiratorias, atacados tal vez
de enfermedades agudas. Los barberos estaban sometidos a la obligación
de rendir examen ante el protomédico, para ejercer la profesión. En el
siglo xvi , para luchar contra las prácticas de una cada vez más extendida
metodología popular, sobre la cirujía menor, se reunió algo así como un
congreso de médicos para contemplar la forma como debía controlarse el
ejercicio de prácticas empíricas en manos de curanderos indígenas, de bar-
beros y flebótomos. Como el ambiente de ignorancia no favorecía a los
galenos se vieron éstos obligados a adoptar una actitud de tolerancia, que
las necesidades imponían.
ANTONIO SÁNCHEZ RENEDO 467
£1 doctor Sánchez Renedo, dió su nombre para rubricar las primeras
Constituciones de la Universidad. Fué uno de los principales maestros
<$ue luchó en servicio de la autonomía y secularización de la Universidad*
E l doctor Sánchez Renedo, como ha ocurrido en todas las épocas, en
estos países en formación, dedicaba su tiempo al ejercicio de la medicina,
pero también a las tareas docentes. Fué médico del Virrey y como tal, es-
tuvo en Jauja, para cuidar de su salud. Los problemas universitarios, sin
embargo, que se tornaron difíciles en aquellos días, lo obligaron a regre-
sar inmediatamente a la Capital.
Y a hemos visto como durante el Rectorado del doctor Sánchez Rene-
do, el Prior del convento de Santo Domingo, ponía dificultades frente a
ía necesidad de que el local fuese suministrado a la Universidad, para su
normal desenvolvimiento docente. E l Rector exigió a los frayles que re-
conociendo el nuevo orden de cosas no pusieran obstáculos para los gra-
dos y la enseñanza de los cursos de las Facultades. Las gestiones del doc-
tor Sánchez Renedo, que usaba la persuación y las enérgicas exigencias,
llegó a los religiosos Fray Andrés Vélez, Fray Miguel Adrián, lector de
Teología y Fray Pedro de Miranda, lector de Artes. De aquí surgió un
convenio con el doctor Sánchez Renedo, por el cual el provincial de San-
to Domingo se comprometía a entregar a la corporación universitaria la
bula original que el Papa Pío V había concedido a San Marcos.
Entre los incidentes de que está salpicada la administración y rectoría
del doctor Sánchez Renedo, hubo uno que exaltó los ánimos de seglares
y religiosos, en forma desagradable. Cuando, renunció el Prior, los frayles
trataron de sustituirlo con el padre Provincial, al mismo tiempo que se
aceptaba a persona distinta a la designada para hacerse cargo de la cátedra
de Artes. E l embrollo se hizo más acusado cuando los padres pretendie-
ron nombrar a un catedrático de Teología y otro de Teología Moral, con
el evidente propósito de obtener mayoría de votos en el claustro. Estas
subrogaciones y la falta de cumplimiento en la entrega de la bula agria-
ron los ánimos.
Durante la gestión rectoral del doctor Sánchez Renedo, la Universi-
dad, a pesar de los vaivenes de la lucha con los seglares, estabilizó la en-
señanza, haciéndola progresar mediante el estímulo a los nuevos catedrá-
ticos que ingresaban al Estudio General, que ya no controlaban totalmen-
te los religiosos. E l mismo doctor Sánchez Renedo tomó el curso de as-
trología, mediante la cual expondría sus conocimientos de médico. Se tra-
taba de un curso destinado a suministrar, a los alumnos, nociones cientí-
ficas de medicina. La materia se inspiraba en el, pensamiento de que to-
468 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
dos los fenómenos naturales se hallan estrechamente vinculados, ejercien
do los astros sobre los cuerpos vivientes, particular influencia. Sus ense
ñanzas lo llevaron a exponer ideas sobre filosofía moral y médica. No
fué sólo un expositor sino también quiso trasmitir sus conocimientos a los
demás en forma escrita. Escribió, por eso, un estudio sobre las yerbas y
plantas del Perú, a que se refiere el cronista mayor de las Indias, Lópeb de
Velasco, en su comunicación enviada al Consejo, en 1578.
La Real Cédula de 20 de mayo de 1578 dirigida a la Audiencia de Li
ma, le pide que dé su parecer sobre que "el Dr. Renedo, protomédico en
el Perú, pide se le dé favor para acabar cierta historia que tiene comenta
da de las cosas naturales de aquellas provincias, (y que) se le haga algu
na merced, atento a lo que refiere". (Folio C L V I I del Legajo: Indiferente
General N9
528 del A. G. de I . ) .
Su trabajo fué ímprobo, vinculado a los tiempos, sin protección, sin im
prenta. Los frayles de los conventos tenían la protección de la economía
de su orden, o de Mecenas espirituales, lo que no ocurría con el poeta, con el
jurista civil, con el hombre de ciencia, que carecía de todo, y sus obras se
perdieron, con grave responsabilidad para los que no supieron estimarías
a su tiempo.
E l doctor Sánchez Renedo, después de una vida fecunda, falleció en 7
de julio de 1579.
El Virrey Enríquez a quien, nada de lo que había realizado su antece
sor le satisfacía, sin embargo reconoce, en su proyecto de Constituciones
para la Universidad, que existían estudios de medicina, y tanto, que en el
título X X V dispone cómo se tomarían los exámenes. Se habían de apro
bar cuatro cursos sucesivos en medicina, para recibir el bachillerato. Ade
más el candidato tendría seis conclusiones, y una de ellas sería de Filo
sofía Natural, (cátedra de Sánchez Renedo), y, después de ser argüido por
los doctores y maestros recibiría el grado; pero "sin arenga". E l diplo
ma o "carta", como entonces se decía, no se entregaba a ningún bachi
ller, hasta después de recibir dicho grado, y probar ante el Rector la prác
tica "de dos años en compañía de médicos aprobados", y entonces se le man
daba dar (la carta) con parecer de los conciliarios. Para el grado de Licen
ciado se exigían tres años de práctica, examen público, repetición o acto
de seis conclusiones en medicina y práctica. Una de estas conclusiones
sería de Filosofía Natural. La lectura sería en el Artícela de Hipócrates y
en Avicena. Las Constituciones del Virrey Enríquez, en el título X X X I I I ,
11, dicen: "Ningún curso de medicina sea recibido a ningún voto que
no lo hubiere fecho después los cursos de Artes que, para ser bachiller en
ANTONIO SÁNCHEZ RENEDO 469
Artes hubiere menester, o después de haber recibido el grado de Artes, y,
entiéndese que sean sólo los que hubieren oído seis meses en Medicina y es-
tuvieren en ella matriculados".
Sánchez Renedo, desde su cátedra de Filosofía Natural y del Protomedi-
cato luchó para mantener en el siglo X V I la Facultad y los estudios de me-
dicina en la Universidad.
Debe ser considerado Sánchez Renedo, como uno de los primeros que,
sobre Botánica escribió en el mismo Perú, y no por segunda mano, sino por
investigaciones y experiencia personales.
CAPITULO L X X I
JUAN DE HERRERA Y JERONIMO LOPEZ GUARNIDO
P L doctor Juan de Herrera, que ocupó el Rectorado de la Universidad,
en 3 de julio de 1574, viene a ser el undécimo Rector de San Marcos.
Juan de Herrera, había nacido en la villa de Carrión de los Condes, en
tierra de Campos, de los Reinos de España* Debió haber venido al mun-
do en el año de 1522. Sus padres fueron el capitán don Francisco de He-
rrera y doña María de la Cruz. E l primero, siendo Alcalde de Lima, soli-
citó al Ayuntamiento, el 17 de enero de 1539, que se le adjudicase un so-
lar para su hijo, en la calle de la Merced, para que en él pudiese construir
su morada- Don Juan de Herrera, pues, se avecindaría en Lima, para for-
mar parte de la sociedad, que fundaron los conquistadores.
Don Juan de Herrera, contrajo matrimonio con doña María Sánchez
de Andrada, hermana de don Gerónimo de Andrada, secretario de Minas
y Registros en Lima.
Se habría graduado en la Universidad de Lérida. Ocupó el cargo de
teniente general del gobernador Villagra y Juez de Residencia y Justicia
Mayor en Santiago, por nombramiento que provenía de Francisco de Vi -
llagra, que databa de 1564. En Tierra Firme, llegó a ser Corregidor.
Su muerte se produjo en forma súbita en 1579 en los primeros días
de setiembre, desempeñando el cargo de escribano de las Cuentas Reales.1
Dejó dos hijos: don Francisco de Herrera y don Juan de Herrera de Aa-
drada.
Su acción debía verse entrabada por diversos incidentes con los domi-
nicos.
E l provincial, Fray Andrés Vélez, desde 1572, venía hostilizando a ios
doctores del Claustro en diversas formas. Sostenía el derecho de presidir,
1
Ante el Escribano Esteban Pérez, folio 5 y 7, Año 1562, se encuentra el po-der que el Arzobispo Loayza, Fray Domingo de Santo Tomás y el Padre Molina otor-garon en favor de don Juan Herrera, para cobrar y revisar las cuentas de la testamentaria del mercader don Nicolás Corzo de la que aquellos eran Albaceas.
JUAN DE HERRERA Y JERÓNIMO LÓPEZ GUARNIDO 471
conjuntamente con el Rector, las actuaciones y grados. La pretensión del
eclesiástico no podía tomarse en cuenta porque no formaba parte del cuer
po docente y administrativo de la Academia. Sus argumentos, para con
seguir que prosperase su tesis, consistían en invocar para el Prior de su Or
den, el Rectorado. Naturalmente la exigencia era insostenible desde el
punto de vista legal. Tanto el Rey, el Virrey y las Constituciones, que
juraron los religiosos, establecían la autonomía Universitaria con un Rec
tor seglar a la cabeza.
Los dominicos provocaban alborotos y escándalos con motivo de los
grados. Las palabras violentas acompañaban a los actos para impedir las
ceremonias académicas. Esta conducta constituía una represalia por la pér
dida del Rectorado.
Los entredichos, las manifestaciones violentas y escandalosas de los
dominicos, dieron motivo para que los grados se confiriesen en la Cate
dral. E l Rey, en su Cédula de 27 de febrero de 1575, estableció que los
grados y actuaciones públicas se llevaran a cabo en las Casas Reales o en
la Catedral. E l temor de que faltara estabilidad a la institución docente,
que carecía de local propio, impulsó a pensar a muchos maestros en la ne
cesidad de adquirir una casa o morada para la Universidad. Desde el Ayun
tamiento partió el proyecto de que debía de adquirirse las casas de la Or
den de San Agustín, para evitar a los doctores y maestros ese de ambular,
poco honroso, en busca de un local donde las tareas del pensamiento no
estuvieran sometidas a los resultados de la represalia o de la violencia.
Aunque no se había formalizado todavía la escritura de compraven
ta, del local de los padres agustinos, el doctor Juan de Herrera, recibió
las llaves del mismo a fin de poder trabajar con los maestros y doctores.
Precisamente, en el lugar donde se halla establecida la sacristía de San
Marcelo, hoy día, se reunieron los catedráticos con el objeto de ver qué
santo debería ser el patrón de la Universidad. Como lo tenemos dicho, le
correspondió al evangelista San Marcos, la suerte de que su nombre sirvie
se para denominar en lo sucesivo a la Universidad, como la conocemos has
ta ahora. (18 de marzo de 1575).
Este fué un paso decisivo en el progreso de la Universidad. Con lo
cal propio las actividades se desarrollarían en paz y con mayor eficiencia.
Los grados ya no estarían obstaculizados por el despecho o la inquina per
sonal de los religiosos, que nunca se resignaron a perder lo que conside
raban derechos inalienables. La lucha por la claustración debía producir
varios resultados favorables para la Universidad y las mismas órdenes re
ligiosas. Los estudiantes asistirían a las clases sin dificultad; los doctores
472 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
y maestros se dedicarían, con entusiasmo, al desarrollo de sus tareas docen-
tes y no pocos pensaron en que era propicio el momento para organizar
el pupilaje. Con la libertad había ganado la enseñanza.
La lucha con los dominicos había durado un período de siete años,
lucha que encabezara el Provincial, provocando una honda división entre
religiosos y seglares.
Después que, con la fianza del Dr. Marcos de Lucio y de Miguel de
Solsona, se logró el Dr. Juan de Herrera tomar el local del antiguo Monas-
terio de San Agustín, inmediatamente se repartieron invitaciones para un
acto o Conclusiones que presentó la Facultad de Leyes.
El acto tuvo lugar el 14 de febrero de 1575. Como el local de la Uni-
versidad era colindante con la Iglesia de San Marcelo, se abrió puerta
de comunicación con el templo, y en "el cuerpo de la iglesia" se reu-
nieron la mayor parte de los vecinos de calidad de la ciudad de Los Reyes,
"con gran concurso de oyentes asistiendo a ello los señores Presidente e Oi-
dores de esta Real Audiencia, los oficiales reales y muchos letrados e per-
sonas de letras, canónigos, y religiosos de la Compañía de Jesús". E l Dr.
Alvaro Ponce de León, Presidente de la Audiencia, el Licenciado y Oidor
Paredes, etc., y presidía el decano de la Facultad de Leyes, Dr. Gerónimo
López Guarnido.
Sustentó las conclusiones don Luis de la Reinaga, hijo del Capitán Juan
de la Reinaga, y le argüyeron cuatro condiscípulos: Diego Loayza de Va-
lenzuela, Diego de Salinas, Pedro López Guarnido y Josepe de Rivera. "El
acto fué apacible y bien hecho y dio mucho contento a los oyentes, pues los
sustentantes y arguyentes son hijos de la dicha universidad y mozos que, en
ella, después que se pasó al dicho asiento han continuado y oído y depren-
dido las dichas leyes", decía en su declaración el bachiller Cosme Ramírez,
ante el escribano real Juan Delgado. (A. G. I . 71-4-8).
Durante el Rectorado del doctor Herrera, la Universidad incorporó
a su seno a maestros que habían obtenido su título en el extranjero y dis-
cernió grados a los alumnos que habían estudiado en sus aulas. Se incor-
poraron a la Universidad, el doctor Gabriel de Loarte, alcalde del crimen
de la Real Audiencia, que había recibido el título de doctor en leyes en
la Universidad de Lérida; el licenciado Cristóbal Ramírez de Cartajena,
Fiscal de S. M., oidor de la Real Audiencia, que había obtenido el grado
de licenciado en cánones en la Universidad de Osuna; el doctor Antonio
de Molina, graduado de bachiller de Alcalá; el doctor Hernán Vásquez
Fajardo, graduado en la Universidad de Osuna; el doctor Francisco de Ve-
ga, doctor en leyes de la Universidad de Sevilla; el doctor Juan de la Ro-
J U A N DM HERRERA Y JERÓNIMO LÓPEZ GUARNIDO 473
ca, doctor en Cánones de la Universidad de Osuna; el doctor Sánchez Re
nedo, graduado de doctor en Medicina, en la Universidad de Granada; el
licenciado Francisco Falcón, licenciado en leyes de la Universidad de Lé-
rida; el doctor Juan de Herrera, doctor de la Universidad de Lérida,
Otros maestros y doctores también se graduaron en la Universidad,
como Jerónimo López Guarnido, Valenciano de Quiñones, Cosme Carri-
llo, Juan de Castañeda, Juan de Obando, Francisco Menacho, Luis de los
Santos, Alonso de Valencia.1
El quinto Rector seglar fué el doctor Gerónimo López Guarnido. Ha-
bía nacido en Sevilla en 1525. Se hallaba avecindado en Panamá en 1546,
cuando se produjo el pronunciamiento de don Hernando de Contreras, hi-
lo del Gobernador de Nicaragua.2 La rebelión pretendía desconocer la au-
toridad del Rey. Los rebeldes tomaron algunos navios particulares y con
250 hombres, bien equipados, convirtieron en botín, el dinero que don Pe-
dro de la Gasea, había mandado desde Lima, con destino a la caja del Rey.
Fué en esta emergencia que el licenciado López Guarnido, se unió ai capi-
tán Martín Ruiz de Marchena, con quien debeló el movimiento apresan-
do a sus autores que habían logrado apoderarse de ochocientos mil pesos.
La acción de armas de los leales consiguió rescatar la cuantiosa suma de
dinero que se hallaba en poder de los revoltosos.
E l doctor López Guarnido, en compañía del Arzobispo Loayza y de
don Pedro de La Gasea, conjuntamente con sus familiares, ingresó a Lima.
E l retrato del doctor Gerónimo López Guarnido, se encuentra en la
Universidad, desde trescientos años atrás. Su nieto, Fray Gaspar de Mene-
ses, solicitó que el retrato de su abuelo fuese colocado en las paredes del
claustro, como testimonio de que fué el primer catedrático de jurisprudencia.
1 Para ahondar en la biografía de don Juan de Herrera habría que estudiar la "Información de los méritos y servicios de Juan de Herrera Tinoco, en la conquista y pacificación del Perú" (A. G . I . Legajo: Patronato N4? 107. R. 6 ) ; "La Información de los méritos y servicios de Juan de Herrera en el Perú" (Patronato 110. R. 8 ) . Año 1563. "La Información de los méritos y servicios de Juan de Herrera en el Perú" (A. G . I . Patronato 151, N 9 1) y los papeles correspondientes a Juan de Herrera Calde-rón (A. G. I . Lima, 122).
- No he tenido ocasión de consultar la "Información de los méritos y servicios de Jerónimo López, uno de los primeros descubridores y conquistadores de Nueva Es-paña" (A. G . I . Patronato 66. R. 8) y (Patronato 78. N V 1. R. 5. — Patronato 80. N P 6. R. 5) correspondientes a los años 1565, 1584, 1594.
En el A. G. I . Lima 129 (1549-1588) está la más nutrida información sobre méritos del Dr. López Guarnido.
474 I A UNIVERSIDAD E N E L SIGIO XVI
López Guarnido desempeñó el cargo de asesor del Cabildo, letrado
del Concilio en 1559, abogado de presos de la Inquisición, nombrado ei
17 de noviembre de 1582. Fué Fiscal desde el 9 de agosto de 1557 hasta
el 11 de diciembre de 1559. Desempeñó, también, el cargo de abogado
del Fisco. E l Virrey Toledo le otorgó el nombramiento de abogado de in-
dios con mil pesos ensayados de salarios.
Una carta del Virrey don Francisco de Toledo, de fecha en Los Reyes
Reyes a 27 de noviembre de 1579, que empieza, diciendo: "Continuando io
que siempre..." al final, en el párrafo 25, dice lo siguiente:
"Letrados hay, abogados, en esta Real Audiencia; buenos letrados y,
entre ellos, el doctor Guarnido; de adonde sean, no lo sé; el Real Consejo
de V . M. se podrá informar".1
En oposición a esta afirmación autorizada, encontramos la del maestro
jesuíta Fray Luis López que trató de desprestigiar a la Universidad ante el
Monarca por ser obra del aborrecido Toledo, "Señor absoluto, que no tie-
ne por justo sino lo que a él le parece y que le tiene tanto miedo todo ei
reino que ninguno osará decir lo que sabe, si esta información se hace don-
de él gobierna, porque, si lo dijeren, los destruirá, como lo ha hecho a mu-
chos, y esto es fama pública y cierta en todo este Reino". Y concretándo-
se a la crítica de la Universidad organizada por Toledo, agrega el revolto
so jesuita: "Los que han incitado al Virrey, les ha movido pasión e intere-
ses, pues se llevan en tres lecciones de leyes gran cantidad de la renta, sin
ser en esta tierra necesario el estudio de Leyes para la obligación que S. M.
tiene para la enseñanza del Evangelio de estos naturales, pues, para esto,
bastaban Gramática, Artes, Teología y Cánones, y la mayor parte de lo cual
enseña la Compañía de balde y sin tanto costo de S. M." ( A . G. L-1579.-
L i m a 3 0 ) .
E i maestro Luis López, apresado como cómplice de Fray Francisco de ía
Cruz, fué remitido a España y se abrió el proceso a base del memorial de
62 capítulos contra Su Majestad, 23 contra el Virrey, y 5 contra la Audien-
cia y Corregidores que la Inquisición pesquizó entre los papeles del nom-
brado jesuita.
E l doctor López Guarnido, aparte de sus labores burocráticas y de le-
trado, sentía inclinación por el cultivo de la literatura. Se debe seguramen-
te a estas preferencias estéticas su apoyo a los hombres que cultivaban las
letras. Tuvo mala suerte el doctor López Guarnido con la Inquisición, a
pesar de su vinculación con ella. Fué sentenciado a pagar la suma de qui-
nientos pesos por haber aconsejado a un cliente suyo, al que sugirió que
1 A . G. I . Lima, 30, 1579.
J U A N DE HERRERA Y JERÓNIMO LÓPEZ GUARNIDO 475
hiciera uso de la mentira en un juramento que prestó ante la Audiencia
Real, con motivo de un juicio.
Tuvo el mérito el doctor López Guarnido, de salir en defensa de los
principios jurídicos, cuando estos se vieron atacados por la omnipotencia
del Virrey. En efecto, Juan Bello, como secretario del Virrey, Conde del
Villar, tuvo algunas infidencias. E l Virrey lo mandó apresar en su casa
para ordenar que se le tomara confesión, bajo una extricta incomunica-
ción. La Inquisición planteó competencia para conocer del caso de Bello
que había manifestado que prefería tratar con diablos antes que con fray-
Ies. E l doctor López Guarnido defendió a Bello, como abogado de oficio,
sosteniendo que existía la competencia alegada. E l Virrey calificó de de-
sacato la conducta del doctor. Lo injurió y lo mandó apresar.
Cuando la Universidad funcionaba en el convento del Rosario, el doc-
tor López Guarnido, exhibió su título de licenciado, para graduarse de doc-
tor. En el Estudio General, desde 1570 dictaba lecciones elementales de
Artes y en 1571 se hizo cargo de la cátedra de leyes, obteniendo el beneplá-
cito y la concurrencia de gran número de alumnos. Fué elegido Rector el
3 de julio de 1575, cargo que volvió a desempeñar en 1578.1
El cultivo de las letras, en tiempo de López Guarnido, adquirió gran
vuelo. E l poeta Pedro de Oña, que se formó en el colegio de San Felipe
y San Marcos, había compuesto " E l arauco Domado". La primera edición
de la obra salió en Lima, impresa en la Ciudad de los Reyes, llevando en
la portada la fisonomía de Oña, burilada en madera. Posteriormente, don
José Toribio Medina, escribió "Pedro de Oña,, Arauco Domado", que hizo
publicar la Academia Chilena de la Lengua en 1917. En esa obra varias
acotaciones hacen más comprensiva la lectura de las composiciones de Die-
go de Hojeda y del doctor Gerónimo López Guarnido.
E l celebrado poeta, Fray Diego de Hojeda, profesó en Lima en abril de
1591- Siendo una inteligencia brillante era natural que concurriera a la
Universidad, a las lecciones que se dictaban en ella. Esta fué la oportuni-
dad en la que conoció a Pedro de Oña y al doctor Gerónimo López Guar-
nido. La amistad vinculaba a los hombres de las mismas tendencias esté-
ticas para el progreso de las letras.
1 Con motivo de haberse concedido por eí Virrey Toledo a la Universidad los tributos que fueron de la encomienda de Antonio de Ribera, doña María de Chávez interpuso acción. Entonces el Dr. Guarnido en defensa de la Universidad puso en evidencia que se había terminado el derecho de doña María, por haberse acabado la sucesión de dos vidas con la que se concedió a Doña Inés Ribera, lo que motivo la transacción de que dan fé las escrituras, ante el Escribano Juan de Morales, en los fciíos 387 y 391, y ante Esteban Pérez a fs. 383.
476 LA UNIVERSIDAD EN EL SIGLO XVI
López Guarnido escribió un soneto que sirve para cerciorarnos del en
tusiasmo con que admiraba la obra de Pedro de Oña. Es interesante inser
tarlo en el presente estudio no sólo como expresión de las disposiciones del
catedrático y Rector de la Universidad, sino como un signo de las inquie
tudes literarias de la época.
Para sacar a la luz de tal sujeto
historia tan heroica en breve suma,
tan caudaloso ingenio y rica pluma
fué menester, y estilo tan discreto.
Vuestro talento oculto, en lo secreto
ha sido bien que en sí no se consuma,
sino que en otro gran Pompeyo Numa
Muestre (causando asombro) su conceto;
pues Lesbia Safo, la decena musa,
con el oro y esmeraldas cria
y todo el consagrado Prierio bando
el censo os dan, que daros no se excusa
porque en la perfección de la poesía,
Oña divino, a todos vais sobrando.
Metáforas alusivas a la mitología, propias de los gustos clásicos; len
guaje utilizado por el español del siglo XVI, extraído de los autores castizos,
facilidad para la rima, de todo esto había un poco en las composiciones
del doctor y poeta. Lo interesante, en esta afición a la literatura, radica
en el hecho de que fuese el propio Rector de la Universidad, quien la cul
tivara. Estudiantes y maestros, de esta suerte, debían sentirse estimulados
por la propia actividad intelectual de quien cultivaba los conocimientos
suministrados por las Artes, por las leyes o el Derecho y por la literatura.
López Guarnido, no fué una figura opaca dentro de la actividad inte
lectual de su tiempo. Se destacó porque supo crear, en la cátedra y en las
letras.
Falleció el 15 de abril de 1596, y fué sepultado en San Francisco, (Li
bro de defunciones. Parroquia del Sagrario. Folio 121).
CAPITULO L X X I I
MARCOS DE LUCIO Y DIEGO DE MORA
I ^ L doctor Marcos de Lucio, fué dos veces Rector de ia Universidad: en
1576 y en 1591- Fué el décimo tercero Rector. Había nacido en 1537
y procedía de una familia linajuda de Aragón. Contrajo matrimonio con
la viuda de don Martín de Jiménez, doña Leonor de Quezada- De este
matrimonio nació don Simón Luis de Lucio.1
E l doctor Marcos de Lucio y su esposa, doña Leonor de Quezada se
presentaron ante el Rey de España, con el objeto de obtener autorización
para fundar un mayorazgo o vínculo. E l monarca accedió a la solicitud
por Cédula de 21 de octubre de 1571. La fundación se llevó a cabo en 13
de mayo de 1588. E l indicado para el goce del mayorazgo fué el hijo, que
en esa época ejercía el cargo de regidor de la Ciudad de Lima. Cuando
murió don Simón y sus padres el mayorazgo pasó a las manos de don Ra-
món Marcos de Lucio y Robles. Como éste careciera de sucesión dejó, co-
mo legítimo heredero, al Teniente Coronel Fernando Lucio Carrillo de
Córdoba.
E l Virrey Toledo, lo designó como el primer Rector del Colegio Real
de San Felipe y San Marcos. Como demostrara gran interés en la cons-
trucción del edificio y sobresaliente aptitud para la dirección de la activi-
dad docente, el Marqués de Cañete, comprendió que debía continuar en el
cargo que se le había conferido. Frente a él permaneció durante dos años,
aún estando fuera del Rectorado de la Universidad.
E l doctor Marcos de Lucio, contribuyó, con su experiencia y su capa-
cidad, a la fundación del Colegio de Jesuítas. Fué Rector del Real de San
Felipe y catedrático de Prima de Cánones en la Universidad.
E l 28 de agosto de 1552, se expidió una Real Cédula, dirigida al Vi-
rrey del Perú, en la que se recomienda al doctor Marcos de Lucio. Existe
1
"Simón de Lucio pide titulo y confirmación de un regimiento. — Désele. — (Hay una rúbrica). — Gasea". (6 de Diciembre de 1584 en el A. G. I . Indiferente General N* 528-40).
478 LA UNIVERSIDAD E N E l SIGLO XVI
otra Real Cédula que lleva fecha en Valladolid, 8 de febrero de 1559, di-
rigida a los oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla. Por ella nos
enteramos de algunos pormenores de la vida del doctor Lucio. Hacía diez
años, por ejemplo, que el doctor de Lucio, se encontraba en las provincias
allende el mar con su mujer e hijos. Cuando partió de Sevilla, dejó en
esta ciudad dos hermanas, una casada con el general don Pedro de Hino-
josa y la otra viuda. Su intención fué llevárselas a tierras de Indias, para
que la primera continuase su vida ai lado de su esposo y la segunda, a la
sombra de su apoyo, pudiese remediar los males que se derivan de la au-
sencia de protección. E l propósito se cumplió con anuencia del Rey. Am-
bas hermanas quedaban autorizadas para viajar al Nuevo Mundo, lo mis-
mo que dos criadas mujeres solteras.
E l doctor Marcos de Lucio no tuvo suerte con el Tribunal del Santo
Oficio, pues siempre anduvo en dificultades con él. La Inquisición lo hi-
zo apresar ordenando el secuestro de sus bienes. Las causas nos parecen
pueriles ahora, pero debieron ser muy graves ante los ojos de los inquisi-
dores, obsesionados por la conservación de la pureza de la religión católi-
ca. Se cuenta que un grupo de gentes discutía sobre el juicio final, el te-
ma terrible de la ortodoxia católica y sobre la purificación de las almas sa-
lidas del purgatorio. Parece que el viejo maestro de San Marcos, era un
poco irónico. "También podrán salir los condenados del infierno —ha-
bría dicho— a unirse, si Dios usa de misericordia con ellos". La idea en
discusión consistía en que los espíritus pudiesen unirse a los cuerpos. Re-
sultaba muy seria una burla con el Tribunal del Santo Oficio; pero el doc-
tor Marcos de Lucio, tenía un temperamento festivo. En otra oportuni-
dad, según se desprende del proceso que se le siguió, el doctor de Lucio, al
ser preguntado un individuo si era portador de algunas Cédulas Reales, ha-
bría dicho: "Bulas, buletas, burletas", al mismo tiempo que reía de la in-
geniosa forma como jugaba con los vocablos. E l Rector de San Marcos,
no pensó que sus calembours le costarían muy caro: la cárcel, serias peni-
tencias y dos mil pesos ensayados de multa.
E l doctor Lucio, pudo ser arrojado del Virreynato, por la Inquisición,
si no hubiera sido por la feliz circunstancia de que el Virrey controlaba
económicamente a los inquisidores, a quienes les abonaba su sueldo. E l
Virrey y los jesuítas impidieron que el extrañamiento quedara consumado,
como ocurría a menudo, con otros procesados.
Debió ser el doctor de Lucio, un experimentado conocedor del alma
de ios muchachos, cuando Toledo lo buscó para dirigirlos, en el colegio de
San Felipe y San Marcos, institución creada para educar a los descendien-
MARCOS DE L U C I O Y DIEGO DE MORA 479
tes de los conquistadores- La mente del gobierno virreynal consistía en
que el colegio Real, fundado el 28 de junio de 1572, tuviera la finalidad de
preparar a los jóvenes para su ingreso a la Universidad.
E l Real de San Felipe y San Marcos, cobró vitalidad y estuvo en apti-
tud de albergar a los muchachos sólo en 1592, cuando el doctor Lucio ejer-
cía, por segunda vez, el Rectorado de la Universidad de San Marcos. E l
colegio Real tomaría, en los últimos años del siglo X V I , gran auge intelec-
tual por la forma cómo preparaba a los estudiantes que venían a sus aulas
no sólo de las provincias del Perú, sino también de lugares distantes como
Chile, Potosí, Paraguay, Chuquisaca etc.
E l doctor Marcos de Lucio, tenía gran ambiente entre los estudiantes.
Se explica esta simpatía, desde que fué él quien preparó a muchos de és*
tos para que ingresasen a la Universidad.
En la época del doctor Lucio, florecieron los copistas que resultaban
colaboradores importantes de los alumnos. Copiaban las lecciones de los
catedráticos para venderla a los bedeles, dedicándose al tráfico de libros y
de copias. La ayuda debió ser tanto más importante cuanto que la impren-
ta todavía no había logrado establecerse en el Perú..
Fué en la época de la acción del doctor de Lucio, que ios maestros ad-
quiririeron el primer local universitario con sus propios medios económi-
cos, en San Marcelo. La posteridad no puede olvidar que fueron Fernán-
dez Valenzuela, Sánchez Renedo, Meneses, Molina, Franco, López Guarni-
do, Carrillo, Lucio y otros los que conquistaron, para la Universidad, su
autonomía, pero también la oportunidad de trabajar en local propio, lejos
de las incidencias provocadas por la intemperancia de los dominicos.
Durante el Rectorado del doctor Lucio, la Universidad se trasladó al
local de San Juan de la Penitencia, en la plaza de las tres virtudes teologa-
les. E l éxodo tuvo lugar el 25 de abril de 1577, el día de la fiesta del evan-
gelista San Marcos, patrono del claustro. Le tocó al doctor de Lucio, pro-
nunciar el discurso de agradecimiento por la donación, expresando lo mu-
cho que significaba la actitud del Rey, para los maestros y estudiantes al
cederles el nuevo local.
E l doctor Lucio gozaba de un sólido prestigio, derivado de la forma
como impartía su enseñanza en la cátedra de Cánones. E l aula donde en-
señaba siempre estaba repleta de oyentes y alumnos de la Universidad.
E l doctor de Lucio solicitó permiso al Virrey para vender el local de
San Marcelo, consiguiendo la autorización correspondiente. Hizo también,
la consulta del caso para ver cuál debería ser el sello que usara la Univer-
sidad. E l modelo fué aprobado conteniendo la imagen de San Marcos en
480 LA UNIVERSIDAD E N E L SIGLO XVI
la mitad del dibujo y en la otra el mar con las columnas que se yerguea
del agua, las tres coronas y la estrella de las armas de la ciudad, con las
cornucopias que emergen de la boca de un rostro, hacia ambos lados, alre-
dedor del escudo.1
Fué durante el Rectorado del doctor de Lucio, que se puso en ejerci-
cio la jurisdicción especial de que gozaba el Rector, para conocer de los
delitos y asuntos concernientes a los estudiantes y miembros de la Univer-
sidad.
En el "Diario de Lima", dirigido por Juan Antonio Suardo, se dió la
noticia que el 5 de julio de 1634 tuvo el doctor de Lucio, un ataque de apo-
plejía, muriendo el 23 del mismo mes y año, sin hacer testamento. Sin
embargo se trata de su nieto, porque él murió y fué enterrado el 9 de di-
ciembre de 1599, en la iglesia de San Agustín. Doña Leonor, su esposa,
falleció el 14 de mayo de 1594, y fué sepultada en la Iglesia Mayor.
No sólo fué el doctor de Lucio, un maestro preocupado por el progre-
so de la cultura de su tiempo, desde la Universidad, sino también un ad-
ministrador activo. Fué a su diligencia que se debió la colocación de un
gran reloj en la Universidad. Y a desde 1589, el Rector, doctor Mufíiz,
había contratado los servicios de Juan o Francisco de San Pedro, la obra
del gran reloj que tocaba las medias horas. E l doctor de Lucio hizo colo-
car el reloj en el patio principal. (Cuentas del Mayordomo Aspitia: Ar-
chivo de la Universidad).
E l doctor de Lucio continuó la obra de la capilla de la Universidad,
que empezara el Provisor y Vicario don Antonio de Balcázar y para la que
el Virrey hiciera donación de la suma de 9.000 pesos. Hizo colocar en la
capilla una hermosa puerta. Anduvo siempre preocupado por el destino
de las rentas de la institución. Nombró, por eso, apoderados que recau-
daran los dineros de la Universidad y del Colegio, en Oruro, Velille, Gua-
nuquito, Lucanas, Cuzco, etc. Consiguió del cacique principal del pueblo
de la Magdalena, don Juan Capaci, que cobrase a doña Mariana Rivera,
las rentas que correspondían a la Universidad, que generalmente se obtenían
en especies como trigo, maíz, ropa, aves, que se remataban ante el Escri-
bano. En esta forma pagaban los repartimientos de Jauja y Luringuanca,
Los de Oruro y Puquises pagaban en barras de plata.
E l 25 de setiembre de 1592, los catedráticos obsequiaron al Rey de sus
haberes la suma de 2,099 pesos, 5 reales ensayados, según se desprende de
la memoria que compuso Antonio Bautista de Salazar, contador Real, re-
5
El rostro de un estudiante en eí escudo, solo aparece laureado en los sellos y armas de fines del siglo xvn.
MARCOS DE LUCIO Y DIEGO DE MORA 481
ferencia que aparece también en las cuentas del mayordomo de la Univer
sidad, Aspitia. Por provisión del Virrey García de Mendoza, se hizo efec
tiva la suma en los mismos lugares de donde provenía el dinero.
En la Universidad del siglo xvi , el nombre del doctor Lucio, se en
cuentra mezclado en diversos episodios. En 1571 toma parte en la redac
ción de las primeras Constituciones y en 1576 señala entre las cátedras la
de Prima y Vísperas de Medicina.
Su firma se halla estampada en la nota que se pasó al Rey, señalando
las características de la Universidad.
E l doctor Diego de Mora, fué el décimo sexto Rector de la Universi
dad, que ocupó el cargo el 3 de julio de 1579. Fué justicia mayor en 1581,
suscribiendo con los demás catedráticos de la Universidad, la implantación
de la imprenta en Lima. Ingresó a la Universidad como maestro de Artes.
Su padre había nacido en Ciudad Real. En la historia de la Conquis
ta del Perú, su figura se halla rodeada del halo simpático de haber sido
uno de los defensores más sinceros de la vida de Atahualpa, en aquel pro
ceso injusto, que aparece más irritante porque se hacía en nombre de la
ley, que no conocieron los naturales y que, por lo mismo, no podían cum
plir.
Después del asesinato de Pizarro, los facciosos robaron los quintos y
derechos reales que custodiaban el tesorero de S. M. en Trujillo, que preci
samente desempeñaba el cargo don Diego de Mora, el conquistador. Este
mismo Mora prestó valiosos servicios a la causa real cuando la rebelión
de Gonzalo Pizarro.
Don Diego Mora, tuvo relevante actuación durante la persecusión del
pirata Francisco Drake. Estando en Lima, fué también corregidor y mu
rió ejerciendo el cargo en la Ciudad de Los Reyes.
Doña Florencia de Mora, hija del conquistador don Diego, contrajo
matrimonio con el capitán Juan Sandoval, encomendero de Huamachuco.
Don Luis de Velasco, expidió una real provisión el 13 de noviembre
de 1603, para que el corregidor de Cajamarca, acudiera en servicio de don
Diego de Mora Manrique, feudatario de Trujillo, con indios mitayos pa
ra que trabajase en sus haciendas del valle de Chicama. Su viuda, doña
Beatriz de los Ríos y Fígueroa, en 14 de octubre de 1621, otorgó poder
para que se diera cumplimiento a esa provisión. Como Mora Manrique
Eguiíjuron. - Siglo XVI . 31
482 L A UNIVERSIDAD E N E L SIGLO X V I
adeudase ciertas sumas a los indios de Santiago de Chuco, en pago les ce
dió el fundo Porcón, de la provincia de Huamachuco, donde también era
propietario, de la estancia de Andamarca.1
Desde Los Reyes en 27 de noviembre de 1579 el infatigable Virrey don
Francisco de Toledo escribió a Su Majestad, una extensa e importante car
ta. En el capítulo 7, dice lo siguiente:
"A los religiosos de la Compañía de Jesús se ha dado en esta tierra
aun más libertad de la que Vuestra Majestad por sus instrucciones me man
dó, como por ellas se verá, cuya copia se envía. Han expedido en querer
poblar y asentar, sin licencia, en más partes de las que Vuestra Majestad
manda por sus Reales Cédulas, antiguas y modernas, en que no edifiquen
casa sin licencia de Vuestra Majestad, o de vuestro Visorrey, y queriendo
hacer competencia con la Universidad General que por tantas Cédulas y
a pedimento de este Reino Vuestra Majestad ha mandado fundar, querien
do que a ellos y a sus estudios acudiesen todos los hijos de vecinos, por
donde, demás de desautorizar las cátedras de la Universidad que en Vues
tro Real Nombre está fundada, querían tomar y tomaban más mano en la
República de la que convenía para esta tierra; proveyóse al remedio de es
to con que ellos tuviesen el Estudio para sus religiosos y no concurrieran
los legos sino a la Universidad General, donde hay las cátedras y orden en
personas tan graves como Vuestra Majestad verá por la minuta que con es
ta será. Intentaron de hacer información en esta ciudad, sobre esto, con
desacato y desautoridad, así de Vuestra Majestad como de vuestros minis
tros, como de las religiones. Irse ha siempre favoreciendo lo bueno que
tienen, que no es poco en verdad, ni de poco provecho para la tierra, en
frentando lo demás, en cuanto podemos y debemos".
( A l margen se lee:) "Traígase lo que en esto está proveído.
Tráese. Désele la Cédula proveída".
Y , en el capítulo 11:
"La Universidad que V. M. mandó plantar en este Reino y ciudad, en
particular, se ha hecho y plantado en la forma que V. M. mandará ver por la
minuta que con ésta será: Es una de las cosas de más momento y será de
mayor utilidad en esta tierra, de las que se podían hacer, así para los na
turales como para el descargo de Vuestra Real Conciencia y Hacienda; es
tá fundada con las Ordenanzas que a V. M. se enviaron y dotada hasta
ahora con ocho mil pesos de renta, con los que V. M. le ha hecho merced;
1
Información de los méritos y servicios del Capitán Diego de Mora en la Conquista y Pacificación del Perú. Después fué Almirante. Ver en el A. G. I . Patronato 152, 2, R. 1 y Patronato 125, R. 1.
MARCOS DE L U C I O Y DIEGO DE MORA 483
montan las dotaciones que están señaladas, tres mil; van gozando a rata de
como les cabe ahora; en el sitio que les sobra se comenzará a fundar la
casa y colegio de la crianza de los hijos de los caciques y curacas que han
de gobernar los indios, que ha mucho que V. M. tiene mandado por Vues
tras Reales Cédulas que se haga para muchos e importantes efectos del ser
vicio de Dios y seguridad de la doctrina y conversión de estos indios, que
entrambas cosas se han comunicado diversas veces, así con el Audiencia có
mo con las demás personas cristianas y de religión, y de estas casas para la
dicha crianza, se hacen dos, una en esta ciudad, donde digo, para los indios
de los llanos, que no sufren la tierra fría, y otra en la ciudad del Cuzco»
para los serranos, como a V. M. por otros se ha escrito, con las Ordenan
zas que a V. M. se enviaron, y, para el principio de la fundación, se les
ha aplicado mil y ochocientos pesos de renta a entrambas; son las obras
que yo querría que estuviesen y quedasen muy debajo del amparo y parti
cular protección de V. M., y de las cosas que traen gran descargo para V.
M. y gratificación para los hijos de los vecinos y españoles que ganaron
y poblaron esta tierra, y muy mayor para la conversión, edificación y bue
na crianza de los naturales del Reino. Vuestra Majestad me manda que
los ampare y favorezca; sería ejemplo de muy gran conveniencia que V. M.
mandase confirmarles y aprobarles lo que en Vuestro Real Nombre les es
tá dado y mandar que se les haga merced, pues con lo que ahora tienen
no se podrán poner en el asiento y dotación que han menester; ningún par
ticular a quien se haga merced, en este Reino, es justo que prefiera, él ni
sus méritos, en las vacantes, a estas obras que son y alcanzan a todos".
(Al margen se lee:) "Que ha parecido bien y se envían las Constitu
ciones. Tráiganse las Cédulas que se dieron para esto. Traense. Que di
ga en que les ha señalado estos mil ochocientos pesos de renta".
¡Siempre la parte económica; jamás el impulso y la iniciativa propul
sora que estimulara al gran espíritu del Virrey extraordinario!
El 11 de octubre del mismo año había escrito a Su Majestad, el mismo
Virrey Toledo:
"En cuanto a las cosas eclesiásticas, a que me responde en la carta de
los dos diciembre del año pasado de setenta y ocho, lo que tengo que decir
sumariamente aquí es que, en lo de vuestro Real Patronazgo, sin embar
go de que se ejecutará el orden que V. M. había enviado antes, como lo
manda, tengo para mí, que vistas, juntas, todas las causas que vemos presen
tes acá y sucesos que ha habido, Vuestra Majestad ha de ser servido man
darlo tornar a reducir por algunos años, como diré con el navio, y, en él,
asimismo, se dará razón a V. M. de lo que toca al Concilio y al Obispo del
484 LA UNIVERSIDAD JEN E l SIGIO XVI
Cuzco, y al sentimiento que han tenido los de la Compañía de Jesús de
haber reducido a la Universidad los estudios que daban a los hijos de esta
tierra en su casa, después que tan de propósito se fundó la Universidad, con
un poco de más mano en la República de lo que convenía al servicio de
Vuestra Majestad". (A. G. I . Legajo 70-1-30. Lima, 30).
Era la época más difícil, para las relaciones del Virrey y por consi-
guiente, del personal de la Universidad, con la Compañía de Jesús.
Cuando los primeros jesuítas llegaron a Lima se hospedaron en el Mo-
nasterio de Santo Domingo. Era Prior y Rector de la Universidad Fray
Francisco de la Cruz. Si nos atenemos al proceso seguido a este religioso,
(Inquisición eni Lima, por J . T . Medina) resultaría que se trataba de un
neurótico, pero en las obras del Padre Acosta, —aunque sin nombrarlo—
y de las cartas del Virrey a S. M., aparece Fray Francisco de Cruz como un in-
novador, revolucionario. Entonces trató Fray Francisco de atraer a sus
ideas a algunos jesuítas, sobre todo al maestro Luis López. Negaban el
derecho del Monarca Español al gobierno de las Indias. Por esto, cuando
estaba candente la disputa entre la C° de Jesús y el Virrey Toledo, por ra-
zón d* los estudios, el citado Virrey, el 27 de noviembre de 1579, reitera
al Monarca "que la secta y falsas opiniones que tuvo y pretendió introdu-
cir Fray Francisco de la Cruz, fraile dominico, que por los inquisidores se
mandó relajar y hacer justicia, deben haber brotado algunas raíces en este
maestro Luis López, que, en aquel tiempo, se entendió que era culpado y
cómplice en aquel trato". Así explica la prisión del jesuíta en 1578, por
el "atrevimiento de escribir y querer introducir opiniones tan en vuestro
de servicio, y hablar tan desacatada y libremente, por pura ambición, va-
nidad y malicia, en la reformación de lo que V. M. y ministros allá y acá
se provee y hace". (Diccionario Cronológico. Tomo I I I . Capítulo: La In-
quisición ) .
Esta es la oportunidad en que correspondió el Rectorado al Dr. Diego
de Mora.