cap. 13 - mas que nunca

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13- “MÁS QUE NUNCA JUNTO AL PUEBLO” Los últimos meses de la vida de Carlos Mugica resultaron tensos y agitados, plagados de malos augurios por las polémicas sin fin con quienes se consideraban, desde distintos bandos, los únicos portadores de la verdad. Pero no fueron solamente los adherentes a posturas extremas quienes se alejaron de él sino también, aunque por otros motivos, muchos de aquellos que habían permanecido a su lado. Sólo el último encuentro en vida con Dios, y el llamado definitivo del Creador luego de su asesinato nunca esclarecido, trajeron paz a este hombre que simbolizó como nadie una de las etapas más conflictivas de la historia argentina. Amenazas escritas de la Triple A, amenazas verbales de los Montoneros, amenazas episcopales. Para cualquier mortal, recibir alguna de las dos primeras hubiera significado el inicio de una rápida huida sin siquiera mirar hacia atrás. Mugica, en cambio, recibió todas ellas, pero sólo temió a las terceras. "No tengo miedo de morir. De lo único que tengo miedo es de que el arzobispo me eche de la Iglesia", fue una de sus últimas confesiones. Ante el absoluto desprecio por la vida humana que reinaba entonces, el sacerdote comprendió que la única solución posible consistía en "aquietar las aguas" e intentar moderar la locura. Con todo, aunque se empeñó en este propósito, el intento resultó vano: quienes coincidían con algunas de sus ideas no lo entendieron, y quienes se oponían por principio no querían comprenderlo. Su final reflejó la imposibilidad de actuar siempre de frente, sin esconder nada, en aquellos años tan difíciles. Sabía que corría riesgos, quizás tenía la certeza de que moriría, pero sus convicciones eran más firmes que cualquier sugerencia de una "toma de distancia". Esa muerte, a la que consideraba un “privilegio”, le llegó luego de celebrar una misa y coronó su vida. Su martirio demostró que su decisión de estar siempre "junto al pueblo" era real y concreta, y no un mero ejercicio retórico. Por todo ello, recordar los momentos postreros de su vida es encontrar al mejor Mugica, a aquel a quien todos recuerdan y a quien muchos querrían parecerse. * * * Los problemas entre Carlos Mugica y distintos sectores ideológicos, surgidos en los últimos meses del año anterior, se acentuaron notablemente durante 1974 hasta degenerar en una situación insostenible que no podía desembocar, dada la situación particular que vivía el país, en otro final que no fuera la muerte del sacerdote. En primer lugar, la desgastada relación entre el Padre Carlos y los militantes de la Tendencia Revolucionaria se descompuso totalmente como consecuencia de los encontronazos constantes que se generaron luego de la división del Movimiento Villero Peronista (MVP). Esta situación hizo tomar conciencia al sacerdote sobre la falta de contacto con la realidad en la que vivían muchos de sus conocidos, y lo movió a redactar un artículo periodístico en el que hacía públicas sus diferencias: 1 - "Es importante advertir que el marxismo es una típica expresión del pensamiento racionalista europeo. Pensamiento castrador de la realidad, pues elimina de ella los valores instintivos, irracionales, que son sin embargo los más hondos del ser humano". 1 Diario "Mayoría", 19/03/1974, pág. 13.

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Entre Dos Fuegos. Vida y Asesinato del Padre Mugica. Capítulo 13.

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Page 1: Cap. 13 - Mas Que Nunca

13- “MÁS QUE NUNCA JUNTO AL PUEBLO”

Los últimos meses de la vida de Carlos Mugica resultaron tensos y agitados,

plagados de malos augurios por las polémicas sin fin con quienes se consideraban, desde

distintos bandos, los únicos portadores de la verdad. Pero no fueron solamente los

adherentes a posturas extremas quienes se alejaron de él sino también, aunque por otros

motivos, muchos de aquellos que habían permanecido a su lado. Sólo el último encuentro

en vida con Dios, y el llamado definitivo del Creador luego de su asesinato nunca

esclarecido, trajeron paz a este hombre que simbolizó como nadie una de las etapas más

conflictivas de la historia argentina.

Amenazas escritas de la Triple A, amenazas verbales de los Montoneros, amenazas

episcopales. Para cualquier mortal, recibir alguna de las dos primeras hubiera significado el

inicio de una rápida huida sin siquiera mirar hacia atrás. Mugica, en cambio, recibió todas

ellas, pero sólo temió a las terceras. "No tengo miedo de morir. De lo único que tengo

miedo es de que el arzobispo me eche de la Iglesia", fue una de sus últimas confesiones.

Ante el absoluto desprecio por la vida humana que reinaba entonces, el sacerdote

comprendió que la única solución posible consistía en "aquietar las aguas" e intentar

moderar la locura. Con todo, aunque se empeñó en este propósito, el intento resultó vano:

quienes coincidían con algunas de sus ideas no lo entendieron, y quienes se oponían por

principio no querían comprenderlo.

Su final reflejó la imposibilidad de actuar siempre de frente, sin esconder nada, en

aquellos años tan difíciles. Sabía que corría riesgos, quizás tenía la certeza de que moriría,

pero sus convicciones eran más firmes que cualquier sugerencia de una "toma de distancia".

Esa muerte, a la que consideraba un “privilegio”, le llegó luego de celebrar una misa y

coronó su vida. Su martirio demostró que su decisión de estar siempre "junto al pueblo" era

real y concreta, y no un mero ejercicio retórico.

Por todo ello, recordar los momentos postreros de su vida es encontrar al mejor

Mugica, a aquel a quien todos recuerdan y a quien muchos querrían parecerse.

* * *

Los problemas entre Carlos Mugica y distintos sectores ideológicos, surgidos en los

últimos meses del año anterior, se acentuaron notablemente durante 1974 hasta degenerar

en una situación insostenible que no podía desembocar, dada la situación particular que

vivía el país, en otro final que no fuera la muerte del sacerdote.

En primer lugar, la desgastada relación entre el Padre Carlos y los militantes de la

Tendencia Revolucionaria se descompuso totalmente como consecuencia de los

encontronazos constantes que se generaron luego de la división del Movimiento Villero

Peronista (MVP). Esta situación hizo tomar conciencia al sacerdote sobre la falta de

contacto con la realidad en la que vivían muchos de sus conocidos, y lo movió a redactar un

artículo periodístico en el que hacía públicas sus diferencias:1

- "Es importante advertir que el marxismo es una típica expresión del pensamiento

racionalista europeo. Pensamiento castrador de la realidad, pues elimina de ella los

valores instintivos, irracionales, que son sin embargo los más hondos del ser humano".

1 Diario "Mayoría", 19/03/1974, pág. 13.

Page 2: Cap. 13 - Mas Que Nunca

- El marxismo es la expresión última del liberalismo.... De ahí que tiende a

privilegiar el factor económico de la sociedad en detrimento del político, que es el

específicamente humano. Por eso, más que una concepción emanada de los pueblos, ha

sido una concepción introducida en los pueblos. Y eso es particularmente perceptible en la

Unión Soviética..."

- "Los hombres más afectados por la vida son los trabajadores, los pobres, que se

manejan siempre con la realidad dura, áspera, ineludible que los envuelve todo el tiempo.

Y ellos, en nuestra patria, son justicialistas.

- Los que forman lo que hoy llamamos la juventud, pertenecen en general a la clase

media y están más distanciados de las reales aperturas. Y pueden entonces más fácilmente

ideologizar, especular, soñar. En estos días hubo dos manifestaciones públicas. Una en el

estadio de Atlanta. Muchos jóvenes, pocos obreros. Allí prevaleció la ideología sobre la

realidad".

- "...Busquemos adentro de nosotros a ese Dios nuestro, Jesucristo, que... nos incita

a... mirar la realidad desde los pobres, los humildes, desde aquellos que pelean por la vida

diariamente y no tienen espacio para teorías.

Si la juventud renuncia a buscar la revolución en los libros (con el peligro de

morirse de un error de imprenta) y asciende al pueblo asumiendo sus problemas reales y

su lucha por acabar con el gran pecado de nuestro tiempo, la explotación del hombre por

el hombre, el destino de la revolución justicialista quedará asegurado".

Tras las reacciones esperables que trajeron estas declaraciones entre algunos de

quienes se habían considerado "compañeros de camino" de Mugica, la decisión

gubernamental de trasladar a los habitantes de la villa de Retiro trajo aparejado un nuevo

choque.

Desde la misma constitución de las organizaciones barriales en Retiro, el objetivo

principal de los dirigentes había sido la transformación de los asentamientos en barrios

obreros. Esta finalidad se había constituido también en una de las banderas de lucha del

MVP.

El “Padre Carlos” siempre había compartido ese mismo anhelo de sus fieles y, por

lo tanto, se había opuesto a los programas de traslado dispuestos hasta entonces. Además,

con el retorno de Perón al poder, se tenía por seguro que los terrenos serían cedidos a sus

ocupantes en forma definitiva.

Sin embargo, la realidad se encargó una vez más de desmentir a los supuestos.

Perón, asesorado por López Rega, tenía otras ideas. En una audiencia privada con

representantes de los seis sectores de Retiro, el presidente les expresó la imposibilidad de

concretar su viejo anhelo, y justificó su postura señalando que las tierras en las que se

enclavaba el asentamiento eran de propiedad nacional y situadas en zona portuaria, por lo

que resultaba imposible su cesión a particulares.

La solución consistía, entonces, en la construcción de viviendas en otros sitios. El

plan, denominado "Alborada", contemplaba el traslado de todas las villas, comenzando por

las céntricas (Retiro, Bajo Belgrano y Dorrego). En el caso particular de Retiro, la mayoría

de las familias serían trasladadas a complejos habitacionales (monoblocks) en Ciudadela y

otras a Villa Lugano, frente al autódromo porteño.

Page 3: Cap. 13 - Mas Que Nunca

Luego de visitar las viviendas destinadas a los villeros, Mugica y los “leales a

Perón” decidieron apoyar el proyecto y convencieron a la mayoría de los vecinos de que

hicieran lo mismo. Los militantes de la MVP ligada a la Tendencia, en cambio, se

opusieron terminantemente al plan y se sintieron “traicionados” por el sacerdote, quien

según ellos había abandonado viejas “banderas de lucha”.

En los días siguientes, los militantes de la tendencia revolucionaria comenzaron a

recorrer los distintos barrios, criticando a Mugica y argumentando que dividir a la zona

significaba destruir su organización y separar a vecinos de toda la vida. También instaron a

las comisiones vecinales para que se movilizaran activamente en contra de la decisión

gubernamental y, luego de presionar insistentemente, lograron que unos 250 villeros se

dirigieran hacia la Plaza de Mayo para protestar contra los traslados. Una vez reunidos allí,

la marcha debía continuar hasta la sede del Ministerio de Bienestar Social, donde se

intentaría forzar a López Rega para recibiera en su despacho a algunos de los

manifestantes.

El acto, sumamente improvisado2, terminó en una tragedia. Aquella noche del 25 de

marzo, mientras un grupo de manifestantes arribaba a la Plaza, otra columna, compuesta

por aproximadamente 200 personas, avanzó por la avenida Leandro N. Alem con la

intención de unirse a sus compañeros. Al llegar a la intersección con la calle Reconquista

fueron interceptados por varios policías, quienes, aduciendo que la concentración no había

sido autorizada, les ordenaron dispersarse.

Los villeros, sin embargo, decidieron proseguir la marcha. Ante esta actitud, agentes

de la Guardia de Infantería volvieron a interceptar a la columna y lanzaron granadas de

gases lacrimógenos. Simultáneamente, se escucharon disparos de armas de fuego.

El pánico se apoderó de todos los villeros, quienes comenzaron a correr en distintas

direcciones. En esos momentos, una bala disparada por los agentes alcanzó a Alberto

Chejolán, dirigente de segunda línea del sector “Martín Güemes”, quien cayó muerto en el

acto.

El crimen generó un gran revuelo en Retiro. Al día siguiente se declaró un paro

general, y ninguno de los habitantes de la villa concurrió a su trabajo. En declaraciones a la

prensa, vecinos ligados al MVP aprovecharon para protestar contra el plan de erradicación

en vigencia. “Las viviendas adjudicadas no están terminadas, tienen menos comodidades

que las nuestras actuales y no poseen precio fijo”, afirmaban.3

Durante el sepelio se vivieron momentos sumamente contradictorios. Mugica,

convencido de la culpabilidad de la policía en el homicidio de Chejolán, convocó al diario

“Noticias”, órgano de los Montoneros. El sacerdote, acompañado por los padres José

María "Pichi" Meisegeier y Luis Sánchez, rezó un responso en la casilla en la que vivía el

villero asesinado y afirmó que “mientras el jefe de Estado anunciaba mejoras para los

trabajadores, se velaba a un obrero que había muerto, impulsado por su creencia en la

justicia social”.4

Estas palabras de elogio al presidente volvieron a suscitar el rechazo de algunos

jóvenes radicalizados, quienes reaccionaron minutos después insultando al clérigo y

conminándolo a retirarse del lugar. A partir de ese momento, Mugica comenzó a recibir

2 Un claro ejemplo de esta improvisación era que los manifestantes no habían tomado el recaudo elemental de

asegurarse que el ministro se encontrara en su despacho: aquella noche, López Rega había asistido al

casamiento de la hija del ministro del Interior, Benito Llambí. 3 Diario "La Opinión", 27/03/1974, pág. 12.

4 Revista "Así", 29/03/1974.

Page 4: Cap. 13 - Mas Que Nunca

numerosas amenazas de muerte.

Pese a esta situación, atemorizante para cualquiera, el sacerdote decidió responder a

sus agresores. Días después, el diario “Mayoría” publicó declaraciones suyas en las que

atribuía a sus ahora adversarios la intención de generar "una agitación prefabricada en

torno a los traslados".5 El sacerdote formulaba también otras declaraciones terminantes:

- "Hablando con la gente, nos damos cuenta de que está contenta, porque se le

brindan cosas dignas, hermosas. Este plan del gobierno popular no se parece en nada a los

que surgieron durante la dictadura. Al respecto, yo pienso que... puede tolerar

correcciones, puede ser mejorado, lo cual no significa... ignorar sus muchos méritos. No es

ideal. Es bueno, simplemente, lo que no es poco decir. Por lo tanto, nosotros estamos a

favor..., porque queremos erradicar las villas y no eternizarlas".

- "Quien comprenda realmente al villero, tiene que comprender sus legítimas ansias

de liberarse de una situación que lo transforma en paria. Es, precisamente, lo que no

comprende el socialismo dogmático, con su empeño ciego de impedir que el mundo agrio,

duro, del villero se transforme realmente.

Esta incomprensión del socialismo dogmático no es casual. Demuestra su

irrealismo. Aunque invoque al villero, en realidad no se ha asomado a sus problemas...

Nuestro pueblo es cristiano, es justicialista, no acepta las formulaciones falsamente

revolucionarias... Los que claman por la revolución son casi siempre gente de afuera,

activistas que no han vivido ni viven en el lugar. Desde luego, hay villeros con ellos, pero

éstos responden a una política que les dictan desde afuera.

Hay una muestra típica de este irrealismo político, de este prejuicio de superioridad

presuntamente revolucionaria, que se comprueba en las reuniones o asambleas

promovidas por la ultraizquierda. Apenas un compañero de la villa cuestiona un

argumento, discrepa con una iniciativa, manifiesta sus diferencias con algún dirigente,

enseguida se le imputa que carece de conciencia política y se lo excluye. De este modo,

algunas organizaciones o grupos han perdido representatividad, la gente los abandona,

abandona a quienes no entienden sus reales necesidades y la subestiman políticamente".

- “...El socialismo dogmático peca de cientificismo. Es aristocratizante, desconfía

del pueblo, de la capacidad popular, lo menosprecia. Para nosotros, la única metodología

válida, en cambio, es cuando el pueblo participa, cuando crea y es protagonista de una

alternativa liberadora. Por eso, no es cierto que los curas del Tercer Mundo se alejen de

la Tendencia. La fórmula correcta sería que la Tendencia se aleja de los curas del Tercer

Mundo, como se ha alejado del pueblo y del general Perón”.

Ante estas palabras, sus adversarios no permanecieron callados. Además de las

amenazas privadas, en los medios de comunicación cercanos a la Tendencia comenzó a

criticarse con dureza a Mugica.

Un ejemplo de ello lo brindaron Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde6 en

5 Carlos Mugica, “La encrucijada de la juventud: de la alienación ideologista al realismo cristiano”. En:

"Mayoría", 19/03/1974, pág 13. 6 Los dos abogados, defensores de presos políticos, eran también historiadores y profesores universitarios.

Incluso, Ortega Peña ocupaba en ese momento una banca de diputado nacional, conformando su propio

bloque por haberse separado de la bancada del FREJULI (frente por el que había ingresado al Congreso) en

desacuerdo con la postura verticalista asumida por sus legisladores. Sería asesinado poco después, el 6 de

Page 5: Cap. 13 - Mas Que Nunca

“Militancia”, la revista que editaban y que luego sería clausurada por el gobierno de Isabel

Perón. Los dos abogados, quienes en 1971 habían patrocinado al presbítero en su denuncia

del atentado explosivo del que fue objeto, y que habían coincidido con él en diversas

manifestaciones políticas, se sentían ahora traicionados por el supuesto viraje ideológico

del Padre Carlos. Por ello, lo incluían ahora en un espacio editorial denominado la “Cárcel

del pueblo”, término utilizado por las organizaciones armadas de izquierda para referirse a

los refugios donde mantenían cautivos a sus prisioneros. Allí expresaban que Mugica “trata

de ser al mismo tiempo un conservador progresista, un oligarca popular, un cura humilde

y bien publicitado, un revolucionario y defensor del sistema. Y así le va con el resultado".

También aseguraban que el clérigo actuaba "como si fuera un corcho, siempre

flotando aunque cambie la corriente. Montonereando en el pasado reciente,

lopezrregueando sin empacho después del 20 de junio, Carlitos Mugica, cruzado del

oportunismo, ha devenido en depurador ideológico".7

* * *

A pesar de su enfrentamiento declarado con la Tendencia Revolucionaria y a su

apoyo al “Plan Alborada”, Mugica no recompuso sus relaciones con López Rega. Para el

fundador de la "Triple A", el sacerdote continuaba siendo "zurdo y peligroso", y debía ser

combatido.

El conflicto se había acentuado en diciembre del año anterior, cuando la revista "El

Caudillo", dirigida por el ultraderechista Felipe Romeo y financiada por el ministro de

Bienestar Social8, había dedicado un editorial-amenaza al padre Carlos. No fueron pocos

quienes luego verían en este artículo un nexo directo con su futuro asesinato.

En tono condenatorio y descalificador, la publicación se dirigía directamente a

Mugica afirmando que "no anda por la vereda buena, sino por la de enfrente", y que "hace

tanto escombro en las villas que uno llega a preguntarse si usted, como dice, está al

servicio de los pobres o tiene a los pobres a su servicio".

El editorial destacaba también que el miembro del disuelto MSTM "parece no

respetar mucho su condición de ministro de Dios". A continuación, recordaba la frase "por

sus frutos los conoceréis", pronunciada por Jesucristo, para enrostrar al sacerdote que “los

suyos no huelen bien, aunque uno tenga... las narices curadas de espanto".

En otro párrafo, se preguntaba a Carlos Mugica: “desde que usted salió, se supone,

a enseñarle el cristianismo a los bolches, ¿los bolches se han hecho más cristianos o usted

se ha hecho más bolche?...” Y agregaba que “no puedo acordarme de ningún bolche que

se haya convertido gracias a usted, pero tengo una lista más larga que reclamaciones de

jubilado de otros curas como usted que... han agarrado para el lado de los tomates, porque

agosto de 1974, crimen que se autoadjudicó públicamente la "Triple A".

Duhalde, por su parte, debió exiliarse durante el "Proceso de Reorganización Nacional" y, al retornar

al país, dirigió el desaparecido diario "Sur" para luego ser designado juez en un tribunal oral en lo criminal de

la Capital Federal. En el año 2003, durante la presidencia de Néstor Kirchner, asumió como Secretario de

Derechos Humanos de la Nación. 7 Revista "Militancia", Nº 38, abril de 1974, pág. 48.

8 Según una denuncia realizada en mayo de 1975 por el teniente del Ejército Juan Segura, las oficinas en las

que funcionaba la redacción de "El Caudillo" (en la Avenida Figueroa Alcorta 3297) fueron utilizadas durante

varios meses como "cuartel general" del subcomisario Juan Ramón Morales y del comisario Rodolfo Eduardo

Almirón Sena, jefes operativos de la "Triple A".

Page 6: Cap. 13 - Mas Que Nunca

hasta el color coincide...".

Estas expresiones calumniosas se complementaron posteriormente con otros

agravios. Durante el mes de abril, en distintos puntos de Buenos Aires se repartió un

volante, impreso por la "Triple A", en el cual se acusaba a los sacerdotes tercermundistas

de estar "con el ERP, la violencia y la ametralladora" y "contra el pueblo, Perón y la

Patria". Además, refiriéndose directamente a Mugica, lo acusaba de hacerse "pasar como

convertido y arrepentido" para engañar a "los incautos e idiotas útiles".9

El círculo se cerraba inexorablemente y, como si esto fuera poco, las críticas y el

alejamiento de algunos de sus fieles villeros terminaron de sumirlo en una soledad radical.

Su colaboradora Ema Almirón rememora que, debido a la presencia constante de artistas y

periodistas en la villa, "el Padre Carlos perdió un poco el carisma que tenía para los

pobres y empezó a hacer un discurso más para afuera que para adentro. Por eso, creo que

Dios fue muy bueno con él. Porque si en lugar de morir seguía un poco más, su imagen se

iba a deteriorar”.

Aislado de sus afectos, amenazado y enfrentado con enemigos más que peligrosos,

Mugica se sentía a punto de estallar. Sólo Dios podía concederle la paz que tanto deseaba

encontrar.

* * *

Monje benedictino, autor de decenas de libros religiosos -principalmente de

cuentos-, y abad del monasterio benedictino “Santa María”, en la localidad bonaerense de

Los Toldos, entre 1980 y 1992, el Padre Mamerto Menapace es una figura ampliamente

conocida dentro del universo eclesial. Su fama, sin embargo, no se basa solamente en la

calidad de sus escritos. Cada vez que se decide a abandonar su ambiente de meditación para

brindar charlas en cualquier rincón del país, una gran cantidad de público de todas las

edades se congrega a su alrededor.

Con un estilo llano, ameno y eminentemente popular, aunque no por eso exento de

una gran lucidez, sus palabras cautivan a su audiencia y brindan elementos útiles para la

reflexión. Amigo de Carlos Mugica desde 1969, en numerosas oportunidades ha debido

actuar como su confidente, sobre todo durante los retiros realizados por los curas villeros de

la Capital Federal en el monasterio que ahora dirige. Esa amistad lo llevó también a

arriesgar su propia seguridad personal en la noche del 11 de marzo de 1973, jornada en que

Héctor Cámpora fue electo presidente.

Un testigo de aquellas horas cuenta que, poco después de votar, Mugica y sus

compañeros salieron hacia el monasterio. A mitad de camino se percataron de que la

Policía los venía siguiendo a prudente distancia, por lo cual, poco antes de llegar aceleraron

e ingresaron al predio. Los uniformados los perdieron de vista pero, sabiendo que el

monasterio era uno de los lugares a los que solían concurrir, una hora después se

presentaron allí. El mismo Menapace los atendió en la puerta y, cuando le preguntaron si

"Mugica, Vernazza y Botán" estaban allí, Menapace, mirando a su alrededor, les respondió

con ensayada cara de desconcierto: "No, acá no están". En el fondo no mentía: con el

término "acá" se refería al espacio que abarcaba su mirada, no al cuarto donde se alojaba

el grupo de presbíteros.

Pero además de esta muestra de valentía, hubo otros hechos que unieron aún más a

9 Volante distribuido en la esquina de Avenida de Mayo y Piedras (Buenos Aires), a fines de abril de 1974.

Page 7: Cap. 13 - Mas Que Nunca

los dos sacerdotes. El testimonio del abad benedictino sobre el “Padre Carlos” ha quedado

registrado en un casette10

, que circula entre los jóvenes sacerdotes deseosos de emular a

Mugica.11

Allí realiza un análisis sobre la vida y la muerte de su amigo.

En un tramo de la grabación, Menapace, al referirse a la última vez que vio con vida

a Mugica, nos ayuda a reconstruir la postrera etapa de su existencia. Aislado de su entorno

como consecuencia de sus últimas actitudes públicas, el protagonista de esta historia,

apesadumbrado pero ansioso de encontrar en Dios las respuestas que estaba buscando,

volvió a llegarse hasta Los Toldos para realizar un retiro espiritual. Lo hizo a mediados de

abril de 1974, y nuevamente junto al resto de los integrantes del “Equipo sacerdotal y

obrero para las villas de emergencia”.

El retiro comenzó con una charla de Menapace titulada "La violencia de la luz y la

violencia de las sombras". Durante su desarrollo, el abad explicó que "toda verdad, por el

solo hecho de manifestarse, ejerce una presión sobre aquel que no la acepta. Esa es la

violencia de la luz, la cual, en el caso concreto de los sacerdotes para el Tercer Mundo,

implica comprometerse con el Evangelio y con el pueblo".

“Esta actitud de compromiso -explicaba- conmueve siempre al opresor y puede

despertar en él una de estas dos reacciones opuestas: que acepte esa verdad y se convierta

o, por el contrario, que agreda a quien predica la verdad. En este último caso, estaríamos

ante la violencia de las sombras".

"En consecuencia, -concluía- ponerse a la luz cuando las sombras andan sueltas es

un peligro y, si alguien opta por esa ‘violencia’, lo más probable es que lo maten".

Mugica, sintiendo que estas palabras se aplicaban especialmente a él, se conmovió y

pidió a Menapace continuar dialogando en privado. Según el monje-escritor, el Padre

Carlos, pese a las presiones que venía soportando últimamente, estaba "más reflexivo y

maduro que nunca". Por ello, en un determinado momento, “me atreví a hacerle la

pregunta que en otras oportunidades no me había animado a formular":

- ¿Carlos, no tenés miedo de que te maten?

- No, -respondió Mugica-, no tengo miedo de morir. De lo único que tengo miedo es

de que Aramburu me eche de la Iglesia.

Esta respuesta demostraba, una vez más, el modo en que Mugica vivía su vocación.

"Para él -señala el abad- tener que abandonar su sacerdocio hubiera significado una

muerte más difícil de aceptar que la otra, que ya preveía".

Los dos amigos continuaron conversando sobre la fidelidad de Dios en los

momentos difíciles, un tema que preocupaba al presbítero tercermundista. En esas

circunstancias, Menapace dijo al "cura del pueblo":

- Yo no sé si Aramburu puede ponerte frente a la situación de irte de la Iglesia, pero

de lo único que podés estar seguro es de que, pase lo que pase, Dios te va a ser fiel.

Según Menapace, “Carlos se emocionó mucho ante estas palabras y se convenció

de que se cumplirían. Más adelante, esto se confirmaría totalmente”.

Durante el resto del retiro, esa actitud más serena y de mayor disponibilidad para la

reflexión y la oración permitió a Mugica un encuentro más profundo con Dios. Una de sus

conductas que asombró al superior de la abadía fue que "en estos cuatro días, Carlos

10

A este respecto, puede consultarse el capítulo “La violencia de las sombras”, del libro La sal de la tierra, de

Mamerto Menapace, Editora Patria Grande, Bs. As., 1977 y 2005, p. 127, y el idem “El cura”, del libro En la

luz de mi tierra, de Mamerto Menapace, Editora Patria Grande, Bs. As., 2006, p. 79. 11

R.P. Mamerto Menapace, "Recordando a Carlos Mugica". Charla y grabación realizadas a pedido del P.

Roberto Quiroga, párroco de la capilla "Cristo Salvador", de Monte Chingolo (Lanús, pcia. de Buenos Aires).

Page 8: Cap. 13 - Mas Que Nunca

siempre fue el primero en ingresar a la capilla, a las cuatro y media o cinco de la mañana,

y el último en retirarse por la noche. Lo he visto rezar muchísimo, y eso nos dice mucho

sobre la profunda religiosidad que tenía. Otras personas que lo conocieron en situaciones

diferentes no pueden creer que esto fuera así".

Al terminar las jornadas de meditación, el último gesto de Mugica dejó entrever que

ya preveía lo que iba a sucederle poco después. "Cuando Carlitos se despidió de mí para

regresar a Buenos Aires, -recuerda Menapace- me abrazó y me dijo: ‘Hermano, este año

muchos nos vamos a encontrar con Dios’. Yo interpreté que lo que quería decirme era que

muchos se iban a convertir, ya que faltaba poco para el ‘Año Santo’ de 1975. No obstante,

luego comprendí. Fue la última frase que escuché de boca de Carlos y, al enterarme de que

lo habían matado, la recordé como una profecía y pensé: ‘Este hombre realmente se

encuentra junto a Dios’".

* * *

De regreso en Buenos Aires, Mugica recibió los ruegos de muchos familiares,

amigos y colaboradores, quienes eran conscientes del riesgo que corría, para que se alejara

temporariamente del país. Su respuesta, no obstante, era siempre la misma: “en un

momento tan complicado, en el que mucha gente está jugándose y perdiendo la vida, yo no

puedo escaparme. El pastor no puede abandonar a su suerte a sus ovejas”.

Valentía, inconsciencia, resignación, heroísmo. Todos estos calificativos se

utilizaron para juzgar esta actitud del sacerdote, quien reconocía que “si en este momento

recibo una bala, no sé si viene de algún grupo de derecha o de izquierda”. Las palabras de

Mugica definían a aquella época violenta, caracterizada por la imposibilidad de desafiar a

los extremismos.

En los días siguientes, el círculo terminó de cerrarse. Su opción por la verticalidad

terminó de enfrentarlo directamente con los Montoneros, sobre todo a partir de la masiva

concentración realizada el 1º de mayo. Aquella tarde, Perón pronunció un encendido

discurso en el que se refirió a los integrantes de la organización guerrillera con calificativos

como “estúpidos” e “imberbes”, lo que provocó la decisión de los jóvenes de retirarse de

la Plaza de Mayo.12

Mugica concurrió a esa concentración junto con el sacristán de la

capilla “Cristo Obrero”, Oscar Martínez, y no se retiró del acto.

Pese al nerviosismo de los más cercanos, el padre Carlos no sólo continuó

realizando las mismas actividades que de costumbre sino que, incluso, intentó retomar otras

que se había visto obligado a abandonar con anterioridad. Así, el 7 de mayo concurrió a las

oficinas de “La Opinión”, diario para el cual había colaborado esporádicamente durante

1971 y 1972, y solicitó al director, Jacobo Timerman, que le permitiera publicar una serie

de artículos.

El sacerdote y el periodista se pusieron de acuerdo y pactaron la presentación de una

nota para el domingo 12 de mayo. Según Timerman, conversaron también sobre diversas

cuestiones políticas, y Mugica le habría confesado el dolor que le producía su

enfrentamiento con Mario Firmenich. Estas divergencias personales eran más fuertes que lo

que el líder guerrillero admitiría posteriormente. En una conversación mantenida tiempo

atrás con un grupo de jóvenes, el sacerdote había manifestado que "el otro día, en un

discurso que pronunció en Córdoba, Firmenich no mencionó ni una sola vez a Perón. ¡Ni

12

Diario "La Opinión", 02/05/1974, pág. 1

Page 9: Cap. 13 - Mas Que Nunca

una sola! Así que, si quieren formar el Partido Montonero, fenómeno. Que se presenten en

las elecciones a ver si sacan más votos que el peronismo".13

Antes de retirarse de las oficinas del diario, el sacerdote habría revelado al

periodista que recibía amenazas de muerte de parte de Montoneros, y que éstas no eran

desconocidas para el líder de la organización armada.14

Dos días después, el clérigo regresó

a la redacción del matutino y entregó el artículo prometido15

, en el cual volvía a condenar la

actitud asumida por los grupos armados luego de la restauración democrática. El texto

reproducía diversas citas contenidas en un documento del MSTM porteño, elaborado en

vísperas del 1º de mayo y presentado durante una conferencia de prensa en la villa Saldías,

en Retiro.16

Mugica señalaba en la nota que "hay quienes juzgan la presente coyuntura a partir

de modelos ideológicos dependientes de una ‘cultura ilustrada’, que nos viene desde

afuera, elitista y afín a nuestras clases medias intelectualizadas. Muchos otros, en cambio,

atentos a la realidad histórica y global de nuestro pueblo, comprobamos la existencia de

un largo y creciente proceso popular que, desde hace ya más de treinta años... mantiene su

consistencia cada vez más masiva y su adhesión a un jefe en quien deposita su

inquebrantable confianza”.

A continuación, el sacerdote reiteraba su rechazo a la violencia revolucionaria, ya

que “el pueblo se ha podido expresar libremente, se ha dado sus legítimas autoridades”.

La elección de aquella vía, entonces, “procede de grupos ultraminoritarios, políticamente

desesperados y en abierta contradicción con el actual sentir y la expresa voluntad del

pueblo”.

En consecuencia, concluía que la juventud se encontraba en “una encrucijada”,

consistente en “optar por la revolución nacional que se nutre de nuestra esencia cristiana

y popular,... o hacerlo por el socialismo dogmático, que niega la posesión de la verdad

revolucionaria al pueblo para reservarla a una élite ‘científica’ o al partido”.

* * *

Pocas horas antes de que este artículo viera la luz en las páginas de "La Opinión",

lamentablemente sucedió lo que todos preveían: las balas asesinas segaron la vida de quien

se había comprometido por entero con su Iglesia y con su pueblo.

En aquella jornada del 11 de mayo de 1974, Mugica permaneció en su domicilio de

la calle Gelly y Obes hasta después del almuerzo. Era sábado, día de la semana durante el

cual compartía mayor cantidad de tiempo con su familia. Alrededor de las 14.30, se

despidió de los suyos para dirigirse a la villa de Retiro, donde debía integrar el equipo de

"La Bomba" en el campeonato interno de fútbol.

Luego del partido, en el cual demostró como de costumbre su habilidad deportiva y

sus ansias de triunfar a toda costa, se dirigió raudamente en su Renault 4 L azul, patente C

542119, a la parroquia San Francisco Solano. Allí debía coordinar una reunión de parejas

que se preparaban para el matrimonio pero, también como de costumbre, llegó tarde. Al

13

Conversación grabada entre Carlos Mugica y militantes de la JP de Chivilcoy (pcia. de Buenos Aires) el

11/10/1973. 14

Testimonio de Jacobo Timerman en el diario "La Opinión", 14/05/1974, pág. 24. 15

Carlos Mugica, “El Tercer Mundo pide a la juventud que no deserte del actual proceso”. En: “La

Opinión”, 12/05/1974, pág. 9. 16

MSTM de la Capital Federal, “Sacerdotes para el Tercer Mundo, hoy, 1974”. Buenos Aires, 29/04/1974.

Page 10: Cap. 13 - Mas Que Nunca

escuchar que algunos de los novios ya se encontraban conversando, se atrevió a preguntar:

- ¿De qué hablaban?

- De la muerte, respondió uno de ellos.

- ¿De la muerte? -preguntó Mugica sorprendido-. La muerte no existe; sólo existe la

vida. Ahora estamos viviendo la vida intrauterina, luego viene el parto, que es a lo que

usualmente llamamos muerte natural, y finalmente pasamos a la plenitud de la vida, que es

algo tan magnífico que resulta imposible de imaginar para nosotros.

Al finalizar la charla, el sacerdote caminó los pocos pasos que lo separaban del

templo para presidir la misa de las 19. Durante la celebración, una feligresa llamada María

Ester Tubio de Tozzi, divisó una presencia extraña: en el último banco se encontraba

sentado un hombre robusto, de bigotes "achinados" y cabello negro, vestido con campera y

pantalón oscuros, que permanecía ajeno a las alternativas de la ceremonia. En su testimonio

ante la Justicia, la señora de Tozzi declaró que, debido al aspecto y a la actitud del hombre,

supuso que no se trataba de alguien que concurriera habitualmente a la Iglesia sino que se

hallaba allí con otro propósito.17

Apenas concluido el culto, Mugica se encontró con Carmen Artero de Jurkiewicz y

Ricardo Capelli, dos de sus colaboradores en la villa de Retiro. Ambos deseaban interceder

en favor de Nicolás Margoumet, un desocupado que pernoctaba en la capilla "Cristo

Obrero" pero que, luego de una discusión mantenida con el sacerdote dos días atrás, se

había retirado del barrio sin previo aviso. Margoumet, ahora arrepentido de su actitud,

deseaba reconciliarse con el sacerdote y había solicitado ayuda a sus amigos.

Artero, Capelli y Mugica conversaron por alrededor de 25 minutos y, concluido el

diálogo, salieron del despacho para buscar al desocupado, quien permanecía dentro del

automóvil que lo había trasladado hasta el templo junto con sus intercesores. Al pasar por

la sacristía observaron allí al Padre Jorge Vernazza, párroco de San Francisco Solano, y a

un joven ecuatoriano llamado Alfonso Dávila, también colaborador en el barrio

"Comunicaciones". Luego de saludarlos, continuaron caminando unos pasos en dirección a

la calle.

Segundos después, sonó el teléfono de la parroquia. Al atender Dávila, un hombre le

gritó, desesperado: "¡Que no salga Carlos! ¡Por favor, que no salga!".

Pero Carlos ya había salido. Cuando se aprestaba a ir al encuentro de Margoumet, el

hombre de bigotes “achinados” que había sido visto dentro de la Iglesia, quien sería el

subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón Sena, uno de los jefes operativos de la "Triple A",

lo llamó:

- ¡Padre Carlos!

- Sí -respondió él girando hacia su derecha-, y enseguida el hombre le disparó de

frente, con una ametralladora 9 mm., una ráfaga de proyectiles de los cuales cuatro de ellos

(según la autopsia judicial, aunque otras pericias difieren) impactaron en su cuerpo. Luego,

el asesino caminó a paso rápido hasta un Chevrolet Rally Sport, de color verde claro, que

había sido robado días atrás. Subió en el asiento del acompañante y partió velozmente junto

a sus cómplices por la calle Zelada, hacia el oeste.

Aún perforado a balazos, Mugica cayó tendido en el piso vivo y consciente. Cerca

suyo también yacía Capelli, alcanzado en el hombro izquierdo por un proyectil. Eran las

ocho y cuarto de la noche, y el "parto" se acercaba.

17

Testimonio de María Ester Tubio de Tozzi ante la Policía, luego ratificado ante el juez Julio Humberto

Lucini.

Page 11: Cap. 13 - Mas Que Nunca

Al ver a su compañero tendido, Vernazza entró rápidamente al templo, tomó los

santos óleos y le administró la unción de los enfermos. Sin perder tiempo, los presentes

cargaron a los dos heridos en un automóvil Citroën y los trasladaron al hospital Salaberry.

Mientras se dirigían hacia allí, Mugica, pese a sus fuertes dolores, sonrió a Vernazza y le

guiñó el ojo. Esto hizo renacer en el grupo vanas esperanzas.

Apenas arribado al hospital, todo comenzó a prepararse para operar a Mugica de

urgencia. En ese interín, con voz apenas audible, el sacerdote alcanzó a murmurar a una

enfermera: ¡Ahora más que nunca debemos estar junto al pueblo!18

La intervención quirúrgica duró poco más de una hora pero, cuando los relojes

marcaban exactamente las diez de la noche, el corazón del Padre Carlos se detuvo para

siempre. Había pasado a la “plenitud de la vida”.

* * *

Mientras los médicos realizaban los últimos esfuerzos para tratar de evitar lo

inevitable, fuera del hospital se agolpaban cientos de personas, entre quienes se

encontraban familiares, un contingente de villeros, amigos artistas de Mugica e, incluso,

monseñor Aramburu. Lágrimas incontenibles estallaron al conocerse la noticia de la

muerte.

La multitud continuó acrecentándose horas después al realizarse una misa de cuerpo

presente en San Francisco Solano. El oficio fue concelebrado por varios sacerdotes

miembros del MSTM y, acto seguido, se instaló una capilla ardiente.

En aquel momento, debido a los conflictos ocurridos en los últimos días de la vida

de Mugica y a las amenazas que había recibido, la mayoría de los asistentes no dudaba en

adjudicar a Montoneros la autoría del crimen. En consecuencia, el clima de paz y honda

religiosidad se quebró abruptamente cuando, a las 16.30, arribaron el diputado Leonardo

Bettanín19

y el titular de la Regional 1 de la JP Juan Carlos Añón, ambos ligados a la

organización armada.

La multitud recibió a Bettanín y Añón gritándoles ¡Traidores! y ¡Asesinos!,

mientras una andanada de golpes y puntapiés se descargaba sobre ellos. Añón logró zafar a

duras penas de la multitud, pero Bettanín tuvo menos suerte: un grupo lo tomó de la solapa,

lo levantó y empezó a llevarlo en dirección al templo. Sólo la intervención de varios

compañeros de militancia del diputado, quienes lograron rescatarlo de entre la multitud e

introducirlo en la casa parroquial, evitó el "linchamiento".

Horas después, el cadáver de Mugica fue llevado hasta la capilla Cristo Obrero,

donde doblaron las campanas en señal de duelo durante toda la noche. El templo quedó

totalmente colmado, y quienes se acercaban a brindar su último adiós al Padre Carlos

debían realizar una cola de más de cien metros en las calles embarradas. Para contemplar

18

En la versión más difundida, aunque errónea, se señalaba que Mugica había pronunciado esas palabras a

Vernazza mientras viajaba en automóvil hacia el hospital. 19

Enrolado en la Tendencia Revolucionaria, a Bettanín le habían faltado pocos votos para ser electo diputado

en las elecciones de 1973. Sin embargo, luego de la renuncia de ocho legisladores de la JP que se negaron a

aprobar las reformas al Código Penal propuestas por el partido gobernante, accedió a la Cámara Baja en

marzo de 1974 por ser el primer suplente en la lista. Su postura radicalizada provocó que la bancada del

FREJULI -dominada por el ala derecha del PJ- no lo admitiera en su seno, debiendo formar un bloque aparte

junto con el bonaerense Zavala Rodriguez, quien se encontraba en su misma situación. Meses después, ambos

renunciarían a poco de conocerse el anuncio de Montoneros de pasar a la clandestinidad.

Page 12: Cap. 13 - Mas Que Nunca

mejor el panorama, muchos vecinos permanecían subidos a los techos de algunas viviendas.

Poco después de las 10 de la mañana del lunes, tras una última misa concelebrada

por cincuenta sacerdotes, una caravana compuesta por más de cinco mil personas llevó el

féretro a pulso desde Retiro hasta el cementerio de la Recoleta. En el cortejo se mezclaban

dos mundos: el de la clase acomodada, al que Mugica pertenecía por origen, y sus fieles

villeros. Esta imagen era, en definitiva, un fiel reflejo de su capacidad de darse a todos por

igual y la tardía concreción de su profundo anhelo de unir a ricos y pobres en una misma

causa.

Mientras la marcha avanzaba por la Avenida del Libertador, un nuevo incidente

involucró a los Montoneros. Algunos deudos intentaron retirar una corona de flores enviada

por la organización armada, pero luego de varios forcejeos, y a pedido de los

organizadores, la ofrenda permaneció en su lugar.

Al llegar al cementerio, dos mil personas más se unieron a la columna y, pese a las

recomendaciones en contrario, todos ingresaron hasta el panteón del clero. Un grupo de

jóvenes pertenecientes a la derecha peronista intentó desvirtuar el rumbo de la ceremonia

clamando venganza mediante cánticos, pero por los altavoces se los invitó a retirarse.

Los siete mil presentes permanecieron en el lugar durante varios minutos,

cabizbajos y silenciosos, como buscando alguna explicación a lo sucedido. También se

extrañaban de que el General Perón, por quien el sacerdote tantas veces se había arriesgado,

no hubiera concurrido al entierro ni pronunciado una sola palabra de condolencia. Luego,

de a poco, se fueron desconcentrando.

* * *

En los días siguientes al asesinato, casi todas las voces se alzaron para destacar la

vida y la obra de Mugica. Algunos elogios fueron sinceros y otros no tanto, pero entre todas

las reflexiones vertidas merecen rescatarse algunas que, por su justeza o por la entidad de

quienes provenían, hacían justicia a aquel que había llevado a cabo la sentencia evangélica:

“No hay mayor amor que dar la vida por los amigos”.20

El periodista Mariano Grondona, quien a pesar de su buena relación había diferido

con las ideas políticas del presbítero, expresó en un artículo publicado en “La Opinión”21

que “Carlos Mugica marcó con su acción el límite máximo hasta donde se puede llegar en

el compromiso con el mundo sin dejar de ser, pese a eso, y plenamente, un sacerdote. No

fue su paso por el ‘tercermundismo’, como en otros casos, el prólogo de una crisis

vocacional y personal. Fue, por el contrario, el enérgico ejercicio de una vocación que,

porque era fiel a sí misma, se detenía justo allí donde la obediencia a la jerarquía

eclesiástica y la adhesión intelectual al dogma lo exigían”.

El periodista agregaba que “su sentido de rebeldía ante la injusticia no provenía del

resentimiento sino del amor... El impulso cristiano no va de abajo hacia arriba, como una

ambición o como una aspiración a subir, a desplazar, a competir. Corre de arriba hacia

abajo, como la misericordia de Dios hacia el hombre, como la solicitud del fuerte por el

débil. Mugica practicó este ‘descenso’. La tumba... donde él reposa está en la Recoleta.

Pero su velatorio fue en la villa. Para él, aliarse al pobre no era una forma de escapar sino

de renunciar, de entregarse, de dar”.

20

Evangelio según San Juan 15,13. 21

Diario "La Opinión", 14/05/1974, pág. 24.

Page 13: Cap. 13 - Mas Que Nunca

También, y sorpresivamente para muchos, el mismo Vaticano reconoció el

testimonio de Mugica. Su órgano oficial, el periódico “L´Osservatore Romano”, lo definió

como una “víctima del amor”, y añadió que “lo asesinaron a traición, con determinación,

agregando a la lista de las víctimas del odio una vida pura... Es justo recordarlo..., y

auspiciar que su sangre inocente fecunde los esfuerzos en acto para la pacificación de los

hermanos en Argentina... Nos inclinamos en el dolor, con reverencia y admiración”.22

De todos modos, fue el Padre Mamerto Menapace quien brindó la reflexión más

aguda y conmovedora.23

El abad había dicho al Padre Carlos, un mes antes de su asesinato,

que podía estar “absolutamente seguro” de que "Dios le iba a ser fiel" (pág. ----). Por ese

motivo, al conocer las circunstancias en las cuales había muerto su amigo, Menapace

señaló sentirse “tranquilo” porque su predicción se había “cumplido totalmente”.

“Carlos, que era un hombre muy libre y no ‘huía del mundo’ -explica el monje

benedictino-, pudo haber sido asesinado en un mitín político, en un bar mientras

conversaba con una chica o a la salida de un cine, luego de ver una película escabrosa. En

cualquiera de estas circunstancias, su imagen hubiera adquirido para la mayoría una

connotación completamente diferente a la que luego permaneció”.

“Sin embargo -agrega-, Mugica era y se sentía sobre todo un sacerdote, y la

fidelidad de Dios quedó en evidencia en el hecho de que haya caído como cura, en la

puerta de la parroquia y pocos minutos después de haber celebrado misa. Esa

circunstancia produjo que, hoy en día, todos sus fieles lo recuerden como un verdadero

hombre de Iglesia que se jugó por su pueblo".

Menapace asegura también que si Mugica, en algún momento, pudo haber tenido

una postura “un poco ambigua” con respecto a la violencia revolucionaria, "en los últimos

meses de su vida su actitud había quedado bien clara, y con su asesinato pagó largamente

todos los errores que pudo haber cometido en el pasado. Su final vino a confirmar el

compromiso que verdaderamente había asumido: estaba dispuesto a morir, pero no a

matar".

De cualquier modo, aun frente a su asesinato, no todos se unían a la opinión

favorable sobre el sacerdote. La revista “Cabildo”, reconocida por su tendencia

ultraderechista, señaló que “el Padre Mugica murió en su ley, víctima del engranaje que él,

en alguna medida, había contribuido a levantar; un engranaje de violencia, de mitos, de

odios y resentimientos... Murió víctima de su orgullo, de su ingenuidad y de sus errores.

Olvidó que el marxismo es también una religión total, fuerte y en crecimiento, inexorable e

inmisericorde, que no perdona a sus enemigos, ni menos aún a sus adeptos...”.24

Pero, entre los juicios de condena a la víctima, quizás el más incomprensible fue el

de su propio superior, el arzobispo coadjutor Juan Carlos Aramburu. Testigos de aquellos

días cuentan que, en la primera reunión mantenida con Héctor Botán luego del homicidio,

el encargado de los "curas villeros" expresó:

- Bueno, supongo que aquí acaban todas nuestras discusiones sobre Mugica.

El prelado, impertérrito, abrió uno de los cajones de su escritorio y extrajo de allí los

artículos que Firmenich había escrito para el diario "Noticias". Tras ello, mostró al

sacerdote los párrafos (que se había encargado de subrayar) en los cuales el jefe montonero

22

Reproducido por la agencia noticiosa ANSA el 13/05/1974 y publicado al día siguiente en los principales

diarios del país (ver p. ej. "Crónica", 14/05/1974, pág. 4). 23

R. P. Mamerto Menapace, grabación cit. 24

Revista “Cabildo”, nº 14, junio de 1974, pág. 24.

Page 14: Cap. 13 - Mas Que Nunca

expresaba su pasada amistad con el Padre Carlos, y vociferó: "Ahora me va a decir que

Mugica no era montonero". Botán, de inmediato, se retiró y dio por concluida la reunión.

* * *

En medio del clima de sorpresa, indignación y congoja, dos preguntas en relación al

crimen sobrevolaban el ambiente. El primero de estos interrogantes -quiénes fueron sus

autores- permaneció durante mucho tiempo sin respuesta, aunque dos versiones

contrapuestas circulaban con insistencia. El segundo -por qué lo hicieron-, resultaba más

fácil de contestar .

Evidentemente, los dos grupos sospechados de haber cometido el asesinato eran la

organización armada Montoneros, con la cual Mugica se había distanciado y enfrentado

durante los últimos meses, y las bandas de la derecha peronista ligadas a López Rega,

cuyos conflictos con el sacerdote eran más profundos y se remontaban más atrás en el

tiempo.

Apenas consumado el crimen, los acusados iniciaron campañas destinadas a

deslindar su propia responsabilidad y a inculpar a sus adversarios. Como en toda guerra, las

declaraciones públicas fueron una prolongación de la batalla armada, y la verdad una de sus

víctimas.

Quienes primero salieron a desmentir su participación en el atentado fueron los

Montoneros. Los episodios ocurridos durante el velatorio y el entierro del "cura del pueblo"

evidenciaban una tendencia mayoritaria a sindicarlos como culpables, y así lo hicieron

diversas agrupaciones como el MVP “Leales a Perón” en una conferencia de prensa.

Como una respuesta a estas acusaciones, los dirigentes de la organización armada

difundieron un comunicado en el que afirmaban que "a pesar de las diferencias que

mantenía nuestra organización con algunas de las últimas posiciones públicas de Mugica,

reivindicamos su acción como parte del campo popular". "El objetivo de este asesinato -

agregaban- es ahondar y hacer insuperables esas diferencias", por lo que acusaban del

crimen a “las bandas armadas de la derecha".25

Este era sólo el inicio de las desmentidas. Pocos días después, Mario Firmenich

escribió durante cuatro días seguidos en el diario "Noticias". Los dos primeros artículos, en

los cuales recordaba su relación estrecha con Mugica y su posterior “distanciamiento”, ya

han sido comentados (págs. -- y ---). Sin embargo, estos dos textos parecían ser un prólogo

para llegar al tercero, en el cual realizaba su descargo ante las acusaciones.

En esa nota26

, Firmenich, refiriéndose a las informaciones que destacaban que el

sacerdote había recibido amenazas por parte de Montoneros, se quejaba de que los medios

de comunicación "nos quieren adjudicar el crimen". El líder guerrillero reconocía que los

llamados telefónicos habían existido, pero aseguraba que no habían sido realizados por su

agrupación sino por "sectas ultraizquierdistas" conformadas por "caraduras y oportunistas

que... usan nuestro nombre, pretendiendo fortalecer sus propias posiciones políticas a

costillas de nuestra fuerza y nuestra representatividad".

Firmenich añadía que, en un contexto semejante, "estaba creada la situación para

que el verdadero enemigo diera un golpe audaz, destinado a que las fuerzas del pueblo que

no coinciden en cómo destruirlos a ellos se dediquen a destruirse entre sí. De este modo,

25

Comunicado de "Montoneros" aparecido en todos los diarios de Capital Federal el 13/05/1974. 26

Diario "Noticias", 16/05/1974, pág. 12.

Page 15: Cap. 13 - Mas Que Nunca

las diferencias nunca podrían ser superadas, porque se oscurecen con los odios personales

y con el erróneo deseo de la venganza".

Por esa razón, concluía que "sólo los enemigos que Carlos tuvo siempre podían

tener interés en matarlo. Aquellos para los que él era el ‘cura comunista’, el cura que,

‘queriendo cristianizar a los bolches, se hizo bolche’, parafraseando a El Caudillo".

Para Firmenich no resultó suficiente intentar convencer a la opinión pública, sino

que también consideró necesario brindar explicaciones personales a algún representante del

MSTM. El sacerdote elegido para aclarar los tantos no podía ser otro que Alberto Carbone,

ex amigo en común con Mugica y a quien había involucrado en la causa por el asesinato de

Aramburu (págs. --/--).

En consecuencia, un emisario enviado por el líder montonero visitó tiempo después

a Carbone en su residencia y le dijo: "Alberto, Mario quiere verte para explicarte que

nosotros no matamos a Mugica".

La cita se pactó para la noche siguiente. Varios integrantes de la organización

armada se encontraron con el presbítero en una esquina poco transitada, y lo hicieron subir

a un automóvil. Después de recorrer distintos barrios porteños durante una hora, se

dirigieron a una vivienda situada en el sur del Gran Buenos Aires, donde esperaba

Firmenich.

Al ingresar a la finca, Carbone volvió a encontrarse cara a cara con el ex miembro

de la JEC tras casi cuatro años, el tiempo transcurrido desde aquel día en que el joven se

había hecho presente, apurado y nervioso, en la Casa del Clero.

- "Hola Alberto, tanto tiempo que no nos vemos", saludó el guerrillero con una

sonrisa. "En todos estos años, ni siquiera te pude avisar que me casé. Yo hubiera querido

que me casaras vos pero, vistas las circunstancias, tuve que hacerlo por intermedio de uno

de nuestros capellanes".

A continuación, Firmenich emprendió un largo monólogo. Explicó que el afecto que

sentía por Mugica era tan grande que, a pesar de sus diferencias actuales, jamás podría

haber pensado en matarlo. También reiteró los conceptos que había vertido en "Noticias" e

instó al cura a "estar más unidos que nunca en la lucha contra la oligarquía y el

imperialismo". Tras la "conversación", durante la cual Carbone prácticamente no abrió la

boca, los acólitos del jefe extremista trasladaron al sacerdote hasta el lugar del encuentro

inicial.

Entretanto, López Rega y los suyos también habían procurado desmentir su

participación en el crimen de Mugica. Sin embargo, la actitud hipócrita que asumieron para

lograr ese objetivo provocó, por el contrario, que las sospechas hacia ellos aumentaran

considerablemente.

En efecto, seis días después del atentado, la revista "El Caudillo", la misma que

había dedicado al sacerdote una serie de improperios descalificadores, publicó otra nota

editorial en un tono absolutamente contrapuesto a la anterior.27

Si en diciembre el clérigo

asesinado “no andaba por la vereda buena y sus frutos no olían bien”, ahora era un "mártir

del peronismo" que había sabido cambiar a tiempo.

El editorial resultaba francamente cómico y, si no, vale la pena repasar algunos de

sus párrafos:

- "...Usted, Padre Carlos, significaba mucho para nosotros. Usted, con su muerte,

redimió la imagen de nuestra Iglesia, empañada por años de indecisiones y silencios

27

Revista "El Caudillo", 17/05/1974, pág. 10.

Page 16: Cap. 13 - Mas Que Nunca

cómplices..."

- "...Usted ha vuelto a bautizar, con bautismo de sangre, a este peronismo que

vuelve a ser ‘profundamente humanista y profundamente cristiano’, como lo hicieron

Perón y Evita; porque usted ha hecho que algunos monseñores tuvieran que ir a la villa

siquiera para concurrir a su velatorio..."

- "Sus hermanos cristianos, sus compañeros peronistas, sus hijos argentinos, sus

villeros queridos vamos a levantar una valla inexpugnable para defenderlo como no

supimos hacerlo cuando vivía".

Los editores de la revista no se conformaron con publicar estas palabras tan poco

creíbles sino que además, en otras páginas del mismo número, aseguraban haber realizado

una entrevista a Mugica pocos días antes de su muerte. Supuestamente, el sacerdote habría

afirmado en esa ocasión que los Montoneros lo habían condenado a muerte, pero el texto

del reportaje no aparecía.

La farsa continuó a las pocas horas, cuando López Rega bautizó con el nombre de

"Presbítero Carlos Mugica" al barrio recién construido en la localidad de Ciudadela28

, uno

de los complejos residenciales al cual estaban siendo trasladados los villeros erradicados de

Retiro. En los considerandos de la resolución, el titular del autodenominado "ministerio del

pueblo" señalaba que la medida se debía a "la labor realizada por el mencionado sacerdote

en bien de la clase humilde, consustanciado con su apostolado cristiano". Además,

contradiciendo sus dichos del año anterior, mencionaba que "en mérito a dicho antecedente

integró el gabinete de asesores del Ministerio, función en la cual destacó una vez más su

dedicación y espíritu humanitario que es acorde a la doctrina nacional justicialista".29

* * *

Hoy, las dudas en relación a la autoría del crimen parecen haberse disipado. Y, en

este sentido, es necesario señalar que todos los caminos conducen al subcomisario Rodolfo

Almirón Sena, jefe operativo de la “Triple A”.

Los testimonios reunidos en la causa judicial permiten delinear algunos de los

rasgos del asesino.30

Como ya se señalara, la señora María Ester Tubio de Tozzi vio dentro

de la iglesia a un hombre robusto, de bigotes “achinados” abundantes y cabello negro,

vestido con campera y pantalón oscuros (ver pág. ---). La descripción coincide totalmente

con la aportada por Carmen Artero de Jurkiewicz y Nicolás Margoumet, quienes vieron a

ese mismo individuo disparar a Mugica en la calle desde una distancia de 1,20 metros.

Almirón, justamente, posee todas las características físicas mencionadas, con la única

salvedad de que el ex policía, además del bigote, solía lucir barba. Esta es la única

diferencia clara que surge al comparar imágenes del miembro de la “Triple A” con el

identikit del agresor realizado a instancias de los declarantes. En los demás detalles los

rostros presentan un cierto parecido, más aún teniendo en cuenta las imperfecciones lógicas

de todo identikit, debidas a la fugacidad de la visión que suelen tener los testigos y a la

distancia que normalmente los separa de los hechos, como en este caso.

28

Situado en las proximidades del barrio llamado oficialmente “Ejército de los Andes” y denominado en

forma despectiva como “Fuerte Apache”. 29

Diario "Noticias", 18/05/1974, pág. 12. 30

Causa nº 20.180, radicada en el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de Instrucción Nº 7,

secretaría nº 124. Caratulada como "Mugica, Carlos Francisco Sergio, víctima de homicidio, y Capelli,

Ricardo Rubens, víctima de lesiones".

Page 17: Cap. 13 - Mas Que Nunca

Pero no fueron estos los únicos datos incriminatorios. Los testigos estimaban que la

edad del agresor era de entre 35 y 40 años, rango en el cual estaba comprendido Almirón,

que en ese momento tenía 38.

Como una triste confirmación de lo expresado por los testigos, resulta necesario

destacar que, poco después de sus declaraciones, tanto Margoumet como Artero de

Jurkiewicz fueron asesinados.

En el caso de Margoumet, fue detenido por la Policía Federal inmediatamente

después del asesinato de Carlos Mugica. Liberado a los cuatro días, anunció a su hermana

“estoy condenado; no sé en que momento me van a matar porque sé demasiado respecto de

la causa”. Intentó renovar su pasaporte para abandonar el país, pero le fue negado; por esa

razón huyó a Bariloche, pero meses después murió en circunstancias poco claras, según

relató su hermana Rosa Marmouget en el trámite que iniciaron sus familiares en la

Secretaría de Derechos Humanos, con el objeto de percibir una reparación económica

(expediente Nº 402310/99).

En tanto, Carmen Artero fue secuestrada por miembros de las Fuerzas Armadas en

1976, apenas iniciada la dictadura militar. Poco después fue asesinada, según consta en el

legajo Nº 8153 de la Conadep y en el expediente que también inició su familia en la

Secretaría de Derechos Humanos (Nº 390877/95).

Por otra parte, la pericia balística realizada en el marco de la investigación por el

asesinato del “cura rubio” demostró que la ametralladora con la que se le disparó podía ser

una Ingram M-10 (de procedencia norteamericana) o una Franchi modelo 57 (italiana),

descartándose otras posibilidades. Luego se sabría que las Ingram eran comúnmente

portadas por los miembros de la "Triple A" (Almirón incluido) y empleadas para consumar

una buena parte de los aproximadamente dos mil atentados que se atribuyen a la

organización.

Existen también otras declaraciones que comprometen al ex policía. El periodista

Miguel Bonasso, en su libro "El presidente que no fue", asegura que el Padre Hernán

Benítez le dijo, años después del crimen, que "la Iglesia sabe que al padre Mugica lo mató

el comisario (sic) Rodolfo Almirón, que era el jefe de la custodia de López Rega".31

También Santo Biasatti recibió información de interés para el esclarecimiento del

hecho. Pocos meses después del homicidio, un hombre de aproximadamente 30 años,

delgado, de estatura mediana y pelo enrulado, se presentó en los estudios de Canal 11,

donde trabajaba entonces el periodista. El hombre aseguró haber estado en la escena del

crimen y haber sido también herido de bala por el agresor, de quien dijo "no tener dudas"

de que era el subcomisario Almirón. El desconocido contó su versión en un largo relato que

duró aproximadamente una hora, para luego desaparecer sin dejar rastros y sin revelar su

identidad.

Los detalles relatados por el supuesto testigo acerca de la forma en que se desarrolló

el crimen son similares a los que constan en la causa. Sin embargo, se planteaban dudas

acerca de la veracidad de estos dichos porque, según las declaraciones que aparecen en el

expediente, la única persona herida esa noche, además del sacerdote, había sido su amigo

Ricardo Capelli.

De todos modos, el periodista relativiza esa circunstancia y brinda credibilidad al

testimonio del desconocido. Aunque es común que en el camino de todo comunicador se

crucen algunos fabuladores, quienes buscan un momento de atención relatando las historias

31

Miguel Bonasso, op. cit., pág. 603-604.

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más extraordinarias, Biasatti asegura que el joven, por el contrario parecía "perfectamente

normal y hablaba emocionado, como reviviendo el hecho". Agrega que el hombre le

mostró marcas de heridas de bala en uno de sus brazos y concluye que "alguien que en ese

momento, de pleno accionar de la Triple A, se animaba a decir lo que dijo este muchacho,

es porque algo conocía. Yo le creo toda su versión pero, aunque no hubiera sido

exactamente así y no hubiera estado presente él mismo en el lugar del hecho, podría haber

ocurrido que alguien vinculado al asesinato se lo haya contado y él me lo haya repetido".

El “curriculum” de Almirón Sena -difundido por la revista española “Cambio 16”-

es escalofriante y revelador de la trágica historia argentina.32

Nacido el 17 de febrero de

1936 en Puerto Bermejo (Chaco), ingresó a la Policía Federal a los 18 años. En 1960 pasó a

trabajar en la división Robos y Hurtos, donde conoció a su jefe y futuro suegro, el

subcomisario Juan Ramón Morales. A partir de ese momento, ambos policías, junto al

oficial escribiente Edwin Duncan Farquarsohn, formaron una organización delictiva que se

relacionó con la banda de Miguel Prieto, alias “El loco Prieto”, que se especializaba en

asaltos a mano armada, contrabando, secuestros y extorsiones.

Luego de cuatro años de trabajo conjunto, en 1964 las autoridades descubrieron a

Farquarsohn extorsionando a un comerciante (le exigía $150.000 por unos documentos que

él mismo le había robado) y se percataron del nexo entre delincuentes y policías. Las

investigaciones, sin embargo, no pudieron avanzar porque entre julio y agosto de ese año

fueron asesinados seis de los principales miembros de la banda de Prieto.33

Como sucedería

luego con la mayoría de los crímenes de la “Triple A”, los cadáveres de los integrantes del

grupo delictivo aparecieron acribillados a balazos en descampados, con las manos atadas a

la espalda y la boca amordazada.

Poco antes de iniciarse esta serie de homicidios, Almirón ya se había visto

involucrado en otro episodio sangriento. El 7 de junio, como consecuencia de una discusión

ocurrida en la boite "Reviens", en Olivos, el policía sacó su pistola y disparó contra el

oficial de la marina norteamericana Earl Thomas Davis, quien murió como consecuencia de

las heridas recibidas. El juez, sin embargo, lo absolvió por considerar que había ejercido el

derecho de legítima defensa.

La carrera de Almirón pareció interrumpirse definitivamente el 5 de junio de 1970,

cuando la Junta Calificadora de la Policía Federal, en vista de todos los antecedentes

acumulados durante su carrera, dispuso su "retiro obligatorio" por considerarlo “inepto para

el servicio”. Su suegro Morales, en tanto, optó por el retiro voluntario, mientras que

Farquarsohn fue directamente expulsado de la fuerza.

Pese a estos antecedentes, o gracias a ellos, los tres ex socios fueron reincorporados

a la institución tres años más tarde mediante un decreto del presidente provisional Héctor

Lastiri, yerno de López Rega. Tras ello vino el ascenso meteórico: Almirón pasó a

desempeñarse como jefe de seguridad de “el Brujo” entonces Ministro de Bienestar Social

y, mediante un simple acto administrativo, pasó de subinspector a subcomisario. Su suegro

Morales, en tanto, alcanzó el grado de comisario principal, mientras que López Rega batió

un récord mundial al pasar de cabo raso a comisario general.

A partir de entonces, la formación y actuación de la “Triple A” se desarrolló sin

inconveniente alguno. Hasta el 19 de julio de 1975, día en que López Rega abandonó el

32

Revista “Cambio 16” (España), nº 593 (11/04/1983). 33

El jefe de la banda también apareció muerto, el 24 de enero de 1965, en su celda de la cárcel de Villa

Devoto. Había sido quemado vivo.

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país jaqueado por los sindicatos y por el grupo de militares que ocho meses más tarde se

alzaría con el poder, la organización ilegal realizó decenas de secuestros y acribilló a

balazos a aproximadamente dos mil adversarios ideológicos y políticos. Seis de esos

homicidios fueron reconocidos públicamente mediante comunicados de prensa: el de los

abogados defensores de presos políticos Rodolfo Ortega Peña y Alfredo Curutchet, el del

ex subjefe de la Policía bonaerense Julio Troxler, el del también abogado Silvio Frondizi

(hermano del ex presidente Arturo Frondizi) y el de los periodistas Carlos Laham y Pedro

Barraza.

Después de huir del país con el salvoconducto brindado por la presidenta María

Estela Martínez de Perón, quien lo envió en misión oficial “ante los estados de Europa”

como embajador plenipotenciario, López Rega descendió en el aeropuerto de Barajas

acompañado por Almirón y Morales. Meses después los caminos de los “socios” se

bifurcaron: mientras el ex ministro de Bienestar Social viviría en distintos países hasta

radicarse en los Estados Unidos, donde sería detenido y luego extraditado a la Argentina en

1986, el presunto asesino de Mugica permanecería en España.

A su llegada a la “madre Patria”, Almirón se relacionó con miembros de la extrema

derecha española, trabajando para organizaciones fascistas y organismos de inteligencia y

seguridad. En 1977, acudió a la embajada argentina para renovar su pasaporte, pero la

legación diplomática le negó el trámite. De acuerdo a la información publicada por

“Cambio 16", la Junta Militar que gobernaba el país le ofreció “regresar a la Argentina y

dar cuenta de algunas de sus actividades durante el período en que perteneció a la escolta

del ministro de Bienestar Social, José López Rega”. 34

Sin embargo, “ante el temor de verse sometido a un proceso judicial en la

Argentina, renuncia al pasaporte. Y desde entonces vive en España como un apátrida,

hasta que en 1979, uno de los Gobiernos de la UCD (Unión Cristiana Democrática) le

concede la nacionalidad española, a pesar de que en su expediente de la Brigada de

Extranjeros consta que ‘Rodolfo Eduardo Almirón Sena, alias El Pibe, está considerado

como un hombre vinculado a la Triple A’”.

La historia transcurrida en la Argentina volvió a repetirse en la península ibérica.

Tras su “reivindicación”, desde diciembre de 1980 Almirón se desempeñó nuevamente

como jefe de seguridad de un importante político, en este caso de Manuel Fraga Iribarne,

quien era entonces el principal candidato opositor por la Alianza Popular y luego se

desempeñó como presidente del gobierno autónomo de Galicia entre 1990 y 2005. Sin

embargo, Fraga se vio obligado a despedirlo en abril de 1983 cuando el gobierno español le

suspendió la licencia para portar armas. “La Policía española -señaló el entonces ministro

del Interior de ese país, José Barrionuevo- tiene informaciones relativas a la actuación de

Almirón en la Argentina que coinciden en muchos puntos con lo publicado por algunos

medios de comunicación...” (en obvia referencia a “Cambio 16”).35

Almirón negó todas las

imputaciones pero debió resignarse a su cesantía.36

34

Revista "Cambio 16" (España), art. cit., pág. 31. 35

Diario “La Nación”, 18/04/1983, pág. 4 36

En su momento, Almirón negó rotundamente las acusaciones de "Cambio 16" señalando: "Mi labor en la

Policía Federal Argentina se limitó a prestar los servicios de escolta de personalidades del Gobierno, y no

hay ninguna orden de busca y captura contra mi persona por parte de las autoridades argentinas" (Publicado

en diario "La Nación", 31/08/1983). La última afirmación es fácilmente comprobable como falsa, ya que,

según lo informado por el juez Fernando Archimbal (a cargo de la causa iniciada por Radrizzani Goñi en

relación a la "Triple A") a su colega Jaime Far Suau (fojas 276 de la causa Nº 20.180), el ex policía se

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Desde aquel momento su paradero volvió a ser desconocido durante más de dos

décadas, hasta que periodistas del diario español El Mundo lo reconocieron, en diciembre

de 2006, viviendo en la localidad de Torrent, a diez kilómetros de Valencia. La segunda

esposa de Almirón, Ana María Gil, declaró a los periodistas españoles que la Alianza

Popular, cuyo máximo dirigente era Manuel Fraga Iribarne, le había pedido a través de

Alberto Ruiz Gallardón (actual alcalde de Madrid), que se mantuviera en un discreto

segundo plano, y que ellos velarían por su futuro y su economía.

Almirón cumplió, pero no así sus supuestos “protectores”. El ex organizador de la

Triple A debió vivir primero del sueldo de azafata de su esposa, luego como mozo en

Cuenca y, finalmente, como cajero en un bar de la Plaza Mayor de Madrid, hasta su

jubilación.

Pocos días antes de que lo descubrieran en Torrent, el juez federal argentino

Norberto Oyarbide había dictado una resolución por la cual declaró como de lesa

humanidad, y por lo tanto imprescriptibles, los crímenes cometidos por miembros de la

“Triple A”. Esa decisión, confirmada más adelante por la Cámara Federal, permitió la

reapertura de la causa, archivada en 1989 luego del fallecimiento de José López Rega.

Por eso, el 28 de diciembre de 2006, Almirón fue detenido y, luego de un largo

trámite procesal, en febrero de 2008 el gobierno español concedió su extradición por varios

de los crímenes por los cuales se encontraba acusado, aunque no se incluyó entre ellos el

asesinato de Carlos Mugica. El 19 de marzo de 2008 Almirón fue traído a la Argentina y

quedó alojado en el penal de Marcos Paz. Un mes y medio después le fue concedido el

beneficio de la prisión domiciliaria, debido a su edad (72 años) y a supuestos trastornos

neurológicos y cardiológicos, pero a fines del mes de julio la Cámara Federal le revocó el

beneficio y debió volver a la cárcel común.

A mediados de 2008, familiares de Carlos Mugica solicitaron ante la Justicia que se

ampliara la extradición de Almirón, a fin de que fuera también investigado en relación al

homicidio del sacerdote. Sin embargo, con la muerte del jefe operativo de la “Triple A”,

ocurrida el 5 de junio de 2009, se extinguió la acción penal a su respecto. De todas

maneras, ya unos días antes, una pericia médica lo había declarado inimputable debido a su

deteriorado estado de salud.

* * *

La actuación de la Justicia en relación a los crímenes cometidos por la “Triple A”

merece serios cuestionamientos pues, pese a que diversas presentaciones e investigaciones

judiciales aportaron numerosas pruebas, hasta la fecha no llegó a castigarse a uno solo de

los responsables de esos delitos.

La primera de ellas fue el 10 de agosto de 1975, poco después de la huida del país

de López Rega y compañía. El abogado Miguel Radrizzani Goñi se presentó en el juzgado

en lo criminal y correccional Federal nº 5, a cargo del juez Fernando Archimbal, y entregó

una gruesa carpeta con testimonios y datos reveladores sobre el accionar de la “Triple A”.

Además de acusar a sus cabecillas, la causa también alude a la tendencia ideológica

de la organización. El expediente recuerda los comunicados que el grupo delictivo entregó

a la prensa luego de los asesinatos reconocidos como propios.37

Entre ellos, el distribuido

encontraba con orden de captura. 37

Diario “Página/12”, 10/06/1989, pág. 3.

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luego de la ejecución de los periodistas Laham y Barraza señalaba: “La Triple A tiene una

trayectoria de Patria y Hogar, todo ello iluminado por nuestro Señor Jesucristo...

Siguiendo con nuestras premisas, queden los amenazados en paz y tranquilidad que (sic)

un grupo de argentinos los protege de los bolches asesinos”. En tanto, el escrito difundido

luego del crimen de Silvio Frondizi expresaba que el abogado “murió como mueren los

traidores, por la espalda. Como nuestro querido pueblo argentino y patriota observa,

cumplimos lentamente y sin pausa nuestra palabra y no nos identificamos con los

mercenarios zurdos de la muerte sino con patriotas peronistas y argentinos”.

La presentación de Radrizzani Goñi contiene también otros testimonios, como el de

Tomás Medina, edecán aeronáutico de la Presidencia durante los años ‘73 y ‘74. El militar

mencionaba que, en una oportunidad, López Rega le había dicho que “él y su grupo

policial eran la única solución para combatir el terrorismo”.

Posteriormente, el ser convocado a declarar en el proceso, Medina manifestó que, en

el desarrollo de sus tareas, debía tener una relación directa con la custodia del presidente y

los miembros de su gabinete. Por ese motivo, conocía que Almirón y el oficial de la Policía

Federal Miguel Ángel Rovira eran quienes secundaban directamente a López Rega, y que

ocasionalmente lo hacía Morales. Es por eso que habitualmente escuchaba los diálogos

entre ellos, lo que lo llevó a concluir que “...por más que intentaran disimularlo, ...ese

grupo era el que integraba la Triple A”.

En lo que se refiere específicamente al homicidio de Carlos Mugica, Medina

también declaró en la causa que Rovira y Almirón dijeron, apenas dos días antes del

asesinato del sacerdote, que “a éste le vamos a hacer la boleta” .

Por otra parte, en la denuncia de Radrizzani Goñi se consignaba también que el

policía José Lagos, quien conocía al "Brujo" desde 1948, denunciaba que éste lo había

llamado en una oportunidad para explicarle que, aunque lo apreciaba mucho, no iba a

utilizar sus servicios porque necesitaba “otro tipo de gente, menos limpia, para hacer los

trabajos que yo quiero hacer".

Otra de las presentaciones fue la que efectuó el supuesto “arrepentido” Salvador

Paino, ex teniente primero del Ejército, quien se había desempeñado como jefe de

Organización y Administración de Prensa, Difusión y Relaciones Públicas del Ministerio

de Bienestar Social. El 12 de febrero de 1976, un mes antes del golpe militar, Paino expuso,

ante una comisión investigadora de la Cámara de Diputados, algunos pormenores de la

organización terrorista, de la que se autoproclamaba como uno de sus co-creadores. Señaló

que los jefes de los grupos operativos eran, entre otros, Almirón y Rovira. En tanto,

siempre según sus palabras, Morales era el encargado de neutralizar la acción policial en

los lugares donde se realizarían operativos.

El ex militar detalló que las armas que se utilizaban para consumar los atentados

eran compradas en la ciudad paraguaya de Pedro J. Caballero y guardadas en el tercer

subsuelo del ministerio, donde algunas de ellas fueron encontradas por las nuevas

autoridades apenas efectuado el golpe de Estado de 1976. También denunció, entre otras

cosas, irregularidades en la forma en que el MBS pactaba la publicidad con los medios, y lo

que ya todos sabían: que la revista “El Caudillo” había sido financiada por la cartera social.

Paino declaró también que el periodista Jorge Conti, asesor de prensa del Ministerio

de Bienestar Social, le encomendó la organización de un grupo armado que debía asesinar

al abogado y diputado en ejercicio Rodolfo Ortega Peña, pero que él se había negado. Y,

por último, realizó una afirmación significativa: que Carlos Villone, subsecretario del

Ministerio, le había mostrado una lista confeccionada por López Rega que contenía la

Page 22: Cap. 13 - Mas Que Nunca

nómina de personas a ser ejecutadas. Esa lista se encontraba encabezada por Carlos

Mugica.

La causa judicial por los crímenes de la organización parapolicial sólo se activó

luego de la reapertura democrática de 1983. En ese contexto, López Rega fue detenido y

extraditado en 1986, y murió el 9 de junio de 1989 en Buenos Aires, sin que se hubiera

llegado a dictar una condena contra él. Almirón, por su parte, permaneció prófugo de la

Justicia, a pesar de que era público que durante tres años había estado empleado como jefe

de custodia de Fraga Iribarne. El pedido de captura librado por la Justicia argentina, en

enero de 1984, estaba redactado incorrectamente, ya que contenía un error en su nombre de

pila (figuraba como Luis, en lugar de Rodolfo Eduardo).

La causa volvió a paralizarse y recién en 2006 se produjo su reapertura, por pedido

del fiscal Eduardo Taiano, al declararse que los crímenes de la Triple A eran

imprescriptibles (ver pág. ---). El juez Norberto Oyarbide pidió la detención de la ex

presidenta María Estela Martínez de Perón (más conocida como Isabel Perón) debido a que

la organización había actuado impunemente durante su mandato. También solicitó el

arresto de varios ex jefes e integrantes de la banda.

Eso permitió la detención de Almirón, el 28 de diciembre de 2006, y días después la

de su suegro Juan Ramón Morales, quien se encontraba viviendo tranquilamente en un

departamento del barrio de Palermo, en pleno Buenos Aires. Sin embargo, Morales falleció

meses después, en agosto de 2007, a los 89 años, mientras se encontraba en situación de

arresto domiciliario.

En ambos casos, paradójicamente, no fue la Justicia la que halló a los prófugos sino

que fueron periodistas: en el caso de Almirón, del diario español “El Mundo”, y en el de

Morales del periódico nacional “Perfil”.

Simultáneamente al arresto de sus “colegas” se entregó a la Justicia Miguel Ángel

Rovira, otro de los principales cabecillas de la organización. También vivía en Buenos

Aires sin ser molestado, y se desempeñaba como empleado de seguridad de la empresa

“Metrovías”, concesionaria del servicio de subterráneos y de una línea de ferrocarriles. Por

superar los 70 años de edad, también quedó detenido con prisión domiciliaria.

Tras el fallecimiento de Almirón, Rovira es actualmente el único imputado en la

voluminosa causa en la que se investigan los crímenes de la organización. Ello porque

también murió, en abril de 2009, Felipe Romeo, el ex director de “El Caudillo”, órgano

oficioso de la “Triple A”. Romeo había sido detenido por medio de Interpol, tres meses

antes de su deceso, mientras se encontraba internado en el Hospital Fernández, en Buenos

Aires, en grave estado de salud. Sus amigos lo habían traído desde Brasil, adonde se había

fugado en enero de 2007, poco después de que se ordenara su captura. Antes de ello había

estado trabajando como restaurador de edificios, con oficinas en Rivadavia y Ayacucho, en

el barrio de Congreso, según reveló el diario “Página 12”.

Quien quedó libre de todas las imputaciones derivadas del accionar de la “Triple A”

fue la ex presidenta Isabel Perón, ya que la Justicia española rechazó su extradición a la

Argentina.

* * *

Por otra parte, la tramitación de la causa destinada específicamente a dilucidar el

asesinato de Mugica adolece también de varias imperfecciones.

Page 23: Cap. 13 - Mas Que Nunca

El sumario se había cerrado por primera vez apenas dos meses después del

homicidio sin que el magistrado Julio Lucini, entonces a cargo de la causa, hubiera

avanzado absolutamente nada en el esclarecimiento del hecho. Hasta ese momento, sólo se

habían acumulado 162 fojas (la mayoría de contenido netamente formal), una nimiedad si

se la compara con otros casos similares de tamaña importancia.

El expediente fue reabierto recién diez años después, con el retorno de la

democracia. La medida se debió a la declaración de un convicto delirante llamado Juan

Carlos Juncos, preso en la cárcel de Neuquén, quien confesó ser el asesino de Mugica y de

los sindicalistas Rogelio Coria y José Ignacio Rucci. Pese a que desde un comienzo

resultaba muy claro que ninguno de los datos aportados coincidía con las declaraciones de

los otros testigos, el juez a cargo de la instrucción, que ahora era Eduardo Hernández

Agramonte, se empeñó en creerle.

Así, “con bombos y platillos”, la prensa anunció la resolución del caso. En ese

verano de 1984, muchos se alegraron por el aparente giro de los acontecimientos. No

obstante, la verdad se supo meses después, cuando el Servicio Penitenciario Federal reveló

que dos de las personas que Juncos había mencionado como sus acompañantes en el

atentado se encontraban en prisión en el momento de cometerse el crimen. Ante la

evidencia, el propio convicto debió reconocer que había “inventado” toda su declaración

para ser trasladado desde Neuquén a Buenos Aires y así poder ser visitado por su madre,

quien se encontraba muy enferma.

Más adelante, en septiembre de 1986, Santo Biasatti se presentó ante el juez Far

Suau, para informar sobre el relato del hombre que se encontró con él en la puerta de Canal

11; sin embargo, su testimonio fue descartado sin más trámite poco después. El argumento

esgrimido fue que, de acuerdo a las evidencias recogidas en la causa, el único herido en el

atentado, aparte de Mugica, había sido Capelli. En la declaración tomada a Biasatti no

consta siquiera la fecha en que el supuesto testigo le había relatado cómo había ocurrido el

crimen (fines de 1974) dato que de ninguna manera resultaba anecdótico si se tiene en

cuenta que el periodista estaba testimoniando ante el juzgado más de doce años después de

consumado el homicidio.

El proceso recién volvió a ser activado en julio de 2008, cuando el abogado Tomás

Farini Duggan, en representación de dos de los hermanos de Carlos Mugica, pidió la

incorporación del expediente a la causa en la que se investigan los hechos delictivos

perpetrados por la “Triple A”. Además, solicitó que se ampliara la extradición de Almirón

por el asesinato del sacerdote, en base a todas las pruebas que se detallan párrafos atrás.

En la presentación se solicitaba, además, la realización de dos medidas de prueba

que, a pesar del tiempo transcurrido desde la muerte de Mugica, jamás se habían realizado.

La primera era una pericia balística, a fin de comparar los proyectiles que se extrajeron del

cuerpo de Mugica con algunas de las armas utilizadas por la Triple A, las cuales fueran

secuestradas en el subsuelo del Ministerio de Bienestar Social en el año 1976.

La otra era una pericia relativa a las huellas dactilares fotografiadas en el automóvil

que utilizaron los asesinos del sacerdote para trasladarse hasta el lugar del crimen. En la

causa consta que esas impresiones digitales no correspondían al dueño del vehículo, que

había sido robado por los homicidas, ni tampoco al policía que lo encontró en la vía pública

poco después de consumado el hecho. Por eso, se solicitaba que las huellas fueran

comparadas con las correspondientes a miembros de la “Triple A”.

Page 24: Cap. 13 - Mas Que Nunca

De todas maneras, como ya fuera dicho, con la muerte de Almirón, ocurrida el 5 de

junio de 2009, se extinguió la acción penal a su respecto, por lo que la presentación de

Farini Duggan jamás llegará a ser analizada por la Justicia española.

* * *

A pesar de que la investigación judicial no logró esclarecer el crimen, los familiares,

amigos y conocidos del “cura del pueblo” no se desesperaron sino que interpretaron el

acontecimiento a partir de su profunda fe religiosa. Ya pocos días después del homicidio,

los sacerdotes pertenecientes al MSTM porteño habían redactado un comunicado en el que

expresaban:

“...A nosotros, sus amigos y hermanos en una misma causa, no nos interesa

descubrir y señalar a los inmediatos ejecutores de ese horrendo asesinato. Más allá de los

alcances de una investigación y una justicia humana -siempre pasible de obstáculos y

deficiencias- los culpables tendrán que sobrellevar en sí mismos el terrible peso de se su

acción ante la penetrante y eterna mirada de Dios. De nuestra parte, sólo deseamos y

pedimos que salgan del enceguecimiento o locura que los aprisiona y se arrepientan para

alcanzar la misericordia del Señor”.

También señalaban: “... Este tremendo hecho..., que ante una primera reacción

natural aparece totalmente absurdo, a la luz de nuestra fe cristiana cobra su sentido

profundo. Jesucristo, el hombre por excelencia, padeció una muerte violenta e injusta a

causa de su proclamación de los derechos de Dios y la dignidad de los hombres. Los que a

través de los tiempos, unidos a Él por la fe y el amor, son apóstoles y difusores de sus

enseñanzas, reciben también la gracia de participar en alguna medida de su muerte

redentora...”.

Más conmovedora aún es la reflexión del sacerdote jesuita Ignacio Pérez del Viso:

“Cuando nos encontramos con víctimas de la violencia, el sentimiento de justicia

nos lleva a no descansar hasta dar con los culpables, para que reciban su merecido

castigo. No deseamos venganza por mano propia sino justicia en el marco del derecho.

Pero cuando nos encontramos con mártires, es decir con testigos de los valores

trascendentales, como la Verdad y el Bien, no nos afligimos tanto por encontrar a los

verdugos, a causa de la emoción que nos produce el encuentro con los mártires. Es

interesante saber quiénes mataron al Padre Mugica, en 1974, a los palotinos, en 1976, o al

obispo Angelelli. Pero si no logramos averiguarlo, no nos queda una sensación de

impunidad y vaciamiento sino un sentimiento de bondad y plenitud”.

“Las víctimas -continúa Pérez del Viso- mueren odiando a sus verdugos, odio

justificado por las circunstancias, que Dios no les tendrá en cuenta ya que el pecado no

consiste en ‘sentir’ sino en ‘consentir’. Los mártires, en cambio, que también son víctimas

de injusticias, no mueren odiando a sus verdugos sino compadeciéndose de ellos, como

Jesús en la cruz. Y creo que Carlos Mugica no era capaz de odiar. Saber quiénes lo

mataron no importa tanto como saber que murió mirando al Dios que lo aguardaba”.

* * *

Queda aún por responder la otra pregunta planteada: la del porqué del asesinato. Al

respecto, allegados a Mugica señalan, pese a su rechazo por la figura de Mario Firmenich,

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que el líder montonero había planteado correctamente la cuestión en la tercera de las notas

que publicó en el diario "Noticias" con motivo de la muerte del sacerdote. El guerrillero

había asegurado que “estaba creada la situación para que el verdadero enemigo diera un

golpe audaz”. Ello significaba, ni más ni menos, que López Rega y los suyos habrían

aprovechado el postrer enfrentamiento entre Mugica y la Tendencia para accionar y, de

paso, “tirar el muerto” a sus adversarios.

Un artículo publicado en el diario “El Cronista Comercial” también describía

acertadamente algunas de las motivaciones poderosas que existieron para eliminar al

sacerdote. La nota señalaba que los ideólogos y ejecutores pretendían “crear una situación

de inseguridad generalizada (porque cualquiera puede ser muerto en cualquier momento,

no importa cuan popular sea... y justa su prédica y acción)..., de exasperación (porque

agudiza los enfrentamientos, sean centrales o secundarios, hasta el punto de comprometer

en ellos la vida humana) y de represalia (porque existe la tendencia de responder con

violencia ciega o indiscriminada a las agresiones en principio inexplicables)”.38

De todos modos, más allá de estas hipótesis, la realidad es que a Mugica, como bien

lo describe Rolando Concatti, “lo mató la ‘barbarie’”. El intelectual mendocino compara

los últimos momentos de la vida del clérigo con la de "un soldado que, en plena batalla, ha

dejado sus trincheras, ha saltado las propias alambradas y queda entre dos fuegos: el del

enemigo y el de sus propios compañeros". En esa situación "avanzar es suicida, y volver

también. Por eso murió Carlos. Y murió porque no se sustrajo, porque no se escapó,

porque puso el cuerpo siempre y hasta el final. Porque el compromiso no lo vivió como una

peripecia transitoria sino como una vocación definitiva".

Mariano Grondona realiza un análisis parecido, aunque utilizando otra imagen

comparativa. "El martirio de Mugica -subraya el periodista- marca la imposibilidad de

vivir esa época de cara a los extremismos. Porque, luego de un arranque muy fuerte, había

querido ‘frenar el caballo’, y eso, en aquellos años tan terribles de la Argentina, no se

podía. A pesar de las amenazas, siguió hacia adelante, no se fue ni abandonó su lucha. Por

eso, más allá de que la gente pueda coincidir o no con él, lo que vale es su entrega y la

donación de su propia vida en pos de un ideal".

38

Diario "El Cronista Comercial", 13/05/1974, pág. 12.