candela ardid - musica, curación de enfermedades nerviosas (resumen)
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Candela Ardid - Musica, Curación de Enfermedades Nerviosas (Resumen)TRANSCRIPT
Vol. 2 Nº2 Mayo 2014
LA MÚSICA COMO MEDIO DE TRANSFORMACIÓN PSICOESPIRITUAL
Por JORGE FERNÁNDEZ PAIS, [email protected]
RESUMEN
La música se ha definido como una experiencia vital a lo largo de toda la historia de la humanidad. Con ella, el ser humano, ha vivido ya sea como un acompañamiento subconsciente al quehacer cotidiano o para llenar un vacío muchas veces alienante del pensamiento o más significativamente, como una experiencia esencial de sentido trascendente, asociado a la esfera de lo sagrado.No se conoce otra especia viva que sea capaz de desarrollar conscientemente y de modo intencionado, una abstracción tan variada y multiforme entre armónicos que conmueva al sujeto al punto de generar estados alterados de conciencia o una expansión que haga de la experiencia de vida algo bello o roce lo perfecto, si no lo divino.La música, como expresión del espíritu, supera todo lenguaje y lo eleva a la universalidad del sentido univoco que tiene la vida en todos los seres vivos, impactando sobre la imagen que adopta forma en el sonido significado para quien escucha. Lo que se oye es el propio sonido del sujeto, es decir, lo que resulta como experiencia acústica, luego se traduce a una experiencia subjetiva con sentido y sentimiento, que es una reelaboración musical del oyente que trasciende lo externo o instrumental para traducirse en una red de circuitos que adopta sentido para el que lo oye.
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Se ha observado que la música en vivo no genera el mismo efecto que la música envasada o reproducida, aunque sea de la más alta fidelidad. Es obvio que la experiencia directa de las ondas sonoras que producen los instrumentos son más sensibles a los circuitos internos del oído y el cerebro, que lo multiplican en un efecto consonante de resonancia que conmueve al oyente, pero a falta de la experiencia directa, aunque con menor efecto, lo sucedáneo de la música envasada igualmente impacta, aunque en menor grado, sobre el sujeto. La musicoterapia, como veremos más adelante, es una experiencia que se remonta en el inicio de los tiempos, y siempre se ha reconocido el efecto que produce sobre el estado de ánimo en las personas y, en especial, sobre aquellos que han experimentado experiencias límite o que se encuentran más sensibles al impacto de la experiencia de la vida.Este ensayo explora este efecto recorriendo en la historia su influencia, su funcionalidad fisiológica y su aplicación como herramienta terapéutica para atenuar el dolor que no siempre es físico. Por último reconocer la importancia que ha tenido en la esfera de lo sagrado.
PALABRAS CLAVES: Experiencia vital, Experiencia esencial, Musicoterapia, Funcionalidad fisiológica, Herramienta terapéutica, Esfera de lo sagrado.
ABSTRACT
The music has been defined as a life experience along the entire history of mankind. With it, the human being has lived either as a subconscious accompaniment to daily activities or to fill a void of thought often alienating or more significantly, as an essential experience of transcendent meaning, associated with the realm of the sacred.
There isn`t any other living species that is able to develop consciously and intentionally a varied and multiform abstraction between harmonics that moves the subject to the point of generating altered states of consciousness or an expansion that makes the experience of life something beautiful or touching perfection, if not divine.Music as an expression of the spirit exceeds all language and raises it to the universality of the univocal sense that has life in all living beings, impacting on the image that takes shape in meaning sound for the listener. What you hear is the sound of the subject itself, which is like listening experience, then translated to a subjective experience of meaning and feeling, a musical reworking of the listener that transcends external or instrumental to result in a circuit network that adopts sense for the listener.It has been noted that live music does not generate the same effect as the packaged music or music reproduced, even if it has the highest fidelity. It is obvious that the direct experience of the sound waves produced by the instruments are more sensitive to the internal circuitry of the ear and brain , which multiply a consonant resonance effect that moves the listener, but in the
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absence of direct experience , although less effect, substitute the packaged music hits also , to a lesser degree , on the subject.Music therapy, as discussed below, is an experience that goes back to the beginning of time, and has always recognized the effect upon mood in people and in particular on those who have lived extreme experiences or which are more sensitive to the impact of the experience of life.This essay explores this effect through the history, its influence, their physiological function and its application as a therapeutic tool to attenuate the pain which is not always physical. Finally recognize the importance it has had in the sphere of the sacred.
KEYWORDS: Life experience, Essential experience, Music therapy, Physiological function, Therapeutic tool, Sphere of the sacred..
RECIBIDO: 17 de abril de 2014.
ACEPTADO: 22 de abril de 2014.
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:
Fernández, J. (2014). La Música como medio de transformación psicoespiritual. Visión Posible. Recuperado el [día] de [mes] de [año] desde http://upacifico.cl/visionposible/.
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Perspectiva Histórica
La música aparece en los pueblos primitivos como un instrumento de defensa
frente a numerosos males (destrucción, enfermedad), así como para acercar
los bienes terrenales (salud, prosperidad, descendencia) y espirituales
(rituales fúnebres).
En la Antigüedad ya los escritos homéricos (sobre todo en la Odisea), se hace
referencia al poder terapéutico-religioso del canto, el que servía para
congraciarse con la divinidad, que es la que distribuía el bien o el mal. En la
antigua Grecia se había desarrollado la teoría de los cuatro humores (sangre,
flema, bilis amarilla y bilis negra) para explicar racionalmente la salud (como
equilibrio entre los humores) y la enfermedad (como desequilibrio).
Pitágoras (580 a. C.) consideraba que la música podía restablecer la armonía
espiritual, y la describe como “medicina del alma”; Platón (427 a. C.), en “Las
Leyes”, considera que la música da serenidad al alma; Aristóteles (384 a. C.)
valoraba la música por su capacidad de facilitar una catarsis emocional.
En la Edad Media, siguió vigente la teoría de los cuatro humores y
consideraban que la música tiene un “ethos”, un carácter, que le permite
actuar sobre el alma humana, modificando sus sentimientos, sus pasiones y
sus afectos.
En el Renacimiento se asistió a un desarrollo de la anatomía y la fisiología y se
comparaba a la música como una medicina, de tal forma que debía prescribirse
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en la proporción adecuada de elementos musicales para restaurar la salud del
enfermo (Gioseffo Zarlino, 1517-1590).
Ya para el siglo XVII se estimaba que a través de una obra musical, el
compositor puede crear una respuesta emocional involuntaria e individual en
su audiencia. Es ilustrativo el caso que registra la historia del rey Felipe V,
quien sufría un cuadro depresivo y el impacto terapéutico que le producía el
canto de Farinelli, a quien el rey le solicitaba siempre las mismas melodías.
Para el siglo XIX una serie de tesis doctorales fueron desarrollándose, el
primero escrito por Edwin Atlee en 1804, quien sugirió que la música tiene la
capacidad de estimular y modificar una gran variedad de emociones, como la
alegría y la tristeza. En la segunda mitad del siglo XIX debe destacarse al
médico James Whittaker quien, a través de un gran número de fuente, elabora
una teoría que relaciona las actividades musicales con respuestas fisiológicas,
psicológicas y socioculturales.
Para el siglo XX y luego de la segunda guerra mundial, la musicoterapia se
utilizó para animar a los soldados que regresaban del frente de guerra. Y ya
para mediados de los años cuarenta, los Estados Unidos comenzaron a realizar
cursos de licenciatura y posgrado.
En 1967, el profesor Benenzon fue el primer director de la carrera universitaria
de Musicoterapia, dependiendo del Instituto de Otoneurofoniatría de la
Facultad de Medicina de la Universidad del Salvador de Buenos Aires.
En Inglaterra se puede mencionar los estudios de Juliette Alvin referidos a la
influencia de la musicoterapia en niños autistas y disminuidos.
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En Francia, Lecourt (1993) establece tres orientaciones metodológicas de la
musicoterapia: la pedagógica (de J. M. Guiraud-Caladou), la conductista (de J.
Jost) y la psicoanalítica de E. Lecourt)
En España, la doctora Candela Ardid, ya por 1920 publica “La Música como
Medio Curativo de las Enfermedades Nerviosas”. En 1974 se crea la Asociación
Española de Musicoterapia.
Lo anterior, da cuenta de la evolución que ha tenido la elaboración del corpus
científico, pero se requiere mayor investigación aún para desarrollar nuevas
hipótesis que apunten a un grado de mayor perfeccionamiento terapéutico.
Fundamentos Biológicos
El sonido es una sensación, es lo que se oye. No basta con captar los estímulos
y transformarlos en impulsos nerviosos, también es fundamental la capacidad
mental para interpretarlos. El sonido es, en realidad, nuestro sonido, el sonido
de cada cual.
En el proceso de percepción sonora intervienen varios agentes en cadena,
todos los cuales son imprescindibles. En primer lugar, el sonido debe nacer de
una fuente, de un objeto sonoro que es puesto en vibración por algún tipo de
excitación. En segundo lugar, el sonido se ha de propagar y llegar al sujeto que
lo percibe. En tercer lugar se produce la captación de las ondas sonoras a
través de los fonorreceptores (oído). El oído externo capta y concentra el
sonido, el oído medio lo amplifica y el oído interno lo transforma en impulsos
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nerviosos. En cuarto lugar se produce la sensación sonora cuando el cerebro
reconoce e interpreta el estímulo.
Como se puede observar en el cuadro de más arriba, el oído es una estructura
altamente compleja y especializada, casi mágica, en la cual la onda de sonido
choca con la membrana y va experimentando sucesivos cambios hasta
transformarse en una onda eléctrica que llega a nuestro cerebro, el cual
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escucha, evoca y experimenta estados emocionales que afectan al sujeto en el
sentido más extenso de la palabra.
La sensación es inherente al sujeto. La percepción y la gnosis se aprenden. La
gnosis depende de la percepción, pero también influyen otros factores, como
las vivencias y el aprendizaje. Al trabajar con una persona, por ejemplo en la
musicoterapia, se incide en la sensación y con la percepción, pero la gnosis va
a depender del propio individuo.
Una diferencia entre oír y escuchar es que el oído no tiene parpados, es decir,
no desarrolla capacidad de discriminación, en cambio, escuchar implica poner
atención o “fovear” el sonido.
Un fenómeno infrecuente es el llamado sinestesia. Algunos niños pueden
presentar de forma natural “fotismos”, que es un caso de sinestesia que asocia
los sonidos a determinados colores.
El sonido reside en el cerebro, fuera sólo hay ondas sonoras. Pueden existir
sonidos que no escuchamos, bien porque no están dentro de nuestras
audiofrecuencias, o bien porque no les prestamos atención. Se considera ruido
a todo sonido molesto, bien por indeseado, inoportuno o desconcertante.
Un aspecto no menos significativo es lo que llamamos silencio, este se puede
entender como la ausencia del sonido y, como éste es una sensación, el
silencio es una ausencia de la sensación sonora. Puede producirse por falta de
un estímulo sonoro, pero también, si lo hubiera, cuando el oyente desconecta y
no presta atención, “Haciendo oídos sordos”. El silencio puede ser externo o
interno, aunque los sordos tienen una cierta percepción de las vibraciones. Sí
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podemos concluir que la vida, de la cual nosotros formamos parte, siempre
suena.
El sonido como comunicación emocional
La música no nace sólo y necesariamente del compositor, sino también del
oyente que reconoce e interpreta como tal. El arte no es sólo un hacer, es
igualmente una forma de ver, escuchar y sentir.
Los sonidos procedentes de los movimientos sonoros ambientales o los
provenientes del habla, actúan como una poderosa herramienta de
intercambio emocional, el cual está presente en todas las formas de expresión
y captación de información sonora en los humanos, perdiendo protagonismo en
la medida que se desarrolla el poder expresivo por medio del lenguaje, sobre
todo, cuando coincide con una determinada y extendida forma de educación
en la que se trata de no exteriorizar las emociones, que es la característica de
nuestro entorno.
La utilización del sonido musical está basada en la sensación del placer que
provoca su escucha, alcanzando una forma más elaborada en la emoción
estética, que es la evocación e identificación personal con esquemas cognitivos
inefables, aunque para llegar a esta última se requiere generalmente el
conocimiento previo de una determinada composición musical.
Las sensaciones, emociones y efectos provocados por los sonidos musicales,
varían dependiendo de sus características físicas, ritmo, melodía y armonía en
su presentación secuencial, siendo comúnmente más intensos en los sujetos
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con hábitos de interpretación musical si se les compara con los simplemente
oyentes.
Como define Rolando Benenzon (2011), la musicoterapia se ocupa del estudio
de la interacción sonido-ser humano para buscar un diagnóstico y una terapia.
Nuestro oído transmite todo los sonidos que le llegan pero el análisis y la
clasificación de algunas reacciones es una función cerebral. Así pues, para
captar el sonido es suficiente con el oído, para captar la melodía interviene la
afectividad y con la armonía es necesario además, analizar y sintetizar y para
ello hay que recurrir a la inteligencia.
Desde un punto de vista estructural, el código musical es del todo diferente al
código verbal, en que las frases y palabras tienen un referente externo. En el
lenguaje musical, la simbología léxica se reduce al aspecto emocional, y la
sintaxis no presenta una estructura predecible.
En el momento actual no existe un esquema definitivo sobre la localización
cerebral de la música. Un estudio de Platel y colaboradores (1997), observó
que la discriminación de las calidades tímbricas hizo activar el hemisferio
derecho del cerebro.
Alucinaciones Musicales y otras alteraciones perceptivas
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Las alucinaciones musicales son percepciones musicales no relacionadas
causalmente con un estímulo acústico externo y suele corresponder a
experiencias musicales conocida, pero no siempre.. Sus causas son variadas,
pueden iniciarse o aparecer en el curso de una crisis epiléptica, más a menudo
en aquellas de contenido extásico o amnésico. (Penfield y Perot 1963).
La epilepsia musicogénica es una forma relativamente rara de epilepsia
caracterizada por la presencia de paroxismos epilépticos desencadenados por
la audición de la música. En la historia se puede reconocer con este
padecimiento a Juana de Arco y Santa Teresa de Jesús. El estímulo musical que
provoca la crisis suele ser específico del tipo de música (clásica, religiosa,
militar), del instrumento (piano, órgano, campanas), una composición la
Marsellesa), y con frecuencia con el contenido emocional de la partitura (triste,,
sentimental), lo que ha llevado a ciertos autores a considerar a la emoción
como el verdadero desencadenante.
Música y cerebro
La información a través del cerebro viene determinada por el tiempo. El tiempo
es un sentido aparentemente de origen biológico. El tiempo respiratorio, el
tiempo cardíaco, el tiempo de crecimiento celular, etc., están integrados dentro
del proceso de desarrollo humano y sin ellos las dificultades de aprendizaje y
desarrollo cognitivo son considerables.
Tanto es así que la música se ha utilizado como estimulador de cambios de
ritmos biológicos que facilitan un comportamiento más adaptado y mejoran el
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rendimiento en hospitales, establecimientos comerciales, centros de trabajo,
así como en la producción de floricultura, horticultura (Ortiz, 1999)También ha
sido utilizada la musicoterapia en muchas enfermedades y estados
psicopatológicos, tales como, autismo, enfermedad de Alzheimer, estados de
ansiedad,, etc., (Bonder,1994, Borchgre Vink, 1993, Lord y Gardner, 1993,
Aldridge y Aldridge, 1992).
Se ha concluido que las ondas sonoras altas influirán decisivamente en la
actividad cerebral en las funciones cognitivas tales como el pensamiento, la
percepción o la memoria, las frecuencias medias en procesos
neurovegetativos, tales como el ritmo cardíaco en las propias emociones,
mientras que los sonidos de frecuencia baja influirán decisivamente en la
conducta motora. (Campbell, 1998).
La música puede contribuir a alterar el ritmo temporal tanto en los aspectos
vivenciales como en los neurofisiológicos, de tal forma que conllevaría un
proceso importante en los aspectos vivenciales, productivos, creativos y
emocionales. En esta línea, se sabe que la alegría acorta el tiempo, la tristeza
lo alarga; de hecho, los compositores mantienen diferentes creaciones
musicales en función de sus estados de ánimo.
Desde un enfoque psicopatológico, se sabe que debido a la inhibición vital del
melancólico, el movimiento al futuro se halla frenado, el maníaco, que padece
una euforia patológica, mantiene una vivencia del tiempo opuesta a la del
depresivo. El obsesivo, por el contrario, no puede terminar una acción y queda
adherido reiterativamente con ella. En el Obsesivo existe una inflación del
instante presente.
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En la ansiedad el tiempo se vive afanosamente, para el ansioso todo es
posibilidad, y por consiguiente, todo es futuro, hasta el punto de que queda
disminuida la solidez del presente.
Por todo lo anterior debería considerarse a la música como un elemento
dinamizador del proceso temporal del aprendizaje humano.
E. Willems (1981) en su libro El valor Humano de la Educación Musical”
establece en su teoría un cierto paralelismo entre los elementos estructurales
de la música y los aspectos de la vida de la persona, del siguiente modo:
Ritmo Vida Física (bulbar)
Melodía Vida Afectiva (dermocefálico)
Armonía Vida Intelectual y de relación (cortical)
Existen centenares de estudios sobre las respuestas a la música, pero en
especial en los procesos cognitivos cabe mencionar el de Flohr (1996), quien
estudió la diferencias en los electroencefalogramas mientras los sujetos, un
grupo experimental compuesto por 22 niños de 4 a 6 años de edad,
escuchaban música durante siete semanas y un grupo experimental que
trabajaba sin música. Los Electroencefalogramas se registraron en tres
condiciones distintas: dos minutos en silencio con los ojos cerrados, dos
minutos escuchando música clásica y otros dos minutos ensamblando puzles.
Los resultados arrojaron que el grupo experimental produje diferencias
significativas en las frecuencias del electro, particularmente en aquellas
asociadas a las mejoras en los procesos cognitivos y mayor relajación. Los
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resultados sugieren una relación entre la música y el rendimiento en el trabajo
que se manifiesta a través de la actividad eléctrica del cerebro, lo cual
constituye un paso más para desarrollar las estrategias del aprendizaje.
Nuevas investigaciones sobre el cerebro (Weinberger, 1998) muestran que la
música mejora nuestro desarrollo cerebral e incluso se potencian habilidades
otras materias tales como la lectura y las matemáticas. La música mejora la
creatividad y promueve el desarrollo social, el ajuste de la personalidad y la
autoestima. La creación musical proporciona un fuerte ejercicio a las células
del cerero y las sinapsis.
La música y las emociones
La música, como lenguaje analógico, conecta principalmente con nuestro
cerebro emocional y nuestro subconsciente y se transforma en un medio para
equilibrar este ámbito La utilización de la música con fines curativos es tan
antiguo como el hombre. y realizar un proceso de desarrollo personal. Como
señala M. Betés de Toro, en su texto Fundamentos de Musicoterapia (2000): “el
amplio campo donde se puede utilizar la musicoterapia, desde el autismo
infantil, psicosis, esquizofrenia, educación especial, demencia senil,
enfermedad de Alzheimer, depresión, trastornos de ansiedad y estados de
ánimo, trastornos neurológicos, parálisis cerebral, cáncer, enfermos terminales,
etc., nos obliga a realizar un proceso de desarrollo personal para poder asumir
con mayor objetividad y compasión nuestra relación con personas que sufren
estas enfermedades, Nuestra función es la de ayudarles en su proceso y
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nosotros ser un médium para que cada persona active sus propias fuerzas
curativas”.
La música es uno de los medios que permite que el subconsciente se exprese,
es una forma de movilizar los recuerdos estancados en nuestra amígdala o
cerebro emocional. Este cerebro está relacionado directamente con los
contenidos simbólicos o proceso primario como lo denominó Freud, con ciertos
tipos de pensamientos propios de la metáfora, el cuento, el mito, o el arte en
general, y que es de gran utilidad en personas con capacidades diferentes.
No hay que dejar de tener en cuenta que desde antes del nacimiento cada ser
humano va formando su identidad sonora y luego en cada etapa de su vida. Ha
sido tradición asignar un valor doméstico incuestionable a las canciones de
cuna para inducir a los bebes al sueño. Estamos inmersos en un mundo sonoro,
que nos va estableciendo nuestras relaciones sociales. Por otra parte, las
emociones son una fuerza que ejerce una gran influencia en el sistema
inmunitario y otros sistemas de curación del cuerpo. Así entonces, la
musicoterapia, a través de su aplicación sistemática y bien seleccionada,
puede contribuir significativamente a mejorar la calidad de vida y alinear al
sujeto desde lo físico, cognitivo-intelectual, emocional y espiritual, activando
procesos subconscientes que ayuden en su autoinmunidad frente a las
diferentes experiencias dolorosas de la vida.
Nuestros gustos musicales no solo dependen de la educación que nos han
otorgado nuestros padres, sino también del sentimiento de pertenencia a un
grupo social determinado. La música que escuchamos es parte de nuestra
filosofía de vida y dice mucho sobre nosotros.
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Las propiedades de la música son también una de las bases de la medicina
tradicional hindú, cuyo origen se remonta a los Vedas, escritos hace más de
3.500 años. En un principio la música védica se utilizaba para armonizar la
circulación, la digestión y la respiración y hacer fluir la energía vital Todavía
hoy existen en Nepal algunos templos consagrados a los dioses de la música,
capaces de despertar el orden armónico de la música, y, en ciertas
festividades, músicos formados para la ocasión interpretan música curativa.
Estos “Conciertos de Sanación” pretenden fortalecer la salud del oyente y
aumentar su bienestar.
El efecto Mozart tiene su origen en los estudios que, a principios de los años 90
la doctora Frances Rauscher realizó en el Centro de Neurobiología de
Aprendizaje y Memoria de Irvine (California). En el experimento participaron 36
estudiantes de psicología, después de escuchar la Sonata para dos pianos en
Re mayor de W. A. Mozart, durante diez minutos, los estudiantes aumentaban
en nueve puntos los resultados del test de inteligencia espacial.
Por último, Gabriel Pereyra en su texto Musicoterapia (2013), señala un
catálogo de música clásica que interviene sobre algunos estados que
expondremos, a modo de ejemplo, resumidamente:
Para combatir los miedos: Johannes Brahms: Sinfonía nº 4, en mi menor, opus
98, segundo movimiento, Andante Moderato.
Para combatir la depresión: Johann Sebastián Bach: Concierto Brandenburgo nº
5 en re mayor, segundo movimiento affetuoso.
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Para aumentar la concentración y la memoria: Johann Sebastián Bach, El Clave
bien Temperado, partes 1 y 2.
Para estimular la creatividad y la fantasía: Héctor Berlioz: Sinfonía Fantástica,
opus 14.
Para estimular la energía y la creatividad: Edward Elgar: Pompa y
Circunstancia, Marcha, opus 39.
Para combatir el dolor: Johann Sebastian Bach, Suites para laúd.
Para combatir el estrés: Tomasso Albinoni, Adagio en sol menor.
Música para Acúfenos (quienes sufren silbido, tintineos o zumbidos), W. A.
Mozart, Sinfonía nº 35 en re mayor, Haffner.
Música para madre e hijo, Beethoven, Romanzas para violín y orquesta en sol
mayor, opus 40.
Esta lista es una primera aproximación, pudiendo acceder a la música clásica
como una experiencia disciplinar constante, explorando de manera personal en
el amplísimo repertorio que nos proporciona hoy la música clásica.
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Conclusión
No se puede finalizar sin dejar de señalar que la música, es especial la clásica,
es resultado de una relación personal entre el compositor, su obra y el que la
escucha, generando un vínculo de sentido en torno a la placidez, el bienestar,
la salud mental, o el éxtasis. Esto último, quizá de manera accidental y
subconsciente, a través de la conmoción que experimenta el oyente cuando
invoca, casi en un ritual, las mismas frecuencias acústicas que constituyen una
melodía, transformándose en una especie de “mantram” que permite acceder
a experiencias místicas, en comunión con la experiencia divina, ayudando a
alinear los componentes más sutiles de la naturaleza humana a través de las
experiencias emocionales y psicoafectivas. La música, entonces, adquiere una
propiedad similar a la que es capaz de provocar en la persona el yoga o la
respiración holotrópica, en otras palabras, provocar estados de sintonía o
comunión con el todo, contribuyendo a despertar la conciencia colectiva, la
solidaridad y hermandad.
Bibliografía:
Benenzon, Rolando: Musicoterapia, de la Teoría a la Práctica, Paidós, 2011.
Pereyra Gabriel: Musicoterapia. Iniciación, Técnicas y Ejercicios. Ediciones
Robinbook, Barcelona. 2013.
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Jauset, Berrocal, Jordi A.: Musicoterapia y Neurociencia, UOC, 2008.
Betés de Toro, M.: Fundamentos de Musicoterapia. Ediciones Morata. Madrid,
2000.
Willems, E.: El Valor Humano de la Educación Musical. Paidós, Barcelona. 1981.
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