caminando valles oscuros

19
EDICIONES PALABRA Madrid caminando por valles oscuros Memorias de un jesuita en el Gulag

Upload: urielrom

Post on 08-Sep-2015

207 views

Category:

Documents


16 download

DESCRIPTION

Experiencia contada por un Jesuita

TRANSCRIPT

  • EDICIONES PALABRAMadrid

    caminando por valles oscuros

    Memorias de un jesuitaen el Gulag

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 1 13/02/2015 9:01:06

  • Ttulo original: He leadeth me

    This translation published by arrangement with Doubleday Religion, an imprint of the Crown Publishing Group, a division of Random House LLC

    Traduccin: Gloria Esteban

    Coleccin: Arcaduz

    Ediciones Palabra, S.A., 2015 Paseo de la Castellana, 210 28046 MADRID (Espaa) Telf.: (34) 91 350 77 20 (34) 91 350 77 39 www.palabra.es [email protected]

    Diseo de cubierta: Ral OstosISBN: 978849061184-5Depsito Legal: M. 5.1392015Impresin: Gohegraf S.L.Printed in Spain Impreso en Espaa

    Todos los derechos reservados. No est permitida la reproduccin total o parcial de este libro, ni su tratamiento

    informtico, ni la transmisin de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por registro u otros mtodos,

    sin el permiso previo y por escrito del editor.

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 2 10/02/2015 9:11:33

  • El Seor es mi pastor, nada me falta.En verdes prados me hace reposar;

    me gua hacia aguas tranquilas;reconforta mi alma.

    Aunque camine por valles oscuros,no temo ningn mal, porque T ests conmigo;

    tu vara y tu cayado me sosiegan.

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 5 10/02/2015 9:11:33

  • A mis amigos rusos:Nikolai,Andrei,

    Ivan,Albert,Giorgi,

    Vladimir,Katia,Victor,

    Yekaterina.Que l los gue

    como me gui a m.

    Y a mi hermana Helen Gearharty a mi querido amigo P. Edward McCawley, S.J.,

    a quien l gua siempre.

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 7 10/02/2015 9:11:34

  • 9PRLOGO

    Aterric en el aeropuerto Idlewild de Nueva York el 12 de octubre de 1963, despus de vivir en la Unin Sovitica veintitrs aos, la mayora de ellos en la crcel o en los campos de trabajos forzados de Siberia. Algunos de los amigos y familiares que se encontraban all ese da dicen que descend del vuelo n 501 de la BOAC como un nuevo Coln a punto de redescubrir Amrica y retomar la vida de un hombre libre. Yo no me senta as. Tampoco saba que en 1947 me haban dado oficialmente por muerto y que mis compaeros jesuitas ofrecieron varias misas por el descanso de mi alma cuando se pens que haba perdido la vida en una crcel sovitica. Mi nico sentimiento era de gratitud hacia Dios por sostenerme a lo largo de esos aos y, en su providencia, devolverme por fin al hogar.

    Poco despus de dejar mi casa y a mi familia en She-nandoah (Pennsylvania) y, en 1928, ingresar en los jesui-tas, me ofrec por primera vez como voluntario para las misiones rusas. En 1929, el papa Po XI dirigi una carta a todos los seminaristas especialmente a nuestros hijos jesuitas pidiendo hombres dispuestos a trasladarse a un nuevo centro ruso que se pensaba abrir en Roma con el fin de formar a jvenes sacerdotes para una posible fu-tura labor en Rusia. All estudi teologa y me prepar para llevar a cabo esa labor aprendiendo a celebrar la misa de rito bizantino. Pero, una vez ordenado, fue imposible

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 9 10/02/2015 9:11:34

  • WALTER J. CISZEK

    10

    enviar sacerdotes a Rusia y, en su lugar, me asignaron a una misin de rito oriental dirigida por jesuitas en la ciu-dad polaca de AlBertin.

    Estaba trabajando all cuando, en septiembre de 1939, estall la guerra. Los alemanes tomaron Varsovia y el ejr-cito rojo invadi la Polonia oriental y lleg a AlBertin. En medio de la confusin y de los efectos de ambas invasio-nes, me un a muchos otros refugiados polacos y me tras-lad con ellos a Rusia. Hacindome pasar por un trabaja-dor ms, tena la esperanza de poder asistirles en sus necesidades espirituales. Pero la polica secreta sovitica no se dej engaar. En junio de 1941, cuando Alemania invadi Rusia, el NKVD me descubri y me encarcel.

    Me trasladaron en tren hasta la temida prisin mosco-vita de Lubianka, acusado de ser un espa del Vaticano. All permanec todos los aos que dur la guerra, some-tido a peridicos y muchas veces duros interrogatorios por parte del NKVD. Cinco aos despus, me condenaron a otros quince de trabajos forzados en los campos de pri-sioneros de Siberia. Junto con varios miles de personas, me asignaron a las brigadas que trabajaban en la cons-truccin en medio del fro polar del rtico, o en las minas de carbn y cobre, mal vestido, mal alimentado y alojado en condiciones miserables en barracones de madera ro-deados de un alambre de espinos y una zona prohibida. En esos campos haba hombres que moran, especial-mente los que caan en la desesperacin. Pero yo confiaba en Dios, jams me sent abandonado y sin esperanza, y tanto yo como muchos otros sobrevivimos. El hecho de se-guir con vida no me pareci nunca algo especial o extraor-dinario, pero daba gracias a Dios por sostenerme y velar por m durante todos esos aos.

    Cuando por fin concluy mi condena, no recuper del todo la libertad. La acusacin de espionaje me impeda sa-lir de Siberia y volver a las principales ciudades rusas, y mucho ms abandonar el pas. De modo que me qued en

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 10 10/02/2015 9:11:35

  • CAMINANDO POR VALLES OSCUROS

    11

    ciudades y pueblos siberianos, trabajando entre otras co-sas como mecnico de automviles, hasta que en 1963, gracias a los esfuerzos de mi familia y amigos y a los bue-nos oficios del Departamento de Estado estadounidense, me intercambiaron por dos espas rusos. Tras mi llegada, mis superiores y un buen nmero de editores me conven-cieron del enorme inters del pblico por el relato de los aos pasados en la Unin Sovitica, esos aos en los que me haban dado por muerto. Acced a narrar esa historia y as lo hice en el libro Espa del Vaticano.

    Pero, para ser del todo sincero, ese no era el libro que deseaba escribir. Pensaba que, durante aquellos aos de privaciones y sufrimientos, haba aprendido muchas cosas que podan ser de ayuda en las vidas de otros. Porque la vida de cualquier hombre tiene su parte de sufrimiento; todos hemos rozado alguna vez la desesperacin y nos he-mos preguntado por qu Dios permite que el mal se abata sobre nosotros o sobre los que amamos. En los campos y en las crceles vi a mi alrededor mucho sufrimiento; yo mismo estuve a punto de sucumbir a la desesperacin y, en las horas ms oscuras, aprend a acudir a Dios en busca de consuelo y a confiar solo en l.

    Desde que volv a casa, la pregunta que ms veces me han planteado los periodistas y otras personas es: Cmo logr sobrevivir?. Mi respuesta siempre ha sido la misma: La divina providencia. No obstante, saba que esta sen-cilla afirmacin jams podra satisfacer a quienes la for-mulaban, ni expresar todo lo que yo pretenda decir con ella. Durante esos largos de aos de soledad y sufrimiento, Dios me condujo a una comprensin de la vida y de su amor que solo quienes la han experimentado son capaces de entender. Me despoj de muchos de los consuelos exter-nos, fsicos y religiosos, en los que se apoya el hombre y me dej como nica gua un ncleo esencial de verdades aparentemente simples. Y, sin embargo, qu profunda di-ferencia marcaron en mi vida, cunta fortaleza me pro-

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 11 10/02/2015 9:11:35

  • WALTER J. CISZEK

    12

    porcionaron, cunto coraje para seguir adelante! Senta el deseo de hablar de ellas a los dems: es ms, pensaba que una de las razones por las que Dios, en su providencia, me haba devuelto a casa sano y salvo era la de poder ayudar a otros a entender un poco mejor estas verdades.

    De ah que en las pginas de ese primer libro, Espa del Vaticano, ya intentara expresar algo de lo que haba apren-dido y crea que deba decir, y proporcionar algn indicio al menos de las verdades que me guiaron y sostuvieron. Aunque, dadas las limitaciones de esas pginas, saba que no haba logrado hacerlo ni debida ni suficientemente, me sirvieron de consuelo las numerosas cartas y peticiones personales de gua espiritual que recib, lo que indicaba que, en cierto modo, los lectores de mi historia descubrie-ron entre lneas mucho ms de lo que yo haba sido capaz de expresar. Y supe que algn da escribira este libro.

    Pero comprend tambin que no poda hacerlo solo. Por poderosos que fueran los motivos que me empujaban a escribirlo, por poderosas que fueran mis aspiraciones, era muy consciente de que mi escaso talento literario no se hallaba a la altura de la tarea. Nunca me he conside-rado escritor y nunca lo har. No obstante, me urga tanto la idea del mensaje que deba transmitir y compartir con otros que, tras dos aos de titubeos, recurr una vez ms al P. Daniel L. Flaherty, S.J., quien tanta ayuda me haba prestado en la elaboracin de mi primer libro, y le expli-qu mis proyectos e ilusiones respecto a este. El P. Fla-herty es para m ms que un colaborador o un excelente editor: a lo largo de los escasos y breves aos en que le he tratado y trabajado con l, se ha ido convirtiendo en uno de mis mejores amigos, casi en una parte de mi alma. Si se hubiera negado, creo que habra renunciado sobre la mar-cha y de una vez por todas a la idea de seguir escribiendo. Pero no se neg. Accedi a ayudarme de nuevo y su aliento aliment mi entusiasmo por continuar adelante.

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 12 10/02/2015 9:11:35

  • CAMINANDO POR VALLES OSCUROS

    13

    Descubr, sin embargo, que este libro era mucho ms difcil de escribir, y me llev mucho tiempo poner palabras a lo que crea que quera decir. A veces, a Dan le llev an ms tiempo entenderme a m, pues es complicado que una persona capte el espritu de otra y exprese lo que la mueve. Pero, de uno u otro modo, con la ayuda de Dios, las ora-ciones de muchos amigos y la paciente colaboracin de Dan, este libro ha acabado tomando forma y, tras meses de tenaces esfuerzos, est listo Dios mediante para la imprenta. Y, ahora que por fin lo he terminado, solo puedo esperar y rezar para que resulte til a quienes lo lean.

    De ser as, querra aprovechar la ocasin para expresar mi profundo agradecimiento a cuantos de tantas maneras con sus oraciones y con su apoyo material o moral me han ayudado a concluir una tarea a la que siempre tem enfrentarme solo. Creo que es obvia mi inmensa deuda con Dan por haberme dedicado tanto tiempo y tantas energas para poder llevar a cabo lo que consideraba mi obligacin. Tambin estoy en deuda con el P. John B. Am-berg, S.J., por permitirme vivir en Canisius House, la casa jesuita de escritores de Evanston asociada a la Loyola Uni-versity Press, y dejarme pasar all ms de medio ao ple-namente entregado a la preparacin del manuscrito defi-nitivo. No menor es la deuda contrada con todos los miembros de la comunidad de Canisius House por tolerar mi presencia y ayudarme con su amabilidad a hacer de mi estancia entre ellos una experiencia sumamente produc-tiva y agradable: un tiempo que nunca olvidar. Natural-mente, mi ms profundo agradecimiento tambin a los miembros de la comunidad del Centro de Estudios Orien-tales Juan XXIII de la Universidad de Fordham, a la que pertenezco. Fueron ellos quienes apoyaron mi ausencia de la comunidad durante ms de seis meses para dedicarlos a escribir, mientras asuman la responsabilidad de llevar a cabo el trabajo que, de haber estado all, me habra corres-pondido a m como miembro activo de la comunidad. Mi

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 13 10/02/2015 9:11:35

  • WALTER J. CISZEK

    14

    ms sincero agradecimiento, asimismo, a Mary Helen ONeill por su generosa contribucin y su ayuda durante el largo y arduo proceso de redaccin. Por ltimo, mi ms profunda gratitud a todos aquellos cuyos nombres no apa-recen mencionados por la ayuda, mucha o poca, que me han prestado durante este tiempo. Para todos, mis oracio-nes y mis mejores deseos.

    WALTER J. CISZEK, S.J.Canisius House

    31 de julio de 1972Fiesta de san Ignacio de Loyola

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 14 10/02/2015 9:11:35

  • 15

    Captulo 1

    ALBERTIN

    El ejrcito rojo est aqu! Han tomado la ciudad. Han llegado los soviets!

    El 17 de octubre de 1939 la noticia recorri la pe-quea ciudad polaca de AlBertin sembrando el pnico. Esa memorable maana acababa de celebrar misa y de desayunar cuando algunos fieles se presentaron demuda-dos en la misin para comunicarme la noticia. Una noti-cia que siempre habamos temido desde que qued pa-tente que Alemania y Rusia se repartan Polonia. Ahora nuestros temores se hacan realidad. El ejrcito rojo es-taba en AlBertin.

    Uno a uno, los fieles fueron abarrotando la misin para pedirme opinin, solicitar mi consejo o recibir una palabra de esperanza y consuelo. Estaban preocupados por sus familias. Estaban preocupados por los hijos alista-dos en el ejrcito polaco, por los maridos que trabajaban en el gobierno. Estaban preocupados por los nios y por el destino de todos. Intent tranquilizarlos, pero qu poda decir? Careca de respuesta a unos hechos consumados, y cmo iba a tranquilizarlos acerca del futuro o a confor-tarlos en medio de la confusin que reinaba en la ciudad? Qu poda decirles excepto que rezaran y confiaran en Dios?

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 15 10/02/2015 9:11:35

  • WALTER J. CISZEK

    16

    Incluso para eso me senta intil. Llevaba con ellos poco ms de un ao y poco ms de dos ordenado sacer-dote. Qu inexperto e inmaduro me vea ante una crisis repentina de semejantes dimensiones! Refugiado en la ru-tina de un prroco cualquiera, haba atendido a aquellas personas en sus problemas diarios, las haba ayudado y consolado, haba celebrado misa para ellas, llevado la co-munin a los enfermos y ungido a los moribundos. Tena muchos amigos y, a pesar de ser tan joven el joven nor-teamericano que conviva con ellos, confiaban en m. Pero la guerra lo cambiaba todo. La crisis a la que se en-frentaban ahora no se reduca a disputas familiares, ni a una enfermedad, ni a la prdida de un ser querido. El con-sejo que en ese momento necesitaban no tena nada que ver con lo cotidiano de una parroquia, con los conoci-mientos de cualquier sacerdote. De repente, todo nuestro mundo, el suyo y el mo, haba dado un vuelco.

    Es imposible describir el sentimiento que te embarga en un momento como ese. Esa sensacin de que, de al-guna manera y en un nico instante, todo ha cambiado y nada volver a ser lo mismo. Que el maana nunca se pa-recer al ayer. Que ni siquiera los rboles, la hierba, el aire o la luz del da son los mismos, porque el mundo se ha trastocado. Es un sentimiento imposible de expresar, pero que conocen bien la mujer que ha perdido al marido o el nio que palpa el mal por primera vez o se enfrenta a una crisis inesperada. Es ese sentimiento que deja al corazn diciendo: Ojal pudiera retrasar el reloj hasta el mo-mento antes!, ojal nunca hubiera sucedido!, ojal pu-diera empezar de nuevo!....

    Si aquella maana mis temores resultaban difusos, la sensacin de impotencia era muy real. Y mis temores muy pronto dejaran de ser difusos para convertirse en algo muy concreto. Inmediatamente despus de la llegada del ejrcito rojo empezaron las detenciones. Se confiscaron propiedades. Se sucedieron interrogatorios, amenazas e

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 16 10/02/2015 9:11:35

  • CAMINANDO POR VALLES OSCUROS

    17

    intimidaciones sin cuento, mientras los comunistas inten-taban acorralar a cuantos consideraban una amenaza para ellos o para el nuevo orden.

    En medio de todo aquello, la Iglesia se convirti en blanco privilegiado de sus ataques. La iglesia de rito orien-tal de nuestra misin fue inmediatamente clausurada; a la parroquia de rito latino se le permiti funcionar durante algn tiempo ms para atender a las pocas familias que se atrevan a acudir a ella. El resto de los edificios de nuestra misin pasaron a manos del ejrcito rojo y se utilizaron para alojar a las tropas. Se organiz una campaa de pro-paganda en contra de la Iglesia y de los sacerdotes: reali-zbamos nuestra labor bajo un acoso constante e inciden-tes de mayor o menor envergadura. Y fue una campaa eficaz. Hasta los ms leales se mostraban cautos a la hora de acudir a la iglesia o de ver a un sacerdote. Los jvenes desaparecieron enseguida. Los trabajadores no tardaron en comprender que podan perder el empleo si insistan en asistir a los servicios religiosos. Nuestras actividades como sacerdotes se limitaron estrictamente a la iglesia: no po-damos acercarnos a la gente a no ser que ella acudiera a nosotros. Y eran pocos los que se atrevan a hacerlo. Pronto nuestro ministerio qued reducido a celebrar misa los domingos para unas cuantas personas. La misin je-suita de AlBertin, que llevaba diez aos dando frutos abundantes, qued destruida en cuestin de semanas.

    Mientras contemplaba la ocurrido, continuamente me obligaba a evitar la pregunta que surga en mi mente con recurrencia y de modo espontneo: Por qu ha permi-tido Dios tanto mal?. Por qu las persecuciones? Si Dios tiene que permitir los desastres naturales, e incluso las guerras motivadas por los errores de los hombres, por qu no deja al menos que alguien gue y conforte a su re-bao mientras persisten las calamidades? En lugar de dis-tinguirlo hacindolo objeto de esos ataques, habra podido defenderlo y protegerlo. El desconcierto y el dolor crecan

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 17 10/02/2015 9:11:35

  • WALTER J. CISZEK

    18

    en mi interior al ver cmo la Iglesia, en otro tiempo slida y organizada, se disolva bajo los embates de los invasores; cmo la gente se iba distanciando, cada vez ms presio-nada a aceptar el nuevo orden. Y qu decir de los jvenes arrancados literalmente de sus padres y obligados a unirse a las organizaciones de los Jvenes Pioneros o al Komso-mol, y a quienes se enseaba a informar de cualquier des-viacin por parte de sus mayores? Qu frustrante era or cmo la propaganda comunista calumniaba abiertamente a la Iglesia, a los sacerdotes y a los religiosos, y saber que los nios deban aprender y repetir cada da doctrinas ateas en la escuela y en las clases! Cmo poda Dios per-mitir todo eso? Y por qu?

    Yo no culpaba a la gente. Saba que no haban perdido la fe: simplemente, tenan miedo de practicarla en pblico. Por las noches acudan a m para preguntarme cmo de-ban actuar, si estaba bien colaborar con el nuevo orden, si deban permitir que sus hijos se unieran al Komsomol o si ellos mismos deban unirse a los sindicatos. Y, finalmente, venan a preguntarme si, en aquellas circunstancias, es-taba mal no ir a la iglesia los domingos o las fiestas de precepto. Y qu poda decirles yo? Cunto herosmo de-ba pedirles? Qu era lo que Dios, que haba permitido que ocurriera todo aquello, esperaba de la gente corriente y sencilla de un remoto lugar como AlBertin?

    Para m, como sacerdote, era una agona hacerme esas preguntas, pero no poda evitar plantermelas. Se agolpa-ban en mi mente en mis ratos de oracin, me asaltaban durante la misa, de da y de noche. Y estoy seguro de que es algo que no me ha ocurrido solo a m. No se trataba de una crisis de fe, como no lo es cuando alguien que ha su-frido una gran prdida o se ha enfrentado a una tragedia familiar se las formula. Era ms bien una crisis en mi ca-pacidad de comprensin, y a nadie debera avergonzarle admitir que ha pasado por ella. Cualquiera que haya ledo a fondo el Antiguo Testamento est familiarizado con es-

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 18 10/02/2015 9:11:35

  • CAMINANDO POR VALLES OSCUROS

    19

    tas preguntas. Hasta cundo, Seor, los impos, hasta cundo los impos triunfarn?. Sobre todo en los das posteriores a David, en los aos de cautiverio, cuando en las orillas de Babilonia las glorias de la poca dorada de Salomn no eran ms que un recuerdo, e Israel haba sido sometido y arrastrado a la vergenza, esta pregunta reapa-rece una y otra vez. Sin duda, para Israel debi de significar el fin del mundo, el fin de la alianza, el fin de esa especial proteccin de Dios sobre su pueblo elegido.

    Pero, desde la posicin de ventaja que nos brinda la historia, sabemos que ocurra todo lo contrario. Las difi-cultades de Israel no eran sino una manifestacin de la es-pecial providencia de Yahv, de su amor especial hacia el pueblo elegido. Como un padre carioso y amante, inten-taba arrancarlos de su confianza en reyes, prncipes, ejr-citos o poderes de este mundo. Intentaba ensearles, una vez y otra, que solo en l deban poner su confianza. Con cada prueba y en todo momento, los llevaba a darse cuenta de que solo Dios es fiel en cualquier tribulacin, solo l es constante en el amor y a l solo hay que aferrarse, incluso con todo lo dems en contra. Yahv sigue siendo el Seor detrs de los sucesos y los acontecimientos de este mundo: en ellos se le puede encontrar y en ellos se le debe buscar, de modo que se cumpla su voluntad. Era l quien los eli-gi a ellos, no ellos a l. Era l quien se adelant para es-tablecer su alianza, quien los gui y los cuid, los aliment y los protegi en cada prueba. Su parte de la alianza con-sista, a su vez, en creer solo en l, en permanecerle siem-pre fiel, en poner los ojos en l y no en otros dioses, en confiar en l y no en los gobernantes, ni en los carros, ni en los arqueros. Si Dios siempre era fiel, tambin ellos de-ban serlo, incluso cuando los conduca a donde no que-ran ir, a una tierra que no conocan o al exilio. Porque l los haba elegido, ellos eran su pueblo; no los olvidara, igual que una madre no puede olvidar al hijo de su vientre; y tampoco ellos deban olvidarse jams de l.

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 19 10/02/2015 9:11:35

  • WALTER J. CISZEK

    20

    Es una dura leccin. Y el Antiguo Testamento contiene la crnica de las muchas veces y los muchos modos de que se vali Dios para intentar ensear esa leccin al pueblo elegido. Es tambin un testimonio de con cunta frecuen-cia, en pocas de paz y de prosperidad, Israel acab des-preciando a Yahv, acomodndose a cierta rutina y acep-tando el statu quo como el principio y el fin, haciendo del orden establecido su apoyo y su sostn, y olvidando su fin y su destino ltimos como pueblo de la alianza. Entonces Yahv tena que recordarles de nuevo, con la cada de la monarqua, o con el exilio, o con la destruccin de Jerusa-ln, que solo l deba ser su principal esperanza, su nico punto de apoyo, porque los haba elegido entre todos los pueblos de la tierra como signo de su poder y su amor, y deban dar testimonio ante el mundo demostrando que su confianza estaba puesta solo en l.

    Es la misma leccin que tenemos que aprender cada uno de nosotros, queramos o no. Qu fcil nos resulta, en tiempos de bonanza, volvernos dependientes de nuestras rutinas, del orden establecido en nuestra existencia coti-diana, y dejarnos llevar! Empezamos a no dar valor a las cosas, a confiar en nosotros y en nuestros propios recur-sos, a instalarnos en este mundo y a buscar en l nues-tro punto de apoyo. Todos tendemos demasiado fcil-mente a asociar nuestra satisfaccin con un sentimiento de bienestar, a buscarla nicamente en nuestra comodi-dad. Estamos rodeados de amigos y de cosas, a un da le sucede otro y gozamos de cierta salud y felicidad. No hay que desear mucho las cosas de este mundo estar enamo-rado de las riquezas, por ejemplo, o ser codicioso o avaro para lograr esa sensacin de comodidad y de bienestar, para sustentarnos y confiar en ellas y obviar a Dios. Es el statu quo de lo que dependemos, lo que nos hace pasar los das, y en cierto modo perdemos de vista que, por de-bajo y detrs de todo eso, est Dios, que nos mantiene y nos sostiene. Continuamos adelante dando por hecho que

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 20 10/02/2015 9:11:35

  • CAMINANDO POR VALLES OSCUROS

    21

    el da de maana ser exactamente igual que el de hoy: un maana cmodo en el mundo que nos hemos creado, un maana seguro dentro del orden establecido en el que he-mos aprendido a vivir, por imperfecto que sea; y no dedi-camos ni un solo pensamiento a Dios.

    Entonces Dios tiene que buscar algn modo de acabar con esas rutinas nuestras y volver a recordarnos, como a Israel, que solo dependemos de l; que l nos ha creado y nos ha destinado a vivir a su lado por toda la eternidad; que las cosas de este mundo y el mundo mismo no son nuestra ciudad definitiva; que somos suyos y que debemos buscarle y acudir a l en todo. Quiz tenga que permitir que nuestro mundo se trastoque para recordarnos que no es nuestra morada permanente ni nuestro destino final; para devolvernos la sensatez y restaurar nuestros valores; para que, una vez ms, dirijamos nuestros pensamientos hacia l, incluso aunque esos pensamientos al principio sean confusos y estn cargados de reproches. Quiz tenga que recordarnos con tremenda claridad que eso es exacta-mente lo que quera decirnos con esas palabras aparente-mente tan simples del Sermn de la Montaa: No estis preocupados por vuestra vida: qu vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qu os vais a vestir. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os aadi-rn.

    Eso ocurri con el pueblo de Israel: tuvo que aprender a no poner su confianza en prncipes o en reinos, sino a ser fiel solo a Yahv como Yahv le fue siempre fiel, y a con-fiar solo en l. As ha sido a lo largo de la historia del Nuevo Testamento. En la propia Iglesia se han dado cam-bios y convulsiones, se han dado persecuciones. No son los prncipes o los gobernantes, las estructuras o las orga-nizaciones lo que sustenta a la Iglesia. Es Dios quien la sustenta. Tambin en AlBertin. Dios es constante en su amor si solo fijamos los ojos en l; nos sostendr en me-dio de cualquier tormenta si solo clamamos a l; nos sal-

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 21 10/02/2015 9:11:35

  • WALTER J. CISZEK

    22

    var si nicamente alzamos la mano hacia l. Est ah si solo nos volvemos a l y aprendemos a confiar solo en l. Las convulsiones del mundo o de la propia Iglesia no sig-nifican el final de todo, y mucho menos de su amor. En realidad, pueden servirnos de seales que nos recuerden su amor y su constancia, que nos hagan recurrir y agarrar-nos otra vez a l cuando todo aquello con lo que contba-mos se derrumba a nuestro alrededor.

    Y eso ocurre en la vida de cada uno de nosotros. Qu triste que, en nuestra fragilidad humana, no logremos pensar en Dios ni descubrirle detrs de las cmodas ruti-nas de nuestra existencia diaria! Solamente en los mo-mentos de crisis nos acordamos de l y a l acudimos, muchas veces como nios quejumbrosos y protestones. Cuando pierden a alguien, en las tragedias familiares o en la desesperacin, los hombres se vuelven a l y le pregun-tan: Por qu?: una vez ms y como ltimo recurso, nos vemos prcticamente obligados a acudir a l en busca de ayuda, de apoyo y de consuelo. Misteriosamente, Dios, en su providencia, tiene que valerse de nuestras desgracias para recordar a nuestra naturaleza humana cada su pre-sencia y su amor, su preocupacin y su proteccin cons-tantes sobre nosotros. No se trata de una venganza: no nos enva desgracias para castigarnos por haberle tenido tanto tiempo olvidado. Somos nosotros quienes fallamos. l siempre est presente, siempre es fiel: somos nosotros los que no conseguimos verle ni le buscamos en pocas de bo-nanza y comodidad; los que no conseguimos recordar que est ah, guindonos, cuidando de nosotros y proveyndo-nos de todas las cosas con las que contamos y esperamos para subsistir cada da. Y no lo recordamos porque nos sentimos cmodos con nuestro orden establecido y con el statu quo, mientras los das van pasando.

    Fue en AlBertin, cuando la guerra hizo trizas el orden de nuestras vidas apacibles, la ma incluida, cuando em-pec a comprender con mayor claridad y hasta cierto

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 22 10/02/2015 9:11:35

  • CAMINANDO POR VALLES OSCUROS

    23

    punto esta verdad en toda su tremenda sencillez: No es-tis preocupados por vuestra vida: qu vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qu os vais a vestir. Bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso estis necesitados. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os aadirn. Sobreviviramos, aunque a nuestro alre-dedor el mundo se hubiese trastocado por completo. Sal-dramos adelante, hoy, maana y al da siguiente, reu-niendo los pedazos y trabajando a diario por nuestro destino eterno y nuestra salvacin. Habra un maana y nosotros viviramos en l; y Dios tambin estara all. La Iglesia sobrevivira tal vez no como la habamos cono-cido en la misin porque entre el pueblo de Dios sobrevi-vira la fe, como haba sobrevivido siempre en tiempo de persecucin. Solo una cosa deba preocuparnos en medio de aquel cataclismo y aquella catstrofe aparentes: perma-necer fieles a Dios y buscarle en todo, confiando en su amor y en su constancia, sabedores de que este mundo y este nuevo orden no eran nuestra ciudad definitiva, como tampoco lo era el anterior, y procurando siempre conocer su voluntad y ponerla por obra todos los das en nuestras vidas.

    CAMINANDO POR VALLES OSCUROS.indd 23 10/02/2015 9:11:35