cámara de los horrores de curtis garland

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Cámara de Los Horrores de Curtis Garland

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  • Seoras y seores, al finAl fin hemos llegado a laCMARA DE LOS HORRORES.Su gua soy yo. Entren, entren, porfavor. No se queden en la puerta. Elfro que sienten en su nuca en estosmomentos, no es el fro de unasimple corriente de aire, sino elhelado aliento que surge de unatumba abiertaPronto van a sentir tambin el ftidoolor de la putrefaccin humana.Y despus todo lo que est msall de la vida, en las tinieblas de la

  • Muerte y de lo Oculto, vendr haciaustedesCuidado. Pasen, pasenNo se preocupen de ese escalofroque notan en la espalda, ni ese rocehelado que toca su nuca ahora. Niesa sensacin de que les miran, lesobservan desde atrs, a espaldassuyas, en la oscuridad, debe deinquietarlesNo, eso no es nada. Miren, mirenante s y entonces s sentirnhorror!Pero es slo diversin.Esparcimiento sano. Usted pag ya

  • su boleto. Entre, entre conmigo anuestra nica y maravillosa Cmarade los HorroresMi nombre? Ah, s CurtisGarland, querido amigo. Soy sugua. Sgame sin temblar.

  • Curtis Garland

    Cmara de loshorrores

    Bolsilibros: Seleccin Terror - 20

  • ePub r1.0Titivillus 09.01.15

  • Ttulo original: Cmara de los horroresCurtis Garland, 1973

    Editor digital: TitivillusePub base r1.2

  • Pasen, seores, pasen!Entren a contemplar el gran

    espectculo del siglo!Solamente por unos chelines,

    seores, presencien la maravilla de lasmaravillas! Ninguno de ustedes quedardefraudado, o en caso contrario les serdevuelto el dinero a la salida!

    Seoras y seores, no duden enadquirir su boleto y entrar en nuestromuseo, si son amantes de las emocionesfuertes y del escalofro!

  • Aqu dentro encontrarn todo eso ymucho ms! Todo el horror y la angustiacon que puede soar el ser humano,inmortalizada en las maravillosas,nicas y sorprendentes figuras de cerade monsieur Romain!

    Adntrense conmigo, que ser sugua, por las tortuosas tinieblas denuestra Cmara de los Horrores, dondetodo parece posible, y donde lascriaturas del terror cobran vida en lamagia de la cera moldeada por el genioartstico de monsieur Romain, el mejory ms perfecto creador dereproducciones fantsticas!

    Usted, jovencito enamorado, aprietefuertemente la mano de su novia, cuando

  • la sienta sobrecogida ante el sangrientohorror de los seres de las tinieblas!Usted, bella dama, oprima su pecho conmano firme, cuando crea que el coraznva a saltar fuera de su cuerpo, ante laimpresionante amenaza de las criaturasdel Mal! Usted, caballero, deje a sunio en la puerta del museo, porque losterrores que vivir dentro sondemasiado fuertes para la mentalidadimpresionable de un muchacho! Yusted, usted usted pasen portaquilla, tomen su boleto y adentro!

    Seoras y seores Pasenconmigo Entren con este amableservidor suyo, hasta el centro mismo delhorror, hasta el lugar donde la cera de

  • monsieur Romain, modelada por elmaestro, parece carne viva y palpitante,donde los ojos inanimados parecenbrillar en la oscuridad, acechndole austed!

    Entren con este gua, servidor deustedes, a la nica, verdadera, terrible yestremecedora Cmara de losHorrores!

    * * *

    Seoras y seores, al finAl fin hemos llegado a la

  • CMARA DE LOSHORRORES.

    Su gua soy yo. Entren, entren, porfavor. No se queden en la puerta. El froque sienten en su nuca en estosmomentos, no es el fro de una simplecorriente de aire, sino el heladoaliento que surge de una tumba abierta

    Pronto van a sentir tambin el ftidoolor de la putrefaccin humana.

    Y despus todo lo que est msall de la vida, en las tinieblas de laMuerte y de lo Oculto, vendr haciaustedes

    Cuidado. Pasen, pasen

  • No se preocupen de ese escalofroque notan en la espalda, ni ese rocehelado que toca su nuca ahora. Ni esasensacin de que les miran, les observandesde atrs, a espaldas suyas, en laoscuridad, debe de inquietarles

    No, eso no es nada. Miren, mirenante s y entonces s sentirn horror!

    Pero es slo diversin.Esparcimiento sano. Usted pag ya suboleto. Entre, entre conmigo a nuestranica y maravillosa Cmara de losHorrores

    Mi nombre? Ah, s CurtisGarland, querido amigo. Soy su gua.Sgame sin temblar.

  • PRIMERA PARTE

    MUSEO

  • CAPTULOPRIMERO

    Ocupaba el chafln de la calle vieja.Antes haba estado all la funeraria

    del viejo Angus MacPeters. No era unbuen antecedente, pero posiblemente,salvo los familiares de los clientesforzosos del viejo Angus, nadierecordase en el barrio la clase denegocio que hubo en el chafln deQuaker Street y Commercial.

    Pero el agente Morgan s lorecordaba bien. Haba empezado sutrabajo de patrullero en aquellas zonas

  • de Spitalfields, cuando era unmozalbete. Segua siendo patrullero,porque no serva para otra cosa. Pero,cuando menos, era ya cabo de patrullascallejeras, lo cual ya era algo.

    Se detuvo junto a la farola de gas,frente por frente al famoso chafln. Dela funeraria, no quedaba gran cosa,salvo la tristeza propia del edificio, suindefinible halo sombro.

    Ahora, la puerta acostumbraba aestar muy iluminada, sobre todo lossbados por la noche y los domingos porla tarde. Y el gran cartel brillabacegador, atrayendo a los curiososdomingueros como la miel a las moscaso la llama a la polilla:

  • MUSEO DE FIGURAS DE CERA DEMONSIEUR ROMAIN

    CON SU NICA E INCOMPARABLECMARA DE LOS HORRORES

    Decan que no era un espectculoadecuado para chiquillos, pero stosabundaban entre la clientela, y losdirigentes del negocio no decan nada niles prohiban la entrada, por muchaverborrea que utilizan en advertir a lagente de lo terrorfico de aquella galeraespeluznante de monstruos y de sangre.

    El cabo Morgan sonri consuficiencia, sacudiendo su cabezapelirroja, sin una sola oscilacin de sucasco policial, bien sujeto a la fofapapada por el apretado barboquejo.

  • Eran chiquilladas. Cosas ingenuas, quesiempre divertan a la gente y dabanbuenos beneficios a los artistasaprovechados, como el tal monsieurRomain del que, por cierto, el caboMorgan saba tanto como de la propiareina Victoria. No le haba visto jamspersonalmente, y tampoco a la reina,salvo en la penumbra de algn carruajereal, o en el interior del palacio deBuckingham, a distancias siderales de suemplazamiento.

    Pues de monsieur Romain, ni eso.No saba qu cara tena. Ni siquiera siexista. A veces era muy chic alardearde extranjerismo, de nombre francs,rimbombante, y cosas as, aunque el

  • artista en cera hubiera nacido en Soho oen Paddington.

    El cabo Morgan estaba a punto determinar su guardia. Esa noche, el relevoera a las cuatro de la maana. Y biendeseoso que estaba de que el reloj delParlamento diese esas cuatro ansiadascampanadas para irse a dormir. Lapersecucin de aquella pandilla derateros, la noche anterior, le habafatigado mucho. Y le haba impedidodormir normalmente, conforme a suhorario de ritual.

    Ya faltaba poco. Bastara con daruna vuelta en torno al museo del francs,descender hasta Hanbury, y el agenteRandolph estara all, puntual como en

  • l era costumbre.Resopl, sintiendo hmeda su nariz.

    Haca mucho fro y mucha humedad estamadrugada del diablo. La niebla sehaba ido espesando a ltima hora de lanoche, para hacerse muy densa ypegajosa en estos momentos. Realmente,en el paraje callejero, solitario ysilencioso, con la excepcin de supresencia y sus recias pisadas, slo eranvisibles la claridad lechosa y cruda dela farola de gas, y la fachada ttrica delMuseo de Cera, antigua funeraria deMacPeters.

    A cualquier peatn, en semejanteshoras de la madrugada, le hubieseimpresionado el lugar. No al cabo

  • Morgan, que estaba curado de espantos,y no senta miedo alguno hacia losespantos imitados en cera por monsieurRomain, ni tampoco por los difuntos dequienes se ocupara anteriormenteMacPeters, con su surtido de cajasoblongas.

    Empez a dar la vuelta al viejoedificio del museo, que cualquier datendra que ser derribado y sustituidopor una casa slida, de piedra o ladrillo,que hiciera olvidar aquel tristebarracn, en su mayor parte de madera ymateriales caducos. Solamente la capade pintura de su fachada, y los brillantescolores de sus anuncios, reclamandogente para el museo, le daban cierto aire

  • de pulcritud y consistencia, aunque nodemasiada. El cabo Morganacostumbraba a decir que era comocuando una vieja dama se pintademasiado. Bajo las grietas delmaquillaje, siempre acaba por aparecerel verdadero rostro surcado de arrugas.

    El cabo Morgan descendi junto a lapuerta principal, hermticamentecerrada, las taquillas, con su lista deprecios, segn se visitase la totalidaddel museo o solamente la parte msalegre de l, exceptuando su platofuerte, la famosa Cmara de losHorrores. Sigui adelante por el murolateral, donde grandes carteles exhibantitulares sangrantes y rostros diablicos,

  • como propaganda de las terrorficasfiguras de monsieur Romain.

    Silbando entre dientes una tonadamilitar, el cabo Morgan se ech lasmanos a la espalda, y avanz con pasoms rpido, para combatir la frahumedad de la noche. A su alrededor, laniebla era como humo, enroscndose ensus piernas y en los pliegues de su capaazul oscura del uniforme.

    Pas un carruaje con rapidez, y susruedas sonaron con fuerza sobre elempedrado irregular de Quaker Street,acompaando al redoble hueco de loscascos de los caballos. Apenas sivislumbr del vehculo su silueta negra,charolada, y el fugaz movimiento de los

  • animales de tiro, fundindose todo en laespesa bruma que iba paulatinamente enaumento.

    Dobl la esquina, enfrentndose aMarket Lane, un callejn en el que sehallaban algunos almacenes de losvendedores y mayoristas del mercado deSpitalfields, y cuyos olores, mezcla deverduras, pescado, carnes y algunasmercancas ya en mal estado deconservacin, daban al pasaje un hedorinconfundible y poco grato. El caboMorgan frunci el ceo. Era el lugar quemenos le gustaba en toda su rondanocturna. Pero formaba parte de ella, ytena que cruzarlo.

    Es ms, en algunas ocasiones, la

  • ronda policial haba servido para evitarque algn rufin desvalijase a punta denavaja a un solitario peatntrasnochador, o que un grupo de pillosreventase la puerta de alguno de losalmacenes, llevndose mercancas de l.Su angosto trazado, su oscuridad, slosalpicada por dos farolas, una a laentrada y otra a la salida del pasaje,insuficientes a todas luces, y su recoletasituacin, con un arco de ladrillo para laentrada y otro para la salida, le hacanidneo para cualquier ratera.

    Aparte de todo eso, a esa callejuelase abra la puerta de servicio o entradatrasera al museo. El lugar por dondeeran llevados los artilugios, las figuras

  • de cera, la escenografa y cuantoprecisaran los organizadores para elmontaje de sus diversos diagramas.

    El cabo Morgan, sorprendido,observ que la puerta trasera del museoestaba abierta.

    Arrug el ceo. Apret con fuerza suporra y busc el silbato mecnicamente,por si era preciso poner en pie de guerraa toda la fuerza policial de Spitalfields.Resultaba muy raro que a semejanteshoras se ocuparan en el museo de tareaalguna.

    Avanz decidido, dejando tras de sla luz de la farola, que distribua unaclaridad lechosa, turbia, entre la densaniebla. Pero suficiente para descubrir

  • las puertas abiertas de la cochambrosafachada trasera del viejo edificio.

    Era raro. No descubri a nadie all.Ni vehculo alguno, que justificase laapertura de aquella entrada para carga odescarga.

    Una idea repentina asalt al polica.Y si estaban robando en el interior delmuseo?

    Rpido, tom una decisin. Antes dehacer funcionar el silbato y levantar laalarma en toda la zona, era preferibleasegurarse de lo que poda estarsucediendo. Y eso es lo que hizoseguidamente.

    El cabo alcanz la puerta. Asom aella, tratando de ver algo. Pero su

  • sorpresa no descubri sino oscuridad enel corredor, largo y angosto, con fuerteolor a humedad, que conduca al interiordel edificio. Por all, en otros tiempos,se provea el viejo Angus MacPeters defretros y tiles funerarios para sunegocio.

    Crey distinguir, muy lejana, unaclaridad rojiza. Tal vez ya en el propiomuseo, a juzgar por su distancia yposicin. Avanz, dispuesto a poner enclaro todo aquello. Misin suya eraproteger el museo y su valiosocontenido, tanto como cualquierdomicilio o negocio de su distrito, y esoera lo que estaba intentando hacer ahora.

    Se movi decidido, procurando que

  • sus pesadas botas no hicieran ruidosobre el pavimento del largo corredoren sombras. Alcanz una serie deescalones ascendentes, que conducan almuseo, ya que el pasaje trasero quedabaa ms bajo nivel que la calle Quaker.

    Subi esos escalones. La puerta deacceso al interior del museo estabaabierta. Y era la que conduca a laltima de las instalaciones del mismo. Ala ms importante y sensacional detodas.

    La Cmara de los Horrores.La luz roja llegaba de uno de los

    conjuntos de figuras, situado cerca deaquella puerta posterior, entre lo quefingan ser hmedas piedras de una

  • lbrega mazmorra repleta deinstrumentos medievales de tortura.

    All, un verdugo de negra caperuza yrojas vestiduras, cortaba con un hachaenorme, las cabezas de varias personas,situadas ante s, sobre un soportecolectivo. El ambiente de horror estabaconseguido en las expresionesalucinadas de las vctimas, sobre cuyoscuellos ya tocaba el hacha, fingiendosangre copiosa la cera roja, a goterones.En el lugar donde los globos de vidrio,sobre los mecheros de gas, haban sidoteidos de rojo, se lea claramente elttulo del impresionante diagrama:

    LA TORRE DE LONDRES

  • El cabo Morgan no se impresionabapor tan poco. Buscaba la razn de queaquella luz estuviese encendida, de quelas puertas se hallaran abiertas, y nadiehubiese dado seales de vida enderredor.

    Decidido, enrgico, carraspe,llamando en voz alta, con potencia yautoridad:

    Monsieur Romain! MonsieurRomain! Est usted ah? Vamos,responda! Quin anda por aqu a estashoras? Responda quien sea, en nombrede la ley! O dar inmediatamente la vozde alarma!

    Nada. No hubo respuesta. Solamentesilencio. Un extrao y fro silencio que,

  • por vez primera, sobrecogi al polica.Repiti la llamada, en vano, movindosepor la Cmara de los Horrores. Pasjunto a Landr y su horno crematorio,donde se vea el rostro y las manosengarfiadas de su vctima de turno,abrasndose viva all dentro, enfingidas llamas. Se detuvo entre eldoctor Jekyll, medio transformado enmster Hyde, y el espantoso monstruo deFrankenstein, en lucha diablica con unlicntropo.

    Su insistencia era estril. Nadieresponda a sus llamadas. Pareca estarsolo entre aquella galera de seresabominables, donde no faltaban lossiniestros Borgias, Drcula emergiendo

  • de su atad forrado de rojo, hacia unahermosa doncella semidesnuda, queaguardaba, hipnotizada, el mordiscoinfernal. Todo perfectamenterepresentado en cera por las manos deun notable artista.

    El cabo Morgan tom su decisin.Avanz, decidido, hasta donde una bellay exuberante criatura era sometida alterrible martirio de la doncella deNremberg (Instrumento de tortura enforma de fretro erizado por dentro depinchos que, al cerrarse la tapaatravesaba horriblemente a la vctima),con sus verdugos al lado, contemplandocon maligna mueca su sufrimiento,mientras sostenan en sus manos una

  • sentencia a tortura y muerte por brujera.Los ojos de las figuras de cera,

    brillando su vidrio en las sombras yreflejos rojizos, parecan extraamentevivos ahora, al menos para laimaginacin algo inquieta ya del buenpolica, cuyo rostro mofletudo ysaludable apareca baado en sudor.

    Tom el silbato, y se lo llev a loslabios.

    Entonces, a su espalda, se produjoun leve ruido. El cabo Morgan, rpido,gir la cabeza, empezando a hablar:

    Vaya, al fin aparece alguien queEh qu qu es eso? jade,dilatando enormemente sus ojos.

    El ruido se repiti. Ahora, el cabo

  • Morgan poda ver lo que suceda. Otrosruidos acompaaron a lo que estabapresenciando. Palideci intensamente,con expresin de repentino horror.

    No, no es posible musit,trmulo. Qu maldita broma essta?

    Tena el silbato entre los labios. Yapret con fuerza, soplando en l conenerga, sin que nadie respondiera a suspalabras entrecortadas

    Ante sus ojos, algo se mova hacial. Una sombra se proyect entre surostro y las luces rojas de aquellareproduccin de la Torre de Londres entiempos de Ricardo III.

    Un alarido brot de los labios del

  • cabo Morgan, y el silbato se desprendide ellos cortndose su estridente nota dealarma. Esa sombra pareci caer sobrel. Las luces del museo oscilaron,empezando a extinguirse

    El polica trat de luchar, de huir deall de alguna forma.

    La penumbra roja, que ya era casioscuridad total, envolvi sus esfuerzos.Y pareci destellar con nuevos fulgoresescarlata, cuando algo afilado penetren la garganta del cabo Morgan, y lasangre, en medio de un ronco estertor deagona y unos espasmos del fornidocorpachn del cabo, brot tumultuosa,salpicndolo todo.

    Con ojos desorbitados de pnico,

  • vidriados por la muerte, el cabo Morgancay hacia atrs en la Cmara de losHorrores, escapando su sangre y su vidapor el terrible boquete de su gargantadesgarrada.

    Alrededor de l, en la sombra, losruidos y crujidos empezaron a dejar desonar. Volvi el silencio de muerte alMuseo de Cera, mientras un extrao,inhumano jadeo, se iba extinguiendotambin en las tinieblas

  • CAPTULO II

    El inspector Oliver Rolfe mene lacabeza lentamente.

    No lo entiendo manifest. Nopuedo entenderlo.

    Los agentes de polica le miraron,pensativos, mientras deambulaban porMarket Lane, en una y otra direccin,taciturnos los rostros bajo sus cascostradicionales, flotando al aire frgido dela maana neblinosa y turbia, sus capasazules de uniforme.

    El doctor Parker, forense deScotland Yard, se incorpor lentamente,con un suspiro. Cerr su maletn, y dej

  • caer en forma piadosa el pao recio quecubra el cadver sobre el empedradode la callejuela.

    Insisto en lo que dije antes, deprimera impresin declar secamente. Este hombre ha sido degollado conun arma afilada, manejada de formacontundente Tal vez un machete, acasoun sable o cosa parecida

    S, eso lo dijo antes. La fuerza yprecisin del tajo, as parececonfirmarlo acept con acritud elinspector Rolfe. Pero usted dijo antesalgo ms, doctor

    Es cierto mir en torno,pensativo. Dije que me parecaextraa tan escasa hemorragia. Tuvo que

  • dejar este suelo empapado. Vea que elcuerpo no conserva prcticamente unasola gota en sus venas.

    El charco es pequeo. Apenas unleve reguero se pierde entre laspiedras Rolfe clav, profesional,su dura mirada azul, en el forense de lapolica. Indag, enrgico: Qu quisodecir exactamente, doctor?

    Lo que usted imagina, poco ms omenos sonri con tristeza el mdico. El cabo Morgan no fue asesinadoaqu.

    Hubo un silencio en la callejuela conhedores a verduras, pescados y frutospodridos. Un agente uniformado gir lacabeza, con sorpresa, contemplando al

  • doctor primero, y al compaero muertodespus. Ciertamente, las huellas rojooscuras, secas en las rendijas delempedrado, no eran muy estridentes. Nimuy abundantes.

    Su idea es que trasladaron elcadver desde otro lugar, no es eso? se interes el inspector Rolfe.

    Sospecho que eso es lo quesucedi, inspector.

    Ya se frot el mentn aquelhombre alto, enjuto, de impecableabrigo negro, largo y recto, sombrerohongo y manos enguantadas, una de lascuales sostena un paraguas cerrado.Asesinado en otro sitio Pero dnde?Esta calleja es el sitio ideal para un

  • crimen as.Y tambin para abandonar un

    cuerpo sin vida le record el mdicoforense. La muerte debi ocurrir,aproximadamente, entre tres y cinco dela madrugada. Hasta las ocho y media onueve de la maana, no es da claro enesta poca del ao. Aada usted a eso ladensa niebla de que disfrut Londresanoche, lo poco frecuentado de estecallejn, especialmente hoy, domingo,en que no se abre el mercado deSpitalfields y los cargadores no acudena retirar mercanca de sus almacenesy tendr la situacin ideal para elasesino o asesinos del cabo Morgan, queno debieron tener el menor problema

  • para dejar aqu el cadver sin ser vistos.Este maldito pasaje se quej

    el inspector Rolfe. Solamente hay enl almacenes del mercado, tapias y esapuerta trasera.

    sa? El doctor Parker mircuriosamente la hermtica puerta dedoble hoja, encajada y segura,indudablemente atrancada adems pordentro. Adnde conduce?

    Al Museo de Cera se encogide hombros el polica. Tampoco creoque hubiese nadie en l a semejanteshoras, doctor. Los sbados, que es el daque ms tarde cierran esa clase deatracciones, no lo hacen ms all de lasdiez de la noche. Y, que yo sepa, nadie

  • vive en ese edificio.Nadie cuida del museo durante la

    noche, en tal caso? Se sorprendi eldoctor Parker. Puede que si hay unvigilante de noche, oyera algosospechoso, que le ayude en suspesquisas.

    S, haba pensado en ello afirm el inspector Rolfe, ceudo.Buscar al propietario de ese negocio, aun tal monsieur Romain

    * * *

    Jean Louis Romain, exactamente,

  • monsieur linspecteur. Oui, soy yoEra un tipo insignificante. De aire

    correcto, serio y educado. De ademanesnerviosos e inquietos, de mirada vivaz einteligente. Pequea estatura, medianacorpulencia, rostro rasurado, ojosplidos, boca poco enrgica Alhablar, gesticulaba en exceso y hacaademanes ampulosos, muy a la francesa.Tena el cabello rojizo, salpicado dealgunas canas, y ahora vesta en mangasde camisa, con un chaleco estampado encolor siena oscuro.

    No deseo importunarledemasiado, monsieur Romain declarel inspector Rolfe, tras una leve tos decircunstancias. En realidad, el asunto

  • que me trae a su casa, no se relacionadirectamente con usted, aunque s con sunegocio.

    El museo? El francs arrug elceo, alarmado. Qu le ocurre a mimuseo? No habr peligro de incendio ocosa parecida

    No, no se preocupe. No hayincendio alguno. Nada amenaza a sumuseo.

    Oh, menos mal. Usted loentender, monsieur. El fuego es el granenemigo de mi arte, de mis figuras decera

    Lo comprendo muy bien OliverRolfe respir hondo. La verdad esque su museo nada tiene que ver en el

  • asunto, salvo por su vecindad. Losucedido fue en Market Lane, seor.

    Market Lane! La inquietudbrill en los claros ojos del francs.Eso est detrs de mi museo, inspector!

    Cierto. Por eso estoy aqu. Unhombre muri asesinado la pasadamadrugada en ese callejn. Cuandomenos, ha aparecido all su cadver,aunque tenemos fundadas sospechas deque el mismo fue trasladado desde otropunto inicial, donde realmente secometi el crimen.

    Cielos! Eso es posible? Semostr aturdido el propietario delmuseo de cera.

    Desgraciadamente posible. La

  • vctima es uno de mis hombres, el caboMorgan

    El cabo Morgan! Se echatrs, con un respingo, Jean LouisRomain. Se refiere a al cabo PeterMorgan?

    Al mismo, monsieur. Leconoca?

    Muchas veces estuvo en mimuseo, puso orden en las colasdominicales de mis taquillas, y cambialgunas palabras con mi empleado, HughPayton. Yo le vi solamente a distancia,cruc con l un saludo a veces, entre lamultitud que entraba en el museo, y pocomenos. Pero siempre me pareci unhombre cordial, amable y honrado.

  • Lo era, monsieur Romain afirm secamente el inspector Rolfe.Pero ahora est muerto. Alguien lodegoll brutalmente anoche. Luego,traslad su cuerpo al callejn. Estamosbuscando a algn posible testigo, aalguien que oyera alguna cosa, fuesecual fuese, entre tres y cinco de lamaana. Hemos pensado que, aunque aesas horas el museo est cerrado,pudiera haber en l alguien que vigilase,un conserje de noche, que velara por laseguridad del recinto, ya que sucontenido es tan delicado

    Y as es, inspector afirmRomain, enftico. Siempre se quedaalguien durante la noche. Tengo algunos

  • empleados para tal tarea, que se turnan,cada dos noches. Precisamente estaltima noche le toc el turno a HughPayton, mi taquillero. El empleado quems conoca, personalmente, al caboMorgan

    Entiendo, seor Romain. Dndepodra encontrarle para hacerle unaspreguntas? Es posible que no hayapercibido nada, si los asesinos actuaroncon cautela, pero es preciso apurartodas las posibilidades antes de darseuno por vencido.

    Lo comprendo muy bien,inspector. Si quiere, yo le acompaaral museo. Hay un anexo donde yo meocupo en la tarea de estudiar y modelar

  • nuevas figuras que den aliciente a minegocio, y donde algunos modelos posanpara mis maniques de cera. Yo tengohoy trabajo, terminando una nueva seriede figuras para la Cmara de losHorrores, y Hugh andar seguramentepor all, a la espera de la hora de abrirel museo, que los domingos por lamaana permanece cerrado, hasta abrirsus puertas a las tres de la tarde.

    Ser un placer acompaarle,monsieur. Y espero disculpe estasmolestias.

    Por favor, no tiene que hablar as,monsieur linspecteur Romain hizoun gesto ampuloso con sus manos. Metiene a su entera disposicin. Es preciso

  • que todos colaboremos contra la ola dedelincuencia que invade Londres y, muyespecialmente, Spitalfields yWhitechapel.

    El hombrecillo se encamin a unperchero, de donde tom una levita y unmacferln color gris oscuro, as como unsombrero de igual tono. Estabaponindose esas prendas, cuando unsuave deslizamiento se percibi en elcorredor.

    Gir Rolfe la cabeza, intrigado. Unadama apareci en la estancia, sentada enuna silla de ruedas, conducida a su vezpor otra mujer. La invlida vesta untraje estampado, verde y malva, conencajes en torno al cuello, y un camafeo

  • orlado de perlas y diamantes, con cintade negro terciopelo ciendo su garganta.Era rubia canosa, de facciones rgidas,ojos oscuros y fros, y expresinhermtica. Poda tener cuarenta ocincuenta aos, pero no representabaedad definida alguna.

    Su acompaante, una dama alta,enteramente vestida de negro, del cuelloa los pies, era plida, de cabellosnegros, salpicados de canas plateadas,peinados en alto moo sobre sucoronilla. Llevaba unos lentes devidrios oscuros, color humo, conmontura de plata, sujetos en pinza sobresu nariz aguilea, nada agraciada porcierto. Sus manos, plidas y delicadas,

  • manejaban la silla con la pericia que dael hbito de conducir as a un invlidodurante largo tiempo.

    Adnde vas ahora, querido? pregunt agriamente la dama de la sillade ruedas, apenas surgi por el corredoren penumbras de la casa rica enestatuillas, ornamentos, cortinajes y todaclase de motivos decorativos de lapoca, harto recargados.

    Querida, ha venido un caballero averme. Es el inspector Rolfe, deScotland Yard present Jean LouisRomain. Inspector, mi esposa, Yvette.Un accidente, en las Colonias hacealgunos aos, la dejaron invlida. Laseorita Abigail Hawkins es su

  • cuidadora.Es un placer, seora salud

    corts el polica. Y tambin hizo unainclinacin respetuosa hacia la seoritaHawkins, volviendo inmediatamente suatencin a la invlida. Su esposo tratade ayudarme en un grave problema. Unode mis hombres ha sido asesinado lanoche anterior en Market Lane, aespaldas del museo.

    De veras lamento el suceso,inspector dijo con tono glacial lamujer de la silla de ruedas. Pero elinters de mi esposo en llevarle ahora asu estudio de la calle Quaker, no creoque tenga gran cosa que ver con suproblema.

  • Oh, Yvette, ya ests diciendotonteras se apresur a hablar,enfurecido, su esposo. Al inspector nole preocupan en absoluto tusimaginaciones ni disparates sobre

    Llamara usted imaginacin odisparate al hecho de que mi espososiempre alquile a bellas y jvenesmodelos del sexo femenino, para posarcomo Dios las trajo al mundo, o pocomenos, para su galera de hermosasmujeres atormentadas, en el museo yluego flirtee descaradamente con todasellas?

    Seora, yoEn primer lugar, Yvette, mis

    modelos no posan jams como Dios las

  • trajo al mundo, ni nada que se leparezca se enfureci Jean LouisRomain. De ellas slo preciso surostro, su expresin o su personalidad, yla cabeza de cera se aplica a maniquesque yo modelo ya en serie, previamente.De modo, inspector, que no hagademasiado caso a las manas de miesposa. Desde que se ha visto confinadaen esa silla, no ve sino engaos ytraiciones por todas partes.

    Vas a negarme, maldito seas, queesa actual modelo tuya, Mae Driscoll, tetiene sorbido el seso, y que por ellaseras capaz incluso de matarme, sisupieras que tu crimen iba a quedar en laimpunidad? acus acremente su mujer.

  • Seora Romain, debe medir suspalabras avis cortsmente el polica. Pertenezco a Scotland Yard, y unasimple disputa familiar no debe encerraracusaciones tan graves en mipresencia

    S que lo hara sin dudar, y as losostendr ante quien sea, si esamujerzuela que ahora posa para l se lopidiese sostuvo la dama, enftica, conacritud.

    Esa mujerzuela, como t dices,es una seorita que se gana la vidaposando para pintores, escultores yartistas como yo replic con ira eldueo del museo. Por favor,inspector, no haga caso a mi mujer. Su

  • mente no es la misma desde que sufri elaccidente, y slo busca amargarme lavida, mientras yo me sacrifico por ellada y noche Vamos ya, se lo ruego.

    La seorita Hawkins trataba portodos los medios de calmar a lainvlida, que segua haciendo torvasacusaciones, con su faz crispada.Romain y el polica salieron de lavivienda. Ya en las amplias escalerasque conducan a la calle, el escultor decera respir hondo, sacudiendo lacabeza.

    Dios mo, la vida es ahora uninfierno, crame, inspector.

    Acostumbra a reaccionar as confrecuencia? indag Rolfe, pensativo,

  • caminando a su lado.Con demasiada frecuencia. Por

    desgracia, no est en lo cierto. Sufreunos celos monstruosos, cree que la voya abandonar cualquier da, ahora queest incapacitada. Y eso no es cierto. Laseorita Hawkins lleva tiempo connosotros, es un sueldo elevado el quedebo pagarle por cuidar de Yvette y,sobre todo, por soportar sus manas, suscrisis.

    Qu hay de cierto en susacusaciones? Sonri el polica.De veras que sigue usted sindoleenteramente fiel a su esposa a pesarde sus bellas modelos?

    Bueno, usted sabe cmo son estas

  • cosas, inspector. Algn ligero devaneo,nada serio Las chicas a veces semuestran insinuantes, y uno En fin,qu hombre no cae en lo mismo, y mssi su esposa es una invlida casi total?Pero le aseguro que son cosasmomentneas, que no dejan huellajams. Eso no altera en absoluto miamor de esposo hacia ella.

    Y la seorita Mae Driscoll?Oh, ella Romain se mordi el

    labio inferior, detenindose junto alcarruaje de alquiler que acababa dellamar, ya en la acera, frente a suconfortable casa de Cornhill Street.Sacudi la cabeza, preocupado. Esuna chiquilla capaz de enloquecer a

  • cualquier hombre. Pero no acepta a unhombre casado. He flirteado con ella, loconfieso. Es tan hermosa, tan llena deencantos, incluso tan tan coqueta yfemenina Pero no hay posibilidad denada serio. Siempre me ha rechazado,inspector. Ya ve que le hablo con enterafranqueza.

    S, ya lo veo asinti gravementeel polica, mientras el carruaje rodabaya hacia Spitalfields, tras dar Rolfe ladireccin. Aadi ste con seriedad:Si su esposa no existiese todo seradiferente con esa chica, a lo que veo

    Cierto, pero con sobresalto,Romain alz la cabeza y le mir, muyfijo. Por Dios, inspector, qu cosas

  • dice! Ha tomado en serio las palabrasde Yvette? Son son un disparate.Nunca pensara en eso. No slo en enun crimen, que me parece abominable,sino ni siquiera en que pudiese enfermargravemente y morir. Ella no lo acepta,pero pero quiero a Yvette, inspector.

    Entiendo, monsieur sonriRolfe, ms afable. Slo era uncomentario. Por ahora, el nico crimenque me preocupa es el que convirti envctima al cabo Morgan. Porque,adems, es el nico crimen real quetengo entre manos

    El carruaje sigui rodando en mediodel silencio de ambos hombres.

  • CAPTULO III

    El lugar no tena nada de siniestro niinquietante, para ser el origen y fuentede tanta figura diablica como iba desdeall hasta la galera terrorfica demonsieur Romain.

    Amplias vidrieras, algunas de ellastranslcidas, y otras totalmentetransparentes, asomaban a los tejados,azoteas y chimeneas de Spitalfields,paisaje gris, brumoso y triste, pero que aveces estaba coronado por el dbil ytibio sol londinense, si la niebla o elcielo encapotado no lo impedan.

    Debajo de esa techumbre de vidrio,

  • propia de un estudio artstico, en laltima planta de un pabelln anexo almuseo, se hallaba el estrado de trabajode Romain, con su mesa de modelado, yel punto mejor iluminado, dondeacostumbraban a posar sus bellasmodelos.

    Haba cera abundante, unos hornilloso quemadores para hacer fundir elelemento maleable que utilizaba Romainen su trabajo, mascarillas, pelucas detodos los colores, trajes de poca,grabados histricos, casi todos dehorribles escenas sangrientas de lahistoria o la ficcin, pero famosas poruna u otra causa, desde los procesos porbrujera hasta los crmenes famosos, las

  • aberraciones histricas y cosas as.Adems de todo eso, estaba ya all

    Mae Driscoll. Y tambin Hugh Payton,empleado del francs. Ahora no seocupaba de la taquilla ni de cuidar delmuseo en horas nocturnas. Estabavistiendo muecos sin cabeza, con ropasmedievales, sin duda para un inmediatogrupo destinado al recinto de cera.

    Payton era un hombre que cojeabaligeramente, arrastrando la piernaizquierda. Fornido, de cabello rapado,rostro ancho y poco inteligente, algobobalicn. Musculoso, de aspectovulgar, y acento cockney inconfundible.

    Atendi humildemente al inspectorRolfe, aunque con algo de desconfianza

  • hacia el que, a fin de cuentas, era unpolica. La gente como Payton,procedente de los bajos fondos de laciudad, nunca haba apreciado en excesoa los policas.

    S, inspector afirm, tras unavacilacin. Estoy a su disposicin enlo que sea, pero temo que no podrayudarle mucho

    Rolfe, mientras le responda a eso,miraba de soslayo a Mae Driscoll. Yempezaba a entender los sentimientos dela seora Romain.

    Mae era una autntica bomba roja.Pelo rojo como una llamada, ojosverdes, boca carnosa, sensual, de unescarlata brillante. Formas opulentas,

  • generosidad en sus curvas voluptuosas,envueltas ahora en un manto de fingidoarmio. No tendra ms de veinticincoaos, y toda ella despeda sensualidad yseduccin femenina. Pero no parecaparticularmente interesada por Romain,al menos en su modo de mirarle. Conl suceda todo lo contrario.

    Pregunte usted a Payton recomend el francs. Yo debotrabajar

    Y se despoj de su levita y abrigo,ponindose a trabajar tras remangar sucamisa, en el moldeado de un femeninorostro en cera. Dio algunas instruccionesa su modelo. Mae Driscoll comenz avariar su gesto, hasta un punto de

  • angustia y terror.As, as, querida! afirm, con

    entusiasmo, Romain.Rolfe gir la cabeza hacia Hugh

    Payton. Le hizo su primera pregunta:Usted trabaj anoche en el museo

    como guardin nocturno, no es cierto?S, inspector. Me corresponda el

    turno a m.Cul era su horario?De once de la noche a siete de la

    maana. Entonces cierro el museo, y alas ocho llega el seor Stevens, quecuida ya de poner todo en orden para elda de trabajo.

    Stevens? se interes Rolfe.Habase vuelto hacia Romain, para

  • interesarse por aquel nuevo personaje.Se sorprendi al advertir la reaccin deMae Driscoll cuando l repiti esenombre. Ella pestae, el manto defingido armio se desliz de sushombros desnudos, revelando toda laesplendidez de su torso exuberante,apenas velado por su corpio interior, yuna rara turbacin se apoder de ella.

    Mientras tanto, los dedos de JeanLouis Romain se hundieron bruscamenteen la cera casi moldeada, estropeandosu obra. Simulando no advertir talesreacciones, Rolfe insisti:

    Quin es Stevens?Paul Stevens replic, incisivo,

    el francs. Mi socio y diseador del

  • museo, especialmente de la Cmara delos Horrores, todo creacin suya enmontaje, efectos, decorados y motivoselegidos.

    Joven? pregunt Rolfe,significativo.

    S, joven afirm de mala ganaRomain. Unos treinta aos

    Y muy arrogante ri Payton.Las chicas se lo rifan, no es cierto,seorita Driscoll?

    Turbada, ella no dijo nada,limitndose a encogerse de hombros ycubrirse de nuevo con el manto blancode falso armio. El rostro de Romainrevelaba disgusto y mal humor. Empezde mala gana su moldeado otra vez.

  • Bien; Stevens le supli a usted enel cuidado del museo suspir elinspector. Es suficiente. No meinteresa sino el periodo de tiempocomprendido entre tres y cinco de lamaana. Qu haca usted entonces?

    De las tres a las cinco? repitiPayton, indeciso. Espere A las treshice una ronda por todo el museo. Es lohabitual. No haba nada de particular.Tambin eso es habitual. No s de nadieque se interese en robar figuras decera

    Pero en la calleja trasera, alguienasesin durante ese perodo de tiempo aun miembro de la polica a quien ustedconoca muy bien: el cabo Morgan.

  • Morgan se estremeciPayton. Humedeci sus labios. Diosmo, no es posible que fuese l quienmuri esta maana en Market Lane

    Era l, s. Degollado. Rolfe lecontempl glacialmente. Pero haymotivos para suponer que no fueasesinado ah, sino trasladadoposteriormente hasta el callejn. Lo queyo quiero es saber si escuch usted algoque pueda darnos una clave, algnindicio sobre la posible llegada dealgn carruaje, de gentes. En fin,cualquier cosa fuera de lo normal queusted advirtiera durante la noche.

    Pues no recuerdo nada sacudiPayton la cabeza, perplejo.

  • Absolutamente nada, inspector.Seguro?Seguro, s.Qu hizo despus de su ronda de

    las tres?Tom un pequeo refrigerio,

    tambin como de costumbre, y ydescans un poco en mi conserjera

    Descans? Eso quiere decirque durmi?

    Bueno Payton trag saliva.Ech una cabezadita quiz No muyprofunda, la verdad

    Durmi. Pudo dormir, tal vez,dos horas? insinu el inspector.

    No, no! Protest vivamentePayton. Tanto como eso, imposible

  • Apenas fue durante unos minutos Sentun sueo profundo despus de mirefrigerio y descans un rato.

    Entiendo. A qu hora despertexactamente?

    No podra decirlo. Hugh Paytonrehuy su mirada. Tal vez una horacomo mximo.

    Ya. Rolfe sacudi la cabeza. Sedaba cuenta de que Payton ignoraba eltiempo que pudo durar su descanso. Locual significaba que, tal vez, estuvo doshoras inconsciente. No, no era de fiar eltal Payton. Y no fi en susdeclaraciones. Solamente en unaconclusin definitiva, basada en suspalabras: no haba odo nada en

  • absoluto. No saba nada.Mientras estuvo despierto, no

    capt ruido alguno en el callejn, voceso cualquier cosa, como un rodar decarruaje, por ejemplo? insisti, pese atodo, el hombre de Scotland Yard.

    No, nada. Podra jurarlo. No snada de nada.

    Bien Rolfe hizo un ademnexpresivo. Es todo, seor Payton.Gracias.

    Ya ha terminado, inspector? Sesorprendi Romain, volviendo la cabezay dejando de moldear nuevamente lacera de aquella cabeza femenina.

    S, ya termin afirmescuetamente Rolfe. Es suficiente con

  • las preguntas que hice. No hay gran cosaen claro, por desgracia. Fuese lo quefuere lo que sucedi en el pasajetrasero, no hicieron ruido. O Paytonno lo capt.

    Lo ms probable es eso ltimo suspir Romain, que aadi en voz baja: Payton acostumbra a dormirseprofundamente cuando come y bebe

    Lo supona convino Rolfe,dibujando a medias una sonrisa irnica. Bien, monsieur Romain Ha sidoun placer visitar su estudio. SeoritaDriscoll Buenos das, y perdonen lamolestia.

    No hubo molestia alguna,inspector afirm Romain,

  • acompandole a la puerta.Y an escuch Rolfe las palabras de

    Mae Driscoll, la exuberante pelirroja,despidindole con frivolidad:

    Encantada, inspector. Le deseosuerte.

    Suerte se repiti OliverRolfe, ya en la calle, contemplando elviejo edificio del museo, y el no menosviejo situado junto a l, con suencristalada buhardilla destinada aestudio artstico. Creo que voy anecesitarla para ver algo en claro.

    Y cuando ya un carruaje le conducade vuelta a Scotland Yard, se ibadiciendo a s mismo, con fro mtodo derazonamiento:

  • El museo Romain modelafiguras de cera sobre modelos decarne De verdadera y muy seductoracarne, por cierto. Su esposa Yvette esttremendamente celosa. Es una mujerenferma, invlida, que sospecha de todoy de todos. Su empleado, Payton, es unhombre tosco, vulgar, dado a comerfuerte y beber bien. Dado al sueoprofundo. No piensa mucho. Ni lepreocupa. Mae Driscoll, su modelo,le tiene sorbido el seso a Romain. Peroella piensa en otro hombre ms joven,ms atractivo, posiblemente soltero,capaz de casarse con ella: Paul Stevens,socio y colaborador de Romain en lostrabajos y negocio de la cera De toda

  • esa gente no se saca nada en limpio.Nada. Nadie sabe cosa alguna. Y, si lasabe o la sospecha, la silencia Que escomo seguir sin saber nada. Me gustarasaber algo. Algo ms de alguna de esaspersonas De Jean Louis Romain, desu esposa, de Stevens, de Mae Driscoll,de Payton Sobre todo, de Romain. Yde su modelo

    * * *

    Mae Me hiciste esperar muchotiempo. Paul bes apasionadamente ala joven pelirroja. Cmo te

  • demoraste tanto hoy?No tuve otro remedio, querido

    suspir ella, oprimiendo con fuerza lasmanos del joven alto, atltico y rubio.Ese hombre, cada da se pone msinsoportable

    Quin? Romain, el viejochiflado?

    S. l y sus malditas figuras decera No s, a veces nada de eso meparece real. El propio Romain parecetan viejo y caduco como sus figuras decera, creme. Y no mucho ms lleno devida.

    Pues segn me contaste la otravez, te hizo una proposicin formal sonri gravemente el joven.

  • Oh, s. Me ofreci una sumaconsiderable, en un Banco y a minombre. Una villa en las afueras deLondres, una vida cmoda y fcil,pero nada ms.

    Qu otra cosa te poda ofrecerJean Louis?

    Un apellido, una boda honesta.Eso sera diferente, y t lo sabes, Paul.

    Romain no puede hacer eso. Escatlico. Est casado con Yvette

    Ya lo s. Entonces, por qupretende conquistar a chicas como yo?No todas ceden a simple dinero, halagosy obsequios, Paul. Yo yo quiero seruna chica con un marido, un hogarverdadero Eso Romain no lo entiende.

  • Quiz porque hace aos que l notiene hogar suspir Paul Stevens.De cualquier modo, creo que su aficindesmedida al museo y sus figuras decera le estn alterando el modo de ser.Yo trabajo en su misma especialidad,colaboro con l, soy su socio y veo almuseo, simplemente, como uncomerciante vera su establecimiento.Una vez cerradas las puertas, me olvidode ello. Romain, no. El sigueobsesionado con crear nuevasmaravillas, con buscar donde sea unmotivo para horrorizar a la gente en lafamosa Cmara de los Horrores.

    No te agrada, entonces, esaprofesin? No te gusta el negocio?

  • Si he de serte sincero, Mae, no.No me gusta. Empez resultndomeatractivo, pero ha llegado a hastiarme, yquiz tenga gran parte de culpa en ello elpropio Romain. No s, no encuentroagradable supeditar la propia vida aunos simples monigotes de cera que nosignifican absolutamente nada.

    Oh, Paul, te confieso que yotampoco deseo seguir en todo esto murmur de repente Mae Driscoll,precipitndose contra el pecho deStevens, y besando clidamente susmejillas, sus manos, su boca. Por quno dejas ese negocio, por qu no nosvamos a cualquier lugar que no seaLondres, lejos del Museo de Cera y de

  • Jean Louis Romain? Yo misma dejarade posar ahora mismo, aunque mequeden todava dos sesiones para esasfiguras que desea llevar a la Cmara: laReina Virgen presenciando la ejecucinde Mara Estuardo.

    Te entiendo muy bien, Mae. Perodebes terminar de posar. No corre tantaprisa. Hemos esperado ya muchotiempo. Y tengo que decirte algo: laprxima semana debo renovar miacuerdo comercial con Romain, para elnegocio del museo, o renunciar a l ypercibir, en compensacin, una suma detres mil quinientas libras. Creo que voya aceptar esto ltimo, y desligarme demi asociacin con Romain.

  • Sera magnfico! Palmoteoella, entusiasmada. Pero Paul,recuerda que slo tengo dos sesiones deMara Estuardo y Romain piensaaadir tambin a la coleccin las figurasde Juana de Arco y las vctimas de Jackel Destripador, con ste inclusive

    Es un hecho demasiado recientepara resultar grato al pblico seestremeci Paul Stevens. Apenas hacedos aos de esos horribles crmenes yya est pensando en sacarles beneficioen el museo

    Pues su idea es fija. Me lo hadicho ya. Me obligar a seguir posando.Una, otra, otra Y ya no lo soportoms!

  • Est bien. Busca un medicuchocualquiera. Por un par de guineas tefirmarn un certificado de enfermedad.Lo envas a Romain, y te quedas en casaestos das. Te avisar a mediados desemana. Y resolveremos lo que se hace,una vez roto mi contrato con l.

    Pero pero Paul, y si luego tevuelves atrs?

    Te prometo algo, querida: ni mevolver atrs en romper mi compromisocon Romain, ni tampoco en pedirteque te cases conmigo.

    Oh, Paul, eres un ngel, cariomo! estall ella, emocionada,arrojndose en sus brazos.

  • * * *

    Y est decidido, Mervin. T quopinas?

    Me parece muy bien, si realmentepiensas as y crees que vas a ser feliz.

    Lo ser. Es una chica maravillosa.Slo deseo un hogar. Yo se lo ofrezco.Es natural que deteste la idea de seguirentre muecos de cera, tan muertoscomo cadveres, no crees?

    S, no deja de ser fro ydesagradable verse siempre rodeado defiguras de cera que pretenden tener vida.Apruebo lo que Mae decidi. Y tambintu propia decisin. Eres demasiado

  • joven para enterrarte en un negociocomo se. Siempre que veo la entrada almuseo de Romain pienso que es comoenfrentarse a un gran panten, a la puertade una cripta, a un cementeriomonstruoso, en el que se ha pintadoartificiosamente un color vital y unamueca de falsa sonrisa a cada difunto,para intentar animar el aquelarre. Cmopudiste meterte en eso?

    Fue cosa de mi padre. A l leencantaban esas cosas. Se asoci conRomain, y juntos crearon ese museocomo un negocio. Pap muri enseguida, y me resist a ir contra suvoluntad, renovando el convenio, aunqueno posea demasiado dinero entonces. El

  • negocio ha ido bien, la verdad, y losdividendos a repartir son muyconsiderables, pero, como t dices,todo eso huele a cosa muerta, a polilla ya polvo. Dejar que Romain sigaadelante con ello. Es un apasionado deltema. Adems, sabe modelar autnticasmaravillas en cera. Eso le ir bien,seguro.

    Y t sers un burgus, casado yconfortable ri su amigo de buenagana, apurando la cerveza de la jarra.Luego consult su reloj de bolsillo,volviendo a guardarlo en el chalecocruzado. Vamos ya?

    S, vamos. Empieza a ser algotarde. Paul Stevens se bebi el resto

  • de su copa de brandy, y juntos salieronde Las Armas de Sherwood. Su amigodetuvo con un gesto un carruaje libreque cruzaba ante ellos. Antes desepararse, el joven socio de Romainpregunt a su amigo: T cundo tecasas, Mervin?

    Estoy demasiado ocupado parapensar en ello ri Mervin Lane, congesto voluble. Ahora no slo meocupo de la seccin literaria del Mail,sino tambin de la columna deactualidad en la que, por cierto, hehablado ayer mismo de vuestro inefablemuseo, aunque no con motivo de lasfiguras de cera precisamente

    Entiendo, Mervin. Hablaste de

  • de la muerte del polica?Exacto. Son demasiados actos

    delictivos ltimamente en Londres. Esecabo Morgan es uno ms, pero suscircunstancias, particularmentesangrientas, me forzaron a escribir unadiatriba contra la escasa eficacia denuestra polica. Mi amigo, el inspectorOliver Rolfe, lo ha encajado bastantemal, pero no puedo hacer otra cosa. Sercronista de la ciudad exige un mnimo dehonestidad en lo que se escribe, Paul.

    Supongo que a Romain, sinembargo, le habr encantado ver que sumuseo aparece citado en la columnadiaria del Mail se quej amargamenteStevens. l y su Cmara de los

  • Horrores Es la seccin del museo quems cuida. Como si fueran hijos suyoscada uno de los horribles monigotes allexhibidos, para malestar del visitante.

    As es la vida. Publicidad paraunos, molestias para otros La policano es un negocio, Paul. Ah est ladiferencia

    Ambos amigos rieron, mientras Lanepona un pie en el estribo del cochedetenido ante ellos. Mir a Paul coninters.

    Vienes conmigo? Puedo dejartedonde desees le invit.

    No, gracias. Nos encontramos enla taberna porque tena algo que haceraqu cerca, en casa del abogado Pittman.

  • Voy a anular hoy mi contrato conRomain.

    Est bien. Espero que no tearrepientas, si es tan buen negocio comodices ri Mervin Lane, cerrando ya laportezuela y acomodndose dentro delcarruaje.

    Puedes estar seguro de que jamsme arrepentir de haber dejado todoeso, para ser el esposo de Mae afirmPaul Stevens, despidiendo a su amigocon un gesto.

    Emprendi la marcha por la acera,mientras Mervin Lane se alejaba,siempre aristocrtico, fro y observador,como era l, dentro del vehculo dealquiler, hacia la City.

  • Paul encamin sus pasos hacia laoficina del abogado Pittman, el hombreque deba desligarle definitivamente deJean Louis Romain y de su insoportablemuseo de figuras de cera.

  • CAPTULO IV

    Jean Louis Romain contempl elmensaje recin llegado a su casa. Venaen un sobre con membrete de Pittman &Pittman, Abogados. La nota era escueta,impersonal. Como la de todos losabogados:

    Seor Romain:Con esta fecha, su socio, Paul

    Stevens, anula legalmente sucompromiso contractual con usted,desligndose como socio, amparado enel derecho que le concede la clusuladecimosexta de su convenio mutuo, porla que usted se obliga a abonar a micliente tres mil quinientas libras de

  • indemnizacin en el plazo mximo detreinta das, y quedando usted comodueo nico y absoluto del museo quelleva su nombre.

    Espero acepte esta resolucin y elcontrato de asociacin se anuleamistosamente.

    Segua la despedida de rigor, y lafirma de John F. Pittman. Eso era todo. Yera suficiente para Jean Louis Romain.

    Renuncia Paul renuncia! Jade, entre dientes, estrujando el papel. Creo entender S, me parece queentiendo bien. No le mueven motivosfinancieros, sino personales Esedinero le servir para iniciar otrosnegocios con Mae a su lado!

  • Luego, su mano nerviosa, trmula, sehundi en el bolsillo de su batn de sedaroja. Extrajo el documento recibidoaquella tarde por correo. Lo remitaMae Driscoll, con una simple notamanuscrita, que l estudi, irritado:

    Lo siento, Jean Louis. No meencuentro bien. Ya nos veremos.

    Firmaba con un garabato y sunombre: Mae. Con ese papel, elcertificado mdico. Mae Driscoll, segnun cierto doctor L. J. Jeremy, padecauna pequea infeccin gstrica,complicada con un proceso catarralagudo, que le exiga guardar cama y no

  • ser molestada.Todo demasiado casual, demasiado

    coincidente, pens Romain. Muchasmisivas y escritos a la vez. Todosadversos. Claro que era buen negociodejar a Stevens fuera del museo.Demasiado bueno. Cualquier otroasociado, en su lugar, hubiese podidoofrecer a Paul una suma doble de laconvenida en contrato para querenunciase a la sociedad. Pero eso nocomplaca a Jean Louis. Todo locontrario. En aquel cmulo de hechosinslitos haba una misma causa: MaeDriscoll!

    Es por ella mascull entredientes. Es por ella, maldito sea! Se

  • la lleva consigo y no puedo hacernada por evitarlo

    No se haba dado cuenta de que laluz, en su gabinete, se haba extinguido.Slo le vena de la calle un resplandordifuso, a travs de las vidrieras delbalcn. Se estaba formando una espesaniebla en las calles, como casi todas lasltimas noches. Un grupo de muchachoscanturreaba una cancin grotesca, juntoa la cuchillera, en cuyo escaparate laluz de gas de una farola haca centellearhileras completas de tijeras, decuchillos, de navajas de afeitar

    Miraba como fascinado aquellaserie de aceros rutilantes y siniestros.Una muchacha pelirroja, de anchas

  • faldas, cruz la calle, y Romain seestremeci. Pero descubri su cofiablanca y su delantal almidonado. En unacesta llevaba pan. Era solamente unacriada que volva de la compra alanochecer.

    Se llen repentinamente de luz sugabinete. Volvise Romain,sobresaltado, encarndose con aquellafuerte claridad amarilla, oscilando enuna mano de Abigail Hawkins, mientrascon la otra, la mujer enlutada conducala silla de ruedas de Yvette. La miradade sta, ardiente y fija, se clavo en sumarido.

    Qu hacas aqu a oscuras? mascull. Meditar sobre tu trabajo

  • o evocar a tu amada pelirroja?Calla de una vez, Yvette se

    enfureci l. Solamente miraba a lacalle. Eso es todo.

    La calle repiti, sarcstica,su mujer. Desde cundo miras t a lacalle, a menos que ella te haya dicho queva a pasar por aqu? Me das asco, JeanLouis. Asco y desprecio. Eres un viejobaboso intentando seducir todava a laschicas jvenes, sin pensar que ellas tehacen caso slo por tu dinero

    Te he dicho que calles, malditaseas! aull Romain.

    Vaya, ya me insultas y todo, eh,querido? brome ella cruelmente.Engarfi sus manos en los brazos de la

  • silla de invlida. Hacen mucho daolas verdades, Jean Louis! No te hasmirado al espejo, quiz, antes de pensaren idilios apasionados con tus modelos?

    Mrate t al espejo, arpa, yvers lo afortunada que eres an, cuandoun hombre como yo te soporta! rugiRomain, perdida la calma y el control des mismo.

    Y aferrando un jarrn de porcelana,lo arroj contra un espejo de marcodorado, que hizo aicos, vinindoseabajo entre fragmentos de pulverizadaporcelana. Abigail Hawkins, que habapuesto el quinqu sobre una mesa, tratde calmarle, con voz profunda yeducada:

  • Por Dios, seor Romain, no seponga as Su esposa ha sufrido estatarde una seria crisis nerviosa, aunqueusted no lo sepa, y ella

    No pudo continuar. La puerta secerr violentamente, de golpe, tras deJean Louis Romain, cuyas pisadas seperdieron escaleras abajo, camino de lacalle. Abigail respir hondo, sin saberqu ms decir.

    La invlida Yvette Romain habldespacio, tras una penosa pausa:

    Djelo, Abigail Sera intil quele contara mis cosas. l no ve ms quesu museo, sus figuras de cera, susmodelos Esas malditas formas, seande cera o de carne humana, le tienen

  • obsesionado Por ellas sera capaz detodo, amiga ma. Incluso de matar

    Matar Abigail Hawkins seestremeci, inclinando la cabeza. PorDios, no diga esas cosas, seora

    Yvette no contest. En el suelo habados papeles cados de las manoscrispadas de su esposo. Los tom,leyndolos en silencio a la luz delquinqu, sin que Abigail interviniesepara nada. Era el mensaje del abogadoPittman y el breve escrito de MaeDriscoll.

    La seora Romain ri entre dientes,guardando ambos escritos. Luego, antela sorpresa de su dama de compaa,habl risuea, casi complacida:

  • No vale la pena, Abigail. Nodebemos indignarnos con el seor Esamujer va a dejarle Y su socio,tambin Jean Louis va a encontrarsepronto muy solo y tal vez entonces menecesite a m; al menos hasta quesalga otra modelo como Mae Driscoll.

    Y se conformar usted,seora? Dud Abigail, iniciando elmovimiento de la silla a un gestoimperativo de su patrona.

    No me queda otro remedio,Abigail. No hay otro remedio que saberperder cuando se est en misituacin dijo, extraamente,Yvette. Luego, su rostro hizo una muecamaligna, y aadi con voz sorda: Pero

  • si un da todo esto cambiase, JeanLouis iba a saber quin era su esposaYvette Slo que entonces serademasiado tarde para que pudieserectificar ninguno de sus erroresVamos, Abigail, vamos. Llvame aldormitorio. Creo que me siento cansada.Muy cansada

    El rodar de la silla de invlida porla casa fue el nico ruido en lossiguientes momentos, silenciosas ambasmujeres en su mutua soledad.

    Afuera, la niebla se haca ms densapor momentos.

    Los nios haban dejado de cantar encorro cerca de la cuchillera. Y cada veztransitaba menos gente por las

  • peligrosas calles de Londres en lasnoches de intensa bruma.

    * * *

    Paul Stevens se senta muy feliz esanoche.

    Saba que su socio haba recibido yala comunicacin del abogado Pittman, yque Mae Driscoll se quedaba en casa,fingiendo una enfermedad. Esoempezaba a arreglar las cosas conformea sus planes. Pero an faltaba lo msimportante: dejar Londres muy lejos,casarse en cualquier pequea poblacin

  • y seguir hacia alguna parte, dondeRomain no imaginara que podan estar.

    Paul no tema en absoluto a su socio,pero Mae estaba preocupada, y afirmabaque Jean Louis, en su obsesin, eracapaz de cualquier cosa. Stevens, quesaba con cunta frecuencia habasentido Romain obsesiones por susdiversas modelos, no vea las cosas tantrgicamente, ni mucho menos. El viejofrancs terminara resignndose, encuanto apareciese otra chica con lasmedidas anatmicas de Mae, poco ms omenos.

    Y eso no poda tardar en suceder.Romain necesitaba siempre rostrosfemeninos para sus atormentadas

  • heronas en la Cmara de los Horrores.Ya quedaba poco por resolver, antes

    de la partida con Mae, a realizar loantes posible. Ni siquiera deba volver aterminar su trabajo para Mara Estuardo.Era mejor as. Unas guineas mscarecan de importancia. Y Romaindeshara lo que tena medio terminado,empezando de nuevo con su siguientemodelo. Lo haba hecho as otras veces.

    Stevens se aboton su macferln acuadros grandes, escoceses, y tom sugorra, encaminndose a la salida de supiso de soltero en la City. Tomara uncarruaje hasta Spitalfields y recogerasus cosas del museo. A estas horas,nunca se encontraba all Romain. Eso

  • evitara una situacin embarazosa.Lleg a Quaker Street poco despus

    de las once y media de la noche. Comoesperaba, todo estaba cerrado ya:establecimientos de bebidas en lascercanas, viviendas y, desde luego, elpropio museo.

    Sonri. Los ingenuos cartelones, lasinefables frases de propagandamontadas por el viejo Romain, lecausaban hilaridad. Slo podanimpresionar a nios y a domingueros.Aquel museo era lo ms parecido a unbarracn de feria, y Stevens lo saba.Slo Romain, con sus aires de artista ycreador, quera convertir aquello en algorealmente importante.

  • Paul se acerc al museo con pasodecidido. La niebla era densa. No viotransentes por parte alguna. En algn,lugar sonaba la msica callejera de unorganillo de vagabundo, pero eso eratodo. Tampoco descubri al polica deturno, posiblemente en otro punto de lazona en esos momentos.

    Lleg a la puerta principal. No legustaba entrar por la parte trasera.Incluso antes de morir el cabo Morgan,Market Lane le pareci siempre un lugarsiniestro y poco recomendable paratransitar por l a ciertas horas de lanoche.

    Extrajo una llave. l tena acceso almuseo por cualquier entrada, incluso la

  • principal. Para eso haba sido socio delnegocio hasta pocas horas antes. Abrila cerradura. Posiblemente Paytonanduviese por all ahora, arrastrando supierna rgida, su indolencia y, tal vez, suborrachera.

    Hace falta estar muy borrachopara convivir durante toda una nochecon figuras de cera se dijo Paul,encogindose de hombros y disculpandolas faltas que pudiera cometer Payton enese terreno.

    La puerta ya estaba abierta. PaulStevens entr en el museo. Cerr tras des, y busc a tientas el mechero de gasde la lmpara de servicio, a su izquierdaen el muro. Lo encontr, encendindolo

  • y graduando la llama bajo el globo devidrio decorado. Luego, avanz por elamplio vestbulo, entre figuras de cerade importantes personalidades actuales,inglesas o continentales, artistas ypolticos, escritores y militares. Ellosformaban la primera parte del museopropiamente dicho, en una serie de hastacuatro salones. Despus, tras un muro,un corredor angosto, entre fingidaspiedras hmedas y luces rojas,dantescas, se penetraba en la famosaCmara de los Horrores, orgullo de JeanLouis Romain.

    Paul tena sus cosas en la pequeaoficina, y sta se hallaba justamente allado del acceso a la cmara. Tuvo que

  • cruzar todo el museo, entre las figurasde cera que formaban el silencioso yrgido mundo de Romain, para llegar alcubculo, abrir su puerta y entrar en elpequeo recinto, donde guardabadocumentos, algn dinero, objetospersonales y hasta un viejo maletn,donde deposit todo, saliendonuevamente y disponindose aabandonar el museo, de regreso a sucasa.

    Entonces, sorprendido, se detuvo unmomento. Gir la cabeza y escuch.

    Era raro, pero se escuchaba algoprocedente de la Cmara de losHorrores. Aguz el odo, escudriandohacia la entrada falsamente siniestra que

  • dispusieran l y Romain, comoescenografa adecuada para meter ensituacin al visitante del recinto.

    Descubri un resplandor rojizo, y seextra.

    Esas luces nunca se dejabanencendidas ni se hacan funcionardurante la noche. No crea que Payton seentretuviese en admirar l solo aquellaserie de pavorosas escenas. Ni siquieraun tipo como l, a salvo de temores osupersticiones, encontrara placeralguno en verse rodeado de monstruoshumanos, asesinos perversos todosellos, con vctimas ensangrentadas y enpostura y gestos demonacos, de maldady de odio feroz.

  • Lo ms raro era el ruido. Como sihubiera algn movimiento en la cmara.Como si alguien se moviera all, entrelos maniques de cera

    Eran pisadas. Y algo ms. Un jadeo.Un extrao jadeo que se ignoraba siproceda de una o de diez gargantas a lavez. Roces en el suelo. Murmullosfantsticos, espectrales La luz rojabailote extraamente, como si soplaraun inapreciable aire glido llegado dealguna parte

    Paul Stevens sacudi la cabeza,perplejo. No, eso no tena sentido. En unterreno sobrenatural, poda aceptarseque los muertos volviesen a la vida.Pero los muecos modelados en cera,

  • no. sos no podan tener vida propia, enmodo alguno. Slo que ahora lopareca.

    Ese Payton debe habersetrastornado. Tal vez durante las nochesse divierte en cosas as dedujo al finStevens, en un murmullo. No puedeser otra cosa. Habla solo, pasea entrelas figuras de cera, enciende las luces,acaso incluso las mueve, cambindolasde lugar, Pero si hace algo as, puedeterminar daando el museo. Ya no tengonada de parte en l. Sin embargo, nosera justo que Romain sufriera lasconsecuencias de una chifladura asYo le voy a decir a Payton unas cuantascosas

  • Avanz, decidido. Se intern por elpasadizo de fingidas piedras hmedas ylbrega apariencia, como entrando enuna mazmorra natural, que slo eraproducto de su propia imaginacincreadora como escengrafo

    Al otro lado se vio inmerso en lailuminacin roja, demonaca, de laCmara de los Horrores. Las luces degas, con sus pantallas de vidrio rojo,extendan su luminosidad fantasmal pordoquier. A su claridad, sombrasgigantescas, inquietantes, se proyectabanen los muros, fingiendo monstruosaspresencias vivas en una enormemazmorra donde todas las atrocidadeshumanas, desde la tortura al crimen y

  • desde la ejecucin al ensaamientosanguinario, parecan posibles.

    Seres autnticos, personajeshistricos, vctimas famosas, monstruoscreados por la imaginacin de losescritores, o simples leyendas o mitosespectrales, poblaban aquel inframundode cera, horrible sinfona en el amarillocreo de la muerte y el rojo violento dela sangre derramada.

    Las escenas y diagramas no podanimpresionar a Paul Stevens, creador desus efectos y juegos de luces. Perorepentinamente, aquellas docenas deojos de vidrio, luminiscentes en lapenumbra, desde mscaras de rgidacera, parecieron ominosamente fijos en

  • l, como una amenaza dantesca llegadade otro mundo imposible y atroz.

    Busc en vano con la mirada. Paytonno apareca. Pero alguien tuvo queencender aquellas luces, alguien sehaba movido all dentro, ocultndoseacaso entre las figuras de cera

    Paul se decidi rpidamente.Movise entre las diversas agrupacionesde personajes, en estril bsqueda dealguien con vida. Se detuvo junto alatad de Drcula, mirando en torno conaire pensativo, indeciso. Sin importarledemasiado que las amarillas garras delvampiro estuviesen cerca de su cuello, yque los ojos de vidrio de la figura lecontemplasen desde el rostro creo,

  • maligno, con diablica fijeza. Un soplode aire, llegado de alguna parte, agit sucapa, hacindola crujir levemente.

    Stevens se volvi, con un levesobresalto. Se sonri al ver la capa deDrcula movindose an ligeramente.Sacudi la cabeza.

    Empiezo a imaginar cosas sedijo. Luego, arrug el ceo. Pero eseaire, de dnde vino? Aqu no haycorrientes, cuando todo est cerrado

    Se apart del fretro de Drcula, ypas junto al horrible y velludo msterHyde, que emerga del elegante doctorJekyll, en un desdoblamiento fsico depersonalidad. Por primera vez, Stevenscasi sinti aprensin de aquella

  • espantable galera de monstruos, realeso no.

    Parado en medio de la cmara,llam, ya acremente:

    Payton! Payton! Dnde diablosse ha metido? Payton, responda enseguida! Qu es lo que est haciendo,en vez de vigilar todo esto como es suobligacin, maldito sea?

    Descubri all al fondo la cabinadonde habitualmente se alojaba elvigilante nocturno, tras unos espesoscortinajes rojos que, durante las horasde funcionamiento del museo,permanecan corridas, velando el lugardestinado a la vigilancia nocturna delrecinto.

  • Inesperadamente, a su espalda huboun rumor de pasos.

    Pasos.Paul Stevens se par en seco,

    asombrado. Dio media vuelta conrapidez, para sorprender al posibleintruso.

    Nooo! Escap agudamente elgrito de su garganta. Oh, no! Esoeso NO ES POSIBLE!

    Alz sus brazos, atnito, yretrocedi. Aquello vino hacia l,aunque no fuese posible. La sombra seproyect sobre su rostro y cuerpo comola de un espectro. Luego hubo un rarojadeo en el recinto. Un sonidoinhumano

  • Stevens, lvido, siguiretrocediendo. Se golpe contra elpatbulo de la Torre de Londres, ytropez, a punto de caer. De su bocaescap un alarido. Sus cabellos seerizaron.

    Mir a todos lados, como esperandohallar una va de evasin, una solucin aaquel horror No exista. Lo que vio algirar los ojos hacia otro lado le hizopalidecer mortalmente y exhalar un gritoronco, casi un estertor. Luego, a ladesesperada, tom impulso, domin supnico y ech a correr.

    Corri hacia la salida de la Cmarade los Horrores, la misma por la quehaba penetrado en aquel rgido mundo

  • de figuras de cera. Estaba seguro de que,cuando menos, poda evadirse deaquella increble pesadilla

    No. No era posible. La sombra seproyectaba sobre l de nuevo. Algo,alguien, se mova hacia l, inexorableUnas manos se alzaron, recortndosecon ntida sombra en los altos muros dela falsa mazmorra

    Aquellas manos esgriman un hacha.Una tremenda, gigantesca, formidable yafilada hacha, cuya hoja centelle conrojo fulgor, al recibir la luz de laslmparas escarlata. El hacha, de repente,baj.

    El largo alarido de pavor y agonade Paul Stevens rebot en los muros,

  • entre los grupos de creas figuras Enla pared, repentinamente, se vio uncuerpo que terminaba en los hombros.Dos chorros hirvientes de sangre surganen tumulto de las arterias hendidasAlgo rod siniestra, lgubremente, porel suelo de la Cmara de los Horrores,yendo a parar junto al mismo cestodonde el verdugo de la Torre de Londrespareca siempre a punto de hacer caerlas cabezas de sus vctimas de cera.

    Paul Stevens, decapitado, diovolteretas por el suelo, ante siniestrasmiradas de vidrio, sanguinolentas por elreflejo de las luces en una sangre que yano era solamente cera coagulada.

    El jadeo horrible se fue ahogando

  • despacio, muy despacio. Se hizo unsilencio horripilante. Dej de percibirserumor de pasos. Alguien dej deesgrimir un hacha sangrante

    Y la calma eterna, silenciosa, volvial museo de figuras de cera.

  • CAPTULO V

    Mervin Lane consult su reloj. Sepuso en pie, con un suspiro.

    Me temo que no vendr, seoritaDriscoll dijo al fin.

    Mae Driscoll, inquieta, se mordi ellabio inferior. Clav su mirada en Lane,impaciente.

    Por qu supone que no vendr?Me dijo que cuando quisiera buscarle lohiciese aqu, en este lugar, si no estabaen su casa Y vengo ahora de sudomicilio. No est tampoco all,seor seor

    Lane. Mervin Lane sonri el

  • joven alto, aristocrtico, de oscuralevita, expresin risuea e inteligente yelegantes ademanes. Soy viejo amigode su su prometido, Paul Stevens. lme ha hablado de usted, seoritaDriscoll. La reconoc apenas me dijo elconserje que usted quera ver a todacosta al seor Stevens.

    Pero pero l es socio de esteclub, no es cierto?

    Claro, seorita Driscoll asintiLane, con un suspiro. Si quieresentarse y tomar un oporto, es cuantopuedo hacer por usted. Pero a las horasque son, Paul no vendr ya por aqu;puede estar segura de ello.

    Solamente son las las dos de

  • la tarde balbuci Mae, preocupada.Conozco las costumbres de Paul

    asegur Lane, paciente. Si no hallegado antes de las doce, ya no viene.No le gusta vegetar en el club, y hacemuy bien. Crame, habr tenido quehacer algo que le retenga en algunaparte.

    Qu pudo hacer que le obligase ano acudir en toda la noche a su casa, nisiquiera a dormir? Protest ellavivamente.

    Bueno, yo Mervin sonrimaliciosamente, y entorn suschispeantes ojos grises, burlones.Podra decirle un montn de sitios enLondres donde un hombre joven, soltero

  • y ansioso de diversin, se lo pasara engrande, sin necesidad de ir a su casa entoda la noche.

    Paul no es de sos. No ahora,seor Lane, estoy segura. Me dijo queestos das no saldra de casa, o estaraen el club, si no iba a verme a mi casaantes. Esta maana le esper hasta lasdoce. No s nada de l, y estoypreocupada.

    Mi querida seorita Driscoll,Londres ofrece hoy un da soleado yapacible suspir Mervin Lane,sealndole por las ventanas el aspectodel Strand. Qu le hace sentirsepesimista?

    Un presentimiento dijo ella,

  • estremecindose.Un presentimiento? Por vez

    primera, Mervin arrug el ceo y lamir. Qu clase de presentimientoexactamente?

    No lo s. Quisiera explicrselo yno puedo. Me temo que algo le suceda.l l dijo que nunca volvera almuseo. Que hoy saldramos de viaje,lejos de Londres, a casarnos enLiverpool o en Manchester Pero no hasido as. No ha venido. Y presiento que,tal vez, acudi al museo paradespedirse, para recoger algo, y esoeso pudo causarle problemas.

    Ningn problema le retendra todoel da en el museo, no cree?

  • Si depende de l, no. Pero esque Oh, Dios, no s! Temo algo malo,muy malo, seor Lane

    Est bien. El joven periodistamovi la cabeza. Escuche, seoritaDriscoll. A las cinco debo estar en laredaccin de mi peridico y escribir elartculo que saldr en la edicin demaana. Pero Paul es mi amigo, y ya queusted insiste, iremos juntos al museo,si lo desea.

    Oh, no, yo no! protest ellavivamente, abriendo mucho los ojos yretrocediendo.

    Por qu usted no? No tiene nadaque temer yendo conmigo sonriLane. Se golpe el pecho, significativo

  • . Incluso llevo una pistola conmigo.Nunca la uso, pero si he de ir porLondres a altas horas de la noche, nodeja de ser una buena compaa, talcomo est la delincuencia en nuestraciudad. Va a venir o no? Ser slo unmomento. Y comprobar que a suquerido Paul no le sucede nada.

    Pero es que monsieur Romain yyo

    Conozco la historia. No debepreocuparse. Es muy duea de terminarsu trabajo cuando lo desee. Nadie puedeobligarla.

    Ese hombre me asustaRomain? Todos los viejos que se

    enamoran de una jovencita asustan en

  • principio. Pero no acostumbran a serpeligrosos. Adems, tengo amistad conel inspector Rolfe, de Scotland Yard. Sise pone terco, yo manejar el asunto. Nopodr exigirle nada. Vamos, vengaconmigo, muchacha.

    Al final, dcilmente, ella le sigui.

    * * *

    No neg framente. No havenido por aqu. No le hemos visto.

    Est seguro, monsieur? insisti suavemente Mervin Lane.

    Muy seguro afirm con voz

  • chirriante el francs. Mi exsocio notena motivo alguno para volver almuseo. Ya no tiene nada que hacer aqu.Si es amigo suyo, debera saber que harenunciado a su sociedad conmigo.

    S, lo s afirm secamente Lane. Pero no sabemos nada de su actualparadero. Por eso pens que usted

    Pens mal, seor Lane cortRomain. Y si ha sido idea de esajoven que le acompaa, su error es anmayor. No tengo inters alguno enocultar a Paul Stevens para nada. Acasol haya tenido motivos para ausentarse,cambiando de idea.

    Sabe que l no hara nunca eso,monsieur Romain replic ella,

  • agresiva.Eso es lo que t supones. El

    francs la mir, dolido. De modoque ya no soy Jean Louis para ti? Novas a continuar posando hasta terminarcon mi rostro de Mara Estuardo?

    No, no volver a posar. Nicontigo ni con nadie cort MaeDriscoll, dominando su propio temorhacia Romain. Paul y yo vamos acasarnos. Eso se termin.

    Bien. Te deseo mucha felicidadjade Romain, con voz ahogada.Pero busca a tu Paul en otro lugar. Aquno est. No he vuelto a verle.

    Se lo dije, seorita Driscoll sonri Mervin. Paul aparecer por su

  • casa en cualquier momento. Era ridculobuscarle aqu. Dadas las circunstancias,l no vendra. A menos que tuviera aqualguna cosa suya

    Espere habl Romain. Stiene algo. Vengan conmigo. Est dentro,en su oficina.

    No, no entrar susurr ella,estremecindose. Esa oficina estjunto a la Cmara de los Horrores

    Tonteras ri Lane. En fin,como quiera. Me espera aqu fuera?

    S. No tarde, se lo ruego. Estelugar me asusta incluso de da.

    Nunca te asust antes de ahora le record framente Romain.

    Es cierto asinti ella. Es

  • es como mi presentimiento sobre Paul.Algo que no puedo evitar. Hay algomaligno aqu. Lo puedo casi sentir en mmisma

    Lane sacudi la cabeza, siguiendo alsilencioso Romain hasta el cubculo devidrio, vecino a la entrada a la Cmarade los Horrores. Pese a lo intempestivode la hora, haba dos parejas visitandoel museo, con un folleto explicativo ensu mano.

    Ah tiene ese maletn dijoRomain, sealando una valija de cueronegro, algo vieja. Tena tambindocumentos y algunas cosas suyasIgnoraba que las hubiera recogido.

    Lane abri el maletn. Le bast

  • remover un poco para comprobar quetodo estaba all. Sacudi la cabezaafirmativamente.

    Djelo ah habl. Esevidente que no ha venido por aquan

    Ya se lo dije. Esa chica, MaeDriscoll No s qu le ha ocurrido.Antes vena aqu sin temor, posaba param en mi estudio, junto a este museoUsted entiende a las mujeres, seorLane? Nunca me propas con ella. Leofrec lo que poda ofrecerle,caballerosamente. No acept. Pero noslo eso. Eligi a mi socio, que essoltero. Y, adems, ha empezado atemerme, no s por qu. Si ha de ser

  • feliz con l, es cosa suya. No me meteren su vida.

    S, las mujeres siempre soncomplicadas, monsieur. Dejaremos aheste maletn hasta que venga Paul a porl y Hola! Qu es esto?

    El qu, seor Lane?Estas tres pequeas manchas

    circulares, sobre el cuero y lacerradura seal Mervin el maletn. Son oscuras, como de xidoParecen sangre.

    Sangre? Dud Romain,enarcando las cejas. Por qu habrade serlo?

    No s. Lane rasc la mancha enel metal, y frot el polvillo oscuro.

  • Sangre seca, pero no antigua Quizhace menos de veinte horas que estah

    No entiendo A menos quePayton, el vigilante nocturno haya tenidoalguna hemorragia o se haya cortado, noes fcil que nadie manche de sangre algode este museo: Aqu, toda la sangre estfingida en cera

    S, ya lo imagino suspir Lane,sacudiendo la cabeza. En fin, no mehaga caso. Tal vez esa chica, con suimaginacin, me ha llegado a hacer vercosas raras donde no las hay.

    Mervin Lane se despidi de JeanLouis Romain. Sali del museo,pensando en aquellas pequeas manchas

  • de sangre. Se arrepenta de habermencionado el hecho a Romain, peroeso no tena ya remedio.

    Mae Driscoll paseaba al sol, por laacera del museo, y respir con alivio alverle venir. Le dirigi una miradainterrogante que era casi pattica.

    Y bien? musit.Como le dije, seorita Driscoll.

    Paul tiene ah todas sus cosas todava.No ha venido a recogerlas. Vyase a sucasa ahora, y espere. Buscar a Paul y lehar ir en seguida para que latranquilice, muchacha.

    Al cruzar la acera, hacia un carruajeall detenido, una voz agria reson cercade ellos detenindoles en su marcha:

  • Vaya, si es la bellsima seoritaDriscoll en persona! Qu desfachatez,venir aqu a despedirse de mi marido!

    Se volvieron ambos. Mae mir confrialdad a la mujer que, sobre la silla deruedas, vena por la acera, conducidapor la enlutada Abigail Hawkins. Laexpresin y mirada malignas de lainvlida hubieran fulminado a la joven,de tener esa facultad su duea.

    Usted, seora Romain musitMae, cohibida, no sabe lo que diceNunca tuve nada con su esposo, nihubiera aceptado ninguna relacinindigna

    Calla, vbora! aull la dama,atrayendo la mirada de algunos curiosos

  • . Eres una vulgar mujerzuela, unaatrevida bribona, digna de andarganndote tu sustento por la noche,recorriendo las calles de Londres!

    Me ofende, seora. Soy modelode pintores y escultores, siempre lo hesido replic, con aire arrogante, Mae.

    Yo s bien lo que t eres,jovencita! Silabe Yvette Romain.Ahora te aferras a Paul Stevens porquees ms joven y lo bastante imbcil paracasarse contigo, pero tambin porquetiene dinero! Y ese jovenzuelo que teacompaa, quin es, encanto? Otro detus amigos ntimos tal vez?

    Seora, usted sufre un error cort ahora Mervin Lane, con frialdad

  • . Soy amigo de Paul Stevens, y heacompaado a la seorita Driscoll abuscar a su prometido, porque en estasltimas horas no le ha sido posible darcon l, y teme que haya podidosucederle algo.

    Toda su palabrera no va aconvencerme, jovencito replic ladama, airada.

    Peor para usted, seora, sialberga tanto veneno dentro de su sercomo para verlo todo sucio ycorrompido acus secamente Lane.Crame que me da mucha ms lstimapor eso que por todo lo demsVamos, seorita Driscoll?

    Y tomndola del brazo, se la llev

  • hasta el carruaje, seguidos ambos porlas palabras cortantes y acres de lamujer que, sujeta a una silla de invlida,daba salida a toda su amargura ydespecho en aquella forma violenta yagresiva.

    Estaban subiendo al carruaje,cuando Abigail hizo pasar cerca de ellosa la esposa de Romain, para luegoenfilar la puerta del museo, adonde sediriga sin duda en su paseo lamalintencionada mujer.

    Los ojos de Abigail se fijaron enLane y en Mae a travs de los vidrioscolor humo de sus lentes, y el pocoagraciado rostro, bajo el cabellopeinado sin gracia, revel un gesto

  • humilde de disculpa, al tiempo quemova la cabeza, como lamentandoaquel incidente.

    El carruaje se alej, mientras laseora Romain y su dama de compaase perdan hacia el interior del museo.Mervin Lane respir hondo.

    Uf, qu seora! coment. Mirirnico a Mae Driscoll. Ella es muchoms temible que su esposo. No ser deella de quin siente usted terror?

    De todo se estremeci Mae,mirando angustiada al edificio delmuseo, por la ventanilla posterior delcarruaje. No s, pero hay algosiniestro en ese edificio y quisierasaber lo que es. Seguro que Paul no ha

  • vuelto por ah, seor Lane?Seguro afirm Mervin.Y, sin querer, record aquellas

    oscuras manchas en el maletn. Sangrede menos de un da

    Entonces no se sinti tan seguro.Pero no dijo nada a Mae Driscoll.

    Quiz se fue su error.

    * * *

    Oliver Rolfe sacudi la cabeza,perplejo. Su movimiento eraabiertamente negativo.

    No, Mervin. Nada de nada. Tus

  • temores son infundados.Posiblemente lo sean, Oliver

    admiti el joven escritor, encogindosede hombros. T eres polica, y yo soyperiodista y novelista. No estsobligado a creer en presentimientos. Yopuedo aceptarlos casi como una pequeaevidencia de que algo sucede. Sobretodo cuando tambin yo mismo sufroalgn presentimiento que otro.

    Todos los tenemos alguna vez.Con frecuencia son ciertos. Otras veces,no. En especial, una mujer sensible yasustada puede tenerlos sin fundamento.Ese debe ser el caso de tu preciosaamiguita, Mae Driscoll.

    Te aseguro que no es amiga ma.

  • Slo de Paul. Y yo soy amigo de Paul.Esa es nuestra relacin exacta. Intentayudarla en vano. Y me preocupa esedescubrimiento

    T lo has dicho, Mervin. Eresescritor, no mdico. Cmo diablossabes que esa sangre no llevaba all niveinticuatro horas, estando ya seca?

    Cuando la sangre es reciente,Oliver, aunque se haya secado, tiene unpolvillo que, al ser rascado, ofrece untono rojizo, como xido. Cuando llevams tiempo ya es mucho ms oscuro yconsistente ese polvillo. No lo sabest, siendo polica?

    Consultar eso con el doctorParker dijo, sarcsticamente, el

  • inspector Rolfe. Pero aun as,Mervin no hay evidencia alguna deque Paul haya sufrido dao alguno.

    Tienes datos sobre personasaccidentadas o que hayan sufrido algndao en las ltimas horas? se interesMervin Lane.

    Tengo datos de todos los casos.Absolutamente todos. Y ni siquiera losheridos o muertos que estn poridentificar pueden ser, en modo alguno,Paul Stevens. De modo que aleja esahorrible idea de tu mente y trata derazonar, Mervin. Qu pretendes?Convertirte ahora en el caballeroandante que proteja a esa hermosa damade generosas formas?

  • Oliver, no puedes tomar todo esoen broma. Paul es amigo mo y

    Y yo soy amigo tuyo completRolfe. Eso completa el crculo. Notomo nada en broma. No olvido quejunto a ese museo se hall el cuerpo sinvida del cabo Morgan. Paul Stevenspodra ser, incluso, uno de missospechosos. De hecho lo era. ComoRomain, Payton

    Deja ahora al pobre cabo Morgan.Se trata de Paul. Por qu no investigasy?

    De acuerdo. Investigar, si noaparece en las prximas horas, pero note prometo resultados. Conforme,Mervin?

  • Conforme, Oliver sonri Lane. Haz eso por m, y en mi prximoartculo pondr mejor a la policalondinense.

    Eres muy amable Se volvi ala puerta de la oficina, donde se hallabaahora uno de sus subalternos,uniformado de azul, saludandorespetuoso. Vena agitado, con prisas.S, agente Burke?

    Seor, hemos encontrado uncuerpo en el Tmesis.

    Un cuerpo? Arrug el ceoOliver Rolfe, cambiando una rpidaojeada con Paul. Qu clase decuerpo? Un suicida, acaso?

    No, seor. Nadie se suicida

  • decapitndose.Qu? Solt Rolfe, horrorizado

    . Decapitado, dijo?Limpia y absolutamente, seor.

    Parece efecto de un terrible hachazo.Quin es?No llevaba nada encima que

    pudiera ayudar a identificarle. Nidocumentos ni nada de eso. Parece unhombre alto, de fuerte complexin,joven, bien vestido Ah, eso s:llevaba dos iniciales en un delgadoanillo de plata que estaba demasiadofuertemente apretado en su dedo anular.Lo suficientemente fuerte para nodeslizarse en las aguas siquiera Elcadver no llevar ms all de catorce o

  • quince horas en el aguaEsas iniciales, agente, cules

    eran? pregunt vidamente MervinLane.

    S, agente Burke insisti Rolfe. Qu iniciales eran sas?

    Una P. y una S., seorPaul! jade Mervin, lvido.

    Paul Stevens!

    * * *

    Paul StevensCrees que es l, Mervin?Estoy casi seguro afirm Lane,

  • con un enrgico movimiento de cabeza.Puede ser muy aventurado

    identificarle as seal el inspectorRolfe al cuerpo tendido en la mesa demrmol del depsito. Sin rostro,solamente un cuerpo

    Podra jurarlo. Son sus ropas. Lasque llevaba ayer, cuando hablamos deMae Driscoll y todas esas cosas.Adems, su contextura, su aspectogeneral, esas iniciales Quiz ahora,Oliver, tengan ms sentido esas gotas desangre en su maletn

    Para eso tendra que habersucedido todo en el museo, Mervin lereplic vivamente el polica. Y notenemos ningn otro indicio de que

  • semejante cosa ocurriera all.O alguien llev luego el maletn al

    museo opin Lane, frotndose elmentn. Estudi la forma humana quecubra con la sbana, nuevamente,Oliver Rolfe, su amigo de ScotlandYard. Y le pareci espantoso imaginarseas a Paul Stevens, un joven lleno desalud y vitalidad: as, con aquel vacosignificativo y terrible, a partir de sushombros y cuello Un vaco donde lasbana se hunda, al no encontrar formaalguna que moldear.

    De cualquier modo que sea,tenemos que encontrar el el resto,para estar seguros de la identificacin,Mervin. Yo no podra identificarle con

  • rotundidad. Y no creo que Mae Driscolldeba ser llamada para tal cosa.Resultara una prueba demasiado dura

    No, no har falta el testimonio dela chica. Llama a Romain, a PaytonTal vez ellos s identifiquen ese cuerpo.Mientras tanto, seguid buscando. Enalgn lugar debe estar esa pieza quefalta al cadver. El asesino no quiereque sea identificado, eso es obvio. Porello le quit cuanto pudiera servir paratal objeto: documentos, etiquetas en laropa, y todo lo dems. Pero no pudoarrancarle ese anillo de plata, tanincrustado en su dedo. Y no observ queen l aparecan esas iniciales, muydiminutas, grabadas en su parte inferior.

  • Qu vas a hacer t ahora,Mervin? Pensabas buscar a PaulStevens y ya crees haberloencontrado.

    Lane afirm despacio, mirandofijamente la espesa bruma que se ibamaterializando en el exterior, ms allde los tragaluces de la vasta y sombrasala de la Morgue, donde reposabaahora su amigo Stevens. Las luces degas, humeando dentro de los globostranslcidos de vidrio, daban un airefantasmal al recinto en el anochecer.Afuera, Londres volva a ser la ciudadborrosa de cada noche otoal o invernal,sumida en una niebla que diluacontornos y converta todo en una misma

  • atmsfera griscea, hmeda y viscosa,donde los seres humanos eran comoespectros, y las casas ciudadanas comolgubres mausoleos levantndose en uningente cementerio.

    Creo que ir a ver a esa chica, aMae Driscoll coment, entredientes.

    Te interesas acaso en ella? indag el polica.

    No es lo que te figuras suspirMervin. Mae no es mi tipo, enrealidad. Demasiadas curvas, creo yo.Pero intentar ayudarla en este trance.Pese a cuanto opinen de ella los dems,me parece una buena chica.

    Ya sabes su criterio: busca el

  • matrimonio en los hombres, no el dineroy la diversin.

    Por eso lo deca. Otra, en su lugar,hubiera aceptado los favores de Romain.Ella me parece una muchacha decente ydigna. Por otro lado

    Qu?Por otro lado, Oliver, no has

    pensado que ahora ella pudiera estaren peligro?

    En peligro? El inspector pegun respingo. Cielos, Mervin! No se teocurrir que, porque su enamoradopueda haber sido vctima de un crimen,ella vaya tambin a

    No s. Recuerda que tuvopresentimientos hoy. Y que, por

  • desgracia, parecieron confirmarse, amenos que yo est muy equivocado y esedesdichado no sea Paul.

    Sabes dnde vive la chica?S, ella me ha dado su direccin.

    Ir a verla ahora. Ya te avisar, siconsidero que precisa vigilancia.

    Est bien. Espero tus noticias.Podra enviarle un par de hombres quemontaran guardia en la vecindad duranteun cierto tiempo

    Eso, posiblemente, logretranquilizarla totalmente, Oliver. Ir averla en cuanto salgamos de aqu. Ya esmuy tarde, la noche va a ser inclemente,con mucha niebla en la calle, y esamuchacha necesita aliento Debe de

  • estar muy preocupada, viendo que novuelve su prometido ni sabe nada del

  • CAPTULO VI

    Mae Driscoll haba tomado unadecisin.

    El reloj del gabinete desgran hastaun total de nueve campanadas. Era yamuy tarde. No haba tenido apetito paracenar, pese a las insistentes llamadas dela patrona de aquella pensin enAldgate, donde resida desde quellegara a Londres a luchar por abrirsepaso en el mundo del arte.

    De entonces a ac no habatranscurrido demasiado tiempo. Pero sel suficiente para que ella se sintieradefraudada de muchas cosas. No pudo

  • llegar muy lejos. Salvo ser corista en unpar de espectculos y hacer unos cortosy frvolos sketches en un teatrillo devaudeville, no alcanz mucho ms. Noserva para vivir cortejada por viejosadinerados, y decidi apartarse de losescenarios, al advertir que era muydifcil el triunfo en ellos.

    As lleg a modelo de pintores y deescultores. Y, posteriormente, cuando eltrabajo escase, a modelo de personascomo Jean Louis Romain, que nisiquiera eran artistas dignos de talnombre, sino excelentes artesanos de suoficio, modelando figuras de cera enserie y cosas parecidas.

    Haba pensado muchas veces en

  • volver a su tierra natal, a Norfolk, perosiempre le falt el suficiente valor paraenfrentarse con sus tos y su hermanaDawn, diciendo con desaliento yresignacin:

    Aqu estoy de vuelta. Hefracasado. Londres no era tan fcil deconquistar como yo haba imaginado

    No. Eso no. An poda intentarlotodo. Para darse por vencida, siemprehaba tiempo.

    Paul haba sido su gran esperanza.Deba de seguirlo siendo, pero suspresentimientos iban en aumento. Ahorasenta miedo. Verdadero miedo. Estabaasustada por su prolongado silencio. Ysu amigo Mervin tampoco deca nada

  • No cen. Rechaz amablemente lasinsistentes llamadas de la seoraHiggins, y apenas escuch las nuevecampanadas en el reloj del gabinete,tom su abrigo-capa, estilo macferln,su sombrerito ms sobrio, color gris, yse lanz a la calle.

    No le asustaba la noche. Ni laniebla. Abandon la proteccinconfortable de la casa, con su chimeneaencendida y las habitac