breve semblanza ello, influencia, nieto de confucio....

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EL PENSAMIENTO ]URIDICO-POLITlCO DE MENCIO Por Luis DORANTES TAMAYO Profesor de la Facultad de Dere- cho de la U.N.A.M. § 1. Breve Semblanza 1. El origen del filósofo Mencio. Un siglo después del fallecimiento de Confucio, en el año 372 antes de la era cristiana, nació en Tseu, pro- vincia de Chantung, K'o Meng Tzcu iu, más conocido con el nombre de Mcncius, en la(n, o de Mencio, en español. A la edad de tres años perdió a su padre, quien se llamó Ki Kung i. La madre, Tchang-chi, mujer de gran prudencia, se hizo cargo de su educa- ción, No escatimó esfuerzos para ello, y, bajo Su gran influencia, Mencio se aplicó con tesón al estudio. Tuvo como maestros a discípulos de Tzeu seu, quien, a su vez, como se recordará, fue discípulo y nieto de Confucio. Profundizó el conocimiento de los King, libros de la China considerados corno sagrados. 2. Su obra. Como resultado de sus estudios y de sus propias medita- ciones, Mencio formó un sistema de filosofía moral y política, la que, aun cuando en el fondo coincide con la de Confucio, tiene muchos puntos novedosos, sobre toclo en la manera de presentar las ideas y desenvolverlas. Para propagar sus doctrinas, Mcncio recorrió los distintos Estados que se habían formado con el desmembramiento de la China; pero su voz sólo tuvo cco en el pueblo que escuchaba con agrado sus prédicas; no así en los tiranuelos quienes oían con desconfianza y disgusto las lecciones de virtud que él les daba. Desilusionado, volvió a su tierra natal; allí pasó el resto de su vida. Siguiendo el ejemplo de Confucio, por quien sent"a una gran admiración, se puso a examinar nuevamente el Cheu King (el libro de los libros). Re- dactó después la obra que lleva por título Meng-tseu-chu o Libro de Mencio, donde expone su doctrina y hace múltiples referencias a la de Con- fucio. Esta obra contiene las respuestas que 11encio dio a las pregun- tas de sus discípulos y de los reyes, príncipes y funcionarios de su época. www.juridicas.unam.mx Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.bibliojuridica.org DR © 1997, Instituto de Investigaciones Jurídicas

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EL PENSAMIENTO ]URIDICO-POLITlCO DE MENCIO

Por Luis DORANTES TAMAYO

Profesor de la Facultad de Dere­cho de la U.N.A.M.

§ 1. Breve Semblanza

1. El origen del filósofo Mencio. Un siglo después del fallecimiento de Confucio, en el año 372 antes de la era cristiana, nació en Tseu, pro­vincia de Chantung, K'o Meng Tzcu iu, más conocido con el nombre de Mcncius, en la(n, o de Mencio, en español.

A la edad de tres años perdió a su padre, quien se llamó Ki Kung i. La madre, Tchang-chi, mujer de gran prudencia, se hizo cargo de su educa­ción, No escatimó esfuerzos para ello, y, bajo Su gran influencia, Mencio se aplicó con tesón al estudio. Tuvo como maestros a discípulos de Tzeu seu, quien, a su vez, como se recordará, fue discípulo y nieto de Confucio. Profundizó el conocimiento de los King, libros de la China considerados corno sagrados.

2. Su obra. Como resultado de sus estudios y de sus propias medita­ciones, Mencio formó un sistema de filosofía moral y política, la que, aun cuando en el fondo coincide con la de Confucio, tiene muchos puntos novedosos, sobre toclo en la manera de presentar las ideas y desenvolverlas.

Para propagar sus doctrinas, Mcncio recorrió los distintos Estados que se habían formado con el desmembramiento de la China; pero su voz sólo tuvo cco en el pueblo que escuchaba con agrado sus prédicas; no así en los tiranuelos quienes oían con desconfianza y disgusto las lecciones de virtud que él les daba.

Desilusionado, volvió a su tierra natal; allí pasó el resto de su vida. Siguiendo el ejemplo de Confucio, por quien sent"a una gran admiración, se puso a examinar nuevamente el Cheu King (el libro de los libros). Re­dactó después la obra que lleva por título Meng-tseu-chu o Libro de Mencio, donde expone su doctrina y hace múltiples referencias a la de Con­fucio. Esta obra contiene las respuestas que 11encio dio a las pregun­tas de sus discípulos y de los reyes, príncipes y funcionarios de su época.

www.juridicas.unam.mxEsta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM

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DR © 1997, Instituto de Investigaciones Jurídicas

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Está dividido en dos partes: la primera se divide, a su vez, en tres libros, y la segunda, en cuatro; consta en total, por lo tanto, de siete libros. Cada libro se divide, a su vez, en dos capítulos; el número total de capítulos es, en consecuencia, catorce.

El libro de Mencio es el cuarto de los libros clásicos (Ssecchu) de la filosofía moral y política de la China. Los otros son: el T ashio o Gran Es­tudio, el Tchung-yung o Medio Invariable y el Lun-yu o Conversaciones de Confucio y de sus Discipulos.

3. Su fin. En el año 288 antes de la era cristiana, a los ochenta y cuatro años de edad, expira Mencio, uno de los más fervientes discípulos indirectos y seguidores de Confucia.

§2. Reglas para gobernar bien el Imperio

1. Cómo se somete a todo el imperio. Nadie ha podido todavía --dice Meng tzeu (Mencio) - someter a los hombres a su poder mediante una vana ostentación de virtud. Sólo se puede someter a todo el imperio si se reforman las costumbres por la influencia de una verdadera virtud.

Nunca ha podido un príncipe restablecer el orden en el imperio, si antes el imperio no se ha sometido de corazón a éJ.1

2. El camino para obtener el imperio. Afirma Meng tzeu que este· camino consiste en atraer a los pueblos. Para atraer a los pueblos hay un medio: ganar su afecto. Para ganar su afecto hay una conducta a seguir: procurarles abundantemente lo que desean, y abstenerse de hacerles lo que no quieren.

Si en la época de Meng tzeu hubiera habido -según él mismo- un príncipe que hubiera practicado la beneficencia, todos los demás príncipes hubieran empujado a los pueblos hacia él, y hubiera sido obligado, aun contra su voluntad, a gobernar todo el imperio.

El príncipe que no se dedica a hacer el bien a sus súbditos, vivirá siempre en la pena y el deshonor.2

3. El verdadero emperador no somete a los pueblos por la fuerza. El príncipe que finge trabajar en bien del pueblo, y somete a los otros prín­cipes por la fuerza de las armas, es un dominador. Los pueblos no se so­meten de corazón a él, sino porque no tienen la fuerza necesaria para resistirle. El dominador necesita de un gran principado para dictar la ley a todos los príncipes.

1 MENG TZEU: Oeucres de Meng tze-u, en el vol. "Les Quatre Livres", IV, par Séraphin Coucreur, Cathasia, Série culturelle des hautes études de Tien-Tsin, Société d'Édition Les Belles Lettres, Paris, Livre IV, chapotre II, NQ 16, p. 491.

2 Id., chapo 1, NI> 9, pp. 471 Y 472.

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El príncipe que sólo emplea la influencia de la virtud y hace el bien al pueblo, es un verdadero emperador. Los pueblos se someten de cora­zón a él y con alegría. El verdadero emperador no necesita de un gran principado.3

4. Medios fiara gobernar todo el imjJerio.

A) La beneficencia. Para que un príncipe pueda reunir todo el im­perio bajo su autoridad) es necesario que ame y proteja al pueblo. 4 Y tiene capacidad para armar y proteger al pueblo, aquél que tiene bondad de corazón, compasión y beneficencia, todos los oficiales del imperio querrán tener cargos en -su palacio; todos los labradores querrán cultivar la tierra en sus campos; todos los mercaderes querrán depositar sus mercancías en su mercado; todos los extranjeros que están de viaje querrán pasar por sus caminos; todos los que quisieran la represión de sus príncipes malos, que­rrán ir a quejarse con é1. 5

B) El otorgamiento de bienes establl'S. Sólo el discípulo de la sabidu­ría puede pennanecCT en la virtud sin tener bienes estables. Los hombres ordinarios, en cambio, no permanecen estables en la virtud cuando no tie­nen bienes estables. Al no ser estables en la virtud, se libran a los peores excesos, licencias, desórdenes e injusticias. Si una vez que han caído en el crimen se les persigue y se les condena a muerte, se hace que el pueblo, no teniendo bienes estables, no pueda evitar ni el crimen ni el castigo.6

El prjncipe sabio distribuye las tierras cultivables de tal manera que cada quien tenga lo suficiente para mantener a sus padres y alimentar a su mujer y a sus hijos; que en los años de fertilidad tenga vh'eres en abun­dancia, y que en los años malos no muera de hambre. Después el príncipe exhorta a sus súbditos a cultivar la virtud, pues entonces éstos tendrán tiempo para aprender en las escuelas las leyes de la urbanidad y la justicia.

El príncipe sahio gobierna bien así, poniendo como fundamento de su administración bienhechora la procuración de bienes estables a sus súbditos. 7

C) La comunidad de goces y alegrías. El príncipe gobernará también sobre toda la China, si sus goces y alegrías, como la música y la caza, son comunes a él y a sus súbditos. El pueblo se alegrará de los goces del prín­cipe, si éste se alegra de los de aquél. El pueblo se afligirá de las tristezas del príncipe, si éste se aflige de las de aquél. Un príncipe que se alegra y se aflige con todo el imperio, manda siempre en todo el imperio.8 Lo

3 Id., Liv. JI, chapo I N" 3, pp. 370 y 371. 4 Id., Lic. l, chapo 1, N" 7, p. 312. , Id., pp. 320 Y 321. 6 Id., pp. 321 y 322. V. también: Liv. lB, chapo l, NI' 3, pp. 412 Y 413. 7 Id., Liv. l, chapo l, N" 7, pp. 322 y 323. BId., chapo JI, N" 4, pp. 331 y 332.

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mismo si hace partícipe de sus riquezas al pueblo. Si le gustan las muje­res, también reinará sobre toda la China si obra de tal manera que ninguno de sus súbditos esté privado de los goces del matrimonio.9

5. Medio para que el imperio encuentre la tranquilidad. El imperio encuentra la tranquilidad en la unidad del Gobierno, y esta unidad sólo la puede dar aquél a quien no le gusta hacer perecer a los hombres. Si se encontrara un pastor de pueblos con este sentimiento, todos los habi­tantes del imperio huirían de la tiranía de los príncipes crueles, acudirían a él y en él pondrían su esperanza. ¿ Quién podría detenerlos?lO

6. Cómo Wenn wang gobernaba al pueblo. Dice Meng tzeu que Wenn wang, sin tener el título de emperador, ha sido el más perfecto ejemplo de cómo deben gobernar los emperadores.

En la época de este gobernante, los labradores daban al Estado la novena parte de los frutos de la tierra; los oficiales recibían sueldos here­ditarios; se inspeccionaban las mercancías en los mercados, pero no se co­braban derechos por ellas j no estaba prohibido pescar en los lagos y en las presas de los ríos; el castigo de un culpable no se extendía a su mujer y a sus hijos.

Cuando Wenn wang estableció su Gobierno y extendió su influencia bienhechora, dio sus primeros cuidados a los viudos y viudas ancianos, a los solterones sin hijos y a los huérfanos, porque son los seres más despro­vistos de recursos, y los que no tienen a quien recurrir en demanda de ayuda.l1

7. Culpabilidad de los cznco dominadores, de los príncipes y de los grandes prefectos.

Al Culpabilidad de los cinco dominadores de los príncipes hacia los fundadores de las tres dinastías. Cuando el emperador visitaba a los prín­cipes, se decía que visitaba los países confiados al cuidado de éstos. Cuando los príncipes iban a la corte del emperador, se decía que iban a rendir cuenta de su administración.

En primavera, el emperador y los príncipes inspeccionaban el cultivo de los campos, y suministraban a los labradores lo que les hacía falta para alcanzar el tiempo de la cosecha. En otoño, inspeccionaban la cosecha, y suministraban a los labradores 10 que les hacía falta para pasar el año. Cuando el emperador entraba a un principado y encontraba las tierras desmontadas, los campos bien cultivados, cuidados los ancianos, honrados los sabios, provistos de cargos los hombres de talento, recompensaba al príncipe dándole nuevas tierras. Pero si el emperador entraba a un prin­cipado y encontraba que las tierras estaban sin cultivo o cubiertas de hier-

• Id., N' 5, pp. 337 y 338. 10 Id.,Id., chapo 1, NI' 6, pp. 310 Y 311. 11 Id., chapo n, NQ 5, pp. 335 Y 336.

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bas, que los ancianos no estaban cuidados ni los sabios provistos de em­pIco, que exactores rapaces ocupaban los cargos, dirigía al príncipe una reprimenda.

La primera vez que un príncipe descuidaba ir a la corte del emperador, era bajado a una dignidad inferior. La segunda vez, perdía una parte de su territorio. La tercera, las seis legiones iban a erpulsarlo de su princi­pado. Los otros príncipes, bajo la orden del emperador, eran los que atacaban al culpable; pero el castigo era fijado y ordenado por el mismo emperador. Los cinco dominadores han sometido a los príncipes a su au­toridad, y los han forzado a castigar a los que, entre ellos, les resistían. Por esta razón -dice Mcng tzcu- han sido culpables hacia los funda­dores de las tres dinastías.

B) Culpabilidad de los jJríncipes hacia los cinco dominadores. El más poderoso de estos dominadores fue Huan, príncipe de Ts'i. Reunió a los demás príncipes, y les hizo jurar, en un sacrificio, la observancia de un tratado que contenía los cinco ordenamientos siguientes:

1) a). Castigad de muerte al hijo que no respete a sus padres; b). Una vez designado, no cambiéis al presunto heredero; e). Una mujer de segundo rango no debe convertirse en una de primero.

2 a). Que los hombres capaces sean elevados a los honores, y los de talento, sostenidos; b). Que la virtud obtenga distinciones.

3) a). Respetad a los ancianos; b). Tomad cuidado de los niños y de 105 jóvenes; c). No descuidéis a los huéspedes ni a los extranjeros.

4) a). Que los cargos no sean hereditarios ni los empleos acumulados; b). Que no se escoja a ningún funcionario cuya capacidad no está reco­nacida; e). Que ningún príncipe, de propia autoridad privada, de muerte a ningún gran prefecto.

5) a). Que no se construya diques que sean perjudiciales a los países vecinos; b). Que no se impida a los extranjeros venir a comprar granos; e). Que ningún feudo sea conferido sin la autorización del emperador.

Todos los príncipes actuales -dice ~leng tzeu- violan las prohibicio­nes contenidas en estos cinco artículos. Por esta razón son culpables hacia los cinco dominadores.

e) Culpabilidad de los grandes prefectos hacia los príncipes. Es un crimen mucho mayor adelantarse a los malos deseos de un príncipe, que de mantenerlos solamente. En la actualidad --dice Meng tzeu- los gran­des prefectos van todos adelante de los malos deseos de los pr;.ncipcs. Por eso son culpables hacia los príncipes actuales.12

8. PrincijJios que se deben df'Sarrollar para poder gobernar el imperio. Estos principios son:

12 Id., Liv. VI, chapo n, NQ 7, pp. 594 a 597.

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A) El de la beneficencia. Es la compasión. Dice Meng tzcu que los antiguos emperadores tenían un corazón compasivo, y en consecuencia, su gobierno era también compasivo.

B) El de la justicia. Es la vergüenza y el horror hacia el mal: ver­güenza de las propias faltas, y horror por las faltas de otro.

e) El de la urbanidad. Es la voluntad de rehusar para sí mismo, y de ceder a otro.

D) El de la sabiduría. Es la inclinación a aprobar el bien y a reprobar el mal, por lo que se deberá saber diferenciarlos.

Estos cuatro principios, dice Meng tzeu, son naturales en todo hombre, y no sería propiamente tal el que no los tuviera.:13

9. El rey no dehe aminorar la virtud y la habilidad de los hombres sa­bios. Los hombres virtuosos y capaces son como las vigas y las columnas del Estado. Desde la infancia han estudiado el arte de gobernarse a sí mismos y de gobernar a los demás. U na vez llegados a la edad madura, desean ejercitar este arte en los empleos públicos. Si el rey les dijera: por el momento, dejad la beneficencia, la justicia y las otras virtudes que ha­béis aprendido, y seguidme en la búsqueda de riquezas y placeres, esto sería aminorar la virtud y la habilidad de los hombres sabios.14

10. Regla a seguir por el rey en sus relaciones con los príncipes vecinos. El rey, en las relaciones can los príncipes vecinos, debe ser humano y pru­dente.

A) Humanidad del rey. Si es humano, sabrá rendir buenos oficios a los principiados más débiles y más pequeños que el suyo. Si rinde servicio a uno más débil que él, ama al Cielo. El que ama al Cielo conserva su poder sobre todo el imperio.

B) Prudencia del rey. Si es prudente, sabrá rendir obediencia a un príncipe más poderoso que él. S~ rinde obediencia a uno más poderoso que él, respeta al Cielo. El que respeta al Cielo conserva su poder sobre su principado.

Si el rey no puede practicar esta doctrina por su cólera y su bravura, éstas deben ser realmente grandes, 10 mismo que su valentía, y sólo dehe desplegarlas para devolver la paz y la tranquilidad a todo el imperio, como hizo Ou wang, quien, irritado, uso todo su valor para derribar la tiranía de Tcheou, por considerar vergonzoso soportarla y porque la misma perturbaba el orden en el imperioY;

11. Sobre los viajes del emperador y los príncipes. Meng tzeu cita una respuesta que len tzeu dio al príncipe King, en el sentido de que los an­tiguos emperadores y príncipes sólo hacían viajes de negocios: el empera-

13 Id., Liv. 11, chapo 1, No) 6, pp. 374 a 376. 101 Id., Liv. 1, chapo 11, No) 9, p. 342. 15 Id., NQ 3, pp. 329 a 331.

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dor, para revisar la administración de los príncipes; los príncipes, para dar cuenta de su administración a aquél. En primavera visitaban a los la­bradores y les daban granos a los que no tenían suficientes. En otoño, vi­sitaban a los segadores, y distribuían víveres a los que no tenían para pasar el año.

En la época presente, dice Meng tzeu --y tal parece que se estaba re­firiendo a muchos de los gobernantes actuales-, una numerosa escolta acompaña al príncipe, y es el pueblo el que suministra los víveres. Los habitantes, muriendo de hambre, no tienen qué comer; no tienen reposo, agobiados de trabajos para el servicio del príncipe; mirando de reojo mur­muran en contra de éste, y poco a poco lo detestan, o se dedican a hacer el mal. Los grandes príncipes transgreden las órdenes del emperador; opri­men al pueblo; absorben como un remolino la bebida y el alimento; se abandonan sin resistencia a sus malas inclinaciones; buscan sin cesar la satisfacción de sus deseos; pierden el tiempo en la caza, sin hartarse; se abandonan al vicio del vino, sin saciarse, y, por lo tanto, descuidan los negocios y arruinan la administración. 1G

12. Cómo se salva el imperio que está sumido en el abismo. Se le salva, haciendo revivir las reglas y las leyes, y no violándolas.17

Hay la obligación de aplicar la ley aun a los parientes del emperador, según se desprende de una respuesta que Meng tzeu dio a uno de sus discípulos. Si el padre del emperador matase a un hombre, el ministro de justicia debe observar la ley simplemente, sin que el mismo emperador se lo pueda prohibir. La ley simplemente, sin que el mismo emperador se da, aun a pesar del emperador. Esto no impide que éste abandone el imperio; huya secretamente con su padre a la orilla del mar, y viva feliz y contento, sin pensar más en el imperio. lb

§3. Deberes del Príncipe

1. El rey debe buscar la beneficencia~ la humanidad y la justicia) y no la riqueza ni el poderío de su reino. Si el rey se preocupa por saber el modo de aumentar las riquezas y el poderío de su reino, los grandes pre­fectos tratarían también de aumentar las riquezas y el poder de sus casas, y los letrados y los hombres del pueblo tratarían de aumentar sus propias riquezas y su influencia particular. De esta manera, los grandes y los pe­queños se disputarían entre sí las riquezas y el poder, y el reino estaría en

16 Id., N: 4, pp. 332 a 334. V. también: Liv. VI, chapo 11, NQ 7, p. 594. 11 Id., Liv. IV, chapo 1, NQ 17, p. 478. 18 Id., Liv. VII, chapo 1, NQ 35, pp. 624 Y 625. 19 Id., Liv. 1, chapo 1, NQ 1, p. 299.

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peligro.1B Unos siglos más tarde, Cristo diría que un reino dividido contra sí mismo no podría subsistir.20

Si se tienen en cuenta las riquezas y el poder antes que la justicia, los inferiores s6lo estarán satisfechos cuando hayan arrebatado todo a sus superiores. Ningún hombre justo ha preferido su interés propio a sus de­beres para con su príncipe, así como nunca un hombre bienhechor ha abandonado a sus padres. Antes que el poder y las riquezas, están el sen­timiento de humanidad, la beneficencia y la justicia.21

El príncipe no debe estimar las perlas y las piedras preciosas, pues el que estima mucho estas cosas, atrae desgracias sobre su persona. Debe estimar, sobretodo, su territorio, su pueblo y las reglas y los asuntos ad­ministrativos.22

Si el príncipe es humano, todos los súbditos son humanos; si el prín­cipe es justo, todos los súbditos son justoS.23

2. Necesidad de las leyes de los antiguos soberanos chinos. Para hacer reinar el orden y la paz en el imperio, no bastaría la virtud interior de Iao y de Chuenn, sino se requeriría también una administración llena de hu­manidad. Dice Meng tzeu: en la época presente hay príncipes que tienen sentimientos y reputación de ser bondadosos, pero como no hacen el bien a sus súbditos, no se les puede tomar como modelos para las edades futuras; no siguen las huellas de los antiguos soberanos.

El que tiene probidad, pero no sigue las antiguas leyes, no puede go­bernar bien. Las leyes, a su vez, requieren de un príncipe bueno y capaz que las aplique. Por es en la época de Meng tzeu se decía comúnmente: "La probité seule ne suffit pas pour bien gouverner; les lois seules ne peuvent pas se maintenir d'elles-memes"24. (La probidad sola no es sufi­ciente para bien gobernar ("Sola probitas non sufficit ad exercedam gubernationem") ; las leyes solas no pueden mantenerse a sí mismas). Na­die se ha engañado siguiendo las leyes de los antiguos soberanos.

Los grandes sabios de la antigüedad, no contentos con emplear toda la fuerza de su inteligencia, han gobernado a sus súbditos con bondad compasiva, y su beneficencia se ha extendido en todo el universo, ha hecho hombres felices por todas partes y ha suscitado imitadores.

Aquél que no se apoya para su gobierno en los principios de los anti­guos soberanos, no puede llamarse sabio. Sólo un príncipe humano es digno de ejercer la autoridad soberana. Un príncipe inhumano que la ejerce, propaga sus vicios entre todos sus súbditos. Si el príncipe no conoce

20 Evangelio según San Mateo, cap. XII, versículo 25. V. también: Evangelio según San Lucas, cap. XI, versículo 17.

21 M"ENG Tí':GU: Op. cit., cd. cit., Liv. l, chapo l, NI' 1, pp. 300 y 301. 22 Id., Liv. VII, chapo n, NQ 28, p. 643. 23 Id., Liv. IV, chapo n, NQ 5, p. 488. 241 Id., chapo l, NI' 1, p. 462.

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ni razón ni justicia en sus consejos, los ministros y los súbditos no recono­cerán la autoridad de las leyes. El príncipe no se dejará guiar por la justi­cia, ni los oficiales por las leyes. Los grandes violarán la justicia; los pe­queños, las leyes penales. En estas condiciones, si el Estado escapa a una ruina completa, se deberá a una feliz fortuna.

En los tiempos de 1\1cng tzcu se decía comúnmente que no es una gran desgracia para un reino que las ciudades no estén provistas de un doble cerco de murallas, y que las armas y corazas sean pocas; que no es un gran daño para el Estado que los campos y las llanuras queden sin cultivo; que las mercancías y las riquezas no sean abundantes. Pero si el príncipe desconoce sus deberes, el pueblo ignorará los suyos, se levantarán sediciosos, y la ruina será inminente.

El que no sirve a su príncipe con justicia, que acepta y deja los cargos sin regla, que en sus discursos critica los principios de los antiguos sobera­nos, es un hombre indolente y sin corazón. En tiempos de Meng tzeu se decía: el que recuerda a su príncipe máximas difíciles de practicar, le testimonia un verdadero respeto; el que le da buenas opiniones y 10 desvía del vicio, le es verdaderamente devoto; se daña gravemente al príncipe .si no se le induce a hacer el bien, so pretexto de que es incapaz de imitar a los grandes soberanos de la antigiledad.25

3. Cuidados del príncif)e fJara aumentar la población de su jJTincipado. La gente vendrá de todas las comarcas del imperio y, por lo tanto, la po­blación de su principado aumentará, si el príncipe toma los siguientes cuidados:

A) No ocupar a los labradores para 105 trabajos y servicios públicos, en la época de los trabajos del campo. Así se recogerán más granos que los qUf' ée puedan c.onsumir, y una familia numerosa no tendrá que sufrir hambre con cien fanegas de tierra. 26

B) Prohibir que se pesque en los estanques y en los viveros, con redes de mallas cerradas. Así se tendrás más peces y tortugas que los que se pue­dan comer.

e 1 Que el hacha no toque los árboles de los bosques en las montañas y en los valles, sino en determinadas épocas. Así se tendrá más madera que la que se pueda emplear.

Si se tienen más granos, peces y tortugas que los que se puedan comer, y m:ls madera que la que se pueda emplear) se alimentará a los vivos y se rendirán los últimos homenajes a los muertos, sin que nadie sufra la pena de carecer de las cosas necesarias. El fundamento indispensable de un gobierno verdaderamente regio, es que el pueblo tenga todo lo nece­sario para el mantenimiento de los vivos, y para las exequias de los muertos.

25 Id., pp. 462 a 464. 26 Id., Liv. 1, chapo 1, NI) 3, pp. 304 Y 305. 27 Id., p. 305. V. también: Liv. VII, chapo 1, NI) 22, pp. 617 Y 618.

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D) Que cada familia plante moreras alrededor de la casa, a lo largo del muro de cerco. Así los hombres de más de cincuenta años llevarán vestidos de seda, sin los cuales no tendrían calor.27

E) Que se observe el tiempo conveniente para la reproducción y crian­za de las gallinas, los perros, los cochinos. Así los viejos de setenta años comerán carne.28

F Velar sobre la educación que se da en las escuelas; sobre todo, en lo que se refiere a la piedad filial y al respeto que se debe a la edad. Así no se verá por los caminos a hombres de cabellos grises llevar fardos sobre los hombros o la cabeza.

Un príncipe obtiene el imperio infaliblemente, si tiene el cuidado de que los viejos de setenta años lleven vestidos de seda y coman carne, y de que los hombres de edad madura no sufran ni hambre ni frÍo . .29

4. Causa por la que no aumenta la población del principado. Los súbditos del príncipe no aumentarán, si éste no sabe disminuir los tributos y exacciones, sino que arroja a sus perros y puercos la comida de los hom­bres, es decir, el tributo de granos; si no abre sus graneros a los indigentes, sino que deja que éstos mueran de hambre por los caminos, y dice: no soy yo quien los hace perecer, sino la falta de cosecha; como si un hombre, después de haber matado a otro con una espada, dijera: no soy yo quien lo ha matado, sino mi arma. 30

¿ Qué diferencia hay entre matar a un hombre con la espada o con una mala administración? Ninguna. ASÍ, pues, si el rey exige del pueblo un tributo elevado para alimentar a sus animales domésticos, y tener carnes grasas en la cocina y caballos gordos en sus establos, mientras sus súbditos mueren famélicos en los campos, no puede él, que es el padre del pueblo, tener arilor paternal a éste.sl

5. Medios con los que los príncipes evitan el deshonor. La beneficen­cia llama la gloria, y la inhumanidad atrae el deshonor. En la época pre­sente -dice Meng tzeu-, los príncipes temen el deshonor, y sin embargo son inhumanos. Los mejores medios para evitar el deshonor son:

A) Estimar la virtud y honrar a los letrados virtuosos. B) Dar las dignidades a los sabios, y los otros cargos a hombres ca­

paces. C) Aprovechar los tiempos de paz con los extranjeros, para revisar y

perfeccionar las ordenanzas administrativas y las leyes penales. Un principado gobernado aSÍ, sería respetado hasta por los Estados más

poderosos.32

28 Id. 29 Id., Liv. 1, chapo 1, NQ 3, pp. 305 y 306. V. también: NQ 7, pp. 323 Y 324. 30 Id., NQ 3, p. 306. 31 Id., NQ 4, p. 307. V. también: Liv. 111, chapo 11, NQ 9, p. 454. 32 Id., Liv. 11, chapo 1, NQ 4, p. 371.

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PENSAMIENTO ¡URJDICO-POLlTICO DE MENCIO 17.1

En la época presente -continúa Meng tzeu-, cuando el Estado goza de paz y de reposo, los príncipes aprovechan el tiempo para correr en pos de las diversiones; permanecer en el ocio, sin ningún cuidado para los negocios públicos, y ultrajar a sus pueblos. Esta conducta les atrae des­gracias. "Res infausta faustave nulla (accidit homini) quam non ipse sibi adscivcrit"3.1 (Ninguna cosa infausta o fausta acaece al hombre, que él mismo no se haya arrogado).

6. Cinco cosa,~ para que el príncijJe establezca el orden en todo el im­perio, y reine sobre todos los pueblos. Estas cinco cosas que el príncipe debe hacer para imponer el orden en el imperio, y reinar sobre los pue­blos, son:

A) Acordar los honores a los sabios; confiar los cargos a los hombres capaces, y conferir las dignidades a los hombres más notables por sus ta­lentos. Si el príncipe hace esto, todos los letrados del imperio se alegrarán de ello, y desearán tener un empleo en la corte.

B) Exigir en el mercado público el alquiler de los locales, y no imponer derechos sobre las mercancías. O bien contentarse con establecer reglamen­tos, y ni siquiera exigir el alquiler de los locales. Si el príncipe hace esto, todos los mercaderes del imperio se alegrarán de ello, y desearán depositar sus mercancías en ese mercado.

e) Vigilar en las fronteras a los extranjeras, y no exigir derechos. Si el pr:ncipe hace esto, todos los viajeros del imperio se alegrarán de ello, y querrán pasar por los caminos de sus Estados.

D) Exigir a los labradores solamente su trabajo para el cultivo del campo común, y no exigirles ningún tributo. Si el príncipe hace esto, to­dos los labradores del imperio se alegrarán de ello, y desearán cultivar los campos de su territorio.

E) Eximir a los mercaderes establecidos en su mercado, de pagar el tributo de cien fanegas de tierra, impuesto como multa a los hombres ociosos, y el tributo de tela o de dinero, impuesto en la ciudad como multa a los que no cultivan moreras cerca de su habitación. Si el príncipe hace esto, todos los habitantes del imperio se alegrarán de ello, y querrán con­vertirse en sus súbditos.

Los pueblos de los principados vecinos tornarían la mirada hacia el príncipe que se resolviera a seguir estas cinco reglas, y lo verían corno su padre y salvador. Este príncipe sería el ministro del Ciclo para castigar a los demás príncipes y someter a los pueblos, porque no tendr'a ningún adversario bajo el cielo.:!"

7. Cómo reconocer a los hombres que no tienen talento~ para no ele­varlos a los cargos. Un príncipe debe dar empleo y ascender, corno si es-

3.1 Id., p. 372. 3-1 Id., NQ 5, pp. 373 Y 374.

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174 LUIS DORANTES TAMAYO

tuviera forzado a ello, a los hombre capaces, probos, virtuosos y hábiles. Y debe ser circunspecto cuando tenga que dar preferencia a los de baja condición antes que a los de alta; a los extranjeros, antes que a sus pa­rientes y amigos.

No basta con que la capacidad, probidad y habilidad de un hombre sean atestiguadas por todos los que rodean al príncipe ni por todos los gran­des prefectos, sino es necesario que sean atestiguadas por todos los ha­bitantes del reino, y examinadas por el propio príncipe. Lo mismo puede decirse de la incapacidad: es necesario que sea atestiguada por todo el pueblo, y examinada seriamente por el príncipe, para que pueela dar motivo a la separación del cargo.35 Los oficiales que no son capaces de dar a los súbditos los cuidados debidos, y los abandonan en la desgracia, deben re­nunciar a su cargo y retirarse.s6

Tampoco debe el príncipe escuchar a los que 10 rodean y a los grandes prefectos cuando dicen que un hombre ha merecido la muerte. Solamente cuando todos los habitantes del reino lo dicen y el príncipe lo reconoce, después de una investigación, hará éste morir al que ha merecido la muerte. De esta manera, se dirá que es el pueblo, y no él, quien lo ha condenado a la pena capital.37

8. Sobre el arte de gobernar. Dice Meng tzeu que los primeros cui­dados se debe dar a lo que constituye el gran asunto del pueblo: la agri­cultura; en consecuencia, a la reglamentación del reparto de tierras. En segundo lugar, para instruir al pueblo, es necesario establecer escuelas.

A) Reglamentar el reparto de tierras. Ordinariamente -sigue dicien­do Meng tzeu-, cuando el pueblo tiene bienes estables es constante en la virtud. Por el contrario, si no tiene bienes estables no es constante en la virtud, sino que cae en lo licencioso, se aparta del deber, comete el mal, no conoce ningún freno y no hay nada que no se permita.3s

Un príncipe sabio es cortés y económico: trata a sus inferiores con ur­banidad, e impone a su pueblo tasas moderadas. No busca enriquecerse, puesto que es benefactor. Ya decía Iang Hu: "Qui operam dat divitiis comparandis, non est beneficus; qui operam dat beneficentia:: exercendce, non fit dives"39 (Quien pone su cuidado en adquirir riqueza, no es bené­fico; quien pone su cuidado en ejercitar la beneficencia, no llega a ser rico) .

Meng tzeu cita a Lung tzeu, quien dice: El modo más suave para la partición de las tierras y la percepción del impuesto, es el que obliga a los labradores a suministrar su trabajo para el cultivo de un campo común;

3S Id., Liv. 1, chapo 1I, N'1 7, pp. 339 y 340. 36 Id., Liv. II, chapo II, NQ 4, p. 390. 37 Id., Liv. 1, chapo JI, N'1 7, p. 341. 38 Id., Liv. III, chapo 1, N'1 3, p. 412. S9 Id., p. 413.

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PENSAMIENTO ¡URIDICO-POLlTICO DE MENCJO 175

el modo más duro es el que los obliga a pagar una percepción fija e igual para todos los años. Para fijar el monto de esta percepción anual e inva~ fiable, se toma en cuenta el término medio de las cosechas de varios años, unas buenas y otras malas. Cuando las cosechas son buenas, los granos son tan abundantes, que exigir mucho no es crueldad; sin embargo, no se exige mucho, sino lo mismo que en los otros años. Cuando son tan malas que no valen ni siquiera el estiércol empleado, se exige absolutamente toda la percepción, lo que es crueldad. ¿Dónde está el afecto paternal del que es considerado padre del pueblo, si obliga a éste a detestarlo, a trabajar fatigosamente todo el año, a carecer de los recursos necesarios para el mantenimiento de los padres, y aun a pedir prestado con interés para pa­gar el impuesto ?40

B) Establecer escuelas. El segundo gran deber de una buena adminis­tración pública, es el establecimiento de escuelas en las que se enseñe el respeto y los cuidados que se deben a los ancianos, la práctica de la virtud, el aprecio por los talentos de cada uno en su habilidad para tirar con el arco. Todas las escuelas tienen como fin hacer conocer bien los deberes mutuos de los hombres. Cuando estos deberes, por el cuidado de los su­periores, son bien conocidos, los hombres del pueblo se aman entre SUl

C) Sobre la división de las tierras en cuadrados. ena administración bienhechora -dice Meng tzeu-- debe comenzar por trazar los límites de los campos. Si estos límites no están bien trazados, los cuadrados en que se deben dividir las tierras no serán iguales, y los granos destinados al man­tenimiento de los oficiales no serán exigidos y distribuidos con justicia. Por esta razón los príncipes crueles y los oficiales rapaces descuidan de­terminar los límites de los campos, pues de esta manera pueden exigir mucho más de 10 que les corresponde. Cuando los límites están trazados, es fácil asignar a cada particular su campo, y a cada oficial su sueldo.42

Es necesario -sigue diciendo Meng tzeu- que existan siempre los le­trados y los campesinos. Si los hombres de letras faltaran, no habría nadie que gobernara a los campesinos; si los trabajadores del campo faltaran, no habna nadie para suministrar a los hombres de letras las cosas necesarias para su manutención. 43

En los campos lejanos a la capital, se debe exigir como tributo la no­vena parte de los productos que se adquieran en un campo cultivado en común por ocho familias. Cerca de la capital, cada uno por sí mismo debe pagar la décima parte de sus cosechas.

40 Id., p. 41'k 41 Id., pp. 4·15 y416. ·1:': Id., pp. 'H6 y 417. 4.J Id., p. 117. H Id.

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176 LUIS DORANTES TAMAYO

Además, todos los oficiales, desde los ministros de Estado, hasta el de más baja categoría, deben tener un "campo sagrado" de cincuenta fanegas, cuyos productos sirvan para hacer ofrendas a los espíritus.44

Nadie de los que cultivan un mismo estadio cuadrado irá a vivir fuera de su aldea. Éstos deben estar siempre juntos donde sea que vayan; com­partir el cuidado de la custodia y las vigilias; socorrerse mutuamente en caso de enfennedades: así todos los habitantes se amarán y vivirán en bue­na inteligencia.45

En medio de un estadio cuadrado de novecientas fanegas -continúa di­ciendo Meng tzeu-, estará un campo común (de cien fanegas). Cada una de ocho familias poseerá en propiedad particular cien fanegas. Las ocho familias cultivarán con juntamente el campo común, y solamente harán sus trabajos particulares en sus campos, cuando los trabajos comu­nes se hayan terminado. Los productos del campo común serán para los ofi­ciales; habrá así una diferencia entre los trabajadores del campo y los hombres de letras. Estas disposiciones podrán ser modificadas y acomoda­das a las circunstancias.46

9. La división del trabajo en el imperio

A) Entre gobernantes y gobernados. Un mismo hombre no puede hacer todo lo que necesita: no puede él mismo sembrar el mijo con que se alimentará; tejer la tela Con la que se viste o la estofa de su bonete: hacer la marmita de fierro o la vasija de arcilla que utiliza para cocer su alimen­to; hacer los instrumentos de hierro con que labra, sino que es necesario que el trabajo se divida entre el labrador, el tejedor, el fundidor, el alfa­rero, el herrero y demás artesanos. Las cosas necesarias a una sola persona -dice Meng tzeu-, requieren el trabajo de las diferentes clases de obreros.

En el gobierno del imperio, las ocupaciones de los hombres que están eH los cargos públicos no son las mismas que las de los hombres del pue­blo. "Allí laborant mente, alii laborant corporis viribus. Qui laborant men­te, regunt alias; qui laborant corporis viribus, reguntur ab aliis. Qui re­guntur ab aliis, alunt alias; quí regunt alias, aluntur ab aliis"47 (Unos trabajan con la mente, otros trabajan con las fuerzas del cuerpo. Quie­nes trabajan con la mente, rigen a los demás; quienes trabajan con las fuerzas del cuerpo, son regidos por los otros. Quienes son regidos por los otros, alimentan a éstos; quienes rigen a los demás, son alimentados por ellos). Es la ley universal y equitativa --dice Meng tzeu- que siempre ha regido al género humano.

45 Id., p. 418. 40 Id., pp. 418 Y 419. 47 Id., NQ 4, pp. 422 y 423.

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PENSAMIENTO ¡UR1DICO-POLlTICO DE MENCIO 177

Leyendo estos párrafos tal parece que estamos oyendo a Platón, quien por la misma época escribía que, siendo originada la sociedad por la im­potencia del hombre para satisfacer por sí mismo todas sus necesidades, son imprescindibles para cubrir las fundamentales los campesinos, los ar­quitectos y los tejedores. Siguen en importancia los carpinteros, los he­rreros, los zagales, los pastores, los mercaderes, los comerciantes, los mari­nos y los navegantes, etcétera. Son necesarios también los magistrados, que son los sabios que administran el Estado; los guerreros, que son los que de­fienden a éste, y, en general, los artesanos. 48

B) Enseiianza de los deberes mutuos. El hombre tien,? grabada en el corazón la ley natural -·sigue diciendo Meng tzeu~. Pero si no recibe ninguna instrucción, y permanece en la ociosidad, bien alimentado y bien vestido, se aproxima a la bestia. Es por ello que los muy sabios empera­dores lao y Chuenn se preocuparon por la instrucción del pueblo y le encargaron al ministro de la educación la enseñanza delos deberes mutuos, a fin de que hubiera:

1) Afecto entre el padre y el hijo. 2). Justicia entre el príncipe y el súbdito. 3). Diferencia entre el marido y la esposa. El marido se debe ocupar

de los negocios exteriores, y debe mandar; la mujer, de los negocios inte­riores domésticos, y debe obedecer.

4). Gradación entre las personas de diferentes edades. Los más jó­venes deben te~timoniar Su respeto a los que tienen más edad que ellos, y cederles los primeros lugares.

5). Fidelidad entre los amigos.

L03 emperadores deben hacer que sus súbditos vuelvan a su perfección natural, y hacerles el bien, según dijo lao. Teniendo este cuidado y soli­citud por su pueblo, no tienen tiempo para labrar la tierra. El que se in­quieta de que sus cien fanegas de tierra estén bien cultivadas, es un labrador.

Se llama beneficencia hacer larguezas. Se llama abnegación enseñar la virtud. Se llama humanidad, es decir, amar perfectamente a los hombres, buscar y encontrar ministros capaces en intereses del imperio. Dar el impe­rio a alguien -dice Meng tzeu-, es fácil; lo difícil es encontrar un hom­bre que sirva bien al imperio. 19

La desigualdad es inherente a la naturaleza misma de las cosas -sigue diciendo Meng tzeu-. El valor de éstas cambia de unas o otras. Ponerlas a todas en pie de igualdad, es turbar el universo. La sociedad no podría ser gobernada. 50

48 PLATÓN: La República o el Estado, trad. de Patricio de Azcárate, 3a. ed., Espasa-Calpe Argentina, S. A., Buenos Aires, 1946, libros 2'" y 4 ....

49 MENG TZEU: Op. cit., ed. cit., liv. 111, chapo 1, N'" 4, pp. 424 a 426. " Id., pp. 429 Y 430.

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!O. El deber de obediencia y el de humanidad de los príncipes.

A) El de obediencia. Cuando el buen orden reina en el imperio --dice Meng tzeu-, el menos virtuoso sirve al más virtuoso, y el menos sabio, al más sabio. Cuando el buen orden no reina ei el imperio, el más pequeño sirve al más grande, y el más débil, al más fuerte.

El príncipe King decía que si alguno no es lo suficientemente poderoso para imponer sus voluntades, y no quiere obedecer, romperá la paz en dew

trimento suyo. Es por ello que él se sometió al príncipe de Ou, no tomó las armas y aceptó las condiciones de paz.

Dice Meig tzeu que en su época los pequeños príncipes imitaban a los grandes; pero tenían vergüenza de someterse a ellos. 51

B) El de humanidad.

1). El príncipe humano. El príncipe humano hace el bien, primero, a los que le son queridos, es decir, a sus parientes próximos; después, a los que no le son especialmente queridos, es decir, a los extranjeros. Un prín­cipe humano no tiene adversarios en el mundo. 52

Confucio decía que pueden parecer numerosos los enemigos de un prín­cipe humano, pero no pueden serIo. Cuando un príncipe es benévolo, na­die se le resiste. Dice Meng tzeu que en su época los príncipes deseaban que nadie se les resistiera, pero no practicaban la beneficencia. 53

2). El príncipe inhumano. Este hace el mal, trata cruelmente, prime­ro, a los que no debe un afecto especial, es decir, a los extranjeros; des­pués, a los que le son especialmente queridos, es decir, a sus parientes próximos. 54

Es imposible hacer oír opiniones a un príncipe inhumano. Este hace consistir su seguridad en lo que le es peligroso; su ventaja, en lo que le es dañoso; ama lo que causará su pérdida. Si los príncipes inhumanos oyeran opiniones, no sería posible la pérdida de los Estados y la ruina de las fa­milias.

Se trata a un hombre con desprecio, después de que él mismo se ha tratado sin respeto. Se derriba a una familia, después de que ella misma se ha derribado. Se devasta un reino, después de que él mismo se ha de­vastado . ./S5

51 Id., Liv. IV, chapo 1, N'" 7, p. 468. 1i2 Id., Liv. VII, chapo JI, Nos. 1 y 3, pp. 631 y 632. 53 Id., Liv. IV, chapo 1, N9 7, p. 469. 54 Id., Liv. VII, chapo JI, NQ 1, p. 631. ~5 Id., Liv. IV, chapo 1, NQ 8, p. 470.

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PENSAMIENTO ¡UR1DICO-POLfTICO DE MENCIO 179

11. Cuándo el príncipe es un malhechor.

A) Cuando un ministro le dirige amonestaciones y no las aprovecha, sino que éstas quedan sin efecto.

B) Cuando no presta atención a las opiniones del ministro, ni las escucha.

C) Cuando no esparce grandes beneficios entre el pueblo. D) Cuando por una causa legítima y grave el ministro se va, quiere

dejar la comarca, él no 10 hace escoltar hasta la frontera, sino lo retiene y lo guarda.

E) Cuando lo reduce a la imposibilidad de obtener un cargo a donde va, en vez de recomendarlo de antemano al príncipe de los Estados donde el ministro se dirige.

F) Cuando desde el día de la partida de éste, le toma sus tierras y su habitación, en vez de retirárselas después de tres años de ausencia.56

12. El principe no debe ser destructor de su pueblo. El príncipe que utiliza a un pueblo que no está habituado a la práctica de las virtudes, para hacer la guerra, es un destructor de éste.

No se debe emprender una acción bélica para extender el territorio de un principado, y menos aún cuando este territorio es suficiente para cubrir sus necesidades. Un hombre honesto no querría arrebatar a un príncipe una región para dársela a otro, aun cuando lo pudiera hacer sin dar un golpe. Con mayor razón no lo querría hacer si fuere necesario hacer perecer hombres. 57

Dice Meng tzeu que Confucio rechazaba a todos los ministros que aumentaban las riquezas de los príncipes inhumanos; con mayor razón habría rechazado a los ministros que hubieren empleado para estos prínci· pes la fuerza de las armas.

La muerte misma no sería suficiente para hacer expiar el crimen de la guerra emprendida para la posesión de un territorio o de una ciudad. El que sobresale en hacer la guerra, merece el más riguroso suplicio: es el peor criminal. Le sigue el ministro que hace alianzas con los príncipes para emprender guerras. En tercer lugar está el que desmonta terrenos, y obliga al pueblo a cultivarlos en provecho del príncipe.os

Por eso los buenos ministros no son los que, en interés del príncipe, pueden aumentar la extensión de las tierras cultivadas llenar los graneros y los almacenes de éste. Tampoco los que pueden formar alianzas para hacer la guerra, con la seguridad de que obtendrán la victoria. Los anti-

!j'6 Id., chapo n, NI' 3, p. 487. ", Id .• Liv. VI. chapo 11, N' 8, pp. 597 a 599. oS Id., Liv. IV, chapo 1, NI' 14, p. 476. "s Id., Liv. IV, chapo 1, N? 14, p. 476.

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guas, dice Meng tzeu, llamaban a los primeros despojadores del pueblo, y a los segundos, azotes de éste. No hay que buscar enriquecer a un príncipe que no sigue la vía de la virtud y no tiende a su perfeccionamiento, ni querer hacer la guerra por él con encarnizamiento.59

13. Manera de exigir los impuestos. En la época de Meng tzeu había una contribución consistente en tela de cáñamo e hilo de seda, la cual era exigida en verano. Había otra consistente en granos, la cual era exigida en otoño. Y había otra consistente en el servicio personal, la cual era exigida en invierno. Un príncipe sabio, dice Meng tzeu, sólo exige una de ellas primero, y difiere las otras dos para más tarde. Si exigiera dos de ellas a la vez, se vería a hombres morir de hambre entre el pueblo. Si exigiera las tres al mismo tiempo, el padre y el hijo, forzados por la indigencia, se se­pararían uno del otro.60

§ 4. Actitud del Pueblo

1. Sobre si está permitido a un súbdito matar a su príncipe. El rey que viola la virtud de humanidad es un malhechor, y el que viola la jus­ticia es un fascineroso como cualquier simple particular. Es por ello que se dice que Ou wang castigó con la muerte a Tcheou, quien debía ser tratado como un simple particular, y no que mató a su príncipe.61

2. Comportamiento de los súbditos ante un príncipe sabio o un verda­dero emperador. Cuando un príncipe impone trabajos a sus súbditos con el fin de asegurarles el reposo, éstos soportan voluntariamente las más grandes fatigas. Cuando un príncipe hace perecer a algunos de sus súbditos para proteger la vida de los restantes, aquéllos aceptan la muerte sin que­jarse del príncipe que los hace perecer.

Los súbditos de un verdadero emperador son siempre felices: acepta­rían de él, sin quejarse, hasta la sentencia de muerte. Los que reciben de él un beneficio, no hacen de ello un mérito extraordinario, puesto que sus beneficios son continuos. En estas condiciones, el pueblo se vuelve mejor cada día, sin percibir la acción de aquél quien 10 hace mejor. Un príncipe sabio opera transfonnaciones por todas partes donde él pasa. Su acción es maravillosa en todo lo que emprende. Su influencia se extiende por todos lados, unida a la del cielo y de la tierra.uta

3. Lo más propio para ganar al pueblo. Son las buenas enseñanzas, más que un buen gobierno. Un buen gobierno inspira el temor; las buenas enseñanzas inspiran el afecto. Un buen gobierno enriquece al príncipe y al pueblo; las buenas enseñanzas ganan los corazones.62

159 Id., Liv. VI, chapo 11, N'" 9, pp. 599 y 600. eo Id., Liv. VII, chapo 11, N'" 27, pp. 642 y 643. 61 Id., Liv. J, chapo 11, N'" 8, p. 341. 611.1. Id., Liv. VII, chapo J, Nos. 12 y 13, p. 612. 6.2 Id., N'" 14, p. 613.

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PENSAMIENTO ¡URIDICO-POLlTICO DE MENCIO 1B1

4. Cuándo el pueblo tiene que ser virtuoso. Cuando los guisantes y los granos son tan abundantes como el agua y el fuego. El pueblo estará en la abundancia, si el príncipe facilita el cultivo de las tierras y modera las tasas y los impuestos. Sus súbditos tendrán más provisiones que las que puedan consumir, si él tiene el cuidado de que sólo coman en horas reguladas y sólo hagan gastos para las ceremonias.63

5. El gran crimen de matar al padre o al hermano mayor de otro. El que mata al padre o al hermano mayor de otro, es casi tan culpable como si él mismo matara a su propio padre o hermano mayor, pues 105

hace matar por este otro. En efecto, si alguien mata al padre o al hermano mayor de otro, este otro, para vengar a su padre o a su hermano mayor, mata, a su vez, al padre o al hennano mayor del homicida. 64

6. La parte más importante de un Estado. Esta parte es el pueblo. En segundo lugar, vienen los espíritus protectores de la tierra y los granos; y solamente en tercer lugar, el soberano. Cuando un príncipe pone en peligro :,u principado y, junto con éste, los altares de los espíritus tutelares, es puesto en su lugar otro, porque deben ser preferidos los espíritus tutelares al príncipe. Cuando los sacrificios han sido hechos en los tiempos ordina­rios, con víctimas sin defecto y con mijo puro en vasos sagrados, y, sin em­bargo, sobrc\'icnen sequías o inundaciones, lo que demuestra que los es­píritus tutelares no tienen el poder de evitar las calamidades, éstos son cambiados, o se cambia de lugar sus altares, ya que el pueblo es más im­portante que los espíritus tutelares. La dignidad imperial se obtiene con el favor del pueblo de las campiñas. La dignidad de príncipe, con el favor del emperador; y la dignidad de gran prefecto, con el favor del príncipe. ti

.5

§ 5. Conducta del sabio

1. Cómo se corrige la administración. No hasta con exponer al prín­cipe las faltas de los oficiales y los defectos de la administración, sino es necesario rectificar las ideas del pr~ncipe. Un hombre de una virtud emi­nente, puede hacerlo. Si el príncipe es humano, todo será humano en la administración. Si él es justo, todo será justo. Si él es irreprochable, todo será irreprochable. lJ na vez corregido el príncipe, el reino estará bien rcgulado.66

2. Elevación de los sabios a los cargos públicos. El discurso verdadera­mente funesto a todo el imperio, es el calumnioso que ataca a los hombres virtuosos y capaces, y les impide llegar a los cargos.M

(l:\ Id., N~ 23, pp. 618 y 619. ü'¡' Id., chapo n, NQ 7, p. 634. 65 Id., NQ 14, p. 636. 66 Id., Liv. VI, chapo I, NQ 20, pp. 480 y 'l8!. 67 Id., chapo n. NQ 17, p. 491.

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182 LUIS DORANTES TAMAYO

El sabio no debe ejercer un cargo porque sea pobre, aun cuando excep­cionalmente lo haga. En todo caso, el que quiera ejercer un cargo a causa de su pobreza, debe tomar uno que sea humilde y poco lucrativo. Hablar de cosas elevadas cuando se tiene una condición humilde, es una falta; quedarse en la corte de un príncipe donde no se sigue la vía de la virtud, es una vergüenza.6S

El letrado que no está empleado continuamente al servicio del prín­cipe, no debe aceptar de él una subvención regular, pues sería faltarle al respeto. En cambio, puesto que el príncipe debe prestar ayuda siempre a sus súbditos, sí puede aceptar de éste alguna cantidad de granos. ¿ Se puede decir que un príncipe ama verdaderamente a un sabio si no lo eleva a los cargos ?68

El príncipe que quiera ver a un sabio por la gran ciencia o la virtud y los talentos de éste, no debe llamarlo, sino es él el que debe dirigirse a verlo, a menos que el sabio tenga un cargo y sea llamado a causa del mismo.10

3. Casos en los que los sabios aceptaban o renunciaban un cargo pú­blico) según Meng tzeu.

A) Casos en los que aceptaban:

1) Cuando eran recibidos con mucho honor y según todas las reglas, y había lugar a esperar que el príncipe seguiría sus consejos.

2) Si eran recibidos con gran respeto y según todas las reglas, aun cuando no les pareciese que el príncipe estuviera dispuesto todavía a se­guir sus consejos.

3) Cuando no tenían qué comer ni en la mañana ni en la noche, y el príncipe tenía vergüenza de dejarles sufrir hambre en su territorio, aun cuando nO pudiese hacer practicar las enseñanzas de ellos, ni seguir sus consejos. Los sabios podían entonces aceptar el socorro que les afrecÍa el príncipe, pero sólo en lo necesario para no morir de hambre: nada más.

B) Casos en los que renunciaban al carga,:

1). Cuando veían, después de haberlo aceptado, que el príncipe no seguiría sus consejos, aun cuando las muestras de respeto fuesen todavía las mismas.

2) Si las muestras de respeto hacia ellos disminuían. n

es Id., Liv. V, chapo I1, N'1 5, pp. 547 Y 548. 69 Id., N'1 6, p. 549. 1,0 Id., N'1 7, pp. 551 a 554. , n Id., Liv. VI, chapo II, NQ 14, pp. 603 Y 604.

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PENSAMIENTO ¡URIDICO-POL!.TICO DE MENCIO 183

4. Sobre los deberes de los ministros de Estado. Según Meng tzcu, hay dos clases de estos ministros: los que son nobles y parientes del prín­cipe en línea masculina, y los que no llevan el mismo nombre de familia que éste.

A) Los ministros que son nobles y parientes del príncipe, deben adver­tirle si comete grandes faltas, y si después de amonestaciones reiteradas muchas veces no son escuchados, deben poner en lugar del príncipe a otro de sus parientes.

B) Los ministros que no llevan el mismo nombre de familia que el príncipe, deben advertirle si comete faltas, y si después de amonestaciones reiteradas no son escuchados, deben retirarse. 72

5. Cuándo un ministro sabio puede relegar a un príncipe lejos de la corte. Cuando tiene la intención de que éste se conduzca según la razón, se arrepienta de sus faltas, se corrija, cambie de conducta, mantenga en su corazón sentimientos de humanidad y practique la justicia.73 De otra manera, si el ministro tiene otra intención, es un usurpador.a

6. Ideas de il1eng tzeu sobre la benevolencia y la justicia.

A) La naturaleza del hombre tiende al bien, como el agua tiende ha­cia abajo. De la misma manera que lo natural en el agua es que tienda siempre a descender, lo natural en el hombre es que sea bueno.75 Todas las tendencias de nuestra naturaleza pueden servir para hacer el bien. Si el hombre hace el mal, la falta no es de sus facultades naturales. Los senti­mientos de benevolencia, de justicia, de urbanidad, de prudencia, que todo hombre tiene, no nos vienen de fuera, sino la naturaleza los ha puesto en nosotros.

La benevolencia es la conmiseración, el sentimiento de compasión por los desgraciados. La justicia, esta disposición que nos lleva a tratar a los hombres y cosas como conviene, es la vergüenza)' el horror hacia el mal, el sentimiento de pudor y adversión por lo malo. La urbanidad es la deferen­cia y el respeto hacia los otros hombres. La prudencia es la virtud por la que discernimos lo verdadero de lo falso y el bien del mal.

El hombre recibe siempre con los principios constitutivos de su ser, la ley moral. Y gracias a esta ley ama y cultiva la virtud. La mayor parte de los hombres no llegan a usar plenamente sus facultades naturales para hacer el bien, porque las descuidan o no les ponen atención.'G 1.Iuchos sofocan

72 Id., Liv. V, chap II, N" 9, p. 556. 7:¡ Id., chapo T, N" 6, p. 526. H Id., L.iv. VII, chapo 1, N',' 31, p. 622. 75 Id., Liv. VI, chapo 1, N" 2, p. 558. 7,. Id., ~9 6, pp. 564 y 565.

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los buenos sentimientos de sus corazones, a causa de las circunstancias en las cuales se encuentran. Así, en los malos años muchos jóvenes se corrom­pen, porque la indigencia los lleva a hacer el mal. En cambio, en los bue­nos años la mayor parte de los jóvenes se conservan bondadosos.17

B) Meng tzeu sobrepone la justicia a la vida: "Vita etiam est ras quaro amo; requitas etiam est res quaro amo. Utrarnque si nequearn servare simul, objiciam vitam, et tenebo requitatem"78 (La vida también es cosa que amo; la justicia también es cosa que amo. Si no puedo conservar am­bas al mismo tiempo, perderé la vida, y retendré la justicia).

Se sofocan los buenos sentimientos naturales, cuando se acepta algo que contraviene las leyes de la decencia o de la justicia. No se debe aceptar alguna cosa (el sueldo ordinario de un ministro de Estado) para tener una casa y apartamentos magníficos; ni para procurarse los servicios de una mujer y de muchas concubinas; ni para volverse agradable a los po­bres que nos rodean, si las conveniencias y la justicia no lo permiten.79

La benevolencia es esencial al corazón del hombre; la justicia es la vía que el hombre debe seguir. Es lamentable que el hombre pierda sus buenos sentimientos y no trate de recobrarlos; que deje su vía y no la siga. Todos los esfuerzos del discípulo de la sabiduría deben tender a recobrar sus buenos sentimientos perdidos.80

C) Hay dignidades conferidas por el Cielo, y dignidades conferidas por los hombres: las primeras son la benevolencia, la justicia, la sinceri­dad, la buena fe, un infatigable ardor para hacer el bien; las segundas son la de príncipe, de ministro de Estado o de gran prefecto.

Los antiguos, dice Meng tzeu, daban sus cuidados a las dignidades conferidas por el Cielo, y las dignidades humanas las venían por sí mis­mas. 81 En realidad, estas últimas no son verdaderas dignidades. Los hom­bres colmados de honores por otro hombre, pueden ser despojados de ellos por éste. Los honores que todos poseen en sí mismos, no. La benevo­lencia y la justicia deben ser suficientes para saciar, sin desear las carnes suculentas ni ningún otro manjar exquisito, ni los ricos tejidos ni los bor­dados de los hombres.82

D) El súbdito debe servir a su príncipe; el hijo, a su padre; el her­mano menor al hermano mayor, no por interés propio, sino por razón de afecto y justicia.83

E) Cuando los sabios de la antigüedad obtenían los cargos públicos, esparcían sus beneficios sobre el pueblo. Cuando no los obtenían, se per­fec.cionaban ellos mismos y así se hacían ilustres en el mundo. Si eran

77 Id., N9 7, p. 565. 18 Id., N9 10, p. 572. 19 Id., pp. 573 Y 574. so Id., N9 11, pp. 574 y 575.

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pobres, trabajaban en lo soledad para volverse perfectos. Si estaban en la prosperidad y los honores, al perfeccionarse ellos mismos hacían per­fectos a todos los demás homhres. En la pobreza, el discípulo de la sabi­duría guarda siempre la justicia y, por lo tanto, se posee a sí mismo, guar­da exento de corrupción su corazón. En la prosperidad no se separa jamás de la vía de la virtud y, por lo tanto, el pueblo no es defraudado en sus esperanzas. R4

Un letrado &in cargo aspira a la práctica de la benevolencia y la jus­ticia; toma la rrsolución de evitar las faltas contrarias a la virtud de huma­nidad (dar muerte a un inocente) y a la justicia (tomar el bien de otro). Permanecer en la virtud de humanidad y seguir la vía de la justicia, es toda la ocupación de un hombre verdaderamente grande.s5

F) Un vasto territorio, un pueblo numeroso, son cosas conformes a los deseos del hombre sabio; pero no es lo que le causa un gran gozo. Lo que le causa un gran gozo en estar a la cabeza del imperio, y procurar la paz a todos los pueblos; pero esto no es el más grande de los bienes. El más grande de los bienes consiste en lo que el sabio ha recibido de la natura­leza: las virtudes de benevolencia, justicia, urbanidad y prudencia, cuyas raíces están en el corazón, y cuyos efectos aparecen manifiestamente en el semblante. HI3

G) Si el príncipe no tiene confianza en los que se distinguen por su virtud y sabiduría, el Estado no tendrá apoyo. Si la urbanidad y la justi­cia hacen falta) los rangos y oficios serán confudidos. Si los principios y los reglamentos administrativos hacen falta, las rentas del Estado no serán suficientes. s7

H) El hombre adquiere la virtud de humanidad, si extiende el sen­timiento de compasión que tiene hacia ciertas cosas, a aquéllas que debiendo excitar su compasión, todavía no la excitan. La bondad de los hombres no faltaría jamás, si éstos desarrollaran lo más que pudieran el sentimiento que los lleva a no dañar a nadie.

El hombre adquiere la virtud de justicia, si extiende el sentimiento de rehusarse a cometer ciertas acciones malas, a aquéllas de las que se hace culpable. La justicia de los hombres no faltaría jamás, si éstos dcsarrolla~

ran lo más que pudieren el sentimiento que los lleva a no querer horadar o traspasar las paredes para robar.58

81 Id., N? 16, 66. 578 Y 579. ~2 Id., N<l 17, pp. 579 y 580. 5.1 Id., chapo II, N? 4, pp. 588 Y 589. 84 Id., Liv. VII, chapo I. N? 9, p. 61l. 85 Id., N? 33, p. 623. 56 Id., NQ 21, p. 616. S7 Id., chapo II, N? 12, pp. 635 y 636. 8:: Id., ~!) 31, pp. 644 y 645.

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7. Qué se necesita para ser un buen ministro. No se necesita ser un hombre enérgico, prudente y fecundo en recursos, tener muchos conoci­mientos y una gran experiencia: hasta con querer el bien. El hombre que no quiere el bien, tiene la voz y el semblante de un presuntuoso; se le acercan los detractores, los aduladores, los lison jefos hipócritas que le im­piden cuando él lo quisiera, establecer el buen orden en el Estado.89

8. Cómo trataban los sabios soberanos de la antigüedad a los hombres sabios. Estos sabios soberanos amaban la virtud de los hombres sabios y, en sus relaciones con ellos, olvidaban su propio poderío. Los hombres sabios, a su vez, ponían toda su felicidad en su sabiduría, y no prestaban atención al poderío de los grandes. Si un rey ° un príncipe no tenía por ellos el más profundo respeto y no los trataba con la más exquisita urbanidad, no obtenía ni siquiera verlos con frecuencia y, con mayor razón, no obtenía tenerlos a su servicio. gO

9. Carácter innato de la benevolencia y la justicia. Todos los niños pequeños saben amar a sus padres, lo que es un efecto de la benevolencia. Cuando ya son grandes, todos saben respetar a sus hermanos mayores y a los que son de más edad que ellos, lo que es un efecto de la justicia. Estos dos sentimientos de amor y de respeto se encuentran en todas partes bajo el cielo, lo que demuestra que proceden de estas dos virtudes innatas.91

10. Grandes hombres y hombres despreciables. Hay hombres favoreci­dos con los más grandes dones del Cielo. Cuando juzgan que, en los ho­nores, podrán hacer practicar la virtud en todo el imperio, aceptan cargos públicos; hacen reinar la virtud por todas partes, y hacen su dicha en cumplir con el deber de mantener la paz en el Estado. Se hacen ellos mismos perfectos, y todos los demás los imitan.

Hay hombres despreciables que cuando están al servicio de un prín­cipe se dedican a conservar los buenos favores de éste, y a lisonjearlo.92

11. El sabio siempre sigue los principios verdaderos. Cuando los ver­daderos principios están en vigor en el mundo, el sabio ejerce un cargo y siempre lo acompañan estos principios.

Cuando los verdaderos principios no están en vigor en el mundo, el sabio, en la vida privada, se dedica completamente a seguirlos.93

í;:.J Id., Liv. VI, chapo JI, NI' 13, pp. 602 y 603. 00 Id., Liv. VII, chapo I, NI' 8, p. 610. U1 Id., N" 15, p. 613. " Id., N' 19, pp. 614 Y 615. 83 Id., NI' 4·2, p. 628.

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