breve defensa exegÉtica y bÍblica

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BÍBLICA
J. P. Martínez
Breve defensa exegética y teológica de la inspiración bíblica.. Copyright © 2020 J.P. Martínez. Todos los derechos reservados.
Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada, en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio –mecánicos, fotocopias, grabación u otros- excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito del autor.
Arte de portada: J. P. Martínez
Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovado 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usada con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society y puede ser usada solamente bajo licencia.
Dios Habla Hoy (1994) 3ra. Ed. Edit. Sociedades Bíblicas Unidas. 1432 pp.
Texto Bíblico tomado de la Santa Biblia Nueva Versión Internacional (1999) por la Sociedad Bíblica Internacional.
TABLA. ANÁLISIS GRAMATICAL DE 2 TIMOTEO 3.16
Introducción
La Bibliología emergente es intrincada. Hay quienes afirman que la Biblia es inspirada por Dios pero que no es infalible. Otros dicen que la inspiración no se reduce a los libros canónicos sino a todos los textos que en el mundo “sean útiles” para instruir en justicia. Algunos sostienen también que la Biblia es inspirada pero solo parcialmente, por lo que nuestro deber es descubrir qué partes son Palabra de Dios y cuáles no.
Entre creyentes que promueven estas doctrinas existen algunos muy instruidos. Algunos han publicado libros y tratados mientras que otros se han limitado a replicar lo que oyen de sus maestros progresistas. Entre los escritores también hay categorías: pocos son los que en realidad presentan un caso más o menos elaborado de lo que dicen. La mayoría de las otras obras son monólogos en donde abunda el emocionalismo y el resquemor contra “la iglesia tradicional”.
Entre los más versados emergentes, hay quienes se han metido en el terreno de los idiomas bíblicos para sazonar sus relecturas y diálogos en torno a la Biblia. Es el caso de los que se han detenido en 2 Timoteo 3.16. ¿Por qué este texto? La razón estriba en que 2 Timoteo 3.16 ha sido el versículo favorito de los protestantes que invocan la infalibilidad, suficiencia e inspiración de la Biblia: su inspiración verbal y plenaria.
Invocando la gramática griega, varios líderes progresistas se han esforzado para promover la idea de que la comprensión histórica que el pueblo evangélico ha tenido de 2 Timoteo 3.16 ha estado equivocada. Como veremos, estos autores han dicho que este texto ha sido forzado “a decir lo que en realidad está muy lejos de decir”.
Este escrito está hecho para responder a los clamores de la neortodoxia, desde la gramática griega y la historia del pensamiento
teológico cristiano. No soy ningún experto en la lengua del Nuevo Testamento. Pero como estudiante permanente de la misma creo haber logrado reunir una importante evidencia que nos lleva a la misma conclusión a la que han llegado las mismas Sociedades Bíblicas Unidas y Comités de Traducción de las principales versiones del Nuevo Testamento al castellano. Hubiera sido suficiente invocar esto para ahorrarme todo el trabajo, pero habría yo caído en la falacia de autoridad al pretender que porque alguien más lo ha dicho entonces se trata de lo correcto y verdadero – exactamente lo que una estela mayoritaria de emergentes hacen al cuestionar la comprensión cristiana histórica de 2 Timoteo 3.16.
En seguida vamos a revisar el porqué la traducción de las primeras cinco palabras de 2 Timoteo 3.16 son precisas tal y como aparecen en versiones al español de la Biblia como Reina Valera 1960 (RV60), La Biblia de las Américas (LBLA), Nueva Versión Internacional (NVI) y Dios Habla Hoy (DHH), al mismo tiempo que presentaremos las razones por las cuales la propuesta de relectura y re-traducción del pasaje según la tesis progresista no tiene apoyo de peso ni en la gramática griega ni en la historia de la Iglesia, excepto en intentos relativamente recientes de neutralizar al protestantismo al entorpecer aquellos pasajes que más se usan para hablar de la autoridad de la Biblia.
Espero que los hermanos y amigos continúen la lectura de este trabajo hasta el final, a pesar de tratarse de una materia que puede llegar a ser tediosa debido al desafío que representa el acercarse a un idioma desconocido para la mayoría de latinoamericanos. El esfuerzo valdrá la pena pues el lector quedará mejor equipado para enfrentar la tesis de gran parte del colectivo teológico neoliberal.
J. P. Martínez.
2 Timoteo 3.16
2 Timoteo 3.16 se lee como sigue según el Nestlé Aland Novum Testamentum Graece, Edición 28:
πσα γραφ θεπνευστος κα φλιμος…
La gran mayoría de las traducciones bíblicas de uso más extendido entre los protestantes (cfr. RV60, DHH, LBLA y NVI) traducen estas palabras griegas anotando:
Toda [la] Escritura es [o está] inspirada por Dios y es útil…
Esto se entiende comúnmente como incluyendo tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Algunos, sin embargo, han opinado que el apóstol Pablo está hablando solamente de los libros del Antiguo Testamento y excluyendo los libros canónicos del Nuevo, varios de los cuales aún estaban en proceso de elaboración. Más aún, existen quienes refieren que en realidad solo ciertas partes del Antiguo Testamento son inspiradas, y otros más afirman que por “Escritura” a final de cuentas debemos entender todo lo que refiriéndose a Dios sea “útil” –se trate o no de las Escrituras canónicas.
γραφ ¿Cuáles Escrituras?
En general, la palabra γραφ o “Escrituras” de acuerdo a la lectura posmoderna emergente puede significar al menos tres cosas: a) El Pentateuco; b) El Antiguo Testamento; o c) Cualquier escrito útil para instruir en justicia, sea canónico o no. La cuarta posibilidad, es decir, que se refiera a toda la Biblia incluyendo los escritos de producción apostólica -y de sus asociados- en curso en aquellos años rara vez es una alternativa en el estudio neoliberal. ¿Por qué? Porque de serlo la teología elástica que producen con todos sus agujeros y fugas de autoridad divina no podría consolidarse. Tendrían que crear abiertamente otra religión y desvincularse del cristianismo histórico para siempre.
Ante lo anterior, hay que comenzar por apuntar que el apóstol Pedro reconoce como “Escritura” los escritos de Pablo, según se aprecia en 2 Pedro 3.16, en donde se refiere al corpus paulino advirtiendo que “los ignorantes e inconstantes [lo] tergiversan, como lo hacen también con las demás Escrituras…”. En esta tesitura, el mismo apóstol Pablo cita Lucas 10.7 en 1 Timoteo 5.18 reconociendo como “Escritura” información que en la Biblia solo se halla en el evangelio según san Lucas: “El trabajador merece que se le pague su salario”. Pero sobre todo, Pablo dice a los tesalonicenses que lo que él les ha comunicado por carta es revelación de Dios con autoridad divina; son los sagrados escritos:
Así que, hermanos, sigan firmes y manténganse fieles a las enseñanzas que, oralmente o por carta, les hemos transmitido (2 Tes. 2.15) [porque] lo que realmente es, [es] la palabra de Dios” (1 Tes.2.13).
¿Cómo entendía entonces el apóstol Pablo -que escribió 2 Timoteo 3.16- las cosas que él comunicaba a la Iglesia? Como él mismo lo explica:
[E]l evangelio que yo predico no es invención humana. No lo recibí ni lo aprendí de ningún ser humano, sino que me llegó por revelación de Jesucristo (Gál.1:11-12).
¿Pero qué con las excepciones que él hace a la autoridad de las reglas y consejos que comunica a la Iglesia, como es el caso de 1 Corintios 7.25 (“…no tengo ningún mandamiento del Señor, pero doy mi opinión…”)? Simplemente, eso no significa que la Escritura no sea inspirada en esas partes. Quiere decir lo que dice: que no es mandato del Señor. Porque la inspiración concurre en numerosas formas y figuras literarias (parábolas, poesía, historia, etcétera) y no solo en la literatura judicial.
Paul D. Feinberg en su The meaning of inerrancy (1980, Inerrancy, Geisler Edit.) anota:
La palabra γραφ se encuentra más de cincuenta veces en el Nuevo Testamento y siempre significa una sola cosa: los sagrados escritos. Algunos han concluido que por ello se ha convertido en un terminus technicus para hablar de los sagrados escritos” (p.277).
Considerar, por tanto, como sostienen algunos creyentes que por “Escritura” debe entenderse solo el Pentateuco o el Antiguo Testamento, o cualquier escrito en cualquier época que sea “útil” para “acercarnos al bien” “a Dios” o “a ser mejores con los demás” es no leer con atención el Nuevo Testamento.
πσα ¿[Cada] Escritura o [toda] la Escritura?
Pero aún así y ante esta evidencia, 2 Timoteo 3.16 -el “πσα γραφ θεπνευστος κα φλιμος…”- gramaticalmente presenta otros desafíos de interpretación.
πσα (“toda”) es un adjetivo singular masculino y γραφ (“Escritura”) es un sustantivo (también singular femenino). Juntas, πσα γραφ, nos enfrentan al hecho de que no hay entre adjetivo y sustantivo un artículo determinado. Los traductores expertos a veces han concluido que como la regla es que πσα significa normalmente “cada” cuando πσα va unida a un sustantivo sin artículo -como es el caso de γραφ en 2 Timoteo 3.16- entonces la traducción debería de ser que “Cada Escritura inspirada por Dios es útil” en lugar de “Toda la Escritura…”.
No obstante, aunque es la regla general, “Un sustantivo puede ser determinado aunque no lleve artículo” (MacArthur, Mayhue, 201, p.82) como es exactamente el caso de Romanos 1.2 (ν γραφας γαις) y Romanos 16.26 (τε γραφν προφητικν). No hay artículo determinado allí pero se debe traducir como si lo tuviera. Hendricksen (1979, p.340) observa además que en Romanos 11.26 se lee πς σραλ y no es traducido en ninguna parte como “Cada Israel” sino “Todo Israel”, porque el contexto nos informa acerca de cuál es la lectura más natural.
El experto Edwin A. Blum (1980, en Inerrancy, Geisler, Edit.) en su The apostles view of Scripture hace un análisis de 2 Timoteo 3.16. Allí cita a C.F.D. Moule en su estudio de los idiomas griegos quien opina lo siguiente de 2 Timoteo 3.16:
[E]s menos probable que signifique cada Escritura inspirada y mucho más probable que signifique que toda la Escritura [es] inspirada. Si por otro lado es verdad como piensan muchos que Pablo está pensando en el Antiguo Testamento completo, el πσα así traducido (“toda”) favorece la traducción (p.46).
Moule concluye que πσ antes de un sustantivo anartroso significa “cada” en el sentido de “toda” (p.451).
Blum sostiene en esta tesitura que la única forma de traducirla como “cada Escritura inspirada” –asumiendo que hay partes en las Escrituras que no son inspiradas- es no atender el contexto ni el significado que la palabra γραφ tiene en el Nuevo Testamento:
Basándonos únicamente en el Griego del Nuevo Testamento- haciendo a un lado el contexto, el uso de la palabra γραφ en el Nuevo Testamento o las ideas judías de la inspiración- hace que dicha interpretación sea posible (p.46).
Blum también aborda la ausencia de la cópula “es” en 2 Timoteo 3.16 diciendo que “la omisión de la palabra “es” es una característica común de la gramática griega:
Poner “es” antes de “inspirada y útil” se justifica porque ambas palabras son adjetivos y es natural el tomarlas en formas paralelas como predicativas. La estructura de la sentencia en griego es la misma que la de 1 Timoteo 4.4 (τι πν κτσμα θεο καλν κα οδν πβλητον μετ εχαριστας λαμβανμενον, griego añadido) la cual usualmente es traducida en ambos adjetivos como predicativos (p.46)
Pero sobre el carácter predicativo o atributivo del adjetivo θεπνευστος nos ocuparemos con más detalle en seguida. Aunque ya hemos adelantado algunas de las conclusiones relacionadas de Blum y Moule es necesario extendernos sobre el particular.
θεπνευστος ¿Adjetivo atributivo o predicativo?
Íntimamente relacionado a esto llega el asunto más explotado por el progresismo, y es el de la relación entre πσα γραφ y θεπνευστος. Esta última es una palabra compuesta cuya transliteración es theópneustos. Significa “exhalada por Dios”. ¿Es θεπνευστος un adjetivo atributivo o es un adjetivo predicativo?
En el griego un adjetivo atributivo “atribuye una calidad al sustantivo que modifica” (Black, 2015, cap.6, Kindle Ed.). En cambio, un adjetivo predicativo “puede emplearse también como complemento de los verbos “ser” o “estar” incluso cuando el verbo esté solo implícito”; un adjetivo predicativo “indica lo que se predica o se firma de algo, una persona o una cosa” (Ibíd.). La gramática elemental de Black por ello dice:
Aunque los escritores del Nuevo Testamento utilizaban generalmente el verbo “ser” con adjetivos predicativos, en casos donde no hay ningún verbo hay que ser capaz de distinguir entre la posición predicativa y la atributiva (Ibíd.).
El consenso de la mayoría de los eruditos y traductores del Nuevo Testamento al español ha sido que θεπνευστος es un adjetivo predicativo: “Toda la Escritura [es] inspirada [exhalada] por Dios”. Así, “Esta traducción recibe el apoyo de una evidencia sintáctica ligeramente más sólida, argumentos contextuales y muchas afirmaciones bíblicas similares” (MacArthur, Mayhue, 2017, p.83).
Abundando en esta conclusión, Feinberg (1980. op. cit.) sostiene que hay cinco razones para sostener que se trata de un adjetivo predicativo:
1. En ausencia del verbo parece más natural construir ambos adjetivos (θεπνευστος y φλιμος) de la misma forma.
2. La construcción en 2 Ti. 3.16 es idéntica a 1 Ti.4.4 donde ambos adjetivos son claramente predicativos.
3. En una construcción atributiva esperaríamos que el adjetivo, que en este caso es θεπνευστος, apareciera antes de γραφ.
4. Las palabras unidas por κα (y) usalmente se entienden vinculadas por esta conjunción.
5. La interpretación atributiva parece dejar abierta la posibilidad de que existen algunas γραφ que no son inspiradas (p.279).
Así, cuando en el Nuevo Testamento se habla de “Escrituras” lleva por antonomasia la inspiración de Dios. Este es el uso apostólico. También es el uso que Jesús le dio a la misma. Por ello, hablar de que existen “Escrituras no inspiradas” es un despropósito. Sería como hablar de seres humanos y no implicar que se trata de seres mortales, sino que hay seres humanos que son mortales y otros que no lo son (véase Miller, citado por Feinberg, 1980, op. cit.).
En su Scripture´s Self-Attestation (1983, Scripture and Truth, Carson, Woodbrige, Edits.) Wayne Grudem afirma:
Pablo afirma que todo el Antiguo Testamento es θεπνευστος, exhalado…por Dios. Ya que estos escritos son “exhalados” esta exhalación debe entenderse como metafórica. Por tanto, este versículo declara de manera breve lo que ha sido evidente en otras partes: El Antiguo Testamento es reconocido como las Palabras de Dios en forma escrita. Dios es el que las habla…, aunque usa agentes humanos para escribir (p.39).
En seguida analizaremos una porción de las Sagradas Escrituras que nos ofrece un ejemplo del porqué el desmembramiento escritural de los teólogos posmodernos presenta serias dificultades aún ante un análisis mínimo de las palabras de Jesús.
Juan 10:34-35 y νμ, λγος το θεο y γραφ
En el evangelio según san Juan se registra la discusión entre Jesús y los judíos durante la Fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Allí aquellos le reclamaron que Cristo “se hacía pasar por Dios” (v.33). Así es que se lee:
Jesús les respondió: “¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo’, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?” (34-36).
Aquí Jesús apeló a un precedente histórico. R.C. Sproul indica que es como si les hubiera dicho: “En el Antiguo Testamento, algunos seres humanos fueron llamados dioses y nadie agarró piedras para matarlos por blasfemia. ¿Cómo es que ustedes están listos para lapidarme?” (2009, John, Sproul, p.198), pero además “¿Si estaba bien en el Antiguo Testamento el que simples mortales fueran llamados dioses [v. gr. jueces humanos], cuánto más legitimo es para Aquel que es Dios encarnado el ser llamado Dios?” (Ibíd.).
Pero la trascendencia de esta cita en nuestro estudio es que para Jesús, en esta parte, “la ley”, la “Palabra de Dios” y la “Escritura” es lo mismo. Jesús era el Verbo encarnado; la Palabra (Jn.1.1). Pero al mismo tiempo la Palabra Encarnada reconoce la autoridad y origen divino de la Palabra de Dios escrita, de su propia revelación (cfr. Gál.1:11-12).
En Juan 10:34-35 el griego dice que Jesús asocia νμ, λγος το θεο y γραφ, indistintamente. Más aún, cita aquí un salmo (82.6) derribando automáticamente la idea que sostienen algunos emergentes de que “Escritura” debe significar “solo el Pentateuco”. El uso de la palabra γραφ que ofrece Jesús no tiene porque entenderse de modo diferente de como la usaron sus apóstoles: un término técnico para referirse a los sagrados escritos.
¿No es esta realidad la que hizo que el Comité de biblistas de las Sociedades Bíblicas Unidas –en el proyecto DHH- hiciera su nota marginal en Hebreos 4.12? Allí se escribió: “Palabra de Dios: expresión que en la Biblia tiene diversos significados e incluye toda la revelación divina y el poder creador y salvador de Dios; cf. Is.49.2; Jn.1.1-18; Ef.6.17; Heb1.3;1 P.1.23-25”. La evidencia es abundante.
θεπνευστος en el judaísmo
La inspiración para los judíos significaba varias cosas:
1. La ley se consideraba a menudo como preexistente. Se enseñaba que le fue dictada a Moisés o aún que el mismo Dios la escribió.
2. Los Profetas y los Escritos también se consideraban de origen divino por los primeros escritores judíos.
3. Entre las teorías la predominante era que Dios proporcionó el contenido de los libros de los autores por medio de la inspiración.
Así, la idea de que 2 Timoteo 3.16 tiene un “trasfondo mitológico helenístico” simplemente carece de sustento. Entre el paganismo Apolos llenaba con su aliento divino a una mujer para poseerla, llevándola al éxtasis bacanal, al frenesí y la exaltación mental profética, ninguna de cuyas experiencias tiene lugar dentro del Nuevo Testamento. De hecho, como afirma Blum (1980, op.cit.), el concepto de inspiración novotestamentario reposa en la convergencia tanto del origen divino de la Escritura como en la participación de los agentes humanos con sus distintas personalidades (véase Ro.10.20; 1 Co.2.13;14.37; 2 P.1:20-21).
La visión de la Biblia en los primeros siglos del cristianismo
Robert D. Preus en su fascinante The view of the Bible held by the Church: The early Church trough Luther (1980, Inerrancy, Geisler Edit.) anota:
Que la Biblia es la Palabra de Dios, inerrante y de suprema y divina autoridad fue una convicción sostenida por todos los cristianos y maestros cristianos a lo largo de 1700 años de historia de la Iglesia (p.357).
Con contadísimas excepciones generalmente provenientes del sectarismo montanista y gnóstico, por 17 siglos el consenso de maestros, pastores y evangelistas cristianos fue que la inspiración bíblica se refería a todos los sagrados escritos y que estos estaban dotados de absoluta autoridad divina, sin error ni engaño alguno.
Nadie hallará en estos primeros 17 siglos de cristianismo ninguna pista de que 2 Timoteo 3.16 se entendiera en el sentido de que no se refería a todos los escritos sagrados –antiguos o en producción durante el primer siglo- ni tampoco ninguna evidencia de que dichos escritos no estuvieran libres de todo fraude gracias a la inspiración del Espíritu Santo.
Dicen, por ejemplo, que el canon bíblico no se cerró sino siglos después de Cristo; que Agustín aceptó libros deuterocanónicos como inspirados, que Lutero rechazó libros del canon del Nuevo Testamento…en suma, ¡que cada cual aceptó lo que quiso! dando la impresión de que la regla desde el principio fue la anarquía en torno a la revelación escrita de Dios: la heterodoxia, el librepensamiento, el antibiblicismo y cosas parecidas. Pero el asunto con todo esto es que son temas aparte de la inspiración, infalibilidad y suficiencia de la Escritura.
El tema aquí es la inspiración verbal y plenaria de la Biblia a la luz de textos como 2 Timoteo 3.16. La discusión sobre el canon es una diferente, muy trascendental y necesaria, que se ha de tratar en otro lugar. Lo que sobre el canon se pueda decir no afecta la discusión que estamos tratando acá sobre el origen divino y autoritativo de toda la Sagrada Escritura.
Preus (1980, op. cit.) dice que “el Antiguo Testamento era considerado como un libro cristiano, perteneciente a la Iglesia más que a la sinagoga, porque el daba testimonio de Cristo y Su gloria (1 Pedro 1:10-12)” (p.359). Fue después del tiempo de los apologistas que el Nuevo Testamento acabó por ser aceptado junto al Antiguo. La aceptación gradual del Nuevo Testamento no milita contra la inspiración verbal y plenaria: es el curso natural que aún el mismo Antiguo Testamento atravesó en su momento. Por ello, invocar que pasaron dos o tres siglos “hasta que se reconoció el Nuevo Testamento” para desacreditar la inspiración e infalibilidad bíblica es darse un tiro en el pie si es que se está aceptando la autoridad del Antiguo.
Tertuliano e Ireneo en su momento comenzaron a invocar la tradición al lado de las Sagradas Escrituras. Ellos creían que la tradición se remontaba al tiempo de los apóstoles y entendían que tradición y Escrituras enseñaban lo mismo. La apelación a la tradición se hizo necesaria en la lucha contra las herejías y distorsiones escriturales de la época. A pesar de sostener dos autoridades revelatorias, Tertuliano e Ireneo reconocieron que la Sagrada Escritura era la fuente de toda doctrina cristiana. Ireneo por ello escribió en Adversus Haereses: “Las Sagradas Escrituras son perfectas porque ellas hablaron por la Palabra de Dios y por el Espíritu de Dios” ( véase The complete Ante-Nicene & Nicene and Post-Nicene Church Fathers Collection).
Clemente de Alejandría y Orígenes también consideraron que la Sagrada Escritura en su totalidad era la Palabra de Dios. A pesar de que consideraban “la regla de fe” (la tradición no escrita) como proveniente de los apóstoles y necesaria para interpretar la Escritura, ellos escribieron citándola más directamente que su predecesores. Su tendencia hacia los credos y la liturgia solo pudo darse desde su invocación de la autoridad de las Escrituras. “Los padres asumieron que la Escritura era la Palabra de Dios y la trataron como tal, de igual manera como los escritores del Nuevo Testamento hicieron con el Antiguo Testamento (1980, Preus, op. cit, p. 361).
Agustín y Ambrosio enseñaron que Dios era el autor de la Escritura. Dios es el auctor primarius y los escritores inspirados son el órgano por medio del cual el Señor habló. Hay que decir que los primeros cristianos fueron comprendiendo la dinámica de la inspiración de tal manera que acabaron distinguiéndose con el paso del tiempo de la visión religiosa helenista, en la que se involucraban narcóticos, éxtasis, pérdida de la memoria y cosa similares. Agustín en De Consensu Evangelistarum concluyó que la personalidad humana estaba presente cuando ellos escribieron inspirados por Dios. Del mismo modo Orígenes rechazó la idea de que los oráculos frenéticos paganos tuvieran algo que ver con la inspiración de los escritores bíblicos (véase Contra Celso, VII.III).
Pero más relevante es el hecho de que los padres al final simplemente aceptaron el misterio de la inspiración. Los términos que usaron para hablar al respecto (instrumentos de aire y cuerdas como la flauta y la lira) intentaron comunicar que los escritores bíblicos fueron usados por Dios para escribir su revelación. Preus (1980, op.cit) anota que los padres ni siquiera parecían estar inquietados por la materia. Y esto es algo contrastante con la obsesión posmoderna por deconstruir el mensaje cristiano.
Naturalmente, dicha obra deconstruccionista no se puede realizar sin antes desbaratar el fundamento de autoridad de la doctrina cristiana: la Biblia. No intentan destruir la Biblia como hacen los ateos, sino romper los principios de la misma para armar otros que permitan que su agenda antropocéntrica avance. Por ello, esta deconstrucción es más peligrosa aún que el ateísmo y las sectas tradicionales. Porque este sectarismo no está cambiando las palabras sino su significado. Su lenguaje sigue siendo cristiano en la superficie. Siguen hablando de “inspiración” pero desde una óptica diferente que raras veces le explican a las ovejas de Cristo al mismo tiempo que inoculan la incredulidad y el escepticismo.
Por otro lado, los padres cuando llegaron a enfrentar discrepancias en la Escritura jamás le atribuyeron a esta error o engaño. Como escribió Agustín a Jerónimo: “Solo a los libros llamados canónicos he aprendido a darles honor, porque yo creo firmemente que ningún autor de estos libros cometió error alguno al escribir” (Epístolas 82:1,3). Jerónimo declaraba de la misma manera:
Cuando tú estás realmente instruido en las Divinas Escrituras y te has dado cuenta de que sus leyes y testimonios son el lazo de la verdad, entonces estás en posibilidades de contender con los adversarios; entonces tú los encadenarás y llevarás atados a la cautividad; entonces de los enemigos que has capturado harás hombres libres de Dios (Ep. Ad. Fabiolam, 78,30).
Tomás de Aquino también tuvo un alto concepto de las Sagradas Escrituras. Escribió:
Porque nuestra fe reposa en la revelación dada a los apóstoles y profetas quienes escribieron los libros canónicos, y no en la revelación (si es que existe tal cosa) que hagan otros maestros (Prolegomena, Sacra Doctrina).
Para Tomás la Teología era una ciencia especulativa que provenía de la ciencia más alta: la ciencia de Dios. Como verdad infalible tiene como principios los artículos de la fe. Aunque esto último ha sido usado por Roma para decir que no todos los artículos de la fe debe extraerse de la Escritura (porque existe una diferencia entre el que sea la Biblia el principium y que los sean los artículos de la fe), de todas formas para el doctor angélico Dios es el autor de la Sagrada Escritura. Preus (1980, op. cit.) anota que Tomás “conscientemente afirmó que la inerrancia de la Escritura era un presupuesto fundamental en el quehacer teológico” (p.370).
Por último, Martín Lutero que frecuentemente es citado por la neoortodoxia como ejemplo de libertad de pensamiento e invocación de la razón, es quizá la figura más representativa dentro del protestantismo a la hora de revisar el qué se creía dentro de la historia de la Iglesia sobre la inspiración y autoridad de la Biblia.
Martín Lutero dejó algunas duras palabras para la reflexión:
Solo un tonto, grosero y endurecido hipócrita hallará contradicciones en las Sagradas Escrituras. Es imposible que la Escritura se contradiga a sí misma; así le parece únicamente a los insensibles y obstinados hipócritas (Sammtliche Schriften, heausgegeben von Dr. Joh. Georg Walch, 9, 356, citado por Preus, 1980, op.cit.).
Lutero también enfrentó en su época la idea popular de nuestros días entre el neoliberalismo de que “una cosa es la Palabra de Dios y otra es la Biblia”. Para Lutero:
[Todas] las Sagradas Escrituras son la Palabra de Dios escrita y (diré) con letras y formada en letras, tanto como Cristo es la eterna Palabra de Dios tras el velo de la naturaleza humana (Ibíd, 9, 1770).
El reformador alemán jamás compró la idea de que había que decidir quién era la Palabra. La concurrencia de “la Palabra de Dios escrita” y “la eterna Palabra de Dios” en su teología no era sino la forma natural de comprender el mensaje evangélico. La Biblia no es “un testigo de la revelación que es Cristo” en el sentido barthiano. Nosotros somos los testigos de la revelación bíblica que nos revela a su vez a la Palabra encarnada.
Por eso la exégesis cristocéntrica de Lutero de ninguna manera debe entender como despreciando la inspiración verbal y plenaria de las Sagradas Escrituras. Porque “Cristo es la suma y verdad de la Escritura” (Martin Luthers Werke, Kirtische Gesamtausgabe, 3,620, citado por Preus, op.cit.) ¿Cómo podría alguno de nosotros despreciar un ápice o sugerir de la más mínima manera que hay partes de la Escritura no inspiradas, o que la Biblia es inspirada pero no infalible, o que la inspiración es elemento presente en cualquier clase de obras humanas desde la fundación del mundo hasta el día de hoy? ¿Qué clase de camino es ese que algunos lo toman como un paseo de vacaciones o insignia de orgullo académico?
Nosotros afirmamos junto con Lutero:
Este es nuestro fundamento: donde el Espíritu Santo establece algo que debe ser creído, nosotros no debemos desviarnos de las palabras, así como suenan, ni tampoco del orden en el que están puestas, a menos de que un explícito artículo de la fe (basado en claros pasajes de las Escrituras) nos compela a interpretar las palabras de otro modo, o a arreglarlas de forma diferente. De otro manera ¿En qué se convertiría la Biblia? (Martin Luthers Werke, Kirtische Gesamtausgabe, 18,147, citado por Preus, op.cit.).
Lutero podría hoy constatar que en algunos lugares la Biblia se ha convertido en un pretexto para ajustarse a la cultura y su perversidad, y para dejar bajo condenación a los que piensan que Jesús aprueba su pecado, todo gracias a la relectura “científica” de la Palabra. Pero para el reformador decir que hay error o inspiración parcial o no infalible en la Escritura es blasfemia.
Cuestionamientos contemporáneos contra la inspiración
Como ya quedó ampliamente asentado, no existe en 2 Timoteo 3.16 ningún indicio de que existan partes de la Escritura que no sean inspiradas. Tampoco existe razón de peso para considerar que θεπνευστος sea un adjetivo atributivo. De la misma forma, no hay manera de aislar γραφ y concluir que Pablo “jamás” consideró los documentos producidos por él mismo, los demás apóstoles y sus asociados como revelación o “Escrituras” sino todo lo contrario.
Sin embargo, leyendo a ciertos autores uno encuentra afirmaciones como la que dice que el apóstol Pablo en 2 Timoteo 3.16 “no puede estar haciendo referencia al conjunto de libros del Nuevo Testamento que aún no se escribían, ni aún siquiera a sus propios escritos”.
Según estos autores el apóstol Pablo no considera “Escritura” ninguna parte de la Biblia como la conocemos hoy sino únicamente la Torá o Pentateuco. Omiten en su estudio el análisis bíblico referencial por lo que no se detienen en pasajes como Romanos 15.4 en el que el apóstol Pablo escribe también de “las Escrituras”. Aquí usa la misma palabra que en 2 Timoteo 3.16: τν γραφν, justamente después de citar el Salmo 69.9 en el versículo 3. Si se sigue la idea de estos autores tendríamos que decir, o bien que este es un segundo o tercer Pablo o que lo nuestro es ignorancia culpable.
Dicen también que Pablo y Pedro hablan del tema “sin aclarar” qué quieren decir al hablar de “inspiración”, es decir, no sabemos qué significa realmente esto en la Biblia. Hacen un análisis sin detenerse a revisar los importantes pasajes de 2 Pedro 3.16, Lucas 10.7 en relación a 1 Timoteo 5.18, ni las declaraciones del propio Pablo sobre su propia obra en 2 Tesalonicenses 2.15 y 1 Tesalonicenses 2.13, entre otros, además de colocarse en una posición de escepticismo al afirmar que no está “suficientemente definido” el tema cuando lo ha estado por cientos de años para la Iglesia cristiana, no solo protestante sino también romanista clásica. El principio de la analogía de la fe o Sola Scriptura sui interpres es abandonado en su búsqueda de alineación con el espectro liberal de los siglos XIX y XX.
Pero es pertinente detenerse en sus observaciones sobre la epístola petrina. Estos autores dicen que Pedro usó en 2 Pedro 1.21 la palabra feromenoi mientras que Pablo usó θεπνευστος, lo que nos debe llevar a concluir que RV60 traduce mal la palabra: allí Pedro no está hablando de “inspiración”. O sea, los profetas no hablaron “inspirados” por el Espíritu Santo sino “impulsados” por Él.
Esta manera de desacreditar la doctrina de la inspiración plenaria de las Sagradas Escrituras adolece de seriedad. En primer lugar asumen tácitamente que hay un significado especial para θεπνευστος; en segundo lugar, caen en la falacia de desvincular una misma enseñanza en dos lugares distintos acerca del origen de la Escritura y la profecía en general, sobre la endeble base de que “son palabras diferentes”; y en tercer lugar, no diferencian entre la inspiración de las Sagradas Escrituras y la inspiración de los profetas y apóstoles que fueron movidos por el Espíritu Santo, incurriendo en la misma confusión que generó la traducción de Jerónimo al usar la palabra latina inspirata o inspirati tanto en 2 Timoteo 3.16 como en 2 Pedro 1.21.
Sencillamente, tenemos que entender que dicha diferencia no tiene nada que ver con desvirtuar el que toda la Escritura es inspirada por Dios, infalible y suficiente, como lo entendían los apóstoles y profetas (véase Robert D. Preus, The Early Church through Luther, 1980, Inerrancy, Geisler Edit.).
Sobre el término feromenoi en 2 P.1.21 Michael Green (citado por Blum, 1980, op. cit.) sostiene:
Pedro usa una fascinante metáfora marítima en el versículo 21 (cfr. Hechos 27:15,17, donde la misma palabra pheromene, es usada para hablar de un barco llevado por el viento). Los profetas levantan sus velas, por decirlo de alguna manera (siendo obedientes y receptivos), y el Espíritu Santo lleva sus embarcaciones a través de la dirección que Él desea. El hombre habla. Dios habla (p.49).
En suma, una relectura bajo aquellos términos de pasajes como Marcos 12.36, en donde Jesús dice que “David mismo, habló por el Espíritu Santo”, nos llevaría a concluir absurdos similares, como el decir que como aquí no se usa la palabra θεπνευστος, y ni siquiera feromenoi, luego entonces está en duda la inspiración y su significado.
Conclusión
2 Timoteo 3.16 es un pasaje que dice que toda la Sagrada Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, es inspirada por Dios, y por tanto, infalible, suficiente e inerrante. Aún haciendo la anotación marginal de que el apóstol Pablo tenía en mente, en ese momento, tan solo el Antiguo Testamento, de todas maneras la revelación escrita de Dios estaba en pleno apogeo y desarrollo y no es de ninguna forma inadecuado considerar que los escritos inspirados que se iban añadiendo bajo la superintendencia del Espíritu Santo pueden descansar también en dicho principio de inspiración.
Dicen algunos autores que la cronología de los libros del Nuevo Testamento apoya sus dichos contra la inspiración plenaria y verbal de la Biblia. Que porque 2 Timoteo se escribió antes que otros libros del Nuevo Testamento entonces Pablo no pudo haber pensado en ellos como Escritura. Y dejé esta objeción contra la inspiración plenaria y verbal para la conclusión porque al ser la más falaz es la que más ilustra la derrota anticipada del pensamiento neoliberal contra la Biblia.
La mayoría de los libros del Nuevo Testamento fueron escritos entre el 50 y 60 d. C. (2013, Plummer, p.13). El evangelio según san Marcos, por ejemplo, probablemente antecedió a las epístolas a Timoteo si se considera que pudo escribirse entre el 50 y 60 mientras que 1 y 2 Timoteo entre el 62 y 64 d.C., y 66-67 d.C., respectivamente. ¿En serio se basará el significado de “Escrituras inspiradas” en fechas probables y serán esas fechas la regla exegética que usaremos para arribar a conclusiones teológicas dogmáticas acerca de la no inspiración verbal y plenaria?
Ahora piénsese en este caso: El Pentateuco se escribió alrededor del 1400 a.C. Allí dice que “Lo secreto le pertenece al SEÑOR nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley” (Dt.29.29). Alrededor del 1400 a.C., no existía el Nuevo Testamento. Entonces no podemos llamarle “revelación” a este.
Es más: no podemos llamarle revelación al resto del Antiguo Testamento tampoco. Porque Moisés escribió sobre la “revelación” o “lo revelado a nosotros y a nuestros hijos” sin tener en mente en ningún momento los escritos que se redactarían cientos de años después. ¡Esta manera de pensar no tiene sentido!
La retahíla de ataques contra la Biblia jamás se ha de detener mientras exista el mundo y Jesús no regrese al final de los tiempos. Pero acostumbrarse a ello no es opción para los cristianos (Judas 3). Los cuestionamientos contra la inspiración e infalibilidad de la Biblia tienen que enfrentarse con vigor y meticulosidad. Espero que este trabajo administre una dosis de aliento y energía para todos aquellos que aman la Sagrada Escritura y anhelan que el Reino de los Cielos venga a nosotros y a toda la tierra, llenándola de su gloria y majestad.
Bibliografía
Black, D.A. (2015) Aprenda el griego del Nuevo Testamento. 3 Ed. Edit. Nashville. Ed. Kindle
Carson D.A., y Woodbrige, J. D. (1983) Scripture and Truth. Edit. Zondervan. Grand Rapids: 446 pp.
Geisler, N. Editor (1980) Inerrancy. Edit. Zondervan. Grand Rapids: 516 pp.
Hendricksen, G. (1979) 1 y 2 Timoteo. Comentario del Nuevo Testamento. Edit. Subcomisión Literatura Cristiana. Grand Rapids: 460 pp.
Mounce, W.D. (1993) The analytical lexicon to the Greek New Testament. Edit. Zondervan. Grand Rapids: 542 pp.
Nestle-Aland Novum Testamentum Graece. 28 Ed. Edit. Deutsche Bibelgesellschaft. Versión en línea: https://bit.ly/2Uj2z0o
Plummer, R.L. (2013) The story of Scripture. Edit. Kregel. Grand Rapids: 86 pp.
Sproul, R.C. (2009) John. Saint Andrew´s Expositional Commentary. Edit. Reformation Trust. Sanford: 414 pp.
The Complete Ante-Nicene & Nicene and Post-Nicene Church Fathers Collection. The Church Fathers. Edit. Catholic Way Publishing. 49027 pp. Kindle Ed.
The Greek New Testament. 5th Ed. Edit. Deutsche Bibelgesellschaft. Stuttgart: 899 pp.
Biblias
Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovado 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usada con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society y puede ser usada solamente bajo licencia.
Dios Habla Hoy (1994) 3ra. Ed. Edit. Sociedades Bíblicas Unidas. 1432 pp.
Texto Bíblico tomado de la Santa Biblia Nueva Versión Internacional (1999) por la Sociedad Bíblica Internacional
Sobre el autor
J. P. Martínez es Maestro en Teología por el Seminario Internacional de Miami MINTS (EEUU). Autor deTus pecados quedan perdonados (2018), Radiografía del progresismo cristiano (2019) y Cómo vencer en Cristo (2016) entre otras obras. Es Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Baja California (México), y posgrado y especialista en Derechos Humanos Universitat Oberta de Catalunya (España). Es esposo de Judith y padre de dos hijos.
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Introducción
θεπνευστος ¿Adjetivo atributivo o predicativo?
Juan 10:34-35 y νμ, λγος το θεο y γραφ
θεπνευστος en el judaísmo
La visión de la Biblia en los primeros siglos del cristianismo
Cuestionamientos contemporáneos contra la inspiración
Conclusión
Bibliografía