(bracco, diego) - la tierra del mal

276
© 2011, Diego Bracco Derechos exclusivos de edición para Uruguay: © 2011, Editorial Planeta S.A. Cuareim 1647, Montevideo - Uruguay Ia edición: abril de 2011 ISBN: 978-9974-685-56-7 Impreso y encuadernado en Zonalibro San Martín 2437 - Tel. 2208 7819 E-mail: [email protected] Montevideo - Uruguay Depósito Legal Nü 355.498 / 11 Edición amparada en el decreto 218/996 (Comisión del papel) De acuerdo con el artículo 15 de la Ley N° 17.616: "El que edite, vénda, reproduzca o hiciere reproducir por cualquier medio o instrumento -total o parcialmente-; distribuya; almacene con miras a la distribución al público, o ponga a disposición del mismo en cualquier forma o medio, con ánimo de lucro o de causar un perjuicio injustificado, una obra inédita o publicada, una interpretación, un fonograma o emisión, sin la autorización escrita de sus respectivos titulares o causahabientes a cualquier título, o se la atribuyere para sí o a persona distinta del respectivo titular, contraviniendo en cualquier forma lo dispuesto en la presente ley, será castigado con pena de tres meses de prisión a tres años de penitenciaría", por lo que el editor se reserva el derecho de denunciar ante la justicia Penal competente toda forma de reproducción ilícita.

Upload: nicolas-darchez

Post on 12-Nov-2015

91 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

La Tierra del MalDiego Bracco

TRANSCRIPT

  • 2011, Diego BraccoDerechos exclusivos de edicin para Uruguay: 2011, Editorial Planeta S.A.Cuareim 1647, Montevideo - UruguayIa edicin: abril de 2011 ISBN: 978-9974-685-56-7Impreso y encuadernado en Zonalibro San M artn 2437 - Tel. 2208 7819 E-mail: [email protected] Montevideo - UruguayDepsito Legal N 355.498 / 11Edicin amparada en el decreto 218/996 (Comisin del papel)De acuerdo con el artculo 15 de la Ley N 17.616: "El que edite, vnda,reproduzca o hiciere reproducir por cualquier medio o instrumento-total o parcialmente-; distribuya; almacene con miras a la distribucin al pblico,o ponga a disposicin del mismo en cualquier forma o medio, con nimode lucro o de causar un perjuicio injustificado, una obra indita o publicada,una interpretacin, un fonograma o emisin, sin la autorizacin escritade sus respectivos titulares o causahabientes a cualquier ttulo, o se la atribuyerepara s o a persona distinta del respectivo titular, contraviniendo en cualquierforma lo dispuesto en la presente ley, ser castigado con pena de tres mesesde prisin a tres aos de penitenciara", por lo que el editor se reserva el derechode denunciar ante la justicia Penal competente toda forma de reproduccin ilcita.

  • Diego Bracco

    La Tierra del Mal

    Pianeta

  • Prefacio

    En abril del ao 1550, una expedicin de m ujeres espaolas zarp hacia el Ro de la Plata. Son relativamente bien conocidas las circunstancias que influyeron para que la Corona concediera la autorizacin. E ntre ellas estuvo el tem or a la prdida de un territorio que sin esposas y m adres europeas poda quedar privado de clase dom inante. Adems, el gobernador el legendario lvar Nez Cabeza de Vaca haba sido depuesto y urga restaurar la legalidad. Como era inviable usar la fuerza en territorios distantes, selvticos y po blados por antropfagos, la Corona otorg grandes po deres a Juan de Sanabria. Este noble, prim o de H ernn Corts, deba reem plazar al derrocado y restablecer la concordia, pero falleci antes de hacerse a la mar. En cambio su viuda -cuya fortuna era indispensable para la expedicin sigui adelante. Con ella fueron al m enos medio centenar de m ujeres y, entre ellas, su hija Mara de Sanabria.

    La arm ada parti de Sevilla, se detuvo a com pletar carga en Sanlcar de B arram eda y fue desviada a Lisboa por vientos contrarios. Luego hizo escala en C anarias e isla de Ao Bueno para finalm ente arribar a la costa del Brasil. Para entonces, una de las naves y toda su tripulacin haban desaparecido durante una tem pestad. Quienes viajaban en las dos restantes haban

    7

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • p a d ec id o h am b re , en fe rm ed ad es y el a ta q u e de corsarios. Algunos aspectos de esa odisea no necesarios para la lectura de esta novela fueron narrados en mi libro Mara de Sanabria.

  • La Tierra del MalI

    Haca un mes que la expedicin del difunto Juan de Sanabria haba desem barcado en la isla de Santa Catarina, en el su r del Brasil. Haban encontrado a un espaol y a docenas de indgenas, pero antes que ayuda, resultaban una carga. Enfrentaban enormes dificultades para proseguir y hacerse cargo del gobierno del Ro de la Plata, conquistar El Dorado y llegar a la tierra de las amazonas. Era 2 de febrero del ao 1551; los ciento veinte hom bres y cincuenta mujeres que restaban acababan de celebrar el Da de la Candelaria. La com ida y el entusiasm o haban sido escasos. Vino no quedaba ni para misa y el sol del verano austral parta las piedras.

    La Tierra sin Mal m urm ur para s M ara de Sanabria, como fascinada con el concepto.

    Sali al exterior de la choza que haca las veces de iglesia. Elev la m irada por encima de la dbil em palizada que defenda la aldea de fieras e indios enemigos. Quiso ponerle nom bre al color de la selva que tapizaba la m ontaa, pero no encontr la palabra. Todo refulga y M ara sinti que su cerebro iba a estallar.

    No, no susurr, negando con un m ovim iento de cabeza. A estallar no. Siento com o si tuviera to neladas encima, como si fuera a explotar, pero hacia dentro.

    9

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • Decidi que precisaba soledad para no perder la cordura. Evaluando los riesgos, se dijo que el perm etro de la isla poda recorrerse en cuatro das y estaba vigilado. Adems, era im probable que los indios enemigos atravesaran el canal que los separaba del continente sin ser descubiertos. Pens en las serpientes, reprim i un escalofro y musit:

    Bastar con andar con cuidado.Por ltimo asumi que ya no deba haber jaguares

    porque les faltaba qu comer. De cualquier modo decidi llevar un perro, pensando que su olfato fino y sus ladridos podan serle de utilidad. Se detuvo a buscar una ballesta; m ientras lo haca evoc a Hans Staden, el soldado de fortuna alemn que le haba enseado el uso de las armas. Casi lleg a sonrer, pensando en la intensidad con la que lo haba amado. Luego hizo ademn de espantar una mosca, como si pudiera ahuyentar el recuerdo de cierto abordaje corsario durante la travesa, como si pudiera borrar el desencanto producido porque su amado haba antepuesto sensatez a herosmo.

    Desencanto u orgullo herido, porque no corri a m atarse por m? se pregunt em pleando el tenue tono de voz de quien, absorto en sus reflexiones, habla solo.

    A continuacin se dijo que no llegara a parte alguna pensando tanto y actuando tan poco. Decidida, ech a andar cuesta arriba entre una arboleda que no llegaba a ser frondosa. Cuando la falta de aliento la obligaba a detenerse, sus ojos se fatigaban en el luminoso m ar o escrutaban el continente que se extenda sin lmite hacia poniente. Abajo, en el canal, se m ecan las dos naves con las que haban atravesado el Atlntico. Primero le parecieron buitres ahogados; a ms distancia las crey dos perlas negras, prestas a hundirse. Se eriz considerando que eran una de las alternativas para proseguir viaje y que la otra consista en atravesar la selva durante meses.

    10

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • Se sinti agobiada por las dificultades. Susurr para s:

    Quin est ms loco, los indios que vienen desde la profundidad del continente buscando llegar adonde sale el sol, in tentando alcanzar la Tierra sin Mal? Ay, ay de los indios que parecen nios creyendo que pueden acceder al paraso sin tener que beber el trago de la muerte. Ojal existiera la Tierra sin Mal! Esta gente no encontrar aqu paraso; ms bien infierno. Pero, y yo, que pretendo m anejar la gobernacin que la m uerte arrebat a mi padre? sonri con irona, para proseguir lam entando la desgracia propia y la ajena. Ah, pobres indios. Llegaron a la costa del Brasil buscando una tierra donde las flechas cazan solas, y no hicieron sino ponerse al alcance de los cazadores de esclavos. Ah, pobre de m suspir, que he derrotado a los necios hom bres y soy tan necia como ellos.

    Se alej unos cientos de pasos, siempre cuesta a rriba. El galgo se detuvo, alz el hocico y las orejas. Su pelaje se eriz, m as no emiti ruido. M ara de Sanabria aguz el odo y palp la ballesta, pero enseguida se tran quiliz, al percib ir que los sonidos eran hum anos. Se inclin, acarici al perro como indicndole que no deba ladrar y susurr:

    Gracias, Escipin!Luego, movida por la curiosidad, se acerc sigilo

    samente. Desde un lugar oculto por la espesura vio a un hom bre y una mujer, a m edio centenar de pasos. Ataban los extremos de la ham aca o red que entre los tup guaranes era usada como cama, a sendos rboles.

    As que eres t, cerdo asqueroso! Ojal te devoren los indios! dese al reconocer a Staden. Confirm que su ubicacin le perm ita observar sin ser vista. Apret los puos y contrajo la m andbula, como si se dispusiera a atacar. Sin embargo, unos m om entos ms tarde desvi la atencin hacia la joven casi desnuda que acom paaba al arcabucero alemn.

    11

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • Una india de tal vez quince aos evalu. Y con toda la vestimenta que le hace falta se dijo mientras se preguntaba si ella se atrevera a exhibirse en tanga.

    "Vaya susurr satisfecha por haber recordado cmo se llam aba esa prenda en la lengua de la tierra parece que aprendo rpido. Y tambin se alegr que si atiendo a la vestimenta de la india y no corro a m atar a Staden es porque ya no soy su prisionera. Adems reflexion bastara con una palabra, un gesto mo, para que Hans volviera a m, sumiso como el perro que me acom paa. Sin embai-go, eso no ha de ser. Lo que concedi la Corona a mi difunto padre se dijo a s misma acentuando la irona en la palabra padre es mi nica oportunidad. Quien se case conmigo ser alguacil. Solo as podr conservar el poder y defender a las m ujeres que se atrevieron a venir conmigo! De cualquier modo concluy, mejor ser que no me quede a contem plar a la dulce pareja.

    Mara se alej en silencio, para que no advirtieran su presencia. Intent no pensar en lo que haba visto, pero interiorm ente maldijo a los hombres porque, salvo fray Agustn, usaban y abusaban de las indias. Por un m omento su atencin se desvi a la conspiracin en la que estaba envuelta en Sevilla, cuando conoci al jo ven religioso. Su rostro se ilumin a la luz de aquel tiem po en que se haban vuelto confidentes y amigos. De inm ediato torn a pensar en el abuso hacia las indias y le pareci notable que el ms hum ano e inteligente de los expedicionarios hubiera hecho voto de castidad. Se pregunt si aquello era una maldicin agregada a la condicin femenina. Luego se detuvo buscando entender por qu ninguna m ujer recurra a los indios para su propio placer. Durante un instante sonri, sintiendo que tantas dificultades le haban quitado completamente la vergenza. Luego volvi a la pregunta inicial y se contest: Bueno, ninguna que yo sepa... Es verdad que la que ms, la que menos, todas quieren casarse con un

    12

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • conquistador de los que estn haciendo fortuna en este Nuevo Mundo. Saben que les ser fcil conseguirlo porque aqu casi no hay mujeres blancas. Y m ientras tanto sonri para s no les conviene divertirse con los hom bres que han venido con nosotras. Esos cerdos correran a contar su hazaa! Y entonces, por qu no lo hacen con los indios, del mismo m odo que los b lan cos lo hacen con las indias?.

    Consider la posibilidad y reprimi un gesto de desagrado. Acaso solo me interesa el cuerpo de Staden? se pregunt. Movi la cabeza a un lado y otro, como negando y mascull:

    Habr que poner un remedio a eso!Cuando estuvo a distancia prudente, dej el abrigo

    de la arboleda. Haba disminuido el calor y el sol em pezaba a incendiar el poniente. Mir hacia el atardecer y luego al apacible canal ocenico que separa la isla de Santa Catarina del continente. El viento le trajo el ju ra mento de una m ujer que repeta:

    Vive Dios que los matar!No pudo identificar a la que gritaba y se pregunt

    con irritacin:A cul de las mas habrn m olestado estos cer

    dos? Habra que tenerlos trabajando de sol a sol, pero es difcil con el estmago vaco protest por lo bajo.

    Recorri los cientos de pasos que an quedaban hasta la estacada con la prisa de quien ha dejado a sus hijos solos. Apenas traspuso el portn, encontr a la autora de las im precaciones. Llevaba en una m ano una calavera cham uscada y, en la otra, unos cuantos huesos igualmente ennegrecidos:

    Mira lo que han hecho! Aqu est Anbal! -vocifer.

    Clmate, Josefa! Eres la ms bella de cuantas hemos venido, pero furiosa desmereces mucho sonri Mara, en la actitud de quien desea conciliar.

    13

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • Que me calme? No ves? Dos perros haba en la tierra; aqu est lo que queda de Anbal! Menos mal que te llevaste a Escipin, porque a este se lo han comido!

    Malditos cabrones! dej escapar entre dientes Mara, para luego asegurar: Lo pagarn!

    Nosotras se lo cobraremos?M ara la m ir con firmeza desprovista de agresivi

    dad. Josefa baj la m irada y suspir:Sabe Dios, M ara de Sanabria, el respeto que te

    tengo. Es que estas cosas no las puedo sufrir. Y Salazar, vaya m ierda de capitn!, me contest que ya vio a los espaoles devorarse unos a otros, que no va a castigar a sus hom bres porque hayan comido un perro. Que un galgo, por m ucho que se llame Anbal, es intil en esta tierra.

    -Intil es Salazar! Pero bien sabes que aun siendo un intil, las cosas iran todava peor sin l. Los hom bres nos tem en o nos precisan, mas nunca aceptarn que demos directam ente las rdenes. En fin suspir M ara, si hemos de hacer algo, ser mejor que los p illemos desprevenidos. Ven invit a Josefa, la sujet del brazo y cam in con ella hacia las seis chozas que utilizaban casi todas las mujeres.

    En el trayecto percibi que las caras hoscas del medioda se haban transform ado. La pesca haba sido abundante y la gente cam inaba contenta, como quien aguarda saciar el hambre. Hombres y mujeres em pezaban a congregarse en torno a la hoguera que haba de dar luz y calor al fogn comn, en el centro de la m inscula aldea. Algunos ya se entretenan acercando ascuas a grandes peces espetados en varas verdes y otros hacan lo propio bajo cobrizos calderos.

    Ve a com er y haz de cuenta que no ha pasado nada pidi Mara a su cam arada. Yo ir ms tarde agreg.

    Entr a la choza que com parta con su m adre y su herm ana. Se alegr al encontrarlas all, pero las Scilud

    14

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • como quien tiene prisa. Se lav, se puso lo mejor de cuanto le quedaba de ropa y se pein lentamente. Cuando acab, la noche haba cado por completo. No quera ir directam ente hacia el fogn porque no consegua sacarse de la cabeza lo que haba visto. Deseaba pensar si le convena m irar o evitar a Staden, si atraerlo para luego despreciarlo o sim plem ente ignorarlo. Ech a cam inar bordeando la empalizada, para no tropezar en la oscuridad. Escuch ruido, como si alguien reprim iera un sollozo. Continu andando y poco ms adelante top con H ernando de Trejo, uno de los hom bres p rin cipales de la expedicin.

    M ara pregunt con cierta sorpresa:Don Hernando, no se suma Vuestra Merced a la

    cena?Trejo respondi con voz apenas audible:Gracias; ya ir.Tan desesperada es nuestra situacin para que

    derram e Vuestra Merced lgrimas? pregunt M ara, que inm ediatam ente se m ordi el labio sintindose grosera y necia.

    No me entristece nuestra situacin susurr Trejo con am abilidad y, al m ismo tiempo, como el que ha dado por term inado el dilogo.

    Perdone, por favor, disculpe mi im pertinencia pidi Mara.

    Antes estbam os abandonados en el m ar y ahora lo estamos en tierra. No me entristece; no veo la diferencia. Qu ms da aqu o all? De cualquier modo los hom bres estamos perdidos en el mundo.

    Le duele la gente que ha dejado atrs, en E spaa?

    -S y no. Mi m adre m uri cuando nac. Mis hijos se hicieron hom bres y siguen su propio camino. La fiebre se llev a mi esposa hace ya dos aos y cuando qued solo resolv venir a ver el Nuevo Mundo.

    No est Vuestra Merced solo.

    15

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • Todos lo estamos. Mas, doa Mara, no s por qu hablo de esto. La nostalgia y todava ms que la nostalgia, el dolor, son privados.

    Se lo suplico; contine.Los hombres, doa Mara, somos unos tontos. Bas

    ta con que una mujer hermosa parezca interesarse por nuestra afliccin para que hablemos de aquello que hubiramos jurado que bamos a guardar hasta la tumba.

    Tan grande es la necesidad de secreto?No, no me m alinterprete. Si ni siquiera es un se

    creto.Y entonces?Cundo term in su infancia?Qu me quiere preguntar? susurr Mara, con

    el acento de quien no entiende el rum bo de la conversacin.

    Yo le responder. La infancia es la poca de la vida en que no hay cosas relevantes que olvidr, porque nadie est m uerto. Cundo finaliz la poca de su vida en que todos vivan?

    Todos hem os perdido gente. Si bien vivimos, otros llorarn cuando nos pierdan.

    Me estoy dejando llevar por su encanto vacil Trejo.

    No tiene que contarm e un secreto.No hay secreto, pero repito que el dolor es priva

    do y por eso me resisto a hablar. Sin embargo, le dir que hoy hace exactam ente cuarenta aos que el nio que fui dej paso al hombre que soy. Ese da encontr el cadver de mi padre; estaba en un charco de sangre, tena una saeta clavada en el corazn. Ojal haya sido un accidente. A veces quiero creer que un da lo encontrar. M ientras viva, lo llevar en m. Luego, el olvido.

    El olvido?Hay una forma, a veces bella y siempre dolorosa,

    de inm ortalidad, que dura como mximo lo que la vida de un hombre. No volver a visitar su tum ba en la leja

    16

    NicolasResaltado

  • na Extremadura; sin embargo, la regar con lgrim as m ientras viva. Y no me m alentienda. No es que quiera dedicar el da de hoy a recordarlo, pero el pensam iento no precisa perm iso para ir de viaje. R ara vez dedico tiempo al lam ento intil; acontece que la prim era gran herida duele para siempre. Ya soy viejo, pero ojal ten ga otro hijo.que me ame, aunque el precio sea que tam bin me llore cuando le falte. Mas ese hijo nunca llo rar a quien no tuvo oportunidad de amar. Conmigo m orir esa prrroga que tuvo la vida de mi padre y eso es ley de vida. Nadie riega con lgrim as tum bas cavadas hace un siglo.

    Aunque la oscuridad era completa, Mara intuy que se miraban fijamente a los ojos. Busc la mejilla de Trejo con el dorso de su mano. S inti la hum edad de una l grima, retir la m ano y segura de lo indebido de su gesto, susurr:

    Perdone.Gracias susurr Trejo.Venga, vamos con los dems.Doa Mara: nadie poda hoy hacer ms por m

    que lo que ha hecho Vuestra Merced, pero le ruego que me deje aqu, con la com paa de la oscuridad y las estrellas.

    Mara volvi a acariciar fugazmente la mejilla de Trejo con el dorso de la m ano y se alej sin decir pa labra. Las voces y el resplandor de la hoguera la guiaron hasta los que saciaban el ham bre de la vspera. Por un momento le pareci que form aban una gran familia. La tem peratura era agradable y la brisa suficiente para espantar los mosquitos. Busc un lugar entre su m adre y fray Agustn, que la recibi ironizando:

    Igual de anim ados que esta m aana, cuando celebrbamos la Candelaria. No solo de pan vive el hom bre, mas...

    Pero nada. Come, vive y deja vivir invit M ara sonriendo.

    17

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • Se incorpor y se acerc a llenar su escudilla con espesa sopa de pescado. Precis un largo rato para saciarse. Para entonces, Salazar, que desde la salida de Espaa haba mantenido el cargo de tesorero y capitn general, se haba puesto de pie y buscaba un lugar prom inente para dejarse ver de todos.

    Con licencia de la seora gobernadora -declam, m irando hacia donde estaba Menca, la m adre de Mara, quiero aprovechar este momento para hablaros de nuestra situacin.

    Salazar aguard unos instantes, que no alcanzaron para concitar atencin . Alz la voz y reclam silencio:

    Escuchadme!El bullicio tard en cesar. Entretanto, Mara acerc

    sus labios al odo de fray Agustn y le dijo en un m urmullo:

    A ver qu tiene el intil que decirnos esta vez.El fraile replic, tam bin en un susurro:Con cuatro plumas en el culo cualquiera lo con

    funde con un pavo real. Fray A gustn! ri p o r lo ba jo M ara ,

    im postando la voz como si se hubiera escandalizado.Salazar volvi a reclamar:Escuchadme! y con voz recia asegur-: No po

    demos continuar as. Hace ms de un mes que estamos en esta isla y ya no hay en ella lo suficiente para vivir. Hoy hemos comido pero m aana el ham bre har que nos m atem os unos a otros. Las semillas que traam os se han perdido y no podemos cultivar. Los que cazan a los indios para esclavizarlos se nos han adelantado y se han llevado el maz y la mandioca que estaban preparados para nuestro socorro. El estado de las naves no permite continuar y aunque las reparem os es imposible ir hasta el Ro de la Plata y rem ontar el Paran y el Paraguay sin alim entos. No podemos m archar por tierra a la Asuncin del Paraguay porque en el cam ino no encontraram os comida para tanta gente. Adems, no po

    18

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • dramos cargar el hierro que cualquiera desdeara en Espaa y en cam bio aqu es un tesoro. Cuarenta hom bres y diez m ujeres me han solicitado licencia para maixharse. La he concedido porque no puedo im pedirlo y porque sern menos bocas que alim entar aqu. Dios los gue hasta Asuncin del Paraguay y que desde all nos enven socorros! E ntretanto debemos organizam os para conseguir m s comida. Aprovechemos que la pesca providencial ha devuelto vigor al cuerpo de los hom bres y vayamos de cacera al continente. La m itad de las presas sern para el cazador, la otra m itad para to dos los dems: quines son voluntarios?

    Tras un instante de silencio, la mayora de los hom bres y unas cuantas mujeres se pusieron de pie sealndose a s mismos y exclamando:

    Yo, yo!Distinguidas seoras se apresur Salazar a iro

    nizar, cuando conozcam os mejor el continente p o dris venir a recoger palmitos para comer o simplemente a pasear. Pero ahora no precisam os un estorbo.

    -Ser cerdo! exclam Mara al odo de su m adre, y agreg. T eres la duea de la expedicin, por qu no lo mandas callar?

    Hija, sabes que en todo sigo tu parecer, pero conviene? cuestion a su vez doa Menca.

    A todo esto, el capitn Salazar y los cincuenta hom bres que se le haban acercado hablaban entusiasm ados.

    Dos das ms tarde se congregaron en la playa, an tes del alba. Todos tenan preparadas ballesta y m uchas flechas. Staden y otros cargaban, adems, arcabuz, ante lo cual Salazar orden:

    Que nadie lleve arm a de mecha! El estam pido ahuyentar la caza y podra a le rta r a los indios en e migos.

    Y cmo nos alertarem os entre nosotros si nos atacan?

    19

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • No nos atacarn. No hay salvajes cerca y, si los hubiera, no sabrn que hemos cruzado el canal. E staremos en la otra orilla antes del amanecer.

    C apitn , sin mis arm as no cruzo! -objet Staden.

    Salazar se encogi de hombros y, hablando para todos, reiter:

    Quien quiera venir deber dejar las armas de fuego. Aprisa, que buena caza nos espera!

    Los hom bres apuraron una escudilla de caldo caliente, se desnudaron, situaron la ropa del mejor modo para m antenerla seca durante la travesa y botaron las canoas. Cuando estaban a suficiente profundidad se encaram aron por la popa de los ahuecados troncos, empuaron los remos y antes de las prim eras luces arribaron a la playa del continente. Subieron las em barcaciones a la arena y, tal como haban convenido, se dispersaron en pequeos grupos.

    M ientras esto hacan, Staden y los que como l no haban querido cruzar, regresaron a la aldea. Tras dejar a buen resguardo las armas de fuego, volvieron a la orilla. Al igual que la mayora de las mujeres, se haban provisto de cordel y anzuelo. Los peces parecan haberse ausentado del m ar y la m aana transcurri con lentitud exasperante m ientras, enfrente, los cazadores no daban ninguna seal de vida. El desasosiego se fue abriendo paso entre quienes aguardaban e intentaban pescar. Al fin, pasado el medioda, divisaron cazadores que paulatinamente iban emergiendo del monte. La brisa traa sus voces, ora airadas, ora festivas. Durante un prolongado lapso estuvieron inactivos, como si esperaran a los que todava estaban en la selva. Luego encendieron una hoguera, se adivinaba que asaban carne. Al caer la tarde botaron las canoas. A medida que se acercaban a la isla, m ostraban la veintena de cerdos salvajes que haban matado. La discusin por la propiedad de las piezas continuaba m ientras remaban. Los

    20

  • que haban flechado a los anim ales ju raban que con nadie habran de com partirlos. Los otros apelaban al capitn, aduciendo que la captura era debida a que ellos los haban espantado hacia la posicin de los ballesteros. Ya en la playa, un hom bre sac su cuchillo para separar el jam n que, segn l, le corresponda. Otro lo empuj y lo hizo rodar. El prim ero se levant y arrem eti con su daga alzada. El agresor corri y se lanz al agua para escapar. Muchos saludaron con risa el desenlace. El perseguido nad y qued oculto tras unas ro cas. El cazador continu tranquilam ente separando su jam n. M ientras, el rival sali del agua, consigui un grueso palo y se acerc solapadam ente. Sin decir palabra lo descarg contra quien lo haba perseguido. La vctima gimi y cay sobre el cerdo salvaje que in ten taba descuartizar.

    Tras un instante de silencio, el agresor clam:Se lo mereca!Mereca? respondi otro, llevando la m ano a

    la em puadura de su daga.Cuchillos no! terci Salazar.Es igual; para matarle alcanzan los puos! ru

    gi el amigo de la vctima.Calma insisti Salazar.-Se lo mereca! Sin nosotros nunca habrais fle

    chado estos anim ales. Cabrones! sali un individuo corpulento en defensa del agresor, al tiem po que g ritaba: La carne se reparte por igual entre todos los que fuimos a cazar!

    Ni t ni tu pu ta m adre van a quitarm e lo que he flechado!

    Con ms velocidad y precisin que la que caba esperar, el hombre corpulento tom del cuello a su oponente. Antes de que pudiera hacer dao, un tercero le dio un puntapi en el hgado y lo derrib. En un instante la pelea se generaliz. Quienes no haban ido a la cacera, y por tanto no tenan derecho sobre la carne,

    21

  • contem plaban el espectculo. Puetazos certeros, puntapis violentos, duros cabezazos e hirientes m ordiscos eran saludados con carcajadas u ovaciones. Al rato, la balanza empez a inclinarse. Un hom bre del bando que llevaba las de perder desenvain su cuchillo. Lanz un tajo que apenas roz su destino. Los del otro bando echaron m ano a sus puales. M ara de Sanabria se alej una veintena de pasos de los que peleaban y con la m irada puesta en la lejana exclam:

    Una vela en el horizonte!La pelea perdi inters. Todos se afanaban por di

    visar el barco. Se preguntaban si eran socorros de Espaa, si portugueses, si franceses, si cazadores de esclavos. Se decan que qu ms daba, que cualquiera que fuera los auxiliara. La ansiedad creca. La gente empez a m irar alternativam ente al m ar y a la cara de sus compaeros. Todos negaban con la cabeza, porque nadie alcanzaba a ver el barco. Tras un rato, alguien pregunt en voz alta:

    Dnde dice, seorita gobernadora, que vio la vela?

    La aludida no respondi, la buscaron con la m irada pero no la encontraron. Volvieron a escudriar el m ar y cuando to rnaron a buscar con los ojos a la que haba hablado, la encontraron sentada en una alta piedra. No pareca tener inters en divisar barcos. Durante el silencio que sigui, la interrogaron con la m irada. Mara sonri, se encogi de hombros y pidi:

    Espero que me disculpis. Os ibais a m atar y no encontr otro modo de evitarlo.

    Hubo un instante de silencio que oli a plvora y chispa. Luego, un murmullo de aprobacin. Un rato ms tarde, suficiente carne se asaba en la aldea. Nada se guardaba para la semana siguiente porque se pudrira o, peor, habra que m ontar guardia para que no la robaran.

    Siete das ms tarde, el ham bre haba regresado. Una nueva expedicin de caza al continente se fue difi

    22

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • riendo porque lluvia y viento daban escasa tregua. Los pocos frutos que se obtenan del m ar iban a parar a las m arm itas, cuyo caldo de pescado decrecientem ente espeso era la nica fuente constante de alim entacin. Cuando escam paba, los hom bres recorran la isla con la esperanza de cap tu rar algo de su raleada fauna, con ms esfuerzo que beneficio.

    Otras dos semanas pasaron. Era jueves 25 de febrero. El ham bre arreciaba. Tras el magro almuerzo, M ara haba colgado su ham aca a la sombra, pero fuera de la choza. Sigui con la m irada a un nio de seis o siete aos que haba traspuesto corriendo el portn de la empalizada. Era hijo de uno de los indios de servicio y busc a su padre, como si tuviera una gran novedad. El hombre, alto, m usculoso y ancho de espaldas como el que ms de los espaoles, se agach con delicadeza para escucharlo. El pequeo m usit unas palabras en el in comprensible idiom a tup guaran. El padre tom su cayado y cam in con prisa hacia Mara. Con gesto lleno de autoridad indic que lo siguiera. M ara vacil pero la curiosidad pudo ms, se incorpor y fue tras l. A paso largo traspusieron el abierto portn de la esta cada y se encam inaron hacia el bosque. Anduvieron dos mil pasos siem pre cuesta arriba. Mara jadeaba sin poder seguir el ritm o de su gua. El viento hm edo e in tenso esparci una voz de m ujer que provena del follaje. Le sigui una risotada o, tal vez, la de dos hom bres al unsono. Mara pens refrenar su paso. Le asisti la tentacin de dar m edia vuelta y huir: Dnde estar yendo? Quin me habr m andado venir tras un indio desnudo? Por qu no habr trado ballesta o al m enos un cuchillo? se inquiet, pero se contest: no, no se atrevera a atacarm e. Lo encontraran y lo despedazaran. Adems, su hijo ha quedado en la aldea".

    Prosigui y volvi a escuchar la voz de mujer; crey que era Josefa y se dio m s prisa an. Ya cerca le pareci or im precaciones y forcejeo. Cuando estaban

    23

    NicolasResaltado

  • a unos pasos, volvi a escuchar risotadas y una voz en falsete que propona:

    Mira qu bien se mece!M ara y su gua salieron a un pequeo claro en el

    bosque. Nadie repar en ellos, de modo que tuvieron un in stan te para ver la escena en todos sus detalles. Josefa estaba transfigurada por la rabia. Frente a ella haba dos hom bres que gesticulaban llevndose la m ano a los testculos y le im pedan proseguir. Al costado, ten an ballestas y m orrales. Tras ellos colgaba el objeto que enfureca a Josefa. M ara supuso que era una pieza de caza e im agin que d iscu tan porque los hom bres querran com erla all, y ella, que la llevaran para com partirla . Se adelan t un paso, haciendo ru ido suficiente para que se no tara su p resencia. Fue a m ediar, m as qued m uda, como si se h u biera atragantado.

    Qu? escupi el ms viejo de los cazadores. Tambin la seorita gobernadora quiere participar en la discusin?

    El ms joven se llev la m ano a la bragueta y m irando a Josefa ri:

    Mustrame qu sabes hacer con esto y lo suelto! El viejo secund la ocurrencia con una carcajada.

    Tras ellos, se asfixiaba Escipin, el nico perro que restaba. Estaba colgado con un lazo al cuello. Se estiraba en vano tratando de apoyar las patas traseras en el suelo. Desesperado, apenas araaba el polvo, como si bailara con exquisita suavidad.

    Sabrn que el capitn Salazar no los dejar sin castigo intervino M ara sin conviccin.

    Los dos hombres parodiaron que se echaban a tem blar. El ms viejo eruct y exclam:

    Lo que nos faltaba! Una seorita que debiera tener un m arido para que le ensee todo lo que tiene que saber, si es que ya no lo sabe, nos amenaza! Y adems, acom paada por un indio sucio. No querr Vues

    24

    NicolasResaltado

  • tra Merced a esa bestia con aspecto hum ano como m arido, seorita?

    M ara busc en vano palabras adecuadas para responder. Josefa sali disparada hacia el galgo que se asfixiaba. El ms joven la derrib de un em pujn y exclam:

    Me gusta que me em bista una de las m ejores hembras de la expedicin!

    Luego volvi a sujetarse los testculos, en gesto de ensearlos, y ri:

    Lstima; si no hubieran llegado tan a destiem po hubiram os ahorcado al perro despacio y todos hubieran credo que m uri naturalm ente.

    Josefa, todava en el suelo, lo mir con odio; luego observ lo que haba al alcance de su mano, buscando un palo o una piedra. Mara se acerc a ella, le tendi la mano para que se levantara y murm ur:

    Vamos, intentem os que Salazar haga algo.Josefa acept la mano que se le tenda, se incorpo

    r, enfrent al que la haba em pujado y le escupi en la cara. El hom bre se sec la mejilla con la manga, tir el som brero al suelo y con rapidez pasm osa la sujet y la manose.

    Sorpresa e im potencia paralizaron a Mara un instante. Luego se volvi hacia el indio, que se m antena inmvil, un paso atrs. Le fue imposible discernir si estaba ajeno a lo que suceda o evaluaba contrincantes. El indio dio la espalda, como quien em prende la re tira da, m ir por encim a del hom bro, pero no hizo por alejarse. Entretanto el viejo tam bin se acerc y m anose a Josefa. El indio volvi a g irar y dio dos pasos, acercndose. Con lentitud, como si le doliera la cintura, se agach para tom ar su cayado. Hizo un gesto a las m ujeres como invitando al cam ino de regreso. Mir hacia arriba, como si en la copa de los rboles algo o alguien llam ara su atencin. Los cazadores hicieron lo propio y el indio aprovech el instante para usar el cayado

    25

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • como una lanza sin punta. Ms rpido que un parpadeo, con un movimiento de m ueca impuls el palo. De la mano del indio pareci brotar una serpiente que fue a reventar los testculos del ms joven. Luego amag golpearle la cabeza, pas rozando su frente e im pact tras las rodillas del viejo. En un abrir y cerrar de ojos, ambos se revolcaban de dolor en el piso. Josefa urgi:

    Mtalos!El indio no se movi. Ella le quit el cayado de las

    m anos e hizo cuanto pudo por partir las costillas a los cados. Los hom bres se pusieron boca abajo in ten tando protegerse, pero la lluvia de garrotazos continu hasta que, agotada, Josefa arroj el bastn a un lado. Se arrodill, los trinc por el pelo y les refreg la cara contra la tierra:

    Pidan perdn, cabrones! exiga una y otra vez con toda la voz que le perm ita la falta de aliento.

    Vamos le reclam Mara, no ves que los desgraciados ya no pueden ni hablar?

    Por m que no hablen nunca ms!-Vamos insisti Mara, tom ndola amable y fir

    mem ente por la espalda.Espera, espera! reclam Josefa con la entona

    cin de alguien a quien el corazn se le sale por la boca y no se puede detener.

    Vamos! volvi a insistir Mara, que esta vez consigui su propsito.

    Josefa se incorpor, tom una gran bocanada de aire. Entonces record al galgo que se asfixiaba. Lo busc con la m irada, pero Escipin ya no estaba all. El indio se haba adelantado a desatarlo y el anim al estaba acurrucado, rozando su pierna. Ambos aguardaban, como los que han perdido motivo para perm anecer en un sitio. Hombre, perro y ambas mujeres em prendieron silencioso regreso. Cuando traspusieron el portn de la empalizada, M ara mir al indio y musit:

    -Gracias.

    26

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • El hom bre devolvi el gesto con un ligero m ovimiento de cabeza y continu su camino; el galgo lo sigui.

    Por la noche M ara y Josefa se acercaron al fogn comn, como si no hubiera ocurrido nada. El ham bre y la comida eran el tem a de conversacin. Resolvieron que sin im portar el estado de la mar, a la m adrugada siguiente intentaran pasar al continente. Al alba, el clima se puso de parte de los cazadores. Alentados por el xito anterior, otros hombres engrosaron la partida. Solo Staden y unos pocos ms volvieron a negarse por no poder llevar arcabuz. Cuando los vieron perderse dentro del monte, uno de los que haba quedado augur:

    Cualquier da los tragar la selva.La m aana se m antuvo apacible y el m edioda ca

    luroso. Sobre m edia tarde aparecieron nubarrones de torm enta. Poco despus arreci viento de sureste, y cuando los cazadores com enzaban a agruparse en la playa, ya haba empezado a llover. Botaron una canoa que a poco de in iciar la travesa del agitado canal, volc. Los nufragos abandonaron la em barcacin y volvieron nadando a la playa. Se hizo la oscuridad y no hubo cmo saber ms. Al alba amain y, al fin, los hom bres que haban pasado la noche sin poder encender fuego iniciaron la travesa del millar de brazas que los separaba de la isla. A medida que se acercaban, era evidente que estaban exhaustos y que no traan comida. Desem barcaron como si llegaran a un funeral. Sin em bargo, tras beber caldo caliente y desentum ecerse al calor de la hoguera, prom etan volver a intentarlo. Describan con codicia la gran m anada que se les haba escapado, ju raban que haba sido por inexperiencia y se prom etan que no volvera a suceder.

    Dos semanas ms tarde todo fue propicio para volver a intentarlo. Como en las oportunidades anteriores, se congregaron en la playa. El viento de poniente era intenso pero insuficiente para im pedir la travesa; ade

    27

  • ms era ventajoso porque no llevara olor o ruido hasta los cerdos salvajes, advirtindolos del peligro. Con las prim eras luces, se desnudaron, pusieron la ropa sobre las canoas y las botaron. Avanzaron con lentitud contra el viento e incluso as llegaron a la otra orilla antes de la salida del sol.

    Estn tan flacos que ni los indios querrn comerlos observ Josefa desde la playa.

    Ya no hay moral en esta isla ri Mara.Vergenza es lo que os falta a vosotras, que de

    bais estar mirando para otro lado terci fray Agustn.Habiendo tanto fraile sinvergenza, justo venir a

    caer entre nosotros un m oralista provoc Mara. Josefa la secund haciendo adem n de desvestirse.

    En el purgatorio pagaris diez mil aos cada una. Os darn cada da diez vestidos nuevos pero no habr ni espejos ni hom bres para contemplaros.

    Seguro que lo has ledo en las Escrituras ri Mara.

    No blasfemes, que para eso estoy yo. Ahhh suspir el fraile, esta tierra est llena de sorpresas y es difcil saber qu est bien y qu est mal...

    Y si no lo sabes, no es mejor dejarse llevar? insinu Mara, desviando la m irada hacia el cuerpo de Josefa.

    Mara! se irrit el religioso, una cosa es brom ear y otra, pasarse.

    Ea terci Josefa, menos palabras y ms accin.

    Qu? Vas a desvestirte?Mara! ri Josefa, a preparar los anzuelos,

    que si no pescamos, no comemos!M ara torn a preguntar al fraile, esta vez con se

    riedad:Dnde est el bien, dnde el mal, en esta tierra

    en que todo parece desproporcionado, sin acabar; donde el verano es en enero y el invierno en agosto?

    28

    NicolasResaltado

  • Un da lo s y dos no reconoci fray Agustn, en voz baja. Impido en trar a un indio en la choza que hace las veces de iglesia porque est desnudo, y sin embargo perm ito los grandes pecados que los cristianos estamos com etiendo aqu? A propsito, habis recom pensado al indio que os defendi?

    Repompensarlo? Qu quiere decir Vuestra Reverencia? interrog Josefa con gesto obsceno.

    Recompensar? pregunt M ara con seriedad.Acaso no es debido? Un anzuelo de metal para

    un hom bre que no tiene hierro es la diferencia entre vivir o m orir de hambre. Y un cuchillo para estos indios hace la diferencia entre riqueza y pobreza.

    Tienes razn: puedes entregrselos t? Podras explicarle por qu se los das?

    Nunca pens que iba a ser tan asno para aprender la lengua de la tierra. Doce vocales tiene el idiom a tup guaran! Algn da conseguir pronunciarlas to das!

    Concreta: podrs o no podrs?Intentar, pero como me ser m s fcil si he co

    mido, buscar un lugar a propsito para pescar. Os deseo buen da y buena suerte!

    Ambas m ujeres lo m iraron alejarse. Mara reflexion en voz apenas audible:

    Es consuelo y alegra saber que tenemos por pastor a un gran hom bre.

    Es verdad sonri Josefa con tristeza. Tan verdad, tan verdad que...

    - Q u ?Bien lo sabes, no me hagas decirlo.Aveces, hablar consuela.Qu consuelo puede haber en adm itir que tenien

    do a mis pies a cuanto hom bre he deseado, ni tengo ni tendr nunca el que en verdad me im porta.

    A veces, qu difcil es la vida!, querida cam arada se compadeci Mara.

    29

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • No nos pongamos tan trgicos sonri Josefa intentando cam biar el tono del dilogo. Ya aparecer alguno que me perm ita sustituirlo.

    - Y l?Acaso no lo sabes? No ves que lucha por m an

    tener su fe y no mirarme?Sucede, querida cam arada, que la fe de fray

    Agustn no es terica. Su credo son los desam parados, los desprotegidos indios...

    Cambiemos de tema pidi Josefa con una sonrisa triste, y sin ms, se concentr en la pesca.

    Las horas continuaron sucedindose con lentitud, como si rep taran . Las m iradas estaban fijas en las pequeas boyas que se m ecan como si jam s fueran a insinuar la posibilidad de una captura. La m ar adormeca e hipnotizaba. Del otro lado del canal, la selva se haba tragado al medio centenar de cazadores y pareca no tener prisa en vom itarlos. Al caer la tarde, el viento de poniente trajo voces que procedan del m onte. Al poco rato , los hom bres em ergieron y se reagru- paron en la playa. A vista de catalejo pudo saberse que haban cobrado unas pocas piezas. Se los vio reunirse, como si deliberaran. Un pequeo grupo se separ, bot una canoa y carg un anim al. Los dem s ju n ta ron lea y encendieron una hoguera. E n tre tan to la em barcacin cruz el canal y en breve lapso var en la isla. Sus ocupantes saltaron y la a rrastra ron hasta dejarla fuera del alcance de las m areas. Una vez hecho, H ernando de Trejo entreg el nico cerdo salvaje que traan. Luego m ir hacia el continente, se encogi de hom bros y afirm:

    El ham bre aconseja mal.No hizo falta ms; quienes esperaban en la isla com

    prendieron que los cazadores iban a consum ir el m agro botn antes de regresar. Unos los maldijeron y otros rogaron que los indios dieran cuenta de ellos. Los ms se retiraron abatidos hacia la aldea. Al cabo se consola

    30

    NicolasResaltado

  • ban con caldo de pescado y un pequeo trozo de carne. El fraile agradeci a Trejo y a los pocos que haban secundado su gesto:

    Cuando hom bres honrados nos dan su pan, tienen entre los dedos el cuerpo de Cristo. Y ahora alent a descansar, que no a dormir, que con ham bre es imposible: maana ser un gran da de pesca!

    Antes del alba volvieron a la playa. Todos queran pescar; m uchos deseaban que alguna canoa zozobrara y estar all para disfrutarlo. Se insinuaba la rosada aurora y, enfrente, en el cam pam ento de los cazadores, em palidecan las ascuas. La brisa de poniente todava tra a olor de la carne que haban asado. Luego, sin preaviso, como si estallara un polvorn sin que nadie hubiera visto la chispa, los gritos de pelea lo inundaron todo. Enseguida regres un silencio profundo, salpicado por intensos gritos de dolor. Los cazadores saltaron al unsono, tom aron sus ballestas y corrieron a reagru- parse al borde del mar.

    No me dejis! se escuch una im ploracin.El herido que haba suplicado auxilio y las canoas

    quedaron desam paradas. Un centenar de atacantes dej la espesura y tom posicin tras las em barcaciones. Indios y espaoles se observaron a una d istancia desde la que ni unos ni o tros podan herirse con sus saetas. Varios a tacantes su jetaron al herido, lo elevaron por encima de sus cabezas y le arrancaron la ropa. A coro gritaron:

    Ayu-iche-be ene remiuram!Los cazadores que aguardaban el inm inente ataque

    y los que observaban el conjunto sin alcanzar a d is tin guir los detalles desde la isla in terrogaron con la m ira da. Los indios auxiliares respondieron:

    Significa: Yo, vuestra comida, llega! Le obligarn a decirlo.

    El herido im ploraba piedad y gema pidiendo socorro a sus com paeros. Cada vez que lo haca, sus

    31

    NicolasResaltado

  • captores lo lanzaban al aire y lo atajaban antes de que llegara al piso. Uno de los indios lo seal con el dedo y repiti la frase que deba decir. El herido entendi y debi creer que haciendo cuanto se le ordenaba, se salvara. Grit una y otra vez a voz en cuello.

    Ayu-iche-be ene remiuram! Ayu-iche-be ene remiuram!

    Cada oportunidad fue celebrada por los indios con un rabioso estallido de jbilo. Uno, ms adornado con plumas que el resto, se acerc por detrs. Alz un garrote. Hizo unas evoluciones, como si bailara. Luego, le parti el crneo. Sin esperar a que cesaran las convulsas sacudidas de la vctima, la situaron de modo que sus a se d ia d o s co m p a e ro s p u d ie ra n ver y la descuartizaron. Se entretuvieron exhibiendo y mordiendo los miembros, siempre fuera del alcance de las saetas espaolas. Reavivaron la hoguera que los cazadores haban encendido la vspera y espetaron trozos del m uerto para asarlos a fuego lento.

    Tres de los sitiados juzgaron que podan escapar cruzando el canal a nado. A bandonaron cam aradas y arm as para in tentarlo . La corriente los a rrastr y se ahogaron. Los dems se dispusieron a resistir, sabiendo que si no los socorran, m oriran. En la isla todo era confusin. Unos no queran arriesgar la vida por quienes no lo valan. El capitn Salazar estaba entre los asediados. H ernando de Trejo era el principal entre los hom bres que estaban en la isla, pero no pareca inclinado a dar rdenes. El arcabucero Staden afirm aba que el nico modo era in tentarlo con canoas. Los ms queran acercar las naves y rociar a los salvajes con m etralla. Abordaron la capitana, picaron anclas, izaron una sola vela y pusieron proa al continente. No haban avanzado veinte brazas cuando la quilla toc fondo, el casco se parti y la carabela se hundi. Los tripulantes corrieron a popa, saltaron al agua y en pocas brazadas regresaron a la orilla.

    32

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • Retumb un estam pido. Proceda del trabuco de Trejo, que haba disparado al aire. Todos se volvieron para atenderlo. Orden, m irando a Staden:

    Vuestra Merced da las rdenes; los dems lo obedecemos!

    Staden no vacil. Eligi cinco arcabuceros y les orden: .

    Vosotros y yo deberem os ir de pie a popa, cada uno en una canoa, con m echa encendida.

    Inm ediatam ente busc rem eros, sin encontrar los suficientes. Tras un mnimo instante de duda reclam:

    Preciso diecisis m ujeres que se atrevan!Eligi entre las voluntarias y no excluy a Mara. Or

    den dejar ballestas y dispuso que llevaran cuchillos. Botaron las canoas y remaron a toda prisa hacia el continente. Cuando estaban a cien brazas grit a los asediados:

    Si intentis subir a las canoas, las volcaris! He dado orden para que os corten las m anos; que os degellen para impedirlo! Solo podris sujetaros con una m ano a la borda y con la otra, llevar vuestras armas! El que abandone la playa antes que yo lo diga, el que se demore cuando lo haya ordenado o el que no obedezca, se muere!

    A diez brazas de la playa orden que las canoas giraran.

    Al agua! grit.Los asediados salieron disparados, buscando la sal

    vacin. Los indios abandonaron sus posiciones para flecharlos, pero se pusieron a tiro de arcabuz.

    Fuego! orden S taden a los suyos e hizo lo propio.

    Solo uno de los atacantes cay con la descarga; sin embargo los dem s se detuvieron un instante. Volvieron a la carga, m as los fugitivos ya haban alcanzado las canoas, que ganaban espacio y velocidad. Cuando el peligro estuvo suficientem ente lejos, el resentim iento se desat en los remeros. Uno m urm ur:

    33

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • Qu hacem os arrastrando a estos cabrones que ayer nos dejaban m orir de hambre?

    Otro pregunt:No valdra ms dejarlos aqu, en medio del ca

    nal?Un tercero grit:No os alegris de llevar estos mansos corderitos

    a casa?Desde otra embarcacin, Josefa parodi al capitn

    Salazar:Cuando conozcamos bien el continente llevare

    mos m ujeres a pasear, pero ahora no precisam os un estorbo!

    Carcajadas y gritos cargados de anim osidad saludaron la ocurrencia, sin que por ello los rem eros cejaran en el esfuerzo. En breve lapso, salvados y salvadores alcanzaron la isla. Ya en tierra volvieron la vista hacia el continente. Como si hubieran recordado al cm ara- da que haba sido devorado, se persignaron. Tambin escudriaron el mar, buscando la nave que se haba hundido. De a uno se retiraron cabizbajos hacia la aldea, como anim ales que precisan lam er las propias heridas. Sin embargo, el ham bre no tard en conducirlos de regreso a la orilla, provistos de cordel y anzuelo. Por la noche se agruparon en torno al fogn sin que faltara nadie. Engaaron el estmago a base de caldo sin sustancia. El crepitar de la hoguera y los m urm ullos de desaliento eran cuanto poda escucharse. El capitn Salazar no apartaba los ojos del suelo y guardaba silencio. Tras m ucho rato, Hernando de Trejo, m irndolo, pero hablando para todos, asever:

    La guerra es algo muy serio para dejarla en manos de quienes no somos hombres de pelea. Estoy a su disposicin; sin una voz de mando no saldremos adelante.

    El aludido lo mir, como si acabara de despertarse. Movi la cabeza a un lado y otro, como negando, y respondi:

    34

    NicolasResaltado

  • No tuve au to ridad ni habilidad. No m erezco mandar.

    Merecer? Amenazados como estamos, esa no es la cuestin.

    Salazar asinti con la cabeza. Hizo un esfuerzo y se puso de pie. Esper lo suficiente como para que cualquiera que- quisiera hablar lo hiciera. Luego, como retom ando el m ando, pero con hum ildad, expres:

    Desde ahora doblarem os la guardia.Tras una pausa nom br seis hom bres y les orden:Vosotros deberis organizares para recorrer con

    tinuam ente la isla buscando indicio de enemigos. Si podis, cazaris, siem pre sin alejaros de la playa, porque si los salvajes pasan sin ser vistos, estam os perdidos. Y vos agreg m irando a Staden estaris al m ando de estos hombres.

    Tras otra pausa, nom br media docena de hombres que deban tu rn a rse da y noche, h iciera bueno o diluviase, para vigilar desde un promontorio. Agreg que el resto deba dispersarse, cazar lo que se pudiera y buscar buenos sitios de pesca. Luego, como si le avergonzase lo que iba a decir, mir hacia las mujeres y mascull:

    Gracias! Ante la dificultad habis rem ado como hombres; habis tenido el valor de hom bres.

    M ara aprovech para m urm urar al odo de su m adre:

    Si hubiera em bestido a los indios con su co rnam enta no habram os precisado rescatarlos.

    Salazar prosigui, m irando alternativamente a Mara y a su madre:

    Os preciso. Debis continuar pescando y m an te niendo encendido el fogn en la aldea. Los indios auxiliares que son peces en nadar bucearn para rescatar el hierro de la nave hundida. Controlad que no roben lo que recuperan.

    Salazar volvi a sum irse en el silencio. Nadie contest, a modo de desalentada m anera de acatar. Con

    35

    NicolasResaltado

  • andar que evidenciaba agotam iento, cada cual busc su lugar y, a poco, todos dorman.

    En m itad de la noche reson un grito reclam ando auxilio. Hom bres y mujeres saltaron dispuestos a defenderse. Corrieron afuera, sin saber qu sitio o a cules com paeros buscar. Desde lo alto del prom ontorio el centinela grit:

    Tranquilidad, tranquilidad!Sobre el desconcierto general se elev un m urm u

    llo de interrogacin. Trejo seal a un hom bre baado en sudor y afirm:

    Parece que ha sido l.He sido yo balbuce pidiendo disculpas un

    hom bre que tiritaba y reluca como si acabara de salir del agua. Han sido la fiebre y las pesadillas.

    Y el miedo de uno que solo es valiente para ahorcar un perro se burl Josefa por lo bajo, pero como para que la escucharan. Escupi con desprecio y se m arch diciendo: Si este gentilhom bre no lo tiene a mal, me vuelvo a dormir.

    Amaneci resplandeciente. Desayunaron caldo m aloliente de pescado. Antes de que se dispersaran, fray Agustn pregunt:

    Alguno de vosotros sabe qu da es? Hoy es domingo! exclam en el tono de quien tiene algo que celebrar. Sonri y agreg con alegra teida de nostalgia: Quin de nosotros no querra estar en misa, en la catedral de Sevilla? O en una iglesia como la de mi Constantina, por pequea que fuera?

    Luego, como si estuviera obligado a explicar un problema esencial y al mismo tiempo prctico, asegur:

    Hace ms de medio siglo, Su Santidad Inocencio VIII autoriz que los noruegos celebraran misa sin vino porque, igual que nosotros, no lo podan conseguir. Muchos santos varones creen que err en ello; sin embargo y sin polemizar con ellos, he seguido la enseanza de los indios para elaborar el vino de la tierra. No os dir por

    36

    NicolasResaltado

  • ahora cmo se fabrica la chicha, porque no querris bebera brome, para proseguir luego con seriedad. No podremos determ inar si celebrar con este vino que no conoce la vid valdr a los ojos del Seor, pero no har mal. Demos gracias por estar vivos y dediquemos un re cuerdo a los que se han ido concluy.

    Unos de buena gana y otros por la prom esa de la bebida, todos acudieron a la choza que haca las veces de iglesia. El fraile pidi silencio y cada uno se encerr en el suyo. Luego ofreci chicha. Tras sem anas sin p ro barlo, el alcohol hizo el efecto de un blsamo.

    Reconfortados, m archaron a las tareas que tenan encomendadas. Mara, Josefa y una veintena de m ujeres se dispusieron a pescar. Fray Agustn, otro espaol y diez indios auxiliares buscaron la playa. Haba bajam ar y a tiro de piedra afloraba parte de la nave hun d ida. El fraile procur explicar a los indios lo que se esperaba de ellos. El espaol afirm:

    Son burros y no entendern por ms que les h a ble. Deje que vean lo que yo hago e im itarn com o monos.

    M ara hizo un gesto como quien va a intervenir. Se mordi el labio y guard silencio. El espaol se quit la ropa y se meti al agua. Tambin nadaron los indios y en cuatro brazadas llegaron al barco hundido. La claridad de la m aana y la transparencia del m ar les perm itieron inspeccionar sin necesidad de inmersin. Volvieron a la playa y el espaol afirm:

    Lo primero ser rescatar la artillera, seguirn las grandes piezas de metal y luego hasta el ltim o clavo. Nos caer el invierno encim a y no habrem os term inado pronostic.

    Dime si no parece un pollo blanco mojado cuchiche Mara al odo de Josefa, sealndolo con la mirada.

    Es verdad; claram ente los indios estn mejor.Josefa! Cada da peor!

    37

    NicolasResaltado

    NicolasNota adhesivaCelebrarn la misa con Chicha, escupida.

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • Es que la necesidad tiene cara de hereje.Y de cuerpo de indio tam bin?Mira si no, al que le dio la paliza a los comedores

    de perro.Josefa! volvi a pronunciar M ara como si se

    escandalizara, pero la curiosidad pudo ms. Durante un instante lo recorri con la m irada. Susurr al odo de su cam arada: Ese no parece un pollo; ms bien, una estatua.

    Mhhh, a las estatuas no dan ganas de pellizcarlas. Adems, a ese le debemos un favor.

    Cllate ya! Ya ped a fray Agustn que le pague.Que le pague el fraile pudiendo hacerlo noso

    tras? Aunque, crees que querr?Josefa! Ven, vamos a pescar porque si no, no

    com em os ri Mara. Tras las carcajadas se agach para poner carnada y desafi: Seguro que pescar ms que t.

    Indios o peces...?

    38

    NicolasResaltado

  • Una estatua de cobreII

    El calendario haba dejado de tener su antiguo significado; domingos e incluso Semana Santa del ao 1551 pasaron sin pena ni gloria. Las jornadas transcurran soleadas o desapacibles, y sin embargo, esencialmente iguales. El miedo a los indios iba y vena m ientras los signos del invierno crecan. El rescate de los objetos de metal de la carabela hundida requera infinita paciencia. Algunos das se pescaba; rara vez se coma hasta la saciedad. Se volvi rutina alim entar una gran hoguera en la playa. A su vera, las pescad o ras acu d an a desentumecerse de las horas de inmovilidad y los indios dejaban de tiritar tras los turnos de buceo. Los que salan a inspeccionar el alargado permetro de la isla regresaban, tras completarlo, en cuatro o cinco das. Si haba novedad andaban la m itad del trayecto y volvan a la aldea, atravesando el monte. A media tarde, en lo ms duro del invierno, Hans Staden regres por ese camino.

    Comida! grit a quienes estaban tras la em palizada y salan expectantes a recibirlo. De all, la no ticia vol hasta los que pescaban y buceaban.

    Una ballena encallada! se decan unos a otros, como precisando repetirlo para confirm ar la buena suerte.

    Por la noche todos se congregaron en torno al fogn. La prom esa de abundante carne, grasa, aceite e

    39

    NicolasResaltado

  • incluso cosm ticos disim ul la frugalidad de la cena. Los hom bres afilaban los cuchillos como si ya pudieran em pezar a desollar y trocear el animal. Sin que nadie lo ordenara ni lo im pidiera, los de la guardia se sum aron, asegurando que haca dos meses que no se vean hum os de indios en el continente. Sabiendo que convena prepararse para una dura m archa, se re tira ron tem prano. Cuando todava faltaba una hora para el alba, volvieron a reunirse en torno al fogn. Avivaron los rescoldos, calentaron y bebieron caldo, m ientras esperaban a que la luz del nuevo da les perm itiera partir.

    Y quin cuidar de los enfermos? pregunt Mara.

    Para un hom bre y dos mujeres habr comida suficiente. Solo estarem os a medio da de cam ino contest su madre.

    Y la aldea? Y el nico barco que nos queda? Y la vigilancia del continente?

    Ay, ay, h ija suspir M enca-, quieres decir que prefieres no venir?

    Ir despus. No me da la gana. No quiero la compaa de estos cerdos.

    Ay, ay! Quieres que me quede contigo?No, no, madre. Yo ir m aana. Si acaso pide al

    intil de Salazar que deje uno o dos indios auxiliares, por si preciso ayuda o gua. Dile que quedar a cuidar a las enfermas. Les dejar comida y lea al alcance de la mano. Luego ir. En verdad, madre, no es cristiana caridad lo que me asiste. Tengo tanta ham bre como t pero no me da la gana ir con los cerdos.

    No todos son asquerosos.Vaya, vaya hizo Mara como si reflexionara y, a

    la vez, paladeara: quieres que haga la lista de quienes podran servirte para novio y de los que podran convenirme a m?

    Mara! exclam Menca, y ambas rieron.

    40

    NicolasResaltado

  • Ve, madre, haz lo que te digo persuadi M ara. Consigue que Salazar me deje algn auxiliar y m aana o pasado me reunir con vosotras. Si no hay peligro all, menos lo habr ac.

    Al fin la aurora se insinu desde el punto de la isla que todos deseaban alcanzar. Como si fuera una seal largam ente esperada, la colum na hum ana se puso en marcha. A modo de tam bor hicieron redoblar las m armitas, ollas y cazos, sabiendo que iban a llenarlas. Tras doscientos pasos fue imposible seguirlos con la vista, aunque los ecos de la ruidosa procesin perm anecieron hasta bien entrado el da.

    Para entonces M ara haba term inado de asistir a los enfermos. Respir, como si el aire oliera mejor, y se m arch a la orilla del m ar m ientras se deca:

    Qu cosa m s agradable es el silencio!Se tum b y se dej acaric ia r por el tibio sol, h a s

    ta perder la nocin del tiem po. El m ar contribuy a su duermevela con una pasm osa quietud verde, el cielo hizo lo suyo con un azul tan doloroso que invitaba a cerrar los ojos. Su da transcu rri en la honda paz del que no precisa comer, beber ni pensar, hasta que al ocaso, una som bra alargada y otra pequea se p ro yectaron sobre la arena. M ara se volvi con indo lencia, como alguien a quien no le im porta nada. A dos pasos estaban el galgo que hab a estado a punto de ser ahorcado y el indio que lo haba im pedido. El hom bre seal el g ran pez que llevaba e invit en un torpe espaol:

    Comida.Anduvo unos pasos, se volvi, m ostr el anzuelo

    que todava no haba desprendido de la boca de su p resa y agreg:

    Gracias.Y sin ms, prosigui su cam ino hacia el fogn."Buena suerte, hoy habr cena abundante! pen

    s Mara, saliendo de su ensim ism am iento.

    41

  • Hizo adem n de incorporarse pero desisti, como quien no quiere salir de la cama en una m aana fra. Bostez m ientras pensaba que saba que el perro se llam aba Escipin y, en cambio, desconoca el nom bre del indio. Por un momento se reproch su indiferencia, pero se encogi de hom bros y continu tum bada. Luego el olor a pescado asado pudo ms. Se incorpor y con paso vivo regres a la aldea; ya all volvi a decirse: "Qu placer, cun poca gente, cunto silencio!".

    En ese estado de nimo se sum al fogn que com partan el pescador, otro indio auxiliar y los tres que, por enfermos, no haban ido donde la ballena. Nadie habl; el fro titilar de las estrellas y el crepitar de la grasa sobre las brasas presidieron la cena. Tras saciarse, los enfermos volvieron al abrigo de una choza. Los indios encendieron tabaco y aspiraron el humo. A Mara le pareci que se haban m areado, tam bin encontr que el olor era exquisito. Dese quedarse pero no lo juzg prudente. Tanto por tem or del contagio como por preferir la soledad, evit la choza de los enfermos y se retir a la propia.

    Se tumb. A travs de las rendijas poda ver el fogn ilum inado por la luz rojiza de las ascuas. Le pareci que las volutas del humo de los fumadores invadan su c e re b ro , a u n q u e sin v io le n c ia . Sus o jos se entrecerraron y la vigilia perdi territorio en ella. Todava despierta tuvo tiempo para pensar que los indios eran cobre y el fogn, una fragua. Luego se hundi en la profundidad de un sueo tranquilo.

    Antes del amanecer se despert como si un naufragio inminente la amenazara. Relampagueaba, venteaba y llova torrencialmente. Sobre su hamaca caan gotas heladas. Estaba aterida y se incorpor para buscar un lugar ms protegido. Envidi el pequeo fuego que los indios haban encendido bajo sus redes. Se abrig y aguard un rato, sin conseguir recuperar el calor. Decidi que era mejor mojarse e ir por lumbre, de modo que,

    42

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • maldiciendo su suerte, sali a la intemperie. Rpidamente encendi una hoguera en la choza de los enfermos y a continuacin hizo lo mismo en la propia. Puso a secar la ropa y volvi a tumbarse. El suave fuego bajo su hamaca le devolvi el calor y torn a dormir. Cuando se despert, el aguacero continuaba azotando la choza y ya haba amanecido. Estir la mano y aviv el fuego; poco ms tarde se levant como quien ha recordado que un tesoro le aguarda. Fue hasta uno de los bales, lo abri, m ir el contenido, sonri y susurr para s:

    Menos mal que no pueden comerse!Dud entre varios y al final eligi releer Elogio de la

    Locura de Erasmo. A cierta hora difcil de definir porque el sol no consegua insinuarse, los indios le tra je ron alimentos. M ara interrum pi la lectura para com er y m ientras lo haca pens: Cmo es que ahora consiguen? Sabrn m s de lo que dicen y nos estarn dejando pasar ham bre a propsito? O el nico motivo que les induce a perm anecer con nosotiT>s reside en que somos un refugio ante quienes los cazan como esclavos?. Hizo un gesto con la mano, como buscando ah u yentar el tem or que le causaba lo que haba pensado y acab de comer. Volvi a la lectura, a la risa cida o am arga con Erasm o, y cuando hubo term inado se p re gunt:

    Sern los salvajes tan estpidos como nosotros?La noche cay sin que escam para y el da siguiente

    continu lloviendo. Resolvi dedicar la jornada a rep asar los com entarios que al tiem po de despedirse en Sevilla le haba dado Cabeza de Vaca. El m anuscrito contena toda la inform acin y m s de la que haba usado el derrocado gobernador en la Corte, para in ten ta r defenderse de las calum nias. All le sealaba quines haban sido leales, exponindose a la venganza del in surrecto Irala y sus secuaces. Adems haca el encendido elogio de una m ujer guaran llam ada Jimena, que actuando con el m s absoluto secreto, le haba salvado

    43

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasNota adhesivaCabeza de Vaca elogi a una mujer guaran: Jimena

  • la vida. Tambin le proporcionaba informacin detallada sobre tierras y pueblos entre la costa del Brasil y Asuncin del Paraguay.

    Al atardecer, Mara hizo para s una suerte de examen y se dijo, satisfecha, que no haba detalle que se le escapara. Sin embargo, volvi varias veces sobre el texto, con sim pata y admiracin. Antes de dorm ir se prometi dejar el sentim entalism o de lado y destruirlo, ya que una vez mem orizado no le era de utilidad y en m anos de enemigos poda volverse en su contra.

    La tercera jo rnada tam bin fue lluviosa y, exasperada por la obligada quietud, Mara dese haber ido con los suyos. Pens emprender la marcha pero desisti tras apreciar que los hilos de agua se haban transform ado en torrentes. Sin nada que hacer, se dio a contem plar a los dos indios auxiliares, que continuaban su actividad como si la torm enta no existiera. Cuando uno de ellos se alej para pescar y el otro para reponer lea,'se acerc a la choza de los enfermos. Verific que no les faltara nada, se alegr porque estaban algo mejor y se retir cuan rpido pudo. La cuarta jornada amaneci igualmente gris; pareca que el diluvio haba advenido desde que los suyos se haban m archado al otro lado de la isla. El quinto da la lluvia tam poco dio descanso y Mara la sufri como si estuviera encarcelada. Dos veces se visti como para em prender cam ino hacia los suyos, pero desisti porque la razn deca que era innecesariam ente peligroso.

    Al atardecer Escipin se col en su choza; el animal se sacudi el agua y busc el calor de la hoguera. Tambin entr su salvador, cargando un gran atado de lea. Lo deposit en el piso y sali a buscar ms. Repiti dos veces la operacin y luego se agach junto a la hoguera. Con la diestra rasc a Escipin detrs de las orejas m ientras el galgo ronroneaba de satisfaccin. Con la otra m ano arregl el fuego y acerc m adera que deba irse secando. Estaba empapado; su piel brillaba a la

    44

    NicolasResaltado

  • luz rojiza como si estuviera salpicada de m insculos espejos. A M ara le pareci descom unalm ente fuerte; sinti miedo y, sin embargo, no hizo por alejarse. Se tranquiliz a s m ism a recordando que su hijo estaba con los que haban ido por la ballena, que no se atrevera a hacerle dao. El hom bre perm aneci en cuclillas y a M ara se le volvi a anto jar que era una estatua de cobre. Cobre o bronce?" se pregunt. Luego, como si tuviera voluntad propia, su brazo se estir hasta que, con la yema de los dedos, le roz el hombro. El indio gir la cabeza y la mir; en sus ojos haba intensa interrogacin y, detrs de la sorpresa, deseo. Por fuera, Mara qued paralizada; interiorm ente, su corazn dio un vuelco. Hizo adem n de retirar la diestra, pero la dej donde estaba. El indio, como a m itad de cam ino entre retroceder y atreverse, baj los ojos lentam ente, recorriendo su cuerpo. M ara vacil, como si fuera a retroceder; sin embargo se acerc medio paso y se situ frente a l. El hom bre acept la invitacin y se in corpor de a poco, sin dejar de recorrerla con la m ira da. La sujet por la cintura y la atrajo hacia s. M ara apoy ambas palm as sobre su pecho, como si fuera a luchar por liberarse. Luego dej resbalar sus brazos como el que ha desistido. Alcanz a pensar: "Ests loca, Mara!". No obstante, como si no dependiera de ella, alz los brazos, entrelaz los dedos tras su cuello y lo empuj con su propio cuerpo hasta tum barlo.

    Cuando el indio se hubo ido, Mara no poda dejar de repetirse:

    Ests loca, ests loca. Y ahora qu hars? Y si lo cuenta? Y si he quedado encinta? Qu locura! Y si lo mato? Y si lo acuso para que lo m aten?

    Resolvi que habra de irse en cuanto amaneciera, sin importarle el clima. Poco antes del alba consigui conciliar el sueo y despert cuando ya era tarde para atravesar la isla. Con ms serenidad, consider su situacin y juzg poco probable que el indio se atreviera a hablar. Si

    45

    NicolasResaltado

  • lo hiciera, se reiran de l se repiti una y otra vez y tendi a tranquilizarse. Y si estuviera encinta Dios no lo quiera!, habr modo de quitar la criatura" se estremeci, Y en cuanto a ti se increp a s misma , cundo vas a recobrar el don de mando que te prometiste tener? Ya has olvidado que incitaste a cincuenta mujeres para que se embarcaran en esta empresa? Imposible se contest. Imposible; en Espaa y en la travesa pude m andar porque mantuve oculto mi juego, mas aqu, y entre esta gente casi sin ley, solo un hombre podra. Salazar ni quiere ni puede. No, no, Mara; convncete. No tienes ninguna posibilidad. Claro que podras casarte y la capitulacin convertira a tu marido en alguacil pero: qu ganaras con eso? A menos volvi a una idea que ya haba considerado otras veces que lo hicieras con alguien capaz de m andar hombres y que, al mismo tiempo, te obedeciera. Para volverme puta de ese modo me hubiera quedado en Espaa! A menos, a menos consider que jugaras con honestidad. Pero: con quin? Hombres y jugar con honestidad? Te haces poseer por un indio y luego pierdes la i~azn? se burl de s misma. Sin embargo, hay otra salida? Y si se lo propusiera a Trejo? Mara: es un viejo; es verdad que aunque no los aparenta, eso no le quita sus cuarenta y seis aos! se contest alarmada. Sin embargo sopes, honrados, inteligentes y bondadosos solo quedan dos, y el otro es fray Agustn".

    M ara pas el resto de la jo rnada encerrada en su choza. Se senta como un animal que tiene la jaula abierta y no se atreve a salir. Casi no cen y se recost, tratando de serenarse. Durmi unos instantes y se despert sabiendo que le aguardaba otra noche de insom nio. No concilio el sueo hasta el alba, pero luego el cansancio pudo ms. En su duermevela ingresaron m ultitud de voces risueas. Se incorpor, se restreg los ojos, se asom y vio que la aldea volva a cobrar anim acin. Los hom bres y mujeres que haban ido a aprove

    46

    NicolasResaltado

  • char la ballena volvan en pequeos grupos, conversando y riendo. Cargaban m arm itas que se adivinaban llenas de carne y grasa. Tenan el aspecto de quienes han descansado y se han alim entado; de los que se consideran salvados y se sienten salvadores.

    Sin saber qu hacer con el propio estado de nim o para recibir a los que llegaban, Mara resolvi fingirse enferma. Las atenciones de su madre, su herm ana y sus cam aradas no tardaron en ayudarle a recuperar la paz interior. Como quien es generoso y quiere devolver lo mucho que recibe, jur ante s misma volver a ponerse al frente de su gente. Desde entonces us sin descanso los breves das y las largas noches de invierno en buscar el modo. Tras m ucho debatirlo consigo misma, encontr que apenas le quedaba una alternativa. Eligi un medioda luminoso y sali a la playa, dispuesta a encontrarse con Hernando de Trejo como por casualidad.

    Puede venir conmigo? lo invit.Ser un honor respondi Trejo y ech a andar

    a su lado.No soy una m ujer honrada confes M ara de

    Sanabria sin ningn prembulo.Qu dice?-Que no soy una m ujer honrada.Ha perdido el juicio, doa M ara? pregunt

    Trejo.Es preciso que hable con Vuestra Merced.Pero, de su honradez? sonri Trejo.No, de mi m atrim onio.Va a casarse? se sorprendi el capitn.Depende. Puede Vuestra Merced venir conm i

    go? reiter Mara.Si me lo pide, hasta las fauces de los an tro p

    fagos.No ser para tanto dud Mara, trag saliva

    como a quien le cuesta continuar y agreg, aunque tal vez Vuestra Merced lo considere peor. Mas sigamos,

    47

    NicolasResaltado

  • alejmonos, que quiero que nadie ms oiga lo que tengo para decirle.

    Ha conseguido intrigarme.Entiende Vuestra Merced que no soy una mujer

    honrada?Qu quiere decir?No me obligue a explicarlo con todas las palabras.

    Quiero decir lo que cualquier hombre entiende por una mujer honrada.

    Y por qu me lo cuenta a m?Porque preciso casarme.Y yo qu tengo que opinar?M ara se m ordi el labio inferior. Se situ delante

    de Trejo, como interrum piendo su paso y le mir a los ojos. Lo atac:

    Juega Vuestra Merced conmigo o an no se ha dado cuenta?

    Darme cuenta?Sintese pidi Mara e hizo lo propio. Perm a

    neci en silencio, contem plando el mar. Al cabo susurr: No puedo m andar sin un hom bre a mi lado; las que im puls a venir pasarn a ser propiedad de sus maridos: tanto penar para esto?

    Ya. Y ha decidido casarse por conveniencia; sacrificarse para evitarlo. Me parece loable, aun cuando dudo que su gesto modifique la naturaleza hum ana.

    No puedo vivir sin intentarlo.Loable repiti Trejo, y movido por la curiosi

    dad pregunt: Quiere decirme quin es el agraciado?Est jugando conmigo?No entiendo.Csese conmigo.Qu? dio un respingo Trejo.Se incorpor como tocado por un rayo. Balbuce:Lo dice en serio?Csese conmigo!Se est burlando de m.

    48

    NicolasResaltado

  • Quiere que se lo pida por tercera vez?Trejo ech a andar a un lado y otro. Al cabo farfull:Eso no puede ser; claro que no puede ser. No se

    da cuenta de que la amo?Qu dice?Q uerida M ara de Sanabria: He dicho que la

    amo! Qu hom bre no lo dara todo por casarse con Vuestra Merced? Sin embargo continu Trejo, esbozando una sonrisa que se transform en m ueca de am argura, soy viejo. Tengo ya cuarenta y seis aos. El que suea en este m undo vivir ms all de los c in cuenta est loco.

    No eres viejo protest Mara con dulzura, al tiempo que deliberadam ente em pleaba el tuteo.

    Trejo sonri y susurr con tristeza:Ya, ya volvi a sonrer y agreg; cuarenta

    aos cumplidos bastaban para ingresar en el consejo de ancianos de la antigua Esparta.

    Luego se sumi en un prolongado silencio, como si lo nico que le im portara fuera la contem placin del mar. Por fin asegur:

    Entiendo lo que precisas y quiz yo te lo pueda dar. En cambio no est a tu alcance darm e lo que quiero de ti. Puedes desear am arm e pero: cmo lo conseguirs? Ni t ni yo ni nadie puede obligarse a s m ismo a amar.

    Te preciso; desear am arte.Tendrs que darm e tiem po; no puedo responder

    ahora.Cada da que pase sin que quitemos a Salazar de

    en medio, estarem os ms perdidos.Ya, pero tendrs que darm e tiempo. Claro que

    estoy de tu parte! No obstante, podr vivir a tu lado sabiendo que no me amas?

    Mara se incorpor, sonri y asegur:Tiene gracia. Cualquier o tro m atara por las ven

    tajas que reporta casarse conmigo y t...

    49

    NicolasResaltado

  • La sonrisa de Mara devino carcajada. Luego, torn a sonrer con dulzura y pidi:

    Ven le tendi la mano y cuando el otro la hubo tom ado agreg: En verdad, Hernando de Trejo, me gustas. Ojal te decidas! No ves que soy un buen partido? ironiz, aunque sin acritud.

    Ya, ya, ocurre que mis hijos tienen ms edad que t suspir Trejo, que no pudo sino sonrer.

    Em pezaron a andar hacia la empalizada como los que han establecido un pacto pero todava no han precisado su naturaleza. Trejo busc orillar el m ar y se separaron unas docenas de pasos. Mara se ensimism y sus pensam ientos la llevaron cinco aos atrs. Volvi a recordar los encuentros secretos con Cabeza de Vaca. El modo en que aquel derrocado gobernador del Ro de la Plata la haba ayudado. El sentido de oportunidad de la muerte, que se llev a Juan de Sanabria en el ao 1547, cuando ya haba sido nombrado para sustituido. La falta de resolucin de Diego, nico hijo varn, para tom ar las riendas. La urgencia que tena la Corona en socorrer a los espaoles y en restablecer el gobierno legtimo en el Plata, todava en manos del insurrecto Irala. Se pregunt cunto haba sucedido por azar y cunto por la habilidad que ella haba desplegado. Rememor las circunstancias y juzg extraordinario que la arm ada llegara a zarpar. Le pareci que por hechos lindantes con lo milagroso haba podido sortear temporales, motines y corsarios. Agradeci mentalmente a su madre, que se haba dejado persuadir para m antener su fortuna al servicio de la expedicin. Pens en aquellos a los que mat o mand m atar durante la travesa. Evoc a los que haban m uerto vctimas de la fiebre y se pregunt por la suerte de quienes venan en la tercera nave, de la que no se tena noticia. Como una sbita inspiracin le lleg la certeza de que deba continuar mandando y cumplir con lo que se haba prometido. Volvi a pensar en Trejo. Tan distinto, y en cierto modo tan igual a Cabeza de Vaca

    50

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasNota adhesivaMencin a los sucesos del Ro de La Plata a cargo de Cabeza de Vaca.

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • se dijo. Tan lleno de humanidad: por qu los hom bres que verdaderamente son interesantes habrn nacido un cuarto de siglo antes de lo debido? sonri.

    Caa el sol. La atm sfera estaba despejada y el fro no llegaba a ser desagradable. Mara agot la luz del da antes de regresar. Fue a su choza con ganas de abrazar a su m adre y a su herm ana. Menca correspondi con entusiasm o a las m uestras de cario. Mencita le dedic la sonrisa y la m irada con que se recibe a los verdaderam ente bienvenidos. Luego pregunt, mezclando inocencia, dulzura y agudeza:

    Por qu has ido a la playa tan herm oseada?Hermoseada?Bien vestida y mejor peinada.Imaginacin tuya, hermana; t s que ests bella.

    Y t tam bin, madre. Qu estis tram ando? Acaso tenis novio y ser yo la ltim a en saberlo?

    Gritos y risotadas procedentes de una choza situa da en el otro extrem o de la pequea aldea in terrum pieron el clido dilogo. Mara pregunt:

    Qu ocurre ahora?-Mejor ni saber.Siempre ser mejor saber. Ir a ver.Espera, M ara. No ganars nada. Te indignars,

    am enazars y no podrs cumplir. Perders la poca a u toridad que an tenemos como dueas de la gobernacin.

    Dime qu ocurre.-Em pezaron a hacerlo cuando fuimos a buscar la

    ballena.Hacer?Jugar a las cartas.Eso han hecho desde siempre.Pero ahora apuestan una india. La visten y los que

    ganan llevan, partida tras partida, sus prendas de ropa. El ltim o se la lleva desnuda. M ientras juegan la obligan a sostener el candil.

    51

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasNota adhesivaSiempre ser mejor saber.

  • Ratas!Qu podram os hacer nosotras?Qu podram os hacer; qu podram os hacer

    sopes Mara.Sus labios se separaron ligeramente y su rostro ad

    quiri la expresin del lobo cuando am enaza morder. Agreg:

    Es verdad; lo que vaya a hacerse habr que hacerlo de modo fulminante.

    Me atemorizo cuando hablas as, a pesar de lo m ucho que confo en ti susurr Menca.

    Confiad en m -sonri Mara, como si tuviera la s i tu a c i n ba jo c o n tro l . Y a h o ra p id i a adecentarnos, a fingir que poco nos enteram os y m enos nos im porta lo que est ocurriendo.

    Sin em bargo, la ansiedad que provocan las situa c iones in so sten ib les fue d om in and o su e sp r itu . M ientras el invierno se volva menos riguroso y la p rim avera em pezaba a m ostrar su potencia, M ara se deca cada da que Trejo ira a responderle al siguiente. Se preguntaba: "Cunto m s habr que soporta r el destra to de estos cerdos? Y cunto tend rn que su frir todava las pobres indias?! Trejo ir a decirme que no?.

    Cuando la urgencia por conseguir comida daba tregua, se alejaba para descansar de la suciedad y la grosera. Una de esas tardes, al fin, Trejo la llam. Se haba situado donde no poda ser visto.

    Ven pidi.-Qu dices? pregunt Mara con la agresividad

    de quien ha esperado demasiado.Lo har.Lo dices como si te repugnara.Dejemos la irritacin de lado y hablemos; es pre

    ciso que lleguemos a un acuerdo.Intentar. Es que no acostum bro proponer m a

    trim onio sonri Mara.

    52

    NicolasResaltado

  • A m me lo proponen todos los das una decena de damas principales. Sin embargo, me parece que ahora no es m om ento de discutirlo ironiz el hom bre.

    Y entonces para qu me has llamado? volvi a irritarse Mara.

    Tendrs,que confiar en tu m arido sonri Trejo.-No entiendo.Tendremos que casarnos en secreto.Te avergenzas?Hablemos en serio. Quienes faltan al Rey y a

    Dios no querrn que m ande alguien distinto a Salazar y que les im pida hacer lo que les plazca. E ncon trarn el modo para que un accidente te haga viuda antes del casam iento.

    Entiendo: cmo y cundo?T has de arreglarlo, sabiendo que me va la vida

    en el secreto. Ahora vete, que cuanto menos nos vean juntos, mejor.

    En m enos tiem po que el necesario para un p arpadeo M ara contest , com o si estuv iera dando una orden:

    M aana a m edia m aana, en el claro del bosque, tres mil pasos al noreste de aqu.

    Ya, ya ri Trejo. Siempre te muestras tan llena de dudas?

    All estaremos fray Agustn, mi madre, mi herm ana y yo. Solo faltars t.

    Deseo grandem ente que llegue el da de la boda!No te burles.Cmo ira yo a burlarm e de mi dignsim a pro

    metida? sonri Trejo. Ech una rodilla a tierra, tom la diestra de M ara y la bes.

    No faltes!Por quin me has tomado? continu sonrien

    do Trejo, se incorpor, dio media vuelta y se m arch.M ara hizo lo propio, por un cam ino diferente y

    m usitando para s:

    53

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • Vaya, vaya, como deca Cabeza de Vaca: No haba soado que mi casam iento fuera as! Sin embargo tiene gracia -ri.

    Retorn con lentitud porque deseaba pensar en los detalles. "Tiene gracia repeta para s, sin dejar de sonrer- que ocupe la vspera de mi boda en buscar el modo para quitar de en medio a Salazar. Es curioso, pero no haba imaginado mi boda sin lista de invitados ni vestido de novia.

    Ya cerca de la aldea volvi a asaltarla la inquietud, su sem blante se ensom breci y se pregunt: Habr que m atar a alguien?". Avent la inquietud con el adem n del que espanta una mosca y se dijo: "Sea como sea, el casam iento es lo prim ero.

    Madre, herm ana y fraile llegaron con antelacin al lugar sealado. Recin entonces supieron la razn por la que haban sido convocados. Como si fueran una m ism a persona, enm udecieron de sorpresa. Luego, al unsono, preguntaron:

    Sabes lo que haces?Los cuatro se sentaron a esperar, sumidos en sus

    propios pensam ientos. El novio no se demor. M inutos ms tarde, fray Agustn los declar m arido y mujer. Trejo m ir a M ara con los ojos de un hom bre conm ovido. Menca permaneci quieta, con los brazos colgando a los lados, desarm ada, llorando. Mencita se acerc para abrazar a su herm ana y solloz. El fraile puso una mano sobre el hom bro de M ara y ella not que tem blaba de em ocin. La recin casada alz la vista y la deslum br el celeste intenso del cielo abierto. Busc descansar los ojos en el verde de los rboles, repar en el blanco y prpura de orqudeas esplendorosas. Mir a Trejo y fue a sonrer, mas tam bin rompi a llorar. No supo qu hacer sino abrazar a los suyos. Tras prolongado lapso recuper el habla y pidi:

    -Confiad en m; ya avisar cuando sea el m om ento de anunciar el casam iento y prender a los cabecillas

    54

    NicolasResaltado

    NicolasNota adhesivaAdemn.

  • de la indisciplina. M ientras tanto cada cual a lo suyo, que es preciso que no se note nuestra ausencia.

    Cuando qued sola volvi a evaluar los riesgos de lo que se propona. Pens que para tom ar a los hom bres por sorpresa sera mejor una noche sin luna. Vaya movi la cabera, como negando-, los veinte das que hay hasta ,fin de octubre son muchos. La otra a lternativa es convocarlos a la capilla; sin embargo, los ms peligrosos no irn. Cmo juntarlos a todos, cmo desarmarlos? Imposible -se responda una y otra vez M ara. Preciso en un mismo acto anunciar que me he casado, que Salazar renuncie al m ando aparentando buena gana, que Trejo lo sustituya y controlar a los ocho o diez hombres ms peligrosos. Ah, si tuviera vino para emborracharlos! Tampoco ganar nada provocando un incendio, porque sospecharn. Adems, las mujeres que me son fieles no los distraern , ahora que se en tretienen con las indias. No habr ms rem edio que esperar la noche sin luna. M ientras duerm en y al abrigo de la oscuridad tal vez sea posible hurtarles las armas. Tendr que estar preparada para hacer m atar sin contem placin a cualquiera que se resista. No habr alternativa: sern ellos o nosotros. Deber pedir ayuda a quienes creo leales y, si me equivoco, estoy perdida. De cualquier modo no podr reclutar partidarios hasta la vspera; los hom bres son peores que nosotras para guardar secretos. Por lo tanto concluy, todo debe seguir como si nada hubiera ocurrido. Ver hasta qu punto soy capaz de refrenar m i impaciencia!

    M ara vivi como si cada nueva jo rnada le pesara, como si los das no tuvieran prisa en transcum r. M uchas veces pens en confiar sus intenciones a las en teram ente leales Juana, Justa y Josefa, pero lo difiri, te miendo que con algn gesto involuntario dieran pistas a los enemigos. Viva como el criminal, in terpretando m iradas y sonrisas; buscando adivinar si los dem s intuan lo que se propona. Dorma mal y procuraba

    55

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • aplacar la inquietud alejndose por la playa cuanto le era posible.

    Entretanto la pesca se volvi abundante; adems, un palm ar que haba perm anecido oculto a la expedicin de Cabeza de Vaca fue talado y enriqueci la dieta con palm itos. La actitud de los indios auxiliares sigui siendo impenetrable. No podan m archarse porque quedaran a merced de cazadores de esclavos o de los canbales, pero Mara adivinaba que estaban cada vez ms descontentos. Algn da tem a se alzarn y nos m atarn a todos m ientras dorm im os.

    Los desm anes de una docena de hom bres crecan, alim entados por la falta de autoridad. El grueso de la gente no saba qu hacer y cada noche buscaba la proteccin del nmero, en torno al fogn. Por sobre las conversaciones quedas se alzaba el ruido del abuso hacia las indias. Salazar dejaba hacer; fray Agustn m eneaba la cabeza sentenciando:

    No bastarn palabras para que se enmienden.Mara repasaba en silencio su plan m ientras se im

    pacientaba a la espera del da de la luna nueva.Todava faltaba una sem ana cuando los del fogn

    recibieron una visita inesperada. Hacia ellos anduvo uno de los cabecillas de la indisciplina. Se tam baleaba como si estuviera borracho. Cuando estuvo a cuatro pasos alz los brazos al cielo, cay de boca y dej ver el cuchillo que tra a clavado en la espalda.

    El miedo agit los corazones y empuj las manos sobre las armas. Hombres y mujeres se interrogaron en vano y preguntaron al cadver, como si pudiera proporcionar informacin. Se agazaparon y escudriaron cualquier seal. Todo permaneci quieto. Los ruidos del monte no registraron variaciones. Examinaron el cuerpo sin vida; el pual no tena nada que permitiera identificarlo. Al cabo atribuyeron el crimen a los indios auxiliares.

    Juana, la que haba dejado Espaa tras apualar a un novio que la haba usado para espiar y delatar a los

    56

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

    NicolasNota adhesivaSalazar no tiene voz de mando para poner orden.

    NicolasResaltado

    NicolasResaltado

  • ;suyos, se acerc disci~etamente a Mara. Luego de aguardar largam ente el m omento para poder hacerlo con d isimulo, susurr:

    He sido yo; ya no soportaba sufrirlo ms!Lo supuse; esto no poda sino ser obra de una de

    mis tres jotas",musit M ara con preocupacin.Justa y Josefa no han tenido nada que ver p ro

    test Juana.En buena nos has metido.Parece que no te alegra que nos hayamos librado

    de ese cabrn.No me m alinterpretes; lo que ocurre es que la

    m uerte de ese desgraciado vuelve ms difcil de ejecutar lo que tengo planeado para golpear a todos a la vez.

    Debiste decrmelo.Es verdad susurr Mara. Ahora debes creer en

    m. Pase lo que pase, mantn la boca cerrada y no te acuses. Promtelo; de lo contrario el diablo se lleva mi plan!

    La noche transcurri cargada de amenazas; apenas la luz del alba lo permiti, salieron a reconocer los alrededores. Ni encontraron rastro de enemigos ni pareci que se hubieran fugado auxiliares. Brot una espontnea asamblea; todos se dispusieron en crculo. El m iedo devino clera y luego, exigencia.

    Hay que d ar torm ento a los indios, nos va la vida en saber quin ha sido -sugiri uno.

    No podemos vivir sin saber cul de estos salvajes ha sido gesticul otro.

    Matmoslos a todos!Necesitamos indios terci Salazar.Para que nos claven puales por la espalda?Los precisam os.Las indias, puede ser, aunque siempre las m is

    mas empiezan a aburrirm e agreg alguien que salud la propia ocurrencia con una carcajada.

    Matmoslos!Tranquilidad pidi Salazar.

    57

  • Si no los m ata Vuestra Merced, lo harem os nosotros.

    Esperad; Salazar dice bien afirm el viejo que haba intentado ahorcar al galgo. Puede que sea ms til y divertido averiguar la verdad.

    Verdad! propuso el joven que entonces lo acompaaba'. Ser entretenido interrogarlos.

    Bien dicho! ri el viejo, que agreg-: Vuestra Merced dir, capitn, por quin le parece mejor em pezar. Y dgame: le parece bien el fuego? O tal vez m ejor unas pequeas heridas, miel y hormigas?

    Bestias mascull fray Agustn.Parece que Vuestra Reverencia se preocupa ms

    por los s