bloch reyes taumaturgos

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Cuando se publica una obra como ésta, sería presuntuoso hablar de una segunda edición Pero al menos es legítimo prever l a posibilidad de complementos. La principal ventaja que espero obtener de mis inves- tigaaones, es atraer la atención pública sobre un orden de problemas que hasta ahora había sido descuidado. Entre las personas que me lee- rán, muchas, sin duda, descubrirán con sorpresa errores y sobre todo omisiones; pero si hubiera querido evitar, no sólo las lagunas impre- vistas, sino también las que nos acucian sin que las podamos colmar, este trabajo no hubiera salido jamás del cajón de mi escritorio. Les quedaré siempre profundamente agradecido a mis lectores si me seña- lan carencias u olvidos, de la manera que les parezca más conveniente. Nada sería para m ,adable que ver cómo prosigue de este modo una colaboración i este libro debe en su forma actual. sin la es desde la1 xionar S, .o las líne . ... &echa coi .ga data. 1 ~bre el c, 2- -. tanto le Marla o que : .p.- . rnteceden, B . : . - , . . 2.. Releyend nt , al corregir las pruebas de este Iibro, no pueao resignarme a aejarias mcambiadas. Fal- tan en ellas dos nombres, que una especie de pudor sentimental, quizis demasiado sombrío, me impidió incluir. Pero hoy no puedo permitirme pasarlos por alto. Nunca había tenido yo la idea de estas investigaciones nunidad intelectual en que he vivido con mi hermano Médico y apasionado de su arte, él me ayudó a refle- aso de los reyes-médicos. Atraído hacia la etnogra- iia ~uriip~-~~~ y la psimlogia religiosa por un gusto particularmente vivo - e n el inmenso dominio que recoma, como mofándose de sí su infatigable curiosidad, eran estos terrenos predilectos para él-, mi her- mano me ayudó a comprender el interés de los grandes problemas que aquí trato largamente. Por otra parte, debo a mi padre lo mejor de mi formación de historiador; sus lecciones, iniciadas en la infancia y que no cesaron jamás, me marcaron con un sello que creo sea imborrable. Este libro sólo fue conocido por mi hermano en estado de esbozo y casi de proyecto. Mi &re llegó a leer el manuscrito, pero no lo podrá ver impreso. Faltaría a la piedad filial y fraternal si no recordase aquí la memoria de estos dos seres queridos, de los cuales sólo el recuerdo y el ejemplo podrán ahora servirme de guía. quienes entre otros se* que me prestaron, tuviemn a bien, junto con L Febvre. ayudarme en la corrección de pruebas. Este rey es un gmn mago. MONTESPUIEU, caes PWM, 1, 2, único milagro que ha quedado perpetuamente en religión de los cristianos y en la m-uia de ancia. . . . Historio XI, rey di 72. El 27 - --... Je 1340, el . . , . - . . d Franciscu, ur ia orden de los rreai- cadores, o b i i o de Bisaccia en la provincia de Nápoles, capellán del rey Roberto de Anjou y en ese momento embajador del rey de Inglaterra Eduardo 111, se presentó ante el Dux de Venecia.' Acababa de iniciarse la lucha dinástica entre A-ancia e inglaterra, que daría lugar a la Guerra de los Cien Anos. Las hostilidades habían comenzado ya, pero la cam- paña diplomática aún proseguía..Los dos reyes rivales buscaban alianzas por todas partes en Europa. El hermano Francisco había sido encargado por su rey de solicitar el apoyo de los venecianos, y su intervención amigable ante los genoveses. Hemos conservado un resumen de su dis- curso.2 h él encarecía, como era lógico, las disposiciones pacíficas del soberano inglés. "El serenísimo príncipe Eduardo", deseando ardiente- mente evitar la matanza.de una multitud de cristianos inocentes, le había escrito -si hemos de creerl- a "Felipe de Valois. que se dice rey de Francia", para proponerle tres medios. a su elección. de decidir entre ellos, sin guerra, la gran disputa. En prime] ate en la arena, verdadero juicio de Dios, ya en form: los dos pretendientes mismos, ya en un combate m S !3rupos r término, a de un d ás amplio , el comb: iueio entri entre do 1 A propósito de este personaje se plantea una pequeña dificultad. El documento vme- eiano (citado infm, n. 2) lo llama Ricardo: "fratri Ricardo Dei gratia Bisaciensis epiro- Pus, incliti PrinUpis domini regis Roherti capellano et f-iliari dwestieo". Pem en U40, 61 o h h a de Bisaeúa. que era un predicador, y por consiguiente un "hermana", se llamaba F r a n W =f. Eubel, Hkmrchia nrtholkz, Z ded., 1913 y Ughelli, Italia sana, t. VI. en 49, Venecia. 1720. col. 841. Casi no se puede dudar que haya sido este hermano Franúsco quien tomó la palabra delante del dux. Quizás el escribiente veneciano m m e ti6 en alguna pazie un ermr de escritura o de lectura (¿falsa interpretación de una ini- cid?). Yo crei mnveniente reparar ese ermr. ? Venecia. Archivio di Stato, Commemoridi. vol. iii, p. 171: analizado -.el Colendar of State Papers, Vmiee. 1. núm. 25. La copia de cita curiosa pieza se la debo a la ex- *emada amabilidad del profesor Cantarelli. de la Universidad de Rama. No se hace men- ción a la enibajada del obispo de Biraccia en E. Deprez, Les préliminoires de la Gume de Cent A%. 1902 (Bibl. Alh-S et Rome). El aoáliUs del Colendnr no está exenta de ermres: *aduce cmitatum de PontVvs in Picnrdinm (el Ponthieu) par the mnties ... of Pontobe.

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Page 1: Bloch Reyes Taumaturgos

Cuando se publica una obra como ésta, sería presuntuoso hablar de una segunda edición Pero al menos es legítimo prever l a posibilidad de complementos. La principal ventaja que espero obtener de mis inves- tigaaones, es atraer la atención pública sobre un orden de problemas que hasta ahora había sido descuidado. Entre las personas que me lee- rán, muchas, sin duda, descubrirán con sorpresa errores y sobre todo omisiones; pero si hubiera querido evitar, no sólo las lagunas impre- vistas, sino también las que nos acucian sin que las podamos colmar, este trabajo no hubiera salido jamás del cajón de mi escritorio. Les quedaré siempre profundamente agradecido a mis lectores si me seña- lan carencias u olvidos, de la manera que les parezca más conveniente. Nada sería para m ,adable que ver cómo prosigue de este modo una colaboración i este libro debe en su forma actual.

sin la es desde la1 xionar S,

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&echa coi .ga data. 1 ~ b r e el c,

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tanto le

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Releyend nt , al corregir las pruebas de este Iibro, no pueao resignarme a aejarias mcambiadas. Fal- tan en ellas dos nombres, que una especie de pudor sentimental, quizis demasiado sombrío, me impidió incluir. Pero hoy no puedo permitirme pasarlos por alto. Nunca había tenido yo la idea de estas investigaciones

nunidad intelectual en que he vivido con mi hermano Médico y apasionado de su arte, él me ayudó a refle- aso de los reyes-médicos. Atraído hacia la etnogra-

iia ~ u r i i p ~ - ~ ~ ~ y la psimlogia religiosa por un gusto particularmente vivo - en el inmenso dominio que recoma, como mofándose de sí su infatigable curiosidad, eran estos terrenos predilectos para él-, mi her- mano me ayudó a comprender el interés de los grandes problemas que aquí trato largamente. Por otra parte, debo a mi padre lo mejor de mi formación de historiador; sus lecciones, iniciadas en la infancia y que no cesaron jamás, me marcaron con un sello que creo sea imborrable.

Este libro sólo fue conocido por mi hermano en estado de esbozo y casi de proyecto. Mi &re llegó a leer el manuscrito, pero no lo podrá ver impreso. Faltaría a la piedad filial y fraternal si no recordase aquí la memoria de estos dos seres queridos, de los cuales sólo el recuerdo y el ejemplo podrán ahora servirme de guía.

quienes entre otros se* que me prestaron, tuviemn a bien, junto con L Febvre. ayudarme en la corrección de pruebas.

Este rey es un gmn mago. MONTESPUIEU, c a e s P W M , 1, 2,

único milagro que ha quedado perpetuamente en religión de los cristianos y en la m-uia de

ancia. . . . Historio XI, rey di 72.

El 27 - --... Je 1340, el ..,.-..d Franciscu, ur ia orden de los rreai- cadores, obi io de Bisaccia en la provincia de Nápoles, capellán del rey Roberto de Anjou y en ese momento embajador del rey de Inglaterra Eduardo 111, se presentó ante el Dux de Venecia.' Acababa de iniciarse la lucha dinástica entre A-ancia e inglaterra, que daría lugar a la Guerra de los Cien Anos. Las hostilidades habían comenzado ya, pero la cam- paña diplomática aún proseguía..Los dos reyes rivales buscaban alianzas por todas partes en Europa. El hermano Francisco había sido encargado por su rey de solicitar el apoyo de los venecianos, y su intervención amigable ante los genoveses. Hemos conservado un resumen de su dis- curso.2 h él encarecía, como era lógico, las disposiciones pacíficas del soberano inglés. "El serenísimo príncipe Eduardo", deseando ardiente- mente evitar la matanza.de una multitud de cristianos inocentes, le había escrito -si hemos de creerl- a "Felipe de Valois. que se dice rey de Francia", para proponerle tres medios. a su elección. de decidir entre ellos, sin guerra, la gran disputa. En prime] ate en la arena, verdadero juicio de Dios, ya en form: los dos pretendientes mismos, ya en un combate m S !3rupos

r término, a de un d ás amplio

, el comb: iueio entri entre do

1 A propósito de este personaje se plantea una pequeña dificultad. El documento vme- eiano (citado infm, n. 2) lo llama Ricardo: "fratri Ricardo Dei gratia Bisaciensis epiro- Pus, incliti PrinUpis domini regis Roherti capellano et f-iliari dwestieo". Pem en U40, 61 o h h a de Bisaeúa. que era un predicador, y por consiguiente un "hermana", se llamaba F r a n W =f. Eubel, Hkmrchia nrtholkz, Z ded., 1913 y Ughelli, Italia sana, t . VI. en 49, Venecia. 1720. col. 841. Casi no se puede dudar que haya sido este hermano Franúsco quien tomó la palabra delante del dux. Quizás el escribiente veneciano m m e ti6 en alguna pazie un ermr de escritura o de lectura (¿falsa interpretación de una ini- c id?) . Yo crei mnveniente reparar ese ermr.

? Venecia. Archivio di Stato, Commemoridi. vol. iii, p. 171: analizado -.el Colendar of State Papers, Vmiee . 1. núm. 25. La copia de cita curiosa pieza se la debo a la ex- *emada amabilidad del profesor Cantarelli. d e la Universidad de Rama. No se hace men- ción a la enibajada del obispo de Biraccia en E. Deprez, Les préliminoires de la G u m e de Cent A%. 1902 (Bibl. Alh-S et Rome) . El aoáliUs del Colendnr no está exenta de ermres: *aduce cmitatum de PontVvs in Picnrdinm (el Ponthieu) par the mnties ... of Pontobe.

Page 2: Bloch Reyes Taumaturgos

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de seis a ocho fieles; o bien, una u otra de las dos siguientes pruebas (y aquí cito textualmente) : "Si Felipe de Valois es, como afirma, el ver- dadero rey de Francia, que lo demuestre exponiéndose a leones ham- brientos, ya que es sabido que los leones jamás acometen a un verdadero rey; o bien que realice el milagro de curar enfermos, como acostumbran hacerlo los otros reyes verdaderos"; aquí debe entenderse, sin duda, los otros verdaderos reyes de Francia. "En caso de fracasar, él se reconocerá indigno de la condición real." Siempre según el testimonio del hermano Francisco, Felipe, "en su soberbia", rechazó estas pro~osiciones.~

Cabe preguntarse si en realidad Eduardo 111 las habrá hecho alguna vez. La relación de las negociaciones anglo-francesas nos ha llegado en bastante buen estado: v en ella no aaarecen rastros de la carta resumida por el a los ponga más en serio ia prueoa ae ias leones o ia aei miiagío que la mviraciori al due lue en esta época ; .aban intercambiar- se los mento de entrar en unque jamás, a me- moria ae iiuniurr, se iiaya visto ningún sob~iaiiu riirrar en la liza. Eran simples fórmul: cupa pare sido más bien F lomático r > locuaz.

Sin embargo, l S L I 1 O a D C I meditad&= .-S

historiadores, A pesar de su aparente insignificancia, arrojan muy viva luz sobre algunas cosas profundas. Comparémoslas mentalmente con lo que sostendría hoy un plenipotenciario, en parecidas circunstancias. La diferencia nos revela el abismo que separa dos mentalidades; pues tales propuestas, formuladas sin duda "para la galería", responden necesaria- mente a las tendencias de la conciencia colectiva. El hermano Francisco no convenció a los venecianos: ni las ~ruebas . desoleeadas ante ellos. de1

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ellos consideraron ventajosa para su comercio. Pero las supuestas pro- posiciones que se dijeron formuladas por el rev de Inglaterra a su rival de Francia, quizás no las encontraron t; símiles como se podía imaginar. Por cierto que no esperarían lipe de Valois descen- diendo al foso de los leones; pero la idea ae que

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co- se trasladaron a Francia para lograr su curación por ia mano de Felipe el Hermoso.'

De esta manera, el discurso de un diplomáticc 3 parlanchín viene a recordarnos oportunamente que nuestrus arepasados, en la Edad Media plenos tie formaban de la reale- za una imag diferente todos los países, los reyes eran ci 3s por en1 igrados; y en algunos, cuando menb, , , tenía por .-- ..s.UL, Y-. -,ante largos siglos, los reyes de Francia y los de Inglaterra "tocaron las escrófulas", para uti- lizar una expresión en su tiempo clásica; debiendo entenderse por tal que ellos pretendían curar a los enfermos afectados por este mal, me- diante el solo contacto de sus manos. Y la virtud curativa del soberano era creencia común. Durante un período poco menos extenso, se vio a los reyes de Inglate-

rra distribuir a sus súbditos, y aún más allá de los límites de sus Esta- i, anillos (los wmp-r ings) q los por ellos, pensaba que habían recibidc ud a los epi- ticos y de calmar los dolore ;on perfecta-

mente conocidos por los eruditos y los curiosos, a~ menos en sus grandes iíneas. Pero debe admitirse que repugnan particularmente a nuestro es-

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consagrac ver la sal ; hechos r

- zar se sa iecianos q ano Fran<

4 Para la creencia relativa a los leones, véase <=*a, p. 238. Para el viaje de los cuatro venecianos, p. 108.

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pfritu, porque casi siempre fueron pasados en silencio. Los historiadores escribieron ertensos volúmenes sobre las ideas monárquicas sin mencio- n a r l a jamás. Las páginas que van a leerse tienen como objetivo princi- pal colmar este vacío.

La idea de estudiar los ritos de curación, y más genéricamente la con- cepción de la realeza que en ellos se manifiesta, nació en mí hace algunos aiios, cuando leí en el Ceremonial de los Godefroy los documentos rela- cionados con la consagración de los reyes de fiancia. Estaba lejos de imaginar en ese momento la verdadera extensión de la tarea que em- prendía; la amplitud y la complejidad de las investigaciones a que me vi llevado, sobrepasaron en mucho mis previsiones. ¿Tuve razón en per- severar, a pesar de todo? Me temo que las personas a las que les confié mis intenciones, debieron considerame más de una vez víctima de uua curiosidad algo extravagante, y en definitiva bastante vana. ¿En qué camino oblicuo me había metido? "This curious by-path of yours", me decía un amable inglés. Sin embargo, pensé que este canuno torcido merecia ser seguido y creí advertir, por experiencia, que llevaría bas- tante lejos. Consideré que podría hacerse bistoria can lo que hasta en- tonces no era más que anécdota. Estaría fuera de lugar que en esta Intro- ducción justificara en detalle mi proyecto. Un libro debe llevar en sí mismo su apología. Simplemente quería indicar aquí, muy brevemente, cómo concebí mi trabajo y cuáles fueron las ideas directrices que me orientaron en él.

bres, no basta con aclarar hasta el último detalle el mecanismo de la organización administrativa, judicial, financiera, que ellas les impusie- ron a sus súbditos. Tampoco basta con analizar en abstracto, o tratando de deducirlos de algunos grandes teóricos, los conceptos de absolutismo o de derecho divino. Fk preciso también penetrar en las creencias y hasta en las fábulad que florecían en torno de las casas reinantes. En muchos aspectos, todo este folklore nos dice más que cualquier tratado doctrina- rio. Como escribía acertadamente en 1575 Claude d'Albon. iurisconsulto

L tratado 1 idos de es

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. . y poeta "delfinés" en si. >e la nzaj , "lo que > a los reyes a ser venerz te modo, ipalmente des y poderes divinos de que rueron inves I ellos, y más hombres".'

Por supuesto, Claude d'Albon no creía que esas "virtudes y poderes divinos" fuesen la única razón de ser del poder real. Y no es necesario declarar que yo tampoco lo pienso. Con el pretexto de que los reyes del pasado, incluidos los más grandes -un San Luis, un Eduardo 1, un Luis XIV-, de manera semejante a los curanderos de nuestros campos, pretendian curar las enfermedades por simple tacto, nada sería más ri- diculo que no ver en ellos sino unos hechiceros. Fueron jefes de Estado, jueces, comandantes en las guerras. Mediante la institución monárquica, las sociedades antiguas satisfacían un cierto número de necesidades eter- nas, perfectamente concretas y de esencia absolutamente humana, que las sociedades actuales sienten de modo parecido y que siempre procuran satisfacerlas, generalmente, por otros medios. Pero, después de todo, un

No e=a cosa de estudiar los ritos de curación aisladamente, separados rey era algo muy distinto de un simple alto funcionario a los ojos de sus de todo ese conjunto de supersticiones y leyendas que constituye lo "ma- puebla fieles. Lo rodeaba una "veneración", que no tenía su origen Úni- ravilloso" monárquico. Habría sido condenarse de antemano a no ver camente en lm servicios nrestados. ;Cómo nodríamos com~render este en ellos más que una ridícula anomalía, sin vinculación alguna con las

-- ~- .~~ - ~ - -.. . ~ ~- -- ~~~~ " - ~ =~ -

~~ ~ - - - ~-

sentimiento de lealtad. out. en ciertas éooeas de la historia alcanzó una . . - tendencias generales de la conciencia colectiva. Por eso me serví de ellos tal fuerza v un acento tan narticular. si nos neeásemos. de uronósito. a como de un hilo conductor que me permitiera estudiar el carácter so- brenatural que se le atribuyó por largo tiempo al poder real, sobre todo en Francia y en Inglaterra, lo que se podría denominar la realeza "místi- ca", utilizando un término que los sociólogos han desviado ligeramente de su significación primera.

¡La realeza! Su historia domina i e las instituciones europeas. Casi todos los pueblos d :ntal han sido go- bernados DOr reyes hasta nuestros alas. E1 desarrollo uolítico de las so-

as en nuestros paí: rolongado período, S

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ae anrariu, para explicar sobre todo su vasro ascenmenre soore ios nom-

ciedadt y dura grande ~ 1 - - ~ - A

:S human; nte un p s dinastía - -. ~ ~~

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- , - - ver una aureola sobrenatural alrededor de las testas coronadas?

No examinaremos aqi ica" en su origen y en sus comien oriador de la Europa medieval y moaema; se ie escapan, en rigor, a la bistoria a secas. dnicamente la etnografía ia parecería poder - guna luz sobre el tema. Las civil de las que surgió mente la nuestra recibieron esta de civilizaciones m: S

todavía, perdidas en las sombras ur A- reh historia. ¿Quiere c i r u Y C C I ~

que sólo enco ; aquí, como objet~ ;tro estudio, lo que suele llamarse desdeñosamente w vivencia"?

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5 Claude #A+... -, - ,miesti -a, i&itut-.. -. -.-- m i m c e et des foawra D i m ~ s particuliores mverr icelle, Lyon, 1515, p. 29. V.

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28 INTRODWCCI~N INTRODUCCI~ 29

Más tarde tendremos ocasión de observar aue. de todas maneras. esta mos considerarlas fuera del marco demasiado estrecho de las tradiciw . ~ - , , - palabra no podría aplicarse legítimamente a los ritos de curación con- siderados en sí mismos. El tacto de las escrófulas aparece, en efecto, como una creación de la Francia de los primeros Capeto y de la Inglate- rra normanda. En cuanto a la bendición de los anillos por los soberanos ingleses, la veremos ocupar su lugar en el ciclo de la realeza milagrosa mucho más tarde todavía. Importa, sí, la noción del carácter sagrado y maravilloso de los reyes, dato psicológico fundamental, del que los ritos que van a ocuparnos no fueron más que una manifestación entre varias. Más viejo que muchas de las más antiguas dinastías históricas de Francia o Inglaterra, se puede decir que ese carácter sobrevivió por largo tiempo al medio social, casi ignorado por nosotros, que por otro lado había condicionado su nacimiento. Pero si se entiende, como suele hacerse, por "supervivencia" una institución o una creencia de la oue toda vida ver- -. ~~ ~ ~ ~

dadera se ha retirado y que no tiene más razón de ser que la de haber respondido alguna vez a algo, una especie de fósil, testigo tardío de épo- cas pasadas, en este sentido la idea que nos ocupa no tuvo nada, e n la Edad Media y hasta el siglo m cuando menos, que nos autorice a caracterizarla con este término. Su longevidad no fue una lenta dege- neración. Conservó una vitalidad profunda; siguió dotada de una fuerza sentimental que operó sin cesar. Se adaptó a condiciones políticas, y sobre todo religiosas, nuevas; se revistió de formas hasta entonces des- conocidas, entre las cuales, precisamente, los propios ritos de curación. No la explicaremos, pues, en sus orígenes, puesto que para hacerlo ten- dríamos que saiimos del campo de nuestro estudio; pero la explicare- mos en su perduración y en su evolución, lo que es también una parte. y muy importante, de la explicación total. En biología, explicar la exis- tencia de un organismo no es sólo investigar su padre y su madre; es también determinar los caracteres del ambiente que le permite vivir, a la vez que lo obliga a modificarse. Ocurre lo mismo -mutatis mutan- d i s con los hechos sociales.

En suma, lo que he querido dar aquí es fundamentalmente una con- tribución a la historia política de Europa en i el ver- dadero significado de esta palabra.

i sentido ; amplio, ei

Por la fuerza misma de las cosas, este ensa ica debió adoptar la forma de un estudio de historia cumpzaraaa; pues r'rancia e

:oria polít ' - ~ =

nes nacionales.* Pero hay más. Si no temiera hacer más pesado aún un encabezamien-

to ya demasiado largo: le habría dado a este libro un segundo subtitulo: Historia iEe un milagro. La curación de las escrófulas o de la epilepsia por la mano de los reyes fue en efecto, tal como se lo recordó a los venecianos el obispo de Bisaccia, un "milagro": un gran milagro, en ver- dad, que debe contarse sin duda entre los más ilustres, o en todo caso entre los más continuados que nos presenta el pasado. Testigos innume- rables dan fe de ello; su resplandor sólo se extinguió al cabo de cerca de siete siglos de una popularidad sostenida y de una gloria casi sin opacamiento. La historia crítica de semejante manifestación sobrenatu- ral ¿podría serle indiferente a la psicología religiosa o, por mejor decir, a nuestro conocimiento del espíritu humano?

La mayor dificultad que encontré en el curso de mis investigaciones provino del estado de las fuentes. No es que escaseen los tesiimonios r e lativos al poder taumatúrgico de los reyes, que por el contrario son en su conjunto bastante abundantes, con la reserva anotada sobre los co- mienzos. Pero se encuentran dispersos en extremo, y sobre todo son de iiaturalezas prodigiosamente diferentes. Puede juzgárselo por este solo ejemplo: nuestra más antigua información sobre el tacto de las escrófu- las por los reyes de Francia se encuentra en una obrita de polémica re- ligiosa titulada Tratado sobre las reliquias. El mismo rito en Inglaterra aparece atestiguado por primera vez, de manera segura, por una carta privada, que no es otra cosa, quizás, que un mero ejercicio de estilo. La primera referrncia que se tiene de las anillos curadores, consagrados por los reyes ingleses, se encontrará en una ordenanza real. Para seguir la relación fue necesario recurrir a una multitud de documentos de índoles

4 Por otra paN. no quiem od iar que m mi investigación no siempre logré alcammr un equilibrio adeeuado entre los dos pahs cuyos de* paralelos q u k seguir. Tal vez se enmnkará a un pro s a d i c a d a Pude estudiar la historia de 1- ritos de curación en m pai.tan mmpletamente. o casi, -o en Ptaneia, rr- no la historia de la realea smda m general. La presente situación europea< poco propicia a los viajes y lar adquiUUoner de libms extranjeros por bibliot- públicas o privad- hace más dificultosas que nunca ks úivestimciones de historia mmoarada. El remedio consisiirh. sin duda, & una buena o&ción de préstamo in&rnacional para los libros y los manuseribs; =o er sabido que especialmente la Gran Bretaña m ha en- trado aún por este camino. Mi *bajo no ha sido mible . como Ya lo indim6. sino

eyes médi iiui a tod; -.~~.: !~~

Inglaterra por igual contaron con rs COS, y en i a realeza por la geiierosidad del donador 4 se& de ~ o t h s c h ü d . a &en el &tihito dé le debe su C m de Londres. Desgraciadamente, sólo pude hacer una estancia de eshidio

maravillosa y sagrada, ella fue con a la Eurq ?tal: cir- una Única vez en ingiatem, a1 mmi-o O casi de mis investigaciones: es decir. en un cunstancia feliz si, como creo, la evoiuiion de las civiiizaciones de las mwerito Q que los problemas todavia no ap-n mn la amplitud y la mmpl+d

que se van descubriendo mis tarde. De ahi ciertoe ~ c i o s que, a pesar de la bu- nos herec > se nos presentará más clara el día que sepa- voluntad de mi. amigos londinense% no logré S-re cc,hnar.

Page 5: Bloch Reyes Taumaturgos

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3. --A--

i que las nomencl;

bas de sol . - - - -- -

utilice. P, atura de da. Hay -,....-- -.

muy diferentes: libras de cuentas, piezas administrativas de todas clases, literatura narrativa, escritos políticos o teológicos, tratados médicos, tex- tos litúrgicos, ilustraciones de monumentos, y aún más: el lector verá desfilar ante sus ojos hasta un juego de cartas.

as cuentas reales, tanto francesas como inglesas, no podían utilizarse sin un previo examen iqué un estudio especial, pero referirse a él ahora ser ente esta Introducción; preferí incluirlo al final del vt 1 iconográfico, bastante pobre, era relativamente fácil de inventanar: elaboré una información pormeno- rizada sobre él, que si apéndice. Las otras fuentes me parecieron erogéneas como para intentar una enumeracion ue roaas eiias; por eso me conformaré con

or lo demás, en este fuentes?; la realidad, pocos documentos de

~ u s que se purua u e w ur ~ I L C U I ~ L I V , CYII ill~uli< certeza, si aportarán O

n o una indicación útil sobre la historia del milagro real. Por lo tanto, hay que proceder meoiante tanteos, confiarse en la buena suerte o en el ins- tinto y perder mucho tiempo para obtener tan sólo un magro resultado, si al menos todas bs recopilaciones de textos estuviesen provistas de ín- dices: lo que quiero decir, es índices por materias. Pero es de lamentar que en gran parte carezcan de ellos. Estos indispensables instrumentos de trabajo se hacen cada v a más raros a medida que se trata de docu- mentos de fecha más reciente. S u falta demasiado hecuente constituye uno de los vicios más perjudiciales de nuestros métodos actuales de pu- blicación. Hablo de esto quizás con algún encono, porque esta desdichada carencia dificultó a menudo mi trabajo.

Por otra parte, aun cuando a veces exisie un índice, ocurre que : autor ha descuidado sistemáticamente incluir en él las referencias re1 tivas a los ritos de curación, sin duda porque se consideró que est vanas prácticas no están a la altura de la dignidad d na. Muchas veces tuve la sensación de esta1 de un gr ,o de cofres cerrados, algunos de los cuales i n oro y o< 3s sin valor, sin que ninguna inscripción me ayudara a diferenciar los tesoros de la ganga. O sez 3y muy lejos de p haber sid to. ¡Ojalá este lil :a a los investigado] r s e en po, 0.9

descubrimientos! Felizmente, no debí transitar por un terreno erireramente ni ín

sabía, no existía ninguna obra histórica sobre el tema que 'o- puesto, encarada con la amplitud y el carácter critico que y u- rado conferirle a k mía. Pero la "literatura" de las curacibxlsi ..-,as

retender :es a lanzi

le la histo an númer tros piedr; . . .

o complel s de nuev

levo. Segi me he pr o he proc

l.-..,.

por reyes es bastante rica. En rigor, es doble: hay dos literaturas de orí- genes diferentes, que van juntas pero casi siempre se ignoran entre sí: una incluye trabajos debidos a eruditos de profesión, y la otra -más abundante- es obra de médicos. Yo me esforcé por conocer y utilizar ambas. Se encontrará más adelante una lista bibliográfica que sin duda parecerá suficientemente extensa. Pero no querría que algunas obras par- ticularmente destacadas, sobre las que me basé continuamente, queda- ran perdidas entre esa multitud de títulos. Por eso quiero nombrar ahora a las que fueron mis principales guias. Los estudios ya antiguos de Law Hussey y de Waterton me prestaron grandes servicios. Entre los autores todavía vivos, debo más de lo que podría manifestar a Delaborde, al doctor Crawfurd y a Helen Farquhar.

También he contraído una vasta deuda de reconocimiento con mis pre- decesores de otras épocas. Entre los siglos XVI y xvm se escribió mucho sobre los ritos de curación En esta literatura del Antiguo Régimen es interesante buscar el fárrago, pues pueden recogerse en él informacio- nes curiosas sobre el estado de espíritu de la época; pero fuera de ese fárrago no se rescata mucho más. El siglo en particular vio nacer, junto a obras o panfletos de una rara inepcia, algunos trabajos destaca- bles, como las páginas dedicadas a las escrófulas por Du Peyrat en su Historia eclesiástica & la Corte. Y sobre todo debo mencionar encima de las demás a dos tesis académicas: la de Daniel Georges Morhof y la de Jean Joachim Zentgraff; pues no encontré en ninguna otra parte tal abun- dancia de referencias útiles. Siento un placer muy particular al referir aqui todo lo que debo a la segunda de estas dos disertaciones; pues puedo saludar en s u autor a un colega. Jean Joachim Zentgraff era de Estras- burgo. Nacido en la ciudad libre, pasó a ser súbdito de Luis XIV, pronun- ció el elogio de Enrique el Grande e hizo una brillante carrera univer- sitaria en su ciudad natal, incorporada a Francia. El presente libro apare- ce entre las Publicaciones de nuestra Facultad de Letras resucitada; y me es particularmente grato prolongar en él de alguna manera, aunque con un espíritu que refleja la diferencia de épocas, la obra iniciada en otro tiempo por un rector de la antigua Universidad de Estrasburgo.

7 Ei 17 de mayo de 1591. EL dis- fue impreso: Spenrlum boni pneii>ir in HenrM M- F~crncioe ef Novorroe rege whibihrm erercitatMte politiea Deo annuentc. in "elytn Argentomtpnsium Academia.. . Argentomti, LiteN Joh. Frithci Spoor, plaque- ia en 40. 54 pp. Esta obrita debe ser muy rara: yo no wnoci okos ejemplares que los de la Biblioteca Nacional y de la Bibl. Wilhefmitnna en Esirasburga. En ella se lee. en la p. 12, un elogio del Edicto de Nantes que. a pesar de su brevedad. pudo parecer significativo en su época.

Sobre la carrera de Z e i i M (adwás de los sdeulos del AlbenMN deutrehe Biosraphie y de la Fvonce protestante). puede verse 0. Berger-Lorraulf Annales des wofesseurs des Aeadmiies et Universités olsocienms, Nancy, 1592, p. 262

Page 6: Bloch Reyes Taumaturgos

1. Los PRIMEnOS DE INTER

BAMOS de asta aonc i- udes secu milagro r a- tratamos ecer las r~ r

nrs individuales que. mezclándose en una especie ae compielo psicoiogico, llevaron a los ! Francia y de Inglaterra a reivindicar el poder taumatúrgico ieblos a reconocérselo. Hemos procurado explicar el milagro en viiacnes y en su prolongado éxito. Pero la explicacibn sigue estando incompleta: aún curo un 1 a del don maravilloso. Las multitu m otro tii 9

reaiidad de las curas efectuadar iio del t a )S

medicinales, veían en ellas en de...,,.- m hecho L, llYFll C-~S.IIYSII-

tal, "una verdad clara como el sol", según exclamaba Browne.' Si la fe de estos innumerables fieles no fue más que una ilusión, ¿.cómo com- prender que no haya sucumbido ante la experiencia? En otros términos: jcuraron los reyes? En caso afirmativo, jmediante qué procedimientos? Si en cambio ia respuesta debe ser negativa, ¿cómo durante tantos años se pudo convencer de que curaban?

Por supuesto. la cuestión no se olantearía si admitiésemos la posibl- I de recur sas sobrei pero, coi señalamos, én se atri r a invoc: tgro en u mo el que ocupa? A! ntemente, i tampoco lazar, bajo

orra forma de proceomiento, la mre~remción antigua, que repugna a la razón. Hay que tratar de sustituirla por una interpretación nueva que la razón pueda aceptar: tarea delicada, que sería cobardía intelec- tual eludir. De tal modo, la importancia del problema sobrepasa la his-

. de las id, i presenci especie de riencia cr ida toda 1 :ía del mi-

seguir, h lares del de esclar - ~

le los tex eal. En e: '?presenta,

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Stamos er involucr:

a de una a psicoloé

-. efecto, la, .--,, ,,..A- .L.. an uno de .,- --,.nenas pre- tendidamente mejor conocidos, de los más fáciles de estudiar y, si así puede decirse, uno de los más seguros que nos ofrece el pasado. Renan ponía de relieve que ningún milagro tuvo lugar jamás delante de la

1 Chmimna, p. 2: ''i P-e, Mth hopes to offer. that th- is no Oiristian so void of Reliigon and Devotion. as to denv the Gift of Healing: A h t h an dear as the Sun, mntinued and maintained by a continua1 Line of Christian Kings aod Go- vernon, fed and nourished with the same C h r i a n Milk:

Page 7: Bloch Reyes Taumaturgos

'ro se pue gularidad Iue se ha

- ,-

Academia de Ciencias; pero al menos éste fue observado por numerosos médicos que no carecían, todos, en alguna medida, del método científico, En cuanto a las multitudes, creyeron apasionadamente en estos hechos, de modo que nos han quedado gran cantidad de testimonios de origen extremadamente variado. Y en particular, ¿qué otra manifestación de este géne de citar, que se haya desarrollado con tanta continui. dad y re durante cerca de ocho siglos de historia? "El único milagro I mantenido invariable en la religión de los cristianos y en la monarquia de Francia", escribía ya en 1610 un buen católico y

monárquico, el historiógrafo Pedro Mathieu.? bien, por un azar feliz este milagro, perfectamente notorio y

u+. aumrable continuidad, es uno de esos hechos en los que hoy nadie cree; de manera que, al estudiarlo a la luz de los métodos críticos, el historiador no mrre el riesgo de molestar a las almas piadosas: raro pri- ,

1 vilegio que conviene aprovechar. Y cada uno será libre, después, de l tratar de transportar a otros hechos de esta misma naturaleza las con- 1 clusionec a las que puede conducir el estudio de éste.

No es de hoy la necesidad de dar a las curaciones atribuidas por tanto tiempo a los reyes por la mentalidad popular una explicación ba- sada en la razón, se ha impuesto a los espíritus que, por el conjunto de su filosofía, se inclinaban a 1 obrenatural. Si el historiador expe- rimenta hoy una necesidad jcuántos pensadores de épocas an- teriores, para quienes el milagro real era una especie de experiencia

i l

cotidiana, no deb'ie rla aún con mayor vigor? l l

A decir verdad, Le los cramp-rings jamás fue muy discutido; en buena parte, z ,, porque dejaron de fabricarse lo bastante temprano como para que el pensamiento libre de las épocas modernas

nu&o tiempo para ocuparse de ellos. Sin embargo, el francés I r e los mencionó en un pequeño tratado contra los "sortilegios"

que escribió en 1622. Sin duda que en su medio no se había perdido todavía el hábifq atestiguado trece anos antes por Du Laurens, de ate- sorarlos mmo tatismanes. El autor no niega la virtud de estos anillos, pero se niega a ver en ella algo milagroso. Y no porque la incredulidad fuese en él una actitud filosófica, sino porque el orgullo nacional le im- pedía admitir mmo auténtico un milagro inglés. A su le ver, estos "aros de curación" obtenían su eficacia de algún secreto y m& o menos mágico -"pied d'élan" o "racine de P ~ I ejem-

plo- que los reyes de Inglaterra introducían subrepticiamenw en el l

:ron senti el caso d

d parecer - ..-.

manera < remedio !

~nie", por . . ~ ~ ~ ~ ~ 2 -

PRLMEROS ENSAYOS DE INTERPRETACI~N ~CIONALISTA 373

metal.s h suma, la pretendida consagración no seria más que una su- perchería. Enseguida encontraremos explicaciones del mismo tipo, ahora aplicadas al milagro de las escrófulas. En efecto, la interpretación del tacto, a diferencia de la de los anillos medicinales, fue frecuentemente discutida.

Como ya hemos visto. fue entre los primeros "libertinos" italianos donde la cuestión se ; s. Más tarde, algunos teólogos protestan- tes de Alemania se ay del tema -Peucer a fines del siglo XVI. Morhof y Zentgraff ai sigto siguiente- con un espíritu muy semejante, pues aunque no pretendían. como sus antecesores italianos, negar todo lo sobrenatural, no estaban dispuestos más que ellos a atribuir poderes milagrosos ni al rey católico de Francia ni a la dinastía anglicana.

Parece que el enigma de las curaciones reales se convirtió en el si- glo XVII en materia corriente para estas disertaciones públicas que ani- maban la vida un tanto monótona de las universidades alemanas. Al m-nos, los opúsculos de Morhof, de Zentgraff, y también, sin duda, de

nkhusius - c u y o título no conozc-, nacieron de tesis sostenidas ante mbleas académicas de Rostok, Wittemberg o Jena' :omo es comprensible. hasta entonces las discusiones se desarrolla-

ron en primer término fuera de los dos reinos directamente interesados por la taumaturgia real. En Francia y en Inglaterra 106 escépticos se vieron reducidos a la política del silencio. Sabemos que fue en la Ingla- terra del siglo xvxn donde ~r imero deiaron los reyes de hacer s u pre- tendidas curaciones. 5 Iémica que sostuvieron a este

oecto los whigs y 1< ate tuvo sólo un interés politi- pero el célebre Ens o, publicado en 1749 por Hume,

..-..firió al tema dignidau riiosoiico o reoiogica. Y no prirque en sus pági- nas, tan intensas y plenas, se encuentre ninguna alusión a los preten- didos privilegios de la mano real. Hume habla allí como un teórico puro Y no se demora en el examen crítico de los hechos. Su opinión sobre este punto hay que buscarla en su Historia de Inglatewa; como era de esperar, y como ya hemos visto, esa opinión suya es resueltamente es- céptica, y presenta ese matiz de desdén que la "superstición" inspiraba a los hombres del siglo xvm. Pero el Ensayo, al dirigir su atención a

> un orden de problemas, otorga a los milagros en general una es- e de actualidad intelectual, en el que tuvo su parte el viejo rito iárquico.

1 t0di peci 1 mor

? CMatihieu], H-e de Louya Xl rw de Fvanee. fol., lGlO. p. 412 La expresión "Mlagro fue retornada despub por Du Peyraf Histoire eeclésioslique de b Cow. p. 8% y asimismo por Balthasar de Ria. L'innrmpttroble pieté des tres-chre- tkru mis de Fronce , 9 l6lZ. P. 151.

igitó ante nderaron , . . .

[a mencic 1s iacobik ayo sobre .> *:,-.!e

mé la po 1s. El deb el milagri -. .--.,

Lincredulité et mesmeonce du sortilege. p. 164: "que s'il y amit dans sa bague de eerison du pied d'élan. ou de la raeine de Peonie. pourquoy atribuera-ta-on a Ee miracle. qui peut advenir Par un agent naturel". ' Para la abras de Morhof, Zentgraff, Trinkhusiut;. v é a e la Bibliografía; pa-a Peu- =e=. veme infia, p. 318, n. 19.

Page 8: Bloch Reyes Taumaturgos

En 1754, r o anglicano, Juan Douglas, publicó con el título l e Criterion, -, - - ~ t a c i ó n al Ensayo de Hume, donde se sitúa resuel- lamente en el terreno histórico. Este pequeño tra rva- 50- juiciosas y finas, merece ocupar un isgar k :aria de los métodos críticos, independientemente de lo e de

s conclusiones. No se presenta como una defensa ae toaos los Ienb enos calificados sin distincir las se dedica

como 10 aclara expresament r

las preter; relatad- hasta casi aifnrpriri~

isiones I en el N.

en los P,.+~D .

e los que vo Testan ltirnos tier

An. cla

~~~ ~

tado, Uen ionorable que pued . .

les. Doug - a refuta

Ldt quieren, comparar los Poderes milagrosos ue iento con los que se dice que han subsistido 6 npos; y a mostrar la grande y fundamental

. . t .. .-se5 de milaeras. desde el unto de vista del testimonio: v de allí surge que los pru rarse verdade-

ros y los

o de obse en la hisr a pensars

3 . .

ones que iras de la o xvm, €

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segundos :

entre eU' ente se ni . . - -

- . falsos.

>- --l..-..

os y otra! egó a pre >::-. >-

En suma, se rraw ur iuroii -.--.a --pudiando toda vinculación ; manifestaciones más recientes, a las que

definitiva, starles fe la opinión ilustrada de la época.

Entre esos rasos prouigius ur los tiempos presentes, y junto a las cura- e la tumba del diácono Paris, figuran "las te el tacto real". Para un hombre del si- ,los más familiares de una acción que el

- Todos es<

? Italia, c* .. -

se efectu: i escrófui :ran los < . .

aron sobr, a median- los ejemx .. . - ~ =

tos escritc 3mo Calcs

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Lunque p ~brenatur i es que 1' . .

e los más 'omponaz . ~ -.

antiguos ci, hasta e -:.: z- c-..

vuleo ConsideraDa milagrosa. ' pensadores naturalistas

dt b1 alemán Zentgraff o el

inglés B u g ~ a s , aaoptan una misma pusicioii irente al poder taumatúr- .I gico de los reyes. P or razones diferentes, todos coinciden en

negarle un origen S( al, pero sin descalificarlo en si mismo. LO

único que cuestionar os reyes realicen efectivamente curaciones.

Actitud baBtante incómoda para ellos mismos, ya que los obliga a buscar a estas curaciones ci Lad admiten, a estos "juegos sorprendentes de las cosas", como cer? unas explicaciones de orden natural, o supuestamente tales, que tienen gran dificultad en encontrar.

8 Para d titula completo del libro de Daugla. 4 e donde se tomó le cita incluida antes-, "°ase la Bibliografia. p. 453. La obra está dedicada a un escéptico anenima, que no es otro que Adam Smith. La interpretación del milagm real es rechazada, como en H - ~ . en téminos despreciativos: " ~ h i ~ S O ~ U ~ ~ O ~

perhaps. p- E U ~ M ~ iri the

Age of Polydor Virgil, in that of M. Tooker. or in that or Mr. Wisemnn, but ane who wauld aceount for them so, at this Time of Day, wouid be exposed. and desemdy S, to miver& Ridicule.' (P. 2W). En cuanto a los milagros del diácono Par=! H-e lm diide también en su Ensayo; y es casi el solo ejemplo concreto que menciona. .. -.-~ -

e "Mirifiea eveniuum ludibria"; véase inffa, p. 318. n. 19

¿A qué se debe que hayan adoptado esta posición? ¿No habría sido más cómodo para ellos afirmar Únicamente la inexistencia del don de curar? Su espíritu cívico, todavía aguzado en forma insuficiente, no era capaz de acometer semejante osadla. La voz pública afirmaba unánime- mente que gran número de escrofulosos se libraban de su mal por obra de los reyes. Se habría requerido una audacia fuera de lo común para rechazar como irreal un hecho proclamado titud de testimonios o pretendidos testimonios; una audacia qut ?de otorgar, y justi- ficar, un conocimiento serio de los resultados oorenidos a través del es- tudio del testimonio humano. Pero la psicología del testimonio 1 hoy una ciencia demasiado joven. En los tiempos de Pompor cluso de Douglas, se hallaba todavía en el limbo. A pesar de las apa- riencias, el procedimiento intelectual más simple y quizás más sensato, era por entonces aceptar el hecho que se consideraba como probado por la experiencia corriente, sin perjuicio de buscarle causas diferentes de las que le atribuía la imaginación popular.

Hoy no podemos damos cuenta de las dificultad' icontraron algunos espíritus, aun cuando estuvieran relativar ancipados, ante la imposibilidad de rechazar deliberadamente c s las afir- maciones universalmente aceptadas. Por lo menos V., --., --ando se lc presentaban los prodigios cumplidos por presuntos santos que compro- metía, a sus ojos, su participación en las riquezas de la Iglesia, podía responder atribuyéndoles su origen a los demonios, capaces como se sabe de imitar las gracias divinas." De igual modo, el jesuita Delrío insinuaba que el diablo pudo haber inten alguna manera en las curas efectuadas por la reina Isabel, : uras hubiesen sido reales.s Y los protestantes franceses, según el testimonio de Josué Bar- bier, preferían considerar a veces a su rey antes que reconocerle el don del milagro? : que no querían abusar los propios teólogos I

irrevocablemente a los filósofos naturalista Las primeras explicaciones del tacto que

nos del Renacimiento nos parecen hoy mu claramente, a veces bastante descabelladas. iuos cuesta comprenaer en primer lugar que hayan significado algún con respecto a la explicación mediante el milagro. Es que en1 lombres y nosotros

7 De pzw. c 6: Ewlish w k s of Wyclif ... ed. F. D. Matthew. Early English Tel t s , 1880. p. 469; d. B e m r d lani Manning, The People's Foith in the Time af Wyclif , p. 82. n s. n b m m

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I Maligno, :curso del escapaba

res italia- ra decirlo

~. -. 8 Diaquisitiaum, p. M; cf. arfra, p. 352, n. U. o C f . mpra, p. 335. 10 Peueer par- rediazar claramente la hipótesis demoniaca: texto citado ;*fra. p.

Jí8. n. 1'9.

Page 9: Bloch Reyes Taumaturgos

,e interponen casi todas las ciencias físicas y naturales. Pero debemos e r justos con estos precursores." El progreso consistió, como lo hice iotar anteriormente, en hacer entrar en la disciplina de las leyes de a naturaleza -unque estuvieran concebidas de manera inexacta- un enómeno que hasta entonces estaba considerado como fuera del orden iormal del mundo. La torpeza de estos esfuerzos inseguros era la de os primeros pasos de la infancia; y la propia diversidad de las interpre.

taciones que se propusieron, delata las vacilaciones de sus autores. El astrónomo florentino Junctinus, que fue capellán ordinsrio del

duque De Anjou, cuarto hijo de Catalina de Médicis, buscaba la razón de las curaciones reales --según se dice- en no se sabe qué misteriosa nfluencia de los a~tros . '~ Esta fantasía, por extraña que nos pueda pare- =r, era muy del gusto de la época; pese a lo cual no parece que haya ilcanzado mayor éxito.

Cardan, por su parte, cree en una especie de impostura: según él, los reyes de Francia se alimentaban con plantas aromáticas provistas de una virtud medicinal que se comunicaba a sus per~onas. '~ Calcagnini supone una su~erchería de otro orden: dice aue Francisco 1 fue sorprendido en 1 ido su pu saliva; y . a saliva donde I urativo d ~eto, sin d > una cualidad f propia a e su linaje ; aparecer i idea que casi

lgar con e los Cap !.14 Vemor

sería en 1 uda comc aquí una

umedeciei ,l poder c

. . Bolonia hi psidiría e isiológica

1% Sobre la escuela naturalista italiana, se encontrarán iniomaciones Útiles en J. R Charbonnei, Le -éo italienno a u XVI sieelo et Le emrrant Libmin, 1919; ef. también H-i B-n, Les sources ef le développement du RatMidiame dons b Littérohrn fmnqise de b Renoksanee (1533-1601). 1922. pp. 29 as. y 731 ss.

iz La opinión de Junctinu. aparece citada por Morhof. P"n- Medi- ( D i a M n - &es Acodemicae). p. M1. Sólo conozco de -te autor: Franeiseus Junctinus, Floren- tinus. un Speeulum AafroLagiae. 2 vols. en 8 , Lyon. 1581, donde no enmntré nada que se refiriera al milagro real.

1s Pasaje del Contnidicentium nredicorum libri duo, citado en varias oeasioneg es- pecialmente por Delria, Dkquisitimum, ed. de 1624, p. 27 (falta la indicación en la ed. de 1m); por Du Peyrat. HGtaire errlénostique de Ln Cuur, p. 797: wr Gas~l>ard A. Reies, Elygiua j-ndnr~m. p. 215: pera por faltar tablas apropiadas en esta obra yo no la pude encontrar. Según Delrío, lac. cit., Cardan habria sido "dignum mt ica Ioann. Bmdaei, lib. S mirellan. c. 10". La Unica edición de los Miseellaneontm de Juan Brodeau que posee la Biblioteca Nacional. Basilea, 1555, sólo menta con seis Xbrm.

14 Caelio Caleagnini Opera, Bodteo. fol. 1544, E&to l ica~m quaerfionum, lib. 1, p. 7: carta a ni sobrrno. Tomás Calcagriini: '*Quod Bononiae videris Franciseum Gallisrum regem saliva tan* polliee h decussem allita strumis mederi. id quod gentilitium et peculiare Gallo- regibus praedieant: non est quod mireris. aut ulia te rapiat superrtitio. Nam et saliuae humanae. ieiunae praesertim. ad multas maxlmasque semi- tudines remedium inest." Calcagnini 11479-1541) no perieneee al mirmo grupo que Pomp~naui . por ejemplo. o que Cardan. ni tampoco a la misma generación. Pero era ciertamente un librepensador: tomó partido por el sistema de Capérnim; Erasno habló de él con elogio. Véme sobre 61 a Tiraboschi. Storia dello letteratura itnliann, Vn, 3, Modena, 1192. pp. 870 SS. En cuanto a la idea del poder curativo de la saliva. era una antigua noción popular: ef. C. de Mensignae. Reeherches ethnagmphiques s u r b s o l i ~ e el le m h o t (Eztrait des bulletins de b Soc. anthm~logique de Bmdeaul r t du Sud-Ouest, aíio 1mO. t. Vi). Burdws, 1892: y Marignan. ttudes nrr ia eivilkation

espíritu d se transl

charlatan ~ - - - ., r miuar!

canonista idalo de 1 .... 3 3~ ,

italiano E n o de los n

PRI~UEROS ENSAYOS DE I N ~ R P R E T A C I ~ N RACIONALISTA 377

inevitablemente debía acudir al !e los hombres de esta época: k de un poder de curación que mitiese por la sangre. ;Había por entonces en Europa tantos es que se decian capaces de curar tales o cuales males por vocacion Ia '" '

Como ya tuvimos ocasión de señalar, el ,- dei, muerto en 1503 - q u e con gran escár ,- guos apologistas de los Valois, Jaime Boiiaua ue aauser, se negaba a reconocer el privilegio taumatúrgico de los monarcas franceses como milagros-, le asignaba como origen "la fuerza de la parentela".'" El más ilustre representante de la escuela filosófica paduana, Pedro Pom- ponazzi, se valió de la misma hipótesis pero depurándola definitivamente de toda explicación maravillosa: ''Así como determinada hierba 4 e - cía-, o tal piedra o tal animal.. . puede poseer la virtud de curar una cierta enfermedad.. . de igual manera algunos hombres, merced a un atributo personal, pueden poseer una virtud de esta clase." En el caso de los reyes de Francia, este atributo era, a su manera de ver, el privi- legio no de un individuo aislado, sino de una estirpe entera; y compara con bastante irreverencia a estos grandes príncipes con los "parientes de San Pablo", curanderos italianos que, como se sabe, se hacían pasar por médicos de las mordeduras venenosas. Y Pomponavi no pone en duda la capacidad de unos y otros, pues en su sistema tales predisposi- -'-?S hereditarias son absolutamente naturales, como si se tratara de

iedades farmacéuticas de las especies minerales es.la modo parecido pensaba Julio César Vanini.17 uí aparece

-mezclada con la teoría de la herencia que le e> cumun con Pom-

o vegetal Pero aqi .. ..-- ~c

~5rincoke. U. Le nilte des s i n t s anui les MémvingieM, p. 190. uirioi.u?a. los hijos séptimos, antes de tocar. se humedecían los dedos m n saliva: F o l k - h e , 1895, p. 205. Sobre la idea de una impostura real. d. la hipótesis de Delrío sobre las "emplastos" secretos de los reres de Inglaterra, uéose airpra. p. 352.

1 5 Texto de Sandei citado ruprn, p. 139, n. 108. Jasques Bonaud de Sauset, obra y Pasaje indicados en la Bibliografía. p. 450. El milagro real francés era considerado tarn- bién como efecto de una "virtud hereditaria" por el italiano Leonardo VaLo. que no era un racionalisia: L Vairuz. De fascino libti trea. 1583. lib. 1, c. XI, p. 48.

1s Pet , Pornponatti, Mantuani, ... de noturalium effeetuum eauN. ed. de Basilea (123). cap. q p. 43: "Secundo modo hoc contingere posset, quoniam quemadrnadum dictum est in suppositionibuq ricuti contingit aliquan esse berbam, ve1 lapidem. ve1 animal. aut aliud. quod progrietatem sanandi aliquam eegritudinem habeat. .. ita mntingit aliqxem hominem ex proprietate individuali habere talem virtutem" y p. 48, en la enu- meración de ejemplos: "ILeger Gallorum noMe dieunhir rtrumas curasse." Sobre Pom- ponaui y su actitud mn respecto a lo sobrenatural. véase una pápina penetrante de L. Bhndief Companelb, 1922. pp. 208-M9. Es euriom comprobar que Canpanella, queriendo aparentar que defiende los milagros contra los ataques de Pamponarzi -milagros en loa que él m i m o no parece haber creído en el fond- eligió entre otros ejemplos el milagro real: De s- renim, IV. e. 4. en 4*, Francfort, 1620. pp. 210-211: cf Blanchet. p. 218.

x 7 Julii Caewiris Vanini. . De odmimndis Nnhirae Regime Deoeque Mortalium A,- mnk. Parir, 1616. PP. 433 y 441: por lo demás, el pasaje es bastante oscura. sin duda por prudencia. y está entremezclada con elogios a los reyes de Francia.

Page 10: Bloch Reyes Taumaturgos

"imagina 'cir irreal : la solerr

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;endían pi ambio, qu onia, por ,̂ T..., -..L

po&- una explicación de género diferente, que encontraremos M-

seguida en Beckett y en D~uglas . '~ Según estos autores, las curas serian xto de k Jr tales a cosas imagi- nas, es dl le los enfermos, impre- *nadas poi la pompa real y sobre

. d o por la capcL-ua "S ISCU~SI- 151 -UU, rían una sacudida ner- viosa capaz por sí sola de Uevarlos a la curación. En suma, el tacto era una especie de psicoterapia, y los reyes otros tantos Charcot sin saber1o.l~

Nadie cree hoy en k influencia fisiológica de los astros, en el poder medicinal de la saliva, en la fuerza comunicativa de un alimento aroma. tizado, en las virtudes curativas innatas transmitidas por la descendencia familiar. Pero la explicación psicoterapéutica del milagro real parece tener todavía adeptos; no, claro está, con las formas simplistas de aque- lla época -¿quién podría sostener hoy, como Beckett, que la sangre, puesta en movimiento por la imaginación, va a forzar los canales obs- truidos de las glándulas?-, sino con las vestiduras que le prestan las doctrinas neurológicas más sutiles y de ahí que debamos decir algo al respecto.

Antes que nada, conviene dejar de 1: Uia- l e s La hipótesis de Vanini y de Dougla-, -.. -....--- -.. .,- .+lita

aparienc

rdo aquí " e.. 1s

a los anil -..

'ente. De

los medic -..- -,. .,- 18 Douglas también incluye d c m de la coincidencia: "¡m those Instan~~ when Bc

nefit was r-ived, the Concurrenee of the Cure with the Tauch might have been quite accidental. while adequate Causes operated and brought about the Effecf' (p. 202). Entre lcs autores mntemporáneos. Ebstein, Heilkroft d e KGnige, p. 1106. piensa que el tacto era. en realidad, una especie de masaje, eficaz como tal. No me parece n e e - sario ni siquiera discutir esta teoria

1s P e u c e ~ se inclina a considerar la creencia en d don taumatúrgin, mmo uns supersticion, pero no se pronuncia entre las diferentes hipótesis que <e presentaron en m época pa" explicar las curas: De ineontotiaibua, en el Comm~ntorivs de proeei- puú dioimtionum genetibus, ed. de 1591. pequeño en S, Zerbst. p. 192: "Regibus Fran- cick alunt familiare ese. rtrumis mederi aut muti illitione. aut. ahnaue hac. solo con- .~ , ~~~~~~

tactu. cum pronunciatione paucorum et solerui;um verbo-: quam medieationem ut f ier i sine Diabolicis incantatianibus manifestis. faeile arsentior: sic. ve1 ingenita vi aliqua. mnstsre, q u e a maioribus propagetur c m seminum natura, ut marbi pm- paganhir. et similitudines corpcrum ac mor-. ve1 singular¡ munere divina. quod mns-tione regno ceu dedicatis [siel contingat in eerto communicatum loco. et aberse superstitionis orr~nk han- persuazionem q u a w e chan saneiunt mirifica eventuum ludibtia. non faciie uediderim: etsi. de re non satis explarata. nihil temere afiirmo." En cuanto a las disertaciones de Morhof y de Zentgraff. casi tienen s6la el valor de eompilaeiones: como tales son muy precisas, pero en cuanto a pensamiento, no tienen mucho de original. la actitud de Morhof es muy dificil de precisar: p a r e e considerar el poder taumatúrgim de los reyes mma una gracia sobrenatural mncedida por Dios <p. 155). pero la mnclusión es de un t o w ligeramente escéptico (p. 151). Zentgraff se propone simplemente demostrar que es posible una explicación de orden natural. Entre las que se le presentan. no se cree obligado a elegir: parece inclinarse por la idea de una e rpe ie de impostura (los reyes se recubrian lar manar con un bálsamo especia», pero sin insistir mucho en ello. Y Ilesa a la conclusión. aunque mn pruden- cia. de que "Ita mristat Pharaanb Magorum sementes. quos Moses miraculose pro- duxi\ per causas naturales productos esse, etsi de modo produetionis n o n d m rit res plane expedita" (p. Ba, v).

, al meno iones curr ianto: la e

e emotivo ? fenómen con el no . .

s un cier iban los a !pilepsia y . . - 2 1

, o que la ios nacido mbre de "

P.

to númeri ros de orc el calaml . .-:, ---:.

neurologi s de la si pitiáticos'

. .

a esta manifestación del don taumatúrgico, no está desprovista de vero- similitud Se la puede considerar apta para emlicar. si no todos los casos lemos que afecc a de Vier- nes S 'es muscu- lares. OrguraiririiLr, lu ia rpi irpira i i r -rii ri giupu uiularire mal deter- minado de los ''dolores''- el reumatismo o la gota, por ejemplo, son pasibles de un tratamiento psiquiátrico. Pero, ¿cómo perder de vista lo que era antaño la medicina, incluso la científica? ¿Cómo olvidar lo que fue en todas las épocas la medicina popular? No se podía esperar ni de una ni de oira demasiada precisión en las definiciones clínicas, ni tam- poco diagnósticos seguros. En los tiempos en que los reyes de Inglaterra bendecían los mmp-rings, se confundían con facilidad bajo el rótulo de epilepsia o de cualquiera de sus sinónimos -mal conitial, mal de San Juan, etcétera- muchas otras alteraciones nerviosas tales como crisis convulsivas, temblores, coniracturas, etcétera. que son de origen pura- ment :a modern i dentro de ese gru- po dt rgestión o tosugestión que de- signa '. Y son to mtes que un choque psíquico o ia mtiuencia sugestiva de un taiisman pueden perfectamente hacer d e s a p a r e ~ e r . ~ ~

Asimismo, entre los C ts hay algunos de 1 i neuropá- tica, sobre los cuales Duede ouerar a veces la L'imag~nauon". en el sen- tido en que lo: 1

anillos, alguno 9

males, muy s i 1 amuleto real. Yero volvamos a la más antigua, a la mas espectacular y mejor conoc ase de m :1 tacto de las escrófulas.

Los partidarios del carácter sobrenatural de la realeza en el siglo XVII,

protestaron en vanas ocasiones contra la idea de que las curaciones que se atribuían a la mano sagrada de los reyes, pudiesen ser efecto de la imaginación. El argumento que daban corrientemente era que con ise- cuencia se los veía curar a niños muy pequeños, incapaces por tanto de sufrir efectos sugestivos, ya que carecían de la debida comprensión:

s antiguo: s debieroi mplement -

lolores. lo

; utilizaba n su cura e a la ro

. . o de elloa I o de plai bre, esto r - -. --

8. En efec m consagr ?S, -7 espasm

to, recorc ados el di os o do101 L.-..-L~ .

n esta pa ción, o al busta fe

le esta cl

a incluirí; de la au

,dos accidt .. ,

labra. hi menos 1;

que hahí:

tre quienr i atenuaci rn deposii

!S llevar01 ión de su: :ado en e

zo Sobre 10s trastornos de origen emotivo o pitiático. "6-e e-ialmente J. Babins- ki. Démembrement de t.hystitie ~loditio7iell~. Pithuitimze; S m i n o rnédicole, XXX, 1909. no. 3 8s. Es una mnfusi6n dinica del misno tipo que la que explica, se&n Gaidoz, un &e-rto número de las curaciones aparentes de ia rabia. observadas entre los pere- grinos de San Huherto. "Les convulsions et les fureurs de la rage ressembleut 2 eelles de diverses maladies nerveuses et mentales" La Taoe et Snint Hubert. p. 103.

Page 11: Bloch Reyes Taumaturgos

nerviosas curación berculosa J ~ - - ~ ~

tener tal

una observaeón que no deja de tener su valor, pues, ¿por que negar & de niiios de cort; se admite la de adultos, que no se

m de otra manera: rero e i principal motivo que aeDe impedimos aceptar la interpreta-

ción psíquica del milagro real es de otro orden. Hace alrededor de mos cincuenta aiios, tal interpretación habría encontrado pocos contradicto- res entre neurólogos y psiquiatras; pues, siguiendo a Charcot y su es- cuela, se acordaba a ciertos trastornos nerviosos calificados de "hist& ricos", el poder de producir heridas o edemas; y era obvio que las lesiones a las que se atribuía este origen se consideraban, inversamente, capaces de ceder ante la influencia de otra acción de igual naturaleza. Si se acepta esta teoría, ¿qué más simple que suponer que cuando menos una cierta cantidad de los tumores o heridas supuestamente escrofulosas presentados al tacto real, tuvieron en rigor un carácter "histérico"? Perg

, . estas concepciones están hoy casi unánimemente rechazadas. Ciertos es- tudios efectuados con mayor rigor han demostrado que los fenómenos orgánicos atribuidos en otro tiempo a la acción de la histeria, deben ser

8 i referidos más bien, en todos los casos que pudieron someterse a obser- vaciones orecisas. ya a la simulación, ya a afecciones uue nada tienen de

guntarse si la sug, ede producir la ! >piamente dicha, e: ! la adenitis tu-

, ... en general. Desco iomo era lógico, i 1

ue mi propia uicurnprrericia en la materia, crei ae mi deber plantear I ! . I m , : esta pregunta a va r ia médicos o fisiólogos, y sus respuestas variaron en

, 8 -3 la forma, según sus temperamentos individuales, pero en el fondo fueron 8 semejantes y se resumen con exactitud en una irase de uno de ellos: SOS-

.,. tesis sería tanto como defender una "herejía fisiológica". : I

En suma, jamás log <V... nlent

:E QU& de la ese , o de lar . .

i por pre; rófula pri i adenitis

i edad si ) 2, . .

estión p u ~ n decir de nfiando, c ..< 3 -.:

, los pens raron dar

-31

;adores del Renacimiento y sus sucesores inmediatos al milagro real una explicación satisfactoria. Su error .,, ,.,..,,.,, ,-. el problema. Poseían un conocimiento demasiado in-

11 Por W i a n . Severo11 Chirurpicol Treatkea, 1. p. 396; Heylin. en su réplica a Fuller que citamos mis adelante, p. 385. n. 37; Le Brun. Hintoire mitigue des pratiques supdtierrses. 11. p. 121. Es curioso comprobar que en 1853. monsefior Causet. arzobispo de Reims. creyente tardio en el milagro real, penraba que ''de nos jours, d e enfants sont plus fecilement guéris". porque no es posible curarse sin tener fe (declararacione referidas por el barón de Damas. Mémoires, iI. p. 306).

1 2 Cf. espedalmente Déjerine. SerMialogie du syrteme nenieur. 1W4. PP. 1110 ss.: J. Babinski, Démembremcnt de I'hystérie hnditionnelle, S e m i n e médicale. 1909; J. Babins- ki y J. Froment. Hw-. Pithiati- et houbles nerveur d'mdre réflere en neuro- logie de guene . ? d. 1918. pp. 73 SS.

suficiente de la historia de las sociedades humanas como para poder medir la fuerza de las ilusiones colectivas; pero hoy apreciamos mejor su asombroso poder. Se trata una vez más de la vieja historia que Fon- tenelle relató con tanta gracia. En la boca de un niño de Silesia apareció -decía- un diente de oro. Los sabios adujeron mil razones para expli- car este prodigio. Hasta que a alguien se le ocurrió examinar la mandí- bula maravillosa y se descubrió una hoja de oro aplicada hábilmente sobre un diente absolutamente corriente. Cuidémonos de imitar a estos doctores mal advertidos: antes de investigar cómo curaban los reyes, no dejemos de preguntamos si curaban realmente.

Si echamos una ojeada al informe clínico de las dinastías milagrosas, no tardará en quedarnos aclarado este punto. Los "príncipes médicos" no eran impostores; pero así como el niño silesiano no tenía un diente de oro, ellos jamás devolvieron a nadie la salud. El verdadero problema será, entonces, comprender cómo, puesto que no curaban, se pudo llegar a creer en su poder taumatúrgico. También en esi strará la in- formación clínica.23

Antes que nada, salta a la vista que la eficacia 10 real pasó por eclipses. Sabemos a través de ejemplos nume.~,,, ,,, muchos de los enfermos se hacían tocar en varias ocasiones: prueba evidente de que la primera tentativa no habia bastado. Así, bajo los reinados de los últimos Estuardo. un eclesiástico se presentó dos veces ante Car- los 11, tres ante Jacobo II.?* Browne no dudó en reconocerlo: algunas personas "recién se curaron al segundo tacto, puesto que no obtuvieron la primera vez este beneficio".'" En Inglaterra se forjó una superstición según la cual el contacto real no producía efecto si no se repetía; pero ella sólo pudo nacer porque el primer contacto habia sido inútil.% Igual- mente, en Beauce, en el siglo xxx, los clientes del "marcou" de Vovette, cuando no encontraban alivio la primera vez, multiplicaban sus visitas al rústico médico." O sea que ni los reyes ni los hijos séptimos lograban éxito en todos los casos.

to nos ilu

2" Esta facilidad de aceptar mmo real una acción milagrosa. aun cuando este des- mentida en forma persistente por h experiencia. re eneuenm en todas los "primitivos" Y hasta puede considerarse una de las earaeteri^,tiens fundamentales de la mentalidad llamada justamente "primitiva". Véase, en-= otros. un ejemplo curioso en L. Lévy- BnUil. La mentolité primitive. 19P. p. 343 (islas Fidji).

?* Craamird, p. 1üS. ?J Adenoehoirirdelogia. p. 106: "Others again having been healed uwn ÍIis second

Toueh, whieh could not remive the -e benefit the first time." EF sabido que en Inglaterra, dequés de Carlos 1, se exigía a las eniemor u n certificada que p r a k que no habian sido toeadas todavia.

2' Véare Browne, p. 91. quien. por supuesto, combate esta creencia 2 7 Garene dos hópitouz, lü54, D. 498.

Page 12: Bloch Reyes Taumaturgos

to resucil el borde ron sin r, . 5-.:-

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a a argurr ría era pq . A- .,m= .

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pero hay más. h los buenos tiempos de la fe monárquica, sus creyen. & de Francia o de inglaterra no habían admitido jamás a ningún pre

que sus reyes nunca curaron a nadie; pero la mayoría de ellos nc tenían dificultad en confesar que los reyes no curaban a todo el mundo, ni siquiera tocándolos varias veces. Douglas lo subrayó con acierto: di^ Pretendió jamás que el tacto real fuera benéfico en todos los casos en que se recurría a él n 1593, el jesuita Delrío, para ata- car al milagro inglés, recurrí; lentos obtenidos de las confesiones de Tooker: " lo q u e é l que erjudicar las pretensiones de una princesa herética. Para pasa1 ..- -.- actitud desaprensiva a una conclu- sión tan grave, había que estar movido por la pasión religiosa. Por lo común, como lo demuestran el ejemplo del propio Tooker, y luego de Browne, se era más acomodaticio. Eccucbemos la respuesta de Josué Barbier a las duda: gionarios protestad

Vosotros decís, pa., e-...l-- ;obre esta virtud milagrosa, que hay muy pocos escmfulosos tocados que curasen.. . Pero aunque se os conceda

~úrnero de los curados es más pequeíio que el de los que siguieran ,S, no se deduce de ello que la curación de los primeros no sea .a y admirable, tal como lo fue la curación del que entró primero

,, ., ,lberca purificadora de Betsaida, después del movimiento del agua por el ministerio del Aneel aue descendía una vez al ai efecto.

Y aunque los ap< -on de operar milagrosar

Siguen otros ejemplos extraídos de los Libros Santos: "Naamán el Sirio", el único "limpiado" por Elíseo a pesar de que hubiera, según la frase del propio Jesús, "varios leprosos en Israel"; Lázaro, el único muer-

:ado por el Cristo; la hemon ida por sólo haber tocado

del manto del Salvador, mir ? "jcuántos otros lo toca-

eeibir ningún fruto!"?"> sim mismo, en Inglaterra, un teólog, -, -.\_.ada ciencia y de perfecta

adhesión a la monarquía, Jorge Bull, escribió-:

Se dice que algunas personas, después de haber intentado este remedio soberano, tuvieron que regresar sin que ninguna curación se operara en

curaron : 'e los que

r todos los si se sana

; enfermos ron.

ragia cura :ntras qur

- a,. d...,

iio a este ;, no dejai

=a Critaimi, PP. al-a)~: *'it never m p~etended th as ben-

efiUal in every InsBnee when trid". Cf. en la. M- S, en el

t 11 la in f0maei6~ sobm el tacto, p. 305: 'TI0 todos se re' Di<quMtimium P. 61 f. -p. p. 352): egún Tooker, Cho&, p. 106. Cf. Brow-

ae, Adenoehoiradebh, P. 11L so L ~ X miraculeul effeets, pp. VI a i3. Citas biblieas: Naamh el Cirio. Luc- IV, 8;

piscina probática de Bethsnida. JuaR V. 4.

Uos.. . Dios no ha otorgado este poder a nuestra Lanera tan absoluta como para que lleve las riend;

delte o las sujete según su capricho.

un époc las de 1

os O reye: 3r lo den iese sido --,--. 1.

todo, los :medade: , "S..> -3,'

mismos ; 3 "de tal : , -11"" 1,. ,

apóstoles iuerte qui 3;c.,.--=3c-

recibieron 2 estuvo : ,- -1 n*

de Cristi Ziempre a .-"J-.. 1- .

I que huE >obre dial ia y no se

:z.

real de una manos y las

Después de 3 el don de curar las enft su disposi- ción, pero sók ,-u ,-- ,., ., YlrCLI-FII FI consideraba apropiad^".^' En la actualidad tenemos una idea del r ,masiado intransigen-

te. Pareciera que, desde el momento en ,-S -.. .ndividuo disfruta de poder sobrenatural, tiene que ejercerlo todo el tiempo. Pero 'las :as de fe pensaban a este respecto con mayor simplicidad: para que manifestaciones de este orden formasen parte del cuadro familiar a existencia, no reclamaban a los taumaturgos, muertos o vivos,

sanr E, una eficacia constante. P, iás, si el enfermo a quien el milagro real había fallado

hub: tan mal educado como para quejarse, los defensores de la rrairia ir habrían respondido sin ninguna dificultad: Dor ejemplo, se le habría replicado, como dijeron Browne en Inj y el canó- nigo Regnault en Francia, que esta vez le faltó fc mo, esa fe que, como escribió Regnault, "ha sido siempre una aisposición hacia las curas milagrosas"." O en todo caso se le diría m error de diagnóstico. Durante el reinado de Carlos VIII, un 1 >lo llamado Juan 1'Escart se hizo tocar por el soberano en Tolo: ! curó. Más tarde, San Francisco de Paula lo liberó de su mal, a~uimr~andole prác- ticas piadosas y un caldo de hierbas. En el proceso de canonización del

31 Some I m m n t Points of P"mitive Chriainniw Maintained and Defended ;n Seueral S - m . . . , Oxford, 1816, p. 136: "And yet they say some of those diseased Perra- return from that sovereign remedy r e infecta. without any m e done "pon them. .. God hath not given this gift of healing so absolutely to our roya1 line. but he still keeps the reinr of it in his a- hand, to let them loose. or rertrian them. as he pleaseth." Y en la p. l34. la exposici6n sobre San Pablo y los apóstoles que reci- bieron de Cristo d don de curar, "as not to be at their o- absolute disyiosal. but to be dispensed by them. as the Giver sould think fit". Véase también lo que dice Regnault, Dissertatimr hisewique, 1722, p. 3: "Se seay bien que b u s les Malader ne son1 pas guérin: a-i evoüons nous, que nos Rois n'ont pas plus de pouvoir que le. Prophetes et les AMtres. qui ne guerisroient pas taus les Malades qui imploraient leur semurs."

"2 Ad-choimdelogia, p. llk Thus every unbeliwing Man may res1 satisfied, that without he hring. Faith enough with him. and in him, that His Msjesty hath Virtue enough in His Touch to Heal hh, his ezpectation M11 not be ansarered.''

S" Dissertatien, p. 4. Cf. lo expuesta por manreñor Gousset anohispo de Reims. =gún testimonio del harán de Damas. Mémoires, 11. p. 306: "Ces guérisons doivent étre mnsidérées eomrne des grñces privilégiées.. . qui dépendent en mDme temps et de la foi du roi qui buche et de la foi du malade qui est touché!' la mima expli- cación que daban los fieles de Sen Huberto de Ardenes -y que dan todavía hoy-. para justificar el que ciertos enfermos. a pesar de su peregrinaje a la tumba del santo. hubieran sucumbido a la rabia: Gaidoq L mge et Soint Hubert. p. 88.

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:a entre f nsagraciói an de con

- ...-

e contaba o izquierd

A

:S meses 3 :ce que la mever?

. . S curacio los tiemp

u bruscan o con la ,. ..

santo, se le tomó declaración a Juan; y parece que él mismo aomiti6 que si había recurrido sin éxito a su príncipe, ello h e porque no pade-

1 la enfermedad que éste c ~ r a b a . ~ ' Después de todo, el rey Sólo podía rar el mal reaL m sí, la "mano sagi los "príncipes méd daba sultado. Es kmentaoie que no podamos establecer ia rriauvii riumé.

+acaso5 y éxitos. Los certificados expedidos después de la o de Luis XVI lo fueron completamente al azar, sin ningún .junto. Después de Carlos X se intentó un esfuerm un poco

elor coordinado. Las hermanas del Hospicio de San Marculfo, bien tencionadas pero quizás imprudentes, pensaron en seguir la evolución : los enfermos y reunir algunas informaciones sobre su marcha poste. Dr . Había habido alrededor de 120 a 130 personas tocadas. En total, se

registraron ocho casos de curación, pero tres de ellos sólo se conocieron por tes t imo~os muy poco seguros. La cifra es tan baja que Cuesta creer que responda a la proporción habitual. El error de las religiosas fue sin duda haberse apresurado demasiado. Los cinco urimeros casos, los únicos seguros, se comprobaron recién a los t r t e cumplida la ceremonia. Transcurrido este plazo, part ción no siguió adelante. Habría sido indispensable pei nte si se hu- biera seguido observando a estos pacientes toeaaos ei SI de mayo de 1825, habría sido posible registrar má paciencia en este punto era la muy sabia regla de 1 'ramente me.

yentes. En efecto, no tenemos que creer que alguna v a se obtuvo iir. éxito

inmediato. Nadie esperaba ve: >ente las heridas o des- aparecer los tumores al mer mano maravillosa. Lw hagiógrafos sólo atribuveron tnumos su~l tos a Eduardo el Confesor. Y más próximo a n el caso de Carlos 1, ante quien compareció una jove o, afectado por la escrófula, había

r medio d, investiga,

Segurame 3 ~. ".

nes." La ,S verdadi

siempre ,--:L.. -

34 AASS. -lis, 1, p. 155. núm. SS. 3% En acta fechada e l 8 de octubre de 1825. %e atestiguarsn cinco ~ a y n de -ciOa.

El certificado se expidió de dos maneras: prhero. el testimonio de las religiosas del Hospicio de San Marculfo; después. el testimonio de un médim, el dador Noel: Ami de la Rsligion. 9 de noviembre de 1825: reproducido por Cerf. D u toueher des écroucller, p. 246. En 1867, una religiosa -que recién habia entrado al hospicio en 1826- testimonió de otms tres de lar que tuvo ~ a r q u i g n ~ . ~ 'affarchemmt du mi de Fmnce ~umissait-il des écrareller?. p. 389, n. 1. Las cinco curaciones que re abser-

en 1825 se refieren a n%os. pero también es ~ r ~ ~ i m i l que se haya tocado a ¿NO lar hermanas seguir la evolulución pítetior de $us =-S? Seria

un motivo más para considerar que la estadbtica no refleja la pmporción habitual. En 11853, el barón de Damas, quien sólo conocía cinco casas, escribió: "La mpér iem de P h ~ m i c e cmit qu'il y en a eu un plus grana nombre. mais qu'on a néglige de le m-ter." YO no sé de dónde sacó 1. Aubinwu, Notiee aur M. Demenettes, P. 1% sue 'les o- praniers malades touchés du rai furent guéris".

veía e a l e g ; to, mit --..-,S

PRIMEROS ENSAYOS Dr, INTERPRF~ACI~N RACION-A 385

- n el pode aba- "un ?ntras qut S: m.-- P.

r curado1 i milagro : esta cur .,,~ . ~~

de los s completo ,a procede . -~ ~ ~7~ :

oberanos opera al : por lo g

- -

un mil; instante eneral :

, ~ . .

dejado de ver, y que se hizo tocar por el monarca: en to mismo recobró el uso, bastante imperfecto por lo demás, de

En la vida cotidiana no se exigía tal prontitud. Se consideraba satis- factorio que la curación tuviese lugar algún tiempo después de efec- tuarse el rito, o incluso mucho tiempo después. Es por ello que el histo- riador i n ~ l é s Fulier. oartidario muv tibio de la realeza taumatúrgica, sólo

agro "parcial"; pues ? Y de modo perfec- por grados y poco a

rero r uuer era, como uecunos, un esceprico a medias. Los ver- s fieles no tenían en esto tantos remilgos. Los ] ; de Cor- io dejaban nunca de dirigirle su acción de graci Marculfo

PYIIYYZ se curasen bastante tiempo después de su ''viaje . ~ u s esmofa- losos tocados por el príncipe se consideraban como objeto de un milagrg si tenía lugar alguna vez la curación, sin importar en qué momento. Bajo el reinado de Luis XV, D'Argenson creyó congraciarse con el mo- narca destacando un resultado que se obtuvo después de tres meses. El médico de Isabel, Guillermo Clowes, relató con admiración la histo- ria de un enfermo que se vio libre de sus males cinco meses después de haber sido tocado por la reina." Ya leímos a n t a la conmovedora carta que es señor inglés, lord Pouiett, con el júbilo paterno de ver a su h lespués de haber sido tocada, y, según él creía, curada, por Ca iu salud -d ice aludiendo a su pequeña- mejora día n

" 5 esa salud que le era tan cara no estaba todavía recu-

cribió un ija sana d irlos 1: ": > rn-

3eregrinos as a San ..:.>. . ..

.a Eduardo le1 diario d

~ u i i u i c ~ . s.f.. o. 352.

el Confesor e Oudert, c

, textos citados supro, P. 139. n. 108. Para Carlos 1, frag- :itado por Edward Waiford. OId and New Landon, 111,

. - . . -

" En su Chureh Hbtory of Blitoin. aparecida en 1655, Fuller ~e e x p d mn al- tibieza can respecto al milagro -era en la época de CmmweU-: "Otherr ascribe it to the power af faney and an exalted imagination" (fol. 145). En este ponto. como en Otms. fue violentamente atacado por Peter Heylin, E ~ n m e n Historieum or a Discovev ond Emminaiion of the Misiakes.. . in some Modern Histories, pequeño en P. Lon- dres. 1659. FuUer. en una réplica titulada The A m o 1 of Injured Inmeenee. en 44 Londres. 1659. respondió en 10s siguientes términos: "though 1 conmive fancy may much mnduee. in Adultb. thereunto. yet 1 believe it panly Miranrlars . . . 1 say portly, because a complete Mirade is done vesently and p-fectly, whereas thií nire is generally advaned by Degree and some Dayes interposed". Ya en 1610. Th. Morton -anglicano y buen monárquico, pero de una tendencia que hoy calificariamos de Laui Chuvch- en ni obra titulada A Catholike Appeaie for Pmtestanfs. en 4*, Londres, P. 428. se negaba a considerar las curaciones reales como propiamente milagrosas: l*. porque no eran instantáneas: F. porque el tacto era seguido con heeuencia por un tratamiento médico. Según el barón de Damas (Mémoires. 11, p. 306). monseñar Gousset. ambispo de Reims. tampoco consideraba las curaciones eumu milagro en sen- tido estricta. pero por una razón diferente: porque en el hecho de que re curasen bs euráfu\as no hay nada de ''coniraire aux lois générales qui gouvement le monde''. El barón d e Damas, informado par el arzobispo. sabia muy bien que "les guérisonr ne sont iristantanées" (ibid.. la misma p.).

Ja Texto citado Dor Crawfurd, King's E-ir, p. 77.

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perada totalmei e momento. Vamos a suponer que la niña ter. minó wr curarse compietamente; aún asi, que es el mejor de los casos,

tacto no se hizo sentir, como lo sub- oco a poco". Esta acción sobrenaturd

umenre solo reua uii r i c r ; ~ retardado, cuando en verdad ocurria. ,, muchas veces el resultado fue sólo parcial. Parece claro ncia se aceptó el éxito a medias dándolo por completo, r sólo había sido un éxito aparente. Por ejemplo, el 25 de

, dos médicos de Auray, en Bretaña, expidieron sin pesta- un certificado de curación de un hombre aquejado de varias úlce- crofulosas y que se había hecho tocar por el rey; e incluso después,

,,,, mayor precaución, fue en peregrinaje a San Nlarculfo de Corben~. Toda( !ras desaparecieron.. . salvo una.= La ciencia moderna, ante i sí, diría: cedieron algunas n )

no el 10, que sigue estando allí, pi 3

ite M es1 detectar. Hoy sabemos que el mal al que nuestros padres daban el nom- bre de escrófuias, era casi siempre una adenitis tuberculosa, esto es, una de las localizaciones posibles de una afección de naturaleza bacilar, que puede afectar a diferentes órganos. Hasta puede ocurrir que, una vez que cedió la adenitis. la tuberculosis resista v adopte otra forma, con frecuend se lee en el Compendio de los A7 rtugal, publicado en 1726 por el par rnbra el "profesor de teo- logía Miguri rvrarrin. Lnviaao a rrancia para obtener la curación de sus escrófulas mediante el tacto del cristia *y, regres a Por- tugal, pero sucumbió de otro mal, vi una lentz iónv'.c'

En suma, sólo una parte de los enfernius recooraron la sama -aigunos en forma incomple ientánea- ayoría de las curas sólo tuvieron lugar des ranscurri, mpo apreciable desde el rito de curación. R S lo que e ial, sobre el aue se creia que podían actuar -,.. ,, , d e r milag,,,, .u= ieyes de Francia e Ingla- terra. En la época en que los reyes ejercían este maravilloso talento, los médicos no tenían a su disposición ni una terminología rigurosa, ni m& todos de diagnóstico seguros. Tal como surge con claridad de la lectura de los tratados antiguos, como el de Ricardo Wiseman, solía incluirse dentro de de escrófulas a un número bastante considerable de lesiones d ntre las cuales las había benignas, y algunas de éstas, después de un plazo que podía ser bastante corto, desaparecían natural- mente por sí solas.q

Pero dejemos estas falsas deremos sólo las verda- deras, de origen tuberculoso I la gran mayoría de los casos presentados al tacto reai. ha escroruia no es una enfermedad que se cure fácilmente; puede rt iempo, a veces casi indefinidamente; pero en !dad que meior

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sacro no supuso por uri LU que pudie.,, =-,,erse de ello conclu- siones irrespetucsas para el monarca. Es que una fe sólida no se contra- ría tan fácilmente. Antes mencioné a un tal Cristóbal Lovel, de We&, en Somerset, quien habiendo ido a buscar al Pretendiente Estuardo n

ignon, en 1716, resultó curado por éste, según dijo. Y este hermoso d o desper :ntusiasmo en los ambientes jacobitas y fue la isa de las :as del historiador Carte. Sin embargo, parece

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que debía conducir! lo hasta s '2 Antonius Franeo, Syio~sUi Anmliunr Soeirtatis Jesu in Lusitanio. Augsburgo. en 44 1726, p. 319: ". ..Miebael Martirius. scholasticus. a longo morbo probatus est. Ad sanandas rtrumss in Galliam misnis. ut a Rece Christianissirno manu contingeretur. aalvus in Lusitaniam rediif sed alio malo lentac tabis mnsumptu~."

*J Crawfurd. PP. ID-123; d. sobre estas confiisiones. Ebstein, Die Heilkrnft, p. 1104, n. 2. Sobre el abceso dental que se tamó Por un caso de "kinc'r evil.' y confiado con este e?rácter e los cuidados de ta séptima hija de una Gptima hija. quien naturalmente fracaso: A. G. Faicher. en The Falk-Lare, W (1896). PP. 235-296. Cabe observar ~ u e el pueblo consideraba que el mal real era bartante dificil de remnoeer: la prueba el curioso procedimiento de diagnóstico indicado por una pequena recopilación de recetas médicas del sido m, publicada por The Folk-Lore. XWII (1912>, p. 494. Conviene señalar también que en ocasiones podin agregarse otro tratamiento al del tacto. al fue el casa. al menos. de los cinm niños "curados" por Carlos X; el certificado del doctor Noel, de fecha 8 de octubre de 1825, dice asi: "Je eertifie ... qu'il n'a été employé pour leur guérison que le traitement habituellement en usñge" (Cerf, Du toueher des éermielles, p. 246). En tales condiciones. ¿a quién atribuirle la curación? ¿Al rey? ¿O al "tratamienta habitual"? Cf. también a r p a . p. 385. n. 37. las obcervacioner de Morton.

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cuenta n a. -..a-- xirerenre, que ia rriruiciiia ur -irsJ iii-rrii-- l e

r de Saint-=mi. legaja 223, id. núm. T. ndos de Saint-Rémi, legajo 221. núm U (29 de abril de

4% C.admd, p. 15'7. Nuestms informes sobre el final de Iavel pmvienen Únicamente de una c a r ~ dirigida al Gmerol Eaening Poat el 13 de enem de 1747 por un corres- ponsal de Bristol que firma Ami- Veritatis íed. Gentleman's M a g M w L i b m w , I a p. 161); testimonio poco seguro en si mimo; pero lo que parecería demostrar su vera- cidad es aue no se sabe que haya sido dementido por los Tanes. En el asunta Carte. ~ U ~ D S P m&,", PP. m-3s.

Page 15: Bloch Reyes Taumaturgos

388 ~NTSFIP~U~TACI~N CRÍRCA DEL -CRO REAL

puede producir la ilusión de haberse curado, pues sus manifestaciones -tumores, fistulas, supuraciones- suelen desaparecer de una manera espontánea, sin perjuicio de reaparecer más tarde en el misma lugar o en otro. Y una desaparición transitoria de esta clase, incluso alguna verdadera curación (porque ésta no es imposible, aunque sea rara), bastaron para justificar la creencia en el poder taumatúrgico de lo. reyes. Los súbditos fieles de los monarcas de Francia y de Inglaterra, como vimos. no exigían mucho más. Por cierto que nadie habría pensado en pi '1 milagro si de antemano no se estuviese habituado a es- pera yes precisamente milagros. Y todo inclinaba a los espíritus de ac .mpos a esperarlos. La idea de la realeza santa, legado de edades prlmiuvas, fortalecido por el rito de la unción y por la gran ex- pansión de la leyenda monárquica hábilmente explotada por algunas políticos astutcs -tanto más hábiles en utilizarla cuanto que muchos de ellos compartían el prejuicio común- teminó dominando la conciencia popular, Además, no había santos ni hazaiias milagrosas; ni había perso- nas o cosas sagradas que no estuviesen dotadas de un poder sobrenatu- ral. Por otra parte, en el mundo maravilloso donde creían vivir nuestros antepasados, ¿qué fenómeno no se explicaba por causas que sobrepasa- ban el orden normal del universo?

Algunos soberanos, en la Francia capeta y en la Inglaterra normanda, concibieron un día la idea de probarse en el papel de taumaturgos, in- ducidos acaso por sus consejeros, a fin de fortalecer su prestigio un tanto frágil. Convencidos como estaban de la santidad que les conferían su función y su linaje, probablemente consideraron muy simple rcivindicar semejante poder. Quizás se advirtió un día que una temida enfermedad a veces cedía, o parecía hacerlo, después del contacto con sus manos, que casi unánimemente se consideraban sagradas. ¿Cómo no iban a ver en ello una relación de causa a efecto, y por ende el prodigio previsto? La que creó la fe en el milagro fue la idea de que tenía que tratarse

de un milagro. La que le permitió sohrevivir fue también, a medida que transcurrían los siglos, el testimonio acumulado de sucesivas genera- ciones que creyeron en tales hechos, en los que no se podía dudar y que aparecían basados, según se decía, en la experiencia. Y en cuanto a los casos, que debemos suponer bastante numerosos, en que el mal resistió al tacto de los augustos dedos, se los olvidaba rápido. Tal es el feliz optimismo de las almas creyentes.

En suma, es difícil ver en la fe en el milagro real otra cosa que el resultado de un error colectivo; error más inofensivo que la mayoría de los que llenan la historia de la humanidad. El médico inglés Carr comprobaba ya, en tiempos de Guillermo de Orange, que al menos había

PRlMXROS ENSAYOS DE -PRKTACI~N RACIONALI??TA 389

uua ventaja en creer en la eficacia del tacto real: que éste no podía ser nocivo." ¡Gran superioridad sobre buen número de remedios que la antigua famacopea prescribía a los escrofulosos! Pues la posibilidad de recurrir a este tratamiento maraviiioso, considerado universalmente efi- caz, evitó seguramente que muchos enfermos usaran procedimientos más peligrosos. Desde este punto de vista puramente negativo, tenemos el derecho a pensar que más de un desdichado debió al príncipe su curaci&n.

* R Cam. E ~ . t o b e mdi&a&s, P.. m "Verbo itamie apedinm quod -tia: un- h c h ~ regiu. potest e~se (si olim fuit). pmfieu-is; rolet mbinde - imtuq nequit u"miam -e =mi-." Cf. Qaumud. KiWa Eoil. P. 18; y sobre todo ~b~tei , , D ; ~ Heilkafc, P. 1106.