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José Gregorio Araujo Díaz

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Iglesia y poder

Mérida, República Bolivariana de VenezuelaOctubre 2015

José G. Araujo Díaz

¿Misión divina o control político?

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Iglesia y poder ¿Misión divina o control político© José G. Araujo Díaz© FUNDECEM

Gobierno Socialista de MéridaGobernador Alexis Ramírez

Alcaldía del Municipio Tulio Febres CorderoAlcalde Willian Díaz

Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida - FUNDECEMPresidente Pausides Reyes

Unidad de Literatura y Diseño FUNDECEM

Editor Gonzalo Fragui

Fotografía: José Gregorio Araujo Díaz

HECHO EL DEPÓSITO DE LEYDepósito Legal: LF07420153203515ISBN: 978-980-7614-32-0

Mérida, República Bolivariana de VenezuelaOctubre 2015

Alcaldía del Municipio

Nueva Bolivia - MéridaTULIO FEBRES CORDERO

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A la memoria de los grandes majaderos del mundo:El Jesús histórico.

Don Quijote de La Mancha.El Libertador Simón Bolívar.

El Comandante Hugo Chávez.

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Introducción

1 E.O. Jamés. Historia de las religiones, p. 7.2 Ibidem p. 247.

Desde hace aproximadamente veinte siglos se co-menzó a hablar de la iglesia como grupo y sus conno-taciones en el ámbito de una sociedad profundamente influida por ideas mítico-religiosas que moldeaban la vida y el accionar de la gente. Ciertamente la religión ha sido un elemento presente en la historia de la huma-nidad desde la oscura noche de los tiempos hasta nues-tros días, tan antigua como la humanidad misma,1 o como la define Malinowski primera fuerza motora de la cultura humana.2 La religión puede calificarse como uno de los descubrimientos más grandes del Homo Sapiens.

Las diversas manifestaciones de la historia humana denotan esa unión indisoluble; hombre-poder y religión. Desde los primeros tiempos ha acompañado a los seres humanos en los momentos más importantes de la vida, y su uso y dominio han sido una herramienta perfecta para controlar a la sociedad. Más allá del simple cono-cimiento de los elementos de la religión, ésta no crea al hombre, sino que él es su creador. En muchos casos, el hombre creó a sus dioses a su imagen y semejanza.

Pero más aún, el Estado en su forma más primitiva ya requiere de la religión, dioses políticos y el templo para justificarse, legalizarse e institucionalizarse.

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«El origen del poder político no estaba en un acto terre-nal, en un acontecimiento histórico, sino en un acto cós-mico y como una etapa de la creación general; los poderes del gobernante son poderes divinos como es divina su in-teligencia descubridora del orden; los pueblos son pueblos de dioses».3

Ciertamente, desde el pasado y tanto ayer como hoy, el poder se desliza entre la religión o viceversa. Los viejos y los nuevos imperios han encontrado en ella una verdadera aliada. «Por eso vemos en las culturas orientales, la creación de un sistema teológico que regula todas la relacio-nes y pensamientos del hombre.»4 Así encontramos dioses creadores, reyes o emperadores divinos, semidioses, o libros sagrados que regulan la vida individual o colec-tiva de los pueblos; al tiempo que existen sacerdotes y profetas que orientan sobre la observancia de los prin-cipios que los cohesionan como nación. Desde el lejano oriente hasta Europa, África y América, dioses y Estado se fusionan y coexisten.

En muchos casos había una similitud o estrecha re-lación entre los gobiernos de la tierra y del cielo. Tal era la conciencia primigenia, que ha perdurado con el paso de los siglos; a veces de manera velada y en otros ca-sos abiertamente, pero con nuevos matices, nombres y formas de identificarse. Poder político y religión o uno devenido en otro.

La historia de los dos últimos milenios, especial-mente en el oriente medio, Europa y América, está pro-fundamente influida por el cristianismo y/o sus reli-giones cercanas. Si bien, en sus inicios fue una religión del pueblo, perseguido y vejado por los poderes políti-

3 Manuel García Pelayo. Las formas políticas en el antiguo oriente, p. 26.4 Eduard Meyer. El historiador y la historia antigua, p. 191.

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cos, con el paso del tiempo llegó a ocupar los puestos más altos en el Estado hasta dirigir la vida política de las naciones; lugar en el que aún se mantiene pese a los avances en el pensamiento contemporáneo y las teorías que le rivalizan. De allí que hoy podemos decir que la religión sigue siendo una fase del control mental y una fiel aliada del imperialismo, que ha sabido amoldarse a todos los tiempos para convivir con cualquier sistema político, preservando siempre los privilegios de clase a cambio de garantizarle al Estado algún tipo de estabili-dad a través de la «mediación» en caso de conflictos que a menudo se presentan en la sociedad.

Nada hay de inocente en la religión, más aún cuan-do se trata de sistemas bien elaborados, hechos a la me-dida de los grupos de poder, como es el caso de asocia-ciones de jefes de empresas capitalistas actuales, que po-seen sus propios departamentos de teología y escriben: «El que no analiza su idolatría no comprende el capitalismo.»5

Y no debe sorprender que en la actualidad sea el fundamentalismo cristiano, de tinte protestante, un so-porte ideológico del imperialismo norteamericano, si desde el propio nacimiento de los Estados Unidos como nación, acuñaron la teoría del «destino manifiesto». Es el mismo fundamentalismo que ha recorrido América La-tina y llegado con su mensaje a millones de seguidores en todo el continente. Es el mismo que introdujo velada y abiertamente, una amplia literatura con la idea de la gran nación «protegida por Dios» y destinada a «gober-nar al mundo» moral y políticamente por su condición de «pueblo elegido,» cuna del «sueño americano.»

El presente trabajo pretende ser una aproximación al estudio de caso, de la trayectoria política del cristia-

5 Bernard Ginisty. La spiritualité au risque des idoles. en Le monde diplo-matique, Nro. 549, decembre 1999, p. 32.

nismo, enfocado en sus orígenes elementales como igle-sia cristiana; hasta el presente muy alejado de sus pos-tulados originales. Aunque el estudio es general, se con-cluye especialmente con el caso de la relación y actitud de la jerarquía de la iglesia católica venezolana frente al Estado y Revolución Bolivariana, sin olvidar, desde luego, la posición asumida por el fundamentalismo de origen protestante bajo la influencia de los Estados Uni-dos con sus escuelas de teología neoconservadoras y un sinnúmero de predicadores itinerantes y fundadores de misiones, en su mayoría con sede en ese país del norte, pero implantadas en el continente con todo un entrama-do cultural, forma de vestir y pensar; característico de las antiguas colonias británicas.

Tras los pasos de Jesús

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«En principio, Jesús no se predicó a sí mismo, ni a la iglesia, sino el Reino de Dios.

Reino de Dios es la realización de la utopía fundamental del corazón humano

de la total transfiguración de este mundo, libre de todo lo que le aliena, como puede ser el pecado, el dolor, la división y la muerte. Jesús viene y anuncia:

se acabó el tiempo de espera. ¡El Reino está cerca! No sólo promete esa nueva realidad,

sino que comienza ya a realizarla y a mostrarla como posible en este mundo.

No vino, por consiguiente a alienar al hombrey a transportarlo a otro mundo.

Vino a confirmar una buena noticia:Este mundo siniestro tendrá un fin bueno, humano divino.»

Leonardo Boff.

«Dame tu corona, Cristo. Dámela que yo sangro, Dame tu cruz, cien cruces, que yo la llevo,

pero dame vida. (…) Dame tus espinas, dame tu sangre, que yo estoy dispuesto a llevarla

pero con vida, Cristo, mi señor. Amén».Comandante Hugo Chávez

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1. El mensaje de Jesús

Hablar del mensaje de Jesús es hablar de la inclu-sión del personaje en la historia de la humanidad. Su controversial presencia como ser, sujeto de la historia, más que de objeto de estudio, ha levantado los más apa-sionados debates y ha generado innumerables escritos sobre su personalidad; desde los mitos populares hasta los más profundos estudios en diversas áreas del saber científico. Apenas mencionado de manera indirecta en documentos antiguos no religiosos,6 lo que sabemos de él se fundamenta básicamente en los evangelios, nacidos de la fe y la esperanza de sus primeros seguidores, pero formados en su estructura a partir de los dichos y pala-bras clave,7 conservados por quienes fueron testigos de andar con los primeros creyentes de su mensaje.

Por eso es importante recalcar que no hay en los es-critos antiguos una historia de Jesús. Ha sido un grave error convertir muchos o casi todos los relatos bíblicos en narraciones históricas,8 porque eso ha ocasionado

6 Giuseppe Ricciotti. Vida de Jesucristo, p. 102. «En todos estos escritos, Josefo, aunque menciona repetidas veces a personas del mundo judío o romano nombradas también en los Evangelios, no menciona nunca a Jesús ni a los cristianos.»7 Willi Marxsen. Introducción al nuevo testamento, pp. 126-132.8 Gerard Lohfinf. Ahora entiendo la Biblia, p. 82. «los llamados libros his-tóricos de la Biblia penetraron en la conciencia cristiana en una propor-ción desmesurada: la Biblia quedó allanada y reducida a historia bíblica, a historia sagrada.»

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interpretaciones desviadas de los textos; incluidos los evangelios, que no son la historia de Jesús, sino más bien la interpretación de su mensaje.9 De allí que quienes han intentado llegar a una biografía de Jesús, han tropezado con grandes obstáculos, especialmente por la inexisten-cia de documentos de primera mano10 e inevitablemente han tenido que recurrir al análisis e interpretación de sus palabras transmitidas oralmente11 y de los tratados teo-lógicos escritos por los autores del Nuevo Testamento.

Es a esa tradición que debemos los escritos del Nue-vo Testamento, que inician con la genealogía u origen de Jesús de Nazaret, para demostrar de qué manera la antigua religión judaica tenía continuidad en la histo-ria; y esta vez, con mayor fuerza, el mensaje de los an-tiguos profetas tenía su cumplimiento y expresión en un personaje venido de las entrañas de un pueblo por muchos años explotado; encarnando en Jesús las viejas esperanzas de liberación definitiva, tanto de los poderes políticos como religiosos, develando lo que ha sido una constante histórica: religión y poder versus oprimidos. Es por eso que veremos algunos elementos importantes en la vida de Jesús, que vienen a marcar el nuevo camino a seguir y son la novedad en lo que a concepción religio-sa se refiere.

A lo largo de la historia, los grupos más desposeí-dos han sido objeto del mayor desprecio y alienación. En tiempos de Jesús, hasta los enfermos formaban parte de un grupo excluido. Se entendía en ese entonces, que si una persona padecía alguna enfermedad era por haber cometido algún «pecado»,12 situación que aprovechaba

9 Leonardo Boff. Jesucristo el liberador, p. 16.10 Charles Harold Dodd. La Biblia y el hombre de hoy, p. 104.11 Eduard Lohse. Introducción al Nuevo Testamento, p. 31.12 Evangelio de Juan 9:1-3. En esta oportunidad sus discípulos al ver a un hombre ciego le preguntan: «maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres,

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la jerarquía religiosa para excluirlo de la sociedad. Tam-bién la pobreza era tenida como consecuencia de faltas cometidas por padres o por la misma persona, idea que estaba en el ambiente en que vivió Jesús y se nota de manera implícita en los relatos de los evangelios.

Leonardo Boff acota que:«En la religión judaica del tiempo de Jesús todo estaba prescrito y determinado: primero las relaciones del hom-bre con Dios y, después, las relaciones de los hombres entre sí. La conciencia se sentía oprimida por una inso-portable carga de preceptos legales. Entonces Jesús alza su voz para hacer oír su impresionante protesta contra esta forma de esclavizar al hombre en nombre de la ley».13 Por este motivo, una de las principales acciones de

Jesús estuvo orientada a la inclusión social de los más necesitados, los pobres, entendida ésta en un primer mo-mento como la inclusión en la vida religiosa. Numero-sos relatos de la vida pública de Jesús dan cuenta de una profunda preocupación por las personas marginadas, que además eran los más receptivos a su mensaje. «Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios».14 Personas que junto a otro gran número de individuos excluidos por diver-sas razones, engrosan la lista de pobres en una sociedad jerarquizada, explotadora y excluyente de las mayorías.

Según Francesco Duci, «La Biblia no reserva el térmi-no pobre [solamente] para designar a aquellos que están privados de medios de sustento, sino que incluye en él todas las formas de desgracia humana: afligidos, perse-guidos, oprimidos, esclavos, odiados, cojos, ciegos, enfer-

para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: no es que pecó éste o sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él».13 Leonardo Boff. Op. Cit, p. 77.14 Evangelio de Mateo, 21:31.

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mos, toda la gente que se encuentra en situación social de marginación por causa de disminución física o moral. El evangelio los llama también pequeños, que nada cuentan en la sociedad, ni siquiera en la sociedad religiosa».15

A esa humanidad descalificada destina Jesús, en nombre de Dios, el bien supremo del Reino. En el ser-món de la montaña expresó: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos».16 Esto implica tanto los que no poseen nada, como los que po-seyendo se hacen pobres, o renuncian a la ambición, raíz de la injusticia y la opresión, como iniciando con esta renuncia voluntaria, un camino de lucha por un mundo más justo.17

Ya en su primera predicación y como credencial de presentación en Nazaret, Jesús se aplicó la profecía del Deuteroisaías:

«El Espíritu del señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha en-viado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos».18 Y son precisamente los pobres, los ciegos, los lisia-

dos y los cojos, los invitados al banquete escatológico del Reino;19 es decir, los pobres, invitados al Reino pro-clamado por Jesús, rechazado por quienes se creían más cerca de aquél por su condición de clase dominante. En ocasión de disipar las dudas de Juan el bautista sobre su misión, Jesús dice:

15 Francesco Duci. Jesús llamado Cristo. Introducción al Jesús de la historia y a su comprensión desde la fe, p. 84.16 Evangelio de Mateo 5:3.17Fernando Camacho. La proclama del reino, análisis semántico y comentario exegético de las bienaventuranzas de Mateo 5,3-10, p. 115.18 Evangelio de Lucas 4:18.19 Evangelio de Lucas 14:15-24.

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«Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los cie-gos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí».20 Esa última expresión revela lo consciente que era

Jesús de que su comportamiento suscitaba el escándalo, indignado de quienes se creían las únicas personas ca-paces de recibir favores divinos y quienes excluían a las mayorías por causas injustas basadas en diversas leyes, especialmente para explotar a los más débiles.

Especial atención merece el trato de Jesús hacia las mujeres, consideradas en su sociedad como un esclavo, o en algunos casos, como un instrumento al servicio del hombre bajo una concepción machista, donde ésta ni siquiera se contaba en los censos. A todas luces un ser inferior con inmensas limitaciones en todos los ámbitos de la vida.21

«Jesús sin proclamar derechos ni hacer grandes discur-sos sobre la realidad existente, adopta un comportamien-to fuertemente innovador: infringe con soberana seguri-dad las rígidas costumbres convencionales hebreas, habla a una mujer (Jn. 4,27), enseña a otra (Lc. 10,39), llama a la hemorroísa hija de Abrahán (Lc. 13,16), habla es-pontáneamente a favor de ellas (Mc. 12,40), ayuda a las mujeres necesitadas (Mc. 1,29ss 5,21-43; 7,24-30); para devolver la salud a una mujer enferma viola el reposo sabático (Lc. 13,10), y no evita encontrarse con mujeres consideradas impuras (Mc. 1,31; Jn. 4,9). Entre sus dis-cípulos hay muchas mujeres (Lc. 8,2ss) que son testigos de la pasión y resurrección».22

20 Evangelio de Mateo 11:4-6.21 Joachim Jeremías. Jerusalén en tiempos de Jesús, pp. 371-387.22 Francesco Duci. Ob. Cit., pp. 64-65.

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Perdona a la mujer acusada de adulterio mientras condena la actitud hipócrita de sus acusadores;23 de-vuelve a la vida al hijo único de una mujer viuda,24 con lo cual la devuelve a ella misma a la sociedad; visita constantemente a Marta y María, hermanas de Lázaro25 de una aldea llamada Betania, con quienes comparte ampliamente sus ideas, actitud que condenaban en su época por considerar indecoroso que un hombre esta-bleciera algún tipo de conversación con mujeres, más aún si era algún maestro.

Es necesario acotar que las acciones y señales reali-zadas por Jesús iban más allá del mero sensacionalismo que normalmente se desprende de estos hechos. Para él, como lo revelan sus palabras, era una muestra del ver-dadero amor de Dios hacia la humanidad y una ocasión para que los humanos alcanzaran la perdida dignidad, pisoteada por mucho tiempo a causa de la dominación y los elementos de poder presentes en la sociedad. Por ejemplo, al devolverle la vida al hijo de una mujer viuda en el poblado de Naín, libera a la madre de una condi-ción que podía degenerar en esclavitud o algo peor, una vez que se viera desamparada sin la ayuda y represen-tación de un hombre en una sociedad donde las mujeres no tenían importancia, si no estaban bajo la tutela de un hombre.

Por otra parte, en el evangelio de Lucas se nos refie-re un caso (también registrado en Mateo y Marcos), so-bre la curación de un hombre que sufría de una parálisis en su mano derecha. El acto fue ejecutado en una sina-goga y un sábado, día destinado para el reposo judaico en el cual no se podía hacer ningún tipo de trabajo:

23 Evangelio de Juan 8:1-11.24 Evangelio de Lucas 7:11-17.25 Evangelio de Juan 11 y Lucas 10:38-42

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«Aconteció también en otro día de reposo, que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha. Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de que acusarle. Más él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: leván-tate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie. Entonces Jesús les dijo: os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla? Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada. Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podían hacer contra Jesús».26

En la época más antigua, el sábado era -según lo atestigua el libro de la alianza del siglo IX a.C aproxima-damente- un día de descanso agradable para el hombre y para los animales y un día festivo.27 En época poste-rior, durante el largo exilio en Babilonia, en el siglo VI a.C se convirtió en una señal de confesión y fe de la na-ción a fin de distinguirse del mundo hostil que los ro-deaba. Llegó a entenderse que la no observancia del día de reposo era un abandono de la fe y podía hasta ser castigado con la muerte. En la época de los Macabeos, al-gunos judíos llegaron a dejarse matar por sus enemigos antes de profanar el sábado.28 Ya en tiempos de Jesús los intérpretes y maestros discutían y escribían sobre cómo hacer las cosas más necesarias, o no caminar más de mil metros el día de reposo a fin de no profanarlo. Para ese entonces, lo que se había ideado como un día festivo se había convertido en una atadura más de las muchas que imponía el judaísmo como condición para pertenecer a la comunidad.

26 Evangelio de Lucas 6:6-11.27 Éxodo 23.28 1er. Libro de los Macabeos capítulo 2.

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«La curación de la mano paralítica como acto simbólico, pone de manifiesto que los milagros de Jesús no se en-tendieron meramente como auxilios dirigidos a anular el sufrimiento físico, sino ante todo como signos de un quebrantamiento liberador de todas las ataduras sociales y religiosas antihumanas».29 Ciertamente, la actitud de Jesús fue a todas luces

provocadora y deliberada, consciente de su misión y del impacto que podía causar su mensaje, primero en los seres a quienes se dirigía; de manera especial a los más necesitados, y, luego, en los grupos de poder repre-sentados en gobernantes civiles, militares y religiosos, responsables de proveer dirección, protección y bienes-tar a las clases menos favorecidas, pero alejadas de esa misión y devenidas en sus opresores, en violadores de sus derechos; en aprovechadores de su trabajo, de su producción. En sus explotadores.

Respetuoso de la tradición judaica, Jesús permane-cía fiel a los antiguos métodos y a los postulados de la fe. No obstante, condena abiertamente la participación de las autoridades en los actos de opresión, todo en sintonía directa con el mensaje profético del viejo Tes-tamento. Los profetas del antiguo Israel denunciaban decididamente cualquier tipo de opresión, ya fuera polí-tica, económica o religiosa, especialmente si venía de las autoridades a quienes se les demandaba mayor atención hacia los pobres.

Todos los profetas, a su tiempo, en distintos lugares y en diversas circunstancias, habían puesto su mirada hacia las injusticias cometidas por las autoridades en la aplicación de las leyes y su preferencia hacia los explota-dores, hacia los cuales inclinaban la balanza y favorecían

29 Alfons Weiser. ¿A qué llama milagro la Biblia? P. 102.

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con sus decisiones, sacrificando con ellas a las viudas y huérfanos que se contaban entre los más pobres del pueblo.

«Así ha dicho Jehová: por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos. Piso-tean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes; y el hijo y su padre se allegan a la misma joven, profanando mi santo nom-bre».30

«Por tanto, puesto que vejáis al pobre y recibís de él carga de trigo, edificasteis casas de piedra labrada, más no las habitaréis; plantasteis hermosas viñas, más no beberéis el vino de ellas. Porque yo sé de vuestras muchas rebeliones, y de vuestros grandes pecados; sé que afligís al justo, y recibís cohecho, y en los tribunales hacéis perder su causa a los pobres».31

«¡Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maqui-nan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en su mano el poder! Codician las heredades, y las roban; y casas, y las toman; oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad».32

«Tus príncipes, prevaricadores y compañeros de ladro-nes; todos aman el soborno, y van tras las recompensas; no hacen justicia al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda».33

«¡Ay de los que dictan leyes injustas, y prescriben tira-nía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; para despojar a las viudas, y robar a los huérfanos!».34

30 Profeta Amós 2:6,7.31 Ibidem. 5:11,12.32 Profeta Miqueas 2:1,2.33 Profeta Isaías 1:23.34 Ibidem, 10:1,2.

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Para el profeta Isaías, Jerusalén había traicionado a Dios por haber traicionado a los pobres. Y esa traición la llevaban a cabo las autoridades que se encontraban entre dos grupos sociales: los ricos, que se habían enriquecido robando y los pobres, representados por los seres más débiles de la sociedad, huérfanos y viudas. Los primeros podían ofrecer dinero antes de que se tratara un proble-ma y recompensar con regalos los servicios prestados. Los segundos no podían ofrecer nada; sólo pedían que se les escuchase. Ante esta diferencia, las autoridades se asociaban con los ricos/ladrones.35

Obviamente, en esa tradición se inserta el mensaje de Jesús, tanto en palabras como en acciones, orientadas a liberar la condición humana con una determinación que causaba asombro aún en sus adversarios36 y que iba sentando las bases de una nueva sociedad moldeada por nuevos principios de solidaridad y amor al prójimo co-mo única condición para formar parte de la comunidad de la cual habían sido excluidos. Jesús enseñó la solida-ridad y la igualdad como base para las relaciones entre los seres humanos, a través del servicio desinteresado y sin pensar en los privilegios conexos a las jerarquías: «El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo».37

En Jesús no hay eufemismos, a la injusticia la llama por su nombre:

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia».38

35 José Luis Sicre. Los profetas de Israel y su mensaje, p. 103.36 Evangelio de Marcos 1:22 «Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas».37 Evangelio de Mateo 23:11.38 Evangelio de Mateo 23:25.

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A quienes aparentaban piedad les recrimina su hi-pocresía:

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a los sepulcros blanqueados, que por fue-ra, a la verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hi-pocresía e iniquidad».39

2. Jesús frente al imperialismo

El momento histórico de Jesús era el más apropiado para la divulgación de su mensaje. Un imperio (Roma) que dominaba la vida política de las naciones conquis-tadas. Palestina y las regiones o provincias estaban bajo su dominio, y por consiguiente, eran dirigidas por fun-cionarios imperiales, que a su vez fungían como contro-ladores de las relaciones a todos los niveles de la vida pública, incluida una gran influencia en la religión. En tiempos en que la nación israelita no tenía rey, el Sumo Sacerdote era el miembro más importante del pueblo; y en tiempos de Jesús representaba al pueblo judío ante los romanos, pero éstos controlaban e influían directa-mente en su elección, hasta en guardar los ornamentos propios de su investidura, o en destituirlos cuando se les antojaba.40 Era pues la situación política y religiosa de Palestina en los días del ministerio de Jesús, y frente a estos poderes opuso su mensaje abiertamente en una opción preferencial hacia los más necesitados.

39 Ibid. 23:27,28.40 Joachim Jeremías. Ob. Cit. pp. 167-179.

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Vale acotar que su mensaje estaba orientado en la tradición profética de férrea oposición a todo tipo de im-perialismo, como también a los exacerbados nacionalis-mos. Por una parte, encontramos en Jesús una firme crí-tica a la arrogancia imperial y a su forma de concebirse como dioses, dueños y señores del mundo, con facultad para decidir sobre el destino de otros pueblos. Por otro lado se opone a quienes pretendían una inmediata libe-ración política, fundamentalmente a través de una inter-vención armada que pusiera fin a la ocupación romana y al gobierno tutelado. No obstante, aunque condena al imperialismo, no asume una postura de inmediatez para eliminar de un solo golpe la dominación extranjera. La lucha contra el imperialismo debía darse en el campo de las ideas y en la resistencia de los pueblos al injusto sometimiento que supone todo tipo de dominación. De allí que una revolución armada frente al poderío militar de Roma en ese momento, habría sido un suicidio.

Aunque Jesús no era partidario de ponerse al frente de una rebelión armada, su vida fue ejemplo de rebeldía frente a los poderes dominantes,41 o más concreto aún, frente a las injusticias cometidas por quienes detenta-ban del poder, llámese religioso o político. Sus palabras, pensamiento y acciones estuvieron orientadas a mejo-rar la situación de los más desfavorecidos y alienados por los poderes imperiales. Su ejemplo insta a la lucha, a la rebeldía, a la búsqueda de instituciones justas, a la solidaridad con los más necesitados, a la liberación de-finitiva de las opresiones físicas y mentales. Jesús es un grito de libertad, una frente en alto, brazo luchador y una mano extendida a los seres humanos, contra la vio-

41 Evangelio de Lucas 13:32. En ocasión de amenazas de parte de Hero-des Antipas, Tetrarca de Galilea, le dice a sus emisarios: «Díganle a esa zorra que me voy cuando termine mi trabajo.»

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lencia institucionalizada de los poderes imperiales y sus cómplices internos, de ayer y de hoy.

Obviamente, Jesús como los demás profetas de to-dos los tiempos, es motivo de inquietud para los círculos de poder. Y no es la actitud pasiva la que escandaliza a sus oyentes, y mucho menos a sus adversarios, sino la actitud beligerante frente a las injusticias. Su inconfor-midad frente al orden establecido en una sociedad de verdugos y cómplices, es la que lo lleva a ser tenido en cuenta por las autoridades como un ser de cuidado y peligroso para sus intereses; y es allí donde deben bus-carse las verdaderas razones para un enjuiciamiento y martirio, en esencia político; aunque está claro que se distanció de los grupos políticos de su tiempo, y es esto lo que le da carácter universal a su mensaje.

Sería por demás irresponsable decir que ideológi-camente fue de tal o cual inclinación o sistema político de los que hoy conocemos, si en su tiempo no existía ni estaba teorizado. Pero sí podemos afirmar que en la práctica estuvo a la altura de los ideales que propugnan los sistemas de pensamiento político más progresistas que conocemos, los de ayer y los de hoy; los de Esparta-co y los movimientos de liberación latinoamericana, in-cluidas la Revolución Bolivariana del siglo XXI, o la Re-volución Ciudadana, entre otras. Y son esos ideales los que trastocaron los cimientos del gran imperio romano con comunidades que predicaban la igualdad entre los seres humanos y practicaban la solidaridad entre y con los más necesitados. Y son esos mismos ideales los que «preocupan» al imperio actual. Nadie procura ser libre corporalmente si su mente permanece cautiva.

Es en las ideas claras y en la identidad de pueblo donde se debe buscar el camino que lleve a una libe-ración definitiva de los esquemas políticos, culturales

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y económicos implantados por los conquistadores, que han mantenido a los pueblos bajo el esquema de con-ciencia oprimida, o lo que otros llaman psicología del co-lonizado.42

Lo primero que se debe tener para luchar contra la dominación imperial es una conciencia libre; lo contra-rio es perder. No se puede luchar contra el dominador si se piensa igual que él, porque una cosa es conocer al enemigo y otra es imitarlo. El fracaso de las conquistas de los pueblos está en adoptar el mismo tipo de gobierno contra el que ha luchado; de allí el fracaso de la mayoría de las repúblicas latinoamericanas de los siglos XIX y XX. Si no hay liberación mental tampoco habrá libera-ción política. Los cambios que se logren serán superfi-ciales y se cambiarán gobernantes pero no el sistema y eso será cambiar para seguir igual.

El imperialismo ha sido una constante en la his-toria de la humanidad; y es en sí misma, la expresión violenta de los pueblos que se asumen superiores por haber alcanzado algún grado de desarrollo científico-tecnológico frente a la competencia de otros que pujan en la carrera de dominación, habida cuenta de la ciencia como elemento de manipulación ideológico al servicio de quienes la poseen y pueden disponer de ella para al-canzar superioridad militar; instrumento final de avasa-llamiento de pueblos indefensos.

James Petras nos presenta una definición del impe-rialismo:

«El imperialismo es la dominación, el control, la posesión y la explotación por parte de las clases dominantes de una nación-estado sobre otra nación, sus recursos, mercados y gente. Actualmente en un grado sin precedentes, los

42 María del Pilar Quintero. Psicología del colonizado.

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banqueros inversores, las empresas multinacionales y las instituciones financieras de Europa y Estados Unidos controlan la vasta mayoría de las principales organiza-ciones económicas que producen, invierten comercian y circulan capital y commodities. Estas son compañías sin estado. Sus casas centrales se encuentran en Europa y Estados Unidos. Sus estados negocian, manipulan, pre-sionan y se involucran en guerras para crear oportuni-dades, comprar a sus competidores, derribar barreras a su expansión económica y eliminar cualquier adversario real o imaginario».43 Los imperios tienen la peculiaridad de tener un

fuerte componente ideológico, por medio del cual se le-gitiman y se mantienen durante algún tiempo; general-mente acompañado y sustentado en una religión,44 de diversas expresiones, también conocida como teología de la opresión.45 De allí que, tanto en los imperios de la antigüedad como en los modernos, los representantes religiosos están del lado de los poderes políticos de do-minación. Dios ha sido la idea más utilizada por el homo sapiens al momento de justificar las actuaciones relacio-nadas con el poder. Egipto, el imperio Neo-babilónico, Aqueménidas, Grecia, Roma, los imperios cristianos, (España e Inglaterra); y actualmente los blancos, anglo-sajones y protestantes (wasp), entre otros.

43 James Petras. Imperialismo y resistencia popular: la gran confrontación del siglo XXI, p. 106.44 Ludovico Silva. Teoría de la ideología contracultura, p. 199. «La religión no es otra cosa que el reflejo fantástico que proyectan en la cabeza de los hombres aquellas fuerzas externas que gobiernan sobre su vida dia-ria, un reflejo en que las fuerzas terrenales revisten la forma de poderes supraterrenales. En los comienzos de la historia, empiezan siendo las potencias de la naturaleza los objetos que así se reflejan en la cabeza del hombre y con la evolución posterior, revisten, entre los diferentes pue-blos, las más diversas y abigarradas personificaciones».45 José Luis Sicre. Profetismo en Israel, p. 410.

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La dominación imperial es uno de los elementos contra los que han luchado quienes asumen los ideales libertarios y las reivindicaciones de los pueblos oprimi-dos. El ambiente en el que vivió Jesús era muy similar al que vive la actual humanidad; por esa razón padeció los mismos atropellos y debió sentir lo que sienten los pueblos que ven vulnerados sus derechos elementales como naciones libres y soberanas. No sería arriesgado decir que en la actualidad el mensaje antiimperialista de Jesús está más actualizado que nunca y por esa razón se persigue y atropella a los pueblos del mundo mediante las invasiones. A sus defensores se les llama «terroris-tas»; cierto es que en otros tiempos se les llamó «herejes, brujas, comunistas». Y por esas acusaciones se invadieron naciones y se masacró a su gente.

3. La iglesia de los primeros tiempos y el mensaje cristiano

En sus orígenes, la iglesia fue algo más que un gru-po de personas motivadas por una creencia o fe en Dios. El pequeño grupo, que luego fue una multitud, nuclea-do en torno a la predicación y el anuncio sobre el Jesús histórico, devenido en el Cristo de la fe, en su primer momento fue una comunidad que a sí misma se enten-día como una «comunidad de vida». Su característica era la reunión para com-partir el pan (la comida cristiana),

«…el lugar esencial de la unión (en griego koinonía) entre los miembros del grupo (…) que reúne en sí dos prácticas conocidas en el siglo I: la comida en grupo y el servicio de ayuda mutua».46

46 Charles Perrot. Jesús y la historia, p. 235.

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Era pues, un acto en el que se entendía que el mis-mo Cristo se hacía presente en el com-partir del pan; era la convicción de la comunidad naciente, que definía al resucitado presente, que los reúne y los hace existir.

Ya en los años en que acompañó a sus discípulos, Jesús les había dicho que se haría presente allí donde se le invocara o donde dos o tres se reunieran en su nom-bre47 (koinonía) y estaría con ellos hasta el fin del mun-do.48 Es bajo la promesa protectora de Jesús que nace la comunidad cristiana, entendida como la portadora de un mensaje nuevo (de las buenas noticias) y como una comunidad de personas libres (eklesía) convocadas por el Espíritu para discutir sus problemas a la luz de sus enseñanzas.

No es el caso estudiar los contenidos teológicos de la palabra iglesia (en griego eklesia), ni los términos que en los mismos evangelios ésta aparece reflejada co-mo «luz del mundo, sal de la tierra, pueblo de Dios, entre otros; sino más bien enfatizar en el sentido de comuni-dad cristiana que nace inserta en una sociedad con múl-tiples problemas y que espera respuestas concretas para las situaciones inmediatas. Una comunidad, que en sus propios orígenes era algo más que un grupo de personas de fe; una comunidad que era capaz de desprenderse de sus propiedades para servir a sus hermanos más ne-cesitados, según lo expresa el libro de los hechos de los apóstoles al referirse a estos primeros años de vida de la comunidad cristiana:

«Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. (…)

47 Evangelio de Mateo 18:2048 Ibídem, 28:20.

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Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad».49 Esta visión de la iglesia se fundamentaba en los

más altos valores de solidaridad humana, amor hacia los semejantes, y especial atención a las personas más necesitadas, entendidas éstas como los más débiles, sin ningún tipo de apoyo. Es muy importante resaltar que el grupo que recibía atención de la iglesia pertenecía a las clases más desposeídas de la sociedad, habida cuenta de la exclusión social imperante y lo que esto significaba y significa en todos los tiempos.

Luego del inicio de la predicación cristiana, son los pobres quienes forman la mayoría de los conversos y son ellos los encargados de llevar adelante el mensaje de las buenas noticias para todos los pueblos. De este modo, la comunidad cristiana no sólo llevó adelante la despren-dida actitud de Jesús respecto a los bienes personales, sino que ensanchó esa perspectiva hacia sus prójimos.50 Y es la predicación cristiana lo más revolucionario en el seno del imperio romano, basado por demás en un sistema de explotación desmedido del ser humano con la esclavitud como institución.51 San Pablo dice que en el evangelio que predica no hay distinción de clases,52 y cuando le escribe a su amigo romano Filemón, a quien se le había escapado un esclavo, le pide que lo reciba nuevamente y que lo trate como a un hermano.53 ¿No era

49 Hechos de los apóstoles, cap. 4:32,34-35.50 Jürgen Roloff. Hechos de los apóstoles, p. 130. 51 J. Joaquín Díaz-González. ¡Tú eres esclavo! (La esclavitud en la antigüe-dad). Pp. 119-124 y ss.52 Carta a los Romanos 3:22.53 Carta de Pablo a Filemón 10-16.

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eso un desafío al orden establecido? En la sociedad ro-mana el esclavo era un instrumento parlante, o en muchos casos era algo menos que eso.

A lo largo del Nuevo Testamento el mensaje que se percibe es de amor, fraternidad e igualdad. Son llama-dos constantes a la unidad y al reconocimiento del otro como persona y como parte de la naturaleza humana y divina. El mensaje de la cristiandad de los orígenes es la expresión más pura del humanismo, revelado en el Dios que se hace humano para vivir con los humanos en sus más profundas necesidades y padecer el desprecio de los poderosos de su tiempo. De modo que los evange-lios no son la historia de Jesús, sino el mensaje en que desafía los poderes políticos y religiosos poniéndose del lado de los más necesitados. Salta las barreras de lo con-vencional de la fe judía y se pone a la cabeza de un gran movimiento que con el tiempo debía traer a la tierra un nuevo reino. Pero al mismo tiempo es un desafío a la humanidad, invitada constantemente a crear las bases de una sociedad nueva, de un mundo más justo.

Por su parte, la predicación cristiana estaba llamada a presentar el «nuevo rostro de Dios encarnado en Jesús, distinto a lo expuesto en la Torá y en los manuales de religión surgidos de la interpretación (midrás) de los maestros de la época (rabinos), que habían hecho de la religión una expresión más de la esclavitud, antes que una forma de alcanzar algún bienestar individual o co-lectivo. El nuevo mensaje encarnado en Jesús era total-mente liberador y adaptable a todas las circunstancias y culturas con las que tuviera contacto.

Con ese mensaje se llenó la Europa y el oriente me-dio del primer siglo de la era cristiana. Por ese motivo el mensaje y los mensajeros encontraron resistencia en los representantes del poder imperial y los grupos lo-

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cales, quienes veían amenazados sus intereses de clase por la predicación de un Dios para muchos desconoci-do, no salido de los moldes tradicionales ni sustentado en la filosofía conocida; era un Dios que no se parecía a ninguno de los conocidos,54 fundamentalmente por su acercamiento a los humanos y su preferencia por los pobres.

Como era de esperar, fue en las zonas de influen-cia del imperio romano donde el mensaje cristiano tuvo mayor acogida, pero fue allí donde encontró la mayor cantidad de enemigos y amenazas; un verdadero cho-que de ideas y acciones: la opción por los pobres contra los opresores; la opción de la vida contra la muerte indi-vidual o colectiva, contra la invisibilidad provocada por los grupos de poder y sus medios.

A los cristianos perseguidos en y por el imperio ro-mano, se dirige con mensajes de esperanza y consuelo ante los sufrimientos que estaban padeciendo a causa de su fe y su condición de pobres; «Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico)».55 En la literatu-ra apocalíptica se anuncia la liberación final y el triunfo de los pequeños sobre los monstruos de la historia; «…el castigo y la aniquilación de las potencias sombrías en la victo-ria final de las fuerzas buenas y luminosas».56

Son los seres más débiles quienes padecen los atro-pellos, la escasez, las epidemias (naturales y de labora-torio), las persecuciones, las invasiones imperiales pro-ducto de la ambición desmedida de poder y el castigo a los sistemas políticos diferentes; las crisis mundiales y/o regionales. Vale decir, que al dirigirse a los herma-

54 Libro de los Hechos 17:22,23.55 Revelación 2:9.56 J. Leipoldt y W. Grundmann. El mundo del Nuevo Testamento, p. 242.

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nos perseguidos, pretende consolar y mantener viva la esperanza de los mártires, de cuya sangre se han embria-gado las potencias imperiales a lo largo de la historia.57

El mensaje de la iglesia de los primeros años, he-redera de las ideas y vivencias de humanidad y solida-rias, practicadas por el líder de esa nueva experiencia de vida, estaba orientado a crear las bases de una nue-va sociedad en la que debían desaparecer las desigual-dades creadas por el egoísmo humano y alentadas por los poderes omnímodos basados en ideologías de tipo político, religioso, económico (o todos juntos). Millones de personas (las mayorías) inmersos en un sistema que los explota y aliena, los consume, los esclaviza para be-neficio de una clase opulenta que los convierte en un subproducto devaluado cuando ya no le es útil. Millo-nes de personas sin protección, a merced de los grupos dominantes, parasitarios, pero encumbrados en lo más alto de la pirámide social.

Las comunidades cristianas pronto encontraron en algunos maestros y apóstoles, sus voceros más autoriza-dos, identificando en ellos el mensaje y el ideal de vida aspirado por los fieles, en sintonía con la primitiva pre-dicación de Jesús; tradición de la cual se hacen herederos y voces autorizadas ya sea de forma oral o escrita, como queda revelado en las autoridades del primer siglo en la vocería de algunos predicadores, contados entre ellos los más cercanos a Jesús como Pedro, o de mayor tras-cendencia en el manejo de los escritos religiosos a la luz de la nueva realidad, como Pablo y su escuela58.

57 Revelación 17:5-6. 58 Giuseppe Barbaglio. Pablo de Tarso y los orígenes cristianos, pp. 177-179. «Las iglesias destinatarias conservaron celosamente las cartas del após-tol. (…) Es cierto desde luego que, al morir Pablo, fueron sus discípulos y colaboradores los que conservaron religiosamente su recuerdo y guar-

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Las comunidades cristianas nucleadas en torno a la figura principal del Jesús, predicado por los testigos más autorizados del evangelio, encontraron en ellas una buena razón para seguir sus instrucciones, fundamen-talmente por lo profundo y diferente de su mensaje res-pecto a las muchas religiones y corrientes filosóficas en boga en el primer siglo.

«Los numerosos predicadores itinerantes de la época se li-mitaban a propagar doctrinas filosóficas, religiosas y mo-rales, preocupados ordinariamente de concienciar a los individuos. Al contrario, pablo intentó con su propagan-da formar comunidades de personas. La adhesión al men-saje cristiano asume por consiguiente un carácter social concreto: los creyentes se multiplican formando nuevas asociaciones bajo el signo de su fe común en Cristo».59 El primer siglo fue de grandes problemas y sobre-

saltos para la conformación de una iglesia con identidad propia, frente a un mundo hostil que planteaba grandes retos a la predicación cristiana. No debió ser fácil com-petir con un sinnúmero de cultos orientales en una so-ciedad de constantes movimientos migratorios entre Eu-ropa y Asia Menor; además de una religión imperial u oficial con un profundo sincretismo, a raíz de la conjun-ción de los pueblos conquistados por el imperio romano y sus antecesores. Es una época de encuentros y defini-

daron con cuidado sus escritos. En una palabra, Pablo hizo escuela, co-mo muestra el nacimiento de nueve cartas divulgadas con su nombre y la atribución al apóstol de la carta a los hebreos originalmente anónima. El corpus paulino que, junto con los evangelios se impuso primeramen-te en toda la cristiandad como colección de libros sagrados, unió desde el comienzo la enseñanza del apóstol a la doctrina de su escuela, primer eslabón de una cadena plurisecular. Tan sólo la moderna investigación histórica ha sabido distinguir allí entre los escritos auténticos del após-tol y las cartas de sus discípulos, que continuaron su obra».59 Ibidem. P. 99.

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ciones; de mezclas y fusiones. Sobrevivir o imponerse. Eh allí el dilema. El curso de los siglos que vendrán, se-rán decisivos para la historia del mundo que comienza a sentir su influencia.

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De la iglesia dominada a la iglesia dominadora

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«Si, desde sus primeros tiempos, la historia hubiesetomado por sus cabellos y arrastrado a los tiranos

civiles y religiosos, no creo que éstos hubiesen aprendidoa ser mejores, pero habrían sido más detestados, y susdesdichados súbditos habrían aprendido tal vez a ser

menos pacientes».Diderot.

«Con la iglesia hemos dado, Sancho…»Don Quijote.

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1. Iglesia y poder

La larga experiencia de sufrimiento de los primeros cristianos comienza a revertirse con el advenimiento de nuevos actores en el plano político imperial. Las cruen-tas persecuciones desatadas por distintos emperadores y dirigentes religiosos a lo largo de los primeros cuatro siglos tienen un giro imprevisto -o ya previsible- con la conversión al cristianismo de numerosas personas, entre ellas funcionarios del gobierno imperial.

Pese a la dura oposición encontrada en los confines del imperio romano, en el siglo IV los cristianos ya ha-bían conquistado con el mensaje de amor, el corazón y la voluntad de miles de personas. Ya la cristiandad se había convertido en una forma de vida, con arte propio y reglas bien definidas frente a la inmensa variedad de culturas alcanzadas a través de la predicación.

Ya entrado el siglo IV la presencia de los cristianos en la vida de Europa, y más allá de sus fronteras, era notoria y era de conocimiento general su influencia mo-ral en el imperio. Miles o quizás millones de creyentes hacían vida en campos y ciudades; muchos en las famo-sas catacumbas, otros perseguidos o simulando para no ser descubiertos. No obstante, ya era imposible seguir despreciando a tanta gente por más tiempo. Con la sim-patía de Constantino hacia los cristianos los cambios ya estaban a las puertas.

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La supuesta visión de Constantino y la consiguiente batalla y triunfo en el puente Milvio (312 d.C), fue segui-da por el famoso Edicto de Milán, (313 d.C) que sacó a miles de seres de la vida clandestina para reinsertarlos en la sociedad e invertir el papel de los cristianos dentro del imperio. De la cuestionada leyenda y muy defendi-da por la iglesia, sobre la visión de Constantino y las palabras «in hoc signo vincis»,60 surge la justificación para convertir a la iglesia en un nuevo símbolo de poder, pe-ro esta vez al servicio de los designios imperiales, otrora adversarios, devenidos en devotos protectores.

Así se inicia una era de profundas transformacio-nes políticas, en la que los cristianos pasan a jugar roles fundamentales en la conducción del gobierno. Tal era la emoción o la permisividad que llegaron a sucederse epi-sodios de verdadera locura cuando altos funcionarios se pasaban a las filas de los cristianos y se hacían bautizar jinete y caballo. Los cronistas e historiadores de la igle-sia, describen la conversión de Constantino así:

«Después de convertirse en el único emperador romano, Constantino dedicó toda su vida al servicio del cristia-nismo. Declaró la libertad de confesión de la fe cristiana (313), puso fin a los juegos y holocaustos paganos, otorgó privilegios al clero y a las iglesias, confirmó la santifi-cación del día domingo, construyó numerosos templos cristianos y derogó las leyes gentiles dirigidas contra el cristianismo».61

Con este hecho se inicia un nuevo período para la vida del cristianismo, en el que se produce el casamiento Iglesia-Estado, que poco después daría muestras de au-toritarismo y desviación de los postulados que le dieron origen como un grupo perseguido o como a sí misma de

60 Abraham Alonso. Historietas y leyendas, en Muy especial, N° 64, P. 39. 61 Historia de la iglesia, p. 13.

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definía: «comunidad de Dios». Ya establecido el cristia-nismo en la cúpula del poder imperial, los obispos de Roma comenzaron a darse los títulos que los emperado-res no se atrevieron a usar por considerarlos demasiado arrogantes, como, papa; es decir, padre de padres; título con una profunda connotación en la tradición histórica de la sociedad romana, dirigida en tiempos pasados por los pater familis. Vale decir, que no es un título religioso, sino político.

Hans Küng resume este proceso de la siguiente ma-nera:

«El concepto de iglesia de los tres primeros siglos, viene definido por la oposición entre el Estado pagano hostil y la propia iglesia perseguida de múltiples formas, y que no sólo vence, sino que también desfallece en la lucha; la idea, en cambio, que se forman de la iglesia de los siglos siguientes es la armonía entre la iglesia del Estado que se funda en su victoria, y el imperio cristiano».62

La humildad con la que había nacido la iglesia había quedado para el recuerdo, o sólo para manipular de allí en adelante a los feligreses, a quienes se les segui-ría exigiendo como forma de vida, pero separados de la nueva jerarquía por las grandes diferencias, propias en la relación de las clases dominantes-dominadas. Por su lado, la nueva jerarquía iniciaba una era de grandes privilegios, a los que, por consiguiente, nunca más re-nunció y no ha renunciado y que a lo largo de siglos ha sabido conservar. A partir de allí nunca se le ha visto del lado perdedor; ha compartido gobierno con todos los poderosos del mundo, con adulancia, chantaje, com-plicidad,63 siempre del lado de los privilegios y las ga-nancias.

62 Hans Küng. La iglesia, p. 17.63 Fernando Vallejo. La puta de Babilonia, p. 60. La puta nunca pierde. La puta está con el que gana. Y no le faltan nunca sus mayordomos ad ho-

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La historia de la Europa medieval no se puede en-tender sin la presencia de la iglesia. Cierto es que cuan-do la iglesia logra escalar tal posición dentro del imperio romano ya venía de un largo proceso de sincretismo que ahora se acentuaba, para hacerla adaptar a las prácticas de todas las demás religiones; al punto, que lo único que le queda de la cristiandad original, quizás sea el nom-bre de Cristo, y éste también revestido y reinventado de acuerdo con las religiones, que mezcladas dieron origen a la Iglesia Católica.

Como está señalado anteriormente, los títulos imperiales adoptados por los obispos romanos es una muestra de la arrogancia que dio el poder a los prelados de la iglesia.

«Ego sum caesar, ego sum imperator. (yo soy césar, yo soy emperador) No se trata de una frase pronunciada por un emperador romano, sino por un papa medieval. Esto no sorprende, si tenemos en cuenta que quien profi-rió estas palabras era un pontífice del calibre de Bonifacio VIII, acusado de idólatra después de su muerte, acaecida en 1303. (…) La expresión de papa, en cambio, encaja perfectamente en lo que la iglesia afirmó y sostuvo en los siglos anteriores. Unos 150 años antes que él, otro papa, Inocencio II, fue definido como César y soberano del mundo entero, verdadero emperador».64

norem como el héroe del micrófono Charles De Gaulle, gran rezandero y antinazi que transmitía desde un búnker londinense, bien protegido de las bombas, soflamas inflamadas llamando a Francia a que se hiciera matar y que puesto a presidir el gobierno de su país por los aliados no fue capaz de llevar a un solo cardenal u obispo francés colaboracionista ante los tribunales. Y he aquí la palabra que buscaba: la puta no es que sea puta: es que es colaboracionista: colabora para su bolsa con el que gana. Por eso cuando los soviéticos desalojaron a los nazis de Lituania, el arzobispo Skvireckas, de Kaunas, se volvió sovietófilo. 64 María Teresa Gigliozzi. Templos para impresionar, en La aventura de la historia N° 21, p. 53.

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Las pretensiones papales al gobierno terrenal sin ningún tipo de disimulo fueron una constante y estu-vieron presentes a lo largo de la historia. Ya antes de Inocencio II, Gregorio VII había redactado la lista de rei-vindicaciones en las que dejaba claro que a la iglesia se sometían todos los poderes; y además, que el mensaje de los primeros cristianos o de Jesús mismo cuando había afirmado que su reino no era de este mundo, era para ellos sólo un cuento del pasado. La lista de reivindicaciones o el Dictatus Papae de Gregorio VII incluía las siguientes declaraciones:

«Que la iglesia romana fue fundada solamente por Dios. Que solamente el papa puede usar la insignia imperial. Que todos los príncipes deben besar los pies sólo del papa. Que una sentencia aprobada por él no puede ser revocada por nadie; y que sólo él puede revocarla. Que él no puede ser juzgado por nadie. Que la iglesia romana no ha errado nunca, ni errará por toda la eternidad, siendo las Escri-turas testigo».65 A esto se le puede añadir los innumerables casos y

fraudes cometidos por la iglesia para alimentar los te-mores de sus seguidores, sustentar doctrinas, engañar a millones de personas con supuestos como pedazos de la cruz de Cristo o la falsa donación de Constantino, sólo por citar dos casos de los miles de fraudes y mentiras sobre los que se fundamenta el poder temporal del pa-pado. Obviamente, no podían renunciar a ese reino de opulencia y grandeza garantizado por los poderes terre-nales, a quienes se les legalizaba a través de la doctrina cristiana convertida en verdadera ideología o teología imperial.

65 Henry Chadwick y G. R. Evans. El cristianismo. Veinte siglos de historia, p. 66.

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No debe extrañarnos que el mundo cristianizado estaba conformado por las masas más ignorantes y em-pobrecidas, mientras las elites gobernantes, incluido el papado, gozaban de todos los privilegios, que sólo se le prometían a los feligreses después de la muerte si no manchaban su vida ni con el lejano pensamiento que pusiera en duda el poder o la razón de ser de sus go-bernantes. Con esta idea de Iglesia-Estado se convivió durante siglos y se moldeó la vida de los pueblos. Con ella se justificó y consolidó el feudalismo y otras formas de gobierno medieval. Con ella convivieron los poderes terrenales y con ella se envileció más el populacho igno-rante, producto de ese período histórico.

La caída del imperio romano y la larga experiencia y vivencia de la sociedad con la iglesia había afianzado la idea de la soberanía de Dios por encima de todos los poderes terrenales, y reconocida esta idea por los mis-mos gobernantes sobre los que la iglesia ejercía su in-fluencia y aprobación o desaprobación.

«En la edad media, el único soberano reconocido era Dios. (…) Reyes y emperadores, bendecidos por Dios a través de la ceremonia de la iglesia, accedían a un destino especial y todavía tenían menos motivos para pensar en negar el poder soberano de Dios, ya que la gloria de éste prevalecía sobre la suya. Las rivalidades que se encendían entre ellos demostraban sus limitaciones terrenales».66 Así, bajo la influencia de pensamiento de la iglesia

se llegó a monopolizar el conocimiento, la razón, las ar-tes, las letras, los medios de producción, la fe y hasta la esperanza de los seres humanos. Todo sistema de explo-tación era bendecido y alimentado por la iglesia. Todo sistema político debía comulgar con ella. Las guerras re-

66 Donald Matthew. Europa medieval, raíces de la cultura moderna, p. 17.

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cibían su aprobación además de que la iglesia tenía su propio ejército y las impulsaba a su antojo; como fue el caso de las cruzadas, de donde salieron muchos puestos para el santoral; al punto que príncipes o reyes que fue-ran osados en el combate y reunieran soldados y mata-ran más infieles en los lugares sagrados, ya tenían ganado un puesto entre los santos del cielo y la devoción de miles de seguidores a lo largo de la historia.

Qué decir de la sucesión papal. Ese era uno de los procesos más traumáticos, aún para las poblaciones, porque en muchos casos se resolvía con enfrentamientos armados. Las rivalidades de los obispos antes y después de la elección papal eran verdaderas culebras medie-vales en las que mediaban los negocios, los insultos y excomuniones de uno y otro bando; los asesinatos con diversos métodos,67 entre ellos los envenenamientos, de-güellos, martillazos en el cráneo y puñaladas; peleas de papas y antipapas y hasta de la ascensión de una mujer al papado mediante engaños y sutilezas. No se hable de la venta de puestos importantes en la jerarquía, como cardenalatos y obispados a niños de siete años, o papa-dos a los once, tal como fue elegido Benedicto IX.

Esa era la iglesia medieval, ya no heredera de Cris-to, sino del otrora imperio romano. Iglesia llena de intri-gas, de asesinato en masa, de violencia desmedida, de traiciones, de pillaje, de mentiras, de fraudes, traficante de indulgencias, falsificadora de documentos. Iglesia de papas borrachos, violadores, prostitutos, perseguidora de judíos y palestinos; responsable del terror desatado

67 Fernando Vallejo. Op. Cit, p. 11. Bonifacio VII estranguló a Benedic-to VI y envenenó a Juan XIV; pero ya Sergio III había asesinado a su antecesor León V y al antipapa Cristóbal, y Pelagio I había matado al papa Virgilio por corrupto. A Juan VIII lo envenenaron y remataron a martillazos.

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en poblaciones enteras. En pocas palabras, la prostituta de la historia. Se debe a los albigenses la expresión puta de Babilonia, antes de ser masacrados a mediados de 1209 por orden de Inocencio III, masacre en la que perecieron veinte mil personas bajo la acusación de herejía y ocultar herejes.

2. Inquisición y barbarie.

La inquisición fue el puntillazo de la iglesia para completar el abandono de los principios elementales de sensibilidad humana. Como la misma palabra lo indi-ca, se refiere a una indagatoria, averiguación o examen cuidadoso. Originalmente fue el «tribunal eclesiástico de la iglesia católica convertido en un arma formidable para com-batir la herejía, instaurado por el papa Inocencio III en el siglo XIII»,68 cuya misión era de localizar, procesar y senten-ciar a las personas culpables de herejía; entendiéndose por herejía cualquier disidencia en el pensamiento o cuestionamiento a las doctrinas de la iglesia, sobre asun-tos de fe o simples asuntos particulares en cualquier ám-bito, ya fuera científico, artístico o literario.

La larga experiencia medieval había permitido a la iglesia ejercer un fuerte dominio sobre el pensamiento humano, al punto de suprimir todo en las doctrinas cris-tianas de la salvación como único fin de la humanidad. Hacia allá debía estar orientada toda creación de los hombres. De allí que las mayores creaciones artísticas, ya fueran arquitectónicas, escultóricas o pictóricas, es-taban al servicio de la iglesia y el poder político para las grandes catedrales y palacios. La ciencia estaba con-

68 Chris Cook. Diccionario de términos históricos, p. 285.

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finada a algunos monasterios y el libre pensamiento era sólo un lejano recuerdo de los clásicos. Cualquier forma distinta de ver las cosas o de interpretar la misma natu-raleza, ya se comenzaba a ver como una disidencia que se debía extirpar a fin de escarmentar a los implicados y prevenir a otros.

La iglesia-poder evolucionó hacia nuevas formas de resolver los problemas y las controversias de como lo hacía en los primeros tiempos de su existencia. Se creía a sí misma como la única iglesia y fuera de su ámbito nadie podía pensar ni disentir. Si era la responsable de la doctrina cristiana debía ser celosa con sus contenidos e interpretaciones. La lectura de las Sagradas Escrituras llegó a ser exclusiva del clero y sólo a éste competía la solución de su estudio. Desde la teología (escolástica) se llegó a interpretar toda la realidad humana y su entorno a la luz de las reflexiones filosóficas aristotélica-tomis-ta.69 Su verdadera tarea era descubrir el significado de las verdades reveladas en el orden de lo que conside-raba su compromiso cristiano; es decir, el régimen de cristiandad. Por eso se llegó a pensar que la mejor forma de evitar la disidencia y preservar la doctrina, era crean-do mecanismos de corrección capaces de frenar lo que consideraba perjudicial para sus intereses de instaurar el verdadero reino de Dios en la tierra.

Con la creación del tribunal de la inquisición se pre-tendía ir más lejos de los correctivos meramente morales que imponía la antigua iglesia de los orígenes cristianos. Así lo expresa Samuel Vila:

«En la primitiva iglesia, las frecuentes diferencias de interpretación doctrinal no llevaban a los cristianos a excederse de la expresión, más o menos violenta, de los

69 Juan José Madariaga. Teología de la liberación, p. 8.

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sentimientos contrapuestos, la expulsión o excomunión de unos u otros de las congregaciones y la ulterior forma-ción de otras nuevas por los expulsados. Sin embargo, la conjunción de dos nuevos factores cambió las cosas; por una parte, la íntima relación entre la iglesia y el Estado hizo posible que la animosidad personal se tradujera en la aplicación de medidas coactivas y punitivas para los con-siderados disidentes, y por otra, a medida que el cuerpo doctrinal de la iglesia fue adquiriendo perfiles concretos, ésta pudo más fácilmente mantener la cohesión y unidad de creencias sobre esta base, y toda discrepancia fue ya severamente estigmatizada».70

Con la puesta en funcionamiento de este tribunal se pasaba de la prédica teórica a la práctica de los verda-deros castigos que la iglesia enseñaba para recompensar las almas pecadoras. Con la inquisición, el verdadero in-fierno se trasladaba a la tierra y los culpables experimen-tarían los horrores jamás imaginados por los humanos, a fin de salvar sus almas mediante el tormento en la tierra antes de su partida definitiva para el más allá, a donde debían llegar con su alma purificada con el fuego divino aplicado por la iglesia defensora de la verdad. Esto demues-tra la pérdida del rumbo trazado por el fundador de la cristiandad y la aplicación de la justicia a Motus propio. Los que decían creer en Dios ahora tomaban su lugar. Quienes predicaban de vida, se la arrancaban a pedazos a sus víctimas y quienes hablaban de amor, sembraban odio entre sus semejantes; quienes predicaban la espe-ranza, se la quitaban a los más desposeídos; la justicia era sustituida por los juicios más penosos y los castigos más macabros después de las delaciones hasta de las personas más allegadas a las víctimas.

70 Samuel Vila. Historia de la inquisición y la reforma en España, p. 32.

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La construcción de un pensamiento único siempre ha sido un sueño del imperialismo, el de ayer y de hoy, el que masacró a los albigenses y el que masacró a Irak; el de la noche de San Bartolomé y de los bombardeos a Afganistán y a Libia. Unos perpetrados por la iglesia y otros bajo su cómplice silencio.

La inquisición fue una verdadera barbarie y nada puede justificarla, ni siquiera el supuesto de que la so-ciedad medieval estaba habituada a la violencia y las muertes de todo tipo, ya fuera por epidemias o por gue-rras. Ante este inhumano tribunal todos eran culpables. Los inquisidores instaban a la gente a acusar a todos los que estuvieran a su alrededor para no ser cómplices. Las esposas a los esposos y viceversa; se acusaba a los hijos, a los padres, a los hermanos, a los vecinos, a los amigos. Si no se acusaba entonces eran sospechosos de compli-cidad. Se acusaba por miedo aunque la acusación fuera falsa. Pero lo peor venía después. Los castigos eran te-rribles, los verdugos eran implacables e inmisericordes. «Inocencio IV autorizó la tortura, y las cámaras de la inquisi-ción se convirtieron entonces en las mazmorras del infierno».71

A los acusados nunca se les decía de qué se les acu-saba; no tenían derecho a la defensa; se les incomunica-ba y ni sus familiares podían verlos. Se les dislocaba los dedos, las piernas y los brazos; se les sentaba en sillas ardientes de metal erizadas con clavos al rojo vivo; se colgaban con los brazos hacia atrás para dislocarle los hombros, se les ahogaba los gritos tapándole la boca con un trapo; se le desencajaba las mandíbulas abriéndolas hasta lo máximo, se les arrancaba las uñas. Si el tortura-do se desmayaba, entonces al día siguiente se continua-ba. Muchos no aguantaban y morían. El torturador le

71 Fernando Vallejo. Op. Cit., p. 29.

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gritaba «¡Por amor a Dios, confiesa para que salves tu alma. No me hagas sufrir tanto!». Si confesaba, en algunos casos le daban libertad, pero le colgaban la capa del sanbenito con cuyo estigma nadie se atrevía a darle ni un bocado de pan, so pena de también ser acusado. O peor aún, alguien podía volverlo a acusar y entonces no tenía per-dón, sólo le esperaban las llamas. Se entendía que per-donar a un hereje era hacerse cómplice del pecado y era como perdonar a Satanás después de haber caído del cielo.72

Mejor suerte no tendrían las brujas. Inocencio IV (1252) aprobó la persecución y castigos a las brujas. Se les acusaba de canibalismo, de volar en escobas, de be-ber sangre de niños, de hacer abortar a las mujeres, de causar impotencia en los hombres, de besarle el trase-ro a Satanás, de convertirse en ranas, de usar manteca de buitre para hacerse invisibles. Este horrendo tribu-nal condenaba a las mujeres hasta por su belleza, pues consideraban que ese también podía ser un atributo del demonio para seducir a los hombres. Los castigos no eran menores al resto de los herejes. Les pinchaban los ojos con agujas, las empalaban por la vagina o por el recto; las arrastraban con caballos hasta despedazarlas, las asfixiaban; y desde luego, las quemaban vivas. Por encargo de Inocencio VIII a Heinrich Kraemer y Johann Sprenger, se escribió el libro «Martillo de brujas»,73 (Ma-lleus Maleficarum 1486), considerado como uno de los documentos más aterradores de la historia humana y más funesto de la historia de la literatura, llamado Biblia de los cazadores de brujas.

«El inquisidor Nicolás Heymerich en 1376 afirmó que era lícito interrumpir la sesión de tortura para retomar-

72 Samuel Vila. Op. Cit., p. 35.73 Historia de la inquisición, multimedia.

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la en cualquier momento. Fueron grandes los lamentos de aquella bruja de Dreissaigacker, en Alemania, que oyó como el propio torturador le gritaba, no te torturaré durante uno, dos, tres, ni siquiera ocho días, ni algunas semanas, sino seis meses o un año, o toda la vida, hasta que confieses, te torturaré hasta la muerte, y luego serás quemada».74

Las racionalistas Inglaterra y Escocia (con un total calculado en 300.000 víctimas), e incluso las colonias de América, quemaban brujas alegremente tras unos preli-minares de repugnante crueldad. A esta danza macabra de muerte también se sumaron muchas iglesias protes-tantes, que de igual modo habían heredado las costum-bres medievales y perdido la brújula de la cristiandad de los primeros años. Los cálculos, aún conservadores, indican que la cifra de personas condenadas por brujería llegó al millón.

La violencia no tiene justificación, menos si es pre-meditada como las torturas de la inquisición, a cuyo ofi-cio se dedicaban días e ingenio para idearse la forma de hacer sufrir a otros. Vale recordar que los instrumentos de tortura se rociaban con agua bendita para desinfectar-los después de ser utilizados en los herejes, y el tormen-to se aplicaba en nombre de Dios. En la historia francesa se recuerda el día de San Bartolomé entre la noche del 23 al 24 de agosto de 1572 cuando se perpetró la masacre de diez mil hugonotes protestantes y fue celebrado por el rey y por el papa Gregorio XIII, quien ordenó acuñar una moneda conmemorando tal acontecimiento.75

Ni un solo papa detuvo las matanzas y ni un solo papa ha condenado a la inquisición. Sólo un reconoci-

74 Claudio Corvino. Los venenos de las brujas, en la aventura de la historia N° 4, p. 55. 75 Ralph Woodrow. Babilonia, misterio religioso antiguo y moderno, p. 167.

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miento estéril y ambiguo de Juan Pablo II pidiendo per-dón por los errores cometidos por la iglesia en el pasado. ¿Y en su tiempo? ¿Acaso los máximos representantes de Cristo se inmutaron ante tanta barbarie? Obviamente, la pretendida iglesia ya no lo era y todavía no ha he-cho esfuerzos para serlo. Sólo veamos otro capítulo en la historia de la humanidad para conocer un poco más el comportamiento de este monstruo devorador de seres humanos, encumbrado en lo más alto de los poderes po-líticos del mundo.

3. América, conquista política y mental.

En la transición del medioevo a la modernidad se produce un hecho de gran envergadura para la historia de la humanidad. Europa comenzaba a salir de un largo proceso de relativo atraso y apenas daba los primeros pasos hacia la expansión; especialmente España, que tras completar la reconquista de su territorio después de 700 años de ocupación árabe, surgía como un reino uni-ficado y con fuertes ideales guerreros y fervor cristiano. En el mismo año que España terminaba de reconquistar su territorio (1492), Colón avistaba por primera vez la tierra del gran continente, que posteriormente fue lla-mado América.

Por demás es conocido el proceso de desarticu-lación social y cultural de los pueblos originarios de nuestra América, apenas se inician los contactos de los conquistadores con los aborígenes. Pero no forma parte de este trabajo pormenorizar lo referente a la conquista político-militar, sino esbozar el papel de la iglesia como brazo ideológico de la Corona española para completar la conquista. Vale decir que no se puede entender la con-

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quista sin tener en cuenta la activa participación de la iglesia como aliada, sobre el Estado o subordinada a él.

«Explotando hasta el fin las semejanzas, reales o pretex-tadas, entre la recuperación para la cristiandad del sur de España, y la conquista de las Indias, (Fernando de Aragón) consiguió primero de Alejandro VI, por la bula Inter Caetera de 1493, derechos exclusivos para la Co-rona española en la evangelización de las tierras recien-temente descubiertas. A esto siguió en 1508 una nueva bula que concedía a perpetuidad a la corona todos los diezmos recaudados en las Indias».76 Ciertamente fue un proceso violento, acompañado

de todo tipo de vejaciones y atropellos hacia los venci-dos; en la sustitución de formas de vida milenaria y el desarraigo total de su cultura en muchos casos, lo cual está ampliamente documentado y estudiado por histo-riadores y otros científicos sociales a lo largo y ancho del continente americano y fuera de él.

No obstante, un tipo de conquista más profundo77 y significativo con irreparables consecuencias, ha sido solapado por muchos historiadores y maquillado o in-

76 J.H. Elliott. La España imperial, 1469-1716, p. 104. Esta Bula tiene fe-cha de 04 de mayo, no obstante se cree que es de junio porque es muy parecida a la del 03 de mayo del mismo año, pero no satisfactoria para los reyes católicos en razón de que la del 04 introduce un meridiano al oeste del cual todas las tierras «halladas y por hallar» pertenecerían a los reyes de Castilla y León. Esto supuso un cambio muy favorable para los Reyes Católicos respecto al breve Inter caetera, el cual había estipulado que pertenecerían a la corona castellana sólo las tierras que fuesen des-cubiertas por navegantes castellanos. Otros añadidos menores fueron una referencia más clara a tierras continentales (tierras firmes) y unas palabras de elogio a Colón.77 Renato Constantino, citado por István Mészaros en El desafío y la carga del tiempo histórico. El socialismo del siglo XXI, p. 119. Obviamente, la refe-rencia es a Filipinas, pero no olvidemos que España colonizó a este país al mismo tiempo que a América y con los mismos métodos.

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tencionalmente olvidado por los cronistas. Se trata de la conquista mental. Los conquistadores que vinieron a suelo aborigen encontraron tanta resistencia, especial-mente en el territorio que dieron en llamar Venezuela, que fue necesario repensar los métodos de conquista. Obviamente, no fue que abandonaron el método de las armas, sino que a éste le sumaron el que eufemística-mente le llamaron «pacífico». Entiéndase por pacífico la evangelización. Era necesario buscar la justificación ideológica y divina de la conquista.

«La hazaña del descubrimiento de América no podría ex-plicarse sin la tradición militar de guerra de cruzadas que imperaba en la Castilla medieval, y la Iglesia no se hizo rogar para dar carácter sagrado a la conquista de las tierras incógnitas del otro lado del mar. El papa Alejan-dro VI, que era valenciano, convirtió a Isabel en dueña y señora del Nuevo Mundo. La expansión del reino de Castilla ampliaba el reino de Dios sobre la tierra».78 Cuando la empresa de las armas no daba los resul-

tados esperados por la Corona para pacificar a los pue-blos otrora soberanos del vasto continente, los «curas de almas» llegaron con su apariencia de hombres de bien para consolidar y bendecir el exterminio practicado por los soldados. Nada más falso que decir que aquellos en-sotanados que llegaron con los soldados españoles eran unos seres pacíficos llenos de amor y compasión hacia los mártires del nuevo mundo.79 Quizás sea más acer-tado decir que eran sus verdugos. Podemos tomar un ejemplo para conocer la verdadera labor de estos per-sonajes que llenaron de asombro el proceso histórico de los pueblos originales de nuestra América.

78 Eduardo Galeano. Las venas abiertas de América Latina, p. 17.79 Julio César Salas. Tierra firme (Venezuela y Colombia). Estudios sobre et-nología e historia, p. 202.

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Quien se tiene como el «Fundador del estudio maya80 y el impulsor de las letras en México es Fray Diego de Landa, pero uno de sus grandes méritos fue ordenar re-coger todos los manuscritos y códices aztecas y luego quemarlos porque eran escritos por el demonio.

«En México, con la idea de que la antigua religión estaba inspirada por el demonio, se destruyeron templos, imá-genes de los dioses y casi todos los antiguos libros o có-dices. Valga recordar las quemas que de ellos realizaron el obispo de México Juan Zumárraga, que además llevó a la hoguera en 1539 al cacique Carlos Ometochzin, y el obispo de Yucatán, Diego de Landa, que asimismo que-mó códices e hizo morir a varios mayas en el célebre auto de fe de Maní. Y baste con evocar las acciones ordenadas por los primeros concilios celebrados en Lima, que lleva-ron a la destrucción de todo antiguo vestigio religioso, calificado de idolátrico, así como otras muchas formas de sistemática y permanente represión».81 También Fernando Báez señala:«Para consolidar el proyecto de conquista, saqueo y des-trucción de los bienes culturales prehispánicos en Amé-rica Latina, fue imprescindible que España y Portugal justificasen sus acciones ante el mundo como parte de un programa de expansión de la religión cristiana: una suerte de nueva cruzada moral que emulase las que se habían emprendido en Europa contra los musulmanes. Se definió un escenario de guerra religiosa».82

80 Yuri Knorozov y Galina Ershova. Diego de Landa como fundador del estu-dio de la cultura maya, en Anales del museo de América, p. 21. En este trabajo se hace un estudio de la obra literaria y los aportes de Landa en Yucatán al servicio de la causa indígena.81 Miguel León Portilla. Desagravio a los indios, en La aventura de la historia N° 20, p. 19.82 82 Fernando Báez. El saqueo cultural de América Latina. De la conquista a la globalización, p. 89.

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Centenares de miles de casos mayores o menores se dieron en todo el continente para dejar al descubierto el verdadero carácter humano y cristiano de estos «mi-nistros de Dios»; facetas que la historia se encargó de lla-mar fe, piedad, evangelización y «doctrina para el buen vivir». La expresión «normas para el buen vivir» se refiere al conjunto de leyes, solamente deberes y obligaciones que eran de estricto cumplimiento para los aborígenes sometidos a las más terribles vejaciones cometidas por los conquistadores. Estas normas eran enseñadas y apli-cadas por los llamados curas, encargados de adoctrinar y enseñar a los aborígenes, la nueva religión traída del otro lado del océano.

Considerados poco menos que animales por los frailes, los habitantes americanos debían ser adoctrina-dos, para despertar en ellos el sentido humano oculto en el ropaje de bárbaro. En el año 1525, Fray Tomás Ortiz envía un memorial a Carlos I, emperador de España, en el que resalta la condición inhumana de los aborígenes del nuevo mundo, a quienes llama sucios como puercos, consumidores de piojos y gusanos, ladrones y malvados…83 entre muchos otros calificativos e improperios. Aludien-do a ese memorial, Fray Pedro Simón acota:

«De las demás costumbres, nuevas, peregrinas, y abomi-nables, irá tocando la historia en sus lugares, aunque la verdad es que hallar a estos indios con estas depravadas y ásperas costumbres, fue como hallar las piedras preciosas en sus minerales y vetas que están ásperas y, como dicen, brutas y sin pulimento, y así, inútiles para el engaste rico y estimado, hasta que se les quita aquélla aspereza y brutalidad con el esmeril en la rueda de lapidario. Pues así, puestos estos hombres en la rueda de la ley de Dios y

83 Fray Pedro Simón. Noticias historiales de Venezuela, T. I. p. 33.

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luz del evangelio quedan desbastadas de estas brutalida-des y se descubre el buen entendimiento de algunos.»84

Ambos frailes destacan la condición de «bestias» de los conquistados, que sólo con los métodos de la reli-gión, «algunos» pueden humanizarse y alcanzar los va-lores que ella transmite. El primero, a su modo, destaca su estado natural y salvaje; el segundo reconoce que ese salvaje puede llegar a ser humano después de un proceso de conversión a la vida religiosa. Finalmente no se sabe quien les insulta más si el acusador o el defensor.

A fin de lograr mayor control sobre la población, las misiones de religiosos comenzaron por comprender el poder de los líderes indígenas; por eso fueron los pri-meros en ser bautizados para que fueran ejemplo a sus comunidades, pero en caso de alguna rebeldía también fueron los primeros en ser castigados para escarmentar a quien tuviera el atrevimiento de desconocer la autori-dad imperial.85 La iglesia cumplió a cabalidad este pa-pel; de modo que fue otro brazo de la empresa conquis-tadora.

Así comienza un período de terror, de vejaciones, persecución, cautiverio, tortura y muerte para pueblos que a lo largo de muchos siglos construyeron grandes ciudades y con sus manos cultivaron los campos, crea-ron sus propios sistemas de gobierno y desarrollaron culturas que todavía siguen impresionando al mundo científico y aportando conocimientos invaluables a la humanidad. Miles de años de esfuerzo, de pronto se vieron truncados y opacados por la prédica de nuevos dioses con teogonía distinta, que obviamente cambia-ba las estructuras culturales y el entramado social que

84 Ibídem. P. 34.85 Fernando Báez. Op. Cit., p. 108.

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acompaña al nuevo idioma, el sacrosanto castellano de los reyes católicos.

A los conquistados se les obligó a creer en dioses blancos europeos, con grandes mantos, barbados, pero con cara de afeminados; y por sobre todo, se les enseñó a creer en un padre creador de todo, pero iracundo y casti-gador de toda falta y debilidad humana, que recompen-sa con fuego a quien se atreva a irrespetar a sus máximos representantes en la tierra, al papa y los reyes; personajes lejanos y desconocidos, pero que se arrogaban el poder de repartir sus vidas y sus tierras de la manera que se les antojara. Cualquier parecido con el imperialismo actual es pura coincidencia.

Ese pueblo alienado y esos hombres y mujeres que perdieron todo, que eran condenados a inimaginables castigos hasta por acusarles de blasfemar contra una campana,86 terminó creyendo en los nuevos dioses y defendiendo la nueva religión; pues ya los inseparables símbolos, espada y cruz, rendían sus frutos. Los pueblos diezmados y sus sobrevivientes aterrados, perdían sus dioses, su lengua, su tierra, y abrazaban por miedo el paquete ideológico traído por los nuevos amos. Por eso no debe sorprendernos la carta enviada el 30 de julio de 1560 al Rey Felipe II, por el Consejo de Huexotzinco (México), en la que, de entrada, los indígenas sometidos a los nuevos amos le decían al rey:

«Católica Real Majestad: Señor nuestro, nuestro reve-renciado gobernante, tú, rey don Felipe, delante de ti nos inclinamos, ante tu majestad nos postramos y humilla-mos en tu presencia, señor que gobiernas, admirable y que estás lejos, gracias a quien todo lo puede, el Dador de la vida Dios. No es nuestro merecimiento besar tus pies,

86 Julio Caro Baroja. El señor inquisidor, p. 26

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solamente desde lejos nos inclinamos ante ti que eres cristiano y mucho agradas a nuestro Señor Dios. Porque tú eres su imagen aquí en la tierra…87

En las expresiones de los suplicantes se nota el efec-to causado por el adoctrinamiento sistemático al que fueron sometidos desde el comienzo de la conquista. En él está presente la indisoluble unión imperial, Iglesia-Estado rindiendo sus frutos. De allí que el mismo ex-terminio de los aborígenes fuera considerado como un mandato divino, y en algunos casos, igualmente recibi-do por las víctimas como parte de su destino.

En agosto de 1595, Miguel Hernández (aborigen de Chiyautzinco, México), presenta una queja ante el cura visitador Alonzo Ruiz, a causa de los desmanes y abusos cometidos por el clérigo Bartolomé López, contra los ha-bitantes del pueblo, especialmente porque el aberrado sexual usaba el confesionario para seducir a las mujeres y si éstas se negaban las mandaba azotar bajo falsas acu-saciones, castigo que incluía al marido de la acusada. En su desesperación le decía al cura visitador: «Compadécete de nosotros, porque para esto tú has venido, para ayudarnos has venido. Así yo pido justicia delante de ti.»88 Aquí se hace evidente el reconocimiento a otro cura como enviado de justicia ante un verdugo encargado de adoctrinarlos y enseñarles el camino trazado por su dios, al tiempo que el sometimiento incondicional a sus propios destructo-res. Claro, a este método de conquista le llamaron pací-fico. ¿Nos podríamos imaginar cómo sería el violento? Las consecuencias se pueden resumir en el siguiente pá-rrafo:

«El denominado genocidio indígena fue consecuencia de la conquista y colonización de América, realizados prin-

87 Miguel León-Portilla. La visión de los vencidos, p. 21388 Miguel León Portilla. Op. cit. pp 218-220.

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cipalmente por la Corona española en colaboración con la Iglesia Católica y supuso el exterminio de más de 50 millones de indios.»89

A esos verdugos, que habían perseguido y desterra-do a sus maestros (los mohanes), tuvieron que llamarlos «padres», les hicieron trabajar como sus esclavos y ali-mentarlos como a sus hijos. Estos opresores los obliga-ron a propagar el fraudulento mensaje de las vírgenes aparecidas en piedras, tablas y demás objetos, con cuyo manto impune cubrieron toda su mentira. El mensaje de la Virgen al indio Coromoto (Venezuela) fue claro: «Va-ya donde los hombres blancos para que le echen agua en la cabeza y puedan salvarse».

Desde el norte hasta el sur del continente fueron apareciendo santos con rasgos aborígenes,* brillando so-bre piedras o maderas, todos orientados bajo un mismo fin, según se nota en los escritos de algunos prelados: controlar y manipular el sistema de creencias,90 así co-mo dejar el precedente y decirle a los indígenas cuáles debían ser sus nuevos dioses. Fue ésta la conquista más profunda y que mayores daños ha causado a todos los pueblos del vasto continente; conquista de la que todavía los pueblos no han podido quitarse el pesado yugo, que quizás por mucho tiempo tengan que llevarlo a cuestas. Curiosamente las vírgenes no se aparecieron con ningún mensaje a los explotadores, sino a los explotados.

89 Manuel Lucena Salmoral. El precio de la conquista de América, en La aventura de la historia N° 22, p. 16.* En diversos lugares fueron apareciendo los nuevos dioses, especial-mente vírgenes: la Guadalupe en México, que vino a sustituir el antiguo culto a la diosa madre Tonantzin, la Chinita en Maracaibo, la del Valle en Margarita, la Nuestra Señora de Consolación en Táriba; y especialmente la de Coromoto; sólo por mencionar algunos casos.90 Bernardino de Sahagún. El México antiguo, p. 329.

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El papel conquistador es reiterado por diversos es-critores para destacar la implantación de los viejos dio-ses europeos en el nuevo mundo conquistado.

«La conquista militar de la Nueva España se realizó con-juntamente con otra de mayor importancia y trascen-dencia, la conquista espiritual. Se trataba de afianzar el sometimiento de los indígenas para luego integrarlos en el proceso de colonización. Como se desprende del discur-so de los cronistas, el símbolo aterrador de Santiago des-de el principio actuó como mediador por excelencia entre el aniquilamiento del mundo indígena y la consolidación de la cultura de conquista.»91 Nada más perverso que la conquista mental, pues

a ella se somete la voluntad humana para controlar sus acciones y determinar los diversos sistemas de pensa-miento. Nada más miserable que ver a un ser humano bajando la cabeza para que otro le otorgue una «bendi-ción» o la absolución de una culpa. Nada más cínico que quienes mancillaron la conciencia de un grupo humano y crearon las culpas, sean los mismos que se inventen los medios para liberarlos de ellas. Nada más oprobioso para los pueblos cuyas culturas fueron pisoteadas, que hablar en nombre de los verdugos que la llevaron a la hoguera. La cadena de males es interminable en diver-sos ámbitos, porque de igual modo nada más vergonzo-so que renunciar a la condición de latinoamericano para arrodillarse ante una potencia imperial.

Lo nada sorprendente de todo esto es que quien se encargó de legitimar todos los atropellos contra los pueblos colonizados de América fue esa organización medieval que hoy se hace llamar iglesia. La misma que

91 Louis Cardaillac. Santiago, de matamoros a mataindios, en La aventura de la historia N° 33, p. 72.

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en nombre de Dios llevó a millones de personas a la ho-guera, no sin antes infringirles las más crueles torturas que mente criminal pudiera inventar bajo la terrible in-quisición. La misma iglesia que institucionalizó el frau-de y llenó al mundo de mentiras, como la «donación de Constantino», o los fragmentos de la cruz de Cristo, que de juntarlos todos formarían un bosque, entre otros en-gaños inventados por una iglesia al servicio de las po-tencias imperiales.

Los efectos devastadores en la mentalidad de los pueblos conquistados de América fueron impredeci-bles. En cada ciudad y pueblo importante de América se instaló un tribunal de la «santa inquisición», a fin de vigilar muy de cerca las actividades, tanto de los propios españoles como de los aborígenes, quienes al sentirse derrotados política y militarmente, escondieron muchas de sus costumbres en los rincones de la nueva religión; y por ende, en algún momento afloraría como práctica sospechosa digna de corregir y condenar por el tribunal; como los muchos casos en los que se condenaban abo-rígenes sólo por haberse bañado en algún río o laguna, considerado como un culto al cuerpo y a las aguas.92

Fue obvio que a las colonias americanas llegara la lista de los libros prohibidos, pero también era posible que a través de un océano con su incontrolable navega-ción también llegara alguno de esos libros. En todo caso, el celo de la iglesia debía cubrir hasta lo más recóndito del continente para extirpar la herejía donde estuviera, aún en su período de gestación. En el caso de Venezuela existían los llamados Comisarios del Santo Oficio, para in-vestigar limpiezas de sangre y ejecutar capturas de reos y secuestros de bienes. De las provincias venezolanas,

92 Germán Arciniegas. América, tierra firme y otros ensayos, p. 105.

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en un primer momento se enviaban los acusados a Car-tagena, donde estaba el tribunal con jurisdicción para Venezuela.

«La delitología inquisitorial presente en Venezuela, con-tiene una temática variada y extendida a todas las re-giones del actual territorio venezolano. Los delitos que ameritaban actuaciones de los comisarios eran herejías, idolatrías, brujerías, hechicerías, denuncias contra cléri-gos, doble matrimonio, blasfemia herética, sodomía y, por último, lecturas de textos de herejes».93

Son innumerables los casos en que las autoridades eclesiásticas hacían juicios a caciques y mohanes por di-versas causas; pero también son innumerables los casos de juicio a blancos criollos por causas que ameritaba la intervención del tribunal de la inquisición. No es casual que en los sótanos de muchas iglesias, allí donde nadie escuchaba los gritos y quejidos de los prisioneros, éstos se pudrieran después de una muerte lenta y dolorosa por acusaciones, en muchos casos ridículas. Esto era parte de un programa bien concebido, de dominación y sometimiento a un orden colonial en el que la iglesia era el brazo ideológico imperial bien definido. Nada mejor que aterrorizar en nombre del dios de la iglesia, en nom-bre de su dios para consolidar los poderes políticos que garantizaban sus privilegios.

4. Venezuela en la mira de la iglesia

Los trescientos años de dominio español dejaron su huella imborrable en la conciencia colectiva. Los descen-dientes de los opresores, devenidos éstos en la misma

93 Pedro Vicente Sosa Llanos. La inquisición en Venezuela.

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cosa; y los oprimidos, conformaron la sociedad colonial que vería y sería protagonista del colapso del sistema, con los nuevos movimientos emancipadores que ame-nazaban con poner fin al dominio español en América. Esa sociedad, mestiza en todos los aspectos vendría a ser una de las dificultades para el desarrollo de los mo-vimientos revolucionarios que comenzaban a luchar por la independencia. La iglesia y sus representantes, se convirtieron en un muro contra el cual se estrelló mu-chas veces el ímpetu libertario.

Es destacable que una de las primeras decisiones tomadas por el Gobierno independiente de la naciente República de Venezuela en 1811 es la eliminación del oprobioso Tribunal de la inquisición. En el texto se expo-ne las razones para extinguirlo, entre otras, y se procede a decretar su eliminación:

«Su forma de proceder y juzgar ha sido análoga (a la europea) y los terrores y tinieblas que la cubren hacen estremecer a todo el que ama la libertad y la justicia. Queda, pues, extinguido para siempre y en todas las pro-vincias de la Confederación de Venezuela el Tribunal de la Inquisición.»94 Si bien, algunos clérigos evidenciaron manifestacio-

nes favorables al proceso de independencia (caso Juan José Madariaga), hubo otros que las tuvieron en contra de manera abierta y desaforada, como fue el caso del cu-ra José Domingo Díaz, vehemente defensor de la Corona española y que en los acontecimientos del terremoto de 1812, declaró que era castigo de Dios por haber descono-cido la autoridad del rey. Fue a este clérigo a quien Bo-lívar dirigió las palabras, calificadas de «impías», «Si se

94 Pensamiento político de la emancipación venezolana, Ley para abolir el Tri-bunal de la Inquisición en toda la Confederación de Venezuela. P. 197.

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opone la naturaleza, lucharemos contra ella, y la haremos que nos obedezca.»95 Cierto es que la mayoría de los clérigos se manifestaba en contra del proceso de independencia, al punto de ser esta oposición una de las causas que origi-naron la caída de la Primera República. Así lo analiza el Libertador Simón Bolívar en el Manifiesto de Cartagena:

«La influencia eclesiástica tuvo, después del terremoto, una parte muy considerable en la sublevación de los lu-gares, y ciudades subalternas: y en la introducción de los enemigos en el país: abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio a favor de los promotores de la guerra civil.»96 Y no fue esta la única vez que El Libertador se di-

rigió a los representantes de la iglesia, ya fuera para llamarles la atención o para hacer comentarios sobre su actuación. Como de igual modo la iglesia siguió siendo un punto de apoyo de los grupos opositores al proceso de independencia. No perdieron el control mental de la población, trescientos años no habían pasado en vano.

El comportamiento de la iglesia frente al Estado ve-nezolano fue vacilante a lo largo del período post-inde-pendentista, dependiendo siempre de las circunstancias, favorables o no, para posicionarse como lo que siempre ha sido o pretendido ser: un Estado dentro de otro. Así, se le ve pugnando contra el gobierno de Antonio Guz-mán Blanco para hacerle frente a la creación del Estado Venezolano, entendido por algunos como «religión ci-vil»,97 que en su momento le arrebató el poder que venía detentando la iglesia desde la colonia con el monopolio de los registros civiles, además de la educación y salud, entre otros. Pero superados estos escollos, ha conserva-

95 José Domingo Díaz. Recuerdos sobre la rebelión de Caracas.96 Manifiesto de Cartagena. En fundamental II, p. 18.97 Germán Carrera Damas. Una nación llamada Venezuela, p. 104.

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do el poder, y su influencia ha sido determinante a lo largo de los siglos XIX y XX venezolanos; sin nombrar otros países donde su influencia sobre el Estado ha sido tan absoluta, que Laureano Vallenilla Lanz lo llamó «el cesarismo teocrático».98

Nada ha cambiado en las relaciones de poder. Es la iglesia la que ha guardado silencio ante los atropellos cometidos por las potencias imperialistas a lo largo de su historia. De la manera más hipócrita, de tiempo en tiempo algún papa pide perdón después que han trans-currido al menos unos trescientos años de otros haber sido cómplices de algo, y no condenan los atropellos ac-tuales, para que otro lo haga unos trescientos años des-pués. Refiriéndose al perdón pedido por el papa Juan Pablo II por los errores cometidos en el pasado, Enric Capó dice:

«Nadie puede devolver la vida a las víctimas de la inqui-sición, por lo que un tardío reconocimiento de culpa es, con respecto al pasado, estéril. No remedia nada. Pero es-te reconocimiento es importante si sus criterios se aplican al presente, aunque sea con cierto retraso.»99 Es la misma iglesia que ha apoyado a los gobiernos

más crueles en América Latina, a las dictaduras más san-guinarias, sólo a condición de que sean anticomunistas. Es la iglesia que ha comulgado con los más grandes ase-sinos de la historia100 y se ha revolcado en el putrefacto

98 Laureano Vallenilla Lanz. Cesarismo democrático, p. 263.99 Enric Capó. Un perdón imperfecto, en La aventura de la historia N° 20, p. 22.100 Hilari Raguer. Caídos por Dios y por España, en La aventura de la his-toria N° 17, p. 27. «La iglesia española, en la guerra, no fue pacífica ni pacificadora. Es cierto que, en general, no intervino en la conspiración, pero no está exenta de responsabilidad en la radicalización de actitudes que llevó al trágico enfrentamiento y, una vez degenerado el fallido al-zamiento en guerra civil, atizó el fuego y se comportó, en general, de forma muy poco misericordiosa: sensible a las propias víctimas e insen-

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lecho de la corrupción con los más grandes ladrones del erario público. Es la iglesia que se ha puesto al lado de las grandes empresas explotadoras de seres humanos, para bendecir su sistema neo-esclavista, es la que ben-dice bancos y banqueros mientras se pone de espaldas a los pobres con sus clamores. Hay honrosas excepciones, pero aquellos obispos y sacerdotes que han tomado par-tido por el pueblo oprimido, destinatarios del mensaje de Jesús, han padecido las mismas calamidades de esos pueblos. Han sido perseguidos, silenciados y asesina-dos. Los jesuitas asesinados en El Salvador en los años ochenta y noventa son muestra de ello. ¿Y qué decir del silencio generalizado sobre los innumerables casos de pederastia? Bienvenidos al mundo de las desigualda-des, la jerarquía de la iglesia católica les saluda.

Si abrimos un aparte en la actual Venezuela, no habrá diferencia con el comportamiento de los jerarcas católicos del resto del continente. Y no deberíamos ex-trañarnos de que la iglesia católica venezolana actual es-té plenamente comprometida con los factores de poder económico explotador, apátrida y antidemocrático. Los documentos emanados de la Conferencia Episcopal Ve-nezolana (CEV) son más cercanos a manifiestos de un partido político que una reflexión cristiana.

En los sucesos del 11 al 13 de abril de 2002, cuando los factores de la ultra derecha venezolana dieron el gol-pe de Estado contra el Presidente Hugo Chávez Frías, con el saldo nefasto de muertos y heridos, los jerarcas de la iglesia venezolana jugaron un papel importante de lado de los golpistas apoyando la breve dictadura. En la

sible a las otras. Negaban a los trabajadores -específicamente a los maes-tros- los certificados de buena conducta, cuando el puesto de trabajo, la libertad, o incluso la vida, dependía de un aval o un certificado que expedían los párrocos».

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madrugada del 12 de abril fue un obispo el que conva-lidó la mentira de que el Presidente había renunciado a su investidura; ese mismo día se les vio celebrando la caída del gobierno constitucional y justificando las ac-ciones de la dictadura, con declaraciones a los medios y a través de la firma de adhesión al nuevo gobierno en el acta de auto-proclamación del dictador empresarial Pedro Carmona Estanga. Fracasado el golpe no hubo ru-bores ni disculpas. Por el contrario, continuaron los ac-tos de agresión verbal hacia el gobierno y se incrementó el apoyo de la jerarquía católica a los partidos y grupos desestabilizadores.

La participación de la jerarquía eclesiástica venezo-lana, antes y después del golpe de Estado de 2002, en he-chos políticos tendientes a cambiar la voluntad popular ha sido constante y muy notoria. Los sermones en fechas religiosas importantes parecen más (o son) arengas po-líticas que verdaderos llamados a vivir y actuar como cristianos. Es común su apoyo a los factores desestabi-lizadores, a los candidatos de partidos políticos y a las acciones de grupos violentos. No dudan en culpar al go-bierno de cualquier hecho negativo, aunque sea natural, pero tampoco dudan para apoyar a quienes lo adversan, aunque esa adversidad provenga de grupos violentos o sean acciones criminales. Es notoria la ayuda prestada por la Nunciatura Apostólica a un dirigente estudian-til de la Universidad de Los Andes, después de haber participado en hechos delictivos, incluido el intento de violación a una agente de policía del Estado Mérida, Ve-nezuela.

Una mirada a algunos de los documentos de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) de los últimos años, es una muestra clara del sesgo político tomado por la jerarquía católica del país, orientado a hacer oposición

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frontal al Gobierno Nacional y a desconocer los avances sociales, políticos y económicos alcanzados como nunca antes en la historia venezolana. Un desconocimiento a las instituciones democráticas y a los avances en dere-chos humanos y la participación popular en los procesos políticos. Los siguientes extractos son una prueba de la vocación política y fundamentación ultraderechista de la jerarquía católica venezolana.

«Nos preocupan, entre otras, las así llamadas «leyes del Poder Popular», que confieren atribuciones a las «comu-nas, directamente vinculadas al Ejecutivo Nacional, con menoscabo de la forma federal descentralizada del Estado (8), pues no se corresponden con la organización político-territorial de la República establecida en la Constitución, crean unas estructuras nuevas, con un contenido ideo-lógico excluyente, centralizador y presidencialista, e in-vaden el ámbito de competencias de las Gobernaciones, Alcaldías y Parroquias».101

A los prelados de la iglesia les preocupa mucho el poder otorgado al pueblo a través de las leyes y la Constitución de la República, olvidando que han sido conquistas populares conseguidas en años de lucha por sus reivindicaciones. Olvidan los obispos que ese pue-blo que comienza a tener poder y a levantar su cabeza contra los opresores son humanos con plenos derechos frente a quienes los oprimieron por muchos años. Ob-viamente, se ponen de lado de quienes han ostentado el poder y por eso «les preocupa las leyes del poder popular» ¿Qué iglesia se desvive cuando el pueblo despierta?

Pero veamos su posición y opinión frente a otros actores políticos, sociales y económicos del país, y no-

101 XCV Asamblea de la Conferencia Episcopal venezolana. Anhelos de unión, justicia, libertad y paz para Venezuela. Caracas, 11/01/2011.

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taremos que no hay preocupación o crítica pese a la ac-tuación de éstos en los diversos aspectos que cubren en el ámbito nacional. Su silencio es total y su posición es ambigua, como si no tuvieran alguna responsabilidad o si fueran actores pasivos y hasta cierto punto inocentes.

«Por supuesto, los líderes políticos deben trabajar des-interesada y democráticamente en la promoción y defen-sa del bien común, y de los derechos y aspiraciones del pueblo venezolano. Igualmente, los otros actores socia-les, empresariales, laborales, culturales, y comunicadores sociales, tienen una responsabilidad que han de ejercer cabalmente. Todo actor social debe escuchar a la gente, estar con ella, defender sus derechos y trabajar por el bien común».102

Olvida la Conferencia Episcopal Venezolana que el sector empresarial ha explotado y se ha lucrado del tra-bajo de los más desfavorecidos del país. Se olvida que este sector fue el director y responsable de la debacle política y económica nacional a lo largo de la historia venezolana. Olvida la CEV que los medios de comuni-cación han sido y son objeto de manipulación de masas, que ofenden al pueblo, que calumnian a mansalva, que destruyen la vida de los seres humanos cuando los acu-san sin pruebas, cuando crean matrices de opinión sobre algún tema o persona; cuando juzgan y condenan, o de igual modo absuelven si es el caso. No hay crítica hacia los medios cómplices de golpes de Estado y de asesina-tos incluidos.

Por otro lado existe un desconocimiento o negación total de la realidad venezolana respecto a su postura en las relaciones internacionales y la integración con otros países. Manipulan el tema de manera voluntaria y des-

102 Idem.

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carada para mentir sobre el papel de Venezuela en el ámbito internacional. Veamos lo que dice la CEV al res-pecto.

«No obstante, en América Latina y El Caribe se apre-cia una creciente voluntad de integración regional con acuerdos multilaterales, involucrando un número cre-ciente de países que generan sus propias reglas en el cam-po del comercio, los servicios y las patentes. Sin embargo, el peligro de aislarnos por posturas ideológicas, más que por intereses comunes, es un escenario real.En este contexto, nuestro país, atraviesa una coyuntura sociopolítica que se hace cada día más difícil. En efecto, mientras muchas naciones viven un desarrollo sistemáti-co, progresivo y acelerado, Venezuela sufre un constante deterioro económico social; lo que implica que estamos quedando fuera de la tendencia global de cambios que permitan un desarrollo sostenido».103

Cabe una pregunta, ¿Los señores de la CEV habrán leído noticias internacionales o simplemente mienten de manera deliberada para hacer oposición al Gobierno Nacional? Quien haya seguido los acontecimientos de los últimos años verá que, lejos de aislarse, Venezuela cada día se integra más a los pueblos del mundo. Pe-ro más patético resulta la afirmación de que «Venezuela sufre un constante deterioro económico social», en compa-ración con otras naciones. Es la prueba de una CEV de espaldas a la verdad y ciega respecto al desarrollo que ha experimentado Venezuela en los últimos años.

Con respecto a la independencia en la toma de deci-siones soberanas frente al imperialismo norteamericano y sus aliados, la CEV expresa:

103 Exhortación pastoral, clausura de la XCVI Asamblea Plenaria Ordinaria de la CEV, Caracas, 29/06/2011.

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«En el ámbito internacional, el país cada día tiene más inconvenientes. Quienes ostentan el poder nacional han ofendido en diversas ocasiones a los gobiernos e institu-ciones de los Estados Unidos, Holanda, Colombia, Chile, Perú, El Vaticano, Alemania, España, el Reino Unido de la Gran Bretaña, Canadá, México, Honduras, Israel, Costa Rica, República Dominicana, Francia, a los Con-gresos del Brasil y Paraguay, a la Organización de Esta-dos Americanos, a otros credos religiosos y mantenemos una unión desventajosa con Cuba, Nicaragua e Irán».104 Vale decir que no es cierto que se haya ofendido a

otras naciones, sino que Venezuela ha sabido defender su dignidad como nación libre y soberana frente a las pretensiones hegemónicas de las naciones imperialistas y sus aliados, y ha mantenido una política internacional de respeto a las demás naciones y ha alentado en todos los foros internacionales la idea de una nueva geopolí-tica impulsada por el Comandante Hugo Chávez sobre un mundo pluripolar para la búsqueda del equilibrio en las relaciones entre los pueblos.

Fieros oponentes al Gobierno y a su partido no se inmutan al confundir la diversidad étnica con la diver-sidad de partidos, al punto que se nota lo desfasado de sus categorías antropológicas, al decir que «Venezuela es producto de una mezcla de razas», para luego pasar a arre-meter contra el proyecto político del Estado venezolano, y en un intento desesperado por impedir el triunfo del partido de Gobierno en las elecciones para la Asamblea Nacional de septiembre de 2010, llamaban abiertamente a votar por la diversidad de partidos que conformaban el proyecto opositor.

104 A los sacerdotes, religiosos y religiosas, a los grupos de apostolado seglar, a los católicos de esta arquidiócesis y a los falconianos en general. Coro, 11/09/2010.

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«No se trata de un juego de poderes para ver quién me-te más diputados en la Asamblea Nacional sino lo que está en juego es el futuro del pueblo y de su convivencia ciudadana, puesto que el primer servicio de la Asamblea Nacional es el diseño, elaboración y aprobación de leyes que serán aplicadas a cada uno de los venezolanos como persona y como sociedad. Por eso, la función directa de este cargo está en relación con la vida de los ciudadanos, allí se coartan o se promueven libertades. Pero también ejerce un «control» de las acciones de los gobernantes; es-to permite buscar los intereses del pueblo y no de una per-sona o de un partido determinado. Un Poder Legislativo unicolor, silencioso, sumiso y temeroso no tiene cabida en un sistema democrático».105

Experiencia le sobra a la iglesia sobre sistemas unicolores, silenciosos, sumisos y temerosos. Si hubie-ra dudas habría que revisar la inquisición o el régimen impuesto por ella misma durante el coloniaje español en América. No cabe dudas que los documentos de la CEV cada vez reflejan más a las elites políticas reaccionarias que al mensaje del Jesús transmitido en los evangelios o a través de sus más decididos expositores de los prime-ros tiempos. Dista mucho del mensaje y de los postula-dos sociales de la teología latinoamericana de la libera-ción.

Pero es más, una iglesia (o jerarquía), que dice he-redar de Jesús el mensaje de amor y fraternidad hacia todos los seres humanos, promueve el odio y los resen-timientos en palabras y acciones; una iglesia llamada a ser comunidad vivificante, justifica la muerte, si ésta sir-ve para derrotar al gobierno. La portadora del mensaje de la verdad que debe servir para liberar conciencias se

105 Idem.

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ampara en la mentira si con ésta se le gana terreno al proceso revolucionario. Quien debería ser promotora de la justicia, se sienta a la mesa con los explotadores si éstos le proporcionan medios de subsistencia y poder a costa de las desigualdades y la brecha entre ricos y po-bres. Los mensajes de paz se truecan por llamados a las acciones violentas y su apoyo a quien pueda ejecutarlas.

«No es llamando a demoler a los adversarios como se construye una nación sino con oportunidades para todos. Si no prevalece el diálogo y la armonía, el respeto a la Constitución Nacional, si se coloca en entredicho la pro-piedad privada y prevalece la arrogancia, nos estamos encaminando a una confrontación mayor, que pon-drá de frente venezolanos contra venezolanos».106

Con esta jerarquía cuenta la iglesia católica venezo-lana. El mismo Jesús lo dijo: «Quien tenga ojos para ver, que vea. Y quien tenga oídos para oír, que oiga». Pero tam-bién dijo: «Por sus frutos los conocerás». Obviamente, los frutos de la jerarquía católica venezolana vienen daña-dos, son venenosos y causan la muerte.

Con respecto a la convalescencia del Presidente Hu-go Chávez, el veneno vertido por la jerarquía de la igle-sia venezolana bastaría para matar a media humanidad. Las manifestaciones de miseria humana mostradas por los llamados obispos no difieren a las de los más furi-bundos líderes de oposición de los partidos de ultrade-recha, esto sin contar con las manifestaciones de apoyo a los intentos golpistas de los ultraderechistas que par-ticiparon y perdieron en las elecciones del 14 de abril de 2013, con el saldo nefasto de once fallecidos entre los partidarios del candidato ganador, Presidente Nicolás Maduro.

106 Idem.

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Pero tampoco hay desperdicio en el documento producido por la ultraderechista iglesia representada en sus obispos con respecto a los hechos de violencia y actos terroristas desatados a partir del 12 de febrero de 2014. En el comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana, fechado el 02 de abril de 2014, en el que se pretende analizar la situación del país, se expresa clara y abiertamente el posicionamiento político que alienta a la CEV.

Desde el primer punto la CEV establece que «la cau-sa fundamental de la violencia es la implantación del Plan de Patria».107 En el mismo documento justifica la vio-lencia por tratarse de un plan totalitario del gobierno. A los manifestantes violentos que han causado todo tipo de destrozos contra la propiedad, bienes del Estado, y contra la vida de gran cantidad de ciudadanos, les lla-man eufemísticamente estudiantes pacíficos. Culpan a los colectivos de ser los responsables del uso de las armas con las que se han asesinado a decenas de personas uti-lizando el mismo lenguaje de los partidos de ultradere-cha y de la campaña mediática nacional e internacional. Dicen rechazar los asesinatos de guardias nacionales pero acentúan más la respuesta gubernamental para controlar las manifestaciones llamándolas abusivas y totalitarias. Culpan al gobierno de ser el responsable de las acciones vandálicas y terroristas a través de «infil-trados armados con licencia para matar». Acusan a los cuerpos de seguridad del Estado de practicar torturas contra los detenidos, a sabiendas de que quienes acusan no han presentado pruebas de ello. Acusan al gobierno de la desinformación pero saben que los medios gozan

107 Comunicado de la CEV: responsables de la paz y el destino democrático de Venezuela», 02-04-2014.

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de toda la libertad para hacerlo y que intencionalmente no informan porque ellos deciden qué informar sin que el gobierno intervenga en eso. Pretenden que el Estado se quede de brazos cruzados frente a la violencia porque a su entender el gobierno no debe usar la fuerza frente a la violencia desatada. Se solidarizan con las ciudades, que según la CEV, han padecido la militarización obviando que se militarizaron las ciudades que estaban siendo azotadas por la violencia desmedida de los grupos de vándalos, incluidos paramilitares, que mantenían en zo-zobra a los pobladores, y que además se militarizó pa-ra proteger a los ciudadanos; y finalmente se llama a sí misma «garante de la paz y de la democracia» y se ofrece como mediadora entre el gobierno y la oposición. ¿Si la CEV es imparcial, qué se queda para los que no son? ¿De qué lado están, de la paz o son parte de la oposición?

5. Iglesia e imperialismo actual

Ya se ha señalado el papel de la iglesia frente al po-der imperial de todos los tiempos y es notoria su parti-cipación de manera muy activa, y otras veces de manera velada en diversos procesos de la historia de la huma-nidad. Cuando se está a las puertas de algún conflicto o frente a alguna tragedia humana, las voces del papado se escuchan sólo haciendo plegarias y pidiendo acciones de reflexión. No se le escuchan condenas enérgicas ni acciones concretas que sirvan para dar muestras de ver-dadera preocupación y ganas de ser parte de la solución. Todo esto si sus intereses no están en peligro.

Caso contrario se da cuando hay de por medio una seria amenaza a los intereses capitalistas, o lo que con-sideran peligroso para sí los grupos de poder mundial.

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Si se trata de emplear todos los recursos para combatir ideológicamente a algún sistema político, allí está la voz sonante de una iglesia que dice luchar por los intereses cristianos; pero si se trata de hacer algo para evitar una agresión imperial contra cualquier país indefenso, no hay coro de voces oficiales que expresen líneas de acción ni actitudes a seguir para salvar vidas inocentes. Rubén Dri, señala:

«finalmente, el proyecto de Juan Pablo II implicaba em-plear todo el poder de la iglesia para destruir el comunis-mo, o sea a la ex Unión Soviética. Para eso hizo alianza con el neoliberalismo de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan. En ese sentido es fundamental la encíclica Cen-tésimus agnus que fundamenta esta alianza necesaria pa-ra la lucha en contra del comunismo y legitima la econo-mía de mercado o capitalismo bueno, como solución para los países del Tercer Mundo.»108

«Según Jim Nicholson, ex embajador de Bush ante el Vaticano, Juan Pablo II dio su bendición al esfuerzo del presidente Ronald Reagan de colocar misiles nucleares a lo largo de Europa apuntados a la Unión Soviética y los países del bloque socialista. (…) Y el analista militar John Pike de Global-secuirty.org comentó que el papa y la CIA trabajaban muy de cerca en el esfuerzo para derrocar el régimen comunista de Polonia.»109

Ya hemos visto la actitud del Papa Juan Pablo II y su firme determinación e influencia para precipitar la caída del sistema comunista de su país natal, Polonia; su actitud frente a los movimientos de emancipación la-tinoamericanos, teorizados en la Teología de la Libera-ción, de cuya influencia recibía información a través de

108 Rubén Dri. Juan Pablo II, el retroceso, en Question N° 35, p. 22.109 David Brooks. Woityla fortaleció a las fuerzas conservadoras estadouniden-ses, en Question N° 35, p. 20.

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la CIA;110 su actitud frente a los movimientos feministas y su negativa a los controles para evitar el crecimiento desmedido de la población mundial. Pero también cono-cemos su pasividad frente a la invasión de las potencias occidentales a Irak. Sólo se limitó a decir que era ilegal, pero no hubo denuncia ni llamados a evitarla.

«Realmente merece el tratamiento real bíblico que Jesu-cristo propuso para aquellos que masacran a niños ino-centes. ¿Por qué los verdaderos cristianos no cumplen con el deseo ‘socialista’ y revolucionario de su redentor? ¿Por qué el ‘santísimo’ papa Juan Pablo II condicionó su bendición de la venidera masacre de mujeres y niños iraquíes inocentes en base de una decisión favorable del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas? ¿Se llama esto ‘infabilidad’ divina? ¿No son ‘hijos de dios’ también esos bebés musulmanes y no son miembros de la especie humana? ¿O será que el apartheid reina en el cielo?»111 En años recientes, ¿Qué dijo Kart Ratzinyer (Bene-

dicto XVI) por la brutal invasión a Afganistán? ¿Cuáles sus palabras célebres para condenar la brutal invasión de la OTAN a Libia? ¿Más de 70.000 muertos no cuen-tan, la destrucción y miseria desatada no cuenta? ¿Qué ha dicho la iglesia frente a la barbarie desatada por los países occidentales contra Siria? No hay intereses que le afecten como institución y eso explica su silencio.

La iglesia actual está sostenida por el capitalismo imperial, caracterizado por el despilfarro y embriagada por la riqueza desmedida. Si el mundo capitalista está en crisis, sus representantes no hacen ningún sacrificio para amoldarse a las condiciones críticas; por el contra-rio, se reparten los despojos de una sociedad expoliada,

110 Leonardo Boff. El gran restaurador, en Question N° 35, p. 23.111 Franz J. T. Lee y Jutta Schmitt. Venezuela: la revolución bolivariana pa-sando el Rubicón, p. 31.

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y se premian por sus hazañas al frente de la situación. ¿Se habrá visto al poder eclesiástico recortando gastos suntuarios en los momentos de la crisis actual del capi-talismo? La iglesia y los poderes económicos son la mis-ma cosa, por eso se complementan y se apoyan. Veamos lo que dice François Houtart:

«La mayoría de los grupos religiosos rehúsan la utiliza-ción de un análisis en términos apropiados, y se convier-ten de este modo en artífices de un mejor funcionamiento del propio sistema económico existente y contribuyen a justificarlo moralmente. Esto queda patentemente de-mostrado por la distinción que se hace entre un capitalis-mo salvaje y otro que no lo sea.»112 No se ven los comunicados de las autoridades ecle-

siásticas denunciando injusticias sociales. Eso no existe en palabras y menos en los hechos. No se ve en el Va-ticano y tampoco en la Conferencia Episcopal Venezo-lana. Son los voceros del sistema capitalista; verdade-ros sacerdotes de la religión que tiene como dios a la riqueza acumulada, parasitaria y explotadora de los seres humanos, éstos últimos verdaderos mártires que a diario se sacrifican en el altar violento del imperialis-mo económico.113 Iglesia de jerarcas siempre millonarios y poderosos, pero siempre alimentada por millones de pobres, oprimidos y explotados, «pecadores», lejanos de sus representantes, «lejanos de su dios», sin otra espe-ranza que la de un lejano futuro, pero no en la tierra sino en otro lugar más allá del tiempo y el espacio; más allá de la muerte.

La iglesia actual es una iglesia desnuda ante la his-toria y ante la humanidad. Su silencio es cómplice de los

112 François Houtart. Deslegitimar el capitalismo. Reconstruir la esperanza, p. 42.113 Jon Sobrino. La resurrección de la verdadera iglesia, lugar teológico de la eclesiología, p. 183.

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más viles atropellos cometidos por las potencias impe-rialistas. Sus manos están ensangrentadas por el sacrifi-cio violento de miles de seres humanos. Es un monstruo que se alimenta con la ignorancia de seres envilecidos por sus prédicas manipuladoras. Una iglesia que se complace de ver feligreses adorando vírgenes y santos aparecidos en una mancha de humedad en alguna pa-red, en una piedra o pedazo de madera.

Ciertamente la iglesia fue la promotora del «derecho divino de los reyes», de allí que cualquier levantamiento contra el orden establecido era considerado como un le-vantamiento contra Dios. Pero existe en América Latina una gran cantidad de iglesias de orientación protestante con una fuerte carga ideológica estadounidense, o con su propia nordomanía,114 que también deja mucho para el análisis.

Con la idea del «sueño americano» y la supuesta de-fensa de los derechos humanos, se inundó al planeta en-tero a través de diversos medios, especialmente el cine, con propaganda imperial, haciendo creer a las grandes masas que lo ignoran que ese es el país de la grandeza y de logros insospechados, alcanzables solamente dentro del coloso norteño por el buen funcionamiento del Esta-do y la perfección de sus instituciones.

Esa propaganda ha generado en el mundo la idea de un país de libertades absolutas, incluidas las libertades religiosas, con la pretensión de ser protegido por Dios, en razón del apoyo dado a las congregaciones religiosas que hacen vida dentro de sus fronteras. Ese hecho despertó la admiración, especialmente de los pueblos latinoameri-canos, que junto al mensaje cristiano llevan el anticomu-nismo como un principio de fe y práctica religiosa. En

114 Leopoldo Zea. La filosofía como compromiso de liberación, p. 283.

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la actualidad las congregaciones protestantes de origen estadounidense son grupos culturizados religiosamente y con una fuerte carga ideológica contra todo aquello que se llame comunismo, palabra ésta relacionada con el de-monio mismo y con la negación absoluta de Dios.

En este marco, las denominaciones de tendencia protestante han asumido un papel de defensores, gene-ralmente sin saberlo, de las ideologías conservadoras y sionistas, cuyos exponentes sí están conscientes de su papel manipulador a través de manuales, textos para institutos bíblicos y demás literatura al servicio de las iglesias evangélicas de América Latina. Por eso, existe una gran variedad de obras utilizadas por los centros de producción de los Estados Unidos para venta y distribu-ción, y recomendados como lectura o textos de estudio en los institutos bíblicos; literatura que va desde manua-les de teología hasta diversos testimoniales que denotan la dicotomía del bien encarnado en los ideales democrá-ticos de los estadounidenses frente a los «poderes del mal» encarnados en los países de tendencia progresista y de izquierda o de origen árabe.

Fue notorio que parte de la guerra fría se libró en las iglesias cristianas bajo la prédica incesante de emi-sarios anticomunistas. Pero más aún contra la teología de la liberación, sin más explicación que la acusación de ser una teología de orientación comunista; al punto que cuando el Vaticano y el Departamento de Estado crearon el Instituto Religión y Democracia (IRD) para combatir esta teología en América Latina, las iglesias protestantes usaban el mismo lenguaje para instruir a sus feligreses sobre los supuestos peligros de los postulados de la Teo-logía de la Liberación.

Estas iglesias son furibundas anticomunistas y de todo lo que se le parezca. En sus prédicas se mezcla reli-

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gión con ideología imperial; por ejemplo al enseñar que la prosperidad de los Estados Unidos se debe a que es un país de tradición protestante, que sus líderes polí-ticos y la nación toda tiene superioridad en el mundo a causa de su apoyo a Israel; que sus triunfos militares obedecen a una ayuda divina. No se condena a los pre-sidentes genocidas, por el contrario se les admira por el hecho de que son miembros de tal o cual iglesia y asisten con regularidad a la escuela dominical.

La amplia literatura religiosa producida en los Es-tados Unidos y que circula en toda América Latina da cuenta de una visión sesgada en los análisis hermenéu-ticos, con una evidente manipulación, especialmente en la interpretación de la literatura apocalíptica, donde los monstruos son identificados como los países asiáticos (países árabes, Rusia y China), mientras que las figuras benefactoras identifican a los ingleses y estadouniden-ses.115

Para justificar y expandir este tipo de propaganda imperial, existen copiosos recursos y medios de todo tipo al servicio de sus exponentes ultraderechistas;116 y mientras más radicales y conservadores, mejor pagados y publicitados son. El 4 de mayo de 2012, el pastor es-tadounidense, Pat Robertson, que en el año 2005 llamó abiertamente al asesinato del Presidente venezolano Hugo Chávez, explicó que:

«Dios me ha autorizado a crear el canal cristiano CBN para reafirmar su reclamo sobre esta tierra. No me impor-ta lo que los liberales tienen que decir sobre esto, EE.UU. comenzó como una nación cristiana, no se inició como una nación pagana, pertenece a Jesucristo, es suya, es su

115 Al lindsey y C.C Carlson. La agonía del gran planeta tierra, p 106.116 Eric Laurent. El mundo secreto de Bush, p. 101.

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país. Lo que tenemos que hacer en un día como este es reafirmar su derecho sobre esta tierra».117

Dominar y controlar a la humanidad es un proyec-to histórico de la burguesía mundial. El actual proyecto fascista no es menos peligroso que el de Hitler, y según Dieterich, «requiere de una base social de masas y está sien-do logrado por Estados Unidos mediante el fundamentalismo cristiano, el racismo y el suprematismo blanco.»118

Ese macabro proyecto que adelanta la burguesía mundial ha recibido el bautizo ideológico de las gran-des religiones derivadas del cristianismo que, cuan-do se trata de combatir a los gobiernos de izquierda o progresistas, hacen causa común sin inmutarse ante los atropellos de las potencias imperiales contra los pueblos invadidos.

Tanto una como otra, y a la luz de lo que representó la cristiandad de los primeros siglos, no se parece a lo que se llamó iglesia. No es la que practica el mensaje de Jesús. Es una iglesia oficial, jerárquica, gobernante; de palacios y riquezas. La verdadera debe buscarse en otro lugar; en el pueblo, en el campo, en las luchas diarias por sobrevivir; en las luchas de reivindicación por los derechos elementales de los seres humanos. Debe bus-carse en la solidaridad de los pueblos, en los movimien-tos de emancipación, en los pueblos oprimidos por sus connacionales e invadidos por las potencias coloniales; en los que no poseen nada, en los que se presentan ante el mundo como son, sin ocultarse en sus riquezas, sin hipocresía.

Pero la iglesia que hemos estudiado niega a Dios con sus hechos y lo convierte en un ser muy distante

117 Raw Story Pat Robertson: Estados Unidos pertenece a Jesús, en Patria grande, 04/05/12.

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de lo que otrora fueran los postulados cristianos. Nadie puede concebir a un Dios así lejos de los humanos, ven-gativo, alienante, explotador y malévolo. Si aquello es iglesia y esto es Dios, entonces cobra vida uno de los postulados del Anarquismo «Dios no existe. Y si existe hay que matarlo». Hay que eliminarlo para que resucite el Dios de la vida; de las luchas libertarias, del mensa-je amoroso expresado en la sonrisa y el accionar de se-res como el Jesús histórico y más recientemente como el Comandante Hugo Chávez, comprometidos con la paz, con la libertad, con el desarrollo y el bienestar de los pueblos y con la felicidad y la inclusión de los más necesitados del mundo.

Necesario es que con un Dios de características ver-daderamente humanas, reaparezca una iglesia igual-mente humana que sea expresión y rostro del pueblo; de ese pueblo que por muchos años no ha tenido expresión ni rostro. Es necesario que exista una iglesia comprome-tida con la humanidad, de cara a los tiempos que vive el mundo actual con sus cambios y revoluciones; una iglesia de pueblo, que sienta al pueblo, que no se quede aislada de los cambios sociales que experimenta el mun-do; que sea parte de esos cambios y no el obstáculo para ellos.

No olvidemos que uno de los grandes cambios que experimentó la humanidad en siglos pasados, fue prota-gonizado por la iglesia con la reforma protestante, que dio al traste con los paradigmas religiosos conservadores de la cristiandad, y uno de sus postulados fue identificar-se con una iglesia renovada siempre renovándose. ¿Estará la iglesia actual a la altura de este nuevo compromiso o se dejará arrastrar por los oscuros intereses políticos e ideológicos de la ultraderecha mundial? ¿Estará dis-puesta la iglesia a dar castigos ejemplares a los respon-

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sables de la pederastia o terminará culpando a los niños por la aberración de sus verdugos? ¿Se deslindará en Venezuela de los grupos violentos que pretenden volver a la época de las violaciones a los derechos humanos, o seguirá siendo cómplice de los enemigos de la patria, culpando al gobierno de sus propios desmanes a fin de deslegitimarlo?

Ante la disyuntiva que vive la iglesia, cabe pregun-tarse ¿Qué puede esperar la humanidad de sus guías religiosos? La elección de un papa de origen latinoame-ricano, con dotes de carisma y apego social, ¿no será aca-so una maniobra para tapar el desastre dejado por sus antecesores, o acaso una distracción para ejecutar planes que a mediano plazo puedan socavar el vuelco ideoló-gico de los países de América Latina en este momento histórico de cambios y revoluciones?

De igual modo nos podemos preguntar si la iglesia ha cumplido o estará dispuesta a cumplir su misión di-vina o, por el contrario, seguirá ejecutando su vocación y control político al servicio de los intereses imperiales. Si es así, ¿cuándo entenderán nuestros gobernantes de izquierda que la iglesia como institución no es un amigo de confianza y que a las primeras de cambio nos puede llevar a la hoguera, si fuera necesario, para aniquilar el socialismo que tanto sacrificio ha costado a los revolu-cionarios y revolucionarias de nuestro continente? ¿Es acaso compatible el socialismo con la opulencia de los obispos y sus catedrales? ¿O sigue siendo la gente de a pie el verdadero rostro de una iglesia que apenas nace de los procesos revolucionarios, capaces de transformar el mundo y permitir que siga siendo habitable para las futuras generaciones?

Lo que parece ser un título, es entonces un punto que nos debe llevar a una reflexión. Iglesia y poder, ¿mi-sión divina o control político?

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BIBLIO-HEMEROGRAFÍA

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Introducción 7

TRAS LOS PASOS DE JESÚS 1. El mensaje de Jesús 15 2. Jesús frente al imperialismo 25 3. La iglesia de los primeros tiempos y el mensaje cristiano 30

DE LA IGLESIA DOMINADA A LA IGLESIA DOMINADORA 1. Iglesia y poder 43 2. Inquisición y barbarie 50 3. América, conquista política y mental 56 4. Venezuela en la mira de la iglesia 67 5. Iglesia e imperialismo actual 80

BIBLIOHEMEROGRAFÍA 90

Índice

págs.

Este libro Iglesia y poder

se diseñó en la Unidad de Literatura y Diseño de FUNDECEM en octubre de 2015.

En su elaboración se utilizó papel bond, gramaje 20, y la fuente Book Antigua en 11 y 14 puntos.