bengtson, hermann (coord) - griegos y persas - el mundo mediterraneo en la edad antigua xi

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HISTORIA UNIVERSAL

SIGLO XXI

Volumen 5

1.Griegos y persas

El mundo mediterráneo en la Edad Antigua

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Page 2: Bengtson, Hermann (Coord) - Griegos Y Persas - El Mundo Mediterraneo en La Edad Antigua Xi

VOLUMEN COMPILADO POR

Hermann Bengtsatl

Nació en 1909 (Ratzeburg). Doctor por la Universidad de Mu-nich (1935), ejerció la docencia en las Universidades de Heidel.berg, Jena, Würzburg y Tubinga. Son justamen~e apreciados sustrabajos sobre la historia griega y helenística. Su obra Griechis-che Geschichte van den Anfiingen bis in die réimische Kaiserzeit(Historia griega desde los orígenes hasta la época imperial ro.mana) vio la luz en el año 1950, y cuenta actualmente convarias reediciones. El Prof. .Bengtson dirige una colección defuentes históricas titulada ¡f~/S'illaÚvertriige des Altertums (Lostratados entre, los Estado{,g'l;ltt' Antigüedad clásica) que alcanzaya varios volúmenes. $, '.1;'

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l-fistoria lJniversal

Siglo veintiuno

Volumen 5

GRIEGOS Y PERSAS

El mundo mediterráneo en la Edad

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Page 3: Bengtson, Hermann (Coord) - Griegos Y Persas - El Mundo Mediterraneo en La Edad Antigua Xi

Impreso y hecho en España

Pri!/IP<!.."N'~~..i" S~Iii!! .

En coedición con

@ SIGLOXXI EDITORES,S. A.Gabriel Mancera, 65. México - 12, D. F.

@ Primera edición alemana, 1965

FISCHER BÜCHEREI K. G., Frankfurt am Main

Título original: Griechen und Perser. Die Mittelmeerwelt im Altertum -1

DERECHos RESERVADOSCONFORME A lA lEY

Primera edición en castellano, septiembre de 1972@ SIGLOXXI DEESPAÑAEDIl)ORES,S. A.

Emilio Rubín, 7. Mactfid-33

...SIBLlOTEC:.FÁQ.FIL,YHUMt;

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FAC. DE FIL

BIBLIO'J'jSIGNATURA 'i~,

TOPOGijAFICA..-~ .m_-o J¿ "1- "'"m,N DEINV. ~. ..............COTIZADO POR OPioOO.&A.~",NOTA N° .. ."""00 ,..",

EXPED. N°.. ' ,." '1

;;~~A ~~'GRESO..dQ.lp;¡~' !

19 - Erandio . BILBAO

Indice

PROLOGO ... ... ... ... ... ... ... ... .., ... ... ... ... ...

1. El imperio persa y los griegos alrededor del 520 a, C. 2., ....2. La caída de la tiranía ática y las rt;formas de qís./~ tenes,., .",!,",,"24

(J) La sublevación jónica y las guerras médicas hasta labatalla de Maratón ... ... ... ... ... ... .., .., ... 33

4. Los preparativos bélicos y la expedición de Jerjes "'1 42

e)La fundación de la Liga marítima délico.ática Y. elorigen' de la rivalid~d entre Atenas y Esparta'",--:-:-, 62..

6. Pericles y la, democracia á,tica ... ... ... -"" 747. La vida cultural e intelectual en la época de Pericles 99

/::\. .--'(!-tLa guerra del Peloponeso (431-404 a. c.) ... ... "",:,"","-139

9, Los griegos occidentales en el siglo V a, C. ... ,.. ... _177lO, El despotismo de Esparta y la guerra de Corínto--

(404-386 a. C.) ... ... .oo ... ... oo. ... ... .., 183

I 11. La decadencia de la independencia griega y la idea

j' de la paz (386-362.a.C.) ... .

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" ... ... ... ... ',

" ..;---1'95

12. Los griegos occidentales en el siglo IV a. C. ,.. ~ 218

1 13. La cultura griega en el siglo IV a. C. oo. ... ... ",-227

~, @ El ascenso de Macedonia ba~ el rey Filipo 11 (3~- ,j 336 a. C.) oo' oo. .

,

oo oo' ...".., ~.. oo. ... .., oo. .:-255

1 ~ _Alejandro y la conquista de Persia (336-323 a. C.) ..J77¡ 16. Egipto y el Imperio persa ... oo. ... '" ... oo. ... ..oo 305

17. Mesopotamia durante el Imperio persa... oo. .. . oo. 323

18. El judaísmo palestino en el período persa... ... ... 349

19. Siria bajo los persas w ... ... oo. ... ... ... .oo oo 364

20. Arabia...oo..oooo..oo oo.oo.oo, 370

CONCLUSION 'oo .oo oo' 'OO ,.. ..,

NOTAS oo. oo' oo. ... .oo oo. oo. oo' oo. oo. oo. oo.

BmLIOGRAFIA oo. ... ... oo. oo. oo. oo. oo. oo.

INDICE ALFABETICOoo. ... oo. oo. oo. ... .., oo.

INDICE DE FIGURAS '" ... ... .oo ... ... ... .oo

379

oo 382

391

400

413

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Page 4: Bengtson, Hermann (Coord) - Griegos Y Persas - El Mundo Mediterraneo en La Edad Antigua Xi

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tICOLABQRADORES DE ESTE VOLUMEN

Hermanít Bengtson (Universidad de Tubinga)Prólogo, capítulos 1 a 15, 19 Y Conclusión

Edda Bresciani (Universidad de Pisa)Capítulo 16

Werner Caskel (Universidad de Colonia)Capítulo 20

Maurice.Meuleau (CNRS, París)Capítulo 17

Morton Smith (Columbia University, New York)Capítulo 18

TRADUCTORES

Carlos Gerhard

Florentino M. Tamer: cap. 15

DISEÑO DE CUBIERTA

Julio Silva

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Prólogo

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Toda exposición de la historia de los persas y de los grie-gos, desde Darío 1 hasta Alejandro, se enfrenta a una gravedificultad, ocasionada por las condiciones de las fuentes; parala historia del imperio persa sólo poseemos una documentaciónabsolutamente insuficiente: un par de inscripciones persas an-tiguas y los datos de la tradición griega. Esta circunstancia hade tenerla presente todo aquél que emprende la tarea de ponerde manifiesto la importancia universal, en la historia, del im.perio persa. La situación e~ totalmente distinta por lo que serefiere a la historia de los griegos. Numerosos documentosliterarios y epigráficos permiten seguir en sus rasgos esencialesla vida política y cultural de e3te pueblo, el más dotado detodos los de la antigüedad. Por supuesto, también aquí se damás de una laguna, siendo ante todo la llamada Pentecon-tecia, el período de unos 50 años entre 479 y 431 a. C., unaépoca pobre en documentación; ni siquiera el ingenio aplicadoen estos últimos años por b investigación ha logrado cambiarnada en este hecho. No obstante, gracias a la historiografíagriega, a cuya cabeza figuran Heródoto y Tucídides, las grandesfiguras de la historia helénica vuelven a revivir siempre.

Por una diversidad de razones he renunciado a los paraleloshistóricos, en particular con relación a nuestra época. Para ellector advertido, éstos surgirán espontáneamente.

Para la exposición de la historia y la cultura de algunasáreas importantes se han agregado a este volumen algunos ca-pítulos redactados por especialistas. Redondean la visión deconjunto en forma apropiada y no cabe duda que encontraránel agradecimiento de numerosos lectores.

Hermann Bengtson

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Page 5: Bengtson, Hermann (Coord) - Griegos Y Persas - El Mundo Mediterraneo en La Edad Antigua Xi

r¡;1. El imperio persa y los griegos alrededor

del 520 a. C.

La historia del .!!tundo anti~ está cada vez más domina-da, --aesaeliI fw:idación del iffiperiOde los aqueméniaas porCiro el Viejo (550 a. G.),-pOrlapOtencia orientaI~alfracaso de -]erjei; en SaIamina (480)~ la presióti persasobreGrecia persiste,~olamen~az de Calias (449/8) conducea un equilibrio estable, aunque sólo por escasos deceñíos.éon la intervención de Persia como aliado de Esparta ei1lagUeITad~]QRQ¡:J.es.Q (412) empieza un nuevo perIodo"dela -hegemonía persa que-cclmína en la paz del Rey, tan des-favorable para los griegos, del año 386. Unicamente con el as-c~nso de Macedonia bajo el rey Fili~ Ir (359-336)~ formade este lado de~ mar Egeo _un c~trapeso frente :JUII1~riopersa. -

La campaña de Alejandro, hijo y heredero de Filipo, con-sigue descalabrar finalmente, en pocos años, el 1mperio de losaqüeiñénidas; después de la calélaCIeITarío lB CodOnlaIlO,Ale.jañctrOOCilpa su lugar y nace- la idea de -una-1iisión cielospueblosirañío ymacedonio,pero .su-realIZación se 'VertUstra.da por la muerte. tempr;n-;Cie Alejandro (323). En las luch~deIOs diád§Cos, sus .sucesores, hiurifa el macedonismo cons~r-vador, .pero el peso del carácter origina! del püebló -iranio -semantiene, con todo-, y revive, inclusiVe, en: el siglo nf a.C.,en la luCha coI!.los seléucic[ls; las tradiciones der imperio-aelos aqueménidas son reanimadas por el imperIO parTo dé 19sarsácidas, reino que desde su fundación (247 a. G.?) fue \!1ladversario en ningún modo despreciable ae los -seléucidas, pri.mero, y luego también del imperio romano (batalla de Carras,53 a. C.Y:-~e agudiza mucho-el ~ntagonismo eñtt~ JÜs püebiosromanoe itañiO<Iesde la fundacíón del 1íñperio de-los sasá-nidas (226([ C.). A partir-de este momento, la historia defines de Iaantigüedad es un enfrentamiento cara a cara delimperio romano y el neopersa, ,hasta sucumbir el do!!lini.2._delos sasánidas bajo la expansión de los árabes (batalla de Neha-vend, 642 d. C.).GPor supuesto, esta evolución de las reladoñesiranio-occidentales, de más de mil años, no se concibe sin una

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profusión de estímulos recíprocos de carácter intelectual ~rtí~ti-co. Es bien sabido que los griegos aportaron a la construccióndeí imperio aqueménidILuna contribución sobresaliente: médi-cos, eruditos y~s actu-;iron eñ la corte persa, yla par-ticipación delOs I!!ercenanos -grkgo; en el ~jérc~ p"e!sañO e3menos destacada. Los arsácida~ todavía, seguían dál1dose ple-na cuenta de la imi'ortancia de la culturagríCga baj;;- vesti-menta helenÍshca. SIn embargo, entre eCfi!iperiode Jos aque-ménidas y el de los arsácidas se sitúa el imperio de Alejandro

y-a-e sus sucesores, e 1m rJO e os S ,. i!J!) os - esf~ <:!l:lturap1~~_se. __tendió ..E!..°fundamentuor e! Irán- y pqrla India. Sin Alejandro no habría cultura grie~a universalalguna, y siñclhelénismono habría habido Imperium Romanllm.Para la éIViIíiaCiO'ñ<rela época ro~ de los empericlóre5;-elelemento nelemstlco - reviste import¡mcia capital, no menos quepara--er-tríuñrO óclcristi¡mismo, cuyas comuñidades se encuen-tran a fines de la antigüedad esparcidas por elVa;to espacioc~mpre~dido entre-1!lan~y )aSndiá. -

Hay que plantear, al menos, la pregunta acerc."\de si estáo no justificado, y si lo está hasta qué punto, considerar lahistoria de la antigüedad como una disputa de la cultura greco.romana con la irania. Ernst Kornemann ha- contestado afirma-tivamente, pero, por impresionante que sea el edificio que élha erigido, subsisten dudas. Y estas dudas no se basan única.mente en la notoria inactividad del imperio persa en momentosdecisivos de la historia antigua, sino que surgen sobre todo sise compara la cultura griega de los siglos V y IV a. C. con lavida intelectual de dicho imperio. Pese a todo el respeto quese tenga por las realizaciones de los persas, no se encuentranada en materia de construcciones monumentales, en todoaquel vasto territorio, que en su contenido artístico puedacompararse ni remotamente con las construcciones de la épocade PericIes. Y mucho menos puede Persia oponer algo equi-valente al libre imperio del espíritu griego en materia de filo-sofía, drama e historiografía. Yeso que durante muchos siglosestuvieron las puertas abiertas, tanto en un lado como enotro, de paren par. Es significativo que fuera Heródoto quiennos proporcionara una descripción del imperio persa que noha sido superada hasta la fecha; las inscripciones persas anti-guas, por importantes que sean sus datos, forman parte de laserie de antiguos decretos de los soberanos orientales, creadospara la glorificación del Gran R¡>y.Mientras en Grecia el in.dividuo se desarrolla en el terreno de la política y de la vidaintelectual según su afición y sus facultades, del imperio de

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los aqueménidas, en cambio, s610 conocemos, aparte de losnombres de los Grandes Reyes, a unos pocos de sus colabora-dores y amigos más íntimos, y aun éstos, en su mayor parte,a través de la tradición griega. Pese a que el imperio persaconstituy6~tir de Dario I (.522-~61 uga,.S2,.nCen"tradÓñdepoáer político como apenas la hub() nunca antes ~n el mtlllgoantiguo, no se puede dejar de percibir que la pequeña Greciaposeyó por 10 que se refiere a la vida de la cUltura una Íñ1-porÚiñci"arncomparablementemayor.-:La fisoñomia CYltJ!.rafdelos siglos V .L IV ~-:"'"1::;. ~ fu~ imprimiqa exclusival!lem~..p2.rGrecia. Elestos siglos se crearon los~fu'íidánierítos de la civi-líZaCiÓhoccidental no sin iñfluenciasextragriegas, d~d;; h;-;;go,pero esencialmente gracias-a l;;-;:ealizadolles-de los propiosgriegos. El imperio de los persas, que- en el terreno polítJi"Cono podía ignorarse, resultaba en buena medida para los grie-gos algo ajeno, pese a los contactos tanto pacíficos como bélicos,y a través de las guerras médicas la comprensión de aquéllospor sus vecinos más bien menguó que creció. Si no dispusiéra-mos de la obra de Heródoto, nos estaría cerrado el accesono sólo al fondo político, sino también al fondo cultural dela gran contienda greco-persa. Además, faltaba entre los grie-gos, con contadas excepciones, una comprensión real de lapeculiaridad del pueblo persa y del imperio de los aquemé.nidas. Nunca se produjo en ellos un verdadero esfuerzo paraestudiar las fuerzas morales de Persia, que mantenían al impe-rio y a sus pueblos unidos. Los ..persas (o los «medos», comolos llamaban en general los griegos) eran y siguieron siendobárbaros; en la posición del Gran Rey con respecto a sus súb-ditos veían los griegos el' despotismo más desolador, y en lafidelidad de las masas persas para con la casa hereditariamentereinante veían obediencia ciega, negándose a percibir en elloun sentido más profundo. Pese a los numerosos contactos enel comercio, en la economía y también en la vida intelectual,los griegos y los persas vivieron unos al' lado de otros sincontacto interior alguno, y ello por espacio de dos siglos en-teros. A este hecho se debe, en última instancia, el quesepamos de los persas tan lamentablemente poco. Y dado queeste estado de cosas no cambiará esencialmente en el futuro,hemos de ,resignarnos a no poder haoer justicia a Persia enforma parecida a como la hacemos a los griegos, que nos handejado una gran abundancia de testimonios históricos.

(La !Uina del imperio_asiriQ..jtji~s dd siglsL.YJI a._C. mar-ca el fin de una época de la historia de Asia Menor. Todoslos pueblos del Próximo Orieñt~_-desaé-=-b-rmeriIáy- Anatolia

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oriental hasta Egipto, habían vivido por espacio de siglos bajo~l terror de l()s. asltlos; su ejército era terudo- Por inveocible,y-no había muralla que fuera capaz de resistir a sus máquinasde asedio. Hacia ~ines del siglo VII se mostraron las primerasgrietas en el edificio de imperio, hasta entonces tan orgulloso,y al ~ ~n _ruinas el añ°i.l~ su5~J2i~, Nínive,- estabap.j!llílos ejércitos de los neobabilonios (los caldeas) y de los medo,s,que en es'Pa Ocas16n ""p'aitícip_a.rQ!Ieñ Tá -h1stor~a 'llniv~r:s...al"p'Qrv!!..p'nmer_a. El soberano medo Ciaxares fúe quien puso fin, elaño 610, en la bataHa de Kharran (Mesopotamia septentrio-nal) al último y efímero reino de los asirios, al reino deAshshuruballt. A partir de-este momento la par.!.~ norte deMesopotamia perteneció a los medos y constituyó una posesiónriñW"1ñ1pOrtante,ya' que"'les áseguiaba~ al "(¡esceñcfer-áe-!as al-tUras de lbs Zagros, el enlate con las antiquísimas cit1.<!i!ck~dela alta cultura, me.§2J2.ÓtámIca.El avans;e médico a través deArmenra--had;!- Capadocia puso a los iranlos en conflicto-conlos liaios; se llegó junto- al río HaiYs,- enla AnatoÜa oriental,a un choque bélico, y luego a un tratado que fijaba el _ríocomo frontera entre Lidia y Media (585). A partir de dichoaño Asia Menor queda bajo el s~.J:1~ .3latro ~ndes po-tencIas: MedIa, Neobabilonia,-Lidia y Egii?.to.El mayor de estosi~pet1os ~s }nc!uE~ble.!llente'el }l!édiCo, y es el prilnero .qué .fue creado por los iranios.

:gl SU~ii.Qr-de Ci~, Ishtuwegu; a quien Heródoto llama~stiage1L~e~e una persop.aJidad débil; su prolongado reina.do (585-550) muestra pocos rasgos heroicos, En calidad dept.ú.1f.ipevasallo del rev de los medos gobernaba en Anshan,una regIón de Persia, Cambises, de la casa de lo~ a<J;J1/'mpni.das. Sostenía con el medo Astfages las mejores relaciones y era;0 suyo. Del :matrimonio ,),- C'.ambisesy de la princesa medaMandane ni\ció Ciro, quien tomo en - , en Pasargada, ~-ces''- Ira es e so erano que -.por prImeravezllevó..e 'pue o persa .a.I Irente de la famili!.Ae pueblos irania.Con el levantamiento de Ciro contra el dominio' de 'IOSiñeaús,e~ ~l..¿ño 550 em~el~o_.deLpuebl~"~.r$a bajo eldominio de los aqueménidas. Pero la eliminación de la hege-monía del rey medo no significaba la subyugación de su pueblo,porque los linajes nobles de los medos participaban plenamentetanto en los exitos como en los honores del nuevo soberano.Nada tiene de casual que se nombre en la tradición griegajuntos a persas y a medos y que la expresión «medo» signifi.que lo mismo que «persa». ~a expansién subs~ient:.e.. represen-ta el engr~nd~mi~n!.o de..la dOble.nación paja l~ fi~ 2!ITc- B

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,.ción de Ciro. Este rey ha pasado también a la tradición griegacomo1ñOdelo resplandeciente del soberano persa. Casi dossiglos más tarde, describió el ateniense Jenofonte la figura deCiro e! Joven con bellos colores en la Ciropedia, especie anti-gua de «espejo de príncipes» muy leída e imitada tanto en laantigüedad como más tarde.

Al igual que el medo Ciaxares, también Cita se volvió pri-mero contra los lidios, pero esta vez con 6dtQ decisivo: dciill11ésde una vIctorIa en Pteria, 19Lpersas persIguIeron al ejército lidiomandado por Creso hasta el Asia Menor occidental; en e!«Ca~ de Clro» volvieron las armas persas a revelarse~-riores, y despues del SJtlO de Saldes que, al parecer, solo duróqurnce días, cay§ en manos de los persas la capital del im-per~o lidio y, juntament~ con ella, la ciudadela, tenida porinexpugnable, siendo hecho prisionero Creso,- el rey de los~ (547).

~ caída de~GresQ, li~ ~- Grecia por muchos vínculos,caracteriza también una nueva iJ?oc:a en las reladones entre~<J..uc§.ll~yPer~a. El ;fto 547 empieza-;;l~t;dfrecto éñii:elos he!enos y los persas, que ya no había de interrumpltse.má~ en lal1istoria de1os dos pueblos. Las comunidades grie-gas de la costa occidental de Asia Menor habían sido vasa-Has de! rey lidio- y habían encontrado eiCiominio de los lidiaspoco opresivo, mayormente por cuanto éstos se habían abiertocon afán a la cultura griega. La casa lidi~ reinante se habíapercafado siempre de la gran importancia de las ciudades grie-gas y, por su parte, los griegos habían tomado de los lidiase! dinero amonedado, cuya introducción dio a la economía de!ámbito Mediterráneo una nueva base. Giro no ignoraba laexistencia de los griegos y su importancia en Asia Menor y,antes de la expedición militar decisiva, les había ofrecidonegociaciones, pero solamente Mileto había sido lo bastanteprevisora como para ponerse abiertamente de su lado. Mien-tras que, des' de la caída de Sal - todos los emás 'e-os de As OLfueIQ!L.§ometidos al gobierno directo de

los . sátrapa s persas, Mileto, en cambio, obtuvo UqJ¡¡Jl(]0Q pfj;¡¡ade amistad y alianza: fue éste el primero en la larga serie delos tratados greco-persas. Por lo demás, una parte de las ciu-dades griegas hubo de ser s.ometida por Harpagos, general deCiro, porque se negaron a abrir sus puertas a los persas. Envano habían tratado los espartanos de intervenir por mediode una embajada. Ciro no hizo ningún caso de su demandade que no atacara a los jonios. Y .9lando la sublevación de!

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didas: ase aran el país entero por medio de guarnicionesy colonias milit~s, y e as ciuda es tle as con la on,. e!gobierno a helenos partidarios de los persas,' apoyados por e!poder extranjero. bn todo caso, los jonios no t!!J:d~ronenp~r-catarse de que .e! dominioRCrsa, .~Qn. sus sátrapas_~ guarni-ciones, .era mucho más opresivo y desagradable que e! de losreyes lidi~ quiel1essiempre habían tenido una consideraciónespecial con las ciudades griegas de su reino. Las concepcio-nes griega y persa <lel estado eran como el fuego y el-agua:irreconciliables.

Después de la conquista del reino de Lidia, Persia se ha-bía convertido en gran porencia, y ~e convirtió pn nntpnriamundial cuando Cita hubo. sometic!o ,,1 mi"nt" ir""in lustalas fronteras de Ja~lndia,..x finalmente también el reino caldeode Neobabilonia.El sur de Mesopotamia, rico en ciudades,hübo de ejercer sobre los persas, con la antiquísima culturade sus templos, una atracción irresistible, semejante a la quemás adelante había de ejercer la Mesopotamia posterior, bajolos seléucidas, sobre los arsácidas. Babilonia, pese a que se

.encontrara bajo su rey Nabónido en plena decadencia política,seguía siendo el centro de! comercio y de la economía enAsia Menor y mantenía relaciones comerdales con todos lospaíses de aquel ámbito, incluida Jonia. Pero el ejército deBabilonia ya no estaba a la altura necesaria y e! rey Nabó-nido no se había mostrado acertado en su actitud frente alpoderoso sacerdocio de! dios Marduk. Así, pues, al rey persala empresa le resultaba fácil. La lucha por Babilonia terminódespués de pocos meses con la entrad bernador ersade la reglOn e utea, obrías (en babilonio, Gubaru), alque' ilieciséis CIlas después,' el 29 de octubre del 539, siguióCiro. Desde Babilonia desplegó el vencedor una propagandamasiva, en la que no dejaba de ,aludir a sus buenas relacionescon los dioses del país, Bel-Marduk y Nabu. T¡QSsnheranosde Siria se apresuraron a rendir homenaje al nuevo sefur.P~ ti"mpo <1espués,el imperio ,persa había llegado por Siriay Fenicia al mar, y las flotas de las ciudades marítimas feni-a:a5estaban a disposición de Ciro. La tolerancia religiosa delaquemémda se hizo notoria después que, desde Ecbatana,hubodecretado la reconstruccÍóndel templo de Terus.3lén,_actc;l-quele ha granjeado la eterna gratitud del pueblo judío (538).

~l impprin n"nh"hllóniro con sus países a~yacen!:es.~e fu.siQ!l.l$en unión personal con la <;<¿ronade Persia, . y ~eéi1. adelante' nn sólo rey de los medos y 1m twr<as, si~-biéIL4\O Babilu " Fbit'-lIari. esto es, «rey de Babilonia y de

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la tierra de más allá del río (el Eufrates) ». El fundador del

imperio persa halló su fin en lucha con los 'saka de las ~orraspuntiagudas', los masagetas, quienes partiendo de ia pgiÓn~Ia entre el'Mar ~aspio v el Mar de Aral sjempre volvíana atacar el descubierto flanco nnrtcdel reino' (530}.

~~ al gran conquistador su hijo Cambises (530-522).

Vengó primero la muerte de su padre..en los masagetas y J>.ill:prendIó luego, el año 525, la conquista de Egipto, última delas grandes civilizaciones imperiales del Oriente. Uno! vez másvolvemos a encontrar al Gran Rey en alianza con los griegos. Sedice que Polícrates, tirano de Samos, concertó" con él unaalianza' y' puso una parte de su flota a su disposición para lacampaña contra Egipto. Los egipcios no estaban en condicio-

nes de ofrecer una resistencia seria; el último faraón indígena,Psamético nI, quedó primero como prínciDe v~eroluego fue muerto, a continuación de una sublevación. Un in..tento de-tambÍses de someter a .los griegos de la Cirenaicatuvo tan poco éxito como una expedición contra Nubia. Enla tradición antigua está dibujada la imagen 'de C~ses concolores sombríos; pasa no sólo por sel'el autor de la mllerte

de su hermano menor, Bardiya o Smer{~,is, sino también porun tirano sanguinario e il1tolerante con respecto a los diosesde fa tierra del Nilo. Sea de esto lo que fuere, es lo cierto

que~ ~0~~resar Cambis~s ,a Siria.

ante las nuevas del levan-

tamIento del falso BariliYa (Ga~~q1a), después de tres añosde permanencia en Egipto, le alcanzó la muerte, una muerte,por lo demás, natural, y no por suicidio, como se había ad-mitido anteriormente. '

La sublevación de Gaumata (del .falso Bardiya') ..easumido el ran imperio persa en el caos. Aquél, .cl..-Mago,ha ' o a o o, an e to o, e~oderosa dsta sacer-do~, que por Su mediación est>eraba adueñarse del po.<kr.Vnl!.. serie de mec1irb. c1e c~~&rtM popular, entre. ..ellas "na Sll-presión de impuestos por tres años, le grankó el favor de lasm~s, .en tanto que la influencia de la nobleza se veía redu-cida en todos 'los aspectos. Apenas puede sobrevalorarse laimportancia de estos acontecimientos por lo que se refiere ala estructura interior de Persia, pues significaban indudable-mente un alejamiento decisivo de las tradiciones militares cul-tivadas desde Ciro.

El le'lZantamipnto "¡p Gaumata .lliLlardó en .1'rOvocar unareacc;Lép: DMi.g,. hijo de qistasnes, sátrapa de Partia, que des-cendía de una línea secundaria de los aqueménidas, se-aliócon_.~.i.tinguidos; el objetivo de los conjurados,

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la eliminación de Gaumata, quien al parecer 561°- rlEinó entotal dos meses, se logró en unas pocas semanas: el Mago fuemuerto de una puñalada por Darío en un castillo cerca deEcbatana. A la coronación-4~ar.ío ..en Pasargada y ILsus nup-cias-con Atosa, hija de Ciro, sig:.liero.!.LJ~...LQii!~S; enefecto, el remo se vio sacudido por violentos levanta,mienwsque tenían su orIgen en Elam y Babilonia, pero que no tar.daron en extenderse a las regiones iranias centrales. E~fue Eraw'artish (Fraortes), miembro de la familia deyócic!á,quien, CoI!.el nombre de Khathrita, C:!!!PJenc1ióel iotpoto ...de.restablecer el imperio de los mecios; los territorios de Partíae Hircania se le adhirieron y, también Armenia ahaoc1nnn a~. En la gran inscripción !J1onumental_de la pared rocosade'-Behistun, Daría ha proporcionado un informe detallado-desus luchas y victorias contra los rebeldes; se trataba de unamultiplicidad de adversarios poderosos quienes, en parte, con-taban con_el aRoyo de la población de sus respectivas regio-n~s. Hoy todavía nos resulta un milagro q-le en el breve piazode- un solo año (y algunas semanas), y no hay razón algunapara dudar de este testimonio expreso suyo, se.ohiciera dueñode la situación. A JLnes del año 521, después de la derrotade Arakha en Babilo!1ia, el último de los sublevados (Daríalos llama «los' reyes mentirosos»),. las luchas estaban termi.nadas y el gran imperio persa únido yacía a los pies del ven.cedor.

Se ha escrito mucho acerca de la organización interiorque Daría dio al reino; Desde que Eduard Meyer describióel imperio persa de los aqueménidas como llil país de elevadacivilización, la investigación ha ido llegando a una valoracióncada vez más positiva de las realizaciones de los primeros go-bernadores de esta familia. Y estos logros se presentan comomayores todavía si se tienen en cuenta las grandes distanciasde aquel vasto imperio, que habían de oponer a una admi.nistración ordenada los mayores obstáculos.

La organización del imperio por Daría hubo de e rientr os anos . tie, In u ablemente,el resulti!9ode un vasto proyecto preparado por el propIo Gran Rey Daríoy que éste, con el auxilio de s1:."scolaboradores y hombres deconfianza, llevó a cabo punto por punto. Considerada en suconjunto, la organización del imperio se presenta como un como

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cipal les está confiado en el imperio a los persas, gue 59!!qúi~es proporcionan 103 sátrapas y .{Qscomandantes del ejér-cito .J!I1~lal, en tanto que los demás pueblos, con excepción

¡ de los medos. han de contentarse. en conjunto, con funciones.~ secundari~. 10 que podemos extraer de las antig-Jas inscrip-

ciones persas y, ante todo, de las inscripcion-es reales de Be.hist~, N~qsh-i~_Rustam,.Persépolis y.Susa, y lo .quc:, por otraparte, encontramos en las fuentes griegas, principalmente enHeródoto (111 89 ss.), es. lo siguiente: D~río procedió po..r

~~o visto a una nueva división interior del IÚgantesco imperio~, concretamente, de tal manera que se dividió el enorme con.

junto de tierras en satratJías (en las inscripciones se las

llama «países»). Alf;pntpo dI! GSOOS '~país~s» "po nw;ieron go-bernadores que lleva an el nombre oficial de sátral'as. Sátrapa(en antiguo iranio xshathrapavan) siEj1ificamás o menos 'pro-tector de dominio'. Es posible que el título provenga de laesfera del imperio medo. Por lo demás, sjtrapas había habidoya en tiempos de Ciro: eran éstos los grandes señores feudales,ue mandaban robablemente territorios inmensas.. D..arío pro-

c a _una reorganización del reino conforme a la cual ~antl as satr' uedaron reducidas" .en iee ~a a jurídica. o2s as sattapías estaban obligadas afpagar trIbutos al Gran Rey, ya que sin tributos no se .podía

reinar en OrIente, y en esto no hizo ~arío más que proseguirun principio que an~~te habían' aJ:>licadolos asirios.~ ---

Al considerar ahora la lista de las satrapías, hay que tenerpresente que ya en tiempos del propio Darío tuvieron lugardeterminados cambios, q;.¡e, por supuesto, resultan muy difí-ciles de conocer en su detalle. Según la inscripción de Behis-tun, que es la más temprana de las grandes inscripciones rea-les, había las siguientes satrapías: 1) Persis, 2) Huza (Elam),3) Babairu (Babilonia), 4) Athura (Asiria),. 5) Arabaya (laJeziré del norte de Arabia), 6) Mudraya (Egipto), 7) la Sa-trapía del borde del mar (Asia Menor meridional), 8) Sardes,9) Yauna (Jonia), 10) Mada (Meáia), 11) Armina (Arme-nia) , 12) Capadocia, 13) Partia, 14) Zranka (Drangiana),15) Haraiwa (Aria), 16) Huwarazmiya (Corasmia), 17) Bac-tria, 18) Sogdiana, 19) Gandhara, 20) Saka (el país de losescitas), 21) Tatagus (Sattagidia), 22) Harahuwati (Aracosia)y 23) Maka (de localización dudosa). A estas provincias delos primeros tiempos de Darío se añadieron más adelante al-gunas otras, en particular Putiya (Libia), Kusiya (Nubia) y,desp'lés de la campaña de Darío contra los escitas, tambiénSkudra (Tracia). De los tributos nos limitaremos a mencionar

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Fig. 1. El imperio persa

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aquí los de las riquísimas satrapías de Babilonia y Egipto.Babilonia, que según Heródoto era el país más productivo delimperio entero, había de pagar un tributo total igual a 1.000talentos de plata. En el detalle constaban los tributos de metaln~le en f~a- d<:..recipientes, los de vesti,4os fi!!Q§..y los decebús,-que abundaban en el país y estaban destinados al abas-tecimiento de la corte del Gran Rey y del ejército. El tributototal de Egipto lo estima Heródoto en 700 talentos de plata,habiendo de suministrar el país del Nilo, ante todo, ~ganado. Si la pesca del lago Meris estaba o no comprendidaes materia controvertida. También ésta proporcionaba al GranRey ingresos considerables. Por lo demás, namerosas satrapíashabían de proporcionar caballos.. que revestían gran importan-cia de cara al ejército imperial.

Los tributos confluían en tesoros c tr.aks.. f'n l~~ 1'"~¡iI,,n-~as- teates.~ ~erio sólo se podía administrar mediante unabu!oc!acia ~a en todo ~ ~I! el meno.t.detalle v conaEx!li~-de .'!1J.idio}Jl~~~o. Al frente de la administración§guraba el hazarapatish, en griego qUlliarca, quien, en calidadde jefe de fa guard!a del Gran Rey, había ascendido a [email protected] l1DperIO.t:ste alto ciig~rio, el .primero después "del,rey', ea propiamente, al lado del soberano, el regente del~io. De los tesoros nos proporcionan una impresión inte-resante las excavaciones americanas realizadas en Persépolis.

Aquí se ha encontrado la casa-tesoro (ganzaka) y, con ellauna gran abundancia (varios millares) de tablas de areiUa enidioma elamita, con liquidaciones de cuentas de entregas desuministro, que nos dan una visión dIrecta de la actividad dela administración local. Por lo demás, el empleo del idiomaelamita en Persépolis constituye un caso particular, que seexplica por la situación de Elam y de su antiquísima culturaen el golfo Pérsico. El idioma de la cancillería real, en ~e-ner~, el idioma de a a mmIstracIon e remo era arameo,c'!!!.cretamente, en su foEua. part1CUl~_~e~<arameo imperIal».Documentos en este idioma se er..;:uentran aún en los rmcoñesmás apartados del imperio de los aqueménidas, en Elefantina(Alto Egipto), lo mismo que en Sardes y en la India; tám-bién 10 conocemos por la' Biblia, donde aparece en algunoscapítulos del Libro de Esdras. Si bien había de ser utilizadoexclusivamente por escribas de quienes no era la lengua ma-terna, esto resultaba compensado, con todo, por el hecho deque ahora poseía todo el imperio un idioma unitario. Por otraparte, las letras tomadas de la escritura fenicia eran muchomás fáciles de aplicar a un material flexible, como el cuero

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y el papIro, que la escritura cuneiforme que, en el fondo,era y siguió siendo una escritura monumental. Si Darío intro-dujo o no en sus inscripciones monumentales una nueva escri-tllra cuneiforme, es materia cuestionable, pero es lo cierto,en todo caso, que se guardó, por buenas razones, de utilizarlatambién para su empleo en la cancillería. Incluso la mejoradministración posee escaso valor si no logra llevar sus dispo-siciones en el tiempo más breve posible a conocimiento delos subordinados. Pa¡a la _tran~m¡~iAndo J;lQ.;{'ja~había en elreino de los aqueméni<l~"sun s¡~t"m" .-'le'rnr1"'O Qmanizado demodo excelente, derivado probablemente de antecedentes simi-lares asIr1os. 'li. través de Asia Menor se extendía una seriede carreteras, por medio de las cuales estaban unidas sobretodo las residencias del Gran Rey (Susa, Persépolis, Ecbatana)con las demás partes del imperio. La más conocida es la llamadaCagetera del Rey, que Heródoto ha descrito. Por ella se vade Sardes, en Lidia, a través de Capadocia, al Eufrates su-perior y, de éste, al Tigris. Superando las pasos de los Zagros(el trazado exacto no se conoce) llegaba la Carretera delRey a la residencia de Susa. Mediante un cambio frecuente decaballos y mensajeros, podían recorrerse en un tiempo muybreve grandes distancias, del orden de hasta 300 kms. en undí;; de modO-que ~ mensaje no tardaba más de siete díasen llegar de Susa a Sardes. El sistema postal de los aquemé-rudas 10 tomaron más adelante Alejandro y los diádocos comomodelo, y también el cursus publicus de los romanos deriva,indirectamente, de los persas.

Sin duda, la administración persa del imperio presentatambién sus lados negros. En todas las satrapías tenía el GranRey su gente de confianza, a quienes el lenguaje popular de-signaba como los «ojos» y los «oídos» del c;1'an.Rey y querecuerdan remotamente a los missi dominici de Carlomagno.Estos individuos habían de informar a su soberano de todolo notable que observaran. Dado que estaban dire~tebajo las órdenes del Gran Rey, solían estar en relaciones ten-sas ~os-Sátrapas y las-áütoridades locales. Y, en términosgenerales, este Sistema, típicamente oriental, no era sino de-masiado apto para favorecer la delación y socavar la moraly el celo de los demás funcionarios.

Desde el punto de vista económico, las regiones del im-perio de los aquemémdas se situaban a niveles diversos dede§Jl.t.t!illo.Mientras en A.;~ Mpnnr y pn R~bOOnia,y en-11a!tetambién en EgiPto, exis.tía la economía Jld-dinerCL.a.rnfiado,otrqs- paí~es del imp.edo permanecían. todavía.. en gan parte

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al nivel de la pura .E.<:2J1QL!)~na111~'Constituye un méritoindiSClillblede párío, que poseía para los asuntos de la eco-nomía dotes excepcionales, haber producido cierto cambio eneste aspecto mediante la introducci6n q!LJID1lJIloneda impe-rial.. Se trata de una moneaa de oro, el darieo (dareikós);esta moneda contenía 8,42 gra~ oro ~ía el mismopeso del estatera de Focea, moneda comercial griega de uso muycomún. Por otra parte, su peso representaba la sexagésimaparte de la mina babilónica. El darico, en el que el GranRey estaba representado como arquero arrodillado (ésta esla razón de que en el lenguaje popular se designara esta mo-neda como toxotes (arquero), estaba, pues, en relación, porsu peso, con los dos sistemas económicos más importantesdel imperio; no cabe suponer que esto fuera pur:) azar. Allado de la moneda de oro había otra de plata, de 14,9 gra-mos, que en babilonio se llamaba shiklu y, en griego, siglos

(sido). Sin embargo, Darío, al i~ue sus sucesores, _sEquedó en esta reforma a medio camino. OlQue es. el caso quelos reyes persas atesoraron eñ'"grariparte el metal precioso;lo gyardaban $!1JQ.s- dc;p6~ftos-de... la~}e~g¡.ci;!!t r~l~s, sinel!ll~n2r _¡>rovech~para nadie. Es probable que se relacionencon esta política miope del atesoramiento algunas de las di-ficultades económicas que sufrió el imperio persa. Para pagara sus mercenarios extranjeros, y entre éstos en particular alos griegos, los reyes persas poseyeron siempre, y precisamentetambién en el siglo IV, dinero suficiente. El paralelo con Bi-zancio, cuya capacidad financiera influyó en no pocas ocasio-nes sobre el curso de la historia, se impone aquí espontánea-mente.

La suntuosidad y el poderí0 del imperio mundial persaencuentran su expresión más visible en las construcciones delos aqueménidas. Los primeros soberanos, ante todo Ciro 1,habían residido .:n Pasargada. Allí existe todavía actualmentela tumba de Ciro el VieJO: que Alejandro Magno mandó res-taurar. Forman :.m fuerte contraste con la muy sencilla formade vida de Ciro el Viejo las- construcciones suntu.Q.§M.erigidaspor Darío y Jerjes en Persépolis, que en realidad se llamaba«Pers-;i». 51 se cont~mplaallí la vasta extensión de ruinas, sepercibe todavía, debajo de éstas, la mano ordenadora del ar-quitecto. Persé~lis, como la llamaban los griegos, no es pro-piamente una ciudad residenciai, sino más bien un palacioimperial. En '"ell:l se encuentra, so~ el fondo grandioso dela montaña del. Kuh-i-Rahmat, un complejo entero de impo-nen~~cios, 'constru1dos en conjunto armónico: la apadana

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(sala de audiencias) de Darío, su palacio, el palacio de Terjes,la sala del Consejo, la sala de las Cien Columnas, el harén,que sirve hoy de sede de la expedición y el tesoro. Todaslas construociones estaban adornadas con magníficosre1ieves;las figuras que en éstos aparecen, desde. el Gran Rey hastael último soldado y los portadores de tributo, r;:stánrepresen-tados con la mayor precisión y sus ropas y sus armas estánreproducidas tan exactamente que sin la menor dificultad po-demos identificar la procedencia étnica de la mayoría de laspersonas que allí figuran. Es particularmente célebre el relievede la Sala de las Cien Columnas: se acerca al Gran Rey,sentado en un trono elevado, un dignatario que se tapa laboca con la mano. Aún hoy sigUe considerándose cortés enOriente no molestar a un superior con el aliento de uno. Conla prosquínesis (postración), en cambio, este relieve recueroda modelos asirios; pero las construcciones se llevan a cabocon el concurso de numerosos pueblos del imperio. Así, porejemplo, aparecen en la inscripción de Darío acerca de laconstrucción del palacio imperial de Susa no sólo los babilo-nios y los egipcios, sino también los jonios y los carios deAsia Menor. Al pie del relieve real de Darío en Persépolisse han tr:lnsmitido a la posteridad, en dibujos rayados, lascabezas de dos artistas griegos. Detrás de las grandiosas cons-trucciones de Persépolis, no lejos de dicho palacio imperial,las tumbas reales en la pared rocosa de Naqsh-i-Rustam y elgran relieve rupestre de Behistun, junto a la «Puerta de Asia»,no ceden en nada en cuanto a monumentalidad a aquéllas. Elrelieve, compuesto de acuerdo con modelos orientales antiguos,muestra a Darío como vencedor del falso Bardiya y de los«reyes mentirosos». Flota en la parte superior de la escenaAhuramazda, que alarga al Gran Rey el anillo, símbolo delpoder soberano. El explorador alemán Carsten Niebuhr fueuno de los primeros Gue trató de copiar la inscripción tri-lingüe (babilonio, antiguo iranio y elamita); la deslumbranteluz solar y la del acantilado y la gran distancia le dificultaron enextremo la tarea, sin contar que entonces, en 1766, la escri-tura cuneiforme no se' había descifrado todavía. Esto sólotuvo lugar el año 1802, per obra del joven maestro de ins-tituto Grotefend, en Hannover.

Acerca de quién ~eó estas construcciones y relieves, nadadice la tradición, Pero es lo cierto que fueron maestros ensus re!>pectlvos oficios, e!>pecialmente el arquitecto, a quiense debe el plano del palacio imperial. Tal vez fuera un maes-tro griego oriental quien con suma sensibilidad creó aquí una

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obra de arte incomparable, adaptada maravillosamente al es-pacio y a los alrededores. No lo sabemos, en todo Gaso con.curren en el plano una noble amplitud de visión, una estruc.turación rica en significados y un sentido disciplinado delespacio, puestos totalmente al servicio, sin exageración algu-na, de la obra a construir; de modo que las construccionesconstituyen un reflejo de las mejores tradiciones del espíritucreador persa, que, aun habiendo absorbido muchos estímu-los extranjeros, produjo algo propio y característico.

Del espíritu del gran organizador y estratega Darío nospermiten percibir todavía un aliento sus propias inscripciones.Sin duda, la gran inscripción de Behistun es en primer lugarun documento histórico; pero, en cambio, la inscripción fu-neraria de Naqsh-i-Rustam da, ante todo, testimomo de laética de Darío. En ella loa éste la bondad de Ahuramazda:«Por la gracia de Ahuramazda es mi naturaleza tal que soyamigo del derecho y no soy amigo de lo malo. No es mi pla-cer que el de arriba sufra injusticia por culpa del de abajo.Lo que es justo, eso es mi placer.» «Hasta donde llegan lasfuerzas de mi cuerpo, soy en cuanto guerrero un buen gue-rrero. Cuando aparece dudoso a mi discernimiento a quiéndeba. considerar como amigo y a quién como enemigo, piensoprimero en las buenas obras, ya tenga ante mí a un enemigoo un amigo.» «Soy hábil en cuanto a las manos y los pies.Como jinete, soy un buen jinete; como arquero, soy un buenarquero, tanto a pie como a caballo, y como lanzador de ja-balina soy un buen lanzador, tanto a pie como a caballo. Yen cuanto a las facultades con las que Ahuramazda me hainvestido y que yo he tenido la fuerza de emplear, por lagracia de Ahuramazda, aquello que he logrado lo he logradocon estas facultades que Ahuramazda me ha conferido.» Noexiste motivo alguno para dudar de la fe de Darío: su con.fesión, al final de una vida larga y gloriosa, es al propio tiem-po orgullosa y humilde; Daría es un rey que ti~n~ plenaconciencia de su alta dignidad. Lo C!.ueha creado descansasobre un fundamento fffiñe: es la confianza en ~da,que ha tomadoar-Gran :Reybajo- su proteccióñ.-~

Resulta muy difícil hablar de las creencias de los antiguospersas. Sabemos demasiado poco de su religión, de modo quetodo comentario al respecto habrá de ser forzosamente máso menos cuestionable. Sobre la reli¡¡ióij d~ 1m p ¡;sas res-plandece el gran nombre del fundador religioso Zar~ra,pero sigue discutiéndose, todavía, en qué época debe situarsesu vida. ¿Vivió a fmes del siglo VII o principios del VI, o

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corresponden sus obras a una época muy anterior? ¿Fueronlos aquern~nidas siquiera zaratustrianos? La llamada inscrip-ción daiva, de Jerjes, una inscripción fundamental de Persé-polis, parece hablar en favor de esta hipótesis, y se ha adu-cido ante todo en tal sentido la presencia de la palabra rfa".van en la inscripción, relacionándola con el concepto zara~'tustriano del rfm, que designa el orden divino de la salva-ción. Sea esto como fuere, 10 cierto es QJ1eel puehlo per~<Ia@raba déidades sin imágenes, a cielo abierto, de las cualesconocemos dos de tiempos de Heródoto: Mitra y Anahita.U1+par"] q:J1enosotros apenas QQ<iemo.S-~1!reS el de losmagos, con cuva religi6.n es.tá.-cnhzado~tQ...Siel fuego.Los magos' oplp<lron t~mb;én un lugar jmro!:t~nt,. ,.n la vidapo1úica.

Uno de los grandes arquitectos del.Jmperio mllnJ¡~1 I""r~aes Darío; fue él, en efecto,' qJliffi imprimió <11reino suca~dcter propio. No puede disimularse que en los colores bri-llantes se mezclan también sombras oscuras, que, además,cuanto más duraba el imperio tanto más sombrías se fueron.

(haciendo. Indudablemente, la concepdón persa del poder yI ~e la relación del Gran Rey con sus súbditos es irreconcilia.

(ble con la idea occidental y particularmente COI1la idea griegade la libertad. Par<l d Gran Rey todos los ~Iíhclito~.males-..tquiera que ~~an Sil c.onclición11 orig¡;:n, son en última instan.cia esclavos, y no es ciertamente casual que en la tradiciónsólo Ull0 de los colaboradores de Darío adquiera verdadero re-lieve. Por otra parte, la viJ~ dlill Gr~1l Rey tram~)rr" f'n aisla-miento nelih~r<lcloc,~" t~fFe~"~ ~I pueblo; solamente los grandesy poderosos pueden verIe de lejos en las audiencias. Sin duda,ningún soberano del mundo puede renunciar a la fuerza, perolo que importa es qu~ esta fuerza no se aplique por amorde ella misma, sino para ayudar a triunfar una idea moralNos horrorizamos, por ejemplo, al enterarnos de la forma inhumana en que Darío mandó mutilar a los «reyes mentirosos»y con qué perversidad hizo eliminar a Oroites, sátrapa deSardes. Sin duda, a la muerte de Cambises, Darío se consideró sucesor legítimo de los aqueménidas, pero el que fuerao no el único que podía pretender tal cosa es cuestionable.Y, en téfminos generales, Darío procede probablemente conexcesiva holgura de criterio, en sus pomposas inscripciones, alencontrar la verdad y el derecho siempre de su lado,y la mentira y la injusticia del lado de sus adversarios. Za-

d ratllS1J:ah~hía hecho de la lucha-d" la v"rJ~d cont= h m~-, tira la lucha inexorable de- JíL te- contra AtI cor\JDI1.fílPte,lo

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que constituía un giro muy peligroso. Dago .3Plic<L.estL.doc.trina a la política, la_desarrolló y--.lk&ó, tínalmente, a legi.ti-

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mar e~ derecho ael más fnerte. ¿Q~.

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aque~nidas a mostrar una tolerancia inconcebible en aque-llos tiempos para con las rellgloiie'SeXtran'eras? ¿Quaí.an real-mente Ciro y Darío ~traer a .los súbditos ~anjeros de .lavida estatal y facilitarIes la renuncia al tJOder político con-cediéndoles en eGerr~no de..Ja.J..eÚgión toda la libertad ima-ginable? ¿Era acaso esto lo que perseguían? No tenemos re~pu~a. A los griegos, en todo caso, tal libertad no les bastaba;y la prueba está en el levantamiento jónico que conmovió eiimperio persa en una hora crítica (500/499-494).

Pese a la multiplicidad de sus pueblos, el imperio persaes un cuerpo unificado, regidt' por la voluntad del Gran Rey:¡Cuán distinto .:s en esto el mundo griego! Hacia .520 a.C.,éste da la imagen de una gran dispersión. Claro que el lÍ!!1.bitQgriego se extiende del Egeo hasta España, del surde Rusia

hasnrEgl¡5to, Felu, '"Falle d!?'1a metrópoli griega, St!:trata -de' -una expansión esencialmente puntiforme: en todas las costasdel Mediterráneo se encuentran asentamientos griegos, PI:!:9en la mayor parte de los casos estos asentamientos han de

,...bastarse a sí mismos y les. falta cohesió~. Adondequiera que.I ~iremos, vemos que las abundantes ciudades.e~ados grtegl1§,

las lOli!, viven sin relacionarse unas eón otras; no existesiqillera una grañ idea común, ni un sentimiento nacional he-lénico, que sólo empieza a formarse la víspera de las grandesguerras médicas. Sin duda, la flor de la juventud griega dela Hélade y de las colonias se reúne cada clIatro años enOlimpia para el festival de los juegos sagrados, y en las listasde los vencedores figuran al lado de los helenos de la metró-poli muchos nombres de griegos del sur de Italia y de Sicilia~pero esto en nada cambia el hecho de la dispersión política,Sin duda, aparte de unos antepasados niíticos comunes a todoslos ñeIenos, existen otros elementos que constituyen :m vínculoespiritual entre los griegos de los más diversos lin:ajes, y -e~tevínclllo consiste esencialmente en el mundo panhelénico delos dioses, tal como se despliega en los poemas épicos -deHomero; pero, al lado de los dioses de Homero, aparece lamultitud de las figuras divinas locales: cada ciudad y cadapueblo adora sus propIOS dioses y, precisamente en la épocaque nos ocupa, los tiranos se disponen, tanto en Sicilia comoen la metrópoli, a prepararIes lugares de residencia apropiadosen grandiosos templos. Falta también, sobre todo, un idioma

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literario común: el ático sólo pasa a ser lengua literaria enel CUrsodél siglo V.

El núcleo del helenismo~i~ siendo la metrópoli griega.En 'esfa"""'ociipa'Esparia- u;Jugar principal.-COn la conquistade la tie1:rit1értil- de~eJ;iia- 'l Já: .Íducciónde lóS""':inteiicesmesenios a esclavos, Espa¡ta se convierte en el PÚmer t:;.~tadodel 1>eloponew, y 'los jefes poiíticos espartanos supieron am-pliar rouavfd' esta posición, aproximadamente a partir de me-diados del siglo VI, po

6éedio de una excelente política de

tratados. Desde el.EíC!..550 figura. Esparta, el estado de loslacedemonios, al frente e la llamada Alianza Peloponésig¡..organización que comprende casi la totalidad del 'PeIopOneso,aunque con la excepción significativa de Argos. Con Argosestá Esparta -acérrifuamente enemistada. ,El _motivo de la ene-mistad es la fértil tierra de Lmurla, Por la cual aun en losdeceñfos. sigufente; (b~talla- de -&1,;ia, en 494) se siguió lu-chando encarnizadamente. Frente a ~ y la ~ianza de1f~P9Il¡:SO, capitaneada por ella, todos lOS otros e~dela metrópoli sólo poseen una importancia secundarIa. :Entrelos G~J~OIimarítimos, son Ate~s, ~!1to y ~4!.a los íIiAS .importantes. Gracias a su posición junto al istmo, Corintoaventaja a los otros dos y posee en el mar Jónico una 5'e'riede colonias que se enruentran en un estado de estrecha de-pendencia con respecto a su metrópoli; las más importantesde éstas son la rica isla de Corcira (Corfú) y además lasciudades de Dirraquio (Dul'azzo) y .KP;I;;;ia. También Poti-~e~ en la península de ,calcídica, es una colonia de Corirtro.Atenas se encuentra entonce~ bajo la tiranía de la casa de losplsiStclfidas; esto es, de los dos ~ IiijOSdePiSfStrato, 'H1piaséHfparco. Euafilre habí"'a puesto los cimientos para la expan.sióq de la potencia marítima ateniense; durante su gobiernono sólo hah[a pasado la isla de Salamiria, manzana de la dis-cordia durante muchos años entre Atenas y Mégara, defini-tivamente a poder ateniense, sino que también en los Darda-nelos, el estrecho entre Europa y Asia, que 10~-barcostri-iueros de] Ponto habían de pasar en su ruta hacia Atenas.tenía desde hacía muchos. años una base importante, la ciuaadd~~geo, que se había hecho ya ateniense en tiempo~lón:-E!tuano Pisistrato contaba además con valiosas posesio-nes en la región ~ interior de Tasos; se trataba de lasminas de oro del Pangeo, cuyo producto necesitaba Pisístratopara pagar la soldada a los mercenarios extranjeros. Más tarde,cuando los persas se establecieron en la parte europea del He-lesponto y, sobre todo, después de la campaña de Darío con'.

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tra los escitas (513-12), estas posesion~s, queJaron incorpo-radas al dominio político p<;>rs-a,;es posible que la pérdida deestas ricas fuentes de ingresos contribuyera a provocar lacaída de la tiranía en Atenas.

En la 9recia continental los helenos vivían según sus pro-pias leyes; todos los estados eran autónomos y no reconocíansooerano-extra~9 alguno. La situación era muy distinta, encambio, por lo que se refiere a los helenos de Asia Menor,Las ciudades griegas. desde la Propóntide (mar de Mármara)hasta Lida, estaban allí bajo e! dominio de sátrapas persas.Aunque por regla general éstos no se inmiscuyeran en la vIdaparticular de aquellas ciudades, lo cierto es que en muchas deellas habíaQayudad~_a ~du~ñ,~se del poder a tiranos quesolían apoyarse en las armas' de 'los persas. Lá vida culturalde Jonia no se vio mu aféctada or e! curso de los aconteci-mientos po íticos. En Mileto vivían aún Anaximandro y He-cateo, el segundo de los cuales se distinguió como geógrafo ehistoriador, precursor en este dominio de Heródoto, en tantoque en Efeso encontramos a Heráclito, «e! Obscuro», y alpoeta de versos yámbicos Hiponacte, quien, sin embargo, nopudo permanecer en su ciudad natal y hubo de emigrar aClazómenas. De Samos procedía Pitágoras, que encontró enla Italia meridional un nuevo campo de actividad a su geniopolifacético. Sus realizaciones como matemático figuran enlos comienzos de la ciencia matemática griega y, como político,actuó sobre todo en Crotona. Allí sus partidarios se unieron a sualrededor para formar una asociación; con sus doctrinas, antetodo con la de la metempsicosis, y con la prohibición decomer carne, causó entre sus contemporáneos una impresiónprofunda. Su ideología está íntimamente enlazada con la delos órticos, tendencia religiosa que en aquellos días habíaganado muchos adeptos.

Reviste particular importancia la caída de la tiranía dePolí~Samos (alreaeciór-der ano)22). El sátrapa de~or6Íres, había sabido atraer al tirano ater~'itorio deAsia Menor y lo "hizo-luego- asegñax. 1)espuéS- de-que ~ogobernado en Samos e! escriba privado de Polícrates, Mean-dro, los persas llevaron a la isla a Siloson, hermano de Po-lícrates, quien en calidad de vasallo de aquéllos tomó ensus manos las riendas del poder.4De esta forma también queda-

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' ba Samos inc()rporada al imperio persa,"V se había realizado el

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'1 e mar Egeo no habTan SIdo afecudas hasta entonces, or ae~pansió~los persas. ero esto cambió cuando, pr~e.

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mente en el año 511/J.2..a C., Dado se armó para su campañacontra los escitas. El objeto de esta expedición, e~prend!9acon un gran despliegue de fuerza y medio~, re~if.íciL.deaveriguar. ::;m duda, los escitas, partiendo de la región este-paria entre e! mar Caspio y e! mar de Aral, habían amenazadoreiteradamente e! flanco norte, abierto, de! imperio. ¿Quería,pues, Darío mediante un ataque desde el oeste, desde e! Da-nubio inferior, atacados por la espalda? ¿Confundió acasoDarío, como supone Eduard Meycr, e! Danubio con e! Ya-xartes, subestimando así considerablemente las enormes dis-tancias? No lo sabemos; lo único cierto es que la acción, cui-dadosamente preparada, fue llevada a cabo como una ac-ción combinada, con partícipación también, de contingentes

jón1:Ds. El arquitecto ¡ónico Mendrocies co!Jstr~ mí p~tesobre el Bósforo, con 10 que, por vez primera,' uropa y Asiaquedaron unidas una con otra; por este, puente, e! ejército detierra de lJarío avanzó a través de Tracia hacia e! Danubioinferior y de aquí, despué& de la construcción de otro puente,hacia la estepa de Besarabia. Los escitas no se presentaron ala lucha, de modo que, finalmente, los persas se vieron obli-gados a emprender el camino de regreso. No es probable queDarío atravesara el Dniéster ni los otros grandes ríos delsur de Rusia; sin embargo, la empresa no constituyó en modoalguno un t

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fracaso

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a que Tracia perteneció en adelante, tcomo una cabeza de puente europea, al im erio etsa, y con, i-e a que a an incorpora as a ersla las ciudades griegas delPontoJ:;(¡xlno~ El coloso persa habla dado un paso más endIrección a la metrópoli griega.

También en Occidente surgían oscuras nubes amenazado-ras para los &rIegos.En ~ecto.!. los pueblosdeItalia en~ra§Lnen movimiento y además se aceñtuó la pre&,iónolífiéá~ antetgUoJa de los estruscos, que no SÓ.3):,Ófillna an en la Italias11peri.9r,sino también en -<;1!:mpama\l"a rica ciudad comé1:cialde Cumas se habría perdido si no hubiera encontrado en lapersona de Aristodemo un general competente que, más ade-lante, se convirtió en tirano de la ciuda~ duda Cumases sólo un ejemplo de los apuros en que se encontraban losgriegos de! sur de Italia. \tTa

,

mbién las numerosas disensiones

interiores creaban dific~s a los belenos en aquella re-

gión. A~í\ por ejemplo, ~rotona] ~!!?aris estaban en violentaoposicióV y un tratado encontrado recientemente muestraque los sibaritas se habían aliado con los serdayos. ¿Puedeverse en éstos a los sardo&? En todo caso, esta alianza noimpidió la ruina y la desaparición de Síbaris, porque ya en

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en el año 511/10 cayó la ciudad, víctima de los ataques delos crotonianos. Síbaris fue destruida totalmente, y se hizopasar el curso del Crates sobre sus ruinas. Algunos investi-gadores italianos creen haber encontrado ahora el hIgar de laciudad desaparecida.

También en las ciudades griegas de Sicilia ~_e~L p<?.rdoqui~, a -tiñesdel sIglo-vr;-ra . tiranía.-'íai. es el caso deZancle, Hímera, Selinunte, Agdg~nto, Ge;.a, Leontinos; Sira-cusa, en cambio, una de las mayores ciudades griegas de Sici-lia, está paralizada por las luchas intestinas de los partidos.

Con la fundación de la tiranía de Gela bajo Cleandro y, des{pués del asesinato de éste, bajo su hermano Hipócrates, em.pieza en realidad una nueva era en Sicilia; Hipócrates s()me-tió a los sículos vecinos, así como a las ciudades de Calípolis,Naxos y Leontinos, y venció a las fuerzas de Siracusa, que sólo',con gran esfuerzo y mediante la cesión de Camarina, pado con-servar aún su independencia. .....

El helenismo. .Q<;;cidental,expuesto a la doble presión delos cartagineses y los etruscos (batalla naval de Alalia, enCórcegá, alrededor del 540), corría peligro, a consecuenciade su gran dispersión, de caer bajc dominio extranjero. Sinembargo, pese a las contiendas bélicas con los etruscos, laimportancia del comercio griego fue y siguió siendo extraDr:dinariameme grande. La calidad. de los trabajos de artesaníagriegos no tema par; esto 10 muestran no sólo los abundanteshallazgos de vasos en las tumbas etruscas, sino- también unapieza singular como la enorme y bella crátera que se ha en-contrado en el interior de la actual Francia, en Vix (junto aChihillon-sur-Seine). Cabe pemar que llegaría allí pasandopor Masalia (Marsella), y la fundación focea del 600 a. C., apro-ximadamente, junto a la desembocadura del Ródano. TambiénSpina, cerca de la desembocadura del Po, era un importantepuerto de los etruscos que mantenía relaciones con Grecia.Sin embargo, su época de mayor florecimiento sólo se sitúae~ ~da ñíi1~ds:Lsig1<LV. ...

, \A la gran expansión de la .polis griega hasta Egip~o (Náu-

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, cratls), el sur de RusIa '{ España, responde con igual .!i!m..o_la. difusión de la. civilización y la cclttira grieg~s:? La ciencia y lafilOSOfía grIegas se encuentran como en la metrópolis, tanto

! en Jonja como en la baja ItalIa, e inclasive pegueñas ciudades, sin importancIa, como Elea (Velia), cobijan entre sus muros¡ a pensadores importantes (como Zenón de Elea), y sus en.¡

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señanzas constituyen, lo mismo que el panteón panhelénico,un patrimonio común de todo el helenismo. 4ividido política-mente en un gran número de ciudades-estados (poUSY inde-pendfemes:-eI IñUñCIO.gnego noestiba üniao;-pero forma ünmáCr~osmos intelectual, gracIas al genIo.de sus -pensador.esyfilosofos,. en el que los mierñbrOSíñ<ITVidUalesdeSpliegan unavIgorosa vida propia. A dondequiera que miremos se mani-fiesta una vida lozana,~en la que se reUe¡a la multiplicidadde '.Jamentegnega. - -- -

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2.. La caída de la tiranía ática y las reformasde Clístenes

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Con la tiranía d~ Pi~ístr&o fG.§.1-528Jnthabía empezadoen Atenas una nueva era. t!:ue PisístratQ..quién~ctivó la po-litica exterior de. Ate~ y señaló a los atenienses nuevos,-ob-jetivos. ~~~xistencÚI A~, l~ tiranía !!Q.-SLdcJaba con~il1arcon el sentimientCJ:.de liber.l:~~!~enien~ nada tiene de par-ticular, pues, que Pisístrato fuera-eXpulsado de Atenas nadamenos que dos veces; pero regresó siempre y murió, en el528/27, de muerte natural. Pisístrato había adornado la ciu-dad con magníficas construcciones su gobierno encarnai engeneral, lo mismo que el' de su casa, pna epQCa,-.extraorllla-ri~Qte _crea9.°ra desde el. punto- <k- vis!a art[st~ Recorde-mos- slmpTementeque fue en tiempos de Pisístrato cuando sedio el paso primero y decisivo para ~creaciQn,cle Ja tragedia~Iási~~\el ateniense Tespis de !caria enfrentó al coro ünsolo«respondente» (hypocrites), en el año 534. Con ello, aunquetodavía quedaba un largo camino por recorrer hasta el dramaclásico del siglo siguiente, el proceso se había iniciado, y enforma tan genial como sencilla. - - ,(I.:9~ hijos de~rato sig-ui~bQ L~Y muerte_l~ línea por

é! trazada, tanto en materia de política exterior como in-terior.. Aunque el iigimen de las t!ranr;¡s' C'ada-;e-; se ~.

0ba conmayores-a1f1cuItades en Grecia: Li~da;:~~axos,amigo y aliado de la casa de los p1sistrátida, o de cederan,te el poder de los ~spartanos, y con la caídade Po~esd~ t522) sl"'había hund1do otro p1lar angular de la~e los tiranos. Añadíase a esto la expansión del im-perio persa que, desde la campañ~ contra los escitas,no sólo había alcanzado a Tracia, sino también a las pose-

siones"7QeIv.Iif:;."~¡fll~ -r-a c~ sep~De los dos 1)OS' e 1sístrato que se hicieron cargo de su ,

sucesión~~ el más joven, era el que tenía mayor per-sonalidad. Slll embargo, encontró en su hermano ~ elapoyo necesario en sus inclinaciones artísticas y literatlas. Porlo demás, ambos se entregaron con fervor a los movimientosr!ligioso..!!mí~tic~s de. su época; seguían las docttiOOs-secretas

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del orfismo, y de Hipias se dice qÚe era un conocedor parti-cularmente experto '<Ie1os oráculos,' bajo cuyas influencias gi-raba entonces el mundo. Cuando el intérprete de oráculosatenfense, Onomácrito, fue descubierto habiendo falsificado unoráculo, Hipias, pese a que le uniera con él una íntima amis-tad, lo mandó al exilio. No debe pasarse por alto, al respecto,que los oráculos revestían, asimismo, gran importancia desdeel. punto de 'v1Úil- políttco. Sigtuenao sus conséjos se poníanen marcha empresas políticas o se desistía de ellas. fHipatcoera algu amigo de los poetas! a quienes había creado un hogaren su corte' de Atenas. Así vivían en Atenas, entre otros,Laso de Hermione y Pratinas de Fliunte, aunque éste últimosólo más adelante. Del propio Hiparco se encuentran brevessentencias epigramáticas, en los hermes de los caminos áticos,de las que la posteridad ha guardado memoria por muchotiempo.

No todos los ciudadanos atenienses habían permanecido enel país duranteel,período de la tiranía; en particular, la pode:rosa farnma-de - ¡;s alcr;:;eó~idas_,habíapreferido comer el pandel exilio, aunque probabkment;- s& <lespués- del áñomp~esto que está atestiguado que el akmeónida Clístene~,~ arconte durante la tiranía. El testimonio, sin embargo, sebasa en el fragmento de una inscripción susceptible de variasinterpretaciones. El destino que flota sobre todos los tiranosse cumplió primero en ¡¡iparco. Cayó bajo los puñales de losconjurados Harmodio y Aristogitó~cuando estaba organizandouna procesión panatenea.@ motiVt>del atentado no fue políticosino person

,

al~ puesto que, en una ocasión anterior, Hiparcohabía ofendm'o a Harmodio. Pero, fuera político -o -no, elatentado conmovió en S:lS cimientos el dominio de los pisis-trátidas.'Q!.l gobierno de Hipias adoptó en adelante los rasgosde un despotismo violento;. fortificó la colina de Muniquia,para tener desde ella un libre acceso al mar y los ciudadanosfueron desarmados.\yn intento de los alC1TIeónidasde derrocarla tiranía terminó con. un fracaso en Lipsidrión: el castillooeupadopor los exiliados hubo de ser abandonado nueva-mente. Pero los alcmeónidas ya no cejaron, y se sirvieron deloráculo' délfico, cuyos sacerdotes les estaban obligados. Eloráculo ordenó a losespartarios disolver los laZos de amistadcOi1Hípiasy ehmmar la tiranía del territorio der~lITHindáiOde la Pitia déIfica sumergió a los espartanos en ungrave conflicto, pero se impuso finalmente el criterio de que,en cuanto potencia rectora, Esparta no podía sastraerse a lavoluntad del dios de Delfos. (§e probó primero con. una in-

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cursión, pero la fuerza de ataque espartana resultó ser de-masiado débil frente a las fuerzas reunidas de Hipias -y delos tesalios. Esparta se vio obligada, pues, a movilizar las

. fuerzas de la Liga del PeloponesQ. Los jinetes tesalios no pu-dieron resistir esta vez al ejército de los hoplitas, e Hipias,que se había refugiado en la acrópolis, 1iüI;¡:)'de cá'pitular

. cuando se le aseguró que saldría libre. Se dirigió en barcoa Sigeo, donde gobernó en adelante en calidad de príncip~~ de -los persas (510T. ESte fue el" fin de Ia1úanraa¡e~

nlense;- queñiiliía durado más de cincuenta años. J .

. Al igual que el pisistrátida Hipias, también se había hechosúbdito del Gran Rey persa el joven Milcíades: Después qu~por cuenta de su hermano Esteságoras se hubo hecho cargodel gobierno del Quersoneso tracio (1a península había sidocolonizada en su día, de acuerdo con Pisístrato, por Mil-cíades el Mayor), siguió a Darío, como 10 hicieron los demástiranos helénicos de Asia Menor y de las ciudades de la Pro-póntide, en su campaña contra los escitas. Fue Milcíades quienaconsejó a los tiranos griegos derribar el puente construidosobre el Danubio, con el fin de dejar abandonado a su des-tino al ejército de Darío, en la estepa de Besarabia. Aun-que su consejo no fue seguido. es obvio que fue lo quele obligó a abandonar el Quersoneso: solamente volvió allí,aunque por pocos años (499/ 98 a 149), durante el levanta-miento jónico.

\~u~s de la e~ulsióI\ de._!fjm..a~urgieron en Atenas,\ como salvadores de la ciudad los alcmeónidas ~!.e todo,

Clístenes, ijo de Megacles, cuyo nom re está enlazado paraSIempre con la historia de Atenas. ¿Y qué había de sucederahora en Atenas, después de la caída de la tiranía? ¿Teníasiquiera algún sentido restablecer el predominio de la nobleza?¿Y estaba ésta en condiciones, por lo demás, de llevar a cabo,con carácter exclusivo, las numerosas tareas de la política, dela economía y de la cultura? Atemorizaba, además, el recuerdod~ ~ie~ ..m..qu~ Jas diversas-~.s aj~t~Lát1fás ~-

I bían sido responsables, con sus numerosos partidarios resJ?ec-

IJ ~vos: de la~ ]isputas internas de la ciuda~; ~~ esta discordia,en erecto, la que e~su día había ayudado a Plsístrato aadueñarse ~l J:>.O<Jer.~~rac~a polí~i~a de gU~S-;JIrenunCÍa a restablecer el ant~o orden. LO que él creó conia- r::tprobaclón aer pueblo ateniense (si en calidad dearconte, de legislador o en algún otro cargo público, no losabemos) fue la base de un nuevo .estado ateniense cl!Y°principio rector había de ser la isonomía, esto es,. la. Tgi;aldad

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de los ciJldadanos ante la teJj Aunque hasta entonces la no-bleza (1os eupátridas), con sus poderosos seguidores, habíadecidid la historia de Atenas, esto cambió ahora por COiñ"-

pleto. Mediante una nueva iVlSIon e la población ática, Clís-tenes rompió las antiguas alianzas de tamll1as, despojándolas,en esta torma, de su importancia política; únicamente sub-sisti~ron las anti as h lai tribus como asociaciones paraeí culto. Clístenes dividió e1.territorio ático> inc ui a a ciu ad~_1\tenas- en tres zonas, esto es, la ciudad (asty) , la-costa(paralia) y el interior (mesogeia), y a cada una de estas zonas,a su vez, ~n diez unidades, los tercios U.rittles). Un terciode cada una de las zonas se agrupaba para formar una nuevatribu (pbylai). En esto no jugaba papel alguno la distintasituación geográfica de los tercios y, al parecer, las nuevastribus territoriales se constituyeron echando suertes y recibie-ron nombres de héroes áticos. En adelante, el ciudadano áticose nombraba se ún la tribu a que pertenecía. La nueva divi-sión era tan artificiosa que 1lcumente se puede imaginarun modelo contemporáneo. Sólo pudo haber sido concebidapor la mente de un individuo decidido a alcanzar su objetivopolítico a cualquier precio, y este objetivo no ~ otro quela creación de ~ación ~tica, que en adelante aparece como

~ cuerpo, dividido en diyribus, treinta tercios y apro-ximadamente cien comunidades emos). La historia posteriorae Atenas y del Auca no se concibe sin este acto sencilla-mente revolucionario de~lístenesi este hombre merece, sinduda al el título honontlco de lfundador de la demo-cracia ática. Enlazada con la reforma de las tribus está lareorganIzacIón del ejército ático. Cada tribu babía de propor-CIOnar al ejércIto un cvntingente de Infantería; al frente deeste contingente había un estratega, @ al frente de todo elejército un polemarca, que. en la batalla de Maratón fue aúnel jefe del ejército ateniens9,r\..,C°l!!o órgano ejecutivo Cw Clístenes un ..fQnsejo de 500miembros. que pasó a ocupar el lugar del antiguo consejo deSolón. Cada tribu proporcionaba 50 miembros y, de éstos.. c~9acoffiÜñidad (demo) un número de consejeros correspondienteal número de sus habitantes. Con objeto de capacitar al con-sejo (Bulé) para la acción, se dhridióen 10 secciones, segúnlas diversas tribus, cada una de las cuales había de dirigir losasuntos da estado durante una décima parte del añ;:1No cabeduda que Clístenses hubo de estar muy acertado ~ la cons-titución del consejo. Por vez primera en la historia de Atenast~n\::IIlO~aquí convertida en realidad, en un órgano político

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importante, la i~ de la representación de! pueblo. ático Ven una forma que cabe--aeslgnar-tantO de- mooélica como denueva.

Para evitar de una vez por todas e! retorno de la tiranía,

~Sotenes creó la instit:Ición de! ostracismo (juicio ae las te-Juelas). Cada año en la asamblea popu1ar de ciudadanos (eccle-sin) se preguntaba si había que celebrar o no un ostracismo.Si se reunían 6.000 votos en favor de la celebración, entoncesel ciudadano que había reunido e! mayor número de votoshabía de dejar Atenas y el Atica purante di años, pero sinsufrir, por lo demás, daño alguno en sus lenes En orma sor-prendente, el pnmer ostracIsmo sÓlo tuvo lugar daño 487, demodo que por espacio de veinte años enteros e! pueblo áticono se había sentido amenazado por tiranía alguna. La opiniónsustentada por algunos investigadores (que e! ostracismo sólofue introducido en esta última fecha y no 20 años antes)no es probable, y es desvirtuada además por un dato expresode Aristóteles en su Constitución de los atenienses (c. 22, 1).Tan drásticas fueron las reformas de Clístenes~ no sor-prende que encontraran una fuerte' 'resisten<:Ia,sobre' todo por

parte de los -eupátri~as.(]:u Clponente, Is~gora.s, <l~c:i~iióa losesparranos a mtervemr en Atenas (508). Pero el pueblo no;;taba dispuest~ ~'deJarse árran¿ar sus conq:¡istas, de modoque los atenienses recurrieron a las armas y encerraron a Isá-goras y al rey de los esp

.artanos, Cleómenes, en la Acrópoli'h

Después que, Q cambio de una salida libre, capitularon, Cltl-tenes y sus partidarios regresaron a AtenaslY al dibujarse unanueva intervención de los esjJartanos, los atenieneses concer-taron una alianza, probablemente a instigación de' CHstenes,

con el sátrapá persa Artafernes de Sard~(407). Sin embargo,esta jugada se reveló innecesaria, dado que el ejército de la

~a del Pe!oponeso!..ql}.e n~ deseab~ llJcht4'.~ontra J~te-ni~ se ]isolviQ pj:ácticamente en el 5~'yUos atenienses

obtuviera!!, vi<:!..oria~ 4ecisiva~, al par~¡r \ -ir- m1SiñO -día, sobre1000eocios y los calcideos (de Eubeab En esta forma, elestado de Clístenes había pasado en campaña su prueba de

I fuego. bra ml!y~uestionabley peligrosa,en cambIO,la alianzacO!11os persas, y no nos sorprende que, una vez qüeS'éllubie-ron disipado los nubarrones que se cernían entonces sobreAtenas, los atenienses desautorizaran a sus propios embaja-dores, que habían sido responsables de aquel tratado. -

El fin de Clístenes es desconocido. Con sus reformas selevantó a sí mismo un monumento imperecedero. En el anti-

~o- ~nsej~ ~stoc:.át~co del Areópago, en e! consejo de

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! los 500 creado por Oístenes (Bulé), en la asamblea pol2ulary-; en partmilar, en lOSdiversos cargos administrat)vos, 1Osciudadanos atenienses encontraron la osibilidad de' realizaruna acUVla po lUca se ún sus aficiones ea . Sindu a, os jtr.fontes seguían extrayéndosc.de la clase superiorde los contribuyentes, los pentakosiomedimnos, esto es, los quetenían una renta de más de 500 medimnos de cereales. Al~r.eópago sólo podían@..::~der los que habían sido arcontes,ysolamente si habían ejercido sa cargo sin objeciones. Pero,¿qué significaba esto frente al hecho de ,que en adelante estu-viera abierta a muchos miles de ciudadanos atenienses la par-ticipación en el consejo y en la asamblea popular? En efecto,si la constitución de Clístenes tenía la oportunidad de afir-marse, había de formarse necesariamente con el correr de losaños una capa de jefes políticos y, a su lado, una gran masade ciudadanos políticamente instruidos, como la que es total-mente imprescindible en todo estado bien gobernado. Y másaún: el interés general por el estado y su bienestar había desubir en el mismo grado en que un mayor número de ciada-danos iba participando en su servicio.

Forma un contraste pronunciado con sus atrevidas innova-

ciones en el terreno de la política ~actitud cons~rvadora deClístenes' en relación con la tradiclOn sagr~ Clístenes dejósübsÍstir las cuatro antiguas-¡rIlJüsjóñiCas"(los hopletas, losargadeos, los geleontes y los egicoreos), que tenían funcionesculturales, así como las antiguas trittyes sagradas (que nadatienen que ver con las trittyes locales de nueva creación), lasfratrías y el sacerdocio; pero hubiera sido un grave error aten-tar contra estas antiquísimas 'instituciones, y Clístenes se abs-tuvo precavidamente de ello..lS9 embargo, como auténticoestadista, Cl

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~.o lamente político de Jo

religioso y ponerlo sobre nuevas bases <nIe,se revelaron comoeficaces, por ¡además, durante todo e . tiempo~;q~e subsistióu-ñ estado ático independiente.

~a isof!.omía ateniense creada por Clístenes se encontrabaetL,Grccia. en una situa.ción.._tQtalmente aislada; en ningunaotra parte-d'habla es

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que, por doquier, la aristocracia dominaba la ~tuación.~a.pJase a esto el hecho.d.f qu~Esparta, en cuanto potencia quepresidía. la . Liga del Peloponéso,' er--affiilitarmente m"!!y su;'

!l.<zr a t9dos los otrQs e.sJados grieg0-ú' AhoralJien, el que laLiga estuviera o no en condiciones (fe enfrentarse a tareasmayores fuera de Grecia, es 1.111apregunta que quedaba ensuspenso. Hasta allí, Esparta había declinado casi siempre la

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Fig.2. La Grecia clásica y el Egeo.

~esponsabi1idad de expediciones en ultramar o s610 las habíaemprendido de mala gana, como la realizada contra Polícratesde Samos. Las consideraciones anteriores de la historia de

Gretia partían en la mayoría de los casos de las ideas nacio-nalistas del siglo XIX. Los investigadores veían en los griegosuna unidad étnica y cultural y hablaban de una nación griega -,como solía hablarse de una nación alemana o una .nación ita-liana. Este enfoque puede considerarse actualmente superado.Constituye el mérito de la obra de Hans Erich Stier, Grund-lagen und Sinn der griechischen Geschichte (Stuttgart, 1945),ante todo, el haber señalado las diferencias fundamentales entre

la conciencia nacional antigua y la moderna. En efecto, hacia;4el año JO~ a. C., Grecia sóloera.!lna unidad en el terrenor~l}gloso:Ia creencia en los dIOses olímPIcos unía a todos loshelenos, y constituye ei mérito histórico de Hornero y de suspoemas épicos el que dichos. dioses, en la figura que él lesdio, encontraran aceptación y culto en toda la Hélade al ladode las incontable~ deidades locales. Pero aparte de este vínculoespiritual, había muy poco de común entre los ríe os. Sindu a los poemas de Hornero eran leídos en to as partes, perono existía lenguaje literario griego alguno. Cada griego seservía del dialecto de su ciudad o de su tribu, y no cuestamucho imaginar que el entendimiento entre un lacedemonio y~n tesalio, por ejemplo, topaba con dificultades. Unicamenteen medio extranjero, en las regiones coloniales del Asia Menor,en Italia, el sur de Rusia 'Y allí donde los griegos vivieran conpueblos extranjeros, cobraban conciencia de su peculiaridadétnica y cultural frente a éstos. No constituye un azar que elconcepto de «panheleno» se encuentre en Arquíloco (fr. 52):(el contexto. es interesante: el poeta habla de la «miseria detoda Grecia», con lo que se refiere a todas las existencias dudo-sas que, al i¡pal que el propio Arquíloco, habían participadoen la colonización de Tasas, acontecimiento que correspondeaproximadamente a mediados del siglo VII). También en Hesíodoencontramos el mismo concepto, y en sus catálogos es Helenoel héroe epónimo de los griegos. No obstante, las duras reali-dades de la vida política se encontraban en violento contrastecon esta unidad ideal¡en efecto, ~ada polis, aun la más pe-queña, v.elab¡t- ce12samente I(or su au!Qnomía, Y ni una solaestaba dispuesta a renunciar a ella en favor de otra más pode-rosa. Por esta razón, toda formación de una potencia mayorse revelaba .de antemano como imposible; cuando una ciudad-estado concertaba una alianza con otra, no renunciaba por elloen lo más mínimo a su soberanía. Por otra parte, las diversas

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localidades con mucha frecuencia estaban enemistadas unas conotras y se hallaban implicadas en luchas numerosas y a menudomuy' prolongadas. Así, por ejemplo, Atenas luchó por espaciode varios decenios con Egina por la posesión del golfo SaróI\ico;~sparta luchó encarnizadamente son Argos por la fértil comar-ca de Cinuria, y la disputa entre <;Lotona y Síb!1!.i~en elsur de Italia condujo a la aniquilación y la erradicación com-pleta de ésta.l. P.resentaba un cierto aspecto panhelénico el_oJ'iÍC1Jlo-de!

Apolo délfico. Las vastas relaciones de los sacerdotes délfi-cos en todas las regiones pobladas por griegos, y aun mu-cho más allá, permitían a la Pitia dar a los que buscabanconsejo unas sentencias en forma de oráculo, que a menudotambién se tomaban en cuenta decisivamente en materia po-

Iítica.)Sin duda, e! lenguaje del oráculo délfico era, como elde todos los oráculos, tanto antiguos como modernos, oscuroy no siempre fácil de entender para todo el mundo. Recuér-dese el oráculo que la Pitia le dio al poderoso rey de 10$lidios, Creso, al entrar en g1.1~rracontra los persas: «Si atravie.sas el Halys destruirás un gran imperio». Sin embargo, laconfianza en Apolo permaneció completamente incólume hastae! momento de acercarse los persas.

Para un extran'ero las condiciones políticas de la Hélader~~~an muy confusa. Lo que veía era un mun o <1eciu-dades-estados . que en parte estaban unidas por tratados y,

en parte, estaban divloidas por eJle;;¡;rade~'Parecía prácti:camente imposible que los griegos olVIdaran lo que les sepa-raba para aplicarse a grandes tareas en cierto modo naciona-les, porque faltaba U:1:1 potencia hegemónica universalmentereconocida. Sí una porenC¡,l extranjera lograDa mediante pro-mesas )' amenazas atraerse a parte de los griegos, se creíaque los restantes habían de seguidos necesariamente, y lalibertad del país se perdería. En esto se produjo, al cambiar

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e! siglo (500/499), un acontecimiento que, a la manera de'un relámpago. puso al descubierto la situación real de los 'J.

griegos a ambos lados del Egeo: se trata de la sublevaciónjónica, preludio de 1~'Uerras méd~ - - -

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3. La sublevación jónica y las guerrasmédicas hasta la batalla de Maratón

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La.: historia de las guerras médicas se conoce exclusiva.mente a partIr de fuentes rIe as sobre todo a artlr dea o ra lstonca e Heródoto. La tradición persa, si es que

alguna vez la hubo, se ha perdido. Lo que esto signifiquesólo podrá apreciarse 'SI se recuerda la grave desfiguraciónde los hechos que ha resultado de la falta de la tradiciónp1.Ínica en rel¡¡ción con la gran d!sputa entre Roma y Cartago.

Heródoto (nacido antes del 480 y muerto hacia el 420 11.C.) escribió en tiempos de Pericles, esto es, una generacióncjespués de Maratón y de Salamina.-Pero Heródoto -~e sirvió debuenas fuentes, ante todo de tdalQs. ora~ y, por lo regúlar;no eXIste motivo alguno para no fiarse de él. Por otra parte,Heródoto conocía, por haberlo recorrido personalmente, granparte del imperio persa. Había estado en Egipto, en Babilo-nia y es muy probable, asimismo, que hubiese pasado alg1.Íntiempo en e! país de los escitas, en e! sur de Rusia. Su pro-pia experiencia, que se combina con un arte iniguatable delrelato, ha hecho de Heródoto el primer historiador de Occi.dente digno verdaderamente de este nombre. Por supuesto,no puede pasarse por alto que adolece de ciertas debilidades,que vio las guerras médicas bajo la impresión del florecimien.to de la Atenas de Pericles, con lo que exagera, como es naotural, el papel de ésta en la guerra, y que no siempre estotalmente imparcial con las personalidades destacadas de losgriegos, como tampoco pasan inadvertidas sus enormes exa.geraciones en las indicaciones numéricas que la investigaciónha considerado como erróneas, por razones puramente obje.tivas, desde hace ya m'_lcho. Resulta más difícil el juicio acer-ca del hábito de Heródoto' de derivar las decisiones históri"

cas, y precisamente las de mayor trascendencia, de moti.vos personales de los personajes actuante,. Aquí el que juzgueha de ser crítico, aunque no negad que en algún caso Heródotopudo haber estado sobre la pista correcra.

Ya los motivos el análisis de la sublevación 'ónica (500/

499-494) constituyen un ver aclero problema histórico. Heió-e

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~ cu~nta que la sublevación jónka se "produjo por motivospersonales del tirano Aristágoras; tiranQ de MIleto, ~o-ras-'hab1a c~o al sáuapa persa de ~ardes, Artafernes,

. para realizar una expedición conjunta contra la isla de NaxQs.,,-.,,' - '',-:Pero la empresa f~a~ y como Arrstagoras temía que ~l

Gran Rey le pidiera cuentas, había visto su última salvación,

así~lo ';]enta tIerodOtO (\7":'5), eii.::una <llh]P"~r;órt.Jfelos ionios; Hestieo. Sl1 <llPgrn, le animó a ello desde Susa pormedio de un mensaje secreto. Arigágatas abdicó como tiranode Mileto y otros muchos tiranos hicieron lo mismo, y ladeSOQienria a los persas se extendlO rapldamente por todaJogia. Era ésta, por lo demás, la pnmera vez que una suble-vación de grandes proporciones en una provincia fronterizaimportante sacudía los fundamentos dd imperio persa, y lainvestigación histórica se ha esforzado siempre por encontrarrazones convincentes de esta sublevación de Jonia. Porqueuna cosa está clara: A,ristágoras jamás se habría atrevido asublevarse si no hubier~ estado seguro de que el sentir g"enel-

ral de la ~oblaCiOFestaba de acuerdo con sus proQ2ilios. Sineñibargo, aun queda .por saber si hay que atribuir la causa dela sublevación a motivos nacionales o económicos, o .bien a unacombinación de ambos.,. Ppr lo que se refiere a la economía,no cabe duda de que el comercio iónicQ había suindo reitera-das pérdidas. (La ocupación de Egipto por los persas - bajoCamblses (525) hab7a producido el descenso de Náucratis,imp<>'rtante colonia griega' en aquel pals; además existía unhecho muy restrictivo para el comercio griego del mar Negro:des\k la expedición de Darío contra los escltas (¿513/12?),los estrechos, los Dardanelos y el Bósforo se encontraban bajo

~l ~9ñtrOr nersa.\ Finalmente, a causa de la decadencia delcomercio focense y el ascenso simuItáne::> de los cartagineses ylos etruscos, se dibujaba en el Mediterráneo occidental una

situación que Tos jW1Ígs considera.ban con ~reocupación. Yc~ando, al fin, SíOiris, qu;-m~Q.tenfa p<trprh~ rpl~r"";eli conMikto, se hundió~almente a causa de los celos e la inaCrotona (51 , parece que los milesios se pelaron al rapeen señal de duelo.

Pero .estos cambios, indudablemente desfavorables para elcomercio dé los jonios, no bastan para explicar la subleva-ción. Nadie se expone a las consecuencias incalculables deuna guerra, y menos contra una potencia mundial, sin tenerpara ello un motivo que se sitúe muy por encima de las me-ras consideraciones de carácter económico:~ amor a la lí-

J~rtad de l~s griegos jó~co.:. di~ aquí _el- im~uI-=-q~~SiV<0 t(34

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Unicamente~ heleno podía sentir 10 que representabaque laautohoíñÍa de su ciudad se encontrara-~ laShIter- -venciones . c~nstantes .de~10s sátra~-p~ y.::3"?~ ~nluilar-<klOS cIUdadanos líbres;--ñjeran tiranos puestos y apoyadopor-~ -decid~e los destinos de lacomunidad. ¿No es acaso significativo que Aristágoras, ~es

~pués de haber renunciado a la tiranía, proclame en MíIeto la:isOñomía, la ~aldad de los ciudadanos ante la ley? En- At~-nas-Fabía sido Clístenes el primero en proclamar esta idea,y ahora vemos, su fuerza cautivante también en Jonia. Nohace falta estar inmerso en la ideología nacionalista del sigloXIX para comprender que aquí estaban en juego los intere-s~ elementales de "los_griegos jónicos, i;;-te~es "en favQ!.="del~s _cuales todos. tanto la, nobleza como el pueblo, estabandispuestos a luchar.

siñ Ya ayUda de la metrópoli, el movimiej)jo era demasia-do débil para poder afilmarse con alguna probabilidad deéxito freñ"te a la fuerza, muy superior, del imperio persa. Con

, tal objeto, Aristágoras se ~~ladó. el invierno c1p] ~ñn 500/499(ó 499/498)~ a Grecia. .E exito de su misión quedó muy pordebajo de lo que había esperado; en efecto, únicamente Ate-I}¡lS...y ~ia prometieron~nJia~ _contip.&:~ deraflota paraüñirse a los hermanos jonios; es posible que Atenas tambiéntuviera en cuenta al tomar dicha decisión sus ~s de ase.gurar sus posesiones junto a los Dardanel~L..~~I12.nos~Im-bros. ~ dependía ya entonces de la iml2ortación del trig

~' ~ sur de Rusia y no p.?día resi~narse con eL c~nE'2!. J>erSri1\

de los estrechos. Lo crítico era que Esparta se negara a ac-ceCIer,a lo-;-r;;-egos.de Aristágoras. La aversión de los lacede- ,moñios a las expediciones marítimas era conocida, y a estose añadía ahora la disputa inminente con Argos (ver pág. 44).

Los onios iniciaron la guerra con un al e contra Sardes,. la ¡:apltal de . .a. La ciudad fue pasa a a sangre y fuego,

pero en cambio los jonios no lograron tomar la' acrópolis, adonde el sátrapa y la guarnición persa se habían replegado.A continuación del incendio de Sardes no sólo se adhirieronal movimiento las' ciudades griegas de -la Propón~1d; y dclBósforo, sino también- Jos C¡~IOS l.loS 11CIOS,e inclúsiv~ToschiPriota~ se sacudIeron el doounio persa: a partir de unc;mienzo ~XlguO se había producido un vasto incendio, cuyas I

llamas subían desde el Básforo hasta Chipre. La sublevaciónamenazaba importantes arterias de comunicación del imperio Ipersa; lasatrapía de Tracia quedó totalmente aislada.

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En las medidas tomadas por los p~rsas no puede dejar depercibirseUn vasto plan Qe conjunto. Primero lognron recu-perar Chipre, capitulando como última ciudad de la lsla, enla pñiñaVcra del 496, la de Solos. También junto al He.les-ponto y en Caria realizaron los er~as progresos y, paulati.namente, a red se fue estrec ando ca a vez más alreaedmde Mileto, centro de la sublevaclon. Los Jomos acordarondes~e un consejo en el Panionion (el santuario de laconfederación j~, que ha sido encontrado gracias a excava-ciones alemanas), buscar la decisión en ~lla B!lYal.~ueve ciudades jonias mandaron suscontmgentes ~ la escua-dra confederada, que s!t..xeuriió ¡unto a: la isla deL:ill!, trentea Mileto (esta isla está unida de.~de hace ya mucho tiempo, acausa de los sedimentos del Meandro, con el continente). Pordesgracia, 1 disciplina dejaba que desear entre los jonios: eljefe de la flota confe era a, IOOIS10e ocea no ogra a im-ponerse y, además, se había hecho ya odioso anteriormente.en ocasión de los ejercicios de combate, por su severidad.Durante la batalla naval decisiva los conti!lgentes de Samosy Lesbos abandonaron las filas de los gnegos y, pese a tOaos10sesIUerzos de: contll1gente de la Isla de Quíos y al valorpersonal de Diooisio, quien capturó nada menos que tres na-ves persas, la batalla se perdió (495). MUeto cayó al añosis.miente.La ciudad fne rt(><tt11irt~rnr Tn< pprsas, y su0Ja-bi~s fuerondeportados a la-!egión del curso inferior delT~. Entre los artesanos que partiClparon en la construc-ción dd palacio imperial de Susa figuran posteriormente, en lainscripción de Daríe, nombres jonios y carios; tal vez éstosfueran también desterrados entonces al interior de Persia, enconexión con el lamentable fin de la sublevación...

El fracaso de la sublevación jonia había demostrado al

mundo la superioridad del Impeno f~sa. En-uria coopera-ción-planeada - entre el ejército y la f ota, proporcionada éstaante todo por las ciudades marítimas fenicias, la acción bélicapersa había acabado aplastando a les jonios. La resistencia ala potencia persa la habían prestado eo primer lugar aquellasciudades que desde tiempos antiguos se habían ligado entresí alrededor del Panionion, santuario de la confederaciónjónica, en el monte Mícale. Aquí habían celebrado las ciuda-des el consejo de guerra, y aquí habían contribuído indivi.dualmente a la causa con barcos, gente annada y probable-mente también con considerables cantidades de dinero. Sehabía acuñado, por ejemplo, una moneda común, la llamada«moneda de la sublevación jónica» de electro (aleación de

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oro y plata). Por supuesto, el desenlace de la guerra habíadestruido todos estos esperanzadores inicios: volvió el dominiode los sátrapas persas y se renovó el sistema tributario, pero,con todo, los persas evitaron llevar las cosas excesivamentelejos. A propuesta de Artafernes, las ciudades griegas hu-bieron de concertar entre sí tratados de arbitraje de litigiosjurídicos, medida que, habida cuenta de 105 conflictos ince-santes de los griegos, resultaba sumamente beneficiosa; porotra parte, se procedió a una nueva medición de la tierra y asu registro en el catastro, probablemente con objeto de impo-ner!e una tributación más justa.

Aristágoras no había presenciado ya el desenlace de lasublevación pues había perecido en Tracia, en lucha con losbandidos edones (496). Tuvo un destino parecido su suegroHestieo: fue capturado como pirata y crucificado (493). EsteHestieo es un personaje impenetrable: traicionó la confianzade Darío, sin ganar, por ello, la de sus compatriotas. En con-junto todos los personajes dirigentes d~ los jonios aparecencomo entre dos- luces. El más simpático de todos parece ha-ber sido Dionisio de Focea, quien logró escapar en barco haciael oeste, a Sicilia.

Los atenienses habían ordenado el regreso de Jonia de su\pequeña expedición de auxilio ya en el 498. Con toda proba-

bilidad esta medida no se debió a razones militares, sino po-líticas. El joven estado ateniense, al que Clístenes acababade dar nuevos fundamentos, era una construcción bastanteinestable, que reaccionaba de modo extraordinariamente sensiblea todas las influencias. Lo poco que conocemos de la evolu-ción interior de Atenas al cambiar -el siglo ~Uglereque en lacrudad hubleron de producJrse luchas por la dirección polí-tica, sobre todo entre dos grupos, el _de los alcmeomdas, conSUSpartidanos, y el de los amigos de los tiranos, ninguno delos cuales parece fiilber temdo una enemlstad d~piocontra los persas. Pero proyecta, con todo, Clerta luz sobrela situación política de la ciudad el hecho de que el año ~al entrar la sublevación jónic:t en su etapa decisiva con lacontraofensiva de los persas, fuera elegido arconte un tal Hi-parco, hijo de Garmo. Este indlvlduo era atlegado o panente de19SDisisuaudas. Cuan¿;- en el verano del ano 494 Miletohubo caído, apareció en el escenario ateniense una tragediade Frínico que tenía como tema el destino de la ciudad jonja.Los atenienses, profundamente impresionados por la desgraciade MUero, impusieron al poeta un castigo. Se ha supuestoque detrás de Frínico estaba el Iicomida Temístocles, que el

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año 493/92 a. C. había ejercido e! cargo de arconte en Atenas.Ya entonces hubo de contar Temístocles con numerosos par-tidarios entre sus conciudadanos, aunque el regreso del filaidaMilcíades de sus posesiones del Quersoneso le desplazó otravez a segundo término. Sin embargo, con la fortificación delPireo había iniciado' Temístocles una obra cuya importanciasolamente lograron apreciar las generaciones posteriores. Mil-cíades, por su parte, acusado de tiranía en e! Quersoneso, fuedeclarado inocente.

Una vez que la sublevación 'ónica fue reprimida, los per-sas proce leron a o Mardonio a restablecer e dominio enla satrapla e Tracia, del \otro lado de! Helesponto. hn 10 e-;-;n-cial, '"1vlardomo, ye~ de'" Daría, llevó esta tarea a buen fin,pero una parte de la' tlota persa se" perdió a causa de lostemporales del monte Atas, en la Calcídica. También el ejér-cito de tierra se vio en apuros a causa de los ataques de 10.,bandidos brigios. Dado que la rica isla de Tasas se habíasometido sin más a los persas (Tasas temía probablemente

perder sus minas de oro situadas en e! continente), Et:Lsiahabía restablecido su hegemonía al norte del Egeo (492).

Objetivos mas vastos no los había perseguIdo Daría, y siHeródoto relata que esta expedición persa en realidad ibadirigida contra la Hébde' y que únicamei1te las pérdidas delos persas impidieron su realización, está equivocado, 10 mis-mo que los historiadores modernos (G. Busolt, E. Meyer) queen esto le siguen.

Heródoto también cuenta' que el Gran Rey persa habíaenviado en e! 491 a. C. embaj3.dores a la Hélade para pedir alos griegos tierra yagua, los símbolos de la sumisión. Y aña-de que numerosos estados, entre ellos la rica isla de Egina,se habían dejado intimidar y habían cumplido la voluntadde Daría, pero que en Atenas y en Esparta, en cambio, losembajadores habían sido muertos. Pero esta versión carece detoda verosimilitud histórica. Basta recordar, en efecto, que,desde su participación en la sublevación jónica, Atenas se en-contraba en guerra con los persas, ¿por qué, pues, el GranRey habría enviado allí embajadores?

En el verano del año 490 la flota persa de Cilicia se ~oa la mar.' Estaba al mando de Datis y del me'iíorde los~r-taf~LIevaba a bordo tropas de desembarco, infanteríay c~ería, no más de veinticinco mil hombres en total, perob~en equipados. También se hallaba presente Hipias, e! anti-guo tirano de Atenas. Acerca de las intenciones que inspi-raban esta expedición, dice Heródoto (VI. 94) que e! Gran

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ey a a la Is-puesto, p'nmero, para castigar a os atemen-sés a causa de su participación eñ la sublevación jonia; ensegun o ugar, porque os t?isistrátidas habían msistido en talsentido, y, en tercer rugar, para someter a todas las ciudadesgrieg;s que se habían ne ado a reconocer la soberanía persa.ATas motivos m !Cados por Heródoto no cabe añadir nada. \Para todo observador advertido resulta claro que, sin la su-

Imisión de la metrópoli griega, el dominio persa en ~ícla-daS;-en Tracia e incluso en Jonia, habría seguido siendo mes-

¡t~le. - -Por lo demás, a los persas no les corría en su expedición

prisa alguna. Primero atracaron en s en el año 500 ysus habitantes fueron castiga os a causa de su anterior com-portamiento: 105 persas no habían perdonado ni olvidadonada. Además, frente a De!os y al santuario del Apolo délico.

los persas mostraron el mayor respeto: Datis dedicó a Apolouna valiosa ofrenda. Los persas se dirigieron luego hacia laisla de Eubea; Caristo fue obligada a anexionarse y, despuésde un sitio dé seis días, también Eretria, que en su día habíaapoyado a sus hermanos jomos con una fuerza auxiEar. Lostemplos de la ciudad fueron pasto de las llamas, y sus habi-tantes fueron deportados al interior de Persia.

~as se había contado probablemente con un desem-barco persa en la bahía de Falero, al sur de la ciudad. Sinembargo, los persas eligieron el llano de Maratón, tal vez porconsejo de Hipias. En Maratón había desembarcado tambiénen su día Pisístrato, después de haber sido expulsado de Ate-nas. ¿Seguía habiendo amigos de los tiranos todavía? Laasamblea popular ateniense llegó a través de fuertes discusio.nes a la decisión, a propuesU de Milcíades, de ,abandonar laciudad y ~al encuentro de los - persas; esta decisión eraextraordinariamente atrevIda, porque SI fallaba la cIUdad, es-taba irremisiblemente -perdida, ~ que no estaba eqUIpadapara resIstir ~ sitio (aún se discute si Atenas estaba ono amurallada). El mando supremo estaba en mano., de! po-lemarca CaIímaco, pero éste confiaba sobre todo en Milcíades,el más distinguido entre los diez estrategas áticos. A los diez

mil atenienses se sumaron otros mil hol11~~e~ de la ciudadamiga de Platea. Una expPdidón elp mlXir dI" l~ta-nos llego con'-yÍl día de retraso. Los espartanos se disculparon'con el pretexto de que les estaba prohibido salir en campañaantes del plenilunio. Es posible que esta razón sea cierta.

El curso de la batalla tó (que tuvo lugar a prin-

cipios e septlem re año 490) aún no se puede:: seguir por-

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completo. Cabe partir del supuesto, con todo, que lo, p~rlH\!isuperaban numéricamente a los atenienses, 10 que les indu-c~ofrecet a éstos reiteradamenre-r:ibatalla. Fue una vezmás Milcíades quien decidió al polemarca a aceptar el reto.

~Los atacantes fueron los persas y no los atenienses, com0 -re-¡suIta por el hecho de que MIIClades, Sq;lUl Meródoto, situó. l~ liñe-a.de bataJIiI áfeñieffse--ah1i5ñce de la persa; en resu-

~ lo~persas estaban pre~arados cuan?o los atem~ses~ se estaban r~<!gr],lj;¡JlJlde:-Tiel1e---pocos-vlsos-de-veroslmíIÍ-tud la opinión de que el encuentro fue en realidad una. acciónde repliegue de los persas (F. Schachermeyr). En las alas, loshoplitas atenienses mantuvieron el predominio, sobre todo acausa de su mejor armamento e instrucción. En cambio, elcentro de los griegos hubo primero de ceder terreno; pero,mediante la conversión de las ajas victoriosas, se completó eltriunfo. Elixito no fue compkto porque los persas lograronvolver a e~at a una gran parte del ejército e~naves,ae ra;- cuales sólO" ~e¡.dieronsfete. Las pérdidas se calculanen 6.400 persas y 192 atenienses, entre-los ciÜires-se-encon~~p6re~Cálíñiaco La-'caballería persa no se men.ciona en la batalla; no parece haber llegado a intervenir, otal vez era demasiado insignificante numéricamente.

Se relaciona con la batalla de Maratón el relato de la se-ñal del escudo. Al hacerse la flota persa nuevamente a lamar, los atenienses observaron el centelleo de un escudo tierraadentro, y supusieron que de esta forma se quería hacer unaindicación a los persas. Según toda probabilidad, la señal delescudo es histórica, y se ha relacionado con los akmeónidas,

pero de ello falta, sin embargo, una prueba concluyente. Porlo demás, Heródoto ha defendido expresamente a los alcmeó-nidas de la sospecha de traición; no se sabe si con funda-mento G sin él. Es leyenda, en cambio, el relato del corredor'de Maratón, que había anunciado la victoria a Atenas (neniké-kamen: ¡hemos vencido!), para acto seguido caer muerto.

Los persas n!L habían abandonado, a pesar de Maratón"jYproyectO"clt:castigar a Atenas. La flota dio vuelta a la puntasur .del Auca y apareClO en la bahía de Falero. Sin embargo,Milcíades se les había anticipado: el ejército ateniense había

llegado a la ciudad en una marcha forzada y )(.a habíatomago

JJos~n junto al gimnasio del Cinosargescuando 11~<LJa~ A COñtinuacióñ, lo~sas regresaron a Asia.

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La victoria de Maratón fue de gran importancia para los

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:atenienses y para los gri~gos en. general.; se había d~most:~do, t;en efecto, que los hop11tas griegos, SI se los sabia UtlhZ

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apropiadamente, eran superiores a los persas. Había sido asi-mismo superior la estrategia griega, que combinaba el fríocálculo con la acción enérgica al llegar el momento decisivo.Milcíades conocía a los persas exactamente, entendía su táctica

y había anticipado el ataque persa contra Atenas después dela batalla. Para los persas las pérdidas no significaban gran cosa,

pero el curso de la campaña les había demostrado, en todocaso, que con pequeñas expediciones nada decisivo podía con-seguirse y que, por consiguiente, se necesitaban un plantea-miento cuidadoso y una mayor preparación s'. se quería doblegara los griegos. En éstos, por su parte, el éxito de Maratón

r~ó la voluntad de resistir hasta lo úftimo a su poderosoadversario. ~

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4. Los preparativos bélicos y la expediciónde Jerjes

En la primavera del año 489, Milcfades, cuyo prestigiohabía alcanzado el punto culminante, deCIdIÓa sus conciuda-danos a emprender una expedición conttalas Islas del Egeo.La mayor parL<::de estas se hablan sometido a los persas,y no pareela dIt1CIl imponerles un tributo con el pretexto de«medismo». Pero la em re. ' rente a los murosde Paros, donde. ilcíades fue herido la flota hubo e re.gresar a su puerto sm a er logrado nada. La consecuenciafue-una acusación contra Milcíades, al cual sus adversariosacusaron de engañar al pueblo. Fue condenado a una multade cihcuema talentos y murió, poco después, de la heridarecibida en Paros. .

Esta empresa fracasada de Milcíades es ilustrativa bajodiv;tso; aspectos; {,!;'{e]iI, en efect0, _que... Pese a la superio-ridad de la flota persa, los .atenienses se habían atrevido adirigirse hacia las Cícladas; pero -<:1 int~!lt.o, emprendido sinuna flota suficientemente' poderosa, h;!bía resultado prema-turo. El punto de vista de Heródoto de que la empresa sedebía a motivos personales de Milcíades es tan inexacto comoel supuesto de que hay que ver en esta expedición de la flotauna empresa privada suya (Berve). ¿Cómo habría podido si-quiera pensar Milcíades en mantenerse en el Egeo contra lafuerza superior del imperio persa?

La ~.caída de Milcíades abrió el camino en Atenas aun gran personaje, esto es, a Temístocles, del demo deFrearrIos, qUIen a partIr de este momento y hasta su destie-rro (471) iba a ser la figura dominante de la política atenien-se. En los años siguientes a Maratán hubo de producIrse en

At.es -una serie de convulsIOnes acerca de las cuales, smembargo, a causa de una tradición fragmentarIa, poco puededecirse. Es .potable, sin duda, la introducción df". la elec<;jónde los arcontes por sorteo. Hasta allí habían sido elegidoslos núeve arcontes átICOS. En el año 48/ se modIfIco este

procedimIento en el sentÚ:!o de que se e!égían por sorteo de

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entre un númer0 de quinientos candidatos que habían sidoseÍeccIonados prevIamente, segun su numero de habitantes,por las diversas comun1i:lades (demos). El nuevo procedimien-to facilitaba indudablemente la democratización del más altocargo que e! estado ateniense podía conferir. Por otra parte,a partir .de dicho momento se admitió tambié¿ para ocuparel cargo de arconte a los ciudaáinos de la segunda clase fiscal,la de cabaIIeros (hippeis);esto era necesario para conse-guir el namero de quinientos candidatos. asta qué untose habían agudizado en Atenas las luchas po ítIcas intestmaslo muestran los ostracismos ue tuvieron lu ar durante el de-cenio comprendido entre Maratón la ex edicion e er es.El primero que tuvo que ir al destierro, el año 488/87, fueHiparco, hijo de Carmo; le siguió Megacles, hijo de Hipócra-tes, jefe de los alcmeónidas, y luego Arístides, el año 483/82.Todos estos individuos estorbaban los planes de Temístocles,y no es aventurado suponer, por consiguiente, que fue éstequien, con el apoyo de sus partidarios políticos, les impuso eldestierro.

Inmediatamente después de Maratón, Pqrsia había e~e-zado !mevo:; preparatIvos bélicos. Pero, a causa.uJ€! tiRa su-bIevaclOn en EgIpto y de disturbios internos en Babilonia,Darío hubo de renuncIar a una nueva ,.mnrpsa. Su sucesor,Jerjes (48 - 5 64), mandó excavar un canal, e! año 483, através de la península oriental de Calcídica, pues se queríaproporcionar a la flota, que e! año 492 había naufragado alpie de! monte Atos, un nuevo paso más fácil. Incidental-mente, las huellas de esta construcción han sido hailadas porexcavaciones modernas. A los griegos, esta obra les podía pa-sar tan poco inadvertida como los grandes preparativos béli-cos que tenían lugar en toda Persia. Pero tampoco en Gre-cia permanecían inactivos. Por consejo de TSIDist~les, 4tenasP!oc~gí!! a una ampliación considerable de su flota de guerra.Sin embargo, el número de doscientos trirremes que se habíaproyectado y que habría convertido a Atenas en la mayorpotencia marítima, con mucho, de la Hélade, no se alcanzótotalmente: para ello resultó demasiado breve e! tiempo dis-ponible. El dinero. necesario lo procuró una moción de Temís-tocles, que-;revela: que los excedentes de los arrendamientos.de las minas del Laurión, ya no se repartirían entre los dis-tintos ciudadanos, sino que se aplicarían a la construcción dela flota. En forma análoga se había construido Tasos, unosdiez años antes, una flota propia; sólo que, en atención a susposesiones en la región costera de Tracia, aquella ciudad se

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había arredrado ante la posibilidad de una disputa con lospersas, que ya se avecinaban, y había aceptado la soberanía deéstos.

No obstante, todas estas medidas no bastaban en absolutopara una defensa eficaz frente e! ataque inminente de Persiacontra Grecia. Era igualmente importante, cuando no más im-portante todavía, la actitud de E..~parta, la .JIlayor potenCIamilitar de la Hélade. Esparta estaba estrechamente aliada conAtenas y, cuando se trató de ayudar a ésta en su conflictocon la vecina Egina, Esparta puso toda su influencia en favorsuyo.

Pero había toda una serie de estados en Grecia que noestaban interesados en una lucha defensiva común, ya seaporque no se sintieran amenazados por los persas, o porque.abiertamente o en secreto, se habían puesto de! lado de éstos,Así, por ejemplo, los alévadas, príncipes de Tesalia, eranaliados de los persas, y Argos, enemiga jurada- de Esparta ene! Pe!oponeso y que acab~ de ser derrotada por ésta en labatalla de Sepeia (494), estaba secretamente en un aruerdotácito con los persas, en tanto que otros estados, como el delos aqueos del norte de! Peloponeso, no querían dejar quenada turbase su tranquilidad de pequeños estados. Fuera deGrecia no cabía esperar gran ayuda. Los griegos de Sicilia es-taban amenazados or alía er'es con los carta me-ses, y e sur de Italia sólo fllf' pn ~j711Cl~de la metrópolis Faílodé"l:rotona con una sola trirrem . Los helenos de Jonia, Chi-

pre y lrene se encontraban bajo e! dominio de los persas yestaban obligados a poner sus contingentes a disposición de!Gran Rey.

Después de unas conversaciones previas en Esparta, se reu-

nieron en otoño de...481. en e! istmo de Corinto, los' ~-dores de todos los estados \frtegos que se hablan negado a aaral rey de Persia tierra yagua, los símbolos de la sumisión. Seunieron, con Esparta Atenas te, en una confederación.Por supuesto, núcleo de ésta lo formaban los miembros aela Liga de! Pe!oponeso. En conjupto .!=ontaba ésta unos trein-

ta ?;pmh""c, ..1",1,." que Esparta, Atenas y Cormto eran losmás imnortantes. Se acordó una v~7. general en Grecia, con loque""cesaron todas lás uerella8 fue autorizado e! retorno delos - esterra os.. ~ griegos que sin verse o . 19a os a e o seadhirieran a los persas se les amenazaD.:! con la destrucCIón, y' ladécima parte de sus bienes había de entregarse al Apolo dél-fico. Si bien la Liga de! Istmo sólo comprendía a una parte

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! de los helenos, resulta muy significativa como primer síntomade un sentimiento griego de nacionalidad.

Sin duda, la decisión de no plegarse en ningún caso antelos persas no era en modo alguno igualmente firme en todoslos he!enos. Entre las poesías de Teognis se encuentran,aunque no hay seguridad que sean realmente suyos, los ver-sos que dicen: «Protejan Zeus y los demás dioses a la ciudad(Mégara), concédanos Apolo discurso y pensamientos acerta-dos. Suene la música, bebamos, conversemos y no temamos laguerra de los medos, vale más así. CO:1 ánimo concorde, sinpreocupamos, celebremos alegres fiestas y mantengamos alejadaslas miserias de la vejez y de la muert::,» ,Para qui~n así ha-blaba, la guerra médica inminente no era por supuesto unasunto de la nación griega, sino a 10 sumo una interrupciónsumamente desagradable de la vida cotidiana,

Tales voces no eran en modo alguno aisladas en Grecia.Fue mucho mlís siniestro, en esta hora decisiva, e! papel delorfculo de Deltas. No cabe Ignorar que, desde la ruma~ deCreso (547), los sacerdotes délficos estaban firmemente per-suadidos del carácter invencible de los persas, a lo que seañadía, además, la consideración objetiva de que contra lafuerza innumerable del e.iélcito persa de tierra y contra suflota, muy superior a la de los griegos, toda resistencia erainútil. De ahí que en los oráculos emitidos la víspera de la grang:Jerra se perciba un estado de ánimo prácticamente desespera-do: a los consultantes griegos se les profetiza destrucción y rui.na; a los argivos y a los cretenses se les aconseja mantenerealejados de la guerra (como si en una contienda de tal mag-nitud la neutralidad fuera posible) y a los atenienses, por fin,les aconsejó el oráculo que huyeran al fin de! mundo y lesdijo que la sola esperanza consistía en e! muro de madera, conlo que, al parecer~' se daba a entender la empalizada de la Acró-polis y no, como lo interpretó Temístocles, la flota.

Freilte al desacuerdo entre los griegos, los preparativos per-sas producen una impresión mucho m<Ís imponente. El imppriose encontraba en aquellos días en el punto culminante de sucapacidad de acción, estaba excelentemente organizado y elnamamiento dd Gran Rey encontraba eco por aoquier, Todaslas satrapías, d~e la India hasta Egip!g, haQJa enviado susc~tilli?:entes al ejército, y 1 flota constaba de barcos y !l!.!!fl-nds de l~ fenicios, los egipcJOs, amos y os carios antetodo, EI..gjgantesco ejército se reunió frente a :Sardes v atravesóel Heiesponto en la primavera del 480, por dos puentes debarcazas, obra del griego Barpala. Los contingentes de los

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diversos pueblos del gran reino ofrecían un espectáculo impre-sionante que Heródoto ha descrito: los hindúes con vestimentade algodón, los - caspianos con las de pides, los negros etíopescon pieles de leopardo y de león, los árabes con sus holgadaschilabas, los persas y los medos con chaquetas de anchas man-gas y gorras puntiagudas de fieltro, armados con jabalina, arocos y escudos de mimbre, llevando ceñido a la cadera derechael sable corto, el akinakes. En Dorisco, junto al Estrimón, pasóJerjes revista a su ejército. Según se dice, se calculó el númerode los guerreros reuniendo diez mil individuos, apretujados,en un qeterminado lugar, trazando a su alrededor un círculo ylevantando a lo largo de éste un muro; luego se hacía entrarotros diez mil guerreros en aquel espacio, y así sucesivamente,de diez mil en diez mil, hasta que todos estuvieron contados.Sea cierto o no, este relato de Heródoto, las cifras que él da delos persas soñ demasiado altas y río parecen verosímiles. ¿Cómose habría podido abasttcer y pertrechar un ejército de no me-nos de 1.700.000 combatientes, más 80.000 jinetes y 20.000 encamellos y carros de combate? También las cifras dadas porescritores posteriores (800.000 hombres, según :Eforo y Cte-sias, y 700.000 según otros) son todavía demasiado altas.Eduard Meyer, con su objetivo sentido de lo real, ha calculadoel número de guerreros .en lQQ.OOOhabitantes a lo sumo, yel general E. von l'lscl1er sólo en 50.000. No cabe riuda queestas cifras se acercan mucho más a la realidad. Según Esqui-

lo, la flota contaba 1.207 embarcaciones, entre las que secontarían probablemente aun las más pequeñas.

¿Qué ob'etivos erse ía Jerjes con su expedición? Nocabe du a que se trata, en esta empresa, e a eJecución deun vasto proyecto preparado desde mucho antes. También laalianza con los carta ine s, a quienes correspondía en esto lamision e Igar las fuerzas de los griegos occidentales, hablaen tal sentido. El ~bjetivo no podía ser otro que la subyuga-ción de toda Grecia y, tal vez, de todo el occidente habitadopor - nelenos. La opinión sustentada ocasionalmente por algu-nos onentalistas (A. T. OImstead), que .se trataba primeramen-

te de upa..guerra fronteriz;1 del Gran Rey, carece de sentido; laperfecta preparación y la cantidad de medios empleados sonsuficientes para refutar esta interpretación.

En el Istmo habían decidido los griegos acceder a la deman-da de los tesali03 y enviar una fuerza de diez mil hoplitas a lafrontera meridional de Tesalia, con la misión de cerrar e!

paso de Tempe y formar así una primera línea defensiva contrae! ejército persa que avanzaba desde Macedonia. La fuerza

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griega fue transportada por mar a Halo, en Tesalía, desde don-de se trasladó por tierra al valle del Tempe. Sin embargo, laposición se reveló muy pronto como difícil de sostener, por-que podía ser circunvalada fácilmente por un paso de lacomarca de Perrebia, y había que contar además con desembar.cos de los persas a la espalda rie los griegos. Para gran decepciónde los tesalíos, la posición del paso del Tempe, y poco despuéstoda Tesalia, fueron evacuadas nuevamente por los helenos.

Es bastante extraño que Jerjes no supiera aprovechar laretirada por los griegos del paso del Tempe. Pese a que hubode tener conocimiento del cambio de la situación, dejó que suejército efectuara un rodeo de diez etapas; en efecto, avanzóhacia el oeste alrededor del macizo de! Olimpo y penetró aquípor vez primera en territorio griego. Los griegos decidieronesperar al ejército persa en el acceso a la Grecia central, estoes, en las Termópilns. Las angosturas aquí existentes brindabanla posIbilidad de oponerse, aun con pocas fuerzas, a un adver.sario muy superior y de contenerlo por alg(ín tiempo. El nú-cleo de la fuerza de combate griega lo formaban 4.100 pelopo-neslos, entre los cuales había 300 espartanos y 1.000 lacede-monlos; a éstos se añadían 700 tespianos, 400 tebanos y algu-nos contingentes de foceos y locros de apunte; tenía el mandoel rey espartano Leónidas. Correspondía con la posición de blo.queo de las Termópilas el despliegue de la flota griega ante lapunta norte de la isla de Eubea, frente al cabo Artemisio. Laflota la mandaba, en calidad de comandante supremo, el es-partano Euribiades, y del total de 270 trirremes, los atenienseshabían puesto 147. Sin embargo, el alma de la estrategia ma-rítima era el ateniense Temístocles. Había surgido en su men.te, en efecto, el plan que en las Termópilas y junto al Artemi-sio iba a convertirse en realidad, y según el cual Leónidas habíade contener el ejército persa de tierra hasta que los griegoslograrall derrotar decisivamente a la flota de los persas..lAtdefensiva Dor ti('rra, y la ofensiva por mar, era el plan quelos helenos se habí¡¡n trazado.

Las luchas en las. Termópilas y, por mar, junto al Artemi-s\s!.-(a prmclpios de agosto del 480) permiten reconocer clara-mente la conexión estratégica interna. A ambos lados se man-~n las comu!l1cacionesentre las tropa~ de tierra y las fuer-zas . marítimas, y las operaCiones por tierra y mar se COiñP1e-mentaban como un juego de ajedrez. Las relaciones estratégicasin~ han sido puestas en claro ante todo por los estudiosde August Koester. La vanguardia marítima persa estableció elprimer contacto con barcos de guerra griegos junto a la pe-

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queña isla de Esciato,donde estaban estacionadas tres trirre-mes griegas como posición avanzada; al acercarse los persas,emprendieron la fuga, pero fueron alcanzadas por el enemigo.Sólo una nave, ateniense por más señas, logró escapar hacia elnorte; su tripulación bajó a tierra en Te"llia, desde donde volvióa la metrópolis. Con objeto de asegUlar e! avance de! grueso delas fuerzas, los persas instalaron una señal marítima (una ba-liza) en la llamada roca de Leptari, entre Esciato y e! caboSepias. Por fortuna para los griegos, se levantó un fuerte tem-poral procedente del norte, que se mantuvo por espacio de tresdías. Entre la flota persa causó graves daños: numerosas navesfueron lanzadas contra la costa rocosa de la península de Mag-nesia y se estrellaron. Además, quince naves persas se introdu-jeron por descuido entre las líneas de lo, griegos y fueron apre-sadas.

¿Y qué ocurría en las Termópilas? Mientras duraba e! tem-poral de! norte, Jerjes estuvo acampado con e! ejército detierra en la llanura de Traquis, totalmente inactivo. Sin duda,no hubiera tenido objeto inidar la iucha antes de que la flotacomunicara que estaba en condiciones de emprender la batalla.

~ Por otra parte, los pt:rsas habían mandado una escuadra de\ 200 n3ves hacia el este alrededor de la alargada isla de Eubea.

Su tarea había de consistir. en bloquear e! canal entre la islay e! continente, al sur, .de..modo qae la flota griega se hubieravisto aprisionada, come, en un. saco. Por un tránsfuga griego delas filas persas (Escila de Esdona) se enteraron los griegosde aquella maniobra.

Las Termópilas forman en conjunto tres pasos angostos en-tre las 10cáliJades modernas de Antheli y Malos; las Termó-pilas propiamente dichas, que deben su nombre a las fuentes deagua caliente, representan el paso central, situado entre lospasos este y oeste. En este lugar sólo tienen un ancho de unosquince metros (medio pletro) y resultan fáciles de bloquear, conp~ce, esfuerzo, por una peql1eña tropa bien mandada. (Por su-puesto, el paisaje ha cambiado cor,siderablemente desde en-tonces, a causa de las sedimentaciones. del Esperqueo). Los es-tudios antt:riores eran de! parecer que la posición griega se ha.bía visto reforzada por e! lbmado Muro Foceo, que se conce-bía como corriendo de narre a sur. Sin embargo, según las in-vestigaciones de Spyros Marinatos, puede tenerse casi por seguroque el Muro Foceo se extendía de oeste a este, o se:! parale-lamente a los estrechos

Durante tres días trataron los

medio -de ataques frontales, pero

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persas de forzar el paso poren vano, porque los griegos,

-ldispuestos por Leónidas en una torma de defensa móvil, serevelaron como superiores, tanto por su armamento como porsu instrucción. Pero entretanto lo:; persas se enteraron de laexistencia de un sendero que permitía un rodeo y, guiados porun guía indígna (Efialtes) , fueron cpnducidos por -la mon-taña a la espalda de los griegos, dl".spuésde haber eliminadopor sorpresa el contIngente foceo que había sido dispuesto paracubrir el sendero en cuestión. Una vez perdidas las alturas másimportantes al sur y al oeste de las Termópilas, Leónidas ysus fieles estaban prácticamente cercados. En esta situación, e!rey espartano dio libertad de retirada a la masa de su trop3,siendo cubierto el movÍm:ento por los espartanos, los tespia-nos y los tebanos. Aún pudo comunicar Leónidas que su po-sición había sido rodeada a los jefes de la flota: su misión con-sistió entonces en aguantar hasta tanto que ésta lograra reti-rarse hacia e! sur, por e! canal de! Euripo, que en ciertos lu-gares sólo medía quince metros de ancho. Pero esto sólo podíatener lugar después de haberse desprendido la flota griega dela fuerza naval persa y. en todo caso, no antes de! anochecer.Leónidas se vio rechazado con el resto de sus hombres (en con-junto unos mil combatientes) al reducido espacio de una coli-na; se trata de la Colina II, e11la que hoy permanece e! mo-numento a Leónidas y en donde se encontraron numerosas pun-tas de flecha, testimonio de la lucha. Los griegos, entre los cua-les sólo los tebanos depusieron las armas, sucumbieron a lasuperioridad persa, en tanto que Leónidas, que había demos-trado sus cualidades de jefe militar, c~yó en esforzado combate.Jerjes maGdó más' adelante separar la cabeza de! tronco ycrucificar el-cuerpo. Sin embargo, e! objetivo de la defensa sehabía logrado: el ejército de tierra de Jerjes había sido con-tenido todo e! tiempo necesario para que la flota griega pudieraretirarse ordenadame?te por e! canal de Euripo.

Esto tuvo lugar al anochecer del tercer día de la batallanaval junto al cabo Artemi5io. J,.os griegos habían establecidoentre la isla Argironesi y e! cabo Cefala, en Eubea, un bloqueomarítimo l/ue, p~5e a toda su presión, lo~ persas no habían lo-grado romper. Sin duda, las pérdidas fueron graves en amboslados. Al llegar la noticia de la caída de la posición de lasTermópilas, la de la flota griega jl!!1to a1 Artemisio se habíahecho insostenible; bajo el manto de la obscuridad ~e despren-dió, del enemigo y emprendió el regre;o al golfo Sarónico. Te-místoeles había ordenado poner inscripciones en las rocas. Enéstas se exhortaba a' los jonios y 10. carios que luch:.ban de!lado persa a que se pasaran a los contingentes helénicos o, si

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-esto no era posible, que no desplegaran un celo especial en lalucha contra los griegos. Esta exhortación de TemístocIes, ejem-plo de estrategia psicológica, se hace comprensible si recorda-mos que ya en la batalla junto al Artemisio un comandante deflota cario, HeracIides de Mihsa, había contribuido esencial-mente, mediante una nueva forma d~ la táctica marítima, aléxito de los helenos.

En conjunto, las batallas de las Termópilas y la de! Arte-$isio, no constituían, sin duda, un éxito de los griegos, ~inomás bien de los persas, porque éstos, aun habiendo lamentadograves pérdidas, habían logrado e! objetivo de las operacionescombinadas por mar y tierra, es decir, ,abrir e! acceso hacia e!centro de Grecia. Para la apisonadora persa ya no había aquíresistencia alguna: la mayoría de las localidades de la Greciacentral se sometieron, y también Delfos se adhirió abiertamen-te a los persas, con lo que salvó de! saqueo los tesoros delsantuario. En Atenas se adoptó la resolución de poner a los nocombatientes, esto es, a las mujeres y a los niños, en seguridaden Trecén, Egina y Salamina, en tanto que todos los hombresen estado de manejar las armas habían de subir a los barcosde guerra, único elemento en que descansaba la salvación nosólo de la ciudad, sino de Grecia entera.

Según una inscripción griega, encontrada muy recientemente,proveniente de Trecén, que ha causado entre los investigado-res ]a mayo! sensación, la decisión de abandonar Atenas sehabría adoptado ya con anterioridad y, en todo caso, antes del¡¡s batallas de las Termópilas y de Artemisio. Sin embargo,esta tradición es sumamente inverosímil, no sólo por motivospsicológicos -en efecto, ¿cómo habría podido esperarse de Leó-nidas y los suyos que sacrificaran hasta e! último hombre en

> las Termópilao,si ya en Atenas todo e! mundo se disponía a laevacuación?-, sino porque la inscripción está además en con-tradicción directa con Heródoto, de quien no hay aquí razónalguna para desconfiar. Lo que puede leerse en esta inscrip-ción, que es un presunto decreto ático a propuesta de Temís.tocIes, es una tradición posterior nada digna de crédito, de ori-gen, todo lo más, de mediados de! siglo IV a. C.

Mientras tanto se había levantado en e! istmo de Corintoun muro destinado a proporcionar a los defensores el apoyonecesario. La flota griega se había concentrado en e! golfode Salamina, y descansaban en ella las esperanzas de todos los.griegos que no querían someterse a los persas. Atenas cayó enmanos de éstos, quienes sólo hubieron de reducir una débilresistencia en la Acrópolis. Confiando en el oráculo relativo al

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Fig. 3. ,--La batalla de Salamina

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muro de madera emitido p:>r el Apolo de Delfos, un pequeñogrupo trató de defenderse en él detrás de una empalizada;pero los persas prendieron fuego con sus flechas incendiariasa la trinchera de madera y exterminaron a los defensores

No cabe duda que los griegos hubieron de estar divididosen sus opiniones en cuanto al empleo de su valiosa flota, yes asimismo posible que el almirante espartano Euribíades es-tuviera decidido a replegarse sobre el istmo, pero queda abso-lutamente descartado, en todo caso, que los he!enos no hubie-ran pensando entonces más que en la fuga. Temístocles hubo deimponerse en aquellos momentos críticos. Al parecer, amenazócon que los atenienses se trasladarían con sus trirremes al oestesi los griegos no se decidían por la lucha en el estrecho deSalamina. También los persas estaban decididos a buscar lasQlucíón definitiva en e! mar, sobre todo porque la ruptura dela posición de los griegos en el istmo se presentaba de ante-mano como muy difícil y, según la experiencia de las Termó-pilas, había de resultar demasiado cara. Sin embargo transcufrieron varias semanas antes de que la flota persa abandonarala playa de Falero y se dispusiera a ofrecer a los 'griegos, enlas aguas entre la isla de Salamina y e! Atica, la batalla. Alparecer, había reinado nuevamente entre los griegos una pro-funda indecisión, en vista de lo cual T~místocles había manodado lIn esclavo ton un mensaje secreto a los persas, exhor-tándole a atacar lo antes posible, dado que los griegos estabandisp~estos a fugarse. Ahora bien, sea esto verdad o no, locierto es que los persas tomaron acto seguido las disposicionesnecesarias. Desembarcaron un contingente de soldados en laisla Psitalía, con e! encargo de capturar á los náufragos griegos,en tanto que la flota se introducía, desde el este, en e! estre-cho de Sa!amina, cerrando la salida oriental del golfo; el con-tingente naval egipcio recibió e! encargo de dar la vuelta a laisla de Salamina, por el sur, y de cerrar también el acceso oc-cidental de! -estrecho. Estas operaciones estaban bien concebi-das y correspondían en su disposición a las instrucciones de!mando de la flota .en la batalla junto .al Artemisio, de modoque no hay motivo alguno para no considerarlas como histó-ricas. . -

Las trescientas naves de guerra griegas, aproximadamente,hubieron de enfrentarse sin duda a un adversario superior ennúmero, aunque la superioridad de los persas no puede habersido tan grande como se expresa en las fuentes al\tiguas. Lospersas, con los expertos marineros fenicios en el ala' derecha ylos jonios en la, izquierda, estaban, con e! frente hacia el sur,

entre las islas de Hagios Giorgos y Psitalía, en tanto que losgriegos, con los atenienses en el ala izquierda y los eginetas enla derecha, apuntaban con los picos de las naves hacia e! norte.Los dos bandos lucharon con gran denuedo. Del lado de lo>persas se distinguió sobre todo la princesa caria Artemisia deHalicarnaso; para escapar a la persecución de una trirremeática, hundió una nave amiga, de Calind,¡, proeza que llenó deadmiración al Gran Rey; desde lo alto del Egáleo, donde lehabían levantado un trono, contemplab,¡ éste e! grandioso es-pectáculo que se desarrollaba a sus pies. La superioridad nu-mérica de los persas no tardó en. revelarse como inconveniente,decisivo; en efecto, s"'s barcos se obstaculizaban mutuamente,sobre todo después que, mediante un ataque de flanco, losatenienses hubieron apretado más todavía a los adversariosunos contra otros. Las pérdidas de los persas fueron conside-rables, pero es casi imposible que subieran a quinientas naves,como dice una fuente posterior (Ctesias). Entre tanto, unasección de hoplitas griegos desembarcó en la isla de Psitalía yredujo, bajo el mando de! ateniense Arístides, a la guarniciónpersa. La batalla naval duró en total doce horas, desde la ma-ñana hasta e! oscurecer. Por prc:ien del Gran Rey, el resto del,a flota -persa regresó a la rada de Falero hacia el Helesponto.El propio Jerjes se dirigió primero con el ejército de tierr:!hacia Tesalia, aquí renútió' el mando a Mardonio, y llegó fi-nalmente, después de una marcha por tierra de 45 días, alHe!esponto. Pese a sus grandes pérdidas, e! rey no había abanodonado en absoluto su proyecto de someter a Greda.

Las razones de la derrota de los persas en Salanúna.JWnecesitan buscarse muy lejos; de hecho e! mando táctico de losgriegos era mejor y, por. otra par~ e~an lurhanrin pnr !i1Jexistencia como nación, ya que si la batalla se -perdía, l3Q...PO-dían escapar a la esclavitud y a la deportación. Se añaden aesto graves errores por parte de la estrategia I""r.a, sobre todoen la disposición de la batalla naval. Nadie parecía habersedado cuenta entre las persas de que, en aguas tan reducidascomo las de! estrecho de Salamina, había de resultar decisiva,exclusivamente, la calidad de las naves y de sus tripulaciones,y en ningún caso su cantidad. Finalmente, el mando ersa noestaba prácticamente familiari7a..1o con las con lciones ná . s

en las a¡roas gric:s.as.No cabe duda e que todos estos aspectosinfluyeron, pero, digámoslo una vez más, fue en definitiva ladisposición de ánimo de los griegos la que se reveló como deci-siva.

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Las medidas que tomaron posteriormente los jefes de laflota griega no son tan consecuentes. Sin duda, se persiguió ala armada persa en retirada hasta Andros, pero en c:¡robio elconsejo de Temístocles de completar la labor y de volversecontra el punto neurálgico de las comunicaciones persas) con-tra el Helesponto, no se siguió. Heródoto nos habla de otromensaje que Temístocles había enviado al rey de Persia y enel que le decía que el ataque contra el Helosponto no sehabía producido siguiendo su consejo. No parece muy verosí-mil esta noticia porque el primer mensaje de Temístodes, quehabía decidido a los persas a librar la batalla, tenía que cons-tituir todavía un recuerdo reciente y poco grato. De regresoa Salamina, los griegos hicieron a sus dioses las ofrendas co-rrespondientes. Al dios délfiro le dedicaron una estatua colo-sal de Apolo con la proa de una trirreme en la mano. Hastaentonces, el ApoIo délfico había sido poco propicio a los grie-gos, pero los helenos no le pagaron con la misma moneda.

Para los griegos el peligro aún no quedaba descartado enmodo alguno; d ejército de tierra persa estaba intacto y, mientraspermanecía en suelo griego) la campaña no estaba deCidida.Desde su cuartel general, Mardonio desplegaba una actividaddiplomática intensa. Le interesaba ante todo romper la confede-ración griega: Así) por ejemplo) el rey Alejandro 1 de Maoedo-nia se trasladó por encargo suyo a Atenas para transmitir am-plias ofertas. Como los atenienses se mantuvieron firmes) 105persas volvieron a irrumpir en el Atica. Provienen de esta ;e-gunda ocupación las graves destrucciones en la ciudad y elcampo) que dejaron en los atenienses un odio feroz contra lospersas. Lo~ habitantes de Atenas habían sido puestos previa-mente a salvo en Salamina. Nada tiene de particular) pues)que se insistiera en Atenas en la movilización del ejército grie-go confederado; en Maratón, decían) los hoplitas áticos se ha-bían revelado superiores a los persas y no había motivo algu-no) pues) para suponer que la fuerza aliada de Esparta y Ate-nas no se impondría nuevamente contra las huestes asiáticas. EnAtenas se había producido en el invierno del 480/79 un caiñ.bio polítIco: en 1><lSelecctones de los estrategas no habla trIun-fado lemtstocles; en su lugar aparecen los nombres de Aris---,tides y de )anupo, emparentado éste último con la familia delos'- álcmeÓl1ldas.La razón de esto no se conoce, pero estecambio de dirección constituye un hecho muy notable.

En los preparativos para la contienda definitiva con losgriegos) Mardonio se reveló como un general muy precavido.Con objeto de poder aprovechar eficazmente su caballería, muy

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superior a la griega) ~ya9Ió e1.Atica y se retIró a Beocia. En elllano de Asopo, .Q.oJejos_de Platea y frente a la cordillera delCiterón, encontró un terreno ideal para su caballería, terrenoque aún trató de hacer más ventajoso mediante algunos cam-bios (tala de árboles)'. Por otra parte, dominaba la vía a Te-bas, que constituía su línea de comunicación propia; los teba-nos eran los más seguros de sus aliados griegos. Con los focen-ses, en cambio, tenía Mardonio dificultades; pero es el caso queeste pequeño contingente (1.000 hombres) apenas entraba enconsideración y, a su llegada, Mardonio había demostrado alos focenses que no permitía que se jugara con él.

?ausanias ejercía el mando supremo entre los griegos. Erasobrino de Leónidas y regente del joven Plistarco. El grueso delejército se reclutaba entre los lacedemonios y los contingentesde la Liga del Pelopontso) pero también figuraban los atenien-ses y los plateenses en su ejército, que pudo llegar a reunir unos30.000 combatientes. En cuanto al número de sus tropas, lospersas eran sin duda superiores) pero en ningún modo en laproporción indicada por Heródoto. En todo caso, la cifra de300.000 hombres que da Heródoto es totrJmente inadmisible.ya que Mardonio apenas pudo haber reunido más de 40 ó50.000 hombres bajo su mando. De la exposición de Heródotose infiere que los griegos tuvieron grandes dificuitades c las~perior caballería e al' onio, pero que) por otra parte) éstese daba perfecta cuenta de la fuerza de los hoplitas griegos y,en particular de la de los espartanos.

Una vez que la caballería persa h:.Ibo logrado inutilizar lafuente Gargafia a la espalda dé la posición griega) Pausaniasse vio obligado a tomar la seria decisión de retirar su ejército,si no quería exponerse a tener graves dificultades con el apro-visionamiento de agua. La retirada se reveló como una empre-sa sumamente peligrosa) y Pausanias hubo de luchar en suspropias filas, no sólo con la resistencias sino incluso con la de-sobediencia declarada. Los griegos no estaban acostumbrados aque se les dijera lo que podían y lo que no podían hacer; dadoque cada ,polis era autónoma) les resultaba duro) en tiempo deguerra) tener que someterse a la voluntad de otro. En el mO-vimiento de repliegue ordenado por Pausanias, los ateniensesse negaron, al parecer, a tomar parte) y fue llevado a caboprincipalmente por los espartanos y los tegeatas; éstos recha-zaron todos los ataques de los persas y además exterminaronuna gran parte de sus tropas; el propio Mardonio halló allí lamuerte. El campamento persa, que, según se dice, los persas

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habían fortificado con un muro hecho con sus escudos, fuetomado y los griegos no concedieron cuartel alguno.

«Resulta difícil», escribe el teniente coronel austriaco GeorgVeith, «imaginar a un general en una posición más difícil eingrata que la de Pausanias en el año 479. La campaña le esdirectamente impuesta por los atenienses, y él, acostumbradocomo espartano a dirigir un cuerpo espartano de élit~, se en-cuentra al frente de una milicia territorial allegada.» No haylugar ~ duda: los helenos debieron su victoria única y exclu-sivamente a las cualidades de mando de Pausanias, quien, enmedio de la confusión general, conservó, con sus espartanos, losnervios. Estos hombres salvaron a última hora un encuentroque tácticamente estaba perdido, arrancaron a un enemigo nu-méricamente superior la iniciativa y no sólo lograron derrotado,sino aniquilado totalmente. No sería justo sostener que ~c-toria de Platea fue un triunfo de la unidad griega, porque locierto es exactamente todo lo contrario: Platea es la victoria dePausanias y de sus espartanos, quienes "hicieron aquí historia.Se tributaron honores especiales a los plateenses y se instituyóen Platea una fiesta de la victoria, que se celebraba cada cuatroaños. En tiempo de los emperadores romanos se celebraban to-davía los festivales de competición, y al vencedor le era con-ferido el título de «el mejor de los helenos». No es histórica,en cambio, la reso:ución tomada por Ios grk.gos después de labatalla de constituir un ejército común de 10.000 hoplitas, 1.000jinetes y, además, 100 barcos de guerra; esta leyenda es má~bien una anticipación de las condiciones que sólo se dan enrelación con la llamada Liga Corintia en el año 338 a. C.

Con los tebanos que habían luchado del lado de los persas(en la batalla habían sido adversarios de los atenienses) no

anduvieron los vencedores con miramientos. Después que laciudad hubo resistido un sitio de veinte días, sus habitantesentregaron a los griegos los jefes del partido «médico» que nohabían logrado ponerse en seguridac! anteriormente. Por ordende Pausanias fueron ejecutados.

Las luchas del año 479 hallaron sa fin con la bat 11aaeMicala~a de Priene, en onia). La lota persa había sidoya desmovilizada en gran parte cuando los griegos, bajo elmando del rey espartano Leotiquidas, desembarcaron. El cam-pamento naval de los persas fue tomado por asalto. La""SCifrassuministradas por Heródo~o en relación con el ejército persa tam-poco merecen crédito en este caso. El hecho de que la batallade Micala tuviera lugar el mismo día que la de Platea es le-yenda. Detrás de este dato se encuentra la «fábula de la con-

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temporaneidad»/ de . I~' que se conocen, de tiempos antiguos ymás recientes,' numero~os casos. Por lo demás, difícilmente sehabrían atrevido los griegos a emprender un:1 expedición ma.rítima mientr.¡{el ejército de Mardonio se hallaba todavía esta-cionado, .intatto, en Grecia.

~gsiblem'" la batalla de se puede situar a finese oto el an eses siguientes se pro-

siguieron las" cion .E . icala fue la señal parala defección denum nidádes' jóni~as, que a partir deentonces . . tropas persas.

Con la c sas se plantearon a los griegosde proble Jalmente nuevos. ¿Qué actitud había

que rentra las demandas de los jonios que solicita.ban protección contra los persas? ¿Se contaba siquiera con losmedios apropiados para realizar algunas campañas al otro ladodel mar Egeo? No nos sorprende que los e§partanos aconseja-ran a los jonios que se trasladaran a Greda y ocuparan en éstalas ciudades de los helenos que habían hecho causa común conlos persas; pero, ¿hubiera sido posible llevar este consejo a lapráctica? Las grandes islas de la costa de Asia. Menor fueronmás afortunadas; en efecto, a propuesta de Atenas, Samos, Quíosy Lesbos fueron admitidas en la confederación griega. Las islascontaban sin excepción con grandes flotas, de modo que apor-taron al potencial bélico helénico un refuerzo considerable. Co-mo los espartanos se negaron a conceder a los griegos de AsiaMenor cualquier garantía contra los persas, una serie de ciuda..des jónicas y del Helesponto concertaron tratados con Atenas,

Por l~ demás, las- operaciones al norte del E~eo S;!;;!!Uíansucurso¡ baJo el mando de jantlpo procedIeron los atenienses ysus nuevos aliados al sitio de la ciadad de Sesto, La ciudadcayó en la primavera del año 478. Con este acontecimiento ter-mina la obra histórica de Heródoto; si este punto final corres-pondía o no a la intención del autor constituye una cuestiónque la investigación no ha dejado de discutir. Por lo demás,este acontecimiento no marcé el fin de la guerra con Persia yalgunas guarniciones persas se mantuvieron todavía en Traciapor más de un decenio, en tanto que a una conclusión con-tractual sólo se llegó, según creemos, en el año 449/48 por me-dio de' l~ paz de Calias.

En la anfictionía déIfica, la federación religiosa de todos losestaáOs gru;gos conttnemales, se produjo otro acontecimiento deeste periodo. Esparta solicitó que todos los estados que se ha-bían unido a-los persas fueran expu1sados ae la asOClación.Si

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esto se hubiera llevado a cabo, sólo habrían quedado unos po.

cos:::ñW:wh~n. .-1,. la anfictloni~' y estOS pOLOShabll<t1l-.:;5to\do

b~to la dirección incondiciona de Esparta. Corresponde a Te-místocle~ ,.1 mérito de haberse opuesto a esta oroouesta y aehaber salvado así, en definitiva, la anfictionía délfica (a finesde! 479. o, a más tardar, en e! 478).

También en esta disputa se puede percibir ya la intenciónde impedir las tensiones entre los dos estados griegos más im-portantes, esto es, entre Esparta y Atenas. Esto se aplica aSi-mismo a la construcción de ]a muralla ateniense. Ya en e! lñ='vierno del 479/78 habían empeza<!oen Atenas a levaatar unamuralla alrededor de la ciudad. Los atenienses trabajaban congran prisa. Esto se desprende del hecho de que echaran manopara la construcción de todos los materiales disponibles, in-cluidas lápidas funerarias. Los espartanos, que veían con desa-gr do la construcción ae la tñuralla, mtervinieron por medi~e.em aja as. ero emiS , que se encon raDa en sparta, fuemás fiaón, y supo retrasar el envío de emisarios hasta que -lamu.E.allaestuvo levantada y hubo pasado él pnmer peligro para LAtenas. En forma totalmente injustificada se ha remitido este \episodioal reino de la leyenda (K. J. Be!ochy otros). En efec- ~to, Atenas había debido ser abandonada pOl sus habitantes eh , !dos ocasiones, y de la ocupación por los persas en los años 480 I

Y 479 habían quedado considerables destrucciones visibles en la

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ciudad; era comprensible, pues, que los atenienses trataran dedefenderse contra la repetición de hechos semejantes. El ejér-cito de los espartanos, aliados de Atenas,.,; constitu.ía sin dudauna buena protección, pero, ¿no habG sido acaw necesario elm,yo' ,,1u'= P'"' indu,", , lo. "p""oo. , ",""1" ¡, lud>, .por tierra en las huestes de Mardonio? Además, l<;>sinteresesde los espartanos ya no coIncidían completamente con los delos atemenses. 5m auda, 1;!i.conquista de una parte de la lSM deChiP!e y de la ciudad de Bizancio, el1 .et J3q§foro,. por e! es-partano Pausanias había sido celebrada también por los atenien-ses; pero la conducta. de Pausanias !i la manera de un sátrapapersa había constituido un escándalo, de modo que la direcciónespartana hubo de destituido. Pausanias, el vencedor de Platea,~parece aquí como e! gran individuo independiente que pasaaudazmente por encima de aquellas convenciones que para losespartanos hubieran sido obligatorias; sin embargo, Pausanias sesometió a la destitución, con 10 que su actitud se hace todavíamás enigmática. Algunos años más tarde Pausanias volvió nue-vamente a Bizancio, donde se estableció, aunque esta vez por

poco tiempo (477-476). Una expedición marítima de! ateniense

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Cimón no tardó en volver a poner fin a sus buenos tiempos. Desus destinos ulteriores habremos de ocupamos todavía (ver p.?)

Entre tanto se había producido en el Egeo un cambio"deci-sivo; en efecto, el año 478/77, cuando Timóstenes era arconteen e! Atica se había constituido la orlrn,.ra Liga Ma~ítirna AtiCJ¡.,elemento totalmente nuevo de la confederación griega, cuya di-rección llevaban los atenienses. Esta nueva Liga se convirtió ene! portaestandarte propio de la guerra contra Persia y confirió

a los griegos, a ambo} lados de! Egeo, la protección necesariacontra los persas. ,

También para/los' ".j.i"gQ~~e ~i€Ília constituyó el año 480, enque tuvo Jug~ derrota de los cartagineses/,un momento cru-ciar. Aqqí no fuf..el sistema de las ciudades-estados, como en lametróp

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oli, e! q1fe aseguró a los siciliotas la libertad frente.

a la

opresió,6 extrarpera, sino que fueron los grandes tiranos.. .LAcam Jia de lo¡; carta ineses, como aliados de los persas, em-prendida con a movilización de poderosos recursos contra. losgriegos de Sicilia, fracasó en la batall . ',' Losgrandes líderes e los griegos siciliotas son Jos ti s ce Sir -cusa y de Ac ri ento n, pero fue Ge.~n esign o acerta amente como e! auténticovencedor. Pese a su a, los cartagineses siguieron mante-niendo sus ba arte OCClenta e a lS a y, e erlugar, la importante cm a de Panormo (Palermo) , así comolas de Motia y Sounte; el peligro de un nuevo ataque cartaginésseguía cerniéndose sópre el helenismo siciliano como una espadade Damocles. En un 1)rirn,.~ mnmpnh ,.1 brmeo ascenso de Si-

racusa bajo Gefón y su sucesor Hierón impidió nuevos abuso~de los cartagineses. El ano 4/4, Hlerón derrotó junto a la ciudadde Cime (éurnas), en Campania, las flotas reunidas de los car-tagineses y de los etruscos, 10 que constituyó un gran éxito, nosólo para Siracusa, sino para todo el mundo griego occidental.Sin duda, la libertad se había comprado a un precio elevado, yaque los griegos sicilianos vivían aún bajo el dominio de tiranosque dirigían la vida de las ciudades-estados como querían. Rie-rón tenía interés y medios para convertir su corte de Siracusaen una verdadera residencia de las romas. Hay toda una seriede poetas brillantes que vivieron más o menos tiempo en Sira-cusa: Simónides y su sobrino Baquilides, Epicarmo, posiblemen-te Jenófanes y, ame todo, Píndaro y Esquilo, quienes con supresencia honraron Siracusa y propagaron por todo el mundo lagloria de Hierón y de su casa.

Salan)ina y. Platea señalan para los griegos de la metrópolilos comienzos de una nueva época. El asalto del formidable

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ejécito pet'sa y de la gran armar1ahabía sido rechazado, E~r-ta Atenas habían demostrado su su rioridad por tierra y pormar; los las ranqul os e.a vida de las pequenas c/U a -es-

--rnaospertenecían al pasado, y se abrían ahora nuevas perspec-tivas de política mundial..

Hubo grandes personalidades individuales que, anticipándosea su tiempo, supieron aprovechar las nuevas posibilidades de lapolítica, sobre todo, Temístocle, y-Pausanias, Pero teníán queenfrentarse a la falange de los que siempre viven en el pasado,quienes, como sucede en la historia, nada habían aprendido ynada habían olvidado. La Hélade volvía a estar libre del ene-migo, y también del otro lado del Egeo se agitaba el sentido delibertad de los jonios.

«Las perspectivas de la victoria de los griegos sobre los per-sas son casi inconmensurables desde el punto de vista de la his-toria universal. Por el hecho de haber dominado el asalto delOriente, los hele!1os imprimieron a la evolución política y cul-tural del Occidente un objetivo y una dirección por espacio deun siglo. Solamente mediante la lucha victoriosa de los griegospor la libertad nació Europa como idea y realidad. Los bienespor los que en su día expusieron los griegos sus vidas siguensiendo hoy todavía los valores más altos de la humanidad occi-dental. Lo que la cultura griega, al gozar de plena libertad in-terior y exterior, fue capaz de elevar al colmo de la perfección enlas artes plásticas, el drama y la historiografía, que aún hoy seconsideran en e! mundo occidental como modelos insuperables,es lo que debe Europa a los luchadores de Salamina y Platea,a Temístocles tanto como a Pausanias.» (Bengtson, GriechischeGeschichte, 2.'. ed., pp. 174-175). .

No debe empequeñecerse la importancia de las victorias grie-gas de los años 480 y 479, sino pensar serena y objetivamentelo que habría representado la victoria de los persas. Una victo-ria de Oriente, así lo dijo hace muchos años Eduard Meyer, ha-bría repre>entado ante todo un refuerzo de la autoridad jerár-quica, esto es, un dominio más o menos extenso de los sacerdo-tes. Según lo ha demostrado la historia de! judaísmo, continuan~"do con la tesis de Meyer, los persas también habrían utilizadoen Grecia la religión nacional y el dominio de lo. sacerdotes pa-ra mantener al pueblo en sumisión. Y no cabe duda que unaigle>ia y ;In sistema teológico organizados habrían Í\Dpuesto unyugo a todo pensamiento griego y habrían trabado toda ansia delibertad; con ello la nueva cultura griega habría recibido la mis-ma impronta teológica que la oriental. Hay que convenir, porsupuesto, en que estas especulaciones van más allá de lo que

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podamos suber, pero no cabe duda que contienen su grano deverdad. En nuestra opinión, la auténtica importancia de las vic-torias de los helenos sobre los persas consiste, más bien, en quelo riegos se impusieron brillantemente con sas formas políticastradicion es, aun rente a un a versano varias veces supenor.LaSVktOrias por mar y tierra fueron victorias de las ciudade¡;.estados griegas "tI,las que precisamente en el momento oportunoles surgieron destacados jefes. Con el triunfo de la polis triunfóel libre estadó de derecho occidental frenté al sistema absolutistadCIOrtente: -los grtegos no sólo lucharon por sus ¡ares y penates,sino tañiDiénpor e! ideal de la líbertad intelectualy de una mo-..

ral superior, en un m;Indo occidental líbre.

Es inc~ncebible que a un historiador de la categoría de Ar-nold J. Toynbee se le haya podido ocurrir que tal vez hubiera.sido preferible para los griegos que en el siglo V a. C, los per-sas les hubieran impuesto unidad y paz, porque esto les hubieraevitado, dice Toynbee, aquellos cuatro siglos y medlo de des-dicha que, enlre las generaciones de Darío y de! emperador Au-gusto, se habían proporcionado a sí mismos. Quien así juzgaolvida que la cultura occidental actual descansa, en partes im-portantes, en aquello que los griegos crearon después de recha-zar el peligro persa en e! siglo V.

Con perfecto acierto ha declarado, en oposición a Toynbeeun erudito como Alexander Rüstow: «La victoria de los griegos.en las guerras médicas fue uno de los grandes milagros de lahistoria. El hecho de que, en una situación que según toda pers-pectiva humana no tenía posibilidad alguna, se atrevieran contratodo riesgo a intentar esta lucha por la libertad y que, en formasorprendente, la ganaran, constitlolyeun -gran ejemplo de cómoel ideal de libertad puede brillar en bellas y patétIcas palabras,y tamb;¿n en los hechos, viéndose confirmado, por el sacrificiode tantos miles y decenas de miles de individuo~, de la ma-nera más concreta y convincente en que, en las cosas humanasen general, la fidelidad a los ideales puede demostrarse».

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5. La fundación de la Liga marítima délico-ática y el origen de la rivalidad entreAtenas y Esparta

El año 478/77 ':l. C. año en ue icontado, se a convertido para la historia de Grecia, a causa dela fundación de la Liga marítima délico-ática, en un año de-cisivo.,E~ liga C3¡en los decenios siguientes y hasta la paz deCalias (449/48), la que lleva el peso de la guerra de los griegoscontr.a los persas y constituye al pronio ti~mpo el primer ejem-plo de una asociación organizada de estados' griegos, en estecaso-báJo la dirección de Atenas, que surge al lado de laLígddel J:'eloponeso, de Esparta. bn contraste con la ,!!;ctltudesen-cialmente defensiva de los esparfanos y de sus aliados, paraAtenas y 1; Li a marítima el objetí~o 10 constitu e la ofenSIV":!

~s -persas.IAl lado e la confederación griega del añoI ",. ~.rg~hora esta alianza especial bajo la dlrecclOn ae Atenas'que; con su gran flota, había contribuido de modo decisivo aléxito sobre las huestes de Jerjes, Aquella confederación no ha.bía dejado de existir con la fundación de la Liga marítima.. la¡mer ontra los persas seguía su curso er la iniciativa Ía1evaban ahora tenas y sus a la os>.en tanto que los otros miem-

. bros de la anti ua confederaCIón \1saban en cieno modo a se-gundo p ano, incluso Esparta, cuyos méritos en re aClOncon laliberación de GreCIa nadie discutía. La moderna ciencia políticadesigna la Liga ,délico-ática como una «pluralsimmaquía», estoes, como una alianza entre Atenas y una pluralidad de aliados.El número exacto de éstos no nos es corto¿ido;'~'e todo por-que las listas de tributo conservadas sólo empiezan unos 25 añosdespués de la creación de la Liga. Pero no estaremos muy equi.vocados si S:lponemos un número comprendido entre 100 y 200miembros, los cuales, en tiempos ,de la guerra arquidámica, lle-garon a ser más de 400. La alianza se había coñcertado a~per-petuidad, 10 que se desprende tanto por la fórmula que apareceen Aristóteles, ConstitucIón de los atenienses (23,5), de teneramigos y enemigos comunes, como, ante todo, por el hecho de que,para reforzar los juramentos recíprocos, s\: echaron al mar peda-zos de metal candente: de modo análogo a como ~stos habían

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desaparecido para siempre, así había de ser también la «simma.quía» (alianza) perpe~a.

De la organización de la confederación en sus orígenes sa. \bemos poco. Las fuentes informan que en ello se distinguió l'principalmente \Arístides. 'Fue él q:lien fijó a cada uno de los \

1aliados los distintos a 'os ue debían efectuar al tesoro común,

una ¡ .ICI tarea que él llevó a c¡bo satisfactoriamente; a partirde este momento le fue impuesto el apodo de «el justo». Tam-bién cooperó Temístocles en la organización de la Liga, lo quehabría que admitir aun si no existieran al respecto los versosdel poeta Timocreonte de Rodas, autor que no le apreciaba de-masiado. El centro de la confederación lo nstituía la e ueñaisla de ¡De os en' egeo. En ella se reunían los di utados(S1'l1bed~OI,smedros) de los alia os, y en ella se guardaba la ca-ja de la federación, en el templo de Apolo. Mientras las grandesislas como Q:lÍos, Lesbos, Samos, Naxos y Tasos contribuían connaves, que Atenas acogía como un refuerzo valioso de su propiaflota, las ¡ocalidades menores no estab,m en mu::hos casos encondiciones de hacerlo o no esuban dispuestas a ello.

Estas localidades pagaban un phoros (tributo), un pago enlugar del serVICIO milItar, que Ingresaba en la caja de la con-federación. La suma total la fijó Arístides en 460 talentos, ylas cargas se distribuyeron entre los miembros según ia impor-tancia y capacidad económica respectivas. Habla en favor dela prudencia y la eficacia de la organización inidilt'el hecho deque durante más de 50 años se mantuviera in alterada aquellacantidad global. Solamente durante la guerra arquidámica ybajo la impresión de los éx:tos de Pilqs y Esfacteria, Cleón nosólo fijó el doboe de la cantidad det" tributo, sino algo másdel tnpl~ (1.460 talentos);' La sl1jeclónde los miembros dela federación a las cargas financieras tenía tanto un aspecto eco-nónl1co como ideológico;, en efecto, 105 aliados no podLIll es-perar que J\tenas, jefe de la alianza, junto con ]0.1 otrps grap.-des estados 'márítiITlos, -tomara a su cm-go la defensa contra efpeligro persa, mientrasl-;;-¡ocaiidades ffi'Ts pequeñas se limita- ,

ban a ser espccráaófes. i\S'í,pues, con-m - coñtriDuCíóñ,-el-phoros, aportabañ-tanibién ellas su part~, que en. conjunto nohubo de resultarIes excesivamente gravosa., Atenas, además, ha-bíapuesto la unión, mediante la sujeción de 10sal1aaos al

!~~1:6u!g,s2bre una Q~S$,financiera firñle; e;:;-;;(-o ;; habíaanti~cipado muchísimo a Es\2arta, _que para la LlI:a d_¡;l.PeloPolleso~

~nca ...había cn;¡¡Jo_9!ja .te.Q~1]l J!Iguna ni n:J..cJaP...2Lel, §ti}o;Ill_c:luso durante ]a guclta d~1 Pel.ill?(jJ..1es()_lgs!:~partanos de-pendían más o menps de las contribuciones voluntarias de sus

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aliados. Si se buscqn modelos antelÍores que debieron haberinfluido en la organización financiera de la Liga délico-ática,inevitablemente se piensa en el este donde el imperio de losaqueménidas contaba con un firme sistema tributario que Heró.doto ha descrito con todo detalle. Sin duda, no cabe hablaren sentido literal de una adopción del sistema fiscal persa,pero con todo la imposición tributaria como tal es algo típico

de los imperios orientales, y carece de paralelosa;en el mundogriego. Cabe señalar, además, que muchos de los nuevos aliadosde Atena'Shabían pagado hasta entonces tributo a los, persas.

Las acciOnesmilitares de la Liga délico-ática revelan-aesdeel principio una dirección experta y eficaz. Ya el año 476/75les fue arrebatada a los persas Eón, en.. el bajo Estrimón, ysus habitantes, fueron hechos esclavos. Lo propio se hizo conlos dólopes, habitantes de la isla de Esciros. En ésta se descu-brieron los presuntos restos de Teseo, el legendario fundadorde Atenas, que fueron transportados a su ciudad natal; esto cons-tituye un ejemplo temprano del culto a las reliquias en laantigüedad. La acción contra Esciros hubo de haberse iniciadoantes del 470, al igual que la sumisión de Caristo, en Eubea.No podemos fechar exactamente, en cambio, la revuelta de laisla de Naxos. Los acontecimientos en las islas de Eubea yNaxos son muy ilustrativos. Con Caristo, en efecto, cuyo terri-torio abarcaba todo el, sur de la 'Isla de E:ubea, es obligada lmalocalidad a m¡;resar en la LlI~a délico-ática, sin que existierapara ello más razón que el deseo de Atenas de redondear elterritorio de la Liga. Atenas no quería tolerar por más tiempouna Caristo independiente, un cuerpo extraño en sus proximi-dades.

Por lo demás, los dríopes, es decir, los habitantes de Ca-risto, fueron tratados muy benignamente. La razón por la cualNaxos se separó de la Liga se conoce tan poco como las con-diciones que le".fueron Impuestas a 13 ciudad después de su ca-pitulación. El ef'emplo de Naxos muestra que los miembros dela Liga no podían dejar de pertenecer a ella cuando qUlsieran, '!talianza se había concertado a perpetuidad, y Atenas, jefe de1a contederacl6n: -sigwó impJdiendo con decisÍó!!.Jod9~ los in- ~tentos (fé los miembros dé sustraerse a aq:.tella coacción. EsebvIo quéño setrata aquí de una cue"stlónde derec.~.o,sinode una cuestión de poder. '

¡ Un acontecimÍt:nto decisivo en ~a hi~toria de la Liga délico:~ica fo s.°nstifUye la batallo j~'!l Eurimedonte. en Panfilia,que se litiró probablemente en los pr~s años que si-guieron al.470, posiblemente en el año~ La victoria del.1

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Eurimedonte : ~ ~i~ia de Cimón. de Atenas y de sus alia-dos. Los persas snfrif'ron gt¡lves ~dldas por mar y ~ tierra,y una veZ más hubieron 103 fenicios de comprobar que losgriegos les eran superiores en agresividad y arrojo, siempre quefueran dirigidos y puestos en acción de modo competente. Antesde la batalla, Cimón había utilizado como base la ciudad cos-tera de Paselis, y des ués de ella ingresaron en launa serie de ciudades de a costa men Ion' r:la es era e uenCla e los persas fue desplazada de lacosta hacia el interior, hacia el este. El Egeo se había conver-t!do ah~a en un mar griego, y du~te ~ mUChos decenios no

se atrevió nmguna nave persa a surcar su~.¿guas. !-a batalla ,fielEurimedonte constituye el colofón de l~s victorias griegas deSalamina, Platea y Micala.

En el éxito de los atenienses y sus aliac!o~obr~exs.asen l~atalla del TI.!Iiffi.ea.9~ya- nOTuvo Temístocles 'p'~rtic!:Pfción J!,Igun.a.Este, a quien GrecIa debla la libertad al ladode Pausanias, era desde 471 un individuo políticamente muerto.Sus partidario;:que le habían ¡¡do heles en lOs tiempos difí-ciles, se habían dividido bajo los ataques de los adversarios yse habían revelado como impotentes para impedir su ostracis-mo (471). Poseemos actualmente todavía varios centenaresde ostraka (tejuelas de arcilla) que llevan el nombre de Te-místocles, y hay que suponer que habían sido preparadas deantemano y se habían puesto al alcanc:: de los ciu&ldanos enel momento oportuno, esto es, cuando se trat6 de liquidar.tJolíticamente a Temístocles. Apenas podrá hablarse al respectodel advenimiento de una nueva generación, porque el antagonis-mo entre Temístocles y sus adversatios en Atenas era muchomás profundo. En efecto, con clara previsión, Temístocles ha-bía apreciado que el ascenso de Atenas era imposible si habíaque tener permanentemente en cuenta al compañero de luchalacedemonio. ~teEas había de, despreEder~ _$te_est;L v!!1cula- Ición mobta ~ ocupar hnalmente en la Hélade el lugar'@e .le- corE..espond~ virtud de Ia.s-ifandes pro~de-.sufl,ota durante 1;" g!!ega- de li~aci6n.:.. Pero este parecer no s610estaba-en" pugña violenta con la opinión de muchos ciudadanos,sino que rompía también muchos vínculos personales que sehabían fortalecido desde q\.l~ habían sido anudados entre Ate-nas y Lacedetnonia en las horas críticas del peligro persa. Te- 'místodes sabía que la gratitud en política no es lm factorsobre el cual pueda fundarse el futuro de un estado: el quequiere subir no debe mirar hacia atrás.

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La caída de Temístocles n~<;Qffi!J.rellde sin el destino dJ;!

r~ge,nte espar~ano P~s;mias~ el vencedor dePla~ea. .Este sehabla mantenIdo nasta el ano 476 en la fuerte BlzanclO, peroluego fue expülsado de allí por Cimón";-a contmuaClón e~pattano se traslado a terrItorIO Rg,sa, donde residió en la pe-~loca1idad de Colono. Se désconoc~ el motivo por el cualPausa~ se dejó coñv'encer para atender al renovado llama-.miento de los éforos y regresó a Esparta (¿469?). Esparta es-

I taba en una osición peli rosa en ese momento. EIL e! Pe!opo-neso se había orma o un mOVimIento antIes artano a cu o\ frente se encon ra a mas Ar os. Argos, aliada con

Tegea y os arcadios, era tan fuerte que, en campaña, casi po-día enfrentarse a Esparta como de igual a igual (batallas deTegea y Dipea, las dos probablement~ antes de! 470). Tambiénen la Elide llegó al poder alrededor del 470 un movimientodemocrático, de modo que tambiép, aquí 't'etl'lrtedía la influen-cia espartana. ¿Se esperaban -"~casóe"ilEsparta nuevos milagrosde la comprobada competencia de Pausanias como jefe militar?No parece que fuera así, pues se empezó por acusar a Pausa-nias de colaboración con los ersas. Se trataba de la acusaciónde 'm. , que en a uellos tiem os no solamente erah,oyrosa, sino que in uso la evar a la muerte acusado.Con aquél que estaba con el enemigo no podía estwIecersepacto alguno, ni en Atenas ni en Esparta. Pero en el caso dePausanias no se. pudieron aportar pruebas de semejante cola-boración, de modo que hubo que desistir de la acusaclQn. Enesto hizo Pausanias algo que había de llevarle directamente ala ruina: tratOde pactar con los Hotas, con lo que habría sacu-dido los fundamentos mIsmos del estado espartano. Anticipán-dose a su inminente detención por los éforos, se. refugió ,!;Jl

Cal~os, el templo de Atenea en Esparta, per;-los éforoshicieron tapiar las puertas de éste y sólo sacaron a Pausanias,moribundo, cuando éste expiraba víctima de los terribles su'frimientos de! hambre. Tal fue el fin lamentable de Pausanias,e! mayor general que conoce la historia de Esparta; de este finfue culpable él mismo, porque lLconspiración con los-i,lotas...,.era un sacrilegio absolutamente imperdona6fe, 10 que nos per-

I 'Wité-ver 10 pOco que l'ausanias se sentía ligado al ordenamien-to espartano del estado, al KOsmos. Es perfectamente posiWeqiIe la sublevación mesenia de los Hotas, que tuvo lugar algunosaños después, estuvieraprefigúrada en la conspiración de Pau-sanias, 10 que, sin embargo, no nos autoriza a ver en éste unpolítico clarividente. La posición de poder de Esparta desean.saba, expresado crudamente, en la opresión de los mesenios.

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Cualquiera que prescindiera de este hecho era un político afi.cionado que ponía su propia ambición de poder por encima dela patria.

No está probado, ni puede estado, que Temístoc1es estu-viera en contacto con Pausanias. Después de su destierro, elatemense se det:rvo primero en Argos, y desde allí viajó porel Pe!oponeso. Cuando se enteró de que, tanto Esparta comoAtenas, se proponían aprehenderlo, huyó a Corcira y, desd(}aquí a Epiro, a la corte de Admeto, rey de los molosos. Perocomo quiera que tampoco aquí se sentía seguro, a la larga,fue a Macedonia, y de aquí, por barco a Efeso, en Asia Menor.En la travesía estuvo en un tris de caer en manos de unafJota de guerra ateniense frente a Naxos (otro manuscrito dePlutarco, Vida de Temístocles, 25, 2 el ms. Seitenstettensis,indica, en cambio, Tasas). En Persia gobernaba desde el año465/64 el Gran Rey Artajerif'< T hijo de Jerjes. Acogió al fu-gitivo Temístocles con todos los honores y le dio en feudola "mdad de Magnesia junto al Meandro, y además las ciudadesde Lámpsaco y la jónica Miunte. En Magnesia aún vivió el ate.niense unos años como vasallo del rey de Persia, y es probableque muriera antes del año 450. J.,g vida de Temístoc1es está~na de enigmas, los cuales, probablemente, no llegarán nunca adescifrar la investigación. Si contemplamos su busto, que unfeliz hallazgo en Ostia nos proporcionó hace algunos decenios,sabremos por qué este indívTalio fue tan distinto de sus con-temporáneos. En efecto, Temístocl~ es e! primer estadista grIe-go que poseyó 10 que se ha convenido en d~Egnar corno elsexto S.t,ntIdO'Gel estadIsta, f.;sto- ;s~ ef art~ la nrevi<Í~n 1.'0- .

l~ que e! historiador (1 138, 3) Tuddides ha elogiado en

él con mucha razón. Pero a la clarividencia política se une enTemístoc1es la utilización --diríamos, casi, exenta de escrúpu-los- de todos los medios políticos apropiados par" l1f'v~r acabo aol1f'l1nque se ha reconocido como indicado. Temístoclesdesconoce por completo las ataduras de cualquier clase queéstas sean, y su política se parece a una partida de ajedrez, enla que cada jugada provoca una jugada contraria, pero detal modo que Temístoc1es le lleva siempre '-Ina jugada de ven-taja al contrincante; baste recordar aquí, a título de ilustra-ción, el asunto de la construcción de la muralla de Atenas. Notiene nada de sorprendente que sus adversarios, dentra y fuerade Atenas, no tuvieran comprensión alguna por esta cláse depolítica, contra la que formulaban el reproche de perfidia, y esaún posible que, desde su punto de vista, no anauvÍt:ran to-talmente desacertados. Pero Temístoc1es, el inqaietante, había

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visto más claro que todos los demás; incluso es probable quellegara a ver que Atenas habría de luchar no sólo copersas; SinOtambIén contra su antigua aliada Esparta, y en unaguerra, '3Cíemás,que por su duraclOn y por los medios requeri.dos puso a contribución, hasta el extremo, todas las fuerzas delos atenienses. Temístocles habría seguido otro camino, y nose habría arredrado, si la sitUación 10 habiera exigido, ante e!hecho de pactar incluso con los persas, contra quienes habíadefendido en su día, en Salamina y junto al Artemisio, la li-bertad de Atenas y de GtC;¡;iaentera. El aire claro y frío delcálculo poHtico: he áquí el mundo de! individuo a quien nisiquiera e! adversario persa pudo negar e! más profundo res-peto.

Cap e! ostracismo de Temístocles (471) empieza en Atenas1.3era de~ón, hijo de Milda~s. Dura casi un decenio ytermina en e! año 461 S2D-el destierro de Cimón. Esta época.~ . . -b' El" '1revIste gran l1IlPOr~la .!IO I-..ersos aspectos, no so o enre!acíOri con e! desarrollo' terno de la Li a délico-ática, sinotanÍ len en conexión con las re!acionp~ p<partano-atpnipnsesycon la política riega fre~ . la gran potencia oriental.Ante e ap icarnos a los acontecimientos políticos, considera-mos imprescindible dedicar unas palabras a la personalidad de!Individuo que imprimió a dicha época e! sello de S:I carácter.Cimón, nacido alrededor de! 610 a. C., descendía de .la distin-guida familia aristocrática de los filaidas; su madre, Hegesi-pila, Qrovenía de una familia principesca tracia. Cimón ~-traordinariamente rico y se sirvió de su fortuna como un ver-d~ero prínci~:-uañ testimonio de su liberalidad, sobre todo,sus construcciones en Atenas. Ya después de la toma de Eón(476 a 475) había obtenido Cimón la autorización de ofrendarestatuas de Hermes en la nueva galería de este dios y deproveerlas de escrituras. Frente a esta galería de Hermes hizoedificar e! cuñado de Cimón, Pisianacte, la SiGa Poikiles, en ~antoque (¿imón mandaba constr.lir e! templ~ de Teseo (Teseón) , enel que se guardaron los supuestos restos de este héroe. Tam-bién en la acrópolis hizo Cimón construir; fue él, en efecto;quien mandó levantar los grandes muros de sostén, gradas alos cuales la superficie de la fortaleza pudo ampliarse conside-rablemente. Y se remontan asimismo a su iniciativa los jardi-nes de la academia. Como los grandes tiranos, también reunió<;:imóna su alrededor a toda una serie de oetas gye procía-mahán su fam!!. No es casu , tampoco, que la hermana de'Cíñión, Elpmice, destaque mucho -más, en la tradición, que todaslas demás mujeres áticas. Aunque mucho de lo que de' ella

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,se cuenta no se basa en un testimonio histórico muy seguro,no se puede negar que su posición correspondía más bien ala de una princesa que a la de una ciudadana cualquiera. Alleer que en la batalla de Tanagra (457) los miembros deldemo de Cimón, los laquiadas, se agruparon en formación cerradaalrededor de! carro de combate de éste como alrededor de unsímbolo, nos damos cu~nta de la extraordinaria admiración quese sentía ,por él en Atenas aun después de su destierro. Sibien Cimón se enfrenta al estado ateniense con la actitud deun gran soberano independiente, su actuación política encajaperfectamente en la línea dt" la p:Jlítica ática. No nos sor-prende. pues, que precisamente aqud decenio, de! 471 al 461,estuviera esencialmente bajo e! signo de éxitos atenienses que,en gran parte, se debieron a Cimón. I

~Los acontecimientos de Persia apenas tuvieron repercusióndurante este período sobre Grecia. La muerte de Jerjes, daño4b5/,64,y-la ascensión al trono de Artajerjes 1 son hechos quepertenecen a la historia interior de aquel imperio. Por lo de-más, e: cambio de trono había tenido lugar en forma suma-mente cruenta: Jerjes había sido asesinado en su dormitorio,y su primogénito, que se llamaba Darío como e! abuelo, fuemuerto por Artajerjes, el hermano menor. Otro hijo de Jerjes,llamado Histaspes, se sublevó en Bactría, pero también pudoser eliminado por Artajerjes. En e~!os sucesos de la corte de-sempeñaron Olnimportante papel varios nobles persas, dirigidospor Artabano y Megabizo. Estos he,-hos nos resultan aún hoydifícies de penetrar, ya que están envueltos en una red deintrigas que hubieron de verse favorecidas por la atmósferacorrompida- de la corte.

--bos auténticos contrincantes de Persia eran entonces, desde_,Ihacía ya varios. aQos At~!.s -y l!j Liga d~h~o-ática. ¿Cómo estánlas cosas en esta federación alrededor -del año 465, es decir,unos doce años después de su fundación? Dicho"';;fio fue cru-cial ,en la historia de la Liga, porque en aquel momento seseparó de Atenas la rica isla de Tasas. LOSmotIvos no se cono,cen, y la posIbllIdad d~ que hubIera intrIgas persas -détr~ deéIIO queda prácticamente excluida; cabría penSar, más:-W~rí,.eninfluencias del lado de Macedonia, pero también esto resultadifícil de demostrar. A roximadamcnte al mismo tiempo habíaemprendido ,Atenas en e curso m CrIO, e s lffiOn la reali-zación de un vasto -proyecto de c¿hm!zaéion había es idona a menos que ¿ mI conos en a anilra de los «Nue'Vecaminos» (Eneabode). Los tasios hubieron.d~ contemplar eles~ablc~~o _d~ At~na~ en el ~interiorCIeTfacia conpreocu-

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pación, dado que la isla disponía de un.\ extensa región al otroiado del mar, en la costa de enfrente, de la que obtenía grandesingresos, some todo los procedentes de las minas de oro. Por10 demás, no tardó en poner fin_a la penetración ateniens;¡;-derrota de 105 colonos, a manos de los naturales de la re ., n,junto a urabesco; esta derro a ocaSIono a tenas graves pér-didas. Los tasios, a pesar <le todo, se volvieron" haCIa Espada.AlParecer, allí les habían prometido proporcIOnarles CIerta ayu-<.!! mediante unalncursIOn en el AtIca. ~m' embargo, 1!-°~..ellegó al cumplimiento de esta promesa (suponiendo que fueralÍlstorIcamente CIerta), porque en el año 464 asoló a Espartaun terrible terremoto que causó la I:J.uerte a una parte de sushabitantes que estaban en edad de ejercer una actividad mili-tar. A continuación se sublevaron los ilotas en Mesenia (enla llamada tercera guerra mesénica), Qunodo que Esparta seencontraba prácticamente incapacitada para obrar.

os atenienses encargaron a Cimón la re resión de la su-blevación tasia. a ciu ad..Ju~ cercada y hubo finalmente decapitular, en el tercer año del SItiO (46.3). Los habitantes tu-vieron que derribar las murallas, entregar la flota, pagar unaindemnización por los gastos de la guerra y comprometerse,además, a. pagar un tributo anual a la caja de la Liga délico-ática (hasta entonces Tasas sólo había sido requerida para

, proporcionar barcos); Una vez más, como en el caso de Naxos,Atenas había derribado' a un miembro de la Liga q~, habíaOsado tratar de sacudIr el yugo, lo que constituía un---e¡emploaleccIOnador para tOdas las ~offiiinidades que abrigaban, como'fasos, veleidad~s de em'ancipacIOn. -

, Si pudIera fecharse exactamente .la muy discutida inscripción que contiene un decreto ático sobre Eritras (d. Bengtson,Staatsvertriige, N,o 134), poseeríamos un documento valioso,aproximadamente de la misma época, acerca de las relaciones dela potencia hegemónica ateniense con otro miembro de la Ligamarítima. Por desgracia, sólo se puede decir que dicha inscrip-ción, cuyo original se ha perdido desde hace ya mucho; pareceprovenir de una fecha posterior al año 465. Sin embargq, noestá excluida por completo la posibilídad de establecer' unafecha posterIor, quizás tan tardía como de mediados del si-glo V. Sea como fuere, el documento en cuestión muestra muyclaramente la influencia cada vez mayor de Atenas sobre losasuntos internos de una ciudad de la Liga marítima.

Eri,!:ras era una ciudad jónica sItuada frente a la isla de~, en un promontorio que se extiende muy, haCIa el oeste.No sólo habíQ en ella órganos áticos de inspección, los epísco-

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pos y el pbrourarchos (jefe de la guarnición), sino que estosfuncionarios ejercían inclusive funciones y derechos oficialesen la composición del consejo, de la Bufé, de la ciudad. Ade-más, los consejeros de la ciudad se comprometían expresamentea no separarse ni de los atenienses ni de los demás aliados.Entre la Liga marítima y Persia, .con la que se estaba en estadode guerra, el documento en cuestión traza una clara línea deseparación; por ejemplo; está expresamente prohibido volver aadmitir en el recinto de la ciudad a un individuo que hayahuído para pasarse a ¡os «medos». Por otra parte, se adoptanprecauciones para que en Eritras no pueda establecerse unatiranía: aquel que traicione a Eritras en favor de los tiranostiene prevista la pena de muerte. ~l documento muestra queAtenas, en cuante;>capitana de la Liga marítima e erce unfuerte ominio. so re ti ras; S111 u a, a comunidaa--jOñicatiene una autonomía local, poeroestá ligada en cuanto a la po-lítica exterior a la voluntad de Atenas.

- Cuando Cimón regresó de Tasas se formuló en Aten¡¡s una

\acusación contra él en el sentido de que habla omItido VOlversus tuerzas contra el -rey AlejandrO 1 de Macedonia. No resultadItícll suponer qlle de tras , de esta acusaCIOn hubIeron de encon-

tran:: los partidarios de ~altes y Pericles; éste fue, en elproceso en cuestión, el acusador nombrado por el pueblo y,aparte de en su cargo'"de7orega ldirector del coro) en elaño 47.3/72, ésta es la primera vez que este individuo, tan fa-moso postcriorménte, aparece en público. La acusación contra

.Cimón se ha designado como absurda (H: Swoboda); 10 fue,en realidad, pero es muy ilustrativa porque muestra que enAtenas estaba adquiriendo el dominio una tendenciJ que, enmateria de política exterior, parec

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e haber perdido por com-

(pleto el sentido de la medida; en efecto, primero Tasas yluego Macedonia, ¿hasta dónde había, pues, que llegar? Cimón Ihabía pasado a ocupar en su día el lugar de Temístoc1es, yen las figuras de ~altei y"P"rirIes s~abrían ahora paso nue-vos, persona'es e a rovechaban toda o ortunldad ar~~r a Cimón. Por 10 emas, el proceso terminó con la .lb.solución. El hecho de que la hermana de Címón, Elpinice, in-terviniera cerca de'Pericles en favor de su h~rmano no es, conseguridad, histórico.

No mucho más tarde, los espartauos dirigieron una demanda I

oficial de ayuda a lUenas. No estaban en condIcIOnesde domi.nar a los meselllos, a los -que habían rodeaao en el monte-~A'tet1:ls la opinión estaba dividida en relación conla demanda espartana. Efialtes se oponía enérgicamente a ella,

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un cuerpo auxi.

Durante la ausencia de Cimón en el teatro de operacionesde Mesema, 5e produJo en Atenas un cambio fundamental dela Constitución; se debió :1 Efialtes y es tan decisivo, queen adelante puede hablarse del establec1iniento en Atenas- deUEi! v,:nlad~tnogáCl~- (46216rna- retorma constitucionalde lrfialtes, de la que habremos de hablar todavía en otro con-texto (ver p. n. 74) Y el despido del contingente ático por losespartanos, debilitaron la-poslclon de Clffion; sus partidariosno estaban en condiciones de UPL'Ut:l0t:a las ñuevas fuerzascapitaneadas por Efialtes, y la lucha política mterior (durantela cual Cimón había tratado-en vano de anular las reformas)terminó con el ostracismo del vencedor del Eurimedonte (461).Termina así provisionalmente la carrcra de Cimón.

A- partir de este momento la política ateniense toma uncurso ~ tot ente lS In O., es 1 o auxiliar áti~p;r los' lacedemonios e coffilenzodel con lcto latente entre las dos pottncias s de laHéla e. Sin du a. ya aCla tiempo que Esparta había abando-nadO"aAtenas y' a la Liga marítima la direcciónde la guerracon los persas, aunque tal vez no fuera esta renuncia volunta-ria, porque es sabido que los lacedemonios tuvieron que enfren-tarse en el Peloponeso ¡:on grandes dificultades y, a última hora,con la sublevación de los mesenios. Sea como fuere, para lasituación griega en su conjunto, este antagomsmo se revelócomo muy pehgroso; cn efecto, el gran ideal nacior.algue enlas luchas contra los persas había animado en su día la volun-tad grlega de deterisa iba quedando relegado cada vez mása segundo término, la ~política particularista de las ciud,.:!des-estados volvía a dominar, y al resto de los griegos les parecíacada eha mas natural que Atenas cuidara con su flota queningún barco persa surcara las aguas del Egco. Pero, ¿nadiepensaba, en cambio, en Grecia, que la inactividad persa erasólo COllsecJenciade un gobierno débil que aflojaba las rien-das? Hay que tener presente, pOI otra parte, 10 que representabael dominio de Atenas en el Egeo; en efecto, hasta donde do-minaba su bandera imperaban una calma y una segmidad queni siquiera lo,; piratas perturbaban.

Pero entre la LÍ!za marítima v Persia se había erigidn unab~ y esta si!J!ación duraba va unos treinta años. Para todauna generación de griegos, los persas eran los «hórhorn~», elenemigo hereditario con el que se estaba en guerra desde

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..-rhada tanto tiempo como se podía recordar. El reproche de«medismo», de simpatía por los persas, se había convertidoentre los helenos en un .arma directamente moftat; tanto enpolítica interior como exterior, con lo que la brecha entre losdos pueblos se iba ensanchando cada vez más. Los tiempos enlos que entre griegos y persas había existido un rico intercambiocultural y material habían pasado.

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6. Pericles y la democracia ática

Con la figura de Pericle's sube al escenario de la políticaateniense un individuo cuyo nombre está ligado para siempreal punto culminante de la historia de Atenas. E!J?-eríado d~su gobierno, que empieza con la muerte de Efialtes, en el año4,g, y terml111r~n-et "Il~, consfituye la llamada era de Peri-des, que ha contado y cuenta con innumerables admiradores,tanto en ]a antigüedad como en los tiempos modernos.

Efectivamente, durante el período que transcurre desde elaño 461 hasta los comienzos de la guerra del Peloponeso (431),Atenas llegó, sobre todo por obr~ de Pericles, a una-alturanunca alcanzada por G~ja ~I:ItP<...ni.~s; es, iñdlscutlble-mente;-d J!J.;JUérestado de Grecia no sólo por la madurez desus instituciones políticas, sino, incluso más aún, por sus reali-zaciones culturales que, en gran parte, se deben asimismo a lainiciativa de Pericles. Al nombre de este gran esta:lista estánligadas varias reformas que, en conjunto, constituyen un pasodecisivo por el camino del establecimiento de la democracia enAtenas. Sin embar o la contribución. de Pericles sólo se uede'comprender si se consl era e m e as re armas inau-gura as en su la poI' Efialtes. Relata Aristóteles en su Cons-

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titución de los atenienses (c. 25) que en Atenas había gobernadoel Areópago, con sus miembros vitalicios, hasta que Efialtes, hijo

de SotonIdes, se había vuelto contra él. Segun dIcho aulor, pri-mero mató a muchos de sus mIembros', implicándolos en procesos

(relacionados con el ejercicio de su cargo, pero luego combatióal propio Areópago como institución y le quitó todas sus com--

li:etencias, 01' 10 que había sido llamado «Guardián de la Cons-titución». Efialtes t~asladó estas competencias en parte al con-

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' sejo de los qUInIentos y en p:1l'te al pueblo y los tnounaIes de.ustici . Según Aristóteles, Efialtes habría trabajado en

.

esto encolaboración con Temístocles, pero ha sido demostrado desdehace ya mucho que este dato es erróneo; en efecto, Temísto-des vivía entonces en territorio persa, y el supuesto de "quedesde Asia Menor hubiera regresado a Atena>, que en su díalo había expulsado, .es tan inverosímil que no necesita refuta-

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ci6n. Por lo demás, también en otros aspectos está e! informede Arist6teles adornado con anécdotas, de modo que se imponefrente al mismo cierta reserva. No obstante, es innegable elhecho de que las reformas de Efialtes (462/61) iban dirigidasprincipalmente 'contra el Areó ago. K. J. Be!och ha opinadoque la caída e re6pago esta a perfectamente justificada yque no se hubiera podido tolerar a la larga la subsistencia deuna institución cuyos miembros ocupaban los primeros cargosde! estado de por vida y eran, por consiguiente, absoluta-mente invulnerables. Es cierto que desde el momento en quesus miembros fueron elegidos por sorteo (y_no ya nombrados).es decir, desde el año 487-86, el Areópago adquirió otro as-pecto; Beloch exagera cuando dice que pertenecieron al mis-mo, desde entonces, numerosos individuos de honor dudoso.Al margen de que el Areópago quedara cambiado o no fun.:,damentalrnente en su composición. Efialtes lo despojó de SUSjcompetencias básicas en materia de adml11lstracIÓlly ]unsdlc-,ión (excepto la relátiya a la pe'na capital) y traspasó éstas:r'Pueblo y a sus ór anos ele"i os conforme a la Constitú-ción y a los tri unales~ Estos cambios constituyen las premi-sas de todo 10 que había de seguir)

,En el 457/56 fueron admitidos al arcontaAolos ?eugitas ~

(uncidos), esto es, la mayorla de los é:Ítldadanosy campesinos 1á~. Anteriormente sólo tenían acceso a este cargo su~o vde! estado las dos clases tributarias superiores. o sea, la delos 'quinientos medimnos' (pentakosiomedimnos) y la de loscaballeros (htppeis).

En el 453/52 fue reintroducida la institución de los juecesde demo, de. la~~ por desgracia. poco ;abemos.- Cabe supo-nerc¡ue est~re!acionada de alguna forma con la democra-tización de la administración de justicia.

Estas dos últimas reformas no se dejan concebir sin lacolaboración. o la iniciativa, de Perides, que se convirtió. ,enel sucesor de Efialtes. Este había sido asesinado en el año (461¡-

cabe ver en ello, probablemente, un signo del encarnizam~íÓcon que se desarrollaba en Atenas la lucha de: la política in-terna.

Las páginas de la biografía de Pericles de Plutarco reve-lan muchas cosas relativas a la vida y los actos de este granpersonaje. Hasta qué punto estos datos son fidedignos es otra.cuestión. Los pormenores provienen a menudo de fuentes du-dosas; además. Plutarco, como acostumbra, ha intentado glo-rificar a su héroe poniéndolo en re!ación con hechos de losque no es responsable, como, por ejemplo, la reforma de la

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Constituci6n del año 461 que atribuye a Pericles, y.11O aEfialtes. ¿Qué sabemos, pues, exactamente de Peric1es? Supadre fue Jantipo, el vencedor de Micala y adversario deCimón, y su madre Agarista, hija de Hipócrates, el hermanode Clístenes. Así, pues, Peric1es descé3día, por línefl mater-na, de la casa de los alcmeónidas. Era el segundo hijo deeste matrimonio y nació probablemente el año 495, de modoque pudo dar~e ya perfecta cuenta de la campaña de Jerjesy de la evacuación de Atenas. Su aspecto nos lo muestranlas representaciones suyas conservadas, desde la antigüedad, qtÍeson probablemente, sin excepción, copias del célebre bustode Cresilas. Los autores cómicos (Cratino, Te!ec1ides y Eupo-lis) han hecho objeto de burla repetidamente a la formapeculiar de su cabeza que, al parecer, tenía aspecto de cebo-lla. Cabría suponer que como miembro de l.U1afamma distin-guida había recibido una educación esmerada, aunque no noshubiera sido transmitido expresamente; entre sus maestros fi-guran principalmente, aparte de Damóíl y PItóc1ides, a losque no conocemos, Zenón de Elea y Anaxágoras, con quienle ligaba una profunda amistad. Aunque es cierto que Ana-xágoras no fue a Atenas hasta que Peric1es era ya adulto,es indudable que la influencia del filósofo naturalista jónicoen él fue extraordinariamente grande. Por lo demás, poco sesabe de su -juventud. No obstante, todas las fuentes antiguas

están de acuerdo en afirmar que Pe~cles em.. un :~~es-tacado: la gran habilidad retórica y e! enorme po el' persua-s~son las dos cualidades que siempre se elogian en él, y nocabe' duda que este talento hubo de serle sumamente útil ensu actuación política.

Sus medidas de política interior, que son las que aquívamos a considerar en primer lugar, se hacen comprensiblessi se miran como consecuencia de las reformas democráticasiniciadas por Efialtes.(J>eric1es siguió el camino emprendidopor su predecesor: consolidó e! dominio del pueblo soberanode Atenas, creando en esta forma, P2vez primera en lahistoria de Occidente, una 'democracia'. 01' tlup:.¡esto, la de-mocracia de Peric1es no ha d~ equip ar~e a la democraciamoderna, porque las diferencias tanto internas como externasson demasiado grandes. Le democracia moderna es una de-mocracia indirecta; sin duda, el poder proviene en ella delpueblo, que manifiesta su voluntad por medio de! voto, peroel gobierno lo ejerce .el consejo de ministros bajo e! .controlde un parlamento elegido por e! pueblo. \En Atenas, en cam-

bio, lo mismo que en otro~ estados grieg~, t soberanía de!

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pueblo encarna en la ecclesía, la 'asamblea popularl. La pala-bra griega ecclesia proviene de! verbo ek-kalein, que signi-fica 'con-vacar' o 'llamar a reunión" Tenían derecho a formarparte de la asamblea todos los varones siempre que estuvieranen posesión de los derechos ciudadanos y .fueran mayores deedacD Pero la participación pública no era, por lo visto, ma-fiva, ya que muchos ciudadanos preferían cuidar de sus pro-pios negocios o sólo asistían cuando se debatían cuestionesque les interesaban personalmente. Esto no sólo ocurría enAtenas, sino también en, las demás ciudades griegas. En laasamblea popular se adoptaban las resoluciones decisivas rela-tivas a la guerra y la paz, a las alianzas con potencias extran-jeras, a embajadas, etc., y los ciudadanos presentes eran invi-tados por medio de un heraldo a tomar la palabra sobre 105puntos que figuraban en e! orden de! día. Por lo regular, sinembargo, los oradores eran lbs individuos que habían hechode la poJítica la actividad. de SI1vida, esto es, los demagogos,como se les solía Uamar con cierto sentido despectivo: paraéstos, la asamblea popular COi1stituía la «arena» en dondedesplegaban su oratoria.

\!an importante como la ecclesía, y en algunos aspectosmás importante Qún, era la bulé, esto es, el ~co.nsejor,quehabía sido instituido por Solón que, a partir ~ístenes,ya no comaba con 400, sino con 500 miembros, o sea 50 decada una de las diez tribus (pbyle). _Podían ser consejeros'todos

los ciudadanos atenienses de más de 30 años de eda~Entiempos de Peric1es, lo~ designaban por sorteo,pero nadie podía ser consejero mas ~6S v-<:reb..E_ffi Aeti-vida eximía del servicio militar y, además, los consejerostenían reservado un lugar honorífico en e! tesoro. Sin duda,e! trabajo en el consejo debía ser fatigoso y absorbente; noes de extrañar, pues, que a menudo faltaran los candidatosnecesarios. Aparte de los días festivos, el consejo celebrabasesiones diarias; éstas eran públicas en principio, pero podíaocurrir ocasionalmente que se excluyera de los debates a losespectadores cuando se trataba de asuntos cuyo secreto erade interés público.~as resoluciones de este organismo eran

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,o probuleumata, esto es, .resoluciones previas', que se pre-sentaban en tal caso a la asamblea popular como instanciasoberana o simples resoluciones autónomas sobre los distintos!

asuntos de administración y justicia) Una corporación de 500miembros, incluso suponiendo que nunca asistía la totalidad delos miembros, no está en condiciones, aunque sea a causa desu número, de obrar rápidamente y con flexibílídad cuando

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el momento así 10 exige. \Por consiguiente, se dividía el con-sejo, según las tribus, en diez secciones de cincuenta miem~bros cada una, quienes despachaban, turnándose, los asuntosdel día. La tribu que dirigía los asuntos se llamaba' pritanía'

y sus miembros ~eran lo~' tritanflS'. Se reunían en un localcirc~ cafacreríst!co, el 'tholo.r' ('rotonda'). De su seno ele-gían un presidente, el 'epistates'. Este ocupaba durante undía eIltero la presidencia en el Consejo y también en la a,>am-blea popular. Podía jactarse de haber sido durante 24 horase! rector de! estado ático. Una tercera parte de los pritanoshabía de permanecer constantemente en el local oficial, cone! presidente, para liquidar los 2.suntos pendiente,>. Podemosimaginamos fácilmente que, en tiempos de agitación, estos pri.tanos y sus epistatas habían de efectuar una cantidad consi-derable de trabajo; los funcionarios, los ciudadanos y los emi-sarios extranjeros solían dirigirse a los pritanos, y éstos habíande decidir si un asunto debía o no ser propuesto ante e!

c.:onsejo. ")

Al !'ado de los funcionarios del comejo y de. la asam- Iblea popular, los órganos más importantes en Atenas era~ l.

tribu~s de jurados. También esta institución, 1iJ: heliea, seremonta ~o1on, quien había cread~ con ella una corte dejusticia que concurría con el Areópago.\En el curso del siglo Vse dividió la heliea en una serie de tribunales autónomo..

Para éstos se elegían anualmente, por sorteo, al menos 6.060'ciudadanos como jurado. Este gran número se explica por laexistencia de varios tribunales y la necesidad de tener per-sonal de reserva. Por regla general, tomaban asiento en lostribunales 501 jurados, pero ocasionalmente se elevaba e! nú'mero a 1.001 ó a 1.501, según 12. importancia del proceso.Era corriente, sin embargo, contentarse en la causas privadascon un número menor de jurados.

La bulé, la ecclesía, la heliea y además los funcionarios,los más importantes de los cuales eran los diez estratega,>,eran los órganos que en tiempos de Pericles. dominaban lavida política de los atenienses. Pero sólo teníañ acceso a estascorporaciones los ciudadanos áticos (es obvio que las muje-res estaban excluidas). Ni los 'metecos: ('cohabitantes'), estoes, los ciudadanos de localidades forasteras que se encontra-ban en Atenas, ni los esclavos estaban representados enellas. Así, pues,tia democracia ática era el dominio de unaminoría sobre utir mayoría, que carecía, a su vez, de de-rechos políticos~Aristóteles informa en ,>u Constitución de losatenienses (c. --14) que en el siglo V más de veinte mil

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ciudadanos vivían en Atenas de los tributos y los;mpuestosde los aliados. Aristóte!es enumera específicamente 6.000 ju-rados, 1.600 arqueros, 1.200 caballeros, 500 consejeros, 500guardianes de los astilleros, 50 vigilantes de la ciudad, unos700 individuos que ocupan cargos urbanos y (probablemente)otros tantos allende e! mar, aunque es posible que esta últimacifra esté alterada. Si es así, se trata de un número conside-rable de personas que vivían a cargo del erario público.Aristóte!es afirma que fue Arístides qUIen introdujo el sis-tema de los sueldos. Esta afjrmacióü es errónea; resulta indis-cutible según otras fuentes que no fue Arístides, sino Peri-des. Según estas fuentes, ~ericles introdujo una remuneracióE,11

diari~ (dietas) Rara los jurad~ que l\.lego hizo extensiva alos coIisejeros Y al resto de los funcionarios designados por-~orteo. El importe de las dietas es, en parte,' objeto de con-troversia. Es probable que los jurados de la heliea tuvierandos óbolos de sueldo por día de sesión, lo que constituiríaaproximadamente el mínimo necesario para la existencia; losconsejeros, en cambio, recibirían 1 dracma (= 6 óbolos). Nose sabe con certeza si fue Pericles quien introdujo, como ase-gura Plutarco (Vida de Pericles, c. 9), los llamados theorik:J

('sueldo de espectáculo') que se pagaban a los ciudadanos parala asistencia a las representaciones dramáticas. En todo caso,hay que saber que las representaciones dramáticas formabanparte del sector del culto y, concretamente, del culto oficial,de modo que no constituían espectáculos en e! sentido actualde la palabra. Es probable, en cambio, que el pago a losciudadanos que participaban en las asambleas populares se ins-tituyera mucho más tarde, quizás a principios de! siglo IV a. C,

K. J. Beloch ha supuesto que las dietas fueron necesariasen Atenas, porque en otro caso apenas se habría reunido e!número necesario de jmados, consejeros y demás funcionarios.Por regla general, el interés de los ciudadanos- por los asuntospúblicos nunca es muy grande, de modo que hace falta algúnestímulo para avivado. El ciudadano que prestaba servicioen la heliea o actuaba como consejero o funcionario no podíaatender, durante muchos días del año, su oficio civil, de modoque había que indemnizado por ello. Sin duda, en tiemposanteriores sólo se dedicaban a los cargos públicos las persd-nas de situación económica independiente, pero desde la in:.troducc:ón del arcontado por sorteo (487/86) y, sobre todo,desde la caída del Are6pago y las demás reformas de Efialtes,las condiciones habían cambiado; en efecto, ahora tambiénhabía que proporcionar a la masa de los ciudadanos la opor.

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tunidad de participar activamente en la política del estado,ya fuera como funcionarios, como consejeros o como jurados.

Por supuesto, la introducción de las dietas por Periclespresentaba también sus inconvenientes; inevitablemente, algu-nos atenienses se podrían acostumbrar a ser sostenidos porel estado; sin duda, lo que éste les pagaba no era más queel mínimo necesario para la subsistencia, pero, habida cuentadel gran número de beneficiarios de dietas, tanto el importereal de éstas, como el espíritu con que eran recibidas por losciudadanos, llegaron a constituir un factor en la situaciónpolítica.

No debe pasarse por alto que, indudablemente, muchosciud~danos poseían sus propios medios de subsistencia, perotambién existía un sector menos afortunado que se interesabaen primer lugar por las dietas. .De todas formas, las medidasintroducidas por Pericles constituyeron el principio de unavía escarpada que siguieron luego Cleón y otros demagogos.En el fondo surge ya ahora el fantasma del estado-providenciaque hasta allí había sido totalmente desconocido no sólo enAtenas, sino en toda Grecia. Añádase a esto que la mayorparte del dinero que se gastaba en Atenas habían de pro-porcionado los miembros de la Liga marítima. Las contribu-ciones de éstos no sólo hicieron posible la construcción degrandes edificios en Atenas, sino que proporcionaron a nu-merosas familias atenienses un complemento muy apetecidode sus gastos de manutención.

El grado de egoísmo a que podía llegar el demo atenien-se nos lo muestra el proyecto de ley sobre la ciudadanía áticapresentado por Pericles (451/50). Según éste, sólo podíanconsiderarse como ciudadanos áticos los que descendían deatenienses tanto por línea paterna como materna; así, pues,a un individuo cuya madre era extranjera, no se le conside-raba como ciudadano. Por lo demás, la ley no tenía efectoretroactivo alguno. Por ella no resultaban afectadas tanto 'lascapas inferiores de la población como los círculos aristocrá-ticos que tenían relaciones familiares en toda Grecia y aúnmás allá de ésta. Esta ley de Pericles revela una ceguera direc-tamente trágica, tanto más sorprendente cuanto que la propiafamilia de Pericles podría no haber satisfecho, por lo quese refiere a los hijos de Aspasia, los requisitos de la nuevaley de ciudadanía. ¿Qué intención había, pues, detrás de estaley? ¿Tratábase realmente, como lo ha sostenido H. E. Srier,de formar una nación ática basada en la comunidad de san-gre? Cabe suponer que esta idea les fue totalmente ajena

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:a los atenien~es, tanto ~ntonces como en las demás .ocasion:s.,Lo qu:,: quena cdnsegUJrse con la nueva ley de clUdadama'era limitar el número de los que vivían a costa de! estado.Aquel que no reunía los requisitos de la ley de ciudadaníano podía percibir en el futuro más dietas ni tampoco partí.,cipar en las reparticiones de trigo (se dice que el soberanoegipcio Psamético envió en 445/44 a los atenienses un grancargamento de dicho cere:J.l). Se pone aquí de manifiesto unterrible egoísmo de grupo, que Pericles no reprimió, sino que,por el contrario, fomentó.

Sería erróneo suponer que los daños, resultantes de la exa-geración del principio democrático ya se pusieron claramentede manifiesto en tiempos de Pericles. De hecho, ocurrió locontrario; en conjunto, Atenas cumplió con todas sus rareas,en particular con las que resultaban de la p1ill!ica exteriory que, precisamente e!L.!iempos de Pe!:Jcles, llegaron a, me-nudo hasta el límite de lo que e! poder de Atenas podíasoportar. Cuando PericJes se- hizo cargo de Id sucesión de \Efialtes, subsistía todavía ]a prolongada guerra con Persia.Es probable, con todo, que desde lá batalla junto al Euri-medonte (¿469?) no se produjera entre Atenás y Persia nin-gún choque importante, pero no se puede afirmar porque latradición es tan insuficiente que apenas permite formarse unjuicio acertado. En todo caso, Atenas había de permanecerconstantemente en guardia, ya que en cualquier momentopodía aparecer nuevamente la flota persa en el Egeo y ponera dura pruéba la Liga marítima délico-ática.

Al peligro latente por parte de Persia vino a aiiadirse la

Iruptura con Esparta y con la Liga del Peloponeso que aquéllacapitaneaba (véase pp. 72-73). Nada tenía de sorprendente

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que,los atenienses buscaran nuevos aliados, con objeto de pro-

tegerse contra los peloponesios. Como tales, se ofrecían, ante'todo, los argivos, enemigos mórtales de Esparta; con éstos,al igual que con los. tesalíos! concertaron los atenienses untratado de alianza. al que no tardó en adherirse la ciudad deMégara, situada en el istmo. La adhesión de Mégara, que ,qejó1a Liga del Peloponeso para aliarse a Átenas, repre~~ntabauna ganancia difícil de sobreestimar, porque, con el puertode Pegas, los atenienses disponían ahora de una base en elgolfo de Corinto, ganancia, sin embargo, que hubo que pagarcon la enemistad encarnizada, de la poderosa ciudad mercan-til del istmo. En efecto, en los decenios siguientes, y hasta - elmomento de la guerra del Peloponeso, siempre encontramosa Corinto del lado de los adversarios de Atenas, y no es, "

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raro que sus intereses resultaran decisivos en la lucha de lospeloponesios contra los atenienses.

Aunque Atenas no participó oficialmente en la guerra entreEsparta y Argos, mandó a los argivos un cuerpo auxiliar queen el encuentro de Enoe obtuvo la victoria sobre los lacede-monios (460). Este encuentro, que no debe confundirse conla batalla de Enófita, produjo en Atenas una impresión tanfuerte, que se representó en un cuadro en la Stoa Poikiles.Entre los adversarios de Atenas figuraba entonces también,al lado de Corinto y Epidauro, Egina, la rica isla que, encuanto'qase dórica en el golfoSarórnco, siempre había sidopara 10/;'ateI).iensesmotivo de irritación. Incluso antes de la ex-pedición 'de Jerjes contra Grecia había llegado a estallar entreAtenas y Egina un conflicto abierto en el que Esparta hubode actuar de intermediario. Entre tanto, sin embargo, la ba-lanza del poder se había desplazadc con mucho en favor deAtenas.' Incluso con la ayuda de Corinto, que hubo de ano-tarse por tierra una derrota a manos de los atenienses, nose logró impedir el cerco y bloqueo de Egina.

El hecho de que en todas estas bebas Atenas lograra im.ponerse, pese a la empresa egipcia (véase p. 84) , se debió aque hasta entonces Esparta y la Liga del Pelopon¿o no habíanparticipado todavía abiertamente en ellas. Esto camoió en laprimavera dl::l 457. Entonces un fuerte contingente espartanoatravesó el istmo hacia el norte, con el evidente propósito deprestiIX ayuda contra los focenses a sus aliados los dorios delEta. En realidad, sin embargo, detrás de esta intervenciónespartana en la Grecia central, hay objetivos manifiestamentepolíticos, como lo demuestra la m::gnitud misma del contin.

I gen té: sI! trataba del predominio espartano en Beocia, perola ocupación de esta región representaba una grave amenazapara el Atica. En Tanagra, no lejos de Tebas, se encontraronlos lacedemonios y los atenienses enfrentados por primera vezen campo abierto, resultando victoriosos los primeros (457).Dado que la persec:ución estratégica de un ejército derrotadode hoplitas no era usual ni, probablemente, posible, los ate-nienses pudieron replegar su ejército en buen orden evacuandoel país. Por 10 demás, entre 105 estrategas atenienses figurabatambién Pericles.

Dos meses después obtuvieron los atenienses bajo el mandode Mirónides, junto a Enófita, una victoria decisiva sobre elcontingente de los beocios, con lo que la hegemonía ateniensesobre Beocia (con excepción de Tebas) quedaba restablecida.

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Hasta qué punto estaba la región bajó la influencia ateniense,se desprende del hecho de que en varias localidades beociastomó el poder la tendencia democrática. En el invierno del457-56 capituló Egina incondicionalmente (Bengtson, Staats-vertrage, n.O 141); las condiciones que se le impusieron fueronesencialmente las mismas que se habían dictado a Tasos, sinhacer ninguna distinción al respecto entre miembros y nomiembros de la Liga marítima: al igual que Tasos, tambiénEgina hubo de pagar 30 talentos anuales a la caja de la Liga.Lo fuerte que había llegado a ser la posición de Atenas enGrecia central nos 10 muestra la alianza que probablementeentonces se concertó con la anfictionía dética (Bengtson,Staatsvertrage, n.O 142).

Los éxitos de Mirónides en Beocia y en la Lócride orien.tal (Opunte) quedaron eclipsados por la expedición marítimade Tólmides, que éste había emprendido con voluntarios ate-nienses, probablemente el año 455. Con 50 trirremes y 4.000hoplitas a bordo, Tólmides fue primero a Meton~, en la costaoccidental de Mesenia, y la tomó; al acercarse los lacedemo-nios, levó anclas y se dirigió a Gitión, donde logró, asimismo,tomar la ciudad e incendiar los astilleros navales. La isla deZacinto fue sometida y las localidades de Cefalenia fueronobligadas a adherirse a Atenas y, finamente, Tólmides penetrócon la flota en el golfo Corinto, y estableció una coloniade ilotas en Naupacto. Con Acaya se concertó una alianza, demodo que, prácticamente, Atenas se había hecho fuerte a am-bos lados del istmo de Río. Esto constituía una amenazamortal para Corinto, cuyas vías occidentales de comunicaciónse encontraban de hecho bajo control ateniense.

Difícilmente se puede sobreestimar la importancia de laexpedición naval de Tólmides. Atenas había mostrado pormedio de ella hasta dónde se extendía su poderío marítimo,y es posible que entonces intentara dominar las vías de comu-nicación occidentales con Sicilia, que anteriormente habían es-tado controladas sobre todo por Corinto. Poseemos los frag-mentos de un tratado entre la ciudad siciliana de Segesta y

.Atenas; por desgracia, la fecha no es totalmente segura (añodel arcontado de Habron, 458/57), porque el nombre delarconte sólo se ha conservado en la estela epigráfica en parte(Bengtson, Staatsvertrage, n.O 139).

Desde el 460 Atenas se había lanzado a una empresa cuyatraScendencia casi ningún ciudadano estaba en condiciones deapreciar entonces. Se trata de la famosa expedición egipcia de

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los atenienses (460-454). Egipto formaba parte, desdeu~L 52},de Persia, pero en diversos momentos se habían manifestadoen el país tendencias de independencia, lo que muestra' quelos egipcios no s~ habían resignado en modo alguno al domi-nio persa. Así, pues, cuando el dinasta libio Inaros establecióen el' Bajo Egipto, concretamente en el Delta, un dominiopropio, podía contar con el apoyo de una parte de la pobla-ción~egipcia. Junto a Papremis se le enfrentó el sátrapa Aqué-menes, hermano de Jerjes, con un ejército; Aqnémenes fuederrotado y halló la muerte en la batalla (460), en tanto quelos restos del ejército persa quedaban sitiados en la ciudadelade Menfis. lnaros estableció contacto con los atenienses y leshizo probablemente grandes promesas, de modo que aquéllosaceptaron de buen grado su ofrecimiento. Es posible que enla decisión ateniense jugaran cierto papel unos proyectos decolonización. No cabe duda que Pericles era responsable, enparte, de la aceptación de la propuesta de alianza. La flotaateniense cambió el rumbo de Chipre por el de Egipto y par-ticipó en el cerco de la guarnición persa, en el «Muro Blan.co» de Menfis. Inicialmente los atenienses dominaron franca-mente la situación, incluso su flota pudo cruzar ante la costade Fenicia y medir allí sus fuerzas con los persas.

El imperio de los aqueménidas necesitó, éomo siempre,mucho tiempo para completar sus preparativos militares. Hastael 456 no se envió a Egipto un ejército de socorro bajo elmando de Megabízo. Este logró romper el sitio de Menfis, yademás cercó a su vez a los sitiadores, griegos y egipcios, enla isla Prosópitis, en el Nilo. Cuando el nivel del Nilo alcanzósu punto más bajo, se pudo apoderar de ella mandando exca-var un canal con el que dejó en seco el brazo correspondientedel río. Los persas exterminaron a parte de la guarnición de

I Prosópitis y el resto de sus componentes fue hecho prisionero;sólo algunos atenienses lograron salvarse, al parecer por la víade Cirene. Por regla general, las pérdidas atenienses suelen,exagerarse en las fuentes; por esta vez podrá prestarse créditoa Ctesias, no conocido normalmente como particularmente fide-digno, quien alrededor del 400 a. C. vivió en la corte persa;éste habla de 50 naves y 6.000 hombres. t>-esra calamidad seañadió otra. Una flota ateniense de socorro, cuya tripulación 'ig-noraba los acontecimientos, fue atacada cerca del cabo de Men-des y destruida (454). En esta forma, la empresa egipcia deAtenas había fracasado por completo después de seis años deduración: Persia había demostrado su superioridad en Egipto yhabía compensado la derrota del Eurimedonte.

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El mismo año en que se produjo la catástrofe de los ate.nienses en la isla del Nilo, fue llevado el tesoro de la Ligamarítima délico-ática c:!e DeJos a Atenas, donde fue situadoen el templo de Atenea. Está claro que los dos acontecimientosno se pueden separar; en efecto, cuando los samios presenta-ron la propuesta de llevar el tesoro a Atenas, se encontraban,al igual que los demás aliados, bajo la impresión de las funes-tas noticias de Egipto, aunque tal vez no conocieran todavía to-da la magnitud del desastre. A partir de este año, del 454/53,existen las llamadas listas de tributo de la Liga marítima; setrata, en realidad: de listas de las cuotas de los tributos, en lasque está consignada la s~xagésima parte del tributo (phoros)pagado por los confederados, esto es, uv.a mina por cada ta.lento. Llegan, con algunas lagunas, hasta casi el fin de la gue.rra del Peloponeso y constituyen una fuente preciosa no sóloen relación con la historia financiera de Atenas, sino tambiénen relación con la composición de la Liga, su clasificación yla capacidad de los diversos miembros. Tampoco en el suelode Grecia hubo paz en el año 454. Sin embargo, los atenien-ses tuvieron poco éxito con sus empresas en Tesalia y Acar-nania, bajo .el mandó, esta última, de Pericles. Las fuentesinforman acerca de un armisticio de cinco años entre Atenas yEsparta que, al parecer, se había concertado por mediación deCimón. Si esto fuera así, sólo podría corresponder al año 451,en que terminó el destierro de diez años de aquél. 'pero sub-sisten dudas justificadas acerca de si puede creerse a Plutarco(Vida de Cimón, c. 18,1). Es sabido, en efecto. que tambiénen otros lugares ha atribuido a las personas de sus héroes cier-tos actos con los que éstos nada tenían que ver (véase supra p.75). Diodoro (XI 86,1), en cambio, indica el año 453. Si bienconviene adoptar cierta reserva frente a la cronología de Diodoro,en el caso que nos ocupa parece tener razón. En todo caso, elaño 453 se compagina bien con el hecho de que Esparta lle-gara poco después con Argos a un convenio que duró 30 años.

Es segura, en cambio, la participación de Cimón en, la ex.pedición de la flota ateniense contra la isla de Chipre en elaño 450. Se trataba de una fuerza considerable de 200 naves,60 de las cuales fueron destacadas a Egipto para recoger al re-belde Amirteo, en tanto que las demás ponían sitio a la ciu-dad de Cition. Antes de que pudiera lograrse éxito alguno,Cimón murió víctima de una enfermedad (450). Ya no alcan.zó a ver la victoria por mar y tierra del mismo año junto ala Salamina chipriota. Por lo demás, no se logró hacer ingresar a

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Chipre en la Liga, si es que era esto 10 que los atenienses seproponían.

Con la expedición chipriota y con la muerte de Cimón tocaa su fin una época que había estado bajo el signo de la másfuerte oposición entre Atenas y Persia. Ninguno de lQs dosbandos había logrado victorias decisivas. No es pues de ex-trañar que ahora se buscaran posib1lidades de poner fin a aque-lla guerra que duraba desde hacía ya varios decenios. Efectiva-mente, las fuentes informan que probablemente en el año ático449/48 se concertó un convenio entre los beligerantes. Estetratado es la paz de Calias (la designación de «paz de Cimón»,que se encuentra en algunas fuentes, e inclusive en algunashistorias modernas, es totalmente absurda). Sin embargo, enrelación con esta paz no disponemos de fuente contemporáneaalguna; en efecto, Tucídides no la menciona, y la alusión mástemprana figura en el Panegírico de lsócrates (117 ss.), quedata del año 380 a. c., o sea, de unos 70 años más tarde. Preropendemos, con rodo, a considerar este convenio como histórico,pese a la negación de los historiadores Teopompo y Calístenes,quienes aquí no pueden ser en modo alguno decisivos (Beng.tson, Staútsvertrage N.o 152).

¿Qué disposiciones estaban contenidas en el convenio? Pro-bablemente las más importantes eran las que estipulaban quelas ciudades griegas de Asia Menor habían de ser autónomas.Por otra parte, los persas se comprometían a no acercarse coIÍsu ejército a más de tres días de marcha o una carrera de ca-ballo de la costa jónica; también en relación con los barcos deguerra persas se fijaron puntos de demarcación, esto es, al surlas islas Celidonias, al norte las rocas Cianeas a la entrada delBósforo tracio. En cambio, los atenienses se obligaban a noatacar los territorios del Gran Rey. La paz de Calias probable-mente no constituye un tratado de paz en regla, sino más bienun convenio bilateral, que fue aprobado y jurado por amboslados, incluyendo al propio Gran Rey Artajerjes l. La paz deCalias es ante todo un éxito de Persia. Atenas hacía abando-nado la dirección de la guena contra Persia, después de llegara la convicción de que no cabía esperar una victoria decisiva.De ahí que esta paz se presente como un p:mto crucial en lapolítica exterior de Pericles. Probablemente ni todos los ate-nienses ni todos los aliados hubieron de celebrar el convenioen cuestión; en efocto, lo que creaba era un estado de guerrafría, susceptible de convertirse nuevamente en guerra declaradaen cualquier momento. Si bien las ciudades griegas de Asia Me-

I nor se veían momentáneamente libres de la opresión persa, esta

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situación inestable podía cambiar de un día a otro, sobre todocuando el Gran Rey no cumpliera las estipulaciones.

Sin embargo, el mayor peligro lo presentaba el aspectoideológico. Hasta entonces la idea de la guerra defensiva contraPersia había mantenido unida a la Liga marítima délico-ática,pero después de la paz de Calias, esta idea ya no existía y, enel fondo, la pretensión de Atenas de estar al frente ce la Ligaya no tenía razón de ser. ¿No podían acaso creer las ciudades Igriegas de Jonia y las islas del Egeo que ya no seguían nece-sitando el apoyo de Atenas? Habla en favor de Pericles el quepropagara ahora una nueva idea, la idea de la paz, de una pazque comprendía por igual a todos los griegos. Sin embargo, estaidea sólo podía ~e\'ars<;:a la pdctica si el gran adversario deAtenas en Grecia, Esparta, no se exduía de ella.

Precisamente en el año.11§. habían vuelto a chocar una vezmás los intereses d¿ Ateñas V Esparta. Se trata de los aconte-cimientos de Grecia central que suden resumirse bajo el tér-mino de la «segunda guerra santa». D,Mos había quedado bajoel predominio de los focenses: Esparta había enviado un ejér-cito a DeHos y los había expulsado. Pero los atenienses envia-ron tropas a DeHos y volvieron a restablecer la situación. Pocodespués se hundió la hegemonía ateniense en Beocia.-El movi-miento, dirigido contra Atenas, tuvo como punto de partida lasciudades de Orcómeno y Queronea, donde se adueñaron delpoder gobiernos oligárquicos, (en e! 447 o, a más tardar, en el446). Aunque Tólmides, que volvió a ponerse al frente de unejército de voluntarios atenienses, logró recuperar Queronea, enel camino de regreso fue derrotado Junto a Coronea Y cayó élmismo en el campo de batalla, en tanto que una gran parte desu ejército fue hecha prisionera por los beocios. Para obtenerla libertad de sus hombres, Atenas hubo de comprometerse enun tratado a evacuar toda Beocia. También la Fócide y la Ló-cride se separaron de Atenas, de modo que toda la posición depredominio ateniense en Grecia central se perdió de una vez.

El año 446 se produjo un levantamiento contra el dominioatenienses en Eubea, y casi al mismo tiempo se rebeló la Mé-gara dórica y la guarnición ateniense sólo pudo conservar allílos dos importantes puertos de Nisea y Pegas. A ello hay queañadir la incursión del ejército federal peloponesio, bajo elmando del rey espartano Plistoanacte, al Atica. En Atenas laMuralla Larga,. que reunía la ciudad con el puerto, estaba yaterminada entonces, pero la tierra llana les estaba abierta a lospeloponesios. Sin embargo. para sorpresa de todos, éstos se re-tiraron. La afirmación según la cual Plistoanacte y su consejero

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Cleándrides habrían sido sobornados por Pericles no se deja,por su propia naturaleza, comprobar. En todo caso, Periclestenía ahora la espalda libre y pudo dedicarse con toda energíaa la represión de! levantamiento de Eubea. Las ciudades de laisla no podían contar más que consigo mismas y no ofrecieronmás resistencia.

Existen dos decretos de la asamblea ateniense que contie-nen disposiciones para Eretria y Calcis (Bengtson, Staatsv!!'trage números 154 y 155). Es particularmente ilustrativo el se-gundo de estos documentos. Precede a esta inscripción la ca-pitulación de Calcis, que había previsto condiciones particular-mente duras para la ciudad. Ahora las condiciones de la capi.tulación se atenúan un poco, pero siguen siendo harto durastodavía; en el juramento de los calcideos no sólo se encuentrael compromiso de no hacer defección a Atenas, sino incluso e!de informar a ésta de cualquier otra defección eventual. Aesto se añade, por supuesto, la obligación de pagar tributo y deponer fuerzas armadas a disposición de los atenienses. La so-beranía en materia de administración de justicia le fue dejadaa la ciudad de Calcis, pero con la limitación, sin embargo, deque los tribunales locales no podían emitir juicio en las causasde pena capital, de destierro o de atimía (pérdida de los dere-chos de ciudadanía). Esta jurisdicción se la reservaba Atenaspara sí. Si se añade que los atenienses establecieron en Hestiea(Oreo) una cleruquía (colonia de atenienses, como unaguarnición residente) en e! terreno que le habían quitado a laciudad de Eubea, se percibe claramente que aquí adoptó Ped-cles medidas absolutamente rigurosas para impedir la defecciónfutura de la importante isla.

La sumisión cle Eubea fue un éxito de Pericles. ero lo fuetambién la paz por 30 año~ concertada en e! año 't46/45. entreEsparta ;-Atenas~ Los datos históricos, aunque extraordinaria-

'mente frag.-nentarios, permiten percibir, con todo, que los dosbandos se hicieron concesiones mutuas: Atenas renunció for-malmente a .los dos puertos de Mégara, o sea, a Nisea y Pegas,y, además, a Trecén y Acaya (estas condiciones han de consi-derarse probablemente como concesiones a Corinto): Atenasreconoció asimismo la autonomía de Egina, lo que constituyeuna concesión a Esparta, que no podía abandonar la isla dórica.A las localidades neutrales se les concedió la libertad de coali-ción, tal vez porque esperaban ambos bandos obtener algo po..sitivo de ello. Es muy Importante, finalmente, la condición deque para dirimir conflictos se iban a establecer tribunales de ar-bitraje. Si más adelante, en ocasión de su conflicto con Atenas,

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invocan los de Mégara que la libertad de comerdo se había es-tipulado contractualmer.te, es probable que también esto figu-rara en el documento de la paz de los treinta años. Se trata,en conjunto, de un tratado que ni eliminó las diferencias exis-tentes ni las atenuó considerablemente. Corinto, en particular,obtuvo e! dominio casi ilimitado del golfo de su nombre, pesea que Atenas seguía en posesión. de Naupacto.

Con la paz de los treinta años toca a su fin una época quese caracteriza por magníficas acciones de Atenas, aunque no to-das estas realizaciones fueran éxitos, porque la pérdida en vi-das fue especialmente considerable. Poseemos una inscripcióncon la lista de los muertos de la tribu de Erecteo, que revelaque ésta hubo de lamentar en un solo año (459 ó 458) 187caídos. Si tomamos esta cifra como promedio, llegamos en lasdiez tribus a una cifra de casi 1.900 muertos en un año (Aris-tóteles,Ath, pol., c. 26,1, indicala cifra de 2.000 a 3.000muer-tos en un año; es probable que esta última sea exagerada).¿Estaban estas pérdidas justificadas por los éxitos de la políticade Pericles? Esta pregunta habrá que contestada negativamente.En efecto, en la lucha con Persia se había logrado un equili-brio, en tanto que, en la guerra con Esparta y los demás ad-~

versarios en Grecia, Atenas había perdido: de todas las con-quistas, sólo habían permanecido Egina y Naupacto en manosde los atenienses, y Pericles había debido renunciar a todo 10demás y, en particular, a la hegemonía en Grecia central. ¿Hayque hablar por tanto de un fracaso de la política de Pericles?Sería ciertamente exagerado, pero los acontecimientos han de-mostrado que las tareas a llevar a cabo rebasaban con mucholas fuerzas de Atenas.

No andaremos muy equivocados si hacemos a Pericles res

jponsable ante todo del cambio q.

ue halla expresion en el tra-tado con los persas (la paz de Calias, 449/48) y con los pelo-ponesios (paz de los treinta años, 446/45).

Se añade a esto un factor nuevo: la idea de un congreso

}17nhelénico de Da2.. El programa nos lo transmitió Plutarco'( ida de Pericles, c. 17). Según éste, Pericles presentó un pro..yecto de ley a la asamblea popular que se dirigía a todos losgriegos de Europa y Asia (es decir, de Asia Menor): todas es-tas comunidades, grandes y pequeñas, eran invitadas a mandardelegados a Atenas y participar allí en el congreso. Se ponena discusión en el programa los siguientes puntos: restauración I

de los santuarios que habían sido destruidos por los persas; lossacrificios que 105 griegos prometieron a los dioses mientrasluchaban contra los persas; la seguridad de los mares y, final-

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mente, la paz general. Plutarco informa que los atenienses en-viaron veinte embajadores que recorrieron en cuatro gruposdistintos las regiones griegas alrededor del mar Egeo para pre-sentar en ellas las propuestas de Pericles. Al parecer, los lace-demonios se opusieron al proyecto. No puede dudarse de laexIstencia de dichos planes para ul' congreso general; resultamás difícil, en cambio, establecer exactamente la fecha. Pro-bablemente habrá que pensar en los años que siguieron a la pazde Calias, 449/48, o bien en los años después de la paz de lostreinta años, 446/45. La fijación exacta de la fecha no es po-sible. .

No cabe la menor duda que la propuesta de Pericles estabahecha en serio, y es posible que éste hubiera deseado realmentealcanzar en Grecia una paz duradera, lo que habría favorecidom:.¡cho sus planes. Pero, ¿se trata aquí verdaderamente de «unaadmirable acción diplomática y, desde el punto de vista de underecho internacional panhelénko, sumamente ejemplar» (K.Dienelt)? Esta manera de ver es ciertamente exagerada, por-que lo que le falta al proyecto de Pericles es una buena dosisde poUtica realista. ¿O acaso no era de prever de antemano queEsparta se opondría a un plan de esta clase, que habría puestoa Atenas al frente de toda Grecia? El caracterizar a Pericles«como inventor de la federación europea, en su época, de lasociedad panhelénica de naciones» (Gregor), constituye unailusión de historiadores e id(:ólogos modernos, que nada tieneque ver con la realidad. Sin embargo, en cuanto etapa previade aquellos cuatro intentos de establecer en Grecia una pazgeneral, este proyecto de congreso no carece de interés. El si-glo IV a. C., especialmente, registra toda una serie de intentosenderezados a hacer triunfar en Grecia la idea de la koiné

eirene (la «paz general»); empiezan poco después de la guerradel Peloponeso y terminan en la época de los diádocos.

Los acontecimientos decisivos, sobre todo la paz de Calias,. no podían dejar de repercutir sobre la Liga marítima délico-

ática. El primer efecto de la paz se muestra en las listas deltributo. Consta, en efecto, que, en el -año de la paz, los pagosde tributo fueron totalmente suspendidos' por parte de losmiembros -o sólo se efectuaron en un volumen muy reducido, loque constituye un signo inequívoco de que al menos una partede los confederados consideraba en adelante la federación comosuperflua. Habrá que suponer que Pericles hubo de oponersecon decisión a semejante postura. Las listas de tributo de losaños siguientes m:.¡estran qt:e su punto de vista se impuso. Engeneral, la época que siguió a la paz de Calias reviste gran im-

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portanda en conexión con la transformación interna de la Ligamarítima, pero esto no implica que la formación de una arche(«jefatura») ática se limitara a los años 449/48, ya que los do-cumentos, como p. ej. la resolución popular ática sobre Mileto(Bengtson, Staatsvertriige N.o 151), muestran lo contrario.

La preponderancia ateniense se desplegó sobre todo en dosáreas, la del sistema jurídico y la del sistema monetario. La ju-risdicción de los diversos tribunales de la Heliea (del nombrede la plaza Heliea, sede del tribunal de los heliastas) se ex-tendía a numerosos procesos en el ámbito de la Liga marítima.Constituye un testimonio de ello el decreto ático ya mencio-nado (supra p. 88) sobre Calcis. Cada vez ocurría con mayorfrecuencia que los ciudadanos de una ciudad confederada de-bieran hacer antesala en Atenas en los tribunales populares.Por otra parte, la ley de la moneda, promulgada alrededor del450 a. C., tuvo como consecuencia que muchas ciudades de laLiga suspendieran sus propias acuñaciones. Por si esto nofuera bastante, hay pruebas de que los atenienses intentaronreiteradamente llevar al poder, en las ciudades dependientes,a los elementos democráticos.

Como resultado de estos cambios, en muchas de las ciu-dades de la Liga se iba acumulando una peligrosa materia ex-plosiva contra Atenas, cuyo dominio se fue percibiendo comomás opresivo cada vez, sobre todo en una época en que yano había que seguir temiendo a los persas. Pero la hegemoníamarítima de Atenas tuvo también sus aspectos positivos. Porejemplo, ya no se puede seguir hablando de una piratería, en.el Egeo, digna de mención; en forma significativa, ésta sólo vol-vió a animarse cuando el imperio marítimo ateniense se hubohundido.

En muchos casos también concertó Atenas con los estadosde la Liga marítima los convenios de auxilio jurídico usuales,en los que se conservaba la paridad de ambas partes, comop. ej. en el tratado con la Faselis licla, alrededor del 450 a. C.(Bengtson, Staatsvertriige n.O 149), o con Quíos. Causaba eno-jo particular entre los confederados el hecho de que Atenasno se consideraba obligada <ldar cuenta del empleo de los td-butos. Los atenienses, dice Plutarco (Vida de Pericles, c. 12),no estaban obligados a rendir cuentas a sus aliados. acercadel dinero, puesto que, para protección de los confederados,eran los campeones en la lucha contra los persas y manteníana los bárbaros dentro de sus domimos. Sin duda, hay en esteprincipio algo de verdad, pero esta actitud de Pericles fue la

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razón de que Tuddides, hijo de Melesias, hiciera suya lacausa de los aliados. '

Sería erróneo suponer, como se ha hecho, que la reorga-nización de la Liga marítima para convertida en instrumentode poder ateniense sólo se prod1.ijo después de la paz deCalias (449/48) ; es suficiente la resolución ateniel1se sobreEritras para probar 10 contrario, cualquiera que sea la fecha;en que se la sitúe. La refundición de la Liga contribuyó, indu-dablemente, a que Atenas tratara de estabilizar su hegemoníano sólo mediante la introducción de órganos de inspección(episcopos, «inspectores») y comandantes de guarnición. Y elestablecimiento de «cleruquías» en los territorios de los estadosaliados constituía también para muchos de los confederados unmotivo de irritación. Par:!. Atenas, el envío de estas «clero-quías» tenía la ventaja de que absorbía una cantidad de ciu-dadanos atenienses y, ante todo, a aque]Jos que en Atenas notenían 10 suficiente para vivir. Se encuentran c1eruquías áticasen Naxos, Andros, en el Quersoneso tracio (Galípoli), en Brea,junto al Estrirnón inferior, en Oreo (Hestiea en Eubea). Porlo demás, el sistema de las cleruquías se reveló en el caso deconflictos bélicos y sobre todo, por supuesto, durante la gue-rra del Peloponeso, como muy útil para Atenas. Por otra parte,revisten las cleruquías especial interés por el hecho de queforman parte del estado ateniense, de modo que sus habitantessiguen siendo ciudadanos atenienses aun en el 'extranjero. Sinduda, para los nativos, la existencia de una cleruquía ática sig-nificaba, en cambio, una restricción de sm derechos, especial.mente en cuanto a la posesión de bienes raíces se refiere. Pero,en este aspecto, Atenas nunca fue pusilánime, y de las listasdel tributo se desprende que en muchos casos redujo el tributoa las comunidades afectadas.

Si queremos formarnos una idea de la capacidad de acciónde la Liga marítima y de sus miembros, las listas del tributorevelan que en el año 446/45 pagaron las siguientes comuni-dades el tributo más alto: Tasos, Egina 00 talentos cada una),Paros (18 talentos), Bizancio (15,7 talentos), Mendes y Abde-ra (15 talentos cada una), Lámpsaco' (12 talentos) y Lindo (10talentos). De este resumen se desprende que eran entonces lasciudades de la costa de Tracia y del sector del He1esponto lasque pasaban por ser las más prósperas desde el punto de vistafinanciero. Al propio tiempo se encuentran también en esta re.gión las líneas de comunicación más importantes de Atenas;unen e. la ciudad coÍl el mar Negro y el sur de Rusia, de donde

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había que importar el trigo, indispensable para le alimentaciónde la población. '

La Liga marítima délico-ática había sido inicialmente unaasociación (le carácter federal. cuyos miembros estaban jurídica-mente en pie de igualdad, pero esta situación fue variando len.tamente, aunque en forma cada vez más clara, en favor deAtenas. No obstante, esta asociación, dirigida por Atenas, siguesiendo aún hoy acreedora de nuestra plena' admiración. Nacidacomo alianza contra los persas, la Liga marítima dur6CaSitres cuartos de sIglo, del 478/77 al 404. y durante este tiempose reveló como UJJ.elemento necesario en la organización de lapolítica griega. Esta creación de Atenas es tanto más admira-ble cuanto que ésta no disponía en modo alguno de medios mi-litares ilimitados. Cada sublevación sacudía los cimientos dela alianza, y sólo podía ser reprimida con gran esfuerzo. Cons-tituía un -inconveniente particularmente grave la falta de unaburocracia preparada que, por 10 demás, no existía entonces enparte alguna de Grecia, de modo que los atenienses hubieronde esforzarse por salir del paso con pocos funcionarios, yaún a éstos sólo pudo recurrirse en caso de apuro. La únicaautoridad permanente de la Liga eran los tesoreros, los bele-notamías.

Aún no conocemos con exactitud lo que se refiere a la divi-sión de la Liga en distritos. Había cinco distritos: el tracio,el helespántico, el jónico, el cario y el insular. De éstos,. eldistrito cario se disolvió poco después del 440, siendo incor-poradas las ciudades carias al distrito jónico. Esta organizaciónnada tiene que ver con una división en provincias, sino másbien, a~aso, con la recaudación de los tributos. según la cualfiguran las diversas ciudades clasificadas en las listas de aqué-llos. Atenas no dominaba la Liga con auxilio de medidas buro-cráticas, sino gracias al peso de su prestigio, que descansabaante todo en los actos de sus grandes hombres, esto es, deCimón y Pericles.

Los quince años que van del acuerdo de la az de 1treinta anosf as CO1Illenzoe a guerra del Fe.loponeso (431) están ineQuívocamente en Atenas bajo el signnde Perrdes. Fue éSte quien imprimió a la política exterior ática'üna nueva orientación. Por primera vez se introdujo Atenas enla política occidental mediante li fundación de la colonia pan-he1énica de Turios (443). Tal vez lo que hizo Perides fuI' ale-jarse hacia el oeste frente. a la presión espartana, con objeto decrear para Atenas nuevas posibilidades de expansión en terrenoneutro. Después que en el año 445 fracasó' parcialmente el in.

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tento de 10s atenienses de volver a fundar la ciudad de Síba-ris (destruida el año 551/10), Pericles proclamó la idea de

I fundar, con participación de todos los pueblos griegos, una co-lonia panhelénica en el sur de Italia. Fue ésta la ciudad de ITurios, cuyo plan urbano fue proyectado por el arquitecto yfilósofo Hipódamo de Mileto. Entre los ciudadanos de lacolonia figuraban Heródoto de Halicarnaso, el famoso historia.,

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dor, y Protágoras de Abdera; también Empédocles de Agri )gento (Acragante) estuvo algún tiempo en Turios. Pericles si-guió sustentando aquí la idea panhelénicaaun cuando susadversarios tomaron el poder en la colonia. Incluso cuandoTurios entró en conflicto con la coloma espartana más fuerte de \Tarento, Pericles no intervino; no se sah:: si le faltó para ellola voluntad o la fuerza. Atenas no carecía de aliados en Occi-dente. Estaba aliada, en efectO, con la siciliana Segesta y, ade.más, con Regio y Leontinos, con las que había concettado tra.tados de alianza en un momento que desconocemos, pero fue-ron renovados luego (en 433/32), la víspera de la guerra delPeloponeso (Bengtson, Staatsvertriige n.~ 162 y 163). Fue par-ticularmente importante la' amistad "-on Regio. Esta permitía aAtenas utilizar sin trabas el estrecho de Mesina, lo que parael comercio con Italia central, y especialmente con Etruria, era jde la mayor tra~cendencia.

Pero no era ésta la única conexión de Atenas con Italia cen-tral. En efecto, las magníficas excavaciones de la necrópolisetrusca de Spina (junto a Comacchio, en e! delta del Po), hanrevelado la importancia de la participación ateniense. DesdeSpina, el comercio "lcanzaba por tierra a toda Italia septen-trional y, tal vez, incluso a las regiones, situadas más allá delos Alpes que, anteriormente, habían sido el dominio exclusivode! comercio de Masalia. De esta forma se introdujo Atenasen una esfera que anteriormente se había reservado para sí lagran ciudad comercial griega del istmo, Corinto; un motivo másde la encarnizada enemistad entre ambas ciudades, que contri-buyó a que estallara la guerra de! Peloponeso. Sin embargo,Corinto no era la única competidora de Atenas en Occidente,pues tampoco Siracusa, ligada desde su fundación por múltiplesvínculos con la ciudad del istmo, veía con buenos ojos la ex-pansión del comercio ático, y tanto menos cuanto que Atenasse había aliado con sus propios rivales, Regio y Leontinos, dosfundaciones calcídicas.

Una grave crisis, de la Liga marítima fue la sublevación d~Sainos en el invierno de 441.. Esta gran isla, que disponía deuna. considerable extensión de terreno en Asia Menor, pertene-

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cía a aquellos miembros de la Liga que, al igual que Quíos yLesbos, gozaban del privilegio de cJ:1tribuir con el servido denaves. Samos se encontraba ,en ,conflicto con Mileto a causade la posesión de Priene,en lo que Mileto era apoyada porlos atenienses que le estaban emparentad03. El conflicto se com-plicaba por efecto de las luchas partidistas intestinas en Sa-mos. Cuando Pericles hubo llevado al poder en la isla al par-tido democrático, los oligarcas lo derrocaron de nuevo, en loque hizo causa común con ellos Pisutnes, e! sátrapa persaSin duda, los atenienses eran superIOres por mar, pero teníane! temor permanente de una intervención de Persia, porque lossamIOSno habían tenido reparo en solicitar la ayuda de lospersas. Pero se vieron defraudados, y su ciudad fue cercada ysitiada. Por parte de Samos, fue el filósofo Meliso quien se dis-tinguió en las luchas por mar contra los atenienses, en tantoque del lado de éstos logró la caída de la ciudad, con susmáquinas de asedio, Artemón de Clazómenas. Samos hubode capitular después de un sitio de cierta duración, probable-mente en la primavera del año 439. Fue castigada duramente,como todos los estados de la Liga marítima que hacían defec.ción: es posIble que perdiera la isla de Amorgos, y ademáshubo de pagar los gastos de la guerra (Bengtson, Staatsvertriigen.O 159). A la defección de Samos se había asociado Bizancioque no tardó, sin embargo, en ser someti,da nuevamente. Conocasión del conflicto entre Samos y Atenas se había puestode manifiesto que el estado más débil no temía volverse hacialos persas, como lo hicieron también las comunidades sicilianasal pedir ayuda a Cartago.

En el año 443 a. C., Tuddides, hijo de Melesias, yerno deCimón y e! adversario más importante de Pericles, fue expul-sado de Atenas por medio del ostracismo. Aunque no pudieracompararse con Pericles, contaba sin embargo, en cuanto jefe dela oposición, con mucha influencia y, en particular, hizo siem-

.pre suya la causa de los aliados. Así fue precisamente estepolítico quien tomó como pretexto las grandes construccionessuntuosas de Atenas para atacar la política financiera de Peri.cIes. También bajo otro aspecto constituye el destierro de Tucí.dides una fecha importante en la vida de Pericles; en efecto,a partir del año 44}, Pericles fue ele id~te a año tr s

.ano siend él en adelante .efe del estado ático.En la antigüedad se consideró el carácter de Peric es com

producto de su educación filosófica naturalista, siendo sobretodo la filosofía de Anaxágoras la que le habría imprimido' susrasgos. Y efectivamente, Pericles dominaba magistralmente el

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difícil arte de dirigir las masas, que desplegó hábilmente ensus discursos, los cuales, con su gran fuerza de persuasión,

superaban a los. de todos sus competidores. Aquel que en Ate. IDas querí-a desempeñar un papel político, había de estar en .condiciones de dirigir en particular la asamblea popular según~u voluntad, había de poder ganar para sus proyectos, con'

¡una intuición psicológica sutilísima, e! ánimo de sus oyentes.De la gran cápacidad oratoria de Pericles tenemos númerosostestimonios: en efecto, Eupolis, e! poeta de la comedia antigua,que había oído a Pericles personalmente, estaba entusiasmadoal respecto, no menos que e! propio historiador Tucídides.

En muchos estudios modernos se ha hecho a Pericles e! (

reproche de que igual que Bismarck, no había sabido rodearsede colaboradores capacitados. K. J. Beloch sostiene inclusoque alrededor de Pericles sólo habría encontrado gente deinteligencia nula. Indudablemente hay algo de cierto en estereproche; pero, .para decidir si es totalmente acertado, nosfaltan los materiales que han servido de base a este juicio y,en particular, las fuentes contemporáneas. Sin embargo, se des.prende de la tradición antigua que Pericles' contó con algunoscolaboradores competentes,' entre los cuales Formión fue elmás importante. Este individuo se distinguió principalmente enlo rel&cionadocon el ejército y la marina, y consiguió grandeséxitos en los primeros años de la guerra de! Peloponeso. Fuetambién colaborador de Pericles el poeta Sófocles, pese a queen sus ideas básicas los dos hombres apenas coincidieran. S6-focles fue el año 443/42 tesorero de la Liga (helenotamias) y,dos años después. en el 441/40, fue estratega en la guerracontra Samos, en la que cumplió sin dificultad la tarea que lehabía sido encomendada. Finalmente, formaba parte de! círculode Pericles, además, Calias, hijo de Calíades; éste fue quienpresentó el decreto de finanzas que lleva su nombre, del año434, aunque, por supuesto, de acuerdo con los proyectos dePericles. Además, Calias fue el promotor de las resolucionespopulares relativas a la rcnovación de las alianzas con Regio yLeontinos.

La figura de Pericles ha sido siempre objeto de numerososataques, sobre todo por parte de los comediógrafos. .Las invec-tivas revisten por regla general un carácter muy personal, sien.do en particular su cabeza en forma de cebolla un objeto fa.vorito de burlas. Sería erróneo, con todo, querer tomar losataques de los poetas cómicos (Cratino, Hermipo, Teleclidesy otros) demasiado al pie de la letra, tanto más cuanto queprecisamente la comedia puso por las nubes, después de su

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muerte (429), sus grandes cualidades. En la comedia aparecenPericles y sus contemporáneos, también S6crates, tal como e!pueblo de Atenas los vio o, al menos, tal como entonces sedeseaba ver a los individuos. El ciudadano se refocilaba cuandose enteraba por boca del actor cómico que también e! gr4nolímpico tenía sus debilidades humanas y, en forma significa.tiva, volvía siempre a ser blanco de chistes de la comedia elenlao: de Pericles con Aspasia. Nadie comprendió en Atenasque esta libertad de expresión de la comedia se viera pasaje.ramente restringida por alguna prohibición, como lo fue efec.tivamente en una ocasión (bajo el ¡lr.onte Moríquides, 440/39).

Pero más gravedad que la comedia, que no respetaba a ningúnpol1tico ateniense, revistieron una serie de procesos. En éstosse había acusado no sólo a Aspasia, sino también a algunosamigos personales de Pericles, entre otros a Anaxágoras y Fi-días, e! arquitecto y escu.!tor a quien Atenas debía la estatuade Atenea Pártenos. De estos procesos, el de Anaxágoras, aquien se acusó de ateísmo, corresponde probablemente a unaépoca próxima al año 450 (?), en tanto que el de Fidias ha.bremos de situado en el 438/37 o en el 432/31 a. C., siendoeste último año más probable que e! otro. En todo caso,Fidias seguía todavía trabajando en Olimpia en los primerosaños de la guerra de! Pe!oponeso, de modo, pues, que no pudohaber muerto en una cárcel ateniense; su. vida sólo tOcó a sufin hacia e! año 420 a. C. Este es e! resultado de las investi.gaciones más recientes, en las que el hallazgo de! taller deFidias en Olimpia revistió importancia decisiva. ¿Y Aspasia?También ella parece haber sido acusada de asebía «<impiedad»),pero fue absuelta probablemente poco antes, al parecer, deempezar la Gran Guerra.

¿Hay que suponer acaso que estos procesos minaron la au-toridad de PericIes? Semejante supuesto sería exagerado; porotra parte, es dudoso que el proceso de Fidias fuera un procesopolítico. En efecto, se acusó al artista de sustracción deoro, acusación cuyo fundamento actualmente no puede probar.,se ni refutarse. Tampoco existen pruebas de que. detrás deestas acusaciones estuviera la persona de Tucídides, hijo de Me.lesias, que después de un destierro de diez años había regresadoa Atenas.

Más destructiva que los ataques de sus adversarios fue lapolítica financiera de Pericles. Sin duda, aunque no sabemosmucho de ello porque la tradición poco nos informa al respecto,consta, con todo, que para las construcciones suntuosas de

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Atenas, Peric1es gastó sumas enormes. No se trataba de dineroateniense, sino predominantemente del procedente de los tribu-tos de los miembros de la Liga marítima. Aunque ciertos \

investigadores invocan que se trataba, en realidad, de las can-tidades que estaban depositadas en el tesoro de Atenea Polía-de, pero esto apenas representa diferencia alguna. Sin duda,la propia Atenas disponía de ingresos considerables, pero nohay motivo alguno para suponer que los reproches hechos aPeric1es en el sentido de que despilfarró el dinero de los alia-dos carecían de fundame11to.Desde principios de la expediciónegipcia (460), la carga de las finanzas atenienses se fue ha-ciendo cada vez mayor; el armamento para las flotas de Egiptoy Chipre hubo de absorver cantidades enormes, a lo que seañadió la sublevación de Samos. Nada tenía de sorprendente,pues,que las reservas financieras se fueran acabando. No hayque olvidar en este contexto que los griegos no tenían ideaalguna de ,algo similar a la economía financiera modertm.Acostumbraban a utilizar el contenido de las diversas cajashasta que estaban vacías. Hasta el año 434 no se pensó encrear una reserva financiera permanente. Presentó el proyectoCalias, hijo de Calíades, el conocido partidario de Pericles.Según éste, había que destinar a la caja de, Atenea tres miltalentos en concepto de reserva. La medida sólo se comprendesi se tiene presente que en el año 434 la situación política sehabía ido agravando cada vez más. Así, pues, se quería teneruna provisión en caso de una guerra que, por entonces, que-daba en el terreno de lo posible. Al empezar la guerra delPeloponeso había en el tesoro de Atenea seis mil talentos,siendo así que el nivel máximo había sido de nueve mil sete-cientos talentos. Con todo, a Perides y sus amigos no se lespuede eximir del reproche de haber prestado escasa atención alas finanzas, que constituyen, como todo el mundo sabe, lacolumna vertebral de un estado sano, al menos no toda laatención que los tiempos exigían. Así, pues, Atenas entro conuna preparación financiera insuficiente en una guerra en la queno sólo estaba en juego la existencia de la Liga marítima, sinotambién la supervivencia de la propia Atenas.

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7. La vida cultural e intelectual en la épocade Pericles

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Está ligado indisolublemente al nombre de Peric1es, desdela antigüedad, el concepto de la «época de Pericles» y la «cul.tura de Pericles». Efectivamente, el nivel cultural de Atenasen el siglo V no se concibe sin el gran estadista ateniense,pues fue él quien mediante sus medidas políticas creó los re-quisitos externos del desarrollo cultural. Y no sólo esto, sinoque él mismo participó activamente en el movimiento cultural.Le unía una amistad personal con numerosos artistas e intelec-tuales, y gracias a su iniciativa se realizaton en Atenas cons-trucciones y obras de arte que forman parte de las creacionesmás bellas del genio humano.

Atenas debía en gran parte su jefatura en Grecia a su he-gemonía en la Liga marítima délico-ática. Sin embargo, el ver.tiginoso ascenso de Atenas no habría sido posible si pocodespués de las victorias sobre los persas no se hubiera iniciadoen el ámbito griego un desplazamiento extraordinariamente im-portante del centro de gravedad económico. En _el siglo ~I,loma y_en particular la ciudad de Mileto habían figurado a lacabeza de la ~onomía, del comercio y también de la vidagiliural. Sin embargo, el auge de Jonia quedó trunca:lo por elresultado infortanado dela sublevación jónica. El año 494,Mikto había sido totalmente destruida, y no habfacte--vo1vera adquirir cierta importancia hasta iá época heienística. Losherederos _de Jonia fueron Ateltas, sobre todo, y algunas ciu.dades como CorintQ y Egina. C:orinto, que c~ ~f1ota y conel auxilio de sus colonias dominaba las comunicaciones maríti-mas hacia Occidente, hacia~l sur de Italia y hacia Sici!ia, yEgina, una competIdora nada despreciable de Atenas en elgolfo SafÓnicO.Sin embargo, Egina fue humillada en su con-flicto con Atenas, y su capitulación en el 457 señalÓ práctica-mente e! fin de su florecimiento. A ~g¡ados del siglo"V, lasciudades más importantes y populosas del mundo griego eranAtenas, Siracusa, Gela, Acragante (Agrigento) y Corinto y, en-tre las islas, Tasos, Paros y Corcira.

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Las cifras relativas a la población sólo pueden indicarsemuy aproximadamente, porque falta.n los datos estadísticos co-rrespondientes. La población de Atenas se había calculado entiempos de Pericles entre 105 y 120.000 habitantes, 'de loscuales, sin embargo, sólo 35.000 eran ciudadanos; la poblacióntotal del Atica se calcula entre 210 y 230.000 almas (De Sanc-tis). Así, pues, el Atica era mucho má,s populosa, al parecer,que Beoda, la que, en cuanto región principalmente agrícola,pudo haber contado entre 110 y 125.000 habitantes.

Por lo q:Ie se refiere a Esparta, se ha llegado a calcular supoblación en más de 200.000 habitantes, pero de ellos sólo decuatro a cinco mil gozaban de la plena ciudadanía. A estapequeña hueste -de espartanos se enfrentaban, segÚn los cál.los más recientes, unos 40.000 periecos (súbditos) y no me-nos de 150.000 ilotas. Sin embargo, todas estas cifras han de

'tomarse exclusivamente como valores aproximados.Para la alimentación de su población, Grecia dependía ya

en la antigüedad de importaciones exteriores. Ya Solón habíaprohibido la exportación del trigo ático, pero permitió, encambio, la exportación de aceite e incluso la fomentó. El trigoera importado en barcos del Ponto Euxino (mar Negro), de

, Siciliay de Egipto. Este último país, ante todo, era un granproductor de trigo; para no mencionar más que un detalle, yaen el II milenio a. C. había ayudado con suministros de trigoa los hititas. Las cifras de importación son muy elevadas. A me-diados del siglo IV se descargaban en el Pireo 800.000 medimnos(3 millones de quintales) de trigo. Estas importaciones se ha-cían tanto más necesarias cuanto que la agricultura griega se-guía adherida a sus ya anticuados métodos de cultivo. En elAtica crecían principalmente la cepa y e! olivo, cuyo cultivose practicaba con un cuidado meticuloso. El vino y el aceite~iego~ ya habían conquistado en el siglo VI grandes merca.dos; constituían las partidas más imporantes entre los bienesgrH;~gosde exportación. Pese al aug(" del comercio, en extensasregiones del mundo griego seguía dominando en parte laeconomía natural, sobre todo en las regiones apartadas.

Al lado de ésta existía, por supuesto, una economía mane-I taria, desarrollada, de la que dan testimonio las numerosas

acuñaciones de monedas de localidades griegas. Las monedas delsiglo V constituyen algo más que una fuente inlportante parae! estudio del comercio griego; muchas de ellas están adornadascon magníficas imágenes, ("specialmente las de Siracusa. Laplata para estas acuñaciones se conseguía en cantidades sufi-cientes; lo~ ateni("nses tenían sus minas en el monte Laurión,

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que estaban arrendadas a empresarios privados. Estos las ex-plotaban con a~da de esclavos y a menudo en condiciones detrabajo muy primitivas. Al lado de las minas de! monte Lau-rión, wyo rendimiento fue manifiestamente bajando hacia finesdel siglo V, existían las minas del Pangeo, que más adelantequedaron bajo el dominio de los macedonios. En los grandessantuarios panhelénicos, ante todo en Delfos y en Olimpia, seacumularon con el correr del tiempo formidables riquezas;constaban de ofrendas y dinero contante,' que particulares ocomunidades griegas habían confiado a los templos para sucustodia. Aunque, como se sabe, en Esparta estaba prohibidala posesión de metales preciosos y sólo circulaba el tosco dine-ro de hierro, más de un espartano que había llegado a poseeroro y plata lo ponía en seguridad más allá de las fronterasdel país.

Por lo demás, los grandes ~~ntuarios eje~í!!.n en múltiples '\aspectos la nmción de bancos y frecuenté mente prestaban di-nero, por supue~o, contra el pago de intereses apropiados. Eltemplo de Delos, por ejemplo, cobraba el diez por ciento, queen, aquella época era un tipo de interés perfectamente corrien-te, que por regla general solía ser rebasado y no rebajado.El aumento de la circulación monetaria hacía que, como siem-pre ocurre, los precios fueran subiendo; por una pala de ce-bad& sólo se pagaba en tiempos de Solón un dracma, y e! do-ble, en cambio, unos doscientos años después. Por otra parte,el precio de un cordero había aumentado, durante el mismoti~mpo, diez o veinte veces. La persona que quería colocar sudinero en forma particularmente remuneradora lo dejaba comopréstamo marítimo, donde producía un interés enormementealto, que en parte hay que considerar como prima de riesgo.Por 10 demás, la navegación seguía siendo todavía, en sumayor parte, navegadón de l'abotaje. Para ir de Grecia a Siciliase debía tomar un barco ~orintio, que hacía escalas en Carciray Tarento. Apenas había mapas marítimos, faros y marcaciones,y hasta la época de los emperadores romanos no se introdujoun cambio en este aspecto.

Los salarios para la mano de obra eran en el siglo V muyexiguos. Un remero obtenía 3 óbolos diarios, por los que te-nía que -trabajar duramente. Por regla general el trabajo inte.lectual no era pagado mejor que el corporal; así, por ejemplo,el maestro de construcción del Erectcón de Atenas sólo cobra.ba diariamente un dracma, es decir, lo mismo que un picape-drero. En cambio estaba bien pagado el trabajo de los médicos

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y los sofistas, algunos de los cuales lograron acumular canti-dades importantes.

En honor de los griegos debe decirse que su vida cotidianaera sumamente modesta. Las casas de los particulares eran demadera, arcilla o entramado, y carecían en absoluto de cual-quier tipo de lujo; en la indumentaria, la túnica larga jónicade algodón fue pasando de moda, y fue sustituida por la tú-nica peloponesia de lana. Los vestidos de lino estaban reservados exclusivamente a las mujeres. Los «quitones» (las «tú-nicas») de púrpura eran e! distintivo oficial de los estrategasáticos y de los hoplitas espartanos.

La alimentación era muy sencilla y consistía principalmen-te en trigo, en forma de papilla o torta, y en legumbres yhortalizas. Como complemento se comían aceitunas, higos, que-so y pescado salado; sólo había carne y caza los días festivos.El porcentaje diario por cabeza se calculaba en una choinix(un «quénice» = un poco más de un litro) de harina de ce-bada, que valía un cuarto de óbo!o. Si tenemos en cuenta quee! salario global de un trabajador no pasada de unos tres óbolos,vemos que en las flUDiliasnumerosas se vivía a menudo congran estrechez.

Formaba parte de los deberes honrosos de los ciudadanosricos servir al púbJico con prestaciones especiales. Estas pres-taciones (liturgias) se referían ante todo al equipo de bar-cos de guerra (trierarquía) y a la decoración y equipo de loscoros en las representaciones de tragedias y comedias en Ate-nas (coreguía). Una trierarquía' constituía un asunto costoso;y bastaba para arruinar a ciudadanos incluso acomodados. Así,por ejemplo, e! equipo de una sola nave costaba durante laguerra del Pe!oponeso casi un talento; ocurría ocasionalmenteque habían de unirse dos ciudadanos para hacerse cargo de latrierarquía. En conjunto, sin embargo, e! sentido de solidari-dad pública de los grIegos se manifestó en forma ejemplar,y no cabe duda que muchos centenares de ciudadanos dieronal estado mucho más de lo que de él recibieron. La actuaciónal 'servicio de la colectividad constituye una ~característica emi-nente del helenismo, aun en tiempos de los emperadores ro-manos.

Los gastos de! estado ático no eran exiguos. Se dedicabangrandes cantidades a los ciudadanos y los funcionarios; los pri-tanos eran mantenidos en el Pritaneo a cargo del estado, y los500 consejeros recibían dietas, lo mismo que los j.urados; sinembargo el sueldo del juez se cubría esencialmente con losgastos del juicio. Asimismo eran grandes los gastos para el

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culto y las festividades. Por ejemplo, en el año 410, es decir,en plena guerra, no se gastaron menos de seis talentos en elfestivaf de las Grandes Panateneas. Si se añaden a esto loscostos de las construcciones públicas (en tiempos de Pericles,y sólo en la Acrópolis, no se construyó por menos de 2.000talentos) y los gastos, año tras año, de la guerra, podemosformarnos fácilmente una idea de cuán grandes habían de serlas cargas que pesaban sobre las finanzas áticas. ¿De dóndevenía, pues, el dinero? No había impuestos directos, y sola.mente en casos de necesidad se recaudaba la llamada eisphora(«aportación»); la imposición directa no era concebible paralos griegos, pues habrían visto en ello el signo de la tiranía.Pero en su lugar había numerosos impuestos indirectos, comop. ej. los derechos de fondeo (ellimenion). que se recaudabande las mercancías importadas y exportadas y solían ser deldos al cinco por ciento de su valor, aunque en el Pireo eransólo el uno por ciento. Para el contrabando no había motivo,puesto que no había fronteras aduanales ni se percibía en lasfronteras territoriales derecho alguno. En cambio, se habla amenudo de derechos de paso; así, por ejemplo, se cobraba parael paso del Básforo una dekate «<una décima parte»), esto es,unos derechos del diez por ciento. También para la utilizaciónde los mercados había que pagar derechos. No había impues-tos profesionales, y solamente el oficio de los volatineros, delos adivinos y algunos otros poco honorables estaban someti-dos a un tributo. Atenas obtenía ingresos considerables delimpuesto de los metecos; en efecto, en la ciudad y en el Pireose habían establecido numerosos ciudadanos de otras localida.des, y éstos estaban obligados a pagar un impuesto de protec-ción. Se añadían a esto los ingresos provenientes de la confis-cación de bienes de las personas condenadas; aún existen ins-cripciones en las que está consignado el inventario de la casa deAlcibíades, que fue condenado y desterrado a causa del sacri.legio de los hermes. A~í, pues, aparte de los tributos, el estadoático disponía de numerosas fuentes de ingresos; pero ya en.tonces resultaba difícil formarse una idea de conjunto, tantomás cuanto que los griegos siempre ignoraron el arte de esta.blecer un presúpuesto estatal.

La época de Pericles se distingue por una extraordinariaactividad constructora en Atenas. Los impulsos que emanabanal respecto de Atenas condujeron a una emulación pacífica entoda Grecia. Tampoco Sicilia se mantiene a la zaga. Aquí fue,sobre todo, la iniciativa de los tiranos de Siracusa e HImerala que, después de la victoria del año 480 sobre Cartago, dio

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el impulso a un magnífico florecimiento de las construccionesmonumentales en la isla. La construcción de los Muros Largos

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entre la ciudad de Atenas y el puerto de! Pireo tuvo carácterestrictament,e estratégico. El proyecto se adoptó inmt:diatamen-te después de la ruptura con Esparta, e! año 461, pero laejecución se alargó por algún tiempo, de modo que los MurosLargos sólo estuvieron terminados después que los ateniensesy los espartanos se hubieron enfrentado, por' vez primera conlas armas en las manos, e! año 457 en T~nagra. Unos quinceaños después se añadió otro muro a los dos ya existentes, queten,ía por lo visto el objeto de servir como segunda línea dedefensa. En esta forma, la ciudad de Atenas y su puerto,e! Pireo, se habían convertido en una gran fortaleza únicaque desde tierra era prácticamente inexpugnable. En e! espacioentre los dos muros largos había de poder refugiarse en casode invasión hostil, según era la idea de Pericles, la poblaciónrural de! Atica. Así, pues, estaba previsto desde un prindpio -mantenerse por tierra a la defensiva. Una parte de este planla formaba la ampliación del Pireo, cuyo proyecto se debeal arquitecto Ripódamo de Mileto, e! mismo que más adelanteproyectó la urbanización de Turios en la Magna Grecia. Porlo demás, en el Pireo se realizó por vez primera la disposi-ción esquemática de la ciudad con las calles cortándose enángUlo recto, que hasta allí no se había dado en Grecia. Porsupuesto, los Muros Largos y las instalaciones del Pireo cos-taron mucho dinero, que en parte hubo de ser obtenido delos tributos de los aliados.

La construcción de nuevos templos en Atenas se habíaempezado ya en tiempos de Cimón, pero la época de Periclesrepresenta un nuevo punto de partida. El más célebre es e!templo de Atenea Partenos, cuya construcción se empezó in-mediatamente después de la paz de Calias. El arquitecto fuelctino, y la obra duró quince años. El templo, construido conmarmol pentélico brillante, tenía unas proporciones enormes,que en tiempos posteriores ya nunca volvieron a alcanzarse.Con sus columnas dóricas y su estatua de oro y marfil de laAtenea virgen, obra de Fidias, e! templo se convirtió en e!símbolo de Atenas, la ciudad q~e bajo Pericles había ascen-dido a centro de! mundo griego. Como entrada a la Acrópolisse levantó un portal monumental para las festividades, losPropileos. Esta construcción hubo de terminarse precipitada.mente, y no completamente de acuerdo con e! proyecto pri-mitivo, al iniciarse la Guerra del Pe!oponeso. Al propio tiem-po se levantaba al pie de la Acrópolis el templo de Teseo

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(Tese6n), en e! que hay que ver probablemente un temploa Refesto (Vulcano). El Partenón se conserva actualmenteen estado ruinoso (fue alcanzado en 1687 por la .bomba deun aventurero alemán al servicio de Venecia, y luego lo utili-zaron los turcos como depósito de pólvora) . Por otra parte,el templo de Teseo es e! único de todos los santuarios griegosque se ha conservado esencialmente intacto. Con e! Odeón,situado en la ladera oriental de! fuerte, así como con otrasconstrUcciones que hoy ya no existen, obtenía entonces Atenasun aspecto totalmente nuevo. La ciudad era admirada en e!mundo entero y visitada por numerosos forasteros. Tampocoen el resto de! Atica se permanecía inactivo. En la célebreEleusis, conocida por sus Misterios, rctino construyó un nuevotemplo, y j~nto al cabo de Sunio se levantó e! templo dePosidón. Visible desde alta mar, constituía para los barcosque regresaban d símbolo de la patria.

El más importante de los escultores es indudablemente~ias, quien trabajó no sólo en Atenas, sino también en Olim-pia, donde se construyó e! gran templo de 'Zeus (Júpiter) entrelos años 470 y 455. Es plObable que Fidias no ejecutase laestatua de! dios hasta e! decenio posterior al 430. Entre loscontemporáneos causó una profunda impresión. Dión Crisós-tomo escribe de ella hacia e! 100 d. C.: «Cuando se entrabaen el templo de Olimpia, uno creía ver al propio dios-padre,tal como Romero lo ha des~rito: sereno, benigno, en majes-tuosa grandeza; e! visitante se sentía transportado a unaesfera s:.!penor y podía olvidar, ante aquella visión, todas laspreocupaciones y las penas de la vida». De esta magníficaestatua nos proporcionan hoy alguna idea, aunque incompleta,ciertas monedas de Elide.

También para la Rln-!uE empezó con el siglo V una nuevaépoca. Anteriormente había sido cultivada sobre todo en Jonia.Así, por ejemplo, Mandrocles de Sarnos, que construyó parae! rey Darío e! puente sobre e! Bósforo, perpetuó su obra,juntamente con el paso del ejército persa, en un cuadro queofrendó al templo de Rera de su ciudad natal. Sin embargo, \e! gran maestro del siglo V es Polignoto de Tasos, quientrabajó no sólo en Atenas, sino también en Beocia y en Delfos.Se decía de él que era el primero en haber liberado la fazhumana de la rigidez anterior (Plinio, Historia Natur/ÜXXXV, 58), con lo que se quiere dar a entender, proba-blemente, que se salió del estilo arcaico. Además, Polignotose atrevió a esbozar pinturas murales enormes, de unos 100metros cuadrados de superficie, como las pinturas con que

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adornó la Galería Policroma (Stoa Poikiles) de Atenas: se tra-taba de escenas de la batalla de Maratón. En Delfos pintó lacaída de Troya y el descenso al Hades de Ulises. En agra-decimiento por sus creaciones, los atenienses le concedieron elderecho de ciudadanía, lo que en aquellos tiempos constituíauna distinción poco común. Al parecer fue también Polignotoel primero que empleó en el dibujo un cierto grado de pers-pectiva.

Las artes plásticas encontraron en Grecia un campo de ac-tividad propicio. Numerosos templos se llenaban con figurasque con frecuencia estaban dispuestas en escenas mito1ógicas.Así se encontraban en Atenas, en el frontón oriental del Par-tenón, la representación del nacimiento de Atenea, en el frontónoccidental la célebre competición entre Posidón y Atenea, yen las metopas de las fachadas norte y sur, griegos en luchacon troyanos y escenas de la disputa entre los hombres y loscentauros; alrededor de la cella, el sagrario del templo, corríaun friso en el que estaba representada la procesión de los ate-nienses en las Grandes Panateneas, con varios centenares defiguras y más de 200 caballos, obra maestra, también ésta,de Fidias.

Entre los escultores en bronce descuella con mucho Poli-clelO de Argos. Las estatuas ,por él vaciadas se distinguen poruna belleza, nunca alcanzada anteriormente, de las proporcio-nes del cuerpo humano, que aí1n se aprecian claramente enlas reproducciones tardías de sus obras (todos los originalesse han perdido sin excepción). Un célebre ejemplo de elloes el «portador de lanza» (doríforo). Otra estatua muyelogiada es la Nike (Victoria) de Peonio (de Mendes, en lapenínsula de Ca1cídica): representa a la diosa de la victoriabajando a la tierra. Esta obra de arte es una ofrenda de losmesenios de Naupacto a Olimpia. Se trata, por lo demás, delprimer intento, en el arte antiguo, de captar el movimientodel vuelo en una estatua. Igual éxito consiguió el lanzadordel disco (discóbolo) de Mirón (de Eléuteras, en Atica); enél el artista ha logrado en forma directamente magistral re-tener tanto la idea de la competición deportiva como, incluso,la fracción del instante en que el joven se encuentra en reposoantes del lanzamiento.

Era inevitable que el gran arte de los escultores en broncey en piedra repercutiera en la pintura de los vasos, la cualya había rebasado su punto culminante a mediados del siglo V,aunque aún siguieron creándose entonces muchas obras mag-níficas. La famosa crátera de Brigos (ahora en el Museo

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1Martín-von-Wagner, de Wützburgo) es con seguridad de épocaposterior (del decenio comprendido entre el 490 Y el 480).pero en ella el pincel del pintor ha ennoblecido de la maneramás graciosa una representación sumamente realista. Los vasosmuestran en muchos casos representaciones del mundo de lamitología griega, pero van introduciéndose también paulatina-mente motivos de los dramas; revelan hasta qué punto lagente se interesó en Atica por la' tragedia y los mitos en ellarepresentados. Es algo totalmente nuevo, en cambio, la elabo-ración de los llamados lequitos ('aceitera~'), esto es, esbel-tos recipientes para ungüentos, de cuello largo, cocidos de ar-cilla blanca; se les ponían a los muertos en la tumba y sehan encontrado en grandes cantidades, aunque casi exclusiva-mente en Atica.

En la oración fúnebre en honor de los caídos, Tucídideshace decir a Pericles: «Para recreo del espíritu después deltrabajo, hemos adoptado numerosas disposiciones, en parte lasfestividades y los sacrificios que celebramos a todo lo largodel año, y en parte instituciones privadas, en los que encon-tramos placer día tras día y que nos ayudan a disipar lamelancolía». Efectivamente, en la Grecia antigua, a la gentesiempre le gustó celebrar fiestas; estaban éstas dedicadas a losdioses y formaban parte inseparable de la vida política: cultoy política van juntos. Muchas de estas festividades llevabanaparejadas competiciones gimnásticas, otras, en cambio, con-cursos en canto y música, y otras, en fin, tenían un contenidodramático, tanto en tragedia como en comedia. En Atenas, elaño empezaba en pleno verano con el mes llamado heca-tombeon, al final del cual se celebraban las Panateneas, lagran fiesta nacional de Atenas. Las Panataneas se celebrabantodos los años, pero con especial solemnidad cada cuatro años.El punto culminante de la fiesta era la procesión, que ibadel Cerámico, el mercado de los alfareros, a través de Atenas,hasta la Acrópolis, donde se presentaba a la diosa Ateneacon una nueva vestimenta, que se ponía a su estatua en elinterior del templo. En marzo tenían lugar las llamadas Gran-des Dionisiacas. En esta fiesta se representaban tragedias ycomedias en honor del dios, ya que Dioniso es el dios delditirambo y del teatro. Participaban en las representacionesnumerosos forasteros de todo el mundo griego y, especial-mente, muchas diputaciones de los aliados, que con esta oca-sión entregaban sus tributos en Atenas. También tenían lugarrepresentaciones en las Leneas, que caían en el mes game-lión (lit. 'mes de los matrimonios', entre enero y febrero).

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A -las representaciones de las Leneas no solían concurrir losforasteros.

Casi todas las ciudades griegas disponían de su teatro,y el de Atenas lo encontramos en la ladera meridional dela Acrópolis. (El teatro de Dioniso, de Atenas, proviene, ensu estado actual, de la época de: la Roma imperial). Tambiénen algunos otros demos áticos se habían construido teatros. Laextraordinaria acústica de los teatros griegos se puede admirarhoy todavía en Eprdauro.

Probablemente no existen mejores testimonios de la vidaintelectual en la Atenas del siglo V a. C. ~ t;.agediay la comedia áticas. En ellas hay un inconcebible derrocheen el dorul11iode la actividad intelectual: en Atenas tres auto.res componían año tra~ año, y solamente para las GrandesDionisiacas, una triogía (tres dramas) cada uno y una sátira;por otra parte, se representaban en estas fiestas cinco co-medias (sólo tres durante la guerra del Pe1oponeso). Y a estose añaden además las representaciones de los festivales enlas Leneas. Pero de todo este te~oro cultural sólo han llegadohasta nosotros algunos fragmentos. De Esquilo, e! poeta másantiguo de la tríada ática, sólo tenemos siete de las noventatragedias que escribió en total. La representación de las obrasdramáticas. constituía una verdadera competición (agon), ydiez jueces escogidos por e! pueblo habían de decidir quiénera e! poeta, e! '--arega y e! protagonista (actor principal),a los que había que otorgar e! premio.

Hay que convenir en que el pueblo de Atenas fue unpúblico extraordinariamente amante de! teatro. Tres días en-teros, y por regla general de siete a ocho horas, permanecía enel teatro una muchedumbre de miles de espectadores paraver desfilar ante sí la representación de los dramas, a razónde una trilogía y una sátira cada día. Durante las GrandesDionisiacas, si se añaden las cinco comedias para cuya repre-sentación se había reservado especia1mente un día, resultaque se representaban nada menos que diecisiete obras teatrales,entre las cuales probablemente figuraban muchas cuya- pérdidano es de lamentar. Cada representación estaba precedida por

-preparativos detallados, especialmente e! entrenamiento de losCOIOSy la llamada competición previa (proagon), una especiede ensayo general, que no tenía lugar en el teatro de Dionisosino en e! Odeón, en presencia dé ¡as autoridades áticas.

Cuando consideramos que ni las g".lerras,ni siquiera la granguerra con los peloponesiQs, produjeron ninguna interrupción

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digna de mención de las representaciones, y que el estado hizoque fueran representadas también en aquellos años difícilestragedias y comedias entre las cuales había piezas que no coin-cidían en modo alguno con la política oficial, no podemosmenos de experimentar una gran admiración por el demo -ateniense, que había creado para los espíritus más brillantesde su época una palest1'a única en la historia universal.

La gran tdada de los trágicos áticos_.E~qyj!o, ~ófocles yEurfuides dominó el escenario de Atenas durante unos setentaafios,~s decir, por espacio de más de dos generaciones; elaño 472 se representaron los Persas, de Esquilo. cuando lamayoría de los que habían participado en la batalla de Sala~mina vivían todavía. Incluso Temístocles hubo ciertamente deasistir a la representación. El punto culminante- de la tragediagriega fue alcanzado en la pentecontecia (período de cin-cuenta años entre la guerra con Rusia y la del PeIopone50);i en ella Esquilo dominó indiscutiblemente hasta su muerte,el año 456. Va ligada a su nombre ~na modificación esencial

, de la técnica de la- representación teatral: puso al lado delprimer actor, el protagonista, otro actor, con lo que la acciónde la tragedia ganó gran vivacidad. Es sorprendente que lainscripción funeraria de Esquilo no mencione ni con una solapalabra sus grandes obras, aunque sí alude a su participaciónen la batalla de Maratón: ejemplo particularmente bello delpatriotismode los griegos.Esquilo ha levantadoen los Persasa Temístocles, el gran estadista ateniense, un monumento másduradero que e! bronce. Pese a que su nombre no se men-cione en la tragedia. Ternístocles es evidentemente en este dra-ma, aunque fuera de escena, -el gran contrincante de Jerjes,el rey persa. En la tercera pieza de la trilogía la Orestíada,en las Euménides, se encuentran alusiones a la reducción depoder del Areópago (la obra fue representada el año 458, osea, trés años después de las reformas de EHaltes), y tambiéna la CÍ"udadde Sigeo, en el Helesponto. Esta había pertene-cido a Atenas en tiempos de Pisístrato, y en la época en quefue escrita la tragedia, a mediados del siglo V, parece haberseunido a la Liga marítima.

Era unos veinte años más joven que Esqullo su rival Só-foeles (496-406), del demo de Colona. En las Grandes Dio-nisiaca;¡ del año 468 obtuvo por primera vez la victoria sobreEsquilo, ° sea, siendo relativamente joven todavía. Era juezde la competición Cimón. Casi durante sesenta años las obrasde Sófodes dominaron el escenario en Atenas: la crónica con-signa ochenta victorias suyas en las Dionisiacas y seis más en

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las Leneas. Los personajes de Esquilo son exaltados hasta unnivel sobrenatural; Sófocles, en cambio, representó en sus obrasa !os hombres tal como eran realmente en su época, aunqueles falta todavía individualidad. Sin embargo, sus personajeslogran conmovernos profundamente. Por ejemplo, la oposiciónentre el derecho divino y el derecho humano en las figurasde Creonte y Antígona nunca ha sido representada en la- anti-güedad de modo tan impresionante como lo hizo Sófocles. Sepuede considerar como un resumen de su obra el canto de!coro: «Hay, ciertamente, mucha violencia por doquier, peronada hay tan violento como el hombre». Por lo démás, entiempos de Sófocles se añadió un tercer actor a los dos actoresde Esquilo.

El más joven de! trío es Eurípides (nacido hacia el 480,fallecido hacia el 407/06). En su relación con respecto a Sófo-cles se pone de manifiesto e! problema de las generaciones.En efecto, mientras el mayor se encuentra todavía por com-

. pleto bajo la impresión de las guerras persas, que ha vividocon plena conciencia, Eurípides, en cambio, no se concibe sinla nueva doctrina, la sofística. También en el hecho de ha-berse mantenido alejado toda su vida de la política encarnaun nu.:vo tipo. 'Sir. duda, tampoco faltan, por completo, en susdramas las alusiones políticas, pero no revisten mayor signi-ficado ~n relacIón con la concepcióll conjunta. Si la tradiciónestá en lo cierto, compuso nada menos que 22 tetralogías,esto es, 22 trilogías dramáticas y otras tantas sátiras. El año455 se presentó por primera vez ante el público. Este no lemimó en modo alguno, porque en su prolongada vida sólo lecorrespondieron cuatro victorias. La extraordinaria maestríade Eurípides se muestra en su AJcestis, representada el año438, que es e! drama más antiguo que de él se ha conservado.En AJcestis se ha hecho objeto de la representación escénica,con la mayor sutileza, un probh:ma puramente humano. Alces-tis es la esPosa del rey Admeto, que está condenado por loshados a morir; al fallar todos los amigos, se dispone a empren-der, en lugar de su querido esposo, el camino de los infiernos.Su sacrificio no resultaba inútil: es Heracles quien arrebata supresa a la muerte y devuelve la esposa al rey. Este drama ma-gistral nos muestra toda la dimensión de la obra de Eurípides,i no nos sorprende que sus tragedias ejercieran una influenciauniversal. La vIda y la obra de! poeta están llenas de enig-mas; el mayor de ello~ es, SIn duda, representado por Las Ba-cantes, su último drama, que compuso en Macedonia a edad

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avanzada, y en el que se refleja su propensión hacia el misti-cismo.

Ya a principios del siglo IV las tragedias de Eurípides seconsideran clásicas, por lo que no es extraño que se hayaencontrado en Egipto una gran cantidad de papiros con obrasde Eurípides. Con razón ha dicho Goethe de Eurípides (ensu diario, 22 de noviembre de 1831): «Me sorprende a míque la aristocracia de los filólogos no comprenda sus exce-lencias (de Eurípides) y que, con su prevención tradicional,justificada por el bufón Aristófanes, 10 subordinen a sus pre-decesores. En su época ejerció Eurípides una enorme influen-cia sobre todos, de lo que se desprende que era un contem-poráneo eminente que es, en definitiva, lo que cuenta. ¿Y hatenido acaso alguna nación después de él algún dramaturgoque fuera digno siquiera de atarle las sandalias»?

La influencia de Eurípides sobre su época la percibimosen las observaciones sobre él acumuladas por los poetas cómi-cos, ante todo Aristófanes. Este individuo, Aristófanes de Cida-tenas, vivió aproximadamente del 445 al 388. El punto culmi-. nante de su creación se sitúa en las postrimerías de la guerradel Peloponeso. Aristófanes es el representante más impor-tante de la comedia antigua, y eclipsó a su predecesor Cratino.La comedia ática es una parte de la vida pública, y en susversos se reflejan las esperanzas, los temores, la burla y lapetulancia de la gran masa. Cuando Aristófanes llevó, elaño 427, su primera obra al escenario (se trata de los Co-mensales), se hallaba todavía bajo el influjo de !Una tra-dición en la que se entremezclaban las costumbres rústicas,la petulancia festiva y la técnica dramática. La tarea de lacomedia ha sido entretener y, con su agudezas, hacer reíral público. Cratino y Aristófanes lo lograron con éxito, ymuchos de sus personajes se han mantenido vivos en la lite-ratura. Los poetas cómicos la emprendían de preferencia conlos dirigentes políticos, primero Pericles y, más adelante, Oeón;aunque muchos de sus ataques nos parezcan muy rudos, susversos jamás dejan de posc:er cierta gracia. El gran númel'Ode campesinos, cbdadanos, metecos y esclavos áticos que apa-recen en las comedias proporciona un animado cuadro de todoslos estratos de la población ática y de sus ocupaciones; su tra-bajo, sus intereses están representados con una riqueza dedetalles que difícilmente se encuentra en las obras literariasSin duda, los personajes son a menudo meras caricaturas, y quiénno recuerda la imagen burlesca de Sócrates, buscador de laverdad, que se esboza en Las Nubes de Aristófanes: «¡Vago

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por el aire y ando con mi espíritu explorando el cielo'». Lopersonal y 10 político 110se dejan separar en la comedia áticaantigua: las Polis y los Demos, de Eupolis, muestran ya ensus títulos el interés político del poeta: se trata de las comu-nidades de la Liga marítima délico-ática, por un lado, y delas comunidades rurales áticas por e! otro; la segunda de lasobras citadas fue representada e! año 412, cuando, después de!fracaso de la expedición a Sicilia, se dibujaba ya para Atenase! camino de la catástrofe.

Algunos años antes, en sus Babtlonios (426), Aristófaneshabía dirigido un violento ataque contra Cleón; en Las Avispas(422) fustiga la desmedida pasión de j:¡eces de los atenien-ses, y en la Paz, representada en las Dionisiacas de! año 421.se prefigura la paz de Nicias. Es muy conocida la comediaque lleva e! título de Lisístrata (411), en la que las mujeresde ambos lados de la frontera ponen fin, al menos en las ta-blas y mediante la célebre y eficaz huelga, a la enconada disputaentre Atenas y Esparta. Jakob Burckhardt ha opinado queesta obra hubo de resultar lo más inoportuna posible. Enefecto, en aquel momento, en el 411, estaban los enemigos,los espartanos, en medio del territorio ático, en Decelía; eranaliados de los persas, y no tentan el menor motivo para mos-trarse tan deseosos de la paz como parecen serIo los emba.

. jadores espartanos que aparecen en la comedia. Lo que hoynos impresiona desd~ e! punto de vista político en Lisístrataes e! hecho de que al autor le esté permitido conferir públi.cament!: expresión a un sentimiento que indudablemente exis-tía en todo e! pueblo ateniense. Ahora, que fuera política-mente prudente o no dejar representar en aquellos momentosuna pieza pacifista de esta clase, es otra cuestión.

En la época de Pericles empezó a tomar consistencia ene! mundo griego \1.'1movimiento intelectual que ha pasado ala historia occidental de las ideas con e! nombre de los sofis-taso Eran éstos unos individuos que se comprometían a en-señar sabiduría. Recibían de sus alumnos unos honorarios queles permitían vivir libre e independientemente. Apenas pode-mos formarnos una idea, hoy, de cuán profunda y trascen-dente hubo de ser la impresión causada por estos individuosy su doctrina. La vida pública y pnvada de los griegos sevio fundamentalmente alterada por los sofistas. El reflejo delas enseñanzas de éstos lo encontramos en casi todas las obrasliterarias de la segunda mitad del siglo V. PIatón, en el si-glo IV, fue quien, en cuanto su en.emigo acérrimo, la empren-

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dió con el problema de la sofística, enfrentando a aquellosindividuos la figura ideal de Sócrates.

De modo general, se suele equiparar la sofística a la Ilus-tración. Hay que tener presente, sin embargo, que los dosconceptos no coinciden en absoluto y que, a lo sumo, solóes posible establecer un paralelo entre los dos movimientosdesde el punto de vista del carácter universal de sus efectos.Por lo demás, los racionalistas modernos del siglo XVIII nofueron en modo alguno maestros de retórica. Es curioso queentre los sofistas no figure ni un solo ateniense nativo; enefecto, provienen todos ellos de fuera, pero han vivido casisin excepción, durante más o menos tiempo, en Atenas, des-de donde propagaron sus teorías. Así, por ejemplo, Protágo-ras nació en Abdera, en la costa de Tracia (vivió, aproxi-madamente de! 485 al 410), y era conocido en toda Gre-cia. En Atenas encontró acceso a Pericles, quien le encargóla redacción de la constitución de la colonia panhelénica deTurios. Pero Protágoras tenía también enemigos en Atenas;fue amenazado con una acu5ación de impiedad (asebia) y sus.libros fueron quemados públicamente. Otros grandes sofistasson Pródico de Ceos, Hipias de Elide y Gorgiasde Leon-tinos.

Ahora bien, ¿en qué consiste el carácter de estos indioviduos y el de la enseñanza que propagan? Los sofistas secomprometen a proporcionar facultades e instmcción gene-ral. En esta instrucción ocupa la retórica un lugar central.Su conocimiento ha de capacitar a los alumnos para la acti-vidad en la vida pública y, concretamente, en forma que su.peren a los demás. Así, pues, la enseñan~ de la retórica hade servir para formar una élite intelectual. No puede negarseque, con sus esfuerzos, los sofistas lograron grandes éxitos.y contríbuyeron, sobre todo, a la difusión en el mundo grie-go de la cultura formal. Son los precursores de la formaciónuniversitaria y, al propio tiempo, del profesorado, desde laAntigüedad hasta nuestros días. De modo análogo a comoentonces anurrciaban los sofistas sus epseñanzas, así 10 hacenactualmente los profesores en los programas de conferencias'y en las revistas de la uQiversidad. De las obras de los sofis-tas, aparte de algunos fragmentos y un par de discursos, nose ha conservado prácticamente nada. El grado en que domi-.naban la prosa rítmica lo revela hoy el pomposo discurso deGorgias que lleva el título de Helena. .

La impresión causada por los sofistas y su nueva doc-trina fue enorme, Anteriormente, los jóvenes habían puesto

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su ideal en las competiciones atléticas, siendo su mayor amobición la de conseguir una victoria en los juegos panheléni-coso El adolescente, el efebo, se pasaba anteriormente la ma.yor parte del tiempo en el gimnasio. Pero, desde que surgie-ron los sofistas, la juventud se sentaba a los pies de estosindividuos, y era inevitable queJos problemas intelectualesse les aparecieran decididamente a los hombres en forma-ción como los más importantes. Sin duda, el tipo del atletarudo y sin cultura siempre había sido objeto de burla; enEurípides, por ejemplo, se encuentra un fragmento de J.enó.fanes de Co]ofón en que el pensador jónico no se muestramuy amable con los atletas: «Poco placer obtiene la polisde que uno consiga la victoria en las orillas del Pisa (estoes, en Olimpia) , porque esto no llena las arcas del estado.»Por supuesto, estas palabras les venían de perilla a los so-fistas, quienes se consideraban muy por encima de la acti.vidad deportiva de los griegos. Los sofistas se dirigíáñ consu enseñanza a los individuos, y estaban convencidos de quesus normas contribuían decisivamente a la educación. Se plan-tea en esta forma el problema de la instrucción, que desdeentonces ya nunca más volvió a desaparecer de la historiagriega.

Proviene de Protágoras el famoso principio del bomo-men-sura «<el hombre como medida»): «El individuo es la me-dida de todas las cosas: de las que son, en cuanto son, yde las que no son, en cuanto no son.» Como quiera que seinterprete este principio, lo cierto es que era algo totalmentenuevo el que se viera y se midieran las cosas desde el punto.de vista del hombre. Las imágenes de los dioses, ligados a lavida del estado, de la familia y del individuo, empezaron aperder su brillo. Decía, por ejemplo, Protágoras: «Acerca delos dioses nada tengo que decir: ni si son, ni si no son, nicuál sea su naturaleza, porque es mucho lo que se oponea nuestro conocimiento, entre otros, la obscaridad del objetoy la brevedad de la vida humana.» Sin duda, hay un largotrecho todavía de este principio a la negación de la existen-cia de los dioses, pero no era el agnosticismo, con todo, me-nos peligroso, y el hecho de que los pensadores volvieransiempre a ocuparse de nuevo de dicha existencia, nos lo re.vela el tratamiento que da a los dioses Eurípides en la es.cena. No nos sorprende, pues, observar que hacia fines delsiglo V surge, en la persona de Diágoras de Melos, un ne-gador de los dioses; lleva en la tradición el apodo de «elateo». Y no era el único que sustentaba tal punto de vista,;

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dado que Critias, el tío de Platán, declaró la religión comoinvención de hombres inteligentes para mantener a las masasdisciplinadas y obligar 9. los individuos a observar una con-ducta moral.

Entre los sofistas había indiviáuos cuyo interés se haaplicado a cuestiones marcadamente científicas. Por ejemplo,Hipias de Elide fue el primero en establecer una lista delos vencedores en las Olimpiadas, que ha resultado valiosa ctIrelación con la cronología griega. Pero también se ocuparonlos sofistas de cuestiones lingüísticas, como con la sinonimia(Pródico) , con los nombres de los pueblos (Hipias) , y porsupuesto, también, con cuestiones filosóficas básicas. ¿Son,pues, a tal título, los fundadores de las ciencias modernas?Esto se sostuvo en ocasiones anteriormente, aunque sin ra.zón convincente. Lo cierto es que los sofistas proporcionaronsaber, saber material y formal, y que pusieron los funda.mentos de una ilustración universal. Fue particularmente im-portante para la1eoría--del estado el que los sofistas opu-sieran al derecho legislado (nómos, «ley») un derer..ho natUl-.ralo Es el caso, sin embargo, que en la naturaleza rige, comotodo el mundo sabe, el derecho del más fuerte, de modo queno es de extrañar que ya entonces hubiera habido individuosqu~ predicaran este derecho. Pero solamente los decenios pos-teriores presenciaron en este terreno graves abusos (Alcibíades,o la expedición de los atenienses contra Melos en 416). Por elcontrario, Hipias de Elide señaló que por ley natural todoslos hombres son hermanos, y ya Protágoras hablaba .:le quehay que tener en cuenta los derechos de los demás, porqueno vivimos en un estado primitivo como los animales salvajes,sino en la sociedad humana.

En relación con la enorme influencia de los sofistas con.viene no perder de vista que no hubo en Atenas, "lo mismoque en la mayoría de las comunidades griegas, una instruc-ción pública. Aquel que quería que sus hijos aprendieran algolos mandaba a la escuela, con el maestro elemental. En con-traste con la educación de los espartanos, todo esto teníalugar en Atenas sin la menor coacción estatal, y los modelosde los Siete Sabios, con sus sentencias que se grababan fá-cilmente en la memoria, le eran familiares a todo griegodesde la infancia. A estas impresiones de los primeros años,que nunca más se pierden, se añadían para los atenienses,tan pronto como llegaban a la edad adulta, las representacio-nes en el teatro; éstas ejercían una enorme - influencia directa.Los dramas eran representados frente a una l;Ilasa de 20 a

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30.000 espectadores, número que en los tiempos actuales apeonas ha vuelto a alcanzarse alguna vez.

La influencia de las representaciones resulta difícil desubestimar. Así, por ejemplo, cuando Aristófanes hada discu-tir con todos los pormenotes en Las Nubes ace.rca de cómo,m¡:c\iante artificios de la retórica, podía convertirse la causap<:or en la mejor, trataba obviamente un problema marcada.mente sofístico que constituía algo pelfectamente corrientepara todo ateniense. Aquí, en el teatro, el problema era ex-puesto en el escenario en forma humorística. Pero manifIes-tamente constituía un burdo abuso el que el autor presen-tara como sofista típico precisamente a Sócrates puesto queéste fue todo 10 contrario de un sofista. aunque en aspec-tos formales se sirviera del método de los sofistas.

Asombra saber que Platón, una de las mentes. más pre-claras de Grecia, no lograba crcer en una eficacia ética de lasrepresentaciones teatrales y que, por el contrario, condenó latragedia por inmoral. Por 10 demás, el público no siemprese comportaba en el teatro de modo ejemplar, sino que oca.sionalmente bramaba, armaba escándalo y, en señal de des-aprobación, lanzaba al escenario toda clase de objetos.

Todavía en otto terreno C1,1entael siglo V con una granrealización imperecedera: en dicho siglo fueron puestas por

. Hipócrates de Cos y su escuela las bases para el desarro-llo de una ciencia de la medicina. Esto fU$ un acontecimientode la mayor trascendencia, ya que la medicina está necesaria-mente en relación no sólo con otras muchas ciencias, sinotambién con la vida de los individuos en general. Del pro-pio Hipócrates, sin embargo, ya se sabía poco en su época;.provenía de la ilustre familia de los asclepiadeos, de Cos. Sedice que habría nacido allí el día 27 del mes agrianlo bajoel epónimo Habriadas. Sin embargo, dado que el calendario deCos no nos es conocido, resulta que ni el mes ni el año sepueden indicar con seguridad. Poseemos de Ja antigüedad elgran legajo de las obras hipocráticas; se trata nada menosque de 52 obras en número, que comprenden 72 libros, es-critos, a título curioso, en dialecto jónico, pese a que la islade Cos pertenezca al área dórica. Ya la antigüedad ha creídodescubrir en estas obras hipocráticas, a partir de Aristóteles,muchos elementos apócrifos y, para el médico griego Galeno(siglo II d. C.) sólo eran auténticas catorce de ellas, o a losumo quince. Hoy hemos llegado a tal punto que apenasparece. posible demostrar positivamente, con razones real.mente convincentes, la autenticidad de una sola de ellas. Sin

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embargo, la investigación moderna ha señalado con razón quela presencia de la concepción de la integridad del individuoenfermo constituye un criterio importante, y aún tal vez de-cisivo, de la autenticidad de las diversas obras. Se añade aesto además la teoría hipocrática de los cuatro humores, estoes, la llamada «patología humoral» y, de modo general, todoslos intentos enderezadoresa ver al individuo en conexión conla naturaleza, tal como se expresa de la manera más bella yacertada en una obra que trata de los efectos del medio enel hombre. Esta obra, cuyo título griego es el de Sobre losaires, aguas y lugares, corresponde muy probablemente a losúltimos decenios del siglo V y proviene con seguridad de laescuela de Hipócrates. El espíritu del círculo de los médicoshipocráticos está bien expresado en el llamado Juramento Riopocrático (en la traducción de W. Capelle):

«Juro por Apolo, el médico, y Asclepio e Higkya y Pa-nacea, y por todos los dioses y las diosas que invoco comotestigos, que cumpliré el siguiente juramento con mi mejorhabilidad y capacidad; honraré a aquel que me ha enseñadoeste arte como a mis padres y le daré participación en mivida y, si llegara a contraer deudas, 10 apoyaré y equipararésus hijos a mis hermanos y les enseñaré este arte, si tienenel deseo de aprenderlo, sin bonificación ni compromiso escri-to alguno, y permitiré que en mis instrucciones, conferenciasy demás enseñanzas participen mis hijos y los de mi maes-tro, así como los demás discípulos del arte inscritos conmigo,ligados por el juramento médico, y nadie más.

y aplicaré los principios del modo de vida, según mi me-jor saber y poder, para el bien de los enfermos, y nunca, encambio, para su perjuicio y daño.

Tampoco administraré a nadie un medicamento que pro.duzca Ja muerte, ni siquiera si se me pide, ni daré a nadieun consejo en tal sentido. Ni daré tampoco a mujer algunaun medio para la destrucción de la vida en germen. Conser-varé siempre mi vida y mi arte limpios y puros. Tampocooperaré a .pacientes de cálculos, y eludiré a los individuos queejercen tales prácticas. En cualesquiera casa que penetre,sólo entraré en ella para la salud del enfermo, evitando todainjusticia y daño conscientes y, en particular, todo acto sexualfrente a personas femeninas, y también frente a hombres, li-bres o esclavos.

10 que en mi consultorio vea y oiga, o' aquello de queme entere fuera de éste, en el comercio con personas, que

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nunca deba comunicarse a otras personas, acerca de esto ca.liaré, convencido de que estas cosas deben mantenerse estric.tamente secretas.

y si ahora mantengo fielmente este juramento y no loprofano, que tenga yo de mi vida y de mi arte bendición ysea respetado en todo momento por todos los hombres; perosi lo violo y me hago perjuro, que me ocurra lo contrario.»

De los grandes pensadores del círculo de Pericles cuentanante todo dos individuos. Uno de ellos Hipódamo de Mile-to, fue el primero en practicar el intento de comprender concategorías intelectuales abstractas el carácter de la polis grie-ga. El esquematismo que en cuanto arquitecto urbanista em-pleó en el Pueo y en Turios lo aplicó también al terreno dela filosofía del estado. A causa de esto se convitrió en pa.dre de las utopías y de los estados ideales. Su sucesor máscélebre es Platón, en La República y Las Leyes. Pero, desdePIatón, la línea va a través de San Agusdn a la Edad Media,a los comienzos de la época moderna y a la «Utopía», del can-ciller inglés Thomas Moro. Hipódamo clasificó los habitan.tes de la polis en tres categorías: en guerreros, campesinos yartesanos; en la palis distinguió entre propiedad sagrada, pú-blica y privada. En su especulación desempeñaba el númerotres un papel importante.

En el' terreno de las ciencias naturales fue Anaxágoras deOazómenas (aproximadamente de 500 a 428), prácticamente coe-táneo de Pericles, quien llegó a conocimientos totalmente re-volucionarios. Se dice que Anaxágoras regaló su gran fortunapara poder dedicarse por completo a la investigación. El jonioes . un partidario jurado de la creencia en el carácter eternode. la materia, y fue el primero en separar uno de otro subs-tancia y energfa, espíritu y materia, sustituyendo el deveniry el pasar por el principio del movimiento, del que el almadel universo (nous, «la razón») dio el primer impulso. Por lodemás, Anaxágoras explicó que el sol era una esfera de me.tal candente, mayor que el Peloponeso, y la luna otra tierra,habitada, como ésta, por individuos. Esta teoría era dema-siado nueva y estaba en completa contradicción con la convic.ción de la multitud, de modo que no es de extrañar quesu autor fuera perseguido a causa de impiedad frente a losdioses.

La multiplicidad de la vida griega se refleja ('n la cro-nología de los diversos estados. Cada ciudad-estado tiene supropio calendario, conforme al cual se rige la vida públicay. doméstica. En este dominio se consiguió en Atenas en tierno

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pos de Pericles un avance considerable. Fue un individuo lla-mado Metón quien calculó la duración del año en 365 5/19 días.De' acuerdo con este cálculo esbozó un ciclo calendario dediecinueve años, que dibujó e hizo exponer en el Pnix. pro-bablemente el año 432 a. C. Es sorprendente que en Atenas,en la vida práctica, no se hubiera sacado en absoluto prove-cho de este nuevo conocimiento. Parece haber faltado la ne-cesidad de servirse de un cómputo tan preciso como éste. Así,pues, este notable descubrimiento científico (Metón sólo habíacalculado el año en media hora más largo de lo que es) per-maneció para Grecia, en aquel tiempo, en el estado de unconocimiento científico sin provecho práctico. 10 interesan-te es que el mismo ciclo de diecinueve años se deja com-probar también en Babilonia y, exactamente, a partir del año381 a. C. Si hay o no alguna conexión entre ambos hechosno ha podido ponerse en claro todavía.

Es particularmente importante para la ciencia la posibi-lidad de adquirir nuevos conocimientos y de difundirlos porel mundo entero. Unicamente cuando se da este supuestopuede la ciencia prosperar y contribuir al bien del género hu-mano. La era de Pericles, en particular los años posterioresa la paz de Calias (449/48), fue una época en que el mundovolvía a estar abierto para los griegos. También Persia, queanteriormente se había aislado del mundo exterior, era nue-vamente accesible a los comerciantes griegos. La magnitud delas posibilidades que se brindaban a un griego podemos apre-ciarlaa través de los viajes de Heródoto, a quien admira.mos como creador de la primera obra de historia digna real-mente die este nombre. Heródoto, oriundo de Halicarnaso,conoció en detalle la costa de Asia Menor, desde la Troadehasta Licia, y también en Grecia visitó todos los lugares quefueron de alguna importancia en las guerras médicas. Así,pues, estuvo en Salamina, en Platea, en las Termópilas, enel cabo Artemisio, y visitó también el valle de Tempe enTesalia. Otros viajes lo llevaron hasta casi el extremo delmundo de entonces; estuvo probablemente en la Rusia meri.dional, en el país de los escitas, en Tiras (Akerman) y enOlbia, junto al Bug (Dnieper). Sobre este gran río navegócorriente arriba durante cuarenta etapas diurnas. Es particu-larmente conocida su estancia en Egipto, pese a que no hubode durar más de tres o, a lo sumo, cuatro meses. Aquí llegórío arriba hasta la isla Elefantina. Estuvo jocluso en Babi.lonia, pero es dudosa, en cambio, una visita a Susa. Conocióasimismo la Grecia occidental, participó en la fundación de

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Turios y, desde allí, es casi seguro que hubo de pisar tierrasiciliana.

Hay que suponer que el gran médico Hipócrates hizo tam-bién lejanos viajes. En efecto, no sólo había visitado el paí:;de los esdtas, sino también la remota Cólquida, en el MarNegro, y es posible que viajara también a Cirene, si es que loscomentarios acerca de los libios provienen de su propia ob-servación.

Los viajes entre Sicilia y la metrópoli griega eran algo perofectamente corriente; entre la isla .y la Hélade circulaban nu-merosas embajadas en uno y otro sentido, y los poetas y lossofistas, como el célebre Gorgias de Leontinos, cruzaron reite-radamente el Adriático en ambos sentidos. Por supuesto, engeneral sóJo se viajaba por mar durante la baena estación.en tanto que durante el invierno la navegación solía suspen-derse.

A los griegos los viajes les resultaban facilitados por elhecho de que se servían de un idioma cuyos diversos dialec-tos, especialmente Jos más importantes entre ellos, el jonio yel ático, que le está emparentado, presentan numerosos ras-gos comunes. Sin duda, no resultaba fácil entender a un lacede-monio, como puede apreciarse viendo los documentos en dia.lecto laconio que se e!'.cuentran en la obra de Tucídides. Elauge del lenguaje jonio como lengua de la literatura, la filoso-fía y la medicina, y poco después también del ático, sobretodo en el área de la Liga marítima, se tradujo en una in-fluencia unificadora y, a fin de cuentas, también beneficiosa.Como el ático, especialmente en la forma particular llamadakoiné «<común»), se convirtió finalmente, gracias a Filipo IIde Macedonia y a su hijo Alejandro, en idioma universal delos griegos y los macedonios, así como de las personas culti-vádas de muchos países.

La posibilidad de salvar grandes r1istanciaspor mar y tierrahubo de ser indudablemente muy beneficiosa para la creación deun sentimiento griego de comunidad. Los griegos empezaron 2sentirse en Grecia, frente al mundo, corno algo particular, dis.tinto de los bárbaros, de los pueblos del este y del oeste. Laidea nacional griega. celebraba sus triunfos especialmente en.los juegos panhelénicos de Olimpia, donde toda Grecia se reu-nía cada cuatro años para presenciar las competiciones depor.tivas. En las listas de los vencedores figuran nombres de grie.gas de la metrópoli, y. también una y otra vez de las nume-rosas colonias: de Cirene. de las ciudades sicilianas de Mesinay Camarina, de los lugares italomeridionales de la Lócride, como

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Epicefirio, y otros. Se dice que Heródoto leyó su obra enOlimpia, y otros espíritus creadores, como Píndaro y Baquíli-des, han celebrado en sus poemas a los vencedores de lascompeticiones olímpicas. Tanlbién Eurípides compuso para Al.cibíades, en ocasión de su victoria en la carrera de carros delaño 416, un epinicio (un canto de victoria) del que se noshan conservado alg-..1l1aslíneas. .

Una victoria en Olimpia era considerada como coronaciónde toda una vida. Esto se comprende si se tiene presente laimportancia central que tenía la idea de lo agonal, de lacompetición, en la vida de los helenos. Desde la infancia esta.ban éstos acostumbrados a medirse con sus coetáneos. Además,la educación de la juventud se centraba, en gran parte, en lagimnasia. El gimnasio era en primer término un lugar de com-.petición física', en tanto que la instrucción científica sólo figu-raba en segundo lugar. La mayoría de las comunidades griegastuvieron que poseer un gimnasio. Este debía su existencia, ge-.neralmente, a fundaciones prívadas. En él efectuaban los jó-venes griegos sus ejercicios físicos, y en él se reunían tambiénlos mayores para presenciar los ejercicios y discutir con lajuventud. Así, por ejemplo, Sócrates se pasaba la mayor partedel tiempo en las plazas públicas y en los gimnasios y tra.taba de entablar discusión con los presentes. A la agonística s.:;añadía la música; el cantar y tocar un instrumento, y final-.mente, la enseñanza literaria, de la que habremos de ocupar-nos todavía..

Precedía al gimnasio la escuela infantil, que por lo regularse frecuentaría probablemente hasta los comienzos de la pu-bertad. No había obligatoriedad escolar. Es probable quehubiera escuelas para muchachos, al igual que gimnasios, entodas las ciudades griegas, y si en las fuentes antiguas sólo sehabl!1 de ellas raramente, se debe a que su existencia era teni-da por absolutamente natural; sólo las mencionan en casos es-peciales, como por ejemplo, cuando el año 494 a. C. se hundióen Quíos el techo de una escnela y perecieron casi todos los ni.ños presentes. Es probable que provenga también de la época delas guerras médicas el llamado <~Vasode Duris», que ilustra aceroca de la actividad escolar. Muestra la clase de música (flauta y cí.tara) y la de lectura y escritura. El maestro sostiene cOlnla manoún rollo de papiro en el que hay escrito U11verso de Hornero;por lo demás, el verso no está reptoduddo en forma totalmentecorrecta. Es probable que la escuela mfantil 'sólo la frecuenta..ran los muchachos, dado que de la instrucción de las mucha-

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chas s610 se ocuparon los griegos a partir del helenismo. 10$honorarios para el maestro habían de pagarlos los padres. Cuan-do los ,atenienses evacuaron su ciudad ante la acometida de lospersas y llevaron a sus mujeres y niños. a la aliada Trecén,decidieron los habitantes de ésta que los refugiados seríanmantenidos a expensas de su ciudad, y que el dinero para losmaestros se recaudaría en la escuela. Así pues, en Trecén s610había escuelas particulares, y ninguna escuela pública. Sin em-bargo, el griego de las clases cultivadas hubo de saber leer yescribir. Las excepciones confirman aquí, corno de costumbre,la regla. También había analfabetos, como nos lo revela unaanécdota conocida. En ocasión del ostracismo, un buen hombrede Atenas le pidió 11 Arístides, sin saberlo, que escribieraporé! en su tejuela el nombre de Arístides. Y al preguntarleéste qué era, pues, lo que tenía contra él, repuso el otro:«Bueno, me fastidia que todos le llamen 'el Justo'».

¿Qué se leía en la escuela infantil? En primer lugar aHomero, y luego, otra vez a Hornero: este gran poeta ocupa-ba en la escuela una posición eminente, que siguió mantenien-do hasta el fin del mundo antiguo. El mejor testimonio de esto10 constituyen los numerosos papiros homéricos procedentes deldesierto arenoso de Egipto. Al lado de Hornero se leía a He-siodo, y de los líricos se prefería ante todo a Solén. Se tra'taba, pues, de 'una lectura predominantemente didáctica, y nocabe duda que al muchacho griego las sentencias se le graba.ban en la propia sangre. Por 10 demás, la enseñanza empeza.ba con la lectura. La palabra griega que la designa (anagignos.kein) significa originalmente «reconocer». Es 10 que convienerecordar, que el proceso de leer no era en modo alguno tansimple, en la antigüedad, como 10 es en nuestros días. Enefecto, sólo se escribía en mayúsculas y, además, sin separar laspalabras. Así, pues, -el lector había de tratar de articular élmismo, en sílabas, palabras y frases enteras, las series ininte-rrumpidas de letras que se seguían unas a otras. Por otraparte, en la antigüedad se solía leer en voz alta. Solamentesi se sabe esto se pueden comprender muchas de las alusionesque aparecen en los escritores antiguos. Dado que la imprentano había sido inventada todavía; los libros habían de escri-

birse a mano y distribuirse por copias; esto constituía un asun-to fatigoso, que absorbía mucho tiempo y resultaba muy caro.Seguramente había pocas personas que tuvieran toda la obrade Hornero en papiros. En cambio, la memoria, y no sólo la delos escolares, se ejercitaba mucho mejor que en nuestros díasen que, ni siquiera en las escuelas, nada apenas se aprende

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de memoria. En 13.antigua Grecia hubo siempre individuos quese sabían de memoria toda la obra de Hornero.

El método de aprender a leer en Grecia era completamentediferente al nuestro. En efecto, mientras aquí nos esforzamos'actualmente por partir no sólo de la palabra entera, sino inclu-sive de la frase entera, en Grecia, en cambio, se empezaba poraprender los nombres de las diversas letras. De las letras sepasaba a las sílabas, e inicialmente sólo a las de dos letras,luego a las de tres o más. A continuación se formaban palabrasbreves, de sólo pocas letras y aun, las más de las veces, muydifíciles y ralas. Indiquemos a título de ejemplo: aix, bous;gryps, drys, o en español: cabra, buey, grifo, roble. Finalmentese pasaba a escribir frases enteras. Pero, como suele decirse, de-lante de la virtud habían puesto los dioses el sudor, y es ob-vio que con semejante método sólo podían conseguirse progre~sos muy lentos, de modo que los jóvenes necesitaban por loregular algunos años antes de saber leer y escribir moderada-mente. La instrucción en el gimnasio, a continuación del apren-dizaje en la escuela infantil, constituía, con sus ejercicios físi-cos, una escuela preparatoria para el servicio militar. Los ejer-cicios tenían lugar en la escuela de lucha (palestra) y los mu-chachos hacían sus ejercicios totalmente desnudos (gymnos,(;desnudo»), y de ahí el concepto del gimnasio. Los objetosmás importantes para la gimnasiá eran el aceite y la arena.Con el aceite se untaba el cuerpo, y la arena se esparcía porla piel antes de los ejercicios. Después de la lucha, la arena;que se había mezclado con el aceite y el sudor, se raspaba delcuerpo con una alrnohaza. Los ejercicios gimnásticos solíanefectuarse al son de la música de la doble flauta (oboe).

En Atenas se cultivaban ante todo los ejercicios de lascinco luchas (pentation), esto es: la lucha propiamente dicha,la carrera, el salto de longitud, el lanzamiento de disco y ellanzamiento de la jabalina. En la lucha, las parejas que habíande enfrentarse se designaban por sorteo. Si el número de losluchadores era impar, entonces el que sobraba era aparejado conuno de los vencedores de las luchas anteriores. En la carrera.había diversas distancias; la más corta er.¡ de un estadio (apro-ximadamente 190 metros), pero se efectuaban tambi~n carrerasen una distancia doble (unos 380 metros) e incluso cuadruplede aquélla. Además se practicaba la carrera de fondo, en unadistancia de hasta 24 estadios. Sin embargo, no se corría enuna pista redonda, sino de ida y vuelta en una línea recta deexactamente un estadio de largo. Al final del trayecto habíacolumnas de meta, a las que el corredor había de dar welta

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tantas veces como el largo del trayecto lo requería. Resultafácil concebir que esta forma de carrera implicaba una técnicaespecial, sobre todo en la columna de vuelta (terma).

También la técnica del salto de longitud era totalmentedistinta entre los griegos. Los saltadores tenían en cada manoun peso de salto en forma de una haltera, que solía pesar has-ta 5 kilos. Por lo visto, los griegos creían que estos pesos re-forzaban el impulso y facilitaban el equilibrio, idea que se harevelado desde hace ya mucho como errónea. Cuando en la3fuentes antiguas se habla de saltos de longitud de hasta 16 m.(Faílo de Crotona), constituye una exageración enorme, quenadie se tomará en serio.

El lanzamiento de disco tenía lugar desde una posición fi-ja: el giro sobre el eje del cuerpo, que es el que confiere allanzamiento el impulso correcto, no se había inventado toda-vía. Y en el lanzamiento de la jabalina se distinguía entre ellanzamiento al blanco y el lanzamiento de distancia. En elcentro de gravedad de la jabalina estaba fijado un lazo decuero. Se introducía en éste el índice, o también el índice yel dedo del corazón, probablemente para conferir así mayorímpetu al lanzamiento.

Aparte de las modalidades de deporte de las cinco luchas,había el boxeo y la lucha total (pancl'acio). Esta última eratenida por particularmente cruel y mda: justificadamente, porlo demás. En el boxeo, los púgiles se envolvían los puños contiras de cuero, lo que conducía en la lucha a graves lesiones.Pero era mucho más rudo el pancracio todavía, en el que todoslos golpes estaban permitidos: era una mezcla de boxeo y delucha. En Esparta, esta clase de lucha estaba prohibida, lo quehabla decididamente en favor de! buen gusto de los espartanos.

No cabe la menor duda de que los ejercicios deportivos, alos que los jóvenes griegos se dedicaban con celo, hubieron decontribuir a crear y mantener en la Hélade un espíritu verda-deramente combativo. Pero ya entonces se producían inevita-bles excesos, y fueron precisamente los sofista3 los que elevaronsu voz contra la sobrevaloración de los ejercicios físicos. Si seexaminan las inscripciones agonísticas, encontramos en ellas unaabundancia de material histórico y cultural, que hasta el pre-sente sólo ha sido aprovechado en una pequeña parte. Muchosde los atletas desempeñaron también un papel en la política,como, por ejemplo, Faílo de Crotona, que fue el único delOccidente qu~ ayudó a los griegos de la metrópoli a rechazara los persas. En la Acrópolis de Atenas se encuentrA la dedi-catoria de un individuo llamado Calias (este nombre es co-

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relente en Atenas). Era un luchador del pancracio y enemigopolítico de Pericles. Este individuo obtuvo victorias en todaslas grandes festividades deportivas griegas; era, según la formade expresión posterior, un periodonikes (un «vencedor perió-dico»). Así es, en efecto, como se llamaba a aquéllos que po-dían ufanarse de haber obtenido victorias en los cuatro gran.des juegos nacionales griegos. En política, este Calias parecehaber seguido a Tucídides, hijo de Melesias, y en virtud deun ostracismo hubo de abandonar Atenas a mediados del si.glo V. Otros atletas llegaron incluso a ser admitidos en e! cír~.lo de los héroes. En esto conviene no olvidar que la concepciónde los antiguos sobre los héroes difería de la nuestra. Hayun célebre boxeador de Epicefirio (Lócride), llamado Eutimio,de quien se ha conservado en Olimpia una ofrenda, de alre-dedor del año 470 a. C.1. A este individuo se le organizó enTemesa, en Lucania. un culto de héroe. El motivo es muy ilusotrativo. Leemos, en efecto, en Erwin Rohde (Pysche, 1, 9 y 10,1925, pp. 192/93): «En qué forma se presentaban e3tas fábu-las de héroes nos lo puede mostrar, en lugar de muchos queprobablemente en su tiempo circularon, un solo ejemplo quecasualmente se nos ha conservado. En Temesa, en Lucania, va.gaba en su día un héroe y. estrangulaba a todos aquellos de sushabitantes que podía atrapar. Estos, que pensaban y,a en emi.grar de Italia, se dirigieron en su apuro al oráculo de Delfosy se enteraron de que el fantasma era el espíritu de un foras-tero, muerto en su día por habitantes de! país a causa de laviolación de una doncella, y e! oráculo añadía que había quededicarle un recinto sagrado, construirle un templo y cederIeanualmente, a título de sacrificio, la más bella doncella deTemesa. Así lo hicieron los habitantes de Temesa; e! espíritulos dejó en paz, pero cada año le caía el honroso sacrifIcio.En esto regresó en la DXXVIII Olimpiada a Italia, de Olimpiadonde había obtenido la victoria, un célebre boxeador, Eutimio,de Eplcefirio; éste se enteró en Temesa del sacrificio inminen-te, penetró en e! templo en donde la doncella elegida esperabaya al héroe, y se sintió invadido de compasión y de amor. Ycuando se acercó efectivamente al héroe, aquél que había sali-do ya victorioso en tantas pugnas, entabló una lucha con él, loechó hacia el mar y liberó a la región del monstruo. Es como ene! cuento alemán de! muchacho que salió al mundo para apren-der e! miedo. Por supuesto, cuando e! país quedó liberado, el

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a griego celebró unas nupcias espléndidas con la bella sal-vada. Vivió muchos años, pero luego no murió, sino que par-tió al otro mundo con vida y es ahora, a su vez, un héroe.".

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En la Grecia antigua no hubo un ejército permanente. Enprincipio, todos los ciudadanos estaban obligados al serviciode armas y servían, según sus posibilidades, en la caballería, enla falange de los de armadura pesada (los hopUtas) o con losde armadura ligera. Por tierra, los lacedemonios poseían la su-perioridad indiscutible. En Esparta, toda la vida de los ciuda-danos, desde ]a más tierna infancia, estaba ajustada a las tareasmilitares, de modo que para ]a vida privada quedaba poco lu-gar. La severa disciplina del ejército espartano, cuya gran masala constituían los perkcos (los «que vivían alrededor»), 10convertían en un instrumento de guerra temido en el mundoentero, con el que ningún otro estado de Grecia podía medirseen campo abierto. Los Hotas eran utilizados como criados y,en casos de necesidad, también como infantería ligera y comoexploradores. Por supuesto, también Esparta tenía sus preocu-paciones. El terremoto del año 464 había causado estragos pre-cisamellte entre la juventud, cuya pérdida no se dejaba repo-ner rápidamente y, además, ]a discrepancia entre los reyes, poruna parte, y los éforos por la otra, conducía siempre a nuevosconflictos. En tiempos anteriores ]a caballería había desempe-ñado en Grecia un papel importante. Pero con la formaciónde la falange de hoplitas esto había cambiado, concretamentedesde el siglo VII; sólo en Tesalia y Beocia había todavía unacaballería digna de este nombre y, fuera de Grecia, solamenteen Macedonia.

Para la incorporación de los ciudadanos al servicio militarhabía en Atenas una matrícula en la que estaban inscritostodos los que estaban en condiciones de empuñar las armas y,en conjunto, nada menos que 42 reemplazos, de los 18 a los 60años. Por supuesto, solamente los reemplazos más jóvenes,aproximadamente de los 20 a los 50 años, estaban en condi-ciones de ser utilizados plenamente, en tanto que los de másedad se solían destinar a tareas de guarnición. En el ejércitode los hoplitas servían solamente los miembros de las tres cla-ses tributarias superiores, pero no los asalariados, en cambio,que sólo fueron incorporados al mismo en los últimos añosde la guerra del Peloponeso, cuando las pérdidas empezaron aaclarar las filas de los ciudadanos. El ejército ateniense de ho-plitas estaba dividido según las tribus: y ocurría ocasionalmen-te que, para fines militares determinados, sólo se movilizabaa ciertas tribus. Por ejemplo, Pericles fue e! año 446-45 aEubea con siete tribus, en tanto que las otras tres fueron di-rigidas contra Mégara. Los contingentes de las tribus eran lla-mados también taxej¡ «<batallones») y tenían al frente un ta-

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xiarca. Eran subdivisiones los lochoi «<compañías») bajo e!mando de un comandante de compañía. El equipo habían deproporcionárse!o los propios ciudadanos, y también para lostres primeros días habían de llevarse las provisiones desdecasa. Atenas contaba con una caballería de 1.000 jinetes entotal, que en campaña poseía poca importancia, con todo, yno podía medirse con los contingentes de los tesalios y losbeocios. El empleo del estribo era tan poco conocido como e!de la verdadera silla de montar. Así pues, no podía hablarsede un asiento firme y, efectivamente, vemos con frecuencia quelos jinetes caen del caballo.

Con excepción de los espartanos, los griegos considerabane! servicio militar como una carga; cuanto más se alargaba laguerra del Peloponeso, tantos más individuos trataban de sus-rraerse al servicio de las armas. Era muy otra, en cambio, laactitud de las tropas esparranas. El servicio de la guerra y elservicio militar constituían aquí una cuestión de honor, y losdesertores y cobardes eran excepciones muy raras. El gruesodel ejército espartano constaba casi exclusivamente de infante-ría de armamento pesado. Estaba dividido en siete regimientos;cada uno de los cuales contaba aproximadamente 600 hombres.--A éstos se añadía un octavo regimiento, los esciritas, queencontraban aplicación como infantería ligera. Una subdivisiónera la pentekostys, de 128 individuos; la unidad más pequeñaera la enotomia, con 32 hombres. El poder de mando estabaestrictamente reglament2do. Toda orden iba desde el rey, através de los diversos rangos de servicio, hasta el último delos hoplitas. En Grecia esto era único, y por esto lo destacaTucídides (V 66) especialmente. En Espartalos .hombres es-taban s!-ljetos al servicio militar casi toda su vida, esto es, 40años. Habida cuenta del pequeño número de los ciudadanos deciudadanía plena, de los espartanos, este prolongado períodode servicio resultaba inevitable. Cuando había falta de hombres,s~ recurría a los ilotas, aunque solamente a aquellos quehabían sido liberados. Estos aparecen como neodamodas «<nue-vos ciudadanos»), ante todo en los ejércitos lacedemonios delsiglo IV. Esparta no poseyó, en cambio, fuerzas navales dig--nas de mención; durante la guerra de! Pe!oponeso sólo con eloro persa empezó a ser posib1e la construcción de una flota. Losbarcos de guerra los proporcionaban las ciudades marítimas dela Liga del Peloponeso, primero Corinto, y luego Mégara y Si-ción. Con excepción de los corintios, los demás eran inferiores-a los de los atenienses.

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En Atenas, la construcción de la flota programada por Te.místocles habfa creado condiciones totalmente nuevas. Un grannúmero de asalariados, cuya fuerza militar había sido pocoaprovechada anteriormente, sirvió desde entonces corno reh1erosen las trirremes. También para ejercicios y maniobras se mo-vilizaban ocasionalmente al servicio de la flota. Al estallar la gue-rra del Peloponeso se contaba al parecer con 300 barcos deguerra" 100 de ellos destinados a la defensa de Atenas. Elequipo de los barcos de, guerra tenía lugar a través de la trie-rarquía, y en tiempos de guerra se necesitaban nada menos que400 ciudadanos capaces de someterse a semejante carga. Laprimera sintrierarquía sólo está comprobada para los años 405y 404, esto es, para fines de la gran guerra. Se había hechonecesario en aquel entonces repartir la carga para el equipode un barco entre varios ciudadanos, porque la riqueza privadase' había reducido mucho. Juntamente con los barcos de losgrandes estados de la Liga marítima (Quíos y Lesbos) poseíaAtenas en su flota un formidable instrumento de poder, comonunca lo había visto el mundo antiguo, ni antes ni después.Unicamente los tiranos de Sicilia o los cartagineses podíanmedirse, pero sólo de lejos, con ella.

El verdadero problema del ejército de ciudadanos se situa'-ba en Grecia, como en todo e! paíseit que existía tal institución,en el plano psicológico. Los hombres habían de soldarse enel ejército (lo mismo que en la flota, por supuesto) en unida.des tácticas bélicamente activas. Por supuesto, esto sólo era po-sible mediante un entrenamiento duro. Pero precisamente frenote a esto se arredraban los ciudadanos en la mayoría de los ca-sos. Por consiguiente, se empezó con los reemplazos más jóvenesde los ciudadanos que no estaban todavía en condiciones deempuñar las armas, con los efebos, es decir, con los jóvenesde 18 a 20 años, de los que cabía suponer que no sólo aguan.tarían ciertas fatigas, sino también una disciplina estricta. Es.tos jóvenes se dedicaban, bajo la inspección de instructores demás edad (pedotríbai, kosmetas, sofronistas) a ejercicios fíosicos que hay que considerar como preparación para el serviciocon'las armas. Conocemos, de un documento de! siglo IV ático,la fórmula de juramento de los efebos. Dice así: «No mancha-ré con de~honra las armas sagradas que llevo. No abandonaréjamás al camarada, dondequiera que me encuentere incorporado~Lucharé por los santuarios y por el estado, y no entregaré a lasgeneraciones venideras una patria más pequeña, sino, por e! con.trario, mayor y más poderosa, de acuerdo con mis fuerzas ycon la ayuda de todos. Obedeceré a los superiores, a las leyes

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promulgadas y a aquéllas que en el futuro se promulguen legí.timamente. Pero si alguien se propusiera derrocados, no lopermitiré, en la medida de mis fuerzas y con el auxilio detodos. 'Mantendré en honor los cultos heredados de los ante-pasados. Son testigos de mi juramento lo~ dioses Aglauro, Bes.tia, Belona, Enialio, Ares y Atenea Belicosa, Zeus, Talo, Auxo,Begemona, y Heracles. Además los mojones de la patria, loscampos de trigo y cebada, las cepas, los olivos y las higueras.»

Louis Robert, en un estudio reciente, ha señalado muy acer-tadamente que este juramento contiene una serie de elementosmás antiguos, que nos inducen a situado en una época tempra.na, tal vez en la época de Solón. En todo caso, el juramento

. de los efebos constituye un documento interesante de la his-toria de la cultura ática, y no carece tampoco de importanciaen relación con las creencias de los atenienses; en efecto, invo-ca dioses que en la época clásica están ya olvidados y que,como Aglauro, Talo y Auxo, son deidades relacionadas con laprosperidad de los cultivos del campo. Sin embargo, muchosinvestigadores opinan, con Ulrich von Wilamowitz, qae la ete-bia ática proviene del último tercio del siglo IV a. C. Si bieneste supuesto ha encontrado cierta aprobación, carece de fun-damento y se ve refutado, además, por el juramento en cues-tión, Podemos situar, pues, tranquilamente la educación militarde los efebos ya en el siglo V; era de un valor inapreciable,porque inculcaba a la juventud el amor a la patria. Desper-taba en aquélla la voluntad de dedicarse con todo el ser alservicio de ésta. Ningún estado puede subsistir sin la voluntadde sacrificio de sus ciudadanos. Que las palabras del juramentode los afebos no eran frases huecas, lo demuestran las hazañasde Atenas durante la pentecontecia, así 'como en los díassombríos de la guerra del Peloponeso.

Con la excepción de Lacedemonia, en Grecia no había esta-dos militares. Sin duda, Atenas tenía con mucho la mayorflota, pero el fundamento de su prosperidad lo constituían, contodo, el comercio, la industria y la agricultura, que fueron sien-do cada vez más la columna vertebral, de la e::onomía no sóloateniense, sino de toda Grecia. Las reformas de Sol6n habíanllevado a crear en Atenas un campesinado eficiente, basadoprincipalmente en explotaciones medianas y pequeñas. En cam.bio, en otras partes de Grecia sólo existía en e! siglo V unextenso latjfundismo, como en Tesalia. Los métod03 de la agriocultura seguían siendo primitivos; la reja de hierro del aradono se conocía todavía, y en el hecho de dejar baldía cada

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dos años la tierra cultivada tampoco había cambiado nada. Porlo demás, la sequía creciente del país, consecuencia, en parte,de la despoblación forestal, creaba a los campesinos graves pro-blemas. Así se ha supuesto (M. N. Tod) que en conjunto sola.mente una quinta parte de la tierra del Atica estaba cultivada,y que de esta quinta parte la mitad estaba en barbecho. Secultivaba ante todo el trigo y la cebada. Pero la producción nobastaba ni con mucho para el sustento de la población, de modoque había que suplir la deficiencia por medio de importaciones.La situación era considerablemente mejo;: en Tesalia y Beocia.Por 10 demás, la agricultura era tenida en mucha estima, alrevés de lo que ocurría con el comercio y la artesanía. El quese dedicaba a estos últimos corría peligro de ser consideradocomo banausos «<obrero manual»), esto es, como individuo sinintereses intelectuales. Unicamente Sócrates constituía en estouna excepción, porque era partidario del trabajo corporal, aun-que a condición de que dejara lugar para el ocio.

El trabajo industrial se mantenía dentro de límites mo-derados. Un tal Céfalo empleaba, a fines del siglo V, 120 es-clavos en su fábrica de escudos de Atenas, pero esto constituíauna rara excepción, 10 mismo exactamente que el trabajo decentenares de esclavos en las minas de! monte L.mrión. Lamayoría de las empresas eran muy pequeñas. Además del pro-pietario, sólo se empleaban dos o tres trabajadores, esclavoso libres. Los peligros que han resultado de la fuerte indus.trialización en el siglo XIX no existían en Grecia, ni existíatampoco una especialización intensiva susceptible de conducira un embotamiento de las facultades intelectuales del traba-jador. Por 10 regular, y toda vez que dependían unos deotros, las relaciones entre el propietario y los empleados erande tipo patriarcal. Muchas manufacturas eran de carácter do-méstico.

En el comercio, durante el siglo V, cambiaron las pers-pectivas de modo decisivo. Atenas había pasado a ocupar ellugar de Mileto y de las demás ciudades de Jonia, pero tam-bién de Calcis y de Eretria, en Eubea, aunque tenía en Co-rinto una rival importante. El auge de Egina se vio truncadopor su sumisión a la ciudad de Atenas (457), y, a principiosde la guerra del Peloponeso, la población de la isla fue reem-plazada por una cleruquía ática, lo que supuso el fin provi-sional en la historia de una ciudad que hasta las guerras mé-dicas había desempeñado un papel eminente en la historia delcomercio griego. Mégara estuvo por algÚn tiempo bajo el con-

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trol de Atenas, y solamente mediante la paz de los treintaaños (446/45) volvió a recobrar su independencia. El bloqueomercantil decretado por Pericles contra Mégara fue uno de losmotivos de la guerra del Pe!oponeso.

Contribuyó fundamentalmente al auge del comercio griegoa gran distancia el que se construyeran barcos más grandesque antes y el hecho de que aumentara la velocidad de éstospor mar. De los primeros años de la guerra del Peloponesotenemos un testimonio interesante de la gran extensión del

comercio griego con regiones lejanas. En una comedia de Her-mipo figuran los pbormophoros ('los portadores de cestos'),que corresponden a los primeros años de la guerra del Pelo-poneso (antes del 425). Se explican también .a partir de ellaalgunas alusiones contemporáneas realistas. Según éstas llega-ban por mar a Atenas las siguientes mercancías: «de Cirene,tallos de silfio y piel de buey; del Helesponto, caballa ysalazón; de Italia, cer¡;ales y costillas de buey; de Sitalces.rey de los tracios, sarna para los lacedemonios; de Perdicas,macedonia, todo un barco de mentiras; de Slracusa, puercosy queso; de Egipto, velas y papiro, y de Sitia, incienso; Cretasuministra cipreses para los dioses, Libia mucho marfil parala venta, Rodas pasas e higos secos, que producen dulcessueños; de Eubea provienen peras y corderos gordos, de Frigiaesclavos, y de Arcadia mercenarios; P,igasas manda esclavosy bribones marcados a fuego, Paflagonia castañas y almendrasaceitosas, Fenicia dátiles y harina fina de trigo, y Cartagoalfombras y cojines de colores».

Esta interesante noticia se cita a menudo, y a justo título,

porque ilustra como ninguna otra las relaciones' de Atenas contodo el mundo. Resulta confirmada por la obra apócrifa de]enofonte, aproximadamente del mismo tiempo, Del Estadode los Ateniensesj en la que se dice (pp. 11-13): «Los atenien-ses poseen ellos solos la riqueza de todo el mundo helénicoy bárbaro. Porque, si algím estado es rico en madera de cons-trucción para barcos, ¿a quién ha de vendeda, si no ganapara sí a aquel que domina el mar? O bien, si un estado esrico en hierro, cobre o cáñamo y cera, ¿a quién ha de ven"dedos, si no' gana para sí a aquel que domina el mar? Deestos .materiales precisamente están hechos los barcos. De unose toma madera, riel otro hierro, del otro cobre, del otrocáñamo y del otro cera. Por otra parte, no se permitirá queestas cosas sean exportadas a nuestros rivales, o se les cerraráel mar. Y así recibo yo, sin hacer nada, de todas partestodas estas cosas por el mar, en tanto que ningún otro estado

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tiene al propio tiempo dos cosas distintas, porque donde haycáñamo, allí la tierra es llana y pobre en madera, IÜ se en-cuentran tampoco hierro y cobre en la misma ciudad, ni delos demás productos tiene estado alguno dos o tres, sino unoesto y el otro aquello».

Constituiría un error fatal representarse el comercio deGrecia durante el siglo V bajo un aspecto demasiado primi-tivo. Pese a que no se lo pueda comparar de ningún modocon las condiciones modernas, poseía, con todo, un volumenconsiderable. El punto de vista contrario, que ha sido susten-tado por Hasebroek y su escuela, es insostenible.

En la sociedad griega del siglo V juegan los metecos y losesclavos, al lado de los ciudadanos, un papel considerable. Noconocemos la proporción numérica de los tres grupos en rela-ción de uno con otro. Pero existe un documento interesanteacerca de la composición de los trabajadores ocupados en laconstrucción del Erecteón, el año 409/08 a. C. Conocemos enconjunto 71 nombres; de éstos, 20 son de ciudadanos, 35 demetecos, y 16 de esclavos. ¿Acaso nos autoriza este documentoconservado por azar a extraer conclusiones acerca de la com-posición de toda la población? Sería arriesgado, ya que, porejemplo, el número relativamente pequeño de ciudadanos seexplica ciertamente por las necesidades de la guerra, puesmuchps estaban bajo las armas o habían de dedicarse a otrastareas. Por otra parte, el estado de guerra explica tambiénel número elevado de los metecos, ya que su trabajo era enaquellos tiempos particularmente importantes en Atenas. Losmetecos no poseían derechos políticos o ciudadanos, pero seechaba mano de ellos, con todo, para el servicio por mar ypor tierra. Entre ellos figura un gran número de individuosacomodados, que se consideran estrechamente unidos a la viday al destino del país huésped. Y no sólo se los encontrabaen el comercio y la manufactura, sino que ocupaban tambiénun lugar importante precisamente en el terreno de la actividadintelectual y artística. De la posición y la vida de un metecoen Atenas aún hoy nos proporcionan una imagen viva losdiscursos de defensa de Lisias ante los tribunales. La familiade aquél provenía de Siracusa; su padre, Céfalo, se habíamudado de allí a Atenas el año 460; era amigo de Pericles,que es quien, al parecer, le había invitado a establecerse enAtenas.

Lisias, nacido probablemente el año 444 en Atenas, sedirigió a los 15 años a Turios, donde le fue concedid'l la ciuda-danía. Expulsado de Turios, volvió a Atenas el año 412-11.

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Aquí adquirió una fortuna considerable. Se introdujo, en efec-to, en la industria de guerra y se dedicó a la manufacturade escudos, que practicó además a gran escala. Bajo los 'Trein-ta' (404/03) hubo de huir de Atenas a Megara. Después delrestablecimiento de la democracia regresó, pero en la bchahabía participado tan poco como anteriormente en la guerradel Peloponeso. En su actividad como logógrafo (escritor dediscursos) Lisias se revela como un perfecto rábula, para quienningún medio es desechable si favorece su causa. Cualquieraque haya leído los discursos de defensa de Lisias confirmaráesta opinión de K. J. BelC'ch. Sin embargo, no todo aquelloque se reprocha a Lisias es culpa suya. En efecto, el mundogriego de su época estaba dividido en hinumerables ciudades-estados, todos ellos celosamente independientes. No hay nadasimilar a una nación griega única. Entre ciudadanos y no ciuda-danos, y de estos últimos, por supuesto, forman parte losmetecos, existía un abismo infranqueable. Consecuencia de ellofue la existencia de una capa de población fluctuante cuyoprincipio reza: Ubi bene tbi patria «<Donde me va bien, allí,está mi patria»). Posiblemente los metecos, no todos, fuerontan codiciosos como Lisias. Por otra' parte, en la guerra delPeloponeso muchos metecos se jugaron la vida por la polisgriega de la q:¡e eran huéspedes, y en la expulsión de Atenasde los 'Treinta' (404/03) también contribuyeron muchos deellos con todas sus fuerzas. La polis griega era muy parca,sobre todo Atenas, en la concesión de los derechos de ciuda-danía; no es, por t:111to,sorprendente que los metecos se dedi-caran con celo a la economía, puesto que la actividad políticales estaba vedada.

La esclavitud en el mundo griego presenta muy diversosaspectos. Hay grupos enteros de población que han. sido redu-cidos al estado de siervos, las más de las veces en el mo-mento de la conquista del país. Forman parte de éstos, antetodo, los ilotasen Lacedemonia. Ocupan, asimismo, un lugarpoco envidiable, y may semejante, los penestas en Tesalia, loscilirios en Siracusa y ctros más. Corre a través de toda lahistoria de Esparta el temor de las sublevaciones de llotas.La pesadilla se comprende si tenemos en cuenta la enormesuperioridad de los oprimidos frente a los opresores. En estasituación nada cambió durante la época clásica, hasta queEpaminondas creó una Mesenia libre (v. p. 211). Es muydistinto, en cambio, el problema de los esclavos en Atenasy en la mayoría de las otras ciudades-estados griegas. En efecto,los esclavos encuentran aquí empleo en las manufacturas y

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también, sobre todo, como criados domésticos; se compran yvenden en el mercado de esclavos, a menos que hayan nacidoya en la casa como siervos. Hubo de haber verdaderas socie-dades regulares de mercaderes de esclavos. Sus enlaces y rela-ciones comerciales abarcaban más o menos todo el mundo

mediterráneo. ¿Cómo se comprendería de otro modo, que enun solo hogar, el de Cefisodoro, en Atenas, sé encontraranesclavos de Tracia, Caria, Siria, Iliria, de la Cólquida, delpaís de los escitas, de Lidia y Mélite (Malta)'? El nÚmero deesclavos era considerable. A:;í se dice de Nicias, por ejemplo,

que poseía nada menos que mil esclavos, que alquilaba princi-palmente a las minas, con lo que obtenía ingresos formidables.Ya en el siglo V hubo de ser posible para los esclavos adqui-rir un peculio propio y comprar con él su libertad. Sin embar-go, la~ manumisiones de esclavos en gran número sólo estánatestiguadas por los documentos del siglo IV, especialmente deDeHos.

En estos últimos años se ha discutido con frecuencia hasta

qué punto se había hecho participar. los esclavos, en Grecia,en el h'Jmanismo (]. Vogt). Si consultamos las fuentes anti-guas, la respuesta ha de ser forzosamente negativa. Para losgriegos la esclavitud es una institución tan firme que nadiese atreve a atacada seriamente. Se necesitan los esclavos, queson para la dvilización grie¡<a sencillamente indispensables. Porsupuesto, los amos se preocupaban de sus esclavos y cuidaban,asimismo, de su bienestar físico. De las obras del círculo hipo-crático se desprende claraJ-:1ente que la atención médica seprodigó también a los escbvos. Pero todo esto es más bienmarginal, y comprenderemos mejor a los griegos si sabemosque incluso espíritus elevados, corno Platón y Aristóteles, con-sideraban la esclavitud como un fenómeno natural. Sin duda,no constituye más que un consuelo mediocre si se subrayaque numerosos esclavos, en cuanto pedagogos y, en mayornúmero aún, las esclavas, en calidad de nodrizas, se conside.raban íntimamente ligados con el destino de los niños que leshabían sido confiados.

Las mujeres ocupaban en el mundo griego un lugar subor-dinado parecido. Vivían totalmente aisladas del mundo exte-rior en su aposento (el gynaikeion, «gineceo»), y'cuando Pe-ricles proclama q;.¡e eHtJe las mujeres son las mejores aquéllasde las que no se habla, ni en sentido de elogio o de reproche(Tucídides Il, 45, 2), con ello expresa sin duda la opinióngeneral tanto de los atenienses corno de los griegos. Así, pues,la sociedad de los griegos es una sociedad sin mujeres, en

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contraste, por ejemplo, con las condici.ones en la época delRenacimiento. Es obvio que la mujer no participaba en la vidapolítica durante el período clásico. Por otra parte, permanecíatoda su vida bajo tutela. Tenía como tutor (kyrios, «señor»)al padre o a un pariente varón o bien, en su caso, al marido.Antes de la celebración del matrimonio no se le consultaba:su inclinación no contaba en 10 más mínimo. Había de dedi-carse excusivamente al hogar, y no tenía participación algunaen la vida profesional de su marido. Cuando el marido decidíaexponer un recién nacIdo, lo que en Grecia no era tan raro,no necesitaba siquiera consultar a su mujer. La posición dela mujer griega apena-; se distinguía fundamentalmente de laque ocupaba en Orience. La posición de la esposa resultabaagravada aún más por -ia existencia de las hetairas, que domi-naban a los hombres, así como por la presencia de esclavasdomésticas, de lo que resuluban muchos conflictos familiares.Añadíase a esto la Pláctica de la pederastia, que en Grecia,y no sólo en Esparta, estaba muy generalizada.

Desde el punto de vista práctico carecía en realidad deimportancia el que, en la literatura y en el mundo del pen-samiento contemporáneos, se el\:vara alguna que otra voz enfavor de la igualdad de derechos de la mujer. Son ante todoEurípicles, en sus dramas, y Sócrates en sus diálogos los quesustenTaron esta idea revolucionaria. Es cierto, en cambio, que

la posición de Aspasia en Atenas fue absolutamente excepcio-nal. Se ha supuesto que ejerció influencia sobre Eurípides y,especialmente en su lvIedea (431), pero esto es totalmente in-seguro. En todo caso, Aspasia fue muy admirada después desu muerte. Antístenes, el fundador de la filosofía dnica, es-cribió un. diálogo que como título llevaba su nombre, y lomismo hizo Esquines de Esfeto (alrededor del 386). Pese aque algunos poetas y pensadores fueran deL parecer que hom-bre y mujer poseían las mismas facultades, nunca' se extrajeronde esta idea las consecuencias necesarias.

La vida y la historia del pueblo griego no se puedencomprender si se deja de considerar la religiosidad de losgriegos, Estos creían que toda su vida, tanto la pública comola privada, era dirigida por los dioses. Su fantasía poblabala naturaleza de numerosas deidades, que permanecían pre-sentes también en la vida del individuo. En las guerras mé-

dicas, los dioses habían ayudado manifiestamente a los griegos,y que les. daban las debidas gracias mediante la erección desantuarios y la organización de fiestas y sacrificios en los queparticipaba toda la población. No existía sacerdocio profesional

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alguno, sino que los sacerdotes eran magistrados de las diver-sas comunidades, a quienes se elegía o nombraba. A la multi-tud, que se complacía en las festividades y los sacrificios,nunca se le habría ocurrido dudar de la existencia de PalasAtenea, por ejemplo, la gran diosa protectora de Atenas. Estoexplica los procesos por impiedad hacia los dioses incoados aalgunos filósofos. La religión y el estad~ eran inseparables;aquel que s,e dirigía contra la religión atacaba al propio tiem-po los fundamentos dd estado.

Con razón ha señalado Nilsson que en la religión griegase mezclaba una buena parte de egoísmo. Si los griegos hacíanofrendas a los dioses, esperaban de éstos, en cambio" bienes-tar y, los campesinos en particular, la prosperidad de loscultivos y del ganado. Pero no podemos dudar en modo algunoque también existieran en Grecia individuos piadosos. Sin duda,la gran masa se atenía más bien a lo externo; estaba con-vencida de que la hybris, la «soberbia», provocaba la envidiay la venganza de los dioses, esto es, la nemesis, de modo queera preferible no subir demasiado alto, para no caer muybajo. La historia de PoIícrates y Ama3¡"', que relata Heródoto(In 40 ss.) constituye un ejemplo conocido de ello. Hastaqué punto era viva en Grecia la creencia en lo sobrenatural,lo muestra la actitud general en relación con los oráculos, antetodo con respecto al de Delfos. A éste, después de las victo-rias contra los persas, los griegos lo colmaron de ofrendas,pese a que su clero había adoptado durante ¡as luchas porla libertad una actitud poco convincente. Cómo se compor-taban los individuos piadosos nos lo muestra Nicias, personaa quien corresponde una importante parte de responsabilidadpor el fracaso de la expedición siciliana de los ateniemes.Nicias hizo grandes ofrendas a los santuarios de la Acrópolis,de Delos y de DeIfos, y su piedad era absolutamente seria.Nicias sacrificaba diariamente a los dioses, según se informade modo convincente. En su casa tenía constantemente cercade sí a un vidente, con el que consultaba t¡;>daclase de asuntosy también sus negocios. Como es sabido, fue su creencia enlos videntes lo que le precipitó en su desgracia; en efecto, alproducirse un ec1ipse lunar, le aconsejaron diferir la salida deSiracusa en tres veces nueve días, esto es, en un mes lunar,y Nicias siguió el consejo, siendo esto lo que le perdió.

El nivel de superstición entre la masa n;)s lo muestra,ante todo, la obra hipocrática Sobre la enfermedad sagrada (laepilepsia); el primer capítulo expone todo un catálogo de su-persticiones sombrías. Leemos en él que algunos individuos

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rechazaban determinados alimentos o considerahm funesto neovar ropa negra; otros creían que traía desgracia dormir sobreuna piel de cabra o llevada, o que no podía ponerse un piedelante del otro o una mano sobre la otra, y todo esto paracurar la llamada Enfermedad Sagrada. Había individuos, diceel autor, que pretendían poder bajar la luna y oscurecer elsol, desencadenar tempestades o hacer que reinara buen tiem-

po. y en términos generales, el autor critica la idea popularde que el cuerpo humano sea manchado por la divinidad, asícomo la creencia popular que relaciona determinados fenó-menos patológicos con determinados dioses. Las explicacionesde esta obra muestran con la mayor claridad que sería erróneopensar que el siglo V a. C. fue una época sin superstición.Lo cierto es, antes bien, lo contrario, y al lado de la noblecreencia en los dioses, que se nos revela en las obras de lospoetas y los escultores, figura, como en todos los tiempos,una creencia más materialista. La percibimos en las tablas demaldición, que en el mundo griego e3tán muy generalizadas.

A los espíritus profundamente religiosos no podía ya bas-tades la religión de la polis con su panteón heredado de lospadres. Nada tiene de extraño, pues, que lbs misterios, espe-cialmente los de Eleu~is en el Atica, se vieran muy concu-rridos. «La religión de Eleusis hablaba al pueblo directamenteal corazón, en tanto que los grandes dioses se habían vueltoya demasiado pretenciosos para él» (Nilson). La fuerza deatracción de los misterios residía en el profundo secreto deque estaban rodeados. En todas las épocas anhela el hombrela felicidad imperturbada, la que, como es natural, no puede'realizarse aquí en la tierra, sino sólo en el más allá. No sepensó allí en la inmortalidad del individuo, sino más bien enla del género, de la especie y de la familia, tal como se mani-fiesta en la naturaleza, por ejemplo, en la semilla. Los inicia.dos esperan poder celebrar también misterios en el -más allá.Era éste un pensamiento que les confería alegría y confianzaen la vida terrena y esperanza para el camino hacia la fu-tura.

Sin embargo, para la gran masa los misterios no eran lobastante atractivos. Hubo que adoptar una actitud que oscilaríaentre la deisidaimonia «<superstición») de Nicias y el frío es-cepticismo de Pericles. Lo poco que sabemos de la religiónde éste permite suponer que no era ni un devoto exageradoni un ateo. La religión estaba para él ligada indisolublementeal estado, y esta conexión había de respetarla Pericleslo mismo que cualquier otro político griego de su época. La

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religiosidad de Pericles era convencional, como cuando en agra-decimiento por la salvación de un trabajador dedicaba una es-tatua a Atenea Higea. Al enfermar Pericles de la peste alparecer mostró a un amigo, según informa Teofrasto, un amu-leto que las mujeres le habían puesto alrededor del cuello.Este relato nada tiene de inverosímil, y es apropiado paraponer de manifiesto la ambigüedad de su actitud religiosa.

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8. La guerra del Peloponeso (431-404 a. C.)

III

A las victorias de los griegos sobre los persas en Salaminay Platea siguió la ~teconteda, esto es, un período de apro-ximadamente cincuenta años (478-431). En el curso de esteperíodo ¡¡se, dieron los griegos al rango de rimer pueblo enel ámbito del Mediterraneo. Con la paz de Calias (449 8) sealcanzó un puntO de reposo en la pr610ngada contienda béliCaque permltlo a ambos contrmcantes, tanto a los persas. comoa los arenienses, volver a dedIcarse a sus problemas respec-tivos. LJ!..-pen~tecia («periodo de C1l1cuentaanos», 'cin--'ruentenio;; la palabra proviene de 'l'ucídides) es aquel12e~riodo en que e~ dualismo elliJ:.elos dos estados griegos prin-cipales se fue agll:qlzando cada vez mas, para descargar 1mal-meme, en forma de CriSIS,en la prImera guerractel l'e1oponeso(ZD7-446f4)). Sm- emoargo, esta guerra no produjo una deci-sión verdadera. La paz de los treinta anos (446-45) había

. atenuado, sin duda, los roces entre Atenas y los pe1oponesios,pero no había logrado eliminados por completo.

La segunda guerra del Peloponeso es el tema de la obrahistórica del ateniense Tucídides. Pero, ¿quién fue este indi-viduo? Sin duda, de su vida se conoce muy poco, pero 10suficiente, con todo, para poder comprender el origen de suobril y la actitud interna del autor. Tucídides provenía deldemo de Halimunte, en el Asia, y era hijo de Oloro; estenombre (si la tradición es correcta) conduce hacia Tracia, yes probable, en efecto, que la rama materna' de su familia des-cienda de una familia principcsca tracÍa. Tucídides hubo denacer alrededor del año 460, o tal vez ~go más tarde. Elaño 424 era uno de los estrategas atenienses que mandabanen Tracia. En esto tuvo ~ala- suerte de nó poder cubrir aAnfípoEs, la importante ciudad en el curso inferior del Estri-món, contra el espartano Brasidas, y sólo pudo conservar elpuerto de Eón. Como sabía lo que le esperaba en Atenas,Tucídides se fue voluntariamente al destierro. No sabemos dónderesidió durante los veinte años siguientes; tal vez vivió enEscapta-Hila, en Tracla, donde tenía una posesión familiar. Des-

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pués de la guerra fue llamado a Atenas por decreto de laasamblea y, al parecer, murió pocos años después, aunque igno-ramos la fecha exacta de su muerte.

De sus facultades, pero también de su filosofía, nos datestimonio su obra histórica, que ha conferido inmortalidad asu nombre. Tucídides nos ha dejado su obra inconclusa; éstase detiene de repente en medio del relato de la guerra deJonia, el año 411, y confirma la antigua tradición, en el senotido de que el autor habría muerto de muerte repentina. Laobra, tal como la poseemos, proviene de sus escritos póstumos.Es imposible saber cuál sería en ella la parte del .redactor',acosado siempre de nuevo por los problemas de filología. Comoindicio del carácter inconcluso de la obra cabe aducir, anfetodo, el hecho de que en el octavo libro de las historias, elúltimo, no se encuentra ninguno de los discursos reprodu-cidos, tan característicos de los libros anteriores.

Tucídides empieza con una historia griega primitiva, en laque, según un método que tiene cierto aire moderno, se tratade llegar a enunciados positivos acerca de los primeros tiemposdel helenismo. Después de una exposición de las causas yocasiones de la guerra del Peloponeso, sigue la descripciónde la pentecontecia. El libro segundo empieza con la descrip-ción detallada de la guerra y, concretamente, con el asalto noc-turno de Platea por los tebanos en la primavera del 431 a. C.

Lo que Tucídides escribe es ante todo la historia de laguerra y, de modo general, lo militar y lo político figuran enel primer plano del interés. En cambio, los acontecimientosdiplomáticos sólo se mencionan en la medida en qpe son ne-cesarios para la exposición. Esto constituye el carácter unila-teral pero también la fuerza de su obra histórica, altamenteadmirada tanto en los tiempos antiguos como en los modernos.Es un enorme drama el que Tucídides deja transcurrir antelos ojos del lector. A diferencia de Heródoto, para quien laintervención de los dioses es perfectamente natural, J'ucídidesrenuncia a toda explicación sobrenatural. No sin acierto se leha designado por esto como el «naturalista» entre los histo-riadores. No era ajeno a las corrientes ideológicas de su época.Las ideas de los sofistas se encuentran en el célebte diálogode los melios, del libro quinto, pero también en varios otrospasajes de los discursos entretejidos en la obra. Actualmenteestá ya de acuerdo todo el mundo en que estos discursosno se pronunciaban tal como hoy los leemos. Sirven más bienpara ilustrar las respectivas situaciones desde diversos lados ybajo puntos de vista distintos. Esto llega al extremo de que

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Tucídides intercala discursos incluso do:1de nunca los hubo.Debemos admitir, pues, que los discursos en la forma trans-mitida por Tucídides no son auténticos. La cosa es distintapor 10 que se refiere a los documentos incorporados por éla su obra. Aunque, de acuerdo con la práctica antigua, nocabe esperar la reproducción literal, de los textos, los docu-mentos poseen, ante todo, gran interés histórico. UnicamenteTucídides nos ha proporcionado, por ejemplo, los documentosde los tratados concertados entre Persia y Esparta en losaños 412/411, de valor inapreciable para todo historiador(Bengtson, Staatsvertrage, N.o 200-202).

Se relaciona con la obra histórica de Tucídides un impor-tante problema científico, q:le FralJz Wolfgang Ullrich, pro-fesor del Johanneum de Hamburgo, fue el primero en plantearen el año 1845/46. Desde entonces, todo trabajo sobre la obrade Tucídides cae bajo la sombra de la cuestión planteada porUllrich. Según éste, Tucídides se había propuesto inicialmentedescribir solamente la guerra de Arquidamo (431-421), estoes, la primera parte de la segunda guerra del Peloponeso.Sostiene aquél que es a la guerra de Arquidamo a la que sealude en el libro lo cap. 1. Solamente en el curso ulterior dela guerra Tucídides se fue dando cuenta de la conexión entrelas diversas partes de la guerra del Peloponeso, de la guerrade Arquidamo, de 1aexpedición a Sicilia y de la; guerras deDecelía y Jonja. Habría resultado de aquí una concepción total-mente distinta, que según el citado autor ha hallado expresiónen la obra. Ullrich y sus partidarios, entre los que hay quecontar en primer término al gran filólogo' Eduard ' Schwartz,creían encontrar un apoyo decisivo para su tesis en el llamadosegundo proemio de Tucídides (V 26). Presupone éste, enefecto, la totalidad de 1:1 guerra. Entre los analíticos, comoUllrich, y los unitarios, como Eduard Meyer, H. Patzer y otros,el péndulo sigue oscilando todavía de un lado a otro y, sibien la hipótesis de Ullrich no se deja demostrar por comopleto en el estado actual de los conocimientos, lo cierto esque ha proporcionado a la investigación varias sugerencias su-mamente valiosas. La cuestión acerca de cómo la obra se hayaido formando en detalle probablemente seguirá presentandotambién en el futuro un problema apenas susceptible de de-jarse resolver con absoluta seguridad. '

Al decir Tucídides, en el umbral de S:l obra, que ha des-crito la guerra delPeloponeso con la idea de que se tratabadel acontecimiento mayor y más importante de la historia griega,tiene toda la razón. Sólo la enorme extensión del escenario de

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la guerra es notable. Este va desde e! Asia Menor y a través

Ide! Egeo hasta Grecia, y de aquí hasta Sicilia e Italia meri-dional. También Persia intervino en la guerra fraticida griegay decidió, a fin de cuentas, la lucha, gracias a sus subsidiosen favor de Esparta. Son enormes las fuerzas que las dos partesllevaron a la guerra. Condujo a Atenas hasta e! agotamientototal de sus medios materiales, habiendo sido decenas de mi-llares de sus hombres, entre ellos Pericles, arrebatados ya porla gran peste de! año 430/29. Y si además tenemos presenteque la guerra duró toda una generación, en cuyo curso tuvieronlugar en Grecia cambios internos y externos de las mayoresproporciones, y que al final de la guerra se ponen de manifies-to no sólo grandes destrucciones, sino también fenómenos dedecadencia intelectual como e! mundo griego no los había vistoantes ni los volvió a ver después, entonces veremos en laguerra de! Peloponeso la gran crisis, la gran peripecia de lahistoria griega en la época clásica. La guerra constituye unejemplo grandioso de la acción de fuerzas destructoras o inclusoaniqui1adoras en la historia de los pueblos. No son únicamenteindividualidades, como Cleón, Alcibíades y otros, los que par-ticiparon en ella, sino que también las masas fueron presa,tanto más cuanto más duraba la guerra, de la pasión delpoder, con lo que acabaron cavando su propia tumba.

Después de la muerte de Pericles el año 429, es imposibleencontrar ni a un solo político que, con ideas constructivas, estuviera capacitado para imponer un fin al caos de la vicIa po-lítica. Sin embargo, destaca de esta lamentable imagen de la po-lítica griega el espt:ctáculo militar. Tanto por mar como portierra cabe consignar una serie de brillantes hazañas bélicas, delas qu:- aq:.Jí sólo mencionaremos la expedición de Bra,idas através de Grecia y Macedonia hasta la Calcídica. Gradas a losprecisos d:IIOs de Tucídides se encuentran en las operacionesde la guerra ejemplos eminentes para la historia de ésta, peroademás muchas pruebas de la gl1erra psicológica, que aún hoyno han perdido nada de su valor.

Tucídides fue el primero que trató de distinguir entrelas causas profundas y las ocasiones exteriores de la guerra.

Entre las _~usas de la guerra del Peloponeso fi¡,;ura indudable-mente el dualismo entre Esparta y 1\Jenas;-'La OposIcton encarnatambién en el modo y lámanera en- que las dos grandes po-

tencias de Grecia ejercIeron la hegemonía; en efecto, ~entrasAtenas mantuvo a la Liga marítima bajo su estricta dep'énden-

ci~, Esparta,en cambio, defl. a los mIembros de la LIga de!_e!oponeso, dirigida por ella, una amplia libertad interna. Tam-

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bién los pe10ponesios consideraban como amenaza e! hecho deque la idea democrática, partiendo de Atenas, irradiara unafuerza de propaganda cada vez mayor, a la que, incluso losestados peloponesios, sólo lograban sustraerse con dificultad. Esfundamental, sin embargo, la °12osición irreductible entre Ate-nas y Corinto, la reina de! istmo, cuyos intereses cho'caron enJos lugares: en el mar occidental, e! Adriático, y en la Cal.cídica, en Potidea. Corinto debió ver la expansión de! comerciooccidental ateniense con grave preocupación, y hubo de celebrarciertamente con manifiesto alivio e! hecho de que la coloniaTurios rompiera los lazos que la ligaban a Atenas y se aliaracon la colonia espartana de Tarento.

La ocasión de la guerra la proporcionaron ciertas dificulta.des que habían surgido entre Codnto y sus colonias en e!Adriático. Hay que saber, en efecto, que desde la época delos tiranos Corinto se había creado un extenso imperiocolonial. Mientras en los demás casos las colonias griegas fue-

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ron por regla general-ciuCfades-estados autónomos, no fue-asíen el caso de ras colonias corintias, en las que seguía impe-rando la voluntad de la metrópoli, que a menudo interveníat~bi'" en '"' ~unto' 1nt~n". En ¡, wlon;, w<int!, y w"círea de Epidamno (Dirraquio) se había llegado a disensionesinternas, y los demócratas pidieron la ayuda de Corinto, queocupó Epidamno con una guarnición (435). Sin embargo, losolignrcas no se dieron por vencidos y se aseguraron e! apoyode Corcira, cuya flota emprendió e! sitio de Epidamno. Corinto,con cierto número de ciudades aliadas, se enfrentó a los corci-reos por mar, pero el encuentro terminó con la derrota deCorinto fr'::nt'~ al promontorio de Leucimna (en Corcira). Elmismo día firmó Epidamno una capitulación con Corcira (Bengt-son, Staatsvertrage N.o 160). Con todo, este éxito de Corcirano lograba disimular e! hecho de que, a causa de las fuerzassuperiores de Corinto, la situación de la isla seguía siendo muydifícil. Por consiguiente, los corcireos establecieron relacionescon Atenas, llegándose a la conclusión de una llamada epimachia«<alianza defensiva,» (Bengtson, Staatsvertrage N.o 161). Enésta se comprometía Atenas a una ayuda parcial (433). Enefecto, si querían respetarse las estipulaciones de la paz de lostreinta años, del 446/45, habría sido imposible para los ate-nienses concertar con Corcira una verdadera alianza ofensivay defensiva. Según la concepción griega, en cambio, estaba per-fectamente permitido ayudar a un tercero sin tener en cuentalos tratados existentes y sin encontrarse en estado de guerra,por ello, con los firmantes originales de éstos. Hay que con. \

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ceder a los atenienses,pues, que procedieroncon mucha caute-la y que evitaron también, provisionalmente, enojar a los pelo-ponesios.

A continuación Atenas envió a Cordra sólo una pequeñaescuadra (de diez naves); es obvio que esta ayuda apenasalteraba la posición de las fuerzas, pero revelaba que Atenasestaba dispuesta a cumplir su tratado con los corcireos. Juntoa las islas Sibota estaban enfrentadas las flotas de los corin-tios y los corcireos, los primeros de los cuales tenían la supe-rioridad numérica (150 barcos de guerra contra 110); cuandoestaban a punto de conseguir la victoria en la batal1:a naval,intervinieron los atenienses, reforzados entre tanto hasta .30naves, y quitaron a los corintios un triunfo que creían tenerya en las manos (4.3.3).

¿Ha de considerarse casual que en el invierno siguiente(4.3.3/.32) Atenas renovara sus anteriores tratados con Regio yLeontinos? Eran éstos tan importantes para las relaciones deAtenas con el Occidente como para el caso de una contiendabélica con Corinto.

10 mismo que 'en el mar occidental, así chocaban tambiénlos intereses atenienses y corintios en' el norte del Egeo. Laciudad de Potidea, fundación del tirano Periandro, era miembrode la Liga marítima délico.ática, pero había mantenido siemprelas, relaciones con su metrópoli, y Corinto seguía mandando aPotidea a su magistrado supremo, el epidamiurgo. No es deextrañar, pues, que a Atenas le entrara desconfianza y pidieraa Potidea que derribara la muralla de la ciudad del lado delmar y que en adelante no siguiera aceptando los epidamiurgoscorintios. Potidea encontró apoyo en el rey de los macedonios,Perdicas II y, después que se hubo asegurado el con~urso deEsparta, proclamó, juntamente con una serie de comunidadestracias y calcídicas, su retirada de la Liga marítima (4.32). Loscorintios enviaron a Potidea una fuerza auxiliar, mientras losatenienses empezaban a sitiar la ciudad por mar y tierra.

El responsable de la política ateniense era Pericles. ¿Espuramente' casual que directamente antes del inicio de la se.gunda guerra se incoara una serie de procesos contra partida-rios suyos, incluida Aspasia? ¿Está justificado ver en estos pro.cesos la expresión de una oposición contra el estadista ático?Dejando de ,lado el hecho de que el inicio temporal de estasacusaciones (procesos contra Anaxágoras y contra Fidias) noconsta con seguridad (el proceso contra Anaxágoras se sitúaciertamente en una época anterior, v. p. 97), la absolución de

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Aspasia, a quien se había acusado de impiedad y lenocinio,muestra, con todo, que la posición de PericIes se manteníaincólume. Estos acontecimientos, pues, no tuvieron repercusiónalguna sobre la política exterior.

La situación es distinta en lo que se refiere al llamadopsepbisma «<decreto») o resolución popular sobre M~a, so-licitado por Pericles el año 432, que decretó sQ}Jreest:! ciucIaddel istmoÚn severo bloque.() mercantil y le-ceuó por.,completoel acceso a lQs.me.rcad~ de~JGena5 y ,.9~ldominio de la :og-amarítima. . Hubieron de utilizarse como justificacIón algunos

.incidentes fronterizos, cuya importancia fue exagerada muchopor PericIes. Detrás de este agresivo procedimiento contraMégara se encuentra el antiguo resentimiento de Atenas contrala ciudad vecina, cuyos caminos se habían separado de ella enel 446/45 y habla vuelto a ser, desde entonces, un miembroactivo de la Liga del Peloponeso.

tue Corinto la que abota empujó a lLlm.errn,- A solicitudde los corintios 'Y los megareos decretó la apella, la asambleade los ciudadanos espartanos de pleno derecho, que Atenashabía violado los tratados (se aludía con esto a la paz de lostreinta años). También el congreso de los miembros de 19Liga del Peloponeso se decidió por una gran mayoría en favorde la guerra, pese a que los sentimientos estuvieran divididos(otoño del 4.32). Por lo demás, también Delfos se puso dellado de los peloponesios: no sólo animó a los espartanos a laguerra, sino que incluso les dejó entrever con seg~ridad lavictoria y el concurso del dios délfico. No cabe lugar a duda:desde la sesión de la Liga del Peloponeso la guerra con Atenasera un asunto decidido. Con todo, sólo estalló en la primaverasiguiente (431). El tiempo intermedio fue aprovechado porambos lados, pero especialmente por los espartanos, para efec.tuar negociaciones: éstas tenían por objeto demostrar la culopabilidad del adversario. Por lo demás, dichas negociacionesconstituyen un ejemplo categórico del hecho de que ya entonoces se tenía en cuenta, en Grecia, la opinión pública interna-cional.

La ,primera exigencia de Esparta ConSIStIÓen pedir la ex-pulsión de los descendientes de los individuos que habían par-ticipado en el asesinato sacrílego de Cilón. Con esto se apun-taba en primer lugar a Pericles, pues descendía por línea ma-terna de los alcmeónidas, quienes en su día habían atraídosobre sí, por violación del derecho de asilo; la maldición. Ate-nas presentó contrademandas; pidió a los espartanos que eli-minaran la maldición que pesaba. sobre ellos por la matanza

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de ilotas que había tenido lugar en el santuario de Posición deTénaro y a causa de la muerte de Pausanias en el templo deAtenea Ca1quiecos. A estas peticiones de carácter religioso notardaron en seguir las de carácter político. Así, por ejemplo,pidieron los lacedemonios que Atenas suspendiera la empresacontra Potidea, devolviera la libertad a Egina, an:.Jlara el de-creto contra Mégara y garantizara la autonomía de !os griegos.Según Tucídides (II, 140), a continuación PericIes había de-clarado a los lacedemonios como agresores y violadores de lapaz, pues vulneraban las estipulaciones del tratado de paz del446/45, según las cuales, en caso de divergencia, había q'1erecurrir al arbitraje.

¿Habría podido Atenas evitar la guerra, dando satisfacciónal menos en algunos puntos a los lacedemonios? La respuestaa esta pr¡:gunta ha de ser forzosamente negativa. También laopinión de que PericIes, para eludir dificultades de política in-terior, habría trabajado deliberadamente en favor de la guerra,reproche que ya le hizo en su día Aristófanes y ha renovadoen tiempos recientes K. J. Be!och, se revela como totalmenteinfundada y se ve refutada, además, por el plan de guerra delateniense. Es cierto, en efecto, que Pericles no quiso la guerra,pero tampoco se arredró ante ella cuando se vio claramente quela paz sólo podía mantenerse al precio de una humillación deAtenas. La pregunta acerca del culpable puede responderse aquíde forma inequívoca: fue Corinto la que arrastró consigo a loslaccdemonios, que se resistían, y encendió así la antorcha deuna guerra que había de iniciar la decadencia político-militardel helenismo,

¿Qué es lo que estaba en juego en esta guerra? Para Atenasel predominio en el Egeo, la hegemonía sobre la 'Liga maritlm-;y una continuada expansión' de su economía y su comerciQ,que en tedo el ámbito medIterráneo no tema par. Esparta ylos peloponesios afirmaban, por su' parte, que desenvaiñaban laespada por la libertad de los mares y por la autonomía -de losestados gnegos, que se habrían visto restringla¡¡s por Ios~abu-sos de Atenas -- . -

- La distrib~ción de las fuerzas de los dos bandos es muyilustrativa. E ta era la otencia más fuerte, por tierra, enGrecia. Juntamente con los miem ros e a ¡ga e e oponesop'oaía movilizar un ejército considerable de hoplitas, un totalde 40.000 individuos, a los que se' añadían además los con.tingentes de la Liga J:>.eocia,de los fo¡;enses y los lacras, de laGrecia central. En el Peloponeso sólo permanecieron neutraleslArgos y Acaya. Argos estaba ligada a Esparta por medio de un

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Fig. 4. Grecia en vísperas de la guerra de! Peloponeso.

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tratado(v. supra p. 85). La flota de lospelopol1csios era muyinferior a la de los atenienses. Eran ante todo las ciudades marítimas de Corinto, Mégara y Sición las que contribuíanesencialmente a la flota, con sus barcos, pero aún así no se pa-saba de cien trirremes. Por lo que se refiere a la situaciónconjunta, 'los enemigos de Atenas tenían en su favor una granventaja estratégica: podían operar con la masa principal de lasfuerzas desde e! Pe!oponeso y, mediante la movilización de losaliados de Grecia central, especialmente de, Beocia, atacar a losatenienses también desde el norte, tomándolos en tenaza.

Frente a la movilización en masa de la Liga de! Peloponesolos atenienses eran manifiestamente inferiores por tierra, puesAtenas sólo logró juntar 13.000 hoplitas para el ejército terres-tre de campaña, ya que los demás, aproximadamente 16.000individuos de los reemplazos anteriores, sólo podían tomarse encucnta para fine~ de guarnición o de defensa. En cambio, laflota, con su~ .300 trirremes, constituía una máquina de guerraformidable, a la que se añadían además los contingentes deQuíos y Lesbos y de los nuevos aliados del mar Jónico, estoes. de Corcira, Cefalonia (v. p. 83) y Zacinto (Zante). La flotamantenía abiertas fácilmente las vías marítimas hacia Atenas yaseguraba, en esta forma, la importación de las mercancías in.dispensables.

La intención de Pendes consistía en mantenerse a la de-fensiva por tierra y en tomar la ofensiva por mar; quería in.tranquilizar a los pelopones¡os mediante desembarcos por sor.presa en sus costas. Por supuesto, este plan requería por partede los atenienses gran disciplina y devoción. Dado que habíaque contar con una invasión del ejército peloponesio federadosuperior, se habían adoptado disposiciones para la evacuacióndel Atica. Toda la población rural había de ser alojada en e!espacio existente entre ambos lados de los Muros Largos, mien.tras que la tierra llana, con excepción de un par de castillos,había de cederse a los lacedemonios. Atenas, los Muros Largosy el puerto del Pireo formaban una sola fortaleza gigantesca,cuya defensa fue confiada a los hoplitas de los reemplazos másantiguos, en tanto que e! ejército de campaña quedaba libre paralas operaciones contra los peloponesios. Con la flota tambiénse podía transportar el ejército Q regiones transmarinas, si lasituación 10 requería. En Atenas nadie pensaba en una derrotadel enemigo y solamente una estrategia de desgaste podía con-ducir al objetivo perseguido.

r La p:uerra del Peloponeso es una guerra civil griega. Nadacambia en este hecho el que también in~rvinieran potencias'---

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extranjeras (primero Macedonia, y luego Persia). Pero obser.vamos con sorpresa y detcpcJOn, coñtOdO, q'ue la idea dela solidaridad étnica de todos los griegos no fue esgrimida porninguna de las partes durante los casi tres d,.-ceniosde dura-ción de la contienda. Esto encuentra su explicación ante todo,en la autonomía de las comunidades griegas y en el estrechopatriotismo de sus habitant~s Las violentas oposiciones entrelos griegos fueron las que decidkron el contllcto, esto es, loscelos de' Corlnto' en relaciOn con el comercio, "[¡ opresión de'Megara y, en general el miedo de los ~{)ponesios ante unanueva expamron-de Atenas, que, comparable ar ímpefio coloIDalbritánIco, se había asegurado por doquier bases importantes:en Tesalia, en Tracia, en e! Helesponto y el BJsforo, en la costaoccidental de Asia Menor, en las islas del mar Egeo, en elmar Jónico, e incluso en e! estrecho de Mesina y en Sicilia.'Hasta donde alcanz:tba e! mar, hasta allí llegaba la banderaateniense: era respetada y temida en e! mundo entero. No sepodía ocultar a ningún peloponesio, y menos aún a los lacede-monios, que llegaría un momento en que nada podría hacerse ene! mundo griego sin la conformidad o la aprobación expresa deAtenas. También en Esparta había politico;, darividentes queconsideraban su deber oponerse a semejante evolución mientrasera tiempo todavía. Vista la cosa desde Esparta y desde elpunto de vista de los demás peloponesios, aquélla era unaguerra preventiva: el poder de Atenas había ,. de reduCIrseauna medida que resultara soportable para los peloponesios. Porlo demás, apenas hubo de contarse allí desde el principio conuna victoria completa de las armas peloponesias. '

El primer capítulo, esto es, la guerra de- Arquidamo. duródiez años, del. 431 al 421. Lleva el nombre del rey espartanoArquidamo que. .fondujo el contingente de los peloponesios alAtica, Pese a que él mismo no era un entusiasta de la guerra.Las acciones empezaron con ~n poderoso ataque de los teba-ríos c.ontra Platea (marzo del 431). Entre las dos ciudadesexistían desde hada tiempo fuertes tensiones. Tebas perseguíala ampliación y la perfección de la LIga beocia, que ella capita.neaba. y no quería renunciar a Platea, que tenía amistad conAtenas. Las intenciones de los peloponesios se veían favoreci.das por la existencia en Platea de un grupo amigo. Sin embar-go, el ataque fracasó, los tebanos que habían penetrado en laciudad. 180 en número. fueron capturados y. contrariamente ala promesa dada. fueron ejecutados. A una demanda de auxiliode los plateenses, los atenienses establecieron en Platea unaguarnición. evacuaron a las mujeres y los niños. y la ciudad

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misma se preparó para el sitio. Los acontecimientos de Plateaconstituían una violación flagrante de la paz de los treinta años.

En mayo del 431, o sea, solamente..AQs1!1eses-después, hizosu aparición el ejército peloponesio sobre el suelo ático. Ar..!}uidamo, reYJle Jos lacedemonios. hizo un nuevo intento dellevar a los atenienses a hacer concesiones. Pero Pericles semantuvo firme, e incluso se había promulgado una resoluciónpopular que prohibía negociar con el enemigo bajo la presióndI': las armas. Los atenienses pusieron sus familias y sus bienesmás valiosos en seguridad en el espacio comprendido entre losMuros Largos. Allí fue alojada toda la población ática, enalojamientos improvisados, apelmazada en un espacio reducido.Hubo de constituir una dura prueba de esta resolución con-templar desde las almenas de las murallas cómo los trigales delAtica eran pasto de las llamas y cómo los viñedos y los oliva.res- eran destruídos por los peloponesios, Al escasear los víve-res de los pe]oponesios, éstos se acercaron más a Beocia y em.prendieron finalmente la retirada, siendo licenciados los con-tingentes de los diversos estados para que pudieran volver loshombres a sus casas. La campaña no había durado más de un

I mes. La réplica de Atenas consistió en el envío de una escua.dra de 100 trirrernes contra la costa del Peloponeso. En losbarcos iban 1.000 hoplitas y 400 arqueros. Fracasó un ataquecontra Metone, porque los espartanos tenían en ella, en lapersona de Brasidas, Q un excelente general; pero los ateniensesfueron más afortunados, en cambio, con un desembarco en laregión de Elide. Fue mucho más peligrosa que esta política dealfilerazos la incursión de la flotaateniense en el mar Jóníco,donde la isla de Cefalenia no tardó en ponerse del lado deAtenas. En el golfo Sarónico, Pericles expulsó a los hablotantes de Egina quienes, con el beneplácito de los espartanos,pudieron establecerse en la región de Tirea. Este cambio de re.sidencia constituye un punto luminoso de humanitarismo grie-go en medio de los horrores de la guerra del Peloponeso. Demodo totalmente distinto se comportaron los atenienses másadelante, el año 424, cuando Nicias desembarcó en Tirea, hizoprisioneros a los eginetas y se los llevó a Atenas, donde fueronejecutados.

Las acciones por tierra de los atenienses fueron insignifi-cantes. Pericles devastó extensas regiones de Mégara, y en elnorte seguía luchándose frente a la ciudad de Potidea. Losatenienses la habían cercado y su caída era solamente cuestiónde tiempo. Potidea encontró apoyo en el rey Pe1'dícas II de losmacedonios, en tanto que los atenienses enconttaban un vaHoso

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aliado en Sita1ces, rey de los OO1'is05tracios. Mediante suunión con el soberano tracio se abrió a los atenieness un vastoterritorio interior que, sobre todo gracias a su abundancia enmaterias primas y esclavos, fue de un valor incalculable para laeconomía de su ciudad. Sin embargo, las grandes esperanzasque Atenas había puesto en el nuevo aliado no se realizaron.

f,. 2.rincipios det verano del año 430 aparecieron los pelo-ponesios por segunda vez en Atica. Sólo pocos días despuéshizo también su aparición otro huésped indeseable: ;.gJUes.teque, importada del otro lado del mar, q.tl~Ó.en Atenas los másterribles estragos. En la ciudad hacinada, la epidemia encontróun terreno abonado. Tucídides ha descrito la enfermedad contodo detalle (nI, 48.54), y cuenta que la sufrió él mismo yvio a otros que la sufrían. Si hemos de otorgatle crédito, lap¡¿ste se habría iniciado primero en Etiopía, habría pasadoluego a Egipto y tibia, se habría mostrado a continuación enAsia Menor y habría sido llevada por barco al Pireo. Gracias ala descripción de Tucídides conocemos perfectamente el cursode la enfermedad. Empezaba ésta con un gran calor en lacabeza y escozor en los ojos, a continuación de lo cual notardaban en presentarse náuseas, con fuertes convulsiones y untragar seco. La piel se cubría de tumores, los enfermos pade-cían una fiebre muy alta y sufrían desasosiego e insomnio. Enla mayoría de los casos, la crisis se presentaba en el séptimoo el noveno día. En aquél que la sobrevivía, la enfermedad pa-saba al vientre; los individuos se veían atormentados por su-puraciones y diarrea y morían de debilidad. Y el que pasabatambién esta etapa quedaba con huellas de la enfermedad enlas extremidades, y. algunos perdían incluso algún miembro ola vista, en tanto que otros perdían la memoria. No pareceque se produjeran recaídas. Frente a la peste, todo auxiliomédico se revelaba como inútil. Incluso hoy la ciencia no estátodavía en condiciones de definir la enfermedad exactamente.Parece que la peste bubónica y el tifus cxantemático han que-dado excluidos, y sólo puede decirse que hubo de tratarse deuna grave enfermedad infecciosa.

La peste hizo estragos en Atenas durante dos años y seextendió también a otras regiones; así, por ejemplo, para lalejana Roma está atestiguada en el año 436 una peste que esidéntica, no cabe duda, a la de Atenas. Por 10 demás, se des-prende de aquí que la cronología vulgar de Lívio (IV, 21) es-tá anticipada en seis años. En Atena3, la peste se llevó encuatro años (430, 429, 426 Y 425) ujla tercera parte de la po-blación ática. Tan grave como la pérdida en vidas fue el efecto

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sobre la moral de los atenienses. Cuanto más se extendía laenfermedad, tanto más se apoderaba de los individuos la in.diferencia y e! desconcierto, pero por otra parte también lafrivolidad y e! afán de placeres.

Al enterarse de la aparición de la epidemia.. los pelopo-nesios evacuaron inJ?ediatamente e! Ati¡:a. Con excepción deunos pocos casos (Figalia), la peste no apareció en el Pe!o-poneso en parte alguna. Por supuesto, se había recurrido allía_rm:~ preventivas categóricas, ya que to.do ateniense y todomiembro de la Liga marítima que caía en manos de los pe-loponesios era ejecutado en e! lugar mismo. En Atenas laira de la población se dirigió contra Pericles, cuyo plan deguerra, mediante e! hacinamiento de la población ática en lazona de los Muros Largos, hábía proporcionado a la peste, se de-cía, un terreno abonado. Primero se intentó llegar a la pazcon Esparta, pero al fracasar esto ante las exigencias de loslacedemonios, la oPosición emprendió e! ataque principal, conel apoyo de la población, contra Peljcj¡;s. Por decreto de laasamblea, fue depuesto de su cargo de estratega y acusadoademás de desfalco del erario, por lo que se le condenóa una multa pecuniaria. POi' lo demás, este reproche hubo deSCJl",con la mayor probabilidad, absolutamente infundado, por-que si alguien se guardó de enriquecerse en Atenas a expen-sas de la colectividad fue Pericles.

Con la capitulación de Potidea, después de dos años de si.tio, se anotó Atenas en la. primavera de! 429 un éxito impor-tante en e! norte de! Egeo. Las cadiciones que se concedie-ron a Potidea fueron muy benignas: a sus habitantes se lespermitió abandonar la ciudad, pudiendo llevarse cada hombreun vestido y dos las mujeres, así como algo de dinero parael camino.. Podían escoger la residencia libremente. Sin em-bargo. el éxito de los atenienses se vio contrarrestado por e!hecho de que, pocos meses después, el ejército ático de ho-plitas fue derrotado en lucha contra los calcideos junto aEspartolo. Es éste e! primer encuentro en que la caballeríay los peltastas (soldados de infantería ligera) se inlponíana los hoplitas.

En ocasión de las elecciones de estrategas de la primaveradel año 429, Peric!es se había vuelto a imponer. Pero erademasiado tarde, porque, marcado por la enfermedad, era ya,después de la muerte de sus dos hijos legítimos, un individuoacabado, y falleció a los tres, meses de haber obtenido e! cargo(en verano de! año 429). Con él bajó a la tumba toda unaépoca a la que él había imprimido e! carácter de su genio.

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Pericles no dejó herederos poHticos en sentido propio. Pasa-ron a ocupar su lugar unos políticos de! tipo de Eúcrates, Lí.sicles y ,Gleón, individuos todos ellos que, en cuanto hom.bres de oficio, sufrían menos de los males de la guerra quelos campesinos, cuyos campos volvían a ser constantementeincendiados por los pe!oponesios. Eúcrates explotaba un mo-lino y un negocio de cáñamo. Lísicles, con quien más ade-lante se casó Aspasia, era tratante en ganado, y ~ Cleón, elmás importante de este triunvirato, poseía una curtiduría yun negocio de cuero. A estos tres individuos se agregó másadelante también Nicias, hijo de Nicerato, quien se distinguióreiteradamente en la guerra de Arquidamos. Pero tampocoNicias era un Pericles y, en particular, no estaba en condi-ciones de ejercer en e! terreno político aquella influencia quehabría sido necesaria para terminar la guerra con un resultadofavorable para Atenas.

Entre las hazañas más brillantes de la historia naval áticafiguran las operaciones de Formión en el golfo de Corinto(429). En efecto, pese a la superioridad numérica de los ad-versarios, Formión logró establecer y mantener un bloqueomarítimo en el estrecho de Río, encerrando en el golfo lamayor parte de la flota pe!oponesia, con 10 que quedó des.cartada para las operz.ciones navales. Después de un rodeopor Acarnania, donde ocuparon e! poder en diversas locali-dades los partidarios de Atenas, como en Estrato, Formiónregresó por Naupacto (Lepanto) a Atenas. Pese a sus éxitosindiscutibles, fue acusado poco después ante los tribunales ycondenado a una multa pecuniaria. Como no pudo pagarla,cayó en atimía «<deshonor») y no pudo volver a ocupar cargoalgupo.

El año 428 llevó aparejada para Atenas una crisis muygrave. La rica isla de Lesbos se separó, con excepción de laciudad de Metimna, de los ate11Íenses.Lesbos había sido du-rante medio siglo uno de los aliados más fieles de Atenas.Para ésta, la defección se producía en un mal momento, por-que podía arrastrar fácilmente a otros círculos y hacer peli-grar el dominio ático en la costa asiática y e! He!esponto. Les-bos se asoció a Esparta e incluso fue admitida con las debidasformalidades en la Liga de! Pe1oponeso. Sin embargo, lospeloponesios dejaron de prestar una ayuda eficaz, en tantoque los atenienses, por e! contrario, enviaron a Lesbos al es-tratega Paques. Este llevó consigo 1.000 hoplitas en las naves;por lo visto no había remeros, ya que los hoplitas tuvieronque remar. Paques cercó la ciudad de Mitilene con un muro.

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La expedición costó mucho dinero; por vez primera hubo querecurrir a un impuesto directo sobre la forruna, a una eis-phora «<contribución»), que produjo 200 talentos. También lostributos de los aliados fueron recaudados con particular seve.ridad. Ya en ocasión de la resolución relativa al impuestosobre la fortuna intervino Cleón activamente, y la primaverasiguiente fue elegido como helenotamías (recaudador de losimpuestos de la Liga marítima), en tanto que aparecen enotros cargos importantes Nicias, Eurimcdonte y Demóstenes,estr¡ltegas los tres. En Mitilene esperaban en vano la ayudade Íos peloponesios. Al jefe de su flota. Alcid~s, le faltó elvalor necesario y, por otra parte, el sistema de comunicacio-nes falló por completo; únicamente cerca de Eritras, en lacosta de Asia Menor, obtuvieron los peloponesios noticia ciertade que Mitilene había capitulado una semana antes (en juliode 427). El tratado concertado entre Paques y los mitileneoses, en su redacción, perfectamente inocuo (Bengtson, Staats-vertrage n.O 170); sin duda, los mitileneos se rendían incon-dicionalmente, pero Paques se comprometía a no ejecutar, daren esclavitud o meter en la cárcel a ninguno de ellos antesde que volviera de Atenas la embajada de los mitileneos. Mien-tras tanto. en Atenas los ánimos se caldeaban. En una asam.blea popular dramática se decretó, a propuesta de Cleón, quetodos los mitileneos adultos fueran ejecutados y que las mu.jeres y los niños fueran vendidos como csclavos. Al día si-guiente se revisó la monstruosa resolución: sólo habían demorir los mitileneos enviados por Paques a Atenas, en con.junto unos mil. El elevado número que figura en el texto deTucídides (nI 50, 1) siempre ha sido motivo de reparo; se hapensado en un error de escritura y que en lugar de A (1.000),había de leerse !\ (30). La cuestión habrá de permanecerindecisa, a menos que se pueda decidir algún día basándoseen material documental. Las ciudades de Lesbos, con excep.ción de Metimna que había permanecido fiel a los atenienses,perdieron su independencia; sus tierras fueron expropiadas ydistribuidas por sorteo entre clerucos atenienses.

Poco tiempo después, en pleno verano del año 427, tocóa su fin el sitio de Platea; desde el verano del año 429 ladesgraciada ciudad había sido sitiada por peloponesios y beo-cios, y Atenas no había estado en condiciones de ayudar asu aliada. Sólo quedaba en ésta una pequeña hueste, despuésque, en un intento afortunado, la mitad de la guarnición, 214individuos en total, habían logrado atravesar las líneas ene-migas y abrirse paso hacia Atenas (invierno del 428/27). Los

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espartanos habrían podido tomar la ciudad sin gran esfuerzo,pero temían hacerlo porque contaban con que, al concertarsela paz, las localidades tomadas por la fuerza habdan de serdevueltas a sus propietarios anteriores. Los espartanos se ha-bían comprometido de antemano a constituir un tribunal ycastigar solamente a los habitantes de la ciudad que fuerancriminales. Sin embargo, nunca tuvo lugar un verdadero pro-cedimiento judicial, sino que los jueces espartanos hicierona cada prisionero una pregunta capciosa: si durante la guerrahabían hecho algún favor a los peloponesio>; como ningunopudo contestada afirmativamente, los ejecutaron a todos, esdecir, a unos 200 p1ateenses y a unos 25 atenienses. La actitudde los espartanos constituye un ejempo elocuente de la psico-sis de guerra. Es obvio que el tratamiento infligido a losplateenses era contrario a todos los principio> del derecho in.ternacional. Pero no debe olvidarse que también los plateenseshabían cometido una violación flagrante de dicho derecho alejecutar, contrariamente a su promesa, a los tebanos que ha.bían penetrado en su ciudad (v. sttpra, p. 149). La ciudad dePlatea pasó a ser propiedad de los tebanos; fue destruida }?orcOl:\1pletoY borrada- de la lista de las ciudades griegas. "

El año 427 se distingue por el hecho de que estalló unarevolución oligárquica en Corcira. La isla se había aliado conAtenas, pero el retorno del cautiverio corintio de aquellosprisioneros corcireog que habían sido capturados durante labatalla de las islas Sibota. habían preparado el terreno parauna subversión. Las luchas internas de Corcira, libradas porambas partes con el mayor encarnizamiento, constituyen unaprueba del odio enorme que se había acumulado en amboslados, tanto entre los oligarcas como entre los demócratas.La intervenciÓln de- las fuerzas navales atenienses bajo elmando del estratega Nicóstrato tampoco condujo a una solu."ción. Corcira concertó una alianza formal con Atenas (Bengt-son, Staatsvertriige n.O 172) que sustituía la antigua epimaquía(v. supra p. 143), pero las luchas de los partidos volvieron a avi.varse y, bajo la tolerancia tácita del ateniense Eurimedonte, lased de sangre de los demócratas, de la que caían víctimasnumerosos miembros del partido contrario, hacía estragos enCorcira.

Apenas quedó restablecida la influencia de los ateniensesen Corcira, éstos enviaron una escuadra de veinte naves a Si.ciHa. Se trata de la .primera expedición siciliana de los ate.nienses que, en otoño del año 427, había dejado el Pireo bajoel mando de Laques. Precede a esta empresa la célebre em-

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bajada en Attnas del sofista Gorgias de Leontinos. Esta es.taba entonces en guerra con la poderosa Siracusa. Del ladode Leontinos estaban las ciudades caIcideas de Sicilia y, ade.más, la doria Camarina y, finalmente, Regio. Los siracusanos,por su parte, estaban apoyados por cierto número de ciuda.des dorias (Gela, Selinunte, Mesina, Hímera) y, en el sur deItalia, por Locris Epicefiria.

La escuadra ateniense ancló en el puerto de la aliada Regio,pero no logró' gran cosa a causa del reducido número de trirre.mes disponibles. Entre otras acciones, se emprendió una expe-dición de saqueo contra las islas Líparas (hoy Lípari), áliadasde Siracusa. En el año siguiente (426) también Mesina sepasó Q la coalición ateniense con. lo que resultó que Atenas ysus aliados controlaban los estrechos entre Italia y Sicilia. Ha.licias (en Sicilia occidental) concertó con Atenas un tratadode alianza del que se ha conservado parte (Bengtson, Stoots-vertriige n.O 174). También el tratado con Egesta (Segesta)fue renovado por Laques.

¿Qué buscaban los atenienses en Occidente? No cabe dudaque querían ante todo atacar las comunicaciones entre Corintoy Siracusa. Por otra parte, los atenienses habían de contarsiempre con la posibilidad de que los siracusanos se decidie-rana mandar barcos de guerra a los peloponesios, lo quehabría constituido un refuerzo esencial de la flota contraria.La tarea de Laques consistía, pues, en fijar a los siracusaposen la isla de Sicilia, y en minimizar la influencia de los pelo-ponesios, sobre todo de los corintios, en Occidente.

El año 426 los espartanos establecieron en Grecia unabase central, cerca de las Termópilas: fue ésta la coloniaHeraclea, en el monte Eta; sin embargo, sus deseos sólo secumplieron en parte, pues los tesalíos combatieron la coloniaencarnizadamente. En general, dicho año se caracteriza por laextensión de la guerra a nuevos escenarios. Bajo el mando deDemóstenes y Procles, los atenienses penetraron en Etolia; sinembargo, los éxitos fueron inicialmente tan exiguos que De.móstenes no se atrevió a volver a Atenas al terminar el pe.riodo de su cargo. Péro luego, en alianza con los acarnaniosy los anfiJóceros, logró derrotar en una batalla a campo abiertoa los ambraciotas y los peloponesios. Con todo, no pudo con.seguirse un éxito categórico, porque los griegos occidentales,hasta entonces enemistados entre sí, concertaron en el invier-no del 426 una alianza por cien años, con objeto de evitarel predominio de Atenas (Bengtson, Stootsvertriige n.O 175).

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El año 425 constituyó un punto crítico en la guerra. Enla primavera se hizo a la mar una flota ateniense de cuarentanaves, con la misión de llevar refuerzos a Sicilia. Tambiénse encontraba a bordo, aunque sin mando, Demóstenes. Este,que reunía dotes de estratega, apreció la oportunidad de per-judicar a los espartanos mediante un desembarco en ]a costade Mesenia. Cuando se tuvo que refugiar la flota en la bahíade Pilos a causa de un temporal, persuadió a los dos estra.tegas con mando, Eurimedonte y Sófocles, hijo de Sostrátides,para que ocuparan la península de Corifasion a fin de entrardesde. ella en comunicación con los mesenios. Mientras el gruesode las n,lVes proseguía ]a navegación hacia Corcira, Demós.tenes se quedó atrás con cinco barcos de guerra y algunoshoplitas. Los espartanos no estuvieron afort:mados en su répli-ca. Sin duda, pudieron ocupar ]a isla rocosa de Esfacteria,al sur de Pilos, pero la flota ateniense, regresando de Zacinto(Zante), bloqueó las dos entmdas de ]a bahía de Pilos yaisló a 420 hoplitas lacedemonios, entre ellos a unos 200 es-partanos, en aquella isla. Ante la amenaza inminente de lapérdida de aquellos guerreros absolutamente insustituib]es, Es-parta concertó un armisticio para la región de Pilos, y estabadispuesta a entablar- con Atenas negociacionesde paz. Si enésta hubiera habido entonces un verdadero político, no cabeduda que habría aprovechado el favorable momento para llegarcon Esparta y el Peloponeso a una paz tolerable. La guerrase encontraba ya en su séptimo año. Por desgracia, sin em.bargo, el poder político estaba en Atena5.-en..manos de losradicales, sobre todo de Cleón. Como no se lograba hacerprisioneros a los hlcedemonios aislados en Esfacteria, la asam-blea popular ateniense encargó finalmente a] propio Cleón,que había fanfarroneado mucho, que liquidara el asunto. Losatenienses desembarcaron en la isla un número de guerrerosmuy superior al de los enemigos y obligaron a rendirse alos que quedaban en ella, esto es, 292 hoplitas, entre ellos 170espartanos. Este éxito debe atribuirse principalmente a Demós.tenes, que aconsejó a Cleón muy acertadamente.

Sin embargo, los frutos de la jornada los cosechó Cleón.Fue colmado de honores y supo aprovechar e] favor del mo-mento .para recaudar nuevos fondos a fin de proseguir ]aguerra. Cleón hizo triplicar los trIbutos de los aliados; lasuma importaba ahora 1.460 talentos. Por otra parte, se aumen-taron las dietas de los jurados de dos a tres óOOlos.

En la lucha contra los pe]oponesios los atenienses estu.vieron también afortunados en otros lugares. En el mismo

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año, 425, ocuparon la península de Metana, cerca de Trecén,yal año siguiente Nicias conquistó la isla de Citera, con loque se infligió un gran daño al comercio de los pelopo-nesios, y, finalmente, cayó también en manos de los ate-nienses 'el puerto de Ni~ea, junto a Mégara. Proyectó unasombra sobre estos éxitos la derrota ateniense en Delión (424).Aquí, en Beocia, tuvo lugar la única batalla en campo abiertoque se libró entre ambos rivales, y los beodos se mostraronsuperiores a los hoplitas atenienses. El resultado de la ba-talla constituye una prueba contundente de lo acertado delplan de guerra de Pericles, quien había previsto mantener entierra una estrategia estrictamente defensiva.

También en Sicilia estaba declinando la influencia atenien-se. En presencia de los refuerzos atenienses los siciliotas sedecidieron por la paz (424), animados en tal sentido por elsiracusano Hermócrates. En un congreso l:elebrado en Gelase concertó una paz general, y los siciliotas invitaron a losatenienses a formar parte del tratado. Esto tuvo efectivamentelugar, y a continuación la flota ateniense abandonó Sicilia:una empresa iniciada con grandes esperanzas se había reve-lado como ineficaz. Por lo demás, la rivalidad interna entrelos griegos de Sicilia no tardó en reavivarse.

La guerra tomó un nuevo giro gracias al espartano Bra-sidas. Este individuo se había distinguido ya reiteradamentepor su gran audacia y decisión; en las luchas por Pilas habíasido herido de gravedad. A él le debían los peloponesios elque, pese a la pérdida de Nisea, Mégara pudiera conservarse.Brasidas dio a la estrategia una nueva concepción. Hasta en-tonces, los peloponesios habían asolado el Atica casi cadaaño, manteniéndose en el propio Pe1oponeso a la defensiva,sin que se emprendieran grandes acciones de ataque. No podíapasarse por alto, con todo, que Atenas tenía un talón deAquiles, y éste se encontraba en Tracia y en la penínsulaCalcídica. Si se aplica la palanca aquí, podía conseguirse,en unión con Macedonia, un éxito mayor. Con 1.700 hoplitas,Brasidas se trasladó, en el otoño de 424, desde el Istmo y através de Grecia central, hacia la base espartana de Heraclea,y desde allí, a través de Tesalia y Macedonia, a la penínsulaCalcídica. Las primeras ciudades que se pusieron de su ladofueron Acanto y Estagira; sin embargo, el éxito más impor-tante lo constituyó la conquista de Anfípolis. Con los anti-guos miembros de la Liga marítima procedió Brasidas en formaextraordinariamente benigna. Los tratados de capitulación se-ducen por su magnanimidad excepcIOnal (Bengtson, Sfaatsver-

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trlige n.O 181 a 182). Se relaciona con la pérdida de Anfí-polis el destino personal del historiador Tucídides, pero faltael material necesario para poder juzgar acerca de su culpa oinocencia. Mediante la toma de otras localidades, especialmen-te de Torone, en la península de Sitonia, la posición de Ate-nas en Tracia se vio muy debilitada. Numerosas comur.idades,disgustadas y enojadas por la elevación del tributo, sólo espe-raban un signo para hacer defección.

En Atenas y Esparta el anhel2...4_~12..az...,seJlacía,.-cada díamás fuerte. Los exponentes de esta tendencia eran ante todoNicias en Atenas, y el rey Plistoanacte en Esparta. En estauItima se estaba muy preocupado por la suerte de los prisio-neros de Pilas, que los atenienses consideraban como unaprenda en su poder: se había amenazado a los espartanos conejecutarlos si el ejército pe1oponesio se atrevía a volver ainvadir el Atica. Así se llegó en la primavera del 423 a unarmistJs:io entre Atenas y Esparta, en el que fueron incluidosl;s aliados de ambas partes (Bengtson, Staatsvertrage n.O 185).El documento, que se ha conservado en Tucídides (IV, 118),pone de manifiesto, en forma interesante, las prácticas diplo-máticas de los griegos. En el tratado se fijaban varias líneaslocales de demarcación entre ambas fuerzas; por lo demás, seconfirmaba la existencia de las posesiones territoriales de losdos beligerantes y, en relación con las cuestiones controverti-das, se preveía un procedimiento de arbitraje.

Pero se frustraron las esperanzas de llegar prontamente aun tratado de paz formal. Dos días después de haber sidofirmado el tratado de armisticio hizo defección, en el ladode Palene de la península Calcídica, la ciudad de Esciona.Hubiera debido ser devuelta a los atenienses, pero Brasidas senegó a hacerla. Así, pues, siguió la guerra adelante y, me-diante una alianza con el inestable rey Perdicas II de Mace-donia y el príncipe Arrabayo, de Lincestas, los atenienses lo-graron cierta ventaja en el norte (Bengtson, Staatsvertragenúmero 186). En esto Cleón apareció con un fuerte contin-gente en el escenario septentrional de la guerra, y a la recon-quista de Torone siguieron otros éxitos notables. Sin em-bargo, desgraciadamente Cleón se dejó inducir a un ataquecontra Anfípolis en el que fue sorprendido por Brasidas ytotalmente derrotado. Además de Cleón, murieron 600 hopli-tas en el campo de batalla. Se dice que el enemigo sólo perdiósiete hombres, pero entre estos siete se c-ncontraba tambiénBrasidas (otoño de 422).

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Tanto en Esparta como en Atenas los partidarios de laguerra habían perdido a sus respectivos jefes, y el anhelode paz crecía intensamente en ambos estados. Esparta teníadificultades en el Peloponeso y estaba además preocupada porla suerte de los prisioneros que se encontraban en poder delos atenienses. Nicias fue el principal responsable de habercreado en Atenas, contra la resistencia de los elementos radi-cales, los supuestos para la conclusión de la paz. Entró éstaen vigor a principios de abril del año 421. Fue concertadapara un período de cincuenta ,años. Sus estipulaciones nos sonconocidas por un documento conservado en Tucídides (V, 18)(Bengtson, Staatsvertriige n.O 188). El tratado preveía esen-cialmente el restablecimiento de la situación anterior a la gue-rra: Anfípolis revertió a Atenas, y los habitantes de las co-munidades que volvían a ésta obtenían el derecho de elegirnueva residencia. Cierto número de ciudades calcídicas fuerondeclaradas autónomas, aunque con la obligación de pagar aAtenas el antiguo tributo (no las cuotas de la imposición deCleón) fijado por Arístides. Atenas hubo de abandonar 10.puntos ocupados en la costa del Peloponeso. Delfos y su san-tuario fueron proclamados autónomos expre.>:unente.

/ La paz de Nicias ponía fin a una lucha llena de vicisi-I tudes, de diez años de duración, y sin una decisión clara.

Los dos adversarios habían conseJ:\Zadoesencialmente sus po-I

.sesiones anteriores, pero no podía ocultarse a nadie que Ate-

\. nas salía de la guerra debilitada, No se había recuperadotodavía de las grandes pérdidas de vidas a causa de la peste,y la muerte de Pericles había dejado un vacío imposible dellenar. Estas ,pérdidas no quedaban en modo alguno compen-sadas por la situación que Atenas se había creado en el marJónico mediante la adhesión de Colcira, Cefalenia y Zacinto.Estas islas constituían, sin duda, los eslabones para la comu-nicación entre Grecia e Italia, pero cualquiera habría previstoque Corinto haría todo lo posible para anular nuevamenteel dominio ateniense en el mar Jónico.

De hecho, Corinto no era la única que estaba en contrade la paz concertada por Espartaj también se negaron a su-marse a ella Mégara, Blide y Beocia. Esparta se sintió aisladapor la conducta de sus aliados y concertó con Atenas unaalianza defensiva por cincuenta años. Los contratantes se com-prometían, en caso de un ataque de terceros, a ayudarse mu-tuamente. En el supuesto de un levantamiento de Hotas, Ate-nas también había prometido su ayuda a Esparta (Bengtson,Staatsvertriige n.O 189). Es posible que hubiera individuos, de

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uno y otro lado, que esperaran un dominio común de ambosestados sobre toda Grecia.

La réplica de Jos anteriores aliados de Esparta se pusode manifiesto en la firma de una extensa alianza peloponésica.Pertenecían a la misma, al lado de Argos, que hasta enton-ces se había mantenido fuera del conflicto, Corinto, Elide,Mantinea y, además, los calddeos. Esta alianza (Bengtson,Staatsvertriige n.O 190) produjo un efecto positivamente ex-plosivo. Desgarraba la península en dos partes separadas, por-que ni Mégara ni Tegea estaban dispuestas a romper con Es-parta. Por lo demás, tampoco los beocios se fiaban muchode Argos.

También para los atenienses era desafortunado el curso delos acontecimientos. Los espartanos simplemente no estabanen posición, aun de haberlo querido, de wmplir las condi-ciones de la paz de Nicias. Ante todo, Esparta no podía tomarsobre sí, ante la faz del mundo, la tarea de obligar a suspropios aliados renuentes, ante todo a Corinto y los caIcideos,a aceptar, por la fuerza de las armas, las condiciones de lapaz. Se añadía a esto el hecho de que en' Atenas iba ganandoterreno una tendencia que distaba mucho de ser moderada.En la primavera del 420 había sido elegido estratega Alci-bíades, hijo de Cinias. Aldbíades, educado en casa dePericles, es el prototipo del hombre violento para el quetanto en su vida personal como en la política, todos 10'9.medios eran buenos con tal de que favorecieran sus finesegoístas. Marcado por el espíritu de los sofistas, adornado conricas dotes, cautivador y afable en su trato con las personas,Alcibíades logró ganar para su causa, con el encanto que emanaba de su persona, incluso a contemporáneos suyos de pe",sar muy objetivo. Su fin era arruinar totalmente a Esparta"cuya capacidad de resistencia subestimaba. Había de servir demedio para ello la colaboración política entre Atenas, Argosy los demás peloponesios descontentos.

El vaivén político condujo primero a una alianza entreEsparta y Beocia en el.año 420 (Bengtson, Staatsvertriige nú-mero 192) y, finalmente, a instancia de AIcibíades y parasobrepujar .aquélla, a un tratado de alianza por cien añosentre Atenas, Argos, Mantinea y Elide (Bengtson, Staatsver-triige n.O 193). Es significativo de estos tratados su ¡;aráctermeramente transitorio, pues la constelación política cambiabaen cierto modo de un mes al otro. La tensión se descargóen la batalla de Mantinea (418): bajo el mando del reyAgis, el ejército espartano quedó victorioso sobre la coali-

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)11ci6n de 1a federaci6n opuesta, con 10 que el predominio delos lacedemonios en e! Peloponeso se volvió a afirmar. Elcambio se puso de manifiesto en los tratados de alianza queEsparta concertó con Argos, Perdicas II de Macedonia y loscalcídeos por una parte, y por otra parte con Mantinea (Beng-tson, Staatsvertrage n.O 194). Es probable que los dos conve-nios se sitúen en e! año 418. Para la política belicista deAlcibíades, el nuevo ascenso de Esparta representaba un rudogolpe. No cabe la menor duda de que fue precisamente supolítica la que recondujo a los peloponesios al lado de losespart~nos.

En Atenas, e! antagonismo entre Nicias y AIcibíades pa.recia insuperable. Guerra o paz, tal era la cuesti6n. En estose decidió buscar la decisión en materia po!ftica por mediodel ostracismo. El resultado apenas habría sido dudoso, por-que los campesinos, que en caso de guerra habían de temerpor sus campos, habrían hecho indudablemente indinar labalanza contra Alcibíades. Que no ocurriera así fue única yexclusivamente culpa de Nicias quien, engañado por las pro-mesas de Aldbíades, se ligó con éste en un cartel electoral;en esta forma, los votos de los partidarios de Nicias y deAlcibíades fueron dirigidos cont~a un tercero, Hipérbolo, quienfue efectivamente condenado al destierro. Este ostracismo de!año 417 constituye sin duda e! signo de una grave crisisinterior del estado y de la ciudadanía áticos. Con razón hadicho Eduard Meyer: «La decisión no sólo fue tal para elcurso ulterior de la política, sino también por lo que se re-fiere a la esencia misma del estado ático. En efecto, la válvulade seguridad que hasta alH lo había conservado en todas lascrisis se había vuelto inutilizable. La personalidad había triun-fado sobre e! conjunto de! estado. Al revelarse incapaz detomar una gran decisión, la democracia ática había pronun-ciado su propia sentencia».

La po!ftica de Atenas estaba en manos de Alcibíades y deNicias, elegidos estrategas los dos para e! año 417/16. Fuela ambición ateniense de poder la que llevó en e! año 416 ala isla de Melos a la ruina. Me!os había sido hasta entoncesneutral; aunque figura en una lista del tributo de! año 425,probablemente sólo hay que ver en esto una pretensión fic-ticia de Atenas. Este testimonio carece de fuerza frente a laindicación expresa de Tucídides. ¿Cómo había merecido Melosser tratada por Atenas de forma tan ignominiosa? Los hombresfueron muertos, y las mujeres y los niños fueron vendidoscomo esclavos. En el célebre diálogo de los melios (V, 85, ss.),

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Tucídides ha ~xpresado que, para Atenas, el poder pasaba aquíante la justicia y que los melios imploraron ayuda a los diosesen vano; ni siquiera Esparta iba a mover un solo dedo enfavor de la desgraciada isla. Con razón la crítica !ústóricaconsidera la expedición contra Melos como una encarnaciónbrutal de la voluntad de poder ateniense, de la que no hayotro ejemplo parecido. Alcibíades, o quien quiera que acon-sejara en tal sentido, no prestó a su patria ningún buen ser-vicio, sino que cubrió de ignominia a su ciudad y a las armasque en su día forjara PericIes para su defensa.

Si la expedición contra Melos cayó pronto en e! olvido,se debió a que otro acontecimiento, aún más memorable, habíade eclipsarla al poco tiempo. Este acontecimiento fue la grane~pedición de los atenienses a Sicilia (415-413). ¿Cómo se llegóa 'esta empresa fatal? En Sicilia, Sir,acusahabía vuelto a restable-cer su hegemonía sin gran dificultad: había dominado Leon-tinos y, en una disputa con Egesta (Segesta) había salido victo-riosa. La demanda de ayuda de Leontinos y de Egesta encontróen Atenas oídos propicios. Ya anteriormente habían concebidovastos proyectos de conquista otros po!fticos atenienses comoCleón e Hipérbolo. Así, por ejemplo, los dos po!fticos men-cionados habían considerado seriamente la posibilidad de unaguerra de conquista contra Cartago. En Atenas, la perspectivade poder adquirir en Sicilia grandes riquezas despertaba enla muched:.¡mbre las esperanzas más extravagantes. Leemos enPlutarco (Vida de Nicias, c. 12) que en Atenas todos, j6ve-nes y viejos, sometían a discusión la intervención siciliana.En las palestras, los talleres y las plazas había grupos quediscutían; se esbozaban mapas de la isla de Sicilia, se dibuja-ban planos de sus puertos y localidades. En e! fondo se en-contraba la esperanza de poner no s610 a Cartago, sino a todala región occidental del Mediterráneo bajo e! poder de Atenas.Al parecer no se le ocurría a nadie que estos proyectosrebasaran con mucho las posibilidades de Atenas.

¿Era realmente posible obtener un éxito contundente lejosde Atenas, cuando ni siquiera en la vecina Tracia se habíalogrado poner las cosas en orden? Atenas todavía tenía mu-cho q~e hacer en la Calcídica, y Anfípolis seguía sin habersereintegrado a la Liga marítima. Nicias apelaba con toda serie-dad al buen sentido de sus compatriotas. Sin embargo, seenvi6 una embajada a, Egesta, que regres6 con grandes espe-ranzas y con promesas aún mayores. La causa de Alcibíadeshabía triunfado, y la asamblea popular acordó conceder aEgesta la ayuda solicitada ~ontra Selinunte. El mundo de la

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expedición se confió a Alcibíades, Nicias y Lámaco; a lostres estrategas se les concedieron poderes especiales para laempresa. En Atenas se estaba seguro de la victoria; única.mente algunos pesimitas empedernidos, de los que se dice queformaba parte Sócrates, tenían sus dudas. El viaje de Atenasa Regio duraba diez días, si se efectuaba con tiempo favo-rable. Sin embargo, en invierno había que contar generalmentecon una interrupción de varios meses.

Justamente antes de la salida de la flota para Sicilia seprodujo en Atenas e! sacrilegio de los hermes. Al amparode la oscuridad, 105 herm~s erigidos en las plazas públicasy en las calles habían sido mutilados. Es muy probable quelos autores obraban sin la menor intención política y que setratara de un grupo de gente joven que, en un estado dehumor travieso y después de una francachela, las habría em.prendido contra los hermes. En condiciones normales habríasido competencia de los tribunales ordinarios e! ocuparse deaquella chiquillada. Pero en el hervor de la alta tensión po.lítica se husmeó en Atenas detrás de dicho acto un verdadero«golpe de estado», y se hizo nombrar por e! consejo una co-misión de investigación formada por diez individuos; pero nopudo aclarar nada en relación con los autores. En cambio se de.nunció a AlCibíades por haber profanado en su casa los sa.grados misterios de Eleusis; ha de considerarse como dudosoque esta acusación fuera fundada, pero el hecho de que seconsiderara a Alcibíades capaz de semejante sacrilegio es sigonificativo. Pese a que. por su parte solicitara que la cuestiónse aclarara cuanto antes, lo cierto es que se difirió la acciónhasta el regreso de la flota siciliana. Así, pues, conservó Alci.bíades su mando.

En verdad era una fuerza bélica imponente la que emprendíae! largo viaje a SiciJia por mar. Se trataba en conjunto de 134trirremes, con una dotación de unos 20.000 hombres apro-ximadamente. Además, la flota tenía a bordo 5.100 hoplitasy unos 1.500 hombres de Hopas ligeras. Por supuesto, el ejér.cito de tierra no era suficiente para una gran guerra, perola flota, en cambio, era muy superior al enemigo potencial,los siracusanos, y los atenienses llevaban una ventaja decisivaen cuanto a armamento.

En Occidente los atenienses fueron acogidos con muchafrialdad; las ciudades de Tarento y Locros, en la baja Italia,se mostraron hostiles, y tampoco en Regio se les dio unabienvenida particularmente cordial. Las ciudades griegas de

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Sicilia vacilaban en declararse abiertamente en favor de Ate-nas. Solamente cuando Catania les abrió las puertas pudotrasladarse la flota de Regio a Sicilia, y empezaron las pri.meras luchas con Jos siracusanos. Fue fatal que se destitu.yera a Alcibíades, que había sido e! alma de la empresa.Tésalo, el hijo de Cimón, lo había denunciado a causa de!sacrHegio de los misterios,' y los atenienses enviaron el barco-despacho 'Salaminia' con la orden de traer a Alcibíades deregreso. Pero no habían contado con la "stucia de éste, quiensiguió efectivamente a la . 'Salaminia'en una trirreme propiahasta Turios, en donde desembarcó y, pasando por Elide, llegóa Argos; cuando los espartan05 le hubieron hecho saber quenada había de temer de ellos, 'se trasladó a Lacedemonia.

En Sicilia, la flota ateniense desembarcó en la gran bahíasituada al sur de Siracusa. Pero, después de un encuentrodesafortunado con los siracusanos, en que se, puso de mani.fiesto la falta de caballería de parte de los atenienses, aquellaposición h:¡bo de ser abandonada. Mientras tanto, en Sira-cusa los ciudadanos se seguían armando con celo redobladoy se mandaron mensajeros a Esparta con la exhortación dereemprender inm~diatamente la campaña contra Atenas. Perolos males no habían terminado todavía. Nicias empezó, des-pués de una victoria sobre los siracusanos, con el sitio de laciudad, a la que mediante un sistema de obras de asedioaisló de! resto de la península. Los siracusanos se defendieron,por su parte, con otras obras, pero sin poder liberarse delcerco.

Había de reve!arse como fatal la intervención simultáneade Atenas en Caria, donde apoyó la sublevación del dinastaAmorges contra el Gran Rey persa. Violó en esta forma, ala faz del mundo, la paz de Calias. Pero los atenienses noparecían tener e! más ~ínimo escrúpulo en este sentido.

Ante la demanda de ayuda de Siracusa, del invierno del415/414, Esparta se decidió a emprender la guerra contraAtenas. A los espar.tanos no les res:¡ltaba nada fácil tomarsemejante decisión, y fue ante todo Alcibíades quien losconvenció para que la adoptaran. Efectivamente, si Espartatoleraba que Atenas dominara en Sicilia a la dórica Siracusa,y además que adquiriera la hegemonía sobre toda la isla,el prestigio de Esparta entre sus aliados quedaba desacredi.tado para siempre; esto equivalía para los lacedemonios a ab.dicar como gran potencia ya quedar relegados al papel deun pequeño estado del Peloponeso. Por otra parte, ya en

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el 414, mientras Esparta estaba en guerra contra Argos, losatenienses se hicieron culpables de varios ataques a ciudadesde la costa espartana.

Los espartanos enviaron a Siracusa a Gilipo, lo que fueuna gran ayuda para los sitiados. Este logró atravesar e! es-trecho de Mesina antes que los atenienses, desembarcó enHímera y los rechazó, con tropas auxiliares, hacia Siracusa,donde Nicias no se atrevió a presentarIe batalla. A partirde eSle momento, a los atenienses les fueron las cosas enSiracusa de mal en peor. A principios de! invierno de! 414llegó a Atenas un mensaje de Nicias en el que éste pedíaque se suspendiera la empresa o que se enviaran a Siracusafuerzas suficientes.

Para los atenienses esta noticia fue un daro golpe, peroal principio no permitieron que flaquearan sus esperanzas.Mientras en Atenas resonaban los arsenales y astilleros cone! ruido de los armamentos que se preparaban para Sicilia,e! ejército de los peloponesios penetró en el Atica, en laprimavera de! año 413, bajo e! mando del rey Agisj los pe!o-ponesios fortificaron la localidad de Dece!ía y establecieronen ella una guarnición. Esto tenía lugar por consejo de Alci-bíades, e! cual anteponía sus deseos de v~l1ganzaa cualquierotra consideración. Atenas dejó de ser ama en su propia casa,y las incursiones de los pe!oponesios mantenían a toda e!Atica inquieta; únicamente pudieron ser defendidas Eleusis ySalamina. A la devastación de la campiña ático! se añadía unsensible retroceso de la actividad manufacturera; unos 20.000esclavos se escaparon, la mayoría de ellos de las minas deLaurión, y para los víveres se dependía por completo de laimportación.

La poca estima que se daba entonces a la dignidad humanay al sentido de humanidad ]0 revelan los acontecimientos quetuvieron lugar e! año 413 en la pequeña localidad de Micaleso.Los atenienses habían reclutado una tropa mercenaria tracia deun total de 1.300 hombres. Destinada originariamente a em-barcar con Demóstenes para Sicilia, se mandó regresar esta tro-pa porque su manutención resultaba demasiado costosa y porqueya se disponía de gente suficiente. Después de haber atrave-sado el estrecho entre Beocia y Eubea, la tropa fue dirigida pore! ateniense Diítrefes a Micaleso (anteriormente había causa-do daños en las inmediaciones de Tanagra) y se adueñó de dichalocalidad, cuyos muros estaban en mal estado y ni siquiera laspuertas, con Hgerezaculpable, estaban cerradas. Los tracios mata-ron literaln;1ente a la población entera, sin respetar a muje.

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res y niños y ni siquiera al ganado. Se nos dice que los tra-cios penetraron en una escuela y mataron a todos los niños,sin excepción. Los tebanos, que acudieron a toda prisa, per-siguieron a los bandidos tracios hasta el Euripo, donde muchosde ellos hallaron la muerte al tratar de llegar a los barcosporque no sabían nadar. El que lea en Tucídides este informe(VII 29-30) experimentará algo del enojo del historiador poreste sacrilegio repugnante que, por desgracia, no constituye enmodo alguno un caso aislado en la guerra del Peloponeso.

Entre tanto, los dos bandos mandaban refuerzos a Sicilia.El contingente de los atenienses era extraordinariamente visto-so. Demóstenes pudo reunir bajo su mando 73 trirremes, con5.000 hoplitas y numerosa infantería ligera a bordo de ellas,o sea, en conjunto, un contingente de anos 20.000 hombresaproximadamente. Sin duda, con esta expedición de auxilio selo jugaba Atenas todo en una carta, y si no ganaba no sólo sehabía perdido la expedición sicliana, sino que estaba perdidala propia Atenas.

Entretanto, frente a Sir2cusa la situación había cambiado(primavera del 413). Gilipo había efectuado un ataque noc-turno contra las fortalezas construidas por los atenienses ene! lugar llamado Plemirion, y éstos se habían visto reducidosa la defensiva. Por otra parte, Demóstenes no tuvo suerte conun ataque nocturno contra la fortaleza situada en la colina, yaque los siracusanos, después de un pánico inicial, se recobra-ron y rechazaron a los atenienses. Entonces Demóstenes hu-biera querido abandonar completamente la empresa, pero sucompañero de m'lndo, Nicias, se opuso, de modo que transcu-rrieron varias semanas en plena inactividad. Cuando Nidasestuvo finalmente de acuerdo, se produjo un eclipse de luna(27 de agosto del 413), a consecuencia del cual el supersti-cioso Nicias pospuso la salida durante un mes.

En un intento de romper el cerco enemigo, casi la mitadde la flota ateniense se perdió en el puerto; tal vez otro in-tento habría logrado su propósito, pero los atenienses estabantan desanimados que ya no querían luchar más por mar. Así,pues, sólo quedaba el camino por tierra y, si bien las dificul-tades eran grandes, se habría podido salvar una parte conside-rable del ejército a condición de haber procedido inmediata-mente a la ejecución de! proyecto. Pero se dejaron transcurrirhoras preciosas, durante las cuales los siracusanos lograron efec-tivamente bloquear los caminos hacia el interior de la isla.Seguía siendo un ejército muy numeroso (Tucídides lo calcu-

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la en 40,000 hombres) el primero que emprendió el caminohacia el oeste, siguiendo el curso del Anapo. Sin embargo, acausa de la oposición de los siracusanos, hubo que cambiar pron-to la dirección de la marcha y, en la noche del sexto día, des-viarse hacia el sur. Un intento de llegar al mar fracasó porcompleto.

Primero fue aIcanz~do Demóstenes con el grueso de lafuerza de su ejército, que se iba disolviendo cada Vez más; dosdías después fue hecho prisionero el resto de los atenienses,con Nicias, junto al río Asínaro (otoño del 413). Se echó alos prisioneros en las canteras de Siracusa y allí perdieron lavida la mayoría de ellos por el rigor de la intemperie. Niciasy Demóstenes fueron ejecutados. Este es el fin de la gran ex-pedición siciliana, que los atenienses habían emprendido, porconsejo de Alcibíades, con tan grandes esperanzas.

El resultado de la campaña constituye un ejemplo de lasconsecuencias de una dirección política y militar insuficiente. Sinduda, Nicias no es el responsable del fracaso, pero lo es del he.cho de no haberse suspendido la expedición cuando todavía eratiempo. Su comportamiento suele disculparse en parte porque elaño 415 la expedición se había emprendido en cierto modoa ciegas. En Atenas no se estaba enterado de la situación ob-jetiva, y lo que se hallaba a ,la base de la resolución de laasamblea popular no eran más que ilusiones, esperanzas y es-peculaciones. Resulta trágico ver que Nicias, con su demandabien intencionada de aumentar considerablemente el númerode las naves y de las tropas, contribuyó de modo' decisivoa agrandar el fracaso de la empresa que estaba ya condenadadesde su origen. A la causa de la Liga marítima y de surelación con Persia, Atenas tenía motivos sobrados para pro-ceder con ca:ltela. Una empresa que costó finalmente la vidao la libertad a casi 50.000 individuos se encuentra tanto menosjustificada cuanto que falta desde el principio todo objetivoclaro. Sin duda, hubo varios acontecimientos desafortunadosque perjudicaron a los atenienses y también la deisidaimonia(la superstición) de Nicias produjo un efecto desastroso, pero,en el fondo, hay que reprochar en pleno al demo de Atenasy a sus demagogos por haber cavado la tumba a la grandezade su ciudad paterna, con ceguera incomprensible.

Fue un azar feliz para Atenas que la catástrofe de Siciliatuviera lugar a fines de la buena estación, porque así pudieronemprenderse durante el invierno siguiente (413/12) nuevosarmamentos. Sin duda, la pérdida de la gran flota no se podíacompensar, pero mediante la movilización de los últimos re-

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cursos financieros pudieron ponerse en grada nuevos barcos.Así, por ejemplo, se gravaron ,todas las mercancías importa-'das y exportadas en el área de la Liga marítima con unos de-rechos aduanales del cinco por ciento, impuesto que a los alia-

dos les resultó particularmente opresivo. , JMientras tanto, se habían producido en Persia ciertos cam-

bios que anunciaban el inicio de una nueva era política conrespecto a Grecia. Ya en el invierno del 425/24 había muertoel Gran Rey Artajerjes 1; su reinado de cuarenta años (465/64-425) había sido poco glorioso, aunque había podido recha.zar la incursión de los griegos en Egipto y conservar para elimperio lú isla de Chipre. Su sucesor fue su hijo Jerjes II,quien, sin embargo, sólo reinó un mes y medio. Fue derrotadopor su hermano Sogdiano. Pero tampoco éste pudo mantenerseen el trono; el sátrapa de Hircania, Oco, su hermanastro, lehizo asesinar y tomó posesión del trono con el nombre deDarío II (424). De la historia interna de Persia en esta épocano se sabe gran cosa, ya que las fuentes sólo suelen consignarlas iDtrigas de harén que, efectivamente, son característicasdel imperio de los persas. Para los griegos era mucho más im-portante que el Gran Rey en la remota Susa, su representanteen Asia Menor, el sátrapa de Sardes. El año 412 lo he Tisa-femes, quien se conoce sobre tedo a partir de la Allábasis deJenofonte como contrincante de Ciro el Joven.

A Tisafemes le debía Persia grandes servicios. Ya antes deser nombrado sátrapa se había distinguido en la lucha contrasu predecesor Pisutnes. Se volvió contra Amorges, un descen.-diente de Pisutnes, que se había levantado en Caria contra elGran Rey; los atenienses habían sido lo bastante imprudentescomo para apoyar el levantamiento (v. supra p. 165). Cuando seconoció en Persia la derrota de los atenienses en Sicilia ,entoda su extensión, el Gran Rey exigió a las ciudades griegasde Asia Menor el tributo atrasado, es decir, las consideró comoformando parte del imperio. Se aliaban con las pretensionesdel rey persa las ambiciones de los lacedemonios, que ahora, des-pués de la catástrofe síciliana, encontraban eco en todas partes,Eubea, Lesbos, Quíos, Eritras y otras ciudades de Jonia en-tablaron negociaciones con Esparta, en las que intervinierontambién los sátrapas persas Tisafernes de Sardes y Farnabazode Dascilio. El rey de Persia era un aHado muy importante;aunque fuera de Asia sus fuerzas no pesaran mucho, el oropersa, en cambio, era siempre apreciado y, con objeto de so-meter a Atenas definitivamente, a los espartanos les resUltababueno cualquier medio.

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Después que Mileto hubo caído en manos de los espartanos,firmaron éstos, en la primavera del 412, un convenio con elGran Rey. El documento lo transmite Tucídides (VIII 18)literalmente, y es el primero de los tratados concertados entreEsparta y Persia (Bengtson,StaatsvertrageN.o 200 a 202). Lascondiciones no son satisfactorias para Esparta: los lacedemonioshabían de renunciar a las ciudades y a toda la tierra que ha-bía estado en posesión del Gran Rey o de sus predecesores;se comprometíanademása impedir, juntamente con los persas,toda intervención de los ateniemes en Asia Menor; la guerracontra Atenas la habían de proseguir Persia y Esparta juntas,y quedaba prohibido concertar una paz por ~ep

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arado.

ILa mención de Tisafernes, 91YOnombre figura en el do-

cumento del tratado detrás del nombre del rey, pone de ma-nifiesto a quién se debía el tratado. Efectivamente, Tisafernesfue el vencedor real. Los peloponesios le ayudaron a obtenerla victoria sobre el dinasta Amorges en laso (Caria). Sin em.bargo, no tardaron en presentarse las primeras diferencias' entrelos nuev~ aliados y, concretamente, a causa del importe delpago de las soldadas por parte de los persas. Hubo que for-mular las estipulaciones del tratado con mayor precisión. Estotuvo lugar en el segundo tratado (Tucídides VIII 37), perotampoco éste fue de mucha duración. Entretanto, Alcibíades,que anteriormente había patrocinado la aproximación entre Es-parta y los persas, empleaba ahora una nueva táctica. Habíaconvencido a Tisafernes de que no beneficiaba en modo algunoa los persas el que se pusieran incondicionalmente del lado delos espartanos y que les convenía, antes bien, mantener ciertoequilibrio entre Esparta y Atenas.

Las figuras sobresalientes de los acontecimientos que r.lvie-ron lugar a partir de 412, son indiscutiblemente A1cibíadesy el sátrapa persa Tisafernes. En Atenas, en cambio, cada vezse ponía de manifiesto con mayor claridad la falta de unaconcepción definida; pero faltaba al propio tiempo el jefe ca-paz de aunar una vez más las fuerzas de la ciudad y de apli-carIas a un objetivo concreto. La pérdida de la mayor parte deJonia en el año 412 constituyó un rudo golpe para Atenas y,además, también se pasaron al enemigo Cnido y Rodas, demodo que a aquélla sólo le quedaban unas pocas islas, entreellas Lesbos y Samos, y un par de ciudades del litoral, antetodo Halicarnaso y Clazómenas.

Atenas estaba tan agotada a principios del año 411 que hu-biera bastado un pequeño esfuerzo de los peloponesios, los

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siracusanos y los persas para destruida definitivamente, ¿Ya quién cabía achacar la responsabilidad de esta serie de de-sastres sino a la democracia ateniense? Nada tenía de extraño,pues, que los enemigos de la democracia levantaran en Atenasla cabeza, con Antifón de Ramnunte, un célebre orador, alfrente', Ya anteriormente, probablemente a fines del 413 o prin-cipios del 412, se había instituido en Atena,; \1na autoridad dediez probulos (consejeros previos), que se hizo cargo de unaparte de las funciones anteriores del consejo. Las actividadesoligárqulcas en Atenas no desagr,adaban a Alcibíades, pues es-peraba que la oligarquía le permitiera el retorno a la ciudadpaterna, Así, pues, se comprometió a mediar entre Atenas yPersia para lograr un tratado entre ambas, aunque, por supues-to, bajo la condición de que la democracia quedara eliminadaen aquélla. Pero parece que Alcibíades había sobreestimado suinfluencia sobre Tisafernes, porque precisamente ahora se con-certó el tercer tratado decisivo entre Persia y Esparta. Lossubsidios .persas aparecían por primera vez en este tratado, asícomo el cómpromiso de los persas de hacer intervenir su flotaen el Egeo, lo que, como es - sabido, nunca tuvo lugar por lasrazones que fuera.

En Atenas se llegó, con todo, al cambio de régimen, aun-que es difícil pensar que tuviera lugar en la forma ordenadaque reflejan los documentos reproducidos por Aristóteles. Lademocracia fue enterrada; desde entonces sólo tuvieron dere-chos políticos cinco mil ciudadanos, y el Consejo de los Qui-nientos fue disuelto (mayo del 411). La autoridad más impor-tante era ahora el Consejo de los Cuatrocientos, de cuyo senose elegían los estrategas y los demás funcionarios: era, enrealidad, el que ejercía la jefar.lra del estado ático, Se abolie-ron los sueldos, lo que representó un alivio considerable delas finanzas públicas. La caída de la democracia constituye uncorte profundo en la vida constitucional de Atenas; el ordena-miento de Clístenes estaba abolido, y Atenas se había conver-tido en oligarquía. Sólo en el futuro se podría saber si erao no prudente cambiar la Constitución en aquellos momentoscríticos. De hecho, también había graves dificultades en Sarnas,donde estalló una revolución oligárquica que, sin embargo, nofue aprobada por la masa de la tripulación de la flota atenien.se y fue reprimida fácilmente.

La inestabilidad de la situación en Samos se manifiesta porel hecho de que Alcibíades fue elegido estratega por las tripu-laciones de la flota que allí estaba. La personalidad fascinadoradel individuo, la desgraciada situación en la guerra y las con-

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diciones políticas confusas en la patria, contribuyeron cierta.mente a que la gente se lanzara en brazos de A1cibíades. Aéste no le importaba demasiado de hecho el régimen del estadoateniense, lo único que le molestaba era el nuevo Consejo delos Cuatrocientos, cuya abolición pidió, solicitando el restable.cimiento del antig-.lo Consejo de los Quinientos de la Consti-tución de Clístenes. En Atenas, la situación empezaba a serinsegura para los oJigarcas. Uno de sus jefes, Frínico, fue ase-sinado en la ciudad. Los o1igarcas y los demócratas llegarona un compromiso: se iba a conservar el dominio de los cincomil, pero eligiendo de su seno un nuevo Consejo. Los nuevosfracasos en el escenario de la guerra y, ante todo, la pérdidade las comunidades del Helesponto, así como la de la rica islade Tasos y, finalmente, la de Eubea, absolutamente imprescin-dible para la alimentación de Atenas, contribuyeron de mododecisivo a la caída de los oligarcas.

A partir de entonces todas las decisiones estaban en manosde los cinco mil ciudadanos que estaban en condiciones de

Iequiparse con armas. Estos elegían un Consejo de cuatrocientosmiembros, dividido en cuatro secciones, que despachaba losasuntos corrientes.De este Consejose extraían todos los fun- ¡

cionarios dirigentes del estado. Además se ~ormó una comisión Ipara la redacción de las leyes, a la que se le confirió el encar-go de redactar el derecho vigente en Atenas, tarea, sin embargo,que sólo cumplió de modo insuficiente y con una gran pérdidade tiempo. La nueva Constitución favorecía decididamente elConsejo de los Cuatrocientos, al que hay que considerar comoverdadero regente de Atenas. Por 10 demás, y gracias a lamoderación de Terámenes, la 'modificaÓón de la Constitucióntuvo lugar sin violencia. Aún suscita nuestra admiración vercon qué energía Atenas gravemente afectada por la guerra,volvió a enderezarse para proseguir la lucha con todas susfuerzas. Sin duda, se contaba ahora con el concurso de Alci-bíades, quien infiligió a las flotas de los peloponesíos, enAbidos (otoño del 411) y Cícico (mayo del 410) sendas sen-sibles derrotas. En particular las pérdidas sufridas junto a Cí.cico hicieron que los espartanos se mostraran inesperadamentedispuestos a hacer la paz (verano del 410). Esparta llegó alextremo de ofrecer a los atenienses la P;lZ sobre la base de quecada parte conservaba la3 posesiones que tenía ,en aquel mo-mento. Estaba dispuesta a ceder Decelía a cambio de Pilos yCitera. Sin duda, hubiera sido duro para Atenas renunciar atodas las comunidades que se habían separado de ella desdela reanudación de la guerra, pero aun con la mejor buena

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voluntad no cabía esperar más y, además, Atenas quedaba to-davía con una posesión considerable, ante todo con Samos yLesbos, así como con el dominio sobre las Cícladas y el Quer-soneso tracio, 10 que no constituía una salid.t tan mala, despuésde todo, de la guerra que tan a' la ligera había provocado.

Pero a causa de las victorias en el Helesponto se habíafortalecido nuevamente en Atenas la tendencia democrática,siendo su jefe Cleofonte, un fabricante de liras. El dominiode los' cinco mil había tocado a su fin, y volvió a introducirsela democracia. Terámenes, que tantos méritos tenía contraídospor la reconciliación entre los oligarcas y los demócratas, habíapartido anteriormente, al frente de una escuadra, hacia Jonja. Enesta forma quedaba concluido el interludio oligárquico, puesa partir de julio del 410 volvía a reunirse el Consejo de losQuinientos, y también los comités del tribunal popular reanu-daron su actividad, como si ni en el interior ni en los teatrosde operaciones hubiera ocurrido nada importante. Por un de-creto introducido por Demofonte, los ciudadanos hubieron deprestar un juramento especial de fidelidad a la Constitución.Pero como sin dietas no hay democracia, Cleofonte volvió aintroducidas para los miembros del Consejo y de los tribunalespopulares. A esto se añadía además un pago de dos óbolosa cada ciudadano que no percibía ninguna otra dieta. Resultafácil imaginar que la situación financiera de la ciudad, yaapurada, quedó con ello aún más agravada.

Su gran día lo tuvo la democracia ateniense recién recobradael día de las Plinterias (en junio) del año 408. En dicho díaregresó Alcibíades a su ciudad paterna. Esta le dispensó unarecepción triunfal. Se había 01vida10 todo lo que le había hechoa la patria, ya nadie hablaba de su traición, las maldicionesformuladas en contra suya fueron retractadas, las lápidas sobrelas que estaba grabada su sentencia fueron destrozadas y sele compensaron los bienes embargados mediante una donaciónhonorífica del estado. Además, el pueblo ateniense le confirióel mando supremo sobre las fuerzas de mar y tierra, de modoque se convirtió en una especie de generalísimo (hegemonautokrator, Jenofonte, HeZ. 1, 4,20). Sin embargo, las grandesesperanzas que se habían puesto en su persona no eran másque ilusión y estaban en contradicción flagrante con la situaciónde Atenas.

Respecto a Esparta, Alcibíades debía enfrentarse ahora a uncontrincante que no solamente estaba a 'su altura, sino que,

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en muchos aspectos, incluso lo superaba. Se trataba del espar.tano Lisandro. Este individuo había consagrado sus energíasdurante toda su vida al servicio de su patria. De origen humilde,poseía, lo mismo que Alcibíades, la facultad de atraerse a loshombres y de utilizarlos para sus proyectos; además, era abso-lutamente insobornable, una cualidad. que vale la pena destacarespecialmente entre los griegos. Constituyó para Atenas otroinfortunio el que se produjera en la política persa un cambio.Darío II decidió poner fin a la política pendular entre Atenasy Esparta. Su autor, el sátrapa Tisafernes, fue alejado de Sardesy destinado a la sarrapía de Caria. Su lugar en el Asia Menoroccidental pasó a ocuparlo el segundo hijo del Gran Rey. Ciroel Joven, quien en adelante había de intervenir activ,amente,en calidad de comandante supremo (káranos) de todas las fuer-zas persas en Asia Menor y de sátrapa de Sardes, en la políticaoccidental. La colaboración de Ciro y de Lisandro no tardó enllevar rápidamente a Atenas al bórde del abismo. Gracias a lossubsidios persas, los espartanosestuvieron en condiciones depagar a la tripulación de la flota un sueldo mayor (cuatroóbolos en lugar de tres) que los atenienses. Al conseguir Li-sandro una victoria naval junto a Notio sobre uno de los sub.comandantes de Alcibíades (primavera del 407), la carrera deéste tocó a su fin. Dado que no estaba en condiciones de reali.zar el milagro que en Atenas se esperaba de él, fue depue!;tode su cargo. Alcibíades se fue a continuación al Quersonesotracio, donde vivió como un gran señor independiente. Despuésde terminada la guerra fue nuevamente desterrado por los ate-nienses, y tampoco podía ya esperar nada de los espartanos.Se refugió, pues, en la corte del sátrapa Farnabazo de Dascilio,el cual, a instancias de Lisandro, le hizo asesinar (otoño del 404).

En el año 406 Atenas había vuelto a armar una gran flota,lo que sólo fue posible porque los atenienses no respetaronya ni siquiera las ofrendas votivas del Partenón. Efectivamente,obtuvieron una victoria junto a las islas Arginusas (en el canalentre Lesbos y Asia Menor) en agosto del 406. Esta fue laúltima gran victoria naval de los atenie~ses: cayó allí el almi.rante espartano Calicrátides y 70 de sus naves fueron apresadas.Pero a causa de un temporal procedente del norte que se habíalevantado de repente, no fue posible salvar a los náufragosatenienses. Por esta razón, los estrategas con mando, seis enconjunto, fueron llevados ante el tribunal y, mediante un pro.cedimiento a todas luces irregular, y además no por el tribunalordinario sino por la asamblea popular, fueron condenados amuerte y. ejecutados. Entre ellos se encontraba también el hijo

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de Pericles y Aspasia, que llevaba el nombre de su padre. Aunsuponiendo que los estrategas y sus subordinados no hicierantodo lo que hubiera podido hacerse para salvar a los náufragosde los restos de las naves a la deriva, no deja de ser ésta unasentencia injusta; con ella la democracia se condenó a sí misma.La ceguera de los 'dirigentes, especialmente de Oeofonte, tamobién se pone de manifiesto en el hecho de que fuera rechazadasin más una nueva oferta de paz de los espartanos.

El golpe final lo asestó la derrota de los atenienses juntoa Egospótamos (literalmente: «los ríos de la cabra»), en elQuersoneso tracio. En este lugar Lisandro asaltó los barcosatenienses que habían sido sacados a la playa y los destruyójunto con sus tripulaciones (en el verano del año 405). Losatenienses prisioneros, unos tres mil hombres en total, fueronejecutados en Lámpsaco, una matanza monstruosa cuya plenaresponsabilidad recae sobre Lisandro. La ejecución de los pri.sioneros trató de justificarse invocando las crueldades come.tidas por losatenienses.

Al recibirse la noticia de la derrota, Atenas se puso enestado de defensa. Lisandro apareció con la flota frente alpuerto del Pireo, mientras el contingente del ejército peloponesioal mando del rey Pausanias se reunía en el Atica con la guaronición de la fortaleza de Decelía. A causa del bloqueo total,los víveres no tardaron en escasear en Atenas y se enviaronnegociadores para parlamentar con los peloponesios, pero sólopudo llegarse a un acuerdo con éstos después que los atenien-ses se hubieron desembarazado de Cleofonte e intervino en lasnegociaciones Terámene~.

Para honra de Esparta hay que decir que se opuso decidi.damente a sus aliados sedientos de venganza, ante todo a loscorintios, y que no permitió la destrucción total de Atenas queaquéllos postulaban. Sin embargo, las condiciones concedidaspor los espartanos no fueron benignas: los Muros Largos y losdel Pireo hubieron de' derribarse, es decir, que todas las obrasde fortificación de Atenas fueron completamente destruidas;todas las naves, con excepción de doce unidades, hubieron deentregarse; a los' desterrados se les permitió el retorno, y todaslas posesiones exteriores, incluidas las cIeruquías de Lemnos,1mbros y Esciros, hubieron de evacuarse. Con la aceptación deesta paz, en abril del 404, Atenas dimitió como gran potencia:no sólo había perdido el domini~ sobre la Liga marítima, sino'que hubo de renunciar también a las cleruquías, territorios de

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soberanía ática allende el mar, y fue además obligada a ingresaren la Liga del Peloponeso y a prestar ayuda militar a los es.partanos. Leemos en ]enofonte (Helénicas II 2,23): «Una vezaceptadas por los atenienses las condiciones de paz, Lisandropenetró con la flota en el Pireo, los desterrados regresaron, alson de la mú~ica de mujeres flaatistas se derribaron con alegríalos muros, creyendo que aquel día había empezado la libertadpara Grecia».

9. Los griegos occidentalesa. C.

en el siglo V

Al declinar Atenas, hizo su aparición en Sicilia otra poten-cia: Cartago, que durante setenta años, desde su derrota en labatalla de Hímera (480) Y pese Q que seguía teniendo algunasbases en el oeste de la isla, se había abstenido de toda in.tervención en los asuntos sicilianos. Los elimios de Egesta, en.vueltos en una lucha con Selinunte, fueron los que solicitaronla ayuda de los cartagineses (409) . Con la intervención deéstos empieza para la i3la una nueva época. La lucha de lossiciliotas con los cartagineses duró más de una generación. Elgran adversario de los cartagineses fue el tirano Dionisio 1 deSiracusa. Su época señala el último florecimiento del helenismooccidental.

Entre la caída de la dinastía gobernante en Siracusa, la delos dinoménidas, en el año 466, y los comienzos de la expe-dición siciliana de los atenienses del año 415 transcurre mediosiglo en el que, desde el punto de vista político, ocurrieronciertos cambios de primera importancia en la historia del hele-nismo occidental. Igual que en Siracusa, en la mayoría de lasgrandes ciudades sicilianas había seguido a la época de lostiranos un período de discordias internas. Algtinas ciudadesgriegas tuvieron graves disputas con los mercenarios que ante.riormente habían sido el soporte de los tiranos. En Siracusa,a la tiranía siguió una democracia (el punto de vista de quea la tiranía habría seguido un domilllo de los «terratenientes»,no concuerda con los hechos) y, a imitación del ostracismoático, se introdujo el petalismos (de pétalo/I, pétalo u hoja deplanta, porque el nombre del individuo a desterrar se escribíasobre una hoja de olivo). También en Mesina y Regio se ins-tauraron democracias. En Acragante (Agrigento), Empédoc1esejerció una gran influencia sobre sus conciudadanos, no sólocomo filósofo, sino también como político. ]'..lÍlto cOn el forotalecimiento de las tendencias democráticas se da el desarrollode la oratoria (Gorgias de Leontinos).

Pero, ante todo, el período de cincuenta años que trans-curre entre la caída de las antiguas tiranías y.la aparición de

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los atenienses en Sicilia es una época de gran auge cultural: nu-merosas ciudades se adornan con magníficos templos, sobretodo Acragante, donde aún se estaba trabajando en los san-tuarios de la muralla meridional cual1do ya los cartagineses sedisponían a asaltar la ciudad. Lo mismo cabe decir de Seli.nunte. En conjunto, se prosiguieron acertadamente duranteeste período los esfuerzos culturales de los tiranos; las comu-nidades obtuvieron los medios para ello principalmente de suintenso comercio con Cartago, así como del efectuado conItalia y con Grecia.

Reviste un gran interés histórico el levantamiento de Du-cetio. Por primera vez se puso de manifiesto la reacción contralos griegos de los nativos sículos. Hasta entonces, en efecto, losnaturales del país habían aceptado, sin oposición, el dominiode los griegos, y si en ello se produce ahora un cambio, hayque atribuido ante todo a las disensiones entre las ciudadesgriegas. Ducetio, el jefe de los sículos, les dio harto que haceren la isla a los griegos entre los años 460 y 440. Sus cuartelesgenerales estaban en Palice, donde había un templo de losPalicos, que eran adorados como dioses protectores por lossículos. Parece que las ciudades griegas sólo se percataron graodualmente de la verdadera extensión del peligro, pues de otromodo resultaría difícil comprender que Siracusa y Acragante nose aliaran hasta el año 450 para defenderse de Ducetio. Estefue derrotado en una batalla campal y, al no sentirse ya se-guro entre sus compatriotas, se dirigió a los siracusanos, quie-nes lo enviaron a Corinto, fuera del país. Sin embargo, Du.cetio regresó nuevamente y trató de establecer en la costaseptentrional de Sicilia la localidad de Caleacte. Esto condujoa tensiones entre Acragante y Siracusa, y es posible que lossiracusanos no sólo aprobaran el establecimiento sino que in.cluso 10 fomentaran. Pero Ducetio murió el año 440/.39.

Su intento de agrupar a los sículos nativos tuvo paralelosen ltaba. También aquí fueron despertando gradualmente enel curso del siglo V los naturales del país. Así, por ejemplo,los tarentinos sufrieron el año 473 una grave derrota en luchacontra los yapigas y los mesapios, batalla que Heródoto designacomo la mayor matanza que sufrieron los griegos. También larica ciudad griega de Cumas, en Campania, cayó el año 421bajo el dominio de 16s samnitas; una parte de sus habitantesgriegos se refugió entonces en Neápolis (Nápoles). Por lodemás, los acontecimientos de Italia se sustraen en gran partea nuestro conocimiento, toda vez que las fuentes sólo se re-fieren a ellos ocasionalmente. Con todo, estas evoluciones son

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muy importantes, porque demuestran que el elemento griegose encontraba a la defensiva en estas regiones.

Después del aniquilamiento de la expedición siciliana delos atenienses, Siracusa había paesto a disposición de los pelo-ponesios un fuerte contingente de barcos. Tenía el mandode ellos el siracusano Hermócrates, pero no se registrarongrandes éxitos; por el contrario, muchas de sus naves se hun-dieron en la batalla de Cícico. Incluso después del año 413continuaron las luchas en Sicilia, principalmente en Catania, adonde había logrado llegar una pequeña parte del ejército ate-niense, y donde siguieron ofreciendo resistencia a los sira-cusanos.

A la vanguardia de los cartagineses que el año 409 habíacomenzado a hostigar a los griegos en suelo siciliano siguió enel 408 ;m gran ejército, formado por cartagineses, libios y mer-cenarios de todo el mundo. En poco tiempo Selinunte fue do-minada, y lo propio le ocurrió a Hímera. En ambas ciudadeshabían cometido los cartagineses graves excesos. Los prisio-neros griegos de Hímera llegaron a ser sacrificados por elgeneral cartaginés Aníbal como víctimas funerarias para suabuelo. Finalmente, en el invierno del 406/05, los griegos hu-bieron de evacuar también Acragante. En las luchas poresta ciudad, el general siracusano Dafneo no estuvo muy acer-tado, siendo destituido en toda forma juntamente con sus com-pañeros de mando.

En Siracusa llegó al poder un partido; al frente de élse encontraban Hiparino y Filisto, el futuro historiador. Estosindividuos favorecieron decididamente el ascenso del jovenDionisio. Este consiguió elevarse, a través del cargo de estra-tega con plenos poderes, a la jefatura del estado (405). Serodeó de una guardia personal y se apoderó de la ciudad. Demodo perfectamente deliberado reanudó la política de HermÓocrates (muerto el 407), con cuya hija se casó. Dionisio es sinduda alguna una figura eminente no sólo de la historia sici-liana, sino de toda la griega. El historiador Timeo lo ha des-crito como un individuo grande y fornido, de pelo rubio rojizoy con cara pecosa. El éxito lo debe Dionisio única y eXclusi-vamente a su audacia y su decisión, pero el ascenso le fuefacilitado por la difícil situación de su ciudad nativa, situaciónque no era posible dominar con medidas ordinarias.

Gracias a la aparición de una epidemia en el ejército car-taginés, los cartagineses se dispusieron, de forma completa-mente inesperada, a concertar la paz. Esta fue convenida el

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Fig.5. Italia del Sur y Sicilia (500 a. c.)

año 405, sobre la base de que cada parte conservada las pose.siones que tenía en el momento de firmar el convenio. Estosignificaba que Cartago no ~ólo había tomado pie en Sicilia,sino que disponía prácticamente de la mitad de la isla griega.Porque además de sus antiguas posesiones territoriales, conlas ciudades de Motia, Panormo (Palermo) y Solunte, 8e halla-ban ahora también bajo protectorado cartaginés los pueblosde los elimios y los sicanos. A los habitantes de las ciudadesgriegas conquistadas, esto es, de Selinunte, Hímera, Acragantey Camarina, les fue permitido el retorno a la patria, aunquecon la obligación d~ pagar tributo a sus amos, los cartagineses.En el este de la isla babían de permanecer autónomas Leontinosy Mesina. Dionisio fue reconocido como señor de Siracusa. Lapaz del 405 reviste especial importancia porque consagró eldominio de los ,cartagineses sobre la mitad de la isla tantocomo porque en ella se reconoció la autonomía de todos 105sículos, lo que constituía para los griegos, y en particular paraSiracusa, un rudo gplpe.

El año 406 los atenienses habían tratado de establecer re-laciones con los cartagineses en Sicil1a. Es probable que estosesfuerzos estén en conexión con la aparición de una embajadacartaginesa en Atenas a principios de dicho año. Una inscrip-ción fragmentaJ1ia indica que los Iltenienses ,solicitaron unaalianza' con Cartago (Bengtson, Staatsvertrage N,o 208), perolos esfuerzos en tal sentido no llegaron a buen fin.

En esta época, tanto en Oriente como en Occidente elpoder de una gran personalidad individual fue el que decidióel curso de la historia. En Oriente fue el espartano Lisandro,el que derrotó a Atenas y la obligó a firmar la paz.' Cuán altoascendIó entonces Lisaüdro, nos lo muestra el monumento quemandó erigir en Delfos después de su victoria en Egospóta-mos: fue la llamada Galería de Lisandro, con nada menos que37 estatuas, en las que estaban representados los Dioscuros,Zeus, Apolo, Artemis, Posidón, Lisandro mismo y treinta desus colaboradores, que habían contribuido a la victoria demodo decisivo, Poco después las samios tributaron a Lisandrohonores divinos.

En Siracusa no se había llegado tan lejos, pero el jovenDionisio; que no contaba todavía treinta años, reforzó con in.comparable energía su posición en la ciudad. Ortigia, llamadatambién Nasos (la «Isla»), fue convertida en fortaleza y que.dó aislada del resto de la ciudad por medio de un alto muro.Sobre el istmo qtie une la isla con la ciudad se construyó laAcrópolis, residencia de Dionisio. Se decretó una importante

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revisión de las leyes sobre la ciudadanía, así como una parcialredistribución de la tierra. Numerosos esclavos fueron libera-dos y formaron, al lado de los amigos de Dionisio y de losmercenarios, el más firme soporte de su dominio. Esta rees-tructuración social sin precedente' fue el transfondo de la pos.terior historia política de Siracusa y de Sicilia. Per supuesto,las reformas no se impusieron sin la resistencia de los ciuda-danos de Siracusa. Del motín de, los hoplitas frente a la ciudadsiciliana de Herbeso surgió tÚla sublevación general de lossiracusanos, que llevó a Dionisio, asediado en Ortigia, al bordede la ruina. Hasta que llegaron en su ayuda los mercenariosde Campania no logró dominar el levantamiento. Después desu victoria sobre Atenas, los espartanos habían quedado librespara intervenir en Siracusa. Esparta se puso dd lado de Dioni-sio, con 10 que contradijo sin duda su política tradicionalmentehostil a los tiranos, pero rindió homenaje, en cambio, a lavigorosa personalidad del individuo que, en adelante, había deser y seguir siendo un fiel aliado de los- espartanos (prima.vera del 403).

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10. El despotismo de Esparta y la guerra,de Corinto (404-386 a. C.)

La capitulación de Atenas en abril del 404 marca el finde la guerra del PeIoponesoj únicamente Samos siguió resis-tiendo por algún tiempo a los peIoponesios, hasta que abriósus puertas, en el verano del 404, a Lisandro. La victoria delos peloponesios fue completa y Lisandro fue el hombre másconspicuo de Grecia. Sin duda, el éxito sólo se había, alcanzadocon la ayuda de Persia: el oro persa había contribuido de mododecisivo a la ruina de Atenas y de su Liga marítima. La hege-monía naval ática había sido sustituida ahora por la supre-macía de los espartanos. En todas partes se expulsó a los par-tidarios de Atenas y se introdujeron constituciones oligárqui-caso Como órganos del poder ejecutivo Lisandro estableció enlas diversas localidades comisiones de diez individuos (decar.quías) que, junto con los gobernadores militares espartanos,los harmostas, ejercían el gobierno. La vida y los bienes delos ciudadanos estaban en ~us manos.

Poco tiempo después este sistema de dominio espartanoprodujo un odio inmenso contra los lacedemonios, y muchaslocalidades, que se habían pasado voluntariamente del lado deEsparta, añoraban ahora el dominio de Atenas. De unaverdadera autonomía de los diversos estados no podía nn ha.blarse: lo que L1sandro ordenaba era ley. En muchos lugaresse produjeron terribles escenas de horror, por ejemplo en Ta-sos, donde se atrajo a lo') adversarios de Esparta de susasilos en los templos 'Y, violando la palabra dada, se los mató.En todo caso, se estaba muy lejos de la libertad anterior enel ámbito de la Liga marítima. Lisandro en realidad había es-tablecido una dictadura militar. Unos pocos miles de esparta-nos dominaban sobre un número gigantesco de súbditos, quenegaba probablemente al límite del millón, si no 10 rebasaba.De igual modo que Atenas, también Esparta recaudó un tri-buto, al parecer de 1.000 talentos al año.

Es exacto que nuestros informes sobre el dominio esparta.no a partir del año 404 provienen ante todo del orador ático

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Isócrates, y no puede pasarse por alto, en él, su actitud e.nti.espartana. Pero, aun teniéndola en cuenta, algunos hechos ha-blan en contra de Esparta y, sobre todo, en contra de Lisan-dro. Con la ruina de Atenas, Grecia había perdido su centromercantil más importante. Esto condujo a fuertes trastornosen el intercambio de mercancías y el aprovisionamiento, yen los mares volvió a aparecer la piratería, un mal que Atenashabía suprimido anteriormente casi por completo. Las conse.cuencias de ello fueron la inseguridad por mar, los fletes ma-rítimos más elevados, y, por tanto, una subida de precios enlos mercados griegos.

Tampoco se libró Atenas de la subversión interior. En eltratado de paz se había recalcado que en Atenas había querestablecer la «constitución heredada de los padres» (patriospoliteia). Con el apoyo de Lisandro, los oligarcas ateniensestrataron de interpretar este concepto de acuerdo con su manerade sentir. Bajo la protección de la guarnición espartana de laAcrópolis, los oligarcas, ante todo Critias, el tío de Plafón, es-tablecieron en Atenas un régimen de terror desenfrenado. Senos habla de verdaderas proscripciones de las que habríansido víctimas numerosos ciudadanos, al parecer ;Jnos 500 y,además, muchos metecos. También Terámenes, quien a sumanera había vuelto a mediar entre demócratas y oligarcasfue hecho asesinar por Critias. Todo el poder se concentrabaen Atenas en manos de treinta individuos, a quienes la vozpopular designaba como los «treinta tiranos». Constituye untítulo de gloria de la historia ática el que lJumerosos ciudada-nos que vivían desterrados en el extranjero pusieran su vidaen peligro para eliminar el régimen de terror de los ((treinta».Al fsente. de esta valiente hueste estaba Trasibulo. Este grupose apoderó primero de la fortaleza de Fil¿, en las alturas delmonte Parnes, y desde allí avanzó contra Atenas, sin arredrarsesiquiera ante la lucha con la tropa de ocupación espartana.El Pireo y el fuerte de Muniquia cayeron en sus manos y,en las luchas callejeras, fue muerto Criti¡¡s. las tumbas de losespartanos caídos (fueron trece muertos, heridos de flechaalgunos de ellos) han sido puestas al descubierto durante lasexcavaciones realizadas en el Cerámica. Ocupó ahora el lugarde los «treinta» una asamblea de tres mil ciudadanos, quieneseligieron de su seno un comité de diez para que compusieranuna constitución. Pero no todos los ciudadanos estaban deacuerdo con el nuevo sesgo de los acontecimientos; los oliogarcas convencidos dejaron Atenas y fundaron en Eleusis una

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comunidad separada, que se mantuvo hostil a la democraciaática reinstaurada. ,

Corresponde al rey espartano Pausanias la gloria de haberactuado en favor de una reconciliación entre los dos partidosen pugna (septiembre del 403). Era, en términos epónimos,el arcontado de Euclides (403/02), año durante el cual seintrodujo en las inscripciones de los documentos públicos elalfabeto jonio, que pronto reemplazó tanto en las inscripcionespúblicas como en J¡is privadas al alfabeto ático arcaico. BajoEudides se promulgó asimismo una amnistía de la que sólofueron excluidos los oligarcas más comprometidos, esto es, losmiembros de los comités de los «treinta». Por lo demás, launidad completa no se consiguió hasta el año 401/4ÓO, al reu-nirse con Atenas el estado oligárquico independiente de Eleusis.

La actitud de Pausanias frente a los atenienses era total.mente irreconciliable con la política de violencia de Lisandro.Apenas cabe dudar que entretanto se había impuesto en, Es.parta un partido que desaprobaba la política de Lisandro dela manera más categórica. De hecho, Esparta no podí:1 permi.tirse seguir ignorando las quejas que de todas partes llovíancontra Lisandro. Se relaciona con la caída de Lisandro la eli-minación de las decarquías ,establecidas por él en las ciudadesdependientes. Esparta había abandonado su política; dema-siado tarde porque ya había irritado a toda Grecia contra ella.Tampoco la opinión pública estaba ya ciel lado de los espar.tanos. Con Lisandro sucumbió también la política espartanade dominio, y se volvió a la tradicional política peloponésica.Por supuesto, constituía un problema aparte la situación delas ciudades griegas de Asia Menor. A cambio de los subsi.dios persas, los lacedemonios habían debido cederlas al GranRey, lo que era poco honroso para el prestigio de Esparta. Elproblema de la libertad de dichas ciudades está siempre presente,a partir de entonces, en la historia griega del siglo IV. .

En forma inteligente, los persas renunciaron por entoncesa hacer valer sus derechos sobre las ciudades griegas de AsiaMenor estipulados en los tratados con Esparta. Resultó de ellouna sitaación fluctuante que se prolongó por espacio de variosaños. Los motivos del comportamiento de los persas son ob.vios. En efecto, el imperio había de hacer frente, como en tan.tas ocasiones, a dificultades y tensiones intestinas, lo que sepuede apreciar en la anábisis de Ciro el Joven (401/400 a. C.)

En la primavera del año 404 había muerto Daría n. Ocu-pó su lugar su hijo mayor Arsaces, quien con el nombre de

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Artajerjes II reinó durante más de cuarenta años (404-359/58).El nuevo rey, a quien los griegos dieron el apodo de Mnemón,se hizo cargo de una herencia que nada tenía de fácil. El año405 había estallado en Egipto septentrional una rebelión acuyo frente se encontraba un individuo llamado Amirteo. Estereinó dur.ante seis años, pero, incluso después de su muerte,Egipto siguió siendo independiente, y no pudo volver a ser so.metido totalmente hasta el 343/42. La pérdida del país, ricoen cereales, fue extraordinariamente sensible para los persas,y nada tiene de extraño, pues, que se hicieran repetidos inten.tos de reprimir la rebelión en cuestión (v. cap. 16).

Si hemos de prestar crédito a las fuentes griegas, Artajer.jes II habría ascendido al trono contra la resistencia de sumadre Parisatis, quien favorecía a su hijo más joven, Ciro.Los dos hijos eran muy distintos uno de otro y habían estadoenemistados desde la infancia. Al parecer, Ciro había atentadoen vano contra la vida de su hermano mayor, pero Artajerjesle permitió volver a su satrapía de Sardes. Por lo demás Perosia no era en absoluto un estado unificado. Los sátrapas esta-ban enemistados unos con otros y se hacían verdaderas gue-rras, como la de Ciro centra Tisafernes, en la que' estabaen juego la rica ciudad griega de Mileto. El Gran Rey sólose preocupaba por estos conflictos cuando peligraba la exis.tencia del imperio. En las luchas entre los sátrapas los mer-cenarios griegos jugaban un papel importante; desde el fin dela guerra del Peloponeso se habían quedado sin empleo, yestaban dispuestos a alquilarse a qUIen mejor pagara.

La anábasis de Ciro el joven, su expedición a Babiloniapara sustituir a su hermano por la fuerza de las armas, es esen-cialmente un episodio de la historia persa. Pero, como quieraque participaron en la expedición numerosos mercenarios grie-gos, sobre todo del Peloponeso, y dado que un griego, Jeno-fonte de Atenas, la ha descrito en calidad de partícipe, elacontecimiento forma parte asimismo de la historia de Grecia.Por lo demás, también los espartanos participaron en la em.presa con un cuerpo auxiliar bajo el mando de Quirísofo, pesea que luego trataran de desmentido. Gracias a la experienciade los hoplitas griegos, la anábasis («ascensión») habría lo-grado indudablemente su objetivo, si en la batalla decisiva deCunaxa, cerca de Babilonia, Ciro el Joven no hubiera sidomuerto (otoño del 401). La empresa había perdido así su fi-nalidad. Con razón se considera la retirada de Jos griegos deBabilonia, a través del país montañoso e inhospitalario de Ar-menia, hasta el Mar Negro, adonde llegaron en marzo del

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año 400, cerca de Trapezunte (Trebisonda) , como una brillantehazaña de la historia griega. En efecto, ni la superioridad nu.mérica de los bárbaros, ni las dificuJtades del país, ni las in-clemencias del tiempo lograron abatir el ánimo de los griegos.Además de la descripción de los acontedmientos militares, laAnábasis de Jenofonte proporciona, sobre todo en sus últimoslibros, una gran abundancia de material cultural e histórico.Nos ilustra acerca de las prácticas y costumbres de los pueblosde Armenia y Anatolia, así como sobre el estado de las remo-tas ciudades griegas del Mar Negro, todo ello con un realismoque dice mucho en favor de Jenofonte como escritor. Nada tie-ne de particular, pues, que su exposición haya relegado a se-gundo término otras descripciones de la expedición de los'diez mil (en realidad eran 13.000 hombres, de los que regre-saron 8.600), como la de Sofeneto de Estinfalo.

Si los espartanos se decidieron a renunciar a la política dela fuerza, vinculada a la persona de Lisandro, los motivosdecisivos del cambio no fueron necesariamente consideracionesde prestigio. En efecto, más importante era la clara visión delos dirigentes del estado de que el número de los espartanosno bastaba para mantener a la larga un sistema de dominioque en toda Grecia encontraba una repulsa unánime. Cuandose nos dice, por ejemplo, que el año 402 los ciudadanos noeran más que dos mil, siendo todos los demás ilotas, periecos,bypomeiones (de condición inferior) o neodúmodas (admiti.dos recientemente como ciudadanos), comprendemos el inten.to de Cinadón (398), quien se proponía aumentar el númerode ciudadanos mediante la admisión de periecos e ilotas. Sinembargo, este intento fracasó, y Cinadón, cuya propuesta po-dría haber socavado los cimientos del estado, fue ejecutado.

Entonces los griegos de Asia Menor se dirigieron la Es-parta, con la súplica'ae que les ayudara contra los persas. Conel retorno de Tisafernes a Asia Menor, donde se hizo cargo delpuesto de Ciro el Joven, la cuestión jónica había entrado enotra fase. Tisafernes trató de someter las ciudades griegas, para10 que, basándose en los tratados greca-persas del 412/11,estaba perfectamente facultado. Pero, ¿se podía permitir Es.parta, vencedora de Atenas y potencia rectora en Grecia, po-ner a los griegos de Asia Menor en manos de los bárbaros? Sise negaba a atender la demanda de los jonios, Esparta abdi-caba de hecho de su posición de potencia hegemónica, pueshabría demostrado así a todo el mundo que no tenía capaci.dad ni voluntad para asumir el papel de Atenas como defen-sora del helenismo en Asia Menor.

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\Esparta se precipit6 en la empresa asiátic<1con muy pocas

fuerzas, esto es, con 1.000 neodamodas, 4.000 peloponesios y300 jinetes atenienses, que fue todo 10 que envió a Jonia. Engeneral, esa guerra perso-espartana de Asia Menor (397-394)sólo se llevó a cabo con muy pocas fuerzas por ambos lados.Por lo demás, no tardó en ponerse de manifiesto la superiori.dad de los espartanos, quienes habían atraído al resto de losdiez mil griegos de Ciro. Los sátrapas persas Tisafernes yFarnabazo rehuyeron los encuentros decisivos, de modo que losgenerales espartanos, primero Tibrón y luego Derquílides, nohubieron de vencer grandes dificultades. Se produjo un cambioen el curso de la guerra por el hecho de que los persas, porconsejo del ateniense Conón, se decidieron a buscar la soluciónpor mar, ,en vez de por tierra. Después de la batalla de Egos.pótamos, Conón no había regresado a Atenas, sino que habíahallado refugio en la corte del rey Evágoras de Salamina, enChipre. Así, con todo sigilo se fue armando en Chipre unagran flota persa. Los espartanos no tuvieron conocimiento du-rante mucho tiempo de lo que se preparaba, hasta que se en.teraron casualmente de los armamentos navales persas por uncomerciante de Siracusa que había ido a Fenicia por cuestiónde negocios.

Mientras tanto, el rey espartano Agesilao, que había as-cendido al trono con la ayuda de Lisandro, había pasado enel .396, con un ejército, de Eubea a Efeso, y el año 385 consi.guió una gran victoria sobre la caballería persa cerca de Sar.des. Los persas trataron de demorar a Agesilao por medio denegociaciones diplomáticas, sobre todo desde que Tisaferneshubo sido eliminado y reemplazado por' Titraustes. Para lospersas, aquella guerra no revestía gran importancia, pues setrataba de una guerra fronteriza cuyo mando dejaba el GranRey a los sátrapas de Asia Menor.

Poco sabemos acerca de las operaciones navales a partirdel 396. En su historia de Grecia (Helénicas), ]enofonte ha pa.sado por alto totalmente la guerra marítima, tal vez porque de-seaba proyectar más luz sobre las hazañas de Agesilao, a quienadmiraba, en Asia Menor (Ed. Meyer). De hecho, sin embargo,la decisión no tuvo lugar por tierra, sino por mar; fue efectode la batalla de Cnido, que se libró a principio!>de .agosto delaño 394. Las naves chipriotas, las de Rodas y las fenicias, bajoel mando del ateniense Conón y del persa Farnabazo, fueronlas que obtuvieron aquí una victoria decisiva sobre el navarcaespartano Pisandro. En Cnido se hundió el imperio marítimo

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espartano, después de una duraci6n de diez años e..xactamente.Todas las islas de la costa occidental de Asia Menor, desdeCos en el sur hasta Lesbos al norte, se habían perdido, ytambién las ciudades griegas del continente asiático se separa-ron de Esparta en gran número y muchas de ellas abrieron suspuertas a los persas. La superioridad naval de los persas eratal que su flota podía incluso emprender incursiones de saqueocontra la costa griega, lo que no había vuelto a tener lugardesde la época de la invasión persa del año 480.

En ocasión de su partida para Asia, Agesilao, que se pro-ponía ofrendar unos sacrificios en Aulide, fue invitado a dejarla región por el beotarca, el magistrado jefe de Beoda (396).Fue ésta la primera vez que los beocios cometían ':Jn actohostil contra Esparta. Esta actitud del beotarca es por lodemás muy significativa de los sentimientos de los estados deGrecia central, que distaban mucho de estar satisfechos conEsparta y su política, ya que la victoria de ésta sobre Atenasno les había proporcionado ventaja alguna o sólo muy poca.Estos sentimientos eran fomentados por los persas, cuyos emi-sarios recorrían Grecia y pagaban con dinero contante parasoliviantar a los belenos del interior de Grecia contra Esparta.Uno de estos agentes persas fue Timócrates de Rodas; porencargo de Farnabazo de Dascilio trabajó en Tebas, Corinto,Argos y Atenas y no fue en absoluto parco con el oro persa.

El año 395 había vuelto ,a estallar la guerra en Grecia.Se había originado a partir de una disputa entre los focensesy los locros, aunque no podemos decidir aquí si se trató delos locros de azola o de los de apunte. En todo caso, sin em-bargo, los locros fueron los agresores y encontraron ayuda enlos tebanos, en tanto que los focenses se dirigieron a Esparta.Atenas no quería arriesgar nada en esta contienda, pero sepuso inicialmente del lado de Tebas, y el documento de laalianza defensiva, que se concertó a perpetuidad, se ha con-servado en parte (Bengtson, Staatsvertrage n.O 233). Apena.cabe dudar que también en ello intervino el oro persa.

Con su campaña contra Beocia, Esparta fue poco afortu-nada. El nombramiento de Lisandro y Pausanias como gene-rales se reveló como un error, puesto que ambos individuos'no estaban en condiciones de colaborar entre sí. Después dela victoria de los beocios junto a Haliarto (en otoño del 193),en la que cayó Lisandro, el rey Pausanias evacuó el territoriode Beocia. En Esparta reinaba gran indigr.ación contra el rey,que tuvo que ponerse en seguridad en Tegea. Ahora sólopodía ayudar Agesilao, y los espartanos, sintiéndolo mucho,

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10 hicieron régtesat de Asia Menor. «Son 30.000 arquerospersas (en las monedas persas estaba representado e! GranRey como arquero hincado de rodillas) los que me expulsande Asia», había dicho, al parecer, Agesilao. Comoquiera quela flota persa dominaba e! mar, Agesilao hubo de regresara Grecia por la difícil ruta que atravesaba Tracia; a la batalladel arroyo de Nemea (junto a Corinto), en julio de 394,llegó tarde; pero participó, en cambio, en Coronea (agostode 394) y contribuyó a la victoria de los espartanos. Peroesa victoria no fue decisiva; la coalici6n contraria no logróromperse y la guerra, aunque sin grandes batallas campales,siguió en pie en Grecia.

También para Atenas se .aproximaban tiempos mejores. Enla primavera (o e! verano) del año 393 regresó a la patriaConón, el vencedor de la batalla junto a Cnido. La ciudadpaterna lo honró como hacía ya decenios que no había hon-rado a nadie: le erigió una estatua de bronce, «porque habíallevado la libertad a los aliados de Atenas». Era ésta la pri-mera vez desde los tiranicidas que se erigía en Atenas unaestatua a un individuo. Además, concedieron a Conón la atelia(exención de tributos), pues había dado a Atenas algo másque la gloria: puso a disposición de los atenienses el dineronecesario para la reconstrucción de los Muros Largos y dela muralla del Pireo.

En esta época tuvo lugar la reconquista de las cleruquíasde Lemnos, Imbros y Esciros que eran de l~ mayor impor-tancia para asegurar tierra a la población ática. Bajo la pro.tección de la flota de Conón, Atenas se di::Jpusoa reanudarsus relaciones con una serie de islas de! Egeo. Con algunasde las que en su día habían sido miembros de la Liga ma.rítima délico-ática, como con Eteocárpatos, Cos, Cnido, Rodas,y además con Mitilene, en Lesbos, y con Quíos. Incluso esposible que Atenas reanudara entonces la comunicación conlas ciudades griegas de Asia' Menor (Jenofonte, Helénicas IV,8, 12). Por supuesto, no cabe hablar de un restablecimientodel antiguo imperio marítimo ateniense. Todas estas alianzassólo fueron posibles con e! beneplácito o, al menos, con latolerancia tácita de los persas. Por lo demás, el propio Conóndistó mucho de ser un jefe político de primer orden; era más

bien un típico forjador de proyectos. Por ejemplo, quería. Iestablecer un enlace entre Evágoras de Cl-Jpre y Dionisio Ide Siracusa, proyecto fantasioso condenado de antemano al Ifracaso y que falló también a causa del ataque de los carta-gineses contra Sicilia. .

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En Grecia se iba abriendo .paso la idea de que habíaque agruparse para lograr grandes objetivos políticos. Estolo pone de manifiesto la fusión de los estados de Corinto yArgos e! año 392, un acontecimiento único en su género enla historia, porque, según nuestros conocimientos, aquí se su-peran por primera vez los límites de la polis. En tal ocasiónse llegaron a arrancar los mojones que marcaban la fronter,aentre ambos estados. Por lo demás, este doble estado no fuede larga duración,' ya que, seis años después, fue disueltoen base a las disposicÍ<lpes de la «paz de! Rey». El mismoaño (392) Atenas había efectuado por primera vez ciertossondeos para la paz. Se trasladó a Esparta una embajada, dela que formaba parte el retórico Andócides, provista de po-deres especiales. Andócides en su «discurso de la paz» (elinforme que presentó a su regreso), fue el primero en expo-ner públicamente la idea de lo koiné eirene, esto es, la ideade una paz griega general, que a partir de este momentodesempeñó un papel importante en la historia griega del si.glo IV.

Efectivamente, había de resultar claro para todo políticoprovidente que las incesantes guerras interiores entre los grie-gos no podían durar indefinidamente. La Hélade estaba divi.dida en dos campos; de un lado estaban Esparta y sus aliados,y, del otro, los adversarios de Esparta, es decir, Tebas, Ate-nas, Corinto, Argos, etc. El comercio estaba paralizado, lareconstrucción consecutiva a la gran guerra del Peloponesoestaba estancada, los mares eran inseguros, e incluso las comu.nicaciones con Sicilia resultaban perturbadas a causa de lanueva guerra de los cartagineses. Fue una fatalidad que, parasalvar su hegemonía, Esparta volviera a mantener una ideaque ya había defendido durante la guerra del Peloponeso yque en los últimos años había contribuido de modo decisivoa la decadencia del orden político griego. Esparta pedía quetodas las polis griegas fueran libres y autónomas. Para ase-gurarse en esto la ayuda de los persas, los espartanos notuvieron reparo en entregar de hecho a los griegos de AsiaMenor al Gran Rey. Pero los atenienses protestaron contrala entrega de sus hermanc>s jonios; el congreso de la pazreunido el año 392 en Sardes, bajo la presidencia del sátrapapersa Tirabazo, no obtuvo ningún resultado. Tirabazo, sátrapade Lidia, había favorecido a los espartanos, por lo queentró en conflicto con el Gran Rey y fue relevado de sucargo. Pasó a ocupar su lugar Autofradates, y las ciudadesjonias fueron separadas de la satrapía de Lidia y sometidas

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a un sátrapa propio, Estrutas. Caria la obtuvo el dinasta Heca-tomno de Milasa. Estos cambios efectuados en el Asia Menoroccidental permiten apreciar claramente que lo que interesabaante todo al Gran Rey era eliminar la posición eminente delsátrapa de Sardes.

Los años 391 y 390 fueron años aciagos para Esparta. Elaño 391 fracasó una nueva expedición espartana a Asia Menor:el espartano Tibrón cayó en una emboscada del sátrapa Estrutasy fue aniquilado junto con ocho mil hombres. El año siguien-te las tropas ligeras de infantería atenienses (peltastas) encolaboración con los hoplitas asaltaron, bajo el mando del jefede mercenarios Ifícrates, un regimiento espartano (una mora)en Lequeo cerca de Corinto. Constituyó esto un rudo golpepara Espacta, que perdió en la batalla unos 250 espartanos,pérdida que resultaba irreparable.

Atenas, por otra parte, cosechó por mar éxitos sorpren-dentes. Fueron obtenidos por Trasibulo, el jefe que habíarestablecido la democracia ateniense. Atenas, una vez más,trató de restablecer su dominio sobre los estrechos, el Heles-ponto y el Bósforo. Aunque Bizancio pud:> ser reconquistaday los atenienses reanudaron las relaciones con Calcedonia, nose logró, con todo, expulsar a los esparian05 de sus posicionesclaves en el Helesponto: Sesto y Abidos. Sin embargo, loséxitos de Trasibulo fueron considerables. En efecto, junto conTasos y Samotracia había conquistado, en la primavera del389, Lesbos, Halicarnaso y Clazómenas; además, recaudaba detodas las mercancías que pasaban por barco el Bósforo unimpuesto del diez por cIento. NQ obstante, no cabe hablarni con mucho de un restablecimiento de la Liga marítimadélico-ática. Los éxitos de Trasíbulo eran de naturaleza transi-toria y se debían únicamente a la debilidad del dominionaval espartalio, que se habla venido abajo tra;; la derrotade Cnido.

El fin de Trasibulo constituye un signo de la volubilidaddel demos ático. En efecto, Uamado a Atenas para rendircuentas, Trasibulo se negó a obedecer y prosiguió por sucuenta su actividad en el ámbito ¿el Egeo. Durante una in.cursión a la lejana Panfilia, en la costa sur de Asia Menor,perdió la vida: fue asesinado por los habitantes sublevadosde la ciudad de Aspendo (388). La muerte de este individuofue para Atenas una gran pérdida. En cuanto demócrata con-vencido había prestado dos veces a su patria los mayoresservicios: primero, el año 411, al defender decididamente en

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Sarnos la democracia ática, y luego, el año 404/03, al conseguirla liberación de Atenas del despotismo olig:irquico. No obs-tante, cae también sobre su persona una sombra oscura, puesen cuestiones de dinero distaba mucho de ser desinteresado,y las quejas contra sus extorsiones estaban suficientementejustificadas. Sea como fuere, va ligado a ';u nombre el nuevoascenso de Atenas una vez superadas las consecuencias de laguerra del Peloponeso.

Entre tanto se habían percatado en Esparta de que unadecisión clara en b lucha con sus adversarios griegos, sobretodo con Argos, Beocia y Atenas, no podía aIcanzarse. Elmomento era propicio para entablar negociaciones de paz. Enforma significativa, éstas tuvieron inicio en Persia, no en Gre-cia. En Sardes había sido depuesto el sátrap<l Estrutas y habíasido reemplazado otra vez por Tirabazo. Este era amigo delos espartanos, quienes enviaron a Sardes, en calidad de nego-ciador, a Antálcidas. Tirabazo y Antálcidas emprendieron juntosel viaje a la lejana Susa, para enterarse de las condicionesdel Gran Rey para la conclusión de la paz. Estas condicioneseran desastrosas para los adversarios de Esparta. Nada tienede extraño que se negaran a aceptaclas.

En Susa se concertó la paz entre Persia y Esparta. Paraobligar también a los demás griegos a aceptar los términosde la paz persa, los espactanos bloquearon, con la ayuda deun contingente naval siracusano, el paso, a través del Heles-ponto, del trigo destinado a Atenas. Al producirse en éstadificultades de aprovisionamiento, la población ática !e dispusoa aceptar la paz. Así, pues, el año 387 se reunió en Sardesun gran congreso de la paz, al que concurrieron embajadoresde todos los estados que se encontraban en guerra. Allí seleyó un edicto imperial que contenía las condiciones que elGran Rey Artajerjes II había dado a conocer a AntáIcidasen Susa a principios del año 387. Decía como sigue: «Arta-jerjes, el Gran Rey, considera justo que las ciudades de AsiaMenor le pertenezcan a él y, de las islas, Clazómenas y Chipre.en cuanto a las demás ciudades griegas, grandes y pequeñas,han de ser autónomas, con excepción de Lemnos, Imbros yEsciros, las cuales, como en tiempos antiguos, han de perte-necer a los atenienses. Pero a aquél que no acepte esta pazle haré la guerra, con los aliados, por tierra y por mar, conmovilización de barcos y de dinero».

Este documento, conservado en ]enofonte, Helénicas, V,1, 31 (Bengtson, Staatsvertriige n.O 242) constituye un testi-monio sumamente interesante de la actitud del rey de Persia

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y <k la diplomacia persa. En efecto, quien podía dar talesórdenes a los griegos había de estar realmente convencido desu posición eminente. Desde el punto de vista técnico, estedocumento es un extracto del Instrumento de Paz que habíasido convenido el año 387 entre AntáIcidas y d Gr.an Reyen Susa. Este extracto había sido refundido en un edictodel rey de Persia, con adición de una fórmula de sanción enla que se amenazaba con la guerra a todos aquellos que senegaran a aceptar a paz. La «paz del Rey» o la llamada «pazde Antálcidas», como se la designa en la tradición griega, fueaceptada por los griegos en el congreso de paz que poste-riormente se celebró en Esparta. Complementaba esta paz una«paz general», una koiné eirene, que ha de considerarse como.uno de los efectos de la paz de Antá1cidas (D. Wilcken);

Indudablemente, entre los perdedores figuraban Tebas yArgos. En estos estados es donde el principio de la autonomía,que la paz del rey establecía, producía sus peores efectos.Tebás perdió su hegemonía sobre la Liga Beocia. Argos hubode renunciar a su fusión con Corinto. Atenas, en cambio, notuvo relativamente grandes perjuicios: estaba indudablementemejor que el año 404, porque había recobrado sus cleruquías.En conjunto, sin embargo, la paz constituye '..Ul signo delpredominio de Persia, que alcanzaba ahot.\ el punto culmi.nante de su influencia sobre Grecia. Nadie se atrevió en laHélade a oponerse al edicto del Gran Rey, y E~parta había

,descendido directamente a la condición de alguacil de los perosas. Se comprometió a cuidar que se cumplieran las condi.ciones del tratado en Grecia. Nada tiene de particular, pues,que los decenios siguientes de la historia griega estén demodo inequívoco bajo el signo del predominio persa. Con laaceptación de la «paz del Rey», del año 386, se sometieronlos griegos, incluidos los espartanos, al mandato del rey dePersia. El coloso del este había ampliado su esfera de in.fluencia hasta el mar Jónico; el partido persa de Grecia eradueño de la situación y se veía apoyado, en ello, por el dineropersa. De Conón conduce una línea recta a Antálcidas y altebano Pelópidas, los cuales no sólo recibieron dinero persa,sino que defendieron además los intereses persas en Grecia.Sin duda,algún progreso representaba la conclusión de unapaz general. Aunque en los años y décadas siguientes aúnhubo distintas guerras en la HéJade, la idea de una paz quecomprendiera a to.:1os los Rriegos siempre volvió a ser aco-gida: constituía la estrella de la esperanza para un pueblo que,más que cualquier otro, hubo de sufrir guerras incesantes.

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11. La decadencia de la independenciagriega y la idea de la paz (386 -362a. C.)

El

BEl cuarto de siglo que transcurre elltre la paz del Rey (386)

Y la batalla de Mantinea (362) ha sellado la decadencia delsistema de la ciudad-estado en la Grecia propiamente dicha.Este sistema dependía para su supervivenci.1 de la capacidadde los griegos para dejar de ser un cúmulo de unidades mi.litares independientes y convertirse en una nación cuando recio

L bieran amenazas del exterior. En otras palabras, dependía defa capacidad de 10~ estados griegos para aceptar la jefaturade uno de ellos en tiempos de disturbios. En Sicilia aún eraposible tal cosa, en la Hé1ade no. La evidente necesidad dela unidad nacional, como el único antídoto contra la inter.ferencia persa en los asuntos griegos, no producía propia.mente una hegemonía nacional en Grecia. Existían estadosdirigentes, pero no movían a los griegos contra los persas,sino contra los propios griegos, incitados a ello por Persia.Esparta, por ejemplo, siguió ejerciendo hasta el año 371 unaespecie de predominio hasta más allá del Pe1oponeso, peroeste predominio sólo era posible porque era tolerado por lospersas, que consideraban a los espartanos como peones deajedrez. Exactamente lo propio cabe decir de la muy brevehegemonía de los beodos, del 371 al 362. No obstante, Atenaslogró formar una nueva confederación marítima (378/77), peroésta no era más que una sombra de la Liga délico-ática,y sin el consentimiento de Persia no habría podido crearse.No cabe duda de que la autonomía de la ciudad.estado pro-clamada en la paz del Rey contribuyó de modo decisivo a peropetuar la inestabilidad política; el paralelo que se ha trazadoocasionalmente con la «libertad» de los estados del Sacro 1m.perio, establecida en la paz de Westfa1ia en la Alemania delsiglo XVII, es obvio. Tal vez más grave todavía que el prin-cipio de la autonomía era la ausellcia de destacadas perso.nalidades; en efecto, pese a su glorificación por Jenofonte,Agesilao no es más q:Ie una figura mediocre, y en cuanto albeocio Epaminondas, cuya personalidad cautiva por la ecua-nimidad de su carácter, fracasó como político por el hecho

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de qUé, pese al apoyo de los persas, Beoda era el menosapropiado de los estados para convertirse en potencia hegemá-nica. Sin duda, Grecia poseía en el tirano tesalio Jasón deFeras una personalidad importante, pero Jasón fue asesinadoantes de que pudiera llevar a cabo su proyectad:! guerracontra los persas.

~ada tiene de sorprendente que en este tiempo lw.dead~.~g~eral se fu~ abriendo )?aso en Grecia cadavez c,2!!m~!: - ~<lg.2r:ef país sufría.la~s continuasen la mayoría de las cuales,Ya .s:Wa. ~delH~.I)1pl~j°.2~made alian~s, s.,!:.ye~ll.jm¡;¡).j¡;jldosnu~QS"~ ..r<tados. Estas guerras

; llevaban a arejadas desgracia e inse~idad, p~an .e!comercio y ocaSlOnaan gast~~s a los diversos estados,

I sobre todo para e! reclutamiento de mercenarios que, en cuan-to guerreros, llevaban la dirección de los asuntos militares cada

vez con mayor frecuencia. Sin embargo, una ~ general sóloe~I>osible si e! rey de. Persia ejercía sobre los ,J~riegos sufj-l ck.nte pr~-p"!!!' q¡¿,e la acePt~an,pr~

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O!L!1:¡¡y~g$ los'-.!.í1ced'¡:J.1.1..9)lÍqs.¡. más adelante a través de 10sbeocios. Con todo,

u~ paz por~ gracia de Persia no e¡a más que UJ:la ~ amedias, y en Grecia siempre se protestó justamente' en con-trad'e tal arreglo. Isócrates, por ejemplo, señaló e! gloríosopasado de Atenas y vio en ello la obligación especial de quesu ciudad natal siguiera desempeñando el papel dirigente. Pero

f en un mundo que se iba abriendo cada vez más a la influen-" cia de! dinero, se percj!Jí~ l!!1JLI2°CO~l1cional. Ha-

Qía demasiados pofiTIcos que estabañ.en relación cot1~J>ersia

fy~¡bían sin reparo dinero de! Gran Rey. p"are~;,íaq1leGJ;,edLhabíDelifudo su armay _qj;1e!Üiigú!l griego sabía cómorecuperada. Cada vez se hacía más claro que la polis griegaa~podía extraer de sí misma las fuerzas necesariaspara regenerarase. Por consiguiente, había de venir un sal-vador de fuera, si es que iba a existir una nueva época paralos griegos.

LQLP.rimero~ ~ño~..desllu6-de-Ia-paz ..deLReyestán -mani-fiestamente, en Grecia, b.IDS2-el..slgno-de-Espal'ta. Los lacede-monios empezaron por poner orden en el Peloponeso, y nocabe duda que esta política se debió ante todo a Agesilao.El otro rey, Agesípolis, era demasiado joven todavía parapoder ejercer cualquier influencia. Primero se forzó a Man-tinea a reingresar en la Liga espartana. Esparta y Mantineahabían concertado el año 418/17 una paz por treinta años.Pero Esparta no vaciló en emplear contra Mantinea la fuerzade las armas (e! año 385 o, tal vez, e! 384). Los espartanos

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dirigieron las :lguas del río Ofis hacia las 1Jiutal1asde Man-tinea, el adobe se ablandó, los cimientos fueron excavadospor la corriente, y la ciudad" hubo de capitular. Mantineavolvió a ser dividida en cinco comunidades locales, cada unade las cuales había de proporcionar su propio contingente alejército federal pe!oponesio. De igual forma procedieron losespartanos con la ciudad de Fliunte. Sin duda, sus habitantesresistieron un sitio de veinte meses dirigido por Agesilao, perohubieron de rendirse luego a causa del hambre. En Fliuntelos oligarcas volvieron a hacerse cargo del poder con el apoyode Esparta (379).

El último punto culminante de la historia espartana enel siglo IV lo señala la intervención de los lacedemonios enla península Calcídica. En ella se había constituido durantela guerra de Arquidamo, teniendo a Olinto como núcleo, un-estado q:le cabe considerar como estado federal; en todo caso,sabemos por las inscripciones que existían órganos federalescomunes. No cabe duda de la importancia de esta federación,y todos los e~tados vecinos, particularmente' Macedonia, habíande contar con ella. En una inscripción que se conserva enViena (Bengtson, Staatsvertrage n.O 231) se hallan consignadosun pacto de alianza y un tratado de comercio entre la federa-ción- calcídica y Macedonia. El tratado se concertó proba-blemente el año 393, y por un período de cincuenta años.Los firmantes se prometían ayuda mutua en caso de un ataqueenemigo, pero, por desgracia, las demás estipulaciones delpacto se han perdido. A los calcideos se les concedía la libreexportación de brea y madera para la construcción de naves,aunque la valiosa madera de abeto blanco sólo había de ex-portarse de Macedonia para fines federales comunes. Los dosfirmantes se comprometían a no concertar alianzas con variosestados consignados nominalmente sin el acuerdo del otro socio.Los estados consignados son Anfípolis, Beoda, Acanto y Men-des; así, pues, ninguno de ellos pertenecía entonces a la fede-ración calddica. En aquellos días reinaba e! mejor acuerdoentre los macedonios y los calcideos. Precisamente se conoceuna donación de tierra del año 393 que el rey Amintas nIhizo a los calddecs. El tratado macedonio-calcideo tambiénreviste una considerab!e importancia desde otros puntos devista. Muestra, entre otras cosas, que el rey de Macedoniapodía firmar un convenio en nombre de su país, de modoque las teorías más recientes, según las cuales en Macedoniael rey y el estado eran instituciones separadas, son total-mente erróneas. La posición sobresalIente de la federación cal.

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cidea halla expresión en el hecho de que Amintas nI hubode pedirle ayuda cuando los ilirios invadieron grandes áreasde Macedonia. Las tropas de la federación calcidea ocuparonentonces algunas regiones de Macedonia, especialmente la bajaMacedonia, y la federación parecía no querer evacuar estaregión, una vez alejado el peligro.

Pero algunas ciudades que no pertenecían a la federación,entre ellas Acanto y Apolonia, se dirigieron a Esparta con lasúplica de intervenir en favor de su autonomía, amenazadapor los calcideos. Fiel al principio por ella defendido de laautonomía de los distintos estados, Esparta intervino en losasuntos del norte. Una gran fuerza armada, no menos dediez mil hombres, fue enviada por tierra hacia la Greciaseptentrional, y el rey de Macedonia ayudó a los lacedemo-nios. Las luchas, que se desarrollaron esencialmente delantede Olinto,. capital de la federación caIcidea, duraron "ciertotiempo. Finalmente, la ciudad fue cercada y obligada a" capi-tular (379). La federación fue disuelta, y sus diversas ciuda-des fueron obligadas a ingresar en la Liga del Peloponeso.Pese a las pérdidas dolorosas (Teleutias, hermano de Agesilao,había caído frente a Olinto, y el rey Agesípolis había muertode enfermedad), Esparta había impuesto su voluntad con lafuerza de la espada. Había impuesto una vez más el princi-pio de la autonomía y destruido un experimento de unidadque para la unión de las fuerzas del helenism:J al norte delEgeo podía haber tentdo gran importancia. La victoria sobrelos calcideos muestra a Esparta en la cumbre de su prestigiopolítico y militar. Pero, ¿acaso los espartanos habían desen-vainado la espada por una causa justa? No se debe olvidarque Esparta defendía un principio que ofrecía un pretextopara la intervención del rey de Persia y que fue el que, afin de cuentas, acabó sellando la decadencia del sistema deciudad-estado en la Hélade.

El año 382 se hizo Esparta culpable de una agresión queprovocó en toda Grecia la más viva 111dignación.Al llegar lafuerza armada espartana que se dirigía hacia el norte cercade Tebas, el jefe de los oligarcas en ésta, Leontiades,seacercó al espartano Febidas y se ofreció a facilitarle la con-quista de la acrópolis de Tebas, la Cadmea. El espartanoaceptó la oferta gustoso, ocupó la ciudadela e hizo prisioneroa Ismenias, jefe de los demócratas. Estos acontecimientos seexplican si se sabe que Tebas se había negado expresamentea acudir al llamamiento de los espartanos para su expedicióncontra la Calddica, pese a que estaba obligada a ello. Incluso

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en la propia Esparta estaba dividida la opinión acerca deeste golpe de fuerza; los éforos y la Apela no estaban enabsoluto de acuerdo con el proceder de Febidas, pero Age-silao lo consideraba acertado. Aunque Esparta se había ase-prado en esta forma una prenda, el daño moral que el abusocausó era, de hecho, irreparable. En efecto~ Esparta habíaobrado de mala fe, y los demócratas que huyeron a Atenas,varios centenares de ellos, no cesaban de. señalar la injusticiaque se había cometido contra su ciudad natal.

Con todo, el dominio espartano en el año 37q ~I" I"X-~Qdíaqe.§de.. .{:L.~mo ~ur del pe)oponeso hasta la.. S:;alcí-

.1 "dica; Esparta tenía amistad con Macedonia, TesaliLY con losi!l°losos. del Epiro, lo mismo q,ue con el gran tirano bIoni-sio 1 de SiFacusa. El sistema' de alianzas...establecidopor

,Ir §!!rta comprendía a toda Gre~ia; casi todos los estados he-lénicos estaban oblj~ados a acudir al llamamiento militar de ~IClSespartanos. y, sin embargo, los fui1aañiéñtos d~ h...M1J2!e-mada espartan:L.,.e¡;an.f5i.&les. El número de los ciudadanosde pleno derecho seguía en retroceso, y las simpatías en favorde Esparta se habían convertido exactamente en lo contrario.Sin duda, seguía habiendo griegos que admiraban en Espartalas prácticas y la disciplina ,antiguas; un ejemplo de ello10 tenemos en las obras de ]enofonte, especialmente en laRepública de los Lacedemonios escrita hacia el final de suvida, probablemente el año 360. Pero ]enofonte no podíavolver a Atenas, porque, probablemente por su participaciónen la batalla de Coronea al lado de Esparta, había sido des-terrado. Vivía, pues, en Escilunte, una pequeña hacienda enla Elide que Esparta le había asignado.

A finales del año 379 todo el mundo griego se conmovióvivamente a causa de una acción ,atrevida. En efecto, sietedemócratas tebanos habían encontrado la manera, disfrazadosde mujeres, de entrar en su ciudad natal. Eliminaron el go-bierno oligárquico de Leontiades. Otro grupo de tebanos, apo-yado por un contingente ático bajo el mando de dos estra-tegas, invadió la ci:1dad. El comandante de la guarnición es-partana en 11 Cadmea perdió los nervios: concertó con losdemócratas un convenio en virtud del cual evacuaba la Cadmeasi se le garantizaba una salida libre. Tebas quedó liberada,pero los espartanos no estaban dispuestos a dejarse echar, atan bajo .precio, de una posición de la importancia de aquélla.Los oficiales que habían mandado en la Cadmea fueron eje-cutados o gravemente castigados. El rey Cleómbroto, que habíasubido al trono en lugar de' Agesípolis, muerto ante Olinto,

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avanz6 con un ejército de petoponesios hacia Beoda. Sin em-bargo, no estaba preparado para sitiar a Tebas y, por con-siguiente, hubo de retirarse, aunque una parte del ejército, almando de Esfodria~, permaneció en el lugar. Indudablemente,Atenas había apoyado la empresa de los demócratas tebanosno sólo moral, sino también activamente. Había quedado así,frente Q Esparta, en una posición sospechosa, y el intento deEsfodrias de apoderarse por asalto del Pireo (378/77) seexplica a partir de la actitud antiateniense de los espartanos.Por lo demás, la política oficial ateniense no es muy cIaraen los años 379/78. Esto nada tiene de particular, porqueAtenas no est~n condiciones de ofrecer resistencia a lasfu~~as...lInidas de Tos-p~Toponesios y n~ g~..!:!~ e.!1t~!1"--:'~n- c~n-Hicto conlrSpart"a,~, por-otra parte, aP!:!J!~j.a...disimu-láIJi.s,..slInpatGs. Jlu.e-senua ~par.jos_tebaoos; sin embargo, noes probable que en el 379/78 se concertara una alianza formalentre Atenas y Tebas. Con todo, el incidente de Esfodriashizo caer los últimos reparos de Atenas. En. el año 378/77,probablemente en los primeros meses del 3T7,A~-;¡i_concerióun.!. ilianza fuI!J1~Q.,n..I ebas y se enfre..'1tó- a!í ..!!?!srtamentecqlU.ta-Esp31'm. De esta alianza se ha conservado una ins-cripción (Bengtson, Staatsvertrage n.O 225) de la que rolta laparte izquierda, de modo que su interpretación presénta difi-cultades. Sin embargo, podemos decir sin temor a equivo-.carnos que la iniciativa partió de Tebas y que, a continuación,Estéfano presentó a la asamblea popular la propuesta de aliaJ:!.-2a. Por lo visto, anteriormente había ido una embajada ate-niense a Tebas, de la que formaba parte Trasibulo, hijo deTrasón, de Collto, a quien no hay que confundir con el céle-bre Trasibulo de Estiria. Trasibulo de Colito tenía relacionespartic:1!armente buenas en Tebas y gozaba allí, si podemos darcrédito a Esquines (nI 1.38), de gran prestigio. En general,hubieron de establecerse, a causa de la presencia de los demó-cratas en Atenas, numerosas relaciones personales entre ambasciudades, lo que también contribuye a explicar que se llegaraa la alianza.

A.L-tatifi~~ad.2..~<:._a~anza _~tre_Atel!~r T~as,se estaba opetando en el. Egeo una gran tranjifo!"l!Jllción..-FLimpulsQ pa..r..aello lo había dado Atenas. Se trata de la funda-ci§!L<ie la, gg1J11!!aLiga marítima ática d;-afio 378/77, cienañoLdespués de la- creación" de la primera Tigad'eIK"o-';{tk';¡.La segunda Liga átTca-00 se- cOiisffiuyó un día -determinado,sino que, en parte, las relaciones de los tiempos de Trasibulo,como en el caso de Quíos el año 384 y de Bizancio en el

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año 378, había ido conduciendo a formar distintos tratadosde alianza con Atenas. Esta tuvo t:1ara..flJo~ta_fu.rtuna d~poseer a l!!1.gran 2r~ot Yll\1!?H.~g~J¡1Jes, qpien en susdiscursos ditirámbicQ§.pro.cla~a ..!.~.z; de 1~d_<2el. mundogriego la gloria de su ciudad natal. . Así, por ejemplo, hayque designarel P;;;egí;¡;'o:-aPMecldoel año 380, como unelogio del gran pasado ático. Se evocan en este discurso nu-merosos ejemplos históricos para destacar la grandeza de Ate-nas y las obligaciones que de ella se derivan para el presen-te. El orador odiaba particularmente la' paz del ~delaño 386, y no cesaba de. señalar las ~rand~ proezas de Atenasen tiemposifeJ?erLcI!;s, cu~..~()n la paz de Calias (4421.48)se imponían límites a l~rsjs. Con razón la investigaciónmoderna (E"':'"'"&Z'hne;)ya n~ mantiene la opinión de U. vonWilamowitz y otros, que veían en el Panegírico de Isócratesun escrito de propaganda en favor de la segunda Liga ma-rítima. Pero ~ra~pJ:eparQ. d terr~t;¡o-para los!lne~.deAtenas, de modo admirable, iniciando así una nueva época enla historia ática. Los atenienses. secrabañ""perreC'ta"" cilent:C"deque una nueva alianza ¡:¡abG'd~ ser fundamentalmente distintade la antigua ~L¡ga délJ.CQ:'áH~a;""7obre tod~' .había 'qiiepo'nerespecial. cuidado. eJ:).,.Jlp_d~spmi!r ~en-los_.&ia~-~2ospe~hade que Atenas obraba con miras egoístas .(: imperialistas. Enel mes de febrero o marzo del año 3J:L.había~" p'7ógresadolos preparativos tanto que Atenas se vio capacitada para lanzarun manifiesta .en.~el.que. ~¡¡hortaba a los..Úi~gos..Y.lp{ibárb~rosdel continente o de las islas a ingresar .(:J:l.J!\...ng(:ya~~J¡anza.

Este documento, que desde el punto de vista formal esun decreto de la asamblea popular a propuesta de Aristótelesy se ha conservado en una plancha de mármol pentélico queconstaba de veinte fragmentos, es uno de las más importantesde la historia de Grecia del siglo IV (Bengtson,' StaatslJer-trage, n.O 257). A los griegos y bárbaros qu~ estuyieran- dis-puestos a entrar en la. alianza. se les..p,tometía. !!lJ~¡:taE.Y.,JIut,g-nomía, y además franquicia deguar¡1Í~ió~Y"J!:~to. Por otraparte, los atenienses se com,Plometían a .!lo_adquirir tierrao bienes raíces ell el t<:!ritqrio dS J9s...!lUeygs al~aos; final-mente, 1s;: aseguraba a éstos~J1yuda~.f;.n ca¡¡g.~taq~s ene-migos. Sin duda, al principio del documento figura un retopúblico (o irónico) a Esparta: se exhorta a los lacedemoniospara que respeten a los griegos la paz, la autonomía y laposesión imperturbada de sus respectivos territorios, aludiendoal respecto a la koiné eirene (estas palabras se han reprodu-cido en el documento) invocada por el Gran Rey y por los

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espartanos. La inscripci6n consigna los nombres de los aliadosde los atenienses; en ella aparecen más de cincuenta y tres,pero (según Diodoro XV, .30, 2) e! número total hubo deser setenta. Por supuesto, este número era muy inferior alde los miembros de la primera Liga marítima. Es particular-mente interesante que figare entre los aliados Jasón de Feras,e! gran tirano tesalio (en la inscripción, columna B, línea 15);el nombre está restaur.¡¡do: [1aso]n, pero este complementoparece ser prácticamente seguro. El nombre se borró de lainscripción más adelante, cuando Jasón se hizo hostil a Atenas.

Las bases de. la alianza eran las disposiciones de la pazdel R~ relativas~ la autono¡;;¡;;:-Atenas~ ocupaba en ella lai~.futüra:-:Y::~j¡:¡ reconoé1a~directamente comO'Taleñ los tratardos-ae alianza con los diversos estados. Por lo demás, sin~bargo, l~o ide¡:¡ f~eral se. ,subtAyaqa particularmente ~tllaCoijstitución s!e la, Liga, y los.~confederados estaban obligados1\.prestar ayuda no sólo a Atenas, dno a prestársela tamb,iéne11J:reellos mismos. En contraste con la' primera Liga ma-rítima, se creó un órgano federal. permanente, el synedrion(consejo), que celebraba sesiones reg]JI¡¡r~te. Cada.-miem-bro...de_Ja..Liga telÚ.a..en él, independientemente de su exten-sión y de! número de su población, m;\_§.Qlo_Jepresentante.4tenas, en cambio, no -estaba -representada en e! sinedrión,sino que quedaba fuera de la Liga, como aliado. Para 'lueun~_ré501uciónfuera válida se requería e! acuerdo entreclSi~-drión v Atenas. O sea, que ésti, o mejor dicho la asamblea.. . '"pop'ula¡;, ateniense, disponía de un derecho general de yeto.Sitf~tti!?1!fiones fi1.}allCÍ.erastampoc.o podía subsistir esta or-ganización. Ahora s~ les dio el nQD,1Q¡:¡;.de synftlxeis (contri-l,?!!.cI()!1e:;)y no, como antes, de foros; este último conceptohabía caído en descrédito en la Liga marítima délico-ática.Sólo-estaban obligados a. pagar la .syJ1taxis los 1!Y~!!IbroJlql.leno estaban en condiciones de aportar barcos o soldados. Tebas,pÓr~Iemplo, nunca pagÓ contribücTón financiera alguna. AnA-que en ..1 mnm..ntn r1.. la fundaQó~ra estrictamentepr~sente la- idea_de Ja..,.federación, era forzoso, ..con todo, quecQn el correr de!. tiempo e! p-~~o~~ desplaz:ra.-~ ~~t deAtenas. Y, efectivamente, s~~g..~o a que nofuera el. sine~trlQn..de los confederadps, sino .los siu:c:!<td¡¡nosate~, en la~ ,.¡¡~ambleapopular, los _que decidieraJ1...tantosob~2misión de }lU~VOS_miemQros._~mQ..SQQ.rela apli-cación de! dinero de la Liga, tal como había ocurrido tam-bién en tiempos de Ta primera de ellas. E1...poder e~voestaba-pot..completa. el} Il}¡:¡nosde Atenas. Esta ejerd1 la jefa-

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tura, ordenaba la revisión de naves y soldados y llevaba acabo las negodaciones diplomáticas necesarias.

La segunda Liga marítima comprendió en..w~tes..díasa la ~ayor parte c1{'..la~ i:;las. c1d..Egeo, así <;91n.Qi..&taP..v.ú-m~_de ciudad"~ c1e.l~osta ttacia, las ..m:¡¡nde:>..ls1¡¡8...d!:,LmarJónico e incluso Acarnania y parte de! Epiro. Sin embarga, launión"(Esta6a. muchode ser un estado federal. No había enella ni ciudadanía federal ni gobierno federal alguno. Era másbien una alianza militar dirigida contra Es arta. Es significa.tivó que un amIgo e os espartanos, como Jenofonte, no mencione en absoluto, en sus Helénicas, la fundación de la Ligamarítima.

Atenas tuvo en aquellos días la fortuna de poseer toda unaserie de individuas competentes, quienes adquirieron renambrecomo políticos o como estrategas. El primero de los políticosatenienses era Calístrato de Afidna, que se dio a conocer antetodo como experto. en materia de finanzas; a su lado figuraCabrias, amigo. de Platón, que se distinguió reiteradamentecomo estratega. Un típico soldado profesional era Ifícrates, queconquistó grandes honores y gran riqueza. Va ligada a su nom-bre una innovación revolucionaria en la técnica griega de laguerra: introdujo, en lugar de la falange de hoplitas de mo-vimiento pesado, la táctica de los soldados de infantería ligera(los peltastas),con la que ya en la guerra de Corinto habíaobtenido éxitos notablt:s.

Paralelamente aL .ascenso de-la. segunda.-I.ig¡¡.-marítima áticatenía lugar el ascenso-de..-:I:ebas..Losdos,Jloontecimientos,..estánentre sí en una conexión..causal: At~1J~~_p~t"h""liada~on...Xe-bas y Tebas era miembro. de la Liga...marítima. L~¡dj,,¡1nzaoeco.nT~bas revestía para Atenas la mayor imJ2oJ;tancia,D!J~.§_,obH;g~ba a los lacedemonio.s .a dit:i~iJ; ~u...atención principalmentea Tebas y a Grecia cej!tral, de modo que no p.9.ilim-y~secon toda su berza contra Atenas. Los atenienses no dudaronen prestar -ayuda ;- los tebano~. Cuando Agesilao apareció, enel verano del año .377, con el ejército de los pe10ponesios enBeocia, se le enfrentaron, además de los tebanos, los ateniensesbajo el mando de Cares, el cual, sin embargo, eludió trabar ba-talla campal con el experto. estratega espartano. Tampoco laincursión de C1eómbroto en el .376 proporcionó a los esparta-nos e! éxito e!>perado,en tanto que, por mar, I;'ran derrotadosde modo decisivo, el mismo. año, en e! estrecho entre Naxosy Paros. Lo fuerte que se sentía Atenas 10 revela el envío deTimoteo, hijo de Conón, al mar Jónico, donde persuadió a las

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islas deCorcira y Cefalenia, y además a Acarnania y al reyde los molosos, Alcetas. a asociarse a Atenas (Bengtson, Sta-atsvertrage números 262 y 263). También Macedonia ingresóentonces (el año 375 ó 373) en la Liga marítima. A causade su riqueza en madera para naves, este país era un aliadoimportante (Bengtson, Staatsvertrage n.O 264).

La guerra y en particular los armamentos navales costabana los atenienses grandes caQ.tidadeii..de dinero. Con objeto 'decrear una nueva base para la imposición tributaría, se dispusoen Atenas una declaración de la propiedad mueble e inmueble.Produjo la suma total de 5.750 talentos. Los ciudadanos fue-ron distribuidos en cieIl distritos fiscaks,: Jasllal1}.~c!as sim.morías «<asociaciones»), de las que cada una estaba en con-diciones de aportar aproximadamente 60 ,t:¡lent()s. Esta nuevaclasificación reemplazó las clases de contribuyentes establecidasp~r Solón, que hacía ya tiempo que resultaban inservibles, ya las que los atenienses se habían adherido por más de dos-cientos años.

Par-a Tebas, la gran ciudad de Beocia, el ajuste de susrelaciones con las demás ciudades beocias constituía una cues.tión vital. Este problema se resolvió en los años setenta deforma extraordinariamente afortunada. La paz del Rey habíasignificado el fin de las alianzas en Grecia y también el finde la alianza beoda; después de la liberación de Tebas (379),ésta re$ucitó. Los magistrados más importantes eran los beotar-cas, ahora en número de siete. Al lado de éstos existía unaasamblea popular de todos los beocios, en la que se discutíanlos asuntos relativos a la alianza. Sin duda, habida Cl1ent'ldela gran desunión política de Grecia, esto constituía un progresoapreciable. Con todo, nunca hubo un estado beocio unido, puespara ello las diversas ciudades de Beocia eran demasiado fuertes,pero se subordinaron, de todos modos, a la jefatura de Teb3s,y sobre esta base estuvo la alianza beocia en condiciones delograr objetivos más vastos.

Aproximadamente al. mismo tiempo surgió en el norte deGJ;~c:if1_e11..Jesalia,~una~nueva potencia. Su ,.,¡Iscensoestá indi-solublemente ,1i~~ ~ la persona del tirano Jas<i11de Peras.En Tesalia las rivalidades de una nobleza poderosa impidierondurante mucho tiempo el ascenso político. Hasta que Jasón,hijo (o yerno) de Licofrón de Feras, obligó enérgicamente alas partes antagónicas del país a unirse no pudo Tesalia asumiren la historia de Grecia el papel que le correspondía. Igualque Dionisio de Siracusa, Jasón era un individuo de una gran

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cultura y de grandes intereses intelectuales. Era alumno delsofista Gorgias de Leontinos. Por supuesto, e!~_'];e-sa-Ii!! .era. vjS.to_CDn...ma1os-.ojes-por-le~.vcei-nos\y, en particular,(por los lacedemonio~ sin embargo, éstos estaban tan absortosen sus propias preocupaciones, que no podían mezclarse enlos asuntos de Tesalia. Con la conquista de la ciudad de Far-salia coronó ~ón su obra: er~ 1,Í.nico-:;eÜOJ;.de.l'esalia. yllevaba e! tí!u1o ...de tagós (je/$...g!?$.o/.utl)j. Tesalia estaba encondiciones de movilizar ocho mil jinetes y veinte mil soldadosde infantería, lo que constituía una fuerza que,. en aquellaépoca, ni siquiera la Liga del Peloponeso podía reunir singran esfuerzo. También en Tesalia se pasó por alto el principiode la autonomía de los distintos estados, proceso que aquí sedebe a la personalidad relevante del tagós tesalio.

Probablemente9, (""'<"r!",!as¡;enso-de-J.:eb~~10~!E1.1~se§..M: .dismWf:.tO1WI-.co~rtar..la _paz. Con..J.a..me.dia-cióq del Gran .Rey 9.e. .Eersia y de ..Dlonisio.I se conc.ertó..enEsparta e! año 374 un tratado~de".paz en. el que..1ambién..par-ti<;jpó Tebas. Esta p~ reviste importancia porque era una

koiné eirene, esto es, h~ comprender a todos los~.Según ros términos del tratado, 1\.t~i1S lograba. c9nsiderablesventajas, ante-!~? la confir~~i~J1~ de ~s1!..L~at1Jra ~Il- l~ ~e-gJJn.9aLigaIIW:itim.L.~~a, que obtuvo ahara reconocimientooficial como contrapeso de la jefatura de Esparta en la Ligadel Peloponeso. :E;¡¡~ba-de reducir considerablemente..s.~esper~ y, ante todo, hl¡OO-de-ret.irar-sus. guarniciones. delas. ciudades,...r"r,,!p<hP11c-Í3s,disposición que, como es natural,beneficiaba a Tebaso El que en una fuente (Diodoro XV, 38)se diga que los tebmos estuvieron excluidos de esta paz del375/74 constituye un error basado en la confusión de estetratado con la paz de! 371.

En...N~nas se~l~v!!n!Q...¡J'1.altara la ,9iosa de I,a paz CI;it:ene)y, en esta ocaSlon el escultor Cefisodoro creó la célebre estatuade la diosa Irene con e! nií1o Plutón en brazos: paz y bien-estar, un símbolo de ideales de todos los griegos. Es posible,e incluso probable, que a los atenienses les fuera atribuida enesta paz la posesión de Anfípolis, la importante ciudad en e!Estrimón inferior, y tal vez también e! Quersoneso tracio. E!que poseía esta península tenía en sus manos e! control delpaso a través de! He!esponto.

fue de breve duración. ]enofonte atribuye a Timo-teo, hijo de Conón, la reanudación de la guerra; Timoteo ha-bía intervenido en los asuntos interiores de Zacinto y había

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hecho desembarcar allí a ciertos miembros del partido demo.crático. Sin duda, ocupada en la construcción de su nueva Ligamarítima, Atenas no podía esperar gran cosa de una guerra,toda vez que una potencia marítima resulta mucho más afecta.da por los inconvenientes d~ la guerra que una potencia terres.tre, siempre que ésta sea lo suficientemente fuerte para defendersus fronteras. El proceso de Timoteo (373) revela el nerviosismode los ciudadanos atenienses; por lo demás, éste no esperó elresultado, sino que entró al servicio del rey de Persia en calidadde jefe de mercenarios. Cuán lejos se estaba entonces en Ate-nas de los gloriosos días de la primera Liga marítima lo revelael hecho de que los remeros de los barcos de guerra ateniensestuvieron que ponerse a trabajar como jornaleros del campo,en la isla de Corcira, para ganarse el sustento. También conTebas se produjeron tensiones; los tebanos asaltaron Platea yla arrasaron (374/73 ó 373/72). Tespias fue anexionada y lostebanos reclamaban también Oropo. La destrucción de Platea,que constituyó un rudo golpe par:! Atenas, se refleja en lasobras literarias contemporáneas. Entre otros, por ejemplo, Isó-crates hizo campaña contra los tebanos en su Plateico. Sinembargo, la fecha del discurso (373 según Werner Jaeger o 371según Mathieu) es materia de controversia entre los especia.listas. ~

Con todo, estos a¡;[mtecimien1;g~.JJp..~11J1...§.Pfic;i¡:¡:U!::¡"p.3rap'rovoc:y lL~. Ips espartanos, que no estaban en condicio-nes de enfrentarse a los atenienses por mar, hl:bían vue!..tg arecu.Wr entretanto, por mediación de su negociador Antálci.das, a l:t. inte.lywc;i:iP,.cleJ,Gr..a1!...Eey.A iJlstapsia ..9<L.~sia "sereuni<l en Espma. el .año-l7J..JJ1Lcongreso de la Raz, en ~el q,-,etaml?iiH. $$!.\1p~n-[~pJ:~~eJ.1tados-~ eml>aj!ld2r.~~,_al lado de losgriegos odl: Ja metrópoli, .J)iorusio 1.:de .Siracusa y el rey deM!\(;;~gpnia.Una vez más volvió a concertarse una paz general,un~ koin'é eire!}e (ve.!!!l0,.g~371). Ulla vez más había X1jeltoa reconocerse::como J;¡J!sede lUJt?_la au~!a.,<:le ~os distin.tos estados consa~da eIl la..p¡¡? dell\ey, de modo, pues, quel~ nube persa seguía j!gtandp sobre las qtbezl:!~de los gri<;gos,Y- ~SP.Ml!\...§!;:.esforzaba P9r complacer al.Qran Rey.

La cláusula de la autonomía hizo que les resultara imposi.blea los tebanos aceptar las' condiciones dd tratado; trataronde inducir al congreso para que reconociera a la Liga Beocia;pero su portavoz, Epaminondas, se topó con la decidida re-sistencia de los espartanos, y Atenas no tenía interés alguno,como es natural en comprometerse por Tebas. Los espartanosno vacilaron en exigir a los tebanos que liberaran a las otras

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Figo 6. La batalla de Leuctra.

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comunidades beocias de la Liga y restabl-::cieransu autonomía'.Además se dio orden a Cleómbroto, rey de los lacedemonios,de penetrar desde la Fócide en Beoda, con objeto de reforzarla exigencia espartana. El ejército lacedemonio era numérica.mente superior, pese a lo cual Epaminondas convenció a sugente para que aceptaran la batalla. Esta se libró junto a Leuc.tra, a 11 km. de Tebas, en junio del año 371, y terminó conla derrota completa de los espartanos, quienes encontrabanaquí por vez primera en campo abierto a un contricante desu talla. ¿Cómo fue esto posible? Epaminondas impuso enLeuctra una nueva táctica militar. Había disp~esto su ala izoquierda con una profundidad de no menos de cincuenta indioviduos, figurando en las primeras líneas los miembros de la«Hueste Sagrada>~de los tebanos, tropa selecta capitaneada porPe!ópidas. El ala derecha de los espartan05 no pudo resistire! empuje del ala izquierda, formidablemente reforzada; quedórota y todo e! heroísmo de los espartanos fue en vano. De 700espartanos quedaron más de 400 en e! campo de batalla. Elala izquierda de los espartanos ni siquiera había tenido tiempode intervenir y tuvo que replegarse al campamento fortificadode las alturas vecinas, que no fue atacado por los tebanos. Pero,cuando los espartanos pidieron la entrega de sus muertos, re.conocieron su derrota. Es significativo de la actitud de Jeno-fonte, amigo de los espartanos, que el informe de la batalla deLeuctra sea totalmente insuficiente. Ni siquiera menciona aEpaminondas, y de la derrota de los lacedemonios no da ex.plicación alguna (Jenofonte, Hel. VI 4,1-14).

¿Quién era, pues, este Epaminondas, que en una sola baotalla, ante las puertas de su ciudad natal, asestó al estadomilitar espartano un golpe mortal? Epaminondas, hijo de Polim.nides, descendía de una familia de ciudadanos tebanos que nocontaban con grandes bienes de fortuna pero que dieron a suhijo una educación esmerada. Al igual que los demás mucha.chos de su edad fue instruido en los ejercicios músicos y gim-násticos, y disfrutó de la enseñanza de Lisis, filósofo pitagóricoque había tenido que huir de! sur de Italia. Epaminondas sesentía muy unido a Lisis. Las fuentes antiguas destacan conrazón que Epaminondas no sólo era absolutamente insobornable,sino que, además, para con<;ervar su independencia, vivía enun estado de pobreza voluntaria. Nunca contrajo matrimonio,pero tenía gran amistad, en cambio, con muchos tebanos, y nosólo con Pelópidas, Ya en la antigüedad causaba ext;añeza queEpaminondas no hubiera participado en las luchas partidistasde Tebas y que incluso en la liberación de su ciudad natal

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tuviera una participación tan modesta. Pero debió estar muyactivo en los años que van del 377 al 371, porque duranteeste tiempo e! ejército de los tebanos y los beocios se con-virtió en un instrumento táctico bélico de primer orden, enel que cabe wspechar la influencia decisiva de Epaminondas.Es obvio que la nueva táctica del ala izquierda reforzada nose introdujo de la noche a la mañana, ya que presupone, antesbien, un ejercicio incansable. y una disciplina estricta, lo q;.¡ehasta entonces sólo se encontraba' en los lacedemonios. Enla historia bélica de los helenos había algunos antecedentes;por ejemplo, en la batalla de Delión (424), e! ala derecha delos beocios decidió el encuentro mediante un ataque. ¿Es po-sible que Epaminondas hubiera seguido aquí sugerencias pita-góricas y las hubiera transportado al terreno de la táctica mili.tar? No lo sabemos; en todo caso, sin embargo, Epaminondascon su nueva táctica asestó al estado militar espartano el golpede gracia. La batalla de Leuctra es el modelo de la batalla deLeuthen (1757), en la que Federico el Grande derrotó total.mente, pese a la inferioridad numérica de su ejército, al ad.versario austríaco. '

En Leuctra dejó de exis,!Ír lLb~gelWnía .e~a. tln añPmás tarde, (37O)fu; asesinado jnsón de F<;ras; había proyec.tado aPár~on un ejército tesalío en Delfos para hacersecargo de los Juegos Píticos. CQ.!1.J.L~e ,de este inWriduo,que había considerado seriamente el proyecto de una guerracontra Persia, Tesalia volvió a sumirse en disturbios inteulnos,ques!.ando.abiertó así el camino p'a~ul.íl§'<;.e!l:;od.!:.T..w.a~

Entretanto se. .habían.. VllelW.a..reunir en .Ate~as, en 1¡¡;1.C;Ongresopara,. la paz, los enviados de un gran número deestados griegos. La .P'~z np m;od\ljo ~ra!!..~s .cambios. Uua-~más juraron los griegos las...disposi~ipnes de la_RaZ-cle.I.-&:Yrelativas a la autonomía. Esta. medida iba ~ida j!.nte t~d~coQ.traTebas. Nuevamente se concertó uqa koiné e.i1:ene,quese puede ;ituar en el año 371, después deJa b,\talla de Leuctra(Bengtson, Staatsvertrage n.O 270). A ninguno de los firmantesde esta paz, entre los que hubo de figurar ciertamente Esparta,pero no Elide, se le ocurrió rebelarse contra las disposicionesde la paz de! Rey; por el contrario, los tratados ~. G,¡;¡ij1..,Reysirvieron expresamente como fundam!;!!!..o_~e~~kolnj_eÍ!enehe!fu~. -

Sin embargo, ahora se poner r1e manifiesto, en Grpr¡~..nue-v.o~ignQs ~nc(anw!Ql'es de (ndale más ~al; s~-en Jo~ años post~¡~ Leuctra las fundaciones de algunas

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~ederacio;.~;d~ esta:s ~gos. Así nació, por ejemplo,.eU.ño

310; la . ~ p ln~~r~aWos, y al brJ;I1An {la comuni<lad~los etolios aparece por vez primera, en una inscripción atenien-se, ea. pL 3f.;J,fb6.No cabe duda que estas uniones dieron unun nuevo carácter a la historia griega. Aun observando la auto-nomía de los distintos estados se unieron ahora pueblos ente-ros; las polis y los etnos (pueblos) habían reconocido queúnicamente estando unidos podían desempeñar un papel enla historia.

La política tebana era completamente distinta. Tebas, quese había alzado como potencia dominante de Beocia, concertótratados con varios otros estados: con la Fócide, con la LigaArcadia, con el tirano Alejandro <le Feras y con Acaya. Estapolítica de alianzas servía en parte para la preparación de lalucha definitiva entre Tebas y Esparta, pero también es enparte una consecuencia de la expansión de los tebanos haciae! Peloponeso y hacia Tesalia.

En.e! año 310 se inicia, con la primera expedición de losbeo-cios al Peloponeso, la guerra de agresión de .Tebas contra Es-parta. Fundamentalmente, Grecj~ p,¡;¡¡b~~diJddjpa_PJJJ:onces,entre~istem~.Alianzas, a saber, los_Que eft~qaLldirigido~ por

¡?T.ebas, por Espart~x ~r ..AJ;e.na~,respectivamente. Sin embargo;, mnguna de -estas-OlIlmaquíashegemónicas era 10 bastante fuerte

I para c~erdaderamente algo nuevo y duradero. Para ello110 sólo faltaban los mediÓs -materIales, s1no también, ante

todo, ideas constnlctivas, susceptibles de poner orden en elcaos griego.

La primera campaña de Epaminondas, de fines de! año 370,tuvo lugar en medio de otros fenómenos de tipo dramático.El origen de la campaña se debió a un llamamiento de ayudade los arcadios, que estaban en lucha con Esparta y buscabanaliados. Al responderles Atenas negativamente, las miradas deArcadia se dirigieron a Tebas. Así se concertó entre los dosestados una alianza formal (370). Se trata aquí, pues, de dosfederaciones que unen sus fuerzas contra los lacedemoniosLos beocios encontraron en el Peloponeso muchos partidarios.Los tebanos irnlmpieron con una gran fuerza en Lacedemonia.Pese a que las fuerzas de Epaminondas pudieron "travesar elEurotas en Amiclas y a que la cabal1ería beocia logró penetrarhasta en los suburbios de Esparta, no se llegó a decisión al-guna, porque Agesilao tenía ocupadas las partes más altas dela ciudad y no se dejó retar a una batalla campal. En térmínosgenerales, corresponde a este individuo el mérito de habersalvado a Esparta.

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En la ciudad misma reinaba, en presencia de la amenaza,una confusión total: numerosos periecos e ilotas habían em-prendido la fuga, y las mujeres espartanas, célebres en otrasocasiones por su valor, llenaban la ciudad de lamentos y agi-tación. En aqueJIos días, si 10;; beocios y sus aliados no sehubieran dedicado al saqueo, el destino de Esparta habríapodido quedar sellado. Pese a que ésta se vio preservada unavez más de ser tomada por un enemigo forastero, la impresiónfue enorme en Grecia y mucho más allá. Los beocios pasarona ser la primera potencia militar en la Hélade, y, con susaliados en Grecia central y en el Pe!oponeso, representabanuna formación tan considerable de poder que habrían estadoen condiciones de imprimir a Grecia una nueva faz.

La conmoción sufrida por el estado espartano explica ladefección de los mesenios, los cuales, bajo la protección de lasarmas beocias, crearon un nuevo estado (369). Bajo la direc-ción de Epaminondas se le dio al recién fundado estado unacapital, que se construyó en la ladera del monte ltome y fuellamada Mesene. El nuevo estado de los mesenios, formado aexpensas de Esparta, fue desde el principio un fiel aliado delos beocios. Desde sus comIenzos reanudó la tradición anties-partana, y es probable que la plasmación de la historia legen-daria de Mesenia tenga su origen literario en dicho momento.

Esparta había perdido ahora la importante tierra de laborsituada entre el Taigeto y el mar Jónico y, -con ella, la mayorparte de las subsistencias espartanas. El estado militar espar-tano se había basado en el paciente trabajo servil de muchosmiles de ilotas, que habían estado sometidos, vigilados y ex-plotados por Esparta sin la menor consideración. Desde lapérdida de Mesenia, Esparta dejó. de figurar entre las potenciasdominantes griegas y no puede hablarse ya de ninguna influen-cia decisiva de Esparta en la política griega. Una evoluciónde varios cientos de años había acabado reve1ándose como uncamino falso, pero Esparta había prestado grandes servicios enlas guerras médicas. Los griegos debían la liberación del peligropersa al espartano Paus2.nias y a sus esforzados luchadores enPlatea. La justicia exige que se reconozcan tanto estos grandesservicios como muchas pmebas de la disciplina espartana alservicio del estado, en la paz y en la guerra. Mientras otrosestados griegos emprendían la senda de la formación de fede-raciones de estados, Esparta siempre fue fiel a sí misma.Cabe lamentar la decadencia, pero aun en ésta se muestra algode la antigua grandeza e intransigencia del verdadero espírituespartano.

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Iba dirigida asimismo contrOl Esparta la fundación de laciudad de Megalópolis, con la que la Liga Arcadia se creó unacapital y un centro. También esta ciudad, cuyos habitantes losproporcionaron las treinta y nueve comunidades circundantesfue construida, al parecer, bajo la protección de las armasbeocias. La situación de Megalópolis había ,ido escogida detal modo que la ciudad, con sus poder05as murallas, cerraba elacceso desde el valle del Eurotas al del Alfeo. En esta formaquedaba cerrada la principal ruta de las incursiones a Arcadia.

Acerca de la segunda expedición de Epaminondas (369)poco puede decirse. Evidentemente ~enía ya desde el principioun objetivo limitado. Los beocios conquistaron las ciudades deSición y Pelene. Además se desvastaron las regiones de Trecény Epidauro.

Entretanto, Atenas y Esparta habían concertado una alian.za, en ]a que el mando superior debía alternar cada cinco días,lo que constituye indudablemente una concesión de los espar.tanos (Bengtson, Staatsvertrage n.O 274). A continuación dela expedición espartana, poco lograda en conjunto, se llegóa un proceso contra Epaminondas y Pelópidas, quienes fuerondestituidos de su cargo de beotarcas. Al intervenir en el norte,en Tesalia y en Macedonia, los beodos excedieron el límite desus fuerzas. Sin duda, se llegó a un convenio con Tolomeo,administrador de! reino macedónico; a título de garantía de!cumplimiento fiel del convenio, fue ea aquella ocasión a Tebasel futuro rey Filipo II, que entonces era un joven príncipe,y allí tuvo acceso a las familias más dhtinguidas (368). EnTesalia, en cambio, los tebanos habían encontrado en la perosana del tirano Alejandro de Feras un adversario considerable.En ocasión de una expedición a Tesalia cayeron los tebanosIsmenias y Pe!ópidas en su poder, y sólo en e! 367 logró Epa.minondas concertar un convenio con Alejandro y liberar a losdos aliados (Bengtson, Staatsvertrage n.O 281).

Nada es más ilustrativo de la imporencia de toda Greciaque el congreso de la paz que se celebró e! año 368 en DeHosa instancia de diversas potencias extranjeras. Realizaron las pri.meras negociaciones los enviados de Dionisio 1 de Siracusa; elsátrapa persa Ariobazarnes de Frigia había enviado a la Héladea su agente Filisco de Abidos y no había sido parco en pr<>porcionar dinero con fines de soborno. Por supuesto, ~a

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era la Que teniu-p.rincipal interés en conservar illla.pa:{"IDremanteI:ÚA..la-dispets.ióQ...-de-Grecia-en...una. "gran._cantidad.-de

. du~ade~-estados, autónomos.tl~ ÉE~tentes. Sin embargo, co-212

mo Esparta no podía reconocer una Mesenia independiente, lasnegociaciones de Delfos no dieron resultado.

El año siguiente (367), los embajadores de muchos estadosgriegos emprendieron un viaje a la residencia del Gran Rey,en Susa; entre ellos figuraba el tebano Pe!ópidas, y también Es-parta y Atenas enviaron sus representantes. Mientras tanto, elrey de Persia había promulgado un edicto en el que reconocíaa Mesenia como independiente, y, además ordenaba a continua.ción el desarme de la flota ateniense. Con esto había impuestoPelópidas su voluntad, pero únicamente en Persia, porque losgriegos se negaron a aceptar el dictado del Gran Rey (BengtsonStaatsvertriige n.O 282).

Ya en el año 368 Atenas había tratado de establecer rela.ciones diplomáticas Con el tirano Dionisio 1. En el verano dedicho año, los atenienses habían honrado al soberano y susdos hijos mediante la concesión de una corona de oro y delderecho de ciudadanía, y en marzo del 367 se concertó entreAtenas y Dionisio una alianza (Bengtson, Staatsvertriige n.O280)Los dos firmantes se aseguraban ayuda mutua en el caso deagresión del territorio de cualquiera de ellos, y añadían ade-más a ello un pacto de no agresIón. Dado que también Espartaestaba aliada con Atenas y con Dionisio, resultaba de ahí unatriple alianza. Permaneció ésta sin efecto porque poco despuése! soberano siracusano (en el documento se 10 designa como«arconte de Sicilia») fue arrebatado por la muerte.

Tampoco la tercera expedición de Epaminondas al Pe!op<>neso, el año 367, produjo ningún cambio esencial en la relaciónde fuerzas. Los beociostenían dificultade:. con los arcadiose intentaron llevar al poder, en estas ciudades aqueas, a lbs oligar-cas en lugar de los demócratas, lo que revela una falta devisión política; tan pronto como se fue el ejército beocio, losoligarcas, ahora irrevocablemente pro-espartanos, regresaron. Lainestabilidad política se generalizó absolutamente ,en el Pelo-poneso, y ya anteriormente había habido actos de violencia(matanza de un gran número de ciudadanos en Argos, el año370). También Atenas se vio arrastrada a la agitación políticaen el Peloponeso. Concertó una alianza defensiva con los ar-cadios. Toda vez que Atenas estaba también aliada con Es-parta, resultaba de todo ello que los atenienses estaban obliga-dos a. prestar ayuda a Arcadia contra Espata, y a Espartacontra Arcadia, según cual fuera el estado agredido. Ciertoreconocimiento de la hegemonía tebana lo representó el con.greso de la paz celebrado en Tebas (366). Esparta no pudodecidirse a ingresar, de modo que la paz (si tuvo o no el

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carácter de una koiné eirene es materia de discusión) fue másbien una especie de armisticio. Esparta se encontraba entoncesen una posición poco envidiable. Sus arcas estaban vacías, demodo que el anciano rey Agesilao hubo de alquilar susservicios al sátrapa persa Ariobazarnes, por algún tiempo, comojefe de mercenarios.

En Asia Menor había estallado una rebelión de los sátrapaspersas en la que participaban ante todo Ariobazarnes de Frí.gia y Datames de Capadocia. Esta sublevación condujo a undebilitamiento considerable del poder central en Anatolia, ysólo pudo ser reprimida después de varios años de duras lu-chas (370-359). Esta situación en Asia Menor favoreció laexpedición de los atenienses a Samos del año 365. Bajo elmando de Timoteo, éstos arrancaron de Persia la valiosa isla yla aseguraron por medio de clerucos áticos. Por lo demás, laconquista de Samos estaba en contradicción flagrante con lapromesa ateniense, realizada con motivo de la invitación aunirse a la segunda Liga marítima, de no practicar en el ámbitode la Liga conquista alguna. También en el Quersoneso tracioe incluso en Bizancio habían desembarcado los atenienses.Más notables 'son todavía los éxitos atenienses en Tracia. Sinduda, Anfípolis no rpudo tomarse, pero, en cambio, Timoteoconquistó las ciudades de Pidna y Metone, que poseían granimportancia en relación con el comercio efectuado con el inte-rior de Macedonia. También Torone y Potidea se pusierondel lado de Atenas, y se enviaron a Potidea clerucos áticos.

No ,podrá reprocharse a los atenienses que trataran de asegurarsus posiciones de ultramar con el auxilio de la flota. En rela-ción con el número de la población, en crecimiento <;onstante,la conquista de nuevos territorios de colonización resultabade necesidad vital.

Pero los atenienses encontraron en el mar un competidorinesperado. Los tebanos habían empezado a construir una flo.ta, y con tal propósito ocuparon el puerto locto de Larimna.Tal vez solicitaron el concurso de un cartaginés para la cons-trucción de su flota; existe un decreto honorífico beocio enfavor de un tal Anóbal (¿Aníbal?], hijo de Asrúbal [¿As.drúbal?] (Dittenberg, Syll. 13, n.O 179 del año 364)..

Epaminondas obtuvo en su primera y única expedición na-val algunos éxitos sorprendentes: se separaron de Atenas Bi.zancio y las grandes islas de Quíos y Rodas, así como Ceos,frente a la costa ática. Sin embargo, la ganancia sólo fuepasajera, porque Atenas no tardó en recuperar las comunidadesseparadas. ..Durante la ausencia de Epaminondas, un grupo de

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ciudadanos de Orcómeno había tratado, en unión con exiliadostebanos, de cambiar violentamente la constitución democráticade Tebas. El intento fracasó, y la asamblea de la Liga Beo-cia pronunció una sentencia terrible: todos los varones comoplicados en la conjuración, unos 300, fueron ejecutados, lasmujeres y los niños fueron vendidos como esclavos, y la Or-cómeno beocia fue destruida. Este acontecimiento muestrahasta qué punto se había agudizado la rivalidad entre los aris-tócratas y los demócratas. Pero muestra asimismo la brutali.dad de los beocios para con sus propios conciudadanos.

En el Peloponeso se había originado una disputa acercade la comarca de Trifilia, en la que estaban implicadas Arcadiay la Elide. Esta encontró ayuda en Esparta, en tanto que losarcadios eran apoyados por un cuerpo de caballería enviadopor Atenas. Los elidenses perdieron transitoriamente el domi.nio de la localidad de Olimpia. Esta fue ocupada por tropasde la Liga arcadia y la celebración de los Juegos Olímpicos fuepuesta en manos de los pisanos (julio del 364). Sin embargo,los elidenses, apoyados por los aqueos, no se. dejaron expulsarsin resistencia, sino que se produjeron encuentros bélicos enel distrito sagrado de Olimpia. De la lucha salieron vencedo-res los arcadios, y tomaron el tesoro del templo, que necesi-taban para pagar a sus tropas federales, los 5.000 eparitos. Elsacrilegio cometido contra la propiedad del templo de Olimpiacondujo a una división de la Liga Arcadia; en adelante se en.frentaron dos grupos, bajo la dirección de Tegea y Mantinearespectivamente. Los mantineos habían desaprobado expresa-mente el robo del templo.

Es la situación de la Liga Arcadia, dividida en dos bandos,la que condujo a la cuarta y última expedición de Epaminon-das al Peloponeso. Se llegó nuevamente a una incursión de losbeocios contra la dudad de Esparta. Y nuevamente no logróésta su objetivo, porque Agesilao todavía pudo lanzar oportu-namente tropas en defensa de la ciudad amenazada. Tampocoen Mantinea obtuvo Epaminondas el éxito perseguido, porquela caballería ateniense intervino con fortuna en la lucha con-tra los beocios. Al sur de esta ciudad se reunieron los dosejércitos, y los aliados cerraron a Epaminondas el paso haciaMantinea tomando posición en la llanura situada entre lascolinas. Es probable que los dos ejércitos fueran aproximada.mente iguales en número: de cada lado combatían unos 20.000hombres. La afirmación de que Epaminondas aventajaba aladversalÍo en la mitad de las fuerzas proviene de Eforo y nomerece crédito. El gran general beocio había resuelto una vez

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más el problema táctico magistralmente. Pas6 al ataque, conel ala izquierda reforzada, directamente de la posición de mar.cha, mientras el ala derecha se mantenía atrás. El objetivo delataque consistía obviamente en tomar el control del caminode acceso a Mantinea, a espaldas de la posición enemiga, y cor-tarle así al adversario la retirada. El ataque del ala izquierdade los beocios estaba disimulado por la caballería; le estabanenfrentardos los mantineos, que, obviamente, no habían ,con.tado con él en aquel día. Para conferir a su ataque el mayorÍmpetu e impedir al propio tiempo que. el adversario pudieradesplazar tropas del ala izquierda a la derecha, Epaminondas,mandó efectuar simultáneamente un ataque de caballería con.tra el ala izquierda enemiga, donde se encontraban los ate.nienses. Las disposiciones de Epaminondas consiguieron eléxito deseado; el ataque del ala izquierda beocia se impuso,como en su día en Leuctra, y los adversarios, los mantineosy los espartanos no lograron mantenerse. En c~to, Epaminon-das, que luchaba en las primeras líneas, fue herido de ~uerte;la batalla se disolvió en combates aislado:>, y se terminó sinque se lograra llegar a una decisión. Los dos adversarios eri.gieron un trofeo cada uno y pidieron la entrega de los caídos.

'--J\,j¡1.~talJa de Ma,11tinea,del)2 del esciroforion (julio)I del año 362, siguió ~<;ltratado de paz, que fue una vez más. urJ..LWi,rnir.GJ;le;n La @~S1'spa¡taoos juetP~~ únicos de

todos los griegos que no participaron. La p~nf.i.u!1.IT~ divi.I sió!!..,.de Arcadia ~n...dos federaciones.sep;¡r.adas, l\ijf\, m$!W,io-

,- nal, bajo la dirección de Tegea_y..,.MegahSpolis,y la_Q.r):~>.~P-ten~rional, bajo -Mal1,tine¡¡,.Los espananos siguieroo tratandode reconquistar Mesenia, para lo que, sin embargo, sus fuerzasno bastaban. La guerra en pequeño se prosiguió allí todavíadurante varios' años.

~[\ b hM~II~ qe Mantinea termina, la obra histórica del~nien<" J"qofQ!ltL'.Figura al final de eÍl~o~~';ción

resignada de ,que, después de la batalla, ninguno de los dosbandos poseía nada más que anteriormente, pero que el des.

Iconcierto y la confusión subsiguiente fueron aún mayores en

Grecia. Efectivamente, en ello acierta ]enofonte. E~o\

(de 1as ciudadcs.e!;,tadog~~J1Q 9~arrolló ninguna nueva idea' \qJ"~ hl;tQ.iera_l2D.d~¡r,je fu.!!<!arñeñ'i'<Lpara uñn~ as. Icenso de Grecia. ,En las luchas d.e, ~ diversas s;nmaquías entre

sí se pone de m~nifiesto un pen~a~oIiiIc;Q_qtie se mue.ve por los caminos trillados: la metrópoli griega se había eli.minado como fuerz'l independiente, y una renovación desdedentro apenas podía esperarse

216

~,

I . ¿Podemos preguntamos, pues, si la labor :le Epaminondas

I

"había sido realizada en vano? No puede haber la menor dudaacerca de que hay que juzgar a Epaminondas como un político

'.beodo y no como un político panhelénico. Si en cuanto gene.

I

ral hizo

'

triunfar una idea totalmente n

,

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"

va, se aferr6 en cuan.to político a la tradición, y no hizo más que poner la hege-monía beoda en el lugar de la espartana. Pero ésta no eraviable y e;cedía las fuerzas de -tu pa'tria. Tampoco mostró

, reparo alguno en solicitar la intervención de Persia cuando lepareció ventajosa para su causa. Su obra política terminó enla destrucción: laW2!.l~~~s hege;;¡:¡ónicas.de..:Esp.a¡;ta-yAtenas estaban profundamente so~-y-~toel caminQ",ft..Ja.JnteJ:YeOción-posterioJ:de potetJ.Cb5f'Ytratlieras,es~Wn~u.~ac,ec!p.Dia. Así, pues, el capítulo abierto eorla paz del Rey termina durante la batalla de Mantinea conuna Clísonancia: la dis ersién rie a parece er etuarse irre.me~ente, -4I-es, pese a la gransublevación de los sátrapas occidentales (370.359),.~~~

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12. Los griegos occidentales en el siglo IVa. C.

L~o~~hel~1UQ. ~tal e~ en el primer ter.cio del siglo IV ba.i2..ta_Ül.lQ!:9!1,.!~de la gran personalidad deltirllllo siracu~"po*Jlw.,ni~ii>.I (muertO"eñ-el 3b75:""Propo1"'?i~óéste al helenismo siciliano se~..idad y libertad contra la !,cpme.tidi de lo..~"~~rta~e~es, pe~~l..J?r9'pio _ti~~..rñose limitó aejercer su influ\:ru:ia...sobruusla, sino que la exteñdiO a...,9traszonas del continente italiano, en '!!l.J!l~me!:!~uÜ-Qro.anoJugaba todavía _ptác;icamente" P¡¡Pj,:La1gJJ~A..Jui§19rja.

Después de haber llegado al poder (ver p. 181), Dionisiotenía planteados dos problemas: el ajuste de las relaciones conlos sículos y la cuestión carraginesa,"la cual, pese al tratadode paz del año 405, no podía considerarse en modo algunocomo resuelta.

Ante todo Dionisio obligó a someterse a las ciudades grie-gas de Etna, Catania y Nasos. También Leontinos fue conquis.tada, y sus habitantes fueron transportados a Siracusa. Ya enaquel entonces se llegó a un primer conflicto con la itáIkaRegio, conflicto, sin embargo, que pudo ser arreglado. No cabeduda de que este movimiento expansivo reforzó considerable-mente no sólo la confianza de Dionisio en sí mismo, sinotambién la posición de ~sa. La ciudad .w con muchola mayor potrnC'i~ c1e..sicilia, y ~~U!-G.Iecia9ccidental.. A partir del año 402/01 a. c., Dionisio empezó la cons-trucción de la fortificación de Siracusa. Fue protegida espe-cialmente con numerosas obras de defensa la meseta de Epí-polas al noroeste de la ciudad; en su construcción participóun número gigantesco de trabajadores, que llegó, al parecer,a 60.000. De la fortaleza del Euríalo se conservan aún restosimpresionantes, sobre todo el formidable bastión principal,desde el cual se goza de una vista panorámica sobre el paisajesiciliano. El resultado fue que finalmente Siracusa dispuso deuna muralla gigantesca de no menos de 27 kilómetros de'perímetro. De hecho, estas fortificaciones estaban perfecta-mente adaptadas para una defensa ofensiva. Así pues, su diso

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:;1

......

posición correspondía a la actitud ael soberano, quien no pen-saba en limitarse a la mera defensa. En Siracusa mismo seproducía, por un ejército de ingenieros y técnicos, una grancantidad de material de guerra; entre otros, aquí s~ produje-ron las primeras catapultas, esto es, máquinas-honda, que se em.pleaban en el asalto de fortalezas. Se aumentó también consi.derablemente la flota siratl1Sana, que, con sus 300 naves, erala mayor que poseyera en aquel entonces cualquier otroestado griego.

Rodeado de nuevos trabajos y nuevos ¡ planes, Dionisio en-contró tiempo todavía de unirse, en un doble matrimonio,con dos mujeres, con Aristómaca, hija de su amigo Hiparinode Siracusa, y con Doris, hija de un conspicuo ciudadano deLacros, en el sur de Italia.

La 8U.e!r!!.9.!,1ePtoujsjo S!W',Szqcont.taoJ,QS..w.!!jgjm;~una-auténtica-guerra-de-"'\lgresmn.. Los cartagineses no le habíanproporcionado' motivo alguno para ella. En Siracusa y en lasdemás ciudades griegas de la isla la población se volvió contralos comerciantes cartagineses: en una terrible persecución fuemuerto un gran número de ellos y sus bienes fueron saquea-dos. Dionisio, por su parte, exigió a los cartagineses que libe-raran las ciudades griegas que entonces ocupaban, lo que,por supuesto, rechazaron (397). Así, pues, habían de decidirnuevamente las armas. En cuanto a armamento, el tirano si-ciliano llevaba una ventaja considerable y había tomado ade-más numerosos mercenarios a sueldo. Primero cayó en susmanos el fuerte cartaginés de Moda, a continuación de locual se pasaron los sicanos de su lado. De las grandes ciuda-des, solamente Egesta siguió ofreciendo resistencia. Al desem.barcar una gran flota cartaginesa en Panormo (Palermo) , la&ituaciónse agravó para Dionisio, que finalmente llegó a versecercado en su capital de Siracusa. Sin embargo, sus relacionescon los griegos, en particular con los espartanos, le proporcio-naron ayuda, y al estallar en el campamento cartaginés unapeligrosa epidemia, Dionisio había ganado la campaña. Obligóa capitular al general cartaginés Himilcón. Se concedió a loscaitagineses una retirada libre contra el pago de una elevadacantidad (300 talentos).

Esta victoria de Dionisio se ha comparado, no sin razón,con las otras grandes hazañas bélicas de los siracusanos, esto -es, con la victoria de Gelón en Hímera y el éxito sobre lastropas expedicionarias atenienses. La cons.ecuencia fue unasublevación en hiJica, dura1!!$:h C'11¡¡I--Car.wge-eswvo.-pasaje-

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ramente en peligro de ser tomada. Dionisio aprovechó estaogQrtunidad_J:>arareforzar su dominio en el e.stc ~rtedI>10 ¡.la. Se sitúa en esta época la fundación de la ciudad deTíndaris, que, como posición de bloqueo, controlaba la granvía de comunicación, en la costa norte, entre Mesina y Pa-normo. A partir del año 392 volvió a haber un gran ejércitocartaginés en Sicilia. pero no se produjeron éxitos significa-tivos ni de una parte ni de otra; antes bien, en el mismoaño, se llt:gó a concertar la paz.

En e! tratado los sículos quedaron bajo el dominio deDionisio, y también se le concedió expresamente Tauromenio.Por otra parte, Cartago conservaba su dominio (epi.!:ratia) enla Sicilia occidental, pero los pueblos indígenas de la isla ylas ciudades griegas pasaron a formar parte de! reino de Dio-nisio.

En la Italia meridional, los griegos estaban cada vez másexpuestos a la amenaza de los pueblos itálicos y, ante todo,a la de los lucanios. Con objeto de poder mantenerse mejor,las ciudades griegas formaron una alianza italiota. Figuraban enla misma, entre otras, las ciudades de Crotona, Síbaris de Traente,Caulonia, Turios, Elea y tal vez también Posidonia (Paestum).También Regio, que estaba en violenta oposición con Dionisio,fue admitida en la alhmza. Sin embargo, la base más impor-tante de Dionisio en Italia meridional era la ciudad de Locros.A orillas del EMporo tuvo lugar una batalla en la que e!soberano siciliano obtuvo la victoria sobre las tropas de laalianza italiota (388). Pese a que e! resultado fue desastrosopara los italiotas (no menos de 10.000 prisioneros cayeronen sus ml1nos), Dionisio se reveló aquí como maestro de lapolítica. Envió a los prisioneros sin rescate a su patria y con-certó la paz con las ciudades de la alianza. Sin duda, ésta hubode ceder la región situada al sur del istmo de Catanzaro, conlo que las ciudades de Caulonia y Regio quedaban aisladas yen manos de Dionisio. Primero cayó Caulonia, cuyo territoriofue agregado al de Locros (389/88) luego Iponio y, final-mente, después de un tiempo de sufrimientos terribles, Regio. Elsitio de Regio tuvo lugar (según Polibio I 6,2) en la mismaépoca que la conquista de Roma por los celtas y la paz deAntálcidas (p. 193-194), de modo que se sitúa en el año 387/86a. C.

Así queda terminada la primera fase de la expansión deDionisio, que dominapa alwrLla PJ.l!l1.a._!:2f!:tJ,:ma_de1_surdeItalia,- -desde e1-es.tred1O-de.. Escilecio.-hasta_eL.estrecho de~ina. También los celtas, que poco antes habían conquis-

II

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II

I 220

tado Roma, entraron en relación con él, y desde el 386 seencuentran a su servicio, al lado de los íberos y los campania-nos, mercenarios celtas. Revistió particular importancia, porotra parte, la aparición de la flota siracusana en e! ámbitode! mar Adriático. Aquí colonizó Dionisio la isla de Isa (ac-tualmente Lissa/Vis); también llegó a poseer la ciudad de Lisos,en la Iliria meridional. En la región de la desembocadura delPo se fundó un asentamiento siracusano; se trata de la ciudadde Adria, que manifiestamente fue fundada entonces por vezprimera. El nombre de! «Canal de Filisto» (fossa Philistina)habla de la actividad de Filisto, amigo y agente de confianzade Dionisio, en la región de! delta de! Po. En esta región seencuentra la ciudad de Spina, cuya necrópolis ha adquiridocelebridad a consecuencia de las recientes excavaciones. Tam-bién en Ancona había una colonia siracusana, y tanto en elAdriático como en e! Tirreno los principales enemigos eranlos piratas etruscos. La flota siracusana había emprendido rei-teradamente expediciones contra ellos, en e! curso de una delas cuales, en los años 384/93, fue saqueado el templo de Leu-cotea en Pirgos, puerto de Ceres en la Etruria meridional.También en Córcega había una base' siracusana.

En la tercera guerra púnica (383/82-376 ó 374) hubo queluchar también en suelo itálico, en donde los cartagincses ha-bían encontrado aliados. Tampoco ahora se consiguió decisión al-guna, antes bien, en la paz se confirmaron nuevamente lasfronteras de ambas potencias. En adelante los ríos Halicos eHímera formaban ía frontera de los territorios de Dionisioy los de la epikratia cartaginesa; al este de esta línea los car-tagineses sólo poseían 1a ciudad de Heraclea Minoa. Esta fron-tera subsistió hasta la intervención de los romanos en Sicilia,En Italia meridional e! tirano conquistó la ciudad de Croto-na (379), y en Tarento, que había participado en guerra con-tra él, parece que se hizo con cierto número de amigos, entrelos cuales figuraba el célebre matemático Arquitas.

El -1:~ioOrtP niooi.in C'QmoxePdí,!c~~.attes. ~leolo ~nstituía la ciudad de Siracusa, que~tlte, lU!1S~ra-ció!!-de~las.1o~<!l1dadesadyacentes_adquició una.-extensiGn-con-sidetable. Una segunda zona la for!!!aban l<\ssolJÍS! .mil~esfuIldadas po!:_e!,jitíUJ.9,en las -q.u<W,Qs.JDercenarios eIl<;Q.~ronuna nueva patria, y entre las cuales figuraban Catania, Leontinos,Mesina, Taurrunenio y Tíndaris. Existían además cierto númerode localidades aliadas, como Locros, que por deseo de Dioni-sio ocupaba en Italia meridional una posición dirigente. ':¡::nSicilia figuraban...ent¡e- las aliadas.. las ciudades. .de.,Acragante,

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G\:la y Camarina. Sin embargo, la influencia efectiva del ti-rano se extendía mucho más allá de su reino y de las basesde su flota. Numerosos pueblos y estados cultivaron su amis-tad, y la flota siracusana participó, en la guerra de Corinto,en las luchas en aguas griegas y obligó a Atenas a aceptar lapaz del Rey (p. 193-194). En términos generales, Ia.i...te.lacianes..entr.. At..nas..y D.rocisia...fuer(IDobastante~as, pero se produjoun cambio poco después de la muerte de éste, cuando los dosestados concertaron una alianza (p. 213).

P~ ~ todos lo~_éJ{~ que <:91)10camJ2.e2!L,del .l1e!§pismooccidental obtuvo contra.b- J22!enci.¡¡~,i~g!2.rsa, Dionisi~ si-gui<i...siendopara los griegos, mientras vivió, unc 1iran~ ae-

dr que SI! .gobiernoiO.,:cQn§idwbap, IQ.~-~riegos ilegítimo.. ybasado en la fuerza, pese a que hubiera ascendido a su posicIónde soberano utilizando el pleno poder militar que se le habíaconcedido. Por supuesto, contaba, y no sólo en Siracusa, connumerosos partidarios y, además, con una serie de amigos per-sonales y aliados que le ayudaron a construir su imperio, peroera en el fondo, pese a todo su poder y popularidad, unindividuo solitario. El soporte más firme de su dominio loconstituía el ejército de mercenarios, que habían sido reelu-tados en todo el mundo. Pero éstos costaban mucho dinero, demodo que Dionisio se veía obligado a encontrar continuament~nuevas fuentes de ingresos. Sencillo y sb pretensiones, perso-nalmente, dedicaba su tiempo libre a aficiones artísticas; des-tacó también como autor de tragedias, una de las cuales,con el nombre de La solución de Héctor, llegó a ser premiadaen Atenas, en las fiestas de las Leneas, el año 367. Para suprotección personal había adoptado todas las precauciones ima-ginables. Se rodeaba de una guardia de corps y mantenía. unapolítica secreta. Refieren las anécdotas que ni siquiera confiabasu pelo a las tijeras del barbero, sino que se lo dejaba crecero se lo hacía chamuscar por sus hijas con cáscaras de nuez.

Sin embargo, todo esto no eclipsa su gran realización po-lítica, y a justo título lo tuvo en gran admiración el vencedorde Aníbal, el romano Escipión Africano. El helenislDQ...§is:;jt~ovolvió a revivir baio el cetro ds...Dionisio Ul1nuev.2.l?erí,2dg...debienestar 'l .de--'pa1 int"ríot._y...e]¡J.erjor.Sin duda, estos benefi-cios se habían pagado a un precio muy caro. Las decisionesen materia política ya no estaban en manos de los ciudadanosde Siracusa y de las demás localidades sicílianas griegas, sinoque dependían únicamente de la voluntad del tirano, aunqueéste tratara' de obtener la aprobación formal de la asambleapopular. En manto individuo y en manto soberano, Dionísio se

11

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sitúa en un momento de transición. Sutgido de la polis, sepropuse nuevos objetivos en política y en el gobierno del es-tado, y en su mayor parte logró imponerIos, aun contra el deseode sus compatriotas. Con todo, su figura apunta ante todo haciala época helenística, en la que la personalidad del soberanoabsoluto está muy por encima de todas las demás: la voluntaddel soberano es ley, y sus disposiciones obligan también a laspolis del reino. Al morir Dionisio el año 367, de muertenatural, después de un período de casi cuarenta años de poderabsoluto, se encontraba una vez más en guerra con Cartago, quesólo terminó bajo su hijo Dionisio II, probablemente elaíj.o366.

Dionisio II era el mayor de sus seis hijos, y no siemprehabía vivido en buena armonía con sus hermanos y hermanas.Pero los oficiales del antiguo tirano, principalmente los jefesde las tropas de mercenarios, no querían que se dividiera elpoder supremo del estado; así llegó a gobernar Dionisio. Latradición nos ha legado una imagen del joven soberano, queal hacerse cargo del gobierno contaba sólo 25 años, bastantedesfavorable en conjunto. Políticamente fue un juguete en ma-nos de su pariente Dión, que fue quien llamó a Platón a Sira-cusa. Un adversario decidido de Dión era Filisto, que acababade regresar del destierro; la influencia de éste y de su círculoalejaron a Platón de Siracusa. Por lo demás, le faltaba al jovenDionisio la genialidad de su padre, y su gobierno, que habíaempezado con algunas concesiones para el pueblo, no tardó el:).desembocar en la arbitrariedad. Provisto de ciertas dotes lite-rarias, tenía amistad con filósofos y artistas, y concedía elmayor prestigio a los pitagóricos. El año 357, Dión logró im-poner su retorno del exilio, y Dionisio fue cercado en sufortaleza de Siramsa. Al ver que ya no podía contar con auxilioalguno desde fuera, escapó de la acrópolis, que siguió defen-diendo su hijo Apolócrates. Dionisio II se fue a vivir al surde Italia, donde aún conservaba las ciudades de Regio y Lo-cros. Desde ésta volvió una vez más a Siracusa (347).

Pero a partir del año 357, la personalidad prominente deSiracusa y Sicilia fue indiscutiblemente Dión, hijo de Hipari-no. Fue él quien logró liberar a la ciudad de Dionisio II. Peroen muchos aspectos estuvo Dión poco acertado y desacreditósu labor, sobre todo, con el asesino de su rival Heraclides.El propio Dión cayó finalmente víctima, el año 354/53, delatentado del ateniense Cillipo, en quien había confiado impru-dentemente.

223

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Dión mantenía estrechas relaciones con la Academia pla.tónica de Atenas, a la que pertenecía también Calipo. Platón,que fue un gran amigo suyo desde los años 366 a 357, cuandoDión vivía la mayor parte del tiempo en Atenas y en el drculode la Academia, creyó seriamente poder realizar por medio deél su constitución política ideal en Siracusa. No cabe dudaalguna de que, en este aspecto, Platón se equivocó completa-mente. En efecto, para introducir una constitución soportadapor los elementos aristocráticos, Siracusa y sus ciudadanos noconstituían un terreno apropiado, toda vez que los propiosoligarcas hicieron saber reiteradamente y de modo inequívocoque no estaban dispuestos a realizar ningún sacrificio ni ahacer concesiones al pueblo. Tal constitución, no sólo habríasido irrealizable, sino que habría sido fatal para la vida griegade la isla; si en las ciudades griegas de Sicilia se ponía fin aldominio de los tiranos, hubiese sido imposible establecer unfrente firme contra los cartagineses. Dice H. Berve: «La situa-ción trágica del helenismo en Sicilia la constituye el que suposición geográfica tan expuesta obligara siempre, por consi-deraciones de política exterior, a sacrificar la autonomía desus ciudades.» El experimento platónico no podía realizarseporque estaba en contradicción total con las condiciones políti.cas existentes.

Tuvo mucho más éxito que Dión, en Sicilia, otro persona-je, Timoleón. Este individuo provenía de Corinto y había sidosiempre un demócrata convencido y un enemigo acérrimo delos tiranos. Cuando los ciudadanos más conspicuos de Siracusapidieron a la metrópoli, Corinto, ayuda contra el tirano Dioni-sio II, que había regresado, Corinto les envió a Timoleón comoestratega. Habían hecho, con él, una elección excelente, porqueen el breve plazo de cincuenta días logró adueñarse del fuerteDrtigia, de Siracusa. Dionisio II hubo de capitular a cambiode una salida libre y fue enviado a Corinto (probablemente elaño 344), en donde, mirado con asombro por los ciudadanos,se dice que vivió hasta los tiempos de Alejandro.

La segunda tarea de Timoleón no era menos difícil: setrataba de expulsar a los cartagineses, que otra vez estaban enmovimiento en la mayor parte d~ Sicilia; esta vez se habíanaliado con el tirano Hicetas de Leontinos, que había tomadociertas zonas de Siracusa. Timoleón logró liberar la fortalezade la ciudad; la hizo derribar y mandó destruir las casas y losmonumentos del tirano. A orillas del Crimiso los cartaginesessufrieron una derrota total (341). A partir de entonces yano se aventuraron a traspasar los límites de su epikratia. Tam.

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bién los tiranos Hicetas de Leontinos y Mametco de Catania fue.ron vencidos por Timoleón y, finalmente, fue tomada Mesina.

Pero conforme iba pasando el tiempo, Timoleón se viocada vez más afectado de un mal de los ojos, de modo quehubo de retirarse de la política, aunque siguió sirviendo alos ciudadanos con sus consejos.

El helenismo siciliano debe a Timoleón no sólo~ra.ciÓD..~caJ:ta8meses, sirio también'1el e uilibro interiorde lils...~sas ciudades t ante todo! por sunues\o, 4d~..u;~sa.Timoleón expulsó y ejecutó a los tiranos, dondequiera que seencontraran en 5tctl1a; eñ este punto era iriexorable. La únicaexcepción la constituye Andrómaco de Tauromenio, el padredel historiador Timeo, que lo había recibido y ayudado a sullegada a Sicilia. En la constitución de Siracusa Timoleón rea.izó, con el auxilio de otros dos legisladores (nomothetas)coriritios, el ideal de la constitución mixta, la que guardaba eljusto medio entre oligarquía y democracia. La suprema ma-gistratura la ejercía el sacerdote de Zeus olímpico, y estainstitución se mantuvo, según Diodoro (XVI 70,6), por másde tres siglos. En la lápida funeraria de Timoleón se mencionacomo mérito especial suyo el que devolviera sus leyes a lossiciliotas. Esto se refiere a la revisión de las antiguas leyesde Diocles. También fueron grandes sus méritos en relacióncon la nueva colonización de la isla; desde Corinto se tras.ladó a Sicilia un gran núme.ro de griegos, entre ellos muchosanteriormente exiliados. De esta forma aumentó el elementogriego de la isla considerablemente y el desarrollo de la cul-tura helénica se vio favorecido.

No fue culpa de Timoleón el que estas medidas no logra-ran impedir, ,después de su muerte, el advenimiento de unanueva dictadura. El autor de ésta fue Agatocles, hijo de Car-cino, que nació alrededor del año 360 a. C. en la ciudad sici.liana de Termas y tomó parte, siendo joven, en la últimaguerra de Timoleón. El ascenso de Agatocles al poder em-pieza el año 319/18. Fue nombrado entonces comandante delas fortale2Jas siracusanas en Sicilia. De aquí extendió su iri-fluencia hasta que llegó a la tiranía, ascenso que recuerdael del primer Dionisio. La trayectoria .de la. ciudad-de-Sira.cu§.a en el siglo IV co{l.Q.ucede la tiranía al gobierno conS-titucional de Timolcin y vy,~ 2tt<U!..~#LtiL1i1.anía, Y.3-'11Lela polis ng ~estaba~condiciones_d<:"Iesol'ler-~!;.. sí !,!!!.smalos grandes problemas de. po1itica_iJ:l.terioL-Y--.~teriOJ: 'Luetenía...J)J¡¡J:l.~s. La ~¡r~nf~ ~~.ía BI:iSprepias .nlnl'ÍQ!l.es;erairidudablemente una etap'a previa de la monarquía helenístlCa.--

225

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y pasó lo mismo en la propia Grecia. Como es sabido, Aga-tocles tomó más adelante el título de rey.

La situación era distinta entre los griegos del sur de Italia.Estos ac~ieron con gle.gJ;ia...c:Lfin...de .la-t1ratll!!. ~'S¡¡;2!sa,pero perdieron con ~poyo importante, que necesitabanpara aaends.r§!U:pnirg los puebloWtálicos. Tuvieron que di.rigir ~Us demandas de auxilio a la metrópoli griega. Se sitúaen este momento el paso del, rey espartano Arquidamo nIpor el sur de Italia (342). Pero cayó en la lucha contra lasfuerzas combinadas de los 1ucanios y de los mesapios, elaño 338, junto a Manduria.

También la expedición del rey de los molosos, Alejandro(334/33), que coincide probablemente con la partida de susobrino y cuñado Alejandro Magno para Asia, tuvo un re-sultado poco afortunado. Llamado por la ciudad de Tarento,luchó contra varios pueblos itálicos del sur. Este Alejandroes conocido sobre todo por su tratado con Roma (alrededordel 33.3/31), que probablemente estuvo motivado por la luchacomún contra los samnitas. Es posible que Alejandro, comolo hizo más adelante Pirro, se propusiera crearse un reinopropio en Italia meridional. En todo caso, entró en con-flicto con las ciudades griegas. Alejandro fue asesinado elaño 330 junto a Pandosia. Se dice que, al enterarse de sumuerte, su cuñado Alejandro Magno ordenó un duelo delejército. En dicha época, la ciudad más poderosa del sur deItalia era Tarento, que a fines del siglo IV tuvo un períodorelativamente pacífico, aunque esta paz era ilusoria. Los sam.nitas y los lucanios estaban empeñados en una guerra a vidao muerte con los romanos, que absorbía todas sus fuerzas(326/304).

226

13. La cultura griega en el siglo IV a. C.

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til1li

iI Se proyecta sobre el siglo IV la sombra de la muerte de

Sócrates (399). El hecho de que un individuo fuera vale-rosamente a la muerte por sus convicciones, fiel a las leyesde su ciudad natal, no basta en modo alguno para explicarla profunda y trascendente influencia de su personalidad. Enla muerte de SOCrateshay mucho más: dio a sus semejantesun ejemplo que no se llegó a olvidar en toda la antigüedad.Cuando, después del descubrimiento de la conjura de Pisón,Séneca se dio la muerte por orden de Nerón, se guió delibe-radamente por la muerte de Sócrates y la tomó como modelode la suya. Por supuesto, hasta cierto punto la fama deSócrates descansa en la suerte que tuvo al encontrar un dis.cípulo tan brillante como Platón. La personalidad de estegran filósofo y teórico del estado fue influida de modo deci-sivo por la d~ su maestro. Aunque vio a Sócrates en términoscasi sobrehumanos, lo comprendió, sin embargo, y fue capazde transmitir' su pensamiento, de modo incomparable, a suscontemporáneos y a la posteridad. El efecto de esta imagende Sócrates reflejada por Platón es tan fuerte y duradero,que hasta el presente nadie se logra sustraer a él.

¿Quién, pues, fue Sócrates? De su vida sólo conocemosalgunos detalles. Nació el año 470/69. Su padre era el es-cultor Sofronisco, y su madre la comadrona Fenáreta. Ensu infancia recibió la instrucción habitual en Atenas. Cuan-do contaba cerca de cuarenta años estalló la guerra del Pelo-poneso. Sirvió durante ]a misma como simple hoplita y tomóparte en las luchas de Potidea (432-429), de Delión (424)Y de Anfípolis (422). Cuando el pueblo condenó a muerte,mediante un procedimiento ilegal, a los estrategas que habíanejercido el mando durante la batalla de las Arginusas, fueSócrates quien se atrevió a contradecir a sus conciudadanosen la asamblea.

Por lo demás, se interesaba poco por las cosas exterioresy, ]0 mismo que el filósofo Kant que apenas salió de Konigs-berg, tampoco experimentó Sócrates afán alguno de ver el

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Inundo, por su propia iniciativa, fuera de Atenas. Su genioy su gracia los desplegó Sócrates exclusivamente en e! tratoy la conversación con sus semejantes: Se le podía encontrarconstantemente en los gimnasios o en el mercado, donde, enmedio de un corro de oyentes, discutía e interrogaba. Sócra-tes no era sofista, aunque se sirviera del método de lossofistas. Nunca aceptó ni pidió honorarios. Es posible que amuchas personas se les hiciera incluso molesto, al ponerlos aldescubierto por medio de sus preguntas penetrantes y alhacerles ver una y otra vez cuán poco sabían, en el fondo,acerca de las cosas esenciales. No nos sorprende de! todo,pues, que hubiese tres individuos, por lo demás perfecta.mente honorables, que e! año 399 lo denunciaran ante eltribunal, acusándolo de no creer en los dioses del estadoateniense, de introducir, en lugar de éstos, otros dioses, y decorromper a la juventud. En esta forma, e! reproche era, porsupuesto, infundado. Sin embargo, dado que Sócrates despre-ciaba provocar la compasión de los jurados, fue condenadopor una pequeña mayoría y ejecutado, treinta días más tarde,por el procedimiento de la bebida de la cicuta.

La significación de este individuo único no reside en sunotable capacidad para dirigir una conversación, ya que éstasólo era para él un medio de! que se servía, y 10 que enrealidad buscaba era la verdad, que él indagaba con saga.cidad infatigable, aunque también motivado por su convic-ción de que e! hombre, con tal que sepa lo que es justo.obrará justamente. Era, pues, una especie de optimismo éticoel que Sócrates cultivaba, y esta actitud sólo se hace com-prensible si presuponemos en él, al lado de la creencia en laverdad, la creencia de la bondad en e! hombre. Por desgra-cia, hoy sabemos demasiado bien que e! conocimiento de lavirtud no se deja equiparar a la práctica de la virtud en lavida corriente, porque no es sólo e! conocimiento el que rigeal hombre, sino que intervienen además otros innumerablesimpulsos en la conducta, impulsos que con harta frecuenciase oponen a la voluntad y, aun con una apreciación correc-ta, impiden la ejecución de lo que se ha apreciado comoapropiado.

No se puede negar que ;'ócrates fUera uno de los pri.meros que comprendió en toda su extensión el problema dela educación. Su labor pedagógica se extendía al alma de!individuo, la que obtiene así, frente a todas las cosas exte-riores de la vida, la posición que le corresponde. Este ale-jamiento deliberado de los bienes materiales era, para los

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4griegos d~ entonces, senciUamente revolucionario: significabauna ruptur¡t total con las ideologías anteriores~ En una can-ción báquica anónima se dice:

La salud es para el mortal el bien supremo.El segundo está en poseer una bella presencia.El tercero es la propiedad adquirida sin malas artes.y e! cuarto, el brillo de la juventud entre amigos.

Sin duda, existía el peligro de que la ética desarrolladapor Sócrates conduiera a un puro individualismo. En tal casohubiera sido ampliamente inútil para la comunidad y habríadebido llevar a un alejamiento del estado. Pero no fue así,porque Sócrates puso de manifiesto con su vida y con sumuerte que el estado, y en particular su ciudad natal Atenas,representaba para él una comunidad sagrada e inolvidable.Obedecer las leyes de la ciudad paterna, incluso cuando puedanparecer injustas, constituía una actitud que destacaba lumi-nosamente del escepticiEmo de tantos miles, para quienes elesrado no era más que un comedero.

En la unión inseparable entre su personalidad y su doc-trina reside el secreto de Sócrates, que en vida ejerció unaatracción fascinante sobre los mejores de los jóvenes ate-nienses y, después de muerto, fue venerado por ellos comoun santo. No cabe la menor duda que la ejecución de Só-trates, uno de los mejores ciudadanos que Atenas haya jamásposeído, hubo de pesar gravemente sobre la restablecida de-mocracia ateniense y, con ella, sobre toda la vida política deAtenas. En efecto, cuando en un estado que pretende serun estado de derecho puede llegarse a un error judicial tanmonstruoso, de modo análogo a como fue monstruosa la sen-tencia en el juicio de las Arginusas, entonces se hace pa-tente a la faz del mundo que se ha perdido e! criterio apro-piado y que la justicia amenaza con degenerar en arbitrio.

Sócrates actuó exclusivamente en la conversación y no hadejado nada escrito. Fue su discípulo Platón (427-347) quienen sus Diálogos pbsmó para la eternidad la imagen de Só-crates. Los Memorables de Jenofonte, compuestos toda unageneración después de la muerte de Sócrates, sólo entran enconsideración para algunos detalles superficiales. Si algo esseguro es que Jenofonte no comprendió en su ser más íntimoal gran maestro. En cambio, no podemos renunciar, para lareconstrucción de la figura de Sócrates, a Aristóteles, sobretodo por lo que se refiere al dominio de la dialéctica socrá-

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tica. No obstante, Platón sigue siendo con mucho la fuentemás importante, en primer Jugar sus primeros diálogos, entrelos que figuran los que llevan los títulos de Protágoras yLaques.

De la vida de Platón sabemos bastante, sobre todo graocias a sus propias obras; entre éstas representan una fuenteparticularmente valiosa las cartas platónicas, y no sólo porsus datos biográficos, como en nuestros días han reconocidolos historiadores. La cuestión acerca de! grado de autenticidadde dichas cartas no puede, examinarse detalladamente en elmarco de! presente trabajo 3.

Platón descendía de una noble y antigua familia ática ynació en Atenas el año 427. Fue un típico niño ateniense,según parece, dedicado a los deportes y a los semejantes; alllegar a la juventud, encontró el camino hacia Sócrates ydurante ocho años, esto es, de! año 407 al 399, pertenecióal círculo de los discípulos de este último. Quien tengauna idea dara acerca de lo que representan precisamenteestos años en la vida de un individuo en vías de forma-ción, comprenderá que Platón hubo de recibir durante dichoperiodo las impresiones decisivas para su vida posterior. Unafecha importante en su vida fue el año 390, en e! que efectuósu primer viaje a Sici1ia. Entró en contacto, durante esteviaje, no sólo con los pitagóricos del sur de Italia, sinotambién con e! gran tirano Dionisio I de Siracusa. Si escierto o no que éste lo hizo vender en Egina en el mercadode esclavos, es una cuestión que aún se debate. Es posibleque esta anécdota forme parte de la leyenda platónica queno tardó en formarse, poco después de su muerte, en elcírculo de sus discípulos. De regreso a Atenas, fundó Platónen su ciudad natal la llamada Academia, en los jardinesdel héroe Academo. ElLella creó para sus alumnos un centrointelectual para la enseñanza y para la búsqueda de informa-ción en común. Esta Academia platónica ha sido e! modelode otros muchos centros de estudios, fue además la escuelade filosofía más antigua de Atenas, y subsistió como tal pormás de 900 años. Cuando el año 529 d. C. e! emperadorJustiniano I la cerró, cerró en cierto modo un capítulo decasi mil años de una historia de la cultura, que para elhombre occidental adquirió una importanci.\ extraordinaria. Do~veces más volvió Platón a dejar la patria para emprendersendos viajes de cierta duración. Se sitúan ambos en los añossesenta (367/66, 361/60) y volvieron a conducirle a Sicilia,

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donde esperaba, en vano, convertir en realidad sus idealesfilosóficos relacionados con la teoría de! estado.

Pero e! destino de Platón no le favoreció en la actividadpolítica. Ello lo ha expresado él mismo, en una formarealmente emocionante, en su VII carta: «Cuantos másaños fui teniendo, tanto más difícil se me antojaba laactuación como jefe político en Atenas. Porque sin amigosy partidarios fieles era imposible, y éstos apenas los habíaya, porque nuestra ciudad no se regía ya por las prácticas ylas instituciones de nuestros padres, y adquirir otras nuevasera impracticable, mayormente por cuanto e! texto de las le-yes y la costumbre ceden el paso a una cortupción cada vezmayor. Así me encontré, pues, finalmente, yo que inicialmen-te estaba poseído por completo del anhelo de actividad pú-blica, en una gran depresión, en vista de que observaba quetodo se hacía sin plan y en un continuo vaivén; sin duda,no abandonaba la esperanza. de que algún día todo mejoraría,pero siempre hube de esperar a que llegara e! momento de po-der actuar, hasta que me di cuenta de que todos los estadosactualmente existentes se rigen por una constitución mala...Así, pues, hube de proclamar, para elogio de la verdadera filo-sofía, que solamente mediante ésta se puede apreciar lo quees conveniente tanto para los estados como para todos losasuntos privados, y que jamás se verá redimido e! linaje hu-mano de su mala situación hasta que llegue a los cargospúblicos e! linaje de los verdaderos y apropiados filósofos,o hasta que los gobernantes se conviertan en sus ciudades, pordisposición divina, en verdaderos filósofos.»

El desengaño que exp"erimentó Platón en el ámbito deJa política no era infundado. En Atenas no fueron precisa.mente los mejores ciudadanos los que tenían la jefatura. ensus manos, y en el intento de Platón de crear en Skilia elestado ideal sobre la tierra estaba guiado por su propio desco-nocimiento del carácter de los tiranos griegos occidentales.Así pues, se refugió Platón en el mundo de lo eterno e impe-recedero. Fue un cambio de orientación que, si bien se ha-llaba ya esbozado en Sócrates, provocó, con todo, una de lasmayores revoluciones intelectuales que jamás se hayan produ-cido sobre la tierra. Platón opuso al mundo de los fenómenosel mundo de las ideas. Aquí se percibe claramente la influenciade la doctrina de los pitagóricos. La esencia de las cosas se lemanifiesta a Platón en las cosas no como son, sino como de-bieran ser, esto es, en las ideas (eide), y logra recono-cedas en las bases del recuerdo, en la anamnesis. «Frente al

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mundo invisible de 10 verdaderamente real, de las esenciaseternamente inmutables, que sólo es dado ,captar al pensamien-to puro, se sitúa, a medio camino entre Ser y no ser, el mundovisible del fenómeno, del nacer y perecer, en proceso de cons-tante devenir» (W. Capelle).

Solamente aquel que conozca el carácter mundanal del hom-bre griego podrá medir la inaudita novedad d~ pensamientoplatónko: Platón descubrió para el hombre de su época unnuevo mundo, que babía de ejercer sobre todo individuo adictoal pensar una atracción auténticamente fascinante. Sin embal'ogo, esta atracción no estaba exenta de peligro, pues podía con-ducir a estimar en menos la vida de este mundo y, en par-ticular, a desinteresarse por la actividad política. No obstante,la auténtica importancia de PIatón corresponde a la esfera dela teoría del estado. Aunque sus obras de teoría política ensentido estricto, esto es, La República y Las Leyes, apenas re-cibieron en su tiempo la atención que merecían, han ejercido,a través de la filosofía de la baja antigüedad y de' la interpreta-tio cbristiana, una influencia enorme que, pasando por la EdadMedia (la Utopía del lord canciller inglés Tomás Moro), llegaa nuestros días.

Platón no fue el primero que se dedicó a esbozar un estadoideal. Ya mud~osaños antes que él había proyectado uno Hipó.damo de Mileto, el amigo de Pericles. Su obra estaba influídapor la concepción espartana y preveía una estructuración cor-porativa de los ciudadanos en guerreros, campesinos y artesa.nos (Aristóteles, Política, n, 1267, 13 ss.). Hacia el 400 a. C.aproximadamente, un cuarto de siglo antes que P1atón, redactóun tal Faleas de Calcedonia una obra semejante. En ella sesustentaba el principio de la igualdad de la propiedad y la ins-trucción, y que todos los individuos libres habrían de poseerel mismo derecho de ciudadanía, Así, pues, en cierto modo flo-taban estas ideas en el aire, y no nos sorprende que Platónse ocupara asimismo de este problema.

La República apareció en el año 374, esto es, en una épocaen que el predominio de Persia sobre Grecia constituía unarealidad. La idea central de la obra consiste en que únicamen-te es un verdadero estadista aquel que se haya propuesto comoobjetivo único la mejora moral duradera de los ciudadanos:constituye esto la paideia, el problema pedagógico, que, demodo general, desempeña en el pensflmiento de Platón el papelprincipal. La población de la república ideal de Platón estádividida en tres clases o castas: los trabajadores (demiurgos,1,los guardianes (pbylakes) y los gobernantes, seleccionados de

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las dos clases anteriores. La tarea principal del estado consisteen la educación de la clase de los guardianes. Sus miembrosno tienen propiedad privada alguna, viven juntos y comenjuntos. El modelo espartano salta aquí a la vista. Como Pla-tón sustenta la idea revolucionaria de que el hombre y lamujer son hasta cierto punto iguales, también están admitidaslas mujeres en el gremio de los guardianes. Es igualmente re-volucionaria su demanda de la abolición de la propiedad, pri.vada, y no existe tampoco el matrimonio, sino que hay unaposesión en común de las mujeres y los hijos. Mediante unsistema sumamente complicado de «nupcias sagradas», han deaparejarse los varones y las hembras mejores, y los hijos naci-dos de tales uniones son criados por el estado; en cuanto a losdemás niños, nadie se ocupa de ellos, se los expone. De laclase de los guardianes salen los «gobernantes», que son ob-jeto d~ una educación particularmente esmerada; después deun prolongado período de prueba al servicio del estado, estánfinalmente maduros, una vez alcanz:ldos ya los cincuenta años,para gobernar. Les incumbe cuidar que los principios del es-tado se mantengan. Es éste un estado sin riqueza ni pobreza,con un número de habitantes que ha de permanecer básica-mente constante. Pero es asimismo un estado sin progreso nievolución: para Platón, el mejor de todos los estados conce-bibles.

No cabe la menor duda que, al escribir su obra, Platóncontaba con la posibilidad de realizar sus ideas. Se encontrabaentonces en el punto culminante de la vida y acababa dedejar tras sí los cincuenta años de edad (obsérvese que Platónhabía señalado que los «gobernantes» debían tener cincuentaaños cumplidos); por 10 regular, a esta edad no se renunciatodavía. Platón poseía en el estado espartano un modelo con-temporáneo para la realización de sus proyectos. No resultadifícil, por 10 demás, criticar desde nuestro punto de .vista elestado de Platón. El estado ideal de Platón adolecía de undefecto fatal de construcción. En efecto, Platón pasa por altoque el fundamento de todo estado viable reside en la fuerza.Si un estado carece de fuerza, será destruido por otros estadosmás poderosos y perecerá indefectiblemente, a menos que tengala oportunidad de integrarse en un gran sistema de alianzas.Sin duda, constituye una preocupación propia de todo estadoel cuidar de la educación de sus ciudadanos; pero no es menosimportante la tarea de cuidar de su defensa y del poder desu comunidad. A la subestimación del poder político se añadeen Platón, el total olvido del aspecto económico. La inaudita

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violentación de la personalidad individual en el estado de Pla-tón, que va mucho más allá todavía de 10 que se acostumbrabaentre los espartanos, convierte dicho estado en una institucióndirectamente coactiva. ¿Cómo puede Platón pensar en serio ensuprimir simplemente el matrimonio y la propieda~ privada?Mientras el estado sea una comunidad de individuos, habrá dehaber una propiedad privada. El sentimiento de la posesiónestá indisolublemente enlazado con la naturaleza humana, 10mismo que el afán de adquisición es un instinto humano. Elestado no puede suprimir sencillamente la naturaleza humana,ni en la teoría política.

Hay que reconocer a Platón, sin embargo, que su estadoestá al servicio de una idea. Es éste el ideal de justicia, queen esta obra se lleva a cabo, de modo inexorable, hasta sus úl-timas consecuencias lógicas. El estado platónico no es un fe-nómeno terrenal pasajero, sino que es algo eterno e imperece-dero. A la idea del estado ha de subordinarse todo, entreotras cosas también el destino individual y la felicidad per-sonal de cada ciudadano. A nadie se le escapará que este es-tado platónico está en la más violenta oposición con la idealiberal del estado, tal como se ha desarrollado en Europa apartir de la Revolución Francesa; pero nadie negará tampocoque tenemos en Platón una concepción cuya unidad e integri-dad deja en la sombra a todos los demás estados ic;leales.

Después de los desengaños que le proporcionó la estanciaen Sicilia y, en particular, su trato con Dión, Platón volvió atomar la pluma, ya a edad avanzada, para redactar 10 que encierto modo podríamos llamar su testamento político. Se tratade la obra que lleva por título Las Leyes. La obra fue con-cebida por el propio Platón, pero sólo fue publicada des-pués de su muerte, por su discípulo Filipo de apunte.Mientras Platón estaba dedicado a esta obra, se había produci-do en <;1mundo griego un gran cambio, esto es, el ascenso deMacedonia bajo el gobierno de! rey Filipo n, hecho que eravisto, particularmente en Atenas, con comprensible preocupa-ción. En Las Leyes encontramos a un Platón distinto del delas obras anteriores, y esta diversidad profunda es uno de losmotivos de que se haya discutido su autenticidad (GerhardMilller, Studien ;m den platoniscben Nomoi, Munich, 1952).Pero la autenticidad de la obra es perfectamente obvia paralos que estudian a Platón.

El estado de Las Leyes ya no es el estado ideal, el mejorque cabe imaginar, sino el mejor que se puede realizar en estemundo y, por tanto, el segundo de los estados mejores. En él

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vuelve a situarse el problema pedagógico en el centro. Platónha llegado aquí incluso a postular la escolaridad general obli-gatoria, con 10 que se anticipaba con mucho a su época, ya quela antigüedad nunca llegó a dicha clase de enseñanza. FueFederico Guillermo I, rey de Prusia, el primero en introdu-cirla para sus súbditos, después de que algunos pequeños esta-dos alemanes le precedieron en el siglo XVII. Robert vonPühlmann ha designado este segundo estado de Platón comoun estado coactivo abs01utamente insoportable y, más aún, comoun estado policíaco y una institución cotreccional del tipomás conséCiJ.ente.En dicha concepción en efecto, todo absolu-tamente ~d sometido a la inspección del estado, incluso laeducación de cada niño. La religión desempeña un papel cen-tral en dicho estado; con razón se ha pretendido que se trataen esto ante todo de influencias órficas, a las que Platón sehabría hecho cada vez más asequible. Es horroroso observarque este estado no retrocede ante los castigos más severos,ni siquiera ante la pena de muerte, para aquellos a quienesse les ocurriera rechazar la religión impuesta por él. ¿Cómopudo Platón llegar a una negación tan trascendente de suspropios principios? El que lee Las Leyes se asombra de quese construya un estado ideal en donde la voluntad libre delos ciudadanos no cuenta prácticamente para nada y en que lacoacción 10 es todo. Cuán lejos está aquí el espíritu de Platóndel de su maestro Sócrates, que dedicó su vida a enseñar alos hombres 10 que de bueno podrían encontrar en sí mismosy a llevar una vida mejor por su propia elección libre.

El tercer gran nombre entre los filósofos es el de Aristó-teles, cuya personalidad lleva la impronta de su trato con Pla-tón. Acerca de su vida estamos relativamente bien informados,con excepción de algunos años que se sitúan después del 340.Aristóteles descendía de una familia de médicos y nació elaño 384 en Estagira, en la península Calcídica. Su padre, Ni-cómaco, fue el médico de cabecera del rey Amintas In deMacedonia, padre de Filipo n. La medicina era la más empí-rica de las ciencias griegas. Por su procedencia, Aristótelesestaba predispuesto para la investigación empírica, y tambiénsu relación con el rey de Macedonia le estaba en cierto modoseñalada desde la cuna.

Su vida es rica en cambios de fortuna. A los diecisiete años,el año 367, ingresó en el círculo de Influencia de PIatón, quiena la sazón era ya un sexagenario. Durante veinte años, hastala muerte del maestro, estuvo sentado a los pies de Platón enla Academia, ante las puertas de Atenas, y recibió en este

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tiempo los estímulos decisivos para toda su vida científica.Solamente la muerte de Platón, el año 347, disolvió la relaciónentre el maestro y e! alumno. El mismo año aceptó Aristóte-les una invitación de! tirano Hermias de Atarneo y se trasladóa Aso, en la Troade. En los tres años de su permanencia enAso (347-244) hubo ciertamente de obtener, por su trato conHermias, una gran experiencia en materia de política prác-tica. Hermias, en aquella época, era capaz de mantener la in-dependencia de su pequeño estado entre las grandes potenciasPersia y Macedonia, hasta que cayó, en e! 342/41, víctinn deun atentado de Mentor de Rodas.

Por entonces Aristóteles había llegado ya, tras una estanciaen Mitílene (344/43), a Pela (342/41), donde estaba la cortede Filipo ]1, el cual le había llamado para que fuera preceptorde su hijo, e! futuro Alejandro Magno. Alejandro reconocíareiteradamente, en sus últimos años, la profunda influencia delfilósofo griego sobre su propio espíritu y si e! gran rey deMacedonia se entregó con entusiasmo a la cultura griega, ellose debe, al menos en parte, a su maestro Aristóteles. Del.'40 al 335 se pierde el rastro de Aristóteles. Luego lo encon-tramos en Atenas, donde había fundado una escuela propia,en el gimnasio de! Liceo, que no tardó en ponerse a la alturade la Academia de Platón. En e! Liceo, o Perípato, como sellamó la escuela a causa de sus galerías cubiertas, pasó Aristó-teles sus años más productivos. Aquí llegó a ser, rodeado denumerosos alumnos de todo e! mundo, e! jefe universalmentereconocido de la vida intelectual. Al conocerse la noticia de lamuerte de Alejandro (323), Aristóteles huyó de Atenas aCalcis, en Eubea, pues era conocido como amigo de los mace-donios. El año 322 murió en dicha ciudad. Su ejecutor testa-mentario fue el macedonio Antípatro, y su sucesor en el Liceofue Teofrasto de Ereso.

Werner Jaeger ha trazado en su extraordinario libro Aris-tóteles. Grudlegung einer Geschichte seiner Entwicklung (Ber-lín 1923), una imagen acertada, en líneas generales, del desa-rrollo del genio aristotélico. En la vida de Aristóte!es cabedistinguir tres fases. Durante la primera, que se extiende hastala muerte de Platón, Aristóte!es está bajo la influencia decisivade su maestro. Después de la muerte de é,te, empiezan los añosde viaje, en los que se va desprendiendo lentamente de dichainfluencia. Y en el tercero y último período, a partir de! año335, Aristóteles es e! gran maestro, e! soberano en e! reinode la ciencia. Las grandes líneas las ha trazado Jaeger acerta.damente. Pero se sigue dis,:utiendo si el gran paso de Aristó-

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teles a la ciencia espccializada debe atribuirse exclusivamenteal último periodo de su actuación y creación. En cuanto hijode un médico, estaba familiarizado desde la infancia con lainvestigación empírica.

Sea cual fuere la causa, los resultados son notables, Arist6-teles ha dejado a la posteridad una riqueza extraordmaria deescritos. Se ha ocupado tanto de cuestiones lógicas y epistemo-lógicas como de problemas psicológicos y éticos; e! vasto campode las ciencias naturales, especialmente de la física, la zoologíay la botánica, le era tan familiar como la investigación histó-rica y literaria. Por ejemplo, confeccionó una lista completade los vencedores en los Juegos Píticos que no habría sidoposible sin un estudio metódico de los archivos. En esta tareale ayu,dó su sobrino Calístenes. Además, Aristóte!es examinólos documentos relativos a las representaciones dramáticas enAtenas, creando así e! supuesto para e! trabajo crítico de losfilólogos alejandrinos, quienes, basándose en la Didascalia (hoyperdida) de Arist6te!es, pudieron establecer la cronología bá-sica de! drama antiguo. En sus investigaciones hizo que par-ticiparan muchos de sus alumnos que, procedentes de todaGrecia, se habían reunido a su alrededor. En la organizaciónde! tratado científico la actividad de Aristóte!es marca unaépoca: reúne e! gran erudito la total universitas literarum, quedespués de su muerte se dividió en una gran diversidad deciencias particulares. Así, pues, este genio universal se sitúaal final de una época, pero también al principio de otra quetiene como punto de partida su grandiosa obra. Están bajo lasombra de Aristóte!es no sólo e! apogeo de las ciencias y laenseñanza en la época helenística, sino también la ciencia dela Edad Media, a la que las obras de aquél le fueron transmi-tidas en parte por los árabes. Solamente la visión moderna de!universo, tal como se ha formado a partir de! Renacimiento,se ha liberado paulatinamente de la influencia de Aristóteles,evolución que no ha sido posible sin dificultades y sacrificios.

También Aristóteles, igual que su maestro Platón, se ocupóde cuestiones relacionadas con la teoría del estado. Pero, adiferencia de éste, jamás efectuó intento alguno de interveniractivamente en política. Era una naturaleza esencialmente teó-rica, para quien la observación importaba más ,que la acción.Como legado de su pensamiento en materia de teoría políticaposeemos ante todo la Política, obra que siempre ha atraidoa historiadores y políticos, entre ellos a Wilhelm Oncken y aHeinrich van Treitschke. Según los estudios de Werner Jaegerpuede darse por descontado que la Política de Aristóteles fue

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escrita en un período relativamente larga de tiempo, que lasprimeras partes corresponden a los años de Aso, y que la obrafue completada, y en parte revisada, en e! último período deAtenas. Mientras los estratos más antiguos no pueden negar suparentesco intelectual con Platón, los más recientes, en cambio,están escritos ya bajo la poderosa influencia de los conoci-mientos empíricos. Para Aristóte!es, e! hombre es un «animalpolítico» (zoon politikon), esto es, e! individuo sólo puederealizar su verdadera función como miembro de! estado. Ahorabien, el estado en que Aristóteles pensaba era la poli, queprecisamente en su época estaba sometida a graves pruebas.En forma mucho más pronunciada que en Platón destacan enAristóteles, en los últimos capítulos, los fundamentos realesdel estado. En efecto, a diferencia de aquél, Aristóteles no sólose ocupó de los problemas económicos (es partidario, porlo demás, de la propiedad privada), sino que también prestóatención a la protección del estado mediante la fuerza armada.Son muy importantes, para él, las formas ~e la constitución;distingue entre la monarquía, la aristocracia y el gobierno de laclase media (politeia). Existen degeneraciones (parakbasis)de cada una de ellas, a saber: la tiranía, la oligarquía y lademocracia, esto es, h democracia extrema, que Aristóteles re-chaza. Considera éste como ~olución ideal la politeia, en la queel poder está en manos de la clase media. La riquez:l y la po-breza no se dejan eliminar del estado aristotélico, así como laesclavitud, a la que Aristóteles no opone el menor reparo.

Constituye un cierto complemento de las refleyjones rela~ivasa la teoría del estado de la Política, en la que se elabora la sumade una prolongada experiencia, la colección de las constitucionespolíticas griegas, que Aristó~eles hizo reunir por sus alumnos.Fueron recopiladas y descritas nada menos que 158 de estas cansotituciones, una de las cuales, probablemente la más importante,la Constitución de los atenienses, se ha conservado en un papiroegipcio que no ha sido descubierto hasta 1889, y que se conservaen Londres. Esta obra fue escrita poco después del 330 a. c.,pero es posible que sólo fuera publicada después de la muertedel maestro. Proporciona un resumen de la evolución de la cons-titu~ión política a~eniense, desde los tiempos m:ís antiguos, y,en una segunda parte, sistemática, da una relación de los fun-cionarios políticos y de sus tareas en Atenas. Las dos partesson igualmente valiosas, pese a que la investigación histórica,especialmente en la primera parte, deja bastante que desear,para decepción de! historiador actual. Pero nuestro conocimien-to de la historia primitiva de la constitución política ateniense

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ha sido puesto, gracias a la obra de Aristóteles, sobre un funda-mento nuevo. Se puede perdonar que el autor incurriera enalgunos errores y descuidos en lo que reviste importancia ab-solutamente secundaria.

El que las obras sobre teoría política de Platón y Aristó.teles no encontraran en su propia época y en su ciudad laatención que merecían, se debe a diversas causas. En primerlugar, no hay que olvidar que las obras aparecieron en unmomento en que la polis había rebasado ya su punto culmi.nante. El ascenso de Macedonia, la conquista de Persia porAlejandro Magno posteriormente, y luego la formación de losestados de los diádocos hicieron que la polis griega fuera pa.sando cada vez más a segundo plano. Se planteaban problemastotalmente nuevos, que no se podían ya solucionar con los me.dios tradicionales. Platón sólo vio aproximarse esta época delejos, pero Aristóte!es, el maestro de Alejandro, la vivió depleno, Pero no hay en toda su obra, ni una sola alu~lón a losproblemas de la monal'quía universal, y en el penado quesiguió a su muerte apenas cambió nada en este aspectO. Susucesor como jefe -:le la escuela del Perípato, TeofIasto, hizopublicar, por ejemplo, una obra con el título de Cuál es lamejor manerade administrar la polis (por desgracia,esta obrano se ha conservado).

Finalmente, no hay que pasar por alto que se enfrentaa esta literatura sobre teoría política una tendencia filosóficaque se desinteresa por completo de la polis. Ya Aristipo deCirer.e (aproximadamente del 435 al 355), quien en su ado.lescencia había estado sentado a los pies de Sócrates, no estádispuesto a aceptar actividad alguna al servicio de la polis:encuentra semejante actividad sencillame.nte molesta e inade-cuada al ideal filosófico de vida de! hedonismo. También suantípoda Antístenes, el fundador de la filosofía cínica (na-cido alrededor del 450 y muerto después del 366), que des-cendía de una esclava tracia y nunca fue en Atenas ciudadanode pleno derecho, tenía al estado griego en poca estima; sig-nificativamente, en él se encuentra primero e! reproche de queen la poJis griega el saber profesional no es suficientementeconsiderado. Al parecer, Antístenes habría dicho que lo mismopodían e!egirse asnos y caballos como gtnte que no entendíanada para ocupar los puestos oficiales. Apenas hay cambio entrela doctrina de Antístenes y la de Diógenes de Sinope, su dis-cípulo, quien sostenía que no era ciudadano de ninguna polisdeterminada, sino que la polis era, antes bien, el co.mos. Te-nemos aquí las raíces del cosmopolitismo antiguo, idea que

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ha contribuido asimismo a la di~olución de! pensamiento rela-tivo a la polis.

¿Cómo se veía, pues, la polis en b primera mitad de!siglo IV a. C.? Poseemos e! tratado de cierto Eneas Tácticoacerca de las medidas que conviene adoptar en ocasión del sitiode una ciudad. Esta obra, que podemos situar con gran pro-'babilidad entre los años 357 y 340, traza una interesante ima~ende una pequeña po!is de la metrópoli, imagen que resulta mu-cho más realista que todo lo que puede extraerse de las de-más fuentes literarias de dicha época. Por 10 demás, el autorsigue ~iendo desconocido para nosotros, porque el intento dealgunos investigadores anteriores (Casaubon, Hug) de iden-tificar a Eneas con el estratega arcadio Eneas de Estinfalo men-cionado en Jenofonte (Helénicas VII 3,1) no cuenta con fun-damento: seguro alguno. Durante lo~ primeros años de! sigloIV volvió a,haber siempre sitios de ciudades griegas; basterecordar, por ejemplo, el de Fliunte por los espartanos bajoe! mando de Agesilao entre los años 381 y 379, o e! de Man-tinea, ,un poco anterior (385). Se comprende, pues, que enpresencia desemejante situación se proveyeran medidas apro-piadas.

Eneas da toda una serie de consejos concretos. Aconseja, porejemplo, que al producirse el peligro de guerra, se proceda aretirar de! campo (de la chora) e! ganado y los muebles, asícomo los esclavos, y confiados a una ciudad vecina. El depósitode las propiedades en territorio neutro era en aquel tiempo algocorriente, como nos lo muestra un contrato entre el dinastaHerrnías de Atameo y la ciudad Eritras, de Asia Menor, queencontramos en una inscripción anterior al 342/41 (Bengtson,Staatsvertriige n.o 322). Según Eneas, el campo ha de evacuarseen la medida de lo posJble, la población libre y los frutos hande ponerse bajo la protección de los muros de la ciudad. Sialguien no siguiera estas disposiciones, sus bienes en el campose considerarían como abandonados y pueden ser saqueadosimpunemente. Se debe vigilar especialmente que entre la ciu-dad y los exílíados que vivan fuera no se establezca enlacealguno. Por esto se aconseja la introducción de una censurade la correspondencia. En general, la entrada y la salida hande vigilarse estrictam¡:nte; sólo pueden admitirse forasteros enel,' recinto con el conocimiento de las autoridades, y hay quetomar nota, de dónde se alojan; esto se aplica asimismo a todosaquellos que moran en la ciudad, para instruirse. Aquel queintroduzca en la ciudad aceite o trigo debe ser loado pública-mente y distinguido con una prima cuyo importe variará según

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e! volumen de los bienes importados. Eneas da por supuestoque la polis no puede sostenerse sin mercenarios. Propone quelos diversos ciudadanos recluten y mantengan mercenarios segúnsus posibilidades financieras; el estado puede más adelante abo-nar parcialmente a los particulares una parte de sus gastos.De la reducción o anulación de las deudas espera Eneas, unavoluntad de defensa mayor de aquellos círculos que 110 estánde acuerdo con el régimen imperante en la polis.

Si ~e consideran los consejos :Ide:Eneasatentamente, habráde convenir en que éste se esfuerza por tener en cuenta lascondiciones reales de la ciudad griega del siglo IV a. C. Eneasespecula con, la unidad interna de la polis y sus habitantes, ytodos sus consejos tienden en última instancia a realizada.Es sabido, en efecto, que precisamente durante el siglo IV laconcordia distaba de ser perfecta en el seno de muchas ciuda-des griegas: una vez y otra se nos vuelve a hablar de intentosde subversión, siendo particularmente temido en este caso elgran número, de los desterrados. El temor de la discordia in-terna en" la ciudad llega a tal extremo en Enea, que aconseja,de modo general, emplear a forasteros en" la defensa de laciudad: cuando se efectúen ejercicios de alarma, los forasteroshan de, trasladarse a un área especial que se les ha asignado ohan de quedarse en ca.,a.iEsta desconfianza para con los foras-teros; incluidos los mercenarios, estaba muy justificada. Enefecto, con una gran frecuencia hacían el juego al enemigo.

Pero, ¿quiénes son, en realidad los enemigos de la polisgriega? Eneas piensa aquí ante todo en las ciudades vecinas,pero también en los grandes jefes de, II1ercenarios,que se com-portan en cierto' modo como potencias' independientes. Se aña-de a esto el elemento de los exiliados, que constituye unafuente de: agitación pel'petIJa. Nos sorprende mucho que enEneas no se 'encuentre en lugar alguno el consejo de concertarsinmaquías:al contrario, recomienda que se admita siempre enla ciudad sólo a -1mnúmero determinado de aliados, de formaque' las propias fuerzas resulten superiores. EI'eas combina conlos problemas psicológicos una serie de cuestiones técnicas: setrata de la forma apropiada de c~rrar las puertas de la ciudad,del servicio de guardia, del sistema de. señales, etc.

El que lea el tratado de este táctico experto percibirá algodel espíritu de la polis del siglo IV. Estaba ésta dispuesta aarriesgarse al máximo para. asegurar su eXistencia, y podíahacerlo, efectivamente, mientras había de contar con e:nemigosprocedentes, asimismo, del mundo de las . ciudades-estados. Nohubo adversarios máspadefosós' ha'staR 360 a. c., pero ya'

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no faltaba mucho para que las ~áquinas de asedio del reymacedonio emprendieran el asalto de las ciudades griegas.

¿Acaso era posible e imaginable que una polis como la quese presupone en la obra de Eneas pudiera ocuparse seriamentedel problema ,fundamental de la educación de los ciuiladanos,tal como propone Platón en su República y en sus Leyes?

Entre Encas y Platón se abre una brecha, porqu~ es obvio queun estado cuya existencia está constantemente amenazada seocupe más de las cuestiones militares que de la enseñanza desus ciudadanos. La inestabilidad interior de la polis griega,agravada además ,por la violencia de los mercenarios y e! espí-ritu vengativo de los desterrados, constituye un hecho histó-rico que fotma eltransfondo de vastos capítulos de la historiade Grecia en el siglo IV a. C.

El sistema de los mercenarios es un fenómeno que se dejaseguir hasta los primeros tiempos de las relaciones entre Gre-cia y los imperios antiguos de Oriente Próximo. A partir deprincipios del siglo VI a. C. entraron griegos al servicio, comomercenarios, de los reyes de Egipto y Babilonia, y mercena-rios griegos y carios perpetuaron sus nombre~ en la estatuacolosal de Ramsés II en Abu' Simbel, en Nubia. A causa desu calidad, los mercenarios griegos eran sumamente aprecia-dos, y en el siglo IV se les encuentra en todas partes, es decir,con el Gran Rey persa y con sus sátrapas tanto como en Oc-cidente, con los cartagineses. El soldado que ganaba dineroy prestigio en el extranjero, volvía a su patria para retirarsecomo individuo acomodado. De los otros, los que en el ex-tranjero sufrían y morían, nada nos dice la historia.

El Eldorado Je los mercenarios griegos era el Peloponeso.En la Anábasis de Jenofonte leemos los nombres de variosjefes de mercenarios. Entre éstos figuran Clearco de Lacede-monia, - un desterrado; Aristipo, un tesalio, expulsado de lapatria por sus adversarios políticos; Próxeno, un beocio ySofeneto de Estinfalo, Sócrates de Acaya, Xenias de Parrasía,Pasión de Megara, Sosis de Siracusa, y otros. Al mismo tiempotambién había mercenarios griegos del lado persa y, concre-tamente, no menos de 400 en el ejército de Abrooomas, eriSiria, y el propio Tisafernes tenía un instructor griego, Palinode Zacinto, a quien tenía en triuc.haestima. Cuando Atenas y

-Persia vivían en buenos términos, esto es,' en los años entre. el 375 y el 373, Ifícrates y Timoteo; con sus mercenarios grie-

gos, entraron sucesivamente al ,servicio del 'Gran Rey Arta-jerjes II, en Egipto, aunque sin conseguir 'aquí éxito decisivo

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alguno contra los egipcios sublevados. En cambio, en la recon-quista de Egipto (invierno del 343/42) se distinguieron espe-cialmente dos jefes de mercenarios griegos: e! tebano Lácratesy e! rodio Mentor, quien fue nombrado en recompensa co-mandante en jefe de las regiones litorales de Asia Menor. Suhermano Memnón figuraba entre los dinastas de Asia Menorbajo los últimos reyes persas, y fue e! único oficial persa que,en cuanto estratega, estuvo aproximadamente a la altura deAlejandro. La muerte de Memnón, el año 333, liberó a Ale-jandro de un adversario nada despreciable, que había regis-trado en el Egeo una serie de éxi~os (ver p. 284).

También en los ejércitos de los atenienses y los lacedemo-nios se encuentra en e! siglo IV un nlunero cada vez mayorde mercenarios. Por ejemplo, Agesilao debe su victoria en labatalla de Coronea (394) ante todo a los mercenarios griegosde Ciro, bajo el mando de Herípidas. Es probable que tam-bién Jenofonte se encontrara entre éstos. Eran particularmentebuscadas, ciertas tropas especiales, como los arqueros de Creta,los lanzadores de jabalina de Tesalía, Acarnania y la Lócride, ylos honderos' de Rodas. En Grecia había diversos lugares dereclutamiento, los más conocidos de los cuales eran Corintoy el cabo Malea, en e! extremo sur de Laconia.

La utilización de mercenarios se había hecho necesaria por-que los ciudadanos cada vez consideraban más e! servicio mi-litar como una carga; son bien conocidas las apasionadas la-mentacIonesde Demóstenes refiriéndose a ello. El estado salía delpaso, pues, obligando a los ciudadanos a pagar impuestos deexención que pasaban al bolsillo de los mercenarios, muchosde los cuales llegaron a reunir verdaderas fortunas. Individuoscomo Ifícrates, Timoteo, Caridemo y Cares contaban con gran-des séquitos que los hacían casi independientes de! estadoático. Los grandes jefes de mercenanos tienen una participa-ción considerable en la historia griega del siglo IV. El puntodébil del ejército de mercenarios estaba en su falta de objetivonacional, pues los individuos ponían sus vidas en juego porcualquiera que los pagara.

Corre parejas con el sistema de los mercenarios la trans-formación de la técnica militar griega, sobre todo en el domi-nio de los métodos de asedio. Había sido usual en el siglo Vtomar las ciudades -por e! hambre, pero esto cambió alrededordel 400 a. C. Los cartagineses llevaron consigo en su ataquea Sicília nuevas máquinas de asedio, ante todo altas torres enlas que no W1o había arietes, sino también catapultas que aquíse, utilizaron porvezlprimera. Se trataba de las llamadas ca-

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tapultas a torsión, en. las que se, optenía la tensión necesaria.para lanzar una bola de piedra o \lIla flecha de metal' pesadomediante la torsión de cuerdas. Si bien se requería cierto tiempo,yen ocasiones incluso horas, para poner estas máquinas enacción, su efecto moral era enorme: las Hechas lanzadas porellas atravesaban,a poca y aun a mediana distancia, toda ar-madura, y las piedras que arrojaban barrían a los defensoresfuera de las murallas. Fue Dionisio 1 el primer griego quecopió estas máquinas de los cartagineses y aún las mejoró.No tardó en poseer un parque enorme de máquinas de asedioy de catapuhas. En la metrópoli griega se adoptó la nuevatécnica de asedio.,con Filipo II de.. Macedonia. El sitio dePerinto (340) inicia en este aspecto .la nueva época~

Cuando Nicanor de Estagiramandó leer en los JuegosOlímpicos del año 324 el decreto de Alejandro sobre el re-torno de .105 desterrados en Grecia, estaban presentes enOlimpia, al parecer, unos 20.000 refugiados de toda Grecia.Los desterrados fueron siempre un grave peligro para la esta-bilidad política de los estados griegos, porque todo su afány su actividad iban enderezados al retornó a la patria y a larecuperación de los bienesgue les habían sido incautados.Formaba parte de los acontecimientos elementales de la vidapolítica griega que los adversarios del grupo dominante enla polis hubieran de expatriarse, siendo desposeídos no sólode sus derechos ciudadanos, sino también de sus fortunas.Aquel que no poseía amigos fuera de su ciudad natal seencontraba en una situación prácticamente desesperad1 y habíade tratar de salvarse como criado o como mercenario. Habíaaesterrados en todas las ciudades y cuando regresaban (lasmás de las veces como séquito de ejércitos enemigos, comolos desterrados atenienses con Lisandro en la primavera delaño 404) se producía la gran liquidación de cuentas, quevolvía a terminar a su vez en destierro y expropiación. Elnúmero de los exiliados aumentó aún más durante el siglo IVmediante las sentencias en los grandes procesos políticos. Mu-chos de los individuos prominentes en la política, entre ellosTimoteo, Calístrato y Cabrias terminaron sus carreras brus-camente. Se hacía cada vez más natural que los ateniensesdescargaran los fracasos políticos .en los jefes del mÓlnento.Pero la pena capital sólo se decretó en algunos casos y, porotra parte, muchos políticos sólo hubieron de interrumpir suscarreras por poco tiempo.

Sin embargo, la vida polític1 había ido adoptando formasque daban lugar a preocl.\pación. La libertad de expresión,

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exponente de la democracia, había conducido a fenómenosconcomitantes muy desagradables. Los oradores se cubrían re-cíprocamente ..con los insultos más increíbles, y seguimos ha-rrorizándonos aun hoy cuando pasamos revista al vot.abulariodel que Demóstep.t:. se sirvió contra su rival Esquines. Chupa-tintas y charlatán son las invectivas más suaves, en tanto queel padre de Esquines es escarnecido como esclavo y su ma-dre como prostituta. Sin embargo, tampoco Esquines le quedóa deber nada a su contrincante. Lo apostrofó, en efecto, comoaborto de la humanidad, como asesino y como el mayor ca-nalla, de la Hélade. En los discursos se encuentra siempre laexhortación al empleo de la violencia bruta contra los adver-sarios.políticos. No constituía rareza alguna el que las masasse burlaran directamente del orador e incluso lo bajaran dela tribuna. Los oradores áti.cos del siglo IV apelaban a me-nudo a los. instintos de la masa y proporcionaban así ocasión,deliberada o inconscientemente, al terror de la vida política.La masa se dejaba adular por los demagogos y era con fre-cuencia un instrumento dócil en manos de políticos ambicio-sos. ¿Cómo iba a ser posible una política estable si el demose mostraba voluble, en la asamblea popular, como una ve-leta? Por regla general, el pueblo tiene poca memoria, y conesto especulan precisamente los demagogos de todos los tiem-pos. Así, pues, en los discursos de Demóstenesse encuentranmentiras, tergiversac:ones y deformaciones de los hechos quesuelen privar de valor a su testimonio. ¿Dónde estaba enAtenas la concordia interna que Eneas Táctico consideraba comoel supuesto más importante de la voluntad de defensa de lapolis?

La igualdad política de los ciudadanos en la democraciaextrema servía de trampolín para la exigencia mucho más tras-cendel1te de la igualdad material; las consignas eran aquí laabolición de las deudas y la nueva división de la tierra, fraseshechas que encontraban un eco vivo predsamente en las capasmás pobres de la población. El estado se veía obligado cons-tantemente a procurarse, nm:va tierra para la colonización; lacuestión del pan y el hambre se había convertido en palancaimportante de la política y en la asamblea popular se mos-traba abiertamente el egoísmo desnudo. del demos, el egoísmode los que se habían acostumbrado' a meter también su cucharaen la sopa pública' (Aristófanes, La asamblea de las mtl;eres 873).La frase de Bismarck que se refiere a que, por regla general,la existencia de los feaciose.¡;a más cómoda que la de los es-partanos, dado que los primeros se dedicaban a comer y beber

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.v estar prott".gidossin aportar por ello ningún sacrificio (, elmenor sacrificio posible, describe también a una gran partede los atenienses del siglo IV, especialmente "'¡¡los más aco-modados de ellos. Había pasado a ocupar el lugar" del interéspolítko el afán de dinero; las cuestiones económicas domi-naban los debates de la Asamblea, y todo político, quisierao no, había de enfrentarse a los problemas económicos. .

Un documento contemporáneo sobre el pensamiento eco-nómico lo tenemos en la obra de ]enofonte" De los ingresos(Póroi),escrita alrededor del año 354. ]enofonte proclamaabiertamente, en ella, que e! estado está obligado ante todoa alimentar a' los ciudadanos, y la afluencia de ,éstos al come-dero "público la consideracomt> algo perfectamente natural.Dice que e! florecimiento y la prosperidad de Atenas de-penden en primer lugar de sus finanzas; que un estado queposee 'dinero está asegurado contra todos los infortunios, enparticular contra las malas cosechas e incluso contra las gue-rras.Se considera aquí al estado como e! gran organizadorde la vida económica y, en consecuencia, se exponen unaserie de propuestas para la mejora de los ingresos. No cabed~da que esta obra fue escrita bajo la impresión deprimentedel resultado desafortunado de la guerra social (J57-55), enla que los atenienses habían perdido una gran parte de su,imperio. Constituye un documento valioso sobre el deseo depaz que reinaba entonces en Atenas.

Los griegos aún no habían descubierto e! arte de estable-cer un presupuesto. Resulta fácil imaginar que esto ,habíade 'convertir la administración financiera en un problema prác-ticamente " insoluble Tanto más hay que apreciar, pues, e!mérito de individuos como Calístrato, Euhulo y Licurgo, queintrodujeron orden en las finanzas atenienses. Va ligado a laaparición de! pensamiento económico en el siglo IV eL desa-rrollo de un verdadero sistema banC'.ario. Muchas de estasinstituciones empezaron en forma muy modesta, pero, reunie-ron luego, como el banco de Pasion, en Atenas, grandes for-tunas.' Es muy probable que el origen de! negocio bancariose deba al hecho de que la diversidad de las monedas quecirculaban en Grecia, de valor distinto, hacían imprescindi-bles las operaciones de cambio. La ganancia principal la re-portaba, por supuesto, el présramode dinero, para el quehabía que pagar intereses muy altos., El mercado de capitalera sumamente sensible>,a:las crÍ/¡is exteriores: en tiemposde guerra el tipo de .interés ,subía regularmente, llegando du-rante la guerra de Corinto, por ejemplo, al 25 por 100, enJ

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tanto que, en tiempos normales, era del 12 por 100, anual.Aquel que, era entendido en esta clase de negocios podíahacerse sJ]mamente rico. Así, por ejemplo, Pasion pudo reti-urse, al parecer, después de una actividad de treinta años" ,conuna fortuna entre 40 y 60 talentos, pese a que había empezadocon nada.

En conjunto se aprecia inequívocamente durante t9do elsiglo IV un lento aumento de los precios y, con ellos, delos jornales. A gran número de los' pobres y los paupérrimosse enfrentaban unos pocos ciudadanos ricos cuyas fortunasalcanzab:¡n alturas de vértigo. Así se dice de Conón que enel momento de su muerte poseía una fortuna de cuarentatalentos (1 talento = 60 minas = 6.000 dracmas = 36.000óbolos), de los que su hijo Timoteo heredó diecisiete. Eraconsiderado como uno de los individuos más ricos de Ate-nas. El año 378/77 se practicó en ésta un censo de las pro-piedades privadas. Dio un total de 5.750 talentos en el que,sin embargo, no estaban incluidas ni las propiedades del es-tado ni la posesión de los thetes, esto es, de .la clase tribu-tariamás baja. Es probable que la fortuna total del conjuntode los ciudadanos atenienses fuera en el siglo IV mucho másalta. Este censo constituyó la base para la ,.recíludación deimpuestos directos, cuyo importe se regía por i~s necesidadesdel estado en cada caso. .,

Sin embargo, a pesar de los impuestos y las líturgias, cuyacarga se trató de distribuir en Atenas en el 357 de modo másequitativo por e! sistema de las sinmorías, seguían produ-ciéndose durante las guerras grandes brechas en las finanzas.Con el objeto de colmadas, los griegos' no reparaban en tomarde los templos préstamos obligatorios y en aplicar este di-nero a fines políticos. Y en casos de grave urgencia tampOcovacilaron en fundir las ofrendas votivas de plata. Son signi-ficativos los empréstitos de los focenses con los tenlplos enDelfos, pero lo cierto es que no hicieron más en la terceraguerra sagrada (356 a 346) que lo que ya habían hechootros, como los atenienses y los arcadios, éstos últimos enOlimpia. Mucho más rigurosos que los gobiernos de las polisgriegas eran los tiranos, especialmente Dionisio 1. Trabajabanéstos, para poder subvenir al, gran gasto de los mercenariosen las guerras, con confiscaciones e impuestos directos. Elsegundo libro de la Económica que ,figura, entre las obrasque se atribuyen a Aristóteles, e~pone una' serie de ejemplosde las prácticas financieras de, ',los tiranos y otros personajes.Aunque ,,' esta obra no revela!Jtecisamente una perspicacia pro-

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funda, es valiosa, con todo, como. reflejo de la cultura desu tiempo. Proviene probablemente de después de la muertede Alejandro, y es posible que fuera escrita antes de! año306/05.

Pese a sus rasgos materiales inconfundibles, e! siglo IV esuna época de gran florecimiento intelectual. En Platón y Aris-tóteles tuvieron los griegos a dos individuos cuya obra per-durará mientras haya hombres en la tierra. Adondequiera quese mire, por todas partes se agita' vida nueva: en retórica,en historia, en las ciencias exactas, en medicina y, no menos,en las artes plásticas. Incluso en e! campo de la técnica serealizanriotables inventos, aunque se aplicaron en la ma-yoría de casos al arte de la. guerra.

La vida de Isócrates (436-338) transcurre en buena parteen el sigloIV. Se ha hecho famoso por sus discursos pom-posos y, en los últimos años de su vida, por los manifiestosque dirigió a Filipo 1I, rey de los macedonios. Isócrates erasin duda úfi,patriota ateniense, pero esto no limitaba en modoalguno su visión, y había apreciado claramente que Grecia sólopodría mejorar si se lograba crear espacio para e! excedentede población del país. Pensaba al respecto ante todo en lacónquista de Asia Menor por medio de una guerra contra lospersas; e! jefe había de ser, según él, e! rey de Macedonia.Isócrates no pudo ver ]a realización de sus deseos, pero susobras prepararon eÍ1cazmente el comienzo de una nueva era.Su ". actitud frente a la democracia ateniense era totalmentedistinta. No ]e gustaba el dominio de la masa, y no puedeconsiderarse casual que toda su vid(\ se abstuviera de presen-tarSe ante la asamblea popular. En Atenas se convirtió encentro de un' gran grupo de alumnos procedenrc& de todo e!mundo griego; También los historiadores griegos Teopompo deQpíos y Eforo deCumas figUraron, con muchos otros, entresus discípulos Isócrates 'tenía predilección por las grandes in-dividualidades. Así, por ejemplo, dirigió foUetos aNico-des, rey de Salamina en Chipre, en los que se ha vistouna especie de «espejo de 'príncipes». También con Dionisio 1,de Siracusa, con Jasónde Feras y con el macedonio Fi~ipo IImantuvo' relaciones estrechas. La' glorificación de los gober-nantes ,era, totalmente contraria a las" máximas de la demo-dacia ateniense, pero Isócrates nunca tuvo en su ciudad nata!dificultades graves, lo que constituye un signo del gran pres-tigio de que gozaba también. entre sus" conciudadanos. De añototalmente distinto era su contemporáneo, más. joven, Demós.tenes (384-322 a. C.). EL"liIllé"lC'!"sus, discursos se siente

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profundamente impresionado, aun hoy, por e! alto patetismoy por la gran pasión que vibran en este individuo. Comoningún otro supo conmover al pueblo en la asamblea e in-culcarle su voluntad. En ]a elección de los medios al respectono era en 10 más mínimo pusilánme; quien quisiera lograralgo entre los ciudadanos de la gleba y los artesanos no habríade temer prodigar gruesas capas de pintura, aun a expensasde la verdad. Acerca de su importancia como orador no puedesubsistir duda alguna; pero la cosa es distinta por lo que serefiere al juicio sobre su política, que terminó en catástrofeen la derrota de Queronea (338). Para el clasicismo Demós-tenes no fue solamente el mayor orador, sino también unpolítico eminente, el más importante que Atenas haya poseídodesde Pericles. Por ejemplo, e! erudito Arnold Schaefer, aquien la ciencia ,debe un libro imprescindible sobre Demós-tenes (Demostbenes und seine Zeit, 2." ed., 3 vols. 1895-87),ha centrado toda la historia del siglo IV alrededor de estegran héroe. Incluso Werner Jaeger se ha esforzado, en sulibro sobrto:Demóstenes (Demosthenes, 1939), en hacer tamobién del gran orador un gran político.

Sin duda, Demóstenes fue una personalidad fascinante ynada tiene de sorprendente que precisamente los políticosprácticos de' Niebuhr hasta Clemenceau, se hayan -sentido atraí-dos por él. Sin embargo, a Demóstenes le faltaba una cuali-dad que es absolutamente indispensable para e! estadista. Enefecto, después que hubo adoptado posición contra Macedoniay el rey Filipo, ya no fue capaz de rectificar yde olvidar.Faltabaasu política el elemento de la tolerancia y la con-ciliación, sin e! cual una política a largo plazo resulta im-posible. Además, al transportar el antagonismo político entreAtenas y Macedonia al plano de la cultura, ahondq en horasdecisivas la brecha entre Macedonia y Grecia, acabando ,in-cluso por hacerla insuperable.

Durante veinte años' Demóstenes tuvo en Atenas un rivalcon el' que estaba en violentísima pugna. Este rival era Es.quines, dotado por la naturaleza con todos aquellos dones queadornan a un buen orador: tenía una voz agradable, unapresencia simpática, era ,adem:isvaliente y poseía e! don dela improvisación, en la que era superior a Demóstenes. Proc~dente de un medio humilde y opresivo, se hizo rico a travésdel. matrimonio, después de una actividad pasajera como escri-bino público y actor dramático, con lo que pudo llegar a serorador. A los cuarenta y cuatro años (le llevaba a Demós-tenes seis años) figuraba en la embajada que eJ' pueblo de

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Atenas envió a Filipo n, en, Pela, bajo la dirección de"Filó-crates. A partir de entonces fue siempre un partidario' con-vencidodel rey Filipo n Y un adversario,no menos decididode Demóstenes.Los discursosde Esquines que se conservan,sólo tres en total, están formalmente a plena altura, no lesfalta ni elegancia ni fuerza persuasiva. Pero sus cualidadesno le preservaron de la catástrofe. El año 330 perdió en un«proceso de la corona» frente a su adversario Demóstenes yfue desterrado. Murió en Samos, casi a los setenta y cinco años,sin haber sido reh.abilitado en su patria.

Al lado de Demóstenesy Esquines vivían y actuaban enAtenas otros muchos oradores; la lista de los nombres eslarga: Hiperídes, Hegesipo, Licurgo, Foción, Démades y, ade-más, Dinarco,natural de Corinto. El más importante de todosellos es, sin duda alguna, Hiperides, contemporáneo de Esqui-nes y discípulo de Platón y de Isócl'ates. Habiendo hechofortuna como administtado,t de biénes, se batió en política dellado de Demóstenes. Era objeto de todas las conversacionestanto ,por sus brillantes discurso;; como por sus debilidadesfrente al sexo femenino. No es casual que sea de él un dis-curso de defensa de la cortesana Friné, que había sido acu-sada de impiedad. El proceso, que probablemente tuvo lugardespués del 350, terminó, al parecer, con la absolución deFriné.

El siglo V fue la época del gran fiorecimiento del dramaático y de la comedia antigua. De los grandes trágicos, nin-guno, vivió el principio del siglo IV y, de los comediógrafos,únicamente Aristófanes. Si del arte dramático del siglo IVsabemos relativamente poco, se debe a que, poco después decomienzos del siglo, Eurípides se convirtió en cierto modoen amo y señor del escenario ático. Lo que su propio tiempole había negado le fue prodigado después de su muerte conexcepcional abundancia. Por lo demás, la producción dralIlá..tica del siglo IV dista mucho de ser exigua. El ateniense

IAstidamanteescribió al parecer unas 240 tragediasy sátiras, y . ICarcino 160, par:t no mencionar más que los dos más fe. Icundos. I

. Y en, los dos últimos decenios del siglo hizo su aparición ~

en, las comedias de Menandro la «comedia burguesa» que, des.prendida por completo del elemento político, expone proble-mas puramente humanos, según lo confirma también su Díscolo«<El Melancólico»?), descubierto recientemente en un papiroen Ginebra. Entre Aristófanes y Menandro se sitúa la llamada«comedia media», de la que, aparte de cierto número de nom-

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bres de autores, sabemos' poco. Sin embago, parece despren-derse, de, los títulos y de pequeños fragmentos, que las alu-siones, y las piezas políticas no faltan en ella. La «comediamedia» fue un drama de transición y comprende la época queva desde el fin de la guerra del Peloponeso hasta la apari.ción de Menandro. El cambio externo más importante es 'lasupresión de la parábasis «<digresión»), así como la de loscantos del coro, que eran obligatorios todavía en la comediade Aristófanes.

Precisamente durante esta época se construyó un gran nú-mero de teatros en Grecia. Figura entre los más bellos elteatro de Epidauro" del que se menciona como arquitecto aPolicleto, que construyó también el célebre edificio circular,Tbolos, en Epidauro. Pero es posible que el teatro de Epi-dauro no se construyera hasta el siglo nI. El teatro de Dio-niso, de Atenas, se inició en el siglo IV, igual que las cons-trucciones en Pela (Macedonia), Siracusa y Halicarnaso.

En Delfos quedó destruido por un incendio el año 373/72el muy famoso Templo de Apolo. Fue reemplazado por unonuevo, cuya construcción se prolongó por muchos años. Vigi-laba el progresode la misma una comisión,la d~ los naopoioi(«constructores de ,templos»); la lista' de los" miembros deesta comisión y la de los estados que representaban nos pro-porciona una imagen aproximada de las proporciones y losdesplazamientos de poder en la Anfictionía délfica a mediadosdel siglo IV. El nuevo templo quedó terminado alrededordel año 320; levantado sobre los cimientos del antiguo tem-plo preclásicode Apolo, constituía, entre las constluccionesdel resto de Grecia, un anacronismo, lo que se debe induda-blemente al sentido conservador del clero de Delfos. Aundespués de Ia:s excavaciones del templo, subsisten numerosasinterrogantes; en particular nos gustaría saber en qué lugardistribuía la Pitia sus famosos oráculos, si se encontraba estelugar en el interior del templo, en qué lugar esperaban loscreyentes y dónde se echaban las suertes mediante las cualesse daban asimismo oráculos. A todas estas preguntas aún notenemos respuesta alguna. Por lo demás, Delfos no había per-dido durante el siglo IV nada de su importancia; numerososestados se' disputaban su amistad, y muchos de ellos poseíanen Delfos el privilegio de la promanteia, esto es, el derechode la admisión preferente en la consulta del oráculo. Entrelos estados privilegiados figure también el pequeño Esciatocon sus colonos (Bengtsori, Staafsverfragf!tI:o 295).

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Entre las grandes maravillas de! mundo figura la tumbaque e! dinasta de Asia Menor Mausolo de Halicarnaso (muertoen el 353) se hizo construir. Fue completada después de sumuerte por su hermana Artemisia. De modo general ya nos en-contramos aquí en presencia de una arquitectura que anticipaciertas manifestaciones de la época he!enística. Trabajaron enlas esculturas de la tumba los maestros más importantes, entreotros, Praxíteles y Escopas. Además de! Mausoleo, Asia Menoroccidental poseía también en materia de construcciones des-tacadas e! Templo de la Artémide de Efeso y el Santuario deAtenea Políade, en la pequeña ciudad de Priene; este últimofue dedicado por Alejandro e! año 334. En cambio, e! gran-dioso Templo de Apolo en Dídima junto a Mileto, pareceque no fue empezado hasta e! año 300.

En general, los artistas, escultores y pintores, encontraronun vasto campo para su actividad en e! siglo IV. Toda vezque los originales se han perdido en la mayoría de los casos,sólo podemos formarnos una idea de la capacidad de losmaestros a través de copias tardías. Los mayores escultoresson Praxíteles de Atenas, Escopas de Paros y Lisipo de Sición,que se ha hecho célebre CO¡DOescultor en bronce. El escultorLisipo, al igual que el pintor Apeles de Colofón, hizo variasesculturas de Alejandro Magno.

Tampoco puede hablarse de que el siglo IV fue una épocade retroceso en materia de arte, siendo más bien cierto 10contrario: las diversas escuelas locales, sobre todo en e! Pelo-poneso (Argos, Sición, etc.), desarrollaron una rica vida propiay enriquecieron así el arte de los griegos con muchas obrasmaestras. Lo que no cabe negar es que ya no son objeto derepresentación los dioses, sino los hombres, especialmente loshombres bellos. Incluso en las imágenes de los dioses destacanlos rasgos humanos. En e! arte se reduce la distancia entre10 divino y 10 humano, y no es casual que en est<l época elofrecer honores divinos a individuos superiores se hiciera cadavez más frecuente.

La ciencia de! siglo IV se desarrolló ante todo por elímpetu de las grandes escuelas de filosofía de Atenas, esto es,la Academia y el Perípato.

Sus alumnos llevaron su influencia a todo el mundo co-nocido. Se desarrolló independientemente y si~iendo sus pro-pios derroteros la ciencia de la medicina, que tuvo sus centrossobre todo en los lugares con grandes escudas de médicos,esto es, en Gos y en Gnido. Gos es la sede de la escuela de

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Hipócrates, que después de la muerte de! maestro fue prose-guida por sus hijos y su yerno. La escuela de Gnido tieneen Eudoxo un gran nombre; sin embargo, Eudoxo se hizomás famoso como naturalista, astrónomo y matemático quecomo médico. Uno de los grandes centros de la medicina fue,en la metrópoli griega, Epidauro, con el Templo de Asclepio(Esculapio), dios de la salud. Aquí fueron a buscar curaciónmediante incubación -procedimiento consistente en dormir enel templo- enfermos de todo el mundo griego. Poseemoscierto número de inscripciones relativas a <.'\.trasmilagrosasque poseen gran valor, no sólo como document;>s de la medi-cin¡¡ de los siglos IV y In, sino también como testimonioshistóricl'-culturales. Entre las curaciones milagrosas hay algu-nas que cabe designar 1I1dudablemente como curas de impre-sión. He aquí un ejemplo: «Un muchacho mudo. Vino al San-tuario a causa de la voz. Cuando hubo efectuado el sacrificioprevio y cumplido las prácticas, el muchacho. que lleva elfuego para el dios, con la mirada en el padre de! muchachole pidió que se comprometiera, si obtenía aquello para lo'cualhabía venido, a realizar el sacrificio de gracias en el plazode un año. En esto exclamó de repente el muchacho:. me"

comprometo'. El padre se asustó y le pidió que lo repitiera.Lo repitió. Y en adelante estuvo sano».

Acudía a Epidauro una gran multitud de enfermos. Entrelos Ncientes aparecen también algunos personajes conocidospor la historia, como Andrómaca (o Tróade), esposa del reyAribas de Epiro: parece que también el orador griego Esqui-Res estuvo en Epidauro.

El siglo IV es laépcca de las grandes personalidades;]enofoI1tee Isócratesglorificaron a reyes y tiranos, y espe.raban de ellos la solución de las diÍlcultades i las que Greciase enfrentaba. No nos sorprende que muchos de ellos' fueranobjeto de honores divinos o los exIgieran de sus súbditos. Así,por 'ejemplo, G!earco, tirano de Heraclea; en e! Ponto, queen su día había sido discípulo de Platón, se hacía pasar porhijo de Zeus. Llevaba un manto de púrpura, una corona deoro y en su mano e! cetro o el relámpago; e! águila áureade Zeus era llevada delante de él. Se pintaba la cara de rojo,

lo que constituye un paralelo del triumpbator romano, quese pintaba la cara y las manos con minio. Pertenece tambiénal siglo IV el médico siracusano Menécrates, quien firmabasus cartas como' «Menécrates-Zeus»; se disfrazaba de Zeus ytenía en su séquito una serie de personajes prominentes, quie-nes añadían a su vez a sus nombres personales nombres de

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dioses. Menécrates estuvo al parecer en relación tanto conAgesilao (muerto en e! 361) como con Alexarco, hermano deCasandro, quien pasa por ser e! fundador de la ciudad deUranópolis en la Calcídica (después del 316 a. C.). Por lodemás, no existe la menor duda, en Menécrates, de que setrata de un caso patológico. No obstante, acudía a vede muchagente. Fenómenos como los de Oearco y Menécrates ayudana comprender la monarquía divina he!el1ística instituida porAlejandro y los príncipes helenísticos.

El siglo IV es, en conjunto, una época de transición. Lacultura de la época anterior proyecta todavía su sombra engran medida durante e&te siglo, pero se muestran ya nuevosimpulsos que llegaron a abrirse paso más adelante, en e!período helénístico. El punto crítico se encuentra alrededordel año 360 a. C. Con la batalla de Mantinea (362) la épocade las formaciones de hegemonías griegas toca a su fin, y e!año 359 asume e! gobierno FHipo II de Macedonia. .Sin em-bargo, para la cultura griega es característica la formación denuevos centros. Sin duda, Atenas sigue siendo el centro inte-lectual del mundo antiguo, pero hay también otras metrópolisintelectuales en el ámbito griego que comienzan a' emulada.En un punto, sin embargo, nadie dis<.uteel dominio de Atenas:e] dialecto ático es comprendido donde ql.\iera que habitengriegos, y Filipo II lo declaró idioma de ]a administración enMacedonia, pese a que políticamente estaba enemistado conAtenas. Este hecho se nos hace más comprensible desde quetambién ya Ctesias de Cnido, que vivió por algún tiempo comomédico en la corte persa, se servía de! ático (poco despuésdel 400 a. C.). Sus Persika «<Pérsicas») están ,escritas enático, y no en jonio. 'El dominio universal del espíritu griegosería inconcebible sin el vínculo unificador de un idioma co-mún. Y este idioma universal existía en la Koiné «<dialectocomún»), surgida del ático. Ha dominado la vida intelectualgriega hasta que, en los primeros tiempos de! imperio, surgió,con el advenimiento del aticismo, una nueva orientación esti-lística.

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14. El ascenso de Macedonia bajo el reyFilipo 11(359-336 a. C.)

,La p.ersona1idadmás d:.st5lc~~ _de,.]a historia antigua en el

cuarto de siglo que y:a ilet.360_al J}6 es_el rey de Macedonia,Fj[¡po..ll,-btiQ d~ A1nint~. Filipo hIzo de los macedón'1oselpueblo rector. de Eurppa, puso los cimientos sobre los quesu hijo Alejandro habí~difi¡;J!t...!Ulj11Ule~ quepasó'-a o~ el lugar de Persia: al dominio d~ los ~s

~sigu.e~~I dominio de lo~ mm.2Jl.Íos. Los años próximos al 360marcan un cambio de época. Con absoluta justificación haceErnst Kornemann empezar aquí su gran Weltgeschichte desMittelmeerrqumes von Philipp II von Makedonien bis Muham-med «<Historia universal del ámbito del Mar Mediterráneo,desde FHipo II de Macedonia hasta Mohamed» ) . Filipo IIfigura en ella al principio de una nueva época universal, queKornemann deja transcurrir a través de toda la antigüedad ysólo hace terminar con el advenimiento del mundo árabe.

Efectivamente, hacia el año 360 tienen .lugax;.en Persia yel). Macedonia-cambios ..importantes. El, año 359/58 muere elGran Rey Artajerj... TI Mnemón después de un largo reinadode casi cuarenta y cinco años. i su hi'o Artajerjes IIIOco (.359/58-338), soberano enérgico, en contraste con su pa remediocre, quien toma en sus manos los riendas del gobiernovigorosamente y, en breve tiempo, pone orden en el reino.Poco antes, e! año 359, había muerto el dinasta tracio Cotis,y el año 359 toca a su fin la vida del rey de Macedonia Per-dicas llI, en una batalla contra los Hirios. Su hijo Amintases un joven muchacho que, como regente de Macedonia enaquellos tiempos difíciles, no entra en consideración. ¿Qué ibaa ser de ésta? ¿Estaba el país en condiciones de defendersecontra sus enemigos exteriores? ¿Cómo iban a ser sus rela-ciones con el gran vecino del este, Persia? Eran éstas otrastantas preguntas a las que nadie podía dar, en aquel momento.una respuesta. ¿Y Grecia? En ésta, la batalla de Mantin~(362) 1.11!,..!l1,!ler~sie Ep.!mi~das ha6ían marcado el fin delas formaciones hegemónicas ~riega~ Rc:oda-,ñabía..cIesceni1ida---- -~.

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a la CM"gr>ri~<1,. 10. "¡,.m~. e~ados !!rie~m.i~ o !Jl.c;nosin~,i¡roifiS:Jl!l~~ba gravemente afectada por lapérdida de Meser¡ia. Unicamente -.,.Ó.tenas, en cuanto jefe <re

la segunda confederación ática, er~a"aún una pOtencia ca~ de

inspirar respeto en e! exterior, ~19s estados miembros d~la: confederación, no estaban satisú:Wos desde hada tiempo <w.....opr,esivo dominio ático, que había roto las promesas dadasen el momento de la fundación. Efectivamente, pocos años

después, en e! 357, estalló la llamada guerra de f~s-a:na:--

~IDn .su-desenl11Ce~'i9rahle ,p~ra Atenas 055),

este. s::.t~rlo .,. ronyirtió. t~mhíén...en.-un~tenci~h ~,~

K ¿Cuál era la situación en Persia bajo Artajerjes In Oca(359/58-338)? Bajo el padre de! Gran Rey, Artajerjes n, elreino de los aqueménidas había experimentado considerablespérdida. y una fuerte disminución de su prestigio. La gransublevación de los sátrapas había sacudido el dominio persaen grandes zonas de Asia Menor, y los intentos del Gran Reypor reconquistar Egipto, que se había separado, habían fraca-sado. Estas dificultade. internas explican la inactividad dePersia ante los disturbios griegos, en el tiempo comprendidoentre la paz de! Rey y la batalla de Mantinea. Bajo el nuevoGran Rey sopló un aire fresco en la política persa. Ya comopríncipe heredero, poco antes de la muerte de su padre, habíasometido al rey egipcio Taco a su poder. Taco había em-prendido un ataque contra Siria; para Egipto las tierras deSiria y Palestina poseían una atracción irresistible: debidoa su falta de madera necesitaban ante todo los cedros delLíbano. También contra los sátrapas occidentales, Orontes deMisia 'y Artabazo de Ft'igia, luchó Artajerjes nI con éxito y,mientras Orontes se sometía, Artabazo pasaba a territorio deMacedonia. Como los atenienses habían dado la impresión dehacer intervenir su flota en apoyo de Artabazo, el Gran Reylos había intimidado con amenazas. Artajerjes nI intervino

en la paz de la guerra de los aliados. También en §!!la,Fen,i9! y Cl.!ipre hubo que sostener luchas (v. p. 368). Artajer-jes resultó vencedor y, finalmente, pudo volver a someter aEgipto (v. p. 319-320). Esteacontecimi¡:nto, la reconquista deEgipto, 'que se sitúa en el invierno del año 343/42, consti-tuye el mayor éxito que Persia había obtenido en las últimasdécadas. Restableció el prestigio de! imperio en e! mundo, ysi en los años siguientes la fuerza interna de Persia fue las

más de las veces considerablemente sobrestimada, ello se puede

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atribuir, sobre todo, al éxito sorprendente de las armas persasen el país del Nilo.

Por lo demás, sin embargo, Artaieríe. ITI Oco era unafigula típicamente oriental. Su- r~ado está lleno de intriRa¡,

de harén. El mismo pasa por se~.E déspota siniestro, qUt:tr~ de lograr sus propósitos con dureza y astu<ja. Pero,frente a las tendenClas centrífugas en su reino, a veces nole quedaba otro recurso, y hay que reconocet que supo con-quistar para la gran monarquía, tanto en el país como fuerade él, un nuevo respeto y un nuevo prestigio. Aunque enla elección de sus medios aparezca como poco simpático, man-tuvo, con todo, la dignidad de su dominio seglÍn e! ejemplode los grandes aqueménidas, reve!ándose en esta forma comoun verdadero soberano.

El núcleo de la tierra m~.dónica-es-la rpgión_regada porlos ríos Haliacmón' y Axio. El. estado d~aced~igÍnalcómpt.<IDdí~Ja..u~g¡:.QD~:Te Eliffiea~s.tides. P;Wl~eaquí. los macedqP.ÍQ,sse fueron extendiendo paulatinamenteh~ja el norte y hacia el este, acab¡¡ndQ por tQ¡JI~r1>~siónde tQd~ 1~.tiew .comprpndina-entrlf 1"i'8alia)' A.L,rnrsoinferiordd.fu.trimón (actualmente: ~). No sabemos cuándo baja-ron al mar los macedonios. Pero no pudo haber sido muchoantes del 700 a. C. aproximadamente. No se ha conservadode esta época ningún documento histórico; en particular, lalista de los primeros reyes macedónicos constituye una ficciónde fecha posterior. Sólo pisamos un terreno hasta cierto puntofirme al llegar al rey Amintas 1, el cual reinó en la segundamitad del siglo VI.

Tan oscuro como la historia primitiva de la monarquíamacedonia resulta el origen mismo del pueblo macedonio. Estacuestión, que sigue hoy tan actual como hace más de dos milaños, forma parte de los problemas de la historia antiguadiscutidos desde hace muchas generaciones, de modo análogoa la cuestión acerca del carácter étnico de los dacios. Perono se trata de un problema puramente académico, porque silos macedonios no hubieran sido griegos, la batalla de Queronea(338) representaría efectivamente el fin de la historia de Grecia,como lo ha admitido de hecho la mayor parte de la inves..tigación del siglo XIX y. en particular, Niebuhr, Grote y ErnstCurtius. Sin embargo, estos historiadores se dejaron inducir alerror, lo que se comprende, por lo demás, por el hecho deque la lingüística comparada, ciencia que en esta cuestión hade pronunciar la última palabra, no había llegado todavía

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11 a una decisión firme al respecto. Hoy sabemos, gradas sobretodo a las investigaciones lingüísticas de Otto Hoffmann (DieMakedonen, 1906), que el material onomástico, sobre todo losnombres de personas, pero también los de lugares y los delos meses, atestigua con toda la seguridad deseable que ~et..macedonio es un diale::f:Ogriego, eJ11l>~Q eIl..P¡i¡n('T lugarCQD.~l tesali~o). La separación multisecular de los mace-donios con respecto a la ,fultura helénica explica fácilmentecierto número de peculiaridades del lenguaje macedonio, delas que no se encuentran paralelos en los demás dialectos grie-gos. TenIa razón, pues, Johann Gustav Droysen al considerara los macedonios como griegos. L~h.istoria del pu.eblo mace-d°1!.Í.!Les Hna parte,. de--1a...historia d~!!S.ia.

La mayoría de los soberanos anteriores a Filipo n siguensiendo para nosotros poco menos que puras sombras. De Amin-tas 1 se dice que tuvo amistad con Pisístrato y su familia.Solamente con Alejandro 1 Filhe1eno (primera mitad del si.glo V) nos encontramos en plena luz de la época histórica.Este soberano fue admitido por su condición personal en losJuegos Olímpicos, por tanto era considerado, lo mismo qu:=su casa, como griego. La explicación al respecto es descon-certante: la casa macedonia de los argeadas se hada descenderde Heracles, de modo que estaba legitimada a los ojos delos griegos. Alejandro 1 se interesó vivamente por la culturagriega: estaba en relación con Píndaro, y Heródoto y Helánicovisitaron su corte. La corte del rey se encontraba entoncesen Egas, alta ciudadela en una región rica en agua. Es muyprobable que fuera Alejandro 1 Filheleno el que creó la fa-mosa caballería macedonia, los hetairos (los «compañeros»),así como la falange de infantería de los pezetairos «<guardiasde corps de infantería»). Añadió, asimismo, a la infantería ladesignación honorífica de «compañeros del rey». Lo~ historia-dores. han discutido siempre la fecha de la creación de estainfantería. Además de Alejandro 1 Filheleno, se ha relacio-nado también con ella el rey. Arquelao, a Alejandro n (quesólo reinó desde el 370 al 369/68) y sobre todo a Filipo n.

Fue el rey Arquelao (413-399) el que trasladó la resi.dencia real de Egas a Pela. Arquelao, que se había abiertoel acceso al trono con sanguinaria violencia, fue el primergran organizador del reino. Construyó carreteras y fortalezas,dio al ejército un mejor equipo y levantó la agricultura delpaís, abriéndola al comercio con los e&,tadovecinos; tal vezdividió la baja Macedonia en cierto n4trtexo de distritos admi-nistrativos que, designados más tarde cólf'el nombre de centros

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urbanos, sirvieron al mismo tiempo como distritos de reclu-tamiento para el ejército. Subsistieron mientras que existió unaMacedonia libre. Intervino también en los asuntos de Tesal1a,siendo en esto un precursor de Filipo n. Su obra de conso-lidación interior del país le resultó tanto más difícil cuantoque había de contar con la oposición de los príncipes feuda.les, sobre todo con la de los soberanos de los lincestas y loselimios ~

Por 10 demás, Arquelao era un gran amigo de la culturagriega; en su corte de Pela recibió reiteradamente como hués-pedes a poetas griegos, y Eurípides compuso allí las Bacantejy honró al rey en su drama Arquelao, en el que se refieretambién la historia de la fundación de la dinastía de Mace-donia. Se cree que también invitó a Sócrates a ir a Macedonia.El rey organizó en la ciudad de Dión, junto al Olimpo, unosfestivales en los que, según el modelo griego, se celebrabancompetencias poéticas y gimnásticas. Después de su muerte-se dice que fue asesinado en una cacería por uno de susacompañantes-, Macedonia volvió a caer víctima de distur-bios interiores, y el período que va del 399 al 359 ve desfilarnumerosos soberanos, de reinados muy breves en general. Laúnica excepción la constituye Amintas In (393-370), el cualha pasado a la historia por sus relaciones con la Liga Cald-dica y con Atenas. Pero Macedonia no desempeñó ningúnpapel relevante en la política internacional de dicho período

El cambio empieza con 'la regencia de Filipo n. Este erahijo de Amintas In, había nacido el año 383 y tenía, pues,la misma edad de Demóstenes, que había de ser su granadversario. Fue muy importante para su evolución una estan.cia en Tebas, adonde fue como rehén a los 1.5 años. Conocióallí a los grandes generales Epaminondas y Pelópida5, a quie-nes admiró durante toda su vida. Filipo contaba 24 añ03 cuando,en el año 359, fue regente de su sobrino Amintas, hijo dePerdicas In (365-359), menor de edad todavía.

~cedonia se. encontraba a la sazón en graves ap~ ~las fronteras irrumpían en el t'aí.§.Jo~ _p~19s vecws. fuQíaad~ ..varíói prefendfentes a -la corona,lo que aumentabaaún más la contusiOnoDesde el prmcLpio mismo mostró Filjposu, capacidad: no sólo caIffió-a los-enem¡goS-eJcteriore~ el; partemediante pagos de din;;Slño-q-ue':;se ¿fesh1W",asimismo, 'i!slos pretendientes, incluyendo al máJ peligroso, un tal Argeoqúe había obtenido el apoyo de los atenienses. (~'\teJlasllegó.Elipo_a-una paz-toleuble, renunciando-de-hecho- a Anfí.polis. Atenas prometió, por su parte, entregar, en lugar de....-

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Anfípolis, la ciudad de Pidna; esta cláusula fue causa defuturos conflictos. Aún quedaba, sin embargo, por liquidaruna cuenta con los ilirios, 'los antiguas enemigos del país,en el oeste. Filipo los derrotó en una gran batalla, y en lapaz subsiguiente los ilirios hubieron de ceder a Macedonialos distritos fronterizos junto al lago de Ocrida, se suprimie.ron, además, los principados vasallos de los lincestas y losorestas, cuyos titulares se habían mostrado poco dignos deconfianza. No se sabe cuándo Filipo fue proclamado rey deMacedonia, aunque probablemente fue antes del año 354. En

cualquier caso, su ascenso a la dignidad real constituyó elhonor que se merería un individuo de energía y talento tanextraordinarios. Amintas, el sobrino, fue dejado de lado, porlo que pagó a su tío con un odio acerbo, hasta que Alejan.Alejandro 10 eliminó sin miramientos.

La monarquía macedónica era una m~JnarqUla mjli,tar~re'{ era al propio tiemJ,1Qkfu saceJ::dpte.Y..-iucz. .supremo-y--O<J.1Paba,frente a los nobles, la J2:9.siciól1-de..un. ..p.rítntJJj):Jter~. Mediante su comportamiento personal para con el ejér-cito, al que precedía con gran valor, fue consiguiendo Filipocada vez mayor influencia y poder, y supo al propio tiempoatraer cada vez a más nobles a su causa. Les otorgaba tierrasy los nombraba además sus «compañeros» (hetairas). Entreestos «compañeros del rey», que recuerdan los «Mirmidones,"de Aquiles, se encontraban, junto a los macedonios, muchosindividuos de ascendencia griega. Estaban ligados al rey po.una relación especial de fidelidad y le veneraban como su granbenefactor.

El hecho de que el rey, gracias al poder de su casa, sehiciera prácticamente independiente del estado de Macedonia yque, en particular, las guerras exteriores deban considerarsecomo empresas privadas suyas, constituye un supuesto absolu-tamente gratuito de una parte de la investigación moderna;por lo demás, este supuesto estaba ya desvirtuado documen-talmente (por ejemplo, en una inscripción del 392 que' con-tiene el tratado entre Amintas In y la Liga Calcídica) aunantes de haber sido siquiera formulado. Es cierto, antesbien, lo contrario: la unión del rey con su pueblo no sepercibe tan fuertemente como en Macedonia en ningún otrelugar. :J;:l núcleo del ejército.. lo formaban, bajo -Ei1ill2~. .lospe.;U.aitos, divi4idos en cierto número de tegimiellt~eis)armados con las sarisai «<lanzas largas», largas como árboles,que formaban uñ-mu¡:-Qcerradoque~e el terror de los ene-migos, incluso de los romanos, en la batalla de Pidna). Filipo n

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adoptó la táctica de la línea de batalla oblicua de Epaminon-das, a la que añadió además el empleo de la caballería, quese colocaba en ~l ala izquierda o en la derecha, según loexigiera la situación. A la clarividencia, política_de - Filie~~ nose-'e-,podía escapar-qué:...eLes.tadQ-11l!fclQuiw...in.1:~~iar, pabJ,ade .procurarse nna salic1aal, mar, PQrque, en ,S;,t!fInto~~~tadoslncosta, ., Macedonia dep~ería permanentementege,Jas 1>Q~'ciarmarítil!!¿S"';;' en particular, de .h Liga Calcídi.91 ::i ,geAtenas; el prestigio de ésta última acaba de recibir un rudogolpe a causa de la guerra de los aliado. (357 - 355). Sinembargo, sin la cultura griega y sin el concurso de losgriegos, la construcción de un estado moderno resultaba in-concebible, En sus disputas con los griegos Filipo' nunca perdi¿de vista esta idea.

La expansión de Macedonia bajo Filipo n e~~qu~ aun hoy ma~i1Iaar -l1istOffaaor tant;"' por su rapidez-

1, d' d I d L . fcomo por' sus esp en ! os resu ta os. :!,.,j>,nmera ase se ex.

tien9~!)' período d~,.aiios, deLlIL~ 2l4~En este tiempo Filipo no sólo logró apoderarase de la ciudadaé Anfu¡olli; (375), sino que

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conquistó también ~dna (357/56),Poti&' y, finalmente, Metone (354). Durante el sitio de Me.tane Filipo perdió un ojo al ser alcanzado por una flecha.En todas estas empresas se puso claramente de manifiesto sucompetencia militar, tanto como su habilidad diplomática. Así,por ejemplo, durante la conquista de Anfípolis, ciudad quepara la realización de su planes poseía un valor incalculable,supo burlar completamente a los atenienses: les asegur6 quesólo se proponía conquistar la ciudad para ellos. <;&nla pQtenciagr:i~ga__má5importante del norte, la Liga Calcídic~, Filiposupo mantener provisionalmente muy buenas relaciones. Datestimoñio de ello un tratado de alianza y amistad del año357/56 (Bengtson, Staatsvertrage n.O 308). Este tratado. su-ministra pruebas d::: la colaboración del Oráculo de Delfos,con el que FiHpo mantenía ya entonces las mejores rela-ciones.

Por supuesto, los ~progresos. del macedoniQ,..mwrllizatQb,.alos-ateniel'lses, que veían amenazado su dominio en Tracia.1&>sesfuerzo. dipJ01I1~ticQs,.¡\lepienses ..§.e-reflejaQ.-e1l,..ciertonú~ro de tratados, co~ertadQs. deLaíi2...}21..!l~ entreAtenas y cierto número de dinastas del norte. Entre los nuevosaliados de Atenas se encontraban los príncipes tracios Beri-sades, Amadoco y Quersebleptes; los tres reyes Quetdporisde Tracia, Lipeo de Peonia y Grabo de Iliria, y, finalmente,la ciudad de Neápolis, en Trada (Bengtson, Staatsvertrage

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números 303, 309, 3i2). Pero todo fue en vano; muy obsta.culizados los atenienses por la guerra de los aliados, no

estuvieron en condiciones de presentarse en el norte con unafuerza de cierta consideración. Los días en que Atenas podíaluchar en distintos frentes habían pasado y los ciudadanos yano estaban dispuestos a aceptar las cargas de un serviciomilitar prolongado y pesado.

El año 314 el territorio que dominaba Fil!J2g Sc:_,ext.endíade§de la frQPteraseptentrionaL ai~esa1ia.:.ha~el tío-Nesto.

Solamente la 1Liga Calc~ica s~ía siendo in.dependi~te, in.cluso Filipo e había concedido la ciudad de Potidea, quehabía arrancado a los atenienses. Por esta época ya se vdaclaro el objetivo del soberano. Para.,~MacedoIÚa,'{n Daís sinurb~at" I~s~ciudades griega~~dén ;UiqyiJ:i¡;!jj.seran un Woriñapreciable 'COm!!cen1J:.os- de...¡;ultur.a..-helé.gica. La conquistade los territorios al norte y el este era igualmente muy valiosa,a causa de las poblaciones belicosas que los habitaban. Enlos ejércitos de Alejandro y de los diádocos aparecen todavíapeonios, ilirios v trados de esas regiones. Corresponde tamobién a este período la fundación de la ciudad de Filipos, laprimera, que sepamos, que tomó el nombre de un gobernante.FiJipos es la anterior Crenides, situada cerca de las ricas minasde oro del monte Pangeo, que fueron explotadas por Filipo.

¡' Con ayuda de este oro, Filipo hizo historia; muchos políticosrecibieron de él dinero, y el rey de Macedonia dijo, con razón.que ninguna fortaleza era tan alta que no pudiera subir hastaella un asno cargado de oro.

Entre tanto había iniciado Grecia una disputa bélica en la~e -e-staban impli<;.adoscasl todos los parsesa:eL co!l1Iñ"';ñtetelénko. Se tr!!.t!!d~ la llamad.L:r~rceraGuerra Sagrada (356.3;19). E~t;;no ésta por Una vio!ación .de )os. ~der.e¡;hosQ.e laA.Dfictinvía délfica, en..Ja-que...los...dem.en.tos- acti\los-eranI~ense¡;, quienC§..se. e»frentab_an a una ,SoaJjci<snde~ losdemás griegos bajo Ja <:l!recci<snde~10~bCQCioL.y los tesalios.Ya anteriormente los focenses habían causado problemas a losbeocios, pues eran extraordinariamente obstinados y domina.ban las vías de comunicación entre Tebas y Tesalia. Entoncesabandonaron la Liga Beoda. Los beocios no podían consentiresto e indujeron al consejo de la Anfictionía a acusar y con-denar a cierto número de jefes focenses a causa de sacrilegio re-ligioso (356). Los focenses se negaron a pagar las multas y estallóla guerra. Los acont~cimj..nto. el.. la Anfk1ionía déHica,.aca¡;-tutnbJ;aban ;- atraer-desde-siemprt'. a. -grandes círculos, porquetodos. lo_sestlldosJ~.rie.~osest~ r!J2!.e~a~os en la asociación.

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A esto "e añade además la posición central del santuarioCon~dtuye ~ho ilustrativo de la debU[dad def resto""deG~a _e~e, inicialmente, los focenses pudieran mantenersefrente a sus enemigos sin dific:iimiQ."SuM~féS, "'FilOiñeño yOnomarco, se: apoCleraron-aeT santuario y convirtieron en mo-neda acuñada los tesoros del templo déHico para pagar a susmercenarios. Este empréstito forzoso del santuario délfico pro-vocó una oleada de indignación en Grecia, pese' a que losfocenses no hicieron más de lo que otros estados griegos acos,tumbraban a hacer en tiempos de necesidad.

Los focenses constituían una población pobre de Greciacentral,-;~Ia - menor Jmportañcia añte's- de estos ii'éChos;'SU!

é~,refIeÍ!.n Ía totall~potencia ~e 'los d~á~e!!ad~grieg;;;-,especialmente la de los beocios. Además, estos se hablanlan-zado en la cóñ1uslófí"OMasublevación de los sátrapas persa5y habían enviado al Asia Menor un ejército bajo el mandode Panmenes, destinado a ayudar a Artabazo (353). Filipo 11

(fue llamado por los alévadas, príncipes tesalios, pero no estabaa la altura del ejército de mercenarios de Onomarco, y losfocenses pudieron vanagloriarse de haberle ganado dos batallasdecisivas (353); este año marca el punto culminante del po-derío focense, que entonces se impuso, asimismo, en Tesalia.Pero ya el año siguiente ..LJjZ), en la batalla del campo deCrocos (Azafrán), probabemente cerca de Págasas, en Te-sali¡¡, Fgi2S1.~<;s;¡rt~qI;.~~ v tesalws. rlprrot~ ? losfocenses de modo decisivo; Onomarco murió en la batalla y,C-Ofiél, 6.ooü'ñierceñariOs. Se dice que Filipo mandó arrojaral mar, como ladrones del templo, a 3.000 prisioneros, ma.tanza inaudita que recuerda escenas análogas de la revuelta delos campesinos alemana. Sin embargo, cuando FilipO trató depenetrar en Grecia central, probablemente para poner ordenél mismo en DeHos, se encontró el paso de las Termópilascerrado. Los aliados de los focenses, entre ellos los espartanosy los atenienses, se habían movilizado. Atenas, que se encon-

,traba ya desde el año 356 del lado de los focenses, habíaenviado todo 5U contingente de hoplitas; sin embargo, el ma-cedonio no quiso entrar en una lucha a vida o muerte, porqueaún era pronto para entablar una contienda decisiva con losgriegos. Así, pues, emprendió el regreso (en el verano de 352).De esta forma, Fócide, y con ello el sistema griego de losestados, se salvaron por el momento de la acometida de Filipo.

El añot'352 emEieza la sesunda tase,

de la expa!!sión mace,donia. HaMiñes de dicho año, o tal v~ "en..~ lU, FjJi~emprendió una eXE-edicj9!J-~-Ius:J<!. Esta comp!.e~dí~.E vastol

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territorio qJIi> Si> f'xtie.nde entre ..el-río Nesto" y~eI.maL..Negro,FiIii>o tenía allí unos competidores muy serios, los atentenses,que precisamente e~tonces volvían a sentar su dominio en elQuersoneso tracio (Galípoli) , Tracia constituía una importanteregión de exportación para el, comercio ateniense. Las mercancíasse enviaban o por tierra o por los ríos, especialmente elTonsus, tierra adentro. Tasos, las ciudades griegas de la costaoccidental del mar Negro y Bizancio, obtenían del comerciocon Tracia pingües beneficios al lado de Atenas. No es deextrañar, pues, que los helenos considw¡:¡¡n ..1 avance de:J~i.lipocomo -~~1p.~~I!t~:LJnterese~. Por lo demás,Filipo entró en alianza desde el 352 con los príncipes tracio~Quersebleptes y Amadoco. Los atenienses y los demás griegosvieron en ello una provocación.

P~ Jue más -§fa;,e ¿oda.,vía. la .i!1te.!..ve~ci~n ~e FiliW enel territorio de la LIga calcíaica. Después que el ma~oniohubo co~uTstaao y<IeSfruido'1a ciudad de Estagira, la patriade Aristóteles (350 o, a más tardar, 349/48), se volvió contraOlinto, la capital de la Liga Calcídica. Como pretexto de laguerra alegó que los calcideos se habían negado a entregara sus hermanastros (los de Filipo) que se habían refugiado

entre ellos. El J2roceder de Filipo contra los calcide~ro-,.yocó ~1)--tQda-Gre@ uJ1~j¡ran indilin~cJón. J:\steest. o dei"ánimo fue exaltado por Demóstenes en sus tres discursos olin.

tiüt, pero los atenienses no estuvieron en"cq.nc!iciQ.n~sde~IZfestara sus áliados una ayuda eficaz, mayormente pQt:Q11e~íandiQcuItad

.es ~t:.. ~~ prc:.Qi~s~_e!!~ en Eubea. Filipo habíalogradO apartar a as cIUdades de esta importante isla, conexcepción de Caristo, del lado de los atenienses (349/48).El que lea los disrorsos olintios de Demóstenes percibirá algode la impotencia de la polis de Atenas, cuyos intereses vitalesestaban a merced de la ambición de Filipo. La ciudad deOlinto cayó el año 348 y fue totalmente destruida por losmacedonios. Gracias a-tas excavaciones de la John HopkinsUniversity bajo la dirección de D. M. Robinson, ha sido puestaal descubierto una parte de la ciudad desaparecida. Estas exca-vaciones nos proporcionan una visión directa de una ciudadgriega del siglo IV 'a. C. Los habitantes de Olinto se espar-cieron por todo el mundo griego, constituyeron un elementode agitación y, sobre todo desde Atenas, volvieron a azuzaruna y otra vez contra Filipo.

El fracaso de la ~erra olintia -dio. impulso eI1-Atenas alpartid9j{eJi~Tampoco Dem6stenes pudo resistir por comopleto al sentimiento general. Así, pues, se_('J)"chIyó en"J:I

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añ~6, después de negociaciones prolongadas, la paz de Filó-cr~, Debe su nombre al político ático que fue envIado comoj;te de la embajada de los atenienses a Macedonia; TambiénDemóstenes y Esquines figuraban en ella, y este último va a'aparecer en adelante como un amigo y partidario convencidode Filipo. En las negociaciones se trató ante todo de la cues,tión acerca de si Fócide y la pequeña localidad tesalia de Halohabían de ser admitidas o no entte los aliados. Atenas no

podía sacrificar decorosamente a los focenses, y Filipo se plegófinalmente a los deseos de sus contrincantes; no fue, por lodemás, ninguna gran concesión, ya que Filipo aún debía de-rrotar a los focenses, que continuaban resistiendo. ~impor:tanteo .para .toda-Gteeia, en cambio, -~t Jl1!.<;"~ A<;1!!1k. t'lP¡¡'zde~ócl'ates c<m1uviera disposiciones contra la ni ratería, loque no deja de constituir un elemento de satisfacción en unaépoca en ql.le tan poco se habla de los intereses comunes.

Por lo demás, ya en la antigüedad tuvieron origen diversasinterpretaciones de la paz de Filócrates (Bengt50n, Staatsver-truge n." 329). Se nos exponen en los discursos de Demóste-nes, Sobre la embaiada engañosa, del año 343 a. C., y de Es-quines, Contra Ctesifonte, del año 330 a. C. Las manifesta-ciones de los dos políticos han de acogerse con reserva y consentido crítico, ya que cada uno de ellos habla en favor desu propia causa y ni uno ni otro aI!dan con muchos mira-mientos con la verdad.

Ya mientras que la segunda embajada ateniense estaba aúnen Pela Filipu II había emprendido una expedición relámpagoen Tracia (primavera del 346) y había obligado al príncipeQuersebleptes a someterse. También con los focenses procedióFilipo sin contemplaciones; obligó a Faleco, jefe de los focen-ses, a capitular, dejando que los mercenarios se fueran libre-mente al Peloponeso (346). Los atenienses, que habían adoptadocontra los laárones focenses del templo una resolución muycategórica, se abstuvieron, con todo, de colaborar con Filipo.

Había_!~ninado en esta forma la Tercera Guerra Sagra~!!..~eQ...

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para~di~g¡.t!L!~ de fa reor~anlzaClOn'""deTa Anfictioni!. .Los.fo,censes fueron excluidos de la col1}unidaddé:nT.fa,'v ' seJ:1snwge1l6-8, c\evQ].Y;J;:J;1.2.s.Jes.2W_.tQl13.~ !kL!.~..!!!.ll~zos,a razón de 60 talentos anuales. Sin embargo, no se iniciaronestos pagos hasta el año 343. Por lo demás, Fócide fue desmi- \li~, sus hu:1if.icaciQp,~§.fueron de~rlQa4!!!i..Y..sus~h.\\bitaq- 't~sdebieron esublecerse en aldeas abiert~s. I:2- lIl~s~r-tante fue, con te<!o. que ahora obtuvo Filipo los dos wtos

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.4: ills focel.1s.t;s,de 1ll0dQ.q1J.e,se había.-com¡,¡:rtiqa el). ~.bro de la Anfictionía, aunque WJp, ¡por supuesto,., eD.-J;.alidadde-descendiente de Heracles. No obstante, esto significaba enla...prácri~a'q~e, .~n.~¡;;te, los embajadores de los mace-donios disponían de una voz de peso en los debates de laAnfictionía. En tanto, Filipo, por su parte, se situaba en Delfoscomo personalidad individual al Jado de las once delegacionesque representaban los estados griegos, lo que constituye uncambio básico, en el que se anuncia el advenimiento de unanueva época. A instancia de los miembros de la Anfictioníade DeHos se llegó finalmente a concertar otra paz general(koiné eirene), que era al menos obligatoria para todos ellos(346). Fue como una nueva paz del Rey, pero el rey ya noera persa, sino grIego.

'../ ~s éxitos de Filipo alarmaron a muchos griegos. Ea Atenas/' se proifudan-tuettes- tenslOnes-eflfte ros aluigos de los mace-

, donios y los enemigos de Filipo. Al celebrar éste en DeHos,en forma particularmente solemne, las Pitias de otoño, losatenienses no figuraban entre los delegados 'a la fiesta, actode descortesía que Fifipo interpretó también como tal. Antelas amenazas del rey, Atenas dio marcha atrás, se disculpó yDemóstenes se encargó de convencer al pueblo de que en aque-llos momentos era imposible manten~r una guerra contra Filipo.Por lo demás, el auténtico jefe del estado ateniense no eraDemóstenes, sino Eubulo, quien se había hecho un nombreen el campo de las finanzas. Y si Atenas se rehizo hasta ciertopunto de las desastrosas consecuencias de la guerra de losaliados fue gracias a Eubulo y no a Demóstenes.

. Para,..J<JLiE2l.Jo~,años siguientes fueron años de dura labory de duras luchas.l~.raño3447-e1 tey 'fue heridode~"gravedaa-. en una campaña contr~ los ilirios, a continuación de lo cualIsócrates le dirIgió una carta llena de preocupación, rogándoleque en adelante no se expusiera a semejantes peligros, sinoque pensara, antes bien, en su gran tarea, la guerra contraPersla. El mismo año obtuvo Tesalía una nueva organización:una decarquía (un gobierno de diez), que, apenas dos añosdespués, fue transformada en una tetrarquía (gobierno decuatro). Bajo decarquía hay que entender tal vez una alianzade las diez ciudades más importantes de Tesalia, en tanto quela tetrarquía significa probablemente la división de Tesalía en:cuatro distritos. Sea como fuere, Filiup~JJ.J.bradoarconte de I2.dUe.5¡tli.il,..y, en efecto, gobe.wó pl t!~í§.

... Sin embargo, el acontedmient<;> polftico más importante deesos años, con mncho, fue la reconquista de Egipto por el

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rey persa Artajerjes nI Oco, en el invierno del 343-42 a. C. Yaanteriormente, en el verano de aquel mismo año, se habíanentendido Macedonia y Persia, para concertar un pacto deamistad y de no agresión. Estos acontecimientos muestran cla-ramente un desplazamiento del centro de gravedad político:los dos grandes estades se ponen de acuerdo, mientras queGrecia se mueve cada vez más en la periferia de los asuntosinternacionales.

Acerca de las condiciones políticas de Atenas nos informaun documento muy interesante. Se trata de una carta que Es-peusipo, jefe de la Academia platónica, dirigió el año 324 alrey Filipo de Macedonia. La autenticidad de este escrito, quenos ha llegado entre las cartas de los socráticos, ha sido de-mostrada, en un estudio histórico y filológico de gran agudeza,por E. Bic~ermann y J. Sykutris. Espeusipo, cuya ideologíapromacedónica se pone claramente de manifiesto en la carta,recomienda a un tiU Antipatro de Magnesia. El redactor noparece estar en buenos términos con Isócrates, a quien re-procha haber ignorado los beneficios de Fil1po en favor delos griegos. Por lo demás, Espeusipo trata de reforzar, conlos argumentos mitológicos tan en boga en aquellos días, laspretensiones de Filipo acerca de Anfípolis y 01into (cabe ima-ginar fácilmente que el proceder de Filipo contra OHnto hubode ser sacado a relucir por la propaganda antimacedónica cadados por tres) . La fecha de la c~ta de Espeusipo se puedeestablecer de manera concluyente por el hecho de que el autormenciona, al final de ella, la falta de papel ocasionada porla toma de Egipto por el Gran Rey. Con esta carta Espeusipoprestó al rey de Macedonia un servicio de valor incalculable:había individuos en toda Grecia que en algún momento habíansido alumnos de la Academia platónicf, y no era en absolutoindiferente el que estos individuos sintieran o no simpatía porFilipo. Ahora bien, los amigos de los macedonios en Atenasno formaban un grupo unificado o partido, y Espeusipo novaciló en denigrar ante el rey de Macedonia a su competidorIsócrates, precisamente a aquel Isócrate~ que en sus folletos,especialmente en el Filipo, había saludado al macedonia co-mo futuro jefe en la guerra contra Persia. El año 342 empezóIsócrates a trabajar en el Panatenaico, un folleto en el queuna vez más se encarecía la unificación de Grecia bajo Filipo.Fue publicado el año 339, cuando la guerra de Atenas contraFilipo era ya un hecho¡=----

Se ha reprochado a los historiadores, especialm<,nte a losalemanes, el haber consider1do la historia de los griegos en

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la época de Filipo sólo desde el punto de vista maced6nico.Es indudable que este reproche está algo justificado. Desdeque]. G. Droysen hubo glorificado en su imperecedera obrade juventud (1833) a Alejandro Magno como al nuevo crea-dor político y exponente cultural, se había abierto a la his-toria griega un camino totalmente nuevo. Es el caso, sin em-bargo, que quien loaba a Alejandro no podía p;¡sar por altoa Filipo II, su padre. Fue K. ]. Beloch quien puso al padremás alto todavía que al hijo, indudablemente genial. Sin duda,Filipo poseía cualidades brillantes. Fue un político y un jefemilitar sumamente inteligente, saMa arrastrar tras sí a sus sol-dados, y podía ser, cuando se trataba de conquistar a loshombres, de una amabilidad encantadora. A sus contemporá-neos esto no les permaneció oculto. El historiador Teopompo,el mismo que describe Espeusipo como un individuo glacial,designó a Filipo como la mayor personalidad que Europa, estoes, la península Balcánica, hábía producido hasta la fecha.

Sin duda, el rey de los macedonios era un tipo perfec-tamente balcánico. Su vida privada difícilmente se dejaba medircon los criterios de la moral burguesa de los griegos. Al ladode las dos reinas legítimas, Olimpias y Cleopatra, la hija deAtajo, se (onocen nada menos que otras cuatro mujeres de lasque Filipo tenía hijos. Olimpias había abandonado a su es-poso al casarse éste con Cleopatra y elevada a la dignidad delegítima esposa. Olimpias se llevó consigo al destierro, a supatria del Epiro, a su hijo Alejandro. Afrodita y Dioniso fueronlos dioses rectores de Filipo, y hoy todavía podemos leer enTeopompo (frs. 224 y 225) el escándalo que provocaba ensus contemporáneos la vida de Filipo y sus compañeros (he-tairos). Pero ¿de qué servía? FiliPQ erlLpo1ftjl"~J' mi]it~tmentesuperjgr a los gtit:gQs; era más rápido y audaz en sus pro-yectos estratégicos; menos escrupuloso en la persecución desus fines, y más astuto y taimado en el juego de las intrigasdiplomáticas. MiellU'~§.<:!)._b-te~ se hablaba, Eilipn ~l"tl1~b~:ya no era posible, en efecto, enfrentarse con las burdas insti-tuciones de la polis griega a un adversario decidido a todo. Elconsejo de Demóstenes, expresado en la primera Filípica, de

, formar un cuerpo expedicionario, de atacar a Filipo en supropio país y de no dejar imponerse más por el rey la leyde la acción, revela, indudablemente, una visión acertada; perocuando el ciudadano ateniense trataba de. eludir el serviciomilitar, la más acertada visión estratégica de nada servía.

El. año 342 empP7ñ Fili.po la-=~finiti.va-.de. TIada.También aquí fue llevada a cabo una verdadera guerra de

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conquista. Filipo ptetendía haber desenvainado la espada paraproteger a las ciudades griegas acosadas por los tracios, perotodo el mundo sabía que esto no era más que un pretexto.Filipo, antes de atravesar el Nesto, había establecido relacionescon los getos y su rey Cotelas, que vivían entre las mon-tañas de los Balcanes y el Danubio inferior. En Tracia, dondelas luchas se prolongaron hasta el año 341, se hizo una labora fondo; se establecieron colonias, se fundaron ciudades y seestablecieron en ellas muchos individuos de Macedonia, entredIos, también, muchos elementos dudosos. Sin embargo, 10más importante fue el nombramiento de un macedonio paragobernador (estratega) de Tracia, imitando el modelo persa.El concepto del país sometido, cuyos habitantes estaban obli-gados a prestar servicio militar y a pagar tributo y sobrelos cuales el gobernador, en cuanto representante del conquis-tador, ejercía jurisdicción, no tiene paralelo alguno en todala historia anterior de Grecia. Pero Filipo tenía que ignorarlos precedentes. Si quería tener realmente en manos el vastoterritorio comprendido entre el Nilo y el mar Negro, cuyospríncipes Quersebleptes y Teres fueron destituidos, había deintroducir procedimientos nuevos; estaba construyendo un im-perio y la administración de los persas se ofrecía como modelo.Por supuesto, no puede hablarse de que Tracia habría pasadoa formar parte, por ejemplo, de la propiedad personal de Filipo,sino que fue, antes bien, una provincia macedónica, anexio-nada al reino, la primera y más importante que Filipo creara.

Mientras tanto, él rey de los macedonios no había aban-donado en absoluto sus esfuerzos en relación con Grecia. Así,por ejemplo, había entrado el año 342 en relación con losetolios; en aquella ocasión parece haberles prometido Naupacto,la importante localidad en el golfo de Corinto. Además envióun contingente de tropa a Eretria, en Eubea, para que apoyaraallí la causa macedónica. Pero fueron más importantes todavíalas relaciones de Filipo con e! tirano Hermias de Atarneo.Hermias controlaba Troade, el acceso a Asia; su actitud podíaser crucial en una guerra futura contra Persia. Al parecer, e!príncipe puso su territorio a disposición de Filipo como ea..beza de puente en Asia Menor (¿342?). Nada tiene de sor-prendente, pues, que el rey de Persia hiciera eliminar al tirano

Ipor su encargado Mentor. Troade pudo permanecer en poder

I de Persia y, con ello, e! control de! Helesponto.

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año 343.

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de Demóstenes. Lo~s estados topaban'SOOre

todo~ea ~ el Quersoneso tracio (Galípol~), y a causadeiá disputa entre la ciudad de Carilla y unos c erucos áticosse estuvo el año 341 al borde mismo de la guerra declarada;

en este caso la razón estaba a favor del rey. Por toda Grecialos jlteIÜenses trataban de di3!?utar la partida ';;_los rn~rf'QO-

~s. Por ejemplo, e! año 343 habían concertado una alianzacon Filipo una serie de estados peloponesioo, entre ellos Argos;Mesene y Megalópolis; un año más tarde Demóstenes ganóestos mismos estados, y además Acaya y Arcadia, para unaalianza con Atenas. Así, pues, 105 pe!oponesios trataban deasegurarse por los dos lad05. (Bengtson, Staatsvertriige núme-ro 237).

Demóstenes, que no se arredró siquiem ante un viaje pe-sado al país de los ilirios y los tracios (del verano al otoñode 342), luchaba encarnizadamente por cada posición y logró,efectivamente, expulsar a los macedonios de Eubea. Las ciuda-des de Calcis y Eretria entraron en una alianza con Atenas y,finalmente, se formó una alianza Eubea, en cuya creación in-tervino e! político Calias de Calcis activamente. (Bengtson,StMtsvertriige n.O 339, 340 y 342). Sin embargo,' el~éxito de DemóstenC§..flleJa..fundació.o., en febrero o marzo

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del año ..J4W, de la 1\lianza H~lénica. Vista desde fuera, era

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una.. asociación iulpont:'.nte de eg¡}d_osen li!-sue interve~Eu Acarnania Acaya Corinto Mégara, Léucade y Gorcira.

I Toc!as. ,,1I1g SI! YAiprnM f'M 11M ¡;w;J; e...a.ID15.t - 'lio~. El fun!!~entg ,del tJ:'atadQ.jg_cogttiwJ,¡),.}J!!!!..~más,unLpaz genf'r~1 (bniné l'i~, esta vez bajo la" direcciónde Atenas. Los alJados se comprometían a pagar cuotas des~chas de las ciudades a proporcionar tropas. Al cons-tituirse en Atenas la asociación, el día 16 antesterion («mesde tls flores») del año 340, se festejó a Demóstenes, graciasa cuya energía la alia~ se había llevado a cabo, según parece.Pero todo el mundo sabía en Grecia que er~ línicamente elmiedo a Filipo lo que había reuni~ ~lo~~os. Sin ~

1 bargo, Tebas, el estado más importante en Grecia central, semantenía todavía alejado de la Alianza, y su ingreso había deconstituir el objetivo más importante de los esfuerzos de 103aliados.

Las cosas se precipitaron cuando Filipo condujo su ejércitocontra la ciudad de Perinto, en Propóntide (mar de Mármara).Se trataba de una fuerza considerable, equipada con nume-rosas máquinas de asedio. la que atacó los muros de la ciudad

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griega. Para cercar la ciudad también por mar, Filipo nece-sitaba su flota, que sólo pudo ser llevada al lugar despuésque aquél hubo penetrado por tierra en e! Quersoneso tracioEsta violación del territorio ateniense la confesó también Filipo,

, en una carta a Atenas que puede verse en el corpus de losdiscursos de Demósten~s (n.o XIII), con el resultado de quela declaración de guerra entre Atenas y Macedonia fue aplazada.Perinto obtuvo ayuda no sólo de la vecina Bizancio, sino tamobién de] sátrapa Arsites, cuya satrapía estaba situada en ]a .costa opuesta. Frente a los muros de' Perinto fracasaron inclusolas nuevas máquinas de asedio de Filipo; tampoco fue másafortunado un asalto a Bizancio, pcro, en cambio, FiBpo seprecipitó sobre la flota triguera ateniense que se reunía a lasazón a la entrada del Bósforo para dirigirse a Atenas. Cayeronen sus manos un total de 230 naves de gran valor. Es pro-bable que Filipo no abrigara ]a menor duda en cuanto a la5consecuencias de esto y, efectivamente, Atenas le declaró laguerra (aproximadamente en septiembre u Ü'.::tubredel año 340).

No cabe duda de que esta guerra no fue la guerra de Filipo,sino la de Demóstenes. Desde hada años venía este individuodesplegando una actividad contra Filipo que no se daba puntode reposo. Gon sus discursos, especialmente con el de! Quer-soneso, pero también con las tercera y cuarta Filípicas, habíasolicitado el favor de los neutrales y se había declarado par-tidario de una inteligencia con Persia. Demóstenes no era enmodo alguno un amigo del Gran Rey, y no está demostradoque se hubiera dejado sobornar por dinero persa. Pero lascircunstancias parecían no dejade otra elección, y las tensionesentre Macedonia y Persia, a causa de la eliminación de Her.mias de Atarneo parecían confirmar lo acertado de su política.El problema era saber si Atenas estaba en condiciones dellevar a cabo esta guerra y de ganada. Cuando en el otoñodel año 340 se tumbó en Atenas la estela con ]a inscripcióndel texto de la paz de Filócrates, reinaba ya en la ciudad lapsicosis bélica que Demóstenes y sus amigos habían alimen-tado. Por lo demás, el gran orador aparece en aquellos, díascomo un gran caudillo; se hizo elegir comandante de la flota,y las primeras operaciones navales fueron favorables para losatenienses. La flota ateniense, bajo e! mando de Cares, liberóa Bizancio del asedio naval de Filipo, y, aunque ést~ seguíapresionando, el mayor peligro había pasado ya. Por mar, Filipono estaba' a la altura de sus adversarios; pero por tierra, encambio, se sentía tan superior, que el año 339 emprendió unaexpedición contra los escitas, que lo mantuvo alejado por a]gu-

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nos meses del teatro de operaciones griego. Es probable quela expedición contra los escitas tuviera por objeto la conso-lidación de la frontera norte de su país, que era desbordadauna y otra vez por pueblos bárbaros vecinos. Ya en tiemposde Filipo se habían realizado movimientos migratorios tribalesen la zona situada entre el Danubio inferior y los Balcanes.La llegada de los celtas, a los que Alejandro encontró en elbajo Danubio, proyecta ya su sombra por anticipado en elsudeste de Europa. Al regresar Filipo, a fines del veranodel 339, del país de los escitas y encontrarse de nuevo ensu capital, Pela, la situación había cambiado por completoen Grecia. Aproximadamente medio año antes, en la prima-vera del 339, había estallado allí la llamada Cuarta GuerraSagrada, en la que también Atenas estaba implicada. Los 10-cros de la pequeña localidad de Anfisa, no lejos de Delfos,acusaron ahora a los atenienses ante el consejo de la Anfic-tionía déIfica, porque durante la Tercera Guerra Sagrada habíancolgado dos escudos de oro en el templo que aún no habíavuelto a ser consagrado. Los escudos, en recuerdo de la batallade Platea, Ilevaban la siguiente inscripción: «Los atenienses,como botín de los medos y tebanos, cuando luchaban juntoscontra los griegos». Con razón el investigador F. R. Wüst seha preguntado quién tenía entonces interés en una guerraanfictiónica. La respuesta sólo puede ser ésta: Filipo de Ma-cedonia. En todo caso, Filipo logró obligar a los ateniensesa hacer una contraacusación: La gente de Anfisa estaba culti-vando el maldito suelo de Cirra. A continuación, parte de losanfictiones van a Cirra, donde atacaron los locros de Anfisa.Atenas quedaba justificada; Tebas, sin embargo, se considerabaligada a Anfisa. Es probable que en el fondo de esto se halleel intento de los macedonios de separar a Atenas de TebasoPor 10 demás, las circunstancias son muy intrincadas y difícilesde penetrar. El resultado fue que el _consejo de la Anfirtinni.a,en 511 i,sIl d@l-ii~, in"itÁ ~ 1'1i1iJY' ~ llevar la dir~ción

de la Guerr.a S~"r~d<lJcomo begemon-(.«general»'T de-la .higa.Ahora había Ilegado ,,1-m~la-ac:eión. Con un

ataqu~ relámpago, el ~-Mooedooia pen¡:uppor HeracIea 1Traquinja ;;.i;i!.i.nión, pasando las Termópllas en el ;aile- der-Cé"fisoy se apoderó de Elatea. En ~~ta ~QXmUl()..§óloA.J!nas,sino twbié.n.roebas quedarm;,Lsoroe.tida&..a-11nafuette. presión.Sin~mbargo, en ~s venció una vez más Demóstenes, y laciudad con~uq~. ~1i~nza (Bengtson, Staatsver-trage n.O 345). At~a¡¡ estah~ djspl1"st~ ,~ h~"er grande~ <:once-~~ por tierra, e1 m~ndo supremo lo .I1abíande ejercer sólo

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los tebanos en tanto que por mar había de alternar entre losdos estados; además, Atenas se hizo cargo:>de dos tercios d:;:los gastos de guerra, y Tebas de un tercio solamente. AFilipo se le había ocultado este arreglo y además se había'trazado directamente delante de su posición en Elatea unalínea de bloqueo que le impedía penetrar más adentro haciaTebas y Anfisa. El invierno del año 339/38 transcurrió, apar-te de algunos pequeños encuentros sin importancia, en mCO'-dio de una febril actividad diplomática de las dos partes: los 10.cros epicnémidos y los focenses se decidieron por Macedo-nia, en tanto que los estados del Peloponeso permanecíanneutrales.

Fue desafortunado para los griegos que en el primer mo-mento se mantuvieran a la defensiva. Bloquearon el valle delCefiso en Parapótamos y, con un ejército de mercenariosbajo el. mando de Cares, el camino hacia Anfisa. CuandoFilipo derrotó abiertamente a los mercenarios, entabló nueva-mente negociaciones con Tebas, pero, ul1a vez más, éstas fra-casaron por intervención de Demóstenes. Pero, dado que Filipo sehabía apoderado de Naupacto, controlaba así el acceso algolfo de Corinto, y, en cualquier momento, podía amenazarpor mar a la retaguardia de los aliados; éstos, aunque no sinvacilación, resolvieron arriesgarse en una bataJIa decisiva. Es-ta se libró el 2 de agosto del 338, junto a Queronea, en elvaIle del Cefiso, y terminó con la derrota completa del ejér-cito griego. En sí, la posición griega estaba bien elegida: lalínea de batalla se extendía unos dos kilómetros y medio a 10ancho del llano, desde el monte Turión hasta la orilla delrío Cefiso. ,En esta forma, no sólo cerraban el principal camino

hacia Tebas, sino también el que bifurcaba en Queronea porel paso de Querata. No se sabe por qué los griegos no exten-dieron su ala derecha más allá del río, hasta el monte Acon-tio. Del lado macedónico correspondió un papel decisivo a lacabaIlería, al mando de Alejandro; se encontraba ésta en elala izquierda y fue' la que tomó la ofensiva; en tanto que elala macedónica derecha, conducida por Filipo, retrocedió alprincipio. Se trataba de un repliegue por razones tácticas por-que Filipo ,quería desarticular la línea de batalla de los grie-gos, propósito que alcanzó por completo. Después de que lostebanos (en su ala extrema luchaba la famosa Hueste Sagra-da) hubieron sido derrotados por Alejandro, Filipo volvió alataque. Lo~nses, a~?sados ~hnr~ 1"'" dn. J~dQ~,-.§!!trie-ron-gwres- -pén;Jidas, y la..-retWtda se.can.v.irtió,.en...bllic1~rel paso de Querata. Filipo pudo haber convertido la derrota

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de los helenos en un aniquilamiento total, pero no lo hizoy ckW.tió deliberadamente de m~n(b" 1~ "~h~lIr,,f~ "n per-sec;$Íón del-L"oemigohasta su agotamiento total. Al igual queBismarck después de la batalla de J(oniggratz, Filipo teníatambién ea la mentl" 1In obietivo más atto. Era éste la uniónde Gre¡;ia :para que-Ie, .siguiera...en.-unag(¡¡n_&Ij;:J;r!1_contraPeWa-

La ~ria cll"~lo. m~..ec!onios_~lcm.!:.LS2L1§.~~ye in-dudablemelUe UJJ.Qde los gr~n(\"-"-pumas cruci¡¡les de fa his-tocia-grJeg¡¡. En el campo de batalla, los contingentes de lo~

estados griegos habían sucumbido ante un contrincante másf~El ~enso de .lLm.~tQ.lJia...:i.m ..trÍlWÍ9_~ la ciUo

(d~.t~do se perfila qh\x¡¡. La p.olis-grrega" ¡ndisolublementeligada a las

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h~alogt:íldo mantenerse etJ-eL.s:ampo_de bataIla- S;Qn~ .JU1°-nar.guía..qell1!]l!e. Grl",.,i. q¡'..Qoh~ ohil"rt" . lm~ delos maéedonios. ¿Iba a convertirse en una provincia mace-d6nica, como le había pasado antes a Tesalia? En realidad,semejante propósito distaba mucho de las intenciones del rey.Por mediación de Démades, que había caído prisionero delos macedonios en Queronea, se iniciaron negociaciones depaz con Atenas. Fueron llevadas rápidamente a buen fin, an-tes de que un solo soldado macedonio hubiera puesto el pieen el suelo ático.

La- I ;g~ m~rlt;m.~ f1le dis~ta, pero-,Atenas conser,yó lasoberanía sobre las importantes cleruquías de Lemnos, 1m-bros. Esciros v Samos. así com~~m.os. El Quersonesotracio (Galípoli) pasó a poder de Filipo. Fue considerablemen-te más dura la suerte de Tebas. Bajó a la categoría de po-tencia de segundo o tercer orden. Ya no tenía nada quever con la jefatura de la Liga Beocia. Se percibió en Tebascomo particularmente dolorosa la restitución de la comunidadde Oropo a Atenas. De este problema hubieron de ocuparsetodavía las generaciones posteriores. La ciudad de Atenas res-piró; había esperado represalias mucho más duras por partede Filipo. Demóstenes, que al principio había dejado Atenas,no tardó en volver, y pronunció en el invierno la oración fú'nebre por la flor de la juventud ateniense caída en Queronea.

L~dade!! ..8!13l!dezad.e Filipo- s,.eJ,!on~d~ m~i~sto _enla .¡:~2.r&anÉa<;19.!l...w:..~~jaa la que procedió en el inviernodel -338 al 337. Despup. ,.le ,]no e-vp,.di('ión en otoño al Pe..

10poAeso, eñ'ia cual EiUpo redujo a Esparta a su territorioprimitivo, se +ewúc:.ron en-Conto, ~tllci~'" ,.11"Fi1~105lo--.1,.1"go..1osde-todos.J.QJ! ~t.ados srieg03, con excepción de

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flos espartanos, y fundaron allí una confederación helénica

?' que ha p_asado' a la historia con el nombre de Ligae Corilíto. La r;ase la constituyó una vez más una paz - ene-

, ral l.koinf, pir~ne. e prohibieron t os os cam lOS consti-tucionales por la violencia; quedaron garantizadas la libertady la autonomía de los diversos estados, y solamente se insta-laron guarniciones macedómcas en Tebas, Calcis y Corinto.En forma correspondiente :1 su -capacidad de prestación mi-litar, cada. est~.1n h"hí~ de m~nd~" 1In tJ.IÍmero¡prot>arcionalde de!egados-eL",on.l"jo ..11"b J igo «~lpe2.:iC}n),Que se re\.!llíaeJ.l Gorinto. Podría ser de gran ayuda poseer una lista com-pleta de los miembros de la Liga Corintia, pero ésta sólo seha conservado en estado fragmentario y muestra que, al ladode las diversas polis, pertenecían también a la federaciónvarios estado tribales. ElJir1l"driA... ~t¡¡, 1i91B~lIteRtl!th A3un-

tos-6e--guer~ para la fijación de los contingentes dela Liga y para la recaudación de los impuestos de ésta; tam-bién fijaba los castigos contra aquellos que violaran el tra-tado. I;:ilipo era el hegemon (protector) de la Liga; entre ély los griegos se concertó un tratado detenslvo y ofensivo aperpetuidad. Este tratado constituía el supuesto previo parala declaración de guerra contra los persas. Esta fue procla-mada como una expedición de venganza con motivo de ladestrucción de los santuarios griegos por Jerjes, en el año480, un acontecimiento que había tenido lugar casi un sigloy medio antes. El jefe de la. n'I"""'O. ~1i~das había de ser

Ovf'ilipo ~n, en tal calidad, llevaba el título de slra/ego:; au-, ¿olo~p¡D geru:r¡¡lpleniootenciariOf.

. F.;a. ~.t. 111uaidaa de Grecis-qtte- fiEFu-I>~h¡:¡ lJe1IJIdo acabo. No correspondía en modo alguno a las esperanzas

;klos helenos. Lo,) estados griegos se8!,!íl!lL ~le.!1..Q~nal.mente libres y autónomQs, pero no cabía la menor duda de

que habían de plegarse todos eIlosa -rasordenes- cIe-Filipo,L--~ h b' b '.1 ' -;-;-- -;- ~ o.ba ¡ponarQU1!l a 1" ,o tl"n' ~R8' .1dvna Jneq.I1'1"eea Ii re

l~ f!.olis. En adelante es <;1 ~Y de Macedonia Quien lleva elcetro.sobre Grecia. Sin embargo, esta indiscutible pérdida vaacompañada de una ganancia considerable. En efecto, Filipo ysus delegados en el consejo de la Liga cuidaban del mante-nimiento de 1a paz y el orde-n, que tan ausentes habían estadode Grecia. ¿Era un precio excesivo el que los helenos ha-bían de pagar por la paz y el bienestar? En todo caso, de acuer-do con los consejos de Isócrates, que había muerto unos po-cos meses antes, a la -edad de casi cien años, Filipo había

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'1 <tadQI le:; glko0~ ut. objettve-flaeionaH-la-guerl'a-t:ontt'-a-lospersas.

~ momento no podía estar mejor elegido cuando, en laprimavera del año 336, la vanguardia macedónica atravesó elHelesponto bajo el mando de Parmenión y Atalo. En los años338 y 336 se habían presenciado cambios en el trono de Persia(v. pp. 319-320); en Asia Menor, Mentor de Rodas había muer-to repentinamente, y algunas ciudades griegas como Cícico y Efe-so, e incluso Pixódaro, el sátrapa de Caria, estaban dispuestosa colaborar con Macedonia. En esto se produjo un aconte-cimiento que nadie ,podía prever. El año 336, mientras cele,braba el matrimonio de su hija con el rey Alejandro de Epi.ro, Filipo fue asesinado en el teatro de Egas, en Macedonia.Sólo tenía 46 años. Al parec~r el asesino, Pausanias, obró pormotivos personales. Pero es posible que no fuera más queun instrumento de Olimpias y de algunos círculos de la no-bleza macedonia.

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1.5. Alejandro y la conquista(336-323 a. C.)

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«El,.,..nombre de.-Alej<lndro_designa eWin-de una..época en

el IDJIDd~ v el-POOcipio de otla nueva»: estas palabras deJohann Gustav Droysen pueden encabezar la historia del granmacedonio que en sus 33 años de vida cambió de hecho lafaz del mundo. No siempre lo ha juzgado la ciencia de mo-do únicamente positivo; el historiador B. G. Niebuhr, porejemplo, vio en él a un antiguo paralelo de Napoleón y lodesignó como «comediante y ladrón de gran estilo». En nues-tros días F. Schachermeyr ha destacado, a justo título, losaspectos negativos de su carácter, escribiendo (como Niebuhr)bajo la impresión imborrable de experiencias contemporáneas.

Es un individuo enigmático el que nos sale al encuen-

tro en la persona del joven rey de Macedonia; ~ él..s~~-n3JJ.Ja.&-may.ore.&...s:QJ1!fadicciones, una. voluntad demoníaca In-

doUJibLe, un entusiasmo juvenIl p.,?r los _Ii~r~_~os, Incul-cado por su maestro Aristóteles; -un I!;usto varonil por lalu<,j¡a y h-vic-tor,ia, y una.-p¡.eQf;yp¡y:jón.Jeat .PQrcllo~~mpa-ñeros herirln~~~, ror...kls..deud<Js.. ~dos. Por otraparte, vive en Alejandro una pasión desbordada y literalmen-te ardiente, que se manifiesta en la destrucción de servidoresy colaboradores fieles. ¿De dónde provienen estos contras-tes? ¿Son acaso herencia de su madre Olimpias, la orgullosaepirota, que para satisfacer sus deseos, ante todo los de ven-ganza, olvidaba todo objetivo y toda medida? No lo sabemos;10 único que parece cierto es que entre padre e hijo noexistió una gran unión. Alejandro era ante todo el hijo desu madre, y al igual que ésta vio probablemente en las sim-patías del padre por otras mujeres, y sobre todo en la ele-vación de la joven Cleopatra a esposa legítima, una graveofensa.

Si hoy, cerca de 2.300 años después de su muerte, esta-mos en condiciones de trazar una imagen de su personali-dad, de sus propósitos y de su obra, es basándonos casi úni-camente en las fuentes antiguas. Sin duda, las obras de aque-

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11os individuos que escribieron la vida de Alejandro se hanperdido, salvo exiguos restos, .y sin embargo sus exposicio-nes, sobre todo la del futuro rey Tolomeo 1 de Egipto, re-visten la mayor importancia. El griego Arriano de Nicomediaescribió, en la ~egunda mitad de! siglo II d. C., una obrasobre la campaña de Alejandro (la Anábasis de Alejandro) ,en la que por vez primera se intenta separar e! material con-temporáneo de las fuentes posteriores. Otra rama de la tradi-ción de Alejandro la representa la historia de Alejandro (His-tariae Alexandri Magni) del retórico Quinto Curcio Rufo,probablemente de los primeros tiempos del Imperio romano.Se funda ésta, en gran parte, en la 11amada«Vulgata» de Ale-jandro, una tradición literaria documentada desde Clitarco, queescribió alrededor del 310 a. C.

Esta «Vulgata» desemboca en la amplia corriente de! ra-man d' Allxalldre, un tratamiento ficticio de la carrera de Ale..iandro existente en numerosos idiomas y versiones. El estudiode! raman d' Alixandre constituye un capítulo interesante dela historia de la cultura antigua y medieval, aunque no de lahistoria de Alejandro. ¿Cómo es que tenemos tan pocos dato~irrefutables? Los contemporáneos de Alejandro apenas com-prendieron su grandeza y originalidad, lo mismo que los con.temporáneos de César no comprendieron la grandeza de ésteAdemás, Alejandro no encontró en vida historiador alguno dig-no de sus hazañas. L3. historiografía griega capituló frente alfenómeno arro11adordel macedonio: le faltaban los criterios conlos que hubiera podido medirlo.

AI~pArprpr, Alejat.!dro habría nacido aquella noche~ año356 en que e! Templo de Artemis, en Efeso, fue pasto de las11amaspor la mano sacrílega de Heróstrato; pero probablementeno se trata más que de una de tantas fábulas basadas en la simul-taneidad que nos han sido transmitidas en numerosos ejem-plos, tanto antiguos como modernos. A les dieciséis años, Ale-jan<!ro fue nombrado i?.°~~adre, transitoriamente, ~tedel reino LHO/39); en a~I;l:"ocasión fundó la primerA rle lasciuQade~ que 11evaron su no_~~: ~<j~dró~olis.. en Tt8cia.Sus cualidades de jefe militar las demostró a los dieciocho añosen la batalla de Queronea (338). ~~nteañqs,..511hióAl UQoo.(:>36), er~un..in.d.ÍY.iduo to~IJ11SJl1efor-m~i1e1:iQ..lm:)lW-y- can...grandes.facultades. Tenía ideaspropias y sabía cómo ponerlas en práctica. Tuvo además lasuerte de encontrar auxi1iar('s fie!es. por ejemplo, al ancianoAntípatro, a quien dejó, al partir para Asia, como regente

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de Macedonia y delegado suyo en la Liga Corintia. Entre losgenerales de su padre el más valioso era Parmenión, hombreinteligente y prudente, cuyos consejos eran siempre acertados.Ef que Alejandro pensara en muchas cosas de otro modo, hade atribuirse más a las diferencias de temperamento entre am-bos individuos que a la diferencia de edad.

Proclamado sucesor de su padre, el joven rey hubo de lu.char inicialmente con dificultades extraordinarias. Estaban encontra de Alejandro, la casa principesca de los 1incestas, Amin-tas, hijo de Perdicas, 'YAtalo, el nuevo suegro de Filipo, y si nohubieran salido en su defensa los acreditados generales de Fili-po, ante todo Antípatro, tal vez el destino hubiera tomado uncurso totalmente distinto. Pero Alejandro, por su parte, obrócon la rapidez del relámpago. Atalo fue eliminado, y se granjeólas simpatías de los macedonios mediante exenciones de impues-tos; en Tesalia fue reconocido como arconte; e! consejo de losanfictiones le transfirió la dirección de la Hélade, y el sinedriónde Codnto le nombró sucesor de su padre como general pleni-potenciario de la Liga Panhelénica para la guerra contra Persia.Los acontecimientos se precipitaron uno tras otro, pero lasmedidas adoptadas muestran que Alejandro poseía a la vez uninstinto seguro de las posibilidades políticas y una consistenciaimpertut'bable, que no retrocedía, como en el caso de Atalo, antelas medidas más extremas. Las preocupaciones inmediatas fue-ron a cuenta de los bárbaros de! norte, contra los que empren-dió una expedición el año 335. Esta la llevó al otro lado delrío Nesto y luego, probablemente por el paso de Chipca y sobre elHemo (los montes balcánicos), al país de los tribalos; posible-mente atravesó el Danubio inferior, tal vez cerca de Silistria.En e! camino de regreso Alejandro recibió la noticia de la de-fección de Clito, el rey de los i1irios. El centro de su fuerza erala localidad de Pelion, al sur del lago de Ocrida. También aquíse impuso Alejandro sin dificultad, aunque un éxito completose vio impedido por las noticias alarmantes que llegaban deGrecia.

La ml1Prt.. dllFilipo haBía p~nttl1r¡rlng"An agha<;ión t!atrl!los he1enos. Además, se había propagado la noticia de la muer-te de Alejandro en el curso de la e~dición a Iliria. P.!imerose -subkvaron los tebanos, quienes tenían hartos motivos paraestar descontentos con el dominio macedonio. La guarniciónmacedonia de Tebas fue sitiada en la ciudadela de Cadmea, y

'1 e. r~ de :~;~ ~: también otros estados :rieJlOS,especialmenteA ~/1.M ISO ¡¡ Qe-J""'n..LI"~~~e. También aquí obróAlejandro con la rapidez del viento. Intemunpió la empresa de

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J1jriay apareció de repente, pasando por Tesalia, frente a Tebas.Los habitantes no se mostraban dispuestos a ceder y hubieronde decidir las armas. La ciudad fue tomada por asalto por losmacedonios (al parecer, Perdicas inició la lucha por su propiainiciativa y contra la orden del rey y se produjeron nume-rosas escenas de horror) . La última palabra la pronunciaron losmiembros del sinedrión de la Liga Corintia: toda la ciudad, conexcepción de la ciudadela, fue destmida, aunque Alejandro man-dó respetar la casa de Píndaro; sus habitantes fueron vendidoscomo esclavos, y la tierra de la ciudad fue dividida entre losbeocios vecinos. Este castigo draconiano no fue ordenado porAlejandro, sino por los griegos, y no dejó de producir el efectoperseguido. En el interesante informe de Diodoro (VXII, 9, ss.),que probablemente derive en última in~tancia de Clitarco, sepone fuertemente de relieve la naturaleza panhelénica de ladecisión. Pero esto no es más que propaganda: la destrucción deTebas fue una manifestación brutal de la política de fuerza.A~o, qlJe ardía en deseos de empezar la guerra contraPersia, hal:úa.dI" romper...la-r,,~istenria en. la Hélade, si no <{':J.e-ría .9.Jle.;pe]lgrara su ~iLQroxecto.

El año 334 va estaha Alejandro dispIJestn b, la .mnquista.¿Cuál era la situación en..E.e.tsia?Dos años antes, e1..ll6, Q¡¡I?!!.subidQ".lll..trQD.Pn~ÚQ ID, de una línea lateral de los aqueméni-das. El todopoderoso eunuco Bagoas lo había elegido comoGran Rey. Darío III, llamado Codomano, contaba 45 años deedad. Su primer acto consistió en hacer beber a Bagoas lacicuta.

Pese a que, antes de subir al trono, Daría se había distin-guido en la lucha contr<l los feroces cadusios, no era más que

un príncipe mediocre. No hay que acordar crédito alguno aaquella otra tradición (Curcio Rufo) que pretende hacer de élun adversario digno de Alejandro. El reino de los aqueméni-das, que impresionaba por su enorme extensión y por el grannúmero de sus habitantes, entonces no era eJ;l realidad másque un coloso con pIes de barro. La raza gobernante, la persa,ya no podía compararse ni con mucho con la que era entiempos de Ciro y de Daría .1. A causa de la influencia de lacultura babilónica se había orientalizado en gran parte y sehabía enajenado con respecto a ~1Jpropio modo de ser.

Una consideración histórica 'de la expedición de Alejandro,del Helesponto hasta la India, no puede pasar por alto la cues-tión acerca de si esta grandiosa campaña, qúe implicaba laconquista de espacios enormes, fue planeada por AI.::jandroconprevisión, por etapas sucesivas, o si confió predominantemente

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1Ii en su intuición. La respuesta no es difícil: Alejandro improvi

saba más o menos. Sólo las disposiciones de la expedición enAsia Menor muestran una concepción muy audaz, que hubo deser producto de una preparación minuciosa.

La guerra co!!!!.aPersia s~ inició con,el. p,¡I§P-deL!Iele&pQnto(en la prlmavera. de año 334). Por su nombre, la guerra erauna @Wre~a c1".la Tigq o-"wtia, pero la participacih;:;de lamayor parte del eiército ma"",Aóaico-l~~na-gue-ra de Alejandro. El ejército macedónico proporcionó treinta milhombres y seis mi jinetes, mientras que Grecia sólo pusobajo las banderas de Alejandro a siete mil soldados de infan-tería y seiscientos de caballería. Así pues, el predominio de losmacedonios era .manifiesto. La dirección estratégica de las ope.raciones estaba exclusivamente en manos de Alejandro y de suestado mayor. El rey, antes de poner los pies en suelo asiático,arrojó desde la nave una lanza a tierra, con lo que tomaba sim-bólicamenteposesión de este continente. Toda la travesía habíaestado marcada por un simbolismo épico y mitológico. En ellado europeo del estrecho, Alejandro había ofrendado un sa-crificio a Protesilao de Eleunte; en su parte oriental, en el puer-to de los aqueos, hizo ofrendas a Posidón y otras deidades ma-rinas, y en el templo de Atenea, en Ilión, cambió sus armaspor las de los héroes del pasado que allí habían sido dedicadas.En el llano del Escamandro celebró por medio de sacrificiosy juegos la memoria de Aquiles y Ayax.

El ataant'. d~ Alt:jandro no encontr4.a~lp~ per~a~..J:ota1m"'ntedespJ;ev.enidos.Habían reunido en el noroeste del Asia Menor~na gran fuerza de combate, proporcionada por los gobernadoresde las satrapías directamente amenazadas, esto es, la de Frigiahelespóntica, la Gran Frigia, Lidia y Capadocia. Añadíase aesta fuerza un contingente de mercenario griegos bajo el mandode Memnón, de Rodas. Este era el único qu~, del lado persa,tenía preparado un plan de acción válido: había que evitartoda batalla con Alejandro, retirándose ante él y convirtiendola tierra en desierto, al propio tiempo había que transportarla guerra a Grecia, en donde no faltaban los adversario delmacedonio. Alejandro, una vez puestas en peligro sus líneas decomunicación, podría haber quedado atrapado en Asia. Sin em-bargo, Memnón no logró imponerse a los sátrapas. Estos insis-tían en entablar una batalla, y la perdieron.

La batalla del Gránico (mayo o junio del 324) fue decididaesencialmente por la caballería macedónica. Los mercenariosgriegos del lado persa sufrieron graves pérdidas. Alejandro tuvopersonalmente una participación decisiva en la victoria. Por lo

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demás los sátrapas persas habían cometido graves errores tác-ticos, que facilitaron la victoria de éste. Mediante una ofrendavotiva a Atenea, patrona de la ciudad de Atenas, subrayó Ale-jandro el carácter panhelénico de la victoria, pero al propiotiempo instalaba como sátrapa de la Frigia helespóntica a unoficial macedonio llamado Calas. Este fue el primer indicio deque Alejandro se consideraba como sucesor legítimo del GranRey en el territorio por él conquistado.

E1l...Asia.Menot. no se libraron más batallas: el :)aís estabaabiert~ a los macedQD1~, )!.-únicamente en alguna~ cIUdadesseguían resistj~ndo~]as gyarnj¡;iQ~s, que constaban de merce-narios griegos en su m~ría. Sin embargo, S.ii.J:lks,la antiguacapíta1de Lidia, cax.ó ~jnh;';-haen mano. rlP Alejandro.. Tam-bién una serie de ciudades griegas de la costa le abrieron laspuertas. En estas ciudades se expulsó a los oligarcas instaladospor los persas y se restableció la democracia, como, por ejem-plo, en Efeso. En Mileto hubo que reducir una resistencia re-lativamente fuerte de los mercenarios griegos, y Halicarnaso,donde tenía el mando el propio Memnón, sólo pudo ser toma-da después de un prolongado asedio. Incluso entonces siguierondos fuertes en manos de los persas.

P~ra los griegos de-Asia.-.MePor~dro relle~aba comolibfrtador del ~ugo ...Re~a, y _Lh . . es reconocieron elag~ec.imitW1Q 9uele debían. Como 61t:jattdt2era_el j~f~. !u-prenw.deJa...Liga.('oQtW!P, podía haber hecho que las, ciudadesgriegas.,.I.. Asia Menor por él conquistadas ingresaran <k ~-. n,a forma en la organización panhelénica, pero no lo hizo así,sino que dichas ciudades se .g>m¡irtiprnn en ¡;¡arte ¡;IeL1W'piorel!!Q .ge 1\lejandro; no se sabre por qué medios, por lo vistofaltó el tiempo necesario para hacer una aclaración de principiosobre las relaciones entre el soberano y los griegos de AsiaMenor, ya que las exigencias militares tenían la precedenciafrente a las consideraciones políticas y organizativas.

En Mileto Alejandro dio la orden de que regresara la flotagriega, decisión radical y trascendente, que lo ponía todo en unacarta. Tomó un riesgo enorme. El predominio persa por marse hizo mayor todavía, y había que contar con que los persasemprenderían un ataque naval contra Grecia o contra los es-trechos, que eran imprescindibles para el abastecimiento y lascomunicaciones con Macedonia. Efectivamente, el infatigableMemnón logró conquistar Quíos, una gran parte de Lesbos yotras islas del Egeo. Además puso sitio a Mitilene, pero muriódurante este asedio, con lo que libró a Alejandro y Antipatro, suregente en Europa, de una gran preocupación. Muestra que esta

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preocupación no era infundada la ocupación de la importanteisla de Ténedos, frente a la costa de la Tróade, por los persas.Pero el objetivo C!('las operaciones d(' Alej¡¡pdro f'n Asia...1k.norera U2JD.¡J.rpasesi6n. de-la-eesta-,Io-que-r.ealizó con...éxito.

La notkia de la muerte de Memnón la recibió Alejandroal disponerse a salir d(~Gordio en la primavera del año 333.Fue uno de los grandes golpes de suerte que abundaron en suvida. Entretanto, el macedonio había recibido el homenaje dela princesa caria Ada, la que, según la costumbre caria, lo adop-tó como hijo. Había conquistado también las ciudades delvalle del Janto, y había pasado por Fase1is a Side, y de aquí aPamilia y la Gran Frigia, donde estableció su cuartel de inviernoen la antIgua Gordio, a orillas del Sangario. El relato de lasolución del Nudo Gordiano no está po~ encima de toda duda,y es muy posible que forme parte del dominio de la leyenda.Con su primera victoria ya empieza la leyenda a apoderarse dela persona del joven monarca. El historiador griego Calístenes,sobrino de Aristóteles, contribuyó a fomentar e.ta tendencia.

Al partir de Gordio, la situación estratégica había cambiadoen forma muy favorable para Alejandro. El rey persa Daría nIhabía hecho regresar a la flota de las aguas griegas; quedabaabandonado, en esta forma, el proyecto de sublevar a Grecia.Para Persia esta decisiÓn fue fatal; Daría renunciaba así a supropia iniciativa y se dejaba dictar, por Alejandro, el curso delas futuras operaciones.

Por Ancira (Ancara) y Tiana Alejandro pasó a Tarso. Elpaso del Tauro se había cruzado sin dificultad forzando unadébil resistencia de los persas. En Tarso cayó el monarca gra-vemente enfermo, después de un baño en las aguas heladasdel Cieno, pero fue salvado por su médico Filipo. La conquistade Asia Menor día considerarse ahora como. termInada, y e1p an que en su día esbozara sócrates que a a realizado. Sin em-bargo, mientras tanto, el rey persa había tenido muchos mesespara movilizar los grandes recursos de las regiones orientales desu imperio. Estaba dispuesto para entablar la batalla que habíade decidir la campaña. .

Esta se libró en noviembre del 333 en el llano litoral sitio,junto a la localidad de Isos, no lejos de Alajandreta. Esta ba-talla tuvo unos antecedentes muy peculiares. En efecto, losejércitos de los adversarios habían pasado de largo uno juntoa otro. Resultó así que, finalmente, el Gran Rey Darío se en-oontraba a la espalda de Alejandro. Los persas habían hecho suaparición en Isos, donde nadie los esperaba, después de atra-

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vesar el Amano. Allí no dud:Hon en matar a los macedonios

enfermos y heridos que se habían quedado atrás. En Jsos esta-ban los dos ejércitos uno frente a otro, pero en direccionesopuestas. Entre los dos corría el Pínaro. El ala derecha de lospersas y la izquierda de los macedonios se apoyaban en e! mar.El núcleo de las fuerzas persas lo formaba la falange de merocenarios griegos, al parecer no menos de treinta mil. Sin em.bargo, el papel decisivo le estaba reservado a la caballería persa,que, atacando a lo largo del mar, había de arrollar el alaizquierda macedónica.

Ad~más, los persas habían adelantado una pequeña secciónde su ala izquierda al otro lado del río Pínaro con el encargode atacar a los macedonios en el flanco derecho.

Las disposiciones de Alejandro decidieron la batalla; conobjeto de reforzar e! ala izquierda, había colocado alE toda lacaballería tesalia, mientras él mismo asestaba en e! ala derecha,acompañado de su caballería (hetairos) el golpe decisivo contralos persas. El ataque de Alejandro desbarató el ala izquierdapersa, pero creó en el centro macedonia una brecha en la quese precipitaron los mercenarios griegos que luchaban con lospersas. Alejandro hubo de correr a apoyar su centro, muy aco-sado, para restablecer la situación. También el ala izquierdamacedonia se vio muy apurada por la superioridad numérica deladversario. Sin embargo, al presenciar la confusión de su ejér-cito, el rey persa perdió los nervios y se dio a la fuga. Estofue el principio del fin, porque ya ahora no había quien resis-tiera de! lado persa. Unicamente los mercenarios griegos siguie-ron manteniendo el orden y pudieron salvarse, al menos enparte. El campamento persa cayó en manos de los macedonios.y quedaron en poder del vencedor la madre y la esposa delrey, con sus dos hijas. El noble tratamiento que dio Alejandroa dichas mujeres es universalmente conocido.

La prosecución de la campaña con la ocupación de las ciu-dades fenicias de la costa muestran claramente el plan ulteriorde operaciones de Alejandro. No se le ocurrió perseguir al GranRey en su huida, sino que se atuvo, imperturbable al plan pre-viamente adoptado de ocupar las costas de Persia. Arados, Bi.bIas y Sidón se pasaron sin desenvainar la espada del lado deAlejandro. Solamente Tiro, la más poderosa de las ciudades fe-nicias, la metrópoli de Cartago, se negó a someterse. Tiro noquería permitir al rey hacer en su recinto una ofrenda votivaa Melkart, el dios protector de los tirios, porque sólo estaba fa-

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cuItado para ello el soberano de la dudado Así, pues, hubieronde decidir una vez más las armas.

Tiro fue sitiada durante unos siete meses. Aquí se trata dela «nueva ciudad», que estaba situada en una isla, a unos 800metros de! continente. Con esfuerzo indecible Alejandro hizoamontonar desde éste un dique por e! que fueron llevadas jun-to a los muros de la ciudad las máquinas de asedio. Con e! apo-yo de una flota de las otras ciudades fenicias y de los chiprio-tas, e! rey de los macedonioslogró bloquear la ciudad, hastatanto que pudo abrirse en la muralla una brecha. En la ciu-dad se produjo una matanza terrible; los habitantes supervi-vientes, al parecer unos treinta mil, fueron vendis!os comoesclavos El sitio y la caída de Tiro recuerdan el sitio deCartago durante la Tercera Guerra Púnica, y el sitio de Je-rusalén por Vespasiano y Tito: en los tres casos resistió unapoblación semíiica con obstinación encarnizada a un adversa-rio superior y sólo sucumbió después de una lucha heroica.

Aun antes de la toma de Tiro, el Gran Rey había hecho aAlejandro una prop'.lesta de paz que éste rechazó. Darío estabadispuesto a ceder al m1cedonio todo el territorio situado aloeste del Eufrates. Pero para Alejandro esto era demasiado poco.Perseguía ya entonces, indudablemente, el dominio completo delimperio persa; limirar voluntariamente sus ambiciones no en-cajaba en su maneta de ser. Por lo demás es perfectamenteocioso discurrir acerca de si la. oferta de Darío constituía o nouna solución viable.

De Tiro la acción se trasladó directamente a Egipto, peroen Gaza hubo que vencer todavía una resistencia relativamenteprolongada. Finalmente, después de dos meses, cayó la ciudady quedaba abierto el acceso al país del Nilo. Alejandro noentró en Jerusalén.

¿Qué se proponía Alejandro en Egiptp? ¿Fue acaso el granprestigio del país de los faraones y de Sil antiquísima culturalo que le indujo a emprender aquella expedición? No por com-pleto. Egipto era un país rico en grano, que proporcionaba alrey de Persia ingresos considerables. Hacia solamente unos años(en el 343-342) que iJabía sido reconquistado por Artajerjes nIOco, pero su población sentía poca simpatía por los persas.Esto no hubo de ocultársele a Alejandro, ni tampoco el hechode que el país se extendía delante de él casi sin protecciónmilitar. De Pelusio, la fortaleza fronteriza, el mon~rca fue aMenfis, la antigua capital, donde los sacerdotes le ciñeron la

doble corona del Alto y el Bajo Egipto. De aquí nayel!ó f'iilo

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abajo y fundó la ciudad de Aleiandría cerca de la 2e!t:!pb~ca.d~ occidental del río ~pe), entt~a.teQtú yel Mediterráneo(principios del 332). Alejandro había escogi-do' con extraordinario acierto ~ar de la nueva fundación.En efecto, Alejandría reúne las venta.as de un ma ífico puertode mar COH'las no menos excelentes de un puerto interior. npocos decenios, la ciudad se convirtió ea e .1¡pás importante de iterráneo, al lado de Cartago. La des-trucción de Tiro había impuesto como necesaria su fundación.

Desde Alejandría, la expedición siguió hacia Paretonio, enla frontera de la Cirenaica, y de aquí, por el desierto, al san-tuario del dios Amón en el oasis de Siwa. Acerca de la expe-dición al oasis de Amón se ha escrito y conjeturado enormemen-te. No cabe duda que esta empresa tuvo su origen, como tantasotras en la vida de! monarca, en impulsos profundamente irra.cionales: fue la «añoranza» (po/bos) la que lo decidió a em.prender la expedición. Lo que sucedió en el templo no sesabe, porque Alejandro penetró en él solo. Pero lo había salu-dado previamente el sacerdote del dios como «hijo de Amón».El eco de este saludo fue grande en el mundo entero, hastaen Grecia y Jonia. Al macedonio le fue dada en esta formala consagración para una nueva política y una posición en elmundo que lo ponía muy por encima de su origen étnico mace-dónico y de su cargo de jefe de la Liga Panhelénica (J. Kaerst).Efectivamente, comienza, a partir de esta hora solemne en elsantuario de Amón, un nuevo período en la obra de Alejandro.

Este reorganizó entonces la administración egipcia. El paísfue confiado a dos egipcios, Doloaspis y Petisis, como jefes dela administración civil, en tanto que la administación militar erapuesta en manos de dos macedonios, uno de los cuales era com-petente para e! Alto Egipto, v e! otro para el Bajo Egipto. Ade-más se crearon otras dos jefaturas fronterizas, con la designaciónde Libia y Arabia, y fueron confiadas a Apolonio y Cleómenes,un griego de Náucratis (Egipto). Alejandro procedió aquí conparticular cautela, lo que se pone de manifiesto sobre todo enla designación de comandantes militares propios. Por lo demás,esta organización la tomaron los Tolomeos como base de susistema administrativo.

Cuando el monarca volvió a dejar Egipto en la primavera de!año 331, había dado a Darío casi un año y medio de tiempopara que pudiera movilizar los recursos de su imperio. Es cu-rioso, por lo demás, que los persas no realizaran el menorintento de atacar las comunicaciones en la retaguardia de Ale-

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jandra. Por el contraria, 10 esperaron en Mesopotamia, másallá de! Tigris, cerca de la ciudad de Gaugame1a (Ten Comel,a unos 35 kilómetros al noroeste de Mosul). Aquí, e! 1 de oc.tubre de! 331, se libró la batalla quc decidió la suerte del im-

perio de los aqueménidas. La fecha est.í asegurada por uneclipse lunar que tuvo lugar once días antes de la batana.

Una vez más tenía Darío la superioridad numérica de sustropas sobre el adversario, había explorado además el terrenocuidadosamente y lo había hecho ananar para la utilizaciónde sus carros de combate fa!catos. Su alineamiento era consi-

derablemente más largo que e! de los macedonios. Esto obligóa Alejandro a adoptar una contramedida. En ambas alas delejército macedónico situó unos destacamentos especiales quetenían la orden de moverse hacia un lado o hacia la reta-'guardia en caso necesario, y de defender allí los flancos de!ejército o la retaguardia. En el centro se volvían a enfrentarlos mercenarios griegos de! Gran Rey por una parte, y lamasa de ]a infantería macedónica por la otra. Al igual queen la batalla de Isos, también es,ta vez consiguió el ab derechade los persas algunas ventajas. Bajo el mando de Mazeo, éstospenetraron incluso en el campamento de los macedonios. Perola decisión volvió a producirse en el centro persa; cuandoAlejandro hubo penetrado con su caballería (hetairosJ en mediode la línea enemiga, Darío volvió a perder los nervios. Diola batalla por perdida y se dio a la fuga. B. G. Niebuhr

mantiene que por grandes que sean los é"itos de Alejandrono deben sobrevalorarse. Porque los macedonios sólo teníanenfrente, en los mercenarios griegos, una tropa cuyo valorpuede medirse con criterios europeos, en tanto que todos lo~demás eran orientales, empezando por el propio Gran Rey.

En su huida, Darío se dirigió a las montañas curdas, entanto que Alejandro avanzó por Arbeles hacia Babilonia, al sur.El gobernador persa de esta provincia era Mazeo, que sehabía distinguido en Gaugamela. Entregó la ciudad de Babi-lonia al vencedor, y fue confirmado por éste en su cargo de sá.trapa, aunque fueron colocados junto a él dos macedonios,uno como comandante militar, y el otro como titular de laadministración financiera. Alejandro permaneció aproximadamenteun mes en Babilonia. Practicó ofrendas votivas a Be!-Marduk,y dio la orden de reconstruir su gran templo, destruido ensu día por Jerjes.

El objetivo siguiente _del vencedor 10 constituían las resi-dencias persas: Susa, Persépolis y Ecbatana. Sólo encontró re-

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sistencia en los uxiros y en las Puertas Persas (Tang-i-Ra-shkan. En ellas estaba el sátrapa de la Pérside, Ariobazarnes,a quien Alejandro sólo pudo derrotar mediante traición. Elpropio sátrapa logró escapar y fue a reunirse con Darío. Másadelante fue acogido por Alejandro con todos los honores. Porlo demás, en las luchas se distinguió también Crátero, quedestaca cada vez más como uno de los oficiales más capa-citados de todo el ejército de Alejandro. Susa se entregó sinlucha, y los macedonios encontraron en su tesoro cuarentamil talentos de plata y nueve mil dareicos acuñados, cantidadenorme, que da testimonio de la riqueza inconcebible de losreyes persas. También Persépolis, el soberbio palacio imperialde los aqueménidas, adornado con las magníficas y suntuosasconstrucciones de Darío 1 y de Jerjes, se rindió sin resis.tencia.

Alejandro había declatado~la. gu!:tra ~QntXa los, persa~omo

gue,na de venganz¡¡~ aquí, en Persépolis. la terminó.c..w:!..ypacto simbólico. Fue el prnpi" Alejandro...q~ó-Ia-antQrcha

eñ;q;dida en. el paj,'ad.!l.cieJe.;;i.es; !a ,glorio el.. P-"r<époli< fuepasto_9.e l¡¡s lIa!!ll!.L.Y lí!...sJ~<truccióD...~tl:.~~.5aQtpaÜn' .gti",gospor los persas esta);¡;¡, JI.engada. Fue una reflexión perfecta-mente consciente la que guió a Alejandro en este acto, y noel deseo de producir un golpe de efecto, como lo sostienela tradición derivada de Clitarco, según la cual Alejandro habíareducido a cenizas e! palacio de Jerjes después de una orgía,inducido por la he ter a Tais. En Persépolis, lo mismo que enPasargada, cayeron en sus manos enormes tesoros.

En Pasargada visitó el monarca la tumba de Ciro el Vie-jo, que había mandado reStaurar por su ingeniero Aristobu\o'.A Ecbatana (Hamadan) llegó el rey demasiado tarde para podercapturar al fugitivo Daría. Allí Iicen::iÓ Alejandro el contin-gente griego de sus tropas. En esta forma fue declarada comoterminada la expedición que había emprendido como estrategaplenipotenciario de la Liga Corintia. Sin embargo, no todoslos griegos volvieron a la patria, pues muchos prefirieron seguirsirviendo en e! ejército de Alejandro como mercenarios. Tam-poco en Ecbatana se dio el monarca punto de reposo, puesseguía en vida Daría, quien por la gran carretera 'real, porRage y ,por las Puertas del Caspio, se dirigía en fuga preciopitada hacia las titrras iraríias de su reino.' En una persecu-'ción despiadada, en 1a que no tuvo consideración alguna ntpara los individuos ni para los caballos, Alejandro lo a!canzó<:erca de HecatÓtnpolis, pero ya sólo como cadáver. El sátrapa

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de Bactria, Beso, había llevado al Gran Rey preso consigo y,finalmente, lo había hecho matar para que no cayera vivo enmanos de los macedonios.

La ~1L<k1 últi mo soberano-de..JL.Casa.-de.-Jos ~qJ1C1Pé-nid~s constituy~no-de- 1os~-momentos-dedsivos-- en -hr-vida

de Aleian.qro. En adelante se coIWderó.-eomo sucesor.' legí.tü!!°~ío a quien hizo_por rQnsi~0RtG-entc.trat. ep- ~et~oIis~on ,todos l.2sJ!.ono~s. Aleiandro se tenía ahora a si...!!.1ismopot..-el-soberm:!.9_I~ todos.. fos-pueblQs del i!P'Perio

~a. Esta-posición .le-imponía-deberes .especiales y, en primertérmino, e! castigo de! regicida Beso.

Es obvio que esta actitud de Alejandro había de infIuirtambién en ~us relaciones con los persas y los macedonios.A partir de este momento va apareciendo un número cada vezmayor de nobles persas en los cargos principales de las satra-pías, y hay que concederle a Alejandro que, en la mayoríade los casos, su elección se reveló como acertada. También el

"ejército de Alejandro fue cambiando paulatinamente. Con el¡:mayor alejamiento con respecto a la patria macedónica, las\!líneas de abastecimiento se fueron haciendo también, cada vezVmás largas. Para suplir las bajas en el ejército, pronto tuvoque echar mano también de los iranios, con los cuales, sinembargo, se formaban en el ejército destacamentos especiales.En efecto, ni el propio Alejandro se habría atrevido a incor-porar elementos iranios a los regimientos macedónicos, por-que, en cuanto conquistadores, los macedonios se sentían infi-nitamente superiores a los persas. Esta Actitud de su gentehabía de crear al rey graves problemas.

Con la persecución de Beso, el sátrapa bactriano. empiezala campaña irania de Alejandro. Duró del otoño de año 330hasta el 327. Las luchas en el alt,iplano iranio ~ueron sinduda las más duras que Alejandro hubo de sostener en todasu vida. Los iranios se batían con un pronunciado encarni-zamiento, y además su valor se veía reforzado por el fana-tismo religioso. Se añade a esto el hecho de que Alejandroy sus macedonios penetraban ahora en regiones que les erantotaJmente extrañas. La expedici:Jn a través del Afganistán hastael río Hilmend (Etimandro) al sur, y de aquí al Hindu-Kush(Paropamisos) , a través de! país de Bujah y del Turquestánoccidental hasta e! Sir-Daria (Yaxartes), y de aquí hacia laIndia, no fue solamente una hazaña militar de gran- categoría,sino también una expedición de descubrimiento, que introdujoa los macedonios en un mundo totalmente nuevo.

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Las ideas geográficas que de estos países tenían los griegosantes de Alejandro eran totalmente deficientes y, en gran parte,fantásticas. Los helenos consideraban e! Yaxartes como e! curso

superior de! Tanais (Don) que, como es sabido, se vierte enel mar de Azov. El Paropamiso (Hindu-Kush) lo conside-raban como prolongación del Cáucaso. Alejandro y sus mace-donios no tenían en realidad la menor idea de dónde se en-

contraban realmente, pero sus incursiones en una y otra direc-ción crearon, gracias sobre todo a la labor de sus «bematistas»(medidores del paso), e! fundamento de un nuevo conocimientogeográfico de las regiones iranias. Los datos fueron utiliza-dos y aprovechados ,por e! gran geógrafo y polígrafo Eratós-tenes de Cirene (aproximadamente 285-205 a. c.).

Por lo demás, ei curso de la expedición de Alejandro porel Irán se vio condicionado por diversas contingencias. Ini-cialmente Alejandro quería buscar a Beso por el camino di-recto en su satrapía bactriana, después de haber cruzadó laspartes septentrionales de la satrapía de Aria. El sátrapa deésta, Satib¡¡rzanes, que primero se había sometido a Alejandro,le hizo luego defección en favor de Beso. Alejandro persiguióal sátrapa hasta Artacoana, atravesó después Drangiana, adya-cente al sur, hasta el Hilmend, y solamente entonces prosiguióla marcha a Bactria en dirección norte hacia el Hindu-Kush.El paso por esta montaña, cubierta de nieve pe~petua, repre-senta una gran hazaña de Alejandro y su ejército; está indu-dablemente muy ,por encima del célebre paso de los Alpespor Aníbal.

Entretanto, Beso había dejado su capital, Bactria, y habíahuido al norte, a la satrapía adyacente de Sogdiana. Entre ély Alejandro corría el caudaloso río Oxus (Amu-Doria). Perotampoco su caudal constituyó para el macedonio impedimentoalguno. El río fue atravesado, probablemente, junto a Kilif.Para ello. la infantería fue pasada en odres hinchados, entanto que los jinetes, conduciendo sus caballos de las riendas,hubieron de atravesar el río a nado. Beso se vio abandonadopor sus partidarios; fue capturado en una incursión por To-lomeo, el futuro rey de Egipto. Alejandro trató al ex-sátrapade Bactria con una crueldad repugnante. Le hizo cortar lanariz y las orejas, y luego lo envió a Ecbatana, ]a antiguacapital de la Media, donde fue ejecutado; probablemente fueempalado. Evidentemente Alejandro se consideró justificado paraaplicar el cruel procedimiento penal de los aqueménidas, puestoque veía en Beso a un regicida.

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POLM..aJ:a!:íWda (Samarcaada) siguió Alejandro hasta el Ya-

xar~i§l!;.D.!1riaJ, Fue...f\ill.dad~ ~q' ,fl1na.-auaaa:.qm...""ernom-bre ~jandro.: .Alexandt:p;,. F.<dI&e-(.«Alejandcia .Extrema» ).Se trata de la act'Jal Jodchent (Leninabad) , En general, la expe-dición de Alejandro por el Irán está marcada por toda una seriede fundaciones de ciudades, algunas de las cuales estaban llama-dás a sufrir un gran auge, como fue el caso, por eJemplo,de I

Arerandría en Ana (Herat) y de Alejandría en Aracasia (Kan- '

dahar). Fueron ante todo consideraciones de carácter militar

las que dieron ocasión a la fundación de ciudades; no obs-tante, no sólo se instalaron en ellas soldados, sino tañibIeñ, l'

y desde el principio mismo, numerososciVilCs grIegos de los

que seguían al ejército de Alejandro. As~ fragmentos de cul-tura y de vida griegas fueron transplantados a Irán por los

conquistaaores, ~-En lugar de Beso le había surgIdo a Alejandro un adver-

sario mucho más peligroso, E~itamen~ natural de Bactria,quien soliviantó la región de Sogdiana contra los macedo-nios. Alejandro no pudo capturarlo, pero los escita> del otrolado del Yaxartes, o sea, los masagetas, entre los que se habíarefugiado Espitamenes, le cortaron a éste la cabeza y se lamandaron a Alejandw, También esto fue un golpe de suertepara Alejandro, porque Espitamenes había ofrecido una resis-tencia obstinada al dominio macedónico en Bactria durante

más de un año, Sin embargo, Apama, la hija de Espitamenes,fue unida el año 324 en Susa a Seleuco en calidad cle es-

posa, y no menos de tres ciudades llevan su nombre (Apamea).Es la fundadora del linaje de los seléucidas, que, después dela muerte de Alejandro, dominó durante unos 250 en grandeszonas de Asia Menor.

Entretanto había llegado la primavera del año 327, y seguíahabiendo resistencia contra Alejandro en las provincias noro-rientales del reino de los aqueménidas, Había que superardificultades extraordinarias. Por ejemplo, fue obligada a ca-pitular la fortaleza de Ariamazes, junto a Nautaca, gracias auna brillante proeza alpinística de 300 macedonios, Entre losprisioneros iranios de este castillo se encontraba también Ro-

xana, la hija de Oxiarte, una de las pocas mujeres por lasque Alejandro sintiera un profundo afecto. El matrimonio secelebró según el rito iranio, en el que los nuevos desposadoscomen de un pan que previamente ha sido partido en doscen la espada, Al parecer, el consumo común del pan sigue

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siendo costumbre todavía en Turquestán en el acto del ma-trimonio.

A partir.de...la.m~.de Darío lB, Alejandrs!. s,c; fue

ad"tando. gtda v~~ más_a._ta m¡¡nw ..;k.~~lIr 3- ,a Jasttadi-c~c:.s 4e la antigua, moIJ~r$1'lía persa. No es de extrañar, pues,que muchos macedonios. sobre todo aquéllos que habían sidoallegados de su padre Filipo, no pudieran seguirle por estecamino, Con fundamento en estos sentimientos se explicantres incidentes que proyectan negras sombras sobre el carácterdel monarca, Durante su estancia en Drangiana se descubrióuna conjura contra su vida, Había tenido también noticia deella Fílotas, hijo de Parmenión, quien, sin embargo, no lahabía denunciado, Por orden de la asamblea del ejército mace-

dónico, que ,actuaba como tribunal, Filotas, comandante dela guardia de corps de los hetairos, hubo de morir, Como talsentencia de la asamblea, es casi seguro que Alejandro quisola muerte del individuo,

Pero es mucho peor todavía el asesinato de Parmenión, Estefue ordenado directamente por Alejandro, La orden corres-pondiente fue llevada a Ecbatana por dromedarios de carrera,Alejandro tenía mucha prisa: quería evitar, manifiestamente,que la noticia de la ejecución de Filotas llegara a Media ante,>que la orden. El acto fue un verdadero crimen, sin excusa polí-tica, producto de la mala conciencia del rey,

En el otoño del año 328 tuvo lugar en Maracanda el tercerincidente, En el curso de un banquete se produjo un violentoaltercado oral entre Alejandro y CUto, el cual en una ocasiónhabía salvado al rey la vid¡¡ a orillas del Gránico. Irritadopor la actitud provocativa de Clito, Alejandro perdió el domi-nio de sí mismo, agarró la pica de uno de sus guardias decorps y atravesó con ella a su amigo; se trata de un arrebatoemocional que luego nadie lamentó más que el propio rey,

También con el historiador" griego Calístenes, sobrino deAristóteles, tuvo Alejandro una disputa. Calí!Ytenes se negó arendir a Alej~pdro la prosquínesis, esto es, el homenaje de lapostración al modo persa; y emitió incluso palabras insolentesante el rey, Implicado en la «conjura de los pajes», el griegofue aprehendido y finalmente ,muerto.

En el verano del 327 empieza un nuevo capítulo en laconquista de Asia Menor. Se trata de la expedición a la India(327-325), en donde iban a permanecer dos años. Es impo-sible determinar con alguna seguridad el motivo que' impulsóa Alejandro a introducirse en Asia. Acaso fue el impulso hacia

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la lejanía infinita o bien se sentía obligado, como sucesorde los aqueménidas, a conquistar los t~rritorios hindúes pesea que solamente una parte de ellos había pertenecido al reinode los persas bajo Darío I. Lo más probable es que, en suafán de dominio universal, Alejandro no quisiera renunciar ala India.

La expedición a la India condujo a Alejandro y a sus mace-donios a tierras muy lejanas, incluso a algunas que ningúnpie europeo había pisado antes. Para los macedonios se tra-taba de un mundo totalmente extraño, a cuyos pobladores ylugares se enfrentaban con sorpresa. En particular Alejandroquedó fascinado por la religión y las prácticas de los brah-manes, y la tradición informa de conversaciones que el mo-narca sostuvo con los gimnosofistas hindúes, que eran unospenitentes monásticos.

Ya en el Irán oriental Alejandro había iniciado relacionescon el príncipe hindú Taxiles. La gran puerta de acceso ala India era el valle del Kabul, pero solamente después dela toma de la alta fortaleza de montaña de Aorno (PiNar)se le abrió a Alejandro el camino al valle de los cinco ríos.En el Indo, unas secciones de vanguardia bajo el mando deHefestión y Perdica~ habían preparado un puente, que Ale-jandro pudo atravesar sin dificultad con su ejército de mace-donios, griegos e iranios. En Taxila, en la región de Rawal-pindi, fue acogido cortésmente por el rey Taxiles. Pero másallá del Hidaspes quedaba el núcleo del territorio de otro reyhindú, el rey Poros, contra quien Alejandro libró en el veranode 326 otra gran batalla campal, que ha pasado a la historiacon el nombre de batalla de Poros o del Hidaspes.

En su disposición y ejecución, ésta nos proporciona unverdadero refleje}de las grandes dotes militares del genial ma-cedonio. Sin ser advertido por el adversario, Alejandro logróatravesar el río, que llevaba un caudal enorme de agua. Pa.sando sin intermisión de la marcha a la batalla, Alejandro,una vez más, decidió el resultado de ésta con su caballería,en la que era superior a Poros; los elefantes cte éste queda-ron inutilizados por los macedonios, que, mediante flechazos,pusieron fuera de combate a sus <:onductores, de modo queaquellos colosos, desprovistos de guía, causaron graves dañosen las filas de los hindúes. Poros cayó herido y prisionero, yAlejandro lo trató con todos los honores. En el avance ulte-rior por el Acesines (Chinab) hasta el Hifasis, Alejandro sóloencontró resistencia en el país de los catayos; su ciudad, San-gala, fue tomada por asalto.

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En el Acesines, el rey vio no sólo flores de loto, sinotambién cocodrilos. Creía encontrarse en la región de las fuentesdel Nilo. Esto demuestra que Alejandro no tenía idea algunade las verdaderas condiciones geográficas. Los hindúes hubie-

. ron de explicarle que e! Acesines envía sus aguas al Indo.y que éste no desemboca en el Mediterráneo, sino en el Océanomeridional. Sin embargo, llegados al Hifasis, sus macedoniosse negaron a proseguir la marcha. Los soldados estaban ago-tados por las inclemencias de la temperatura, y el temor deser llevados a tierras infinitamente lejanas paralizaba su volun-tad; de modo que al rey, por primera vez y única vez ensu vida, no tuvo más remedio que ceder. Junto al Hifasisse erigieron doce grandes altares, y a continuación se regresóal Hidaspes.

Aquí se construyó una flota formidable, de cuyo equipohabían de cuidar, según e! sistema de la trierarquia ática, losoficiales más distinguidos de Alejandro. El mando de la flotafue confiado a Nearco, que desde joven era íntimo del rey.Con esta flota descendió por e! río hasta e! Acesines, y deéste al Indo. Dos destacamentos del ejército, bajo el mandode Crátero y Hefestión respectivamente, le acompañaban a am-bos lados del río. La expedición no transcurrió sin luchasy en e! asalto a la ciudad de los malios Alejandro fue heridogravemente por un disparo de flecha. En los primeros mo-mentos se le tuvo por muerto. Tanto mayor fue, pues, laalegría de sus soldados cuando se supo que e! rumor erafalso. Nueve meses después de la salida se llegó a la ciudadde Patala, en el delta de! Indo. Mientras tanto se había lle-gado a julio del :1ño 325. La India, e! país de los cincoríos, se extendía ante Alejandro. El país fue reorganizadoy confiado en parte a la administración de sátrapas macedo-nios y, en parte, a la de soberanos hindúes como príncipesvasallos. A la conquista se le puso un fin simbólico mediante

\ los sacrificios de Aiejandro.En Patala, Nearco quedó encargado de buscar con la flota

~ camino hacia la desembocadura del Eufrates. Constituía ésta~ una empresa sumamente peligrosa, porque el conocimiento de

los países litorales entre la India y Mesopotamia se habíaperdido de.de hacía mucho tiempo, después de la navegaciónde Escílax de Carhnda en tiempos de Darío 1, de modo quela empresa de Nearco constituía, en realidad, un viaje dedescubrimientos.

Mientras una

tero, regresaba aparte de! ejército, bajo el mando de Crá-través de Aracosia hacia el..oeste, Alejandro

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acometió la empresa probablemente más difícil de su regreso.Eligió el camino por el árido desierto de Gedrosia (Be!uchis-tán). Alejandro sabía perfectamente lo que aquí le aguardaba,si hemos de dar crédito a Nearco. Pero las hazañas de sus

grandes modelos, de Ciro e! Viejo y de la reina Semiramis, nole dejaban punto de reposo. ¿Era aquella expedición real.mente necesaria? F. Hampl piensa que no 10 era, y señalala enorme pérdida de vidas que la expedición costó. Pero

la marcha a través de! desierto de Gedrosia sólo puede juz-garse en conexión con la navegación simultánea de la flotade Nearca. En efecto, al deqdirse por una de las dos cosas,había que aceptar también necesariamente la otra, y e! hechode que e! rey se reservara para sí la tarea más difícil corres-

ponde a su carácter. En Carmania, cerca de Hormuz, Alejandrovolvió a encontrarse con Nearca. El rey no cabía en sí dealegría al enterarse que la flota y la tripulación habían efec-tuado la gran navegación sanas y salvas.

Nearco describió la navegación en una obra que sirvió debase a la lndika «<India») de Arriano. El relato proporcionaun cuadro magnífico de las c05tumbres y los usos de lospueblos de la costa de Beluchistán. Ocasionalmente se encuen-

tran también datos relativos a la flora y la fauna; así, porejemplo, los soldados vieron por primera vez ballenas, a lasque trataron de asustar por medio de gritos y del sonido detrompetas. Mientras Nearca proseguía su ruta por el golfo Pér.sico, Alejandro avanzó por tierra hacia Pasargada, adonde llegóa principios del año 324. Llegó allí como señor de todo elimperio persa: la tierra desde d Helesponto hasta el Hifasisy desde el Cáucaso hasta Nubia yacía a sus pies. Como co-mandante y como administrador había realizado hazañas delas que no había precedente alguno en la historia. Es más,no iban a ser superadas. .

Durante la amencia de dos años de Alejandro en Orientese habían producido en e! imperio trastornos que recuerdanfenómenos análogos de los días de los aqueménidas. Los sá-trapas de origen persa, y también algunos de los macedonios,habían redutado mercenarios sin pedir órdenes al lejano mo-narca. A esto se puso ahora fin, y los culpables fueron casti-

gados. Entre los desobedientes figuraba también Harpalo, aquien Alejandro había confiado la custodia de los enormestesoros guardados en las residencias de los reyes persas. Laelección no fue acertada, porque Harpalo, amigo de infanciade Alejandro, dilapidó a manos llenas los bienes que se le

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habían confiado; ante la cólera del monarca, emprendió la fugay se dirigió a Grecia, donde finalmente encontró acogida enAtenas. Harpalo es un ejemplo más de la corrupción que sehabía propagado en e! imperio de Alejandro. ....

. La última fase de la vida de! rey, un período de un añ~y medio, aproximadamente, permite apreciar en su carácter ún )cambio decisivo. Alejandro ya no se consideraba rey de los ,macedonios, ante todo, sino también Gran Rey persa y, aúñmás, dueño de! universo. Sus proyectos fueron entonces des-;medidos. Planeó una expedición alrededor de la península ará-biga, y además la conquista de toda la región de! Medite-rráneo ocidental. Algunos autores han considerado estos ingentesproyectos occidentales de Alejandro como un invento de unaépoca posterior (W. W. Tarn Alexander the Creat) , pero no esasí, porque el plan de conquista se encuentra en los Hyp

.om-/nemata «<Recuerdos») de Alejandro, que provienen de Eume-

nes de Cardia, canciller jefe de éste. Después de la muertede Alejandro, la asamblea macedónica del ejército archivó losplanes, que ya no se llegaron a ejecutar.

Alesro quería convert:, en AS1.Uli.!1.es rlcl. mundo. alos- mace omos- .Y..Jos.pers.as,- él elemento étnico 'más.. impor-tan~ae¡ reino deJQs. ASlueménidas. EL matrimonio en masa Ien Susa estaba destinado a favorecer la fusión de los dosPlt.eblqg"(de su comÓn origeñi"ndogermanoAléjanClroñoteníala menor idea). En éste se unieron Alejandro y sus amigosmás direct(js con muje~s. ;;'obles persas. AlejandrO"S'ecasó conEstátira, hija -del último~Gráñ Key; lIefestión con su hermana; ,otros ochenta macedonios distinguidos se unieron con hijas Ide sangre persa e irania, y no menos de diez mil macedonios

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recibieron entonces regalos de boda de manos de Alejandro.También éstos tenían ya mujeres persas o se casaron con ellasen ocasión del m¡¡trimonio en masa. Por supuesto, había tam- Ibién muchos macedonios que no quisieron seguir al rey en e~política. Su cólera y resentimiento se desahogó en e! motín" /de .QpJs (junto al Tigris), en el verano de 324. Cuando Ale-jandro- se disponía a licenciar una parte de los veteranos para

Dque regresaran a

.

Macedonia, exigieron éstos el licenciamientode todos los soldados macedonios y le gritaron al rey, con sar-casmo, que se pusiera en campaña él solo, con su padre Amón.Alejandro se sintió profundamente ofendido; hizo detener yejecutar inmediatamente a los cabecillas. A continuación, enun discurso impresionante, recordó a sus soldados 10 mucho'que su padre Filipo y él mismo habían hecho por el pueblode Macedonia; después licenció a todo el ejército. Al ver los

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macedonios que lo del licenciamiento iba en serio, cambiaronde actitud y le suplicaron con vehemencia que les perdonara.En la plegaria de Opis, con la que se inició el banquete de

I reconciliación, Alejandro pidió a los dioses que hubiera con-l (ordia entr.e los macedonios y los persas, indicando que los dos

\ pueblos habían de gobernar juntos. Así, pues, el rey se!!u~Cid a su ~r9.Yec_to.d.e fusión é~njp, ~o, en cambio, no pensó -.en una fraternidad general universal, ni entonces ni en rungún-- . -~otro momento. No debe trazarse, pues, paralelo alguno entre

\ Alejandro y las ide!!!,humanitarias de la Revolución Francesa,pese a que esto se haya hecho ocasionalmente en la investiga-ción moderna.

Probablemente guarda relación con los proyectos de dominiouniversal la orden relativa al retorno de los exiliados griegos.Las disposiciones de Alejandro al respecto fueron leidas en elverano del año 324, durante el Festival Olímpico, por su dele-gado Nioanor de Estagira. En este edicto (diagrama) de Ale-jandro eS difícil ver e! intento de una intromisión autocráticaen los asuntos internos de Grecia, ya que lo que Alejandro seproponía era la pacificación interior de! país, que, en vista deios proyectos de conquista del Mediterráneo occidental, reves-tía gran importancia. Por lo demás, en cuanto protector de laLiga Corintia, Alejandro se consideraba perfectamente justifi-cado para resolver, por medio de una disposición especial, elproblema de los refugiados.

Un segundo decreto hubo de superar mayores dificultades:Alejandro exigió de los griegos la adoración divina de su per-sona; esta pretensión no tuvo su origen en ningún precedenteoriental, sino griego. En efecto, para los griegos, un individuoque había realizado hazañas portentosas era digno de ascendera la categoría de los dioses. Lisandro, el vencedor de la guerrade! Pe!oponeso, fue objeto pru:-¡;arte .dé los samios de unagUJl'Jftcaclónde tipo divino. Alejandro había hecho mucho másque Lisandro, mucho más que ningún mortal que los griegoshubieran conocido. De ahí que no deba sorprendernos que losgriegos fueran accesibles a sus deseos. En Atenas ni siquiera unindividuo como Demóstenes podía formular objeción alguna alrespecto. Sin embargo, no debe separarse aquí el aspecto reli-gioso del político. En efecto, si Alejandro era para los griegosun dios, no sólo tenía derecho a la veneración divina por partede éstos (y efectivamente, nos enteramos de la llegada a Babi-lonia de delegaciones de festejo), sino que su dominio obteníaasí la consagración divina. Alejandro, dotado con un carisma

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particular, fundamentó así la monarquía divina. Y de Alejandroconduce una línea a los diádocos y los demás reyes he!enísti-cos, y, de éstos, a Roma, a César y Augusto.

I En e! otoño del año 324 murió en Ecbatana Hefestión, elamigo íntimo de Alejandro. El dolor del rey fue inmenso. Or-denó la erección en Babilonia de un formidable monumento

funerario para e! difunto. A la muerte del rey no estaba toda-da terminado y la asamblea macedónica del ejérdto mandósuspender los trabajos del mismo. El último hecho de armasde Alejandro transmitido por la tradición fue la sumisión de!feroz pueblo de los coseos en la Susiana, en el invierno del324-23. Después volvió a Babilonia. Pese a que los astrólogoscaldeos habían advertido que no fuera a dicha ciudad, Alejan-dro no se dejó desviar de su propósito: había previsto queBabilonia se convirtiera en la capital de su imperio asiático.En ella Alejandro proyectó sus últimos planes, pero ya no leestaba reservado llevados a cabo.

'zo construir allí un puerto gigantesco ca milb¡¡fcos e. guerra, con os correspon lentes de ósitos y alma-cenes. De la magnitud y a extension de la península e rabiaÁiéjandro no tenía, como sus contemporáneos, la menor idea,pero expenmentaba e! vehemente deseo de establecer, desde ladesembocadura del Eufrates~ una comunicación marítima conEgipto. Con anterioridad había mandado efectuar algunos via-jes de exploración, de los que, sin embargo, ninguno llegó a sudestino, porque las distaricias se revelaban como insuperables.Entonces fue enviado Nearco con una gran flota. Aún faltabanunos días para el inicio de esta gran expedición, cuando Ale-jandro, después de participar en un banquete de su amigoMedio, enfermó gravemente. Durante diez días y di.ez noches

- luchó Alejandro con la enfermedad mortal. En las Efemérides,el diario de la corte, está consignado el (;Urso de la enfermedaden todos sus detalles [ A partir del cuarto día, la fiebre ya no

. le abandonó, se fue ::lebilitando cada vez más y los desespera-dos esfuerzos de sus amigos por prO(;1Jrarlela curación mediantela consulta del dios Serapis fueron en vano. Al .a.rardecC{del

7f8 de desio (según el calendario macedónico) esto es, el..!,Ode junio del 323, según la cronología juliana, murió Alejandro. .

LOs especIalistas suelen' considerar el paludismo' como la causade su muerte, aunque otros piensan en una pneumonía, derivadade la herida de flecha que recibió Alejandro en la bátalla con-tra los malios.

1\kiandrp .f2J::1lR.a.rte <k:~DUés de J!1..J::Iluerte el destin9., <3&tan-

t~s..gt,¡tDdes hombres de la historia: su viloración depende,---.-299

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al menos en parte, d~ las experienci~ .I?$r~ales de .los pro-pios historiadprt:s. Baste record1r aquí la imagen que han trazado

~ los distintos investigadores de figuras como las de Napoleón Io .Bismarck. Se 'comprende que los eruditos actuales se resistan

a tejer una corona de victoria para el conquistador Alejandro.Una gueJ;1:d-es, siemprf' I!ULcalmni.dJ!.d... cualg'!ÍS.!!..Slue sea sur~ltado. .Pero si alguien tiene derecho a ser juzgado segúnlos ct1t-etios de su época, este derecho le corresponde en primerlugar a Alejandro, y si algunas generaciones- 'después de sumuerte hubo filósofos estoicos que condenaron las guerras de'ágresión, se trataba de mirlos blancos a los que Alejandro nun-

ca conoció. EE.J.a_al1.tigj.iedad. un cong,uistador er:i ~~~ porl' e'b.<:.eler¡ciay .eI."r~y ..deMace.donia.. fue. ~l. .mayot. conquis taPar de

la historia; Alejandro fue considerado, con razón, CDm~ásgrauQe..de.. los..generales.. En efecto, no.sólo en. Id planteamiento$ino también en la

ejeGllción de sus campañas, ya_e.§t~ieran és.tas d!ri1ili1~s c°'2.tralos .bátbaro§, de! Danubio, contra... los~ gri~,gQs o cpntra I~ per-sas", Alejand.9 _demQst1;.ó.¿i!;m~~--lIiie~t2. extLaQ.~Q.ill.ario.~raun maestro tanto en la batalla ordenada como en la guerrilla,co;:;o lo demuestra su :Cambafia..iI.J.1J:I.Ue:::aeI:ír1Íñ.Son admirables

tanto su _c"p.!ci.Qa~Ld~.i~vi~~1) .s:PIJ.lO~P~~:'~8.~quegelJ1-ostr6, como por ejemp °, en e! sitio de TIro. El .i11icig"de

f 'Aleiándro como estadista dependerá de si se consiaera ó no- 'omo viable'su proyecto de~ fusión de loSpueIJlos rña"cedonio

( y persa. Es '7ierto qut: en este- PIIIÚO Alejandro se anticipó mu-. ...ch1s1ffi'Oa su generación, como lo demuestra e! hecho de que la

asamblea macedónica del ejército se apartara expresamente deestos planes después de su muerte. Pero no se puede saberlo que habría sido de ellos si el rey hubiera vivido más tiempo.

1La comunidad de naciones macedónico-persa illLe!;\,Q_como

una utopía sin duda, pero no pnr ;¡jWa.:-id¡;a":eS:;chazabl~ Unim~'üñ¡;;r~-¡¡In~esita_.la mayor JlProxJJfiació.11J2.~ib.1Se;sus ..pueblos, con sus distintas DaZas~y .cuhuras. Los macedoniosse encontraban en una inferioridad desesp;rada frente a la po-I blación del reino persa. AleJandc.g s'lstentaba yn [email protected] v no podía retroceder, para realizarlo, ni ante lasconsecuencias más extremas.

~. / Que -la ..jdea.de. Alej.andro-de.la .-!usiónHde.los-pueblos- no eraA: una .id:a. vac~a lo. demuestra-su. actitmLLrente..a..laundivldua-

/'/f ~.de. ..~\l imperio. Ante los lidios, los carios, losegipcios o los babilonios, Alejandro no sólo se presentó conbenignidad, sino incluso con el mayor respeto, tanto para sucarácter étnico como para sus tradiciones religiosas. Sobre todo

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300

su tolerancia en materia religiosa r~S:\letPaviv~te. la, 'acti-tud de los grandes reyes Dersas. En este aspecto, AlejandrosenaJo a sus contemporáneos objetivos totalmente nuevos, yel siocretismo religioso de! helenismo y el de la época de losemperadores romanos no se concibe sin su actuación.

Son brillantes asimismo sus realizaciones en el terreno dela administración pública. Sin duda, co~sistema Der~ade J:is satrapía~~~e~n.,m.u.chos casos. e~,enellas a ofi-ciales. ~a.ce<!onl?s,'.y~ .sea ~m..2. estrl!t~s o s~moh~C°.e°S -;..(«~es» ), junto a los persas o gobernadores civiles na- ,

tivas. Fue preparando la división de ~~u:.as<:)!).es civily.. mili!ar, y e! nombra~.~o de funcion~.lo.~..wzec~es.J>ar~ /la.U!22nza~ constitu¡; tamb,;~ñ u.!?::.IOnoy~~~1Jt má~,2~an~)<.te fue a40p,tadapar: los sobera!:!o~liele!1!,~tlcos,los toloñféosy~~~~~das. S~ e~onomía palíti~a ~ de vastastOns'écue~élas; al acunar el m t ' . as,injertó enormes sumas en os merca ~e,y Cfel Me_diterrátl<;,p-:-trstá.iñedld~:juntalTIeñte con el paso altipo de moneda ático, cimentó 1;-econamía del imperio de Ale-jandro sobre una nueva base.'El estancamiento ecoñÓmlc~que-d¡¡ISaasi--sUpeia~ yru consecu~ia fue una Prosper1dadeJi:l?¡j~iC'f'!fi18im 1rThsp!cción-¿fe los trabajos "del -c~nal ,de PaT:ic:;t~, en Babilonia, que realizó antes de su enfermedad mor-tal, muestra los esfuerzas del rey en favor del restablecimientodel antigua bienestar en Mcsopotamia: Si se consideran todasestas reformas juntas, no pueden considerarse como simple.

I mente casuales. Corresponden a su concepción de que no puede jI existir estado alguno sin una economía saneada. La comparación\1 de Alejandro con Federico el Grande es, a este respecto, per-

fectamente apropiada. <

Sin duda, también hubo fuerzas irracionales que jugaron unpapel en la vida de Alejandro; pero no lograron ni perturbarni madificar la gran concepción de su obra. En ello los hechoshablan por sí mismos; es erróneo hacer derivar todas sus realizaciones de la buena estrella que, como a tantas otros grandeshombres, le acompañó. El desarrollo político del helenismo no

se cancibe sin la realización de Alejandro, 01 se~l!?~-'po~o . el nadmienw de la cultura fielenistlca univelfaI. Por otraparte, la il1fluencia...de..Alejandro se extiende hasta el bajo.,.Im-p~o RolJ.!!no, e- i~cI~so el auge-<!~I cristianisrn9 X. la ~x~ansiónde la cultura islárnica presuponen la existencia de..su..labor. De

.. su obra emanaron corrientes de fuerza y de vida, y su ejempIcfm", en muchos casos, precisamente para los grandes de esta

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tierta, un modelo. La originalidad de su pensamiento, la com-jprensión intuitiva de 10 posible y necesario y el valor de llevar ','a cabo con una genial capacidad de adaptación las empresas másdifíciles, unido al efecto fascinante de su personalidad sobre los l.individuos que le rodearon, son hechos que señalan a Alejandrocomo una figura histórica universal de primerísima categoría,de la que apenas ex1ste un parangó!1.La fuerza plasmadora desu' genio no se extinguió con su muerte prematura.

En ,buena parte RO~c.to de la expedi~aooro,Grecia quedá..eliminada-de la gran-política y--permaneció a lasomb~a~ientos-asiáticos. Como ya se ha dicho,Ak¡;';;:drodejó en Macedoniaa su generalAntípatro, regentedelreino y estratega para Europa. La tarea que el fiel servidor delrey hubo de realizar no era fácil. El propio Alejandro se per-cató de ello, como 10 prueba el hecho de que le dejó, al partirpara el Asia, no menos de 12.000 soldados de infantería y 1.500

.de caballería en la patria. Pero como Alejandro necesitaba cons-tantemente refuerzos, el número de tropas se iba reduciendo enMacedonia cada vez más. Antípatro realizó hechos notables. Prí:-mero reprimió una sublevación en Tracia, en la que habíaparticipado el gobernador (estratega) macedonio Memnón. Aúnantes de que esta operación estuviera' terminada ~ de tras-

ladarse a Grecia para intervenir en el Peloponeso. Allí los mace-donios habían ayudado a subir al poder a. una serie de tiranos,pero a los griegos les repugnaba toda clase de tiranía. Existeuna inscripción de Atenas, del año 337-36, que contiene unaley relativa a los tiranos presentada por un tal Eucrates. Tam.bién en Atenas, pues, parece que se temía seriamente el adveni-miento de una tiranía.

Por otra parte, los macedonios tenían un adversario decididoen el rey espartano Agis 111. Supo poner de su parte a todoslos estados peloponesios descontentos, entre ellos a Elide, Acayay una parte de Arcadia. No se adhirieron, en cambio, Argos,Mesene y Megalópolis, que estaban enemistadas con EspaJ:lta.Elenfrentamiento tuvo lugar el verano del año 331 en Megaló-polis. Aquí venció Antípatro, con los macedonios y las tropasde la Liga Corintia, a Agis 111, quien cayó luchando en elcampo de batalla. Con ello, la sublevación había fracasado. Lanoticia de la batalla la recibió Alejandro el año 330. Se diceque designó la victoria de Antípatro en Grecia como una «ba-talla de ratones», en comparación con sus propias hazañas enAsia; pero debemos dudarIo porque, en todo caso, Antípatro seenfrentaba a griegos y 110a orientales. El sinedrión d~ Corinto

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confió a Alejandro la decisión acerca del destino de los griegosrebeldes. Es. posible que la propia Esparta debiera ingresar enla Liga Corintia. Además hubo de entregar a Antípatro cin-cuenta rehenes.

. .Precavidamente, Atenas no había participado en la rebelión.

Sin embargo, los sentimientos en la ciudad distaban de ser desimpatía para Alejandro. El año 330 se resolvió el «proceso. dela corona», que había sido aplazado durante mucho tiempo. Enél resultó vencedor Demóstenes contra su adversario Esquines.Este fue condenado a una pena de 1.000 dracmas. Por 10 de-más, la política está dominada en Atenas, desde el año 324, porel retorno de los exiliados que había ordenado Alejandro. De-móstenes trató de obtener una dilación de las autoridades ma-

cedonias. Fue fatal, sin embargo, que el gran orador establecie-ra relaciones con Harpalo, quien había huido de Asia y había~egado al Pireo el verano del año 324. Cons'ta que entre losatenienses sobornados por Harpalo figuraba también Demóste-.nes, que hubo de confesar haber recibido 20 talentos de aquél.Sin duda, Demóstenes se excusó diciendo que había dedicadodinero al pueblo, para los gastos de las representaciones teatra-les (theorika) J pero tal cosa no parece haber sido más que unaexcusa. En todo caso, en el proceso de aquellos estragados porHarpalo fue condenado Demóstenes a pagar una elevada penapecuniaria, y, como no pudo efectuar el pago, fue encarceladopor deudas, pero logró escapar de la cárcel y trasladarse aTrecén y luego, el año 323, a Egina. El año 322, cuando losdelegados de AntLpatro iban a prenderIo, Demóstenes, en eltemplo de Calauria, puso fin a su vida.

Mientras Aleiandm...ili~~-vi¡:to\¡a en vict'lri~ pn A.;~, losgrie&Qs9asahan' tiemPqS difíciles Se produjo una gran carestíaque duró nada menos que cinco años, del 330 al 326. De estaépoca tenemos una inscripción de Cirene en la que están ins-critos los envíos de trigo de dicha ciudad a la metrópoli. Casitodas las polis griegas importantes figuran en esta inscripcióncomo receptoras de grano; no falta más que Esparta. ¿TeníaEsparta suficiente que comer o se la dejó deliberadamentedelado? Si es cierto 10 último, refleja las consecuencias de la su-1?levaciónespartana contra los macedonios. Es interesante asi-mismo la noticia que se contiene en otra inscripción, según lacual Atenas envió una expedición al mando de un tal Milcíadesal mar Adriático (325i24) para fundar una colonia que habíade servir como base marítima de protección contra los piratas. etruscos. Estos, conocidos también como «tirrenos», eran tenidos

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como piratas audaces, e iban arruinmdo el comercio tanto enel Adriático como más al oeste.

Por lo demás, toda ~cia participó elLmayor o IP.e!19Cwdo,actiy!t o pa&jvame.n~.eJ] Jg _expedidón.-de-Alejandro. -a...Asia.Mucho~ he!enos sjrvieron al l'eu,o1l1Q..metcena.tios...y...otroscomofu!,!cwva¡ios. y aquellos que tenían el}.~_séquito del .¡ey, enAsi~ a...illL.a.!!!igQ.~!L.g.u.leIl-COllfiar.gozabJlLt!,mbién de .pres-tigio en la patria. De inscripciones de Olimpia y Egión (enAdiya) se conoce a un cretense llamado Filónides, al cual sedesigna como hemeródromos «<corredor de día, correo») deAlejandro y bematista «<medidor de paso») de Asia; Filónides,en otras palabras, formaba parte del estado mayor de Alejandro.Anteriormente había trabajado como correo en el Pe!oponeso,tal vez al servicio de ;a ciudad de Sición, amiga de los mace-donios. Se dice de él que recorrió la distancia de Sicilia a Elide,no menos de unos 150 kilómetros, en un solo día, proeza quedesde el punto de yista de! esfuerzo físico es sencillamenteimposible. Individuos como Filónides y muchos otros no sólogozaron de prestigio en Asia, sino que además reunieron for-tunas considerables, lo que constituía un motivo más entre losgriegos de la metrópoli para seguir a Alejandro. La expediciónde 4ki.!!lc!ro inicia una reestructnración formidable. s~,Ja"'vidaecoI;1ómicax~~iiiI~ J:i¡C:la, evot.¿¡;!.Q/l<;"1,IY..9C¡>~~...electossólQ..puedenap¡;~aJ:g: e!lla...época...he!enística~.que..&igu1Óa sumuerte. En <i..!\,IJuJ:Q,durante mucho tiempo, G~..!!ll!. a ,yivira l~ iombra de Ah:iandro.

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16. Egipto y el Imperio persa

\.

Al final de la dinastía saita, durante e! reinado de Amasis y e!de su hijo Psamético III (Psammetiq) , se preparaba la desapari-ción de Egipto como país independiente: a Cambises, que habíarecibido de su padre, Ciro, un reino4 que comprendía todoslos estados asiáticos, le faltaba sólo la posesión de Egipto.Amasis trató, inútilmente, de protegerse aliándose con Policra-tes de Sarnas 5: Cambises, que avanzaba hacia Egipto, obtuvode Fanes de Halicarnaso, general griego que militaba al serviciode Amasis y que, traicionándole, se pasó al rey persa, una in-formación completa sobre las posibilidades de atravesar e! de-sierto arábigo y superar las líneas defensivas de Egipto. Amasis,abandonado también por Polícrates de Samos, se encontró ais-lado; en tanto Cambises estab]ecía una dianza con los beduinosdel desierto arábigo, los cuales, con sus camellos cargados deodres de agua, permitieron al ejército persa llegar a Pe!usioa través del desierto de Arabia. Muerto Amasis, su hIjo y suce-sor Psamético III tuvo que hacer frente al empuje de la ofen-siva persa, a comienzos del año 525 a. C. La resistencia quePsamético organizó en Pelusio cedió y el ejército egipcio seretiró ante Cambises; la última resistencia en Menfis cayó tam-bién, y, hecho prisionero Psamético, Cambises fue dueño deEgipto, donde permaneció hasta e! 522 a. C. Con Cambisescomienza la que se suele llamar «primera dominación persa» 6

(o XXVII Dinastía), que llega hasta el 401 a. C.

Las fuentes griegas (Heródoto, III, 27-38; Diodoro Sículo,1, 46; Estrabón, XVII, 27; Plutarcn, De Isis y Osiris, 44 c)coinciden en describir su reinado come e! del terror y la im-piedad: los templos de los dioses de Egipto fueron incendiadosy saqueados, las divinidades escarnecidas y profanadas, el bueysagrado Apis muerto y la momia de! faraón Amasis quemada.Sin embargo, en torno a la muerte del Apis, la documentacióndirecta egipcia, que consiste en una estela procedente de! Se-rapeum de Menfjs 7 fechada en el año sexto de Cambises,prueba, en cambio, que en aquel año se dio solemne sepulturaal Apis que haBía nacido en el año vigésimoséptimo de Amasis;además, también se ha encontrado en el Sempel1m el bello sar-

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cófago' dd Apis mueHo en e! año sexto de Cambises, quehabía sido ofrecido por eJ propio Cambises. Otra este!a',también del Serapeum, demuestra que e! Apis, nacido en el añosexto de Cambises y sucesor del buey antes nombrado, no pudoser muerto en un momento de loca furia del rey aqueménidapuesto que murió en d año cuarto de Darío L. Otra fuentedirecta que se puede utilízar para controlar los datos de latradición contraria a Cambises es la inscripción grabada en laestatua naófora (conocida como «Naóforo del Vaticano»'O) .de un alto personajede Sais, Udjahorresne,que puede fecharse 11

en el año cuarto de Darío I y es, por 10 tanto, inmediatamenteposterior al propio Cambises.

Aunque cabe sospechar que Udjahorresne, cortesano deCambises y de Darío, quisiera adular a sus señores persas, enlos datos que hizo grabar en su estatua no pudo tergiversar deun modo fundamental la realidad, dada la proximidad de los

acontecimientos. En esta inscripción, Udjahorresne admite queen Egipto se había producido un «gran desorden» con la lle.gada de los «extr:mjeros», que se habían instalado en el recintodel santuario de Neith, en Sais; pero añade que Cambises habíaintervenido a favor del santuario, había expulsado de él a lastropas extranjeras, había restituido las rentas a la diosa y res.tablecido en su servicio a los sacerdotes, reanudando las cere-monias y las procesiones, y había acudido personalmente avenerar a la diosa de Sais. También un documento arameo deElefantina ", fechado en el 408 a. c., habla de daños sufridos"por los templos egipcios durante la conquista de Egipto «<Cuan-do Cambises llegó a Egipto... todos los templos de los diosesde Egipto fueron asolados...»).

Es, pues, innegable que con la llegada de Cambises a Egip-to se hallan relacionados trastornos en los templos egipcios, notan imputables al propio Cambises como a las violencias dela soldadesca. A estas violencias se añade el decreto mediantee! cual Cambises limitaba las rentas de todos los templos deEgipto, a excepción de tres (de los cuales sólo uno, el de Men-fis, es identificable con seguridad); en el decreto (que conoce.mos por un documento demótico, el verso del Papiro 215 de laBiblíotheque Nationale de París 12), la lectura de la cifra noes muy segura, pero parece que se ha calculado en 376.400deben e! valor total de la plata, ganado, volátiles, grano y otrosproductos que «se daban a los .templos en la época del faraónAmasis, y de los que Cambises ordenó: 'No los d~is a los

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.dioses'. Si se admite que la lectura de la cifra es correcta, e!valor de las rentas apresadas superaba al de! tributo pagado porEgipto bajo Darío, lo que explica que Cambises consideraseoportuno un decreto que reducía el gravamen financiero de!gobierno.

Para los soberanos saítas, la asistencia a los templos habíaconstituido una necesidad política, especialmente para Apriesy para Amasis, los cuales, e! primero por sus fracasos en po-lítica exterior y el segundo para reforzar su posición de «usur-pador», habí¡¡n necesitado el apoyo de los sacerdotes 13. El de-creto de Cambises se considera precisamente como una medidaeconómica y no dictado por la «impiedad», pues mantiene lasrentas para tres templos; por otra parte, no impide e! culto enlos santuarios, no prohibe que los sacerdotes ofrezcan aves alos dioses, pero (comó afirma en su decreto) «los sacerdotesdeben criar por sí mismos sus ocas y ofrecerlas a sus dioses».Estas órdenes y estas limitaciones provocaron en los sacerdotesegipcios un odio nunca aplacado, y constituyen, sin duda,' labase de la tradición egipcia tan hostil a Cambises, tradiciónrecogida y referida por los autores griegos. La restitución delas rentas a la diosa de Sais (de la que nos informa la ins-cripción de Udjahorresne antes ,citada) no fue una revoca.ción del decreto, sino una medida excepcional, dictada por lainfluencia personal de Udjahorresne sobre el rey persa. Cam-bises había encargado a Udjahorresne que le compusiera lostítulos reales según e! esquema faraónico; sobre todo, Cambisestrataba de presentarse al pueblo egipcio como el verdadero des-cendiente de la dinastía saíta, llegado a Egipto para reivindi-car el trono que el usurpador Amasis había quitado al legítimosoberano: Apries.

Es significativa la leyenda según la cual Cambises era hijode la hija de Apries (de esta leyenda existen tres versiones quedifieren en los detalles, pero idénticas en su último significado,d. Heródoto 1, 1-3; Ateneo, XIII, 10=Ctesias, trago .3P); Caro.bises, pues, no era un rey extranjero, sino que tenía sangrede los faraones saítas. Sobre esta base hay que ver la referen-cia del propio Heródoto (111, 16) acerca de la persecución pós-tuma de Amasis, cuya momia fue quemada por Cambises; el his-toriador griego define esta acción como contraria tanto a lascreencias religiosas persas (un fiel de Auramazda no podíacontaminarse con el fuego) como a las egipcias (según las cua-les no era lícito quemar los cadáveres, porque, al destruir elfuego completamente aquello de que se apodera, se quitaría todaposibilidad de vida futura al individuo cuyo cadáver se que-

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mase). En realidad, Cambises actuó de acuerdo con las concep-ciones egipcias, puesto que, al no reconocer a Amasis comofaraón legítimo; llevó a cabo una drástica damnatio memoriaedel usurpador, precisamente de la forma que él sabía defini-tiva para la mentalidad egipcia

También las expediciones militares a las que Cambises sededicó inmediatamente después de la conquista de Egipto (lasexpediciones contra Cartago y contra los oasis líbicos no tuvie-ron éxito, y la que organizó contra Napata se redujo a obtenerun tributo bienal, según Heródoto, nI, 97-98, de Nubia septen-trional, en los confmes de Egipto, que desde hacía muchísimotiempo estaba bajo la soberanía de los far~ones) se explican porsu deseo de realizar, como soberano egipcio, una política egipcia.Desde el punto de vista de ,la política persa, más bien asiática,e! objetivo se podía considerar alcanzado con la conquista delvalle del Nilo. Pero Cambises seguía evidentemente, una polí-tica «africana», la natural en sus predecesores saítas; apareceempeñado en un juego político que, de realizarse, haría preverun desplazamiento de! centro del imperio aqueménida de Asiaa Africa, concretamente de Persia a Egipto. La reacción persano se hizo esperar y tomó la forma de una reivindicación di-nástica. En efecto, es significativo que la revuelta contra él no

tuviera su origen en alguna provincia deseosa de independencia,sino que surgiera, precisamente, del ambiente de la propiacorte persa: el mago Gaumata, afirmando ser el legítimo suce-.01' de Ciro, planteó sus pretensiones al trono. Mientras Cam-

bíses, alejado así de su sueño africano, se apresuraba a regre-sar a Persia, murió durante e! viaje (Heródoto, nI, 64-66, refiereque murió por haberse herido con una espada: que la heridamortal se produjese justo en e! mismo punto de! muslo en e!cual él había herido de muerte al buey Apis, entra en e! marcode la tradición contraria a Cambises ).

Daría I (522-486 a. c.), hijo de Histaspes, sátrapa de Hir-cania, habiéndose hecho elegir rey, restableció el orden, elimi-nando al mago Gaumata y enfrentándose, enérgica y victorio-samente, a las revueltas y a los intentos de los usurpadores quese produjeron en Asia, Susiana, Babilonia, Media, Armenia eHircania, y que le obligaron a mantener guerras durante do~años. También en Egipt~ se hizo necesaria la intervención deiGran Rey para dominar las veleidades independentistas deAriandes 14, el sátrapa dejado allí por Cambises (Heródoto, IV,166-167; 200-203). En el marco de la reorganización general delas provincias del imperio, la satrapía de Egipto (que Daría 1

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visitó en el año 517 a. C.) ocupó ua lugar importante; Egiptoes la sexta de las veinte satrapías (Beródoto, In, 89, ss.) enque se dividió el imperio; el tributo anual señalado a Egiptoera de 700 talentos (Heródoto, In, 91); Egipto cargaba tam-bién con el mantenimiento de las tropas persas que re~idían enMenfis y con el de las tropas aliadas, contribuyendo con 120.000medidas de grano; además, tenía que entregar los beneficiosde la pesca del lago Meris, es decir, 230 talentos anuales (He-roooto, n, 149, In, 91).

Diodora (1, 95) señala a Daría I como el sexto y últimolegislador áe Egipto; el dato está confirmado por un documen-to demótico, el verso del Papiro 215 de la Bibliotheque Nationa-le de París 15 (e! mismo que contiene e! decreto de Cambisesrelativo a los templos egipcios), que cuenta cómo Daría 1, en sutercer año de reinado, dio a su sátnlpa en Egipto la orden deque reuniese a lo~ más sabios entre los guerreros, los sacerdotesy los escribas de Egipto, a fin de que redactasen un informesobre las leyes de Egipto, hasta el año cuarenta y cuatro deAmasis; el trabajo de la comisión duró dieciséis años, hasta e!diecinueve de Daría. Las leyes así recogidas fueron escritas enun papiro «en escritura asiría (siria= aramea) y en escrituraepistolar (demótica»>. El propósito de Daría al ordenar tam-bién una copia de! corpus de leyes egipcias en arameo era, evi-dentemente, poner a disposición de los funcionarios del gobierno,y; sobre todo, de! sátrapa, un código en la lengua administrati-va del imperio aqueménida. Darío se limitó, pues, a aceptar elderecho indígena vigente hasta e! año cuarenta y cuatro deAmasis, es decir, hasta el final del reinado de Amasis.

La obra de Daría 1 respecto al derecho egipcio fue obrade recopilador, no de legislador en cuanto a actitud innovadora;ordenó que se excluyeran las modificaciones del derecho egip-cio inspiradas en el persa 16. Antes de Daría, se había producidoun período de crisis en el «derecho de los templos» vigente6ajo Amasis, a causa del decreto dI' Cambises ya citado; el actolegislativo de Daría 1, unido a sus liberales decretos en favorde los templos egipcios, tuvo gran importancia para caracteri-zado como legislador. Este aspecto se descubre igualmente enel texto de Diodoro (1, 95); la impiedad de Cambises em tam-bién ilegalidad respecto a las leyes egipcias, y la actividad legis-ladora de Daría parece encaminada a subsanar aquella ilegalimpiedad.

Por la inscripciónque Daría encargó a

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de Udjahorresne, ya mencionada, sabemoseste alto personaje (que era también pri-

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mer médico de! rey} e! restablecimiento «después de la ruina»(ruina tal vez consecuencia, precisamente, del decreto de Cam-bises) de las «casas de la vida» 17 (es decir, las instituciones deinstrucción superior ligadas a los santuarios). El sucesor deCambises consideró, pues, que no podía menospreciar e! apoyode los sacerdotes si quería obtener una duradera y pacíficaunión de Egipto a su imperio; su actitud tolerante (típica desu política' respecto a los súbditos de las provincias), los reco-nocimientos de! culto egipcio y la protección concedida al S3-cerdocio (la construcción de un nuevo templo en El Kharga yla dotación de rentas de! mismo debieron de costar sumas in-

gentes ") le valieron e! favor de la clase sacerdotal y, en con-secuencia, de todo el país. Darío I no renunció, sin embargo,al derecho de sanción en e! nombramiento de los sacerdotes(derecho preexistente en Egipto): un documento demótico"de su reinado recuerda una ordenanza suya sobre las normasque e! sátrapa debía seguir para aceptar o recusar a un sacer-dote en el cargo de lesonis (jefe administrativo) de un templo.

Con el fin de intensificar las relaciones comerciales entre

Egipto y el golfo Pérsico, Darío I hizo abrir un canal 20 que,desde e! Nilo, cerca de Bubastis, llegaba al mar Rojo, a travésdel Uadi Tumilat y de los lagos Amargos (realizando así unproyecto acariciado también, hacía tiempo, por e! faraón Ne-kao); este informe dado por Heródoto (11, 158; IV, 39) hasido confirmado por e! hallazgo, en la zona del canal de Suezde tres estelas con inscripciones en escritura jeroglífica y cu-neiforme, las llamadas «Estelas de! Canal» ".

Mientras tanto, el equilibrio del mundo mediterráneo orien-

tal estaba sufriendo sacudidas; la intervención, aunque muysuave, de Atenas a favor de los jonios de Asia Menor, rebeldesal yugo persa (500-494 a. c.) descubrió el Gran Rey e! nuevorival que debía combatir: Greda; pero en e! año 490 los persasfueron derrotados en Maratón por los griegos. En el 486, pocoantes de la muerte de Darío 1, Egipto se rebeló. En esta in-surrección se vio una consecuencia directa de Maratón, pero esdifícil aceptar esta especie de contragolpe mecánico; es másprobable, en cambio, que se tratase de una rebelión como lade Ariandes, tal vez estimulada por la relajación del control delos persas, mientras que éstos planeaban tomar e! desquite sobre1 .,os grIegos.

La revuelta fue dominada por Jerjes I (486-465/4 a. c.),hijo de Daría, con una expedición efectuada un año después dela muerte de éste (Heródoto, VII, 7); Jerjes confió el cargo

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de sátrapa de la provincia egipcia a su hermano Aquemenes.Mientras tanto la lucha entre Grecia y Persia se desarrollabacon resultado adverso para e! ejército persa. Es sabido cómoterminó la expedición de Jerjes contra los griegos: Salamina,Platea, Micala, la liberación de Jonia y la conquista de Sesto, ene! Helesponto, fueron las etapas de la derrota persa.

Jerjes I tuvo como sucesor a Artajerjes I (465/4-425 a. c.).Al comienzo de! reinado de Artajerjes se produjo en Egipto unainsurrección capitaneada por Inaros (acaso un descendiente de lafamilia real saíta) que llegó a tener bajo su control e! Delta,mientras que Menfis y e! Alto Egipto permanecían en poder delos persas (como se demuestra por algunos documentos alto-egip-cios fechados entre e! quinto y e! décimo año de Artajerjes).Inaros pidió ayuda a la flota ateniense que se encontraba enaguas de Chipre. La petición fue atendida; e! propio sátrapaAquemenes fue derrotado y muerto en Papremis (Heródoto,In, 12) y las naves atenienses remontaron e! Nilo hasta Men-fis, donde los persas habían concentrado la resistencia.

La intervención ateniense, sin embargo, terminó en un fra-caso: la flota griega fue cercada, a su vez, en la isla de Prosó-pitis por la flota persa al mando de Megabizo, sátrapa de Si-ria, y, tras un largo asedio, los pocos supervivientes griegostuvieron que retirarse a Cirene; también fue aniquilada otrapequeña flota ateniense que, ante e! curso de los acontecimien-tos, había llegado como refuerzo a las aguas del Nilo. Megabi-w regresó a Asia, dejando como sátrapa de Egipto a Arsa-mes. El rebelde Inaros, hecho prisionero, fue llevado a Persiay allí le crucificaron (454 a. c.).

En el 449-448, con la paz de Calias, Atenas estableció conPersia un modus vivendi que suponía la explícita renuncia, du-rante treinta años, a intervenir en perjuicio de los persas en losasuntos de Chipre y de Egipto. Restablecida en Egipto la cal-,ma, se mantuvo durante e! período siguiente de! reinado deArtajerjes I y durante casi todo e! reinado de su sucesor, Da-río 11 (424-405 a. C.).

Entre el 411 y el 408, a finales de! reinado de este último,se manifestaron en Asia Menor, en la Media y en Egipto sínto-mas de agitación. También hablan de disturbios ciertos docu-mentos arameos22 pertenecientes a la correspondencia de! sá-trapa Arsames, que precisamente en aquellos años estaba ausen-te de Egipto, pues se encontraba en Susa junto al rey; no esinverosímil que Amirteo estuviese activo t'I1 el Delta. Incluso el

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episodio de violencia del cual fueron víctimas, en e! año 410, loshebreos de la guarnición de Elefantina, cuyo templo de Yaho(Yahvé) fue destruido" por los egipcios, guiados por los sacepdotes del dios Khnum (con la ayuda del gobernador del AltoEgipto y de! jefe de la guarnición), es tal vez un hecho políticomás que una manifestación de simple intolerancia religIosa.

Artajerjes II (404-359/8 a. c.) es el último rey de la «pri-mera dominación» persa, reconocido como tal en e! Alto Egipto,en Elefantina; hasta la publicación del grupo de papiros ara-meos de! Brooklyn Museum 24 se había creído que, con el findel reinado de Darío n, Amirteo (que inició los sesenta años

de independencia siguientes a la «primera dominación» persa)había tenido el control de todo Egipto, pero algunos de dichospapiros prueban que Artajerjes era reconocido como rey, en elAlto Egipto, por 10 menos en diciembre del 402, durante losprimeros años del reinado de Amirteo 25.

Antes de proseguir la exposición de las vicisitudes históri-cas que siguieron aI período de la XXVII Dina~tía es conve-niente examinar brevemente ciertos aspectos de Egipto durante

esta época, las línea~ generales de su organización como satrapíay algunas manifestaciones de su vida artística y espiritual 26.

El sátrapa, un miembro de la alta nobleza y a menudo dela propia familia del rey persa 27, que representaba para lossúbditos de la provincia la autoridad real y en cuyas manos sereunían todos los hiJos de la administración de Egipto, residíaen la capital de la satrapía, en Menfis. La cancillería del sá-

trapa de Menfis, copia fiel de la del Gran Rey en Susa, com-prendía a muchos funcionarios y a numerosos escribas; entreestos últimos también había escribas egipcios para las relacionesen lengua indígena. En efecto, aunque la lengua administrativaoficial para todo el imperio aqueménida y, naturalmente, tam-bién para Egipto, era el arameo", el propio sátrapa no dudabaen usar el demótico incluso en comunicaciones oficiales con losindígenas (d. la correspondencia entre Ferandares, sátrapa du-rante el reinado de Darío 1, y los sacerdotes de Khnum enElefantina 29). Egipto mantuvo la tradicional división interna en .grandes distritos o provincias, división al mismo tiempo admi-nistrativa y jurídica que ya existía en la época precedente. Tam-

bién en este caso se revela el sistema propio del gobierno per-sa: no introducir innovaciones en las líneas generales de laorganización de los países sometidos, limitándose a poner fun-cionarios persas en lugar de los indígenas (y no siempre, por-que hay personajes egipcios incluso en cargos importantes).

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Es interesante registrar, en lo que se refiere a los funcio-narios persas en Egipto, una influencia cada vez mayor del paísconquistado sobre los conquistadores. Ilustran 31) bien esta afir-mación las inscripciones, en el Dadi Hammamat, de dos herma-nós persas, Atiyawahi y Ayrawrata; el primero fue gobernadorde la ciudad de Copto (sus inscripciones van desde el 476 al473 a. C.) y en los textos más antiguos se limita a la fechay a los nombres propios, mientras que en los posteriores añadela imagen del dios de Copto, Min, seguida de una breve invoca-ciól1 al mismo; el segundo (cuyas inscripciones van desde el461 al 449 a. C.) añade a Min los dioses Horus e lsis de Copto,y luego Amón-Ré, rey de los dioses, y, además, toma un" nom-bre egipcio, Gedhor (gr. Taco, Teos).

Al mando de cada distrito administativo estaba un gober-nador ífratarak, en los documentos arameos de la ¿poca). Enla provincia de Tascetres (es decir, el distrito meridional, desdeAsuán hasta Hermonthis, donde empezaba el distrito de Tebas;acerca de este distrito estamos especialmente informados graciasa los papiros arameos encontrados en Elefantina), el fratarak,.alrededor de los años 410-408, era el persa Widrang, y su ante-cesor había sido Damadin. La sede del fratarak de la provinciameridional estaba en Asuán; formaban parte de la administra-ción del distrito, y probablemente de la cancillería del fratarak,los «escribas de la provincia» y los azdakaria (persa, de azda,instrucción, y kar, hacer). Las unidades administrativas meno-res, aldeas y ciudades, tenían sus gobernadores, de rango infe-rior, que dependían del gobernador del distrito.

La tesorería estatal se hallaba en Menfis, bajo el patrociniodel dios Ptah. Durante e! reinado de Dado 1, el cargo de «jefede la tesorería» 10 desempeñaba el eg~pcio Ptahhotep (del cualse encuentra una estatua naófora JI en e! BrookIyn Museum, yuna estela", que lleva la fecha del año trigésimo cuarto de Da-río, en el Museo del Louvre). A esta rama de la administraciónpertenecía un gran número de funcionarios; cada distrito tenía su<'tesoro» con sus «tesoreros», sus «contables del tesoro» y sus«escribas del tesoro» (en los papiros arameos de Elefantina apa-rece la expresión «casa del rey» como sinónimo de «tesoro») ytambién sus pakhuta II (nombrados con los «escribas del teso-ro»), son funcionarios relacionados con la distribución de lapaga del gobierno al ejército.

En el ámbito de la administración de justicia, la supremaautoridad era e! sátrapa (en el papiro demótico Rylands IX", elsátrapa parece haber ordenado el castigo de ciertos culpables,

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mediante azotes y encarcelamiento, y es el sátrapa a quien untal Petessi, habitante de EI-Hiba, dirige su petición para 01>-tener justicia). Dentro de cada distrito, el Iratarak presidía untribuna~ civil. Por los papiros arameos de Elefantina 35 (queson la fuente casi exclusiva de nuestra información sobre la ad-

ministración de justicia, del estado de los tribunales y del pro-cedimiento judical, a falta de documentos procesales egipcios delas épocas saí ta y persa) , tenemos noticia de los jueces de:gobierno: los «jueces de! rey», los «jueces de la provincia», lostiltaya (una especie de «funcionarios de policía») y los gus-kaya (los «informadores», los 'ta ~aatAÉ(J)~m'ta de Jenofonte,Ciropedia, VIII, 2, 10).

La administración de justicia en las guarnicione~ militaresera también competencia del jefe de las mismas; los papirosarameos de Elefantina hablan asimismo de tribunales «<segeny jueces») ante los que se solventaban los pleitos de propiedadentre los mercenarios hebreos de la colonia de Elefantina. Elgrupo de documentos demóticos sobre temas jurídicos, de laépoca persa, es nuestra fuente de conocimiento del derecho pri-vado contractual en aquel tiempo 36; las leyes y la manera enque estaban formuladas no presentan solución de continuidad

con las de la época saíta. Ciertos elementos del derecho y de suformulación son, sin duda, comunes al uso egipcio y al de losmercenarios hebreos de Elefantina (cuyos contactos con la po-blación egipcia se remontaban, por lo demás, a una época an-terior a la persa, pues su asentamiento inicial data del tiempode Psamético II), y, en algunos casos, parecen derivar de unafuente común neobabilónica37.

El gobierno aqueménida tuvo desplazado en Egipto un fuertecontingente militar, tanto para la defensa de las fronteras comopara la seguridad interior. Bajo los persas se mantuvIeron lasguarniciones fronterizas en Elefantina, en Dafne y en Márea,para la defensa del sur, de! este y del oeste, respectivamente,como en tiempos de los soberanos saítas (Heródoto, II, .30). Parael conocimiento de la organización militar, son fundamentaleslos documentos arameos de la colonia de mercenarios hebreos ~~-tablecida en Elefantina; sabemos que la guarnición (en arameo.baila) estaba dividida en degelin, «estandartes», cada uno deellos con el nombre del oficial superior (que era siempre unpersa o un babilonio); el degel se dividía, a su vez, en mata,«centurias», también denominadas con el nombre de sus oficia-les. Mientras el destacamento militar hebreo tenía su sede en laisla de Elefantina (donde fue erigido también el templo del

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dios Yaho), otras unidades militares. de semitas (y acaso inclusode egipcios) residían en Siene, que estaba fortificada:

En Siene había templos de las divinidades S(:1l1íticas,comoNabu, Banit de Siene, Béthel y MeIkart-Scemin"): también allíestaba la sede del rab baila, el comandante de la guarnición dela frontera meridional (que mandaba, probablemente, todos losdestacamentos militares en el Alto Egipto, hasta Mentís). Losmercenarios recibían del gobierno, mensualmente, una ración enespecie, de cereales y legumbres, y una paga en metálico. Otrassedes de destacamentos militares (hebreos y tal vez de otras eS-tirpes semíticas) radicaban en Tebas y en Abidos. Menfi~ y suciudadela, el «Muro blanco», estaban fortificadas (Heródoto III,91), y la guarnición comprendía también hebreos, junto a colo-nias de otros semita~39; se empleaban asimismo mercenarios se-mitas en los astillerosdel arsenal de Mentís40. En el Delta ha-bía unidades militares semitas: el gobierno egipcio tenía merce-narios hebreos no sólo en Dafne, sino también en Migdal (pro-bablemente,Pelusio4') Y en Ten Maskhuta 4' existía un nú-

. cleo de árabes que adoraban a la diosa lIat (han-lIat).El gobierno persa se sirvió también de soldados egipcios

(por ejemplo, tropas egipcias tomaron parte en la expedicióndel Gran Rey a Grecia, en el año 480 a. C.: Heródoto, VII, 89;VIII, 17), tropas de Jonia y de Caria formaban parte delejército de Cambises cuando conquistó Egipto (Heródoto III, 1),y, por 10 demás, en el ejército persa, al lado del elemento persay babiloniG, presente en número reducido en los puestos demando, como rab baila y jefes de los degelin, estaban represen-tados elementos caspios, corasmios y otros procedentes de lasdistintas provincias del imperio, reflejando el mosaico de losdistintos pueblos que lo componían.

En torno a las guarniciones extranjeras y especialmente enlas ciudades del Bajo Egipto, sobre todo en Menfis, el Egipto deaquel tiempo era un hormiguero de persas, babilonios, semitas,cilicios y griegos que se dedicaban a las actividades mercanti-les y artesanas; en el país circulaban las monedas más diversas,desde el scek§l al estatera (junto al metal evaluado por el siste-ma pondera! en deben y kite 43). Por casi todas partes se en-contraban en Egipto cultos org~zados de las divinidades ex-tranjeras, con templos y sacerdotes, según se sabe documental-mente: como Nabu, Esc<:;mun,Baal, Banit, Anath, Melkart-Sce-min, lIat (con excepción del dios de los hebl'eos, Yahvé, cuyoúnico templo en Egipt() <:;stabaen Elefantina); por otra parte,los extranjeros de Egipto gustaban de manifestar su estimación

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por las divinidades del país que les acogía, y numerosas ofren.

das demuestran su devoción (este!as, vasos, pequeñas figurasde! dios predilecto, con frecuencia de! buey Apis 44),

La vida religiosa de los egipcios, sin perturbaciones nicambios evidentes, continuó siendo lo que había sido ya enla época saíta: mucho formalismo en los templos y mucha magia,acompañada por un desarrolladísimo culto a los animales sa-

grados entre e! pueblo 45. A la época persa se atribuye unainteresante obra literaria: las Enseñanzas de Sheshonq ",escritas en demótico; estas instrucciones para saber vivir, diri-

jgidas por el autor a su hijo (según e! modelo de la literatura

sapiencial egipcia), tienen un tono epigramático, un sorpren- Idente carácter de proverbial y familiar sabiduría.

La vida artística del Egipto de la XXVII Dinastía no pa-.rece manifestar cambios o fracturas esenciales. Hay que recor-dar, sin embargo, que precisamente durante este período dedominación extranjera es cuando vemos aparecer en el arteegipcio e! verdadero retrato ", en el sentido occidental deltérmino (aunque en gran parte de la escultura se conserva,en cambio, aquella especie de idealismo mórbido que habíapredominado en la época saíta): entre los siglos VI y Vantes de Cristo, y no en la época tolemaica y bajo una in-fluencia griega, fue, pues, cuando se inició e! retrato egipcio,uno de cuyos mejores ejemplos es el de la estatua naóforade Psamtek-sa-Neit, hoy en el Museo de El Cairo. Otro hechoimportante para el arte de esta época en Egipto es la exis-tencia de un cierto número de escultur<ls que muestran influen-cia persa en el vestido, una casaca con mangas de variadalongitud, con escote en punta y una amplia falda envuelta

y anudada delante, debida a la influencia de la moda persa"y en los adornos, collares y brazaletes de factura persa 49:recordemos la estatua naófora de Udjahorresne del Museo Va-ticano, la estatua de Ptahhotep en el Brooklyn Museum, laestatua de Henata en el Museo de Horencia, la estatua yacitada de Psamtek.sa-Neit y la de Uahibra en el Museo deEl Cairo50, Por lo demás, se han encontradoen Egipto objetosde factura persa, fabricados allí por artesanos persas o im-portados de Persia: sellos y objetos diversos con inscripcionescuneiformes, algunas cabezas de rey de estilo persa, leones ycabezas de leones en. serpentina y alabastro de tipo aquemé-nida" y vasos que fuelOn, sin duda, obra de artistas persas ".Por otra parte, se han encontrado en Susa vasos de facturaegipcia, con inscripciones jeroglíficas y cuneiformes; obreros

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y arquitectos egipcios tomaron parte en la construcción delpalacio de Darío I en Persia, y es innegable y evidente unagran influencia de la arquitectura y de! arte egipcios en la

. arquitectura persa ".Así era el Egipto que Heródoto visitaba con curiosidad de

historiador hacia el año 450 a. C.

Con Amirteo (405/404-400/399) comienzan los sesenta añosde dominio indígena, los últimos de la independencia de Egipto,que comprende tres dinastías, la XXVIII, la XXIX y la XXX ",Para el Egipto que ha recuperado su autonomía no hay másql.!e un solo peligro y un solo enemigo: Persia, para la cualEgipto es la provincia rebelde que debe ser reconquistada ycastigada. Asi, todo enemigo de Persia es el amigo naturalde Egipto, y el equilibrio de las últimas dinastías indígenasse rige, precisamente, por un juego de apoyos y de alianzasen 1a cuenca del Mediterráneo. Amirteo es el único repre-sentante de la XXVIII Dinastía: tal vez descendiente de los

soberanos de la XXVI, es probable que situara su capital enSais. Por Tuddides (VIII, 95, 99, 108, 109) sabemos de unaalianza de Amirteo con el rey de los árabes para atacar Feni-cia: un movimiento estratégico para impedir una acción persa,amenazando las regiones sometidas aún al Gran Rey, acciónque, por otra parte, era muy poco probable dada la situaciónpersa en aquel momento. Amirteo logró también disponer dedinero y de naves para consolidar su poder, mediante unatraición: en efecto, en el año 400, Tamos, un egipcio deMenfis que había sido gobernador de Cilicia bajo Ciro, serefugió en Egipto, junto a Amirteo, con. su hijo, su flota ysus tesoros (Diodoro, XIV, 19, 6), esperando protección de!soberano egipcio, el cual, por e! contrario, mató a Tamos ya SI.! hijo, apoderándose así de sus bienes.

El reinado de Amirteo fue breve, pues ya en el 399 fuedestronado (y posiblemente muerto) y sustituido por una nuevadinastía, la XXIX, cuyo fundador es Neferites (400/399-395/94),originario de Mencles, en el De!ta. Durante e! reinado de éste,'el alterno y cambiante juego de la política greco-persa llevóa Esparta (tras haber sido aHada de Persia) a establecer rela-ciones amistosas con Egipto; en e! 395, e! faraón envió re-fuerzos a la flota espartana concentrada en Rodas, pero fuerona caer en manos de los persas, mandados por e! atenienseConón.

El Sllcesor de Neferites, Akhoris (394/93-282/81 a, C.), in-tervino activamente en la política mediterránea, aliándose con

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Atenas y entrando a formar parte de la liga contra los persasque reunía, en torno a Evágoras de Chipre, a los pisidios ya. los árabes de Palestina. Evágoras logró defender a Chiprecontra los persas hasta el año 380, y Akhoris le envió cincuentanaves -de guerra con abastecimientos de grano y dinero, mien-tras consolidaba las fuerzas militares egipcias con mercena-rios griegos y hada de Egipto una nueva potencia marítima.Los numerosos monumentos de su reinado revelan una fuerterecuperación económica, y en el Alto y en el Bajo Egiptose encuentran huellas de su actividad constructora.

Su sucesor, Neferites II, reinó sólo unos meses, pues fuedestronado por Nectanebo de Sebenito (381/80-364/63 s. C.),que inició la XXX dinastía (adviértase que, en el Egipto dela época tardía, la iniciativa parte siempre de! Delta, tantopor la mayor posibilidad de acción en el Mediterráneo comopor la decadencia del Egipto continental). La paz de Antál-cidas (386 a. C.) había dejado a Persia en libertad para atacara Egipto. Cabrias, el almirante ateniense que antes habíaestado en relación con Akhoris, se ofreció a Nectanebo paraayudarle, pero Atenas, por imposición de Persia, le hizo re-gresar de Egipto (379 a. c.) y envió a Persia al general Ifí-crates para la campaña persa contra Egipto (Diodoro, XV,29, 4).

En e! año 373, el ejército persa, formado por imponentesfuerzas terrestres y navales, al mando de Farnabazo, acompa-ñado por e! ateniense Ifícrates, atacó a Egipto por la partede Pelusio, pero Nectanebo, mediante un sistema defensivode canales y de trincheras, logró evitar este primer ataque;e! segundo sobrevino por la boca del brazo mendésico delNilo. El consejo de Ifícrates (llegar rápidamente a Menfis,antes de que pudiera organizarse su defensa) fue rechazadopor Farnabazo. Mientras tanto, los egipcios habían conseguidoformar una sólida defensa en la zona de Mendes, hasta queel Nilo, por ser la estación de las inundaciones, subiese lonecesario para obligar a los persas a retirarse. En los añossiguientes, todos los intentos die reconquist;a de Egipto sevieron obstaculizados por la tendencia que se manifestó enlas provincias occidentales de! imperio aqueménida.

El reinado de Necranebo 1 fue notablemente próspero; losnumerosos monumentos de su tÍ(:mpo muestran una viva acti-vidad con~tructora v un deseo de tornar al estilo de la XXVIdinastía que se ma~ifiesta en un gusto arcaizante en la' lengua,

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en la epigrafía y en la escultura (en la que se advierte lavuelta a la tradición clásica y a la representación de los rostrosen e! estilo idealista saíta) '5.

, El hijo de Nectanebo,Taco (Teo) (36.3/62362/61 a.C.), conel ambicioso propósito de reconquistar Siria y Palestina, acu-diendo en apoyo de los rebe!des contra Artajerjes II, organizóuna poderosa flota y un fuerte ejército, y consiguió que lle-gase de Esparta e! propio rey Agesilao al mando de un cuerpode mercenarios, y que de Atenas llegase Cabrías como coman-'dante de la flota. La grandiosa expedición, que superaba lasposibilidades de un faraón de aquella época y que utilizabaa mercenarios griegos en número muy superior al empleado enotros tiempos en un ejército egipcio, exigía una cantidad dedinero excepcional. Taco logró obtenerlo, siguiendo e! consejode Cabrias: las rentas sacerdotales fueron reducidas a un solodiezmo, los ciudadanos fueron inducidos a entregar todo e!metal precioso que poseían (probablemente con la esperanza deobtener un fuerte interés, pero se les reembolsó, por el con-

. trario, en especie), y las construcciones y los beneficios profe-sionales fueron sometidos a impuestos 56. El hábil consejodelateniense facilitó a Taco e! dinero necesario, y e! ejército avanzóhacia Palestina, donde Taco obtuvo varios éxitos militares.Pero su hermano, al que había dejado en Egipto como re-gente, le traicionó, también le abandonó su sobrino Nectanebo,que desertó en Siria con la mayor parte de los egipcios y conAgesilac y sus soldados. Taco huyó, refugiándose junto alrey persa, en Susa, mientras Cabrias, que había tratado depermanecer fiel a Taco, regresó a Atenas. Entretanto, en Egipto,un hombre de Mendes (quizás un descendiente de la familiade la XXIX Dinastía) se había hecho proclamar rey y teníamuchos seguidores (Diodoro, XV, 93, 2-6); así, Nectanebo, quehabía tenido que regresar a Egipto, se encontró frente al usur-pador, que le sitió en una ciudad de! Delta, junto con Age-sialo; la capacidad militar de! rey de Esparta logró dar cuentade los sitiadores y aniquilar a los enemigos de Nectanebo.. Nectanebo II ocupó el trono de Egipto (631/60-343 a. C.),y su reinado, relativamente próspero, es rico en actividad cons.tructora y en numerosos monumentos. En e! 358 Egipto se vioamenazado por una invasión persa capitaneada por e! príncipeArtajerjes (acaso acompañado por Taco) cuyos pormenores igno-ramos, pero que fracasó. Otro intento de invasión, de! quetampoco conocemos los detalles, se produjo en el 351, por obrade Artajerjes, ya rey (Artajerjes III Oco), pero fracasó tam-

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bién. Mientras que Siria y Chipre, entre e! 349 Y e! 346, seagitaban bajo el dominio persa, Nectanebo había permanecidoneutral, pero, en e! 346, al enviar al rey de Sidón cuatro' milmercenarios al mando de Mentor de Rodas (Diodoro, XVI,42, 2), dio ocasión a Artajerjes para lanzarse contra Egipto yreconquistado. En el 343, tras reconquistar Chipre y Sidón,Artajerjes pudo concentrar todas sus fuerzas contra Egipto. E:ataque, al mando de Bagoas, se produjo cerca de Pelusio. Lo~preparativos de defensa del faraón eran excelentes, pero lasituación de las fortificaciones egipcias había sido revelada alos persas por Mentor de Rodas, que se había pasado a Persiay que mandaba una sección del ejército invasor. Vencidas asílas defensas de Pelusio, Bagoas consiguió la rendición de laciudad del Delta (favorecido también por la rivalidad entregriegos y egipcios). Mientras tanto, Nectanebo había perma-necido en Menfis; cuando tuvo noticia de que todo e! BajoEgipto estaba en poder de lo", persas, reunió sus tesoros y huyóa Nubia (Diodoro, XVI, 51, 1-2), probablemente refugiándosejunto a un príncipe de la Nubia septentrional, acaso con laesperanza de poder volver a Egipto 57. No tenemos noticiassobre su fin; la leyenda le atribuía después la paternidadde Alejandro Magno (d. Seudo-Calístenes): Nectanebo, con suspoderes mágicos, tomó el aspecto de! dios Amón y se unió aOlimpias, la madre de Alejandro. ¡Así el orgullo nacional egipciopodía afirmar que los persas habían sido expulsados de Egiptopor un egipcio!

Después de sesenta años de independencia, Egipto volvióa caer, pues, bajo el dominio persa: esta breve «segunda domi-nación» o XXXI Dinastía llega hasta el año 333 a. C. Esverosímil que, Artajerjes tratase a Egipto con mano dura, con-siderándola c~mo una provincia rebelde reconquistada tras larga.resistencia. Lés autores griegm (Plutarco, De Isis y Osiris, II, b:Eliano, Varta Historia, VI, 8) acumulan contra Artajerjes IIIlas acusaciones de impiedad y de violencia: mató y comió consus amigos el buey Apis (la piedra de toque para e! com-'portamiento de los reyes persas es el Apis; la excesiva ana-logía de estas acusaciones y las formuladas contra Cambiseshace 30spechar de la autencidad de los datos), y. en su lugar,ofreció un asno a la adoración de los egipcios; mató tambiénel buey de Heliópolis, Mnevis, y el chivo sagrado de Menfis,saqueó los templos y destruyó las murallas de las ciudades.Una estela de época posterior, la «Estela de! sátrapa» de!312 a. C., prueba que Artajerjes III confiscó un territorio per-teneciente a la diosa Buto.

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Artajerjes regresó a Persia, dejando en Egipto como sátrapf1.a un tal Ferendares (Diodoro, XVI, 51, 3), pero en el aíj.o 338murió envenenadp por Bagoas, que puso en e! trono al hijomenor de! rey, Arses, muerto también por e! mismo Bagoas

. en e! verano del 336. Entre el fiml de! 338 y el 336, Egiptoconoció un brevísimo período de independencia de Persia, conun rey llamado Khabbash58, al que las fuentes clásicas igno-ran, pero conocido por un cierto número de monumentosegipcios: la «Este!a de! sátrapa», antes citáda, relata que Kha-bbash, en su segundo año de reinado, inspeccionó las defensasde! Delta para estar en disposición de rechazar los ataquesde los persas. El origen de este rey permanece oscuro, y sobreello se han formulado las más diversas hipótesis, especialmentea causa de su nombre, que no parece egipcio: tal vez era unárabe, un sátrapa rebelde, un libio o un etíope. Quizá jahipótesis más fundada sea la de que se trataba de un jefenubio que había bajado a Egipto desde e! sur; a ella puedehaber contribuido e! hecho de que Nectanebo II se hubierarefugiado en Nubia 59. Las huellas de Khabbash se pierdendespués de su segundo año. En e! 335, cuando Dado III Co-domano fue elevado al trono por Bagoas, que había matado aArses, Egipto está bajo e! dominio de! rey aqueménida. Mien-tras tanto, se acercaba e! final de! imperio persa: en e! año 334e! macedonio Alejandro, atravesó el, Helesponto y obtuvo ene! Gránico su primera gran victoria sobre Persia; con la batallade 15OS, en e! 333, Darío III perdió la parte occidental delimperio.

Sabemos que en Isos también combatía por e! Gran Reyun alto personaje egipcio, Semtautefnekhet de Heracleópolis:en su inscripción, conocida como la «Este!a de Nápoles» (re-dactadaen tiempos de Alejandro Magno) 60, recuerda habercombatido al lado del rey persa contra los griegos, y habersalvado su vida huyendo a. través de varios países y cru-zando ef mar para volver a Egipto. En la batalla de Isos,pereció el sátrapa de Egipto, Sabace; después de Isos, el mace-

'donio Amintas, que Se había puesto al servicio de Persia, huyócon otros jefes y ocho mil soldados, y, habiendo pl\~ado a

'Pe!usio desde Chipre, se presentó <;01110enviado de D!ldo parasustituir al sátr¡¡pa Sab¡¡<;e,¡agrande? ¡¡travesar el Delta c:r¡direc-ción a Menfis; perg el §iÍtrapa U\l!;;vgf\ut~ntico, Mazace, hizofrent~y aniquiló a A.mint3sy ¡l ~1JS~~~ic\Qr~~(P..i9rlQro,XVII,48, 2.5). Cuando a finales p\iJI 3)2 Alej\\ndr9 ~e..Pre..S~nt9enPe1usio, pudQ avanzar triunfalmente ha~'ta Menfis' sin encon-

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trar resistencia: en realidad, Mazace le entregó él país sinlucha.

Egipto deja definitivamente de formar parte del imperioaqueménida, cuyo poder ha terminado, y pasa a pertenecer alde Alejandro Magno. La h~rencia de Alejandro será recogidapor los tolomeos y después por los romanos.

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17. Mesopotamia durante el Imperio persa

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En el año 612 el medo Ciaxares había destruido Nínive;en el 539 el persa Ciro hizo desaparecer el último estadoindependiente de Mesopotamia a! apoderarse de Babilonia. Perola cultura nacida en el suelo mesopotámico todavía no estabaagotada. y al1n habían de pasar más de cinco siglos antes deque desapareciese. Eabilonia seguía siendo el centro de unpaís de antigua civilización, al que la conquista persa habíapuesto en el centfCI del mayor conjunto político de la anti-güedad; mejor que antes, regiones lejanas intercambiaron hom-bres y productos, ideas y formas de vida religiosa. Babiloniaatraía por su brillante pasado, por 10 que se decía de suriqueza y esplendor, y se convirtió en una encrucijada dondecomerciantes, emigrantes y tropas extranjeras situadas allí porel Gran Rey acabaron mezclándose con la población antigua.No por eso dejó de mantenerse la civilización babilónica y decontinuar, por ejemplo, su obra jurídica y científica~ pero loshombres, los dioses, el idioma, la sociedad, no podían seguirsiendo 10 que eran: empezaba un mundo nuevo en el quela antigua cultura iba a fundirse lentamente, legando 10 mejorde sí misma. De esa mutación en la historia de una civilización,se encuentran aclarados muchos aspectos por una documen-tación de una abundancia excepcional.

Ya el período neo-babilónico, o caldeo (627-539), es pro-digiosamente rico en textos de todas clases; hasta el año 400,aproximadamente, la época persa no 10 es menos: los textosse cuentan en ella pOt millares; los fondos de los museosno han sido aún catalogados; la exploración arqueo!ógica des-

o cubre constantemente textos nuevos: el último gran conjuntoapareció en el yacimiento de U~uk/W arka, en ocasión dela XVIII campaña de excavaciones, donde se contaron 205tabletas económicas, fechadas del 550 al 489. No han sidoeditados todos los textos, ni mucho menos, y nos hallamos enpresencia de una ingente documentación de la que los espe-cialistas sólo sacan partido lentamente: contiene textos histó-ricos; por sus cartas y sus contrato. es sobre todo una fuentede información de orden económico y jurídico. En Nippur los

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excavadores encontraron un gran número de tablillas de enor"

me importancia, dado que se trata de! archivo de una pode-rosa empresa cornerdal, la de los Murashu, en plena actividada fines de! siglo V. Aun en condiciones menos excepcionales,.la documentación permite generalmente conocer las estructurassociales y económicas de Babilonia durante más de dos siglos.Los numerosos elementos para fechada que nos proporcionapermiten esperar una solución completa de los problemas dela cronología. Uniéndole los resultados de la exploración ar-queológica, utilizando los relatos de los primeros griegos queconocieron entonces personalmente e! mundo oriental, Reró-

doto, Jenofonte y Ctesias, podemos esperar reconstruir, mejorque en muchos otros períodos, la vida del hombre de aqueltiempo.

La caída del imperio caldeo fue acelerada por la oposiciónque había suscitado Nabónido. En ello intervino decisivamente

la traición: Ugbaru, gobernador de Gutium, el oficial persa quehabía tomado Babilonia, era un dignatario babilónico ya cono-cido en tiempos de Nabucodonosor, que se pasó ahora alenemigo. El tránsito de un amo a otro se hizo sin pena nin-guna, tanto que los contemporáneos, felices de verse libres

de Nabónido, no pensaron ni por un moment.> que quizásacababa de terminar un mundo. Al entrar en Babilonia el 29de octubre de! 529, Ciro volvió a tomar los títulos tradicio-nales, mantuvo en sus puestos a los funcionarios y los pusobajo el mando de Ugbaru, !=uyo nombre se tradujo como Go-brias. La enorme satrapía que gobernaba tenía e! mismo terri-torio del antiguo reino caldeo, y se extendía sobre toda la

Mesopotamia, Siria, Fenicia y Palestina; a los ojos de todos,el imperio de Ciro parecía la reunión del imperio persa y delreino de Nabucodonosor. Ciro se preocupó mucho de ser entro-

nizado según las formas: su hijo Cambises, actuando porprocuración, asió la mano del dios Marduk al celebrar la fiesta

del Año Nuevo (el Akitu) el 27 de marzo del 538; en adelanteCiro llevó los títulos de «Rey de Babilonia y rey de losPaíses», expresando por esa doble denominación que e! reinode Babilonia quedaba unido personalmente al imperio persa yno era tratado como una tierra anexionada por derecho deconquista.

Los primeros actos de Ciro habían afirmado su respetopara sus nuevos sú~ditos. Muy hábilmente, volvió a la polí-tica religiosa de Nabónido, ganándose a sacerdotes y devotospor la restauración de la antigua religió\1; los templos fueron

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mantenidos de nuevo y e! culto asegurado; las estatuas de losdioses y el mobiliario cultual, que Nabónido había amonto-nado en Babilonia, fueron devueltos a sus santuarios. La ciu-dad de Babilonia, los templos de Asiria, de Gutium y de! Elam,.recobraron así sus santos patronos. No menos hábilmente sehizo valer que Ciro, por su piedad, por la bendición de losdioses tradicionales que revelaba la serie de sus brillanteséxitos, era el soberano legítimo; puede sospecharse que elsacerdocio de Babilonia manipuló los textos que condenaban lamemoria de Nabónido y presentaban a Ciro como el elegidode los dioses, e! príncipe investido de una santa misión. Real:mente, la muchedumbre había visto entrar a sus tropas enBabilonia sin cometer e! menor pillaje, y la Crónica Babilónicahabía observado: «A fines de Tashritu (mediados de octubre),los porta-escudos del Gutium guardaron las puertas del Esagil(el templo de Marduk, abandonado por Nabónido'l; no seacercó ninguna lanza al Esagil ni entró en el santuario; nofue transgredido ningún rito». A ese concierto de alabanzasse unió la voz inesperada de los profetas de Israe!: e! segundoIsaías saludaba en Ciro al «Ungido de! Señor»; el 538, e!príncipe liberal hacía por Jerusalén lo que había hecho porlos templos paganos de Mesopotamia: le eran devueltos susobjetos de culto y se ponían los cimientos de un templonuevo.

En Babilonia, en el corazón de! nuevo imperio persa, Cirodejó a su hijo Cambises como una especie de virrey; instaladoen Sippar, e! joven príncipe hizo allí su aprendizaje del oficiode rey y gobernó a toda Mesopotamia hasta el 530. Cuandosu padre partió para el Turquestán para combatir a los ma-sagetas, fue designado heredero de! trono imperial con e! títulode «Rey de Babilonia». Tal precaución era buena, pues Cirofue muerto en e! verano del 530. Desde el mes de septiembre,los textos babilónicos adornaban a Cambises, su rey, e! here-dero designado ante todos por su poder sobre e! reino deBabilonia, con la titulación imperial completa: «Rey de Ba-bilonia y Rey de los Países». El nuevo soberano persa no debía'detenerse en su reino; parti6 a la conquista de Egipto y 'murióen e! viaje de regreso, en Palestina, donde le habría llegadola noticia de la usurpación de Bardiya, que todavía se lla-maba Smerdis, quizás hermano de Cambises. Los babiloniosno tuvieron escrúpulo ~n reconocer al nuevo soberano en laprimavera del 522, pero tomaron las armas contra Darío, e!usurpador, cuando éste mató a Bardiya en Media, el 29 desetiembre del 522.

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El 3 de octubre del año 522 se sublevabaBabilonia, y e!movimiento nacionalistaque había apaciguadola habilidad deCiro y de Cambises se despertaba: el rey caldeo Nabucodonosor

se decía hijo de Nabónido, y por un momento pareció capazde contrarrestarla fortuna de Darío. Pero, vencedore! 13 dediciembre del 522, fue aplastadoy muerto cinco días déspuésen la batalla de ZaLema.E: 22 de diciembre de! 522 algunostextos mencionabáhtí «Darío, Rey de Babilonia y Rey dé lospaíses».El vencedor se había mostrado clemente; al año si-guiente estallabauna nueva rebelión, y un nuevo rey, Nabu-codonosor,que se decía también hijo de Nabónido, hacía re-nacer la esperanzade un reino independiente. De septiembrea noviembre del 521, su reinado no duró diez semanas: e!excelente ejército persa aplastó a los babilonios bajo los murosde las fortificaciones interiores; el rey de Babilonia perecióen el garrote con sus partidarios; la ciudad fue saqueada, seviolaron las tumbas reales y se desmantelaron las fortificacionesinteriores.

El nuevo amo hubiera podido ser más severo, como losería Jerjes unos cuarenta años más tarde. A pesar de lasviolencias de los años 522 y 521, Babilonia vivió, no obs-tante, de la misma manera desde Ciro hasta la muerte deDarío en e! 486, o sea, durante más de cincuenta años. Latutela apenas se hizo sentir; en el reinado de Darío sólose consigna la introducción de iranios, cada vez más nume-1'OSOS,que compartían con los babilonios los puestos infe-riores de la administración y hasta se sentaban en el bancode los jueces para asegurar la interpretación y la aplicaciónde la ley del rey. Nuevos impuestos pesaron sobre Babiloniacomo sobre todas las satrapías del imperio, y una administra-ción más estricta, animada por la voluntad real, dominó másseveramente al país. Los asiriólogos han publicado hace yatiempo los textos que narran la historia del deshonesto Gi-millu, servidor del templo de la Eanna de Uruk, que robabael ganado de la diosa Ishtar y cometía mil malversaciones.En una serie de episodios qu(' parecen una novela picaresca,consiguió, con ayuda del soborno, escapar a la justicia en e!curso de los procesos intentados entre e! 538 y el 534. ¿Fueaquello efecto de la nueva administración? Comprobamos queen e! 520 el personaje fue llamado a rendir cuenta de susdelit9s.

B!!bilQPj¡¡derecho que

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$e!/;Ju{a sien!!" ulU c:a.pital imperial, con igualSusa y Echatana. Dentro de sus murallas Ciro

había recibido e! homenaje de los príncipes vasallos, «de todoslos reyes que habitan los palacios de toda la tierra, y de!mar Superior al mar Inferior, de todos los reyes de Occidenteque viven bajo tienda». Darío viV1Óallí, ocupando e! pa-l¡¡cio de Nabucodonosor, donde se encontró su' autobiografíagrabada en una e5teIa. A pesar de la nueva repartición de lasprovincias en satr,apías, la ciudad seguía sienoo la capitalde un vasto conjunto político y administrativo; e! sátrapaUshtanni, que vivía en ella, era administrador de la satrapíade Babilonia y de Sitia (la 9:), y de la satrapía de Abar-Nahara (la 5:), es decir, la Transeufratina, que agrupaba laMesopotamia de! noroeste, Siria, Fenicia y Palestina. Así sobre-vivía el imperio de Nabucodonosor bajo otra~ palabras admi-nistrativas.

A Babilonia los reyes persas deben su arquitectura im-perial; no contentos con construir un nuevo -Balacioentre e!de Nabopolasar y e! antiguo lecho del Eufrates, en el com-plejo de edificios que 16s excavadores han llamado la Ciudad-

. Sur, repitieron, para aquel palacio como para el que Daríohizo construir en Susa, tradiciones arquitectónicas probadas:la edificación de grandes terrazas que debían soportar a losedificios reales, el empleo, en Susa, del plano tradicional con-sistente en numerosas habitaciones de dimensiones restringidasque se abrían a una serie de patios, la decoración de ladrilloesmaltado que lleva en bajorrelieve frisos de animales, de floreso de soldados de la guardia, los Inmortales. Como Cambisesen el reinado de Ciro, Jerjes, el heredero designado, aprendíasu oficio de rey en Babilonia; vivía en la parte del palacioque fue construida entre el 498 y. el 496, y que sin dudaera el corazón del palacio imperial construido por Darío.

Una vez rey, Jerjes puso término a la política de suspredecesores; sustituyó un equilibrio fundado en el respetoa la personalidad politica de Egipto y de Babilonia con unanueva situación en la que todos los territorios reunidos ene! imperio persa fueron igualmente tratados con severidad,sin ninguna consideraciÓn para el prestigio de su rica civili-zación. Se nos escapan muchos elementos. ¿Pensaba Jerjes queya no eran necesarias las contemplaciones de sus antecesores?Así !Se puede creer cuando se sabe que, ya en el 486, añode su ascensión al tmno, afirmó el carácter iranio de su mo-narquía con el dt"IQ de «Rey de los Persas y de 10$Medos,Rey de :8ab11o1'1ay de los Países». ¿O bien se dec;idióporuna solución política radical mando vio en ella el único

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medio de acabar con los nacionalismos egipcio y babilónico?En el 485 los movimientos que agitaban a Egipto fueron du-ramente reprimidos; después le llegó la vez a Babilonia. Lacronología de los acontecimientos es muy incierta, y los histo-riadores aún no han llegado a un acuerdo sobre e! partidoque se puede sacar de la documentación proporcionada porlas fechas que llevan las cartas y los contratos cuneiformes;quizás ocurrió todo en un año; quizás hubo dos sublevacio-nes, entre el 484 y e! 482, y sólo la segunda de ellas fueobjeto de una represión feroz. Hubo dos reyes en Babilonia,Bel-Shimanni y Shamash-Eriba, que reinaron e! mismo año( 482), o bien con dos años de diferencia, e! primero enel 484 y e! segundo en e! 482, pero sólo durante algunassemanas en ambos casos. Para el 482, estamos seguros de ladureza de los vencedores, mandados por Megabizo. Las ruinasfueron considerables, y es probable, por ejemplo, que Borsippafuese destruida, puesto que no volvió a escribirse allí ningúndocumento. La misma Babilonia sufrió mucho; para aplastartoda posibilidad de rebelión en vísperas de la segunda guerramédica, e! ejemplo debía ser terrible, mas era igualmentepreciso que e! lugar de Babilonia en e! imperio fuese e!de una simple satrapía. Babilonia fue, pues, saqueada y susfortificaciones fueron desmanteladas de nuevo; la ciudad fueherida en su alma por la ruina de sus santuarios,. la destruc-

ción del Esagil y de! zigurat del Etemenanki, y la desapa-rición de la estatua de Marduk, que fue fundida; el clerode! dios nacional fue atacado y en parte muerto. Material-

mente, el reino de Babilonia ya no podía existir; la desapa-rición de la estatua de Marduk, la imposibilidad de celebrarsu culto y sobre todo la fiesta de! Año Nuevo (e! Akittl), enque el rey asía la mano del dios y recibía de él la inves-tidura, todo eso hada que ya no pudiera haber rey de Babi-lonia, ni unión personal de Babilonia y el imperio; desapa-recía, en consecuencia, un estado político hecho de mesura,de equilibrio entre las diversas partes de! imperio persa. Elrey de Persia sólo conocía ya a sus súbditos sometidos

a un mismo príncipe iranio, y el recuerdo de! gran imperiocaldeo debía desaparecer con e! desmantelamiento de la sa-trapía en otro tiempo enorme: nunca más Siria y e! noroestede Mesopotamia, e! Abar-Nahara, habrían de ser gobernadascomo partes de Babilonia.

Había terminado e! papel polídco de la antigua ciudad.Durante mucho tiempo siguió siendo aún una gran ciudad,rica por su actividad económica, fuerte por sus numerosos

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habitantes, todavía imponente por los monumentos que Jerjesno había destruido. Los reyes de Persia se detenían en ellacon frecuencia, o individuos de la familia real, como Daría nantes de subir al trono, y cuando volvió a ella para morir;'como Parisatis, hija de Artajerjes 1, mujer de Daría n, quefue desterrada a ella en el 425; como Artajerjes n, que fueIIevado allí después de la batalla de Cunaxa (3 de septiem.bre de 401) para curarse sus heridas. Los reyes habían con-servado e! uso de los palacios caldeas y de los edificios queles había añadido Daría; totalmente aislados de la ciudad porel nuevo curso del Eufrates, llevaban allí e! modo de vidade los grandes señores persas, se habían hecho jardines 01'-nadas con un pabellón de reposo y hacia e! 345 Artajerjes Inretocó el palacio de Daría haciendo construir una apadana.

Nos es difícil apreciar si la autoridad persa se hizo má"dura, más exigente, a partir del reinado de Jerjes. Nos sen-tiríamos tentados a responder que sí, teniendo en cuenta lapolítica de ese rey y el número más restringido de docu-mentos cuneiformes que han llegado a nosotros de fines del

. siglo V. Pero e! empleo del arameo escrito en pergamino oen papiro serviría quizás mejor para la redacción de docu-mentos que el uso anterior de las tabletas de arcilla,o bien sólo éstas resistieron la acción de! tiempo. Lasactividades de una firma comercial como la de los Murashu,a fines del siglo V, muy bien pueden significar las posibili-dades de enriquecimiento de hábiles hombres de negocios,fuera o a expensas de la actividad económica en general.Queda e! testimonio de Heródoto, criticable sin duda, perocuya coherencia es impresionante. Es difícil creerIe cuandodice que las familias babilonias hacen hieródulas a sus hijaso las venden en subasta; pero es significativo que expliqueesos rasgos de costumbre por la extremada pobreza de la ma-yor parte de las familias, arruinadas por la dureza de la admi-nistración persa. Aunque no pueden aceptarse las cifras sincierta desconfianza, parece que 10 que nos dice de! total delas contribuciones exigidas a Babilonia expresa bastante bienel peso de la carga fiscal: mil talentos al año, e! sostenimientode la corte y del ejército, por entregas en especie, durantela tercera parte de! año. ¿Debe creérse!e cuando dice queel sátrapa de Babilonia sacaba diariamente de su gubernaturaun volumen de más de doce litros y medio en dinero? ¿Quemantenía a expensas de sus administrados sus 800 caballossementales y sus 16.000 asnos? Salvando las cifrás, esos relatossignifican al menos que e! vencedor vivía muy bien en una

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provincia rica, a la que las costumbres políticas permitíaneJqJlotar sin demasiados escrúpulos.

Algunos ,testimonios de los contemporáneos y los resultadosde la arqueología nos pt>rmiten.conocer un poco lo que eraentonces el paisaje y la geografía de Mesopotamia. La únicaregión bir::n poblad:! y bien explotada era Babilonia, desdeel punto en que el Tigris y el Eufrates unen sus cursos bastael mar. A~iria no era, sin embargo. un desierto; poseemos sinduda el conmovedor testimonio de Jenofonte sobre las ruinasde Nínive y de K1J:lkhu (Nimrud) , cuando los mercenariosque él mandaba pasaron a le largo de las dos ciudades des-truidas, cuyos nombres hasta se habían olvidado. Sobre Kalkhu:«Los griegos... llegaron a las orillas del Tigris. Había allí 'unagran ciudad desierta llamada Larisa. El otro tiempo estabahabitada por los md.os. La muralJa de; dicha ciudad teníaveinticinco pies de grueso y cien. de altura. El contorno dela muralla era de dos parasanges (tjnos 12 kms.). Estaba cons-truida con ladrillos de arcilla, pero el basamento era de piedra,hasta una altura de veinte pies». Sobre Nínive: «Los griegos...llegaron a una muralla desierta inmensa, situada cerca deuna ciudad llamado Mespila (Mashpil en acadio significa «ladesierta»), que en otro tiempo estaba habitada por los medos.La base de esta muralla, hecha de piedra pulimentada, llenade conchas, tenía cincuenta pies de espesor y cincuenta dealtura. Sobre esa base se había construido un muro de la-drillo, de cincuenta pies de ancho y cien de alto. La murallamedía seis parasanges (unos 36 kms.) de contorno» (Anábasis,111, 4; 6, 7 Y 10). Pero la ciudad de Asur no est,aba aban-donada: la antigua ciudad ya no era una capital, pero lasexcavaciones han demostrado la permanencia de establecimien-tós humanos hasta la conquista parta, así como la onomásticaatestigua la presencia de numerosos asirios en toda Mesopo-tamia, donde sus nombres teóforos contienen la mención deAsur, el dios nacional.

En el camino que los llevaba de Tapsaco a Cunaxa, losmercenar,ios griegos ape;nas vieron otra cosa que la estepa,atravesada por animales salvajes, como asnos, avestruces o avu-tardas; la organización política y militar del imperio seléucidadebía llevar más tarde a los soberanos griegos a multiplicarla fundación de ciudades a 10 largo del curso medio del Eufra.tes: Dura-Europos había de ser uno de los ejemplos mejorconocidos. Babilonia tenía, por el contrario, numerosas ciuda-des. Heródoto visitó Babilonia veinte o treinta años despuésdel terrible castigo que le infligió Jerjes; la ciudad era toda

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vía suficientemente impresionante para que el Padre de la His-toria le concediese los epítetos convencionales que se aplica-ban a las grandes capitales, tales como la denominación de«ciudad de las cien puertas», 10 que no responde de ningúnmodo a lo que la arqueología nos ha revelado. Sin embargo,las ruinas eran inmensas, y algunos de los silencios, o de loque se ha tomado por errores del viajero, pueden ser datospreciosos. No pudo entrar en la ciudad real, aislada por elEufrates, barrio inaccesible donde estaba acantonada la guar-nición persa, y, por 10 tanto, no dice nada de los palaciosde los reyes caldeos, del que había construido Darío, ni delos jardines colgantes, tan alabados por los historiadores griegosposteriores. Si menciona la puerta de Ishtar, de la que le habíanhablado los contemporáneos, no pudo veda, y se explica susorprendente silencio sobre la famosa decoración de ladrillosesmaltados. Sí vio personalmente la ciudad interior, y sobretodo el santuario del Esagil, palabra con la que designaba todoslos edificios del santuario, y principalmente el zigurat. Elconjunto era aún impresionante, y las destrucciones de Jerjes

. no habían podido hacer desáparecer la enorme torre de pisos,pero la habían dañado 10 suficiente como para que Heródotodiese acerca de ella informaciones inexactas. Nos dice que secomponía de ocho terrazas, porque el hundimiento de los pisossuperiores y la falta de aristas vivas en aquel enorme montónde ladrillos que volvía a ser una montaña de arcilla no per-mitía ya contar las terrazas; con más razón aún, no pudover nada del pequeño templo que se elevaba en lo alto delzigurat; 10 que nos dice de su enorme valor procede de laimaginación de quienes -le informaron. Babilonia ya no teníafortificaciones: Heródoto ni siquiera menciona la muralla ex-terior; en cuanto a la muralla que ceñía directamente a laciudad, y de la que la exploración arqueológica nos ba reve-lado que se componía de dos muros distantes entre sí algunosmetros, la vio como un solo muro: las destrucciones de Daríoy de Jerjes y la falta de cuidados habían hecho que se hun-diese la parte superior de los dos muros y el viajero no veíamás que sus bases; en conjunto no formaban más que unsolo muro muy ancho, porque el espacio que los separaba sehabía llenado de los restos caídos. La arqueología confirmaen general el cuadro de una ciudad todavía tan impresio-nante que Alejandro la hizo capital de su imperio, pero pro-gresivamente degradada. En el centro de la ciudad, en eldistrito residencial descubierto en el Merkes, los excavadoressólo encontraron algunas constntcciones nuevas; las casas an-

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I ~ r'Itiguas se conservaban por lo general, pero los terrenos noedificados se extendían progresivamente; se hundían casas queno se reconstruían, y los habitantes cavaban tumbas en su

lugar; e! número de estos pequeños cementerios esparcidosentre las viviendas creció regularme!1te durante los dos. siglosde la dominación persa.

Otras ciudades conocieron una decadencia más brutal. Po-demos juzgado por las excavaciones de Dr. La ciudad habíatenido un extraordinario resurgimiento durante los reinados deNabucodonosor y de Nabónido, como pusieron de manifiestolas grandes construcciones de sus santuarios. Ciro no destruyóallí nada, lo mismo que en Babi1onia; acabó los trabajos, con.tentándose con hacer desaparecer los textos dedicados a la glo-ria de Nabónido; bajo Cambises y Darío la ciudad alcanzó lacima de su prosperidad, y hemos recogido el mayor número de

tabletas económicas para los últimos veinte años del siglo VI.Después sobrevino 1a decadencia irremediable; no hay necesi-dad de recurrir para explicada a los desastres de las guerrasy de las revoluciones. Más s::ncillo, la ciudad sufrió por el des.plazamiento del curso del Eufrates, ya sensible en la época neo-babJlónka; bastante mal cuidada, la red de canales fue pocoa poco desapareciendo; la vida se alejaba progresivamente dela ciudad, que perdió su puerto y sus vías fluviales. Grandes

obras hubieran podido sin duda devolvede la vida, pero Ur nolas merecía ya. Su prosperidad le venía de su posición comer-cial, cuando el golfo Pérsico y el Océano Indico eran vías co-

merciales más importantes que las terrestres. La conquista persase tradujo bastante pronto por la preeminencia de las rutas

caravaneras que, desde la meseta iraní, llegaban a Fenicia y aAsia Menor. Al dejar de ser la ciudad en que se efectuaban lostrasbordas, donde se amontonaban los productos exóticos, Urvio decaer sus tempJos, por los cuales había mostrado Nabónidoun celo exclusivo. Fueron abandonados progresivamente y susmateriales utilizados de nuevo; su emplazamiento no tardó enser invadido por viviendas, la ciudad ya no era más que unamiserable aldea en e! momento de la conquista de Alejandro,y el último texto que se encontró en ella data del 316.

La riqueza de! suelo mesopotámico era proverbial, y Babi-lonia aún merecía esa reputación bajo e! dominio persa. Asoladapor las guerras de fines de! siglo VII, Asiria, todavía poblada,sólo era una provincia secundaria; por e! contrario, Babiloniaestaba cubierta por una densa red de canales de riego, aunqueJa decadencia fuese ya perceptible en aquella época: los cam-

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bias de curso de los dos ríos y la progresiva sálinidad de lastierras irrigadas creaban problemas que los hombres de enton-ces no siempre podían resoJver, y la negligencia, las destruccio-nes y la pérdida de los recursos en los momentos de disturbioscausaron daños irreparables. En Babilonia, el Eufrates habíadesviado violentamente su curso y hundido muelles y diquesal norte de la ciudad a la que, describiendo una gran curva.había dividido en dos partes; Ur moría por el alejamiento delas aguas, y la exploración arqueoJógica ha revelado la exten-sión progresiva ge las instalaciones urbanas en los terrenos quehabían abandonado las aguas. En conjunto, el campo, sin em-bargo, se cultivaba intensivamente y se pobló con numerosasaJdeas y caseríos, a juzgar por la toponimia, que contiene mu-chos nombres de lugares formados con nombres de personas.

La agricultura y la ganadeda daban en cantidad sus pro-ductos tradicionales: cebada y dátiles, ajo, cebollas y diversasJegumbres,sésamo, carne y lana de carneros y cabras... Lamadera escaseaba, como en otros tiempos, y todos los productos

. que exigían el empleo de combustibles seguían siendo muy cos-tosos, como por ejemplo, los ladrillos cocidos. Babilonia teníaviñedos y huertos, pero parece que e! cultivo de la viña y dela higuera estaba recién iniciado; 10 mismo ocurría con el dellino, cuya extensión había de hacer de la Babilonia griega yparta uno <le los mayores centros conocidos en la fabricaciónde telas de lino. De todos esos cultivos, el más cuidado y elmás remunerador era sin duda e! de la palmera datilera; árbolútiJ para todo, cuyos frutos, madera, hojas, fibras, etc. eranigualmente utilizables, la palmera estaba muy bien cultivadasegún técnicas que actualmente se han continuado: se sabíaespaciar convenientemente los troncos, utilizar los intervalos paracultivos intercalares y practicar la fecundación artificial. No esextraño que e! suelo de un palmeral se vendiese dos veces alprecio de un campo de cereales.

Estamos muy mal informados sobre la actividad comercia~de aquella época; los archivos de las empresas comerciales nopacen ninguna mención de intercambios lejanos y no pareceninteresados en la comandita de empresas comerciales. Sabemos,sin embargo, que e! Eufrates era cursado por numerosos barcoscargados de mercancías, algunos de los cuales, de creer a Heró-doto, llevaban hasta 1.50 toneladas. Las empresas comercialeseran necesariamente el núcleo de una gran corriente de inter-cambios, aunque no aparezca en los textos de sus archivos;recogían enormes cantidades de productos agrícolas que vendíanen seguida, obteniendo dinero que revertían a los recaudadores

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reales, pero reservándose lo suficiente para poder prestarlo COI1tipos de intereses. usuarios. La relativa abundancia de metalesútiles atestigua, en fin, la existencia de 'un tráfico importantecon proveedores lejanos, siendo suficientemente grandes las can-tidades transportadas para hacer bajar considerablemente elprecio de los metales corrientes.

Durante el periodo de dominación persa se realizaron im-portantes innovaciones de orden sodal y económico: la propiedadindividual existió como en el pasado, pero la práctica de con-ceder tierras a ciertas colectividades, que servían para remu-nerar los servicios prestados a la autoridad pública, conocióentonces una extensión sin precedentes. Según instituciones queevocan más de una vez las de las sociedades medievales de laEuropa occidental, la autoridad real concedía grandes bienesterritoriales, como feudos, a los soldados y a los funcionarios.A cambio de la posesión de tierras, las familias o grupos aúnmayores, debían al rey sus servicios y contribuciones; bastantepronto, la autoridad real prefirió con frecuencia pedir mayores Icontribuciones a exigir servicio militar de lo

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s hombres estable-

Icidos en estas parcelas, aunque el lenguaje haya conservado duorante mucho tiempo el recuerdo del origen de aquellas conce- ,siones de tierras: se hablaba de «domInio del arco», de «dominiodel caballo» o de «dominio del carro de guerra», porque lasconcesiones se habían hecho básicamente para asegurar el reclu-tamiento del ejército imperial. Cienos documentos atestiguanque también se podía exigir de los propietarios de aquellosbienes una especie de servicio militar; por ejemplo, sabemos quehubo una leva militar en el 422, cuyo objetivo o lugar de con-centración era Vr. También los textos que tratan del repartoo de la concesión de estas tierras anotan cuidadosamente la>obligaciones fiscales y militares que incumbían a los nuevospropietarios. Pero a medida que la evolución de las costumbresy de las necesidades fue haciendo olvidar el servicio militarque debían los propietarios de dichas tierras, y también a me-dida que numerosos dignatarios y funcionarios, demasiado ocu-pados con los deberes de su .cargo, no podían asegurar suexplotación, ciertas casas de negocios hicieron su fortuna altomar bajo su cargo la gestión de las tierras, entregando alpropietario una renta sobre el suelo y pagando al rey las con-tribuciones que le eran debidas, pero obteniendo suficientestierras racionalmente explotadas como para asegurarse grandesganancias. No obstante, se explicaría mal la prosperidad de estascasas si no se comprendiese la nueva importancia que adquirióen el mundo mesopotámico la introducción de la primera mo-

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necia, y si no se apreciase la presión de las demandas de la) .

corona.

Después del 517, el tesoro persa acuñó la célebre moneda deoro, el ¿arico, que fue la primera moneda imperial; pero el sidode plata tuvo otro destino. No fue una moneda imperial, sinouna moneda heterogénea, acuñada localmente en las satrapíasde Occidente y que solía copiar tipos ex.tranjeros. Lo mismoque había monedas locales había medidas locales, sin gran re-lación unas con otras; el esfuerzo emprendido desde Nabucodo-nosor había terminado por hacer reconocer en toda Mesopotamiauna «medida de rey», equivalente sobre poco más o menosa treinta litros; pero esta medida oficial no eliminó las medidaslocales, muy diferentes entre sí, cuyo empleo se prefería aquelIos años en que la autoridad real se relajaba. Asimismo, lospatrones monetarios locales, en los que sólo se acuñaba plata.apenas ofrecían garantía en cuanto al peso de la plata amonedaday a su ley. El tesoro real sabía esto muy bien; los archivos dePersépolis nos muestran claramente que no aceptaba la plata

. que se les entregaba más que por el peso del metal. Según suley, cada moneda se dasificaba como plata blanca, plata media(preferida en segundo lugar) y plata inferior (admitida en tercer

lugar), y el tesoro se negaba a admitir el valor nominal de lamoneda, -teniendo en cuenta únicamente el peso de plata puraque entraba en ella. Los valores dados a la moned,a, tal comofiguran en las tabletas, no deben, pues, engañarnos; los precios,los arrendamientos, los salarIos, etc., se contaban en sidos deplata; si realmente había un arreglo en moneda, ésta se tomabasólo por el metal y por consiguiente se pesaba; o bien se de-terminaba el tipo de moneda que serviría para el pago, porquesu valor real se conocía de antem'lnO y así se evitaba la deli-cada operación de pesada; así se empleaban expresiones deltipo «pagadero en plata de talo cual calidad, de talo cual tipo».Generalmente la moneda de plata sólo servía como moneda decuenta; un salario o un alquiler se podían valorar en especie,«pagadero en tal cantidad de dátiles». Sólo en un caso eraqbligatorio el arreglo en metal: para el pago de una parte delos impuestos. Los descubrimientos de monedas extranjeras quepueden hacerse en determinados tesoros, sólo nos informanmuy imperfectamente sobre el volumen de los intercambios inter-nacionales; donde se han encontrado monedas griegas, podemosver con toda seguridad la existencia de intercambios a largadistancia y de la penetración de hombres y de productos prq-cedentes de Greda. Pero de ahí 1'10podemos sacar ningunaconclusión en cuanto al volumen de tales intercambios, puesto

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~ Ique la plata griéga acuñada era trMada como metal, como mate-ria prima que se fundía y moldeaba en lingotes. Un tesoroencontrado en Kalkhu (Nimrud) o Nínive que data de principiosdel siglo IV, contenía toda clase dé objetos metálicos, asas devasijas, anillos, monedas de plata atenienses, eginetas, tracias,macedonias, etc., todo lo cual no representaba para su propieta'rio más que una reserva de metal que podía emplear librementepara modelar cualquier objeto metálico.

La vida en Mesopotamia bajo el dominio persa estaba marca.da por una constante subida de los precios. Sería enojoso, evi-dentemente, enumerar, producto por producto, todos los ejem-plos que atestiguan este aumento, desde fines del periodo caldeoa fines del siglo V; no hubo excepción en ningún tipo degéneros alimenticios, de materias primas o de bienes inmobilia-rios; es verosímil, por ejemplo, que se deba a este aumento ladisminución del número de actas de venta de casas y la mul-tiplicación de actas de alquiler. Para explicar tal fenómeno sepiensa en las numerosas destrucciones que acompañaron a lasguerras y las represiones; aunque hayan jugado un papel consi-derable, no fueron, sin embargo, más que las causas ocasionalesde un movimiento ininterrumpido que duró cerca de dos siglos.Más bien Jebe pensarse en las consecuencias de una tributaciónmuy pesada, que se llevaba una cantidad considerable de bienesen especie y que creaba mil dificultades mediante impuestos enmoneda. El metal precioso quizá era relativamente abundantea principios del periodo persa; si lo hubiera metido en suscajas y acuñado, el estado persa habría podido acelerar la en-trada de los países orientales en una economía de intercambiosacelerados; por el contrario, lo atesoró, y es conocido el asom-bro de los compa,ñeros de Alejandro ante los enormes tesorosque descubrieron en todas las capitales reales; sólo en Susa,Alejandro se apoderó de 9.000 talentos (o sea, 270 toneladas)de oro acuñado, pero 40.000 talentos de plata (1.200 toneladas)estaban amontonados, inútiles, en forma de lingotes. Fue tal laabsorción de metales preciosos, que cada vez fue más difícil

encontrados para pagar la parte correspondiente de los impues-tos; la falta de medios de pago obligaba generalmente a recurriral crédito de manera excesiva. Los préstamos de todas clasesse multiplicaron, particularmente a los contribuyentes, provo-cando la subida de los tipos de interés; de alrededor del 10%en tiempos de Nabucodonosor, pasaron al 20% en los reinadosde ,Ciro y de Cambises, para llegar hasta el 40 o el 50% a finesdel siglo V, según sabemos gracias a los archivos de los Murashu.

Porque algunos sabían enriquecerse en un tiempo en que el

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peso excesivo de la tributación abrumaba a la mayor parte desus contemporáneos.

A fines del siglo VII aparecieron los bancos privados, cuan-,do los templos no podían bastar ya para regular y animar elritmo de la vida económica. Los bancos fueron primero esta-blecimientos de crédito; los préstamos podían concederse sobreprendas y sin intereses, pue~ la explotación de la prenda, porejemplo tierra o esclavos, pagaba al prestamista hasta que eldeudor restituía la cantidad; con frecuencia no podía librarsede la deuda y el prestamista conservaba la prenda. La bancade los Egibi, activa desde el reinado de Nabucodonosor, en quela fundó quizá un israelita, hasta el reinado de Daría 1, prac-ticaba este tipo de préstamo. Después se diversificó el sistemade garantías y aumentaron los beneficios de los bancos al mismotiempo que sus actividades. En el siglo V la banca de los Mu-rashu acumulaba enormes ganancias asumiendo en la economíade su tiempo un papel muy complejo f>.nel que se había hechoinsustituible; empresa comercial en general, se encargaba, porejemplo, de la venta de grandes suministros a los templos quepedían productos alimenticios y materiales de construcción; seha15íaespecializado en encargarse de las fincas de los dignata-rios persas, de ponedas en explotación, pagando una renta a suspropietarios y poniendo al día en nombre de éstos el impuestoreal; disponía así de enormes posesiones y como poseía ellatambién numerosos bienes, los arrendaba a distintos explota-dores, sacando partido de todo. En manos de estos hombres denegocios se encontraban tierras y rebaños para tomar en arriendo,tiros de caballos e instrumentos agrícolas para alquilar; en gene-ral, no había préstamo que no pudiera recibirse de ellos, ya se tra-tase de dinero, de ladrillos, de cebada, de dátiles, ctc. La fortunade los Murashu era considerable y se citan ciertos reconoci-mientos de deuda depositados en sus archivos que represen-taban el equivalente de 350 o de 190 kg. de plata pura. Todopodía sedes ocasión de ganar dinero: sabemos que comprabanal ejército real el botín que había obtenido en sus campañas,que sacaban provecho del alquiler de prostitutas a proxenetas'y que la organización de la distribución de las aguas de riegoles valía ganancias enormes, puesto que quien utilizaba susservicios les dejaba la cuarta parte de su cosecha. Se podríacaer en la tentación de considerados sólo como hombres denegocios npaces, lo que sin duda fueron, dispuestos a violar]a ley como lo atestiguan algunas anécdotas sobre los robos ylas violencias de los individuos que les servían en algunos pobla-dos rurales; pero ello sería ignorar la utilidad económica de

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una empresa que sin duda tuvo competidores. Era un sólidoestablecimiento de crédito, y, como tal, indispensable; su papelera todavía más insustituible si se tiene en cuenta que esta casay otras similares eran las únicas que podían realizar aquellasempresas que ni el estado ni los templos querían o podían yaasumir; al sustituir a los grandes propietarios ausentes, la firmaaportaba hombres, aperos y crédito; al encargarse de los tra-bajos que hoy llamaríamos de infraestructura, hacía posible laprosperidad de la agricultura babilonia, aunque hiciese pagarmuy caros sus servicios. Las grandes propiedades exigían inver-siones y una gestión estricta; sabemos que en una propiedadlos Murashu tuvieron que construir 18 norias que hacían mover72 bueyes para asegurar la irrigación.

Nuestros elementos de información sobre la composición dela sociedad babilonia en la época persa no nos permiten conocertodos sus aspectos; sabemos lo bastante para afirmar, por ejem-plo, que el papel económico y social de los grandes templosestaba declinando en provecho de! grupo de los negociantes; ytambién que la situación de los humildes apenas había cam-biado, aun cuando lo que sugiere el vocabulario de aque! tiempo,a propósito de los esclavos sobre todo, deba ser corregido. Sinduda los grandes templos eran aún los centros de la vida econó.mica; poseían y administraban inmensas. posesiones, dabantrabajo a miles de hombres, figuraban como establecimientos decrédito para sus dependient.:s y criaban grandes rebaños cuyasbestias de carga solían alquilar.

En la misma época el papel de los negociantes quizá eraigualmente importante; pero a partir del 403, año en e! quegrandes perturbaciones acompañaron la subida al trono imperialde Artajerjes II, no nos ha llegado ningún documento queatestigüe la actividad de una gran firma comercial; se puedepensar que a partir de dicho año las act¡¡s se redactaban enarameo y que los materiales, papiro o pe~gamino, han desapa-recido. Es más verosímil que se deba atribuir la falta de docu-mentación a la lenta decadencia de Mesopotamia, quizá agotádapor la tributación, que ya no ofrecía oportunidades a hombresconoo los Egibi y los Murashu. Entonces los templos, por muyempobrecidos que estuviesen, siguieron siendo centros de acti-vidad; en torno a eItos se agrupaban los miembros de unaamplia aristocracia sacerdotal, que sacaban las suficientes ga-nancias de sus beneficios como para que e! comercio de pre-bendas sacerdotales se convirtiese en una de las actividadeseconómicas que ha dejado, para fines de la época persa y hast1la dominación parta, e! mayor número de documentos cunei-

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formes; 'a la sombra de los templos se conservaba, en efecto,la tradición de la lengua acadia y de la escritura cuneiforme y lapráctica del derecho, al mismo tiempo que los más sabios desus miembros se consagraban a enormes trabajos de erudición

. y a la astronomía matemática; todo ello sin prejuzgar lo quepodía ser la actividad de los medios profanos, indudablementedisminuída, pero para la que nos falta casi totalmente la docu-mentación en lengua aramea.

Apenas conocemos la vida de los humildes. Al lado de unanumerosa población que seguía dependiendo de los templos, 'jque puede llamarse sierva y al lado del grupo numeroso dehombres que el rey de Persia tenía bajo su soberanía feudal yque poseían tierras como una especie de feudatarios, un grupoimportante de gentes humildes, que no nos atrevemos a llamarlibres, vivían mezquinamente, quizá propietarios de pequeñasparcelas, artesanos y obreros de las ciudades, masa flotante demiserables obreros agrícolas. Sospechamos su existencia, más quedescubrirla, en una documentación jurídica o económica quehabla poco de los pobres. Sabemos que por término medio unobrero agrícola de principios de! siglo V percibía. un siclo deplata al mes; teniendo en cuenta e! precio medio de los artículos,el obrero podía comprar unos sesenta litros de cebada y unossesenta kg. de dátiles para subsistir durante un mes con sufamilia. Por otra parte, es poco probable que aquel pobre diablono conociese momentos de paro. Por una confusión debida allenguaje, nos sentiríamos tentados de unir los más desheredadosde! grupo de los humildes a todos los esclavos que mencionanlos textos, los ardani (plural de ardu); había, sin duda, muchosesclavos que compartían con los hombres libres, pero pobres,una miseria material común. Pero con la palabra ardu no sedesignaba al esclavo en el sentido que da al término e! derechoromano, sino lo que convendría llamar un servidor.

Siempre e! esclavo (ardu) de la sociedad mesopotamia habíapodido poseer tierra, disponer de un sello que era símbolo deuna personalidad jurídica y ocupar cargos administrativos; el

, hecho de que pudiera ser vendido como un objeto no le apar-taba de actividades que e! derecho romano prohibió siempre.El derecho persa confirmó esta actitud: en una jerarquía en lacual todo inferior se declara esclavo (ardu) de su superior, e!sátrapa re&pectode! rey, e! pequeño funcionario respecto de sujefe de circunscripción, o, caso más frecuente, e! humilde ser.vidor de un pequeño campesino respecto de! amo que lo habíacomprado, la noción de eschvitud perdió su rigor. El término

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podía designar la posición social de toda categoría de depen-dientes respecto de los cuales el amo podía emplear coaccióny violencia, sin que el esclavo fuese por ello un hombre sinimportancia. Gimillu, el esclavo de la Eanna de Uruk, sólocometía las pillerías de un pequeño servidor capaz sólo de peque-ños latrocinios; era una especie de empresario, administradorde inmensos rebañ08, intendente de grandes propiedades, cuyopoderío estaba. en proporción con las estafas, y del cual la jus-ticia tardó muchos años en ocuparse. Los Murashu tambiéntenían esclavos a su servicio; pero algunos de sus ardani eranpor .10menos grandes empleados, hombres de confianza de susamos; algunos habían tenido bastante talento y suerte parallegar a ser ~ su vez banqueros, más vinculados a sus amos porla comunidad de intere8es que por una mácula servil cuya exis-tencia quizá quedaba señalada aún por el pago de un 'canon.

Llts relaciones sociales eran, pues, de una gran complejidad,a imagen de los hombres de diverso origen que se instalabanentonces en el suelo de Mesopotamia. Nuestras fuentes de in-formación más seguras son aquí la onomástica y la toponimia;a fines del siglo VI vemos mencionar aldeas de persas, de tiriosy de cimerios. Los contratos nos suministran nombres' egipcios,sabeos, idumeos, junto a los nombres babilonios y asirios másnumerosos. A partir del año 521 los nombres persas. no dejande multiplicarse, y parece seguro que el mestizaje de las pobla-ciones se efectuó con bastante rapidez, puesto que pronto vemosa personas con nombre iranio cuyo padre tenía nombre babilo-nio, y aún más frecuentemente lo inverso. El descubrimientode los archivos de los Murashu, antes de la primera guerramundial, proporcionó en un momento una larga lista de nombresjudíos que atestiguan eIocuentemente el elevado número defamilias judías establecidas en Mesopotamia y la prosperidadde algunas de ellas, residentes en Nippur, en Babilonia y en to-dos los grandes centros. Quizá los antepasados de algunas dedichas familias se remontaban ya a los tiempos de las primerasdeportaciones de israelitas, en el año 721. Los que se les ha-bían unido a principios del siglo VI habían hecho suyos losconsejos & Jeremías: «Construid casas e instalaos; plantadhuertos y comed sus frutos... multiplicaos ahí, no disminuyáis»(29, 5-6). Cuando se había publicado el edicto de Ciro en el538, sólo habían partido contingentes «determinados para cadafamilia»; en e! 520, Zorobabel nevó consigo 50.000 personas;en e! 458 sólo acompañaron a Esdras 5.000 de sus correligio-narios. El papel ulterior de las comunidades judías de la diás-pora babilonia bastaría, por lo demás, para atestiguar la im-

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portancia numérica de los grupos que quedaron «a la orilla delos ríos de Babilonia». .

El encuentro de hombres procedentes de tantos países dife-rentes y la importancia del elemento iranio en la poblaciónbabilonia no podían dejar de tener consecuencias en la vidaintelectual y religi08a.

El prestigio de la cultura mesopotámica era aún tan grandeque los persas vencedores se abstuvieron de querer alterarIa alIfdonde se había desarrollado; 10 que es mejor, admitieronsu irradiación y consintieron en recibir de ella muchas lec-ciones, por ejemplo en su arquitectura imperial y en la leco-ración de sus inmensos palacios; y, 10 que es más importante,la lengua acadia fue reconocida como una lengua imperial. Desdeel reinado de Ci.ro aparecieron inscripciones trilingües, en persaantiguo, en elamita y en acadio, cuyo ejemplo más conocido esla inscripción de Darío en la roca de Behistun. El persa anti-guo mismo estaba escrito en una esctitura cuneiforme, adaptadaa la escritura cuneiforme usada en Mesopotamia, pero tan sim-plificada que sólo tenía 43 signos. El e!amita siguió siendo unode los testimonios de la irradiación de la cultura babilonia tanpróxima; escrito también en caráctcres cuneiformes, conteníaideogramas sumerios y en su vocabulario abundaban tanto laspalabras babilonias como las persas. Eran alIf lenguas oficiales,empleadas en las inscripciones trilingÜes que se perpetuaronhasta el siglo IV. Las faltas, cada vez más numerosas, salpicabanlos textos en persa antiguo y en elamita. En la vida diaria e!retroceso de esas tres lenguas fue aún más rápido; a partir delreinado de Darío 1 no se escribió ningún texto en persa anti-guo sobre tableta8 de arcilla; e! elamita se sostuvo más tiempo:en Persépolis fue la lengua administrativa durante mucho tiem-po, y hasta fines del reinado de Jerjes fue tan empleado quedisponemos de decenas de miles de tabletas y de fragmentos.Después de! 460 quedó, no obstante, fuera de uso. El acadiose empleó en textos administrativos y jurídicos hasta e! 40(1aproximadamente; los escribas lo hablaban mal, ignoraban lasflexiones y confundían los casos, sin que se sepa exactamentesi hay que reconocer en ello una manifestación de la ignoranciade los contemporáneos respecto de un idioma que estaba de-jando de ser usado, o si esas alteraciones significan que elacadio, comúnmente empleado, sufría los fenómenos de desgas-te inevitables en toda lengua hablada. Más bien parece que elacadio salía entonces del uso corriente, como parece indicarIola disminución del número de actas redactadas sobre tabletas dearcilla, y el hecho de que su empleo fuese quedando limitado pau-

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f!latinamente al grupo bastante reducido de los miembros de laaristocracia sacerdotal, es decir, a los hombres más instruídos,y que, protegidos por los templos, se cuidaban de salvar eltesoro de la antigua cultura mesopotámica. En todas partes,en Persépolis, en Susa o en Babilonia, predominaba el arameo,y es significativo que las tabletis hayan poditlo llevar, grabadaso más frecuentemente escritas con tinta, rúbricas en arameo,a veces de una longitud de tres renglones, que daban el contenidode la tableta a fin de facilitar su clasificación. Desgraciadamente,el pápiro y el pergamino en que se escribía el arameo han de'-saparecido; pero el papel de esta lengua, convertida en linguafranca en todo, se ha podido definir por el paciente trabajo tJJelos filólogos. Por lo general se hablaba en Babilonia un acadiomuy alterado o el arameo; se escribía el arameo, o bien, en lostextos económicos, jurídicos o administrativos, un acadio rela-tivamente correcto. Cuando había que pasar de un idioma aotro, era el arameo el que desempeñaba el papel de denomina-dor común. El texto de las inscripciones trilingües, por ejemplo,estaba pensado en antiguo persa, después traducido al arameoy vuelto a traducir del arameo al acadio; en la correspondenciaadministrativa, las instrucciones dadas en persa antiguo estabantraducidas al arameo y expedidas en esta lengua, y despuéslos destinatarios las traducían a la lengua de las oficinas deescribas, es decir, al e!amita en Susa y al acadio en Babilonia.La necesidad de simplificación y la relativa simplicidad del ara-meo no tardaron en hacer de esta lengua el único lenguajecomúnmente escrito y hablado. Nada impedía al elamita y alpersa antiguo subsistir, en formas cada vez más alteradas, enel lenguaje popular. Se puede admitir que lo mismo debió ocu-rrirle al acadio; pero a dif",rencia de aquellas otras lenguas,que quedaron sin uso oficial, el acadio siguió siendo una lenguade cultura, la lengu'l de los escribas, de los sacerdotes, de loscientíficos y hasta de los juristas, cuando se trataba de levantaractas entre los individuos de un grupo, socialmente importantepero cuyo número se debía reducir constantemente.

Lo que sabemos de la vida religiosa confirma la diversidadde hombres y de culturas en aquella encrucijada en que se ha-bía convertido Babilonia, al mismo tiempo que los elementosde la antigua cultura mesopotámica atestiguaban una notablepermanencia. La onomástica atestigua la presencia de diosesiranios, como Mitra y Baga, egipcios, como Isis y Harmaquis,arameos, como Shemash, eoc.; pero en los casos de sincretismoreligioso suele predominar la divinidad babilonia; un hombrelleva el nombre de Harmaquis, pero su hijo, quizás nacido en

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Babilonia, lleva un nombre formado con el del dios Nabu. Losdescendientes de iranios llevan nombres que se refieren a diosesbabilonios, pero no es frecuente que las personas con nombresbabilonios den a sus descendientes nombres iranios. Con ex-cepción de la crisis del 482, en que las tropas de Jerjes devas-taron el Esagil de Babilonia, los templos no tuvieron que su-frir la conquista persa; hasta Jerje';, los conquistadores se im-pusieron el deber de sostener los santuarios de las viejas ciuda-des, como lo habían hecho los reyes caldeos. Después de Jerjes,las donaciones de la generosidad real fueron menos abundan-tes, pero sabemos, por ejemplo, que Darío II contribuyó alarreglo de ciertos edificios de la Eanna de Uruk, y que sin dudase le debe la construcción del depósito de archivos donde sehan encontrado mnes de textos, cuya concepción, muy moder-na, comprendía un sistema de circulación de agua que, hume-deciendo el ambiente, aseguraba la conservación de las table-tas. Nabu en Bossippa, Enlil en Nippur, Anu e Ishtar en Uruk,Marduk en Babilonia hasta el 482, etc., todos los dioses ylos santuarios más venerables tuvieron asegurada la continuidadde su existencia secular. Si el santuario de Nannar en Ur habíade decaer rápidamente, siguió el destino de la ciudad misma apartir de fines del siglo VI; dejando a un lado las violenciasde la represión dirigidas por Jerjes, no parece que los sobera-nos persas hayan hecho nada que significase su deseo dedestruir una religión a la que hubieran sido hostiles; la rela-tiva indiferencia con que tr~taron a dioses y santuarios meso-potámicos después del reinado de Jerjes, hay que mirada enel marco general de fa historia del imperio persa; a partir delsiglo V los soberanos tuvieron cada vez menos relaciones conlas diferentes partes de su imperio, y a veces se ha habladode iranismo para explicar la indiferencia de los conquistadoreshacia sus súbditos y también la dureza de una administraciónque sólo servía para extraer las riquezas de las provincias hacialas capitales aqueménidas.

De todos los grupos que habitaban entonces Mesopotamia,el de los israelitas no podía dejar de atraer la atención apasio-nada de los eruditos. Ya hemos mencionado su importancia nu-.mérica y su papel económico. El estudio de sus nombres per-mite apreciar su actitud religiosa; desde hacía tiempo el textobíblico había revelado que muchos desterrados habían tomadonombres extranjeros compuestos por nombres de divinidadespaganas. En el 520 el nieto del rey Joaquín, que conducíahacia Jerusalén un segundo contingente de desterrados, llevabael nombre de Zorobabel, y sus lugartenientes tenían los nom-

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bres persas de Mardoqueo, Bilshan y Bigval: su predecesor; queregresó de! desti.:=rroen el 538, se llamaba Sheshba5ar, o seaShamash-apal-usur. Los nombres contenidos en los archivos delos Murashu ampliaron considerablemente el campo de la in-vestigación, pues una parte de dichos nombres atestigua tam-bién la adopción de nombres teóforos que contienen nombresde dioses babilónicos; un individuo con un nombre formadocon Yahvé (Jeová) tenía un hijo cuyo nombre contenía eldel dios Nabu, y un nieto con otro formado con el nombrede un dios iranio; uno llamado Be'-lau (Yahvé es mi Señor)tenía descendientes cuyos nombres contenían la mención delos dioses Marduk y Nabu, ete. ¿Debe deducirse de ello laapostasía de muchos judíos? Era inevitable que se produjeseasí, quizás hasta con frecuencia; pero no siempre se puedededucir por el uso de un r.ombre pagano la apostasía del quelo llevaba, como le demuestra el ejemplo de Sheshbasar y elde Zorobabe!. Hubo más; muchos israelitas tomaron nombresusuales en el mundo babilonio, \)ero substi~uyendo la divini-dad pagana con el nombre del dios de Israel bajo las formasde El, Yého Yahu; más convincp.ntc aún: se creó un nombreabsolutamente nuevo, el de Shabetai «<El del Sabbat»), y volvióa usarse el viejo nombre de Hag (g ) ai, que se refería a lasfiestas, y particularmente a la de los Tabernáculos. El estudiode los nombres permitió, pucs, descubrir los testimonios ines-perados de la fidelidad de muchos de los desterrados, y sub-rayar la reacción nacional y religi05a de la comunidad israe-lita, después del comienzo de la restauración de un estadosatO{:rdotalen la misma Judea. Por lo demás, tales testimoniosno .~puedensorprender, teniendo en cuenta que ya sabíamos delpapel de los israelitas de Mesopotamia en la elaboración deljudaísmo: enrte ellos se había elaborado la ley de Moisés queEsdras hizo reconocer en Jerusalén en el 458; es a su poten-cia, a su influencia y a la fe que los animaba a lo que debie-ron los. israelitas de Judea el haber recibido hombres y di-nero, a lo que debiero:1 también la sorprendente benevolenciareal sin la que la obra de un Nehemías, después del 445,habría sido imposible.

Conservando su lengua, conservadora en materia de reli-gión no obstante la presencia de numerosos extranjeros lle-gados con sus divinidades, la civilización mesopotámica fuetambién la heredera de las generaciones que habían recono-cido la existencia del derecho. Como los siglos precedentes,la época persa no nos ha legado más que documentos en losque se revela la práctica jurídica, y de ningún modo los textos

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que nos harían conocer el trabajo de los legisladores y de losespecialistas en derecho. Podemos comprobar que los persasconservaron el legado jurídico del pasado. Fragmentos de co-pias del código de Hammurabi atestiguan el interés que sele seguía prestando, interés que se revela también en lasfórmulas que emplearon Ciro y Dado 1, cuyas inscripcionescontienen una fraseología directamente tomada del célebre có-digo; los historiadores del derecho han podido descubrir latransmisión de sus fórmulas a través de las diferentes compl-laciones jurídicas del antiguo Oriente, siendo la (íltima eninspirarse en ellas la ley antedemónica publicada en el reinadodel rey parto Mitrídates 1, a fines del siglo II a. C. Asíconservado, e! derecho babilonio se benefició del campo quele abría la unidad administrativa d~ un vasto imperio, y losintercambios que se multip1icaron fueron con frecuencia oca-sión de extender sus principios a regiones nuevas. De Nabu-codonosor a Darío 1 se establecieron colonos babilonios enNeirab, cerca de Alepo, a un centenar de kilómetros del Medi-terráneo; anudaron múltiples lazos con la población indígena,matrimoniales y comerciales; los tex~os que nos atestiguan esasrelaciones demUf:stran la preemin::ncia del derecho babiloniosobre los derechos locales, pues contratos y obligaciones seestablecían finalmente según los principios de un derecho im-portado. y en los mismos términos de los formularios ba-bilonios.

Hubo cambios, sin embargo; pero por inevitables que fue-sen, fueron muy limitados y apenas se advierten antes delaño 500. Diversos detalles de los formularios indican modifi-caciones debidas a los iranios; por ejemplo, después de enu-merar las cláusulas de garantía contra las dificultades que elarrendatario podía suscitar al adquirente, la época persa vioañadir a las fórmulas ordinarias la que preveía que, aun contrala intervenCIón de un tercero. sería el auendatario quien inter-vendría en garantía ante un tribunal. De mayor consecuendafue la promulgación, después del 519, de una ley real, unadata, para emplear la palabra irania que entró en uso. Igno-ramos casi por completo su contenido, y su existencia la cono-cemos únicamente por alusiones que hacen a ella los textos delos contratos, cuando precisan: «Según la ley del Rey». Era,indudablemente, una r.:=cop¡}aciónde casos de jurisprudencia,que vemos citados a propósito del establecimiento de unpeaje, de la venta de un esclavo o de la reglamentación dedepósitos de plata. Seguramente se nombraban funcionariospara vigi!ar la aplicación de la ley, y los dos jueces reales

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que se sentaban en el banco de los jueces de Babilonia pro-bablemente estaban investidos de (:sas funciones.

En la época persa se reunieron las condiciones socialese intelectuales que hicieron posible el florecimiento de! primerpensamiento científico; menos ricos que en otro tiempo, vigi-lados por la administración persa, los templos fueron más quenunca los conservadores de la cultura mesopotámica; fueronlos últimos bastiones en que la lengua acadia, que era sobretodo mAteria de etuditos, se empleó hasta e! año 75 d. C.Durante siglos los escribas iban a recopiar las colecciones detextos religiosos, literarios y lexicográficos; sin su labor, nues-tro conocimiento de la cultura mesopotámica presentaría aúnmás lagunas; sin su primacía económica, los templos conser.vaban aún bastantes bienes para sostener en cada gran ciudaduna aristocracia sacerdotal, cuyos individuos mejor dotados, es-cribas y teólogos a su hora, eran también hombres de ciencia.

Desgraciadamente carecemos de medios de investigación paradeterminar la fecha de las primeras conquistas de aquellosinvestigadores. Sabemos, por ejemplo, que hacia e! año 500los astrónomos habían determinado de manera satisfactoria laduración del año solar, pero sin que se cuidasen de dar a suscontemporáneos un calendario práctico. Desde el reinado deNabonasar (Nabunasir), en el 747, se había reconocido la equi.valencia de 19 años solares y de 19 años de 12 meses lunares,a los que se añadían 7 meses lunares. Durante mucho tiempose dudó acerca de la manera de intercalar los 7 meses suple-mentarios en el ciclo de los 19 años lunares; aún en los rei-nados de Ciro y de Cambises eran los sacerdotes de Babi-lonia quienes decidían acerca de las intercalaciones, y dos desus cartas nos aseguran que sus decisones eran aplicadasdespués en todos los t~mplos de Babilonia. No fue hasta elsiglo IV, en el 383 ó en el 367, cuando se estableció defi-nitiv'amente un sistema de intercalaciones. En el transcurso delsiglo V los sabios se dieron un nuevo instrumento indispen;-sable para la continuidad de sus trabajos: determinaron alcírculo zodiacal, idealización matemática que les permitía me-jorar la anotación de sus observaciones astronómicas; tambiénpodrían enunciarse las referencias acerca de determinadas estre-Ilas brillantes: era un enorme progreso enunciadas en grados,dentro de cada uno de los signos del Zodíaco. Sin quererlo,los astrónomos habían creado al mismo tiempo el medio paradesarroIlar una seudo-ciencia: la astrología horoscópica, que habíade ser la ciencia por excelencia del mundo greco-romano; suscomienzos fueron lentos y modestos en el mundo babilonio:

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el primer horóscopo astrológico, fundado en la observación delos planetas, su valor y su posición en relación con los signosdel Zodiaco, data del 410.

La determinacióo de un calendario y la creación de unsistema práctico de referencias no fueron las únicas conquistasde aqueIlos siglos oscuros; se inventaron diversos métodos decálculo, así como también se redactaron las tablas en que seconsignaban las relaciones periódicas entre los movimientos dela luna y los de :os planetas. Del 500 al 300, aproximadamente,los astrónomos se crearon, pues, los instrumentos sin los cualp.sno habría sido posible el desarrollo de la astronomía mate-mática en la época helenística; pero lo mismo que ignoramoslas etapas de esos descubrimientos, ignoramos los nombres dequienes los hicieron. Los griegos y los latinos nos han trans-mitido a este respecto tradiciones que nos hizo rechazar recien-temente el conocimiento 'profundo de los textos cuneiformes.Se ~olocaban en el siglo V los trabajos de Naburianos, cuyonombre se creía encontrar en el nombre acadio de Naburi-mannu, y se le atribuía uno de los sistemas de determinaciónde las fases de la luna. Hoy se juzga insegura la lectura delnombre de Naburimannu; se ha hecho imposible atribuir unafecha cualquiera a los trabajos que 3C creía deber!e, e in-cluso atribuirle la paternidad de algún descubrimiento. Laidentificación de Kidenas, contemporáneo de Artajerjes, con'ln Kidinnu, redactor de una serie de tabletas astronómicas,parece, por el contrario, bien establecida. Es posible, comose Je ha atribuido, que haya descubierto el fenómeno de laprecesión de los equinoccios; pero nadil permite afirmar quehaya sido el inventor de un segundo sistema de determinaciónde las fases de la luna, rival del que se atribuía a Naburi-mannu. Las tabletas que nos informan de esos descubrimientospueden ser, en efecto, copias de trabajos anteriores, y lamención del nombre de! escriba puede no significar nada encuanto al autor del descubrimiento.

El primero de octubre del 331 en Gaugamela, en elnorte' de Asiria, Alejandro aplastaba el último ejército del GranRey. En las semanas siguientes se apoderaba de toda la Meso-potamia y entraba en Babilonia, que le fue entregada sin resis-tencia, tanto por sus habitantes como por el sátrapa Mazeo.El conquistador fue saludado con himnos; humeaba el in-cienso en los altares y las calles estaban alfombradas de flores.Agradecido, juzgando quizás que haría de ella la capita,l desu imperio, Alejandro ordenó la reconstrucción de los templosde la ciudad, y, ante todo, del templo de Marduk. ¿Qué era

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~i'f el joven .conquistador para los babilonios? ¿El vengador deJerjes? ¿El que devolvería a Babilonia su esplendor de anotaño? ¿Un hombre del que cualquier decisión vooría más queel marasmo en que se entumecía un pueblo viejo? Sin dudatodo eso a la vez.

Los babilonios pensaban quizás que iban a entrar en unmundo nuevo, que trataba de organizarse en ventaja suya;en real1dad, los dos siglos de dominación griega no habíande cambiar nada fundamental en la situación de Babilonia, sise considera 10 que había negado a ser desde fines del si.glo V. Rica aún, seguiría siéndolo durante mucho tiempo, perosin volver a encontrar la preponderancia económica de quehabía gozado hasta el reinado de Darío 1; importante por suposición en el Próximo Oriente, por el ntÍtnero de sus habi-tantes, nunca más había de revestir una importancia políticade primer orden; la composición de su población había sidoprofundamente modificada; la superioridad del arameo y dela escritura alfabética iba a reducir progresivamente a unaminoría a los que todavía podían comprender y conservarel tesoro de su antigua cultura.

Era aquélla una civilización demasiado grande y demasiadoantigua para que muriese de un golpe. Durante el oscurosiglo IV, había hecho bastante para que 10 mejor de ellamisma pudiera salvarse, y ser continuado; tal fue la realiza-ción de un enorme trabajo de icompiJación, la salvaguardade un pensamiento jurídico, la conquista de los medios deun pensamiento científico que había de crear la primera astro-nomía matemática. La época helenística debía ver el finalde todo ello.

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18. El judaísmo palestino en el períodopersa

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El Libro de Esdras dice que Ciro el Grande en su primeraño (o sea, después de haber conquistado Babilonia en el539) promulgó un decreto que permitía a todo el pueblo deYahvé que vivía en sus dominios regresar a Jerusalén y cons-truir e! templo (1, 1-4). Regresaron unas 50.000 personas bajola jefatura de Zorobabel, gobernador del distrito persa deJudea (d. Haggeo, 1, 1), y de Josué, el alto sacerdote. Cons-truyeron un altar, empezaron las ofrendas regulares y al añosiguiente pusieron los cimientos de! templo (Esdras, 1, 5; 3,10). Esdras (4, 4 ss.) fecha estos acontecimientos haciael 537/6. Contradicen esta fecha las profecías de Haggeo, quedeclaran que antes del año segundo de Darío I (520) «nose puso una sola piedra sobre otra en el templo de Yahvé»(2, 15; d. 18). En la lista de 10s desterrados repatriados enEsdras 2 se usaron fuentes discrepantes (dos genealógicas yuna territorial). El decreto de Ciro aparece en forma dife-rente en 6, 3 ss. Por consiguiente procedía cuando menos dela tradición: si 10 hubiera inventado el autor, habría usadola misma invención en los dos lugares. No obstante, la se-gunda forma del decreto, en la que Ciro ordena la cons.tl'ucción .y concede fondos para ella, difícilmente puede serlegítima, ya que dicha orden nunca fue dada. La autenticidaddel primer decreto también es dudosa, por 10 tanto. (Cirodevolvió muchos mesopotamios a sus patrias 1, y pudo haberhecho lo mismo con los judíos, pero la mera posibilidad noes una prueba).

Aunque los detalles del regreso de los desterrados son,pues, oscuros, la situación creada por su repatriación puedereconstruirse a base de los indicios que ofrece la historia pri-mitiva. Durante las monarquías se había producido un con-flicto entre los que creían que Yahvé exigía a los israelitasque le adorasen a él solo y los que creían que se le podíaadorar juntamente con otras deidades. El primer partido (mo-nólatra) está representado por los documentos del AntiguoTestamento, y el segundo partido (sincretista) contaba con más

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masa popular y habitualmente controlaba tanto e! gobierno comoel templo. Con e! destierro (587-539), la jefatura ilustradade! partido monólatra le fue arrebatada a Babilonia. Al pe-ríodo babilonio se atribuye plausiblemente e! desarrollo devarias características conspicuas en el material judío poste-rior al destierro, pero raras en e! anterior al destierro: unextremado interés por la «pureza» (amenazada por e! mundocircundante) y por la circuncisión, y la observancia de! sá-bado (sabbath) como signos distintivos del verdadero judío;el culto de la sina~oga (oración, loanza, lectura y exposiciónde las leyes del culto) como centro de vida comuniraria; uncuerpo de literatUra del partido -códigos legales, historias,profecías- probablemente conservado en las sinagogas y am-pliado allí con salmos, plegarias y material homilético, todolo cual recibía forma de la posición del partido según la cualla exclusiva adoración de Yahvé llevaba a la prosperidad, yla adoración de otras deidades 31 desastre. Como las sinagogasformaban una red para la ayuda y el estímulo, su reacciónreológica contra el mundo circund~nte llegó a ser extremada.La prohibición de adorar a otras deidades llevó a negar laexistencia de éstas, motivo que antes se convirtió en el temadominante de un trabajo fundamental en las profecías delSegundo Isaías (Is., 40-45) que anunciaban la conquista deBabilonia por Ciro.

Por contraste, el culto de Yahvé que sobrevivió en Judeafue principalmente sincrético. En el 585 Ezequie! profetizócontra los judíos: «Esto dijo e! Señor Yahvé: 'Coméis carne

sanguinolenta y levantáis los ojos hacia vuestros ídolos. ¿Ha-bréis, pues, vosotros de poseer la tierra?'» (33, 23 ss.). Ene! siglo siguiente, el Tercer Isaías (Is., 56-66) ataca a quienes«arden de lujurias cntre las encinas; .. .matan... niños en losvalles»; derr:tman libaciones y llevan ofrendas a los aerolitos,hacen sacrilegios en lo alto de las montañas; practican la pros-titución ritual y adoran ídolos; «se sientan en tumbas y pasanla noche en lugares secretos; ...comen carne de cerdo y caldosde cosas abominables; ."ponen mesa a la Fortuna y llenancopas mezcladas para el Destine», etc. (57, 1-10; 65, 1-12),La consulta de los terapIJim (deidades domésticas) y la ado-ración de otros dioses continuaron hasta el tiempo de las adi-ciones a Zacarías (10, 2; 13, 2). La arqueología palestina nosda una serie de sellos sincréticos con nombres yallVetianos,figuritas de «Astarté», discos alados del sol, cte., ininterrum-pida hasta el períod(, helenístico'

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Este culto sincrético de Yahvé no se limitaba a Palestina.Se estableció en Damasco en e! siglo IX (11 Reyes, 5. 15 ss.;8. R). En el siglo VIII fue llevado a Mesopotamia" en elsiglo VII o VI a Egipto " y a Babilonia 5 con los desterradosde NabucocioDosor, En el siglo V pudo declarar Malaquías quedesde Oriente a Occidente era grande e! nombre de Yahvéentre los gentiles y que en todas partes se ofrecían a sunombre tortas e incienso (l. 11 ss). A partir de esta épocahay muchas huellas de la adoración de Yahvé por gentes queadoraban también a otros dioses 6, EStl diáspora sincretistaestaba en relación con los centros palestinos de! culto 7; sepuede suponer una influencia mutua.

Los miembros del partido monólatra tenían mayores mo-tivos para volver a Palestina que los sincretistas. El códigodeuteronómico exigía un culto con sacrificios para Yahvé, perolo limitaba a Jerusalén (12. 4 ss,). Consecuentemente, los do-cumentos de! Antiguo Testamento posteriores al destierro (todosdel partido monólatra) se refieren a veces a los individuosrepatriados del partido como «los desterrados regresados»', ya la población sincretista de Judea y los territorios vecinoscomo «la( s) gente( s) de la tierra» 9. Pero había sincretistasocasionales entre los desterrados regresados 10; y el partido mo-nólatra se ganó un pequeño número de seguidores entre lapoblación Jocal (Esdras, 6, 21), Finalmente, hubo un tercergrupo: los sacerdotes del t~mplo de Jerusalén tenían un in-terés económico en su conservación. Teológicamente, eran adap-tables: en el pasado habían cooperado tanto en la reformadeuteronómica (II Reyes, 22, 8 ss.) como en e! culto sincre-tista ". Su adaptabilidad probablemente fue forzada por losconflictos entre los otros partidos. Antes de la construccióndel templo no había seguridad en la ciudad porque la manode cada hombre se levantaba contra su vecino (Zac., 8. 10),

Emprendieron la reconstrucción en el segundo año de Darío(520) e! gobernador persa de Judea, Zorobabel, y e! alto sacer-dote Josué, alentados por los profetas Haggeo y Zacarías",Ambos profetas eran de! partido monólatra. Como veían enZorobabe! al Mesías que debía llegar B (es decir, el rey «un-gido» a quien Yahvé enviaría para salvar a su pueblo), pro-bablemente éste era el jefe de! partido. En Zacarías (6. 9-15) 14 se hallan las condic:ones d~ un acuerdo entre Zoro-babel y Josué. Zorobabel debe ser coronado como gobernantecivi) y ha de reconstruir el templo; Josué debe seguirle enjerarquía y «habrá cntre ellos un plan para la paz» (versícu-lo 13), es decir, cada uno de ellos. respetará los derechos

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del otro (prueba d~ desacuerdos anteriores). Algunos segui-dores de Zorobabel harán una contribución para el templo(los desterrados que habían regresado, versículos 10-11 y 14).

Este acuerdo lo reflejan también Zacarías 3 y Haggeo 2,10-19. Parece, por éstos, que previamente el alto sacerdoteJosué y el culto con sacrificios en f'.1altar restaurado en Jeru-salén habían sido atacados por el partido monólatra como«impuros». Esos ataques debieron olvidarsse. El cambio en lalínea del partido es excusado por la visión del profeta de laintervención de Yahvé para cambiar la situación de Josué. Sele asegura al alto sacerdote que si quiere guardar la ley (en-:iéndase como interpretada por el partido monólatra) se lereconocerá como autoridad legal sobre el templo.

El acuerdo no exige una purga de los cultos de otrosdioses. Evidentemente, éstos fueron practicados oficialmentedurante mucho tiempo. Ahora la cuestión es la pureza. Apa-rentemente, el partido monólatra sostenía que un ídolo eraimpuro como un cadáverIS. En consecuencia,los sacerdotesque adoraban a otros dioses en privado, o que se asociabancon adoradores de otros dioses, se harían impuros y haríanlas ofrendas del culto oficial impuras e inaceptables paraYahvé. De ahí los ataques contra el culto y el alto sacerdotepor impuros y la exigencia de que el alto sacerdote observela ley de pureza tal como la ampliaba el partido monól~tra.Como los sacerdotes eran las autorIdades en pureza y en laley de! culto, dicha exigencia muestra una invasión de sudominio. De ahora en adelante los conflictos de partido enJerusalén se centran en la pureza, y los convertidos al partidomonólatra son descritos como «los que se habían separado dela impureza de los puebl03 de la tierra», es decir, los quehabían aceptado la ley de pureza del partido 16.

El tono exhortatorio y apologético de los oráculos sobreel acuerdo entre Zorobabel y Josué indica que no todos losmiembros del partido monólatra aprobaban el pacto. Habíadiferentes tradiciones legales dentro del partido, como lo de-muestra el contradictorio material legal que se ha conservado:elementos deuteronómicos y sacerdotales, la legislación de Eze-quid, etc. Como un ejemplo más, Haggeo apremiaba a «todoslos pueblos de la tierra» a que ayudasen en la reconstruccióndel templo (2, 4), pero cuando alguien prefería ayudar aZorobabel rehusaba su aportación (Esdras, 4. 1 ss.).

Aquí el editor de Esdras confundió las materias identifi-cando «el pueblo de la tierra» con los samaritanos (4. 2b

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y 4), reflejo de su propio tiempo (después de Nehemías) ".Pero ~a reconstrucción del templo por Zorobabel era asuntojudío y no hay prueba (salvo Esdras, 4. 2b) de que los sama-ritanos lo conocieran. Sí hay pruebas de la hostilidad entrelos judíos y el partido monólatra en Jerusalén. La ruptura«por Zacarías» del estado de unión se dice que significa laseparación de Judea de Jerusalén 18. Los re~ultados de esa rup-tura fueron profetizados por Zacarías, 12. 2-10 1°. Al fin, «lagente de Judá estará también en el sitio contra Jerusalén»,pero Yahvé les abrirá los ojos; se dirán a sí mismos: «Losmoradores de Jerusalén han prevalecido contra mí medianteel Yahvé de los ejércitos, su dios»; y se 'pasarán a los jeroso-limitanos y destruirán a los gentiles. Entonces Yahvé dará lavictoria a los judíos primero, pero protegerá a los jerosoli-mitanos y hará al más débil de ellos como David y la casade David como un dios.

La prominencia que esta prófecía da a la casa de Davidsugiere la época de Zorobabe!, la última figura importante dedicha casa (I Crón., .3. 19). Y la súbita desaparición deZorobabel constituye la prueba que puede explicar por qué laprofecía, en el momento de triunfo, concluye: «y verteré sobrela ~asa de David y los habitantes de Jerusalén un espíritude gracia, y alzarán sus ojos a mí; y aquél a quien taladra-ron le llorarán como se llora al unigénito». Zorobabel qui-zás fue asesinado por conspiradores mandados por otros in-dividuos de la familia de David. Sus pretensiones mesiánicas loshabría arruinado si fracasaba, y, lo que podría pasar, si triun-faba.

La muerte de Zorobabel probablemente llevó a la inves-tigación por los funcionarios de la satrapía persa, registradaen Esdras, 5, 3-6; 13 (evidentemente no había gobernador enla ciudad en aquel tiempo). El consejo de la ciudad sosteníaque la reconstrucción había sldo autorizada por Ciro. Un de-creto no sólo autorizándola, sino subsidiándola, se encontróen los archivos imperiales (donde pudo haberIo metido algúnfuncionario judío de la se~retaría) y el templo se terminóen el sexto año de Darío (516) Y no sólo con la ayuda delos judíos sincretistas, sino también con la de los funcionariospaganos (Esdras, 6. 13-15). Poco después, sin embargo, ellegajo persa. sobre Jerusalén registró un intento de revolu-ción 2°,

El período '15-458 parece haber sido una época de domi-nio sincretista. Las denuncias de idolatría del Tercer Isaías yde Zacarías probablemente corresponden a él, así como la

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queja en Zacarías, 14. 2'1, de que hay «cananeos» en el templo,quizás como un reparo a la tolerancia de los sacerdotes paralos matrimonios con pa]estinos (cL Esdras, 9. 1 ss.). Ma]a.quías denuncia los matrimonios con gentiles y la falsa inter-pretación de la ley por los sacerdotes. Malaquías es el «últimode los profetas» no porque con ~l terminase la profecía, sinoporque e! partido m,onólatra no conservó deliberadamente nin.guna colección posterior de profecías ". Tenía todo lo que nece-sitaba para fines homiléticos, y otros pronósticos del día deYahvé (como el caso de Zorobabel había demostrado) causa-rían probablemente dificultades con el gobierno persa.

Sin embargo, el gobierno persa tenía sus propias dificu].tades. A principios dd reinado de Artajerjes I, Egipto sesublevó. Los atenienses apoyaban la rebelión y tomaron Dor,en ]a costa palestina, a unos 97 Kms. de Jerusalén, comobase en el camino a Egipto ". Si una ciudad como Jerusalénse rebelara y pidiera ayuda a los atenienses, las comunica-ciones persas con Egipto quedarían cortadas, se perdería Egiptoy es posible que Palestina. Por lo tanto, la corte persa estabaansiosa de complacer a sus súbditos palestinos. Pero fue malinformada por el partido monó]atra sobre la situación en Jeru-salén. Por consiguiente, en e! año 458 envió a Jerusalén aun sacerdotejudío llamadoEsdras23 que desempeñaba el oficiode escriba en e! gobierno persa y ahora iba comisionado parallevar a cabo en Judea una reforma legal que el gobierno creíaque el pueblo deseaba24.

Esdras llegó a Jerusa]én con una compañía de apoyo, ofre-ciendo atraerse a los sacerdotes y a la plebe, y un texto queél llamaba «El Libro de la Ley de Moisés» (no el actual Pen-tateuco, puesto que no prescribía la observancia cie! día de]a expiación) ". Esdras trató de hacer de la promulgaciónde]a ley nueva un festival público (Nehemías, 8. 9 ss.), perosu contenido hizo llorar «a todo el pueblo». Entre las caus'!sde su aflicción figuraba la prohibición de matrimonios conno judíos... Esdras fue «informado» en seguida que se habíancelebl'ado muchos de tales matrimonios. Cayó en una aflicciónostensible, atrajo a una muchedumbre, ]a movió a llanto consu elocuencia y obligó a los jefes del pueblo a jurar que sedivorciarían de sus esposas extranjeras para la purificación deIsrael (Esdras, 10. 2 ss.). Se convocó una asamblea con talobjeto, la cual nombró un comité para investigar, y el comitépresentó una lista de delincaentes (Esdras, 10. 9-44).

Aquí se interrumpe el texto. No dice lo que se hizo. Lomás probable es que Esdras fuese llamado por el gobierno

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persa. Su programa de divorcios pudo haber causado inquietudaún más allá de Judea. Las esposas extranjeras ~ran hijas depersonas acomodadas de la.. pr0vincias vecinas que sumaronsus quejas a las de los judí,JS. Finalmente, quizás Esdras tratóde reconstruir ]a murana de Jerusa]én. Esdras, 4. 11-23, con-tiene un rebto mal situado de semejante intento, realizadoen el reinado de Artajerjes y detenido por haber sido denun-ciado a los persas. Como quiera que haya sido, las murallasno se terminaron y los matrimonios no se disolvieron. CuandoNehemías llegó a la ciudad, unos catorce años después, en-contró aquélla en rl'Ínas y éFtos vigentes.

Nehemias 26 be un copero de Artajerjes I que obtuvo'Jermiso para volver " fortificar Jerusalén. Esto ocurrió enel 444. Los atenienses habían sido expulsados de Palestina, larebelión egipcia había sido reprimida, y Jerusalén parece quehabía sufrido a causa de incur~iones beduinas (I Esdras, 4.45-50; Nehemías, 1. 3 \. Así, pues, el, permiso estaba justifi-cado por las circumandas. Nehemías era del partido monóla-tra 27. En consecuencia, las clases acomodadas de los terri-torios vecinos recordando a Esdras, le fueron hostiles apenas hubollegado (2. 10, 19: 3. 33), aunque (o, más bien, porque)tenían las relaciones más estrechas con las clases superiores

de Jerusalén (6. 17 ss.; 13. 4 ss.; 23 ss" 28). Sus parientespolíticos de Jerusalén probablemente eran aún más hostiles, locual explica el secreto de Nehemías en cuanto a sus planesy la rapidez de sus acciones (2. 11-18). Como gobernador persa,contaba con que la guarnición persa le apoyaba ( 2. 9; 4. 10,17; 5. 10, 15 ss.; 7. 2; 13. 19), .pero para realizar las re-formas que deseaba tenía que ganarse al pueblo, que hastaentonces había estado del lado de los sincretistas.

En consecuencia, empezó con la restauración, de interéscomún, de las murallas de la ciudad. Los sacerdotes y la clasealta, obligados por la opinión pública, cooperaron (3. 1'-32).Todo 10 que sus adversarios en Judea se atrevieron a hacerfue una escasa resistencia pasiva y el poner en circulaciónverso,s derrotistas 28. Estaban en contacto con los forasteros( 6. 17 ss. ), y éstos pudieron haber 'pensado en una acciónmilitar, pero no se atrevieron a arriesgada (4. '2, 5 ss., ete.).Para compensar la carga impuesta a la población con la cons-trocción (4. 4; 5. 18), Nehemías emprendió después la únicareforma deuteronómica que con seguridad era popular entrela plebe: impuso la supresión de los intereses en los préstamos,la devolución de la propiedad embargada por deudas y elperdón de éstas. No hizo esto por orden oficial (como pudo

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hacerlo). Por e! contrario, hizo de ello un gran espectáculopúblico en 'el que actuó contra los ricos prestamistas de di-nero como campeón de los pobres (5. 7 ss.). Después condenólos impuestos para el sostenimiento del gobernador, pero aga-sajaba diariamente a ciento cincuenta «judíos» (probablementejefe, de los danes locales) y modestos funcionarios 29. Y re-forzó la ciudad estableciendo en ella a personas de las pobla-ciones vecinas, probablemente partidarios suyos (7. 4 ss.).Aquí se interrumpen las memorias. En otra parte se hablaalgo sobre una fiesta al terminarse las murallas (Nehemías, 12),de una colección de libros sobre los reyes y los profetas(11 Macabeos, 2. 13) y de una construcción adicional en e!templo '°.

Las memorias se reanudan después de haber regresado Ne-hemías de una visita a la corte persa en el año 432. Eviden-t('mente. confiado en e! apoyo de Susa31 y en su popularidaden Jerusalén, empezó (¡hora sus reformas religiosas. Primeroexpulsó de! templo a Tobías, aliado del partido sincretista ygobernador de Ammon, a quien el alto sacerdote había dadohabitación allí (13. 4.9). Además, tenía una habitación puri-ficada. El nombre de Tobías y el de su hijo Yehohanan (6. 18)demuestran que la familia adoraba a Yahvé. Nehemíaos loexpulsó no por pagano, sino por sincretista. Así, pues, tene-mos aquí de nuevo el conflicto con el sacerdocio acerca dela ley de pureza. Nehemías, un profano (6. 10 ss.), confiandoen la tradición legal de su partido, contradijo al alto sacerdoteen una cuestión de pureza.

Después, Nehemías atacó el contl'ol del sacerdocio sobre e!templo. Estableció a los l('vitas en el templo y los ayudó conun impuesto del diez por ciento sobre la producción agrícolade Judea (13. 10-14). Los levitas eran sacerdotes a quieneshabía dejado sin empleo la destrucción de los santos lugaresprovinciales durante la conquista pC'r Babilonia y la negativadel sacerdocio de Jerusalén a permitirles oficiar en la ciudad.Nehemías, asegurándoles un ingreso, ganó para él y para supartido un grupo de abnegados y útiles partidarios. En eltemplo podían impuner a los sacerdotes la observ~ia de suley de pureza, en la ciudad podían ayudar a imponer la obser-vancia del sabbath, descuidada hasta entonces por la gentede! mercado con la protección, una vez más, de la clase altalocal (13. 15-22).

Con los levitas, con su guarnición y con su apoyo popular,Nehemías pudo al fin atacar la cuestión de los matrimoniosmix~os. Con vapuleos y torturas 32 hizo jurar a sus adversarios

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que de allí en adelante no permitirían tales matrimonios, ydesterró a un nieto del alto sacerdote que se había casadocon una hija de SanbalIat, gobernador de Samaria, y a otrossacerdotes y levitas que habían hecho matrimonios análogos.Como los sacerdotes suelen estar divididos en facciones, Ne-hernías probablemente tenía algún apoyo sacerdotal y reforzósu posición con medidas para hacer ofrendas al templo (13.31).

También aquí e! motivo de la acción de Nehemías fue lacreencia de que, por el matrimonio con adoradores sincretistasde Yahvé, tanto los sacerdotes como el culto se harían im-puros (13. 29 s.). En este caso el sincretismo es seguro.SanDallat dio nombres derivados del de Yahvé a sus hijosDelaiah y Shelemiah 33, pero su propio nombre atestigua laadoración de Sin l el dios lunar mesopotámico), y Delaiah yShelemiah contribuyeron a la restauración del templo de Ele-fantina, en Egipto, donde una colonia de mercenarios judíosadoraba a Yahvé, Anath y Bethel ".

Con estos acontecimientos y una oración terminan las me-morias de Nehemías. Fueron escritas para defender sus actos,pues seguía siendo la oposición fuerte. No se sabe cuántotiempo permaneció en el poder. No se le menciona en unacarta dirigida a las autoriades judías en el 411". Su conver-sión del populacho de Jerusalé.'1 al partido monólatra y laintroducción en el templo de dicho partido, representado porlos levitas, detuvo la tendencia del sacerdocio hacia el sincre-tismo. Mas para esto el culto monólatra habría sobrevivido,si habría de sobrevivir, como una religión de diáspora, rela-cionada con Palestina sólo por la tradición. La conservaciónde los lazos territoriales del judaísmo, con sus enormes con-secuencias históricas, fue, pues, obra de Nehemías.

Así, en Jerusalén había vencido el culto monólatra, el sin-cretismo oficial quedaba ahora descaJ:!tadoy el privado fue desdeentonces clandestino. Ahora el conflicto se desarrollaba entreel partido de Nehemías, «los separatistas», y el partido delos adversarios de Nehemías, «los asimHacionistas». En el ladoseparatista estaban algunos sacerdotes, la mayor part.e de loslevitas y la plebe de Jerusalén; en el lado asimilacionistaestaban la mayor parte de los sacerdotes, las clases altas yposiblemente el campesinado judío. De esos grupos, las clasesaltas, los levitas y los sacerdotes están representados pormaterial del Antiguo Testamento que revela sus caracteres ehistorias.

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De las clases altas proceden probab!emente las coleccionesde Proverbios tan ricas en experiencia del mundo (la mayorparte de 22. 17-31. 31) ", y seguramente los restos de! Joboriginal (3-27), fechados en e! siglo V por relaciones estilís.ticas y teológicas con el Segundo I&aías y por analogías sor-prendentes con la tragedia griega, especialmente con Prometeo

encadenado ". La falta de temperancia de Job le llevó a pedirjusticia de Dios. La esencia del Eclesiastés ", escrito un siglomás tarde, ridiculizó la pretensión humana de especular sobreesas materias. Los relatos cortos, Ruth, Jonás, Judith y Tobíasreflejan opiniones asimilacionistas y probablemente proceden delas clases altas, lo mismo que la exquisita poesía amorosade El Cantar de los Cantares. Todos ellos se distinguen, comoobras literarias, de las leyendas y las historias nacionales, delas leyes y las profecías conservadas por el partido monólatra.Este material literario es prueba de una clase profana culta, encontacto con la cultura del mundo circundante. Sus productosliterarios cambian con la moda internacional: versos gnómicosen el siglo VI, drama poético en el V, reflexiones filosóficasen e! IV (la analogía de! Eclesiastés con Epicuro ha sidoseñalada con frecuencia), relatos románticos breves ", y poesíaerótica en e! In y siguientes. Esa misma serie de obras de-muestra que las clases altas llegaban a un arreglo con eljudaísmo. El anterior material de los Proverbios y Job 3-27,ignoran el ritual y la tradición de los judíos. El Eclesiastés,como muchos filósofos griegos, conoce una piedad popular quepractica, pero en la que no cree '°. Ruth celebra matrimonio

con un moabita; Jonás representa a Jos gentiles instruidos porYahvé 'f recompensados por su obediencia. Pero Ruth arguyedesde e! punto de vista de la leyenda nacional (2. 12; 4. 11,etcétera) y Jonás se interesa por la gloria de! templo de Je-rusalén (2. 5). Judith y Tobías son judíos meticulosos, perolas dos obras son defensas de los israelitas de! norte y Judithcelebra la conversión de un ammonita (prohibida por el Deu-teronomio, 23. 4; d. Nehemías, 13. 1). Así, pues, la clasealta mantuvo sus alianzas con los pueblos vecinos y no sólose adaptaron ellas al judaísmo, sino que adaptaron el judaísmoa ellas.

Excepto los Proverbios ", estas obras de las clases altas

son composiciones originales, fechables aproximadamente y(salvo las interpolaciones) expresan consecuentemente las opi-niones de los distintos autores. Los restos literarios de los

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levitas y de los sacerdotes son compilaciones de material viejoy nuevo, reeditado con tanta frecuencia que su formación sediscute aún. Esto indica su diferente Sitz im Leben (su dife-rente lugar en la vida).

De los levitas tenemos las Crónicas, Esdras, Nehemías ylos Salmos, mientras que acerca de ellos tenemos un cuerpode material sacerdotal en Exodo, Levítico y Números 42. Estese refiere a la obra de los levitas como «montar la guardia»en torno del templo, para protegerlo de la impureza "~o Est1terminología militar y este deber policíaco reflejan e! uso queNehemías hace de ellos para imponer sus leye') de pureza ydel sabbath. Además de esto, llevan de un lado a otro latienda de campaña y sus utensilios, sobre todo «el arca dela alianza». Esto refleja la práctica típica de! Próximo Orientede llevar en procesión una caja sagrada que representaba ocontenía una deidad" Los sacerdotes levitas de Jerusalénhabían, pues, sacado el arca hasta el siglo VII (n Crónicas,35. 3) y, probab]emente a partir de la tradición !evítica, lapráctica fue adoptad:! por la sinagoga, aunque ahora la cajacontenía la ley divina ". Manifiestamente, los levita- se mos-

traron activos en la sustitución general de! servicio de lasinagoga por un sacri1icio que hacia aquel tiempo transformóel culto palestino de Yahvé. De ahí e! material homiJético delas Crónicas ,. y su representación de los levitas como maestrosde misión (11 Crónicas, 17) y como intérpretes de la ley(d. Nehemías, 8, un servicio de sinagoga).

En e! templo los levitas intentaron desempeñar algunasfunciones sacerdotales, pero los sacerdotes lo impidieron ". Des-pués perdieron su poder policial y se fusionaron gradualmenteLon los cantores y íos porteros ". Así, los «levitas litúrgicos»desaparecen de las Crónicas ", y en e! decreto de Antíoco IIIlos levitas se convirtieron en cantores so. La importancia delos salmos en la sinagoga y en las Crónicas, lo mismo que elSalterio refleja este cambio. El interés del Salterio por lospobres probablemente no sólo refleja la pobreza de los levitas,-ino' también la política de Nehemías y el hecho de que elpartido separatista confiaba principalmente en la plebe de Jeru).salén. Los héroes de la historia de su partido (Crónicas-Esdras-Nehemías) son David, que estableció a los levitas, y Nehemías,que los restableció51. Con el Salterio los levitas quizás pro-dujeron la obra más iofluyente de la literatura occidental, eiúnico libro de la Biblia que se lee en casi todos los servicioscristianos y judíos, y la lectura cotidiana de la piedad privada.Más de las tres cuartas partes de los salmos tratan de la

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liberación por Yahvé de enemigos que no suelen espedficarse.La identificación histórica (si la hay) de los enemigos es unenigma; las consecuencias para la religión occidental de estapreocupación por los enemigos y por la liberación no podemost:studiarlas aquí.

En contraste con e! material levítico, el Pentateuco sacer-dotal es sorprendentemente contradictolÍo 52. Esto refleja lasdivisiones internas del sacerdocio, algunos miembros de loscuales habían sido prominentes en los partidos sincretista ymonólatra ". Al desterrar a un opositor del alto sacerdocio,Nehemías había ayudado a otro, probablemente a uno queseguía la línea del partido separatista y esperaba el apoyo,después de la. muerte de Nehemías, de los levitas y de laplebe, En consecuencia, en el 411, cuando los judíos de Ele-fantina escribieron a Jerusalén pidiendo ayuda para la recons-trucción de su templo sincretista, no recibieron contestaciónde! alto sacerdote Yehohanan 54. Los levitas estaban en lacumbre de su poder. Contaban con el apoyo popular que sehabía ganado Nehemías, el sacerdocio estaba dividido y elalto sacerdote dependía de ellos, muchos asimilacionistas habíanMdo desterrados, y el nuevo gobernador, un persa ss, teníaque ser cauto al principio. En este momento fecharíamos e!Intento que realizaron los levitas de desempeñar funciones.acerdotales en e! templo. La inquietud causada por ello pro-bablemente contribuyó a la decisión de! gobernador persa desustituir a Yehohanan por su hermano, muy probablementee! hermano que se había casado con la hija de Sanballat ytenía el apoyo de las autoridades samaritanas, que eran amigosdel gobernador, Cuando su decisión fue impedida por el ase.sinato de su candidato, se vengó poniendo un impuesto sobrelos sacrificios en el templo. Esto y el escándalo del asesinatocontribuyeron sin duda a que el partido separatista perdiesepoder hacia fines de siglo V. Sin embargo, todavía contabancon el fuerte apoyo de la plebe, no sólo gracias ai. recuerdo deNehemías y a las leyes deuteronómicas para los pobres, sinotambién a las .populares enseñanzas y predicaciones de los]evitas

Los asimilacionistas, al recobrar el control, fueron mode-rados. Los levitas siguieron siendo subordinados en el templo,pero ,permanecieron en él. Las Crónicas y los Salmos losmuestran reconciliados con sus superiores sacerdotales Y lessacerdotes recopilaron una nueva edición de las leyes y añadie.ron leyendas, substancialmente el actual Pentateuco ss, que in.

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cluye matérial de los dos partidos y se ganó la fidelidad deambos.

Dicha recopilación, que comprende códigos con preceptoscontradictorios, presupone una exégesis armonizadora. Los exé-getas eran primordialmente los sacerdotes, las autoridades, porgracia del Gran Rey, en cuestiones de ley de! culto. (La leypentatéutica es ley cultual: los preceptos que deben observarlos adoradores de Yahvé; sólo raramente se tocan cuestionesde derecho civil y criminal). Sin embargo, el partido separatis-ta siguió su propia tradición exegética. Las Crónicas hacenjueces a los levitas (lo que quizás es falso) 57 Y maestros dela Jey (II Crón., 17. 7 ss.; 35. 3, probablemente cierto).Ateniéndose a dicha tradición del partido, hasta un profanopodía contradecir a un alto sacerdote. Nehemías lo había hecho,y lo harían los Macabeos, los esenios, los fariseos y los cris-tianos. Esta tradición de exégesis profana había de convertirseen una d¡- las características más importantes del judaísmo.

Volvamos al texto interpretado: los levitas fueron propi-ciados con h inclusión (como apéndice) de su amado códigodeuteronómico con sus muchas disposiciones en beneficio delos pobres ss. Con esto vino la orden de que la ley debía serestudiada constantemente (6. 6 ss., fundamento de la prácticarabínica) y el mandamiento de amar a Yahvé (6. 5, nexo entrelas tradiciones jurídica y mística). Otro elemento deutero-nómico fue la limitación de los sacrificios a Jerusalén (12.5 ss.)y el consiguiente permiso para matar animales domésticos nocomo sacrificio (12, 15 ss.). Los sacerdotes de los santuariosrúrales de Yahvé, oponiéndose a la hmitación de los sacrificiosa Jerusalén, habían recopilado un contra<ódigo y puesto a lacabeza del mismo (y esta enfática posición indica un propósitopolémico) la vieja prohibición de matar sin sacrificio. Este«código de santidad» lo incluyeron también los editores sacer-dotales en su colección (Lev. 17.26),

Los intereses de los editores mismos59 están represen-tados por e! grueso de las leyes: ritual diario y festivales, sa.crificios, diezmos, promesas y otras fuentes de ingresos parael templo, leyes de pureza (y, por consiguiente, leyes matrimo-niales). Como aristocracia hereditaria estimaban las genealogíasy añadieron a la leyenda nacional algunas falsas60, Otrasadiciones reflejan el creciente poder y las pretensiones a larealeza del alto sacerdote61 (pretensiones escasamente posi.bles hasta la caída de la administración provincial persa en elsiglo IV), que culminó en la rebelión de los sátrapas. Perootras representaban los intereses del partido asimilacionista: hay

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indulgencia para los antiguos tItos populares y, al mi~mo tiempo,se introducen nuevos elementos, con fre<.uencia de inspiraciónbabilónica: cada año los pecados de la genre se descargaránsobre un chivo que se enviará de! templo al desierto para Aza-zel62. Hay mucha más amistad hacia 10s pueblos vecinos ".Particularmente importante es la creación de un nuevo

concepto jurídico, el de «prosélito»: el extranjero que ha acep-tado la ley está sujeto a todas sus exigencias y goza de todossus beneficios. El sometimiento de los residentes extranjeros a lospreceptos de la ley del culto había comenzado con el códigode santidad ", pero los previlegios de la ley (participaciónen los beneficios de los israelitas, eXjpiación y purificadón) sólose les concedía ahora ". Esto hizo posible para los no judíosser purificados Así, inmediatamente, se contestó a la objecióndel partido separatista al matrimonio mixto como contamina-ción y remotamente, a fines del período helenístico, e! judaísmose convirtió en una gran religión proselitizante y preparó susauditorios para el cristianismo. La consecuencia inmediata de.muestra la fecha de )a legislación: ni Esdras ni Nehemías cono-cieron la posibilidad de que pudieran ser prosélitas las esposasextranjeras.

El éxito de Pentateuco como código de compromiso llegóa su clímax al ser aceptado en Samaria. Para procurar esto (yaque los samaritanos podían haber tenido su propio culto S1Cri-ficial de Yahvé), los preceptos deutoronómicos que prohibíanlos sacrificios fuera de Je11lsalén tuvieron que ser «explicados»,pero tal exégesis ya se había desarrollado para conciliar elcódigo deutoronómico con e! de santidad. La aceptación sama-ritana del código de Jerusalén fue motivada por consideracionespolíticas. En la desintegración del im¡y:.rio de Artajerjes II,una unión cultual en Yahvé de los judíos y los samaritanospodía constituir un importante poder. Sin embargo, a causa delséquito popular de los separatistas en Judea, tal unión no podíaser segura a menos que los samaritanos aceptasen la ley deJerusalén. La aceptación fue facilitada por el parentesco de laspoblaciones 66. (Hasta los autores de las Crónicas, cuando noescribían polémicamente, se referían despreocupadamente a lospalestinos septentrionales como ,(«isl'aelitas») 67. Finalmenteel Pentateuco estaba compuesto en gran parte de obras queencarnaban tradiciones israelitas comunes a Samaria y Judea.Su aceptación a lo sumo revivió algunas costumbres casi extin-tas, como la observancia del sabbath (Nehemías, 13. 15 ss.) ycontribuyó a la desaparición de otras, como el culto con sacri-ficios en los santuarios locales. (El santuario local no ,podía

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competir con la sinagoga local; la oración y la loanza eran másbaratas que el sacrificio (d. Estrabón, Geografía, 16, 2. 36).En Samaria la imposición era la"a; seguía habiendo allí nom-bres sincretistas en tic;mpo de Alejandro ". También tenemosmonedas de Jerusalén de aquel período con cabezas de hombresy el búho de Atenea, y una de ellas con una deidad, quizáYahvé a la manera griega, sentada en un trono alado y mIrandohacia una máscara dionisiaca 69.

El poder político formado por la nueva unión de cultos(e indicado por la llueva acJóación) probablemente se a1ió conEgipto cuando Taco, con ayuda es¡partana, invadió Palestinaen el 3607°. La unión de los judíos con los espartanospuede datar de este tiempo ". Artajerjes nI recobró laciudad a fines del 350 y desterró a muchos miembros del partidoanti-persa". Los libros de los profetas. que fueron colec-donados hacia este tiempo, tienen brotes de pasajes más o menosinterpolados que denuncian la alianza con Egipto ex eventu ".El cambio de pal1tidos en Jerusalén pudo haber enfriado tem-poralmente las relaciones con Samaria74. Pero ello fue pasa..jero. A 105 veinte años llegó Alejandro.

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19. Siria bajo 108 persas,

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La historia de Siria durante los dos siglos de d,ominaciónpersa no está en absoluto completa. Mientras la evolución reli-giosa del judaísmo se deja seguir en sus grandes líneas, graciassobre todo al Antiguo Testamento y a los documentos originalesque allí se contienen (v. p. 349 ss.), sólo han llegado hasta noso-tros, en cambio, algunos detalles de la historia de Sitia, y má,o menos por azar. Por Sitia entendemos aquí la región com-prendida entre Poseidón, al norte, y la frontera egipcia. Es elV noma (distrito fiscal) de Heródoto, la tierra que unía a Egip-to y Mesopotamia, que desde los primeros tiempos ha desem-peñado un importante papel intermediario en la historia deAsia Menor.

Lo característico de Siria, en términos geográficos, es suenorme longitud, pues el país se extiende por más de 700kilómetros, desde la desembocadura del arontes hasta la regiónsituada al sur de Gaza. Es mucho menor su anchura, ya que, ensu lugar más ancho, no pasa de 250 kilómetros. Las regionesmás importantes de Siria son, empezando en el norte, la tierraentre el mar Mediterráneo y el curso medio del Eufrates: esésta la Sitia propiamente dicha, llamada Seleucis en la' épocahelenística; a continuación, hacia el sur, la Koiloryria, cuyo nom-bre griego significa la «Siria hueca», lo que constituye probable-mente una deformación etimológica popular de un antiguonombre autóctono; más hacia el sur está Palestina, que tomasu nombre del de los antiguos filisreos. El borde litoral, entreArados al norte y Ac¡;;o,la futura Tolemaida, al sur, la ocupanlas grandes metrópolis mercantiles fenicias, de las que Biblos,Sidón y Tiro son las más impottantes. Por lo demás, la deli-mitación recíproca de las diversas regiones es en gran pal'tevariable y a menudo constituye un tema de discusión; bastedecir aquí, por ejemplo, que el sentido del término Celesiria(Koilosyria) ha sufrido en el curso del tiempo varias transfor-maciones, y que designaba primitivamente una región muchomás extensa, más o menos toda Siria (con excepción de Fenicia).En la época helenística pertenecía también á Siria la Comágene

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(la región situada entre los montes Amano, las estribacionesorientales del Tauro y el Eufrates). Sin embargo, la Comágeneperteneció con toda probabilidad hasta fines del siglo V a. C.al estado vasallo persa de Cilicia. De su destino durante elsiglo IV nada sabemos.

Las poblaciones de Sitia son tan distintas como sus regiones.En la parte norte del V noma de Heródoto habitan arameos,a los que encontramos también en vastas regiones de Mesopo"tamia. Están etnográficamente emparentados con los cananeos.La población de Palestina fue en una época cananea, pero, alocupar ]a tierra los pueblos israelitas, los cananeos les tuvieronque ceder el terreno, aunque en muchos lugares se unieron conellos. A] grupo de los cananeos pertenecen también los fenicios,

Según Heródoto, el V noma, al que por lo demás pertenecíatambién Chipre, había de pagar al rey de Persia un tributoanual de 350 talentos. No cabe duda que una gran parte deéste habían de proporcionado las ciudades mercantiles fenicias.En Fenicia terminaban las rutas caravaneras procedentes delAsia centra]; y desde allí, cargados en barcos fenicios, los pro-ductos de Asia, ante todo 'metales y especias, así como lospropiamente fenicios, especialmente vidrio y púrpura, llegabana] mundo entero.

Poco después del hundimiento del imperio neobabilónico(caldeo) el año 539, Sitia babía caído en poder de los persas,probablemente el año 534. Siria y Fenicia pertenecieron primeroa la gran satrapía de Babilu u Ebir-nari «<Babilonia y la tierradel otro lado del río», esto es, Sitia). Sin embargo, ]a adminis-tración de una satrapía tan grande resultaba difícil; el sátrapatenía su residencia en la antigua ciudad real de Babilonia, lejosde Siria. Se decidió, pues, separar las regiones situadas al oestedel Eufrates. Ebir-nari (en arameo Abar-Nahara) se convirtióen otra provincia con un sátrapa propio.

El sátrapa residía, al parecer, en la ciudad de Trípoli. Lasciudades-estados fenicias se consideraban más o menos comoaliadas y no como súbditas del Gran Rey, y por regla generalen sus asuntos internos no se entrometía el gobierno persacentral. El resto de Siria fue dividido en una serie de pequeñassatrapías subordinadas (en griego se solían designar comohiparquías). De éstas están atestiguadas por las fuentes: Samaria,Idumea, Moabitis y Amonitis.

Desde el punto de vista económico, la satrapía de Abar-Nahara, cQmo se la llamaba en lenguaje persa oficial, esto es,en el arameo del reino, constituía una unidad altamente pro-ductiva. Sin duda, no siempre fue fácil abarcar en una gran

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unidad política viable los numerosos pueblos del país, que porsu procedencia, su pasado histórico, su religión y, finalmente,por sus intereses económicos, eran diversos. Pero los persas eranextraordinariamente tolerantes, y esta tolerancia la apreciaronlos pueblos de Siria, sobre todo en materia de religión, conparticular agradecimiento. Si bien no faltaron conmociones oca-sionales, provocadas las más de las veces por los anhelos deindependencia de las metrópolis fenicias, la administración persaen conjunto logró despertar confianza en los habitantes, incor-porar Siria al imperio y, además, fomentar cierto sentimientode patriotismo imperial; en efecto, la población se vanagloriabacon legítimo orgullo de pertenecer a un imperio que durantemuchos decenios había sido una verdadera potencia mundialy que era, en su época, la única.

Los sátrapa s persas se arraigaron en el país. En Siria gober-naba la familia de Belesis, que poseía extensos bienes raícesen el país. Jenofonte menciona un castillo y un jardín zoológicodel sátrapa, cerca de Alepo (Jenofonte, Anábasis, 1 4, 10). Elvalor particular de las ciudades fenicias consistía para el GranRey en su flota, la cual participó en todas las grandes empresasy, las más de las veces, con éxito. Los fenicios lucharon durantela sublevación jónica contra la flota de los jonios de Asia Menor;participaron de modo decisivo en las batallas navales de Arte-misio y Salamina, y combatieron junto al Eurimedonte y enEgipto, donde contribuyeron a la derrota de los atenienses cercade Menfis. En Egipto lucharon bajo el mando de Megabizo,quien más adelante fue nombrado sátrapa de Abar-Nahara (Siria)(¿454?).

Megabizo era nieto del individuo de igual nombre que apa-rece como partidario de Darío 1 en la conspiración contra elmago Gaumata, el falso Smerdis. El nieto era uno de loshombres de confianza de Jerjes y fue muy estimado tambiénpor su sucesor Artajerjes 1 (465-64 a 425). El año 448 intentóhacerse independiente, como sátrapa de Siria, de la soberaníadel Gran Rey, y en las luchas contra los persas realizó, al pa-recer, prodigios de valor; sin embargo, finalmente decidió re.conciliarse con su soberano. Por 10 demás, se había apoyadopara su sublevación en mercenarios griegos, que eran apreciadosen el mundo entero como exce!entes guerreros. .

Proviene de la primera mitad del siglo V a. C. un célebredocumento arqueológico de Fenicia: el sarcófago del rey Eschu-munazar de Sidón. El monumento funerario, hecho de basaltonegro, es un sarcófago de los llamados antropoides. Fue encon-trado hace más de 100 años, en 1835, cerca de la antigua Sidón

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(actualmente Saida). Se trata de un trabajo inconfundiblementeegiptizante. Pero al historiador le interesa sobre todo su inscrip-ción en lenguaje fenido, cuya parte más importante reza: ,«yademás nos dio el Señor de los Reyes Dor y Jaffa, las magní-ficas tierras de trigo situadas en el llano de Sarón, en corres-pondencia a los hechos formidables que realicé, y las añadimosa los territorios del país, para que pertenecieran para siemprea los sidonios».

Hablan muchos indicios a favor de que por «los hechosformidables» hay que tntender la participación de las navesfenicias, especialmente de las sidonias, en la expedición deJerjes del año 480 contra la Hélade l. Así, pues, Jerjes,según la inscripción, habría asignado al rey de Sidón los fértile<campos del llano del Sarón, regalo que para los sidonios hubode ser partic1l1arme'1te valioso, dado que el territorio interiorde Sidón, muy reducido en extensión, apenas bastaba para elabastecimiento de la población urbana. No se sabe si las otrasciudades fenicias que palticiparon en la lucha contra los griegos(Tiro y Arados) fueron o no recompensadas en esta forma.

Ya a principios del siglo V el arte fenicio muestra, al ladode las influencias egipcias usuales, claras influencias griegas.Constituyen un signo indiscutible de la presencia de artistasgriegos en aquel país de antigua civilización. Las dos cabezasdel sarcófago antropoide de Sidón 2 muestran rasgos del artedel relieve griego contemporáneo. Allí crearon escultores grie-gos (probablemente jonios) unos monumentos que se apartanmanifiestamente de las creaciones artísticas del antiguo Oriente.

El vasto radio del comercio fenicio 10 atestigua un decretoático, conservado casualmente, en honor del rey Estratón deSidón 3. El rey fue contemporáneo aproJOimado de Nicoclesde Chipre y del macedonio Filipo n, padre de Alejandro. Losatenienses confirieron formalmente a Estratón y sus descendien.tes la proxenia, esto es, la ciudadanía honoraria, lo que llevabaaparejados considerables privilegios. En el decreto honoríficopuede leerse que el Consejo ateniense mandó establecer symbola,es decir «comprobantes'> (tesserae bospitales) , como se usabanen las relaciones entre estados amigos y ligados por tratados dehospitalidad mutua. Desde el punto de vista de. su funcióncabría comparados con los anillos de sellar (en latín symbolumsignifica anillo de sellar). El decreto ático presupone la presenciade delegados que viajaban en ambos sentidos entre las dosciudades.

El acontecimiento más importante de la historia de Siriay Fenicia es, a mediados del siglo IV, la defección de Tenes,

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rey de Sidón (350 ó 349 a. C.). De esta sublevación tenemosun relato histórico relativamente completo en la Historia Uni-versal de Diodoro (XVI 41 ss.), que proporciona gran diversidadde detaJles. La rebelión está obviamente en conexión con elataque de Artajerjes 111 Oca contra Egipto, del año 351 (?).No sabemos cómo transcurrió esta expedición en detal!e; loúnico perfectamente seguro es que terminó en un fracaso, conlo que provocó la defección de la ciudad mercantil fenicia. Elmovimiento tuvo su origen en la ciudad de Trí¡:!oli (entreArados y Biblos), que tenía tres di&tritos, que distaban apro-ximadamente un estadio uno de otro: el de los aradios, el delos sidonios y el de los tirios.

Las ciudades fenicias solían celebrar en Trípoli sus sesionesconjuntas de consejo, Al parecer, los sátrapas y los estrategaspersas, que vivían en el distrito sidonio, se comportaron frentea los sidonios con altanería y presunción; provocados por talactitud, éstos se habían decidido en favor de la rebelión. Esta-blecieron un enlace con el rey Nectanebo 11, de Egipto, que.había rechazado el ataque de los persas. Los rebeldes destru-yeron el parque del Gran Rey c{'rca de Sidón y prendieronfuego a las reservas almacenadas para el aprovisionamiento dela caballería persa. Sin embargo, la cólera principal de los sido-nios iba dirigida contra los funcionarios persas, quienes fueronaprehendidos y entregados a la venganza del pueblo.

El Gran Rey reunió en Babi!onia un ejército considerabley marchó hacia Fenicia, donde los sátrapas Belesis de Siriay Mazeo de Cilicia le prestaron ayuda armada. En cambio,Nectanebo II envió :1los sidonios cuatro mil mercenarios griegos,a título de auxilio, bajo el mando de Mentor de R0das. Conlas ciudades fenicias, éste logró vencer a los sátrapas persas,quienes se vieron forzados a evacuar grandes zonas de Fenicia.La situación empeoró para los persas por la defección de nuevepríncipes chipriotas que hicieron causa común con los fenicios.Así, pues, los disturbios se fueron extendiendo. Incluso Ciliciay Judea fueron afectadas por ellos; al parecer, los judíos fuerondesplazados coactivamente a Babilonia y a la lejana Hircania,junto al mar Caspio. Además, una tabla con escritura cuneHor-me de Babilonia informa acerca de prisioneros de Sidón (Sida-flU), que llegaron a Babilonia y Susa en octubre del 345. Sinembargo, esta fecha no señala en modo alguno el fin de' lasublevación fenicia.

La superioridad numérica persa indujo finalmente al reysidonio Tenes a entablar negociaciones secretas con el GranRey Artajerjes 111 Oco. También Mentor estaba iniciado en

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el secreto de estos proyectos. Según se dice, Tenesse las arregló,en forma desleal, para que cayeran quinientos de los más dis-tinguidos ciudadanos de Sidón en manos del Gran Rey. Laciudad misma estaba muy bien equipada para la defensa, perocayó en poder de los persas por traición de su soberano. Pre-viamente, los sidonioshabían incendiado todas sus naves paraimpedir que se utilizaran para la fuga. Cuando los persas esca.laron los muros y comenzaron a prender fuego y a saquear lacolmada ciudad, muchos de sus habitantes se arrojaron con susfamilias a las llamas; se dice que perecieron unas cuarenta milpersonas. El Gran Rey fue capaz de sacar provecho de esemontón de ruinas humeantes que antes fuera una prósperaciudad marítima: entre los escombros se encontraron gran can-tidad de plata y oro, que habían sido fundidos por las llamas.

Sin embargo, la destrucción no parece haber tenido las pro-porciones catastróficas que se pueden deducir del relato deDiodoro (XVI 45, .5-6), porque Sidón no tardó en volver a estarhabitada. Las otras ciudades fenicias volvieron a caer bajo eldominio de los persas (probablemente el año 344 ó 343), aun.que por un ,período de tiempo relativamente breve. Al parecer, aAlejandro después de la batalla de Isos (v. p. 284) el año 333/32,

Sidón le hizo un recibimiento grandioso, en tanto que Tiro senegó a abrir sus puertas al macedonio. Ya hemos relatado enotro lugar cómo rompió Alejandro la resistencia de los tirios.La ciudad de Sidón recibió de Alejandro un nuevo rey, Abda.lónimo. El nombre revela que se trata de un fenicio; tal vezsea el titular del célebre sarcófago de Alejandro, aunque loshistoriadores han sugerido también otros personajes históricos.

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«Los árabes nunca estuvieron sometidos a los persas, perose hicieron sus aliados cuando permitieron a Cambises el pasohacia Egipto en el 525; porque si los árabes no hubieran estadode acuerdo, los persas no habrían podido irrumpir en Egipto.»Así lo leemos en Heródoto. En otro lugar dice que en la rutaa Egipto hay un enclave con establecimientos mercantiles quepertenecen al rey de los árabes, y en una tercera referencia,que el país de los ár!1bes está libre de impuestos I .

Esta situación tenía una historia previa: hacia el 735 a. c..el rey de Asur había nombrado a un tal Idib'it gobernador delas tribus que vivían frente a la frontera egipcia y le habíaotorgado potestad sobre 15 (?) poblaciones (aquí el texto estádañado). ¿Eran acaso éstos los antepasados de los árabes men.cionados por Heródoto? ¿O eran descendientes de la primitivacapa de árabes septentrionales de la que se trata en el vol. 4 deesta serie?

Entre los individuos que se enfrentaron con ho~tilidad a Ne-hemías cuando se presentó en el 445 en Judea, por encargo dela corte persa, para organizar la región como provincia y res-taurar la muralla de Jerusalén, había también un árabe llamadoGeshem (Gashmu o Gusham). De Nehemías 4,1 se desprendeque la tribu de Geshem vivía al sur, o sea, que había avanzadodesde Edom hasta la costa occidental del mar Muerto.

Un feliz hallazgo en el Uadi Tumilat, antiguo acceso a Egip-to, al sur de la ruta litoral, nos da una información mejor: doscopas de plata, Jabor persa de alrededor del 400, con inscrip-ciones arameas. En eUas se dice: Qainu, hijo de Geshem, rey(o: ¿y rey?) de los qedar2. Hay que ver probablementeen él a un nieto del Geshem bíblico, pero no a éste mismo.Pero, en cualquier caso, no se los puede separar. (No debesorprender que Nehemías silencie el título al mencionar el nom-bre de Geshem, porque con el gobernador de Samaria hace lomismo.) En Jugar «de los qedar» (tribus) podría también tra-

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ducirse «de Qedar,> (locativo). Ahora bien, es probable queeste lugar fuera el antecesor de la que posteriormente habíade Fer la célebre ciudad de Petra3 .

En la Arabia noroccidental se conservó hasta 1884 (desqeentonces se encuentra en el Louvre) , Conel .oasis de Taima'(Tema), un curioso monumento de la anterior soberanía de

Asiria y Babilonia y de la de los persas de entonces. En unaestela, anterior al 450, se informa en arameo de la entrada enla ciudad del dios Salm, representaáo en indumentaria asiria,y de su acogida entre los dioses de aquélla; en la inscripcióntambién se fijan los ingresos de su templo y se confirma en sucargo, como sacerdote, ill hijo de un egipcio que lleva unnombre habiloni04. Así, pues, el arameo, que en muchasregiones de habla extranjera del rdno persa era de uso oficial,se había impuesto también aquí. En el vecino Dedan se en-cuentra una inscripción aramea grabada en una roca, uno delos llamados grafitos. Son de unos decenios al1t~riores unosgrafitos e inscripciones, entre ellas UnA de la tumba del reyde Dedan, escrita en una variante pasterior de Dedan de la es-critura arábigo-septentrional antigua. Pero la paz no duró mucho:en efecto, por grafitos de los alrededores de Taima' se 110Sinforma de una guerra contra Dedan, a fines del sig!o V, y deotra en las inmediacioness. Preocupado por sus tributosy por el comercio de sus súbditos, el gobierno persa parecehaber enviado entonces a Dedan un peha, esto es, un goberna-dor, a menos que lo hubiera ya anteriormente. El cargo y eltítulo pasaron más adelante a naturales del país (véase vol. 6).

Nagran, «el valle más ameno de la Península», fue duranteun milenio aproximadamente la frontera de Arabia meridional.En las aldeas de esta región de oasis y, en parte también, en!a ciudad del mismo nombre, vivía una comunidad con el nom-bre de amir; decimos una «comunidad» y no una «tribu», comonormalmente suele decirse, porque esto podría índucir al lectora error. En efecto, las tribus comprendían, en el campo, co-munidades de campesinos y pastores y, en la ciudad sin em-bargo designaba !I los habitantes de un barrio, que se dividíana su vez en clanes y familias. Además, 10 que suele designarsecomo <'tribus», esto es, comunidades de pastores nómadas, lasmás de las veces criadores de camellos, sólo se da en el sUt'de Arabia en el siglo II a. C. En esta zona, entre los rebañosde los amir había camellos y apal'te de allí solamen,re entrelos de sus parientes. A partir de estos indicios y de los poste-riores se lJegj a !3 conclusión de que servían animales para

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las caravanas que llevaban incienso y mirra hacia el norte(Ghul II 433 ss.).

Dos jornadas más al sur se extiende el oasis de Ragma, conuna ciudad y numerosas aldeas. ¡Cuánto nos gustaría redescubriren ella la Rama bíblica de Ezequiel 27, 22! Ragma y Nagranaparecen por vez primera en una larga inscripción (R 3945), endonde el gobernador sabeo Karib'il Datar relata haci.! fines desu vida, alrededor del 490, las conquistas que ha realizado, parahonra de dios y bien de su pueblo. Confiando en un oráculo,Karib'il había sitiado durante tres años las ciudades mineas deNashan y Nashq, hasta que se rindieron. Nashq fue agregadaa Saba', y Nashan fue convertida, en condiciones humillantes, ensu vasallo. Al rey de la ciudad minea de Kamnah y al de Haram(un distrito que ocupaba un lugar intermedio entre las cultu-ras mineas y las sabeas) les fue asignada parte de las tierrasconquistadas, porque se habían mantenido neutrales. EntoncesKarib'il arremetió contra Ragma y Nagran y las venció en ba-talla campal. Perdieron miles, entre muertos, prisioneros y ca-bezas de ganado (incluso si borramos uno o dos ceros, como hayque hacerla en algunos pasajes del Antiguo Testamento y enlas inscripciones de los reyes asirios). Ragma fue sometida atributo.

Ma'in se extiende al norte y notOl.."Stede los otros tres reinosdel sur de Arabia, Saba', Qataban y Hadramot. Se llamaba ofi-cialmente ,<Ma'in y Yathil», los nombres de la capital y de laciudad que la seguía en importancia, pese a que, según acaba.mos de ver, comprendía también otras ciudades Incluso loshabitantes de la capital se llamaban mo'in, e igualmente el pue-blo entero, en ambos sentidos utilizamos aquí el término de«mineos~. El país había sufrido !Ducho bajo los sabeos y siguiósiendo, hasta el fin de la época aquí examinada, su vasallo osu aliado.

Ma'in so dIstinguía de los demás reinos por la solidez desu monarquía y por su constitución mbana. También dependíael país, más que los otros, del comercio. Este fue aumentandoa Partir de la fundación de una colonia en Dedan, cuyos co-mienzos se sitúan .a mediados del siglo IV 6. Servía ésta de es-tación de relevo para las caravanas y estaba fortificada. Másadelante se estableci6 una estación secundaria en el oasis deHigra (Egra o al-Higr), unos 15 kms. más al norte, allí dondela ruta de Taima' desemboca en la del incienso.

Los mineos crearon asimismo colonias en el sur de Arabia,en Sirwah, en Saba', en Timna' y en Shabwat (N 82), las dosúltimas eran las capitales de Qataban y Hadramot respectivamen-

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tc. En Timna', y más aún en Dedan, se encuentran mucho~ejemplos de la influencia de costumbres extranjeras en los colonos.. La autoridad llev~ba en Dedan el título de «Los dosPresidentes de la Colonia y de los Mineos de la Colonia». Allíhubieron de hacer parada, en tiempos de paz y contra pagode derechos de p'\so, los sabeos, según lo muestran los sabefs-m0S de una inscripción famosa (R 3022). En otro caso, aquélloshabían de tomar el camino más dificil de Yathrib (Medina),por Khaibar y Taima', a la región del Jordán oriental. Todoslos colonos mineos o, mejor dicho, sus antepasados, proveníande Yathil, y casi todos tenían alIf parientes.

La inscripciónreal más antigua7 se sitúa a fines del sigloV.l.a reproducimos, porque no tiene par; está dividida en trespartes: (primera parte) «Ammiyatha'Nabat, hijo de Abikarib,rey de Ma'in, juntamente con los mineos y yathilos, despedazósu faz e hizo penitencia ante 'Athtar..., porque había eliminadode Sus Templos en la ciudad de Yathil documentos de ciertoshombre!>,documentos de los mineos y de sus donativos (se-gunda parte) y porque él había transgredido la disposición pro-clamada acerca de la tierra ribereña de Yathil, en la que po-nía la tierra ribereña bajo la protección de los dioses de Ma'iny Yathil, para que no fuera habitada (tercera parte) y porquedeterminadas comunidades no se han preocupado por los do-

, nativos de los mineos para el Señor (Ba'!) de Yathil para 'Ath-tar... y para los (demás) dioses de Ma'in y Yathil.»

El Señor (Ba'l) de Yathil, mencionado al final, es el mismoque el dios 'Athtar de] principio. La «tierra ribereña» erancampos regados artificialmente, en tanto que la corriente oca.sionada dos veces al año por la lluvIa del monzón !Ienaba losuadis. Nótese que el pasaje habla de «sus templos», aunquesólo se nombra uno. En la segunda parte aparece la curiosafórmula finaJ.:«poner... bajo la protección de los dioses», que apa-rece posteriormente constantemente al final de las inscripcio-nes votivas. Constituye un testimonio del terror de bs mineosy otros árabes meridionales ante la maldición que protege, en-tre sus vec:nos, los documentos y sus objetos contra alteración.

En la parte 1 y 3 se habla del mismo hecho; esto es, de queel rey, de acuerdo con los donadores y los receptores, habíaalejado de varios templos ofrend:\s votivas, juntamente con losdocumentos correspondientes. Para la comprensión del sacri-legio cometido por el rey, recordamos que, más arriba, no he-mos explicado que todos los colonos mineos provenían deYathil. Esta explicación hay que leerla aquí entre líneas. Losa!rededores rurales de b ciudad eJe Yathil ya no podían abas-

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tecer a una población en aumento. En consecuencia se prohi-bió estrict~mente el empleo con fines urbanísticos de la tierraaprovechable para la agricultura. Así, l'ues, contra pago de unacantidad elevada, el rey había v;olado, mediante concesión deuna excepción, su propia dispo&ición. Había alegado para ha-cerlo un caso de urgencia. Los sabeos habían llevado a cabocon éxito una expedición militar contra el sur y preparabanahora una empresa contra el norte, de modo que en Ma'in ha-bía que armarse. No era ésta ciertamente la primera vez queel derecho divino era violado en circunstancias similares. Peroesta vez la cólera de los dioses estalló. Los mineos y sus aliados{lJeron derrotados. En su retirada los sabeos sitiaron Yarhilhasta que hubieron robado la cosecha, destrozado los diques deriego y quemado las tablas de las compuertas de los canales.Precisamente por e~to el rey, al frente de una procesión depenitentes, fue en Yathil y Ma'in de un templo a otro. Inme-diatament". se anunció esta acción, por medio de una inscrip-ción, a los hombres y los dioses; la premura explica el errormás arriba mencionado. Pero, aún queda por explicar por quése dice en la primera parte ciertor hombres, y en la terceradeterminadas comunidades: se hizo así con objeto de protegera los individuos que habían cooperado en el sacrilegio realcontra determinado~ castigos divinos, después que ya habíansufrido los de la colectividad.

Constituía un nobile oflicium de los mercaderes enrique-cidos, y de los mineos que vivían en el extranjero en general,hacer algo por su patria, como p. ej. renovar las fortificacio-nes de Ma'in y Yathil. Por supuesto, también los residentes,los reyes, jefes de familia, árbitros judiciales, sacerdotes, etc.,patrocinaban construcciones de esta clase y, más a menudo aún,templos, altares y obras de riego. Ya en la más antigua de estasinscripciones (R 2771; T 11), de alrededor del 370 3. C., haynoticias acerca de un viaje comercial del autor de la inscripcióna EgLpto, Gaza y Sirial A'shur 8 con una copia de un antiguoprotocolo en conexión con el procedimiento a seguir en estaclase. de trabajos públicos: al comienzo de la inscripción se de-signa el autor a sí mismo y los suyos como súbditos leales delrey, 10 que significa que habían pagado los impuestos' y noefectuaban, pues, las buenas obras a expensas del fisco. A con-tinuación el autor debía contraer frente al dios, esto es, con sutemplo, un compromiso de pago, y cumplido. Luego, entregabaal templo, que actuaba como banco e incluso como cooperativade mejoramiento, un impuesto de cosecha por un importe in.ferior al del rey y además, en ocasiones, la décima parte del

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diezmo' (¿acaso del producto de plantaciones de palmeras?) '".Entretanto se llevaba ~ cabo la construcción, que se terminabacon un sacrificio. Luego llegaba el asunto ante el rey y el con"sejo, quienes acordabana los fundadoresla inmunidad (?) 11 Yla facultad de ocupar cargos públicos. A menudo, el rey conce-día también a los fundadores alguna tierra, donativo que alprincipio requería una inversión de dinero y de trab~jo y sóloprometía b~neficio para más adelante.

En la inscripción anteriormente mencionada se prolonga elprocedimiento por el hecho de que tanto el fundador y susprimos como sus padres tenían deudas con los dioses, es decir,con los templos. Así, pues, habían de ser declarados por laasamblea popular de Ma'in y Yathil como libres de deudasantes de poder presentarse ante el rey y el consejo.

En Soba' el dominio de la casta de los makrab parece ha-ber negado al poder alrededor del año 510 mediante un golp~de estado de algunos príncipes de la casa real bajo la direcciónde Karib'il Datar. El gobierno de éstos duró aproximadamenteunos doscientos años. Se puede emplear la palabra gobierno si porello se entiende que el poder fue ejercido por una serie deregentes sucesivos, 10 que sólo se aplica probablemente a lasegunda generación y a uno que otro miembro de las posterio-res. En efecto, dadas las tres y aun cuatro líneas en las quesimultáneamente al menos un miembro podía hacer valer susderechos al poder, una sucesión regular al trono parece imp\?-sible. Sin embargo, el país era vasto, y con los bienes realesy las conquistas de Karib'il poseían los makrab tanta tierra, quelos jefe~ de familia podían gobemar allí sin estorbo.

El reino que Karib'il hilbía reunido en incesantes campa-ñas se fu~ reduciendo paulatinamente. Hacia el año 400 em-prendió Sumhu'-alay Yanaf 12 una expedición contra la otroraaliada Qataban, según lo informa su intendente, lleno de or-gullo por haber equipado la tropa. Primero adoptó el títulode rey un makrab, y luego dos parientes suyos. Juntamentecon otros tres príncipes, llevaron a cabo contra Qataban(R 3858) 13 una guerra de al menos cinco años. Siguió luegoun nuevo K;arib'il Datar, pero éste no gobernó en Marib y re-sidió, por consiguiente,en Sirwah'4.

El lugar del gran conqui~,tador fue ocupado por un granconstructor, Yada'il Dharih. Levantó en Sirwah y en otros lu-gares templos dedicados a Alamqah, el dios nacional de lossabeos, pero ante todo construyó la gran muralla oval del tem-plo de 'Auwam (y quizás el propio templo) junto a Marib. Cabeseguir la historia de la constmcción de la parte occidental

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-la parte oriental sólo pudo ser objeto de un estudio super-ficial- por medio de las inscripciones. Al morir Yada'il, laobra no estaba terminada. D('spués de una pausa prolongada seabrió la entrada occidental; después de un corto intervalo seelevó el lado occidental, se construyó el mausoleo (nta) en ellado oriental y se erigieron dos grandes pilares (mhfd) , ante laentrada principal. Entre el 350 y el 330 quedó terminada lamuralla entera, se construyó una plataforma (mhy') ante laentrada prmcipal y se empotraron en ella 16 pilares en doshileras. También delante de la puerta occidental había dospilares. Todos ellos se utilizaron más adelante en la construc-ción dd vestíbulo. Queda libre solamente la última hilera(obsérvese el perímetro mayor de los pilares) erigida por unode los tres reyes 15. Ya no eran príncipes de la dinastía ma-krab los que en el segundo período de construcción mandarontrabajar en el templo, sino miembros de una clase de nuevoascenso, esto es, la de los intendentes. Estos administrabanlas tierras de los propietarios principescos, y también la ciudadde Marib y el templo de 'Auwam.

Qataban se limitaba en un tiempo a la cuenca de dos uadis,que corren al noroeste y al norte desde el altiplano del sur de Ara.bia al desierto. En el uadi oriental, que fue habitado muy tem-pranamente, se hallaba la capital Timna', y río arriba habíaalgunas localidades relativamente grandes. El país :indaba alnoroeste con Saba', y al noreste' con Hadramot. El resto estabarodeado de pequeñas regiones políticamente independientes. Es-tas llegaban al suroeste hasta el lugar opuesto a la actual Adén,y hacia el sur, por la Datina (que hoy conserva un nombre pa-recido), hasta el océano Indico. Al suroeste se introducía Ausanentre Qat3ban y Hadramot. La capital de Ausan se llamabaWasr o Wusr y estaba situada al sureste de Hmna', en estadirección, a medio camino entre Timna' y el mar.

Hacia fines del siglo VI, cuando el sabeo Karib'il Datar em-pezaba su expedición de conquista, si no antes, al país deAusan tuvo un rey belicoso. Se parecía a Karib'il, de quienacostumbraba a mofarse, en el espíritu luchador y en energía,pero no en prudencia. Por lo demás, su base inicial de opera-ciones era demasiado pequeña, aunque él se esforzara por am-pliarla. Primero quitó a Hadramot los oasis de 'Abadan (juntoal Nisab o Ansab actual), y luego, al norte, los oasis deDadi Gurdan (Jirdan) con lo que separaban Hadramot de Qa-taban; ocupó una parte de ésta, probablemente todo el sur. Alllegar la noticia de que Karib'il había penetrado en el ángulosuroccidenlal de Arabia, se hizo ceder por los dos países más

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directamente e~puestos, al suroeste de Qataban, varias plazaspara sí y sus soldados. A continuación salió al encuentro delsabeo, pero perdió la batalla. Karib'il le molestaba con incur-siones hasta muy adentro del país, detrás de su frente; primerodejó de lado los países más próximos y lo derrotó en Datinay ante las puertas de su capital, «hasta que hubo barrido...Ausan y su r,ey».Solamente en una segunda campaña se preci-pitó, con incendio y asesinato, sobre los dos países inicialmentepreservados. La paz fue dura para éstos: a Qataban y Hadra-mot les fueron devueltas las regiones robadas. Todo lo quedirecta o indirectamente lindaba con Saba' fue anexionado porKarib'il de modo que sólo quedó sin tierra uno de los reyes(R 3945). ,

A larga, la hegemonía militar sabea no podía mantenerse.Qataban se alió con algunos de los países subyugados, y lasdos campañas sabeas (ver p. 377 Y nota) no pudieron detenerel curso natural de los acontecimientos. Todos estos países ca-yeron paulatinamente bajo el dominio de Qataban, lo mismoque Ausan" que poco después de la conquista había -vueltoa ser independiente. Es cierto que sólo aparece esta situaciónen el acta de un soberano de la primera mitad del siglo II ",1pero esto no puede considerarse como un terminus ud quem,porque no hay nada más semejante en dicha acta. Hasta el350 aproximadamente conocemos cuatro reyes (los títulos fal-tan casualmente) de Qataban. Luego aparecen, uno junto aotro, un makrab, hijo del último soberano, y un hijo de rey,rey él mi;mo; finalmente, los dos aparecen en una mismainscripción ". Así, pues, el título de makrab parece como unpréstamo ulterior de los sabeos (¿para designar a un príncipesin derecho al trono?). De igual origen parece ser el prin-cipio de la división de poderes, pero solamente entre dospersonas.

Hadramot fue y sigue siendo propiamente un uadi que correparalelo a la costa del Océano Indico, pero lejos de ella. Sinembargo, el reino de igual nombre se extendía a - ambos ladosdel valle, hacia el oeste y .el este. La capital, Shabwat, que.daba cerca de la frontera de Qataban. En lengua, cultura yarte, este país iba a la zaga de los otros y estaba abierto ala influencia sabea, que le era transmitida por una coloniaestablecida en Shabwat 18. Bajo la protección de los reyes pros-peraba, muy lejos al este, el país del incienso.

Dhofar (Zafar) es el nombre que designa propiamente unaciudad, el que lleva el país del incienso en los mapas. Hoy endía pertenece políticamente a Omán, pese a que lo separen

378

de éste vastas estepas y extensQs desiertos de arena: es laúnica región de v(getación tropical en Arabia. En la costacrece la palmera de coco (así lo señalaba ya Ibn Battutah, alre-dedor de 13.31) 19. Las laderas de los altos montes que en-cierran el llano costero están cubiertas de espesos bosques. Seprecipita de ellos una gran cascada, y en el paisaje onduladode los valles altos prosperan fértiles praderas. Cerca de ladivisoria de las aguas, donde este paraíso se transforma en lasáridas mesetas de arenisca rojiza, :,e encuentra la zona delIncienso '°. De Hadramot a Qataban se extendía en su díala zona de las mirras. Los dos son resinas de arbustos de laaltura de un hombre, y constituían el tesoro de que se nutríala cultura arábiga meridional.

CONCLUSION

.1

Los-das_..siglos..escasos-de. .historia-persay_.griega, . rlp] 'POal 323 a c., con~tu.y.en indiscutiblemente el ,punto culmi-nante. de la historia cuItural del munclo aniiguo. El drama,el arte y la historiografía de los helenos alcanzaron en dichotiempo, pero sobre todo durante el siglo V, una cima que nose ha vuelto a alcanzar ni ha sido, mucho menos aún, su-perada.

E~~ndes.real¡ZAci21les S).!.1!llrales~~ indisolublemen-te ligacrasncon la institución grieg:¡ de la polis (ciudad-estadoy cOñiiinidád a fa vezr Sürgida - ;tr~ed-;r'del 800 a. C.. lapolis también llega a su punto mlminante en el siglo V. QJnla c¡;¡,w:e.nttación<1e l~ v¡da-pal..ítica...c.l1j:L~~ill!.\:i~Jedu-cid~mPina laQ2lis ,.Sla..!~J2li~~~raordinaria pal! lasinfluencia~cult~~=.~ ~e.- ~!!!.'lul:.r la~ que p'royengan.' I&ci~s .J.L.p,atria de innumerables artistas e intelectuales queparti.Qpan.-casi-todos-elloS-PeJ:Sonalme.Qte.como cludaaanos,"enla y,j4a_PDlitíca...,¡!eJa_cornunidad.La p'olis se idemi6ca"'éñ sues~!lcia con sus /Jolitu~1~us. ¡;ÍI,Lqaüa.u.qs,y ~sJa_i9~~d~d cons-tituye su fuerza y su debilidaq a la vez. En la polis se realizóen 'realidad por vez primera la idea-4 de la autoadministracrónpor _ciud~anos "ilbr.es~.Sobre. e;te ~!}Qlq!i.. J:lt~!lj~s<§r(lelaépoca de Pericles lograron en materia de política y de arte

result2~,.~!:."1~rr.'1-sierñ!;!e_modélk.os~- ---Pero el arte (lela -p011tica re~~e moderación, 1..!!:to (:r~

algo. qm;..QlU.f:h2S_d~.Jos3Y\;~S9re~d~ PeriéleSeran incapas;esde ~racticar. Con ello no sólo se destrUYó la granaeta de- - .

379

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11LIAtenas, sino que se provocó además la de~adencia rI" nrecia.

En efecto, se' introduce en Grecia en muchas partes, e~ lugarde uni!-éticll-P.clí.tka.-a la qye ningún pueblo civilizado ImederenúnciaI:.-la hy'brjr (l;J «.YÍQl~~). Tenemos un ejemplo deello en el violento AIcibíades. A partir rlfOl fin de la glU;rra

del_Pelopope$,p, el mur.do de h poli s grit:~v.a _1e.3Yendoinconteniblemente, y en liLÚltima. parte de~igloIV a ciudad.est;do de los ~riel1:os qllfOc1ósin existencia -,~íiT.ñ~h mo.narguía d~...c;"arácter l1l.ac.edóuko. El triunfo de la monarquíaes tanto más completo cuanto que AJlejandro logra conquistarel~ persa y establecer en OrientfO IIna monarquía abso.luta de cuño-uersa.ma~uiw-

1am6ien P$rsia_e~.un.. estado-Givi1izado, con 'p'I}¡L..adtninis-tración excelente sobrfO 1UliL.bajif" f""rlal. En lat:structura del

est~d~~ J¡¡.,~~kilW ~J.i! sos1.~g.<!.<Ll,¡t!~al!alL.Ji!J. lasrelaciones entre soberanos..;- vasaijg~desc;:mpeñ¡¡".u.!lJ?apel de-ci~vo. Esta~ vincIJe!les éticas no isen olvidarse nunca, puesson las que confieren a la vida de los persas su carácter propio.La resisti'nria @acarni'7~A~rI", los pllehlos iranios contr.l el con-

quislador Aktandr-o.mYe&t~a-qu_stJ-<- ,,¡n~~ - .i1o~ansolalIJ.eJH!obligacion~..:mpert1ciales. Todos l~s extran-jeros del imperio persa:--Tos babilonios, fenicios, 'lidíos, egIp-cios, ~ío!"y_.!2:: .2t!,?s, tuvjgwW~D11j'(lia a~de acuerao cQJJ~ .dslt~e.c.ul.iares, lo-..qua-apreGiaron._y_agra-d~ieron. Pe.t.Q,al igual que la rolis griega, eL.imoerio QersaempieM.-a ~stancarse por falta d.s:...~za~jQm¡~ <k. nl1evasideas- Este., estaoo-:de. cosas, qu~-bajo Artajerjes - LI Mnemón(404-359/58) se P<J..neclaram.ente de.J11anifiesto,'es~inci-pio. del fin. -

Al margen-Ele-Ios--enO1:l1lC5..-cambiospoIíticos se ~a ~destino de !o~ hombres como individuos (1os griegos, los persasy los demás) sujetQ!1¡¡.!U.nf~c.ia d<:'¿l},!q¡¡snaciones. ¿Cabeacaso hablar de que éstos tuvieran ocasión de llevar una vidaen consonancia con sus respectivas facultades? Por 10 que serefiere a los griegos de la época clásica, no cabe duda de que

la tuviero~. Par,il vlrit."de acue~o ~~n su,s,J~!2P..i2l.-<;l.;.seos, Lsegún la propia definición de vida desea'b1e,es decir,.la i.de'1 ;~griega de libertad, hic.ieron sacrificios en defensa de ello en

I

las guerras..-médic.as, pero estos .sacrifido~Iían... lapeQ~

gran..púmero. .de...griegos..pudo. desplegar .si.l.s..dotes pbnattlente,y m.uchos-de-ellos-han.._apprtado 10groB~traordinariQs en losdominios_de~lí!Í.\&.. deLar~. y de .la ciencia. La~de- J>j:riclesfue una épOCade florecimiento y d!-Q!:osperi<ia.d.-

no solamente para Atenas y sus ,;it~dadanos, sino también) para

11

380

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muchísimos otros pueblos del mundo griego. Sin emb~rgo, sabe-mos muy poco de las capas mtetlores del pueblo griego, y 10propio cabe decir, con contadísimas excepciones, de la pobla-ción del reino de los aqueménidas.

La obra produce un CJIll'pio .!..ot,iiLge_lAL¡:pn.dú;j,gpes so-ciales de' A1e¡anClro. Con -su viítori~ ,obre los peJ:S.as.aQ.ció a

lo~ griegos y l11acedonios un 1l\!U.4. .!!!Undo, pero _~n ~itara 105 vencidos, a los .J;>$.rsa¡¡,1" p.8sibi1ld;@~e.J>.r anizar. su vidasegyn ¿us de~s. Sin duda, la libertad v la autononua, pl ares

~a::. a¡~~g..0a

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e ~dwg!!!.leL1tLY Á.ru.>~ J¡¡.~í""..Qlw!Y.o ,¿staúltJ...,fi\i..una..prepondet:a.!lQa~ils<iij,Íy¡Ique ya _nun~ ll1.ás..habíade perder. Pero la ~noxmt:,4X~'J-deJ reino de..A1ejaiJdro,st.[}Mgotables ~sibm4t2s~ econó1!1icas,~r;5.-y_científic~imprimier~n también otr!!-iAz almull,do de. los griegos. .LasadroitllblpsreaJizacioues. .de.. las"cpolis. griegas, encuentran-en elrei,no ,de-Aleiándro-su coronación.

Lo ,9!1" 1m griegos crearon en la época de la oolis no fueen vano. Las !1Jlevas ml)natql1í~s ni' Ori"nt" <l1rginas rI"J im-

~ de Neiandro~se b~ar.aIl-en ell<L..y.,_gtacias...aL.Ehícu~ dela cultura helenística, los romanos recibieron también la im.

pronta ~. e1plr1tu g¡jSgo-y, el).-l1O-~,guda, tamb¡é[::el~del cristianismo. Nuestras ideas de lo humano y delhumal11smo son aún esencialmente griegas. El espíritu griegono dejl!.l'á~ i!!fJuir,sobrela formaciónde los ll1dlVláUOS,dll~n-tras exista la cultura occidental.-- -- -I

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Notas

CAP. 7: LA VIDA Ct:LTURAL E [NTELECIl'AL EN LA EPOCA OE PER[CLES

[ D[ITENBERGER-PURGOLD,Inschriften ,'mI Olympia, núm. 144 (MoRETn,Iscr.. agonistiche, 1953, núm. 13).

2 Incriptiones Graecae, 12, 329.

CAP. 13: LA CULTURA GRIEGA EN EL SIGLO IV A. C.

~ La literatura más reciente sobre el tema en H. BENGT~ON,Grie-chische Geschichte 2.' ed. 1960, p. 279; además H. BERVE,Dion, Abhan.dlungen der Akademie". Mainz, lO, 1956, pp. 7 ss.

CAP. 16: EG[PTO y EL [MPERIO PERSA

, Para una historia .general de los persas: v. A. T, OLMSTEAO,Ris-tory of the Persian Empire, Chicago, 1948.

. Obras generales sobre la historia egipcia, con capítulos relati.vos a los últimos tiempos: A. WIEOEMANN.Aegyptische Geschichte,Gotha, 1884; E. DRIOTON y J. VANOIER,L'Egypte, 4.' ed. París, 1962.Con consideración especial de las épocas salta y persa: A. WIEOEMANN,Geschichte Aegypt~ns van Psammetich. l. bis auf Alexander der Gros-seno Leipzig, 1880; F. K. KlENIIZ, Die po/itische Geschichte Aegyptensvom 7. bis zum 4. lahrhundert VOy der Zeitwende. Berlín, 1953.

6 Sobre Egipto durante el dominio persa: G. POSENER,La premieredomination perse en Egypte, El Cairo, 1936; F. K. KIENIIZ, op. cit.;E. BRESCIANI,La satrapia d'Egitto, en .Studi Classici e Orientali», VII,Pisa, 1958, pp. 132 ss. Acerca de las relaciones de los griegos conEgipto: D. MALLET,Les rapports des Grecs avec l'Egypte, de la con-que/e de Cambyses (525) á celle d'Alexandre (332), El Cairo, 1922jF, K. KIENIIZ, op. cit.

7 G. POSENER,op. cit., nota 3; Comentario pp. 171 ss., acerca dela actitud de Cambises; también A. KLASENS,.Cambyses en Egypte>,en Ex Oriente Lux, 1946, pp. 339 ss.

8 G. POSENER,op. cit., nota 4.9 G. POSENER,op. cit., nota 5.10 G. POSENER,op. cit., nota 1; G. BOTTI-RoMANELLI,Le sculture del

Museo Gregoriano greco-egizio, Ciudad del Vaticano, 1951, p. 33, lá.mina 28.

11 A. E. COWLEY,Aramaic Papyri of the fifth Century B. c., Oxford,1923, nota 30 (pp. 13.14).

[2 W. SPIEGELBERG,Die sogenannte demotische Chronik des Papo 215der Bibliotheque Nationale zu París, Leipzig, 1914, pp. 32-33.

]~ F. K. KIENIIZ, op. cit., pp. 53-54.14 F. K. KIENITZ, op. cit., p. 85.IS W. SPlEGELBERG,op. cit., pp. 30-32; E. MEYER, Aegyptische Du.

kumente aus der Perserzeit, voL 11 (Sitzungsbericht d. Preuss. Akade-mie d. Wissenschaften, 1915), pp. 304 ss.

]6 Asi es cómo lo ve N. RlECH, .The codification of .the EgyptianLaws by Darius and the origin of the "Demotic Chronicle "» , Mizraim,1, 1933, pp. 78 ss. Véase, para otra interpretación, E. SEIDI.,AegyptischeRechtsgeschichte del Salten. und Perserzei/, 1956, p. 60.

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17 Acerca de las .casas de vida»: A. H. GAROlNER,.The House ofLife», en Joumal of Egyptian Archaeology, 24 (1938), pp. 157 ss.

lB Acerca de los templos de El Khargeh: E. WINLOCK-DAVIES,TheTemple of Tibis in El Khargeh, vol. 1, Nueva York. 1941.

]" W. SPIEGELBERG,Drei demotische Schreiben aus del Korrespon.denz des Pherendates, des Satrapen Darius' 1, mil der Chnum-Priesternvan Elephantine, Sitzungsberichte de. Preuss, Akad. d. Wiss., 1928,pp. 604 ss.

20 G. POSENER,op. cit., pp. 180-182; F. K. KIENIIZ, op. cit., p. 65.21 G. POSENER,op. cit., notas 8, 9 Y 10.~ G. R. DR[VER, Aramic Documellts of IIN fiflll Cetllury B. c., Ox-

ford, 1954, V. 6; VII, 1-4; VIII, 2. '2~ Acerca de la colonia judía de Elefantina, el templo y su des-

trucción: E. G. KRAELlNG,The BrooklYII Museum Aramaic Papyri. NewHaven, 1953, pp. 41 ss. y 100 ss.

2' E. G. KRAELlNG,op. cit.25 E. G. KRAELlNG,op. cit., p. Ill.26 Ante todo: E. BRESCIAN[,op. cit.2: El sátrapa poseía grandes propiedades en Egipto. que estaban

confiadas a un peqid de quien recibía un arrendamiento; acerca deeste aspecto administrativo ver los documentos del sátrapa Arsames(aproximadamente 45-404 a. C.), en G. R. DR[VER, op. cil. .

28 H. H. SCHAEOER,lranisclle Beitriige, vol. 1, 1930, p. 202.2" Véase suFra, nota 15.:m G. POSENER, op. cit., p. 178.:jJ Publicado por J. D. COONEY, .The Portrait of an Egyptian colla.

borator», Bulletin of the Brooklyn Museum, XV (1953), p. 1-16.:r.! Publicado en: Recueil des Travaux, 21 (1899), pp. 67-68.:n Sólo se los menciona en el papiro arameo publicado por E.

BRESCtANI, .Papiri aramaici egiziani di epoca persiana presso iIMuseo Civico di Padova», en Rivista degli Studi Orientali, XXXXV,Roma, 1960, pp. 11 ss.

34 F. GRIFFIIH, Catalogue of the demolic papyri ill the 101m Ry-lallds Library, vol. nI y vol. IX.

:15 Véase E. G. KRAELlNG,op. cit., pp. 36-37.36 E. SEmI., Aegyptische Rechtsgeschichte der Saitell' «lId Perser-

zeit, 1956. .

37 Es importante en relación con este problema: R. YARON, Intro-duction to the law of the Aramaic Papyri, Oxford, 1961, especialmentepp. 114 ss.

38 Acerca de las cartas arameas encontradas en la Hermópolisoccidental., véase M. KAMlL en Bulletin de ¡'Institut d'Egypte, 28 (1947),p. 256.

39 Véase E. BRE'SClANI,La satrapia d'Egitto, pp. 150-151.40 Los documentos sobre el Arsenal: N. AIM¡j.GIRoN, Textes araméens

d'Egypte, El Cairo, 1931, pp. 12 ss.

41 E. BRESCIANI,Papiri aramaici egiziani di epoca persiana pressoi1 Museo' Cívico de Padova.

~ J. J. RABlNOWlTZ, .Aramaic lnscriptions of the fifth CenturyB. C. E. from a North-Arab Shrine in Egypt», en 10umal of Near EasternStudies, 1956, pp. 2 ss.

t-3 Al respecto: A. SEGRE, .Circolazione tolemaica e pretolemaicain Egitto», en Rivista italiana di Numismatica, 1920, pp. 68 ss.; E .G.KRAELING,op. cit., pp. 38-40.

" Acerca de los numerosos monumentos de esta clase: E. BRES-ClANl, La satrapia d'Egitto (Appendice archeologica), pp. 177 ss.

1.\ A, ERMAN, Die Religion der Aegypter, 3,' ed., Berlín, 1934, cap. 19.

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16 Publicado por S. R. K. GUNVILLE,The [nstmcttons of 'Onchshesltonqy, (= Catalogue of Demotie Papyri in the British Museum, vol.11), Londres. 1955; véase S. DONADONI.Storia della letteratura egizianaantica. Milán, 1957, pp. 308-310.

'7 Un análisis agudo del problema en: B. V. BOTHMER y H. DEMEULENAERE,«Egyptian Sculpture of the Late Period», en The Broo-klyn Museum. 1960, pp. 78-79 Y 81-82.

'8 J. D. COONEY.op. cit., p. 6.'9 Llevan collares de tipo persa la estatua de Ptah-hotep en el

Brooklyn Museum, asi como la estatua (de la que sólo se ha con-servado el torso), descrita por G. BOTTI. «Busto di un dignitariodella XXII dinastía fiel Museo Egizio di Firenze», en Bolletino d'Artedel Min. Pubbl. [struz, 2 (1956), pp. 1-3. Llevan brazaletes persaslas estatuas de Ptah-hotep y de Udjahorresne en el Museo Vaticano.

50 Véase E. BRESCIANI,La satrapia d'Egitto (Appendice Archeolo-gica).

51 J. D. COONEY,«The Lions of Leontopolis», Bulletin 01 the Broo-klyn Museum, 15 (1953), pp. 17 ss.; A. RoEs, «Achemenid influenceupon Egyptian and Nomad Art», en Artibus Asiae, 15 (1952), pp. 21 ss.

&! A. ROES, op. cit., p. 19.53 G. POSENER,op. cit., p. 190, nota 2. Acerca de la influencia de

la arquitectura egipcia sobre la persa, véase PARROT-CHIPIEZ, His-toire de I'Art dans l'Antiquité, pp. 510 Y 885-887; DIEULAFOY,L'Art an-fique de la Perse, pp. 5 Y 198.

5' Es importante F. K. KIENITZ, op. cit., pp. 76 ss.;demótico, la llamada «Crónica Demótica» (W. SPIEGELBERG,trata en forma profética de las tres últimas dinastías;respecto F. K. KIENITZ, op. cit., pp. 136 ss.

55 B. V. BOTHMER y H. DE MEULENAERE,Op.cit., pp. 95 ss.56 Estudio reciente de E. WILL, «Chabrias et les finances de Tachós»,

en Revue des Etudes Anciennes, 62 (1960), pp. 254 ss.57 F. K. KIENITZ, op. cit.. p. 107.58 F. K. KIENITZ, op. cit., pp. 185 ss.59 F. K. KIENITZ, op. cit., p. 189.60 F. K. KIENITZ, op. cit., p. 111.

Un textoop. cit.)véase al

~AP. 18: EL JUDAISMO PALESTINO EN EL PERIDIJO PERSA

1 ANET,316 a-b (J. B. PRIT~HARD,Ancient Near Eastern Texts, 2.' ed.,Princenton, 1955).

2 S. COOK, The Religion 01 Ancient Palestine inology, Londres, 1930 (Schweich Lectures, 1925), pp.57, 63, 70 Y 82 ss.; Y. AHARDNI, «Excavations atBiblieal Arehaeologist, 24 (1961), pp. 104 ss.

:J B. MAISLER,«Gole Yisra'el be Gozan», en Yedi'ot habebrah ha'ibritlehaqirat Erez Yisra'el, 15 (1950), pp. 83 ss.

, A. E. COWLEY,Aramic Papyri 01 the Filth Century B. C., Oxford,1923, núm. 30; E. G. KRAELING,The Brooklyn Museum Aramaic Papyri.New Haven, 1953, pp. 42 ss., 82 ss., 86; Jeremias, 44-15 ss.; Isaias, 19-19.

s S. DAICHES, The Jews in Babylonia at the Time of Ezra and Nehe-mías, Londres, 1910, pp. 21 ss.; Ezequíel, 14.1 ss.; 20.31; Zacarías, 5.5ss.; Esdras, 8.17 (?). Pese a la apologética de Daiches, la implicaciónde los nombres es inconfundible.

6 E. BICKERMAN,«The Altars of Gentiles», en Revue internationaledes droits de I'antiquité, 3.' serie, vol. 5 (1958), 137 ss. La afirmación

. de Bickerman de que los «judíos» no participaban en este culto, noes convincente.

the Ligth 01 Arehe-41-71, especialmenteRamath Rahe¡'" en

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7 A. COWLEY, Aramaíc Papyri, núms. 30 y 3l.8 Esdras 4.1; 6.19; 8.35, etc., también simplemente «los exiliados»

9.4; 10.6; Zacarías 6.10. Estas referencias y las siguientes son de laBiblia Judía.

9 Nehemías 10.31 s., véase 13.25; Esdras 4.4; véase 6.21 y Nehemías10.29. En documentos anteriores al exilio, la expresión significabasimplemente «los ciudadanos», y este empleo primitivo sobrevivióocasionalmente, véase R. DE VAUX, Les InstilUtions de l'Ancient Testa-ment, 2 vols. 2.' ed., París, 1960-61, vol. 1, p. 112.

10 El nombre de Sheshbazzar (Esdras 1.8, etc.) atestigua al menosque sus padres rendían culto a Sin o Shamash; W. ALBRIGHT, TheBiblical Period lrom Abraham to Ezra, Nueva York, 1963, p. 86; véaseM. NOTH, Geschiehte Israels, 4.' ed., Gottingen, 1959, p. 279, nota 2.

11 Reyes 23; Ezequiel 8. Los acontecimientos en cuestión no habríanpodido tener lugar en el templo sin la cooperación de los sacerdotes.

12 Zacarías 9-14 se consideran por lo regular como introducidossubrepticiamente.

13 Ageo 2.23; Zacarías 6.9 ss. (véase inlra).a Texto sumamente alterado. Es fundamental el comentario de J.

WELLHAUSEN,Die Kleinen Proplzeten, 3.' ed., Berlín, 1898; le siguen, conpequeñas modificaciones, O. EISSFELDT,Ei11leitung in das Alte Testa-ment, 2.' ed., Tübingen, 1956, p. 529; M. NOTH, Geschichte [sraels,p. 282, Y otros.

15 Mishnah Abodah Zarah 3-6 podría representar un vestigio.16 Esdras 6.21; véase Nehemías 10.29.17 4.2 b es inequívocamente una invención polémica: los samaritanos

no eran los deportados asirios de 200 años antes. Y así también 4-9b-IO,basado igualmente en Reyes II 17.24-41. Otra línea polémica apareceen 9.1 f. El redactor sitúa la negación de Zorobabel en la épocadel reino de Ciro, para explicar la «interrupción» de la construcCIóndel 537 al 520, aproximadamente, y reunió después informes hostilesacerca de los judeos, hasta los tiempos de Artajerjes (4.6.23)". La«interrupción» es una invención, que tiene por objeto conciliar latradición del retorno bajo Ciro con el hecho de la reconstrucciónbajo Darío.

18 Zacarías 11.14, según los Códices 62 y 147 de los Septuaginta.l. Véase J. WELLHAUSEN,Die Kleinen Propheten, ad loc.; Zacarías

14.14 es probablemente un recuerdo de este pasaje. La afirmación enEsdras I 4.45 (texto B), de que los judeos incendiaron el temploestá probablemente alterada en su texto y debería decir «1os idumeos».véase versículo 50. -

30 Esdras 4.12, 15, 19. Es poco probable que la sublevación contralos babilonios (587), que tuvo lugar más de un siglo antes, figuraraen los anales persas; 4,15 d Y 20 están redactados.

31 La profecía se prosiguió (Nehemías 6.7, 9-14), Y algunas profe-cias posteriores llegaron al Canon como interpolaciones o como obrasapócritas, p. ejemplo, Jonás, Daniel.

32 F. HEICHELHEIM, «Ezra's Palestine and Periclean Athens». enZeitschrilt für Religions- und Greistesgeschiehte, 3 (1951), pp. 251 ss.

g:¡ Esdras es tal vez la figura más discutida del Antiguo Testamento.Véase W. RUDOLPH, Esra und Nehemia, Tübingen, 1949. Aquí se supo-ne que la historia auténtica de Esdras está contenida (aproximadamen-te) en Esdras 7.8, Nehemías 8 y Esdras 9-10; véase O. EISSFELDT,Ein-leitung in das A/te Testament, pp. 676 ss.

2' Acerca de una reforma persa parecida de instituciones religiosasen Egipto, véase G. POSENER,La premiere domina/ion verse en Egypte,El Cairo, 1936, p. 22; A. COWLEY,Papyri, núm. 21.

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25 Nehemias, 8.2, 13 ss.; 9.1; véase R. DEVAUX,Instítutions, vol. 2,p. 419; M. NoTH, Geschichte Israels, pp. 302 ss.

26 Al menos Nehemías 1-7.Sa y 13.4-31 son parte de las «memorias»auténticas de Nehemías; véase O. EISSFELDT,Einleitung in das AlteTestament, 6. 676.

27 Aparece el apoyo del partido en 2.12; 5.8 «<Nosotros» son losjudíos de la diáspora de tendencia monólatra).

28 3.5.; 4.4. Los partidarios de la resistencia pasiva pertenecen ala nobleza.

:J9 5.14 ss. Obsérvese la ausencia de la nobleza (horim) en la listade los invitados, véase 5.7; 6.17, etc.

30 Mac. II 1.18; Isaías 56.5; Sirach 49-13d; Nehemías 1:5; véase Esdras6.14 (el templo sólo queda terminado en tiempos de Artajerjes).

3t Este apoyo hubo indudablemente de ganarlo refutando con suvida el informe de Esdras y mostrando que un miembro del grupomonólatra podía ser perfectamente un gobernador popular de Jeru-salén y podía conservar la ciudad tranquila y leal.

3J 13.25 - 'Akkeh significa probablemente azotar, y no ejecutar,puesto que sigue, como algo peor, el arrancar el pelo.

33 A. COWLEY,Aramaic Papyri, núm. 30.34 E. KRAELING,Brooklyn Papyri, pp. 82 ss., especialmente 88.35 A. COWLEY,Papyri, núm. 30.:36 Para la interpretación y el fechado de las obras comentadas en

este párrafo véanse los pasajes correspondientes en O. EISSFELDTEi,,-leitu"g in das Alte Testament, y R. PFEIFFER, Introductio" to tlle OldTestament, 2.' ed., Nueva York, 1953.

37 Comentado por H. KALLEN,The Book of Job as a Greek Tragedy,Nueva York, 1918. Ni en el caso de Job ni en el Eclesiástes havmotivo alguno para suponer un parentesco literario entre estas dosobras similares.

38 Alterado ahora por numerosas interpolaciones de carácter piadoso.39 Véase al respecto M. BRAUN, History and Romance in eraeeo.

Oriental Literature, Oxford, 1918.40 Ec1esiástes 7.16; 8.14 ss.; 9.7 s.11 Los Proverbios se parece en éste, como en tantos otros as-

pectos, al Corpus Theognideum.42 Las obras más importantes sobre los levitas siguen siendo las

de W. VaN BAUDISSIN,Die Geschichte des alttestamenllichen Prie>ler-Ihums, Leipzig, 1889, y G. HOELSCHER,«Levi», en la Real Encyc1opiidiede Pauly, 12 (1925), columnas 2.155 ss.

43 Números 1.53; 18.3, véase 4,3, 23.30; 8.24, etc. W VaN BAUDISSIN,Geschichte, pp. 33 ss.

u S. COOK, Religion, pp. 164 ss.15 S. COOK, Religion, pp. 214 ss.; E. GOOUDENOUGH,JelVish Symbols '

in the Greco-Roman Period, 9 vols., Nueva York, 1953 ss.. Indice, vozTorah Shrine.

16 Véase al respecto G. VON RAD, «Die levitische Predigt in den Bü-chern der Chronik», Homenaje de 0110 Procksch, Leipzig, 1934, pp. 113siguientes.

17 Números 16. El estudio olvidado de H. VOGELSTEIN,Der Kal1lpfz\Vischen Priestern und Leviten, Stettin, 1889, contiene el intento su-manente interesante de ordenar históric"mente la polémica y lospasajes correspondientes de la Crónica y de la literatura eclesiásticadel Pentateuco. Véase también R. PFEIFFER, Inlroduclion, pp. 264 Y795-901.

48 Las fases de la fusión están anotadas .por G. HOELSCHER, «Levi»,cols. 2185 ss.

386

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49 'H. VOGELSTEIN,Der Kampf zwischenPriestern und Leviten, p. 84.50 JOSEFO, Antiquitates, 12.142.51 W. RUDOLPH, Chronikbüeher, Tübingen, 1955, VIII ss., también

G. VaN RAD, Das Geschiehlsbild des cronislischen Werkes, Stuttgart,1930.

52 Véase (p. ej.) Ex. 20.24 y Dt. 12.4 ss.; Lev. 17.1 y Dt. 12.2 ss.;Ex. 21.7 y 15.12; Ex. 12.9 y DI. 16.7; DI. 14.22-29 y Núm. 18.21-24; Lev.10.14 y DI. 18.3

53 Monolatrística: Helcías (Reyes, II, 22.8 ss.); Esdras. Sincretística,véase supra, núm. 71, y más adelante Josué (Zaearías, 3.3 ss.), Eliasib(Neh. 13.4 ss., 28).

51 A. COWLEY,Papyri. Núm. 30. JOSEFO, Anliquilales, 11.297 ss. Jo-hanán es Juan (Neh. 12.10 Jonatán; 12.22 Johanán).

55 Id. (Bigvai-Bagoas).56 Se discuten las formas adoptadas por la compilación en sus

fases posteriores; Compárese los puntos de vista de O. EISSFELOT,Einleitul1g, y R. PFEIFFER,Inlroduclial1, con M. NOFH, Ueberlieferungs-geschichle des Pel1laleuch, Stuttgart, 1948. La forma oficial hubo deser en el siglo IV aquella que los samaritanos y los judíos tienenahora en común.

57 H. VOGELSTEIN,Der Kampf z",ischel1 Prieslern und Levilel1, p. 70;W. VaN BAlIDISSIN,Die Geschichle des a/tleslamenllichen Prieslentums.página 163.

58 El culto de Deuteronomio por los levitas lo muestra G. VaN RAD,Das Geschiehlsbild des chrol1islischen Werkes.

59 Acerca de la literatura sacerdotal en general, véase especialmenteG. VON RAD, Die Prieslerschrift im Hexaleuch, Berlín, 1934.

60 CL la misma moda en Grecia, expuesta (p. ej.) por Hecateo deMileto y Ferecides.

61 R. DE VAUX,Inslitutions, vol. 1, pp. 162, 175, 320; vol. II, pp. 241,267, 270 ss.

62 [bídem, vol. II, pp. 415 ss.6~ G. VON RAD, Prieslerschrift, pp. 21-28, en Gén. 17.1-27; 27.46 y

28.1-9.64 Lev. 17.8-15; 18.26; 20.2; 22.18; 24.16; 25.47-54.65 Ex. 12.43.50; núm. 9.14; 15.1-31.66 La conclusión del convenio pudo celebrarse con otros enlaces

familiares, que dieron lugar a que Josefo confundiera los acontecimientosbajo los reinados de Artajerjes 1 y de Artajerjes III; véase JOSEFO,Al1tiquitales 11.30 ss. F. CROSS, «The Discovery of the Samaria Papyr;.,en Biblical Archaelogisl, 26 (1936), pp. 115 ss. .

r;¡ Cr. II, 30.5, 2.5; 35.18. Zacarías seguía profetizando tanto «parala casa de Israel como para la casa de Judá» (8.13).

68 F. CROSS, The Discavery af the Sumaria Papyri, p. 115.6'J E. GOODENOUGH,Je",is Symbols in lile Greco-Romal1 Period, vol. 1,

páginas 270 ss. y vol. III, núm. 668-670.70 D'IODORO,Bibliolheca Hislorica, 15.92.2; NEPOTEXlI (CABRIAS)2.3,

PLUTARCO,Agesilao, 36 ss.71 La carta de Mac. 1, 12.19 ss. es una falsificación; sin embargo,

la tradición fue fundada antes de la época de los Macabeos, Mac. 11,5.9.

n E. SCHUERER,Geschichle des jüdischen Volkes im Zeitaller JesuChriSli, 3 vol., 4." ed. Leipzig, 1901-9.Vol. IU, pp. 7 ss.; E. BICKERMANN,From Ezra to Ihe Last af the Macabees, Nueva York, 1962,pp. 11 ss. ynota 8 relacionan la toma con la de Sidón, que se refleja en un índicebabilónico, traducido en B. SMITH, Babylonian Historical Texts, Lon-dres, 1924, pp. 148 ss.

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'I~~73 Is. 19; 20 (especialmente 5 s.); 30.1-5; 31.1-3, véase 36.6,9 y Re. ll,

18.21.24; Jer. 2.18 s.; 24,9; 37.7; 42; 43; 44; 46; Hes. 17.26 ss., 29 (espe-cialmente 16); 30;' 31; 32.

H Esta podría ser la razón de la transferencia de la construccióndel templo en esta época a Geritzim; véase JOSEFO, Antiquitates, 11.320siguientes (El templo no hace distinción legal alguna: lo que la ley pro.hibia era el sacrilicio).

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CAP. 19: SIRIA BAJO LOS PERSAS

1 W. GALLlNG,Zeitschr. des Deutschen Paliistina Vereills, 79 (1963),pp. 140 ss.

2 Una de las cabezas se encuentra actualmente en la Ny CarlsbergGlyptothek en Copenhague, y la otra (encontrada en Sakkara), enBerlín; véase Handbuch der Archaologie, publicado por W. aTTO, 1,libro de láminas, p. 197, 1 Y 2.

3 DITTENBERGER,Sylloge Inscriptionum Graecarum. 13, núm. 185.

CAP. 20: ARABU

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1 HEROOOTOIII 88.4-5, 91. Esta descripción geográfica a la que co-rresponde, por supuesto, un hinterland de extensión desconocida,coincide con la posición de Arabia entre los paises sométidos en lasinscripciones reales de Persépolis y Naqsh-i-Rulam, que provienen deDaría, el sucesor de Cambises.

2 Véase p. ej. W. F. ALBRIGHT, «The Biblical Tribe of Massa' andsome congeners...», Estratto dagli Studi Orientalistici in anOTe diGiorgio Levi Della Vida, 1, Roma, 1956, p. 12, .nota 4.

3 Véase Qedar en las listas de los «hieródulos» «<esclavos al servi-cio de un templo»), de Ma'in (ver capítulo sobre Arabia en el vol. 6)con Agatárquides, § 87.

~ M. LIDZBARSKI,Hanabuch der nordsemitischetl Epigraphik, Weimar,1898; Hildesheim, 1962, I, p. 447; II, lám. 27; G. A. COOKE,A Text-Book01 North-Semitic Subscriptions, Oxford, 1903, p. 69; R. DussAuD, La pé-nétration des Arabes en Syrie avant l'Islam, París, 1955, p. 176.

5 Acerca de Dedan, véase WERNERCASKEL,«Lihyan und Lihyanisch»,Comunidad de trabajo para investigación, del Territorio de Nordrhein-Westlalen. Geisteswiss., cuaderno 4 (tratado) Colonia-apiaden, 1954, pá-gina 37, en donde, sin embargo, hay que corregir las fechas; por otraparte, se descubrió también otro rey; en relación con lo que siguevéase A. VANDENBRANDEN,Les textes thamoudéens de Philby, 2 vals.,Lovaina, 1956, 266 a, ac, ag. (si la lectura es correcta).

6 A. JAUSSENY R. SAVIGNAC,«Mission archéologique en Arabie, mars-mal 1907. De Jérusalem au Hedjaz. Médain Saleh. II: el'Ela, d'Hégraa Teima, Harrah de Tezouk» (Publ. de la Société Iran¡:aise des louil/esarchéologiques) Texto y atlas, París, 1909, 1914 (aparecido en 1920),324, pl. XCIV, CXXXVIII, puestos por inadvertencia como lihyánico(1. PIRENNE,Paléographie des inscriptions sud-Arabes..., vol. 1, Bruse-las, 1956, p. 98; citado en las siguientes notas como PIRENNEI). Es pro-bable que el documento provenga del descendiente de una familiaestablecida allí largo tiempo, porque la escritura es arcaica.

7 Répertoire d'épigraphie sémitique publié par la Commission duCIS, tomos V-VII, redactados por G. RVCKMANS(citado en las notassiguientes como R), 2980 = A. FAKHRY, An Archeological Journey toYemen. 1.2; G. RVCKMANS,Epigraphical Texts, 3, El Cairo, 1951-52, 14;

388

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J. PIRENNE, l, 257-60, tiene el mérito de haber combinado el docu-mento con R. 3943. Sin embargo, discrepamos por nuestra parte delas dos tradvcciones que allí se dan.

8 Véase EDouARD SCHWARTZ, Philologus, 86 (1931), pp. 373-99.9 En forma análoga GHUL, BSOAS XXII (1959), 17. Mahmud 'Ali

Ghul fue el primero en abrir una brecha (sin sabedo), gracias a suconocimiento superior del Corán y de la tradición, en la concepcióntradicional de esta clase de documentos, aumentada entretanto connuevos textos y fragmentos. Cabe añadir que toda la tierra, si noera propiedad del templo, era tierra del rey.- Aquella tradición extraía de la lectura de las inscripciones el hechode que los fundadores recaudaban impuestos. Que esto constituía unerror lo ilustra el hecho de que, con una sola excepción -R 3022-,aquéllos eran particulares. En resumen, sólo puede partirse de laconcepción de Conti Rossini (de 1/10 del diezmo) insinuada en la notalO. Sin embargo, toda vez que la suma así resultante aparece comodemasiado pequeña en relación con las construcciones a emprender,hay que señalar que. «los suyos» son aquí 12 personas. De los hechosmencionados resulta que lar' no puede significar «primicias», lasque no entran en consideración en el financiamiento de una construc-ción, sino que ha de derivarse del significado original de «cosecha».- Finalmente, se ignoró la conexión existente entre logro y recom-pensa y se nombró al fundador administrador de unas tierras, quese veían en conexión con su recaudación de impuestos. Acerca delsegundo privilegio (acerca del primero véase nota 11), hagamos obser-var que sshr' significa sencillamente la capacidad, como se desprendede la inscripción R 3022, de desempeñar cargos públicos. En efecto,los fundadores son aquí funcionarios oficiales. - La primera cláusuladel procedimiento de financiación suele rezar: bkbwdt/ktrb/... Attar/'hl/sbrr «mediante una obligación de pago que N. N. entregó al Athtarque cumplió». Se trata de una especie de a cuenta que tendría pro-bablemente por objeto comprobar la capacidad de prestación delfundador. Hay otra inscripción posterior (R 2774), en la que el fun-dador no cumplió la obligación de pago: bkbwdt/dyns/,Attar «medianteuna obligación (de pago) que quedó a deber a 'Athtar». Sin embargo,esta deuda quedó compensada por el cumplimiento de todas lasdemás prestaciones. Si no se estaba en condiciones para ello, ladeuda pasaba de padres a hijos, los que respondían por los difuntos,y si éstos mismos caian .en la misma culpa, porque malas cosechaso pérdidas en el comercio retardaran acaso la compensación, entonces«había que prolongar el procedimiento». Así resulta del texto, pp. 413-14..Libre y esclavo», al fin de la inscripción, no es más que un términoretórico colectivo y no se debe traducir literalmente.

10 Fr' (R 2774; Ir'hy) Ir's, formalmente ha de entenderse como enla Chrestomathia arabica meridionalis de C. CONTI ROSSINI, Roma,1931, p. 220, y también en cuanto al sentido ha de interpretarse enforma. correspondiente a la décima parte del diezmo.

n T'mn. También común entre los sabeos, en unión del siguienteprivilegio usual. Sus titulares pasaban a ser 'mnhtn una vez que eranllamados para ocupar cargos públicos.

13 Hijo de Yith'i'amar, véase A. JAMME, .Sabean lnscriptions fromMahram Bilqis (Marib»>, Publications 01 the American Foundation lorthe Study 01 Man, publ. por W. F. ALBRIGHT,Baltimore, 1962, 555 (citadoen las notas siguientes como Ja), con PIRENNEl, Tableau généalogique;tampoco es idéntico con el autor anónimo R 3943, que es probable-mente -véase PIRENNE I 148- uno de los dos constructores de laesdusa meridional del dique de Marib.

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1~ Aunque en R. 3858 no se le nombre entre los tres príncipesmakrab, Yakrubmalik, que procedía de una línea de la de éstos, par-ticipó según Ja en aquella guerra, aunque no personalmente y sólocon medidas defensivas. Esto se desprende de las palabras en partea!taneras y en parte disgustadas de su intendente, quien primero hubode montar la guardia durante tres años, y efectuar luego un ataquede distracción contra una localidad no especificada en territorioenemigo, de la que dos años más tarde, al firmarse la paz, recondujoa casa, sanos y salvos, a sus 80 hombres. Por lo demás, no recibiólas gracias oficiales de su jefe, sino del hijo de éste, pese a que aquélestuviera todavía con vida. ¿Casualidad o costumbre? La misma pre-gunta se plantea al enteramos de que un primo suyo, de su mismo ape-llido, hace adoptar a su hijo por el intendente.

u Corpus lnscriptionum Semiticarum. parte cuarta, t. 1, In, 37,París, 1889-1932, 37; véase PIRENNE1, 191 s.

]5 Ja, 552, 555, 554, 557, 550, 55\, p. 389 Y el esbozo de la placa C.-sin duda, '16 pilares en dos hileras' no figura aquí, sino en 551: todoslos pilares (de la última hilera), lo mismo que 550 en relación con lapenú!tima hilera. Las traducciones que figuran en el texto delante delas palabras surarábigas se desprenden de los hallazagos arqueológicosy de las inscripciones. A esto añade además mgbb: sing. magabbat(pasado a nuestro texto) encajonamientos (para los pilares). - Los dosencajonamientos, 556, para un pilar -véase 557-, se comprenden apartir del último párrafo de Archae%gica/ Discoveries in South Arabia,de R. LEBARoNBOWEN y FRANKP. ALBRIGHT, Baltimore, 1958, p. 224.

]6 PIRENNE,1, 229.17 PIRENNE, 1, 172 ss.18 PIRENNE,1, 148 s., difiere Beeston.19 Voyages d'lbn Batoutah, 5.a ed., París, 1949, vol. 2, p. 204.20 BERTRAMTHOMAS, Arabia Felix, Nueva York, 1932, pp. 36-105, 122.

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1.

Bibliografía

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Un nuevo resumen detallado sobre las fuentes antiguas y los estudiosmodernos se encuentra en la obra de H. BENGTSON,Griechische Ges-chichte van den Anfangen bis in die romische Kaiserzeit (Handbuchder AltertumslVissenschaft nI, 4), 2.' ed., Munich, 1960. Los trata-dos entre los estados griegos están reunidos y comentados por H.BENGTSON,en Die Staatsvertrage der griechisch-romischen Welt van700 bis 338 v. Chr., Munich, 1962.

Además han de mencionarse las siguientes obras (véase también laBibliografía en H. BENGTSON,Einführung in die alte Geschichte,4.' ed., Munich, 1962, pp. 158 ss.).

1. HISTORIAS GENERALES DE LA ANTIGÜEDAD

1

MEYER, E.. Geschichte des A/tertums, 5 tomos, Stuttgart, 1884-1902,Se tienen aquí en cuenta: vol. In, 3.' ed. de H. E. Stier, 1937;vol. IV, 1 Y 2, V; 4.a ed. de H. E. Stier, 1939, 1956 Y 1958.

ROSTOVTZEFF,M., A history of the ancient 1V0r/d, 2 vols., Oxford,1926 y 1927. Traducción alemana con el título de Geschichte derAntiken WeU', de H. H. SCHAEDER.2 vols. en: Sammlung Dietrich72 y 73, Leipzig, 1941.

The Cambridge Ancient History, ed. por J. B. BURY, S. A. COOK, F. E.AOCOCK,M. P. CHARLESWORTH,N. H. BAYNES.12 vols., Cambridge,1924-1939. Se toman aquí en cuenta los vols. IV, The Persian Empireand the West, reimpresión 1953; V, Athens 478.401, reimpresión 195&;VI, Macedon 4CI.30I, reimpresión 1953; todos los tomos con abun-dante bibliografía.

Historia Mundi: Ein Handbuch der WeUg~schichte, en lO vols., fun-dado por F. KERN, publicado por F. VAWAVEC.Vol. nI (1954): DerAufstieg Europas.

Histoire Généra/es desCE CROUZET.Vol. 1:J. AUBOYER,2.' ed.,

1

Civilisations, publ. bajo la dirección de MAURI-L'Orient et /a Grece antique, de A. AYMARDYParís, 1957.

2. HISTORIA DE PERSIA

j4 NOELDEKE..TH., Aufsatze zur pers;sclleH Gesch;chre, Leipzig, 1887.

PRASEK,J. V., Geschichte der Meder ulld Paser, 2 vols., Gotha, 1906-10.SCHAEDER,H. H., Das persische WeUereich, Breslau, 1941.JUNGE, P. J., Dareios l., Kollig der Persa, Leipzig, 1944.OLMSTEAD,A. T., A history of the Persiall Empire, Chicago, 1948. Reim-

presión 1959.GHIRSHMAN, R., lrall, Harmondsworths, 1955 (nueva edición 1964).MEYER, E., Der Papyrusfund van E/ephantine. Dokumellte einer jüdis-

chen Gemeinde aus der Perserzeit und dar alteste erhaltene Buchder Welt/iteratur, Leipzig, 1912.

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3. HISTORIAS DE GRECIA: GENERALES

BUSOLT, G., Griechische Geschichte bis zur Schlacht bei Chiironeia.3 vals., 2.' ed., Gotha, 1893-1904. Se tienen en cuenta los vals. Uy UI 1 y 2; contrariamente a su título, la óbra sólo llega hasta elfinal de la Guerra del Peloponeso (404 a. C.).

BELOCH, K. l., Griechische Geschichte, 4 vals., en dos partes cadauno. 2.' ed., Estrasburgo-Berlín, 1912-27. Se toman en. cuenta losvals. I (final) a IV (principio).

GLOTZ, G., Histoire grecque, 4 vals., París, 1938-45 (nueva edición,con la colaboración de R. COHEN).

BERVE, H., Griechische Geschichte, 2 vals., 2.' ed., Friburgo i. Br.1950/51, en: Geschichte der führenden VOIker, vals. IV y V.

BURY, l. B., A History of Greece to the deatll of Alexander the Great,3.' ed., Londres, 1951.

DE SANcns, G., Storia dei Greci dalle origini alla fine del secolo v,2 vals., nueva edición: FIorencia, 1961.

WILCKEN, U., Griechische Geschichte im Rahmen der Altertumsges-chichte, 9.' ed., publicada por G. KLAFFENBACH,Munich, 1962.

BENGTSON,H., Grieschische Geschichte van den Anfiingen bis in dieromische Kaiserzeit, 2.a ed., Munich, 1960.

" 4. DETERMINADOS PERÍODOS DE LA HISTORIA DE GRECIA

LÉVEQUE,P. y P. VIDAL-NAQUET.Clisthene l'Athénien, París, 1964.GRUNDY,G. B., The great Pastan war and its preliminaries, Londres,1901.

BURN, A. R., Persia and the Greeks, Londres, 1962.COOK, l. M., The Greeks in lonja and the East, Londres, 1962.NESSELHAUF,H., Untersuchungen zur Geschichte der delisch-attischen

Symmachie (Klio, Supl. 30), Leipzig, 1933.

WADE-GERY,H. T., «The peace of KaIlias», en Essays in Greek history,Oxford, 1958, pp. 201 ss.DE SANcns, G., Pericle, Milán-Messina, 1944.HENDERSON,B. W., The great war between Athens and Sparta. A

companion to the milítary history of Thucydides, Londres, 1927.STERN, E. V., Geschichte der spartanischen und thebanischen He-

gemonie vom Konigsfrieden bis zur Schlacht bei Mantineia, Dorpat,1884.

STROHEKER,K. F., Dionysios l. Gestalt und Geschichte des Tyrannenvan Syrakus, Wiesbaden, 1958.

BENGTSON,H., «Die griechische Polis bei Aeneas Tacticus», en His-toria, 11 (1962), pp. 458 ss.

CLOCHÉ, P., La politique étrangere d'Athenes de 404 a 338 av. J. c.,París, 1934.

MossÉ, CL., La fin de la démocratie athénienne, París, 1962.MOMIGLIANO,A., Filippo iI Macedone, Florencia, 1934.WÜST, F. R., Philipp ll. von Makedonien und Griechenland in den

Jahren van 346-338 v. Chr., Munich, 1938.

BICKERMANN,E. y l. SYKUTRIS, Speusipps Brief an Konig Philipp,Leipzig, 1928.

BERVE, H., Das Alexanderreich auf prosopographischer Grundlage,2 vals., Munich, 1926.WILCKEN,U., Alexander der Grosse, Leipzig, 1931.RADET,G., Alexandre le Grand, 7.' ed., París, 1950.TARN, W. W., Alexander the Great, 2 vals., Cambridge, 1948.

392

;

5. HISTORIA CULTURAL

aTTO, W., Kulturgeschichte des AlterlUms. Eitl Ueberblick über lIGUeErscheinungen, Munich, 1925.

CHRISTENSEN, A., «Die Iranien>, en Handbuch der Altertumswissens-chaft, IU, 3; publ. por W. aTTO, Munich, 1933.

BURCKHARDT,l., Griechische Kulturgeschichte, publ. por l. OERI, 4vals., Berlín, 1898-1902; puede utilizarse ahora en la edición con-junta, vals. VIII-XI, con introd. de F. STAHELIN.

lAEGER,W., Paideia. Los ideales de la cultura griega, 3 vals., Berlín,1936-47. (Hay ed. castellana.)

EHRENDERG, V., The People of Aristophanes, 2.' ed., Oxford, 1951.DoDDs, E. R., The Greeks and the lrrational, Berkeley-Los Angeles,

1951. .MARROU, H. l., Histoire de I'éducation dans I'antiquité. 2.' ed., Pa-

rís, 1950. Traducción alemana: Freiburg i. Br. 1956.OSTEN, H. H., Die Welt der Perser, Stuttgart, 1966 (Grosse Kulturen

der Friihzeit, vol. 5).

I

~

I

6. ESTADOy ORGANIZACIÓNMILlTA¡'¡'.

BENGTSON,H., en : Gnomon 1937, pp. 113 ss. (acerca del estado persa).BARKER, E., Greek Polítical Theory. Plato and His Predecessors, 4.'

edición, Londres, 1951.WILAMOWlTz-MoELLENDORFF,U. V., Staat UIld Gesellsclzaft der Griechen,

en: (Hinneberg, P., Kultur der Gegenwart U, 4, 1.) 2.' ed., Leipzig,Berlín, 1923.

BUSOLT, G., Griechische Staatskunde, 2 vals. (vol. II refundido porH. SVOBODA),en: Handbuch der Altertumswissellschaft IV 1, 1,Munich, 1920 y 1926.

GLOTZ, G., La cité grecque, nueva ed., París, 1952.HAMMOND, M., City State and World State in Greek and Roman

Polítical Theory until Augustus, Cambridge (Mass.), 1951.JONES, A. H. M., Athenian Democracy, Oxford, 1957.EHRENBERG,V., Der Staat der Griechell. Vol. 1: Der hellenische Staal.

Leipzig, 1957. Edición inglesa: The Greek state, Oxford, 1960.KROMAYER,l. y G. VElTH, «Heerwesen und Kriegführung der Grie-

chen und Romer», en: Handbuch der Altertumswissenschaft, IV 3, 2.Munich, 1928.

KROMAYER,l. y G. VEITH. Alltike Schlachtfelder. 4 vals. Berlín, 1903-1931 (con un Scltlachtenatlas zur antiken Kriegsgeschichte', Leipzig,1922 ss.).

AncOCK, F. E., The Greek a/ld Macedonian art of war, Berkeley, 1957.I

t.,I

7. ECONOMIA

POEHLMANN,R. V., Geschichte da sozialen Fragen UIld des Sozialismusin der antiken Welt, 2 vals., 3.' ed., públ. por F. OERTEL,Munich,1925.

HASEBROEK,l., Staat und Handel im alten Griechenland, Tübingen,1928.

MICHEL, H., The Economics of Ancient Greece, 2.' ed., Cambridge,1956.

FINLEY, M. (ed.), Slavery in Classical Antiquity, Cambrid~e, 1960.

1

393

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8. RELIGIÓN

NYBERG,H. S., Die Religiollen des a/ten Irall. (Trad. alemana delsueco de H. H. Schaeder.) Leipzig, 1938.

ROHDE, E., Psyche. See/ellku/t una Unsterblichkeitsg/aube del' Grie-chen. 9.' y 10.' eds. de O. WEINREICH. Tübingen, 1925 (traducido alinglés).

GUTHRIE, W. K. C., The Greeks and their Gods. Londres, 1954.NILSSON, M. P., Geschichte del' grieehisehen Religion, 2 vols., en:

Handbuch del' A/tertumswissenschalt V, 2; 2.' ed., Munich, 1955 y1961.

WEINREICH, O., Menekrates Zeus una Sa/moneus, Stuttgart, 1933.ROSE, H. J. A., Handbook 01 Greek Myth%gy, 6.' ed., Nueva York,1958.

ZAEHNER, R. C., The Dawn and Twi/ight 01 Zoroastrianism, Londres,1961.

9. CIENCIA y FILOSOFíA

ZELLER, E., Grundriss del' Geschichte del' griechischell Phi/osophie,ref. de W. NestIe, B.' ed., Leipzig, 1928.

CAPELLE,W., Geschichte del' Phi/osophie. Die grieehische Phi/osophievan Tha/es bis Cicero, en: Col. Goschen, vol. 857-859, 863. 2.' ed.,Berlín, 1953-54.

JAEGER,W., Aristote/es. Grund/egung einer Geschiehte seiner Entwic-k/ung, Berlín, 1923.

REHM, A. Y K. VOGEL. Exakte Wissenschalten, en: Gercke.Norden,Ein/eitung in die A/tertumswissensehalt n, 5. 4.' ed., Leipzig y Ber-lín, 1933.

POHLENZ, M., Hippokrates una die Begrüundung del' wissenlschaltli-ehen Medilin, Berlín, 1958.

HERZOG, R., Die Wunderheilungen van Epidauros, Leipzig, 1931.SAMBURSKY,S., The Physica/ Wor/d 01 the Greeks, Londres, 1956.RANDALL,H. J., Aristotle, Nueva York, 1960.

10. LITERATURA y ARTE

SCHMIDT, E. F., Persepo/is f-lI, Chicago, 1953 y 1957.WYCHERLY,R. E., How de Greeks Built Cities, 2.' ed.. Londres, 1962.BEAZLEY,J. D., Attic red-ligured vaSe painters, Oxford, 1942.BUSCHOR, E., Griechische Vasen, Munich, 1940.COOK, R. M., Greek Painted Pottery, Londres, 1960.L!PPOLD,G., «Die griechische Plaslik», en: Húndbuch der Archii%gie.

S.' entrega, Munich, 1950.CARPENTER,RH., Greek Scu/pture, Chicago, 1960.RUMPF, A., «Malerei und Zeichnung», en: llandbuch del' Archii%gie,

6.' enIrega, Munich, 1953.LESKY,A., Geschichte der griechischen Literatur, 2.' ed., Berna, 1963.SCHMID, W., «Geschichte der griechischen Literatur». Vol. 1, 1-1, 5,en: Handbuch del' A/tertumswissensehalt VII, 1. Munich, 1929-48.BuRY, J. B., The Andent Greek Historians. Nueva ed., Nueva York,1958.

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I,I

11. ATLAS HISTÓRICOS

At/ante storico, de M. BARATTA,P. FRACCARO,L. VISINTIN. Novara, 1954.Grosser Historischer We/tatlps del Bayerischen Schulbuchverlages.

Parte 1: Vorgesehiehte una A/tertum (con comentarios en un vo-lumen propio), de H. BENGTSONy V. MILOJCIC.3.' ed., Munich, 1958.

12. EGIPTO

ELGOOD,P. G.. Later Dynasties 01 Egypt, Oxford, 1951.KIENITZ, F. K., Die po/itische Gesehichte Aegyptens, vom 7. bis zUln

4. lahrlzundert VOl' del' Zeitwende, Berlín, 1953.:rOSENER,G., La premiere domination perse en Egypte. Reeueil d'ills,

criptions hiérog/yphiques, El Cairo, 1936.WIEDEMANN,A., Gesehichte Aegyptens van Psammetich f. bis aul

Alexander den Grossen, Leipzig, 1880.

13. MESOPOTAMIA

\ I

Acerca de la historia general del imperio persa consúltese: CambridgeAneient History, vol. IV. The Persian empire and the West. Cam-bridge, 1953 y vol. IV: Macedon (401-301), Cambridge, 1953.

OLMSTEAD,A. T., A history 01 the Persian Empire, Chicago, 1948.Nueva edición 1959.

SCHAEDER,H., Das persisehe Weltreieh, Breslau, 1941.Algunos estudios relativos a determinados aspectos de la civilización

persa se ocupan también de la historia de Mesopotamia: CAMERON,«Persepolis treasury tablets». University 01 Chicago Oriental fnsti-luCe Pub/ications, vol. 65, Chicago, 1948, y su suplemento en ellibro: The idea 01 history in the andent Near East. New Haven,1955.

SCHLUMBERGER,D., L'argent grec dans /'empire achéménide, París,1953.

LEuzE, D., Die Satrapientei/ung in Syrien und im Zweistrom/ande van520 bis 320, Halle, 1935.

FOUCHER, A., «Les satrapies orientales de I'empire achéménide»,Compte rendu de /'Acad. des fnser. et B. Lettres, París, 1958, pá-ginas 336 ss.

Los documentos relalivos a la historia de Mesopotamia en el periodopersa son muy abundantes y han sido objeto de publicacionesdiseminadas a lo largo de más de medio siglo. La última de estaspublicaciones es: SAN NICOLÓ, M. Y PETSCHOW, H., Baby/onischeRechtsurkunden aus dem 6. lahrhundert v. Chr., Munich, 1960.(Aquí se encuentra la lista de todas las publicaciones anteriores.)

Es también de gran interés:CARDASCIA,G., Les Archives des Murashu (455.403), París, 1951, donde

numerosos textos aparecen traducidos por primera vez y van acom-pañados de un extenso comentario histórico, filológico y jurídico.

Para la orientación acerca de algunos yacimientos, consúItese lostextos de HERODOTOy JENOFONTEen las colecciones clásicas y, atitulo de complemento:

PALLIS SVEND, «History of Babylon» (538-93 B. C.), en Mé/anges Pe-dersen, pp. 275-294.

WETZEL,Fr., «Babylon zur Zeit Herodots». en: Zeitschrilt lür Assyrio-/ogie. Nueva st:rit:. 14 (1944), pp. 45.68.

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Los resultados de las excavaciones arqueológicas se encuentran enlos volúmenes de: .Wissenschaftlichen Veróffentlichungen der Deuts-chen Orient-Gesellschaft»:

KOLDEWEY,R., Die Konigsburgen von Babylon (54 y 55), Leipzig, 1931-32.REUTHER, OSCAR, Die /nnenstadt van Babylon (47), Leipzig, 1926.WETZEL,F., SCHMIDT, E. y MALLWITZ,A., Das Babylon der Spiitzeit

(62), Berlín, 1957.Para las excavaciones en Ur:WOOLLEY,L, The Neo-Babylonian and Persian periods, Londres, 1962.

En el Reallexikon dar Assyriologie, 1 (Berlín y Leipzig, 1932), con-sultar los artículos Assur (E. UNGER) y Babylon (E. UNGER).

Los problemas relativos a la cronología de esta época han dadolugar a una abundante bibliografía. Remitimos aquí únicamenteal estudio conjunto de:

PARKER,R. A., DUBBERSTEIN,W. H., Babylonian chronology (626 B.C.75 A. D.). Providence, 1956 (está anunciada una nueva edición).

Ver también el artículo que se ocupa de la crisis en el reinado deJerjes, de:

DE LIAGRE BOEHL, Th., .Die babylonischen Pratendenten zur Zeitdes Xerxes», Bibliotheca Orientalis XIX (1962), pp. 110-114.

Acerca de los aspectos de la vida económica y social de Mesopotamiavéase:

DUBBERSTEIN,W. H., .Commemorative prices in later Babylonia (625 bis4()(»>,en: American Journal of Semitic Languages and Literature, 56(1939), pp. 20-43.

WEiNGORT,SAUL, Das Haus Egibi in neubabylonischen Rechtsurkunden.Berlín, 1939, pp. 57-64 (véase en el Archiv für Orientforschung XIVel artículo de A. UNGNAD).

EBELING,E., el artículo .Bankhaus», en el vol. 1 del Reallexikon darAssyriologie, nueva serie, 16 (1952), pp. 203-213.

ROBINSON,E. S. G., .A silversmith's board fram Mesopotamia», en:/raq 12 (1950), pp. 44-51.

PORADA,E., .Greek coin impressions fram Ur», en: Iraq 13 (1951), pá-ginas 95-101.

En relación con los israelitas establecidos en Mesopotamia véase,además de las historias generales sobre Israel, los trabajos de:

EBELING,E., Aus dem Leben der jüdischen Exulanten in Babylon, 1914.SIDERSKY, .L'onomastique hébraique des tablettes de Nippur», en:

Revue des études juives, 78 (1929), pp. 177-199.Acerca de la evolución del derecho véase el estudio clásico de:SAN NICOLO, M., Beitriige zur Rechtsgeschichte im Bereich dar keil-

schriftlichen Rechtsquellen, Oslo, 1931.En relación con la historia de las ciencias remitimos a la bibliografía

que figura al final del capítulo .Mesopotamia bajo el imperio Se-leúcida», en la Historia Universal de Siglo XIX, vol. 6.

Se obtiene una idea del enriquecimiento constante de nuestra docu-mentación mediante la lectura de, por ejemplo:

UNGNAD,A., «Neubabylonische Privaturkunden aus der SarnmlungAmherst», en: Archiv für Orientforschung XIX (1962), pp. ;4-82, yen el informe de J. J. A. VAN DIJK sobre los textos descubiertosen Uruk Warka durante la XVIII campaña, en el vol. 18 de: Vor-liiufige Berichte über die Ausgrabungen in Uruk/Warka, Berlín,1961, pp. 39-41.

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14. PALESTINA

COOK, S., The Religion 01 AIlciellt Palestille in the Light of Archeu-logy, Londres, 1930 (Schweich Lectures, 1925).

EISSFELDT,O., Einleitung in das Alte Testament, 2.a ed., Tübingen,1956.

NOTH, M., Geschichte Israels, 4.a ed., Góttingen, 1959.DE VAUX, R., Les /nstitutions de l'Ancient Testament, 2.a ed., 2 vols.,

París, 1961-62.VOGELSTEIN,H., Der Kampl zwischen Priestern ulld Leviten, Stettin, 1889-

15. SIRIA

OTTO, W., .Beitrage zur Seleukidengeschichte» (Disert. Adad. Báv.XXXIV 1), 1928, pp. 30 ss.: Ebir-nari, Koilesyrien und Seleukis.

LEuzE, O., Die Satrapieneinteilung in Syrien und im ZweistromlandeVOll 520-320 (Obras de la Kónigsberger Gelehzten Gesellschaft 11, 4),Halle a. d. S., 1935 (además, H. BENGTSON,Gnomon 1937, pp. 113 ss.).

GALLING,K., Studien zur Geschichte Israels im persischen Zeilalter.Tübingen, 1964 (Artículos conjuntos).

16. ARABIA

\\LE BARONBOWEN, R. y ALBRIGIIT,FRANKP., .Archaeulogical Discoveries

in South Arabia», con contribución de Berta Segall, J. Ternbach,A. Jamme, H. Comfort y Vus W. Van Beek (Publicaciones de laAmerican Foundation for the Study 01 Man, ed. por W. ALBRIGHT,vol. 2, Baltimore, 1958.

JAMME, A.. .Sabaean Inscriptions from Mahram Bilqis (Marib»>. Pu-blicaciolles de le. American Foulldation lor the Study 01 Man, ed.de W. F. ALBRIGHT(vol. lII), Baltimore, 1962.

CASKEL, W., Lihyan und Lihyanisch (Arbesitsgemeinschaft für For-schung des Landes Nordheim-Westfalen, Geisteswiss), cuaderno 4(Abh.), Colonia y Opladen. 1954.

NAMI, KII. Y., Nuqush khirbat Baraqish al dau' magmu at M, TalV-lik. 1, 2, 3, El Cairo, 1954, 1955, 1956, 1957 (Fisal milI magallatkulliyat al-adab, 1954, 1955, 1956).

PIRÉNNE, J., Paléographie des inscriptiOtIS sud-Arabes... t. l... (Verb.knkl. vlaamse Ac.. von Belgie, K!. d. Letteren, nr. 26), Bruselas,1956.

T),WFIK, M., .Les monuments de Ma'in...», en árabe (Publ. de /'IIlSl.Franr;. d'Arch. orientale du Cafre, Etudes sud-arabiques, t. I). ElCaira, 1951.

!

17. JUOAÍSMO PALESTINO EN EL PERIoDO PERSA

EL ANTIGUO TESTAMENTO

,

1

CHARLES, R. Y otros (eds.), The Apocrypha a>ld Pseudepigrapha ofthe old Testament, 2 vols., Oxford, 1913.

COWLEY,A.. Aramaic Papyri of the Filth Century B. C., Oxford, 1923.DIODORO, Bibliotheca Historica, rec. F. VOGELy C. FISCHER, 5 vols.,

Leipzig, 1888-1906.KRAELING,E., The Brooklyn Museum Aramic Papyri, New Haven, 1953.The Mishnah, tr. H. DANBY,Oxford, 1933.NEPOTE, Obras, ed. A. GurLLHMIN, París, 1923.

397

......

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1l.

PU'T4R~O, Vidas Paralelas, ilerum rec, C, Sinlens. 5. vals. Leipzig,1892.1895.

POSENER, G., «La premiere domination perse en Egypte». El Cairo,1936 (Bibliolheque d'élude... de /'Inslilul franrrais d'arché%gieorienta/e, XI).

PRITCHARD,J. (ed.), Andel1l Near Easlern Texls Re/alÚzg lo Ihe OldTeslamenl, 2 ed., Princeton. 1955 (citada como ANET).

SMITH, S., Babylonian Hislorical Texls, Londres, 1924.ESTRABÓN,Geographica, rece. C. Mül!er and F. Dübner, 2 vols., París,

1853.1877.

18. LIBROS SECUNDARIOS

ALBRIGHT, W., The Biblical Period Irom AlJraham lo Ezra, NuevaYork, 1963.

BAUDISSIN,W. VON, Die Geschichle des allleslamellllichell Priesler.Ihums, Leipzig, 1889.

BICKERMAN,E., From Ezra lo Ihe Lasl 01 Ihe Maccabees. NuevaYork, 1962. .

BRAl!N, M., Hislory alld Romallce ill Graeco.Orielllal Lileralure, Ox.ford, 1938.

COOK, S., «The Religion of Andenl Palestine in Ihe Light of Archaeo.logy», London, 1930 (Schll'eich Leclures, 1925).

DAICHES, S., «The Jews in Babylonia at the Time of Ezra andNehemiah», London, 1910 (Jell's College Publicaliolls, 2).

EISSFELDT,O., Eillleilung ill das A/te Teslamellf, 2 ed. Tübingen, 1956.GOODENOUGH,E., lewish Svmbols ill Ihe Greco.Raman Periodo 9 vals.

(sin fecha), Nueva York: 1953, ff. (Bollingell Series, XXXVII).

KALLEN,H., The Book 01 lob as a Greek Tragedy, Nueva York, 1963,NoTH, M., Geschichle Israels, 4 ed., Góttingen, 1959.

NOTH, M., Uberlieferungsgeschichfe des Pel1lafeLlch, Stuttgart, 1948.PFEIFFER, R.. 11IIroduclioll lo Ihe Old Teslamellf, 2. ed. Nueva York,

1953.

RAO, G. VON, Das Geschichlsbild des chronislischell Werkes, Stuttgarl,1930 (Beítrage zur Wissenschaft vom A. und N. T. IV. 3).

RAO, G. VaN, Das Prieslerschrifl im Hexateuch, Berlín, 1934 (Beitragezur Wissenschaft vom A. und N, T. IV. 13),

RUOOLPH, W., .Chronikbücher., Tübingen, 1955 (HalldbLlch zum A/te>!Testament).

RUDOLPH, W., «Esra und Nehemiah», Tübingen, 1949 (Handbuch zumA/ten Testament).

S~HliRER, E., Geschichle des ;iidischen Volkes ..im Zeila/ter lesLIChristi, 3.4 ed., 3 vols., Leipzig, 1901.9.

DE VAUX, R., Les Institutions de l'Ande>! Testame/!t, 2. ed., 2 vols.,París, 1960.61.

VOGELSTEIN,H., Der Kampf zwischen Priestern Utzd Levite/!, Stettin,1889.

WELLHAUSEN.J., Die Kleinen Propheten, 3 ed" Berlín, 1898.

398

.... 'IIII!

19. ARTÍCUtOS

AHARONI, Y., .Excavations at Ramath Rahel», Biblical Archaeologisf,24 (1961), pp. 104 ss.

BlcKERMAN, E., .The Altars of Gentiles», Rel'Lle Úztematiollale desdroits de l'antiquité. 3.8 serie, 5 (l958), pp. 137 ss.

CROSS, F., .The Discovery of the Samaria Papyri» , Biblical Archaeo.logist, 26 (1963), pp. 110 SS.

HEICHELHEIM, F., .Ezra's Palestine and Periclean Athens». Zeitschriftfür Religions- und Geistesgeschichte, 3 (1951), pp. 251 ss.

HOTSCHER, G., .Levi.. Paulys Real.Encyclopiidie der classischen Al.tertumswissenschaft, 12 (1925), cols. 2.155 ss.

MAIsLER, B., .GoIe Yisra'el beGozan.. Yedi'ot hahebrah ha'ibrit leha.qirat 'erez Yisra'el, 15 (1950), pp. 83 ss.

RAD, G. VaN, «Die levitische Predigt in den Büchern der Chronik8,Festschrift atto Procksch, Leipzig, 1934.

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Indice alfabético

'Abadan, 377Abar-Nahara (Transeu-

fratina), 327, 328,365, 366

Abdalónimo, 369Abdera, 92, 113Abidos, 172, 192, 315Abikarib, 374Abrocomas, 242Academo, 230Acanto, 158, 197, 198Acarnania, 85, 153, 203,

204, 243, 270Acaya, 83. 88, 146, 210,

270, 302, 304Acco (Tolemaida), 364Acesines (Chinab), 294,

295Acontio, 273Acragante. Ver Agri-

genIoAda, 284Adén.' 377Admeto,67, 110Adria, 221Adriático, 120, 143,

'221, 303, 304Af"anistán, 290Afidna, 203Afrodi¡a, 268Agarista, 76Agatocles, 225, 226Ageo. Ver HaggeoAgesilao, 188-190, 195-

199, 203, 210, 214,215, 240, 243, 254,319

Agesípolis, 196, 198,199

Agis n, 161, 166Agis III, .~02Aglauro, 129agon, 108agriaDo, 116Agrigento (Acragante),

22, 59, 99, 177-179,181, 221

Ahuramazda, 15, 16,307

aix, 123Akerman, Ver TirasAkhoris, 317, 318akinakes, 46Akitu, 324, 328Alalia, 22,Alamqah, 376Alcestis, de Eurípi-

des, 110A1cestis, 110Alcetas, 204

400

A1cibíades, 103, 115,121, 142, 161-166,168, 170. 174, 380

A1cides, 154a1cmeónidas, 25, 26, 37,

40, 43, 54" 76, 145Aleiandreta, 284AJejandría, 287

en Aria, 292en Aracosia (Kan-

dahar), 292Alejandro de Feras,

210, 212Alejandro I de Eniro,

226, 276Alejandro I Filheleno

de Macedonia, 258Alejandro 'lI de Ma-

cedonia, 258Alejandro Magno, 2,

3, 13, 14, 54, 71,120, 226, 236, 239,242, 244, 248, 252,254, 255, 260, 262,268, 272, 273, 277-304, 320-322, 331,332, 336, 347, 348,363, 369, 380, 381

Alepo, 345, 366alévadas, 44, 263Alexandria Escháte

(I.eninabad), 292Alexarco, 254Aireo, 212Alpes, 94Amadoco, 261, 264Amano, 285, 365Amargos, 310Amasis, 136, 305, 307,

308, 309Amiclas, 210Amintas 1, 257, 258Amintas III, 197, 198,

235, 259, 260Amintas, hijo de Per-

dicas, 255, 259, 260,279

Amintas, mercenario,321

amir, 372Amirteo, 85, 186, 311,

312, 317Ammiyatha' Nabat,

374Arnmon, 356Amón (Amón-Ré), 287,

297,313, 320Amonitis, 365Amorges, 165, 169, 170Amargos, 95Amu-DaI'ia, Ver Oxus

A"ábasis, de Jenofon-te,169,186;187,242, 330, 366

A "ábasis, de Arrianode Nicomedia, 278

a"agig"oskein, 122Anahita, 11anammesis, 231Anapo, 168Anath, 315, 357Anatolia, 4, 5, 187,

214AT!axágoras, 76, 95,

97, 118, 144Anaximandro, 20Ancara, Ver AnciraAncira (Ancara), 284Ancona, 221Andócides,l91Andrómaca (Tróade),253 .Andrómaco de Tauro-

meDio, 225Andros, 54, 92Anfípolis, 139, 158,

159, 160, 163, 197,205, 214, 227, 259,260, 261, 267

Anfisa, 272, 273Aníbal, 179, 222Ansab, Ver NisabAnshan, 5Antálcidas, 193, 194,

206, 220, 318antesterion, 270Antheli, 48Antifón de Ramnunte,

171Antígona, 110Antiguo Testamento,

349, 351, 357, 369,373

Antíoco III, 359Antípatro (Antípater),

236, 267, 278, 279,283, 302, 303

Antístenes, 135, 239Anu, 343Aorno (Pir-sar), 294,wadana, 14Apama, 292Apamea, 292Apela (apella), 145, 199Apeles de Colofón, 252Apis, 305, 306, 308,

316, 320Apolo, 32, 39, 45, 117,

181délfico, 32, 44, 52,

54C\ólieo, 39, 63

1templo en DeHos,

251templo en Dídima..

252Apolóerates, 223Apolonia, 19, 198Apolonio, 287Anries, 307Aquémenes, 84, 311aqueménidas 2-5, 8,

9, 12-14, 17, 18, 64,R4, 256, 280, 288,290, 294, 296, 297,301

aqueos, 44, 282AQuiles;, 282Arabaya (Jeziré), 10Arabia, 287, 370-381

desierto de, 305Araeosia (Kandahar,

Harahuwatj), lO, 295Arados, 285, 364, 367,

368Arakha, 9Aral, mar de, 8, 20Arbeles, 288Arcadia, 131, 210, 212,

213, 215: 216, 270, 302arche, 91ardani; ard", 339, 340Areópago, 23, 29, 74,

75" 78, 79, 109Ares, 129argadeos, 29argeadas, 258Argeo, 259Ari!Ínusas, 174, 227, 229Argironesi, 49argivos, 45, 81, 82Argos, 19, 32, 35, 44,

66, 67, 82, 85, 146,161, 162, 165, 166,189, 191, 193, 194,213, 252, 270, 302

Aria (Haraiwa), lO,291, 292

Ariamazes, 292Ariandes, 14, 308, 310Aribas, 253Ariobazarnes de Fri-

gia, 212, 214Ariobazarnes de Pér-

sirle, 289Aristágoras de Mile-

to, 34, 35, 37Arístides, 43, 53, 54,

63, 79, 122, 160Aristipo de C;rene,

239Aristino de Tesalia,

242Aristobul0, 289Aristófanes, 111, 112,

116, 146, 245, 250,251

Aristogitón, 25Aristómaca, 219

) i

~

i

~

Aristóteles, 28, 62, 74,75, 78, 79, 89, 116,134, 171, 201, 229,232, 235-239, 247,248, 264, 277, 284,293

Armenia, 4, 5, 9, lO,186, 187, 308

Armina (Armenia), 10Arquelao, 258, 259Arquelao, de Eurípi-

des, 259Arquidamo, 141, 149,

150. 153, 197ArQuidamo III, 226Arquíloco, 31Arquitas, 221Arrabayo, 159Arriano de Nicomedia,

278, 296Arsaees (Artajerjes

II), 185arsáeidas, 2, 3, 7Arsames, 311Arses, 321Arsites, 271Artabano, 69Artabazo de Frigia,

256, 263Artacoana, 291Artafernes de Sardes,

28, 34, 37Artafernes el Joven, 38Artajerjes I, 67, 69,

86, 169, 196, 311,329, 347, 354, 355,366

Artajeries II Mnemón185 - 194, 201, 205,206, 242, 255, 256,312, 319, 329, 338,362, 380

Artaieries III Oca,255-257, 267, 286,319-321, 329, 363,368

Artemis (Artémide),181templo de Efeso,252, 278

Artemisia de Halicar-nasa, 53, 252

Artemisio, 47, 49, 50,52, 68, 119, 366

Artemón de Clazó-menas, 95

Asamblea de las m,,-¡eres, de Aristófa-Des, 245

Asclepio, 117, 253templo de Epidau-1'0, 253

asebía, 97, 113Ashshuruballit, 5Asia Menor, 5-7, lO,

13, 15, 20, 26, 31.57, 65, 67, 74, 86,89, 94, 119, 142, 149,

151, 154, 169, 170,174, 185, 187-193,214, 240, 243, 248,252, 256, 263, 269,276, 282-284, 292,293, 310, 311, 332,364, 366

Asínaro, 168Asiria, lO, 325, 330

332, 347, 372Aso, 236, 238Aso'1o, 55Aspasia, SO, 97, 135,

144, 145, 153, 175Asvendo, 192Astarté, 350Astiages (Ishtuwe-

gu),5Astidamante, 250asty, 27Asuán, 313Asur, 330, 370Atalo, 268, 276, 279Atarneo, 236atelía, 190Atenas nassimAtenea, 66, 85, 98,

104, 106, 107, 129,136, 282, 283, 363Higea, 138Partenos, 97, 104Políade, 98, 252

Ateneo, 307'Athtar, 374Athura (Asiria), 10Atica, 25, 27, 28, 40,

52, 54, 55, 59, 70,82, 87, 100, 104-107,130, 137, 148-152,158, 159, 166, 175

atimía, 153Aliyawahi, 313Atos, 38, 43Atosa,- 9Aulide, 189Ausan, 377, 378Autofradates, 191'Auwan, 376, 377Auxo, 129Avispas, de Arist6-

Des, 112Axio, 257Ayax, 282Ayirawrata, 313Azazel, 362azdakaria, 313Azov, mar, 291

Baal, 315Babairu (Babilonia),

10 .'

Babilonia, 7, 9, lO,12, 13, 33, 43, 119,186, 242, 288, 298,299, 301, 308, 323-333, 340- 351, 356,365, 368, 372

401

II1II

Page 205: Bengtson, Hermann (Coord) - Griegos Y Persas - El Mundo Mediterraneo en La Edad Antigua Xi

If

I

'l~~I

Babilonios, de Aris-tófanes, 112

Babilu u Ebir-nari,7, 365

Bacan/es, de Eurípi-des, 110, 259

Bactria, lO, 69, 290-292

Baga, 342Bagoas, 280, 320, 321Ba'l, 374Balcanes, 269, 272barzausos, 130Banit, 315Baquílides, 121Bardiya (Smerdis),

8, 325Bardiya, el falso

(Gaumate' 15Behistun, 9, lO, 15,

16, 341Belesis, 366, 368Bel-Iall, 344Bel-Marduk, 7, 288Belona, 129Bel-Shimanni, 328BeJuchistán (Gedro-

sia), 296bema/ista, 291, 304Beocia, 55, 82, 83,

87, 100, lOS, 126,130, 148, ISO, 158,160, 161, 166, 189,193, 196, 197, 200,203, 204, 208, 210,255, 262

beocios, 28, 82, 87,195, 211, 212, 215,262, 280

Berisades, 261Besarabia, 21, 26Beso, 290, 291, 292Bethel, 315, 357Biblos, 285, 364, 368Bigval, 344Bilshan, 344Bizancio, 14, 58, 66,

92, 95, 192, 200,214, 264, 271

Borsippa, 328, 343Bósforo, 21, 34, 35,

58, 86. 103, lOS,149, 192, 271

bous, 123Brasidas, 139, 142,

150, 158, 159Brea, 92brigios, 38Bri"o< 106Rubastis, 310Bug (Dnieper). 119Buiara, 290Bulé, 27, 29, 71, 77, 78Buto, 320

;¡~

\I

Cabrías, 203, 244, 318,319

402

Cadmea. 198. 199, 279cadusios, 280Calas, 283Calauria, 303Calcedonia, 192calcídeos, 28, 88Calcídica, 19, 38, 43,

106, 142, 143, 158,159, 163, 197, 198,199, 235, 254

Calcis, 88, 91, 130,236, 270, 275

Caleacte, 178CaIíades, 96, 98Calias de Calcis, 270Calias, hijo de Ca-

Iíades, 96, 98Calias, naz de, 2, 57,

62, 86, 87, 89, 90,92, 104, 119, 139,165,201,311

Calicrátides. 174Calímaco, 39, 40Calinda, 53Calipo, 223, '224Cal ípolis , 22Calistenes, 86, 237,

284, 293CaIístrato de Afidna,

203, 244, 246Calquiecos, 66, 146Camarina, 22, 120,

156. 181, 222Cambises, S, 8, 17,

34 303, 305-310, 315,320, 324-327, 332,336, 346, 370

Campania, 21, 178,182

Canope, 287Canadocia, S, lO, 13,

214, 282Calcino, padre de

Agatocles, 225Calcino, comediógra-

fo, 250Cardia, 270Cares, 203, 243, 271,

273Caria, 36, 134, 165,

169, 170, 174, 192,276, 315

Caridemo, 243carios, 15, 35, 45, 49Caristo, 39, 64, 264Carmania. 296Carmo, 37, 43Garras, 2cartagineses, 22, 34,

44, 46, 59, 128, 177-179, 181, 190, 191,219, 221, 224, 242,243, 244

Cartago, 33, 95, 103,131, 163, 177, 178,181, 219, 220, 222,223, 285, 286, 287,308

Casandro, 254Caspio, mar, 8, 21, 368Catania, 165, 179, 218.

221, 225Catanzaro, 220catayos, 294Cáucaso, 291, 296Caulonia, 220Cefala, 49Cefalenia (Cefalonia),

83, 148, 150, 160,204

Céfalo, 130, 132Cefalonia. Ver Cefa-

leniaCefiso, 272Cefisodoro, 134, 205Celesiria (Koilosyria),

364Celidonias, 86celtas, 272Ceos, 214Celes, 221Chinab (Acesines),

294,\ 295Chipca., 279Chipre, 35, 36, 44,

58, 84-86, 97, 169,188, 193, 248, 256,311, 218, 320, 265,267

choirzix (quénice), 102e/lOra, 240Cianeas, 86Ciaxares, S, 6, 323Cícico, 172, 179, 276Cícladas, 39, 42, 173Cieno, 284Cidatenas, 111Cilicia, 38, 317, 365,

368cilirios, 133GiJón. 145Cimón. 59, 65, 66, 68-

72, 76, 85, 86, 93,95, 104, 109, 165

Cinadón, 187Cinosarges, 40Cinuria, 19, 32Cirenaica, 8, 287Cirene, 44, 84, 120,

131, 303, 311Giro el Joven, 6, 169,

174, 185-188, 243Giro el Viejo, 2, 5-

lO, 14, 18, 280, 289,296, 305, 308, 323-327, 332, 336, 340,341, 345, 346, 349,350, 353

Ciropedia, 6, 314Cirra, 272Citem, 158, 172Citerón, 55Citinión, 272Citión, 85Clazómenas, 20, 170,

192, 193

r,~

~

~

~

r

Cleándrides, 88Cleandro, 22Clearco de Heraclea,

253, 254Cleofonte. 173, 175Cleómbroto, 199, 203.

208CJeómenes, 28Cleómenes de Nau-

cratis, 287Cleón, 63, 80, 111,

112, 142, 153, 154,157, 159, 160, 163

Cleopatra, 268, 277cleruquía (s), 88, 92

130, 175, 194Clinias, 161Clístenes. 24-29, 35, 37,

76,77,171,172Clitarco, 278,280, 289

lita, 279, 293Cuido, 170, 188, 190,

192, 252, 253Colito, 200Colono, 66Cólquida, 120, 134Comágene, 364, 365Comensales, de Aris;

tófanes, 111Conón, 188, 190, 194,

203, 205, 247, 317Constitución de los

atenienses, de Aris-tóteles, 28, 62, 74, 78

Contra Ctesifonte, deEsquines, 265

ropto, 313Corasmia (Huwaraz-

miya),IOCórcega, 22, 221Corcira (Corfú), 19,

67, 99, 101, 143,144, 148, 155, 157,160, 204, 206, 270

coreguía, 102Corifasión, 157Corinto, 19, 44, 50,

81-83, 88, 89, 94,99, 127, 130, 143-146, 148, 149, 156,160, 161, 178, 183-194, 203, 222, 224,225, 243, 246, 250,270, 273-275, 302golfo de, 153, 269

Coronea, 87, 190, 199,243

Cos, 116, 189, 190,243

coseos, 299Cotelas, 269Colis, 255Crátera, 289, 295Crates, 22GratinG, 76, 96, 111Crenides (Filipos),

262Creonte, 110

~ \

Cresilas, 76Creso, 6, 32, 45Creta, 131, 243Crimiso, 224Critias, liS, 184Crocos, 263Crónica Babilónica,

325Crónicas, 359, 360,

361, 362Crotona, 20, 21, 32,

34, 220, 221elegías, 46, 53, 84,

254, 307, 324ClImas, 21. 59, 178Cunaxa, 186, 329, 330

Dafne, 314, 313Dafneo, 179Damadin, 313Damasco, 351Damón, 76Danubio, 21. 26, 269,

272, 279, 300Dardanelos, 19, 34, 35darico, 14, 335Daría 1, 4, 8-10, 14-

19, 21, 24, 26, 34,36-38, 43, 105, 280,289, 294, 295, 306-310. 312, 313, 317,325-327, 329, 331,332, 337, 341, 345,348, 349, 351, 353,366

Daría II Oca, 169,174, 185, 311, 312,329. 343

Darío In Codomano,2, 280, 283-290, 293,297, 321, 347

Darío, hijo de Jer-.jes, 69

Dascilio, 169, 174, 189data, 345Datina, 377, 378Datames, 214Datis, 38, 39David, 353, 359deben, 306, 315DcceIía, 112, 141, 166,

172, 175Dedan, 372, 373, 374de¡,el, 314degelin, 314, 315deisidaimonia, 137,

168De Isis y Osiris. 305,

320dekate, 103Delaiah, 357Del Estado de losAtenienses, 131DeIfos, 25, 50, 52, 87,

101, 105, 106, 134,145, 160, 181, 209,212, 213, 247, 251,263, 265, 266, 272

oráculo de, 45, 125,136, 261

templo de Apolo,251

Delión, 158, 209, 227Delos, 39, 63, 85, 101,

136, 273Démades, 250, 273demiurgo. 232demo(s), 27IJemofonte, 173Demos, de Eupolis,

112Demóstenes, 154, 15ó,

157, 166-168, 243,245, 248-250, 259,264-266, 268, 270-274, 298, 303

Derquílides, 188Deuteronomio, 358Dhofar (Zafar), 378diádocos, 2, 13, 90,

239, 299Diágoras de Melos,

114diagrama, 298Diálo~os, de Platón,

229Didaséalia, de Aristó-

teJes, 237Dídima, 252

templo de Apol0, 252Diítrefes, 166Dinarco, 250Diocles, 225Diodoro, 85, 202, 205,

225, 280, 305, 309,317-321, 368, 369

DiÓgenes de Sinope,239

Dión, tirano de Sira-cusa, 223, 224, 234

Oión Crisóstomo, 105Dionisiacas, 107-109,

112Dionisio de Focea,

36,37Dionisio I de Sira-

cusa, 177, 179, 181,182, 190, 199, 204-206, 212, 213, 218-223, 225, 230, 244,247, 248

Dionisio II de Sira-cusa, 223, 224

Dionisio, 107, 108, 268teatro de, 108, 251

Oioscuros, 181Dipea, 66Dirraquio (Durazzo.

Epidamno), 19discóbolo, 106Dísc%, de Menan-

dro, 250Ooloaspis, 287dólopes, 64Don (Tanais), 291Dar, 354, 367

403

Page 206: Bengtson, Hermann (Coord) - Griegos Y Persas - El Mundo Mediterraneo en La Edad Antigua Xi

dor/foro, 106Doris, 219Dorisco, 46Drabesco, 70Drangiana (Zrauka),

10, 291, 293dríopes, 64drys, 123Ducetio, 178Dura-Europos, 330

Ebir-nari. Ver Abar,Nahara

Ecbatana (Hamadan),7, 9, 13, 288, 289,291, 293, 299, 326

Eanna, 326, 340, 343ecclesía, 28, 77, 78Eclesiastés, 358Económica, 247Edom, 370edaDes, 37Efemérides, 299Efeso, 20, 67, 188,

276, 283templo de Artemis,

252, 278EfiaItes, 49, 71, 72,

74-76, 79, 81, 109Eforo, 46. 215, 248Egáleo. 53Egas, 258, 276Egeo, mar 2, 18, 20,

24, 32. 38, 42, 57.59, 60, 63, 65, 72,81, 87. 90, 91, 142,144, 146. 149, 152,171, 190, 192. 198,200, 203, 243, 283

Egesta. Ver SegestaEgibi, 337, 338egicoreos, 29Egina, 19, 32, 38, 44,

50, 82, 83, 88, 89,92, 99, 130, 146,150, 230, 303

Egión, 304Egipto, 5, 8, 10, 12,

13" 18, 22, 33, 34,43, 45, 84, 85, 97,100. 111, 119, 122,131, 151, 169, 186,242, 256, 266, 267,286, 287, 299, 305-323. 325, 327, 328,351, 354, 357, 363,364, 366. 368, 370,375

Egosoótamos, 175, 181,188

Egra. Ver Higraéide, 231Eirene (Irene), 205eisphora, 103, 154ek-kalein, 28

404

Elam (Huza), 9, 10,12, 325

Elatea, 272, 273El Cantar de los

Cantares, 358Elea (VeJia), 22, 220Elefantina, 12, 119,306,

312-315, 357, 360Eléporo, 220Eleunte, 282Eleusis, 105, 166, 184,

185Misterios de, 105,

137, 164Eléuteras, 106Eliano, 320EJide, 66,

160, 161,209, 215.

EJimea, 257eJimios, 177, 181, 259Elpinice, 68, 71el/imenion, 103Empédocles de Agri-

genio, 94" 177Eneahode (Los Nue-

ve CarÍlinos), 69,Eneas de Estinfalo,

240Eneas Táctico, 240,

241. 242, 245EniaJio, 129Enlil, 343Enoe, 82Enófita. 82enotomia, 127Enseñanzas de Shes-

hong, 316Eon, 64, 68, 139Epaminondas, 133, 195,

206, 208.212, 214-217, 255 259, 261

eparitos, 215Epicarmo, 59Epicefirio, 121, 125Epicuro, 358epidamiurgo, 144Epidamno (Dirraquio),

19, 143Epidauro, 82, IOB, 212,

251, 253Teatro de, 251Tholos de, 251templo de Asclepio

en, 253epikratia, 220, 221, 224epimachia (epimaquía)

143, 155epinieio, 121Epípolas, 218Epiro, 67. 199, 203,

253, 268episcopos, 70, 92,

301cristales (01. epista-

la). 78Eratóstenes de Cire-

De, 291

lOS, 150.165, 199,302, 304

Erecteo, 89Erecteón, 101, 132Eretria, 35, 39, 88,

130, 269, 270Eritras, 70, 71, 92,

154, 169, 240Esagil, 325, 328, 331,

343Escamandro, 282Escapta Hila, 139Escemun, 315Eschumunazar, 366Esciato, 48, 251Escila de Esciona, 48Escílax de Carianda,

295Escilecio, 220Escilunte, 199Esciona, 48, 159Escipión Africano, 222eseiri/as, 127esciroforion; 216Esciros, 64, 175, 190,

193, 273escitas, 10, 20, 21,

24, 26, 33, 34, 119,134, 271, 272, 292

Escopas, 252Esdras, 340, 344, 354,

355. 359Libro de, 12, 349,

351-355, 362Esfacteria, 63, 157Esfodrias, 200Esoaña, 22Esparta, 2, 19, 25,

29, 32, 35, 38, 44,54, 57, 58, 60, 62,63, 66-68, 70, 72,81, 82. 85, 87-:90,100, 101, 104, 112,124, 126, 127, 133,135, 141, 142, 144-146, 149. 152, 153,157, 159-163, 165,166, 169-175, 182-201, 203, 205, 206,209-215, 217, 256,274. 302, 303, 317,319

espartanos, 28, 39, 57,58, 63, 71, 72

Espartol0, 152Esoerqueo, 48Espeusipo, 267, 268Espitamenes, 292EsQuilo, 46, 59, 108,

109, 110EsQuines de Esfeto,

135, 200, 245, 249.250, 253, 265, 303

Estagira, 158, 235, 264estatera, 14, 315Estatira, 297Estéfano, 200Esteságoras, 26Estrabón, 305, 363Estrato, 153

.1'

Estratón de Sidón,367

Estrimón (Struma),46, 64, 69, 92, 139,205, 257

Estrutas. 192, 193Eta, 82, 156Elemenanki. 326Eteocárpatos, 190Etimandro, Ver Hil-

mendEtiopía, 151Etna, 218EtoJia, 156, 269Etruria, 94, 221etruscos, 21,22, 34,

59, 221Eubea, 28. 39, 47-49,

64, 87, 88, 92, 126,130, 131, 166, 169,172, 188, 236, 264,269, 270

Eubulo, 246, 266Euclides, 185Eúcrates, 153Eúcrates, autor de

una ley contra lostiranos, 302

Eudoxo, 253Eufrates. 8, 13, 286,

295, 299, 327, 329,330-333, 364, 365

Eumenes de Cardia,297

Euménides, de Es-Quilo, 109

EupoJis. 76, 96, 112Euríalo, 218Euribíades, 47, 52Eurimedonte. río, 64,

65, 72, 81, 84, 366Eurimedonte, estrate-

ga, 154, 155. 157Eurípides, 109 -111,

114, 121, 135, 250,259

Euripo, 49, 167Eurotas, 210, 212Butimio, 125Evágoras de Chipre,

188, 190,\318Exodo, 359Ezequiel, 350, 352

'í"

.~

i/I'I

~.Faílo de Crotona, 44,

124Faleas de Calcedonia,

232Faleco, 265Falero, 39, 40, 52, 53

,lino de Zacinto, 242Fanes de HaJicarnaso,

305Farnabazo, 169, 174,

188, 189, 318FarsaJia, 205"",elis, 65, 91, 284...

f-

l

"ebidas, 198. 199Fenáreta 227Fenicia, 7, 84, 131,

188, 256, 317, 324,326, 332, 364, 365,366, 367. 368

Ferendares, 312, 321Fidias, 97, 104-106, 144t'igaJia, 152Filé, 184Filipicas, de Demós-

tenesFilipo de apunte, 234Filipo II, 2, 120, 212,

234 -236, 244, 248-250, 254 - 256, 258-276, 279, 293, 367

Filipo, médico, 284Filipo, de Isócrates,

267Filipos (Crenides), 262Filisco de Abidos, 212Filisto, historiador,

179, 221, 223Filócrates, 250, 265, 271Filomeno, 263Filónides, 304Filotas, 293Fliunte. 197, 240Focea, 14Fócide, 87, 208, 210,

263, 265Foción. 250Formión, 96, 153fossa Philistina, 221Fraortes (Frawaetish.

Khathrita), 9fratarak, 313, 314Frigia, 131, 212, 214,

256. 282, 283, 284Fra",. 250Frínico, 37, 172

Galeno. 116GalípoJi, 92. 264, 274gamelion, 107Gandhara, 10ganzaka, 12Gargafia, 53Gaugamela (Ten Go-

mel), 288, 347Gaumata el Mago

(falso Bardiya), 8,9, 308, 366

Gaza, 286, 364, 375Gedhor (Taco. Teos.

Ayirawrata), 313Gedrosia (Beluchis-

tán). 296Gela, 22, 99, 156, 158,

181, 222geleontes, 29Gelón, 59, 219Geografía¡, de Estra-

bón. 363Geshem (Gashmu o

Gusham), 370

getos, 269Gilipo, 166, 167Gimillu, 326, 340Gitión, 83Gobrias (Gubaru. VI!:-

baru), 7, 324Gordio, 284Gorgias de Leontino,.

113, 120, 156, 177. 205Grabo de Iliria, 261Gránico. 282, 293, 321,~ryps, 123Gubaru. Ver Gobriasgtlskaya, 314Gutea, 7Gutium, 324, 325gvml1os, 123gvl1aikeion, 134

Hades, 106Hadramot, 373, 377-379Hag. 344Haggeo (Ageo). 349,

351, 352Hagios Giorgos, 53haila, 314Haliaemón, 257Haliarto, 189Haliearnaso, 119. 170,

192, 251, 252, 283Halicias, 156Halicos, 221Halos, 47. 265Halys, 5, 32Hamadan (Ecbatana),

289Hammurabi, código

de, 345Harahuwati (Araco-

sia), 10Haraiwa. Ver AriaHaram, 373Harmaquis, 342Hannodio. 25harmostas, 183Harpagos, 6Harpalo, 45, 296, 297,

303hazaranatish I"uiliar-

ea), 12Hecateo, 20hecatombeon, 107Heeatomno de Mila-

sa, 192Hecatómpolis, 289Hefestión¡ 294, 295,

297. 299Hefesto, 105hegemon, 272, 275Hegemol1 autikrator,

173Hegemona, 129Hegesipila, 68Hegesipo, 250Hélade, 31, 32, 38,

43. 44, 60, 65, 72,120, 124, 191, 194,

405

..J

Page 207: Bengtson, Hermann (Coord) - Griegos Y Persas - El Mundo Mediterraneo en La Edad Antigua Xi

~I

195, 198, 211, 212,245, 279, 280, 367

Helánico, 258Helena. de Georgias,

113Helénicas, de Jeno-

r~pte, 173, 176, 188,190, 193, 203, 208,240

Heleno, 31helenotamias, 93, 96,

154Helesponto, 19, 36,

38, 45, 53, 54, 57,92, 109, 131, 149,153, 172, 173, 192,193, 205, 269, 276,280, 282, 296, 311,321

hcliastas, 91heliea (Heliea), 78, 79,

91Helió'-'olis, 320hemeródromos, 304Hemo, 279Henata, 316Hera, 105HeracIea, 156, 158,

253, 272HeracIea Minoa, 221I-IeracIea Traquinia,

272HeracIeópolis, 321HeracIes, 110, 129,

258, 266HeracIides de Milasa,

50HeracIides de Sira-

rusa, 223Heráclito, 20Herbeso, 182Herípidas', 243I-Iermes, 68Hermias de Atarneo,

236, 240, 269, 271Hermipo, 96, 131I-Iermócrates" 158, 179Hermonthis, 313Heródoto, 1, 3, 4, 10,

12, 13, 17, 20, 33,34, 38, 39, 40, 42,46, 50, 54-57, 64,94, 119, m, 136,140, 178, 258, 305,307-311, 314-317, 324,329, 330, 331, 333,364, 365, 370

Heróstrato, 278Hesíodo, 122Hestia, 129Hestiea (Oreo), 88, 92Hestieo, 34, 37hetairos, 258, 260, 268,

285, 288, 293Hiba, El-, 314Hicetas, 224, 225Hidaspes, 294, 295Hierón, 59

406

Hifasis, 294-296Higieya, 117Higra (Egra. al-Hgr),

373Hilmend (Etimandro),

290, 291Hímera, 22, 103, 156,

166, 177, 179, 181Hímera, río, 59.221Himilcón, 219Historia AUca, de

Helánico, 258Hmna', 377Hindu-Kush (Paropa-

misas), 290, 291Hiparco, hijo de Pi-

sistrato, i9, 24, 25Hiparco, hijo de Car-

mo, 37, 43Hiparino, 179,,219, 223hiparquias, 365Hipérbolo, 162, 163Hiperides, 250Hipias, 19, 24, 25, 26,

38, 39Hipias de Elide, 113,

115Hinócrates de Cos,

22, 43, 76, 116, 117,120, 253

Hipódamo de Mileto,94, 104, 118, 232

Hiponacte, 20hivpeis, 43, 75Hircania, 9, 169, 308,

368Histaspes, 69Histaspes, padre de

Darío, 8, 308Historiae Alexandri

Magni, de QuintoC. Rufo, 278

Hornero, 18, 31, 105,121, 122, 123

hopletas, 29Hormuz, 296Horus, 313Huwarazmiya (Coras-

mia),10Huza (Elam), 10hybris, 136, 380hypocrites, 24hvvomeiones, 187Hypomnemata, de Eu-

melles de Cardia,297

laso, 170Ibn Battutah, 379Icaria, 24Ictino, 104, 105Idib'il, 370Iclumea, 365Ifícrates, 192, 203,

242, 243, 318lIat (han-IIat), 315Ilión, 282

Iliriil, 134, 221, 261,279, 280

ilirios, 260, 266, 270,279

ilotas, 66, 70, 83, 100,126, 127, 133, 146,160, 187, 211

Imbros, 32, 175, 190,193, 274

Inaros, 84, 311India, 3, 7, 12, 45,

280, 290, 293, 294.295

lndika, de Arriano,296

Indo, 294, 295Inonio, 220Irán, 3, 291. 292, 294,

300Isa (Lissa/Vis), 22r!ságoras, 28Isaías, segundo, 325,

350, 358Isaías, tercero, 350,

353Ishtar, 326, 331, 343Ishtuwegu (Astiages),

5Isis, 313, 342Ismenias, 198, 212Isócrates, 86, 184, 196,

201, 206, 248, 250,253, 266, 267, 275,284

isonomía, 26, .29, 35Isos, 284, 285, 288,

321, 369Israel, 325, 344, 354Italia, 18, 20-22, 31, 32,

44, 94, 99, 125, 131,142, 156, 160, 164,178, 208, 219, 220,221, 223, 226, 230

Itome, 71, 211

Jaffa, 367Jantipo, 54, 57, 76Janto, 284Jasón de Feras, 196,

202, 204, 205, 209,248

Jenófanes de Colo-fón, 59, 114

Jenofonte, 6, 131, 169,173, 176, 186 - 190,193, 195, 199, 203,205, 208, 216, 229,240, 242, 243, 246,253, 314, 324, 330,366

Jeremías, 340Jerjes 1, 2, 14, 15,

17, 42-44, 46-49, 53,54, 62, 67, 69, 76,82, 84, 109, 275, 288,289, 310, 311, 326,327, 329, 330, 331,

1

341. 343, 348, 366,367

Jerjes 11, 169Jerusalén, 7, 286, 325,

343, 344, 349, 351-363, 370

Jeziré. Ver ArabayaJoaquín, 343Job, 358Jonás, 358Jonia, 7, !O, 20, 22,

34, 35, 37, 38, 44,56, 87, 99, lOS, 130,140, 141, 169, 170,173, 188, 287, 311,315

¡único, mar, 19, 148-ISO, 160, 194, 203,211

jonios, 15, 34-36, 45,49, 57, 60, 187, 310,366

Jordán, 374Josué, 349, 351, 352Judea, 344, 349-351,

353-356, 362, 368,370

Judit, 358Justiniano 1, 230

t

\1Kabul, 294Kalkhu (Nimrud),

330, 336Kamnah, 373Kandahar (Alejandría

de Aracosia), 292kÚrrmos, 174Karib'il Vatar, 373,

376, 377, 378Karib'il Vatar 11, 376Khabbash, 321Khaibar, 374Kharga, EJ, 310Kharran, 5Khathrita. Ver Fraor-

lesKhnum, 312Kidenas, 347Kldinnu, 347Kilif, 291kite, 315Koilosyria. Ver Cele-

sidakoiné, dialecto, 120,

254koiné eirene, 90, 191,

193, 201, 205, 206,209, 214, 216, 266,270, 275

koinón, 210kosmetas, 128Kosmos, 66Kuh-i-Rahmat, 14Kusiya (Nubia), 10kyrios, 135

'f

J

t

1

Lacedemonia, 65, 129,133, 165, 210

Laconia, 243Lácrates, 243Lada, 36Lámaco, 164Lámpsaco, 67, 92, 175Laques, 155, 156Laques, de Platón, 230laquiadas, 69Larimna, 214Larisa (Kalkhu), 330Laso de Hermione, 25Laurión, 43, 100, 101,

130, 166Lemnos, 35, 175, 190,

193, 274Leneas, 107, 108, 110,

222Alexandria Escháte

(LeninabadJ. 292Leónidas, 47, 49, 50,

55Leontiades, 198, 199Leontinos, 22, 94, 96,

144, 156, 163, 181,218, 221, 224

Leotiquidas, 56Leptari, 48Lequeo, 192lequitos, 107Lesbos, 36, 57, 63,

95, 128, 148, 153,154, 169, 170, 173,174, 189, 190, 192,283

lesonis, 310Léucade, 270Leucimna, 143Leucotea, 221Leuctra, 208,209, 216Levítico, 359, 361Leyes, de Platón, 118,

232, 234, 235, 242l.il;ano, 256Libia (Putiya), lO,

131, 151, 287Licia, 20, 119licios, 35Licofrón de Feras, 204Licurgo, 246, 250Lidia, S, 7, 13, 35,

134, 191, 282, 283Ligdamis de Naxos, 24Lincestas, 159lincestas, 259, 260Lindo, 92Líparas, 156Lípeo de Peonía, 261Lipsidrión, 25Lisandro, 174-176, 181,

183-'185, 187-189, 244,298galería de, 181

Lisias, 132, 133LísicIes, 153Lisipo, 252Lisis,208

Usistrata, de Aristó-falles, 112

Lisos, 221liturgias, 102, 274lochoi, 127Lócride, 83, 87, 120,

125, 243Locds Epicefiria, 156Locros, 164, 219, 220,

221, 223Lucania, 125lucanios, 220, 226

Macabeos, 356, 361Macedonia, 2, 46, 67,

09, 71, 110, 120,126, 142, 149, 158,162, 197, 198, 199,204, 206, 212, 214,217, 234, 235, 236,239, 248, 249, 251.254-277, 279, 283,297, 300, 302

Mada (Media), 10Magnesia, península,

48Magnesia, ciudad, 67Ma'in, 373, 374, 375,

376Maka, 10makrab, 376-378MalaQuías, 351, 354Malea, 243malios, 295, 299Mamerco de Catania,

225Mandane, 5MandrocIes de Sarnas,

21, 105Manduria, 226Mantinea, 161, 162,

195, 196, 197, 215,216, 217, 240, 254,255, 256

Maracanda (Samarcan-da), 292, 293

Maratón, 27, 33, 39,40, 41, 42, 43, 54,106, 109, 310

Mardonio, 38, 53, 54,55, 57, 58

Mardoqueo, 344Marduk, 7, 324, 328,

343, 344, 348Márea, 314Mareotis, 287Madb, 376, 377masagetas, 8, 292, 325Masalia (Marsella), 22,

94mata, 314Mausoleo, 252Mausolo, 252Mazace, 321, 322Mazeo, 288, 347, 368Meandro, 20Meandro, río, 36, 67

407

.........

Page 208: Bengtson, Hermann (Coord) - Griegos Y Persas - El Mundo Mediterraneo en La Edad Antigua Xi

Medea, de Eurípides,135

Media (Mada), S, 9,10, 291, 293, 308,311, 325

medimnos, 29, 100Medina (Ya1hrib), 374Medio, 299Megabizo, 69, 84, 311,

328, 366Megac1es, 26, 43Megalópo1is, 212, 216,

270, 302Mégara 19, 45, 81,

87, 88, 89, 126, 127,130, 131, 133, 145,146, 148, 149, ISO,158, 160, 161, 270

Me1esias, 92, 95, 97,125

me1ios, 140, 162, 163Meliso, 95Mélite (Malta), 134Melkart-Scemin, 285,

315Melos, 115, 162, 163Memorables, de Je-

nofonte, 229Memnón, 243, 282-284,

302Menandro, 250, 251Mendes, 84, 92, 106,

197, 317, 318Menécrates, 253, 254Menfis, 84, 286, 305,

306, 308, 311, 312,313, 315, 317, 318,320, 321, 366

Mentor de Rodas, 236,243, 269, 276, 320, 368Meris, 12, 309Merkes, 331mesapios, 178, 226Mesene, 211, 270, 302Mesenia, 19, 70, 72,

83, 133, 157, 211,213, 216, 256

mesenios, 19, 66, 71,72, 211

Mesina, 94, 120, 149,156, 166, 177, 181,220, 221, 225

mesogea, 27Mesopotamia, S, 7,

288, 295, 301, 323-349, 351, 364, 365

Mespila, 330Metana, 158metecos, 78, 103, 132,

133, 184Metimna, 153, 154Metón, 119Metone, 83, 150, 214,

261mhfd, 377ml,y', 377Micala, 56, 57, 65, 76,

311

I~

408

Micale, 36Micaleso, 166Migdal, 315Milcíades, 26, 38, 39,

40, 41, 42, 68Milcíades (s. IV), 3D3milesios, 34Mileto, 6, 20, 34, 35,

36, 37, 91, 95, 99,130, 17O, 186, 252,283

Min, 313mina, 14mineos, 373, 374, 375Mirón, 106Mirónides, 82, 83Misia, 256Mitilene, 153, 154, 190,

236, 283Mitra, 17, 342Mitrídates 1, 345Miunte, 67Mnevis, 320Moabitis, 365Molos, 48molosos, 67, 199, 204,

226mora, 192Moríquides, 97Mosul, 288Motia, 59, 181, 219Mudraya (Egipto), 10Muerto, mar, 370Muniquia, 25, 184Murashu, 324, 329, 336,

337, 338, 34ú, 344

Nabonasar (Nabuna-sir), 346

Nabónido, 7, 324-326,332

Nabopolasar, 327Nabu, 7, 315, 343, 344Nabucodonosor 11,

324, 326, 327, 332,335-337, 345, 351

Nabucodonosor IV,326

Nabucodonosor V, 326Naburianos, 347Naburimannu, 347Nagran, 372, 373Nannar, 343naopoioi, 251Napata, 308Naqsh-i-Rustam, lO,

15, 16Nashan, 373Nashq, 373Nasos (Ortigia), 218Náucratis, 22, 34, 287Naupacto (Lepanto),

83, 89, 106, 153, 269,273

Nautaca, 292Naxos, 22, 34, 39, 63,

64, 67, 70, 92, 203

Neápolis (Nápoles),178

Neápolis en Tracia,261

Nearco, 295, 296, 299Nectanebo 1, 318Nectanebo 11, 319,

320, 321, 368Neferites 1, 317Neferites 11, 318Negro, mar, 34, 92,

100, 12O, 186, 187,264, 269

Nehavend, 2Nehemías, 344, 353-

362, 370N.eirab, 345Neith, 306Nekao, 310Nemea, 190nemesis, 136nenikékamen, 40Neobabilonia, S, 7l1eodamodas, 127, 187,

188Nerón, 227Nesto, 262, 264, 269,

279Nicanor de Estagira,

244, 298Nicias, 134, 136, 137,

,,°, 153, 154, 158-160, 162-168paz de, 112, 160, 161

Nicerato, 153Nicoc1es, 248, 367Nicómaco, 235Nicóstrato, 155Niké, 106\filo, 8, 12, 84, 85,

257, 269, 286, 295,308, 310, 311, 318

Nimrud (Kalkhu), 330,336

Nínive, S, 33, 303, 336Ninpur, 323, 34O, 343Nisab (Ansab), 377Nisea, 87, 88, 158l1ómos, 115nomothetas, 225Notio, 174nous, 118nta', 377Nubes, de Aristófa-

Des, 111, 116Nubia (Kusiya), 8,

lO, 242, 296, 308,320, 321

Números, 359

Oca, 169Ocrida, 260, 279Odeón, 105, 108Ofis, 197Olbia, 119Olimnia, 18, 97, 101,

105, 106, 114, 120,

I

J

121, 125, 215, 244,247, 304

Olimpíadas, 115, 125Olimpias, 268, 276,

277, 320Olimpo, 47, 259alivIo, 197-199, 264,

267Olaro, 139Omán, 378Onomácrito, 25Onomarco, 263Unís, 297, 298apunte, 47, 83, ,89Orcómeno, 87, 215Oreo (Hestiea), 8g, 92crestas, 260Orestides, 257Oroites, 17, 20aTontes de Misia, 256Orontos, río, 364Orono, 206, 274Ortigia (Nasos), 181,

182, 218, 224Ostia, 67ostraka, 65Oxiarte, 292 .Oxus (Amu-Daria), 291Ozola, 189

t

L..I

Pactolo, 6Paflagonia, 131Págasas, 131, 263paideia, 232pakhuta, 313Palacota, 301Palas Atenea, 136Palene, 159Palestina, 256, 318,

319, 324-326, 351,354, 355, 357, 363,364, 365

Palice, 178Palicos, 178Panacea, 117Pal1atenaico, de Isó-

crates, 267Panateneas, 103, 106,

107pancracio, 124, 125Pandosia, 226Panegírico, de Isó-

crates, 86, 201Panfilia, 64, 192, 284Pangeo, 19, 101, 262Panionion, 36Panmenes, 263Panormo (Palermo),

59, 181, 219,220Papremis, 84, 311Paques, 153, 154parábasis (parakba-

sis), 238, 251paralia, 27Parapótamos, 273

I Paretonio, 287

1 r."~,,,. 1".329

¡

¡t

Parmenión, 276, 279,293

Parnes, 184Paropamisos. Ver

Hindu-KushParos, 42, 92, 99, 203Partenón, 105, 106, 174Partía, 8, 9, 10Pasargada, 5, 9, 14,

289, 296Pasion de Megara,

242, 246, 247Patala, 295patrios politeia, 184Pausanias, 55, 56, 58,

6O, 65-67, 146, 175,185. 189, 211

Pausanlas, asesino deFilipo, 276

Paz, de Aristófanes,112

pedotribai, 128t'egas, 81, 87, 88peha, 372Pela, 236, 250, 251, 258,

259, 265, 272releve, 212Pelio, 279Pelónidas, 194, 208,

212, 213, 259Pelo"oneso, 18, 44,

66, 67, 72, 146, 148,150, 152, 157, 158,160, 162, 165, 186,]95, 196, 199, 211,213, 215, 242, 252,).65, 273, 274, 302,304

guerra del, 2, 63,74, 81, 85, 90, 92-94, 96-98, 102, 104,10R, 109, 111, 126-131, 133, 139-177,183, 186, J91, 193,210, 227, 251, 298,380

Pe]usio, 286, 305, 315,318, 320, 321

penestas, 133pentakosiomedimnos,

29, 75Pentateuco, 360, 362pentatlo1/., 123Pentecontecia, 1, 109,

129, 139, 140pentekostys, 127Peonía, 261Peonía, 106Perdicas 11, 144, 150,

159, 162Perdicas 111, 255,

259Perdicas, estratega,

28O, 294Periandro, 144Peric1es, 3, 33, 7],

74-82, 84-90, 93-100,103, 104, 107, 111-

113, 118, 119, 125,126, 131, 132, 134,137, 138, 142, 144-146, 148, 15O, 152,153, 158, 160, 161,163, 175, 201, 232,249, 379, 380

periecos, 100, 126,187, 211

reTinto, 244, 270, 271periodonikes, 125Perípato, 236, 239, 252Perrebia, 47Persas, de ESqiJl¡O,109PersépOlis, "lO, 12-15,

17, 288 - 290, 335,341, 342

Pérsico, 12, 296, 310,332

Pérside, 289Persika, de OtesiasPcrsis, 10 .

petalismos, 177pétctlon, 177Petessi, 314Petisis, 287pezetairos, 258, 260phormophoros, 131phoros, 63, 85phrourarchos, 71phylakes, 232phile (plural: phy-

lai), 27, 77Pidna, 214, 26O, 261Filos, 63, 157, 158, 159,172Pínaro, 285Píndaro, 59, 121, 258,

280Pireo, 38, 100, 103,

104, 118, 148, 151,155, 175, 176, 184,190, 200, 303

Pirgos, 221Pirro, 226Pir-sar (Aorno), 294Pisa, 114Pisandro, 188Pisianacte, 68pisios, 318nisistrátidas, 19, 24,

25, 37, 39Pisístrato, 19, 24, 26,

39, 109, 258Fisán, 227Pisutnes, 95, 169Pitágoras, 20Pitia, 25, 32, 251Pitias, 266Pitóc1ides, 76Pixódaro, 276Platea, 39, 55, 56, 58-

60, 119, 139, 14O,149, 150, 154, 155,206, 211, 272, 311

Plateico, de Isócra-les, 206

409

Page 209: Bengtson, Hermann (Coord) - Griegos Y Persas - El Mundo Mediterraneo en La Edad Antigua Xi

¡tí

I

Platón, 112, lIS, 116,118, 134, 203, 223,224, 227, 229, 230-239, 242, 248, 250,253

Plemirion, 167Plinterias, 173Plistarco, 55Plistoanacte. 87, 159Plutarco, 67, 75, 79.

85, 89, 90, 91, 163,305, 320

Plutón, 205Pnix, 119Po, 22, 94, 221Polibio, 220Policleto, 106, 251Polícrates de Sarnas,

8, 20, 24, 31, 305Polignoto de Tasos,

lOS, 106Polimnides, 208Polis, de Eupolis, 112poUleia, 238Po/itica, de Aristóte-

les, 232, 237, 238Ponto Euxino (Mar

Negro), 19, 21, 100.253

Póroi, de Jenofonte,246

Poros, 294Poseidón, 364Posidón, lOS, 106, 146,

181,282Posidonia (Paestum),

220po/has, 287Potidea, 19, 143, 144,

146, ISO, 152, 214,227, 261, 262

Pratinas de Fliunte, 25Praxiteles, 252Priene, 56, 95, 252Pritaneo, 102pri/ania, 78pri/anos, 78, 102proagon, 108,probuleuma/a, 77vrobulos, 171Procles, 156Práctico de Ceos, 113,

115proman/eia, 251Propileos, 104Propóntide (Mar de

Mármara), 20, 26,35, 270

Prosópitis, 84, 311prosquinesis, 15, 293Protágoras, de Pla-

tón, 230Protágoras de Abdera,

94, 113, 114, 115Protesilao, 282Proverbios, 358prnxenia, 367

410

Próxeno de Beocia,242

Psamiético lI, 314Psamético lIl, 8, 81;

305Psammetiq. Ver Psa.

méticoPsamtek-sa-Neit, 316psephisma, 145Psi1alía, 52, 53Ptah, 313Ptahhoteo 313, 316Pteria, 6PlItiya (Libia), 10

Qainu, 370Qataban, 373, 376, 377,

378, 379Qedar, 372qedar, 370ql1énice (choinix), 102Querata, 273Queronea, 87, 249, 257,

2n, 274, 278Quersebleptes, 261,

264, 265, 269Quersoneso, 26, 38,

92, 173-175, 205, 214,264, 270, 271, 274

Quetríporis de Tra-cia, 261

ql1i1iarca (11azarapa-tish), 12

Quinto Curda Rufo,278, 280

Quíos, 36, 57, 63, 70,91,95, 121, 128, 148,169, 190, 200, 214,283

Quirísofo, 186

rab haUa, 315Rage, 289Ragma, 373Rawalpindi (Taxila),

294Regio (Reggio), 94, 96,

144, 156, 164, 165,lT/, 218, 220, 223

República. de Plafón,118, 232, 233, 234,242

República de los La-cedemonios, de Je-nofonte, 119

Rev. paz del, 2, 191,194, 195, 201, 202,204, 206, 209, 217,222, 256, 266

Reyes, Libro de los,350, 351

Río, 83, 153Rodas, 131, 170, 188,

190, 214, 243, 282,317

Rojo, mar, 310

Roma, 33, 151, 218,220, 221, 226

Roxana, 292Rusia, 31, 33, 35, 92,

109, 119Ruth, 358

Saba', 373, 37(J-378Sabace, 321.<abbath, 350, 356, 359,

363sabeos, 373-376, 378Saida (Sidón). 367Sais, 306, 307, 317S.aka, 10Salamina, 2, 19, 33,

50, 52, 53, 54, 59.60, 65, 68, 109, 119,13Q, 166, 311, 366

Salamina de Chipre,85, 188, 248

Salm, 372Salmos, 359, 360Salterio, 359Samarcanda (Mara-

canda), 292, 293Samaria, 357, 363,

365, 370samios, 85, 95, 298samnitas, 178, 226Sarnas, 8, 20, 36, 57,

63, 94, 95, 96, 98,170, 171, 173.' 183,193, 214, 250, 273

Samofrada, 192Sanballat, 357, 360San gala, 294Sang,!rio, 284Sardes, 6, lO, 12, 13,

17, 20, 34, 35, 45,169, 174, 186, 188.191, 192, 193, 283

,arisai, 260Sarón, 367Sarónico, 32, 49, 82,

99,<150Satibazarnes, 291scekel, 315Scbenito, 318segen, 314Scgesta (Egesta), 83,

94, 156, 163, 177,219

se1éllcidas, 2, 3, 7,292, 301

Seleucis, 364Seleuco, 292Selinllnte, 22, 156,

163, 177, 178, 179,181

Semíramis, 296Semtautefnekhet, 321Séneca, 227Sepeia, 19, 44Sepias, 48Serapeum, 305, 306Serapis, 299

Tserdayos, 21Sesto, 57, 192, 311Seudo-Calístenes, 320Shabetai, 344Shabwat, 373, 378Shamash-apa1-usur,

344Shamash-Eriba, 328She1emiah, 357Shemash, 342Sheshb~ar, 344shiklu, Ver siglos (si-

clos)Síbaris, 21, 22, 32, 34,

94, 220Sibota, 144, 155sicanos, 181, 219Sicilia, 18, 22, 37, 44,

59, 83, 99, 100, 101,103, 112, 120, 128,141, 142, 149, 155,156, 157, 158, 163,164, 165, 166, 167,168, 169, 177, 178,179, 181, 182; 191,195, 213, 218 -226,230, 231, 234, 243,304

Sición, 127, 148, 212:!S2, 304

siclo (siklu, siglo),14, 335

Sidanu (Sidón), 368Sirle, 284Sidóll (Saida. Sida-

nu), 285, 320, 364,366-369

Siene, 315Sigeo, 19, 26, 109Silistria, 279Siloson, 20Simónides, 59Sin, 57sinmaquia, 241sinmorias, 204, 247Sippar, 325Siracusa, 22, 59, 94,

99, 100, 103, 131-133, 136, 156, 163,165-168, \077-179,181,182, 188, 218, 219,221-226, 251

Sir-Daría (Yaxartes),290, 292

Siria. 7, 8, 131, 134,242, 256, 311, 319,320, 324, 327, 328,364-369, 375

Sirwah, 373, 376Sitalces, 131, 151Sitonia, 159Siwa, 287Skudra (Trada), 10Smerdis. Ver BardiyaSobre la embajada

engañosa, de De-móstenes, 265

'Sobre la enfermedadsagrada, 136

Sobre los aires, aguasy lugares, 117

Sócrates, 97, 111, 113,116, 121, 130, 135,164, 227, 228, 229,230, 231, 235, 239,259

Sócrates de Acaya, 242Sofeneto de Estinfalo,

187, 242Sófocles, 96, 109, 110Sófocles, hijo de Sos-

trátides, 157Sofónides, 74Sofronisco, 227Sogdiana, lO, 291, 292

,Sogdiano, 169Salón, 19, 27, 77, 78,

100, 101, 122, 129,204

Solos, 36Solunte, 59, 181sophronistas, 128S0sis, 242Sostrátides, 157Spip.a, 22, 94, 221Stoa ['oiki/es, 68, a2,

106strategos autokrator,

275Struma (Estrimón),

46, 64, 69, 92, 139,205, 257

Surnhu'-alay Yanaf,376

Sunio, 105Sosa, lO, 13, 15, 34,

36, 119, 169, 193,194, 213, 288, 289,292, 297, 311, 312,316, 319, 326, 327,336, 342, 356, 368

Susiana, 299, 308symbola, 367synedrion (sinedrion),

202, 275synhedroi (sinedros),

63syntaxis (syntaxeis),

202

Taco (Teos, Ayira-wrata. Gedhor), 256,313, 319, 363

taf!ós, 205Taigeto, 211Taima' (Tema), 372,

373, 374Tais, 289Talo, 129Tamos, 317Tanais (Don), 291 \Tanagra, 69, 82, 104, ,

166Tang-i-Rashkan, 289

"liliiii

Tapsaco, 330Tarento (Taranto), 94,

101, 143, 164, 221,226

Tarso, 284Tascetres, 313tashritu, 325Tasos, 19, 31, 38, 43,

63, 67, 69, 70, 71,83, 92, 99, 172, 183,192, 264

Tatagus (Sattagidia),10

Tauro, 284, 365Tauromenio, 220, 221,

225taxeis, 126, 260taxiarca, 126Taxila (Rawalpindi),

294 '

Taxilcs, 294Tebas, 55, 82, 149,

189, 191, 194, 198,200, 203 - 206, 208-210, 212 - 215, 259,262, 272 - 275, 279,280, 313, 315

Tegea, 66, 161, 189,199, 215, 216

Teleclides, 76, 96Teleutias, '198Tell Gomel (Gaugame-

la), 288, 347Tell Maskhuta, 315Temesa, 125Temístocles, 37, 38,

42, 43, 45, 47, 49,50, 52, 54, 58, 60,63, 65 -68, 71, 74,109, 128

Tempe, 46, 47, 119Ténaro, 146Ténedos, 284Tenes de Sidón, 367,

368, 369Teofrasto de Ereso,

138, 236, 239Teognis, 45Teopompo de Quios,

86. 248, 268Tcrámcnes, 172, 173,

175, 184teraphim, 350Teres, 269cterma, 124Termas, 225Termópilas, 47-50, 52,

119, 156, 263, 272Terón, 59Tesalia, 44 46-48, 53,

85, 119, 126, 129,130, 133, 149, 158,199, 204, 205, 209,210, 212, 243, 257,259, 262, 263, 266,274:; 279, 280

Tesalios, 26, 46, 47,81

411 ~

Page 210: Bengtson, Hermann (Coord) - Griegos Y Persas - El Mundo Mediterraneo en La Edad Antigua Xi

,

.

1

.1

1 '

!

Tésalo, 165Teseo, 64, 68, 104, 105Teseón, 68, 105Tespias, 206Tespis de Icaria, 24tesserae hospitales,

367Iheorika, 79, 303thetes, 247tlzolos, 78 .

Tholos de Epidauro,251

Tiana, 284Tibrón, 188, 192tiftaya, 314Tigris, 13, 36, 288,

297, 330Timeo, 179, 225Timna', 373, 374, 377Timócrates de Rodas,

189Timocreonte, 63Timoleón, 224, 225Timóstenes, 59,62Timoteo, 203-206, 214,

242, 243, 244, 247Tíndaris, 220, 221Tirabazo, 191, 193Tiras (Akerman), 119Tirea, 150Tiro, 285-287, 300, 364,

367, 369Tirreno, 221Tisafernes, 169, 171,

174, 186-188, 242Tito Livio, 151Titraustes, 188Tobías, 356, 358Tolernaida (Acco), 364Tó1mides, 83, 87To1omeo I de Egipto,

278, 291 .Tolomeo, macedón,

212Torone, 159, 214Tracia (Skudrá), lO,

21, 24, 35, 37-39, 43,57, 69, 92, lB, 134,139, 149, 158, 159,163, 190, 214, 261,263 -265, 268, 269,278, 302

Traente, 220Transeufratina (Abar-

Nahara:), 327

.~

412

Trapezunte (Trebison-oa), 187

Traquis, 48Trasibu10, 184, 192Trasibulo, hijo de

Trasón, 200Trasón, 200Trecén, 50, 88, 122,

158, 212, 303tribalos, 279trierarQuía, 102, 128Trifilia, 215Trípoli, 365, 368Irittys (plural: Iril-

tyes), 27, 29triumphalor, 253Troade, 119, 236, 253,

269, 284Trova, 106Tucídides, 1, 67, 86,

96, 107, 120, 127,134, 139 - 142, 146,151, 154, 159, 160,162, 163, 167, 170,317

Tucídides, hijo de Me-lesias, 92, 95, 97,125

Turión, 273Turios, 93, 94, 104,

lB, 118, 120, 132,143, 165, 220

Turquestán, 290, 292,325

uadi, 374, 377, 378Uadi Hammamat, 313Uadi Tumilat, 310, 370Uahibra, 316Udjahorresne, 306, 307,

309, 310, 316Ugbam (Gobrias. Gu-

baru), 7, 324Uli~es, 106Ur, 332, 333, 334, 343Uran6polis, 254Uruk, 326, 334, 343UrukjWarka, 323Ushtanni, 327Varia Hisloria, de

Eliano, 320Vida de Cimón, de

Plutarco, 85

Vida de Nicias, dePlutarco, 163

Vida de Pericles, dePlutarco, 79, 89, 91

Vida de Temíslocles,de Plutarco, 67

Was\- (Wusr), 377 .Widrang, 313

Xenias de Parrasia,242

xshalhrapavan, 10

Yada'il Dharih, 376,377

Yaho (Yahvé), 312,315

.Yahvé (Jeová. Yaho)312, 315, 344, 349-354, 356-363

vapi!!as, 178Yathil, 373-376vathilds, 374Yathrib (Medina), 374Yauna (Jonia), 10Yaxartes (Sir-Daria),

21, 290, 291, 292Yehohanan, 356, 360

Zacarías, 350-354Zafar (Dhofar), 378Zazana, 326Zacinto (Zante). 83,

148, 157, 160, 205,206

Zagros, S, 13Zancle, 22Zaratustra, 16, 17Zenón de Elea, 22, 76zeugitas, 75Zeus, 45, 105, 129, 181,

225, 253Zodiaco, 346, 347zoon polilikon, 238Zorobabel, 340, 343,

344, 349, 351-354Zranka (Drangíana),

10

lt

I!

[,II!

¡

!

Indice de figuras

1.

2.

El imperio persa ,., ". ." '" .., .., ..,

La Greciaclásicay el Egeo ... ... ... ... ... ... ... ...

La batalla de Salamina.., ... ... ... ... ... ... ... ...3,

4,

5.

Grecia en vísperas de la guerra de! Peloponeso

Italia del Sur y Sicilia (500 a. C.) ... ... ... ... ...

La batalla de Leuctra oo' oo. oo'6.

7. El imperio de Alejandro

Arabia oo. oo. ... .oo oo. ... .oo ... ... ... ... ... ... ...8.

11

31

51

147

180

207

281

371

"

11

413/,