Beatriz Valdés

NADA PERSONAL

1989

PREMIO CUENTO

COLEO RKZAR

MIR

CONCURSO LITERARIO RICARDO MIRO 1989

FALLO DE LA SECCION CUENTO

Tras una evaluación de las doce obras partici­pantes, el Jurado ha decidido premiar por unanimidad al conjunto de cuentos titulados Nada personal, amparado con el seudó­nimo “Me Ipsum”, motivado por las siguien­tes consideraciones:1. - El trabajo presentado a concurso y selec­cionado como ganador por este jurado, está conformado por un total de siete narraciones sólidamente estructuradas que constituyen una unidad o libro. El título que nomina la obra, no sólo corresponde a uno de los cuen­tos, si no que es revelador de la actitud del es­critor (a) frente a la creación literaria - en primera instancia - e intenta ser-una propuesta de abordar la realidad, es la cosmovisión de quien escribe.2. - La obra mantiene con dignidad y decoro una propuesta humanista y progresista, pro­funda y vital, actual y necesaria, haciendo un despliegue de recursos imaginarios y técnicos que la sitúan —sin lugar a dudas— por encima de las obras participantes. Hay conocimiento y cultura literaria en quien se ampara con el seudónimo “Me Ipsum” y este jurado entien­de que se haya ante un creador (a) con domi­nio del oficio de narrar. La obra manifiesta un interés por salir de los localismos y encerra­mientos geográficos, mas retorna con vigor y frescura a la realidad que circunda los días y las horas del hombre que somos y queremos ser. Critica y propone simultáneamente y en esa dialéctica germinativa reside lo poderoso de la obra premiada.

Prof. Yadira BaquerizoProf. Luis GonzálezSr. José Antonio Carr

Dibujo de Emilio Torres.

NADA PERSONAL

CONCURSO LITERARIO RICARDO MIRO

Beatriz Valdés NADA PERSONAL

PREMIOCUENTO1989

NADA PERSONAL© Beatriz Valdés, 1989.© Primera edición, julio de 1992.

Editorial Mariano Arosemena del Instituto Nacional de Cultura.

BIBLIOTECA NACIONALERNESTO J. CASTILLERO R.

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Tiraje: 2,000 ejemplares.Impreso en la Impresora de La Nación.

Se prohíbe la reproducción parcial o total de este material.

Derechos reservados conforme a la Ley.

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Dedico este libro a Ernesto Endar a, amigo entrañable y genial escritor.

B. V.

“El espíritu crítico es la gran conquista de la edad moderna, nuestra civilización se ha fundado precisamente sobre la noción de crítica: nada hay sagrado o intocable para el pensamiento, excepto la libertad de pensar. Un pensamiento que renun­cia a la crítica, especialmente a la crítica de sí mismo, no es pensamiento. Sin crítica, es de­cir, sin rigor y sin experimentación, no hay ciencia; sin ella tampoco hay arte ni literatura. Inclusive, diría que sin ella no hay sociedad sa­na. En nuestro tiempo, creación y crítica son una y la misma cosa.' Octavio Paz

"Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo Jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra."

Apocalipsis, 16:18

NADA PERSONAL

El Hombre despertó como siempre, con el dedo tibio del sol tocando a la puerta de sus ojos. Se puso de pie y estiró sus bien formados brazos. En un bostezo muy hondo, llevó el aire dulzón del verano a sus pulmones. Miró hacia el cielo y confirmó que la atmósfera seguía límpida y celeste. Sí, otro día hermoso y sin problemas; otro día para disfrutar el bienestar del Paraíso.

"¡Qué fastidio, no hay nada que hacer!" -se dijo el Hombre por enésima vez.

Dirigió la mirada al suelo, y allí estaba. Como siempre, la sinuosa criatura le produjo un desagradable escalofrío.

"¡Ah! -murmuró- Otra vez nos visita la Serpiente Tentadora."

La piel escamosa y tornasolada relucía con el sol de la mañana; la lengua bífída silbaba en húmedo aleteo: los ojillos glaciales miraban fijamente al Hombre...

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Sobreponiéndose al desagrado, el Hombre le dirigió la palabra con desprecio:

-Bueno, ya intentaste seducirnos con una manzana cuadrada que nos iluminaría el cerebro; y en otra ocasión nos brindaste un racimo de uvas azules asegurándonos que si nos embriagábamos seríamos divinos como los dioses; y no olvido aquél Ave Fénix tallado en cristal de roca, en cuyos lomos prometías que alcanzaríamos el mismo cielo. Resistimos todas tus tentaciones... ¿Por qué insistes? ¿Qué nueva trampa has urdido hoy?

El Hombre se inclinó para ver de cerca un destello plateado que relucía entre la grama junto al reptil.

"¡Parece una llave! -se agachó más- Sí, es una llave. ¡Cómo ha pasado el Tiempo sobre ella!" La tomó en sus manos. Se dirigió a la Serpiente con aire suspicaz:

-Dime, Sierpe vil, ¿para qué sirve? -el reptil guardó silencio-. ¿Es, quizás, la llave del Paraíso? -insistió el Hombre.

La Serpiente giró sobre si misma con la rapidez de un latigazo y sin responder a la pregunta del Hombre, se escurrió por el césped y desapareció.

-¡Mira, Mujer!

El Hombre despertó a su compañera que aún dormitaba bajo un cerezo en flor y le enseñó la antiquísima llave. La invitó a caminar hacia el olvidado Portón, que de tanto tiempo en desuso, se perdía entre la hiedra. La Mujer sacudió su larga cabellera para desprender algunas briznas de hierba y brindó a su compañero una mirada ingenua y una coqueta sonrisa mañanera. Se levantó y estuvo lista. Juntos caminaron hasta el muro, y tanteando entre la maleza, al cabo dieron con la puerta que separaba el Paraíso del resto del mundo.

Con dificultad, el Hombre y la Mujer consiguieron

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girar la enorme llave en el herrumbroso candado... Luego, a pesar de no estar acostumbrados a sofocarse, unieron sus fuerzas y empujaron. En medio de estrepitosos chirridos de los goznes, el Portón fue cediendo poco a poco. Y cuando hubo espacio suficiente, salieron. Sus primeros pasos fueron temerosos y siempre mirando atrás... Se detuvieron; contemplaron la amplitud del mundo, que les pareció infinita. En ese momento recordaron que vivían recluidos.

¿Cuánto hace que la entrada del Paraíso está trancada? -El Hombre preguntó a la Mujer.

-A ver... creo que ya el clan habilis se había separado de los otros; fue por el Tiempo en que nuestros padres se dieron cuenta que tú y yo habíamos resultado ser un nuevo brote: Homo sapiens, nos decían... entonces nos aislaron. ¿Cuántos años pueden haber transcurrido? ¿Unos dos o tres mil? -Hacen un fugaz intento por recordar aquel lejano pasado: sólo viene a su plácida memoria incontables e indeferenciados días de sosiego. Vuelven a mirar el panorama que tienen ante sus ojos.

-¡Qué espanto, Mujer! -Por primera vez la pareja contemplaba el resto de la Tierra. No se parecía en nada a su ordenado Paraíso de flores, frutas y eterna Primavera.

-Hay fieras hambrientas -dijo el Hombre al escuchar los terribles rugidos de una manada de tigres dientes de sable que corría tras una pareja de mamuts- y debemos tener cuidado con esos reptiles que se escurren entre los abrojos, pues no son como La Tentadora, sus colmillos son venenosos. -Al advertir el peligro, descubrían por primera vez una nueva emoción: el Miedo.

En ese momento, una araña gigantesca se desprendió de las ramas de un árbol y saltó al suelo, rozando con sus peludas patas de rayas naranja y negro el brazo de la Mujer. Ella dio un grito, y el Hombre también se

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sobresaltó; la araña se detuvo un instante y pareció mirarlos con extrañeza antes de huir. El Hombre y la Mujer se abrazaron. Sobreponiéndose, el Hombre señaló a lo lejos para calmar a su compañera.

-Esos monos que trepan las ramas tienen gracia, y ¡mira qué hermosas las aves que vuelan libremente luciendo sus plumas multicolores!"

Después de mirar por un rato en todas direcciones, la Mujer dijo:

-Sí,hay cosas hermosas,pero están en desorden, no es como allá adentro. Debe ser muy difícil caminar por esa selva. ¡Qué barbaridad! Los árboles son tan altos y las ramas tan tupidas que seguramente no podremos ver el Cielo.

Se les antojó ensordecedor el ruido que emanaba de la selva: los agudos y persistentes zumbidos de los insectos, las voces roncas, amenazadoras, de los animales depredadores, el crepitar de los árboles heridos por un rayo; el lejano pero enervante ulular del buho. Muy cerca pudieron ver un pantano donde dormían la siesta temibles cocodrilos. De pronto, el Cielo se encapotó y fuertes ráfagas de viento anunciaron una tormenta. La Mujer se estremeció, miró con ansiedad el camino de vuelta al Paraíso, sólo allí se sentía segura. Tomó por el brazo a su compañero e intentó llevarlo en esa dirección. El la detuvo.

-¡Espera, espera, Mujer! Pensemos un poco...Es cierto que esto luce difícil, pero estoy seguro que podríamos vencer todos los obstáculos... ¡Quedémonos afuera, seremos libres! No sufriremos más del terrible aburrimiento. ¡Todas las posibilidades del mundo, buenas o malas, serán nuestras!

Pero, ¡mira la tormenta que se avecina! -insiste Ella.

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-No temas, es sólo una nube pasajera; no dejes que una nube te asuste.

La pareja primigenia discutió largo rato, sopesando todas las razones: por un lado dejarían un claustro seguro, familiar y hermoso.. Ciertamente era una vida limitada, pero fácil. Por el otro, les esperaba la lucha con un mundo inhóspito, pero en Libertad. La Libertad resultó una tentación demasiado grande. Decidieron abandonar el Paraíso.

En poco tiempo liaron sus bártulos y estuvieron listos para la Gran Aventura. No quisieron despedirse de los sitios en que pasaron tantas y tantas horas hermosas por no flaquear en su propósito. Antes de alejarse, tomaron la precaución de poner un peñazco ante el Portón para asegurarse que podrían entrar en caso de que les fuese mal. También enterraron el candado antiguo y pusieron una señal sobre el montículo.

Y así, caminando, el Hombre y la Mujer se aleiaron del Paraíso.

El primer día se cansaron mucho y avanzaron poco, lo mismo ocurrió en la segunda y la tercera jornada. Cuando había transcurrido una semana, ya podían caminar muchas leguas y, al completar un mes de su partida, se encontraban tan lejos del Paraíso que tenían que hacer un esfuerzo para recordarlo. Por fin, un día llegaron a un valle verde y apacible. Esa noche durmieron bajo un frondoso árbol de mango que crecía en la ribera de un río límpido y rumoroso. Ninguna fiera los asustó y el clima no podía ser más benigno. Decidieron que era un buen sitio para quedarse.

-Bueno compañera, a trabajar. Hay mucho por hacer, -fueron las palabras con que el Hombre dio los buenos días a la Mujer al comenzar la nueva etapa. En el poco tiempo que tenían de ser independientes ya les había cambiado el carácter.

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El Hombre y la Mujer tomaron la tarea en serio.

Enseguida Él comenzó a poner orden en aquel caos, y Ella, además de ayudarlo, trajo al mundo muchos hijos porque el trabajo parecía interminable y faltaban manos. Construyeron una cabaña y sembraron huertas con árboles que dieron sus frutos: limones, naranjas, mangos, cocos, marañones, piñas y melones. En un corral encerraron animales para el sustento: cabras, vacas, gallinas, cerdos y patos. En una ladera cercana regaron semillas de maíz y, alrededor de la casa, por no perder la costumbre del Paraíso, Ella quiso tener plantas que florecieran. Su meta era hacer un Edén de toda la Tierra.

Aunque en invierno los atormentó la lluvia y en los veranos los insectos les hicieron la vida miserable: aunque se lastimaron las manos con tantas faenas rudas y aunque ahora dependieran de las cosechas para poder comer, fueron tan felices descubriendo nuevas habilidades que jamás consideraron volver atrás.

Después de incontables centurias usando tan sólo métodos rudimentarios, el Hombre y la Mujer se pusieron a pensar. Y, pensando, descubrieron que el fuego no sólo provenía del cielo, sino que también ellos eran capaces de producirlo; pensando, lograron diseñar el círculo, y después, construyeron la rueda que movería al mundo; pensando, les vino la idea no menos trascendente de comunicarse por escrito. Idearon el alfabeto basándose en los sonidos y así pudieron traspasar a sus hijos y nietos sus conocimientos. Pensando, descubrieron cómo hilar lino y seda, y cómo tejer textiles y hacer vestidos;- cómo trabajar la arcilla y hacer vasijas; cómo forjar el hierro y con él hacer armas y herramientas; y pensando, se encontraron con la poesía, y de la poesía, brotó la religión; por casualidad, sin ningún uso práctico, les dio por hablarse cantando, y poco después, comenzaron a bailar. En sus ratos de ocio, el Hombre y la Mujer solían entretenerse colocando las semillas en hileras y

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poniéndoles nombres según su puesto, y un buen día encontraron los números; de allí al ábaco fue un juego y pasar al teorema de Pitágoras, un brinco.

Al organizarse les sobró más tiempo y mientras perezeaban a ratos en una hamaca, puesto que pensar ya era un hábito, siguieron inventando. Descubrieron el uso de las raíces para curar enfermedades y aprendieron a condimentar los alimentos con especias, creando platos casi divinos. Después, cada vez fueron cosas más complicadas; la luz eléctrica para leer de noche y el telégrafo para comunicarse con sus muchísimos hijos, caminos que conducían a las montañas y a las riberas, viviendas que tragaron alturas. Se desafió al mar y se venció al aire. Sus hijos volaban y cruzaban los océanos. Construyeron universidades que poco a poco fueron desbastando al hombre de sus asperezas, y crearon bibliotecas para recoger todo el conocimiento humano.

En su esfuerzo civilizador, el Hombre y la Mujer encontraron muchos, muchos tropiezos: el más difícil de vencer fue el Miedo, y el más tenaz, la Ignorancia. Lucharon contra la Pereza, el Egoísmo, la Obstinación y la Codicia. Casi pierden la batalla contra una verdadera pandemia de ansias de Poder desmesuradas que provocó una época de oscurantismo.

Pero más fueron las compensaciones que las zozobras: sobre todo, estaba la gran satisfacción de contemplar a su numerosa prole y su magnífica obra. Además, nunca dejaron de amar a la Naturaleza, que les había dado todo. Tenían por costumbre hacer un alto al caer la noche para sentarse asidos de la mano junto a un jazmín fragante y contemplar el firmamento lleno de estrellas. O despertaban al alba para jugar con las olas del mar antes de iniciar la jomada. De vez en cuando, tenían la dicha de vislumbrar un triunfante Arcoiris; y bendecían la Libertad que les había permitido conquistar el mundo.

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Y así, imperceptibles, se escurrieron los siglos, como la fina arena se escurre entre los dedos de la mano.

Los hijos del Hombre y la Mujer aprendieron a vivir en paz. Desapareció de la Tierra el espíritu bélico y todos los esfuerzos apuntaron únicamente hacia la felicidad colectiva. La especie humana había llegado a su cénit. La maduración había sido total; ahora se consideraban Homo sapiens sapiens y en el Mundo reinó la fraternidad, la abundancia y las artes.

Una noche, mientras la primera pareja dormía confiada en su mundo de paz, luz y progreso, los despertó bruscamente la vorágine de un monstruoso Cataclismo; aullaban vientos huracanados, bramaban trombas marinas, el cielo arrojaba una cantera incandescente de meteoros descomunales, volcanes iracundos vomitaban rocas y lava ardiente, rugientes océanos desbordaban las costas con olas monumentales que se tragaban las ciudades, y gruñían las oscuras profundidades sacudiendo la Tierra con temblores y derrumbes pavorosos.

Para salvarse, el Hombre subió con la Mujer a la más alta de las montañas, y esperaron...

Tras una noche lúgubre que duró meses, el Sol devolvió la claridad al planeta y el Hombre y la Mujer contemplaron el indescriptible horizonte de muerte y destrucción.

-Ahora -se dijeron uno al otro- , que habíamos crecido en sabiduría lo suficiente para prescindir de los gobernantes; ahora que todos habíamos alcanzado la felicidad... ¡Todo destruido! No queda piedra sobre piedra de nuestra esplendorosa civilización.

Y en realidad era un espectáculo lamentable ver treinta mil años de ingenio y orden convertidos en nada.

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Como al principio, el mundo era otra vez un inhóspito caos.

Desesperados, el Hombre y la Mujer se rasgaron las vestiduras y derramaron inconsolable llanto. Finalmente, colmados de ira y dolor, desde la altura en que se hallaban clamaron a los cuatro puntos cardinales:

-¿Y todo nuestro trabajo? ¿Es ésta la recompensa que merecemos por tantos afanes y tanto sacrificio? El esfuerzo de poner orden en la Tierra, de llevar a los Humanos al pináculo de la sabiduría, ¿no merecía un premio? ¿Por qué el terrible castigo?

Del silencio abrumador brotó un agudo silbido. Sobre la roca oscura de la montaña brilló la piel de un reptil: la Serpiente Tentadora. El Hombre y la Mujer callaron temerosos.

La montaña en que se hallaban vaciló como un gigante herido. Un fuerte temblor los hizo caer al suelo: poco a poco, se abrió una hendidura enorme y devoradora. La Tierra se tragaba la montaña. Desesperada, la Mujer se abrazó al Hombre que en ese momento levantaba los brazos al Cielo y casi implorando, preguntaba: -¿Por qué? ¿Por qué?

Antes de ser engullidos por la raja sísmica, el Hombre y la Mujer alcanzaron a oír la sibilina voz de la Serpiente que decía:

-No es nada personal. Se nos acabó el tumo.

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"... no seáis los agresores. Dios no ama a los agresores."

El Corán, U: 190

EL DERVICHE

El viejo Derviche acomodó sobre el hombro izquierdo los pliegues de su galabieh gris. Nunca fue hombre vanidoso, pero comprendía que había llegado a un sitio muy especial; por eso se detuvo unos instantes frente al gran Portón, ajustó el alto turbante y sacudió el polvo de sus mangas. Al fijar su ardiente mirada en los gruesos arabescos de oro que le impedían la entrada, enarcó aún más las tupidas cejas, acentuó la expresión iracunda de sus ojos y apretó los labios, completando en su rostro el ceño adusto que a voces proclama una inflexible voluntad.

Con fuerza, golpeó dos veces el gong de plata.

La Puerta Dorada no tardó en girar suavemente sobre sus goznes. Los fluidos acordes del "Prélude a l’apres-midi d'un faune" invadieron el ambiente.

Las pupilas ardientes del Derviche, terribles y densas como estrellas negras, recorrieron el vasto interior del recinto. Muchas almas flotaban grácilmente entretenidas en diversas actividades. A la izquierda se abrían tres

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amplios aposentos, en el primero de los cuales una sinfónica formada por músicos insignes tocaba la pieza de Debussy; en el segundo, Rodin daba los últimos toques a una nueva escultura mientras enseñaba a sus discípulos cómo pulir el bronce hasta que los destellos hablaran: en el tercero de los aposentos, todo de cristal y nubes, el Derviche reconoció la figura detestable del poeta Goethe, que leía "Fausto" en voz alta ante un grupo de arrobados escuchas.

-¡En sus libros abominables pretende enseñar al hombre común a dirigir su destino, como si tal hombre tuviese libre albedrío!-, se dijo, escupiendo en el suelo.

-¿Québusca?- Lo sobresaltó una voz grave a su lado. Era Pedro quien, en casos especiales -y no siempre como supone la mayoría-, atendía la puerta.

-¡Qué puedo buscar!, -respondió lleno de malhumor el Imán, confundiendo al Primer Pontífice con un vulgar mayordomo. ¿No ve, acaso, quién soy? Busco al Profeta, que Alá lo tenga en su Gloria.-

Mientras esto decía, se escucharon las seis campanadas de una lejana torre. El hosco Derviche se percató que tocaban a oración; se postró tocando el suelo con la frente. Desde esa posición miró a diestra y siniestra tratando de localizar un mirhab, cuya hornacina lo orientase hacia la Kaaba y la Piedra Negra en La Meca, pero no lo encontró y se resignó a confiar en su sentido de orientación. Pedro esperó pacientemente que el Derviche terminara de rezar.

Finalmente, el espíritu crujiente del Derviche se puso en pie con dificultad.

Pedro lo miró detenidamente de arriba a abajo. Observó su vestimenta arcaica, sus luengas barbas, su expresión feroz y movió la cabeza con un gesto dubitativo.

-Ummm...- dijo, reconociéndolo. Debía dejar muy

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claro ciertas condiciones: -Antes de entrar debes presentar pruebas de que lo has merecido-.

El Derviche pateó la losa de mármol con furia primitiva esparciendo momentáneamente el polvo de sus sandalias por la atmósfera purísima. En el interior del Cielo se produjo un discreto silencio...

-¡No, no, a usted no tengo que demostrarle nada?- gritó. -¡Exijo ver a mi Profeta! A él, y sólo a él presentaré mi informe. Debo decirle que he cumplido, y que estoy aquí para recibir mi recompensa-. Nunca se había oído una voz tan altisonante por esos predios.

-Tendrás que darme a mí el informe...- advirtió Pedro con firmeza, -o no entrarás.

El ofuscado Derviche lo miró con impaciencia y por primera vez notó la túnica romana, la cruz en el pecho, el halo de santidad que daba un resplandor a la noble cabeza y la gran llave de oro amarrada al cinturón.

-Conque eres Pedro -se rascó las barbas-; bueno... no es exactamente lo que yo esperaba, pero si no hay otro remedio, si es la única forma de ver al Profeta... pues escucha... - Hinchó el orgulloso pecho y comenzó el relato:

-Por la voluntad del Profeta, me convertí en Imán de mi pueblo.

-¡Entiendo que fue una gran oportunidad de hacer el bien! A ver, a ver -alentó Pedro- ¿en qué forma serviste a tu nación?

El Derviche adelantó el labio inferior en gesto orgulloso y continuó:

-Cuando me puse al frente, mi pueblo confrontaba el peligro de sucumbir a la corrupción del modernismo que anega al mundo. Por eso, lo primero que hice fue lanzar un anatema contra todo lo nuevo, y cuando digo todo, ¡fue

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todo! Maldije las escuelas, donde se desordena la mente del individuo, y decreté la destrucción de las bibliotecas porque sus libros sólo hablan de mentiras abominables y conocimientos impíos. Por algo dijo el Profeta:

"Si un libro no trata sobre el Corán, está de más, y si trata sobre El Corán, está de más, porque para eso está El Corán."

Al escuchar ésto último, Pedro se persignó mortificado. El Derviche respondió cruzando los brazos sobre su pecho e inclinando la cabeza en el tradicional "salaam" árabe. Continuó exaltado: -Sobre todo, clausuré las puertas del conocimiento a las mujeres. Las devolví a su justo sitio: les prohibí que salieran de sus hogares sin razón justificada. Porque bien dijo el Profeta:

"La mujer sólo ha de ser un jazmín modesto y fragante para solaz del guerrero."

Mirando fugazmente el rostro del santo para medir el impacto de sus frases, el opresivo dirigente continuó:

-Maldije la medicina moderna y sus invenciones contra Natura. Volví a instaurar la medicina homeópata. Maldije la bebida alcohólica que hace indomable a los hombres y prohibí todas las diversiones.

Pedro callaba y observaba con curiosidad al anciano frenético que tenía ante sí vomitando fanatismo. El Derviche hizo una pausa, que no fue para serenarse sino para tomar nuevos impulsos.

-Maldije la investigación científica -aseguró apuntando a Pedro con el índice para agregar-, excepto si servía para hacer la guerra y matar con más efectividad a los infieles. Y maldije las buenas relaciones con los países que ostentosamente se autodenominan civilizados, y que son los peores enemigos de la verdadera Fe.

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El Derviche se detuvo. Al ver que tomaba aliento para proseguir, Pedro movió la cabeza tristemente admirado de que aún quedasen cosas por maldecir.

"Maldije a los infíeles del mundo, con eso quiero decir que maldije a todos los humanos que no fuesen miembros de mi pueblo y que no venerasen al Profeta ¡que Alá seguro lo tiene aquí en su Gloria!

Ya se disponía el Imán en su fervor a arrodillarse nuevamente cuando Pedro lo retuvo por la manga.

-Una vez es suficiente.

-Bueno, ¡qué os parece mi informe!- terminó el enardecido dirigente.

-¡Sorprendente! -dijo Pedro-. -No alcanzo a comprender cómo puede caber tanto error en un sólo cuerpo humano.

Molesto por el evidente antagonismo de su interlocutor, el Derviche juró, besando la palma de la mano y extendiéndola enérgicamente:

-Todo lo que he dicho es cierto y verdadero, y todavía hay más: unifiqué a mi pueblo bajo mi voluntad iluminada. En adelante sólo escucharían mi voz , no la voz de sus indecisas conciencias, y mucho menos, la dudosa voz de la Razón.

-¿Algo más? -preguntó Pedro y en su tono seco se podía adivinar que estaba al final de su venerable paciencia.

-¡Restauré la justa venganza del Profeta! Insuflé nuevas inquinas en su mensaje santo: ¡muerte a los infieles! Envié emisarios del terror a todos los confines, para recordar al mundo que la furia será dueña y señora de la Tierra. ¡El

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nefasto progreso tiene que ser detenido! -sentenció con vehemencia el Imán.

Pedro no se pudo contener más:-¡Muerte, odio, atraso! ¿Es ese el informe que ansiabas

presentar?

-¡Violencia santa, resistencia a toda prueba, fuerza irreductible! -replicó el alterado fanático. -¡Los creyentes debemos unirnos contra el mundo occidental, nuestro deber es llevar el Islam a todos los confines! ¿Os parece insuficiente lo que hice con mi vida?

Pedro se percató de que, inexplicablemente, el viejo se jactaba.

-No -aseguró con tristeza-, no es poco, más bien, demasiado. ¿Quiere decir que en tus largos años no alentaste nunca la caridad, el amor, la verdad, por no decir el progreso, cuyo verdadero significado para la especie evidentemente desconoces? ¿Sellaste con cera tus oídos? ¿Qué tuviste por corazón, una piedra caliente? Toda la sabiduría que el Señor, al que también puedes llamar Alá, transmite a los humanoá por boca de los sabios, filósofos y poetas, en ti, que te haces llamar patriarca de tu pueblo, fue desperdiciada? Al menos no te he oído vanagloriarte de haber condenado a muerte a un escritor... ¿o es que se te olvidó? ¿Adonde está la misericordia y la generosidad que deben adornar las acciones de los guías de un pueblo? ¿Cómo pudiste desoír tan insolentemente el mensaje de Dios? - Ahora fue Pedro quien levantó la voz para proclamar en voz alta:

"TODOS LOS ESFUERZOS EN EL PLANETA TIERRA, COLECTIVOS E INDIVIDUALES, DEBEN ESTAR ENCAMINADOS A LA EXPANSION DE LA DIVINA CONCIENCIA DEL HOMBRE."

Se escucharon discretos aplausos que provenían de adentro. El apóstol hizo una pausa, esta vez para dar

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tiempo a que su mensaje penetrara la dura coraza cerebral del Derviche. ¡Te hablaré en los términos de tu fe - prosiguió Pedro-. Es cierto que el Señor envía a cada pueblo su propio iluminado, y reglas para cada época y lugar, como lo dice en El Corán:

"Hemos instituido para cada uno de vosotros un sendero, una ley y un camino."

-Pero tú caíste en el error: fuiste inflexible, y vengativo. La intolerancia, además apoyada en la fuerza, asfixia el pensamiento y la acción, y sólo con libertad para ser y para pensar puede el hombre cumplir su misión. Recuerda que El Corán señala también:

"¡Competid en las obras buenas!"

-Ño pueden ser llamadas buenas obras las que me has descrito, ni en el Polo Norte ni en el Polo Sur, ni en Oriente ni Occidente.-

Ya Pedro no podía detenerse, y continuó:

-Los auténticos heraldos de Dios saben que el camino más seguro para la vida eterna es el señalado por el amor, la sabiduría, la paz. El espíritu bélico de Mahoma respondió a las necesidades de un pueblo disgregado. Era su momento histórico. Ya pasó. Al intentar preservar y transmitir la Ley deí Corán al pie de la letra, el Islam cae en el mismo error de otras grandes religiones: el dogmatismo, la intransigencia, el desperdicio del Tiempo. Vosotros, musulmanes fundamentalistas del Siglo XX, no habéis interpretado sabiamente el pequeño Jihad; "la acción para la armonía y la unidad de la comunidad musulmana", con la cual todos estaríamos de acuerdo. La defensa del Islam, a costa de la libertad de palabra, pensamiento y obra del resto del mundo, es una acción monstruosa. El odio, bien lo sabes, es un veneno y aleja a las criaturas de su Creador, que por definición es amor. Debes saber que aquí somos indulgentes, y no por

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superiores sino por comprensivos aceptamos de buena gana que pueden existir muchas maneras de alcanzar la Gloria. Pero lo que hiciste en tu vida fue desperdiciar el Tiempo de tu pueblo, que merecía mejor suerte y...con el Tiempo, señor mío, con el Tiempo no se juega. Has aumentado en varios siglos la angustia y el sufrimiento que el hombre debe soportar antes de llegar a Dios. ¡Y esto puede acarrear un enorme trastorno en nuestro Calendario! Es un pecado que no tiene perdón.

Al escuchar estas palabras, el Derviche escupió en el piso y haló con fuerzas sus barbas. De sus ojos alucinados saltaron chispas.

-¡El Profeta! ¡Exijo ver al Profeta! -bramó.

-Verás al Profeta, sentenció Pedro persignándose. ¿Ves la escalera a la izquierda del Portón de Oro? Pues baja y sigue bajando, hasta llegar al Octavo Salón. Allí se encontrarán. Tendrán bastante Tiempo para comparar acciones, para revisar fracasos, para hacer un balance de la infelicidad o la felicidad que dieron a su pueblo...

Sin esperar a que Pedro terminara su discurso, el Derviche, con ágiles brincos inimaginables en tan desgastado espíritu, alcanzó la escalera e inició la larga bajada.

Pedro se asomó, vio el galabieh que flotaba tras él y alcanzó a gritarle, aunque sin muchas esperanzas de que lo oyera...Escucha, Derviche...no es nada personal.

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UN AGNOSTICO LLEGA AL CIELO

Corren aires de fiesta en el Cielo. Desde temprano, el equipo de limpieza se afana en el Salón de Recepciones: hasta agua de rosas han esparcido por el suelo. El ingeniero eléctrico revisa el sistema de aire acondicionado: el Chef dirige con beatífica paciencia la preparación de las salsas para el lenguado y los calamares -hay que recordar que es viernes de cuaresma-, aparte de la decoración de las mesas del banquete que es una de sus especialidades; el joven relacionista, San Benito, prueba el micrófono del podio.

-¿Qué debe decir el letrero? -lanza su pregunta a quien concierna San Bartolomeo de Ferrara, el capitán de mesa.

-BIENVENIDO AL CIELO SEÑOR FILOSOFO", responde Benito a través del micrófono, aprovechando para graduar el volumen.

En su oficina, el vigoroso y rubicundo Pedro, estrenando la túnica y las sandalias que le enviaron del

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Taller de San Remigio (el sastre del Cielo se ocupa de que el Apóstol siempre luzca la vestimenta correcta) acomoda la antena del televisor, conectada al Sanctum-Satélite, que permite al Cielo observar a los humanos en la Tierra. Hace rato que contempla al filósofo agnóstico cuya llegada espera con impaciencia, y por quien se hacen lo preparativos del banquete. Pedro sonríe al seguir en la pantalla los movimientos del anciano sabio. "Pronto estará aquí", piensa y se acerca más al aparato. Con gesto habitual se endereza la mitra. "Quizás sea un poco egoísta mi alegría" -sigue discurriendo el santo- "pero, ¡me causa tanto placer recibir en el Cielo cristiano a un filósofo agnóstico! Después de todo, fui humano y me dará gusto demostrarle que sí existimos. ¡Es tan incrédulo! Seguro nos negará hasta el último suspiro. Debo decirle que el principio "omnis cellüla e cellula" no es una explicación final del origen de la vida." El santo ríe. Recuerda todas las frases notables, aunque discutibles, que subrayó en el libro del célebre agnóstico "EL CIELO NO EXISTE"-. ¡Ah, qué discusiones interesantes tendremos!" Lo observa una vez más en la pantalla, y se dirige hacia el Gran Salón, acompañado de sus pensamientos:

"Me complace sobremanera ofrecerle una inmortalidad que él mismo cree imposible. Y revelarle, finalmente, lo que el Santo Espíritu ha dicho, que el Cielo es el premio para todos los Hombres que utilicen bien los dones que recibieron en sus genes, pues en los genes viaja la Evolución, y el fin de la Evolución es la Perfección del Hombre, y su unión con Dios".

Pedro suspira por una Iglesia donde no exista la intolerancia. "¿Es que no comprenden que el Cielo condena la mezquindad de espíritu, el dogmatismo y el fanatismo: que el Santo Espíritu dotó al Hombre de imaginación e inteligencia para que contribuya a su propia Evolución, y que esos dones sólo prosperan en la más completa libertad? -Un ayudante de cocina interrumpe su soliloquio para preguntarle si prefiere salsa bemesa o "au beurre aux amandes" para el lenguado.

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-Bemesa, por favor.

"Por otro lado -reflexiona en torno al personaje que vendrá-, con frecuencia se confunde al agnóstico con el ateo. Son dos posiciones filosóficas diferentes. El primero aduce que aún utilizando al máximo su intelecto le es imposible comprobar que existe una Causa Primera y un Fin Ultimo de las cosas, pero reconoce que esa convicción puede cambiar si se manifiesta alguna prueba concreta de que el alma subsiste tras la muerte física. ¡Cualquier día de estos obtendré autorización para demostrarlo y acabaremos con este engorroso problema de la incredulidad!... -prosigue con su análisis- El ateo, en cambio, juzga que sólo existe la materia perecedera. No encuentra en todo lo que percibe evidencias de un Plan Inteligente, y atribuye la existencia del Universo mismo al azar. Ambos -continúa su monólogo mental el Obispo del Cielo- agnósticos y ateos son, sin duda, personas honestas, y con mucha frecuencia, sus vidas son ejemplares, lo que no es de extrañar, puesto que es bueno que el hombre cavile sobre la razón de su existencia, sobre el origen de la vida y sobre el Infinito. Aunque rechace la existencia de un Ser Supremo y refute la querencia de su propia alma, y aunque regrese de su búsqueda con las manos vacías, tiene el innegable mérito de haber procurado satisfacer la sed de verdad de su Espíritu. -Recuerda la discusión amigable que sostuvo ayer con Tomás sobre el tema cuando éste dijo: "Nuestros representantes en la Tierra temen a los que no tienen fe. Resienten las duras críticas que hacen a su amada Iglesia. Se niegan a reconocer que la devoción ciega, sumisa y gimiente es indigna del Hombre, máxima criatura de Dios. ¿Acaso eramos así los Apóstoles con Jesús? ¡Nada de eso!" -Pedro llega a una conclusión sorprendente: "Lo que ha hecho perdurable a la Iglesia ha sido precisamente el cuestionamiento a que la han sometido los filósofos, agnósticos y ateos, que la han obligado a efectuar los cambios saludables que hemos visto a partir del Concilio de Trento. No creo que sea necesario recordar constantemente al mundo que la Iglesia sólo es un medio

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para llegar a Dios... Un medio humano, que es lo mismo que decir: un mecanismo imperfecto. Otra cosa sería "Mater Ecclesiam!' si se hubiera organizado desde esta dimensión." El Vicario concluye para si:

"Sólo las inteligencias privilegiadas, dotadas de carácter recio, pueden emprender la búsqueda sistemática de la Verdad, y el sabio que espero hoy es uno de esos espíritus singulares." Más que ningún otro Apóstol, el Pescador de Hombres es capaz de comprender el dilema del Hombre moderno que se debate con la fe. Pedro reconoce sin complejos: "El cristianismo es la religión que Dios ofrece a mitad del camino: equidistante entre la superstición y la Conciencia Cósmica. ¡Hasta este Cielo cristiano es una solución temporal! - Pedro se apresura a agregar- Aunque ya sea eterno, y valga la paradoja. Sí, -reconoce apesadumbrado- el "homo sapiens divinis" está al final de un proceso que en el Espacio-Tiempo parece muy largo ... Bueno -se absuelve a sí mismo de culpa el antiguo pescador de Galilea-, ¡el Señor nunca prometió que la Evolución sería un proceso rápido!"

Pedro camina hacia la entrada del Cielo, cuyas puertas se encuentran abiertas por los preparativos. Mira hacia el interior del Salón al escuchar las primeras frases del coro Santa Cecilia que ensaya para la velada y piensa, solícito:

"Ojalá recuerden que esta noche sólo quiero Cantos Gregorianos: música sobria para un sobrio pensador."

La mesa está lista para festejar al huésped. El espumoso mantel de encaje blanco, que tomó cien años a las monjitas recoletas tejer, es digno de la magnífica vajilla de plata forjada por Bernini y la reluciente cristalería de cuarzo azul y oro biselada por Cellini. La invitadora fragancia de albahaca fresca que el Chef agrega al primer plato -langostinos cartageneros-, expande su perfume por el recinto.

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"¿Habrán puesto a enfriar vino blanco? Seguramente. Benito es muy organizado."

El Vicario siente piedad por el Hombre que transita el Siglo XX: una criatura consciente a quien ya no quedan ni vestigios de la protectora inconsciencia primitiva.

"Desde que el homo sapiens sapiens comprendió que es la cúspide de una laboriosa pirámide, se yergue orgulloso, henchido de esperanza frente al Universo; pero la recién estrenada dignidad se resquebraja bajo la abrumadora carga de su, por ahora, inescapable mortalidad... Con su intelecto puede conocer a la Naturaleza, pero no descifrar el Gran Plan: ni alcanzar la certeza de que el Individuo no será, ¡de ninguna manera! desperdiciado. -Pedro reflexiona:

"Cada vez que el Hombre se enfrenta a la muerte sufre un trauma, un rechazo; siente horror: su mente no puede asimilar la incongruencia que representa un cuerpo desprovisto de energía. Ese organismo maravilloso, articulado, con fibra, fuerza, movilidad, sangre, intelecto y espíritu, recubierto de piel cálida y concebido con eficiencia y belleza, está diseñado para una interacción dinámica con su medio. Un objeto de materia inerte, como la piedra, cumple con los fines de su naturaleza y en ella la ausencia de vida no espanta. Pero un ser humano sin aliento es tan chocante como sería esa misma piedra si hablara. Por eso, la Muerte es alienante. Es el desperdicio en que ha tenido que incurrir la Evolución para darse prisa.

El Apóstol prosigue su meditación-. ¡En este momento del último paso en su transición, el Hombre es heroico!" - Se cubre la cara con las manos, y permanece unos segundos absorto en profunda reflexión. Luego, con el rostro despejado, concluye:- "¡Bendito el día cuando la Evolución al menos conceda a la especie Humana pleno uso de ambos hemisferios de su cerebro! Entonces, los símbolos intuidos pero innombrables cobrarán forma

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intelegible, podrá ver cuán trascendente es su Destino en la historia del mundo, será capaz de esperar el Clímax con paciencia, y vivirá en paz. Un sólo paso más en su Evolución." -Con aire grave, Pedro repite en voz alta su máxima preferida:

"Por eso, para acortar el sufrimiento del Hombre mientras alcanza su perfección, es importante que nadie desperdicie ni una gota de Tiempo."

Pedro vuelve a recordar que es noche de fiesta. Según sus cálculos, el homenajeado no debe tardar en llegar. Vuelve a sentir placer.

"Es un gesto de cortesía elemental conocer los hechos relevantes de su vida terrenal. Y en el caso de este filósofo, que casi llegó al centenar de años, y que además fue un trabajador infatigable, es mucho lo que hay que recordar." El Patriarca reacomoda la mitra sobre su cabeza, y acaricia con la yema de los dedos el metal frío de la llave que pende de su cinturón.

San Benito es un profesional consumado: al momento de ayudar a San Pedro a confeccionar la lista de invitados, aportó valiosa información sobre los intereses y gustos del sabio que hoy debe ingresar a la vida eterna. De los grandes filósofos de la Iglesia sólo vendrá Tomás de Aquino; no sería cortés invitar a todos los Doctores, pues escasamente quedaría puesto en la mesa para los otros. Se consideró la posibilidad de incluir a San Agustín, mas Pedro decidió que ya Tomás argUiría la posición oficial de la Iglesia. Eso sí, excluyó a los colegas matemáticos del sabio, no porque a Pedro personalmente le desagradan los números, sino porque cuando el grupo es demasiado grande, no se puede disfrutar bien la sobremesa. Esto no quiere decir que habrá escasez de luminarias del firmamento metafísico... Al anticipar la conversa, Pedro recuerda algo importante. Se dirige al intercomunicador, y habla con el Chef:

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-Si aún hay tiempo, San Canuto, me encantaría un "baked Alaska" para el postre. -Los ojos del apóstol brillan de gozo cuando el complaciente cocinero se lo garantiza.

Pedro hizo enviar tarjeta a Platón; sabe que el huésped de honor lo considera el más profundo de los sabios de Atenas y un matemático tan brillante que intuyó el germen de la teoría contemporánea del número (cuando Platón adujo que los números no pueden ser sumados). De la antigua Roma, invitó a Marco Aurelio, por su espíritu espartano y ejemplar y porque sus "Meditaciones" ejercieron mucha infuencia en la formación espiritual del filósofo adolescente, quien las leía en voz alta a la sombra de los vetustos muros del palacete de sus abuelos. De los Escolásticos, además del Doctor Angélico, incluyó a William de Ockham, el de "la navaja de Ockham", (es vano hacer con más lo que se puede hacer con menos) por dos razones: primero, porque al igual que el convidado principal es sajón y tendrán mucho en común, y porque Pedro no desperdicia oportunidad de platicar con el excéntrico Ockham a quien imagina el personaje principal de una estupenda novela de Umberto Ecco que disfrutó enormemente en sus vacaciones.

Para que el distinguido filósofo que hoy esperan compruebe que en el Cielo se respeta el espíritu de la Razón, ha invitado a Voltaire, así como al amable Spinoza. "Seguramente hablaremos latín" , piensa con placer. Como vocero de la visión moderna de la Teología, vendrá el Padre Theilhard de Chardin. Pedro se ha preguntado por qué motivo, a pesar de haber sido contemporáneos, el anciano sabio que recibirá y para quien prepara este festín, nunca aludió en sus escritos a la teoría del punto Omega de Chardin. Los senderos, aptos para la especulación científica, que abrieron las hipótesis del geólogo-paleontólogo le hubiesen permitido ser un agnóstico menos recalcitrante, y hasta tener en su vida terrenal el sostén de una esperanza. "En fin, para qué

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especular... ya su Tiempo en la Tierra está por terminar."

Con segunda intención, Pedro incluyó a Santayana en la lista, porque tiene informes de que sus relaciones con el sabio en Cambridge no fueron muy cordiales. "¡Sirva el Cielo para que hagáis las paces!"

Y por último, Pedro se comunicó con Juana Inés de la Cruz, la Musa de las letras mexicanas, con la grácil Ana Pavlova y la bella y sensitiva Marilyn, para invitarlas: "El punto de vista femenino es necesario, y estimula la buena conversación" afirma en su fuero interno el sociable Pedro, a la vez que alerta su intelecto para estar a la altura de la legendaria agudeza del par inglés.

En ese momento, el Chef cruza el salón dejando el aire impregnado con el fraternal aroma de los panecillos recién horneados que lleva en su cesta. Pedro aspira con gusto:

"Compartiremos el pan por primera vez, mi genial amigo, pero ¡nada podrá superar mi satisfacción al ver la expresión de tu rostro cuando te encuentres frente a las puertas del Cielo!" El Apóstol esboza una sonrisa y se frota las manos. Como se acerca el momento, se dirige a las Puertas Doradas y las cierra con suavidad, para guardar las reglas del protocolo.

Mira su reloj: ha sincronizado con la hora de Greenwich para seguir los últimos pasos del ilustre mortal antes de su ascenso a las regiones celestes. Echa una ojeada a la pantalla del Satélite que funciona en el vestíbulo:

"Veamos, son las diez: ya has tomado tus tres tazas de té, Earl Grey, por supuesto... allí te veo, en la puerta de tu "cottage" en Pías Penrhyn... ¿Serás un nonagenario terco? ¿No vas a escuchar a tu esposa Edith que te ruega no salgas aún al jardín, porque todavía no te restableces bien del resfriado? ¡Por supuesto que no harás caso!...

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¡No podía equivocarme! Genio y figura..... insistes quequieres ver tus rosas... . ¡aunque esté lloviznando! Bien, estoy de acuerdo, noventa y siete años bien empleados son suficientes..." Pedro vuelve a mirar su cronómetro.

"Bueno, ya que cooperas, el festejo seguirá adelante. En media hora, gracias a esa mojada con agua de lluvia, el resfriado que te debilita desde hace una semana se complicará rápidamente, degenerando en pulmonía fulminante (esta es la cuarta vez que la infección ataca tus pulmones; recuerdo lo grave que estuviste en ese viaje a China cuando tenías cuarenta años, casi te esperamos entonces-). Es cosa de media hora más y... ¡Requiescat in PaceV'. Pedro cierra los párpados y se persigna piadosamente. Después de guardar un minuto de silencio, abre los ojos nuevamente y se dirige al teléfono para confirmar a San Benito, su relacionista, los acontecimientos:

-Sí, hijo mío, vendrá hoy. Reconfirma a los invitados y revisa que todo esté en santo orden.

Echa una ojeada a la carpeta roja con el nombre del ilustre filósofo que el eficiente Benito ha dejado sobre la mesa, donde también están dispuestos la pluma y el Libro de Oro para la firma del recién llegado. Rápidamente pasa las páginas del "dossier’' revisando los datos:

"Ummm... Cuatro matrimonios... Pero, en fin, comparto su convicción de que el divorcio es un mal menor comparado con el sufrimiento de una pareja mal avenida obligada a convivir... ¡Te otorgaron el Premio Nobel de Literatura!... ¡Hombre, se me pasó tal acontecimiento, muy bien merecido por cierto! Tu estilo elegante, conciso y convincente hizo que reconocieran en ti a un gran escritor... He leído con fruición casi todas sus obras, exceptuando ciertamente la "Principia Mathematica"; abarcas tantas esferas del saber humano: desde la educación, la moral, la ciencia, la política y la matemática hasta la filosofía pura..." Y Pedro sigue leyendo el honroso curriculum. "¡Ah, qué hermoso!

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te autodespojaste de una cuantiosa herencia porque no creías justo comenzar la vida con una ventaja inmerecida... ¡Qué lección! No te considerabas a tí mismo cristiano, y sin embargo fuiste capaz de llevar a la práctica una de las enseñanzas más difíciles de Jesús. ¿Cuántos de nuestros fervientes devotos han sido capaces de hacer otro tanto?" Y sigue pasando páginas-. ¡Estupendo tu enfoque de la pedagogía; liberar al niño del miedo y la malicia, acabar para siempre con la hipocresía! Ideas que pusiste en práctica, fundando y enseñando en una Escuela cuyos gastos sufragabas casi totalmente de tu propio bolsillo... ¡La búsqueda de la verdad, y sólo la verdad, aunque muchas veces te costó un alto precio!... Enseñar a una sociedad, por entonces victoriana, que la función sexual es igüal a las otras funciones orgánicas y debe ser vista con sentido común. El sexo, libre del rótulo del pecado, dejaría de ser una obsesión malsana. Ahh.... ¡He aquí tu verdadera pasión!... ¡La Paz! Aparte de la contribución a la matemática, que consideraste el impuesto que debías a la humanidad por tu genio, y de tus libros, escritos dentro del más puro humanismo para alentar al hombre en la búsqueda de un mundo mejor, tú, gran sabio, viviste para la paz, sufriste por la paz. La paz interna que el hombre conquista cuando se conoce a sí mismo y se ve reflejado en sus hermanos, y la paz social, tan resbalosa como la anguila del cuento de Chekoj. Sí, tu vocación pacifista fue tan férrea que preferiste cumplir una dura condena en prisión antes que abstenerte de denunciar públicamente una guerra en la cual tu propia patria estaba empeñada... Además, jamás flaqueaste en tu convicción de que: "The good life is inspired by love and guided by knowledge". Mi querido filósofo, tienes razón, porque así es: EL AMOR Y LA SABIDURIA LIBERARAN AL HOMBRE.

"Por tu gran compasión, por tu alma noble y tu pensamiento elevado, por todas tus contribuciones a la búsqueda de la felicidad humana, me complacerá recibirte en el Cielo."

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Pedro se pasea caviloso: "Siempre me ocurre igual: se supone que cuando llega acá un agnóstico habrá alguna controversia y resulta que, en lo importante, vemos la vida a través del mismo cristal."

Asiente a su propia observación y mira otra vez el reloj:

"¡Las 12:30! Media hora de atraso. Si no ha llegado aún, es que hubo algún imprevisto en el camino; seguro estoy que no ha sido culpa suya."

El Prelado conoce el rigor que el distinguido inglés, al igual que sus conciudadanos, concede a la puntualidad, y no vacila en darle el beneficio de la duda. Consulta por el teléfono portátil a San Benito que ha quedado vigilando por el video del Sanctum-Satelite. "¿Qué ha pasado, Benito?"

-Nada de que preocuparse, Pedro. Ha sido un día muy lluvioso en el norte de Gales, y el funeral, que por instrucciones del finado debió ser en extremo sencillo, sin ceremonias religiosas de ninguna índole, se vio retrasado por una multitud que deseaba acompañarlo.

-Pedro respira aliviado; la mitra es enderezada otra vez. El Apóstol está listo.

Por fin, el sonido de pasos ligeros que ascienden lo alertan. Alguien se aproxima. Presta atención.

"¡Ya llega!" -Como la mitra vuelve a resbalar, decide quitársela y la deja sobre un banco de nubes. 'Total, él no es hombre que se deje impresionar por el boato." Lo que sí quiere lucir es la llave de oro que acomoda de manera que, amarrada al cinturón, le caiga a un costado de la túnica. Por eso, se coloca al lado derecho de la Puerta.

Los pasos se oyen cada vez más cerca; el agnóstico debe estar casi al final de la escala luminosa. Se detiene

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poco antes de llegar arriba. Un breve silencio... sólo se escucha el suave aleteo de los ángeles que guardan la entrada... Finalmente, hasta el Portón Celestial llega el sonido jubiloso de una sonora carcajada, y otra... y otra! Pedro, contagiado, también ríe alegremente. El viento ha soplado arrastrando una nube rosada y tras ella aparece la delgada figura del filósofo agnóstico.

Los dos Espíritus sabios se miran a los ojos. El agnóstico sacude con incredulidad la cabeza, y dice con un guiño:

-¡De modo que sí existe el Cielo! -y toma aliento, porque la subida fue muy larga.

Pedro contempla de cerca al legendario personaje: sobre la frente amplia y noble del anciano cae un mechón de fino cabello plateado, del que todavía hay suficiente para cubrir el delicado cráneo. La nariz, herencia de sus ilustres antepasados, es huesuda y prominente. Los labios delgados, habituados a la bondadosa sonrisa del humanista, terminan en profundos surcos a ambos lados de las comisuras. La mirada del anciano sabio es lúcida, asombrada, amistosa. Enfundado en un vestido gris de tres piezas con el sello incofundible de Saville Row, el pensador lleva en la mano derecha su pipa favorita, y es, sin lugar a dudas, el vivo retrato de un aristócrata inglés. Pedro, satisfecha su curiosidad, asiente. Le muestra la llave; con gran solemnidad (y quizás un toque de histrionismo) la encaja en la cerradura del Portón Dorado. Es la señal que esperaba el Coro. De inmediato inician un jubiloso "Aleluya". El Vicario se adelanta hacia el recién llegado con los brazos abiertos, y en medio de la alegría que resuena en el interior del Cielo por la llegada de un alma purificada, confirma oficialmente:

-Sí, el Cielo existe. ¡Un abrazo, mi querido filósofo, y seas bienvenido! - El apóstol no se puede contener más y aflora un toque humano:

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-¡A que no lo esperabas, eh? -Se aparta un poco para ver bien la expresión de su rostro. La faz luminosa del filósofo no lo defraudó.

-Ya estás en casa, viejo amigo. Con tu vida y tus obras has merecido la Gloria.

El iniciado inclina la cabeza, agradeciendo el cumplido.

-Pedro, puedes creerme: esta es la sorpresa más feliz de mi vida, y estoy seguro, la que resultará más provechosa. ¡Toda la Eternidad para completar mi trabajol Porque supongo que no seguiré envejeciendo, ¿eh?

Fue la primera muestra que dio el sabio de su consabido humor irónico, haciendo reír a Pedro.

-No, mi querido filósofo; no sólo no continuarás envejeciendo, sino que apenas traspases ese Portón desaparecerá la sordera que tanto te molestó en la Tierra, tus miembros recobrarán su antigua agilidad, podrás echar a la basura los lentes... Sin mencionar que tendrás a tu disposición una biblioteca que ni Borges pudo jamás imaginar. ¡Todos los libros que se convirtieron en cenizas en Alejandría, reproducidos e iluminados por nuestros minuciosos copistas, todas las Enciclopedias, obras perdidas en accidentes, y las quemadas por sus autores en un momento de desaliento, que muchas veces eran mejores que las que osaron publicar, son custodiadas en el Cielo! Y, por supuesto, tenemos un ejemplar de cada libro valioso que alguna vez haya contribuido al saber y a la dicha de la Humanidad. ¡Podrás darte gusto!, -concluyó Pedro, con igual buen humor.

-¡Ni cuando resolví el enigma de la Categoría de Categorías de Números, sentí tal complacencia! Eminencia, ¡puedes imaginar con cuánta satisfacción

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compruebo que, en esto, estaba totalmente equivocado!.... Aunque... -El agnóstico permanece en el umbral del Paraíso.

-¡Aunque qué..! mi tozudo filósofo,-¿ aunque qué....?

Pedro sacude la cabeza, sorprendido por la terquedad del agnóstico, que a las mismas puertas de la Gloria, duda.

-No me interpretes mal, estimado Pedro, no podría estar más complacido, y no he pensado hacer objeciones. Cuando exhalé mi último suspiro esta mañana pensé que hasta ahí llegaba la cosa... y que mis restos volverían a la Tierra. Para mí, comprobar la inmortalidad del alma es ganarme el premio gordo de la lotería sin haber comprado un billete. Pero, como matemático, tengo una inclinación irresistible hacia la síntesis y el conocimiento puro... Debo saber antes de entrar. ¿Cómo podríamos describir la Naturaleza del Cielo ?

Pedro se rascó la cabeza intrigado y caviló un momento... Por fin, respondió:

-Yo no soy matemático, pero a ambos nos agrada la poesía: ¿Por qué no decirlo así?, por ahora;

El Cielo es una metáfora, una paradoja, una alegoría hermosa, un símbolo indispensable... Firmad el Libro de Oro, y.... ¡entremos, entremos!... Nos esperan los invitados...

-Pedro... permíteme dos deseos más... -Pedro asiente.

-Me gustaría que al banquete asistiese... Walt Disney.

-¡Ah, eso se puede arreglar fácilmente! -asegura riendo Pedro.

-Me apena la otra petición, porque podría parecer

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descortés -un poco turbado el filósofo. - Hasta aquí llega el aroma de los mariscos que están por servirse. Me temo que no podré comerlos, siempre me han hecho un daño terrible. Detiene a Pedro que se dispone a replicar...

-Sí, sí, ya lo sé. Estoy muerto y nada me puede hacer daño. El asunto es que no me gustan los frutos del mar...Si no te parece impropio, ¿podría tomar un consomé?

Al ver el gesto de desconcierto del santo, le dice con dulzura: -Por favor, no lo tomes a mal, no es nada personal.

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"First Son: Ah, me; what can I do? Wither Jly to escape my mothers blows?"

Eurípides - MEDEA

LUCIFER

El Señor cabeceaba en la mecedora favorita de su Villa campestre una tarde de verano, mientras pensaba..."¿Cómo transmitir al Hombre, mi hijo y heredero, una prueba palpable, una señal inequívoca de Mi amor infinito?"

Se suponía que el Señor estaba de vacaciones, pero ¿cuándo se ha visto que un Dios responsable se despoje de sus preocupaciones siquiera un día?

Cuando está en La Villa, el atardecer es la hora favorita del Señor. Le agrada sentarse en la terraza y ver cómo el aterciopelado manto de la noche cubre poco a poco su luminosa Creación; es el relajante preámbulo para las horas de reposo.

El Señor se deja halagar por los exquisitos perfumes y delicados colores de las flores que crecen en estado de perfección, y por los trinos puros que le dedican las aves desde el bellísimo jardín de su Villa Omnis Retirum

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(diseñada por Palladio, naturalmente), que está a sólo dos pensamientos de la luminosa ciudad del Cielo.

El magnánimo Dios se mece y piensa en sus amados hijos... lamenta que todavía no hayan desarrollado todos los sentidos con que los dotó. Fueron diseñados con toda su divina maestría. Cuando el hemisferio derecho de su cerebro opere a toda capacidad -lo que ocurrirá cuando el Hombre se perfeccione- podrá participar sin ninguna limitación en la Vida de la Cuarta Dimensión... Los mortales se sorprenderían al saber cuán cerca de ellos está el mundo espiritual, en términos de Espacio- Tiempo...tan cerca estamos, que ya ocurren pequeños accidentes de interferencia desde el mundo tridimensional de los humanos a la Cuarta Dimensión, donde el Espíritu vive inmerso en la Eternidad. En el mundo, estos percances son calificados de telepatía, metapsíquica, metempsicosis, o fenómenos extrasensoriales. Precisamente, ésta última forma de llamarlos se acerca a la verdad. Las intuiciones sobre acontecimientos ubicados más adelante en la secuencia horizontal del Tiempo; los contactos con Espíritus: hasta las imágenes de otras vidas que surgen en la mente, y de otras memorias, cuando se hace un involuntario retroceso en el Tiempo, no son sino incidentes de transición a la Cuarta Dimensión que suceden a las conciencias más evolucionadas, en quienes se inicia precozmente la función de alguno de estos "otros" sentidos. La misma Villa Omnis Retirum donde el Señor se encuentra ahora, y las celestes ciudades donde habitan las almas sin la frágil materia sólida, llenas de color, sonidos y aromas, serán perceptibles. En fin, lo que denominan Cielo, algún día se convertirá en una realidad sensible para el Hombre.... Desde que Einstein formuló la teoría del Espacio-Tiempo, el momento culminante está mucho más cerca. Con la inteligencia de Einstein, se ganó Tiempo...Esa es la razón de que el Señor haya convertido al Hombre en co-gestor, además de protagonista, de su propia Evolución. ¿No sería absurdo desperdiciar el aporte intelectual de todos esos

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millones de admirables cerebros, bastante avanzados ya en el proceso evolutivo, cuando pueden estar contribuyendo para que el Gran Plan cristalice más pronto?

El Señor creó, especialmente para el Hombre, un Planeta. En su opinión, es el más bello de cuantos pueblan las Galaxias. Lo puso a girar alredor de una estrella deslumbrante que le da la vida, y lo hizo rotar sobre su eje para que alternaran la luz y las sombras, y los hombres utilizaran las unas para el descanso y la otra para el trabajo. Dotó al Planeta de una atmósfera que Lo llena de orgullo: no sólo porque resultó tan apta para nutrir la Vida, sino porque visto de lejos, adquiere un tono celeste, acuoso y luminoso, que lo convierte en un espectacular adorno suspendido en el espacio.

Todo esto lo hizo para compensar la tremenda distancia psíquica que lo separa de sus hijos, hasta que, liberados de la imperfección, lleguen a ser como dioses. Al momento de amoblar el Planeta, el Señor intentó complacer los sentidos del Hombre.

Para que este mundo, su hogar, resultase interesante y despertase su curiosidad, después de modelar monumentales cordilleras y profundos acantilados, inaccesibles tepuis y estrechos desfiladeros, extensos valles y recortadas costas, enterró en sus entrañas los tesoros del Reino Mineral. Los metales con los que se forjarían las civilizaciones: el hierro, el cobre, el estaño, el carbón, el zinc, el manganeso, el oro y la plata, y todos los cuarzos con su insondable misterio. Para deleitar su vista, tuvo el cuidado de llenar de lujo tanto el Reino Vegetal como el Reino Animal: los árboles, y las panteras, las plantas y los pavorreales, los musgos y las mariposas, los liqúenes y las garzas, las flores y los quetzales: los frutos, los tubérculos, los cereales: éstos últimos también le brindarían sustento. En aquellos hermosos Tiempos Iniciales, eran tantas las creaciones de ambos Reinos, que al momento de hacer el Inventario, no alcanzaron los números. ¡Qué bien quedaron las aves con su forma

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aerodinámica, la aguda dulzura de sus trinos y la espectacular belleza de sus plumas multicolores! Y los mamíferos, que hizo de todo tamaño, forma, color y grosor de piel. ¡Y los reptiles, los batracios, los coleópteros, los miriápodos y los arácnidos, de estructuras tan originales que hasta Él mismo quedó sorprendido!

Cuando diseñaba las criaturas marinas agotó dos veces el surtido de tintes y colores, óleos, témperas y acuarelas que el buen Arcángel Gabriel le suministró. En el agua los colores de las especies adquieren reflejos tan maravillosos, que pareciera que el Señor se extralimitó; la gran satisfacción que le produjo su fantasía cromática lo llevó a límites que al Hombre podrían parecer exagerados. Hay que ver con cuánto ingenio pintó las conchas de los moluscos y con cuánta gracia entorchó los caracoles, con la esperanza de que, poco a poco, el Hombre los fuese descubriendo...y que en cada cosa, viera Su amor.

Porque el Hombre tiene oído, le dio voz a toda la Creación para que sus cantos hicieran más gratas las horas: de ahí las sedosas castañuelas que tocan las hojas cuando bailan con la brisa, el silbido puro del viento al esquivar los obstáculos, el fluir dicharachero del agua en las quebradas y los ríos, el apaciguante ritmo de las olas en las playas, el chirrido tímido de los insectos, las voces matizadas de los animales, los gorgeos dodecafónicos de las aves, y hasta el crujir impaciente de la madera en la corteza de los árboles, dilatándose por el calor del sol.

Para darle significación al tacto, varió la textura de todos los elementos: los gases inasibles, los mansos líquidos, y las superficies porosas, sedosas, ásperas, tersas, sólidas o granuladas, de los sólidos..

Y a fin de que el Hombre conociera el mundo plenamente, y ayudarlo aún más a percibir en el interior de su Espíritu la realidad objetiva de las cosas, el Señor le

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dio el olfato: y a este sentido dedicó los aromas más deliciosos que fue capaz de concebir. Y porque la Evolución exige metamorfosis y renovación, también puso en el Planeta los olores fétidos, que serían fuente de información.

Como el Señor disfruta con la buena mesa, quiso que el Hombre, su criatura favorita, descubriera esta satisfacción dándole el sentido del gusto. Puso a su alcance tantos alimentos, de tantos sabores diversos: dulces, ácidos, picantes y salados, y tantas especias y condimentos, que Jamás saciarían su paladar.

Hay muchísimas otras maravillas que aún permanecen escondidas para el Hombre en su Planeta: por ejemplo, toda una gama de supercolores, minisonidos, y macroemociones...pero a éstas accederá poco a poco.

A pesar de las magníficas dádivas que el Señor le ha obsequiado, el Espíritu del Hombre, todavía en Evolución, es frágil y propenso a sufrir depresiones. El Padre atento se preocupa...

"¿Qué más puedo hacer por mis hijos?" Se preguntaba aquella tarde calurosa en su Villa, analizando el problema desde todos los ángulos.

Inspirado, detuvo el balanceo de su mecedora y se puso de pie.

"¡Por supuesto!" Se despejó la preocupación de Su Augusto rostro. 'Ya sé cómo hacer para que el Hombre reconozca que es la criatura en quien pongo todas mis complacencias: enviaré al Planeta un sentimiento tan perfecto y desinteresado, tan solícito y generoso, tan tierno y sacrificado, que el Hombre tendrá en él un reflejo fiel de Mi propio amor."

El Señor volvió a sentarse, y a cavilar..."un amor perfecto..,un amor ideal.... ¿cuál puede ser?...El amor entre

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Hombre y Mujer es egoísta, apasionado y variable ; el amor entre hermanos tiene una tara: la rivalidad; el amor a la Idea de Dios aún es imperfecto..." Se puso de pie, sonriendo... ¡El Amor Matemall Entusiasmado, tocó la campana de viento para llamar a San Gabriel. En pocos Segundos, el Arcángel, que es su mano derecha desde los inicios de la Creación, se hizo presente.

-¿Me llamaste. Señor?- El hermoso espíritu alado miró con adoración el rostro divino mientras esperaba la respuesta. Es tal la dulzura, la bondad, la ternura y la sabiduría, la compasión y la comprensión que emanan de Su bello rostro, que el corazón de Gabriel se estremece cada vez que Lo contempla.

-Sí, mi buen Arcángel. ¡He resuelto el gran problema! Ya conozco la forma de brindar consuelo al Hombre en su largo y difícil peregrinaje hacia Mí. Colocaré en la Tierra un sentimiento de amor que sea tan puro como el Mío: lo sembraré en el corazón de la Mujer. Considera, Gabriel, ¿quién podría amar como amo yo a los seres que he creado, sino las Madres que engendran en su seno otras vidas?

San Gabriel Arcángel Lo felicitó y como siempre. Le otorgó la razón.

-Habéis acertado. Padre. Si concedes a los habitantes de la Tierra el don del Amor Maternal, el Hombre podrá intuir cuánto lo amas.

Convencido de su acierto, el Señor llamó a La Mujer y le anunció con voz solemne:

-Mujer, para que seas portadora de mi inconmesurable amor por los Hombres, para que seas la antorcha luminosa que guíe su existencia, para que des consuelo en la tristeza, te entrego con el don de engendrar, la capacidad de sentir Amor Maternal. Debes tomar conciencia de tu gran responsabilidad; porque al

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darte esta facultad excepcional, estoy haciéndote participe en mi obra de Creación.

La Mujer aceptó gozosa su misión, bendiciendo muchas veces al Señor. Y con gran complacencia, el Buen Dios devolvió la Madre al mundo con Su mensaje de amor.

Y así, por mucho Tiempo, el Hombre no sólo fue engendrado sino que fue feliz y estuvo consolado, porque en el regazo de su Madre, conoció el amor de Dios. El Señor suspiró satisfecho y pudo dedicarse a otros quehaceres.

El Señor había calculado los siglos y los milenios y los miles de milenios, y hasta los años y los meses, las semanas y las horas y los segundos, que debían transcurrir para que cristalizara en toda su maravilla el Gran Plan.

Era un proceso muy largo, pero sabía que el Hombre bien merecía semejante inversión de Tiempo. Y mientras el Tiempo transcurría y la Vida Conciente se perfeccionaba en el Planeta Tierra, nunca permitió que faltara la Madre, porque sabía que si en el Mundo había Amor, las ineludibles calamidades serían soportables.

Pasaron siglos y las Madres del Planeta cumplieron fielmente Su encargo.

Pero-. , ocurrió un día cualquiera que una Madre sintió una extraña emoción latir en su corazón...

Lo más preocupante era que latía con igual vehemencia que el Amor Maternal.

Al principio no podía darle nombre al nuevo sentimiento. Más que sentimiento, parecía un desasosiego febril. De tanto sentirlo, de tanto pensar en él, descubrió por fin que este sofocante malestar no era otra cosa que Orgullo.

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Por algún tiempo, la desgraciada Madre sufrió al descubrir en su corazón semejante incongruencia; por un lado, abrigaba el Amor Maternal, por el otro, el Orgullo exacerbaba su vanidad. Así como el amor maternal es generosidad y sacrificio, el Orgullo es egoísmo y soberbia, y el conflicto entre ambos sentimientos comenzó a asfixiarla.

La desesperada mujer se debatió en terrible agonía.

"Amo a mis hijos pero pienso que la figura más importante en la sagrada conjunción madre - hijo, sin duda alguna es la Madre" -Se decía, aconsejada por el Orgullo- "Mi amor por ellos no puede ser gratuito: deben merecerlo y agradecerlo toda la vida. Y es necesario, indispensable, que lo demuestren a cada momento. Gratitud y respeto, si no, ¡Para qué Soy la Madre!"

Esta mujer olvidó, tergiversó, y torció la misión que el Buen Señor le había encomendado.

Los hijos, asustados, comenzaron a notar en ella cambios terribles... La expresión de su rostro se tomó dura. Sus ojos adquirieron un brillo anormal y su mirada volvióse inquieta y suspicaz. Con frecuencia suspiraba; de su garganta escapaban gemidos, como si un dolor profundo la aquejara. Su voz adquirió un timbre agudo, y sus palabras resultaban perentorias y altivas. Se perfiló más su nariz, y sus labios, adelgazados por esfuerzo propio, se torcieron en gesto de constante disgusto. Anunció que anotaría todos los favores y todos los desaires que recibera, y que sería estricta en observar este balance. Se volvió muy exigente en asuntos de puntualidad: ¡ay! del que la hiciera esperar. Ningún obsequio que sus hijos le hicieran parecía a la altura de sus méritos. Pronto, se le hizo intolerable la presencia del esposo, y lo lanzó de su lado. Por otra parte, se propuso no incurrir en sus antiguas virtudes. Que no esperasen que hiciera un dulce, o un traje, o visitas, o que levantase el auricular para preguntar por alguien. Las atenciones debían ser

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todas para ella. Ya no sintió deseos de volver a abrazar a sus hijos, y, en adelante, no vio la necesidad de obsequiarles palabras de aliento. Si hacían algo digno de encomio, miraba en otra dirección, para no darse por enterada.

Abismados, los hijos se percataron de que ya no merecían su amor. Y ella nunca dejó de explicar sus motivos: al contrario. Todos los días repetía su argumento:

"¡Yo soy la Madre! Ustedes deben respetarme: a mí se me debe pleitesía. Me corresponde el primer lugar. ¡Soy la Madre!”

Además, su comportamiento se volvió errático. Cuando estaba con sus hijos los maldecía con furia irrazonable, o los sofocaba con besos inexplicables y dolorosos.

En todos estos signos los hijos reconocieron que su Madre estaba enfrascada en una lucha de vida o muerte. Intentaron que la viera un médico y un religioso, pero ella se sintió ofendida, y a ambos despidió con palabras agrias.

Llegaron a ser tantas las exigencias que hacía, y tantos los conflictos que urdía, y tantas las escenas de recriminación, y tan grande el desamor, que los hijos terminaron por tenerle miedo. No se atrevieron ya a confiarle sus cuitas, y cuando sufrieron, tuvieron que sufrir solos porque ya no podían contar con su dulce consuelo. Se sintieron desamparados y se alejaron.

Al perder el amor de la Madre, que no es si no el reflejo del amor divino, también se sintieron abandonados por el Señor, y comenzaron a perder la fe. Un poco tarde, el Señor se percataría de que los Hombres que no tienen buena Madre, dejan de creer en El.

Por su parte la Madre, ahora que los hijos se habían

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marchado, tenía más tiempo ocioso y el ocio es campo fértil para las pasiones oscuras. Descubrió el rencor, la envidia, la pereza, y el odio: y lo más grave... su espíritu se estancó.

En cambio, la venenosa semilla del Orgullo creció, y creció, y siguió creciendo y creciendo; y no paró de crecer, crecer, crecer, crecer, crecer, crecer, crecer, tan descomunalmente, que llegó el día que en el corazón de esa Madre no quedó espacio para el Amor Maternal. El Orgullo había desalojado, apartado, todo lo demás.

Así, esta mujer que una vez había sido madre amantísima, cometió la equivocación de permitir la entrada del diabólico Orgullo a su corazón y terminó por odiar a sus hijos. Y aunque al principio intentó luchar contra el mal, el Orgullo resultó ser una pasión tan fuerte, que terminó por sucumbir. Por otro lado, como había descuidado tanto tiempo el Amor Maternal, ya no recordaba las grandes satisfacciones que una vez le brindara.

Una mañana, la.Madre Orgullosa se miró al espejo y dijo con soberbia:

"No tengo alternativa. Si intento amar a mis hijos, y a la vez conservar mi Orgullo, terminaré por ahogarme. Ya no puedo arrancar de mi alma este Orgullo. Sin el Orgullo, ¿Qué soy? ¿Acaso no es el Orgullo el que me sostiene, diciéndome: "Eres lo más grande que hay en el mundo? el mismo Dios lo dijo claramente: ¡eres La Madre! ¿Acaso no me dijo: "Te estoy otorgando mi poder de Creación? ¿Acaso no soy como El?"

Subieron y bajaron mareas; florecieron muchas veces las acacias amarillas frente a su casa y perdieron otras tantas sus hojas las veraneras del patio trasero, y la Madre que decidió olvidar el Amor Maternal, seguía impertérrita, alimentando consistentemente su Orgullo.

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marchado, tenía más tiempo ocioso y el ocio es campo fértil para las pasiones oscuras. Descubrió el rencor, la envidia, la pereza, y el odio: y lo más grave... su espíritu se estancó.

En cambio, la venenosa semilla del Orgullo creció, y creció, y siguió creciendo y creciendo; y no paró de crecer, crecer, crecer, crecer, crecer, crecer, crecer, tan descomunalmente, que llegó el día que en el corazón de esa Madre no quedó espacio para el Amor Maternal. El Orgullo había desalojado, apartado, todo lo demás.

Así, esta mujer que una vez había sido madre amantísima, cometió la equivocación de permitir la entrada del diabólico Orgullo a su corazón y terminó por odiar a sus hijos. Y aunque al principio intentó luchar contra el mal, el Orgullo resultó ser una pasión tan fuerte, que terminó por sucumbir. Por otro lado, como había descuidado tanto tiempo el Amor Maternal, ya no recordaba las grandes satisfacciones que una vez le brindara.

Una mañana, la.Madre Orgullosa se miró al espejo y dijo con soberbia:

"No tengo alternativa. Si intento amar a mis hijos, y a la vez conservar mi Orgullo, terminaré por ahogarme. Ya no puedo arrancar de mi alma este Orgullo. Sin el Orgullo, ¿Qué soy? ¿Acaso no es el Orgullo el que me sostiene, diciéndome: "Eres lo más grande que hay en el mundo? el mismo Dios lo dijo claramente: ¡eres La Madrel ¿Acaso no me dijo: 'Te estoy otorgando mi poder de Creación? ¿Acaso no soy como El?"

Subieron y bajaron mareas; florecieron muchas veces las acacias amarillas frente a su casa y perdieron otras tantas sus hojas las veraneras del patio trasero, y la Madre que decidió olvidar el Amor Maternal, seguía impertérrita, alimentando consistentemente su Orgullo.

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Cada día detestaba más a sus hijos. Los llamaba ingratos, porque ya no reconocían en ella a su Madre, y porque no eran capaces de amar su Orgullo. Ellos dejaron de llamarla y visitarla. El sentimiento malsano se extendió a las amigas que no querían admitir que la razón estaba de su lado. Comenzó a tratar despóticamente a todo el mundo, porque no reconocían en ella lo más importante, lo más divino, lo más cercano a Dios en la Tierra, ni querían aceptar que sus exigencias y deseos debían estar por encima de cualquier cosa. Para ella, la felicidad de sus hijos y de los demás no contaba: sólo la propia.

El Orgullo terminó por engullir toda su Conciencia.

La vida de esta Mujer se convirtió en un martirio. Ya no disfrutaba nada; sólo sentía placer cuando podía demostrar a alguien lo infeliz que era. Para dar fe de su infortunio, anunció a todos que había perdido el gusto por la costura, que ya no podía leer libros y tampoco volvería a ver televisión. Comunicó, con muchos aspavientos, su retiro del juego semanal de cartas con sus viejas amigas, explicando tersamente la razón:

"Soy muy infeliz, mis hijos no me quieren."

Ya no quiso ir al cine, ni pasear por el campo, ni salir a cenar, porque todo la llenaba de hastío, excepto convencer al mundo de la maldad de sus hijos. Sin saberlo, había terminado por contraer el mal del desamor.

La Madre Orgullosa se fue quedando cada vez más sola. Comenzó a perder el sueño y el apetito y se puso flaca: se le crisparon los dedos de artritis y encaneció su cabello en el término de pocos meses. La envidia le producía pesadillas. ¡No podía concebir que otras mujeres siguieran amando desinteresadamente a sus hijos y que pensaran en los demás! Pero al menos sus brazos seguían fuertes, porque todas las mañanas los alzaba y sacudía con

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fuerza contra el Cielo, reclamando al Señor que no escuchaba sus ruegos.

"¡Quiero que maldigas a mis hijos que ya no me quieren! ¡Quiero que el mundo entero sepa que son malos y que sólo mis deseos y mi Orgullo, son importantes!"

Pero en esos días el Señor estaba más ocupado que nunca. A medida que avanzaba Su Plan, el mundo se volvía increíblemente complejo. Con problemas tan serios, el Señor no se percató de lo que estaba ocurriendo en el alma de esta mujer en un oscuro rincón del Planeta, ni de las nefastas consecuencias que tendría tal anomalía.

Y así ocurrió que una noche de gran borrasca, cuando el corazón de la Madre Orgullosa latía a tambor batiente en su insomnio de amargura y soledad, entre los truenos y los rayos y las violentas ráfagas de aire que hacían eco de su ira, comenzó a maldecir al Señor. Fueron tan grandes sus ofensas, y tal la fuerza de sus palabras, y tan terribles los destellos de sus furiosas pupilas, que sus blasfemias materializaron un rayo descomunal que cayó frente a ella. Lo recibió sin pestañear. El latigazo de luz no sólo iluminó la estancia, sino que invadió todo su Yo. Y así, con esa descarga trepidante, se completó la metamorfosis en todo su horror.

"¡Cómo pude ser tan ciega! -gritó, desquiciada y enardecida- ¡Cómo no me di cuenta antes! ¿Quién si no yo aseguró la perpetuidad de la especie? Quién más que yo merece las atenciones y el agradecimiento del mundo? Es ante mí donde deben postrarse y rezar sus plegarias los hombres porque, ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo soy Dios!

Y así fue como entró Lucifer al Planeta...

P.D. Creedme, no es nada personal.

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"Pero mi suerte, de quien Jamás espero algún bien, con el cielo ha estatuido que, pues lo imposible pido, lo posible aun no me den."

Miguel de Cervantes Saavedra El Ingenioso Hidalgo

Don Quiote de la Mancha

LA PEDROSTROIKA

Es temprano en el Cielo, como sería temprano en cualquier planeta habitado de la Galaxia. Sin embargo, en la Civitas Divina se observa una actividad desusada. Y es que, sin esperar el alba, millares de almas caminan o flotan por las flamantes autopistas y por los modestos senderos rumbo a la ciudad Divina. Todas lucen la toga color naranja de las ocasiones solemnes y, aunque pueden volar, muchas circulan en caprichosos carruajes de diversas formas y tamaños provenientes de todas las épocas. Hasta una mecedora Early American se ve pasar, puesto que ese espíritu no quiso prescindir de su acomodo favorito. Pero la dirección es una sola: el majestuoso Pax CaellL

Al expanderse las primeras partículas del polvo luminoso sobre el paisaje, guardando el orden y recato habitual, los espíritus ocupan sus puestos respectivos en el monumental coliseo donde se celebran las Asambleas Generales y en cuyas gradas pueden sentarse cómodamente todos los habitantes de este país sutil y único que los humanos llaman Cielo.

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El diseño de este magno estadio es tan perfecto que a pesar de su inmensidad el público está cerca del escenario en cualquier punto, y si se guarda el debido silencio, que siempre se guarda, en todas las bancas se escucha lo que se diga sin necesidad de micrófono. Otro acierto del arquitecto celeste fue que lo dotó de tantas y tan bien ubicadas salidas que en caso de necesidad puede ser desalojado en menos tiempo del que tomaría al Arcángel Gabriel sonar su clarín tres veces. Esto, claro está, ha demostrado su utilidad solamente una vez en lo que va de la Eternidad: cuando la sublevación de Luzbel.

El Pax Caelli se construyó en una amplia extensión del éter municipal y muchos siglos después de su estreno continúa siendo el lugar más céntrico: desde el principio se optó por un proyecto flotante en el corazón de la ciudad. Situado inicialmente a quinientos metros sobre la imponente Plaza Lumen Apostolorum, a medida que la urbe crecía, o que en la Plaza se levantaban gigantescos monumentos y edificios, el famoso theatrum era elevado más y más. Así de sencillo. Las almas ascienden a sus incontables entradas por elevadores de aire o por levitación voluntaria.

A las ocho de la mañana nadie falta en el Pax Caelli. Los espíritus que desayunaron en casa esperan pacientemente mientras platican con sus vecinos de grada. Aquellos que despertaron tarde o tuvieron que oír misa en alguna parroquia lejana y por eso llegaron al coliseo en ayunas, se conforman con los croissants y el chocolate caliente que ofrecen las almas transhumantes del purgatorio para ganar indulgencias.

El público incorpóreo que ha sido citado en el Pax Caelli se entera de las noticias del mundo que abandonaron leyendo los cintillos luminosos que pasan por los cuatro costados del coliseo. Aunque la memoria terrestre ya no afecta su beatitud, los habitantes del Cielo comprenden que es realmente alarmante lo que sucede en el convulsionado Planeta. Los informes que llegan de

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Radio Vaticano vía Sanctum-Satélite, o entrando al programa secreto de las Supercomputadoras Cray de Los Alamos, confirman lo que asevera también la última edición del Osservatore Romano: "La paz y el amor han huido de la Tierra". Hasta los cintillos parecen estremecerse con lo que afirman: revueltas sangrientas en China, Filipinas, Corea, Hungría, Irlanda y Polonia. En varias Repúblicas Socialistas Soviéticas crece el clamor por una existencia autónoma; en Israel y Palestina, los grupos terroristas cancelan cualquier intento de convivencia pacífica; Irak, gobernado por un dictador sanguinario, hace planes para engullirse a su pequeño vecino; en Angola, en Africa del Sur, El Salvador y Nicaragua, las masas pobres pierden la paciencia y se lanzan a la pillería sin control; los descalabros económicos y la inestabilidad social en Argentina, Perú, Yemen, Mozambique, Haití, Swazilandia, Jamaica, México y Tailandia, se acentúan con gobiernos dictatoriales y con la garrapata inmensa de una burocracia expoliadora. Tan al rojo vivo se encuentra el mundo, que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no alcanza a incluir cada uno de los conflictos en su Agenda, a pesar de encontrarse desde hace seis meses en sesión permanente.

El comercio de las drogas ilícitas cocina su mefistofélico caldo: allí se disuelven todos los escrúpulos, toda la decencia, toda la salud, y la juventud inexperta es su presa favorita. Los desconcertados mortales, a la vez víctimas y victimarios del torbellino, repudian las instituciones sociales que tanto aliento costó a generaciones anteriores crear, sin tener a mano alguna forma de orden o sostén con qué sustituirlas. Y ya nadie parece recurrir a la Iglesia. No se sabe si será mejor dar por terminado el contrato social y retomar a la barbarie, o hacer un último esfuerzo por salvar la cultura y los valores humanos.

Aunque digan los historiadores que todos los tiempos han sido igualmente malos, es difícil concebir cómo

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podrá salir bien librada la humanidad de este turbulento siglo XX. Los espíritus, invulnerables a los males terrestres, no pueden evitar un sentimiento de lástima para con los semejantes que existen en esa dimensión. Sacuden la cabeza al leer las noticias. iQué contraste con su vida plácida! Porque acá en el Cielo, la angustia y el miedo son cosas olvidadas.

Sin embargo...

La convocatoria ha sido algo sorprendente. Ningún espíritu conoce el asunto que se tratará en esta Asamblea. La agenda es un misterio que Pedro, Canciller experimentado, ha mantenido en secreto.

A pesar de la importancia que tendrá éste Cónclave para la Iglesia y la Humanidad, y para su propio futuro, Pedro pasó una noche tranquila. Después de completar los imprescindibles ejercicios espirituales de San Ignacio y de solazarse con sus páginas favoritas de la "Imitación de Cristo", se dijo:

"Si no logro al menos un consenso para implantar una Pedrostroika, abdicaré. Los dejaré en libertad de nombrar a otro vicario. Total, llevo veinte siglos en el cargo. Habrá espíritus jóvenes y fervorosos dispuestos a reemplazarme. Yo, Pedro, por escogencia del Hombre- Dios la piedra en la que descansa toda su Iglesia, y sobre cuyo sepulcro terrenal se construyó la Basílica del Vaticano, no puedo, ¡de ninguna manera! conducir al Cristianismo a su naufragio." Y con este último pensamiento, Pedro se desprendió del Ego sumergiéndose beatíficamente en la aterciopelada Nada del sueño.

Muy temprano, para evitar la congestión del tránsito etéreo, salió Pedro a su magno compromiso. Como es sentimental, conserva la costumbre de su tiempo: marcha en una cuadriga de caballos blancos al theatrum. Allí se encuentra esta radiante mañana, repasando sus notas

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mientras espera que Juan XXIII lo venga a buscar para iniciar el acto. Pedro considera afortunado contar en esta encrucijada con el respaldo de un aliado de la talla del señor Roncalli quien además de su gran fuerza moral, pronto tendrá todavía más peso espiritual, pues se comenta sotto voce que será canonizado en Roma el próximo verano. Y aunque digan lo contrario, esas cosas no dejan de tener importancia, hasta en el mismísimo Cielo.

Pedro agradece a Juan XXIII que haya insistido en ser el Maestro de Ceremonias. Al principio se opuso, pero lo convenció el ex-Pontífice con el argumento de que durante su reinado él mismo había intentado serias reformas, truncadas por su muerte. Nadie mejor que él para respaldar en el Cielo una Pedrostroika. Bastó recordarle a Pedro el aggiomamento anunciado en su Concilio Ecuménico Vaticano II, en el que hacía manifiesto su ferviente deseo de poner a la Iglesia in praesentt en la modernidad. Juanito está consciente de que el mundo exige de la fe cristiana una puesta al día, de que necesita una religión que no sea sólo un consuelo, sino una manera de pensar racional, dinámica, a la vez que iluminada. Tal fue el corazón del mensaje que Juanito con ilusión leyó a los dos mil obispos provenientes de todo el orbe el día de la inauguración de Vaticano II. Como Pedro, Juan XXIII ha batallado para que los espíritus recalcitrantes reconozcan que el reloj del Tiempo ya tocó la última hora posible para ensayar un salvamento de la fe cristiana.

Hoy, en la gran concentración del Pax Caelli, Pedro propondrá su revitalizadora y amplia Pedrostroika. Suspira recordando que esta crisis pudo evitarse si se hubiese permitido a León XIII, quien reinó comenzando este siglo, llevar a cabo el programa de reformas que le inspiró durante sus retiros en Castelgandolfo. Entonces, la distancia entre la Iglesia y los fieles no era tan grande. León trató, de eso no cabe duda. Prueba de que entendió al hombre moderno es que se convirtió en paladín del

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obrero, enalteciendo su lugar y reclamando para él más equidad en su encíclica De Rerum Novarun; pero si bien ejerció una influencia benéfica en los gobernantes de turno, irónicamente, no avanzó mucho dentro de lamisma Iglesia.

Pedro ha llegado a pensar que el problema es más serio de lo que parece a primera vista: teme que, por algún motivo, Mater Ecclesiam no se dio cuenta cuando El Uno efectuó un cambio en la marcha del Tiempo, por lo que ahora el Planeta vive un proceso de aceleración evolutiva. Eso quiere decir que si en los inicios tomaba cierta cantidad de tiempo alcanzar una nueva etapa de complejidad en los organismos, ahora los avances se consolidan en una fracción de ese tiempo. Por supuesto que la finalidad de una medida tan drástica fue acelerar el perfeccionamiento del homo sapiens sapiens. Pero, una cosa trae otra, y un resultado imprevisto es que hoy se corre el peligro de que la Iglesia misma quede desfasada, caduca, a menos que se la reestructure rápidamente.

Desde el Cielo se ha tratado de sacudir a los jerarcas con más de una aparición de ingeniosos espíritus, pero sus señales resultaron demasiado enigmáticas. Se envió a María, con tan mala suerte que la materialización ocurrió fuera de Tiempo y lugar y ante personas cuyo subconsciente era de una simpleza elemental, no aptas para la tarea de intermediarios, ni capacitadas para entender por sí solas los mensajes del Cielo. Los que sí han entendido se toman demasiado Tiempo, y las reformas que la administración romana ha implementado de León XIII acá resultaron apenas un cosmético superficial. Pedro y Juan están convencidos de que sin una Pedrostroika radical a muy corto plazo, la Iglesia no sólo dejará de ser útil, sino que entrará abiertamente en contraposición al Gran Plan. O sea, que comenzará a ser un obstáculo para el progreso espiritual de homo sapiens sapiens. Si la Húmanidad vive en una civilización supersónica, a punto de ser engullida por "La Tercera Ola” descrita por el señor Tofler, la medicina tiene que ser

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igualmente extrema. Hacer vigente una fe antigua: difícil paradoja que el Apóstol intentará resolver.

Pedro se siente motivado y optimista cuando observa los adelantos que un dirigente valeroso y bien intencionado logra en su país con unas reformas (por cierto que de él ha tomado Pedro el nombre de su propio experimento) que tienen muy buena posibilidad de triunfar.

"Es curioso -discurre Pedro mientras revisa sus papeles en la oficina del Pax Caelli, que los obispos dedicaran el valioso tiempo de Vaticano II a trivialidades como los cambios en la liturgia, el idioma a usarse durante los ritos, los bordados y colores de las vestimentas, las nuevas reglas para las indulgencias, y cómo hacer uso de los medios de información sin caer en la tentación de las cuñas comerciales. Asuntos que no son propios para un concilio ecuménico -Pedro frunce el ceño-. "Debió aprovecharse para que los obispos se abocaran, sin pérdida de tiempo, a lo fundamental: descartar los dogmas, reformular el mensaje de Cristo en un lenguaje actual, y con el State of the art de las diversas ramas de la Ciencia. Que fue lo que intentó hacer nuestro brillante Theilhard de Chardin en su paso por la Tierra. El intuyó que renombrando las ideas cristianas, su amada Iglesia podía seguir brindando un apoyo valioso al Hombre en su marcha hacia la perfección y la inmortalidad."

Pedro camina hasta la puerta, para ver si Juan lo llama; no, no han sonado las trompetas que anuncian la llegada de las Tres Divinas Personas. Sigue su monólogo interno: "Hay que reconocer que la Biblia es un libro admirable, yo también amo la literatura; la Biblia, al igual que la poesía, puede ser fuente de inspiración y exaltación, pero no.es más confiable ni sobrehumano que, digamos "La Divina Comedia". Ya nuestros sacerdotes no pueden hablar con seriedad a las masas con alegorías como el mito de la Inmaculada Concepción, por cierto, tomado de las religiones asiáticas, y pretender que sus

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palabras sean aceptadas como verdades indiscutibles, so pena de anatema. ¿Cómo nos puede sorprender que cada día un mayor número de fieles se aleje de la Iglesia, si sus cerebros sufren una congestión al tratar de digerir los dogmas de fe con los jugos de la lógica?"

Pedro se convierte mentalmente en fiscal acusador, y cuestiona a la Iglesia apuntando un dedo acusador: "¡El hombre necesita proteger la integridad de su intelecto para sobrevivir y progresar!" -El Apóstol cavila, perplejo ante la tenacidad con que la Iglesia defiende la ambigüedad.

Mientras espera la señal de Juan, entre reflexión y reflexión, Pedro revisa sus papeles y hace un estimado de los votos favorables que cree tener para su Pedrostroika.

El primer nombre que aparece en la página es el del Consilium Apostolicí. Pedro ha puesto aquí un signo de interrogación. El influyente colegio es de corte conservador. Aunque los conciliares que están en la Cuarta Dimensión debieron pasar un caluroso verano en Purgatorio antes de cruzar el umbral de la Gloria, de algún modo lograron conservar su perniciosa negatividad. Anoche, Pedro habló con el conciliar superior: no quiere albergar ilusiones, pero quizás ésta vez cuente con ellos, sobre todo si se abstiene de pedir una modificación en la jerarquía tradicional de la Iglesia.

El Pontífice del Cielo se repite que no aspira a un voto unánime, ya que podrá actuar cómodamente si obtiene al menos una mayoría.

Siguen en su lista los Obispos del Concilio Regional de Puebla. Muchos de ellos llegaron acá prematuramente, inmolados en las causas con las que se identificaron. Para los pastores de latinoamérica, formados en un Continente joven que no comparte la onerosa carga de la historia y las tradiciones eclesiásticas, los tiempos modernos no son un desfase, sino sólo el ahora. Hijos

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humildes de pueblos pobres, conocen las injusticias que sobreviven en los sistemas económicos y jurídicos en perjuicio de los marginados. En Pedro despiertan una añoranza por los breves años tan fugaces, ante los veinte siglos de su pontificado- en que acompañó a Jesús, y por la apasionada lucha y la profunda compasión que compartieron. Los conciliares, anticipa Pedro, estarán de su lado. Indirectamente, han contribuido al diseño de la Pedrostoika.

Luego siguen en su lista los de la Iglesia de Norteamérica. Aquí el caso es a la inversa. ¡Quieren que la Iglesia marche a la velocidad supersónica de su propia cultura! ¿Cómo votarán? Pedro sabe que hasta apoyan el sacerdocio femenino. Bueno, ¿por qué no? ¿Es, acaso, menos espiritual la mujer?

Un grupo problemático es el Comité de Cardenales jubilados. Muchos de ellos fueron en su vida terrenal consejeros en asuntos económicos del Vaticano, y conservan la desafortunada manía de velar día y noche por la seguridad de su tesoro: el más sutil de los cambios los alarma tanto como una caída en la bolsa de valores. "Son una muestra del lamentable espíritu mercantil que envenena la Iglesia desde el reinado de Constantino" -se dice Pedro. "Infame la hora en que el astuto romano, en un acto político, no piadoso, convirtió a la Iglesia en un poder terrenal. Ya lo dijo por mí aquel historiador:

"Cuando la geríerosidad de Constantino dotó a la Santa Iglesia de tierras, títulos y siervos, los romanos escucharon el lamento de un ángel en el firmamento que decía: "este día la santa Iglesia ha bebido veneno, y todos los que hereden el poder de Pedro, estarán envenenados."

Pedro se exaspera- "Por eso doy tanta importancia al fatum de los individuos. Si Constantino no hubiese vencido a Licinio y unificado el mundo Romano bajo la autoridad de un sólo Emperador, no habría tenido en sus

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manos la posibilidad de convocar el Concilio de Nicea ni de constituir al cristianismo en la fe del Imperio Romano, pero tampoco habría convertido a mi Iglesia en un equívoco poder temporal, lo que nunca fue nuestra intención." Ni con el paso de los siglos se resigna a la organización mercantilista y monárquica que adoptó su Iglesia.

La Cofradía jesuíta, informalmente llamada de los Papas negros, es otra incógnita. Como se trata de los más que hábiles ex-Generales de la Orden, a Pedro no extrañaría que conozcan al dedillo de sus planes. Apostaría que no sólo han decidido ya cómo van a votar, sino que además consiguieron comunicar la primicia a su actual General en la Tierra, a fin de que los cambios no lo tomen desprevenido.

"¡Ah, y los juristas de la Santa Rota! -Pedro reconoce en los del Juris Canonici un nudo gordiano. El codex se jacta de toda la rigidez de las leyes, sin su justificación social. "Más ágil sería el Derecho de Justiniano si lo pusiéramos en vigencia." Deja los papeles sobre el escritorio y hace un alto para rezar. Debe conservar su ecuanimidad. Apaciguado por el oasis de la plegaria, sigue el conteo.

Al llegar al final de la página, sonríe. El sagaz Pontífice confía en que guarda un As en la manga: si sus opositores logran un empate, podrá contar con el voto decisivo de la Trinidad. Si bien no ha pedido audiencia para abogar por su Pedrostoika, eso no lo preocupa, porque el Santo Espíritu todo lo sabe. Pedro recuerda que lo apoyó a fines del siglo XVI cuando insistió en que se pusiera fin al bochorno de la Inquisición. ¡Impensable perder la confianza de la Trinidad!

Acepta la taza de café que le ofrece un alma del Limbo, que hoy hace méritos para ganarse un asiento en el theatrum. La bendice. Mira su cronómetro. "¡Ah, las nueve!" Camina hacia la escalinata que conduce al estrado.

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Allá está Juan, que en ese preciso momento hace la señal acordada. Arrancan las voces celestiales con el Gloria in Excelsis Deo.

"Bueno -reconoce emocionado-, he aquí el gran momento. Vestigia nulla retrorsum, ni un paso atrás. Hoy se consumará un hito macrohistórico, cuyas consecuencias se proyectarán largamente en el Espacio- Tiempo. El gravísimo desajuste que hay entre la iglesia cristiana y la Tercera Ola reclama una Pedrostroika, y aquí está su primer pontífice para dársela." Si Pedro triunfa, la Iglesia Católica Apostólica Romana cambiará de fisonomía. O también pudiéramos decir que tomará un derrotero más fiel.

Terminado el cántico, el Arcángel Gabriel toca el clarín e inicia un majestuoso vuelo en elipsis sobre el inmenso coliseo seguido por las cohortes celestes en ordenada formación. El público aplaude entusiasmado. El vuelo de los ángeles anuncia la llegada de la Trinidad y el comienzo de la sesión.

Pedro mira con embeleso a la Trinidad Divina. Piensa cuánto se mortificaron los doctores de la Iglesia tratando de descifrar un misterio que no existe: "El Hijo, del Hombre es Padre, y su Espíritu es Santo". Entre tanto, radiante en su divina síntesis, la Trinidad se acomoda en su silla en el palco superior. Las almas, que a su entrada se pusieron reverentemente de pie, ahora toman asiento.

Se escuchan murmullos de sorpresa cuando Juan XXIII, y no Benito el relacionista, se presenta como Maestro de Ceremonias. Para los más suspicaces, es el primer indicio de que algo excepcional puede ocurrir. El prestigio de Juan en el Cielo es tal, que su actuación en una asamblea sólo puede significar que Pedro necesita mucho respaldo.

Juan levanta la mano y los heraldos acallan las penetrantes notas del Sanctum, Sanctum est que brotan

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de sus relucientes trompetas de oro. A continuación, en breves pero elocuentes palabras, hace la presentación del Apóstol y da un atisbo de la importancia del tema. "Muy bien -piensa Pedro-, ha creado la expectativa necesaria".

Frente al podio, Pedro acomoda el micrófono, ordena los papeles, respira profundamente. Toma un sorbo de agua de Lourdes que Benito ha enfriado en una nube de lluvia, tose suavemente y hace una pausa, como le ha enseñado su relacionista, para mayor efecto.

"¡Hay tanto en juego!" Pedro disimula una mirada al palco trinitario y envía telepáticamente una plegaria al Santo Espíritu: "Ilumina mi mente, expande miConciencia, hazme digno de esta misión... Amén". Se persigna con una amplia señal de la cruz, y va a comenzar.

Se congela en su boca la primera palabra. Es que ha sentido una fuerte vibración en su cabeza. Una intensa honda fono-magnética ha establecido contacto con su mente. Sólo puede ser un aviso de que está por producirse una comunicación directa de la Trinidad. Pedro, sorprendido, espera. Lo invade un aliento cálido. Al fin, en el hemisferio derecho de su cerebro, oye la Voz:

"Espera, Pedro, espera. Deja la Iglesia como está."

"¡Pero, mi Dios...! -Pedro se asfixia, no se siente capaz de asimilar este impacto. Lo desautorizan.

"Ten fe hijo -continúa la voz divina en tono paternal, pero que no admite réplica. "No es llegado el Tiempo de tu Pedrostroika. Quizás el próximo siglo. Y no pienses en abdicar, Pedro, no es nada personal... "

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Pablo a los Tesalonicenses: Examinadlo todo; retened lo bueno.

La Biblia, 5.21

UN PROBLEMA DE IMAGEN

Pedro recibió cordialmente a San Benito, su relacionista, a quien había citado en su despacho para la primera hora de la mañana.

-Bienvenido, hijo mío. Agradezco tu puntualidad. Me gusta comprobar que respetamos el Tiempo -el Vicario saludó con gentileza sin dejar de transmitir su legendaria vitalidad.

-No faltaba más, Pedro -respondió el aludido-, derrochar Tiempo sería un triple desperdicio, ya que no sólo es indispensable en la dinámica de la Evolución, sino que en el Tiempo está implícito el Espacio y la Velocidad. Seguro de haber impresionado a Pedro con su respuesta, el relacionista tomó asiento, agregando:

-Aquí estoy, para servir a la Organización. Mande usted.

A diferencia del viejo Patriarca, que ha preferido conservar su cómoda túnica, Benito viste un traje de tres

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piezas de corte inglés color café y corbata francesa de seda azul. Su simpático rostro tiene el frescor mañanero de quien ha disfrutado una buena noche de descanso.

Sentándose frente a él, Pedro aseguró:

-Y lo haces bien hijo mío. No hay duda que conoces cabalmente tu oficio. De eso hablamos El Santo Espíritu, María y José, en la Junta del viernes.

Benito se sorprendió:

-¿Estuvo presente José? -Se apresuró a añadir: -Lo digo, porque él siempre está tan ocupado que raramente lo vemos...

-En efecto, en efecto, hijo mío, eres muy perspicaz, el bueno de José tiene poco tiempo libre... pero vayamos al grano.

Benito se inclinó hacia adelante para demostrar interés. Sacó del bolsillo su pluma dorada, regalo del Señor en el Día del Relacionista, y abrió la libreta para tomar apuntes.

-¿Es algún problema de imagen? Si es así, Pedro, para eso estoy -dijo con voz grave, mientras escribía la fecha y el nombre del cliente: "El Cielo".

Pedro se puso de pie y comenzó a pasear por la amplia habitación que le sirve de oficina desde que, hace dos milenios, se encargó de la Dirección Administrativa del Cielo; su costumbre es bien conocida: indica que se debate con algún problema espinoso. Al cabo de unos momentos de profunda concentración, se detiene frente al joven profesional:

-Hijo mío, cuando nuestro amado Jesucristo me enconmendó fundar la Iglesia que serviría de guía a los

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Hombres en su peregrinaje hacia la vida inmortal, establecí tres objetivos: uno, divulgar su extraordinario mensaje, el gran amor de Dios por el Hombre a quien ha designado heredero del Cielo. Dos, unir a los humanos en un abrazo fraternal para que se alienten mutuamente hasta alcanzar su perfección espiritual. Y tercero, formular reglas confiables y prácticas para que la vida fuese buena; con tal fin elaboramos los Mandamientos, diez máximas sabias que arrojan algún rayo de luz en la insondable conciencia humana, amén de los Sacramentos, que tanto sostén dan al hombre en los momentos cruciales de su existencia.

Pedro hizo una pausa. Mirando al joven añadió: - ¡ Nadie osaría negar el éxito de nuestra Iglesia en sus primeros diez siglos!- Como Benito asintió enseguida, Pedro, continúa:

-A veces no saben escuchamos, y en nuestra oficina central de la Tierra cometen serios errores; pero, hijo mío, seguramente lo sabes mejor que yo: a pesar de tantos adelantos en las ciencias sociales, la comunicación entre los mortales se hace cada día más difícil. Muchas veces ni siquiera una pareja que se ama puede entenderse^ ¡Qué diremos de la relación incorpórea de la Iglesia y sus fieles con el Cielo! Además, dependemos del discernimiento de nuestros sacerdotes, y hay de todo en la viña del Señor! En varias ocasiones han creado tal confusión que... mirad el asunto de los dogmas. No eran necesarios para que los fieles se adhirieran a la Iglesia, ni para una vida de virtud, ni para la salvación. Aseverando que las alegorías que utilizamos en nuestros primeros años para expresar ciertos ideales a un pueblo sencillo no sólo eran literalmente ciertas sino insustituibles, nos colocaron en una posición insostenible, de la que no encontramos la forma de retractamos sin derrumbar toda la institución. La ceguera, o será "hubris", de los jerarcas de la Iglesia a veces me parece sobrehumana. A la luz de sus propios, escandalosos errores, ¿cómo pueden olvidar el carácter temporal, humano, perfectible, de la Iglesia?

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¿Cómo osan atribuirse la infalibilidad, que es una cualidad divina? Ella, la Iglesia, que Jesús no alcanzó a fundar, es una creación de nosotros sus Apóstoles, seres humanos. La organizamos para dejar un signo visible del paso de Jesús por la tierra. No es el único signo de Dios, pues la misma Naturaleza aporta gran inspiración; ni es el fin último al que aspira la especie humana, sólo un medio, hijo, un medió, y para muchos un auxilio valioso en un peregrinaje difícil. Pero, ¡hubo exceso de celo hasta en nuestro querido Tomás de Aquino! Nos vimos obligados a detenerlo bruscamente el 6 de diciembre de 1273 mientras decía la Santa Misa, permitiéndole vislumbrar por un instante el Gran Plan. Después de eso, no escribió ni habló más: ni-una-só-la-pa-la-bra-más... Ahhhh.... pero los dogmas quedaron sistematizados y entronizados. Lo cual ha significado un innecesario "detinere" al progreso del Hombre... El santo eleva los brazos como para tomar fuerzas de las alturas, pero los deja caer con desalienta. Pocos temas lo alteran tanto como el mal uso del Tiempo.

-¿Quién ha dicho que el intelecto humano, la basílica de la Conciencia, debe renunciar a debatirse con lo desconocido? ¡Todo lo contrario! Está previsto en El Plan: el ejercicio, el esfuerzo más allá del esfuerzo, es lo que irá incrementando la Conciencia y agudizando la inteligencia, hasta que, finalmente...

Pedro queda extasiado contemplando en su mente el Glorioso clímax de la Creación. Suspira, y sigue:

-Si el Hombre se conforma con lo conocido, se estancará. Y tampoco es saludable que acepte dogmas, que no son más que un alto a la duda, a la investigación, al deseo de entender. ¿Cómo, si no cuestionando el pasado y el presente, lo visible y lo invisible, lo real y lo intuido, lo bueno y lo malo, lo probable y lo improbable, podemos generar ese progreso, ese perfeccionamiento del Hombre que estamos esperando en el Cielo? Y ya que hablamos de "errarum humanum est"... Nos encontramos

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con otro absurdo inventado en Roma: la pretensión de mantener célibes a nuestros sacerdotes: es decir ¡que los representantes visibles del Creador de Madre Natura, se resistan a las leyes naturales! ¿De dónde surgió semejante desatino? Prohibir la función natural del pensamiento al anatemizar el análisis crítico y razonado de los artículos de fe -cuando qué mejor fe que la bien fundamentada- y coartar el impulso de la Vida imponiendo el celibato. Un no a la inteligencia, un no a las ganas de vivir de la Vida. Precisamente, dos de los pilares fundamentales de la Evolución. Que es lo mismo que decir, del Gran Plan de Dios. -Pedro se acalora- Y otra cosa que no han sabido comprender: el significado del sacrificio de Jesús...

Pedro se detiene ante el gran crucifijo tallado por Bemini que hizo traer del Museo del Vaticano y que ha colocado detrás de su mesa de trabajo. Se persigna mirándolo detenidamente y aclara:

-No han percibido que la Crucifixión es el punto de partida para un aceleramiento en la espiritualidad del hombre, y que para eso necesitamos mayor vitalidad. En vez, han fomentando entre los creyentes un morbo con el sufrimiento y la muerte como si la fe del cristiano debiera detenerse en esos hechos. Tal actitud es debilitante. Reduce el papel de la Iglesia al de un tranquilizante para espíritus que ella misma toma timoratos. No es la muerte lo importante: la muerte no es más que el breve momento de transición. La Vida, su incesante reiteración con su potencial infinito, ¡esa debe ser nuestra preocupación! Queremos que la Iglesia sea amiga del Hombre, quien es hoy cogestor con Dios... Porque en el proceso vital se está foijando la Conciencia Universal, y algún día, la Inmortalidad. Otra cosa....-Pedro rescata un recuerdo- han inflado la idea del pecado fuera de toda proporción, dándole un énfasis que no puedo imaginar de dónde tomaron, a menos que sea de las "Confetio" del atormentado Agustín. Las fallas, las imperfecciones, los fracasos son naturales al Hombre,

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lecciones necesarias. Pecado, para el Señor, es dejar de desarrollar y explotar dentro del breve término que dura una vida humana, el potencial que hereda cada individuo en los genes que le tocaron. Pecado, es ser insensible al sufrimiento, incapaz de compasión. Pecado es no hacer un esfuerzo consciente por crecer y por ayudar a los demás a crecer espiritualmente....Pecado es obstaculizar el florecimiento de una Conciencia Cósmica en la noosfera del Planeta Tierra. Y sobre todo, Benito, sobre todo...¡Pecado es desperdiciar el Tiempo! Todas las enseñanzas de Jesús nos hablan de un misericordioso perdón y ¡manos a la obra! El Maestro demostró que se desperdicia energía valiosa en el "mea culpa", y que está mucho mejor empleada en enseñar al ignorante, aliviar la pobreza, compartir las riquezas del intelecto, alentar al decaído, en fin, en acelerar el Proceso Cósmico para dejar atrás cuanto antes todas las imperfecciones del Espíritu!- Pedro cubre su rostro con las manos. Parece estar orando. Por fin, habla otra vez:

-Cuando pienso en todo lo que hay que hacer todavía en la Tierra... Ahhh, pero ya hay seres plenamente conscientes dentro de la Nave... hay quienes están claros... solamente les falta alas para verlos pasear por las alturas. ¡Basta con que tengan libertad para pensar! Dentro de sí mismo, el Hombre encontrará todas las respuestas. Hijo, debemos ser pacientes, flexibles, comprensivos; los cambios se acercan...

El Vicario del Cielo se ha agitado tanto que se acerca al escritorio, toma un vaso de agua recientemente bendecida y purificada de todo amargor y la bebe casi sin tomar aliento. Mira distraídamente a Benito. Vuelve a su paseo. Continúa en voz alta; es evidente que no se dirige a nadie. Pedro piensa escuchándose. La metafísica siempre lo impulsa al soliloquio:

-Lo menos que puedo esperar es que escuchen cuando les envío un sabio para que hable a sus corazones y a sus mentes... ¿No es cierto, hijo mío?

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El tono de Pedro es triste, y el joven profesional se preocupa: hace un intento por traer al tapete el motivo de la cita:

-Por cierto que tienes razón, Pedro, es lo menos que puedes esperar! ¿Sobre el problema aquél que se discutió en la Junta del viernes...?

El Apóstol se deja caer pesadamente en su butaca, suspira, y por fin, recuerda:

-Es verdad, no es de eso que quería hablar contigo hijo mío. Perdona que me haya dejado llevar por otras preocupaciones que no son las que debo tratar hoy.

Pedro hace un esfuerzo visible por adoptar la expresión jovial y animada con que empezó la mañana: el relacionista demostró, con un gesto de las manos y expresión inteligente, que era todo oídos.

-No te ofendas, hijo mío, si ahora debo decir que el problema del que te voy a hablar lo has causado tú...

Pedro acompañó las palabras con un gesto apaciguador, para suavizar el efecto de la crítica.

-¡San Pedro! ¡Esto no lo esperaba! ¡Pensé que el Cielo estaba satisfecho con mi trabajo! ¿Qué queja puede haber de la excelente imagen que se le ha trabajado a la Virgen María, ganada por sus propios méritos, por supuesto, pero propagada gracias a mis desvelos? ¿Y de la Dama de Orleáns, y de las apariciones en Medjugorie, y Fátima, qué del milagro de Fátima, que he mantenido vivo en el corazón de los fieles durante tantos años? ¿Y Don Bosco, y Santa Rosa de Lima, y San Martín de Porres, por mencionar sólo los que me vienen a la memoria? - El rostro del relacionista se cubrió de un subido tono rosa.

-Eres muy inteligente, hijo mío. ¡Has dado en elclavo!

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Pedro se restregó las manos satisfecho. Lo más espinoso del problema había sido subsanado. El resto sería fácil. -Mira, Benito, has sido tan efectivo con algunos de tus clientes que se te pasó la mano.

Pedro se arrellenó cómodamente en su butaca favorita, y dejó escapar un profundo suspiro. Remató:

-Has colocado a la Virgen María en una posición tan central en la Iglesia, como pilar, fuente de inspiración, sostén, y consuelo, que para los católicos, ella es el símbolo de la responsabilidad: y un modelo femenino ultrahumano que es injusto para las mujeres, dañino para los varones, triste para sus hijos, y ha tenido una secuela de consecuencias lamentables. Es posible que al relacionar excesivamente a la Iglesia con el símbolo de María, estemos sugiriendo que igual debe ocurrir en la familia humana; que su estabilidad, bienestar, y su misma existencia, es responsabilidad de la mujer. -Pedro se acerca más al joven. -Escúchame, Benito,indirectamente, hemos fomentado el problema de la paternidad irresponsable. Los hombres que no piensan en la semilla que siembran constituyen un fenómeno sospechosamente típico de los países pobres, del Tercer Mundo, donde la Iglesia ha tenido un virtual monopolio de la moral. Dicho en otras palabras, es un problema nuestro.

El joven profesional se recostó en la silla anonadado. No pudo menos que aceptar que el sabio Patriarca tenía razón. Pedro agregó:

-En un nivei subliminal, hemos dicho a los fieles que la Iglesia deposita la responsabilidad de la familia sobre los hombros de la mujer. Demos alabanzas al Santo Espíritu por habernos mostrado el "quid” del problema. -Ahora, Pedro sonríe, listo para el gran final:

-'Encontrada la dificultad, sabemos la solución! ¡Una buena campaña de relaciones públicas para José!

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Hay que mostrar al buen José con la imagen del "pater familia” confiable y responsable. Después de todo, él fue la cabeza de la divina familia terrenal y lo hizo muy bien.

Pedro se detuvo justo lo suficiente para mirar a su interlocutor y confirmar que entendía el argumento:

-Benito, hijo mío, has manejado muy bien a los de tu preferencia, a los que estaban más cerca de tu corazón terrenal. Pero te olvidaste de los otros. ¿No es cierto? Entre ellos, de San José, con los graves resultados que escuchaste y que están a la vista de todos.

El inteligente relacionista, que por algo fue escogido para manejar esta cuenta tan importante, por qué no decirlo, la carpeta más grande y más cotizada de ''Relaciones Públicas Ad Infínitum" vio con claridad el cuadro ético-social que su exaltación desmedida de la Virgen había producido y reconoció el error... ¡Mejor que nadie sabe cuán eficaces son las relaciones públicas, no sólo en su manifestación positiva, sino también por abstención!

-Sí, Pedro, tienes razón. Debes darme la oportunidad de trabajar personalmente la campaña de San José, de redimirme profesionalmente. Es indispensable que yo mismo repare la injusticia que sin intención cometí, y además, quiero contribuir a resolver el problema que causó en la Tierra.

Pedro se puso de pie complacido con la actitud de Benito.

-Es lo que nos gusta en el Cielo: personas capaces de resolver problemas, porque si algo abunda en nuestra Organización, es problemas.

Aunque Pedro pareció indicar que la entrevista tocaba a su fin, el escarmentado relacionista lo retuvo un minuto más:

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-Sólo dame alguna orientación para comenzar a trabajar: conocemos tan poco a San José... ¿Cuáles son algunas de sus virtudes?

Pedro se rascó la cabeza, dubitativo: después de unos instantes, respondió:

- Mira hijo, tendrás que ser muy creativo.. San José es un hombre tan sencillo y modesto: no ha tenido mucha educación, y es difícil encontrarle virtudes pomposas. Conversa con él, a ver qué encuentras. Haré una concesión especial. Le pediré que detenga su programa de restauración número 76.223.443.987.123, correspondiente a las bancas del anfiteatro "Pax Caelorum", para que venga a charlar contigo. Debes tomar en cuenta que José habla poco, porque su pensamiento es constante y profundo: tiene buena voluntad y ha demostrado siempre una generosidad inagotable: es de carácter ecuánime, jamás se le conoció querella; en paciencia compite con Job, gracias a eso ha podido evitar todas las fricciones que provocan los malos entendidos. Es muy tierno, y tú sabes cuánta falta hace la ternura en los afectos humanos. Es comprensivo, le gusta enseñar y adora a los niños; seguramente, entre los dos podréis encontrar alguna virtud que sirva de modelo a un buen padre de familia. Eso sí, Benito, ¡por favor no le toques el tema de la Divina Concepción! Está de más que te advierta, ¡nada personal!

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"Un verdadero Hombre no debe ser malvado ni siquiera con los malvados; no debe ser injusto ni siquiera con los injustos; no debe ser cruel ni siquiera con los crueles, sino que debe ser, con el tentador del mal, un tentador del bien. Tal vez el Diablo no espere sino un impulso de nuestra caridad para hallar en sí mismo fuerzas con que renegar de su odio..."

Giovanrd Papini

UNA TENTACION PARA SATAN

El Infierno tiene una cúpula de ozono rojo toda llena de agujeros. Como está muy cerca del sol -apenas unos ciento cincuenta millones de kilómetros- los rayos gamma y los ultravioletas afectan dolorosamente el protoplasma de las almas que lo habitan. Algunas ánimas con iniciativa han contemplado la posibilidad de sembrar árboles; pero no se ha pasado del mero estudio, del nombramiento de comisiones, de los cálculos de factibilidad, de la planificación. De aquí que el Infierno continúe siendo un sitio desagradablemente caluroso y húmedo.

Las almas que llegan a esta ciudad no necesitan pasaporte visado, cédula, ni documentos. ¿Dinero? Aquí de nada les serviría, puesto que no se compra ni se vende nada. Al llegar, lo primero es buscar cobijo -todas las habitaciones son de tipo eficiente-, luego, orientarse a fin de encontrar el centro de comestibles que le corresponde. Después de esto, las almas pueden ir donde les plazca y hacer lo que quieran: no están obligadas a nada. Puede que esto suene interesante, pero no lo es.

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Las calles del Infierno son un muladar, aunque cuentan con excelente iluminación. Los edificios llevan varios siglos sin pintar, y muchas almas tontas se dieron a la tarea de garabatear en sus paredes ininteligibles grafitis, pero nadie se ha tomado la molestia de leer o interpretar sus histéricos mensajes. Los recién llegados se acostumbran rápidamente, sobre todo al ver que los demás están muy conformes. Aunque en vida haya sido usted el más grande de los rebeldes, el más feroz revolucionario, el más recalcitrante terrorista o el más activo de los reformadores, una vez que su cuerpo es entregado a la tierra, el alma pierde esos gustos, y lo único que le interesa es conocer el éter en que se encuentra liberada, y vagar, vagar, vacía de todas sus inquietudes, interesándole sólo encontrar el sitio que le corresponde: sea el Infierno, o "el otro lado".

Se dice que en el Infierno se encuentran los que deben pagar por "pecados" que cometieron; esto es un desatino, ya que hasta los pecados más interesantes de la vida son considerados una simpleza en esta ciudad. Además, piense usted, si el concepto de "pecado" en la Tierra varía según el paralelo y la longitud, imagínese lo que variará "Acá", entre la cuarta y quinta dimensión. En realidad, las volátiles almas llegan al Infierno por la sencilla razón de que no pudieron llegar "al otro lado". Le explicaré: las almas, siendo más sutiles que los gases poseen, sin embargo, alguna densidad y peso atómico. Así, las más livianas -entiéndase más virtuosas- se elevan y llegan "Allá"; mientras las más pesadas -la maldad se incrusta en el espíritu de tal forma que resulta una carga que les impide abandonar la tierra- se quedan como gases pestilentes que, pasado algún tiempo, se diluyen en la atmósfera, aumentando la contaminación. Para que esto les suceda tienen que haber sido en vida crueles o estúpidos; o, si prefiere, estúpidos y crueles.

En lo que acertaron las religiones que intentan describir el más allá, fue en aquello de que los usuarios del Infierno son los que en vida no pudieron o no quisieron, o, ni pudieron ni quisieron ayudar a nadie. Es

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decir, los que sólo pensaron en sí mismos. £1 egoísmo, la egolatría, es de tontos: por eso, sólo muy de vez en cuando cae por aquí alguien que fue egoísta pero inteligente.

El Gerente General del Infemorum, Inc., monsieur Satán, es también el alcalde de la ciudad. Se cuentan muchas cosas de él, algunas tan contradictorias que son difíciles de creer. Es un personaje que si uno llega a tratar con cierta intimidad, irremediablemente termina comprendiendo. Es un tipo más bien común y corriente, que por alguna oscura razón se vio al frente de una Empresa en la que "utilidad" significa sufrimiento. Por eso se le teme. Los milenios que pasó tratando de mejorar las técnicas de la tortura y los intensos estudios para comprender los intrincados mecanismos del dolor psíquico, terminaron por agotarlo. Por eso, desde hace un par de siglos, ha dejado que el sub-gerente y vicealcalde, el señor Amoymon, se encargue de todo. Amoymon no tomó su ascenso con mucho júbilo. Su horario exigió- seguiría siendo de nueve a doce en la mañana y de tres a seis en la tarde.

El tiempo libre en el Infierno es una pesadilla. Y todo tiempo es libre en el Infierno. Esa fue una de las exquisiteces que puso de moda Satán al regreso de su primera vacación que duró desde la Primera Cruzada hasta la terminación de la Guerra de las Dos Rosas. Ahora, cuando Satán no juega su backgamon solitario, pasea por las calles del Infierno y los ojos se le llenan de lágrimas; no por sentimentalismo, sino por la tremenda contaminación. "Esto es más de lo que a mí mismo se me hubiese ocurrido", piensa cuando observa que los escapes de los vehículos bañan a los transeúntes con una fina neblina de anhídrido carbónico. "Mejor que esto, solamente los fumigaderos de judíos que hizo funcionar el de los ridículos bigotitos."

Satán se ha vuelto un intelectual. Es probable que sea parte de su castigo. Reflexionar sobre el pasado lo hace

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muy infeliz. Recuerda con nostalgia aquellos tiempos de leyenda cuando, en pleno apogeo, permitió que un poeta florentino visitara su formidable predio. En aquellos "beautiful hideous days", el Infierno era circular y estaba lleno de personajes que, si bien no eran muy inteligentes, eran espectaculares. Todos se han evaporado, se convirtieron en nada. Es que aquí los alcanza la pudrición. Ni siquiera pueden contar con un castigo eterno, como se cree. En cuatro o cinco siglos se vuelven humo. 'Todos, menos yo y mis socios. ¡Qué le vamos a hacer!" - medita, mientras prende un cigarrillo y tose atrozmente. Entonces recuerda que no podrá dormir bien por el cáncer de garganta que lo hace sufrir desde que se aficionó al humo por dentro. Ah, estúpido vicio que Sir Walter Raleigh introdujo cuando instaló su estanquillo de tabaco en la esquina de la calle Cocaína, con la Avenida del Tráfico de Armas.

"¿Con quién conversaré en estas interminables, oscuras horas infernales?". Arroja el cigarrillo con rabia y lo apaga con el fino zapato italiano. 'Ya perdí a Nicolo. Me encantaba escucharlo analizar la historia de Roma que tan bien conocía. Ah, sus fantásticas prosopopeyas con Tito Livio... ¡Qué divertidos sus preparativos para nuestra conversa! Se daba un baño de tres esencias, se ponía el jubón menos remendado y se alisaba los cabellos. Igual hacía en vida cuando se preparaba para leer a los Maestros. Lástima para el mundo que su enorme poder de observación lo puso al servicio de esos pequeños hombres que ansiaban gobernar solos y a perpetuidad. Mejor para mí. La llegada de Nicolo significó un refrescante paréntesis en mi aburrición eterna. ¡Cuántas veces nos reímos de aquel rechoncho y menudo general que se aficionó a sus libros y recogió toda la malicia de sus pensamientos... llegando a ser Emperador..."

El señor Satán disfruta recordando aquellas pláticas en la buhardilla del florentino. "Si Nicolo afirmaba de buena fe que: "Conviene más contentar al pueblo que a los soldados, porque aquél posee más poder que éstos" el

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cachazudo general escribía al margen de la página: "Mi interés quiere que entre el pueblo y los soldados se mantenga cierto equilibrio, de suerte que la balanza no se incline demasiado ni a un lado ni a otro.” Como quien dice: "puede que llueva, puede que no llueva, lleva tu paraguas que si no te cubre del agua, lo hará del sol". {Mírate hoy, Bonaparte! ¿Adónde tu cetro, adónde tu corona, para qué tu astucia? Si te vieran tus soldados comiéndote las uñas cuando escuchas los gemidos de tu ex-amante primera esposa, la Josefina, y ahora vecina tuya, que lleva toda clase de asquerosos condenados a su pieza... ¡Ay, Nicolo, me haces falta! Lástima que ya eres menos que una sombra... y no veo con quién reemplazarte. La política y los políticos solían entretenerme, pero ya ni siquiera llegan acá, no hay entre ellos ninguna inteligencia clara, todos son una sarta de megalómanos gritones sin una onza de fantasía en el cerebro. Todos ellos han tenido espíritus tan pesados que se cocinarán en sus tumbas, no despegarán de la Tierra. En verdad, me alegra que no lleguen, no valén ni el trabajo de darles tormento." Así piensa Satán, y como se aburre soberanamente, le da por encender un habano. Por supuesto, tose como solamente el alcalde del infierno puede toser. Cuando al fin se calma la tos, vuelve a sus reflexiones:

"Debo poner remedio a este fastidio, sino tendré que pensar en mi traslado, lo cual sería una arrescusia* intolerable."

Y Satán entró en la primera discoteca que encontró porque la automortificación con estrépito le sirve para pensar mejor...

(((((((( * ))))))))

* ARRESCUSIA: arrepentimiento con excusa.95

En el planeta Tierra, que está a sólo ciento cincuenta millones de kilómetros del sol, la bóveda de ozono blanco luce nuevos agujeros.

Monsieur Satán, en un satélite sin placa ni bandera, gira alrededor del mundo. Sus ojos, con un poder de zoom fácil de imaginar, enfocan detalles del orbe:

En las afueras de Ayacucho, una muchacha y dos hombres de Sendero Luminoso planean cómo dejar sin luz a la ciudad.

Buenos Aires:un obrero se olvida de un presidente tránsfuga y aplaude esperanzado a un melenudo cuyo mandato está "at stake".

Afghanistán: tres hazaras y un tajik, a las faldas del monte Kush, brindan con té por la salida de las tropas rusas.

En un callejón de Belfast, siete conjurados del IRA, rellenan un carro de dinamita.

En el puerto de Babol, un joven iraní se despoja de su caftán, se viste a la europea, revisa sus papeles, y embarca para atravesar el Caspio; su misión: buscar a Rushdie y pegarle un tiro.

'Todo parece igual" se dice Satán, y un rictus de aburrición asoma a sus labios. Ahora ajusta sus formidables oídos y escucha en una reunión del Mercado Común Europeo: "¡Encontremos una moneda que nos una a todos, una moneda en la cual confiar! ¡Una moneda nuestra, poderosa!" Satán hace una mueca despectiva y dirige sus tímpanos a una fogosa sesión de la OEA: en unos instantes, su instinto, afilado por los siglos, le indica que todos los análisis y soluciones, envueltos en frases rimbombantes y vertidas sin pudor, no sobrevivirán el mañana.

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Desciende en Miami, invisible. Por doquier escucha su nombre. Ahora no lo hacen a escondidas como antiguamente. Se han fundado clubes y sociedades que lo admiran y lo quieren. Grandes muchedumbres invocan su nombre y le piden intervención en sus asuntos particulares, igual que hacen los fanáticos "del Otro". Por supuesto, igual que "el Otro", él tampoco prestará atención a tales nimiedades. Lo que busca es un alivio al tedio. El Infierno se ha convertido en la ciudad más aburrida de la mitología.

Recorre Biscayne Boulevard con aire distraído. 'Tengo mucha gente aquí... y mucho material". Siguiendo un impulso repentino, de un salto atraviesa la pared del piso diecisiete de un flamante edificio de color granate almandino. Allí, en un cuarto amplio con vista a la bahía, sentado frente a un sólido escritorio de palo de rosa, un hombrecito de nariz, achatada y cara picada de viruelas, parece estar atento a algo que debe ocurrir. Satán lo observa curioso. De pronto, se siente en toda la habitación un "beep-beep" electrónico y el hombrecito saca de su chaleco a prueba de balas un "pulsar", lo último en el mercado para ayudar a dejar el vicio de fumar. (Sólo se puede prender un cigarrillo cada vez que suene el "beep".) Pero no es un cigarrillo lo que el hombrecillo quiere. De un cajón ha tomado un cofrecillo délos que venden por las calles de Veneciano abre, y con la uña del pulgar derecho recoge, como si de una cucharita se tratase, una porción de polvo blanco que se lleva a la nariz con parsimonia: tapa una fosa nasal, mientras aspira con fuerza por la otra. Ahora se levanta. Se cree el rey del mundo. Se pavonea por todo el aposento; luego abre la puerta de la siguiente habitación, y debe retroceder unos pasos porque se han derramado por el piso altas pilas de dólares amarradas con cauchitos. El cuarto se encuentra colmado hasta el techo de dinero. El hombrecito se enfada. Tendrá que enviar a sus ayudantes a reacomodar las pilas. Patea un fajo de billetes mientras exclama:

¡God dammit!

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"Qué bueno que estos latinos juran en inglés y por El Otro", observa Satán con una sonrisa beatífica.

¡Pa' su madre... -exclama, ahora en español, el hombrecito- necesitamos una lavadora gigante para lavar toda esta mierda. Y tiene que ser pronto, o tendré que buscar al diablo para metersélo por el.... !

Don Satán parpadea. La osadía del hombrecito lo sorprende. Por un momento contempla la posibilidad de aparecérsele con el más espantoso de sus disfraces, pero en vez de eso toma impulso, y sale del cuarto volando.

"¿Por qué no le di el escarmiento que se merecía?" se pregunta monsieur Satán a cuarenta y cinco mil pies de alturas, ajustando su velocidad a la de un Aeroflot que atraviesa la meseta de la Siberia Central. El aire fresco le ha despejado la mente. "Me temo que estoy cambiando... en otros tiempos lo hubiese matado de un susto o hubiese provocado un fuego indomable en ese cuarto lleno de papeles verdes que tanto le preocupa... ¿Por qué no hice algo? Creo que estoy harto. Eso es. No se puede castigar impunemente al género humano durante tanto tiempo sin caer en la tentación de la piedad y sentir esa debilidad afrentosa de la misericordia..."

Un cióse up de la cara de monsieur Satán, nos revela cierta nobleza imposible de ocultar. Es claro que no pasan los milenios en vano. No hay pasión, negocio o fanatismo que lo resista. Todo se gasta o se modifica.

Satán desciende en Moscú.

"IQué rarol Cuando visité esta ciudad hace cincuenta años era la más gris, triste, mustia y aburrida de todas... por eso me sentía como en mi casa. Y ahora, ¡vaya cambio! ¡Si la viera José Visarionovich Chugachvili! Pero él ya no puede ver nada, ni aquí, ni Allá. Ah, pero qué aspecto tan terriblemente alegre tiene la gente... ¿Qué sucede aquí?"

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Siguiendo una antiquísima costumbre, la primera visita de Satán es a la casa de Gobierno, donde generalmente encuentra su mejor material humano.

Desde que lo ve, le parece atractivo ese hombre enérgico que habla con pasión a sus colegas del Politburó en frases irrebatibles y llenas de un humanismo que seguramente hacía mucho tiempo no se escuchaban por esos ámbitos. El hombre tiene en la calva un lunar rojo que parece el mapa de Europa del Este. Esto bien puede ser una señal. "¿Una señal? ¿De quién? Hace tiempo que Ese Tipo no señala a nadie. Se acabaron los Elias, los Saúles, los Sansones. Debe ser un lunar como cualquier otro" Y Satán recuerda con deleite el hermoso lunar, rojo también, que Salomé lucía en la nalga izquierda. "Son señales epidérmicas y más nada", concluye el diablo.

"Conque este hombre es el causante del cambio..." Con elegante salto, Satán se sienta en el podio, cruza las piernas y se dispone a escuchar al irresistible orador que tiene a Europa del Este en la cabeza.

-Es evidente que la sulfazina y sus fiebres provocadas no es el remedio para el alcoholismo. Hemos visto que si bien el paciente suda las toxinas y recibe un impacto emocional, el efecto de la droga es pasajero, y el hombre vuelve a beber. Es hora de abandonar los remilgos y aceptar que la solución ALCOHOLICOS ANONIMOS está dando resultados en el mundo entero. No hay razón para que no se implante en Rusia, y ya he pedido asesoramiento...

"Tú eres..." el camarada Satán decide hacerse perceptible al espíritu de Mijail.

El poder de Satán surte su efecto. Mientras el cuerpo de Mijail discursea, su alma, a través del subconsciente, platica con el alcalde del Infierno.

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'Te necesito en mi ciudad", le dice Satán.

"Más me necesitan en la Unión Soviética" responde el Espíritu Mijail.

"No tengo apuro. Lo que realmente quiero es que hagas ciertos cambios en tu conducta y en tus pensamientos."

"¿Cambios? A mí me agradan mucho los cambios. ¿Qué clase de cambios me propones?"

"Muy sencillo", explica Satán: "Si continúas exactamente como vas, cuando pases a la otra vida, no tendrás más que una sola elección: Allá. El sitio más perfecto que te puedas imaginar. Tú no eres de los que gozarían tal grado de excelencia. Basta una ojeada para saber que eres de los que necesitan un reto, un obstáculo grande, una meta. Mira, Allá todo está hecho; Acá, todo se puede renovar, modificar, yo mismo he provocado varias revoluciones. Tú debes conocer mi historia. Supongo que sabrás que fui el primer revolucionario..."

"Más bien el primer golpista, y fracasado, ya que no pasó de intento."

"Aceptado, fue un exceso de soberbia y ambición, pero debes reconocer que la inconformidad también puede ser una virtud. Vamos, hombre, no me hagas filosofar. Lo que te estoy pidiendo es que vengas al Infierno a efectuar una renovación, una... ¿cómo es que tú la llamas?"

"Perestroika"

"Eso."

"¿Qué esperas de-mí? -pregunta Mijail con un dejo de ingenuidad que no deja de ser astuto.

"Ni yo mismo estoy seguro", responde Satán y

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reflexiona por unos momentos: "Te confieso que en primera instancia lo que necesito es un compañero inteligente. Estoy dispuesto a ofrecerte las mujeres más bellas que existieron sobre la tierra..."

"Que seguramente también fueron las más tontas" intercala Mijail con sencillez.

‘Y lo único que tienes que hacer antes de reunirte conmigo es iniciar una pequeña guerra mundial" concluye Satán sin tomar en cuenta la interrupción.

"Una pequeña guerra mundial, dices, en esta Era una guerra mundial no puede ser pequeña, significaría el fin de la especie humana. Parece que has perdido el deseo de seguir en tu trabajo."

"Bueno, pensemos en otra cosa... ¿Qué tal si le compras a Raisa un palacete en Monaco con la ayuda que enviaron para las víctimas del terremoto?"

"A ella no le interesa el lujo, Señor Satán, pero me tienta su ofrecimiento de una perestroika en el infierno. Veamos, no es difícil encontrar una acción que me lleve hasta usted. Hay algunos individuos que me gustaría liquidar, y naciones enteras que quisiera hacer desaparecer para siempre. Con mi poder terrenal, sería muy sencillo, pero..."

"Siempre hay un pero..." sentencia Satán y de inmediato se arrepiente de su frase porque le parece una perogrullada.

"Pediría algo a cambio... -apunta el Espíritu Mijail. "Es lo que se acostumbra, ¿no?"

"¿Qué quieres? Di... ¿que ponga el oro de Fort Knox en los sótanos del Kremlin? ¿O prefieres un ataque de autismo en el presidente de los Estados Unidos?"

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"Oh, nada de eso" replica Mijail. "Deja el oro donde está, y al líder norteamericano tal cual es. No... lo que solicito es algo con lo que siempre he soñado."

"¿Y qué es eso? -se muestra interesado monsieur Satán.

"Quisiera vivir,aunque sólo fuese un par de años, en el mundo que hubiese sido si los grandes depredadores humanos como Calígula, Atila, Torquemada, Hitler, Stalin y, por supuesto, los otros más recientes y de menor calidad pero tan numerosos, no hubiesen existido. Quisiera ver ese mundo, el que sería si estos asesinos no hubiesen torcido el destino de millones de seres valiosos que no alcanzaron su entelequia, y con lo cual se atrasó a la especie humana. Me pregunto: ¿A dónde habríamos llegado sin su interferencia? ¿Cuán avanzada estaría la medicina, la astrofísica, la economía, las ciencias políticas? ¿Qué alturas embriagantes habrían alcanzado las artes? A lo mejor ya no existiría la enfermedad, ni la vejez; a lo mejor, hasta la muerte habría sido vencida... Enséñame ese mundo que pudo ser. Imagino que para ti no es imposible..."

Los dos espíritus se miran fijamente, sin parpadear (los espíritus no parpadean). Al cabo de unos momentos (y algunos momentos parecen siglos), Satán pareció encontrar su voz: "Amigo... si me permite llamarlo así. Me interesa usted, pero lo que me pide es... eliminar la mejor maldad que ha existido sobre la tierra. Hacer real un mundo así seria obliterarme a mí mismo. En un mundo de luz, progreso, paz. y, ¡"El Otro" no lo quiera! amor, no habría sitio para mí. ¿Qué sería del Infierno? Tendríamos que cerrar por falta de clientes. Me erizo de sólo pensarlo. Ni el Mal, ni la Muerte...*ni yo! Es a mí a quien pretende eliminar. ¿Acaso en el fondo no es lo que usted pretende con su solicitud?"

"Satanovski... -El Espíritu Mijail hace una pausa muy efectiva y continúa- amigo, si me permite que así lo

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llame, dumaij... piénselo. Lo que busco es una Perestroika de los principios infernales. No tiene por qué dejar de existir. Sencillamente, ¡cambiaría! ¡Ande, renuévese! ¡Una revisión desde adentro! ¡Amigo Satán, acéptelo, es más fácil y más sabroso ser bueno!" -Mijail muestra un alborozo juvenil, extraño en el hombre que está cambiando al país más grande del mundo y, posiblemente, la historia de su época. Continúa:

"Si se decide y acepta mi asesoría, podríamos sustituir las drogas y las discotecas por escuelas y bibliotecas, por campos roturados... Al cabo de pocos años, el infierno sería algo que daría gusto visitar. Igual el mundo. Nadie se aburriría hasta el extremo de hacer el mal para distráerse; el aburrimiento quedaría fuera de moda. Pues ni el sabio, ni el hombre común que actúa, se aburren jamás. Las energías se usarían tan sólo para mantener en el mundo la justicia. ¡Hágame caso, amigo* y desde hoy puede contar conmigo... Imagínese, un infierno glasnot"

Satán hace lo que no hacía desde su último encuentro con Papini: se rasca la cabeza. Esa redonda y hermosa cabeza adornada con simétricos rulos (al estilo de Malcom X). Pregunta un tanto desconcertado: "¿Qué dirían Allá arriba? El Viejo, ¿cómo lo tomaría? ¿No pensaría que es un nuevo intento de usurpar el Poder?”

Y el intrépido Mijail responde: "Aunque tú lo conoces mejor que yo, me parece que el Viejo pasa más tiempo durmiendo que atento a los asuntos del Universo; después de todo eso de ser inmortal... ¡Ay, Satanov! A tí también te tocó..., estar desde que empezó el tiempo debe ser agobiante. Pero, estoy seguro que una buena Perestroika, no sólo 'Acá", sino también "Allá", los reanimaría a todos. Nada más piénsalo un momento... Imagina al Viejo transformando su monótono Cielo... desacomodando la perfección... Cambiando su vetusta Iglesia terrenal...¡Estupendo!" -El Espíritu Mijail ríe a mandíbula

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batiente. Se permite un chiste: "¡La corrupción de las Once Mil Vírgenes! ¡El disloque de la virtud!"

Como todo buen fumador. Satán prende un cigarro cuando no tiene nada inteligente que contestar. Enseguida lo ataca la tos. En medio del humo y las partículas de saliva escuchamos su voz entrecortada:

"No se va a poder" Y sigue fumando y tosiendo."Kác - yak una verdadera lástima" -dice Mijail con aire

decepcionado-. Por un momento pensé que te iba a entusiasmar."

"No, eso es imposible" -Satán apaga el habano como ya sabemos: con la suela de su zapato italiano, y vuelve a insistir- "No puedo brindarte ese cuadro cüya indecible belleza podría causar hasta dolor: el mundo que pudo ser sin la acción de la maldad... Eso no. Pero, si quieres riqueza y poder sin límites..."

"No -replica Mijail-, eso no me interesa."

"Entonces, nos despedimos, amigo" -dice Satán con afectuosa sonrisa. En su rostro hay una pizca de tristeza. Es indudable que la solicitud del ruso le ha causado una cierta melancolía.

"¡Do Svidania, hasta nunca, amigo!" -contesta Mijail, con un guiño jovial.

Se puede escuchar el consciente en el cuerpo del dirigente soviético que, parado en el monumental estrado del Politburó frente a varios miles de absortos escuchas y ajeno a lo que acaba de acontecer, dice:

"-¡Las armas son más caras que el trigo! ¿Cómo es posible que la Humanidad prefiera un misil teledirigido a cinco escuelas?...

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Satán da vuelta e inicia su mutis con parsimonia. El alma de Mijail alcanza a decir: "No se vaya usted así, padrecito Satán. Quiero que sepa que...

Satán se detiene. Con un gesto lo corta y replica: 'Ya sé lo que va a decir... que no es nada personal, ¿no es así?"

"Bueno -asiente el alma de Mijail mientras hace un gesto de despedida con la mano y murmura suavemente- tiene razón, Padrecito, eso iba a decir, que no es nada personal."

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CONTENIDO

Nada personal 13El Derviche 25

Un agnóstico llega al cielo 33Lucifer 51

La pedrostroika 65Un problema de imagen 79

Una tentación para Satán 91

Impresora de La Nación/INAC/490 Panamá/1992

INSTITUTO NACIONAL DE CULTURA

Dr. ALBERTO OSORIO OSORIODirector General

Prof. JORGE HARDING ANDREVESubdirector General

Prof. OSCAR POVEDADirector Nacional de Extensión Cultural

Prof. MARUJA F. DE MARQUEZ Directora Nacional de Publicación y Comunicación

Prof. REYMUNDO GURDIAN GUERRAJefe del Departamento de Letras

Prof. RAMON OVIEROJefe de la Editorial Mañano Arosemena

Prof. HECTOR RODRIGUEZ C.Jefe de la Impresora de La Nación

Beatriz Valdés Escoffery, pe­riodista y relacionista pública, sorprende a la intelectualidad panameña en 1985 con su primer premio Miró - en la Sección Ensayo - titulado "Yuklo Mishima: Seda y Acero". Ahora, incursionando en el género de Cuentos, reitera su vocación literaria con un se­gundo galardón.Beatriz Valdés E. realizó sus estudios secundarios en Inglaterra y los Estados Unidos. Posteriormente, ade­lanta con distinción varios años de estudios de Derecho en la Universidad Santa María la Antigua de la capital, carre­ra que no culmina pero tam­poco borra de un futuro cerca­no. En 1986 crea, y desde entonces dirige. El Heraldo, un semanario cultural, social e informativo ágil que reviste cierta originalidad , lo que le ha ganado ya un sitio propio en el periodismo nacional. Beatriz Valdés también condu­ce desde 1989 el homólogo radial. El Heraldo en el Aire, eminentemente cultural, y que

también disfruta de una am­plia audiencia, desvirtuando el supuesto de que el pueblo panameño es alérgico a la cul­tura.