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fue tomada por los grupos pashtunes de Peshawar, liderados por Gulbuddin Hitmetyar, los cuales haban recibido la mayor parte de la ayuda, estaban mejor armados y constituan la op- cin poltica de los servicios de inteligencia paquistan y saudita. La ocupacin de Kabul se produjo bÆsicamente por la accin combinada de fuerzas tayikas leales al lder Burhanuddin Rabbani, al mando del comandante Ahmad Shah Massoud, y de tropas uzbekas dirigidas por el general Rashid Dostum, un alto oficial que se apart de Najibullah en abril de 1992, retuvo bajo su mando a una parte importante del ejØrcito y la aviacin afgana y se convirti en el principal caudillo militar del norte del pas, con su base en la ciudad de Mazar-i-Sharif. La situacin creada era as absolutamente inØdita. Por pri- mera vez en la historia de AfganistÆn la etnia dominante pashtœn se vio desplazada del control de Kabul por las minoras nacio- nales. El gobierno islÆmico provisional, proclamado bajo la pre- sidencia interina de Rabbani, no obtuvo el reconocimiento ni el respaldo de Hitmetyar y los partidos de Peshawar, quienes en respuesta comenzaron el asedio y bombardeo de la capital. L El rØgimen talibÆn y la geopoltica regional 61 Guerra civil y fraccionamiento poltico a cada del rØgimen de Najibullah desat abiertamente las contradicciones entre las principales facciones muyahidines. Paradjicamente, la capital del pas no

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Page 1: Baltar El regimen talibán y la geopolitica regional

fue tomada por los grupos pashtunes de Peshawar, lideradospor Gulbuddin Hitmetyar, los cuales habían recibido la mayorparte de la ayuda, estaban mejor armados y constituían la op-ción política de los servicios de inteligencia paquistaní y saudita.La ocupación de Kabul se produjo básicamente por la accióncombinada de fuerzas tayikas leales al líder BurhanuddinRabbani, al mando del comandante Ahmad Shah Massoud, yde tropas uzbekas dirigidas por el general Rashid Dostum, unalto oficial que se apartó de Najibullah en abril de 1992, retuvobajo su mando a una parte importante del ejército y la aviaciónafgana y se convirtió en el principal caudillo militar del nortedel país, con su base en la ciudad de Mazar-i-Sharif.

La situación creada era así absolutamente inédita. Por pri-mera vez en la historia de Afganistán la etnia dominante pashtúnse vio desplazada del control de Kabul por las minorías nacio-nales. El gobierno islámico provisional, proclamado bajo la pre-sidencia interina de Rabbani, no obtuvo el reconocimiento ni elrespaldo de Hitmetyar y los partidos de Peshawar, quienes enrespuesta comenzaron el asedio y bombardeo de la capital.

L

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Guerra civil y fraccionamiento político

a caída del régimen de Najibullah desató abiertamentelas contradicciones entre las principales faccionesmuyahidines. Paradójicamente, la capital del país no

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Todos los intentos por buscar un entendimiento se estrellaroncontra la intransigencia y ansias de poder de los caudillos mili-tares. En enero de 1993 una loya jirga (asamblea) de jefestribales y religiosos ratificó a Rabbani en su puesto, pero losislamistas pashtunes no reconocieron su autoridad. En mayose conformó un nuevo gabinete con el propósito de incluir re-presentantes de los 10 grupos opositores principales. El com-promiso, que le conservaba la presidencia a Rabbani a cambiode la designación de Hekmatyar como primer ministro, sólocontribuyó a una tregua temporal en los enfrentamientos que,al iniciarse 1994, volvieron a reanudarse con mayor intensidad.

Mientras el país se precipitaba a la guerra civil entre losantiguos caudillos antisoviéticos, y la ausencia de una autori-dad central provocaba un caos generalizado, el nuevo escena-rio del conflicto afgano quedaba virtualmente a merced de lasrivalidades geopolíticas regionales.

Después de la retirada soviética, Afganistán dejó de ser unpunto de confrontación entre las superpotencias, a pesar deque Estados Unidos siguió suministrando ayuda a los muyahi-dines hasta 1992.1 El derrumbe del socialismo europeo, la Gue-rra del Golfo y, por último, el desmembramiento de la URSS,provocaron un inusitado cambio en la situación internacionalque dio al traste con más de 40 años de un orden bipolar, de-jando a Estados Unidos como la única superpotencia mundial.

El nuevo contexto degradó la importancia de la cuestiónafgana, provocando un pragmático giro en la posición norte-americana que llevaría a un claro desentendimiento de la si-

1 Según Ahmed Rashid, Estados Unidos suministró a los muyahidinesentre 4 mil y 5 mil millones de dólares durante el periodo 1990-1992 (op.cit., p. 40).

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tuación en Afganistán. El viraje rayaba casi en el cinismo.Luego de aportar casi 10 mil millones de dólares para alimen-tar más de una década de guerra, muerte y destrucción, Esta-dos Unidos eludió la responsabilidad de participar con su fuerzaeconómica, política y militar en la reconciliación y reconstruc-ción nacional. Su salida, después de 1992, no sólo eliminó laopción de un fuerte arbitraje internacional, sino también posi-bilitó que el amplio engranaje militar montado con su ayuda yasesoría para respaldar la jihad antisoviética quedara bajo elcontrol discrecional de sus aliados regionales, sobre todo delISI paquistaní, quienes continuaron empleándolo para alcanzarsus pretensiones de liderazgo panislámico, a pesar de que ello,paradójicamente, los llevaría a comulgar con fuerzas funda-mentalistas hostiles a Occidente que muy pronto convertiríana los Estados Unidos en su principal blanco.

La confrontación entre Arabia Saudita, Pakistán e Irán seintensificó notablemente desde 1989, cuando el gobierno deBenazir Bhutto abandonó la posición de intermediario que ha-bía jugado Pakistán en el diferendo saudita-iraní durante losaños de la cruzada antisoviética, para estrechar una alianzaantichiíta con la monarquía saudí. Los recelos de Islamabadaumentaron por el doble juego de la política iraní. Después dela retirada soviética, Irán inició un acercamiento al régimen deNajibullah, en una clara estrategia de respaldar a la única fuerzaque en aquel momento podía evitar un eventual triunfo de losgrupos muyahidines pashtunes, pero al mismo tiempo siguiófortaleciendo militarmente al Wahadat, con la finalidad de ase-gurar a los hazaras chiítas un espacio en el futuro escenariopolítico. Cuando las fuerzas tayikas y uzbekas se apoderaronde la capital, los hazaras �que ya dominaban el Hazarajat�también marcharon sobre Kabul ocupando una zona en la par-te occidental de la ciudad.

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Durante 1992 y 1993, Pakistán y Arabia Saudita hicieroningentes esfuerzos por unir a los grupos pashtunes y a la vezpromover negociaciones entre las fuerzas rivales para llegar aun arreglo que pusiera fin a la guerra civil, pero excluyendo delas conversaciones a los hazaras y a Irán. La posición políticade Arabia Saudita, sobre todo, había sufrido un fuerte revés aldesmoronarse la alianza entre Gulbbuddin Hekmatyar y el cau-dillo disidente de la Hizb-i-Islami, Abdul Rasul Sayyaf, las dosfiguras más prominentes del wahabismo afgano. Por su parte,Irán trató de expandir su influencia extendiendo su apoyo aotros grupos étnicos de lengua persa (dari) opuestos a las as-piraciones hegemónicas de los líderes pashtunes, especialmentelas fuerzas tayikas del presidente Rabbani y de su jefe militarAmad Shah Massoud.

Sin embargo, la caótica dinámica de la guerra civil superócon mucho la lógica de esos alineamientos iniciales. Hasta 1996,en que el empuje del poderío talibán provocará un nuevoreagrupamiento de las fuerzas beligerantes, la guerra entrefacciones, sin más causa que las ambiciones personales y degrupos, se caracterizó por una interminable sucesión de alian-zas y traiciones en virtud de la cual la composición de los ban-dos cambiaba constantemente.

De tal manera, hacia 1994 Afganistán se encontraba vir-tualmente desmembrado, en condiciones que recordaban lostiempos de los señores de la guerra en China.2 En Kabul radi-caba el gobierno tayiko de Rabbani, quien también controlabazonas del norte cerca de la frontera con la República deTayikistán. Las restantes seis provincias septentrionales, a lo

2 La alusión se refiere al periodo de 1916-1927 cuando, después de lamuerte del dictador Yuan Shi-kai, China quedó a merced de numerososcaudillos militares que ejercían el control sobre una o varias provincias.

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largo de las fronteras con las repúblicas de Uzbekistán y Turk-menistán, estaban en poder del general uzbeco Rashid Dostum.Al centro, los hazaras dominaban la provincia de Bamyan.Desde la ciudad de Herat, al oeste, el caudillo Ismail Khanejercía el control de las tres provincias más occidentales delpaís colindantes con Irán. En el este, las fuerzas pashtunes deHekmatyar se afincaron en una porción de territorio al sur yeste de Kabul, mientras que las tres provincias pashtunes, próxi-mas a la frontera con Pakistán, estaban en manos de una shura(consejo) de muyahidines, con sede en Jalalabad. En el sur,varias docenas de pequeños caudillos, en su mayoría pashtunes,pugnaban entre sí por el control de la ciudad de Kandahar ylas regiones adyacentes.3

Kandahar, segunda ciudad en importancia de Afganistáncon unos 250 mil habitantes y base territorial de los pashtunesdurrani, fue muy afectada durante los años de la resistenciacontra la ocupación soviética. Los clanes durrani, predomi-nantes por más de dos siglos, sufrieron un fuerte desgastedebido al triple impacto de la lucha antisoviética, de la con-frontación con los islamistas y de la falta de una significativaasistencia militar y financiera del exterior. A causa de ello, laestructura y el liderazgo tribal se debilitaron, propiciandola proliferación de pequeñas facciones pashtunes enfrentadasentre sí.

La economía también se vio gravemente dañada. La gue-rra afectó el tradicional comercio por carretera, arrasó con lasplantaciones de frutales y destruyó los sistemas de regadíos,obligando a miles de campesinos a cruzar la frontera conPakistán. La situación empeoró a partir de 1992, ya que losseñores de la guerra se adueñaron de los recursos e ingresos

3 Ahmed Rashid, op. cit., pp. 44-45.

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de la región, cerraron las carreteras y obligaron a los camio-nes que transportaban mercancías desde Pakistán a pagar ar-bitrarios impuestos. Asimismo, se agudizó la lucha por el controldel lucrativo negocio de las drogas, el cual comenzó a repuntardespués de 1990 cuando muchos campesinos empezaron aregresar a su lugar de origen y no encontraron otra forma desubsistir que dedicándose al cultivo de la adormidera.

Hacia 1994, las organizaciones internacionales de ayudahumanitaria se habían retirado de la ciudad debido a la insegu-ridad y el caos reinante, mientras que la población local seencontraba en el más absoluto desamparo ante los abusos y elrégimen de terror implantado por los caudillos militares. Enesas circunstancias, una nueva oleada fundamentalista irrumpióen el escenario regional para combatir a los corruptos señoresde la guerra que habían abandonado el camino del Islam. Erael inicio del talibán, un movimiento moralizador compuesto prin-cipalmente por jóvenes estudiantes de teología (talibán)adoctrinados en las madrassas (escuelas coránicas) despa-rramadas por el territorio paquistaní cercano a la frontera, don-de se concentraban cientos de campamentos que albergabana cerca de dos millones de refugiados afganos.

En el aspecto confesional, los talibán eran sunnitas partida-rios de la corriente deobandi, una escuela de pensamiento islá-mico establecida en los años veinte del siglo pasado en la Indiay que luego tuvo una considerable influencia en Pakistán. Sinembargo, su sustrato intelectual era especialmente pobre. Lamayoría de sus líderes religiosos, incluyendo su máxima figu-ra, el mullah Mohamed Omar, no tuvieron más educación quela recibida en las madrassas, estereotipo muy diferente de lospashtunes urbanos educados que desde finales de los setentadirigieron los grupos islamistas desde Peshawar. Asimismo,los estudiantes que conformaban su base social por lo general

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eran jóvenes crecidos en los campamentos de refugiados y enlas madrassas, donde muchos encontraron, además de un nue-vo hogar, un simple ideal político que los exhortaba a combatirel mal en nombre de una voluntad divina. Así, pues, su actitudfundamentalista, en extremo dogmática y violenta, estaría con-dicionada por una muy estrecha visión del mundo y por loshorrores de una desgarradora guerra civil, combinación queacabaría convirtiéndola en la mayor aberración del islamismocontemporáneo.

Pero en sus inicios el movimiento talibán representó unaseñal de esperanza para los habitantes de Kandahar y sus al-rededores. El impacto social de sus acciones justicieras contralos muyahidines corruptos, pronto contribuyó a incrementar lapopularidad del grupo del mullah Omar.4 En los meses siguien-tes, centenares de simpatizantes se fueron incorporando a lanaciente milicia talibán que rápidamente fue sometiendo a losseñores de la guerra locales. A principios de 1995, con unafuerza de apenas 2 mil efectivos, el talibán emprendió su ex-pansión político-militar por el sur. Seis meses después contabaya con un verdadero ejército de unos 30 mil hombres.5

Su espectacular avance militar no se debió tanto a la capa-cidad combativa, sino al éxito de una estrategia persuasivabasada en un mesianismo sencillo y atrayente. Aunque algu-nos dirigentes, como el propio mullah Omar,6 se hicieron de

4 Sobre la leyenda del origen justiciero de la milicia del mullah Omar, verRoland Jacquard, En nombre de Osama bin Laden, México, Salvat Edito-res, 2001, pp. 75-76.

5 Ibidem, p. 77.6 La leyenda heroica que envuelve la figura del mullah Omar asegura que

fue comandante de una unidad muyahidin y que recibió varias heridas encombate, incluyendo la que le ocasionó la pérdida de un ojo que, según

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cierto prestigio militar como muyahidines durante la gesta deresistencia contra la ocupación soviética, la masa fundamentalde la milicia talibán estaba compuesta por jóvenes con escasao ninguna experiencia en la lucha armada. En cambio, el pro-selitismo religioso y la táctica de sobornar a los caudillos riva-les resultaron de gran utilidad para fomentar la deserción enlas fuerzas enemigas y ganar adeptos para la causa dentro yfuera de Afganistán.

El principal apoyo externo del talibán provino de Pakistán,aunque no todos los analistas concuerdan en el origen de esarelación.7 Cuando aflora el movimiento talibán en la segundamitad de 1994, la política paquistaní en relación con Afganis-tán atravesaba una seria disyuntiva. De un lado, estaba la op-ción de proseguir respaldando a Gulbuddin Hekmatyar, a pesarde su evidente fracaso por apoderarse de Kabul y de su cre-ciente impopularidad entre los propios grupos pashtunes, insis-tiendo en la alternativa de un futuro gobierno de hegemoníapashtún subordinado a la política de Islamabad. Esa posiciónera todavía muy fuerte en las esferas dirigentes del ISI y delejército, donde aproximadamente el 20% de sus efectivos te-nía la misma procedencia étnica.

De otra parte, el gobierno de Benazir Bhutto, de regreso alpoder en 1993, compartía con los círculos económicos y la

cuentan, él mismo arrancó de su órbita para evitar la infección, dejandocomo testimonio la mancha de su mano ensangrentada en el muro de unamezquita de Singesar. Ibidem, p. 75.

7 Los autores, ya citados en este trabajo, Yossef Bodansky y RolandJacquard, presumen que el talibán fue prácticamente una creación de Pakistán;en cambio, Ahmed Rashid plantea que la aparición del talibán vino a resol-ver un dilema de la política paquistaní y de varias fuerzas internasinvolucradas de alguna manera en la cuestión afgana, una tesis más rica einteresante que también suscribe el autor de esta obra.

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mafia del transporte de Peshawar el interés de reanudar elcomercio por carreteras hacia el norte, que permitiría a la eco-nomía paquistaní tener acceso a las repúblicas ex soviéticasdel Asia Central, independientes desde 1991. La Jamaiat-i-Ulema-Islami (JUI), poderosa organización fundamentalista quebrindó total apoyo a la jihad afgana y ayudó a Benazir Bhuttoa ganar las elecciones en 1993, también tenía pretensiones deejercer influencia sobre el Asia Central musulmana y veía conpreocupación la estrategia de acercamiento emprendida porIrán hacia la región.

La ruta más corta que permitía enlazar Peshawar con laRepública de Uzbekistán, atravesando el territorio afgano, es-taba obstruida por los fuertes combates en Kabul. Ante esasituación, cobró fuerza la variante de abrir otra ruta, en estecaso hacia Turkmenistán, partiendo de Quetta y cruzando lasciudades afganas de Kandahar y Herat. El proyecto quedabatambién a la medida para la mafia de transportistas de Quetta,que tradicionalmente había controlado el contrabando a travésde la frontera sur con Afganistán y estaba muy resentida conlos señores de la guerra de Kandahar, quienes impusieron exor-bitantes pagos por permitir el tránsito de camiones a través delos territorios bajo su control.

Mientras se producían las primeras acciones del movimientotalibán, funcionarios del gobierno paquistaní cabildeaban laapertura de la ruta con Ismail Khan, el general Dostum y loscaudillos de Kandahar, y pretendían conseguir 300 millones dedólares de organismos internacionales para la reconstrucciónde las carreteras.8 Pero las negociaciones, sin embargo, ence-rraban el riesgo de que Pakistán se comprometiera en un arre-

8 Ahmed Rashid, op. cit., pp. 52-53.

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glo de mayor alcance con otros grupos en detrimento de lalargamente defendida causa pashtún.

Cuando el talibán empezó a normalizar el tráfico en los pri-meros territorios ocupados, abriendo las carreteras, garanti-zando la seguridad en la frontera y estableciendo un únicoimpuesto al tránsito de camiones, dejó entrever claramenteque era justo el remedio para los dilemas de la política paquistaní.Aparentemente, el talibán parecía cubrir todas las expectati-vas: una fuerza político-militar pujante, rigurosamente islamistay predominantemente pashtún, con la capacidad suficiente paraimponer el orden y normalizar el lucrativo comercio a travésde la frontera.

Muy pronto los diversos círculos de poder involucrados enla cuestión afgana comenzarían a mostrar su interés por elmovimiento talibán. En un principio, el apoyo provino de altosfuncionarios del gobierno de Benazir Bhutto vinculados a laesfera del transporte y el comercio; de la JUI, que estimuló amiles de estudiantes de sus madrassas a que engrosaran lasfilas de los monjes-soldados; y de la mafia de transportistas deQuetta, la cual aportó dinero para financiar las operaciones dela nueva milicia. Pero en los meses siguientes, cuando lostalibanes demostraron sus posibilidades de expansión más alládel sur del país, acapararon también toda la atención y ayudamilitar del ISI y el ejército paquistaní.

La ofensiva talibán y el nuevo escenariode la guerra civil

A principios de 1995 los talibanes emprendieron una ofensivapolítico-miltar hacia el norte y oeste del país, donde se encon-traban las principales facciones beligerantes. Supuestamente,

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su filosofía mesiánica y puritana descartaba la pretensión dehacerse con el poder en Afganistán; tan sólo le alentaba elpropósito de desarmar a los caudillos militares, combatir a losherejes y, de esa forma, contribuir al establecimiento del ordenen el país.

En el complicado frente de Kabul, el gobierno tayiko delpresidente Rabbani atravesaba serias dificultades en ese mo-mento. Un nuevo reacomodo de fuerzas había propiciado unaalianza coyuntural entre Gulbuddin Hekmatyar, el generaluzbeco Dostum y los hazaras, cuyas tropas asediaban la ciu-dad desde el sur, norte y oeste, respectivamente. Gracias a loscohetes suministrados por Pakistán, Hekmatyar sostenía unintenso bombardeo sobre la capital, a la vez que mantenía blo-queadas las vías de acceso por el sur.

Sin compromiso con ninguno de los bandos, los talibanesavanzaron rápidamente desde el sur y a mediados de febreroocuparon sin mucha resistencia el cuartel general de Hekmatyaren Charasyab, quien huyó hacia el este para refugiarse enJalalabad, dejando abandonado buena parte del armamentopesado y la aviación. Tan humillante derrota no sólo debilitó lacapacidad militar del Hizb-i-Islami, sino que terminó por des-acreditar a Hekmatyar ante el ISI e inclinó definitivamente labalanza en favor del movimiento talibán. Una vez controladoel sur de Kabul, los talibanes abrieron inmediatamente las ca-rreteras y dejaron pasar suministros de alimentos y mercan-cías a la ciudad después de varios meses de cerco, medidaque además de estar en consonancia con los intereses de lostransportistas de Peshawar y Quetta, contribuyó a granjearlelas simpatías de los habitantes de la ciudad.

El presidente Rabbani y su jefe militar, Ahmad ShahMassoud, infructuosamente trataron de negociar una alianzacon los talibanes. Sin embargo, la derrota de Hekmatyar debi-

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litó a la coalición opositora y aflojó el asedio de Kabul, situa-ción que aprovechó el comandante Massoud para expulsar alas milicias hazaras de la ciudad, cuyo líder, Abdul Ali Mazari,murió en circunstancias misteriosas cuando intentaba concer-tar un arreglo con el ejército talibán que marchaba sobre Kabuldesde el sur. El trágico suceso sembró en los hazaras un pro-fundo resentimiento hacia los talibanes, que exacerbó en loadelante una sangrienta enemistad étnica y religiosa.9

Mientras unos destacamentos de la milicia islamistairrumpían en el sur de la capital, en el oeste otros lanzaban unaexitosa ofensiva contra las tres provincias controladas porIsmail Khan, entonces el único aliado del gobierno de Rabbani.Ante el inminente peligro, el comandante Massoud decidió to-mar la iniciativa y emprendió un ataque fulminante contra lastropas talibanes al sur de Kabul, que se vieron forzadas a eva-cuar la ciudad con grandes bajas. Simultáneamente, Massoudenvió unidades aerotransportadas tayikas en auxilio de IsmailKhan y ordenó a la aviación bombardear las posiciones ene-migas en las inmediaciones de la ciudad de Herat. Nuevamen-te las fuerzas talibanes se vieron obligadas a replegarsedesesperadamente en dirección a su base principal en Kan-dahar.

Las derrotas en Kabul y Herat desinflaron el mito de lainvencibilidad que había generado el impetuoso avance talibán,poniendo de relieve su pobre preparación militar y su incapaci-dad estructural para consolidar sus posiciones sobre una ex-tensa base territorial. Sin embargo, en los cuatro mesessiguientes el movimiento logró una recuperación espectacular,en parte por un sustancial incremento de la ayuda militar y

9 Ibidem, p. 63.

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financiera de Pakistán y Arabia Saudita, así como el recluta-miento de miles de voluntarios provenientes de las madrassasy de los campamentos de refugiados enclavados en territoriopaquistaní.

A principios de septiembre, una segunda ofensiva talibánlogró apoderarse de Herat y obligó a Ismail Khan a refugiarsetemporalmente en Irán. En Kabul, las fuerzas de Massoud lo-graron soportar un año más el asedio talibán, que con sus terri-bles bombardeos fue perdiendo las simpatías de la poblaciónlocal. En el ámbito político, el gobierno de Rabbani y el ISI sejugaban la misma carta, aunque en sentidos contrarios. El pri-mero intentó atraer a los otros señores de la guerra con elofrecimiento de darles participación en un nuevo gobierno. Elsegundo, preocupado por las maniobras de Rabbani, trató a suvez de reunir, a principios de 1996, al general Dostum, aHekmatyar, al partido hazara Wahadat y a los talibanes en unacoalición con el propósito de lanzar un ataque decisivo en tresdirecciones (norte, este y sur) contra Kabul.

Los jefes talibanes, sin embargo, mostraron un absolutodesinterés por la colaboración. A finales de marzo de 1996,alrededor de 1 200 mullah y ulemas (líderes religiosos) dediversas partes se reunieron en Kandahar y proclamaron almullah Omar como Amir-ul Mominnen (jefe de los fieles),título supremo que no sólo encerraba el derecho de convertir-se en emir de Afganistán, sino que también pretendía, siguien-do la tradición de los antiguos califas, otorgarle una autoridadespiritual sobre la umma (comunidad musulmana). Tras esareivindicación de poder, la dirigencia talibán convenció a losservicios de inteligencia paquistaní y saudita de la convenien-cia de apoyarlos en una nueva ofensiva contra Kabul desde eleste, plan que requería la conquista previa de las tres provin-cias pashtún de la frontera oriental.

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Los talibanes se lanzaron contra Jalalabad a finales de agos-to, después de arreglar el precio por la rendición del jefe de lashura gobernante. Pocos días después sometieron, con el apoyode refuerzos provenientes de los campamentos de refugiadosdel otro lado de la frontera, a las provincias de Nangarhar,Laghman y Kunar, consiguiendo de esa forma dominar todaslas regiones de mayoría pashtún del país. A la par del avancetalibán, y ante la inminencia de un recrudecimiento de los com-bates en la capital, los intereses de la geopolítica regional tam-bién empezaron a manifestarse abiertamente. MientrasPakistán y Arabia Saudita intensificaban su respaldo militar ylogístico a la ofensiva talibán, Rusia, Irán y la India, alarmadospor el impacto regional de un triunfo fundamentalista, enviabandiariamente aviones con cargamentos de ayuda para las fuer-zas gubernamentales.

Finalmente, Rabbani y Massoud decidieron evitar el riesgopolítico-militar de una sangrienta y destructiva confrontaciónurbana y replegaron sus fuerzas hacia sus bases de apoyo alnorte de la ciudad. De tal suerte, el 27 de septiembre, despuésde vencer una pequeña resistencia, la capital cayó definitiva-mente en poder de los talibanes, lo que simbólicamente vino arepresentar una restauración de la histórica hegemonía pashtúnen el principal centro político del país.

Enseguida se instauró en Kabul una shura compuesta deseis mullah, todos de la rama durrani de los pashtún, encarga-da de gobernar e imponer un riguroso orden islámico de acuer-do con las directrices provenientes de Kandahar, dondepermaneció el centro político y militar del régimen talibán y laresidencia permanente del mullah Omar. Los hechos desmen-tían así la demagogia inicial de un mesianismo desprovisto deaspiraciones de poder. En realidad, en todos los territorios ocu-pados previamente, los talibanes habían implantado un sistema

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de gobierno punitivo basado en una rigurosa aplicación de laley islámica, que pronto sembró la sumisión y el terror en lasmismas poblaciones que originalmente acogieron con esperan-zas su llegada. En algunos lugares, como en la ciudad de Herat,donde la población pashtún constituía una pequeña minoría, lostalibanes se comportaron como una verdadera fuerza de ocu-pación, segregando a los grupos étnicos e imponiendo su dog-ma sobre las tradiciones y creencias locales.

Pero a partir de la ocupación de Kabul, ciudad cosmopolitay cuasimoderna, con más de un millón de habitantes, el proce-so de talibanización de la sociedad alcanzó dimensionesaberrantes. La mujer fue la principal víctima del nuevo siste-ma. Se le prohibió el derecho al trabajo, se cerraron las escue-las y universidades femeninas, se le impuso una onerosaindumentaria y quedaron confinadas en sus casas. Los hom-bres fueron obligados a llevar barba cuyo largo, incluso, seríaposteriormente establecido con precisión. Todos los pequeñosplaceres de la vida moderna fueron satanizados: la música, latelevisión, los videos, los juegos como el ajedrez y hasta depor-tes como el futbol. Una implacable policía religiosa se hizocargo de castigar ejemplarmente a los infractores del modo devida talibán. La amputación de miembros, la lapidación y lasejecuciones públicas se convirtieron en sanciones cotidianasde un mecanismo de justicia draconiano y exageradamenteviolento.

La popularidad del movimiento fundamentalista en Kabul,que ya había empezado a resentirse a causa de sus bombar-deos sobre la ciudad durante 1995, fue decreciendo sensible-mente en la medida que la talibanización convirtió a sushabitantes en rehenes indefensos de un régimen opresivo. Lacapital también serviría de vitrina para mostrar ante la opinióninternacional los horrores del extremismo talibán. El primero

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ocurrió apenas entrando a la ciudad, cuando sus fuerzas eje-cutaron públicamente a Najibullah después de violar la inmuni-dad de la representación diplomática de la ONU, lugar donde elex presidente afgano había recibido asilo en1992. La conmo-ción suscitada por el hecho tan sólo sería el preludio de unacreciente escalada condenatoria de la comunidad internacio-nal hacia la flagrante violación de los derechos humanos y dela mujer por parte del régimen islamista.10

La toma de Kabul provocó un viraje definitivo en el intrin-cado juego de los alineamientos políticos internos. Hekmatyar,debilitado en extremo, había buscado poco antes una reconci-liación con el presidente Rabbani, reincorporándose a su go-bierno en calidad de primer ministro. Este último, a su vez,comenzó a negociar una alianza con el caudillo del norte RashidDostum, quien había apoyado y combatido alternativamente algobierno tayiko.

En las nuevas circunstancias, la colaboración con el gene-ral uzbeco resultaba esencial para garantizar la retaguardia delas tropas tayikas al mando del comandante Massoud, asedia-das por la ofensiva talibán. Dostum no sólo contaba con unejército de 60 mil hombres bien armados, sino que gozaba deuna gran popularidad entre la población civil, debido en granparte a que el norte del país, con la ciudad de Mazar-i-Sharifcomo centro, había permanecido al margen de la guerra civil,constituyendo la única región de Afganistán con una relativa

10 La primera resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que denun-cia abiertamente la discriminación de la mujer, la violación de los derechoshumanos y de las leyes humanitarias internacionales, se aprobó apenascuatro semanas después de la entrada triunfal de los talibán en Kabul. VerResolution 1076, Adopted by the Security Council at its 3706th meeting,on 22 October 1996, http://www.un.org/Docs

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estabilidad político-administrativa, en la que se concentrabanademás los restos de la pequeña industria, el grueso de losrecursos minerales y energéticos y 60% del potencial agrícoladel país.

Apenas un año antes, Dostum había entablado una efímerarelación con el talibán, ayudándolo a derrotar a Ismail Khan enHerat. Desde entonces las pretensiones hegemónicas de losislamistas pashtunes se hicieron tan fuertes que descartaroncualquier posibilidad de llegar a un compromiso de autonomíapara el feudo del caudillo uzbeco. El creciente poderío talibánse convirtió así en la principal amenaza para las facciones quedurante cuatro años habían luchado encarnizadamente entre sí.

El temor compartido allanó el camino para el surgimientoinmediato de un nuevo bloque que cambió el sentido de la gue-rra civil. El 10 de octubre de 1996, los líderes tayikos Rabbaniy Massoud, el uzbeco Rashid Dostum y el hazara Karim Khalili,constituyeron el Consejo Supremo para la Defensa de la Pa-tria, un frente común antitalibán que en lo sucesivo alcanzaríacelebridad bajo el nombre de Alianza del Norte.

En los meses siguientes la situación militar se caracterizópor los constantes altibajos.11 A finales de 1996 una contra-ofensiva combinada de Massoud y Dostum obligó a los talibanesa retroceder en el norte de Kabul. Pero en enero de 1997 lasfuerzas talibanes recuperaron la iniciativa en la zona septen-trional y se apoderaron de posiciones estratégicas como la baseaérea de Bagram, Charikar �la capital provincial de Tarwan�y la ciudad de Jabal-os-Saraj, muy próxima al Túnel de Salang

11 La situación en el Afganistán y sus consecuencias para la paz y laseguridad internacionales, Informe del secretario general a la AsambleaGeneral y al Consejo de Seguridad de la ONU, 17 de septiembre de 1997, enhttp://www.un.org

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que domina el acceso al Valle de Panjshir, principal refugio delejército tayiko comandado por Massoud.12 Al oeste seadentraron en el valle de Ghorband y ocuparon la localidad deSheik Ali, en las inmediaciones del estratégico paso de Shebarque, por un lado, les permitía el avance hacia la provincia deBamyan, bastión de los hazaras y, del otro, a los territoriosnorteños controlados por los uzbecos.

En mayo, la ofensiva talibán en el norte se vio favorecidacoyunturalmente por una grave escisión del movimiento uzbecoJumbish-i-Milli o Frente Nacional Islámico de Afganistán, cuan-do uno de los principales generales de Dostum, Abdul Malik,tomó el mando y obligó al caudillo uzbeco a marcharse deMazar-i-Sharif y a refugiarse temporalmente en Turquía conun grupo de seguidores. El general Malik, dispuesto a estable-cer una alianza con el talibán, permitió la entrada de sus tropasa la ciudad, las cuales inmediatamente tomaron el control ypretendieron desarmar a las propias fuerzas del Jumbish. Peroel ejército talibán tuvo que pagar un alto costo por su prematu-ra maniobra. El general Malik tuvo tiempo de cambiar otra vezde bando y en concertación con los hazaras contraatacó a lostalibanes en Mazar-i-Sharif. Rodeados y superados en núme-ro, los islamistas pashtunes recibieron una contundente derro-ta con grandes pérdidas en vidas humanas y prisioneros, loscuales fueron despiadadamente masacrados por las huesteshazaras, en un brutal acto de represalia étnica que fue inter-pretado como una venganza retroactiva por el asesinato de sugran líder, Abdul Ali Mazari, en 1995.

En el otro frente septentrional, el comandante Massoudaprovechó la situación para expulsar a los talibanes de Jabal-

12 De ahí le vendría el seudónimo de León del Panjshir, con el que fuepopularmente conocido el comandante Ahmad Shah Massoud.

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os-Saraj, Charikar y de la base aérea de Bagram, apostándosea unos 20 o 25 kilómetros de la ciudad de Kabul, una vez másconvertida en escenario de mortíferos duelos de artillería. En-tretanto, desde las madrassas y los campamentos de refugia-dos en Pakistán, miles de jóvenes cruzaban la frontera parareforzar el menguado ejército talibán,13 alentados por el dis-curso de los líderes islamistas y por las facilidades concedidaspor las autoridades de Islamabad, ahora más comprometidascon el régimen del mullah Omar debido a su prematuro reco-nocimiento diplomático cuando parecía inminente la conquistade Mazar-i-Sharif, aventura a la que arrastraron consigo algobierno de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

La intensificación de los combates contribuyó al galopantedeterioro de la situación humanitaria y al incremento de la masade refugiados en el centro y norte del país. La alarma cundiórápidamente por los países vecinos del Asia Central. Uzbekistány Tayikistán cerraron sus fronteras para evitar una probableavalancha de desplazados afganos. En las cuatro ex repúblicassoviéticas fronterizas se reforzaron fuertemente las medidasde seguridad nacional y, con la participación de tropas rusas,aumentaron la concentración militar a lo largo de sus fronteras.

La explosiva situación, a la que se unía también la crecien-te inseguridad de los funcionarios de Naciones Unidas y dealgunas organizaciones no gubernamentales radicadas en lasprincipales ciudades, compulsó a la comunidad internacional a

13 La necesidad de reponer las fuertes pérdidas sufridas por su ejércitodurante los combates de mayo y julio, hizo que el alto mando talibán tam-bién intentara reclutar hombres entre las tribus pashtún de la rama ghilzaidel este afgano y de Pakistán, pero la respuesta fue limitada porque muchosjefes ghilzai se negaron a tomar partido sin que antes la dirigencia talibán,básicamente durrani, les ofreciera un espacio político.

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reforzar su intervención mediadora. En julio, el secretario ge-neral de la ONU, el señor Kofi Annan, designó al ex cancillerargelino, Lakhdar Brahimi, como su Enviado Especial en Af-ganistán, con el propósito de consultar a las fuerzas beligeran-tes y a los países vecinos involucrados, como parte de unesfuerzo en favor de una solución inmediata y pacífica delconflicto.

Del 14 de agosto al 23 de septiembre, Brahimi realizó unagira por 13 países y visitó tres ciudades afganas (Kandahar,Mazar-i-Sharif y Bamyan) donde se entrevistó con represen-tantes de las facciones rivales. De regreso a Nueva York con-tinuaron las consultas con los cancilleres de los países vecinosde Afganistán, aprovechando su presencia en la sesión anualde la Asamblea General. El 30 de septiembre el Enviado Es-pecial rindió su informe ante el Consejo de Seguridad y al díasiguiente Kofi Annan convocó a una tercera reunión de losEstados Miembros con Influencia en Afganistán, la que fuesucedida de otras más pequeñas, sobre todo con los países delllamado grupo Seis más Dos.14

14 El grupo de los Estados Miembros con Influencia en Afganistán estácompuesto por 21 países que ya se habían reunido en dos ocasiones ante-riores, el 18 de noviembre de 1996 y el 16 de abril de 1997. Ellos son:Alemania, Arabia Saudita, China, Egipto, Estados Unidos, Francia, GranBretaña, India, Irán, Italia, Japón, Kazajstán, Kirguistán, Países Bajos,Pakistán, Rusia, Suecia, Tayikistán, Turquía, Turkmenistán y Uzbekistán.El otro grupo estaba formado por los seis países limítrofes con Afganistán(Irán, Pakistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán y China) más Esta-dos Unidos y Rusia. Los puntos de entendimiento común entre estos últi-mos aparecen como anexo en La situación en el Afganistán y susconsecuencias para la paz y la seguridad internacionales, Informe trimes-tral del secretario general a la Asamblea General y al Consejo de Seguridadde la ONU, 17 de marzo de 1998, http://www.un.org

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Después de dos meses de incesantes negociaciones no sehabía alcanzado ningún resultado concreto. Los buenos oficiosdel organismo internacional chocaron con el doble juego de losactores involucrados. Las facciones afganas prometían su co-laboración al esfuerzo de paz, pero condicionaban las conver-saciones, trataban de sacar ventajas militares para negociardesde posiciones de fuerza y culpaban a su rival de no llegar aun entendimiento. Los países vecinos, por su parte, mostrabanpúblicamente su preocupación por el deterioro de la situaciónen Afganistán y apoyaban las iniciativas de paz de la ONU, aun-que de manera oculta seguían suministrando a los dos bandosel armamento necesario para la prolongación del conflicto.

En las conclusiones del citado informe del secretario gene-ral de la ONU, se reconoce con cierta frustración la imposibili-dad de concertar un arreglo político:

En estas circunstancias, es ilusorio creer que pueda lograrse lapaz. De qué manera puede imponerse la paz a unos jefes de fac-ciones determinados a luchar hasta la muerte quienes, además,reciben lo que parece ser un suministro ilimitado de armas de suspatrocinadores extranjeros? Es precisamente la continuación delapoyo que reciben de algunas Potencias extranjeras �sumado ala apatía de las que no participan directamente en la situación�lo que ha consolidado la creencia entre los caudillos y las partesdel Afganistán de que pueden recurrir a la fuerza para lograr susobjetivos políticos, religiosos y sociales. [Más adelante acepta-ba críticamente la impotencia de la ONU.] Lamentablemente, po-dría afirmarse que en estas circunstancias la función de lasNaciones Unidas en el Afganistán es poco más que una coartadapara ocultar la falta de acción �o algo peor� de parte de lacomunidad internacional en general.15

15 Ibidem.

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Hacia finales de 1997, por tanto, la guerra civil arrojaba unprecario equilibrio de poder entre dos gobiernos de facto cla-ramente delineados por consideraciones étnicas. El EmiratoIslámico de Afganistán, nombre con el que los talibanes bauti-zaron su gobierno pashtún y sunnita, controlaba las dos terce-ras partes del país que comprendía a la mayoría de las provinciasdel sur, sudoeste y sudeste, incluyendo las ciudades deKandahar, Kabul, Herat y Jalalabad. Con excepción deEmiratos Árabes Unidos, el régimen talibán sólo tenía el reco-nocimiento internacional de Pakistán y Arabia Saudita, sus dosgrandes aliados militares.

El gobierno de la Alianza del Norte,16 presidido por Rabbaniy compuesto fundamentalmente de tayikos, uzbecos y hazaras,dominaba el tercio restante del territorio afgano conformado porlas provincias del centro y norte del país y sus ciudades capita-les Mazar-i-Sharif, Bamyan, Taloqan y Maimana. Asimismo,contaba con el respaldo político-militar de Rusia, India y lamayoría de los estados fronterizos, sobre todo de Irán, y pa-radójicamente gozaba del reconocimiento de la ONU aunque no dela Organización de la Conferencia Islámica, la que había pre-ferido no tomar partido y dejar vacante el asiento de Afganistán.

El estancamiento en el frente militar abrió algunas expec-tativas de negociación a principios de 1998. En enero, el presi-

16 En 1997 la Alianza adoptó oficialmente el nombre de Frente NacionalIslámico para la Salvación de Afganistán y quedó integrada por cinco fuer-zas: la Jamaiat-i-Islami, del presidente Burhanuddin Rabbani y su coman-dante militar Ahmad Shah Massoud; el Jumbish-i-Milli, de los generalesuzbecos Rashid Dostum y Abdul Malik; el Harakat-i-Islami, dirigido por eljeque Asef Mohseini; el Hezb-i-Wahadat, del líder hazara Karim Khalili; yotra facción hazara independiente de la anterior, comandada por MohammedAkbari (Ibidem). De acuerdo con fuentes de la CIA, hacia el 2001 la cifra deorganizaciones incorporadas al Frente alcanzaba la cifra de 13 (2001 CIA

World Factbook, http://www.cia.gob).

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dente Rabbani aceptó una propuesta de Pakistán para reuniren Islamabad a una comisión de ulemas de ambas partes, quie-nes tendrían la responsabilidad de llegar a un arreglo del con-flicto sobre la base de la Sharia o ley islámica. El enviadoespecial de Naciones Unidas, Lakhdar Brahimi, y el embaja-dor Mokhtar Laman, observador permanente de la Organiza-ción de la Conferencia Islámica, fungieron de intermediariosen la negociación bilateral para establecer las disposicionesdel encuentro, que debía celebrarse a finales de abril. BillRichardson, representante permanente de Estados Unidos enla ONU, también se sumó a los esfuerzos reconciliadores y amediados de abril viajó a Afganistán para concertar un com-promiso con las facciones, tendiente a evitar cualquier ofensi-va militar durante el cónclave de las autoridades religiosas.

Las sesiones comenzaron el 26 de abril y pronto demostra-ron la falta de disposición para llegar a un acuerdo. Los líderestalibanes, enfrascados en los preparativos de otra ofensivahacia el norte, abandonaron las negociaciones el 17 de mayo yen las semanas siguientes impusieron nuevas medidas restric-tivas a los derechos de la mujer, a las actividades de la ONU yde las organizaciones humanitarias, que condujeron al cierrede sus oficinas en Kabul a finales del mes de julio. Para eseentonces la milicia islamista lanzaba una tremenda ofensivacontra las posiciones de la Alianza del Norte. Entre el 12 dejulio y el 8 de agosto, los talibanes se apoderaron de Maimanay Sheberghan, capitales provinciales de Faryab y Jozjan, y final-mente de Mazar-i-Sharif, la única gran ciudad que había per-manecido fuera de su control. Las derrotas quebrantaronel poderío militar del general Dostum, quien escapó a Uzbekistány de ahí se refugió nuevamente en Turquía.17

17 Dostum había regresado de su primer exilio en Turquía en septiembrede 1997, tras lo cual recuperó el control del movimiento Jumbish y obligó algeneral disidente Abdul Malik a buscar asilo en Irán.

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La conquista de Mazar-i-Sharif originó una peligrosa crisiscon Irán que amenazó con extender el conflicto a nivel regio-nal. En represalia por los sucesos del año anterior, los talibanesdesataron una sangrienta represión contra los hazaras y, en sudelirio antichiíta, irrumpieron en el Consulado iraní, ejecutandoa varios diplomáticos y a un periodista de ese país. Previa-mente, el gobierno de Teherán había solicitado al ISI medidasde protección para su personal, en el entendido de que ellosestaban detrás de la ofensiva talibán, de modo que los asesina-tos encendieron también las relaciones con Pakistán, a quienIrán responsabilizó indirectamente.

Mientras la conmoción se adueñaba de la opinión interna-cional y el Consejo de Seguridad emitía una fuerte condenacontra el régimen talibán,18 el gobierno iraní respaldaba susamenazas verbales con una fuerte concentración de tropas enla frontera con Afganistán. La situación llegó al borde de laintervención militar cuando los talibanes tomaron la ciudad deBamyan, principal bastión de las milicias hazaras proiraníes, y

18 Junto con el asesinato de los funcionarios iraníes ocurrieron otrosacontecimientos que inspiraron un fuerte sentimiento antitalibán en la co-munidad internacional. El 7 de agosto sendos atentados contra las embaja-das norteamericanas en Kenya y Tanzania provocaron la muerte de cientosde personas. Estados Unidos responsabilizó de los actos a la organizaciónfundamentalista Al Qaeda, del millonario saudí Osama bin Laden, y el 20 deagosto lanzó en represalia un ataque de misiles contra sus campamentos enAfganistán. Un día después, dos funcionarios de la Misión Especial de laONU fueron baleados por efectivos talibán, resultando muerto uno de ellos aconsecuencia de las heridas. Después del trágico incidente, se retiró del paísa todo el personal internacional (La situación en el Afganistán y sus conse-cuencias para la paz y la seguridad internacionales, Informe del secretariogeneral a la Asamblea General y al Consejo de Seguridad de la ONU, 23 denoviembre de 1998, http://www.un.org).

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amenazaron con proseguir su ofensiva contra las fuerzastayikas del comandante Massoud, la última facción opositoraque aún controlaba territorios en la región septentrional. Pre-ocupada por los repentinos cambios en la correlación de fuer-zas, Rusia también lanzó amenazadoras advertencias al régimentalibán en el sentido de que no toleraría una propagación de lainfluencia fundamentalista en el antiguo espacio soviético. Encolaboración con los gobiernos de Uzbekistán y Tayikistán,redobló la seguridad militar en la zona y sostuvo la ayuda mili-tar a la diezmada Alianza del Norte.

La histórica rivalidad entre Estados Unidos e Irán se pusode manifiesto una vez más. El gobierno norteamericano, quesólo unos días antes había enarbolado el derecho de autodefensapara bombardear campamentos de Al Qaeda y que parecíadecidido a reactivar su participación en el escenario afgano,trató de evitar una intervención iraní basada en el mismo prin-cipio, exigiendo moderación a la política de Teherán. Ésta, a suvez, acusaba a la administración Clinton de seguir un doblejuego en su relación con el régimen talibán.

Con la mediación de Naciones Unidas, las tensiones baja-ron de tono a principios de octubre, cuando el mullah Omarautorizó la liberación de un grupo de rehenes iraníes y anuncióel envío de un negociador a Teherán, medidas que estuvieronprecedidas por la devolución de los cuerpos de los diplomáti-cos asesinados, incidente que el liderazgo talibán atribuyó a laacción independiente de combatientes renegados.

Sin embargo, la crisis sirvió para salvar al Frente Unido deuna inminente derrota e impedir que los talibanes se apodera-ran de todo el territorio afgano. La presión en el oeste no sóloobligó a detener la ofensiva final en el norte y a desplazarmiles de efectivos talibanes hacia la frontera con Irán, sinoque también proporcionó tiempo para la reorganización de las

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Guerra civil en Afganistán

fuerzas opositoras. Los remanentes de las tropas uzbecas yhazaras, derrotadas en Mazar-i-Sharif y Bamyan, se incorpo-raron a la milicia tayika del comandante Massoud, quien asu-mió la dirección del nuevo Consejo Supremo Militar del FrenteUnido. Gracias a la ayuda exterior, sobre todo de Irán y Rusia,el gobierno presidido por Rabbani pudo conservar el control

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sobre 10% del territorio, enclavado en la región noreste fron-teriza con la República de Tayikistán.

Desde finales de 1998 hasta mediados de 2001 la situaciónmilitar se caracterizó por el constante hostigamiento de lasfuerzas talibanes sobre las posiciones del Frente Unido, sinque ello condujera a cambios apreciables en la correlación defuerzas, a pesar de la evidente superioridad numérica delejército talibán y de la creciente debilidad del Frente Unido,confinado exclusivamente a la provincia de Badakhshan y ame-nazado por el fantasma de la desintegración.

Los ingentes esfuerzos por salvar la alianza comenzaron adar algunos frutos a principios de 2000, cuando se propició unencuentro reconciliador en la ciudad de Masshad, al este deIrán, entre los dos generales uzbecos rivales, Dostum y AbdulMalik, quienes habían fracturado la unidad del movimientoJumbish en 1997 y permanecían refugiados en Turquía e Irán,respectivamente. A finales del mismo año, y de nuevo en suelopersa, el comandante Massoud se reunió un par de ocasionescon los caudillos Dostum e Ismail Khan, para negociar el re-greso de ambos jefes militares a la lucha antitalibán y su incor-poración a un nuevo Consejo Militar del Frente Unido.

Finalmente, Dostum e Ismail Khan volvieron a sus tradi-cionales bases de operaciones en Mazar-i-Sharif y Herat enmayo de 2001, pero apenas cuatro meses después la capaci-dad de recuperación del Frente Unido quedó nuevamente com-prometida por el asesinato de su vicepresidente y máximo lídermilitar, el comandante Massoud, quien el 9 de septiembre fuevíctima de un atentado perpetrado por dos fundamentalistasargelinos disfrazados de periodistas árabes.

El golpe parecía demoledor para la unidad del frente militarantitalibán; sin embargo, una vez más los vientos de lageopolítica internacional vendrían a cambiar bruscamente el

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escenario interno, cuando los atentados terroristas del 11 deseptiembre contra el World Trade Center y el Pentágono sir-vieran de justificación para la intervención militar de EstadosUnidos en Afganistán.

Afganistán: principal productor mundialde adormidera

El negocio de las drogas y la exportación de la jihad fueron,probablemente, los dos efectos del conflicto afgano que máscontribuyeron a fomentar la animadversión contra el régimentalibán y a percibirlo como una amenaza para la estabilidadregional e internacional. Ninguno era realmente nuevo, tam-poco constituían una aportación talibán, aunque con el adveni-miento de su régimen ambos se incrementaron notablementesin el menor recato.

Durante los años ochenta, el dinero proveniente del narco-tráfico ayudó a financiar la jihad afgana contra los soviéticos.La mayoría de los líderes muyahidines, especialmente los radi-cados en Peshawar, se involucraron en el negocio de las dro-gas para financiar sus actividades militares y amasar fortunaspersonales. En la actividad ilícita participaron también muchosoficiales del ISI, del ejército y funcionarios del gobiernopaquistaní, en un ambiente de corrupción que hacía muy difusala línea divisoria entre el crimen organizado y la resistenciaantisoviética. Pakistán se convirtió en esa década en uno delos principales productores mundiales de opio, con unas 800toneladas métricas anuales. Actuando con el mismo sentidoutilitario que adoptó frente al fundamentalismo islámico, Esta-dos Unidos no reparó en el incremento del narcotráfico en suobsesivo afán de expulsar a los soviéticos de Afganistán.

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Pero después de 1989 la producción de opio en Pakistándeclinó considerablemente por las presiones de Occidente, queobligaron al gobierno a comprometerse con un amplio progra-ma antidrogas y de sustitución de cultivos en la Provincia Fron-teriza del Noroeste. A consecuencia de ello, los intereses delnarcotráfico, sólidamente establecidos en la política y econo-mía paquistaní, se fueron trasladando hacia Afganistán en dondelos señores de la guerra, ávidos de ingresos, ofrecían una ex-celente opción.

La situación del país resultaba propicia para una explota-ción extensiva del negocio de la droga. La ausencia de unaautoridad central, con poderes reales sobre el territorio afgano,hacía imposible cualquier medida para contrarrestar la activi-dad de los productores y traficantes de opio, proporcionando alos caudillos entera libertad para manejar el negocio en lasregiones bajo su control. No era necesario concebir sofisticadasredes de operación porque estaban disponibles los mismoscanales que durante años habían servido para el suministro dela ayuda a los muyahidines y para desarrollar el amplio comer-cio de contrabando a través de las fronteras.

Por otro lado, los 10 años de guerra habían causado enor-mes destrozos a una economía atrasada y eminentemente agrí-cola, privando de sus fuentes de subsistencia a millones decampesinos que se vieron desplazados de sus lugares de ori-gen e incluso buscaron refugio del otro lado de la frontera. Apartir de 1990 miles de ellos comenzaron a regresar y encontra-ron su tierra arrasada, con cientos de kilómetros cuadrados sembra-dos de minas antipersonales, los rudimentarios sistemas deirrigación destruidos y una turba de caudillos militares insensi-bles ante los graves problemas existenciales de la población.

El cultivo de la adormidera se convirtió así en un nuevomedio de vida para muchas familias campesinas pobres, sobre

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todo en el sur de Kandahar. El beneficio económico era insig-nificante, pero les garantizaba sus necesidades básicas duran-te el año, lo que de por sí representaba un incentivo especialen comparación con la depauperación reinante. Los señoresde la guerra recibían utilidades mucho mayores del negocio dela droga, aunque juntas significaban una ínfima parte de lasenormes ganancias obtenidas por los traficantes, quienes con-trolaban las redes de distribución y poseían los laboratoriosque transformaban la pasta de opio en heroína. Aun cuando lainmensa cantidad del dinero originado por la cosecha de ama-polas salía del país para engrosar las cuentas de los narcotra-ficantes internacionales, la producción de materia prima parala elaboración de estupefacientes fue perfilándose como unaimportante fuente de ingresos del país, atrapado por una ver-sión delincuencial, aunque no menos capitalista, de la divisióninternacional del trabajo.

Cuando los talibanes se apoderaron del sur de Afganistán,a finales de 1994, el cultivo de la adormidera estaba ya bastan-te difundido. Su primera reacción fue prohibirlo, actitud con-gruente con los preceptos del Corán que no permite a losmusulmanes producir ni consumir sustancias tóxicas. Sin em-bargo, muy pronto comprendieron que su puritanismo, ademásde restarle simpatías entre los campesinos, los privaba de unaentrada de recursos cada vez más necesaria en la medida quesu expansión exigía mayores esfuerzos de guerra y debía sos-tener a la estructura administrativa del poder islamista.

El liderazgo talibán resolvió el dilema de una manerasalomónica: mientras el cultivo del hachís, droga popular entrelos afganos musulmanes, fue rigurosamente proscrito por lasautoridades, la producción del opio consumido por los infielesoccidentales recibió la aprobación islámica necesaria para quecontinuara incrementándose sin restricciones, dentro de un

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nuevo esquema tributario que formalizó la recaudación de in-gresos en beneficio del régimen. Los cargamentos de opioquedaron incluidos dentro del pago del zakat, impuesto islámi-co que obliga a los musulmanes a entregar 2.5% de sus ingre-sos a los pobres en calidad de limosna, sólo que en este caso elmonto del gravamen fue de 20% y su destino estuvo muy ale-jado de la esfera caritativa.

De tal modo, la política talibán legalizó y alentó el negociode las drogas, el cual creció vertiginosamente a partir de 1996como consecuencia de su dominación sobre la mayoría de lasprovincias del sur, suroeste y sureste del país, hacia adonde seextendieron también los cultivos de la adormidera y la activi-dad de los traficantes. Así lo demuestran tanto las estadísticasde la DEA (Drug Enforcement Administration) de Estados Uni-dos como las del Programa para el Control de Drogas de Na-ciones Unidas (UNDCP).

Además de las divergencias derivadas del empleo de me-todologías diferentes,19 que hacen variar las estimaciones paracada año, las cifras proporcionadas por ambos organismospresentan algunas contradicciones en el comportamientotendencial de la producción que, si bien no invalidan la conclu-sión general, revelan apreciaciones parciales aparentementecontrapuestas. De acuerdo con las cifras oficiales del gobier-no estadounidense, la producción de opio experimentó un cre-cimiento regular durante el periodo que arrojó un incrementoglobal de 42.6% entre 1996, primer año de la serie, y 2000, año

19 La UNDCP obtiene el grueso de su información de los censos practica-dos sobre el terreno por su personal en Afganistán, en tanto el gobierno delos Estados Unidos depende de las estimaciones elaboradas por la oficina dela DEA en Islamabad. Ver Drug Situation Report, US Drug EnforcementAdministration, September 2001, http://www.dea.gov

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récord con 3 656 toneladas métricas. En cambio, los datos dela UNDCP sugieren un movimiento bastante irregular, que con-templa un importante decrecimiento en 1998, incluso por de-bajo de la referida a 1996, seguido de un espectacular repunteen 1999 �cuando alcanza una producción récord que duplicala de 1996 y supera en 1 720 toneladas métricas a la ciframanejada por Estados Unidos para ese mismo año� y de unnuevo descenso de casi 30% en 2000.

No obstante, y a pesar de las discrepancias e inconsistenciasmencionadas, ambos organismos coincidieron en considerarque Afganistán se había convertido durante el bienio 1999-2000 en el principal productor de opio con una participaciónsuperior a 70% de los suministros mundiales.20 Muchos de lospequeños laboratorios antiguamente enclavados en el norte dePakistán fueron reubicados en Afganistán, en los cuales serealizaba el procesamiento básico para convertir el opio enmorfina y heroína. La primera tenía como principal destino

Producción de opio en Afganistán(en toneladas métricas)

1996 1997 1998 1999 2000USG 2 099 2 184 2 340 2 861 3 656UNDCP 2 248 2 804 2 102 4 581 3 276

Fuente: Drug Situation Report, US Drug Enforcement Administration,September 2001, http://www.dea.gov

20 Ibidem. En 1998 Afganistán ocupaba el segundo lugar a nivel mundial,según otro informe del Departamento de Estado, International NarcoticsControl Strategy Report, 1998, http://usembassy.state.gov

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Turquía, adonde llegaba a través de Pakistán e Irán, o por elnorte cruzando el Mar Caspio desde las repúblicas del AsiaCentral. Luego los traficantes turcos se encargaban de com-pletar el procesamiento de la morfina y de introducirla al mer-cado europeo y estadounidense.

El tráfico de la heroína, por su parte, alcanzó una mayoramplitud y diversificación. Las rutas atravesaban los territo-rios de casi todos los países vecinos de Afganistán. Una parteimportante se enviaba a Rusia a través de los países de AsiaCentral, sobre todo de Tayikistán, y allí la pujante mafia laredistribuía entre sus redes en el mercado nacional e interna-cional. El resto de la droga pasaba por Irán, Pakistán y la Indiaen busca de sus principales fuentes receptoras. Por medio deestas rutas, los traficantes también introducían en Afganistánlas cantidades necesarias de anhídrido acético requeridas porsus laboratorios para procesar el opio.

La regionalización del negocio de las drogas trajo apareja-do un incremento alarmante del número de consumidores lo-cales. En 1999, sólo Pakistán registraba ya cinco millones deadictos a la heroína, mientras que en Irán rondaban los tresmillones, a pesar de constituir el único país de la zona con unapolítica muy severa contra las drogas. El tránsito de heroínapor Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán, tam-bién fue dejando como secuela un mercado de consumidoresen franca expansión. En cambio, dentro de Afganistán, los pro-blemas más severos de adicción al parecer se concentraron,paradójicamente, en la población de los territorios norteños bajocontrol del Frente Unido.

El narcotráfico también contribuyó a generalizar la corrup-ción dentro de los aparatos administrativo, judicial, policial ymilitar de los países de la región, así como a la proliferación depoderosas mafias con un creciente control sobre la vida eco-

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nómica. Ambas tendencias experimentaron un inusitado cre-cimiento en las vecinas repúblicas ex soviéticas hacia media-dos de los noventa, especialmente en Kirguistán, país inmersoen una profunda crisis económica. El valle de Fergana �quecomparten Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán� comenzóincluso a despuntar como una zona de cierta importancia en elcultivo de la adormidera, al acaparar cerca de 16% de la pro-ducción mundial de opio.

Hacia finales de los noventa, por tanto, el negocio de dro-gas fincado en Afganistán �y diseminado por casi toda laregión� se había convertido, junto con el creciente comerciode contrabando,21 en un peligroso factor de inestabilidad eco-nómica, política y social para los países vecinos, cuyos gobier-nos, excepto el de Pakistán, propendieron a reforzar su posiciónantitalibán. La inferencia resultaba razonable, porque desdefinales de 1998 el régimen del mullah Omar se había apodera-do de 90% del territorio afgano, quedando bajo su jurisdicción96% de los cultivos de adormidera existentes y cinco de lasseis provincias donde se concentraba casi la totalidad de laproducción. Si hasta mediados de 1998 los informes del secre-tario general y las resoluciones del Consejo de Seguridad de laONU responsabilizaban a las facciones afganas en general porel incremento del narcotráfico, a partir de esa fecha las con-denas al gobierno talibán se hicieron directas y constantes.22

21 Un estudio del Banco Mundial determinó que, en 1997, el comerciode contrabando entre los países de Asia Central había alcanzado los 5 milmillones de dólares, correspondiendo la mitad a la frontera afganopaquistaní.Citado por Ahmed Rashid, �The Taliban: Exporting Extremism�, ForeignAffairs, vol. 78, 6, 1999, pp. 22-35.

22 La resolución 1193, aprobada el 28 de agosto de 1998, fue la últimadel Consejo de Seguridad de la ONU que exigía a todas las partes por igual

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En los dos años siguientes, la estrategia del liderazgoislamista se encaminó a buscar el reconocimiento internacio-nal a cambio de la instrumentación de una política efectivacontra el tráfico de drogas. De acuerdo con su posición, laprohibición de la adormidera debía estar acompañada de unamplio programa de cultivos sustitutivos que brindaran unafuente de subsistencia alternativa a los campesinos, lo cualresultaba impracticable sin el apoyo internacional. Pero esalógica, cubierta de una aparente objetividad, extrañaba la con-dición de legitimar a un régimen ampliamente repudiado por laviolación sistemática de las normas internacionales y de losderechos humanos más elementales.23

Los intentos por reducir la producción de opio quedaronatrapados en un círculo vicioso. La ayuda humanitaria destina-da a la población afgana era cada año menor como reflejo dela indiferencia internacional o de la llamada �fatiga del donan-te�. En 1998 el llamamiento unificado para Afganistán, lanzadopor Naciones Unidas, logró recolectar sólo 51 millones de dó-lares, de los 157 considerados necesarios.24 Ese mismo añocomenzó la sequía más fuerte de las últimas tres décadas en elpaís, la cual fulminó cualquier esperanza de incrementar la pre-caria producción de cereales. En 1998 la producción de cerea-

poner fin al tráfico de estupefacientes y abstenerse de acoger a terroristas.Ver Resolución 1193 (1998), http://www.un.org

23 Un inventario bastante completo de las violaciones atribuidas a lostalibanes puede encontrarse en Country Reports on Human Rights Practices2000, Bureau of Democracy, Human Rights and Labor, February 2001,http://usembassy.state.gov

24 La situación en el Afganistán y sus consecuencias para la paz y laseguridad internacionales, Informe presentado por el secretario general a laAsamblea General y al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, 23 denoviembre de 1998, http://www.un.org

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les fue de casi 3 900 000 toneladas, en 1999 bajó a 3 250 000toneladas y en el 2000 se desplomó a 1 820 000 toneladas,25 loque representaba un 53% menos comparado con 1998 y de44% en relación con 1999.

A finales de 1997, el director ejecutivo del UNDCP había su-puestamente llegado a un entendimiento verbal con el mullahOmar para emprender un programa integral para el control delas drogas, pero las relaciones se deterioraron cuando a laSesión Especial sobre las Drogas de la Asamblea General deNaciones Unidas, celebrada en junio de 1998, se invitó sólo aBurhanuddin Rabbani, presidente del único gobierno afganoreconocido por el organismo internacional. Un par de mesesdespués, el recrudecimiento de los combates y los ataquescontra el personal y las instalaciones de la ONU obligaron aevacuar las oficinas del país, haciendo casi imposible la verifi-cación de las supuestas acciones contra el tráfico de drogasanunciadas con gran pompa por el régimen talibán.

En septiembre de 1999, el gobierno islamista emitió un pri-mer decreto para reducir en un tercio el cultivo de la adormi-dera durante la estación 1999-2000, el que unido a los efectosde la fuerte sequía influyó en una disminución de la producciónde 28.5% en 2000, aunque las 3 276 toneladas métricas alcan-zadas ese año siguieron haciendo de Afganistán el principalproductor mundial de opio.26 En julio del siguiente año, el mullahOmar lanzó un segundo decreto más radical imponiendo la

25 La situación en el Afganistán y sus consecuencias para la paz y laseguridad internacionales, Informe presentado por el secretario general a laAsamblea General y al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, 12 dediciembre de 2000, http://www.un.org

26 El cálculo de la reducción en la producción de opio se hace tomandocomo referencia únicamente las cifras proporcionadas por el UNDCP para

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prohibición del cultivo y prometiendo su erradicación total enlos territorios bajo su control para 2001. Por primera vez, des-de comienzos de ese año, el UNDCP comenzó a reconocer algu-nos avances reales en la política para el control de drogas dellíder talibán quien, apenas unos días antes de los atentadosterroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos, ratificó sudecreto por un año más.27

La amenaza islamista y la estabilidad regional

Para Estados Unidos, así como para la mayoría de los gobier-nos de la región, la otra cara peligrosa del narcotráfico en Af-ganistán radicaba, justamente, en su supuesta conexión con la

1999 y 2000, ya que las estimaciones de la DEA para esos dos años, comorefleja la tabla de la página 92, muestran profundas discrepancias con las delorganismo internacional.

27 En diciembre de 2001, después de que la acción combinada de EstadosUnidos y el Frente Unido había derrocado al gobierno talibán, el secretariogeneral de la ONU admitió en su informe anual la eficacia de la prohibición delmullah Omar en la reducción de los cultivos de la adormidera, los cualessufrieron una espectacular caída de 91% en ese año. Paradójicamente, lamisma fuente reconoce que, junto a la brusca reducción en las áreas decultivo tradicionales se apreció un aumento en el número de nuevas zonas,especialmente en la provincia de Badakshán, la única controlada por elFrente Unido y su principal centro de operaciones hasta septiembre de2001, lo cual deja entrever un reforzamiento de la conexión entre el narco-tráfico y el financiamiento de la guerra contra el talibán, hecho paradójica-mente menos divulgado y repudiado por la comunidad internacional. Lasituación en el Afganistán y sus consecuencias para la paz y la seguridadinternacionales, Informe presentado por el secretario general a la AsambleaGeneral y al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, 6 de diciembre de2001, http://www.un.org

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subversión islamista, la que también había encontrado en esepaís una de sus principales plazas.

Los muyahidines árabes, veteranos de la jihad afgana, tu-vieron un relevante papel en la Internacional Islámica que seconstituyó después de la guerra del Golfo Pérsico, en 1991,como respuesta del fundamentalismo radical a la hegemoníanorteamericana. La iniciativa provino del sheik HassanAbdallah al-Turabi quien, con el pragmático patrocinio del Iránchiíta, convirtió a Sudán, entre 1991 y 1996, en el cuartel gene-ral de la nueva revolución islamita que decretó la jihad interna-cional contra los intereses de Estados Unidos en todo el mundo.

El instrumento encargado de la subversión violenta fue elMovimiento Islámico Armado (MIA), más conocido como laLegión Internacional del Islam, un compartimentado ejércitode células y agrupaciones terroristas que operaban en diver-sos países bajo una misma inspiración doctrinal, pero sin llegara constituir una estructura paramilitar definida y centralizada.En poco tiempo el MIA estableció campos de entrenamiento envarios países de África y Medio Oriente, donde centenares defundamentalistas de muchas nacionalidades recibían adiestra-miento militar para la lucha irregular y para acometer accio-nes violentas en sus países de origen o en otros frentes de lajihad internacional.

Justamente en esos años, Osama bin Laden, el posterior-mente célebre terrorista saudí, había establecido su residenciaen Sudán. Su fortuna y empresas constructoras jugaron allí,como antes lo hicieron en Afganistán, un importante papel enla edificación de la infraestructura militar. Asimismo, parecehaber sido el arquitecto encargado de reconstruir el sistema definanciamiento global de la jihad, al que también hizo su con-tribución el lavado de dinero proveniente de la droga afgana.28

28 Yossef Bodansky, op. cit., pp. 86-87.

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Con la activa participación de los árabes afganos del MIA,radicados en Peshawar, y el apoyo de los círculos islamistaspaquistaníes, sólidamente afianzados en el gobierno de BenazirBhutto desde 1993, el dispositivo militar creado para impulsarla jihad afgana fue poniéndose al servicio de la Legión Inter-nacional del Islam. El régimen de Islamabad vio en el MIA laposibilidad de canalizar esa fuerza hacia el conflicto en Ca-chemira, tratando de convertir su histórico diferendo territorialcon la India en una nueva causa de la jihad internacional.

Para disimular un tanto su respaldo militar y logístico a lainsurgencia en Cachemira, desde 1994 el ISI comenzó a trasla-dar sus campos de entrenamiento en el noreste del país haciael sureste de Afganistán, estrategia plenamente compartidapor el naciente poder talibán. Hacia mediados de los noventa,Afganistán empezó a despuntar como un centro promotor delradicalismo islámico. Además de paquistaníes y musulmanesde Cachemira, en los campamentos enclavados en su territo-rio se adiestraban militantes islamitas de Egipto, Sudán, Arge-lia, Arabia Saudita, Yemen, Jordania, Bangladesh, Filipinas,Chechenia, Tayikistán, Uzbekistán, Kirguistán, Bosnia-Herzegovina, Moldavia, Ucrania y hasta grupos de las mino-rías musulmanas de la frontera oeste de China.

De los campos de entrenamiento, unos salían a integrar lasfilas de combatientes voluntarios en los principales frentes dela jihad internacional (Cachemira, Chechenia, Bosnia y el pro-pio Afganistán), mientras que otros marchaban a encender elfuego de la causa integrista en sus respectivos países de origen.

Ese gran engranaje subversivo se financiaba en parte conel dinero derivado del narcotráfico y el comercio de contra-bando, el cual se había incrementado notablemente a conse-cuencia del Afghan Transit Trade (ATT) y de la actividad de lasmafias transportistas de Quetta y Peshawar, encargadas del

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tráfico de mercancías a través de la frontera afgano-paquista-ní. Desde Afganistán, el flujo circulaba luego hacia el norte,aprovechando la precaria situación económica de las repúbli-cas centroasiáticas, sus ineficientes controles fronterizos y laproliferación de mafias locales. De esas lucrativas actividadesilícitas también salieron los recursos requeridos por las agru-paciones extremistas para llevar la jihad a los países del AsiaCentral, India y la provincia china de Xinjiang.

Para las vecinas repúblicas ex soviéticas, la situación setornaba especialmente comprometida. A diferencia de India yChina, contaban con poblaciones mayoritariamente musulma-nas, excepto en el caso de Kazajstán, y con débiles Estados dereciente constitución, enfrascados en fuertes diferendos étnicosy fronterizos e inmersos en una precaria situación económicaderivada de su atraso industrial y de la desarticulación delmodelo soviético de integración regional. A pesar de su nuevoestatus soberano, la estabilidad política de esos países seguíasubordinada, en gran medida, a la dependencia económica deRusia y a su arbitraje en materia de seguridad.

El autoritarismo político, la crisis económica y la pobrezageneralizada, unidos a un reforzamiento de la identidad musul-mana (básicamente sunnita), conformaban allí un panoramaeventualmente propicio para el avance del islamismo radical.Los más de 40 millones de musulmanes concentrados en lazona constituían un formidable potencial humano para el ex-tremismo religioso, capaz de proporcionar la fuerza necesariapara desestabilizar a los regímenes políticos centroasiáticos ycolocar a Rusia en una peligrosa situación, no sólo porque elgobierno de Moscú siguiera mirando la región como su naturalesfera de influencia, sino porque la disidencia islámica tam-bién empezaba a hacerse sentir dentro del propio territorio dela Federación.

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Desde 1994 la guerra de independencia en Chechenia sehabía convertido en la principal amenaza para la unidad de laFederación Rusa. Los chechenos, un belicoso pueblo monta-ñés de religión musulmana y fuertes tradiciones culturales, queresistieron el embate de la inmigración rusa a lo largo del pe-riodo soviético, también proclamaron su independencia en 1991,como colofón de unas elecciones que dieron una victoria abru-madora al líder separatista Dudaiev. El gobierno de la Federa-ción se negó a reconocer la independencia de Chechenia y portres años mantuvo un bloqueo económico sobre la joven repú-blica, hasta que en 1994 el presidente Yeltsin ordenó el envíode tropas para restablecer el vínculo por medio de la fuerzamilitar.

La resistencia chechena a la invasión fue formidable,deviniendo casi en un nuevo Afganistán que puso de relieve laincapacidad del ejército ruso y desató una tormenta de críticaspor parte de la opinión publica nacional e internacional. Lavirulencia del conflicto alcanzó dramáticas proporciones, lasunidades rusas actuaron como una brutal fuerza de ocupacióny las guerrillas chechenas llevaron la guerra más allá de suterritorio a través de un terrorismo despiadado y dispuesto acobrar vidas rusas en cualquier parte de la Federación. En1996, después de dos años de hostilidades y cerca de 80 milmuertos, concluyó la primera etapa del conflicto con la firmade los acuerdos de Kassaviourt y la retirada de las tropas ru-sas. Pero el problema de Chechenia se mantuvo latente por laincapacidad del gobierno de Moscú para asimilar la humilla-ción recibida y por la influencia que la victoria chechena em-pezó a ejercer en otros territorios vecinos de la Federación,como el Daghestán, donde emergieron milicias autodefinidascomo islamistas o wahabitas, deseosas de separarse de la tu-tela federal.

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A mediados de los años noventa había también señales in-equívocas de la politización del Islam en las repúblicas inde-pendientes del Asia Central. El fenómeno se venía incubandodesde la era soviética. Después de un largo periodo de intole-rancia ateísta, la apertura reformista de Mijail Gorbachev enla Unión Soviética abrió nuevos espacios para la expresiónreligiosa, gracias a la cual el Islam pudo ir recuperando suposición protagónica dentro de la tradición cultural de las re-giones mayoritariamente musulmanas, e incluso convertirse enun ingrediente distintivo de algunos nacionalismos etnoculturalesque precipitarían la desintegración de la URSS en 1991.

Dentro de ese contexto, se constituyó en 1990 el Partidodel Renacimiento Islámico, compuesto por musulmanes de di-ferentes partes de la Unión y con importantes ramas en lascinco repúblicas centroasiáticas. En principio, el renacimientoconfesional era más secular y cultural que fundamentalista yno aspiraba a la constitución de un Estado islámicosupranacional; expresaba, mejor, la heterogénea realidad deun Islam dispuesto a participar de diversas maneras en losprocesos de transición política a escala federal y nacional. Poresa razón, en el escenario postindependiente centroasiático,donde los regímenes autoritarios emergentes trataron de man-tener bajo otras formas la vieja esencia soviética, el Islamdevino, por lo general, en una fuerza opositora más, aunquevariada en sus formas de expresión e inclinaciones ideológi-cas. Sin embargo, por el mismo motivo, la propaganda guber-namental trató a su vez de presentar el creciente papel políticodel Islam en términos de amenaza fundamentalista, simplifi-cando intencionadamente su pluralidad interna y exagerandoel peso específico del extremismo religioso en la vida regional,con la finalidad de ganar legitimidad y justificar la naturalezaautoritaria de los sistemas establecidos.

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El foco de mayor tensión en la región estaba en Tayikistán,envuelto en una prolongada guerra civil. La lucha entre la vie-ja guardia de línea dura y la heterogénea oposición reformistahabía estallado en 1992.29 Con el apoyo de Uzbekistán, muypronto la balanza se inclinó en favor de los primeros, lo quepermitió la instalación en Dushanbe de un gobierno autoritarioencabezado por Imomali Rahmonov a finales de ese mismoaño, quien desató una dura represión contra las fuerzas oposi-toras, tanto seculares como religiosas. El Partido del Renaci-miento Islámico, al igual que otras organizaciones contestatarias,fue prohibido inmediatamente y algunas figuras públicas reli-giosas, como Hajji Akbar Turajonzada, fueron procesadas portraición y acusados de querer establecer un gobierno islámicoen Tayikistán.30

Sin embargo, el conflicto prosiguió en el sur del país �enla provincia de Ourghorteppa y la Provincia Autónoma deGorno-Badakshan� y a lo largo de la frontera con Afganis-tán, donde los rebeldes tayikos encontraron el apoyo de laJamaiat-i-Islami liderada por Burhanuddin Rabbani e integra-da predominantemente por tayikos afganos, la cual se habíaapoderado del gobierno de Kabul después de la caída deNajibullah en 1992 y controlaba la zona norte fronteriza conTayikistán.

29 Las fuerzas antigubernamentales, posteriormente llamada OposiciónUnida de Tayikistán, formaban una compleja coalición que se sostenía en elobjetivo común de combatir el régimen neosoviético establecido en el poder,pero con visiones muy diferentes en cuanto a la orientación futura del país,que iban desde la islamización y el nacionalismo hasta la instauración de unademocracia parlamentaria secular.

30 Más tarde el partido reaparecería bajo el nombre de Movimiento delResurgimiento Islámico.

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En 1993 una fuerza de paz de la Comunidad de EstadosIndependientes, encabezada por Rusia y con la participaciónde Uzbekistán, Kirguistán y Kazajstán, intervino en el conflic-to en auxilio del gobierno de Rahmonov. Detrás de la preocu-pación por el peligro fundamentalista, la presencia militarescondía otros intereses geopolíticos. Para Rusia representa-ba la oportunidad de reforzar aún más la dependencia deTayikistán, por eso �durante los dos años que duró la �misiónde paz�� sus tropas actuaron igual que en Chechenia,agudizando el conflicto en lugar de propiciar una solución polí-tica, con la encubierta intención de justificar una injerenciaprolongada.

Por su parte, Uzbekistán, que tampoco escondía sus pre-tensiones hegemónicas en Asia Central, tenía otras motivacio-nes. Para el régimen de Karimov, igualmente autoritario yneosoviético, resultaba en extremo peligroso que los reformistastomaran el poder en el vecino Tayikistán. Así, mientras tratabaa toda costa de reprimir a sus opositores internos enarbolandoel fantasma del integrismo islámico, intentaba asegurar la esta-bilidad del entorno exterior con el apuntalamiento de gobiernosafines.31 A ello se sumaban también consideraciones de natu-raleza étnica. La relación que se fraguaba entre los tayikosafganos y grupos rebeldes de Tayikistán era vista con preocu-pación por el presidente uzbeco, quien temía un reforzamientodel nacionalismo étnico potencialmente perjudicial para los in-

31 Desde su ascenso al poder, en 1991, Karimov desató una represiónsin cuartel contra los llamados islamistas radicales. En 1992 el líder delPartido del Renacimiento Islámico, Abdullah Otaiev, desapareció misterio-samente después de haber sido detenido por las autoridades. Igual suertecorrió Sheik Abdullh Vali en 1995, uno de los principales mullah del valle deFergana.

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tereses de Uzbekistán en el entorno regional, tanto por sus dis-putas etnoterritoriales con Tayikistán, como por el equilibrio defuerzas en el norte de Afganistán, donde el régimen de Karimovapoyaba a la facción del general Dostum, de origen uzbeco.

Así estaba la situación hacia 1996, cuando la toma de Kabulpor la ofensiva talibán vino a cambiar radicalmente el escena-rio de la guerra civil afgana y también la posición de los paísesde Asia Central. La ocupación de la capital encerraba tresseñales que difícilmente pasaron inadvertidas para los paísesvecinos. La primera indicaba no sólo la voluntad del talibán deerigirse en un poder político, sino también mostraba que teníala fuerza para intentar imponerlo en todo el país; la segundaadvertía que el régimen tendría una orientación rigurosamenteislamista, como se desprendía de las primeras prohibicionesimpuestas sobre la población de Kabul, especialmente la fe-menina; y, la tercera, que la guerra civil se extendería inevita-blemente al norte de Afganistán y sus implicaciones, por tanto,se harían sentir más cerca de sus fronteras con las repúblicascentroasiáticas.

Si durante su etapa de ascenso inicial (finales de 1994 ymediados de 1996), el influjo del fundamentalismo talibán sehabía extendido a lo largo del Pashtunistán (afgano y paquistaní)y recalado en Cachemira, después de esa fecha comenzó aextenderse hacia el norte y a interactuar con los gruposislámicos más radicales de Asia Central, los cuales no sóloencontraron en el talibán a un nuevo aliado natural dispuesto aentrenarlos y a suministrarles apoyo logístico, sino también elpunto de enlace que los integraría al torrente mayor de la jihadinternacional.

En pocos meses las posiciones cambiaron diametralmente.El gobierno de Rabbani, repudiado hasta ese momento por suapoyo a los insurgentes de Tayikistán, concertó con sus anti-

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guos enemigos una alianza antitalibán �a la que se sumó tam-bién el general Dostum� al tiempo que usó su influencia so-bre algunos grupos rebeldes de Tayikistán para inducirlos aldiálogo y de esa manera mejorar sus relaciones con el gobier-no de ese país.32 La nueva alianza entre uzbecos y tayikos enel norte de Afganistán, unido al cambio de actitud de Rabbanihacia el conflicto en Tayikistán, provocaron una inmediata re-acción favorable en los países de la región.

A partir de ese momento, los gobiernos de Rusia y de lasrepúblicas del Asia Central, empezaron a considerar el régi-men talibán como el nuevo promotor de la amenaza islamista yel terrorismo en sus propios países, idea que con el tiempo noharía más que reforzarse. Preocupados por el giro en la situa-ción regional, algunos de ellos trataron incluso de resolver susdisputas bilaterales con el propósito de iniciar una colabora-ción más activa en la lucha contra el narcotráfico y el terroris-mo. Con esa finalidad surgió, en 1996, el grupo denominadolos Cinco de Shangai, compuesto por China, Rusia, Tayikistán,Kirguistán y Kazajstán. En consecuencia, la mayoría de esospaíses asumieron en relación con la guerra civil afgana unaposición favorable a la Alianza del Norte y contraria al talibán.

Las operaciones de la Legión Internacional del Islam enAfganistán se reforzaron tras el establecimiento en el país deOsama bin Laden y su organización Al Qaeda. En mayo de1996, el millonario saudí abandonó Sudán por razones de segu-ridad y se puso al amparo de la shura de Jalalabad, poco antes

32 En 1997 se llegó finalmente a una solución de paz en Tayikistán, conla mediación de la ONU, la cual dio paso al establecimiento de un gobierno decoalición. Sin embargo, algunos grupos extremistas no aceptaron el acuerdoy continuaron actuando por su cuenta, entre ellos islamistas apoyados porel régimen talibán.

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de que los talibanes se apoderaran de la ciudad. A partir deentonces se fue forjando una estrecha relación entre el mullahOmar y Bin Laden, quien en 1997 se instaló con su familia enKandahar, sede del cuartel general del líder pashtún.

Los cuantiosos recursos de la Hermandad Bin Laden nosólo contribuyeron a financiar las actividades y los centros deentrenamiento de los legionarios islamitas; también apoyaronla cruzada del talibán contra las facciones agrupadas en elFrente Unido. Al parecer, la alianza dejó entrever, además,una cierta ascendencia ideológica sobre el movimiento delmullah Omar, que repercutió en su originaria perspectiva localy le hizo sentir el influjo doctrinal de la revolución islamistaglobal. Dentro de ella destacaban dos rasgos esenciales: elacercamiento estratégico entre el islamismo radical sunnita ychiíta, y la jihad contra los intereses norteamericanos en cual-quier parte del mundo. En cuanto al primero, la mediación deBin Laden no parece haber tenido éxito. El talibán siguió sien-do profusamente antichiíta y mantuvo una franca hostilidadcon Irán y una sangrienta enemistad con la minoría chiítaafgana. Pero respecto al segundo, la participación del régimenfundamentalista se fue haciendo cada vez más evidente.

A principios de agosto de 1998 se produjeron sendos aten-tados con bombas en las embajadas norteamericanas en Kenyay Tanzania que costaron la vida a 200 personas. Estados Uni-dos culpó inmediatamente a Osama bin Laden, quien cincomeses antes había lanzado su famosa fatwa consagrando comoun deber musulmán atentar contra la vida de los estadouniden-ses y sus aliados, fueran militares o civiles. En represalia, el 20de agosto el presidente Clinton autorizó un bombardeo conmisiles cruceros contra los campamentos de Al Qaeda y el MIA

en Afganistán, a la vez que exigió al régimen talibán que entre-gara al buscado terrorista.

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Por otra parte, Estados Unidos empezó a ejercer fuertespresiones sobre Arabia Saudita y Pakistán, los principales apo-yos externos del talibán y de la subversión islámica regional,para que colaboraran en la captura de Bin Laden. La monar-quía saudí trató de mediar con el mullah Omar, pero sus ges-tiones terminaron en un rompimiento de relaciones y en lainterrupción de la ayuda saudita al régimen talibán. El gobier-no de Pakistán, en cambio, decidió eludir el problema, ya queEstados Unidos acababa de aplicarle la Enmienda Glen comosanción por sus pruebas nucleares.33

Con los atentados a sus embajadas africanas, la política deEstados Unidos hacia Afganistán entró en una nueva fase deinvolucramiento, después de varios años de asumir una actituddistante e indiferente. La situación encerraba una extraña pa-radoja histórica, ya que su retorno al escenario afgano estabacondicionado por la amenaza que, para los intereses norte-americanos, representaba el dispositivo militar de la jihad, crea-do por ellos mismos casi 20 años antes para enfrentar la invasiónsoviética. De esa forma, desde agosto de 1998 la entrega deOsama bin Laden y el cese del apoyo al terrorismo se convir-tieron en los dos pilares de la posición oficial de la Casa Blan-ca hacia el régimen talibán, la cual se fue endureciendoconforme el liderazgo fundamentalista demostró no estar dis-puesto a ceder ante ninguna de las dos exigencias.

En ese mismo mes, la caída de Mazar-i-Sharif en manosdel talibán le permitió extender su control hasta las fronteras

33 Se refiere a las sanciones contempladas en la Sección 102 de la Ley deControl de Armas de Exportación, que implican la suspensión de asesoríamilitar y ventas de armamento, así como restricciones comerciales y prohi-bición de préstamos. La administración Clinton impuso esas sanciones aPakistán y la India por sus respectivas pruebas nucleares realizadas enmayo de 1998.

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con Uzbekistán, exacerbándose aún más las contradiccionescon el régimen de Karimov. Desde diciembre de 1997 las ac-ciones islamistas en el valle de Fergana se habían incrementa-do notoriamente con el asesinato de varios oficiales de lapolicía. Dos meses después estalló una crisis diplomática en-tre Uzbekistán y Pakistán, cuando a las viejas acusaciones deapoyar al talibán se sumó la denuncia de que el gobierno deIslamabad estaba dándole asilo a un grupo de integristasuzbecos encabezados por Takirjan Yoldashev, supuestamenteresponsable de los atentados en Fergana.

La respuesta de Karimov, en el plano interno, fue lapromulgación de una nueva ley sobre la �libertad de concien-cia�, con el propósito de ampliar el marco jurídico para la re-presión del activismo islámico, mientras que en materia deseguridad regional firmó una declaración conjunta con Rusiasobre la amenaza fundamentalista, a la cual también se adhi-rieron los Estados de Tayikistán y Kirguistán. Las tensionesllegaron a su clímax el 16 de febrero de 1999, cuando el propiopresidente uzbeco, Islam Karimov, fue víctima de un fallidoatentado atribuido a militantes integristas. Las autoridades deTashkent acusaron enérgicamente al régimen del mullah Omarde instigar a los islamistas uzbecos, quienes con su apoyo em-pezaban a extender sus acciones más allá del valle de Fergana.La reanudación de la guerra en Chechenia varios meses des-pués contribuyó a agravar mucho más las tensiones regionalesy a multiplicar los resentimientos contra el poder islámico ins-talado en la mayor parte del territorio afgano.34

34 A principios de agosto de 1999 una guerrilla separatista islámicaorganizada en Chechenia, bajo el mando de Chamil Bassaiev, incursionó enDaghestán con el objetivo de combatir el poder ruso. Pretextando perseguira los insurgentes, las tropas rusas cruzaron la frontera de Chechenia con la

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Aunque los voceros del Emirato Islámico negaron su impli-cación en las crecientes acciones de la militancia integristaregional, su imagen como centro promotor del terrorismo ga-naba fuerza en la percepción de la comunidad mundial. En laresolución 1214 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobadael 8 de diciembre de 1998, el talibán fue, por primera vez, ex-plícitamente responsabilizado �de dar santuario y adiestrar aterroristas internacionales y sus organizaciones�.35 El 5 de ju-lio de 1999 la administración Clinton, por otro lado, impusounilateralmente un paquete de sanciones financieras y econó-micas al régimen fundamentalista, en represalia por su persis-tente negativa a extraditar al líder de Al Qaeda. Las medidasincluían el boicot a la aerolínea nacional afgana (Ariana), alque también se sumó la India dos meses después, quedandoreducido su itinerario internacional sólo al emirato de Dubai enel Golfo Pérsico. En respuesta, la Corte de Justicia Talibánanunció el cierre del caso Bin Laden por falta de evidencias yle ratificó su condición de invitado del pueblo afgano.

El 15 de octubre de 1999 el Consejo de Seguridad adoptó laresolución 1267, en la que se imponían sanciones contra elrégimen del mullah Omar si en un plazo de 30 días no hacíaefectiva la entrega del terrorista saudita. Las represalias, queentraron en vigor el 14 de noviembre, instaban a los estadosmiembros a negar el despegue y aterrizaje en sus territorios de

clara intención de recuperar militarmente el territorio perdido en 1996,acción provocadora que desató la reanudación de un prolongado y sangrien-to conflicto. Hasta la caída del poder talibán, a finales del 2001, muchosextremistas chechenos pasaron por los campos de entrenamiento militar enAfganistán.

35 Resolución 1214 (1998), aprobada por el Consejo de Seguridad deNaciones Unidas el 8 de diciembre de 1998, http://www.un.org

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cualquier aeronave que fuera propiedad o estuviera arrendadapor el gobierno talibán, excepto en casos en que los vuelosfueran aprobados previamente en virtud de necesidades hu-manitarias o religiosas, como los viajes de peregrinación a laMeca. Asimismo establecían el congelamiento de todos susfondos financieros en el exterior, incluidos los generados porpropiedades del régimen o bajo su control directo e indirecto36

(Anexo II).Inmediatamente, los voceros del talibán acusaron a Esta-

dos Unidos de manipular el organismo internacional y de utili-zar las sanciones como un instrumento de su política dehostilidad hacia el pueblo afgano y el Islam. Con semejantediscurso, su posición quedó más aislada de la comunidad inter-nacional y más cerca de los principios doctrinarios de la jihadglobal. En cuanto a Osama bin Laden, el mullah Omar sostu-vo la negativa de expulsar del país a su invitado, escudándosetras los principios tradicionales de la hospitalidad pashtún. Asi-mismo, el régimen islamista continuó insistiendo en la ausenciade pruebas que vincularan directamente al millonario saudí conlos actos terroristas que se le imputaban. Como alternativa alas exigencias de la resolución 1267, lanzaron la propuesta deque un tribunal de ulemas afganos, sauditas y de un tercer paísislámico, asumiera la responsabilidad de juzgarlo en territoriode Afganistán. Pero tanto Estados Unidos como las NacionesUnidas desestimaron el ofrecimiento.

A mediados del 2000, las tensiones regionales siguieronsubiendo de tono debido a los reiterados informes sobre incur-siones de grupos islamistas uzbecos en las fronteras deUzbekistán y Kirguistán, supuestamente emprendidas desde

36 Resolución 1267 (1999), aprobada por el Consejo de Seguridad deNaciones Unidas el 15 de octubre de 1999, http://www.un.org

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bases de operaciones enclavadas en el norte de Afganistán.Poco antes, en el mes de mayo, los gobiernos de las repúblicasseptentrionales habían lanzado fuertes acusaciones contra lasautoridades del Emirato por permitir que el disidente de origenuzbeco, Jumaboi Namangan, y un destacamento armado pro-cedente de Tayikistán, buscaran refugio del otro lado de lafrontera bajo control militar del talibán, imputación que el mullahOmar rechazó oficialmente una vez más.

El repunte de las actividades de los grupos islamistas indujoa los preocupados estados centroasiáticos a reforzar la cola-boración regional. En abril, los presidentes de Uzbekistán,Kirguistán, Tayikistán y Kazajstán acordaron un paquete deacciones colectivas contra el terrorismo, el extremismo reli-gioso y las redes criminales encargadas de operar el narcotrá-fico y el contrabando a través de las fronteras. Los eventos delos meses siguientes condujeron a otra cumbre de emergenciade los cuatro jefes de Estado a finales de agosto, en la que sereforzaron las medidas para neutralizar la presunta infiltraciónde comandos islámicos opositores.

Mientras tanto, el presidente de Turkmenistán, el otro paísvecino en la frontera norte, trató de patrocinar una nueva ini-ciativa de mediación entre las fuerzas beligerantes afganas,encaminada a lograr el cese del fuego y a establecer un com-promiso sobre la base de una especie de autonomía para elterritorio controlado por el Frente Unido, a cambio de que éstereconociera el Emirato como la autoridad general de Afganis-tán.37 Un arreglo de ese tipo, amén de parecer políticamente

37 La situación en el Afganistán y sus consecuencias para la paz y laseguridad internacionales, Informe presentado por el secretario general a laAsamblea General y al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, 12 dediciembre de 2000, http://www.un.org

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impracticable, se quedaba por debajo de las aspiraciones he-gemónicas de ambos bandos, quienes concordaron en recha-zar la propuesta del mandatario turkmeno.

A las interminables acusaciones contra el régimen talibánse unieron también las presiones sobre Pakistán, su único apo-yo exterior. En marzo, el presidente estadounidense Bill Clintonvisitó el país y se entrevistó con el general Pervez Musharraf,a quien le recabó un mayor compromiso de su gobierno en lacuestión del terrorismo y la entrega de Osama bin Laden aEstados Unidos. En septiembre, un enviado personal del presi-dente ruso Vladimir Putin también viajó a Islamabad para dis-cutir la situación de Afganistán con el gobernante paquistano.Otros países de la región desplegaron acciones diplomáticasen el mismo sentido; sin embargo, la política paquistaní aúnparecía más dispuesta a servir de intermediaria de sus protegi-dos, y de esa manera mantener su influencia en los asuntosregionales, que a tomar una posición más enérgica hacia elrégimen talibán y su actividad subversiva.

Como resultado de numerosas iniciativas diplomáticasmultilaterales, en particular de la Organización de la Confe-rencia Islámica y del grupo Seis más Dos, y del esfuerzo me-diador del Representante Especial de Naciones Unidas, LakhdarBrahimi, el 2 de noviembre se consiguió un acuerdo escritoque refrendaba el compromiso del régimen talibán a participaren un proceso de negociaciones con el Frente Unido, con elpropósito de encontrar una salida política al conflicto interno.Sin embargo, en lo concerniente a las exigencias de la resolu-ción 1267, en torno de la entrega de Osama bin Laden y elcierre de los campamentos de entrenamiento para terroristas,la situación parecía encontrarse en un punto muerto.

Antes de concluir su mandato, la administración Clintonlogró que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara, en di-

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ciembre de ese año, otra resolución (1333) reforzando las san-ciones internacionales contra el Emirato Islámico de Afganis-tán. Las nuevas restricciones se encaminaron a debilitar lacapacidad militar del talibán, proscribiendo cualquier tipo deventa, suministro y transferencia directa o indirecta de armas,municiones, vehículos militares y refacciones. También se ins-taba a suspender la asesoría y asistencia internacional en esecampo, a cerrar todas las oficinas del talibán en el exterior,incluyendo las de la Ariana Afghan Airlines. Asimismo, exhor-tó a los Estados miembros a que impidieran cualquier formade suministro, con destino al territorio afgano controlado por eltalibán, de anhídrido acético, un producto químico indispensa-ble para el procesamiento de la adormidera38 (Anexo III).

El reforzamiento de las sanciones deterioró definitivamen-te las relaciones del régimen del mullah Omar con el organis-mo internacional. El liderazgo talibán no sólo se desentendióde su compromiso suscrito el 2 de noviembre, sino que se negóen lo adelante a participar en cualquier iniciativa de paz auspi-ciada por las Naciones Unidas, cerrando el camino a una solu-ción política del conflicto, posición que también constituía elreflejo de una correlación de fuerzas muy favorable en el pla-no militar. La desconfianza hacia la imparcialidad de la comu-nidad internacional afectó gravemente también la actividad delas organizaciones humanitarias dentro de Afganistán, lo quecontribuyó a potenciar el efecto indirecto de las sanciones so-bre la población civil y profundizó la crisis de una economíaarruinada por el conflicto armado y tres años de una sequíaimpresionante.39

38 Resolución 1333 (2000), aprobada por el Consejo de Seguridad en su4251a sesión, celebrada el 19 de diciembre de 2000. http://www.un.org

39 El efecto generalizado de las sanciones sobre la economía afgana y surepercusión indirecta en el agravamiento de las condiciones humanitarias,

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La aberrante fatwa proclamada a principios de marzo de2001 por la jefatura talibán, disponiendo la destrucción de im-portantes objetos preislámicos de incalculable valor histórico,entre ellos los famosos Budas de Bamyan, desató una virulen-ta condena internacional que llevó a su máxima expresión laimagen abominable del régimen fundamentalista afgano. Esasituación de virtual aislamiento, más pronunciado después del20 de mayo por el cierre �a instancias de la autoridad talibán�de las oficinas de la Misión Especial de Naciones Unidas enAfganistán (UNSMA), unido a un ignominioso historial de viola-ciones flagrantes de los derechos humanos, narcotráfico, ex-tremismo religioso y absoluto desprecio por las normasinternacionales, conformaron un capital simbólico que poco des-pués la nueva administración norteamericana aprovecharía muyconvenientemente para legitimar su intervención en Afganis-tán y conseguir el apoyo de una inmensa coalición de países.

El petróleo y la geopolítica de los oleoductos

Con la independencia de las repúblicas ex soviéticas del AsiaCentral, en 1991, la explotación de los importantes yacimien-tos de petróleo y gas natural de la región devinieron en unaprioridad de la geopolítica regional, dando paso a lo que acer-tadamente Ahmed Rashid denominó como el nuevo �Gran Jue-

fue reconocido oficialmente por el secretario general de la ONU un año des-pués (Informe del secretario general sobre las consecuencias humanitariasde las medidas impuestas en las resoluciones del Consejo de Seguridad1267 (1999) y 1333 (2000) sobre el territorio del Afganistán bajo control delos talibanes, 18 de diciembre de 2001, http://www.un.org).

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go�,40 en un paralelismo histórico con la decimonónica rivali-dad anglo-rusa por el control de la zona.

La región petrolera del Caspio y Asia Central se revelócomo la última gran reserva no explotada del mundo y, segúncálculos aproximados, como la segunda en importancia detrásdel Medio Oriente, con más de 100 mil millones de barriles depetróleo y un potencial de gas estimado entre 236 y 337 milmillones de pies cúbicos. De las repúblicas centroasiáticasvecinas de Afganistán, era en Turkmenistán donde se concen-traba la mayor riqueza energética, con una reserva calculadaen 32 mil millones de barriles de petróleo y 159 mil millones depies cúbicos de gas.41

La naciente república turcomana, interesada en librarse dela dependencia económica de Rusia, comenzó a buscar alter-nativas para la explotación y comercialización de sus recursosenergéticos, a través de la asociación con inversionistas capa-ces de financiar proyectos de construcción de oleoductos ygasoductos que proporcionaran una salida hacia el Golfo Ará-bigo Pérsico y el Océano Índico, por el sur, y hacia el oeste através del mar Caspio.

Sin embargo, durante la primera mitad de los noventa, lasgrandes compañías petroleras norteamericanas no se mostra-ron todavía muy interesadas en invertir en una región tan ines-table. Los más decididos fueron Irán y la empresa argentinaBridas. Irán, aprovechando su contigüidad territorial, fue el

40 Ahmed Rashid, op. cit. La tercera parte de su libro contiene uno de losestudios más profundos realizados hasta el presente sobre la geopolítica delpetróleo en Asia Central.

41 Ahmed Rashid, op. cit., pp. 220-221. En la fuente se mencionanbillones en lugar de miles de millones, lo que debe ser un error en la traduc-ción del inglés al español.

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único que logró concluir a finales de 1997 un gasoducto de 200kilómetros que permitió consumir gas turkmeno en el nordestedel país. Bridas, por su parte, desde 1994 comenzó a negociarun proyecto para la construcción de un oleoducto y un ga-soducto desde Turkmenistán a Pakistán, atravesando el terri-torio de Afganistán.

Preocupados ante el hecho de que Irán, su acérrimo ene-migo, pudiera apoderarse de los recursos energéticos deTurkmenistán, el gobierno de los Estados Unidos empezó aexhortar a sus empresas a que tomaran cartas en el asuntoevitando herir la susceptibilidad de Rusia, quien seguía consi-derando a su ex espacio soviético como una zona de influen-cia. Algunas compañías petroleras norteamericanas seinvolucraron en un proyecto alternativo promovido por Tur-quía, de repente interesada en fomentar una estrategiapanturquista en el área, que pretendía sacar el petróleo deTurkmenistán a través de un oleoducto submarino por el marCaspio. Pero el elevado costo del proyecto y el desplome delos precios del petróleo durante 1997-1998 lo hicieron de mo-mento impracticable.

En términos económicos, la variante de Bridas era más via-ble, aunque requería del consentimiento de las faccionesafganas en pugna y de la participación de socios con una sol-vencia financiera mayor. Gracias al interés y la mediación delgobierno paquistaní, los directivos de Bridas abordaron el pri-mer obstáculo, enfrascándose en una difícil negociación conlos impredecibles caudillos afganos, el segundo problema cre-yeron resolver invitando a Unocal, la duodécima compañíapetrolera de Estados Unidos, a tomar parte en el proyecto. En1995, sin embargo, el gran consorcio dejó fuera a los argenti-nos al firmar un acuerdo propio con el gobierno de Turkmenistán

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que contó con el respaldo del nuevo primer ministro paquistaníNawaz Sharif.42

El acuerdo contemplaba la construcción de un gasoductohasta el centro de Pakistán que estaría a cargo de CentGas,un consorcio creado para la ocasión con participación mayori-taria de Unocal (70%) y de otros tres socios menores: la DeltaOil de Arabia Saudita (15%), la empresa estatal rusa Gazprom(10%) y la también estatal Turkmenrosgaz (5%). Además,CentGas pretendía ocuparse de la construcción de un oleo-ducto de mil millas valorado en 2 500 millones de dólares, ca-paz de trasladar un millón de barriles diarios de petróleoturkmeno desde el campo de Chardzou hasta una terminalcostera en Pakistán.43

Después de la constitución del consorcio internacional, elúnico obstáculo para la realización de los multimillonarios pro-yectos seguía siendo la guerra civil en Afganistán. Desde fina-les de 1996 hasta mediados de 1998, la empresa norteamericanaUnocal, que contaba con el respaldo de su gobierno y del ser-vicio de inteligencia paquistaní, fue reiteradamente acusadapor los medios informativos de cortejar al régimen talibán, elcual despuntaba como la fuerza que pondría bajo su control latotalidad del territorio, y de resultar así, sería la autoridad conquien habría que negociar la participación afgana en los pro-yectos de explotación energética.

En 1997, Unocal firmó un convenio con los gobiernos deTurkmenistán y Pakistán para empezar la construcción del oleo-

42 Durante tres años Bridas entabló una demanda contra Unocal por 15mil millones de dólares acusándola de haberle robado el proyecto, que final-mente fue desestimada por una corte de Texas en octubre de 1998.

43 Afghanistan, Report of the Energy Information Administration,September 2001, http://www.eia.doe.gov

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ducto y el gasoducto a principios de 1998, al parecer conven-cida por el ISI de que la ofensiva contra la ciudad de Mazar-i-Sharif, en mayo de ese año, se estaba desarrollandoexitosamente y el triunfo talibán era un hecho inminente. Elerror de cálculo del ISI, que también costó a la diplomaciapaquistaní un reconocimiento prematuro del régimen talibán,provocó la posposición del acuerdo y, por ende, retrasó el ini-cio de los trabajos constructivos.

Después de agosto de 1998 los planes de Unocal se frus-traron irremediablemente. Tras la conquista de Mazar-i-Sharif,la crisis con Irán impidió una probable victoria final del talibánsobre el Frente Unido, alejando una vez más el desenlace delconflicto. La situación se agravó con los atentados a las em-bajadas norteamericanas en Kenya y Tanzania, y el posteriorbombardeo de los campamentos de Al Qaeda en Afganistán,lo que puso fin al cortejo del régimen talibán. Inmediatamentedespués del operativo militar de su gobierno, Unocal suspen-dió su participación en los proyectos de CentGas hasta tantono existiera un gobierno internacionalmente reconocido en Af-ganistán. Más tarde, el 8 de diciembre, anunció su retiradadefinitiva del consorcio alegando que los bajos precios del pe-tróleo y la inestabilidad afgana hacían demasiado riesgosa larealización de los proyectos.

La salida de Unocal, sin embargo, no condujo a la disolu-ción del CentGas. La Delta Oil de Arabia Saudita asumió elliderazgo del consorcio y nuevos socios se incorporaron a laempresa, como la Hyundai Engineering & ConstructionCompany de Corea del Sur y las japonesas Inpex e Itochu.44

Pero el destino de los proyectos siguió siendo incierto y nunca

44 Ibidem.

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pudieron concretarse. De esa manera, desde finales de 1998,el régimen talibán se erigió en el único obstáculo para la reali-zación de un multimillonario negocio petrolero que permitieraa Estados Unidos posicionarse sólidamente en la cuenca delAsia Central.

El ascenso de los republicanos al poder, en enero de 2001,vino a realzar aún más la importancia del petróleo en la visióngeopolítica estadounidense, debido a los grandes vínculos de lafamilia Bush con la industria petrolera, a la presencia en laCasa Blanca de altos funcionarios con destacada trayectoriacomo asesores de compañías petroleras con fuertes inversio-nes en la región del Caspio, especialmente en Azerbaiyán,45 ya los pesimistas pronósticos sobre el futuro de las reservasestratégicas de hidrocarburos en los Estados Unidos.

45 El ejemplo más importante es el de Richard Cheney, actual vicepresi-dente de los Estados Unidos, Geopolítica del caos, Madrid, Debate, 1999,p. 175.

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