bagú, sergio - estructura social de la colonia

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Ol lUAS OF.L AUTOR n .. cOpUU.c.t.}11 dR la o/lro fi'llprOSa de AlmaJuerte. con es- tudios pt'\!vlos y notas: VQl,UMT ... ... J. "Discunl(is ('(Hn.plptos". EdItori al ClarI- dad. Buenos Aires. 1033. VQf; UM!J.; n. U Evnngélirtls cMilJ}leUls, ot ros e.tr. ri to.t HWrurioll 11 ca'rf,rs". E tlitoda l Claridad. DuellOs A i,'e." "I'idu IIjernplar de JO #J (Jto,mieros" . Editorial C¡.,ridad. UuénOs Alr('s. urJú, "MII /,imlu l"'Orl'11O, /' O$1Iin !I t' 'Írln }¡ofn/jI'C (/.e il! nljv", J::di t o1'lp j c.:IMkllld. H\Jel1fm Airl.!ll. 1939. "[,n. 1/(ltol/(1 por Iv de Pnidos" , 'Folle- LO . T alle r es Co mlncn tÓl l. liU \Cfl OS Aires. ]948 . "S .. "tidJ) J¡j.dJrico eJe Ttna re/VTma GdUcacir;nat en Esta- llos Uni(foR. lJ(w/lilit'rat.u y Jonnarió1f juvenil" . Folle - to. Tal ler el:l Gráficos Co ntin enta l. Dllen Ol> Aires. lQ<l9. "EcOIIOnd./1 de lel coJ,Ollial. E,wullo de cU 1Jl.pMnd« de A'1ru1rica. ""tina". E(l.Iwrlal y úihreria "El Ateneo". Due.nos AJrt!$. J 949. - ·'I .. a cfa;'j/J media en. ra ArUC"lItj1l(t". "En vo lumen J. de la colecci4n "Materiules ]Jara el ('s tudlo de la. clase me · di:;. en ItI Amérka .ltltln a" . Pu b ll ml'il)Dt!); dI' lu Oflc na <le Ciencias Soc.lales lle la Unión :ean:americana. \V:II<h ing-lo n. IOtiU. .' SERG10 BAGU (¡oll -1...02) ESTR UCTURA SOCIAL DE LA COLONIA ¡WSA YQ m! I/l S1"OR LA CO MPAiVIDA Di: AMÉRI CA ¡,AT iNA A, \.IlI RF;lLi¡\ "EL ATENEO" IWITORt ¡\L r U >Il1Hi\ .l U - eU r Ntl5

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Page 1: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

OllUAS OF.L AUTOR

n .. cOpUU.c.t.}11 dR la o/lro fi'llprOSa de AlmaJuerte. con es­tudios pt'\!vlos y notas: VQl,UMT ...... J. "Discunl(is ('(Hn.plptos". EdItorial ClarI­

dad. Buenos Aires. 1033. VQf;UM!J.; n. UEvnngélirtls cMilJ}leUls, otros e.tr.rito.t

HWrurioll 11 ca'rf,rs". E tlitodal Claridad. DuellOs A i,'e." 1~:f!.

" I'idu IIjernplar de JO#J (Jto,mieros". Editorial C¡.,ridad. UuénOs Alr('s. urJú,

" MII /,imlu l"'Orl'11O, /'O$1Iin !I t''Írln ~/rl }¡ofn/jI'C (/.e il! nljv", J::di to1'lp j c.:IMkllld. H\Jel1fm Airl.!ll. 1939.

"[,n. 1/(ltol/(1 por Iv 1)re,~¡d(mtla de 1JJst¡¡da~ Pnidos", 'Folle­LO. T aller es GrMk:(l~ ComlncntÓl l. liU\CflOS Aires . ]948.

"S .. "tidJ) J¡j.dJrico eJe Ttna re/VTma GdUcacir;nat en Esta­llos Uni(foR. lJ(w/lilit'rat.u y Jonnarió1f juvenil" . Folle­to. Tal ler el:l Gráficos Continental. DllenOl> Aires. lQ<l9.

"EcOIIOnd./1 de lel ¡¡{lrlt!d~d coJ,Ollial. E,wullo de his~orla cU1Jl.pMnd« de A'1ru1rica. ""tina". E(l.Iwrlal y úihreria "El Ateneo". Due.nos AJrt!$. J 949. -

·'I .. a cfa;'j/J media en. ra ArUC"lItj1l(t". "En volumen J. de la colecci4n "Materiules ]Jara el ('studlo de la. clase me· di:;. en ItI Amérka .ltltlna" . Publlml'il)Dt!); dI' lu Oflci· na <le Ciencias Soc.lales lle la Unión :ean:americana. \V:II<h ing-lon. IOtiU.

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SERG10 BAGU (¡oll - 1...02)

ESTR UCTURA SOCIAL

DE LA COLONIA

¡WSAYQ m! I/l S1"ORLA COMPAiVIDA

Di : AMÉRICA ¡ ,ATiNA

A , \.IlI RF;lLi¡\ "EL ATENEO" IWITORt¡\L

r U >Il1Hi\ .l U - eUr Ntl5 "'! II.I! .~

Page 2: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

PRó LO GO

E ste t-rabajo ha sido e ... crito de aCf/-crdo a las mis· mas líneas mel.odo1úgicas ((ue Economfa de la socie­dad colonia l. U110 1/ otro pertenecen ~ '1UI.a serie de en.sa,yos sobre histo1"ia eomp(¡rarla de los pueblo.'> de América latina, que est'(..'ní:n t'inwl¡Idos por sus ideas funclamentales y su CO'nt'apción metodol6{}ica, aunque conservando cada uno cnlcramtmlc su autonomfa co­mo libro.

Rl estmlio d.e nuestros pueblos desde el á_ngula de la hist.oria COm1JUTllri." urrnja 1mil luz reveladora sobre sus problc?i/lIs Ilcttwle8, todo.'> los cual.es t,icnen alguna leja1]fJ._ rafz prclérillf. Es por ello que la 'mejor comp,.efl~viún de 1m proceso 1lTst(írico jamás (leja de t ener cierta proyec('Íón ccmf.empo-rúnca, Por otra par. te, el método cO'ln]Jart'llivo, uuf!qne a veces p_tl.ntualice diferencias m ás que SenH!j(l'fjZ(lS, 'pig oriza siempre el sentim'iento de pro.1:imidod ent're l.os pueblos, en par- \ i'icular entre Tos IjutJ existe 1m obvio paralelismo hisw tórico, corno e,s el caso de los de América latina.

Cv.ando en este trabajo I/(¡olamos de clase social aludimos a 1m conjunto di.! il/dividuos que desem1Je· fum, dentr o del pTOceso econúm,ieo, una f1Lnc·i6n seme· ja1ite y que, a c01/.<;ec1/.t;ndo de ello, ocupan dimtro (le

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Page 3: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

1(, t(odet,lnd 1ma Ithicación pa'Tccida, Hl hecho de Que f'Ml i> i1Hli-v id'/ws sean propiet,arios f) 11$Uarios de los me(iios de prodllcción, (J l'itulares (le capital fiduciario. o mflno de (Jbra s'in la pnrpledad de los medios de pr mlII4'I'f,j'll r¡llP. utiliza es 1m Ifldar /14ltdflmen lnl para iletrnlJinllr {/ r¡u(j clase sodal pertenecen.

No queremos con esto ofrecer una defi1lici611 del cow;r:pto. ni ayo/m· su. com.pleM~l sino fijar un punto de par1 id(/, pau/, el t!st.ndio que Of}1¡'¡ hacemOs. Para nosol,ros, las clq}.t:s sociales son, en prímer término,

¡11.?Ja. r,~fJ.l.i~ _ccC!!!..~?!!it~ociC!!... Pero eso no im1)Uca que re&lIz(!unlOS lI,1lestro esfll eno a seguir el rastro de fas clases sorinles tan 5610 elt 10 ecollQmico V en lo $ociul. La hisf(lT'i.U. --:!i ul'dr, In vida hmnfllla- es un lado y 1I.(1(/(, hl/Y en PoU", nadl1 IIbsol'l(lamente, qtu: nO se i ntcgre dtmfro ,ld conjwI,r.o. que 110 g'uard e TP/ación ('m~ lu dCHllis.

Lo que creemos es. q1/C In pllrUcipociún de ese agregado h111fW11U, q'ue rl-isUn(Juiu/lJS C(.Im,o ehlse social., el1. el poder poWito --o su 110 port.icipaci6n-- esta siem1JTc snt>ordinada a su fllo1¡ción eco1'l6mica y a. S'I

p(J.'iición social. Creemos asimismo que los individuos de esas cl(J.~ es sociales tienen Tnodalidades, ideas, pre­ferencias nl.éticas. 16!Ji(' fL - n ('1/,YO est1Ulio dedicaremos 11uestro próximo 1-rauajo sobre el ]Jp.rfod9 coloniul- de las c.'l/ules puecie huulnrse en terminos generales y cuya gé.nesis y evolm:i6n se e'llcu,t'ulrun fll.e-rl.NlHmte condi­cionadas p(; r el hec1lo de que es()s indiv i(hws 1JI1Tt.ene­ce11 « tales t;llzses sIJdd.'es.

ClIC/'IJrlo 'Im nyrr(Jwlo ll1/.mel1lo dc- ese tipo pre$enta, ('oml) wracterísfic:a 'llL1~y bien c'lefinida, la de con.·;r.i·

Ji I.u.ir 1m{tJ.1·1tP!!~Lcl{r-rqtJ·tJ. pr(j!!tj~.!L~qntc i!!.l1J~lI. et'f'a.­¡ blgl.. lo <lcnomm~mo.~. ~~(i!) Pero, a 11.1lestra entender,

n.o 1111110 .~!}..sy!'~ lJTOpmmenfe tales en llJ sociedad colo· "i(llll i t::pa1toport./t!llfesll y asE fo sostenemOs Clt el texto.

No creemos nectsario - por lo menos, no .~cri,a tú·

''1

,

cil hacerlo si fu.éramos a respetar todos los escrúpulos históricos ti lin(liiisticos- utilizar un término 'Único para referimos a la clase social (J1~e era. -eco-nómica, social y políticamente- la más poderosa de la colonia. La llh~dimOs llanuí1l.dola ciase de los grandes poseedo-¡ res, c1ase domimtntc, clase priv ileg iada o de los privl. "l

Jegiados. Estas d~momitlaciotles no aspiran a tener pre- I cisi6n técnica en estet:rabttjo.

Dentro de 1t1HJ clase socia.l existen lo que denomi­na.mos &~U~~ caJ.!B~!'~ o e~trato~ :';lOCi~s, cuyos mIembros t·lenen entre si cierta afimdad de intereses o de ocupución, o semejanza en su f1~-nci61l- eccm6mica, social o polftica.

Los estratos sociales son muy numerosos en la historia hüpanolusCl 11 'tu intentamos estudiarlos mi­nuciosamente a todos, ni siquiera enumerarlos en for­ma completa. Muchas veces, la detlomínaci6n especf·. tka se refiere a In o('f.iviclad econ6m:ica Que los carac~ teriza 11 de la cual derivun St~ 7Joder politico y social: mineros, ganaderos, senhorC's de cngenho, fazendeiros de gado, comerciantes monOpOlistas, negreros, etc, Otras, a la propiedad ' crritoriaJ, en la c'ual pueden lle· varse a. cabo diversas IIct'ividades productivas: ten'a­tenienles, latifundistas. rancheros, estancieros. Otras, al. no-mbre tradicional: lo~ Gran Cacao, de Venezuela,' los cargadores, co-mo en algunas partes se llamaba a los que pa1't.icipaban deL tráfico uUramarino.

Llanwmos 11)I!loviUdad O inmutabilidad. a la ten­den,cia de ulgu1JUs cUJ.'>es y grupos $()dale~ a cerrarse el! d, a parecerse a la8 cllstas en cuanto a la rnarc,a.da d.ifiC11Uad que otros e/e'ntentos ujenos u cllos encuen­tran para ingresar en esas clases o orupo,!,' y ~ la casi imposible cont ingencia de que uno de sus miembros deje de serlo. Al hablar de mutabilidad íL mQ.vilidad nos referimos a la tendencia de clases-y estrat.os a muda.r su estTuctll.ra, su asiento econ6mico JI su ubi-

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rf"'II~J/ ." /WiflJ: (lsi: romo Q perder miembros que can-v hi(tII (/¡- dllse y /l g(l11(¡r af'ros n1/,eL'os, que provienen ,/,1 o/m rf(l.'lC .

t,','...:pyt'u-mo.., el 'tlOrn /'Te de eslratUicación ~ocia.1 a 1I1 jl'Hlr'jI/'izaci6n de los dist inf.o"s(¡rupos- o e.<;t'~ut.os so-1' lft/f '.1: f'nh '(' sí, n la T/bicaci611 qut! tienen éstos en la !,IJ/"II·/! IICI.

Sfifo dos ,m/abras queremos agTegar uJbre la es­¡HwlltT(¡. Ile eMe libro. Cada C(l1,ítulo Ira .~irlo conr.ebÍ-11o 1'¡¡'IIJ(l .dntesis 'Y en él se enu.ncian las conclu.siones 111' U1Ilt investigación. T,(J.'l acolal'ione!f que siguen. a /'fIIlo !'1I1JíI1Ilo amplían a 'menwlo los COilceptO$, o mul-111"/1"1/11 IQ.~ ejc7II'plo.'i, o e.7:llliCl11l l»1ís del e1/idamente por I{l/f I"ÍflS ha corrido el pcns(mLient o pora llf!gar n las f,t)//f'/7Isio/lf'S fJ'1Le exponemos en el tC:tfo de! ('apUnto.

$e observord además que, en pOs de esa brevedad 11 ('fn¡,f'isi6n que perseguimos, qW3da el texto poco me-71'1.( que de,·n/.'udo de referencias lJif,liográ/1cas, en 'tna III/Ifrf'to que lu.<: requiere con ton sillgu,laT abundancia. I'or esu mism.a causa, al prCll1'1·TOr lu BibliQgratia. que (J/"upn la u[JU?/.da pffrt.e de este v olurnen, hemOS '11-dl/irio 1m ín dice temático de la misma, con el cua.l, f/t/r1ll(/ S de fnrilitnr el. cam.ino n otros invc.<: tifladores, 1',"/lImemos ante el lect or la rula {Jue hn ido sigtdend.(I I/1f1''\" l r a ifluc.(figaci6n en el complejo ltw§J1ico d,e pro­Illcm a ,~ hwhanQs. que es t odo-e11so.yo dc hisl.oria.

- L o. l"ol/ris!Qn ftS, sin d'uda, el trUJo de u.n largo es­ff(.("·zo i;itéiútua"Z y uno de los legad.os mds preciosos 'Ine el áutor puede trasm.itir al lector, Es signo de probidac! 1ll'ofesional en el Clscritor buscarla. con ahin­( ' IJ , e$])eciolment.e en e!dos nu.estros tie.mpos (111.0 en tan di .<:y¡er.wfs y apTemilI'rltes direcciones -reclaman la atcn­dón riel hnrnúre , (.'/)11 $€T en ,'if( .~ d1(/S mucho mós lento 1" r il i " o de la eXislelLt' ia, 1/.0 c"ccmas q1¿e ('crvantes

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,

,

haya, 1Jen.mrlo sino en ella r::1W1J.do p1lS0 en boca del crxlwUeTQ de In Munl'lm. el consejo (lue hemos respet.ado eSJ'TuprtlCJ.wfI!(' llf e: " S!i l,f(;ve en 111.,<; ruzQ'twmientus, quo ninguno hay gustoso si es la'rgo".

s. B.

Altamar. Noviem.bre de 1951.

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Page 5: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

CA PÍTULO PREVIO

(,As'rAS y PU¡;mI¡O EN LAS SOC1EDADES I NlJICE NAS PHECOLOMBl NAS

Cuando los conquiotadores estabJccen su dominio en eslas partes de AmérIca, les pUl'bloB indígena., clue tienen organización slK'iaJ m(¡:;; eslable y signos ue más avanzada civiliz'H' ion conscrv¡m aún, como célula eco­nÓ,01i~~~~_~cial dI;' su orgnnismo, ~ comunidad agraria prrnutlva, :

Nuelt'o éfite dI.' econom.Í;:1 ag l'a ri3 cerrada, con pro. piedad colet' tinl Ut' la tierra , CQn ITIl--Jio::: ele producción muy 1locO rte";<l rrollados y ruyus productos están casi todos de¡.;tinmlos a l t!onsumo pl'opiO, no ha sido aún disuelto pOI' la apropiación lndi"ir\ual de los medios de producción, la' prouucción par ... l'l mer~ado y el inter­cambio comercial, como ya había ocurrido cOn tantas otra!' Gomunidade.':I semejantes en V<lrios continentes,

Es posible que en a lg unas rcs ion~s hayan comen­zado a asonllu cierL.'lli muda nza¡:¡ en la estructura cO­munal qu~, a la lUl'ga, purJicru n ]wbel' dauo lugar a la formacjón t1e clases social{'s. Pero en los. más de los casos, según c.omprueban Y.:l entonces los cronJst3s españoles más sagaces, la comunidao aig1..le en pie co­mo en s us tiempos primitivos -el .oyUu. que era an-

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Ipl'in!' n los incas; el _ca1millj.. que eXlsUa antes de que hlS ;1:r.t.~"S llegara n al valle de 1léxico.

J~tl la gran mélyor!;), al meDos, de estas cornunida­"I 'S, pers iste el sentido igualitario en las relaciones so­"1011('$ entre !';lIS miembros y no hay grupos plivilegia-11f~ ni clases que se beneficien con el esfuerzo de los ,!t'má:;;, Algunos pocos cargos administrativos son pro­-vi::; tos por medio del sufragio periódicamente, reunidos ( '1\ asamblea las mujeres y los hombres adultos de la c'urntlOldad, Institución éstH de tan puro acento demo­('l':ltico y que aún conservan a lgunas comunidades que­dHla" de la sierra peruana, como Cim Alegria ha na­ITado en Sil admirable novela.

Como en la yen':1 iroquesa estudiada por Margan y PI) otr<'l5 org¡H'liza~~inncs prhnitivas dOnde aún no ha :lp:,¡, rccid o un" sllpC'resl ruc'lUl'íl c!'itadunl bien definida, 1'1 ,~itl('hi, jeJe bl\lerl'el'o del u'y}@, e~ elegido por un l,)lazo I ¡mlt~do rle tiempo y su p ouer no <leja nunca de ser cnmpartido por un consejo, No habiendo cOntinuidad en la (unción, ni tln sistema l1eredHal'io que la trans­fiera obligatoriamente dentro de ciertas íamilias, no <lpal'ec/;'n Jo~ sfntoJuas Cfll'acteIlsticos de la formación de clases o castas.

1. ORlG8N DE I ,AS CAST AS ARISTOCRATICAS

Además de la comu nidad agra rin -que exisUa, no sólo entre aztel'a!'i. maytls e incas. sino entre otros pueblos de América- los conquis tadores hallarOn un li ptl de organización mucho más complejo y por cierto q ue rué éste el que primero les llenó de asombro. Em unél orgtmización eSladual , originada , no en el seno del calpulli o eJ oyllu, ¡:¡ ino en factores ex6genos,

En las sociedades primiUvas, la conquista rla orlo gen a las castas, pOI' superposición de vencedorp.s s~ hre vencidos, En la historia de las sociedades inelige--

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I , I

,

!

\

nas precolombinas, hay varios capitulos que. aunque para nosotros lleno!) de lagunas, reproducen este pro­Ceso, Así, la llegarla de los aztecas al va lle de México es una t'mpr e<'iíl dt' cOllqu:sta militar e n perjuicio de fas tribus q ue lo pueblan de antiguo, 10 que da lugar a Que se forme la confederación azteca. Quienes la go­biernan ya no son elegidos indiscriminadamente entre la masa de la población, s ino entre ciertos grupos que se reservan el ejercic:o del poder como propio de su nueva condición social. El jefe militar de la conredera~ ción a la Jiegada de Hernán Cortés --el cargo que des~ empeñaba Moctezuma- tiene todav[a carácter electi­vo, pero quienes 10 eligen son sólo unos pocos dirigen_ tes y el jefe elegirl o debe pertenecel', según todos los indkios, R un grupn !'ioda] dado, Hay, lncuestionable~ I mente, .lJ_n_ ~i st('ma.J!~ casta~ en pleno funcionamiento ) gobernando la C;Q!lli!der!ción az.t.eca cuando se le en~ ! trenlan los invasores bls-ñCos, • J

Entre los mRyas ete Yucatán, en los últimos tiem­pos del denominado Nuevo Imperio, el poder político se encuentra en manos úe castas y Morley seña la va­rios indicios aceptables que hilcen pe.nsar Que esas cas­tas son de origen azteca, es decir, emparentadas con los invasores aztecas que domi naron la región,

En la historia polit:ca del Imperio IncaicQ, que nos es mejor conocida que la de otras sóé'ie'd'ades in­dígenas y que a h:;anzó estad ios de evolución superio­res, hay un hecho inicial revelador: una tr:bu , la de los Incas, conquista a otras y eSlabJece sobre elJas su predominio militar y político. Poco a poco, esa tribu ~o~inante :a levantando una compleja estructura po­huco-admlOlstrativa, un ERlHdo que le permita prolon­gilr indefinidamente $\lS derechos de domJnadora , Los conquistadores se transforman en casta aristocrática.

En el dominio incaico, la estructura po}(t'c~admi­nistrativa llega a ser un verdadero y admirable estado

17 ,

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Imperial. En el valle de México, la confederación azte­ca nunca alcanzó ese grado de cohesión ni tuvo empe­rmlures propiamente tales. En la vasta zona maya, jmná¡;; exis tió una sola autoridad poJft:ica , sino varias . . G::sas fueron las principales, mejor organizadas y más l:x.t.endidlls organizaciones pOJ(ticas. Pero además, en la larga y enmarañada historia , precolombina ha habl~ (h) multitud L1e organizaciones políticas menores, esta­dos enihl'ionarios en los cuales parece repetirse, una y ot ra V (>Z, el mismo proceso de superposic:ón de vencedores sobre vencidos, dando origen a la [orma­cion de cast·as. Es posible que algunas de las llamadas aristocracias regionales en tre los aztecas, los mayas y los incoas hayan nacido en esas circunstancias. Uno de lOs principios de la inteligente política imperial in­caica fué la de respetar las castas aristocráticas de los puehlos domi nados a la s cuales, en <:I('1'ta época, se las ntra[a hacia la deslumbrante sede imperial del Cuzco, donde los descendientes L-ec1bían una instrucción es­pecial.

il . ARISTOCRACIAS Y COMUNiDADES AGRARIAS

Los Incas fueron, originariamente, una trIbu de ngticullores y, después de transformados en casta dominante, re~etaron la integridad del ªylZ-u. El caz.. 11tdli fué también re.spetad·ó 'por iOS dominadores azle-- I ( · a !~. Tanto el ayllu como el calpulli pasaron a ser el ¡ I , cimiento de la nuevaJ.~~.li.d3ct. ,poUtica y econ6mica. r¡

1'ranscurren añOs y siglOS. - La t ribu, prjmeroj la confederación y el imperio, después, se embarcan en arriesgadas aventuras guerreras. El territorio domina· uo se dilata. Una cultura con personalidad 3uténUca se va manifestando. Loo mayas, los aztecas, los jncas cuentan ya por decenas sus héroes nacionales y sus jefes, a cuya memoria se ligan hechos grandiosos y

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• I

1 . I I

t.

.

perfodos agitados. P ero lo que no sufre alteraei6n sustanciéll es aquella expresi6n básiCa de la estructura econ6mica y soc ial: el calpn1l.i en el norte, el ayUu en el sur. Ayllu$ y cal.p;;llis hubo que se expandieroñ ; ótfóS.-que se eXl ingu !eron; otros, que cambiaron de índole. Pero los más perduraron, en una suerte de his­toria sin historia .

La superposici6n de una estructura polftica con· federal o imperial sobre esa multitud de comunidades prim:tivas nO altera, bás icamente, los modos de pro­ducciÓn de esto~ pueblos. La agricultura continúa sien­do su actividad más importante, sin que haya ganado mayor, ni manufactura que no sea la doméstica. El c<tmpesino produce para !'lU consumo y pi'lga un tri­buto a la CQnfedcradón o al estado imperial; en cier­tos casos excepcionales, destina todo su esfuerzo a obras planeadas por la autoridad pOlitica central . No ha perdjdo la posesión ni el usu fru cto de la Herra, ni el dominio de sus primitivos medios de producción. Hay apenas un escaso interC<lmbio de product.os, más intenso al parecer bajo los locas, cuya pOlítica econ6-mica les llevó fl orgnni~;rr el envio regular de ali­mentos y otros prooudos de una zona, en la que abundaban , a olra en que escaseaban. No b9_I!I_o-.;!~a prop:ame.nle tal, ni esclavitud, ni serVIilumbre corno instituciones económico-sociales .

La conquista, las guerras, los renómenos de la na­turaleza pueden le.sionar la entraña de la comunidad, pero casi nunca tienen la .eficacia de esos fadores di­solventes que, en otros mundos, hablan rel egado ya a las comunidades agrarias primitivas a un simple ca­pitulo de historia escrita. El campesino indígena se! aferra a la tierra por el amor 'lúe le profesa, por un I sentido de lo religioso que le otorga catesor[a mfsti­ca, por el auténtic.o plac'er que le ocasiona tribajarla

.y por la elemental raz6n de ser ella la fuente úni.

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--t'O tlt.' su economía. F.I estado im perial y 1:'1 confe­IIl'I ':1I,1(,n precolombi.nas comprende-n esa realidad, por­lila' la ('ompnrten y, además del rE'speto que les me­" 'Yot ',nl 1\1 m s f:Je tares, 110 destruyen la comunidad pri-11 1111\' <1 porque sus propias hases p-con6micas se derrum­hUt'Í'lO . Su estrategia {'stA dirigida a asegurarse el tri­hUI!) y a sobreponer una estructura de castas que 1IJ1I.mtaJe convenientemente e¡" orden político.

111 JE'RARQutA DE CASTAS Y ETICA SOCIAL

a. En el lncarlo, la historia de la ca~a imperial IIOH l'S relativflmente bien conocida y es posible, en ~ t1 .'; lincas. Fl:enerales, que sea semeja nte a la historia di ' lafl ('(jstaH dominantes de los aztecas y de los dos j.!1':lll tl!.!s lJcríouos m etyas .

Los un'as se t ransformaron t'n grupo político y ¡:;Ot:,inl cer¡:,á7.{o, con privilegios het'~itélrios y .... mont'ypu­Jio dc la cullura. Tomaron sobre s( la enorme tarea dc orgnnj7.Jlr el est.ado y la llevaron a cabo con aSom· bl"Osa inlUki6n de estadistas. En el rígido eSCalOJla­rnien.Lo polftic.o-administratlvo que establecieron, los rnrgos superiores, fueron reservados a los miembros de 1.1 casta dominante.

Hubo también una nobleza incaica, tal vez cons· titliída pUl' fam ilias lejana~l~nte emparentadas con el emperarlor, a cuyos miembros, (1ue los español,es Ua· mab;m "ot'C'.jones", se encomendaron otras funciones me.nos importantes en la esca la imperiaL

Las castas aris!ocrátic;us de las tribus dominadas, cuando las había, ingresaban igualmente en esta or­gani7..ación jerárquica y ejercian funciones de caráctel' regional.

Los funcJonarjru¡ de menor importancia eran ele-­gidos, según \parios autores, por el sufragio de la m<1S0 de los tributarios de una regi6n,

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b. En (>8 ;:1 organ ización escalonada no· es dificil llb:rt\r las rastaR y los Dutores que han hecho una enu­meraci6n de el lns no difierell en nada sus tancial. LoS rncas y su farnil! a imperial, que también eran denomi~ natlas in<:<ls; la IlQuleza de lo:; '''orejones''; la aristocra· cia secundaria rle Ins "ruracas" y de ntros jefes regio.­nales; la enorme masa de los tributarios, No es pro­bable que hubiera grupos considerables de pObladoru que escaparan a esta clasificación,

P9drta argüirse que los sacerdotes constltu fan POI" si una casla, rumo también Jos amautas, que eran los · sabios del impl~rio y los hi1Ta1;ec~una. sus cantores. Pero en eJ Incario, lo mismo que en la confederación ." aztCCfl y (' 11 1:15 cilHl:1df!s·cstado de los Jnayas, los sa· cerdOles p(>l'lc-nccían a la casta gobernante, Morley, refiriéndose a los mayas, adelanta la hipótesJs de que esa lué la causa que impidió que se presentara n entre la casta de los sacerdotes y la cast<l dominante confl'ic. tos políticos graves, como en otras sociedades priml· Uvas,

g,~stas decimos y no clases, porque la mente qU.e pres:de- esfe ordenamiento socia l reposa en la idea de que cada uno de estos grupus desarrollará pOl· siempre las mismas tareas y que sus obllgaci oñcs~ y' prerroga­tivas se heredan de generatlón en generación. E sta concepción .fStática\no resulta' invalidada p or la cir­cunstancia de que el acceso a la casta aris tocrática nunca estuvo definitivamen te eerr;'ldo il quien, sin per­tenecer por nacimiento a ella , demostra ra sobrellevar cualidades relevant('s , como lo anota Va lcárcel.

c , Aquellas L'astns aI'1stocr~ticas- no aparecen, sin ,embargo, en la historia precolombina como minorfas parasitarias, cuyos ocios se alimenten del dolor dErñH· Irares y cuJa: belicosidad resulle un fin en sI misma. Sobre sus miembro~, por lo contrario, gravitan serias

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= . 1't!IjIlOtIRa lJiliclades. En el caso de los Incas, la. comple- , 1ft plulllfkíl.ci6n econ6~ca!)fl conquista de nuevas""tíe: I II tll l phl'O! d cultivo cuando las ya poseidas resultan J'

11I'1IIr ll'll 'lltC's. la orientación del rito religioso, que en ¡ !t lj.j hll lll-:l'nas es entonces tan obsesionan te y sincero I 11111 '(1 ,'1 aristócrata como para el plebeyo. "

St~ E'x plica así que el aprendizaje a que eran so­nlfltldus los mjembros de la realeza Incaica h aya caos. III,u((lo una verdadera escuela de carácter, tan en vio-. \¡'III" contraste eon el cUma de perversión moral que jll'(,¡j 'llninaba en muchas dinastiíls, aristocracias y bur . ItlH'¡dns de Europa en la época de la conquista. Aque­IIn nud:lZ y gigantesca construcción imperial descansa~ hu L/ullre una economía de limitadas posibilidades, de ('Il'lnl'n ln les recursos, dicho esto sin cometer la injus~ Ih~ i/l d(' olvidar los prodigios de lOs Ingenieros agróno-11\0::1 del viejo Perú. Sin esa wsciplina ascética de los <lU l' manuab:m, s in. un fiero sentido soclaien-'las cas~ tnn dirigentes, se hubiera resquebrajado con rapidez.

~ N~n ineludible tensión por mantener un edificio enor-1111(' sobre drnientos débiles concede extraño acento de . /{rllnilrna y osadfa a la faeba política de los Incas. sin dudu 1;) más original y vasta de todas las emprendidas ('n (,J continente en la era precolombina.

Una mentalidad europea superficial, al comprobar lo presencia. en las sociedades indígenas más evolucio­nnclns, de sacrificios humanos, de castas y de una obse­..:Jonante idolatrfa ponteísta, puede cerrarse a toda otra l'Onsideraci6n y afirmar que lo existente basta para nsignarles una baja categorla, ética. As1 procedieron nlgunos de los cron istas de los siglos 16 y 17, muchos ::;"H:erdotes y la enorme mayoría de los funcionarios de la corona española. Pero la altitud ético-social de un ('onglomerado humano nunca se puede juzgar median­le procedim:entos tan mecánicos.

El sacerdote indígena que consuma un sacrificio

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humano, si lo hace con el corar.6.n conmovido por el I~r que le inspim lo sobrenatural y pensando que tIa víctima tiene el privil egio de o[r el llamado de los ¡dioses en su i1llnoJación, como crehm los aztecas, es lun ser éticamente más sano que el familiar del Santo \Q!!~ que, por aquellos mismos años, encendia Jaño­guera para arrojar en ella pensadores, poetas, ene~ migos poJ1ticos y c.omerciales, im'ocalldo el nombre de Cristo para aumentar su bol<;a y saciar instintos pato.. lógicos.

E l mayn y el quechua que creen honestamente que la montaña pa lpita y gime, que canta en las noches tranquilas. y se estremeCe bl'flm3nclo en sus raptos de ira; pata quienes un d. ios puede ser ·el aire, o acaso el sonido melancólico de Su flauta de cañas es, en 6U in­timidad psfquica, mucho más sano que el monotefsta recitador de cánones sagrados que justifica en laUn una matanza colectiva de inCieles.

Al lln y al cabo, hay pruebas para sostener que entre los incas de principios del siglo 16 casi no había ~crj(i~iOJ> l~.~man05 y J13rcce que hacía' argú·n- fíem. po que la masa de los mdias mayas tenia en muy baja considerilci6n al n QCD?Jl, que era el sacerdote elegido de por vida para arrancar el corazón palpitante de la vfctima en el ritual propiciatorio, lo cual podría fndt~ ·car un principio de reacción popular contra esa prác~ tica búrbara.

Hay oficlos que envI!rcen, porque su ejercicio des­cansa Sobre la mentira a sabiendas o sobre la perse~ cución de lo ostensiblemente nob le y justo. En la Eu· ropa del siglo 16 h abía mullitud t.le ellos y, n o pocos, en las más altali esferas polítiC<lS y re ligiosas. No pue­de demostrarse que fuera ofi cio vil ninguno de los ejercidos por las C.lstas a ris tocráticas n1 por los sa~ cerdotes de las ·sociedades indígenas precolombinas, por más que debamos ubicar sus modalidades, desde

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1111 !ingulo técnico.-histórico, en un estadio de la bar­Ilude.

cl. La circunstanc!a de que las etapas de la ga-1I11,]1'1'la , el comercio, la moneda y la acumulación de 11tltwzas en gran escala no hub:eran aún aparecido en lu hisloria de la comunidad agraria indígena, permi­/lií que ésta no cesara de ser escuela de trabajo, de 11It~nl' por la tierra y el esfuerzo Hs:co, de dJgnidad IlI'l'sonal, de sobriedad y espontaneidad. L a codicia por IOfl bienes materiales se manüest6 en escala lan ínfima qll~' no emponzoñ6 el conjunto social. El fraude no h'lIla razón de ser, ni parece haberse ejercitado siste­máticamente. ~9 __ h,l.l1;lo explQ.4ciqn sin límites del tra- , 1llljO ajeno, ni desprecIo del trabajo manual. ni _dlvor~ .l 1'11) .lel hombre con la naturaleza. ~o ~Jfist ieron la es­duvitud_ nJ la servidumbre como institudolles'ecOnO­lU 'c'ns, la p~-:imera ci~'las cüales h~~~~2- el más . (or~ llllble _~~~eDto de -t9rrupción SPCialJen tOdas ~l­glos. Esto que-aeclIños"(tel-t:5no-éIT~rarpredomi­l¡tUlle en la sociedad agraria puede ser repetido, con nlgunas salvedades, de las superestructuras polittcas Illfi ~ complejas y , por cierto, del h fiper io Incaico, la In!lS avanzada de todas, en la cual fueron desconocí­dns la desocupación y el hambre,

Cúmulo éste de circun!rtancias históricas que ex­plica que las castas arlstocrática's permanecieran en la América lndfgena más en contacto con la masa del l)ueblo y tuvieran una tendencia mucho menOS' mar­f~;¡da u la in justicia que las aristocracias europeas dp la época.

iV" . ARISTOCRACIA Y ARTE

Cuando una sociedad está dividida en castas, la cultura es casi siempre privilegio de una de ellas. Eso

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ocurrió en la sociedad ind1gena, cuyos sabios ronna­ban parte de la ;Ir : ~tocracia y adiestraban a los mlt::m­bros de ést<l ell el conocimiento. En el Tmperio IncaI­co, tos ~H/~aWflS, infegr<lntes de la casta ari:~.toc.ráti~a,l ~~sto?:~~~~n el se<;reto ;d~]a sabi~":rla y .lleval?~n .~ºQr~ 1 s~ la 8ra~n .resp~m.snbi l!dod. d~ inlc;ar en ese secreto í!; fas que gobernarían el lmp.E'.rio.

- La sabldurfa y la religi6n -fntimamenle unidas como se encontraban- sirviel'on para alimentar el pri­vilegio político y socia l y en ningún momento parecen haber enll'ado en <:on nicto con ese privIlegio. Para los integrantes de la romunidad agrada, el conocimiento de los hechos complejos no en necesario porque, aún sin él, podfan ~('g uir (>xifrtiendo en esa existencia ele­ment., t y sin grtlves alternativas que rué la del ayllu o el cn!p'uUi. .A l no presentárseles ese conocimiento como. indi spensable para sostener sus posiciones eco· nómicas, los miembros dp- la comunidad no pugnaron PQf adquirirlo. Pero télmpoc·o la casta dQminante usó la religi{in y la snbidur(a como instrumentos opresivos. El Jnca t iene <lIgo <.le sagrado - .ltmque Do sea dios él mlsmo, como se ha ~o~tenido durante mucho tiem­po-- y eso le vale notablemente para consolidar el respeto de sus subordinmlos y 'él disciplina interna de su imperio, pero no hay documento alguno valedero que induzca a creer que ese hálito extrahumano de inviolabilidad que le rodea sirve, por ejemplo, para consumar el despojo de las comunidades agrarias, arre­batar la tierra a las familia s. doblegar hasta la exte~ nuacl6n en el trabajo j:;in recompensa al campesino humilde. _

Lo que ha resultó Dctivirlad exclusIva de minorías fué el ar~. Muy por el contrario;todo -':'modo -dé vi­da, apetencias, necesidades materiales- tendía, a hacer del arte una actividad rle grandes masas y parte mis­ma de las neces idades diadas del hombre anónimo. - ---- -------

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"(Ir esa ancha puerta penetramos en el más in-'\ IlIno y, sin duda, más grandioso recinto del alma de ! .ljlll'IIJI,s ¡('janas sociedades indígenas. La admiración { 111111 l'lll1!a producirnos la arquitectura administrativa V I'l'ullónüca delIneado, la sabiduría sencilla que pre­.Idl' la asamblea del ca

'P1¿lli se desvanecen un poco

Illumllo entramos ell contacto ~y aqu1 el cOntacto si "M dlt'cclo-- con aquella otra arquitectura de las pl­!'Amldes, Jos templos, las ciudades muertas; las esta­f,IlIllIlH, las cerámicas, l os frescos,

Quiénes eran los artistas. Cuántos y de dónde ve-111 /111, Cuál fué m\ categorfa social. Es lógico pensar, (,I'nlt-ndo en cuenta la vastedad de esa producción ar­II lIll('ll, que hullo en una época dada c~ntenares y acaso mlHllfi.'s ue art.istas dedicados totalmente- a su ofiéjo. PUl' más admirable que haya sido la Intuición estética Ilpl Indígena - lo es hoy mismo-- hOy multitud de III. 'zas precolombinas que requlel'en además un amplio 111)11l1nlo técnko y un concepto Jrtistico que no se ad­Illth'l 'cn runo en virtud de una absorbente decUcación de llIul'llos años. Debla exis tir, pues, una ver<;!!~~I!l.ca. lTt'I'-:1 de axtist.a y Jo más verosfmil es que el acceso a 111 misma 110 haya sido difícil.

Por lo dC'más, señalemos algo que posee una con­IIhlt'rabIe importancia social, a la vez que estética. De­\1'~s del "Caballero Aguila", que se guarda en el Mu­/1(1) Nacional de la Ciudad de :México; de las pirámides Ih' Teoühuacán;, del Templo del Sol de la ciudad del CU7.CO, hay una realidad Invisible, pero indudable. Hay una l argl.l¡~ ima' experie.!lci~. u~ .. In~~te madur!l~ (IIIC recorre la historia toda de aquellos pueblos y que viene a desembocar en lo que abora vemos - en esa f~l l\tes ~s de lineas, en esa depuración del sentido arUs­' ko, en esa casi inconcebible perfección de la té.cnica. Qué duda cabe que el escujtor del "Caballero Aguila" rué un artista maravilloso. Y que la arquitectura mo-

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numental de las pirámides y del Templo fué planeada y dirigida por hombres de la más sorprendente cap~­cidad mental. Pero. también , cuántos escultores de épocas anteriore.<¡ al "Caballero Aguila" fueron no me­nos capaces e Indispensables para que el autor de esta obra pudiera re;¡lizarla. Y cuántos s iglos de arquitectura monumental se nec~¡taron para alcanzar la síntesis que se manifi esta en las pirámides y en el Templo. E l arte ind(~ena es una obra de masas, unl largo e intenso c~pí1ulo de historia.

Hay varios factores efe índole diversa que contrI­buyen a crea r esa a tmósrcra tlrtfstica en la cual el in­dio nace, vive y crea con. la misma espontaneidad con que siembra su tV1J1l,:

1) la proximidad Hstca y espiritual de la natura­leza, en la que s_e siente el ind ividu_o integrado y a la que concibe en parte como ser humano, en parte como dios. La naturaleza c.e; aún para él el asombro de todas las horas pero no menos, por ,eso, la madre grandiOsa de todos Jos instantes;

2) la religión, tan fntimamente Ilgada a la natu­raleza y a los acontecimientos humanos, que le impul­sa a bl) !'l('ar la expli('adón de los fenómenos naturales en el ritmo. en la periodicidad, en el movimiento, can lo cual el alma se familiariza COn una suerte de danza de 10 incomprensible, de armonfa perenne que envuel­ve tocio 10 imaginable ;

3) la forma prImitiva de concebir la propia his­toria . casi tan imrorhmte como el tipo de religi6n, historia en In q1l e 1m; hechos verdaneros se entrela­zan inextrknhlempnte ron lo!; mitos. crcand() un amo b'enll;' Pflétlc-o v (le mi!:tprio, ni que la imaginación de cada individuo"!'le traslada a diario;

4) el tipo de eronom(a agr<lria cerra.da que, al no admitir el intercambio de productos. ohhlota a cada ra­milla a fabr!car ~I S jm~trllmentQS d_e trabajo, sus uten-

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• NIIIII~ de uso diario y su vestimenta, adiestrando las 1II ,II ¡n¡.¡ (>1\ las artesanías, lo, mismo que los músculos 1'11 1'1 {,tlltivo de la tierra , Cada hogar es un pequeilo IlIlIi'r ', tada indigena un peq1.J.ei10 escu ltor que modela \ 111111 pl'upios adornos. E sa intensa y con t," nua actividad 111 '1 I ~ I it'a - en cada hpgar, en cada comunidad, en cOlda I't',:rnll- agudizOl e l talento _natural y le estim ula a IllItl l i rf~~larse;

::,1 otra consecuencia mu y importonte de esta rU!'Iua elemen tal de organización económic(\ _ Labra­tln su parcela, labrada la parcela a qlle le (lbl"gan las I.' vl's de su eS lado, satisfe('has las neces idalles uomésti­j 'I'" nada complejas, el indigena ha de haber quedado­nlt' llIpr(' Con muchos días libres al afta, No podía ser / ",d i";ldo su csfufrzo, sr.:; -c mb8I'go, a acum u);;¡T rique-1'.11:, de ten :e.rQs, ni le hubiera 1'IO'sul tndo ~at: ¡::fac t ol'io

, '1"11'1- 1'11 el oc io, que aquellas socicdodes condenaban ta n 1i,'\'t'I-amente. Habla siempre, puel", un exceden le de 11'UIJ,ljU social. U n enOl"me exceden te, que las m <i::; de lu,o.¡ \'('('('S no pudo ser absorbido por la!; gucl'I'as o las t'ltmp;:¡ñas mil itares y que era d(;'Stinado al arte monu~ II1l'nl <1 1 en forma sistemática. Dc allí, de esa invisi ble ( JH'llle de la e.conomía ind ígena, s urgen los veintE' mil ohr'('ros y artesanas que, durante cincuenta años, tl'a-11IIj;lI-un en 1" construcción dc1 Templo de l Sol del Cuz­I'H y flue llenaron de asomlJl'O <1 PI'CSl'ott,

l'. SEN TIDO DE I NTE<':RAt..: ltlb!

Nos faltan aún informaciones que nos permitan Intima r más con Jo.. ment.alidad, los modos de produc~

t'i{~n y hH3 ins tituciones de aquellas soc:edmJes. de la PI""tuhi stol'i;;¡ americana, Pero ex;stcD huellas, (eliz­lUenlC, r uyo s ignlficíldo es menester a prec ia!' en toda RlI m<l¡..tn itud_

P ensemos \111 mom~ntQ, por ejemplu, en qué ci r-

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ctlT1stancius t!eh i6 Rtll'g it' e~e rutilante d ('satío a lo im.1¡ l}{:,sihle quo es la dlldoci de Monte _ A}1"!~11 , ~onstruída ) por los za ))otecas en el actu-aT -e~;[ado de Oaxaca. en México. Cumpliendo un plan predeterrnin odo, cuarenta \ kilómetroE!. úe mont<lña fu eron Ul-bc1,ni7..ados. con la mi~

nucia del escu l.tor que va dejando su huella en cada centímetro cuadrado de arcilla, La montaña rué po­seída ... dominadí.l, labrada , transfonmula en una_ ciU(~ad orgullosa y magnífica, con S\l~ templos, plazas, pirámi­des, telTa7..ns, exp lanadas_ Para que naciera Monte AJ­bán, debla n tener lo~ 7..apOle.cas, no sólo gen io audaz, f. ino tambi('11 una economía hIen organi zada, un engra. najc polllico flue m<lI'chara l'On admirable L-egularidad _ y es10 que dCG im o!o; ¡le Monte J\lbán y los zapntecas se ¡Jl1cde apliGar a muchc*, otros monumentos y civili­zaciones de la cr;;¡ pn.'Colombina_

Es el oprovcch amlento integral de la energía y el ta lento huma nos lo que pel'nüte la existencia de una cultU I"ü semejante . Pero e,so aprov@,charniento no ocu­rre u fu erza de látigo, sino porque todos -los que conc:ben el pl<l n y lo d irigen, así como los que lo eje­cu ta n; Jos que lll;;¡ndan así cornO Jos que obedccen­se encuentran villl"ulauos por un sentido de Jntegra­ción y tl e unidad que identif ica estrechamente lo na~ turul con lo estético, lo económico con lo pollUco y lo religioso_

En aquell as so·cicdudf's, las castas aristocritic.as no \ posef.m los refi nados y poderosos medios de opresión que en ot ros pueh lüs y en otros siglos han permitido _ y slguen pL'l'IuiÜendo- scmural' la infelicidad ent re la~ masas enorme~_ Pudi(!l'on é~t.as segu ir ·su ex.isten-cia natura l y ~imp l e , bnjn el ~mJlDro de la comunidad agra ria -antcl'ioL- a '.ique Il3~ ca e: tas aristocrát icas y que les¡ soh,-ev ivi6_ PJ'opietaria de l sucio, es decir, de lo q'ltC e l hombre necesitaba más pel'entoriamente para subs:stir_

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¡,JI historiador que duda de que pudiera encontrar~ .,. NI lllHI sociedad primitiva tan asombrosa posibiUw !lftd di' l11nnificaci60 y ese sentido ético de la poHtica 1111/\)'11 adv irtiera el Padre Calancha, demue.."ltra la mis· 1111\ hH'nll<.lCidad de comprensión que el escritor romáD-111"1 tllI(' , en el extl'cmo opues to, propone un retorno

-~"'- .. llIlIhRU(llo de la his toria como únka salida de nuestros IIInll'H presentes,

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ACOTACIONES

RrSGUAADOS

En el re-sguardo Indfgena colombiano hay huc.Ua tam­blfn de la comunidad .. grarla prirnltlva. H e rná nde.t ROdrt· guez ha hecho un es tudio de ex¡;epcJonal valor titulado DII JO$ chibclul$ o- llJ COl O1l1n 11 11. la República (Del don G la eJ'l,comíenda 1I _ál ¡<ltilu'/l d.io en Colom bia ). en el cual estu­dia cómo loda la estructura de la encomienda h ispana se í levant6 sol!re ~a~ .ba~es dellw¡:; roif.icas y econ6mlcus de 1':;5 . antiguas organt?:a¡·loncs Inrlfgerl 3s y l{lmQ durante la repu.j bllcü suhsif!te u n fnl,ímcl1 o se.mp j;lt1le. Es as l cómo el res­~u_a!.do. .. resultll ~er una r.(~!! nunclón de l':l. cprnunlctad. indi­@!!.!!. .Rr9_~ni~.l!i1"I l' rr. en ef cual la propiedad colectlva de la tiefrá sigue siendo una realltlad 0, pOr 10 menoS, un derecho reclamado .por sus mlemuros.

As[ lo explIca el al!tof (278): "ElI resguardo consIste ftn UDa parcialidad inrlfg(' lUl, $egUl'amcnl e una antigua tribu o clan, que tiene o nlcgn un derecho colectivo de propleclar1 sobre la tielTa en q ue vive con !:l1j oclón a yuxtnpu estas nor­mas de pr&.eul'.ncl a aborl~en , colonial y repu blicana.

"Los ri>sguar(]o¡; no se e," plic:m ¡:;¡no sobr e la preexis­tencia de unCt propi.edad c":olcet!vn del clan o de la trIbu fl obrE' la tIerra" .

La superposjdón de una tribu vencp.dora sobre una ma· sa de veocldos epmo origen de un s.istema de caSlas Be ob­serva con n itidez en la In(lia. JawaharJa l Nehru Tecuerda ~mo 108 artos, tribu de agricu ltores, después de conquistar una vasta reglón de antigua cultura, organizaron el s istema de castas, creando cuatro de éstas: los Brahmanes, sac.erdotes· y pensadores: los K shal 1'1.YOs, gobt>rnantes y guerreros; los Vats-h1l6l, agrLculto·res , artesanos y mercaderes y los Shudra8, trabajadores de categerla inferior a los anterIores.

Lile semejan7..as que pueden ellcont ra rse con el Imperio Incaico oon muy interesantes, Como ocurrIó con la palabra

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{?IC'n , Ario f.le rtlió su ~lg nlficMo I~"r.l al oriE ina rlo y pasó a II l(l!{'ilf In ca lltl.a.u dl~ 110Me. No 'Sólo dh'idit:ron los arios a la "'I('led'nd en r;uall'o casta¡¡, S1I10 qu e lombién cilvldl: 't'on ¡1' lo~

lud!\'lrlu{,s e l\ (!1I;llrO grupos, de aC'urrdo a RUS edades (Neh· 1'11. 7~L il) I tU~ I'eeuerda 1 .. divisiÓn slmil¡¡r Pl!l' g ru!>os esla· hlH'idtl pOI' los Incas,

Hay una dlf.l·enda Importante: ~n aquella soclt!dad de l:l ¡IHlia nntigua ya ha apai(!cido el comerl'io y hay más Ul'oflmdtls mlitandas sol'lulcs enu'e los grup'os, Hay ciudades ¡H,_!luJosas habitadas por comert'iantea y villas d ~ artellan08 ~lue producen para el in terca mbio. Los shvdras quid hayan sido campesinos dt>spojados de !'=tL'l tie rra!;, que Quedaban, por eso, sin ocupación fi ja. Este tipo social 110 cxlstfa entre lns ]l1eas.

URIGr.N DE LOS INC.\S. AUSENCIA DE UN ~.eRiopO PASTORIL

V .. lcá rcel at ribuye lmport<tnci a ,l· ch'lva, para explicar e l tipo <l e organización ilW~ika y el st'tlt lrh.l élioo <le J¡¡ pollüca di'! impI'I'io, ~I hecho d~ que los Tncaf; constituyeran f,lrigina · riall1l11te \lna tribu de agl"icultol'ef>: "La (,"i a,'e est,¡ en que ' l'l grullO l ll c<l lco eJ.om\natlor no fuf, OOnl() todn5 los domina· fl ol'l':'; del Viejo Mundo, una ugregadón de p:,s lorcs nQmades, fl esvi n('ulados (I-e 'la tierra, sin candenCia t ¡úrica, carentes ,1(' sentido filial. con la Madre 'ficrra. Eran. los l.nCa8 __ por el ('nnl rarIQ, rVJel?S y constan tes agriCuhore!!, labrlugos in~~' mm-jall;!S,. "on un tronClo y' religioso arraigo del suelo, para t'l qtl :> con F.-er vnron siempre un scntlmh;nto .reverencial" (Cult, 011/ ., l . 1, 192).

Agrega más adela nle: "Con!iecuencla tamblé¡\ ésta de no halJcrsl'! r<.o m¡;:u.lo la supn' m'l entidad poUtica por sobre­posición tle lln<J ~a]Ja (j (! pa!>torl's IIJJma(les a Olra c;.¡P¡¡ más gruesa ue s",nt ~Íl ca mpesina!,;. La flu¡;e nC;ia del drr.u lO eJ.e cul· tura pastoril determ ina el carácter llrop1o del Estado ame· ric~lI1o y perua no en particular y, romo lógko reS,ultado, un género de relaciones muy eSpecia l eutre pOlluca y e-cO[lo­mla" (Cult. ant., J, 1. 192).

SAC:R1FIC IOS HUM .... NOJl;

•. \' lIt'l'len Olra cosa hOI'rible y abomi nable y digna de ser plml du , que hasla h(ly (he?) visto en ninguna parte, y 4/S qu~ todas las veces que alguna cosa quieren pedir a sus

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1do108, para que más ac('ptación tc.>nga su petición, toman muchas nlft,aH y !li ftos, y- aun hombres y mujeres de más de mayor erlad , y ell presencia de or¡uellos ¡dolos los abren vivos por los pet'hOf; y kg s(¡can ei corazón y laa entrañas, y queman las dichas enlrafl as y corazones dc lante de los ído­los, orreciéndoles en sacr:i ficio aquel humo. Esto habemos visto algunos de 110S0U'Os, y los que lo han visto dicen que es la más terrible y espantosa cosa de ver que jamás han visto". As! escribía Hcrnán Cortés (I, 3), desde Veracr\J.t, ellO de julio de 1510, a la Reina Doña Juana y a Carlos Y, monarcas de un pals donde e l sacrificio de vlctlmas huma· nas con I>ro~si tos religiosos Ueguba a adquidr, en aquella época, caracteres de rennada y t emible arma d!! persecución polltlca e Ideológica,

Que sepamos, nunca lós may.as ni Jos a2tccas llevaron al sacrlrlcio ritua l a sus B5\rónomos. ni a sus pensadores, ni a s u. a tlis tas. Pllrece (IUe entre los Inras Jos s<lcritic!os r l ' lua l'!8 estaban en vlas de l:xtiución tota l. Pero mIentras ex istieron en plena fuerza, no se Uene noticIa de ningún amauta. ni huravec·cun;a -los sabios y los poetas del impeo rIo- que hayan tenIdo ese trágico destino. :Meno.s .afortu · nados que ellos Cueron algunos de s us colegas en los pafse!J cristianos de Europa.

tTICA, PQÚTTCA Y J:CONOMi A

l . F ray Ant.onlo de la enlancha, que escrlbIa en el siglo 16, tiene páginas elocuentes --y s.inceros cuando se refiere al sentido éUco de la polltlca incaic .... En su clásica B Utona me­nlli~dCl del orden de San ADusl{n. en el, Perú, cuya primera parte apareció en Barcelona en 1638, dice asI de los In cas: "SU!!! leyes [ueron de las más conformes a la ra?6n natural, que Gentiles han tenido. ni oh'os preceptos, fuera de los de nuestra fe cat6l1ca, les han igualadQ. Eran Inviolables en ejecutar las penas, y cuidadosos en destruir los excesos. Las penas eran , o casUgo afrentoso, o muerte cruel : morla el que hurtaba, ahogaban al que ment!a, despefiabnn al adúl · tero, dcspeda?..aban al homicida, afrentaban a l sensual, y moría con toda Sil raml1il~ el Iral(IOI"; y por set'1 tan castigado el hurto. y de lanto terror el homIcidio, ni guat"daban SU!! bienes en cajas (3\111 dura aqul csto) nl aseguraban la vIda con pa~e9 nI llaves" (84).

SI d'e-SC<lntamos al homicida, al sensual -¿qué pauta ha·

33 ,

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\JI' f" para nlC'dir lo, s(' nli llnlld ;'l~j~- y :;. 1 tl'aldor, pt' rsoIl 1'l jc!:i lo!:! 11 f'lo! fu.m ea hit' ll vi~ t.m:;, ¿/¡u<! fl ll cdHr la en m uchos i\mbicntes . I#' la dv!lh .. 1<:.16n (¡..Id · nlol Si se oplkaran hoy, y efm IglJal Irup !M';llljlht:HJ, I¡¡ :c; l{' y(1'I ¡nc"iea;.;? .:Qué manos· no Si' fatiga · I'f: ')l I\t' l ilI'lt(1 ajusti~' ia l' , :1hOK¡,r y di'spt'r.ar?

I.:i civilización Im:aJcll, seg'Ún I ~, r:lasillclJ Morgan, se e n­,'(¡lI t n¡ha (I(!n tro de la clapa merlla I.le J~ i)ar!)¡¡r je, Ya hacIa I1llwlw qlJe hablan saiillo ne e~ perrodo InferIor y abando­lHulu (' 1 polltefsmo idl)látrleo, Jos 'mon:m;as a qldenes el mis· 1111) severo y minudoto F'ray Antonio de la en lancha se re, {Je're' en otras páginas de su obra: "". veráse en la historia tic España escrita por e l Rey don Alonso el Sabio; en la cUQrt.l parle, capít.ulo di r-z dice: e l Rey don Alon1!O IX de, LL~n hizo gu, rra contra su hijo don F e rn ando el Santo, y el hIjo viendo los gr"mlE'S dofios, env,ir'i u $a-hp.r a s,u pndre. cual era l:l causa de ta n sangri enta gut' l'r a , que se Jo avi· fi¡\Se, y 108 en ml'ntlarfa, y le Tespondió por csento, (¡ tle hacia In gUf'TTll, porque n.o le pagaba diez nli ! mO T\lVcdis que le ,¡ ehln; pagó!>f!I\Js y cf'.s6 la gu ~rl'a: mnnlnn t l'clnta y seis P"SO!l y seis I1'ales y cuatro mnravedf.s, Un pndl'e contra un hijo. y un Rey Oatólico (:onLra otro Sil " ecino, t r atan do mfl Ulrle por tn~lnta y l:iels p~!SOs y f;e.I ~ r'Cah's , que hoy los gasta un palanqufn en dar un almuerzo" (17n.

2. Sobre econotnla y moral en el <1nligoo P er ú, dice as[ Valcárc-el (Cult. 411t ., r, ll , 13):

"Pocas \'eCCS se presentan CQn mayor nltidf>z las estre­f:has rel<lclones existentes ent re e s.tos dos órdenes de acllvl ' dud cultll r<ll, como aparoccn cu ando se exumina la vida del Per ú antiguo . La al ta tónit'a de la mor;¡l!dad de los lnkas no CN sino un fr u to de la organ iz<lCIÓn de s u ('C(momIa. Prt'­cisaba quc los hombres fueran d Isciplinados en un régimen ne trabajo y justida para r¡ue ¡:;u~ costmnbl'es se ~ rrl'glarBri dent ro de un marco de re~pcto mutuo. Desde e l instanle en que e l ind ividuo es ('QusideradQ (:omo "pc rsona" y nunca como "cosa" , y cuan do el E5lado aprecia en enda uno un productor , un guari;o;mo pO!i1Uvo en la matemática de prQduc. ción, establécese cn forma cJ3ra el "va lo r bumano", no en el SE'ntido abstracto sino en BU prác.tiCil )' realista interpre­tación de oreador de riquc7.a . El hombre el'l fin y medio ,de su prqlds fe licidad . entcraffi{'nte Hg~cta a la l1e los otros seres de su rop~cie, hasta hacerso inconcehible un bienestar egols­tamente Imll\'l,dual. La buena o ath'er sa fortun <l es común. Nad1e e¡¡rapa a Jos dafios qUe imIJorta una mala cosecha:

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V· [ !

I'Ilngullo ('1'1 ex('1l1{I !1'I r'!(l la a~I !'I(,t'neia del Estado en casos Ul lcs. 1 '~'n ), lo ~ I II ' l·~ aÍln m¡is U!l tt m::lhk'; n i ngún hllmbro, por allo fJl lt ' ¡·" tú ' 11 la j ¡'r :'II'(!ufil , ¡kIlI' ¡j¡' l'e('!lo de de:;pn ja r <l l m (,s hll!l l i l l lu , pr l v: ,t ldn' l,) , d~ 1 ,)~ I'N~ 1.I1 ' I ; O!> vi tales. N:l¡Jie.

CI< (1m ¡ lt ItlC¡¡:¡';(l - ni • I llllw lulsln{J- fl ,Ut! acumu!e en t;US

mQllO~ !,h'n, 's l :.o lltll.:! !J u ~' a l~lIno e.n e l pueblo 1)sdeZC3 por eHo (le nPf ·".~ ¡ ",;'lt ¡ ill ... ¡llisrc.,' ll n.

"No huy 11 11111),1 '0, IllUjL' I', Il lrlu o allcl;:lllo, enfentlO o In­v~ lIdo que sufra In ;)IigU ¡¡U ¡1 ti I ~flla.ndQno, la miser ia o el hambre, 1'\.I(IOs, "In eXC~ I)Cló r:;, tienen el <JUmento. el vestido y la casa, la ayufla y el consuelo, la metlicin a o la diver­sión; el esposo y el padrl' pued n morir tranquilos.

" N<idie red iJe lo~ bienes como una lilllOSlla: no e:s por caridad t:ci no por ClNech(¡ qul' el necesitado pal'tlclpa en el r p<'l rto. No !'ün Pfll'ú,,!lQS socialcs -sino productores equlta. Li"mc no hay ciego, {'6J" , manco, cIlC.' rmo o anciano Que no pueda n¡'1IlIza r a lguna (' J a~e di:> t r;¡bajo. que esté pul' com ­I)le l,) Il1hn lJil illll lo ¡ml':\ cun cuLTlr (!ún su cuota a ¡lA produc­dón ~od¡) l . E l nhi,' de clnco aiil)S y la vieja de ocl1enta ha. ccn su pal1e, En relr;<,Uin con SUR ru t:Za!l. y eso basla; por­que la ética del t.rabajO a nadic exige, m5:'1 de lo que pl.llolde dar".

TRIBUTO

Recurra mos a Ga r<'ila!'.O. Es .... '~rdnd que exageró en mu­chos ¡J8S;¡j 1'1. P ero S ll h Sl lmonio s igue siendo, en la mayo. rla de loB ca~(!;.;, ujU!il;ldo a Jil vCl'flad. Aparle de que su p lu · ma alcrclopeJaLla y mElancóUca - " lIo .... 17.n8 de recuerdos" llanta P icón Salas a los C011te1l.tarlQs_ liene una s ingular capacidad de evocación y deja d lslizar, at¡u! y allá, Juicios de saludabL.! hEterodoxia, que pudiel'on h:lbt' r-se tnlllsfOl'ma' du e n 1l l.oelccldO hocado d\! los ranlllJal'es del Santo Oficio,

}-{efiriúndose a la m;)llCra cómo el I nca requ('rla el tri­buto y cómo lo satl;.;fucfan sus vnsa llos, Garcilaso descarga ¡¡obre el pad're ACQ.., la la respónsabJJldad d~ la cita: "Por ('Sta suavidad (W~' (:11 1> 11" kYl r. h~ hla , ¡'\t'\h,U¡¡n los vasa llos a servir al l'nt'u "ul, l:mtu ])rontiltl u y contl'nto, qut' hahlan­dO en el mlslIlo I m'I"J~illl dice lln fumoso hi~tol'iauor €spai\ol estas pa labras: p r l'o 1<1 mHyor I' lr¡ucz<l d ~ aquellos bá rbaros reyes eríl sr r sus "lid •• vos toJos !;.\L<; ya'iullos, d~ cuyo tr<l· bajo gozaban El S\ I t'Onlento y lo que pone' adm!l·adón sel" vlanse tlellos pOI' ta l orden y pol' ta l gobierno que no se Irs

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hada sen·i(l um lJrc, ~illCI \·¡tla m uy rlic:hmw: hasta ar¡ ll l (:~ .ll~PIl(). y hol ¡; u~ lJO U('I'"IO aquf. (:(JI110 po mire e n sus lug,ltf>S "I ra!'; co[;as tiesta m\ty '·encrado auJor, que es f' l P . .Jo~é de 1\1"09;101. , 01" la C-omp:;¡nía de .Ic~(¡s; de cuya autor idail, y de I ,¡~ dvmás histori<l\lorcs español es me quif'ro valer en Sl.'mc .. JUIlWS IXl$OS contra los maldldenles, porque no dig',in que (¡lijo fií.!¡ula s en fav ol" (JI" la patria y de lO!! parientes. ÉSle ' ·rll el tributo que entone!'s pagaban a los r(Oyes idólau'as" ti 1, .69), .

~LA.\rl"rlJD

1. Landa c ree que, ent l'C I fI~ l\luy <l.S, la cscla\'i tnd fué IrHrod utida en JOr; últimos años fi el Nuevo Impe.rl(" el> de· dr, cuando ('ome n¡o.[.ban a pl'"(lduclr!':~ en ella ~odcuad dire­!"C'n f:'lac!onf's de cJa$!s que> podían preludiar la sociedad moderna. Morlcy (2{l1) prefIere petl!;ar quo ya en el Viejo IIII¡JCrio de!)en h::rhe r existido los p-pentocQo/J, n fJ \lienes a l, ,(HilOS autorell n lpQtlCn e~(.'\I:l. \· o5 y. se ha¡:;a, para cUo , en. que \'H los m onumento!'; de la éJlOca :lp:)J:E't~en n g llnlg de C3UtlVO$, V;¡illant (lHI) describe un lipa elc csdavit nd , 'oIUlltarln ¡..'n

l'i territo rio azte(,a. El padl'e Ca lanchn (.t9 ) observa qu e 110 hal, ía f!gi,'lél."vi.uld

('n e l Incario y Valcáreel (Cult, ant" 1, J, (77) !;I..lsttene ter· Ininantemente l a m ism a tesis, con <lhllnd~nr-i.¡¡ 0(' BnlCCe· dentes, agregando Que los y:ll1aconas i m'o.kus - -Cl1Yo ori' ~cn IlOCla l y función económica no r esulta n m'm claros paca 1'1 .... l'i lu dioso dc n.uestros dfas- no pue.den l:iel' considerados f·omo eSt'lnvos.

Hernfmrlp?:>; Rotll'fgue'l.. que ha ex .. minado tan mlnucio· !-:amente tOflos I{"ISo dOC\lmenlos es('ritos que quedan sobre 1:1 c! vilizad ón ch¡bcha, llega a la l'onclusi{'1I rl~ que, aunfjue 1C1!~ cronistas de la Mlonta "¡; ug1el"t:~n Ulla pl'e;;ull ta existencia de es(·lavltlld I)rejlmeu lana entre !{"Is chihr:ha,>", n • ., se des­('ubre en, ('/Jos "ningun o in ronno1;"i Ón qlH~ perl.nita establecer I I·uáles era n 10:0. or¡gelle~ 11e e:<a escl~v llurl , ni su configura· dÓJ1 y moda lid:.Hles y su importRncla t'Co l1"!lmlca" (2GOL

Es :iln\omf¡l,icl) que jo' lorell tán Fel'na fJ(l e~. en ~u amplio v .documentado estu(llo ¡:,obre In orgn nlza('\ón ¡¡oclal de los i upinambáeJ:! (120 y sig. l , ('on fiese qu{' P{ICO tlt'nc q lll' ¡'Mc;r /lohre la C!lt'lav!l llll. la cllol n o JI\'gó (1 ('fl'ar mH~\'aS ca pa!; ~oc¡i.ll(1!1. basadas en la es peclali zliti::l ll econótnic~ . n en la s~t:l'(>gaclón Hnica . L;-¡ csdél\' ltuli -11II~·l! oota l"- no Cfm~' titula \ma fuel1te impol' tante de c;;pCC'inilznción ocll!¡aci<l nal

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y de CoXplo{üCl6n l' roJl (jm lcll. Su mayor importanCia, fi nall za diriendo, r :.llil·aha en quO ofrec!a npal'cel'as sE'xuales a los SC:!lores,

2. La monogra fí a más completa que conocemos sobre el tema es la Jl) BO¡.;ch Gnl'cta, cuyas fuentes de información SI' encuentl'::r u. IltoCl' .',n l"iamenle, rt.'cluc.ldas a las obras de la conQui!';ta Y la colmü<1 . El tlU\(I r advierte, en la pr imera pá' ~ina d~ su tl'ubaJtI , IflS limitaciones qUé esa circunstancia impone a l hjf'toriador . "Siempre nos quedarA la dllda ea­pital -expres:l- qu e hasta ahora no pc>demos resolvcr: ¡':::stas obrus (le la COD(lulst." ¿no.o¡ presentan la esclavitud !.RI cual era cOIl¡; I(fr.taLla 1m!' hlS indios, o nos la dan desIl· gllrüda y<l [t{l .' 1;1 j' len te' l'Ur"Opl'3 de los cronistas que las escrlur n? F;stc PI"UJI I(,lnv ·sólo p :Jlida ser solucionado por 10.9 escrit.os lJI'(,{'OI' LL.'t: i:.mns. pCI·O dE'l':gracJ!I.(1amente no nos han dado nirlg tt l1:' 11111" I.TI).

J1j")Sdl Gar(·f .. "U ~~ilalallll o, el) el C\lr so de su obra, las serias JJ mitRc!(JnCI'l !le {'on("E'pto <rue los autores espai101es pOll cn de mal1in ('.~lo a l tr<:ltar el tema. En muchos casos, csclnvo signifiCtl pnra ellos toda persona que Se encuentr:-a a l sl'rvlclo de otl"ll e2:!J . TQl'c,¡ UaJrada llama escla vos a los que trihuta bil n Rl dU{!llo tle la t\{'rra y ntll'más al rey (26) , asi como Cla\" I{:t<l'o sos t.lel1e que la esclavitud no era más que m IO ohltgal'ión de sl!t'v ic:lo pt'r¡;onal, l!mltat1n a ciertos términos (2G). ~sco nlandO ';J los C: ;Jut1vo.~ de gUl,rra- de quienes Bosch

Carda sostiene {Jl1f! ItO pw'<.l.en cOnfundirse con los esclavos (27)~, el au tor c¡.¡twlla lU('tódlcamente las tarcas que cum· pllan los denol1lh1t\dos CSdaVL!6 e.ntI'i! los aztecas y s u con· diclón SOcial, muy fl uperlor- ésla a la de los esclavos de la 1 colonia. Tenfan , expllr'a , IJlclll·s y derechos propios y sus \ señores !:lolo los ult lJ za!mn en f;'l l"cm;: y épocas delermI1l3(\¡m.

No es ocinso a~rC'gl.lr aquí quu en el üpo dQ esclaviturt voluntaria ('n trI' l o~ a'ltccllS del'crito [lor Vai!l ant (119) , el esc1u" o ("'oIlS{·rV<1 lo \l(ltes(¡HI '<¡Ilhrc su fnmilla y el derecho \ de poseer hien('"s. p t'(, p l(J.<; )' hm;lu ('sc-1l\\'os a su servlciQ. ..

3. A nu .. "t l"O cl\ll·IlLI~~ I·, ('S melle l';Wr adopta.r un a actI· tud ¡le extremll caull' la ante lo>! autores españoles que, en la colonia, describieron lus in¡,;litucione:;; lndIgenus protohls· tóricas. 'rienen los más de ellos una incoeJ'('ihle tendencia a. r ed ucldo lodo o los Il101(j{)¡; y al léxico de su época en Espaiía. Por esa e¡r c.u nstanc!a., no nos impresi ona de manera

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p;u·lkulnr su te.stlmonio en cuanto a la ~xlstencla y la 1111)1' !"Iancla de la esd,a'itud precolombina.

Por In im\o le tic 1::1 (.'l'trtK'lura econ6mlca y social de 10B pIIPI¡\(IS lndlK<' IIIlS , [Jor !lll U'<ÍY\!elorla histórica y por la com-1".racl :Jn C]\l (' JlUed e eSlablc.cerfe con otras civilizacione, en~ .'I ;' I I:I~ ficm r j:ulles, ll ega mos. nO..§9g:oa -<lo l.7. c::nclusl6n de que, 1I lu I;¡r~o de casi tOda,Ja .... hi!toria pr:~c(pl§n~·bi~a,..r~ ··escl~­\lII IHI [10 cxj~tió en algUnos pucQlos o exlstf6, en otrQ.s ... . s61 Hit fOI'rua é!;>"porád!ca, pero no l~Orn l) !llstlluclÓn p~rman~nte

Es muy pOsible, !dn emba rgo, que en los últ1mo.s perfocloB I'It In vida de algunas tle estas liociedadcs --cuando el co­ol •. 'rdo Intertribal romien7.a a e.xp~ndil'se y se amplta el Itiuuem de agricU ltor, r,. a quienes se ha despoj ado de la tl" l ru- se haYil maultlrllcado UII tlpo de ü abiljactcr sin It ~' rr ... Que IJres lflse su fu crz..'l. de trabajo 8 ca mbio de una n·rnum'\"óldun. Pero tO(los los tcstimonlos ('olon1¡l]cs parecen c·,'im·l.!ir e n illlC ese trabajauor -3 (IUien los escritores es­p ó. i"\I )IC5 ll aman est'lava o ¡:1l."rvQ_ goza de un stattu econó­mlnH,O('ial muy liupt~I' iúr 11\ del r'scla\'u cul: nH1I, Jlorque con· ",·n' a !'tI IIhertad rlul"<u'ite lal'I:: IIS periodos. (IJTma una ramUla, 1l1"l1lnuia clprt os blelH'S y hastn puede, en ocm~jr¡.Il(·s cxcepcln . lI a1l'5, tomar ti su JoIcr vlolo a ot ros t!'ahaja(lores, a quienes 1<I!oI <tUlore!; col:: n iales _para colmo ue confu sión- también 1I.\ lIl iln (>sClavos.

Qplm1rnos, (mes, que no fueton esclavos t<Jdoo los es· {'Iavos que 10$ cronistas creyeron descu brir ·en la efa. pre­(."<l lombln3. Que sí los; hubo, pero que nI pc r s u número. JI! 1101' f'i ll contribucl6n al prO('eso de la producción, ni por HU cond1dón sOcial, puede creerse que la esclavitud ll.eg;\r8 a $('r una lnsUtución cconómlco-oo<.'lal f'n las tiOciedades 11'1-­{¡¡senas autNl or~s (J la llegada de los colonizadores europeos.

SI:¡"'"TIDO AIIIS1'QCRÁT1CQ DE LA Cl)I.TURA..

Fu6 el fnea noca (1250-1311",). ijl'XIO en la discutible t U­{'f's ióll cl·onoJóglca de los gol;ern:mte"S lnt::licas, quien prime,¡ ro rHó ,rrnn imrul~ ::1 la l)artici ¡lacIÓn de los amauta&" en la; fornmclóu ewlritua! de In {':.fst .. gobernante.. Cerca de Corat ~ Cora , el paluclo qu ~ bizo levan tar para su resldl'ncln y la rle RU ('()rte. milndó construir la casa de los maestres _Vacha­hUll Sl- donde prufesaro n los Omalltas. Pachacutec (1400-144¡'¡). cuya ex.IS1encia pune en duda. Imhellonl (pachaku.­tex IX (8l }f1kario crHíco ). es, ~n la t.radición, quien di6 un nuev·u y [>oderoso Impulw a ('sa tarea que cumplian los

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amautas. Levantó OlJ'Os edificios con Igual destino que el primit ivo Yachahuasl y atrcljo a esos recin~os, no sólo a la juvC'n~ud de lti e.\sla de los Incas, sino lambLén a los jóvenes de las f<nnilills· (le los CUTQCaS, jefes locales y de los )efes o n:ymm¡,.lú,~ ri!! lus tdbu.'l cunqulstadas,

Garcilaso, citando al Pad.rt! .BIas Va leral atribuye al lnca Roca csl.a norma: "Que cunvenía que los hijos de la gente) com~n no apnnclljfot;cn las ciencias, las cuajes penenecfan solamente a 10$ nohles, porque DO se ensoberbeciesen y aroen· guasen la repüblica" (Ir, 42).

oUI'I'E. ARn:SANIAS

Vallln nt, !>t>ño ln, como lml)Ortnnte característica, que la artesanla y el ~rt.r! no conRtltul.m dos es(>ecialitlades scpar'i"­das enlre los a7.tec::¡s, sino que eslab¡m unidas, vinculada!:! In(llso)ul)l(>!Ucntt'. ,Il.os aztecas- expres:J- no tenían un tér­

'mfno para las "bellas artes", ni ~specu laron sobre estéti('a, ni hIcieron objetos para contcmpluJ" s610 tlU beHezB. No adop­taron ninguna dc esas actitudes socialmente estériles respec­to dr-I artc" !]\lC aLloptaruos nosutros en nuc::Mn cullura'" (155).

Moto llnfa de Benáventc, que l 'l<Cril)fa l'n eL mismo siglo de1~CO-ñliuh;"i;j d':;- Muxit·o, I!llc<>oll· .. ha en toda:; pnrtel; hile· llas de aquclla ullLvt.n :al ca jJaci¡Jad crcadora de los Il1dIgQ­nas_ "BI que enSt'fl<l ;41 hombre la ¡;icncl:t, (!se mismo proveyó y dl6 n er;los Indios )"lat.U1·alt's grande ingenio y habilidad para aprentlt>Y lodas los ciencias, artes y oficios que les hall en;;eliado, POl'QUC con todos ban salido en tan breve tiempo, que <:1\ viend.o 105 oficios que en CasUJla están muchos an08 en los deprender, acá en 8t110 mirarlos y verlDS haCN' hBD Queda(.\() murho!-; lJH.ll'slms" (f11, Ca '\; 12, p. 213),

('(111 r e ferencia a l;1'.l!mpID 11(') So..!.'fOnstfuídO por los In ' cns, escl·¡t¡fa Prc¡::cutt : '·Nng·1f('1'ia.¡"j16~!ic asomhl'o cuando con-6'dl'r;)mo~ flue ~stas enormes mS.<;;H, fueron ilrranC<ldas ele Sil lugar ,.".igin:¡1 .Y mrf4 I¡>lndas pO I' \lIl [)Ul.'blo tlue Ignor:\ba el u ~·1J lid, bi (> rl".O; qUl' fueron conducida!; desde las canteras, de CU<lIro a q uhwc mil!tls de distanda. sin la ayuda de b€st!as <le carga; tnlOspOTlnLlas n Lr.\Vi;):s de rió:,! y barranc:as, lesan tudas has ta suposición e levada en la tierra, y flnalmen· te ajuStal!3S allf con la. más Uellcnda prech'¡\ón, sin el conoci­mh'nto de Instrumento!; y m3r¡uillarlas famHiares a los eu· ropcos. Veinte mU homhres se dice que fu eron utilizados en

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~.i: ..... H

~ p,~.,

1'11 111 11"011 es.tructura, Y cincu(mta aftas empleados en e l 001-111'1 11" ICfln!¡ucst Di Peru, 740) .

n ""ITI:: COMO PROF&SJ,ÓN

¡\JgllllOS anll'Opólogos no creen posible que en las socle­,hlll" 1I prdlistórlcas haya ulstitIG nada semejante a ulla pro­r.,"1611 llrllstica. Nadie en la sociedad primitiva, afirma 1\lw'II.' ,', g~na su vida exclusivamente en la práctica del arte. la 10.111 la historia III'ecolomuin¡t cae .dentro ete. la vastfslrna ,1111 prlmhIva, sel'á necesado anotar muchas excepciones a "11111 ~'K{'t'Sjva generallzacl6n.

'¡ hlquémonos, por ejemplo, en (>_se periodo dEl inusitado tll' llI t. 'l ile la cultura maya, de acuerdo a la cronologfa de I1lIlIult'n, alcanza entre 471 d, e, Y "629, Per~necen a esos 4111uII multltud de plez~8 escult6ricBs y cent.enarel:l de monu­IUC'ulo,<I arQultectónlc()s en los cuales el asombroso genio ma-t ~II fl.! 1l\t'llIlIiesta auténticamente creador, Para llegar a PrO-; 1111r'lr Ilw t'has, dI! esas obras se necei-;it,:¡ poseer InClleStlOnablj 11111 11 111'('7, tic senlldo an,(stico y admirable domln\o de la téC' " t.'u, Es diHcil fmagina r -'lue " quien~s las ' ieaUZarnn~-rue:ran l i 41,..tl'¡jo~ Que debieran dedicar sus mejores ar.mes a las tao 11'11." ugrlcoJas, La pl'OduccJ 6n art!stica -como la fllo só!lca , In Investigaci6n clcntIflca y el gobierno---, cllando llega a t' It'rlo ~rado de COmplejjdad y grandeza, exige una dedicación 1,lvllllutr., ~ casi absoluta, del creador. El al'te maya ya había Llh 'allZa(lo CS~ c.!ltadio y lo mismo ¡lUede decirse del arte de ol n m poel)\os Indlgcnas,

En polillca, la ·siluaclón es s imilar, Mientras las ,prcocu­p~ll ' lonc:;; de la tribu ('on .íil~t('n ('11 un elemental orde namiento !'('onúmico y en la preparación, de la Jl:uc rra, los miembros '!l'j C9n~jo de la tribu y sus jcres ci\iil y milllar pued~n no ".HU I' totalmente absOl'bldos por sus funciones. Cuando -se Ikgn a eSll grandiosa concepción pOlítica que es el Imperio )lIcai¡;:o, entonces el esl,adisla y el funcionario pÚblico tienen /t ll te s! problemas diarios que reclaman todo su tiempo. La vn$tn prnniflcOlcl6n incaica requIere la existencia de la pro· rc¡¡lón de funcionalio pÚblico y de estacfu;ta_

Pero volv iendo a Kroeber, ¿es fIue aún puede clasifi­r :.t rse tomo primitlvo un nrle que florece con la origlnOlJidad y la profundidad del maya? Si fijamos como puerta de en­¡rada il la civilización una clrcunstanéla menos arbHra.rla que la escrilura , habrá que recooocer que las SOcledadeB

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Indfgenas más avanzadas hablan dejado de ser primItivas muchos ¡¡Iglos Q.llLc.s de la llegada de los conqulstaoores eu­ropeos. Sólo admlllendo esta premisa, podrla aceptarse la tesis de Kroeber sobre In prOfesionalidad en el arte.

SENTiDO Df; INTt:GHACJ6N

E l proff'r;ol' Northrop ha ('sc.rlto páginAs de gran fuerza liugesliva SODre el sentido de. integ".1d6n en las culturas in· dfgenas precOlombinas mF.x\canas (19' y siguientes).

Valcá rcel wmblén concede Importancia a estR caracterfs­tica tan propia ele la t:ulLura indígena precolombina (Cult, tJ71t., J, 11, W).

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CAI,huLO 1

EL PROCESO FORMATIVO DE LAS CLASES

i. tNDOLE DE LA EMPRESA COLONlAL HISPANO· PORTUGU I~SA

Determina r la filiación h lsL6rica de la colo.nia his­puno-Iusa es el, pas.o pXL'v io necesario para el estudio de sus clases sociales.

lLa colon ~c\ón se ini d a cuando se operan en ~' Europa transformaciones profundas en la ecónomia y en la eslructura socia l, cuando d proJongado ciclo feu- . daJ se encuentra en el ocaso y el capitalismo comer-¡ cial inicia su C';,¡rrt' ra deslumbrünte:.!

Lo que surge en la América española -y portuguesa no es feudallsmo, sinO~1) it'!-ii S.!O'q_. ~plon;ai1 Lejos de revjvir el ciclo feudal, A.mérit.:a ingresó con sorprenden­te celer idad den ll'o del clc1Q del capitalismo comercial, inaugurado ya en Europa, al cual con tribuyó a dar un vigor asombros.o, hacIendo con ello posible la inicia­ción del periodo del capi t<l Jismo industrial , siglos más tarde. El c~p.ifal1l'i¡-I1o cú!ú!úil ~mericano es. sin em- j bargo, un regullcn de! perfIl equI voco, c'On algunas ma­nifestaciones de inspir~ J

La' economía de la América hispano-Iusa , incues­tionablemente colonia!, nnc:ó y vivió en función del

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"IPrendo del centrO-occidente europeo. En E spaña y PPrll.1gQ.l, mient ras t.anto, así a la hora de consolidar 111 unidad nacional como en los a flos posteriores de la IIIIJIlnrguía :;:¡bsoluta, el proceso capitalista se mani­fl' :..; l ó en formn ostensjble en. ciertas zonas, y activida.­lks, pero el resto del organismo ibérico siguió arras­~ "Hnuo una producción de fut::rte reminiscencia feudal,

Amé.'ica enriqueció a algunos grupos sociales de Ilmuas metrópolis ibéricas, pero no salvó a éstas de la d€'Cndencia. No consUtuyó' tampoco la causa que la lJt'íls lonó, Enquistado el mecanismo de la producción en un molde anacrónico en ambas metrópolis, las enor­llIes riquezas coloniaJes no pudieron ser asimiladas por :Itluéllas y se filtraron a través de la pen(nsu la para ir :1 desemboctlr, en úl tima inst;:¡ nda, en los paises cuyas t'::i ll'llctmas económ icas nacionales más mor:lernas -no su genio innato, ni su l'HZi:l. - las absorbieron con aVl­df'1. y a lto provecho.

ltubustec ido. el enemigo europeo -Gran Uretafla, fOn primer término-- gnlló la biltallfl imperial, librada en todos los ma res y bajo todos los soles, porque us6 en r lln Ul'mas económicas más eficaces y modernas, La hi5loriá económ ica de IriS colonias americanas Iué qucdanllo }Jl'ogl'csi VOlmente más vi nculada -y I}lts sometida- a la acción de' ef>e enemigo triunfante,' La historia de las clases coloniales depende, coruo vere­mos, de una mullitud de factores fuertemente ameri­canos, pero se encuentra tam bién condicionadu por la incesante lu<.:ha económica trabada cntr(> las metrópo,. IL<>; y otn.'}$ países europeos; pCIl' la parábola descenden-

" te que .aqué llsf'I descrihen El lo lar~o (lel período colo­nial y por la gravitación cada vez mayor qUE! ejercen fuera de Em'opa oLTas JlotencJa~ europeas, prime,'", en­tre ellas Gran Bretnña 'J

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i1 LOS ELEMlO:N1'()S Df';'fEfThHNANTES m l;L pno· CI,;s n FOH M A1'1VO

1 , E n 1a (;on qui~ta y colonización de un pueblo por otro pueblo, hay un proceso que se repite a tra­vés de los siglos y cualquiera sea- el escenario geográ­fico, Es eJ de la formac ión , en la ZOlla conquistada, de grupos reduCidos de conquistarlores y colonizadores, en éuyo beneficio trabajan -y a menudo ,mueren­grandes masas de conquistados y colonizados, Una con­quista ,o colonización pu'cde habel' sido mucho más benigna, menOs <:1"11('( que oLI't). I Per~, gen~:alme~lte, esa diferencia (le grmh"l l10 obet:l<.'t'c a la m tenClQn dehbe-) rad.a del cnnqui¡;ta<! or o el colonizador, s ino a otras cir­cunsta ncias que exult.an su codicia 0, por 10 contrario. adormecen su impetu agresivo,)

'Es to mismo ocut"rió en las tierras de América conquistadas y colohizadns por espaflOles y portugue-1>CS, La estratificación !;ocial 110 se operó, claro está, ~n forma mecánica y s iempre igua l. La vastedad del escenario, la divenlidad d ~ su geografía, la densa po­blación nativa ~y luego, el gl<an número de africa­nos impoJ'tados-, el difeJ'ente grado de civili~ci6n que tenían los diversos pu eblos indígen~s determmar~n " la formaci6n de múltiples grupos SOCiales, que serta muy diffcil - y a'caso vano--- enumerar, Mucho más simple ruó la eSlratificación !i;ocia! ocurrida 'en las ~ lonias británicas del norte y simplísima la de las islas antillanas colonizadas por británicos, franceses, holan­dC$es y daneses,

El cpisorHo militor de la conquista introdujo una ' diferenciación en grupos y gener6, de por si, elprjmer contraste social entre conquistadores y conquistados. , "Pet:o es cuando comienza a erigirse la sociedad nueva -superpuesta a la antigua sociedad de 105 dominados

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\' I .1 1,. .... ('7.. C'n.trf'mc7.clada ello ella- qUE' apol'ecen 1.IIIIpO;; sud.,.lcs de perfil t1efínido y permanente.

(,P"lId('. c6mo, y por qué Re opera elJ.ll'Ol:oso for. ' t '.. } 11111 11\ Ot di' las c1:Js~~s soriales? Lns dos elementos' más hUIII II·i":IIiLCS que determinan la difere-nciac'ón de la .' IlI lhl,lI ' un colo nial en clases SOCÜlles son la eXIstencia 1

1I I n('xi~tl'nc¡a de ~~!\Q .d.e ó'QI:ó\. ilPl:Inqante} discipli-I ljII 11\ y borata y la posibilidad deroroduclr attículos Mt IIIHkrnt'ntt; apetecjdqs1en el mercaao~i70--Océr¿ren: 'ni jllll'ópeo. -~',- ---

('liando esos faclores concurren , !'urR"en en la co-111111 :1 jos grupos súeJalcs más püucrosos. Cuando no "11114'111')\'1 1, los gr'upos socia les ,de colo\l "zad.ol'cs tienen 1I1'\lI "s podt'r QConómico y sO('ial y, él menudo, sus U-111 '11" d i d~n riR s esl,án m enos acentuadas, Hay otros 1'!tIII Il'II L<IS que lJuwe.n actuar, en ciertos ('aoo:::, como d l'll'I IJli nR ntt~ -el poder político, el mercado local-111'1'0 lus grupos sociales que engendran no alcanzan, 1I lo ¡;:lI 'go de la historia colonial, la gravi tación ele aqué­!Ion,

i.a p~Qpiedad. _«? _ l~<?~sió~" .~~.,~a t~~rr3)'Y el capi. Illl fln<lnCl~rO son otros lactores Importantes qu e deter · ItI lnflll la utú:ación socia l del individuo, Pero la tie--1 rn , por inmensa que Sea la sU11erficie sobre la cual "" 1'j('Tza uomin io, sólo concede al propietario el más I¡flI nde poder económico y social cuand() la 1rabajan tlltldl ()S seres humanos, d isciplinnuol' y de escaso con­IUlmo personal. Supieron esto muy b:en. -¡iUllque no lo I'nundaron con claridad- lOS plantadores de Vir· IIllIi,a, <jue tcn1an que· traer de Europa "indentured ser· V1 1I11 ~" b la l~cos con la obligación de lrabajar en sus vas· lll~ y despobladas posesiones Ull número rnfnJmo de nl'itl~, durante los · cuales les <quedaba terminant.emente v~'cltldo abandonar la heredad y los fazendeiros de gado df'! noreste brasileño. cuyas fazendas eran, en algunos l'USVS, mas ex lend~das que las de los senhores de en·

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genho ~e Bahía, pero mucho mcnos pobladas y sólo pI'Odul'J.:ln para el recluc:ido mercado local. E n cuanto a l.ca~it él l Jin<1ndcl'o, su origen siempre aparece, directa o ~d lrectamente; v in.l:ulado c(ln Icl e:<porladón de cier. los prouuctos ?cstinodIJS. ill mercado centco.europeo, por lo cu ~l su ¡mpOrl<lnrl~1 depende de la !rnportancia que adqUIera ese Comercio de exportación.

2. En Mexico y Perú, los mineros fOl'man los I gcuP'_OS socia les más poderosos q~i¡tsllr~rin (>n el" s ig l~-! 16. Su (tJrluna ($ (,'onM'Cl1 f'IlI' i;'l (/{.'I (~xagel'tldo valor eco-­n,órnico que EU I'opa ·asigna eutonces a· los metüles pre­C,IOSO$, ~n !o~ clH~j(>S Y(!. la E'l1l'f'Il'naciÓn de. la riqueza ) el poder, La~ (lIfel"cnc l~ entre el alto p]"('('j o pagado por la mercanrm ('O el mercado europeo y el bajo pre­r.lo de In mano de obro indígena permitió una vertigi­nosa ! colosa l Dcumulación de riquezas, que hizo de los ~:neros ame-rlcDnos un grupo ~oc·ia l más poderoso. economlcamente, que Jos más poderosos de muchos países de Europa,

E l asiento geográfico dc esos estratos sociales no -está detelntinado sólo por J;:!S m inas, sino también por , la Cir?unstanc¡~ de quc' exIstan.. nl1f indios que puedan,: tnlbaJar las minas con alto provecho para aquéUos, al de que se puedan trasladar indios o negros a esos lu­gares con igual d~iino, Es lo que oCtlrr~ en el centro de México, en la sierra del P erú v. sobre todo en Potosí, para sumergit las en cuyo c~~ro fLl ~ron ll~va­das poblaciones ind ígenas íntegras de lo que boyes el noroeste argentino.

E l 5ic1o inicial del pa lo brasf1 -eon los portugue:. ses aranando la costa, sin atreverse a violar la selva que allí mismo se abl'fa- no formó, al parecer, nin­guna cla ~e social; ni Uene bases es tables la que surge de la pl'lmera explotación de la caña de azúcar, que los portugueses hicieron con indios huidizos, dispues.

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1111) /I!t'l\lllre a escuchar el pt'imer llamado de la selva, ru ," IIr-ne, en cambio, cuando llega el negro en gran~ 11t"1 ('ltlllit.lades. promediando el siglo 16,

I.us scnhorcs de engenho --a la inversa de sus I Ilh'J{:'S, los mineros mexicanos y peruanos- no en~ \11111 '011 a Europa de inmediato, muy a su pesar, un producto ya codiciado. Para l,os paladares refinados del 1'lIllllnente viejo, ~(Ué un hallazgo, una no. \1(1111111 y las compañasqueía vendieron all.á ~uvieron !jUl' crear el mercado mediante un proce~lmlento t1~ IllrnlOcnle capitalista - creando la necesIdad en el t'un~umidor_ Todo lo cual llevó cierto tiempo durante tll (lile los senltores no llegaron a constituir la clase 11111 poderosa que serían después,

A la vez el comercio directa o indirecta'mente vinculado a l; exportación de esos productos básicos ('~ ~ l que da lugar a las mayores conc~trac1ones de (,'III/ita l comercial y determina la formaCl6~ de los gru~ l'I OS sociales mercantiles más I!oderos03: ~~_-'~egrerQS t'lI Brasil; los c.om~r.si!l..Q.te~U:~~.Di>.!'.tad...!?res e Importado­res eñM"éxico y Perú, que intervienen-~n la ,expor­l:Ición de metales preciosos o en la importacIón de múlt.iples artículos, muchos de el10s de lujo, para los !'leos consumidores locales,

Los términos no varfan fundamentalmente cuando dirigimos la mirada hacia el norte o hacia las Anti­llas, aunque sea otra la bandera que flamee en esas latitudes. Las "primeras familias de Virginia", arlst~ erada anglizante impenetrable, descansan también so~ bre la multitud de trabajadores negros y el éxito que el tabaco virginiano obtiene en el mercado británico (Morioon y Commager, J, 167 Y slg,). En Carolina del Bu!, las condiciones se repiten: el número de esc lavos negros es supt'rior al del total de pobladores blancos y la aristocracia de Charleston está integrada por cul­tivadores de productos tropicales y por los mercade-

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res que les dan gnlida en el exterior (ibídem, 171). Y si en Nueva Tn~lat('rra purHana no n~g6 a surgir una aristoct'acia de este t ipo no rué tanto, dice Beard (Rise, 55), porque alguna concC'!lc:- ión teórica lo impidiese, sino porque ülH, m,lnque había tierra abundante, no había mano de oht:l en gran número. Además, agre· guemos. pOl'que los únicO$ productos que la Iría 'sede de los puritanos- de Amél'ic<l podía colocar en el mer· ca.do mundial encontraban un competjdor demasiado temible: la propia madre pi1.trla. La verdad es que, a pesar de todo, hubo en Nueva Inglaterra una aristo­cracia más o menos impregnable en los últimos tiem­pos de la colonia, pero mlXlesta rué en poderío econó­mico y social si se la compal'a con la de Virginia o Carolina del SUI', af.¡í, como éstas pooían parecer indi~ gentes a los señores del 01'0 y la plata de México y Perú.

LaS' islas del azúcar en las Antillas británicas re­producen estos fenómenos, pero magnifi cados y, a la vez. simplificados. Para colocar un producto ú[lico en el me['('ado europeo, se org;;m iza a Uí un tipo de socie­dad elementaJ, con una multitud de esclavos y un núcleo harto reducido de blancos. Al comenzar el siglo 19, B-e calculahan en Bal'bados 15,800 blancos y 64.200 esclavos; en Jamaica, 18,300 blancos y 226,000 escla­vos; en Dominica, 1.600 blancos y 22.000 esclavos; en Monserrat, 144 blancos y 6.700 esc-lavos; e:n 1J'0bago, 439 blancos y 17,000 esclavos (Ragatz, Old plant ., 21 y slg. ).

3, Pero si a lOS mineros mexicanos y peruanos y a los scnhore.<¡ de t!lIgenlto hrasilefios pertenece la gloria del enriquecimiento más sensacional, ~ay tarn­hién .Qtros gr~p'?s cuyo poderío se deriva del domin io sobre multitud de trabajadores y de la producción de articulos para el conb"Umo local o para la exportación,

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Muy cerca, pues, de aquéllQs, en wanto a 'Poderío eco-116mlco y social , hay que enumerar a 10s"~cm!~Eder ... ~_ 11(' México y Perú en cuyos ]atlfundios se hacíanals­IIt' l(l:>, cultivos para el con,Sum9 local; a los ~<l<:!ros d •• México, que controlaban UD renglón de la produe· \"[6n s610 superado en importa.neia 'pQI' la mlnería y qllC, a mediados del s iglo 16, extendían sus dominios por los valles más fértUes d.e la zona centra l; a los ¡'omcrcianles de las ciudades de México y Lima; a los I i! u/ares de los capitales invertidos E'n 1;'-1 tráfico -por ~poras muy int.enso-- de esclavos negl'(~ que entraban por Vcracruz y asiá ticos y negros, por Acapulco, en ~1 (''( ko; a los .llrppietul'iOs de ingenios de verac~z, movidos por bl'azos negros; a los plantadores de 'tld,

l'<lfta de azuear y algodón, en la costa peruana. señores I;un hién eJe esclavOs negl'os; <l. los ('-.-ra ll Cactlo, la aris~ 1"(.' l'3c:a venezolana que (tlOto gravila a partir del si~ glo 17 y cuya principal fu ente de E'nriquecimiento está ('n el cacao que envia a España y México; a los hacen­deros y comerciantes -monopolistas de Cuba, isla cuyo :-;iglo 19 presenciará , aún bajo la bandera colonial, la acumulación de grande's fortunas surgidas en el trá{!co ne~rcro y la fOrmación de una poderosa oligarquia del azúcar; y en Bras il , a los !aundei.Yos de gado, a Jos mercaderes lUsJtanos, a los mineirodqres del siglo lS, dispersos y al'ruinnoos anles de finalizar la era ('olon ial y hasta a los fazendeiros d-e café que adqui­rirían, bajo el Imperio, tan fashlOsa consagración social.

Más modestos, si se les ubica dentro de.! panorama mncricano, pero- de influencia decisiva en su suelo de origen, fueron ~~ e~eru:lel'~ <;hi)enos,. para quie­!tes trabajaba soja Un numero esctlso de Indígenas y que. según Amunátegui, llegaron a fundar no más de 14 mayorazgos (Hisr. social, 23m; Los encomenderos de ('uyo, Córdoba y el noroeste de lo que hoyes la Al'· gcn t ill ll. cuyos indígenas somet idos se contaban po}'

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decena¡.; tle mUell y cuyos prcxluctos, y artesanías se vendfan en el mercado colonial cnn gran aceptación; los comerciantes de I3uenas Aires, especialmente en los últimOS tit'mpos ud virreina to; los accioneros de vaquerías. en Buenos J\ i re~ y el Litoral argentino, que en. los siglos 17 y 18 movieron capitales y mano de obra l:'onsirlel'3b les, prCCUt'snres de los estancieros que, ex ting uido el ganado CimrlnÓll , COJnenzaron a criar ganado doméstico dentro de limites más o menos pre· fijados: los t:riíldorcs rJe glll1aclo mular en Buenos Al· res y el Lil ol'~ 1 y todos los capi talistas, pequeños y graneles, que intel'vcnfrtn en el \r~fico de mulas, desde Buenos Aires has la. el Al to F'el'ú ; la burguesía de Córdo· ba y del noroeste dc In ql1 e hoyes la Argentina, que invertía sus (li neros indistintamente en muchos ra· mas, como el tráfico de ganados y de esclavos, la com ­praventa de artJc uI o~ de consumo y aun el préstamO a Interés; y de la Banda Oricntal. los estancieros y sa­laderistas en el sigh) 18, que vendfan tasajo en MOnte­video y exporl<ihnn tasajo y·cueros, y 10$ comerciantes que prosperal,kl ll con f! l trtífico legal y el Ilegal en Montevideo y Colmü3.

4, Hemos mencionado numerosos grupos socia­les. Má.s poderQSOs a lgunos y menos otros, más exten- , didos o más limitados, l1000s ellos tienen de común ' que están integrados por quielleStcOntrolan la mano del obra y son los propietaI'io~ o po~dóres de li1' \tiertai' y ·oe los meri ioo de producción y, en algunos casos\ también, del cap:tal fin",ncier9.:JEsas caractelÍsticas les; unen a los ojos del h isloriador, au nque los intereses de unos y otros entren talltas veCes 'en C01, fIictO. A ellos nos referimos, en conjunto, cuando hablamos de la clase social de los poseedoTf's.

Los funcionarios de la corona de mayor jerarquía, que desde ·temprano abúndflO en México y Limn, pero

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IlltII 111'/.11111 tardíamente a Brasil, pueden ser conside­IHllulI ¡J('nlrO de e.">3. clase, s i se tiene en cuenta su ubi­I'H! 11111 :-;nda l, aunque ello,,>, de por si, forman un es-11 11 1.0 qll l' tiene sus in tereses propios y que a veces se Vl\l'I ll 'nll'a en conflicto con algunos de los grupos cita-111111 También pertenece a esa clase el aJ1Q..d~ro. aun-11111' I'n este caso el factor económico adquiere mayor flll'I')I,II , porque muchos de sus miembros eran titulares 1111 ('Iwomiendas, latifundios y cuantiosos capitales ca­Illl'r'dales y fiduci¡:¡.rios.

ti, La enorme multitud que constituye la base tll' I'sla pirámide colonial está integrada por lOS escla­~(lfl /1(' cualqu ier raza o color, -los que Jo son ante la h'y y los que 10 ~on de hecho--; pOr aquellos indiOS I 'U)'!) rl'glmen de tl'abajo adquie['e otras formas y por 14111 osalariad05, Es la ~se de las desJlose,id9ª¡ lde los (llIe' liD son propietarios deJos medios de producci6n (IU l' usan y que participan con su fuerza de trabajo l' ll ('1 proceso productivo. ,

ITIntre uno y otro ext remos, se encuentran quienes 11.'JH,'n una propiedad pequeña; o están empleados pOr 10)01 grandes propietarios en tareas que atañen a la 3d­mlnif;trad6n o al control de la mano de obra; o son profesionales liberalea, o funcionarios públicos o aacer­d01 es de jerarquía menot', AlU se incluyen los oomer­dnnles minoris las y los artesanos, abundantes en la8 ,{randes- concentraciones urlJsmrs, como las ciudades de M(>x.ico y Lima; muchos propietari.OS de obra jes, ca. .. i nunca amparados por el favor oficial y, a menudo, :lI'l'uinados por la competencia de las manufacturas metropolitanas; los pequeños agricultores y ganaderos, l)rCsentcs en todas las colon ias: los calpixtles, los ma· yordomos y los que desempeñan tareas algo semejanr les a los administradores de fincas o de ingen ios en la actualidad; los profesores, los pocos médicos que He-

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gaban o se improvisaban en América, }¡)R muchos aho­gados y tintel'illas, Todos estos grupos forman uJl¡&. J I clase media colonia l, débil sin duda, pero no inexistiJ,.-I/ te como -s.e""Iiii' cre1do. /

Hay, ademas, una considerable parte de los pobla­dores que vive a l m¡;¡rgen de la producción, que hemos clasificado en pob~ación 110 incorporada a la econom.ía colonial -los .indfgenas que conServaron su organiza­ción precolombina y que no fueron sumados a la es· tructura social- y población improductiva" que vive en los núcleos urbanos y rurttles hispano-lusos, La gran mayol'fa de los individuos que integran esta úl· tima y todOs los que integran la primera no pueden ser conslderndos como formando parle de clases so­ciales toloninlcs, pero volveremos a encontrados en nuestro estudio porque, de una u otra manera, su pre­sencia gravita sobre la estructura social de )a colonia,

li1 LOS EL EMF:NTm; CONDICIONA NTES DEL PROCESO FOHMATJVQ

1. Los CRU/"OS ÉTNICOS

, Es un hecho que, desde muy temprano. se P['Q· ,

duce en toda lfl América colonial una ctifereJlciacJ,ón.; ~n, clases ,sociales y una división del trabajo estrecba~ ! mente relacionadas COn las difere_nciaciones étnicas, Los individuos ql.le integran los grupos 'so'cia les más poderosos son de piel blanca, aunque muchos hay tan blancos como ellos que no 1:i1canzan a ingresar en e§>os d rcwm privicglados. Los de p iel más oscura y los indios purO!-! qu edan, por regla. relegndos a la catego­ría social (¡lUma, Ent re los elos ex tremos, fluctúan los que Son prOducto de 1m:; mezclas. éfnicas, si bien mu· chos de ellos se incorporan ,3 los grupos inferiores,

Este proceso se repite con insistencia en las so-

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, ~' . . ,

l'Il'llades coloniales de todos los tiempos, peTo, aunque ¡lUrezca lo contrario, se trata de una C!?,traUíic,acJón «{ lIi en que es..consecuencia -:-y.no ,orjgen- de .la_ dJfe. ¡'l'uciaci6n ~n .~Iases social~s.

En otro trabajo hemos estudiado cOn mayor de. tl'nimiento este proceso. Resumiremos aqui lo ya dicho, ['üpitlendo que e.n las soci"dactes coloniales se super­pone un grupo pequefto de conquistadores o colonJ­zadoces, que pasan a ser los poseedores y sefiores de la m~mo de obra y un grupo mucho más numeroso de mano de obra desposeida.

Los muy pocos que son conquistadores y coloniza­dores se constituyen -inevitablemente, did amos, si \ no fuera que la historia 'ofrece siempre sorpresas que mmpen las generalizac iones- en QUgaLQ!llaS cerradas, que deilcnden sus privilegiOs con ~ er Vigor-que les propprciona el pode l' !Jolítico.1Cu,ando conquistadoreB y conquistados, rJosceUurcs y desposeldos pertenecen a distintos grupos étnicos, tralan los primeros de orga­nizar un sistema. de diferenciación étnica nOloria, corno forma de expresar la diferenciaci6n social, Igualmente nNoria, que con tanta veh emencia deJiendell . ~!:_ vil_egi Q...social . (!~!:.I~Cl~ I!-.I p~~jllicio rac.ial, como justi­fi cativo y. a la vez. como aCirmaci6n de poderío o, di­cllO en otra forma , como a firmación del decidido em­peñO de defender el privilegio por todos los medIos posibles.

La segregación étnica, el uso de las diferencias de pigmentación como paut<l ostensible para acentuar las líneas divisorias de las clases SOCiaJes, ha s ido por 6i­glos -y s igue siéndolo, en algunos países- uno de lOs IIllitru mentos más efiCAces para la defenSa de los privi­legios económ.icos, soc iales y polfticos.

Los muchos qu~ son los conquistados y coloniza~ dos quedan en la sociedad colonla) bajo el yugo de todo un vasto organismo estadual que les hace imposible

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I mudar su condición. Andando el tiempo, van apare­ciendo en esa socJedtld nuevos elementos que no per_ tenecen nJ a uno ni a alfo gl'Upo: blancos europeos HegadQs más hll'de y que no tienen ni los privilegios de la a liga l'quin originaria, ni deseos de ingresar en la gran mas¡,\ (le 1<:\ momo tle obra sin derechos; mestizos, mulatos y toda In gUnla de los cruces étnicos, muchos de quienes tampoco se incorporan a la multitud de los desposeidos. s ino que quedan fluctuando entre los de más arriba y los de más ahajo, s in ubicación en la . sociedad colonial.

Son, pues, mot.lvos económicos, socia les y polit1~ cos los q\Je prom ueven esta estraUfkaciót) étnica. E n la sociedad colonifll, es ella una proyeción de la divi~ si6n en clases sociales.

f'l..ejos está, como se ve, el elemento étnico de ser determinan te en la formación de las clases sociales coloniales, pero la condiciona, al agregarle un matiz ostensible. que viene a acenluar la distancia existente en tre las clases,

2. EL PODER rod,.,co

E l poder politico no engendra clases sociales, pero en algunos casos condiciona fuertemente su nacH

• • nuento. El poder iruperia l gravitA a menudo abrumadora·

mente sobr.e los ind ividuos. los grupos y las in.,stituclO­Des de las colonias; pero tanto la historia económIca i como la social de América están lejos de ser exacta- J

mente lo qu~ deSNn los hombres del imperio. Quizá el caso más típi co de partklpación del po­

der politico en la formación de estratos sociales está dado por la distribución de privilegios d~ encomiendas en las colonias españolas. El poder poUtico sefiala, me­diante ese procedimiento, quiénes son los individuos

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'lile ingt'esa rán en la naciente clase de los po~eedores. 1'('1'0 -con se r eso mucho-- no puede ir más allá. Hu~ hiera legislado sobre el aire --como ta ntas veces- de 110 hnber exist.ido los elementos determinantes que Ibu vido I'eal a la nueva clase, Con pod,er polltico im-· ' perla l o sin él, los conquistadores

J ya señores del te- :

1'1'(' 110 y de los indios, hubiéran constituido aquí una / d<Js~ dominante, CO~lO Jos senhores .de engenho de , Hah la la formaron sm esperar la bendición imperial de Lisboa, Carvajal en Perú y el Marqués del Valle (le Oaxaca no tuvieron de eGto la menor duda.

Estahlecido el régimen del monopolio comercial, ru é al amparo que les dispensaba el poder político quE' 11I 1: 1'~lrOn Jos comerciantes monopolistas hü::¡panos y lu­~I)S JI.ls.talados en las colonias. AlU también, el imperio nmdlclOna fu ertemente su formación y su prosperidad ,'omo grupo social.

En esta materia, la mayor gravitación ejercida y P?(' la Iglesi~ tuvo sentido negativo, porque entorpE'­l ' ¡Ó la form aCión de grupos de clase media , f

Acl.Uó asI la Ig lesia como pro'p~gta(ia que era de inm(>nsos dominios territoriales y señora de enormes multitudes de Indfgenas y de cantidades. no pequeñas tle esclavos negros; mediante la Inquisici6t1, cuyas vfc~ limas se encontraban a menudo entre el elemento de la dase media urbana y absorbiendo grañ número dE" ('nel'gfa~ jóvenes en sus ,propias filas, que, con ello, dejaban de participar de manera más direct,a en el. pro­cesO de la producción.

Pero son éstos, tan sólo, factores condicionantes. Las clases medias se desarrollaron poco, no a conse­cuencia principul de la lnquisición, sitio porque cab[an

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\

apenas dentro del esquema económico y social de la colóñia,

Magnífica ocasión fué América pa ra que los despo­seídos de EUl'Opa encontraran , al nn, la calidad social que allá se les negaba . Tierra de aventuras, borJzonte indeciso, atrajO' en todas las épocas a miUares de indi­viduos de Jnderto origen social. Lo dijO' Cervantes, que en vano trató de probar el sino americano, en un momento de su vida en que tan adverso le era el europeo,

Los autores espailoles e hispanoamerkanos coin­ciden en atrihllir oTig~.n_ popular a l.a gran mayoría de l~s e~,pañgles que ~r(nf~a AiñerlciC eñ-todas ias -épo~ caso Los menos, fueron miembros de la baja nobleza -=:'y ya veremos la misión que la polfticálmpeml ·1es reservó en las nuevas tierras-; los más, individuos de ubicación social media o sin ub icación dentro "del panorama social de la metr(¡poli. l-:ti~~aJgos han de ha­~er sirio algunos, pero casi todos los que afirmaban serlo estando ya en Amé:l'il..a no tenían de tales más que lo que su iin~ginaci6n les concedía. A ser h idalgoS vertían muchos, como ha ocurrido - y sigue ocurrlen­do-- en t~as las colonias donde hay una numerosa masa nativa, que puede servi rles de pedestal econó­mico y social.

Mayor importancia atribuyen los autores brasiJe­J100 a los elementos auténticamente aristocráticos de la metrópoli en la obra colonizadora, Lo cierto es que con el andar del tiempo, se fué formando, 4l11tO en~ Brasil como en la América española, una aristocracia nativa muy poderosa, la mayor parte-'de cuyos miem­bros 'er~ de as_<;:~rul.e.nciB.._plcbeya. y así fué cómo la filiación aristocrática metropolitana perdió en Améri.

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j'n , ell aJto g rado, la fuer:r.a {je convicción que lenla en I!:uropa.

Muchos autores latinoamericanos del siglo 19, pre­l'I('upados por descubrir la causa del progreso más rá­I':dn f('giSl.rado en las colollias anglosajonas del n()rte, ('I'€'y eron que el oJ'igen socia l de los colonizadores del 1J1}I'le -que supusieron más popular que el de Jos del ~lIr- podfa explicar la diIeren:cia. El argumento ha perd;do fuerza en nuestros días. Es probable que la proporción qe aristócratas que se trasladaron al Ilorte, I 'on ser re<l.ucido el número, no haya sido jnf~rior a , la de los que llegaron al sur. Lo que OCUITía exa que ' '¡'

en la América del Sur -sobre todo, en la colonia es­pañola- resultaba más fácil cons tituirse en arist6cra­tu, aunque sin blasones, porque había aqui grandes mulLHudes de nati vos, solu'e quienes podía sustentarse ('1 privilegio.

El origen sociHI de Jos peninsu lares no ha tenido importancia decisiva en la estructuración y en la his­toria de las clases rodajes de la América hi;;pano-lusa, pero es posible que le haya agregado matices que hoy no percibimos bien. Quizá en el futuro lleguemos a tener un conocimiento más cabal de los detalles que se ne<:esitarían para Uegar a un juicio de esta índole.

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I

I I

Aco'rACIONES

nUACIÓN HtSf()laCA !lE lA COLONIA HISI'ANQ-LU Il A

Hemos t r,,1 3llo el terna. con 1I lgUll<'l amplitud e n el capí­tulo V (le n ur Rtl'il \)1)1'(\ F,co"(lomfa de la socif'?(lnd colonial, (Edito rial 8l Alt'neo. Buenos Aires. HI~9). donde sostene­mo~ que rué un C'o1uita,! ismo eolunia! el tIpo de econonlIa que SE orgalli7"ó en l'st~ f'lllltlncute. Algu nas de las ideas que se eJCponen en eSI C ptlt';,\¡,;TarO 1;" eIlClH.'ntran más dC$a rrol1adas en ese volumen,

f'OBLAf'I(lN' Al , MAJlC!lN OD LA PRODUCCIÓN COLONIAL

Este tem" ha sido tnlt3do ('Il el capítulo IX del lIbro ci ' tado :mte.r1onnenlc.

JJ1VISIQN tu::r. 'l 'IIAJlAJ O, ' ;IlU l'OS ~rN I ("os y CLASU SOCIALES

PuC(i{! verse 1<1 ohrn dtad:l , pp. 205 Y s iguientes,

LA CAN .... OERU. EN MixlCO

Sohre el temo, VI!T el u'abaJo de José Minmda men.clo­nado e n la ni LJ llograrta.

C'O~fEKCI~ EN l.A. n UDAO 1I r. MÉXICO

En el DIá logo SegUlHI(> d e.- Cel'vantel; Salazsr, uno de 108 tre.s personajc!; que ! 'ccn l'\'I'!l t;n lti!!4 las caller.¡ de la ciudad dI' Méxkn -7::111101':1- ~lil'l': "Oh. ('n'" "l1ol'a ade.más qué mul ­lih!!.! de l lf'l\c1:J :-¡ y (! ll~ M(Il'n;HIt1~, t'u6 n pl'ovi¡¡tlls de valiosas m(:ITallcl'lul'l, IIU'\ '>OIlcurso 11(: r"r;)ste ros, ¡le compradores y vl:!mlc(\f}l'('$. Y hlf'~o, cu5ntn ¡.!~'nle ;¡ caballo, y qué munnu· Uo de la muchethnn hl'e de Ir'atanles, Con 'razón se puede afirmar haberse jtuHRUO aquí cuanto hay de notable en el nnmdo entero" ¡tOl),

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1 ,a CIl f'omicnda l'S el pri vllcSlo que la corona espafio la "I urg-a, e n vl¡' l\ IO (\~l ('u al d el'ta cantid¡¡d de indio;; treo hllja ::t I,:¡s ,;rdenes del l'nl'QJnend('r (I, o le paga un tributo, tiI'¡.:ü n l a~ ('pOC'I~ y 10 R luga res, Encomienda y propiedad " "'I' llOrlal ¡;;on co.sas lH~tinws «.>n la legit¡lación , porque la 111'l lII l'1"'<,I no ('('In« 'de tl l' I'f:lS <1 1 éll('onwlldero, En la práctica, ,'olncJden muchas , ' ect'R í el encomendero es un la tirundlsta ('\1),0 t ítulo lega l a las tierras es muy ollJetable, pero que, no ohs lante, las uBtl(ruct(l i'I ,

COllcolOl'COl'VO, que h allla vh'ldo en Nueva Espafla, decIa d~ Jos negros: "gsta nJc16n so lamt"nte se conoce en poco IllI mero tJc Ver¡¡Cl'UZ a México, lJorq ue es muy raro el que 1I_1sa a 10::<; pro"lIl(' i(\s inl('l'l ore;:, (lll donde no los necesitan ,y );on ln(1t il ~ s tlll rn ,el (: \¡] U\'o de los campos y obraje.!), por J:¡ ¡¡ lllln rl,111 (1 la du imlin !j I: ('yo t ~¡,; y rn f's lizo"'l , y algunos espa. ííIJlcs que 1<1 n Cc('sida ll obll ¡.p ti nVlle JI'Sl' a ('stas ejercicios" (205') .

Agul!'l'(! BclLrán, en fi U l'xcel enle E'studio Enbre la pobla. ción negr,l en México, el mAl;. completo liobre .la ma teria que ('(mocemos, hace ampli a referencia a l tráfico de esclavos de oriente, "Dt: Man il a comenzó a sa l1r, a fines del siglo 16 -ex. pll r.a (42)- tln galeón ca l'gado con esclavos y mercanc1as rum bo a la Nue .... a Espali.a; c1eselntl'tltcaba sus productos en AC8])uko 'Y' r~tot:Uaba con plata de las mInas mexicanas me­ta l •• preciado 1>01' los ¡:;'allgleyf's, Posteriormente, el 2'6 de ago¡;tII (le 1(;;'13, e l nfun ero tle ga l{'Unes fué aumcntado a cua­tro, y lucgo reducido nu: vamellte a uno de g: POan tonelaje, GOO a 800; hasta que Mé XICO lI'1:'CJüL'Ó la independencia la re ' I{'.l l¡¡ ridad de (>5(e lrMico nn hi lo jamás Int~rJllmpida ,

tiA N m'v a Es pañn comenzaron a enl l'Ür esclavos de Or iente, redé n conr¡u lRlada Manila, El general Ló~ de Le· gaspt rem1l\ó algu nos, (I\lC todavia poswan IillS heredero! en lal; haciendas de CQy uca, ('ntrnflo ya el siglo XVII, 'Estos es.· c1a \'o!J adquIrIeron 110SlE'rlol'mente. s u Jlnert¡¡d y fundaron un t)al' l'io en el fleq uC'ño puerto, 8e ded an indios de Filipinas , pf'rn l!ntre ell os hl¡bla muchos mulatos, lo que hace suponer que no eran exc lu Eilvu mcnl e lndrgena~ del arch\plélago, sino de Otl '05 muchos )ug[¡I'CS c.Je Oriente,

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j

"La entrada de escl avos P<lr Aca pult!o 3dqulrló imlJulSo lIesde la u llima dL-e ¡¡I~a d el !'lIgIo XVI, por lbS ml¡:;ffias r azones que hiCieron tomn¡' vidu al u 'Mlco de Ilc~ros , eslO es, la de­manda del mercm lo novoespaiiol, Uu ran lCl todo el s iglo XVII la Introducción dc e¡¡lO¡;: e$<:lavos conti nuó :\ fa vor de la in t{,r1'upclón de la (:o llccsión ele Imi asienlos, y la dl'Clllencia 11.l!1 come rcio d l~ (,'>ld.C:IVO¡; pOI' e¡.¡ la vfa !lO l U\'O dectu s ino hasta el primer 1<'I'cio l1el :>ig lo XVIII".

Los esclavos tle ul 'il,m te, que ImJ\' lcnen !le M,mila, eran destinados, en parte, .. los ol' I, .. j('s 'll' Mé-xico, Puebla y ot.ras d udades (Za vala, CQntacto de c,'1t lt tlTas, 184) .

" mn¡;NTu n¡;o SUlVANTS" Y.N t A::: AN'rILl ..... s DANESAS y ¡;;N EL

NQRTI:

lJna de Ins dificult<.tllcs 1?,1'<1\'es que clllorpeció, durante algún tlempo, el rtesa t'l'Qllo de las t:.uJon\¡I" brllán il:a.'l de Amé­rica del Norte fué que el trabajador blnneo q1J~ ll t'gaba a elJQs stn haber vend.ldo antes IHI Iuerl!<l de trabajo, dlif· cUm«.>nte permanecfa m uc'ho tiempo en condición de a!:la' lal'tado, Era aquella una tierra sin Hm!les , menos e,scarpllda que muchas partes de Améric:J, dl'J Sur y con pOblacl6n mil· cha menos densa t <lmbiéll. SI en é l bullia el ansia de la aventura _y ya venir a Améri¡;:a era u na aventura- alli, a su alcance, se ahrín 1.:'1 hori zon te Ignorado Que podfa condu· cirle quién sabe a Qué di!sti nol'J , Los colonos bla ncos com· p.rendleron que esta. 1\13 1lQ (le ohra blanca europea sólo que· daría su jeta a la Ill'1'1'a. POI' lo menos durante al gunos afios, si venia cOn su suerte ya predettlrminada por un conlr.ato, que le impidipra moverse de la heredad, Do al U, los "Inden· tured servants", firman tes d~ con trfl tos que 3 veces ni ha­blan leido, pero que al llegar a Atn~rica ténian, por fuerza. que trabajar una cant idad determinada de años dónde. y Có' mo se les Indicara. Venciuo e l plazo fijadu, e l " indentured servant" quedaba en Ubertad y, a v~e!l, l't~ci b¡H en compen· sación un. lote <le tlprra (IUe port ia cul tiva r como propletarlo. Tamb¡~n a (!I $e le abrio entonC(1S t'1 hori.2\m tC'. de lo ignor::Hlo y de él dependía la <ll't'emetidól , \):11';). l)uSCllr la for tuna que la Vieja Europa lE" negaba,

Las Anttllas dan e¡;as, en ('amblo, era,n u n lC!r ritorlo mu­cho más limitado y no s.erla difícil que SlIS "Indenlured ser· vanta", las más de las vect!s, continuaran, después de ven­cido el plazo, tan someUdos al sei\ot' como an les, A veces, la

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1l 1leraci6n lesa l no cambia la suerte real del trabajador , sino f¡Ue la empeora, como ocurrió en el siglo 19 con los esclavos II<'Jtros en a lgunas Islas de las Antillas, hecho éste al cual n{¡lO referimos en el Capftu lo JI, i, 4.

I.AS vAQUJ;;nIAS E N nv¡:t:Ol> AIRtS ~ RL Ul'OllAL. JlOY ARG ENTI NO

CiJIÜ h a e¡;;tudiarJo en varios mopograffas lo hIstoria de las vaquedas rioplatenses y de W1 per~on¡¡je vlnculado a (' llas esl n.>(Jlamenle: e l gaucho (ver Jos tres trabajos de este aU lor mencionados en la Hibllog¡'afí<l ), Sohre las V8q ullrlu C'n Santa Fe, €xpresn : " La casi lotall llail ue esTas conceslo· nes en gran esca la -se l'erlel'c a la'i .~U lorizqclulles para va' 'Iucar, 'I ue otorgawn los cabi ldos- li.:!nen iug;)r l' nlre 1700 y 17JO, E n €'$ tos ailo's se rollcedcn llc<,uchls d~ v.HJuear con destino a exportación, cn~i t.odas al Para'guay y a CQrl'ienLes, que están l'SC'<lSOS de ganado, Las Ilc(ondas van de 2 a 20,000 ca l)~'zas Existen en {'stos '1I10S en Santa Fe verdaderos em­prl'sltrios lIe vaqucriru; {I Ue. Ci l'm¡1 n contra l.o~, sea con el Ca· ¡,ilrlo, Il !?a con loS J esu!t"s del l'al'agulIY, los mayores com­pradores,

"Una vaqueria recj ulere un fuerte ca pll.allsWl, que cuente con docenas de carretas, miles de calmHos y tc.·nga cómo paga r anticipadamente los vfv i? res de la expE,>dici6n y los salarlos de numerosos peones durante seis meses que, COntO ml nl mo, dura una vaquerfa. POI' esto es que una vaquerla r<!Q ule l't' un capita l de 10 a 30,000 pesos,. , Entre los más fuerte-¡; captUlllsta 9 empres'H'ios de Santa Fe se destacan Antonio Mát'(lllC,Z, 'Mont!t'l, And ré1! L6pez Pintado y Fran­cisCQ dc Vrra Mujlca" (G~ulc1IOS de S!lhta Fe , 64).

CARVAJAl. Y P:L MARQUÉs DEL \"M_I_E lll: OllXACA

E l Marqués del Vall(> de Qaxaca y Francisco de Carva­jal son -en México y Perú, respectivamcnte- Jefes de le­vant...1mientos de encomenderos producidOS a consecu(>Dc!a de la promulgaclón de las ~~yes Nuevas_ las cuales organizan fI mediados del siglo 10 un lluevo ri-gjmen de dls lrihul'ión y explotación de las encomi ~ndns , La>: gUl!rras civi les Que pro' \,o<'(l n las Leyes Nuevas en varias parle:;; de América SOll e~t ¡¡lli dos !'le la prépotencia sd'iol'ial y sUs dirigentes se mu es· tran Oif>pu~!itos ,r todos los exTremos_ Carvaja l, t t'mernno y bhl,,: rcmo, que se sentia en Perú más podcrOilo que el monarca

,., ,,-

-'

Ibél'!CO, se prupuso pl'OcJilllHll' una monarqufa Indel)(>ndl ente y se otorg6 (1 sí mismo e l títlllo bien derlnidor de "General d t>1 felixci ss.i mo e:<él'cHo de 13 lIbl' I'Utd del f'erG"( Meanl:, Fall, !)2: Out lélTcz, QUFrnls civiles, r, V il ),

INQlJ lSICION y CI.ASE M mM

La olm 6sfe-ra de terror crt'ada pOI' la Inqu isición en la hilja Edad MNla y Jo,,:! J>r ¡1l1{,ro~ til'm¡X)!t de la Moderna so· fOCó, en pane, (>11 (/1 continente v i¡,jo, la cX (l<l nsJón de las cI<lses m :'d las, aJm[lclgQ dc rebddts, heréH{.'o~, escépticos y disidentes,

ORlGl:N SOCllt l, DE l.os J'OIII .AOURES EUROI' lms

1, Fw5 prc>oCll pa ci ón de los hi s~orl<ld01'e9 latlnt'lam el' l­canos qel siglo ni -y de 110 pocos 3utores que han segu.\do sus h uellas co t'l ~ iA lu 20- lu de. ~nCflmrar las causas de la nota l l l~ dil .. renda (le de~al'ron{) {'(;onómií'o registrado en las j:Qlonlas britániNHi (Id n on e respecto de ¡<lS colonIas hJs pallolusas. En eSle lIhl'O. asi com o en nuestra Econ(im(a de la sociedad colon ial , re.'ordamQfl a menudo las tesis suslen­!adas p<:lr aquellos en esa IlIHt{' rül, .-ssl s iempre pa¡-.. refu· tarlu,

Una de las ('ltpllcar:iolles f¡lIe Ofr('Cle.ron y l¡UC guzó de pan iCUlar aceptaci6n - ;Iún se la ~11:Llen \l'a en algunos es­crito rcl>' (.'(m(~m ~'lO!·álleos- ru~ 1;1 de {¡ ue 13s colonias brltá· nicas del norte eSW v¡¡'wll pobl¡lrlus pp r honestos ll'ob¡¡ jadores europ{'ús, progrl'slSlHS, mod ::radOB en sus b~bltos, demócra· tas en sus convicciones y neno~ de iniciativa,,: loables; mien­tras que a la Amér ica hi sl)ano]usa vinieran , cílsi exclusiva­mente, hol8az~ nes y tl'al amunclos, hida lgo\; pretens !oSQs e Ignora ntes, f' xplotador rs ¡¡in U 11)111. E st.:! tesIs e>l ló completa­mente desmentida por mullltud de hC'chos que conoccmos hoy,

2. En cu:m1.o ;1 ] ol'igt'n soc¡" l y a la actitud psicológIca de: los io mlgl'üntl's ihél'ko$, los ubsl' rvodor es más sago«,s de la época colonial, espaÍlo les y portugu<:s0s , coinciden en lo fundamental.

Jorge Juan y Anlonld de UlJoa, cosmógrafos Que dlrig[an la expedición cientlflca que la corona hispana envió a varias de s us colonias del Pacifico en 1135, eltprcsan ~n sus extraor·

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,linarias Notlcia.s secretas (42Q): "Lo~ Europeos y Chape~ t.ones que llegan a aquellos payst's son por lo general de t¡ IIn nacimiento baXo en E!!pafia, 6 de llnHj", poco conocidQ, :, ;\1 e<!uC<lclón ni otro mé rito al,guno que los haSan muy n'l'<lOlen(lahlcs". Y agregan: "COmo las famili3S legiti ma­mcnle bla ncas son raras all:'i, porque en lo general sólo las ,tt~Ungulthjj gozan de este privilegio, la blancura ucdden-lal se h;¡ce allá el lugal' qué .deberia corresponuer a la mayor jerarqula en la calldad, y por eslo en siendo Europeo, ¡.;ln otra mlis circunstancIa, se juzgan merecedores del mis­mo obsequio y respeto q\le se hace á lus otros más dlstin· guidos Que van allá con su~ empJcos, cuyo honor Jos deberla distinguir del común de los demás" (421). Un fen6meno f:emejante es el que se trasluce de la ohservac16n heCha por Luiz Vahla M(mtelro, gol>ernlldQr (te. nto de Jtmelro (citarla por Vianna, PDpula.cDe.~ , J, 70), que observaba que Ill.9 portugueses blancos, aunque hubiesen s Ido criados I'on In azada <>11 la mano, "em pondo 08 pés no Brasil Jlenhum 1111l' r tl'nbalhu". t

~I 3. Jo:. l:'ls colonias brháni.cas del norte llegó un mos:üco

.Je t,1I)t<l variedad como a las hbpanolusas del sur. Sim-1\le5 y p lebeyos eran, en decto, - según el agudo pro· loguisla de la edicl6n más reclen\e del histórico diario personal de W llliam Bradford, WlO de los prindpalcs hél'<le5 del May(lower (WUlison, viiI) -los p,eregrino!l que Inlcta­mo la colonización ue Massachusetts, de cUy<l pSlcologia JIO Sil'mpl'C bihlica hahlaremos en un trabajo próximo. PeTO al lado de cllos, agrega, peregrinos viajeros del Jl.layUower wmbién y que eStaban en mayor número, venfan hombres slodienlos de aventuras fácl lel'l (xxii). Los puritanos que Ilf'gan después a la Bahla de Massachúsetts, con más can· tidad de sans!'e azul (¡ue los peregrinos, asplrahan, seglÍn l'arrington (1, 24), a ser mirados í\qui como hidalgos y a vivir: en América "ele UTlIl manera selnlleudal, rodeados de ".'an número de sirvientes y satélites", Lord Baltln\Ore y fl uie)1('s le acompañaban traian el propósito de estllblecer (>11 In!; tierra,'! nuevas un gran dominio feudal, segÚn Mo­rison y ComOlagcr (1, 47).

Pi:!ro no eran ~sos totlos. A la :América británica Ile­gaTOn ogricultores y pe(,lueños capit9.lislils empr~ndedore'

y tenaces; conden ados por deudas y por deUtos comunt,': preoos politicos y prisioneros de guerra; aduH08 y niños raptados en los puertos del continente. l,a enumeración Que

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hace el historiador de ll;¡rbados de los orfgenes de la mallO de obra que llegaba a lu Isla (lIarlo\~-, W2 y sig.) coincide con la que Jo;; UuIOl'\$ e,;t.odounJ denlles y británicos hocen p'ara las colonlll~ bl'ltán lc:1 3 d~ tierra firme.

4, Es muy dificil ('s; lab lccer proporciones, ¿Con qué base. se podrlH smaen('r ,?ut' Jo!'! elementos sanos eran, pro­po~clOna lm e nll" má.~ !lunu.'r01,;os aqul o allá? WaJker, el hls­tOTlador del impel'~O b¡'Il<inico, de:;pué¡¡ de mencionar toda esa ga,ma de cI'jalurag (Ic lUn divcrsa extraccl6n y vocación que vmlerol1 a la América britáJ.llca, conCluye sosteniendQ que el grueso de los emigrantes estaba formado por ambi­Closo.s que deseaban probar fortuna, por Tos Que ventan a reufllrse con sus amigos y por (os que cardan detrás de una aventura (15), Es decir, gente nada extraordinaria ni en lo hueno ni en lo malo. '

Un factor que DO ha sido t.enldo en cuenta con fre­cuencia y Que, sin embargo, ha condicionado fuertemente el o~lgen socia l e Ideológico de los emigrantes ha sIdo la polfUca de los gotllcrno¡.; metropolitaMs. La E spafia de Car­los V y Felipe 1I, subyugadora de los Comuneros y cuya polftlca económiCa &<lfoeél a la hurguesfa ártt!sanal y mero cantil naUva en muchos lugare!; del país, no es la más Indl.­ead.~ para se leccionar los emigrantes que debfan Ir a las Indias, digan Jo que dijeran algunas Re-a les Cédulas donde se b abia de la COnveniencia de enviar nrtcsanos y titulares de otros oficios manuales.

De Gran Bretaña, lél calidad de los que emigran depen­de del vaivén de la polHka interna. A veces, son puritanos d~ !"E'ntalldad republicana -1G29 a 1G4~ sometidos a con. dlClones opresivas después de la RestauraCión_ Otras, aris­tócratas monarquistas que huyen de la Guerra Civil y de la República de CromweJt (Walker, 15),

5. No es en e¡¡e Intrincado laberinto del origen social de los europeos, ni (On e l terreno de s us Intenciones persa­nale~, donde ha! que hurgar p<,ra explicarse por qué la A.merIca angI09ól:]Ona jlfOSplll'Ó tanto y la hispanoamericana menos, o nocla en rcgI01H:S. Otras clt'cuns tancias llISt6rlcas ofreCi:m una rCSptHlsta mejor, COmo 10 iremos viendo en esta obra y, en parte, lo hunos estudiado en nuestro volumen anterior sobre economfa colonial

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La proCesión es un elemento muy importante para es, tablecer el estrato sodal a que pertenecen los Individuos, pel"Q los Ihnlles deJ eatr:Jlo no s iempre coinciden con 101 de la profesi6n. E sto se observa gCDl' ralm ente con los rnlem " broa de las burgueslas comercIales, 'que Í1wicrten sus ga­nancias en la adquisición . de latifundios y en el prés tamo a 1nlel'és, Con frecuencia, un mismo individu'o ('S comer­ciante, hacendado y prestamista,

UIUi ffiÍ!;ma Dl"oft'si(¡n, adem<'i~, pu ede tener distintas jct'arQufas social .. :;, según el l ugar y las conctíchlOCS en Que ¡;e ejerce. E n totlo momento, IHlY mineros, e l} las t:olonl¡¡s hlsvanas '1 en l::Iras.iI , (jUl! apenas pueden ser considerados corno Integrando un a clase media indigente, .:.'I quienes ayu· d:ln en su faena dos o tres esclavos y que utlJlzan tOSC08 Instrumentos de trabajo; mlenu'as 'Jue, no leJo8 de e llos. prosperan otros mIneros que liemm a su sel'vicio mUes de !rHlIos o nI::gl'(ls, qu e clispO!1 (!n (l.el in"t r'um ~n tal más coso toso (je la i:poca :r que Ilertenecen a IJ¡'; aris,l.OC rucias má.s pO((~rosa8 ud continente,

La jcrarqula ooeial de unn profesión suele vari ar tam, blé n con el tiempo. Ei.ito se observa fár.tlmentr \)1) una his' torla económica y social tan movida como la del Brasil y f'n el texto ~itamos a meU\ldo grupos sociales integros que desclcndcn o ascle l'ld'en m pidamente.

Con frecuencia" estrato y 20na geo~ránca JlO coinciden, En una misma zona l)uede h aber profesiones cuyos mlem' uros no pertencC\'n al mi~mo estrato_ Al lado d~ terrate­nientes esclav6cratas q ue crian sanado y <tue forma n parte del grupo aristocrático , hay ('o el nfo de- la Plata Oll'O8 terraten ientes esctavúc l'atas ganaderos -«In tierras más pe' QueÍl8s, menos esclavQS, sólo algunos gauchos libres y es­CólSO ganad~ que no pasan de una mE'cU~cre clase medIa , A la Inversa , los Indiv iduos de un mismo estrato pueden residir en lugares muy distantes unos de otros, como los comercian les minor ista¡ en las urbes coloniales,

EsloSanteeed('ntes son Ilnporl.ame!4 para estudiar los conflictos de clases porq ue en la colonIa hlsp:=molllsa sue' len complicarse Sobremanera, debld·o ;;J la existencia de mú ltiples estratos cuya delim ltaclon pUede resultar dificil h aCi!r, Los conflictos entre un grullO Y otl'O grupo de

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comerciantel!, enlrE' unos ganAdel"09 y o tros, entrc minero!> y mlnf'rós suelen alcanzar not.Ol'la estridencia y confundir al estudioso, que ,pUf'd l' "1'C_í'r que sO 'trata (le rencillas per· sontl les o de odio;; n3"lon;lJ~s o raciales, cuanrto lo que cn realidad ('s talin ~on Inlcrese!l económ icos contrapuestos,

SIG'NU-1CADO llE IILGl I NOS 'l"ÉRM J){os

.AcciOllero de 1;(lqlwrfns. lo:lL el R ÚJ dI.! la Plata , la v a· qUl!'rfa Cfl l a ('8Z<\ ,t)rg¡m izarla ti t l g~fLUrlO cimarrón, especial· mente parn dc~p(JJu/'le ·del cuero y el sebo, con propósito comercia l. Con el correr del ticmpo, la vaquerla espont<1nea cede e-I ]lfl flO a la ,'eRI.1DH'n tafia, Los Cabildos otorgan ~n' cesIones pan llevar\n .~ a calm y a esa::; conc~onc!> se les llama a_l~ciones d e ItJO'lllCO. ,E l acr:i(}lIt)TO ~~ el titll 1ar de accjones de vaq ueo. l'u('t!e ~el'lo un part icular o una cor­poración, En este úl timo t':n.o están las misiones jesu Iticas,

Cal1>ixtlc u Cfl ll¡i:J:(fUe es el C¡IP<ll;)7, mayDrdomo que el propietario blan('o 'tlcne en .",U f! haciendas en México, para vigilar la fae na tie los lndígwJ\as. Negros muchos de eU(ls, los cal1)ixtles se hlcie rnn h'l mosc"l¡:; por su crue ldad.

Ciclo del 1)f1lo br asi l . En la hist<lI'lll ff:o n(ÍmlcíI del Bra· "n, denomfn asc as! a l pc: l'lodo rnlcia] Lll.) I'xpl oradón, en los primeros afio!: d (>1 SiRIo Hl. ('n {'l cU;ll 101'1 n:weg:;mtes lusi· tanos 1mcen d($f'mhafC'O!,< .... n la c(l~la '1 rt'l'n¡;l'n palo hrasil , que luego vend.cll en guropn .

Fazc'7ldeiro de ('uU ell, ~n l:!l'ó),s ll , el hacendado Que ex' plota un enCeLa !. Fo.undeírQ de {jlulo, 1'·1 que explota una estancia , halO o hacIenda de ganado_

Imtent'ured servant os el trabajndor que, proveni ente: de puertoS del v1r:jo contln(' l1 le y especIalmente de Inglaterra, fIrma un contrato por e] rua ] ¡;c ('ompl'onwle ól trauaja,. cier, ta. cantidad de año!; en la finca de un colono en América del norte o de la$; AIlt.i lJas, Al cabo de cs()s años, recobra su libertad de accl9n. E,1l la pn1clicól, .su condic-ióo es seme­Jante " lú de L e~cla"o . F;¡ L ..... ntrato ~s a m (,'ouuo firmado en romph>ta Ignoranl' la de S il contenido. A ve('e~ , el indiv iduo es F.tl,tado en 1u;; pucrws ingleses,. después de haber sido embrlagªdo, por ng<\i1l(' ¡¡ d() la compílfi.la propietari a del huque que le tras lada a Amé.ric.a. El capItán del buque, al liega r a óe!itlno, pone a remate el ~ar¡:::amento de "Indenlu· red s~vants" blsn<:os que trae a bordo.

En las Antillas {r¡¡nctsas, los en[lrl!Jés a t renl.e-s ix mou

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l'¡'I'I'cspontlen n los üw.c1ltlu'ed scrvant.$ de Amérir,a del norte y (Ji' otrag AntHlns.

!lulnderistlt es e l propietario del saladero, primer esta ' IIkl'lm lf'nlll desti narlo en el Rfo d lt la plata a preparar lo ,',' t'nl' ('011 destino al consumo local y }¡u envio a otras colo­HI: IS,

Sc11 l/01' de e7lger¡ho es e l [lropll'tario de tierras, instala' ,·'"neE;. esc1o\'os y vid3s humanas (> n el Ingenio de aZÍlcar, 1.'11 UI'asll .

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1

CAPiTuLO U

EL PROCESO TRANSFORMATIVO DE LAS CLASES

Si la 'sociedad organizada aquí hubiera sido feu­da l, el proceso de tl'all!3forruación de sus djstintos gru­po·s" se hubiera bperado :con gran lentitud histórica Y1' casi impE"rceptiblemente, Estaríamos en presencia de castas sociales, superpuestas y anquilosadas, Impene­trables --en cuanto pu.cde ser impenetrable una agru­pación humana, cuya entraña, sJn embargo, jamás per­rrHmece idéntica a .través de las edades,

Los españole_'!, es verdarl, usaron la palabra~asta para clasificar lega l y socialmente a ciertos grupos ét­nicos y sociales. Idéntica inspiración tuvo la ley en la colonia británic.3, que intent6 regir el ordenamiento social de .acuerdo con la pigmentaci6n del individuo, y e n la colonia Iu.sltana, a pes., r del irresistible im· pulso sexual del portugués blanco, que redujo casi a la n<lda Ja pureza de la sangre. se encuentra también un Intento de ordenamiento similar .

Pero ni la- tel'minologia aceptada en la época, n i la letra de la ley, ni el rostro de una sociedad son argumentos decisivos para convencer al historiador, A! hacer la afirmación de que rué un capitalismo co­!Qrtial lo que brotó en estas tierras nueváe' -=-éipn:a: . .

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lisrno con inlenso colorido feudal, p~rp no feudalis­mo- r e<:h¡nmnos la idea de las..f~tas y a ceptamos, en cambio, la presencia de clas!.~_~.~a!esJ " sul~.~~ a u_n yroceso lrans(ormati.vo que, nO por I~nto la~ mas de Jás' 'veces, escapa a los ojos del estudioso ni deja d~ pre6cñ~r, en (X'asiones, epIsodios de rapidez y mo­viUdad tales que recuerdan a los de la época actual.

l. MOV-ILlDAU B INMOVILIDAD

l . Af.cAI'lCE nr. LOS CONCEPTOS

La posibitidad de que Ocurran mutaciones en la entraña de una clase o la tendencia que ésta demues­tre a esclerosarse SOl1. a la vez, efecto y síntoma de (miL mulLitullll c fenómenos de: la más alta importahcia. E l t('ma eR al>fi:>ionuntc. rOmo sielllpre lo es acercar el oído ti. las pnlpilaclones de un organismo viviente, porque en el cambio está la vida y de' esos cambios que son la vida depende siempre el destino de la criatura humana.

Para nosotros, el planteo de este proceso, aunque formulad o en términOs técnicos y objetivos, está siem­pre en la más intima relacIón COn la 'suerte del indi­viduo y con factores de naturaleza tan subjetiva, como son su sentido de seguridad y su bienestar espir itual y físicu. con la ¡tle" que se forja del mundo en Que vive y aún con la lógk.a que gobierna su mecanismO mental .

Se ha advertido en la sociedad colonial una ten­dencia. predominante a que las clases y los grupos continl¡en tsiempre s iendo lo que son:¡Ha sido esa una de lns cílr~terh:ticas más insistentemente ob!iervadas por nucsJros h:stor indores y estudiosos y no cabe du­dil que. fué el ideal de los jefes políticos y de los t e6-ricos de la época eolouial, lanto en las posesioñes ea-

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pañolas y lusitana.s como en las británicas, holandesas, francesas y danesas" salvo muy escasas excepciones. t>ero esa ten(lencia no llega a imped i.r que se operen lransformacjones dentro de una clase y un grupO; que se amplíe nntablem ente, a veces, el número de sus miembros y di sminl1y:::J olras; que una clase o un grupo se t'>ncucntrcn, en ocasiones, sujetos a cambios prorundos. que altel'en ¡;;U risollomla y modifiquen su sta.t1(S social; que., en ciertos períodos, una clase o un grupo sean poderosos y pudientes. para ser , más ade-. lanle, Hva sallado~ y. aniquilados e~. el terreno ~?n6- \ mico. Eso es lo qu(' lf~m<Imos movIlidad o mtLtabthdad \ y que aquí estudiamns simultáneamente con la illmO- ¡ vilidad. porque nos p<lrp.cc que son dos aspectos fn- L

Ornamente Telacióllados de un mismo proceso. lnmovilitlad absoluta -conviene aclarar- no ha

existido nunca, y el vocablo lo US1.lmos aq.uí con un alcance relativo. Es a la trndencia a inmovilizarse a lo que ,nos refel"imos al hahlnr eJ e la inmovilidad social.

En )p inmovilidad lle los grupos sociales, el[pJj~' t vilegio tiene siempre inmportancia decisiva, CUando ¡ -éñ1asociedau colonial encontramos una clase o un grupo inmovilizados, con manifiesta t endencia a ce­rrarse en si y prolongar su identidad a través de gene­raciones, descubrimo~ también que esa actllud se en­cuentra inexlricablementc vincuJada con la defensa de un privilegio - económico y social, siempre; a menudo, también politico y racial. a veces, profes ional-o Hay en la inmovilidad un reconocimiento de la existencia de una de~igua Idad socia l y un <tct!") de voluntad ten­diente a prolongar esa de~ igualdad y a ahondarla,

Una clase () un grupo de poscooores, con tendencia manifiesta a ]¡i inmovilid<1d -que llamaremos ol¡gar~

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qufa-, surge 5610 cuando existe cferto número de in· dividuos que tienen algún prlviteg;o que deíe.nder. Más se cierra y más impenetrable se hace cuanto más ¡¡menazados siente sus privilegios.

En ciertos casos, no es tanto la magnitud del privilegio como su inestabilidad 10 que determina el grado de inmovilidad de! grupo sociaL As! se explica que se descubran~P.9~ de 9-..!.~.es~.nQi]que tratan fé-­¡-feamente de(PTI?JQngB.!. su inmoviUdad;>en defensa de privilegios mOdestos, pero ·vacilantes, cuya vigencia puede cesar con el capricho de un gobierno o con transformaciones económicas de corto alcance.

Otro factor de prImera importancia en este pro· ~eso es el sistema de relaciones existentes enlTe po.­seedores y mano de obra. Cuando ese sistema está basado en la violencia, cuando más ostensible se hace la injusticia. más cerrada tiende a hacerse la oligar­quía, más agudizada y agresiva. su conciencia de cla­se, Es 10 que ocurre con , l~ ... min~r~A.e Potosi. se~ ñores despiadados tuyo privilegIo colosaf" ·equiere que una multitud de indígenas desaparezca peri6di. camente en la entrafia del cerro y, en general, con todos los mineros de la époc¡.\ colOnial. En el caso inverso,' l~ . pligarQufa, cuando la defensa de su pri· vilegio exige menos violenci~, menos injust.icia, tien~ de a hacerse patriarcal, a buscar también en el méw rito individual una base de apoyo. ASí, en los grupos, indudablemente olIgárquicos, de ganaderos del Rfo de la Plata, del noreste y del sur del Brasil y aún en el caso de algunos de los senhores de engenho brasilefios.

3. L os SILLARES DE "LA l NMOVlI,lDAll

a. Génesis. La tendencia a la inmovilidad apa· ' rece en la América colonial desde el primcl' día de BU ,

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thistoria, porque el colonizador viene a buscar privile· \ glosY:- cuanto mús ampllos, mejor. Pero el verdallel'o I proceso de inmovil idad no se Dgudíza más que cuan­do se presenta la posibilidad de que el privilegio sea grande o, aunque modesto, de rendimienLo seguro. Por eso se desc.ubre muy tempranamente en algunas zonas la presencia de (lligal'qqÍ<.l s de perfil nrtido y marcada esclerOSi s socla.l, 'mientras que en otras ' Stll'.

gen mucno después o árrastran siempre una existen­cia desdibujada.

Cualesquiera .fuesen las ventajas que se ofre· desen a los· europeos en muchas regiones, en ninguna como en el valle tle México y en la sierra peruana encontraron l'éüú·idas con mayor fortuña~ Jas- condi· ciones de la prosper idad colonial: abundante ~na..J;lo~ de obra disc iplinada, con hábito de trabajo sistemáHco y abundantes metales ;PTeciosps -que era entonces ~ la mercadería de exportac:ón más codiciada en el mercado centro--occidental europeo. Nada de miste­rioso tiene que ambos lugares fueran asiento de las más tempranas y "Igresivas oligarqulas, en las que primero se manHicsta cún radicDl agudeza la tenden· cia a la inmovilidad.

Ya despierta el proceso con los conquistadores mismos, muy pronto divid idOS en be1icosos grupos an· tagónicos, cuyos privilegios - los reales y los poten· c1ales- no tenían más límite que la ilimitada ambi· ción. Estalla sangl'ienta, espectacularmente, a media· dos del siglo 16. cuando el poder imperial intenta, con las Leyes Nuevas, establ~cer una norma econtJ. mica y política, en América que no supdme, sino que pone el primer v¡)ll~dal' al privilegio.

b . Actitud del imperio. E l poder il}lperial espa. ñol tuvo siempre una actitud de desconnanza hacia el. sursl!"Iento de gl'UpOS socia les privlfegiados·- muy

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poderosos en América, actitud que también tuvieron

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un. misterioso y eficaz antldolo en las instrucciones secretas envlao<Js fI las autoridades peruanas, orde­nando que aquellas leyes no se aplícaran si la pro­ducción pudiera COn ello sufl'jr menoscabo, porque la voluntad del monarca no era que ésta cesase (107-9) .

Las leyes de lndlas c:ontenían, es verdad, muchas disposiciones que hubl(>ran obstaculizado el proceso de inmutabilidad de las oligarquías mineras de Mé­xico y Perú, pero hay una multitud de instrucciones a los virreyes de ambas colonias que cumplían la fi­naHdad exac.tamente opuesta.

e, El latifu lIdi,o. Otro factor que actuó desde la prirnl!ra hora y estuvo presente en tlxla la historia C?Jonial. de Améxk'a rué (fa cQnccJ~traCl6~ 9~ lª-RJ'O­

,Pl~<!a~d ..!.nm~~p}_e. ¡En MéxlYo y Petíf,=iug-ares de densa 'poblaclón indígena , el latifundio cl'eció a expensas de la propiedad dE.' los nati vos. El blanco no s610 !>e apro­pió de la tierra dd indio, s ino que redujo 8 éste a su servicio, r~n ] ( 1:'; lugUl'éS t.Ionde la tierra estaba jnba· bitada -en la pampa rir)platcme, en el sertao brasi. leño-- el la.tHundio, élI expandirse, no proporcionó al l' europeo un beneficio económico inmediato, pero le agregó. un ~rito....soc.¡a1. Españoles, portugueses bri­tánicos, lram::éSe·s,- lioJandeses y daneses sabían q~e en EUl'Opa la propiedad de la tierra acrecentaba el mérito social y los colonizadores .de todas las nacionalidades buscaron en América o--sin una sola excepc:i6n- el lat,üundio que les enriqueciera o que, por )0 menos, diera lustre al nombre de su familia.

Fué I\.b.aQ Q.u ... eipo, quizá, el escritor colonial que con mayor lucidez señaló en México los m<lles eco­!19tp.icos del J.atifunctio. Funcionarios y economísfas hubo en otras colonias hispanas que, bacia Unes del Siglo 18 y en los comienzos del 19, dejaron páginas muy impOI'tímtc-s en igual sentido, entre elloS' eJ Qi·

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dar-Visitador Juan 1\nt~nio Mon, cuyo informe pee· r sentado en 1786 a la Aüdleiida: ae Sauta Fe, en' Nue­va Granada, es considerado por Ots Capdequi -que Acaba de exhumarlo (/nst , de gobierno, 101)_ "pieza,l documental de un valor histórico poco frecuente", "

,En Mé.?Cico, Perú, Venez~cla, BI'asB -aquf. el ne­gro lmportado vino 'a valorizar la tierra- el latifundio rué asiento de poderosos grupos sociales; la incesante conce,ntración de la propiedad rural en pocas manos ~ntTlbuyó notablemente a la inmutabilidad de las ollgarqufas de Jatifund islas y encomenderos, senhores de engenho y !azendeirQs, Es Jo que habia ocurridQ en las islas británicas de las Antillas -donde, en el si­glo 18. ,no qued!lba prácticamente pequeño propietario de 1[1 tl.erra, con excepci6n de Barbados (Ragatz, Old pt~nta~tO'n, 1 y nota al pie) - y en todas las colonias tlflt.ámc.él s ~el norte, aunque aquí la inmemidad del territOrIO siempre ofreció una pl.lerta de escape a la esperanza de lOs que no querfan aceptar la dura rcaJi­d?d y, que ,f~rmaron una ret¡¡guardia de pequeños pro­pietariOS, leJos de las tIerras más valorizadas.

También estuvo el JatJfundio presente en las dos - . márge[le.s del P~ata. Algunos aulores del siglo pasado ./ -FrancIsco Ramos Mejia, entre ellos (Federalismo 191 y s ig.) _ sostenían ql.le esta parte de AD1érlc~ ha~fa Si?O refugio !.le pequcflos propietarios y que el Jat¡fundJO no había proliferado. Pero ya Manuel Bel8 grano decía todo lo contrario en 1819 (Gondra. Bel­gral'l.o, 258 y sig.) Mendoza ha explicado COn claridad : no hace mucho, c6mo se fiJé desarrollando el proce~ de acaparamiento de tierras (97 y sig.).

Lo que ocurrió en el Río de la Plata fué otra cosa. No se formaron oligarqufas pod.erosas e influyen les como en otras colonias, pero no por lo que supuso Ramos Mejía, sino porque, para Iléllorizal1 es~ enor­me!> latifundios, J)o habja en el Plata mano de obra stJ-

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lici~t~ !,i hu biera n pod ido Jos latHundistas, aunque la {uvier'an, exLruer de ellos los producLOs que el met', cado Internac.ional paguba mejor y que otras pa rles de Amer lca le proporcionaban -metales, diamantes, <lZÚC8r, tabnco, cacao, algodón-, Hasta Jos últimos de~

cenios del siglo i9 tendrnn que esperar los laLifundjs­fa s rioplatenses para poder lanzar en las corrientes del mercadQ internacional el producto que dará lugar a la formación de una poderosa oligarquía: la carne vacuna.

~ 1'; '¡":' l{-"-d , La expansi6n del privilegio. Lo cierto es que •• w' '''' L

en la soe~(;.'dfld colonial cas i tocios losyrivilesios lien-den a ahondarse y perpctua n:¡e Y;~p5r ende, a estimu-l1\t la inmovi) idad ~e los grupos sociales que íOs \lsü8

frú Cfiíán, Sin ser reudulismo, el régimen económico y social que se estructura en América tiene fuerte colo. ,at:.i§!1'1<;~1 y bien poden1os decir que cada'-grupo de poseedores que se estructura aquí y cuyos miem-bros reconocen en tre si cierta comunidad de intereses,

"aspira 3 __ ser una casta, sin que ello signifique que lo "logre. 7 ,· '

Cuando el privilegio adqu jere "status" lega l, es­tamos ya en presencia de un signo de inmutabllidad social incipiente, Pero lo que resulta de más fácil com 8

probación en la historia colonial es que el "status" lega l que se otorga a U11 priviJegio se transforma' en un instrumento político oa multiplicación y e:.x <l,cer­bación de privilegios - y de ac,elerada inmovilidad social- que no encuentra, generalmente, más límItes en su funcionamiento que la reacción que provoque en otros grup<.-'S poderosos que se s ie.ntan dañados.

La implantaci6n de la Mesta en el valle de Mé­xico, por ejemplo, ocurrida en 1529, ya nOS permite tiuponer que los ganaderos de eS.3 región de Nueva

, Espufia, ~l¡)jO (,J estímulo de un mercaao local no des-

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l'rI'\ 'iuble para la adquisición de carne, tenfan de sus Ilrlvi legios como tules una conciencia característica­IHc 'llle oligál'quica, que implicaba el menosprecio de IIIH derechos de los agricu ltores de la zona y de los 111 11' 1>105 de indios. La Mesla fué , según todas las po-\ ¡,U.ilidades, un lactor de inmovilidad social en Nueva 1 ' ~J.; paña, como 10 habí3 s ido durante siglos en la me· ! tr6poli, aunq ue no tuviera aqui la misma proyección I c¡uC' a lJ~ . Ya en la segl.Jnda JDltad del siglo 16 el CÓ­.Ilcc Mendi.eta enumel'a. entre "las cosas que han sido t':mS3 de de~truir a los indios, y lo son", " los daños que Hacen los ganados, que ya en algunas pa¡:ies n-o ' ¡Sol n sembrar""''¡ a piinciplos del 19, el sagaz Abad Qucipo nó- olvida recordar en su "Representación" el ht'('ho de que "prulec(' también la agricultura por los (,XOI'hjtunl{'s pr'ivilegiQs tlc la mesta, in.troducidos en ! '~te reino por la p,'cpotencia de cuatro ganaderos ri-t'OS de esa cOl'te" '(80), .

Pocos ejemplos tan incuestionables podr[an en­contrarse en la era colon ial de cuanto llevamos dicho, e_omo el de Jos Gran Cacao, la oligarquJ.a \l1..le dom:na 1 .. vida económica y socia l de Venezuela d.esde el si­glo 17, Todo confluye en ella para hacerla típica en un análisis de esta índole y apenas si el estudioso pue­de apartarla ltn instante de su memorin cuando trata del tema, Un producto de exportación le proporciona,. el tal:smán de la fortuna y una mullituu (l e ind ios y negros, el motor que le permitirá acumularla sin If- ~ mites, Cuando ya no es sólo el cacao, sjno otros rubroS' , de la prOOucción colonial los que se suman para ma­yor opulenria de sus miembro; la oligarquía caraque­ña entra ('n un proces.o de Iférrea inmu~bilid.ad" y desarro1!n una ('ondencia de Clase-que no es superada por ninguna otra en América - ni por la de Pennsyl­vania. que t.an. desmesul'élda explicélción religiosa ha­bía encontrado de sus privilegios terrenales, No- hay

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pre!ulcio que no sustente, no hay privilegio que nó ?erl e~da con el nfá:; extremado celo, no hay intento ~gualttario --como el levantamiento de Guai y Espa­na, en 1797- que no desa te Sus iras,

e, El pOder político local. E l poder pollUca 10: I cal no (ué en América , salvo excepciones, sf'ñOIñ"Stru- : mento de c.onsolidación oligárqUica y de inmo'VilioaCJ ; socl,al. Casi s iempre, re.preseñtá ~ñ-ra'cOronla -espa. 1 ño1a, portuguesa, bri tánica, hoJandesa, francesa, dan~ SIl- los grupos soeia les más poderosos. Cuando entra en conflicto con e l poder imperial, cuando defiende una li ber tad, es porque el poder iruperial quiere res­tringir sus prjvilegins o porque es} libertad que de­(iende es necesaria para que prosperen los intereses de un grupo social r~ucido, En las polémicas que se entablan entre el poder imperi¡:¡ l y el poder local, entre los representantes colonia les del imperio y los representantes de la oligarqufa loea l, a menudo los in­tereses de Jos desposefdos -indios, negros, "¡ndentu­red servants", "engagés"_ están mejor defendidos por los primeros,

De todos los instrumentos de índole política, ni n­guno quizá como el gobi.erno local resul ta tan eficaz para apresurar y ahonda!' el proceso de inmutabiHda.d oJig~·rQ.~ica, La historia puede narrarse en términos ' semejantes para toda América, a unque las tintas va~ rían de intensidad :;egún los luga res y las épocas.

Después que F eJipe Il generalizó la moda lidad de poner en venta los cargos de miembros de los cabil­d.os. éstos cayeTOn, como lo dice Ots Cclpdequi (R.lg. tt.erra, 1:37 y s ig.), en manos de ollgarqufas privile­gIadas, A pesar de que la corona no renunció nunca a su propósito de aplicar en sus colonias lIn¡¡, polftic;t económica dictada por ella, el Cabildo no dejó jamás de ser un factor de primera jmportancia en la deter-

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minaci6n del destino econ6mico de la zona sobre la cual gobernaba, Las oligarquías se perpetuaron en sus asienn,s y los utilbmron sistemáticamente para am­{l.lial" sus privilegios y restringir el acceso de otros gn.lpns socia les a la condición ue poseedores, Ots Cap­dNp,1i nal'r'a cómo los cabildos, a pesar de lo. que es­tablecían Ja s leyes y de las enérgicas y reiteradas ins­trucciones en contrario de la corona, distribuyeron las t,ierrCls, incluyendo las <lel ejido, los bienes de pro­pio's y 18S re,alengas o baldías (Rég. tierra, 148), con 10 cual Re transfonnaron en eficaces agentes de mul­tiplicación del latifundio, _

Fueron Jos grandes propietarios rurales efl . Brasil los que dominaron' en-tas Cámaras Municipa~~$ y eran ::;us intereses los que defendián ' en Lisbóa los repre~ senlant~ de esas Cámaras. LQs hO'1Hens bo1l,.'i de San Pablo -recuetda Taunay, S. Pirulo, 21- ,eran los úni­cOs que gozahan 'del derer.ho de ser miembrO§> d_e la Cámilra Munidpal y de la categorja de homens b.ons eSfaban excluídos, según la terminología de la época, IQfi operarios, los mecánic9s, los degradados, los ju­díos y los e,xiranjeros.

Fué menester que mudaran algunas condiciones económicas y sociales de la colonia 'para que las Cá­maras Municipale-$ cesarar'! de ser un instrumento ulilizado exclu'~lvamente por los grandes plantadores, Es así cómo en la segunda mitad del siglo 18 ---ese agjtado siglo 18 de la colonia lusilana- la burguesía comercial portuguesa va desalojando de las Cámaras a los antiguos senhores de la tierra (Prado, Evol, poI., 67 y sig.), rero claro está que est~ otro grupo oligár­qqico -más asido aún al privilegio que deriva del patler político, pOrque s.u fortuna descansa en el ré­gime'u de monopolio comercial implantado por la co­rona lusitana- tampoco hace más que utili.zar las Cámaras en su propio b€:neficio,

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La hi!'l'toria es la mis.ma en l~s colonias pritánica::; d.el norte, de~,de ~~eva Jnglaterra -cuya "aristucra~ Cla de S<lntos cedlo el gob~erno local a la "a 'st da d ' " n ,ocra­. e comcrc:antC'.s sólo cuando la corona británica lmpuso el .C~,biO-- hasta Carolina del Sur, sobre cu­yp gobierno eJercfJ un rígidt,J 'control la aristocracia de. plantad?res Jo' meread('res de' Charleston, liberal e, independIente en cuestiones de política imperial, per? ultra~onsen"ador<1 en materia de gobierno local. segun. Monson y COlill"ilager (I, 171). Sin menoionar l~s ollgarqufas de latffundlstas, plantadores y comer_ cla~tes de Nueva York, Penn"ylvania, Virginia o Ca­rolma del ,Norte, qLle invariablemente ejercieron el pode.r polítICO. local pCl l'él cOP j:;olidar el privilegio eco­n6~lCo y socIa} de que gozaban. y en las islas bri­t~n:cas del azúcar en 'laB Antillas, ,el panorama resultó aun m~s monótono y siml)lificado porque las legisla­turas l~les.' ausentes en Lon.clres o Bristol lOs gran­d.es l~t l(undlstag, .estaban en manos de sus man(!ata­rlOS m eptos, Con l~ única excepción de Antigua se­g(m afirma Ragatz (VZcl. plant., 1D ), cuya Oljga~uía era más, pobre, menos d:spemllosa y más preocupaua del progreso de la isla,

4, Los J'ACTORE¡> ,DI; l\lO\'JLIDAD

Pero si en la sociedad calonlal la tendencia pre­d.?~jnant~ es la q),tE;!" .conduce a la inmovilidad, .t am­bien es Cle~to que \la .¿nOviHOad'\:{ue experimentan. los grupos SOC¡~le~ es nH~ ch(l miís honda y fr('cueilte de lo que ~li(hera . ~e~sarse . s i insistimos en creer que aquélla tlCme ~m- unlCO e malterable. perfil feudal.

Nos retenIDOS a la h istoriél in t erna de cada clase ~I ca?a grupo, entes que aumentan o disminuyen en

n.umero de sus integrantes, ·que a veces alcanzan la CIma 'de su pOderlo o quedan sometidos a la impo-

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tencia. No hubo colonia donde no se registraran acon­tecimientos económicos. poHticos y militares capaces de alterar fu ndamentalmente ta estructura de ciertos grupos social es y hubo regiones y épocas particular­mente propicias para esas transformaciones.

a. Anverso y reverso de la encomienda. El régi­men de las encomiendas constituyó en la América his­pana una de las más Iirmes bases de sustentació9-!lel

.. pr.iy~o y, por tanto. de_)run..t!..tabili.~.?d social. Las cifras que ofrece la estad1stica de enconiIeñi::íaS que el virrey Toledo hizo levantar en las Audiencias de Li­ma, Quito y Charcas - mediados del siglo 16-- tra­ducen el hondo desequilibrio social ya enraizado y cuya continuid<.ld exig(a, precisamente, la exacerba­ción del sentido de clase de sus beneficiarios.

Sin embargo, aún eSe:! factor de inmovilidad so­cial na dejó de arrastrar consigo sleropre ciertos gér­menes de cambios su stanciales, La corona st: , .n~ desde muy temprano, a otorgar fa'" perpetuidad de 1~ encol?-üenda~, sI algunas ' vl~ces"'ñlzo "lá promesá, no ftie' más que por exigencias de una táctica polftica de aplicación circunstancial. Cree Riva Agüero que los encomenderos peruanos no obtuvieron la perpetui­dad porque no lograron reunir el dinero necesario para conquistarse la voluntad de la corona (LXVII) TPero

I resulta hoy evidente que el de la re"y~bilidad ~~ qn , c(iterio uniforme que el imperio aplicó en todas sus ' colonias. destinado a impedir que las aristocracias

americanas adquirIeran UD grado excesivo de inde­pendencia económica y poderlo socia~.J

Insistiendo sin cesar en la revocabilidad de 1a8 encomiendas después de una, dos o tres vidas y en la prohibición de reunir dos enc_omiendas en una ca­beza, la corona logró introducir y manlener vivo un prIncipio de mutabllldad en las oligarquías de enco-

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menderos de toda la América hispana. Es cierto que l~ tradJci6n de respeta r la ley, pero no cumplirla, slempre lUV~ en estas ] atiludc~ una excepcional gra­vitación y Cler to es también que no pocos encomende· r~ solfan curarse en salud y. antes de que la revoca­CIón alcanzara a S1)S familias, ya habían extendida sus latifundios y sus bienes en forma lal que sus des­cendientes s iguieron usufnu.:tuando en la colonia al1l1~U e s in enc~miendas, los más altas p rivilegios cce:. n6m!cos .v SOCiales, P ero es también incuestionable que, manejando ese puderoso instrumento de la revo­cabilidad y la redi stribución de las encomiendas, la corona hizo m\ldo r 1a figonoTtlfa de no pocas oligar­qufas loca les, llevando a la decadencia a algunas de sus familias consp icuas y elevanuo a otras a la cate­garfa ?e los grandes encomenderos. ~s que la España lmperml nunca se dCSprCl)Qió de la prerrogativa' del introducir cnrubios sustanc.ia les en la eslructura so- ;-.. , eial y (>conómica de Améri ca y, cuando no 10 pizo, na ' rué porque' le 'faltaran ganas, sino porque no pudo. ) Idéntica afirmación es válida para tcxlos los poderes imperIales que acluaron en America.

Cuando, a pr incipios del siglo 18, la corona gene­raHza en Perú la extinción de las encomiendas -cu­yo usufructo habia venido limitando empcñosamen­te-, ~n I?rofUlldas las consecuencias que esta polltica enérgica tiene en el orden sociaL El Marqués de Cas­tellfuerte, virrey de la época, la consideraba causa de la decadencla de la nobleza colonia l (Tones Salda­m~nd,o ,_ n, 121) Y muchos l1istoriadores peruanos han CO inCidido con su 0lúnión. El no¿able ascenso s~ial l de otros grupos nuevos -burguesets~ comerciante.$-­q~e Ba~dre ubica en los déCeñí&.i s ig\lietltes de este rrusmo slglo 18 (Multitud, 87J, dehe haberse encon- : trado favorecido por la decadencia de la antigua atis-

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11I1Il1)()CO hubiera sido posible sin esta migración en IHUM de mano de obra, así como sin el a porte deJ I)(I /Ulcirante cazador de indios y es, también. sobre (1m.' liubsuelo demográfico y económico de reciente (Of* IlUlción que surge en el centrosu r una agricultura, IIlIn ganaderfa y -por consiguiente- grupos sociales lIuevos de Jazeruleiros,

Los emboabas mismos nos ofte<:en diez caras dJ­rerentes, según la época y las circunstancias. Hab1an uldo mascates, cJue s,e Internaban en los engenhos y 1'11 las Jazendas para vender' sus mercaderias, hasta que el oro encendió su fantas[a siempre despierta y los mascmes se transformaron en mlneiradores. CUan­(lo los minas se agotan -moría el siglo 18-, los de. ('('ndientes de aquellos emboabas aventureros vuelven n cambiar de profesión y muchos de ellos se hacen !llze7Jdeiro.') (Vianna, Popula¡;oes, 1, 124 Y sig,), aun­que es pos:ble que olros inviertan en el comercio los ruerles capitales acumulados.

La oligarqufa de más' antigua tradición en el cen­j rosur - la vieja nobleza v1centina de propietarios I1lrales, que Olivelra Vianna ha estudiado tan minu­ciosamente (ibidem, 1, 118)- tiene, igualmente, su Intensa histori a interna. r-.as bandei'ros del siglo 17 In habían ampliado y enriquecido. Se había expandido hada el sur y hada el norte. Se habla hecho minera en los comienzos del s iglo 18 y , derrotada por los em­boa,has, habfa sufrido un proceso de dispersión par­cial y de readaptación a las nuevas condiciones. Pero volverá. pronto al primer plano de la v ida económica y RociaJ y,. cuando la monarquia lusitana se instala en Rto, la veremOs arrastl'ando sus aristocráticos enseres para establecer en la corte su residencia permanente. Aristocracia caminadora. cuyos cuadros se ampUan, se reducen y se modifican al unIsono con las transfor­maciones que va sufriendo la economía de la colonia.

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5. LA MO"L1DAD DI': LA <:LASE MI?J>' .... COLONI .... L

-+- Es muy probable. que hayan sido los grupos de la clase media colonial los que estuvIeran sometidos a una movilidad más intensa y {recuente. Donde hubo cornerciOlocaJ impoi·tunte. prosperaron múltiples pro­fesiones y la ubicación socia l de los individuos que las ejercían dependía, las más de las veces, del giro de su negocio o de su habilidad profesional, mucho mAs que del privilegio gue emana de la ley o del favor po­lltico. Esto mismo abrió las puertas a la ambición personal y a la aventura comercia l y los individuos lograron ascender en la escala del 1?oderio económico o perdieron el que habfan alcanzado, sin que de su episodio quede mucha huella en la historia colonial. Este. anonimato de Jos SD,lPQS de la clas,e media no s)gfiifiCa, . sÍn ejñ'barg-¿, -que no llayan' existid.o, · Si los hubo Y' más ampli(]S (u'éron de lo que pudiera creer el que conciba a la colonia americana nada m<is que como somnoliento señorfo feudal.

a. Cuyo, por ejemplo. fué una zona activa de producción de arlfC1.110s para el mel'cado colonial. El valle donde se .levantó la ciudad de McndoUl era asien­to de 20.000 indios de civilización más avanzada que los del Litoral y el Rio de la Plata. Encomenqados todos ellos muy pronto, no pasaron muchos afias an* tes de que esa zona se lransformara en proveedora de otras provincias de la colonia.

MOl'ales Guiñazú ha seguido la hu ~l1a de aquellas caravanas que s<JJían ,irl \'alle y, en una dirección. Cl'uzaban los Andes rara 1Jegar a Chile y, en otra, alcanzaban basta Córuolm, Santiago del Estero, Tucu· mán, el Litoral y Buenos Aires. Es muy extensa la nómina de pl'oductos ¡jgt ¡colas de la industrl" domé.,>*

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Ikil que Il evahan las carretas cuya nas y que h~ce el 'HlIOI' citado (129 y sig.). Ademti s del encomrnclexo V !Id indio econmendado, ese- tráfico"Iiítenso y prós~ ¡H'rn n~~(,E'~nÓ de una verdadera mulftud de6:n~erme;:; ., III.H· i ()~: \:1 comerciante mi norista y mayorista --eñ el I

11111110 de part ida, en (>1 ('.arni nQ y en el punto de des­III(~ ' -: el fle tero de ca rretas ; el propietario do barra­

¡'i lH: ('] fraccionado!' de bebidas "a1cohó1"cas, poI'que era ~ ' I I!' uno de los rubros más importantes de ese tráfl. I 'j ', t·te. ete.

,;~s Igua lmente in teresante recons truir la línea W'II¡':TMi ca que corresponde al tráfico de ganado en­rn' pi Río de la Plat.a y la ('.~ta del Pacífico. Mulas, l'llhllllos, ovejas y vaca::¡ se crIaban en las llanuras de 1I1I1'nos Airp¡:;, Rant~ Fe, Corrientes y Córdoba; mver­Iwloan en Córdoba y Tucnmán y de al lI p<lsaban a las (" .. ¡<:IR peri6r1 icas de Jujuy y Salta. D~de éstas, par-1I1111 las trnpos en di ~l.i n t¡:¡í'i direcciones: algunas hacia ('Illle. otras hacia el Al tn y el Bajo Perú .

Mendoza, que ha e5tudiado esas etapas jniciales ( ' 1\ In his toria de la ganadería argentina, asegura que lit ff'ria del vaUe de Lerma fué, (>ll la época, la más J(l'élnrle del mundo, con máR de. 60.000 mulas y 4.000 l'ul1<\1\os, ovejüs y vaCélS distribuidos en sus corrales y ('011 v¡;¡r ios mJ('s de individuos venidos de tantas par­It's de Amér;ca del Sur para pm'ticJpar, en una con­(I¡rión ti otra, en ese mercado continental, que se prolongaba dur~ntc más tle un mes todos los años.

MUChOS gre,mios, expresa el mismo autor, inte­¡!'J'ahan el comercio ganadero y enumera, entre eUos, los propieta rios de ganado, los Jnvernadores, los tro­peros, I OR il.rreadores, los compradores y los recibido­res. Nos serfa fácil agregar otros' más: un gran nú­mero de pequeños comerciantes, desde las pnmpas platenses hasta el últ ~mo lugar de destino de la tropa, concentradas principalmente, s in duda, en el mismo

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Valle de Lerma (lul'ítllte lo!'; meses de feria; los capi­talistas, cuyo ,lincl'o ¡;C debía oplicar a múJti ples op~ raciones -auelantos a los hatcndados platenses, prés­tamos a los ]Jeqllciios comerciantes, ete .-; (os arte­sanos, de cuyas ma nvs debían sa lir muchos de los objetos e instrumenlos qne hacian pos:ble el manejo de tantos miles de nn imales y la movilización de tan­tos centenares de llHlivlduOs y, claro está , los mis­mos cercos y troni.:OS I.:on¡;truídos r n el Va lle ele Lerroa.

b. Las ciudmles de Limtl y Méxko, como se sabe, fueron laR dos más ri{'as y pOrJu¡'Q;aa metrópoll s colo­niales de Améric<t, s in n:ula que pudiera comparár­s.eles en la S. colonia:=: hritánicas o en la portuguesa . En ambéls ciudades, los olicios y las profes iones CB­

racterfsticas de la clase media se multiplicaron nota­blemente - no sólo para satisfacer las necesidades de la pobladón numero:=:Q, ¡:;i no porque tenfan ollí sus asientos () lig¡lt'(l\¡í ;:¡~ de g ra n j.lOd~l' adquisitivo y de los más refinados gustos.

E L Padl'e Bcrnabe Cobo, que es(, ribe a prinei¡:jos del siglo 17, no <1ban dnna un inRta nte la sorpresa ante I~ hallazgoS' que hace ('tl' L ima: "Es cosa que admira ver el gran n'(¡me.1· O de t iendas y oficinas que hay por toda la d udad , rrmyormcnte en las ca lles vecinas a ]a plaza principal, pues sólo las tiendas de los Mercade­res pasan de cicnto cincuenta , sin ruUl;~.hos almacenes que hay en casas pélrtir.:\lIare,s; y los plateros sólo, OCu­pan una calle de las más principales de la ciudad; apenas hay una esquin3 en que no haya una t!enda o taberna de vino o de ('o!';a 4e comer, que acá Itama­mas pulperla lie manera qu~ pasan tle doscientas se­tenta las que se cuentan por toda la ciudad" (Cap. ' 'XV, 72). De los " tres diálogos latlnQs" tr.sc.ritos en 1554 por Cervª,ntes Samár y -el poe-ma de ValQuena, -que data de los inicios del s ig lo 17 (ver BibliograHa), se

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r desprende la existenda de gran número de ~de~ res en la ciudad de Méx:ico.

Esos ~r~pos de clase ~ledia; deben h~~er estado t;ometidos a un proceso contmuo de mutabllldad y sus integrantes haber oscilado sin cesar entre la fortuna y la miseri a, sin olro respaldo que su esfuerzo n1 otra esperanza que la de su buena estrella. Quizá fueron los artesanos los qu.e lpgraron dar mayor n jeza a su destino; Jos que, como grupo de clase media, lleg~ron a inmovilizarse más firmemente. Chávcz Orozco afIrma que en Nueva España se organizaron térreamente (39). En Nueva Granada, en cambio, no lograron nunca la autonomla que en España, según Antonio Garc1a (Sa· trInado, 259).

En Brasil , la versatilidad vocacional y la movili­dad de la población fueron caracterfs ticas que advir­tieron varios viajeros ilustres. Habia numerosos oíi~ eios de menor cuantía y actividades económicas rura­les, ninguna de las cua les orrecía una esperanza grande de liberación, que se tomaban y se abandonaban con sorprendente rapidez. B_uarque de Hollanda hace una observación que tiene gran Importancia para determi­nar el grado de mutab ilidad de los grupos de clase media: el oficio, dice, no se heredaba (64).

c . En las zonas rurales de la América hispano­lusa se desarrolló otro tipo de clase media, cuya in­eslabilidad económica debe haber sido también motivo permanente de cambio social Lo f onnilron hombres que tomaban a su cargo una parcela de tierra, para t rabajarla con su famiÜa o con el concurso de escla­vos o indjos y que pagaban alguna compensación al propietario de la heredad. Se les llamó de las maneras más distintas : arrendatarios, medieros, foretros, colo­nos, sitiantes. En algunos lugares, su inmovilid.ad física no se diferencia casi de la del siervo medieval, por-

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que no pueden abandonar el lugar y tienen, gl:aves oblJgaclones hacia Su señor. E n otros, son mas mde­pendientes y, a la vez, más indefensos. Las más de las veces, su suerte es tuvo determ inada por la actitud del senor y un gesto de éste podía arrojarles, en cual­quier instaIlte, a la multit ud de los desocupados o de lOs esclavos.

La IDqu tsi.~J.ón actuó, en ocasiones, con dura ma- l no para dispersar por .comple to un grup? de clase : media o para reduci r sus integrantes a la miSeria, obll- j gándoles a hu ir del Jugar y abandonar sus bienes. El . Caso más brutal fu é, probablemente, el proceso lla­mado de los portugueses de Lima, iniciado en 1636, que llevó a la hob'Uel'<l a numerosos comerciantes limeños sospechados de judaismo (Medina, ll , ~7 ). Al­go semejante ocurrió en Brasil a principios del siglo 18, donde la Inquisición proct"s6 a más de 500 per­sonas, comerciantcs y requerios agr icultores los más, por el mismo delito que en L ima (Le.ite FiJho, 53) .

Ji . ?-.lI SOlB IL IpAD

1. En la socieLiad cuJonial<iúi"hay grupo que jJer~ manezca enteramente em;~ado en 31 a través de las generaciones, -por mucho que se lo propongan los más soberb:qs representantes del orguUo aristocrático, La tradición famlliar , el propósil0 individua l de sus i nt~ legrantes casi nada cucntan para fi jar la pureza del grupo. Antes b ien, su 1:{Tndo rlc m isdbilidatl dcgende siempre de otros factores menos per~onales.

Ocioso sería casi volv('r a i llshttir en fIue la ten­dCLlda a la estagnación de las clases y lú~ estratos so­ciales es muy granue rn la sociedad colonial pero, a.ún 3si, no hay grupo que escape a la conmixtión con ¡ otros grupos y no de acuerdo con los deseos íntimos 1 de sus mit>.mbroo, s ino a consecuencia de las trans-

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rorrnacione,'i económiras y sociales que se operan a su nlrededor,

E$ muy probable que el mayor grado de misci bi~ lidad se haya encoutrado en los grupos de ra~éfas~_ fnecia, . u ehi~10 a su mayor inestabilidad, Pero'·' es en la erase de los STandes poseedores y altos funcionarlos dond e más fáclt -nos resulta hoy, percibir ciert.as leyes que rigen la mlscibilidad de los grupos, porque es más abundante y clara la documentación exis tente que se se r efiere a ellos,

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familias dl' más psc)"upu losa y Llnl'igu8 preOCupación aristocrática un elemento deleznuble, per'o extraordi­nariamente pocleroso: el tratante de esclavos.

E l orgullo DfistO<T~llk() y hasta la m¡í !'! estrecha y antigua tradición ramili;:\f ceden an te el empuje del ' dinero y un grupo socbl nuevo o recién ll ega"do al : \.. pOOf'r(o l'conóm ieo trae siwlfire 'consigo 'la m/.-~efjt'nz 1 de -uXla:s las' ct'N1en~Ia:i~, p6t óas(,a:<; que s"ean sus ma~ neras-y' óseo'roS s us apellidos. Qui z¿. tenga que esperar una generación, pero su enu'oncamiento con la ar1510-. cracia antisua se produ('irá inevitablemente. \

A m~licla qUE' se. div érsifica la cco!l()mía cOloni.a l, \ 2. En general, el aSC(!I1SO económ ico de u n grupo 1 .. base económ ica de [I lgllllas filmiJias de gr:mdes po-

d e poseedores le conduce a ingresar en otras 3ctlvida· seedores se amplía, p('ro eSlv ocurre no sólo porque des p roductivas y a entroncar con otrOs grupos tle ~,...hayan itlo ndquiriendo propicqades de distinto tipo, pos~dur('.s, He,mos habl,ado hasta, ahora de varias de " ' , (h ;$". 4.'I~')u sino porque" a lo [argo de generaciones, han ido en-estas rapas SOCiales -mmeros, agn c.uI,LQ.res. ga nadet.os, trom:ándose, por m atrinlonios, nliemuros de distintos ;lZl1carer,ps, algodoneniS;'Ct11fivadores de cacao, cnco- ' grupos, de distintos orígenes sodales, La fnumeraclón mcnclcros, alio~ funciona rios, ncgl',e¡'Qs-- pCI'O su dire- de los bienes del padl'e de- S imón Bolfvar (Gil For. l'endación c:Ial'a ,suele hacerse difícil, porque hay épo- toul, I , 280) no sólu nos demuestr" que la aristocracia cas y lugares en los cuales esos grupos .. parecen muy muntuana abarcaba ya muy diversas actividades eco-mczclados entre sí. nómicas, s ino que nos hace sospechar, con justificado

Cuando un_ individuo ha a cumulado capitél.l en la m otivo, que el exclusivismo (lc los Gran Cacao había práct[ca de una actividarl se siente siempre tentado a sulr:do múltiples quet>rantamientos y que, detrás del jnvertirlo en otras actividades. No existe coJo.nia en la nombre brillante de un 31'istÓCl'ata caraqueño, danzaba cual los mineros, después de l'eun ir cuantlosai) sumas a legre, au nque s ilenciosamente, el espectro dE' un os-de d inero o de metales, no hayan adquirido latifun- cul'o comerciante bilbafno y hasta de algún capitán de .. dios, Ni donde algu nos comel'cinntes ----especja lmente buque negrero del más inenarrable origen sucial. los monopo:Ustas vinculados a las metrópolis, de dqmie "La, riquez~ de 103 fI?ás -observa el Padre Cobo ' derivab;:¡n sus privilegios-- no hayan adquirido, con en la Lima· de principios <.lel siglo 17- consiste en ¡.

el COrl'CJ' de los aftas, las tierras de nobles arruinados tllnero y bienes raíces. como son : htred<:t.ges, hu_ertas, ! o ineptos. Ni donde la 19lesía y los comerciantes mayo. v~~as! . ingenJQs de azúcar, obrages de pafios, estancias '

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ri~tas no hayan invertido capitales ~n hipotecas, pasan- de gana90$, posesiones y ren tas de m"yorazg-os 'y en-llo años después a tomar posesión de los bienes hipo- comiéildas d~ i..ndi.~' , Ese complejo subsuelo econ6-tecados. cuyos propietarios no potlían levanlar la deu- 1, mico de la aristocracia limefla -que no era ta n s610 da, Ni tampoco donde no haya irrumpido en las encornendera, corno pudiera Cl'eerse- implica una es-

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trucluraci6n compleja del grupo socIal y habla de po­IJIIJlcs y fTt'Cuenle~ casamientos de propietarios de IItu'ajes con hijas de encomenderos y de herederos de

! IIIHl'nios de azúcar con herederas de es.tancias de ga­Ilut.lo.

E l entronque de familias de altos funcionarios de lo corona con !amUias de encomenderos, mineros y wandes hacendados, que ya se "advierte desde media· • Ios del siglo 16, debe haber sido de la más alta pel!· /{rosidad para los desposeídos - los indios encomenda­dos Jos mitayos los esclavos- a quienes siempre al· . , ¡nma luz de esperanza les ll egaro del siemI2re renovado ,"onfl icto en tre los representantes del imperio y los ~;l'fíores locales. La corona trató insistentemente de im­pedirlo, con múltiples ,disposiciones legales, porque tmnbién ella veía peligrar en esos matrimonios la fi­delidad absoluta que reclamaba de sus funCionariOS ..

Algo semejante puede decirse del ingreso de hljos de familias aristocrátic3s en la Iglesia, donde solían alcanzar las más elevadas dignidades. De los vástagos del senhor de engenho, el mayor -dice Calmón frist. social 1 80 Y 85- heredaba la tarea del padre; el Regun'do: iba a estudiar a Coimbra; el tercero, era des­tinado a la carrera S8'cerdotal.

Ocurre a menudo que la conmixti6n de la burgue­s~a comercial con la al'istocracia rUl:al en una colonia Re intensifica después de un proceso de enriquecimien­to de la primera y empobrecimiento de la segunda. En realidad, es una consecuencia de ese proceso. Para los comerciantes, esa es una manera de adquirir pres­tigio social; para los viejos aristócratas arrumados, de adquirir dinero,

3. Este capítulo en el proceso de la . miscih.U.i~ad de los estratos coloniales se hace más intenso y evi­dente en .. el siglo 18 y principios del 19, cuando varias - ... A..- _ N , .. ...

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" antiguas aristocracias territoriales decaen o sulren se-

, veros golpes de fortuna. Los emboabas lusitanos, enriquecidOS en las minas

y flamantes fazend.eiras, llegan a mezc larse intensa. mente con la nobleza terrilodal paulista, en parte de­rrotada, en parte dispersa .

En Perú, mientras los encomenderos se empobre- ¡ cen por la supresión de las en('omiendas en el sjglo . 18, hay una "tu~~}~ª'<L~OJ!1..~·c.~arqué 'ascjende .y. mu- ti chas de cuyos miembros se apte'suran- ·a -adquITIl" tI- ~I tulas de nobleza para ingresar en los c1rculos más ~ privilegiados. .i

En Chile, el proceso ha sido sintetizado en pocas palabras por Edwards (9 y sig.): "Desde mucho antes de 1810, las anti.guas familias de conquistadores y encomenderos, arruinadas por el lujo y el ocio, o ex­tinguidas en la guerra o el claustro, se encontraban en plena decadencia. ~Tuevas estirpes de mercade~es y hombres de trabajo, con s6lo tres o cuatro generacIO­nes de opulencia y figuración social. las hablan lenta­mente absorbido y desplazado. Uegó ast a dominar económica y socialmente en ~1 pa{s una aristocracia mixta, burguesa por su formaci6n, debido al triunfo del din~ro, por su espíritu mercantilista y de empresa, sensata, parsimoniosa, de hábltos regulares y ordena­dos, pero por cuyas venas corrla también la sangre de algunas de las viejas familias feudales".

Aún en las Antillas brilfinicas, donde tan simpli­ficado era el esquema colonial, con sus seiíores em­pleando sus ocios en los círculos soci,ales de IngJate~ rra, se registra un proceso muy semejante. Muchos plantadores hablan hipolecad() sus propiedades a ban­queros y empresas británkas y se advierte, hacia fines del siglo 18 y principios del 19, un proceso de em­pobrecimIento y dispersión de las ollgarquias de azu­careros, proceso en el cual actúan también olras causas

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"11)'0 ".'>ludio no corresponde hacer aqui. Simultánea-1111'111(" !,,!lúa medntdo en r.tl.s uoas islas una bUl'guesfa ,111 1'lIlrH'I 'l:iantes de origen pri:'ferr.;ntemcn te escocés y IlIth", I:uyos ingl'esos principales se del'i vaban de ]a WII I. , ; t los ingcojos <le ci~rt;)s mercaderias que trafan ,t" IlIgl¡ltel'ra y ,de la vent.a en Inglaterra del producto ,In ¡os Ingenios. Algunas famiJias de e~te origen He­M,u'on :1 acumular cuantiosa riqueza y sus miembros IIIHI'I'¡:mroh, por casamiento, en la aristocracia local de 1,lunl"dores (Ragatz, Old plant., ]1).

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ACOTACIONES

l'lI.IVIlEGIO-Y 1"1U"..JUIC10

Cuanto más de8aroll¡:¡das Se! encuentran las diferencias sodales -enseña Landunan, estudiando las civilizaciones primitivas (84)- más sC agudJwn los prejuicios Que reeaen sobre los miem.bros ele las clases humildes. Uno de los más Importantes prt'juido::¡ de e~:;a ¡¡¡r\(lle es el racial, cuyo ori. gen y alc¡lnc(! hl f; lóric(~s ~m la (:olo n¡" hlspano·lusa e.<¡ tudla. remos en otra obra.

l.A Mr.S1'A EN NIJf:VA ESPAÑA

José Mirando, en una docump.ntactR monograffa refuta la tesis de Kleln, que restA. importancia a esta organizacI6n en Nueva ESililih (ver Bibliografia,f

OLlGARQl'!As COMUNALt:!I . LOs OOMUNEROS "~RAGUAyOl'l

Uno de los conillctos más apasionantes e Intensos sus. citados entre las oligarquías com unales y el poder Imperial es el que se conoce en la hlr,¡toria del Par;¡guay con el nomo bre de levantamfento de Jos comuneros, en el siglo 18. Los com.uneros paraguayml, Que comprend1an con claridad cutí. ¡el! eran las graYes limitaciones r¡ue les Imponfan la corona. y, más adu, la Compañfa de Jesús ron sus ruisJonl"s guarRo nf~, se. Insurreccionaron vanas veces en el sIglo 18 y sostu. vieron, con ahinco y altivez admirables, el derecnoa-tons. tltuir su propio gobir,rno local y a organizar el comercio de lo. provincia del Paraguay de acueluO él sus conveniencias.

Tan audaz fué la formulaci ón polftl c:a h~hn por Jose: de AnteQ\lera y Castro -a quien Jos comuneros recono. cleron como su conductor y su teórico- que alcanzó a tener un verdudero sentido 1"t!voll1clonarlo, como Que IntrOdujo en IlU programa de lucha un elemento -el "Común"_ c:uya tuerza de sugest16n e importancia IlolHica adqUirirla propor. dones de aluvl6n, decenIos más tarde, en la Revoluci6n Fran. eesa.

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Los h¡~tQr ! Rflorf'S' ,le I;¡ Compañia (le Jesús y de las IlII ¡¡lone¡:; jE'suiticas pn el Paraguay han tratado de ridiculizar las ifleas de Antequera, pero 51 la oligarqubl comuna] fl e A¡;unri6n d l'fe nrii6 sus pORidones con tanto v.n'Ujo en v tlrll\s ocasiones en aquel slgle ]8 no fué únicamente porque obe­dt'(:ia los dl¡;:tados de :;;U,ll Inter~es comerciales, sino tambié n porque pelrnha movJda por un sentido de justicia y el "Co­mún" l10 era para ella menos rea l y. dIgno de respeto que . el "pueblo" Que aparece rn la pr[!OCllp.u'¡ón dt:; los grupos eno· 1109 que inician la revolución de la !ll(lepend ... ncia, en varla¡; colonias hispanas, a comhmws del siglo 19.

n!.NTA DI: c.Ul.COS PÚBUCOS

F.n la ~poca de Felipe JI y después. la venta de los caro gas públicos fué una práctl<:8 uni versal en E uropa. K. W. SWilrl (;'SaJe of offices in lhe 9f'Vetlleenlh century". La _HIl ­ya . Mnrtinu s Nijhofí. 194(9) hn ('I>t udlado este procedImIento , que p;.lrcce haber alcanzado !lU culmlnllci6n dur.a_nte el siglo 17, pn Franela, Or:m Bret:'lfla. los P¡:¡i!:ies B~\Jos, ll!Olia, Ale· mania, el Imperio Otomano y Ch ina.

Sohre prc:H-lslón ae ofh'los ¡Júbl,icOs por v C'nta O recom­pensa, véase Ols Capdequi, J'nst., de gobierno, :-m4. y sig_ Lo /lue el autor expresa en esólS páginas, a pesar de r .:f e- rlrse a Nu eva GrllDada, se aplica a todas las colonias espaflolas, Mcdianle e~e sislema fueron a veeea provJslQS cargos tan importantes como los de Presidentes . Gohernadores y Capi­tanes Oeneral~. "como T{'rompensa. {le servicios de carácter pecuniario" (fbidem, 3&1.).

LA OLlCARQtlÍA !lE 'J'ERRATENrENTF;s 'EN ~UEVA YORK

En su estudio sobre los confJk tos agril.rios en Nueva, York en e l siglo 18. lrvlng Mnrk Qlrece abundante material par:! obse)'val' cómo se va fc rmanlio en esa coloni.a una peqU<>f'lR oHgarqufa nI" propietarios de la tierra , Que domina hu; rtJnrlonp~ J)llhlic¡¡s, IncluyendO el Jloder Judicial. cuyo t>jt>r cii'io "'Rt f¡ mlos l Invari"hh'mCtlle ol 'l('nt mlo a ('nn~lId.ar los prh' i1egios de dasl' , Ji;L us ufructo rll'1 pO(i{'t e!,l en !;f mis­mo. rnn frecuenda, C(I)'1.mt.\1rl-l (IIH' permite el enrlqueci ­mi~n l(l rl ... runcionarios qu(>, al ¡¡jlodenlrsc Hl'g¡¡lmentc de las ti er ras públicas, ingn's¡m en 13 dflSe de los grandes te­rratenientes o consolidan suS posiCiones dentro de ella. Este

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frnómeno, tan fl'e('u ente (>n la h¡ r:; wl'la colonial de Nueva York, Fe en('lI('llVa <lsl mi:<-mo Ampliamente documentado en el lib ro de M.ark (\'el' Ri IJ lloRr:'frtl ),

Hernández florlrfgul?z flf!finJII con agmleza uno oe los procc!;Os que condujrl',.n ~n NUf'\l3 Gran<lda fl flumentl:lr el número de los arren(lalal'iQS y IJI:' los pl'Oneg (270): "La mita agraria enseiía .tI Inulo a alquila!'se medi¡'lflle salarlo y con Jos desplazam ientos ¡le una regic'¡¡l a ou'a va ,>lcndo cortados sus vln('u los con 6U as; lelll,o territorial Los indios destrlba1l7.ados comlf'1l7..an a presentarse romo satélites hu­maDus, al lado de las J;ran lles P" oplcnades de los terra te' nientes de la (':oh:in ia Sl' alflu ilml a veces POj' salarlo y suelen también j·(,tornar a la t1el'l'a en CQnrlldonl:'$ muy dis­tintas a 1"5 Que tuviere n UIl 5 US Clilne13. El indjo recibe del terratenlellle pa]'cela¡;¡ cuyo C¡¡llon (le arriendo debe pagar en d Inero. y con. m<lyiJr frecuencIa en trabajo. Con este pro. eedimlenlo, eJ ha('.('n(!a(lo tCn(\I'R mano de obra üsentada sobre su ti ph'a y de fácil reclutamiento. La destrlball2ólCiól.l de los indios forma ¡¡Sr, al través d tl prOcesos (.'{:mt!"lldlctorios, a l proletarlndo agrícola o !león y al url"(!l1datario o ten-as­gut'ro, que suhs iste hasla nUl!tl lros ¡Has",

Lohmann Vi1IenB, Que ha hecho un estudio minucioso de los americanos Que ingr~.sarOn a ¡!:lS órdenes nohillarlas his. panas, explica cómo los <"Qmt r c1 ames fueron admitldOt; en ellas, "El ejercicio del cumercio - d ice, en la dQcum ~ntada T?o~osraffa que sirve de prólngo a 1;U obra (ÓrdenBs tlabi, huna.t, 1, pp. LVI Y sIg.)_ nI) ~c c.lt:s(leilsba ni se reputó rcf'lldo con la ca lhhld nOhl J!a r ia, !; tfmlJr ~' Que e,se oficio no se hubiera df> f>( lnlw!\aI Jo Pl" ':,:u lltll ml'l'llc por el pcSU! Jil nte l'omo Tl um\lln l·¡(J o " :lml,j¡ur" r . _. )';11 l· ... l~ :wfltid(l. 1.3 JUI 'h~I,I'u ­.lcnela s~ntada l)()l" , '1 Ct1nSC,'jo dú l<l !:l órdenes ya hahla .am. p liado el criterio. un lan~o rcst.rhlJ,1 r1o y ('on reminiscencias ml.'die\'ales, en beDEfic.lo d~ IOI! comerciantes andaluces y vascon~ arlos _ CUyBs acU,' I&J ues n(l se tuvieron por desdoro' sas ni refildas COD el us_o de 103 distintivos nobiliarIos. A este respecto, Importa subrayar que en las Indias, por la

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'UIlI '1Jl 1:11'1 ambi ente, p¡'evaledl!con nonnas de mayor lllx.llud I¡III ' lH~ v,igentes en el Viejo solar anccslral".

( 'umenta' Ots Cap(1equl (frut. de gobierno. 101 y slg,) el Il lllo(u'lante Informe sobre tierras realengas que el Oidor·VI· .11IUI(II' JlI(ln AntonIo Mon presentó'a la Audiencia- de Snnta J"II, Nuevo Granada, en 1786:

" l.i:l abuso con que ha!; ta entonces se había procedIdo en 111 rOllcesUin de tierras J-eulcng(l$, sin medida, desHnde, ni "Vlt ll1o, sin tener en cuenta lJ.s posibilidades económicas del ¡jnlk llun.te y SI11 qué unos supieran lo qUe pe<tlan nI los 1l1l'Of1 lo Q\lfi, otorgaban, era la principal dJ1lcultarl "para q1,l e IIHldL(. p·artc, que se halla inculta, se lludiera hacer ci vil, y huhI!3hlc"; muchos, ,ni ampólro ~e Wl HtuIo de merced de n •• ,.';''', hablan hecho reventas muy lucrativa!;>; otros, hahlan lll1Jlldo e¡;l<.\blcccr en 5US tierr'as familiJ.S de pobres I!u)th·a· ,\rI1 ~ ' H y cuando éstos~ con lit! esfll(!rzo, hablan hecho fructi · tll'lLr los campos, exhihfan aqut!llos S1,IS titulas y los conml· I1l1lmn, con el desahucio si no Si! converlfa n en verdadcro~

' tl\ICJóltarios SUY08" , ../~

8IGN1ElCAoo DI'! ALGUNOS TÉRM(NOS

IJandeiras se llaman, en la historia colonial del Bra~U, Ji In~ l.'Olumnas que se Internan en el ,8er~ao para cazar ln· ¡JIU!;, que so(\ despUés vendldon a lo ... · f auflCleiTos y mmeir(l· tlj/f( .. ~ del litoral. Balldeiranteli, a quienes las Integran,

t-.."'mboaba es el portugués que ,parUcijXl de la explotación 1\1111t: ra en e l siglo 18,

Mascatear;1U) e's el comcl'clo (¡Ue hace el mercader por' tUH'U~S llevando 8US ,articulas a J<ls .fllzenda8. Ma~'cate es el IK)I'lugués comerciante y tambléñ el minero,

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CAPiTULO' nI

ORGANIZACIÓN SOCIAL Y CLASES SOCIALES

1. JERAHQUlZACION ECONOMlCO·SQCIAL

No 5610 su~structura íntim<; C$ 10 que concede a la clase y al grupO su importancia y su personali~ dad, sino también su (uncionalidad social, esto es, las ~c1ones de jerárqu1a que guarda con las otras cla­ses ygrupos sociales. Lo uno y lo otro están relacio­nados fuertemente, La existencia de las clases ya im­plica la jerargula, la ubicación dentro de un complejo, social en el cual hay niveles superiores y otros infe­riore!.

Una vez más digamos que la jerarquízación de las clases sociales no es sinónimo de inm,oviUdad so­cial, de parálisis histórica. La socieUad capitalista mo­derna está sujeta -<1 frecuentes e importantes cambios sociales, pero hay en eUa, sin asomo de duda, una jersTqufa de eslratos socia les. La sociedad colonial WIT pano-Iusa n o durmió esa larga si 5t o 'cal qué su­ponran loshlstoriadql'es del giglO,\t ;~la que 'a ún siguen hablando algunos escritoJ'.es y, aunque' el tiem­po se deslizó entre_ sus manas a la' sordina, tuvo, obSer~ vada en su conjunto, un grado considerable· de movi~ lidad social. La orRanización jerar'qu lca de Sus c.lases

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NoCiales nunca podría representarse, por lo tanto, con t'll(~uemas d('ma-siado generales e inmutables, en los que UI10S grupos aparezcan siempre aquf y otros siem· In'c allá. Algu rl-os hubo que des lumbraron con su as­I,'('nsión vertiginosa y que luego se hundieron en el olv,do histórico. Otros, que sufrieron mutaciones de l':-; lructura ~aIi1bios en su intimidad de grupo-- de tal magnitud que lo único que CODservarQn igual, a lravés de las generaciones, rué el nombre genér:co con que los historiadores les conocen,

No vamos a escribir aqui la cronologfa de los gru· pos sociales, ni a intentar rehacer en detalle el es· Quema de su jerarquización colonial, sino a hablar de las !fneas generales de acuerdo con las que los grupos y rlases se fu eron escalonando.

1. CONcr.I'ClÓN DE CASTAS 'Y REALIDAD DE CI.ASE9

El mundo leudal, agonizante en Europa, pr9Yectó sobre América su concepción de los iDdividuo:i orga­nizados _~n cas!af2 En castas vinieron pensando ·tiñtO' los peregTinos ~ "Mayflower" como los colonizadores portugueses y e.$paflOles, En Europa, la feudalidad ha­cia siglos que se resquebrajaba, pero su mente, su 16-gica, su terminología iban a sobrevivir durante varios siglos más. AméricR, fué, desde el principio, tierra de agramante. zona donde la ldea {eudal pretendió rever­decer frente a W1 capitalismo que la hacia imposibl~

I en la práctica, r Concepción de castas sobre una reali­dad de clases: ése fué el hecho~'l Fué también el slm-

• bolo del confJicto entre el querer y el poder, entre el debe ser y el es, que palpitó a lo largo de toda la colonia, desde la comunidad puritana hasta la tierra de los araucanos.

El diagrama, confuso aunque fuere, que traian los colonizadores y el que los poderes políticos impe·

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riales trataron de imponer en América se quebranta­ron muchíl.s veces y el qu e, en definitiva, resultó, no había sido previsto por nad ie. Cambiaba según los lu­gares y lus épocas, por más que los juristas de Feli· pe Il y los ü.'61ogos ue :Mass<lchusetts hicieran mara­villas para gobcl'1lürl0. Ya cincuent" años después de iniciéldo el experimento de Nueva Inglaterra -recuer­da,. Wertenbaker, 76-- los teólogos clamaban CQntra la perversión de las costumbres de las nuevas genera­ciones y el abandono de la comunidad biblica ideal, cuyos primeros ~ignos de decadencia descubrían, Pero el mismo autor advierte que su desintegración habla comenzado apenas Ja comunidad ideal se había esla· blecido bajo el cielo neblinoso de la Bahia de Massa­chusetts.

Los factores que del.erminaron la jerarquía de las clases !uen1n los mismos, que actuaron en el proceso ' formal!vo y en el proceso transformativo, que hemos ~ estudiado, Es, así, posible trazar un es uema 'crár u i- p. ~ ~ .co que 'iDcluya, entre Jos grupos ete otentados, a lOS] \ . encomenderos, l,?~ mineros, los haceñaMOs, lOs planta-dores, 1118 SMllrorr$ ele enoenho, Jos negreros, los co-~erci~lües maYQr.i st.~s , lOS . a ltos runcionarios de lOs ImperJQ!), los altos u lg'naLarJos de la iglesia católica,

Entre los grupos ,de ~Jase medi~, los artesanos, mu] Vu'-""'1 chos comerciantes mmot'lstas, funCionarios y proCesio- 4, nales menores, pequeJ"ios agricultores y explotadores de ganado,

Entre los asalari ados y trabajadores no esclavos, ~-.or:> que recibían algu na forma ele compen!>aei6n por su es· -; \ fuerzo y gOZ<"Ibnn de crCJ't.ll gmdo de libertad !ndivi. dual, algunos de ,los que trabajaban en Ires minas, o en los tallet'es de los artesanos, o en Jos obrajes, los indios cuyas comunidades pagaban tributos en espe· de, la mano de obra de las lazenelas de gado y de las vaquerías y estancias plat.enses. Y Juego, la gran masa

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1111 'Ii'~ros esclavos y de inillos, lambién esclavos. aun­Illll1 la ley 10$ diera otro nombre.

PlTO las salvedades y excepciones. las condicio-111'11 y dl'~un stancias que hay que agregar para' que "ull' I ' .... CJ uema adquiera Ja flexibilidad necesaria que le JlI'! rll ita reflejar una realidad y n o una preconcepción tl!'l lIu tm:, SOI1 tan numerosas que escapan a la índole Iln Ilues tro libro. No todos los entomenderos ni mine- ) lilA rueron ricos ni poderosos y muchos de ellos pasa­HJlI por ,todos los azares, perdieron bienes y rango so-1'1111 y fina lizaron en una oscura clase media. Hacen­Ill\tl os y plantadores hubo - y quizá en gran cantldad­IIUl' II pcnas s i pudieron haberse clasificado entre los MI'Ul lOH de la clase media. Los negreros sí que deben IlIIhl ' l' sirlo siempre y en todas partes muy prósperos In)nlllt.' ~ descartando aJgún funcionario que se metía a IUlv,l'cro ocasional, lOs más necesitaban disponer de rll <'t't.C'S capitales ,para invertir en un negocio en el l 'l lUI -para utilizar términOs modernos-- el capital .' I1'('ulante 10 era casi todo y el fijo ,casi nada, lo cual Iwrl.'t.' fa el riesgo. y las ganancias.

El trato dado al negro y al indio, pOr lo demás. ~Orill ba según los Jugares y las épocas, aunque la re­"In fll~ siempre -yen todas partes- que ocuparan el Ultimo rango en la jeral'ql.Úa.

Una pa1abra especial merece ~clase media \en 1a1 ¡lOI.;mia. Como la de todos los paíSes y epocas, su des­Tlllowé inciert o; su característica, la inestabilldad. ~ ~ U ('ome,rc¡ante, un naufragio o un atraco de los pira­LIIIl podIan llevarJe a la quiebra; si artesano, una orde~

IIIrnza del Cabildo o de la Cámata Municipal podia n'tlucir a ceniza su es.fuerzo de veinte años, Sí joreiro PIl Brasil o inquilino de un hacendado en los alrede­Ihm.'S de Buenos Aires, un capricho del .señor podía IU'rojarlc en cualquier momento de su tierra. S i judlo que labrara la plata o vendiera alguna' mercancía, la

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denuncia de que honraba el sábado podía signjficar que su taller o su tienda fueran confiscados por la In­quisición y su cu erpo dado a J<lS llamas.

En el mejor de. los casos, au n<lue una generación lograra manlener su rango, de la otra, cas.i siempre, apenas hay noticia y sus miembros parecen e.xtravJarse en la penumbra de 10 incierto, No exist(a la conlinui­dad del privilegio, como en las casas señoriales; ni la de la opresión, como en la multitud esclava. Esa ines­tabilidad y discontinuidad dé la clase media la encuen­tra también Sylvia Thruppentre los mercaderes en la ciudad de Londres, en los últimos añOs del medioevo.

2. IDEA y POSIII II,lD 4Ll DE PIlQl;nESO

Si no en los precursores de la independencia, ex­cepcional es encontrar alguien en la colonia que con­ciba e~~ogreso en la forma en que .se lnal1ii1esta en la Europa ocCldenl<11 del s igo 18. La idea de progl'eso, como concepción teórica de un cam bio olaterial en la forma de ,,¡da y de un cambio en las ins tituciones que permita al ,hombre ,aumentar su dosis de felicidad te- ..-c .... "'~ rrenalÍera a jena a Ja mente feud&,y a la lógica cató-}jc9~ qtle seguían goberfÜiiloó-eYrazonamieñ"fó del hom-Bre colonial. . Pero la po~~greso, como simple ex­I periencia individual, como alteñlat'iva de la vida dia­. ria, éso. no estuvo ausente en la colonia, sino que, al i contra rio, debe haber gravitado fuertemente en ci,er­tas épocas y lugares.

Aqui venía n en tropel los que encontraban en Eu­ropa los caminos cel'rauos y que en América los bus~ ('aban afanosamente: los que soñaban, enfermos de es­peranza, con et cambio más sensacional, con la mu-

I danza más invel'o8Ílrul ya -rue'.=e·"cl· secreto de la \¡eterna juventud o la veta de la riqueza inagotable. Y

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muchos lo cnCOnlr;;¡fOn, Se hicieron señores de más es­clm'os que el seilor más poderoso de sus ti~rras y algunos. que apenas sauían fu'mar 8.US nombres, casa­ron con princesas m orenas y se adormecfan rodea· dos d(! una ,cQlte improvisada, como ellos suponían que e-ra costumbre de los magnates de oriente.

En las ciudades más _gr¡¡nd~s existía la ,~t?.~i-I dad - qué acepc ión tan fue.rtemente capitalista tiene

esta palabra- (l~mbiar la suerte en poco tiempo, ' como podfa ocurrI r asoo:átlao!;c cn:i1áIgUn negrero, in­tervinIendo coh los respetable" miembros de algún ca­hi ldo en una especu lación sobre alime~ltos , o haciendo el tráfico honesto de algún rubro muy apetecido por los pudien tes. Este cambio era menos espectacular que el ot.ro, pero nQ menos codiciado para el que ha apren­elido a Oled lr lol'=. va lores de la v ida en cantidades de dinero y no en títu los honoríficns.

T J()S e!'ipañoles y los portugueses ---"Y todos los co­lonizadores en Amér ica- tuvieron , además, que cons­truir la s basf's materi;¡IeEi indispensables de la colon ia: viviendas, templos. casas para el gnbierno, talleres. bu­ques, Los ojos que en Europa sólo habfan conocido c:urlnd('s seculares, inmóv t1es en su trazado, casi sín industria de la constr\I('<'ión, presenciaron en América comc), sobre una dud;u.l ind ia. se levantaba una me­trópoli eRpañola. Era el combio material ostensible. r~ e.ra~progresoJ .Aunque la pa!abra no existiera en el! \'OC'a bulano corriente, .

Ef:! .. s ~o[Jd lcioneR. c.aracterfstlc;rs del mundo nue­v O, y eRa experiencia que a nadie se ocultaba p(1rf1l1 €' lodos Ins ojos la velan , deben h aber introducido un fact l)r {le ."erfllrh~c.i6n, (le in;;;at isfocci6n dentro del es~ (jU'PID3 ele In jen'l rquf.:l de lol'=. grupo" sociales en la co-­lonia. No sólo era pos:ble el e.amhio, el salto de un estrato tl otro, sino que. a eso :venían los más de los peninsula res y a menudo, cua ndo la realIdad traicionó

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sus esperanzas, se re\'ela ron airados y desconocieron a la autol'idad , así fIH'r<l el arzobif'po comO el vifl'ey.

L os q ue nJnguna po!':ihil'dad tenían de mejorar su suerte dentro de la org-aniz::lci6n {,'Qlor.la l fueron lOs Indios y los negros, Para eUros, el incentivo der-pi'OiTe­so está ausente. En los .eS('!<lvos de los inA'enios CUba-¡ nos se prndurfan eriurmi8s ele su;cid iQR, 20rque ent re ellos se corrfa la vOi de que volvía n, en la sef{Unda vIda, a su terruño tHllnl, en Afric;], L os negl'os hrasi­lefios hu ían a I(ls Pa'mare~ y los indios oe las colonias espa ñol¡¡s no cJcJa l'fln r<lE<l I' velnto afins sin producir una 'rebeli6n r;:flnp- ricnl.:¡. Es s in t0mAt ico que sobre eUos - ne¡:rros t" iOflin~ fl'Cayera ('0 11 más insisten­cia la 3f'1I1"1H"lón de alnlli o, de inercia, de desinterés por el trabajo.

3 . LA JJ:RM1QufA Of'l rr'ACION"r.

1 El feudali !lnv) rleió ('n lwrr nc'a RU desoredo por C-h f o.A~"'· l' .. 11 el trabflio !!:la.n.lJJ!t;LC9r p) c,I]!M.!!lo, En I~ ; f'l'arouía de Ilas prore~ione", C'n .1\ 11lp.r ¡('éI, de ar.llf'r(]n al I'angt) 50-ciéll que se le~ ~fl ; trNL j<lln l1s C'"t :í all~C'ntf' eSe 111'f'iuicio de tfln antlmlO aholenJ!o. E l sf' ñor de indios o de ne-tITos, el éllto funrionarlo y (>1 alto rlignat ar'o de la Te'l e-sla eran los oue tenían las nrofcshmes más venerabl~

y no cabe duda (Iue el a rtesano tuvo que arrastrar sJemNe el f;ambe" lto del menosprecIo,

Pero en América se alteró toml)jén el patró~...!!:a­diclonaJ de los vt11 oTC':; profesion<llC's, E l cnmerJ~t'L.e~ aQuí úná" ~iiO<lc 'nri~rfe 'bnlO "'éxito e,conómico Que no hay -Cñloñia donde, en lI n íl énO(':'I o en otra, no aparez.­can 1m! ,cOmprriílTlIf'f; (W lll';1nr]() ¡ni'; r an.(os públicos lo­cales de mayol' im pcwt .. nc;H o infl t1yendo sobre las de(i ~iones ñe lO$> rcprPRcntiJll tes de ¡ ~ rorona, ~1'er~f\­

der fué el fund arl o}" d~l nrimer mayorazgo de Chile y la historiase re pite en los .C\latro puntos card inales,

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Los accioneros de vaquer1as y. después, Jos prl­. • I~I'!~I l'f)tanciefos en el Plata, co¡:no los fazendeiros de , litIo, eran a menudo hombres de campo y de tra­.... In duro, jlneLes infatigables que arreaban, carneaban r !)Iun'aban al ktdo de sus esclavos negros y de sus JlHllI'ht)S mestizos. EllOs mismos, cuando descendfan a 1M I,'!udades, eran los que imponían det:lsiones impor­¡,IIlWI en los Cabildos y en las Cámaras Municipales.

1 ... 1 jerarqufa ocupacional en la colonia refleja tam- ¡. IMn (~t/i!ánsito de l~~eudalidad al capitalismo que va~ l ¡11I)fJ descubriendo en otros capítulos.

Cuando una familia, un grupo o una clase pierden • 11 811stentadón económica, su ubicaci6n social está IHllldmente condenada al descensQ. Ocurre, a menudo, 1111(' In ubicación social se conserva algún tiempo - aca* 111) una genern.ci6n- pero la caída es inexorable s i tille divorcio de lo económico y 10 social se prolonga, IN (Iue suele suceder es que, en manos de otras fami­lino () de otros grupos sociales la misma actividad !1fonómica, la clase SOcial sufre una reestructuración II Ill'rna. Así, en el Clli30 de la oligarqufa cubana del IU',(u.'ólr y del grupo de los vegueros que, jugados el IIId.o por el todo en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) en procura de la independencia, perdieron la 11Il!'t¡da y fueron l'eemplazados, en la industria, por ntl'Os propietarios y por compañías de capital cubano, II Ispano y estadounidense Y. en lo soda l, por una 011-gnrquia azucarera nueva, En otros casos, hay ollgar­lIul88 decadent~ o vacilantes, por reveses econ6mi­f'U!', que se ven infiltradas por elementos llegados de IC'It:I grupOs de comerciantes prósperos. Asr, la nob leza vlcentina en el siglo 18 brasileño; la antigua oligarquia tic lerratenientes y encomenderos chilenos; los grupos

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• , !

de encomendero;:; de Cuzro, Charcas y Lima, en el si­glo 18, despues de la <l.bollción de las encomiendas .

Los casos de dicotomfa econ6mico-social no se prolongan, pues, mucho tiempo, porque el privilegio social descansa normalmente sohre el poderlo econó­mico. El poderío político. en cambio, puede escapar durante más tiempo de manar;; de grupos sociales que sigan conservando HU predominio económico y social.

lI. LOS DESCLASADOS

Hay en la América hispano-lusa 1m número muy grande de indivjduo~ que se encuentran a l margen del esquema colonial de las dases sociales. Se trala de una multitud heterogénea. integrada por sectores cu­yos orígenes y características son muy diStintos .

l. FILIACIÓN E(,'úNÓM.ICO·SO\.."IAL

a. Panorama, En nuestra "Economía de la so­ciedad colonial" lJ.emos distinguido dos tipos de ele­mentos que se encuentran DI margen de la producción colonial: los que viven dentro de una economía cerra­da, sin intercambio regular con el sistema colonlal y que denominamos poblaci6n no incorporada a. la eco­nomía qolontal y los que, sin embargo de habitar en los lugares de producci6n y de inmiscuirse de diverso mO'­do en el engranaje de ésta, no le hacen aporte electivo alguno y que distinguimos como población im.produc­Uva (247 y sig.).

Dentro de la primera decnominación incluimos a los indígenas que siguieron vivi.endo en ~us prppias organizaciones, sin contacto con lo.o:; colonizadores o con contactos esporádicos, así como los negros fugiti­vos. que muchas veces buscaban la selva como refugio y que en Brasil llegaron a tener cierta organización

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prol,ia, hasta que fueron e1ftcl"m.inados por las armas. "'arman parte de la población i::!!!:.pro.ductiva qule­

,/ IU'K no }Jl'cxlulJp.n bienes.. ñl participan dp. m.anera ncU­" VII pn su producción. Categorías muy diversas se en-

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j'lII 'oLran en esas condicionP.S: Jos funcionar~. tos

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- JII ·lIfl..~.l'i ionales liberales, los ~os que no ejercen ufkio!': ni dirigen centros de producción, los propfeta-

( r'los inactivos, lOS pensionistas, los encomenderos que flp reducen a recibir la renta de sus encomiendas, los fl"~QCupados, los det:ncuenles, las prostitutas. La fol1umerad6n que hacemos tiene. desde luego, carác-'pr estrictamente técnico-econ6mico y no prejuzga so­IIr" la función social ni el valor ético de estos grupos. A !l.U función social nos referimos en diversos lugares ti" psle libro. A su valor ético haremos alusión en otro I nlh:1jo.

La po1Jlari6n no incorpMada a 7,a eccm.om{a colonial 111' en('uentra, no sólo aJ margen de la producción crr IMiaJ. sino tambié n fuera de la organización sedal d,' la colonia. Tiene su propia historia social, su pro­plil organización. El grado de autonom{a que los nú­l,'l ('oS que la integran conservan respecto de. la socie­dad colonial varIa. En algunos casos, nI siquiera se Ill'~a a establecer el contacto físico más elemental ('nI re aquéllos y ésta -es l o que ocurre con tantas (.'nmunidades indfgeoas que quedaron aisladas en la ulliplanície o en las tierras jncógnitas del sur-, mien­ll'as que, en otros, el contacto esporádico con la C'lll nr..in introduce un f!:ermen de transformación vaan tle rj ~nluc1ón. en el elemental esquem<l sorial ;'~l nú­deo. Pero el hecho básico es que esas agrupadones l1L1manas no participan de la existencia social de la l'olonia hispano-portuguesa,

Dentro de la población improd'll,ctiva hay .,11~ ha. ('«1' un distingo fundamental : algunos de sus elemen­tos (orman parte de las cl~ses sociales coloniajes y

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otros no. El funcionario, el en'C9mendero que se redu­ce a cobrar el tributo d(" sus indios, el abogado perte­necen a clases y e"tratos IKx,'in les. como lo hem:>E! vli:to. El delincuente y la prostituta, que hacen un mod() de vida del delito y la pros litución. son desclasados.

Mayor dificultad !':c nos presont;) en el cas!) (te los desocup<ldos. Cuando se t,.flta de desocupados tem­porarios. entendemos que s iguen perteneciendo al mis­mo grupo social del cual forman parle cuando ejercen una activid.ad productiva. P erno al lado de ellos, abun­dan en la época colon ial los desocupados permanentes.

,Algunos jamás han trabnjado, n 1. tienen ingreso.s fijos ¡lpcl'O -('omo el p(caro e!:!pañol del siglo de OTO-- des-

Iltinan su ingenio y su inE"scrupulosidad a obtener in­gresos esporád icos Que les permitan seguir viviendo sin trabajar, No son indios, ni negros, pero quizá ten­gan algunas gotas de sangre ¡ndi;) o negra, aunque ellos sigan considerándose espafiolf.>s o portugueses y ocultando su origpn mesttzo, Pueden ser blancos recién. ne~ados de las metrópolis. El ind ividuo que pertene<:e a este núcleo vive "y <lrn1a estrechamente ligado al es­qu.t:ma ('(}!on:ol de las dmics, ya !lea recibiendo el favor de un seÍlor poderoso, ya. sea interviniendo en especu­laciones ilegales con aJguna autoridad, ya sea· cubrien­do sus gastos con el producido de las artesania¡:; de al­gunos esclavos que le han s ido obsequiados. A veces, un casamiento afortunado le t ransforma en comercian­te: o el favor de una autoridad le hace latlfund:sta . Es, en srntes..is, un desocupado pem1anente que no se di­vorcia de la estructura socia l colQnjal, que existe den~ tl'O de ella y que., en o(':J siones, tcrnuna siendo miem­bro de una clase: ron tantos títuJos como cualquiera.

Pero hay otros desoc:uJXldos permanentes - más numerosos- que nada esperan de la organización so­cial. colonial, como no sea alguna migaja, alguna opor­turudad para delinquir . .:€sos sí tienen una dosis mayor

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11(, sangre negra o india y son, en no pocos casos, ne­III'OS o indios fugitivos, pero Que no se han alejado !Ir lo::; f'.~ritros urbanos, o indio!'! cuya comuninad rura l h:1 Ri(jfl destruida por el aluvión colonia l y que se han II 'm:ladado a la urbe para sobr:elle\"ar alH una exla­Il'llt'in de 1)ombra humána. Estos desocupados penna­ll('ntes, en casi todos los casos, no ingresan jamás a una clase social, no aceptan la única alternativa Que In Eiociedad colonia l les ofrece: la de ~er mano de obra ('Relava o semi esclava. Algunos se hacen vagabundos: otros, delincuentes accidentales o habituales. De al11 fl llrgen muchas de las prostJtutas.

h. Cau.sas. Las causas son, esencialmente, eco­n6mlc3R y Jas hemos examina,do en la obra citada (254).

Llej:!ados los conquistadores, se produjo, en los lugares de América donde existia unij vasl<! organiza­t::i6n económica indfgena, el quebrantamiento parcial de ésta. Los indios, en masa, fueron violentamente in­corporados a un sistema de producción por completo distinto del que conocían y al cual estaban habituados. A 19unos continuaron en él por el resto de sus vidas; otroll huyeron a la montaña o la selva, con lQ que pa­Raron a formal" parte de la poblaci6n no incorporada a la producción colonIal; otros, fina li za.d() su trabajo o rlesertados de él, quedaron sln ocupación fija en los centros coloniales, ,

Deooe el principio hasta el fjn de la era cOloniaI'l el mecanismo e<!on6mico dejó sin ubicaci6n a la gran mayor:fa de los indlvlduos Que na fueran ni grandes propietarios, ni mano de obra esclava o semi eSclava 'l En medio de Ambos extremos, se rué ubicando una po­blación cada año más numerosa, formada espec iaImen~ le por los frutos de la miscegen8ción en todas las co­lonias y por los blancos - llega(]os de 'Europa pero que no perlenecian a los círculos pequeños de prjvilegia~

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dos, ni eran funcionarios, ni ejercían oficios, porque, s i los tenfan, se olvidaron de ellos al ll egar a Am~rica.

L~ gran masa de los desocupados estuvo formada por mlembro~ ele gru po.'; éln icos intermedios, pero no porque arrastraran taraR r.u'iélle-s insaJv¡Jblcs, sino por~ que el esquema econ6mico y social colonial no tenía para ellos ubicación algulla y porque COIllO consecuen­cia de lo mismo y de, una herencia ~¡al de siglos, los grupos étnicos Que eJercian los trabajos m<lnuales que- ~ daban envilecidos por ese solo hecho. ~'y..- ~

~l mestizo, sin ubicacIón en el esquema eeonÓ. ~ . mi~o, se e~tra también si n destino en el esquema SOCIal p~rque, no s iendo inuio ni net:ro, a:::pira a ser blanco Sin poder serlo. La societlad colonia l le coloca en un I>í¡.ligros? lug<u' intcl'medio, le crea una psic9--~ logra c1e;resent.¡do a quien, para colmo. no le da tra-¡ bajo··'nl caUcacl,on. - I

Indios de las ciudaues, indios y negros que fugan de las minas y laR plant<lciones, mestizos y mulatos, algunos blancos ti quienes no interesan o no se les pre­sentan la~ pocas oportunidades que h:.y de trabajo asalariado, van engrosando el número de Jos desocu­pados --;-mD.yor cada año en Jos tres siglos ele la colo­nIa- y la línea divisoria en tre desocupación perma­nente, delito y prostitución va a ser entonces muy difícil de t razar.

.... 2. ALGunos c"'oos l'AR1'ICU LARES

Dentro de esa vasta J11ultiWd de desclasados es , m ene:'ter enunciar la:::: CO f:1 cter(sUcaK especificas que asumteron a lgunos núcleos.

a, Los gauchos. En el siglo 17 comienza a usar~ se, en el .Rfo de la Plata, la denominación genérica de gaudenos para los individuos Que llevan en la cam-

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paña una e},:istencia nómade, jinetes infatigables que se aHmentan pri.nc1palmenle del ganado cImarrón que t.:omienza a abundar en esas zonas. Hasta ellos no lle­ga el brnzo de la autoridad, ni hay ley que respeten . A. veccs son mansos; otras, despojan a alg(m hacen.­dado.

Ocasionalmente, el yauderiQ rJoplatense carnea pa-ra extraer el cuero, que -vende al pulpero de la región, ~1 cual Jo entrega a un acopiador, quien, a su vez, lo vende a un exportador que está en tratos con alg(m buque inglé"s. Cuando las vaqucrfas se hacen más fre­cuentes, algunos de éSOS ga'uderíos ion'nan parte de ellas y rt'cibCn una compensación. Desapal'ccirlo casi por completo el ganado cimarrón y creadas las primer~s l estancias -~iglo 18 y principios del 19-, el gattdc1'1o • . a quien se le comienza a Jlamaf gancho, ingresa en¡ ellas e-omo mano de obra experta y de espíritu tradi­cionalmente libre. 'Claro está que seguirá habiendo gauchos err¡mtes, que C<:'1rnean ajeno y viven guiándose jf 1 por las estrellas. El~ple_n:.~Qllmento IolkI6ricq.q~e es el "MarHn Fierro" revela que el personaje contUlua en vigencia aún en la segunda mitad del siglo 19.

Existen, pues, distintas etapas que tienen impor­tancia para la historia f:;ocial de este Upico personaje rioplatense. El que Coni llama gaucho cien por ciento (GaucMs de Santa. ¡" é), es dedl', el jinete vagabundo que vive al azar, es un d~cJasado Hpico. Está por completo al margen del esquema social de la e<»onia , Cuando el gauderio o el gaucho participan de las va· querfas, entonces San mano de obra q1.le' percibe utla compensación en especie o un salarlo en ,dinero. Son asalariados libres, de los pocos que hay en la colonia, aunque no pasen en tal condición un tiempo largo y vuelvan a errar por la pampa bonaerense o la cu· chilla oriental. Cuando se organiza la estancia y el gaucho reside en ella y am trabaja por una paga,

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entonces su ingreso a la economfa y a la estructura social colonial uo ofrece ninguna duda. Es la mano de obra de la gan<ldcría platense, aunque no sea la única, porque todavfa hay negros esclavos que t ,rabn­jan a su lado.

Estas etapas son sucesivas en términOs generales pero, durante algCtn tiempo, coexisten. Ya lJevaban las repúblicas var ios decenios de existencia y a~n había gauchos trotamundos y otros que lo eran a ratos, como para alternar el ocio del lr<lbajo fijo con el horiZOnte sin Jimitaciones. ¿Es que Martfn Fierro no es, acaso, un gaucho errante -muy a su pesar, es cierto-- y Se­gundo Sombra , decenios después, un asalariado en toda la Jinea, aunque tod¡wia h iena en él esa neresi­dad de andar y andar, tan gauchesca? Es., necesidad que !e hace decir, como si fuera un lema de su vida n6m<lde, que apenas llega ya está queriendo irse.

b. Los negros f1lgitiUOS . Esclavos y semi escla~ vos !ugitivp"s_ h~b~_ en . ~9das las..colóniasj' desde el nor­te hasta el extremo sur y en todas las épocas. Inüios, negrcF, "indentu red S€rvJnts" blancos de tierra nrm~ o de las Antillas. I!~.fan del inVerno de la.....elantaci6n, o de las. jornadas e.xieQLladoraa del obraje;- tras una quimera de libertad. Muchos engrosaban la multitud de desocupados permanentes y de olros quién sabe cuál fué su desUno. Son demasiado humildes para que las cr6nicas coloniales se ocupen de eUos.

Pero hubo además, en Brasil, negros que se fue­ron al sertao y allí se organizaron. Algunqs autores sostienen que llegaron a constituir repúblicas incipien­tes. Esos desertores de la colonia escribieron su pro­pia historia social en la selva, pero dejaron de perte~ necer, para ello, a la historia social de la colonia.

S! el negro fugitivo se queda en la colonia y se agrega a los desocupados, es un desclasado, Si se suma

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I , ,

11 ln:"l rle¡:;ertures ele la ¡:;e lva, se pone al margen de la /ll>f.'iedad colonial.

~. Los UF.S\LASAOOS y su CItAVI1'AaÓN SOCIAL

"La multitud de Bagaml.lndos, forajidos, gentes of'itJsas o araganas de que tanto abundan en la cam-1m na SQn el origen de muchas muertes, robos y des­Ón]l'nes ... la causa de. todo esto es la multitud de Ilraganes, ociosos y V<igos que hay en la Campañ<J em­Illl'ados en jugar, rooor y hacer muchos excesos por t' l ul)rigo que hallan en cualquier parle, donde no se les niega un pedazo de Carne y. no les faJía un Caballo ('n qne vagar". Así se expresa el Cabildo de Buenos AirE's en 1788. Antes y de~pués, en términos seme­J/llltcs, funcionarios, observadores e instituciones se h:lIl relet'ido, lanto en 1a's colonias e!.>pañolqs como en In portuguesa, a esle problema al que jamás se le en­('ontró paliativo.

La corona intervino varias veces, ideando 801u­(,'Iones que tuvJeron muy poca efjcacia. En 1558, ya el monarca enviaba 31 virrey de Nueva España instruc­dones "para que los español~s, mestizos e yndios va­Hnmundos se junten y pueblen" (Puga, II, 319). Pero ('se procedimiento de cazar, casi a lazo, la mano de obra rlotencial que andaba disper:;;a y concentrarla en Juga­res donde pudiera ser aprovechada - intentado mu­('has veces y al cual también nos re feriremos en el capítulo siguiente-- no podía, en forma alguna, cu­rar un mal de raices tan hondas.

En ocasiones, se Uevó al desocupado a formar en o:.'xpedi.ciones mililares de conquista dE'l interior des­{·onoci.do, c'omo lo hizo el Marqués de Cañete, virrey del Perú, en 1560 (Machado Ribas, 62); o en los clanes fazendeiTos, verdaderos ejércitos privados de la artsto­cracia territorial brasileño.; o para integrar la ucmdeira,

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columna mO.melll.ca que se interna en el sertao para buscar metales preciosos e indios.

:r~ra asimil:Jr <11 de~la811d() hubiera sido menester '\ modlflcar ]Xlr entero la e§1r\!~tura ~jaJ de la colonIa, comenzando por cambiar la natura leza misma de su I economfa. No fué, pues, pecado de pocos, sino enfer- I

mcdad Inevitable de un sis t("ma - y tanto, que tam­bJén la paoeciE'rón J:..s colon ias británicas del norte (A. E . SmiUl, 7).

Una vez ~an7..ado aJa vida pOr una sociedad que lo engendraba sin saber por qué nI cómo, el desclasado r~nu fa !>Obre ella en 1" form • .\ más gravosa. Improduc­tivo -como también lo eran muchos otros miembros de los estralOs prh)i\egiados_, vivía y se vestía, sin emb~go, de algo que no era su esCuerzo personal. En el .cas.o del g(luderio vagabundo" la res mostrenca que anlqUllaba en el siglo 17 quizá no hubiera servido para alimentar a n<!die; pero el mozo alzado que carnea ajeno en el ¡S ya se e¡:;tá apoderando de un hien que pmtenece al patrimonio social. La prolit¡tut~, el del in­c.\1-ente habitual o el oCé}sion;¡l, el poi'( liosero -y'qué ejército formaban en la colonia- , e.!Jl!caro --elegante o desarrapado--, el vrutio brasileño consumen bienes que producen otros y, cuanto más numerosos son esos personajes, mayor es el esfuerzo que deben hacer los productores para aumentar la riqueza socia l.

Este proceso no se mirle sólo en términos eco­nómicos, ni de esfuerzo HS1cO. El principio que acaba­mos de enunciar tiene un tercer término, que es el más doloroso: cuanto ma.)'I)r es el esfuerzo que deben ha~er los p rodudQrcR,mayor es 1<1 dosis de injusticia 1 SOCIal que recae sobre ellos. de vin lenc ia, oe despre­cio, de i~nOmjnia, de dol0r. Cuando sobre la espalda ¡ del trabajador reposa una Ipgi6n de seres improducti­vos, el trabajador no es considerado sino una bestia de carga, un instrument.o para produclr algo que siem-

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pre ('s in!'>uficiente, La multiplicación de la produc­('i(Jn colonial, además, no depende, sino en minima p:u'te, del p~'ogreso técnico y, p'Or ende, es al esCuerzo fh;ÍCo al que es mcne~'tel' exigir todo,

La presenCia de esa multitud fantasma de des­rlasados es, pues, un (actor poderoso de inmoralidad social, de corrupción, de injustioia, de disgregación.

liL ESTRATIFICACION y COHESION SOCIAL

La soci~dad colonial muy poco. apta resulta para estimular a cohesión socia!) En un agregado humano donde hay co on za )' colonizados, .señores y es­C'iavoR, donde el privilegio o la exacción determinan CO!l harta frecuencia el destino individual, donde los ,unns se creen, por natura, con derechos sobre los otros, los más conspicuos f.1ctorcs son los que tienden a la desintegración, a la exacerhación del más extremo in­dividualismo.

~!l la colonia hJspano-lllsa, el sentido de lo social 1 n.? _ exlSie.'Salvo en casos excepcionales, ~jste, sí. la

sUDordlnaci6n al poder polftico -que lleJ;9-ª estar mu'y des"!.~E.oIlaaa, a tal punto <)~~ebe sorprendernos cóm.o España p!-'_40J~wa~ . ..Q..u.e la unldad de~!l-Sto ~te­rogénro -imperio americano perdurara más de ~_ . .§i­g~o~:-<!Üiclala-'l~sia _ o Jlª~ia díos; el sentido ~eJ d~ber haC!a el grupo proCesional, en ciertos casos espe-clales, c_QI1!0-~n lOs gremios de artesan~, - - -

En las colonIas- británicas del norte -no en las Antillas- , el sentido del deber hacia la comunidad

I cstuvo más des<lrrollado que en las hispano-IuSilS, de­bido a su ori~en religioso protestante, con la pequeña l'omunidnd reli giosa como ractor omnipotente de co­hesión socinl y moral, sin iglesia centralizada y po­derosa, lejos de Un poder imperial débil que sólo en

\ los últimos decenios de la hi storia colonial deja sen-

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ti]' su presencia de tal. Pero es necesario advertir que, para el colono británico, el sen tido de la comunidad no es sinónimo de sentido social, porque el primero estti limitado a un g-rupo -reli~ioso, social o racial-, mjentras que el Regundo se extiende a toda la socie­dad , dentro de la cual se incluyen grupos e individuos que el colOno briltinJco combate, subyuga o menos­precia por razones políticas, e,con6mjeas, religiosas o raciales, Tawney observa que el sentido de solidaridad socinl se encontraba poco desarrol1ado en el puritano (229) e igual cosa podrla decirse de muchos- de los protestantes no puritanos en la América colonial.

Lps que tenia n sentido de 10 social admirable- l· mente desarrollado eran laR indios CJeli"s comunidades I agrarias primitivas. El In.éado jo respetó Y~iWu16, { I

ero la ~oI9..!!iª-J~dc¡nruyó hast.C! donde pudo, Se man­tuvo en las ce u as 1Il 1genas flue quedaron Intactas, sin incorporarse a la economfa colonial.

Ya veremos en otro trabajo qué suerte corrieron, en la nueva sociedad coloni.:;l surgida en América, ej ~risco jndi~iduaü~mo oel cQrlf)ui!'taclor y el individua­hsmo crónICo df:'1 cülono. Lo que en éste tenemos que agregar es que también fué muy limitada la solidari­dad de eJase o de. gmpo social. Es posible que se haya desarrollado. en derto grado, entre los indios y los negros esclavos. Las sediciones (recuentes asf lo hacen creer, aunque debe advertirse que se trata de una so-.­lidaridad elemental de defensa. Ninguna debe haber habido en esos grupos densos de desc1asados y desocu­pados -más numerosas a m¡:¡:lioa que corre el perlo­do--, entre quie!lCS los J11c!'>tizos y Jos mulatos for­man en alto porcentaje. Alguna, enU'e los que tenían intereses profesionales o económicos semejantes y que unfañ' sus esfuerzos, aunque fuere accitlentalmente, para defenderlos; como en los gremios de artesanos,

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en lQs comel'c,iantes locales que pugnaban contra los /~ comerciantes monopolistas de la met1'6poH, elc. ' .

Ln independencia -Jarga y cruenta lucha en la -" ( i

Am':;liCa1l~l)mo no lo rué en la portuguesa ni ' )rJ'-

en la brilánir3- resultó un estupendo proceso de ~ aglut lr,l?el6n d,e clases sociales y grupos étnicos; q,e in- 1

'l leK!:a~l~n naCJODal; de aPr2suradoJiesalTollo d~las \ fuer~~e-cohesíón social..:.. Pero' eI sig lo 19 hi spano-lu- • \ so destruyo'mucho ue-Io que hizo la revolución de la ' independencia y no dejó un aport~, en esta mate ria, que sobrepasara el de la colonia. •

iv. LA rt:LESfA COMO FACTOR SOCIAL

En lo sodn.l -como en lo politico y lo económi­co--, la gravitación ejercida por la 19lesia católica sólo puerle cl»m))ar<'ll'i>e, tom;:mrlo en su conjunto el perlodo colonl ,\1 , ü la del JloQel' polftico. l.J t1. Jglc,>ia está omni­presente en la villa colonia l, si no determinando, sí condkiona ndo fuertemente las (oonas de la organiza-V <'ióri .~lX!iaJ ;ios Mbitos personales, las Ideas, la psico-

J logía. Como la más grande propieta ria que es de bie-n.es innw ebles, mueh les y dinero, su acción es decisiva I sobre cen tenares de miles de destinos individuales, en todos 103 liempos.

No s610 ofrece ell a la sede de la asociación --el templo, el con \'ento, la cOfradía- , sino tnmbién el mo­ti vo y la rntlole de esa asociación, que eHa preside in­variablemente, dictando sus normas y su estilo. No hay fi esta públi ta, que no esté vinculada a ella, ni ce­lebración pl· iv.ada que no le tenga cOmo partícipe en illgu na fnrma. Con su tendencia a hacer obligatorio lo que <1(' 1'('('(' su }..lotlel'íó, no perm ite que participar o no en la asociación sea materia del fu ero fntimo e im- ~ 1: pone., ha jo severas sanc.iones. la presencia en la misa y en .la fiesta. Ni tolera sin hostilidad lo que puede

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a

abri r una brecha por dllll(le se manifieste un tipo di· ferente de asocial'i(m que e~cLlpc a su control. El ~- 1

I tro tuvo que VCnl.'í'I· su veto p8rtl existir. _._~

Donde la "fnquisit.' ión se h izo presente -en MéxJco y Perú mucho más que en Cl") il e y el R!o de la Plata­ej., t.e¡:.mr fué otro fador que I'e.d ujo la asociación a los casos en los cuales 1<1 Jg le.s,ia ejercía un control direc­to, porque era la ma nera más segura , aunque no infa­lible. de que no recayera sobre el prop6sito de Ja aso­ciac ión la sospecha de herejía.

EIL Brll$iJ. la Igles ia tuvo menQs paderio, menos gravitación que en algunas colonias espafiolas. La gran unidad económica - fazendfl, engenho- desarro­lló un alto grado de autOsuficiencia productiva, con 10 cual entorpeció el desarrollo de grandes concentracio­nes urbanas y, al mismo tiempo, fué una célula social gobernada, no por el virrey ni por el comendador, sino por el senhor o el fazcndeiro. La Jglesla presente en) la fazenda y el engenlw rué, 110 la centralizada y tod()o poderosa de otras parles, .sino la casi privada, sometida al propietario del lugar muchf> m-as que a 'la jerarqu1a lejana.

La carrera eclesiás tica, en Brasil como en las c().. i lonlas españolas, cumplió una misión social que no \ tiene similar en los. tiempos modernos. Aunque redu- i clda en muchos lugares y durante mucho tiempo a los indivldu.os de piel bla nca, rué la gran canalizadora de ( las en erglas individu<1Jcs que, por otro camino, iban \ a desem~ar en el frflr3so. Ofl'ecfa, a unos, la opor­tunldad. c~~"ex('lu s iva , de la cul tura;)a muchos otros, la seg.u idad económica, la vida fácil, la aventura del predominio sociaJ y hasw la ])osibUidad tentadora de una carrera polh,ica completa , Ésta es UIlO de las cau­sas fundamentaLes de que el dero fuera ta.n numer9$o y mundano, tan afecto a los bienes de la tierra y tan descuidado de los de1 cielo.

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ACOTACIONES

"F.n las Indi~ Occidelltales lie disUngufan siete castas, a

"l~ los ('spañoles nacidos en Europa; "2' Jos españoles nacidos en América; "3~ los mestizos, descendientes de blanco e ind1o; "1' les mulatos , descendientes de blanco y negro; "~ los zambos, descendientes de lncilo y negro; "6' los indios; "7' los negros, con la s subdlvlslones de zambos ,priet9s,

[lroduc1o de n('gro y zamba: (!UOlrterones, de blanco y, mulata; quinterutlcs, de bl<!nco y 'cuarterona; y saJto,atrás, la me~cla 1'11 que el color es ¡mis oscuro (lue el de la madre" (Gil I;'ortoul, 68). .

En las colonIas británicas se 11izo tambJfu1 1m3 dasifi­c.'lc16n minuclosa de este tipo, con terminología propia.

Las Leyes de, Indias hablan t"On mucha ft'l'Cuencia de las-castas, pero la termlnologfa y los conceptos son vacilan­t.es y contradictorios,

IDEA ~E PROGRESO

Beard, que ha estudiac\o, entre otros autores', e l o-rigen, histórico de la Mea de progreso, sei'lala en (.arma expresa su carácter moderno y su indoJe no rellgiosa_ (Prefacio de "The idea 'of progres.s". Ver Bibllografía."

INESTABILIDAD llE LA Cf.AS_E MEDIA

Sylvia, Thrupp ha escrito una de las monograflas rn.48 completas sobre' una clase ¡>ocial ea un lugar y una época determinados. Comprueba la autora que los mercaderes Ion· dinenses en los úllJmos siglos de la edad media se yan rena' vando, generación tras generación, lw.lvo un grupo reducido de familias. En algunos casos, los Wjos abandon'an la prof!! ' slón de ló~ paorps y adoptan otro. Además, .los altos [nctlces

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r , de mortalIdad Introd:ucen en las familias de ,mercaderes un factor de inestabili(lad a través de las generaclolles. La autO' ra advierte Que en toda Europa se produce el mismo fenÓ· meno en ia's clases urbana¡; acomodadas (222 y sig.).

Con Jluestros conocimientos actuales, sería muy dificil estudiar cómo este fLictor de la mortalidad ha Incidido sobre la continuidad de la cla¡:;e media urbana en la sOciedad colo­nial hlspano·portuguesa. Es muy posible, sin embargo, que pú-eda llegarse él una conclusión' semejante a la de la autora citada, -

ESPECULACIONES

Las esprculaciones fueron frecuentes en la cOlonia. Eml· Uo Romero narra un(l ,de ellas en Perú. "Dcsdeel terremoto del 20 de ocLubre de 16B7 luS trigos (le lOs alrededores de Lhna hablan sufrido un grave quebranto, reduciéndose "a un Inútil y nociv<l polvo color de taba~o". Los precios ¡¡uble· ron hasta 30 pesos la fanega y por tal causa se acordó .reba­jar los réditos de los 'censos. Fué entonces cuando comenzó a intensificarse la compra de trigo en Chile. El trigo peruano pudo p-rosperar, pero fué conibatida la; idea de su fomento posterior por los e!'peculadorE's y los pa:nad~riJ-S, quienes, so pretexto de qUfl el trigo chileno costaba menos, des­preciaron el trigo nacional, a pl!l:;ar de qUE! 'antes n(l hablan usado otra harhla (iUf' la perunna para hacer _pan. Hay que advertir que esos comerciantes tamtl1én especulaban abusan­,do de los productorE's chilenos. Pagaban precios m.lserables en Chile y cobraban ele;vados precios en el Perú. Los navle· r08, por su parte, querfan el monopolio del romerclo del trigo chUeno" (119).

Este epiS9dio se repite_ en todas las colonias, en 'grande o pequ.ena escala. La-s más lle las veces, se complicaban en él las autoridades loc<ile~ -los Cabildos y: algunos miembros de las Audiencias-- y solfa or.urrit que los Virreyes y la Corona inLentaban actuar para poner;l!! coto. A menudo también, la 'trama era tan sutil, los luten'f;I"S creados tan cuanUoso.!i que CS<.18 tenlall\"all fracasaban o, cuando ¡>urtfan algún efe_cto, ya la oli gllrq\ lf<i local de comerclantes;y terra­tenientea se habla hC!lH'fit::iado con v(lrlos años de especu­lación.

Means (Fal}., 181) menciona un documento existente en el Museo Británico, que descrlb(~ , SE- gúlI el auto\', la serpren·

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d"nte Inc.apoclrlad y venalidad Que prevalecia en los gobler' Il,)$ munklpalf'S en torla la reg!6n andina, Los funcionarios, Hllrf'ga, se compliC'<.iban en esprcu laclones sobre la venta de jlUI\ y olrof.: articules d e COl lsumo, A m{!lIuc!o, se prov~ba un v".fJ.:orl'wso aumento de pr{'(:!oll: --sigue diciendo 1"1 autor IUt'lIt"i(tnar!o_ del qlW se beneficiaban los alcaldes y otros lUII(" iona rios munic ipales.

IW.SMtttIO POR 1':1, TRAbAJO MANU .....

"'Entre lo!; enormes moles que esta raza inreliz -sos· tlo:ne Saco en 1830, re fi riéndose a Jo!> nEgrOs (vagan.ci4, 1, , 1)("1)- ha u'allJo a nut,sLro s uelo, uno de ellos e~ el haber ult!Jado de las artes a nUf2s lra pOhlaci6n blanca, Destinada ltln s6.10 al o'abaJo nll.'Cánioo, exclusivamente se le encomen' duron todos los oJ[(:/oo, como pr<lplos de su condlci6n" . 'flSl fué que tudas (1as artp.!l) vin Ieron a ser el patrimonio I'xc lusivo ve la gentl' dc- color, Quedando reservadas para lo.., blam:os ln~ carreras liLeraria,'; o (Íos o tres más que ¡;~ t pnilln ¡lOr hOllol'Íflcas."

Un es{"ritor m;gro pOdrfn cl1mend~r la redacción del Ilu stre sociólogo culJano en cFltn forma : "Entre IQs enormes maJes que loS blancos han O(,OSIOllado al traer a esta raza Infeliz a nues tro suelo ,. ", Pero aun .. sí no se ajustarla a la verdad histórica si no se preocup3ra de llmpíar el texto .le tona IJ"cnoción racia l, La misma Influencia que los ne­gros en Cubu, tuvieron lOS Indios en casi todas las colo, nias f'l'.ll;, lmlns )' la mil no de ohr<l m<Ulca en 10.13 británicas, fl 'a llceo;as y ,lanf2!;;!'s, No es una l'aZ3 la que engendra el fell6mc-no flue prenc."Ulluha a Sa(..~, sino una forma de orga' niZ<ir el trahajo, la economra y la sodedatl,

}o'ué CQmún en Jos histúri<ldores lalinoamcricanos del si­g lo 19 la creencia de que nue:<\" lras pueblos heredaron de España y POI'l\l~ 1 el desprecio por el trabajo manual. Es exacto, pero a medias, La vel'dad completa es que lo mismo pudieron haheda heredado de Gran Bretaña, Francia, Ho, landa o cua lquier otro ¡mfs de Buropa, Existía en Jos grie­gos antiguos y - según \Vef' tcnnarck y Landtman (Landl' man, 84)_ aparece en las clvlilzaciones primitivas, en c!er!Q grado de su dcsarrollo.

Es seguro que se encuentm en toctos los pueblos en los cuales ya se ha prOducido una división del 'trabajo que

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dé orlge,n a la formación dq clases sociale6, enc8J"gadas unas del gobierno y de Ja guerra y otras de la producción.

Cuando decimos en el texto que e l feudalismo dejó en herencia su desprecio por f'l trabajo manual (lIt, 1, 3), no queremos con ello significo\r que esa actitud fuera exclu· sIva del feudalismo,

J:L PRIMER MAyOR ..... • -' EN CHlI.E

"E l pl'ime.r mayorazgo fue fundado en Chile con fecha 29 de octubre de 1693 por el r ico comerchmte don Pedro de Torres, tcsorli!ro general de ]a Sanla Cruzada, en lavor de su bija Maria y de un descendiente," (Amunátli!gui Solar , Ulst. sot:ial, 23<1,)

Landtrnan , en su notal)1e in .... <'stigacl6n sobre el origen de la desigu:aldad' de las clases sociales, observa que, en 109 pueblo!l primitivos" nobleza y rlQ.ueza Be encuentran casI. ~Jempre conjuntamente, J1;n muchOll cesos, la liqueta es la condici6n de la ,nobleza y a vece.!! se le atrllmye mayo)' Vlllor, E l rlcQ asciende en la: Jerarqula social, es[ como el pobre desciende (76) .

Una copla popula r que f'e tantah~ en las ciudades que despu~ fueron argentin;ls, reco8irJa ))or FrIa!:! (vol. 4, 153), dlce p1carei>Camenle de cs¡J impostl<rgable necesidad d~ ble· nes materiales que tcnf,ln las famiURs arlstoCrátlcas para conservar su rango social:

"Nue!'tM Don. Set'or Hidalgo, es como e l 41el algOf16n, que para lener e l DOH, neCeSita te(l('r ulgo",

Exi sten do('umenlos filie pru{'ban la existencia de ver' daderas mulútude~ de desocupados, del incuentes y prostitu, tas en todas las I,:Qlonia$ t'spnñoJas y en Brasil, as! como en todas las: épocas. a partir de los comienzos riel siglo J6, aun. que se recOge de ellos la Impr('sión de que el mlmero rué en aumento a medid:1 (jue corda el tiempo,

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SaC(l hiZO en l ROO un estudio especial del problema ~n ,;u m~mt')rla sobre la vaganc.la en Cub3 (ver BlbliograHn) , donde habla de una densa mlJEa de desocupados y que con · tiene un eritr-rlo más moderno que e l de casi todos los docu · m(>ntos coloniales en el tratamiento de la materia.

En ln !( lnstrnccione!l del mOll ar'ca espafiol enviadas al ,-jrrey d~ Nueva España el 3 de octubre de 1558 -menciona­das en el texto- se lee: "Somos InfoH"'lados que son muchos los qua ansl ay vagamundos, esp(!Clo lmentc mestizos" (Pu­sa, 11, 319) .

En el siglo 17 era el del virreInato novohlspano "un pueb lo numeroso mal v¡>stldo, hambri ento, y que t¡>nlB pOr habitaciones miserables chozas e infectos euartos l>n IQs su 1)urbiOs de ¡;¡s ci udades", según Rlva Palacio (Virreina,o, 676) . La m i¡;:ma observa.ción la hace un economis.la colonial del talen lo (]f'l obispo de Michoacán, Manuel Abad Queipo, al finalizar la e ra virreina!, "El pu~blo -expresa- vive s in casa, sin domlclHo y casi errante" (Estado 7Ilof1Il, 58).

En In sola provincia de Antloqula, Nueva Granada, el O1d()r-V\ sltlldol' Juan Antonio Mon, en uno de sus Informes a la Audl ~n<:l:¡ de Santa Fe reclent emenlc exhumados por Ol.s Capdeq ul ({?I st . de {lolJiemo, 103) y que hemos menclo, nado en el texto, dcspués de declr que encontr6 alli mucha desocupación y miseria, calculaba (IUe haMa 50_000 indivi­duos 0<:108011, Este informe data del 23 de noviembre de 1786.

De Chile. en la "\'fspera de la Independencia, el. padre OH· ,-ares ofrecia en su "Historia de Chile" este panorama: "En la gent.e de uaja esrera, acostumbrada al libertinaje, que no t"s cOJl(}cltla de lO!; jueces de los partidos. oculta en su m1sma ¡:o~u(' f'i ez , es \¡¡meIlUlblp el ocio y más los "lelos que nacen de él. De esla gent.e no ser{¡ eXilgeración afirmar Que la ma­yor parte se mantiene del hurt.o, y flue habrá. en todo el r eino más de 12,000 que no tiene otl'O oficio ni eje1'clcio, con IIn· ponderable perjuicio ue los que tI (!nen hactendél¡6 en el campo; y en este mallgno oficio han cobrado, con el hábito que facilita los actos de su especie, tanta destre.za y osadla que se llegan a robar rebafios enleros de ganado de lana, las engordas de vacas y lag ma nadas de cabras y caballos" (cit, por SUva Cota p06, 172),

A " Ia rnutltud de Bagam und06, forajidos, gentes ociosas o araganes que tanto abundan en la campaña", mencionada en un docllmento del c..,bi!(Jo de B\lenes Aires de 1788 n os hemos referido en el texto.

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Concolort'.orvo deda mA'! (l menos lo mismo de la Ban­da Orienta l (37), que él vis itó en In s('gunda mitad del sigJo 18.

Además de los 111()rf1r.IOTCS das engenJlos y de otros des­ocupados que vQgan l}Or los se l-l oes, hubo siempre en los: cen­tr03 urbanos (le Brasil una población estable de vaaws y prOfilitutas (Prndo, Rr. cQnt _, 353).

PRoceDIMIENTOS" COMPUI,s]l'(lS EN MA'I'~'RTA I!ELICiOSA

No pUede atribuirse a los españoles ni o los cat6licos el monopolio cl:e este método de venerar a dios por la fuerza, Se Jo e.ncuentra en argunas colonias bri.tánicos del norte, esta' bl!:'ddó en I.Ienefid o Ile iglcsws protes t.:mtes y (!n 1672 se aplicaban mult.ns e n 1M Anlrllas lI:mesas a quiene:¡ no a ten ­dlan los servIcios relig iosos (KcUel', 1!)!l ),

LA JG1.ESI4. CA'r6I.1CA EN BRASrt ..

"CrlsUanlsffio domé¡:;tico, lIrico y fesUvo, de santos como padres, de santas comadres de tos hOnlbl'es, de Nuestras Se· fl oros mRdrlníls de los niílos", llama F'reyre al tipo de cato· licismo que predontin6 en la colonia portuguesa (Casa-Grart o

de, n, 586) .

srGNlnC-'bO 1)& .... LGUNOS ri."'JIM'~OS

Jfmnelvco, En BrasU, hijo lIe por t.ugués e India. Al de· clr en e.l tex to l'Jue la b/l'l'ldeiT/J es una columna mamehtcO hacemos referencia al gran número de· mf?stlws que la fonna.

Sertao (plural, sertoes) , En Bra¡:; il, interior del pars, In­culto o deshabitado,

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CAPiTULO IV

CONFLICTOS DE CLASES

1. T~A VJOLF.NCJA OM NI PRESENTE

1. En las relaciones entre las clases y los grupos, en todos los días y las horas de la existencia colonial, ,La violencia late CO~l fur ia o 'e~al~. , tOTf'cllcialmente. \ Mas que ra:-s-elva, mas---que el safvaje, es la violencia social la que a cada rato amenaza la integridad física y la vida misma del indjviduo.

Es que las relaciones de clases en la colonia re- ,~ posan sobre la violencia. La esclavitud -=-legal- o di- li simulada- requiere indispensablemente que la masa de los sometidos sienta el pufio del dominador ante, sus ojos para hacer el esfuerzo que se le exige. T~ \\\ cie;!~~L~~clav6cratc\. OJJ.~Im~ .. .K9b.r_e_.y.~cán. Mucho 1\ menos violentas deben haber sido las re!éldones entre siervos y señores, porque la pcrsonaJid<ld de aquellos era más respetada por éstos. r .

En vano se nOs dirá I"]ue hubo esclavistas paUiar- r ~ J caJes y esclavos que amaban a sus amos. Si los hubo, Iv' pero lo común fué lo .contrario y lo que marcó la pauta de los tiempos,

No sólo la relación escla\, jsta-esclavo fu€! la ~arac­terlzada por la violencia, sino toda la relación entre

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grupos sociales o entre individuos que se disputaran , un privilegio o una ventaja. América fu~ suelo de vio­

lendas desatadas y lo excepcional rué en ella Ja me&il~ fa. Viúlentns son las relaciones habituales entre cO­merciantes y labradares; enlTe comerciantes y planta­dores; entre eslancirros e inquilinos; entre los poten­tados locales y 10$ representan les del poder imperial;' entre los jerarc3s de la iglesia y el clero Hano; entre el cura y los indios, sus feligreses; entre el cacique y trus Indios; entre el mestizo o el mulato y los indios o negros.

Episodios de la. lucha de clases, preñados de vio- 1 lenda, son el de los ei})ii'fio1E$ del'uerto }"tICO rooandtt esclav6Sñegi:OSu~-tns~"l1t1lra"S' diiñesm; "para bautizar- ~ los" (Keller, 501): el de los b011deirant,es robando in- 1 dios guaran[es a las misiones jesuiticas para venderlos a los fazendciros y a los m.ineiradores; el de los cha­rrúas robando ganado de las e:Hancias jesuiticas del norte de Santa Fe y de Paraguay para venderlc;J a los hacendados, santafecinos. Era la lucha por la mano de obra O por la mercancía llevada al terreno del des­pojo violento, del robo,

a. A menudo, una !fnea en un documento, una advertencia en una real cédula le recuerdan al investi­gador toda una larga bjstorla de violencias, que ~ste conIirma sin esfu erzo en multitud de fuentes.

El Rey envfa a la Audiencia de México, el 4 de setiembre de 1560, I.nstrucciones " para que los religio­sos na se entremetan a hecl1ar prisiones a ningunos yndios ni yndias ni los a~.oten·'. porque, expresa, "á. nos se ha becho relacion que los re-ligiosos de las ór­denes de Sant Franci1'lco y Sancto Domingo y Sant Agustln que en essa tierra residen tienen en sus mo­nasterios cepos para poner en ellos á los ynt:l.ios é yn­dias que quieren l y los aprisionan y a\otan por Jo que

no

les pai'ece, y los lraf.lq11ilan, que .es vn género de pena que se suele dar a los ynd ~ OR, lo qua) ellos sienten mucho" (Puga, J I, :H8L Esos indios y e1:ias indias eran la mano de obra forz.'l(in que esos religiosos utilizaban para diversas tareas.

Los indios que no trabajaban como mitayos, ya­naconas o asa1ariados y que ¡::;eguían viviendo en sus comunjdades, aunque no rea li iaran trabajo obligato­rio para nadie, estaban ~ometidos a l pago de tributos, cobrados compulsivamente y que les arreb¿:ataban la mayor parte de sus cosechas, de sus artesanías o de sus salaríos. El indio lenía que triblUar al rey y al cacique -intcrnlE:'di~r¡o éste que prosperó y adquirió 1'3U perfil de temiblf" explotadol' bajo la administración oolonial- y. si estaba encomendado, también al enco­mendero, aparte de las contribuciones personales para el cura del lugar y de las numerosas fiestas religiosas. Más tarde, olra {jg'!lra ~~e agregó a este panorama de . exacc1011e~ ---el curl'égid;;?) tan slnlcstro en la histo­r¡a de Am~~~.,?- -énmá ct éornf"ndadorlo 'fue'eñla del Esp~nl'tr--p'or cierlo que, como en España, aunque sin un Lope de Vega qUE' Jo narrara, huuo muchos de ellos ajusticiadOs a manos de sus v[cUmas,

Cuando el Marqués de Castel Fuerte, Virrey del Perú y gobernante que se caracterizÓ por SU mano dura -a ~I se debe el aplastamiento de la rebelión de los comuneros, en Paraguay~ dice, en la memoria de su gobierno (cit. por~:-ROmero, HisL. ecOt~. Perú, 136) que por el sistema de trabajo libre era casi imposible hallar ind ios voluntarios, "por el gen io de esta nación, en quien entregarse al ocio es un vicio de naturaleza", no hace más que enculJrir, COn la cantinela de la indo­lencia del indio, la reaUdad de un sistema de relacio­nes de clases baf;ado en la más extrema y permanente violencia.

El indio, como todo esclavo, fué un mal trabaja-

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dar. El brutal trasplante que sufre de su comunidad ftJ{raria primitiva al s istema de capitalismo colonial le flllila a su esfuerzo personal todo .sentido y a 'su exis* 1 ~'llcla todo a liciente. Por 10 demt'ís, la conquista y los pdmel"os tiempos de 1<1 colonia significaron para las l1adonE's inriígenas la destrnc.ción de ('uantiosas rique* ~,m> natul'ales y el hambre y la desorgauización cun*

1 dlf'l'on entre ellos. El consumo de la coca en. el Perú, muy IlmUóldo bajo los Incas pero estlmulado por los ,·oloni7,,·l(lores. vino n. completar el panorama de la de- ¡ \'ó.dencia nac'lonal, orhránica Y psí(IUica, DetráJ'; ('jel ocio Indfgenn que d('SC1Ihrf<l el virrey en todas partes -n.o ~ 4\1 ocio ¡tUlico, en Ir, montaña silenciosa, como podrla Imponer un poeta románUcO-- habla, no ya una sola N':I'·C1l8 de violencia en la historia de las relacione¡=; eJe c'lases, sino toda ~1.!llLcattjstrore nacional, como !)I'efie-1'(> llamarla el profesor Guliérrez NOl~ga (Cocaísf)l() 11 aUmel1taciótt) ,

b . A1gunos autOI'e;s brasileños han supuesto que durante el período colonial no ha habido en su pafs hll'ha {le clases, E s precisamente Brasil una de las ea-­hlnias americanas donde los conflictos de clases y es-¡ lmlos soc iales se van sucediendo, sin solución de con­tinuidad , s~usa ~ desde que puede hablarse de IIn:1 sociedad colonial or.gánlca h¡:¡stCl que llega la, hora d(> la independencia - sin perjuicio de que continua­rnn después. La lucha es, a veces, a I;¡ ¡;:.ordh'l3, pero nunca deja de presentar caracteres bien delineados de 1111.

Senhores de engenhu CQntra esclavos, que desde el Hl~Jo 16 aprenden eJ camino de la selva para buscar su IIheración. Senhore$ y fazendeiros brasileños contra 11\ burguesí·a comercia l portuguesa -pugna ésla que flC prolonga durante toda la colonia y el' la cua l se vierte en alta uosis el argwnento nacionalista . En las

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m inas, la antigua IH)bllna paulis la contra los em· boabas que I ~ desplm~an _ Los bandei"rantes contra los indios - mano de obra potcneial- y los senhores con­tra los negros fugiLi\'Q!) de los P~lnmres -mano de obra desertora-o Lns olignrqufas comunales, que ex­cluyen dt> las Cdm(lrw: fl todos los otros gl:UpOS socia­les, enlre elJos a las burguesías comerciaJes en em­bd6n . L~ nobleza Iusltana, la burguesfa comercial y la oligarquía t.erritori<11 brasileña, arremolinadas las tres en la corte por·luguesa de Río, en el perIodo final de l<l colonia, comb3tiCl1l10 e intrigando por ganar el Cavor real, hasta qUf', finalmenle, un grupo bien defi* nido -la anliglltl ari~lOl: rucia t erritorial paulJsta­acaba por predOniinal' y seguirá ejerciendo su decisiva inUuenc!a sobre el gnbi.C'I'nO bajo el ImperIo. Un pa­norama s imHar de incesantes confUctos de clases y de estratos sodalefi puede trazarse en todas las colonias.

2 . La vioJenci,1 sodal es inseparable de una so!" ' · ciedad que descansa sobre el trabajo esclavo o semi) esclavo y donde el privilegio decide la suerte de mu­chos jnclivlduo~ y de mucho~ grupos, Es ersa violencia social In que palI)ita amei'laZéldora a la calda de la tar­de, en cualqu ier ciudad colonial. Ca lmón dice que los viajeros coinciden en observar que, en todas panes, las gentes andan con rosarios en las manos y otras amuletos visibles pet·o <Iu~, dl'spués del Angclus, nadie sale a la calJe sin puli.al , pistola () e.c::pada (ÍIist . social, I, 96) , El <lIto númer o de desocupados, vagos, delin­cuentes, prostitutas y ekmcntos s in ubJcaci6n ei;onó-­mica ni socitll, f'R (.J df'l1fJmin;¡dor común de todas las colonias de l\1n(~rka .-...E 1 hl)mbre l1.ue vIve en na so­ciedad que pr()(l u{'e<ese vasto !'('s id uo demográfic sabe que su suerte pen~oñ'á1"Pende a ca a r as cir­cunstancias más Inesperadas.

A menuoo, el temol' a la violencia latente, al es.ta-

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11Ijlo posible del conílirto engendra un miedo parali· ¡O,unte. El fantasma inhibe y la anhelada solució n de 1111 JlI·(,J.¡lcma se T)rol,onga ind efinidamente, por eludir nll " pn1b lcma que se supone más grave. No fué sino Ihll. \a la víS))era de lo Guerra de Jos Diez Años en Cu· 1m ll'orlell Vilá, I1 , 202) Que el fantasma de la gue-11 ,1 de razas - los esclavos en armas contra S1.I S amos-­,II-jú de paralizar el bl'azo de los rcvolucionario.s blan­,'Ir.. que buscaban la independencia .

No es más que ese mismo temor el que llena de IlI'vhlbitiones la legislación impel'ial y local de la co­IOllín hispano-Iusa. "Oluenamos y mandamos --<:Jire, pOI' ejemplo, una ley de Fernando e Isabel, !,!n 1501, I'linfirmada por Carlos V y Felipe JI (R.ecopilación, TI, IIJH)-, que ningu no ven(ia, ni rescate armas ofensivas, Id !I! ' ft-'n ~ivm; ñ ln¡:; l nd¡f1~, ni á alguno de ellos" y Fe· IIIK' 1 r (I~t i('ncle en 1!)G81n medida pt'ecautoria: "PrO­hibimos -ol'dena- que los Ind ios ande_n ti c;:ívallo, y mandamos ti IGS Justicias, que así lo hagan guardar, y Pxc(~utar s in reruJs.ión alguna" ,(!l;idem, 197).

En todas las colonias español.)s se aplicaron nu­merosas órdenes reales -complementadas a menudo \'on disposiciones de los 6rg;:\J1os locales--- eliminando de las funciones públicas, del servicio de las armas y de los centros de estudios a los indios, Jos negras y fos descendien tes de la miscegenación.

Era la "gente vil", ante cuya presencia temblaba la .... I' istocracia ma ntuana y cuya sumisión por la fuer­lO.a se pasó rogando al Rey hasta la hora de la in­dependencia, mientras a legaba que los representantes de la cOrona la protegian. Impedir que la "gente vil" ingresara en la Universidad no era difícil --en.ef.Perú 1 se prohjbió el ingres'o de Jos ¡ndlvidu9$: de color, "por la infamia de hecho con que estaban manchados" y I en 17G8 la l'mona ,ordenó qu.e se rindi'éa· prueba de "legitimidad y liml'ie~ de sangre" para entrar en las

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aulas (U¡;trreda Laus, 279) - ; pero sf lo rué lograr que Jos disti ntos grupos rie la mano de obra esclava y semJ esclava se manlu\'if'l'<1tl HpRl'tadús entre si. Las dispo­siclOJl e~, originada:» <l1,gl Jn<ls en la nl('trópoH y otras en las colonias, para ev itar el con tacto de negros con in· djos o de mulat()S y mestizos cl)n aquellos dos grupOS, fu eron numerosas y, aunqIJC i.l veces parecen tener una finalidad de protección de uno de los g ru pos, otras presenta n a l desnu(lo el propó~ito de impedir una coa­lición de oprim:dos C'uyaH consecuencias políticas hi. cieron Icmhlar en todas -'as épocas a los blancos be­nefi ciarios del traba jo colonial.

Fué menester f'n tcOo Jnstante de la vida colon ial usar de mimo d uru p:lrél mantener dentro de ciertos limites f.'C,on6m i!'t)~, ~QI.~ia l es y poliUcos a la mayoría r,ubyugad<1 d~ la pohlaciÓn . El bando ue la Audiencia rle Lima del ]7 de julio de 1706, "mandando que nin­gún neJlI'Q, 7.ambo, mulato ni Indio neto pudiera co­merciar , traficar, t!'ner tienda . ni aun. vender géneros por la!l ca lles" (Juom y Ulloa . nota de la pág. 423) estaba dirigido, evident",mente, a poner fin a una com­petencia que mol¡;>~tabn a los ('úmerciantes minoristas blancos.

Pero las expresiones más dramáticas del terror dé los poseedores se manifiestan cuando estalla una insy- l ~n o cü~pecha q~l.!~~ .eA'!.!lar. 'rfr do casUgo parece poco para que sirva de alerta a las multi tudes que pueden sufrir el contag io de la rebel­día; todo refinamien to sádico resulta aceptable a aque­llos esprritus poseídos del terrOr ante el posible triun­fo del enemigo de clase. " Ahorca ron ocho indios por alzamiento por tenían in tentano -narra muy escueta­mente el Diario de Mugablll'u (84.1. situando el hecho en el 21 de enero de 1667- .. . y después de ahorca­dos les , quitaron las cabezas y fueron pllestas en la puente; y fueron hechos cu.artos y puestos en los Cél-

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minos", El casUgo que se impone a los negros escla­vos que se levantan en Vene'l.uela en 1719 -semanas después de la revolución de Francisco de León pero. al parecer, sin conexión con ella- es minuciosamente decretado y ejecutado en la vía pública, con un escri· bano que certifica los detalles y un cirujano que cura 8. lOs negros a quIenes, después de Jos azotes, les cor­tan "las orejas izquierdas, por 'la parte supérlor del

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r oído" (Gareia Chuecos), I En ] 537 ocurrió en la ciudad de México "la pri·

mera m3rañza de esclavos provocada por la pusilan!-midadae los pobladores que, asustados por la actitud ' . rebelde y la cuan Ha de los africanos, descuartizaron a 1:

unas cuantas docenas que supusjeron pensaban alzar- # t se con la tJerr~1t (Agllirr~ Beltrán, PO,blación negra, A:;/' t\ .. 11) , La €'jecucl6n de Jac.mto Canek y sus compañe- ' ros, los indios rebeldes ~6 de sangre la plaza pública en una interminable ceremonia de con. tornos tan bruta les que pueden parangonarse a los autos de fe de la Inquisición. El funcionario que or~ den6 y presenci6 la carnicerfa (u~ más tarde censu· rado por el gobierno de México por su exceso de cruel­dad, pero los señores hlancos yucateeas, cuyos bienes e integridad física eran 108 que más directamente pe-ligraban en el e.aso de que Jacinto Canek hubiera triun_ fado, deben haber aprobado con alborozo el sanguinario procedimiento.

3. La violencia social no caracterizaba s610 la relación dominador·domlnado, sino también la rela· ci6n de grupos sociales o nacionales de pareja con­dición social. L~jOs reglonaI~ por ejemplo, pa_{ recian eX8cerb¡lfse en ~rica y los peninsulares so-­Han agruparse por sUs lagares ue origen, entrando en riñaR armadas a menudo para dirimir una supremacía en algún pueblo O ciudad de la colonia. El gobernan·

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te local abusivo es el otro personaje jamás ausente de esta crón ica roja ue los tres siglOS coloniale_s.

Basta recorrer los escuetos y monO(~)rdes "Anales" de Martfnez y Vela para comprobar que la exiBtencia en Potosí, en el siglo 10, estuvo siempre matizada de incident.es de ~ta índole. "1569. Este afta -refieren los "Anales'-', por ejemplo- oprimidos los moradores de Potosí con las molest ias del Gral. Abendaño o Avi­ñón, COmo lo nombraron algunos autores, entraran ocho hombres dIsfrazados en su caS<). ; y ocultándose en un pozo dicho Corregidor, escapó la vida; pero le roa· taron a un sobrino y dos criados". En cualquier año i -1582, 1583- hubo "crueles bandos entre las naclo- ;

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nes", lo que signHica que extremeños y vascongados ! [ se trenzaron en riña y quedaron decenas de muertos en las calles. - j'

Más adelante, el confli cto tomó otro carácter. Fué .1 : entonces el de español.es contra crioUos, detrás del cual I

palpitaba, en algunas colonias, pi de una naciente bur- ~ guesfa local conll·a los comerciantes monopolistas o el ~ ~, ¡ de una antigua oHgarquia colonial contra los represen· lJ;. y..r-tantea de la corona. Narran Juan y Ulloa: "Basta ser~l . . r;;...~ , Europeo o ChapHón, (~omo le llaman en el Perú, para ( ~ . decJaratse inmediatamente contrarIo a tos Criollos: y I _ u-.~Jv es sufkiente el haber nacido en }ns Indlaspora abo-- ; ~ .")\.. rrecer a los europeos" (415). I

H EI.. ESl'ALl ,lDO DEL CONFLICTO

l . No s6lo no hay en América coloni" donde no se hayan registrado levanta mientos, motines y revolu· ciones de fndole di.l~ i s t a. sino flue es rlifí cil que tram.:¡· curra un decenio sin que se produzca uno de esos es· tallldos. A veces, S("In lo" dominados los gue se rebe­lan contra los dominadores; otras, ,grupos sociales de poseedores u oligarquias locales que toman las annas

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contra el poder pallUco; otras, en fin, el proceso se hace más complejo, porque entran en escena una oU­,l!"<lrquín. loc.al, el poder polftico y una companta de co* mercio. En ocasiones, la rebelión cuesta pocas víctj­mas y finallza con una transacción; pero las represlo­nes sangrientas son frecuenles y dejan una estela pro­funda y duradera en el Jugar.

La bist0l2!.<\ de esos conmctos se inicIa casi con la J historia de la ciffi401sta. SIn allttllr a las riñ.'l!'l de con­quistadores, no pequeña sería la lista que pudiera ha­cerse de los, ('onflicto.<:: que sur~en í'lpfm3s. esbozado el esquema inicia l de las clases. LOs setenta colonos pe­ninsu lares de la Espaf\o la que, ya en 1498. 'se alzaron en annas, al mando del alca lde mayor Francisco RoJ­clán, contr<l el gobierl'lo loca l (le Bartolomé ColÓn, re­clamahan la supres:ión de In~ impuestos que ,gravaban a los ¡nrIios -no por picrlad de é..::tos. sino para que el esfuerzo de la mano de ohra esclava no se distrajera en el pago de tributos al poner polític:o y puoiera con­centrarse en beneficio de los propietarios individuales-y acusaban al gobernador .de que "con él no podfa a lguno medrar" (Azoar).

Los levantamientos y las cruentas guerras civiles que siguen, en varias colonias, Q la fl.plicaci6n de lae Leyes Nuevas ~siglo 16-- 'son el testimonio inequívo­co de la existencia de o1igarrtvía~ locales ,poderosas, cuyos jnlereses económicos les llevan a exigir la más extrema autonomfa polftica.

Lo que en la historia de Ecuador se conoce con el nombre de revoluci6n de las alca.balas -1592-3-- tiene un perfil clasista ' iridüaable. Est'a' i'1 '~alH presentes dos elementos -explica Benites-: el rico encpmendero 1 descendiente de. conquistadores y el mestizo m~~g~nal que e:'fplota al mdlo. La lucha armada está dlrl~lda , aparente-mente, contra un nuevo Impuesto, pero su ob­jetivo verdadero es eliminar al Presidente de l~ Au-

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J diencia, Manuel Barros de San Mmán, "cuya dulzura con.los indios le había llevado a imponer con dureza a los encomenderos, dueños de obrajes y frailes la pro­hibición de explotarlos" (fbidem).

Las rebellones de 109 comuneros en Asunción y Bogotá, que se t ransforman en cruentas guerras civi­les. con ejércitos, batanas y gobiernos revolucionariOS', I'iUJ"gen de antiguos COllfUctos en los que participan grupos sociales antagónicos y el poder imperial. En la historia colonial ~el Paraguay, los comunerOR y las bq.ndeiras guardan cierta relación. El primer episodio es el levantamiento de la o\j~arqufa asuncefía que disputa a las misiones jesufticas el control de la va­liosa mano de obra guara ní y el comercio intercolo­nial. El segundo --capitulo también de la h istoria de Brasil- es la tentativa de los bandeirantes, muchas veces feliz, de arrebatar a tos jesuftas esa misma mano de obrn para entrcgársf!1a al mineiradoT y al fazendei­ro lusos. Poder imperial español , oligarquía colonial y misiones jesuíticas, son tos personajes del primer drama. Oligarqufa luso-brasiJeña y 8US mandatarios -los bandeírantes- y misiones jesuíticas, Jos del se­gundo, Pero en unn y en otro, como en los d-ramae de la ausencia de Jean Jacques Bernard, el persona­je a cuyo alrededor gira el conílicto no entra en la escena. Es el indio guaraní, obrero admirable, sin VO'll ni voto en la historia.

Las compañías de comercio y colonización que ac* tuarpn con li cencia imperial en Brasil y en algunas co­lonias espaftolas, dieron lugar a varios levantamientos de plimtadores y t'omerciantes loca,les. El movimiento revolucional'io de J uan F'l',l'Jncisco León, en ]749, en Venezuela, estuvo di rigido contra la Compañra ~­

. ~5S'~na . En Brasil. IR revuelta de Marañón, en 2, obtuvo transitoriamente los tres objetivos que perse­guia en la reglón: depuso al gobernador, expulsó a los·

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jesuitas y declaró extinguida la Companhia Geral do Comercio de Grao-Pará e Maranhao tPerdigao Malhei­ro, " 253l.

La hurda en masa de esclavos hacia la selva con­mueve a la colonia portuguesa a lo largo de los siglos 17 y 18. En el serlcw, como hemos dicho anles (IB, Ü, 2, b). formaron comunidades¡ algunas de larga vida, Las más importantes son las que se conocen con el nombre de Palmares, cuyo régimen social y político ha sido ca Iificadi:1"'pGt - álgu!l..~ . -ª.1J-J.QI:e.LJ;trJ~si!eñmi. ,. con exceso de imagiñacioñ, - ~t; soci.?1.~S,l~O Rrim~t~vg. No hubo· uno sino muchos Palmares y pal'a aplastarles fue­ron menester numerosas exped iciones armadas y bata­llas. ~ Rogrjgue~s distingue tres periodOS en su I histor ia, aún oscura y envuelta en la leyenda: Palma­res holandeses. destruidos en ]044 ; PaJrn~res de la res­tauración pernarnbucana y P<llmares t erminales, anI-quilados definitivamente en 1607 (Afdcrl.nos ... 116) , (,-

P ero, sin que el gusto de sentirse Iibt'e5 les resul­tara tan duradero ni la organización revolucionaria fuera tan eficaz, los negros se levantaron contra sus opresores multitud de veces y en multitud de lugares. Apenas son las más important.es, la insurrec16n de Rl0 de Janeiro, en 1050; la de Minas Gerais, en 1756; la de Santo Tomé; la del Maraf'i6n, en 1772, en la cual negros e indios aparecen en transitor ia alianza; la de Matto Gr08so, en 1770 (ibídem).

La serie de levantamientos lndígenas mencionados ) por los historiadores es muy extensa, pero es seguro que los levanta'mientos desconocidos por éstos y de los cuales debe haber constancia en los documentos coloniales aún no estudiados fueron igualmente nume­rosos. T~c Amaro y Jacinto Canek --cuyas rebe- l Han es, las mas lmpol lantes cte~Odas, aCÍquirieron noto- / r io sentido de clase- tuvieron múltiples predecesores y conUnuadnres.

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Ell la extensa serie de movim ientos que integran el proceso de la independencia de las colonias hispa­no-lusas, se encuentran -m~s nítidos allá o apenas manifiestos acá- dos conflictos que coexisten y se entrelazan, hasta hacer inexpllcabtes muchos episo-dios: para quien no los descubre y s igue su ras· .D-o 1. L t.\"""'" lro. Po~ y.~ar~¡ el choque entre el poder im"pe-rial y los gi""UPOS socialeg-ñativos....g,.Q~_bu$can la jvde-pendencia poJitica y ' que están (armados l!0r m:.QQ!..eta-r~ o clas~gt~ta de:Ol"Dfffu; .... pl~tizOS -o mulatos. ~ otra, el choqqe entre 10-s ill:Qp,il;!tat:.ios .. y. los i:Qd.los y n~ 'gros ~-º-I1J:!!tidos. ~~rá . 9..uie,!E'~ el primer paso en_el ca-m ino ~e s~".I!berac.iÓn es rchelm'se cant.ra su señor, Q.U~) a. WléfiuOo pertcn e(~e a figuelJ..0urruPQa. El doble con-f.ITcfe)··surge en todas partes -y a veces simultánea-mente- con la consecuencia, incomprensible para nue.<>tros historiadores Uberales del siglo 19, de que hubiera gran parte de la. población indígena y negra, en algunos lugares, que t uv iera más simpatía por el poder imperíal que por 138 juntas de revolucionariOs integradas por propietarios blanco~, mest izOs y mula..J tos.

A la invel'~a, ocurre tambi(:n que estos últImos, en vísperas revoluciona riaS", hayan preferido abando­nar su programa emancipador y apoyar el régimen co­lonial en presencia de una rebelión de esclavos, que hacía temblar su ánimo de poseedores. ESO~~_):!<L~ / __ Cuba, en 1812, cuando estalló la conspiraci~ !!e A:l!On~ «.......: té. y en venezuela , la oligarqufa <le ph:mtadores y ca' pitaUs tas, que tan pronta estaba s iempre para ponerse en ¡'ebelión contra el poder imperial, condenó muchos levantamientus de colorido soci,ll, como el de Gual y España, en 1797, " infame y detestable" porque aspi. raba .a dest.ruir la jerarquía de las clases (Parra Pérez, Primera Repúb 'ica, 52).

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2 . E stos enunciados de carácter general se pue:­den formular, con igual validez, para las colonia' americanas de otras pOlenC'ias europeas. En las tTec(!' bri tánica.s elel norle, los conflictos de clases, la tentes o sang rientos, nunca estuvieron ausentes y a veces adquirieron contornos de guerra civil, como en Mary­land, en 1654, cuando chocan . Jos pequeños plantado­res protestantes contra los terratenientes católicos (MorIson y Commager), r, 47).

A Irving Mark se debe un estudio muy comp.leto y revelador sobre los conflictos agrarios en la co ronia de Nuevo York durante el siglo 18 (ver B ihliografia) , El autor examina allí, con amplia documentación, có­mo se fué formando en la cOlonia neoyorquina una pequeña y despótica oligarquía de grandes terratenien­tes, que jamás dejó de apelar a la violencia y al frau. de pam acrecentar sus, bienes y su poderío político. Estando el gobierno tocal )' cl poder judJcial casi siem­pre en manos de ese gl'upo de poderQ8os, .los pequeños agricult.ores. propietarios o arrendatarios, tuvieron que recurrir a la violencia en varias ocasiones para defen­derse de los despojo~ de que eran vfctimas.

Aptheker ha hecho una larga y minuciosa enu­meración de l'evueltas de es.clavos negros, de las cua­les 66 ocurrieron entre 1644 y 1776, año de la inde­pendencia (71), 10 que da un pl'Omedio de una cada dos años en la era colonia l. En aJgunOs casOS. los ne­gros se aliaba n con olros grtlpos_ Así, en 166.3, hubo un importante conato, fracasado por delación, de escla­vos negros e "indentured servants" blancos, en el con­dado de Gloucester, Virginia y en 1709, en los conda. dos de Surry y de IsIe of Wigbt, Virginia, fué descubIer­ta y sofocada una conspiración de negros e indios (18).

En la hora de la revolución, el COIúlicto de clases estalla si multáneo.mente con el conflicto poJitico. Hay. en realidad -explican MorIson y Commager, J, i63-,

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dos revoluciones al mismo tiempo; la J'evuelta fieccio. nal de las tres colonias contra la centralización im­perial y un levantamiento de clases contra los Int~re-­ses creados y las clases gobernanles IOCDles.

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ACOTACIONES

\"lOI.E/'ft:lA

"Claro eE'i que la socle<Jad ('oJOlllal , tanto en e l sig lo XVI { C{)n1O en e l XV II, FoQ earacte l'i7.Ó por ~1,l exlrpmada violE'nd a. E s el reinado de las pas iones indiv idua les, desencadenadas "n el amlJic lllt.' vil 'gen de Amél'lro. y n'beldc~ a todo lo que pugna por ol'gan h:arla!'l en un dlS<': iplina socia l. Ambicione. de man do que se desenl :lZilll en crímenes snngrlcntos; ron ­<,upi sc.:c llc in!\ IJU I:c' a !>alt¿.l) hasta la vlrtml OC' ló s rnr¡:;mos t'lé-­rigo¡;: JX' ligros uel ImUo veng¡).(ltw o dL' la li('r1'a Ignob -por w (1., ¡; P;l1't '·p- :'!l'lom tl 1:, ,v !cla 1,]' lm(l,dlu l de los i1f!'; t intni;1, ;'lme' llil'1.alHl0 " /)11 ~ u rl ' n C'll~ In ohra' Ile' l a ('o!tlnl'1.udón" 1 Rl c~rdo TIú jas, Uf , (rrg., l. J24).

}:NRIQUECI1I.U ENT() 1)1!) CACIQUF.S

No pocos cncJques, actu;,odo como inlel'me(llario~ en la colonia, I:'ncontl'<\I'OI1 la posibilidad de multiplicar fácilmente sus bienes y se erigieron Cll tiranuekl's despiadadofl. "COmo ejl'rn¡lIo tlel enrlquecl mlento de algu.n·os jefes Indios que en Ot:i.l f;.iol1t~ UC({:l ron D tener haciendas y hatos importantes, Imclle citnn,e el caso del Cacique de Santa t[ue en 1I:iOO olo.r· gó le/>I amenlo con relac1un de cuan tiosos bienes" , expresa H.el"llánde'1. Rorh'iguez (2&1) ,

INDOLENCI " DEL INDIO

Tratamo!:! este tema con más detenimiento en el capl' tulo VI.

UlS COflflE(; IDOR.F.8

Una de la !'! Indus u'ias Que los cort't'gidor.:s explotaban con mejor éxito era el fra urle sisl('mútico que hadan a los Indios. As! lo dicen Juan y Ulloa. Citan un caso, como ejem· plo, El t'Jfl' €,gldor ctlmpl1l v<lria s mulas, las, paga a 14 6 lB pe.~os catln \lna y las vende a lo:; indios a 40 6 44. Dl.'spués,

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1 obIlga a éstos a llevar ciertas cargas en sus mulas, cuyo. fletes cobra el oorrt'gidol' para su provecho, Las pérdidas su­frida s. en el transporte ---muerte de algunas mulas, etc.- co­rren a cargo d . llndio. "A vista d'e esto -(:omentan .los auto­res- no se podrá negar qu.e lOS lndlos están en una situa­tlón más cruel que los esclavos, porque lo mas que se pueoe hacer con éstos, es darJt!s una tarea í:n a lgún exerclcio pata Que trabajen a beneficio del amo, quedando éste expuesto asI a la pérdida como a las ganancias: mas no sucede as! con los Indios, pues ellos han de sufrir las pérdidas de las mulas que Be les mueren d~de el instante que se las entregan, y el Corregidor percibe por entero las ganancias de todas, de· Já.ndoles de¡¡;pués que hall pagado trcs veces más de 10 que valen, una propiedad ltUJUJ, puesto que no son duefi09 para usar de ellas, que 13010 les pueden servil" para ayudar el pago dI! las otras que el corrí!gidor léS dé en el reparto siguh:n · te" (215).

'VI01.ENClA EN EL TRATO D.t.DO " LOs INDIOS

"Cuanlo por una parte se debe reprochar cualq\ller mal· ·tratamlento que se les hlcl ,. re, por otra considerada bien BU LOrpe Inclinación y ciega costumbre. no parece ron repren · .¡ble en las que con al~una aspereza los tralen", dictamina, con caracterlstica hlpoeres1n, Lape de Atlenza en el siglo 16 (67). No tietll~ objeto reswnir gran número de opiniones de tratadistas, escritor .. s y t .. 610809 coloniales que se incli­naban por la violencia para eúmbatir la "ciega costumbre" del Indfgena. Llevarla un grueso volumen,

fU..IIll!MO DI l..I. REPP.E:SIÓN lIE LOS LEV""TAMreNTOS f'OPUUltU

A consecuencia de una de las muchas rebeliones indJ· gen as, e l 17 de noviembre de 1780 fu~ ejecutado en el Cuzco el cacique de Plsac, Bernardo PuhlayalJl Tambohuacso, "a presencia de un crecido eancursa de caballel"os distinguidos y eclesiásticos", según un documento de la época.

"El cadáver del Cacique lué bajado y descuartizado, su cabeza llevada [11 pueblo de prsac, mientras el cuerpo y el corazÓn recibían cristiana sepu ltura en la Jgle-sla del Triun· fo" (D, V<Jlrárcel , R ebeliones, 110 ).

El método del descuartizamIento y de la exhibición de los restos en lugares públicos era uno de los que mAs se' guros pareclel'on en la época pal'a llenar de terrOr a los oprl·

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mldos. Ejecutados en la Pla7.3 Mayor de Lima 108 jetes de la conspiración de Huarochlr{, Penl, en 1783 -Felipe VelaBCO Túpac Inca Yupanqui y Clrlaco Flores-, "siendo las tres de la tarde, Be mandó balar los cadáveres y descuartlzarlos. La cabeza de VeJasco la coloca["Qn en una "Jau la de Meno", en la puerta de las Maravlllas. y los demás cuarlos en todaa las porLadas" (Ibídem., 1:\8) . El corazón y las entrafias récl· bieran, claro está, crisUana sepultura.

Ii:L T'EIIROR ~AC1A LOS E$CUVOS EN ARMAS. LI, CONSI'IRACl6~

112 A.PONTE

En ]812, cuando los grupos conservadof\>s de b1<lnC(ls es­clav6cratas de Cuba gestIonaban actlvame'nte la separación de la isla de España y, su anexión a los Estados UnIdOS, esta· lló un nlJ)vlmiento que se co noce con e l nombro:! de "conspt· radón de Aponte." Portell Vllá, en su notable Hi~tQ1ia dI! Cuba cn sus relaciones con los Estados Unidas lf Espafla, l . 176. dedica este pasaje esclarecedor al cpisodlo:

"A principiOs de 1812 se desrubr16 en La Habana la 11a· mada cOl"lsJJtraci6n. de Apont", dirigida por el negro tlbre José Antonio Aponte y lendlenle, según todavia se admite, a provocar una r:evoluc!ón ,racista que apoyarlan los escla­vos. Parece que no eran ajenoo al movimiento alguno. agentes haitianos que se encontraban en Cuba; y la conspira ­ci6n se eJo:tend1ó desde La Habana hasta 13ayamo, más de la mltan del len·ltorio de la Il\I la, en muchos de cuyos parajes hubo lt>vantamlen{os que fuel'on reprhntdos con una cruel­dad demostrativa del miedo de la .poblaci6n blanca. Aponte y ocho de sus seguidores fueron ejecutados en La Habana y el terror domln6 a los negros y los hizo someterse,

"La reacclón de los cubanos adinerados fué la de aban­donar todo proyecto de rc.forma y del más ligero cnmbio pallUca, y mucho menos emanciparse de Espaf'ia para una problemática nnexlón a los Estados UnIdos, mutación que. Indudablemente, haboa perturbado la tranquüldad de la poblaci6n negra, libre o esclava, y quizá si lanzádola a una revolución formidable. Asr. puel¡:, el temor engendrado por la conspiración de Aponte sirvi6 para que los cubanos adinerados se retrajesen y prefiriesen seguIr la suerte de Espafla."

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PRORIBJ(,'ION ES DE PORt ... H ARMAS

La leglslaci6n 10Cill tle la!:! colonias está Jlena de estas Ilfohibldones, casi siempre dirigilJas a negrrul, indios y pro. duetos del mestizaje. El 5 de selj~mbre de 16fj3, dice el DIario Iimel'to de Mug;l.huru (.19), "se edló hando que nIngún mulato, negro 1'11 z¡lmho pudIese traQr espada daga ni cuchl' 110:.. nI otra arma ninguna, do d[a ni de noch~, all1lque aeoffi' pane a IIUS amos". y el JO de diciembre tle 1S67 otro bando reitera que "ningún Indio, mulato ni zambo tr~88 espada. p1 daga, ni cuchlllQ. ni marhete" (OO). La prohibición se apli' ca, después de las siete dE! la noche, a todos los pobladores.

Sl':GUC"'CIÓN DE mtUPOS rnlcos

En Real Cédula del 2:í de n<wl('mhre de 1578, dirigida a la Audiencia de Quito (C&leccir1n de Cédulas Reates, 336), dIce el monarca: -"Nos somos informados qU!! es de mucho inconvenIente

para el bien y aprovechamiento de toe Indios naturales de esas provincias, que anclen en su compai'tfa, mulatos, mesti­zos y llE'gros. porque demás de que los tratan ma l y se sir­\'('n de ellt)s, les ensefi<ln sus malas cos~umhres y ocIosidad y también algunos errores y victo!': que podrian estragar y es· torbar el fructo que f;~ desea para la salv(lclón de las alma's de I~ dlcholol in~o" y que vlvu n en poHcia, y porque de semejante COffi]1anIa no puooe pegárselps cosa que les aproo veche, siendo unlver-sahnente tan mal Inclinados los dichos mu latos, negros y mestlZOR. Os mandamos que tengá is muo cho cuidado de probilJlr y derender de aquf adelante, que no anden nI E'Stén en compañfa de los dichos Indios, , . ' . caso tlgando a 108 que hallárenes en compafífa de los dichOs Indios ni en sus lugótres ni poblaclone-s _ .. ..

Expresa Barreda Laoa (279) , aJudlendo a la polftlca se· guJ~ en la materIa por 'os virreyes peruanos:

Don Juan de ~.tendOza y LIma deda al rey, en 1615, que era Indlspensa111 ~ 'apart:<T a IOf¡ mulatos de los mestt­lItlS y a éstos de los Indios. porq\ll' como e' núm"ro de ellos p.xcedt~ en mucho al de los Pspafioles. y IlOCO caso hacían de las obllpacJones de religión y fld Hdad. era fáci l Que Intenta· ~n 'peli~roSOs ]evanlamle nto gen!'rales. "Lo más substan. <:141 es traer a la vista sus flestas y bailes, y que todo sea

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én partes Ilúblk:Ols; y c(mservar la sepélración de naciones" (Memoria de Don J \l3.n de Mendoza y Luntl)".

LEVANrAMllHn'o DF. JUAN rn.AN CISCO LEÓN'

OCllrrid'Q en 1749, en Venezuela, estuvo dIrigido contra la Cnmpallía Guipuzcoana. El movimiento, que tuvo el n-poyo active de la aristo!:racia local, contó, al parecer, con sim· patlas populares (Arcila Farfas,2'2.s" y sig.). GH Fortoul opio na que ~61l fué un instrumento de la ollgarquia crIolla, pro· pietaria de la tierra y de loa esclavos, que pretendia man° tener intactos sus privU{'gios. amenazados POI' la Compafiía (1, 25). Un ,grupo de. personas de fortuna habla ¡:;rea(]o un fondo para costear el viaje 'a España de AlvarC'z de Avila, yerno de Juan Fra.n~lsco León, con el propósito de- sQlkitar I~ 1!bolición ele la Compañia (ArcHa Farlas, 235).

ESCLAVOS FUGITIVOS

Los Palmares, escribe (;arnelro (11), pl?rduraron durante 65 aflOS (1(',30·1095), a pesar de las continuas expedlc1on'es que lo!'; blancos enviaron p3rfl reducirlos, a partir de ]644-Fué aquH, élgrega, "un estado negm semejante a los nu· merosos qu~ exi!':tierQn en Afril;:'a en el siglo XVII, Estado que tenía RU fundamento en el carácter electivo del jefe, "más hábil o más sagaz", "de 'mayor prestigio y estrella en la guerra o en el mando", según afirmaba Nlna Roill"igues".

No parece que en ninguna otra colonia de América' al· canwran los esclavos fugitivos tal grado ue organización ni que tan nfortlJnada fuer<l. su aventura libertarla. Pero, en magnitud más modesta, huhó comunidades de fugitivos en todas partes. MaroQtl. camps se les.. llamaba en las, coloniag llritánlcaf; y Pltts, el historiador df! Trinidad. expresa Que la pr(ictica 1tsuál era, después de rt.'dudr a tos rebeldes a mano arlTI;:¡(la 'Y dejar (lO el campo muertos y. heridos, pren· der [u.l'ga a la aldea (22, 24).

En las AntUla~, los esclavos fugitivos buscaban ~ me· nutlo un refugio más seguro en otra .isla 'de i11RtinJa. h¡¡ndera. a donde llegaban en alguna precari~ embarcación y después de peligrosa fravesla . La corona española, por real cédula (lel 3 9.{' setiembre de lG80, ón~eii6 a la Aus:lieúcia de Santo Do­mlngo que se otorgara la lihertad a los eSdavos que alll Uegaran y curo~ propietarios nO fueren v;:¡sallo.s de Su Mil:

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¡ 'estad CatÓlica. Esta disposIción, adoptada en perjuicio de 108 colonos de las AntJJl.:l.s danesas, francesas, británicas )' holandesas, estuvo (!n vigcnCla durante sjglos, aun.que igno­ramos con qué grado de escrupulosidad se aplicaba. Et 7' de mayo de 1801, por ejemplo, otra real cédula anulaba el remate, habido en Pueno Rico, (le sjete negros prófugo~

provenientes de la 181a dan'esa de Santa Cruz., disponiendo que fuera devuelto ti. sus compradores el importe que por ellos hubieran ,pagado y que los negros quedaran én lIbert;ld (Gutiérrez de Arce, notas dG las páginas 397 -y >147).

En las Antillas no E'spail0Ias, en cambio, los negros fugl· Uvas priginarloli de la:; Islas hl$pánicas eran reducloos a esclavitud. Segun el .mlsmo a\!,tor, en las Islas danesas de Santo Tomás y San Juan era frecuentQ' dar asilo a 109 es· clavos que Iluran 'dé las Antillas (,'spa:ñolal; (ibide'fn, 4.13).

Una (luda slH·ge. Cuando Jos documentos de la- época' hablan de escM.vos fugiti .... os de una i¡;la que llegan a otra, de d1sHnta bandera, ¿no se tratar.á, m~s l}1en, de esclavos que. han sido rohados pOI' colonos británicos, en perjuicio de los franceses, o por colono!l (laneses, o por espafioles? En algunas ocasiones, por lo menos, es muy posible que esto último baya sido la realidad. Keller (5OJ) menciona caoos de esclávo!:O' robados por cspuñOles en las islas 'danesas.

LA RJ.;VOLUC¡Ú¡,¡ (H~ 1'!lPAC "MARI.!

Tres ,jmportantes ohrás, publicad,!,!: en ,los últimos años,

{:

stuttian el It!vantapüent.o ,{le Tupac Amaru, que detie C<Jn· siderarsí tanto el e~tallldo clasista más ·vasto y profundo de la era colonial' romo el ante<:eclente más importante de la , n'volución de la independencia. Sus autores son Jorge Coro nejo 13ouroncle, Boléslao Lelvin y Daniel Valcarcel (Ver Bi· IJliografj~) .

Daniel Valcút.:el dice Cjue;< TllrJa~ Amarü s~ llropqnia e1!minar los maros ftmc iQn¡¡rjos ct>lnnialese implantar el Vt'rtl'H'l el'O jm¡wrio de 1<1 Ir 'y C's-ptuiola. que conslderaba justa , pero <:OtlM'!'va li tl<l ('1 l¡j ;; !~lll<l de' goJ.¡lenl() (>:d~tente. y la re ligión católica (1'lIpnr. Am(¡1;tt, 179 y lOO). Sin embargo, la masa que le sigue y lo,s l'a udilk~ inúlos 110 piensan ,como ,el jefe, agrega. "S.urge cntollCl!S -sintetiza Yalcárce1- la anllnom!a existencial de aquel ¡nOmento histól'ico: una rebe· lión encabezada por un jefe fictc1i:>lét y l·cstaurador dl}l au·

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ténlko Imperio de la ley y la religión oficiales, y unas I(ente¡:¡ impnci'entes por sacudh' el yugo extraño, superlatl­VU I1\~\nte intolerable" (ibidem, IS1).

Cornejo Bouroncle cree que Tupac Amaru buscaba la Indepenuencln d?1 Pe¡'u (l34) . En su importante obra, este rlulor hactl un extenso y sagaz análisIs de la t-á!!Uca poH· l1ca del griJ:n caudillo Ind io, usando numerosos documen tos In€aitofl. que se deben a su pluma,.

Para Boleslao Lewin, cuya l.'Ontrihución a la hist.orla del movimiento es asimismo de! im portancia excepcional, "está) fu era de duda Que Tupac Amaru declaró una guerra sin cuartel a los españolcs euro{!eo!:l, proponléndo:re su total ex· Jlulsión de Am{il'ica", au nque respeta ra el sacerdocio y t.ole· rara a a lgunos peninsulares en casos determinados (194). La de Tupac Amaru, sostiene L!!wln, "es, sin duda, la' rebe­lión sotlsl más grande en la historia de lae tres AméI1· C¡IS" (lOS).

LY qué opinaban de este levantamiento de esclavos del altiplano, que hizO temblar los Andes, los usufructuaI10s del u'abnjo Intilg('n a? Lewln re produce un fr ¡¡gmento de un )Jorma colonia l, que d lco ;I,<:l (1(9):

"Nos hicieran trabajar d~ 1 modo que ellos trabajan y quanl O aora los rebaja, nOs hicieran rebajar: nallie pudit'ra esperar Casa, Hacienda n~ esplendores ninguno a lcan zara honores, todos, fueran Plevefos fuéramos los Indios de e llos y ellos fueran lag Señores."

Ma la poesía, pero tremenda elocuencia histórica,

COMPAÑiA GUll'UZCOANA

AclJ.l6 en Venezu ela eü cl Rlglo l~, lnt.ervinlenOO en gran escala en ia agricultura y en la comercialización de SU!! productos (ver Duestra obra "Econornia de la socledad ca· lonlal", 120 y 233) .

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,!-i _ ______ _ __ ~'C__ ---_._........ . -

C'O MPANHI A GFoilA l. !)Q CO MmI_CIO DE GRAO PARA E MARANlIAO

Dedicada a l lrftf!co negrero y nI comerclo de varios pro· ductos coloniales, lU vo e l monopolio del comercio en la zona de Mlll'añón (ibidclJl., 121), ] 30 Y 154),

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cipios del s iglo 19, se f;!ncuentran en la historia impe· tlal de España. A la inversa, hay problemas que pre· sentaron su más alto grado de complejidad en las co­lonias españolas y episooios de h istoria imperial que se regislra n en España con mayor inLensidad que en las otras potencias.

Por otra pilt1-e, los prineipiqs fundamentales sobre los cuales se va estructurando la política imperial hls­pana se han de encontrar, siglos más tarde, ins,pirando la politica ,imperial de las otras potencias europeas, no s6lo en América sino en todos los con tinentes donde se aplique, sin que ello signifique que estas 'potencias europeas no agreguen otros prillcipios propios o fuer· tes matices a Jos que fueron adoptados por los cspa· ñoles.

No ha ocurrido asi porque E spaña estuviera do­tada de un genio peculia r que le baya permitido Rer fundadora e inspi radora de imperios. La hi-" toria, sue· le ser menos poética que la magia y meDOS misteriosa que las misteriosas teorías raciales que aún siguen cultivándose en el mundo. Ha ocurrido porque Espa­fia tuvo que ideal" tempranamente soluciones para va- \ rios probl~mas que son los que están en la médula de todo imperio: dominar v organizar pueblos de distin· las cu1tur~s y orígenes; estructurar una economfa co­lonial subordinada a la eConomía metropoHtana; presl. dlr el proceso de estratificación socia l colonial, man· tenJ.endo un eguUibriO dé luerzas que permita el pre. dom inio del imperio por tiempo indefinido.

De la~imperio hispano en Amérlea sur­ge una t~l'ial, una pauta política s~stenida ,8 través de "los tiempos -aunque se contradlga a ve­ces- , que rué la misma que Gran Bretaña y Portugal aspira ron a aplicar en sus colonias americanas, pero que sólo en parte pUdieron hacerlo, porque tuvieron

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menos tiempo y circuns tancias más adversas que ven~ cero

Cuanto decimos no encierra ningún pronuncia­miento sobre el mérito de una polftic3'. Ni sobre su éxito. El hecho de que Espafia haya llegado a tener una teorra imperial antes que Gran Bretaña no signi­fica que su éxito imperial estuviera por ello asegura· do. Por el contra rio, su derrota en la lucha económica mundia l --cuyas causas y características hemos estu­diado en un trabajo previo-- le I.mpidió obtener de su politica en América todo el provecho, que pudo. De igual manera , Portuga l, dominada por Gran Bretaña diplomática y econ(nnicamentc durante huena parte de su historia imperial , no pudo obtener del BrasH cuanto--=-de él pretendla. .lt

l . Los PRI NClPIOS m: LA f'OL1TICA rMPitlUAl.. .....:- \J\.L~ .. ..l.o Pecado profesional de no pequefia magnitud es en

el hi storiador dar como hecho cierto del pasado lo que no es más que fruto ue su imaginaci6n. Pero también es indudable que un deber le cabe -o un privilegio, si se qulere- : el de enconuar el común denominador que vincula a los hechos ciertos, el de coo!.flinar el pen~miwto disperso qu e preside los doCumentos y los acontecJmJe~tos. Cuando el investigador se ha im­pregnado de una época van apareciendo ante él cier~ tos Wincipios generales que son como la columna ver· tebral de 106 sucesos y las ideas de esa época. Quizá no estén escri tos en ningún documento, ni hayan sido \ enunciados por Din~ún gobernante. Pero el investiga- r.-t\ ' dar puede adquirir Ja convicción de que son tan cier-tos e incues tionables como los hechos mejor conocidos. __

La h istoria escrita es una opinión. Bien está que ~­el historiador trate de ser lo más objetivo, lo más sere- \ no posible. pero en_ la compleja tarea de reorganizar los acontcdmientos y explica rlos, jamás podrá alcanzar

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la seguridad p lena de la veracidad de su narracióflU' y de I'U teoría . Lo que hace es verter una opinión que " otros ----c laro cstá- corregirán o superarán -en lo por- \ ve.nfr.

Los principios de la política 'imperial de España y de las otras potencias europeas aplicadOs en América Que enunciamos a continuación. no están tomados de ningún documento, sino que. a nuestro entender, sur­gen del conocimiento de la época y de la necesidad de explicar Jos hechos con criierio histórico,

En gran proporción, esos principios son hijos de la experiencia adquirida por las monarquías occiden­tales en el período de transi.ci6n entre el feUdalismO) medieval y el capitalismo, cuando los palses p'!§n de la anarqufa feuda l a 1::1 mon¡:ar ula unificadora. Lo son tañibjen de ese arte de gobernar a os los que tu­vo por esos siglog en el continente viejo expertos inte­ligentes y e.xpositol'es sutiles, cuyas ideas básicas han venido aplicándose hasta .nuestros dias. y. finalmente, es?S principios son también la consecuencia de la po­JftJea económica. imperial :'lplicada en las colonias de América y de otros continentes, politiea económica que obedece al propósIto, omnipresente en l~ época, de acu­mular el mayor lucro posible, aunque se le disfrace de citas twl6gicas y argumentQs raciales.

La orientación de la poUtica económica de Espafia y Portugal coincide a menudo, como también ocurre con la de ot.ras metrópolis coloniales de la época. En lo fundamental , esa polftica económtca consistió en es- ~ t~r la 'produci~!:l_ de mercancías de mejor ~ cación en el merc:ldo LnternacionaTOde metaleS"Pi=e­ci~ a los que se atriEafa própreifadesmarav¡][osas, Á la inversa. todo pro(h!tlD que pudiera' comlleUr .... l'1>n los metropolitan~1 mercado ~ol~ careció de} esUmul~y a menudo fué pl'Oscripto. ~fia rué la potencia europea que estuvo en

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1 , ,

¡ condiciones de aplicar en América una política econ6~ mica orgánica más temprano. Ya puede hablarse de tal en sus colonias a mediados del siglo 16. De Portu­gal, nO antes de mediados del siglo 17, .De Gran Bre­taña, en sus colonias del noreste americano, sólo en los últimos lustros del siglo 17.

A todas las monaTquia~ de comienzos de la Edad Moderna ~on sus gobiernos centralizados y sus vas­tos planes universalistas- afligi6 el mismo problema: el dinero. Dinero. o bienes, para equipar sus volu­minosos ejérc itos, para asegurar su estabilidad palitica en el orden nacional, para mantener un complejo y ampJfsimo mecanismo administrativo en muchas par.

. tes del mundo, De allí, su hambre de Impuestos, del contrib~ciones {o~zos.?S, su manfa de emitir moneda, su crón:ca angustla fmanclera, su endeudamiento con los banqueros de la época. España, quizá, fué a la que más perentoriamente se le presentó ese problema. ¡Tanto era lo que tenía que hacer en el mundo y tan ma la fué su política económica!

Esa urgencia por obtener dinero, esa sed Jiscal explican muchos epü;od i w~ que pueden parecer oscuros en la hJstol'1a colonia l y constituyen u no de los factores subyacentes que grav:tan para orientar la politlca Im~ perial en todos los tiempos.

a . Preponderancia del Estado imperia'. La mo­narqufa centralizada y el imperio moderno no surgen, en aquella época de transición de que hablamos con . ' el propósito de atenuar el rigor politic9 con que aCR

tuaba el sefior leudal, sino de exac~rbarlo cuando fuera necesario para cumplir sus finalidades, mucho más complejas que las del feudaUsmo, Antes de Luis XIV, otros moharcas europeos estaban en cOlldicione9 de pronunciar la frase célebre COn igual convicción que aquél.

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En América, si alguna caracterfstica común ofre­cen los tres imperios mayores -España, Portugal, Gran Bretañ'a- es incuest!ooablemente s,u devoción por la omnjpolencia poHtica, su sostenido propósito de reglar desde la me.tr6poH todo lo que era menester reglar en la colonia. Que uno haya aplicado el princi­pio con menos energia que el otro no significa más que la imposibilidad de superar' ciertos obstáculos en su ambición colonial.

E l imperio todo Jo puede y está en todas partes. Es capaz de resolver todos los problemas, grandes y menudos; de regular en detalle hasta la existencia de comunas minúsculas y la expresión de los sentimien­tos religiosos de los súbditos. En, este afán universa­lista, Carlos V de Esp<,ña no difiere de Jacobo n de Inglaterra , n] de Juan V de Portugal. El primero hizo en el siglo 16 lo que el segundo intent6 hacer en el 17 y el tercero hizo a medias a comienzos del 18. Los tres creían que e l poder politico imperial debia ser lo más absolutista que las circunstancias permitiE!.M ran y que Jos pueblos coloniales debían estar suborM

dinados a su dictado. Menéndez Pidal ha sostenIdo -en contra de la

tests de varios autores alemanes-- que el universalis­mo de Carlos V se explica mejor mediante la teoría del imperio cristiano, con la cual el autor simpatiza, que de la monarquía universal, que supone de finali­dades éticas más estrechas. (Idea. 'imperial de Caf'­los V. Ver Bibliograffal. La primera. sin embargo, no dejaba de infundir al monarca la convicción de qUf! el imperio podía estar presente en todos los rincOnes del Qrbe y orrerer una saludón para todos los proble· mas humanos. Esa misma euforia imperial fué la que asaltó a los monarcas de Gran Bretaña y Portugal apenas se creyeron con poder semejante al de Carlos V.

La idea de la convivencia de grupos sociales y re-

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j

ligiosos distintos, de la tolerancia de las creencias, ha­bfa tenido algunos devotos y cierto Comienzo de apli­caci6n práctica en la Europa del medioevo, como tuvo asimismo abogados nobles en las colonias de América, pero no es la que marca la pauta de la realidad colo­nial ni de ella Sj! impregna el tono de la existencia en las comunidades. Muy por el contrario, aunque un grupo se oponga gaJlardamente a lOs desmanes del ab­solutismo imperial -los p lantadores de las colonias británicas, o Jos encomenderos de las españolas, o los fazendeiros brasileños--, cuando es su propia volun~ tad la que pueden imponer en la colonia o en el mu­nicipio, lo hacen con un impulso tanto o más absolu­tista que el que llega de la metrópoli. Por eso suele ocurrir que, en presencia de un choque de esa fndole, la masa absolutamente desposeída, como pueden ser los indios. ve con mayor simpatía a los representantes. del poder Jmperial.

No deja de ser paradoJal -y, sin duda, sorpren­dería a los historiadore.s liberales latinoam.erlcanos del siglo 19, que interpretaron erróneamente el proceso histórIco de las colonias británicas de América- que fuera una comisión especial enviada por el gobierno de Carlos n, el Estuardo despótico que disuelve el .... Parlamento y gobierna autocrátlcamente, la que ¡m- \ pone por la fuerza a los puritanos de Nueva Inglaterra un principio de tolerancja religiosa, al ohligarles a no penar a los miembros de la Ig lesia Anglicana que nOl conCUrrieran a los servkios de la Iglefolia Congregado­nalista (Werlenbaker, 310 y 323).

E l absolutismo es el oxigeno que se respira en la epoca y con él seTlutren monarcas y ministros, carde­nales y curas, pioneros y brmdeirantes. Muerto y en~ terrado eSltaba Alfonso el Sabio, que creía en la tole~ rancia sustentada por la sabidurfa. América nace en lo historia del mundo occidental cuando el absolutis-

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mo es la meta y la ¡.ntol~ro:nc ia el método en la existen­cia di aria. \Vertcnbuker, en un r~ciente y notable estu­dio (T lIc 'puri/rm oligan;lIY, :1 2 y s;g,), ha. demostra­do qU E' 10$ fu ndadores de M¡)E:sachu ~;:ets no vinie­ron a América huyendo de la persecución política ni, muc:ho menos, con la int.ención de defender el prin­cipio de la tolerai, cia religiosa - "ellos no creían en la t.olerancia'· (32)- sino pf!ncip:llmente porque tenian un sagrado horror a la idea de per{lcf sus almas e.:'­unn. Inglaterra que obligaba a sus habitantes a segUlf otro culto relif!ioso, Huyeron del error má.s que de la ~ perspcucíón. afirma, conaf'i"lTlUnada ~'Xpr§!6nJLau­tor cÚatfo. NopoTque p ell gridilOSüS cuerpos, sino sus almas (208), Causa ésta a la cual Be agregaba la grave cr'sis e('nnóm;ca que sacudín en aquellos años su pa1s de ori~en (3~n,

Esta preponderancia riel estado Imperia l se pro­yecta !;ol)rc la estl'lIc;tura social de las colonias y gra­vita sobre el dest.i no de los grupos sociales, Aunque la corona no tenga idea precisá de lo que es una clase social, sf sahe con certeZa que bay partes de la pobla­ción con derechos y poder económico y otras con de­rechos y poder muy d ·stintos. 1 .. 0 que el imperio se propone ('s marca r con nitidez los lím~ t es de unas y. otra::¡; determina r qué indi vid uos deben estar aquf y quienes allá: indicar, hasta en detalle, en qué forma y en qué circunstancias debe manife¡;tarse la subordi­nación que todos los grupos deben a la corona. Espáfia rué, tamhién en esto, más lejos que los otros imperios, que se quedaron por hacer lo que hubieran querido.

A lo que aspi ra el imperio es a que la aristocracia y la Iglesia -cuyo podel'í,o a menudo estimula- sean sus instrumen tos dóc:les. Lo cier to es q ue la realidad se burló a menudo de ese propósito, porque América no era Europa, ni estaba tan cerca del monarca como

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para aceptar sin reheldía sus Imposiciones, a menudo muy distantes de 1a realidad.

b, Oreación de ~.t.na aristocracia subordinada. Al participar má8 temprana y dIrectamente en la orga­nización col,finja l, E spaila l.:onoci6, más que las otras poten.i ... la posihilidad de poner Óertos límites en~ ) formación de aristocracias locales y penSó en el tipo de _re~clones polfticas que debla eXlSUf""enfre- éstary la corona,

"U"OS corrientes de pensamiento parecen haber re­clamado la atención del rey hispano desde c9mlenzos del siglo 16, Milita, en un extremo, la que aconseja que se ~mule __ la c r~ón de una ari.stocracia d'c sólidas bases econ6micas. "'QUIzá SU más autotlzado expositor (ué el virrey Toledo, de cuya condici6n de eficaz y en~rgico agente -d-;j¡ corona en P erú no pue- ,-\:. de caber nmguna duda , "Toledo, como hijo de casa ) p..;Y feudal y partidario del régimen de mayorazgo -ex.pre- ~ 5a su biógrafo Levl llie~ JToled(}, 25'])- era de opinión ¡..¡ que hubiese encomiendas per~tll<Hj, En sus curt8'S escribió a l rey en dl rerentes oportun idades sobre este arduo tema, y en una de ellas pre:cisaba su parecer, recordando que la experiencia habfa demostrado en otros paises la utilidad de "cabezal'< con asiento y per· petuidad de mayorazgQS o rcudOS unidos y dependien-tes del Rey y de otrll,5 pel',sonas obligarlas a su Rey por mercedes y ~rivilegioll y gaje~ , loa cl.1ales todos. cuando se oCreciere alguna a lteraf'i6n , t engan por pro-pia la causa de dereJl sa y conservación del reino en obediencia de su Rey". -El principio enunciado por Toledo recogía, en efecto, una experiencia de !os siglos anteriores y re­vela hastá qué punto tenían algunos consejeros del monarca español ideas claras sobre Ja organización pallUca del régimen colonial. Era necesario, en su pa-

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"

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recer, crear intereses 1~le8, estimular la apetencia \ de una nueva aristocracia, para q\.1e~{Ol'­mara en gU¡.lrdiana celosa de la nueva frontera en nom· bTe de Su M<ajestad. Lo repite t¡n sacerdote de la épOCa, el Paore Bivero, citado por el mismo autor (ibídem): "Ef:l necesario que Vuest.ra Magcstad dé orden con bre­vedad para que en cada puebl~ de españoles de este reino haya por 10 menos una docena de hombres que tenganJeudo ~tl~. Y...~ftl;i~!lte. en la caja de Vues­tra Magestad o dOMe- mejor pareciere, para que sean nervIos de la República y puedan en paz y en guerra sustentarla, porque de aLTa manerá se va acabando a más andar".

En el otro extremo, se reitera a cortos intervalos ") la advertencia de-qu;ptieden engendrarse en Aménca grupos demasiado pOOeros2s, Bol'fre lo,: cu~les. el mo· narca no logre ejercer vigilancia ni fLSCahzaI".J6n, En España se sostiene esto a menudo y en AU'lér.ic~ se lo oye deci r , especialmente, a corporaciones rehglOS3S ~ sacerdotes. Zavala menciona el parecer de IOn p~l~ cadores.-Ae-Carlos''y, que ya en 1519 le adver an que r¡encomienda era inacept-ªble, porque resultaba 1mp~ sible controlar al encomendero (Encom .. . 32).

La histori a colonial vino muy pronto a señalar a los monarcas españoles la existencia del más grave peligro. L os levantam!entos armados, los intentos de separatismo, las guerras civiles se sucedieron a partir de los (:!,fas de la conquista y es indiscutible que los monarcas miraron s:empre con profunda deSCOnf.!Nt-j za~as ol:garqufas ameri~s levanttscas~Ce­sivamente pOderosas, q1J.e ~e burlaban de su represen­ulnle cuando pocllan y combatían a mano armada con­tra las 6t-denes reh'giosas cuando llegaba la ocasIón.

Si es indudable que la poliUca económica y las medidas de gobierno adoptadas por España y Portu­gal en América tuvieron el propósito de permitir la

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formación de gl' upos oligárquicos ricos e influyentes, tomhié>n lo es que ambos impe.rios s~ pl'opu s~eron man­tener esOs gr upof'; ;::ul.onlinados o su voluntad y utili· za rJas como ingtrun1.l'n1 0~ lloJíiicos. ERJ)aña, s ín extir­parlos, comenzó a punCl'I(ll:1 en vereda en el siglo 16; P ortuga l, no ant.es del l R. ""Pero ninguna de laS" dos potenc:as logró alcanzar. Sll dominio l'ompleto.

c . La Ig'e,<;ia ccnno instrum.ento imperial, Los Reyes cat6t:cos asignaron a la Iglesia una tarea en América que sus suc~ores hicieron cumplir con celo, Esto mismo prueba qué temprano los monarcas es­pañol€'s concib ieron una pallUca aut.énticamente im­.Qerial y con qué firmeza y contimtiilad la a l:caron a 12....1argo de"sig ~... g eSlá vino a América como eJ.e.culora de la voluntad_de 13 corona, d.,9>Cndiendo de ella en primer tél'min() X pClro. illmn!ir...aJlUi..llnaJ..?rea 31aqmnos monarcas C1s~naron exc~jonal imp.ru:tan- \ cia·Ilo~~.~a~ _c~nt.ro lara los señore..o; americanos y a \ las enormes multitudc¡.¡ serviles. --"ES indudable qu e la rglt'liia cumplió esa doble

misión , aunque con suerte y akance muy diversos. Además, (ué ella en la culonia, de par si, una entidad económica y polít.ica ue vasto poderfo y, 'como tal, se encontró a ' veces en confllcto con las oligarqufas locales o con el mismo poder imperial, complicando así el panorama colonial.

Pero. en términos generales, puede afirmarse que en la colonia csp:.tfiola la alianza polftita del~y de la Islesia rué un hecho y qllf' ésta cumplió con fíde­TIaad la mls i6n que había ¡-lCpptado. Muchos mOmentos 11Ubo en que el poder imperial hubiera tambaleado de haber carecido de ese formidable apoyo y. fuera de duda, ni' España ni ninguna otl'i.l polencia europea estaban en condiciones, sin contar con el concurso activo de una entidad tan poderosa COmo la fglesia

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católica, de incorporar a gran parte de la pOblaCión/" indígena al régimen colonial 'Y mantener después su fide lidad a la COl'ona.

Regiones extensas e jmpartar1¡tes jhabSa en las cua les el desequilibrio social creaba constantemente la posibilidad de un estaUido de graves proporciones. "El abismo que separaba a la .clase rica de la pobre era jnmenso, -explica Riva Palacio, Virreínato, 676_ el equilibrio social inestable, y necesariamente cual­quier acontecim iento, como la pérdida de una cosecha o la falta accidenta l de algu nos de los efectos de pri­mera necesidad, debla producir y producía terribles trastornos, cuyas manifestaciones eran siempre peli­grosas para el gobierno y para Jos ricos. Asi se E".x­

pllcan todos esos tumultos que estallaron en México y en las provincias con tanta facilidad durante el si­glo XVIl".

Lo ratifica el sagaz Abad Queipo" en cuyas páginas surge con nitidez la misión cumplida por la Ig lesia. En América, dice, "el pueblo vive sin casa, sin domi­emo y casi errante, Vengan, pues, los legisladores m(}­dernos y señalen, si lo encuentran, otros medios que puedan conservar estas clases en la subordinación a las leyes y ol gobIerno que el de la religión, conser­vada en el fondo de sus corazones por la pred icación y el consejo en el púlpito y en el confesionario de los ministros de la Iglesia . Ellos son, pues, los verdade­ros custodios de las leyes. Ellos gon también los Que deben tener y tienen en erecto más influjo sobre el corazón del pueblo, y los que más trabajan en mante­nerlo obediente y sumiso a la soberanía de V. M," (EstadQ moral, 58).

En Brasil, la historia es diferente. El engenho y la faunda, gnndf$ unidades econ6micas, son también, hasta comienzos del sig lo 18, vastos núcleos demográ~ ficos y sedes de poder local, frente a un poder lmpe-

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rial que tarda en hacer sentir su presencia con energia. El clero estuvo mucho más cerca físicamente y mucho más. subordinado al UIl}¡or y al fazencleiro que a la corona portuguesa y la 19lesia careci6 en la colonia lusa de la un ificación y de! poderío que tuvo en la hispana. Esta característica de la iglesia braSileña co­lonial ha sido bien estudiada pOI' va.rios autores bra­sileños,

~ . Conservación de las bases demográficas yeco­n6mtcas del pOderío im1Jerial. A los grupos sociales más .1nd~fens~s se rericre uno de los principlos de la polftIca lrnpenaJ. Portugal y Gran Bretaña no formu­laron ni obsE"rvaron una conducta tan clara y siste~ mátlca cOmo España en e~ta materja porque ni una ni otra tuvieron en sus posesiones u~a población na­tiva tan densa.

Desde los inidos del siglo 16, la COl'ona española se siente preocupada por la formación de oligarquIas pre;potent.es, asf como por la rápida disminución de la poblaci6n indígena. Es sabido que esto último dl6 origen a un;:!. pQlémicn históri('{) . Lo¡ prütecci6n al indi­gena se transformó muy pronto en polftica orgánica que fué aplicada con bastante perseverancia y sent1d~ de continuidad durante todo el periodo colonial.

Desde un comienzo quiso la corona que la enorme masa ind lgena no fuera tram polin para que se crea­~n en A.mérlca seijorfos tan poderosos que pudieran JDdependLZarse de E spaña y que la codicia de los co­lonos no destruyera esa población nativa, que consti­tufa el c,imiento demogrMko y económico del poder mOnárqUICO en este conUnE"nte. Ambas preocupacIOnes surgen de rnultitud de documentos y de la lógica de los sucesOs americanos cuando se les estudia paralela­mente COn los de la península.

La conservación de una vasta poblaci6n lndigena

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cumplfa, en efecto, para la corona una doble finalida4 : demográOco.po lfCca, por una parte, porque el mayor número de los vasallos dependientes djrectamente del m ona rca -----<como fué la in tención de éste- seria Jo que pre~tara mayor solidez a l poder in:tperial en Amé­rica; económica, por otra, porque el indio pagaba tri­butos a la corona y ésta jamás dejó de tener m.uy es­pecial interés en que el tributario nativo no desapa~ redera y t uviera capacidad económica para pagar.

Ya en ] 52R, Carlos V dirige instruciúnes al obispO de Tenochtit lán , en las que. dice que se ha inrOnnadO) que los cristianos dan malos tratos a los indios , lo cual "es en muchD disminución de los dichos indios é causa oe despoblarse la dicha tierra" (Puga, 1, 227 ', Y sig,). De¡;:dc entonceS, los documentos de ori gen real en los (lue se manifiesta la misma pre,ocupac~ó'n con­tinúan llegando a la colonia con periodictdad y per~ se:veranria . "Nos somos informados -expresa Felipe n , en una nea i C6dula del 27 de mayo de ] 582, diri ­gida a ID Audiencia de Q1.litO (Colecc!.6n de Cédulas Reale$, 391)- que en esa provincia se van acabando los indios natüTates de ella por los malos tratamien­tos qUé sus e-ncomendetos les hacen". Y su sucesor , Felire ID, en la memorable Rea l Cédula que r eorga­n izó el régimen del trabajo Indígena, del 24 de n~ viembre de 1601, después de expresar que se ha com­probado que las disposiciOlles reales sobre in4ios nO se cumplen y que el número de éstos disminuye, Insis­te en que los servicios personales "son caussa de que se vayan consumiendo y acauando con Ja~ opresiones y malos tratamientos que recluen".

El exterminio de la malla indjgena no era, para { los monarcas espafioles, tema de disqui¡:¡ icl6n f'van· gélica , sino cuestión de alcances ~ácticos bien defini-_ dos, Muchos de sus consejeroShaOlan lnsistíao en ello. Ya los predicadores de carlos V habian advertido

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a éste que la encomienda "le quita (al rey) 10 que }p

hace gran señor, Que es la muchedumbre del puebjo" (Zavala, Encom. indiana, 32) y Lizánaga, cuando se quejaba de las tremendas bajas que la minerfa pr~ ducía en el Perú -en otras partes de su obra dirá que son "las borracheras" las causantes-- r ecordaba aquel axioma inconmovible de que "el rey sin vasallos es corno cabeza sin miembros, sin pies, sin manos, sin ojos, etc." (l, cap. LXXVI, 179). "Pues Ja tierra sin habitadores y el reino sin vasallos, ¿qué valen?", agregaba, como argumento decisivo (1 , Cap. CXIV, 285)

1 Absolutismo no significa dilapidación de recursos humanos y el absolu tista intelig~nte debe comenzar por dcfenoer su riqueza escncial, que es la multitud sobre la cual se ejerce su poderío. Luis XIV, el de Franc,ia, lo entendió con me,l'idiana claridad y en las Memorias que escribió para sn descendiente, al Tefe~ ri l'se a la intensa acc ión desplegada por él para dís­tribu ir asistencIa entre Jos men esterosos, a causa del hambre de 1662. h .. re. esta anotación cuyo valor sigue en pie, a través de los sig los: "Jamás he hallado gasto m ejor empleado que éSt e. Pues nuestros súbditos, hijo mio, son nuestras verdaderas riquezas" (62).

Pero no era Luis XlV de Francia el que pudiera enseñar teoría politica a los grandes monarcas abso­lutos de España. De economía, de cómo reglar sus propias finanzas., sab.(an poco -menos, sin duda, que otros monarcas. Pero de pólftica --cómo tratar a este grupo social, qué atribuciones en tregar a este obispo, qué libertades concecler a e-stos indios, qué restric· ciones imponer a eRtos scñorc~, c6mo provocar la rJi'¡a entre dos poderosos e intrigar en el Vaticano-, de eso, maestros fueron y tanto comO los mejores de ]a época. Por Jo menas, hasta que la polftica amplía

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su horizont.e y adquiere un cariz social y ét1co más <l:uténtico, dcsc.onocido en los s iglos que estudiamos.

Para esos hombres de gobierno de la Espafia im­perial, el informe de un jesuita sobre las maldades de 106 encomenderos tenía siempre interés enorme, aunque el los bien supieran que detrás de ese iolorme podIa urdirse una maniobra de jndole personal o bus­carse tan sólo un propósito de venganza, como fué a veces la realidad. En cambio, cuando Concolorcorvo sostiene la tesis de que el número de indiOS disminuye, no por exterminio. sino por mestizaje o cuando el Arzobispo Llfián y Cisneros inventa la peregrina expli­cación de que los indios muertos: no están muerLos, sino que "se ocultan para no pagar tributos" (E. Ro­mem, Hist. ec, Perú, 97), no están hablando para el monarca. E stán hablando para Jos encomenderos, para los mineros, para los usufructuarios de la mita, para las oligarquías locales.

Una pugna semejante, aunque nunca de la misma magn itud y una política imperial también semejante, aunque 00 tan bien deline-.ada ni de igual perseveran· cia, tuvo por escenario a .,Bra..sll.

El clero católico -muy especialmente, IO~./ ~ cumpHó slll la tarea importante de impOner UD

valladar al desborde del señOr y proteger al indlgena. Detrás de la legislación de la corona portuguesa en materia indígena se lldvierte con mucha frecuencia la presencia del consejero jesuita, aunque a veces tri un. (a, con a lglma excepción elocuente. el lnnujo de la& poderosas oligarquías locales. Perdigao Malheiro, en su obra clásica, ha analizado esa legislación y los con· flictos sociales que la van soslayando (ver la acotación respectiva).

e. EquilibTio poUtico-social colonial. Por mAs que las coronas hispana y lusa protegieron, por épocas y en

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forma notoria, él ciertos grupos sociales -mineros, por ejemplo-- a quienes estaba confiado el tipo de pro­ducclón que esperaban como talismán mágico, no hay en ellas un favoritismo inalterable en un sentido o en otro.

Los monarcas españoles, más que JOS portugueses, - y: en esto se ase.mejan notablemente a los británi­cos- cuidaron mucho de que no surgIeran en la ca- f lonia grupos demasiado poderosos y pensaron en man· tener alU un equilibrio de fuerzas, con la Iglesia vigi­lando a la aristocracia y con los funcionarios reales controlando a la J g(e~ia y a la aristocracia. Así se ex­plica que, en los confUclos inlermiuables que surgen, su influencia se vuelca alternativamente. hacia un lado y hacia otro.

La ley concedla, a unos, privilegiOS muy grandes. pero a Jos indios los .protegfa contra las malas condi. ciones de trabajo, contra los salarios muy bajos, Con­tra las jamadas prolongadas. Los funcionarios de la corona en América eran los encargados de aplicar la.. voluntad imperia l, pero a ellos alcanzó también esta política con si.ngular fuerza.. Del vasto cuerpo que (onnan las leyes de Indias podrfa extrDerse todo un estatuto de:l funcionario imperial, incluyendo al Vi· rrey y, bien coordinadas sus disposiciones, observa~ riamos la [n¡;Jsteole preocupación de la metrópoli para evitar que los altos funcionarios entroncaran con famj .. lias de la aristocracia local, lo que hubiera creado -0 en la práctica cre6, a pesar de la ley_ las oligarquías más temibles e incontrolables O echaran vinculas de am istad e intereses econ6micos que hicieran peligrar la fidelidad absoluta que el monarca exigía de ellos.

Además, la legislación de Indias se esmeró por crear un complicadO sistema de equilibriO y cont rol recíproco de poderes locales e imperiales, cuya finali· dad fué la de asegurar la aplicación más amplia posl~

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ble de es_a legislación y evitar que se crearan grupos burocráticos impenet.rables, que burlaran la voluntad del monarca.

Claro está que la realidad se apartaba a menudo t Ic la ley, pero aquí estamos hablando del propósito de una polít.i ca, no de lo que ocurría en la vida diaria.

Ningún gnlpo (lemnsiado poderoso :1 todos ellos subot'(l i nadQ~ al poder imperial. 'Esa fué la norma de las metrópolis.

2 . J..A Ltv roMO fN STRUMSN'IO Il~ LA l'OLh1CA IMPElllAL

é:l. Se aplica en América. en la época que estudia- ) mos, l1ll3 ley que llega de las metrópolis y otra que se gesta aqur. La primera es la expresión de. la polftica Imperia l, .la reglamentación del deseo del monarca. La , l'egund~ es, él menudo. algo muy d istinto. Surgida de Jas lcp;l¡;la turm¡ colon iales. los c:abildos o las .cámaras munici¡mJt>s. tiende él satisfacer los Interes~ de grupos loca les y, a veces. en tra en conflicto con la ley impe­rial. algunas de cuyas cláusulas viola ostensibl€m~llte.

Portw~a l y España parecen haber ten ido una con~ fianza semejante en In omnipotencia ,de la ley , pero el cuerno le,2'a l que dejó la segund~ rué. IfI,g"'camente. más voluminoso T10rouc se a p.li~6 a una población más va~a. a un territorio más exten!lo. a mayor número de materias y durante un período más prolongado. La ley imperial portuguesa es, con frecuencia. tan ca­SU(StlCH y se encuentra tan recargada de preocupacio­nes menudas como la ley española.

En la legislación de Gran Bretaña .para las colo­nilj.s amer'canas está también presente, especialmente cuando el imperio se siente ya fuerte para imooner su voTuntad all ende los mares, e.<;a euforia reglamen. tacionista que es capaz de abarcarlo todo, ya sea pe­queño o grande, ya sea de indole objetiva o subjetiva.

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Pero. en su conj unto. Gran Bretaña no parece haber dejado, ni con mucho, una legislación imperial apll· cable a Améric:a del volumen ni el detallismo de la espaeíola.

Lo que, con los ,.;iglos, adquiere fuerza de mito. perfil legendario en F;"paña es la COnvicción de que todo problema puede st==1' resuelto mN:<"Jnte la ley y de que bO'lsta PfOnl lllg¡¡rla IJa rn que sus efectos ope. ren en todos sus alcanc.es. Pnrti. la monarquía hiS:-'( pánica, la leyes un instrumento po1ftico formidable, en el cual deposittl una conHanza c."lsl sin límites. Aun­que, por supuesto, no el único.

En muc'ho~ aspecto.":, lo tlUe el monarca se pr~ pone htlcer en América se encuentra, explícito o im· plícito, en el te.xto de In ley y ¡;j a menudo surgen con· tradicclones en su!'; cláusulas es porque flan ellas inhe­rentes a 18 política imperial misma.

La estructura lega l que tiende a r egular el pro. ceso de estratlfiCllción social y el equil ibr io de los gru­pas sociales queda ya definido por E sp<l ña ('n el siglo 16 y lo que se agrega posteriormente no contiene e.aro­bias de prIncipios. Aquí también, Portugal y Gran Bretaña fueron más tal'dfas e incompletas. La roo­narqufa portuguesa sustentó una opini,ón semejante en cuanto a la omnipotencia de la ley. pero no la con­cretó en un cuerpo jurídico tan vasto. En Cl.la nto a Gran Bretaña, parece indudable que atribuyó siempre a la ley una tarea más reducida y s_e preocupó me­noa de enunciar por escrito Jos principios generales de su poUtica Imperial.

b . La institución de. ltl l.~ncorlliQ.lldi fué la llave 7 ~~~ peri i!:!.QJa fo~c~ón tle una aristo¡;zaCfa ) amerIcana, pero a monarqma pront~ _~lJ~ de I p6fierle-·I1m1f~c'VcTOS. R~újó su- usurructo a varias generaciones, obliK.ó" al encomen.!!eJ.2...A....[fijdir....juera , --

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¡'de la encomlc.J:J,.ck1, transformó la encomienda. de ser~ vicios e~lf'n~.~. __ de tritn~.!~LJ¡-~s:6 sisterña(íca~

I mente~comeñ'Oer~dc jurls(]!C-C1OnTVer nuestril b'conomía de la sociedad co onicrl, 83). Fi naJmcnte, dejó de renovar las concesi.ones y las enco­m¡end~s fueron revirtiendo a la corona, con lo cual produjo importantes transformacJones en la estructura social en los siglos 18 y 19.

La mayorpreocu paci6n estuvo ortentada a esti­mular la mine..rfa. Después que la experiencia ~ primeros decenios le demostró que la explotación de minas por adminjstración se prestaba a numerosos fraud es --una experiencia semejante sufrió el imperiO portugués_ en nra~i1, en el siglo 18---, prefirió estimu­lar la explotación privada de los metales, imponiendo a sus beneficiarios fuertes contribuciones, procedi~ miento éste seguido también en la colonia portuguesa. NI) c.rlbc du ll<l que el prop(,sito de la corona española rué asegurar \1n nito y sostenidp grado de producción metalífera y, por eso, otorgó a. los olineros múltiples e importantes privilegios lega les, cón lo cual 'estimul6 la rá.BJ!ia-!ru:maci6n .Q~~rqufa rica e influyen-te, que gravita onerosamenle sobre la .... vH1a COlOnial durante más de tres siglos. Pero también im.puso Ji- ') ~s, que revelan un propósito semejar .. .¿e al que la corona tuvo con respecto a la encomienda. El sub­~u,elo. _ qued6 reservado ~~~o de m:o'pi~dª~Je.a""l'Y1! mm" t'ü~ orargatlif en (!.or~~esión pr¡;c~ ria. y _r~"y'QCa1:)le. mí manO ae obralúé·entregada al minero por los re­presentantes de la corona y aquel debra abonar a los indios salarios especificadOs por éstos. Las condiciones de trabajo en las minas fueron reglamentadas --como todo- con gran minucia en la ley que llegaba de la corte y alli se o[recIa una protección amplia a los tra­bajadores, inrlios o negros.

A Jos Cabildos -poder polftico a menudo repre-

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sentatlvo de oJ.igarqufas locales- quitó la ley impe­rial muy t.emprano el derecho, de distribuir tlerra.s y encomienda", a~f como la corona lusa redujo poste­rior~e~te las atribucjones de la!': c.ámaras muojcjpales brasl)enas, donde Jos senhores hahlemos y la nobleza paulista dominaban sin disputa.

A la Iglesia le alcan?.aron también no pocas res­tricciones. El diezmo era suyo, sr. pero 10 percib(a la corona y la Tglesia lo reclbfa de manos de los re. p:resentantes del rey, COn lo cual se ponia de mani. {¡esto BU dependencia del poder imperial. A las cor­poraciones religlosns les estaba ved¡:¡do adquirir tie­rras y, aunque podino tener cs.clavos, e indios, con cjerta frecuencia los nlQnarr:as ('nviaban in!\trucc1ones severas imponiendo a aquellas re8trit'C'lones importan. tes en el trato da la mano de obra servil. . . La defensa de la pl'opil'dad indrgena, en la cual inSiste la ley, debió, asimismo, g l'av itAr en contra de la expansión de lo!; latifundios y restringir el poderfo económico de las olig{lrquía." de terratenientes, asf co­mo de las corporaciones religiosas que eran las mayo­fes propietarías terrüor j<lles (ots Capdequ i. Rég. tic­rra, 99). en violación de la legislación dictada por la metr6pofl .

Es indudable, además, que, en ciertas épocas, la carona tuvo 'la intención de ('atimular el traslado a América de artesanos y técnjcos, con lo cua l hubiera contribuido a ampliilT, Indirectamente, la clase media urbana colonial. Pero esa intención nunca llegó a gra· vitar fuertemente en la estratificación social de las co­Jonias amerkanas, porque la política económica de la corona ~asj s iempre, fuertE'lnwte proteccionista, en favor de la producción manufacturera hisp:ma_ y la presenda de la Inquisición, perseguidora de pequef\os comerciantes y artesanos, pusieron un vaUadar a la

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expan~i6n de los grupos de clase media urbana en Amérir,a, , '6

No r .. Han tampoco en la mOllumen tal I~gls lac~ n de lnd 'as disposiciones tendientes a la eqluparacI6n lega l de los grupos fioc iales más in,defensas. Ya d~sde Fernando el Católico estaban autonzados los matrimo­nios' de indios y blan'cos (.Arboleda Llorente, 37) . y una real cédula de 1783, que cita ElmiHo Ro~ero (H 1St. ee. Pe·r,ú, 141 ), declaró honrados todos laR ,OfIciOS y au· torJzó a los artesanos 3. ejercer cargos publlcos en el orden municipal y adquirir títulos.

La ley imperial, pues, en sus Hne~s generales, no entra en conflicto con la poHtica impen?1 y , en el caso de Espafia __ fue es ~l que t,lene mayor lm~ortancla en la hiator:a ju rldica- la ley tiende, como 1nst~ume~to que es de la pollti ca im~erja l , a p,oner en eJecuCIón 108 principios sustanciales de ésta,. ev.t ando que se creen g rupos f'ociales colonial<$ d.;>maSJado pode:osOs ! que todos ellos queden subordinados al poder lmperlal.

11 , LA DlNAMrcA POLiTrcA COLONIAL y I .A VIDA DE LA LEY

a. Hemos tratado de una concepc:ón política y cOTI'esponde ahora hablar de una realidad política,

Las coronas hispana y lusa y las leyes que amba,s dieron admitían la existencia de aristocra(':I~~ amerI­canas, pero den tro de ciertos lfmites , Esos lImltes fue­ron quebrantados a menudo y , por momentos, apenas si el poder imperial parece tener la' fuerza sufI ciente para dominar los estallidos más graves, EL J~va-?ta­miento de Roldán, en la E spañola, antes de fm~lizar el s iglo 15, (ué un preludio, Los que se ~rod~J eron en el s'glo 16, como ('.ons{'Cuencia de la aplIcaCión de l .. s Le-yes Nuevas, tuv ieron carácter de verdaderas re­voluciones separatistas.

Al finalizar el siglo 16, los oligarquías más le·

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vantiscas y peligrosas de- la ('oJonia hispana están ya doblegad<ls, Sin emb<lrgo, aunque sin fina lidades de ¡.;eces:ó'n, los Jev<.I nl<tmicntos hall de seguir produ­ciéndose, romo lo p rueban la revolución de las alcaba­las en Quito, los rOllluneros asun(~ejjos en pleno s iglo 18 y las tropas de "volunta rios" cubanos después de 1868, instrument.os de una cerl'ada y temible oHgar­qura negrera que Jlcga a imponer su voluntad sobre el gob ierno de la colonia. Las ol!garqujas, cuando pue­den, toman por la fu erza lo que les niega la ley.

En Brasil, los c/(l1Ies fazendeiro$ siguen sembran­do la anal'qu fa bfls la el s iglo 18 y Vianna jncluye a "Jos potentados" e n la lie; ta que hace d~ los enemigos de.! orden público cuh.lI1 ial (POlJUlar;oes, r, 224).

Por ot ra parte, Jo qu c ia corona esta tula, después de madura reflex ión y s ig uiendo una coherente Unea política, quedaba no pClC-8 S veces desvirtuado por nece­sidades inmediatas - más económicas y fisca les, que poHticas y mil ita res, La crónica a ngustia económica de la monarquía hj;;panu dejó siempre;! ab icrta una ren­d ija en la severa e¡.;l r llc lura jurfdica, pata que se filo O'aran por aHí todas las exceI!('íoll~~W5<ln nece­sadas para salvar a la corona del apremio, LaVenta

Oc los ~=pc'e@!§!!r~_iÚ Nueva España. y la COn­f:scación de lOs haberes de los religiosos plqneadas en l804, pOI' ejemplo, con el propó~ito de ofrecer un res­paldo metá l.ico ~ una emisión de va les reales hecha en J;Jspai'ia, pudo ha ber producido eu la cOlonia, no 5610 un g ravís imo tra storno econórnko inmediato, sino toda una reest ructuración soc¡~I , en cuyos a lcances jamfls pensaron lOs autores oc esa operación,

Más: pe rmancnte, como {<.!c:Lor de perturbación del esquema teÓ¡'.((o concebido p OI' el imperio español en América, fu(~enta de los cargos públiC~ que per­seguía un propóSito fiscal y que aceleró rápidamente

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el proceso de concenlración del poder poHtico local en manos de las oligarqu{as coloniales.

Con todo, el hecho de quc: España y Portugal ha" yan podjdo conservar la unidad de sus imperios ame­rica nos, a pesar de las fuerzas internas dJs~regadoras, de las acechanzas de sus enemigos internaclonales, de los ataques a rmados y de sus propias ur~enci~s fi5.ca­les adquiere una extraordinaria proyeCCIón hIstórIca, m~cho mayor en el caso de Espana, porque sus C?I(? nlas eran más extensas, más pobladas y de más ansca geografía .

Esto mismo debe servir para reconocer que la ~o. lítica imperial hispana logró un éxito no pequeno. SI la corte egpañola no tuvo en los siglOs 16 y 17 con­sejeros que pudieran comprender lo. índole de ese c0r.?­piejo proceso económico que estaba lle.vando ~ ~spana a la decadencia, st. tuvo, en cjertos anos. pohtlCOS sa­gaces que sabian cómo lratar a los poderosos y ~ ~os desposeídos para que se mantuviere entre ellos un equilibrio que permitiera al imperiO prolongar en Amé­rica su predominio.

b. La que tuvo en América tl ~a vl~a extJ'a~rdi. nariamen te accidentada (ué la ley lroperml espanola. Tantas veces rué violada y olvidada, tantas desvirtua­da, que no puede uno menos que nclmit~ar8e de I~ per­severanda con que los monarcas segtllOo empellados en mul tiplicar sus provisiont's ~ in modlficar su índole, ni garaotizar mejor su aplicación.

La verdad es que la misma corona había lnaugu- .1 rado _y lu~go sostenido- la tradición de en,!nciar por escrito un prIncipio solemne con el propósito de vjolarlo de inmediato, Leyes hubo que nunca se I?u­'blicaron en América, sin hablar ya de aplicarlas. Mllla (11, 218), F inat ( 107) Y muchos otros h istoriadores latinoamericanos citan numeroSOS casos de iostruccio-

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I I lles secretas que llegaban a los virreyes o a las Au~

diencias detrás de la le,y flam ante y en las que se ad­vertía que .no se pu::;ies(" en ejecución la ley, o que se restringiera not;¡blemente su vigencia ..

Más fáci l es explicar la fi cción legal que se prac­ticó en vasta escala y en todas las épocas en la coto­nla, porque aquí había grupos sociales muy poderosos y funcipnarios muy intel'c&ldOs en que no se aplica~

ran ciertos preceptos que lesionaban sus intereses, aunque, a )a vez, no deseaban tampoco mostrarse en abierto uesafío del monarca, a cuya' sombra meur¡,lban y cuya protección neccE:itaban.

Como la violación de la ley se hizo crónica - sin que en España decayera un instante la pasión por se­guir dictánd6la- rué nccesario encontrar fórmulas so­lemnes que permitieran salvar la apariencia, La fic­ción jurfdica llegó, así, a concretarse en fórmulas ri­tuales. "Si es orden del Monarca -explican Juan y DUoa, hablando del tema (445)-la d istinguen con la circunsta ncia de besada, ponerla sobre las cabeza!'!, y añadir después la fórmu la: "Ohedezco, p(!ro no lo exe­cuto, pOl'que tengo q ue reprc!';Cntar sobre ello". No importaba que la "representación" ante el poder im­perial no se hiciera jamás, como a menudo ocurría. La conciencia del funcionario quedaba tranquila con esta reserva de tan fácil mQnejo~

Es que la ley misma llegó a aceptar c1 procedi­miento y le concedió c:erta jerarquía jurídica. Lo re­cuerda Alej¡:mdro Korn: "La J~gis¡ación se arma de las cau telas más minuciosas: s in f'esar inculca el deber de respetarla, amenaza ('on las penalidades consiguien­tes y llega hasta disponer -rasgo genuinamente es· pafiol- que en determinadas C.jrcunstancin.s las mis­mas órdenes reales se obedezcan, p~ro no se cumplan, comp lo establece en especial una ley de la Recopi­lación para los casos de obrepción o subrepción" (29).

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"

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ACO'l' AClONES

Hemos trat.'do con l:Ilgt1n detenimiento este tema en nuestra obra E con.omía de la, sociedad colonial, 73 y 229.

LA ror/\. lMPP.RIAL

"La idea imperi al no se inventa por CarloH ni por su cunc-i!ler; es una noción viejfshna, Que elIDa sólo c.slllan Y adOJptan a las circunllt,ancias; noción rica en contenido poli tlco y moral, extrafio por completo a nuestro pensamiento moderno.

"La palabra emperador no nos s ugiere hoy, nada de lo que !;ugerla a los hom brps de antes. Modernamente. puede haber un empl,!rac)Qr en Alemania, on'o en AUIOtrio, otro en Méjico o en el Drasll. A.ntes esto crZl un absurdo. El empe­radOr era algo más Importante: era un ¡;cr únicQ, un supremo jerarCéI del mundo todo, en derecho al menos, ya que no de hecho. Tal concepción Te\'est(a una grandeza verdod'eramen te romana, Hace" de LOdos los hombres una familia , unido¡; por los dioses, por la cultura, por el com<.>rcio, por los ma trimonios y la sangre. rué la gran misión del Imperio ro· mano. ell!ialzada por los pa:ganos desde Plinto hasla Galo Namaclano y- por los cristianos a partir de los espafioles Prudencia y Oraslo -y del africano San AgustIn. El Imperio era la forma más perfecta de la I)ocledad humana: por eso Dios perpetuaba sobre la tlelTa el Imperio, desde los tlent· PO$ más remotos de la Historia, transfiriéndolo ,tP. Bablklnla a Macedonia, a Carl~o y a Roma",

Después de la abdlcad6n de Carlos V, "el imperl(t no ru~ en adel.mte sino un título supremo, que pudieron Uevar más de uno a la VI'Z: careció clesde entonces de todo valor universal" '(Menéndez Pidal, idea imperial,. 13).

UNlv-r,RSALlRMO PE CAJU .. Qs y

"Carlos V se ha hl!:lpaniz~do ya y quiere hIspanizar a

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EUI'Opa. Digo hiflVll fl hmr ¡Xl I·'lUe él quLcl'e tl':ms[unulr en Europa el sentido de un jJue\;lto cruzado que E.o;paña mante­nfa ilbnt gadamentl' ul'.ulc hada ocho !ligios, y que acababa de coronar hada porOll años ))111' la gue l'ltl de Granada, mten, tras EUI'I)pa hahf;¡ ul\-'Idado el iueill cle crllz:)da desde hacf;r sIglos, d8SP\,H~!l (h: un frac;:rliO l(ll o l. ro:!'!e a hlwgado sentimlent<l de crUZl'l.da cOlllra ¡11{h'leos y herí'jes es el q\.l!~ Ins piró el alto quijotismo <fe la politit'll di' (.:1,.,<1 ..... (Meu(int!e?; Pillol, [(len im,Ve.rifll, 2l1) , Tarnhién inflpiró ese ~hn('garl() Ideal el aplas­tamiento de loS' comun('¡·o~ y tle BUS {uero~; el s_obot'no de quh'nc~ dehlan proclamarlo emptrlHlor; la pel'¡.;ccuclól1 sangrienta de los cristianos disidentes y el funcion8lnhmW pu.nlual de la JnqUl!'lld6n,

OMNIf'RESEN("I j\, b f,l , J.:STAOO J7'>fT'tRU1,

"El eslado nQ reeonoce, en erecto, lfmlte's a su ¡bterven ción e Intenta prever y prevenir {odas la!'l contingencIas de la vIda, asl se trate de ados públicos o pl'lvados, El vasallo de la col'Ona saMa por imr¡erlo tle la ley Qu6 d1as habla de ofr misa, qué libro le e l'a licito ker, qué truje debla usar, cutil era su asIento ~n IQS actos ni1hllc.o~, a qué prC('!Q podfa comprar f) vendl'I', l/ué jornal o cstlflenrllo mere('!a su tr"d. bajo . " Hasta el Ie<:ho dl'l moritll1nrlo llega l'8ta !ntromlsión constante y le mandA conff'R.'r y colllulgar; so pena d~ penler la mltad de 'lo s bienes" (Korn, 30).

ABSOLUTISMO Y DY.SPO'tlSMQ R/iI' ESPAÑ A

Véase en Ots Capdequl, In.';t , de gobierno, II y sig., la Importante sfntesl~ que este aulol' hace. del desarrollo del absolutismo y el despotismo en España, en relación COn 10 historia del derecho peninsular.

CONSOLJOACIÓN DEL fOPE;R I I\1PEIlI AJ. EN BRASil.

Vianful (POPHfrlfoPS, I. 26!:lJ enumel'U las s iglliel\les m E! ' dldas adopt.ad as por !n corona pOl'tugllL'Sa en el siglo lB para dol)legllr al ("3urUIJismo y c()ll~ridur s u polít.lcn en 111 colonia ; fortalecimi ento de laR aulorldades 1t)(:~ I~'s; tnulllpli· cación de loo cent.ros munkipales, vi1!as, dudades, términos, comarcas; disminu.ción de los poderes del s<:>nado y de las cámaras, ri?ciucidos a tareas de policla fi scal y servicio dI:'

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puente!;, caminos y canales; rest l'icdón de la jurisdicción de los capitanl'8 mayores.

AJ\IS1'OCilACU. E IMPtlllO

Opinan asi los dominlro~ de Méx ico, en 1544: ';En la ~. pública bien ordenada , es necesa r io que haya 11ombre" rl '

COS, para que puedan resistir ti lo~ enemigos y los pobres de la ti erra puedan vivir debajo de su amparo, como lo hay en todos los rcinos llonde hay polttlca y bUÍ"n on.len y esta­bilidad, ,,51 como lo hay en E spaño y otros rei nos, _, y en esta li~ra no puede h aber homhrcs I'icos ni poderosos, no teniendo IlU E'hlo~ C'lIcomendndos." fUl'ra de éslos (se refie­ren a los ¡mIios C!nroIl'Hmdatlos) no hey manerd para olra gr:mjeria ¡¡Iguna" (Cil, por Z,:"l.Va la, Col. esp" 120) ,

LA lCLES1A y LA roLÍTICA lMPI:IUAL ESI'Atl'OLA

HC'tl'lOS tratado con mayor amplilud la misión que de!, empei\6 la Iglesiél en la pOlftlca Imperial n~spana en nuestro trabajo ECi':lYIomta dr. la $or-!.r.dad rQlo'ltI.(I1, .8 y slg.

M<.'chnm ha C'sLuillado la materIa en (orma eX!1Uclla en lo que se refiere a la América eS!1afiola (ver BibllograCia).

Rom (31) advertia que "cuando se interrumpie~on las r t.> lacioncs entre 13S colonias y la metrópoli -se refiere al proceso tic la Independencia- , el clero argtmUno .. mAs habl­tua(lo a diri¡;irse ¡í la corona que a la curia, se smtló. en ,los primeros afios ('.,si Il)(leplmdlente. Durante la dOI1unaClón <,sp:ulOliJ, la <tl1lurif\ad del pontific3lío fué muy reverenciada, pero c.,sl nominal, y !;¡ílo después de la Independencia sobre­vino la .. eardÓn que le tlió un poder HecUvo y n>lactones Inmedlatas"_

El celo y la minuciosidad con que los monarcas espa' fioles ejerderon su potestad reb"allsLa se traduce en mul~­tud de casos. Hasta para proveer curatos de\llan las autor l' dades de la Iglesia consultar con la metr6poli (Ot8 CopdeQul, 111$1. de go!lierflO, 45),

EL CURO C'A'l'ÓLlCO,¡a¡ BRASIL

Para ob8C' rvar las dlCerencias y semejanzas entre el clero luso.amerie;ano y el .hispano·a mC'r(cano, puede verse La '-elt­Q16n en M ¡Itas Geraes duraonie el vcr!-odo CO~t)fI.ial. por L udo

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,

i ·i .. :;'. '

José dos Santos, en "1Jv Congreso Internacional de HlstoMa de América", ITI, 325. También Fr('yre, Casa-Gronde, I, 113 e Intf!t¡Iretaci6n., 43.

RF.AL CÉDlILA IIF. I. 2~ 1'Jr: NOVIEMaKE PE. 1601

En la edición de Servidumbres personales; de índios, de Fray Miguel dt! Agia, d t:"la en la Blbllogn¡C\a, aparece el texto complNo de esta Re .. 1 Cédula.

L~GISLACIÓN DE LA COftO:SA MRTUCUESA SOllllE n,DIOS

PercHgao Mallll'lro, en ~u obra clásica, a,naUza la legis. laclón dictada por 1 .. COl"Ona 1>(lI'lugu~a refC~nte 3 la con· dición lega l de los indio!;, asf como los con fllr::tm; sociale!) que fueron , a vi:'c~s, !;U ('IHI!>;:I o su conS('cuenela (1, 231 Y &Ig.) ,

E l 5 de junio de 100:;, la ('[)f(lna dicta una h'y, prohibien­do que se hagan cautivos a loo Indios, en ninJ::{m caso, E l 30 de julio de Hi09, Ol ra le>y declara que los indios son libres y que no c!cben !=?r (.'on,~lreii¡do~ a se rvido ¡¡lg¡.lho COnl.ról fU voluntad, dchléndoseles pagar el lrabajo que realicen. (En este s('ntldo, Jil If'y portuguesa tie 1600 rol'1"e¡:;pollde a I~ meno cionada. Real C~ula espaflOla de ]fiOl.) Adl"mits, conno a los jesuitas 111 tlltQ{Juef'ls de los ¡ ndio~ J' su "rot~'{:lorlldo,

La ley del 10 de setlcmhre de 10n re ite.ra, en princJplo, la libertad de los indios, PCl"O admite el ca utivt>rio en gu erri1 justa, conC'Cpto é¡:;le que se aplica en ca~o de guerra, levan ta· miento o rehellón de los m ismos ¡mUas, Una dispmilc16n semejnnte h,sbia dado el monarCa españOl en 108 primeros tiempos de 1.1 colonizaciÓn y sos consecuen('ias prncllcas pa. recen haber sido igualmente. fun estas en la colonia espaflola y en la 'pMluguesa. Perdlgao Mal}¡"it'<l opina que, con e5<1 excepción insertada en el cuerpo <le lo ley. los rokmos hablan 10gr .. W la vleloria, r'Mque :'te rf's t";¡!)lec{a la esclavl' tud legal rle IOfl indlofl, hl1rlándo~p. los p.rincJplO!l de la ley de ]ru.J (23G) . En efecto, 1011 port tlguesE'!;, rnmo omes los españoll!s, no enco ntraron ningún Inccnvpnlenle e n demos· t ra r que eran siempre los Indios los Que h"blan iniciado la lucha ,

El 19 de allr11 de 11180, otra ley restablece Ja vigencia de la del 30 de julio de 1600. rol'a, expresa el aulor, el resultado dI! la int.enninable cuestión entre jesuitas y colonos, por causa o a pretexto óe los indios (253), La ley de 1680, la

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crcacilin dI! la Companhla G·er31 do Comercio de Grao·par! e Maranhu o cn 1(;8:'. y otros hechos dilrrOTI motivo 9. revuel ' tas, romo la ocurrida' en ?lIaraf\6n, en ~6S4, en la que se de­puso nI !,"Obcmador, se expulsó fl los jesuitas y se declaró eX1inguida la Comp(rtlhia.

r';1 ro <!u junio de 17áf), una nucva ley ordena la oh!)ervan­da del breve de Benedlcf,Q XIV del 20 d'e diclemhre de 1741 y de otras leyes del Helno, entre ellas 1a del 19 de abril de ]680, {'onlonne a la cual lo~ Indios eran con sideraoos libl'es en e l más amplio sen tido, La misma ley hace exCi'p' t'it'ln; exprcso de los E'sclavol'i m'gros.

L\S I .r.YE~ DE INNAS

l!.:1 abismo que exl'stfa entre la letra de la ley de IndIas y su aplicación en 'América ha sido mot ivo del -más grandl' número de Interpretaciones.

D¡¡vld Barry, el prologuista ele la edicl~n de Londres dI:! las Nofíri" .~ ,~r.l;r('l(l!I de Juan y UHoa, hace una irnpor\..Qnte obsen 'adón !'lIbre ~.stc: probkm:.l. Dice asi: " NI la d1st<lncia de n/lue llu." paises puede: CX('II;;;U· al R¡ry de España o ¡;US ml­ni~ ll"Os C()II pretextos dé ignorancia, sabido que el Consejo Su premo ele las lndlas /le cOinponla en gran parte de los empleados Que hablan servido en Amérlc~ , los Qm' precisa­mente halJian presenciado, si no p~cticado el lOs mismoo, lodos los OClOS de tnjustici<l a que se refieren estas Noticias Secreta s. Véase el C.alendarlO de Madrid en c.ualquler año de los I)asados y se hallaní que la m'(yor parte de los mi· nistro~ de aquel Consejo habla sido previamente Virreyes, Presidentes o Rt-sentes de las Audiencias de Ultramar; sin crnhal'go, P.:'i lns mismos consejeros proponlan aquellas leyes equitativo !! r¡ue ellos mIsmos sabfan por experiencia que no se haMan dE" obsen'ar.

"No pare~ sino que 10$ n t>ye" de E spaña y su Consejo 11(' Tnoia Jol promu lgaban leyes ben ignas a ruvor de los pobres ,Indio" CQn pI ~oIo objeto de que apareciesen en 'el C6cligo, pU(>glO que ordenahnn privadamente a los Virreyes que pu ' sieran en ejecución medidas contrarias al eií p{rllu y a la letTa <le ('qucllas mi smas h'yes" (página Iv),

Tratamos en e l texl(), asi t.'(J mo en nuestra obra Econo, mí'l ne la .~o('ir;)(lurl collln1(11., de ofrecer una ex:pllcaclón a este eompleJo problema. Queremos ahora agregar pocus pa­labr,as.

La fi cción jurldlca - quiÚ¡ mfOjor , la hlpocresia luri<lica-

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q ue está prenenle en la hi storia de las leyes de lndias· no obedece a la estratagmllíl de un ,monarca, ni es recurso de ha}a polfllca ut! lii .. noo En un periOdo determinado única ' men te. Está Inl'Orpurada a la hi31011a loda de la colonIa his . pana, CQmo lo está a la de Es p¿¡ña, La ley no se cumple, {'Omo el precl'pt.o mornl (l rl' llgio::1o no se ejecll ta, pero basta el hé/::ho ño que la lf'y exis ta y de que el precepto sea leído en voz a lta por el pecador Impen iterllt' para que la concien­cia d~n~(', para que se c ree un mérito Que permita olvl ' daT el delito () e l pe{'a.~. A4Ul la forma ha quedado vade, pero ¡;;u b,ellt'Zíl será saempre motivo de exaltado elogio, En conclu.~16n, el respe tu de la forma basta para perdonar la \'Ioluclón de l contenido.

Cuando f>f enéndez Pldal, por ejemplo, evoca la forma ju . rídlca .usada por el im perio hl~pán iC'o su entusiasmo no re. conoce lfmite (Ilguno. "ALlml rahlc i:l leyes de In dias - las Ila· ma_, bastante a amni5t1ar an te la Histo ria toda¡¡ las fallas que la ac('ión de Espa ií!\ hnya tenido en A mér lca, romo las tien E' toda ilcción polItlca y conq uis tadora" ( ldoo imperlar, 35) .

Dlffcllmente otro nutor hayo llegado tan lejos en su admiración por el texto de la ley - no por la realidad de la Jey- . Porque las ra ltas de España en América -como con tan err6nea termlnologln las llama el polfgra(o hispano­son faltas Que han gravItado sobre la carne humana, no so. bre el pe,gamlno de la ley, So l)re multitudes gigantescas, sobre puehlos enteros, para quienes la conquista rué una J>3.vorosa tragedia nacional.

Un autor de fines (fel siglo 17 -~tartrnez de QUixano­al hacer un estudio sobre "el .miserable estado en que oy está la Is la de Santo Domingo de la Espafiola", 8!lvlerte que la Is la tiene "grandes minerales t1e plata y .oro; estos no se benefician, pOrque al tiempo que se L'Onqllist6 perecieron a manos de los Espllñ'Oles conquj'stacJorc-s un nlllJ 6n y ocho­dentos mil Indios, y nvl undo quedado sin naturales, fa1t6 la aplicacl6n y genle qu e los pudiera beneficia r" (ver Biblia . grana> .

/!t. esta tragedia nos refer1amos. Verdod c!s que el número ¡.1e las v[ctimas no puede prcdsars~, ni puede creerse que todus ellas hayan muertO "a manos de l(¡s Españoles". Pero en e l reSlo del continenle ocurrió, en mayor o menor escala, un elll sodio semejante y , pas,alla la conquista, tampoco la

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colonia trajo la paz, Sloo la esclavitud IJara muchos mIJlarea de lndfgem¡s y la corrupción para otros más.

Esta es la historIa qUe tiene ¡)(Ir personajes- a las crla· l.lll'<lS humDnas, <fue l)ufren y mueren. La p,i1>lOria de p"apd es lo Qtra, l.a que llene como personajes a los tipos de 1m· prenta y los textos Juridicos.

Agreguemos que Mt:'néndez Pldal es profundamente lZ'1 ' justo cuando supone q\H~ Esp<Il'ia es CU]Ij¡l,ble de "falta,ll" cometidas en Améli ea. Faltas Cuerpn las ef)nleddas por 101:' conguistadores, por las rompañl:as intel'nacionales que finan · ciaban sus empresAS, por la c.orona, por las ol1garqu1as de ¡a:;¡ colonias, por los funclf)n¡.¡nos re;¡,lcól y por el clero, que buscaban el enriQuCCimiento o el poder con lt.,sesperada ur­gencia. No se ccmpllttlron con e.'i(J~ faltas la España qUé segula vIviendo S\1 E!xistenciu. lladonal, ni ¡)'lueJlos funcio­narios y sa('cnlotl's (llIe cumpllc>ron honestamente _y a ve­e·cs, herokamentc- ¡,:u l.area en América.

POI' Jo d('mils, l'l'l tU. fO'rm!! ele peCiJl· l'n las colonl<ls no la lnvf'nt(j España IJi la monopolIzó. La cultivaron todo!; los imp<>rios y álR llllO~ con caracterlslicas más graves aún.

1I1Thl1'A Y CON¡'-'T~CAC1ÓN Di: BTBNES 0"1: LA tCl,ESI.A

EN NUF.\'A ESI'A:ÑA

La corona española decretó el 26 de dicIembre de 1804 la vcnta de los bienes nikI!!! de la IglesIa y la conf.iscacl6n de l o~ haheres en metáILco ..te las corporaclones reUg10&38 en Nueva EspAfia. El prO('lutido towl (le esa' colo.~al o¡roraci6n debla ¡ngl'c~'nr en la cajél d(' consolidación de lo!! vales r('aJes, en F.: fi paiia. para crear un respaldo metálico a una emisión de "aIE$ reale" que Fe h<\bJa hecho en la penínsul:a. En nueslro lll)ro Er.onomfa dI! la sociedlld coloniaL, 239. estudiamos esta operadón y sus L'Onsecuencias.

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CAPiTULO VI

DESI1<"TEGRACION DE GRUPOS SOCJALES

Hemos dicho que la colonia presenció no pocos casos de estratos sociales que perdieron su personali­dad de tales en deterrnin~das regiones y cuyos miem­bros pasaron ü integrar otros estratos o desaparecie­ron, para nosotros al menos , en el silencio de las cróni­cas de la época. Grupos numerrn;os de familias empo. brecidas cuando una zona minera se <UtQ.U!.P-ª.o.~ngQ:­menderos venidos n menos cuando la voluntad real ponía fin a sus privilegios; nÚcleo.~deIil'eTcaderes -~" ----..' -- ---- - _ .. - .--_ .. --- - ..--,

mU_t:nvs,-rug1tivO!i o "l~~ÜJ-.9Jk.. PQ..t.!-!.l!._ .z~º. deJa Iñqtrist~ón_ No son clases 8ockl~es fntegras que deS-:­aparecen; son grupos, bastante bien delineados a veces por S1.1S intereses comunes y su sede geográfica, que se desintegran.

En Jos capítu los pr~ecientes hemos mencionado no pocos casos de este tipo, enunciando lo que supo­nemos que fueron las ca lisas actuantes. Pero nos pare­ce necesa rio hacer \1 11, estudio especial de la desinte­gración de grande'!. grupos de mano de obra colonial, debido a la e:ctrdordi naria proyección. social e histó­rica que ege proceso cobró, .Por el número de los in­dividuos que se yj eron Ct1VUf'ltos en ella y por sus consecuencias, fué la desintegración de la mano de

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obra indfgE'na la ~.\teJ como que, en realidad. se lraTa de i tnlesftllegl'ación de pueblos nativos. Inte­gros, pero también adquirió importancia la de lo.'i)llt ~s--y no dejó de tenerla, E'n algunos lugares, la de , a mano de obra blanca. El estudio comparado del

proceso en todos e$-tos grupos nos permjtirá , como s iempre, comprenderlo mejor y advertir con mayor nitidez BUS consecuen,cias actualeS.

l' INDOLE y LIMITES DEL PROCESO

Nos referimos aqul a la desintegracl6n de ciertos grupos de mano de ,Obra y no a la suerte corrida por el conjunto de la población nativa o negra . NO' alcanza nllestl'O estudio a los indígenas que pennanecieron al margen de la producción y la sociedad coloniales, ni a los pueblos africanos de donde proveDian los escla­vos, ni a las comunirlades blancas europeas que dejaron tras sí los blancOS europeos que trabajaron en Amé­rica como mano de obra. Sin cmbargo, el conocimiento de esas comunidades origInarias es siempre! importante para el historiador porque' ellas delerminan, en alto grado, la capaeidad de organización social y la posi­bilidad que sus miembros tienen en las tierra~ ameri­canas oe sobrelleva r un lrabajo disclpl inado. Conocemos bastante bien. ese antecedente en lo que se refiere al incUo y al blanco y en los últimos decenios Jos au­tores brasileños han realizado importantes investiga­ciones sobre las comunidades africanas de donde sa­lieron los esclavos de la economía colonial americana.

Fueron n~sos los gr~pos de trabajad'ores es­clavos, semi esclavos(}-aS<'lrai'iMos que Ilcgaron a des­integrarse por completo o · casi por completo. Zonas enteras donde había miles de indigenas dedicados a las faenas agricolas se transformaban, .después de quin­ce o veinte años, en valles abandonadOs o en caseríos

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con un puñado de familias sumergidas en el más inde~ ciblé paup-erI<;mo. L,,:]lHa-enOrrferat!lon que Llzárraga. hace de los lugflres donde va observando este fenó­meno -desde Perú has ta el Río de la Plata- hacia fines del siglo lB, tiene toda la elocuencia de un tes­timonio, pero hay centenares de testimonios tan elf? cuentes como ése en la era colonial. Minas hubo que cesaron de trabajar porque se había agotado loda la mano de obra disponible en una vasta zona. Planta~ dores -y muchos-- que tenían que renovar periódi­camente su "stock" de negros., porque su número dig.. minuTa a pesar del cu idado que aqul'lIos ponfan para que se reprodujeran sin limitaciones.

A veces, la mano de obra se desintegra en un lugar por migro.ción hacia otra. Es el caso de los negros reclutados en las plantaciones bahianas para trabajar en las minas del sur br,,!slleño; ,de los indios arrancados de las encomiendas del actual noroeste argentino por agentes de la corona y de los mineros para marchar a Potosí a labrar el cerro. Migración de­cimos, por dar idea de un movimiento de masa; pero, por 10 que tu vo de involuntario ese movimiento, p()..

drIamos decir ~. Se trata, evidentemente, de una ~, involuntaria . Migraciones es­pontáneas que tuvieran --en lo sociaI- consecuencjas semejantes, hubo algunas, pero no tantas. Asi , los gau .. chos rioplatenses son, en cIerta épocll, mozos alzados, es decir, muchachos de los centros urbanos o de la c.intura suburbana que abandonan voluntariamente sus hogares, dejan de ayudal' a sus pfldres en la chácara y se lanzan a la aventura en la campafia sin lfmites. Asf también, destruida en la costa peruana la antigua agricultura incaica, en el proceso que veremos roá, adelante, hubo cierto número, quizá no pequefto, de indígenas cosleros que se trasladaron, por sus medios,

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a la sierra. en procura de un sustento que la nueva economía colonial les negaba.

A V('ce!), por dfspel'sión o deserción. Es el negro que huye de la !f1zclI(la, el indio que deserta de la cf¡(ícuro, fenómeno tAn 'común en la colunla como el amanecer y el poniente de t~os los días del año. La d.ispersión o deserción s,e present.a en masa en casos, excepcionales, como cuando se'ha registrado un levan­tamiento indígena o negro y ha sido aplastado. Dece­nas, centenares o milla res de indios y negros desapa­recen y el prppietario hlanco ya no volverá a saber nad" de 10$ desertores.

A veces, por extinci6n. Son los indios y negros que mueren en el trabajo, página la más cruel de un cruel sistema de ol'ganizaci6n ${lcia l.

Pero, (In una u otra forma, la desintegración de la mano de obra colonial se inicia con la colonia y sigue produe.iémlose cuando la colonia llega a su oca­.so. La ucolllp~ña en toda IiU existencia.

ti ORIGENES

Un hecho de tnl alcance e Importancia práctica inmediala tu vo que preocupar intensamente a los go­hernantes y poseedores de la era colonial. Ya en los primeros é,ronistas de la colonia se encuentran alu­s iones a él y ensayos de explicación, que algunos logran presenta!." en forma, coherente y no desacertada. Más numerosag fueron. s_in embargo, las explicaciones car,11lst-i<'as y peregrinas,· concebidas con el propósito de lavnr' ¡Je ('ulpa a los poseedores, sobre quIenes ya pesaba la grave ácusación de ser los alltores materia­[es ele la catástrofe. Es que, se embor~cha,D y mueren, dicen de los trabajadores ausentes algunos cronistas_ y .otros: no mueren. se esconden pare no pagar el tri­buto_ Ni 10 uno ni lo otro ---se argumenta también-;

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no hay tal mortandad, sjno que indios y negros se cruzan con los blancos)' cada vez 'se ven más mesti­zos y meno.o:; individuos de sangre pura. E l Padre Li­zárraga ('oncibiú una bipütc:-¡i!> aun más retorcida. El indio , explicaba. C.'4 ;)1.I '1 i.lccstumbrndo al castigo que le infügía n sus jefef: indígcmis. Vino luego el señor .mise.ri{'orrfiosn que es Su 1\{aje~tad y los trató con bondad. EntonC'P'5 se e-charoll a penlel' , se hicieron ha­raganes y se dieron él !as I.wrrachcras. Y se fueron mu­riendo. Eso es le) qlle ha cnnscgllido' Su }tajestad "sólo con gobernarlos como a noo(}tI'O~" (Cap. CXTV, 285). ' ~ remedi n inrJlible :... ~~Jgy (Cap. LIX, J4R). !:i0 esJ"~<\.t,,, s610 un ho.i!i1lrc--:e:r:q~sLbabla. Es una lógica, una \ nwnera de pen¡:;ar. 1~.I~ _..!<:;is l er:n <l _d~_ ái-san.izaCftn ---soclill l:"~~n1a1.. _cuyo jIU:'iliSl5. ..bDrCll}n~ en _otl'Q trab~\.iQ •.

Pero nO puede decirse, en cambio, que (uera una época, pol'que hubo autores y funcionarios coloniales que 'Opinaron de d iMi nto modo y at isba ron, Con in teli­gencia, algu nas q,e lul't causas verdad eraR de eRe gran descal<lhro socia l qu e presenc iaban. Así, Fray Jerónimo de Mendicta, en la "egu lld~ m :t:ld t.l el siglo 16. autpr del C6dice qtle lleva f.:U lloIl1Gi'c; Gil González Dávila, contador re_al de la I!':la F.;spañola, e.n 1518. Y otros más que. aunque dejaran un pal' ele páginas en algún qscuro expediC'nte, demostraron p0BCCI' más ta lento o más honestidad que un centenar rlC" cronista$ cuyos nombres han quedado en la hi ¡:;toria.

Como quiera que fuese, es incuestionable la com­plejidad del proceso y aún la investigación histórica nO ha finali.zado como pari'l cerrar el capítu lo de sus orfgent's. Con todo. ya esl.amos en condiciones de in­lentar '\111 cuadro s iSll'mí¡ ' ico de Cél URaS, entre las cua­les debemos distinguir las que se n05 aparecen cOmo derivadas directamen te d<>! hecho de la colonización --que aquí llamamoS' primaTias_ y las que son efec­lo de causas primarias y, a su vez, causa de desinte-

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gración de la nlano de obra -que denominamOs se· ctmdarias.

1 . CAUSÁfiPRIM.\lllAS

a. Dis'ocación social. Una organización socia l olorga a l individuo ciel'to sentido de la e.xistencia, eJer­ta jerarquía de -va lores, cierta ~(. i c.:'\. El trabajo llena una necesidad determinada en la vida individual en relación estre('ha con el tipo de sociedad en que se vive. También del tipo de suciedad depende el sentido de 10 social. Cuando el sujeto es trasplantado de una orga­nización sooal a otra puede ocurrir en él una con­moción tan profunda que le haga un desadaptado en su nuevo medio. Cuando el t.rasplant.e se opera por la violencia y se presenta como una verdadera tragedia naciona l, racia l, familiar o individual. las consecuen­clas psico-soci;lles son ele magnitud enorme.

La suerte que el elemento indígena de América corrió en la conquista y la colonia estuvo, en tér­minos generales, relac:onada con el grado de civiljza­ción que había alcanzado en la era precolombina. Los pueblos que fueron dominados más rápidamente, que mejor sirvieron los propósitos del nuevo régimen y ,f;obre IOf1 cuales se levantó éste fueron Jos de cultura superior. los mejor or~anizados, ~os que tenian hábitos ele trabajo mas sistemáticos. Los más salvajes comba· tieron hasta el exterminio o quedaron fuera del alcance de los colonizadores.

Paro aqu~IIQS. la eoloma sign ificó una operación de las más brutales proporciones. El indio fué arre­batado por la fuerza de su comunldad, su familia y su lugar. Se le impuso un trabajo que carecia para él de sentido y en cond iciones agotadoras. Cuando se

· le dejal,a donde estaba --aun CU<lndo se respetaba su comunidad- , se le superpon!;'!. una organización

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I

po!ítica , r¡sra! o e(~o1l6mica que, en poco tiempo, ter­minaba por l'orrOmpel' la comunidad, desorganizada y arrojar sus miembros a los cuatro v ientos de la in· certidumbre. Con el C'OI'rer del tiempo, las condiciones ruerOIl eln l>eoranl1o. Pueblos en teros de indiOS desapa­recen. Los hijos ya no recogen la herencia de trabajo 1 rd llegan en ningún momen to a ~aber que la existencia puede tener un sentido comunal o social. Todo les re­sulta preñado de inccttidumhre e injusticia. Los valo­res tr¡l(r cionales -el sentido Hocia l del esfuerzo indi­vid ual. la intimidad con la nat.uraleza, la fusión de !o arlfstico cOn lo ético-- rl es;lJlilreCen y a su alrededor observa hombres deS('5pel'<I(1os p(lr élcumular metales preclosos o mercancia!'l con finalidades totalmente aje· nas a las suyas. El trabajo, en la nueva sociedad, es una maldición y el ind io es s iempre. como quiera que actúe y cualquiera se;:¡ la circlUlstancia, el culpable, el vi l, el despreciab le.

Este -proceso de @:;!ocación social 10 padecen to-­dos los ind tos incorporados a la producción colonial en los prim~ros tiempos. Des.pues, va s iendo mayor el número de los que yil nacen dentro del régimen colo­nial y nu nca han conocido otros y de quienes no pue­de decjrse que sean víctimas de aquel proceso. Pero s iempre, a lo largo de toda la colonia , fueron siendo incorporadas a la vorágine de la producción colon ial. nuevas r.omu nidades cnn c.uyos miembros se repetía el mismo renómeno.

La capacidad de producir, el sentido de solidari­dad hacia otr O!) individuos, la étiC¡1 personal no son va­lores absolntos. Son el resu ltado de un equilibrió de valores individua les y sociales. Roto ese equilibrio, todo aquello se desmorona . E l indio de la comunidad agraria primitiva y de l fnctlrio -por colocar un ejem­plo concreto- fu é un U'(l b[ljíldor metódico, responsable e jnteHgente. Cuando se fe azota, se le desprecia y se

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le obliga a ll'abajnr para otrOs fines, es un obrero inefi­caz, il'l'espo.nsnble y torpe, EIl'obo fué un delito contra la comunida.d a ntes de que llegara el colonizador; des­pués, fué un acto de la vida diaria, como el trabajo y una forina ll e adquirir bien e:;, que todos practlcaban t!n la colonia -bl¡:mcos~ me!'¡t jzos e indios; esclavos, señores, funcion~ios y re1ig¡o~os .

Este proce~o de lHslocación social afectó también al africano, hijo de sociedades p.rimitivas, en cuyo seno la existencia tiene un sentido, el trabnjo un destino, la ética una razón de ser, cualesquiera (ueren. Se dirá que el élfJ'iéanO, cuando es entregado a la compañia ho­landesa, portuguesa, lral1cesa o británica que lo com­pra en su factoría de la cOSta atlántica, ya ha sido es­clavizado por su propio rey o por el jefe de una tribu que hizo la guerra a la suya con ese exchls~"O propó­sito. SI, pero es que el drama de la colomzaclón se inicia, precisamente, alH. Se inicia cuando llegan a l Alrica los agentes de la sociedad an(lflhna c\~ Bristol o de Amsterdam y convencen al rey salvaje o al je re de la tribu de-que venda' sus :súbditos o haga la guerra al vecino para esc}.avizar individuos que hasta entonces hablan gozado de la relativa libertad que les otorgaba su sociedad primitiva. También los caciques y curacas de América se transformaron en tiranuelos miserables, muchas veces. al calor de tina sociedad colonial que les instigaba y les ofl'erfa rec-ompensas inmediatas por. ese proceder. Ni el reye7.1,lelo a(ricano ni el cacique americano fueron buenos o malos, hónestos O des­honestos por fatalidad racial, sino por gravitación del tipo de sociedad en que se vieron envueltQ:S.

En ('ambio, na envolvió el mismo proceso al tra­bajador blanco, tnn poco numeroso en la colonia es­pañola y en la portuguesa. Si bien es cierto que Amé­rica nO era Europa, también 'es incuestional,le que el paso \le un continente a otro no significaba para él

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una trasmutación tan violentn d_e valores como para el africano y, sobre todo, para el Indígena de las socie­dades precolombinas más avanzadas.

b . Dislocación. c('on6mica·. La organjzación de una economia colonia l --cuyas etapas y característi­cas hemos estudiado en nuestra Ee0710mw de l(l so­ciedad colonial.:- significó la desorganización de la economia indigena ya eXIstente. Fué la estructura eCo­nómica de los pueblos más avanzados la que sufrió el choque más violento y las consecuencias más gra­vosas; no la economJa {le los indígenas más primiti­vos y nómades.

En vastas reglones, la agricultura indígena se des­organizó casi por completo y, como quiera que ésta se destinaba al consumo inmediato de los pueblos de esas r:egiones, la consecuencia fué que el volumen y la calidad de la aUmenlación descendió alll en, (oJ'ma aguda. La ganadería indígena en la sierra peruana pa­deció también verdaderos estragos,

La nueva agricu ltura que se organizó en América tUYO una predominante orientación colonial, con lo cual las necesidades de la población local sólo fueron satlsfcchas en fo rma incompleta, mientras que los me­Jor:es esfuerzos y terrenos se dedicaban a cu1th~Os de exportación. Hubt> zonas donde gran parte de la po­blación nativa emigró debido al brusco descenso en la prodUCCión alimenticia.

Estos fenómenos fueron denunciados temprana~ mente por algunos cron istas y funcionar ios, pero no se encontró remedio para ello. !\o se podía organizar una economía colonial sin pagar el gravoso precio que ella tenia, especialmente en aqueltos s iglos. Valles otro­ra fértiles quedaron convertidos en desiertos; tierras donde se habia hecho una agricultura altamente dife­rencjada, como la incaica, pasaron a ser predios de

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ingenios azucareros o de plantaciones de añil o c.acao. En algunos lugares, dispersa la población de cultiva­dore!'> indígenas, fueron introducidos negros para que sirvieran ele mano de obra colonk\ l, sometiila a con­diciones de vida inferiores.

La ganadería trashumante, en las regiones donde se desarrolló, como en el valle de México, fu,é du­rante toda la colonia causa de la destrucción de semen­teras. El latirundio, ese monstruo que n.o cesó de desa­rrollarse, impuso el abandono de Uerras, labrantías y su transformación en tierras incultas. A ambos males se refiere la octava de las "cosas que han sido causa de destruir a j os indios y lo son", en la importante enu­meración que hace el Códice Mendiela -"los daños que haeen los ganados, que ya en algunas partes no os",n !'>embrar, y huberles tomado sus t ierras" (Men­di E't.a. Documento XLIV, t. l , 2"12).

La abflorción de la mano de obra indígena con destino a la mineria, a la m ita. -que tuvo múltiples aplicac iones--- y a. los servicios personales, a pesar de las repetidos esfuerzos de la corona espa110la por intro. ducir un régimen de orden y aprovechamiento inteJl­gente de ella, se realizó en todo momento con el único propósito de satisfacer las neces idades inmediatas de Ja producción y ocas ionó las consecuencias más gra­ves en el orden económico, porque introdujo el ger­m en de la decadencia en regiones vastas y de la des· composición social y demográfica en densas y antiguas poblaciones indfgenas. En gran parte, la decadencia profunda y extendida que se obser va en mue.has r e­giones de Nueva Granada y del Perú en el siglo 18 tiene su origen en este fenómeno.

Debemos hacer Ilnalmente una observación. Es común en las zonas donde se organiza una economía de fuertes matices coloniales --especiaüzación no com­pensada can un sistema de integración dentro de una

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I j I I

economfa regiona l o nacional- que las condiciones alimentarii.ls de los grupos sociales de g randes posee­dores sea buena. mientras que la de Jos trabajadores sea ma la o pésima. Ca.o::i todos los alimentos son impor­lado..q, aún los que pnrlrian obtenel"SC en pequeñas huertas fami liares y e llo les pone fuera del rtleance del obrero colonial . Asf, la imposic ión de una estruc. tura económica colonia] trae consigo, inevitablemente. la Imposición de un régimen de injusticia social que ofrece las manifestacioneR más primarias e indignantes. como la notoria desigualdad de la alimentación.

c. Condic;'(ltIes de t.ra ba jo y de v ida. El régi­men colonial hispano-portu.qués impuso a la mano de obra indfgenll y :.l fr¡ (,~lna p~simas cond.iciones de tra· bajo y de v ida . E l lrahajaclor b lanco tllVO una suerte más ctl"lnb:ante, porque la posibilidad de mejorar el salario o de ascender en la escala socia l Be mantuvo pata él siempre abierta . Para el indio o el negro, el d e!')tíno fué trágil'o. Hablamos en los términos ge­nerales indispensahles pa ra caracterizar a todo un sls~ tema, dentro el el eunl se producen excepciones que no alteran la verdad enunciada. La mano de obra colo­nia l padeció un proce~o de incesante desintegración, a consecuencia de las pésimas condiciones de t rabajo y de v ida tl que estuvo somet ida.

Fueron muy pocos los cronistas 'adictos a las olio garqu ias regionales que negaron. el hecho evidente de fa desintegración de la mano de obra, pero muchos de ellos encontraron explicnciones descabt:!IJadas que per# ruiUa n hacel' de~ansar la conciencia de los usufruc. tuarios del trabojo esclavo. " No negamos -expresn Concolorc'orvo (206) - que las m inas consumen nÚ· mero considerable de ind ios, pero esto no procede del trabajo que tienen en 100 s minas de plat;] y de azogue, sino del libertinaje eJl que viven". Es la teoría de la

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culpabilidad de la víctima -prima hermana de la teoría racial- que jamás ha dejado de aparecer en la historia de la humanidad cada vez que el hombre ha usufru c:tuado inhumanNmente el esfuerzo del hom­bre.

No hemos visto aparecer esa teoría, en cuanto se refiere a los indios. en la multitud de reales cédulas, instrucciones y otros documentos emitidos por la co­ron8 española que hemos consultado. Despunta a ve­ces, sin embargo, cuando esos documentos hacen u'fe­rencia a los negros, los mulatos y los mestizos.

No conocemos documento colonial de más dramá­tica entonación -8 pesar de la sobriedad de su estilo­de más terminante evidencia en esta materia, que la real cédula del 27 de mayo de 1582, que Felipe 11 ru­ri,gi6 a la Audiencia de Quito. "Nos somos informados que en esa provincia -expresa el monarca, refirién­dose a la de Quito- se van acabando los Indios natu­rales de eUa por los malos tnl.1.amlentos gue su$' enco­menderos les hacen, y que habiéndose disminuido tan­to los dichos indios, que en algunas partes faltan más de la t ercia parte, les llevan las tasas por entero que es de tres partes, las dos más de 10 que son obli ­gados a pagar, y los tratan peor que esclavos y que como tajes se hallan muchos vendidos y comprados de unos encomenderos en otros, y hay algunos muer­t06 a azotes y mujeres que mueren y revientan con las pesadas cargaS. y a otras y ti sus hijos les hacen servir en sus granjerías y duermen en los campos y alH paren y crian mordidos de sabandijas ponzo­ñosas, y muchos se ahorcan y otros se de.xan morir sin comer y otros toman hierbas venenosas, y que hay madres que matan a sus hijos en pariéndolos, cticlen· do que lo hacen por librarlos de los trabajo>i que ellos ·padecen, y que han concebido los dichos jndios muy grande QClio al nombre cristiano y tienen a los espa-

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1 • í 1 ñoles por engañadores y no cre~n cosa de las que les

ensenan, y asi todo lo que hocen es por fuerza, y que estos daños son mayores a los indios que están en nuestra Heal Cunm¡l. por estar en administración; y porqul" t'vmo v(,¡¡.;, tic l'8 tu..~ y otros malos tratamien­tos que a los dichos indios se hacen, viene el irse acabando tan a priesa y conviene rem.ediarlo COIl gran cuidado" (Colección de- C8lula¡; RC(lles, 391) .

A la jornada e."(tenuadora, las condiciones insa­lubres del trabajo y la escasa remuneración, debe agre­garse la mala alimentación , la nésima vivienda y el n~ madismo impuesto;] indios ::;edenlarios que eran trans­portados a grandes distancias del lugar de su resi­denc:a y que, I:lcspués de cumpJldo su tllmo ---el CtLQ,

tequll en México, 1<1 17/-itn en }:'erú-, si sobrevivían, no eran devueltos a sus hogares.

"CUAndo vienen a edad de tl'einta afios --observa Lope de AUenza, en la segunda mitad del siglo 1.6--­las mujeres parecen de cincuenla, mnyormente s i han parido, y los varones por consiguiente, por el mal tra­tnmiento y v id~1 peno.sa que los miscrablf'...8 padecen y también pnr las comidas tan sin virtud como usan, aunque para ellos, por la costumbre en que ya están, como no les falte el ají, su principal especia y la sal con que templan SU calor y alguna chicha que beben, todo lo demás por muy Rccesorio y v il que sea, jun­tándolo, con estos manjares, lo tienen por principal y no procuran otros potajes, ni aún los estiman en nado. r e::;IW<:lo del gusto que con la sal y ají reciben y asi mueren los más, sin llegar a edad de cuarenta añps" (67).

Esas condiciones de existencIa ,conducen en todas las épocas - yen nuestros días también, por supues­to-- a la desorganización de la familia. Para que ésta exista como entid<1d permanente, es menester un ml­nimo de estabilidad económica y social, de la cual ca-

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rec1el"On el iodio y el esclavo. Este último, aunque su cuerpo fuera mejor tratado por el amo, tenhi aún menos posibilidad de constituir una familia porque el amo 10 usaba como reproductor de la misma ma~ nera en que usaba el ganado. Por ot ra parte, caído el individuo -Indio, negro, blanco, amarillo-- en el sub­suelo de la miseria y de la desorganización, lo normal es que no surja de él ningím impulso por organizar un núcleo famiHar. La esclavitud ha sido, en la historia de la humanidad, uno de los factores más fonnidables de corrupción social. La sociedad esclavista ha sido siempre de hábitos corronlpidos y de pésima moralidad, tanto entre los señores como entre los oprimidos.

Las condiciones de trabajo y de vid .... del indio y del negro -así. como las de otros gn¡pos, incluldo el blanco-- se encuentran en relación con SU número, sin que esto sea causa determinante de aquéllas. Pue­de comprobarse en la colonia que cuando el,indio es­caseaba en una zona. el minero y el encomendero le daban mejor trato. En los lugares en que la mano de obra es casi enteramente Africana, estQ se observa con mucha frecuencia porque, como el negl'o fué menor en nll.mero que el indio, el señor esclav6crata debía tener en cuenta la posibilidad que habla de adquirirlo en el mercado y los prl'cios a que se cotizaba, Hubo épocas y lugares en que los cscJavo~ se vendían 3 precios ele­vados y esa circunstancia hizo que el sefior cuidara de esa máquitw de trabajo. De allf der iva. a m¡;>nudo, el supuestopaternaüsmo del fazendeiro o del estancierO rioplatense para con sus negros esclavos, a quienes a veces no destinabiln ;l, los tJ'abajos .más peligrosos, r:cservados JXl r3 indios O gauchos bl<incos o mestizos contrntados a destajo. El mismo motivo obliga al plan­tador británico a cuidar de su "indcntured servant", n qu.ien ha comprado por cuat-ro o seis años y que no

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desea que huya, nI que se muera, ni que enferme de gravedad antes de vencer el plazo.

a, ToxiccnnfJn{fl; 'y alcoholismo. La toxicomanía y el alcoholismo se encuentran vinculados a las con­diciolles de existencin. Una y otro constituyen, en nu~ merosos casos, un intento del individuo --es térll a la 1arga- de huir momentfineamente de una realidad duo ra. La miseria y Ja8 circunstancias deprimentes, mo-. rales y materiales, traen consigo, las más de las veces, el consumo excesivo de a lcohol y de drogas estimu­lantes.

As! como algunos estudios que se reallzan en nues­tros pafses sobre alimentación contribuirán a que se comprenda mejor l~ l)sLcologfa del indígena y del ne­gro colnniolcs. tambi('n otros estudios de los últ1mos lus tros permiten uhicar la toxicomanfa y el alcoholis­mo del trahajarlor ('oloni<11. dentro del panorama hist6-­rico en que ocurren.

El cocafsmo, por ejemplo, era casi desconocido en el Incario, donde se ('asligaba con severidad. El pro­fesor Gutiér.rC'Z Noriega, que ha realizado en el Perú investigaciones reveladoras sobre la .materia, ha lle­gado a comprobar que "la difusión del coca[smo se originó en la misma época en que, debido a la gue­rra de conqulsta y cambio de organización del país, hubo una merma considerable de la agricultura y su producción, y llráctJca mente una destrucción c'omple­ta de la primitiva industria ganadera de la región an­dina", Jo que oCólsionó un catastrófico empObrecimien­to nacional (Cocn lS11'IO y alimentación). La coca "fué en estas circunstancias un factor Indispem;able para adaptar el organismo ¡:¡ tan dericientes y anómalas con­diciones de vida. Esta droga ha actuado como un extra­ordinario auxiliar del pueblo andlno durante cuatro sl-

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glas para sobrellevar la miseria más extremada" (lbi · dem), Las actuales investigaciones, agrega, " también demuestran la estrecha vincij.lación entre el cocafsmo y la miseria, en especial entre el cocalsmo y la alimen~ lación insuficiente", El fenómeno tiene "una especta­cular comprobación anlropogeográflca: a menOr dieta, mayor intensidad del cocaIsmo; a mayor dieta, al con­trario, reducción de la intensidad del cocaísmo" (Ibi­Mm).

El consumo habitual d.e cocaína actúa como com· pensación de la alimentación insuliclente y de las pésimas condiciones de vida, porque aumenta la re. wjatencia a la fatiga y engendra en el individuo una sensación de euforia que los toxicólogos denominan "alegría cocainica" (Gutiérrez Noriega y Zapata Or· tiz, Coca y cocaf1w,. 58 y sig.). Una funcjón semejante de falsa compens."tcl6n cumple el alcoholismo. En Perú, en las regiones ele intenso cocalsmo hay también un exagerado consumo de alcohQl, según Gutiérrez No­riega . .cocaismo y alcoholismo n~ ofrecen, por cierto, al indio o al negro en la colonia, corno na lo ofrecen hoy, una soludón permanente de sus problemas. Por Jo contrario, los agravan, porque SOn agentes activos de inferioridad mental y física y restan, por ello mis­mo, al individuo toda posibilidad de rebelión y de defensa.

Las toxicomanfas y el alcoholismo 60n, pues, de­rivados ele las condiciones de erislencia y de trabajo. pero se transI9rman, a su vez, en factores que aceleran la desintegración de la mano de obra, porque acortan la vida del trabajador y debilitan su organismo.

b. De.serciones a constc-uC1lcia de 'rebeliones. He­mos dicho que en la historia colonial de América las rebeliones de la mano de obra fueron un episodio, no sólo frecuente! SUtO sistemático. En grande O en pe-

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,

r

quet'ia escala, casi siempre fueron seguidas de una deserclón en mas;:\. Bulan los indios o negrbs inculpa­dos y, corno ellos, los que quedaban en la zona y so­bre quienes podían r('caer las represal:as. Muchas - la rnayorfa, sin duda- de esas vfctimas del terror social se refugiaban ~n la selva o la montaña'. o se sumaban a la masa de los vag~bundos en las ciudades. Eran de­sertores que perdra la m,lDo de obra y que no volvían a sumarse a ella.

c. La rnlsceqennci6n. El mulato y el mestizo, co­mo ya hemos vis to, no seguran .generalmente la suerte de sus padres. NI mAno rlt! ohra esclava o S('mi esclava, ni blanco esc!a,,~rnt.(l, qued:.¡.b.·m fluctuondo entre am­bOS extremos s in ubi('~ <:ión determinada. La intensa m!scegenaci6n que caracterizó a la colonia hispano­lusa produjrJ constantt"mente legiones de elementos de esa rndole. Esto contr ibuyó a que el número de traba­jadores tendiera a disminuir con el correr de las gene­raciones en una zona determinada.

d. Epidemias. t:SI.<1 eR otra causa importante de desintegración de la ma no de obra. Hubo durante todo el período colonia l numerosas epidemias que arrebata­ron cantidades asombrosos dE-' "Idas humanas. Algunas de ellas --como las que se sUJX:me fueron de viruela­causaban estragos entre los inoios. quizá ñebido al terreno "jr~en donde prendían, porque la enfermedad habra sido desconocida en América y también por las malas condiciones de vida y la rl('Snutrición.

Zona!;. entE'ms Quoo::tron tol::¡lmente desor,qanizadas después de epidemia~ que duraba n años. Las hacien­das perdfan !';u.o:; f'sclavos y sus animales. porque éstos hurao 8 causa .del abandono en que se les dejaba: "Mu­rió toda la gente de servicio, esclavos, y na había in­dios, a DO ser pampas, incapaces de domesticar -se lee

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en un informe presentado al Cabildo de Buenos Airea por los capitanes Juan Bautista Fernández y Fernando de Rivera Mondragón. sobre una epidemia que estalló en esa zona en 1652- y se a lzó toda Ja hacienda, yen· do a dar h.asta el Carcfl rañá por el Norte y el Saladillo por el Sud" (Cjt. por Coni, Gauchos de Santa Fe, '66).

liI EL PROCESO DE REFL'lrJO

El Individuo sobre quien recaen las consecuencias de la dislocación social y {'t'onómka y de las malas con­diciones de vida y de trabajo que hemos enumerado es, a la vez, agente activo de dislocación socia l y econó­mica y de desintegración de su clase social.

Desnutrido, toxicómano, a lcohoJ ista, desarraigado por la violencin de su nÍl c]eo social. desorganizada su familia -~i es que alf:,"una vez la tuvo--, toda la i1r.quitt"ctllr8 de va lores éticos y sociales sobre los cua­les debe reposar el esfuel'zo constructivo se resque· braja, se puh'e.riza. El trabajo, la vida social, el amor, el tespeto, la dignidad caree.en ge sentido y sólo la violencia puede actuar como estímulo.

El indio y el negro, sumergidos en la vorágine cO· lonlal. se ven arrastrados sin cesar por una fuerza centrifuga que les aparta de la sociedad colonial. Tra· bajan 10 menos y lo p['Qr posible, huyen cuando pue· den, tomon sobre ~¡ el menor número dE" obligaciones éticas y socin les.

El circuito se cierra y la corri ente de disolución circula por él cada vez con mayor intensidad. La dls· locación 50ciDI y económica se extiende y se hace eró· nlca. Las condiciones de existencia y de trabajo em· peoran, en genera l, au nque se registren mejorías par· ciales. El coeafsmo y el alcoholismo se expanden. La mano de obra colonial se desintegra sin cesar. La Str

cledad colonial vi1..'e muriendo, empañada por la trisM

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teza de los oprimidos -y la ignominia de los opresores, mientrDs algunos cspirltus nobles , aqlÚ y en las me· trópolis, escriben páginas admirables o dedican sus vi· das a remediar lo irremediable.

Iv . DOS OBSERVACION8S FINALES

Tal es el cuadro del proceso permanente de diso­lución de la mano de obra colonia l. Queremos aún agre­gar dos observaciones relacionadas con ese proceso.

1 UN" SEf.II:ccr6N AL llEVEs

E l profesor Pérez, en su importante estudio sobre el régimen de la mita en Qu.ito (ver Bibliografia), ex· plica que, hacia fines del siglo 10, ya ex.istian en Quito, bien delineadas, dos multitudes indígenas distintasi una, de trabajadores; otra, de desocupados) vagos, ~~ rrompic1os, emigrados de otros lugar.es sin destino fIJO y que, mientras aumentaba la descendencia de los in­tegrantes de esta segunda multitud, disminuia la de Jos integrantes de la primera. Llega, así, a la coneJu· sión de que lil población índjgcna y mestiza del aIti. plano ecuatoriano de nuestros dfas desciende de los vagos y no de Jos mejores trabajadores del siglo 16 (229).

El proCesor Gutiérrez Noriega, al estudiar las con· secuencias de la práctica del cf)Caismo en la multitud indígena, ha escrito estos párrafos: "En la historia de la humanidad~ ofrece el pueblo andina un ejemplo muy peculiar, porque ha sOJ)Ortado Y sobrevivido a tantas privaciones dur:ante cuatro siglos. Tal capacidad de resistencia, a firman persona~ de cierta autoridad, se debe a la coca. Seria más lógko arirmar que t31 re­s istencia ha existido no ol'sl.ante la coca y que el actual pueblo andinQ no es expreSión de la b'1"an capacIdad de adaptación del jndio a tan anómalas condiciones de

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vida , sino que está formado por los sobrevivientes de una gran catástrofe" (Cocatsmo 'JI alimentación),

Es interesante observar que entre la h ipótesis del historiador y la del médico hay una coincidencia bá. sica. La de que se ha ido produciendo una selecc[ón al revés en el sene> de la masa indígena. En efecto, te.. ) nemos antecedentes que comprueban esa creencIa y ;{ muchos de ellos han sido enunciados a lo largo de este I libro.

Fué la mejor mano de obra de las sociedades jodf. genas la que utilizó y malgastó la colonia, mientras quedaban al margen .ge eUa, casi in tocados. los elemen­tos nómadoo ~l1á~ ~rimitjvos. Más adelante, mientras el \. buen obrero mdlO lba desapareciendo por extinción in- 1 cesante, e l número de indios desocupados, alcoholis- ;, las y delincuentes se iba multiplicando sin cesar. l

. Tal .rué. la herenci l:} que reclbiercm las repúblicas ruspanO-Uld:as en el siglo 19 y que ellas-- COn las ex. cepciones de nlgunOs perí.oúos luminosos-- no Jlicieron más que arrastra~ como una fatalldad.~, seleccIGn ~! revésJtan propIa de la colonia y del siglo 19, no es exclusiva- de ellos, sino que caracteriza muchos t Ipos de orgnnizaci6n SOCial, en todas lafl épocas.

Por otra parte, no queremos con esto significar, de motlo a lguno. que lU1D generación de jndigenas re­ciba de oh'a taras qe orlgen. Salvo en casos individua. les, de trascendencia. coll!c:t h'a casi nula. son los fac­tores ambientales los que operan sobre. el sujeto para hacer de él un elemento improducti vo y antisocial El hijo del indio desocupado o del coquero es toxIcómano o antisocial porque sobre él actúan lOS mismos factores sociales que sobre su padre, no porque fiohre él pese ntnguna fata lidad familiar. Lo que' h()y podemos afir. ma: es. que el tipo de producción j' de organización SOCIal Impuesto a las masas indlgcnas <le la Amé. rica hispano-portuguesa (ué malgastando, con Inten-

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1 sidad credcnte, el mejor elemento humano y aumen. ttlnc.l.o e.I númerr) de los improductivos, 108 anlisociales y los eMel'lnos.

2 LA }tOLGAZANJ:lÚA DEL I NDIO y DJ:L ~ACkO

Como una nota mon6tona y desc.olorida. la acusa­ción de indolencia que reca~ sobre el indio y el negro nos persigue a través de' tres siglos y continúa repi­cando sin pausa hasta nuestros días actuales. Casi no bay acta de cabildo, ni informe de oidor en la que no l'eaparezca, tenaz e inexpresiva, como la voz hueca e irreal de los pajarjl\os que anuncian Ins horas en los relojes antiguos. Para e l investigador cuyo espíritu sig ue recibiendo la fres('ura del dfa - porque muerto está el infolio que hojea , pel'O no su alma~ este repi­que termina siendo una obsesión.

Esa es la 16gica elemental, periférica, inhumana, con qUe algunos hom bres han f.'nredado en todas las épocas sus pensamientO!'! para encontrar explicaciones fáciI("s de procc~os complejos o justi fi car ('on falsas evi­dencüls' las más de:;truttoras y fl o.gra ntcs injustioias socialt-'t:>. Hoy, el argumento no tiene más valor que el documental.

La actitud del individuo frente al trabajo no es más que la consecuenc.ia de un equilibrio de factores socIa les y psicológicos. Roto ese equ:librio, el trabajo. Carece de sentido y, sin sentido, el hombre no rea liza njn~ún esfuerzo. El alma humana no es una máquina. La mdolencia del indio y del negro en la época colo­nial no es el fruto de una maldición racial. Es la con­secuencia de un intenso y ,prolongado prOCese) de dls­locación social y económica, de desol'ganización del núcl~ familiar , de pésimas condic.iones de vida y de t ra baJO, de la desnutrición, de la mJla vivienda , del alcoholismo, de la toxicomanía y otros sustitutos de

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algo que el indio y el negro no tuvieron y sin lo cual la criatura humá na cae en el escepticismo, la indolen~ da o la inmoralidad,

Una sociedad como la colonial hlspano-Iusa que es incapaz de dotar a la mayor parte de su población de un sentido de vída, ni inyecta rle entusiasmo por e l esfuer'Zo creador, lleva en si misma una condena de muerte y, aunque prolongue su existencia por siglos, es siempre la muerte la que tiembJa en su entraña, Por eso, su naufragio abre con frecuencia una era grá­vida de anuncios optimistas y propósjtos constructivos;

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ACOTA ClONES

Fray -~gina.ldo d-e LI:i:(¡rr;\ga, dominico que a fines del siglo lGvlajó por pern, Bolh'ia, Chile y el Río de la Plata , escribi6, con sus memol'las de ese viaje, la Dtscripci6n breo lIe de toda-la Uerra del Perú, 'f·uctm.ón, Rf.o de la Plata fY Chile, tftulo que en ediciones modernas ha quedado redu­cido a Desc.ripd6n calonial (ver BlbJiogcaCfa).

Del Va lle de Ch incha díee- : "Se s usteutaban en ~ I valle tanta cantldad d~ Indios varoncs como SWi casas, que por lo menos, chicos é g randes. twbhm dl! ser más de 100:000; el dll,l de. hoy no ¡.;e hallan en é l 600 indi-os casados, 10 cual causa mucha compasión; la di smlnu elon han traJdo las borrache­ras" (Cap. LIX, 146).

Del Valle del Pisco: "F'ué poblttcl6n de muChos Indios; hanse consumido como los demíl¡'; d~ los Uanos y por las mismas r'1lwnes" (Cap, LX, 149) .

Del Valle de [c'a: "Era,. valle dI!' muchos Indios; agora no hay sino dós O tres puehlQi; dl"lIos; vai~se consumiendo: como los demás dcstos Llanos y por las mismas razones" (Cap, LXl, 151) .

Del Valle de Acari: "Habia en él muchos indios; hanse oonsumldo, como Jos de 10H otros valles y por las mismas causas" (Cap. LXIV, 153).

Del Valle de Clgu a: "Ya casi no hay indios, por se haber consumido, como hab~mol'l de los demás rerel'ldo" (cap, LXV, 154).

De Santiago del Estero : "Esta cioclad es la cabeza de la gobernación y del obIspado; es pueblo grande y de muo chos IndlCls; al tiempo de su conqu\~ta poblados á la ribera del rfo, como los dernés (le la cilJdad del E~tero; ya se van consurn¡~ndo por sus oon'tlchet:as" (Cap. LXV, 217) .

Es sabIdo que sobre el lema de la extinción de la pobla· ción Indlgena en el conLinente ümcrlcano se ha escrito en casi todas las épocas y CM! siempre con llgereza, El estudio más autorizado y completo, de fecha reciente, ha s ido hecho por Angel Rose:nblElt (n'r Dlbtiografla), E l autor ofrece las

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!llg\li~nl('ll d fras -ele \-aIOl' "relaLlvo' e hipnético", según sus palabras- l)(~ra la púlJluCión In(jlgena to tal en Amérl,ca, en diftTcnLciO épou.¡:o;

J492 : 13. 385,000 15';'0: IG50: lB2r.i : 19-10:

1U .S27. 150 10 . 0.15 .000 B. t~H.301

JG . 211 .670

(- 2 :;;57_850) (- 7t12 150) (- 1 400 009) (+ j 577,36!J)

LA PEDAGOCi.A DEL t.ÁT1GO

nefiriéndose a 1;) de¡;población observada po,. él en el Va ­lle de Chincha, el P. Llz."Ú'raga opIna que se debe n "las bo­rracheras" (Cap. LIX, H6J. S~n emburgQ, agrega. los indios de e)';te valle han teni uo r'eli¡;iosos "muy escudales que les doctrinasen", Lo cual le muevoJ a ('sta reUe:oón: "Pal'éceme se pu C:'de argüir diciendo: si estos IndioR tuvieron religiosos lan esencla.1es, ¿cómo se hizo tan poco [ruto en ellos? a eslo responderé {los cosas: la primera, Que estos ind.lO$ y todoa los (!tmás reciben muy mal Jas cosas de la fe, y CSlO por (¡US pI cados y por los nue!:ilrOS, y C(lll\O ('s gente que se ha de gobe l'llar con m u(:ho castigo. f:¡ltámlulcs el gobier­no del lnga. que por muy leH's t.osas matnha a Jos delin­cuentes é tnocentes, gobernándoloS oomo á hombres de ra, zón y polIlIcos. no viendo el castigo, no acudl'an sino cual ó cual cosa de virtud; .. . Lo otro es lo que ncabé de decir, (Iue como les fa lló el rigor y castigo del lnga, raclllslma· menle se \'uélvt>n a sus mulas co~l\"llbrt!S y indinacion~s, y borracheros, y no hay otro Dlos sino su vientre, y mientras no 1'(' les c41Sl ig!lre con mucho rigor, no !le csp(!re enmienda. sino su lOtal disminución y desLruición, y lo mismo, aun­que no tanto, en Jos. Indios de la Sierra" {Cap- LIX, 148) .

CAUSAS DE LA EX'nNCI6N DE LOs UlDlOS. OPINt()loU:S De

M ENlIlltTA 'i QOt,"ZÁLEZ oÁVIt<A

1. En el Códice Que lleva su nombre (ver Blbliogtal1a). escrito en la ségunda, mitad del :;lIgio Ir.. Fray J erónimo Oto Mcndlt'ta enuncia as' "las ('Osas quC' ll ~ln s ido causa de des· truir a l{ls Ind ios, y Jo son" en Nueva España:

"P Los esclavo::; que 82' hicieron s in número, asf de gue­rra como de re~ate, que daban a IO Ii encomenderos de tri· bulO; lIestos llevaron mucho! a las Islas (se refiEre a lat1

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Antillas), y aun nados 11<:mos; pel'O los más murieron acá en 1<1¡;; minas de oro ,Y Jllal a.

"2t E l ~e rvi ... jo 1 ll'1'~{Jll~11 que todo!; los demás 11;)1\n-a. les hadan . " morla iufhtita gente; y ledo e:;tc :;ervido lo, hadan sin niuijuna pnS,I,

"3i1 Los exC('!<i\'os O'j!Julor; que a los !)rlnC1Illos tUeron, y los crueles castigos que I(:s hicieron a algunos para qu e los diesen, ..

"4' Los edificios muy excesivos, como la ciudad de México y la de 10& Ángeles y otras villas que se han po­blado . . . Pues Dios sabe m han trabaj<ldo y su¡;tent¡¡do tanto los R lJgiosos CQmo estos conQul staúorps y pobladores u quienes se les han hecho lan superbas casas y sin paga algu. no, que aun a los rle la ciudad de 10$ Ángej()J;, sJn ser con' qulSladores, les sirvieron 10$ Indlo_s de In comarca más de­diez afias, con más de tres mil Indios ca.d~ t:1Ia, sin nasa alguna .. .

"5i1 Los trabajos intolerables que llaman coh'uCltequitl. "6~ Las arlnada!". y (]l'8e ubrlmiE'n los f)Ue se han hecho

desta tierra para otras. El Marqués fué a conquisWr a Pá. nuco y llevó gran número de gente, y "olvló muy ,poca . ..

"7' De prrsente es el COhuGtf"quitl de los españOles en sus se,:"enter.ls ~ otro s obras, (Jue aunque se lo paran no es lo }w:lto, y vienen de mlly lejos, que ~Hos dari¡m otro tantO Como la palla para no vl'nlt. y por log mulos trata­mientos Que <lJll r4 'ci~H.-n, y asi !I~ lt's huyen 111 C:loo de la Sem:lDa, dejando la pag-.l y :1 110 !:iUS mantas_

"8' l.Qs danos qlle hacen ¡os ganados, Que ya en algu­nas partes no osan sembrar. y haberles tomado sus tierra!': y las granjerfas y agr¡n'¡os de los corregIdores, y pl ?lt03 ,; ex~sos de derramas que para esto echan entre s i y robos qU& les hacen 105 meRtJzos y neb'TO!I . .... '

~ Pacheco, Cárc!!"n.as y Torres de Medlna. en su Co. '~cc:¡61J. de d.ocume'l'llo$ médlto!, J, 3~2 (ver TIibliograffa) IJeron a conocer la Rlrlad6n de Gil GQ'YIZftlcz Dávjla conta:

40T del ReJ!. de fu desJ10IJfarián de la ] pla Es·pafiola, de don-­de es vczinp. escrita , ;ll pan·CeT. en ] [,18. Se trata de un documento Importante QuC' atalle a la materia que est udi<l' mas y en el cual se lee lo sIguiente;

"Cuau-o cosas prlnC'ipal~~ han aeydo causa de 13 dlsm l­nucion que digo en aqu(!l1¡¡ Isla.

"La primera, la lnurlan z:I el!.! Jos gobernadores, Que como naturalmente en los homlJres more paSi6n é envidio (sit!!.

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"

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S:\" 11l 1'1'1i ;'1 jtl,. 1111'" tI""P!.I! ~ 1,) <¡IJI' ¡¡ lo ... ¡'ll·ü¡.¡ r~l \ O)'"" p , 1-' ~ ,.", b " :III ',n :-;.-' )11 111 Irll. dt , /1 (111 1,\ 1,1 11'\1;1 ha rto;,: v!:z int '''',

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11' ,'; , 1" 1" In,\ d !'l,.; 11111," /·l ' II ~:"; .. ti"11 ' 1~~ T.u p r il! l1'l'a ~'l': ( jUt' ('01] 111 1.IJrHII.·,'", ('UI " '" rll¡" I), {JI' nl' (: t-.~jd:;.d lrH Indino.: 1111111,'111 ~\J'" rl o:i l' l ltt)~ I.! "U \"1\ 1('l,d:I , t l (''<1110 (,JkIS "l',-In genl !? delic ;¡{\a, pl: ' t¡\iI' li~ I11W!;'!nW l\ ; K~' li1tH h,l 1t11 1'1'¡'!"I< .n VII d\lJ'-I, 1:: la ol l'a n l ll)' pI'indl ';1! ' 1\\(' l '/l/l la i\ll·l' l" lI.·nld :,\\1 ( t-III!~ lld~l:>e ' 1H'(rri . '¡Wm/j"') (\Ui' 10:;' \"l'ZIIlI'''- J¡¡tn lenlnn ~i ('ll)pre de ~u s: ind lo '-l, \ IplHl" (· ... 'n. 110 1 i' 1I I1 n hedw «1 tntt(lnüpn\(, r¡ w--, )1'.<'; hirh~, r n n , ~,l ,I""¡II r,"' I" \'! t'I'an ¡o,<'j';lll'O:3_

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l .u " I,I •• ,. .'í !' tll/'l1 d' 1" l itl ,';¡! i'l ¡'\('Hu,". h "¡]1,,\l! \ h:>"(" I¡j\Ltd ,) 11., 1 1>11 (' 11 11"111'1111 1\'1.1'1 . 1,· ''' 11< j lul ll',: " li,l lI i'-'!III'\1';. E l 'OJU<1 I'};.l a , .. do" / ' 1'

' ,a" "": 111 1,1 {·')~'1 dll 1lI 11lltl" '1LH' Ill.H I'¡un l1t(' 1I1.':4I' l' 1;1 prt:'­!"!" nt'l,l /1.' ,', lO !"! tiW' ¡'Ii)>-, ... ,.;;l\ldl'l por l 'l' t i.' (, l\ll ,~a r, P O!' otl ':) ; tpl\' "('1110 1" , n 1" " \lU f.hl'll' ':. ' l,rl'< 'd: llI , "\11 VI: lli!l1 1 11;\ r(, ~\l l!"drl . I.,¡'". fl "\" 111 ' lio,¡ ,', Iwzil' tU!.. ): ¡"iel.

" L : , l' tlHl'l \! (" I ~'I I I. .: 111:1-: 1'I·ill>"l l'.1I 11 ,1 sl~:"Ii, .•. qllt' !'C 11:'1 Il'llirlll ~i l 'H11lt' (' fin a ' )1'" (Ji' ,:q{l l,nil 1 ,In \C tH~a " ¡" lll fH'(' 1'1 Ill<l:; 0 1'(1 /j UI' .... pl,..< I: ~. !' 1111 "".' h,1 trl,hlü i'ln :'1 J,!;<I--:I ¡l)' nlngu­nn 1'., <{.'1 1' 11 la <'O!l'-.l')·\';lI'i {m Id (11·rf' ... ·f·1I \: lI llit~ !I10 u\.!Ua, n i rl '

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El ,[(\l'lc,I' 1.1Ii.~ N. Sat'IlZ 1m )¡I'('h ll ":H'h~~ (';;:1\.1<11"1> F.n J¡ rl" C'Ot"¡[·,1111) , n)IJIJI'nWcitll"l y o\l'f! ::¡ (I.:<l lt'l'I'I ~ del III'u1J lenll1 111(,¡'Jjf'l1 1-111');'11 1'1·\' urJ n ll 1¡1Ie! til'lI::n C' X(I':Jf, rt!ln ,tl 'jf¡ iJ\{t:l'¡;,"l pa ra .,1 I1ls 1 ',II";'I¡j,'1' ¡ I '! ,' n l\llh '':::-I' ;,JII :II, ,-;" ,, t "'1 1" I, .,tl· oI u l '-' I', l:11 1 f,~ l , t r, ll~

l'l'''; '''. ¡ Pp' 1" ddil'j " \l, t i "U 1.1 :dlt o t 'nt¡lI'i "ll ( spl i/!" II11 H li ~I .~ d(' J: t ~ :ll! r r ;w!,,¡w., oI t' (¡ I' d . ,)) lJI' j.."i ll k" Y m N1WI 1[1 11' ~' I p.ihln· I \P l'llt. 111 ,,;('1'111 jH' j'W\ II;1 " .• ftlh .,·_ \,..; l )¡ '\'il', l~ mi-:e1'l., n '<blclgi(":¡, 1;1 (" ( ' ;'~':I r ... " l,.;t! ·nr-!: I :¡lH iinl'~ "" j'I' 'iJ, Il'~ t'\il!'lp>; Inl li rl <; (It' l'jl'.-]mi' lit ... 11' 1:1 I~ l ,lad·;n ,1 p·' a l' ,1<' J,I l" ll 1ll1\lttl :¡.1 m ó!1I'I'Il :1 .-\,.\ " ti \ ni Iw l')HI rlt' ' J" (' "f\ (vI" \r,' 1l~1 ,1 ¡jI mundo ,-"Ol!

:nIJ

1

Iin:i¡aclon('s de la vl lulid¡¡f! ti,. m'den hen",Jó'{';mJl1('l a l, jUs' tJfl cawrliH, rle la I;'\evat!a mul"laUclml In(¡¡nlil gten-al1a"' ( p r o­blema indíflclla, 31lJ.

1, Existe una hlbliog rtl fía <lutori1.ada y abundnnte sobre el CAcafsn:1O e n el Perú , (lue constilll~e un maWrial preciosa pa ra el hlslodarior y ·el sociólogo. ,M,cndonamos 1llgUllas de esas obra¡;; en la Rlhliografla (ver Cocof,s7i!o en el fndice temátl('() de la BiblJograCí:'l), A tosas ob¡'as ha venkló a su ­marSe muy ree;entemente d notith!c [n.for11le de la. Oomi.$i~n de E:;:/1.¡di,o de IIlS Jlo';f¡s Ile Caf u, j)f€sentodo a l Consejo Económico y Socia l de 1:18 Nac¡on e~ ll n !d(1s v puhllco.do en volumen (ve r Flihliogr;¡r1a , haJo el l'J)ig1.'Me· Nadotlt's Uni, das) ,

Este J-nfOT-me incl uye, C'omn "E'~undo ::mex<,>, Ul1a Blblio' grnjflt a'latatlll .$ f)fn"e If)~ (lJrf.' ! f),~ (le la l/l.u.~lie(/('j(Ín de 1(1 }¡,nja (1(' cocn, por Pl.l hlo Oswaltlu W rilIr, (I I) I! Cs un tt'a hOljo de excepcional valor práctico para el e~tudiow,

2 . A pesar de los datos t.'Ontr:\lii(;tOl·irm que ~e eneuen' u'an (>n los cronistas colo n iaJes:, se acepta hoy que el consumo d~ )a CQCtl lué lfmitat1Q d Ul"an l(' e l ]¡l Ctlrlo, c,omo lo dijo el Y~rrey Tol~ en 15íO (JnforlJwl'io1U:., del Vi-rrey 7'oledo. Lima. 1570, Clt. por G utlén'ez Nol'iegn y Zapata O"tiz. Coca y cocaf.w, 1:1) . Ln (!Ol;'" e ra planta !:ag l'<l dfl lJllIiI lo~ Inrllos de ltl er~ }1l'otohl:; l¿ I'lcu y GuUén'cz Noriega y Zapa~ Ortiz CI"een JJUlS verosfmll que las res trlcr,JrlOE'S del coqueo fueran de orlgen religicso, ya que les resulta dlf lel l aceptar que los incas tu v ieran conocimiento de la to:<icirlud dr la hoja (lbidem, 24) ,

F'ué en la colonia cu.:tnrlo el ,cu lfivo de la coca se exten. d ló enorrnemt'llle y su consumo se tra ns fo rmó ron n\Jlidez en ~1l0 de , los más Sraves nH¡l(if¡ endémlc,:os (i" Ju I'egión andma, " S610 (In el ao; iento m lne rQ de I'f)too;í se f'onsumif!­ron , segú n ('1 tef;t!rnon !o nt' l \I 'QslU , loo,{)nO CE~lQ;; <le f'Ot." 1 t'n el! :lfí~ J5a3", rifr(l ('nol'me " i-l l se tiene ('n r.ut'nt,) que ~ólo Sf' t é f¡ete 11 u na "ogI6n, ¡lUl'f': rn rl'espund¡' casi ¿¡ lu tr. rce-ro. pa rte Ó a la mitad <lel <lrtual l'OI1¡;umo del Perú" ( [b1dcm, 22,)

L ¡,u; con st.~l1enrj¡j ll n Slológk-H:-,; <le! coqu('o f\l('roll :ldver­tl¡]a¡; lempl'anameme por 101> e~aJiol(>!:I. Ya l'n lf.3{j. Oviedo y Vaklez l'b~erv<1n que el h;ibito (\1.' 1<1 {'OCa " ('(lnf!C l'1.' extr a , urdh\a l'iu resistencia COntra e l hamhre y lA faUga" (lbideM ,

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21) . Es;) cualidad de ia coca _agreguemos nosotfQS--- la tranRformó en ImpQrtante auxilil.1t del régimen económlCD y soci .. 1 (le la colonia, permitió Que el intli~ Intensificara, s,u rend imiento f(sico en plazas más (ctlucnlos, ('onsunu{'Ja men os al\ menlos y vestidos, se h k iera menos rehelde y en ' contral'a en su toxicomanía un sustituto de todas las cosas, materl¡tles y espirituales, que In CQlon ia le neg~. Por otra parW, el cultivo de eoea en gr<m escala permitió acumular euantlosa~ fortuna" entre Jos colonos.

Se dictaron, durante la colonia, ciertas medidas resu·le· Ovas y algunas escasas opiniones se alzaron contra su con· sumo, pero no tuvIeron jam;is alcance práctico. Garcilaso de la Vega rI~fa que la coca cra uno de los artfc uloB comercla· les m ás importanteR del Perú (l bidem, 25) y pronto se e-scu· charon opinlonc~ de médicos y :;aeCI"d(Jt.c .. que so¡.¡tuv leron que la hoja de coca era beneLiciosa Ilara el indIo y [Iue a,e debfa ~stimular su consumo en gran ... ..se.ala. Hajo lA Repu' bllctl, el problema continuó t'n pie y In telara ña de 10$ inte­rese" creados s.lguiÓ impidiendo el menor Intento de solución.

"Durante muchfsimos años _ la historia del coqueo cuenta más de cuatro sIglos sin C()nstdrrar su prehIstorIa _ el hábito a la coca rué cue!\ÜÓn Intocable. C:\da vez. que Se hizo públtca algunn opinión contra: e l cpqueo, y se pre· sentó un proyecto para suprimirlo, se interpusieron gl";lnt'les Iníluenc.\as anu)an<Jo tales , Iniciativas. Durante la época oolon ial merecen destacarse 18s sugerencias de SantiHán y de Falcón para reducir los eoca les y extirpar el hábllo a la coca en forma pro~reslva . En c'lkha fpoca se ignoraba la exislencla de la cocafna y de l(ls toxieomanfae, pCro aqueo Ilos nrecur!';ores en la lucha contr a es te mal público tp.ntan Yage~ pre!:cm lmlenlOs de los perjulclO~ causado!¡ por la droga. Durante la éllOl:a republicana, la coca luvo má¡; apo· logistas que de.tracto,res", con alguna)) honrosas excepciones ( l bidem, 126).

StíI?nz, en su Ubro sohre la caen (Vf' l' Blh!l()~:r3ffal, llega a est.") conclusión en lo que se refit."re a IEl h lalo"ia de I ~ toxh.'omn n!a pi!wana: "L a Historia revela flUC la COCIl fue I.I tlll1.arl a en e l Incallato por :lUS pronlednrles medl (' lnalc~ y Q11e Sil acMbn estupefae il!nte Y su (lrCión en el coqueo se usó sólo rlNiiie una época que coind<lc con la Conqlllsta del Peró por España, a parUr de la cual k¡; .ronq\.ll~ta(lOres favorl'Cieron su consumo, tanto pclr los voluminosos Ingresos Que el Fts(:o EspM,ol obte.llfa, cuanto por la ayuda que el coqueo nevaba a la dominación del pueblo Incaico" (235) .

212

1

I 3· Los erectos f]gi01 6g ir.~ y psicológicos del eonsumo de la hoja de coca son hhm conocidos por 10B estudIosos y todOs ello:; 1.Ienen tma proyección histÓrico·soclal de la mayor lmporiancia.

"Desdr¿o la época preinca.ica _ e:xpresan Gutlérrez. Norte· ga y Zapata Ortlz, COI'(! y CQca(nu, 53- se 11a reconocido que la COC'afna es un" de las orugas más eficaces pal's au· mentar la re,l;jste ncla a la fatiga. F.s InclurlabJe que tal actión ¡;e debe a la conrurrencla de. sus efectos neuro·estimulantes ('entroles y periféricos y también, ('omo veremos d~pués, 11 su "celón f'.~t1m\1 1antc l'ohre ('1 metabolismo, que permIte movilizar 'con rarldez las r('~rvfls de materia les energét-icos, rle gluco~ en particular". Continúa n los mlsm6s autores: "Con frecuenda ~ ObJ;t>f\'Rll plteracl()nes afcc.tivas, en espe­cI"1 euforia y diversas emociones J>la~cliteras, (Jue el sujeto {"xamlnado por 10 regular expresa afirmando que se s iente muy fe l1 z; só lo en ('asas f<l r05 se experimenta angustia o depresi6n melancólica" (58)'.

"Más Importante es, emre 109 cambIos afectIvos pro­ducldos por la <,ocalna que condicionan la habituación -obser van los mismos autQres--- el sentimien to de superlh· r idad, que sc ohserva tanto en los coqueros como en kla sujtHOS no ha1¡ltuarlos bajo la acción de la cllcalna . Esta droga conl ra rrest..1 los e$tados deprelllvos, inducien do sI· multáneamente Ideas Qptl1111:;las y de superioridad personal" (Ibidem).

Sáe nz alrilJ\1ye a la 00(' ,1 - pOr lo menos, en gran parte - la psléologlil del ind io ete la sierra. "En lugar de la nor· mal reacción f]U~ el sentimIento de Inferioridad debía engen' drar en el sern:lnO, se apreda en él, e l "alma <1e! esdavo" y una pasividad que l1e V::1 nI sorvlllsmo. Su r el'1 lgnoción frente a las injusticias que con él lie t.'Ometen HOn trarJiclo· 11111e8 en el Perú. Sus reacell1n.es !>610 son explos iones momen t{¡neal'1, zoomórfkllS, produclda's lmlca menLe, cuando la opresión y el abusn, lo lIe¡;¡;nn a le¡;j()nar fl slcamente y le .!Imenazan la exIstencia y en e¡;!as l"(':l'ccIOn cs rlemucstra, una vez más, su inefl ex ii)\Ii¡jad, poi" lo que le resultan siempre Ineficaces.

"E Stas alter<tclon('s espirltu[lles -con1.lnÍl3 el autor­dan lugar a que todavfa hoy, en muchos lugares de la sierra, el elemento pl'oletarlo eo:t6 sometIdo a un ser ..... llisnlo escla· vizaJltc , que se originó en el Coloniaje y del que -por la (¡bulia qu~ la toxicoman[¡¡ le genera- no llene gr~n In terés

213

Page 103: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

por Hl}f!rl,t\t·se". Y agrega : ;'!f,¡¡te mlSn19 IndIo o m~li2o. l'n Ol ros lug;¡l"P>I del I'f' rú. ('n que !lO s~ p<1dt."(~ la toxico· milnfil . \.t.''1a. y t"lIta de amfJll:-¡f las l eye~ que le g3runtiza n Ji.! liucl tRrl. nn llt'l·mitie ' H.h. fIU~ so le explote pc; r el haccntlatlo o se le ,," je pOI' la autoridad , como e8 la regla cn la s ierra" (Coca . J GB).

El m ismo 3utor . al refuta r la tt'sls racial que a tribuye ;11 Indio clert3 ra~lidad m lf)tel·io.sa que le empuja al consumo de l a hoja , observa lo Hig ulentc: ·'t .. a carencia eJe ambicione, y s f;:ph'ncione!i que e l t!oqlle ro demuestra. Iu padecen en la ~ ier r:.' . e n idé n tll'O grado, e l inrilo puro y el mestizo (cholo ). cu alq uil'l'a yue sea la dnsls de sangl~ dt' otras' razas que lIe\'e en sus "P-lltlR, a condición de que sea hahltuado a la {'()('a y este hilhit,o es la reg la en la da!!.'e pl'oh.!UlI·ia dt:! la l;iierra, C'\Hll!]uiel'a Que Rea la raza que 1;1' oi,)¡::erve. Elemen· tos rilclalmenw idén tico~ a los de la s ierf¡¡', quP. v iven en otrtts regi<'lncs d('1 P~rú . s in toxlcom:l ni .. , se comportan lIor· malmenll!" Ubidem .• 173).

Cb('¡¡I~mo y h:lmbre hun eS(ado (ntimamente unIdos a lravé~ de los s ig los y s lguell está ndolo_ 'Cua nto m(¡s come ~I in(ligf'lIrt . ml'llOS mastica h<Jjll .<; de cot:a·' . compruebA el flnl'tor C. A_ Rlck etts. de At'(·(¡UI¡)a. Pt:rü, en ~ 1I monogl'~fla PU1)1I'·' lda e n l a~ Acta.'! cI('1 Segundo Congreso Médico S ud· am c>ri(',mo, <:e.let'lrarlo en 1943 (Clt. en e l Tttfurme del men · cionado or¡.::m ismo de Jo!:! N<.tcion es Unirlas, 29) . -El problema prlnd pal. contin úa 1:'1 mismo autor. ('s (' 1 del 'hambr e y .se lo del)e C\"lmbatlr con métodos sociales.

El r epre};enta nte de Bolivia en la Conferencia suhre N u trici ón . convocada por la Organi zación de la!; N aciones Unidas para la Agricultura y la Allm~nta.cl6n (FAOl, en 1948, s'ostuvo q tle la alimentación insuficIente ('('Jn que -v Ive La J)ublaclón nat iva del pa l$ I:rea un estado crónico fle ham­bre qUe 5e alh'ia o d istmula mediallte e l u ~o de la coca (lbidem. 29).

}'ero si bien la coca l:.ermlte a l obr(\I'O l'e.3I!z31· un trabajo dete rminado bajo su estimu lo inmediato. ~u Ol'sa­nl smo !;.c I'bi ellt e ¡¡el'i¿¡mcnte con el Uempo y haCe q u e su c,,"p,witl¡ul tota l de traJXljo sea relativamente pequena t.1I}'itl~m, 28 y ::;i g.). Ocurre esto, preci same nte, a 11es a r (le L:ls eoodi­dOlle~ que el IndIo tiene, en ci rcunstancial; fíJ vol'alJles; para la I" bor continuada y su habilidad tPcnici!.. La mencionflda Comisi(¡n de las Na~ ione!) Unidas romproM en e) terreno esh "nowhle aptitud del in rlio para el trabajo in(luslrial" (/ /J id"m. 33).

214

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,ltI.<,.,- 1"' II ' j: l , ¡0I i h l-'1I ,. I dgi " IIÍ ~~ ;¡ :u '¡':" n lÍllo, /11 -,;0 W 10 .1, . Jo~ I' rinlf'l'(IS (·n ¡l.I_~ , "; .... i·1I 1l 1;11i(·,I-: , le 11Ii;tol ' j¡¡ dl' la \, h 'lIpltl

l'1l "1 "ojl li n/ 'l d n 11 .. 1' ¡ : ihL l:.~,.:,f ¡:' J.

" ]": 11 ',·\,(; '] " ,' 11 1r ' :¡ 11 111''' ,II '! " \1-1 10 :;\' ,¡tiC' dln bizo .:j¡ I'n !nl'r;1 in'I1 I" 'lOrl ,.:,.pl'( ..... ;¡ - . • 'lI n' Jll f· lit rt'rh ::¡ in::l5 n'mOI;' :.,. " n" II('" I I';1 '·"W·.' lrk .I.I,¡ " 11 1 .. 1 ¡" 'iH'(' I' quinto cleI s igw!?llU' '''' Ig l n , p:1I 1I :1\1'11'1111 "lrld" n l \; 1 1¡i ' '! 1 l ll c IH" I 'altl¡ ' p<JI ' 1.1 Jl1ü l'W ' ¡id a d ¡l lI/' s(>' nll" llIj ,' ;'11 1: , [ .. 1:. d o! :-;\:111 1(. Dom Ingo ( litl7 1, a tri ! IJU11l() I tU" 1" " , ." .) "¡¡~i d ~'r¡'" ~a . 1';$ l'l lwinwr h bwt'hldol' rli,' ¡f ':-. r ¡:lj¡' i< d I' ( ' ¡' iO' !i ',bJI I {', ,)( ' ll (' 1 'I\J~ h;11)1n tk t 'sta cpidc m ia ( 1'C"lJ II ) (j ·.!\n;::h lt ";1). Sil1 <'m l),'r~ 'l , .l') D r. ),10111('1111 e n ~' ll lI isl.Qi l'(' fle 111, Vm.:,ill ' · h:w" i'iuhl r :1 2U ~ fios a ll "l~s' la fcdw (1( , " \\ ir1'l1" 1) · till·I' ~ 1\ ,1 ,\III, ' I·\¡ ·; . Y. -.Ul1l. I '¡ tl l ~ no inulca 1"011 (·x¿¡ \: t i. u c! lli d 11I!~a r ul ~;l (-¡"'C'a ti " " ",I ~ p"jm"!'::,, inmigl':1 cit.n m'Jrl ,j.l.1. 1110 I1n·, ,·s ;, 1, ,1 \ '1/ 1'1 .lf'(·"I ¡,rla . ¡;j se- n~~\u ' l'd :J qu\' prt'cb:lnl f' IlL,· " \1 , . l (i( 'III I'o 1;1 \ i !'II (¡ !,1 tI (t \ 'a~ t Dha lo r:u rvp,,- y (¡tl l' las , ·ll:,I'I·Il Lc:na~ .... IOtla ... 1;11; uf·m5s meuid ;):> prc· 1';l IIC'! ,}nillc/, , 'oUI 1';1 /·t f1.1J::(' ]( ' " , an, ~. il .() (l l'g(,'OnQ(¡ldH!;, I.: tHUlc! Co

11l t-l1f.'¡'; [1~ ll\l I{).<: tI" 1 .... "· :1 Iml" iT(;JIl l'l " p:.u·a l,i1'< !jl' Q';t l ul·t'H1S ,ivl­du ... lit· !' i l) IIO:.:.-.: ' ILIt' j (1 il h:llhhri, ·J\ t .. r; hu it r cI" 1;(' echaron .!lO h l"~ la;;; hu!?Il .• :-, d ,~ (·n l .. n. "" 11 I" l lo!l /'lIS \-Iclm¡, y tod..¡s :W~

,el1 f f!rm ~" 1:\( lt· ¡;.

" 1<1 1,: loI l'e F r:,}' ']', 11'11'>1. , ~ k ]\,·u,!\', nu· (, J\lüln!Jn!a al f:~ " Iu/U;". la;o.. , ·:' u .... ,; ·. , 1\' 1;1 'l l ..... p"I ,I ... 1" 1' ,1\'1 ¡UI\ /N' IO lie: 1 .... ~ I ncus, irl !~ 'fll'rt! :1 .\ \1'7: P!.J¡'!;I"', 1111\'" l a" ': Il;d r,to; 1:\ v ll'u elü 'fi,:nu'u eH d 1'1'111H'1' ,, ' I"u íl),I . .v .I;:t·q~¡) : ' o: ~ l a I"nr~rn¡(',jad HHí ' Ilev"da IJO" ll,·inwl'.:t , -('z u N UC'"l'll r:",pa f1 :, .-.n ~I il fl o ];'i20, por un es· 1,'\<1 \(1 d e I; L t:9 mlt iva ¡j " I'" nflln N<trv.ocz" . Fril.Y Torihio il.~ t' Aut·Oi h 1.\IJ(;'I ' mur-rr .. la miWd (le la potIJad" \l (le las PI'I) Vill' ¡I.J!!. en (1Il{' H't intr".l l1_!f/' ,XI.

"~;I :,hate }< 'l1 i pp() SII I \·ud o! ', · \;i]1j. 1,' 11 " 11 J': ! l .~r( !/O 1/" n ho· t l) r ! a , 1'1111 r if'lllIi! -~ '1.1Il¡ ¡'11 !:l [ " 'ntr¡l- í!je (' ' 11j(' H ldos los JI . 'In). ... (jUf' 11,1 1" 1\ 10 . CII ' O'. ' , ·110" In .. ,~:-;. ' rilo ... ¡Kl r l:ónl¡¡ra. 0 vh.·-00 y nl l' '' /' ni "" ;,rl ' ''d i¡';\lll ¡¡ '1\10' pi Ji! vÍI' l1t' l;l. n i la rQseol:t (rt1r,lI i ' l) h ' ll'l; l!I !ooi ()¡', , (, n· ,ddil-: t' \1 A I'I(·rin.L lll)t e;:: d~ la ('on · (} uht". :1~(·~lIl';l" d(.o l ,jIUb¡<'1 1 ' 1IJl' J u i· 11.w:lda por u n s o ld ado (11 ¡ ';ll lfl !n ;\';\ I' ~ ¡I ('.~ •• V /1 \1" ",. "x( " !1(Ii (o in co n tin en ti en l,a. ¡!;la de ::;:1)110) 1 h,I ¡li llj.!; ('I, I ,~'~,i lll¡ü ll\(''t'' [1 p 11'3'<; J,;la:; (le las Anti· 11 :1<:: .V. (' 11 fi n . a t¡,olio , '1 r ,¡IlIiI",'lI l·. ,10n do: hi y,Q esl l'ílgo~ " (lU).

Jt,'I' Í1II!!l(l'bl' ;1 ;\1 /" \ .1 1':"p,III<!, ' 1" '¡\1' 1('t 1ll<lll i' habla el", 1.., ..: " Cn fl:I' II)(>II:\fI, ·,; ('1 ,1,\ 01 \": " )" .1' : q n " 110'1 !'H lCd fit': 1 y Ql1l'

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reint!l'úJl prlnci ll;¡lmentc en 1515 y 1576, muriendo 800.000 Indiv iduos en la pr i lll~ra y más de 2.000,tJOO (dos millones ) en la seg,m{\a, según {'álcuJo exacto t.om<ldo de orden de 101' Vir rp.\'es",

"l-'<!I'H lila qu ':.' no estén fanllllariZÓLdos con la historia de laR epidE! mlas de- América ~mcnta Penns-, tal ve?, ('stas dfl'as nlllrmCD y hagan naccr en su esplritu la duda , Sin f'mh:u go SC!1l mlwl10s lOS hls!Orladorf's Que hflblan de ellas y hn~ t il huho un m~d!co figu rólndo m t':se luctuoso f'scenarlo Jev:lntlulo un dr.1 en ¡;uc ln mejicano, para mostrar al mundo que 1.1$ 1)l::st~s (le Amérlca en n~da ocblan ceder a las más morlífcl';)S y f.'~pllnto~a¡; que C\lE:"nta la hurnrlt1idad, Esta pes­h~ ('onodda con e l nomt'll'e de AIntlazalllllltl (¿no será lit mis· nI:'! llUP r\!"F t' rjh ~' ('1 Ahate OlliJ, es decir el II¡tü~(nwtl, que fué una vl.' rd.ul· ni viruplll?) ¡;e vló E'n Méjico al decir de Malte:· BrufI (' n rCIX' tldu.<; ocasiones -J 545, 1576, 1736 Y 17G4- pero las tluti nrillll'r;ll'i rupton, a no dudar, las mas terrIbles" ( 1.1),

La cpit!cml;\ de 1576, f11.1l! tantas vidas segó, tllvo "la CiT' ('Ul1slanci.<'t esppdal de no ata¡:3r roá fl que a los Indlgmas" (J31. "SUI',Ift' :Jqul linTlUt'vo dOlto y es Que el Matiazohuatl ('1':\ Ul ;í~ gr¡¡w' y ("o n!;¡~ ioSQ cnU'c los indiOIl. Ahora bien , la oh"l'n ';')cltin .Y 1¡, c>q>crlcnI'lil nos han <If'mos(rado sl?mpri' ¡¡ue la vln 1t'la Cl'i en los Indíg{:nos t!'I j)t!or azote, que mata u CU3ntcs jn vOldc, QUe. r cvi.o;; te t'n cll(l¡; la fOl'nla he morrfiglca, y J'lu alml·n!.t>, qUe los rnodal idlld~s anormales de la 'VIruela ('s Igllal llll'TIle ('.ntre ellos la nogla comón" (17) ,

Opina-d hl¡.:J.:.ni sta :1rgC'nlinu que "la Introducción de la vinwlu, enkl1lu!dad IgnonuJD h"sta (~ ntonces en América, y ¡:um:Jmcule ¡¡('Jigro Ño"l en este clima, contribuy6 tanto al ex· termln io y ¡:¡ la des[lólJl~cl6n del Pt>rú, que pocos aftos des­pu~s rlf! su r onfJuls tí\, pareela aIJoolut.amente increfble lo que se d ... rf~ de su llI114;uu y florecIente estado" (7) ,

De Chll.r, lo más probabll.'- es que la aparicIón de la vi· ruela. cm forma epidémica, ,~c h;¡y<l I'eglstrado E'n 1555. Hu· bo una ~E'~tnn!tl ('p!{\('ml a que atacó n los araucanos de 1590 a l t:l92 (I !tl. EIJidllm[ils muy Kl'Rves fueron en ese país las de 1654, i.UnO y Hir,-I. "l!:S[;\ ep!demla mostr6 un hecho cu­rioso - ag l'pgn P~nnél, refiriéndose, al parecer, n la de 1664 -¡al cual no t'stab;lll aco¡;tum bro.dos los n amantes domlna· !lm'cs de Amtil'ka, y es que 1'1 viruela, más que en los In­dfgenas, se t-m:¡¡lió C'n ('1 e jérc ilo español" (23). A fines del siglo 17, en 17.m y en i17R7 se recuel'dan otras epidemias de virucla en Ch ile (23 y 29).

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De la obra DescrillCiOn de la PataoonJc, por el Padre Tomás Falkncr, qu~ era médico (lncl ufda en la Colección. de Ob1'a3 'JJ dOCUIIIC11I(, • .,. Tr!u(ivus a la. M.stoTia de la Prov¿n.cia del Rio dI,' la Plala, de Pedro d'e Angelis. tomo 1, p , 36, 1836) , transcribe Penn a este párrafo: "Las, vIruelas Introdu' cidas e n el pars de los Arttuca nos IJar lag Europeos, causan mayor s estragos e n ellos que In peste, deso lando villas en. teras con SUs mali gno!; cIí'ctos, EMe mal es mu('ho más fata l a estas gentes q ue ti los eSp¡¡ñoh\!l o ncgros\ ¡lOr r:;¡zón del grosero vestido , m:;¡la comida , falla de c.obertura, medicin a y cuidado nfet'sa l'lo. SW;¡ Jlilrlpnt¡>s má s cercanos huyen de ellos para evltil r él mal, dejá ndolO,: perecer aun en medio de un de¡:ierto" {25) ,

El Paúre Falkner m encion .. una epidemia s imilar ocu' rrlda en Bur nos Aires en el sig lo 17, que ¡;e ex tendió a nu. mel'OSas tribus de la Pam pa (23), En 1761, agrega Penna, hubo una gran epidem ia de viruela en ambas márgenes del Rlo Uruguay, a cons(X"Ilencla de la cual murieron 7414 In · dios de .21 r !'ducciones (27),

En Brasil se "cepta que la vIruela fué Introducida en ¡(IDO, proveniente de' la ('{)s t/l O~ África, aunque parece cler . (o que habia rel_llallo epldémi caml"nte el! Ba.hfa ha cía 1563 y en Marañ6n en 1621 , dOllde igualm ente la Introduje ron los buques negreros. " F.I orl~pn africano de la .... Iruola trans' portada al Erml.!l no ['lll n .le \;(' 1' oisc.utldo hoy dla" (n.,

lAI vac una a nr!v:'!r ifílicn fué fll lroduc!cla ro Brasil en lsn4, En Molllevilleo, Hueno." Air es, Pc.>rú y Chile en 1805 «1), '

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I ,

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I NI)JC~~ AlFi\ BtTH;:U DE.: I\ IATERIAS y NOMBRES

- A-

Abad QUl!ipu, 75, 78, 126, J 64. Ab\!lp.du"" e.a. Absoluli limo l' lIuritUnismQ, uiO. Al;doll~ro!l dO! vm¡uerÍlIIS - en ~utm()ij Airtlll, fil • en ,,1 Lit,, · nl.l argeuynu, ó l • en el Jtio de la Plata, lU8.

AC(tIj(p, afio Agia. HIt. Agrku llol'cs (pequcil~'~). 52. Agricultura y si!ltc!llIa dI; CIIII­tas en f!1 Incarto, 82.

Aguirre Beltrán, 6,0. A!ooho1i1l1ll0, ]9').

Alfonso el Sabio, 8.4. Alimentación. 197, 2H) , 211. Alollsv l X d p- J.,e'. n, M . Alto Perú - Ol:'SpoblnciÓI1, 8fi , A ma n¡ (Topad , 1.40. Am autaN, 21, 25, 3B. Amé rica española _ aristtlCr&­da '1 pa lIer im J)eril\l, \ 6 1, !i;:.! - Tglcsia y poder imperÍ¡, I, IfI~ - oli¡:en tle los pobladores (o u-'ropeo!!, 63 - venta de t:a l"g ()~

publicos, 175. América hi$pllnl.1-lu~a - dase media 1ural, ~O.

I ,() .~ tlO1nU1'CS en. n egrita co· r7l'¡! I'0nde1¡ u aulo-reil

.'\nu!rkl\ porLuguesa _ uri~ll de lus p<lbllldores <!urop~o.s, 6a.

Amunat.,gui, 50. Amunálegui Solar. 125. AII¡(diri. 21 7. Ang-hicu, 2 1,S. , Al1lequera y Ca" tro, 97. Antillas - !uglt ole. esdavos,

14.'1 _ .... iruda, 216. A ll üll:\s brHliniC8S - lI,l'istocra­da y pode1· poHUcó loca l, 51 -latifundio. 7(l - 111//)"001/ caULps, H 8 - miscibilidad SuciaJ , 96 . fHJbladón blanca y negra, 49.

Antil1M1 danesas _ inaentu1'ed líervtlnt~. 61.

Alltioquía , uesclasacios, 126. Aplie:ldón de la ley imp(!rial ('~ ¡¡H.ilnla, 176.

Apunte (t'uns ,liradón de), 141, 146.

Apt I1l');;e r , 1·18. Arbolf:'C.la l.Iureltlc, 174. ArdJa FlUill/:!, 148. .J\ ri. 'lI ~' II la (ndia, :t2. !\ ri st,wraci Ol • ole Carolina del ·Su r. 48 - de LJlna, 93 - de ~UC.V:l TnKlnlerra, 4.9 • regio­n al CYI I!l l " cario, 20 _ t'l:<l!;iQ-

11;11 entre ]lIS suecas, mayas

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Page 106: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

El tt1cae, 18 - te rritoriAl en Dra· sil , SO - y arte, 2 4 ~ y C(lmu~ nldade~ IIp;rarlaa, 18 - Y poder. imperia l en 13 Amérita es:pa· ñ(,la. 161, 1(;2.

Armas (prohihiciún de portar-1M , t'1I Perú), 147.

ArrendaLo,rios. 90 - en Nueva Granl.lda, 99.

Arte indigena, 25, 27. A:rtesanos. 52. A!"alariados, 51. 103. AljsmbleRs en las comunidades indigenas precolombinas, 16.

Atieo:r.a, 145, 197. Ayllu, 15, lE! , 11'-Azoar. 13S. Aztet.l1s - Rrte y artea8nia, 39 _ t'SC lavitud, 37.

A;¡;ú car (islw; de\), 49. A1.tlCFlrerol5 (propjet.srl()~ de in­

J(cniQs) - en Cuba, &0 - "'TI VerAUUl., 50.

-B-

Bahí:l. - viroda, 217. Bonoa Oriental ~ cOlllerdanws,

51 _ dese/asados, 127 - estan­deroe, ál - saladerista!l, I;J. llandeira.~, 117, 139. Bandci ranles. SD", 86. Bnrll:ldos _ origen de los pobla­dOTe! enrnpeos, (;5 - peQueñ~ propietnrios de la tierra. 76 -población blanca y negra, 49.

&ned. , r;ll.Oll, 135, 14'7. Bf:lrro~ de San Milláll. 139. H/l fT" 182. U.endr~. 8:1-Benrd, 49. 122. Delgra !10, 76. ~enl!dh:to XIV. 182. Benítu., 13R. Bivero. 162_ Blanco~ en In estratificación la.

tial. 53. "Boli ... ia - eocaÍl;mo , hambre,

2 14.

220

Bosdl Card., 37. Br:ahtrl~ne8, In. Brasil ~ aristocracia tenitorlal, ~ . bur~uesí9. clJlI1ercial, 80 -~ Cá.ma.J'88 Municipales, SO -clGues faze'ndelru$, 176 - cia­se media, 90 - Comp01l h:ill Ocral 110 comercIo de Grao Fard e Marar/hao, 140, 161, 182 -.. dese!llsaflOll. 128, - fa ­ze'ndeiro.' de en/é, 50 - fa­ze'/ui firml rfe gado, .aG, 50 -Iglesia, 128 _ Iglesia y podu PQlftleo, 16-1 - latifundio, 75, 76 " levantamiento de. planta· dores y comerciantes, 139 -mercaderes., t1U ~ "líncirado­res, 50 _ miscibl1iilnd socia.l, 95 _ negreroll, 48 - nooleza vi­~ntin., 108 ~ Palmares, 1010 • revolución de MaTañ6n, 139 _ revu~lti\s de lHa, Mina~ Ge­ra.P'/I, Santo TomAs, Mnr/lilÚll, Ml!.tto Gl'OlUlO, 140 - senl,()Tcs (fa OTlgetlllO. Ml. ,l a. ~ '<' ime­la, 217.

Buarque de HolI/lnda, oo. Buellos Aires - 3teloneros de vaquer.fall, 51 - comerciantea,

. 51 _ e riarl(lt"es <I~ ganAdo mu­lar, 51 _ delldat>af!Q!t, .1Z6 - es· tancieros, 151 _ viruela, 217.

. BurgueBía " come rcia l de Perú, 95 - de C6nloba y noroe!rt;e de Argentina, 51 • mjnera de "Brasil, 85_

-c-Cabildos, 79, 172. Caciques (enriquecim iento de),

144. Cu lanchA, SO, 133, 34.. Calm11n. 9.4.. 133. Orllpí:r:ius. 52. Cal.puLLi. 16, lS, 19. Cámara Municipal, 80. Danek, j36 ,Hit. C.afl.ete (MarquÉ-.s de ), 116.

Capitta l finllncieroeomo factor eu In estnlti.f icación social , 4ü.

Cnllihllj¡; ffl o colonial, 43. Cal,litl\listas del t ráfico de mu_

ltas en el Rio lit') la rlatB, IJ t. C4rdellas (Ver Paeh~o) . Cartos publicas (venta de), 98. GarlOtl n (Gran Dt"f;llD.ña), 11;9. Carlo8 V (E"paña), 33, 65, 134,

158, 162, 1&;, 167. 178. Camelro. 148. Caroli na de l Su r - aristocracia

y eSCla\'08 negros, 48 • mer­caderes, 48 • plantadoN'B, 48.

Carvajal, 62. Castaa _ NI América española, 12Z - en la India, a l - en la¡¡ colonlaij británicas. 123 - en las colonltlll ell].lañolas, 611 -entre l(ts incas, 17, UI, 20, 21 _ entre 1m'! mx.yas, 17 - su ori­gen Í"n la il sociedades indlge­nal'! prec(llombinas, 17 - IIU migcn en las sociedades pri­m itil'a!, 16.

Cailtellfuerte (Virroy), 83, I IU. Ct<r".nles, 1;7. C"ullnl"" Sala2.ar. 59. 89. Clanes ¡a:u:ndeiros, 117, 176. Cla.se medi/t, 63, 87. (03, 104

- e I,glesia. 56 ~ e l n11Uisicií,n. 56. 68 ~ en r.lmA, 89 - en Méxi­co, 89' - movilidDd , 87 - rural, OO.

Clase I!ocial de 101 despose!dol!, '62 - de 1011 poseedores. ~l. 103.

Clavlgno, 37. Clert), 51, 52. Cilho, 89, 9:1. Cocaf.llmo, J 99, 203, 211 _ Y hambre, 214. Colomb¡~ ~ comtmidadplI ind ¡¡e­

n Ml pr(ltohilllllrl('as. :B. Colón (Cris tóbal) , 216. C...,lón (&rtolome), 138. Colon¡a _ com"rciantes, 61. Colonias británkM de Ambiea

del norte, ñl - It ri" to~' ra dllEi y poder poIltico local, 81 - con~

{lictos de clases en la rev'Ilu­ción 1/e la independencia, 142 _ latifundio, 76 - m 4 r o f) n Cd/JIl).~, 148 - origen de 101 po­blador~ europeos, 6-4, 65.

Colono! , 90. Comerciantes ~ de BuenO'B Ai­

res, lil _ de Cuba. 50 - de la B:l.nda Oriental, 61 - de la! ciudlldea de Méxlcl'J y Lima, 60 - en Isa órdenes nobllia­rias, 99 _ expor tadores e jm_ portad...,res en México y Pel'Ú, 48 ~ minoristas, 62.

Comercio en México, 69. Comm/ll{t<r (Ver Mori1!.on) . (..'ompa}lIlia a eTal do COllLer­do de arao PaTd e MaTO.­?lilao, 140, 161, 18Z.

COlllpañíM de Jesús - en P ara· guay, 9'7.

Compañ iA Cuipu~oana, 1 39, 148, 150.

Comuneros (levantamiento de 10$) ~ en Asunci6n, 97, 139 -en Bogota. 139.

Comunhlan agraria primiUva en Amó!icn, ] 6.

CoOf:Olorcon'o. 60, 127, 168, 195. Condic:ioni!s de trahaju y de: vi_ da, 195_

Confederación IUteca - su ori­gen,17 .

Conflictos _ agrarios en Nueva York, 142 _ de clas~ en la re­volución de IR hl(1ependencla en 181 colonias bri uínl /'as de Ameriea del norte, 143 - de Oliltamufall (;on el poder impe­riat 159.

Con i, 61, Il4, 202. CO /1 Jluista - en las sociedades

ind lJl:enall pn"C¡J!ombin8.lI, 16 _ en ¡all lJodedades primitivas, 1ij.

C"n¡::piraó¡;ll de Aponte, 141, 146. ..

Córdoba ~ burguesla, 61 - enco­menderos, 60.

221

Page 107: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

('orllf'ju r~un¡n"II', 150. Corlé~ (jfrrm1.J1) , 33. Cj..l rreg i ,lor~tI ~ f raudes a los in_

!iiull, Hi. t: ri llri.rr('~ II e I!;anado mular e n B lJtno~ Aires y Litoral }IOY ar~<!ntiI\O. 61.

Cun(l'QuJl, 197. Cuha - azucarero", 50 _ cnmer­el.ntes, DO _ conspiración de Apontc, 141, 146 - '¡es~lasa~ dos, 127 _ Guerra d e 108 Die?: Aiiu~. 108 - hneenda rlos. 50 _ las tropas de lIolufll(111US des­pués de HH,8, 175 - negTer'O!I, !iD _ oliKarlluia aZ\lI'1\n~ra, 1M _ \'('gul'rulI, HiK.

t 'uro - I!'tc,mtl'mh'ro~, 50 - pro­dun' iün, K7.

-CH-

Churles'on - an!;tocrdda, 48 -arLO!tnr.rada )' poder Jlolftico luc91, 81.

Ch¡bdHI~ _ ('oU1unidades, :n -eltc1avltud, 36,

Chile ~ desclaSildos , 126 - CIICO­lTl<i!n.-l('rol', 50 - inr¡uilinoa, 84 - miscihi¡¡tI",d 8(.>('ia!. 9!i _ (llj­

garf¡uia d n trrrnwnicntes y encom('l)(lrro~. l O!) - jlrhner mny¡¡l'a;>;~o , 1(.17. 126 - virue­la, 216.

CMve:r. Orozco, PO.

- D -

Dl'cnnpn cil'l de ¡'~lIpañn y 1'o1'll.l* KtI.!,44.

lJ t'S<' la ~a,lo~. 11)f1, 116. 117 _ ~II fWasl!, 126, 127 - el1 ' BU(>1109 Aire~. 127 - erl Cuba. 127 *

en Cl1i1e, 127 _ éll lli Banda O riE"n ta l, 127 - en Nue\'a E l>­pafia, 12J - en Nueva GflUla­n:l., 127. Dello{'uvadú~. 11 , 116, 117 (Ver lanlbic\u Desclasados).

222

U(':'l(r~l{a"ltad6n de la t,amilia, I!)7 •

!1(spol,lal'i, n de! Alt('l J'orú. 86. n"'I'I)~ItI ... >;, 5_1, 159. Ditotom ia er.omimico-~ o c i a J ,

LUSo Difr,r'e llc.iación élnr...tI. como r('n­secuenciu d~ la dilc renciaci.;n \o1 odal, 54.

Oj¡;loeacjón ecollómlea, 193. Dislcxllci,' o BociRl, 190. Didll ir)11 del trabajol 69. Dominica - poblaci6n bhionca J

m-gra, 49.

- li:-

~~¡'on ('1 Il¡ll de la América hia­l'anQ_lusu, 4:1 - y a r le ("1 las .~tldedad(' ij iudígen311, 27, 28 -Y mo!':!1 en el l11cario, 34.

FA.:uauol' - !'1!\'oJucl'\n ,le las al· ealonla,,<, 1 31~,

Ed",·ardlj. 95. EllIbOll.has. fIf> . !J5. Empleado;;, !'i2. Engenho c Igl esia en Rrasil,

-,6>1. E ncomenderos - de C6rduha,

CUYQ y noroeste de lo que hoy el! Argentina, 50 - de Cuzco, Char C3!!1 y Lima, 100 _ de Chi ­JI", 50 - di!. México '1 P eni. 50.

Encomielldas - e inmovilidad !IOcia!, 82 - en \a l"nna eión de estrato!! so~il,l.!es, 56 - el' Linla . Quiv. y Chareas, 82 . ('x!.i.nr iún. 83 • y. latiIundjoB,

"". E pidem ial' . 201. Epoca )\ estrato sf)(,'ial, 66. F",clD.\'itud, 104, lQ7 _ como fae{r, r de cornl¡K'ié¡n soci al, lO!:! - en CUTolina del Sur, 4R - en e l Jncari (l, :IG - ('ntre 106 a%te­ca.-, 37 • entre los cfL.ibcnu, 3S - ('ntri' toll Illayas. 3& • entre 1M tUJlillambáes. 36.

Esdavos - nfr.icanos en MéJl.ic.o,

(;0 - """1'" 111>;,' ~ t~ ·!;~I. 5 1 _ 111_ lo:ill\·, .,I. 1411, H Io! . 1"\"IIHI1,I" U;il'l,If}_~ f·JI r ~" ,·,.I" II;:t,. ; l il:.­lI in!,:; ,ilo '\' 11 1'; ";" 1\ ,1,1 ''' '1'1' ', 14:1. _ .,ri e" tal .... ,. " u M¡·xif,'/,. 1:0, 1:1.

K-;J' II IIU - tI"LtI ,I,'" d:¡ , 11 _ ,._ I l'udu,':;¡' ~r,~m,)m i "1;1 \' 11!1i.lad mll:i ~ 1Il8 1 , 44, .

E~J!aill\ (h"'¡ln tam;" n l f> ,r{· G ual t I. 79.

E$pañ" la (IJ>ltt), 2 1!\ . h:\' tII11;\. u:kntll (j q J{Ol¡lÚlI , 13-'. 1.14.

ESl'c{·uJ.wl<\ll r ,.. I:!~. E~ I :"l' l i"(';I;"" _ ""i":-"Il y fn n_ ,.¡ •. or¡ südul, 17.

"; ,.¡t~nd~I''' ~ - t·!) lI,wll tJI: Air ,·" X ¡. H",.al hoy (H·I~, ·nl ¡" h. r,l _ rn el r:lo d,' la l'l f.I H. l "~ _ "l' I~ R.'In.I., 111·¡"nl l. l. :, 1.

~ :~I. j'allr ¡ rtlC i.j11 $ ~,I'iI, 1 - ¡¡'I 1.1 .'\m,éri..,1 l , i ¡'¡ll:1n,, _ !u~f\, Ir, - .\' " oll<':; i,' 1I ,,, .. la l, !11o! _ \; porkl' po][li<:" I(,~ ¡il. 7!'. .

- - F · Falkn"r, :!.17. F'R ?pnda. (" Tr-I .. ~ht "lO nr,,~ d ,

1 (\oJ. FSl1f.('n,Jl'i r<, ,. • ,¡, \,: , 1"', rJ11 " dr g:ul fl, 4 1\ , litl, 1lI~ _ ~'1'll ¡,(u< :;' /. < ¡UJ~,i fH1(>VO.s . ¡-¡S. t\~lipc JI, 1m, 79, !lS, 1 :H, 16fi, 1~(j.

t\'r'13ndcs (Fh)r~¡.¡ I¡Ín). !I(;. }'crn;:¡mlo ,,1 Cr,to·'licII. I ;'~I. 17<\. Fc rn>tlltlo ('j !-\ltulv, :J,I. ¡.'in(,)4 H. 1.7(; . }<'I"I'{'S . l4r¡. Fore.iros, 90. l~ r~yt~. J27, 1S1. I"rin$. l:!fi. FtUJri(O!'IlI'r¡"". fil, [;,2. F Ul1cione,:; l ,ü lo li~:J '" 1'11 b~ ,~I_ ~1l111li~adc~ illd : g~II:I ~ [".,.\., .... Jombinm.;. lG.

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( :lII\;ul"r:a 1.: 11 ,\l,"l<i,:,'t, 5!I, ~17.

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-1-1-

II cl'l1iindo, H.wlrlgu('z, au, U4.

- '1_

1¡;lr"ja - (' '' lIlO indor SUdlll , 120 - "jl IIr m.n . 121. 127 - Y el 1" 01" 1' imp:' I'ial ('IIIIf\ilnl, JU3 -, , 1 p,,, r" r lu,I; l k" e n Rr:. .... i !, f ,; 1.

Il\1lw l' .... i. : : ~. 1/ .' 1";" - l)ri~ t ' \"' IH' ill InÍ';lir ll,

::11 - ,·,,,, :o ljlOlI'''. ~ :!! ', ~'1. 'il:~ _ "\J1\<lllb· t... 1 7 _ l'cunum ia ). ,numl, :;., - ('Uw ~ odill, :1;.1 -. '¡w la"i t ml. !ffi _ 1ributu, :J5,

J 11.(/1' 1',/ 'Ir¡ r'M'II · (IIII.~ . >l1j , 61 . I!'}.:

Int.lj,, ~ (tu, ,; , (lo · ¡;u iuf"ri\,ril'jau r:oci:ul , :.!14.

II 'U,\/ ,-¡\I, lw l, 7(\1 71 , 'i~. 1, 'q lli li!¡ (·:< . ... l1 (' ¡ ile, 84. 111f¡ lI bwi';ll. &0, 63. I"ia!' u;> 1 ad-ClH' lu;stoct;3cia

r Iwd"r Jl(,)lítico l(oc:. \. 51.

-J-

4",1'1-1;,·'1 _ I)(>hlad(m bt&nca l' ' w,~"r!'! . 40.

.J \·lr" ·': tl ·;\ (l\'u ,l~ rivl1 ul, 107 .

. ¡f' r:¡ /'!!\I ;y,(I"li"l ".'.-rn,'imico-s 0_ ,·jal. 101.

Jmll1 r L:llo.ll. I\"l, 136.. 1:l7. 14>1. J 77, 1"::'

,11Iall:' J Itfo ill 'l nnf\:. ), :Ji!.

- 1{ -

¡. ... lIó·r. 127, 1S(j, J.l9. 1\ lrin . 07. l{orn. 117, t'ifl, loO_

223

Page 108: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

Kroe~r, 40. KsfwtrlllllS, 3L

- L-

I..nda, 3G. Lundllllun, n, 124,126. Latifundios, 75, 76, 100. Lcite' ¡"ilho, 53. León (levantamiento dJ!). 139, "S.

I..cvantamientos ~ conflecuen­cias,. 200 _ de comerciantes y pl3ntadnrelJ en Brasil, 139. -de esclavos en la!! colnlUas britAnicas cl(' América del nor­te, 142 - de l.eón, 139, 14,a. -de IQS f'.{)T)lunm·(Ii'1 en Ai'luncJuTl , 9'1 139 ~ tl(' los comun~l'O~ en B~gnlñ , 1:\9 _ d e Marni'ii>r't, 140 - de MaU.o Gr05so, 140 - de Minas Ceraes, 140 - de R¡o de JUlldro, 140 - de RoltJáll , t38, 174 _ de Slwtu '.t'01nr, HO - ¡le 'rarubohuao.::¡;o, HG,

Lnillier, 161. l.ewin. 1M. J:.,¡.y iml~rial espafiola (su apli · cacFIl), 176.

l.eyes NuevM, ~2. Linl:!. - comer'('ja ntes, 60. LiñAn y Chmeros, 1li8. Utoral hoy argentino - accio­nes de \'3quer¡3~, 51 _ eriad(J-. res Je gnando, 51 - cl'Itaucie­ros , 6l.

J.iZArrUR"a, 85. 167, 1S!), 201, "'R.

Lohmln "illenR, 99. f.l.u·ha de dafl~s en Brasil, 132. Luis XIV, llí7, 167.

- M-MlchAdo Riba!l, 116. Mnlte· (lrun. 216. Manu ,le (lhra - eom(l (Ild(lr en

ItI <.':<tra1ificl\cí6n social, 46. Marañ. n - \' iJ:'Uela, 217. Milrk, 98, 142,

224

J/m"Orm. cam.p S, US. Mart.lm''Z dl' Quijllno, 183. Marlilln )" Vela,. 137. "J',hrlín Fierro" , 114, 115. MW")'lami _ lucha de pC\luel\f\!I l!hlllli>¡lO~ l'olltra terrate­nientes, 142.

Mulluzuhldlll 216. Mayas· esclavitud, 36 _ Nuevo Im-periCt, .1'1 - p!!riodo de gJ:81\ florecimiento artlstico, 40 • .

Mayora"Zgo~ ('n Chile, 60, 101, ,,6.

Mayordomoll, fí2. Means, 63, 123. Mer.ham. 180. M¡;¡fico ~, Ti2. Medier-os, OO. j\I('o.Iina, 9J. Mendieta, 78, \89, 194, 208. M.endota, 87. M I'ndo.za, 76. 8S. Mcndota y LUl1a, 14'7. ~1('néno.lf'1. ¡'ida. l, lbS, 178, 1'79,

18:1. 184. MeITade rE'lI ... lit! llmeil. 50 -

do Ca rolina del Sur, 68. Mercado l<Tea! como fa ctor en la estratificación social, 46.

Mesta _ en México, 77 - en r\lleVfl E!ipaña, 117.

J,{e5ti~M - on 1<1 estrati"ficadón sodal; 53 - su ublcacl6n 110-

CiR !, 113. . Méxko • comt>rdo y CComerClan· te~. 48. ¡¡O, 119 _ encomenderos, 5{1 - esclt\vQ8 orielltal p. R. fiD -Kll.Jmderus, óO - b.tüund!09, 75 76 - Mesta. 76, 77 - mi_ , .. neros, 47 • nlisena f 1"Iqueza, 164 • negrero6, 60 - neiros, 60.

1't1i11L )76. lI1inciradores, 60. M¡lleros ~ dI:! Brasil, SO - da M<,xico, 47, 74, 75 • de Perú, 47, 7fi.

Mirandll, liD, 97. Misct'genací C, n, 201.

M'ilrclbiUdad, 9J. "'lita, J97. Mocu:%wna, 17. Mon, 76, 100, 126. Monarquía uni\'el"'!llll, l!i8. Monse.rr&t - pobladóu blan~ )' negTR, 49.

MonteTideo - cOInet'eia.ntes, 61. Monteils,. 216. Moral y economía en el Inco­rio, 34-

Monlea GulfluÍl, 8'7. Margan, 16, 34. !forillOft y eoamlacr, 48. e,.

81, 142. Morl .. , . 21. Motolinia, 39, 2Uí, 216. Movilidad, '10, 81. MozolI alzados, 187. Mugaburu, 136, 147.

-N-

Nac.ionel Unida!, 211, 214, 215-Nacom, 23. Nfl:rváe~ 216. Naturaleza. y arte en las 8CJ-­ciedadee iDdfgellaa, 27.

Negreros _ en Brall il, 48 _ en Cuba, 60 - en ltIérico. SO.

Negros. 126 - en la ClItratifica._ ,clón social, 63 - en Nueva Es. pafia, 60 _ íugitivos, 116.

Nehru. 3L Nobleu.. - paull!!ta, 8S, 96 _ vicentina, 86", 108.

Noroeste a~nUno • bUTgue­sla, 61 - encomenderoll, 60.

NOt'tbrop, 41. NlIev. España . de3tJasedol!, 127

- venta de bienes ec\ell.ilÍ.sticos en 1804, 175 - vlctimas de en­íennedades, 2l6.

Nueva Granada - deadaaadO'/l, 126.

Nueva lna'laterra • ari,t.ocra... eia, 49.

Nuevn York - conflictos I\gra· rim¡.J HZ • leve.ntamientoB de ek]avoB, 142.

-0-

OaxaeB tMarqlJ~¡¡ del VaUe de) , 62.

OlH'a jes (pr<JpietanOll de), 52. OHgarqu[a - azucaren. en Cu­ba, J08 - eoneepto, 1)'1 • con­f lictos C(lT1 el poder im:peria.l, 159 - de Córdoba, Jujuy y SaltA, 84 _ de encomenderos y tetratl' llientes en Chile. 109 - de teTr'8tenientes .en Nueva. York, 98.

Olivar.-,., 126. (,n!fmes flobi ll llrills, 99, Orej07¡es, 20. Origen socia.l de los colollOS - de la América española, 57 • de la Amériea inglell8, 58 -del Brasil, 51.

Of. Cal)dequi, 76, 79, 80, 9S, 100, 126, 173, 179, 180.

Ovi .. d l.> y Va/du, 211.

-p-

Paeha.clltec, 38, Pachet.o, Cárdena!! y Torree de Medina. 209.

Palmares. 140, 148. PAlo brasil {ciclo deO , 47, Paraguay - ba'Jdciras, 139 comU'leru~ , 97. 139.

Parra Péru .. 141 . Parringhln. 64. JI!'nna, 215, 216, 217. PequeñO'!! plantadorea en Ma-ry.

land, 142. Pe,dir.:40 Malh.etro, 140, 168, 181.

Nru. 203. Pcrú - conspiración de Huaro­ch iri, 146 • come.rclantes ex' portadores e importadores, 48

encomenderos 'de Cuuo¡

225

Page 109: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

Charc~~ y ümA, 109 • ~mco' nlenrlerO!l, 50 . latifundio, 75, 76 - levlllltamionto de Tambo­hua.·~o, 145 • mine MI, 47 -mlsdbilidotl ¡QCia.l, 9S • plan­ladorell, 50 • viruela, 216.

Pie6n ~al .. , 86. PHt .. , 148. Planhulurea - en Carolina del Sur, 48 • en Pern, 60.

Pobl.c iun • al margen de la poblaci6n colonial, 63, 69 - bn.. productiva, 63, 109, 110 - no incorpornda a la economta co­lonial, 68, 109, 110,

Pobladore.l1 e\ll'opeoe (origen "orial), 63.

POOl't mJltico • entre 108 ma­YR!, 17 _ Cl)mo betol" en la. eatcRti(jend6n lIodal, 46. 79.

Portl!!lI "H" 184. 146. POI"tllR"al . estructura @cen6,mi­

ea y unidlld nacional, 44 . 44 - deeadencin, 44.

PortuglJeses - BU proceio en Lima, 91-

Poseedores, 51. Pradfl, SO, 85, 12lt Prejuicio !"Beial, 97. rrellcott, 28, 39. Primera" famiUas de Vlrgi. nia~ 48,

Privilegio _ e Inmo"ilMad, '1'1 _ elIPllnllión, 77 - y prejuido, 97, P~so de los portuguelles en Lima, 9l,

Produecl.-ín rle artkul08 expor· tables como (ador en la ~­trntiflrae!ón aocla!, 46.

Profe!lión y "trato IJ4ldal, 66. -Profe$iannlell liberales, 52. ProfuoTe9, 62. P'r'tJpif'd:¡d rl~ la tierra como

t:!l(' tnr fin la e!otratifieaeión so­dal, .4.6.

Propietari os • de 9braje~, 52 - pequeñol, 62,

Puga, 116,127, l S1, l6G.

226

Puritanismo y ®solutismo, lGO.

-R-

Ragatz, 76, 96. n.mWl ~l l1'ji., 76. ltfoAl Cédula tle 27 de ma10 de

1&82, 196: Renglón y acte en la sociedad

indlgen8., 27. Resguardos indig':lnQS en Co­

lombia, al. Re"oludén • tle las alcabalu, 138 • de Tup8.~ Afnaru, 149.

Revuelta de Marnf¡{tn, 139. ~yes Cató!ieOll, 163. RickeUs, 214, Río de la Plata _ capitaIi9~.

del tráfico de mula!!, 51 . latiCundin, 75, '76,

Rfovruguay (márgenes) • vt_ ruela, 217.

Ri .... Aguero, 82. Riv-a Palacio, 126. 16.4. Roca (l1)ca), 38, 39, Rodrigaez (Nin,,), 140, Rlljll8 (R.), 144. Roldán (levantamiento de),

174 . Rold!n (Fnnd~o), 138. Romero (F ... ) . 123, taJ , IGR, 174, Rosenbl.l, 207.

-8-

Sacerdotes - /ln el lJ1~ario, 21 - entre 109 maya!!, 21.

Saco, 124, 126. Sacrificioll humanos en las 10-ciedades indi~n38, 22, 23, 32-

Sáenz, 210, 213, 214. Saladeristas - en la Banda Orlent.al, 51.

Santa Fe • vaquería!, 62. Santiago- dd Estero, 207, Santo Domingo, 215. 21&. Sll.nto~, 180.

I i I

I J

~ j

I !

I

Segregad6n élllit:a .147 tioo 8o~in.l, 6~, '

Sei'ontlo Sombra, 1 J 6. ~'~ldlras, <J L, 32. 81.ln COlapoll, 126. SlllChi, 16. S itian les , OO. BmíU. (Á. E.), 117. Senhore.s de fmgenha 8pjnd~n, 40. ' S .... I, 98.

-T_ lJ'ambohl.laeso, 14fi. T-.un.,., 80, Ta"~lly, H9.

48, 66,

Templo del Sol, 39. TerrA.sgueros en Nueva Gra­nada, 99.

TerratenJentes - en Maryland 142 - en Nueva York 98 '

ThnJPP, 105, 122. ,. Tobago _ población blanca lo' negra, ~9.

Toledo (Vil'TI'Y) 74 82 ]61 211, ""

Tolerancia religiosa en Nueva Ing-lalel'Ta, 169.

Torquemada, 87, 215, Torreta de ~hdJna (Ver Pacbe­"'),

Torres Sald.mando. 83 Th:ri~om.nJ., 199. . TrinIdad • maro01\. Catn'", 14S. " , Tu~e Amaru, H9_ TupiMmbies . eadavil:nd, 36.

-u-U1Io&. Ver Juan,. UUoa,

-v_ Yacuna antivari6liea 217 Vadio, 117. , . Vaillanl, 37, 39, Vai.'ih~as, 81. Valbu.na, 89.

Vald.n:el (O.) , 145, H!l, Valearr.el 0 _ >,32, 34, 36, 4] , \ '. Ide:¡: (Ve r Ovl ~,,). V~fluerlas • capitlllilltM en Salita F~, 62 _ ton Bueno!! Ai­res y Li toral, 62.

Vllteh" 3:>, Vcaa (CarólallO de la) 36 39 212, ' , ,

Veguerl!8 en Cuba. 108. Yen.tuel • • Ccllllpañfa Guipuz,. coan_ , 150 _ Gran Cacao 50 - latifundio, 76 - levantamien_ to de Cual 7 Elpai\t. 141 • Jevantamillnto de LeV~ 139 148. ' ,

Yent,a de Cl'lrSl'oa 'l16.b llc09, 175. VeraCTU1. - R1.Ueareros, !SO. Vinllna. fl4, afi, 175, 179. Virginia _ levantamiento de ea. clavos, indet'! t'urr.d serVQ7Jts e lndios, 142 • Prime-rQs fa­ntillas, 48.

Viruela, 215, Vuhmtari l;l9 cubanOI despuéi'! de

l868, 175.

-w_ Walbr, 65. Wf'8tp.rmarrk, 124. l\'er!t"nbalu~r, 103 159 160. Willill()D. &4. ' , Wolfr, 211.

-y-

YachahuasJ, 38. Yupanqui (Tupac tnca), 146.

Zapata Qrtill , Ver Gatiérrec NorieH8.

lavaJII, 61, 16'2, 167 180. Zona geogd.tica lo' ~8trat.o 10-

c.ial, 66,

227

Page 110: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

I I

I , '0

I I ,

La vastedad del tema (jue se estudia en estas págillas e~lge el manejo de una bibliografía extensa. Hemos hecho un esCuerzo JXlr consullar, en cad;:t pals y cada nlaterla, las obras de mayur autoridad t) flue a¡x¡ rtan hechos o criterios 1m­port.an~s. sin que l'¡::;to :;¡lgnlrlque que hayamos logrado (nte­gr3mente nuestro propÓSilO. por lo cual esta Bibllograf1a no e¡; tá exenta del Incómo{)o pecado de omlsi6n.

No ha sido ¡ntendón nuestra, por ende, compilar una bJbllograHa completa de 109 Jlcrlodos precolonIaI y colonial. por (o demás, el lector encontrará en la bibliografía ele nues tra E conomfa (le la sociedad coZuni ol algunos Ululos no incluidos aqu(,

Se menciona enlre par~nte¡;ls, en los casos en que la obra ha sido c itorla en el texto, la abreviatura especial usa· da en la cita . t;uo.nOo Incluimos ·varias obra!! de un mismo autor, las enumcramo:;¡ ent.re pa rént.csl.s pnra poder dlstln­gulrlas con facilidad al menclonarlaa en el lndlce temático de la Blbllograflii •

.Abad Queipo. Manuel (Obispo de Mlchoacán). "Estado moral en que se hallaba la ¡)Oblación del virreina to de Nueva Espaíia en 1799". Eln "Obras sueltas", de José Mana Luis Mora. Paris, 1837. Vol. 1. 54. (Abaci ,Queipo. E~tado ,naTal) .

- "Representación a nombre de 105 labradores y comer­ciantes de Valladolid de Mlchoac.5.n en ~ue se demuestran con claridad los gravlslmos incoD\'eriJ entes de qu e se ejecute en la!! Américas 10. real cédula de 26 de Diclem· bre de 1804, sobre enajenación de bIenes ra1ces y cobro de capitales de capellunlos y obras plaa pata la consoli­dación de vales". En "Obras sueltas", de José Marta Luis Mo:-a. Parls, 1837. Vol. 1, 70 (Abad Queipo, ReprestrrV­taClón) .

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263

Page 127: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

Mo.sos (hoy Bolivia) -Historia: Clul.vez Suárez.

Municipio - en Amérlca espaf'lola : Ots

{;apdequi (2, 8).

Naho .. Chive:. Orou:o (4).

Nangat' ión Baring (1).

Negros ---en América: Tannenbaum. ----t'In Bra.sil : Rodr lgue5 (N.) . --en Nueva España : Agui~

Beltr6.n (1, In. ----.n Uruguay: Pereda VaJu~s,

Petit Mufloz y otros. Nirat"agua -Historia: Colección de docu·

ment06, e te. N ueva Eapaña (Ver tambil!n Múieo ~. --Clasef! 80C'iales: c}¡ /i vez

Orozco (l) . - Condiciooe5 económiclIs y

sOOales: Abad Quelpo (1 , 2), Valbuens.

-Culturas: Zavals (3). -Em~omienda : Simpson . -Feudali8m~ y eapitalhilfl!l:

Baz.ant. -Francieeanoa: Mendieta. - Historia : Aguilar, Castro

Santa Anna, Cervantes Sa. lazar. Dlávez Orouo (l), Carda Cuban, Garda lea1:· bal«ta (1, 2) , Humboldt ( 1), Mendíeta, Riva Palado, OroJ:eo- y Berra (1, 2), Puo y Tt"oneoeo, Sahagún.

-Historia de la Iglesia: Cue­vas, Mora.

-Historia del trabajo: Zava­la (7).

-Inquisición: Mariel de Yhli· .... -Legia¡adón: P uga. -Levantamientos de indios:

Caga.nubia..

274

-Luehaa agnriu: Aguin-e Beltrán (2).

-ker.ta : llirtutda. - Población negra: Aguine

Beltrán. (1, J). -Propiedad: CosJlio (1, 2, S). -Propiedade! de. la I,lma:

Mora. -T¡tlltos nobiliario8: Maril-

nez Cosio. Nueva Grs'.,.da (Ver tambib.

Colombia) . ---Comuner08: Arciniegall (2) . -Encomiendu: Hel'ná n d 8 11

Rod:dgU8%. -Gohinmo: Juan 1 Ullo!!., Ota

Capdequi (6, 6) . -Historia: Croot. _Historia eeonómiea.: Garda

A.} (1, 2). - Indios : Arboleda Llorenle,

Friede, Juan y UlJO&.. -Propiedad inmueble: Her­

nández de Alba, Salazar. Nutva Yorle (Ver tambi6n

Ami t"ka dl':l Norte, Estados Unidos).

-Conflictos agrarioa: Mulc:.

Or,aniuciób ~al -de los Tupll1ambAea: Fer-

nandes. Palmarell (Esdavo/j fUgitivolI eu Brasil) . Cllrneiro, EnJle8, N. Rodri~ .... ~

Paraguay (Ver también Rlo da la Plata). -----C<>ndlcionee eeonómlcas y

social": Aura (1). - Expulsi6n de los je.suit .. ~

Brabo. _Franci3ctlno&: Có:rdoba (2). - l:Ii ~ lf!l'"ia : Báu. A;ara (1)

-Jeaultas: Paatells. -Mieíonea jeSuitica.: G."

Bernilndez. Lozano. -Revolucl6n de los Comu"

ros : "Estrada, Rain ..

1 ,

I

Pr .. 6 (Ver también Bolivia, Li~ 11'11.) . -Alimentación: G u tI é n-ez

Noriega. -Afllu: Castro Pozo. -Cocaíllmo: Gutiérrez No-

riega, Mortirqer, Nadon't!s Unidas, Sáen1l (2) , Zapata Ortit...

-GoJndídones económicas '7 aoclales : üúrraga.

-Conquista: Presco". -Cívilludones in dlg e n as:

Me.lIs (1, 2), TelJo (1, 2, 8). Valdmel (L) (1).

-Cultura: Barred" LAI18. - Encomienda: BeJaúnc1e Gui-

088111, Torres Saldamando (l) .

-Gobierno: Juan ,y UH(nl, MatleJl1h.

-Historia: Basadre (l, 2, 8), Ciella de Le6n. Cobl). Erui. gUJ'en, Fuentes (l, 2), Gu­ti~J'TeZ de Santa Clara, Le­villler (4), Loo.iza¡ Lor:ente (1, 2, 3, . , 6). M:arlá l.egui, Odnozola. 'Polo de OndegaT­do (1), Prado, Riva Aguero. Voleé.rcel (L.). Wiesse.

-Historia econ6mjc::a: Rome· ro, Ugarte.

-[gletio CaUllic::a: Juan y Ulloa.

- Indios: ,At.lenu. (Lo\lil), Ro­yo,. Juan y UIlI7a, Lool1::I, Pa:l\ SolitAn y otro, Sáen:r (1).

_lnquiaici6n: Medin$. (1), Palma.

-Jesuitas: PaateUs. -Judlos: I.ewin (2)'. - Minas; Lohmann .Vmena

(1) , Polo de OndeglU'do (3). -Tierra!: Torrea Saldamando

(') . Pirateda -en Amérlc::a ~spafio ¡ .: Alae­

do y Herl'f!ra, Ruing (2).

Planl.d,ne! (Plantcle, .enho­rea de en&:enho, luendeiroe. ete.) --eJl Bl'8.ril: Anónimo, DiAlo­

go, Freyre, (1, 3). -en 1&8 Antillas británieu:

Ragntr; (1, 2, Bl. f'lateroa -en Buenos Air es: M!rquez

Miraooft (2). -en 111s Indias Occidentales:

Tone Re.vello (l). PIYJllouth -Hilltoria: Brad!ord.

Pobl.dól\ -AntilltUl! GuerTa y Sinehez. - Buenos Aires: ne!!io More-n~

POt"tuguese8 --en Buenos Aires.: Laluente

Macbain (8). Potosi (hoy Bolivia) . -General : Cañete y Domfn~

gue:>:, Martine.'Z y Ve .... -Innios: Álvarez Reyero. -Minas: Alvarez Reyero, Ro~

jal. -Mita: Viilaha.

Progreso --Coneepto: Bes:rd.

Propiedad . inn.obiJIllria (Ver tambJé.n Régimen de la tie­na). -de la Igh:sJa en NIIi!va Es­

pafill: Mora. - en Améri~ e!!pafiola : 0tI

Capdequ.i (4). ~-en Buenos Airefl: Marfany. -en Cundinamarca (hoy Co­

lombia): HeTlllindez. de A}.. .... --en MéxIco: C08eto (1, 2, S) . --en NueYa Cr.nada: Her~

nánde~ Rodríguez, Sainar. -en Saha (hoy A r.ent.ina) :

Cornejo (1). -en Uroguay: MirquH.

Puritanllnao, Puritanol (Ver tambifn Relí¡ión).

2fS

Page 128: Bagú, Sergio - Estructura social de la colonia

Bartan Pel'l'y, Bradlord, Wer. tenba.ker, WilIi80n.

Quito (Ver tamblful F..culldor ). -GGbierno: Juan y Ullo •• -Historia: Velusco, Archivo

N.acion.l (Ecuador) . -JndiO$! luan y UnOA, Af'Chl­

vo Nacional (Ecuador). -Mita : Fére;¡;. ':""'Problemafl econ6mlcos y 80-

CiBlC8: Santa eruTo y E8pejO.

Raull _n América: Sarmiento. -..GrupO!! radftleB en Efltndoll

Unidos: Warn",r y ulro. Real cedula (Efl \mi'in). -del 26 de diciembre de 1804:

Abad Queipo (2). Religión (Ver laml)l(ln Fran­clscanl>8; 19le:!lia Católica. In­quilrici6n, Jesuitas, Misipnea jesuftiue) . -ArAUCanOS : l.alchllffl. ...... en Brasil : Rodrf~ell (J. C.). -IIlC8a: JijÍln y Caamaño,

Polo de 'Ondcltardo. -Indios : Ff(¡yo. - Reforma: Thwney.

Régimen de la tinta ---en América t'lIpañola: OtR

Capdequl (4). Revoluciones (Ver L e v 8 n t Il­

miento!!) . Rto de la Plala (Ver tuRl')i~1t

Argoentlna, PllrIlguay, Uru­guay). -Encomiendas: Fellu Cru7. y

otro. -Estado rural; AurA (2). _Estructura aoda l: AstesaAo. -Gauchos : Rnr;sl . - HiRtoria : Azarn (1), Lee-

villler (3), Parish. ~Historia ecorulmica : Levene

(4). Pulggros. -Inquis ición: Torre Revello

(2).

27¡¡~

-Judíos; Le""ln (1, 2). -Títulos nobiliarios; Calvo. -Vaqueríu: Con¡ (4).

Itwarío (h01 Argentina). - lliRtona: Fernandez Dfu.

Salariado, Salarío --en A.lnérlca latina : Bagú,

Garcja (A.) (2). -en Nueva fupaña: ChÁwz

Orou:o (1). SaUa (huy Argentina). - Historia: Cornejo (1). -Propiedlld Inruobiliarill: Cor-

nejo (2, 3) . Sah <ador (El)

- H¡!Storin: Batberena. San Pablo (Vell tanlbiétl Dra­sil) . - Historia: Taunay (2 ).

Sanla Fe (hoy Argentina) -Caucho3il: Coni (2). -Historia: Álva:rez (1), Cer-

VeTa. S.ntiago (Chile) . - Hisloria : Amunátet:ul SolaT

(3), Vicufia Maekenna (1). Santo Oomi ngo -Historia: Bellég",rde, Blet,

Cabon, Chllrlevoix, OasUne, Madiou, Martine:r.: de Qui­xllnO, .Monte y Tejllda, Va­nmel y otro.

-Jesuita!: Valle Llano. Senhorrs de en gen h o (Ver Plantadores) .

Servidum bre - perRonal de indios : A.giL

'flerru -Reparto e.n la Banda Orien­

tal: An6nimo, 11lf()NfLe. TltulOs Il6blliarioll ~n Amé"rica española:

Atienza (Julio), Lohmann ViUen. (2).

- en Chile: Amunategui Solaz (U. .

-en el Rlo de la plata: Calvo.

j 1

~n Nue\'a EBpafia: Martlne:ll C09sio! Montoto (1, 2).

Toledo (Fr1Inclsc:o) LeviJlier (4). Urteap (1).

Tributo --en la Amhlca española:

OtB Ca.pdeQui (S). Trinidad Guerra y Sánche!: (1), Pitla.

Trujillo (Perú). Feyjóo de Sousa.

Tuc¡¡man (hoy Argentina). -Condidonea econ6n1lcu .,

liociales: LitárraA'L TupfIC Amaro

Cornejo BourQncle, L I!! w in (3), Valc4'l'cel (D.) (1) .

Tupinambie. Fernándes.

Ur¡¡guay (Ver te.mbién Rro de la Plata). -Eaclavitud: Pereda ValdéB. -FmneiaunOa: Cónloba (1). --Gaucbos: ConJ (1, 8). -Gobierno: Blaneo Acev.edo . -Historia: Acevedo D r a z,

BauzA, Bibliotec;a. Pintos, Zum li'elde.

-.Jesuitas: Paatella.

-NegT08: Pel'\lda Valdés, Pe­tlt Muiíoz y otros.

- Pmpiedad lnmUi!ble : Má.r-q¡¡ez.

VaA'anda ---en Cuba : Saco (5).

Vaquerías - en el Río de la Plata: Coni

(4). ValparAÍBO -Hi::,;toria: VIcuña Maekell­

na (2), Vene:cuela - Eeonomfa: Arcila Farra.,

Dlaz Sánehez. - Encomiendas : Dbila. -Hll1 toria: Baralt, B I • r. c o

Gil Fortoul. Parra Pérez (,' 2). '

-Jglesia católica : Wattel'll. -JeHuíta;s : Aguirre Elorrla.glI. -Levantamientos de negros:

Gal'da Ohuecos.

VírreM!J (f.d .. ). --G utiérrez de Arce.

Vlruer_ --en Anlénea del Sur: Penna.

Yueatlin (México). Landa.

271