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Álvaro Zamora Avatares del ego Abstract. This essay considers, according to ontological aspects, some determinations of the concept ofEgo in Western thinking, its condition of possibility and its implications in the fields of epistemology, psychology and ethics. Resumen. Este ensayo considera, ontologi- camente, algunas determinaciones de la noción de ego en el pensamiento occidental, su condi- ción de posibilidad, sus implicaciones en la epis- temología, la psicología y la ética. lo Testigo de las cosas Visitar un territorio no implica, necesariamen- te, dar cuenta de su topografía, reconocer fluctua- ciones en su clima, advertir su historia, sus leyes y constitución. Acaso los pobladores del ruinoso ma- pa que Borges evoca en "De! rigor en la ciencia'", jamás percibieron simulacro en aquel hábitat. Aná- loga suerte padecen algunos temas filosóficos: se hallan a la mano o se los habita, pero apenas se re- flexiona sobre ellos, hasta que cierto amanecer va- lora su riqueza y algún pensador los ilumina, trata de articularlos en la ceremonia contemporánea de preguntas y respuestas, de iniciar nuevos cultos. Así el tema del ego", que discurre, principalmente, en vertientes del pensamiento moderno, aunque ya humedecía meandros de la filosofía antigua, aten- dido de soslayo, apenas. El escéptico Pirrón de Elis Tu también estás hecho de inconstantes ayeres y mañanas J. L. Borges topó con él, cuando propuso suspender todo juicio sobre lo real (epojé 3 ) e instalar epistemología en te- rrenos éticos: sabio sería lograr imperturbabilidad (ataraxia), pensaba; sin embargo -para él y sus acólitos- e! ser que posibilitaba tal colonia perma- neció oculto, refractario a la reflexión. Suerte análoga se advierte en la máxima pro- tagórica" y en un célebre llamado al cuido perso- nal: conócete a ti mismo -atribuido por algunos al espartano Quilón y por otros al milesio Tales s - trocado por Sócrates en peplo filosófico, misterio e imperativo que, en opinión de Foucault, atravie- sa el historial de Occidente en forma "más bien os- cura y desdibujada'". Justo parece afirmar -tarn- bién con dicho autor- que entre estoicos y epicú- reos toda visita al tema del ego constituye un re- conocimiento ético, más que un discurrir gnoseo- lógico: "se trata de lo que uno ha hecho y de lo que debería haber hecho'". Tal juicio vale, seguramen- te, a propósito del cristianismo medieval; pero re- sulta anacrónico equiparar -ontológica, gnoseoló- gica y éticamente- concepciones como la de Agustín de Ipona (Confesiones) con el legado filo- sófico del existencialismo contemporáneo. El ego fue descubierto propiamente, como campo para la investigación filosófica, en la modernidad. Hay antecedentes: Occam, el mis- mo Agustín, pero dicho tema -matizado, ade- más, por efluvios de la ciencia moderna- cobró relevancia cuando Descartes erigió el cogito en bastión de su sisterna.f Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XL (101),127-136. Julio-Diciembre 2002

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Álvaro Zamora

Avatares del ego

Abstract. This essay considers, according toontological aspects, some determinations of theconcept ofEgo in Western thinking, its conditionof possibility and its implications in the fields ofepistemology, psychology and ethics.

Resumen. Este ensayo considera, ontologi-camente, algunas determinaciones de la nociónde ego en el pensamiento occidental, su condi-ción de posibilidad, sus implicaciones en la epis-temología, la psicología y la ética.

lo Testigo de las cosas

Visitar un territorio no implica, necesariamen-te, dar cuenta de su topografía, reconocer fluctua-ciones en su clima, advertir su historia, sus leyes yconstitución. Acaso los pobladores del ruinoso ma-pa que Borges evoca en "De! rigor en la ciencia'",jamás percibieron simulacro en aquel hábitat. Aná-loga suerte padecen algunos temas filosóficos: sehallan a la mano o se los habita, pero apenas se re-flexiona sobre ellos, hasta que cierto amanecer va-lora su riqueza y algún pensador los ilumina, tratade articularlos en la ceremonia contemporánea depreguntas y respuestas, de iniciar nuevos cultos.Así el tema del ego", que discurre, principalmente,en vertientes del pensamiento moderno, aunque yahumedecía meandros de la filosofía antigua, aten-dido de soslayo, apenas. El escéptico Pirrón de Elis

Tu también estás hecho de inconstantesayeres y mañanas

J. L. Borges

topó con él, cuando propuso suspender todo juiciosobre lo real (epojé3) e instalar epistemología en te-rrenos éticos: sabio sería lograr imperturbabilidad(ataraxia), pensaba; sin embargo -para él y susacólitos- e! ser que posibilitaba tal colonia perma-neció oculto, refractario a la reflexión.

Suerte análoga se advierte en la máxima pro-tagórica" y en un célebre llamado al cuido perso-nal: conócete a ti mismo -atribuido por algunos alespartano Quilón y por otros al milesio Taless-trocado por Sócrates en peplo filosófico, misterioe imperativo que, en opinión de Foucault, atravie-sa el historial de Occidente en forma "más bien os-cura y desdibujada'". Justo parece afirmar -tarn-bién con dicho autor- que entre estoicos y epicú-reos toda visita al tema del ego constituye un re-conocimiento ético, más que un discurrir gnoseo-lógico: "se trata de lo que uno ha hecho y de lo quedebería haber hecho'". Tal juicio vale, seguramen-te, a propósito del cristianismo medieval; pero re-sulta anacrónico equiparar -ontológica, gnoseoló-gica y éticamente- concepciones como la deAgustín de Ipona (Confesiones) con el legado filo-sófico del existencialismo contemporáneo.

El ego fue descubierto propiamente, comocampo para la investigación filosófica, en lamodernidad. Hay antecedentes: Occam, el mis-mo Agustín, pero dicho tema -matizado, ade-más, por efluvios de la ciencia moderna- cobrórelevancia cuando Descartes erigió el cogito enbastión de su sisterna.f

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XL (101),127-136. Julio-Diciembre 2002

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En cierto modo, ese autor mantuvo el anti-guo interés (metafísico) en el ser de los entes",pero su enfoque fue radicalmente distinto: abrióámbitos gnoseológicos y propuso un método ge-neral para acceder a ellos, también advirtió la ne-cesidad de enfrentar, allende la psicología empí-rica, el tema de la propia existencia.

Recurrente desde entonces, huidiza o nece-saria, la noción de ego se ha extendido, filosófi-carnente!", en cuatro sentidos: a) ontológico: co-mo substancia o como conciencia, b) lágico-epis-temológico: en tanto posibilidad de conocer ypensar, e) psicofísico: como unidad personaliza-da de los actos individuales, d) metafísico: comopura idea e, incluso, como irrealidad.

11. Entre el ser y el conocer

De visita por la ontología, la noción de ego seofrece con significados diversos: unidad o funda-mento sustancial donde se unifican o cobran sen-tido los actos, entidad mental, individuación em-pírica de la conducta, las vivencias y, en general,de todo fenómeno mental, instancia reguladoradel psiquismo, imagen o ficción especular de laindividualidad, unidad psicofísica, dominio o en-te depositario de la conciencia (psicológica, mo-ral, ideológica, astral), condición (trascendental)de posibilidad epistemológica o existencial, mo-mento personalizado de la praxis. La lista puedeextenderse, porque la constelación semántica seamplía con cada autor u orientación teórica. Fe-rrater Mora indica, además, que no es fácil dife-renciar los sentidos del concepto de yo, e inclusi-ve sus denominaciones, pues los filósofos suelenpasar "deliberadamente o no, de uno a otro"!'.

Podría afirmarse, sin embargo, que el interésparadigmático en la instancia yoica se origina,como se ha indicado, en un giro filosófico dadopor Descartes y consumado luego por Kant.

El legado cartesiano se halla marcado por la ne-cesidad o deseo de precisar el ser del ego que se evi-dencia en el cogito. Problemática ontológica, que seentrelaza con asuntos epistemológicos y presta fun-damental servicio a la psicología y a la ética'". Engeneral, las propuestas existenciales también se en-cuentran implicadas por dicha preocupación.

Cierto que Descartes investigó solo algunasdeterminaciones del cogitare y dejó sin dilucidarel sum del cogito. Heidegger ha mostrado que,pese a su esfuerzo renovador, conservó parte dela actitud naturalista que pretendía superar: elego revelado por el cogito cartesiano es subjec-tum, en tanto ser entre los seres, entidad personaldadora de sentido o fuente del pensamientol ':equivale a ser cosa y se apoya en una idea desubstancia desarrollada durante el medioevo!":"permanente presencia, y, por ello, puede servirde nombre al ser"'5.

Pese a ello, el planteamiento racionalista de-marca una idea que muerde en el porvenir: el yosubyacente en todos los actos!", desplaza al suje-to testigo de la gnoseología ingenua. Allí se fun-da la tradición filosófica de la subjetividad.

Ontología y epistemología articulan regu-laciones: el ego se presenta como condición deposibilidad del conocer y se revela en los cogi-tata, es decir, en "las cosas a que se refieren lascogitaciones: astro, mineral, planta, hombre,Dios [... ] el yo es, por tanto, lo único que poseeser en sí; el ser de las cogitaciones y el de loscogitata es, en cambio, un ser en otro: en elyo"!". El mundo es relativo a tal entidad, y pre-cisamente dicha relación18 es la que permiteplantear una duda metódica. Sin embargo, estaoferta filosófica conduce al solipsismo y yerra,al considerar que es posible entender "la totali-dad del ser por la mera explicación y por elsimple despliegue de las ideas innatas, sin recu-rrir a la experiencia como tal,,19. Más aún, seinhibe de alcanzar una meta primordial: darcuenta del modo particular del ser del ego. Pre-fiere entenderlo con categorías que semejan a lavieja metafísica (res cogitans). De ahí la con-frontación empirista.

Según Locke, "la sustancia del espíritu noses desconocida, e igualmente, la sustancia delcuerpo'S'', Él y otros empiristas veían las ideassimples que aporta la sensación como la fronterade nuestros pensamientos: "más allá de eso, lamente, por muchos esfuerzos que haga, no es ca-paz de avanzar un ápice"?'. Crítica demoledora,que atraviesa, cortante, los planteamientos degrandes cartesianos e, incluso, la defensa leibni-ziana de las ideas innatas+'.

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Para Locke, la fórmula racionalista del egoapunta hacia una x (equis) incognoscible, y consi-dera de mayor provecho analizar el modo empíri-co de ser del ego. Por eso, quizá, su Ensayo no co-rresponde a una filosofía primera, sino que deam-bula en parajes de la psicología. Vocación análogase refleja en los análisis de Hume sobre la identi-dad personal-', Sus argumentos parecen irrebati-bles: un yo sustancial parece inconsistente.

La doctrina berkeleyana del esse est percipiinteresa, por su resolución de aferrarse a la sub-jetividad y de negar "una subsistencia distinta delser percibido'v". Cuando Berkeley caracteriza elmodo de ser del sujeto recurre, de nuevo, "al mo-delo ontológico válido solo para las cosas'F'. Po-sición endeble, inclusive si apuntalara el esse estpercipi con una idea no objetivizada de subjetivi-dad26. La inconsistencia es doble: por una parte,la sustancialidad anímica no encaja, consistente-mente, en su gnoseología; por otra, confunde -aligual que sus antecesores- lo empírico con loesenciai'l .

Frente a la sustancialización y la cosifica-cion egótica, Kant propone un discernimientotrascendental del yo: adentrarse en las determina-ciones específicas de la constitución de lo subje-tivo en sí mismo, independientemente de las co-sas. En "Los paralogismos de la razón pura,,28procede críticamente contra la psicología racio-nal, cuya raíz conceptual se asienta en las escue-las de orientación cartesiana.

Según Kant, el ego que se revela en el cogi-to racionalista es ya objeto para un sujeto posi-ble. Preciso le pareció, pues, enfrentar la tarea-crítica- de eliminar en él todo residuo empírico;dejar de concebirlo como un ser-para, en tantorepresentación para un yo-sujeto (como en la psi-cología,). La filosofía del ego puro que se anun-cia en el descubrimiento cartesiano ha de ser tras-cendental, no empírica, pues -en criterio deKant- el yo es condición de posibilidad de todoslos objetos.

En el enfoque kantiano, yo y sujeto se iden-tificarr". Bien ha señalado Heidegger que estomodifica, semánticamente, la denominación deobjectum, entendido entre los medievales comorepresentación del ente, no como lo real de la co-sa, que era designado con el término realitas: co-

sa y objeto (realidad y objetividad) eran opues-tos. En la metafísica de la subjetividad el yo-su-jeto fundamenta todas las cosas, es decir, el serde estas se reduce a lo representado por él. OpinaHeidegger que la obra de Kant impone una muda-de propósito y método- en la pregunta medievalpor el ser del ente: su interés se concentra enaprehender la objetividad del objeto o -con ma-yor precisión- en determinar sus condiciones deposibilidad. Tal vía conduce al yo trascendental.Pretende eludir connotaciones sustancialistas,pero no lo consigue, como se evidencia en "Losparalogismos de la razón pura" (§ B 404-405, §A 346-3473°), donde afirma que tenemos una re-presentación x del yo, que difiere de la represen-tación objetiva del yo-empírico. Pero, una repre-sentación que no representa es un contrasentido.Lo que se encuentra allí, sutilmente dispuesto, esla idea de que ese yo esformal. Tal identificaciónes positiva, por eso la "crítica de Kant se quedaen el plano óntico. En el plano ontológico sigueconsiderando al yo como una cosa al concebirIocomo sujeto, aún cuando este se especifique co-mo sujeto trascendental't ".

En sus Investigaciones lógicas, Husserl re-chazaba esa vía kantiana:

he de confesar que no logro encontrar,de ninguna ma-nera, ese yo primitivo. centro necesario de referencia.Lo único que soy capaz de notar o de percibir es el yoempírico y su referencia empírica a aquellas vivenciaspropias o a aquellos objetos externos, que en el mo-mento dado se han tornado para él justamente objetosde atención especial, quedandofuera y dentro muchasotras cosas que carecen de esta referencia al yo32.

Sin embargo, en las Ideas relativas a una fe-nomenología pura y una filosofia fenomenolágicaHusserl cede a la tentación sustancialista, puesdetermina positivamente al yo puro o trascenden-tal: lo tematiza (en la reducción eidética) y provo-ca una oscilación yo-puro/yo-empírico que -enlenguaje de Heidegger- rechaza ónticamente laidentificación de ambos, pero que ontológica-mente los identifica. Toda vivencia estaría consti-tuida bipolarmente: el yo (lchpol) y, correlativa-mente, el objeto. Pese al acento que pone la feno-menología en la idea de correlato y de intencio-nalidad, el Ichpol, en tanto corriente vivencial,

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trasgrede la égida trascendental: sus determina-ciones ya no pueden ser otras que las correspon-dientes a la ontología de los objetos. Una de ellases la identidad, dado que el lchpol sería lo idén-tico en la corriente de las vivencias+'. Podría ar-gumentarse que, al igual que en Kant, ese yo-pu-ro husserliano corresponde a la función de unifi-car y dar forma a todos los actos; pero su articu-lación positiva es más que un derecho: tiene ca-rácter de un subjectum, que acompaña todas misrepresentaciones ": la determinación positiva delIchpol aparece de nuevo, como una caída en loque pretendía evitarse (al igual que en Kant) conla determinación negativa.

En la vía sartreana se superan tales proble-mas. El ego es, allí, un objeto del mundo.

Esa distinción ya se advierte en aposentoshegelianos: "la conciencia conoce que su ser en síes esencialmente ser para otro"35. Sartre la llevaa término, tanto óntica como ontológicamente: el"campo trascendental, purificado de toda estruc-tura egológica, recobra su limpidez primera'P".

La crítica de Dilthey al yo trascendentaldeambula por ese rumbo, aunque su articulaciónsistemática es diferente: yo empírico es el sujetobiográfico de la psicología y las disciplinas sociohistóricas. Entidad manipulable y alienable, co-mo las cosas''?

111.Cosa entre las cosas

Tarea asumida, generalmente, en tiendas fi-losóficas, la fundamentación ontológica del egoimplica lo epistemológico y brinda criterios paracomprender los fundamentos de las disciplinasque lo estudian como entidad personalizada'".

El psicoanálisis y las diversas orientacionesde la psicología dan significados -no siemprecoincidentes- a la idea de ego: a veces como uni-dad de las vivencias; otras, como "aquello quesubyace a sus manifestaciones (esto es, a cual-quier acto mental, o serie de actos mentales'v");entidad (psico-física) personalizada donde seunifican las conductas; instancia reguladora(Freud), epifenómeno o fórmula especular. La-can ha diferenciado tres instancias: real, simbóli-ca, imaginaria.

Sin importar la precisión empírica que se leotorgue, el ego de la psicología (y sus implicacio-nes históricas, culturales, ideológicas) correspon-de, ontológicamente, al yo empírico, que devieneobjeto posible para las ciencias (sujeto social, su-jeto neurótico, triste, alegre, etc.).

En la obra de Freud, el ego surge, se desarro-lla y constituye'" como una instancia del apara-to psiquicc/", Tápicamente, depende de otras ins-tancias (del ello y del super-yo, entre las cualesmedia); desde el punto de vista dinámico, regulay despliega mecanismos; desde el punto de vistaeconómico, aparece como el factor vinculante delos procesos psíquicos=.

El yo psicoanalítico articula funciones disí-miles y permanece como algo, cuyo ser, determi-naciones y mecanismos pueden ser sometidos aestudio, intervención e, incluso, procedimientospara transformarlo o destruirlo+',

La posición de Jung, apoyada en doctrinasmitológicas y alquimistas, levanta banderas con-tra Freud44, pero mantiene al ego en los términosontológicos indicados:

Entiendo el yo como un complejo de representaciones;me parece de una gran continuidad e identidad consi-go mismo, y pienso que forma el centro de mi campode conciencia'<.

En el legado jungiano, la "pregunta mismade si el Yo es consciente o inconsciente podríacontestarse [...] positiva y negativarnente'r", perosu existencia es decisiva y su importancia en losprocesos de individuación y en la dinámica tera-péutica parece fundamental.

Otros reformadores del psicoanálisis -asícomo los discípulos y los opositores de la obrafreudiana47- mantienen lo que, en el desarrollode la ontología del ego se distingue con el adjeti-vo empírico. Las instancias simbólicas e imagi-narias propuestas por Lacan no eximen de ello,pues, como indica Sartre en su ontología:

los objetos, aunque virtuales]. ..} no son encarados en elvacío por lo reflexivo, sino que se dan como el en-sí con-creto que lo reflexivo tiene de ser allende lo reflej048

El legado conductista también comportacierta egología, con fórmulas semejantes a las

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que halló, en su momento, el ernpmsmo: el yosujeto consiste, únicamente, en acontecimientosfísicos, palabras, interacciones objetivas. Es tam-bién el caso de teorías que consideran los actosmentales como epifenómenos "de la combina-ción de procesos biológico-moleculares y ciber-néticos"?",

Ser entre los seres, el ego también es nuclea-ción de lo social: cada manifestación egótica (in-serta en una formación social determinada) parti-cipa y crea o recrea determinada red de relaciones.

Las teorías'" le otorgan papeles diferentes enla configuración de la praxis. Acertada parece,sin embargo, una indicación de Sartre, que ubicaal sujeto en la encrucijada dialéctica y obliga aintegrar, metodológicamente, filosofía y cienciasempíricas:

valdría llamarlo un universal singular: totalizado y,por eso, universalizado por su época, la retotoliza alreproducirse en ella como singularidad. Universal porla universalidad singular de la historia humana, y sin-gular por la singularidad universalizante de sus pro-yectos, reclama ser estudiado desde los dos extremosil,

El individuo -relativo, yoico- no remite soloa lo que él y los otros conocen o piensan: "es par-te de una conexión en la cual él desempeña un pa-pel objetivo, supraindividual, del que no se dacuenta necesariamente'Pé, El ego resulta asunto decompetencia dialéctica: su conformación requiereser comprendida como personalización-socio-his-tórica, interactiva y relacional, compleja, estructu-rada, que se manifiesta en modos diversos.

IV. Senderos de ética

Problemas y respuestas ocultan verdades.Pensamiento de Marx y Engels=' que vale en pa-rajes filosóficos dedicados al ego: oculta en plan-teamientos de la ontología, la epistemología, lapsicología y la historia se asoma la ética. En susMeditaciones metafísicas, Descartes la invocaba,para fundamentar razonamientos gnoseológi-COS54. Allende la epistemología, Kant vislumbróruta parecida: la voluntad revelaría, oblicuamen-te, al ego como autoconstitución (sujeto prácti-co). Su carácter inteligible (el ser propio del yo

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como ley de su propio ser en la determinación delyo quiero) se propone como actividad. No extra-ña, pues, que el cogito kantiano pueda acompa-ñar todas las conciencias: vinculadas en el yopienso, las representaciones me pertenecen yconstituyen la unidad de mi existencia.

Paradójicamente, tras longevos avatares, eltema (onto-Iógico) de ego lleva -como en el pen-samiento antiguo- al cuido de sí, a la ética y lacomprensión del sujeto en medio de la praxis.

El yo reclama la cura: por una parte, en la re-gulación de aspectos constitutivos y, por otra, entanto propuesta de sentido (pro-yecto, si se quie-re) individual e histórico social.

A la existencia personal se impone, sin em-bargo, "un sistema de instalaciones y mecanis-mos"55 (que lo codifican, condicionan y cosifi-can) de los cuales debe ocuparse, aunque, inver-samente, "es ocupado por ellos"56.

La cosificación del ego-sujeto se presenta,desde la industrialización, con depurada forma.Romper el nexo entre fuerza de trabajo y mediode trabajo no solo incidió en la transformacióndel aparato productivo ", también condujo a lacosificación de aquella y del ser que, como ma-nantial, la generaba y debía colocarla en el mer-cado, como mercancía entre mercancías.

Enajenación y fetichismo alcanzaron a lapersona. El liberalismo entronizó sus arquetipos,cultos y privilegios. En opinión de Marcuse, des-de entonces cada uno ha sido sistemáticamenteinstrumentalizado, En El hombre unidimensionalabomina las consecuencias:

Esta es laforma más pura de servidumbre: existir co-mo insrumento, como cosa. Y este modo de existenciano se anula si la cosa es animada y elige su alimentomaterial e intelectual, si no siente su ser cosa, si esuna cosa bonita, limpia, móvil. A la inversa, conformela reificación tiende a hacerse totalitaria gracias a suforma tecnológica, los mismos organizadores y admi-nistradores se hacen cada vez más dependientes de lamaquinaria que organizan y administran+,

La aspiración epistémológica del ego tras-cendental ha sido trastocada, pues, en culto ego-lógico y ceremonia publicitaria. Por una parte, lacultura massmediática ha sabido diseminar conabolengo una fórmula nueva de enajenación:

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za, representaciones, vínculos. Eclosiona respon-sabilidad y formas relativas de autonomía, aun-que se encuentre victimizado por la manipula-ción, los medios o exigencias civilizatorias. Laconciencia se extraña de sí misma y refleja eselugar donde se personaliza: el yo, ente dinámicoque involucra al otro y al mundo. Se trata de unaparadoja existencia\. Borges supo advertirla entexto especular:

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confundir el tener con el ser. Por otra, ha consti-tuido en valor de cambio la individuación y lapersonalizacián. Parafraseando a Sartre, cadauno elige sus valores y aspiraciones, en la mismaforma que el status qua lo elige a él, a través delos valores y aspiraciones que le brinda para es-coger. Con razón el autor de Crítica de la razóndialéctica procura situar el lugar del sujeto, en elcontexto estructural de las formaciones sociales:

No se puede comparar la cobardía, el valor, esos resú-menes cómodos de una actividad compleja, con la per-tenencia a la clase. En el origen de esta pertenencia es-tán las síntesis pasivas de la materialidad. Ahora bien,esas síntesis representan a la vez las condiciones gene-rales de la actividad social y nuestra realidad objetivamás inmediata, más bruta. Existen ya, no son otras quela práctica cristalizada de las generaciones preceden-tes: el individuo encuentra al nacer su existencia prees-bozada, se va a asignar por la clase (su) posición so-cial y después (su) desarrollo personal. Lo que se leasigna es un género de trabajo, una condición materialy un nivel de vida unidos a esta actividadt".

Las transformaciones éticas o morales a quellevan las terapias, los principios, fundamentos ypropósitos de los códigos, la educación, el inter-cambio condicionan con sus propuestas (simula-cros o no) la formación del individuo como ma-nifestación de algo preconizado en las técnicas ylos imperativos socialmente entronizados'P. Elporvenir puede ser lo que Fragomeno denomina"memoria histórica del no-más", pero tambiénpuede asentarse en una cuadrícula de la globali-zacián excluyente, donde "el proceso autoconsti-tutivo es, a la vez, fuente de significación y señalemitida't'".

Arrastrado en la vorágine de los aconteci-mientos, reproductor de ideologías, el sujeto-yono consistiría en la prerrogativa de una tradiciónmetafísica, sino en aquello que Sartre denomina-ba praxis individual, momento parcial de la dia-léctica, cuya acción supera alguna contradicción,y determina "una totalización presente en nom-bre de una totalidad futura, trabajo real y eficazde la materia"62.

El ego no es, simplemente, producto de lasdeterminaciones externas. También regula ins-tancias, es intencional. Su ser involucra naturale-

el hecho de no verte y de sabertete agrega horror, cosa de magia que osas

multipLicar la cifra de las cosasque somos y que abarcan nuestra suerte'".

Notas

1. Borges, 1.L., Obras completas, 4 tomos, Barcelo-na: Emecé Editores España S.A., 1966, vol 1I,pág. 225.

2. Pese a planteamientos como los de Kolakowski(cfr. Husserl y la búsqueda de la certeza, trd. A.Murguía, Madrid: Alianza Editorial S.A., 1977) Ya que su articulación sistemáticasuele diferir de unautor a otro, en este trabajo se identifican los térmi-nos sujeto, ego y yo, indicando, cuando es necesa-rio, diferencias de matiz y articulación sistemáticaentre uno y otro, como es el caso en Zamora, Á.,"La subjetividad del mundo", en: Revista de Filo-sofía de la Universidad de Costa Rica, vol XXX,W 72, págs. 165-172 (trabajo que puede conside-rarse complementario del presente artículo).

3. Imposibilitado para alcanzar la ciencia verda-dera, el sujeto debe mantenerse imperturbableante la sensación, siempre cambiante, seducto-ra, engañosa.

4. Incluso cuando la interpretación relativista, tan di-seminada, no sea precisa, como sugiere BemhardH. F.Taurek (Die Sophisten zur Einführung, Ham-burg: Junius VerlagGMBH, 1995, popo49-55).

S. De Crescenso, L., Historia de la filosofia griega,2 tomos, trd. B. Alonso, Barcelona: Editorial SeixBarral S.A., 1997, tomo 1, pág. 21.

6. No como ocuparse de 1II1O mismo, precepto que-según afirma Foucault- fue, en la polis, "uno delos principios más importantes" (Foucault, Mi-chel, Tecnologías del yo (y otros textos afines),trd. M. Allendesalazar. 2" ed., Barcelona: Edicio-nes Paidós Ibérica S.A., 1991, pág. SO),sino co-mo gnothi sal/ton (conócete a ti mismo), cuyo

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acento epistemológico desplaza el de cuidado desí, aunque entre griegos y romanos "la exhorta-ción al deber de conocerse a sí mismo estaba aso-ciada con el otro principio" (ibid., pág.51). En esesentido habría que entender un gran proyecto pla-tónico: "ejercitar al hombre desde niño en una as-cesis capaz de hacer de él un hombre saludable yfuerte de cuerpo y alma" (Leal, Fernando, Ensa-yo sobre ontología de la mente, San José: Edito-rial Universidad de Costa Rica, 1985, pág. 31).Ambos acentos indican, sin embargo, la existen-cia de un ente (personal) que da sentido y drenahacia sí la unificación de las formas en que se rea-liza la máxima.

7. Foucault, M., op.cit., pág. 73.8. Del cogito ergo sum "se infiere la existencia, de las

ideas paso a lo real, de la esencia a la existencia,del pensar al ser" (Mora, A., Perspectivas filosófi-cas del hombre, San José: EUNED, 1990, págs.79-80). Esta concepción difiere radicalmente de vi-siones como el realismo aristotélico, donde el "yoen su integridad, alma y cuerpo juntos, es algo da-do y no puede ser puesto en cuestión" (Ross, W.D.,Aristóteles, trd. D. F. Pró, Buenos Aires: EditorialSudamericana S.A., 1957, pág. 192.)

9. Cfr. Wyss, D., Zwischen Logos und Antilogos,Gottingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1980.

10. Conviene mencionar la dimensión gramatical eidiomática que se entreteje con los sentidos indi-cados aquí. En trabajos de carácter hermenéuticapodría ser de utilidad. Difiere propiamente de lasdimensiones a las que este artículo hace referen-cia, pero remite a sus implicaciones. José FerraterMora advierte que es "distinto del concepto-suje-to, porque es la expresión, pero no el concepto-sujeto mismo, el cual es exclusivamente lógico yno gramatical, ontológico, gnoseológico u onto-lógico"(Diccionario de Filosofía, 4 tomos, ed.rev. por J-M. Terricabras, Barcelona: EditorialAriel S.A., 1999, vol. IV, pág. 3416).

11. Ferrater Mora, 1., ibid.12. Las llamadas filosofías orientales también se han

ocupado del yo, aunque sus enfoques e ideas es-tarían más cerca del misticismo (con respectivasconsecuencias psicológicas, éticas, políticas) quede aquello que en occidente se considera, propia-mente, filosofía. En el budismo, por ejemplo, seniega su existencia y la de conciencia: "Lo quellamamos 'Yo' -la individualidad- es según losbudistas, un engaño: resulta de una inadmisibleidentificación de una realidad con el individuo"(Ferrater Mora, op. cit., pág. 3793)

13. Cfr. Merleau-Ponty, M., Die Struktur des Verhal-tens, Hrg. Graumann u. Métraux, Übersetzungund Vorwort van B. Waldenfels, Berlin: Walter deGruyter, 1976.

14. Heidegger advierte que sustancia es una traduc-ción de ouoto, pero que se trata de términosmorfológicamente disímiles y que la verdaderaequivalencia latina del término griego es essentia.En griego, sustancia es U1tOKEíJ..lEVOV, que al la-tín puede pasar por subjectum; pero, como onto-lógicamente U1tOKEÍJ..lEVOV puede ser uno de losnombres de oooto, se tradujo el uso griego de__ por substancia, sin considerar la morfolo-gía de las palabras (cfr.,Heidegger, M., Sein undZeit, Tübingen, Niemeyer, 1979).

15. Cruz Vélez, D., Filosofía sin supuestos, BuenosAires: Editorial Sudamericana S.A., 1970, pág.127.

16. No importa la índole de tales actos, imagen, refle-xión, memoria, etc. (cfr. Descartes, Obras escogi-das, trd. E. Olaso y T. Zwanck, Buenos Aires:Editorial Sudamericana S.A., 1967, pág. 277).

17. Cruz Vélez, Danilo, op. cit., pág. 131-132.18. Que, con precisión aunque sin elegancia, pode-

mos denominar: relación-de-relatividad.19. Funke, G., Investigaciones fenomenológico tras-

cendentales, Lima: Editorial San Marcos, 1957,pág.104.

20. Locke, J., Ensayo sobre el entendimiento huma-no, Buenos Aires: Editorial AguiJar S.A., 1967,pág. 113.

21. lbidem.22. Cfr. Leibniz, G-W., Nuevo tratado sobre el enten-

dimiento humano, 3 tomos, trd. E. Ovejero, Bue-nos Aires: Aguilar S.A., 1970, tomo I ("Sobre lasideas innatas").

23. Véase, principalmente, la Sección VI, Parte IV, desu Tratado sobre la naturaleza humana, 3 tomos,trd. F. Duque, Madrid: Ediciones Orbis S.A.,1984.

24. Berkeley, G., Tres diálogos entre Hilas y Filonús,trd. V. Viqueira, Buenos Aires: Espasa CalpeS.A., 1952, págs. 144-145.

25. Cruz Velez, DaniJo, op. cit., pág. 69.26. Cfr. Sartre, J-P., El ser y la nada, trd. J. Valmar, 4"

ed., Buenos Aires: Editorial Losada S.A., 1966,pág. 27 Y sgts.

27. En palabras de Sartre: si el ser percibido de Ber-keley pudiera fundarse mediante fórmulas no ob-jetivas, subsistiría la exigencia (anta-lógica) detomar la conciencia como pura espontaneidad, nocomo sustancia, pero en dicha concepción eso

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implica "dar ser a una nada trascendente conser-vándole su nada de ser: [lo cual es un] total absur-do" (Sartre, J-P., op. cit., pág. 27).

28. Cfr. Kant, l., Crítica de la razón pura, Prólogo,trd .. notas de P. Rivas, 3" ed., Madrid: Alfaguara,1984.

29. Lo cual no invoca, necesariamente, la de notaciónde sustancia. El idealismo alemán y la fenomeno-logía husserliana asumen dicha identificación.

30. Kant, l., op. cit., págs. 330-33 J.31. Cruz Vélez, D., op. cit., pág. 137.32. Husserl, E., Investigaciones Lógicas, 2 vol, trd.

M.G. Morente y J. Gaos, Madrid: Alianza Edito-rial S.A., 1999, tomo 2, L 1°, § 8, pág. 485.

33. "Die Subjektivitat ist als menschliche zwar einObjekt, ein An-sich, als ein Identisches erfahrerfür jedermann, für das die Bedingungen mogli-cher Einfühlung erfüllt sind. Aber die menschli-che Subjektivitat ist eben auch Subjektivitat inund für sich, und darin liegt, sie ist auch für sichselbst" (Husser1, E., Zur Phanomenologie der In-tersubjektivitiit (Text aus dem Nachlass), 2. Teil,Hrg. I. Kem, Den Haag: Martinus Nijhoff, 1973,I Teil, pág. 479).

34. Según Sartre, llevaba razón Blanchot: "nombrarun objeto es matarlo como objeto y transformarloen esencia" (Sartre, J-P., Verdad y existencia, trd.A. Puleo, Barcelona: Editorial Paidós, 1996,pág.96).

35. Hegel, G.W.F., Fenomenología del espíritu, trd.,W. Roces y R. Guerra, 3" reimp., México: Fondode Cultura Económica, 1978, pág.343.

36. Sartre, J-P., La trascendencia del ego, trd. O. Ma-sotta, Buenos Aires: Ediciones Calden S.R.L.,1968.

37. El abordaje del yo, en enfoques tan disímiles co-mo el marxismo y el positivismo, se encuentra enesta tesitura.

38. Inversamente, en este y otros temas, los proyectosteóricos de dichas disciplinas pondrían a pruebala operacionalidad de los criterios y logros filo-sóficos (cfr. Sartre, J-P., Crítica de la razón dia-léctica (precedida de "Cuestiones de método "),2tomos, trd. M. Lamana, 3" ed., Buenos Aires: Edi-torial Losada S.A., 1963

39. Ferrater Mora, J., op. cit., pág. 3791.40. "La teoría psicoanalítica intenta explicar la géne-

sis del yo dentro de dos registros relativamenteheterogéneos, ya sea considerándolo como unaparato adaptativo diferenciado a partir del elloen virtud del contacto con la realidad exterior, yasea definiéndolo como resultado de identificacio-nes que conducen a la formación, dentro de la

persona, de un objeto de amor caracterizado por elello" (Laplanche, J. y Pontalis J-B., Diccionariode psicoanálisis, trd. F. Gimeno, 2" ed., Barcelona:Editorial Labor S.A., 1993, pág. 456). Lacan con-sidera que Freud distingue bien el nivel de reali-dad dellch (yo) "subrayando a la vez que se pre-senta como campo organizado, lo cual es un signonarcisista. y que justamente por ello está adecua-damente articulado con el campo real. En lo real[FreudJ distingue y privilegia lo que s.e refleja ensu campo, por un efecto de Lust, como retorno a lahomeostasis (Lacan, J., El seminario: los cuatroconceptos fundamentales del psicoanálisis, Bue-nos Aires: Ediciones Paidós, 1991, pág. 253.)

41. Esa idea freudiana sufre transformaciones. En suProyecto para una psicología para neurólogos,escribe: "El .yo debe ser definido, pues, como latotalidad de las catexias \/f existentes en un mo-mento dado" ( Freud, S., Obras completas, 3 to-mos, trd. L. López Ballesteros y Torres, 3" ed.,Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, 1973, Vol. 1,pág. 233.), pero, en El yo y el ello dice: "El yo es,ante todo, un ser corpóreo, y no solo un ser super-ficial. sino incluso una proyección de una super-ficie" (Ibid., Vol. IlI, pág. 2709), y, más adelante,poéticamente, ""EI yo es la verdadera residenciade la angustia" (ibid., pág. 2727).

42. Cfr. Laplanche y Pontalis, op.cit. pág. 457.43. Un terapueuta cuenta con técnicas que le permi-

ten conocer a su paciente, en algunos respectos,mejor de lo que dicho paciente se conoce a símismo. La totaiitacion dialéctica que del sujetopuede hacerse trasciende ambos niveles de cono-cimiento.

44. Fundamentalmente, la oposición entre Freud yJung se encuentra en la interpretación del símbo-lo. Wyss muestra cómo Freud deriva su interpre-tación sexológica de lo simbólico a partir de laconfusión de-concepto y símbolo (cfr. Wyss, D.,Las escuelas de psicología profunda (desde susprincipios hasta la actualidad), 2a ed., trd. M.Marín, Madrid: Editorial Gredas S.A., 1975).Jung, por su parte, reconoce carácter simbólico entoda existencia. Tema interesante y complejo, queno puede ser profundizado aquí.

45. Jung, C. G., Psychologishe Typen, Zurich, 1949,pág. 629

46. Wyss. D., Op.cit., pág. 302.47. Desde Freud, los caminos del psicoanálisis y de la

psicología profunda son variados (a veces contra-rios entre sí, complementarios o irreconciliables)como los de Abraham, Reich, Ferencsi, Adler,Jung, Klein, Arma Freud, Rank, Homey, Fromm,

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