aunque eres capaz de ser más astuta que yo

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Aunque eres capaz de ser más astuta que yo, No pienso volver a ti. Aunque la pureza de tu amor Se vea reafirmada por el unánime temblor de todas Y cada una de las plumas de las huestes celestiales, No tengo intención de volver. No pienso volver a ti, Aunque me retuerza entre tus brazos y rinda ante tu voluntad la esencia total de mi polvorienta cáscara jamás seré de nuevo el receptáculo de tu necesidad. eonard cohen, el juego favorito Así como la niebla no deja huella en la colina verde oscuro mi cuerpo no deja huella en el tuyo, y nunca lo hará. Cuando viento y cellisca se encuentran ¿qué queda por conservar? Así, tú y yo nos encontramos, después, nos damos la espalda y caemos dormidos. Como tantas noches resisten sin luna ni estrella alguna, resistiremos nosotros cuando uno de los dos se haya ido lejos. ** bajo mis manos tus pequeños pechos son los vientres, vueltos hacia arriba de golondrinas caídas que respiran ** Donde quiera que te muevas oigo el sonido de alas que se cierran de alas que caen. Perdí el habla

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Aunque eres capaz de ser ms astuta que yo, No pienso volver a ti. Aunque la pureza de tu amor Se vea reafirmada por el unnime temblor de todas Y cada una de las plumas de las huestes celestiales, No tengo intencin de volver.

No pienso volver a ti, Aunque me retuerza entre tus brazos y rinda ante tu voluntad la esencia total de mi polvorienta cscara jams ser de nuevo el receptculo de tu necesidad.

eonard cohen, el juego favorito

As como la niebla no deja huella en la colina verde oscuro mi cuerpo no deja huella en el tuyo, y nunca lo har. Cuando viento y cellisca se encuentran qu queda por conservar? As, t y yo nos encontramos, despus, nos damos la espalda y caemos dormidos. Como tantas noches resisten sin luna ni estrella alguna, resistiremos nosotros cuando uno de los dos se haya ido lejos. ** bajo mis manos tus pequeos pechos son los vientres, vueltos hacia arriba de golondrinas cadas que respiran ** Donde quiera que te muevas oigo el sonido de alas que se cierran de alas que caen. Perd el habla porque caste junto a m porque tus pestaas son los espinazos de diminutos animales frgiles. ** -cmo crees que sea ahogarse, krantz? -dicen que te desmayas despus de aspirar una cantidad bastante pequea de agua

-cunta, krantz? -dicen que te puedes ahogar en una baera -en un vaso de agua, krantz -en un trapo mojado, breavman ** Bueno y qu haca pensando en sus labios? Y qu haca sentada en esa silla, sentada con tanta quietud para l? Tendra que estar en su apartamento, pensando, considerando su futuro, aprendiendo un idioma, viendo qu hacer de su vida o lo que fuere que haga la gente que vive sola cuando regresa a la noche. ** Nunca se describa como poeta ni a su obra como poesa. El hecho de que las lneas no lleguen al borde de la pgina no lo garantiza. La poesa es un veredicto, no una ocupacin. Detestaba discutir sobre tcnicas de versificacin. El poema es una cosa sucia, sangrienta, quemante, que, antes que nada, debe ser agarrada con las manos desnudas.

... Es hacer excitante aquello que est permitido. El amante debe familiarizarse totalmente con su amada. Tiene que conocer cada uno de sus movimientos: el vaivn de sus nalgas cuando camina, la direccin de cada diminuto terremoto cuando su pecho exhala un suspiro, la manera en que sus muslos se expanden como lava cuando se sienta. Debe conocer la sbita contraccin de su estmago justo antes del comienzo del clmax, cada vergel de cabello, rubio o negro, la ruta de los poros de la nariz, la red de vasos de los ojos. La debe conocer tan completamente que, de hecho, ella se convierta en su propia creacin. Que sea l quien haya proyectado la forma de sus piernas, quien haya destilado su perfume. Este es el nico tipo positivo de amor sexual: el amor del creador por su creacin. En otras palabras, el amor del creador por s mismo. Este amor no puede nunca cambiar. >> A medida que hablaba, su voz se iba haciendo cada vez ms tensa. Las ltimas palabras las formul en una especie de trance. Yo haba dejado de acariciarla. Su vocabulario clnico me pona malo. >, pregunt. > > Se irgui ante m. La luz del candelabro dibujaba su boca con un duro gesto de rabia. >

ntroduccin sincera: palabras cantadas

Adoro a Leonard Cohen. S, es una declaracin de principios. Al menos lo es para quienes conocen su obra. No conozco a nadie que conteste, en una eventual pregunta sobre Cohen: Mmms, est bien, algunos temas me gustan. Nadie puede degustar de costado a un cantante cuyo tono lgubre y monocorde es su caracterstica ms saliente, quizs junto al cinismo y la alucinacin que pueblan sus letras. Estos tipejos lo que provocan, ante el gusto, es la adoracin. Conoc al canadiense como cantante. Tal vez lo debera haber aclarado antes. La cuestin es ms bien simple: la posicin, la forma y las condiciones en las que conocemos a una persona, en cualquier escala, patentan una imagen que ser para siempre la que tendremos de dicha persona. Enseguida supe de sus poemas y sus novelas, pero lo conoc como cantante, por algunas referencias

explcitas que dej Luca Prodan. A la primera oda de sus primeros discos me encandil: ningn joven con ciertos daos coronarios y aficin a la poesa triste puede resistirse a la tentacin. En poco tiempo revis toda su obra, me permit alguna decepcin al respecto y me interioriz sobre sus retiros espirituales, su filosofa y cosas as. No falt mucho para que saltara a su literatura, pero s lo suficiente como para que Cohen sea para m, per seculo seculorum, un compositor genial, un cantante de la cripta urbana, un playboy de aeropuertos. Entonces su literatura no aparece en m como literatura sino como un golpe: sabemos desconfiar con interesante eficacia, hay que decirlo de aquellas personas que abordan varias expresiones artsticas. Las consumimos, pero por eso mismo sabemos que el talento, el genuino talento, no acostumbra a repartirse en partes parejas. Esos hombres igualmente geniales en manifestaciones artsticas diferentes nos parecen recuerdos disecados, monstruos de la historia de la humanidad. Pero la literatura de Cohen es igualmente buena que su msica; ambas son realmente talentosas. Esperaba algo de l y de sus palabras. Quiero decir: algo determinado. Muchas de sus letras son verdaderos relatos, cuadros salidos como de una pelcula de Jarmusch. Tambin esperaba un nivel determinado; al fin de cuentas yo haba conocido a Cohen como cantante pero l era un poeta. Ante(s) (de) todo un poeta, un escritor. Lo que recib de sus libros result, como dije, un golpe, una de esas felicidades que nuestros vicios nos regalan de vez en cuando: la felicidad, en este caso, de abalanzarse sobre un libro genial cuando uno espera apenas un volumen agradable. Esto ltimo me pas, concretamente, con The Favorite Game, la novela que public en 1963. Una novela cantada. Al menos para m, que no pude no puedo; espero secretamente jams poder apartar de mi mente las canciones de Cohen; es decir: sus tonos, sus cadencias, el espasmo susurrante que las recorre.

El (des)aprendizaje: cmo se aprende a caminar solo.

Segn la crtica, El juego favorito es una novela de aprendizaje, una bindulgsroman digna de la estirpe del Werther de Goethe o la saga Del tiempo y del ro-Acurdate del ngel de Thomas Wolfe. Como en todo lo que dice la crtica, algo tiene de cierto esa frase y algo de inanidad. Decir de una novela que es de aprendizaje es no decir nada de esa novela en particular. En efecto, esta

novela de Cohen, ms all de cumplir con algunos requisitos de la categora novela-de-aprendizaje, tensa las cuerdas de la literatura misma, y de cualquiera de sus categoras, hasta llegar, tal vez, hasta la contradiccin con su etiqueta. No albergo dudas al respecto: El juego favorito es una novela de (des)aprendizaje. En todo caso: Qu significa aprender algo?. Oh, concubinos del mundo en que vivimos, cunto podramos aprender si nos preguntramos a menudo la inquisicin anterior!. Nuestro sistema educativo no colabora mucho al respecto, y no creo que le quepan muchos reproches: su ser consiste en eso, en ser un sistema educativo; es decir, una institucin que se basa justamente en el misterio que rodea a su prctica fundamental: el ensear. Y consecuentemente a su otro polo, el aprender. Una

institucin que subsiste merced a ese misterio, un Aparato Ideolgico del Estado, en suma, como lo pens Althusser inmediatamente despus del Mayo Francs. Nuestros intelectuales tampoco han solucionado el problema: por lo general terminan acumulando tecnicismos de la disciplina que los identifica. As las cosas: aprender es vivir, tal como lo sugiere el arrebato dionisaco, la vena artstica de cualquiera tiempo?. Hay que admitir que suena tentador; la vida, como aventura metafsica, como despliegue fsico y moral, parece ser la maestra ideal. Anrquica, tempestuosa, dulce, iracunda. Pero suena tentador, creo, debido a su abstraccin. Es ms sencillo, siempre es ms sencillo, culpar y agradecer a las abstracciones. Pensemos en Dios, por ejemplo. O en el Amor. La vida, como tal, no existe. Lo que nos ensea (y nos ensuea, y nos ensaa) son las personas, las acciones, las palabras, los silencios, las montaas, el mar. Y los que aprendemos, en todo caso, somos nosotros, los fantasmas de carne y hueso que firman siempre con el mismo garabato y tienen su comida preferida. Ahora bien, Breavman el protagonista de la novela no quiere aprender, y an cuando quiere, no puede hacerlo. Estamos de acuerdo: Breavman vive: tiene un padre muerto que alguna vez muri y que pesa extraamente en sus pensamiento, una madre loca, varios viajes, una guitarra, fracasos tupidos e indoloros, algunas mujeres, un amor, adicciones, una Universidad. Estamos de acuerdo, pero Breavman no aprende de esa vida, en el mejor de los casos aprehende, bebe de la vida hasta saciarse y regresa a la soledad, la esencial e imposible soledad con que atraviesa el desierto. Huye de las clases acadmicas, huye tambin de las mujeres (en especial aquellas que le gustan de veras), huye de la locura de su madre, huye de la modesta y repentina fama que lo acosa. [Breavman huye. Y si bien podran esgrimirse razones de incapacidad o ribetes traumticos, lo cierto es que Breavman huye porque s, porque tiene la necesidad de olvidarse de todo a cada paso para poder por fin vivir. El Indio Solari, acaso uno de los pocos poetas urbanos que realmente nos quedan, dijo alguna vez algo as como que la nica forma de la vanguardia es el olvido constante. El recuerdo demasiado presente de lo que uno es traducido: lo que uno vivi, las cosas que vio, las bocas que bes impide la actitud vanguardista, impide la sorpresa y la ruptura, impide vivir, o seguir viviendo. Breavman es consciente de eso. Y huye. Huye como nica defensa del yo, huye como nico mtodo de vida. No se trata por cierto de que Breavman sea un pequeo pedante o un poeta soberbio y moralista. Nada de eso. Apenas sabemos de su desprecio por ciertas gentes. Breavman no necesita despreciar (mucho menos odiar) para marcharse, para (des)aprender. Le alcanza con la sospecha del aburrimiento.] Breavman slo desea que siga siendo como es ahora. Que la velocidad no disminuya nunca. Que la nieve permanezca. Que nunca sea retirado de esta sociedad con mi amigo. Que nunca encontremos otras cosas que hacer. Que nunca nos evaluemos el uno al otro. Que la luna se quede de un lado de la ruta. Que las muchachas slo sean un borrn dorado, como la bruma de la luna o el fulgor del nen sobre la ciudad. Breavman suplica no tanto por la detencin del tiempo como por la continuidad de sus caractersticas. Breavman suplica porque sabe que detrs de todas esas cosas que est viviendo huele a podrido, a rutina, a compromisos vanos y arteros; en todo caso, el prosaico mundo adulto, el museo del fracaso.

El fin de las etiquetas

Leonard Cohen es un artista, ya se dijo ms arriba, que canta y escribe. Nuestra odiosa manera de etiquetar convida a la pregunta, tambin ya referida, acerca de si Cohen es escritor o msico; o mejor

dicho, acerca de cul actividad es la-suya, su punto fuerte, su verdadera expresin. Supongo que Cohen es ms reconocido hoy da por sus discos que por sus libros. Tal vez tenga mucho que ver la escasa produccin narrativa o potica de sus ltimas dcadas, que si bien fue acompaada por la ausencia de discos, esta ltima result ms breve. Ignoro si Cohen est inmerso en el gesto rimbaudiano, si ya escribi todo lo que tena para decir escrito, pero s estoy seguro conociendo bastante a la consabida crtica literaria de que las huelgas de Cohen a

la hora de publicar conspiran contra su prestigio. Lo poco que he ledo sobre el Cohen-escritor me ha parecido un mero puado de lugares comunes, una especie de comentario basado en el respeto al Cohen-msico. Los libros de Cohen hay que leerlos, sin prejuicios, sin etiquetas, sin ningn respeto previo. El juego favorito es una novela mayor del siglo XX. Todas y cada una de sus lneas. Da la impresin de estar tallada dentro de un mar de desprecio por las formalidades estilsticas. Da la impresin de no querer ser literatura; El juego favorito se desplaza de la literatura, parece tender ms bien hacia la nada. La novela de Cohen adquiere su valor precisamente en lo que, sospecho, hace que los crticos de la literatura los conocidos celadores de las formas lo pasen por alto en el camino de los hitos literarios. La novela de Cohen es una enorme herida de donde manan las palabras impostergables. Histricas e implacablemente dispuestas. Le ocurre a Breavman, su alter ego: Escriba de a prisa y a ciegas, descreyendo de lo que haca, como un suicida que ha fallado tres veces y busca un paquete de hojas de afeitar. La literatura, la escritura de s como dira Foucault, representa para Cohen una muerte que espera all adelante, en el camino, paciente en su conviccin, tibia. Como el lavabo, que aguarda sin prisas la delgada efusin roja. El intento, por su parte, representa una tentativa. En los sueos se aprende la verdad de que toda buena obra se hace en la ausencia de una caricia escribe Cohen, y reafirma su conviccin de caminar solo, que ms que conviccin es una consagracin a un orden superior de creacin que todos ignoramos en lo que importa y que, no obstante, a todos nos sacude las pestaas de la intriga de vez en cuando. No se trata de la absurda soledad del aspirante a erudito, insisto, sino de una necesidad que a la vez que habilita, tortura. Cerca del final de la novela, leemos: Le temo a la soledad. No hace falta ms que visitar un manicomio o una fbrica, sentarse en un autobs o cafetera. En todas partes la gente vive en la soledad ms absoluta. Tiemblo al pensar en todas esas voces solas que se elevan, ganchos apuntados al cielo pidiendo ganar la lotera () podemos protestar por esa masacre indiferente. Tomarte de la mano es una muy buena propuesta. Ojal estuvieses aqu, a mi lado. El hombre solo, el que debe dejar atrs todo lo que fue, el que aleja a la gente que ama, no quiere estar solo. Le teme. Pero est solo, realmente lo est, como todos los dems. O quizs la compaa, la nica compaa posible, consista en esos arrumacos de sombras viejas en nuestras mentes y nuestros corazones, en el amor (jams)perdido. Aqu se interceptan en Cohen la memoria, la soledad y la felicidad. El hombre debe olvidar para poder vivir, pero est eso que se resiste al olvido, eso cuya memoria es en s mismo un olvido: la compaa esencial que alguna vez por lo

menos una les susurra en los odos a todos los hombres. Escribe Cohen: Esos son los tiempos (los del amor con Shell) que Bravman no recuerda demasiado bien por lo feliz que era. La felicidad de la compaa en tiempo presente eso que resumimos como amor para que no se nos caiga de las manos anula al mundo, a la materia que debera transformarse en la carne del recuerdo futuro. La felicidad, con su carencia absoluta de fines, es la pre-condicin del olvido. De ese mismo olvido que (una vez ms) precisa el hombre para continuar con vida. O, como escribe Cohen, de esa actitud que debe subyacer al hombre vivo: Nadie nos espera, nadie nos extraa.

Mome