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  • 7/29/2019 Augusto Ruiz Zevallos / Alberto Flores Galindo. Itinerario de un pensamiento. Publicado en: Libros & Artes 56-57 (noviembre de 2012). Lima.

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    LIBROS & ARTESPgina 1Noviembre de 2012

    Alberto Flores Galindo uno de los historiadores peruanos msimportantes del Per pos oligrquico, realiz contribuciones tanto a lahistoria como a las elaboraciones ideolgicas especficas que buscaban

    orientar la accin poltica de un sector de la izquierda peruana. Podemosdecir que Flores Galindo dise en la dcada de 1980 un proyectopoltico a partir de su trabajo intelectual como historiador. Sin ese

    quehacer no habra habido una propuesta como la que elabor, ya quela idea de forjar una gran utopa extraa su fuerza fundamentalmentede la evidencia histrica. En el presente artculo nos proponemos

    estudiar la naturaleza de ese proyecto, los condicionamientoshistricos de su gestacin, sus bases tericas y el razonamiento quedespliega su autor as como tambin los mecanismos involuntarios

    que juegan como trampas en su confeccin.

    Alberto Flores Galindo

    ITINERARIO DEUN PENSAMIENTO*

    Augusto Ruiz Zevallos

    LIBROS & ARTES N 56-57

  • 7/29/2019 Augusto Ruiz Zevallos / Alberto Flores Galindo. Itinerario de un pensamiento. Publicado en: Libros & Artes 56-57 (noviembre de 2012). Lima.

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    EXPANDIENDOLAS FRONTERAS

    a vida del historiadorAlberto Flores Ga-

    lindo coincide con el pe-

    riodo de mayor vitalidadde la izquierda peruana.Tambin su muerte, en1990, fue simultnea conel colapso electoral de estatendencia. Lo dicho solosera un dato ms si no fue-ra porque la izquierda fuela fuente decisiva de suidentidad, una dimensinprimordial en la vida deldestacado historiador. Flo-res Galindo fue, ante todo,un socialista, un revolu-cionario y como tal

    un partcipe del mensajede justicia e igualdad quela izquierda ofreci a losperuanos a lo largo de d-cadas. Fue socialista mu-cho antes de convencersede su identidad profesio-nal, de encontrar la claveque hara compatible sudestino como historiadorcon el de hombre de iz-quierda. En este sentido(pero solo en este sentido),se podra decir que su casofue similar al de otros hom-bres y mujeres estudian-

    tes, obreros o profesiona-

    les que abrazaron la cau-sa del socialismo en elPer. Fue semejante al demuchos intelectuales de lallamada por l mismoGeneracin del 68, la

    cual fue impactada por laRevolucin Cubana, lasgrandes movilizacionescampesinas y el creci-miento de la clase obrera.Tambin por el gobiernode Juan Velasco Alvara-do, el jipismo y la guerrade Vietnam. Jvenes pro-cedentes de la Universi-dad de Ingeniera, SanMarcos, la Catlica o laAgraria, emotiva o coac-tivamente marxistas, se-gn Manuel Burga, y que

    vean, como record Flo-res Galindo, la necesidadimperativa de hacer la re-volucin.

    La revolucin es elconcepto clave en el queFlores Galindo nace y cre-ce como intelectual com-prometido. Es, por supues-to, el proyecto que elabo-r el marxismo clsico: laconquista violenta del Es-tado para liquidar a la clasedominante e instaurar unrgimen de democraciasocialista, sin pluralismo

    poltico, que lleve a una

    sociedad sin clases y sinEstado. Situado en el Per,el concepto rene a la vezla estrategia, el destino yla moral con los que apa-reci la izquierda de la

    dcada de 1960, en res-puesta a la convivenciadel aprismo con la oligar-qua y al aburguesamien-to del viejo Partido Co-munista (PCP). La revolu-cin es el principio axialtanto de los grupos maos-tas que emergieron tras laruptura del mencionadoPCP en 1964 (BanderaRoja, Sendero Luminoso yPatria Roja, principalmen-te) como de las organiza-ciones que conformaron la

    llamada nueva izquier-da, bsicamente el Mo-vimiento de Izquierda Re-volucionaria (MIR), Van-guardia Revolucionaria(VR) y los nuevos trotskis-tas. Pero a diferencia de lasagrupaciones prochinas oprosoviticas, la nuevaizquierda con cierta ac-titud heterodoxa hacahincapi en la misin decada pueblo de disear supropia va revolucionariapara la toma del poder yla construccin del socia-

    lismo, tal como vena de-

    mostrando la experienciacubana. El joven FloresGalindo, en momentossucesivos, milit en parti-dos de la nueva izquier-da. Por ello, pudo criti-

    car y hasta condenar elsocialismo real de laUnin Sovitica o la inva-sin de este pas a Che-coslovaquia, compartien-do incluso los mpetus dela crtica libertaria, pero almismo tiempo se mostrmuy tolerante con el rgi-men castrista.

    Partimos, pues, de quepara entender a FloresGalindo es imprescindibletomar en cuenta su postu-ra ideolgico-poltica,

    pero esta ltima, en sucaso, no se puede enten-der sin considerar el m-bito social de donde sur-ge. Hijo nico de un ho-gar catlico, emparentadocon Federico Flores Galin-do, un escritor que busca-ba instalarse en la tradi-cin criolla, se form enuna escuela religiosa, elColegio La Salle, y luegoestudi historia en una ins-titucin particular, la Pon-tificia Universidad Cat-lica del Per (PUCP), jun-

    to con otros jvenes que

    procedan de una clasemedia con caractersticasde grupo tnico. l mismopensaba que era percibidopor los obreros como unjoven con cierto aire mi-

    raflorino, del mismomodo que muchos de suscompaeros, quienes, ade-ms, asumieron la mar-cha al pueblo como unaaventura pasajera: cuan-do finalmente se casaron,buscaron otros rostros, ycuando intentaron unaruptura con los padres,esta fue ms simblica quereal. Gente con sensibili-dad social y a la vez por-tadora de valores sistmi-cos (matrimonio, racialis-

    mo esttico, colegios pri-vados para los hijos, poderfamiliar), que asumi undiscurso que recusaba elreformismo, pero que entre otras cosas, por suapego a esos valorestampoco daba un pasodecisivo en un sentido re-volucionario. Ese era el

    L

    * Este ensayo se basa en un textoms extenso: Alberto Flores Galin-do: marco sociopoltico, fronteras te-ricas y proyecto poltico. Histrica.Volumen XXXV n. 1 Julio 2011. Fon-do Editorial de la Pontificia Universi-

    dad Catlica del Per.

    Promocin 1957 del Colegio La Salle.

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    perfil social dominante enla PUCP en los aos se-senta y setenta. En estemundo, donde antes nopudieron prosperar ni elestalinismo de viejo cuoni el aprismo y s la Demo-cracia Cristiana, hacia fi-nales de los sesenta tam-poco pudieron hacerlo losgrupos maostas, pero s elMIR y, sobre todo, VR.

    Todo lo anterior esimportante porque nospermite conocer los mar-cos sociales y polticos apartir de los cuales FloresGalindo realiza su trabajointelectual. Si bien no esposible formalizar asocia-ciones estrictas entre nivelsocioeconmico y ads-cripcin ideolgico-polti-ca, por un lado, y nivel

    terico-acadmico, por elotro, es importante sea-lar que, en ese contextohistrico, los orgenes so-ciales tenan un fuerte pesopara este tipo de definicio-nes. Los alumnos pobres deSan Marcos y de las uni-versidades de provincias,en gran medida excampe-sinos, preferan a Mao TseTung debido a la pulcri-tud de sus explicaciones(claras como el agua delos puquios, segn JulioCotler) y tambin porque

    ellas sintonizaban con susexperiencias familiares enel campo. Era, pues, unalectura con anclajes socia-les, que, en el contexto delsectarismo, se convirti enla va segura hacia el au-toencierro conceptual.Esto hizo que en San Mar-cos, al igual que en otrasuniversidades nacionales,abundaran tesis o libros dehistoria o antropologa ins-pirados en conceptos y ra-zonamientos maostas, in-

    fluencia de la que podanescapar los jvenes que seidentificaban con los gru-pos de la nueva izquier-da, lo que les permitaacceder a redes de relacio-nes y redes tericas si-milares a las de las univer-sidades privadas. Este fueel caso de Nicols Lynch,estudiante en los aos se-tenta con fuertes simpataspor el maosmo, explica-bles por situaciones perso-nales ms que sociolgicas,quien, influido por su mi-

    litancia en el grupo Crti-

    ca Marxista Leninista, enVR y luego en el PartidoComunista Revoluciona-rio, realiz una tesis de al-gn modo contraria a laidea de la pertinencia del

    maosmo como alternati-va poltica. Esto fue el co-mienzo de una carrera quelo llevara a Mxico e In-glaterra, y, en poltica, algrupo de Los Zorros.Otro ejemplo es el de Ro-

    drigo Montoya, proceden-te de una clase media aya-cuchana (aunque empo-brecida) y con redes pol-ticas en el marco de lanueva izquierda, que locondujeron a encontraren los libros de Louis Al-thusser la base terica pararealizar un estudio sobreel carcter capitalista dela sociedad peruana, co-locndose as en abierta

    polmica con aquellos so-

    cilogos que, inspirndo-se en Mao, sostenan quela sociedad peruana erasemifeudal.

    Mientras que San Mar-cos era un templo a Mao

    Tse Tung, en donde Pe-kn Informa se lea al mis-mo tiempo que ElComer-cio o LaPrensa, la PUCPera un espacio en el queconvivan tendencias con-servadoras, de raigambre

    colonial, y tendencias mo-dernas. En la Escuela deHistoria, el discurso tradi-cional imperaba sobre unnaciente discurso etnohis-trico, aunque de dere-cha, inspirado en JohnMurra, mientras que en laFacultad de Ciencias So-ciales el socialcristianismoiba dejando el paso a unmarxismo muy ligado a losdebates de la nueva iz-

    quierda, especialmente a

    los planteamientos de VRsobre el desarrollo capita-lista y su intento de fusio-nar Trotsky, Mao y la teo-ra de la dependencia; unmarxismo que no estaba

    obsesionado con la idea depureza. Tambin a las na-cientes ideas de la Teolo-ga de la Liberacin, unalectura de las Escrituras apartir de categoras mar-xistas, principalmente. La

    conexin con el mundoacadmico europeo era yaentonces fuerte. A fines delos sesenta, varios profeso-res Rolando Ames, Gus-tavo Gutirrez y otrosvolvieron de Europa, casial mismo tiempo en quearrib al Per el socilogoDenis Sulmont. HeraclioBonilla, antroplogo e his-toriador econmico, llega la PUCP con un enfoque

    marxista riguroso, una pre-

    ocupacin poltica dentrode los esquemas de lanueva izquierda y algu-nos proyectos acadmicos.All, la circulacin de lasideas y el equipamientobibliogrfico eran inmen-samente mayores que enotras universidades: histo-ria tradicional, etnohisto-ria e historia econmicaestaban a disposicin delos alumnos, al igual queel marxismo clsico (KarlMarx, Friedrich Engels yLenin) y el marxismo he-terodoxo (especialmenteGyrgy Lukcs, Jean PaulSartre y Louis Althusser).

    Estamos presentandoun escenario favorablepara la formacin de unjoven intelectual que,aparte de sus actividades

    estrictamente acadmicas,desarrolla tambin tareasde activismo poltico enalgunas fbricas de Lima yasume como propia la no-cin del intelectual com-prometido con la causarevolucionaria, que lohar preguntarse, de ma-nera casi obsesiva, por lautilidad del historiador.Este compromiso y susvnculos acadmicos conBonilla lo condujeron arealizar una tesis sobre elproletariado minero de la

    Cerro de Pasco en los prin-cipios del siglo XX, un es-tudio en donde se conden-san los cambios sociales dela poca (en los sesentahubo un fuerte crecimien-to de la industria y unareciente clase obrera); lanueva historia, que empie-za a interesarse en las cla-ses populares; la circula-cin de teoras; y, juntocon todo lo anterior, lacreatividad y perspicaciadel mismo Flores Galindo.

    Es una historia de masastrabajadoras, de sus luchasy de sus manifestacionespolticas, saludablementeatada a la historia econ-mica. Resulta interesantela referencia a las obras deJos Mara Arguedas tan-to a las literarias como alas cientficas para descri-bir a los nuevos mineros indios comuneros (gene-ralmente altivos) y no co-lonos (ms sumisos),pero ellas son solo utiliza-das como fuentes para en-

    tender el mbito social de

    Partimos, pues, de que para entender a Flores Galindo esimprescindible tomar en cuenta su postura ideolgico-poltica, pero esta

    ltima, en su caso, no se puede entender sin considerar el mbito social dedonde surge. Hijo nico de un hogar catlico, emparentado con Federico

    Flores Galindo, un escritor que buscaba instalarse en la tradicincriolla, se form en una escuela religiosa, el Colegio La Salle.

    Los aos universitarios.

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    donde salieron esos nue-vos trabajadores. Aunquelo parezca sobre todocuando se muestra a obre-ros que seguan siendocampesinos indios, toda-va no est presente lacuestin de la defensa cul-tural ante Occidente. Setrataba de problemas rela-cionados con temas clsi-cos de la historia econ-mica, planteados entreotros por V.I. Lenin, en suestudio sobre el capitalis-mo en Rusia, y WitoldKula en sus estudios sobrela clase obrera, obras queinspiran en parte la tesis deFlores Galindo. Ambosautores, pero especialmen-te el segundo, lo llevan apensar que los campesinosse resisten siempre a la pro-

    letarizacin. Eric Hobs-bawm le proporciona argu-mentos para esa historia ata-da a la estructura econmi-ca: los mineros eran gentesprepolticas que, siendoan aldeanos, no poseenuna ideologa que corres-ponda a su centro de tra-bajo. Althusser , por suparte, le hace entender larelacin entre la ideologarevolucionaria (de los co-munistas de 1930) y la ex-periencia real y concretade los trabajadores: irni-

    camente, hombres que sellamaban marxistas co-menta Flores Galindo,que haba que suponer-los materialistas, es decirrealistas, actuaban como silas ideas, por s solas, pu-dieran transformar la rea-lidad. La apuesta del his-toriador peruano es defi-nitivamente por el realis-mo estructural, una acti-tud lejana del voluntaris-mo utpico. La obra deLukcs, mencionada en la

    introduccin como inspi-racin terico-metodol-gica, no es citada en elcuerpo de la tesis, pero supresencia es destacableincluso en trabajos inme-diatamente posterioresque dan importancia de-cisiva a los soportes mate-riales. En 1974, por ejem-plo, publica Nacionalis-mo y estructura colonial,un artculo en el que, si-guiendo el mtodo pro-puesto por el filsofo hn-garo en Historia y concien-

    cia de clase, se pregunta si

    las estructuras materialesde la poca hacan posibleconcebir el nacionalis-mo. Haba, pues, una vi-sin fuertemente orienta-da a los factores estructu-rales, a pesar de que poresos aos el historiadorperuano ya admiraba aautores como Jean PaulSartre y Franz Fanon. Esposible que en esta orien-tacin a favor de una lec-tura realista tuvieran quever los golpes sufridos enla dcada de 1960 por losmovimientos insurgentesinspirados en la Revolu-cin Cubana y, en parti-cular, los debates que sus-cit en los grupos de iz-quierda entre ellosVR el fracaso del MIR,severamente criticado por

    subestimar los obstculosque se presentaban a larevolucin. Coincidente-mente con ese nfasis enlas estructuras, en esosaos Flores Galindo dejla militancia del MIR eingres a VR.

    En estos inicios, ya po-

    demos apreciar las dos co-ordenadas que marcarntensamente la formacinintelectual de Flores Ga-lindo: en primer lugar, unalnea de trabajo que inclu-ye autores marxistas y nomarxistas; y en segundolugar, una preocupacinpor el peso explicativo delas estructuras y de los su-

    jetos. Aunque permanen-tes en su preocupacinterica y metodolgica deprincipio a fin, las formasen que se articulaban losacentos en uno u otro ladode cada una de las oposi-ciones no siempre fueronlas mismas. As, por ejem-plo, al principio comoacabamos de ver hay unamplio predominio de laliteratura acadmica mar-xista, pero a partir de suestada en Francia esta ten-dencia empieza a decaer.

    En cuanto a la segunda

    coordenada, la tendenciasigue siendo a favor de lasestructuras. Efectivamen-te, la influencia de la Es-cuela de Annales y deotros historiadores (mar-xistas duros, como PierreVilar, y no marxistas,como Fernand Braudel yRuggiero Romano, dequienes fue alumno, ade-ms de Emmanuel Le RoyLadurie, Pierre Duviols,Nicos Poulantzas, ClaudeLvi-Strauss y NathanWachtel) le suministr unmarco explicativo graciasal anlisis de las relacionesentre las distintas estruc-turas que integran la socie-dad en los periodos largosy en las coyunturas. Vilar,y en particular su estudiosobre Catalua, sirvi de

    inspiracin para adentrar-se en la historia regional,lo que dio como frutoAre-quipa y el sur andino, unestudio complejo dondela geografa y los circuitoseconmicos apenas dejanespacio a la accin inten-cional. Las mentalidades

    (cuya historia aprendi delas lecturas de las obrascumbres de Lucien Feb-vre, George Duby y Phili-ppe Aris, as como de losprimeros trabajos de Jac-ques Le Goff y MichelVovelle) son entendidascomo crceles en las quelos sujetos tienen escasosmrgenes de accin. Esta

    es la visin que FloresGalindo y Manuel Burgaempiezan a trabajar en1978 cuando analizan lamentalidad oligrquica.Los miembros de la oligar-qua aparecen atrapadosen una serie de prcticascotidianas conducentes ala evasin, sea en el pasa-do colonial o en los fuma-deros de opio, que les im-piden convertirse en unaclase burguesa. Todavano aparece una concep-cin dinmica de la men-

    talidad; an se trata de una

    estructura. Sin embargo,no es un soporte material,sino una dimensin de lasubjetividad que contienela idea de inconsciente,que posteriormente va allamar la atencin de Flo-res Galindo como meca-nismo para entender loshechos ntimos que estndetrs de las acciones. Contodo, sea que se trate deautores marxistas o nomarxistas, las influenciaspara desarrollar una histo-ria que ponga el acento enlos soportes estructurales,no solo econmicos, aun-que sin la desaparicin delos sujetos, seguirn pre-valeciendo con su viaje aFrancia.

    Prevalecern, pero sinque logren detener la ten-

    dencia paralela. As, porejemplo, en el campo delmarxismo, a las mencionesde Lukcs, Althusser yVilar, se sumaron algunosautores ya conocidos,como Sartre, y se aadie-ron nuevos, como Anto-nio Gramsci y Edward Pal-

    mer Thompson, ms liga-dos con el tema de la vo-luntad que con las estruc-turas, al menos en la lec-tura que empieza a reali-zar nuestro personaje. Sar-tre haba sido una influen-cia importante en las re-flexiones morales de Flo-res Galindo, visible en sujuventud y en su Carta a

    los amigos, pero en los aossetenta, Sartre y su aporteal materialismo histrico,el de la Crtica de la razndialctica, adquieren ma-yor importancia. Son lasestructuras esas crcelesque condicionan a loshombres o son los hom-bres quienes modifican lasestructuras? No por casua-lidad un epgrafe de Sar-tre encabeza en 1977 untrabajo que Flores Galin-do y Jos Deustua desarro-llaron para entender el

    destino del Apra y del

    PCP en la crisis de 1930-1931. Son factores comolas dimensiones de la cla-se obrera y el desarrollocapitalista los que expli-can el fracaso del PCP enla conduccin del movi-miento de masas, o tam-bin lo son los errores tc-ticos de la dirigencia co-munista de entonces? An-teriormente (1976), Flo-res Galindo haba puestoun rotundo nfasis en lossujetos. Tras mostrar laimportante actividad des-plegada por los comunis-tas en el seno del pujantemovimiento sindical y surepentino retroceso en lpara beneficio del PartidoAprista, se concentra enlas limitaciones tcticasdel PCP, referidas a una

    nula poltica de alianzas ya una interpretacin err-nea de las luchas popula-res, que lo llevaban a pen-sar que la revolucin pro-letaria estaba a la ordendel da. En 1977, en elartculo que escribe conDeustua, se intenta daruna respuesta cntrica, l-cidamente equidistante deinterpretaciones determi-nistas y voluntaristas, aun-que el nfasis est puestoms en la estructura: loscomunistas de esos tiem-

    pos no pudieron hacer msdebido a una serie de l-mites estructurales, como,por ejemplo, el tamao yla maduracin de la claseobrera. Pero en 1980, alprologar un libro de Car-men Rosa Balbi, quienpona en el centro la ac-cin poltica cuando ex-plicaba el fracaso del PCPen la coyuntura de 1930-1931, Flores Galindo ter-mina suscribiendo la posi-cin de la autora. El inte-

    rs en este problema, yapara otro momento hist-rico, reaparece en 1980,en un trabajo realizadocon Burga, que tena comopropsito entender el mo-vimiento campesino de losaos sesenta: era este unresultado de la crisis delagro? O la crisis de la ha-cienda se explicaba tam-bin por los movimientoscampesinos? Para ambosautores, la participacincontinua de colonos dehacienda en las protestas

    a partir de 1945 no se de-

    Todo lo anterior es importante porque nos permite conocerlos marcos sociales y polticos a partir de los cuales Flores Galindo

    realiza su trabajo intelectual. Si bien no es posible formalizar asociacionesestrictas entre nivel socioeconmico y adscripcin ideolgico-poltica,por un lado, y nivel terico-acadmico, por el otro, es importante

    sealar que, en ese contexto histrico, los orgenes sociales tenanun fuerte peso para este tipo de definiciones.

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    ba a cambios estructura-les en el agro, puesto quedicha participacin se ha-ba inaugurado en realidaden la dcada de 1920. Enestos acercamientos, elsujeto est en el centro desu atencin. Con el pasode los aos, aunque conretrocesos, se puede per-cibir en Flores Galindo unacercamiento cada vezmayor al protagonismo delsujeto.

    Sin embargo, sera unerror pensar que esta ma-nera de enfocar la historiafue reforzada nicamentepor la relectura que hacede Sartre. En 1974, descu-bre a Gramsci, hecho im-portante para poner elpeso de la balanza en elsujeto en un sentido am-

    plio, que en ese momentodesigna gruesamente comoclases. Pero a pesar deque destaca la novedad deconceptos como hegemo-na, bloque histrico y re-volucin pasiva; y no obs-tante que, ya en Lima, re-clama poner en prctica lateora de Gramsci a lahora de investigar; y a pe-sar de que algunos de di-chos conceptos estn pre-sentes en el estudio querealiza con Burga sobre laRepblica Aristocrti-

    ca, no hay una orienta-cin gramsciana en sus in-vestigaciones con esosmismos conceptos que co-rresponden a un Gramscique se ha alejado ya delvoluntarismo, es decir,una perspectiva que lo lle-ve a conclusiones acad-micas que, a su vez, alla-nen una reflexin polti-ca ms all de poner a lossujetos en el centro, lo queempezaba a ser comn enel Per a mediados de los

    setenta. Este ltimo hechonos remite al papel quejug la coyuntura en esaspreferencias y, en general,en los cambios en su vi-sin de la historia. Ascomo el clima poltico trasla derrota del MIR tuvo re-lacin con su nfasis aca-dmico en las estructuras,el auge de la izquierda ydel movimiento populartuvo, sin duda, impacto ensu posicin crecientemen-te favorable al anlisis delos sujetos y al voluntaris-

    mo. De hecho, al respal-

    dar la tesis de Balbi sobrela responsabilidad de loscomunistas en los aostreinta, lo hace explcita-mente estimulado por laresponsabilidad de los di-rigentes de 1980 en la di-visin de la Alianza Revo-

    lucionaria de Izquierda(ARI). Un fuerte estmu-lo para realizar una lectu-ra voluntarista fue la im-portante votacin quehaba logrado esa tenden-cia dos aos antes. El des-tacado historiador inter-preta este resultado comola bsqueda por los secto-res populares de una estra-tegia de cambio radical. Laprueba estara en la imagendel candidato de izquierdams votado, Hugo Blanco,que era la de un guerri-

    llero que haba dicho lo

    que queran or los pobla-dores, es decir, que eneste pas la revolucin esposible. Esa coyunturacolabora en su revisin delpeso de los sujetos en lahistoria y acelera su pro-pia actividad como inte-

    lectual-poltico, lo que setraduce en una crtica delos sujetos conscientesdel presente, particular-mente de los partidos deizquierda. Es esa labor laque lo empuja tambin apensar que los hechos, enel pasado, pudieron serde otra manera.

    Aunque Gramsci dejade ser una referencia im-portante en el pensamien-to de Flores Galindo, di-cho autor y Sartre lo fue-ron preparando para un

    veloz despegue del suelo

    de las estructuras, en espe-cial las econmicas, a par-tir de 1980, mediante susestudios sobre Jos CarlosMaritegui, la utopa an-dina y otros que publicaen Tiempo de plagas o que-daron inditos. Lo anterior

    ocurri, entre otras cosas,porque lograron distan-ciarlo de Althusser muchoantes de conocer la ferozcrtica de Thompson y sureflexin en torno a la ca-pacidad de agencia de lossubalternos. Este ltimoautor, sin embargo, leaporta a Flores Galindoconceptos que permitenoperacionalizar esa din-mica de los sujetos en lostemas que investiga. Supresencia en la obra delhistoriador peruano se

    deja sentir en la compren-

    sin de los grupos sociales,que no solo se constituyenpor su ubicacin en el apa-rato productivo, sino tam-bi n en la lucha mis ma(en esa lucha de clases sinclases, al decir de Thomp-son), idea que, en el casode Flores Galindo, estpresente principalmenteen Aristocracia y plebe, unanlisis de la sociedad li-mea de finales del XVIIIy que encajaba con su re-currente desestimacin decategoras estructuralesdel marxismo clsico,como modo de produc-cin. De Thompson, elhistoriador peruano extraela nocin de experiencia,un argumento ms en con-tra del objetivismo y a fa-vor de las nociones legiti-

    mizantes: se trata de unasubjetividad referida aconvicciones profundasde los actores sociales, queguarda cierto aire de fami-lia con la mentalitde loshistoriadores franceses.Con Thompson, las men-talidades en Flores Galin-do dejan de ser crceles delarga duracin para con-vertirse en construccionesculturales de los sujetos ensu resistencia cotidiana ala dominacin. La utopaandina es un hecho que

    implica ideas que, nosiempre sistematizadas,pueden ser comunes a dis-tintos estratos sociales,desde los campesinos has-ta los nobles indgenas (noconstituyen una ideologaen el sentido marxista), ypueden habitar en el terre-no de las emociones, en unnivel inconsciente (lo queacerca a Flores Galindo ala perspectiva de los his-toriadores franceses sobrela mentalidad). Sin em-

    bargo, dichas ideas estnenraizadas en la tradiciny sirven como nocioneslegitimizantes de las prc-ticas y como fundamentode lo justo (lo que encajacon la economa moralde Thompson). As, porejemplo, la reflexinthompsoniana sobre laeconoma moral inspira aFlores Galindo para, enprimer lugar, criticar parafraseando al mismoThompson la teoraespasmdica de los movi-

    mientos sociales, y, en

    Los aos escolares, con su padre, 1959.

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    segundo lugar, destacar loscambios en la cultura y lamentalidad de los sectoresandinos que precedieron ala rebelin de 1780 y quefueron el sustento que le-gitimaba las protestas ind-genas.

    El historiador avanz enel terreno del marxismo,como vimos y veremos acontinuacin, pero de igualmanera en el ancho espa-cio cultural del no marxis-mo, y tambin aqu conrepercusiones favorables ala perspectiva del sujeto.En la segunda mitad de lossetenta, Flores Galindo re-fuerza tres conocimientoslogrados antes superficial-mente. En primer lugar,est el psicoanlisis, al queestuvo expuesto por su in-ters en el marxismo occi-dental. Herbert Marcuse,

    por ejemplo, fue un autor

    que en la mencionada d-cada era de consulta obli-gada entre los jvenes de laizquierda europea y lati-noamericana gracias a lasmasivas ediciones de susobras, en parte debido alespritu de Mayo del 68,que, entre otras cosas, pusoen primer plano el papel delos sueos y de la libido enla condicin vital de loshumanos. La historia de lasmentalidades tena, ade-ms, su propia indagacindel inconsciente. Y el mis-mo Freud ofrece una largalista de estudios sobre losmitos antiguos y no solosobre las pulsiones. FloresGalindo pensaba en la ne-cesidad de hacer la historiade los deseos de la gente,incluyendo el sexo, comoparte de una reivindicacinpresente. Pero en su caso,

    a diferencia de los intelec-

    tuales europeos, no es enla libido donde puede vis-lumbrar un potencial libe-rador. El psicoanlisis le sir-vi, bsicamente, para re-forzar la importancia de loirracional y en particularde los mitos, en tanto quesueos colectivos, en laproduccin del hecho his-trico.

    En segundo lugar, y nodesligado de lo anterior, seencuentra el tema de lautopa. Los aos sesenta ysetenta fueron de reflore-cimiento para dicho con-cepto. Marcuse, mentorespiritual de las juventudesuniversitarias de EstadosUnidos y de Europa, habapropuesto la idea de uncamino al socialismo quevaya de la ciencia a la uto-pa y no, como crey En-gels, de la utopa a la cien-

    cia. El filsofo espaol

    Adolfo Snchez Vzquezescribi un libro con un t-tulo que, a su modo, reco-ga esa propuesta. Adems,hubo estudios sobre lasutopas latinoamericanasdel siglo XIX. Haba, pues,un fuerte clima cultural enEuropa y en Amrica favo-rable al desarrollo tericode la utopa. Por esta ra-zn, el libro El principio dela esperanza (1949) de Er-nest Bloch fue reeditado ytuvo gran importancia enla dcada de 1970. El men-cionado autor entiende lautopa como una concien-cia anticipadora de la rea-lidad, que lejos de aceptarlas cosas como son, fr-mula que conduce a la vul-garidad y la cobarda,plantea que las cosas pue-den ser de otra manera.La consecuencia espont-

    nea de este razonamiento

    consiste en ir al encuentrode esa tradicin grandiosay llena de fantasa del so-cialismo primigenio. Elaporte de Bloch es recogi-do por el padre GustavoGutirrez en varios prra-fos de su libro Teologa dela Liberacin, donde, altiempo que seala la po-tencialidad del trminopara expresar el estableci-miento de nuevas relacio-nes entre los hombres, pre-cisa que la utopa es unanuncio: Anuncio de loque todava no es, peroser; presagio de un ordende cosas distinto, de unanueva sociedad. Es un pro-yecto hacia el futuro, unfactor dinmico y movili-zador de la historia.Gutirrez, Bloch y Marcu-se fueron inspiraciones im-portantes del libro Mari-

    tegui, revolucin y utopa,

    que el filsoez escribide se entieMaritegumo de utonicamentla inteligentalidad del complejidaanhelos yFue por laloga de la tambin Flencontr cla utopa con Bloch?cuenta la vnculos afmicos queGutirrez, tud hasta das, podrafirmativamconocer lque hace Fla obra de

    sus omisio

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    dice Flores, pas por altoa la Iglesia. Sus aparatos ysus mecanismos de po-der), pero sobre todo porsu posicin racionalista.Lo cierto es que hastaprincipios de la dcada de1980, el sentido de la ex-presin utopa en FloresGalindo va en otra direc-cin. En 1975, criticandolas tesis sobre minorasnacionales en el Per, se-al que estas ideas nopasaban de ser elabora-ciones intelectuales, uto-pas irrealizables, por lainexistencia de un prole-tariado o de una burguesaquechua o aimara. Dosaos despus, en el artcu-lo La nacin como utopa:Tupac Amaru. 1780,menciona a Bloch y a laexpresin utopa cuandocompara al lder cuzqueo

    con Thomas Mntzer; sin

    embargo, no es Bloch suinspiracin, sino ms bienson Lukcs, Engels y, prin-cipalmente, Kart Mann-heim. En dicho artculo,las ideas de Tupac Amarueran consideradas utpi-cas en el sentido degrada-do del trmino, es decir,como sinnimo de ilusin,de falta de realismo o como dice Mannheim, ci-tado por Flores Galindoporque resulta despro-porcionado con respecto ala realidad. Aqu an noaparece la utopa en unsentido positivo, en el sen-tido original del trmino,como un proyecto haciael futuro y una esperanzamovilizadora, como la en-tendan Bloch y Marite-gui, y posteriormente lohara el mismo Flores Ga-lindo; es decir, como un

    horizonte en el que se

    piensan los problemas, nopara describirlos, para vercul es la tendencia inevi-table a la que tenemos queacomodarnos, sino paraanalizarlos desde una pti-ca valorativa basada enlos deseos de la gente ra-dicalmente diferente. Setrata de la utopa como fun-damentacin moral delvoluntarismo. Esto ocurri-r en 1980, coincidente-mente con su convenci-miento de que las cosaspudieron ser de otra ma-nera tras el fracaso de laARI, cuando va Mari-tegui identifica mito conutopa.

    En tercer lugar, estnlos estudios sobre el mile-narismo, particularmentelos de Norman Cohn, au-tor de En pos del milenio(notable libro), donde la

    pasin es el principal com-

    bustib le para la moviliza-cin; se trata de una obradecisiva para entender losmovimientos milenaristasde la Europa sur y centralen los tiempos finales de laEdad Media y en los co-mienzos del mundo mo-derno. En La agona deMaritegui, Flores Galindousa la expresin milenaris-mo como sinnimo de uto-pa para referirse a la revo-lucin que encarnaba elmarxismo, como el mito,en cierta manera la religinde nuestro tiempo, la invi-tacin a combatir por elmilenio en la tierra,exac-tamente en los mismos tr-minos en que la empleaCohn cuando compara elmilenarismo revoluciona-rio del pasado con la co-rriente de los revoluciona-rios marxistas del siglo XX,

    movimientos que ofrecen

    antes que una reivindica-cin inmediata, una grangesta, la cual daba a susseguidores un sentido ma-yor a sus vidas. Para Ma-ritegui, segn Flores Ga-lindo (1986), El socialis-mo era el milenio. La Uto-pa. En 1980, emplea laexpresin milenarismo an-dino para designar una se-rie de mitos y movimien-tos indgenas motivadospor la vuelta del Tahuan-tinsuyo, los mismos movi-mientos que, a partir delao siguiente, englobar enla expresin utopaandina.En Buscando uninca, nuestro autor es msexplcito en el uso del con-cepto (aunque ahoraacompaado de un parien-te: el mesianismo), espe-cialmente en el primer ca-ptulo, donde desarrolla la

    historia del milenarismo

    so Ib-, don-ito deinni-no es

    mado aa la to-con suiones,nzas.a Teo-n quendo sema deotros,

    mos ende losacad-o conuven-

    de susonder

    n des-ionesindo az, por

    rtica,

    3

    6

    1. En Roma con sus hijos Miguel y Carlos, 1982.

    2. Junto al Dr. Javier Maritegui, don Julio Portocarrero y Vctor Carranza.Federacin Minera, 1988.

    3. Con dos amigos msicos. Huancayo.

    4. En Pars con su hijo Carlos.

    5. Al lado de su esposa Cecilia Rivera.

    6. Caricatura de Alberto Flores Galindo por Carln.

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    contada por Cohn y pro-longa su vigencia en elNuevo Mundo, y en el fi-nal del libro, en el cualpresenta al fenmenocomo encarnado en laguerra interna que viva elPer de los aos ochenta.Hay muchas coincidenciasentre la utopa andina deFlores Galindo y el mile-narismo de Cohn. Ambosson discursos que ofrecenuna respuesta inmediata alproblema identitario de lafragmentacin (FloresGalindo) o del aislamien-to y desintegracin(Cohn); sus portadoresrechazan el presente y ape-lan a un futuro de justiciae igualdad en la Tierra (yno en el ms all): los milaos anunciados por el

    Apocalipsis, la continua-cin de la sociedad justaque interrumpieron los es-paoles; el uno y el otrose expresan, gracias al cris-tianismo, en trminos detiempo histrico lineal. Nila utopa andina ni los mi-lenarismos son discursosunitarios, sino ms bien semanifiestan de diversasformas, incluyendo el des-orden y las rebeliones. Enambos casos, por lo gene-ral los lderes (como Tu-pac Amaru y Thomas

    Mntzer) vienen de fuerade los campesinos pobres.En pos del milenio y Buscan-do un inca son libros queabarcan varios siglos (delXII al XV, en el primercaso, y del XVI al XX, enel segundo), en los que susprotagonistas general-mente, masas subalternaspersiguen una utopa (elmilenio) imbuidos de pa-sin, de actitud religiosaen el sentido amplio y deconducta irracional.

    Como podemos apre-ciar en los prrafos ante-riores, al mismo tiempoque las teorizaciones es-tructurales ceden anteaquellas que se abocan alos dominios de la subjeti-vidad, en el pensamientode Flores Galindo las re-flexiones marxistas vancediendo espacio a las nomarxistas. En el balancefinal, en mi opinin, nofueron las primeras sino lassegundas de donde nues-tro autor extraer su prin-

    cipal apoyo para una lec-

    tura de la historia que ali-mentar ms adelante suproyecto poltico. Siendomarxista, se nutri deideas ajenas al marxismo.Con ello, sin proponrse-lo, sigui una tradicinque se inicia con Marite-gui: mantener intacto elproyecto poltico generaldel marxismo, pero no subase epistemolgica ni suteora de la sociedad; tra-dicin en la que tambindebemos incluir aThompson. La historia delas mentalidades, replan-teada por el mismo Flo-res Galindo, junto con lapsicohistoria de Cohn, elpsicoanlisis freudiano ylas obras de Thompson,as como las reflexionesen torno a la utopa, for-

    maron en l un conjuntoterico que lo convencide la necesidad de priori-zar lo subjetivo en el es-tudio del proceso histri-co y que le suministr losconceptos y la metodolo-ga necesarios para tal

    empresa. Este proyectocristaliz en los ms im-portantes libros de su tra-yectoria acadmico-pol-tica: La agona de Mari-tegui, Buscando un inca yTiempo de plagas.La valo-racin de la subjetividaden la historia con unafuerte autonoma respec-to de las estructuras hizoposible que Flores Galin-do consagrara su mayoresfuerzo a investigar lautopa andina. Tambin,

    que realizara una nuevamirada de las obras deMaritegui, una visinque destaca el peso de loreligioso, del mito y de laspasiones colectivas en laobra del Amauta, la fuer-za y el arraigo del senti-miento mesinico y lanecesidad imperativa deincorporarlo a su proyec-to revolucionario. Segnesta nueva mirada, Mari-tegui propone el socialis-mo, pero a partir de un di-logo con lo que Flores Ga-

    lindo denomin primero

    la nacin y luego la utopaandina.

    El estudio de la obra deMaritegui es, adems deuna aplicacin, una con-tinuacin de la explora-cin conceptual iniciadapor Flores Galindo, en lamedida de que a este se leva presentando como unafuente de aprendizaje envarios sentidos, incluido elterico. De la mano deMaritegui, Flores Galin-do reafirma su asombro yrevalora la importancia delo irracional, especialmen-te de los sentimientos, nosolo como factor dinmi-co en los acontecimientoshistricos, sino tambincomo factor en el mismoproceso de conocimiento(se trataba de un aspecto

    nuevo en Flores Galindo,el cual tendra, como ve-remos ms adelante, se-rias implicancias, en tan-to instancia valorativa, ala hora de elaborar su pro-yecto poltico). Con ello,nuestro autor extiende

    sus linderos conceptualessin que mediara ms bi-bliograf a hacia el rela-tivismo, un campo teri-co que apenas intuye y noinvestiga ms, pero que,como apreciaremos lue-go, logra ocupar un lugaren su trabajo histrico-poltico.

    Para explicarlo mejor:Maritegui haba cuestio-nado en diversas oportu-nidades ese privilegio im-perial del discurso cient-

    fico sobre la literatura uotros discursos en la pro-duccin de la verdad. Porello, defendi el acerca-miento lrico de Valcrcela la historia indgena (paraacercarse a la ntima ver-dad del indio) como uncamino ms pertinenteque el de las teoras cien-tficas. Ciencia y no cien-cia son equivalentes en eldiscurso de Maritegui, ypor eso afirm que la his-toria acadmica en granmedida es pura poesa.

    Igualmente, el Amauta

    resaltaba y valoraba lacomprensin del psicoan-lisis realizada por los nocientficos: los poetas yartistas especula Marite-gui- comprendan mejorque los cientficos estadoctrina debido a su ins-piracin subconsciente ysu proceso irracional. Co-mentando esta idea, Flo-res Galindo subraya la im-portancia de la divergen-cia patente en ellaentre la razn y la imagi-nacin: la demostracinque por caminos directosy rpidos el artista podallegar a conclusiones msvlidas que el cientficoencerrado en su laborato-rio. Ese fue un paso deci-sivo para que nuestro au-tor se planteara el difcil

    objetivo de conciliar laimaginacin con el anli-sis, proyecto en el que lossentimientos tienen la mis-ma validez que la razn ala hora de fundamentarconocimientos. Todo locual le permite abrir la

    puerta a una genrica no-cin de equivalencia decriterios valorativos conimplicancias polticas.

    Flores Galindo trabajaesta hiptesis en Argue-das; y luego de distinguirentre el Arguedas narradory el Arguedas antroplo-go, concluye en que lasideas vlidas no vendrandel cientfico en quiensubyace la propuesta deuna solucin de compro-miso con la cultura occi-

    dental, sino ms biendel novelista, quien al de-jar correr sus sentimien-tos ms profundos, trans-mite la posibilidad de ungran cataclismo que po-dra invertir la realidad nosolo social sino cultural delpas a favor de los andinos.A continuacin, nuestroautor recoge del discursoque fluye de las novelas deArguedas interpretacionesy alternativas de ordena-miento tico, donde seaceptar la tcnica pero

    no el veneno del lucro,

    para contraponerlas aldiagnstico y proyectoque implica El otro sende-ro de Hernando de Soto.Una verdad producida ar-tsticamente es confronta-da con unas tesis con pre-tensiones cientficas. Setrata de una ruptura conla episteme moderna y, enparticular, marxista, rup-tura a la que, en ciertomodo, ayuda su interspor la arremetida deThompson en contra deAlthusser (de la intuicincontra el marco terico,de la experiencia contra eliluminismo), as comotambin su apertura a lamicrohistoria de CarloGinzburg, un autor deudorde la hermenutica ga-dameriana, con una narra-

    tiva que apenas se distin-gue de la literatura. Sinembargo, esa ruptura laprocesa con Maritegui.Ciertamente, no habrallegado a elaborar una pe-culiar interpretacin delAmauta si no fuera poresas lecturas previas entorno a lo pasional y losubjetivo que hemos refe-rido.

    En suma, desde co-mienzos de los aos 1970,Flores Galindo ha venidoavanzando sus linderos

    tericos hasta las obras deSartre, Gramsci o Thomp-son, en el campo del mar-xismo, y hasta las ideas deFreud, Cohn, Le Goff,Ginzburg y otros, en elcampo del no marxismo,en particular hacia teori-zaciones que enfatizabanlo irracional y lo subjeti-vo. Con esos instrumen-tos, nuestro autor se acer-ca a la obra de Mariteguiy ms tarde a la de Argue-das y realiza indagaciones

    en torno a la utopa andi-na, que lo condujeron arescatar las potencialida-des pasionales de las cla-ses subalternas. Las lectu-ras de Cohn o de Thomp-son, al demostrar que laspasiones y los actos racio-nales tienen la misma va-lidez y pueden tener unpeso equivalente en laproduccin de los hechoshistricos, allanan el cami-no para aceptar la equiva-lencia que realiza Marite-gui entre la ciencia y la li-

    teratura (el anlisis y la

    Para explicarlo mejor: Maritegui haba cuestionadoen diversas oportunidades ese privilegio imperial del

    discurso cientfico sobre la literatura u otros discursos enla produccin de la verdad. Por ello, defendi el

    acercamiento lrico de Valcrcel a la historia indgena.

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    imaginacin) como for-mas vlidas de acercarse ala realidad. Esta ltima asu vez, abra la puerta,como dijimos, a otrasequivalencias, sean de cor-te cultural o poltico, den-tro de un proyecto demo-crtico, tema que habraimplicado un radical cues-tionamiento de la creen-cia en la revolucin, queera una de las ideas cen-trales, casi un sacramento,de la nueva izquierda.Pero el planteamiento deotras equivalencias no seprodujo, y esto coincidicon su freno a la expan-sin de las fronteras teri-cas ms all de lo avanza-do, y de esa manera nopudo encontrarse con losprincipios del pluralismo

    poltico y de la diversidadradical.

    LAS TRAMPASDE LA CONVICCIN

    Solo en la medida enque se iban venciendo losparmetros que la adscrip-cin ideolgico-poltica heterodoxa, pero final-mente revolucionariaimpona al quehacer delos intelectuales de lanueva izquierda, se ha-ca posible una expansinmayor de las fronteras con-

    ceptuales, cosa que hicie-ron otros pensadores de sugeneracin, pudiendo conello valorar, por ejemplo,las implicancias para lapoltica de corto y media-no plazo de la nocin dehegemona de Gramsci; elpensamiento de Max We-ber, en particular la ticade la responsabilidad y elrealismo poltico que sue-len inspirar sus obras; losestudios macrohistricosde Barrington Moore y de

    Theda Scockpol, que in-ducen a un optimismomoderado respecto de laaccin humana, en espe-cial de los revoluciona-rios; las propuestas de au-tores como el chileno Nor-bert Lechner, el argentinoErnesto Laclau o el espa-ol Ludolfo Paramio, yotros que empezaban a in-fluir en la izquierda lati-noamericana en su cami-no a la institucionalidad,y muchos ms que no me-recieron la atencin de

    Flores Galindo. Toda la

    teorizacin sobre la demo-cracia representativa, sudefensa y su radicalizacinno fue tomada en cuenta.La idea de conciliar libe-ralismo y socialismo una fcil aleacinde lomejor de ambas doctri-

    nas que un marxistacomo Perry Anderson ha-ba considerado en 1988no parece interesarle. Al-gunos de estos autores fue-ron ledos pero no valo-rado por Flores Galindo.Se lo impeda su adhesina la revolucin.

    La revolucin se man-tuvo como una idea ina-movible, en el caso de Flo-res Galindo debido en par-te a que, siendo historia-dor, su trabajo se desarro-

    llaba a una distancia de lossectores populares losbeneficiarios de su proyec-to intelectual muchomayor que la de otroscientficos sociales. Porello, su propuesta se nutramuy dificultosamente delos sentimientos y de laselecciones de los actoresvivientes, que son los queconfiguran la poltica en elcorto y el mediano plazo,y responda principal-mente a su conviccinideolgica y poltica y se

    iluminaba por las teoras

    que ha venido incorporan-do.

    Impulsado por su mili-tancia cognitiva en la iz-quierda revolucionaria, seplante como programade trabajo la investigacinde las posibilidades de

    cambio que la sociedadperuana ha ofrecido a lolargo de su historia, enten-diendo esto como el estu-dio de los obstculos quela revolucin igualitaria hatenido en distintas coyun-turas, principalmente des-de el siglo XVIII, en el surandino o en la ciudad deLima, hasta la indepen-dencia de 1821-1824; des-de la rebelin de Juan Bus-tamante en Huancan(1866) y la de Rumi Ma-

    qui (1914) hasta las re-vueltas populares de1930; desde los movi-mientos campesinos de losaos sesenta del siglo XXhasta la crisis social y po-ltica de los aos ochentade la misma centuria. Yequipado con las teoriza-ciones que fue ganando asu registro, relacionadas alos anhelos, las ideas, losmitos, las mentalidades y,en general, a la subjetivi-dad, nuestro autor identi-ficar un hecho, el mun-

    do de las creencias y pa-

    siones de los subalternos,la utopa andina, comouna de las variables prin-cipales que concurren enla produccin de los actosde resistencia, rebelin yrevolucin en el Per. Elanlisis de las variables

    fragmentacin y uto-pa andina nos ofreceraentonces las claves paraentender cules eran losobstculos y los hechosfavorables para una revo-lucin en el Per de losaos ochenta y para esta-blecer un camino propiode construccin de unasociedad socialista a par-tir de la dinmica de lagente y no solo de los diri-gentes. Su produccin his-trico-poltica es, pues, el

    resultado del encuentro deuna fuerte motivacin re-volucionaria con una se-rie de categoras funciona-les a ella. Es, pues, resul-tado de un fuerte consu-mo de tiempo y energasdestinado a la revolucincomo temtica acadmi-ca, lo que a su vez signifi-c postergar a la margina-lidad temticas econmi-cas, tecnolgicas o de g-nero. Evidentemente, enuna empresa como estaresultaba de poco inters

    poner atencin a pensado-

    res que no reforzaban ni suprograma de investigacinni su opcin poltica. Deesa manera, su trabajo aca-dmico tena un efectoreencadenante a la estra-tegia revolucionaria.

    Adems de esa distan-cia de los subalternos rea-les y concretos, debida ala naturaleza de la profe-sin, su voluntad de ale-jamiento de las dirigenciaspartidarias correspondi-do por la casi nula utilidadque estas daban a los pro-fesionales de la historiay de la coyuntura nacio-nal con algn nivel deactuacin complicabanms la elaboracin de supropuesta. Por contraste,intelectuales-orgnicoscomo los socilogos Nico-

    ls Lynch y Sinesio Lpezy el antroplogo CarlosIvn Degregori del gru-po de Los Zorros sedesenvolvieron profesio-nalmente en temas de cor-to y mediano plazo, pu-diendo por ello ofrecer ar-gumentos ms ligados a lopoltico que a lo ideolgi-co al dramtico presen-te y no al prometedor fu-turo, estar cerca de di-rigentes que representabana sectores sociales organi-zados y ayudarles a transi-

    tar por una va al menoscercana al reformismo: labsqueda de compromisoshistricos y alternativasviables. El combate coti-diano en El Diario de Mar-ka , que Flores Galindomir como poco til, losacerc al tiempo real de lapoltica y les permiti to-mar el pulso a la coyuntu-ra nacional y as disponerde un mejor panorama delas posibilidades reales dela prctica de los sectores

    populares. Como recordLynch, la evaluacin de lascoyunturas y de los acto-res en El Diario de Marka yla necesidad de ser flexi-bles en este manejo tu-vieron mucho que ver conla flexibilizacin de su pro-pio pensamiento. Estas cir-cunstancias les permitieronavanzar y extender sus lin-deros conceptuales hastaencontrarse con el libera-lismo poltico y as tambinevolucionar ellos mismos.

    En cambio, en el caso

    de Flores Galindo, ese ir y

    Alberto Flores Galindo con Carlos Franco y algunos estudiantes de la Universidad Catlica.

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    venir del pasado hacia elfuturo y del futuro haciael pasado, aterrizando enlos enclaves impolutos delo que debera ser y noen lo que era factible ha-cer, confinaba su influen-cia a universitarios radica-lizados pblico poten-cial de los grupos subver-sivos y principalmente asectores juveniles y ciertoscuadros intermedios delPartido Unificado Maria-teguista (PUM), cuyo ra-dicalismo era un problemapara sus dirigentes nacio-nales, quienes, en pleno,desde los Zorros hastalos llamados Libios, nocrean en que la revolu-cin fuera posible; y porello, cuando apelaban a laretrica extremista (como

    los ltimos en ser mencio-nados), era solo con el finde mantener controladosa aquellos cuadros y sec-tores juveniles. A FloresGalindo, esa articulaciny en general esa distanciade los actores sociales ypolticos no le resultabafavorable para producir losargumentos que eran ne-cesarios en otras dimensio-nes del presente. Dosejemplos pueden ilustrarlo dicho. El primero remi-te a un hecho ya mencio-

    nado, la alta votacin deHugo Blanco en las elec-ciones para la AsambleaConstituyente de 1978,que es interpretada porFlores Galindo como unindicador de que las ma-sas populares quieren larevolucin, la misma im-presin que por esos aostienen los lderes de Sen-dero Luminoso, y en rea-lidad la mayora de losvotantes de izquierda te-na unas motivaciones ms

    concretas que iban desdeel clculo reivindicativohasta la identificacin per-sonal con personajes comoBlanco, de rostro indge-na, de humilde vestimen-ta y con una trayectoria deconsecuencia en la luchapopular. Un segundoejemplo ilustrativo ocu-rri en 1987, en un deba-te entre l y Sinesio Lpez.Este ltimo sostuvo la per-tinencia de un acuerdonacional democrtico enaras de los intereses popu-

    lares, mientras que Flores

    Galindo se manifest re-nuente a toda clase deacuerdo con el Apra ypropuso trabajar en fun-cin de una alternativa detrasformacin revolucio-naria de la sociedad perua-na a partir del movimien-to popular. Para Lpez, laviabilidad del Per como

    pas exiga establecer pun-tos mnimos de acuerdo afin de derrocar a las fuer-zas de la guerra median-te una serie de accionesque incluyeran medidascontra las transnacionalesque controlaban la econo-ma peruana y contra su

    expresin poltica, la de-recha, no para desapare-cerla, pero s para some-terla y subordinarla. Asu turno, Flores Galindoreplic: Cmo, con esamanera de hacer poltica,podremos arribar algnda a la revolucin?. Elalejamiento de la polti-ca real tena igual conse-cuencia que su consagra-cin a las temticas aca-dmicas sealadas, es de-cir, un efecto reencade-nante al mito revolucio-

    nario.

    ENTRE LA DUALIDADY LA DIVERSIDAD

    A principios de la d-cada de 1980, mientrasque los partidos de izquier-da fueron primero poster-gando y luego, ya instala-dos en el Parlamento y losmunicipios, alejndose dela revolucin (aunque no

    en la teora, s en los he-chos), Flores Galindo fuedesarrollando una actitudlitigante con esa tenden-cia, y en especial con lanueva izquierda (sec-taria a ratos, dogmti-ca, acomodaticia,grafa, que termin en

    estercolero parlamenta-rio, entre otros adjetivosque le endilgaba). Era,pues, una relacin pocoamable y pugnaz con lospolticos de la izquierda, ala que no solo adhiere yapoya en las tareas queayuden a su avance en laescena acadmica o pol-tica, sino que tambin in-terpela y busca reencami-nar, y de esa manera orien-tar el destino de los domi-nados. Como l dijo: setrataba de ir en contra de

    la corriente. As es como

    podemos entender su au-toconstruccin como in-telectual pblico, perono en el sentido elsticodel trmino como lo se-ra en ese tiempo el histo-riador Pablo Macera, cuyoespectro de influencia semova, al menos hasta1986, entre la izquierda y

    el Apra, sino bsica-mente como un intelec-tual-poltico de izquierdarevolucionaria. Flores Ga-lindo era consciente deque su relacin con los di-rigentes de esta tendenciaera una relacin con unpoder poltico, ante el cual

    solo tena a la mano laposibilidad de construir unpoder intelectual y as lo-grar viabilidad para su pro-yecto. Ya hemos sealadosu posicionamiento encierta militancia y ciertoscuadros intermedios.

    Para entender este pro-yecto, precisaremos queFlores Galindo apuntaba aque la izquierda deba te-ner lo que l llam unateora de la revolucin,es decir, un discurso quepudiera dar respuesta a

    dos preguntas: cmo to-

    mar el poder? y cmoconstruir una sociedad al-ternativa? Nuestro autordisenta de los diseos es-tratgicos para la toma delpoder expuestos por lospartidos de izquierda. Ensu libro Tiempo de plagasseala esa destreza de lanueva izquierda para evi-tar hasta ahora ir aremolque de las corrientesreformistas, sin haberseprecipitado en la accinguerrillera inmediata,como en Argentina y Uru-guay. Ya no estaba vigen-te la certeza del camino dela revolucin, comocuando se hablaba de laruta del campo a la ciu-dad o del mnimo departido; tampoco el re-formismo era el norte. Sin

    embargo, solo se opt porguiarse de las exigenciasdel movimiento social, esdecir, asumir la defensa delos intereses materiales delos sectores organizados dela poblacin, sin ofreceruna estrategia de cambiorevolucionario, como lahaban ofrecido revolucio-narios de otras latitudes.Con respecto a la segun-da pregunta arriba men-cionada, Flores Galindotampoco coincida con losbocetos generales sobre la

    sociedad futura, inspiradosen los pases socialistas oen la teora de la depen-dencia, o fcilmente de-ducibles de los estudiossobre el carcter de la so-ciedad que tenan en laindustrializacin futura delpas el objetivo principal.Para nuestro autor, el pro-blema de fondo de la iz-quierda radicaba en sudesconexin de las aspira-ciones y sentimientos pro-fundos de las multitudes,

    que eran los sujetos prin-cipales de la nacin perua-na, en contra de lo queaconsejaba la experienciade las revoluciones triun-fantes y las tesis de Mari-tegui. La violencia por ssola, por ms que fuerarevolucionaria, no basta-ba para lograr sobreponer-se a tan grande obstculo.Por eso, no solo cuestio-naba la experiencia delMIR, sino tambin la so-lucin propuesta por suscrticos. Estimulado por el

    discurso histrico que ha

    Congreso por el V Centenario del Descubrimiento de Amrica. Barcelona, 1982.

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    venido elaborando, sea-la que para lograr pasar deuna huelga a una insurrec-cin deca en 1983,hace falta que se anule lafragmentacin de la con-ciencia social, o sea quelas ideas de unos cuantosse vuelvan pasiones colec-tivas: este era el problemaque l haba visto repetir-se en la historia del Per.En esa lnea de argumen-tacin, un plan, como elplan de gobierno de laalianza electoral IzquierdaUnida, era un proyectopara administrar la crisis,no para transformar elpas: Carece de una di-mensin utpica. Por esono apasiona. No es el mitoque reclamaba Marite-gui.

    Recuperar el caminode Maritegui consistaentonces en rescatar estafusin de marxismo y na-cin que en su momentoformul el Amauta. Solomediante un sumergi-miento en la nacin, soloen el calor de las multitu-des, el marxismo podratener xito en su tarea detransformacin. Esto supo-na que el modelo alterna-tivo, lejos de ser una en-telequia creada por los in-telectuales, deba ser una

    construccin del pueblo,con sus aspiraciones y ex-pectativas, una propuestaque diera respuestas a lafragmentacin y propicia-ra la unidad: un mito quehaga vibrar y luchar a lasmultitudes, para que des-de sus inicios comience adar un sentido mayor a susvidas.

    El mito de Maritegui,segn Flores Galindo,consista en un programasocialista que deba partir

    de la masa indgena, cuyavida cotidiana guardabaun alma colectiva que,como su idioma, Occi-dente no haba logradodestruir. La industrializa-cin no era compatiblecon un proyecto as, y engeneral no era necesariauna va capitalista queallanara el camino hacia elsocialismo, porque ese so-cialismo ya exista en es-tado prctico en las comu-nidades indgenas perua-nas. Ese era el proyecto

    que la izquierda no haba

    hecho suyo desde la muer-te del Amauta.

    Sin embargo, cincuen-ta aos despus de habersido enunciado, el proyec-to se encontraba con unadificultad: el mundo ruralhaba disminuido drstica-mente y el grupo mestizohaba pasado a ser el ma-yoritario. Flores Galindoresuelve este problema in-troduciendo una hiptesisad hoc que rompe con d-cadas de propaganda indi-genista e investigacin his-trica, dcadas en las quela imagen del mestizo, enel mejor de los casos, eraambigua y casi siemprenegativa. Buscando un incaincluye a los mestizos den-tro de la historia de losvencidos (los vagos, des-

    ocupados, marginales), y,ahora en el siglo XX, yamayoritarios, gentes sinesperanza, para los cua-les la creencia en que elimperio incaico haba sidouna sociedad equitativaguardaba precisamenteuna esperanza. Para ellos,la utopa andina es elcuestionamiento de esahistoria que los ha conde-

    nado a la marginacin. Elresultado de esta opera-cin es un estiramiento delconcepto de sujeto andi-no, una andinizacin delmestizaje, o mejor, unadesindigenizacin delmundo andino: Lo andi-no ha dejado de ser sin-nimo exclusivo de trmi-nos como indgena, sierra,

    medios rurales. Por estarazn, adems de lo sea-lado por Maritegui (so-cialismo prctico, rechazoa la industrializacin, len-guas nativas) y enriqueci-do por el mismo FloresGalindo (tecnologas, ver-ticalidad ecolgica y cier-ta democracia andinas),en los ochenta el mito te-na que implicar tambinla fusin del socialismocon la mstica milenaristaandina: esa reaccin vio-lenta ante el presente ex-

    presada en un recuerdo (o

    deseo, consciente o in-consciente, de restaura-cin) de la sociedad ante-rior a la llegada de los es-paoles, visible en el cam-pesinado, los escolares ylos profesores de las ciuda-des del Per, es decir, endiferentes colectividadesque existan en el pas, lascuales, no obstante elmito en comn, tenanque seguir reforzando ladiversidad. Por ello, haciael futuro, deba ser un mitounificador para dar consis-tencia a la fragmentadasociedad peruana. Un pro-yecto as, pensaba FloresGalindo, uno que apelaraa la razn y al sentimientoy trasformara la ira en pa-sin colectiva, podra con-vocar y dotar de identidad

    a las multitudes y superaresa fragmentacin que ha-ba impedido que la revo-lucin en el Per fueracoronada con el xito. Elproyecto de nuestro autorse presentaba, pues, comoun desarrollo del mito deMaritegui.

    Este plan tena muchoselementos que eran com-partidos en el seno de la

    nueva izquierda. Desde1980, los partidos que laintegraban y sus intelec-tuales empezaron a dejarde lado la frmula delmarxismo-leninismo y aabordar el tema de la na-cin. Asimismo, tras lapresencia de Jos Aric enLima, en 1978, disponande una visin sobre Mari-

    tegui similar a la de FloresGalindo, lo que les permi-ti aplaudir su brillante li-bro La agona de Marite-gui. Algunos intelectuales,como Carlos Ivn Degre-gori, desarrollando las in-tuiciones de Arguedas,sostenan la tesis de la uni-dad de lo diverso. El apor-te de Flores Galindo era laidea de construir un mitomovilizador: una gran uto-pa. Tomando en cuentalo anterior, no haba razo-nes para que la nueva iz-

    quierda y tendencias afi-

    nes pudieran hacer suya latesis poltica del mito quese expresaba en el discur-so de la utopa andina. Sinembargo, tal como estabaplanteado, con un nfasisen la identidad andinaque normalmente era le-da como identidad ind-gena, el proyecto era per-cibido como alejado delPer de los aos ochenta.La Izquierda Unida y, enparticular, la nueva iz-quierda trabajaban pro-gramticamente por unaplataforma que lograra lamovilizacin de ampliossectores populares, conmotivaciones concretasmuy diversas, entre lascuales la modernidad y elprogreso estaban a la or-den del da. El discurso de

    la utopa andina, en cam-bio, rechazaba est os dosltimos aspectos. Por ello,algunos intelectuales loidentificaron como la ex-presin de un neoindige-nismo que no tomaba encuenta la diversidad deidentidades y en particu-lar los nimos en favor delprogreso de amplios secto-res populares.

    El problema radicaba,en principio, en la tensin,nunca resuelta por FloresGalindo, entre una visinbinaria y una idea multi-polar de la historia delPer. En Buscando un inca,los mestizos del presenteno tienen una identidadcultural propia (son andi-nos), los criollos popula-

    res son inexistentes, losafrodescendientes son casiinvisibles y los descen-dientes de inmigrantesasiticos estn ausentes.En muchos prrafos, man-tiene como eje central dela historia peruana la po-larizacin entre Occiden-te y la cultura andina, casien los trminos que recor-daban a los antiguos indi-genistas o las visiones queorientalizaban a los indge-nas. A pesar de que haensanchado el trmino

    andino, incluyendo a lo

    mestizo, casi siempre loemplea para hacer refe-rencia al campesinado o alos que haban migrado ala ciudad. Y a pesar de quela idea de la diversidad esmencionada escondida-mente en el libro, esevidente que no se le hadado la importancia queya entonces mereca. Esocontrasta con otras inter-venciones, antes y despusde Buscando un inca, don-de Flores Galindo rompecon esa imagen dualista dela sociedad peruana quesolo ve colonizadores ypoblaciones colonizadas, yseala las distintas vertien-tes culturales que existenen el Per, comenzandopor el heterogneo mun-do andino y continuando

    con los pueblos originariosque habitan la selva, lamigracin africana, la mi-gracin china y japonesae inclusive la migracineuropea, que conforma lavertiente criolla occiden-tal. Tambin estn losmestizos, grupo significa-tivo de la poblacin pe-ruana, que ha sido ignora-do y menospreciado por latradicin indigenista. Es-tas ideas son de 1982 yfueron vertidas en una en-trevista donde no solo da

    cuenta de esta diversidad,sino que adems proponeuna tesis precursora y real-mente de ruptura, asumirun verdadero relativismocultural, no uno por enci-ma de otro, para sealarla equivalencia entre elpensamiento mtico andi-no y el racionalismo cien-tfico occidental. Dos aosdespus, volver a expre-sarlas a propsito del temade las regiones. Proponeuna solucin que tenga en

    cuenta las varias historiasque han formado estepas, las de los campesi-nos, obreros, profesionalesy comerciantes urbanos:todas las reivindicacio-nes. Una solucin quedebe ser trazada sobre labase de mutuas concesio-nes. Incluso un ao des-pus de Buscando un inca,vuelve a sealar que laimagen dual del Per ha-ba comenzado a descom-ponerse, y que deba tra-bajarse una imagen mlti-

    ple donde se incluyeran las

    El mito de Maritegui, segn Flores Galindo, consista en unprograma socialista que deba partir de la masa indgena, cuya

    vida cotidiana guardaba un alma colectiva que, como su idioma,Occidente no haba logrado destruir.

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    historias de las etnias ama-znicas, adems de otrasminoras: admitir que dis-tintas historias han hechola historia del Per. Entrminos polticos, esto sig-nificaba negar ese discur-so de las clases altas, quereclamaba la unidad sobrela diversidad, y trabajaren funcin de una nacincompuesta por diversasculturas, diversas tradicio-nes.

    Sin embargo, con ex-cepcin de la propuesta de1984 sobre la solucin deconsenso (que, como vi-mos, incluye a las relacio-nes mercantiles), y sobretodo de la de 1982, sobreel relativismo cultural,que sin duda encierra laposibilidad para una lec-

    tura abierta y radical deldestino del pas, que nodescarte los componentesepistemolgicos y organi-zativos de todas las cultu-ras, no hay en su proyectola intencin de ir por estadireccin, por la va queemana de la diversidadsocial y cultural misma. Nien La agona de Maritegui(1980), ni en Buscando uninca (1986), ni en su librofinal, Tiempo de plagas(1988), hay una insinua-cin a favor de una salida

    basada en el relat ivismo.En ellos subyace la utopasocialista que naci enOccidente y la idea maria-teguiana (que viene deGonzlez Prada) de referir-se al indio como nuestrapersonalidad nacional.Cuando en 1988 habla dediversas culturas, diver-sas tradiciones, no pare-ce incluir dentro de ellasa las diversas racionalida-des econmicas, ya que deser as, otro sera su pro-

    yecto y no el de fusionarla cultura andina, descritacomo esencialmente co-lectivista, con el socialis-mo marxista, que en suconcepto, a juzgar por suapologa del rgimen cu-bano, debe crear el hom-bre nuevo, haciendo des-aparecer el inters indivi-dual y toda posibilidad dediferenciacin social.Cuando ese mismo aoreconoce a los mestizoscomo un grupo culturalpropio, esto es presentado

    como un problema que

    agrava la fragmentacinde la sociedad peruana ydificulta el camino a la re-volucin. Para l, el mar-xismo es la alternativa deun orden radicalmente dis-tinto. A fin de mantenerla viabilidad terica parael proyecto marxista,amalgamado con lo andi-no, debe sacrificar a otrossectores (concediendo quelos comuneros campesinosno seran sacrificados, yaque ellos aceptaran la co-

    lectivizacin de sus parce-las). Por esta razn, suplanteamiento de un nue-

    vo modelo, en el que elcampesinado juegue unpapel vertebral, como elproyecto de los populistasrusos, va inevitablementede la mano de una pro-puesta extrema: la socia-lizacin de la pobreza,segn sus palabras; es de-cir, una efectiva demo-cratizacin. En la medi-da de que la izquierda nopuede ofrecer un mundonuevo de inmediato, Flo-res Galindo propone quela pobreza sea compartida

    entre todos.

    Finalmente, el reitera-do paralelo del Per delos aos ochenta con elpas de la dcada 1930 ycon la Rusia de los popu-listas del siglo XIX, dosmomentos histricos declaro predominio ruralsobre el mundo urbanoen trminos de pobla-cin, haca perder de vis-ta una serie de cambiosoperados en la sociedadperuana, como el surgi-miento de una sociedad

    civil pujante y un avan-ce, aunque lento, de am-plios sujetos populares

    que no eran pobres o que,fuertemente motivadospor la creencia en el pro-greso, pugnaban por sa-lir de esa condicin. Es-tos cambios planteabancomo estrategia una re-lacin con el Estado des-de el asedio: una luchadistante de la va revolu-cionaria. Formado hist-ricamente en una lectu-ra utpico-voluntaristade la historia, el proyec-to de Alberto Flores Ga-lindo no poda acercarse

    a esa realidad.

    REFLEXIN FINALEl proyecto de Flores

    Galindo se nutra bsica-mente de sus investigacio-nes histricas y estas no seentenderan sin las teorasque lo iluminaron. A suturno, la eleccin de lasteoras no es inteligiblefuera de un contexto ma-yor. En efecto, el mbitosocial y las redes ideolgi-co polticas heterodoxaspusieron a Flores Galindoen posibilidad de extender

    sus fronteras conceptualesms all del campo delmarxismo, en particular

    hacia el espacio de las teo-ras que enfatizaban lo irra-cional y lo subjetivo. Lodicho no desmerece la agu-deza ni la gran curiosidadintelectual del destacadohistoriador. Entender aFlores Galindo es tambincomprender a sus contem-porneos. Unas condicio-nes sociales e ideolgico-polticas distintas como,por ejemplo, la de los aca-dmicos procedentes desectores populares y ads-critos al maosmo o al es-

    talinismo-, no facilitaron

    una incorporacin de con-ceptos como la que pudohacer nuestro autor. Sinembargo, esa expansinde las fronteras concep-tuales tena unos lmitesfijados de antemano por laidea de la revolucin, cen-tral para ese marxismo queha asumido desde finalesde la dcada de los sesen-ta. De ese modo una elec-cin consciente, hecha enla juventud, se convertaen lo que Sartre llamaraun condicionamiento iner-te, del cual, a diferencia deotros intelectuales, unascircunstancias profesiona-les y su propia estrategiapersonal en la poltica, nolo ayudaban a escapar.

    Su crtica a la episte-mologa marxista, su de-

    nuncia del privilegio de locientfico sobre lo mtico,de lo racional sobre loemotivo, fue un aciertoque tericamente lo pre-dispona para incorporarotras equivalencias y parauna comprensin de loshechos histricos y pre-sentes a partir de los acto-res mismos y por lo tantopara reconocer sus aspira-ciones y edificar un pro-yecto democrtico pero almismo tiempo pluralista.La voluntad de Flores Ga-

    lindo, en algunos momen-tos parece ir por esa va,especialmente cuando ha-bla y deja discurrir su pen-samiento. Sin embargo,estos atisbos quedabantruncados por su compro-miso absoluto con el pro-yecto poltico del marxis-mo, a partir del cual valo-ra o interpreta los anhelosy emociones populares, sinla posibilidad de observary aceptar como vlidasemociones y racionalida-

    des que no sean solamenteaquellas que son compati-bles con el socialismo re-volucionario, fundamen-talmente de sectores popu-lares que, a pesar de la cri-sis, han superado o estabansuperando la pobreza y es-taban animados por la ideade modernidad y progreso.Con todo, el trabajo de Flo-res Galindo fue un avanceen la propuesta democrti-ca de izquierda. Y sigue sien-do estimulante, un paso enel camino en pos de una

    diversidad radical.