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En la segunda mitad del siglo V, período del mayor esplendor de Atenas, que importa selectos bienes de con­sumo de las más diversas localidades (cf. Hermip. fr. 63 K. y Ps.-Jen. Ath. Resp. II 7), nace en Grecia una verda­dera y propia literatura gastronómica, de la cual quedan solamente vagas huellas, por lo regular nombres y títulos. Hubo muchas obras en prosa, entre las cuales predomina­ban los libros de cocina (Όψαρτυτικά), pero también una floreciente producción poética, generalmente en he­

xámetros. El honor de haber sido el primero en componer un Banquete (Δεΐπνον) en verso corresponde, según pa­

rece, a Hegemón de Tasos, que vivió durante la guerra del Peloponeso y fue también, como veremos, el primer poe­

ta paródico de profesión. En los inicios del siglo sucesivo parece haber tenido una cierta importancia un tal Filóxe­

no de Léucade, del cual Platón el cómico cita y parodia algunos versos; en el fr. 173 K., un personaje desea aislar­

se para leer con toda tranquilidad un hbro, precisamente una espeeie de nueva arte culinaria (καινή τις όψαρτυσία), de ese Filóxeno; un segundo pide explica­

ciones y el primero entonces declama una decena de hexá­

metros que hablan de bulbos (βολβοί) y de varios pesca­

dos, dando breves recetas en tono burlonamente solemne y didáctico. No faltan alusiones picaras: el bulbo es re­

comendable porque endereza el δέμας del hombre.

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mientras se advierte por el contrario que el salmonete no es amigo de los nervios tensos porque, siendo hijo de la virgen Ártemis, στύματα μισεί (ν. 20). Aun contando con las detorsiones a que el cómico haya sometido el tex­

to, estos versos debieron de ser importantes: hasta cuatro expresiones peculiares halladas en ellos serán, en efecto, reutilizadas por el gran Arquéstrato, quien, por tanto, tenía en Filóxeno uno de sus modelos predilectos.

Un Δεΐπνον totalmente diverso, especie de epilio en dáctiloepítritos que no suministraba recetas, pero descri­

bía una interminable serie de golosinas, escribió otro Fi­

lóxeno, el famoso ditirambógrafo de Citerà: se trata de un producto de factura refinada y barroca del que han sobrevivido extensos, pero mal transmitidos fragmentos {Mei. 836 Ρ.) caracterizados por el pathos jocoso y el len­

guaje rebuscado, «ditiràmbico», rico en largos compues­

tos. Varias veces se ha negado la existencia de dos Filóxe­

nos diferentes i, entre otras razones porque ya entre los antiguos reinaba la incertidumbre sobre este punto (Aten. IV 146 J); pero no es posible que la composición paro­

diada por Platón y la atribuida al Citereo puedan ser la misma obra. Incluso prescindiendo del metro, son escri­

tos de contenido absolutamente diverso: el poema trans­

mitido como del Leucadio era un verdadero y propio re­

cetario, como después el de Arquéstrato, mientras que el Δεΐπνον de Filóxeno de Citerà era en cambio la descrip­

ción de un banquete redactada con propósito simplemen­

te de divertir y sin ninguna intención didáctica, como des­

pués ocurriría con el Άττικόν δεΐπνον de Matrón.

2. Éstos son, por así decirlo, los dos «espíritus» de la poesía gastronómica griega: el preceptista y el descrip­

tivo, representados para nosotros por Arquéstrato de Ge­

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la y Matrón de Pitane, del que Ateneo nos ha conservado un considerable nùmero de versos. Ambos escriben en he­xámetros, obligando asi al altisonante y austero metro de la épica a cantar no tanto las glorias de los héroes como las del paladar, que paradójica y jocosamente son presen­tadas como no menos inmortales. De la Ήδυπάθεια de Arquéstrato, compuesta en torno al 330 a. J. C , quedan 62 fragmentos, alrededor de 300 versos, abundantes en sentencias (γνώμαι) y preceptos (ύποθήκαι) de naturaleza gastronómica, por lo cual Ateneo llama ingeniosamente al poeta (VII 310 α) e/ Hesíodo y Teognis de los glotones. Este sonriente «Lehrgedicht», fruto de un arte cuidadísimo, tuvo un gran éxito y no sólo en Grecia: bas­

te pensar en Enio, que en su Hedyphagetica remite clara­

mente a Arquéstrato insertando en el esquema que la Ήδυπάθενα le proporcionaba el fruto de sus conocimien­

tos personales 2 . De Matrón tenemos seis breves fragmentos y el

Αττικόν δεΐπνον, compuesto, según revelan varios indi­

cios internos, entre el 305 y el 300 a. J. C. Ateneo dice, por boca de su comensal Plutarco, que, dada la rareza del gracioso poemilla de Matrón, se propone citarlo en­

tero (IV 134 cO; pero en los 122 hexámetros que nos pre­

serva no faltan evidentes lagunas imputables probable­

mente a los azares de la transmisión textual o a interven­

ciones de los epitomistas más bien que a descuidos del propio Ateneo. Matrón fue un parodo, es decir, un poe­

ta paródico de profesión. En efecto, la parodia fue en Grecia un género autónomo. Su iniciador fue el citado Hegemón, cuya Gigantomaquia parece que era recitada en el tiempo de la catástrofe siciliana; algunos años an­

tes, probablemente entre el 425 y el 420, el poeta había emigrado a Atenas desde su Tasos nativa 3 . Después de

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Hegemón, los agones paródicos continuaron celebrándo­

se hasta el fin de la época imperial por lo menos de una manera saltuaria, pues las parodias no formaban parte de los agones con carácter regular. Desempeñaban, por el contrario, un papel ocasional y constituían en sus­

tancia un apéndice del género serio o de la rapsodia del mismo modo que el drama satírico lo era en cierto modo de la tragedia. Los parodos no eran profesionales que percibieran pingües honorarios, como confirma una ins­

cripción de Eretria del 340 a. J. C. (/G XII 9, 189). Y tampoco en Matrón falta alguna alusión a la vida difícil de estos poetas itinerantes (v. 92).

Veamos brevemente la estructura del Δεΐπνον de Matrón. Todo poema épico que se respete comienza con la invocación a las Musas. Habíame, Musa, del multifor­

me ingenio y los múltiples males que..., había cantado Homero (a 1 s.); Habíame, Musa, del multiforme ali­

mento y los múltiples banquetes con que Jenocles el re­

tor nos obsequió en Atenas, dice el exordio de Matrón (vv. 1 s.. Δείπνα μοι έννεπε, Μοϋσα, πολύτροφα καΐ μάλα πολλά, / α Ξενοκλής ρήτωρ έν Αθήναις δείπνι­

σεν ημάς). Υ prosigue: Porque también allí (es decir, a Atenas) yo fui y una gran hambre me seguía (ήλθον γαρ κάκεΐσε, πολύς δε μοι έσπετο λιμός): el verso imita a ξ 164, donde Odiseo, evocando el viaje a Delos, afirma que también allí yo fui, y un gran ejército (λαός) me seguía. Y ahí comienza la comida, mejor dicho, la ba­

talla. La poesía gastronómica gusta de recurrir a imáge­

nes militares: el alimento es un enemigo al que hay que asaltar y abatir; cocinero y anfitrión parecen generales que revisten a un ejército; los convidados rivalizan en su deseo de cubrirse de gloria; los mismos pescados, tan ex­

celentes, actúan como otros tantos héroes. He aquí,

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pues, que, así corno Agamenón, escoltado por el escude­

ro Eurímedonte, pasaba revista a las filas de los bravos soldados (Δ 231), aquí Jenocles en persona pasa revista a las filas de los bravos comensales (v. 7, αυτός δέ Ξενοκλτίς έπεπωλεΐτο στίχας ανδρών) escoltado por el parásito Querefonte, voraz como una gaviota (v. 9). Se entra acto seguido en la descripción de los entremeses: bulbos, espárragos, ostras ricas en tuétano (v. 16, δστρεα μυελόεντα, rehecho sobre i 293, δστεα μυελό­

εντα), después erizos con larga cabellera de púas (v. 18, καρηκομόωντας ακάνθαις, que evidentemente hay que confrontar con Β 11, καρηκομόωντας Αχαιούς); y así sucesivamente. Siguen los peces: una interminable rela­

ción diestramente embutida con frases homéricas hábil­

mente modificadas; el pequeño poema ofrece el entero aspecto de un Catálogo de los peces escrito según el pre­

cedente del Catálogo de las naves. En el verso 89 apare­

cen también manjares no marítimos: aquí está el jamón, ante cuyo solo aspecto el poeta se pone a temblar (v. 89, κωλήν δ' ώς είδον, ώς ε;|ρεμον; parodia del conocido esquema ώς ... ώς ya homérico, cf. Ξ 294, Τ 16, Y 424); y un frasquito de mostaza, frente al cual no puede con­

tener las lágrimas, pensando también, añade ocurrente­

mente, que mañana, después de tantas gracias divinéis, tendrá que volver al queso de siempre y a la cotidiana hogaza hecha a toda prisa (v. 92, μάζη ότρηρη). Final­

mente se pasa al simposio y postres; y la obra se cierra con la llegada de dos muchachas alegres (v. 121, πόρναι) que asegurarán un digno remate al pantagruélico ban­

quete.

3. Leamos ahora los versos 27­50, particularmente problemáticos e instructivos. Parto del texto de los últi­

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mos editores de Matrón, Hugh Lloyd­Jones y Peter Parsons (SH, 1983, nr. 534), que no me parece siempre convincente; y advierto ahora que en este lugar preten­

do detenerme en determinadas cuestiones, especialmen­

te de carácter exegético, pero no afrontar todos los problemas que estos versos presentan. Los lugares ho­

méricos parodiados por Matrón pueden hallarse en la edición de P. Brandt {Corpusculum poesis epicae ludi­

bundae. I. Parodorum epicorum et Archestrati reli­

quiae, Leipzig, 1888).

...ψήττά τε χονδροφυής καΐ τρίγλη μιλτοπάρηος. τη δ' εγώ έν πρώτοις επέχον κρατερώνυχα χείρα, ούδ' έφθην τρώσας μιν, αασε (δέ) Φοίβος Απόλλων.

30 ώς (δέ) ΐδον Στρατοκλή, κρατερον μήστωρα φόβοιο, τρίγλης ίπποδάμοιο κάρη μετά χερσΙν έχοντα, αψ δ' έλόμην χάρμη, λαιμον δ' απληστον αμυξα. ήλθε δέ Νηρήος θυγάτηρ, Θέτις άργυρόπεζα, σηπίη εύπλόκαμος, δεινή θεός αύδήεσσα,

35 ή μόνη |1χθυς έοϋσα| το λευκον καΐ μέλαν οιδε. καΐ Τιτυόν είδον, λίμνης έ(<1κυδέα γόγγρον, κείμενον έν λοπάδεσσ'· ó δ' έπ' εννέα κεΐτο τράπεζας· τω δέ μετ' ί'χνια βαίνε θεά λευκώλενος ιχθύς έγχελυς, ή Διός εΰχετ' έν άγκοίνησι μιγήναι,

40 εκ Κωπών, δθεν έγχέλεων γένος άγροτεράων, παμμεγέθης, ην ου κε δύ' άνέρες άθλητήρες, οίοι αρ' Άστυάναξ τε καΐ Άντήνωρ έγένοντο, ρηιδίως έπ' αμαξαν άπ' οΰδεος όχλίσσειαν τρισπίθαμοι γαρ ταί γε καΐ έννεαπήχεες ήσαν

45 εύρος, άταρ μήκος γε γενέσθην έννεόργυιοι. πολλά δ' αναντα καταντά κατά στίχας ήλθ' 6 μάγειρος, σείων όψοφόρους πίνακας κατά δεξιον ώμον. τω δ' αμα τεσσαράκοντα μέλαιναι χύτραι έποντο, αύτάρ άπ' Εύβοίης λοπάδες τόσαι έστιχόωντο.

50 Ιρις δ' άγγελος ήλθε ποδήνεμος, ώκέα τευθίς...

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Vv. 27-32: ...y el lenguado cartilaginoso y el salmo­nete de rubicundas mejillas. Yo fui de los primeros en poner sobre éste mi mano de poderosas uñas, pero no en herirle: Febo Apolo fue mi perdición. Pero, cuando vi a Estratocles, poderoso incitador de la huida, apretar entre sus manos la cabeza del noble salmonete, lo recon­quisté en lucha y despedacé el insaciable gaznate.

Detengámonos aquí. El verso 31 presenta al comen­sal Estratocles con la cabeza del samonete en sus manos: es una parodia, como ustedes ven, de la triste y famosa imagen de Andromaca Έκτορος άνδροφόνοιο ^ κάρη μετά χερσίν έχουσα (Ω 724). Pero el grupo τρίγλης ίπποδάμοιο ha preocupado a más de un intérprete. ¿Por qué se dice que el salmonete es domador de caballos"] ¿Se trata de un epíteto ornamental, carente de verdadera y propia función semántica? ¿O no habrá algún signifi­

cado que se nos escape? Brandt proponía sin más la eli­

minación de τρίγλης: pro τρίγλης nomine alterius piséis mentionem requiro, cuius caput in deliciis habebatur, id quod de mullo minime constai (ρ. 77). Afirmación teme­

raria esta suya: la desmienten Jenócr. p. 122 Id. y Gal. VI p. 717 K., de cuyas manifestaciones resulta que también la cabeza del salmonete, igual que las de otros pescados, resultaba particularmente apetitosa para los glotones 6. Es, pues, segura la lección τρίγλης ίπποδάμοιο. Algu­

nos han intentado justificar el inesperado epíteto con la indómita fortitudo de que el salmonete daría pruebas al ser el único entre los peces que caza y destruye la muy venenosa liebre de mar pero la hipótesis me parece po­

co productiva. Y también me deja escéptico la maliciosa interpretación recientemente sugerida por un alumno mío con base en el citado Plat. cóm. fr. 173, 20 s. K. y Hesiq. i 845 L., ϊππον το μόριον. καΐ τό της γυναικός

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καΐ το του ανδρός según la cual ίππόδαμος (domador del miembro viril) aludiría a la propiedad de inhibere vi­

rilitatem que los antiguos reconocían en el salmonete. Yo, en cambio, creo que ίππόδαμος, irónicamente enfá­

tico, equivale sustancialmente a γενναίος, adjetivo con que por lo demás se complace Arquéstrato en poner de relieve la «nobleza» de ciertos pescados (frr. 9, 5 y 34, 5) y del vino de Tasos (fr. 60, 1).

Vv. 33­35: Después vino la hija de Nereo, Tetis la de los argénteos pies, la sepia de hermosa cabellera, terrible diosa de voz humana que es la única entre los peces en discernir el blanco y el negro.

En el verso 35, en lugar de ιχθύς έοΰσα, Lloyd­Jones y Parsons sugieren είναλίων γε (al menos entre los seres marinos), mientras que los anteriores editores, a partir de Meineke precedido por Peltzer, leían Ιχθύς ούσα (ya en Β = Laur. Plut. LX 1); pero ούσα es un aticismo que, aunque atestiguado en τ 489 {forma novicia, anota­

ba Nauck) o H. Mere. 106, parece bastante dudoso. Contra el texto transmitido se aduce que las formas disi­

lábicas singulares de Ιχθύς tienen normalmente υ larga (en cuanto a Homero, cf. Φ 127); pero éste es argumen­

to que no juzgamos decisivo: en efecto, a favor de Ιχθύς έούσα están Τ 97, Ή ρ η θήλυς έοϋσα, y Ψ 409, Αϊθη θήλυς έοϋσα (cf. también O 619, εγγύς έοΰσα, en cláusula por lo demás), versos que el parodo recordaba probablemente (cf. Paessens 23). No faltan, por otra parte, precedentes de la «derogación» prosódica: ίχθύν con υ breve está en Teócr. XXI 49 y ya en Pínd. fr. 306 Sn.­M. según Herodiano 1 p. 416, 1 L. (cf. también Querob. in Theod. I 383, 5 H. y, sobre casos análogos, Kühner­Blass I p. 439).

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El verso 34 parodia el Κίρκη έυπλόκαμος δεινή θεός αύδήεσσα de κ 136, λ 8, μ 150; cf. también μ 449, ναίει (Calipso) έυπλόκαμος δεινή θεός αύδήεσσα, y ε 334, donde αύδήεσσα, en explicit, se aplica a Ino Leucótea. ¿Por qué la sepia es δεινή θεός αύδήεσσα? ¿Una transfe­

rencia mecánica de la expresión homérica? αύδήεσσα consulto ridiculum, nisi forte ονομαστή και ένδοξος in­

tellegebant, anotan Lloyd­Jones y Parsons, precedidos, en cuanto a la segunda hipótesis, ya por Peltzer 54 y Paes­

sens 23 ^. Es en efecto un hecho bien sabido que los anti­

guos exegetas, perplejos ante ese adjetivo, oscilaban entre una acepción «activa» {parlante, con voz humana: αύδωμένη, διαλέκτφ άνθρωπίνφ χρωμένη, είς όμιλίαν καΐ φωνήν ανθρώπων άφικνουμένη, etc.), patrocinada por Aristófanes de Bizancio (ρ. 41 Nauck αρ. Eustac. 1543, 47 s s . ) , y una «pasiva» {famoso: ονομαστή, ένδο­

ξος, περιβόητος, περίφημος, etc.), sostenida por Apión (fr. 25 Neitzel ap. Ap. Sof. 48, 12­14 B. lO), y no ha fal­

tado quien quiera enmendar, como Aristóteles (fr. 171 R., verosimilmente de los Όμηρικά ζητήματα), que proponía ούδήεσσα ( = επίγειος, terrestre) o αύλήεσσα ( = μονώδης, solitaria), seguido posteriormente por Ca­

meleonte (fr. 20 Steff en, 25 Giordano). Pero es proble­

mático que Matrón se haya anticipado en cierto modo a las especulaciones alejandrinas. Brandt, remitiendo a la autoridad de Brehm, opinaba por el contrario que αύδήεσσα alude ad stridorem quem mittit sepia capta (p. 78): aunque este fenómeno resulte bien conocido {ein sehr vernehmliches Zahnenknirschen, dice Brehm), no debe­

mos ignorar que Aristóteles, si bien admite en algunos pe­

ces una especie de φωνή constituida por ψόφοι y τριγμοί particulares, excluye sin embargo de modo categórico que esto se verifique en los moluscos {HA. IV 9, p. 935 b 12­

14).

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Vv. 36­45: Y vi a Titio, el congrio glorioso de laguna, servido en las bandejas: nueve mesas ocupaba. Siguien­

do sus huellas venía la diosa pez de blancos brazos, la anguila, que se jactaba de haberse unido con Zeus en un abrazo, de Copas, de donde procede la raza de las rústi­

cas anguilas; enorme, ni aun dos luchadores cuales fueron Astianacte y Antenor la habrían izado fácilmente desde el suelo hasta un carro; eran, en efecto, de tres palmos y nueve codos en cuanto a longitud, de nueve brazas en cuanto a altura.

Observemos que Astianacte y Antenor eran dos atle­

tas contemporáneos de Matrón; ahora bien, resulta ine­

vitable que en un contexto homerizante de este tipo el lector piense en seguida en los dos personajes homéricos, pero uno todavía en pañales y el otro decrépito y por tanto uno y otro poco aptos para figurar in robustorum virorum (...) numero (Brandt 80). He aquí la «pointe»: un chiste que juega con lo άπροσδόκητον. Es de notar también el brusco paso del singular (v. 41) al plural (v. 44) y luego sin transición al dual (v. 45), a lo cual el poe­

ta se ve forzado por su estricta adecuación al lugar ho­

mérico (λ 311 ss., donde se trata de los gigantes Oto y Efialtes).

Se nos ha preguntado a veces en qué pueden consistir los «brazos» de la anguila λευκώλενος (ν. 38): cute detracta anguilla candido brachio similis est, apuntaba Brandt 79. Pero a mí me parece más verosímipi una alusión al hecho de que este pez está dotado de dos ale­

tas (πτερύγια) al revés que otros, que tienen cuatro o que, como la morena, carecen por completo de ellas (cf. Aristót. / / / l . I 8, p. 489 b 27; lA. VIII, p. 708 a 7, etc.). Dudo, sin embargo, de que estén justificados tales ra­

cionaHsmos exegéticos: el paradójico λευκώλενος po­

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dría equivaler sencillamente al simple λευκός. En cuanto a las relaciones íntimas con Zeus (v. 39), que emparen­

tan a nuestro animal con las homéricas Antiope (λ 261) y Alcmena (λ 268), Brandt, tras las huellas de Peltzer 55 y Paessens 25, emite la hipótesis de que aquí está sobren­

tendida la creencia, ampliamente difundida entre los an­

tiguos, de que la anguila estaba desprovista de órganos genitales y por tanto se autoengendraba con el único concurso de las aguas de lluvia (Aristót. HA. VI 16, p. 570 β 9 ss.; cf. Thompson, GGF 59), notoria emanación de Zeus (cf. Matrón, fr. 2, 4); quod vero amplexibus lovis fructam esse anguillam fabulatur, earn parodus fortasse opinionem sequitur, qua love pluvio opus esse ad generandas nutriendasque anguillas putabant (p. 79). No considero improbable esta interpretación.

En el V. 40, que parodia a Β 852, ha creado dificultades άγροτεράων: rústicas son las muías de Homero, no las an­

guilas. Stadtmüller, seguido por Brandt, corregía en άδροτεράων (cf. Arquéstr. 8, 6 s.); Meineke (Anal, ad Athen. 64) sugería por el contrEuio άβροτεράων (cf. Estrat. 44, 3 K.). También otros han intentado justificar de varios modos el texto transmitido. Según Peltzer 55 άγροτεράων eo spectat quod anguillae saepe in agros pro­

veniunt et frugibus vescuntur ' 2 ; según Paessens 26 quod anguillae in lacubus fere, fluviis, stagnis vivunt, dum reli­

qui, quos enumeraverat pisces in alto vel litore degunt ' 3 .

Vv. 46­50: Varias veces recorrió el cocinero las filas de un extremo a otro, blandiendo en su hombro derecho las bandejas de las viandas. Cuarenta negras ollas le seguían y otras tantas sartenes avanzaban en formación compacta desde Eubea. Y también llegó Iris la mensaje­

ra, la que tiene alas en los pies, el veloz calamar.

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Estos versos no necesitan explicación especial. Es particularmente pintoresco el desfile épico del cocinero, que va para acá y para allá blandiendo las bandejas sobre el hombro derecho como el homérico Aquiles alza­

ba sobre sus potentes miembros el haya del Pellón (X 132).

4. El poemilla de Matrón no desagradó a los anti­

guos y es probable que el parodo haya servido como mo­

delo para ciertos poetas griegos, sobre todo cómicos, y quizá también latinos: de ello se ocupó en un doctísimo artículo el norteamericano L. Shero {Lucilius' «Cena rustica», en Am. Journ. Philol. L 1929, 64­71), según el cual las ingeniosas parodias matronianas tuvieron an ex­

ceptionally amusing effect (p. 65). Y cuarenta años antes el inglés J. W. Mackeil, reseñando a Brandt {Greek Burlesque Epic, en CI. Rev. III 1889, 203 s.), había ala­

bado el great spirit and humour de Matron agregando también que nothing could be happier for instance than the mock­heroic descriptions of the cook (vv. 11­13 y 46 s.) y que la descripción final de los postres (vv. 104­122) is the best and the most vivid we possess (p. 204). No ocurre lo mismo, por el contrario, en tierras germánicas: Paul Maas, por ejemplo, define el Δεΐπνον de Matrón como ein erbärmliches Machwerk, una miserable chapu­

za {RE XVIII, 1949, 1685, 9). Su juicio, como el de otros varios, depende del de Wilamowitz, que en 1923 dedicó a nuestro parodo una penetrante, pero despiada­

da Lesefrucht {Hermes LVIII 73­79 = Kl. Sehr. IV 330­

334). Para él el Άττικόν δεΐπνον no es otra cosa que el bastante lamentable compañero de viaje {ziemlich er­

bärmlicher Geselle) de un poetastro tonto y torpe. Un «Urteil» sin apelación posible.

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Pero Wilamowitz no se limita a sentenciar, sino que se detiene en ciertas «incongruencias» y «oscuridades» de Matrón y sobre todo en determinados paralelos entre pescados y divinidades que en su opinión son gratuitos y extravagantes. Las artes del parodo —escribe— son muy baratas (sehr billig); no se le debe considerar más inteli­

gente (kluger) de lo que realmente fue, como sucede con demasiada frecuencia en el Corpuseulum poesis ludibun­

dae I de Brandt. Cualquiera de los hombres de hoy esperarla encontrar más chistes (Pointen), pero evidente­

mente aquellos oyentes se mostraban satisfechos con que las frases y los versos homéricos, para ellos familiares, aparecieran en una combinación (Verbindung) lo más alejada posible de la dignidad épica. Ni tampoco les mo­

lestaba lo absurdo, porque también lo absurdo hace reír. En el verso 50, Τρις δ' άγγελος ήλθε es homérico; si re­

sulta que se trata de una τευθίς, ya se halla en ello sufi­

ciente diversión sin que a nadie se le ocurra preguntarse si hay alguna semejanza entre el animal y la diosa, a pe­

sar de que el primero no hace más que venir a la mesa sin ninguna embajada que aportar. La τρίγλη del verso 31 es ίππόδαμος únicamente porque reemplaza a Héctor en Ω 724, y si a la sepia se la equipara con Θέτις άργυρόπεζα, θεός αύδήεσσα en el verso 33, es malo (vom Uebel) que los eruditos se pongan a buscar seme­

janzas entre una y otra y se pregunten qué clase de voz podrá imitar ese molusco. Quien se niegue a tolerar el δθεν έγχέλεων γένος άγροτεράων del verso 40 porque las muías de Β 852 pueden ser rústicas, pero no las an­

guilas, y se tome vanos trabajos (herumdoktert) con el texto, ése lo que está haciendo es chafarle las bromas a Matrón, como quien se pregunte boquiabierto qué puede significar eso de que la έγχελυς reposa entre los

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brazos de Zeus. Pues no, no quiere decir nada, sino que el pez es muy estimado (sehr vornehm) (p. 75 = Kl. Sehr. 331 s.). Semejantes ejemplos de Unsinn docu­

mentarían de modo palmario el bajisimo nivel de esta parodia.

5. Indudablemente Matrón no es un poeta «crista­

lino», refinado como Arquéstrato, lo cual se explica en buena parte, creo yo, en función de los particulares destinatarios de su poema: Arquéstrato escribía para un círculo restringido de εταίροι capaces de apreciar las más sutiles parodias mientras que la obra de Matrón, dirigida abiertamente a los espectadores ^̂ , tenía necesariamente que basarse —como la de Hege­

món, a quien los Atenienses corrían a aplaudir en ma­

sa (cf. Aten. IX 406 e ­ 407 c = Camel. 43 Steff en, 55 Giordano)— en códices accesibles, es decir, en los de Homero, al que la mayor parte del público había estudiado y aprendido de memoria en los bancos de la escuela. No hay, en efecto, ningún verso en el Δεΐπνον que no tenga un preciso modelo épico y no tergiverse uno o más versos homéricos en una comple­

ja y variada «Mosaikarbeit» que en ocasiones se ase­

meja al centón, tanto es así que no resulta casual, ni tampoco enteramente erróneo, que el pequeño poema de Matrón fuera llamado κέντρων por Eustacio (p. 1665, 33). Ahora bien, al enjuiciar a un poeta no se puede prescindir de la índole peculiar de su obra. Ya sabemos a qué inconvenientes se expone el autor de centones: redundancias, repeticiones, incongruencias lógicas, suturas imperfectas entre los hemistiquios, os­

curidades, anomalías métricas y prosódicas y así sucesivamente i^; inconvenientes a los cuales ningún

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escritor ha logrado sustraerse completamente aunque su habilidad, como en el caso de Ausonio, roce lo mi­

lagroso. Y, por otra parte, el autor de centones no se proponía sino una tarea muy moderadamente ambi­

ciosa: reducir al mínimo las contradicciones, eliminar los absurdos más llamativos, dar una cierta lógica al discurso, pero sin preocuparse demasiado por los por­

menores marginales. Todo esto hay que tenerlo en cuenta cuando se acerca uno a un poema que esté a medio camino, si así podemos decirlo, entre la parodia y el centón y a un poeta que, buscando la adherencia casi total a Homero, se proponga tomar de este único modelo —dejando aparte, claro está, los nombres de las viandas y algún que otro detalle más— todos sus ingredientes lingüísticos y expresivos.

Yo reconozco que en Matrón, si se le examina con los criterios que adoptaríamos en relación con cualquier poeta épico, se encuentran indudablemente no pocas oscuridades, incoherencias y anomalías. Entre ellas con­

taríamos, por ejemplo, la licencia métrica del verso 35 y los epítetos ίπποδάμοιο, λευκώλενος, άγροτεράων, quizá el mismo αύδήεσσα, y aun podríamos seguir por este camino i''. En tales casos, la intransigente adhesión al módulo épico ha impuesto fatalmente al autor una cierta «ilogicidad» en los pormenores frente a la cual se revelan vanas las preocupaciones racionalistas de los modernos. Pero estoy también convencido de que Matrón, en los casos en que se ve liberado de tales tra­

bas, no procede de modo tan unsorgfaltig como pretendía Wilamowitz. Para unir a un determinado pez con una cierta divinidad le habrán movido sin duda motivaciones reales y no inconsistentes. Tal vez podrán parecemos poco claros algunos de sus burlescos paran­

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genes; pero, antes de acusar al poeta de chapucería, de­

beremos quizá preguntarnos sí tales similitudes no se fundan en mitos, creencias o supersticiones que a no­

sotros nos resultan oscuros, pero que no lo eran para el público que asistía a sus «performances».

6. En efecto, sí que existían Aehnlichkeiten estrictas y constrictivas entre Iris y el calamar (v. 50). Pero el punto de contacto no hay que buscarlo en even­

tuales embajadas ni tampoco, estimo yo, en el hecho de que el calamar se distinga de otros animales marinos propter colores splendidos praecipue purpúreos (Brandt 81), sino en la fulminante velocidad que caracteriza a estos dos seres, alados uno y otro. Iris, constantemente representada con alas (χρυσόπτερος, Θ 398, I 185), tiene en ello su principal atributo; es la más veloz de las divinidades y en Homero se la llama άελλόπος (Θ 409, Ω 77, 159), ποδήνεμος (Β 786, Ε 368, Λ 195, Ο 168), ταχεία (Θ 8, Ο 158, Ω 144), ώκέα (Β 786, 790, 795, Γ 129, Ε 368, Θ 425, Λ 199, 210, etc.). Por su parte las τευθίδες, gracias a su particular πτερύγιον, pueden sa­

lir ágilmente del agua (Aristót. HA. IV 1, etc.) y volar, frecuentemente en bandadas como los pájaros (incluso se pensaba que eran capaces de demergere naves, cf. Isid. XII 6, 47), por lo que Epicarmo tenía razón al de­

nominar a estos animales ποταναί «alados» (fr. 61, 1 Kaib.). De esta prerrogativa disfrutaban también ciertos peces, como los ίέρακες y la χελιδών πελαγία; pero las τευθίδες les aventajaban mucho en ello (Elian. HA. IX 52; Opian. Hal. I 427 ss.) y sobre todo, gracias a su cuerpo fusiforme, son rapidísimas: lolligo etiam uolitat extra aquam se efferens (...), sagittae modo, precisa Plinio {NH. IX 45, 84).

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7. Es probable que el poeta, al atribuir relaciones intimas a la anguila con Zeus (v. 39), haya hecho una joco­

sa alusión a la naturaleza asexuada de estos peces; e inclu­

so resulta verosímil que la idea del μιγήναι le haya sido su­

gerida también por el precedente θεά λευκώλενος Ιχθύς (ν. 38), que recoge el celebérrimo θεά λευκώλενος Ήρη, atestiguado más de veinte veces solamente en la Ilíada (A 55, 195, 208, 595, etc.); es decir, la anguila es impli­

citamente comparada con la augusta cónyuge de Zeus Símil éste que se explica de modo fácil: si la una era la βα­

σίλεια de los dioses {H. Hom. XII 2), la otra lo era incon­

testablemente de los peces (cf. Arquéstr. 8, 7). Y además la excelencia de sus carnes era tan grande, que los cómicos no vacileiron en llamar también θεά a la anguila imitando en cierto modo a los antiguos Egipcios, que la habían conver­

tido en una auténtica divinidad 20. Son significativos, a tal respecto, tres fragmentos de Eubulo, el 35 (νύμφα άπει­

ρόγαμος τεύτλω περί σώμα κάλυπτα / λευκόχρως παρέσται, έγχελυς), 37, 2 ss. (αΐ τε λευκοσώματοι 2ΐ / Βοιώτιαι παρήσαν έγχέλεις θεαί, / τεΰτλ' άμπεχόμεναι) y 64 Κ. (<τεϋτλ' άμπεχομένης> παρθένου Βοιωτίας / Κωπαδος· όνομάζειν γαρ αιδούμαι θεάν; cf. Eur. Or. 37, όνομάζειν γαρ αιδούμαι θεάς, scil. Έρινϋς). Si los epítetos νύμφα άπειρόγαμος y παρθένος presuponen la citada creencia en una anguila asexuada, λευκόχρως y λευκοσώματοι están emparentados con el λευκώλενος de Matrón. Debidamente despellejada, con su inevitable guarnición de acelgas (cf. Ar. Ach. 864, Pax 1013 s.; Fe­

récr. fr. 108, 12 K., etc.) que hacen resaltar plenamente su inmaculada blancura, la reina de la mesa realizaba así su solemne entrada en el banquete del mismo modo que la ve­

neranda esposa de Zeus, la de los brazos blancos, en la asamblea de los inmortales.

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8. Muy estrechas son, en fin, las afinidades entre la sepia y Tetis 22, cuyo epiteto tradicional, άργυρόπεζα (Π 222, 574, Σ 369, etc.), recuerda de modo feliz los πόδες del molusco notoriamente blanquecinos 2 3 . Precisamente a causa del complejo revoltijo de patas que encuadra su cabeza (cf. Aristót. / M . IV 1, p. 523 è 23), a lo que se agregan los dos largos tentáculos (πλεκτάναι , προβοσκίδες) que Opiano compara con trenzas {Hai. II 121 s., έκ γάρ oí [scil. τή σηπίτ]] κεφαλής πεφύκασιν άραιοί / άκρεμόνες προτενεΐς ώστε πλόκοι), la sepia es calificada de εύπλόκαμος (véase al respecto Filóx. αρ. Aten. IV 147 b = Mei. 836 b 13 Ρ., σηπιοπολυποδείων άπαλοπλοκάμων, y cf. PHn. NH. IX 46, 86, complexu crinium, aplicado a los pulpos), epíteto que a su vez re­

cuerda a la abundante cabellera de Tetis (ήύκομος, Δ 512, Π 860; καλλιπλόκαμος, Σ 407; εύπλόκαμος, Q. Esm. V 542).

Pero estos dos seres marítimos (Tetis es llamada θαλασσία, άλία, etc.) tenían de común sobre todo la μήτις, la astucia, el don de engañar, el mimetismo, la polimorfía. En cuanto a la sepia, baste pensar en que Aristóteles la define como «el más astuto de los molus­

cos» (τών μαλακιών πανουργότατον) sobre todo por la habilidad con que utiliza κρύψεως χάριν su θολός {HA. IX 37, ρ. 621 b 28 ss.), y otro tanto dice Plutarco {Mor. 978 a­b), mientras que Opiano le reserva epítetos como δολόφρων {Hai. I 312, cf. III 156), δολόμητις {ibid. II 120) y κερδαλέα {ibid. IV 160).

En cuanto a Tetis, son conocidas las múltiples meta­

morfosis con las que intentó escapar a los deseos de Pe­

leo, a quien Zeus, contra la voluntad de ella misma (cf. ya Ζ 434), la había destinado: la diosa παντόμορφος (Sóf. fr. 618, 2 R.) se transformó en fuego, agua y árbol

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y pasó luego a asumir apariencias zoológicas, ave, tigre, león, serpiente... y al final sepia, μορφή esta última en que precisamente logró hacerla suya el indómito héroe 24 . Véase en particular el escolio a Licofrón 175 p. 85, 2­6, Scheer, κατά δέ Εύριπίδην (fr. 1093 Ν., pero véase más adelante; scil. το Θετίδειον από τής Θέτιδος καλείται) δτι διωκόμενη ύπό Πηλέως ή Θέτις μετήλλαττεν έαυτήν ώς ó Πρωτεύς είς διαφόρους ιδέας· εκεί δέ κατέσχεν αυτήν έν σηπίας μορφή και έμίγη αύτη, δθεν και Σηπιάς χωρίον Μαγνησίας Θετταλικής25. Se trata del promontorio Sepíade, hoy de S. Jorge, en las laderas del Pellón y en la península de Magnesia, en cuyas aguas, de las que dice Ateneo (I 30 d) que eran abundantes en sepias, fue destruida la es­

cuadra de Jerjes. Y los Persas —narra Heródoto— pre­

cisamente en aquel lugar hicieron sacrificios en honor de Tetis, porque habían oído decir a los Jonios que había sido raptada por Peleo exactamente allí, y que este pro­

montorio le pertenecía a ella y a las demás Nereides (VII 191, 1). Es, pues, un mito ya conocido por Heródoto y Eurípides; y, en lo que toca a este último, no se trata de un fragmento, sino, como vio Scheer, de un eco de Andr. 1265 s., donde Tetis pide al viejo Peleo que se reúna con ella en la oquedad anfractuosa del antiguo es­

collo Sepíade (παλαιάς χοιράδος κοίλον μυχόν / Σηπιάδος), el lugar en el cual, como más abajo precisa la tragedia (vv. 1276 s., cf. también LA. 700 s.), tuvo lugar en tiempos su primer abrazo 2 6 .

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NOTAS

1 Cf. E. Degani, Appunti di poesia gastronomica greca, en Prosimetrum e spoudogeloion, Genova, 1982, 35­54, con la bibliografia esencial sobre el tema.

2 Cf. también E. Degani, o. e , 49 s. 3 Cf. F. Schachermeyr en págs. 7 ss. de Stesimbrotos und seine

Schrift über die Staatsmänner, Viena, 1965. 4 Cf. E. Degani en pág. 619 de res. de H. Woelke, Unter­

suchungen zur Batrachomyomachie, Meisenheim am Glan, 1978, en Gnomon XL 1982, 617­620; Poesia parodica greca, Bolonia, 1983^, 20­22; la tesis corriente es, en cambio, la de que la parodia como gé­

nero no tuvo más de dos siglos de vida ni alcanzó el siglo III a. J. C. (cf. últimamente E. Poehlmann en pág. 154 de Παρωδία, en Ciotta L 1972, 144­156; H. Woelke, o. c , 183).

5 Esta es la lección vulgata, pero algunos códices y la tradición papirácea dan ίπποδάμοιο, como evidentemente leía Matrón. Un ca­

so afín se presenta, sin embargo, en el verso 28, donde la lección co­

mún para Π 732, parodiado por él, es εφεπε, pero el escoUo A y al­

gunos códices dan por el contratio el επεχε que tenía ante sus ojos nuestro parodo.

6 Cf. A. Chiari en pág. 330 de Ephipp. Fr. 12, 3 K.—Matro, Conv. Att. 27­32, en Sileno II 1976, 328­330.

7 Asi B. J. Peltzer, De parodica Graecorum poesi et de Hippo­

nactis, Hegemonis, Matronis parodiarum fragmentis, dis. Münster, 1855, 53 s. y H. G. Paessens, De Matronis parodiarum reliquiis, dis. Münster, 1856, 22; sobre la mencionada capacidad del salmonete pa­

ra destruir a la liebre de mar (lo cual le hacía un pez sagrado en

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Eleusis, cf. Hegesandr. ap. Aten. VII 325 b, Elian. Hist. An. IX 51), cf. d'A. W. Thompson, A Glossary of Greek Fishes, Londres, 1947, 267 s.

8 Β. Rossi, / / Faone di Platone comico, dis. Bolonia, 1980­

1981, 113 s. Sobre las propiedades antiafrodisiacas del salmonete, cf. Isid. XII 6, 25 (mullus ... cuius cibo tradunt libidinem inhibere; tam­

bién Plin. Nat. Hist. XXXII 41, 120 {mullos in cibo inútiles neruis inuenio; cf. Plat. cóm. fr. 173, 20 K., τρίγλη δ' ούκ έθελει νεύρων έπιήρανος είναι; no procede el utiles neruis de Warmington); además Ateneo, siguiendo a Terpsicles, autor del Περί αφροδισίων, afirma que έάν ... έναποπνιγή τρίγλη ζώσα έν οϊνω καί τοΟτο άνήρ πίη, άφροδισιάζειν ού δυνήσεται . . . καν γυνή δέ πίη του αύτοϋ οίνου, ού κυίσκεται (VII 325 d). Que el salmonete estaba consagrado a Ártemis (Plat. cóm. fr. 173, 21 K., παρθένου Α ρ τ έ μ ι δ ο ς γαρ εφυ) es un dato confirmado por varias autoridades (cf. Hegesandr. αρ. Aten. VII 325 b, Apolónid. Anth. Pai. VI 105, 1125­1130 Gow­Page; Eust. pág. 87, 19 s.). Añadamos que se encuentra un empleo «malicioso» de ίππόδαμος, aunque de signo diverso, en Marc. VII 57 (Castora de Polluce Gabinia fecit Achulan: πυξ αγαθός fuerat, nunc erit ίππόδαμος): el sentido del epigrama, que en general parece que se es­

capa a los intérpretes, se ve aclarado con la remisión a Arist. Fisiogn. 6 (810 b 1), que atestigua la existencia de un atemático πύξ igual a πυγή, y también con el obvio Γ 237 (Κάστορα δ' ίππόδαμον και πυξ αγαθόν Πολυδεύκεα).

9 Ambos veían además en δεινή una alusión a la agresividad del molusco, que, con su astucia, logra derrotar incluso a grandes pe­

ces (cf. Aristót. Hist. anim. IX 37; Opian. Hal. II 120, etc.): podríamos agregar el hecho de que a Tetis se la llama δεινή en Σ 394.

10 Sobre todo esto cf. también sch. DBQ ad κ 136; EPQT ad ε 334; sch. Apol. Rod. IV 1322; Hesiq. α 8239 L.; Συν. λέξ. χρησ. pág. 163, 2 ss. Bachm.; Foc. α 3153 Theod.; Suda a 4415 Adi.; Eus­

tac. pág. 1651, 45 ss.

11 E. Degani en pág. 173 de Note di parodi greci, en Sileno I 1975, 157­174; en Poeti parodici greci, Bolonia, 1974, 127 ss., yo había propuesto λεπτώλενος, con base en Aristót. fr. 294 R., donde se pre­

cisa que las anguilas tienen λεπτά βράγχια (cf. también Hist. anim. Vil i 2, pág. 592 a 6), pero de la λευκότης, característica peculiar de tales peces, no se puede prescindir aquí (cf. más adelante el párrafo 7).

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12 Brandt, siguiendo a Brehm, objeta que nihil tale innotuit ve­

teribus; est enim fabula quam primus Albertus Magnusprotulit (pág. 80). Podemos, con todo, citar a Aten. VII 312 ¿>, que, remitiendo a Teofrasto, fr. 171, 4 W., informa de que las anguilas pueden vivir largo tiempo έξω ύγροΟ.

13 El naturalista Difilo distinguía empero entre la εγχελυς λι­

μναία y la θαλασσία (ap. Aten. VIII 355 d), y de anguilas marinas se habla también en Arquéstr. 8. A esta interpretación había llegado yo también, antes de conocer la obra de Paessens, en págs. 173 s. de la primera o. c. en n. 11, con base en Antif. fr. 129 K.

14 Véase a propósito lo que he escrito en págs. 47 s. de o. c. en n. 1.

15 En el verso 116 Brandt lee άβρόν en lugar de άνδρες, pero contra esto, como contra otras intervenciones similares (άδρόν Ja­

cobs; άγνης Meineke, conjetura que ahora vuelve a proponer O. Mon­

tanari, Matr. Conv. Att. 116ss. Br., en Mus. Cr. XV­XVII 1980­1982, 127­128; ακτής Ribbeck), cf. U. v. Wilamowitz, Hermes LVIII 1923, 75 (Kl. Sehr. IV 331). Están fuera de lugar H. Lloyd­Jones y P. Par­

sons, S. H, pág. 266, fingit se Matro aut amicos adloqui, tamquam in symposio..., aut spectatores, tamquam in comoedia.

16 Cf. G. Salanitro, Osidio Geta. Medea, Roma, 1981, 17. 17 Recordemos, por ejemplo, el sorprendente τάων del verso 6,

referido al άρτους precedente, sobre el cual cf. O. Montanari en págs. 309 s. de Matr. Conv. Att. 6, en Mus. Cr. XIII­XIV 1978­1979, 307­310, así como el paso brusco e inesperado del singular al plural y después al dual en los versos 44 s., impuesto por λ 311 ss.

18 Esto fue intuido por B. J. Peltzer, o. c , 56, cuya precipitada y no explicada afirmación, lolligo ... cum Iride comparatur propter velocitatem, no ha convencido sin embargo.

19 Esto es extraño que no lo hayan visto los intérpretes. B. J. Peltzer, o. c , 55 anota: apud Homerum Helenae est epitheton λευ­

κώλενος, cum qua anguilla comparatur Athen. VII 298 d. Επικού­

ρειος δέ τις είκαδιστής τών συνδειπνούντων ήμίν έγχέλυος παρα­

τεθείσης, «πάρεστιν», έφη, «ή τών δείπνων Ελένη· εγώ οΰν Πάρις ε­

σομαι». Εη realidad el parangón entre la anguila y Helena (llamada λευκώλενος en Γ 121 y χ 227, como ocasionalmente varias figuras feme­

ninas, Andromaca en Ζ 371 y 377, Nausicaa en ζ 101 y otros lugares. Arete en η 233 y 335, etc.) está peculiarmente conexo con el pasaje de Ateneo justificado por la insólita avidez erótica de París en Γ 438­446.

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20 Cf. Aten. VII 299 e-f y los fragmentos cómicos alii citados (Antif. fr. 147 K y Anaxándr. fr. 39 K.), que aluden jocosamente a dicha creencia. También en ciertos lugares de Grecia la anguila era asociada de diversos modos a cultos religiosos; cf. en particular el historiador Agatárquides (Fr. Gr. Hist. 86 F 5) y d'A. W. Thomp­son, o. c , 60.

21 Leo así con A. Lorenzoni, A.I.O.N. I-II 1980-1981, 67-70. Lo transmitido es un intolerable Xinvoocónatoi corregido de las más variadas maneras. A aceptar el no atestiguado XiiivoScónaxoi, conje­tura de Palmer, tiende ahora R. J. Hunter, Eubulus. The Fragments, Cambridge, 1983, 128 s.

22 Sobre este tema me han sido sugeridos muchos elementos por la doctora Alberta Lorenzoni, que está preparando una edición crí­tica comentada de Matrón.

23 Sobre la blancura de la sepia basta por lo demás con remitir al verso 31, que caracteriza jocosamente su astucia (B. J. Peltzer, o. c , 54). Sobre el dicho proverbial «distinguir lo blanco de lo negro», cf. sch. Aristóf. Eq. 1279 y P. Brandt, o. c , 78 (facete ad sepiam re-fertur ut quae ipsa alba atramento effuso infúscala aqua absconda-tur) con Ovid. Hai. 131 s. (et nigrum niueo portans in corpore uirus / lolligo).

24 Cf. Roscher, V 787, 25 ss.; M. Detienne-J. P. Vernant, Le astuzie dell'intelligenza nell'antica Grecia, tr. it., Bari, 1978, 124 ss. Sobre las transformaciones de Tetis (cf. ya Pind. N. IV 62-65), véan­se en general Apolod. Ili 13, 4-5; sch. Pind. 1. c. (págs. Il i 81, 18 -82, 17 Dr.), Ovid. Met. XI 235-265, etc.

25 La noticia, aunque en forma más sucinta, se halla sin embar­go en sch. Licofr. 178 (págs. 88, 28-30 y 89, 15-17 Scheer), sch. Apol. Rod. I 582, sch. Eur. Andr. 1265; sch. al Altar de Dosíades, pág. 347, 16-18 Wendel; Et. Gen. AB s. v. Eriniáí;.

26 Estoy muy reconocido al profesor Manuel Fernández-Galiano, que amablemente se ha ofrecido a traducir estas páginas.