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REVISTA EUROPEA. NÚM. 37 8 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . AÑO I. UN AUTO DE FE EN MÉJICO Y UN TORNEO EN EL PERÚ, EN EL SIGLO XVII. I. Hay documentos que retratan mejor que una historia el espíritu y carácter de una época: con- sérvase en ellos, á través de los siglos, el colorido local en toda su viveza y frescura, y el lector atento se cree insensiblemente trasportado á los tiempos coetáneos de aquellos escritos. Todavía es mayor su importancia si proceden de los an- tiguos dominios españoles en la América, y si, como el que á continuación insertamos, se re- fieren á una institución de horrible memoria, cu- yos actos en aquellas regiones son poco conoci- dos, ó á costumbres que, por lo extrañas, fantás- ticas y caballerescas, son dignas de consignarse por ver cómo se trasplantan y aclimatan allenda de los mares. Hernán Cortés prohibiendo á los indios de Mé- jico los sacrificios humanos, y Felips II mandán- dolos restablecer en 1570 para los europeos resi- dentes en aquel vireinato, forman el más mons- truoso contraste, y simbolizan la lucha de la razón natural y del fanatismo religioso. Para que el contraste resalte aún más, preciso es recordar que en el mismo año en que se celebró el primer auto de fe en Méjico (1574), moria pobre y olvi- dado en nuestra Península el conquistador de aquel vasto imperio, el heroico Hernán Cortés. Aún no trascurrido un siglo desde su descubri- miento por los europeos, ya aquella Virgen del mundo, América inocente, veia manchado su suelo con las hogueras inqui- sitoriales y con la sangre de numerosas víctimas, que al ruido de su fertilidad y de sus riquezas, acudieron de todas partes de la vieja Europa á es- tablecerse en la que creyeron tierra de promisión. Fernando el Católico y Carlos V habian anterior- mente nombrado delegados del Santo Tribunal en las Indias ó islas del mar Océano, los cuales, con su acostumbrada ferocidad, comenzaron á perse- guir de tal suerte á los indios bautizados por se- guir algunas prácticas de su antigua idolatría, que los mismos Vireyes informaron al Monarca de los gravísimos inconvenientes de semejante procedimiento. Porque, aterrorizados los demás TOMO III. indios de los tormentos que á sus compañeros veian sufrir, dieron en huir al interior del país, los unos para reunirse á las tribus salvajes que vagaban por los bosques, los otros á las pobla- ciones idólatras no sometidas aún al dominio es- pañol, retardando así considerablemente los pro- gresos de la población y dificultando la conquista de tan inmensos países. A fin de obviar estos per- niciosos efectos, prohibió Carlos V á los inquisi- dores de America, por Cédula de 15 de Octubre de 1538, juzgará los indios, limitando su jurisdicción á los europeos y sus descendientes. Sin embar- go, la voz del Soberano se perdió en la vasta ex- tensión de las provincias americanas, en perjui- cio de los intereses de la conquista. Los inquisi- dores de la América siguieron ejerciendo sus inhumanas funciones con tanto rigor como antes, y fue menester recordarles las limitaciones de su cargo en 18 de Octubre de 1549. Residiendo estos inquisidores ya en una pobla- ción, ya en otra, como los antiguos dominicos, y no pudiendo hacer gala del desempeño de sus funciones, de la ostentación propia de su vanidad, desplegaron la mayor actividad per conseguir se les permitiese establecer tribunales permanentes en América, con la misma organización que en España. Cupo á Felipe II la triste gloria de plan- tear definitivamente en el Nuevo Mundo la bené- fica institución del Santo Oficio, ordenando en 18 de Agosto de 1570, quo el Tribunal se fijase en Méjico; y todavía anheloso de fomentarle por aquellas partes, dispuso en 26 de Diciembre de 1571 establecer tres tribunales para toda la Amé- rica, á saber: uno en Lima, otro en Méjico y otro en Cartagena de Indias. No tardaron los nuevos inquisidores en dar muestras de su celo y actividad, y en 1574 en- cendieron por primera vez en Méjico sus hogueras, repitiéndose después con bastante frecuencia la ejecución de los autos de fe. Aunque el Sr. Llórente en su Historia crítica de la Inquisición cita varios de los más nombra- dos, ocurridos en América, no menciona siquiera el que nosotros ahora publicamos, y ésta es, en nuestra opinión, otra de las razones que dan más ínteres al Auto de Méjico de 1659, siendo, como es, inédito, el primero presidido por Virrey y el en que se arregló definitivamente el orden de la comi- tiva. 3

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 37 8 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . A Ñ O I .

UN AUTO DE FE EN MÉJICO

Y UN TORNEO EN EL PERÚ,EN EL SIGLO XVII.

I.Hay documentos que retratan mejor que una

historia el espíritu y carácter de una época: con-sérvase en ellos, á través de los siglos, el coloridolocal en toda su viveza y frescura, y el lectoratento se cree insensiblemente trasportado á lostiempos coetáneos de aquellos escritos. Todavíaes mayor su importancia si proceden de los an-tiguos dominios españoles en la América, y si,como el que á continuación insertamos, se re-fieren á una institución de horrible memoria, cu-yos actos en aquellas regiones son poco conoci-dos, ó á costumbres que, por lo extrañas, fantás-ticas y caballerescas, son dignas de consignarsepor ver cómo se trasplantan y aclimatan allendade los mares.

Hernán Cortés prohibiendo á los indios de Mé-jico los sacrificios humanos, y Felips II mandán-dolos restablecer en 1570 para los europeos resi-dentes en aquel vireinato, forman el más mons-truoso contraste, y simbolizan la lucha de larazón natural y del fanatismo religioso. Para queel contraste resalte aún más, preciso es recordarque en el mismo año en que se celebró el primerauto de fe en Méjico (1574), moria pobre y olvi-dado en nuestra Península el conquistador deaquel vasto imperio, el heroico Hernán Cortés.Aún no trascurrido un siglo desde su descubri-miento por los europeos, ya aquella

Virgen del mundo, América inocente,veia manchado su suelo con las hogueras inqui-sitoriales y con la sangre de numerosas víctimas,que al ruido de su fertilidad y de sus riquezas,acudieron de todas partes de la vieja Europa á es-tablecerse en la que creyeron tierra de promisión.Fernando el Católico y Carlos V habian anterior-mente nombrado delegados del Santo Tribunal enlas Indias ó islas del mar Océano, los cuales, consu acostumbrada ferocidad, comenzaron á perse-guir de tal suerte á los indios bautizados por se-guir algunas prácticas de su antigua idolatría,que los mismos Vireyes informaron al Monarcade los gravísimos inconvenientes de semejanteprocedimiento. Porque, aterrorizados los demás

TOMO I I I .

indios de los tormentos que á sus compañerosveian sufrir, dieron en huir al interior del país,los unos para reunirse á las tribus salvajes quevagaban por los bosques, los otros á las pobla-ciones idólatras no sometidas aún al dominio es-pañol, retardando así considerablemente los pro-gresos de la población y dificultando la conquistade tan inmensos países. A fin de obviar estos per-niciosos efectos, prohibió Carlos V á los inquisi-dores de America, por Cédula de 15 de Octubre de1538, juzgará los indios, limitando su jurisdiccióná los europeos y sus descendientes. Sin embar-go, la voz del Soberano se perdió en la vasta ex-tensión de las provincias americanas, en perjui-cio de los intereses de la conquista. Los inquisi-dores de la América siguieron ejerciendo susinhumanas funciones con tanto rigor como antes,y fue menester recordarles las limitaciones de sucargo en 18 de Octubre de 1549.

Residiendo estos inquisidores ya en una pobla-ción, ya en otra, como los antiguos dominicos, yno pudiendo hacer gala del desempeño de susfunciones, de la ostentación propia de su vanidad,desplegaron la mayor actividad per conseguir seles permitiese establecer tribunales permanentesen América, con la misma organización que enEspaña. Cupo á Felipe II la triste gloria de plan-tear definitivamente en el Nuevo Mundo la bené-fica institución del Santo Oficio, ordenando en 18de Agosto de 1570, quo el Tribunal se fijase enMéjico; y todavía anheloso de fomentarle poraquellas partes, dispuso en 26 de Diciembre de1571 establecer tres tribunales para toda la Amé-rica, á saber: uno en Lima, otro en Méjico y otroen Cartagena de Indias.

No tardaron los nuevos inquisidores en darmuestras de su celo y actividad, y en 1574 en-cendieron por primera vez en Méjico sus hogueras,repitiéndose después con bastante frecuencia laejecución de los autos de fe.

Aunque el Sr. Llórente en su Historia críticade la Inquisición cita varios de los más nombra-dos, ocurridos en América, no menciona siquierael que nosotros ahora publicamos, y ésta es, ennuestra opinión, otra de las razones que dan másínteres al Auto de Méjico de 1659, siendo, como es,inédito, el primero presidido por Virrey y el enque se arregló definitivamente el orden de la comi-tiva.

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34 REVISTA EUROPEA. 8 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 37

Carta del Duque de Alburquerque, Virey de Méjico, al Key de España,

refiriendo el auto de fe solemnizado con su asistencia ( i ) .

Señor:

El Tribunal de la Santa Inquisición de todasestas provincias, que reside eu esta ciudad, pu-blicó y celebró auto general de la fe en diez ynueve de este mes, el cual fue de 28 personas yuna estatua, en los delitos contra. Dios, contra laIglesia y contra la Reina de los Angeles, NuestraSeñora. Ha sido la cosa más asombrosa y raraque se ha visto, pues se quemaron siete, los dosjudios, tan pertinaces y antiguos en su pecado,que se dexaron quemar vivos; los cinco herejes,no sólo en las herejías más modernas, pero entodas U>s antiquisimas incurrieron, y sobre estoen herejías nuevas y nunca vistas, siendo grandí-simos heresiarcas. De estos cinco se dejaron que-mar vivos dos; los otros dos , el uno grandísimohereje, que viendo ya quemados sus compañerosy empezándolo él á estar, dicen algunos que em-pezó á dar muestras de arrepentimiento (tarde yá tiempo estrecho; pero la misericordia de Dios estanta y su poder tan grande, que se debe esperarhabrá sido servido de dolerse de él); el otro herejedio muestras de arrepentimiento cerca del Que-madero (también corto lugar, pero mucha la mi-sericordia de Dios para esperar en ella); el otroes constante y general opinión de todos que diomuestras y continuó en ser buen penitente.

También se quemó la estatua de un clérigo quehabia muerto grandísimo hereje, de los mayoresque se han visto ni conocido. Y todos estos here-jes, sobre ser tan grandes, opuestos unos á otrosen sus herejías, y todas ellas, como va represen-tado, sobre ser cuantas hay en el mundo, estamaldita gente introducía nuevas herejías y opi-niones.

También fue el auto de alumbrados y alum-bradas, de blasfemos, de casados dos veces y detestigos falsos. Celebróse con grandísima obsten-tacion y el mayor concurso de gente que se havisto jamás en todas estas provincias, y en cual-quiera de las de Europa fuera grande; y el luci-miento y acompañamiento con q"ue se hizo delmismo modo, pues llegó el número á quinientasy treinta personas de á caballo las que me ibanacompañando. En todo este auto, antes del, enél, y después en todo lo que le ha tocado, he pro-curado lucir y asistir como el menor criadode V. M., pues sobre la obligación que tengo paraello, es lo primero en mí tener en el corazón loque V. M. con su santo y católico corazón enseñaá todos; y los que tenemos la dicha de ser cria-

( t ) Archivo del Excmo. Sr. Duque de Alburquerque.

dos de V. M., por lo que vemos en V. M. de reli-gión, de piedad, estamos más obligados á tenerloen el corazón y en las obras.

En estas provincias no ha habido auto generalque haya presidido en él Virey en nombre de V. M.hasta éste, que, sin merecerlo, por los cargos queen nombre de V. M. sirvo, presidí; porque en elque hubo el año de 1596, siendo Virey el Condede Monterrey, no presidió el Conde, aunque asis-tió á él, porque entonces no estaba resueltopor V. M., ni hecha la concordia con el Tribunalde la Inquisición. El año de 49 hubo auto generalde número grandísimo, todo de judios , y uno deellos se quemó vivo tan solamente, y el ObispoGobernador no pudo presidir ni asistir por es-tarse muriendo; conque en esta ocasión ha sidola primera vez que en estas provincias, en nom-bre de "V. M., su Virey ha presidido; quedandoestos cargos de V. M. para en adelante con la po-sesión de la presidencia, que se llegó á tener envirtud de orden de V. M., por el ajuste de la con-cordia con el Inquisidor general y con la SupremaInquisición.

Auto en que no habia concurrido Virey tantosaños há, es preciso, como se reconoce, que hu-biese muchas competencias y pretensiones contodos los demás Tribunales, cabildos eclesiásticosy de la ciudad, Real Universidad, Consulado ycaballeros; pero aunque se movieron algunas,aseguro á V. M. que ninguna fue en público, ycon maña, autoridad y suavidad las desvanecítodas, sin que se lograse ni se viese en lo públiconi en lo secreto ninguna , concurriendo con par-ticular gusto todos los cabildos, Universidad,Consulado, Audiencia, Sala del crimen, Tribunalde cuentas y oficiales reales, quedando todos es-tos tribunales en público y en secreto agradeci-dos á mi obrar y disposición. Y remito áV.M. laplanta (1) de los lugares que á cada tribunal dien el acompañamiento del paseo, que es lo quecorre por cuenta del Virey, siendo el que cadauno ocupaba dentro de las órdenes de V. M.; y

• supuesto que todos los Tribunales quedaron con-tentos y obligados, me parece conveniente remi-tir dicha planta á V. M. para que se guarde enel Real Consejo, para si en lo venidero se mo-viesen nuevas pretensiones sobre diferentes luga-res, y se vea en el Consejo el que cada uno llevócon gusto suyo en este auto, y á cada tribunal heentregado otra planta para que la guarde en su

(1) La planta á que se refiere la carta, dibujada á pluma, presenta

el siguiente orden: Acompañamiento (le caballeros.—Consulado.—Real

universidad.—Cabildo de la ciudad.—Cabildo eclesiástico.— Oficiales

reales.—Tribunal de cuentas.—Sala del crimen.—Real Audiencia.—El

Virey y á sus Udos I03 señores inquisidores; todos á caballo y con la ca-

beza cubierta.

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N.° 37 VILLA. ÜN AUTO DE FE EN MÉJICO Y UN TORNEO EN EL PEUU. 3 5

archivo; porque no sólo me contento con servirá V. M. gobernando estas provincias con paz ysosiego de todos, sino con dejar memoria y plantaen cosa tan grande y tan ruidosa, para que enadelante haya ejemplar y memoria de lo que seha de hacer coa paz y quietud, como ahora se hahecho, aunque el Arzobispo ha intentado, comosiempre, pendencias y novedades con todos y conla Inquisición.

Habiendo todos estos Tribunales asistido conmucho gusto y puntualidad en la forma que vaen la planta, y en la que estuvieron en el tablado,que no está acabada y no podrá ir en esta ocasión,que son los asientos que siempre han tenido enel tablado los que tuvieron ahora los cabildoseclesiástico y secular, me parece preciso suplicará V. M. me permita y mande que en mi aposentoles dé gracias por el servicio que á Dios y á V. M.han hecho en asistir al auto de la fe, y que en lamisma Cédula me mande V. M. diga a todos quetengan entendido que en lo venidero, ya en el pa-seo, ya en el asiento del tablado, ha de ser el lu-gar y asiento el mismo que ahora han tenido;pues habiéndose celebrado con tanta paz, es bienque yo suplique á V. M. por todos caminos el quevenga de V. M. para en adelante dispuesto estomismo; porque no sucedan pretensiones nuevasni competencias, que siempre son dañosas al ser-vicio de Dios, al de V. M. y á la quietud univer-sal. Y aunque en todas partes es convenienteesto, y V. M. lo hace siempre, es mayor serviciode Dios y de V. M. en las Indias; porque aunque,á Dios gracias, está bien plantada la fe, há menostiempo que se posee esta dicha y es bien que to-dos vean continuamente el que V. M. se da porbien servido de que asistan á la celebración y au-tos de la fe, para que se alienten á la continua-ción en lo de adelante, y para que de todas ma-neras reconozcan lo que V. M. honra y favoreceal Tribunal de la Santa Inquisición por los ser-vicios que hace tan grandes á Dios y á V. M.También suplico á V. M. se sirva de mandar es-cribir al Visitador y Tribunal de la Inquisición,dándose por servido de lo que han obrado en estaocasión en servicio de Dios y de V. M., teniéndo-los en su memoria para acrecentarlos de puesto.

Y aunque en esta ocasión he servido á V. M.con asistir y lucir cuanto sé y alcanzo, no suplicoá V. M. para mí nada, sino que tenga á bien elque represente á V. M. que cuando entré en estasprovincias (1) hallé su Real Hacienda perdida yatrasada, y esta eaxa con un millón y ducientosmil pesos de empeño, como consta de la certifl-

(I) El Excmo. Sr. D. Francisco Fernandez, de la Cueva, Duque deAlburquerque, gobernó la Nueva España desde 15 de Agosto de Í655 almes de Setiembre de 1660.

cacion que envié recien entrado aquí, y está pa-gado todo; los envios á V. M. de plata han sidomayores que nunca, y está la Hacienda desempe-ñada. Hallé la justicia sin vigor ni estimación , yhoy la tiene grande por la mucha que se hizo enla complicidad de los salteadores do camino y delos del pecado nefando. La guerra de Inglaterraen mi tiempo empezó y se continúa, y á Jamaycay á todas las plazas he enviado los socorros tangrandes y cuantiosos de todos géneros que constaá V. M., pues me lo ha mandado y me ha honradocon darme gracias. Los situados flxos de las pla-zas que corren por esta caxa se han remitido conpuntualidad; los socorros á Filipinas mayores-quenunca y continuos; la Iglesia estaba sin podersecelebrar, y sobre lo que siempre he representadoá V. M. irse aumentando en mi tiempo, añadoahora que las cuatro bóvedas del crucero, queson grandísimas, están acabadas de todo punto;las dos sirven; las otras dos de aquí á cuatro me-ses, que es lo que tardarán en blanquearse.

Todo esto se ha hecho y se ha obrado en eltiempo que sirvo á V. M. aquí, y ahora el castigode tantos herejes en un auto general, que aunquees verdad que no puede un ministro de V. M. re-mediarlo todo, es cierto que tanto obrado en ser-vicio de V. M. en tiempo de uno, que estos menosdaños, vicios y delincuentes hay en la tierra delo que halló en ella, no teniendo yo más parte entodo lo que trabajo y la gran dicha que tengo entodas materias en servicio de V. M., sino es con-fesar y publicar deberlo á Dios que me toma pormedio é instrumento, y suplicarle me dé muchavida, que sólo la quiero para emplearla viviendoy muriendo en servicio de V. M., quedando ciertode que D. Luis de Haro y el Real Consejo queen todo continúan el mayor servicio de V. M.,pondrán en sus reales manos esta carta paraque V. M. se sirva de reconocer lo que he obradoen su servicio en esta ocasión, representandoá V. M. se dé por servido de mis deseos. GuardeDios la católica y real persona de "V. M. los añosque sus criados y vasallos deseamos, y la cris-tiandad há menester. México 26 de Noviembrede 1659.

II."

De.índole diferente del anterior es el segundodocumento á continuación inserto. Era la ciudadde Pausa una de las intendencias del Perú y ca-pital de la provincia de Parinacochas, hallándosesituada en un extenso valle, en medio de losAndes y á orillas del rio de su nombre. Aunquesin fecha, es fácil deducir que si aquel torneo fue,como dice su epígrafe, «por la nueva de provey-miento de Virey, en la persona del Marqués de

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Montesclaros,» debió verificarse á fines del añode 1607, en cuyo tiempo consta pasó el dichomarqués del gobierno del vireinato de NuevaEspaña, al del Perú, según era costumbre. Ladescripción de la fiesta está hecha con tanta pro-ligidad y detalle, que á tiro de ballesta se conoceque su autor fue testigo de vista de aquel regoci-jo. Pero lo que seguramente llamará la atenciónde los bibliófilos, es, que estando tan reciente lapublicación de la primera parte de la inmortalobra de Cervantes (1), llegasen sus donosos per-sonajes á popularizarse en tan breve espacio detiempo y á tan remota distancia, y tomar formareal, no ya en España, sino en, una ciudad delPerú, y lo que es más, alcanzar en la contienda elpremio de invención por la hilaridad que causó enlos espectadores el Caballero de la Triste Figuray su comparsa. ¡Loor á D. Luis de Córdoba, autorde aquella invención, que á no dudarlo, era en-tusiasta admirador de las bellezas de El ingeniosohidalgo Don Quijote de la Mancha! ¡Cuántos, sinconocer hasta entonces el libro, anhelarían aque-lla tarde haberlo á las manos para recrear su ima-ginación! Entre tanto el príncipe de nuestros in-genios, cuyo nombre resonaba ya con justa famaen el Antiguo y en el Nuevo Mundo, vivia en lacorte pobre y desvalido, acosado de émulos y dedeudas.

Relación de las fiestas que se celebraron en la corte de Paussa por lanueva de provcymiento de Virey en la persona del Marqués de Montes -claros, cuyo grande aficionado es el Corregidor de-este partido que lashizo y fue el mantenedor de una sortija, celebrada con tanta majestady pompa, que lia dado motivo á QO dejar en silencio sus particula-ridades (2).

Luego que esta nueva se entendió, se hizo unaencamisada, donde salieron más de cuarenta deá caballo, de disfraz, y sa plantó el cartel en laplaza, debajo de un dosel de terciopelo carmesí,donde estuvo diez dias, y en él firmaron los caba-lleros siguientes:

E.1 Caballero VenturosoEl de la Triste FiguraEl Fuerte Bradaleon BeifloranEl Caballero Antartico de LuzissorEl Dudado FuribundoEl Caballero de la SelvaEl de la Escura Cueva, yEl Galán de Contumeliano.

Y al décimo dia fueron las fiestas en la forma ymanera siguiente:

(1) Se dio a luz en 160».

(2) Es propiedad el original de este curioso manuscrito, de nuestro

amigo y compañero el Sr. D. José Sancho Rayón, á cuya amabilidad

debemos su conocimiento y copia.

Salió el mantenedor que se intitulaba en sucartel «El Caballero de la ardiente espada» vestidode negro, bordado de oro, calza y coleto, golagrabada y gorra aderezada con mucha plumería,en un caballo bayo muy bueno, con una sillarica, de brida bordada do perlas, que hacia obracon el vestido; y al "fin, tan en su punto, que podiaparecer su gala en cualquiera corte. No sacó in-vención ni letra, pero llevaba delante atabales,chirimías y trompetas, y doce de á caballo que leacompañaban, sin cuatro padrinos que llevabanbandas amarillas. Dio vuelta desta manera por latela que estaba muy curiosamente hecha de ramasy flores, y en medio, cerca de la sortija, un apa-rador de muchas piezas de plata y joyas que secorrieron. Habia tres andamios cerca deste pues-to, uno á la mano derecha y dos á la izquierda,todos entapizados "con tafetanes de colores. En elde la mano derecha estaban las damas, y en losdos de la izquierda, en el uno los Jueces, que eranel padre presentado Fray Antonio Nuñez, Juande Larrea Zurbano, y un Cristóbal de Malta, dePotosí, que acertó á llegar aquí á este tiempo,gran corredor de langas; y en el otro, algunosfrailes y clérigos que vinieron á ver las fiestas.

Después de haber hecho el mantenedor su pa-seo y bizarra muestra, se apeó en una tienda queal cabo de la tela estaba, colgada de damascos yterciopelos carmesís, y al punto pareció por laplaza el fuerte Bradaleon, que era el licenciadoD. Pedro de Salamanca; su theniente venia hechoel dios Baco, con el traje muy bien acomodado álo que (re) presentaba, caballero en una grancuba hecha de mimbres y cubierta de hojas deparras, á la cual venían pegados muchos cueroshinchados, y él una guirnalda» de pámpanos;puesta en la una mano llevaba una gran taza, yen la otra una bota de vino, de que iba dando debeberá mucha cantidad de borrachos que le acom-pañaban alrededor de la cuba, la cual llevaban ácuestas los de la facultad, haciendo una gran al-gazara y ruido muchos indios con tamborines,vestidos de colores, entré los cuales iban cuatrocaciques á caballo que le sirvieron de padrinos; ypor doctores de la facultad de beber llevaban cua-tro borlas en los sombreros de diversos colores.Presentóse por la tela llevando delante atabales ychirimías, y todas las demás invenciones que des-pués salieron, también las sacaron, porque vinie-ron casi todas laa del corregimiento para estafiesta. La letra deste aventurero decía:

Soy Baco, hijo de Venus,Y el que de mi se desvíaA sí y á mi madre enfría.

Corrió tres lanzas en un buen caballo, que letraía del diestro otro borracho, y aunque fueron

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buenas, le ganó el mantenedor la taza de plata quetraía, que puso por premio contra una limettadel aparador que le pareció bien; y esta preseapresentó á mi señora Doña María de Peralta. Yporque había muchos aventureros y el mantene-dor no tenia bastantes caballos con que sustentarlátela, mandaron los jueces al dios Baco que leayudase á mantener, y así se apeó metiéndose conel mantenedor en su tienda. Y al punto pareciópor la plaza un carro muy grande, en que veniancinco aventureros en esta forma: cuatro de ellossentados en un bufete pequeño que en medio es-taba, jugando á la primera con las invencionessiguientes: Un Tahúr todo vestido de naipes, co-leto, calcas y sombrero con muchas plumas, sinque se pareciese otra cosa que manjares de nai-pes entremetidos, de suerte que parecía desdelejos todo bordado; los tres con quienes venia ju-gando eran la Ira, la Blasfemia y el Engaño ves-tido de varios colores; y la Ira y la Blasfemia consayas de raso carmesí y encarnado, y encima unavestidura corta de cañamazo pintada de llamasnegras, amarillas y coloradas, máscaras muyfeas, cabelleras negras y unas culebras revuel-tas á las cabezas como guirnaldas; el quintoaventurero deste carro era la Codicia, que veniahaciendo oficio de cocinero á los cuatro que juga-ban, vestida como esotros, salvo la saya que eraamarilla. Llevaban estas figuras alrededor de sucarro sus padrinos, que eran: el del Tahúr, la Po-breza, vestida de andrajos; la Blasfemia, al Demo-nio con un justillo de cañamazo cubierto de lla-mas, máscara de lo propio y unos grandes cuer-nos, de qus venia echando fuego. El padrino delEngaño era un Perulero con dos máscaras, unaatrás y otra adelante que le hacían ,dos caras. Ala Codicia acompañaba el ínteres, muy bienaderezado; la Ira no traia padrino, sino un escu-dero que le llevaba el caballo vestido de colorado,y su nombre era el Enojo.

Todos estos padrinos traían rótulos grandespor los hombros, que les servían de bandas, y encada uno su nombre escrito, cuyo carro pareciómuy bien, porque era muy grande y todo veniacubierto de reposteros que llegaban hasta el sue-lo, sembrados á trechos de muchos naipes, y den-tro iban más de cincuenta indios que le llevabanen peso, sin que se viese cómo se movía. Los ca-ballos de los aventureros iban alrededor de losVicios, encubertados con los mismos cañamazospintados de que traian los vestidos, y el del Ta-húr cubierto de naipes, todo que parecía muybien, y asimismo la silla. Sa,có este carro minis-triles y atabales con ropas sembradas de naipes,que deste género hay buena cantidad por acá; yen llegando á los andamios de los jueces y damas,

echaron los aventureros y padrinos las letras si-guientes:

EL TAHÚR.

Por quitar melancolíasMe entretengo en este oficioCon cutidiano exergicio.

SU PADRINO, LA POBREZA.

No soy sancta:Ni merezco, ni aprovecho,Sino de eterno despecho.

El primero fratricidaDel infierno me sacó,Y en la tierra me dejó.

EL ENOJO, ESCUDERO DE LA IRA.

De mi señora y de míNo se escapa el más discreto,Si no fuere muy pcrfeto.

EL ENGAÑO.

No sólo con jugadoresSoy poderoso y triunfante,Sino en todo lo restante.

E! PERULERO, SU PADRINO.

Con el uso de la tierraAmigo doble me hechoPor la ganancia y provecho.

LA BLASFEMIA.

Cuando fallo del Infierno,Me hallarán en el juegoEchando voto y reniego.

EL DEMONIO, SU PADRIHO.

Con mis eternos doloresPor la perdida inocencia,Acompaña m¡ presenciaA todos los jugadores.

LA CODICIA.

Raíz de todos los malesMe llaman, y es mi trofeoNo satisfacer deseo.

EL INTERÉS, PADRINO.

Si yo he vencido al Amor,Y el Amor vence á la Muerte,Yo soy más que todos fuerte.

Corrieron estos aventureros sus tres lanzas cadauno; el Engaño, Codicia y Tahúr con el mante-nenedor, y la Ira y Blasfemia con su ayudante, ytodos ellos perdieron por malos hombres de á ca-ballo sendos pares de guantes que pusieron porprecio contra otros juguetes que en el aparadorhabia, los cuales presentaron los mantenedores ámi señora Doña María de Peralta y sus hijas. Es-tando corriendo las postreras lanzas, entró por laplaza el caballero Antartico, que era el gran Ro-mán de Baños, hecho el Inga, vestido muy propiay galanamente con una compañía de más de cientindios vestidos de colores que le servían de guar-

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da, todos con alabardas hechas de Magueyes pin-tadas con mucha propiedad, de que era capitán elcacique principal de los pomatanbos. Llevaba de-lante de sí el Inga un guión de plumería con susarmas, y él iba en unas andas muy bien adereza-das, y detras de ellas iban muchas indias hacien-do taquies á su usanza. El caballo llevaba del dies-tro otro cacique muy galán; y con esta majestadse presentó por la tela con sus dos padrinos, sinllevar delante menestriles y atabales, sí sólo lostamborinos de los taquies que eran tantos y ha-cian tanto ruido, que hundían la plaza. Dio suletra, que decia:

Por ser las damas cual son,Me he vestido de su modo,Para conquistarlo todo.

La de su compañía decia:Por regocijar la fiestaDe la nueva del Virrey,Venimos con nuestro Rey.

Corrió mal porque no le ayudó mucho el caba-llo, y así acompañó en la pérdida á los del triun-fo; y el ayudante del mantenedor qué fue ganan-cioso de unas medias de seda que el Inga pusopor precio, las presentó á Joan de Larrea Zurba-no, de cohecho, para tenerle propicio en el juiciode las demás lanzas.

A esta hora asomó por la plaza el caballero dela Triste Figura, Don Quijotte de la Mancha, tanal natural y propio de como le pintan en su libro,que dio grandísimo gusto verle. Venia caballeroen un caballo flaco, muy parecido á su Rocinante,con unas calcitas del año de uno y una cota muymohosa, morrión (San mucha plumería de gallos,cuello del dozavo, y la máscara muy al propósi-to de lo que representaba. Acompañábanle el curay el barbero, con los trajes propios de escudero éinfanta Micomicona, que su crónica cuenta, y suleal escudero Sancho Panza graciosamente vesti-do, caballero en su asno albardado y con sus al-forjas bien proveídas, y el yelmo de Mambrino.Llevábale la lani-a y también sirvió de padrino ásu amo, que era un caballero de Córdoba, de liú-do humor, llamado D. Luis de Córdoba, y andaen este reino disfrazado con nombre de Luis deGalvez. Habia venido á la sazón desta fiesta porjuez de Castro Virreyna, y presentándose en latela con extraña risa de los que miraban, dio suletra, que decia:

Soy el audaz Don QuixoY, maguer que desgracia,Fuerte, bravo y arrisca.

Su escudero, que era un hombre muy gracioso,pidió licencia á los jueces para que corriese suamo, y puso por precio una docena de cintas degamuza. Y por venir en mal caballo y hacerlo

adrede, fueron las lanzas que corrió malísimas,y le ganó el premio el dios Baco, el cual lo pre-sentó á una vieja criada de una de las damas.Sancho echó algunas coplas de primor, que f>ortocar en verdes no se refieren.

Y con esto se pusieron á ver una invención queá la sazón entraba por la plaza con grande ruidoy ostentación, que era la del Caballero de la Sel-va. Venían delante cuatro salvajes cubiertos deyedra ellos y sus caballos que^servian de ataba-les, y seguían los cuatro ministriles y otras tan-tas trompetas, vestidos de la misma forma ellosy sus caballos. Luego venia un carro, tan grande,que se ajustaba con las calles por donde entró,en el cual venia un jardín, tan propio y curiosa-mente hecho, que parecía natural, y en medio, deencañado, habia un cenador que servia de teatroá la diosa Diana, que en él venia sentada, con unvestido rico, y era una niña muy hermosa. Delencañado del carro venían colgados muchos ani-males muertos, cuernos de venados, perdices yotros despojos de caza, y alrededor del más deochenta doncellas de la tierra, muy galanamentevestidas, de cumbres, damascos y tafetanes decolores, y todas con ballestas, escopetas, cerva-tanas, dardos y otros instrumentos del culto deDiana, que representaban al natural sus cazado-ras, y» dos de las de mejor talle llevaban la lanzay caballo, que es de los buenos que hay en elreino, con su silla y paramentos de tafetán azuly blanco, sembrados de unas estrellas encarna-das, que parecía extremadamente. El caballeroiba en el carro, sobre un bastón arrimado, en há-bito de pastor, con calzas bordadas debajo de unpellico de las colores dichas, todo lleno de argen-tería de plata, cabellera rubia y una guirnaldaencima de la yerba mejorana. Y desta suertepasó por la tela, que aunque era bien ancha, ape-nas cabia su carro por ella, que todo venia hastael suelo cubierto de yerbas, sin que se viese lagente que debajo le llevaba en peso, y al empare-jar con los andarnios, soltaron debajo un venadoy dos galgos, que les fueron siguiendo, y las ca-zadoras hicieron á este tiempo grande ruido, con-forme á lo que representaban. La letra.que lospadrinos dieron, decia:

Soy Jardinero fielDeste Jardín de Diana,Pues tengo la mejoranaEn mi frente por laurel.

La diosa que venia en el carro echó esta letra:Lauro, premios y trofeo

A mi jardinero den,Pues supo escoger tan bienCon santa paz de himeneo.

A este tiempo se habia el mantenedor salido

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N.° 37 G. CRUZADA V1LLAAM1L. PINTURAS DE RUBENS EN ESPAÑA. 39

por una puerta falsa de la tienda para entrar conotra invención; y así corrió este caballero con suayudante, al cual le ganó una salvilla de platacontra unos guantes de ámbar, que él puso, yambas preseas las presentó á su dama, con cuyofavor ganó, y por las señas de su pensamiento seconoce quién era. Antes que acabase de correr suslanzas, entró por la plaza una tienda asentada eriun carro, que la traian en peso como las demás.Y era la tienda un pabellón bordado con muchospájaros, y dentro venia el Caballero Venturosocon una dama vestida muy galanamente. Él traíaun vestido muy justo, morado, sembrado de rosasamarillas, y una máscara de la misma color; ve-nian las alas de la tienda abiertas, y en medio deél y de ella se mostraba la rueda de la Fortuna,que el caballero fuertemente venia teniendo, por-que no diese la vuelta; y su letra decia:

Fortuna tendrá este sor,Yo la firmeza que ahoraY la cumbre mi Señora.

La dama, que era un barbado con arandela y co-pete, echó también su letra acomodada al sujeto,y por meterse en el campo de Venus no se refiere,aunque era extremada. Este aventurero, que eraun capitán de Chile, no sacó más acompañamien-to que atabales y ministriles, y un padrino; perolo que en esto le faltó suplió lo bien que lo hizoen las carreras, porque es muy buen hombre deá caballo de la brida; y así le ganó al dios Bacoel precio, que fue un corte de jubón de tela, y lepresentó á mi señora, Doña Mariana de Larrea.

Luego entró por otra esquina de la plaza ElDudado Furibundo, con atabales y ministrilesdelante, y él en traje de moro, con siete moras ácaballo, muy bien aderezadas, todas de máscara,que representaban otras tantas mujeres suyas,porque en el Alkoran de Mahoma se permitentener las que pudiere sustentar cada uno. Salióen un buen caballo, y la letra que su padrino pre-sentó era:

Aunque con traje de moro,No soy Muley ni Hamete,Pero no me bastan siete.

Corrió sus tres lanzas, y aunque el buen caballole ayudó, él hizo tan poco de su parte, que eldios Baeo le ganó seis varas de tafetán que pusopor precio, y las presentó á mi señora Doña Clarade Peralta.

A esta hora se habia ya puesto el sol, y á másandar se iba llegando la noche; pero no faltó tiem-po para que se dejase demostrar un carro en laforma que los pasados, donde venia un, aparadory mesa puesta, con una merienda, y colación ytodos los aparejos que para servirla eran necesa-rios, sin que faltasen pajes para este ministerio.

El caballero de este carro fue el mantenedor, que,hecho bodegonero, se mostraba disfrazado. Traíapor mozas del bodegón á la Gula y á la Enferme-dad, y él el traje acomodado al sujeto, y una mú-sica de flautas debajo del carro, que al tiempo queemparejó con las damas sonó muy suavemente.Su letra decia:

Si mi invención no llevareEl premio por ingeniosa,Ganará por provechosa.

Y porque ya se habia cerrado la noche, no hubolugar de que este aventurero comiese, y así, diode merendar á las damas con mucha ostentacióny cumplimiento, á la lumbre de muchos hachonesy candelas que se encendieron; y los Jueces des-de su andamio alcanzaron un bocado, y despuésde haber tenido entre sí algunas diferencias sobreel de los premios de invención, letra y gala, se re-solvieron en esta forma: Que el de invención, porhaber sido todas tan buenas y reconocerse poca óninguna ventaja en ellas, se le diese al Caballerode la Triste Figura por la propiedad con que hizola suya y la risa que en todos causó verle, el cualdio cuatro varas de raso morado que le tocaron ásu escudero Sancho, para que las presentase ensu nombre cuando la viese, diciéndole que el sucaballero las habia ganado con el ardid y esfuerzoque su memoria le habia prestado. Y al Caballerode la Selva le dieron unos guantes de ámbar porla mejor letra que presentó al sujeto de ella. Y almantenedor le cupo el premio de la gala, y pre-sentó á mi señora Doña María de Peralta una cal-dereta de plata.

Y con esto se acabaron las fiestas, que fuerontan bueijss, que podían parecer en Lima: sólofaltó auditorio pleno, pero á la cantidad suplió lacalidad de las pocas damas que hubo*

A. RODRÍGUEZ VILLA.

PINTURAS DE RUBENS EN ESPAÑA,SEGÚN LOS INVENTARIOS DE LAS CASAS REALES DE

AUSTRIA Y DE BORBON.

De los inventarios de las pinturas de lospalacios de los reyes de España, hechos endiferentes ocasiones, ya con motivo de lasmuertes de los monarcas, ya por cesar ensus cargos aquellos servidores de los reyesque á su cuidado las tenían, ó por cual-quiera otro motivo, se desprenden una mul-titud de datos que, aun cuando no del todoclaros y terminantes porque están redacta-dos los inventarios de una manera demasía-

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REVISTA EUROPEA. 8 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 37

do informal ó por lo menos muy bárbara ensus descripciones, sirven, sin embargo,para venir en conocimiento de la existenciade muchísimos lienzos que hoy por com-pleto desconocemos ó que no vemos en losmuseos y palacios que aún guardan obrasde arte de aquellos tiempos. Del estudiode estos inventarios, hecho exclusivamentebuscando aquellas obras que á Rubens seatribuyen, resulta el presente estudio. Nose ha de dar aquí noticia ninguna sobreRubens y sus obras, de las que ya hayandado otros escritores nacionales ó extran-jeros, ni comentar ó desvirtuar tampoco loque todos ellos hayan dicho sobre ellas:el propósito de este estudio no es otro másque presentar, principalmente, uua comorelación de los cuadros de Rubens que po-seyeron los reyes de España, desde que porprimera vez estuvo aquí aquel pintor, hastala fecha, y de los que hoy día ya no posee-mos, ó al menos no se sabe oficialmente queposeamos. Y esta lista no será hecha á guisade catálogo de museo', puesto que de cua-dros que no posee España ó que no existense ha de tratar, y puesto que de tos cuadrosque aquí se registran y que guarda nuestroMuseo del Prado, ya está hecho ó próximoá hacerse el oficial y extenso que describela escuela de pintura á que Rubens perte-nece.

Varios son los inventarios en que se r e -gistran obras de Rubens. De todos los queguarda el archivo del Palacio Real de Ma-drid, el primero en que se encuentran claray terminantemente inventariados cuadros ánombre de Rubens, escrito unas vecesJirubines y otras Rrubenes, es de fecha 6de Octubre de 1621, y comprende los cua-dros de la Casa de la Ribera de Valladolid,el cual empieza de este modo:

Gerónimo de Ángulo. Pinturas, mesas de jaspe, bu-fetes y otras cosas que hay en el Alcázar, Casa Realy Jardines que tiene en la ciudad de Valladolid, ca-mino de Nuestra Señora de Prado, que llaman La Ri-bera, y están á cargo de Gerónimo Ángulo, casero yjardinero de la dicha casa y jardines.

Y concluye así:

Recibi yo Gerónimo de Ángulo casero del AlcázarReal, Casa y Jardines que S. M. tiene en la ciudad deValladolid y camino de Nuestra Señora de Prado que

llaman La Ribera, del Sr. Hernando de Espejo, co-misionado de Cañamares, guardajoyas que fue delRey Nuestro Señor, todas las pinturas, retratos etc.por cuanto todo lo susodicho esta a mi cargo en eldicho Alcázar, Casa Real y Ribera, para el serviciode S. M., y por verdad lo firmo en Madrid á seis deOctubre de 1621 años. Gerónimo de Ángulo.

Este inventario no registra más que losdos retratos hechos por Rubens del duquede Lerma y del duque de Mantua.

En otros inventarios de Valladolid, tam-bién anteriores, se incluyen cuadros que,por ser retratos de los gobernadores deFlandes, pudieran creerse de Rubens; perocomo no se les da autor, sena temerario su-ponerlo, careciendo el registro de dichoslienzos de detalles que autoricen tal supo-sición, siempre infundada.

Otro inventario, ya con muchos cuadrosde Rubens, se comenzó en '1636, y em-pieza así:

Año de 1636. Simón Rodríguez, ayuda de la Fur-riera de S. M. Cargo que se le hace de las pinturas yotras cosas de la guardajoyas que estaban al de JuanGómez de Mora, lo cual se hace por orden de S. M.,que Dios guarde. =l)e las cuales dichas pinturas, ma-pas, dibujos, iluminaciones, estatuas, bufetes y demáscosas contenidas en 820 partidas escritas en 56 plie-gos de papel como este, en todo y en parte se hacecargo de ellos al dicho Simón Rodríguez, con decla-ración de que en cuanto ú lasmedidas que en algunosse declara, se midieron estando colgados, y así se hande entender poco nias ó menos, en que entran lasmolduras de los que las tienen. Y así mismo que al-gunas pinturas que dice ser en tabla, puede no sersino en lienzo ú otra cosa pegada en ello, como hayotras; y en esta conformidad lo firmaron D. Geróni-mo de Villafuerte, guardajoyas de S. M. y el dichoSimón Rodríguez, ayuda de su Real Furriera, en Ma-drid en 17 de Marzo de 1637.

Este inventario es el más curioso de-cuantos se guardan en el archivo de Pala-cio, así por su fecha como por ser el pr i -mero que más detalladamente enseña la dis-tribución de las piezas del Alcázar de Ma-drid, precisamente en los buenos tiempos deaquella corle, cuando era Velasquez quienllevaba la dirección artística del Alcázar.El antiguo Alcázar, como el actual, tenia suprincipal fachada á la plaza que hoy llama-mos de la Armería, y se hallaba igualmenteorientado, formando cada uno de sus ángu-los una torre, de las cuales algunas se lia—

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N.° 37 O. CRUZADA VILLAAMIL. PINTURAS 7VE RUBENS EN ESPAÑA.

maban como se llamaron en el siglo pasado.Empieza este inventario por la escalera dela Reina, y sigue registrando las habitacio-nes del pasadizo que conducía á San Gil, yde los que llegaban al Consejo de Ordenesy al de Hacienda. Pasa luego á la pieza-nueva sobre el zaguán y puerta principaldel Palacio, que es el sitio correspondienteal que hoy ocupa el llamado Salón del Tro-no. Desde este salón se pasaba á la Galeríade los Trucos, y después seguia al salóngrande de la Galería de los Retratos. Pa-sada la Galería del Mediodía, que mirabasobre el Jardin de los Emperadores, llamadoasí por los muchos bustos y estatuas anti-guas que de ellos en el había, se entraba enel Salón grande de las Fiestas públicas, tancélebre por las que en él se celebraron , ysalón que más tarde hemos de ver trasfor-mado por Velasquez mismo. Umd,o á estesalón estaba el Oratorio de S. M. En estalachada, que era la que caia sobre el hoyllamado Campo del Moro, se alzaba la torreen que S. M. tenia el despacho, y cerca deél la librería, que dirigieron hombres comoRioja. Esta torre, orientada como la quehoy se llama Punta del diamante, dabavuelta al Norte, ó Cierzo, como en aqueltiempo se decía. Este lado era el que con-tenía las habitaciones de verano del Alcá-zar, con sus bóvedas y piezas destinadas aldespacho de S. M., á su dormitorio, á sucomedor y á su habitación para leer y sola-zarse, la cual daba vistas á otro jardin, quese llamaba de la Priora, que daba vuelta ála parte de Levante, hoy plaza de Oriente.Después de las habitaciones del Rey, in-ventaríanse las de la Reina, que igualmentese componen de piezas de invierno y de ve-rano. Ño tan sólo se comprenden en esteinventario los cuadros colgados en aquellascámaras, sino también los bufetes, escrito-rios, bustos y demás alhajas.

Por muerte de Felipe IV se hicieron in-ventarios generales, y el de las habitacionesdel difunto monarca en el alcázar de Madrid,empieza diciendo:

En la villa de Madrid a 17 do Setiembre de 1666años anto el dicho Sr. D. B. Garcífl de Medrano, pro-siguiendo en el dicho inventario, estando en el cuartobajo en que vivió el Rey N. S. Don Felipe cuarlo de

este nombre, que santa gloria haya (que se abrió porDon José Espachen, caballero de la orden de Santiagoy Aposentador de Palaeio) y estando en una piezapequeña donde el Rey N. S. se retiraba, en1 que estándos estantes pequeños do libros, que llama Elreti-radico, se inventarió y apreció por Juan Bautista delMazo, pintor de cámara lo siguiente:

Este inventario acaba el dia 27 de Octu-bre de 1666, pero no comprende todo elAlcázar, porque faltan las pinturas de lacapilla real y sacristía, las del salón de losespejos, pieza de la cámara y gabinete del.salón; las del salón dorado y cuarto bajodel príncipe y pasadizo de la Encarnación,que todo pertenece al cuarto del rey nues-tro señor y otras muchas sueltas que estánen las bóvedas del Ticiano y de la Prioray otras partes, y las de los oratorios. Y sehizo otro inventario nuevo de pinturas yalhajas, comprendiendo lodo lo referido enel año de 1686, que es al que se debe ci-tar, según se lee en una nota puesta en. estemencionado inventario. Sumamente curiosoy fehaciente es éste, porque las tasacionesson de Juan Bautista del Mazo, el yerno deVelasquez, que es, para atestiguar la auten-ticidad de los cuadros que á Rubens atribu-ye, grandísima autoridad é irrecusable juez,porque además de sus propios conocimien--tos reúne en su abono que sabría por dichodel mismo Velasquez. su suegro, cuáles fue-sen tod*s ellos, de los cuales él mismo Mazohabia copiado más de cincuenta.

Más formal como inventario, aunque notan autorizado bajo el punto de vista artís-tico, por no firmarlo ó acusar que lo hagapersona tan competente como lo era JuanBautista del Mazo, es el citado de 1686.Largo es su encabezamiento ó índices, peroes todo tan curioso que merece la pena detrascribirse aquí. Es de este modo:

Relaciones generales. =Una de las pinturas y otrade los adornos que hay, fuera de los relojes, en la Ca-pilla Real, Sacristía, Oratorios y cuartos Reales delRey N. S. Don Carlos Segundo, que Dios guarde, enel Alcázar y Palacio de Mndrid, incluso el pasadizo dela Encarnación, Casa del Tesoro y pinturas desmon-tadas en diferentes partes, con tres resúmenes quevan al principio; uno del número de pinturas y cuán-tas en cada cuarto y piezas: otro de las alhajas yadornos con distinción de géneros y su número: y eltercero de las pinturas originales y cuántas de cada

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REVISTA EUROPEA. 8 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.° 37

autor, y las que hay copias y de escuelas diferentes.Ejecutado de orden del Excmo. Sr. Condestable deCastilla y de León, Mayordomo mayor de S. M., porDon Bernabé Ochoa, siendo jefe de la Cerería esteaño de <l 686.

Resumen del número de las pinturas que contieneesta relación:

Capilla real y Sacristía, 24.—Oratorios, 32.—Cuar-to principal, 36.

Pinturas en las piezas siguientes:Salón de los espejos, 31.—Gabinete, 29.—Pieza

de la cámara y salón dorado, 46.—Pieza ochava-da, 21.—Pasillo de la Madonna, 3Í3.—Galería de¡Mediodía, 30.—Alcoba de esta galería, 21.—Piezaoscura, 13.—Paso junto al cubillo de la Audien-cia, 30.—Pieza antes de la Galería del Cierzo, 16.—Galería del Cierzo, S1.=Son las pinturas, 363.

Cuarto bajo que cae á la Priora: hay 218 pinturasen las piezas siguientes:

Pieza primera de la Audiencia, 20.—Pieza don-de S. M. cenaba, 16.—Pieza donde S. M. comía, 19.—Pieza de la Aurora, 17.—Pieza del despacho, 33.—Pasillo que va á la escalera, 10.—Pieza pequeña sobrecljardin, H.—Pieza donde S. M. se vestia, 27.—Pieza de la librería, 40.—Pieza donde S. M. dor-mía, IB.—Escalerilla secreta, 10.

Bóvedas de la Priora: hay 199 pinturas en las pie-zas siguientes:

Pieza de la Torre, 23.—Pieza larga, 41.—Pieza delos cubiertos, 17.—Pieza inmediata, 31.—Pieza deba-jo del despacho de verano, 13.—Piezas pequeñasjunto á la antecedente, 21.—Pieza primera bajandopor la escalera ancha del Patio, 2.—Pasillos al pió dela escalera del Cierzo y la misma escalera, Si.

Escalera del Zaguanete junto á la pieza ochavada ybóvedas del Ticiano: hay 52 pinturas en esta forma:

En el tránsito del Salón dorado, 1.—En la escale-ra, 17.—Bóvedas del Ticiano, 34.

Cuarto bajo que llaman del Príncipe: hay 58 pintu-turas en esta forma:

Pieza principal, 40.—Pieza de la torre, 8.—Alcobade dicha torre, 5.—Pieza que servia de obrador de lospintores de cámarf¡ (1), 5.

Pasadizo de la Encarnación: hay 490 pinturas, in-clusas en ellas algunas que están desmontadas.

Casa del Tesoro, cuarto que habita el Aposentadorde Palacio: hay 10 pinturas.

Pinturas desmontadas además de todas las re-feridas que están en diferentes partes de Palacio:hay 101.

Son todas 1.847 pinturas.Siguen los resúmenes de las alhajas, adornos, bu-

(1) Esta pieía era el estudio de Velasquez, y hay inventario espe-cial de ella, hecho á la muerto de D. Diego, ya publicado por el estudiosoSr. Zarco del Valle.

fetes, escritorios, esculturas, etc., que componen. trescientos cuarenta y un adornos. Continúa el inven-tario con el siguienteAbecedario de los autores y profesores más clásicos

de el arte de la pintura que ha habido en Europa,y resumen de las pinturas originales que hay decada uno en las comprendida» en esta relación delos cuartos reales del Palacio de Madrid, que sondel Rey N. S. Don Carlos Segundo (que Diosguarde).A. Alberto Durero, 8.—Andrea del Sarto, 2.—

Aníbal Caracho, 4.—Antonio Moro, 4.—Alonso Sán-chez, 12.—Alonso Cano, 3.

B. Basan, el viejo, 15.—Basan, el mozo, 11.—Broncino, 1.—Ban Dick, 19.—Braegel, 38.—Burja-no,l.—Bartolomé González, 4.

C. Cerezo (Corregió), 5,—Casimiano, 1.—Cangia-so, 1.—Caballero Máximo, 3.

D. Dominico Greco, 8.—Diego Velasquez, pintorde Cámara, 43.—Daniel de Volterra, 2.—David The-niers, 7. • •

E. Esnesle (Snyders), 26.F. Federico Barrocio, 2.—Federico Zucaro, 2.—

Francisco Bizi, 2.—Francisco de Herrera, 1.G. Guido Bolones, 12.—Guercino, 2.—Gerónimo

Bosco, 6.—Golcio, 1.H. Hermitaño, 4.J . Joseph de Bibera, llamado el Españoleto, 36.—

Jacobo Espalma, 2.—Joseph Leonardo, 1.—Juan Ba-lesio, 1.—Juan Pantoja de la Cruz, 16.—Juan Bautis-ta del Mazo, pintor de Cámara, 12.—Juan Carreño,pintor de Cámara, 6.

L. Leonardo de Avinci, 7.—Lúeas de Holan-da, 4.—Lugueto, 1.—León Franco, 1.—Lúeas Jor-dán, 6.

M. Micael Angelo, 3.—Maestro del Ticiano, 1.—M&rchino, 2.—Mario, 11.—Matías de Acevedo, 2.—Martra de Vos, 2.—Micael Hamin, l.—Mosin Pu-sin, 3.—Mosin Brun, 1.

P . Pablo Verones, 29.—Parmesano, 6.—Polido-ro, 2.—Pedro de Cortona, 2.—Palma, el Viejo, 1.—Paulo Buil, 3.—Porquechin, 2.—Pomaranche, 3.—Puchnio, 1.

R. Bafael de Urbino, 7.—BUBEHS, 62.S. Fray Sebastian del Piombo, 1.T. Ticiano, 76.—Tintoreto, 43.—Teati.no, 4.—

Tempesta, 2.V. Vicencio Carducho, 1.X. Xptobal García, 1.Son 614 pinturas originales de los autores nom-

brados.Más pinturas-copias de originales de los autores

referidos:Copias de Alberto Durero, 4.—ídem de Alonso

Cano, 1.—ídem de Aníbal Caracho, 14.—ídem de VanDick, 4.—ídem de Basan, el viejo, 4.—ídem de Ce-rezo, 2.—ídem de Esneile, 3.—ídem de Guido Bolo-

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N.° 37 (i. CRUZADA VILLAAMIL. PINTORAS DE RUBENS EN ESPAÑA. 43

ñes, 3.—ídem de Joseph de Ribera, 2.—ídem deMartin de Vos, 2.—ídem del Parmesano, 2.—ídemde Rafael de Urbino, 6.—ídem de RUBENS, 45.—ídem del Ticiano, 28.

Son 120 pinturas-copias de los originales de losautores referidos.

Más pinturas de diferentes escuelas conocidas, hechasde excelente manera.

De la escuela española, 3b.—ídem italiana, 33.—ídem de Francia, 22.—Ídem Flamenca, 103.—Ídemde Alberto, 22.—Ídem del Bosco, 10.—ídem de Ti-ciano, 1.—ídem de Tintoreto, 3.—ídem de LeonardodeVinci,!.—ídem de Guido Bolones, 1.—ídem deCarreño, 3.

Son 234 pinturas de las escuelas referidas.Compendio de todas las pinturas.

Pinturas originales de los mejores autores deEuropa 614

Pinturas-copias de originales de los,mismos.. 120Pinturas de diferentes escuelas conocidas... 234Pinturas de autores y manos no conocidas,

en que entran muchos países, al temple,descripciones, mapas y retratos muy anti-guos S79

Son todas 1.S47

pinturas, las mismas que contiene por menor la rela-ción siguiente de ellas. Número, especialmente en lasoriginales, mayor que ha tenido junto, ni tiene al-gún monarca ó príncipe, como lo confiesan aun losextraños; esto después de tantas y tan singularescomo Su Magestad tiene en los palacios de Buen Re-tiro y los Bosques, y las del primer lugar en San Lo-renzo el Real, adonde sobre el afio de 1686 mandóllevar el Rey Nuestro Señor Don Felipe IV (que estéen gloria) cuarenta y una pinturas originales de losmayores autores y estimación. Y el Rey Nuestro Señor(que Dios guarde) envió el año de 1675, veinte pintu-ras, y otras tantas que después en diferentes partidasse han llevado, todas originales.

Relación general de las pinturas que hay en elalcázar y palacio de Madrid y son de el Rey NuestroSeñor Don Carlos segundo (que Dios guarde) y estánen su Real Capilla y Sacristía, Oratorios, cuarto prin-cipal, cuartos bajos, bóvedas, pasadizo de la Encar-nación y casa del Tesoro, y las que están en diferen-tes partes sueltas y desmontadas; con otra relación si-guiente á esta, de los adornos que hay en los mismoscuartos reales, hechas de orden del Excelentísimo Se-ñor Condestable de Castilla y de León, Mayordomo deSu Magestad, este año de 1686.»

Y acaba diciendo:«Aquí da fin el inventario y relación general de las

pinturas que en todas son mil quinientas y cuarenta ysiete, y constan por menor desde el folio 1 ° hasta este

de 82, y en el resumen que va al principio de estarelación. Bernabé Ochoa.»

Si este minucioso inventario tuviera lasdescripciones de los cuadros y sus medidashechas con la exactitud y extensión que seempleó en los índices de autores y recuentode pinturas, sena un inventario-catálogomodelo, y nos revelaría noticias de sumacuriosidad para la historia de cada lienzo.De todos modos, tal y como es, resulta im-portantísimo, ya porque para la designaciónde autores de los cuadros debió servir deguía la opinión que tuvieran Carreño y Ma-zo, ya también porque da á conocer la in-mensa riqueza, el sin igual tesoro de pin-turas que guardaba el Alcázar, que no sinfalta de razón dice Bernabé de Ochoa, quees el mayor número de originales que hatenido junto y tiene algún monarca ó prí—cipe. De Rubens registra nada menos quesesenta y dos originales y cuarenta y cincocopias. Lástima grande que este inventariocarezca de las tasaciones de los cuadros,pues seria curioso también que los tuvierapara seguir el curso del valor de estas obrasde arte en estos tres últimos siglos. En Se-tiembre de este mismo año se hace cargo delas pinturas todas del Alcázar de Madrid elguarda-joyas de S. M. D. Bernardo Ta-mayo de Villalva por el inventario citado deBernabé^de Ochoa, y en él se tasan las pin-turas, como las tasó Mazo veinte años antes,en 1666.

Con mayor formalidad, exactitud y apa-rato, se hacen los inventarios de todos losbienes de la Corona á la muerte del últimomonarca de la casa de Austria. La reina go-bernadora, madre de Carlos II, da la co-misión de hacer el inventario de los bienesque dejó su hijo, á D. Tomás Jiménez Pan-toja, conde de la Estrella, de los consejosde Castilla, Guerra y Hacienda, y asesor delBureo (oficina de Palacio), autorizándolepara delegar el de los alcaceres, palaciosy sitios reales eji quien le pareciere. Estomanda S. M. en 15 de Noviembre del añode 1700, y lo firman con el cardenal Porto-carrero, fray D. Manuel Arias, D. Fer-nando de Aragón, el obispo Inquisidor Ge-neral, D. Rodrigo Manuel Manrique deLara, v el conde de Benavente. En 17 de

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i i REVISTA EUROPEA. 8 DE NOVIEMBRE BE 1 8 7 4 . N.° 37

Noviembre se prepara el conde á hacer sucometido, según auto de dicho día quedice así:

AUTO. En el Palacio y Alcázar Real de Su Mages-lad el Señor Rey D. Carlos segundo nuestro señor(que santa gloria aya) á diez y siete dias del mes deNoviembre año de mili y setecientos =* El Señor DonThomas Jiménez Pantoja Cauallero de la Orden deSantiago, Conde de la Estrella délos Consejos de Cas-tilla, Guerra y Hacienda de Su Magestad y Asesor desu Real Bureo y Casa en virtud de la Real orden ycédula antecedente: Y para 'efectto de executar elImbentario de los bienes que dejó Su Magestad quepor dicha Real Orden y zedula se manda y la tasacióndo ellos, y que sea con toda clariday y distinción yverdadero conocimiento; Mándame y mando se re-quiera al señor Don Juan de Velasco Secretario y Con-tralor de Su Magestay y á Don Francisco Caruajal Se-cretario y Grefier y al aposentador mayor, y a todaslas demás personas y Gefes a cuio cargo esta la guarday custodia de dichos bienes manifiesten los cargos queles esta echo y a cada uno al respectibe á su ocupa-ción y empleo y todos* los demás papeles que conduz-gan a la discrizion de dichos bienes, para en su vistahazer el Roconocimiento y cottejo que combenga; Ypara la tasación nombraba y nombro por tasadores á.Alberto de Aranda Contraste y tasador de joyas, á Ma-thias Vallejo Plattero de plata y á Bernardo Vázquez,Platero de oro=a Manuel Fernandez Carrillo Ebanis-ta—a Ambrosio Gil y Juan Panizo Caldereros=a JuanFernandez de la Torre Cofrero=a Balentin de EsolVidriero=a Joseph de Santiago Reiojero=<i don Lu-cas Jordán Pintor de Cámara=Don Francisco Ig-nacio Rizi y Don Isidro Arredondo Pintores de SuMugestay=% Esteuan Banderberquoy y FranciscoCardiel Retupidores,=a Manuel Gutiérrez, Casullero^a Francisco Dauila y Francisco de Salas Bordadores, =á Joseph Lucido Cor<ioriero=a Francisco de ÁnguloLenzero=y a Juan de litarte Camero=a Thomas deFlores Cerrajero=a Carlos Gauttier Marmolista=aPedro Alonso de los Rios Escultor=a Juan de Tabla-res Maestro de hazer coches=a Juan Fernandez Guar-nizionero=a Miguel Vayon y Juan de Vega Herrado-res y Albeitares de las Reales Caballerizas=a ManuelAluarez Tapizero y a Manuel Alonso Cordonero: ymando se les notifique lo aceptten y juren y lo señalosu señoria=Y asimismo nombro a Agustín López Cu-chillero fecha ut supra Esta rubricado de su señoría—Antonio Francisco Mayoral.

Deben tasar y describir las pinturas eneste inventario, Lúeas Jordán, Francisco

• Rizi y Arredondo, como pintores .de SuMajestad, teniendo á la vista el inventariode 1G86 que exhibió D. Juan de Velasco,

contralor de Palacio, empezando el mismodia del auto anterior, y acabando las delalcázar y palacio de Madrid el dia 22 deNoviembre,'en cuya fecha se lee:

Y en tal estado quedó por hoy este inventario y laspinturas en ¡as piezas que se ha referido, y todas lasque se han inventariado hasta este dia se tasaron porD. Francisco Ignacio Rizi y D. Isidro Arredondo, pin-tores de S. M.

Como se ve, el nombramiento de Jor-dán no fue más que honorífico.

Bastante tiempo tardó en comenzarse elinventario de las pinturas del palacio delBuen Retiro, pues no se verifica hasta losdias 14, 4 8, 19 y 20 de Mayo del año si-guiente de 1701, en que se hace del mismomodo y manera que se hizo el de las del pa-lacio de Madrid.

Antes de este inventario se hizo el delPardo, cuya primera acta lleva la fecha de6 deAbrÜ.de 1701.

El dia de Navidad del año de 1734, rei-nando pacíficamente en España el primerode los monarcas de la casa de Borbon, DonFelipe V, un horrible incendio estalló enel alcázar y palacio de Madrid, que porcompleto lo inutilizó para morada real, yredujo á cenizas grandes tesoros artísticos.De este terrible fuego se salvaron dos milcuarenta y ocho cuadros, más ó menos mal-tratados de las llamas; unos librándose conei marco, otros sin él, y más que muchossacados del palacio incendiado sin bastidory en rollos. La Armería Real, el convento,hoy cuartel de San Gil, la casa donde vivióel marqués de Bedmar, y las bóvedas depalacio fueron depósito de más de 1.130cuadros, donde inmediatamente después, eldia 28 de Diciembre, se comenzaron á in-ventariar, según consta del siguiente

Inventario general de todas las pinturas que se hanlibertado del incendio acaecido en el real palacio deMadrid, el que se ha ejecutado en virtud de ordendel Excmo. Sr. Marqués de Villena, Mayordomo mayorde S. M. en fecha de 28 de Diciembre del año próximopasado de 1734, con asistencia de D. Juan Ranc, donAlonso de Thobar y D. Pedro de Peralta, pintores decámara, D. Pedro Calabria, pintor de S. M., D. Juande Miranda, pintor <1e la Reina Nuestra Señora, y donFrancisco de Ortega, ayuda de trazador mayor, quie-nes han declarado las medidas de cada una, la historiaque significa y la mano de quién es, todo hecho y

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N.° 37 G. CRUZADA VILLAAMIL. PINTURAS DE RUBENS EN ESPAÑA. 45

reconocido en presencia del Sr. Conde de Cogorani,Mayordomo de S. M. en consesuencia de la orden queel señor Mayordomo mayor le dio para este fin y delos oficios de Contralor y Grcíier, cumpliendo con laque tuvieron para la ejecución de este reconocimiento.

Numéranse las pinturas en este inventa—. rio, pero no se detallan ni se explican con

mayor claridad en el fondo y la forma de suredacción que en los inventarios anteriores,y se hace de tal manera este recuento, queno se verifica el resumen claro y terminantede lo salvado y lo perdido hasta más adelanteen la testamentaría del rey D. Felipe V,hecha con verdadera formalidad, y en la quehállase clara luz sobre los resultados desas -trosos del incendio.

En la Memoria con que comienza este in-ventario, se dice con respecto á pinturas losiguiente:

La partida núm. 2 de, el Plan que dice Pinturas ácargo de la intervención son las que havia colgadasen él Real Palacio y al presente se hallan recogidas ycustodiadas en las Casas Arzobispales, de donde conReales Ordenes se entregaron algunas para adorno delosquartos de el Real Retiro: en estas se comprehen-den las antiguas de su Inventario de el Sr. Carlos 2.°importantes 11.022750 rs. que por hauer padecidoen el incendio y recogidos en lugares y sitios no pro-porcionados para su conservación fue preciso compo-nerlas á costa de crecidos gastos en virtud de RealesOrdenes, sin que por entonces ni después se hiciesexustifleacion de las que perezieron, ni confrontaciónde las que quedaron con el Inventario del Sr. Car-los 2.» hauiendolas por este motiuo variado de forma,y aun cortado y añadido muchas de ellas; en atencióná todo esto, dejaron de tasarse con la calidad de poraora, las que por de aquel tiempo permanecen y com-ponen en el número de 1.038 pinturas que cotejadascon 1.878 que son todos los que se inventariaron enel referido Palacio por fallecimiento de el Sr. Car-los 2.° resulta faltar de ellas 837: pero hauiendo he-cho presente á V. M. en la citada consulta de 4 deMayo de 1747 y en otras posteriores; Por resoluciónde V. M. que posteriormente me comunicó la Junta en6 de Septiembre de 1748 mandó tasar y apreciartodas las que se pudieron reservar del referido incen-dio de Palacio que importan 4.138730 rs. faltandopara completar las que habia 6.884020 reales devellón.

Sigue luego el auto de Tasadores, quedice:

Mediante la Respuesta antecedente se entreguécopia testimoniada del auto que en ella se espresa alos oficios de Contralor Grefier, Aposentador Tapizero

maior y á los demás que la pidan y nezesiten paraque exhivan sus respectivos cargos de los vienes yalajas que han quedado por fallecimiento del Reynuestro señor Don Phelipe quinto (que está en gloria)con la distinción de tiempos que está mandado y laspongan todos presentes para Imbentariarlos deján-dolas en poder de los mismos Jefes que firmen susrecepciones y sirunn de obligación y deposiltos paraentregarlas y responder de ellas quando se les mandeponiéndose por aora las que existan de las que queda-ron por fallecimiento del Sr. Rey D. Carlos segundo(que santa gloria aya) y demás señores sus predece-sores con las espresiones con que entonces se inven-tariaron, y por los mismos aprecios y tasación que sehallan en el último Imbenlario que se tiene presentepara este á escepeion de los que ayan tenido variaciónó aumento apreciándose éste con la misma distinción;Y todas las aumentadas en el reinado del Sr. D. Phe-lipe quinto se tassen y aprecien nuebamente á cuiofin S. S. desde luego nombra por tasadores á SantiagoSánchez, Thasador de joyas—Miguel Colmenares,Platero de oro—Lázaro Fernandez de Leonardo, Pla-tero de plata—Bernardo Muñoz Amador, Contrastepúblico—Manuel Mozoncillo, 'Evanista—Juan Fer-nandez de Moya, Calderero—Pedro Pérez de la Mesa,Cofrero—Francisco Vitarque, Vidriero—D. SimónMartínez Sanz, Relojero—D. Juan de Miranda y donAndrés Calleja, Pintores de Cámara—Pedro Diez,Casullero—Antonio Gómez de los Rios, Bordador—Matilias de Labrada, Cordonero—Juan Antonio Ba-sualdo Lencero—Franco Bayo, Camero—FranciscoBarranco, Cerrajero—D. Alfonso de Grana, Scultorde marfil, madera, piedra, bronce, barro, yeso y otrascosas de seultura—Manuel Pérez, maestro de hacercoches^). Francisco Corral, Ayuda más antiguo deEspagírico maior, y Miguel Bez Guarnicionero—Ju-lián de Frises y el Bachiller Francisco García Cabero,Erradores y Alveitares de las Reales Cauallerizas—D. Santiago y D. Francisco Bandergottin, fabricantesde tapices de la Real Casa—Vicente Fernandez Villa-rejo, Carpintero y Hipólito Rodríguez, Librero, todoscriados de S. M. á los quales se requiera comparezcanante S. S. en el día ó dias que se les mande parahazer la aceptación y juramento correspondiente, ácuio fin se entregue lista á el Alguacil del Real Bureofirmada del presente Escribano del número y de estacomisión—El Sr. D. Cristóbal de Monsourin y Cas-telsi, Cauallero de la Orden de Santiago del Consejode s. M—en los de Castilla y Santa Cruzada Asesorde su Real Casa y Bureo y de la policía de esta Cortey su Jurisdicción lo mandó en Buen Rettiro á trece deDiciembre año de mil settecientos quarenta y s e i s -Está rubricado—Agustín Beleño y Acosta.

El título del inventario, por lo que ácuadros atañe, es así:

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46 REVISTA EUROPEA. 8 DE NOVIEMBRE DJ¿ 1 8 7 4 . N.° 37

Resumen X° de el Inventario de las pinturas que sereservaron de el incendio de el Real Palacio deMadriz y existen al presente en las Casas Arzo-bispales de donde se han sacado algunos para elRetiro, sin distinzion de clases, tiempos y precios,á saber:

Pinturas antiguas al tiempo del fallecimientode Carlos 2.° en el Palacio de Madriz 1 .,178

Existentes antiguos en las Casas Arzobispales. 67SEntregadas para colocar en el Retiro. 68Entregadas á D. Santiago Bonani 298

Pinturas antiguas existentes 1.038Faltan de todas las pinturas antiguas S37

1.575

Queda de este modo demostrado, que elterrible incendio consumió nada menos que537 cuadros antiguos, en 1734, de los me-jores autores, no tocando poca parte á losde nuestro Rubens.

Dicho inventario de las pinturas comenzóen 27 de Febrero de 1747, y se suspendióen 1 8 de Marzo siguiente. Posteriormente,en 18 de Setiembre de 1748, se mandóque se tasaran y apreciaran todas las pintu-ras y alhajas que no se habian tasado elaño anterior, y para verificarlo se ordenóproceder á los inventarios del Buen Retiro,encargando la parte de pinturas á los pinto-res de Cámara, Juan de Miranda y Andrésde la Calleja, que empezaron su tarea en 17de Octubre de 1748, é hicieron el

Inventario y tasación de las Pinturasque se entregaron á D. Bartolomé Ruscay ü. Santiago Bonavia para colocar en elReal Sitio del Buen Retiro, donde existen.

Siguen corriendo los años y no se hallanuevo recuento ni inventerio de pinturas enel archivo de la real casa, hasta que termi-nado, si no completamente en gran parte,el nuevo real palacio que hoy tanto embe-llece á la capital de España, se trasladan áél gran número de pinturas, sacándolas, yade la residencia del Buen Retiro, ya de lospuntos en donde habían estado custodiadas.El laborioso cuanto adocenado pintor de SuMajestad, D. Andrés de la Calleja, cayósobre todas estas pinturas como pedriscosobre árboles frutales, retocando con colo-res al óleo y barriendo, más que limpiando,muchas de ellas, con la mejor buena fe ymás plausible celo del mundo, al mismo

tiempo que con prolijo cuidado hacia de to-das ellas listas y descripciones algún tantodetalladas, aunque tan candorosas y pocoliterarias como las de sus "predecesores.Todo esto se halla en el—a Reconocimientode las pinturas del rey nuestro señor (Car-los III) que se hallan colocadas en el nuevoreal palacio, oratorio, capilla, parroquiaministerial y estudio del pintor de CámaraD. Andrés de la Calleja, executado envirtud de orden verbal del E. S. mar-qués de Montealegre, mayordomo mayordeS.M., á 9 de Marzo de 1772, con dis-tinción de tamaños y autores, asi como losparajes de donde han sido traídas en laforma siguiente: «este recuento fue» fene-cido en 14 de Julio de 1772, habiendoademás una adición de 7 de Agosto de1773.» En uno y en otro se advierte quetodas las pinturas, cuyos números son decolor blanco, proceden del real palacio delBuen Retiro, y las que de allí no vinieroná la nueva mansión y carecían de número,lo tienen de otro color y se indica al margensu procedencia. Resiéntese este reconoci-miento de los defectos de su inocente y pococoncienzudo autor, sobre todo en la desig-nación de autores á los cuadros antiguos.Baste un ejemplo para demostrarlo. Uno delos mejores, si ncel mejor de los cuadrosde Rubens, el conocido por el nombre deLa Serpiente de metal, firmado en letrasbien grandes por cierto, la inventaría y nolo reconoce Calleja en este reconocimiento,como cuadro original flamenco. ¡Qué res-tauraciones y qué limpias de cuadros bariaeste pobre hombre cuando no paraba los ojosen este lienzo ni veia la firma de su autor!Esto eran y esto sabían los pintores espa-.ñoles del reinado de Carlos III. Salta á lavista en este reconocimiento el olvido, másaún, el odio en que habia caido en la cortede los Borbones la memoria de la extin-guida casa de Austria española. El cuadrodel acto piadoso del conde Rodulfo, contanto cariño, respeto, y aun si se quiereadulación, inventariado en el siglo XVII, sedesconoce por completo y se ignora lo querepresenta en esta lista de cuadros de Ca-lleja, y hasta se equivocan lastimosamenteJos retratos de los Felipes,, confundiéndolos

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unos con otros.¿Qué sena la riqueza inmensaque aún posee España en pinturas, á quéquedaría reducido nuestro museo del Pradosi no existieran en él las adquisiciones denuestra casa de Austria y no contara másque con las compras hechas por todos losmonarcas de la casa de Borbon?

Por muerte de Carlos III se hace unInventario y tasación general de los muebles perte-

necientes al real oficio de furreira de los reales Pala-cios de Madrid, Retiro, Sitios y Casas de Campo,cuyos muebles quedaron por fallecimiento del SeñorRey^D. Carlos III, que en paz descanse, formado envirtud de orden de 10 de Enero de 1789 y ejecutadopor los oficios de la Real Casa.

Al pié del inventario de los cuadros delpalacio nuevo ' se autoriza su tasación delmodo siguiente:

Como pintores de cámara de S. M. certificamoshaber tasado y reconocido todo lo que expresa estarelación, la que asciende á seis millones ochocientossesenta y seis mil quinientos treinta reales de vellón.Y para que conste lo firmamos en Madrid a 25 deFebrero de 1794.

Las pinturas del palacio del Buen Retiro,cuya tasación llegó á 1.248.330 rs. vn.fueron revisadas en la misma fecha porMariano Salvador Maella, Francisco XavierRamos y Eugenio Giménez de Cisneros.

Las del Escorial, que estaban en palacio,montaron á 292.600 rs. , según tasación delos tres pintores últimamente indicados. Lasdel Palacio tienen el siguiente certificado:

Como pintores de cámara de S. M., certificamoshaber reconocido y tasado todas las pinturas que ex-presa esta relación, las que hemos tasado, y asciendesu valor á 1.430.640 reales. Y para que constelofirmamos en Madrid, á 25 de Febrero de 1794.—Francisco Bayeu.—Francisco Goya.—Jacinto Gómez.

En el Sitio del Pardo no consta que sehiciera inventario más que de las esculturasy muebles, sin duda por hallarse las pare-des de las habitaciones reales todas cubier-tas con los tapices nuevos que por entoncesse tejieron.

Y termina el inventario por un resumengeneral del valor de las pinturas halladas ála muerte de Carlos III, que para que seconozca á lo que asciende conviene cono-cer á la letra:

«Importa este Imbentario general de los muebles,pinturas esculturas y demás efectos correspondientes

al Real Oficio de Furriera existentes en los Palaciosde Madrid, Sitios Reales y Casas de Campo 38.300,898reales 28 mrs. vn. Advirtiendo que en el palacio deBuen Retiro después de concluido el Imbentario sehizo repartimiento de pinturas y otras cosas de queno he tenido ninguna noticia: En el Real Sitio de SanIldefonso después de concluido el Imbentario se hansacado para el Sitio de Aranjuez gran número de pin-turas como también varias piedras de marmol, etc.y otras cosas de que no he tenido noticia como gefedel Real Oficio de Furriera, por cuyas razones no seme debe formar cargo ninguno de los dos menciona-dos Sitios. San Ildefonso 28 de Agosto de 1794.—An-tonio María de Cisneros.

Muerto el rey Carlos IV en tierra ex-tranjera, después de elevado al trono su hijoFernando VII, por la fuerza de las armas,no se hicieron en aquellos cambios de rei-nados inventarios de las obras de arte. Elextranjero invasor quiso llevarse de España,como habia» querido de Italia , las obrasmaestras del arte, para que diesen testimo-nio do sus conquistas é hiciesen más bri-llante el esplendor de su gloria; y á Fran-cia fueron más que muchas tablas y lienzosde los alcázares reales, de los palacios delos magnates y de las iglesias de los másricos cabildos catedrales de España. Some-tido al fin aquel perturbador del mundo, porel mundo todo contra él coaligado, volvie-ron las cosas á buscar sus antiguos centros,y volvieron también en gran parte, si notodos,v-ios objetos artísticos á buscar sus per-didos sitios, regresando alguno que otro enbastante mejor estado que aquel en que sehallaban al emprender su forzado viaje.Tranquilo y en paz el reino, muere D. Fer-nando VII, después de haber secundado lafeliz idea de fundar un museo de pintura yescultura con los más selectos cuadros y es-tatuas que se guardaban en sus palacios. Ala muerte del rey ae hacen inventarios deorden de su viuda la reina gobernadora doñaMaría Cristina, y en 28 de Mayo de 1834se acaba el del Real Museo, y se tasan todossus cuadros por los Sres. D. Vicente López,D. José de Madrazo, D. Bartolomé Montal-bo, D. José Aparicio, D. Blas Ametller,D. Ramón Lletget, D. José Leoncio Peros,D. Juan Gal vez y D. Carlos Mariani.

Al pasar á ser de dominio directo de lanación en 4 868 los cuadros del Museo, no

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se han hecho, que separaos, nuevas tasacio-nes de los cuadros.

Registradas quedan ya las fuentes dondeconstan las obras de Rubens, que á la casareal de España pertenecieron: hora es yade registrarlas una por una. Parece másoportuno comenzar por las obras que se hanperdido, comprendiendo bajo esta denomi-nación aquellas cuyo paradero se ignora,porque muy bien pudiera suceder que, des-pués de doscientos cincuenta años, en los(|ue tantas y tantas cosas han pasado y tantasvicisitudes han corrido las alhajas de la co-rona real de España, algunos de estos cua-dros de Rubens existieran en alguna parte,aunque en ella no tengan perfecto derechode encontrarse.

Gr. CRUZADA VILLAAMIL.

(Continuará.)

APUNTES'SOBRE LOS PROYECTOS DE ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD

EN LAS ISLAS DE CUBA Y PUERTO RICO.

La publicación de estos apuntes tiene el ob-jeto de dar á conocer, en una breve relación, á loslectores de la REVISTA EUROPEA los proyectos for-mados hasta el día para abolir la esclavitud enlas islas de Cuba y Puerto Rico, omitiendo lacomparación y examen de ellos, que ha de ser elasunto de un trabajo más serio y meditado.

Conviene antes advertir que la esclavitud tieneen aquellas provincias un carácter que la distin-gue esencialmente de la establecida en otras na-ciones. «La imposibilidad en que estaban los in-dios,» dice la Real Cédula de 1817, «de ocupar-se en diferentes trabajos útiles, aunque penosos,nacida del ningún conocimiento que tenían de lascomodidades de la vida, y de los cortísimos pro-gresos que entre ellos habia hecho la sociedadcivil, exigió, poco tiempo después de la conquis-ta, que el beneficio de las minas y el rompimientoy cultivo de las tierras se entregaran á brazosmás robustos y activos.» Aprovechóse entoncesla esclavitud que existia en las regiones de Áfri-ca, y se dio principio al execrable tranco de ne-gros, que, consentido por el Gobierno, aunquecon repugnancia siempre y con recelo, y por me-dio de permisos de introducción, limitados y ex-cepcionales, fue sometiendo al trabajo á aquellosdesgraciados. Su número considerable constituyó

pronto una situación que las leyes tuvieron ne-cesidad de regular, y de aquí se originó el anó-malo y singular carácter con que aparece la es-clavitud en las Antillas; porque las pragmáticasy reglamentos que se dictaron, aceptando por unaparte las costumbres de antiguo observadas, yateniéndose por otra á las Leyes de Partida, des-conocieron muchas veces la personalidad de losesclavos; pero al mismo tiempo, no sólo les otor-garon, aunque mermados, sus derechos civiles,sino que consideraron en ellos la esclavitud comouna obligación de respeto, de obediencia y detrabajo para con sus amos, derivada del sustentoy de la educación que de ellos recibían.

La coartación, autorizada ya en alguna Céduladel siglo XVII, antes de las de 1708 y 1768 quese citan sobre el caso, da derecho al esclavo pararedimirse parcial y sucesivamente, comprandosu emancipación á plazo, medíante la entregade 50 pesos, y modifica de tal manera la esclavi-tud, que en realidad sólo otorga al dueño, comoderecho dominico, el de aprovecharse del trabajoforzoso dei siervo. El coartado no puede ser ven-dido en más precio que el fijado en su primeracoartación; cambia de amo siempre que lo solici-ta; trabaja, si así lo desea, fuera de la casa delamo, con la sola obligación de pagarle una cuotafija, equivalente á 12 centavos de peso por cada100 de su valor, haciendo suyo lo demás queproduzca su trabajo; y adquiere la libertad desdeque entrega la cantidad restante de su esti-mación.

Por esto sostienen algunos escritores que lacoartación establece una especie de condominioen que el dueño representa el precio no pagadodel esclavo, y éste la parte de su tasación ya sa-tisfecha; y por esto también, decia D. Pedro Ce-ballos, primer secretario de Estado, al contestaren 1815 á una reclamación de Inglaterra sobre eltráfico: «No es culpa de la España el que la suer-te de sus negros se haya confundido con la de losingleses y franceses, cuando es esencialmentediversa; aunque unos y otros se llaman esclavos,esto procede de la pobreza de la lengua, quecarece de otra palabra para señalar todas las mo-dificaciones de la servidumbre ó dependencia deunos hombres para con otros.»

Estas circunstancias con que existe la esclavi-tud en las Antillas han impedido que los pro-yectos formados para su abolición se acomoden álos diversos sistemas de emancipación admitidospor otras naciones, y fuerzan á que la clasifica-ción de ellos se ordene en dos grupos, compren-sivo el uno de los de origen oficial, esto es, de loshechos en las Cortes, en las dependencias delGobierno, ó en las Corporaciones consultivas del

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N.° 37 E. A. SANJüRJO. LOS PROYECTOS DE ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD. 49

Estado, y referente el otro á los de origen extra-oficial, debidos al estudio de personas entendidasen la materia.

De las Cortes de 1810 á 1813 procede el másantiguo de los proyectos de abolición, de origenoficial. Presentóse por el Sr. Ouridi y Alcocer,diputado americano, al mismo tiempo que otramoción del Sr. Arguelles, relativa á la supresiónde la trata.

Alcocer, partiendo de la base de que la esclavi-tud repugnaba al derecho natural y á las máxi-mas liberales del Gobierno, á la sazón establecidoen España, y haciendo ver que estaba proscritapor las leyes civiles de las naciones cultas, queera impolítica y desastrosa, y que no prestaba lautilidad que se decia al servicio de la agricultu-ra, propuso su completa abolición ; mas para noperjudicar en sus intereses á los dueños de escla-vos, subordinaba su proyecto á varias disposicio-nes que le hacian más fácil y aceptable.

Prohibía en él, para lo sucesivo, el comercio deesclavos, declarando nula su compra y venta bajopena de pérd'da del precio y libertad del siervo.

Los esclavos existentes debían permanecer allado de sus dueños en su condición servil; perotratados del mismo modo que los criados libres,y ganando'un salario proporcionado á su trabajoy aptitud, bien que menor del que ganarían sien-do ingenuos ó libertos, y cuya tasa quedaba aljuicio prudente de la justicia del territorio. Estapermanencia de los esclavos en el servicio teniapor objeto el compensar á los amos de los gastosque aquellos les hubieren ocasionado.

Los hijos de los esclavos no nacerían esclavos.Cuando el esclavo, por ahorro de sus salarios ó

por otro diferente concepto, exhibiese á su amo loque le habia costado, no podía éste resistirse ádarle libertad; entendiéndose, sin embargo, quesi el siervo, por inutilidad ó vejez, hubiese desme-recido, la nueva estimación que de él se hiciese,bastaba para adquirir su libertad, sin que en elcaso contrario los amos pudieran reclamar mayorprecio que el primitivo.

El esclavo inutilizado por enfermedad ó vejezno ganaría salario; pero el amo quedaba en obli-gación de mantenerle durante su inhabilidad, yafuese temporal ó perpetua.

Este proyecto del Sr. Aloocer no llegó á seraprobado, acaso porque las Cortes vacilaran anteel gran número de escritos y reclamaciones quecontra él se recibieron de las provincias ameri-canas.

Ya antes, en aquel mismo Congreso, á princi-pios de 1811, y con ocasión de discutirse las pro-posiciones suscritas por los diputados de Américay Asia, de las cuales la primera se referia á la

TOMO III .

forma de la representación nacional de las pro-vincias y pueblos de Ultramar, que se intentabafuese la misma que la de España, el diputadoQuintana propuso, como adición á dicho proyecto:que se pensara, mediante planes juiciosos queevitasen perjuicios , en desterrar para siemprehasta la memoria de la esclavitud, «afrentosainfinitamente más al que la causa que al que lasufre»; y que, mientras esto se verificase, los es-clavos tuviesen un apoderado en el Congreso queen sus negocios privativos hablase por ellos «enderechura á la soberanía,» á cuyo efecto se junta-rían para elegir el que debiera representarles deentre los diputados europeos. Tampoco dio resul-tado esta moción; y apenas anunciada, merecióla censura de algunos diputados, qua la rechaza-ron como impolítica.

Desde las Constituyentes de 1810 no apareceque se haya formado proyecto alguno, de origenoficial, de abolición de la esclavitud en las pose-siones americanas, hasta que se constituyó laJunta informativa de Ultramar, y presentó susdictámenes en los años de 1866 y 1867. En esteespacio de tiempo se ajustaron entre España éInglaterra los Tratados de 1817 y 1835 para laabolición del tráfico de esclavos, y se dictaron laley de 2 de Marzo de 1845 y el decreto de 29 deSetiembre de 1866, que dispuso la observanciadel proyecto de ley, ya votado en los Cuerpos Co-legisladores, para la represión del mismo tráfico;pero todas estas disposiciones y las reglamenta-rias que las sirvieron de complemento, se dirigíanúnicamente á la persecución y castigo de la trata,y no pueden ser comprendidas entre las que serefieren^, la abolición de la esclavitud, por másque, atacando á ésta en su origen, preparabanlentamente su extinción.

Por igual motivo debe prescindirse de incluirentre los proyectos de aquella clase la proposi -cion de ley sometida á las Cortes de 1855 por donNicolás María Rivero y otros diputados, acercadel planteamiento en Ultramar de las reformaspolíticas hechas entonces en la Península.

Las medidas adoptadas en materia de esclavi-tud por los señores Seijas Lozano y Cánovas delCastillo, durante el breve tiempo que desempeña-ron el ministerio de Ultramar, fueron también re-lativas, en su mayor parte, á la trata; y si dealgunas de ellas puede decirse que tendían direc-tamente á la abolición, los términos en que se ha-, lian redactadas parecen como excusa de tal in-tento y como renovación de las seguridades queen otros decretos y órdenes dieron ambos minis-tros á los propietarios de las Antillas de respetarla esclavitud existente. Y sin embargo de tantasprecauciones tomadas para no despertar alarmas

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en los hacendados de Cuba y Puerto Rico , así elSr. Seijas como el Sr. Cánovas, excitaban á lasautoridades de aquellas islas al estudio de losmedios más acertados para preparar la abolición;y una medida del último, la creación de dichaJunta informativa de Ultramar, dio motivo á losnuevos proyectos de que se ha hecho indicación,y determinó el carácter abolicionista que desdeentonces reviste la política de todos los Gobier-nos de España, cualquiera que sea el partido áque pertenezcan. Púsose especial cuidado en laredacción del interrogatorio sobre la manera dereglamentar el trabajo de la población de colory asiática, así al menos lo demuestran las cláu-sulas de este documento, de partir de la base dela conservación de la esclavitud existente; perobien pronto las discusiones de la Junta salvaronlos límites del interrogatorio, y, merced á la am-plia libertad que el ministro de Ultramar, señorCastro, había concedido en las deliberaciones,los comisionados trataron directamente la aboli-ción de la esclavitud y algunos de ellos presenta-ron un proyecto para Puerto Rico y otro paraCuba.

En el de Puerto Rico, expuesto ampliamente enun largo escrito que se publicó con los demás dela Información, proponían los señores Ruiz Bel-vis, Acosta y Quiñones, comisionados de la isla,«la abolición inmediata; con indemnización, ó sinella, si no fuere otra cosa posible; sin reglamen-tación del trabajo libre, ó con ella, si se estimarede absoluta necesidad.»

A! de Cuba, presentado por los señores Ogea,Echevarría, Azcárate, Castellanos, Morales Le-mus, Ángulo, Pozos Dulces, Ortega, Bernal yCamejo, y aceptado por los comisionados dePuerto Rico que suscribieron el relativo á suprovincia, precedían siete bases que sus autorescreían indispensable que el Gobierno aceptase deantemano pars, el buen resultado de sus disposi-ciones. Eran las bases: la supresión positiva dela trata africana: la declaración de libertad de losnacidos de esclava desde la fecha en que la leyfuese publicada: la prohibición de reclamar comosiervo al que no apareciese anotado como tal enel' censo ó registro: la decisión de que no se de-cretaría plan alguno para emancipar sin previaindemnización á los poseedores de esclavos: la deque tampoco se resolvería en este asunto sin au-diencia de las corporaciones insulares, del modomás lato posible: el establecimiento en la Habanade un Banco de depósito, préstamos y descuen-tos, y de crédito hipotecario y agrícola, facultadopara emitir billetes y bonos con plazo ó interés alportador y para crear sucursales en los pueblosde la isla que se estimase conveniente: y, pqr úl-

timo, la aplicación á las Antillas, con las modifi-caciones necesarias, de la ley hipotecaria de la"Península.

El proyecto declaraba libres, sin indemnización,además de los que en lo sucesivo nacieren de mu-jer esclava, á los mayores de sesenta años quesolicitasen su libertad y á los menores de siete,quedando éstos has a los diez y ocho ó veintiuno,según fueren, hembras ó varones, bajo el patro-nato y en el servicio de sus dueños. Creaba unfondo de emancipación con 50 millones de pesos,consignados por quince años en el presupuesto dela isla, y con el producto de los jornales que de-vengarían los negros durante su redención. Unalotería, con sorteos anuales, se destinaba para lacoartación primero, por sétimas partes, y lalibertad después, de los esclavos mayores de sietey menores de sesenta años, que ingresarían ensuerte por orden de mayor á menor edad. Losdueños recibirian como indemnización 350 pesospor cada esclavo, pagaderos en siete años, y 100más como premio, si al pasar de la clase de coar-tado á la de liberto, no estuviese el esclavo inuti-lizado por mal trato ó exceso de fatiga. Final-mente, se imponía á los dueños-la obligación depagar por separado á los negros agraciados con lasuerte un jornal de un peso al mes en el primeraño, dos en el segundo, y así sucesivamentehasta los siete en que aquellos adquirían su com-pleta libertad; ingresando los jornales corres-pondientes á los seis primeros años en el fondode emancipación y adjudicándose el de la úl-tima parte al siervo que pasaba de coartado álibre.

Queda dicho que las discusiones de la Juntainformativa determinaron, como era de esperar,una nueva dirección de la política del Gobierno enlo que concierne á los asuntos de esclavitud. Enefecto, D. Alejandro de Castro, ministro entoncesde Ultramar, emprendió, á poco de terminadaslas conferencias de aquella, importantes trabajospreparatorios para la abolición, trabajos que hancontinuado los que le sucedieron en a,quel de-partamento; á contar desde Setiembre del 1868,según resulta de sus actos y délos discursos pro-nunciados en las Cámaras. Arreciaron tambiénpor aquel tiempo las reclamaciones en sentidoabolicionista de algunos gabinetes extranjeros, y,á juzgar por las Notas publicadas, el citado mi-nistro se vio en la precisión de hacer sobre el casodeclaraciones más liberales y explícitas que susantecesores, si bien protestando que las hacia es-pontáneamente y no movido por las exigencias delos comisionados de Cuba y Puerto Rico, sobrecuyos poderes, respecto á la abolición, dudabaalgún tanto, porque entendía que no traian al

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efecto representación bastante de los plantadoresde dichas provincias.

Dedúcese de las Notas, que el Sr. Castro teníael propósito de llevar á cabo, dentro del plazo másbreve posible, la total abolición de la esclavituden las Antillas; pero juzgaba que un cambiosocial de tanta magnitud no era realizable sin lapreparación conveniente. En las circunstanciaseconómicas de la isla de Cuba, decia, el declararlibre sencillamente, por medio de un decreto, lapoblación negra, causaría una perturbación tanprofunda en las bases de la propiedad, que loshacendados se verían en la imposibilidad decumplir las obligaciones para con sus conciuda-danos y para con el Estado, y se produciría unaconfusión y miseria en que todas las clasesde la población, libres ó esclavas, se verían en-vueltas.

Los proyectos presentados para obviar estas di-ficultades, algunos de ellos impracticables, en-volvian todos grandes ó inmediatos sacrificiospor parte á la vez de las AntiTas y de la madrepatria; y lo que un gobierno podía hacer bajotales circunstancias, era procurar, con medidasprevisoras y justas, que la carga se soportase sincausar la ruina de aquellos que se viesen obliga-dos á llevarla.

Opinaba el Sr. Castro que el golpe caería pri-mero y más pesadamente sobre los propietariosde esclavos de Cuba. La completa libertad de susnegros les privaría de una parte de su propiedad,de la cual estaban en legítima posesión; y esto,además de ser una injusticia, les imposibilitaríarepentinamente para el cumplimiento de aquellasfunciones que en la vida social y económica de laisla son necesarias para su existencia. La cues-tión se reducía, pues, á saber cómo las llevaríank cabo; y la respuesta obvia era, que el propieta-rio recibiese compensación por el Estado de lapérdida sufrida á consecuencia de una medida deinterés general. Esta compensación no podíabuscarse en el resarcimiento directo pecuniario,tal como le concedió á sus colonias el gobierno deInglaterra, porque España no tenia medios paraello, y además, los hábitos y el carácter de loscolonos españoles estorbaban el buen éxito de lamedida. El plantador en Cuba, -en general, alrecibir una cantidad en dinero por indemnización,la consideraría como el hecho de liquidar forzo-samente sus negocios, y pesaroso de tener quellevarlos en las nuevas circunstancias en quesería colocado, se retiraría para siempre de laAntilla, dejando sus intereses á otros que no ten-drían medios de hacerlos productivos.

Era necesario, en consecuencia, buscar mediosmás fáciles de poner al propietario cubano en po-

sición de hacer frente al nuevo estado de cosas enque se encontraría después de la abolición de laesclavitud, librándole de las cargas extraordina-rias á que se hallaba sujeto, y que le daban el de-recho de reclamar del Gobierno la continuaciónde un sistema social, que era el único bajo el quepodía soportarlas. Estas cargas consistían enexorbitantes contribuciones de carácter local ygeneral sobre la producción y exportación de losprincipales artículos; en los derechos é impuestosque gravitaban más particularmente sobre loapropietarios de negros, y en los que también se sa-tisfacían por la importación de gran parte de losartículos necesarios en las plantaciones.

Removidas todas estas dificultades, y facilitadoel desarrollo del cultivo y de la industria comer-cial, el plantador de Cuba, puesto en una per-fecta igualdad con el productor en cualquiera otranación, no podría quejarse con justo motivo delabandono de un sistema que la civilización con-dena, y no tendría aliciente ni pretexto pora dejarsu ocupación, sino que más bien contraería el de-ber de continuarla con vigor, y el Gobierno espa-ñol habría procedido con toda la equidad posible,respecto de los intereses económicos de las parteainteresadas, al paso que efectuaba un grandecambio social.

Las disposiciones que el Sr. Castro adoptó entodos los ramos de la administración ultrama-rina, demuestran la constancia con que se dedicóá la ejecución de sus propósitos en materia de ea-clavitud. Prueba son también de ella las palabrasque pronunció al declarar terminadas las confe-rencian de la Junta informativa. «Puesto que loaseñores comisionados, les dijo, van á retirarse áaquellas provincias, y al volver á su país han dedar cuenta, aunque amistosa, á sus comitentesde sus actos en el desempeño del encargo conque fueron honrados, debo ser franco y explícitorespecto á ciertas cuestiones de un interés capi-tal. Ruego á todos los comisionados que asegu-ren en el país, que nadie hay más interesado queel Gobierno en resolver una que domina á todas;no hay que embozar ni es.camotear la palabra; laesclavitud. Los estímulos que á ella impulsan noson sólo los sentimientos de humanidad, razoneseconómicas y el interés del Estado, sino tambiénla necesidad de evitar complicaciones exterio-res. El Gobierno tiene el deber de hacer algo eneste sentido, y sobre esto soy intérprete de susdeseos al manifestarlo. Pero VV. SS. conocen quela resolución es grave, y de ejecución difícil; nopor eso hay medio de aplazarla; sufrirán con ellaalgunos intereses, pero la cuestión ha llegado yaá su madurez y no puede abandonarse. Citaré áeste propósito las palabras, aunque vulgarea, de

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un grande hombre: «nunca he visto hacer torti-llas sin romper huevos.»

A pesar de todo, el Sr. Castro salió del Mi-nisterio sin haber podido realizar sus intentosabolicionistas.

Al Sr. Becerra cúpole la suerte de ser el primerministro que sometió á la aprobación del Consejoun proyecto de Ley de abolición de la esclavitud.

A poco de entrar ea el desempeño de su cargo,dispuso la creación de una Junta encargada, entreotros particulares, de discutir las bases de unaLey que tuviese aquel objeto, refiriéndose sólo ála isla de Puerto Rico, porque en la de Cuba elestado de la insurrección no consentía que allí sehiciese tan importante novedad; y sin contradecirlas indicaciones que en Circular de 27 de Octubrede 1868 había hecho el Sr. Ayala, con lá circuns-pección que la gravedad de aquellos tiempos exi-gia, al anunciar sus propósitos de reforma en lagobernación de las Antillas, y animado por losinformes y proyectos de la Junta, de los que sehablará más adelante, favorables á la pronta abo-lición, decidióse á presentar á sus compañerosde gabinete el indicado proyecto, relativo no másá Puerto Rico.

Deriva éste el fundamento de sus disposicio-nes del carácter que las leyes de Indias dieron,según va dicho, ala esclavitud en los dominios es-pañoles de América; y por eso, evitando toda de-claración explícita de libertad de los esclavos, larealiza en su artículo primero, reconociéndolesderechos civiles, con la obligación de permaneceral lado de sus patronos, y prestarles como á taleslos servicios que antes les prestaban como á due-ños, con las ventajas que en esta situación lesconcedían las costumbres y reglamentos.

La obligación al trabajo de los esclavos que elproyecto de Ley declaraba contratados, cesaría,no sólo por los modos que el mismo preceptuaba,sino también por todos los generales del derechoque extinguen las obligaciones y extinguía laesclavitud. Los contratos ú obligaciones de ser-vicios, no deberían exceder del término de seisaños.

Para la ejecución de la Ley se disponía unaapreciación individual de los que se hallasen enestado llamado de esclavitud; entendiéndose quequedaría exento de la obligación que se le impo-nia para con su patrono aquel que, hallándose enpoder de éste, no hubiese sido apreciado antes decuatro meses, contados desde la publicación dela Ley. Trascurrido el plazo, los contratadostendrían derecho á un jornal, importante cadaaño el 10 por 100 de la estimación individual,además de su manutención y vestido, según prác-tica establecida. Los que renunciasen por com-

pleto á percibir el jornal expresado, indemnizandode este modo á su patrono en cinco años el 50por 100 de su estimación, obtendrían desde en-tonces el derecho al jornal de costumbre paralos trabajadores libres de su clase, debiendo es-tipular previamente con aquél, en un contratoespecial, los términos y el modo de reintegrarloel importe restante de la estimación, ya fuesepermaneciendo en su servicio, ya en el de otro pa-trono garante de esta obligación. Los que no re-nunciasen á la totalidad de sus jornales, queda-rían obligados á dejar la mitad, al menos, en po-der de sus patronos, y, cuando con ella, en elperíodo máximo de diez años, cubriesen el 50por 100 de su estimación, adquirirían derecho álos jornales de los trabajadores libres de su cla-se, debiendo también estipular con sus patro-nos, en la forma indicada, el completo reintegrode la estimación. De toda cantidad no renun-ciada en favor de la liberación en los dos pe-ríodos que comprendía el completo abono delprecio individual, y aun de la totalidad renunciadade los jornales del segundo período, se reservaríaJa décima parte para la constitución ó aumentodel peculio de cada liberto.

Los coartados imputarían las cantidades quetuvieren entregadas al patrono, al pago de la pri-mera mitad de su estimación, y si no bastasen, lacompletarían con el auxilio de la renuncia total óparcial de sus jornales, adquiriendo entonces losderechos de todos los demás, según queda expre-sado.

La nueva estimación que debía hacerse de loscoartados, sólo serviría para el cómputo de losjornales, cuando fuese igual ó menor que el preciode la coartación.

Los que con fecha posterior á la publicación dela ley, naciesen de mujeres que aquella declarabacontratadas, y los que en dicha época no hubiesencumplido siete años, no serían objeto de aprecia-ción y deberían seguir á sus madres, así en la li-beración, como en el cambio de patrono. A faltade madre se entendía lo mismo respecto del pa-dre, si fuere conocido; y, á falta de ambos, sereconocía igual derecho á los abuelos maternos, yaun á los paternos que se justificare serlo.

Los patronos de las madres ó ascendientes deestos niños, podían utilizar los servicios de ellos,mientras permaneciesen á su cuidado, hasta losdoce años en las hembras y catorce en los varo-nes, en compensación de las obligaciones que seles imponía de mantenerles, vestirles y educarlesconforme á reglamento. Los menores, huérfanosde madre y sin ascendientes conocidos, quedaríanen poder y al servicio de sus patronos, hasta laedad de doce años las hembras y catorce los varo-

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nes, sin devengar jornal; pero con derecho á sumantenimiento, -vestido y educación. Al cumplirdichas edades, percibirían la mitad del jornal decostumbre en la localidad para los trabajadoreslibres, con reserva de la décima parte para su pe-culio; á los diez y ocho años los varones y diez yseis las hembras alcanzarían la facultad de con-tratarse libremente.

Contiene este plan algunas disposiciones queamplían las que van enumeradas respecto de losmenores que á la publicación de la ley hubiesenentrado en el sétimo año de su edad, y otras diri-gidas a impedir la separación, bajo diferentes pa-tronos, de los libertos unidos por el vínculo delmatrimonio; á limitar las faenas de los menoresen proporción á su capacidad física, y á precaveré impedir el abandono por los patronos de losmayores de sesenta años y de los inutilizPidos, yel empleo de aquellos en trabajos no adecuados ásus fuerzas y aptitud.

Tal es el proyecto del Sr. Becerra que, por sutendencia á transformar la esclavitud en unamera obligación al trabajo, sin producir pertur-baciones en las Antillas, acomodándose á las cos-tumbres y prácticas de antiguo establecidas, sir-vió más tarde de base á otros proyectos y de prin-cipal fundamento á varias enmiendas formuladaspor los diputados que en la Asamblea nacional de1873 discutieron la ley de abolición total enPuerto Rico. Las vicisitudes políticas en la Pe-nínsula impidieron su presentación á las Cortes,como estorbaron la aprobación de otras dos dis-posiciones de aquel ministro, exigidas fuerte-mente por la prensa y aun por la autoridad su-perior de la isla de Cuba, relativas: una á la de-claración de libertad de todos los esclavos que endicha provincia hubiesen servido, ó en lo sucesivosirviesen en las filas del ejército, ó. que por cual-quier concepto presentasen servicios importantesá la causa de España, y cuyos dueños hubiesen to-mado parte en la insurrección; y referente la otraá la declaración del goce de los derechos civiles álos individuos de ambos sexos nacidos de mujeresesclavas, en la misma isla desde el 29 de Setiem-bre de 1868, los cuales debían quedar hasta laedad de diez y ocho años, ó hasta que la madre óel padre legítimo adquiriesen su libertad, al ser-vicio y bajo la defensa y patronato de los amos deaquella, con derecho á exigir de ellos el alimen-to, la instrucción primaria y la educación ó ense-ñanza de alguna profesión ú oficio.

Cuatro son los proyectos presentados en la ci-tada Junta ó Comisión de reformas de Puerto Ri-co, con anterioridad al del Sr. Becerra. El prime-ro, de Octubre de 1869, redactado en nueve basespor los Sres. Labra y Padial, y precedido de un

breve preámbulo en el que se recordaba la frasede la Junta superior revolucionaria de Madrid en1868, «la esclavitud es un ultraje á la naturalezahumana, y una afrenta para la nación que, únicaen el mundo civilizado, la conserva en toda su in-tegridad;» proponía la abolición en la isla á partirdel 1.° de Enero de 1870. Los libertos entrarian in-mediatamente, después de promulgada la ley, enel pleno goce de los derechos civiles y de los políti-cos que la Constitución les reconociese. Tendríanel derecho de permanecer en las casas, ingenios yfábricas donde entonces se hallasen trabajandocomo esclavos, durante el plazo máximo de no-venta dias; y entre tanto los amos deberían aten-der á su subsistencia y cuidado, según los anti-guos reglamentos, exigiendo, en cambio, de ellosun trabajo que no excediese de cinco dias por se-mana. Los libertos mayores de sesenta años y losinutilizados de cualquiera edad, permacerían unaño en las casas de sus amos, sostenidos por és-tos, mientras la Diputación de la isla acordase loconveniente respecto de su destino definitivo.Quedaría suprimida toda clase de castigos corpo-rales durante los períodos expresados, y las dife-rencias que surgieren entre amos y libertos se re-solverían por los jueces de paz. Los Ayuntamien-tos se harían cargo de la tutela de los libertoshuérfanos, menores de edad: los menores no huér-fanos seguirían á sus padres. El Estado indem-nizaría á los poseedores de esclavos del valor deéstos, y para proceder á la indemnización se ta-saría individualmente á todos los esclavos porperitos nombrados al efecto. No se pagaría in-demnización por los mayores de sesenta años, losinutilizados de cualquiera edad y los nacidos des-pués del 17 de Setiembre del 68. La Diputacióninsular arbitraría la manera de hacer efectiva laindemnización, contando con la parte de losingresos de la isla que hubiesen de destinar-se al pago de las atenciones generales de la na-ción.

El segundo, corresponde á los Sres. Pastor yPrieto y Caules, y lleva por título: «Bases de unproyecto de ley para la abolición simultánea de laesclavitud en la isla de Puerto Rico con la indem-nización de su valor, por el sistema de la coarta-ción legal, y en el plazo de tres años y seis me-ses.» Su fecha es de Octubre del 69. Declara lalibertad de todos los esclavos existentes en PuertoRico el 1." de Julio de 1873. «La Diputación pro-vincial, los Ayuntamientos y las autoridades ci-viles, militares y eclesiásticas, quedan encarga-dos de la proclamación de la libertad de los es-clavos con la mayor solemnidad posible» y «conel orden más perfecto.» La misma Diputaciónprovee lo conveniente para satisfacer las nuevas

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necesidades que se originen de aquella medida,aumentando las escuelas de instrucción primaria,dando mayor extensión al servicio de beneficen-cia pública, y promoviendo obras é institutos defomento, y la liquidación del pago de loa atrasosdel Tesoro público; todo con el fin de aumentarel bienestar general durante el período de la abo-lición. Los amos de los esclavos reciben por ellosindemnización. Al efecto, dispone el proyecto quela población esclava anotada en registro en 1.°de Enero del 70, se divida en dos grupos, poredades, comprensivos, el uno de los que cuentensiete á quince y cincuenta y uno á cincuenta ynueve años, y el otro de los de diez y seis ácincuenta, y que se tase individualmente, sinque los precios excedan de 400 escudos para^el primer grupo, y 600 para el segundo. Losmenores de siete años y los mayores de sesenta,no se tasan ni se comprenden en la indemni-zación. '

Los amos reciben en dinero efectivo el 50 por100 del valor de sus esclavos, quedando éstoscoartados con arreglo á las disposiciones vigen-tes y con la obligación de satisfacer, por mediode sus jornales, al tipo de costumbre, el 50 por100 restante. Los coartados ganan por este me-dio la libertad en el plazo máximo de dos años yocho meses, después del dia de la coartación;pero con el objeto de que puedan proveer á lasnecesidades de su nuevo estado y á la adquisiciónde bohíos y utensilios que éste requiere, perma-necen por otros cuatro meses en calidad de jorna-leros y al servicio de los patronos. Los que acre-diten tener habitación y trabajo, no se hallanobligados á construir casa propia. Los Ayunta-mientos deben proveer de solares á los libertosde su jurisdicción que los necesiten, ya en losejidos del pueblo, ya en lugares convenientes delos barrios del campo; procurando evitar la aglo-meración de muchas familias en un mismo pun-to, y favorecer en cuanto fuere necesario á loslibertos, especialmente á los huérfanos, ancianosé inútiles para el trabajo.

Los esclavos coartados á k publicación de laproyectada ley, reciben su libertad el dia de lanueva coartación, abonándose al amo la diferen-cia hasta el precio señalado al grupo de edad áque pertenezcan. Los coartados, con arreglo alproyecto, pueden libertarse con su propio pecu-lio, según la tasación prescrita.

Los libertos gozan de los mismos derechos po-líticos que los demás trabajadores de la pro-vincia.

Por otras disposiciones del proyecto se prohi-ben los castigos autorizados por reglamento, ylas ventas parciales de los individuos de una

misma familia, á no constar el consentimiento deellos; y se faculta á la Diputación de la provinciapara arbitrar loa recursos que el planteamientode la ley hace necesarios.

EUGENIO ALONSO Y SANJUBJJ.

(So continuará.)

¿SON AUTÓMATAS LOS ANIMALES?HISTORIA DE ESTA HIPÓTESIS.

La idea de que siempre es conveniente y ventajoso| volver la vista hacia lo pasado, y apreciar la obra de

los grandes hombros de otros tiempos, «que han ba-jado á la tumba con sus armas dé guerra,» y que,durante su vida, combatieron valerosamente por lacausa de la verdad; el deber que tenemos de recono-cer su3 méritos y de atestiguar el agradecimiento quemerecen sus servicios, nio mueven á emprender unestudio retrospectivo del ramo de la ciencia que ne-cesariamente ha de serme más familiar. Sin remontar-me á período muy atrasado, ocuparóme sólo del si-glo XVII, refiriéndose mis observaciones á la cienciabiológica en la época comprendida entre mediados delsiglo XVI! y mediados del XVIII. Me propongo demos-trar cuan grande eran las ideas que entonces apare-cieron en la ciencia biológica, de qué modo se handesarrollado las especulaciones que do ella nacen, ysus relaciones con lo que ahora forma el cuerpo dola biología científica. La mitad, ó más bien, el prin-cipio del siglo XVI, es una grande época. En ellatomó la forma sólida que sólo puede dar á las teoríascientíficas la observación definida de los hechos, unaidea que hasta entonces habia aparecido envuelta enuna especie de niebla. Los fenómenos vitales, comotodos los demás fenómenos del mundo físico, son sus-ceptibles de ser explicados por la mecánica; puedenclasificarse; están sometidos á leyes que los rigen, ycu definitiva, el estudio de la biología es una aplica-ción de las grandes ciencias, la física y la química.

Tengo á orgullo decir, que el hombre á quien de-bemos el haber dado á e.-ta idea una forma visible ytangible, era un inglés, William Harvey, quien explicóclaramente la mecánica de la circulación de la sangro,y con este notable descubrimiento, con la claridad yprecisión que relacionó este fenómeno á sus elementosmecánicos, sentó las bases de una teoría científica, ex-plicando el mayor número de los fenómenos presen-tados por los seres vivientes, de los que llamamos hoyfenómenos de sustentación, sus estudios sobre el des-,arrollo establecieron el conocimiento científico de lareproducción. Sin embargo, aparte de este gran poderde los seres vivos, hay otra clase de funciones, las delsistema nervioso, de que no se ocupó Harvey. Estabareservado este estudio á uno do sus contemporáneos, á

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N.° 37 HDXLEY. ¿SON AUTÓMATAS LOS ANIMALES? 55Renato Descartes, á quien, según él mismo nos dice,impulsaron .en sus investigaciones los brillantes des-cubrimientos'de Harvey. Lo hecho por este sabio, re-lativamente á los fenómenos del sistema uervioso, esigual, en mi opinión, á lo que hizo Harvey respecto ála circulación. Reflexionando lo que era Descartes, yteniendo en cuenta la corla duración de su vida, nosadmira que, muriendo á los cincuenta y cuatro años,sea uno de los jefes reconocidos de la filosofía, y segúnsé por autoridades competentes, uno de los primerosy más originales matemáticos que hayan existido; loque no impedia que, al mismo tiempo, la fertilidad desu inteligencia y la extensión de su genio, hayan sidotan grandes que le permitieran colocarse como fisió-logo al lado del inmortal Harvey. Descartes no ha sido,como otros, un feliz inventor de especulaciones. Estu-dió á fondo la anatomía y la fisiología; sabia de estasciencias cuanto era conocido en su época, y habia prac-ticado todos los métodos, por los cuales se llegó á losdescubrimientos anatómicos y fisiológicos. Refiéresede él una anécdota característica que debería reducirá perpetuo silencio á los que no temen hablar de Des-cartes como de un filósofo entregado á la hipótesisy á la especulación. Visitándole en Holanda cierto diauno de sus amigos, rogó que le enseñara su biblio-teca; condújole Descartes á un gabinete, y levantandouna cortina, le enseñó una sala de disección llena decadáveres de animales, diciéndole: «he aquí mi biblio-teca.» Mucho tiempo emplearía en referir los métodosnecesarios para fundar plenamente cuanto he de de-cir, ó en otros términos, para citar los numerosospárrafos de'las obras de Descartes, relacionados con lasdiversas proposiciones que voy á hacer; por ello ruegoque momentáneamente so me crea, bajo mi palabra,cuando afirmo que todas ellas están expresadas conclaridad en las citadas obras. A medida que avancemoscompararé cada una de ellas, tan rápidamente comome sea posible, con el estado actual de la fisiología,para demostrar el elevado rango que ocupa este sabioen esta ciencia. Afortunadamente, las materias deque voy á hablar no exigen extensos conocimientosde anatomía, y estoy seguro de antemano, de que notraspasan la suma de ciencia conocida por la generali-dad de los lectores.

Lo que llamamos sistema nervioso en un animal su-perior, consiste en un aparato central, compuesto delcerebro, alojado en el cráneo y de un cordón, en co-nexión con él, llamado médula espinal y alojado en lacolumna vertebral ó espina dorsal. De estas masasblancas y blandas salen cordones ó nervios, terminandounos en los músculos y otros en los órganos de sen-sación. Esta concisa reseña de la composición funda-mental del sistema nervioso, basta para el objeto queactualmente nos proponemos.

Todos conocen la primera, preposición que se en-cuentra en las obras do Descartes, y de la cual voy á

ocuparme. Creo que Descartes dio las primeras prue-bas claras y suficientes de que el cerebro es el órganode la sensación, del pensamiento y de la emoción,significando la palabra órgano que ciertos cambiosque se verifican en la materia del cerebro son losantecedentes esenciales de esos estados de percep-ción, designados con los términos de sensación, pen-samiento y emoción. Esta noción es hoy popular.Cuando un amigo opina de distinta manera que vos,contradiciendo una de vuestras preocupaciones fa-voritas, exclamáis señalando á la cabeza: «á estepobre chico le falla algo,» queriendo decir con elloque el cerebro no realiza su trabajo conveniente-mente, y que, por tanto, no piensa como debería pen-sar. Sin embargo, en tiempo de Descartes, y pudieraañadirse, ciento cincuenta años después de él, no ha-bian llegado á este punto los mejores fisiólogos. Hastael tiempo de Bichat se discutió para saber si las pa-siones tenían ó no su asiento en las visceras abdomi-nales. Al resolver esta cuestión, la ciencia daba unpaso inmenso, y Descartes la resolvió desde un prin-cipio. En segundo lugar, Descartes admite que todoslos movimientos de los animales son efectuados porel cambio do forma de cierta parte de la materia desu cuerpo á que se da el nombre genérico de múscu-lo. Preciso es recordar esto al leer á Descartes, y em-plear los términos con la misma significación que élles s'aba, porque de otro modo no se le comprendería.La proposición no es dudosa para nadie: si alzo mibrazo, el movimiento es debido al cambio de esamasa de carne llamada músculo bíceps, que se acortay engruesa; el movimiento que imprimo á cualquierade mis miembros, tieno igual explicación. Cuando ha-blo, los diferentes tonos de mi voz provienen de lamanera exquisita y delicada con que se realizan lascontracciones de multitud de masas musculares. Des-cartes iba más lejos; estableció que en el estado nor-mal y habitual de las cosas, estos cambios, en laíorma de un músculo perteneciente á un cuerpo vivo,sólo se verifican en ciertas condiciones esenciales,que son el movimiento de la materia, contenida en elinterior de los nervios, movimiento que se propagadel aparato central al músculo. A esta materia móville dio el nombre particular de espíritus animales.Ahora no nos es permitido hablar de la existencia deespíritus animales, debiendo decir que en el nervio severifica un cambio molecular, propagándose con de-terminada velocidad desde el aparato central hasta elmúsculo.

La .modificación sufrida por la idea no traspasa, sinembargo, la que se verifica en nuestras miras sobrela electricidad, cuando después de haber supuesto laexistencia de un fluido, consideramos en seguida laelectricidad como una condición inherente á un cam-bio molecular en camino de pqppagarse. La fisio-logía moderna ha medido la velocidad del cambio á

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que aludo; ha iluminado su naturaleza con maravi-llosa luz; ha aumentado nuestros conocimientos sobresu carácter; pero el concepto fundamental continúasiendo hoy dia lo que era en tiempo de Descartes.

Este hombre eminente avanza en seguida, diciendoque, en las circunstancias ordinarias, el cambio quese efectúa en la sustancia de un nervio y da origená la contracción de un músculo, es producido porun cambio en el aparato nervioso central; por ejem-plo, en el cerebro. Hoy opinamos lo mismo. Des-cartes decia que los espíritus animales estaban alma-cenados en el cerebro y corrían á lo largo de los ner-vios motores; nosotros decimos que en el cerebro severifica un cambio molecular y se propaga á lo largodel nervio motor. Las investigaciones experimentalesprueban hasta la evidencia este hecho. Descartes es-tableció en seguida que los órganos sensitivos, es decir,esos aparatos que dan nacimiento á lo que experimen-tamos cuando se someten á las influencias que producela sensación, causan en los nervios sensitivos uncambio descrito por él, como flujo de espíritus anima-les, á lo largo de dichos nervios y propagándose hastael cerebro. Cuando miro una vela ardiendo delante demí, la luz, cayendo sobre la retina de mi ojo, produceuna afección del nervio óptico, que Descartes consi-dera como corriente de espíritus animples hasta elcerebro. Hoy diríamos que era un cambio molecularpropagado á lo largo del nervio óptico hasta el cere-bro, pero la idea fundamental es la misma.

Las nociones que tenemos acerca de las operacio-nes de los nervios, las construimos sobre las basesestablecidas por Descartes. Este ilustre francés esta-blece repetidas veces y del modo más claro una pro-posición cuya importancia es capital, no sólo para lafisiología, sino también para la psicología. Nos diceque, cuando un cuerpo, poseyendo la facultad de pro-ducir una sensación, toca á los órganos sensitivos, serealiza en los nervios de este orden una modalidad demovimiento que se propaga hasta el cerebro, y que loque se efectúa en este último tampoco es otra cosaque un modo de movimiento. Pero además, como cadacual de nosotros puede comprobarlo, haciendo el ex-perimento en sí mismo, existe algo absolutamente im-posible de comparar con un movimiento que difiere deél por completo, y que es ese estado de percepción lla-mado sensación. Descartes insiste con frecuencia en lano semejanza entre el agente excitador del estado depercepción y la percepción misma. Nos enseña quenuestras sensaciones no son pinturas de los objetos ex-teriores, sino símbolos ó signos de ellos, y realiza asíla mayor de las revoluciones, no sólo en fisiología, sinotambién en filosofía. Antes de Descartes se creia quede los cuerpos visibles, por ejemplo, emanaba una es-pecie de materia sutil; las especies intencionales, comose las llamaba, que, penetrando por los ojos, llegabanhasta el cerebro, de modo que el espíritu recibia así

una copia actual, un dibujo de los objetos procedentesdel exterior, bebemos á Descartes el cambio radicalque nos ha conducido á admitir, que no tenemos real-mente ningún conocimiento de las causas de estos fe-nómenos llamados exteriores, y que nuestra únicacertidumbre consiste en que no pueden ser seme-jantes á estos fenómenos. Fijando dicha proposiciónsobre bases que no temo considerar completamenteirrefutables, Descartes ha fundado la filosofía idealista,llevada hasta sus últimos límites por Berkeley, y quetan varias formas ha tomado posteriormente.

Descartes advirtió que, en ciertas condiciones, unaimpulsión ejecutada por el órgano sensitivo da lugar áuna sensación, y en ciertas otras condiciones á unmovimiento que puede efectuarse sin sensación, sinvolición, y á veces e,a desacuerdo con la voluntad.Para la brevedad de este trabajo procuro citar el me-nor número posible de las ideas del autor, pero debodar á conocer algunas líneas notables de la contesta-ción dada por Descartes á las objeciones que le haciaArnauld, el célebre discípulo de Port-Royal, en sucuarta Meditación. «Yo estoy, escribe Descartes, ex-traordinariamente impresionado al observar que nin-gún movimiento puede realizarse en el cuerpo de losanimales, y aun en nuestros propios cuerpos, si éstosno poseen en sí mismos todos los órganos y los ins-trumentos, por medio de los cuales este movimientose ejecutaría en una máquina. Así, pues, en nosotrosel espíritu ó el alma no mueve directamente el miem-bro, y se limita á determinar la carrera de este líquidosutil llamado espíritus animales, el cual, corriendocontinuamente del corazón á los músculos, pasandopor el cerebro, causa Mos los movimientos de nues-tros miembros y produce con frecuencia también di-versos movimientos, siempre con igual facilidad. Noejerce siempre esta determinación, porque* entre losmovimientos que se verifican en nosotros, muchos nodependen en nada del espíritu, como por ejemplo, ellatido del corazón, la digestión de la comida, la nu-trición, la respiración en un dormido y aun en unapersona despierta, el andar, e¡ canto y otras accio-nes semejantes, cuando se realizan sin que el espí-ritu piense en ellas. Cuando alguno cae de una alturapone las manos hacia adelante para proteger la cabe-za, y no lo hace á causa de un razonamiento ni por-que intervenga el espíritu, sino porque, afectados lossentidos por la inminencia del peligro, produce en elcerebro cierto cambio, determinando á los espíritusanimales á pasar desde allí á los nervios de la maneraexigida, para producir el movimiento lo mismo queen una máquina.» En ninguna obra moderna encuen-tro un enunciado más claro y más exacto, y una ex-posición más perfecta de lo que llamamos la acciónautomática del cerebro. Es notable que, hablando deestos movimientos que provienen de una sensación encierto modo refleja del aparato central en un miem-

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bro, como por ejemplo, cuando alguno, pinchán-dose un dedo y levantando en seguida bruscamente elbrazo, demuestra que el movimiento del nervio sen-sitivo acude al cordón dorsal, y vuelve sobre si mis-mo para afectar á los músculos del brazo. Descartesemplea idénticamente el término de que nos servimoshoy, porque habla de espíritus reflejos; y no fueesta una denominación feliz, perdida para sus con-temporáneos, como lo prueba la famosa obra de Wi-llis, catedrático de Oxford, De Anima brutorum, pu-blicada hacia el año de 1672. Reasumiendo las ideasde Descartes, el autor emplea su propia frase, y ha-bla de esta reflexión del movimiento, de un nerviosensitivo en movimiento, de un nervio motor, sicutundulatione rejlexa, como de una ola rechazada ha-cia atrás. No sólo la acción refleja esta descrita, sinoque la palabra «refleja» se reconoce en su verdaderay completa significación.

El último gran servicio que citaré como hacho ála fisiología del sistema nervioso por Descaries, es elsiguiente. En mi opinión, este sabio fue el primeroque trazó una teoría física de la memoria. Nos diceque cuando se verifica una sensación, los espíritusanimales marchan á lo largo del nervio sensitivo, pa-san por una porción especial del cerebro, y desde allíse abren en cierto modo camino á través de los porosde la sustancia cerebral. Cuando este fenómeno serealiza una vez, cuando las partículas del cerebro hansido, por decirlo así, un poco separadas á causa delprimer paso de los espíritus animales, este paso sefacilita en la misma dirección para todas las afluxio-nes subsiguientes de los mismos espíritus; repetida laacción, se realiza cada vez con mayor comodidad,hasta que, por último, los espíritus no encuentran di-ficultad alguna para poner en movimiento estas par-tículas especiales del cerebro, lo que da lugar á lasensación apropiada; toda impulsión que entonces ex-perimentan los espíritus, les hace afluir a los porosya abiertos, con mayor facilidad que en cualquier otradirección, produciéndose una nueva imagen, un es-tado de percepción semejante al que habia nacido poruna impresión sensorial anterior. Esta opinión es ab-solutamente análoga á la que dan todas nuestras teo-rías físicas actuales de la memoria. No cabe duda al-guna de que la memoria depende de un fenómenofísico. Los resultados que arroja el estudio de las en-fermedades y de la acción de los venenos establecende un modo decisivo el hecho de que la memoria estáindisolublemente ligada á la integridad de ciertaspartes materiales del cerebro, de las cuales depende.Ahora bien, para explicar este hecho no conozco máshipótesis que la de Descartes.

Las ideas emitidas por Descartes se han esparcido,aumentado y definido de tal modo por las investiga-ciones modernas, que son hoy piedras angulares dela fisiología del sistema nervioso. Sin embargo, bajo

cierto punto de vista, Descartes ha avanzado máslejos que ninguno de sus contemporáneos, y en nues-tros dias lia tenido corto número de sucesores, aun-qus sus opiniones hayan ejercido en casi todo un si-glo influencia preponderante en el espíritu intelectualde Europa. Descartes hacia este razonamiento: «Yopuedo darme cuenta por la mecánica de las accionesde gran número de seres vivos, por qué las accionesreflejas se verifican sin la intervención de la con-ciencia y aun de un modo contrario á la voluntad.»Por ejemplo, cuando un hombre que cae proyectamecánicamente sus manos hacia adelante para evitaró disminuirelchoque, ó cuando una persona,emplean-do otra cita de Descartes, amenaza de broma herirla vista-de un amigo, aunque este tenga seguridad deno recibir el golpe, no puede menos de cerrarlos ojos.En tales circunstancias, dice Descartes, tengo laclaraevidencia de que el sistema nervioso obra mecánica-mente sin la intervención de la conciencia ni de la vo-luntad , y quizá hasta en oposición con ellas. ¿Porqué, pues, no extenderé yo esta ideal Puesto que ac-ciones que implican cierta dosis de complejidad serealizan de este modo, ¿por qué otras acciones aúnmás complejas no podrían ser producidas de igualmanera1? ¿Por qué, en resumen, el conjunto de lasacciones físicas del hombre no ha de ser mecánico,mientras que su espíritu vive en cierto modo aparte,no haciendo sentir su influencia sino en determina-das ocasiones y por medio de la voluntad? De estemodo fue conducido Descartes por algunas de susespeculaciones á ver que los animales no tenian alma,y que, por tanto, no podían tener conciencia. Armo-nizándose mutuamente ambas ideas, desarrolló la hi-pótesis famosa del automatismo de los brutos, objetoprincipal de este escrito. Descartes quería decir quelos animales son absolutamente máquinas como losmolinos ó los organillos do Barbarie; que carecen desentimientos; que un perro ni ve, ni oye, ni siente;pero que las impresiones que producen estos estadosde conciencia en nosotros mismos dan lugar en elperro, y por un fenómeno mecánico reflejo, á accionescorrespondientes á las que realizamos cuando senti-mos, gustamos ó vemos. Mirada frente á frente estahipótesis, sorprende mucho, y no me admira quehaya sido un escollo hasta para personas tan hábilesy sutiles como Enrique More, uno de los correspon-dientes de Descartes. Es singular, sin embargo, queesta noción, una de las más atrevidas y paradójicasque ha creado Descartes, haya sido tanto y tan enér-gicamente como las demás hipótesis, confirmada por losexperimentos fisiológicos modernos. Procuraré expli-car tan sucintamente como sea posible la naturaleza deestas confirmaciones, y por qué la hipótesis de Des-cartes, que declaro no admitir, permanece, sin em-bargo, hoy tan defendible como lo era en su época, ydebo confesarlo, algo más defendible en su conjunto.

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Si, por un accidente cualquiera, acontece que unhombre tenga su médula espinal dividida, resultaráen él una parálisis de la parte de su cuerpo inferior alpunto lesionado. En el mayor número de casos, estaparálisis será completa; el enfermo no ejercerá fisca-lización en sus miembros, ni experimentará en ellosninguna sensación. Pinchándole ó quemándole el piéó practicando la operación que se quiera, permanece-rá absolutamente insensible; por tanto la percepción,en cuanto nos es dado conocerla, está completamenteaniquilada en aquella porción del aparato nerviosocentral colocado por debajo de la herida; poro en ta-les circunstancias, aunque el hombre esté paralizadoen el sentido de que es incapaz de mover sus propiosmiembros, no lo está en realidad, porque éstos nose encuentran privados de movimiento; en efecto, sihacéis cosquillas en la planta de sus pies con unapluma, moverá la pierna con tanto y aún más vigorque cuando tenia plena conciencia de las excitacionesque sufria. Estamos aquí en presencia de una acciónrefleja. La impresión recibida es trasmitida de la pielá la médula espinal y desde allí es reflejada; descien-do á los músculos de la pierna que ejecuta un mo-vimiento de retroceso, y se separa con viveza del orí-gen de la irritación, aunque esta acción, como se ve,sea puramente automática ó mecánica. Suponed quehacemos sufrir el mismo tratamiento á una rana, yque operamos una sección en su cordón dorsal: elanimal cae absolutamente en el mismo estado, y susmiembros llegan á ser inútiies; pero basta imprimirla más ligera irritación á la piel de su pió para queinstantáneamente la pata ejecute un movimiento ha-cia atrás. Si tenemos alguna base de argumentación,podemos afirmar con justicia que en estas circunstan-cias, la mitad inferior del cuerpo de la rana se en-cuentra tan desprovista de percepción como la mitadinferior del cuerpo del hombre, y que el cuerpo de larana situado por debajo del punto excitado, carece porcompleto de conciencia, pudiendo compararse á unasencilla máquina, como una caja de música, un Organi-llo de Barbarie ó un reloj. Observareis además que elmovimiento de los miembros corresponde á un objetodeterminado, ó en otros términos, cuando irritáis lapiel del pié, este pié se separa del peligro como su-cederia si la rana fuera consciente y estuviese do-tada de una razón, á cuyas sugestiones ajustara susactos. Fácil es comprender cómo una acción tan sen-cilla puede verificarse mecánicamente.

Hagamos otra experiencia. Tomemos este animal,que ciertamente es incapaz de sentir, y toquemos lapiel de un lado de su cuerpo con un poco de ácidoacético, de vinagre, que produciría vivo dolor á unarana susceptible de sentir. No puede entonces experi-mentar dolor, porque la aplicación del cáustico estáhecha por debajo del punto seccionado; sin embargo,la rana levanta el miembro situado del mismo lado del

cuerpo, y emplea su pata en frotar el ácido acético, y,lo que es más notable, si se sujeta el miembro demodo que la rana no pueda usar de él, ésta agitarápoco á poco el miembro opuesto, lo hará volver alre-dedor de su cuerpo y se frotará con él. Si la ranatuviese íntegras sus funciones y hubiese razonado,le fuera imposible realizar acciones con un objetodefinido; sin embargo, estamos completamente segu-ros de que en este caso la rana no obra con un fin de-terminado, que no se encuentra en estado consciente,ni es más que una máquina automática. Supongamosahora que en vez de hacer la sección del cordón dor-sal en medio del cuerpo, la hacemos para separar laporción posterior del cerebro do la porción anterior,y que son separados I03 dos tercios de esta porciónanterior; la rana se encontrará completamente pri-vada de espontaneidad; permanecerá indefinidamentedonde la coloquemos; no se moverá como no latoquemos, se empinará del modo habitual á los ani-males de su especie; pero, si se la arroja al agua,nadará como una rana intacta. Ahora bien; la na-tación exige coordinación cuidadosa y delicada degran número de acciones musculares, imposibles deexplicar si no es admitiendo que la impresión hecha enlos nervios nutritivos de la piel del batracio, por elcontacto del agua, comunica al aparato nerviosocentral un estimulante que ponga en juego cierto apa-rato mecánico, por medio del cual todos los músculosde la natación entran en acción siguiendo un orden yuna sucesión convenientes. Si la rana es excitada, to-cada por un cuerpo irritante, aunque estemos com-pletamente seguros de que no puede experimentarsensación, salta y avanza como pudiera hacerlo unarana completa, pero le es imposible hacer más.

Supongamos ahora otra experiencia. Estirpemos loque se llaman hemisferios cerebrales; es decir, laporción más anterior del cerebro. Si la operación seejecuta bien, la rana puede conservarse durante me-ses, y aun años, en estado completo de vigor corpo-ral, pero permanecerá siempre en el mismo sitio: nive, ni oye, y antes de alimentarse, moriría de ham-bre; aunque, si se pone comida en su boca, la traga.Cuando se la irrita, salta y anda, si se la arrojaal agua, nada. Pero lo más notable es, que, si la po-néis sobre la palma de la mano, permanece acurruca-da, completamente tranquila, y así estaría siem-pre. Inclinando con lentitud la mano de modo quela rana adquiera una tendencia natural á deslizarse,observáis que sus patas delanteras llegan poco á pocoá la orilla de la mano, hasta que el animal puede sos-tenerse allí sólidamente, no estando en peligro decaer. En este momento volvéis la mano, y entoncessube con muchas precauciones y deliberadamente,avanzando primero una pata, después otra y conclu-yendo por tomar una posición de perfecto equilibrio.Volviendo completamente la mano, reanuda la misma

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serie de operaciones hasta el momento en que se en-cuentra en seguridcd sobre el dorso de la misma. Todoesto exige una delicadeza de coordinación y una exac-titud en el aparato muscular, que sólo puede comparar-se con el de un bailarín en la cuerda. Estos movimien-tos se realizan con firmeza y precisión, viéndose á larana avanzar ó retroceder siempre que se mueve lamano, con tal que se verifique el movimiento con lalentitud conveniente. Colocad al animal sobre unamesa; empinad un libro entre él y la luz; dadle unligero'impulso y saltará, no contra el libro, sino late-ralmente, á derecha ó á izquierda, demostrando asíque, aun cuando sea completamente insensible alasimpresiones ordinarias de la luz, existe en él algunacosa que pasa al través del nervio sensitivo, obra sobrola maquina del sistema nervioso y le obliga á adaptarseá la acción conveniente.

Podemos adelantar más todavía. No necesito deci-ros que, pasados los dias en que la ciencia anatómicacomenzaba, y en que eran entregados los criminalesá los médicos, no podemos hacer experimentos enseres humanos; sin embargo, estos experimentos serealizan á veces para nosotros de un modo notable.Esa operación, que se llama la guerra, es una granserié de experiencias fisiológicas que conducen áresultados preciosos. Mi amigo el general Slrachey,ha tenido la bondad de darme cuenta de un hecho quese publicó hace pocos dias en un artículo científicodel Journal des Debuts. En la batalla de Bazeilles,una de las más reñidas de la campaña franco-prusiana,fue herido un sargento francés. La bala le dio en lacabeza, rompiéndole el hueso parietal izquierdo: que-dóle, sin embargo, bastante vigor para atravesar deun bayonetazo al prusiano que le habia herido; avanzóalgunos centenares de metros fuera del pueblo y cayóprivado de sentido. Recogido después de la batallay llevado al hospital, permaneció allí algún tiempo.Cuando volvió en sí, como sucede con frecuenciaen los casos de estas heridas, estaba completa-mente paralizado del lado opuesto de su cuerpo, esdecir, del brazo derecho y de la pieri.a derecha. Estasituación se prolongó, según creo, cerca de dosaños, pero el herido curó, y actualmente realiza conactividad sus funciones, siendo precisa una delicadaatención para reconocer alguna diferencia entre am-bos lados del cuerpo. El infot'me, cuyos princi-pales resultados voy á daros, procede de personascompetentes y veraces, las cuales dicen que, en laactualidad, este hombre vive dos vidas, una normal yotra anormal. Mientras dura la vida normal se en-cuentra perfectamente bien, muy contento, cumplesus obligaciones de enfermero, y su conducta es in-mejorable. Esta vida la tiene unos veintisiete dias pormes; pero durante uno ó dos, entra de repente y sincambio previo en su condición anormal. ConLinúa en-tonces activo, anda como antes, y, en la apariencia,

es el mismo hombre; se desnuda, se acuesta, se le-vanta, hace cigarrillos y fuma, bebe y come; pero nive, ni oye, ni gusta, ni siente; no tiene conciencia denada, y sólo cuenta con un órgano sensitivo en acti-vidad, el del tacto, que es excesivamente delicado. Sise coloca un obstáculo en su camino, tropieza con él,le toca y avanza lateralmente; si le impulsáis en unadirección, camina en línea recta hasta que le detienealguna cosa. He dicho que hace cigarrillos, pero sienvez de papel se le da un trapo, y cualquier otra cosaen lugar de tabaco, hará el cigarrillo como de ordina-'rio. Las ac ciones son puramente mecánicas. Gomecon voracidad, piro sin distinguir el acíbar ó asafóli-da, del manjar más delicado. El individuo ocupa unaposición exactamente parecida ala de la rana, dequuhablaba hace un momento; y no cabe duda de'que,cuando se encuentra en tal estado, las funciones de sushemisferios cerebrales están en gran parte anuladas,encontrándose, aunque no por completo, en la condi-ción de un animal, al cual se han extirpado los hemisfe-rios cerebrales. Es te ejemplo tiene para mi un interésmaravilloso, porque se comprende en los fenómenosde iuesnierismo, que en gra^ número realicé durantemi juventud. El sargentoes entonces capaz de realizartoda clase de acciones por simple sugestión. Deja caersu bastón; lo recoge ur.a persona y se lo entrega, yla sensación producida por el contacto del bastón consu mano, ocas iona evidentemente en él esos cambiosmoleculares del cerebro, que, si tuviera conciencia desí mismo, hubieran dado nacimiento á la idea de sufusil. En efecto, se tiende en el suelo, comienza átentarse para encontrar sus cartuchos, hace el movi-miento de montar el fusil, y exclama dirigiéndose á uncompañero imagin¡rio: «¡Enrique; míralos, son unosveinte :_nosotros dos daremos cuenta de ellos!» Ylo más notable es la modificación que la herida pro-duce en la naturaleza moral de este hombre. Durantesu vida normal es honrado y demuestra los mejoressentimientos; pero en su estado anormal es un ladrónincorregible. Se apropia cuantos objetos encuentra ámano, y, si no tiene otra cosa que robar, se apoderade lo que le pertenece para ocultarlo.

•Si Descartes hubiera sido testigo de estos hechos,no hay para qué decir cuánto le hubieran servido paraconfirmar su teoría del automatismo animal. Hubiesedicho: «lié aquí un hombre que realiza las aecíonesmás complicadas, y que, según todas las apariencias,dependen de la razón, más que ninguna otra operaciónordinaria de los animales, y sin embargo, tenéis laprueba positiva de que estas acciones son puramentemecánicas. En vista de ello, ¿qué podéis decir en con-tra-de mi doctrina de que todos los animales son má-quinas?» Y empleando las palabras de Malebranche,que adoptó-las miras de Descartes, diremos: *En losperros, gatos y demás animales no existe, ni inteli-gencia, ni alma espiritual, como comunmente lo en-

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tendemos; comen sin placer; gritan sin experimentardolor: crecen sin saberlo; no desean nada; no conocennada, y, si se manejan con destreza y de modo que in-dique inteligencia, es porque, habiéndolos hecho Dioscon objeto de conservarlos, ha construido su cuerpode modo que escapen orgánicamente, sin saberlo, ácuanto pudiera perjudicarles, y que, al parecer, te-men.» Descartes presentó esta hipótesis, y no sé cómose podria refutar de un modo positivo. Nosotros nopodemos observar directamente la conciencia en mássores que en nosotros mismos, pero en cuanto á mí,puedo aseguraros que trato el asunto bajo el punto devista de la analogía, y considero esta gran doctrina dela continuidad que nos prohibe suponer un fenómenonatural cualquiera, apareciendo repentinamente y sinantecedende, sin una modificación gradual que tiendaá establecerlo: recuerdo el hecho innegable de que losanimales vertebrados inferiores poseen en condiciónmenos desarrollada esa parte del cerebro, que, conrazón, creemos órgano de la conciencia en nosotrosmismos, y me parece mucho más probable que losanimales inferiores, no poseyendo esa especie de con-ciencia que nosotros migmos tenemos, la tienen, sinembargo, en forma proporcional al desarrollo pro-gresivo del órgano de esta conciencia y reproducende una manera más ó menos indecisa los sentimien-tos que nosotros mismos poseemos. Tal es la con-clusión más natural á que podemos llegar, y quepresenta una ventaja inmensa, que si no puede tomar-se en toda su consideración, tratándose de materiassusceptibles de ser demostradas, merece tenerse encuenta en el C8so¡actual, porque nos libra de las con-secuencias tejífliMí», á <j«e conduciría el menor erroren este puato.,Debo confesar que, viendo la implaos-ble lucha por la existencia realizándose por todas par-les en el reino animal» y la espantosa suma de dolorque supondría forzosamente te opinión ¡de que losanimales poseen la facultad de sentir, me felicitaríade que las probabilidades estuvieran en favor de lasideas de Descartes. Por otra parte, cuando reflexionoque, si tuviéramos que considerar á los animales comosimples máquinas, pudiéramos dejarnos arrastrar ácrueldades inútiles, y á no cuidar de ellos, creo quevale más engañarse en contra de Descartes que estarde acuerdo con él.

Permitidme haceros observar, que, aun cuando de-dujéramos que Descartes se equivocara, suponiendoque los animales son máquinas insensibles, no resultade ello que no sean autómatas sensibles y conscien-tes. Tal es la opinión que existe, con mayor ó menorclaridad, en cada cual de nosotros. Cuando decimos quelos animales inferiores están dotados de instinto y node razón, comprendemos en realidad que, á pesar deque sean sensibles y conscientes, obran, sin embargo,mecánicamente, y sus distintos estados de conciencia,sus sensaciones, y caso de que los posean, sus pensa-

mientos y sus voliciones, son los productos y las con-secuencias de sus actos mecánicos. Confleso que,para mí, la opinión popular es la única que puede adop-tarse científicamente. Cuanto conocemos délas opera-ciones del sistema nervioso, nos induce á creer que,cuando se verifica cierto cambio molecular en la por-ción central del sistema nervioso, este eambio que, encierto modo nos es absolutamente desconocido, causael estado de conciencia llamado sensación. No cabeduda de que los movimientos que producen la sensa-ción dejan en la sustancia modificaciones correspon-dientes á lo que Hallcr llamaba «vestigio, rerum,» losvibraciunculos del gran pensador David Hartley. Lasensación que ha desaparecido, dejó tras sí moléculascerebrales, aptaspara su reproducción, moléculasideo-génicas, por decirlo así, constituyendo la base físicade la memoria. Otros cambios moleculares ocasionanestados de placer y*de dolor, y la emoción que llama-mos volición. Tal esssguramente la relación entre losfenómenos fisicosy mentales del animal. Resulta deellouna consecuencia forzosa: estos estados de concienciano pueden tener ninguna especie de relación causalcon los movimientos de los músculos del cuerpo. Losdeseos de los animales son sencillamente estados deemoción que preceden á sus actos. Para comprenderbien la idea," suponed que tengo una rana colocadasobre mi mano, y á la que, volviendo la mano, puedohacer que realice los movimientos de que, hace un ins-tante, os hablaba. Si la rana fuera un filósofo, podriarazonar del modo siguiente: «No estoy á mi gusto yme veo expuesta á deslizarme; para evitarlo llevo mispatas hacia adelante con objeto de asegurarme. Sa-biendo que voy á caer si no las adelanto más, lasavanzo y mi deseo produce todos estos movimientos,cuyo resultado es instalarme con seguridad.» Pero alrazonar así la rana, haria una cosa inútil, porque, sintener razón, ni sensación, ni posibilidad de pensamien-to de ninguna clase, realiza de igual manera las cosas.Por tanto, la única conclusión á que creo tenemos de-recho de llegar, consiste en que los animales son má-quinas, pero máquinas conscientes.

Lo que acabo de decir podria presentarlo como ladeducción final de las observaciones que me proponíahacer á propósito del automatismo animal. Creo que elproblema que acabamos de discutir está completa-mente abierto á las investigaciones. No veo motivo ca-paz de impedir á una persona, cualesquiera que seansus opiniones, que acepte, si lo juzga oportuno, ladoctrina que acabo de enunciar. Para el estado en quehoy se encuentra la ciencia, los animales son autó-matas conscientes. Esta doctrina se encuentra com-pletamente de acuerdo con la opinión que queramos

j adoptar acerca de esta especulación curiosísima. ¿Po-\ seen ó no poseen los animales un alma? Y en caso afir-

mativo, ¿su alma es ó no es inmortal1? Esta doctrina noes incompatible con la adhesión estricta y literal al

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N.° 37 HDXLEY. ¿SON AUTÓMATAS LOS ANIMALES? 61

texto de la Escritura relativo «á los animales que pe-recen», y además, no impide á naáie alimentar lasdulces convicciones que atribuye Pope al salvaje, quiencree que, cuando pase á los reinos de los bienaventura-dos «le acompañará su perro fiel.» Todas estas cues-tiones accesorias implican problemas tanto más impo-sibles de discutir por la ciencia física, cuanto quese encuentran fuera de los límites de esta ciencia,y entran en el dominio de la madre de todas, la Fi-losofía. Antes de dar ninguna contestación, debemosescuchar lo que la filosofía dice en pro ó en contrade las opiniones que puedan sostenerse.

Inútil es decir que no tengo propósito alguno deabordar esta discusión. Una larga experiencia me haceprever que probablemente, lo que he procurado des-arrollar ante vosotros con una disposición de ííhimotan tranquila y justiciera como es posible, tendrá lamisma suerte que otras tantas doctrinas científicas,presentes aún en mi memoria. Lo sucedido í tantoshombres mejores que yo, me acontecerá de seguro,siéndome preciso escuchar con paciencia á los qusafirman y han afirmado frecuentemente, que las mirasde que he hablado tienen funestas tendencias. No meadmiraría que ciertas personas, hablando con una au-toridad incontestable, aunque no con la que está ba-sada en la ciencia y en la sabiduría, dijeran que miintención, al tratar de este asunto, era induciros á apli-car mis doctrinas lo mismo á los hombres que á losbrutos. Pretcnderáse que voy lógicamente al fatalis-mo, al materialismo y al ateísmo, y, al llegar aquí,debo aludir á otro fruto de mi larga experiencia.

Las consecuencias lógicas tienen mucha importan-cia, pero siempre lie hecho constar que sirven de es-pantajo á los insensatos, y de faros á las personas sen-satas. Las consecuencias lógicas no necesitan á nadiepara recorrer su camino. La única pregunta que pue-do hacer un hombre es la de si la doctrina es ver-dadera ó falsa, y esta pregunta es la que merececontestación, antes que ninguna otra. Las consecuen-cias lógicas de una doctrina advierten á las personassensatas para averiguar si la doctrina sometida á suexamen es justa ó falsa, y ensayarla en todas las di-recciones imaginables. Reconozco que mis ideas acercade las relaciones entre las facultades físicas y men-tales de los brutos se aplican por completo al hom-bre, y si fuera cierto que las deducciones lógicas deesta creencia pudieran conducir á las consecuenciasmás terribles, no titubearía un instante en dejarmearrastrar á ellas, porque, negándolas, violentaría deun modo abominable las convicciones más profun-mente arraigadas en mi naturaleza moral. Debo sídecir que no creo haya el lazo lógico que se pretendeentre la doctrina que acepto y las consecuencias quese quieren sacar de ella.

Ocupándome hace algunos años de la filosofía deDescartes y de las consecuencias que se pretenden sa-

car de ella, he enunciado claramente mi convicciónsobre este punto, y en mis escritos pueden verselas razones que doy para negar la posibilidad desacar, de tales premisas, tales deducciones. A losque no quieren estudiar estos asuntos con impar-cialidad y propósito de descubrir la verdad, nadatengo que decir, limitándome á advertirles, por inte-rés propio, que vean lo que hacen, porque si por lasdoctrinas que he expuesto fuera citado ante el tribu-nal de la opinión pública, no iria solo, acompañándo-me, por un lado y entro los teólogos, Saa Agustín,Calvino, y Jonalhan Edwards, cuyo nombre deberíanconocer muy bien los presbiterianos de Ulster, si noestuviera hoy en moda desdeñar, como tantos otrosestudios, el de los grandes maestros de la teología; porotro lado, entre los filósofos tendría á Leibnitz, Male-branche, que ve todas las cosas en Dios, David Hart-ley, tan teólogo como filósofo, al eminente natura-lista Carlos Bonnet, uno de los más celosos campeo-nes que haya tenido jamás el cristianismo; JohnLoeke, no estaría seguramente lejos de mí, con todala escuela de.Descartes, ya que no estuviera el mismomaestro, y no creo engañarme suponiendo que, enplena justicia, debería citar también á EmmanuelKant. Con tales compañeros vale más ser acusado quejuez. Pregunto, sin embargo, á las personas á quienespreocupan el rumor y los clamores que se elevan res-pecto á estos asuntos, si no es más probable tenerrazón, admitiendo que los grandes hombres cuyosnombres he mencionado, estos padres de la Iglesia ydo la filosofía, sabían de lo que se ocupaban, que supo-niendo á los pigmeos, autores del ruido, más conoce-dores que aquellos, de la significación de las palabrasque empleaban. Inútil es que un hombre se ocupe deproblenjas de esta especie, si la ocupación no le agra-da. El cumplimiento de los deberes ordinarios que lavida exige basta para emplear todo el tiempo quedura. Pero advierto y aconsejo creer que el hombreque se decida á dar su opinión sobre estas grandescuestiones, más aún, que pretenda"asumir la respon-sabilidad de distribuir el elogio y la censura á sus her-manos en la humanidad, por los juicios que se aven-turen á expresar, á menos de cometer un pecado ma-yor que el quebrantamiento de uno de los artículosdel Decálogo, debe abandonar toda perezosa confian-za en las informaciones recogidas al través de la pre-ocupación y de la pasión, acudiendo á las grandesfuentes, abiertas para él como para todo el mundo, ypara nadie tanto como para un inglés, y volviendo lavista á los hechos naturales y á los pensamientos deesos sabiosque, durante las generaciones pasadas, hansido intérpretes de la naturaleza.

HUXLEY.De la Sociedad real de Londres.

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REVISTA EUROPEA.- - 8 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.°37

LA MÚSICA DE VAPOR.

• ACÜSTICA: El piano de gas.—Las llamas cantoras.—Escala flamíge-ra.—Conciertos del porvenir.—Vibración de las luces de gas.—Leyesdel fenómeno.—Experimentos de M. Raslner.—El pirófono, instru-mento de invierno.

Ya teníamos instrumentos de música de vapor.Se han construido trompetas, silbatos y hasta unjuego de órgano de vapor; pero la innovación, poringeniosa que sea, no había podido, que sepamos,aplicarse á la música de salón. Hoy las exigenciasson mayores y se intenta hacer, para salón, unaespecie de órgano de gas, cuyos sonidos serán degran dulzura y de timbre muy agradable. Las es-peranzas empiezan á realizarse, y ya en la últimaExposición de Viena se ha iniciado la músicade gas.

Sabido es que una llama, al salir bajo la presiónde un mechero y rodeada de un tubo de cristal,produce un sonido musical. El descubrimiento delhecho parece que se debe al doctor Higgins, y datade 1777; pero las leyes del fenómeno no se han es-tudiado hasta 1855, por el conde Schaffgotsch (1),y por M. Tyndali. Coloqúese, por ejemplo, unlargo tubo de 0m,60 sobre el pico inflamado de unmechero de gas, y se oirá inmediatamente un so-ni lo muy puro: la nota fundamental del tubo. Siéste se reemplaza por otro de 0m,30 no se produceningún sonido; pero si se disminuye bastante lasalida del gas, el tubo da de nuevo un sonidomusical correspondiente á la octava de la notadada por el tubo de 0m,60. Colocado de nuevo eltubo grande sobre la llama reducida, no produceá su vez más que la nota del tubo psqueño, lo queprueba que si la longitud tiene influencia en elresultado, el volumen de la llama no la ejercemenos. Y en efecto, con un tubo de 15 á 0m,20,M. Tyndali, haciendo variar el volumen de lallama, y regulando la. altura a que penetra en eltubo, ha podido obtener una serie de notas repre-sentadas por los números 1, 2, 3, 4, 5.

Los sonidos producidos de este modo resultande una sucesión de pequeñas explosiones de lallama; y se observan bien estas impulsiones suce-sivas del mechero inflamado cuando, al mirar, semueve la cabeza á derecha é izquierda; la imagende la llama no es continua, sino cortada; y laspulsaciones no escapan á la vista por consecuen-cia de la persistencia de la impresión sobre la re-tina (2).

Estas llamas sonoras son algunas veces degran sensibilidad; si son silenciosas basta daruna nota en sus cercanías para hacerlas hablar.Así, pues, tómese una serie de tubos que den cadauno de los sonidos de la escala, y pónganse sobremecheros de gas convenientemente regulados ysilenciosos: ejecútese una escala por un músico,sea en el violin, en el violón ó en el órgano, á 15 ó20 metros de distancia; cada nota del instrumentoexcitará la nota correspondiente de los tubos y elteclado flamígero continuará sonando hasta quese le apague.

Combinando convenientemente el volumen y la

(1) Anales de Poggendorff.(2) Con un espejo giratorio se ve, cuando el tubo resuena, la lioea

continua de la luz que se corta y se resuelve en un rosario de perlas lu-minosas. El experimento es extremamente bello.

altura de la llama de un tubo dado, se llega á im-primirle una obediencia maravillosa. El mecherode gas está abierto é inflamado, pero silencioso;pues bien, de una habitación á otra se puedeobligar á la llama á que dé inmediatamente un so-nido, y se puede hacerla callar dando cierta nota.Con un sencillo diapasón es fácil obligar á unallama de gas á obedecer. Ksta docilidad puede sinduda alguna recibir más de una aplicación inespe-rada. Una llama cantora podría desempeñar per-fectamente el papel de guardián fiel y seguro,pues bastaría abrir una puerta ó una ventana paraqu3 la llama saliera de su silencio é hiciese reso-nar su nota de alarma. Hay también llamas mu-das para ciertas voces, y habladoras para otras...¡y un mechero de gas tiene aspecto tan inofensivo!Dejemos á los inventores que saquen partido delas llamas cantoras.

Puesto que las llamas dan sonidos musicalesy mezclan sus notas á las de los instrumentos, esnatural que se haya ocurrido la idea de agrupar-las como teclados, y hacerlas resonar á voluntadde un ejecutante. La dificultad era encontrar unadisposición cómoda y sencilla que hiciese al ar-tista absolutamente dueño del instrumento. Tales, sin duda, el punto de partida del trabajopublicado recientemente por M. Federico Kastnercon el título de «Nuevos experimentos sobre lasllamas cantoras.»

El autor presenta como enteramente nuevo elprincipio siguiente: «Si en un tubo de cristal seintroducen dos llamas de tamaño conveniente yse las coloca á distancia de la tercera parte de lalongitud del tubo, las llamas vibrarán al unísono.El fenómeno continúa produciéndose mientras lasllamas estén separadas; pero el sonido cesa si seponen en contacto. Con un tubo de 0m,55 de lon-gitud, 0m ,041 de diámetro exterior, y 0m ,0025 degrueso, dos llamas aisladas, procedentes de lacombustión del gas hidrógeno, en mecheros con-venientemente construidos y colocados á 0™ ,183de la base, producen cuando están separadas elfa natural.»

El autor atribuye la cesación del sonido, cuandolas dos llamas se reúnen, á un fenómeno de inter-ferencia. Es una apreciación ; pero quizá no seamás que la experiencia fundamental de Tyndalibajo una forma distinta. Para que una llama déun sonido musical, es preciso que su volumensea tal, que pueda hacer explosión al unísono conlas ondulaciones del tono fundamental del tubo óde uno de sus armónicos. Si el volumen es dema-siado grande, no se produce ningún sonido. Tyn-dali lo demuestra aumentando más ó menos lasalida del gas, y quizá sea esto mismo lo quehace M. Kastner.

Este dice: «Si se hace variar la posición de lasllamas en el tubo, dejándolas siempre separadasmás de la tercera parte de la longitud, el' sonidodisminuye hasta la mitad del tubo y desde allídeja de producirse. Por debajo de ese punto, porel contrario, el sonido aumenta hasta la cuartaparte de la longitud del tubo. En este sitio, si seaproximan las llamas, el sonido no cesa inmedia-tamente, pudiendo las dos llamas continuar susvibraciones como una llama única.»

Pero M. Tyndali habia dicho ya en 1857: «Elpunto principal que hay que observar es el si-guiente: con un tubo de 0m ,30 de longitud, porejemplo, es necesario, para que una llama pueda

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N.°37 BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES. 63cantar en su máximun de intensidad, que lallama ocupe cierta posición en el tubo. Elevemosel tubo de manera que la llama penetre en él áuna longitud menor, y la fuerza del sonido dis-minuirá notablemente, llegando bien pronto ácierto panto, en que cesará de hecho.»

En la práctica, y para hacer callar ó hablar fá-cilmente las llamas, quizá la disposición de losdos mecheros de M. Kastner presente verdaderasventajas. Parece, sin embargo, que ante todo se-ria también fácil producir el canto ó el silencio ávoluntad, regulando la salida del gas por un solomechero. Es un punto sobre el cual solamentepuede decidir el experimento, y M. Kastner lo ha-brá estudiado sin duda.

De cualquier modo que sea, M. Kastner ha es-tudiado primero que nadie, y debemos felicitarlepor ello, la interesante aplicación de las llamascantoras á la construcción de un instrumentomusical de un timbre enteramente nuevo, que seaproxima mucho, según se dice, á la voz humana.El instrumento, que denomina pirófono, se com-pone de tres teclados acoplados como en uu ór-gano; cada una de las teclas está en comunica-ción, por medio de un mecanismo muy sencillo,con los conductos que mueven las llamas dentrode los tubos de cristal.

Cuando se pisan las teclas, las llamas se sepa-ran y el sonido se produce en seguida; cuando sedejan de pisar las teclas, las llamas se aproximany cesa todo sonido. Hay que confesar que esteinstrumento tiene al menos el mérito de la origi-nalidad.

ENRIQUE DE PARVILLE.

Á MI ANTIGUO AMIGO DON FRANCISCO SALAS,EN LA MUERTE DE SU HIJO ANTONIO.

SONETO.

Templa el dolor: cuando en letal porfíaLuchan aquí, y en bárbara fiereza,Toda inicua pasión, toda vileza,Con la virtud que al inmortal nos guia;

Cuando del mal la odiosa tiraníaLavanta omnipotente la cabeza,Y no ha de ver el que á vivir empiezaNi el risueño apuntar de un claro dia;

Del hijo de tu amor, en quien cifraronLa bondad y el saber timbres gloriosos,No llores, no, la muerte prematura.

Los cielos, que á tus brazos le arrancaron,Para con él han sido generososDándole gloria que perpetua dura.

MANUEL CANUTE.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

En el Museo Nacional de Pinturas se han hechoalgunas reformas, habilitándose una nueva saladestinada á cuadros de la escuela flamenca. Elmartes se hizo la inauguración oficial de la nuevasala, y las pruebas de luces correspondientes.

** *

Se han inventado en Paris unas telas estampa-das que imitan, en sus dibujos y coloros, tapicesde distintas épocas y de diversos países; con unaverdad extraordinaria, hasta el punto de que áprimera vista se confunden con tapices origina-les. En muchas casas han empezado á sustituirpor estas telas los papeles pintados de las habita-ciones, con gran ventaja de la ornamentación ydel gusto artístico.

* #M. Veyt-Meyer acaba de presentar á la Asocia-

ción politécnica de Berlin muestras de papel y decartón fabricados con la turbn de una canteracerca de Koehigsberg, y con este motivo ha leidouna interesante Memoria sobre el empleo de di-cha materia en la fabricación del papel. Lasmuestras presentadas proceden de una fábricade Vollprechtsweyer, y sou tan sólidas que se laspuede espillar y pulir. El papel hecho con laturba pura es de la misma naturaleza que el fa-bricado con birutas de madera ó paja; basta, sinembargo, la adición de un 15 por 100 de trapo paradarle coasisteiscia. Se va á montar en Alemaniauna gran fábrica para la explotación de este des-cubrimiento.

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La galería de retratos del Ateneo se ha aumen-tado con los de los Sres. Alonso Martínez, y Bar-zanallana, pintados por los artistas Mendoza yMaura.

El Sr. Monleon está haciendo el retrato delSr. GrQszalez Bravo para la misma galería.

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El Dr. Habel, que haexplorado las islas en queabunda el guano, y que ha sometido el preciosoabono á un estudio minucioso bajo el punto devista químico y microscópico, dice que esta sus-tancia no está formada, como se cree, por la de-fecación de los pájaros marinos. Analizado elguano químicamente, ha obtenido un residuo in-soluble compuesto de esponjas fósiles, plantas yanimales marinos. Por otra parte se sabe que, enla vecindad de las Chinchas y demás islas delguano, las anclas de los buques sacan algunas ve-ces guano del fondo del Océano. De estos hechosy de otros, el doctor americano deduce que los de-pósitos de guano son resultado de la acumula-ción de plantas y animales fósiles, cuya materiaorgánica ha sido trasformada en una sustanciaazoada, quedando intacta la parte mineral.

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El Almirantazgo inglés se está ocupando en laactualidad de los experimentos que se acaban dehacer con torpedos submarinos de cien libras dedinamita de carga y provistos de motores de airecomprimido. El torpedo submarino debe estallaren el momento en que toca á un cuerpo duro, á

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64 REVISTA EUROPEA. 8 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 4 . N.°37causa de una cápsula que lleva delante. La fuerzamotora <;stá calculada de manera que el torpedopueda deslizarse bajo el agua- en una extensión deuna milla en línea recta. El único medio de evitarlos efectos de estas máquinas de destrucción esiluminar el mar en la dirección que puede llevarel enemigo, por medio de luces eléctricas de granpotencia.

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Había ejemplos de granos conservados por ca-sualidad en el fondo del agua ó bajo tierra du-rante gran número de años, susceptibles de ger-minar después de tanto tiempo; pero nunca se hapodido conocer la época exacta del depósito, ypor eso el siguiente caso es uno de los más curio-sos que se han presentado.

M. de Heldreich, profesor de botánica en Ate-nas, que ha herborizado difereates veces alrede-dor de las minas de plata de Laurium, explotadaspor los antiguos, refiere enla Qartenflora deM. Be-gel, que ha visto crecer glaucium (glaucion, plan-ta antigua á la cual los botánicos modernos danel género que comprende las quelidonias bilocu-lafes) en un espacio de 50.000 metros cuadrados,cubierto por tres metros de antiguas escorias quelos explotadores modernos han removido paraextraer el metal perdido por los antiguos. Lafeeha de la acumulación de las escoriases de 1.500años, por lo menos, y 2.000 á lo sumo.

La papaverácea (familia de plantas de la cual laamapola es uno de los géneros principales) obte-nida por la germinación de los antiguos granosde glaucion, es una especie distinta de las cono-cidas, según M. de Heildreieh, y la llama Glau-cium Serpieri... Es muy curioso que uno de lospies tiene flores muy dobles, parecidas á las deltrolio (género de las poliandrias poliginias) ó ágrandes renúnculos dobles. Se puede, pues, dedu-cir que ios antiguos cultivaban esta planta.

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Exploraciones boreales.El éxito de la expedición austro-húngara al

polo Norte, de que dimos cuenta en el artículotitulado La tierra Francisco-José, inserto en elnúmero anterior de la REVISTA, no debe hacernosolvidar un viaje interesante ejecutado por el Dia-na, yach célebre por las anteriores expedicionesde Smith, pero montado esta vez por otro explo-rador. M. Coigg'ins, marino pensionado para lasempresas polares, preparó el citado vapor paraua viaje á la embocadura del Obi á fin de asegu-rarse de si era posible establecer relaciones co-merciales entre Inglaterra y las costas del marKara. La estación ha sido excepcionalrnente malapara los exploradores árticos. Sin embargo, el26 de Junio franqueó el Diana el estrecho deWeigate sin encontrar gran cantidad de hielos.La costa del Océano Boreal estaba cubierta demusgos y de flores. Hasta las islas Lutke noencontró el Diana gran cantidad de hielo, y el1.° de Agosto entró en la embocadura del Obi sinhaber tenido que luchar con dificultades excep-cionales. A la entrada del rio se encontró una bar-ra de arena que parecía muy peligrosa, y corrien-tes muy violentas hacían la navegación arriesga-da. Las islas señaladas en los mapas están áuna distancia considerable del sitio que les desig-na la geografía, y hay otras varias que se hanomitido en los mapas, quizá por ser bajas y haber

sido tomadas por bancos de hielo. No teniendoprovisiones más que para un año, el capitánCoiggins no creyó prudente llevar sus recono-cimientos más al Oriente, y atravesando de nuevoel estrecho de Weigate, tocó en la costa occiden-tal de la Nueva-Zembla, á fin de encontrar, si po-dia, las huellas de la expedición austro-húngara.Desde allí hizo vela al puerto de Hammesfort, yuna hora después de haber llegado, se indicó en elhorizonte una vela: era el Nicolás, que llevaba ásu bordo toda la tripulación del Teghettoff.

Las leyendas de Becquer.En uno de los periódicos más ilustrados del Me-

diodía de Francia (1) hemos encontrado reprodu-cidas algunas de las leyendas escritas por el ma-lpgrado poeta, nuestro compatriota, Becquer.

«Los trabajos de este escritor, dice la redac-ción de aquel diario, pertenecen á un género tanestimado y leido en los pueblos del Norte, comopoco conocido de los meridionales. En estos es-critos, añade, en que lo maravilloso y fantásticohace el principal papel, en que se siente el espírituque inspiró Él sueño de una noche de verano y losCuentos de Poe y de Hoffman, es difícil no de-jarse impresionar por la sobriedad, la delicadezay el sentimiento poético del escritor.» La Girondeencarece en seguida el escrito y la pureza de latraducción, hecha por M. Sidorowitch, y repro-duce íntegros El Miserere, La promesa, Un dramay las Hojas secas, escritas en francés culto y fácily en una forma que conserva admirablemente lagracia y la naturalidad de la pr.osa castellana.

Cuando tantos elogios han tejido la corona fú-nebre del poeta sevillano; cuando allí donde sepresta culto al buen gusto hay aplausos para elprosista contemporáneo; cuando voces jóvenes yhermosas repiten, al compás de melodías excelen-tes, los tristes lamentos de nuestro pobre amigo,y nadie duda, en fin, de la virilidad de su genio,no iremos nosotros, al escribir estas líneas, á po-ner de relieve las frases galantes con que enca-beza las leyendas el articulista francés;—¡pobrecrítica sería ésta de aquellas obras!—queremossólo hacer pública ostentación aquí déla gratitudque nos inspira el interés y el esmero con queM. Sidorowitch, un extranjero, sin lazos con laliteratura nacional, inicia la tarea de popularizaral otro lado del Pirineo las obras del infortunadoBecquer.

¡Pobre amigo! ¡Tú, tan sencillo, tan modesto,cuánto habia de asombrarte el hallar reproduci-das en otro idioma las leyendas que esci-ibias enla revuelta mesa de una redacción para hacer tuoficio de gacetillero I ¡Cun qué codicia hubierasguardado la traducciony el aplauso para las cienabras que murieron desconocidas con tu genio! (2)

L.

(1) La Gironde, de Burdeos, números del 2 de Octubre de 1814 ysiguientes.

(2} En las principales librerías de Madrid se encuentran las Obrat deGustavo Becquer, que forman dos tomos de impresión y papel exce-lentes.

Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, Rubio,