asunción de maria

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Es el momento de recoger todo lo vivido, sentido y rezado en este rato de oración. Quizás me surja pedir perdón por mis actitudes de soberbia en algunos momentos. Quizás me surja darte las gracias por sentirte más cerca cuando he conseguido ser humilde. Con confianza, lo pongo todo en tus manos. Dios te salve, María, llena eres de gracia… 1. La asunción de la Virgen María a los cielos es el último de los dogmas que la Iglesia ha definido sobre la madre de Jesús. Este dogma fue definido por el papa Pío XII el 1º de noviembre de 1950. Aunque la fe de los cristianos en la asunción de María viene desde los primeros siglos del cristianismo y, por supuesto, es mucho más antigua que la fe en la Inmaculada Concepción. Así la fe de la Iglesia ha expresado su convicción de que la madre de Jesús vive plenamente y para siempre, en la totalidad de su ser, no sólo espiritual, sino también corporal. 2. Por otra parte, el dogma de la Asunción es una ocasión propicia para repensar una cuestión que es importante: el dualismo que ve al ser humano como un compuesto de dos partes, que se pueden separar: el cuerpo y el alma. Semejante pensamiento dualista no tiene fundamento en la teología judía clásica, que se basa siempre en un pensamiento unitario. Es verdad que, en la traducción griega del AT llamada de los LXX, aparece la palabra psyché, que traduce el hebreo nephes, y designa «lo que es vital en el hombre en el sentido más amplio de la palabra» (G. von Rad). Los autores cristianos de los primeros siglos tomaron la idea del «alma» del pensamiento helenista del siglo V. Lo que trajo consigo una consecuencia de enorme importancia: al atribuir al hombre un yo oculto de origen divino se rompió el equilibrio entre el cuerpo y el espíritu, y se introdujo en la cultura europea una nueva interpretación de la existencia humana. Así nació la cultura puritana, y, de ahí, algo peor: el puritanismo. 3. El peligro de esta interpretación del ser humano radica en que así se introdujo la idea y la visión de la lucha del alma contra el cuerpo. Así, el cuerpo se vio como una prisión del alma, que, mediante la dura ascética, debe liberarse de las pasiones carnales. Por eso la Iglesia ha mantenido siempre serias reservas contra el placer. Hasta el punto de que la religión se ha centrado en la lucha contra los placeres del cuerpo y los llamados pecados carnales. La fiesta de la Asunción debería motivar a los cristianos para encontrar el equilibrio perdido, la estima y el respeto por lo corporal. José María Castillo La religión de Jesús – Comentario al Evangelio diario – Ciclo C Hoy es jueves 15 de agosto, festividad de la Asunción de la Virgen María. Hoy quiero orar contigo, María. Contigo, porque siendo como yo, todo cambió cuando te fiaste de Dios. Contigo, porque entiendes mejor que nadie mis dificultades y mis aciertos. Porque orando contigo, también el Señor se hace presente. Dios te salve María Sagrada, María Señora de nuestro camino. Llena eres de gracia, llamada entre todas para ser la Madre de Dios. El Señor es contigo y tú eres la sierva dispuesta a cumplir su misión. Y bendita tú eres, dichosa te llaman a ti, la escogida de Dios. Y bendito es el fruto que crece en tu vientre el Mesías del Pueblo de Dios al que tanto esperamos que nazca y que sea nuestro Rey. María, he mirado hacia el cielo pensando entre nubes tu rostro encontrar y al fin te encontré en un establo entregando la vida a Jesús Salvador. María he querido sentirte entre tantos milagros que cuentan de ti y al fin te encontré en mi camino en la misma vereda que yo. Tenías tu cuerpo cansado un niño en los brazos durmiendo en tu paz. María, mujer que regalas la vida sin fin. Tú eres Santa María, eres nuestra Señora porque haces tan nuestro al Señor. Eres Madre de Dios, eres mi tierna madre y madre de la humanidad. Te pedimos que ruegues por todos nosotros heridos por tanto pecar desde hoy y hasta el día final de este peregrinar. María, he buscado tu imagen serena vestida entre mantos de luz, y al fin te encontré dolorosa

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Asunción de María

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Es el momento de recoger todo lo vivido, sentido y rezado en este rato de oración. Quizás me surja pedir perdón por mis actitudes de soberbia en algunos momentos. Quizás me surja darte las gracias por sentirte más cerca cuando he conseguido ser humilde. Con confianza, lo pongo todo en tus manos.

� � ¶ � �

Dios te salve, María, llena eres de gracia…

1. La asunción de la Virgen María a los cielos es el último de los dogmas que la Iglesia ha definido sobre la madre de Jesús. Este dogma fue definido por el papa Pío XII el 1º de noviembre de 1950. Aunque la fe de los cristianos en la asunción de María viene desde los primeros siglos del cristianismo y, por supuesto, es mucho más antigua que la fe en la Inmaculada Concepción. Así la fe de la Iglesia ha expresado su convicción de que la madre de Jesús vive plenamente y para siempre, en la totalidad de su ser, no sólo espiritual, sino también corporal. 2. Por otra parte, el dogma de la Asunción es una ocasión propicia para repensar una cuestión que es importante: el dualismo que ve al ser humano como un compuesto de dos partes, que se pueden separar: el cuerpo y el alma. Semejante pensamiento dualista no tiene fundamento en la teología judía clásica, que se basa siempre en un pensamiento unitario. Es verdad que, en la traducción griega del AT llamada de los LXX, aparece la palabra psyché, que traduce el hebreo nephes, y designa «lo que es vital en el hombre en el sentido más amplio de la palabra» (G. von Rad). Los autores cristianos de los primeros siglos tomaron la idea del «alma» del pensamiento helenista del siglo V. Lo que trajo consigo una consecuencia de enorme importancia: al atribuir al hombre un yo oculto de origen divino se rompió el equilibrio entre el cuerpo y el espíritu, y se introdujo en la cultura europea una nueva interpretación de la existencia humana. Así nació la cultura puritana, y, de ahí, algo peor: el puritanismo. 3. El peligro de esta interpretación del ser humano radica en que así se introdujo la idea y la visión de la lucha del alma contra el cuerpo. Así, el cuerpo se vio como una prisión del alma, que, mediante la dura ascética, debe liberarse de las pasiones carnales. Por eso la Iglesia ha mantenido siempre serias reservas contra el placer. Hasta el punto de que la religión se ha centrado en la lucha contra los placeres del cuerpo y los llamados pecados carnales. La fiesta de la Asunción debería motivar a los cristianos para encontrar el equilibrio perdido, la estima y el respeto por lo corporal.

José María Castillo La religión de Jesús – Comentario al Evangelio diario – Ciclo C

Hoy es jueves 15 de agosto, festividad de la Asunción de la Virgen María. Hoy quiero orar contigo, María. Contigo, porque siendo como yo, todo cambió cuando te fiaste de Dios. Contigo, porque entiendes mejor que nadie mis dificultades y mis aciertos. Porque orando contigo, también el Señor se hace presente.

Dios te salve María Sagrada, María Señora de nuestro camino.

Llena eres de gracia, llamada entre todas para ser la Madre de Dios.

El Señor es contigo y tú eres la sierva dispuesta a cumplir su misión.

Y bendita tú eres, dichosa te llaman a ti, la escogida de Dios.

Y bendito es el fruto que crece en tu vientre el Mesías del Pueblo de Dios

al que tanto esperamos que nazca y que sea nuestro Rey.

María, he mirado hacia el cielo pensando entre nubes tu rostro encontrar

y al fin te encontré en un establo entregando la vida a Jesús Salvador.

María he querido sentirte entre tantos milagros que cuentan de ti

y al fin te encontré en mi camino en la misma vereda que yo. Tenías tu cuerpo cansado

un niño en los brazos durmiendo en tu paz. María, mujer que regalas la vida sin fin.

Tú eres Santa María, eres nuestra Señora porque haces tan nuestro al Señor.

Eres Madre de Dios, eres mi tierna madre y madre de la humanidad.

Te pedimos que ruegues por todos nosotros heridos por tanto pecar

desde hoy y hasta el día final de este peregrinar.

María, he buscado tu imagen serena vestida entre mantos de luz, y al fin te encontré dolorosa

llorando de pena a los pies de una cruz.

María he querido sentirte entre tantos milagros que cuentan de ti

y al fin te encontré en mi camino en la misma vereda que yo. Tenías tu cuerpo cansado

un niño en los brazos durmiendo en tu paz. María, mujer que regalas la vida sin fin.

Dios te salve, María Sagrada, María, Señora de nuestro camino.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas María se levantó y se dirigió apresuradamente a la serranía a un pueblo de Judea. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre. Isabel, llena de Espíritu Santo, exclamó con voz fuerte: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre. Dichosa tú que creíste, porque se cumplirá lo que el Señor te anunció». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor. Mi espíritu festeja a Dios, mi salvador, porque se ha fijado en la humildad de su esclava y en adelante me felicitarán todas las generaciones. Porque el Poderoso ha hecho proezas; su nombre es sagrado. Su misericordia con sus fieles continúa de generación en generación. Su poder se ejerce con su brazo. Desbarata a los soberbios en sus planes, derriba del trono a los potentados y ensalza a los humildes. Colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos. Socorre a Israel, su siervo, recordando la lealtad prometida a nuestros antepasados a favor de Abrahán y su linaje por siempre». María se quedó con ella tres meses y después se volvió a casa.

Lc 1,39-56

El Magnificat de María tiene algunas partes duras y nos habla de cómo desbarata planes o derriba de tronos. Habla de soberbios y ricos, y en un mundo donde se discute, quizás demasiado, y a menudo se trata de quedar por encima, Dios nos dice que ése no es el camino.

Repaso cómo andan estas actitudes en mi vida. ¿Cuáles son las riquezas que me separan de Dios?

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María habla también de la misericordia de Dios, de cómo sigue haciéndose concreta entre nosotros, especialmente entre los humildes, los hambrientos. Nos muestra ese camino, en contraste con el anterior.

Pienso si dejo hueco a la humildad en mi día a día.

� � ¶ � � Al volver a escuchar el texto, me fijo en este encuentro entre Isabel y María. Ambas se fían de Dios y dejan que el Señor haga en sus vidas, en sus palabras. Y me pregunto: “¿yo también me fío de Él?” Reflexiono sobre qué me ayuda o cuándo me es más difícil confiar.

María se levantó y se dirigió apresuradamente a la serranía a un pueblo de Judea. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre. Isabel, llena de Espíritu Santo, exclamó con voz fuerte: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre. Dichosa tú que creíste, porque se cumplirá lo que el Señor te anunció». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor. Mi espíritu festeja a Dios, mi salvador, porque se ha fijado en la humildad de su esclava y en adelante me felicitarán todas las generaciones. Porque el Poderoso ha hecho proezas; su nombre es sagrado. Su misericordia con sus fieles continúa de generación en generación. Su poder se ejerce con su brazo. Desbarata a los soberbios en sus planes, derriba del trono a los potentados y ensalza a los humildes. Colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos. Socorre a Israel, su siervo, recordando la lealtad prometida a nuestros antepasados a favor de Abrahán y su linaje por siempre.» María se quedó con ella tres meses y después se volvió a casa.