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1 Música de cámara Como su nombre indica, la música de cámara nace para ser ejecutada en recintos reducidos, estando destinada a pequeños grupos instrumentales. Una sala o habitación de medianas proporciones aporta una atmósfera de intimidad, que condiciona favorablemente la audición de un reducido grupo de instrumentistas. La música de cámara, una rama de la música instrumental que no siempre se valora como sería debido, ha dado obras de extraordinaria valía al repertorio, algunas de las cuales pueden calificarse sin vacilación de inmortales. Sin embargo, por sus limitadas dimensiones sonoras, que le dan necesariamente un carácter íntimo, un tanto severo y abstracto, son relativamente pocos los amantes de la música que le prestan la atención que merece, renunciando así, muchas veces por falta de una aproximación adecuada, a una de las experiencias más gratificantes que la música puede deparar. Por otra parte, es preciso destacar que la música de cámara siempre ha constituido un medio propicio al desarrollo de las ideas musicales en estado puro, pues debido a su carácter, más íntimo que el de la música sinfónica, permite expresar sus sentimientos al autor de manera directa y transparente. La denominación de música de cámara debe aplicarse a una obra escrita para dos o más instrumentos. Aunque teóricamente no existe un límite máximo, en la práctica, las obras de cámara para más de seis ejecutantes son poco habituales. Cuando se trabaja con una agrupación de diez o más instrumentos, el conjunto se considera una orquesta de cámara. Alguno se preguntará si un recital de piano es un concierto de música de cámara. La respuesta sería negativa, pues una de las principales características de la música de cámara consiste en el «diálogo de igual a igual» entre dos o más instrumentos. Dicho de otro modo, es perfectamente admisible identificar al género camerístico con una «ejecución concertada de solistas». Aquí la palabra solista adquiere verdadera dimensión e importancia, pues los conjuntos de cámara actuales están —o deben estar— integrados por solistas, o sea, por ejecutantes realmente preparados y ejercitados. Los inicios de la música de cámara pueden situarse en el Renacimiento. Ya en el siglo XVI, cuando aún se desconocía la existencia de conciertos con público, se practicaba, bien en sitios o cámaras reales, bien en residencias particulares, la interpretación de obras escritas para dos, tres o cuatro instrumentos, que en un principio sirvieron como obras de «ocasión» para ser ejecutadas en banquetes, recepciones, bodas, cumpleaños, aniversarios y todo tipo de celebraciones, e incluso para interpretarlas

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Art.musica de Cámara

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Música de cámara Como su nombre indica, la música de cámara nace para ser ejecutada en recintos reducidos, estando destinada a pequeños grupos instrumentales. Una sala o habitación de medianas proporciones aporta una atmósfera de intimidad, que condiciona favorablemente la audición de un reducido grupo de instrumentistas. La música de cámara, una rama de la música instrumental que no siempre se valora como sería debido, ha dado obras de extraordinaria valía al repertorio, algunas de las cuales pueden calificarse sin vacilación de inmortales. Sin embargo, por sus limitadas dimensiones sonoras, que le dan necesariamente un carácter íntimo, un tanto severo y abstracto, son relativamente pocos los amantes de la música que le prestan la atención que merece, renunciando así, muchas veces por falta de una aproximación adecuada, a una de las experiencias más gratificantes que la música puede deparar. Por otra parte, es preciso destacar que la música de cámara siempre ha constituido un medio propicio al desarrollo de las ideas musicales en estado puro, pues debido a su carácter, más íntimo que el de la música sinfónica, permite expresar sus sentimientos al autor de manera directa y transparente. La denominación de música de cámara debe aplicarse a una obra escrita para dos o más instrumentos. Aunque teóricamente no existe un límite máximo, en la práctica, las obras de cámara para más de seis ejecutantes son poco habituales. Cuando se trabaja con una agrupación de diez o más instrumentos, el conjunto se considera una orquesta de cámara. Alguno se preguntará si un recital de piano es un concierto de música de cámara. La respuesta sería negativa, pues una de las principales características de la música de cámara consiste en el «diálogo de igual a igual» entre dos o más instrumentos. Dicho de otro modo, es perfectamente admisible identificar al género camerístico con una «ejecución concertada de solistas». Aquí la palabra solista adquiere verdadera dimensión e importancia, pues los conjuntos de cámara actuales están —o deben estar— integrados por solistas, o sea, por ejecutantes realmente preparados y ejercitados. Los inicios de la música de cámara pueden situarse en el Renacimiento. Ya en el siglo XVI, cuando aún se desconocía la existencia de conciertos con público, se practicaba, bien en sitios o cámaras reales, bien en residencias particulares, la interpretación de obras escritas para dos, tres o cuatro instrumentos, que en un principio sirvieron como obras de «ocasión» para ser ejecutadas en banquetes, recepciones, bodas, cumpleaños, aniversarios y todo tipo de celebraciones, e incluso para interpretarlas

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durante las cenas reales, a modo de precursoras de la música ambiental de nuestros días. Durante el Barroco se produce la evolución de la música de cámara. Aunque las formas musicales características de este período pronto caerían en desuso, otras se desarrollan y asientan durante el Clasicismo, siendo el cuarteto de cuerdas la más importante de todas ellas. Los autores clásicos solían escribir sus obras de cámara para músicos aficionados, por lo que se suponía que no serían tocadas en público. Muchos de los cuartetos de cuerda de este período se destinaban a ser ejecutados en privado, como una diversión, para un conjunto instrumental del que solían formar parte los propios compositores. Es a partir del siglo XVIII cuando el verdadero sentido y función de la música de cámara se precisa y define en la figura de Joseph Haydn y, más tarde, con la de su discípulo Mozart, para culminar en los dieciséis cuartetos de cuerda de Beethoven. Haydn fue prácticamente quien en sus cuartetos de cuerda dio la pauta a seguir. En sus obras cada intérprete o ejecutante tiene a su cargo una parte o línea melódica diferente. La estructura es la de la naciente forma sonata de tres o cuatro movimientos.

Franz Joseph Haydn

Es posible que en sus primeros cuartetos de cuerda Haydn imprimiera una involuntaria importancia o valoración a la parte del primer violín, mientras los tres instrumentos restantes hacían una labor cercana al acompañamiento. Pronto, sin embargo, reconoció la importancia pareja de los cuatro instrumentos, repartiendo más equitativamente la responsabilidad de cada uno de ellos, lo que se advierte fácilmente en sus obras de cámara maduras, así como en las posteriores de Mozart y, muy

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singularmente, en las de Beethoven. Con ello se lograba, quizás, el ideal de la música de cámara: que cada ejecutante tenga conciencia de que todos toman parte, en plano de igualdad, en la ejecución. Sus diversas personalidades quedarán fundidas en una sola. El responsable de llevar la música de cámara a la sala de conciertos fue Ludwig van Beethoven. Al igual que sus predecesores, Beethoven escribió sus primeras obras camerísticas para intérpretes aficionados, (por ejemplo, el Septimino, de 1800), pero sus últimos cuartetos de cuerda son obras muy complejas y de enorme dificultad para ser ejecutadas por un principiante. Además, en esos cuartetos, Beethoven llevó la armonía al límite de lo entonces aceptable, por lo que hoy día están considerados como sus obras más profundas, dentro de su numeroso catálogo. Siguiendo el ejemplo de Beethoven, los compositores románticos, y muchos otros de los posteriores, incluso de nuestros días, han continuado escribiendo obras para grupos de cámara profesionales. En la mayoría de los casos las obras de cámara no requieren director, por lo que cada ejecutante tiene una gran libertad artística. En la música de cámara ningún instrumento debe estar sometido a otro, la importancia o preponderancia de todos y cada uno debe ser igual. El virtuosismo individual debe desaparecer en aras del virtuosismo colectivo. Una importancia pareja entre todos es un requisito indispensable. Frecuentemente se ha señalado la música de cámara como música de minorías selectas (lo que, quizá, pueda deberse a las características de los recintos en los que se suele ejecutar), pero lo cierto es que este género musical ha ido ganando cada vez más el favor del público, llegándose a la creación de ciclos específicos de conciertos, e incluso de festivales internacionales de música, dedicados especialmente a su cultivo y promoción. Más íntima, cuando se la llega a conocer, la música de cámara produce un mayor impacto en el oyente que la música sinfónica, aún cuando ésta resulta ser más expansiva. Conjuntos de cámara De acuerdo con el número de instrumentos que los forman, los conjuntos de cámara reciben los nombres de dúo, trío, cuarteto, quinteto, sexteto, septeto, octeto y noneto. Si se trata de un conjunto de pequeño tamaño, que consta de más de nueve instrumentistas, se habla de una orquesta de cámara. En este caso los instrumentos que la integran son principalmente de cuerda, aunque es frecuente que entren a formar parte de ella algunos de viento. El grupo de cámara considerado más importante es el cuarteto de cuerda.

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Otras formaciones de cámara habituales son el trío de cuerda, el trío con piano, el cuarteto con piano y el quinteto de cuerda.

El Cuarteto de Cuerda Alban Berg

El concurso de los instrumentos de viento-madera o de metal en la música de cámara es menos frecuente. Algunos compositores han escrito obras para conjuntos mixtos de vientos y cuerdas, otros lo han hecho sólo para grupos de viento, pero, con la excepción de la trompa, los instrumentos de la familia de los metales prácticamente no se utilizan en la música de cámara. Ello se debe, probablemente, a que en los comienzos del género, los primitivos instrumentos de viento-metal sólo podían producir un número limitado de tonos de la escala fundamental ya que carecían de válvulas o pistones. Solamente en los tríos, cuartetos y quintetos existen formaciones que pudieran llamarse clásicas o típicas. Así, el trío clásico está formado por violín, violonchelo y piano. El cuarteto típico está integrado por dos violines (primero y segundo), una viola y un violonchelo. La mayoría de los musicólogos consideran que el quinteto clásico lo integran dos violines (primero y segundo), dos violas y un violonchelo, aunque en algunos casos es posible encontrar quintetos formados por el cuarteto de cuerda clásico y un piano. En los conjuntos de más de cinco instrumentos no existen grupos típicos o característicos, sino infinidad de combinaciones mixtas de instrumentos de cuerda y viento. Seguidamente se relacionan algunas de las combinaciones de instrumentos más características de la música de cámara, así como otras posibles. DÚOS: Violín y piano Violín y viola Dos violines Violonchelo y piano Arpa y flauta Guitarra y violín

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Flauta y piano, etc. TRÍOS: Violín, violonchelo y piano (clásico o típico)

Violín, viola y violonchelo (trío de cuerda) Clarinete, violonchelo y piano Flauta, corno inglés y fagot

Flauta, clarinete y fagot Arpa, flauta y viola

El Trío Beaux Arts

CUARTETOS: Dos violines, viola y violonchelo (clásico de cuerda) Violín viola y violonchelo combinados con flauta, oboe, clarinete o piano QUINTETOS: Dos violines, dos violas, y violonchelo (versión más aceptada) Cuarteto clásico de cuerda y piano (menos aceptada) Cuarteto clásico de cuerda y flauta, oboe, clarinete o fagot. Flauta, clarinete, oboe, fagot y trompa (quinteto de viento) Dos trompetas, dos trombones y trompa (quinteto de metal) Las composiciones para seis, siete, ocho o nueve instrumentos son bastante menos abundantes que las destinadas a cinco o menos instrumentos. Además la variedad de combinaciones posibles en estas agrupaciones es bastante más extensa, tanto por el número de instrumentos como por su menor fijación. SEXTETOS: Dos violines, dos violas y dos violonchelos (sexteto de cuerda) Piano y quinteto de viento

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SEPTETOS: Clarinete, trompa, fagot, violín, viola, violonchelo y contrabajo (popularizado por el Septimino de Beethoven) OCTETOS: Clarinete, trompa, fagot, dos violines, viola, violonchelo y contrabajo (popularizado por el Octeto D 803 de Schubert, inspirado por el Septimino de Beethoven) Cuatro violines, dos violas y dos violonchelos (popularizado por el Octeto de cuerdas Op. 20, de Mendelssohn) Dos clarinetes, dos oboes, dos fagotes y dos trompas (octeto de viento) NONETO: Flauta, oboe, clarinete, trompa, fagot, violín, viola, violonchelo y contrabajo. En el momento presente se aceptan como formaciones de cámara una gran variedad de combinaciones instrumentales que, en épocas no muy lejanas, hubieran parecido imposibles o inaceptables por lo que entonces habría sido considerado un desequilibrio sonoro.