arquitecturas de barro y madera prerromanas en el occidente de asturias: el castro de pendia

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  • 7/27/2019 Arquitecturas de barro y madera prerromanas en el occidente de Asturias: el Castro de Pendia

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    83 FERNANDO RODRGUEZDEL CUETO

    ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012 Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001

    ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012, pgs. 83-101 Madrid / Vitoria. ISSN 1695-2731eISSN 1989-5313

    doi 10.3989/arqarqt.2012.10001

    Arquitecturas de barro y madera

    prerromanas en el occidente de Asturias:el Castro de Pendia

    Clay and timber pre-roman architectures in the

    occident of Asturias: the hillfort of Pendia

    Fernando Rodrguez del Cueto*Universidad de Oviedo

    *[email protected] predoctoral Universidad de Oviedo-Banco de Santander.

    Resumen

    El castro de Pendia es un recinto fortificado de modestasdimensiones situado en el occidente de Asturias, que fueexcavado en 1941 por A. Garca y Bellido y J. Ura Ru. El caseroexhumado mostr un panorama arquitectnico homogneo, enel que predominaban las construcciones ptreas de plantacircular o rectangular con las esquinas redondeadas. La aparicindurante la campaa de excavacin del ao 2006 de un conjunto

    de fragmentos de barro en los que se aprecian improntas demadera, asociados a un horizonte de carbones datado en la IIEdad del Hierro, dieron pie a un estudio de las arquitecturasperecederas en esta comarca cuyos primeros resultados sepresentan en este trabajo. En l se aborda, adems de ladescripcin de los hallazgos y su contexto estratigrfico, unrepaso al estado actual del conocimiento de las construccionesen materiales perecederos en el Noroeste peninsular, as como losmateriales y tcnicas constructivas empleadas.

    Palabras clave: Edad del Hierro, Barro con improntas, C-14, NWpeninsular.

    Abstract

    The Pendia hillfort is a small fortified enclosure located in theWest of Asturias. It was excavated in 1941 by A. Garca yBellido and J. Ura Ru. The excavated village revealed a uniformarchitectural layout, in which circular or rectangular stonestructures with rounded corners predominated. During 2006excavation, a collection of clay fragments with imprints ofwood, which are associated with a carbon horizon dated to theSecond Iron Age, gave rise to an architectural study of theperishable architecture of this region. The initial results ofwhich are presented in this paper. In addition to providing adescription of the findings and their stratigraphic context, thisstudy reviews the materials and construction techniquesemployed.

    Keywords: Iron Age, Imprints in Clay, C-14, NW peninsular.

    En un primer momento, levantaron paredesentrelazando pequeas ramas con barro.

    M.L. Vitruvio. Los diez libros de arquitectura

    INTRODUCCINLa aparicin de un conjunto de fragmentos de barro conimprontas de madera en las campaas de excavacinrealizadas en el castro de Pendia es lo que motiva laredaccin de este trabajo, en el que se incluye una primeradescripcin de las piezas junto con unas valoracionesiniciales sobre su contexto estratigrfico y sobre la tradi-cin constructiva en la que se inscriben. El Norte peninsu-lar es un espacio donde no se han desarrollado estudiosparticulares de este tipo de restos1, al contrario de lo queocurre en otros ambientes protohistricos peninsulares.Varios factores permiten explicar esta situacin: por unlado el temprano inicio de las investigaciones en otrosterritorios (como el Mediterrneo) y la importancia de laconstruccin con elementos perecederos en sus pobladosprotohistricos, que permiti una pronta e intensa especia-lizacin de la investigacin hacia campos especficos comoel de la arquitectura. En el Norte peninsular este avance seha hecho con otros ritmos historiogrficos; a este factor, sele suma que estamos ante materiales constructivos que parasu pervivencia hasta la actualidad necesitan de ciertarelacin con el fuego. Tampoco ayud la intensa ocupacinque se ha desarrollado en muchos poblados, hecho comna buena parte de los poblados protohistricos, pero que enel caso asturiano se puede ver incrementado por el limitadoespacio de ocupacin intramuros de buena parte de loslugares. Todos estos acontecimientos permiten explicar lasingularidad que en este espacio puede tener un limitadoelenco de materiales como los que aqu presentamos, que

    se convierten en los primeros estudiados con detalle enAsturias.

    EL CASTRO DE PENDIA. RESUMEN DE LASINVESTIGACIONESEl lugar conocido como El Castro se encuentra situado enlas inmediaciones del pueblo de Pendia, en el concejo deBoal y a escasa distancia del ro Navia. El poblado fueconstruido sobre la parte terminal de la ladera de los

    1 El mapa que acompaa al texto fue confeccionado atendiendo a aspectos cro-nolgicos (yacimientos con fases de la Edad del Hierro) y materiales (restos de

    arquitecturas perecederas de la E.H.), sean stos fragmentos de barro con im-prontas o bien restos de estructuras de cimentacin: hoyos, calzos, etctera. En-tendemos que cuando perviven restos de arquitecturas perecederas stas puedenmaterializarse en cualquiera de esas dos evidencias, siendo siempre ambos ele-mentos (cimentaciones o paredes) partes de un mismo tipo constructivo.

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    84ARQUITECTURA DE BARRO Y MADERA PRERROMANAS EN EL OCCIDENTE DE ASTURIAS: EL CASTRO DE PENDIA

    Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001 ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012

    Montes de Villanueva, que forma parte de la Sierra dePencaros. Buena parte de este espoln se encuentrarodeado por el arroyo de Pendia que forma un pequeomeandro en su curso hacia el Navia. La eleccin delemplazamiento combina la existencia en el entorno

    inmediato de los recursos necesarios para la subsistenciacon una localizacin que, a pesar de su baja cota en el valley su depresin sobre buena parte del entorno, permite unafcil defensa de la plaza. La escasa altitud en el valle delrecinto ya llam la atencin de investigadores como J. L.Maya, que destacaba la poca insolacin del lugar o laabundante humedad que presenta el sitio (Maya, 1988:41), junto con una desproporcin evidente entre susfortificaciones y la escasa superficie habitable. El castro deIllaso, situado en el concejo de Illano y a poca distancia dePendia2 (Jord, 1964: 370; Maya, 1988: 36), o el castro de

    Lineras en Santa Eulalia de Oscos (Villa, 2004: 90-91),

    son los dos castros del occidente asturiano que quizpresenten mayores similitudes en cuanto a su emplaza-miento con Pendia3.

    Las primeras descripciones del castro de las quetenemos noticia las proporciona B. Acevedo y Huelves a

    finales del siglo XIX, textos que sern incluidos en el librode Boal y su concejo y posteriormente en la obraAsturias(Bellmunt y Canella 1900: 191). A finales de los aosveinte del siglo pasado y durante los primeros aos de ladcada de los treinta se suceden alusiones escritas al sitio,

    junto con las primeras excavaciones de las que tenemosconstancia. En cuanto a las descripciones, A. GarcaMartnez incluye Pendiaen su inventario de lugares prehis-tricos escrito en 19294. Las primeras excavaciones ocu-rrieron en 1934, cuando un vecino de Boal exhuma

    Fig. 1. Mapa con los yacimientos de la Edad del Hierro

    de Galicia y de Asturias con restos de arquitecturas

    perecederas, as como otros lugares mencionados en el

    texto. En un recuadro, el castro de Pendia (Mapa

    elaborado por el autor a partir de cartografa

    descargada del Instituto Geogrfico Nacional)

    1-Toralla (Comunicacin personal dengel Acua a Gonzlez Ruibal, 2006-2007: 197).

    2-A Lanzada (Suarez y Faria, 1990: 316)

    3-Castro da Ourela (lvarez Merayo,2009: 59).

    4-Baroa (Calo y Soeiro, 1986: 14).5-Neixn Pequeno (Ayn y Franco, 2010:

    47).6-Borneiro (Lestn,segn Gonzlez

    Ruibal, 2006-2007: 362).7- Punta de Muros (Cano y Gmez,2010: 255).

    8-Castro do Tallo (Ramil Gonzlez, 1989:58).

    9-Castrolandin (Ayn et alii, 2007).10-San Tom de Nogueira (Lpez Garca,

    2008: 186).11-Chandebrito (Lois Ladra, 2010: 36).

    25 Cameixa (Lpez Cuevillas, 1953: 77).26- Monforte (lvarez Merayo, 2010: 64).27-Castromao (Garca Rolln, 1971: 196).28-Novs (Rodrguez Colmenero, 1976: 572).29-Saceda (Carreo Gascn, 1991: 61).30-Outeiro da Ponte (lvarez Gonzlez, 1996,

    segn Gonzlez Ruibal, 2006-2007: 371).31-Castromaior (Lpez Gonzlez, 2008: 34).32-Viladonga (Arias Vilas, 1991: 74; 1995: 26-

    28 y Toms Botella, 2008: 39).33- Penarrubia (Arias Vilas, 1979: 615).

    34-Castro da Moura (Rodrguez Garca, 1991,1992 segn Gonzlez Ruibal, 2006-2007:367).

    35-Taramundi ( Villa Valds et alii, 2007: 273).36- Chao Samartn (Villa Valds, 2007b: 29).37-Pendia (Rodrguez y Villa, 2009: 165).38-Coaa (Maya, 1988: 27).39-Cabo Blanco (Fanjul Mosteirn et alii, 2009:

    262).

    12-Torroso (De la Pea, 1992: 17-22).13-Fozara (Hidalgo Cuarro et alii, 1987: 21).14-Troa (Hidalgo Cuarro, 1984: 232).15-Pena Redonda (Gonzlez Ruibal, 2004: 56).16-A Graa (Acua y Meijide, 1991: 54; 1995:

    23).17-Castro das Travesas (Fernndez Malde,

    2008: 46).18-Corredoiras (Rey, 1992: 103 segn

    Gonzlez Ruibal, 2006-2007: 360).19-Cruceiro da Corua (Parga Castro, 2008:

    126).20-Castrovite (Carballo Arceo, 1998, segnGonzlez Ruibal, 2006-2007: 198).

    21-Bendoiro (Fernndez Pintos, 2008: 182).22-Maceira (Carballo Arceo, 2002, segn

    Gonzlez Ruibal, 2006-2007: 360).23-Coto do Mosteiro (Orero Grandal, 1988:

    35).24-Laias (lvarez y Lpez, 2000: 528).

    40-La Garba (Fanjul Peraza, 2007: 53).41-Llag (Berrocal et alii, 2002: 123).42-Campa Torres (Maya y Cuesta, 2001: 56 y 57).43-Camoca (Camino, 1995: 121).44-Moriyn (Camino, 1995: 121).45-Caravia (De Llano, 1919: 44).46-Sete Fontes (Aboal et alii, 2009: 28).47-Castillo de San Martn (Villa Valds, 2008: 729).48-Castro de Vilela (lvarez et alii, 2006: 8).49-Castro de Dorra (lvarez et alii, 2006:25).50-Penalba (lvarez Nez, 1986: 17).

    51-Castro dos Lobos (Criado (Dir.), 1991: 202).52- Castro de Pedro (Criado (Dir.), 1991: 205).53-Castro Os Castros (Criado (Dir.), 1991: 209).54-Agra dos Castros (Bartolom Abraira, 2008:

    31).55-Castro de Formigueiros (Meijide Cameselle,

    2011:125).56-Castro de San Chuis (Villa y Menndez, 2009:

    173).

    2 La separacin entre ambos yacimientos es de unos cuatro kilmetros en lnea deaire.

    3 Fuera del mbito del occidente asturiano algunos recintos del Caurel, como elCastro do Vilar, presentan caractersticas muy semejantes en cuanto a emplaza-miento y modelos constructivos (Luzn y Snchez Palencia, 1980: 22).4Prehistoria del occidente de Asturias. Indito.

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    ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012 Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001

    algunos restos en la zona norte del poblado. Sus materialessern recuperados por la Comisin de Monumentos para

    luego pasar a la coleccin del Museo Arqueolgico deAsturias. Desde los aos 1939-40 A. Garca y Bellido y J.Ura se encuentran vinculados al castro de Coaa y laexcavacin de Pendia pudo venir incitada por esas primerasnoticias de B. Acevedo y Huelves, as como por el deseo deexplorar lugares prximos a Coaa. La excavacin de estepequeo poblado se realiza en 1941, trabajos que sepublicaron al ao siguiente (Garca y Bellido, 1942) lo queprodujo, gracias a la fama de sus investigadores y a supronta divulgacin a nivel nacional, que se convirtiera enun referente muy mencionado en la bibliografa (Fernn-dez y Villa, 2004: 133).

    Estas excavaciones de distinta ndole que se sucedenentre las dcadas de los treinta y los cuarenta del siglo XXdejan a la vista la mayor parte del casero que se conoceactualmente de Pendia. Al interior, poco ms podemosaadir a la ya bien descrita separacin en dos recintosdiferenciados separados por una estructura defensiva (Ro-mero, 1976: 107; Carroceraet alii, 1986-87: 223; Maya,1988: 41). Es en el extremo meridional del poblado dondese agrupan la gran mayora de las construcciones quevemos en la actualidad: las 13 construcciones excavadaspor A. Garca y Bellido, junto a dos saunas castreas.Excavaciones ms recientes del espacio inmediato a lasauna 2 propiciaron el hallazgo de una nueva construccin.

    A esto habra que unir los restos de nuevas estructuras queafloran en superficie, en zonas que no fueron excavadas en1941.

    Durante los aos ochenta se llevan a cabo una serie delimpiezas y de adecuaciones del recinto bajo la direccin deE. Carrocera, a la par que se intenta proteger los dosedificios de baos; durante estas actuaciones no se realizaningn tipo de excavacin (Carrocera, 1990: 158).

    Ya bajo la direccin de A. Villa Valds y desde el ao1999 el proyecto cobra un nuevo impulso: las saunascastreas son reexcavadas y consolidadas, ya que poraquellos momentos se estaba preparando una relectura deeste tipo de edificios en todo el valle (Villa, 2000). Sobreesa base y desde el ao 2003 se inicia un programa deactuacin inspirado en los parmetros del Plan director dela Cuenca del Navia (Villa, 1999), con el objetivo desanear el mayor nmero posible de espacios del poblado.

    Actuando sobre lugares ya excavados, as como sobrepuntos concretos del poblado que an se encontrabanintactos. Las excavaciones se desarrollaron durante brevescampaas estivales que recibieron un apoyo administrativoconstante, siempre dentro de unos parmetros de personal

    acordes a la propia capacidad del concejo. Se trataba decumplir anualmente propsitos muy concretos: definir unespacio, recuperar toda la informacin disponible en elmismo y proceder a la restauracin de aquellas zonas msafectadas. Esto permite la excavacin y consolidacin deC-2, C-7, C-8, C-12, C-9, C-10 y C-11 y C-6/ C-3, ascomo de una serie de espacios en el entorno inmediato deconstrucciones (C-12 exterior), o de lugares de paso ycomunicacin dentro del poblado como R-II y R-III(Figura 2). Mientras que la excavacin de las saunas fuepublicada en varias sntesis acerca de estos edificios (la msreciente, Villa, 2007), el resto de trabajos cuenta con unaprimera descripcin de reciente publicacin (Rodrguez yVilla, 2009).

    GEOLOGA Y MATERIAS PRIMASEl castro se encuentra situado en el terreno de las Pizarrasde Luarca, dentro de la denominada zona astur-occidentalleonesa, en el dominio del Navia y alto Sil. En este sectorse localizan segn A. Marcos Vallaure: niveles de ndulos

    Fig. 2.Plano de detalle del casero Sur del Castro de Pendia, con indicacin de las

    zonas excavadas. (Plano base de Esperanza Martn: PANE- Consejera de Cultura y

    Turismo del Principado de Asturias)

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    86ARQUITECTURA DE BARRO Y MADERA PRERROMANAS EN EL OCCIDENTE DE ASTURIAS: EL CASTRO DE PENDIA

    Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001 ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012

    arcillosos, delgadas capas de hierros oolticos y algnbanco de areniscas o cuarcitas. [] facies de pizarras

    negras con poco material elstico, presencia de materiaorgnica y sulfuro de hierro, ausencia de carbonatos [](1973: 30). Estas caractersticas geolgicas son las que

    justifican la presencia de grandes bolsadas de arcillas decolor rojizo. En algunos taludes prximos al castro an sereconoce la entidad de estos paquetes de arcillas, queseguramente fueron aprovechadas en algn momento tan-to para construir las casas de piedra, como para emplearlacomo revoco de las construcciones en materiales perecede-ros. En el mbito cercano al castro se reconocen actual-mente varios lugares en los que se extrajo barro el siglopasado. En concreto, hemos podido recopilar testimoniosde que hace unos sesenta aos la gente de CaXuandArriba (o el Canign), situada en las proximidades delcastro, extrajo barro para la construccin de un horno aunos 330 metros en lnea de aire5 del poblado. Lugaresconocidos comoAs barreiraso Barreirosse localizan a 700metros y a un kilmetro y medio respectivamente dePendia.

    Otros topnimos que en principio pueden pasardesapercibidos comoA via de arriba y A via de abaixo, auna distancia de 350 metros del castro tambin nospueden resultar ilustrativos acerca de la abundancia dearcillas en el lugar. Los suelos arcillosos son muy adecuadospara la vid (Collantes, 1855: 288-289, t. VII) y lapresencia de muchas referencias toponmicas en el entornovinculadas a viedos6, es otro sntoma de la proliferacinde unos suelos que son parte importante en el desarrollo deeste tipo de cultivos. En buena parte de esos cortesprximos al poblado tambin se pueden apreciar inclusio-nes muy diversas y de diferentes tamaos en las arcillas.Los elementos que ms abundan son los esquistos, quetambin estarn muy presentes en el barro prehistrico taly como veremos a continuacin.

    LA IMPORTANCIA DEL CONTEXTO. CONDICIONANTESEN LA INVESTIGACIN DE LA ARQUITECTURA DETIERRA Y MADERALa cuestin fundamental que creemos que se debe analizaren primer lugar, es la del lugar de la excavacin en el queestn apareciendo esos restos as como su contexto estrati-grfico. En el caso de Pendia las muestras de barro fueronhalladas en distintos espacios del poblado, aunque pode-mos fijar dos focos principales en los que se acumulaban

    un nmero muy significativo de restos; es el caso de lossectores C-3 y C-12 (Figura 3). El primero de ellos no sertratado con mucho detenimiento, pues es una zona quemerece un anlisis particular y se encuentra an en procesode investigacin.

    En el caso de C-12 nos enfrentbamos a una cons-truccin que fue excavada por A. Garca y Bellido y ante lacual el investigador prest un especial inters (1942: 295),dndole gran repercusin a nivel cientfico en base a undibujo de detalle de las estructuras exhumadas que luegofue incluido en otros trabajos (Garca y Bellido, 1942b:228, Maluquer, 1963: 53).

    La excavacin de 1941 se detuvo a una cota quepodemos relacionar con los niveles de poca romana de

    5 En este apartado, todas las distancias se referirn a mediciones en lnea de airedesde el centro aproximado del castro.6 Muy cerca de Pendia tambin tenemos el ncleo deAs Vias.

    Fig. 3. Plano del yacimiento de Pendia, con las localizaciones de los hallazgos de

    revocos de barro. (Plano base de Esperanza Martn: PANE- Consejera de Cultura y

    Turismo del Principado de Asturias)

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    ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012 Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001

    esta construccin, pero por debajo de estos horizontes anquedaban ocupaciones ms antiguas. Adems, tambin se

    pudo excavar una zona anexa a la cabaa (denominada C-12 exterior), en el pasillo que mediaba entre el muro oestede sta y la ladera occidental del poblado. Este espacio, deapenas unos 20 metros cuadrados, fue excavado medianteun sondeo de 6,30 m por 2,80 m, que depar unasecuencia prcticamente intacta7 en la que se acumulabanvarias fases constructivas colmatadas por los derrumbes deltorren meridional.

    El contexto remita en todo momento a elementosms antiguos que C-12, que luego fueron muy remozadospara la ereccin de esta construccin, modificando buenaparte del espacio. La posicin estratigrfica de los restos debarro demuestra que los muros de C-12 son posteriores alos depsitos en los que aparecen los revocos estudiados.En el interior de la construccin 12, pero ya en los ltimoshorizontes antes de la aparicin de la roca, tambinaparecieron los restos de un conjunto de lajas de pizarra.Esos restos fueron considerados restos de posibles pavi-mentos dada su similitud con otros documentados en lacomarca. El estudio detenido y la aparicin de este tipo deestructuras en diversos castros del NW asociados a estruc-turas arquitectnicas, nos lleva a ponerlos en relacin conrestos de cimentaciones de construcciones perecederas. Laslajas de pizarra de tamao mediano aparecen hincadas enel suelo, formando en muchos puntos una triple hilera decuas que sigue una disposicin regular y de corto recorri-do, que no permite precisar excesivamente acerca de laplanta de la posible construccin. La tendencia de laspiedras parece remitir a una forma arqueada. Los fragmen-tos de barro aparecen en el entorno de estas lajas hincadas,tal y como se puede apreciar en la figura 4. Al exterior de lacabaa el pasillo que hemos excavado en el sondeo C-12exterior quiz fuese un producto intencionado para ganaraltura y contar con una superficie regular que facilitase elacomodo de la cabaa, evitando que sta pisase hacia laladera, creando a su vez una superficie en su entorno por laque se puede circular (aunque tambin se podra utilizarpara otros fines comunes o particulares); todo ello siempredurante la ltima fase de uso de este espacio. En el extremosur del sondeo la secuencia constructiva, con varios murossuperpuestos en cuyo entorno se localiz la contera de unpual de antenas (Rodriguez y Villa, 2009: 168), tambindemostr el sucesivo inters en construir en la zona de laladera en momentos ms antiguos que C-12. Debido a la

    escasa superficie excavada, no se puede precisar ms acercade la finalidad de estos muros.

    El estrato en el que se concentraban buena parte de lasmuestras localizadas en este sector era una capa de tierra decolor rojizo con una potencia estratigrfica de unos 25centmetros, diferenciada como unidad 91 (Figura 4). Seextenda por buena parte del tramo norte del sondeo y enella abundaban los restos de barro cocido, as como restosde maderas quemadas de seccin circular que aparecan amodo de pequeos tacos.

    Por debajo de esta unidad, una lengua muy fina decarbones (unidad 107), permiti el muestreo por C14 conun resultado de 340-320 cal. A.C. y 210 cal. a.C.-10 cal.D.C. (95% calibracin a dos sigmas)8. Esta datacin fue laprimera referencia de cronologa absoluta que en su mo-mento permiti sospechar un origen prerromano en elpoblado9, suposicin que qued confirmada en los son-deos parciales del encintado defensivo que proporciona-ron varias fechas cuyas horquillas de calibracin convergenen distintos momentos de la II Edad del Hierro (Rodrguezy Villa, 2009: 169).

    El contexto general de las muestras es, por tanto, el delderrumbe de estructuras de materiales perecederos que,vista la asociacin entre revocos y madera quemada y lascaractersticas de la capa en la que se han recogido unmayor nmero de barros (una capa gruesa y homognea),no debi producirse muy lejos de este espacio. Aunquehemos de considerar la posibilidad de que el derrumbe sehaya producido de un modo controlado a travs dedistintos medios10, y luego el material constructivo volcadoen este lugar11, ms bien parece que la ubicacin cercana deuna cabaa de materiales perecederos justificara la homo-geneidad y potencia de las capas y la superposicinordenada de los elementos12, que no parecen consecuenciade un arrastre sucesivo por el suelo (o de un acarreo) desdezonas ms alejadas, lo que removera ms los distintoscomponentes del derrumbe y acabara produciendo unestrato mucho ms diverso en su composicin. Parecenpor tanto los nicos restos que han pervivido en el entorno

    7 Una trinchera separaba parte del tramo norte del sondeo de la construccin C-12. De todos modos, las estructuras recuperadas en nuestro sondeo se puedenconsiderar, en su gran mayora, anteriores a esta edificacin.

    8 BETA231044.9 Ya considerado hace tiempo por algunos autores, en vista de la antigedad deciertos materiales recuperados en el yacimiento (Maya, 1988: 41). Variasdataciones de radiocarbono posteriores en el casero sur de Pendia confirmaronla existencia de fases de la II Edad del Hierro (Rodrguez yVilla, 2009: 169).10 Procesos que pudieron suponer un desplome intencional y controlado de lasparedes, para luego trasladar los escombros hacia este espacio en elementos

    menores con la ayuda de cestas o similares.11 Como parece que ocurre en Fozara (Hidalgo et alii, 1987: 21) o en otrosyacimientos de la Edad del Hierro peninsular (Celis, 1993: 101).12 Secuencia que parece semejante a las que describe J. Camino para algunosderrumbes de este tipo de construcciones en la ra de Villaviciosa (1997: 65).

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    Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001 ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012

    de los derrumbes de una cabaa construida en materialesperecederos. Los desplomes de la cabaa quiz quedaronintactos por encontrarse al borde de ladera, en un lugar enel que esos derrumbes no molestan; al contrario, ayudan adar firmeza y regularidad al terreno, permitiendo a su vezganar cota. Sin embargo, en otras zonas muy prximas,como el interior de C-12 las obras posteriores pudieron

    alterar ms esas secuencias haciendo desaparecer buenaparte del derrumbe original. Si ese conjunto de lajashincadas se corresponde, como parece, con cimentacioneslas reformas posteriores habran hecho desaparecer las quean pervivieran in situ (Figura 5).

    Los restos constructivos por su relacin con el fuego,han podido pervivir entre la tierra y permiten a su vez datarla madera proporcionndonos una fecha para este tipo dearquitecturas. Es probable que muchos otros elementos sehayan deshecho en la capa 91, lo que explicara la potenciay el color de esta tierra, producto de la disolucin de todos

    los restos de manteado que no se hubieran endurecido losuficiente a causa del incendio.El resto de fragmentos de barro recuperados, aparecen

    ya de un modo aislado sin que se identifiquen grandesagrupaciones de revocos. Se pueden clasificar en dos tiposde contextos muy bien diferenciados. El primer tipo estaraintegrado por aquellos barros hallados en niveles situadosentre los ltimos horizontes13 de ocupacin de las cons-trucciones y la roca natural: es el caso de C-11 o de C-6.Dentro del segundo tipo tendramos aquellos revocosrecuperados dentro de rellenos de tierra mezclada con

    piedras que, o bien permitieron la creacin de terrazas

    Fig. 4. A. Fotografa del perfil norte de C-12 exterior. B.

    Dibujo del perfil norte de C-12 exterior con indicacin

    de las unidades estratigrficas. C. Localizacin en

    planta de los restos en la cabaa C-12 y el sondeo C-12

    exterior. En un cuadro las muestras estudiadas en este

    artculo. En rojo en el interior de C-12 se indican los

    restos de cimentaciones. D. Vista en planta de la

    unidad 91

    13 Hablamos de los ltimos horizontes en trminos estratigrficos, no tempora-les, lo que los convierte en los niveles de ocupacin ms antiguos de estasconstrucciones.

    Fig. 5.Fotografa de los restos de posibles cimentaciones, por debajo de los muros

    de C-12 y de un muro anterior a sta, que pudo servir de banco de la cabaa tal y

    como ya interpret Garca y Bellido. Las lajas se encontraban clavadas en superficies

    muy prximas a la roca

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    89 FERNANDO RODRGUEZDEL CUETO

    ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012 Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001

    sobre las que construir nuevas cabaas, o bien posibilitaronalzar el nivel de antiguas zonas comunes adaptndolas a las

    nuevas necesidades del poblado. Como ejemplo del primercaso: el relleno localizado entre los edificios C-9 y C-10,que cre la terraza sobre la que se construy esta ltimaconstruccin (Rodrguez y Villa, 2009: 163). Mientras queel relleno que alza la cota de la calle R-II (Figura 2) nospodra servir de ejemplo del segundo caso. En todos losejemplos estudiados, las superficies en las que se hanrecuperado los materiales no se vieron afectadas por lasexcavaciones previas del lugar.

    Aunque la muestra datada de madera presenta una ca-libracin bastante amplia, si unimos esta referencia absolu-ta al contexto estratigrfico, le sumamos la similitud de lasmuestras con otros restos constructivos de la Edad delHierro, as como la presencia de posibles estructuras de ci-mentacin muy semejantes a las ya documentadas para es-tos perodos, es lgico pensar que los restos arquitectnicosincluidos en este trabajos estuvieron vigentes en el pobladoen algn momento de la II Edad del Hierro.

    MUESTRAS DE BARRO ESTUDIADASEl conjunto recuperado en las campaas de excavacindesde el ao 2003 est formado por unos cien fragmentosde barro de distintas caractersticas. Dentro de este grupode muestras nos encontramos desde trozos de pequeotamao (PD-06/107: 19 22 12 mm), hasta otros decierto porte (PD-06/14: 129 35 28 mm). Es en losindividuos de mayor tamao y grosor en los que sereconocen las huellas de las estructuras de madera que seencontraban recubriendo en su momento, si bien se puedeasegurar que todos ellos estuvieron en contacto con elfuego, fenmeno que facilit la conservacin de las mues-tras al evitar su disgregacin y disolucin.

    La morfologa de los barros es muy diversa, identifi-cndose desde pellas de barro totalmente irregulares, aejemplos que presentan muy bien definida una superficieexterna que fue la que estuvo a la vista en el momento deuso. Algunos incluso conservan restos de varias capas de en-lucido de color blanquecino, principalmente los recupera-dos en el entorno de los sectores C-12 y C-3 (Figura 3).Tambin podramos destacar varias piezas que cuentan conrestos de color azul en sus superficies exteriores. Slo el an-lisis y estudio mineralgico de estas superficies podr deter-minar la naturaleza de esta pelcula azulada, pero la geologadel lugar no suele producir este tipo de colores en las arcillaslocales, caracterizadas ms bien por su relacin con el hierroque les da su tono rojizo. Como tampoco se han documen-tado procesos post-deposicionales que puedan explicar estas

    manchas y, a falta de ms estudios o de la aparicin de nue-vos elementos de mayor tamao, de momento hay que pen-

    sar en que podamos estar ante una capa protectora o decora-tiva (o ambas cosas), aplicada ex profeso.

    Si bien buena parte de estos cien fragmentos de barroson de pequeo tamao y no tienen relacin con lasestructuras que estaban revistiendo, no ocurre as con laspellas que cuentan con restos de improntas, ya que nosremiten a armazones de madera que son muy frecuentes enlos poblados fortificados del Noroeste de la Pennsula.

    Se ha venido considerando en todo momento que es-tos revocos estaban revistiendo arquitecturas de carcterdomstico, ya que si bien no se puede descartar por com-pleto, no se han localizado an restos de revestimientos debarro asociados a estructuras defensivas, fenmeno que sse conoce en otros poblados protohistricos peninsulares.Los poblados ibricos, por ejemplo, s que presentan estosrevestimientos en las fortificaciones, las cuales podan in-cluso ir encaladas (Chapa y Mayoral, 2007: 104; Bonet,2006: 27); en La Bastida de Alcusestambin se han recupe-rado restos de improntas de madera de seccin semicircularo redondeada vinculados a las fortificaciones (op. cit.: 28).Sin embargo, en buena parte de los modelos establecidospara las arquitecturas defensivas centroeuropeas en las quese utiliza el entretejido de varas de madera a modo de para-mento externo, no se incluye el revestimiento con barro deesos paos exteriores (Audouze y Buchsenschutz,1989:112 y 115; Fichtl, 2005: 48). Quiz los anlisis de es-tas arquitecturas de madera en Centroeuropa estn condi-cionados en primer lugar por el afn en comprender el fun-cionamiento estructural de estas fortificaciones. Cuestinque resulta comprensible viendo la diversidad constructivaque presentan las defensas y su complejidad, lo que le con-cede prioridad a este aspecto del anlisis frente a otros deta-lles de la fortificacin. Por otro lado, quiz no se le puedapedir ms a los restos constructivos, que al estar formadospor materiales perecederos son ms difciles de documentartras su ruina. La conservacin es mucho mejor si las defen-sas han sido realizadas en piedra en alguno de sus puntos(Audouze y Buchsenschutz, 1989: 116), y tambin ayuda aque la reconstruccin sea ms completa. La carencia de re-vestimientos asociados a las estructuras defensivas puederesultar por tanto atpica si pensamos slo en trminos deconservacin del material constructivo, ya que el revesti-miento siempre ayuda a paliar el efecto del agua y el sol so-bre la madera, alargando la vida de sta14.

    14 Las estructuras vegetales sin revestimiento de barro realizadas por Reynoldspara evaluar el tiempo que pueden durar la madera desprotegida, depar que se

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    90ARQUITECTURA DE BARRO Y MADERA PRERROMANAS EN EL OCCIDENTE DE ASTURIAS: EL CASTRO DE PENDIA

    Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001 ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012

    Pero no hay que olvidar que durante la Edad delHierro, al menos en el caso asturiano, las estructurasdefensivas se levantan principalmente en piedra, lo quetambin nos debe hacer pensar en el desarrollo quepudieron tener los elementos perecederos en las fortifica-ciones o sobre las condiciones de su ruina y desaparicinEn Asturias nicamente se han documentado en algunoscastros orientales (Camino, 1995: 120)15. Quiz slo la

    continuacin de las excavaciones y la aparicin de nuevoselementos bien contextualizados podrn resolver en unfuturo esta cuestin.

    Partiendo por tanto de la premisa de que son restospropios de las arquitecturas domsticas, tal y como parecensugerir el contexto y los elementos asociados, la siguientecuestin que debemos plantearnos es a qu parte de lasconstrucciones pertenecen. En funcin del modelo hipot-tico de cubierta que se ha supuesto en la Edad del Hierrode los castros del Noroeste, lo ms lgico es pensar siempreque estamos ante restos de paredes, debido a que lastechumbres hechas en materiales vegetales no precisan derecubrimientos de barro tal y como demuestran los ejem-plos etnogrficos que ms se aproximan a ese modelo16. Elrecubrimiento con barro s se utiliza en otros yacimientospeninsulares en los que los tejados presentan morfologas

    Fig. 6.Fragmentos de revocos localizados en el castro de Pendia. A. PD-06/ 14. B. PD-06/52 (parte posterior). C. PD-06/60 (parte posterior y fotografa cenital). D. PD-06/63

    (cara vista arriba y parte posterior abajo). E. PD-06/77 (cara vista, parte posterior y seccin de la pieza)

    vuelve quebradiza a los cuatro aos (1988:36). Los entramados de maderatambin resisten mucho menos que otro tipo de construcciones realizadas entierra que s que pueden permanecer sin revestimiento (Vela, 2005: 157).15 Tanto en Asturias como en los modelos centroeuropeos tambin es posible

    encontrar estructuras mixtas, de piedra en la zona inferior y remate conempalizada perecedera.16 nicamente habra que resear la aparicin de fragmentos de barro asociadosa la cubierta en el castro de Zon, si bien stos estaran vinculados aconstrucciones hechas en piedra de poca romana (Vigo, 2006: 69).

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    ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012 Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001

    muy distintas. Es el caso de los caizos revestidos con barroutilizados para las cubiertas planas de la protohistoria

    levantina (Belarte, 1999-2000: 87; Morer et alii, 2000:381), o de los techos de las construcciones meseteaslevantadas en adobes (Heredero, 1995: 286).

    El contexto en el que se han localizado las muestrasdescarta que nos encontremos ante los restos de tabiquesdivisorios de las cabaas actuales, ya que en todos losejemplos documentados en el poblado los restos se encuen-tran por debajo de las construcciones de piedra excavadaspor Garca y Bellido. De las cabaas realizadas en materia-les perecederos podemos decir pocas cosas, tal y como yacomentamos, al no conocer plantas completas de lasestructuras constructivas a las que estaban asociados losbarros. Los grosores de algunas de las muestras, no obstan-te, parecen ms propios de una pared de una construccinque de elementos divisorios intermedios de los que no hayconstancia hasta el momento17.

    Para el presente artculo nicamente se ha estudiadouna parte muy reducida del conjunto de pellas18. Aquellasque presentan restos de improntas ms claros, junto conun nmero de ejemplares con unas marcas menos defini-das pero que, como veremos, parecen remitir al mismotipo de estructuras. Dentro de los ejemplares analizadostambin se ha incluido un fragmento de barro enlucido,para hacer una primera descripcin de este tipo de elemen-tos, como paso previo a otros estudios basados en losanlisis de las piezas, cuestin que consideramos de vitalimportancia para seguir conociendo con mayor precisinla composicin de estos enlucidos.

    Muestra PD-06/ 14 (Figura 4. C; 6 A)Fragmento de barro de forma irregular y con unas dimen-siones de 129 x 35mm, con un grosor de 28 mm. Presentados caras muy bien diferenciadas: por uno de sus lados,cuenta con una superficie muy regular de enlucido fino deescasos milmetros, que suponemos que era la que encon-traba a la vista y que, por ello, cont con un acabadomucho ms cuidado. Tanto sobre la superficie exteriorcomo en la parte interna hay restos de las inclusiones quese mezclaron con el barro para dar una mayor consistencia

    al revoco. Entre ellos y a un nivel macroscpico se apreciancuarzos y micas. S que parece existir una diferencia clara

    de tamao entre las inclusiones utilizadas en la superficieexterna, con respecto a las utilizadas en la parte interna,rasgo que permite suponer el empleo de distintos tipos depreparados para uno y otro sector.

    En la parte interna es donde se localiza la nicaimpronta de la pieza, que ha dejado un surco de 123 mmde longitud y una anchura de 30 mm. Esta ligera concavi-dad, nos indica que el barro estuvo adherido a una vara deseccin circular que suponemos que estara formandoparte de una estructura de madera que ejerce a modo deesqueleto de la construccin. Sobre esta marca no seentrecortan otros elementos de un posible entretejido. Sque llama la atencin la proximidad de la estructura demadera a la superficie exterior, cuestin que veremos que serepite en otros fragmentos.

    Muestra PD-06/52(Figura 4. C; 6 B)Fragmento de barro de unas dimensiones de 119 x 61mm, con un grosor de 38 mm y una forma irregularpero con dos caras muy bien definidas. Por uno de suslados se aprecia una superficie regular en la que seconserva lo que podran ser los restos de los instrumentosutilizados para el alisado. Los desconchados de la caraexterna del fragmento tambin indican que la masa prin-cipal del revoco y el acabado exterior tienen diferentesinclusiones y composicin, utilizando una mayor canti-dad de agua en la elaboracin de este ltimo. En ambassuperficies predominan los esquistos de pizarra con algncuarzo. En cuanto a las marcas de improntas stas sepueden diferenciar dos marcas paralelas que dejan dosconcavidades en el barro bastante claras y que hemosdiferenciado como impronta 1 e impronta 2. La primerade ellas tiene mayor recorrido con una longitud de 77mm. , y una anchura de 24 mm. La segunda tiene unancho muy similar (23 mm.), pero es de menor longitud(60 mm.), y discurre paralela a la impronta 1. La im-pronta 2 se estrella contra un espacio en el que sereconoce con claridad una tercera marca (impronta 3),que ya es producto de un elemento en madera u otromaterial que ha moldeado en el barro un ngulo recto.Mientras que las dos primeras improntas se conformaronal adherirse a varas de seccin circular, la tercera improntaslo puede ser producto de la colocacin de un barrotillode madera, de una jamba o incluso de otro tipo deelemento rectangular de 35 12 mm. La combinacin deestas tres improntas nos est indicando un entramado demaderas que hemos tratado de reconstruir en la Figura 7.

    17 Desconocemos los datos que llevan a algunos autores a afirmar que existenestancias divididas en el castro de Pendia, ya que ni en los restos del caseroexcavado previamente ni en nuestras excavaciones se han localizado estructurasque sustenten tal afirmacin (Ros y Garca de Castro, 1998: 39).18

    No se aportan dibujos convencionales de las piezas por la imposibilidad deacceso a los materiales arqueolgicos depositados en el Museo Castro de ChaoSamartn. Los requerimientos realizados por los titulares de la investigacin hansido reiteradamente desatendidos por la autoridad municipal ante la pasividadde las instituciones con competencias en materia de patrimonio arqueolgico.

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    92ARQUITECTURA DE BARRO Y MADERA PRERROMANAS EN EL OCCIDENTE DE ASTURIAS: EL CASTRO DE PENDIA

    Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001 ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012

    Desconocemos cul sera la orientacin original del frag-mento, duda con la que tambin nos dejan el resto de

    casos estudiados. La poca distancia que existe entre laimpronta 1 y la cara enlucida de la pared, tambin nosindica un revestimiento de escaso grosor.

    Muestra PD-06/60(Figura 4. C; 6 C)Se trata de una pella de barro totalmente irregular de 77 63 mm, y el ejemplo de mayor grosor de los analizados eneste estudio (61 mm). nicamente se puede diferenciaruna cara en la pieza, gracias a que cuenta con unaimpronta muy clara de 33 29 mm, que genera unaprofunda concavidad en la pelota de barro. Tal y como nosindican sus dimensiones, la impronta responde a una varade seccin circular de anchura muy similar a las descritasanteriormente. En la masa de barro tambin se puedenidentificar varias inclusiones entre las que se reconocenesquistos de todos los tamaos, mezclados posiblementecon algn cuarzo. Se han encontrado otras piezas tambincon este aspecto de pella irregular, aunque sin restos deimprontas en sus superficies.

    Muestra PD-06/63 (Figura 4. C; 6 D)Fragmento de barro de unas dimensiones de 77 63mm, con 45 milmetros de grosor. Al igual que el resto delos casos estudiados se identifican perfectamente dos su-perficies distintas. La primera de ellas, que podemosrelacionar con el plano que estuvo en su momento a lavista cuenta con una superficie regularizada aunque detextura muy porosa y en la que se aprecia una extensamancha azul claro. Esas irregularidades hacen que esteejemplo sea diferente a las muestras 14 y 52 estudiadascon anterioridad, donde los acabados son ms gruesos yextensos, creando la sensacin de enlucido o ptina exte-rior en el revoco que no se aprecia en este caso concreto.Tampoco podemos determinar a qu se debe esta diferen-cia; quiz distintos tipos de revocos, unos con acabadofinal y otros no, o bien un conservacin diferente de laspiezas.

    En cuanto a las inclusiones en el anverso de la piezason casi inapreciables distinguindose algunas micas. Encambio por el reverso las inclusiones son de mayor tama-o, con la presencia de esquistos de pizarra y algunasmicas. Las irregularidades de esta cara son ms evidentes,con una ligera concavidad bastante definida en la partecentral que identificamos como la huella de una improntade 77 23 mm; aunque esta muesca es menos evidenteque los dos casos estudiados anteriormente, coincide constos en anchura.

    Muestra PD-06/77(Figura 4. C; 6 E)Fragmento de revestimiento de forma irregular de 52 x 47

    mm con una seccin muy fina (de un grosor de 14 mm),que permite la diferenciacin de varias lechadas diferentes:sobre una masa principal de barro rojizo se aplic unasegunda capa de barro anaranjado de escasos milmetros.Por ltimo, una pelcula de barro de un naranja an msclaro sirve de enlucido final de la pared, que fue enjalbega-da en alguno de sus tramos. Debido a que es un fragmentode pequeo tamao no sabemos si se trata slo de unmotivo decorativo o el blanqueado era ms extenso quizagrupado por diferentes alturas en la pared. En otras piezasrecuperadas en el entorno de C-3, tambin nos hanaparecido elementos muy similares, asociados a estructurasde madera y a clavos, y toda la superficie exterior dealgunos de esos fragmentos de barro presentaba enlucidosde color blanquecino (Fig. 3). El resto de la cara externa estotalmente uniforme (no presenta desconchados ni rotu-ras) con algunas inclusiones de cuarzos. El reverso de lapieza est realizado sobre una masa de color rojizo quecuenta con inclusiones de esquistos de pizarra. Sobre lasuperficie dos marcas muy leves, una en la parte central (de43 20 mm) y otra en uno de los extremos, podrancorresponderse con los restos de dos improntas de varas demadera.

    MATERIALES Y PROCESO CONSTRUCTIVOTanto el barro como la madera fueron dos materialesfundamentales en buena parte de las etapas de la Prehisto-ria y la Protohistoria regional, peninsular y europea. Lasprimeras manifestaciones de estructuras erigidas con estosmateriales se producen a lo largo de la Edad del Broncepeninsular, con diferencias muy llamativas en los tiemposde la investigacin y en los restos constructivos entre unasy otras zonas de la pennsula: en la zona levantina porejemplo son bien conocidas desde hace dcadas (Arribas,1959), ya que se trata de yacimientos con caractersticasmuy diferentes a los del Norte peninsular en los que lainvestigacin pronto fij su atencin. En Asturias siemprese ha partido de la premisa de que este tipo de arquitectu-ras son las predominantes a lo largo de toda la Edad delBronce (Maya, 1983: 23; Camino, 2005: 68), pero hastahace pocos aos no se han documentado arqueolgica-mente en sitios muy concretos19. Este panorama no esmuy distinto al de otras regiones del NW peninsularaunque, como acabamos de apuntar, esta situacin se deba

    19 Existen referencias a restos de estructuras muy diezmados bajo el casero de laEdad del Hierro del Chao Samartn, que podran vincularse con zonas dehabitacin contemporneas del recinto de la acrpolis (Villa, 2007b: 29).

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    93 FERNANDO RODRGUEZDEL CUETO

    ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012 Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001

    ms a una cuestin del ritmo de la investigacin que a lacarencia de yacimientos, tal y como demuestra la aparicin

    reciente de zonas de habitacin como la de Os Remedios(Moaa) que nos surten de informacin muy novedosaacerca de este perodo o incluso de fases anteriores (Bonillay Fbregas, 2006: 271).

    Las arquitecturas de la Edad del Bronce podran tenersimilitudes con la arquitectura domstica neoltica, perocarecemos en nuestra regin de restos de este tipo quepermitan una comparacin slida. A pesar de ello, siempre

    justificamos el desconocimiento de los poblados neolticospor el carcter perecedero de sus edificaciones, aspecto enel que s que hay semejanzas con buena parte de lasarquitecturas de la Edad del Bronce o de la Edad delHierro. Aunque la madera no est siempre presente comomaterial constructivo en los yacimientos, en buena partede los casos hay que suponerle un papel relevante; loslogros de la arquitectura megaltica seran impensables sinla participacin de grandes maderos, del mismo modo quese empieza a reconsiderar el valor de algunas estructuras eneste material20. En cuanto al barro aunque tampoco se hayadocumentado como elemento constructivo durante esteperodo, es un material importante dentro del acervotecnolgico de las sociedades prehistricas y forma parte desu cultura material. As, no es extrao que en el valle delNavia se hayan recuperado vasijas prehistricas (Snchez,2000: 245; de Blas, 2006: 240), que podran ser una buenamuestra del dilogo y de la experimentacin con esematerial.

    Madera y barro tienen por tanto extensas biografas,con antecedentes muy remotos pero tambin con largaspervivencias que se dilatan hasta la actualidad comodemuestra el uso que todava tiene la madera o la recupera-cin de la construccin con tierra en proyectos arquitect-nicos actuales (Maldonado, 2004: 252 y ss.)21.

    Entrando ya de lleno en la importancia de estosmateriales durante la Edad del Hierro, habra que comen-tar en primer lugar que a pesar de su abundancia y sutemprano conocimiento, apenas si se han hecho estudiosde detalle en nuestra zona. Y dentro de los recorridosgenerales que se han realizado, es probable que se puedanaadir un buen nmero de matizaciones si sigue aumen-

    tando la informacin acerca de estos restos constructivos.La realizacin por tanto de estudios particulares de los

    yacimientos con este tipo de restos creemos que puederesultar muy interesante, no slo para seguir avanzando enel estudio de panormicas ms amplias que van a necesitardel concurso de los estudios de yacimientos o de zonasespecficas. Sino tambin para ayudar a resolver las diversi-dades constructivas que hayan pervivido en los yacimien-tos. Y partimos de una necesaria diversidad constructiva envista de algunos ejemplos arquitectnicos actuales. Lascubiertas hechas con escoba por ejemplo, muestran lapolivalencia de las soluciones arquitectnicas aunque este-mos hablando de elementos que se caracterizan por unasencillez estructural, que puede estar cercana a la de lasarquitecturas protohistricas; al menos, siempre se hanutilizado como continuo referente. En Asturias estas cu-biertas tienen estructuras de soporte muy similares yutilizan un mismo material para cubrir los tejados, peromuestran un gran variedad de remates en la parte superiorsegn el tipo de cubierta, o dependiendo del valle someda-no en el que nos encontremos (Graa y Lpez, 2007: 131).

    En cuanto a los materiales en s mismos y empezandopor la madera, habra que decir que el modelo establecidopara la arquitectura domstica durante buena parte de laEdad del Hierro se ajusta a otra tcnica muy bien conocidaen la Protohistoria: el tejido, al que hay que suponer unaantigedad considerable. El principio estructural es muysimilar a algunos entretejidos que han perdurado hasta laactualidad: una estructura de pilares verticales ejerce deurdimbre y sobre ella se teje una trama en horizontal convaras de las mismas dimensiones. Con esto ya tenemos elesqueleto del edificio, al que luego hay que proteger ybuscar aislante para una cmoda habitacin mediante laaplicacin de capas de barro. Este modelo es de gransolidez y no insistiremos ms en su descripcin, pues ya seha detallado anteriormente de forma bastante precisa paranuestra regin (Camino, 1997: 65-66). Esta forma deconstruir tambin se adapta al marco general que se haestablecido para la II Edad del Hierro del NW: plantacircular, techumbres vegetales y un dimetro de alrededorde 5 m por construccin (Ayn et alii, 2005-2006: 191),con distintos materiales usados segn la zona, el yacimien-to y la cronologa que se analice.

    La reconstruccin que se puede hacer de los tipos deimpronta hallados en el castro de Pendia permite estableceruna relacin con este tipo de estructuras, aunque con unaserie de matizaciones. Desde luego que las conclusionesque se emitan estn sometidas al limitado corpus demuestras con las que se ha trabajado.

    20 La madera es fundamental en la construccin de las cmaras ptreas de grandesortostatos (De Blas, 1996: 31), pero hoy en da tambin se est reconsiderando laimportancia de ciertas estructuras de carcter monumental levantadas en madera

    y contemporneas a las estructuras megalticas (Parker et alii, 2007: 628).21 El mantenimiento de ciertos conocimientos tcnicos que estn enraizados enel acervo constructivo de una comunidad humana y que procede de experimen-taciones que siempre son mucho ms antiguas, ya ha sido remarcado por otrosautores para otras regiones peninsulares o europeas (Vela, 2005: 1062).

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    94ARQUITECTURA DE BARRO Y MADERA PRERROMANAS EN EL OCCIDENTE DE ASTURIAS: EL CASTRO DE PENDIA

    Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001 ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012

    S que resulta significativo que ningn ejemplar cuen-te con los restos de los dos elementos que forman el

    entretejido, la que ejerce de trama y la que hace deurdimbre. nicamente se han documentado improntas devaras de madera en una direccin, tal y como ya le habaocurrido a X. Carballo Arceo en la excavacin del castro deCortegada (Carballo, segn Gonzlez, 2006-2007: 359),aspecto que en su momento llam la atencin al investiga-dor gallego.

    Los ejemplos de arqueologa experimental desarrolla-dos en Gran Bretaa en base a los registros arqueolgicos,nos proporcionan ms referencias de contraste: las varasverticales suelen ser siempre de estacas ms gruesas: entre75 y 80 mm de dimetro (Reynolds, 1988: 35),o inclusosuperiores a 90 mm (ibdem: 30). En algunas de los casasreconstruidas las varas verticales tienen entre 30 y 40 mm,pero se corresponden con armazones que no soportaran elpeso de una cubierta (ibdem: 36), por lo que fueroninterpretadas como estructuras descubiertas.

    Estos datos nos hacen pensar que las muestrasprocedentes de Pendia encajaran mejor como varas delentretejido horizontal; al menos parece ms lgico relacio-narlas con esta parte del tejido que con los postes verticalesque forman la urdimbre de la pared, que vemos que suelenser de mayor grosor. Por una cuestin estadstica tambines ms probable que haya ms restos de este tipo, ya que esms abundante el entramado de varas horizontales que lospostes, que simplemente se encontraran espaciados adistancias regulares. La considerable fragmentacin de lapared en su momento de ruina produjo que en losfragmentos de barro analizados nicamente se hayan con-servado restos de una vara, salvo en el caso de la muestra 52que, aparte de las marcas del entramado horizontal queejerce a modo de plemento de la pared, cuenta con huellasde un poste cuadrangular de cierto grosor, quiz la jambade la puerta. Estos maderos tambin podran ir recubiertosde barro, al ser una zona de trnsito continuo y muyexpuesto a degradacin.

    Sobre la madera se aplicara una gruesa capa de barroque ejercera como pelcula protectora de la madera y quefacilitara el aislamiento completo de la estructura, lo queafectara no slo a cuestiones trmicas; tambin proporcio-nara intimidad al espacio, al convertir un esqueleto demadera traslucido en una superficie opaca. Alguna de lassuperficies exteriores de esta capa de barro sufrierondistintos procesos de acabado, aunque a da de hoy resultaimposible determinar qu caras son las que reciben esosacabados. No sabemos si afectan a la interior, a la exterior oa ambas, ni tampoco en qu grado (sobre una zona

    concreta o sobre toda la pared). Tambin desconocemos sies un fenmeno general a todas las cabaas o se cie slo a

    unas construcciones concretas, en funcin de la finalidadde las mismas o del poder adquisitivo del que la construye,sea un individuo aislado o una parte de la comunidad.Hasta que no se puedan analizar las piezas tampoco sepodrn precisar ms sobre el tipo de inclusiones quepresentan los barros, aunque la gama pudo ser variadacomo apuntan algunos autores: arena, paja, o incluso elpelo de animal pueden formar parte del aglomerado debarro (Audouze y Buchsenschutz, 1989: 54). A este reper-torio se podran aadir otras especies vegetales, como elbrezo o el helecho que fueron documentados en la CampaTorres (Maya y Cuesta, 2001: 57) y que tambin encuen-tran sus paralelos en castros gallegos (Carballo, 2002: Lm.

    XVII). No sera extrao que se regulara la cantidad deinclusiones que deben acompaar al barro, cribando laarcilla o aadindole elementos. Tampoco podemos cono-cer con precisin si fueron necesarios procesos de macera-do del barro, que siempre sera mucho ms cmodorealizar sobre el mismo espacio en el que se iba a construirla casa, o en el entorno prximo. Como ya apuntamos, elentorno inmediato al poblado cuenta con buenas barreras,pero el aprovisionamiento de las arcillas en las cercanas noexcluye la bsqueda en parajes ms lejanos. En el caso dePendia un entorno de kilmetro y medio de radio mximoparece un margen de aprovisionamiento ms que suficien-te, siempre como propuesta de trabajo inicial y en base alos datos con los que contamos actualmente.

    Entre los acabados exteriores s que podemos diferen-ciar dos tipos distintos de enlucidos: en primer lugar unaserie de remates ms sencillos de la cara vista que suponenla aplicacin de una capa fina de preparado que tiene uncolor ligeramente ms claro que el barro sobre el que seaplica (Audouze y Buchsenschutz, 1989: 54). Aunque demomento resulta imposible determinar la composicin deesos acabados, a primera vista se asemeja a las lechadasempleadas en otras construcciones peninsulares del mismoperodo (Belarte, 1999-2000: 70), que simplemente se hanlogrado mediante el incremento de la cantidad de aguautilizada, lo que explicara las escasas diferencias en sucomposicin. Para fijar este preparado ms acuoso seutilizara un instrumento del que parece que se hanconservado incisiones muy leves sobre alguna de las super-ficies exteriores. En segundo lugar tenemos un enlucido demayor calidad y que supuso la aplicacin de varias pelcu-las ms claras sobre una masa principal de barro rojizo.Sobre las superficies ms anaranjadas se extenda unenjalbegado de color blanquecino. No sabemos hasta qu

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    ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012 Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001

    punto la accin del propio incendio, o el tiempo deexposicin de la pared al aire y al sol afect sobre el color

    original. Algunas muestras estudiadas por Camino en lara de Villaviciosa nos permiten saber que el color blancuz-co de las piezas, puede deberse a la exposicin al sol deunas texturas que en origen tenan color amarillo oanaranjado (Camino, 1995: 121). Aunque los ejemplos22

    que estamos tratando son bastante sencillos, algunos edifi-cios de la Edad del Hierro de la Meseta s que manifiestancierta complejidad en la composicin y en los motivosdecorativos (Celis, 1993: 105-106).

    A pesar de que, visto desde la ptica actual, laaparente sencillez de los revestimientos podra llevar aequvocos, la informacin que contienen acerca de losprocesos constructivos es considerable. La preparacin delos dos materiales supuso seguramente una larga cadena deprocesos de trabajo para estas comunidades. La maderatuvo que ser seleccionada previamente entre distintasespecies, ya que debi ser un bien abundante y diverso; asal menos lo demuestran algunos estudios de la Edad delHierro mesetea, que han documentado el vnculo existen-te entre estas comunidades y determinadas especies vegeta-les, ya sea en las inmediaciones del yacimiento o en suentorno prximo (Delibes et alii, 1995: 565). Siempre seseleccionan varas de similares dimensiones, con lo cualtenemos que suponer que existe un control sobre laspropiedades mecnicas del esqueleto de madera: con lacolocacin de varas tejidas de determinado grosor la paredse sostiene. Todo ello presupone unos conocimientostcnicos fruto del acervo constructivo donde el componen-te experimental ha de ser tambin importante; esa prcticapermite la introduccin de novedades, la resolucin de lasposibles deficiencias del edificio, as como observar elcomportamiento de la estructura ante las inclemenciasmeteorolgicas como bien demuestran los ejemplos dearquitecturas primitivas (Rapoport, 1972: 140). Para quetengan esas propiedades es necesario cortar la vara de unasdimensiones concretas; esto facilitara no slo su coloca-cin, sino tambin su transporte en grandes haces hasta elpoblado. Sera lgico que las varas, antes de preparar losfardos para el transporte, ya fueran peladas en el sitio de lacorta para eliminar todas las ramificaciones que resultenmolestas para el transporte y la colocacin. Si la madera eracortada dentro de unos plazos temporales concretos, po-dra existir una necesidad de almacenamiento de la mismahasta su colocacin, ante lo cual la experiencia etnogrfica

    22 El castro de la Campa Torres tambin presenta restos de este tipo de enlucidos(Maya y Cuesta, 2001: 57).

    Fig. 7. Posibles interpretaciones de la posicin de dos revocos. A. PD-06/ 14-

    posicin vertical. B. PD-06/ 14- Posicin horizontal y posible estructura interior de la

    pared. C. PD-06/ 52. Posicin vertical. D. PD-06/ 52- Posicin horizontal

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    96ARQUITECTURA DE BARRO Y MADERA PRERROMANAS EN EL OCCIDENTE DE ASTURIAS: EL CASTRO DE PENDIA

    Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001 ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012

    nos indica que la inmersin de la madera en agua yafavorece su conservacin. En la actualidad en Asturias se

    suele cortar la madera en relacin con las fases lunares y enrelacin a los propios ciclos del rbol, conocimiento queseguramente viene de antiguo (Vitruvio, 2002: 121). Lavareta de avellano por ejemplo, se suele cortar en elmenguante de enero en la parte oriental de Asturias23,norma que no debe diferir mucho de la parte occidental24.La arquitectura popular es un buen ejemplo de la adapta-cin del avellano a las necesidades de la construccin,como demuestra su uso general en paredes exteriores decasas (Flores, 1987: 274), divisorias de construccionesauxiliares, etctera. Es una madera flexible para el tejido,que es tenaz y duradera si se corta en los perodosadecuados y que hubo de ser abundante a lo largo de laEdad del Hierro como demuestra su aparicin en yaci-mientos como la Campa Torres (Maya y Cuesta, 2001:313-315), en el castro cntabro de los Baraones (Barril,1995 segn Torres, 2001-02: 149), o en los castros deVillaviciosa (Camino, 1997: 82), por poner varios ejem-plos. De todos modos, hasta no contar con anlisisespecficos de los restos carbonizados, no podemos conocercon exactitud qu tipo de madera se emple. Recordemosadems que en aquellos lugares en los que se ha analizadocon detenimiento los tipos de especies el resultado ha sidouna gama muy variada de maderas disponibles durante laEdad del Hierro (Delibes et alii, 1995: 566). Muchas deellas seran aptas para construir, aunque la localizacin deunos tipos determinados tampoco excluye inmediatamenteel resto de especies; quiz haya que pensar en un usoconcreto de la madera, segn el edificio o segn la parte delmismo que se estuviera construyendo. Todo ello en rela-cin con las propiedades de la madera o de su disponibili-dad. Algo semejante ocurre en la arquitectura popularasturiana, donde se prefiere el castao (con revoco debarro) para los cierres de las viviendas, mientras que elavellano predomina en construcciones auxiliares o comoelemento divisorio (Paredes y Garca, 2006: 68). En otrosyacimientos de la poca como Castrovite, tambin seemplearon varas de fresno en la construccin (Carballo,1998, segnGonzlez, 2006-2007: 360).

    El trabajo en algunas zonas concretas, como lasjambas de las puertas que seguramente seran tambin de

    madera e iran incardinadas en el esqueleto estructural deledificio sera an ms complejo. La corta de maderos

    grandes, su transporte y preparacin, requiere un utillajems diverso que el simple podn de cortar y pelar varas,adems de ms horas de dedicacin a la tarea, al menos enlo que respecta a la preparacin de la pieza.

    La aplicacin de la capa de barro protectora sobre lamadera tambin debera realizarse en pocas que favorecie-ran el secado correcto de la mezcla, para lo cual laclimatologa es un hecho determinante, mucho ms enespacios tan hmedos y lluviosos como los de la CornisaCantbrica, que podran alterar las propiedades mecnicasdel barro. Una tarea ms que aadir a los trabajos demezcla del barro con otras inclusiones, sera el acarreo delproducto final hasta el lugar de instalacin de la casa. Tareaque aunque pueda parecer sencilla, no deja de tener ciertacomplejidad por el peso de la materia prima y por suconservacin en buen estado hasta el momento de cons-truccin. Resulta complicado calcular el barro necesariopara las construcciones y quiz nicamente la arqueologaexperimental nos pueda proporcionar alguna referencia deinters. Reynolds ponder la cantidad de barro precisa pararevestir una construccin de madera (la casa Pimperne)obteniendo un resultado de varias toneladas de barro(1988: 38), cifra que aunque en primer lugar parezcaexcesiva, quiz no lo sea tanto si consideramos los ms dediez metros de dimetro de la casa y la existencia de doslneas de muro. Algunos autores mencionan la posibilidadde que se practicaran combustiones intencionadas y par-ciales del barro como mtodo para alargar la vida de ste(Gonzlez, 2006-07: 360). En el caso concreto de Pendiano contamos con datos para saber si este proceso se llev acabo.

    S tenemos constancia de la existencia de fuegosvinculados a los restos constructivos del poblado, ya queese proceso de cochura de los barros es el que posibilit lapervivencia de estos materiales en la tierra. La largaperduracin de las arquitecturas perecederas dentro de lospoblados a lo largo de la Edad del Hierro e incluso hastafechas ms avanzadas (Gonzlez, 2006-07: 350), junto conlas cubiertas vegetales a las que siempre van asociadas(Camino, 1995: 121), facilitaran que se desencadenasenincendios dentro de los caseros prerromanos. La preven-cin ante los incendios an se constata en el sigloXIXen lospueblos que conservaban techumbres de materias vegeta-les, como el de

    El Val.le(Somiedo) y esa cautela oblig a

    crear regulaciones especficas en sus ordenanzas localespara evitar los incendios (Graa y Lpez, 2007: 32). Laciudad de Oviedo reaccion de modo muy semejante en

    23 Este dato de carcter etnogrfico y algunos otros son resultado del trabajosobre Cestera tradicional desarrollado por J. A. Fanjul, por D. Expsito y por el

    que suscribe, trabajo coordinado por J. Lpez desde el Museo del Pueblo deAsturias. A todos ellos agradecemos su consentimiento para incluir los datos eneste trabajo.24 No menguante de xineiro, corta el tou madeiro decan en el concejo de SanMartn de Oscos (Garca, 2002: 192).

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    ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012 Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001

    poca medieval, ante los riesgos de incendios dentro delrecinto amurallado por el uso de madera en las cubiertas y

    en muros (o en algunos tramos de estos). Eso propiciar lasustitucin de las viejas cubiertas, posiblemente de maderao paja (Argello, 1999: 31), y la introduccin de la teja enlas cubiertas de los edificios de la ciudad a partir del siglo

    XIII. Estamos pues ante una preocupacin latente, que esposible que tambin estuviera presente en estos pobladospor lo que nos podramos preguntar si la abundancia deincendios fue un acicate, al igual que en otros perodoshistricos ya mencionados, para el empleo masivo de lapiedra en la construccin25. El mayor nmero de atencio-nes que suelen precisar las construcciones de madera ybarro pudo motivar tambin la preponderancia de unosmateriales sobre otros en los mbitos domsticos.

    Pero la existencia de este peligro no implica quedebamos hacer lecturas unidireccionales o una identifica-cin inmediata a estos procesos constatados en otrosperodos histricos. Mucho ms si tenemos en cuenta queresulta imposible conocer con exactitud la naturaleza deesos fuegos: la existencia de una intensa relacin con elfuego domstico durante la Prehistoria, as como losinevitables fuegos ocasionados por causas naturales, noeluden la consideracin de otro tipo de fuegos. Este tipo deenfoques creemos que pueden resultar sugerentes y sepodran trasladar a nuestro caso concreto, enriqueciendolas interpretaciones y estimulando tambin nuevas pregun-tas al registro. Y siguiendo con este tipo de interpretacionestambin nos podramos preguntar si son relevantes en elcambio entre perecedero y ptreo otros aspectos, como lafaceta esttica o el simbolismo que pudo tener la piedracomo elemento constructivo (asociado a una mayor fir-meza o a mayor seguridad?). Es curioso que en los pueblosactuales del occidente asturiano se d un proceso cargadode connotaciones hacia el pasado inmediato, por el cual lagente vincula sus viejas casas de piedra con la escasezsufrida en determinadas pocas y prefiera casas nuevashechas en cemento, soslayando cuestiones como que lapiedra es mucho ms valorada que el ladrillo en el mercadode la construccin26. Por tanto, nos preguntamos hasta qupunto la sustitucin de las viejas construcciones de barro ymadera por la piedra tiene que ver con procesos semejantesal descrito, extrapolados al contexto protohistrico.

    El cambio de materiales que se ha definido poralgunos autores como monumentalizacin del espacio do-

    mstico (Ayn et alii, 2005-2006: 187), todava no resultafcil de comprender. Quiz la conjuncin de muchosfactores sea la que nos pueda acercar ms hacia las causas,sobre todo si tenemos en cuenta que en perodos anterioresla construccin con piedra ya haba alcanzado gran desa-rrollo pero se limitaba nicamente a estructuras de carcterdefensivo (murallas, torres), o de otros edificios relevantespara estas comunidades como las saunas u otras construc-ciones de cierta significacin (Villa y Cabo, 2003: 149).Estos matices a la petrificacin ya han sido expuestos,fundamentados en el desarrollo que en la Edad del Hierroadquieren las arquitecturas ptreas o las de los muros deaterrazamiento (De la Pea, 1988:22). Esto demuestrafehacientemente que el conocimiento de una determinadatcnica constructiva no supone su aplicacin a todo ele-mento construido (Rapoport, 1972: 39). Lo que descono-cemos a da de hoy es el porqu de este fenmeno.

    Slo el estudio de detalle por yacimientos y porregiones podr matizar este panorama en un futuro, sobretodo en vista de las grandes variaciones existentes segn lacomarca o la poca que mantengamos en observacin,cuestin que no slo se puede apreciar en Galicia (Gonz-lez, 2006-07: 358-360), sino que tambin est presente ennuestra regin como demuestra la comparacin de lasarquitecturas domsticas de la II Edad del Hierro de laparte oriental y la occidental.

    Regresando de nuevo al castro de Pendia, quiz elmayor condicionante a la investigacin de este tipo derestos en este yacimiento se encuentre en el propio devenirdel casero Sur: el ncleo con mayor concentracin deedificios dentro del poblado. En este espacio se produjo unfenmeno muy frecuente en ocupaciones seculares sobreespacios tan concretos y delimitados como son los recintosintramuros: que las ocupaciones ms antiguas se veanafectadas por las reformas posteriores. Casos como el deTorroso en Galicia (De la Pea,, 1992:16), Llag (Berro-cal-Rangel et alii, 2002: 126)o las intensas modificacionesdocumentadas en poblados como Moriyn durante laEdad del Hierro (Camino, 1997: 57), inspiraron a susinvestigadores conclusiones muy similares. Ser por tantola intensidad de la ocupacin sobre un mismo espacio laque dificulte realizar en Pendia un registro tan completo dela arquitectura de la Edad del Hierro como han propicia-do, por ejemplo, algunos registros de los castros de la ra deVillaviciosa. La vinculacin entre restos constructivos y lasplantas de las construcciones, en los casos en los que seconserva y se puede recuperar, siempre nos permite contar

    25 El incendio accidental de uno de los edificios reconstruidos en Numanciapermiti constatar varios hechos: la rapidez del suceso, la desaparicin de gran

    parte de las maderas de la techumbre y la nula afeccin sobre las paredes depiedra (Jimeno et alii, 2007: 235-253).26Este fenmeno de la arquitectura tradicional sucia, por el cual la genteidentifica la vivienda tradicional con etapas de su pasado de cierta dureza ha sidoya bien constatado en Galicia por Gonzlez Ruibal (1998: 175).

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    98ARQUITECTURA DE BARRO Y MADERA PRERROMANAS EN EL OCCIDENTE DE ASTURIAS: EL CASTRO DE PENDIA

    Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001 ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012

    con ms informacin. Siempre y cuando el registro seapulcro y la excavacin lo suficientemente minuciosa, se

    puede llegar a recomponer la morfologa de buena partedel edificio (si hay uno o dos pisos, los elementos presentesen cada uno de esos pisos, etctera) (Morer et alii, 2000:391). En este proceso de reconstruccin juegan un papelfundamental los materiales con los que se realiza lacubierta del edificio, al ser ms problemtico el rastreo decubiertas hechas en exclusiva con materias vegetales, queacaban pereciendo dejando pocos rastros. Otro hndicapimportante es que si los derrumbes de las estructuras decubierta (viguera, tirantes, materiales de cubierta, etc.) novienen asociados a barros con improntas es ms difcilencuadrarlos como elementos constructivos. Sin embargosiempre hay casos que demuestran las posibilidades de unregistro detallado; as, la excavacin y estudio de losderrumbes de los materiales constructivos sobre los suelosde ocupacin realizado en la Corona de Corporales de-muestran la cantidad de informacin que se puede recupe-rar de cara a la reconstruccin de los tramos superiores deledificio (Snchez Palencia y Fernndez Posse, 1985:92).En los poblados protohistricos del este peninsular lostejados planos revocados con barro permiten rescatar en laexcavacin ms elementos constructivos del viejo edificio(Morer et alii, 2000: 391). Bien es cierto que en otrasocasiones y a pesar de contar con los restos de losmanteados de barro y de las estructuras negativas asociadas(hoyos de poste o zanjas), rehacer las plantas puede resultarde todos modos complejo, tal y como ocurre en elpoblado de la II Edad del Hierro de Atxa (Gil, 1995: 195).

    Estos condicionantes justifican que actualmente co-nozcamos muy pocos sitios en los que se conserven lasdistintas fases constructivas en una sucesin vertical deestructuras, a modo de palimpsesto en el que estudiar laevolucin de la arquitectura castrea desde los elementosperecederos a las construcciones en piedra27.

    CONCLUSIONESLa aparicin de los restos de Cameixa (Lpez, 1953: 77)abri un nuevo captulo en el estudio de las arquitecturasperecederas del NW de la pennsula, ya que si bien sehaban documentado restos similares en algunas excavacio-nes de principios de siglo XX stos no haban tenido unainterpretacin tan ntida, asocindolos a sus posibles es-

    tructuras originales. Ms de medio siglo despus de esapublicacin, los restos de arquitecturas perecederas siguen

    formando parte de los informes de excavacin y depublicaciones diversas, y continan usndose como testi-monio de la existencia de fases antiguas dentro de lospoblados fortificados, sin que en muchos casos se precisems acerca de su cronologa. El proceder ms comn esvincular estos restos a fases de la Edad del Hierro quepueden estar o no avaladas por dataciones absolutas de C14.En Asturias, slo a partir de la exhumacin de espaciosamplios de los caseros castreos se pudieron documentarcon claridad arquitecturas perecederas en las tres grandesdemarcaciones de la regin (central, occidental y orien-tal)28. Aunque no tienen por qu registrarse en todos losyacimientos, debido a que estn sometidos a la propiahistoria de cada lugar y a unas particulares condicionespara su conservacin en la tierra, la nmina de yacimientoscon este tipo de arquitecturas en nuestra regin sigueamplindose. Esta tendencia no parece que vaya a decaer,teniendo en cuenta la identificacin casi generalizada defases prerromanas en la gran mayora de los yacimientosexcavados, as como que, en muchas ocasiones, no esnecesario que aparezcan los pallabarros. Los restos deestructuras de cimentacin pueden ser un indicio suficien-te para suponer el desarrollo de este tipo de arquitecturas.

    A travs de este estudio tratamos de describir los restosdocumentados en Pendia, y definir su contexto de localiza-cin con el fin de establecer si ocupan posiciones primariaso secundarias, informacin que nos resulta crucial ycomplementaria de los apartados descriptivos. Por ltimo,hemos intentado dotarlos de asignacin cronolgica enrelacin con la secuencia estratigrfica en la que fueronrecogidos. Con todo ello podemos suponer que las arqui-tecturas perecederas fueron habituales en algunas zonas delpoblado de Pendia durante la Segunda Edad del Hierro; yesto a pesar que los hallazgos fueron recogidos en unespacio muy acotado sobre el que se fueron superponiendodistintas fases de ocupacin a lo largo de, al menos, seiscenturias. No podemos determinar hasta qu punto lasustitucin de estas estructuras pudo ser progresiva o bienproducto de una serie de restructuraciones ms amplias ygenerales que se pueden apreciar en el urbanismo del sectormeridional del castro. Adems, el espacio no slo era

    27

    Las diez fases constructivas de la Primera Edad del Hierro del yacimiento delos Cuestos de la Estacin, documentadas en una estratigrafa de 1,75 metros depotencia, podra ser uno de esos casos destacados de superposicin de fasesconstructivas, aunque hay que decir que no presenta arquitectura ptrea (Celis,1993: 97).

    28 El proyecto de la Ra de Villaviciosa en la dcada de los 80 y los 90 y a partir de

    1995 los trabajos del Plan Arqueolgico del Navia-Eo son dos de los proyectosque no slo han desarrollado excavaciones continuadas, sino que adems hanrecuperado restos o estructuras constructivas de cierto inters vinculadas a uncontexto estratigrfico muy explorado en distintos yacimientos y bien definidocronolgicamente.

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    99 FERNANDO RODRGUEZDEL CUETO

    ARQUEOLOGA DE LA ARQUITECTURA, 9, enero-diciembre 2012 Madrid/Vitoria. ISSN: 1695-2731. eISSN 1989-5313. doi 10.3989/arqarqt.2012.10001

    reducido; tambin era bastante abrupto, lo que supuso queen algunos puntos se recurriese al desarrollo de terrazas, al

    menos en el ltimo momento de ocupacin. Se trata deplataformas que suelen requerir de estructuras de soporte ocontencin29 y de una necesaria reorganizacin del pobla-do no slo en horizontal; sino tambin en vertical. Ante lacarencia de espacio y la necesidad de reformas o ampliacio-nes, buena parte de los restos constructivos de fases previasse convirtieron en parte integrante de los escombros conlos que se pudo elevar la cota del terreno. Esto es lo quepropicia la aparicin o la conservacin de los restosconstructivos ms antiguos en aquellos horizontes que seencuentran siempre por debajo del ya bien conocidocasero de piedra hoy visible. No es casual este fenmeno:en su gran mayora las viejas estructuras, cuando seconservan, cumplen la funcin de soporte a nuevos edifi-cios construidos en una cota superior. La conservacin delas ruinas puede deberse a ese papel activo y necesario obien a que sean elementos que perviven porque simple-mente no entorpecen los nuevos proyectos constructivos.Parece ser ste el caso del espacio exterior de la construc-cin 12, donde se hallaron todos los restos estudiados eneste trabajo. El hecho de encontrarnos ante los retazos delincendio y el derrumbe de una cabaa realizada conmateriales perecederos pudo facilitar no slo la aparicinde los barros con improntas sino tambin de restos demaderas quemadas que fueron datadas por radiocarbono.

    Pero, al margen de su contexto, los hallazgos de estetipo de arquitecturas, a pesar de que aparecen en muchasocasiones en forma de escombro, siempre sern el resulta-do de una sucesin de pequeas tareas sin las cuales no sepudo disponer de los materiales adecuados para construiruna casa. La bsqueda, transporte y preparacin del barroy de la madera dejan ver la necesaria organizacin de cadatrabajo, posiblemente en tiempos muy determinados, ascomo un intenso conocimiento del entorno y de unosrecursos perfectamente aprovechados.

    No obstante hemos de ser cautos en las afirmaciones,ya que los restos de este tipo de materiales constructivossuelen ser, salvo casos excepcionales, una pequea parte delas estructuras vigentes en su momento. Pero podemosconcluir que los fragmentos considerados en este trabajonos indican la existencia en Pendia de paredes muy simila-res a las encontradas en las cabaas de la Edad del Hierrode la ra de Villaviciosa, formadas por postes verticales en-tre los que se entretejen varas ms finas de similares groso-

    res. Todo ello revestido con barro sin que de momento sepueda precisar el tipo de maderas utilizadas. Los acabados

    del barro, que tendran una funcin protectora de la pared,tambin pueden tener un componente esttico viendo al-gunos remates en blanco u otros colores, de elaboracinms cuidada. De momento no podemos dar ms datosacerca de su extensin sobre la pared o de si su presencia esgeneral en todos los paos o se limita a paredes concretas.El grosor de algunas piezas es estimable y estaran forman-do parte del ncleo interior de la pared, sin que muchas deellas conserven restos de improntas. Por ltimo, hemos desuponer que el barro proceda del entorno prximo al po-blado, informacin que podr verse corroborada si se desa-rrollan anlisis cruzados de canteras y muestras.

    AGRADECIMIENTOS: Miguel ngel de Blas, ngelVilla, Esperanza Martn, Jorge Camino, Alfonso Menn-dez, Jos Antonio Fanjul, Sofa Daz y a Juaco Lpez porsu ayuda a la hora de hacer este artculo. Miguel Busto,Carmen lvarez, Diego Daz, Marta Ledo, Aurora Rodr-guez, Teresa Suarez, Javier Vigil y David Expsito colabo-raron en las campaas de excavacin. El gelogo RoiSampedro revis la parte de geologa y materias primas.Este y otros trabajos son posibles gracias a todo el equipode la Cuenca del Navia-Eo, por eso nuestro agradecimien-to y nuestra deuda.

    BibliografaAboal Fernndez, R., Cancela Cereijo, C., Castro Hierro, V. y Rodrguez

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