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1 Aristarco o de la percepción Javier Ruiz de la Presa

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    Aristarco o de la percepcin

    Javier Ruiz de la Presa

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    Todos los derechos reservados. Esta publicacin no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, ni transmitida por un sistema de recuperacin de informacin, en ninguna forma ni por ningn medio, sea mecnico, fotoqumico, electrnico, magntico, electroptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo, o por escrito, del autor. Primera edicin, Noviembre de 2011 D. R. Javier Ruiz de la Presa Portada: Zeus y Europa en una urna griega del siglo IV a. C.. Impreso en Mxico Dmeter Ediciones. ISBN: 978-0-9840368-3-7

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    Aristarco o de la per cepc in .

    (O la segunda parte de Tel i c l e s o de la sabidura)

    Dos personajes: un acadmico y un

    escptico discuten sobre la naturaleza del conocimiento haca el medioda de un verano

    en el ao 355 a. C. en Atenas. -Aristarco: Convendrs, Telicles, que es

    cosa ardua comenzar justo donde hubimos de finalizar el da de ayer.

    -Telicles: Por qu? -Aristarco: Porque todo fin complica las

    cosas: pone problemas en los nuevos inicios. Empezar a pensar, es cada vez ms difcil, al pasar del tiempo, porque es arrastrar todo lo pasado contigo.

    -Telicles: No me importa. Estoy dispuesto. -Aristarco: Vaya, pues no embrollemos las

    cosas dilatndolas. -Telicles. Bien. -Aristarco: Entonces veamos de no

    confundir una de las partes con el todo y

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    sealemos sus lmites para no vernos tentados por el error contrario.

    -Telicles: Cul error? -Aristarco: El de quienes niegan el valor de

    ciertas evidencias solo porque aquellos que se han ocupado antes de ellas, no han sabido templar su nimo y han errado el juicio al juzgar sus consecuencias. No te parece que unos y otros carecen de medida?

    -Telicles: S. -Aristarco: Qu diremos en lo que

    concierne a nuestro problema? -Telicles: Habla, que pondr mucho

    cuidado en lo que digas. -Aristarco: Pues no perdamos tiempo.

    Recuerdas que convinimos que a veces el hombre tiene cierto desajuste entre sus necesidades reales y sus deseos?

    -Telicles: S, lo recuerdo. -Aristarco: Decamos tambin que el justo

    discernimiento entre unas y otros est mediado por las diversas afecciones del alma?

    -Telicles: S. -Aristarco: Pues esto mismo es lo que ahora

    me tiene consternado. -Telicles: No veo la causa. -Aristarco: Por eso me preocupo, porque yo

    tampoco la veo. O nos hemos aclarado ya

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    cul es el origen y, por tanto, la causa de estos movimientos del alma?

    -Telicles: No fue eso lo que hiciste al distinguir cuatro tipos de afecciones y dos modos de arrobamiento?

    -Aristarco: Creo que no, pues con ello nos hemos referido al momento terminal de la afeccin, pero no al origen de la afeccin en cuanto tal.

    -Telicles: No alcanzo a advertir la diferencia.

    -Aristarco: Te dir cmo me la represento y me valdr para ello de una analoga con un pensamiento que quiz me has odo en otro tiempo: admitiras que los afectos nobles como el valor y la esperanza se originan en la parte irascible del alma, y que, en cambio, el apetito sexual y el apetito de descanso proceden de su parte concupiscible, de modo que existe un origen localizado para cada uno de nuestros afectos, segn la relacin que el alma establece con el cuerpo?

    -Telicles: Me parece acertado, Aristarco. -Aristarco: No diremos igualmente que la

    comprensin del lenguaje se asienta en la parte racional del alma y que la percepcin de la belleza, ese sentimiento de armona que nos

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    procura la contemplacin, procede de la parte ms excelsa del Logos?

    -Telicles. Qu parte es sta? -Aristarco: Aquella que trasciende las

    potencias del entendimiento, ya que no requiere, para manifestar la armona contenida en las formas inteligibles, de los lmites con los que el concepto y el juicio expresan la esencia de las cosas an cuando la razn pueda apelar al sentido de la armona, segn sus propios recursos, luego de esta experiencia.

    -Telicles: Es justo. -Aristarco: No deducimos de estas

    observaciones que existen diversas potencias anmicas, algunas superiores, otras inferiores, segn las cuales se rige, ora el conocer, ora el apetecer?

    -Telicles: S. -Aristarco: Existen, pues, diversos

    orgenes para cada una de nuestras actividades, segn las partes del alma comprometidas?

    -Telicles: Sin duda. -Aristarco: Si, por otra parte, como

    decamos antes, la percepcin est mediada, ora por la sensacin, ora por la necesidad, ora por el deseo, no debemos reconocer diversos orgenes de la percepcin del modo como hace

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    un momento advertamos diversas races de la experiencia?

    -Telicles: S. -Aristarco: Y no habr que atribuir a los

    distintos movimientos del alma segn sus partes propias, la causa de la dominancia variable de las partes mediadoras?

    -Telicles: Se sigue con necesidad de lo que ya sealaste.

    -Aristarco: Pues en tal caso, cuntas formas de la percepcin podremos reconocer si atendemos nuestra propia experiencia?

    -Telicles: Difcil pregunta. -Aristarco: Yo me sospecho que no son

    pocas y, si quieres, podemos aplicarnos a distinguirlas y analizarlas.

    -Telicles: En verdad me place tu idea. Pero dime: por dnde habrs de comenzar?

    -Aristarco: Yo dira que los diversos modos de percepcin dependen claramente de distintas modalidades y orgenes de la experiencia. Como cada causa la configura segn su diversidad de origen, habr tantos estados internos como diferencias y distinciones entre las diversas causas. Te propongo llamar intensidad al conjunto de efectos vinculados por un concepto de causa que sea semejante, es decir, aquella que solo

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    admite diferencias de origen, con independencia de las variaciones de magnitud y de fuerza propias de cada uno de los agentes que representan causas posibles. Esto, claro est: atendiendo a los gneros ms grandes que pueden obtenerse al dividir la sensacin segn la diversa naturaleza de nuestras percepciones.

    -Telicles: Perfectamente (con perplejidad), puedes repetirlo todo?

    -Aristarco: Digo que la intensidad designa un mismo origen y el conjunto de sus diferencias, ora de figura, ora de magnitud, ora de fuerza.

    -Telicles: La verdad es que no te comprendo.

    -Aristarco: Vers que es en extremo simple cuando consideres las formas que abarca cada una de ellas. Creo poder distinguir cuatro distintas.

    -Telicles: Cules? -Aristarco: La intensidad pura, la

    intensidad orgnica, la intensidad objetiva y la intensidad mixta que es una combinacin de las precedentes. Yo llamara intensidad pura al origen espiritual de nuestras afecciones anmicas. La intensidad orgnica sera una causa corporal de stas mismas. La intensidad

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    objetiva consistira en una causa exterior tanto al alma como al cuerpo pero que incide sobre el alma segn la fuerza que conviene a la forma de aqulla y de acuerdo a la receptividad del alma. La intensidad mixta sera ora una combinacin de la intensidad pura con la orgnica, ora de la pura con la objetiva, ora de la orgnica con la objetiva, ora de la orgnica, la pura y la objetiva, porque a veces el alma recibe toda clase de influencias y en su afeccin las contiene armnicamente a todas, igual que una cuerda, dada su longitud, contiene a todos sus armnicos, en cada una de sus vibraciones.

    -Telicles: Creo que ya te comprendo. Pero tengo algunas dudas: la intensidad objetiva no se convierte en intensidad orgnica cuando afecta alguno de los rganos o a los sentidos del cuerpo?

    -Aristarco: Es una buena pregunta Telicles, puesto que la sensacin produce una modificacin de estado en la sensibilidad. Y lo mismo sucede con el alimento o cualquier otra cosa ingerida en relacin con los rganos del cuerpo. Sin embargo, esto que podramos llamar "intensidad objetivo-orgnica" tiene un origen objetivo y el origen ltimo de un agente es el nico criterio que he tomado como

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    apoyo. Por ello, con la intensidad orgnica quiero representarme los cambios que se originan dentro del cuerpo y a causa del cuerpo. Has observado que sin causa aparente hay das en que tenemos un tono vital disminuido y otros, en cambio, en los que crece sbitamente y estamos tan llenos de fuerza que nuestro potencial nos deja verdaderamente sorprendidos?

    -Telicles: S. -Aristarco: No hay tambin ocasiones en

    que los problemas que el da anterior no te daban respiro luego te parecen nimiedades a causa de la alegra que, de modo inexplicable, comunica una especie inesperada de gran vigor a tu alma y a tu cuerpo? Qu dirs de esas ocasiones en que somos profundamente sentimentales y estamos prestos a llorar, ignorando sin embargo, la causa de nuestra afliccin aparente? O los das en que nos conducimos locuazmente porque una rara simpleza se ha apoderado de nosotros y no tenemos voluntad para privarnos de ella? Y la irritabilidad que, con pocas horas de sueo y muchos desvelos nos domina pese a nuestro mejor esfuerzo, as como la melancola que le acompaa, sentimientos ambos, que desaparecen en cuanto somos ms

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    considerados con nuestro cuerpo? No diras que en todas estas sensaciones la afeccin parece originarse en la parte concupiscible del alma ya que es aquella que est ms ntimamente ligada a las modificaciones del cuerpo? Y no es claro que en cualquier caso debemos ubicar la causa ltima en los procesos que tienen lugar dentro del mismo?

    -Telicles: S, eso creo. -Aristarco: Pues yo me figuro que an

    cuando no advirtiramos ningn cambio, existe cierta intensidad orgnica subyacente al equilibrio que experimentamos en ese momento. Mas, si el desequilibrio es capaz de afectar ntegramente nuestro estado de nimo, no te parece que ello prueba la estrecha unidad que existe entre las diversas partes del alma, ya que, igual que los armnicos, responden al llamado de la concordia cuando se hace vibrar una cuerda?

    -Telicles: S, eso mismo. -Aristarco: No es pues una consecuencia

    necesaria que el alma quede polarizada hacia una intensidad de acuerdo a su fuerza y al poder que tiene respecto de las otras que son relativas a ella?

    -Telicles: S.

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    -Aristarco: Pues concluyamos que a veces cierta intensidad pura se sobrepone a la intensidad orgnica y la domina, como ocurre cuando nuestros pensamientos mejoran o empeoran el temple no solo de nuestro estado de nimo sino tambin de nuestro cuerpo. O no sucede como si el pensamiento infundiese unas veces, y sustrajera otras, algo del poder que llevamos en el cuerpo y en cada uno de sus miembros?

    -Telicles: S. -Aristarco: Otras veces no ocurrir lo

    contrario, que cierta intensidad orgnica se impone a la intensidad pura, cuando por ejemplo, agobiados por una dolorosa enfermedad nuestro nimo se debilita progresivamente a pesar de no flaquear en nuestra voluntad, pues no sern tanto nuestros pensamientos sino la disminucin del tono vital la causa de nuestro ntimo deterioro?

    -Telicles: En efecto. -Aristarco: No pasa lo mismo con la

    intensidad objetiva, que su fuerza de imposicin es igualmente relativa, pues depender de su armona con la intensidad pura y la intensidad orgnica?

    -Telicles: Sin duda alguna.

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    -Aristarco: En vista de todo ello, debemos guardarnos de pensar en presencia de cierta intensidad dominante que no existe sino ella, porque en toda experiencia han de coexistir las tres diversas intensidades con su magnitud propia.

    -Telicles: Ya, ya. -Aristarco: Sin embargo, no crees que en

    determinadas circunstancias, cierta intensidad tendr un influjo tan grande sobre el alma a causa de su fuerza, que las otras semejarn a unos durmientes sumidos en un sueo imperturbable?

    -Telicles: Es una posibilidad. -Aristarco: Pues lo que dices anticipa la

    existencia de percepciones muy diferentes en complejidad y naturaleza.

    -Telicles: Te ruego que las examines. -Aristarco: Con no poco gusto ya que me

    va en ello la comprensin de m mismo. Pienso, buen Telicles, que existen tres formas de percepcin y que su naturaleza est determinada por las formas de la intensidad y sus combinaciones posibles.

    -Telicles: As pues, la percepcin no es simplemente la conciencia de las sensaciones?

    -Aristarco: Yo dira que la percepcin sensible consiste efectivamente en la

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    conciencia de ciertas sensaciones. Y tambin aadira que la receptividad no se limita ni al campo de los estmulos exteriores al cuerpo, ni al campo de lo sensible.

    -Telicles: Explcate. -Aristarco: Distingo una percepcin

    subjetiva, una percepcin objetiva y una percepcin subjetivo-objetiva. Cada una de ellas contiene un nmero de variantes idntico al nmero de intensidades posibles.

    -Telicles: En verdad? -Aristarco: Averigmoslo. Defino la

    percepcin subjetiva como cierta afeccin espiritual originada en las potencias que provienen de la sustancia del alma. Entiendo que en la percepcin objetiva el objeto se percibe segn un sentir espiritual motivado dominantemente por una intensidad objetiva. En la percepcin subjetivo-objetiva la intensidad subjetual y objetual tienen un poder semejante.

    -Telicles: Tiene cierta coherencia lo que dices, a lo que parece, pero an no logro representrmelo claramente.

    -Aristarco: Es que nuestro discurso precisa an de divisiones y ejemplos. Ahora me ocupar de ellos: llamo a la primera forma "percepcin subjetiva con intensidad pura".

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    No decamos hace un momento que nuestro estado de nimo puede ser el resultado del influjo, ora de una intensidad pura, ora de una intensidad orgnica?

    -Telicles: S. -Aristarco: Pues sostengo que cuando la

    intensidad pura tiene una palpable dominancia, al grado que el efecto de la intensidad orgnica se torne inapreciable, el alma percibe tan solo las afecciones y las emociones que ella misma se procura mediante el pensamiento y el deseo. En esta situacin el estado ntimo proporciona motivos y las cosas sensibles son simple ocasin para el trabajo de nuestros mviles internos.

    -Telicles: Te sigo. -Aristarco: Existe tambin una "percepcin

    subjetiva con intensidad orgnica": aqu la parte concupiscible del alma y quiz tambin la irascible, colaboran con los impulsos que nacen en el cuerpo y terminan por definir nuestro estado de nimo. En estos casos, la emocin, buena o mala, rebasa por mucho la persuasin de nuestros propios pensamientos y movimientos anmicos, bien por que llevan su fuerza mucho ms lejos de lo que ellos pueden lograr por s mismos originando una gran desproporcin entre la magnitud de origen y

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    sus efectos consecuentes, o bien, porque aquellos se oponen al torrente de las emociones con tan poca eficacia como un hombre que, inerme en una llanura, contempla un ro que se desborda y est a punto de engullirle y arrastrarle.

    -Telicles: terrible -Aristarco: S. Imagina un rbol cuyas

    races no calan lo suficiente en la tierra y que es fcilmente doblegado por los elementos luego de oponerles una breve e intil resistencia.

    -Telicles: Convengo. -Aristarco: Existe tambin, aunque parezca

    paradjico, una "percepcin subjetiva con intensidad objetiva". Has observado que a veces la naturaleza de las cosas y las situaciones en que nos vemos envueltos se nos impone con fuerza y, sin embargo, doblegamos esta evidencia con la delectacin que el deseo instaura en el alma, al grado de confundir a nuestra propia conciencia, como un actor que estuviese completamente posedo por su papel, siendo incapaz de distinguir entre la realidad y la ficcin? No queda nuestra conciencia como dividida por la emocin y el fin que la voluntad se propone, y

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    por la fuerza con que, en el fondo de s misma, se impone la evidencia en el alma?

    -Telicles: Tienes razn. -Aristarco: Creo distinguir igualmente una

    percepcin subjetiva con intensidad mixta, que ofrece cuatro variantes distintas: 1- Aquella que se funda a la vez en una intensidad pura y en una intensidad orgnica. 2- La debida a una intensidad pura y objetiva. 3- Otra que combina la orgnica y la objetiva. Y 4- Una ltima que concierta la orgnica, la pura y la objetiva.

    -Telicles: Describe despacio una por una. -Aristarco: La primera semeja al hombre a

    un imperio cuya fuerza proviene de un impulso concertado del alma y el cuerpo, o, en el extremo opuesto, a un campo de batalla en que no reina ningn acuerdo: suceder as que estando el hombre en tal o cual estado de nimo se encuentre a punto de mudarlo a causa de un cambio repentino en el cuerpo. O bien: pese a estar afectado por la baja de su tono vital, sentir fluir dentro de s una energa de origen ms profundo que su desnimo y, en ausencia de la intensidad objetiva, percibir las cosas como dotadas de cierta irrealidad que, an dado su desgane interior, ser hermosa a causa de su poder.

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    -Telicles: La segunda variante de que ahora vas ocuparte no es igual a la percepcin subjetiva con intensidad objetiva que ya describiste?

    -Aristarco: Eres buen observador, pero distingo una diferencia y he querido reservarla para este punto, aunque en realidad constituye una divisin respecto de aquella: no crees que a veces, al combinar la intensidad pura con la intensidad objetiva, lo que concebimos por pura aspiracin del alma coincide en verdad y belleza con lo que manifiesta la realidad misma a travs de la intensidad objetiva?

    -Telicles: No me parece imposible. -Aristarco: En efecto: este es el caso del

    hombre virtuoso: no necesita encubrir la realidad en apariencias porque encuentra gozo suficiente en ella sin necesidad de vestirla con imgenes de su vida interna.

    -Telicles: Ya veo. -Aristarco: Qu me dices ahora de la

    percepcin subjetiva con intensidad orgnica y objetiva? No pueden ambas intensidades, coincidir o diferir accidentalmente? Las mociones del cuerpo no suscitan en la parte sensible del alma ciertos afectos acordes o discordes con la realidad objetiva, ya con su belleza, ya con su fealdad?

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    -Telicles: Reconoces cierta fealdad en la naturaleza?

    -Aristarco: Naturalmente o cmo llamamos a la falta de armona?

    -Telicles: Ya, ya. Pero Cmo explicas que existan defectos en ella?

    -Aristarco: Acaso he dicho que la desarmona es un defecto? A m ms bien me parece que es una propiedad del lmite.

    -Telicles: De qu hablas? -Aristarco: De que lo que posee una forma

    no tiene una belleza sin lmites, ya que la forma misma es un lmite. No diras que la belleza, de ser limitada, engendrara belleza dentro de ciertos lmites?

    -Telicles: Parece razonable. -Aristarco: Pues yo creo que las cosas no

    engendran belleza cuando transgreden su lmite, y eso ocurre fcilmente si, siendo la belleza algo relativo a los lmites de la forma, tambin lo es respecto de su actividad propia.

    -Telicles: No comprendo. -Aristarco: Digo que el lmite implica la

    armona tanto como la desarmona, ya que consistiendo la perfeccin propia de cada forma en un lmite, no vemos en el mundo algo ms que el concierto de todos sus lmites posibles?

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    -Telicles: Te refieres al desorden? -Aristarco: Me refiero al fundamento del

    desorden, al azar. Concederas que la idea del Bien carece, por naturaleza, de lmites en cuanto carece de toda magnitud?

    -Telicles: Lo concedo. -Aristarco: Y el azar no es en cierto modo

    un reflejo del Bien por ser el nico concepto aparte de aqul, cuyo contenido se caracteriza por una ausencia de lmites? O no decimos que hay orden donde existe lmite y desorden donde no hay tal?

    -Telicles: Es verdad. -Aristarco: Pues cmo sera el azar

    semejante al Bien? Quiz al modo como el efecto es semejante a su causa? O concibes que el azar sea un producto del no ser, an consistiendo toda forma en un cierto lmite y, por tanto, en cierta imitacin del Bien?

    -Telicles: Cmo puede el lmite imitar lo que es sin lmite?

    -Aristarco: No es el Bien idntico a s mismo?

    -Telicles: Naturalmente. -Aristarco: Y no es cada forma a causa de

    su lmite idntica a s misma? -Telicles: Sin duda.

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    -Aristarco: Entonces, lo inconmensurable puede ser semejante a causa de su propia identidad. O el lmite y lo sin lmite no son semejantes a causa de su diferencia?

    -Telicles: Vaya paradoja! Pues s, quiz sea verdad.

    -Aristarco: Si el azar no procede del no ser, es claro que procede del ser y por tanto, el azar es semejante al Bien. As, cuando la relacin entre las formas no tiene lugar segn el lmite propio de cada una, sino segn un cierto desorden que llamamos azar y que consiste en la carencia de lmites, qu observamos en l comn a la forma pese a su inconmensurabilidad? Qu ser sino una semejanza? No diremos que respecto del Bien tanto el lmite como lo sin lmite guardan una relacin de semejanza?

    -Telicles: Si te digo que s, no lo har sin perplejidad y hasta con cierta desconfianza.

    -Aristarco: Veo tu dificultad. Crees que afirmo que si el azar es semejante al Bien, ste albergara cierto desorden, si como parece, el azar trastorna la forma porque trastorna sus lmites. Pero no pienso as: me figuro que el azar carece de lmites pues en su modo de realizar las posibilidades de la forma carece de restricciones: no tienes lmites de espacio, ni

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    de tiempo, ni de sucesin: sus posibilidades, que son las posibilidades del encuentro y el contacto, son infinitas. Ello no impide ni suprime el lmite de los elementos del encuentro. No diremos del Bien que carece de lmites de espacio, de tiempo y de sucesin?

    -Telicles: S. -Aristarco: Cmo no afirmar entonces, que

    el azar es semejante al Bien? -Telicles: Tienes razn. -Aristarco: No crees, por otra parte, que el

    desorden es una exigencia del Bien? -Telicles: Cmo?! Quieres defender, de

    nuevo, mi punto de vista, aduciendo que el tuyo es casi igual al mo pero al fin diverso?

    -Aristarco: Te asombras an de esto habiendo admitido su semejanza?

    -Telicles: S, a decir verdad. -Aristarco: No es preciso que lo que es

    semejante al Bien sea distinto del Bien, si como se ve toda semejanza implica una diferencia?

    -Telicles: S. -Aristarco: Pues parece que el lmite debe

    participar del orden por su semejanza con el Bien.

    -Telicles: Convengo.

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    -Aristarco: No ser entonces el desorden la cualidad de la diferencia?

    -Telicles: Cmo lo definiras? -Aristarco: Como cierto lmite de la

    necesidad que se sigue del lmite formal. -Telicles: Explcamelo. -Aristarco: Afirmo que las cosas no

    participan absolutamente del reino de la necesidad; de ah su semejanza y su diferencia. No es esto el desorden, una similitud del orden que consiste en cierta participacin de la necesidad?

    -Telicles: S. -Aristarco: En tal caso y en estricta

    consecuencia has de concederme el primer punto y hemos de volver a l para no romper el hilo de nuestro discurso.

    -Telicles: Cul? -Aristarco: Que las mociones del cuerpo

    pueden producir en la parte sensible del alma un acuerdo o un desacuerdo con el ser, ya que tan real es lo uno como lo otro.

    -Telicles: En efecto, no puedo objetar este punto.

    -Aristarco: Ahora trata de discernir qu sucede con la percepcin subjetiva con intensidad orgnica, pura y objetiva. Adviertes que an aqu el estado de nimo es

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    motivado por nuestros pensamientos y por el acuerdo o desacuerdo del alma con su propio movimiento?

    -Telicles: Eso es, segn te entiendo, lo propio de la percepcin subjetiva.

    -Aristarco: En efecto. En la percepcin subjetiva hay una dominancia de la intensidad pura. Pero no te parece que esta percepcin involucra muchos estados posibles?

    -Telicles: Es necesario, dado que la intensidad sigue tres modalidades distintas.

    -Aristarco: Correcto. La dominancia de la intensidad pura no excluye la influencia de las dems intensidades, tan no las excluye que, adems, es hasta cierto punto, cualificada por ellas.

    -Telicles: Por qu? -Aristarco: Porque la interrelacin de las

    partes del alma implica su mutua cualificacin: el estado de las partes se define desde su relacin, o dicho as: interrelacin es intercualificacin.

    -Telicles: Convengo. -Aristarco: Observa ahora que podemos

    hablar de una percepcin objetiva: sta tendr divisiones muy semejantes a las de la percepcin subjetiva. As, distingo primero una percepcin objetiva con intensidad

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    objetiva y con intensidad pura. Es claro que en este caso el objeto tiene dominancia sobre la percepcin, lo cual significa que la intensidad pura, a lo ms, cualifica la intensidad objetiva pero no la distorsiona, porque si experimentara cierto sentimiento que no fuese acorde a la realidad del objeto, tendra conciencia de su diferencia. As sucede, por ejemplo, cuando sabemos que algo es objetivamente bello y, sin embargo, nos resulta triste a causa de nuestro estado de nimo: la conciencia est casi dividida, pero sin confusin alguna.

    -Telicles: S. -Aristarco: Existe tambin una percepcin

    objetiva con intensidad objetiva e intensidad orgnica. De ella cabe decir lo mismo: el apetito sensible no distorsiona la realidad percibida porque el estado del cuerpo no obstruye la comprensin de la realidad tal como es en s misma.

    -Telicles: Comprendo. -Aristarco: Un caso semejante es el de la

    percepcin objetiva con intensidad mixta (esto es, con una triple determinacin: objetiva, pura y orgnica). Aqu, la intensidad objetiva est doblemente cualificada, pero conserva su dominancia. Esto es verdad siempre que el alma, a pesar incluso de cierta contradiccin

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    en los apetitos, conserve una ntima persuasin de la realidad, pues el verdadero ser del hombre no se define en sus momentos de duda, contradiccin o incertidumbre, sino mediante su estado, su inclinacin y su persuasin dominante (lo cual no excluye que, en algunos casos, la incertidumbre sea no un simple momento, sino su estado dominante).

    -Telicles: S. -Aristarco: Ahora atiende este tipo de

    percepcin que es ms complejo, pero quiz tambin, ms corriente: la percepcin objetivo-subjetiva.

    -Telicles: Parece contradictorio. -Aristarco: Y realmente lo es. La verdad no

    admite contradicciones, pero la percepcin del hombre s, porque es un ser mudable, poco consistente. Creo que esta forma admite las mismas divisiones: as, habr primero una percepcin objetivo-subjetiva con intensidad objetiva y con intensidad pura. En este caso lo objetivo y lo subjetivo compiten por su dominancia, pero a corto plazo la percepcin, o a largo plazo la vida, no se definen por ninguno en particular sino por la tensin que existe entre uno y otro, como si el hombre se debatiera entre la realidad y sus pensamientos a causa de la semejanza con que la voluntad y

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    la conciencia perciben su fuerza igual y contraria: es la tensin de los contrarios que semeja una neutralidad pacfica, sin fuerza.

    -Telicles: Lo imagino. -Aristarco: Tambin existe una percepcin

    objetivo-subjetiva con intensidad objetiva y orgnica. Aqu, la receptividad de la conciencia resulta tambin bastante ambigua a causa del influjo de las modificaciones orgnicas. La ltima y ms complicada de las formas es la percepcin objetivo-subjetiva con intencionalidad mixta: en ella aprehendo el contenido triplemente determinado y sin poder definir adecuadamente el lmite de cada uno, es decir, el del objeto tal como es en s mismo, el de mi nimo, y el de mi estado orgnico.

    -Telicles: Vaya confusin! -Aristarco: Con frecuencia, ni punto menos

    que la de la vida humana. Pero con esto hemos dicho en verdad muy poco.

    -Telicles: Por qu? -Aristarco: Porque la percepcin se funda

    en las relaciones de intensidad, de las que nada hemos dicho an.

    -Telicles: Cmo? -Aristarco: Para empezar y atendiendo un

    primer aspecto, las intensidades se relacionan entre s segn dos formas diferentes: la

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    convergencia y la divergencia. As, por ejemplo, la intensidad pura y la orgnica pueden convergir entre s y divergir de la objetiva. O puede haber convergencia entre la intensidad pura y la objetiva y divergencia respecto de la orgnica. Esta ltima puede convergir con la objetiva y divergir de la pura. Incluso las tres intensidades pueden convergir o divergir todas entre s. Advierte, no obstante que la relacin de convergencia o divergencia pertenece ya, en cuanto relacin, al mbito de la percepcin. As, en el primer caso, en que hay convergencia de intensidad pura y orgnica, hemos de atender las leyes propias de la percepcin si queremos comprender su causa.

    -Telicles: No estoy seguro de comprenderte.

    -Aristarco: Digo que, las leyes de la percepcin no son sino las leyes de la combinatoria de las diversas formas de intensidad. Por eso creo preciso hacer tambin ciertas divisiones complementarias respecto a estas dos primeras formas de relacin, porque la causa de la convergencia o de la divergencia se localiza en el grado de dependencia o independencia que cada

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    intensidad tiene respecto de las otras. En total distingo seis relaciones distintas.

    -Telicles: Si? -Aristarco: Eso creo, pues veo, por ejemplo,

    que a veces la convergencia se origina por resonancia, otras por simple concordancia, y otras ms por resistencia. Del mismo modo, la divergencia se origina en cualidades opuestas, ora por amortecimiento, ora por discordancia, ora por obediencia.

    -Telicles: Cmo es posible la convergencia por resistencia y la divergencia por obediencia?

    -Aristarco: No diremos que en algunos casos la intensidad pura converge con la intensidad objetiva porque resiste a la intensidad orgnica? No sucede esto, por ejemplo, cuando el alma, sacudida por el apetito concupiscible, se mantiene inconmovible porque se percibe objetivamente?

    -Telicles: Es posible, claro. -Aristarco: Y el alma no podra, del

    mismo modo, ceder a los movimientos sensibles tributndoles obediencia y divergir de su propia percepcin objetiva, de modo tal que la intensidad subjetiva sometida

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    libremente a la intensidad orgnica difiera de la objetiva?

    -Telicles: Es justo. -Aristarco: No podr finalmente la

    intensidad orgnica convergir con la intensidad objetiva y divergir de la pura?

    -Telicles: Acaso es posible? -Aristarco: Me parece que es un estado muy

    breve del alma pero muy frecuente. Cuntas veces no obligamos al cuerpo a desear lo que apetece al alma por una vanidad suya? No es cierto que al final la sensibilidad queda como esclavizada por lo que en un principio era incapaz de producirle afeccin alguna?

    -Telicles: Verdad es. -Aristarco: Advierte por otra parte, buen

    Telicles, que la resistencia y la obediencia son trminos invertibles porque dependen del estado de las relaciones.

    -Telicles: Cmo? -Aristarco: Puede tambin existir

    convergencia por obediencia y divergencia por resistencia. O no dirs que a veces, por ejemplo, la voluntad somete la intensidad orgnica a la intensidad pura, logrando as que sta converja con la intensidad objetiva?

    -Telicles: Pues s.

  • 31

    -Aristarco: Del mismo modo, hay ocasiones en que nuestros pensamientos propician ciertas afecciones en el cuerpo que hasta entonces no pasaban de ser meras posibilidades. En estos casos puede lograrse cierta divergencia de la intensidad orgnica con la intensidad objetiva a causa de su obediencia a la intensidad pura.

    -Telicles: Tienes razn. -Aristarco: Guardmonos empero de

    confundir la obediencia con la resonancia y la resistencia con el amortecimiento. Adviertes la diferencia?

    -Telicles: No pretendo tanto, pero la presiento.

    -Aristarco: A mi juicio, querido Telicles, se trata no menos que de la diferencia entre lo voluntario y lo involuntario. No es cierto que a veces una modificacin orgnica altera sensiblemente nuestro estado de nimo sin que hayamos contado con la posibilidad de oponerle resistencia? Y no es cierto que en estos casos la voluntad se ve requerida ms que a la resistencia, a la reconquista?

    -Telicles: Sin duda. -Aristarco: Luego, la resonancia es un

    movimiento silencioso en cuanto se transmite de modo pasivo. Y lo mismo ocurre con el amortecimiento: adviertes que a veces,

  • 32

    debido por ejemplo, a la intensidad de la virtud, un cambio profundo en la intensidad orgnica resuena escasamente en la intensidad pura porque todo movimiento se mitiga en un medio que no le es propicio?

    -Telicles: S. -Aristarco: No afirmaremos que la

    obediencia y la resistencia son de signo contrario, si, como parece, comprometen a la voluntad en su resultado?

    -Telicles: Es evidente. -Aristarco: Pues incidentalmente, podemos

    sostener que la vida del hombre gira entre estos dos polos: a veces el hacer consiste en una definicin de s mismo: optamos por un modo de ser que conlleva un modo de sentir. Otras: el hacer es un rehacer y un deshacer. En tal caso, el hombre tiene que redefinir, porque es preciso borrar lo hecho antes de poder volver a hacer. No es lo mismo, por ejemplo, perfeccionar la virtud que deshacer la corrupcin. En ambos casos existe imperfeccin pero de diverso grado, pues la una requiere preferentemente construir, mientras la otra, aunque construye, se asemeja ms a una demolicin.

    -Telicles: Estoy de acuerdo.

  • 33

    -Aristarco: No hemos dicho nada an de la concordancia y la discordancia. Yo reservara estos nombres a aquellas relaciones que no son producto de la afeccin o la pasin, sino el resultado aparente de dos intensidades, en cuanto su exterioridad es sometida a contraste. As, en ocasiones, la intensidad pura concuerda con la intensidad objetiva por va independiente, pues por un feliz accidente las mociones del alma estn por naturaleza polarizadas favorablemente, en espera de descubrir su armona con las mociones que la realidad misma introduzca en ella a travs de la intensidad objetiva.

    -Telicles: Me parece muy raro, pero de vez en cuando ocurre.

    -Aristarco: Cierto Telicles. Pero ahora dime: adviertes que en cualquiera de estos casos se conserva cierta proporcin entre las relaciones, de modo que a cierto estado de una intensidad corresponde un conjunto limitado de estados posibles en las dems?

    -Telicles: S, ora la resistencia respecto de una intensidad se traduce en concordia respecto de otra. Ora el amortecimiento hacia una propicia discordancia hacia otra. Ora la resonancia produce concordancia, ora la obediencia discordancia. Ora la resistencia

  • 34

    produce resonancia y el amortecimiento obediencia.

    -Aristarco: Y tambin a la inversa. -Telicles: S, es verdad: tambin podemos

    decir que la concordia produce resistencia, la discordia amortecimiento, la concordancia resonancia, la discordancia obediencia, la resonancia resistencia y la obediencia amortecimiento. Es eso lo que significabas?

    -Aristarco: Ni ms ni menos. Es heracliteano todo el asunto: No es verdad? Qu adviertes de definitorio en estas relaciones?

    -Telicles: Que son relaciones de intensidad. O te refieres a algo distinto?

    -Aristarco: Creo, Telicles, que estableciste con extrao arte sin proponrtelo, el orden que conviene a las seis relaciones posibles entre las formas de convergencia. Cmo lo has conseguido?

    -Telicles: Me represent en grupos de tres cada una de las formas y luego deduje sus relaciones.

    -Aristarco: A fe ma que no pudiste haberlo hecho mejor. Es tu capacidad de rememorarQu ms observas?

    -Telicles: Pues...

  • 35

    -Aristarco: No crees que, igual que relacionaste entre s, por una parte, los tipos de formas convergentes, y por la otra, los tipos de formas divergentes, tambin puedes establecer relaciones entre los opuestos, los contradictorios y hasta entre los trminos medios y complementarios?

    -Telicles: Es verdad. -Aristarco: Entonces, atendiendo a los

    opuestos tendremos que la resonancia de una intensidad produce el amortecimiento de alguna otra, la concordancia discordancia y la resistencia obediencia. Cada una de estas tres relaciones tendr su inversa no es verdad?

    -Telicles: S. -Aristarco: Cmo sern las relaciones

    contradictorias? -Telicles: Djame ver... Ya lo tengo: a

    cierta resonancia corresponder cierta obediencia o a la inversa, y a cierta resistencia cierto amortecimiento con su respectivo inverso.

    -Aristarco: Magnfico, Telicles. No distinguiremos tambin ocho relaciones si buscamos correspondencias entre formas de la convergencia, por una parte, y formas de la divergencia, por la otra, que no sean ni opuestas ni contradictorias?

  • 36

    -Telicles: S, habr correspondencia entre resonancia y discordancia, resistencia y discordancia, amortecimiento y concordia, obediencia y concordia, y en fin sus sendos inversos.

    -Aristarco: Pues si no me equivoco, has examinado todas las formas de relacin posibles. Diras que estas correspondencias son siempre necesarias?

    -Telicles: No es acaso lo que t mismo sostienes?

    -Aristarco: No, querido amigo. Yo sostengo que para el estado que corresponde a una cierta intensidad existe por necesidad un cierto nmero de relaciones posibles. Pero pienso que de la necesidad de tales posibilidades en cuanto posibilidades, no se sigue la necesidad efectiva de cada una de ellas... quiz de algunas, no todas. Es algo que debemos examinar.

    -Telicles: Pues tendrs que revisar una por una.

    -Aristarco: No hay ms remedio, a lo que parece: Veamos, pues, las relaciones que se construyen combinando entre s las diversas formas de la convergencia y la divergencia. Como existen tres modalidades para cada una,

  • 37

    alcanzo a distinguir treinta combinaciones posibles, siendo inversas la mitad de ellas.

    -Telicles: Por dnde comenzars? -Aristarco: Representmonos primero la

    ubicacin de cada una de las intensidades en un esquema de referencia como ste:

    convergencia: resonancia

    concordancia resistencia divergencia: amortecimiento

    discordancia obediencia -Telicles: Ya me haba representado la

    trada de la convergencia de modo semejante. Te movers en crculo, de par en par?

    -Aristarco: Encuentro ms seguro avanzar de una en una agotando sus combinaciones posibles. Es evidente que cada intensidad cuenta con cinco distintas. Y no sabemos de antemano si las inversas son o no son repeticiones, porque habr relaciones posibles y relaciones necesarias. As, cabe que AB sea una relacin posible, en tanto BA contenga una relacin necesaria. Si te parece, podemos comenzar con el extremo superior derecho y avanzar siempre hacia la izquierda hasta alcanzar el ltimo trmino. Cada vez que lleguemos a una intensidad determinada,

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    consideraremos tanto los trminos que estn ms adelante en la direccin del recorrido como los que estn a su derecha. Al hacer lo segundo estableceremos relaciones inversas por referencia a las relaciones que haban fundado estos ltimos trminos. As, por ejemplo, la resonancia se relaciona hacia adelante con el amortecimiento, la discordancia y la obediencia, pero hacia atrs o a su derecha establece dos relaciones inversas con la concordancia y la resistencia. Te parece?

    -Telicles: No tengo inconveniente. -Aristarco: Adems cada relacin,

    considerada unidireccionalmente, admite seis arreglos distintos ya que involucra tres intensidades diferentes. Por ejemplo, dentro de la relacin entre resistencia y amortecimiento cabe que 1.- La intensidad objetiva oponga resistencia a la pura y resuene escasamente en la orgnica. De modo similar se puede establecer una secuencia para las formas restantes: 2.- Resistencia de la subjetiva a la objetiva y amortecimiento en la orgnica. 3.- Resistencia de la objetiva a la orgnica y amortecimiento en la subjetiva. 4.- Resistencia de la subjetiva a la orgnica y amortecimiento en la objetiva. 5.- Resistencia de la orgnica a

  • 39

    la objetiva y amortecimiento en la subjetiva. Y, finalmente, 6.- Resistencia de la orgnica a la subjetiva y amortecimiento en la objetiva. Advierte, no obstante, que estas relaciones son pro-yectivas, seriadas, van siempre hacia adelante ( ), porque no admiten retroyecciones. Puedes aadir alguna otra?

    -Telicles: No lo creo. Piensas examinar todos los arreglos posibles de cada una de las intensidades?

    -Aristarco: Descuida, solo en la medida que resulte necesario a causa de las diferencias. No veo razn para hacerlo cuando los arreglos sean homogneos. Sin embargo, debo decirte que, an dentro de cada uno de los arreglos, advierto diversas modalidades. Y en los seis ejemplos precedentes solo me he valido de una de ellas porque la accin transitiva, que consiste en el efecto de una intensidad sobre otra, puede seguir diversas direcciones.

    -Telicles: Dame un ejemplo. -Aristarco: Considera la resonancia y el

    amortecimiento. Siguiendo el modelo precedente hablaremos de una intensidad objetiva que resuena en la intensidad pura y amortece en la orgnica. Aqu, por as decirlo, hay un solo movimiento, un desplazamiento

  • 40

    continuo de la primera intensidad a la segunda y de la segunda a la tercera. Pero hay otras tres formas alternativas: 1.- La intensidad objetiva resuena en la intensidad pura y sta amortece en la orgnica (en este caso, a diferencia del primero, la tercera intensidad no recibe directamente los efectos de la primera, sino de la segunda). 2.- La intensidad objetiva resuena en la intensidad pura y a causa de la primera amortece la intensidad orgnica (aqu la intensidad objetiva no amortece en la orgnica, sino que sta amortece por su causa). 3.- La intensidad objetiva resuena en la intensidad pura y la orgnica amortece en sta.

    -Telicles: Existen, por tanto, cuatro modalidades para cada uno de los arreglos y seis arreglos para cada una de las relaciones, lo que hace un total de 24 formas distintas dentro de cada una de las relaciones?

    -Aristarco: Eso mismo. Y an podemos simplificar este estado de cosas si afirmamos que a cada intensidad convienen ocho modalidades distintas dentro de cada relacin, lo que nos da, nuevamente, un total de 24 formas, dado que existen tres diversas intensidades.

    -Telicles: Ilstralo de nuevo.

  • 41

    -Aristarco: Con gusto. Considera las modalidades de la intensidad pura en la relacin amortecimiento-resistencia: 1- La intensidad pura amortece en la objetiva y resiste a la orgnica. 2- La intensidad pura amortece en la objetiva y sta resiste a la orgnica. 3- La intensidad pura amortece en la orgnica y resiste a la objetiva. 4- La intensidad pura amortece en la orgnica y sta resiste a la objetiva. 5- La intensidad pura amortece en la objetiva, que a su vez se resiste a aquella. 6- La intensidad pura amortece en la orgnica, que a su vez se resiste a aquella. 7- La intensidad pura amortece en la orgnica y la objetiva se resiste a sta. 8- La intensidad pura amortece en la objetiva y la orgnica se resiste a sta. Con las otras dos intensidades procederamos de modo semejante, formando un total adicional de 16 modalidades diferentes.

    -Telicles: Comprendo. -Aristarco: Sin embargo, debemos

    considerar ciertas excepciones: en algunos casos no habr 24 sino tan solo 12 modalidades diferentes, es decir, cuatro y no ocho, para cada una de las intensidades.

    -Telicles: A qu casos te refieres?

  • 42

    -Aristarco: A aquellos en que las intensidades admiten relaciones simtricas, es decir, cuando B6A es idntico a A6B.

    -Telicles: Cuando ocurre tal cosa? -Aristarco: Cuando hay relaciones de

    concordancia o de discordancia. As, lo mismo dar decir que A concuerda con B que B concuerda con A. Esto no es vlido para otras relaciones, porque no puedo significar lo mismo cuando digo A resuena en B y luego afirmo B resuena en A: el sentido es diverso.

    -Telicles: Es cierto. -Aristarco: Observa por ltimo que no es

    posible aplicar la propiedad conmutativa a ninguna de las relaciones: una modificacin de secuencia implica una modificacin de sentido.

    -Telicles: Por ejemplo? -Aristarco: No es lo mismo decir "La

    intensidad pura resiste a la objetiva y la orgnica amortece en aquella" a decir "La intensidad orgnica amortece en la pura y sta resiste a la objetiva. Son enunciados diferentes, porque el antecedente es diferente y por lo mismo, tambin su efecto en el consecuente.

    -Telicles: Ya entiendo. -Aristarco: Tienes alguna sugerencia?

  • 43

    -Telicles: Tan solo que cumplas tu promesa, porque en verdad las formas son muy numerosas.

    -Aristarco: Te refieres a que no entre en cuestiones de detalle si las diferencias entre las modalidades o entre los arreglos no son muy pronunciadas?

    -Telicles: S. -Aristarco: Te prometo que as lo har. As

    que comencemos: Qu relacin posible establece la resistencia respecto de la concordancia? Si, por ejemplo, la intensidad pura resiste a la intensidad objetiva concordar necesariamente con la intensidad orgnica?

    -Telicles: No lo creo. -Aristarco: Yo tampoco. Pero me parece

    que al sacar conclusiones debemos ubicar la relacin en el tiempo. Yo distinguira segn su relacin temporal, los efectos repentinos del encuentro instantneo y los efectos de la duracin.

    -Telicles: Quieres decir que las relaciones evolucionan con el tiempo?

    -Aristarco: S, pero no solo eso. Yo aadira que, aunque el desarrollo no est determinado de antemano, no por eso se encuentra totalmente indeterminado. Ms bien ser

  • 44

    congruente con ciertas posibilidades de desarrollo y pienso tambin que stas se expresan en la dominancia de ciertas tendencias por relacin a otras.

    -Telicles: Aclara un poco lo que has dicho. -Aristarco: Hagmoslo a travs del mismo

    ejemplo. Yo no veo motivo alguno por el que, la resistencia de la intensidad pura a la objetiva se traduzca instantneamente en una cierta concordancia con la intensidad orgnica. Pero no dudo tampoco de que se trata de un estado altamente inestable, porque el hombre, de suyo est forzado a definirse, de modo que esta inicial discordancia de las tres intensidades que el ejemplo supone, da paso, a la larga, a la dominancia de alguna de ellas.

    -Telicles: Y supongo que puede ser cualquiera.

    -Aristarco: No estoy muy convencido de que as sea.

    -Telicles: Cmo podras anticipar el resultado?

    -Aristarco: Si fuese capaz de sealar una intensidad que por naturaleza fuese ms poderosa que las otras.

    -Telicles: Es posible?

  • 45

    -Aristarco: A m me parece que la dificultad para percibirlo obedece al carcter especfico de las condiciones de desarrollo.

    -Telicles: No te comprendo. -Aristarco: Considera, por ejemplo, la

    formacin del carcter. Qu sucede en esa edad temprana en que el alma parece pura potencia? Antes de responder observa el sentido de mi pregunta: yo advierto que el temperamento de los nios ya est en cierto modo muy diferenciado, porque algunos son por naturaleza apacibles; otros, en cambio, irascibles y dominantes. Algunos son juguetones y arrojados, otros pensativos y solitarios. Habr algunos temerarios y otros pusilnimes, y as, toda la gama de afecciones imaginables. Aqu se advierte, como puedes ver, la variedad de papeles que la intensidad orgnica tiene en nuestras primeras afecciones y, no pocas veces, a lo largo de toda una vida, pues el carcter suele orientarse en direccin de las intensidades dominantes. Pero es esto lo que verdaderamente importa al definirnos?

    -Telicles: A m me parece indudable. -Aristarco: Creo que deberas distinguir dos

    cosas distintas. -Telicles: A saber?

  • 46

    -Aristarco: La definicin del carcter y la definicin de los fines.

    -Telicles: Acaso no es fcil advertir como en potencia, en los rasgos infantiles, las futuras inclinaciones?

    -Aristarco: Te refieres a una correspondencia necesaria entre las primeras y las "ltimas" inclinaciones, aquellas que se adquieren en la formacin del carcter?

    -Telicles: Naturalmente. No predecimos, por ejemplo, en el nio dominante al hombre ambicioso?

    -Aristarco: Yo no hara esas inferencias. -Telicles: Por qu? -Aristarco: Porque a veces, los hombres

    pusilnimes son ms ambiciosos que los hombres dominantes.

    -Telicles: En cualquier caso, nuestra historia no es indiferente a nuestras primeras inclinaciones.

    -Aristarco: Mas no crees que las ms de las veces es un asunto en extremo difcil juzgar qu tan sujetos estamos a ellas?

    -Telicles: S. -Aristarco: Yo estimo que la causa de ello

    reside en el hecho de que el hombre, ora no se aclara sus propios fines, ora no se decide por ellos. No es cierto que estamos siempre como

  • 47

    divididos entre lo que realmente somos y aquello a que aspiramos?

    -Telicles: Eso es verdad. -Aristarco: No te parece que este hecho

    nos asemeja ms de lo que nos distingue? -Telicles: Por qu lo dices? -Aristarco: Porque muchas veces, cuando

    somos espectadores de nosotros mismos, desorientamos a nuestros pensamientos con nuestras obras. No es cierto que hay, por ejemplo, ocasiones en que agobiados por nuestro modo de ser, nos parece que nuestros vicios, grandes o pequeos, son como lastres invencibles de los que no podemos liberarnos y nos sentimos entonces manipulados por nuestro propio cuerpo?

    Telicles: S. -Aristarco: Pero qu! No hay otras

    ocasiones en que no nos asustan demasiado nuestras debilidades porque nos sentimos poderosos ya que la virtud est al alcance de la mano?

    -Telicles: Tambin es cierto. -Aristarco: Entonces, tan dominado puede

    llegar a estar un hombre por sus vicios como por sus virtudes. Solo que por un extrao acontecimiento, cuando nos aterra la fuerza de nuestros malos hbitos somos tardos para

  • 48

    recordar los instantes en que displicente y libremente accedimos a ellos. No es esto lo que sucede cuando pensamos idealmente en ciertos fines sin preocuparnos demasiado de concertar la voluntad con nuestros deseos?

    -Telicles: S, as parece. -Aristarco: Pues ah tienes: cmo

    podremos definir adecuadamente nuestros fines si al definir nuestros carcter cedemos a todo gnero de debilidades?

    -Telicles: Es verdad. -Aristarco: Sin embargo, la mayor parte de

    los hombres, se sienten dominados por sus inclinaciones. Por qu? Porque es ms fcil sucumbir a los deseos que tener la fuerza de voluntad para crearlos.

    -Telicles: No comprendo. -Aristarco: Qu es lo que se requiere para

    concertar la voluntad con los fines? -Telicles: Lo primero de todo que los fines

    nos parezcan bellos. -Aristarco: Verdad es. Pero te parece que

    esta belleza engendra un deseo de sus mismas dimensiones, un deseo que sea parejo a ella cuando la voluntad se ampare en su contemplacin para poder resistir la resistencia del Bien?

    -Telicles: No, los deseos son muy dbiles.

  • 49

    -Aristarco: Justo: el deseo es inconmensurable con su origen. Me parece que esta es la mayor tragedia de la libertad. Lo ves?

    -Telicles: Tristemente. -Aristarco: Quiz haya tragedias que no

    deban entristecernos. -Telicles: Ser bueno alegrarnos por algo

    tan trgico? -Aristarco: Si el hombre puede sacar

    provecho de ello... Si es tan escaso el deseo qu nos impedir crearlo, darle vida con nuestra voluntad?

    -Telicles: Qu es lo que sugieres? -Aristarco: Que el nico lmite de la

    intensidad pura est en la magnitud del deseo. Con lo cual se ve que el hombre puede, en cierto modo, obrar ms all de sus fuerzas ( ), porque stas nunca tienen en s mismas la causa de su magnitud. La fuerza depende tanto del deseo como ste de aquella. Pero el lmite del deseo no yace en las virtualidades de la fuerza, por lo que esta dependencia mutua es en extremo dispareja; el deseo es ms independiente y ni siquiera le gobiernan las imperfecciones de la contemplacin.

    -Telicles: Entonces?

  • 50

    -Aristarco: El lmite del deseo es el fin propuesto.

    -Telicles: Creo comprenderte. -Aristarco: Pues si no me equivoco, la

    intensidad pura es ms poderosa que la orgnica e incluso ms que la objetiva. Por eso, a la larga, es la nica que adquiere dominancia.

    -Telicles: Pero, a veces, la realidad da al traste con nuestros deseos. Cuando esto sucede la intensidad objetiva no tendra mayor poder que las otras?

    -Aristarco: Es, precisamente, a esta impresin de que la realidad domina, a lo que he querido referirme cuando te mencion el "carcter especfico de las condiciones de desarrollo". Creo que la intensidad objetiva tiene siempre el poder de sealar, pero no el de dominar. Y a veces su poder se limita a sugerir. Para dominar habra de ocupar todas las partes del alma.

    -Telicles: Cmo es eso? -Aristarco: Acaso no hay hombres que,

    destruidos sus deseos por una terrible experiencia, se procuran muy pronto unos nuevos, tan irreales como los anteriores, los que, como un cielo protector, ahuyentan la

  • 51

    amargura de sus corazones? Por qu se conducen as?

    -Telicles: Es difcil saberlo. -Aristarco: No ser que, al descubrir,

    repentinamente, que sus ilusiones son falsas a travs de la fuerza con que la realidad se impone sobre ellas, no conocen de la realidad nada ms que su fuerza de devastacin? Cuntas veces no permanecemos en la misma incertidumbre sobre lo que es, al llegar a conocer lo que no es?

    -Telicles: Incontables. -Aristarco: Pues piensa querido Telicles,

    Cmo podramos salir de la incertidumbre sobre el ser si no fuese a travs de la intensidad pura, a travs del deseo de lo que es, si como parece, no siempre se impone la realidad?

    -Telicles: No lo hace a travs del dolor, segn el verso de Sfocles "porque sufrimos reconocemos haber obrado mal"?

    -Aristarco: Dices bien, pero te parece claro que el dolor proporcione por s mismo el camino del entendimiento?

    -Telicles: Quiz no. -Aristarco: Eso me figuro, porque no

    encuentro menos falso el realismo forjado con puro sufrimiento -pues la realidad no debe

  • 52

    confundirse con el desengao- que un sentido para lo bello que rehusa contemplar la aridez del camino.

    -Telicles: Qu diremos entonces sobre el ser? Qu exigira su manifestacin?

    -Aristarco: Que coincida con la intensidad pura, lo cual puede suceder si sta tiene de veras el deseo de lo que es. Sin armona con el deseo, no es posible que la intensidad objetiva nos domine; se requiere de la fuerza creadora que somete la hostilidad de la experiencia. La belleza despunta con su propio brillo, pero es preciso tocar las espinas y abrirle camino con sangre. El verdadero conocimiento de s mismo depende pues de una armona: no basta ni la fuerza de la evidencia ni la dominancia de la intensidad pura y tampoco puede prescindirse de ninguna. Cuando al comienzo de nuestro dilogo t afirmabas que la causa del conocimiento es el deseo, yo te dije que tu pensamiento era prximo al mo, porque reconozco el lugar preponderante del deseo. Pero ahora te digo que el deseo se consume a s mismo sin la servidumbre de la fuerza, mucho ms modesta, de la intensidad objetiva. Por eso pienso que al deseo hay que mantenerlo vivo con el poder de la voluntad. Es preciso crearlo para compensar la debilidad

  • 53

    con que la intensidad objetiva obra sobre el deseo mismo, pues lo nico en que sta parece igualar su fuerza es en su poder de destruccin, nunca en el de construccin. Y esto mismo garantiza, gracias a la sabidura de la naturaleza, la inestabilidad de la intensidad pura que no se procura la armona de la evidencia. Pienso tambin que la intensidad pura es ms poderosa que la intensidad orgnica porque la parte irascible domina sobre la parte concupiscible del alma y sta es la parte en contacto ms ntimo con el cuerpo, que es de donde procede la intensidad orgnica. La intensidad pura forja los deseos y compensa creadoramente la inclinacin corporal a la divisin. Comprendes mi pensamiento?

    Telicles: Eso creo. -Aristarco: Sin embargo, an si la

    intensidad pura no desea lo que es, si por ejemplo, no ve ms all de una muelle tranquilidad no crees que se impondr de cualquier forma con un imperio intermitente, interrumpido de vez en cuando por la intensidad objetiva? No ser como tantas tiranas cuya cohesin se funda en su propia corrupcin?

    -Telicles: Eso parece.

  • 54

    -Aristarco: Entonces recapitulemos: si en la relacin puntual, instantnea, la obediencia de la intensidad orgnica a la pura es una mera posibilidad, siendo sta ltima de naturaleza dominante, a la larga, como el alma y el cuerpo buscan por inclinacin cierta armona, la obediencia ser necesaria, tanto por parte de la intensidad orgnica como por parte de la intensidad objetiva que se le resiste. Te parece?

    -Telicles: S. -Aristarco: Pues creo que hemos dicho

    suficiente sobre la relacin entre resistencia y concordancia. Ahora dime: Cul ser la relacin posible de la resistencia con la resonancia? La cuestin es, digamos: si la intensidad pura que ofrece resistencia a la intensidad objetiva resonar sobre la orgnica.

    -Telicles: Me parece que s. Ser una relacin necesaria, pues por lo que te he comprendido, la intensidad pura siempre tiene un efecto inmediato sobre la orgnica. Y sta, a largo plazo, es casi como un espejo suyo.

    -Aristarco: En efecto, Telicles. Yo me atrevera a decir que el modo como experimentamos muchas pulsiones del cuerpo, como el instinto sexual, son un reflejo de la vida del alma. No es ste el nico modo de

  • 55

    explicar por qu lo que para unos es un sacrificio casi intolerable, para otros constituye ora un motivo de indiferencia, ora una ocasin de ejercitarse en la virtud con alegra?

    -Telicles: Cierto. -Aristarco: Qu diremos de la resistencia y

    el amortecimiento? Pongamos primero que la intensidad pura se resiste a la objetiva tendr por ello escasa resonancia en la intensidad orgnica?

    -Telicles: Segn el principio que sentaste, la intensidad pura siempre tiene resonancia en la orgnica.

    -Aristarco: Te parece justo? -Telicles: Ya lo creo. -Aristarco: Y la resonancia ser como un

    espejo de la intensidad pura? -Telicles: Eso mismo. -Aristarco: No es cierto que la intensidad

    orgnica proviene de la parte del cuerpo que est en contacto con la parte concupiscible del alma donde se asienta el apetito sexual, el instinto de conservacin, la sensacin de placer, el desagrado y el apetito de descanso?

    -Telicles: S. -Aristarco: Imaginas un caso ms trivial

    que ste?

  • 56

    -Telicles: Por qu? -Aristarco: Porque la mayor parte de los

    hombres evaden la realidad de algn modo, pues su insatisfaccin dice ms que mil simulaciones.

    -Telicles: Cmo? -Aristarco: Toma por ejemplo el apetito

    sexual. Por qu la continencia es tan escasa como la misma justicia?

    -Telicles: Cmo voy a saberlo? -Aristarco: Yo advierto que la excitacin

    suaviza la tristeza del alma, y que si sta es privada de armona se convierte en una crcel para las aspiraciones de su naturaleza. Cmo compensarlas cuando el alma, contra su inclinacin, tiene que hacerse una gran violencia contemplndose a s misma? O no consiste la mayor de las tristezas en estar enamorado de uno mismo?

    -Telicles: S. -Aristarco: Pues por eso encuentro en la

    excitacin un remedo, en extremo eficaz, de la contemplacin, porque mediante ella el hombre se olvida de s por momentos: No hay mayor tristeza que no poder apartar de s mismo el pensamiento.

    Telicles: Es verdad.

  • 57

    Aristarco: Imaginas lo que sucedera si la naturaleza no hubiese inventado estas simulaciones?

    -Telicles: Vaya... -Aristarco: Cmo no ser escasa la

    continencia si la excitacin es uno de los pocos lujos que puede darse el egosmo para apartar de s la soledad?

    -Telicles. Cierto. -Aristarco: Pero la naturaleza hace

    acompaar esta exaltacin de una profunda desolacin. No decimos por ello que en los breves placeres hay agudas tristezas?

    -Telicles: S. -Aristarco: Y qu me dices de los hombres

    libertinos y depravados? No son un ejemplo esplndido de resonancia?

    -Telicles: Por qu? Aristarco: Porque reflejan con sus apetitos

    corporales la perversidad de su alma. -Telicles: As parece. -Aristarco: Pero nuestro apetito sexual

    refleja hasta los dolores que no nos confesamos a nosotros mismos, porque el alma -a pesar de nuestros deseos- s se los confiesa al cuerpo en lo que resulta ser un dilogo ms ntimo que todos nuestros pensamientos. Adviertes que los apetitos de

  • 58

    la parte sensible forman una unidad indivisible a causa de la unidad substancial del alma?

    -Telicles: S. -Aristarco: Extraa entonces que cuando

    carecemos del inmenso placer que nos depara la contemplacin del Bien -lo cual ocurre ms de lo que imaginamos porque con frecuencia la realidad nos desborda por ser nuestros pensamientos demasiado pequeitos comparados con las complejidades del alma- se confunda nuestro instinto de conservacin y procuremos con delectacin nuestro propio mal?

    -Telicles: ... -Aristarco: Y cuando el dolor que no nos

    confesamos por no poder asimilarlo deja a eros sin gobierno, no es cierto que perdemos el apetito de descanso, hacindonos cada vez ms obsesivos y extraos, atormentados por mil delirios distintos? No es todo esto como un espejo del alma que ya no puede desear el acuerdo consigo misma?

    -Telicles: Es verdad. -Aristarco: Ahora considera otro caso

    dentro de la misma relacin. Qu sucede si la intensidad objetiva opone resistencia a la pura, tendr escasa resonancia sobre la orgnica?

    -Telicles: Evidentemente.

  • 59

    -Aristarco: Por qu lo piensas as? -Telicles: Porque no domina. -Aristarco: Se sigue una cosa de la otra?

    Diremos que si una intensidad no es dominante tampoco tiene resonancia?

    -Telicles: Suena razonable. -Aristarco: Esa es mi primera impresin, y

    no obstante, me suscita alguna duda. -Telicles Por qu? -Aristarco: Porque si la realidad que

    percibimos no se ajusta a los deseos del alma, no determinar la intensidad objetiva los caminos fraguados por la intensidad pura para evitarla, teniendo de este modo, por mediacin suya, resonancia en la orgnica?

    -Telicles: No lo s. -Aristarco: No crees que la intensidad pura

    que no concuerda con la objetiva, an siendo dominante respecto de ella depende, como una rmora, de su propio movimiento?

    -Telicles: Quiz. -Aristarco: Si su poder yace en las

    ficciones, stas como se sostendran? -Telicles: Quiz asumiendo la apariencia de

    la realidad para que sta, a su vez, asuma la apariencia de las ficciones.

    -Aristarco: Dices bien, porque las ficciones para ser tales dependen de la realidad misma:

  • 60

    no queda nada de ellas cuando ya no es posible eludir el objeto que nos hace procurarlas si un objeto tal carece de existencia.

    -Telicles: Te sigo. -Aristarco: No esperaras una especie de

    semejanza entre la intensidad y el hombre dominante, si ste acta siempre como esclavo de las situaciones porque ha de procurar la servidumbre de otros para no confrontar sus debilidades?

    -Telicles: Es cierto. -Aristarco: No est pues el origen de su

    fuerza en la sumisin misma y no domina a causa de ella?

    -Telicles: S. -Aristarco: Pues lo mismo creo que ocurre

    cuando la intensidad objetiva se resiste a la pura y sta acaba por dominarla. El vasallaje es el origen de su fuerza y, por tanto, no se comprende sin ella.

    -Telicles: Estoy de acuerdo. -Aristarco: Considera un tercer caso posible

    dentro de este esquema. Qu decir de una posible resistencia de la intensidad objetiva a la orgnica y amortecimiento de aquella en la intensidad pura?

  • 61

    -Telicles: Que resulta de todo punto necesaria, ya que la intensidad orgnica refleja el estado de la intensidad pura.

    -Aristarco: Cierto. Y de existir resistencia de la intensidad pura a la orgnica, aquella encontrara amortecimiento en la objetiva?

    -Telicles: No necesariamente; eso depender de que en este movimiento sea discordante o concordante con ella.

    -Aristarco: Pero podemos decir que si el hombre no se procura un bien a s mismo sus propios pensamientos encontrarn cierto amortecimiento en la evidencia?

    -Telicles: Sin duda. -Aristarco: Bien, ahora dime: puede

    oponer resistencia la intensidad orgnica a la objetiva y amortecer en la subjetiva?

    -Telicles: A corto plazo, si la intensidad subjetiva no concuerda ni con una ni con otra.

    -Aristarco: Y si la intensidad orgnica se resiste a la intensidad pura, puede amortecer en la objetiva?

    -Telicles: Supongo que en tal caso, o bien habra una concordancia entre la intensidad pura y la objetiva, de modo que aquella otra tendra cada vez menos resonancia, o de existir entre ellas cierta discordancia, terminara por resonar en la intensidad pura.

  • 62

    -Aristarco: Excelente, querido Telicles. Creo que ahora podemos pasar a la relacin entre resistencia y discordancia. Supn nuevamente que la intensidad pura tiene cierta resistencia a la objetiva. Esto puede originarle discordancia con la intensidad orgnica?

    -Telicles: Creo que s es posible. -Aristarco: A m me parece que esto sucede

    con frecuencia porque el carcter ldico de la virtud est muy prximo a su contrario: el placer del juego. No es cierto que a veces perturbamos la templanza del cuerpo porque encubrimos con cierta curiosidad repentina y una como inocente diablura la pereza que nos da tener que perfeccionarnos da con da?

    -Telicles: S. -Aristarco: No nos procuramos entonces

    un riesgo que no tena antes posibilidad alguna?

    -Telicles: Buscamos hacernos vulnerables tan pronto como hemos fortificado alguna parte del alma.

    -Aristarco: S, porque nos sentimos merecedores del descanso al menor esfuerzo. Y por si fuera poco, convencidos de que es una diversin inofensiva. No reside en este

  • 63

    carcter inocuo el poder de algunas formas de seduccin?

    -Telicles: Concuerdo. -Aristarco: Qu diremos de la resistencia y

    la obediencia? -Telicles: Djame plantear el problema esta

    vez: Si la intensidad pura se resiste a la objetiva es obediente a la orgnica? Me viene a la mente un ejemplo.

    -Aristarco: Te escucho. -Telicles: Pues creo que este estado es la

    raz del mpetu sexual de la adolescencia, cuando supera toda medida.

    -Aristarco: En efecto: no es fcil contener un gran mpetu que literalmente ha surgido de la nada, sobre todo si el alma no est preparada para confrontar las nuevas potencias del cuerpo. Pero no diremos que cualquier cambio repentino en la intensidad orgnica, por poderoso que sea, se torna dcil ante la armona del alma?

    -Telicles: S, pero si le asalta sin que el alma haya logrado un acuerdo consigo misma, no caer la intensidad subjetiva en una espantosa servidumbre, ms all de toda previsin posible?

    -Aristarco: Claro, y no me cabe duda de que en tal caso, el hombre habr de quererse

  • 64

    mucho a s mismo para escapar de ella ya que un amor excesivo por el cuerpo no existira sin cierto desprecio por el alma.

    -Telicles: Conforme. -Aristarco: Podemos avanzar un paso y

    ocuparnos de la concordancia. No procede ahora considerar la primera relacin inversa, la que va de la concordancia a la resistencia?

    -Telicles: Eso parece. -Aristarco: No crees, por ejemplo, que

    puede concordar la intensidad pura con la objetiva con o sin resistencia de la intensidad orgnica?

    -Telicles: Ilstralo con un ejemplo. -Aristarco: Adviertes que hay ocasiones en

    que el cuerpo, lejos de acosar al alma con pulsiones est bien dispuesto, como en espera de su deliberacin? O diras que el apetito concupiscible carece en absoluto de momentos de serenidad?

    -Telicles: No, por Zeus! -Aristarco: Dices bien, porque toda pulsin

    conlleva cierta fatiga y, por tanto, la necesidad del reposo. Pero entonces, la resistencia, igual que la docilidad son estados variables porque participan del dinamismo de la intensidad, ora en el alma, ora en el cuerpo. Por tanto, la respuesta de la intensidad orgnica depende de

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    su magnitud propia, sin olvidar que su intensidad es relativa.

    -Telicles: Concuerdo. -Aristarco: Pero entonces, si la intensidad

    pura concuerda con la objetiva, dada una intensidad apropiada no resonar necesariamente sobre la orgnica, si como ya demostramos lo voluntario resuena siempre sobre lo involuntario?

    -Telicles: Eso me parece. -Aristarco: Y no sucede otro tanto si la

    intensidad orgnica concuerda con la intensidad objetiva? No resonar necesariamente sobre la intensidad pura, aunque por una causa distinta? No es cierto que an si sta fuese contraria a aquellas, no puede dejar de experimentar una influencia considerable?

    -Telicles: Por qu? -Aristarco: Porque, si bien, lo involuntario

    no resuena por s solo en lo voluntario, s que puede hacerlo a travs de la evidencia, ya que sta puede conmover con doble fuerza a la intensidad pura si cuenta con el apoyo de la intensidad orgnica.

    -Telicles: Comprendo. -Aristarco: Qu diremos por ltimo si hay

    concordia entre la intensidad pura y la

  • 66

    orgnica? Resonar sobre la objetiva an si sta fuese contraria?

    -Telicles: No puedo asegurar lo contrario. -Aristarco: Y creo que haces bien, pues no

    bastara un deseo que provenga de la parte ms ntima del alma, cuando se refuerza largo tiempo a travs del pensamiento si ste experimenta cierto gozo en la intensidad orgnica, para hacernos dudar de la evidencia?

    -Telicles: Cmo? -Aristarco: No es esto lo que ocurre al

    hombre cuando llevando una vida de desenfreno termina por no encontrar reparo alguno en lo que antes le procuraba un intenso sentimiento de culpa?

    -Telicles: Es cierto. -Aristarco: Contamos ya, entonces, con una

    cuarta forma de relacin necesaria. Qu suceder ahora con la concordancia respecto del amortecimiento?

    -Telicles: Veamos: Nos preguntamos si la intensidad pura que concuerda con la objetiva, amortece en la orgnica. No es as?

    -Aristarco: Asimismo. -Telicles: Pues sin duda que podr ocurrir a

    corto trmino, ora porque el hombre modifica

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    sus deseos, ora porque an no ha aprendido a dominar las pulsiones del cuerpo.

    -Aristarco: Ahora quiero que consideres dos casos ms interesantes: qu pasa cuando la intensidad objetiva concuerda con la orgnica? Puede recibir un amortecimiento aparente en la subjetiva?

    -Telicles: No le encuentro sentido a tu pregunta pues hace un momento afirmabas que la intensidad objetiva en acuerdo con la orgnica tiene gran influencia sobre la intensidad pura.

    -Aristarco: En efecto. Pero ahora no estoy hablando de un efecto real sino de uno aparente. Quiero decir que quiz, a veces, la resonancia simula un amortecimiento, la concordancia una discordancia, la resistencia una obediencia, o acontece tambin el inverso de cada uno, de modo que un opuesto simula a su contrario. Te parece posible esta simulacin de opuestos?

    -Telicles: Me propones algo en verdad extrao.

    -Aristarco: No ms que los mecanismos del alma. No es cierto que a veces unos sentimientos se sobreponen a otros, de modo que un cierto objeto se desea y no se desea al mismo tiempo, o a veces, incluso, se odia lo

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    que se quiere y a la inversa, sea ama lo que se detesta?

    -Telicles: Es una contradiccin. -Aristasrco: Ya lo creo porque el hombre

    no sera libre si no fuese un animal capaz de contradiccin. O no has tenido alguna vez detrs de un motivo aparente para hacer algo, algn motivo oculto que no te confesabas a t mismo?

    -Telicles: Bueno...s. -Aristarco: Pues veo que esta simulacin

    puede ser una terrible amenaza para el amor propio y para el afecto que sentimos por otros.

    -Telicles: Quiz. -Aristarco: No convertimos de este modo,

    por ejemplo, cierto resentimiento en una extraa solicitud hacia alguien que amamos, tanto ms, cuanto mayor sea su desprecio ante nuestro halago? Es decir: No lo odiamos porque nos hace amarle ms al no sentirnos amados?

    -Telicles: S. -Aristarco: Y otras veces nuestro amor no

    es un disfraz para la culpa que nos domina a causa del odio que en el fondo tenemos?

    -Telicles: Cierto. -Aristarco: El hombre culpable acaba por

    odiarse a s mismo y procurarse todo gnero

  • 69

    de perjuicios dado que la culpa destruye el apetito de reposo.

    -Telicles: Sin duda. -Aristarco: No es verdad que la culpa nos

    hace perder el sentido de la medida? -Telicles: Por qu? -Aristarco: Porque debido a su intensidad

    nos parece percibir tan solo las causas prximas, es decir, los sentimientos que la originan. De modo que somos ciegos para el mal que otros nos procuran y, por tanto, para la causa de la aversin que nos atormenta, pues al no encontrarle principio creemos que no existe ms origen que la maldad de nuestra propia alma. Y an si intentsemos sobreponernos a este sentimiento porque furamos capaces de advertir la trampa que el alma se ha tendido a s misma no es cierto que al intentar amarnos lo suficiente a nosotros mismos difcilmente lo conseguiremos mientras no sepamos en qu consiste la armona del alma?

    -Telicles: Tienes razn. -Aristarco: Son pocos los hombres que

    intentando reconstruir su legtimo amor propio se procuran vanos placeres confundidos por sus inclinaciones, de modo que con la libertad de su pensamiento, fraguan, sin saberlo, la

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    esclavitud de su alma, duplicando al final la irracionalidad y la culpa con su apetito de justicia? No es cierto que a falta de conocimiento el alma puede fraguar su propia destruccin cuando intenta dar alcance a la armona que le corresponde por naturaleza?

    -Telicles: S. -Aristarco: No ser la culpa, pues, en

    muchos casos, un espejismo de nuestra falta de destreza? Y no nos sentiremos, entonces, tan miserables como responsables por las injurias de que hubisemos podido ser vctimas, de modo que incluso, si el autor del ultraje nos recrimina todo el mal que nos ha procurado para convencerse a s mismo de que no ha hecho mal a nadie, y liberarse as de su propia culpa, nosotros respondemos dcilmente a sus acusaciones sufriendo una doble ofensa sin llegar a estar conscientes del mal que nos inflingen?

    -Telicles: S. -Aristarco: Entonces, es muy eficaz la culpa

    para hacer que el odio simule amor y el amor simule odio. La vctima, a su vez, prodigar a otros el odio que no es capaz de confesarse a s misma para purgar su propia culpa.

    -Telicles: En verdad que eso sucede con extrema frecuencia.

  • 71

    -Aristarco: Al odiarnos a nosotros mismos no trastornamos al apetito de reposo y con l a los dems apetitos de la parte concupiscible del alma, dada su unidad indivisible?

    -Telicles: Verdad es. -Aristarco: Qu impresin nos dar un

    hombre trastornado de modo semejante? No sern incomprensibles sus actitudes lo mismo que sus sentimientos? Y no tendr adems la desdicha de que los amigos, espantados por sus extraos comportamientos, le nieguen el afecto que le devolvera el buen juicio y sera causa de todos sus bienes?

    -Telicles: Eso parece. -Aristarco: No intensificar entonces su

    odio sin hacer distincin alguna? -Telicles: S -Aristarco: Pero cuando una vctima odia a

    aquellos que ama qu mas conseguir que no sea odiarse ms a s misma? No reincidir interminablemente en aquel sentimiento que quera apartar de s?

    -Telicles: Indudablemente. -Aristarco: Luego, cuando simulamos amar

    a quien no amamos, terminamos por simular odiar a quien no odiamos. Esta es, a lo que veo, una verdadera simulacin de opuestos.

    -Telicles: No tengo la menor duda.

  • 72

    -Aristarco: Entonces no diremos, por ejemplo, que al amar con intensidad a quien solo nos procura desprecio, le minimizamos ntimamente y le hacemos resonar en nosotros con el amor que querramos que nos procure?

    -Telicles: S. -Aristarco: Advierte tambin que sucede

    algo semejante cuando hay cierto desorden en nuetros amores e intentamos amar algo ms de lo que realmente podemos amarlo.

    -Telicles: Cmo es eso? -Aristarco: Cuando nos apegamos

    demasiado a un bien trastornamos todos nuestros amores, y nos odiamos a nosotros mismos por hacerlo, pues comprendemos que al amar ms lo que vale menos, amamos menos lo que vale ms. De igual modo, llegaremos a odiar a los otros para disfrazar nuestra culpa, ya que la peor de todas las culpas es el desamor. En este caso, les odiamos porque no podemos amarlos tanto como deberamos. No diremos aqu que el hombre es su propia vctima?

    -Telicles: S. -Y no consiste en esto, a causa de nuestra

    debilidad, la rueda de la vida? No es el hombre vctima y victimario alternativamente, pues, no vemos con escassima frecuencia que

  • 73

    se ejercita como lo que es, como un ser libre? O acaso no encontramos especial gozo en trastornar el orden de los amores prodigando nuestra mayor solicitud a todo gnero de trivialidades y descuidando el cuidado del alma por parecernos trivial? No es esto mismo, la trivialidad, el mayor sntoma de desamor ya que es el nico amor que conoce la frivolidad?

    -Telicles: Verdad es. -Aristarco: Pues por lo que se colige en

    ambos casos, el amortecimiento admite la apariencia de la resonancia y sta la del amortecimiento. Qu diremos de la concordancia y la discordancia? Tambin se pueden trastocar en su opuesto?

    -Telicles: Probablemente. -Aristarco: Y tanto que s. O no es esto

    mismo lo que hacemos cuando, al no concordar la intensidad objetiva con la intensidad pura, hacemos amortecer la discordancia de aquella evadiendo la fuerza de la evidencia?

    -Telicles: Convengo. -Aristarco: Pues lo mismo sucede con la

    resistencia y la obediencia: cuntas veces no se convierte la obediencia en el modo ms

  • 74

    prctico que encuentra el alma para simular su rebelda?

    -Telicles: Pues s, incontables. -Aristarco: Observa, por cierto, que en otro

    arreglo de esta misma relacin, el caso en que la intensidad subjetiva concuerda con la orgnica y amortece en la intensidad objetiva, no es sino una frmula compendiada de lo que subyace a toda simulacin: cuando la resonancia, por ejemplo, amortece, o cuando el amortecimiento resuena qu nos sucede, por ejemplo, al experimentar la culpa? No es cierto que detrs de ese sentimiento que nos espanta, percibimos casi desechurada la realidad e impuesta, no obstante, a la conciencia? No somos en el fondo conscientes del puro parecer de las causas prximas, pero de modo tal que el mismo parecer casi oculta a la realidad porque su intensidad es mnima?

    -Telicles: S. -Aristarco: Y no radica aqu la mayor

    dificultad para llegar a conocernos a nosotros mismos, en que no sabemos poner atencin a las intensidades mnimas porque tenemos el hbito de las simulaciones?

    -Telicles: Creo que tienes razn.

  • 75

    -Aristarco: Y a m me parece oportuno que pasemos a otro punto: Qu podemos decir de la concordancia y la discordancia?

    -Telicles: Creo que es usual que haya cierta discordancia de la intensidad orgnica con la pura, cuando sta concuerda con la objetiva.

    -Aristarco: Por qu? -Telicles: Porque a veces el cuerpo tiene

    ciertos movimientos que son independientes de la vida del alma.

    -Aristarco: Eso es cierto. Por mucho que el hombre sea capaz de templar la parte concupiscible del alma, siempre habr una parcela del cuerpo que no se someta a su gobierno. No te parece maravilloso?

    -Telicles: Qu hay de maravilloso en eso? -Aristarco: Que el alma manifiesta

    particularmente bien su distincin del cuerpo, justo ah donde es incapaz de ejercer todo su gobierno.

    -Telicles: Cmo? -Aristarco: Porque no decimos que los

    hbitos moldean al alma y favorecen ciertas inclinaciones?

    -Telicles: S. -Aristarco: Y no es cierto que los hbitos

    hacen converger las inclinaciones respectivas de las diversas partes del alma?

  • 76

    -Telicles: Cierto. -Aristarco: Cmo podr existir

    discordancia entre los hbitos y las inclinaciones si no es a causa de una diferencia real entre la intensidad pura y la intensidad orgnica?

    -Telicles: Sin duda una cosa depende de la otra. Pero qu intentas probar?

    -Aristarco: Ahora te lo aclaro: no convenamos que la intensidad pura es un movimiento del alma?

    -Telicles: S. -Aristarco: Y si el alma es indivisible, no

    debemos inferir que la intensidad pura es un movimiento armnico?

    -Telicles: Por qu? -Aristarco: Porque hay tres partes del alma

    implicadas en cada movimiento: la parte irascible, la parte concupiscible y la parte racional. Y el deseo que proviene de la intensidad pura, siendo como es, un movimiento anmico, debe ser, por la misma causa, un cierto concierto entre las tres partes del alma.

    -Telicles: Resulta necesario. -Aristarco: Advierte adems que la

    intensidad orgnica es un movimiento que tiene su origen en el cuerpo y que, por tanto,

  • 77

    no debe confundirse con la mocin que produce la intensidad pura en la parte concupiscible del alma.

    -Telicles: Pues yo me figuraba que era lo mismo.

    -Aristarco: No ha de extraarte demasiado. -Telicles: Por qu lo dices? -Aristarco: Porque en un principio la

    intensidad orgnica no resuena con la misma fuerza en todas las partes del alma, ya que no todas son igualmente cercanas a ella. No te parece que la parte sensible del alma guarda ms intimidad con el cuerpo que la parte racional de la misma?

    -Telicles: S. -Aristarco: No ser pues necesario, que de

    influir la intensidad orgnica en la parte racional del alma est mediada por la parte sensible? Y no ser esta ltima la nica que carece de toda mediacin respecto de aquella?

    -Telicles: As parece. -Aristarco: Ahora dime: cmo se logra la

    concordancia entre las partes del alma? No es a travs de una de ellas? No es la parte racional la nica capaz de concertar a las otras?

    -Telicles: Por qu habra de ser as?

  • 78

    -Aristarco: Porque el concierto precisa de un motivo, de una eleccin. Y sta precisa de la voluntad, que a su vez requiere de deliberacin. Y no es posible deliberar sin ejercer la razn.

    -Telicles: Es verdad. -Aristarco: Observa esta consecuencia: si la

    razn puede concertar mediante el hbito a las diversas partes del alma, Cmo puede surgir repentinamente cierta discordancia de la parte sensible? no ser esto un efecto de la resonancia de la intensidad orgnica sobre la parte sensible?

    -Telicles: Con toda necesidad. -Aristarco: Entonces, el paso de la

    concordia a la discordia requiere de una diferencia de naturaleza.

    -Telicles: Qu quieres decir? -Aristarco: Que si el alma solo fuese, como

    sugieren algunos, la "armona del cuerpo" la concordancia no podra devenir discordancia ni la discordancia concordancia pues lo concertado por el hbito no podra diferir de s mismo como no fuese a causa de un cambio en el mismo. As, o bien, el hbito no sera idntico a s mismo, o lo que es igual, no existira en absoluto. Quiero decir: para que los hbitos difieran de las inclinaciones se

  • 79

    requiere que el objeto gobernado por los hbitos no solo est gobernado por ellos. Y si el alma fuese la armona del cuerpo, los hbitos seran un estado del mismo, es decir, eso que designamos con el nombre de "inclinaciones". O no decimos que lo mismo procede de lo mismo?

    -Telicles: S. -Aristarco: No probamos pues la

    existencia del alma al advertir la presencia de una diferencia eventual entre los hbitos y las inclinaciones? No es cierto que si la armona de las partes difiere de s misma, sin tener por causa a la parte que concierta a las otras, se sigue que por lo menos la parte racional se distingue de la armona del cuerpo? O no hay una diferencia de naturaleza en cierta sustancia que como tal admite los opuestos, pero sin que permanezca idntica la causa de los mismos? Si la causa de los estados de nimo fuera siempre un estado del cuerpo, cmo podra haber discordancia entre los hbitos y las inclinaciones si unos y otras designaran exactamente lo mismo, a saber, un estado del cuerpo?

    -Telicles: Razn tienes. -Aristarco: Pasemos entonces al siguiente

    punto: Qu relacin hay entre concordancia y

  • 80

    obediencia? Puede existir la una sin la otra? Por ejemplo, si se da concordancia entre la intensidad pura y la intensidad objetiva est implicada, a corto plazo, la obediencia de la intensidad orgnica?

    -Telicles: Te refieres a que la voluntad pueda orientar instantneamente la intensidad orgnica a los mismos fines que aquellas persiguen?

    -Aristarco: Eso mismo. -Telicles: No est muy claro. -Aristarco: Qu es lo que haces cuando

    reprimes ciertas pulsiones de tu cuerpo? No es cierto que a veces aunque puedes contener el impulso, no suprimes el deseo y la intensidad pura tiene que sobreponerse continuamente al esfuerzo insidioso de la intensidad orgnica por dominar tu deseo?

    -Telicles: S, pero tambin hay ocasiones en las que basta un esfuerzo breve e intenso de la voluntad para dominar estas pulsiones.

    -Aristarco: Exacto. A qu lo atribuiras? -Telicles: A la intensidad con que arroban

    al cuerpo. -Aristarco: Entonces podemos concluir que

    el grado de intensidad establece cierta probabilidad de que la voluntad pueda orientar la intensidad orgnica en un acto puntual, o

  • 81

    bien, a travs de esfuerzos sucesivos. Concuerdas en esto?

    -Telicles: S. -Aristarco: Pues tambin se sigue que la

    obediencia no est necesariamente implicada por la concordancia, sino que el grado de necesidad est determinado por ciertas condiciones como la fuerza de cada una de las intensidades.

    -Telicles: Es cierto, pero qu sucede si consideramos la obediencia como un elemento integrado a la relacin misma de concordancia?

    -Aristarco: Lo que sucedera si afirmamos que la concordancia de la intensidad objetiva con la subjetiva se funda en su obediencia?

    -Telicles: Precisamente. En este punto me parece necesario que de lo uno se siga lo otro.

    -Aristarco: Acaso no hay ocasiones en que nos representamos confusamente los fines y sin embargo conseguimos cierta lucidez en nuestros actos que es inaccesible a nuestros pensamientos?

    -Telicles: No veo qu relacin tiene con lo que afirmo.

    -Aristarco: Examnalo de este modo. No te parece que a veces confundimos -sobre todo cuando somos pequeos- la obediencia a la

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    intensidad objetiva con aquella que tributamos a la autoridad? No se adelanta aqu la autoridad a nuestra capacidad de percepcin orientando nuestra conducta a fin de que un da nos gocemos en la objetividad misma sin que sta se nos imponga ciegamente por temor o por amor a quien nos hace procurarla?

    -Telicles: Es verdad. -Aristarco: Y no actuamos otras veces

    conforme a la intensidad objetiva, no por tener clara conciencia de ella sino porque, movidos por el deseo de ser mejores somos congruentes con lo que an confusamente percibe la intensidad pura? As, no sucede a veces, que encontramos antes placer en ser buenos porque nos produce satisfaccin y no tanto porque veamos la verdad como un fin en s mismo? No es este el caso de los nios que, maravillados por la belleza de la virtud participan de los frutos de la verdad sin saber que stos son una simple participacin?

    -Telicles: Sin duda. -Aristarco: Si como parece, la actividad en

    la vida del hombre, lejos de ser solo una consecuencia de la deliberacin, es preludio de una revelacin, la concordancia de la intensidad subjetiva con la objetiva, no implica por necesidad cierta obediencia,

  • 83

    aunque la admite como posible y resulta necesaria si hay perfecta conciencia de lo que se hace, cosa que no siempre sucede. Pues en verdad, si de cara a la impresin sensible y a la apercepcin de nosotros mismos somos perfectamente conscientes, en relacin a la intensidad objetiva somos torpes y casi parecemos ciegos. No es esto lo que sucede, por ejemplo, si al percibir las cosas nos guiamos por su pesa