ariel antropología

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  A r i e l A n t ro p olog í a

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Ariel

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  • Ariel Antropologa

  • Barcelona

    ILoA&ht

    ntJMjvoLoyCCfi*

    Prlogo de JEAN-CLAUDE

    DUCLOS

    Editorial Ariel, S.A.

  • Diseo cubierta: Vicente Morales

    1. a edicin: septiembre 1997

    1997: Lloren? Prats

    Derechos exclusivos de edicin en espaol reservados para todo el mundo:

    1997: Editorial Ariel, S. A. Crcega, 270 - 08008 Barcelona

    ISBN: 84-344-2211-5

    Depsito legal: B. 25.646 -1997

    Impreso en Espaa

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la

    cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en

    manera alguna ni por ningn medio, ya sea elctrico, qumico,

    mecnico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sin permiso previo

    del editor.

  • Diseo cubierta: Vicente Morales

    PRLOGO

    El patrimonio, en el seno de nuestras viejas sociedades latinas, es el legado del padre que recibimos en herencia y que nosotros transmitimos a su vez en aras de la continuidad del linaje. Conviene recordar esta antigua definicin, a pesar de los valores culturales, morales o religiosos que puede vehicular; no slo por su sencillez sino tambin por la imagen y el punto de referencia que proporciona.

    La imagen del legado que una generacin deja a sus sucesores para que la vida contine no parece haber perdido validez sea cual sea el patrimonio al que aludamos.

    Como punto de referencia ha pasado a ser para nosotros una verdadera necesidad. Esta palabra aparece con tanta frecuencia en el discurso actual que todo cuanto nos rodea, desde lo individual a lo colectivo y de lo concreto a lo intangible, puede convertirse de pronto en patrimonio. La razn de esta expansin semntica es de sobra conocida. El fantasma de la ruptura y del desorden que sta parece provocar ha conducido a nuestras sociedades, enfrentadas a cambios excesivamente rpidos, a buscar en el patrimonio un refugio compensatorio.' Por ello, la sociedad demanda a las instituciones que asuman en su nombre transmisiones que ya no son operativas, que reconozcan, preserven y defiendan todo aquello cuya desaparicin podra a medio y largo plazo amenazar su existencia, es decir, sus entornos naturales y culturales, sus identidades, sus valores.

    Qu se puede decir de esta actitud? Que revela el desconcierto de nuestros contemporneos ante el incierto futuro? Que este repliege sobre los logros del pasado es la justa consecuencia de nuestras insuficiencias actuales? Que la nostalgia, que no ha sido jams fuente de creacin, es el recurso de los dbiles? Que acabaremos por sucumbir sepultados bajo la acumulacin de despojos en que se han converti- 1

    1 Pierre Nora, Le Monde (1996).

  • 8 PRLOGO

    do los objetos en desuso que amontonamos en nuestros museos? Que es necesario dejar de obedecer a una moda contagiosa2 y de ir musei- ficando a diestro y siniestro? La mayora de trabajos y anlisis sobre los procesos de patrimonializacin concluye invariablemente con ese tipo de denuncias o invectivas. Pero para quin resultan de utilidad estas obras? Ciertamente no para aquellos en la observacin de cuya labor se basan y a los cuales, por otra parte, no estn destinadas, quedando fuera del dominio de su inters. La propuesta que nos plantea Lloren? Prats es por completo distinta. A la manera de un mdico de comunidades, este antroplogo las examina y ausculta, en su espacio y poca, tanto sus componentes como sus contradicciones, sus desfallecimientos y sus potencialidades. No juzga y, por tanto, no condena. Rechaza prejuicios y recetas y no pretende justificar ninguna formulacin previa. Al contrario, desmonta los engranajes de un mecanismo caprichoso y multiforme; observa los hechos con mtodo y lucidez, escogiendo para cada caso las lentes adecuadas; y, sirvindose del apoyo de la experiencia de sus propios estudios, intenta comprender. No denuncia la patrimonializacin como uno de los males de este fin de siglo, sino que nos viene a decir que debemos comprender su significado actual y ver cmo esto puede ayudar a los que trabajan en primera lnea. La cuestin es: de qu conocimientos, experiencias e instrumentos disponemos para analizar la situacin con mayor claridad, evitando as vanos esfuerzos, la esterilidad de volver una y otra vez al principio, para que el mtodo seguido sea, en definitiva, lo ms fructfero posible?

    En los primeros captulos de su libro, Lloren? Prats procede a fijar los conceptos referidos al patrimonio tal como se entiende en la actualidad. Del monumento, soporte de la memoria, hemos pasado al patrimonio, soporte de la identidad, dice Andr Desvalles respecto del perodo que va desde la Revolucin francesa hasta los aos ochenta.3 Lloren? Prats parte de esa idea y sobre ese patrimonio representacin simblica de la identidad, uno de los envites ms importantes del mundo actual, versa su exposicin. Factor de cohesin, espacio referencial, la identidad ofrece a un grupo tanto a los individuos que lo forman como a su descendencia, los medios para el propio reconocimiento, para perpetuarse, para proyectarse en el futuro, para, segn la feliz expresin de Jean-Nol Pelen negociar la historia. 4 Ahora bien, al hablar de la

    2 douard Pommier, Prolifration du muse. Le Dbat, n. 65 (1991), pp. 144-149. 3 Andr Desvalles, Emergence et cheminements du mot patrimoine, Muses et Collections

    Publiques de France, n." 208 (1995), pp. 6-29. 4 Jean-Noel Pelen, Identidad y niuseografa, 1993 (indito).

  • PRLOGO 9

    identidad, y otro tanto ocurre con el patrimonio, se suden subrayar slo los aspectos negativos. Nada de eso se produce en este libro. En todo momento gua al autor una preocupacin por hallar el camino adecuado para un desarrollo colectivo satisfactorio. Cmo reprocharle ese compromiso cuando son tan raras esta clase de aproximaciones, las nicas capaces de ayudar a la poblacin, para la que trabajamos como agentes de desarrollo, operadores del patrimonio o conservadores de museos?

    Frente al turismo, habitualmente denunciado por los antroplogos como un factor de aculturacin, Lloren? Prats mantiene la misma actitud anterior. Ciertamente la explotacin turstica que no puede evitar hacer de lo real un espectculo raya a menudo en la artificiosi- dad e incluso en la superchera cuando se da una fuerte presin en tal sentido. El reconocimiento del inters colectivo incluso universal de un bien determinado, hace que su patrimonializacin conduzca ineluctablemente a la idea de su restitucin; de ah a pensar que esa patrimonializacin pueda generar unos ingresos, y, por tanto, contribuir al desarrollo, no hay ms que un paso que todos aquellos que se han enfrentado a esta situacin se han visto impelidos a dar. Nos podemos preguntar dice Andr Desvalles si al utilizar la palabra patrimonio como medio de desarrollo cultural no estamos confundiendo lamentablemente lo econmico y lo cultural.5 Se puede lamentar, en efecto, pero ello no impide que dicha confusin deba ser asumida. Tambin en ese punto Lloren? Prats sigue guardndose de cualquier juicio precipitado. Observa, selecciona ejemplos, seala los extravos a los que la explotacin turstica del patrimonio puede conducir; pero en definitiva la emplaza en su justo lugar, el de un valor aadido, a lo sumo. Porque es necesario que los resortes identitarios continen funcionando y conserven por tanto la autenticidad del patrimonio. Ya hemos dicho que la propuesta de Lloren? Prats recuerda constantemente a la de un mdico que se ocupa de las afecciones que amenazan con enfermar al objeto de su estudio y cuya nica preocupacin es tener cuidado de la vitalidad del mismo. Esta hermosa demostracin del papel social de la antropologa encuentra su eclosin en los captulos siguientes, dedicados al estatus de patrimonio cultural que adquiere el conocimiento, y a las tendencias contemporneas de la patrimonializacin. Lo que supone una novedad en el tratamiento de Lloren? Prats es la asuncin de la dimensin poltica del tema: Sin poder, no existe patrimonio. Y si el autor no teme utilizar la palabra consenso, e incluso compromiso, ello se debe a que su experiencia le ha demostrado que cualquier empresa de carcter patrimonial en ningn caso puede prescindir de un apoyo poltico.

    La segunda parte trata inicialmente del cometido, respecto del

    5 Andr Desvalles, op. cit.

  • 10 PRLOGO

    patrimonio, al que la antropologa ya no puede renunciar. Entre las razones a que Lloren? Prats atribuye el actual desinters de la mayora de los antroplogos por el patrimonio, cabe destacar la responsabilidad que imputa a los museos. Realmente han monopolizado el patrimonio hasta tal punto que han desanimado a todos los dems profesionales? Eso sera, a mi entender, concederles ms poder del que en rigor tienen. Aunque desde los orgenes de su disciplina los antroplogos, y ms concretamente los etnlogos, hicieron del museo la base de sus actividades investigadoras y docentes, el hecho incontrovertible es que posteriormente se han alejado de l al preferir los laboratorios de los centros de investigacin y de las universidades. Curiosamente, este cambio coincide en el tiempo con la aparicin del concepto actual de patrimonio. Desde ese momento, museos, folklore, patrimonios y reivindicaciones identitarias parecen participar de una misma nebulosa que muchos investigadores soslayan para, en su opinin, no comprometer el valor cientfico de sus trabajos. Las otras razones aducidas por Lloren? Prats no carecen por otra parte de inters. Es de agradecer que no haya limitado su reflexin sobre el patrimonio a los museos. Aunque la sociedad no haya encontrado todava otro medio mejor para conservar y exhibir la mayora de bienes patrimoniales, esta institucin que en ningn caso puede prescindir de una base cientfica peridicamente actualizada evidentemente no basta para explicar el actual fenmeno de patrimonializacin (por ms que aumente el nmero de sus visitantes, la proporcin de la poblacin que acude a ellos, un ocho o diez por ciento, se mantiene considerablemente estable y relativamente baja). Este fenmeno constituye una importante cuestin social que los antroplogos de hoy en da, como subraya Lloren? Prats, no pueden dejar de tratar.

    Los ltimos captulos del libro estn dedicados a sus propias inves-tigaciones. La descripcin de su experiencia pirenaica y de los sucesivos planes de la actuacin patrimonial en la zona quedarn como un referente en cuanto a aspectos metodolgicos que servirn de inspiracin para estudios posteriores: estudiar, como cientficos sociales, hechos colectivos antes que intenciones personales no es precisamente uno de los ms irrelevantes. El autor acaba su obra dejndonos con la curiosidad de saber cmo evolucionar la situacin que l describe. Sabrn explotar su patrimonio y crearse un futuro prspero los jvenes que el paro devolver a esos valles de los Pirineos?

    La verdadera novedad perdurable escribi Fernando Pessoa es aquella que retoma todos los hilos de la tradicin y teje con ellos un lienzo que la tradicin no poda tejer. Agradezcamos a Lloren? Prats el haber puesto a nuestra disposicin valiosos jalones en el arduo camino de la bsqueda de significado y de las potencialidades y usos del patrimonio. Ojal que ellos nos puedan mostrar cmo y en qu puede ste

  • PRLOGO 11

    ayudar al progreso de los hombres.

    JEAN-CLAUDE DUCLOS

    Conservador-jefe del patrimonio

    Muse Dauphinois, Grenoble

  • INTRODUCCIN

    Aprende, si eres sensato, pues ms vale ciencia que

    herencia. Inscripcin en una pintura naif

    Patrimonio (patrimonium) es, etimolgicamente la

    herencia del padre (pater), pero se puede llevar consigo, en sus

    peregrinaciones, las cenizas o los huesos del padre, se puede

    tratar patrimonialmente el propio cuerpo paterno. Es el caso

    de Ulenspigel, que no se separa jams de un saquito hecho por

    su madre, de un saquito que contiene las cenizas del corazn

    de su padre, quemado por la Inquisicin. Las cenizas del

    corazn, llevadas sobre el corazn, son vivas, se estremecen

    dice Ulenspigel y reclaman venganza. SERBAN ANGHELESCU, Quelques rflexions

    sur la notion de patrimoine

    Este libro es fruto de mis aos de dedicacin, en la universidad y fuera de ella, al estudio y gestin del patrimonio. A lo largo de todo este tiempo me he encontrado trabajando desde el ms puro pragmatismo e interrogndome simultneamente por los aspectos ms abstractos y tericos de este fenmeno social. Supongo que ambas tendencias se reflejarn en las pginas siguientes, y espero que se combinen adecuadamente. El patrimonio se produce en una situacin de tensin entre la razn y el sentimiento, entre la reflexin y la vivencia. Y este libro tambin.

    He dividido el texto en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, Antropologa del patrimonio, he tratado de explicar qu es el patrimonio, a partir de qu principios se constituye, cmo y por qu se activa, sus diversas utilidades y las tendencias contemporneas, adems

  • 14 INTRODUCCIN

    de proponer una va de aproximacin alternativa a la usual. Todo ello configura un modelo del cual dependen mltiples propuestas particulares, pensadas y formuladas conjuntamente, pero que, en muchos casos, pueden considerarse y discutirse tambin por separado, como otras tantas tesis independientes. Se trata de una modelo, creo yo, tan explcito como atrevido, que se presta con facilidad al debate. En ningn momento he querido matizar sus proposiciones con lenitivos ni protegerlas con el escudo de una erudicin postiza. Al fin y al cabo, el debate, e incluso la impugnacin son consustanciales al mtodo cientfico, y, por tanto, para m, la mejor forma de avanzar en el conocimiento.

    La segunda parte, Antropologa y patrimonio, es muy distinta, aunque est escrita con la misma transparencia. Se refiere a mi experiencia como antroplogo implicado en la gestin patrimonial, a las relaciones de los profesionales de la antropologa con el patrimonio, a la poltica de la Generalitat de Catalunya acerca del tema y a mi compromiso con la elaboracin y puesta en marcha de determinadas iniciativas patrimoniales en el Pirineo cataln. Pero, sobre todo, plantea un anlisis de estos procesos y de las conclusiones de carcter general que se desprenden.

    Correlativamente, este libro es fruto de la constatacin de dos graves carencias en el tratamiento del patrimonio, respecto de las cuales deseo formular mi aportacin, sea cual sea su entidad: la ausencia de estudios tericos radicales que aborden el patrimonio en su globali- dad, y la escasez de estudios de caso, tanto en lo que se refiere a polticas patrimoniales como a la creacin y gestin de iniciativas, que trasciendan el nivel meramente descriptivo. Si este libro es capaz de animar la reflexin y el debate en torno a estos dos ejes, habr cumplido plenamente sus objetivos.

    A continuacin se impone hacer algunas aclaraciones. Hablo de la ausencia de estudios tericos radicales porque la mayora de propuestas tericas que conozco parte de una identificacin ms o menos explcita entre patrimonio y museo (aunque sea en su sentido ms amplio), lo cual se agrava notablemente, a su vez, por la asimilacin entre museo y objeto (sea cual sea, tambin, la amplitud que se quiera dar al concepto). El museo parte de un condicionante fundamental, el objeto, las colecciones, la pieza, el bien cultural, y toda reflexin musestica sobre el patrimonio incluso sobre la sociedad y la cultura viene siempre lastrada por este apriorismo. El museo no tiene la libertad de desmuseabilizar su pensamiento, ni, por ende, su discurso, pero nosotros s. Para alcanzar una reflexin radical sobre el patrimonio se hace necesario eliminar provisionalmente el museo y el objeto (o, por lo menos, restarle protagonismo) para resituarlos, ms tarde, en un contexto

  • INTRODUCCIN 15

    intelectual ms amplio y autnomo. Slo as se podrn estudiar libremente las ideas, valores e intereses que conforman el patrimonio, que dan origen a museos y colecciones, y que otorgan un significado a los objetos. Los museos van a estar presentes en nuestra reflexin sobre el patrimonio (cmo no, si han sido las instituciones que se han ocupado de l por excelencia, si en ellos o desde ellos han surgido las teorizaciones de mayor entidad, a pesar de todo?), pero sern un elemento ms (aunque principal) del paisaje, en ningn caso nuestro punto de observacin.

    Ms aclaraciones. Este libro est escrito desde mi particular esquina del mundo, la que, partiendo de Catalua, se extiende por Espaa, los pases latinos de Europa y, como mucho, el resto de la Unin Europea, y ello comporta, lgicamente, algunas consecuencias. La primera de ellas es que la inmensa mayora de los ejemplos que aduzco procede de Catalua, no slo en la segunda parte, donde es inevitable puesto que me ocupo de un estudio de caso cataln y lo ubico en su contexto, sino tambin en la primera. Esto obedece a un elemental principio de realismo. Pienso que es mucho ms honrado y efectivo que me refiera, siempre que sea adecuado, a las realidades que mejor conozco, que no, en aras de un estril cosmopolitismo, a casos lejanos de los que tengo un conocimiento menos detallado. A ello se suma que Catalua ofrece en estos momentos un marco idneo para el estudio del patrimonio, tanto por su carcter de nacionalidad histrica dentro del Estado espaol, con plenas atribuciones normativas en la materia, como por los procesos de elaboracin de leyes, de creacin de organismos y de proyeccin y ejecucin de grandes y pequeas iniciativas relativas al tema, en torno de todo lo cual se ha producido, y se sigue produciendo, un animado debate.

    Este emplazamiento tambin explica las influencias recibidas. Se advertir un amplio predominio de la bibliografa francesa, debido tanto a la proximidad y el contacto, como al papel preponderante que ha representado Francia durante estas ltimas dcadas en este campo, a travs de figuras como Georges Henri Rivire, realizaciones como los parques naturales regionales, los ecomuseos y los museos de sociedad, la fundacin de la Mission du Patrimoine Ethnologique, o reflexiones fundamentales como las de de Marc Guillaume (1980), Fran^oise Choay (1992) o las recogidas por Hemy Pierre Jeudy en 1990, entre otras.

    No tengo mejores ttulos para internarme en estos dominios que aquellos a los que he hecho mencin. Como nica carta de autoridad he pretendido aprovechar la experiencia que me ha brindado mi dedicacin al estudio y gestin del patrimonio, durante estos ltimos aos. Dicho espacio de

  • 16 INTRODUCCIN

    tiempo, por una parte, me ha facilitado la participacin en diversos foros y la comunicacin con numerosos colegas, lo cual me ha dado acceso a una serie de estudios y documentos, y a reflexiones propias y ajenas, que, de otro modo, difcilmente se hubieran producido o hubiese conocido; por otra, mis tres perodos de trabajo de campo aplicado intensivo en el Pirineo y el seguimiento posterior de las experiencias resultantes no slo representan otra importante fuente de reflexin de la cual espero puedan manar ideas de alguna relevancia, sino que stas se producen, claro est, en un proceso de relacin dialctica con la elaboracin terica, y, adems, una y otra interactan con mis esfuerzos de organizacin asociativa en el sector y las consiguientes relaciones con la administracin. En este sentido, podramos decir que este libro tambin nace, y quizs prin-cipalmente, de mi propia necesidad de deshacerme de confusiones y prejuicios en torno del concepto de patrimonio y de la gestin del mismo y de darme un modelo explicativo que personalmente me satisfaga desde mi propia perspectiva disciplinaria.

    Como acabo de apuntar, este libro es deudor de muchas aportaciones escritas y no escritas, bsicamente de colegas europeos, aunque no estn siempre explcitamente citadas. El lector iniciado reconocer sin duda, ya sea por la va del consenso, como tambin por la del contraste no menos importante ideas de autores como Isac Chiva, Krzystof Pomian, Alberto M. Cirese, Pie tro Clemente, Jean-Claude Duelos, Jos Luis Garca, Joaquim Pais do Brito, Jean Pierre Laurent, Jean Guibal, Jacques Hainard, Pierre Bidart y tantos otros. A todos ellos debo mi agradecimiento intelectual. Agradecimiento que quiero hacer especialmente expreso a Pierre Bidart, Pietro Clemente y Jos Luis Garca, que en todo momento me han animado y ayudado, y especialmente a Jean-Claude Duelos, que, adems, ha aceptado enriquecer mi trabajo con su muy estimable prlogo, y a Joan Prat, amigo, colega y director de esta coleccin que, desde el primer da, se entusiasm con la idea de publicar este libro.

    En cualquier caso, mi agradecimiento ms personal va dirigido a mi esposa y colega, Sol Jimnez, que ha ejercido como mi ms eficaz colaboradora y mi ms severa crtica.

    Parte de este libro, concretamente algunos temas del trabajo de campo relacionado con las activaciones turstico-patrimoniales del Pirineo, se ha financiado gracias a una ayuda concedida por la CICYT (Plan Nacional de I+D, SEC95 0298). Vaya para ellos tambin mi agradecimiento.

  • PRIMERA PARTE

    ANTROPOLOGA DEL PATRIMONIO

  • CAPTULO 1

    EL PATRIMONIO COMO CONSTRUCCIN SOCIAL

    Alejar en el tiempo el origen de unos smbolos es

    estrategia comn a toda afirmacin de identidad. Pero

    nuevamente tal alejamiento es una operacin actual que,

    desoyendo el cambio de sentido de los smbolos en el discurrir

    de la experiencia a lo largo de la historia, homologa su

    significacin y oscurece el hecho de que sta se atribuye en el

    presente. Se aleja as un extremo del arco hasta un punto en el

    que, careciendo los actores vitalmente de su experiencia, su

    ancestral datacin difumina su ocurrencia. Al saturarse as

    de temporalidad pierde este carcter por entero, se

    sincroniza, deviene intemporal, de siempre. Tan eterna y

    persistente es entonces su significacin como la misma

    naturaleza. Dotado de la fuerza de lo natural, gana a su vez

    independencia del sujeto que la selecciona. Todo lo cual

    contribuye a legitimar su uso como smbolo caracterizador de

    la singularidad de un pueblo y, tensando ms el arco de la

    identidad, logra trasladar, objetivndose en su cuerda, la

    fuerza del arquero. RICARDO SANMARTN, Identidad y creacin

    La identitad, del tipo que sea, no es nicamente algo que

    se siente o piensa, sino algo que se debe manifestar abierta y

    pblicamente. JOAN FRICOL, Inversi simblica i identitat tnica

    Creo que podramos decir sin temor a equivocarnos que, pese a que hoy en da existe un consenso generalizado en cuanto a la idea de que el patrimonio es una construccin social, no siempre se extraen de tal concepcin las conclusiones pertinentes. Que el patrimonio sea una construccin social quiere decir, en primer lugar, que no existe en

  • 20 ANTROPOLOGA Y PATRIMONIO

    la naturaleza, que no es algo dado, ni siquiera un fenmeno social universal, ya que no se produce en todas las sociedades humanas ni en todos los perodos histricos; tambin significa, correlativamente, que es un artificio, ideado por alguien (o en el decurso de algn proceso colectivo), en algn lugar y momento, para unos determinados fines, e implica, finalmente, que es o puede ser histricamente cambiante, de acuerdo con nuevos criterios o intereses que determinen nuevos fines en nuevas circunstancias.

    Podramos hablar tambin, siguiendo un uso muy extendido en estas dos ltimas dcadas, de invencin del patrimonio. Ambos conceptos, construccin social (o cultural, si se prefiere) e invencin, me parecen tiles para explicar procesos de construccin patrimonial, aunque no los juzgo intercambiables. El primero, siguiendo a Ber- ger y Luckman (1983), remite, en este contexto, a la idea de universos simblicos legitimados, mientras que el segundo, siguiendo a Hobsbawm y Ranger (1988), remite fundamentalmente a la idea de manipulacin. Ms all de esta formulacin bsica, su utilizacin requiere, a mi entender, algunas precisiones metodolgicas. La primera de ellas es que la construccin social de la realidad no se puede entender en ningn caso sin la intervencin, ms o menos directa, de una hegemona social y cultural (del tipo que sea). La segunda es que la invencin de la realidad no se refiere nica y exclusivamente a elementos (creados ex nihilo o transformados en un alto grado) sino tambin a composiciones, cuyos elementos pueden haber sido extrados inalterados de la realidad, pero cuya ubicacin en un nuevo contexto contribuye a crear otra realidad, con otro sentido. La invencin de la realidad se refiere, por tanto, tambin, y entiendo que con mayor frecuencia, a estos procesos de descontextualizacin y recontextualiza- cin, ms a las composiciones que a los elementos, precisamente en la medida en que stas, ratificadas por la veracidad de los elementos, se prestan ms fcilmente a la legitimacin.1 Invencin y construccin social no me parecen pues procesos antagnicos, sino ms bien fases complementarias de un mismo proceso. En este sentido, para m, la invencin se refiere sobre todo a procesos personales y conscientes de manipulacin, mientras que la construccin social se asocia principalmente con procesos inconscientes e impersonales de legitimacin (lo cual no tiene por qu darse necesariamente en una secuencia li- 6 neal). En cualquier caso, la invencin, para arraigar y perpetuarse, necesitar

    6 En efecto, una cosa son fenmenos de macfersonizacin (es decir, de falsificacin positiva

    y consciente), como, de ser cierta la atribucin que hizo en su da Jaume Riera, la autora por parte de Manuel Mil i Fontanals de la pretendida novela medieval annima Curial e Giielfa, bastante raros aunque slo sea por su riesgo y complejidad, y otra la manipulacin del contexto, la idealizacin de hroes y episodios de la Edad Media y la silenciacin de otros en que incurre la historiografa catalana romntica, por tomar un caso paralelo.

  • EL PATRIMONIO COMO CONSTRUCCIN SOCIAL 21

    convertirse en construccin social, es decir, alcanzar un mnimo nivel de consenso. Ms adelante tratar con detalle este extremo.

    No existe, hasta donde alcanzan mis conocimientos, ninguna historia sistemtica del patrimonio, o, si se quiere, de lo que, desde nuestra perspectiva actual, entenderamos por patrimonio. Lo corriente es encontarse con historias de los museos y de sus colecciones,7 pero, como dice Krzystof Pomian (1996, p. 93): la historia del patrimonio cultural es diferente de la de los objetos que forman parte de l. Esta afirmacin debe entenderse en toda su amplitud. Ciertamente la historia del patrimonio cultural no es la historia de los objetos que lo conforman; pero tampoco puede entenderse meramente como una historia del coleccionismo de objetos, independientemente del contexto sociopoltico e intelectual en que ste se produce. Tales aproximaciones al uso en las historias de los museos me parecen enormemente peligrosas y potencialmente anacrnicas puesto que estn tratando con realidades del todo dispares: los tesoros de los monarcas de la antigedad, las bibliotecas de los monasterios benedictinos o los gabinetes de curiosidades ilustrados son realidades distintas entre s y distintas de lo que hoy entendemos por patrimonio. Al introducirlas en una misma secuencia histrica se produce una asimilacin formal entre ellas, en detrimento de sus respectivas funciones y significa-dos en los contextos sociales en que se producen. Ms grave an sera aplicar este mismo concepto de patrimonio a las colecciones de arte primitivo, ya que stas no existan hasta que la sociedad occidental las constituy, fundamentalmente durante, y como consecuencia, del colonialismo. Cualquier aproximacin histrica que no contemple estos hechos peca, por tanto, de presentismo y etnocentrismo y resulta de escasa utilidad.

    Por otra parte, debemos estar prevenidos ante la doble tentacin historicista en que caen con excesiva frecuencia los tratados musesti- co-patrimoniales: en primer lugar, pensar que la historia en s misma explica el porqu de los hechos, es decir, caer en la confusin entre la genealoga y la explicacin; en segundo lugar, pensar que slo los cambios merecen atencin y las correspondientes explicaciones y las continuidades no. Tal proceder es de una ingenuidad engaosa pues, por el simple encadenamiento de cambios histricos, se cree iluminar la situacin presente, cuando en realidad no se da cuenta ni de ste ni del pasado, ni mucho menos de la dinmica que media entre uno y otro.

    7 Vase el trabajo clsico de Georges Henri Rivire en Rivire y otros (1993, pp. 67-97), que se

    puede actualizar mediante la lectura del Dossier ecomuseo en esta misma obra (pp. 195-220). Puede utilizarse tambin Iniesta (1994, pp. 37-97) e incluso la breve pero brillante sntesis de R. Schaer (1993), entre otras.

  • 22 ANTROPOLOGA Y PATRIMONIO

    Los parmetros que defnen lo que actualmente entendemos por patrimonio no son pues su carcter bsico de construccin social (o de invencin legitimada) ni su supuesta genealoga. stos pueden constituir, en el mejor de los casos, si se interpretan correctamente, constataciones elementales. Pero el factor determinante es su carcter simblico, su capacidad para representar simblicamente una identidad. Esto es lo que explica el cmo y el porqu se movilizan recursos para conservarlo y exponerlo.

    El origen del patrimonio, en su acepcin contempornea, y su proceso de construccin no me parece distinto del que estudi respecto de la construccin de la imagen de la tradicin popular en Catalua, en el siglo xix, de la mano del movimiento de la Renaixen?a (Prats, 1988), o de otros procesos de representacin y legitimacin simblica de las ideologas. El proceso en s consiste en la legitimacin de unos referentes simblicos a partir de unas fuentes de autoridad (de sacralidad si se prefiere) extraculturales, esenciales y, por tanto, inmutables. Al confluir estas fuentes de sacralidad en elementos culturales (materiales o inmateriales) asociados con una identidad dada y unas determinadas ideas y valores, dicha identidad y las ideas y valores asociados a los elementos culturales que la representan, as como el discurso que la yuxtaposicin de un conjunto de elementos de esta naturaleza genera (o refuerza), adquieren asimismo un carcter sacra- lizado y, aparentemente, esencial e inmutable.

    Todo esto se produce con el romanticismo. Los criterios de legiti-macin extracultural fijados por este movimiento son muy definito- rios de su sensibilidad, a la vez que participan de un principio de universalidad. Dichos criterios son la naturaleza, la historia y la inspiracin creativa (o el genio).

    Formalmente, el romanticismo representa una reaccin de sinrazn y desmesura frente, a la razn y a los cnones ilustrados; del individuo contra el Estado; del liberalismo contra el despotismo ilustrado.8 Como tambin se ha dicho, el romanticismo es la ideologa de la burguesa, y su exaltacin del individuo no deja de ser, como apuntara Pierre Vilar (1983), la de la libre empresa. Por ello, estos motivos (naturaleza, historia, inspiracin creativa) son tan queridos a la esttica y la ideologa romntica: la naturaleza indmita, metfora y reto para la libertad individual; la historia, los hroes y las grandes gestas legendarias, que los romnticos no slo

    8 Como dice Manuel Jorba (1979, p. 416), el romanticismo en un principio design las obras

    originadas por la admiracin de la Edad Media, y sealadamente por el trobadorismo, el ideal caballeresco y el cristianismo, pero Hugo, hacia 1830, y ms tarde Larra definieron el romanticismo como la expresin literaria del liberalismo y de la libertad, despus de que Madame de Stal lo hubiera entendido como la consecuencia lgica de la Revolucin Francesa, que habla entusiasmado a filsofos y escritores decisivos pata la formulacin del pensamiento romntico y de una nueva visin del mundo, irracionalista, individualista y naturalista.

  • EL PATRIMONIO COMO CONSTRUCCIN SOCIAL 23

    cantarn, sino que en algunos casos tratarn de imitar; y la inspiracin creativa, una nueva percepcin del concepto de autor, la reivindicacin de la imaginacin y del genio frente a la imitacin y al academicismo caractersticos de la Ilustracin.

    Pero estos criterios romnticos no pasaran de ser orientaciones estticas si no fuera por su carcter extracultural, sacralizado, repito, si se quiere. Esto no tiene nada que ver con el romanticismo en s, sino con principios globales de la concepcin de la sociedad y la cultura, y se da, por tanto, como dira Tylor, en un sentido etnogrfico amplio. La fuerza de la naturaleza, la historia y la inspiracin creativa para legitimar la realidad social proviene del hecho de que estn ms all del orden social y de sus leyes.

    La naturaleza (idealmente la naturaleza salvaje, no maleada por el hombre, sus fuerzas desatadas, sus peligros y misterios) escapa al control humano y revela la existencia de unos poderes que no se pliegan al orden social.

    La historia, el pasado (pero tambin el futuro), en tanto que tiempo fuera del tiempo, tambin escapa a nuestro control, est ms all de nuestro presente inmediato (el nico tiempo que dominamos), poblado de hechos y personajes, magnificados en la oscuridad, que encaman el bien y el mal, nuestras esperanzas y nuestros temores, mitificados en suma, y, por tanto, inalcanzables para nuestras leyes; pero, y de ah su influencia, unidos a nosotros por una dependencia unidireccional de filiacin que les convierte en nuestros ancestros, y a los testimonios de sus vidats y sus gestas, en nuestras reliquias.

    La inspiracin creativa, el genio, representa la excepcionalidad cul-tural, la individualidad que trasciende, y por tanto transgrede, las reglas y capacidades culturales que rigen para el comn de los mortales; los genios son hombres excepcionales que desafan un orden social que se basa en la homogeneizacin de los individuos, y, por tanto, afirman la fuerza del individuo ms all de los lmites culturales.

    Toda la fuerza extracultural de estos elementos que los sita ms all de los confines de la cultura, de la capacidad de la sociedad para controlarlos se puede atribuir a fuentes impersonales o a fuerzas personales. En este ltimo caso podremos hablar con propiedad de la sacralidad de tales elementos, del control de los dioses sobre la naturaleza y sobre el tiempo, sobre la historia que discurre por cauces trazados por ellos, aunque incomprensibles para nosotros (los caminos del seor); sobre el futuro, que slo ellos conocen y pueden transformar; y sobre la inspiracin y el genio, la gracia que ellos conceden (recordemos a las musas) a determinados individuos.

    Estos aspectos son muy recurrentes y conocidos por los antroplogos, y no creo que sea necesario insistir en ellos. Digamos, en todo caso, que el

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    origen divino o no de estas fuerzas no tiene una importancia sustantiva, lo decisivo es su ubicacin ms all de los lmites de la cultura y de la capacidad de control social, porque slo lo que est fuera del alcance y por encima del orden y las reglas de nuestro mundo puede conferir un principio de autoridad absoluta a los elementos tocados por su fuerza.

    El romanticismo no es un movimiento cultural autnomo que se desarrolla en los albores de la edad contempornea. El romanticismo (como el impulso que recibe la ciencia en el siglo xix y el fin del dog-matismo religioso) slo se explica por el irresistible ascenso de la bur-guesa, que conducir a la Revolucin francesa y a las posteriores revoluciones burguesas, a la revolucin industrial y a la libre empresa. Una burguesa que necesitar, entre otras cosas, una poltica liberal que no imponga trabas a los negocios urbi et orbe-, una ciencia que pueda evolucionar sin obstculos de ninguna clase a mayor gloria de la libertad y del progreso tecnolgico; una expansin colonial que permita explotar nuevas fuentes de materias primas y abrir nuevos mercados; y una ideologa favorable a la libertad, a la iniciativa, a la creatividad, a la afirmacin siempre en esta misma direccin del espritu de los pueblos y a la legitimacin de la expansin de la civilizacin europea por todo el mundo.

    Es en este contexto donde el romanticismo impulsa los nacionalismos (con o sin Estado), los pannacionalismos y los colonialismos. Los nacionalismos tienen, por lo menos, dos virtualidades: convertir la empresa capitalista en una misin histrica y amortiguar los conflictos sociales. La patria se convierte en intrnsecamente buena (incuso sagrada) y la empresa capitalista en un servicio a aqulla y una expresin de sus valores esenciales (convenientemente definidos y legitimados de acuerdo con los intereses de las clases dominantes). 9 El nacionalismo adquiere as un carcter integrador: la lucha contra la empresa o el simple desinters se convierten en un delito de lesa majestad contra la patria y su progreso y en una ausencia absoluta de las virtudes propias del correspondiente carcter nacional. 10 Por eso, entre los movimientos sociales del siglo xix, el

    9 Como dicen J. J. Pujadas y D. Comas dArgemir (1981, p. 165): es necesario [...] delimitar

    el papel que los intereses de clase juegan en los procesos de reivindicacin tnica, explicando cundo y por qu tales reivindicaciones se producen, qu grupos sociales las adoptan y cmo se utilizan los smbolos de identidad tnica. Lengua, religin, raza, y cualquier otro smbolo cultural en general, funcionan como marcadores del sentido de identidad, de pertenencia al grupo, pero no son, ellos mismos, el motor de la etnicidad. El motor, en cambio, hay que buscarlo en la utilizacin instrumental y estratgica de estos smbolos por parte de diferentes grupos sociales, de cara a la consecucin d sus intereses de clase.

    10 Como dice Ernest Gellner (1993, p. 89): la reaccin romntica enseaba que una religin de la humanidad an sich, ms all de todo carcter especfico cultural o tnico, conduca a un cosmopolitismo exange y que las culturas concretas basadas en la tierra, folklricas, con todas sus idiosincrasias (sobre todo con sus idiosincrasias) deban ser veneradas y preservadas no sencillamente como los idiomas convenientes de una verdad universal, sino como fenmenos supremamente valiosos

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    movimiento obrero es no slo internacional, como el capital, sino profundamente intemacionalista, y recurre a procesos de legitimacin muy distantes del nacionalismo (en los que aqu no podemos entrar). El colonialismo es tambin indirectamente impulsado por el romanticismo, que fomenta la pica de los exploradores tras los cuales llegan los administradores y las empresas y la lucha por la libertad, y ratificado incluso cientficamente por la antropologa y otras disciplinas sociales que lo presentaban como una labor humanitaria de ayuda a pases atrasados y ms o menos exticos en su inexorable camino hacia la civilizacin.

    Los pannacionalismos, en fin (como el eslavo, o el germnico) par-ticipan en cierta medida de los dos modelos anteriores y se inscriben dentro de la dinmica de la integracin de pueblos, fuerzas productivas y mercados y de la lucha por la hegemona entre las potencias industriales europeas. Evidentemente, todas esas construcciones polticas, necesitan ser formalizadas, explicadas, representadas y legitimadas ideolgicamente, y, si se quiere garantizar su eficacia, deben penetrar profundamente en el tejido social. Al fin y al cabo, como dice Ernest Gellner (1988), el nacionalismo engendra las naciones y no a la inversa, y, aunque se presente como el despertar y la confirmacin de esas unidades mticas supuestamente naturales y preexistentes ms bien supone la cristalizacin de nuevas entidades que se hacen posibles gracias a determinadas condiciones histricas, por ms que utilicen como materia prima herencias culturales, histricas y de otro tipo provenientes de pocas anteriores.

    De ah que el siglo xix, y en el marco del romanticismo, sea un perodo de un gran auge identitario. Viejas y nuevas identidades de carcter nacional, pannacional y colonial, se construyen o recrean, mientras otras se diluyen. Para eso se recurre a todo tipo de doctrinas, sistemas simblicos y representaciones, entre ellas las patrimoniales. Por eso se puede afirmar, como hace Dominique Poulot (1992) que en toda Europa, el siglo xix constituye una edad de oro del patrimonio nacional, o que, como dice Nlia Dias (1991, p. 94), el siglo xix es incontestablemente el siglo de los museos, museos que respondan explcitamente al despertar de un sentimiento nacional y patritico, como los museos escandinavos, o que, como otros museos europeos, aun proclamando otros objetivos (cientficos, pedaggicos o artsticos) obedecan tambin al fin y al cabo a imperativos nacionales, porque, no importa cul fuera el pretexto invocado glorificar una poca (la Edad Media con el Muse de Cluny), una ciudad (Pars con el Muse Carnavalet), una poca y una raza" (los galo- romanos con el Muse des Antiquits Nationales), todos estos museos contribuan en el fondo a celebrar la nacin, a la gloria de la cual aportaban

    en s mismos.

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    su concurso [de modo que] por medio de este tipo de instituciones, la nacin renda un homenaje perpetuo a s misma, convirtindose as en la principal instigadora de este nuevo culto, del cual era, al mismo tiempo, sujeto y objeto.

    Fundamentalmente, los nacionalismos europeos del xix reviven (patri- monializan) la historia medieval como poca acrisoladora de las nacionalidades (a veces tambin antiguas herencias prerromanas) y tambin las tierras altas, las montaas y los bosques reductos de la independencia y la bravura de la patria, as como la tradicin popular, en cuyo aparente atavismo confluyen naturaleza e historia. Catalua, por ejemplo, que tiene influencias prcticamente de todas las culturas que han pasado por la Europa mediterrnea desde la antigedad ms remota, se convierte en romnica. Las masas (casas de campo adscritas a una finca rstica), que se convertirn en un smbolo importante del pas y del familismo pairal (patriarcal), en el siglo xix, con el romanticismo, son vistas casi como castillos donde se entroniza la autoridad patriarcal y la voluntad de independencia, aunque en el xx, con el noucentisme moderado y racionalista, pasarn a ser graciosas estructuras basilicales, herederas de las villas romanas y expresin de la armona mediterrnea. Los valores cambian, En otro nivel, las colecciones del British Museum, en esta poca, ya no son botines de guerra sino una apabullante manifestacin de la superioridad del espritu ingls y de su ingente obra de civilizacin y salvaguarda de la cultura, ya que, como subraya Krzystof Pomian (1987, p. 59): incluso los objetos procedentes de otras sociedades o de la naturaleza ilustran la nacin que los ha recogido, ya que es ella quien por medio de sus artistas, sus sabios, sus exploradores e incluso sus generales ha sabido reconocer su valor y hacer los sacrificios necesarios para obtenerlos. El Musum Ethnographique des Missions Scientifiques, dice Nlia Dias (1991, p. 94) fue creado en 1878 para conmemorar el trabajo de los exploradores franceses y as, implcitamente, glorificar la nacin francesa. Los criterios enunciados (la naturaleza, la historia y la inspiracin creativa) vienen a ser como los lados de un tringulo dentro del cual se integran todos los elementos potencialmente patrimonializables en el contexto de una dinmica de inclusin y exclusin considerablemente rgida. Quiero decir con ello que cualquier cosa (material o inmaterial) procedente de la naturaleza, de la historia o de la inspiracin creativa se incluye dentro de los lmites del tringulo y cualquier otra cosa que no tenga esta procedencia, no. El contenido de este tringulo se constituye, pues, en un pool virtual de referentes simblicos patrimoniales. Lo cual no quiere decir que todos sus elementos constituyan automticamente patrimonios, sino

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    que son potencialmente patrimonializables, que es muy distinto. Para constituirse en patrimononios, o, mejor, en repertorios patrimoniales, deben ser activados, como veremos ms adelante.

    Los criterios que definen este tringulo delimitador del pool patri-monial son a mi entender muy firmes y estables. No creo, como apuntan diversos autores, y entre ellos, con especial contundencia, Joan Prat (1993), que otros criterios, como la prdida de funcionalidad (la obsolescencia) o la escasez, intervengan en la fijacin de lo que es o no patrimonializable (por ms que puedan activarse campaas de urgencia ante el riesgo de desaparicin de determinados elementos, lo cual no invalida que su carcter de referente simblico patrimonial venga determinado, no por la urgencia, sino por los criterios anteriores). Veamos, si no, las catedrales o los monasterios benedictinos que siguen cumpliendo perfectamente sus funciones digamos tradicionales y, en cambio, constituyen adems elementos patrimoniales de primer orden. Quizs lo que nos llama a engao en este terreno es el hecho de que cualquier elemento obsoleto, tarde o temprano ser histrico, y, por tanto, pasar a formar parte del pool, pero no por obsoleto, sino por histrico. De ah que nos deshagamos de objetos obsoletos que an no se han convertido en histricos, aunque sean escasos, como, por ejemplo, los televisores en blanco y negro o nuestros viejos automviles de hace diez o doce aos.11

    La escasez tampoco es un criterio autnomo, sino que depende, por una parte, de su pertinencia respecto de los criterios bsicos enunciados (los cuadros de un mal aficionado, por ejemplo, son irrepetibles, y a nadie excepto quizs a su familia se le ocurrir considerarlos como patrimonio); y, por otra parte, depender de los valores hegemnicos de una sociedad determinada en un momento dado. No deja de ser ilustrativo, en este sentido, un ejemplo al que alude Joan Prat: los bosques (catalanes en este caso), de cuyo valor patrimonial parece que slo nos acordemos cuando estamos a punto de acabar con ellos. En opinin de los expertos, en cambio, el bosque no constituye hoy en da en Catalua un bien escaso. El director del Centre Tecnolgic Forestal de la Comarca del Solsons deca, segn El Pas (edicin Catalua) del 28 de agosto de 1996, que hoy tenemos en Catalua ms superficie boscosa y de ms calidad que hace un siglo y Mart BoadaXen Calvo y Ma, 1995, p. 69) explicaba que la superficie arbolada de Catalua supera actualmente el 40 % del territorio, lo que la sita por encima de las medias ms altas de Europa. Ms que de una escasez real, se

    11 No deja de ser ilustrativo que algunos museos etnogrficos se hayan planteado, hace ya

    bastantes aos, comprar y guardar objetos de produccin seriada, como juguetes de plstico y otros, conscientes de que, despus de obsoletos y escasos, estos objetos llegarn un da a ser potencialmente histricos.

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    tratara pues, si podemos llamarle as, de una escasez percibida.12 Otro criterio que induce a confusin (y que no es aducido explci-

    tamente por Joan Prat) es de la nobleza de los elementos patrimoniales. Nadie discutir la pertinencia patrimonial de un monumento histrico o de una obra de arte, incluso de un antiguo tocador o de un apero de labranza, mientras que parecer ms discutible la de un viejo orinal, una escupidera u otros objetos de dudoso gusto, aunque tampoco estamos tan lejos de aceptarlos. No hace mucho que, tanto en el campo como en la ciudad, nos deshacamos, con la impaciencia de quien se libra de la miseria, de objetos en desuso que hoy seran muy apreciados por cualquier museo o coleccionista particular.13 Tambin aqu, seguramente, podramos hablar de una nobleza percibida que tiene ms que ver con los valores sociales hegemnicos que con la entidad de los elementos, siempre dentro de los criterios bsicos establecidos. As pues, obsolescencia, escasez y nobleza constituyen, a mi entender, criterios que, ms que explicar las activaciones patrimoniales, necesitan, ellos mismos, ser explicados, seguramente como meras excrecencias de la interaccin de los criterios bsicos (naturaleza, historia e inspiracin creativa) y los cambiantes valores hegemnicos.

    Si los criterios que constituyen las paredes, por as decirlo, de este tringulo que determina el pool virtual de referentes patrimonializa- bles son firmes y estables, podramos afirmar en cambio que son flexibles y permeables en cuanto a la casustica particular entindase bien, sin ceder un pice en su rigidez fundamental. Es decir: cundo algo es lo suficientemente viejo para ser antiguo?, cundo un paisaje es lo suficientemente natural para no ser artificial, o bien, aun no siendo lo suficientemente natural, es lo suficientemente antiguo para ser patrimonializable vanse, por ejemplo, las Landas de Gascua?, cundo una obra se debe al genio, a la inspiracin creativa y no al mero academicismo, y quin lo determina?...14

    12 En otros casos,, cuando se habla de escasez lo que de hecho hacemos es detectar el

    mecanismo mediante el cual advertimos el carcter patrimonial de algo cuando est a punto de pasar a la historia.

    13 Es difcil que los sencillos tiles de una habitacin de una casa de clase obrera se tomen como soporte de un discurso sobre la identidad cuando constituyen la triste y cotidiana realidad, recuerdan la lacerante pobreza de una parte de la poblacin, y la incapacidad de los gobernantes para erradicarla. El mundo rural es ms fcilmente activable en este sentido en la medida en que no es directamente vivido por el pblico urbano destinatario de tales activaciones, y aun as, durante el franquismo, por ejemplo, se prefiri echar mano de la historia para representar nuestra unidad de destino en lo universal. Esas mismas situaciones, sin embargo, pueden ocupar un lugar de preferencia en el presente consumista de las sociedades ricas e incluso confortarlas ante la evidencia de su progreso y bienestar.

    14 En Grenoble hay un Muse de la Rsistance et la Deportation, inaugurado el 1 de julio de 1994 (y no es el nico que existe). Como en el caso del Museo del Holocausto en Israel habra que preguntarse por qu hay realidades histricas tan recientes que ya pasan a formar parte del pool patrimonial (es porque la sangre de los cados siempre ha mostrado una gran eficacia simblica?). Otro tanto podra decirse del Museo Olmpico de Lausanne (aunque aqu como en otros museos similares s parece muy claro que el criterio es el genio de los deportistas, como el de otros hroes modernos). Respecto del Museo Olmpico deca un reportaje: La memoria de los grandes campeones

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    Ya hemos visto que los criterios de obsolescencia, escasez y nobleza, en s mismos, no permitan resolver estas cuestiones. De hecho, son muchos los factores que intervienen en la fijacin de la casustica que, por otra parte, no est exenta de fracasos en cuanto a la ratificacin social de los criterios de seleccin y activacin. Ms adelante veremos algunos ejemplos.

    Como es sabido, la eficacia simblica depende de muchos factores, entre los cuales estn la contextualizacin de los smbolos en prcticas y discursos y el nivel de consenso de que gocen referentes y significados. De esto nos ocuparemos ms tarde. La condensacin de atributos y significados es otro de estos factores clave. Me gustara fijarme en primer lugar en este fenmeno. La principal virtualidad de un smbolo es su capacidad para expresar de una forma sinttica y emocionalmente efectiva una relacin entre ideas y valores. Dicho de otra forma, el smbolo tiene la capacidad de transformar las concepciones y creencias en emociones, de encarnarse, y de condensarlas y hacerlas, por tanto, mucho ms intensas. Esa capacidad de condensacin y emotivacin se ve reforzada cuando se da, adems, una condensacin de los atributos que los legitiman (en este caso, como sabemos, la naturaleza, la historia y la inspiracin creativa). Esto se puede dar mediante la intensidad de un determinado parmetro (la antigedad de un yacimiento arqueolgico, el valor creativo que atribuimos a Las

    Meninas), o la combinacin de parmetros distintos (la unin, por ejemplo, entre el valor creativo y el valor histrico de las cuevas de Altamira o las ruinas de la Acrpolis). A veces, sin embargo, la pureza de un determinado parmetro prima por encima de la condensacin de atributos, sera et caso de la naturaleza incontaminada. En un espacio natural protegido, por ejemplo, en general, es inconcebible que se permitan instalaciones tursticas o industriales, urbanizaciones, una explotacin industrial del bosque o la prctica de deportes de aventura en sus lagos y ros; mientras que determinadas actividades tradicionales son admisibles, como lo son tambin la existencia de yacimientos o ruinas de carcter histrico e incluso se podra tolerar (seguramente no sin polmica; vase el caso de Chillida en Tindaya)15 16 una intervencin artstica de valor incuestionable.

    es una constante en el Museo Olmpico de Lausanne, las terminales interactivas ayudan a recuperar los momentos ms legendarios de los juegos y permiten que los visitantes viajen a travs del tiempo y a lo ancho del mundo para seleccionar los acontecimientos deportivos que deseen recordar (Mascar, 1996, p. 21).

    15 El proyecto de Chillida, largamente acariciado por el autor, consista en excavar un espacio escultrico en el interior de una montaa. Despus de estudiar muchas posibilidades eligi la montaa de Tindaya en Fuerteventura. El espacio, al que el escultor denominaba Monumento a la tolerancia deba consistir en un cubo irregular de cincuenta metros de lado, con dos aberturas hacia el cielo y otra

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    Sin embargo independientemente de la figura y del nivel de proteccin legal, no deja de ser igualmente cierto que todas estas cosas estaran mejor en otra ubicacin, incluso cerca de la naturaleza, pero no dentro. El caso del Pare Nacional dAigestortes i Estany de Sant Maurici, en el Pirineo cataln, con sus instalaciones hidroelctricas, sus iglesias romnicas en el vecino valle de Bo y la misteriosa desaparicin de la capilla del Sant Esperit edificada en sus terrenos por Eduardo Torroja, es un ejemplo modlico."

    El pool virtual conformado por los criterios expuestos no existe en la realidad, ni siquiera es la suma de todos los referentes patrimoniales acti-vados por museos y otras instituciones, sino algo as como un inmenso y abstracto almacn de posibilidades, una coleccin hipottica de todos los referentes patrimoniales posibles. Los patrimonios realmente existentes son repertorios activados de referentes patrimoniales procedentes de ese pool, ya sean monumentos catalogados, espacios naturales protegidos, museos, parques arqueolgicos, etc. Estos repertorios son activados (en principio) por versiones ideolgicas de la identidad.

    Debo aclarar que entiendo que la identidad, del tipo que sea, es tambin una construccin social y un hecho dinmico, aunque con un razonable nivel de fijacin y perduracin,17 y que toda formulacin de la identidad es nicamente una versin de esa identidad, un contenido otorgado a una determinada etiqueta. Por tanto, pueden coexistir, y de hecho coexisten normalmente, distintas versiones de una misma identidad, que habitualmente se articulan en relaciones de comple- mentariedad u oposicin, aunque tambin puede suceder que se ignoren. No s si necesito aclarar tambin que entiendo que toda versin de una identidad, se exprese

    mirando hacia el mar. El proyecto, apoyado por el gobierno canario, cont con la frontal oposicin de los ecologistas y gelogos y de una parte de la poblacin de Fuerteventura (se lleg a aducir el carcter mgico de la montaa), y, hasta el momento, despus de enconados debates, parece que est paralizado (para mayor informacin, vase El Pas, de 15, 20, 27 y 28 de julio y 21 de agosto de 1996).

    16 Este parque nacional no es reconocido como tal por la Unin Internacional para la Conservacin de la Naturaleza, a causa de la persistencia en l de las explotaciones hidroelctricas, cuyas instalaciones se construyeron y se pusieron en funcionamiento despus de la declaracin de la zona como parque nacional por parte de la administracin franquista. La capilla del Sant Esperit, obra, como se ha dicho, de Eduardo Torroja autor tambin de la cercana iglesia de Pont de Suert que se presenta como el principal atractivo turstico de esta localidad, fue levantada en medio del llano de Aigestortes, uno de los parajes ms representativos y visitados del parque. Recientemente desapareci sin dejar rastro y se halla desmontada y tirada en un discreto talud junto a una de las principales vas de acceso al parque. Cuando se pregunta, la administracin del parque alude a su irreversible mal estado. De todas formas, se hace difcil dejar de pensar en una especie de acto de purificacin, o, dicho de una manera ms laica, de depuracin de significados.

    17 Como dice Joan Josep Pujadas (1993, p. 63): La identidad consiste esencialmente en la bsqueda de la idea de continuidad de los grupos sociales, a travs de las discontinuidades, los emees y los cambios de nimbo, en forma de una confrontacin dialctica constante entre el bagaje sociocultural-simblico identificado por el grupo como genuino y las circunstancias globales objetivas que enmarcan, constrien o delimitan la reproduccin del propio grupo. Esta confrontacin dialctica es la que marca el rumbo y el ritmo en la elaboracin constante que el grupo social hace de su propia imagen, as como de su papel en el contexto societario ms amplio.

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    como se exprese, es ideolgica, pues responde a unas ideas y unos valores previos, normalmente subsidiarios de unos determinados intereses, o, si una formulacin tan mecanicis- ta resulta molesta al lector, que en cualquier versin de la identidad se establece por lo menos una relacin dialctica entre la realidad, las ideas y los valores, y los intereses de quienes la propugnan y comparten. El patrimonio, o mejor dicho, las diversas activaciones de determinados referentes patrimoniales, son representaciones simblicas de estas versiones de la identidad, ya que sta, como dice Joan Frigol, no es nicamente algo que se lleva dentro y se siente, sino que tambin se debe expresar pblicamente. Las representaciones patrimoniales pueden afectar a todo tipo de identidades (y as ocurre) pero, por su misma naturaleza, se suelen referir principalmente a las identidades polticas bsicas, es decir, locales, regionales y nacionales.

    Los smbolos patrimoniales, como en cualquier sistema simblico, son deudores de una correlacin entre ideas y valores que explic con gran claridad Clifford Geertz (1987) en un modelo referido a la religin, pero que es perfectamente extrapolable a cualquier representacin de la realidad con vocacin normativa.18 Geertz llama a estos dos extremos visin del mundo y ethos, y propugna que la coherencia entre ellos se da de tal forma que los valores (el ethos) parecen emanar directamente de las ideas (la visin del mundo) y ser su mera consecuencia; mientras que, en lgica correspondencia, las ideas aparecen como plenamente coherentes con los valores, y todo ello (aqu intervienen los principios legitimadores) como puro reflejo de la realidad. A mi entender, la variable independiente de este sistema son los valores que se corresponden con unos determinados intereses, de ah la diversidad de versiones que pueden existir simultnea o sucesivamente sobre una misma realidad (una misma identidad) y el carcter abiertamente instrumental de estas versiones: De qu otra forma

    13. La definicin que propone Geertz (1987, p. 89) para caracterizar la religin como sis tema cultural dice: La religin es: 1) un sistema de smbolos, 2) que acta para suscitar entre los hombres motivaciones y disposiciones poderosas, profundas y perdurables, 3) formulando concepciones de orden general sobre la existencia, 4) y dando a esas concepciones una apariencia de realidad tal, 5) que sus motivaciones y disposiciones parezcan emanar de la ms estricta realidad. (He corregido la definicin a partir del original ingls, The Interpretaron of Cultures, 1973, porque la traduccin castellana es tan deficiente que con frecuencia tergiversa gravemente el sentido.) Sustituyase religin por representacin patrimonial, hombres por ciudadanos de y existencia por identidad y tal vez tendremos una diferencia de grado, de intensidad, pero no de esencia. Veamos: Las activaciones o representaciones patrimoniales son: 1) sistemas de smbolos, 2) que actan para suscitar entre los miembros de una comunidad (local, regional, nacional...) motivaciones y'disposiciones poderosas, profundas y perdurables, 3) formulando concepciones de orden general sobre la identidad de esa comunidad, 4) y dando a estas concepciones una apariencia de realidad tal, 5) que sus motivaciones y disposiciones parezcan emanar de la ms estricta realidad.

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    se explicaran si no las manipulaciones de referentes y contenidos? La correlacin entre intereses, valores y situaciones histricas cambiantes, creo que permiten entender estas activaciones patrimoniales como estrategias polticas.19

    Qu significa, en definitiva, activar un repertorio patrimonial? Pues escoger determinados referentes del pool y exponerlos de una u otra forma. Evidentemente, esto equivale a articular un discurso que quedar avalado por la sacralidad de los referentes. Este discurso depender de los referentes escogidos, de los significados de estos referentes que se destaquen, de la importancia relativa que se les otorgue, de su interrelacin (es decir del orden del conjunto que integren) y del contexto (en un proceso no exento, a veces, de burdas pretensiones de reduccin de los smbolos a signos). De todo ello se deduce que ninguna activacin patrimonial, de ningn tipo, es neutral o ino

    19 La decisin de promover una activacin patrimonial, a menos que sea una coleccin

    particular, es siempre una decisin poltica, por mucho que se trate de un museo local, aunque el porqu y el para qu pueden variar dentro de un espectro relativamente amplio de motivaciones. Podramos preguntamos, por ejemplo, por qu precisamente ahora (en estos ltimos aos), en la Cerdaa (comarca catalana dividida por la frontera franco-espaola), el Estado francs decide apoyar (y parece que efectivamente) la formacin de un Muse de Cerdagne en territorio de la Cerdaa francesa, naturalmente, desde donde se pretende gestionar la representacin patrimonial de la identidad comarcal.

  • EL PATRIMONIO COMO CONSTRUCCIN SOCIAL 33

    (

    cente, sean conscientes o no de esto los correspondientes gestores del patrimonio.

    Quin activa estas versiones, estos repertorios patrimoniales adjeti-vados? La sociedad? Otra falacia, corriente y peligrosa, en ste como en otros campos, es la del sujeto colectivo: la sociedad se representa a s misma, la sociedad se contempla en el espejo, la sociedad se piensa..., se dice con frecuencia. En el mbito del patrimonio se habla de seleccin, el patrimonio es una seleccin que hace la sociedad, o se recurre a metforas como la vitrina de los recuerdos familiares. Pero quin es esta sociedad?, quin representa o dirige la representacin, quin elige el espejo y determina la ms o menos sutil curvatura del cristal, quin piensa y elabora el discurso?, quin efecta la seleccin?, quin decide qu mostrar en la vitrina? La sociedad no, ni en Fuenteovejuna ejerce la sociedad como sujeto colectivo. La sociedad puede adherirse y/u otorgar (u oponerse y denegar), consensuar una representacin, una imagen, un discurso... y siempre en grado y forma variable segn los individuos; pero esta representacin, esta imagen, este discurso, han sido elaborados por alguien concreto, con nombres y apellidos, y al servicio, ms o menos consciente, de ideas, valores e intereses concretos, tan legtimos o tan espreos como se quiera, pero reales. No querer reconocerlo, recurrir, aunque.sea por dejadez, a la imagen del sujeto colectivo, es ocultar la realidad. En ltfma instancia, este proceder imposibilita una correcta comprensin de los hechos sociales, pues los naturaliza, los presenta como emergencias de una dinmica fatalista, en el sentido etimolgico de la palabra, ya que, como dice Ricardo Sanmartn (1993, p. 45): la identidad es [...] un instrumento que, creando la ficcin de un sujeto colectivo, pone en manos de quien lo utiliza toda la energa contenida dentro del crculo de actores que defne.

    En un plano abstracto podramos decir que estos repertorios pueden ser activados por cualquier agnte social interesado en proponer una versin de la identidad y recabar adhesiones para la misma. Ya en el plano de la realidad social, debemos decir que, en todo caso, no activa quien quiere, sino quien puede. Es decir, en primer lugar, los poderes constituidos. El poder poltico fundamentalmente, los gobiernos locales, regionales, nacionales... no tanto porque otros poderes el econmico, singularmente no tengan capacidad para activar repertorios patrimoniales, que la tienen y sobrada, sino porque, en general con interesantes excepciones, como veremos estn escasamente interesados en proponer versiones de una determinada iden- ticlad. Los poderes econmicos raramente van ms all de construcciones simblicas mucho ms simples del tipo si quieres ser joven o guapo debes consumir esto o

  • 34 ANTROPOLOGA Y PATRIMONIO

    aquello. Un caso aparte sera la Iglesia, singularmente en nuestro caso la Iglesia Catlica, que ha promovido activaciones patrimoniales de arte sacro y que, sobre todo, ha utilizado elementos potencialmente patrimoniales como smbolos dominantes de una gran capacidad de condensacin ideolgica. Sin embargo, en este caso, no creo que se pueda hablar de activaciones patrimoniales (aunque los referentes pudieran serlo) sino de smbolos religiosos (con soporte material) legitimados, sacralizados (nunca mejor dicho) directamente por Dios.

    Volvamos al poder poltico que ha sido, es y presumiblemente ser el principaragente de activacin patrimonial, el principal constructor de museos, de parques naturales y arqueolgicos, de catlogos de monumentos, de identidades...20 El Estado, las autonomas o los muni-cipios, sus respectivos gobiernos, no actan en este sentido de forma diferente, sino con mayor o menor intensidad segn sus medios, pero tambin segn sus urgencias identitarias. No slo el poder poltico legalmente constituido los gobiernos puede construir patrimonios, sino tambin el poder poltico informal, alternativo, la oposicin, y, curiosamente, con ms intensidad (aunque no slo) cuando esta oposicin no puede luchar abiertamente en la arena poltica del Estado, en las instituciones, y se mueve en situaciones de clandestinidad. El valor de la cohesin simblica, y, por tanto, de los repertorios patrimoniales que representan versiones alternativas de la identidad es entonces enorme. El caso que mejor conozco es el de la oposicin clandestina durante el franquismo en Espaa, y especialmente en Catalua. Aparte de otras construcciones simblicas (y de acciones mucho ms contundentes, aunque no por ello necesariamente ms eficaces), se puede hablar de un repertorio patrimonial activado por la oposicin como expresin de una identidad catalana (y espaola) en abierta oposicin a la versin oficial del rgimen. La diferencia radicaba en que, mientras esta ltima se expresaba patrimonialmente en los museos y en los monumentos pblicos, la primera se expona en mbitos marginales, como las reproducciones del Gemika de Picasso que presidan tantos y tantos comedores, los psters del Che Guevara que se podan encontrar en todo tipo de centros sociales, las banderas que aparecan ocasionalmente en algn elemento del paisaje urbano o rural y que eran rpidamente retiradas, o los monumentos ocultos y desmontados en stanos y almacenes recnditos, que, sin embargo, se hallaban virtualmente presentes en sus emplazamientos originales.

    Los repertorios patrimoniales tambin pueden ser activados desde la

    20 Como dice tajantemente J. J. Pujadas (1992, p. 4): El poder poltico y sus inteligencias

    asociadas cumplen el papel de ingenieros de ese discurso social, aunque suelen presentarse, pudorosos, como meros guardianes del "fuego sagrado, como defensores de las esencias de un pasado que cuidan con mimo en nombre de y/o para un pueblo que participa presuntamente de esa lectura sacralizada y totalizadora de su ser social, del sentido de su existencia colectiva.

  • EL PATRIMONIO COMO CONSTRUCCIN SOCIAL 35

    sociedad civil, por agentes sociales diversos o mediadores culturales, como algunos prefieren decir, aunque, para fructificar, siempre necesitarn el soporte, o, cuando menos, el beneplcito del poder. Sin poder, podramos decir, no existe patrimonio.

    Estas distintas versiones de la identidad representadas en los repertorios patrimoniales activados vendran a constituir la expresin de los distintos nosotros del nosotros (la reflexividad cultural de la que hablan Mara Ctedra y Paco Cruces, 1992) y su eficacia relativa se mide por la cantidad y calidad de las adhesiones resultantes, adhesiones que, a su vez, legitiman sistemas, polticas, estados de cosas y acciones concretas.

    No estn todas las que son, por supuesto, aunque s son todas las que estn. Hay versiones, o aspectos, de la identidad o aspectos que pueden modificar el sentido global de una versin que pueden existir in mente, no ya de un determinado agente social, sino, en algunos casos, casi dira del imaginario social colectivo, y que sin embargo no tienen una plasmacin patrimonial, sea porque no hay una fuerza social capaz de activarla, sea por desinters o inters abiertamente contrapuesto de los poderes pblicos. Por poner un ejemplo, sera el caso del patrimonio flamenco y taurino de Catalua, que, sin sufrir una persecucin poltica, est sistemticamente ausente de cualquier representacin patrimonial de la identidad catalana, a pesar de una incidencia social evidente. Quien quiera seguirle el rastro deber peregrinar hasta el desconocido museo taurino de la plaza de toros Monumental, que recoge la coleccin de Pedro Bala, o a ciertos bares y restaurantes de culto. El cante o el baile flamenco se halla an ms ausente. Slo una pequea estatua en el Parque de Atracciones de Montjuic, en Barcelona, recuerda, por ejemplo, la gigantesca figura de la bailaora gitana catalana' Carmen Amaya.

    La sacralizacin de los referentes patrimoniales requera un entorno adecuado para su conservacin y contemplacin. De esta forma, los museos se convirtieron en los templos custodios de esos referentes, y, por aadidura, de las ideas y los valores y de la identidad, en ltima instancia, que expresaban. De hecho an es as, aunque los museos, como veremos, han cambiado mucho. Hay otras instituciones que ahora cumplen estas funciones, como los parques arqueolgicos, los parques naturales o los conjuntos monumentales. A raz de ello se plantean, en teora, dos opciones: reducir el museo a la condicin de una figura ms entre otras en el mbito de la activacin patrimonial, o considerar todas estas otras instituciones como otras tantas formas de museo, como ha venido haciendo el Consejo Internacional de Museos (ICOM) desde 1951.16 Ni la una ni la otra me parecen satisfactorias: ni el museo es una institucin ms, ni se puede producir una identificacin absoluta entre el

  • 36 ANTROPOLOGA Y PATRIMONIO

    museo y el resto de figuras de activacin patrimonial.17 A mi entender, el museo es la institucin central y, como tal, al margen de su plasmacin concreta, impone, o, si se quiere, refleja, una lgica de conservacin que informa al resto de instituciones, que, por tanto, sin ser museos, presentan una orienta-

    16. En sus primeros estatutos (1951) el ICOM defina el museo en los siguientes trminos: La palabra museo designa aqu a toda institucin permanente, administrada en el inters general con vistas a conservar, estudiar, valorar por medios diversos y especialmente exponer para la delectacin y la educacin del pblico un conjunto de elementos de valor cultural: colecciones de objetos artsticos, histricos, cientficos y tcnicos, jardines botnicos y zoolgicos, acuarios [...], y aada: Sern asimilados a los museos las bibliotecas pblicas y los centros de archivo que contengan salas de exposicin permanentes. La definicin que consta actualmente en los estatutos del ICOM, desde 1974, redactada por G. H. Rivire, es ms amplia e introduce matizaciones acordes con los tiempos y con la evolucin genrica de la institucin. Dice: El museo es una institucin permanente, sin fines lucrativos, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierta al pblico, y que realiza investigacio-nes concernientes a los testimonios materiales del hombre y de su medio ambiente, los adquiere, los conserva, los comunica y especialmente los expone con fines de estudio, de educacin y de delectacin. (La cursiva es ma.) Obsrvese que las palabras objeto o colecciones de objetos desaparecen y son sustituidas por testimonios materiales del hombre y de su medio ambiente. Por otra parte, aparecen dos nuevos conceptos clave: investigacin y desarrollo. Adems, esta definicin sigue una dinmica abiertamente asimilacionista, y as, admite ya de entrada como museos, adems de los designados como tales a) los institutos de conservacin y galeras de exposicin dependientes de bibliotecas y centros de archivos; b) los yacimientos y monumentos arqueolgicos, etnogrficos y naturales y los yacimientos y monumentos histricos que tengan la naturaleza de museo para sus actividades de adquisicin, de conservacin y de comunicacin; c) las instituciones que presentan especmenes vivos, tales como jardines botnicos y zoolgicos, acuarios, viveros, etc.. A estas instituciones se aadir, en una enmienda de 1983: d) los parques naturales, y e) los centros cientficos y los planetarios.

    17. El catlogo de activaciones patrimoniales que puede comprender la definicin se puede ampliar ad infinitum, y as, podemos pensar, en un futuro no tan lejano, en un museo de testimonios materiales extraterrestres (con lo cual se producira de hecho una ampliacin de la nocin de medio ambiente humano al conjunto del universo), incluso me atrevo a pensar en un museo virtual. Pero la definicin contiene por otra parte elementos restrictivos. No me refiero ya a la necesidad y/o posibilidad de exigir a los museos y a toda forma de activacin patrimonial una poltica de investigacin y una vinculacin efectiva con el desarrollo de la sociedad, sino a cmo puede tratar el museo el patrimonio inmaterial. La Llei del Patrimoni Cultural Catal, por ejemplo, afirma en sus consideraciones preliminares que parte de un concepto amplio del patrimonio cultural de Catalua, que engloba el patrimonio mueble, el patrimonio inmueble y el patrimonio inmaterial, y este ltimo parece que se x-efiere especialmente a los bienes inmateriales integrantes de la cultura popular y tradicional y las particularidades lingsticas. Vamos a reducir este patrimonio inmaterial a sus soportes materiales? Vamos a ampliar la nocin de testimonio material hasta lmites metafsicos? O va a -enun- ciar el museo a tratar el patrimonio inmaterial? No es ste el tema del que nos ocupamos, pero apunto que, en mi opinin, se impone un cambio de perspectiva.

    cin, podramos decir, museal. Es cierto que los museos, los museos contemporneos, han cumplido adems otras funciones, sobre todo los museos de tesis, como los que proliferaron en los primeros tiempos del desarrollo de la antropologa cientfica;21 pero su papel de guardianes de

    21 Sobre estos museos podramos preguntamos si son instituciones de la misma naturaleza que

    los museos de arte o los museos del pueblo, que los ecomuseos, etc., o ms bien meras ilustraciones con soporte material de paradigmas cientficos. Como dice Nlia Dias (1991, p. 97): Recopilar producciones materiales significa tambin someterlas a un tratamiento terico: el museo se convierte en un espacio en el que es posible confrontar los datos, hacer experimentacin, administrar pruebas y extraer leyes. En este sentido, la nocin de museo de tesis adquiere toda su amplitud a la vista de los

  • EL PATRIMONIO COMO CONSTRUCCIN SOCIAL 37

    los sacra de la comunidad ha sido, con mucho, preponderante. Esto ha propiciado una identificacin histrica entre museos y patrimonio, que, como he dicho en la introduccin, ha dad origen a tremendas confusiones y mistificaciones y ha dificultado tanto la comprensin del patrimonio como el propio desarrollo de la institucin museal.

    Antes de proseguir, hay dos puntualizaciones que me parecen pertinentes a pesar de su obviedad. La primera de ellas es afirmar que la activacin de repertorios patrimoniales no es, evidentemente, ni el nico ni el principal procedimiento de representacin simblica de la identidad. Hay smbolos polticos y culturales (que tambin existen socialmente slo en la medida en que son activados) que slo forzando las cosas hasta lmites inoperantes podramos considerar patrimoniales. Desde el punto de vista de la eficacia simblica, es decir, de la cantidad y la calidad de las adhesiones, los smbolos polticos ocuparan el lugar principal. Me refiero, claro est, a himnos, banderas, monarcas..., aunque, en ocasiones, otros smbolos culturales, es decir, no expresamente polticos, pueden alcanzar an mayores niveles de eficacia, ya sea por su polisemia, por su capacidad de generar un consenso o por la eficacia suplementaria del contexto ritual en que se representan, ya sea por todo a la vez, como sera en Catalua el Ftbol Club Barcelona, el Barga (mucho ms que un club, por supuesto, prcticamente la seleccin nacional de Catalua). A veces, algunos de estos smbolos funcionan como distintivos bsicos difcilmente discutibles, como verdaderos marcadores tnicos (como la lengua). Y es que la identidad es un tablero de juego que admite posiciones y estrategias diversas, pero tiene sus lmites, so pena de abandonar la mesa o de romper la baraja. Igualmente, se debe recalcar que el patrimonio, en la medida en que pretende representar una identidad, constituye un campo de confrontacin simblica inevitable, tanto entre las distintas versiones concurrentes, como en el mbito de las confrontaciones externas, simblicas y fsicas, entre grupos sociales. Como deca Joan Frigol (1980), la inversin simblica es tambin una manera de transformar la realidad. Las distintas versiones de la identidad, patrimoniales o no, los distintos smbolos y sus distintas atribuciones de significados se articulan, se complementan, se contradicen y compiten entre s. Cuando se trata de niveles de integracin distintos, no tiene por qu haber conflicto. En Catalua es muy frecuente que uno sea hincha del equipo de ftbol local y a su vez del Barga, y que tambin

    museos etnogrficos de la segunda mitad del siglo xtx. Mostrar cmo el hombre franque toda una serie de estadios para alcanzar su plena realizacin en las naciones europeas ms "civilizadas", ilustrar, por medio de los objetos, las diferentes etapas de este proceso evolutivo, stos eran los objetivos de los museos etnogrficos.

  • 38 ANTROPOLOGA Y PATRIMONIO

    sintamos todos como propias las victorias y las derrotas de Indurin o las vicisitudes de la seleccin espaola de ftbol. Los conflictos se establecen, habitualmente, entre versiones de una misma identidad o bien entre iden-tidades de niveles de integracin de la misma escala. Si a veces se pro-ducen conflictos que trascienden esa norma de igualdad se debe a ubi-caciones conflictivas, como pueden ser la de Catalua o el Pas Vasco dentro de Espaa o la de las poblaciones fronterizas entre Catalua y Aragn. De aqu vienen las luchas de banderas en los ayuntamientos del Pas Vasco, o los conflictos lingsticos de algunos senadores catalanes en Madrid, por ejemplo. En el mbito del patrimonio, los conflictos simblicos son con frecuencia bien patentes por cuanto los referentes simblicos patrimoniales suelen tener un soporte material. No es de extraar, entonces, que la inversin simblica pase por acciones materiales muy evidentes, como la destruccin del patrimonio o su apropiacin y recalificacin, o su sustitucin, como sucedi, por ejemplo, en Rusia, despus de la Revolucin bolchevique o en la China de Mao, por no hablar de las nuevas y viejas naciones de la Europa del Este y de las antiguas repblicas soviticas.

  • CAPTULO 2

    EL PATRIMONIO CULTURAL

    COMO RECURSO TURSTICO

    Para descubrir una naturaleza intacta, reencontrarse

    con el arte, vivir la aventura, abrir sendas de libertad y

    saborear los mejores frutos de la tierra, no hay que ir ms

    lejos, te esperamos en casa.

    Soy de un lugar donde el tiempo no existe y el vivir es un

    sentimiento, donde la naturaleza es arte y la huella del

    hombre es cultura... Nada ms cerca de tus deseos. De un folleto propagandstico de la provincia de Lrida

    El discurso folklrico ha sido y contina siendo un

    aliado importante del turismo. El mantenimiento de las

    tradiciones, la autenticidad de la vida tradicional de sus

    gentes ha sido divulgado por el discurso folklrico y

    transferido al discurso turstico, de modo que gracias a l

    determinados pueblos se han convertido en centros de

    peregrinacin con motivo de las fiestas o como centros de

    recepcin de un turismo en poca de vacaciones que hasta

    pretende instalarse temporalmente all. La cuestin es

    compleja y merecera un estudio detenido, incluyendo la

    invencin de tradiciones algo, por otra parte, nada nuevo

    en el folklore. Pero aqu simplemente pretendo apuntar de

    qu modo el turismo se ha apropiado del folklore hasta

    llegar a exigir de un pueblo que no se muestre como es, sino

    que se muestre segn la imagen que de l se tiene.

    Zamarramala, La Alberpa, Candelario, por ejemplo, y

    muchos otros pueblos parecen haber sido especialmente

    sometidos a esta ltima funcin del folklore: la conformidad

    con la imagen que de ellos se tiene.

    Pero ms propiamente esos pueblos parecen haber

    captado a la perfeccin los rasgos ms caractersticos del

  • 40 ANTROPOLOGA Y PATRIMONIO

    folklore, sus paradojas. Pues gracias al turismo han sido

    capaces a la vez de mantener sus tradiciones y de progresar

    social y econmicamente, precisamente por mantenerlas. HONORIO VELASCO, El folklore y sus paradojas

    El turismo, entendido como desplazamiento temporal fuera de nuestra residencia habitual por motivos de ocio, hace siglos que existe, pero, como decamos respecto del patrimonio, pecaramos de pre- sentismo (no digamos ya de etnocentrismo) si identificsemos el fenmeno turstico actual con sus precedentes formales sin tener en cuenta las enormes diferencias de funcin y significado. El turismo, tal como lo conocemos actualmente, requiere una serie de condiciones (facilidad de desplazamiento, tiempo libre, existencia de unas clases medias con poder adquisitivo y diferencias geoeconmicas) que no se dan plenamente hasta despus de la segunda guerra mundial. En los aos sesenta, al amparo de estas condiciones y en la medida en que se advierte que puede constituir un prspero mercado, el turismo se desarrolla en progresin geomtrica, produciendo, como se suele decir, el fenmeno de masas ms importante de la segunda mitad del siglo xx, un fenmeno que se ha desarrollado en un tiempo muy breve y que ha tenido, sin embargo, un alcance mundial.

    Junto con el turismo, y todo lo que l implica, el otro gran factor que va a transformar profundamente en esta poca los hbitos de las clases medias (y tambin de otros estamentos sociales) es la revolucin de las telecomunicaciones, principalmente la televisin. Con la universalizacin de la televisin no slo van a cambiar los hbitos domsticos sino nuestra percepcin de la realidad. A partir de entonces, y de manera creciente, la realidad desde la intimidad de nuestros vecinos hasta las grandes masacres histricas se puede hacer presente al momento en los salones de nuestras casas, con lo que esta misma realidad se desnaturaliza, adquiere un carcter virtual.

    Con el turismo y la televisin podemos decir, pues, que, adems de nuestra vida cotidiana, vivimos otras dos realidades ajenas a travs de los viajes materiales o virtuales. Esto nos ha habituado tambin a convertir la realidad en espectculo, es decir a que todo (incluso la guerra y la miseria) podamos contemplarlo como espectadores, a la vez que la economa de mercado nos ha acostumbrado a que todo (tambin la guerra y la miseria) pueda convertirse en artculo de consumo (aunque sea tambin como espectculo), es decir, se pueda adquirir con dinero.

    Esta dinmica afecta tambin al mbito del patrimonio. No slo cuadros y monumentos, sino fiestas y tradiciones, procesos productivos y culturas enteras se han convertido en espectculos, en artculos de consumo, ya sea para la televisin, ya sea para el turismo cultural (mucho ms autntico), hasta el punto que, para muchas comunidades se ha

  • EL PATRIMONIO CULTURAL COMO RECURSO TURSTICO 41

    convertido en el nico o principal modus vivendi.' La relacin entre patrimonio y turismo no es un hecho reciente. El

    patrimonio ha sido, por as decir, el primero, o uno de los primeros motivos de compra de los viajes tursticos, aun antes de que se pudiera hablar del turismo tal como lo entendemos actualmente. El patrimonio artstico de ciudades como Florencia, por poner tal vez el ejemplo ms caracterstico, est en el origen de los grandes viajes romnticos, motivados nicamente por el placer de la contemplacin. Las legendarias cimas de los Alpes se convierten en motivo de peregrinacin a partir de la expansin del movimiento excursionista. An hoy, monumentos y cumbres activados con el romanticismo y el prerro- manticismo siguen siendo los principales atractivos tursticos de determinadas ciudades y regiones.

    De todas formas, con la espectacularizacin de la realidad y la masificacin del turismo, se produce un cambio cuantitativo y cualitativo en la asociacin entre patrimonio y turismo. Por una parte, los destinos patrimoniales clsicos se ven sometidos a una presin turstica cada vez ms intensa y en algunos casos tan brutal que llega a hacer temer por su conservacin. De forma paralela, esos destinos patrimoniales activados entran en la lgica del espectculo y del consumo y se adaptan a nuevas exigencias expositivas so pena de quedar marginados. Finalmente, se activan repertorios patrimoniales hasta entonces inviables y que ahora se hacen accesibles gracias a la facilidad de los desplazamientos y a la creciente demanda de atracciones tursticas.

    Todo ello va a dar lugar a profundas transformaciones en el trata-miento del patrimonio: sus instituciones ms clsicas los museos singularmente se plantean una renovacin formal, que, aun sin pre-tenderlo, afecta profundamente a su mismo sentido. Las activaciones de repertorios patrimoniales, viejas y nuevas, se miden fundamentalmente, no ya por la cantidad y la calidad de las adhesiones, sino por el consumo (es decir, por el nmero de visitantes) y ninguna de ellas puede escapar a este nuevo baremo de la compet ti vidad. Proliferan 22 las exposiciones temporales, es decir, la renovacin de la oferta, asociadas a una continua, incluso dira frentica, innovacin de las tcnicas expositivas, a las cuales se incorpora inmediatamente cualquier novedad tecnolgica. Pero, sobre todo, nace un nuevo tipo de activaciones patrimoniales cuya motivacin no es ya de carcter identitario, sino abiertamente turstico y comercial, para lo cual, los referentes activados y

    22 n la literatura sobre turismo, especialmente en obras escritas desde una perspectiva

    antropolgica, se pueden hallar diversos testimonios de este fenmeno contemporneo [vase, por ejemplo, Smith (ed.), 1992], Dos casos referidos a culturas indgenas americanas, expuestos con una gran claridad y una no menor causticidad pueden seguirse en Contreras (1974) y Clastres (1981).

  • 42 ANTROPOLOGA Y PATRIMONIO

    los significados conferidos no responden ya a los diversos nosotros del nosotros que pueden representar las distintas versiones ideolgicas de la identidad, sino al (sin los) nosotros de los otros, es decir, a la imagen