arcadio blasco "metáforas de barro"

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Del 21 de junio al 22 de julio en la Sala San Juan de Dios. Orihuela

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MATERIA EXPRESIVA CONTRA EL MIEDO

Decía José Manuel Caballero Bonald a propósito de Arcadio Blasco (Mutxamel, 1928) que “se ha pasado media vida descifrando señales, leyendo las palabras que están escritas en la tierra... palabras que sólo pueden ser leídas por quienes han hecho de la naturaleza una habitación irreductible para aprender a vivir”. El mapa conceptual por el que transita Arcadio Blasco parte, pues, de la naturaleza y tiene en la cerámica su materia. Naturaleza como fuente de inspiración, como sustrato del que emana expresiva la materialidad, en un retorno a la cosmología presocrática para la que el arjé es fuego, agua, aire, tierra, y en la que la comunicación artística inyecta el antídoto contra el miedo primordial a lo desconocido, a la alteridad que nos atrae, nos mueve, al tiempo que nos espanta.

Arcadio Blasco, a pesar de la profunda coherencia de su trayectoria artística y vital, encarna en sí una multiplicidad de síntesis superadoras, entre las que al menos cabría destacar dos: Síntesis primera entre su doble condición de pintor abstracto y ceramista: “la pintura, enamorada de la materia, de la tremenda y dramática belleza de la materia, no sólo quiere ya representarla sino que aspira a ser también ella misma materia”1 (y nada puede competir con la cerámica a la hora de ser materia). Síntesis, también, entre su innegable condición de artista y su honestidad de artesano, porque la incansable exploración de nuevas técnicas, la fértil indagación conceptual, la apuesta por originales soluciones estéticas, no le hacen renunciar al primitivo sustrato de los “alfares”, a los procedimientos tradicionales, al rigor del oficio, al “trabajo” esforzado.

En este contexto artístico de superación creadora, las notas definitorias de la obra de Arcadio Blasco son, tal y como ha puesto de relieve Román de la Calle,

1 Borau, J.L., Cuadernos de Arte del Ateneo de Madrid, 1959.2 Calle, R., Arcadio Blasco. Galería el Coleccionista, 1991.

e “interdisciplinariedad”. Autonomía porque “la creación se autoimpone sus propios límites y exigencias que, más que frontera, representan el ámbito del juego donde desarrollar sus estrategias, su gestación, sus posibilidades”2. Interdisciplinariedad porque sus obras han apurado límites y compartido intersecciones entre alfarería, cerámica, escultura y abstracción, sin que ninguna de ellas perdiera su quididad, materializándose en sus famosos “cuadros cerámicos” de la década de los 50, pasando por los “muros y arquitecturas para defenderse del miedo” de los años 80, las “ruedas de molino para comulgar”, los homenajes a Paolo Ucello, Tatlin o Juan Gris de los 90, para finalizar con sus “Guggenbao” y los últimos trabajos sobre aperos de labranza de la serie “Arados”, con los que recupera las raíces agrícolas de sus antepasados, para insistir en la necesidad de mover la tierra, de airearla para que no se vuelva estéril, de apartarla de las malas hierbas y rastrojos. Arado, pues, como símbolo y metáfora de la herramienta necesaria para la transformación de la sociedad a la que Arcadio Blasco siempre ha querido contribuir como artista comprometido con la reivindicación y la crítica implícita en su obra. Arado de honda significación hernandiana, que ha quedado plasmado también en uno de los murales de San Isidro con el que ha querido homenajear a Miguel Hernández en el 2012, tal y como ya hiciera en 1976.

Hoy, Arcadio Blasco amplía la proyección de su compromiso con la sociedad mediante la promoción del “Banco de la cultura”, una iniciativa con la que pretende “abandonar el territorio de la queja y el conformismo ante la actual crisis económica, en la que las ideologías han sucumbido ante la voracidad de los mercados” para seguir difundiendo la cultura por encima de los avatares temporales y dinerarios. Sea.

Ana Mas de Sanfélix Concejala de Cultura

Lo que ha hecho es algo así como murales para el interior de estos recipientes, que nunca soñaron con otro destino que el de su utilidad. Murales de la más

vieja materia artística: el barro sin colorear. El alma de un cañón se reviste de estas superficies palpitantes y se convierte en joya.

José Hierro, Nuevo Diario, 1971.

Este apoyarse en lo pretérito para dar el salto a lo futuro, no por deseo voluntario de apartarse de la naturaleza, sino por buscar una mayor autenticidad

pictórica en sus invenciones, es cualidad que deseo señalar y distinguir aquí, tanto por lo que al cuidado sensitivo de las mil cuestiones del arte se refiere como por ser esta cualidad una constante en el pensamiento del artista, pleno de seriedad y gravedad especulativa y artesana.

M. Sánchez Camargo, Cuadernos de Arte del Ateneo de Madrid, 1959.

Sus obras presentan un mundo mágico, en cierto modo irreal, que sitúa a su autor en esa zona de la pintura en la que actuó Paul Klee. Con esto no

quiero decir que Arcadio Blasco tenga relación alguna con este pintor, sino que sus respectivos artes actúan en ámbitos similares.

Por ello, sus pinturas y dibujos caen fuera de los convencionales límites de corriente o tendencia, para entrar de lleno en una visión original e inédita del mundo en la que la imaginación tiene todo su ensanche.

Víctor Manuel Nieto Alcaide, Artes, 1966.

Esta pintura, especial-geométrica, tiene un fundamento en la composición de los lienzos, que es la simetría. Ello da un gran valor decorativo a la obra

de este artista.

Con un pespunteado constante, como quien teje un tapiz, traza Arcadio Blasco sus melodías planetarias, siempre sostenidas por aquella vibración que descubrieran los puntillistas y que ahora nuestro pintor vuelve a poner en solfa con un acento nuevo.

Federico Galindo, Dígame, 1966.

Arcadio Blasco ejecuta murales que son murallas, realiza unos volúmenes a modo de troneras, barbacanas, saeteras, aspilleras, garitos de vigilancia en

cuyos cuencos el ser humano esconde todavía el aceite del odio más antiguo. No se trata de una elipsis literaria ni de una metáfora estética. Este artista es demasiado puro y directo para eso […] La potencia de sus creaciones da una sensación de paleontología, sus espirales llevan al espectador a un mundo de laberintos, sus formas minerales recuerdan los fósiles de grandes monstruos enterrados en el alma del hombre.

Manuel Vicent, La cerámica de Arcadio Blasco, 1986.

Todo lo que Arcadio Blasco había conseguido estabilizar en su obra precedente aparece ahora sintetizado y como sometido a una sutil y

exquisita versión formal. Aunque no haya renunciado a ninguna previa conquista, sí ha vuelto a recapitular con metódica agudeza sobre tales conquistas. Cada uno de estos collages define la cohesión de lo disperso. Lo aparentemente heterogéneo viene a ser lo que suministra mayor equilibrio unitario a la composición.

J. M. Caballero Bonald, Arcadio Blasco. Homenajes, 1986.

Nace en 1928 en Mutxamel, Alicante. En 1947 se traslada a Madrid, ingresando más tarde en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Asiste a las clases de pintura mural de Daniel Vázquez Díaz. De 1948 a 1953 cursa los estudios oficiales y termina en la Escuela de Valencia. Durante el verano del 52, en la Beca de Paisaje del Paular, conoce a la que más tarde sería su compañera, la entonces pintora sevillana, Carmen Perujo, con quien se casa en 1957. En 1952-53 reside en laAcademia Española de Roma. En este período conoce a músicos (Argenta, el maestro Rodrigo, etc.) que residían temporalmente en la Academia y a sus compañeros Hernándcz Mompó, Carpe, José Vento, Lapayese, José María Valverde, Ortiz Berrocal, José Luis Sánchez, Jacqueline Canivet, etc. De regreso a España, realiza su primera exposición personal en la madrileña Librería Buccholz y organiza más tarde junto a Manuel Elexpuru, la Galería de Arte CARPA en el número ocho de la calle Conde de Xiquena. Etapa creativa en la que realiza tapices, vidrieras, mosaicos y murales cerámicos en el estudio que comparte con José Luis Sánchez, Jacqueline Canivet y Carmen Perujo. Comienza sus colaboraciones con el Instituto de Colonización y conoce a Femández del Amo, Manuel Rosado, Pirla, García Benito, Cubillo, Fernández Alba, Lamela, Fisac, etc., con quienes colabora.

En 1957 expone en el Ateneo de Madrid. Alterna la práctica de la pintura de caballete con la cerámica y, poco a poco, se ve atrapado por el mundo de la cerámica exclusivamente. Trabaja en alfares populares de Cuenca (Pedro Mercedes, el Maestro amigo), Agost y en Triana, en el taller de Cerámica Montalbán.

En 1964 realiza una gran exposición en las Salas de la Dirección General de Bellas Artes. La espiral como “descubrimiento” plástico y sus relaciones con el desarrollo del pensamiento le atrapa entre sus redes, cual hilo de Ariadna, como dijo Caballero Bonald. Desde los años setenta y hasta hoy recibe múltiples encargos tanto para obra pública como privada.

Fue presidente durante cuatro años de la Asociación de Artistas Plásticos. Sus contactos profesionales con el Seminario 80 de Estudios Cerámicos de Sargadelos y con sus directores técnicos y artísticos, Luis Seoane, Isaac Díaz Pardo y Mimina, Andrés Varela, van enriqueciendo ese aprendizaje permanente que es el mundo de la cerámica. Dirige en dos ocasiones el Curso de Verano de Sargadelos, el primero junto a Carmen Perujo y el siguiente con el ceramista Enrique Mestre y el escultor Silvio Rivas. Participa activamente en la realización de murales con un sentido reivindicativo y de solidaridad, en los Cursos de Verano de la Universidad Menéndez Pelayo bajo la dirección de Antonio Bonet Correa, en los Encuentros de Juventud (Cabueñes), y en cursos de perfeccionamiento para profesores de Artes Aplicadas, y da conferencias en centros oficiales y privados.

Ha formado parte del Consejo Asesor para las Artes Plásticas en el Ministerio de Cultura en los años ochenta y es miembro de la Academia Internacional de la Cerámica. Entre 1980 y 1982 formó parte del equipo (junto a Natacha Seseña, Margarita Sáez de la Calzada, y el fotógrafo Agustín Rico) que, en trabajo de campo, recorrió los alfares de Castilla recogiendo datos y muestras de los últimos alfareros. En los últimos años tiene una frenética actividad en las múltiples exposiciones que de su obra se realizan, destacando las del Museo de Atenas en 2000, la de Bancaixa en 2001, la de la Bienal de Fuji (Japón) en 2003 y la del Museo de la Universidad de Alicante que le dedicaba una gran exposición antológica en 2008. En el año 2005 se le concedió el Premio de Bellas Artes de la Comunidad Valenciana y el IV Premio Maisonnave.