apuntes para el estudio de yuyo,

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Apuntes para el estudio de Apuntes para el estudio de Yuyo Yuyo , , de Miguel Meléndez Muñoz de Miguel Meléndez Muñoz

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Apuntes para el estudio de Apuntes para el estudio de YuyoYuyo, ,

de Miguel Meléndez Muñozde Miguel Meléndez Muñoz

Yuyo es una novela costumbrista, de marcada intención social. En ella el autor logra penetrar los patrones de vida de un pequeño núcleo del campesinado típico puertorriqueño de la primera década del siglo, cuando aún la influencia de la nueva cultura no había penetrado las zonas rurales.

El asunto es la mala vida del campesino puertorriqueño en la época en que se desarrolla la obra. Dentro del marco del paisaje, de las costumbres y del campesino, el autor presenta la red de circunstancias que hacían de éste un esclavo de la gleba y una víctima de la malicia urbana. La obra se centra en torno a la vida angustiosa del “agregado”, equivalente, en nuestro sistema económico de entonces, al siervo adscrito a la tierra del sistema feudal. Este y su familia, enraizados dentro de un ámbito cercado de prejuicios e indiferencia, se debatían agónicamente, contra fuerzas que en aquel momento eran irreducibles.

Completan el cuadro tipos e instituciones urbanas de las cuales el campo no podía desvincularse: el comerciante, el amo, el picapleitos, el juez, la justicia, símbolos – en Yuyo – de la explotación, el engaño y la venalidad. *David Cruz López dice refiriéndose a ella: “con esta sencilla trama, Meléndez Muñoz ha dado una novela interesante, bien construida que refleja ajustadamente las costumbres, la sicología y la lengua de los campesinos del centro de Puerto Rico en la primera década del siglo XX.”

Veamos algunos aspectos de esta novela, que para doña **Carmen Gómez Tejera, “es otro fruto sazonado de nuestra novela regional.” En Yuyo el autor expone un tema real: la dolorosa tragedia del hombre generoso cuya hombría de bien y de devota dedicación a su familia se estrellan contra la maldad humana y la ingratitud de los hijos.

El conflicto es externo. Anselmo, el personaje central, vive en lucha con su circunstancia. Su circunstancia la integran el egoísmo del propietario, las acechanzas de los nuevos vecinos, la maldad del raptor de su hija, la doblez de los que representan la justicia, la jaibería del Bobo y la ingratitud de su hija más querida. Integra también su circunstancia su propia manera de ser.

El personaje mejor trazado es Anselmo. En él se dan las cualidades, características del jíbaro puertorriqueño: celoso del honor de su familia, pero temeroso de ampararse en la ley para defenderlo; desconfiado de los extraños, pero hospitalario y amable; trabajador infatigable para los intereses del amo, pero sin iniciativa ni empuje para desairarse de la garra de éste; amoroso en sus afanes como padre, pero severo en el trato de sus hijas; incapaz de hacer mal y recto en sus pensamientos. Lencho lo describe: “con el pelo blanco y la cara llena de arrugas y jorobas, pero el corazón virgen como los montes de Carite.” Con todas estas cualidades, la conducta de Anselmo no es consistente: consciente de su destino de agregado, su conducta fluctúa entre un hondo sentido de dignidad, que le viene de dentro, y la espada que siempre prende sobre su cabeza: la voluntad del amo.

El otro personaje interesante de la obra es Compae Lencho. Su interés consiste en ser la antítesis de Anselmo. Experiencias amargas lo han convertido en un cínico: no cree, en nada ni en nadie. “El trabajo, la familia, el orden, la justicia, too eso me lo paso yo pol aquí, porque son boberías pa espantal muchachos, y cuando me jasen peldel la pasensia me tiro un palo e romo y que se vayan toos al…” Sus consejos escandalizan a Anselmo, pero éste no puede menos que pensar que desgraciadamente, en algunas cosas le acompañan” la razón de brazo de la experiencia.” Los acontecimientos que precipitan la muerte de Anselmo son una confirmación de las palabras vaticinadoras de Compae Lencho: “Adios, compae, y Dios quiera que no se tenga que acoldal de mi algún día…”

El personaje foco centro de la narración es Yuyo, la hija menor de la familia. Tanto el padre como las hermanas mayores tratan de evitarle a Yuyo lo que parecía ser el destino ineludible de la campesina joven: escaparse algún día del hogar paterno con el primero que pasase. Pero Yuyo, ingenua y sonriente, hermética a la “voz de la experiencia” de los otros, con esa seguridad de que su mundo y su destino serían distintos, toma su propio rumbo.

En vano intentan aislarla del mundo exterior; entre las amenazas y admoniciones, Yuyo “se sonreía como si le contaran historias fantásticas y estupendas.” Ajena a las circunstancias que oprimen a los demás, alerta sólo a sus propias circunstancias – los que ven a palpa o sueña – atropellando, aun el amor de su padre. Yuyo marcha confiada y sonriente.

El resto de los personajes son seres sin relieve alguno, pero que no desentonan dentro del marco realista de la novela. Las hijas mayores de Anselmo, Sergia y Crispina, “ escarmentás en cabezas propias,” nos hacen recordar el coro de las tragedias griegas; ante la más disimulada sonrisa de Yuyo entonan la salmodia de su tema único: la maldad del hombre. Avinagradas y vulgares, son figuras poéticas. Arrastrando sus vidas dolorosamente rutinarias, viven aherrojadas a su pensamiento obsesionado. Son las frustradas. Pero sus propias historias, repetidas incesantemente para salvar a Yuyo del amor, van preparando al lector para el desenlace de la narración.

Eulogia, en cambio, de impenetrable impasibilidad, nos sorprende luego con su desenvoltura admitiendo en su propia casa un amante y produciéndose un aborto con la complicidad de una curandera. Eulogia nos parece demasiado taimada y atrevida para una jíbara joven criada bajo la tutela de un padre tan severo y tan recto como Anselmo.

Los personajes masculinos apenas están definidos. El amo, el picapleitos, el juez, el fiscal, la curandera, el Bobo taimado, son típicos de ambiente puertorriqueño. A nuestro juicio quedan bien trazados en sus rasgos esenciales. Don Ramón es el tipo explotador de sus agregados; don Tito el vividor que adapta las leyes a su conveniencia para lucrarse; doña Tana, la “curiosa” que vive de la ignorancia de los campesinos; el Bobo, el tipo del bobo de la novela picaresca, pero menos simpático, por su ingratitud y su crueldad hacia el hombre que en su propia pobreza, siempre le había protegido.

Referencias:Referencias:

*David Cruz, La lengua jíbara en la novela costumbrista puertorriqueña, 1950, página 115

**Carmen Gómez Tejera, La novela en Puerto Rico, 1947, página 77