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ITINERARIO DIOCESANO DE FORMACIÓN DE LAICOS “Hermanos todos” CATEQUESIS INTRODUCTORIA VIVIR A LA LUZ DEL EVANGELIO VIVIR A LA LUZ DEL EVANGELIO 0 ARZOBISPADO DE VALENCIA Vicaría para el Laicado y Acción Caritativa y Social Delegación Diocesana de Apostolado Seglar

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ITINERARIO DIOCESANO DE FORMACIÓN DE LAICOS

“Hermanos todos”

CATEQUESIS INTRODUCTORIA VIVIR A LA LUZ DEL EVANGELIOVIVIR A LA LUZ DEL EVANGELIO0

ARZOBISPADO DE VALENCIAVicaría para el Laicado y Acción Caritativa y Social

Delegación Diocesana de Apostolado Seglar

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catequesis introductoria. vivir a la luz del evangelio1 “Hermanos todos”

¿Por qué vamos a hacer estas catequesis?

Vivimos tiempos difíciles. La pandemia pone de relieve lo vulnerables que somos, la necesi-dad de ayuda mutua, el deseo de un cambio que permita construir un mundo mejor lleno de esperanza. La pandemia ha causado mucho dolor y heridas: la enfermedad y la muerte de muchas personas en todos los continentes. Esto ha generado problemas socioeconómicos que afectan especialmente a los más débiles. El Santo Padre nos convoca a no dejar pasar esta situación sino que entremos dentro de ella, aceptemos la realidad y nos dejemos iluminar por el Evangelio aprendiendo de Jesús nuevas actitudes y criterios para afrontar e impulsar los retos que esta nos plantea viviendo con más humanidad.

El Papa nos ha ofrecido desde el 5 de agosto de 2020 distintas catequesis bajo el lema “cu-rar el mundo” que son una preparación para poder acoger la nueva encíclica “Hermanos todos” sobre la fraternidad y amistad social y en la que aborda el tema de cómo cambiar el mundo tras la pandemia de coronavirus, que ha firmado en Asís el día 3 de octubre, víspera de la festividad de San Francisco de Asís. En ella afirma que:

«entrego esta encíclica social como un hu-milde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de re-accionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. Si bien la escribí desde mis con-vicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad». (FT n.6)

introducciónLa realidad que vivimos es difícil. Fijando los ojos en Jesús (cf. Heb 12, 2) aprenderemos a afrontar las adversidades que presenta la vida encontrando nuevos caminos que permitan ir transformado los desafíos en posibilidades para vivir la fe. De ahí la invitación del Papa a «curar el mundo». Se trata de reconocer las he-ridas abiertas y la posibilidad de afrontarlas, no con resignación pasiva sino reconociendo la dificultad y salir adelante, apoyándose en la sabiduría social católica que la Iglesia ha desarrollado con el tiempo y así ampliar hori-zontes que permitan superar pues una visión cristiana de la vida como algo privado e ínti-mo con olvido de su necesaria proyección so-cial, fermento de una nueva vida en el mundo, abiertos hacia la gran novedad: los cielos nue-vos y la tierra nueva.

En este año pastoral (2020-2021) el Itinera-rio Diocesano de Formación (IDF) se centra en ayudar a los laicos a acoger la nueva encíclica sobre la fraternidad y la amistad social “Her-manos todos” a través de un sencillo itinerario que tiene como centro la lectura de la propia encíclica y para ello ofrece una guía que per-mita centrarse en algunos puntos fuertes a fin de ayudar a descubrir sus consecuencias para la vida:

«Os invito a afrontar juntos las cuestiones apremiantes que la pandemia a puesto de relieve, sobre todo las enfermedades socia-les y lo haremos a la luz del Evangelio, de las virtudes teologales y de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia»1.

1 Papa Francisco. Audiencia General del 5 de agosto de 2020.

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catequesis introductoria. vivir a la luz del evangelio2 “Hermanos todos”

El Itinerario ayudará a leer, meditar y aplicar esta próxima Encíclica. Seguirá la pedagogía de la Lectio Divina, a través del trabajo en gru-po, combinando tanto la formación (lectio y me-ditatio), la oración (oratio) y la acción (actio). Continuamos así la línea de trabajo desarro-llada anteriormente en la búsqueda de un lai-cado que despierta cada vez más su vocación evangelizadora en la Iglesia y en el mundo. A través de esta forma de hacer, consolidamos la realidad de los grupos de reflexión y acción cristiana en los que se desarrolla el itinerario. Una realidad de gran alcance para poner de relieve la forma comunitaria de la fe, la capaci-dad de acompañamiento mutuo. No olvidemos

Esquema general

Catequesis introductoria:

Vivir a la luz del Evangelio.

¿Por qué vamos a hacer estas catequesis?

Catequesis primera:

Texto marco: Capítulo 2 de la Encíclica (FT): Un extraño en el camino.

La Encíclica se centra en la figura del Buen Samaritano, icono de la propuesta que cabe desarrollar para que la fraternidad pase de ser un sueño a ir haciéndose realidad. Es un recor-datorio nuevo inscrito como ley fundamental de nuestro ser y que lleva a encaminarse hacia la búsqueda del bien común, a ser vecino de los demás, a vivir de tal modo que todo lo hu-mano nos concierne.

Catequesis segunda:

Texto marco: Capítulo 3 de la Encíclica (FT): Pensar y generar un mundo abierto.

que una de las dimensiones de la experiencia eclesial es la de ayudarnos mutuamente a creer y actuar en el Nombre del Señor.

No basta con tener buenos propósitos y sen-timientos, es necesario adquirir o tener argu-mentos y razones que ayuden a comprender las situaciones y nuestra respuesta como cris-tianos, acompañado del coraje que nos lleve a implicarnos en la dinámica de la vida: «Ya no se puede decir que la religión debe recluir-se en el ámbito privado y que está solo para preparar las almas para el cielo» (EG 182). Pues con Jesús el Reino de Dios, el Cielo, ha empezado a crecer entre nosotros.

Individualismo frente al valor moral de la soli-daridad.Derechos fundamentales y su vinculación y reali-zación comunitaria.El intercambio de estilos de vida y formas de ser.

Catequesis tercera:

Texto marco: Capítulo 4 de la Encíclica (FT): Un corazón abierto al mundo entero.

Inmigración como desafío y posibilidad para nuestros pueblos.

Catequesis cuarta:

Texto marco: Capítulo 6 de la Encíclica (FT): Diálogo y la amistad social.

La dignidad de la persona humana y su verdad, centro de toda acción social, generador de amis-tad, de intercambio.

El tema 1 de la Encíclica se utiliza de forma transversal en todas las catequesis, pues es un análisis de la realidad social del mundo. Será utilizado para la parte de la ACTIO (Acción).

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Hemos de aceptar y reconocer la realidad sin resignarnos. A través de esta, también el Se-ñor está presente y nos llama a ponernos en marcha, a dar una respuesta, a salir adelante. La comunidad eclesial, tal como narran los He-chos de los Apóstoles nunca rehuyó la dificul-tad provocada por el sufrimiento de los demás, sino que «fijando los ojos en Jesús» (cf. Heb 12, 2) ha buscado maneras de ofrecer espe-ranza en medio del dolor. Hoy podemos seguir este camino apoyándonos en el pensamiento social que la Iglesia ha desarrollado a lo largo del tiempo y que muestra, una vez más, que la fe no solo es una cuestión íntima o interior, sino que también tiene una proyección social. Es una invitación a los cristianos para que seamos fermento de una nueva vida en el mundo.

Vivir a la luz del Evangelio

I. Ambientación

La pandemia que estamos viviendo deja una huella de sufrimiento e incertidumbre y pone en cuestión tantas seguridades y comportamientos que hasta ahora han marcado nuestra vida. Es una realidad que nos interpela como personas y también como cristianos. Surgen preguntas sobre el porqué de lo ocurrido, como si bus-cáramos un culpable. Pero este camino no nos conduce a una respuesta adecuada. Ante esta realidad cabe preguntarse: ¿qué haremos? ¿Qué responsabilidades tenemos? ¿Qué exi-gencias marcan esta hora? El papa Francisco ha desarrollado unas catequesis en torno a un tema que quiere ofrecer líneas de acción para «curar el mundo».

catequesis introductoria

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la comunidad eclesial, que crecía día en día. Dentro de esta dinámica misionera se sitúa la narración de la curación que realiza el prime-ro de los Apóstoles, y que con su testimonio ilumina el camino de toda la Iglesia.

«Pedro y Juan subían al templo…». Al prin-cipio, los cristianos, si bien se reunían en las casas, continuaron frecuentando el templo tal como hacía Jesús cuando se encontraba en Jerusalén para orar y enseñar a la gente, o en las sinagogas de los pueblos que visitaba. También, Jesús se reunía con sus discípulos en la intimidad de las casas, a la que también se unían otros (Mt 13,36; Mc 2,1). Esta primera visita de los Apóstoles al templo manifiesta la continuidad entre su comportamiento y el del Maestro, entre la vida de la comunidad pas-cual naciente y la del primer grupo de discípu-los entorno al Señor.

A la entrada del Templo, en la puerta Hermosa, donde se reunían muchos a pedir limosna, les presentan un hombre «lisiado de nacimiento». A este lo ponían fuera del espacio del templo, pues su enfermedad constituía una impureza legal que le prohibía entrar. Era muy conocido, después de tantos años allí, algunos le daban alguna limosna. Al momento de entrar Pedro y Juan se dirige a ellos con actitud suplicante. Ellos se detienen y Pedro le dice «Míranos». Sorprendido, podía pensar que le iban a dar una limosna. Pero las palabras de Pedro segu-ramente no las esperaba: «No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda». Antes de que pueda reaccionar, Pedro lo coge de la mano y al «instante» siente que sus piernas se llenan de fuerza, se levanta y camina. Aho-ra, curado de su enfermedad, liberado de la «impuridad legal» entra en el templo «dando brincos y alabando a Dios». La gente que lo conocía, viendo lo acontecido «quedaron es-tupefactos y desconcertados ante lo que había sucedido».

Se percibe en este hecho una semejanza con otras curaciones y enseñanzas de Jesús en el

2. Escuchar la palabra de Dios

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 3, 1-10)

Pedro y Juan subían al templo, a la ora-ción de la hora de nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puer-ta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo: «Míranos». Clavó los ojos en ellos, espe-rando que le darían algo. Pero Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda». Y agarrán-dolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.

Palabra de Dios.

Comentario

Los Hechos de los Apóstoles se inicia con la narración de la Ascensión del Señor en la que confía a sus discípulos la tarea de ser sus tes-tigos en medio del mundo, a la que sigue el acontecimiento de Pentecostés en que el Espíri-tu Santo inicia una nueva presencia de Cristo en la historia a la que están vinculados quie-nes han sido testigos de su obras y palabras, de su muerte y resurrección: los Apóstoles. De este hecho surge la progresiva formación de

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El testimonio de Pedro, en los comienzos de la vida cristiana siempre recordará a la Iglesia, a cada cristiano, que su riqueza no es el poder que dan los medios humanos, sino la fe viva en Jesús muerto y resucitado. Pues desde ahí las realidades humanas adquieren un nuevo senti-do que lleva a construir una sociedad fraterna y justa, abierta a un crecimiento más grande en aquel amor que Cristo nos ha traído. Un ca-mino no exento de dificultades pues, al mismo tiempo que exige de nosotros la utilización de los medios pobres del Evangelio se expone a la incomprensión y persecución de otros. No olvidemos esta afirmación del Concilio Vatica-no II, una indicación para nuestra vida: «como Cristo realizó la obra de la redención en po-breza y en la persecución, también la Iglesia está llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salva-ción» (LG 8).

Evangelio. Recordemos, por ejemplo, la cura-ción del paralítico que introducen pro el teja-do de la casa, al que Jesús dijo «levántate y anda» (Mc 2,1-10). También podemos ver un paralelismo con la parábola del Buen Sama-ritano quien se detiene ante el dolor del otro. «Detenerse», «tocar», «mirar» constituye un comportamiento fundamental de Jesús y tam-bién en el de sus discípulos. De ahí surge la gran novedad: el milagro, como signo de que el reinado de Dios ya ha llegado. Pedro y Juan no tienen poder personal, sino que lo hacen en «el nombre de Jesucristo Nazareno». No tienen ni plata ni oro, solo cuentan con la fuer-za del Señor. ¿No es lo propio de un discípulo misionero dejarse tocar por las heridas y las preguntas de los otros ofreciéndoles la nove-dad de Jesucristo?

El milagro de Pedro es semejante a los mila-gros del Señor. Ahora, en la comunidad ecle-sial, como testimonia la acción de Pedro, el Señor continúa su acción salvadora, que re-nueva la vida quienes le «miran y encuentran». Cristo, luz de los pueblos, resplandece sobre el rostro de la Iglesia y así, su única fuerza será siempre, a pesar de olvidos y traiciones, «el nombre de Jesús»: nuestro Salvador que resu-citado ha vencido a la muerte. La misión de la Iglesia es ser testigo de la fuerza salvadora, no solo por la proclamación de su Evangelio, con palabras y hechos, sino también a través su actualización en los acontecimientos y situa-ciones humanas para iluminar y transformar la vida. Debemos recordar, más aún cuando se reduce la vida cristiana a la intimidad personal o al ámbito interior de la Iglesia, que «Dios quiere la felicidad de sus hijos también en la tierra, aunque estén llamados a la plenitud eter-na, porque Él creo todas las cosas para que las disfrutemos» (1Tm 6,17), para que todos puedan disfrutarlas. De ahí que la conversión cristiana exija revisar «especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común» (EG 182).

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vo ético sino manifestación de su realidad más honda, expresión en la historia del don de la comunión divina. La Iglesia ha de ser servicio y fermento de comunidad fraterna universal»1.

Por todo ello, el papa Francisco insiste en esta misma dirección: «nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad ci-vil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe —que nunca es cómoda e indivi-dualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra… Todos los cristianos, también los Pasto-res, están llamados a preocuparse por la cons-trucción de un mundo mejor. De eso se trata, porque el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo» (EG 183).

Así la vida cristiana, que siempre tiene su raíz en la respuesta personal al Señor, tiene una proyec-ción social, pues todos somos seres sociales. Tam-bién la fe cristiana que se realiza en la caridad, inspira nuestra forma de actuar en la sociedad para el logro del bien común, en sus institucio-nes y acciones que configuran la vida humana: la familia, la cultura, la economía, la participa-ción en la acción política… Por ello, podemos hablar de “caridad política” como expresión de la dimensión social y pública de la vida cristia-no: «un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres, considera-dos como hermanos, en favor de un mundo más

3. Reflexionamos juntos

Meditación

La narración del encuentro de los apóstoles Pedro y Juan con el tullido que hemos leído, nos invita a descubrir el alcance de esta ac-ción, cuando tantas personas con dificultades salen a nuestro encuentro, o están presentes en nuestra vida. Ante todo recordemos el pri-mer gesto de Pedro: «se quedó mirándolo y le dijo: “Míranos”» (Hch 3,4). Solo si salimos de nosotros, si nos dejamos tocar por las he-ridas de los demás podremos responder a la llamada del Señor que siempre va por delante. Recordemos esta propuesta de Benedicto XVI «el programa del cristiano —el programa del Buen Samaritano, el programa de Jesús— es un corazón que ve. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia» (Deus Caritas Est 31.b). Tantas veces, centrados en nuestros intereses y dificultades pasamos de largo ante la llamada de los demás. Hace falta un “corazón que ve”. Tener los «sentimientos de Cristo» (cf. Filp 2, 5) abre nuestra vida hacia los demás, pues el amor que Cristo nos ofrece no termina en nosotros sino que va hacia los otros. Así se alcanza una visión más amplia de nuestra propia acción en la realización del amor a los demás, en las relaciones interperso-nales y también en las instituciones y realida-des que marcan nuestra vida como miembros de la realidad social en la que participamos: «el dinamismo entero de la vida cristiana tiene una dimensión social y política y, de modo de-terminante, la caridad en la que se realiza la vida del creyente no logra su plenitud si no se convierte en caridad social y política: esto es, un compromiso operante que intenta alcanzar un mundo justo y fraterno, en el que sean aten-didos, sobre todo, las indigencias de los des-amparados… Para la Iglesia, el imperativo de la fraternidad universal no es solo un imperati-

1 Presentación del Documento de la CEE “Católicos y vida pública” por Mons. Antonio Palenzuela (1986).

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únicamente al ejercicio individual de la miseri-cordia. Tanto los Estados como la Iglesia atien-den a esas necesidades de forma organizada. No obstante, en toda situación, quedan siempre espacios abiertos para que el cristiano pueda y aun deba dar respuesta personal y cercana a las distintas formas de pobreza en que pueden encontrarse sus hermanos. La misericordia es, en esos casos, el testimonio de un amor gratuito que se ofrece al prójimo como un reflejo del amor misericordioso de Dios»3.

La nueva Encíclica incide directamente en estas cuestiones, marcadas por la nueva situación, la inesperada pandemia del COVID-19. Como señala el Papa,

«dejó al descubierto nuestras falsas seguri-dades. Más allá de las diversas respuestas que dieron los distintos países, se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente. A pesar de estar hiperconectados, existía una fragmentación que volvía más difícil resol-ver los problemas que nos afectan a todos. Si alguien cree que solo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad». (FT n.7)

justo y más fraterno con especial atención a las necesidades de los más pobres»2.

El fundamento de esta inspiración en la forma de actuar, como fermento en la masa de nues-tro mundo, es Jesucristo como dice Pedro al tullido: «no tengo ni plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda» (Hch 3, 6). Así también la misión propia de la Iglesia: anunciar y hacer presente la Vida Nueva, el reino de Dios, que Jesucristo nos trae en su persona y que por la acción del Espíritu Santo continúa hoy en co-munidad eclesial. Como recuerda el Concilio Vaticano II: «la misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económi-co y social… La fuerza que la Iglesia puede aportar a la sociedad humana actual reside en esa fe y amor aplicados a la vida práctica, y no en el ejercicio de ningún poder externo con medios meramente humanos» (GS 42).

Así la misión fundamental de la Iglesia es evan-gelizar. Una misión que implica la vinculación entre el anuncio de la fe en la Palabra y los Sacramentos y su realización en la promoción humana en todas sus dimensiones, cuyo centro es la dignidad sagrada de cada persona y de todas las personas. De ahí el valor del pensa-miento social o doctrina social que la Iglesia ha desarrollado en el tiempo, y que el Papa nos presenta de tantas formas, ahora en la Encícli-ca “Hermanos todos”. Al respecto es necesario recordar que «el Magisterio de la Iglesia sobre cuestiones sociales ha insistido, en los últimos tiempos, en la necesidad de promover estruc-turas e instituciones sin las cuales los derechos fundamentales del hombre no pueden ser, de hecho, ni disfrutados ni ejercidos. En este sen-tido, las buenas acciones que los cristianos de otros tiempos llamaron obras de misericordia corporales son hoy en día objeto de la justicia social, hasta el punto de que no pueden dejarse

2 Católicos en la vida pública. Documento de la Conferencia Episcopal Española (1986).3 “Esta es nuestra fe”. Tercer Catecismo de la Conferencia Episcopal Española. Pág. 306.

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Estamos llamados a mirar de cerca esta rea-lidad, afrontarla a la luz y con la ayuda del Evangelio, ofreciendo una respuesta que ilum-ne nuestra vida y contribuya a transformar la realidad.

«Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de herman-dad. Entre todos: «He ahí un hermoso secre-to para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una co-munidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es so-ñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos». Soñe-mos como una única humanidad, como ca-minantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos». (FT, n.8)

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catequesis introductoria. vivir a la luz del evangelio9 “Hermanos todos”

Jesús es El Drogadicto, para ser comprendido en amistad.Jesús es La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga.Jesús es El Preso, para ser visitado.Jesús es El Anciano, para ser atendido.Jesús es Para mí, Jesús es mi Dios.Jesús es mi Esposo.Jesús es mi Vida.Jesús es mi único amor.Jesús es mi Todo.Amén.

Nosotros podemos continuar esta oración en medio de las situaciones difíciles que ha gene-rado esta pandemia. Entonces, podemos orar:

Jesús es el que sufre y está solo. Jesús es el médico y la enfermera que sale al encuentro, ayuda y quiere curar.Jesús es quien habita en nuestro corazón y nos hace ver la necesidad de los otros para superar el miedo y el egoísmo.Jesús siempre nos espera para colmarnos de su Vida, que no podemos imaginar.

4. Orar juntos

Existe una misteriosa identificación entre Jesús y las personas marcadas por el dolor y la difi-cultad. Podemos recordar el Evangelio de san Mateo, en el capítulo 25 (cf. Mt 25, 31-46) y, a partir de esta lectura, si nos dejamos ilumi-nar podremos desarrollar nuestra oración de intersección y compromiso. Así nos abrirá el camino para descubrirlo en el rostro de aque-llos con los que Jesús mismo ha querido identi-ficarse, como nos recuerda el papa Francisco, «una contemplación que deja fuera a los de-más es un engaño» (EG 281). La oración de la Santa Madre Teresa de Calcuta es un camino de oración que incluye la vida de las personas en las que Cristo está presente:

Oración

Jesús es mi vidaJesús es La Palabra, para ser dicha.Jesús es La Verdad, para ser proclamada.Jesús es El Camino, para ser recorrido.Jesús es La luz, para ser encendida.Jesús es La Vida, para ser vivida.Jesús es El Amor, para ser amado.Jesús es La Alegría, para ser compartida.Jesús es El sacrificio, para ser ofrecido.Jesús es La Paz, para que sea dada.Jesús es El Pan de Vida, para que sea mi sustento.Jesús es El Hambriento, para ser alimentado.Jesús es El Sediento, para ser saciado.Jesús es El Desnudo, para ser vestido.Jesús es El Desamparado, para ser recogido.Jesús es El Enfermo, para ser curado.Jesús es El Solitario, para ser amado.Jesús es El Indeseado, para ser querido.Jesús es El Leproso, para lavar sus heridas.Jesús es El Mendigo, para darle una sonrisa.Jesús es El Alcoholizado, para escucharlo.Jesús es El Deficiente Mental, para protegerlo.Jesús es El Más Pequeño, para abrazarlo.Jesús es El Ciego, para guiarlo.Jesús es El Mudo, para hablar por él.Jesús es El Tullido, para caminar con él.

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que lo llena todo de verdad como la presencia del pecado que limita y entorpece al ser huma-no. En el mundo está mezclado el trigo y la ci-zaña. A través de esto, percibir cuáles son los anhelos que orientan la acción humana para mejorar la vida de las personas.

«Interpretar» a la luz del Evangelio y de la sa-biduría social de la Iglesia cuales son las res-puestas a ofrecer, el significado y alcance de la situación identificada en el paso anterior. Las difi-cultades, las situaciones que condicionan la vida haciendo que prevalezca la justicia y así mostrar cómo el Evangelio ofrece una respuesta, es una Buena Noticia que suscita confianza e impulsa a la esperanza que orienta nuestra acción humana para mejorar nuestros ambientes.

«Elegir» es la cuestión fundamental. No basta con sabernos libres sino qué hacemos con esta libertad. Somos libres para amar, para pro-mover la justicia y la paz. En ello necesitamos la virtud fundamental que valora qué medios son los más adecuados para conseguir la meta que nos proponemos y, entonces, ponernos en marcha. Es decir, ¿qué podemos hacer? ¿Qué puedo hacer por los demás?

Aplicamos el método reconocer-interpretar y elegir en una situación concreta. A modo de ejemplo, la pandemia y la crisis como conse-cuencia de esta.

5. Actuar

La Doctrina Social de la Iglesia no es solo una visión de la realidad a la luz del Evangelio y de la sabiduría de los cristianos acumulado por el tiempo una forma de saber sino también un estilo, una forma de afrontar la realidad para curar sus heridas y promover un mundo más justo y solidario donde el ser humano sea el centro, tal como el Señor lo ha querido.

Por esto no se trata de hacer grandes decla-raciones que pueden iluminar el camino, sino aprender a razonar y actual de modo tal que se produzca una interacción entre la fe y la vida, entre la Buena Nueva del Evangelio y las tristezas y anhelos de las personas.

La Doctrina Social tiene la misión de ayudar-nos a promover una actuación social y justa tal como aparece en el Evangelio, lo que in-cluye la denuncia en nombre de la justicia de aquellas estructuras sociales, económicas o políticas que contradigan la dignidad del ser humano, en todas sus dimensiones, según el mensaje del Evangelio. Por ello proponemos un ejercicio que nos entrene y capacite para llevar adelante esta actuación que desarrolle la dimensión social de nuestra fe.

Los movimientos apostólicos han desarrollado esto de forma muy consistente. El papa Francis-co ha introducido una manera de pensar que ayude a vincular la fe y la vida, a descubrir que el Evangelio es para ser vivido, suscitando espe-ranza en los seres humanos. Nos propone tres verbos: «reconocer», «interpretar» y «elegir».

1. Reconocer: ver el mundo que nos rodea.

2. Interpretar: a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia.

3. Elegir: caminos para impulsar una nueva sociedad.

«Reconocer» el mundo que nos rodea, las ale-grías y las tristezas de las personas en su reali-dad personal y social. Tanto la acción de Dios

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catequesis introductoria. vivir a la luz del evangelio11 “Hermanos todos”

Poner en práctica el discernimiento espiritual

A partir de la persona de Jesús, el Señor, y del ejemplo de los santos, vamos a reflexionar sobre la identidad y la misión de la Iglesia, ma-dre y servidora, insertada en el mundo de hoy.

I. Reconocer

Miramos al mundo que nos rodea, sin tapar-nos los ojos por miedo o por indiferencia. En-contraos en nuestras calles personas que han sido excluidos.

También observamos que hay quienes tienen compasión de ellos y denuncian los abusos y atropellos hacia ellos.

¿Dónde vemos en nuestro alrededor personas que no solo son pobres sino que están siendo perseguidas, explotadas por razones económi-cas, étnicas, religiosas o políticas?

También dialogamos sobre aquellas personas que conocemos que han salido en la defen-sa de las víctimas de la persecución y de la explotación, mencionando algunos nombres y lo que sabemos sobre ellas. Encontramos nom-bres de hombres y mujeres que han ofrecido su vida por defender a los indefensos, rescatar la dignidad de las personas y que merecen nues-tra admiración.

2. Interpretar

La Palabra de Dios nos ayuda a comprender mejor. Podemos escoger algunos textos que nos ayudan a la reflexión interior y grupal con el Señor.

«No hay amor más grande que dar la vida por los amigos» Jn 15, 13

anexo«Me he consagrado para dar buenas noti-cias a los pobres…» Lc 4, 16-21

«Jesús anuncia su muerte y su resurrección» Mc 10, 33-34

«Dichosos los que son perseguidos» Mt 10,28

Compartimos nuestras impresiones

Según la Palabra de Dios y desde nuestra fe, ¿cuál es el sentido de dar la vida por los de-más? ¿En qué consiste nuestro testimonio como cristianos? ¿De qué manera vamos a asumir la promoción de la dignidad de todas las per-sonas? ¿Y de los vulnerables de la sociedad? ¿Estamos dispuestos a asumir consecuencias?

Nadie debería decir que se mantiene le-jos de los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos. Esta es una excusa frecuente en ambientes académicos, empresariales o profesionales, e incluso eclesiales. Si bien puede decirse en general que la vocación y la misión propia de los fieles laicos es la transformación de las distintas realidades terrenas para que toda actividad humana sea transformada por el Evangelio, nadie puede sentirse exceptuado de la preocupa-ción por los pobres y por la justicia social: «La conversión espiritual, la intensidad del amor a Dios y al prójimo, el celo por la jus-ticia y la paz, el sentido evangélico de los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos». Temo que también estas palabras solo sean objeto de algunos comentarios sin una verdadera incidencia práctica. No obs-tante, confío en la apertura y las buenas dis-posiciones de los cristianos, y os pido que busquéis comunitariamente nuevos caminos para acoger esta renovada propuesta.

Evangelio Gaudium, 201

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catequesis introductoria. vivir a la luz del evangelio12 “Hermanos todos”

3. Elegir

No sirve quedarnos emocionados o llenos de lástima por quienes dieron su vida.

Nos dejaron un mensaje y nos señalaron un camino.

Algunas acciones que podemos realizar:

· Adoptar un santo como patrono de nuestro grupo del IDF que será nuestra fuente de ins-piración.

· Programar en nuestras actividades algún tiempo de servicio gratuito en beneficio de los más pequeños y excluidos.

A su vez, en una entrevista, el papa Francisco realizaba estas declaraciones referentes a la clase media de la santidad.

Yo veo la santidad en el pueblo de Dios, su santidad cotidiana. Existe una clase me-dia de la entidad de la que todos podemos formar parte. Veo la santidad en el pueblo de Dios paciente: una mujer que cría a sus hijos, un hombre que trabaja para llevar el pan a cada, los enfermos, los sacerdo-tes ancianos que tantas veces heridos pero siempre con su sonrisa porque han servido al Señor, las religiosas que tanto trabajan y viven la santidad escondida. Eso es, para mí, la santidad común. Yo asocio la santi-dad a la paciencia: no solo hacerse cargo de los sucesos y circunstancias de la vida, sino también como constancia de seguir adelante día a día.

Esta es la santidad militante de la que habla el mismo san Ignacio.

Benedicto XVI afirma que:

Todos sabéis los que sucede cuando encon-tráis a alguien interesante y atractivo y que-réis ser amigo suyo. Siempre esperáis resul-tar interesantes y atractivos, y que deseen ser vuestros amigos Dios quiere vuestra amistad. Y cuando comenzáis a ser amigos de Dios, todo en la vida empieza a cambiar.

Al contemplar el luminoso ejemplo de los santos, se suscita en nosotros el gran deseo de ser como ellos, felices por vivir cerca de Dios, en su luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Ser santo significa vivir cer-ca de Dios, vivir en su familia.

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El Itinerario para la guía de trabajo ayudará a leer esta encíclica, extrayendo de ella algunos temas de particular interés para nuestra formación y acción.

Cada mes, desde octubre, se ofrecerá, en formato online, la guía de trabajo. Se sugiere que, quienes participen en este Itinerario, tengan en su mano un ejemplar de la Encíclica.

Nota

ARZOBISPADO DE VALENCIAVicaría para el Laicado y Acción Caritativa y Social

Delegación Diocesana de Apostolado Seglar