ansaldi, la democracia en america latina, más cerca del oportunismo que de los principios

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La democracia en América Latina, más cerca del oportunismo que de los principios Waldo Ansa/di En el punto donde se interceptan la economía , la sociedad y la política se instaló hace ya mucho tiempo un debate acerca de la relación entre desa- rrollo económico y democracia política. Una hipótesis clásica ponía al desa- rrollo económico como un requisito, como una conditio sine qua non, para la existencia de la democracia política. Esta hipótesis -o esta teoría si se quiere-, sostenida firmemente durante mucho tiempo, en particular du- rante los años 1950, tuvo rápidos objetores. En la década de 1970, algunos de los procesos históricos -por lo menos, pero no sólo, en América Latina- también daban la razón a quienes sostenían lo contrario, que era posible un desarrollo económico y que éste no generase democracia política sino exac- tamente su antípoda. En esta línea de análisis, el caso de la dictadura mili- tar chilena aparecía como paradigmático. Esta rápida alusión a una cuestión clásica en algunas de las vertientes de las teorías sociológicas es sólo para señalar que ella aparece hoy resignificada a partir de la peculiar situación -perceptible mucho más claramente en Amé- rica Latina que en otros lugares del mundo- de la relación entre la modifica- ción de los patrones de acumulación, definidos según la perspectiva neo- conservadora, con la recuperación de la idea de la democracia política, ahora sostenida como el estadio final al cual habría llegado la humanidad, esto es, el Profesor e Investigador de la UBA, Instituto Gino Germani y Centro de Investigaciones Socio Históricas, UNLE CONICET. 219 Sociohistórica, nº 7, 2000. ISSN 1852-1606 http://www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/ Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Centro de Investigaciones Socio Históricas Esta obra está bajo licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina

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Waldo

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  • La democracia en Amrica Latina,ms cerca del oportunismo que delos principios

    Waldo Ansa/di

    En el punto donde se interceptan la economa , la sociedad y la polticase instal hace ya mucho tiempo un debate acerca de la relacin entre desa-rrollo econmico y democracia poltica. Una hiptesis clsica pona al desa-rrollo econmico como un requisito, como una conditio sine qua non, parala existencia de la democracia poltica. Esta hiptesis -o esta teora si sequiere-, sostenida firmemente durante mucho tiempo, en particular du-rante los aos 1950, tuvo rpidos objetores. En la dcada de 1970, algunosde los procesos histricos -por lo menos, pero no slo, en Amrica Latina-tambin daban la razn a quienes sostenan lo contrario, que era posible undesarrollo econmico y que ste no generase democracia poltica sino exac-tamente su antpoda. En esta lnea de anlisis, el caso de la dictadura mili-tar chilena apareca como paradigmtico.

    Esta rpida alusin a una cuestin clsica en algunas de las vertientes delas teoras sociolgicas es slo para sealar que ella aparece hoy resignificada apartir de la peculiar situacin -perceptible mucho ms claramente en Am-rica Latina que en otros lugares del mundo- de la relacin entre la modifica-cin de los patrones de acumulacin, definidos segn la perspectiva neo-conservadora, con la recuperacin de la idea de la democracia poltica, ahorasostenida como el estadio final al cual habra llegado la humanidad, esto es, el

    Profesor e Investigador de la UBA, Instituto Gino Germani y Centro de Investigaciones SocioHistricas, UNLE CONICET.

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    Sociohistrica, n 7, 2000. ISSN 1852-1606 http://www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/

    Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin. Centro de Investigaciones Socio Histricas

    Esta obra est bajo licencia Creative Commons Atribucin-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina

  • el JADERNOS DEI CISH 7primer semestre 2000

    supuesto fin de la historia, para decirlo en los trminos caros a ese mediocrepensador fuertemente propagandizado que es Francis Fukuyama.

    En Amrica Latina, es cierto, durante o desde los aos 1980, la democraciaaparece en el centro de la agenda, tanto de polticos cuanto, y quizs por prime-ra vez, de los cientfico-sociales. Es cierto que la democracia como cuestin,como demanda incluso, no aparece por primera vez en nuestra historia. Dehecho, sin remontarnos mucho tiempo atrs, ella haba aparecido fuertementeinvocada en los aos 1950, al final de la Segunda Guerra Mundial y cuando laofensiva de la diplomacia norteamericana sobre Amrica Latina, invocando, enprimer lugar, una potencial amenaza comunista pero en realidad mucho msfuertemente orientada contra las experiencias y las tentaciones populistas y contraalgunos intentos reformistas que, para decirlo en una expresin clsica, podrandefinirse como democrtico-burgueses, de los cuales la frustrada revolucinguatemalteca de 1954 fue la expresin ms inequvoca o paradigmtica.

    Pero como cuestin susceptible de inters de los cientficos sociales, lademocracia aparece como tema a partir de la conferencia convocada y realiza-da por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en octubre de 1978,en San Jos de Costa Rica. No por acaso, la conferencia de San Jos -quereuni a polticos y a acadmicos de diferentes pases de Amrica Latina-termin de un modo muy significativo: despus de preguntarse acerca de lascondiciones sociales para la democracia en la regin y de apuntar a la esperan-za de que el continente terminase con las dictaduras institucionales de lasfuerzas armadas y diese paso a la democracia poltica, celebraba el avance delFrente Sandinista de Liberacin Nacional, que unos meses despus tomara elpoder en Nicaragua, tras la derrota del dictador Somoza.

    De ah en ms, la democracia ha sido objeto de un conjunto de reflexio-nes, de debate, en el cual los cientficos sociales latinoamericanos han teni-do una participacin destacadsima en el plano mundial, algunas figurasmas renombradas que otras. En la medida en que los procesos iban pasandode la especulacin terica a la empiria, a la constatacin histrica del desa-rrollo de estos procesos, la cuestin empez a ser objeto incluso deresignificaciones y de algn modo a abrirse a nuevas demandas, a nuevaspreguntas, a nuevas situaciones, entre las cuales -est claro, no es casual-aparece la conexin entre la democracia poltica, la democracia social y losderechos de ciudadana en sus diferentes manifestaciones.

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  • La democracia en Amrica Latina...

    Si uno atiende a la historia de Amrica Latina se encuentra con que, enefecto, la democracia aparece, y ello desde muy temprano, como una expre-sin o una mera palabra, mucho ms que como un concepto. Desde muytemprano quiere decir desde el momento mismo en el que se produce laruptura de la situacin colonial, a comienzos del siglo XIX, y se planteapara las dirigencias revolucionarias, para las dirigencias criollasindependentistas, el problema de la organizacin del Estado. Un procesoque en Amrica Latina -con la notable excepcin del Brasil monrquico ydel Chile republicano, conservador y centralista- tardar en resolverse,prolongndose, por lo menos y para usar una cronologa convencional, has-ta los aos 1880, bien entendido que en algunos pases, manifiestamenteen Per y en Bolivia, esta inconstitucin del Estado persistir hasta bienentrado el siglo xx.

    La democracia invocada en los comienzos de los procesos de constitu-cin de los Estados latinoamericanos se sita en un contexto que es, por unlado, tributario del conjunto de ideas que por entonces se difunden -apartir de Europa occidental y los Estados Unidos- acerca de la nueva formade constituir el orden poltico y legitimarlo en la lucha contra el absolutis-mo monrquico. En la redefinicin de la titularidad de la soberana apareceun conjunto de ideas, de conceptos y de presupuestos tericos que, aun ensu controversia, pasan a definir los criterios o los principios con los cuales seestatuye el Estado moderno. La democracia es, en consecuencia, por lomenos tal como la conocemos hoy -para no emparentarla necesariamentecon el antecedente griego-, una creacin de la modernidad. Pero la moder-nidad nace tensionada por un conjunto de elementos que se expresan demodo contradictorio. As, la modernidad nace afirmando el principio de lasupremaca de los derechos individuales -y no otra cosa expresan las decla-raciones de los derechos del hombre, sean las del noble pueblo de Virginiaen los Estados Unidos o las ms conocidas de la Revolucin Francesa de1789 y 1793. Pero al mismo tiempo, estos derechos individuales, singula-res, se plantean y se afirman como de validez universal: el pueblo francsvota la libertad del mundo, dice el artculo primero de la constitucin de1793. Semejante pretensin de la expresin ms revolucionaria de la bur-guesa o de la pequea burguesa jacobina francesa, era algo mucho ms queuna declaracin de principios vlida para organizar el rgimen poltico

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  • CUADERNOS DEL CISH 7primer semestre 2000

    posmonrquico: era una inequvoca declaracin de que los nuevos princi-pios eran para todo el planeta. Si no fuera contradictorio, por el principiolaico que informa a los revolucionarios franceses, uno podra decir, que esaera una proposicin vlida urbi et orbi. Sin embargo, en la prctica inmedia-ta, se aprecian contradicciones, inconsecuencias, en el desarrollo de esa pre-misa, no slo en cuanto a su extensin al resto del mundo, sino en lospropios pases centrales. No es en vano recordar el fuerte debate que seprodujo en el interior de la convencin francesa cuando los esclavos de lacolonia de Saint Domingue proclaman ah, en el medio del Caribe, en lafrontera imperial, para decirlo con la expresin de Juan Bosh, que los dere-chos que los revolucionarios franceses han definido tambin valen para losesclavos de sus colonias. La historia termina, como ustedes saben, con lainvasin ordenada por el cnsul Napolen.

    En segundo lugar, esos principios universales que proclama la moderni-dad encuentran un segundo nivel de exclusin, el de las mujeres. Ms alldel importantsimo papel jugado por ellas en la Revolucin Francesa, lasmujeres estn privadas de esos derechos individuales de validez universal,manifiestamente en el plano de la ciudadana poltica, pero tambin en elplano de la ciudadana civil, como bien marca el cdigo napolenico, enuna tradicin que se prolonga tan largamente que entre nosotros, en Argen-tina, es recin en 1967, bajo la dictadura de Ongana y cuando es su Mi-nistro del Interior ese civilista que fue el profesor Borda, que las mujeresadquieren el pleno derecho del ejercicio de su ciudadana civil. En 1967,ahora noms.

    Los terceros excluidos son las denominadas clases peligrosas, esto es,aquellas que se forman como consecuencia de la revolucin industrial y queen el lenguaje histrico se conoce como el proletariado industrial. De unmodo muy significativo, estas clases peligrosas, estos proletarios, consiguenlos derechos polticos y los derechos civiles mucho antes que las mujeres.

    En Amrica Latina se aade un cuarto campo de exclusin, el de los ind-genas. Es decir, la gran mayora de la poblacin latinoamericana es excluidade estos derechos proclamados universales por la modernidad, en razn de sucondicin tnica. En ese contexto comienza a elaborarse el proceso de cons-truccin del nuevo orden poltico poscolonial. l invoca a la democracia,pero, en rigor de verdad, para las clases propietarias -llammosle burguesa,

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  • La democracia en Amrica Latina...

    terratenientes, grandes propietarios, como ustedes quieran-, para las clasesque tienen el control de la economa y aspiran a ejercer el control del poderpoltico, la primera preocupacin, ms all de las palabras y de las invocaciones,es la construccin de un orden poltico centralizado, frreo. El orden antesque la democracia, el orden incluso antes que el progreso.

    La efectiva realizacin el principio invocado de la democracia polticacomo principio legitimador u ordenador de los nuevos sistemas no es unacuestin trivial. Va ms all del inters acadmico. Los latinoamericanos,sobre todo los del cono sur, aprendimos a un precio muy elevado que ladiferencia entre presencia o ausencia de democracia puede significar, en ellmite, la diferencia entre la vida y la muerte. Pero antes de llegar a esaconstatacin no deberamos olvidar lo que a menudo se olvida en los anli-sis ms contemporneos: la democracia es, tambin ella, una forma poltica dela dominacin de clase. Que tenga expresiones diferentes -en general msbenficas para la mayora- que la dominacin oligrquica, por ejemplo, esalgo fuera de duda y discusin. Pero no debe hacer perder el rumbo de unanlisis que pretenda dar cuenta efectivamente de lo que hoy aparece comouna fuerte contradiccin entre el desarrollo o la invocacin a la democraciapoltica y el impulso o la eficaz ejecucin de polticas de ajuste estructuralque generan una tensin a la que voy a hacer referencia luego.

    Cuando los procesos de construccin estatal se resuelven en AmricaLatina, lo hacen bajo una forma que podramos caracterizar como moderni-zacin conservadora, si se prefiere decirlo a lo Barrington Moore; o comouna revolucin pasiva, si, en cambio, se prefiere decirlo a lo Antonio Gramsci.En cualquiera de las dos conceptualizaciones, el resultado se produce enuna relacin de dependencia. Diremos, entonces y con ms precisin: unamodernizacin conservadora dependiente o una revolucin pasiva dependiente.Tal situacin marca, tambin, algunos lmites importantes. Otra vez apare-ce lo que se me ocurre no deberamos perder de vista: justamente, el carc-ter instrumental con que la democracia ha sido pensada por las clases domi-nantes en Amrica Latina desde siempre.

    La dominacin oligrquica adopta e invoca como principio de legitima-cin a la democracia, solo que ella es conculcada. De all que las primerasformas de reaccin antioligrquica aparezcan casi invariablemente como rei-vindicacin del derecho al ejercicio del sufragio, como demanda de democra-

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    cia poltica. La dominacin oligrquica termina de un modo abrupto en elMxico de la revolucin iniciada a fines de 1910. De un modo pacfico en laArgentina, que con la ley Senz Pea, de 1912, permite el pasaje a la demo-cracia poltica. En el resto de Amrica Latina -con la notable excepcin deUruguay, que no conoce la dominacin oligrquica y que accede temprana-mente al ejercicio de los derechos de la ciudadana social y ms tardamente alos de la democracia poltica- resto de Latinoamrica se prolonga ms tiempoy en algunos casos se resuelve por una va claramente violenta, como enparadigmticos de la denominada Revolucin del Treinta, en Brasil, y, de unmodo ms inequvoco, la Revolucin Nacional Boliviana, en 1952.

    Ahora bien, en la dcada de 1920, la democracia aparece muy fuerte en laagenda poltica intelectual de la poca, aparece en buena medida con una mira-da negativa, sea que la misma se haga desde la derecha o desde la izquierda. Elloguarda relacin con el clima de poca, cuando en el mundo europeo se cuestio-na, precisamente y como una de las consecuencias de la primera posguerra, lademocracia liberal. La democracia liberal o burguesa, tal como la conocemos, esinsuficiente, es el fetiche que oculta la crudeza de la dominacin de clases y poraadidura no resuelve los problemas de las grandes mayoras, se dice ms omenos gruesamente desde posiciones de izquierda. La democracia liberal esinconducente y es peligrosa porque abre el camino al bolcheviquismo, dicendesde la derecha. A ojos de muchos, la democracia liberal aparece en el mundoeuropeo mucho ms como una peticin de principios que como una realidad (ytiende a olvidarse muy frecuentemente que la democratizacin europea es, enrigor, un fenmeno de la segunda posguerra mundial).

    En Amrica Latina, la situacin tiene, en cambio, otras caractersticas,puesto que aqu, mucho ms que en Europa, la democracia poltica apare-ce, por entonces, como una peticin de principios situada en un horizontede perspectiva situado en el infinito. "Ha llegado, para bien de la humani-dad, la hora de la espada", proclamaba en diciembre de 1924, en el escena-rio de la batalla que cien aos antes sellara la independencia de AmricaLatina, el poeta argentino Leopoldo Lugones. Esta expresin puede tenersu correlato en aquella mucho ms elaborada de ese brillante pero muyreaccionario pensador brasileo que es Francisco de Oliveira Viano, paraquien la grandeza de Brasil se ha hecho sobre la base de los antiguos ancestrosarios de los primeros colonizadores portugueses.

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  • La democracia en Amrica Latina...

    La dcada de 1930 es, para Amrica Latina, la dcada en la cual la deman-da de democracia poltica, que aparece casi de un modo inevitable en todo elcontinente, termina en una notable frustracin. La aparicin de los populismos,desde mediados de la dcada de 1930 y sobre todo desde mediados de 1940,en sus expresiones ms paradigmticas -el cardenismo mexicano, primero, elvarguismo brasileo y el peronismo argentino, despus- pone la cuestin dela democracia poltica en su forma ms clsica -demoliberal, representativa-en una ptica o en una perspectiva diferente: estas expresiones sociopolticas,manteniendo en lo formal (con distinto grado) los criterios de la democraciapoltica, de la democracia liberal representativa, ponen el acento en el carc-ter plebiscitario que las caracteriza. Desde el Departamento de Estado norte-americano se empieza a invocar fuertemente a la democracia poltica, muchoms como una forma de contener ese potencial que amenazaba la estabilidadde la regin -sea ella originada en el comunismo o en las experiencias popu-listas- que como una pretensin genuina. En efecto, y a despecho de esaapelacin, nadie conculca ms fuertemente la posibilidad del ejercicio de lademocracia poltica en su forma representativa liberal que la propia polticaexterior de los Estados Unidos. Ah est el reguero de dictadores autcratas enel Caribe y en Amrica Central, prueba evidente de la falacia de esta argu-mentacin que alcanza su punto paradigmtico en la intervencin norteame-ricana, ahora explcitamente probada en el derrocamiento el gobierno de Sal-vador Allende, en Chile, en setiembre de 1973.

    Que la situacin cambie a partir del viraje que represent la poltica exteriorde la administracin Carter, esto es otra historia, y en efecto es una historia queno deberamos dejar pasar alegremente porque, ms all de los retrocesos opera-dos bajo las posteriores gestiones republicanas, la administracin Carter, cuan-do asocia efectiva vigencia de los derechos humanos con democracia poltica,sienta las bases para generar formas de oposicin a las dictaduras, incluyendo laposicin el propio gobierno norteamericano, cuyas consecuencias todava noconocemos bien por falta de investigaciones exhaustivas al respecto. Simple-mente sealo este dato porque me parece que marca, en efecto, una lnea deviraje importante en el momento en el que -por otro lado, con la excepcin deNicaragua y con la relativa que planteaba el avance de la guerrilla salvadorea-la democracia aparece en el horizonte inmediato como la nica salida poltica a

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    las dictaduras. Esto es, a diferencia de los sesenta y de comienzo de los setenta,la revolucin aparece por entonces menos como una posibilidad.

    De un modo muy significativo, Norbert Lechner ha desarrollado estaidea en uno de sus ms conocidos artculos, mostrando cmo efectivamentese haba pasado de la demanda de revolucin a una demanda de democra-cia. Se puede coincidir o no con el argumento de Norbert, pero no se puededejar de constatar que en efecto esto ha estado ocurriendo no slo en laagenda poltica sino en la agenda intelectual. La historia posterior aparececomo una vuelta de tuerca que nos pone en una situacin de encrucijadaque requiere, en efecto, centrar la discusin sobre la viabilidad de la demo-cracia en Amrica Latina desde una perspectiva diferente a la que hemosestado considerando en los ltimos aos.

    No voy a hacer referencia aqu a esa distincin clsica entre democraciasocial y democracia poltica ni a la postura que seala que slo hay efectivademocratizacin cuando se pasa de la democracia poltica al estadio de lademocracia social. La democracia social aparece hoy; para algunos, como unelemento del pasado. Ms all de su permanencia -muy fuerte, por otrolado- en buena parte de los pases europeos que hicieron la experiencia delEstado de Bienestar Social (incluso tardamente, como Espaa), los recortesque tiene la misma sugiere una nueva forma de organizacin socio-polticode las sociedades occidentales. Pero pensando solamente en la perspectiva deAmrica Latina, la democracia social aparece, aqu y hoy, como una utopa,casi tanto como la revolucin. Hay; en cambio, un nfasis muy fuerte en lademocracia poltica, entendida en su forma clsica de democracia liberal re-presentativa, lo que en los sesenta gustaba definirse como democracia formal.

    Ahora bien, cuando uno presta atencin a lo que est ocurriendo comoconsecuencia de la poltica de ajuste estructural, observa que este ciclo hist-rico se define en la tensin entre inclusin y exclusin, poltica y social, comouna situacin de inclusin poltica y exclusin social. Esto es: plena vigenciade los derechos de ciudadana poltica y recorte notabilsimo, hasta el puntode la desaparicin en algunos casos, de la ciudadana social. Empero, estaproposicin debe ser revisada a corto plazo -no a mediano ni a largo-, pues elincremento de la exclusin social pone fuertemente en peligro la efectiva vi-gencia de la inclusin poltica: aquel que est excluido de la sociedad, aquelque est excluido del ejercicio de los derechos tan elementales como la salud,

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  • La democracia en Amrica Latina...

    la educacin, la cultura, la vivienda, etc., no encuentra sentido a su participa-cin en la decisin poltica, no encuentra sentido a su participacin en la vidapoltica. Y la vida poltica no se reduce a la vida partidaria, si bien el abando-no de la vida partidaria va acompaado, muy a menudo, del abandono detoda injerencia y participacin en el plano de la poltica, entendiendo comotal todo aquello que hace a la res pblica, esto es, a la cosa pblica. Fjenseustedes en los altos ndices de abstencin poltica, clsicos, en Colombia, enel notabilsimo nivel de abstencin, que super el 500/0, en las recientes elec-ciones de Venezuela. Presten atencin a lo que ocurre en pases de larga tradi-cin de altos ndices de participacin electoral, como Argentina y Uruguay,en los cuales, en las ltimas elecciones se aprecia un cierto incremento delnmero de personas que se abstienen o votan en blanco.

    Muchos de los que votan en blanco, podemos suponer por va de hip-tesis, van a votar porque saben que en Argentina el sufragio es obligatorio y,en tanto deber, su inobservancia es punible, ms all de que, si no meequivoco, ya ni siquiera se recurre al artificio de una amnista formal paralos que no votan. Tal incremento de la abstencin poltica marca una ten-dencia en la cual la disociacin entre inclusin poltica y exclusin social seorienta, de no revertirse la tendencia, hacia una situacin de exclusin so-cial acompaada de exclusin poltica. Se trata de, claro, de una tendenciamuy peligrosa, entre otras cosas porque una caracterstica notable de lahistoria social y poltica latinoamericana es que a la democracia le faltanactores democrticos. Si hoy hay una especie de borrachera democrtica, enla mayora de los casos no es nada ms que un artilugio oportunista paraasegurar, por parte de aquellos que ms tienen, un eficaz mecanismo parahacer buenos negocios en un momento en que, en efecto, la democraciaaparece como la nica forma posible de organizar el mundo.

    Finalmente, y al respecto, slo podra decir como ese gran poeta catalnque es el Nano Serrat:

    "Corren buenos tiempospara la bandadade los que se amoldan a todocon tal que no les falte de nada".

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