+++angelitos

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"Angelitos" (*) Trabajo Presentado En El Coloquio De Verano De La Escuela Freudiana De Buenos Aires, "la Función Del Duelo En La Clínica", En Enero De 2003 Carlos Horacio Bembibre "Y la comadrona del pueblo me ha dicho que no tendré más hijos. ¡Y aun cuando tuviera cien hijos, no sería mi pequeña Aubaine!." Paul Claudel – "La anunciación a María" En los límites de la soportabilidad de lo real ante el que la clínica psicoanalítica nos convoca, no sin sorpresas ni tropiezos, aprendimos que no toda pérdida adviene al estatuto de duelo; ni en el más estricto enmarcamiento de las coordenadas específicas que lo determinan, ni en la función subjetivante que en él se propicia. Que todo duelo reconozca en la dimensión de la pérdida su fundamento, no implica la inversa. No toda pérdida suscita los tiempos del duelo. Resabios extremados del kleinismo, propiciados por el silencio crítico a una versión freudiana del duelo cuestionable, han pulsado a una psicologización del duelo que no sólo lo ubica como respuesta inmediata a toda pérdida –sea cual fuere- sino que hace de él una enfermedad que como tal concita una prescripción de abordaje y tratamiento. Así, se puede hablar con soltura del "duelo por la infancia perdida" en el terreno de la adolescencia, "duelo del cuerpo" en el terreno del embarazo y puerperio, "duelo en la menopausia", y así ante el infinito... No niego que algo del orden de la pérdida intente inscribirse en cada uno de los ejemplos comentados. Digo que no constituyen un duelo en sí mismo y que mucho menos hacen del que está en duelo un enfermo. El duelo en la clínica psicoanalítica, es otra cosa. Precisamente, es desde el aislamiento, formulación y teorización de la clínica, que partiendo del testimonio de una analista, Margaret Little, Lacan lanza en la sesión del 30 de enero de 1963 del Seminario de "La angustia", una fórmula mucho más fácil de repetir que de sostener en sus consecuencias y que en mi traducción prefiero volcar como: "Sólo estamos de duelo por alguien del cual podemos decir "era su falta", subrayando el adverbio "sólo" en lugar de la negación seguida de la conjunción adversativa "sino", conque podría traducirse el tan francés uso restrictivo del "ne". - Página 1 de 9 - Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados

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  • "Angelitos"

    (*) Trabajo Presentado En El Coloquio De Verano De La Escuela Freudiana De Buenos Aires, "la Funcin Del Duelo En LaClnica", En Enero De 2003

    Carlos Horacio Bembibre

    "Y la comadrona del pueblo me ha dicho que no tendr ms hijos. Y aun cuando tuviera cienhijos, no sera mi pequea Aubaine!." Paul Claudel "La anunciacin a Mara"

    En los lmites de la soportabilidad de lo real ante el que la clnica psicoanaltica nos convoca,no sin sorpresas ni tropiezos, aprendimos que no toda prdida adviene al estatuto de duelo; nien el ms estricto enmarcamiento de las coordenadas especficas que lo determinan, ni en lafuncin subjetivante que en l se propicia. Que todo duelo reconozca en la dimensin de laprdida su fundamento, no implica la inversa. No toda prdida suscita los tiempos del duelo.

    Resabios extremados del kleinismo, propiciados por el silencio crtico a una versin freudianadel duelo cuestionable, han pulsado a una psicologizacin del duelo que no slo lo ubica comorespuesta inmediata a toda prdida sea cual fuere- sino que hace de l una enfermedad quecomo tal concita una prescripcin de abordaje y tratamiento. As, se puede hablar con solturadel "duelo por la infancia perdida" en el terreno de la adolescencia, "duelo del cuerpo" en elterreno del embarazo y puerperio, "duelo en la menopausia", y as ante el infinito...

    No niego que algo del orden de la prdida intente inscribirse en cada uno de los ejemploscomentados. Digo que no constituyen un duelo en s mismo y que mucho menos hacen delque est en duelo un enfermo. El duelo en la clnica psicoanaltica, es otra cosa.

    Precisamente, es desde el aislamiento, formulacin y teorizacin de la clnica, que partiendodel testimonio de una analista, Margaret Little, Lacan lanza en la sesin del 30 de enero de1963 del Seminario de "La angustia", una frmula mucho ms fcil de repetir que de sosteneren sus consecuencias y que en mi traduccin prefiero volcar como: "Slo estamos de duelopor alguien del cual podemos decir "era su falta", subrayando el adverbio "slo" en lugar de lanegacin seguida de la conjuncin adversativa "sino", conque podra traducirse el tan francsuso restrictivo del "ne".

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  • Los elementos ausentes en la versin freudiana del duelo: el rito, la lgica de la tercerapersona, la intervencin del pblico y la insustitucin del objeto, al tiempo que fijan el duelo enun campo romntico donde todo se dirime entre el yo y el t exaltado en el campo de lamuerte ajena, hacen de la muerte y del posicionamiento ante ella algo inmutable, sin tiempo ysin espacio.

    La clnica no cesa de sacudir nuestra dormidera; no cesa de golpear una y otra vez lacatequesis psicoanaltica que, lo queramos o no, nos habita, para sealarnos que en estostiempos de la muerte salvaje, en estos tiempos de ritos caducos y lutos privados, la muerte delhijo adviene al estatuto de lo paradigmtico y la madre en duelo en el ms acabado foco defascinacin.

    Para el pueblo calchaqu, como para todos los dems pueblos del Antisuyo, el campo de losagrado se expanda de tal manera que exclua la nocin misma de lo natural. Desde hechostrascendentes de la vida hasta los ms nimios actos domsticos, todos reconocan lainjerencia de divinidades intervinientes, crendose as un complejo sistema mtico ysupersticioso que no desconoca la impronta originaria del Tahuantisuyo, del Imperio del Inca.

    La muerte entonces, no tena nada de natural. Producto de algn maleficio que requirieraapelar al "machi", mago de la familia, para conjurarlo o inevitable asunto de los diosesvengativos, ante la inminencia de la muerte poco y nada se poda hacer. A lo sumo, en la casadel agonizante, cantos, bailes, chicha y fiesta para espantar o aunque ms no sea retardar laentrada de la muerte.

    El calchaqu crea en una segunda vida despus de la muerte. Los muertos iban directo alPuquinapamapa, lugar donde se encontraban con los dems difuntos en medio depermanente fiesta y conversacin, pero tambin lugar de penas y sufrimientos.

    El muerto se converta en espritu protector de la familia, cuando no vengador si se haba idocon algn resentimiento.

    En su trabajo "La muerte en el noroeste argentino", Luca Sols Sosa nos dice: "En realidaddaban ms importancia al entorno de los muertos que al de los vivos" y ms adelante: "Elespritu de los muertos causaba ms temor que sus divinidades malvadas, por lo que seesmeraban en rendirles culto para conjurar sus malas influencias".

    Precisamente, formaban parte del culto de los muertos las "huacas", estatuillas antropomorfasde barro o madera elevadas a la categora de dolos funerarios con que representaban almuerto familiar y ante la cual se realizaban una serie de rituales para que intercediera por la

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  • familia ante las divinidades funestas que enviaban pestes y calamidades. La "huaca", comorepresentacin del difunto, era cosa sagrada.

    Si la muerte del hijo adviene al estatuto de paradigma, es que se conjugan all varios ejes,presentes en todo duelo, pero patentes con todo su peso en tanto en la muerte del hijo sepresentifican.

    La pretensin freudiana de homologar el fin del duelo con el acceso a nuevos objetos deamor, no slo elide un punto insuperable y radical del duelo, sino que bastardea la concepcinmisma del amor.

    Aun cuando el encuentro de nuevos objetos que sustituyan al perdido, esos "nuevos objetosque sean en lo posible tanto o ms satisfactorios" tal como lo plantea Freud en "Latransitoriedad"- quede condicionado por "si todava somos jvenes y capaces de vida", laexigencia doctrinal de la posible y esperada sustitucin colisiona con lo que la clnica pone enevidencia. En efecto, nada impide que tras la prdida del objeto amable en lo real, alguienpueda decirse "soy su falta" ante un nuevo objeto de amor, pero nunca ser exactamenteigual. No slo porque se trata de un otro no idntico al perdido, sino porque nadie permaneceidntico tras el atravesamiento de un duelo. La muerte del hijo, entonces, cuestionaprecisamente el normalizable criterio de sustituibilidad.

    Por otro lado, pone crudamente en primer plano lo que es del orden de lo no-realizado, lono-acontecido en la vida del que ya no est, dimensin siempre presente que en todo duelo seescucha. "Si por lo menos hubiera visto casados a sus hijos..." "Si hubiera vivido hasta elnacimiento de su nieto". Tiempos del "Si hubiera..." : modos temporales de la irrealidadenunciativa.

    Lo no-acontecido de una vida cercenada antes del transcurso de la vida misma, hacetrastabillar la concepcin freudiana del desmontaje pieza por pieza, del desinvestimientolibidinal de cada uno de los recuerdos que enlazaban al objeto. Cmo producir el retiro de lalibido de recuerdos imposibles, en tanto por no acontecidos no advinieron al registro de loinscriptible?

    Digo entonces, que es en la muerte del hijo donde se conjugan los impasses de la versinfreudiana del duelo. Conjugacin de modos presentacionales de lo real en sus vertientes deirrupcin contingente y de insistencia imposible. Verdadero punto "trou-matique" del duelo.

    Pachamama Llajtaio

    Upiai uausnaipa!

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  • "Pachamama, bebe por mi muerto".

    As nos refiere un autor prominente en materia de folklore calchaqu como lo es Adn Quiroga,para plantearnos que actualmente, el calchaqu, despus de un enterramiento concordantecon los preceptos y liturgia cristianos, da por finalizada la ceremonia invocando a laPachamama.

    Rito que pone sobre el tapete la fuerza del intenso sincretismo religioso operado a partir de lallegada del cristianismo.

    Si en lo que respecta a la muerte del nio, en el contexto calchaqu, la ausencia total detestimonios impide incluso la conjetura, el cristianismo aport un entramado para darconsistencia a lo traumtico de la muerte del nio, ahora cristianamente, llamada muerteangelical. El dogma catlico imprime un modelo espiritual que determina y modifica el ritual,dogma instituido por el Nuevo Testamento.

    El bautismo como primer rito social de pasaje, no slo redime el pecado original y presentaante la polis un nuevo integrante, guiado por el padrinazgo que all se institucionaliza, sino queconfiere al nio, hasta una edad flexible en la que se impone el no pleno uso de la razn desus actos, el estatuto de un permanente inocente.

    Precisamente por su inocencia y pureza, en caso de una muerte prematura y dentro de esafranja de edad, ingresa directamente al Paraso para formar parte de los coros celestiales dengeles. El pesar de la prdida queda compensado con la certeza del acceso inmediato a labienaventuranza paradisaca. En su condicin de difunto, el catolicismo lo reconoce como"angelito".

    Por qu la muerte del hijo inevitablemente en todas las culturas pone en el centro elposicionamiento de la madre? El duelo de una madre toca un punto fuerte en la estructura.Incluso desde la perspectiva histrico-cultual, cmo pensar esa diosa mistrica, la de loscultos eleusinos, esa Demter que patentiza ao a ao a una madre en duelo? Cmo pensaren las innumerables petas de la historia de la escultrica y la plstica? Cmo pensar dentrodel cristianismo, el culto mariano? Cmo pensar en el culto y ritual de la virgen Dolorosaespaola? Pregnancia de una madre en duelo, una madre privada de su producto. Dolor queno slo genera compasin, sino un posicionamiento reverencial,... cuando no fascinante.

    Basta con pensarlo desde la perspectiva de una herida narcisstica mayor y ejemplar? Desde

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  • ya que no. La madre en duelo, doliente ante la privacin de su producto, realza el valor delhijo, valor no reducible a su estatuto de ersatz, de equivalente flico.

    En los primeros aos de su enseanza, precisamente en la sesin del 12/12/56 del SeminarioIV "Las relaciones de objeto", Lacan nos dice: "Al fin de cuentas, si seguimos a Freud, vemosque el nio, en tanto que real, simboliza la imagen. Ms precisamente, el nio en tanto quereal toma para la madre la funcin simblica de su necesidad imaginaria. Los tres trminosestn ah".

    Digo entonces, que una madre, imaginariza en lo real de la carne de su producto, la faltasimblica que la habita. Los tres registros convergen en el nio como soporte. Ms an,podra decir entonces, que para una madre, el hijo queda arrinconado en el calce de RealSimblico e Imaginario anudados.

    Este arrinconamiento determinado por el calce, realiza al nio en tanto hijo con unaconsistencia imaginaria, el hijo como falo imaginario, campo de la metonimia de la falta; unaconsistencia simblica, el hijo como promesa, campo de la dialctica del don y unaconsistencia real, lo real del hijo, campo de la carne.

    Si el amor es metfora y si no habra metfora si no hubiera metonimia como antecedencialgica, en el amor de una madre, el hijo como metfora del amor a un hombre no disipa lavertiente metonmica de la falta fundante. Pero ese desplazamiento de lo real en lo simblicoque la metonimia propicia, no cancela ni desconoce esa carne hecha cuerpo en la que lamadre afirma su existencia de viviente a travs de la prolongacin en el hijo como carne de supropia carne.

    El hijo como efecto del calce que el anudamiento de tres consistencias heterognas realiza,nos habla de su sin-razn. Cuando para una madre un hijo tiene una razn de ser, seconvierte en su propia razn ntica, en la que ella busca confirmar la prueba de su existencia.

    Razn ntica y prueba de afirmacin de la existencia, modos que rigen la lgica del Otro de lapasin.

    El duelo en una madre, siempre concita el pthos, siempre muestra el pthos ante la privacindel producto y le confiere un matiz de un duelo apasionado. Es ms, su pthos es modulado,regulado pero tambin exigido por el grupo o comunidad culturalmente organizados comosoporte del Lgos; ese Lgos al que en bloque se apela ante el agujero en lo real, comometaforiza Lacan en el 59. A tal punto es exigido y modulado el pthos de la madre, que laapata de una madre en duelo no slo es rechazada, sino rpidamente denostada.

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  • Qu fascinacin precipita la madre doliente? En su aferrarse al cadver del hijo no muestraa cielo abierto su privacin? Por qu no servirnos de la etimologa cuando ella nos sirve?Fascinatio. Efectos del fascinus, latinizacin del phllos griego. Pthos de la subjetivacin deuna prdida que se efecta ms all de la castracin, por la operatoria de la privacin.

    En toda sociedad se forjan mitos que operan como creencias religiosas asociadas amomentos cruciales de la vida. Estos mitos determinan las prcticas rituales. El sincretismoreligioso calchaqu, no escap a estas prcticas.

    As, desde tiempos inmemoriales, con vigencia actual, con cierto eclipsamiento leve en lastres ltimas dcadas y con tendencia a la invocacin aunque no sea ms que fantasmtica enlas zonas urbanas en estos ltimos tiempos, en el noroeste argentino, la muerte de un nio dehasta siete o diez aos, genera la prctica ritual de "el velorio del angelito", que con ciertasvariaciones en las distintas zonas, se sigue practicando .

    Dado que por su edad necesariamente tiene que ir al Paraso, todo el rito se centra no tantoen la despedida del mundo de los vivos como en la llegada al cielo.

    El rito toma un aire ms festivo que dolido y queda en manos de los padrinos que organizan elevento y pagan los gastos. Puede durar dos o tres das y hasta el difunto, llamado ahora"angelito", puede ser prestado a otras casas o familias para que all tambin lo agasajen.

    Vestido preferentemente de blanco, coronado con flores coloridas, con "alitas" que para talefecto confecciona la madrina, se expone para la visita de los allegados que en lugar deexpresar condolencias, hacen un nudo en el cinturn que cie la ropa del nio, con el deseode que cuando les llegue el momento de su propia muerte, el angelito los recuerde e intercedapor ellos.

    El padrino organiza los versos alegricos al ascenso, la contratacin de los msicos, laorganizacin de los bailes, las bebidas alcohlicas y eventualmente los fuegos artificiales. Elrito finaliza cuando el angelito es sepultado en medio de la "cancin del angelito", baguala dealabanza cantada por los rezadores para tal

    fin contratados. A partir de ese momento, la familia cuenta con un angelito que va a intercederpor ellos ante Dios y los santos.

    Una sola restriccin se impone: la madre debe abstenerse de llorar. Sus lgrimas no debenmojar las alas del angelito, para no impedir que mojadas sean un obstculo para que alce elvuelo y ascienda al cielo.

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  • De la "huaca", objeto cultual reverencial de intercesin con los dioses, al ngel comomensajero ante Dios. En el pasaje, una materialidad se perdi. El objeto corpreo de la huacadio paso a lo incorpreo del ngel.

    El ngel devino signo, representa por lo tanto algo para alguien. Conecta a la madre en duelocon Dios, pero an como signo detenta el significante en l sucumbido.

    "El cuerpo de lo simblico no es ninguna metfora", nos dice Lacan en Radiofona, en suapelacin a la lgica fundante de su discurso, es decir la lgica estoica y al lectn, uno de loscuatro asmatas, uno de los cuatro incorpreos estoicos. Incorpreo que indica en qu losimblico sostiene al cuerpo.

    Distinguir el cuerpo de lo simblico es lo que marca el reparto entre carne y cadver en tantocarne que fue habitada por la palabra. Por no ser carroa, el rito funerario se dirigeprecisamente a preservar ese distingo.

    Ese angelito que sube, es signo de una existencia humana en su relacin con el lenguaje,signo de lo que fue para el que qued y que se separa del cadver que la tierra acoge. Peroasimismo, resta una operacin an para desamarrar al significante sucumbido en el signomismo.

    Porque el duelo no slo subsume como paso ineludible al rito funerario que realiza el repartocarne/cuerpo sino que en otro tiempo, exige la separacin del significante del signo que lodetentaba.

    Eplogo

    El 14 de noviembre de 2002, la maquinaria meditica captur las primeras imgenes querecorreran el mundo y que luego se multiplicaran con el correr de los das. La "golosinavisual", al decir de Ignacio Ramonet, obscena en s misma, se acercaba a lo pornogrfico. Fuela primera imagen del cuerpo de Pablito, un chiquito tucumano desnutrido de cuatro aos deedad y de un peso de siete kilos.

    Luego se sucederan entrevistas a madres cuyos hijos murieron de puro pobres que eran.Madres casi ammicas, madres casi apticas, madres desnutridas de la palabra.

    Como una rfaga susurrante, como un rumor en voz baja, una cierta idea recorre los barriosms carenciados. De tanto en tanto, madres aveloriadas hablan del angelito.

    De tanto en tanto se oye decir a alguna madre con suficientes vueltas en torno al duelo de un

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  • hijo, con voz apagada y monocorde: "Tengo tres hijos y un angelito".

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    Vegh, Isidoro -"El prjimo" Editorial Paids Buenos Aires 2001

    Viltard, Mayette -"Volverse del color de los muertos" en Litoral N 22 "El color de la muerte" 1996 Ediciones Edelp Crdoba - Argentina.

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