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ANALÍSIS DE JUAN 20:5-7
¿PORQUÉ DOBLÓ JESÚS, LOS LIENZOS Y EL SUDARIO?
En Lucas 24:12 el evangelista dice:
“Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los
lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido”.
MARIA DE MAGDALA, “va al sepulcro muy temprano, todavía a oscuras” y
cuando se enfrenta a la terrible realidad de la desaparición del cuerpo de su
Maestro, regresa a dónde se encuentran Simón Pedro y Juan y les informa
la mala noticia: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo
han puesto”.
María es una de las tres que estuvieron junto a la cruz. Ha esperado todo el
sábado y la noche del día siguiente, pero encerrada en su dolor, se levanta
impaciente de madrugada y es la primera mensajera del sepulcro vacío.
Algunos tratadistas aseguran que al usar el plural “sabemos” manifiesta la
presencia de otras compañeras. Recordemos que para esos tiempos, a las
mujeres se las educaba para salir acompañadas en todo momento.
Solamente las meretrices deambulaban por las calles en busca de clientes y
tenían su horario para dirigirse a los pozos en busca de agua.
VERSICULO 5: “Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no
entró.
VERSICULO 6: Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y
vio los lienzos puestos allí,
VERSICULO 7: y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no
puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte”.
(Tomado de la versión Reina Valera de 1960).
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Las seguidoras de Jesús lo hacían acompañadas en todo momento.
Presumimos que MARIA la Madre de Jesús y MARIA mujer de Cleofás, así
como en la crucifixión estuvieron juntas, en la primera visita al sepulcro lo
hicieron de la misma manera.
JUAN SE DETIENE A ESPERAR A PEDRO, porque DOS deben ser los testigos
según la ley, (Deuteronomio 19:15). Con el realismo de una carrera, casi
competición, el autor quiere decir algo más. Pedro es el Jefe indiscutido en
todo momento; pero el otro discípulo es el predilecto. Estuvo a la derecha
de Jesús en la cena. Al pie de la cruz en la muerte. Impulsado por el amor
corre más aprisa y es el primero en creer. Pero no entra. Espera a su amigo
y hermano. Es necesario que los dos contemplen el mismo evento.
La palabra lienzo en este caso, representa y significa la sábana mortuoria o
la mortaja con la cual se envolvió el cuerpo de Jesús. También puede ser,
las vendas conque el cadáver fue envuelto para ponerlo en la sepultura.
La costumbre de las mortajas, se instauró en la época talmúdica, cuando
Rabán Gamaliel recomendó que todos los judíos muertos fueran enterrados
sin importar su posición socio-cultural, “ya que en la muerte ¿de qué valen
las fortunas y posesiones terrenales que se hayan acumulado o perdido?
Por lo tanto quienes mueran serán tratados de la misma forma y todos
usarán una mortaja”.
En cuanto al color blanco, es una costumbre antigua que tomó fuerza a
finales de la Edad Media, impulsada por doctrinas de la Cabalá, que
consideran al lino de color blanco como representando la pureza y el total
arrepentimiento.
El capítulo 19 verso 40 de Juan relata: “Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos”.
Encima o cubriendo su rostro, según la tradición, se ponía una porción más
pequeña de lienzo o lino fino.
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Los romanos introdujeron en Israel la servilleta o mappae, para limpiarse
las manos y evitar la suciedad en la mesa. También el sudario, que era un
pedazo de lienzo blanco pequeño, utilizado para secarse el sudor y de uso
individual. Los judíos comenzaron a usarlo en la cabeza de sus muertos para
cubrirlos.
La tradición religiosa nos narra que María de Magdala, durante el trayecto
de Jesús hacia el calvario, le secó su rostro con uno de estos sudarios.
En la antigua Grecia a los muertos se les colocaba en sus ojos dos monedas,
para pagar su pasaje al barquero Caronte en la travesía por la laguna Estigia
en su viaje al Hades, morada de los muertos.
En el reino de Cachemira se les cubría los dos ojos para que no se abrieran,
porque existe una creencia, de que, si a un difunto, le quedan los ojos
abiertos, pronto le seguirá un familiar.
En el siglo XVI en Francia, se les vendaba los ojos, ya que se pensaba que si
el muerto te quedaba viendo, tú eras el siguiente en morir. Por eso antes de
fusilar a un condenado, le vendaban los ojos o lo ponían de espaldas para
que sus ojos no se encontraran con los de su ejecutor.
En algunas tribus africanas se les cubría con un manto negro y debajo de él,
se dejaban varias monedas, para que el muerto no se fuera con las manos
vacías y pudiera pagar sus deudas en la otra vida.
A los rituales funerarios aplicados en el seno del judaísmo, lavar el cuerpo,
ungirlo con esencias aromatizantes y cubrirlo con un lienzo, agregaban la
importancia de que un familiar cercano le cerrará los ojos, pues existía la
creencia de que, si el difunto seguía mirando a este mundo, no sería capaz
de discernir, el mundo de ultratumba del mundo de los vivos, y quedaría
atrapado entre ambos. Al ingresarlo a la tumba y colocarlo sobre la losa, le
volteaban el rostro hacia la pared. Esta tradición se remonta a los tiempos
del Rey Ezequías. Una vez en su tumba se colocaba encima del cadáver EL
TALIT que el hombre hubiese usado en su vida cotidiana.
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En el libro Usos y Costumbres de las Tierras Bíblicas de Fred H. Wight de
Editorial Portavoz en la página 155 se lee:
“En el medio oriente prevalecía la costumbre de envolver al muerto. Por lo
regular se le cubre la cara con una servilleta y entonces se envuelven las
manos y los pies con lienzos de lino. Luego se pone el cuerpo sobre el ataúd,
con un palo en cada esquina, y así los hombres lo llevan a la fosa sobre sus
hombros, para ser enterrado. Cuando no existía el sarcófago como tal, se
ponía el cadáver sobre sábanas resistentes atravesadas por un palo. La
descripción de Lázaro, cuando Jesús lo llamó de la tumba, indica que la
misma costumbre era practicada en aquellos días. También sabemos que el
cuerpo de Jesús fue así envuelto por José de Arimatea y Nicodemo. Las
especias para embalsamar se usaban cuando estaban en condiciones de
adquirirlas”.
En todas las versiones, se reserva un versículo entero para contarnos que el
sudario estaba enrollado, plegado o doblado en un lugar diferente y aparte,
probablemente en la cabecera de la tumba de piedra y los lienzos puestos
allí o en el suelo.
El NUEVO TESTAMENTO GRIEGO-ESPAÑOL de José O’Callaghan en la página
611 acopia:
La BIBLIA PESHITTA en español, traducida de los antiguos manuscritos
arameos informa:
VERSICULO 7: “pero el sudario que había estado atado a su cabeza no
estaba con las telas de lino, sino enrollado y colocado en un lugar aparte”.
VERSICULO 5: “y habiéndose agachado, ve los lienzos por el suelo; con
todo, no entró. VERSICULO 6: Llega pues, Simón Pedro en pos de él y
entró en el sepulcro, y contempla los lienzos por el suelo, VERSICULO 7: y
además el sudario, que había estado sobre su cabeza, no por el suelo con
los lienzos, sino plegado en lugar aparte”.
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La ESCRITURA SANTA de José Luis Hernández, traducción castellana del
arameo-galileo dice: VERSICULO 7:
“y el sudario, con el cual le habían vendado la cabeza, no estaba con los
paños de lino, sino enrollado y puesto en un lugar aparte”.
La SAGRADA BIBLIA, versión crítica sobre los textos hebreo, arameo y
griego de Francisco Cantera Burgos y Manuel Iglesias González dice:
VERSICULO 7: “y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no
liso como los lienzos, sino diversamente, enrollado en su sitio”.
El cadáver de Jesús no es arrojado a la fosa común de los ajusticiados
(Isaías 53:9), ni abandonado a la intemperie y las fieras, sino que recibe
honrosa sepultura.
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El procurador romano por ley, era el único que podía expedir los permisos
para retirar el cadáver de un ajusticiado y lo hizo sin reparo alguno.
Quiero acotar, que antes de colocar el cuerpo de Jesús en la tumba nueva,
necesariamente tuvieron que hacerle la rejitzá, o sea lavarlo y limpiarlo lo
mejor que pudieron. Esta costumbre era inherente a las normas sobre los
cadáveres. Significaba honrar al difunto y dejar preparado y listo su cuerpo
para el momento de la resurrección, que, según ellos, debía sucederse en la
Era Mesiánica. Por eso María, no pudo reconocerlo resucitado al verlo por
primera vez: Estaba limpio y sin rastro visible de sus heridas y de sangre. A
las mujeres no les fue permitido presenciar la limpieza del cuerpo, antes de
depositarlo en la tumba, por lo tanto desconocían que esta ceremonia se
había efectuado con su amado Maestro.
Además al hacerlo no significaba, que no confiaran en las promesas que ÉL
había hecho, sobre levantarse de los muertos al tercer día.
Luis Alonso Schokel dice en LA BIBLIA DEL PEREGRINO tomo III:
Esto nos demuestra que el cuerpo del Señor fue tratado mejor que el de un
rey terrenal.
Un hombre rico había dispuesto lo mejor para aquel hombre que lo había
amado: “Y se dispuso con los impíos su sepultura, más con los ricos fue en
su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca”. (Isaías
53:9).
“Los aromas y los lienzos de lino no eran de uso corriente para enterrar a
los muertos. Sólo en los funerales de los reyes “se quemaban perfumes”
(Jeremías 34:5). Por lo tanto no servían para ungir el cadáver. Con los
lienzos atan o envuelven sujetando totalmente el cuerpo, previendo la
descomposición rápida del cuerpo, un intento desesperado de reprimir el
hedor de la corrupción”.
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En Salmos 16:9-10 leemos: “Se alegró por tanto mi corazón y se gozó mi
alma; Mi carne también reposará confiadamente; porque no dejarás mi
alma en el Seol, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción”.
El Salmo 30:3: “Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; Me diste vida,
para que no descendiese a la sepultura”.
El Libro de Juan 11:44 nos recuerda el episodio de la resurrección de Lázaro:
“Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el
rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle ir”.
La resurrección de Jesús ocupa el centro de la fe cristiana. Pero no deja de
tener contradictores, pues el hecho está fuera de las condiciones -espacios
temporales- que nos son familiares.
Esta situación hace entrar a Jesús en un mundo nuevo, enteramente ajeno
a nuestras concepciones del tiempo y de la historia.
Nadie vio, por tanto, realizarse la Resurrección en sí misma. Por eso, ningún
relato del Nuevo Testamento narra el acontecimiento propiamente dicho.
No pasa lo mismo con el evangelio apócrifo de Pedro -descubierto en 1886
en Egipto y redactado hacia mediados del siglo II- que no duda en narrar la
Resurrección del Maestro.
Y nos dice, que son testigos los soldados e incluso las autoridades judías.
Quiero agregar la parte atinente en el Evangelio apócrifo de Pedro:
“Más durante la noche que precedía al domingo, mientras estaban los
soldados de dos en dos haciendo la guardia, se produjo una gran voz en el
cielo. Y vieron los cielos abiertos y dos varones que bajaban de allí teniendo
un gran resplandor y acercándose al sepulcro. Y la piedra, aquella que
habían echado sobre la puerta, rodando por su propio impulso, se retiró a
un lado, con lo que el sepulcro quedó abierto y ambos jóvenes entraron. Al
verlo, pues, aquellos soldados, despertaron al centurión y a los ancianos,
pues también éstos se encontraban allí haciendo la guardia.
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Y estando ellos explicando lo que acababan de ver, advierten de nuevo tres
hombres saliendo del sepulcro, dos de los cuales servían de apoyo a un
tercero, y una cruz que iba en pos de ellos. Y la cabeza de los dos primeros
llegaba hasta el cielo, mientras que la del que era conducido por ellos
sobrepasaba los cielos. Y oyeron una voz proveniente de los cielos que
decía: “¿Has predicado a los que duermen? Y se dejó oír desde la cruz una
respuesta: SÍ”.
Hay quienes hablan de alucinación colectiva o de fiebre mesiánica.
Los discípulos, por su parte, alegan unánimemente el hecho de que Jesús no
había quedado prisionero de la muerte y que Dios le había resucitado. La
solidez de lo que construyeron sobre esta base, es un primer argumento
histórico en favor de la fiabilidad de su testimonio.
La BIBLIA Y SU CULTURA tomo II, de Michel Quesnel y Philippe Gruson en la
página 147 dice: “No existía una doctrina unificada sobre la resurrección;
ésta seguía siendo objeto de discusión y de especulación. Ciertamente la fe
en la resurrección no era central en el judaísmo. La esperanza común en la
realización de las promesas divinas tomaba en él diversas formas. La
resurrección no aparece claramente en los escritos de Qumrán y parece que
estaba poco presente en el pensamiento esenio. En conformidad con su
voluntad exacerbada de atenerse rigurosamente a la ley de Moisés fijada
en el Pentateuco, los fieros saduceos rechazaban esta doctrina como una
peligrosa novedad (Mateo 22:23 y Hechos 23:8)”.
John W. Haley y Santiago Escuain en el Diccionario de dificultades y
aparentes contradicciones bíblicas, en el Prefacio agregan:
“Además, se me puede dejar decir que cuanto más he investigado el tema,
tanto más claramente he visto lo endeble y engañoso de las objeciones
presentadas por los incrédulos. Como resultado de mis investigaciones,
tengo la profunda convicción de que cada una de las dificultades y
aparentes discrepancias que aparecen en las Escrituras es susceptible de
una solución justa y razonable”.
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La famosa Sábana Santa de Turín ha suscitado controversia, precisamente
porque muchos de los creyentes habían puesto toda su esperanza en la
autenticidad de la misma. Un estudio científico, encomendado por la Iglesia
Católica en 1973, terminó, quince años después, con el análisis al carbono
de 14 fragmentos del sudario.
El estudio fue realizado por tres grandes laboratorios, independientes entre
sí, (Zúrich, Oxford y Tucson).
Sus resultados concordantes se hicieron públicos en octubre de 1988:
El sudario es de la Edad Media, en una horquilla cronológica que va desde el
1260 al 1390. Esta conclusión parece irrefutable. Sin embargo el test del
carbono 14, no ha podido dilucidar todos los misterios de este sudario.
Presenta, en efecto, características técnicas desconocidas en la Edad Media,
empezando por el principio de la impresión en negativo.
Los análisis han descubierto sobre el tejido, huellas de ¡polen de hace unos
2000 años provenientes del Mar Muerto! ¡Y el tipo de sangre AB! En una
palabra nadie sabe ni entiende cómo y de qué manera, se formó la imagen
de un hombre crucificado que se imprimió en negativo sobre el tejido de
lino. Algunos aspectos del sudario de Turín siguen siendo enigmáticos para
la ciencia.
El Lienzo de Oviedo, en España, desde el siglo XII d.C. es custodiado en la
catedral de la ciudad. Es un lienzo rectangular de unos 83 centímetros de
longitud, cubierto por unas extrañas manchas marrones.
Los sacerdotes aseguran que ese lienzo cubrió el rostro de Jesús cuando
falleció. Decididos a descubrir la verdad y acabar con tanta superchería,
científicos de la Universidad de Valencia extrajeron una serie de muestras y
al examinarlas cuidadosamente se pudo comprobar que SI ERAN MANCHAS
DE SANGRE tipo AB.
¡Extraordinariamente era la misma sangre de la Sábana de Turín!
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El equipo quedó desconcertado. Esto significaba que ambos paños habían
estado en contacto con el mismo rostro. No se hallaron rastros de pintura o
algún aditamento vegetal para imprimir esas manchas.
Lo mismo pasó en el examen a la Sábana de Turín.
No es de extrañar que haya dos lienzos con estos resultados. Si entendemos
que al bajar de la cruz el cuerpo de un crucificado, uno de los asistentes le
cubría su rostro con un lienzo y cerraba sus ojos, costumbre que hasta hoy
en día, se realiza con los cadáveres cuando se encuentran en las calles o
fuera de su residencia habitual.
Ello explicaría los dos lienzos.
Los restos del polen y otras sustancias y el análisis del tejido de ambas
piezas, demuestran que son originarios de la Palestina del siglo I de nuestra
Era y que contienen sangre humana del tipo más común de los habitantes
de la época.
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MI POSICIÓN PERSONAL:
Los ángeles que vienen a despertar a Jesús, con mucha delicadeza apartan
de manera cuidadosa, los lienzos que lo envuelven y el sudario que cubría
su rostro. Recordemos que es el Rey de Reyes e hijo de Dios.
No tiran desprevenidamente ni desechan los elementos que han cubierto el
cuerpo del Señor. Colocan el sudario en un lugar diferente al resto de las
vendas. Las primeras caen al suelo.
El sudario es doblado o enrollado amorosamente y dejado como un signo.
Están hablándole a los discípulos del Maestro, con el único lenguaje que
reconocen perfectamente: Figurativo: Por parábolas y Analogías.
Ahora bien, miremos la segunda posibilidad.
Los muertos eran envueltos totalmente con las vendas o los lienzos.
Prueba de ello es la salida del sepulcro de Lázaro, que lo hace atado de
manos y pies y cubierto totalmente por los lienzos o la sábana y Jesús debe
ordenar que lo desaten.
Era necesario desatarle desenvolviendo los lienzos.
Lo que más alarmó a Pedro y Juan, era que los lienzos estaban puestos allí,
sin haber sido tocados, no tirados o rotos, sino, como habían estado cuándo
envolvían el cadáver, pero ahora no estaba el cuerpo.
Los ángeles que llegan en el momento supremo de la resurrección, no lo
pueden tocar ni ayudarle.
Deben esperar a que el proceso de levantamiento de la muerte se realice
de manera sobrenatural y a partir del mismo Jesús.
Así como traspasó las paredes para visitar posteriormente a sus discípulos,
de la misma manera dejó las sabanas y todo lo que lo cubría.
¡Era un cuerpo en gloria!
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De inmediato procedió a dejar doblado o enrollado -en orden- el sudario
que estuvo cubriendo su rostro.
No era necesario desatarle los lienzos a Jesús para que resucitara.
¡La piedra no fue removida para que fuera posible la resurrección!
Fue removida para demostrar al mundo el sepulcro vacío.
Si alguien hubiera querido ocultar su cuerpo, para que la resurrección de
que tanto se hablaba, fuese realidad, no se hubiera entretenido en quitarle
los lienzos para llevarse sólo el cadáver.
¡Se hubiera contaminado con el muerto!
Sabemos que ningún judío lo haría.
El Libro de Números 19:11:
“El que tocare cadáver de cualquier persona será inmundo siete días”.
El lavarse las manos (Netilat Ladaim) se hace para alejar simbólicamente la
impureza creada por el contacto con los fallecidos.
Manuel Balagué en su libro La Prueba de la Resurrección dice:
“Los lienzos permanecían como habían sido colocados envolviendo al
cuerpo de Jesús, pero ahora, no envolvían nada y por eso estaban huecos,
“aplanados”, cómo si el cuerpo de Jesús se hubiera esfumado y hubiera
salido sin desenvolverlos, pasando a través de ellos. Y todavía hay más
datos sorprendentes en la descripción de lo que los discípulos vieron:
Cuando se amortajaba un cadáver, primero se enrollaba el sudario a la
cabeza, y después, todo el cuerpo y nuevamente la cabeza se envolvía en
los lienzos. El relato de Juan especifica que en el sepulcro, el sudario
“permanecía en el mismo sitio de antes” esto es, conservando la misma
disposición que había tenido cuando estaba allí el cuerpo de Jesús”.
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Para resumir las mortajas blancas llamadas Tajrijim, señalan la igualdad
absoluta que existe entre todos los seres humanos en el momento supremo
de la muerte.
Es la identidad de todos y cada uno de los judíos.
Si se quiere conocer a un pueblo y penetrar la sustancia vital que configura
su naturaleza y su carácter es menester conocer sus tradiciones, su cultura
y sus costumbres.
No hay pueblo sin cultura y no existe pueblo sin tradición.
Las sociedades adoptan hábitos y costumbres que, repetidos a través de las
generaciones, se depuran, se limpian, se subliman y se forjan, acabando por
cobrar jerarquía histórica y convertirse en tradición.
Máximo G. Yagupsky, manifiesta a propósito de la importancia de conocer
las tradiciones de los judíos:
“Así como el tronco añoso de la cultura judía retoña nuevos brotes y
reverdece en cada primavera de esperanza, así también la antigua tradición
de Israel, restituida a la tierra de origen, recobra ahora, nuevamente, el
esplendor pasado. Conocer, pues, las tradiciones, familiarizarse con ellas y
distinguir sus variados matices simbólicos e históricos, es conocer al pueblo
que las sustenta y las practica. Y conocerlo significa comprenderlo, y quizás
también amarlo, o por lo menos respetarlo”.
El Libro Tradiciones y costumbres judías, de la escritora Erna C. Schlesinger,
de la Editorial Israel en Buenos Aires, dice en la página 116:
“Cuando los señores y sus invitados se sentaban sobre sus piernas dobladas
para compartir los alimentos, el criado de mayor confianza, distribuía en la
mesa, si la hubiere, las servilletas o paños para limpiarse las manos y otra
para colocársela en sus cuellos, para evitar manchas en su vestimenta.
Cuando el señor de casa, por cualquier motivo, tuviere que levantarse de la
mesa, dejaba su servilleta y el paño, doblados sobre la mesa a un lado del
plato, y el criado, no podía, bajo ningún motivo, levantar los platos.
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Tampoco los comensales podían dejar el sitio, hasta tanto regresara el
anfitrión. Si por el contrario terminaba sus alimentos, limpiaba sus labios
con la servilleta y sus manos con el paño, dejándolos encima de la mesa,
entonces era el momento para levantar las viandas y los utensilios”.
Comparto plenamente la posición al respecto de Manuel Hernando Orjuela,
director académico de La Hora Mesiánica que asegura:
“El lienzo doblado tiene que ver con el amo y el siervo, y todo niño judío
conocía la tradición. Cuando el siervo ponía la mesa para la cena de su amo,
buscaba asegurarse de hacerlo exactamente de la forma en que su amo
quería. La mesa era puesta perfectamente y el siervo esperaba fuera de
alcance de la vista del amo hasta que él terminase de comer. El siervo no se
atrevía nunca a tocar la mesa antes de que el amo hubiera terminado de
comer. Si el amo terminaba la comida, él se levantaba, limpiaba sus dedos,
su boca y su barba y hacía un rollo con su lienzo y lo tiraba sobre la mesa.
En aquel tiempo, el lienzo embrollado quería decir: “Terminé”. Si el amo se
levantaba y dejaba el lienzo doblado junto al plato, el siervo no osaba tocar
la mesa porque el lienzo doblado quería decir: “¡No terminé, volveré!”.
¡Extraordinaria revelación!
Jesús les estaba diciendo:
¡NO SE APRESUREN A LEVANTAR LA MESA. YO VOLVERÉ!
Los lienzos que cubren un cadáver, deben quemarse. Era la costumbre judía
para evitar contaminarse. Los de Lázaro, como su cuerpo se reacondicionó
de la putrefacción a lo incorruptible, Jesús ordenó que “se los quitaran” por
cuanto ya no existía corrupción ni hedor. El lienzo y el sudario que cubrían
el cuerpo de Yeshua, permanecieron intactos y puestos cuidadosamente a
un lado, porque su cuerpo no conoció descomposición alguna, por lo tanto
“quién o quiénes los doblaron”, no tuvieron temor de contagiarse. Por lo
que estamos plenamente seguros, que no fueron judíos los que lo hicieron:
¡Dos varones con vestiduras resplandecientes! (Lucas 24: 4).