tema 9. antropología del amor humano
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FACULTAD DE HUMANIDADES
TEMA N° 8
ANTROPOLOGÍA DEL AMOR HUMANO
Profesora: Mgtr. Nancy Estela Salazar
Chiclayo- 2011
TEMA N° 8: ANTROPOLOGÍA DEL AMOR HUMANO
Capacidades a desarrollar:
1. Reconocer que el amor es la realidad más humana, más íntima, más profunda y más
universal del ser humano.
2. Reconocer el valor del amor como centro de la vida humana y el verdadero sentido de la
existencia y la felicidad humana.
3. Reconocer que la familia es el ámbito primordial donde se aprende a amar.
4. Diferenciar el amor de la afectividad humana.
5. Reconocer la función de la afectividad en la vida humana y su necesidad de educarla.
6. Diferenciar el enamoramiento del verdadero amor y decidir prepararse adecuadamente
para una vivencia plena del amor en el matrimonio.
Contenidos temáticos
1. Tema motivacional: historia de un amor verdadero.
2. El amor, la realidad más humana y profunda de la persona humana
3. Sentidos erróneos del amor humano
4. Sentido verdadero del amor humano
5. Papel que juega la inteligencia en el amor
6. ¿Es la voluntad la que ama propiamente?
7. Tres bienes se quieren en la persona amada
8. “lo que se ama es el ser de la persona querida…desde y con el propio ser”
9. El amor y el perfeccionamiento de la persona
10. Educación del amor humano: la familia la primera responsable
Actividades a desarrollar
I. Interrogantes para reflexionar y responder
A continuación tienes un conjunto de interrogantes para reflexionar en base a la explicación
realizada en el aula y la lectura de los documentos de profundización que aparecen en el
aula virtual. Responda con precisión y claridad, de acuerdo a la verdad.
1. En la actualidad la palabra amor se utiliza con diversos sentidos o significados,
algunos de ellos contradictorios entre sí ¿Cuáles son estos sentidos? ¿Todos estos
sentidos sobre el amor serán verdaderos? ¿Por qué?
2. Explica el sentido que tiene la expresión de “hacer al amor” en la actualidad, ¿estás
de acuerdo? ¿Por qué?
3. ¿Tú crees que el amor se puede reducir solo a sentimiento? Por qué?
4. ¿Cuáles son las actitudes extremas (por exceso y por defecto) del amor humano que
en la actualidad asumen las personas? ¿En qué consiste?
5. ¿Por qué se dice que el amor es la realidad más humana y profunda de la persona
humana?
6. ¿Cuáles son las formas o tipos de amor según Aristóteles? ¿Qué diferencias existen
entre el amor natural o espontáneo y el amor de elección?
7. ¿Cuáles son las consecuencias prácticas de equivocarse respecto a sentido del amor?
8. ¿Cuál es el concepto de amor que se adecúa más a la realidad humana? ¿El
verdadero sentido del amor fue descubierto por el Cristianismo? ¿Por qué?
9. ¿Qué quiso decir Aristóteles cuando afirma que el amor es un acto de la voluntad?
10. ¿Se ama solo con la voluntad? Fundamenta tu respuesta.
11. ¿Por qué se dice que el amor es el centro de la vida humana y el verdadero sentido
de la existencia y la felicidad humana?
12. ¿En qué consiste el verdadero bien (bien real) para el ser amado? ¿Cuáles son los
tres bienes que se quieren en el ser amado? ¿En qué consiste cada uno.
13. ¿En qué consiste “querer el bien para otro en cuanto otro”? ¿Qué significa que el
amor es querer que la persona amada sea buena?
14. ¿Cuáles son los elementos personales del amor humano? Explica cada uno.
15. ¿Cuál es el papel de la inteligencia en el amor humano?
16. ¿El amor es ciego? Fundamenta tu respuesta. ¿En qué consiste la clarividencia del
amor?
17. ¿Es la voluntad la que ama propiamente? ¿Por qué?
18. ¿Por qué se dice que el amor es lo que más humaniza a la persona humana?
19. ¿En qué consiste la afectividad humana?
20. ¿Qué diferencia existe entre el amor y la afectividad?
21. ¿En qué consiste la función de la afectividad en la vida humana?
22. Explica las valoraciones extremas de la afectividad que han existido en la historia
de la humanidad? ¿Con cuál estás de acuerdo? ¿Por qué?
23. ¿Por qué hay necesidad de educar la afectividad de niños y adolescentes?
24. Mencione algunas recomendaciones para educar la afectividad desde la familia.
25. ¿La afectividad es irracional? Fundamente su respuesta.
II. Contemple y analice la película: “A prueba de fuego” y luego de reflexionar
responda las siguientes interrogantes:
1. ¿En Caleb y Catherine se podría decir que existía verdadero amor?
2. Según tu parecer ¿cuál es la causa de los pleitos constantes entre Caleb y Catherine?
3. ¿Qué le motiva a Caleb a salvar su matrimonio?
4. ¿Qué actos realiza Caleb para salvar su matrimonio?
5. ¿En qué momentos de la película se puede observar la reflexión de la voluntad en el
amor de la relación de los cónyuges?
6. ¿Qué ha sucedido con Catherine? ¿Ha llegado a amar a otra persona? ¿Se puede
decir que es un verdadero amor lo que sentía por su amiguito? ¿Por qué?.
7. ¿Cómo se prueba el verdadero amor? Cómo le demostró
8. ¿Has experimentado en tu vida actos de verdadero amor hacia tu persona? ¿De qué
persona o personas? ¿Cómo lo han demostrado?
9. ¿Estás dispuesto a salvar tu relación amorosa con tus padres o tus hermanos, si
estuvieran en peligro? ¿Cómo?
10. ¿Lo que te une a tu enamorado(a), si lo tuvieras, crees que es solo un sentimiento o
un verdadero amor? ¿Por qué?
Descripción de la película:
Fireproof narra la historia de un bombero cuyo matrimonio se va a pique. Los padres del
bombero lo saben y le recomiendan leer un libro que desarrolla, en cuarenta días, un
método “salva matrimonios” que enseña el verdadero sentido del amor y del matrimonio; el
cual está centrado en el querer el bien del otro. Caleb y Katherine finalmente entienden el
verdadero sentido del amor y con la ayuda de Dios y su familia logran salvar su
matrimonio.
1. Tema motivacional: historia de un amor verdadero.
Quiero empezar a explicar la antropología del amor humano, transcribiendo la
“historia de un amor verdadero” que lo he escuchado en un audio muy interesante, que nos
puede ayudar a entender lo que es el amor en su sentido más pleno porque muchas personas
aún no han tenido la experiencia de este tipo de amor que todas las personas tienen
capacidad de vivirlo si quieren; capacidad que puede ser desarrollada con esfuerzo, es
cierto, pero depende de la libertad de cada uno, si quiere llegar a ese nivel de amor, que es
el que más humaniza y el que le da mayor sentido a la vida humana, y por tanto, lo que más
perfecciona a la persona y lo único que le alcanzará la felicidad tan anhelada y buscada por
todos.
Veamos el relato:
Un famoso maestro, se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaban en contra
del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero
sustento de las parejas, y que es preferible acabar con la relación, cuando ésta se apaga, en
lugar de entrar en la hueca monotonía del matrimonio.
El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente: "Mis
padres vivieron 55 años casados. Una mañana, mi mamá bajaba las escaleras para
prepararle a papá el desayuno, sufrió un infarto y cayó. Mi padre la levantó como pudo y,
casi a rastras, la subió a la camioneta. A toda velocidad, sin respetar semáforos, la condujo
hasta el hospital.
Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido. Durante el sepelio, mi padre no
habló; su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche, sus hijos nos reunimos con él. En
un ambiente de dolor y nostalgia, recordamos hermosas anécdotas y él pidió a mi hermano,
teólogo, que le dijera dónde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar
de la vida después de la muerte, y de conjeturas de cómo y dónde estaría ella.
Mi padre escuchaba con atención. De pronto pidió que lo lleváramos al cementerio.
"¡Papá!", respondimos, "¡son las 11 de la noche, no podemos ir al cementerio ahora!". Alzó
la voz, y con una mirada vidriosa dijo: "No discutan conmigo, por favor, no discutan con el
hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años".
Se produjo un momento de respetuoso silencio, no discutimos más. Fuimos al
cementerio, pedimos permiso al velador. Con una linterna llegamos a la tumba. Mi padre la
acarició, oró y nos dijo a sus hijos, que veíamos la escena conmovidos: "Fueron 55 años...
¿saben? Nadie puede hablar del amor verdadero, si no tiene idea de lo que es compartir la
vida con una mujer".
Hizo una pausa, y se limpió la cara. "Ella y yo, estuvimos juntos en aquella crisis.
Cambié de empleo...", continuó. "Hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos
mudamos de ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras,
lloramos uno al lado del otro la partida de los seres queridos, oramos juntos en la sala de
espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y
perdonamos nuestros errores... Hijos, ahora se ha ido, y estoy contento, ¿saben por qué?
Porque se fue antes que yo. Ella no tuvo que vivir la agonía y el dolor de
enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy
gracias a Dios. La amo tanto, que no me hubiera gustado que sufriera...".
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro
empapado en lágrimas. Lo abrazamos, y él nos consoló: "Todo está bien, podemos irnos a
casa; ha sido un buen día".
Esa noche entendí lo que es el verdadero amor; dista mucho del romanticismo, no
tiene que ver demasiado con el erotismo, ni con el sexo, más bien se vincula al trabajo, al
complemento, al cuidado y, sobre todo, al verdadero amor que se profesan dos personas
realmente comprometidas".
Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron
debatirle; ese tipo de amor, era algo que no conocían. Ojalá algún día puedan encontrar un
amor así; y si lo encuentran, jamás, pero jamás, lo dejen ir...1
2. El amor, la realidad más humana y profunda de la persona humana
El amor es la realidad más humana que existe, es lo que está impregnado en lo más
profundo del ser personal humano, es una necesidad que debe ser satisfecha para que la
persona encuentre sentido pleno a su existir. Mientras el hombre no ame, de acuerdo a las
exigencias de su ser, se sentirá insatisfecho; anhelará algo que siempre lo estará buscando
fuera de sí; pensará que solo se sentirá pleno, cuando llegue a tener los bienes materiales que
este mundo nos ofrece, pero por más que tenga logros materiales, siempre se sentirá vacío,
porque la razón de su ser no está en el dinero, fama, poder, honores, títulos, grados, etc. que el
mundo puede ofrecer, con poco o mucho esfuerzo. Por eso, san Agustín refiriéndose al tiempo
que aún no había aprendido a amar, decía: “Aun no amaba, pero amaba amar”; porque solo
saciando plenamente la necesidad de amar, el hombre se sentirá plenamente realizado, de lo
contrario experimentará una inquietud en su corazón como lo experimentó el santo durante
toda su juventud, hasta cumplidos 30 años.
Siguiendo a Aristóteles, es necesario distinguir dos formas de amor: amor espontáneo y
amor de elección. El amor espontáneo es el primer nivel del amor, el menos perfecto, es
natural y surge espontáneamente de nuestro ser, orientado a querer el “bien para mí”, por lo
bueno que soy. Las personas que aman con este tipo de amor se centran en sí mismos y quieren
a los otros por las bondades que les ofrecen sea para satisfacerle una necesidad personal o por
alguna utilidad que les reporta o por el placer que les produce. Este tipo de amor lo tienen
todas las personas, incluso los niños, no requiere ningún esfuerzo su vivencia. Por eso el niño
desde muy pequeño ama con este amor espontáneo, siendo natural en él su carácter
egocéntrico, porque sus facultades cognoscitivas están recién descubriendo su yo. Su
inteligencia y su voluntad están aún en proceso de desarrollo, aún no se manifiesta plenamente;
lo que más predomina en él es su sensibilidad cognoscitiva y apetitiva (sentimientos).
El amor espontáneo o sensible no da sentido pleno a la existencia humana, porque solo
se queda sobre uno mismo, la persona no sale de sí, no trasciende. En cambio, el amor de
elección, es el amor que se logra aprender cuando la persona ha llegado a un cierto grado de
maduración en su dimensión espiritual, al cual llega con esfuerzo, es el que está dirigido a
querer el bien del otro en cuanto otro; este es el que hace sacar de sí lo más noble que tiene la
persona; que se inicia en el descubrimiento de la bondad que hay en la otra persona y se busca
que ella desarrolle todo el perfeccionamiento que pude ser capaz su ser.
1 http://cosasdenosotras.metroblog.com/una_bella_historia_sobre_el_amor_verdadero
Este es el amor al que están llamadas todas las personas, por su excelencia y su bondad
superior; pues solo las personas pueden ser capaces de amar y ser amadas en este nivel. Solo
aquí se encuentra el sentido último de la vida humana; por eso la ausencia de él produce una
vida sin sentido, que se expresa en una actitud hedonista, que puede llevar a la persona al
aburrimiento, al hastío, y de esta manera caer en vicios, en depresión u otras enfermedades
psiquiátricas y hasta llegar al suicidio. Se podría decir, que esta realidad es tan importante
para la vida de la persona, que está en juego la felicidad presente y la futura.
3. Sentidos erróneos del amor humano
Hay quienes dicen que no hay necesidad de estudiar en la universidad lo que es el
amor, ya que se trata de una realidad vivenciada por todas las personas y que es en la familia
donde se aprende a amar. Sin embargo podemos ver que esta apreciación no es exacta, pues
como se darán cuenta lo estudiantes que están analizando este tema, no todos saben lo que es
el amor en su sentido más profundo o nivel más elevado.
Hoy más que nunca, las personas se encuentran muy equivocadas sobre lo que es
verdaderamente el amor a causa de las ideologías imperantes en nuestra cultura (hedonismo,
sentimentalismo, etc.) que se difunden a través de los medios de comunicación masivos,
llegando con facilidad a nosotros a través de canciones, novelas, películas, etc.
Por eso, encontramos a un gran sector de la humanidad que han caído en las dos
situaciones extremas del amor: la sobreprotección (por exceso) y la indiferencia (por defecto).
Estas actitudes han generado todos los males existentes en la sociedad actual, desde el
abandono de los seres amados en asilos hasta la muerte de millones de personas inocentes. Por
eso con razón diría el existencialista Soren Kierkegaard: «Engañarse respecto al amor es la
pérdida más espantosa, es una pérdida eterna, para la que no existe compensación ni en el
tiempo ni en la eternidad».
Esta es la razón por la que muchos filósofos personalistas del S. XX han dedicado
obras enteras para el tratamiento filosófico de esta realidad humana, tan malinterpretada o
malentendida en la actualidad, cuyas consecuencias ya lo estamos vivenciando.
Así la palabra amor es usada con un sin número de sentidos, casi todos contradictorios
entre sí. Lo que indica que la mayoría de sentidos deben ser erróneos, ya que el error es
múltiple mientras que la verdad es única. Solo ha de haber un único sentido verdadero del
amor, los demás serán abusos, falsificaciones y adulteraciones.
Tomás Melendo afirma: “…en grandes sectores de la sociedad, parece haberse perdido
el verdadero significado, el auténtico sentido del término «amor». En múltiples ocasiones, lo
que a nuestro alrededor se vende como amor es pura fisiología, como en la desgraciada
expresión de «hacer el amor», o una especie de sentimentalismo más o menos sensual y
sensiblero, pero incapaz siquiera de colmar los nobles deseos de un adolescente”2.
Todos sabemos la importancia de tener las ideas claras respecto a los principios
fundamentales del ser y del obrar humano, ya que “así como pensamos así vivimos” y “si no
vivimos como pensamos terminaremos pensando como vivimos”, porque nuestro ser tiende a
la unidad; de ahí que sea muy importante tener lo sentidos o significados correctos de las
2 Melendo, Tomás, Dimensiones de la persona, Palabra, Madrid, 2001. p. 80-81
palabras, sobre todo de aquellas que son de trascendencia para la vida humana como es el
amor.
Estos sentidos o significados erróneos sobre el amor, muy difundidos en el mundo
entero, han traído consecuencias prácticas muy graves para la humanidad en general, pues ha
generado, siguiendo con el pensamiento de Tomás Melendo, “incapacidad de compromiso,
infidelidades, entre esposos, novios, amigos, colegas, etc… indiferencia, mutuo soportarse,
divorcios, separaciones, abandono de los abuelos… desapego y desatención de los hijos hacia
los padres y viceversa, y de los hermanos entre sí…”
Tal como lo expresa el autor mencionado, el amor ha quedado reducido a pura
biología es decir al trato meramente físico con la famosa expresión de “hacer el amor”
utilizada para referirse a las relaciones sexuales, pero no con una concepción real de la
sexualidad humana sino con una concepción reducida solo a lo físico, a lo biológico.
Por otro lado, en el afán de reaccionar ante el rechazo de los sentimientos difundido por
el racionalismo, se ha querido exagerar la valoración de los sentimientos, concibiéndolos
como lo más importante en la vida humana, llegando a identificarlos con el amor. Se piensa
que el amor es cualquier afecto o sentimiento que surge, e incluso un sentimiento
contradictorio al dictado de la recta razón. De tal manera que muchas personas han organizado
su vida y han tomado las decisiones más importantes de su vida fundamentándose en los
sentimientos como sinónimos del amor; e incluso han llegado a justificar acciones muy
perversas y hasta contradictorias a la naturaleza humana con el pretexto del “amor-
sentimiento”; afirmando: “en la guerra y el amor todo se vale”.
Estos errores han sido muy difundidos por los medios de comunicación y través de
literatura de muy poco nivel cultural; generando cada vez mayor sufrimiento y confusión en
niños, jóvenes y adultos.
De ahí que sea necesario aclarar el verdadero sentido del amor, ya que de esto depende
la felicidad y plena realización del ser humano.
4. Sentido verdadero del amor humano
El amor es esencial en la vida humana, pues de él depende el desarrollo y la felicidad
de la persona humana. De ahí, que resulte imprescindible que toda persona tenga claro lo que
es realmente el amor humano para que se motive por aprender a amar a sus semejantes y a
Dios, porque solo ahí encontrará un auténtico sentido a su vida.
¿Y qué es verdaderamente el amor?
Cuatro siglos antes de Cristo, con la sola luz de la razón natural Aristóteles logró
descubrir el verdadero significado del amor, expresándolo con las siguientes palabras: “Amar
es querer el bien para otro en cuanto otro” 3
Así es, amar es buscar el bien del ser amado, por él mismo y no por la utilidad que me
puede significar o por el placer que me puede originar. Yepes y Aranguren al hablar del amor
de benevolencia nos dice: “…Esta forma de amor no refiere al ser amado a las propias
3 Aristóteles, Rethorica, 1381ª 19,
necesidades o deseos, sino que lo afirma en sí mismo. Lo relevante no es lo que me aporta sino
lo que él es y, a fin de cuentas lo que podría llegar a ser”4.
El verdadero amor, por tanto, no se repliega sobre sí mismo, no busca satisfacer alguna
necesidad personal, quiere el bien de la persona que ama, hace todo lo que puede por
perfeccionarla, por hacer que sea una persona más plena. Al respecto Tomás Melendo nos
enseña: “Todas las personas a las que uno quiere han de ser amadas por sí mismas, porque
guardan en su interior tanta grandeza (su dignidad) que resultan merecedoras de amor… No es
verdadero amor el que se vive (o se finge) por los beneficios que esa relación pueda reportar”5.
Cuando una persona ama, es feliz al contemplar la felicidad del amado, y está dispuesto
a realizar cualquier acción en beneficio de ella e inclusive es capaz de sacrificar sus gustos, sus
caprichos y hasta dar la vida por el bien de la persona amada.
Ahora bien, cuando afirmamos que el amar es querer el bien para el otro, surge la
siguiente interrogante ¿Con qué facultad o facultades amamos? ¿Será un acto corporal,
psicológico o espiritual? ¿Amaremos con el corazón, con el cerebro o con todo nuestro ser?
Si el amar es querer el bien para otro, entonces es un acto de la voluntad porque el
querer es un acto propio de la voluntad. A decir de Ricardo Yepes: “Se ama porque se quiere,
es decir, porque nuestra voluntad -nosotros mismos- quiere querer”6. La voluntad es una de las
facultades espirituales que tiene el hombre, no es una facultad afectiva ni corporal, es una
facultad racional, una dimensión del ser espiritual del hombre, cuyo objeto es querer el bien
conocido por la inteligencia.
Pero en el acto del amor no solo interviene la voluntad sino todo el ser personal. Tomás
Melendo afirma que “el amor está esencialmente (aunque no exclusivamente) constituido por
un acto de la voluntad, recio y estable, que pone en fecunda tensión a la persona entera y
gracias al cual se descubre, elige, persigue y realiza el bien del ser querido”.
Aquí podemos ver que en el acto volitivo del amor interviene también la inteligencia,
pues ella es la que conoce el bien e ilumina a la voluntad para querer el verdadero bien de la
persona amada.
El elemento esencial del amor (acto de la voluntad) necesita de un elemento
fundamental: el acto de la inteligencia. La inteligencia es la que debe conocer con claridad y
sin apasionamientos el verdadero bien de la persona amada, ella es la que descubre que “la
realidad buscada debe ser en efecto un bien real, objetivo, algo que eleve la calidad íntima de
la persona amada: algo que lo torne mejor varón o mujer, mejor persona; y, en definitiva, algo
que le lleve a amar más y mejor, que le acerque lo más posible a su plenitud final de amor en
Dios”7.
En palabras de Ricardo Yepes: “en el amor de la voluntad entran en juego dimensiones
mucho más profundas de la realidad del hombre. Por eso, el amor del hombre busca el cono-
cimiento de lo amado, un poseer mucho más profundo que el tener físico. Ningún amante se
4 Yepes, R; Arangurén, J, Fundamentos de Antropología: Un ideal de la excelencia humana, 6º edición,
EUNSA, Pamplona, 2003, p. 44 5 Melendo, Tomás, Dimensiones de la persona, 2º edición, Op. cit., pp. 83
6 Yepes, R; Arangurén, J, Fundamentos de Antropología: Un ideal de la excelencia humana, Op. Cit., pp. 45
7 Melendo, Tomás, Dimensiones de la persona, 2º edición, Op. cit., p. 82-83
conforma con conocimientos superficiales del ser amado: busca conocerlo del todo, hasta
identificarse con él. Amar es conocer”
Nosotros sabemos que el amor no se agota ahí. Que, en sentido fuerte y hondo, se ama
con toda la persona: desde los actos más trascendentales, pasando por los sentimientos,
afectos y emociones en los que resuena y se exterioriza el cariño, hasta las acciones más
menudas y en apariencia intrascendentes, tal como nos precisa Tomás Melendo: “Amamos con
todo lo que somos, sabemos, sentimos, podemos, hacemos, tenemos y anhelamos.
Absolutamente con todo. En semejante sentido, amar consiste en volcar nuestro entero ser en
apoyo y elevación o promoción del ser querido”
De lo dicho anteriormente queda precisar dos elementos más del amor: el elemento
sentimental. Que se podría llamar elemento dinamizador o facilitador y el elemento práctico o
vivencial.
El amor humano nunca será pleno cuando al acto de voluntad no lo acompañan y
completan los sentimientos adecuados. García Cuadrado afirma que: “habitualmente el amor
viene acompañado del sentimiento de gozo o de alegría, que consiste en sentir que se quiere y
en sentirse queridos. Pero ese sentimiento o afecto no es esencial al acto de la voluntad, puesto
que puede desaparecer sin que por ello merme el amor”8.
Por eso no podemos reducir el amor a puro sentimiento, pues el sentimiento es algo que
puede estar o no, pues no es esencial al amor. También Yepes nos dice: “El sentimiento es algo
que nos pasa. Es agradable si está, pero no es necesario. Puede haber amor sin sentimiento, y
«sentimiento» sin amor”9. Si bien es cierto que el sentimiento no es algo esencial en el amor
pero sí es importante que acompañe a los actos de amor.
Pero, no se puede hablar de verdadero amor si no precisamos el cuarto elemento
constitutivo: elemento práctico o vivencial. Este elemento consiste en la exteriorización del
amor, en todo lo que hacemos por el bien del ser amado. Pues el amor no se expresa sólo
través de palabras, miradas o caricias; sobre todo se expresa con acciones, desde las más
intrascendentes hasta dar la vida por el ser amado. Esta es la mejor manera de demostrar el
amor, a mayor amor mayor capacidad de entrega en el ser y en el obrar.
Al respecto Ricardo Yepes afirma que el amor está integrado por afectos y efectos…
“el amor tiene efectos: se manifiesta con actos, obras y acciones que testifican su existencia
también en la voluntad. Los afectos son sentimientos; los efectos son obra de la voluntad”.
El amor es mucho más que esto, sin embargo si le faltara alguno de estos cuatro
ingredientes al amor, éste sería incompleto y con serio riesgo de extinguirse.
Por eso, podríamos afirmar que el amor es vida, donde participa la totalidad de la
persona humana, con su ser corpóreo y espiritual, con su inteligencia y voluntad, con sus
afectos y acciones. Siguiendo a Karol Wojtyla el amor consiste en el don de una persona a
otra, un don que abarca al ser humano como un todo, alma y cuerpo”. Por la superioridad de su
ser, la persona humana necesita darse a los demás para alcanzar su plenitud, su
perfeccionamiento, su felicidad; ya que la persona es efusividad, abundancia, tiene que darse,
necesita amar para trascender.
8 García Cuadrado, Angel, Antropología filosófica, EUNSA, Pamplona, 2003, p.166
9 Yepes, R; Arangurén, J, Fundamentos de Antropología: Un ideal de la excelencia humana, Op. cit., p. 141
También Fernando Sellés nos dice: “la persona humana es efusiva, capaz de sacar de sí
lo que tiene para dar o regalar algo… el amor es el regalo esencial, en el sentido de que es el
darse total del amante al amado. Quien se guarda, quien no se da, no está amando, y por lo
tanto no se cumple como amante, no es capaz de realizar la actividad más alta para los seres
que piensan y quieren”. Por eso Tomás Melendo afirma que “la persona humana solo lo es
plenamente en la medida en que ama; en que acaba transformándose en Amor”, ya que es
imagen de su Creador que es esencialmente Amor”.
En conclusión, la persona humana solo llegará a su plenitud personal a través del
verdadero amor. Quien no ama se niega a sí mismo, renuncia a su plenitud, se reduce a una
cosa. De ahí que la persona egoísta no encuentra un sentido a su existencia, se siente vacío,
con una fuerte tendencia a la depresión y hasta al suicidio.
5. Papel que juega la inteligencia en el amor
El hombre es una unidad compuesta de cuerpo y alma espiritual. En todo lo que el
hombre vive participa la totalidad de su ser: sus sentidos, sus sentimientos, sus actitudes,
sus habilidades, su inteligencia y su voluntad. Si el amor es acto donde participa la totalidad
del ser humano y lo más propio de éste es su inteligencia y su voluntad, por lo tanto en este
acto la inteligencia jugará un papel fundamental.
El amor es esencialmente un acto de la voluntad de querer el bien del otro en
cuanto otro. Pero la voluntad no puede conocer la bondad de la persona o lo que es
realmente bueno para la persona que ama o lo que es bueno solo en apariencia. Por eso aquí
interviene la inteligencia, cuyo objeto propio es la verdad. Es la inteligencia la que conoce
el bien verdadero para el ser amado, es decir aquello que le perfeccionará, aquello que le
hará ser cada vez mejor persona.
Por tanto, la inteligencia cumple un papel importantísimo en el proceso de
conocimiento del ser amado, ya que la voluntad se adhiere al bien conocido por la
inteligencia. A mayor conocimiento mayor amor y cuanto más se ame a la persona habrá
mayor disposición para conocer más las bondades personales del amado.
La inteligencia y voluntad son dos facultades espirituales que hacen que el
amor no sea sólo un acto o movimiento del apetito sensible o un mero sentimiento, sino el
acto más completo y perfecto, el acto que más ennoblece al ser humano.
Teniendo en cuenta la explicación anterior se podría decir que ¿el amor es
ciego? No, el amor no es ciego porque en el amor interviene la inteligencia como elemento
fundamental, básico. Al contrario, el amor es clarividente porque el amor ilumina la
inteligencia para que la persona que ama contemple las bondades del amado que los que no
aman no lo pueden contemplar.
¿Y en el querer querer? En el acto reflexivo de la voluntad es donde participa de
manera más clara la inteligencia, puesto que la voluntad quiere querer a una persona
después que la inteligencia ha descubierto sus bondades. Y a medida que la inteligencia
conoce más a la persona amada, conoce las riquezas de sus ser y le informa a la voluntad
que bueno es querer a aquella persona y la voluntad va querer querer querer…
6. ¿Es la voluntad la que ama propiamente?
La voluntad no es la que ama propiamente, ya que es la facultad de querer del
hombre. Es la persona entera la que ama con propiedad, pues el amor es el acto humano
más sublime que realiza el hombre y en este acto participan todas sus facultades:
espirituales, corporales, afectivas, ejecutivas, etc. La voluntad es el nervio o columna
vertebral de la actividad amorosa, pero no es lo único que participa en el acto amoroso,
ya que se ama con el ser, con la totalidad del ser. Sin embargo la voluntad es la que
decide amar, es la decide querer el bien del ser amado; es la facultad humana que se
mueve a sí misma a querer y buscar el bien del otro en cuanto otro; y es ella la que mueve
a las demás facultades a participar activamente en el acto amoroso.
Y ¿Qué es la voluntad? La voluntad es una de las facultades espirituales que tiene el
hombre, no es una facultad afectiva ni corporal, es una facultad racional, una dimensión
del ser espiritual del hombre, cuyo objeto es querer el bien conocido por la inteligencia;
tal como decía Santo Tomás de Aquino: es el apetito racional del bien conocido por la
inteligencia.
Por tanto, el acto de la voluntad constituye el acto más radical del amor, pero en él
participa todo el ser personal: voluntad, inteligencia, afectividad, sentidos, motricidad,
posesiones, hábitos y actitudes. Toda la persona es la que ama, ya que es la sustancia la
que es y la que obra, y la voluntad es sólo un accidente que es en la única sustancia
individual de naturaleza racional (la persona).
Del amor y de lo que ame dependerá que el hombre consiga su fin último. Por lo
tanto es justo que sea toda la persona que realiza el acto de amor, goce plenamente
cuando consiga su fin último para lo que ha sido creado, y no sólo la voluntad.
7. Tres bienes se quieren en la persona amada
Si amar es querer el bien para otro en cuanto otro, por tanto el bien debe ser para la
persona a quien se ama; y no, a través de un autoengaño más o menos consciente se
busque un bien para sí. Existen personas que cuando dicen amar a alguien lo único que
quieren es dar algo a la persona que dicen amar pero con la esperanza que les retribuyan
en algo.
El bien que se le ofrece al amado sea un bien real, es decir, algo que lo mejore, algo
que lo perfeccione realmente en su ser. Este bien debe hacer del ser amado una persona
más plena. Y lo que más le perfecciona al hombre es el amor, por lo tanto el mejor bien
para el amado es que aprenda a amar. Este bien es algo que lo acerque, de una u otra
manera, a su destino terminal de amor en los demás y en Dios y solo esto le hará un ser
pleno y por tanto feliz.
En la reduplicación, «en cuanto otro», reposa la clave del genuino amor. Amar es
perseguir el bien del otro no por mí, sino por él. Querer al otro por él mismo y no por el
bien que yo pueda sacar del otro. No por mi conveniencia personal, ni por el placer que
me puede originar, no por lo que él me da, sino por su ser mismo, no por mí.
De ahí que, siguiendo a Tomás Melendo, son tres bienes que se quieren en el ser
amado:
a) Que sea, que exista: esto es lo primero que se quiere en el amado, que exista, de
tal manera que no se puede concebir la vida sin su existencia. El que ama se regocija en la
existencia del amado: ¡Es maravilloso que existas!, ¡yo quiero, con todas las fuerzas de
mi alma, que tú existas!, ¡qué maravilla el que hayas sido creado o creada!
b) Que sea bueno: Amar a una persona es conocer todo el potencial que tiene el
amado encerrado en su ser y querer que desarrolle todas esas potencialidades,
especialmente la más humana: el amor. Solo el que ama está iluminado para descubrir la
grandeza de la persona que radica en su íntima profundidad; y es capaz de dedicar su vida
entera a ayudarle a sacar de sí todo ese cúmulo de perfecciones que solo los tiene en
potencia; es decir, ayudarles a actualizar esas perfecciones. Esto es, educar a la persona.
c) Que sea feliz: solo cuando la persona dirige su actuación al perfeccionamiento de
su ser y lo consigue, ésta puede ser feliz. Y lo que más le perfecciona a la persona es la
verdad y el bien; por eso es que solo el conocimiento de la verdad y el amor del bien
verdadero puede dar a la persona la felicidad tan anhelada. Por eso es que la actividad que
más nos acerca a la perfección y, por tanto, a la felicidad, es el amor del bien; el bien que
está en las personas que nos rodean y en último término y más pleno en el Bien Sumo:
Dios, que es el único capaz de llenar nuestro ser ansioso y satisfacer las necesidades más
profundas del ser personal.
8. “Lo que se ama es el ser de la persona querida…desde y con el propio ser”
Lo que se ama es el ser de la persona querida, es decir primero se quiere su
existencia y todas las perfecciones que hay en su ser; el no ser no existe y no es nada. En
el ser de la persona se fundamenta la verdad, la bondad y belleza que amamos. Los
defectos son sólo ausencia de ser, ausencia de perfecciones que deberíamos tener pero por
la limitación propia de la naturaleza humana carecemos de ellas. Por eso cuanto más se
ame a la persona amada es porque se ha descubierto en ella perfecciones que para otras
personas son inadvertidas.
Solo la persona es capaz de amar a la persona. Ningún ser inferior (animal, plantas,
etc.) puede amar y ser amado. Y el amor es la unión de esos dos seres que tienen
capacidad de amar y ser amados. El amor es la íntima comunicación del núcleo más
íntimo del ser de estas personas que se aman, es el querer que ambos existan para
siempre. Por eso la muerte de alguno de ellos genera en el otro el mayor sufrimiento que
podamos imaginar e incluso puede quitar el deseo de seguir existiendo. El amor genera
una unión tan íntima en el ser de las personas que se aman; cuya existencia les es
imprescindible para vivir.
9. El amor y el perfeccionamiento de la persona
Cuando el hombre empieza a existir trae en su ser un proyecto de lo que será. Aquí
podemos identificar un conjunto de potencias que el hombre desarrollará a través de su obrar
inteligente y libre. Por tanto, deberá ejercitar esas potencias para ponerlas en acto. La
realización plena de esas potencias constituye el fin último del hombre.
Ahora bien, la capacidad de amar es la potencia más humana que tiene el hombre y ésta
se actualizará en la medida que realice actos de amor. Nadie aprenderá a amar si no es amando.
Es en el amor donde se encuentra el verdadero sentido de la existencia humana. En él
participan las potencias más nobles: inteligencia y voluntad. Precisamente la razón de ser de
estas potencias son el amor, pero no solo de estas potencias superiores, sino también de las
potencias sensitivas y afectivas, ya que en el amor interviene la totalidad del ser personal.
El hombre ha sido hecho por amor y para amar. Se podría decir que la esencia de la
vida humana es el amor. Cuando Dios Perfectísimo crea al hombre, lo hace sin tener necesidad
de él, lo crea por puro amor. Y como el que ama quiere el bien del amado, no el bien para sí,
Dios al crear al hombre lo dotó de muchas perfecciones que le servirían como medio para
conseguir su fin último. Dios al destinar al hombre al amor, pensó en la felicidad de su
criatura, no en la propia; ya que Él es infinitamente dichoso por su perfección infinita. Él con
su omnisciencia supo bien que lo único que realmente le haría feliz es el amor, por eso lo
destinó al amor. De ahí que se afirme que el hombre encuentra un sentido pleno en su vida,
amando a Dios en primer término y a sus semejantes.
Tomás Melendo afirma que: “... lo más definitorio del hombre, lo que explica las fibras
hondamente constitutivas de su ser radica en su capacidad de ser amado - ¡Dios lo ha
considerado digno de su amor infinito!- y, más aún, en su correlativa capacidad de amar. Por
consiguiente, la mejor manera de esclarecer el fin terminal de la persona humana, el hontanar
de su perfección última y cabal consiste en advertir que el Absoluto - ¡todo un Absoluto!- la ha
conceptuado merecedora de su amor, destinándola, al crearla, a ser un interlocutor del Amor
divino por toda la eternidad. Ahí se encuentra el fondo más cardinal y la explicación definitiva
de lo que estructura a la persona humana”10
.
Al respecto Genara Castillo nos precisa: “Estamos llamados al amor. Desde el amor
venimos, hacia Él vamos y solo podremos desarrollarnos en la medida en que vivamos en el
amor. Por eso, todos buscamos –aún inconscientemente- el amar y el ser amado. Sin embargo,
el asunto medular es acertar en el amor, aprender amar verdaderamente” 11
Por tal motivo, se afirma que el amor no solo está en el principio y el fin de la persona
humana sino también constituye la esencia misma de su ser. Por eso, el aprender a amar resulta
la tarea más importante y decisiva de la persona humana, pues de ello depende su felicidad y
su razón de ser.
10. Educación del amor humano: la familia la primera responsable
Como todas las capacidades humanas, la capacidad de amar debe ser educada; esto es,
debe ser desarrollada. “Educar viene del latín e-ducere, ex-traer, hacer surgir. “Educar es
ayudarle a sacar de sí (e-ducir), con el esfuerzo imprescindible por nuestra parte y la suya, toda
esa maravilla que encierra en su interior y que lo encumbrará hasta la plenitud de su condición
personal… haciéndolo, como consecuencia, muy dichoso”12
.
Cuando la persona empieza a existir tiene ya consigo la capacidad de amar, pero no aún
desarrollada. Como se ha dicho anteriormente, en el amor participa la totalidad del ser de la
persona, desde las facultades superiores, espirituales (inteligencia y voluntad) hasta las
corporales. Pues el espíritu se manifiesta a través del cuerpo. La inteligencia y la voluntad
necesitan, para ejercitarse, de un cerebro desarrollado. Por eso es que en los niños muy
10
Melendo, Tomás, Matrimonio y felicidad, Editorial Palabra, S.A. Madrid, 2003, p. 27 11
Castillo, Genara, Educación de la afectividad, Universidad de Piura, Piura, 2003, p. 150 12
Melendo, Tomás, Todos educamos mal…pero unos peor que otros, EIUNSA, 2008, p.
pequeños todavía no pueden darse actos de amor propiamente dicho, porque su inteligencia no
se manifiesta plenamente, solo como chispitas cada vez más continuadas.
De ahí que los niños hasta los 6 ó 7 años sean egocéntricos, ellos son el centro de sí
mismos, apenas están descubriendo su ser; por tanto, no quieren el bien para otro sino el bien
para sí. A este tipo de amor le podríamos llamar, en lenguaje aristotélico, amor espontáneo o
natural, el mismo que se da en un plano sensible. A mediada que el cuerpo desarrolle, la
inteligencia y voluntad podrán ir manifestándose plenamente y el niño estará en condiciones de
aprender a amar con un amor de elección.
Pero es sabido que se aprende a amar, amando, ejercitando la capacidad de amar. Aquí
son los padres los primeros responsables de enseñar a amar a sus hijos, ellos son los primeros
responsables de la educación de los hijos. Si los padres aman realmente a sus hijos lo primero
que deben buscar es enseñar a amar a sus hijos, así nos lo dice Tomás Melendo: amar es, en
definitiva, enseñar a amar. ¿Qué es lo que, por encima de cualquier otra realidad, debe
promoverse en los seres a quienes se quiere? Que ellos, a su vez aprendan a querer, que estén
más pendientes del bien de quienes los rodean que del suyo propio, pues esta es la manera
prioritaria en que se harán más hombres, personas más cumplidas. Todo lo demás, si no
culmina en la capacidad de querer resulta, al término, irrelevante, e incluso nocivo. En
definitiva, amar es enseñar a amar (y facilitar el amor)”13
.
La primera forma como enseñan los padres a amar a sus hijos es amándolos y
amándose mutuamente, pues el ejemplo es el mejor educador, las palabras conmueven pero el
ejemplo arrastra. Por lo tanto solo es posible enseñar a amar en un clima de amor, de confianza
en la familia, entre padres e hijos y hermanos.
Hasta el mismo Dios, como el mejor pedagogo, con su inteligencia y amor infinito,
vino al mundo para enseñarnos a amar con acciones concretas, con su ejemplo. Él sabe lo
importante que es para el hombre aprender a amar que envío a su Hijo amadísimo para que nos
enseñe el verdadero rostro del amor, no solo un amor natural sino elevado a su máxima
dimensión, a un nivel sobrenatural: el amor de caridad, agápe, que nos exige no solo amar a
los amigos sino también a los que nos hacen daño, por amor a Dios. Es Jesús, quien nos amó
con locura hasta llegar a dar la vida por cada uno de nosotros; ésta es la medida del amor en su
máxima exigencia. Por eso un día antes de morir nos dio el mandamiento nuevo: “ámense los
unos a los otros como yo os he amado”14
; el modelo del amor es Él mismo. Su vida entera lo
dedicó a amar desde que vino al mundo hasta que murió en la Cruz. Ésta es la mejor lección de
amor que ha tenido la humanidad y muchos cristianos lo han tratado de imitar entregando su
vida al servicio de los necesitados, por amor a Jesús.
Todos y cada unos de nosotros estamos llamados a amar en la medida que nos exige
Jesús y lo podemos hacer poniendo nuestra vida al servicio de nuestros semejantes: nuestro
cónyuge, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros amigos, nuestros alumnos, nuestros
compañeros de trabajo, etc.; esforzándonos por dar lo mejor de sí, cuidando hasta los detalles
más pequeños de la vida diaria, todo por agradar y obedecer al Amor de los amores, quien nos
ha amado primero y quiere que también amemos, porque sabe que solo esto nos conseguirá la
felicidad tan anhelada aquí en la tierra y la prometida dicha eterna, libre de todo sufrimiento,
en el Cielo.
13
Melendo, Tomás, Dimensiones de la persona, 2º edición, Op. cit., p. 83 14
Jn. 13, 34.
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