(es- bocas viejas,
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6gS A M E R I C A r i N T O R E S C A
por cl dc San Isidro. E l primero, mds pintoresco que el otro, atraviesa una vegctacion esplcn-
dida entre riscosas montaftas, con una temperatura deliciosa. E n dircccion dc Coconuco los
cerros aparccen sembrados de rocas de traquita, arrojadas por el volcan d enormes distancias:
por todos lados surgen aguas minerales; y los indios de este valle son los que van d las altu-
ras de Peletara y al N e v a d o de Coconuco cn busca dc nicvc para haccr sorbetes, a que son
muy aficionados los habitantes de Popayan.
D e s d e cl pueblo de Purace, situado d dos mil doscientos metros de altura sobre el nivel
del mar, y cuya temperatura media es dc + 1 3 ° , ! , se llega al volcan por unos senderos cscar-
pados, encontrando al paso las cascadas del Molino y del rio Arambio, que esta adornado con
L o s ce ido* t i a l a d o s , c e i c a dc Popayan
columnas dc traquita y tiene un salto dc c icntoveinte metros; luegoseencucntran los bosqucs
que los indios cultivan, y d la altura de tres mil cuatrocicntos noventa y cinco metros los pajo-
nalcs, hoy desiertos cn razon de las cenizas, tan perjudicialcs al ganado.
Con la altura se acentua el aspecto desolado de las plantas muertas. Los frailejones (es-
pclccias) muestran sus troncos escuctos sobre una capa de c ienode cincuenta ccntimetros a un
metro de espesor. A los cuatro mil seiscientos o c h e n t a y o c h o metros empieza la region dc las
n ieves perpituas, que acusan un espesor de doscientos veinte metros.
Boussingault, cn el afto 1 8 3 1 , estableci6 su obscrvatorio d una altura dc cuatro mil tres-
cientos cincuenta y nueve metros, con objeto de analizar los vaporcs de las bocas viejas, que los
indios llaman aun hoy el Azufral del Frailejon. D e un orificio que tenia cnt6nces treinta ccn-
timetros de didmctro y hoy tiene dos metros, brota una columna de vapor que, segun aquel
ilustre quimico, se compone de vapor acuoso, gas dcido carbonico y g a s dcido sulfhfdrico. E l
vapor brota con una violencia tal que cxccdc d la del viento en las mds recias tempestades.
de modo que se Uevaria d un hombre como una d ib i l paja.
N o hay medio humano dc subir a la cima para cxplorar el crater superior: cien chimeneas
de vapor rugiendo a un tiempo no pueden dar una idea del bramido de esecrdter iun hombre
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gr itando con fuerza al oido de otro, se o y e apenas. S e desprende del suelo un v a h o muy ca-
liente y el espectador permanece envuelto entre las poderosas bocanadas de vapores sobrc-
cargados de acido sulfhfdrico y carb6nico. Para tenerse en pit en el piano inclinado de la
montafia se requieren grandes es fuerzos ; y el terror que muestran los guias indios e s t a n g r a n -
de que no hay medio de hacer les seguir hasta semejantes alturas. S e g u n ellos, el crdter es la
boca del infierno.
A cincuenta metros de la abertura, la temperatura es de + i 8 ° a la hora meridiana; pero
d diez pasos del crater se e l eva subitamente hasta 40° o 50°. E s mas que probable que la co-
lumna de vapor al salir excede de 3 1 6 ° , calor bastante para volatilizar el azufre.
La cocina ilul sllo«1c Cucviiaa
A estos datos creo convenicnte afladir los que di6 Codazzi al vo lver de su ascension d
este volcan.
« N o puede dudarse, dice el sabio explorador, que ex i s te allf una ruptura de cquilibrio en
el estado de la atm6sfera: el calor inmenso del volcan determina una corriente ascendente, en
tanto que el aire frio se precipita sobre la montana. E l viento debe tomar naturalmente una
direccion totalmente contraria d la que tendria si saliese del mismo crater. E s imposible,
por tanto, l legar hasta la cumbre cubierta dc nieve , por oponcrsc a ello, a mds de la pendien-
te rdpida y cubierta de Iodo, el impetu del viento que daria cn el suelo con el cuerpo de los
ascensionistas. T a l les sucedio, durante la excurs ion que realice, a dos de mis gu ias , y por
cierto que temf perder mis instrumentos. H u b e dc res ignarme d bajar sin ver el cratcr supe-
rior, que no estaba ent6nces en actividad, pues no se oia rumor alguno, ni sal ia el mds levc
vapor de la abertura. A las tres de la tarde pude medir una parte de la cima, cenida dc n ieve :
el resto aparecia envuelto en una nube, sin que se e levara por encima ninguna columna de
humo.
» A unos veinte metros debajo del crdter pequerio que queda descrito, existe un yacimiento
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Bde azufre que se presenta en forma de agujas trasparentes y entremezcladas adheridas al
suelo y reformandose de continuo d una tcmperatura de 90°, fen6meno que no puede expli-
c a t e de otro modo que atribuy^ndolo d una combustion lenta del gas dcido sullhfdrico. Hay-
en este azufral una gruta horizontal abierta en una roca traquitica. Allf acuden los indios d
hacer provision del azufre que van d vender a Popayan. E l agua de la gruta, situada d tres
mil novecientos noventa y dos metros, tenia 8o° de temperatura, en ocasion en que el termo-
metro marcaba s«51o + 3 0 al aire l ibrc.»
A l g u n a s de las aguas termales sulfurosas que brotan de las laderas del volcan, entre ellas
las de Coconuco, que presentan una temperatura de + 1 3 0 ° , cmpiezan d ser utilizadas por los
habitantes del pais para el tratamiento de las afecciones cutdneas. H a y otras que al brotar
hierven y marcan dc 72 0 a 73 0 .
A 110 mucha distancia del Purac£ puedc admirarse uno de los s a l t o s d e a g u a m a s h e r m o s o s
de la Amer ica del S u r : tal es la chorrera de San Antonio, conocida tambien con el nombre de
salto del rio V i n a g r e 6 Pasambio . E l agua forma un solo chorro y se precipita desde unos
ochenta metros de altura. Mds abajo se encucntra una catarata mds pequefia, l lamada cascada
dc las Mofijas, que se arroja entre dos parcdcs traqufticas verticales. L a s aguas del rio Vina-
gre son tan dcidas, que es imposible permanecer un rato junto d la cascada de S a n Antonio
sin sentir en los ojos, banados por laespuma, un escozor altamente doloroso. Bouss ingault cal-
cula que en el espacio de venticuatro horas se desprenden del rio V i n a g r e treinta y ocho mil
seiscientos kil(Sgramos de dcido sulfurico y treinta y 1111 mil seiscientos de dcido hidroclorhfco.
Los efectos de esas aguas son tales, que no puede v iv i r un solo pez en el Cauca en un trecho
de sesenta kilometros, hasta su confluencia con el Palace.
Posee ademas este volcan ricas sal inas yodfferas en la masa traquitica, hecho por demds
curioso geologicamente considerado, y que hasta aquf no tiene precedentes en toda la Co-
lombia.
HI dia 19 dc abril sal imos de Popayan en direccion de Pasto, y J u a n se qued6 uno 6 dos
dias para ultimar una cxpcdicion de cajas. D e s e a b a rccorrer cl valle del Patia, con objeto de
estudiar su sistema hidrografico. E s t e val le es malsano y poco frecuentado. E n c a j o n a d o en-
tre altas Cordilleras, el calor, reverberado por los pajonales agostados, l lega d ser insoporta-
ble, y ademas, despues de las inundaciones del rio, despide miasmas deletereos, puyos germe-
nes mortales l leva d lcjanas distancias el aire de las montafias. Son contados los via jeros que
pueden gloriarse de haber escapado d las terribles f iebres del Patia.
A l salir de Popayan, el camino se empina hacia los arrabales compuestos de chozas en-
guirnaldadas de campanillas, capuchinas y otras llores brillantes. E n cada puerta hay una
tienda.
L a raza de indios cruzados de espanol, es alii a lgo diferente de la que he tenido ocasion
de observar en otras partes. E n los de Popayan no se ve el menor asomo de sangre negra y
todos los indigenas que encuentro al paso tienen la tez achocolatada y las piernas cortas :
son dercchos, rcgordetes y musculosos. Su nariz ganchuda, de anchas ventanas , sus ojos
pequenuelos y sus cabellos lacios, negros y recios les dan mayor semejanza con los tipos
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salvajes del Amazonas y de las vert ientes orientales de los Andes , que con la raza quichua 6
con la hispano-africana.
Alrededor de las chozas se ven pequenos huertos rodeados de empalizadas mal unidas,
siendo chocante el medio dc que se valen los naturales para evitar que los ccrdos que vagan
en libertad puedan atravesar las : al efecto les ponen un collar de palo compuesto de una hor-
quilla y un travesaf lo en forma de tridngulo y a veces da lugar a divert idas escenas el inutil
empefto dc los paquidermos para l legar d las plantaciones de batatas y yucas ( V d a s e el gra-
bado de la pdg. 732) .
E l camino es bueno y estd bien conservado ; la sorpresa producida cn mi por esta nove-
dad, cede al vcr a una cuadrilla de presidiarios con gril lete al tobillo, que ba jo la v igi lancia
de algunos soldados, que fraternizan mucho con ellos, trabajan cn su conservacion, fumando
y cantando juntos guardianes y penados, hasta el punto dc que lejos de mostrarse cohibidos
d nuestra prescncia, se nos accrcan en demanda de l imosnas y c igarros . Inutil es decir que con
esa libertad, malditas las g a n a s que tendran de poner pids en polvorosa.
En los repliegues del terreno, cl mds quebrado que he visto en el mundo, en todas las
anfractuosidades de las rocas, en las rafces, troncos y ramas de los drboles, por todas partes,
en fin, se ostentan las plantas mds cncantadoras.
A cuatro ki lometros de P o p a y a n a t ravesamos el rio dc los Brazos , que corrc por un vallc
cubierto de verdura.
A l medio dia l legamos d orillas del brazo m e n o r d e l rio R o b l e ( m i l ochocientos diez y siete
metros) y dos horas despues junto al brazo mayor (mil ochocientos cincuenta y seis) : este rio
debe su nombre d unos magnff icos roblcs que sombrean la corriente, al pie de los cuales crecc
una familia de delicados helechos.
En la cumbre de la cucsta inmcdiata sc ncccsita hacer un momento de a l to : en aquel sitio
llamado la cuchilla del T a m b o se encuentra la linea divisoria de las aguas del Cauca y de
Patia. Volviendo la cara hdcia el N o r t e se divisa la vasta llanura del Cauca, cuyo relieve en-
vuclve la neblina y en cuyo centro sc y e r g u e la montafta auri fera de la Teti l la . E n la Cordi-
llera central se distingucn los picos de la T e t a y de Chapa , y mas hacia la derccha el de M u n -
chique, cerca dc Quilichao. Hdcia el Sur , por el contrario, vcmos por primcra vez las peladas
pendientes que se hunden en el profundo va l le del Patia, cuyas aguas socavan incesantemente
cl suelo sobrado flojo, hasta dar con la osamenta dc esquisto alternado con los terrenos de
sienita.
Allf cerca, cn el mismo sitio ocupado hoy por la aldea de T a m b o , trab6 Bcldlcazar la ba-
talla que consum6 la sumision definitiva de los indios.
Al descender al valle del Patia sc encuentra primero el rio T imbio , d mil ochocientos se-
tenta y ocho metros, y luego la aldea del mismo nombre, a mil ochocientos noventa y tres, en
medio dc unas lomas muy inclinadas y cubiertas de bosquecillos. H a y por alii, junto a la casa
Alegrt'a, una cartada a la cual dan sombra bellos robles de treinta metros de altura, c u y o 111a-
jestuoso ramaje aparece lleno de bellotas del tamaflo de las castaf fas de Indias .
A las cinco y media dc la tarde l legabamos al alto de Cuevi tas , s ituado junto al rio Pie-
6gS A M E R I C A r iNTORESCA
dras y d mds de dos mil metros de altura, desde donde gozamos del espcctdculo de una so-
berbia puesta de sol.
Por el fondo del magnffico paisaje corre el rio Patia, del cual se levantaban d la sazon
vellones de nubecillas blancas como la nieve. D e subito cai desde el sexto cielo a la mds pro-
saica realidad. Anochecio de repente, como sucede siempre en el Ecuador : la puerta del ran-
cho estaba abierta de par cn par, y en el interior se veia, en medio del mayor dcs6rden, una
escena singular d la luz de una vela verde, que dos muchachos casi desnudos se pasaban al-
ternativamente. A un lado una mujer daba el pecho d un rorro; al otro la casera desplumaba
un pavo tierno con los dientes; y un hombrc av ivaba cl fuego del hogar, en el cual hervia un
gran puchero resquebrajado lleno de arroz procedente de las provisiones que trafamos dc re-
serva. (Yeasc cl grabado dc la pdg. 733 . ) Dentro y f u e r a de la cabana cl suelo estaba mojado.
Interior de l.» :g!e»ia de Dolores
y a las dos ho.ras dc cstar aguardando, hubimos de contentarnos con aquella cena parca en
extrcmo y con pasar la noche tendidos sobre el suelo hiimedo y frio.
Desde el dia s iguientese reanudaron los caminos escabrosos: dntes dc l legar al rio Piedras
pasamos tres horas mortales dc cruel martirio, por un camino cubierto dc arcillas esquisto-
sas reblandecidas por los ultimos aguaceros. A las tres y cuarto franquedbamos cl rio de
Quilcase, afluente del Patia. A l rcmontar su mdrgen izquierda, cubicrta dc patuanos pareci-
dos a las praderas movibles del Limusin, nos vimos cnvueltos por cspesos torbellinos de
langostas, con el aditamcnto del hedor producido por las hembras que mucren despues de
poner sus huevos, envenenando el aire con sus putridos miasmas.
Ricndonos estdbamos de las ridiculas consejas que contaban los guias a prop6sito dc esta
plaga, cuando Fritz, que se habia puesto h'vido como un difunto, fija sus ojos en los mios y
murmura con voz entrecortada por un castcfteteo de dientes:
— T e r i g o f jebre; acostadme.
Me apee en seguida del caballo, y le bajamos los guias y yo, dejdndolo tendido sobre la
V I A J K A LA AMERICA EQUINOCCIAL 7 3 7
yerba y envuelto en todos los abrigos que tenfamos a ma no. T r a s una serie dc cstremeci-
mientos que duraron por espacio de media hora, sobrevino el acceso, violcnto, prolongado,
delirante. Pero cuando disminuyeron las pulsaciones, volvimos A colocarle en la silla para ter-
minar la ascension a traves de los cantos rodados. ganar el altode la 1 lorqucta y llegar, entra-
da ya la noche. al lugardc Dolores. Afortunadamente llevaba youna carta de recomendacion
para la seftora Dofia Santicos Cor- y\'y XVVOAJi NNSSS
doba, hermana del general del mis- ; j M ^ V
mo apellido, presidente del Esta f V' J W l M v j ^
do >:<•. Tolima, <j!:i : 1 conocf e« I r y ' >
Ibague*, y gracias A lasesmeradas i ' , ^
atenciones de esta buena scftora, ^ ^ j ^ a j ^ } • ^ ^ f
mi excelente compaftero pudo re " ^ J ' W ' ft* 7 T j /
cobrar A poco las pcrdidas fucrzas. { / y 1 I
Dolores, 6 por otro nombre / ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^
trescientas almas, encaramada en ^ ^ H I L
una montafta, desde la cual se d« J ^ ^ ^ ^ p j ^ w
minan los rios Ouilcase y Esmita, f W ^-jfr ^ ^ ^ B f c j f c ^
y rodeada por sus tres costados ^ K i r ^ y j y "'- s i x T ^ - ^
de escarpadas pcftas cubiertas de J t g r ^ j ' P - ^ ^ y
una v e g e t a c i o n m u y p o d c r o s a . P o r "
el ladodel Mediodia se divisa una
serie de soberbias montaftas que y T
corren direccion de los Arbo- ^ ^ ^ H H m M L ^ ^ - m
les y del Patia. L a plaza publica, " V * ^
cuya altura result^ ser dc mil ocho- ' ' v ^ ^ ^ ^ K S i ^ B B B ^ B ^ B i S i f r
cientos diez y nucve metros. tiene
en la parte masclevada un vetusto 1 x' . - ' v
ccdrelo.cuyas primeras ramasdes-
apareccn bajo unas espesas matas ^
de floridas cstanopeas, y cerca del >
arbol se destaca la modesta facha- ki coi*!.* rf/. cn u qactr*)* dc Guam**
da dc la iglesia parroquial. En el interior del tcmplo reinan la miscria y la desnudez (vcase
el grabado de la prig. 736).
A las siete de la ma flan a del dia de la partida, nos hallibamos camino de los Arboles, en-
vueltos en una densa niebla y tropezando y rcsbalando sin cesar, sin encontrar ni un triste
arricro, ni una mala mula por aquel camino real, consecuencia inevitable de la apatia de los
naturales, y Aun debe aftadirsc que del gobierno, el cual. absorto en las complicaciones de la
infernal polftica, no se cura poco ni mucho de mejorar las vfas de comunicacion.
Se franquea el rio Esmita y por dos veces consccutivas el de Santo Tomds, A mil dos-
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cientos cincuenta y d mil ciento noventa y dos metros d e altura. P o r entre las pen as se ve la
hermosa Bletia rosea, y abundan las orqufdeas y bromelidceas. E n la quebrada d e Santo 'Po-
inds, que es muy curiosa por el fmpetu que lleva la corriente, y por la naturalcza dc sus cantos
rodados, distinguese la sienita, las traquitas y un dialaje de los tonos mds raros. Junto d la
orilla crecen en abundancia cartas bravas, nigas, crotones, y un sin fin de malvaceas y otras
plantas nuevas, en cuyo exdmen me entretengo hasta perder de vista la caravana. L u e g o me
pierdo por una complicada serie de senderos llenos de barro, sembrados de hoyos y orillados
de precipicios y derrumbaderos, y d lo mejor me encuentro en la orilla izquierda del rio, cuan-
do debia hallarme en la derecha. Mai lo hubiera pasado d no divisar unos grandes Ficus plan-
tados sobre una cuchilla, los cuales dan nombre al rancho de los Arboles y que y a conocia por
haberlos visto de l£jos, los cuales s irvieronme de gufa para llegar dntes de anochecer sano y
sa lvo y cargado de plantas y de piedras y no del todo descontento, d la casa de T o m a s F i g u e -
roa, que hallc atestada de pasajeros, los cuales departian con mucho calor sobre las mayores
6 menores probabil idades de la guerra.
Part imos de los Arbo les el dia 23 de abril, despues de pasar una noche muy agitada, y
continuamos a travcs dc las lomas desnudas. D e s d e la Puertica (mil cuatrocientos cincuenta
y nueve metros) los rcgalgaj-es, que son una especie de solandceas de gruesos frutos amarillos
en forma de cuerno (Solatium mammosum), abundan en las orillas del camino y junto d las
habitaciones, como entre nosotros el estramonio. L a Puertica se compone de dos chozas, y
en Santa Lucia no hay mds que una. E l terreno se inclina hacia el Sur , y en las yerbas secas
que lo cubren por completo, el sol reverbera sus rayos como en un espejo.
E n el alto de S a n Franc i sco (mil seiscientos diez metros) no se modifica aun el desolado
aspecto del pais, y no se v e un ave , a exccpcion de los gall inazos que nos acompartan rcvolo-
teando silenciosamente, cual si aguardaran la caida dc alguna mula estropcada para devorar
sus en t raft as palpitantes.
L a aldea de S a n Francisco se compone de algunas casas agrupadas al pi6 del alto del
mismo nombre, y sus moradores v iven dedicados al cultivo del arroz en los teirenos de re-
gadi'o. Una linda muchacha ocupada en las tareas necesarias al efecto, me entera del s istema
de cultivo en uso, que consiste en lo s iguiente : E n t r e junio y agosto s e r i e g a e l terreno, ludgo
se incendian los pajonales y se hace la sementera hdcia el 24 de seticmbre. Se i s meses des-
pues se cosecha el grano, se descascara en unos morteros y sin mds preparat ivo se envasa en
unos sacos de cuero de una forma particular, capaces para veinticuatro arrobas ( 2 0 0 kil6gra-
mos) de grano, el cual se vende por tdrmino medio d veinte reales (diez pesetas la arroba),
precio muy e levado, que porsf solo indica los pingues beneficios que podria reportares te cul-
tivo desarrollado en debida forma.
D e s d e S a n Francisco , s iguiendo d travcs de una meseta, l legdbamos en tres horas d la
<juebrada de Guavi ta , tan pedregosa y aspera como pintoresca, con su abundante espesura de
pitcarnias 'cubiertas de espigas de color de escarlata. L a s aguas de la quebrada corren en-
cajonadas entre dos altas parcdes verticales que presentan cl aspecto mds salvaje . A mi
paso por allf tuve ocasion de presenciar de nuevo el festin del g ran condor de los A n -
V I A J E A LA A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 7 13;
des (Sarcoramphus Papa), enteramente identico al que habia ya observado en Cartago.
E l condor-rey, rodeado de un enjambre de gallinazos cobardes y scrviles, colocados a dis-
tancia, hundia el pico en las entranas de una vaca, sin que aquellos se atrevieran d disputarle
la presa (vease el grabado de la pdg. 737).
Por fin, despues de una tormenta que tuvo mas de amenazadora que de terrible, y de se-
guir durante largo trecho la orilla izquierda del pintoresco rio Guachicono, l legamos dntes de
las seis de la tarde d la aldea del Bordo, d la postre de una jornada de mds de cuarenta ki-
lometros.
X V I
D E P O P A Y A N A P A S T O ( C A U C A )
El rio Pat ia ; gcografia f lsica y mctcrcol<Sgica dc la region.— Los ncgros patinnoi. — L a mosca ma-he. — E l Bordo; co^tumbres, usos, jue-
gos.—Poesla fiinebre del Pa l ia . - Marco-Antonio y el bambuto.—Pai>ajcs.—Calentures.— l ' laga dc bngostn* .—Bosque de l imoncros.
— E l c o c a . — P a s o de l rio Guachicono.— L o s ilos R i o s . — M e r c a d c r c s . — E l salto del rio M a y o . — C a s c a d e s d c la C a l i l c r a . — L a L'nion.
—Berruecos y la viruela n e g r a . — O l a y a . — L a s cscalcras dc J u a n a m b u . — O r t e g a . —Meneses . —Llcgnda a Pasto.
E l Patia es uno de los rios mds extraftos y pintorescos del mundo; nace en los flancos del
volcan de Sotara en la Cordillera central y a poco se precipita de una escarpada roca forman-
do una elegante cascada. Cerca de allf, en el Paramo del Buey , tienen tambien su nacimiento
dos poderosos rios vecinos: el Magdalena y el Cauca.
El Patia, cuya longitud total excede de cuatrocientos cincuenta kilometros, recorrc un
trayecto de unos ochenta, con los nombres de Sotard y Quilcasd, que cambia por el de
Patia desde que recibe el Timbio. Su curso superior encerrado entre altos y escarpados mon-
ies, describe una curva inmensa de E s t e a Norte y Suroestc, entrecortada por otros valles
concentricos, dsperos todos, formando en su conjunto un sistema oro-hidrogrdfico de los mds
extraordinarios. Encerrado luego entre dos de las ramificaciones principales de las Cordi-
lleras, y acrecentado con las aguas de sus tributarios Guachicono, M a y o , Juanambu y Guai-
tard, rompe el dique que le separa de las costas del Pacffico tal como el Danubio atraviesa los
Carpatos en las Puertas de I l i e r ro para precipitarse en el mar Negro . S6I0 que mds alia cl
Patia tuerce bruscamente hdcia el Norte formando un dngulo agudo, se escapa de los replie-
gues de la Cordillera occidental que le retienen en angostos valles, y ludgo de ofrcccr una
gran extension de curso navegable, desagua en el Ocdano por un inmenso delta.
Desde los parajes que acabamos de abandonar en los elevados picos de la Cordillera occi-
dental, como por ejemplo los cerros de San Juan 6 de Guavas , a tres mil metros deelevacion,
puede contemplarse un espectdculo extraordinario descrito por Codazzi y que yo tambien
tuve ocasion de ver en el Ecuador .
Codazzi paso la noche en la cumbre del cerro de Guavas , que domina cl T a m b o cerca de
Popayan, y despues de prcparar una base para medir los valles vecinos, tenia el teodolito en
la mano, cuando una espesanube envolvi6 todo el valle y velo las altas Cordilleras por el Oes-
te, midntras que el cielo permanecia despejado hacia Levante. E n el momento en que el sol
asomaba por detras de los cerros, el observador vio su imagen dibujarse en proporciones .
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enormes sobre Ia nube de enfrente, rodcada la cabeza de una aureola luminosa c irisada con
los colores del prisma. Igual efecto habian observado anteriormente B o u g u e r y Ulloa en
los A n d e s de Quito, y por este motivo recibi6 el fen6meno el nombre de «espectrode Ulloa.»
E n £1 se combinan dos fen6menos distintos: la aurora boreal y el arco fris circular completo.
Aquel la se observa en las regiones polares, cuando coincidcn la aparicion de la nube y la del
sol. Ent6nces al proyectarse la sombra sobre la nube, aparece la cabeza rodeada de una au-
reola luminosa cuya intensidad disminuye desde el centro d la circunferencia. E s t a aureola se
debe d Ia reflexion de la luz en las gotas de agua condensadas en la nube. E n cuanto al arco
iris se forma en el momento en que los rayos solares pasan d trav^s de esas gotas de agua, y
para que sea circular*y completo, es preciso que el espectador se coloque en la cumbre dc
una montana e levada. Ent6nces se observa que su intensidad aumenta con la v ivac idad de la
luz. Ademds , para que el espectdculo aparezca en todo su esplendor, precisa que la nube sea
trasparente y este colocada a corta distancia del espectador. E l espectro dura con frecuencia
de treinta a sesenta minutos, dcsapareciendo a medida que las nubes adquierenun t inteblan-
quecino, se d isgregan y se remontan al zenit como velo de encaje, para dejar ver de nuevo la
admirable perspcct iva de los cerros escarpados y de los profundos valles del Patia, y en lonta-
nanza hdcia el Oeste, la costa del Pacifico y la isla de G o r g o n a como una mancha sobre el mar.
Por poco que desde las alturas de S a n Franc isco o del Bordo, observe el viajero a su al-
rededor los monies y valles que terminan en la hoya del Patia, descubre desde lu£go que los
profundos barrancos y las escarpadas lomas, estan formados de un suelo poco consistcnte y
removido por todas partes hasta la vaguada del valle principal nivelado por las aguas . Diria-
se al v e r su contextura que ha pasado por alii un arado gigantesco.
E n el fondo del val le del Patia, se presenta el subsuelo compuesto de esquisto alternado
con la sienita; y por todos lados se encuentran salinas en explotacion, de gran provecho para la
cria de ganado . L a sal, merced al yodo que contiene, se usa ademds para la cura radical de las
paperas, enfermedad muy comun en otras partes del E s t a d o de Cauca.
Remontdndose con el pensamiento d trav^s de los siglos, imagin^monos la hoya superior
del Patia y sus tributarios formando un inmenso lago subandino, al imentado por la incesante
liquefaccion de los glaciares 6 nevados, ba jo la influencia del ardiente sol del Ecuador . Cien
kilometros de longitud por diez de anchura debia tener el v a s o en donde el l ago estaba en-
cerrado recibiendo d mayor abundamiento las aguas pluviales de mds de ciento sesenta mi-
ridmetros cuadrados. U n a vez la enorme masa de agua hubo alcanzado una profundidad de
dos 6 trescientos metros, ta ldebi6 ser el e m p u j e q u e imprimiria en la relativamente d£bil bar-
rera que le oponia la Cordil lera occidental cerca del Cast igo, que debi6 operarse una ruptura
instantanea. Fur iosas las aguas , se precipitaron de las mesetas a los valles, formando el actual
relieve de los terrenos, acentuado desde entonces por la continua accion de las aguas pluvia-
les, cuyas avenidas se comprende que sean muy rdcias, con s61o tener en cuenta que desde el
punto en que nos hallamos, d mil seiscientos metros sobre el Oc6ano, hasta el pueblo de Pa-
tia, s ituado aproximadamente a ocho kilometros de distancia, median trescientos ochenta me-
tros de desniveL
V I A J E A I-A A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 709
Semejantcs condiciones influyen de un modo especial en la salubridad del clima. L a enor-
me profundidad del val le con relacion d la altura de las Cordil leras vecinas, sus curvas de poco
radio que impiden el paso longitudinal de los vientos, las inundaciones que son allf tan fre-
cuentes, el calor intenso que reina en las hondonadas, los v ientos fr ios que dc noche bajan
de las cuspides, y la rapida evaporacion de las heladas aguas que bruscamente cobran una
elevada temperatura, todo contribuye d la insalubridad del val le del Patia, terror del viajero
y dun de los mismos indfgenas. L o s indios que vimos en los a lrededores de Popayan, y a no
seencuentran aquf ; tan s61o la raza negra y mestiza puede soportar impuncmente las terri-
bles emanaciones de aquel pafs.
DAIIU del hambuco cn la a ldea del I k t d o
L a poblacion negro-india sc estableci6 y multiplic6 en el val le del Patia, dcdicdndose d
la pesca; removi6, d menudo con buen £xito, las arenas auri fcras del r io ; cultiv6 en un suelo
ftrtil, la cafta dulce, el pldtano, el cafe, el cacao, la yuca, y cri6 mucho g a n a d o en buenos pra-
dos prescrvados por excepcion dc las devastaciones de la mosca nut he ( i ) .
T a l es , cn resumen, el aspecto f isico del Patia alto y medio, v isto desde las alturas del vi-
llorrio el Bordo, poblacion de tan escasa importancia que ni dun se menciona cn las geogra-
fias colombianas; pues s61o se compone de unas treinta casas y u n a b a r r a c a con t e c h u m b r e d e
paja que hace las veces de iglesia. E l dia despues de mi l legada era domingo, y vf salir de
misa a las mujeres arrastrando por el barro largas faldas dc percal de vistosos colores, abierto
el cors6, y calzados los ptes con zuccos de una forma particular. D e regreso d sus v iv iendas
iban a preparar el almuerzo, mientras los hombres se ponian d j u g a r d una especie de chito
6 bien cantaban acompaftdndose con la guitarra .
( ! ) L a ntunt ct una mosca verde pareckla al t i lurto, que pica al ganado depositaodo un h o c v o ha jo w piel . L a larva que nace a la-
\-or de la supuracion tulicuianca, alcan^a cl u m a R o d c una haba lormando un tumor indurado que sc inflama rapidamcntc . I )c ipue» de la
mctamorfdsis y salida del in»ccto, pcrsistc cl tumor y forma sobre la picl una induracion que destnejora considerablcmcntc al ganado.
E»'.a plaga es muy comun en cl valle d e P o p a y a n .
94
7 4 2 A M E R I C A P I N T O R E S C A
E n todo el Pat ia las mujeres l levan los rorros d horcajadas sobre las caderas , posicion
poco graciosa, que d veces lastima d las pobres criaturas; pero que deja libres l o s b r a z o s d las
madres. Vueltas esas mujeres d sus casas, quftanse inmediatamente sus trajes de cola.
L a aficion a los objetos brillantes, telas, imagenes, joyas , etc., l lega a la exagerac ion entre
los habitantes de e s e pais, con lo cual no desmienten la tcndencia peculiar de la raza n e g r a y
sus der ivadas .
E x i s t e , ademds, otra costumbre especial que no debe pasarseen silencio, cual es la de fijar
en el interior de las casas, poesi'as funebres impresas y orladas de negro. D e vez en cuando,
pasan por el pais poetfts y l ibreros ambulantes que se presentan ante las familias que acaban
de perder un ser querido y les endilgan una lamentacion improvisada d gusto del consumidor.
U n a v e z aceptada la composicion, la l levan d Popayan para imprimirla y la remiten d los in-
teresados contra reembolso. E s imposible imaginar nada mds enfdtico que esas muestras dc
dolor comprado, y no obstante las familias las Ieen y releen hasta aprenddrselas de memoria .
Pero d e j e m o s d u n lado tristes espectdculos, d los acordes a legres que l legan hasta nuestros
oidos. A c a b a n de decirnos que en una v iv ienda de la parte alta del pueblo se ha organiza-
do un bambuco m6nstruo. E l bambuco es la danza nacional. L a fiesta se celebra en casa de un
negro barbudo, l lamado M a r c o Antonio, y es de cardcter privado. «;Se nos permitira la entra-
d a ? Fr i tz y y o lo intentaremos, presentdndonos en compafti'a de un hijo de la poblacion. S o n
las dos de la tarde, y la sala tiene cerradas todas las ventanas. A nuestra l legada pdra la or-
questa en seco, y nos quedamos de pie en medio de la estancia hasta acostumbrarnos poco a
poco d i a s tinieblas, solo l igeramentc atcnuadas por a lgunos rayos d e l u z que penetran por los
intersticios dc las hojas de las puertas. E l ducho de la casa se digna acoger con majcstuosa
benevolencia nuestro deseo de asistir al baile, para comparar con las nuestras sus danzas, «de
las que tanto nos han hablado.» Sat i s fecha su vanidad con esta declaracion, da orden a la or-
questa de continuar con mds v ig or que antes. L o s ejecutantes son seis, sentados al fondo
del local sobre un banco rilstico. E l pr imero toca el tiple o la bandurria , del tamafto de me-
dia sandfa, cuyo instrumento hace las veces de primer violin. A su lado se sienta el maraco,
compuesto de dos calabazas con ma ng o de palo y llenas de semillas negras de achira; este
instrumento se toca agitdndolo como los antiguos chinescos 6 campanillas. S i g u c n dos gui-
tarras 6 vihuelas segundas de la misma forma que la primera, pero cuatro veces mayores ,
las cuales reemplazan al violin segundo y al violoncello. V iene d continuacion el tambor, equi-
valente al bombo, que descansa horizontalmente en el suelo y es sacudido d fuerza de brazos
con una baqueta forrada de piel. Por ultimo, el cuho desempena el oficio de tamboril y pan-
dereta, s iendo un instrumento muy parecido d un enorme pote de confituras tapado con su
papel, cl cual se toca con los dedos, las uftas, el pufio, los codos y las rodillas ( i ) .
E l efecto de esta orquesta medio sa lva je es de todo punto indescriptible.
M a r c o Antonio, con la sonrisa en los labios, no quiere de jar d nad iee l cuidado de desplc-
g a r ante nosotros las gracias del bambuco nacional. E l i g e su bailadora, se echa la ruana atrds,
( i) En cl valle del Cauca, desde Cal i a Cartago y mas al ia , al tambor pequefio se le llama pander tta; a la guitarra menor bandola y
cl mwato cs remplacado por cl a!/an.L>iiie, cspecic de bambu lleno de semillas que sc agi :a con cstrcpito.
V I A J E A LA A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 7 13;
sc cuclga un paftuclo de seda al cuello, coge los picos, sc pone cn jarras y comicnza la per-
secucion. Digo persecucion porque eso y nada mas es el bambuco que he visto bailar. L a
bailadora retrocede, gira sobre si misma con los ojos modesiamente bajos, balanccando los
brazos y sin Icvantar apenas los pies del suelo: cscapa sin ccsar a los obsequios dc su pareja,
resistiendo d todas las seducciones que desplega ante ella. E s c manejo dura horas enteras,
hasta que despues de mil vueltas y revueltas, cae por fin bajo la fascinacion dc los ojos in-
exorables del bailador, quicn ent6nces la cogc en sus brazos y rcndida y palpitante la lleva
A la sala vecina, donde la esperan refrescos cn forma de copas de aguardiente y cigarros de
tabaco negro. (Veasc el grabado de la pag. 74 1 . )
Salimos del baile y emplcamos cl resto del dia, visitando los alrededorcs, inspcccionando
los pintorescos rcpliegues de las montanas y rcuniendo datos sobre la region. L a caida de
la tarde era magnffica; distante aun el sol del horizonte, estaba medio velado por fajas de
ncgros nubarrones, ribctcados dc gris y plata. E n un tumultuoso oceano de montaitas de es-
quisto y arcilla roja se veian los palidos tonos de los vastos pajonalcs, y solo el fondo de las
quebradas aparecia sembrado de arbustos y arboles de vigorosa silueta.
L a muralla que limita la orilla izquierda del Patia, presenta las capas horizontales de sus
estratificaciones en sentido dc E s t e a Oeste; pero hacia cl Sur , entre dos lechos diferentes,
cambia su direccion prescntdndosc de Norte d Sur, por efecto de una dislocacion debidaa un
movimiento de oscilacion de la Cordillera occidental. Por cl Este , las apofisis de la Cordillera
central, cuyas crestas son arqucadas y semi circulares, estan interrumpidas por picos traqui-
ticos como el de Lorma. L a vista se dilata d lo lejos hasta alcanzar la orilla izquierda del
Guachicono, d lo largo de cuyo rio las capas cstratificadas esquistosas se manificstan de
Este d Ocste, hundidas por consiguiente sobre la base de los picos de la Cordillera central,
cn tanto que en una seccion vertical espontdnea, aparecen horizontales y en direccion de Nor-
te a Sur. La rdpida inspcccion dc la comarca desde aquel punto, revela claramente el indicado
movimiento dc oscilacion. A lo que parcce, 6 bien la Cordillera central ha desccndido despues
del levantamiento general dc las montanas, 6 los terrenos dc scdimento, prensados y cogidos
como con una tcnaza entre dos Cordilleras, sc han hinchado rompiendose por el ccntro 6 incli-
ndndose hacia cl pie dc los ccrros laterales.
E n cuanto Ileg6 Juan, que sc habia qucdado rczagado con los mulos, mc despedi de los
habitantes dc Bordo. Por cspacio de dos horas no cambi6 cl terreno, cubierto de lomas, al pie
de las cuales serpen tea un camino, cuando no pedregoso, lleno de barro; pero no relativa-
mente intransitable. E n poco tiempo atravesamos dos veces la quebrada Bobo y unos rios sin
nombre, cuyo lecho se hunde gradual men te como lo atcstiguan las capas superiorcs de aluvion
llenas de cantos rodados. Los pocos arbustos que se ven en el camino, pertencccn al g^nero »
Croton y aparecen totalmentc cubiertos dc plantas trepadoras, cucurbitdceas, ipomeas y dale-
campias. A l propio tiempo tuve ocasion de rccogcrun e jcmplardc vainilla si lvestrecon frutos.
A las docc y media del dia llegabamos al pueblo de Patia (635 metros), con un calor so-
focante y hi'imedo, al fondo de un valle donde por todas partes sc respiran calcnturas. Una
iglesia grandc y destartalada con muros dc barro medio hendidos; miserablcs cabaftas entre
7 4 4 A M E R I C A P I N T O R E S C A
cscasas plantacioncs de tamarindos; humeantcs cscombros de habitaciones incendiadas la no-
che preccdcnte; una escuela publica, en donde un jovencito, casi un muchacho, daba clase
sentado en el umbral de la pucrta, d algunos arrapiezos que lcian en un cuadro; aca y aculla
caminantes mulatos, macilentos y de andar incierto; una regular sopa de sancocho y una no-
che de mosquitos, constituyen las poco consoladoras notas tomadas como recuerdo del pue-
blo de Patia.
A r d i a en deseos de abandonar esta maldita localidad, y como cierto ingeniero americano
La» laugosus del Palia
que encontr£ en Popayan y su scnora acabaran dc l lcgar, me decidi d tomar con ellos la de-
lantera, d fin de arribar cuanto antes d Pasto.
D e Patia d T a m a r i n d o , s iguiendo siempre por las lomas de un pafs desierto, 6 bien por arena-
les ap^nas cubiertos de sccas gramineas, pasamos por Herradura con un calor sofocante y
cnvueltos entre nubes de langosta. L o s insectos adultos, cuya prcscncia habia observado cn
el rio Quilcas^, habian desaparecido, sucediendolcs cspesos enjambres de langostas j o v e n e s
que oscurecian el sol y limpiaban los campos de toda vcrdura. N o puede darse dcvastacion
mds completa; no solamcnte no quedaba ya ni una planta, ni una hoja, ni un tallo de yerba
hasta donde alcanzaba la vista, sino que las hambrientas larvas atacaban la corteza de los dr-
boles, y roian hasta las duras fibras del caratas (ttromelia A'ara/as). N o habia visto nunca
nada semejante; ante este espectdculo se comprenden los lamentos que arranca de los africa-
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nos la terrible plaga de la langosta ( 1 ) . A l pasar j u n t o d la empalizada dc un e x platanar del
cual no quedaban m i s que poqufsimos tallos tronchados y sin una hoja, una pobre mujer
en el umbral de su cabafia me detuvo, y levantando los brazos al cielo, e x c l a m 6 : — j Ah,
caballero, el seilor Dios nos mala /
Pronto cambia el aspecto del pais : descendiendo hdcia el paraje donde el rio Guachicono
se une al San J o r g e formando la pequefta peninsula l lamada de los dos Rios, las partes lianas
aparecen llenas de cidnagas, y el calor, que alcanza allf treinta y cinco grados, produce una abun-
dante evaporacion y miasmas deletdreos. L o s bordes de las c icnagas estdn cubiertos de alis-
mdceas, aroideas, y altas gramfneas , v iendose tambien el Thalia dealbata. D e esta suerte
Igleiia de Mcrcadercs
llegamos al valle de Guachicono, donde campea una vegetacion muy particular. P o r pr imera
vez atravesamos un bosque de limoneros silvestrcs, que produce un efecto de todo punto
original. Constituyen esos arboles la vegetacion predominante, si bien crecen en compaf i fade l
Coca (Erythroxylon Coca), de los guayabos , de un Ficus de grandes hojas provistas de ner-
vios blancos, de las chir imoyas (Anona muricata) de frutos enormes, y de los guamos (Snga
cdulis) de largas y lechosas vainas. E l suelo estd cubierto de deliciosos limones, con los cua-
les llenamos las alforjas.
(1) Se supone en e*ta region del Cnuca, que Ja langosta hizo su primera aparicion cn cl punto llamado el Castigo, prccisamentc en
el sitio en que las aguas del antiguo lago del Patia rompieron el dique que las contcnia, para precipitarse porelotro lado dcla Cordillera oc-
cidental, hacia cl Paclfico. La horrible plaga reaparecc en pcriodos dc ocho i diez aflos; prcscntandosc la langosta cn tan gran numcroquc
forma espcttt nul»es hasta tapar el sol. El insecto adulto tiene de seis a ocho ccntlmctros dc longitud, y se parece mucho a la langosta
cmigrante de Argclia, si bien ofrccc notables diferencias en cl color. Sua seis patas, largas y articuladas, estan pro%istas de aguijones cur-
vos, por medio dc los cuales se sostiene sobre los vegctalcs. Sus alas son dc un color amarillo palido, que sc trasforma lu^go en cenicicn-
to, y con sus fuertes mandlbulas roe en poco tiempo las hojas, las cortczas, y hasta los retofios mas duros. Cada hembra introduce su agui-
jon cn cl suelo y pone un ccntcnar dc huevos envueltos cn un canuto membranoso. Dc estos hucvos nace rapidamentc una multitud de
pequenas larvas negruzcas y saltadoras, que devoran en poco liempo toda la vegetacion que respctaron sus padres. Los insectos adultos
mueren; cl macho despues dc la fccundacion y la hembra luego dc habcr depositado sus hucvos.
_ 760 A M E R I C A P I N T O R E S C A
L o s dos rios Guachicono y San Jose , ambos anchurosos y de corriente rdpida, deben va-
dearse, opcracion no exenta de peligro pues las l luvias modifican la corricnte, alterando su
fondo, y los vados que ayer cran faciles, sc conviertcn al dia siguiente cn profundos hoyos.
Sin embargo , pasamos el Guachicono fcl izmentc y d una hora de allf, despues dc a t r a v e s a r d e
nuevo un terreno inundado, en el que los limoneros, los cocas silvestres, las pitahayas (Cc-
reus PUajaia) se entremezclan con grandes euforbiaccas. y una deliciosa cesalpfnea de her-
mosas llores rojas, formando un bosque encantador, dimos con el rio San Jorge , que fu£ pre-
ciso atravesar del mismo modo.
D e s d e Mojarras, que estd a lgo mas alto que el Bordo (742 metros), d la cdspide de una
colina coronada por la mesa de Mercadercs, sc divisan allcndc cl rio Mojana , los estribos de
la Cordillera central que se destacan en dngulo recto sobre el eje principal, formando una sc-
ric dc dentellones, dispuestos con tanta regularidad como las cspinas dc un pez. E s t e piano
inclinado forma una de las regiones mds tristcs que puede atravesar un viajero. Hasta donde
aicanza la vista s61o se divisan superficies peladas, sin mds vegetacion que alguna que otra gra-
mfnea. E l suelo, l igeramcntc inclinado hacia el Norocste , estd abarrancado por las aguas pluvia-
les. A flor de tierra aparecen por doquiera rocas blanquccinas. sumamente blandas. E n los
tiempos prehistoricos, la mesa de Mercadercs debio formar la solera del antiguo lago suban-
dino, dc que se ha hablado antes, e levado mds de trescientos metros sobre el actual cursodc l
Patia, y ^u superficie pulimentada serd debida al roce de los terrenos desprendidos dc los
cerros de M a y o y Sombrcri l los, cuando sobrcvino el cataclismo que arrastro tierras y aguas
hacia el Patia y cl Pacifico.
E n cl alto de Dolores (95S metros). ccrca de Mercadercs, sc distinguen con claridad los
cantos rodados del fondo del antiguo lago, respetados por las aguas poco impctuosas en aquel
punto, mientras que en las partes bajas han sido arrancados profundamente a consecuencia de
la ruptura que tuvo cfccto cn direccion del Ocste. D e s d e este punto el panorama que se des-
cubre, mds que pintoresco, c s sublime. L a s altas Cordilleras se destacan cn lontananza; en cl
fondo del valle los esquistos dibujan con v igor sus yacimientos ora horizontales, ora inclina-
dos ; cl alto de Dolores, poblado de bosques, y el mar pctrificado de las colinas d«5l Patia, for-
man violentos contrastcs dc colores vcrde y rojo dc ladrillo, y un hermoso sol. en su ocaso,
ilumina d nuestra l legada este grandioso espectdculo.
Mercadercs estd situado a mil ciento ochenta y ocho metros sobre el Occano, sin que
ofrezca nada de particular, d no ser una venta detestable, y la iglesia que se dcstaca sobre un
fondo montaftoso, cn el cual sc ycrgue el pico de la Campana 6 dc San Andres (vease el gra-
bado de la pdg. 745).
E l camino desde allf descicnde, se encumbra y vue lvc a bajar d traves dc una serie dc
barrancos bruscos, pcdrcgosos y erizados dc f ragmentos de roca desprendidos de la mesa. E n
cl puerto de Sombrcri l los ( 1 , 3 2 1 metros) se deja por un momento cl desierto para descender
con rapidez al escarpado val le del rio M a y o , donde cnormcs masas arcillo-silfceas dispues-
tas en bancos horizontales produccn magnffico cfccto. U n a hcrmosa Pcpcromia de grandes
espigas 6 panfculos y hojas orbicularcs, levanta su silucta entre las entalladuras de las rocas.
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S e atraviesael M a y o a mil c ientosetentay un metros en u n p a r a j e por todo extremo pinto-
resco. Encajonado el rio en una estrecha Canada, forma algo mds arriba una catarata, conoci-
da por «Salto del M a y o , » y lucgo corre a veinte metros de profundidad por debajo dc un
arco dc piedra que 1c franquca. A l g u n a s rocas arcillo siliccas amontonadas suspenden verti-
calmente sus redondeadas y azuladas superficies sobre las turbulentas aguas, y la semi-oscu-
ridad del lugar imprime al paisaje un efecto por demds fantastico.
E l terreno es cada vez mds quebrado: desde cl rio M a y o se subc por entre variadas espe-
suras interpoladas con algunas lomas, hasta cl lugar de la Caldera, com puesto de un puftado
de cabaftas en desorden. A la derecha una profunda quebrada separa dicho lugar d e u n brusco
levantamiento de la montana, en la cual una cascada dispuesta en gradas forma hasta doce
I fiesta >• plaza dc la Union
caidas de una altura total de cien metros. S u s aguas plateadas se derraman por los pianos in-
clinados de los peldafios entre hendiduras, en donde la humedad da vida a numerosos arbus-
tos, hasta que cl lecho de la quebrada Caldera las recoge para l levarlas al rio Mayo .
E l lugar de la Caldera se halla a mil cuatrocicntos noventa y tres metros de elevacion; el
camino sube siempre, y cn la casa dc la Horqueta aparecen los primeros campos dc patatas
y trigo que he visto desde hace mucho tiempo. Por un hermoso camino sombreado por arbo-
les, l legamos d la Union, pueblo de alguna importancia (d 1 , 8 3 7 metros).
L a poblacion se compone dc una sala calle en rapida pendientc desde la plaza d la iglesia
y por detrds de las casas asoman muchos naranjos y otros arboles frutales. L a calle en cuestion
estd trazada sobre una cuchilla entre dos profundos valles abruptos, en un suelo tertil apenas
escarbado por cl cultivo de algunos habitantes menos ociosos que sus convecinos. E n este terre-
no profundo y bajo con un clima templado se daria todo; pero apenas si de tarde en tardc se
descubre un platanar o el azulado verdor de un campo de yuca (Manihot utilisima). E n vez
de labrar las tierras, los hombres prefieren tejer sombreros de paja de Carludovica. Uno, a
quien pregunte lo que ganaba con cllo, me contesto inocentemente: que un buen obrero
7 4 3 A M E R I C A P I N T O R E S C A
empleaba seis dias en tejer un sombrero de valor de un peso (4 pesetas) , pero que preferia
esta ocupacion sedentaria d tener que fatigarse cultivando la tierra, aunque con ello ganar ia
diez veces mas.
A l salir de la Union, el camino se d i r ige por una empinada cuesta hdcia los pdramos; pron-
to sobrepujamos la altura de dos mil metros; entre los matorrales vecinos, se da la patata
si lvestre (Solatium tuberosum), cubierta de grandes y bellas llores de color violeta. L o s ar-
bustos, ba jo los cuales se cobija, pertenecen d una mirtdcea llamada guacayan, que daria una
excelente madera para la ebanisterfa ; sus
frutos son grandes y oscuros, como la cas-
taiia de Indias, y suceden d las hermosas Ho-
res biancas de que se cubrcn durante la pri-
mavera .
Reaparecen pronto los esquistos, los malos
pasos y los resbalones, antes de l legar d Ber-
ruccos, pueblo de a lgunos centenares de ha-
bitantes, donde nos detuvimos un momento
para comer unos huevos y unas tortas dc
mafz. U n a espantosa epidemia d e v i r u e l a n e -
gra diezmaba a la poblacion, ccbdndose prin-
cipalmente cn los parvulos. Abandonamos
pronto este funebre pais y l legamos a Ola-
y a ( 1 , 9 1 3 metros), cn donde no sin trabajo
encontramos una detestable g ran ja por todo
abrigo y algunos mendrugos por todo ali-
ment©. D e s d e O l a y a se divisa el va l le de
J u a n a m b u y sus estribos entre los cuales se
deslizan los af luentes de aquel. E l conjun-
to forma un paisaje imponente, pero un tanto
desnudo. A lgunos picos, cn especial hdcia cl
Sur , recortados y dentellados por demds, atraviesan las nubes. R e c o g i d o s en un miserable ran-
cho, situado en una meseta pintoresca, pasamos la noche sobre tres dcs igualcs tablas, espe-
rando s61o para partir, la pr6x ima salida del sol.
E n la quebrada Mazamorra , muy encajonada, puesto que hemos vuelto a bajar a la altura
de 1 , 4 5 3 metros, se ven g igantcscas rocas suspendidas sobre el camino, cubiertas de grandes
pitcairnias l lenas de ondulantes esp igas de un efecto sobcrbio. A l g u n a s cabaftas de pastores,
s ituadas en la Caftada ( 1 , 5 5 9 metros), me ofrecen ocasion de ver muchas reses llenas dc tu-
mores producidos por la mosca nuche, de que hemos hablado poco ha : las pobres bestias cu-
biertas de l lagas, arrastran una existencia miserable y pierden todo su valor en venta. H i t e n o s
y a en la pendiente que conduce al «terr ible J u a n a m b u , » como le l laman los poctas Colombia-
nos, tortuoso rio que corre, 6 mejor, se precipita del pdramo de A p o n t e , surcando con furor
Trapichito «lc Juanambu
^ - V I A J E A L A A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 775
su cstrecho cauce, compuesto de desnudas rocas perpcndiculares, que forman colosalcs mura-
llas porffdicas. Enormes bloqucs desgastados por las aguas durante siglos, se oponen a la
corriente, que al quebrarse en ellos se pulveriza.
Descendiendo v e o un pequerto trapiche 6 molino para triturar carta de az ikar , sobre una
pintoresca loma; el aparato se compone de dos bastos cilindros dc madera, lo mds rudimen-
tario que puede verse, pero su situacion o emplazamiento en este pais lo convierten en moti-
vo de decoracion encantador.
El pucnlc de Juanambu
Frente d la Canada, en donde el J u a n a m b u sc halla d una altura de mil doscientos cincuen-
ta metros, se le atraviesa por un buen puente de piedra y ladrillo de cinco ojos, largo de se-
senta metros por quince de a l tura; que f u £ c o n s t r u i d o por Barretti en 1866-68. S o b r e el pre-
t i l s e v e unaldpida conmemorat iva del dia 2 de mayo de 1 8 1 4 en que el e jcrcito republicano,
dias 6rdenes del general Antonio Narirto, f ranqueo d v iva fuerza los desfi laderos del Juanam-
bri defendidos por mil trescientos hombres mandados por Melchor Aymer ich . Cerca de allf, d
unos doscientos metros del puente, el rio Buesaqui l lo l leva al Juanambu el tributo d e sus
negras aguas ; se le pasa d v a d o sobre un lecho de cantos rodados.
Allf da principio una de las mds largas y penosas cuestas que existen en Colombia, y que
por su disposicion especial mereceria cl nombre de «escaleras del J u a n a m b u . » D e s d e una
altura.de 1 , 2 5 0 metros es mencster trepar dc un tiron hasta O r t e g a , que se halla d la
de 1,986 metros, s iguiendo un estrccho carto, en donde dos mulos no podrian cruzarse sin 95
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pel igro , cubierto de cnormcs areniscas y p6rfidos rodados, por cuyas pulimentadas superfi-
cies deben saltar los pobres animales, con g r a v e r iesgo del j inete y la cabalgadura.
L u l g o el camino costea profundos y salvajes precipicios, y al tdrmino de la cuesta, se
encuentra Ortega , lugar compuesto de algunas cabanas emplazadas sobre un suelo de rocas,
cuyos maticcs, variados hasta el infinito, ofrecen vasto campo a los estudios del mineralo-
g i s t s
Demos un adios por mucho tiempo d la region caliente, pues en adelante deberemos
errar y vivir muchas semanas por las grandes alturas, avanzando siempre hdcia el Ecuador .
I l e tenos de nuevo en la region de las nieblas glaciales, de las bromelidceas y de las odonto-
glosas . Grandes valles mds largos y suaves , descienden por ambos lados sin alcanzar siquiera
la region templada; los tonos verde claro y verde oscuro de su superficie indican que la vege-
tacion al fombra las rocas por todas partes: los arbustos consisten en oj iacantos, drimos,
osteomeles y muchas melastomaceas cubiertas todas de Hquenes sarnosos 6 cabelludos, rojos,
gr ises , amaril los, negros y blancos. S o b r e las praderas rasas en que se amort igua el paso de
las caballerfas, surgen hermosos grupos de gencianas regoci jando con su t i m e lila claro
la exces iva crudeza de la uniformidad del verde.
D e s p u e s de algunos malos pasos por lodazales ocultos bajo la yerba , l legamos a Mene-
ses, hacienda de tierra fria que ha de ser nuestra ultima ctapa dntcs de l legar d Pasto. Aun-
que la casa esta deshabitada, seguimos la costumbre de acomodarnos en ella sin cumplidos,
y condimentamos un misero sancocho, con provisiones felizmente guardadas cn las alforjas.
Pasado M e n e s e s , de donde partimos al dia s iguiente muy tcmprano, las grandes prade-
ras de suave decl ive se desgarran reapareciendo el esquisto micaceo. I*"rente a Buesaco, se
encuentra una poderosa roca de p6rfido. D e nuevo nos hallamos rodeados dc una vegeta-
cion frutescente de encantador aspecto; si bien el camino es muy malo y las pendientes
dsperas y apenas transitables. S in embargo l legamos sin grandes tropiezos al alto de Aranda ,
que mide tres mil trescientos metros.
D e s d e alii se divisa un panorama espldndido. L a ciudad de Pasto yace A seiscientos
sesenta metros de profundidad en el centro de una cuenca cubierta de verdor , que forma un
llano de dos d tres leguas de extension, rodeado de montaftas, de las cualcs la mds aha es
el cono truncado del volcan de la Ga lera (4 ,200 metros) y de paramos cuyas cumbres apare-
cen cubiertas de espesos bosques. Por todas paries se ven campos de trigo bien cultivados y
separados por setos, alternando con nutritivas praderas cuajadas de ganado. E l rio Pasto
serpentea por el fondo como una cinta de plata: en la vertiente de los cerros blanquean nume-
rosas cabaftitas de indios medio civilizados revelando la existencia dc un pafs poblado y for-
mando ricos detalles que contribuyen d dar al conjunto del paisaje un aspecto encantador.
T r a s dos horas de bajada por un camino muy rdpido, detestablemente af i rmado, resba-
ladizo y d veces obstruido por desprendimientos, l legamos por fin d las puertas de Pasto , en
donde entramos mis dos compaileros y y o el dia 29 de abril, ansiosos a cual mds despues de
cerca de seis meses de espera, de tener noticias de nuestra qucrida Europa .
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X V I I
L A R E G I O N D E P A S T O ( C A U C A )
Un domingo cn Pasto; costumbrcs, puntos dc vista, trajes.—La oca.—Ilisturia y description de Paslo; habitacioncs, mctodo dc vida.—
Industrias locales: fabricacion dc tcbijas y del barniz de P a s l o . — E l volcan dc la Galcra .—Las grutas o cucvas del Peligrn.—Kxpedi-
cion a la Cocha.—Don Juan Rodriguez.—El pueblo de la Laguna.—El casiigo del IY/K.—KL camino de los tnonos.—Alto dc la
Cruz.—Las cargueras de Mocoa.—Una noche terrible.—Casapaniba.—En lasMo>ar.—Navegacion por la C o c h a . — L a 1'uya tfgaHtta. —Geogtafla.—Rcgrcso a Faslo.
Cuando se entra en Pasto por pr imera vez , no cede c icrtamcnte la buena impresion
experimentada por el v ia jero al contemplar le desde las alturas de A r a n d a , recostado en su
nido de verdura. S o b r e las e l e v a d a s casas que ladean sus rectas y anchas calles, se levanta
la torre cuadrada de S a n t o D o m i n g o y los campanar ios mas altos aun de-la Catcdra l y dc
San Francisco. S e conoce por ello que Pasto cs una vcrdadera poblacion m u y distinta de las
pseudo-ciudades que hemos atravesado hasta aquf , y que los conquistadores espanoles supie-
ron elegir bien el baluarte de su poderio en el sur de N u e v a - G r a n a d a .
Despues de mucho ir y v e n i r , tuve Ia dicha dc encontrar hospedaje en un ant iguo con-
vento ruinoso, una parte del cual , entOnces en reparacion, contenia a lgunas piezas bastante
presentables, ocupadas por don A g u s t i n R a m i r e z , impresor , industria poco f loreciente en
Pasto.
A l dia s iguiente y en tanto a g u a r d a b a d Fr i tz y J u a n que se habian quedado rezagados,
gird una visita por la ciudad y l len£ de notas la cartera. E r a d o m i n g o y dia de mercado. L a
espaciosa plaza mayor, dc suelo en decl ive y flanqueada de una parte p o r la catedral y d e la
otra por una linea d e casas port icadas, presentaba un aspccto muy animado. L o s pastusos
formaban allf numerosos grupos cuyas cobijas de v i v o s colores, en que el rojo dominaba, pro-
ducian un deslumbrador efecto. I l o m b r e s y mujeres l levaban sombreritos de paja de levan-
tadas alas y sin adornos de n inguna clasc, segun Ia moda de la comarca. A p r o x i m a n d o m e a
los vendedores acurrucados a l rededor de sus comest ibles , pude o b s e r v a r cuan g r a n d e era la
semejanza de los productos que ponian a la venta con los de Bogotd , sa lvas l igeras diferen-
cias. S e conocia que estdbamos cn tierra fr ia, si bien las naranjas y l imones de Patia y de
Guaitara, los higos chumbos y los pldtanos, anunciaban la proximidad de climas mds tem-
plados. Por do quiera se veian g randes montones de patatas y ocas , objetos dc gran consu-
mo. E l cultivo de la oca, cspecia lmente , estd muy gencra l izado cn esta region. E s una
planta de la familia de las oxa l ideas ( o x a l i s tubcrosa) originaria de los A n d e s , caracterizada
por sus tallos carnosos, hojas div ididas en cuatro hojuelas que recuerdan la forma del tr^bol
y umbelas de flores amari l las . C a d a p i£ cult ivado en cabal lones de tierra l igera, produce
abundantes tuberculos o raices del tamano de una patata , de di fcrentes colorcs y aspecto
oblongo o c lavei forme con honduras escamosas. C o n t £ cn Pasto hasta diez var iedades de
oca, que se distinguen por su color: rosa, bianco, amaril lo pdlido, v io leta , ro jo avinado, ctc.
Los tres primeros predominan. A n t e s de consumir esos tuberculos, debe poncrscles al sol
durante'algunos dias para transformar en aziicar el almidon que contienen y quitarles su na-
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tural acidez. S e les cuece en a g u a y se monda con un pano la fina piel de que estdn cubiertos.
S u naturaleza harinosa y l igeramente acidulada y su sabor fino y delicado, son cualidades de
primer orden que recomiendo d los agr icukores europeos. S e ha ensayado en distintas oca-
sioncs la oca en E u r o p a ; pero una injustificada prevencion 6 un cultivo dcf icicnte no han
permitido apreciarla cn su justo valor.
E n t r e otras m c r c a n d a s traidas por los indfgenas al mcrcado de Pasto, merece consignar-
se una fruta muy notable y apetecida del tamano de una manzana, de un bcllo color dorado
y de un sabor acidulado bastante agradable . L l e v a el nombre de naranjilla y es la fruta de
una solanacea (solatium galeatnm). L o s habitantes gustan mucho de ella y la prcfieren a las
Knlraila dc Paslo
buenas naranjas. B a j o los g randes quitasoles de algodon de colores abigarrados en que se
cobijan las revendedoras del mcrcado, tuve ocasion de ver otros comestibles andlogos a los
ya citados en B o g o t a ; especia lmente las l egumbres que son poco mds 6 menos las m i s m a s e n
toda la tierra fr ia de Colombia , excepcion hecha de la arracacha que no se da en Pasto.
Data l a fundac ion de Pasto dc la pr imera mitad del s ig lo x v i . Sebas t ian Bela lcazar acababa
dc a t ravesar cn 1 5 3 6 la region arenosa y dcsolada de los volcanes del E c u a d o r en su victo-
riosa marcha hacia cl N o r t e con su ejdrcito, que hubo de sufrir mucho al f ranquear los valles
cscarpados del Gua i l l abamba, del Chota y del Guaitara . Quedo tan agradablemente sorpren-
dido al hallarse lucgo cn una risucna comarca, aunque un tanto fr ia, cubierta dc hermosos
prados naturales, que £1 y sus soldados hubieron de considerarla como un verdadero oasis
despues dc un desierto. A l u d i c n d o d las extensas dehesas le di6 el nombre dc los paslos y
concibio el proyecto de quedarse allf. Mai cuadro semejante resolucion a las tribus de indios
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alii instaladas; pero aunque los chapanchicas, masteles y abadcs, feroces guerreros canfbales,
atacaron al cj<*rcito de Belalcdzar con extremada violencia, tuvieron que ceder cl campo ven-
cidos por la superioridad de las armas y por la tdctica de los espanoles. E n el mismo lugar
donde se trab6 este combatc, el conquistador fund6 un pueblo al que llam6 Madr iga l , reem-
plazado hoy por la aldea de Yacuanquer .
De repente l legaron del Peru noticias g r a v e s ; Pizarro atacado por los incas se hal labaen
inminente r iesgo y llamd a su ayudante Bclalcdzar, quien d su pesar t u v o q u e retroceder para
acudir en su auxilio, sin que pudiera regresar sino dos anos despues ; y prosiguiendo su cami-
no hdcia el val le del Cauca , encarg6 al capi- . .
tan Lorenzo de A l d a n a que destruyera el
pueblo de Madrigal y transportara d sus mo-
radores al fertil val le del Atris , situado en la : r - - "
base oriental del volcan de la Galera. T a l
fu£ el emplazamiento de la ciudad que aun
hoy subsiste y que rccibi6 desde ent6nccs
el nombre de San J u a n de Pasto o Villavi-
ciosa, confirmando el rey de Espaf ia en 17
de julio dc 1 5 3 9 esta nueva fundacion. E n j ^ f l l W H ^
dicha £poca, Pasto formaba parte dc la di6- ^ ^ g j f o ^
cesis de Quito, cuyos Hmites s c extendian
hasta el rio M a y o , a la sazon fronterizo del
Peril. Mantuvose tlorcciente durante medio
s ig lo ,pero hdcia cl afio 1 7 0 0 cmigraron gran
numero de familias al valle del Cauca , dc-
creciendo rapidamente la poblacion y amen-
guando con ello su prosperidad.
Con el tiempo Pasto hubo de sufrir toda
suerte de desdichas. Quizas por haberse tras-
mitido el espiritu belicoso de los antiguos Una d i e de P « t o
indios a sus sucesores, ello es que los pastusos no despcrdiciaron j amas ocasion de com-
batir, d pesar del poco provecho que esas luchas les reportaban, tanto que Pasto recibio el
nombre de Leona dc los Andes. I ' ie les s iempre sus moradores al rey dc E s p a n a , aun despues
de la declaration de independencia, armdronse contra Bol ivar y detuvieron largo tiempo su
marcha hdcia el Sur. So lo en junio de 1822 logr6 aquel caudillo f ranqucar el rio dc Pasto
y reducir a la ciudad, asaz castigada con un sitio y dos incendios; y como si esto 110 basta-
ra, en 1 8 3 4 un terremoto la cubri6 de ruinas. E n nuestros dias, el espiritu catolico y realista
de los pastusos subsiste aun cn toda su integridad, habiendo puesto cn j a q u e varias veces al
gobierno del estado del Cauca levantando la ensefia dc la rebelion. Precisamente a mi paso
por allf, la revolution considerabase inminente, y los cerebros ardian de impaciencia y cora-
j e contra los libcrales.
7 $ 4 A M E R I C A P I N T O R E S C A
Di jc ya, y en esto he de refutar d M a k e Brun (Geografia universal, lomo TV), que la
situacion dc Pasto era encantadora. E l ilustre Humboldt, seducido por la belleza de los
prados y la notable configuracion de los terrenos, se detuvo allf para estudiar la topograffa
de la comarca, que llam6 undo de los paslos, arranque de la serie de volcanes del Ecuador
y punto de union de las tres cordillcras de montanas que atraviesan de Norte a S u r toda
la Nueva Granada.
L a ciudad estd situada a los 790 4 1 ' 4 0 " longitud Oeste y a los i ° 1 3 ' 5 " latitud Norte;
su altura es poco mds 6 menos la misma de Bogotd, dos mil seiscientos treinta y ocho metros, y
su temperatura media anual de 14 0 ,/ . Veinte aftos atrds su poblacion, diezmada por el terre-
moto de 1 8 3 4 , qued6 reducida d 8,000 habitantes; pero hoy ha aumentado y se aproxima
d los 20,000. L a anchura de sus calles y plazas empedradas con cantos rodados y provistas
de arroyos centrales, le dan una traza bien estudiada. L a s habitaciones, d excepcion dc
los antiguos conventos, ruinosos hoy en su mayorfa, son en general bastante elevadas y de
un solo piso. Estan fabricadas con arcilla mezclada con heno (muros de tapia) y madera,
y prcsentan aleros muy salientes.
E n su interior se encuentran salas oscuras, desnudas y faltas de vidrieras, embaldosadas
con grandes ladrillos, y sus paredes estdn blanqueadas con una lejfa hecha con cierta piedra
caliza procedente de A r a n d a ; los cristales de las vidrieras estan reemplazados por lienzos de
muselina 6 calico y las obras de carpinterfa son muy rudimentarias. Una galerfa cubierta
de tejas al igual que el aplanado techo dc la casa, sirve de pasillo interior alrededor del
patio central; y en las habitaciones p r i n c i p a l s , una balaustrada de madera circunda esa
galerfa sostenida por columnas o v igas de madera desbastada solamcnte. E n algunas casas
reemplaza al patio central un jardin trazado geomdtricamente, en cuyos cuadros, rombos y
triangulos cerrados con boj 0 baldosas crecen algunas plantas europeas, desde los alclfes,
calendulas y rosas descoloridas y sin perfume, hasta las remolachas y guardalobos.
L a semi-oscuridad que reina en las piezas habitadas, permite distinguir a las mujeres
sentadas en un escabelillo 6 acurrucadas sobre una estera, durante las excesivas horas de
descanso que les dejan sus quehaceres domdsticos, reducidos d su menor expresion. Con el
cigarro en la boca, con el chal y las trenzas de sus cabellos caycndoles sin cesar, y sin
cesar tambien echandoselos hacia atras sobre los hombros, permanecen ociosas, y no se
levantan mds que para arrastrar por el corrcdor sus largos y sucios vestidos de crctona
con aire indolentc. E l ajuar las mds de las veces consiste en una mesa, algunos escabelillos
de madera y unos estantes en los que andan revueltos libros, frascos y cajas de conservas,
todo lleno de polvo. Y conste que al hablar asf no me ocupo de las chozas habitadas por los
pobres, 111 de algunas habitaciones mejor cuidadas, cn las cuales se descubren asomos del
gusto y comodidades de los pafses de ultramar. Mi pintura se contrae exclusivamente d las
habitaciones de la clase media de Pasto.
Felizmente algunas industrias especiales levantan de su decadcncia d un pais tan pros-
pero en otrOs tiempos. L a principal consiste en la fabricacion de cobijas (nombre equivalente
al de poncho usado en el Peru). Con estas prendas muy parecidas d las que usaban los anti-
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guos incas, se hace un gran comcrcio en Pasto y sus alrededorcs; las fabrican de lana y dc
algodon, y su fama se debe d su duracion y al brillo de sus colores. L a s sustancias colo-
rantes son importadas de Caqueta por los indios mocoas, y los pastusos las preparan con
lejfa comun, j u g o de limoncs silvestres, azufrc y dcido sulfurico. E l azufre sc extrae del
volcan de Pasto, donde se forma en costras blanquecinas frecuentemente acompaftadas de
sulfato de cal , que se adhieren d las rocas traqufticas.
L a segunda industria es cl barniz de Pasto , preciosa sustancia gomosa producida por la
Elaagia utilis de la familia de las rubiaceas, que los indios denominan mopa-mofxi 6 impor-
tan de las vertientcs de la cordillera oriental. E s t e famoso barniz, conocido desde tiempos
muy remotos por los aborigenes, ha engendrado una industria de las mas curiosas. Boussin-
gault vi6 trabajarlo en 1 8 3 1 , y public^ su composicion qufmica; pero y o puedo agrcgar a las
observaciones del ilustre sabio algunos detallcs que no figuran en sus notas.
A l penetrar en un taller de obreros pastusos, me cncontr£ rodcado de mesas, escabeles
y estantes sobre los cuales se vcian numerosos objetos de madera pintados y barnizados,
como vasos, cajas, cofrecitos, frascos, cuernos para aguardiente, platos toscamente tornea-
dos, pero en los cuales dcstcllaba la luz del dia. D o s hombres trabajaban sentados en medio
de una sala; cada cual tenia delante un fogon 6 brasero cncendido con una ollita llena de
agua. A sus pics se veian trozos de carbon y barniz, unos alicates de forma especial y un
abanico de junco destinado d avivar el fuego. T o m o el uno un trozo de barniz y lo tuvo
algunos minutos sumergido cn el agua hirviente; estirole luego por todos lados hasta con-
vertirlo en una membrana delgada y trasparente como el papel de estarcir; aplicolo en se-
guida d la supcrficie y a pintada de una gran copa, lo cubri6 con un trapo y con objeto de
aumentar la adherencia, tom6 con los alicatcs una dscua y la paseo por las partes abolladas 6
hinchadas; calent6 lud-go todo el vaso y obtuvo una superficie lisa y brillantc como la laca
japonesa. E l barniz de Pasto aplicado de esta suerte tiene una consistencia extraordinaria;
resiste el frio, el calor y el agua y se adhicrc fuertemente a la madera. Por medio de la mas-
ticacion, como los niftos hacen con la goma eldstica, se reblandece tambien. Por regla gene-
ral es transparente y se prcsta a cubrir los colores v ivos , realzados con oro y plata, y apli-
cados de antcmano a los objetos; pero tambien puede mezclarse con divcrsos colores. E l
albayalde le da un tono verde perla muy fino. Mr . Boussingault , tratdndolo por el 6xido de
cobre, le halld la siguiente composicion:
Carhono o , 7 ' l
Ilidrogcno 0,096
Oxigcno o, 190
1,000
Es te barniz es insoluble en el eter, cscncia de tremcntina y aceites comunes; s61o lo
alteran el alcohol y la potasa. E n frio es duro y qucbradizo, y su fractura es vidriosa. Con cl
£ter aumenta su volumen. Pcsa mas que el agua , no tiene olor ni sabor, y con el frote apenas
si desarrolla fluido etectrico. L a industria europea podria obtener en mi concepto un ventajoso
resultado de esta sustancia, formando con ella un barniz alcoh6lico, susceptible de grandes
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apl icacioncs hasta sust i iu i r con venta ja las lacas d e Or iente , por su mayor durac ion, brillo
igual cuando menos, y mds fdcil empleo.
L l e g 6 el r . ' de mayo , y y a cmpezaba d inquietarmc por la tardanza d e mis dos com-
paneros dc v ia je cuando m e anunciaron su l legada. A la sazon dibujaba unas orquideas :
dejdlo todo para correr d su encuentro, y quedd helado de espanto. S o s t c n i d o por los mule-
teros y Fritz, mi buen J u a n se arrastraba pcnosamente , l laco c o m o un esqueleto. E s t a b a des-
conocido. S u rostro maci lento, a p a g a d a la mirada , sus meji l las y sus orbitas hundidas, la tez
d c color terroso, el cuerpo doblado como una cafta, y sin mds abr igo que un fieltro y un
poncho hechos un andra jo , el pobre Juan no e r a mds que la triste s o m b r a del v i g o r o s o mon-
taftds que se habia embarcado conmigo l leno de v ida y juventud . E n v e r d a d que cref perderle .
Iglewa «lc la LsR-una
Inmediatamente le a c o s t a m o s e n u n a c a m a improvisada, le cubr imos con todas las mantas para
combatir el terr ible escalofr io que sacudia su formidable cuerpo y teniendo en poco mi boti-
quin de v i a j e . mande inmediatamente por un medico. T r a j d r o n m e un tal doctor Parra ,
e x t r a v a g a n t e H i p 6 c r a t c s . que cn razon d e las circunstancias, se habia c n c a s q u e t a d o un
sombrero d c copa , se habia puesto un casacon n u e v o in i/to tempore y g u a n t c s despare jados .
E l tal doctor sacudio la cabeza con cierto enfas i s , y d iagnost ic^ sentenc iosamcnte unas calen-
turas mal ignas , conocidas por mat cali en te del Patia, y prescr ibio ludgo a lgunos medicamen-
tos d i g n o s del reper ior io del Dia fo i rus de Moliere . E l pobre e n f e r m o es tuvo luchando entre
la vida y la mucrte por espac io de a lgunos d ias , y merced a nuestros as fduos cuidados y d la
fuerza d e la j u v e n t u d y D i o s mediante , t r i u n f t de la e n f e r m e d a d . H u b i c r a pod ido d e c i r s e c o n
M a l g a i g n e : « E I e n f e r m o san6 d pesar de las medic inas .»
Utilicd cl forzado descanso a que nos conden6 la convalecencia de J u a n , organizando
a l g u n a s excurs iones j>or los a lrededores . Ded iqu6 la primera al vo lcan de la G a l e r a , tan
cd-lebre en la h i s tor iade la c iudad, y cuya c u m b r e sc e l eva 1 , 4 6 0 metros. P a r t i m o s u n a hermosa
mafiana encamindndonos hdcia el O e s t e por entre unos nutrit ivos pastos cubiertos de g a n a d o
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y rodeados de f ragmentos de traquita d guisa de cercas, cerradas por una bonita especie dc
pita de azuladas hojas distinta de la agave amcricana. E n algunos campos de labor comenza-
ban d verse las largas y barbudas esp igas de las mieses mezcldndose con otras plantas miesf-
colas traidas dc E u r o p a con los cereales. L a s mieses no maduran allf hasta fines de agosto.
Cerca de la aldea de A n g a n o i , s i tuada d mitad de la pendiente , repar£ en la forma un tanto
extrana de los arados , apero primitivo con el que se escarba la tierra en esta epoca para la
s iembra de la segunda cosecha de patatas. Pronto desaparece el cultivo y disminuye la vege-
tacion. L l e g a m o s d los contrafuertes del abrupto cono del vo lcan , desde donde se divisa en
toda su grandiosidad el mar de verdura en que reposa Pasto. L o s distintos caminos que con-
ducen d la ciudad se destacan como una cinta blanca descendida de las alturas.
El casiigo del ttpo, aplicado cn la Laguna
Una ascension rdpida a t raves de pcqucnos bosques cuajados de bloques traqufticos, rocas
tostadas 6 quemadas de color de ladrillo y mucha picdra pomcz, nos condujo d la primera
de las grutas que hd poco eran respiradcros del volcan, y que aun muchos suponen cstar cn
actividad, calificandolas d e g r i e t a s del I'eligro. U n a vegetacion espesa de arbustos fioridos y
plantas sarmcntosas, herbdeeas y bulbosas , adornan estas curiosas concavidadcs ( 1) . F i j £ m e
especialmente en un hermoso helecho que crecia en los intersticios de la pr imera c u e v a y que
era desconocido de la ciencia (Adianlum vulcanicum de A n d r 6 y Fourn ie r ) . Hdcia el E s t e
se divisaba entre dos montanas la ciudad de Pas to iluminada por el brillante sol de la ma-
fiana.
D e seis d siete horas se emplean para subir al crdtcr del volcan de Pasto 6 de la Ga le -
ra (2), siendo a lgunas md-nos las que se necesitan para l legar a las grietas del Peligro. L a
(1) Cu^nlansc cnlrc ellas las PiUaimia, Parnaieiia, Htrier is, Tagetes, Pen/area, Pifer, Solatium, Peptromia, lochroma. Ox a I is,
Phadranasa, Ctbur^ia, una lorantacca del gcr.cro Psittaeauthui, etc.
(2) El nombre dc la Galcra, hoy poco conocido, proviene de una nube cn forma dc galcra que cn tiempo de los espafiolcs sc forrua-
b* i mcnudo sobre cl volcan, y que segun Iradicion era seiial infalible dc H u m s .
96
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mds espaciosa de estas c u e v a s aparece abierta en las traquitas y mide de tres a cuatrocientos
metros d c longitud. E x h d l a n s e all! abundantes v a p o r e s de e l e v a d a temperatura acompaftados
de un ruido subterraneo q u e in funde s ingular espanto a los indfgenas . D i c h a s c x h a l a c i o n e s s e
componen de tres cuartas partes de dcido carbonico y una parte de acido sul fhidr ico y vapo-
res acuosos . A corta distancia de las grutas se perc ibe un continuo movimiento del terreno
y sordas detonaciones .
D c rcgreso d Pas to conoci a un ve je te a legre y c x p e r i m e n t a d o l lamado D . J u a n Rodr i -
g u e z , m u y af ic ionado d los v ia jes y g r a n a m i g o de los v i a j e r o s ; era el tal la personif icat ion
de los excursionistas colombianos.
— C o n o c e V. la C o c h a , el g r a n lago de los A n d e s de P a s t o ? — m e pregunt6 un dia.
— N o , en v e r d a d ; prec i samente ahora iba d pcdir lc que me indicara V . el camino.
— P u e s b ien, y o mismo le a c o m p a f i a r e ; aun s o y j o v e n a D i o s g r a c i a s , p a r a a v e n t u r a r m e .
A n i m o s e su rostro y las palabras sal ian a borbotones d c sus lab ios ; aun creia encontrarse
en los buenos t iempos en q u e con el machete cn la mano y a lgunos puf iados de arroz en la
mochila, se lanzaba, acompaftado s6lo d e u n indio, d t raves de aquel las so lcdades p o b l a d a s d e
pumas y j a g u a r e s . D c j e l e hacer y organiz<S la e x p e d i t i o n ; bused peones, l leno de aguard iente
los cac/ios 6 cuernos p intados , hizo acop io de arroz , harina de ccbada , ca fe y chocolate, d lo
q u e ai ladi yo a l g u n a s latas de c o n s e r v a s ; m a n d o empaquetar las mantas y & m i s m o reparti6
cl peso q u e correspondia d cada uno de los h o m b r e s e n c a r g a d o s d c l l evar las vitual las .
— D e b o a d v e r t i r a V., me d i jo , q u e los senderos 6 trochas q u e ha seguido V . hasta hoy,
son carreteras rea les comparados con los ver icuetos en que v a m o s a meternos. E l camino de
la C o c h a lo l laman los indios camino dc los monos, pues solo ellos pueden recorrerlo; prepa-
rese V . pues , a una d e s o r d e n a d a g i m n a s i a y p o n g a s e este vest ido. Y J u a n R o d r i g u e z nos
p r o v e y o de un traje del q u e me ocupare luego y c u y a capr ichosa composi t ion no concebir ia
de fijo ningun alpinista de E u r o p a .
D o s d ias d e s p u e s todo estaba dispuesto. A n t e s d e amanecer , los mulos quedaban ensilla-
dos y parti inos para el pueblo de la L a g u n a en donde d e b i a m o s almorzar y de jar las caba-
llerias. L a e x p e d i t i o n que en su principio debia componcrse de don J u a n , F r i t z , y o y los
p e o n e s , habia tornado las proporcioncs de una verdadera caravana. A l solo anuncio de nues-
tro proyec to , var ios j 6 v e n c s de la c iudad, cmulos de entusiasmo, solicitaron acompafiar-
nos ; aceptc , pero decl inando toda la responsabi l idad de lo q u e pudiera ocurrirles. K n t r e los
tales figuraban: D . A l e j a n d r o S a n t a n d e r , redactor del diario de P a s t o HI Sur liberal, su
hermano A p o l i n a r , el p a d r e D . J o s e M a r i a Lazo, v ie jo cura de M o c o a , gran conocedor
de la comarca , y otros cuatro cabal leros resueltos, bien armados y de empuje . C o n los siete
peones , fo rmabamos al partir un total d c diez y siete hombres .
E n tres horas de c a b a l g a r , l l egamos a la L a g u n a , pueblo indio s i tuado al pie de la Cor-
di l lera , y mtentras se des le ia el chocolate , saque un croquis de la plaza y de la I g l e s i a , ulti-
m o vest ig io de civi l izat ion cn aquel las alturas. A l g u n a s barracas rodean el pequefto monu-
mento pobre, pero limpio, y f rcnte al p6rtico se levanta una espec ie de tumulo coronado por
una cruz de or igen m u y ant iguo seguramente . ( Y d a s e el g r a b a d o de la pag . 7 5 6 . )
; \ A
VIAJE A LA AMERICA EQUINOCCIAL 7 5 9
A l pcnetrar en la sala donde el alcalde nos habia instalado para almorzar, me sorprcndio
desagradablemente un instrumento de tortura que y o creia re legado a las tinieblas dc la his-
toria de EspafSa y que se emplea aun en la L a g u n a . T a l es el cepo, compuesto de dos v igas
superpucstas entre las que se abren d intervalos unos agujeros cn los cuales quedan cogidos
los condenados por una 6 las dos p iernas , dejandoles en tal posicion bien sentados en otra
v iga , ya con el cuerpo tendido boca arriba 6 boca aba jo , durante un periodo dc tiempo que
varfa segun la naturaleza del delito cometido. E n Mocoa aprisionan de esta suerte, no las
piernas, sino hasta la cabeza del paciente y . .v,.,-.v>
en algunos casos la pena se recarga con al
gunos latigazos. E s t a s atrocidadcs e jecutadas s;
en la misma casa del alcalde, me quitaron la j p f t R ^
prender la ascension de la Cordi l lera que alii
nues 1 ro eqiiipo <:ra en ex tremo ^ pintoresco '
puesto por lluvias. Encharcados hasta ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^
media pierna, conservdbamos el cquilibrio El iKrrocanmcho(Lascrucitas)
con ayuda del baston; no sucedia asi en las bajadas, y especialmente al remontar los torren-
tes tributarios de la quebrada 6 rambla Y a c u c o , cuyo lechotuv imos que seguir durante algun
tiempo; alii los resbalones y caidas se sucedian sin interrupcion y en m<^nos dc una hora
quedamos convertidos en una coleccion de seres informes y chorreando agua. D c los trajes
desgarrados por las zarzas no quedaban mds que guinapos y estos desaparecian bajo el
lodo; algun tiempo despues , las a lpargatas yacian cn el fondo de los pantanos; marchabamos
descalzos, primcro en fila y lu^go dispcrsos por las dificultadcs del camino, y campando
cada uno por sus respetos. Fac i l serd comprender la pena con que herborizaba en semejante
situacion; recogi, sin embargo , algunas especies interesantes 6 nucvas.
Y aun esta primera prueba era un grano de anis: l legamos por fin al verdadero camii
de los monos, donde la vegetacion nos a ta jaba el paso obstinadamentc. S in separarno
instante de las huellas de los indios mocoas que atraviesan aquellos bosques, comenza
_ 7 6 0 A M E R I C A P I N T O R E S C A
trcpar con ardor y pcrscvcranc ia , s i rv icndonos p a r a avanzar mas de las manos que de los
pi(-s, ora deslizdndonos entre las raices, ora hundiendonos en los lodazales, ora escalando rocas
6 saltando sobre las ramas de los drboles caidos de ve jez a trav^s de la senda. L a s plantas
que crccian a mi a l rededor hubieranmc arrancado g r i i o s de admiracion, si tan g r a v e s dilicul-
tadcs no hubicsen enfrenado un tanto mi entusiasmo.
L l e g a d o s d la altura de unos tres mil doscientos metros, lomo el camino el aspecto de un
canon comprimido entre dos vert icalcs muros de arena de niuchos metros de elevacion,
cubierto enteramente por un enmaraf tado tej ido de ramas y ra ices , que le daban el aspecto
de una v e r d a d e r a catacumba natural y por donde los indios s c Ianzan sin temor a lguno
l lamdndolo, no se por que, el perro caruticho. A l a e n t r a d a de este caprichoso subtcrrdneo se
ve un pcquefto nicho abierto en el muro de la derecha que cobija unas pequeftas cruces de
palo, cn forma de ex-volo. por lo cual toma cl nombre de Las crucilas. D e v e z cn cuando un
verdoso rayo dc luz se dcsl iza en aquel oscuro camino cuyas paredes, cubiertas de hepdticas,
l iquenes, musgos e hitnenofilias, producen uno de esos e fectos fantasticos imposibles de des-
c r i b e ( i ) . Cont inuando nuestra marcha de raiz en raiz y de ccnaga l en cenaga l , nos detuvi-
lndia% dc Mocoa cn cl a l io dc la C iue
( i ) El mi» notable dc eslcs llcjuencs, cstudiados rccicntcmcnte por el Doctor M villcr dc Cinchra, forma una nueva cspecic para Ja
cicncia bajo cl nombre de Stictina Andmina }Mull. srg. in Riviu myiul., 1879, p. 166).
!-•> las 7"t'tores tic la C c c h a
. ^ 7 6 ? A M E R I C A I ' I N T O R E S C A
mos , al cabo de cuatro horas de violento ejercicio, en el alto de la Cruz , punto culminante
desde donde se d iv isa cl magnif ico panorama de la L a g u n a Cocha ( i ) .
jSorprendcnte espectdculo! A nuestro alrededor los vapores que se condensan perpetua-
mente sobre el pdramo, descomponiendose cn fina l luvia, irisada por los rayos solares y
prestando «i la vegetacion herbacea una frescura y matices incomparables ; d la izquierda cl
volcan Bordoncil lo o Patascoi irguiendo su cono, y mostrando sus fiancos cubicrtos de mate-
rias f g n e a s , aun amenazadoras , de las cuales brotan los manantiales que dan origen al Putu-
mayo 6 I sa , uno de los mds importantes afluentes del rio de las Amazonas : d nuestros pi£s y
en dircccion S u r , el lago cn toda su anchura. L a combinacion de luz y sombra le imprime
reflejos de acero brufi ido, que cobran intensidad con la oposicion de los dngulos de la orilla
y se destacan sobre el marco desgarrado por los picos superiorcs. entre cuyos pl icgues se des-
cubrcn las qucbradas y rios que al imentan la Cocha. A la izquierda la isla Corotd, enteramen-
te poblada de espeso bosque, resalta con su color verdi -negro , mi£ntras por el Oeste , des-
aparece el cuarto cabo del l ago , envuelto entre plateadas brumas.
Mientras descansabamos contemplando este sobcrbio paisaje, dos indias mocoas (6 mocoa-
nas) aparecieron entre las rocas del camino que desciende d la Cocha, y se detuvieron asom-
bradas quizds de que unos hombres blancos se hubiesen atrcvido d penetrar en sus dominios.
I ban d medio vestir con una pampanilla dc bayeta y cubrian su cabeza con un sombrerito por
el estilo dc los que se usan en Pasto. E I padre L a z o dirigio algunas prcguntas en lengua
mocoa d la mds j<Sven, la cual nos dijo que tenia 20 afios y que con su madre hacian cl
oficio de cargueras\ cs decir, que llevaban peri6dicamcntc a Pasto por los caminos que
acabamos de dcscribir , barniz, mopa-nwpa, zarzaparrilla, tinturas, hamacas y otros objetos
rccogidos 6 fabricados por sus compatricios de tierras calientes. Dibuj£ , durante la convcrsa-
cion, el tipo de aquella fca criatura y tome su filiacion que cs como sigue: color ahollinado
lustroso; nariz aplastada, encorvada y fina en su cxtremidad, boca grande , bien hecha y
bella dentadura; ojos oblicuos; cabcllos dc regular longitud, grucsos , lacios, negros y brillan-
tes, cay^ndole en dos grandes mechoncs por dctras de las orejas sobre los hombros ; brazos
y piernas grucsas y carnosas , m a n o s y pi6s finos y nerviosos y hombros muy anchos. A todas
las prcguntas del padre que las tuteaba, respondieron con voz dulce y con profundo respeto,
y antes de ale jarse le besaron la mano. (Vc*ase el g r a b a d o de la pag. 760. )
D e s d e cl alto de la Cruz se desciende d la Cocha por dos largas series de escalones, for-
mados por rai'ces g randes y pequefias, por lo que se llaman mspzcUvMiittiteescaleras grandes
y cscalcras chiquitas\ allf perdimos las pocas fuerzas que nosquedaban. Des l izdndonoss iempre ,
arrastrandonos 6 t repando sin tregua ni descanso, l legamos por ultimo, poco antes de oscurc-
cer, al lugar donde debfamos acampar l lamado «rancho dc C a s a p a m b a * situado en una colina
d£ un ccntenar de metros sobre el lago. S ie te horas de ejercicio violento nos habian extenua-
do; hacia mucho frio y empapados hasta los huesos, el fuego nos fue mds util que la ccna.
( 1 ) El nombre dc Laguna Cc*ha c* un plconasmo; poet (*ha »ignilica lagj en cl lenguaje dc los indios dc los conlornos. Aunquc
csle noinbrc huyx prcvalccido, ici ia picfciiblc dcsi^nai cia extension dc agua con cl vocal-lo dc laguna Cortf* 6 Co<ha CorttJ tornado
del nombre dc !a principal isla <juc ic levanla en su cenlro.
^ - V I A J E A L A A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 775
'I ranscurrido el t iempo prudencialmente necesar io para reunirse con nosotros los rezaga-
dos , notamos la falta de seis de nuestros compaf ieros de expedic ion. H a b i a n desaparec ido
en algun precipicio? H a b i a n perdido nuestra p is ta? L l e n o s de inquietud estdbamos, cuando
uno de los peones nos advir t io que cuatro de ellos s c habian prudentemente vuelto d Pasto .
Fa l taban todavfa dos : el padre J . M a r f a L a z o y A p o l i n a r S a n t a n d e r , d quienes habfamos
dejado en el alto de la Cruz y que seguramente se habian e x t r a v i a d o en el bosque. P a s a m o s
con este mot ivo una horr ible noche de zozobra.
A p e n a s amanec ia , J o j o a , dueno del rancho, y A l e j a n d r o S a n t a n d e r part ieron en busca de
los dos infelices e x t r a v i a d o s , y en tanto R a m i r e z , F r i t z y y o , acompaf iados de tres peones,
nos encaminamos al l ago , cuyas aguas blanqueaban a dos ki I6metros de distancia, al otro
lado de las ba jas p l a y a s cubiertas por altos junca les que forman una orilla cenagosa . D e s d e
que penetramos cn la parte inundada , fo rmabamos un g r u p o el mds es t ramb6t ico ; la l luvia
fina que saludo nuestra part ida, habia ido aumentando y m a r c h a b a m o s en fila, con la cabeza
gacha, con a g u a hasta las rodillas o hasta las ingles s iguiendo las s inuos idades del terreno,
entre pequeftos montfculos cubiertos de acacias (Osminida cinnamomca) y hermosas carda-
mfneas sonrosadas . L o s peones l levaban un par de remos construidos en el bosque para
manejar una espec ie de canoa que debfamos encontrar en las aguas v i v a s del lago. A no ha-
ber mas que j u n c o s (Totoras) del g e n e r o Scirpus el camino no hubiera s ido mds que pesa-
d o ; pcro se hizo doloroso cl trdnsito d causa de los Carexque nos arartaban las carnes l lenan-
donos de rasguiios. E s t e del ic ioso paseo duro m a s d e una hora, y solo c a m b i o grac ias d un
inesperado descubrimiento. E n t r e la vegetac ion herbacea , d lo m e j o r vf Ievantarse una espe-
cie de mastil parecido d un poste telegrdfico. A c e r q u e m e y reconocf la mds ext ra f ia brome-
lidcea que haya visto botanico a l g u n o ; era una puya gigantea p rov i s ta d e hojas con espinas
negras y formidables , de c u y o cogol lo surg ia un e n o r m e bohordo g r i s y lanudo que se desta-
caba sobre las nubes como una porra de diez metros de altura. L o s indios la l laman Chi-
huila. (Vt-ase el g r a b a d o de la pdg. 7 6 1 . )
A medida que a u m e n t a b a la profundidad d e las a g u a s disminuia la espesura de los jun-
cos; por fin cl lagc> desp legaba ante nuestros ojos su inmensa sdbana transparente , y la canoa,
descubierta por el indio que nos g u i a b a , es taba a m a r r a d a d unas robustas yerbas . Ver i f icado
el embarque, si bien la canoa hacia a g u a por todas partes , di principio a mis observac iones .
L a temperatura del aire era d e + 11<> y la del a g u a de + 1 3 0 , f enomeno que ser ia necesar io
comprobar con nuevas observac iones . M i e n t r a s mis compaf ieros cazaban algun dnade de los
muchos que revoloteaban alrededor de la c a n o a , tome una serie de notas.
L a laguna Cocha 6 la Cocha de C o r o t a , fue descubierta por los conquistadores y l lamada
por ellos mar dulce o « g r a n lago de M o c o a » del nombre de los indios que habitan sus ori-
llas. L a s antiguas cronicas le dan una longitud y latitud mucho mayores que las que tiene
en rcalidad. S u longitud puede e v a l u a r s e en ve inte ki lometros y su latitud en dos o tres.
Hacia el Nor te , la isla de Corotd, e l e v a d a de diez a quince metros sobre la superf ic ie d e las
aguas, tendra como unas doce 6 quince hectareas de superficie. L a s orillas del l ago son bajas,
anegadas en sus dos e x t r e m o s , quebradas y d trechos abruptas en sus lados m a y o r e s , entre
7 6 4 A M E R I C A P I N T O R E S C A
los cabos y abras 6 bahfas formadas por las corrientes que allf desaguan. Es tos rios y que-
bradas se elevan d quince ( 1 ) ; esto es: al extremo Norte , las N iguayaco y del Sa lado que
descienden del Patascoi y forman el rio de Incano.
A l Es te , las de las Moras , de la Isla larga, la Quilimsayaco, y la de Moncodenoi. S e llega
ent6nces a la extremidad del lago 6 al desagtle. Algunos ge6grafos han afirmado hasta aquf
que no habia otro que el rio de la L a g u n a que se une mds abajo al rio Guamoes, tributario
del Putumayo; pero resulta, segun los informes debidos d los indios del contorno y al seftor
Rodr iguez que explor6el curso de estas aguas con el seftor Garc faOrdof tez , en julio de 1875 ,
que es el mismo Guamoes y no su pretendido tributario el que nace en la Cocha.
Dirigidndose al Nor te por la ribera occidental, las quebradas son muchas y de diversas
anchuras, sucediendose en esta f o r m a : la de
Atonramos (grande), la de Chaquilulo (peque-
fta); la. de Atunturupamba (pequena); la de
Six i turupamba (pequef ta ) ; la de Romeril lo
(grande); la de Motilon (grande); la de Cun-
diaco (grande); la de Ya lupamba (pequefta);
la de Llanopamba (pequefia) y la del Corral
cerca del rio Incano.
E n noviembre de 1875 d o n J- Rodriguez,
no ddndose aun por satisfecho, trat6 de ave-
riguar si la navegacion de la Cocha podia p r o l o n g a t e fdcilmente hasta el bajo Guamoes y
de allf al Putumayo, con objeto de expedir la corteza de quina por la. via del rio de las Ama-
zonas. Organizo al efecto una expedicion en regla en la que no pudo tomar parte activa per-
sonalmente; pero sus enviados descendieron nueve jornadas mds abajo , encontrando el tor-
rente tan tortuoso, obstruido por las rocas y lleno. de raudales, que hubieron de regresar
despues de veintiun dias de inauditos esfuerzos, declarando imposible todo trdnsito.
L a profundidad de la Cocha es al parecer variable. Cerca del d e s a g u e s e han medido diez
y siete brazas, pero el mayor fondo debe encontrarse en direccion de las pendientes del
Bordonci l lo6 Patascoi. E n muchos puntos hdcia el Mediodfa brotan unas hebras blanquecinas
que despiden un fuerte olor d dcido sulfhfdrico, senal segura de su orfgen volcdnico. E s muy
probable que la falta absoluta de peces, sea debida d esta causa.
U n accidente imprevisto me impidi6 comprobar 1a altura de la Cocha, que algunos hacen
ascender d dos mil metros sobre el mar, pero que y o considero excesiva. E n los bordes del
lago existia dntes un camino que hoy ha desaparecido: tan s61o algunos salvajes habitan sus
orillas, y los bosques contiguos abundan en ricos productos vegetales.
T a l e s son los datos que logr6 reunir, de vuelta d la cabafta de Casapamba. Grande era la
ansiedad que sentia por la suerte de Apol inar y del cura Lazo. Por fortuna entrambos ha-
bian sido hallados en bastante mal estado, pero vivos . Habian pasado una noche horrible: mal
( 1 ) En el mapa de Codaizi «51o se nombra la quebrada Niguayaco.
^ - V I A J E A L A A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 7 7 5
vestidos y medio helados, con cl est6mago vacfo , cn medio de la oscuridad mas completa y
desprovistos de abrigo, se habian acurrucado al pic de un arbol hechos un ovillo y con las
piernas entrelazadas. Durante las doce mortales horas de la noche equinoccial, la lluvia no
ces6 un solo instante y el rugido dc los jaguares colmaba su angustia. A su l legada les hici-
mos unas buenas fricciones de alcohol, y calentados y restaurados debidamente y gracias d su
buen temperamento pronto ccharon sus sufrimientos en olvido.
Antes de regresar d Pasto hicc una abundante herborizacion en los alrededores de Casa-
pamba, cn cuya vegctacion se observan tipos analogos a los del Mediodfa de Europa y
aun varias especies comunes al antiguo y al nuevo mundo. Ademds levant^ el piano del mi-
serable rancho en donde habian vivido diez y siete personas durante algunos dias amontona-
das al abrigo de algunos postes cubiertos de juncos , considcrando que un croquis anotado
habl.aria mejor a los ojos y d la inteligencia, que todas las descripciones. A . 13. jarras gran-
des y pequenas, C . mesa, D. escabelcs, E . gran cama de tablas, F . sacos de provisiones,
G. zuecos, H . catre 6 pequena cama, I. cama para las mujeres , J . tulpa u hogar con la mar-
mita, K . postes dc la casa, L . tabique, M . puerta, K . vajil la de barro y otros utensilios.
Por fin, la caravana, 6 por mejor decir sus restos, pues los lisiados habian tornado la
delantera, se puso en marcha, rica en impresiones y a que no en gratos recuerdos de vida
conlortable.
Por lo que d mf toca parti s61o con un peon encargado de l levar las plantas y curiosida-
des que rccogiera. L leguc al pueblo de la L a g u n a despues de haber subido las escalcras
grandes y las chicas, volvf a admirar el alto de la Cruz y sus encantadoras vistas, a t raves^de
nuevo Elperro caruncho, trepc por las mismas raiccs y me arrastr^ por los mismos cenaga-
Ics. L o s mulos, descansados y gallardos, nos trasladaron cn dos horas d Pasto, d donde llegu6
cargado de plantas y embargada la memoria de rccuerdos, teniendo la satisfaccion de cncon-
trar a Juan muy mejorado, hasta cl punto de haberlc hecho reir mas de una vez al contarle
las aventuras de nuestra expedicion d la Cocha.
X V I I I
D E P A S T O A T U Q U E R R E S
El rio Putumayo, su origen y curso superior.—El distrilo dc Mocoa y sus habitantes.—El Caqucta: comunicacioncs iluviales, cstudios
hidrograficos.—Tribus imlias: dcsciipcioncs, costumlires, uses, csladlstica.—Navegacion del Putumayo y del Amazonas.—Las mcse-
t a s d e Pasto y dc Tuquerres.—Partida dc Fritz .—La guanga.—Cercmonias funebrtt en Pasto.—Salida de Pasto—Julio Thomas.
—Vacuanqucr y sus moradores.—Tacuaya.—El Guaitara.—Tuquerres; agricukma y coslumbrcs.—La casa L o i * z . — E l tapial.—As-
cension al Azafral .—Las tres lagunas.—Las solfataras.
D e s d e la choza de Casapamba , situada en la orilla septentrional del lago de la Cocha en
los A n d e s dc Pasto, divfsase la imponente masa volcdnica del Bordoncillo 6 Patascoi, cuyos
sordos rugidos inspiran d los indfgenas un supersticioso terror. E n sus flancos nacc el rio
Putumayo, uno de los mds caudalosos afluentes de la orilla izquicrda del Amazonas . Por una
de estas singulares coincidencias, muy frecuentcs en los distintos sistemas hidrogrdficos de 9 7
_ 760 A M E R I C A P I N T O R E S C A
esta parte de Amer ica , si partiendo de Pasto s c toma un camino que pasa al Nor te del indi-
cado volcan, sc l lega d un punto cn donde el Putumayo y el Caqueta , otro rio mds caudaloso
s i cabe que el primero, se hallan tan proximos entre sf que s61o una pequefta lengua de tierra
los separa. E s t a disposicion, importante por demds para la facil comunicacion entre esas dos
grandes arterias fluviales, bien merece que se le consagre algun estudio.
A l salir de Pasto, el camino que franquea la Cordillera oriental situado algo mds al Norte
del que nos condujo a la Cocha por el A l t o del Tabano , recuerda el del pueblo de la Laguna .
Uno dc sus ramales se encamina d Btiesaco y el otro atraviesa d corta distancia la lfnea divi-
soria de las aguas que sc dirigen unas al Patia y al Pacifico por el rio Buesaquil lo, y las otras
al Putumayo y al Atldntico por las pendientes orientalcs. L a divisoria se encucntra en pleno
territorio de los indios sebondoyes, cuyos tipos hemos descrito antcriormente. L o s pueblos
llamados Sant iago , Putumayo y Sebondoi estdn ocupados por esta tribu d medio civilizar, en
la cual corren mezcladas la sangre del indio de las alturas y la de las tribus del Amazonas .
Vadeanse lu^go los rios Asp inayaco , Guinochoaco, San Pedro, San Franc isco y finalmente
una corricntc de agua que desciende del pdramo de Aponte y que scftalan algunos mapas
como ori'gen del Putumayo, si bicn esta opinion es muy discutible. Si es que ha de conside-
rarsc como fuente de un rio el punto de su curso mds distante de su desembocadura, cl pre-
tendido alto Putumayo no puede ser tenido mas que por un afluente de dste. A s i y o le llama-
re Sebondoi y emplazarc el origen del Putumayo al pie del volcan del Bordoncillo.
Aprecien como gusten mi opinion los futuros geografos de N u e v a Granada y scame da-
ble consignar ahora que en este punto el camino penetra en una nucva cuenca, la del Caqueta,
por su tributario cl \ Iocoa . S iguicndo la dircccion dc <jste, se l lcga a l c a b o de seis penosfsimas
jornadas al pueblo de Mocoa , capital del departamento dc Caqueta y ultimo rcfugio de la
civilizacion hacia cl Piste. U n gobernador ocupa esta miserable rcsidcncia, situada entre po-
blaciones indias que a duras penas comprendcn alguna que otra palabra en espaiiol y perma-
ncccn aun en un estado casi absoluto de salvajisrno. T u v e cn mis manos una de las mcmorias
que anualmente remite este funcionario al Gobierno central, en la que manificsta que los
esfuerzos dc la administracion para civilizar a los indfgenas dan escasos resultados, deducien-
dose dc ello que solo la emigracion y la colonizacion en vasta escala pueden hacer valer al-
gun dia las riquezas ocultas cn aqucllas solcdadcs.
D i g n a s son dc mencionarse las costumbres de los indios mocoas , que denotan una mezcla
de civilizacion y de barbaric , si bicn predomina la ultima sobre la primera. Es tas pobres gen-
tes s6Io sc diferencian algo de los indfgenas del bajo Caqueta cn el traje, del que carec ianen
absoluto sus antccesores, al cual se da el nombre de citsma y consiste en un pedazo de tejido
burdo, especie de drogucte , fabricado en la republica del Ecuador y ancho de un metro por
dos de longitud. Pasan la cabcza por una abcrtura practicada en cl ccntro a guisa de cscapu-
lario, sujetdndoselo a la cintura con una tira del mismo tejido o con un cinturon de cuero. L a
cusma es s iempre de color morado, siendo cn vcrdad muy curiosa la razon de esta uniformi-
dad: los mocoas no conocen el j abon , pero abunda en cl pais un drbol que produce unas
hojas jabonosas que dan un color morado indeleble. L o s domingos como traje de gala visten
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^ - V I A J E A L A A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 775
pantalon ceftido, morado tambien , y a lguna vez n e g r o ; y las mujeres , una espec ie de tunica
morada 6 azul que les Ucga hasta las rodillas.
L o s mocoas habian so lamcnte el quichua y por e s to sc les llama ingas, corrupcion de la
palabra inca. A poca distancia, en las l lanuras del Caqueta , sus errantes hermanos habian por
el contrario una lengua q u e me jor proccde del lupi d otros idiomas amazonianos que del
lenguaje de los t/ii/os del sol.» S o l o a lgunos nirtos cducados en la escuela d c un anc iano sa-
cerdote , han aprendido a l g o el c s p a n o l , pero mejor lo comprenden q u e lo habian.
D e j c m o s M o c o a por un instante, para
dir igirnos al N o r t e r cmontando la corriente
del a lto Caqueta . Un sendero in forme ape-
nas pract icado por a lgunos c a r g a d o r c s , m u y
s e m e j a n t c a l camino de los monos d e s c r i t o
cn nuestra excurs ion d la C o c h a , a t r a v i e s a
ve inte impetuosos torrentes y conduce a las
alturas, desde d o n d e desc iende hasta A lma-
g u e r a t ravesando la Cord i l l e ra j u n t o al na-
c imiento del rio M a y o . T o d a la ver t iente
oriental hasta la l lanura cstd cubierta de
impenctrables bosques. L a historia de la
conquista dice q u e Q u e s a d a l leg6 d M o c o a
procedente de G u a y a b e r o , teniendo q u e atra-
v e s a r esos inmensos b o s q u e s y f ranquear
centenares de r ios , a t raves de mil dificul-
tades. S c m e j a n t e expcdic ion hoy dia seria
de todo punto imposible y no s e concibe como cl conquistador y sus compaf ieros sal icron bien
librados de su c m p r e s a , d menos q u e la e n o r m e dis tancia de quinientos ki lometros q u e sc-
para los llanos de S a n M a r t i n del pr imer g r a d o de latitud N o r t e , se hallara d la sazon cu-
bierta de praderas entrcmczc ladas de bosquccil los. E n tal caso , habrdn bastado tres siglos
para transformar por entero el pafs en un bosque continuo y e n m a r a n a d o en el q u e solo el
j a g u a r y el tapir puedcn abr irse paso.
E l hecho q u e los g e 6 g r a f o s no puedcn pcrder de v ista y q u e interesa lo mismo d los
exploradores q u e a los habi tantes de estas comarcas , es q u e M o c o a es ta emplazado precisa-
mente en el punto cn q u e los d o s g r a n d e s rios Caqueta y P u t u m a y o se hallan mds pr6x imos
entre si ( 1 ) . S 6 I 0 les separa la corta d is tancia de treinta ki lometros y el camino rccorre una
serie de colinas d c m u y facil acccso. E n el dia la distancia e s a l g o m a y o r a consecuencia dc
algunos rodeos y de la combinacion del camino interior con el del rio. E n M o c o a el pasa jero
se embarca cn el cafto U c h i p a y a c o , donde se encuentran a lgunas cabaftas de indios, y llega
lu^go al riachuelo G u i n e o , q u e se unc al Putumayo . P o r el bosque la distancia es d c treinta
( 1 ) El Caqueta toau cl coaibic dc Yaj.ura co la j>aitc inferior dc vx c u i w havta »o dncmbocadura cn cl A n u t o a * * ; en Idea:k
coodicioDci el ra lomayo tcma el nomb»c dc Ita.
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y cinco kil6mctros, y por cl agua , dc veinticinco, pasando dc cstc modo de una d otra
cucnca con gran facilidad. L a cxploracion complcta de las dos grandes corrientes Caqueta y
Putumayo, poco conocidas aun, seria dc suma utilidad para la gcografi 'a de estas comarcas ( i ) .
L a vegetacion de las orillas del Putumayo cs muy parccida a la que se observa en las del
Caqueta, pero su caudal cs m£nos considerable. E n su parte alta, pasado el pucblecito de
San J o s e , cerca del cual habia cn otros tiempos una mision de la que no queda el menor
vest ig io , su curso es impctuoso como el del G a m o e s a su salida de la laguna Cocha. Arrastra
arenas auriferas como su vecino Caqueta mds arriba de Yurayaco . S61o los indios explotan
estas riquezas, pero con su natural indolencia, apenas si cxtracn algunos pu ft ados de oro cn
polvo que llevan periodicamcnte a Mocoa para cambiarlo por hachas, armas e instrumentos
de pesca.
Ba jando porc l Putumayo, este cambia pronto de cardcter: su curso accidentadoen un prin-
cipio, pasa d ser de fdcil navegacion; atraviesa bosques ricos en productos de variedad infi-
nita y se ofrece al mundo civilizado como una arteria fluvial de primer 6rdcn una vez se
comunique con cl rio de las Amazonas . E n la parte comprendida entre la Cordil lera y la
desembocadura del San Miguel 6 Sucumbios , v iven los indios anaguajes , visitados en otros
tiempos por los misioneros y cuyas Icjanas corrcrias dieron lugar a creer que los dos rios
estaban unidos por un terccro, al igual que el rio N e g r o y el Orinoco lo estdn por el Casi-
quiare.
L o s indios de las orillas del Putumayo en la parte navegable de su corriente que se pro-
longa mds dc ochocientos kilometros. perteneccn d diferentes tribus, entre las cuales se distin-
guen especialmente los orejones, los guaqucs , los correguajes y los macaguajes , de cardcter
bastante pacifico todos ellos, al rcves dc sus vecinos de Caqueta y de los afluentes del X a p o .
Su vida es errante durante la cpoca dc la puesta dc las tortugas, que se v c r i f k a de encro a
marzo en las bajas aguas. Acampan entonces en las oril las, que las diversas tribus se dividen
en partes igualcs, y construyen ranchos p r o v i s i o n a l s con postcs de madera cubiertos con
hojas dc pal ma. C o m o succdc con todos los sa lva jes de estas rcgiones, su habilidad para descu-
br i re l rincon dc la arena en donde las tortugas depositan sus hucvos, es extraordinaria ; bien
scan las de la especie g rande ( tortuga propiamcnte dicha) 6 dc la especie pequefia , l lamada
terecai. C a d a nido conticne dc cincuenta a cien huevos, y los indios sacan dc ellos una man-
tcca excelentc que baten cn sus canoas exponiendola al sol hasta que la yema sube d la supcr-
ficie, pudiendo ser fdcilmcntc rccogida y puesta a cocer ; cncicrran ent<Snces esta manteca en
tubos de bambii, con huevos cocidos y secados al sol, y asi se conscrvan mucho tiempo sin
deteriorarsc.
Los rasgos principales dc estos salvajes son identicos cn la mayor parte dc las tribus. D c
estatura mcdiana, bien proporcionados, aunquc desgarbados, dc un color todos ellos rojo
oscuro 6 mejor achocolatado, sus extremidades son pequeftas y bien contorncadas, su agili-
(i) Al escribir estas lfneas acabode saber que mi querido eolega cl valiente Crcvaux ha atravesado fclinr.cntc este camino, no sin
grave ricsgo. Ha rcmontado cl Putumayo desde su dcsembocadura, pasando de una cucnca a otra por cl camino indicado 6 por otros
analogos, y rcgrcsado por cl Caqueta desde cl meridiano de Mocoa al Amazonas.
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dad cs prodigiosa, tanto en el andar como en la natacion y nianejo de las canoas, sin que
sus fuerzas fisicas sean muy considerables ; su cabeza es mds bien grande que pequena y
mas ancha que larga ; su frente estrccha, sus ojos pequeiios y algo oblicuos, apagados y rodca-
dos de negras pestanas; pero muchas tribus se las haccn cacr por medio del zumo dc una plan-
ta. Hombres y mujeres creen que
la belleza consiste en arrancarse •
mada, l igeramente aguda y encor- Wmk § \
bres usan un pequef io delantal v B ^ J ^ ^ ^ v .
sujeto d la cintura. E n la mayor " i f o f ' - - s ^
parte d e l a s tribus la d e s n u d e z d e ~ - ..
las mujeres es absoluta; a lgunas Ucl iato <lc M. Kiii/. «ic Srhcrl l
otras por todo adorno usan unas sartas de abalorios dispuestas en cuadro de unos quince centi-
metros de lado, y si estas no bastan, a lgunas conchas 6 una c inta ; pero la mayor parte de las
veces no llcvan nada. L a s muchachas s c casan a los docc anos, v a esta edad seria agradable
su fisonomia si cn su boca n o s e dibujaran rasgos que revelan c ier tadureza . L o s c o n t o r n o s d e l
torso pierden la finura dc lineas desde la edad de catorccanos , en la que genera lmente einpie-
zan a ser madres. Acostumbradas a una vida tan ruda como l a d e los hombres, adquieren igual
vigor que ellos y gozan dc una salud a toda prueba. E l matrimonio por parte del hombrc sc
reduce a clcgir l ibremente a una mujer sokcra de su tr ibu; toda su ambicion se limita a po-
seer una mujer, un arco, una bodoqucra, algunos anzuclos, un hacha y una copita d e v e n e n o .
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E n cualquier parte encuentra lefia y hojas para construir su rancho, un rincon de bosque que
incendiar en donde sembrar la yuca y el mafz, que la esposa se encarga de cultivar, mientras
el corre en busca de caza y pesca para la familia. E l amor de padre y el dc esposo estdn muy
desarrollados en todas estas tribus, y las mujeres son objeto de las mayores atenciones por
parte de sus maridos. H e oido contar que uno de ellos que habia cedido d un bianco un pd-
jaro llamado tcnte, d cambio de un hacha, al dia siguientc devolvi6 el hacha al comprador
diciendole: « I )evue lveme el tente, que mi mujer no hace mds que llorar desde que no le tie-
ne; d£jame consoIarla.»
Si el estado de desnudez es habitual entre los indios del Putumayo, no son m£nos aficio-
nados d sobrecargarse de adornos en dias de regocijo, matri-
monios, nacimientos, etc., 6 cuando las tribus se declaran
mutua gucrra. L o s hombres en tales casos se sujetan cl vien-
tre con una faja, y llevan, lo mismo que las mujeres, unos
tirantcs de algodon silvestre, hdbilmente trenzados. y los
muslos y piernas cubiertos tambien dc tiras, entre las cua-
les colocan hojas odoriferas. L levan , ademds, collares de
frutos aromdticos, altcrnados con otros, hcchos con dientes
de caiman, jaguar , oso, puma o mono; se atan en las orejas
plumas y pedazos de oro y plata, y se encasquetan una co-
rona de plumas con una gran cola que flota sobre sus espal-
das. E s t e atavio extraordinario se reserva s61o para las
grandes festividades. Las mujeres que participan de este Tclar usado cn Pasto
gusto, al parecer innato, rodean su garganta con rosarios
de abalorios de distintos colores, pieles de culebra y frutos secos esfcricos; llevan las ventanas
de la nariz y el labio superior agujereados y prendidos con palitos cubiertos con finas plumas
de colibri; adornan sus orejas con objetos analogos 6 con pedazos de oro, y sc. atravicsan el
labio inferior con multitud de espinas.
As i vestidos, se entregan d i a danza, que invariablemente termina con una borrachera
general. E n sus orgias cs cuando se declaran la guerra ; pero el espiritu de devastacion que
animaba en otros tiempos d estos salvajes ha cedido el campo a otras costumbres que se sua-
vizan dc dia en dia, y muy pronto habrdn absolutamente desaparccido de la America del S u r
las esccnas dc antropofagia, tan frecuentcs cn otros tiempos.
Imposible descubrir cudles son sus creencias religiosas, ni preguntandod los mds sumisos
y familiares, ni examinando cl interior de sus viviendas; muy diferentes de los antiguos chib-
chas que profesaban un culto regular y tenian templos 6 idolos de oro, en las errantes tribus
del Caqueta y Putumayo no se descubre el menor asomo de culto ni religion alguna. S i es
que poseen algun idolo, lo ocultardn en el fondo de los bosques. Algunos misioneros han
afirmado, sin embargo, que estos indios creen en los espfritus buenos y malos y en una exis-
tencia futura, cn un lugar donde abundan la comida, la chicha y las mujeres. N i siquiera en
sus bodas observan ceremonia alguna religiosa, bastando para casarse el conscntimiento del
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j e fe de la tribu, y d continuacion vienen los rcgocijos en forma de bailoteo, miisica chocarrera,
cmbriaguez y orgfa. Igualcs ceremonias se reproducen poco mds 6 mlnos en los entierros,
cn los cuales figuran los piaches, charlatanes, cuyas funciones se aproximan mds d las de los
adivinos 6 medicos de los negros africanos, que d las de los sacerdotes de un culto cual-
quiera.
EI numero de habitantes de las diversas tribus del Putumayo y sus principales afluentes
estd distribuido como sigue, si bien es de creer que esta division es algo arbitraria:
A g u s l i n i l l o s 6 P u t u r a a y o s 1 , 2 0 0
O r c j o n c s 9 0 0
M a y a t f e s S o o
M a r i a t e s . . . . . 1 , 0 0 0
Y u r f e s - • • 9 ° °
P i c u n a s 1 , 2 0 0
P a s e s e s 1 , 2 0 0
Entre el Putumayo y el Caqueta sc cuentan: M a c a g u a j e s 6 0 0
A n a g u a j e s 4 0 °
G u i t o t o s 6 H u i t o t o s 1 , 2 0 0
TOT A 1 9,400
Si se agrcga a esta cifra el total de las tribus indias que ocupan el vasto territorio del Ca-
queta, Putumayo y todos sus afluentes, principalmente los rios Guaviare, Inirida, Uaupes,
Apoporis, Zari, Caguan, Aguarico y las poblaciones medio civilizadas de la Cordillera, se
obtendrd una cifra de cincuenta mil indios aproximadamcnte, que pueblan un vasto territo-
rio; pero su numero disminuye d medida que la civilizacion extiende su progresiva marcha.
C-Qu6 serd de estas tribus dntes de un siglo? <;Correran la misma suerte que sus hermanas de
la America del Norte? c*Entrardn en la corriente colonizadora y se resignaran d.cambiar su
vida libre y semi-ociosa, por un trabajo regular y por las trabas que encadenan al hombre
culto? E l tiempo lo dird.
l i e hablado hace poco de la navegacion del Putumayo y del porvenir que ofrece: el asun-
to cs serio y ha parccido por unos momentos hallarse muy pr6ximo d una solucion. Dos ve-
cinos de Popayan, los hermanos Reyes, sabian de mucho tiempo que un mulato habitante en
Tapacunti, cerca de la desembocadura del rio Sucumbios en el Putumayo, descendia anual-
mente por este rio con su canoa hasta el Amazonas, remontandolo desde Tabatinga, y entra-
ba en el I lual laga, en el Peril, donde cambiaba su zarzaparrilla con sal gema, que revendia a
su regrcso. Los senores R e y e s concibieron desde luego el grandioso proyecto de dotar a su
pais de una Ifnea de vapores entre el alto Putumayo y el Amazonas. A fines de 1874, don
Rafael Reyes partio de Bogota comisionado por la Compaftfa de Caqueza para realizar esta
empresa. Sali6 de Popayan, franque6 la Cordillera, descendi6 todo el Putumayo en una canoa
y llego en un mes al Amazonas, el «\Iediterraneo americano» como le llama en un rapto de
entusiasmo. Diez mescs invirti6 cn viajes entre Manaos, Para y Rio-Janeiro, d fin dc rea-
lizar el proyecto. Con el apoyo del emperador del Brasil , don Rafael R e y e s fleto tres-va-*
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pores, y el doctor Pazos Miranda, gobcrnador de la provincia de las Amazonas , puso d sus
ordcnes una lancha de la marina imperial. D o s vapores para carga y pasajeros Ic esperaban
en el Amazonas, junto a la desembocadura del Putumayo, para rcmontar sus v f rgenes aguas.
A l cabo de muchos preparativos, zarparon del puerto dc Tocant ins el 1 6 de enero de 1 S 7 6
con cl vapor Tnndaima, en el cual se embarcaron muchos pasajeros, y navegaron por cl Putu-
mayo en medio de una admirable vegetacion de plantas utiles y maderas preciosas, extensas
playas cuajadas de caza y tribus sa lvajes que contemplaban estupcfactas el paso de un barco
porton tic la casa «lc Carmen Lopez, cn Tuqucrrcs
de fuego. Despues de una navegacion perfectamente librc, llcgaron sin obstaculo al puerto
superior del Putumayo. Did el senor R e y e s conocimiento al publico del fcliz cxito dc su cm-
prcsa en carta fechada el 1 6 dc febrero de 1876 y publicada en Pasto poco antes d e m i llcga-
d a ; con razon aconsejaba d los habitantes de Pasto la conveniencia de abrir una buena carre-
tera hasta Mocoa, hactendo va ler la superioridad del Putumayo sobre cl Caqueta, innavcgable
por sus numerosos saltos, <• indicando d la vez una nueva comunicacion entre estos dos rios
por los Cenccl la y Caucaya . Por otra parte, uniendo cl rio San Miguel ( S u c u m b i o s ) con cl
Aguarico, sc obtendrd, decia, la comunicacion entre el Putumayo y el X a p o . Magm'fica com-
bination dc rios y canalcs, jred inmensa abierta por la mano del Creador cn cl gran val le del
Amazonas ! D e Cuzco a los on'gcnes del Orinoco, de las montanas de Bol iv ia d las de Colom-
bia, viajeros y mercancias podrian, pues, pasar sin obstaculo ni interruption por una corriente
fluvial y dir igirse al Atlantico, recorriendo a voluntad los rios N a p o , Ucayal i , l iua l l aga ,
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Maraf lon, Negro , Casiquiare, Orinoco, Madeira , Purus, etc., y convirticndo al A m a z o n a s en
uno de los primeros ccntros de navegacion del globo.
T a l era en definitiva el proyecto que los hermanos R e y e s estaban proximos d realizar. L o s
pastusos, en 2 de a b r i l d e 1876, pidieron al gobierno federal una subvencion anual d e d o c c mil
patacones para l levar d cabo la obra, y treinta mil d la compafiia de Caqueza para construir
la carretera de Mocoa. Pero sobrevinieron acontecimientos politicos, la revolucion estall6
Y e l e s t a m p i d o d e l t r u e n o
D e s v a n e c i d l a i l u s i o n .
H A B I T A C I O X D E L S E N O R R A M I R E Z
EX PASTO
Sccrinn de l.t rasa
Rcgrese d Pas to : Juan seguia su conva-
lecencia lentamcnte, y g rande fue el placer
que sentf al encontrarle levantado y fuera de
pcligro, si bien que debil, encorvado, flaco y
envejecido.
Entre Pasto y las fronteras del Ecuador
se extienden d cada lado de la Cordil lera ad-
mirables regiones, v i rgenes aun del paso de
un naturalista. Las vccinas altiplanicies de
Tuquerres y los primeros volcanes del nudo
de los Pastos, habian sido recorridos rdpi-
damente a principios de este siglo por Hum-
boldt, que se dedico especialmente d obser-
vaciones ffsicas; por H a r t w e v despues, que
nada recolecto, y una 6 dos veces por M . Ja-
meson de Quito, cuyas colecciones descu-
brieron la existencia de verdaderos tesoros
naturales. E n 1854, Kars ten reunio alii una
abundante coleccion, que desapareci6 com-
pletamente destruida por un incendio, en
Tumaco. Unicamente, por la misma fecha,
don J . Tr iana , procedente de Barbacoa , no
sin grandes esfuerzos y despues de haber
visto morir d uno de sus compaileros y dc
conducir d muchos O t r O S moribundos, habia P i a n o d e l a c a s a y d e l j a r d i n
tenido la buena sucrte de recoger numerosas plantas, nuevas del todo para la ciencia. L e vf
en Paris dntes de mi expedicion.
— E s t a comarca es tan r ica ,—me di jo ,—que y o no he hecho mds que araiiar su flora.
N o se necesitaba mds para excitarme d completar sus invest igaciones; me trace, pues, el
itinerario que v o y a recorrer y diferf para mds tarde mi regreso d Quito.
Fritz no tenia las mismas razones que y o para aplazar su marcha; s61o habia ido a A m e -
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7 ? 4 A M E R I C A P I N T O R E S C A
rica como turista y no como hombre de ciencia. L e invito d adelantarse, para que cn Quito,
centro mds civilizado, pudiera rehacer un tanto su quebrantada salud, d consecuencia de la
azarosav ida que l lcvdbamos hacia medio af io; allf debia esperarme algunas semanas, y si fal-
taba d la cita, podia continuar su viaje por el Peru, Bol iv ia , Republ ica Argent ina y cl Brasi l ,
dntes de regresar a E u r o p a . Cambiamos un cordial aprcton de manos, y una bella manana,
bien d pesar nuestro, tomo el camino del Sur , para no reaparecer hasta diez y ocho meses
mas ta rdeen mi gabinete de Paris. ( V e a s e el g rabado de la pdg. 769.)
A n t e s de abandonar Pasto me qucdaban a lgunas ocupaciones: embala je de plantas v i v a s
y semillas, secar y rotular hcrbarios, etc., etc. A l ir d comprar unas cobijas, pude hacerme
cargo de Ia manera de tejer usada en el pafs y saqu£ copia de uno de los telarcs usuales. L a
tarea de tejer esta reservada casi exclus ivamente d las mujeres, que para disponer de luz su-
ficiente, colocan el telar fuera de la casa, junto a la pared. A l telar completo, le llaman
guanga 6 /manga. L a barra trasversal superior, es el cumucl; la planchita del centro, la cm-
ga; la inducida en la abertura de arriba, el bajacior; y la lanzadcra se l lama chonta, del nom-
bre de la palmera chontaduro (Aslrocaryum), con que se construye. N o son necesarios mds
enseres para la fabricacion de unos tejidos tan bellos como solidos. N o t e que el precio de
las mds ricas cobijas var iaba entre seis y doce pesos sencillos (de 24 a 48 pesetas). ( V & i s e
cl g rabado de la pag. 770 . )
E s t a m o s cn plcno m a y o ; d las funciones del mes de Maria , que se celebraban todas las
noches en las iglcsias dc Pasto, asistia una considerable afluencia, atestiguando la ferviente
devocion de los pastusos.
As i s t i al entierro dc un niiio. S i bien la costumbrc todo lo excusa , no pude ver sin opri-
mirsemc cl corazon, cl pdlido rostro del pobre nino que dormia cl sueno de la mucrtc, dcs-
cansando en un feretro abierto, guarnecido de oropel, con escarapclas dc papel de color,
fiores artificialcs y l levado por cuatro de sus companeros al son de una musica alcgrc, que
parecia insultar la calma y serenidad de la muerte. U n cornetin de piston, un oficleidc, un
clarinete, una llauta, un bombo y unos timbales componian la deplorable orquesta que mar-
chaba d la cabeza del cortejo. Segu ia una cruz; Iu<jgo dos muchachos disparando cohetes cn
senal de a legr ia ; tres curas revestidos de casulla y bonete, y por ultimo los padres y dcudos
del difunto con vistosos trajes. T a l es la costumbrc; no lloran la pdrdida del hijo, celebran
la entrada de un dngel en el cielo.
C o m o apendice a la descripcion detallada, hecha anteriormente, dc las habitaciones de
Pasto, acompano un croquis para que los senores arquitcctos se fijen en su construccion; 61
explicara y dara conocimiento de lo qu6 es una casa de moderna construccion, a 2 ,700 metros
sobre el nivel del mar, con una temperatura media de + 14 0 7'.
Dcspedfme de Pasto el dia 15 de mayo, dejando d J u a n que acabara de restablecersc, pero
con orden de ir a reunirse conmigo a Tuqucrres dentro de ocho dias. Daniel , el peon que me
seguia desde Cali y que se habia ofrecido d acompanarme hasta Quito, quiso regresar a su
pafs. T o m e cn su lugar, con el caracter de criado, un negrazo l lamado Manuel Cardenas. Por
fortuna mia encontre un nuevo compaftero de v ia je , el seilor Ju l io Thomas , frances estable-
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cido hacia diez y seis anos en T u q u e r r e s , el cual, apenas supo que traia para <•! una carta de
recomendacion, se puso en camino y v ino d v e r m e a Pasto, g a n o s o d e se rv i rme de cicerone,
con la mejor voluntad del mundo.
Partimos juntos hdcia el Sur , no presentando el v ia je , hasta Y a c u a n q u e r , ningun incidente
caracteristico digno de consignarse . A l a t ravesar la Montaf iue la , al S u r de Pasto, hallc sobre
el pdramo la misma vegetac ion que en el A l t o dc A r a n d a e igual formacion volcanica, con
cl aditamcnto de a lgunos rcsbalones en aquel las partes del terreno mas cargadas de tur-
ba. L a s orqui'dcas pertenecientes a los g e n e r o s Pilumna y Hpidcndrum, el sobcrbio Onci-
dium chrysotoxum, muchas t i l ands iasy las cnormes hojas pccioladas y con nervaturas rojas de
un guncra nueva cubren las rdpidas pendientes .
Yacuanqucr , que solo esta d 1 , 6 7 0 metros y cuya temperatura media es d e -f 16 0 , es una
poblacion g r a n d e emplazada en una llanura y habitada por una raza que y a he descrito:
los indios sebondoyes . L a s simpat 1 as que inspiran las e legantes formas de estos indios, altos y
delgados, con su rostro aholl inado y su larga cabellera negra, pronto desaparecen, haciendosc
repuls ivos por su ins igne pereza. Pdsanse los dias enteros en flemdtica indolencia, j u g a n d o
con una badila 6 un abanico de junco, vest idos con su traditional ciisma y mirando con des-
prccio a la pobre mujer, que t«Jc la cobija, con cuyo producto d e b e atender al sustento de la
familia.
E l interior de las chozas de Y a c u a n q u e r nada o f rccc de particular. Unicamente l laman la
atencion las cunas, consistentes cn unas cestas rcctangularcs , hechas con cartas de bambu al-
ternadas, y suspendidas por medio de cuerdas a una v i g a del tccho.
A las seis de la noche l legamos d T a c u a y a , importante hacienda, propiedad de don Do-
mingo Roscro, el cual acogid d M. J . T h o m a s con la mds cordial a m i s t a d : hubo apretones dc
pulgares, golpecitos dados famil iarmente en la espalda , etc., etc. E l sertor R o s c r o . ccloso de
sus cosechas, cult iva la carta, cl platano, la ch i r imoya (de c lasc excelente , de la que tome unas
semillas), el naranjo, el indigo (artil), y el trigo en la parte alta. L a planta mds c u r i o s a q u e h c
visto cn su posesion y que no he vuclto a encontrar, es una ycrba mora, cuyo fruto, d e buen
tamafio, es comestible, diferencidndose a lgo de las naratijillas de Pasto (Solatium galeatum).
Por su sabor no tiene rival , y su forma es semejante a la dc una manzana larguirucha. Igno-
ro el nombre cienti'fico de es ta planta, cuya introduction en el mediodia de E u r o p a reputo util
y facil.
A las ocho dc la martana del dia s iguientc partimos de T a c u a y a , emprendiendo la verti-
g inosa ba jada 'de l Guaitard, c u y o rio, uno de los principales al lucntcs del Patia, nacc en cl
volcan dc Chiles , absorbe mullitud de riachuelos tributarios suyos y corre por entre los des-
pertaderos mds vcrt ig inosos que he v i s to nunca, pues a trcchos se s u m e r g e en g igantescas
entalladuras de mas dc 900 metros de profundidad. S u lecho, d 1 ,654 metros, a l g u n a s millas
mas arriba, en el A l t o de A r a n d a , alcanza una altura de 3 , 1 0 0 metros. S in e n t r a r e n compara-
cion con los muchos mds e levados volcanes vecinos, se puede c a l c u l a r q u e l a depres ion de es-
tos terrenos en media j o r n a d a de camino asc iende a 2,446 metros . d e suerte que pocos valles
habra en el mundo tan estrechos y profundos. Allf empieza cl « N u d o de los Pastos ,> origen
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