entrevista a selva almada

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Entrevista a Selva Almada para Elentrerios.com

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Entrevista a Selva Almada, mucho más que una chica de provincia

“Creo que la literatura más que

dar respuestas tiene que abrir preguntas”

Pablo Picasso decía que “la inspiración existe pero que tiene que encontrarte trabajando”. Son muchas las personas que creen de la mano de la creación está el trabajo y que no hay atajos. Una de ellas, es Selva Almada.

¿Quién es esta mujer que ha despertado grandes elogios con sus libros?

Nació en Villa Elisa, un 5 de abril de 1973, pero no sería este lugar el que le despertaría la pasión por la escritura. Fue justamente en Paraná en donde se encontró con este arte. No fue algo buscado, de hecho, ella creía que su vocación era otra, el periodismo, y por ello, empezó estudiando comunicación social. Sin embargo, no era esta la rama en la que se desarrollaría. El futuro le tenía preparado otro lugar.

AQ (Agustina Quiroga): ¿Qué fue lo que te llevó a convertirte en escritora?

S.A (Selva Almada): “Fue determinante que yo me haya cambiado de carrera porque me permitió conocer a otra gente que también escribía, con la que me empecé a juntarme para leernos y corregirnos. Esa cosa grupal de poder compartir la escritura fue muy determinante. Así, Paraná tuvo mucha injerencia en mi futuro como escritora. El Profesorado es un lugar donde uno va para ser docente, no escritor, pero hubo dos profesoras que me apoyaron a mí y a los demás que escribíamos. Ellas entendían que la escritura no era una tontería o algo que ya se te iba a pasar”.

Está tan presente la capital de Entre Ríos en Almada que cuenta que desde hace varios años tiene un sueño constante que la remite a este lugar: ella se encuentra en su casa, como si fuera un día cualquiera, cuando de repente la llaman del Profesorado para decirle que no se recibió, que todavía le queda por rendir una materia. “Es un sueño bastante angustiante. No sé qué significa pero sí lo tengo de forma recurrente”, cuenta la autora.

Selva parece ser una persona que disfruta lo que hace, y que está contenta viviendo en el barrio de Flores, en la Ciudad de Buenos Aires, un lugar porteño tradicional, donde el barullo del tránsito, si bien está presente en las avenidas de alrededor, como Avellaneda, no llega a esta calle, que se presenta como tranquila y alejada de esos ensordecedores sonidos.

Quizás se trate de un lugar propicio para el desarrollo de un escritor, ya que como bien expresa Almada, para dedicarse a esta profesión hay que poder estar solo: “Yo no comparto esa idea de que la escritura es inspiración. Para mí la escritura es trabajo. Exige concentración, tiempo, dedicación, y sobre todo convivir bastante bien con la soledad. La escritura es un oficio solitario”.

A.Q: En otras entrevistas dijiste que parte de tu rutina de escritura consistía en no dejar pasar varios días sin escribir, ¿En qué más consiste ella?

S.A: “Cuando estoy en un proyecto trato de tener continuidad, e intento que si un día no escribo, entonces releo lo que ya hice o pienso en lo que sigue. Pero, si no tengo un proyecto en vista o ya terminé aquel en el que estaba trabajando no redacto. Puedo pasar períodos de tiempo sin hacerlo sin que ello me provoque algún tipo de angustia; no soy de esos autores que tienen la rutina de escribir tantas horas todos los días. Yo si no estoy en un proyecto no escribo”.

Los días en que no agarra lápiz y papel, le dedica su tiempo a la lectura, algo que disfruta, y que encuentra fundamental para poder ser un buen escritor. Así como Jorge Luis Borges manifestaba que él leía por las mañanas, o Virgina Wolff que lo hacía por las tardes, Almada es de su palo.

De hecho, en los talleres de escritura que dicta, ella instruye a sus alumnos en la lectura.

A.Q: ¿Cómo sos como docente? S.A: “Trato de balancear dos cosas. Por un lado, implementó lo que yo aprendí con mi maestro, Alberto Laiseca que es esto de la absoluta libertad, que a mí me sirvió un montón. Por otro lado, trato de acompañar esa búsqueda.

Entonces, sí de repente veo que alguien está escribiendo algo que me hace acordar a tal autor o que considero que tal escritor le puede hacer bien, se lo aconsejó. De hecho, en los talleres solemos leer cuentos o pequeños ensayos. Esto último, también, para trabajar la lectura que, para mí, es esencial en el proceso de escritura. Mucha gente va a un taller pero no les interesa leer o lo han hecho muy poco, sobre todo los más jóvenes, sin darse cuenta que para escribir tenés que leer un montón, que las dos cosas son inseparables. No podes querer ser escritor sino sos un lector”.

Si bien es una apasionada lectora, no la ve a ésta como un hobbie, sino como un trabajo. No le parece que la literatura tenga que dar mensajes, consejos o educar, su rol es otro: “Me parece que la literatura es un espacio para la recreación, para el disfrute. Obviamente uno lee muchos autores, siendo los mejores los que te dejan preguntándote cosas a vos. Por eso creo que la literatura más que dar respuestas tiene que abrir preguntas”.

Es por ello que cuando se le pregunta porque suele hablar sobre los conflictos familiares en sus libros, como en El viento que arrasa o Una chica de provincia, Almada explica que no lo hace porque quiera enviar un mensaje, sino que busca manifestar una preocupación suya al respecto del concepto de la familia: “Se trata de una preocupación mía que es que la definición de familia a mí me parece que no funciona, y por tanto aparece en las historias que cuento. Es medio inconsciente que recurra a estos temas, en el sentido de que no es que lo planeo antes.

Lo que ocurre, es que empiezo a escribir una historia y en el camino, me doy cuenta que vuelvo siempre sobre el mismo tema. ¿Por qué razón en particular? Porque la familia como institución es un concepto que a mí me llama bastante la atención y así como está concebida como lugar de cuidado, de protección, de que la sangre es más fuerte que cualquier otra cosa, me parece cuestionable. Por eso en las historias que yo escribo las relaciones familiares siempre están en crisis. Falta una madre, o un padre, o hay problemas entre padres e hijos; también un poco porque me gusta poner en crisis esa idea de que lo primero es la familia”.

A su vez, otro factor común que suele verse en sus historias es el paisaje entrerriano y el chaqueño. Quizás alguno podría interpretar ello como “añoranza” a su provincia natal, pero no pasa por allí la cuestión. Almada se siente cerca de su tierra, con la que mantiene un contacto fluido, tanto porque sus hermanos y padre viven allí, como por las amigas de la adolescencia y de la universidad a las que suele ir a visitar: “No extraño en el sentido de que a mí me gusta vivir en Buenos Aires. No siento la carencia de la provincia, porque está muy presente en mi vida dado que voy muy seguido. Entonces, supongo que si me hubiese ido y nunca hubiese vuelto la echaría de menos, pero como no es el caso, no alcanzó a añorar”.

Sus orígenes aparecen en sus libros, que han sido reconocidos por muchas personalidades de la literatura, entre ellas, Beatriz Sarlo.

Si bien, como es esperable, Almada tiene ciertas expectativas cada vez que publica un libro, no es esa su mayor preocupación. De hecho, nunca se imaginó que su obra El viento que arrasa terminaría siendo recibida de la forma en que lo fue: “Yo esperaba que no le pegaran demasiado, nada más. Ahora con Ladrilleros me daba un poco de vértigo porque venía de una novela que le había encantado a todo el mundo, entonces quería ver que iba a pasar con esta nueva, que es distinta”.

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Almada recibe bien las críticas, pero se molesta frente a aquellas que no responden en verdad a su trabajo sino a conflictos de intereses o prejuiciosos de los llamados literatos: “No me molesta la reseña negativa cuando está hecha desde un lugar honesto. Me molesta la que se hace con mala leche. Me disgusta que, como ha pasado con Ladrilleros sobre todo, se critique que me vaya bien y no la calidad del libro. Entonces esa lectura prejuiciosa que hacen, partiendo del “como es una escritora que le gusta a todo el mundo, a mí no me puede gustar porque yo soy un crítico de verdad, o justo o lo que fuera”.

También leen el libro con el prejuicio de que le gustó a Sarlo. Eso sí me molesta porque creo que es una desvalorización de mi trabajo, porque no lo están mirando a él sino que están en contra de la mirada de Sarlo, entonces no leen el trabajo objetivamente. Pero cuando las críticas, aun cuando no les gusta el libro, marcan dos o tres cosas que pienso que tienen razón, me sirven a mí para pensar y quizás tenerlas en cuenta”.

Las críticas no sólo responden a factores ajenos a ella, como las luchas de poder entre palabras de peso de la literatura, sino que también a veces se deben a su condición de mujer: “A mí no me pesa mí género, pero sí es más complicado para una mujer escribir narrativa. No es que sea para un más complejo hacerlo, sino que en la Argentina, ella le pertenece a los varones. Entonces entrar por un lugar que no sea la novela romántica o algo que sí se le está permitido a la mujer, es mucho más difícil. Muchas veces estas críticas mala leche que se hacen de mis libros también están marcadas por la misoginia. Los críticos son hombres y como que no disculpan que una mujer escriba de otra cosa que no sea de hijos y de romances o amores”.

Además de escribir y dar talleres de escritura y lectura, Almada tiene un blog, al que ha llamado “una chica de provincia”. En sus obras ese sentimiento provinciano se ve muchas veces representado, buscando no caer en lo folclórico, algo que a ella no le gusta.

Le gustan muchos autores, y cada etapa de su vida ha sido marcada por alguno en particular. Arrancó la escritura de la mano de Juan Carlos Onetti, siguió por Daniel Moyano, de quien le gusta su trabajo de lo regional; pasó por los norteamericanos del Sur para llegar a Haroldo Conti, de quien le resulta muy interesante cómo trabaja la relación del hombre, el río y el paisaje. De Entre Ríos, no lo duda, y elige a los poetas, citando como ejemplo a Juan L. Ortiz, conocido como Juanele.

Desde otra perspectiva, Almada nos muestra con su pluma sus propias preocupaciones y nos abre preguntas. No nos deja un mensaje, sólo nos invita a pensar.

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