el secuestro del inconsciente en el 'caso moro

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La crónica de Leonardo Sciascia sobre el asesinato del político italiano indaga en los motivos ocultos de la Razón de Estado

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5/10/2018 El secuestro del inconsciente en el 'caso Moro' - slidepdf.com

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Modos&modas

públicosábado, 8 de enero de 2011 45

Ht

El secuestro

del inconscienteen el ‘caso Moro’

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“La versión de las autori-dades italianas, agravada másque enmendada por cien re-toques sucesivos y que todoslos comentaristas se creyeronobligados a aceptar pública-

mente, no ha sido creíble ni unsólo instante. Su intención noera ser creída, sino ser la úni-ca en el escaparate, para lue-go ser olvidada, exactamenteigual que un mal libro”. Estecomentario de Guy Debord so-bre el secuestro y asesinato delpolítico Aldo Moro, escrito enenero de 1979 y publicado enel prólogo a la cuarta ediciónitaliana de La sociedad del es-

 pectáculo, debe corregirse enun punto: hubo un comenta-rista que no transigió con esaobligación; que esa negativaprodujera un libro excelente,sin embargo, respalda el acier-to de la comparación de De-

bord en todo lo demás.Leonardo Sciascia (Sicilia,

1929-Palermo 1989) no escri-bió El caso Moro pensando enel escaparate, sino en la ver-dad que ocultaba, y de ahí quesiga siendo recordado: Tus-quets acaba de reeditarlo enespañol. Esa crónica, escrita“en caliente”, disecciona las pi-ruetas que esa versión ocial eincreíble dio durante tres me-ses para justicar lo previsible:que Moro, presidente del Con-sejo Nacional de DemocraciaCristiana, iba a ser asesinado y que el gobierno, presidido porel también democristiano Giu-lio Andreotti, no pensaba ce-

der un ápice para evitarlo. Aldo Moro fue secuestrado

el 16 de marzo de 1978 en Ro-ma por un comando terroristade las Brigadas Rojas, que ase-sinó en el acto a sus cinco es-coltas. El cadáver de Moro fuehallado el 9 de mayo en el ma-letero de un Renault 4, en unacalle de la misma capital. La fa-milia pidió ese mismo día quese respetara la voluntad expre-sada por el propio Moro al -nal de su cautiverio: no queríani manifestaciones públicas,ni ceremonias, ni discursos, niluto nacional, ni ceremoniasde Estado, ni medallas póstu-mas. “La historia juzgará la vi-

da y la muerte de Aldo Moro”,concluía.

¿Pero por qué Moro, ex pri-mer ministro y padre del “com-

3                      

braulio garcía jaénmadrid

 Aldo Moro, durante el secuestro, con un periódico del 19 de abril de 1970. AP

so, según las lee Sciascia, confórmulas encriptadas parainformar a las autoridadessobre el lugar donde lo te-nían secuestrado, son des-cartadas sistemáticamente.Las autoridades no dan razo-nes políticas, sino excusas clí-

nicas: primero dicen que lasescribe coaccionado, luegoque enajenado y nalmenteacaban lamentando que Mo-ro se haya convertido en otrapersona. La firmeza inicial,engrasada por una repenti-na razón de Estado, derivaen una indiferencia de plo-mo. ¿Por qué un Estado queha abolido la pena de muertese cree autorizado, legitima-do a dejar morir a un inocen-te?, se pregunta el autor deTodo modo.

El informe de la comisiónparlamentaria de investiga-ción, redactado por el mismoSciascia, con datos y precisos

interrogantes, describe enqué consiste también la po-lítica del espectáculo aplica-da al terrorismo. Y nada tie-ne ello que ver, como advier-te por lo demás Debord, conque los terroristas busquensalir en los titulares. Tieneque ver con un Estado que, através de los servicios secre-tos, esconde más de lo quemuestra, despliega miles depolicías allí donde es mate-rialmente imposible que es-té en ese tiempo el secuestra-do y no controla en cambio elbarrio donde se ha produci-do el asalto. Si tiene que vertambién con la complicidad

en el asesinato, es algo queSciascia no arma porque notiene pruebas.

La historia, en esa socie-dad que el caso Moro sancio-na, ni se la conoce ni se la es-pera que responda. Es, de he-cho, la misma sociedad del es-

 pectáculo que diseccionabaDebord en su libro de 1967:un mundo en el que ya no hay lugar para ninguna verica-ción. ¿Cómo, entonces, iba ahaberlo para el periodismo?¿Y para la justicia? ¿Y parala política? Todas esas insti-tuciones comparecen ante eltribunal del periodista –y di-putado del Partido Radical–

Sciascia. Ya es célebre que elpropio Sciacia había dichode Italia que era “un país sin verdad”.D

promiso histórico” con los co-munistas, rechazó todos loshonores del Estado que habíadefendido durante décadas?

Nadie ha podido verificargran cosa sobre los hechos delcaso. Sciascia tuvo al menosla intuición y la honestidad deponer a prueba el relato queel poder hizo de su declaradaimpotencia para salvar a Mo-ro, cuyo “compromiso históri-co” fue raticado, para perple- jidad de muchos, el mismo díadel secuestro: los comunistasapoyaron el gobierno del de-mocristiano Giulio Andreotti.

El libro se pregunta si no fue elEstado también quien lo con-denó a muerte.

Sciacia no responde, por-que sólo tuvo acceso a los tex-tos, y aunque los lee como re-flejo y síntoma de lo que es-taba pasando, nunca pierdede vista que no eran lo que, li-teralmente, pasaba. Mientraslos terroristas exigían conce-siones a cambio de la vida dellíder democristiano y el propioMoro argumentaba que la cle-mencia no es signo de debili-dad del Estado, los compañe-ros de partido, de gobierno, losgrandes periódicos e incluso elpapa Pablo VI optaron por dar-

lo por hombre perdido de an-temano.

Las cartas de Moro, perfec-tamente razonables e inclu-

Las Brigadas Rojassecuestraron yasesinaron al líderdemocristiano

El Ejecutivodescartó cualquiernegociación conlos terroristas

Las circunstanciasy los autores delcrimen siguensiendo un misterio

Sciascia preguntasi la negativa delEstado a negociar le

condenó a muerte

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