amin maalouf_ el desajuste del mundo

5/14/2018 Amin Maalouf_ El Desajuste Del Mundo - slidepdf.com

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Aminaa ou

El desajustedel mundoCuando nuestrascivilizacionesse agotan

Alianza Editorial



Epilogo

Un a P reh isto ria d em a sia do la rg a



1

Lo que esta pasando ante nuestros ojos en este princi-pio de siglo no es una turbulencia corriente. Para el mundo

globalizado que nacio de los escombros de la Guerra Fda

es quiza la turbulencia fundadora, la que va a agitarnos las

conciencias y las inteligencias para que salgamos por fin de

una Prehistoria demasiado larga; pero tambien podria re-

sulrar destructiva y desintegradora y ser e 1 preludio de un

penoso retroceso.

Todas estas poblaciones que se diferencian por la reli-

gion, e I color, la lengua, la historia, las tradiciones, ya lasque la evolucion obliga a estar codeandose continuamente,

~sabremos hacer que vivan juntas en paz y armonia? La pre-

gunta se plantea en todos los pafses, en todas las ciudades e

incluso con alcance planetario, Y Ia respuesta, hoy, sigue

siendo incierta. Ya se trate de comarcas en donde Uevan va-

rios siglos coexistiendo comunidades diferentes 0de las que

llevan pocas decadas acogiendo grupos numerosos de inmi-

grantes, esta claro que la desconfianza y la incomprensi6n

crecen tanto que comprometen todas las politicas de inte-

295



gracion 0, incluso, de simple coexistencia. iCuantas vota-

ciones, cuantos debates llevan hoy en dia en el ala el plomo

de ese tema espinoso que favorece la crispacion de las iden-

tidades y las desviaciones xenofobasl Sobre todo en Europa,en donde hemos visto como algunas de las sociedades mas

tolerantes se irritaban, se agriaban e incluso que se volvfan

mas rigidas. Pero, al tiernpo, estamos presenciando vuelcos

sorprendentes en la forma de ver a los dernas, que dan fe de

singladuras invisibles en las mentes de nuestros contempo-

ranees; el ejemplo mas revelador y el mas espectacular ha

sido la Ilegada de Barack Obama.

De este debate mundial sobre la coexistencia ya no nos

libraremos nunca. Violento 0 ahogado, abierto 0 implfci-

to, nos acompafiara durante todo este siglo y en los siglos

venideros. Nuestro planeta es una trama prieta de pobla-

ciones diferentes, todas elias conscientes de su identidad,

conscientes de como las miran los dernas, conscientes de

los derechos por conquistar 0 por custodiar, convencidas

de que necesitan a los demas y de que tambien necesitan

protegerse de ellos. No hay que contar con que basten los

efectos del paso del tiempo para limar las tensiones que

hay entre ellas. (Acaso no hemos visto a algunas poblacio-

nes codearse durante siglos y no conseguir nunca respetar-

se mutuamente ni coexisrir de forma armoniosa? Sobrepo-

nerse a los prejuicios y a los aborrecimientos no esta

inscrito en la naturaleza humana. Aceptar a los demas no

es ni mas ni menos natural que rechazarlos. Reconciliar,

reunir; adoptar, ganarse a alguien, pacificar son gestos volun-

296



tarios, gestos civilizados, que exigen lucidez y perseveran-

cia; gestos que se adquieren, que se ensefian, que se culti-

van. Ensefiar a los hombres a vivir juntos es una larga

batalla que nunca esta del todo ganada. Precisa una re-

flexion serena, una pedagogia habil, una legislacion apro-

piada e instituciones adecuadas. Por haber vivido en Le-

vante antes de emigrar a Europa, a menudo he tenido la

oportunidad de observar cuan diferentes eran los resulta-

dos en una sociedad humana cuando esta batalla se em-

prendia con determinacion y sutileza y cuando se omitfa 0

se llevaba adelante con torpeza e incoherencia.

Esta batalla habrfa que pelearla hoy abarcando ala hu-

manidad entera, pero tambien en el seno de cada pobla-

cion. Esta daro que todavia no se hace " 1 0 suficiente. Nos

pasamos la vida hablando de la «aldea global», yes un he-

cho que, gracias a los progresos realizados en el ambito de

las comunicaciones, nuestro planeta se ha convertido en

un espacio econornico unico, en un espacio politico unico,

en un espacio mediatico unico. Pero 1 0 que se consigue con

eso es que esten atin mas daros los aborrecimientos mu-tuos.

La ruptura entre Occidente y el mundo arabo-musul-

man, en particular, no ha dejado de agravarse durante los ul-

timos afios, hasta tal punto que parece ahora dificil de repa-

rar. Soy de los que 1 0 lamentan a diario, pero hay mucha

gente que 1 0 acepta, e incluso hay a quien Ie complace, sin

calibrar el gigantesco potencial de violencia que nos tiene re-

servado ese enfrentamiento y que tanto ensombrece el por-

297



venir de todos. Hemos visto ejemplos de ello en los atenra-

dos cruentos ocurridos en los ultimos afios. Los del 11 de

septiembre de 2001 figuranya,

a modo de monstruoso exer-go, en la historia del s1gl0 nuevo. Acciones de similar inspi-

raci6n ocurrieron en todos los continentes, desde Nairobi

hasta Madrid, y desde Bali hasta Londres, pasando por jer-

ba, Argel, Casablanca, Beirut, Amman, Taba, jerusalen, Es-

tambul, Beslan 0Bombai, por no mencionar Bagdad.

Cierto es que esos atentados, por muy violentos que

sean, no hacen que gravite sobre el mundo la amenaza de

la aniquilacion, como sucedia con los arsenales terrnonu-

deares sovieticos y estadounidenses en tiernpos de la Gue-rra Fria. Podrian no obstante resultar terriblernente cruen-

tos sobre todo S1se usasen en ellos, el dia de mariana, arm as

de las llamadas «no convencionales»: quimicas, bio16gicas,

atornicas u otras: a mayor abundamiento, lo s trastornos

sociales, politicos yeeon6mieos que provocarian serian ca-

tastr6ficos.

Pero prefiero suponer que podra evitarse otro atenrado

de gran envergadura, 1 0 que, por fortuna, sigue siendo algo

plausible. En lo s paises mas amenazados, las autoridadesreaceionan con firmeza y eficacia; para que nunea mas las

pillen por sorpresa, se esfuerzan por detectar y prevenir los

menores riesgos. Seria una irresponsabilidad reprocharse-

1 0 . No obstante, es evidente que una sociedad que siente la

neeesidad de protegerse permanenternenre de los enerni-

gos sin escrtipulos se aleja irremediablernenre del estrieto

respeto a las leyes y los principios, Y por ello la persistencia

de la amenaza terrorista no puede sino aiterar, en fin de

cuentas, e l funcionamiento de las democracias.

298



Llegara un d fa en que recordaremos aquellos afiosmal-

ditos como los afios en que en el metro de Londres la poli-

da mas civilizada del mundo inmovilizo en el suelo a un

joven viajero brasilefio completamente inocente, aunque

un tanto atezado, antes de meterle sin mas averiguaciones

siete balas en la cabeza.

\

El choque de civilizaciones no es un coloquio acercade

los rneritos respectivos de Erasmo y Avicena, acerca del al-

cohol y delvelo, 0 de los textos sagrados; esuna desviaci6n

global hacia la xenofobia, la discriminacion, los abusos <St-

nicos y las matanzas rnutuas, es decir, hacia la erosion detodo cuanto constituye la dignidad etica de nuestra civili-

zaci6n humana.

Cuando impera ese arnbiente, incluso quienes estan

convencidos de que luchan contra la barbarie acaban

por caer en ella a su vez. La violencia terrorista trae con-

sigo violencia antiterrorista, 1 0 que alimenta el resenti-

miento, les facilita la tarea a los reclutadores fanaticos y

prepara futuros atentados. ~Miramos con desconfianza

a determinado grupo de poblacion porque pone born-bas, 0 pone bombas porque 1 0 miramos con desconfian-

za? Es la eterna historia del huevo y la gallina, y ya no

sirve de nada buscar la respuesta correcta, porque no la

hay; cada cual da las respuestas que le dictan sus temo-

o res, sus prejuicios, sus orfgenes, sus heridas. Serfa nece-

sario poder romper e l drculo vicioso; pero en el rno-

mento en que se pone en marcha el engranaje, es diffcil

retirar la mano a riempo.

2 9 9



~C6mo no temer una involucion en semejante contex-

to? Si se mantuviera la hosrilidad actual entre las diversas

«tribus» y los desajustes de todo tipo fueran a continuar, el

mundo asistiria durante el presente siglo a una descornpo-

sici6n de la democracia, del estado de derecho y de todas

las normas sociales,

Por rni parte, me niego a considerar esa desviacion

como algo inevitable, pero esta claro que habrfa que des-

plegar tesoros de ingenuidad, de perspicacia y de determi-

nacion para contar atin con alguna oportunidad de evi-

tarla.

300



2

Desde que emprendf este trabajo, me obsesiona una

imagen alegorica, Ia de un grupo de alpinistas que escalan

un acantilado y, por alguna sacudida, empiezan a perder

pie. Me esfuerzo en entender por que esos hombres corren

el riesgo de «desasegurarse»y como podrfan volver a «cha-

parse»a la pared rocosa para seguir el ascenso, sin pararme

demasiado a imaginar que sucederia si cayesen por el pre-

CipiClO.

Hablo de ello como de un accidente de montafia y es

algo asi 1 0 que siento cuando medito sobre como marcha

el mundo. No ignoro que, en Historia, «accidente» suele

ser una nocion engafiosa. No obstante, no renuncio del

todo. Digan 1 0 que digan los moralistas de hogafio y de

antafio, la humanidad no se merece el castigo que las de-

cadas venideras podrian infligirle. Tampoco voya alegar

inocencia, ni mala suerte, ni los azares del destino. Pero

.estoy convencido de que 1 0 que nos sucede, mas que la

consecuencia de nuestros fracasos y de nuestras faltas, es

ante todo la de nuestros exitos, de nuestras realizaciones,

301



de nuestras ambiciones legftimas, de nuestra libertad no

menos legftima y del incomparable talento de nuestra es-

peCle.

Pese a mis enfados e inquietudes, la aventura humaname sigue fascinando; la quiero, la venero, y por nada del

mundo la cambiaria por la vida de los angeles 0de los ani-

males. Somos los hijos de Prometeo, los depositarios y los

continuadores de la creacion, nos hemos puesto a remode-

lar el universo y, en el caso de que hubiera por encima de

nuestras cabezas un Creador supremo, nos merecemos su

orgullo tanto como su ira.

~No sera, precisamente, que estamos pagando e 1 precio

de esa temeridad prometeica y de esa carrera vehemente

hacia las cumbres? Sin duda; pero no hay de que arrepen-

tirse; ni de nuestros inventos, ni siquiera de los mas insen-

satos; ni de las libertades que hemos conquistado. Y si ha

llegado e l momento de preguntarnos, mucho mas en serio

que en el pasado y con mayor urgencia: «~D6ndevamos a

este paso?», no deberiamos hacerlo con tono contrite ni

peyorativo, ni para sobreentender: «[Ccrremos demasia-

do!», «Nos estarnos desviando del camino», «[Estamosper-

diendo los puntos de referencial», sino con un punto de

interrogaci6n aurentico.

Retumban en este siglo las palabras mas retr6gradas;

podrfa ser la hora de la revancha de todos los que, desde

siempre, aborrecen la liberaci6n del hombre, y mas arin la

de la mujer, de todos los que desconfian de la ciencia, del

arte, de la literatura tanto como de la filosofia, de quienes

302



querdan conducir a esa muchedumbre desorientada que

formam os, como si fuera un rebafio docil, hacia e 1 cercado

tranquilizador de las tiranfas morales seculares. Y , sin em-

bargo, si hay un descarrio, no tiene nada que ver con e l ca-

mino que trazaron nuestros padres, sino con el caminoque nosotros teniamos que haber abierto para nuestros hi-

jos, un camino que generaci6n alguna anterior a la nuestra

tuvo oportunidad de intuir, ni, por 1 0 dernas, necesit6 de

forma tan vital.

Tengo empefio en destacarlo en este epilogo de la mis-

ma forma que 1 0 hice en las primerfsimas paginas del libro

porque la reacci6n ante las turbulencias de nuestra epoca

puede obedecer a las tentaciones m a s variopintas. Voya re-

saltar tres, que voy a llamar, para seguir con la merafora delos alpinistas, la tentaci6n del precipicio, la tentacion de la

pared y la tentacion de la cumbre.

La «tentacion del precipicir» es caracteristica de nues-

tra epoca, Todos los dias hay hombres que saltan al vado

sofiando con arrastrar en la caida a la cordada entera: un

fen6meno sin verdadero precedente en la Historia. Esas

personas, por numerosas que sean, no representan sino la

mecha encendida de un gigantesco barril de desesperanza.

Cientos de millones de nuestros conternporaneos, en el

mundo rnusulman y en otros, sienten esa misma tenta-

don, en la que se resiste a caer, afortunadamente, una abru-

madora mayoda.

No es tanto la mordedura de la pobreza 1 0 que los de-

sespera sino, mas bien, la mordedura de la humillacion y

303



de la insignificancia, esa sensaci6n de no tener ellugar que

le s corresponde en el mundo en que viven, de no ser en el

sino un os perdedores, unos oprimidos, unos excluidos; y

por eso suefian con aguar esa fiesta a la que no estan invi-tados.

La «tentacion de la pared» es mucho menos caracterfs-

rica de nuestra epoca, pero ha adquirido en ella un signifi-

cado nuevo. Le doyese nombre al eomportamiento que

consiste en parapetarse, en buscar refugio, en ponerse a cu-bierto a 1 a espera de que pase la tormenta. En orras cir-

cunstancias, serfa la postura mas prudente. El drama de

nuestra generaci6n y de las venideras es que esta tormenta

no va a pasar. El viento de la Historia seguira soplando,

cada vez mas tuerte, eada vez mas veloz, y nada ni nadie

podran aplacarlo ni frenarIo.

No me refer ire a los partidarios de esa postura diciendo

que son una fracci6n de la humanidad, porque todos l leva-

mos dentro esa tentaei6n. Nos resulta dificil admirirque haya que replantearse el mundo de arriba abajo y que

tengamos que trazar el camino del futuro con nuestras pro-

pias manos; difieil admirir, por ejernplo, que nuestros com-

portamientos habituales, apacibles, anodinos, podrian cau-

sar un cataclismo climatico de primer orden y resultar, de

esa forma, tan suicidas como arrojarse al vado; dificil ad-

mitir que el apego a nuestras identidades inmemoriales po-

dria comprometer el progreso de la especie humana. In-

tentamos entonees persuadirnos de que no hay bajo la eapadel cielo nada realmente nuevo y seguimos aferrandonos a

3 0 4



nuestros puntos de referencia habituales, a nuestra perte-

nencia hereditaria, a nuestras contiendas recurrentes y tam-

bien a nuestras fragilescertidumbres.

La «tentacion de la cumbre» se basa precisamente en 1 a

idea contraria, a saber, que la humanidad ha llegado, den-

tro de su evoluci6n, a una fase dramaticamente nueva en la

que ya no valen las recetas antiguas. No se trata del fin de

la Historia, como se dijo prematuramente cuando cay6 el

comunismo, pero S I es probablemente el crepusculo de

cierta Historia, y es tarnbien -me atrevo a creer en ello,

me atrevo a esperarlo- e l alba de otra Historia.

Lo que ya ha durado 1 0 que tenia que durar y ha llega-

do el momento de clausurar es la Historia tribal de la hu-

rnanidad, la Historia de las luchas entre naciones, entre Es-

tados; entre comunidades ernicas 0 religiosas, y tambien

entre «civilizaciones».Lo que esta concluyendo ante nues-

tros ojos es la Prehistoria de los hombres. Si, una Prehisto-

ria demasiado larga, hecha de todas las crispaciones de

nuestras identidades, de todos nuestros etnocentrismos ce-

gadores, de nuestros egofsmos supuestamente «sagrados»,

tanto patri6ticos como comunitaristas, culturales, ideolo-

gicos u otros cualesquiera.

No se trata de emitir un juicio etico acerca de esos me-

canismos inmemoriales de la Historia, sino de comprobar

que las realidades nuevas nos obligan a dejarlos arras 1 0 an-

tes posible. Para iniciar una etapa totalmente distinta de la

aventura humana, una etapa en que ya no lucharemos con-

tra el Otro -la nacion enemiga, la civilizacion enemiga, la

305



religion enemiga, la comunidad enemiga- sino contra

enemigos de envergadura mucho mayor, mucho mas terni-

hies, y que amenazan a la humanidad en conjunto.Cuando damos de lado los habitos debilitadores que

adquirimos durante esa «Prehistoric», nos resulta Eicil com-

probar que los iinicos combates que de verdad le merecera

la pena pelear a nuestra especie durante los proximos siglos

seran cientfficos y ericos, Veneer todas las enfermedades,

frenar e l envejecimiento, hacer que la muerte natural re-

troceda varias decadas y, algun dia, quiza incluso varios si-

glos, liberar a los hombres de la pobreza y, no menos, de la

ignorancia; proporcionarles, merced a las artes y a los co-nocimientos, merced a la cultura, esa riqueza interior que

les permitirfa «amueblar» esas vidas que se van haciendo

mas largas; apoderarse despacio del anchuroso universo a l

tiempo que velamos por no poner en peligro la supervi-

vencia del suelo que pisamos: tales son las tinicas conquis-

tas que deberian rnovilizar las energias de nuestros hijos y

de nuestros descendientes. Me parecen, por 1 0 que a mi se

refiere, mucho mas ilusionantes que todas las guerras pa-

trioticas, y tan estimulantes espiritualmente como las ex-periencias mfsticas. Hacia esas ambiciones debemos orien-

tarnos a partir de ahora.

Buenos deseos, se me dira. No, una exigencia de super-

vivencia; y, por ello, la unica opcion realists. Tras alcanzar

ese estadio avanzado de su evolucion, que se caracteriza

por un altisimo grado de integracion global, la humanidad

no puede ya sino implosionar 0metamorfosearse.

306



3

El «estadio de evolucion» al que acabo de referirme no

es una nocion abstracta. Nunca estuvo tan necesitada la

humanidad de solidaridad efectiva y de actuaciones conju-

gadas para plantarles cara a los numerosos peligros que la

asedian; peligros gigantescos, nacidos de los avances de

la ciencia, de la tecnologia, de la demografia, y rambien de la

economia, y que amenazan con la aniquilacion, durante e l

siglo recien empezado, de cuanto se edifice durante mile-

nios. Pienso en la proliferaci6n de las armas atomicas y de

otras cuantas herramientas de muerte. Pienso en que se

agotan los recursos naturales; yen e I regreso de las grandes

pandemias. Sin olvidarrne, por supuesto, de los trastornos

climaticos, el peligro mas grave, quiza, al que haya tenido

que enfrentarse la humanidad desde la aparici6n de las pri-

merisimas civilizaciones.

Pero todas esas amenazas podrian ser tam bien una suerte

para nosotros si nos permiten abrir los ojos por fin y darnos

cuenta de la magnitud de los retos con los que tenemos que

enfrentarnos y del peligro mortal que habria en no modifi-

307



car nuestros comportamientos, en no ponernos mentalmen-

te y, sobre todo, moralrnente, al nivel que exige precisa-

mente ese estadio de evoluci6n que hemos alcanzado.Mentiria si dijera que me flo por completo de nuestro

instinto colectivo de supervivencia. Ese instinto existe en

los individuos, aunque es hipotetico que exista para las es-

pecies, Pero al menos, debido a esas crisis diversas que sen-

timos en nuestra propia carne, podemos «dejarlo 0 tornar-

1 0 » , por decirlo de alguna forma. 0 este siglo sed. para el

hombre el siglo del retroceso, 0 sera el siglo de la reacci6n

y de una provechosa metamorfosis. Si nos estaba haciendo

falta un «estado de emergencia» para espabilarnos, paramovilizar 1 0 mejor que llevamos dentro, ya 1 0 tenemos

aquL

Por mi parte, sigo en una espera intranquila; pero yeo

tambien unas cuantas buenas razones para tener esperanza.

No todas son del mismo tipo, y no mueven las mismas pa-

lancas, pero, consideradas en conjunto, permiten imaginar

un porvenir diferente.La primera es que, pese a tensiones, crisis, conflictos y

conmociones, el progreso cientffico sigue y se va aceleran-

do. Puede parecer fuera de lugar mencionar, entre los sig-

nos positives de nuestros dias, una tendencia hist6rica que

lleva vigente muchas generadones. Si la menciono, pese a

todo, es porque esa constancia de la ciencia nos ayudara se-

guramente a superar las turhulendas de este siglo. No lle-

gare a decir que el progreso cientffico es el antfdoto del re-

troceso, pero sf es, desde luego, uno de los ingredientes de

308



ese antidoto. A condicion, por supuesto, de que hagamos

buen uso de el,

A titulo de ejemplo, podemos suponer razonable-

mente que los cientfficos nos proporcionaran, en las

proximas decadas, toda una serie de «tecnologfas lim-

pias» que nos permitiran limitar las emisiones de carbo-

no en la atmosfera para que as! podamos salir del cfrcu-

1 0 vicioso del calentamiento. No debemos, sin embargo,

figurarnos que vamos a poder «endosarles» sin mas esa

tarea y seguir haciendo 1 0 de siempre con la conciencia

tranquila. Las alteraciones climaticas que podrian afec-

tar al planeta en la primera mitad de ese sitio es muy

probable que nuestros investigadores no tengan ya tiem-

po de evitarlas: serfa menester que, de entrada, consi-

guieramos doblar ese cabo dificil «con los medios de a

bordo»; solo entonces podra Laciencia brindarnos solu-

ciones a largo plazo.

Tengo en la ciencia, a la vez; una confianza ilimitada y

restringida. En las cuestiones que son de su competencia,

la creo capaz de ir aportando, poco a poco, todas las res-

puestas, de proporcionarnos asf los medios para cumplir

nuestros suefios mas extremos. Es algo que entusiasma y

asusta a un tiempo. Porque en los suefios de los hombres

hay de todo, 1 0 mejor y 1 0 peor, y no podemos contar con

la ciencia para separar 1 0 bueno de 1 0 malo. La ciencia es

moralmente neutra, esta al servicio de la sensatez de los

hombres y al servicio de su locura. Mafiana, igual que hoy

y que ayer, corre e l riesgo de dejarse llevar por mal camino,

de que la desvien en provecho de la tiranfa, de la avidez 0de

1 0 arcaico.

309



Mi segunda raz6n para tener esperanza no esta tampo-

co exenta de preocupacion, Ya la he mencionado: es el he-

cho de que las naciones mas pobladas del planeta esten sa-

liendo resueltamente del subdesarrollo. Es posible que en

los afios venideros presenciemos un frenazo, tumultos gra-

ves e incluso conflictos armados. No por ello es menos

cierto que ahora sabemos que el sub desarrollo no es una

.fatalidad, que la erradicaci6n de esas plagas milenarias, la

pobreza, el hambre, las endemias 0 el analfabetismo, no

puede ya considerarse un ensuefio ingenuo. Lo que resulta

que han podido hacer tres 0 cuatro mil millones de perso-

nas deberfan poder hacerlo tambien en unas cuantas deca-

das seis, siete u ocho mil millones.

Es facil entender que, dentro del enfoque de una hu-

manidad solidaria y abierta al porvenir, se trata de una eta-

pa de primera magnitud.

La tercera razon que tengo para la esperanza nace dela experiencia de la Europa contemporanea, Porque para

mf representa un esbozo de eso que podrfa traernos con-

cretamente este «fin de la Prehistoria» por el que hago vo-

tos: ir dejando poco a poco arras los odios acumulados,

las disputas territoriales, las rivalidades seculares; dejar

que las hijas y los hijos de quienes se mataron entre sf va-

yan de la mane y conciban el futuro juntos; ocuparse de

organizar una vida cormin para seis naciones, luego para

nueve, doce 0 quince, y luego para alrededor de treinta;

310



ir mas alla de la diversidad de las culturas sin intentar

nunca abolirla; para que de las numerosas patrias etnicas

nazca un dia una patria etica,

Durante toda la Historia, cada vez que se alz6 una vozpara decir que las diversas naciones del planeta deberian

reconciliarse, acercarse unas a orras, gestionar de forma so-

lidaria su espacio cormin y planear el porvenir juntas, siem-

pre la tacharon de ingenua por haberse atrevido a predicar

semejantes utopias. La Union Europea nos brinda precisa-

mente el ejemplo de una utopia que se cumple. Es, por

ello, una experiencia pionera, una prefiguracion plausible

de 1 0 que podria ser el dia de manana una humanidad re-

conciliada y la prueba de que las visiones mas ambiciosasno son forzosamente ingenuas.

Dicho 1 0 cual, no le faltan fallos a la empresa. Todos

los que participan en ella expresan dudas a veces. Yo soy el

primero que se impacienta al respecto. Me gustaria que

Europa diera ejemplo de coexistencia tanto entre sus pue-

blos fundadores cuanto en 1 0 tocante a los inmigrantes a

quienes acoge; me gustaria que se ocupase mucho mas de

su dimension cultural, que organizase mejor su diversidad

Iingufstica, me gustaria que resistiese ala tentacion de ser

un «club» de naciones cristianas, blancas y ricas y se atre-

viera a concebirse como un modele para todos los hom-

bres en conjunto; y tambien me gustarfa que se atreviera a

construir, en el plano institucional, una entidad democra-

tica unica, un equivalente europeo de los Estados Unidos

de America, con Estados dotados de mayor especificidad

cultural y que se ocupasen de defenderla y promoverla

pero con dirigentes federales elegidos el mismo dfa en

311



todo el continente y cuya autoridad reconociera todo el

mundo; sf , me preocupan las actirudes timoratas que per-

cibo y algunas miopias morales.Pero estas reservas que hago no merman en absolute mi

fe en el valor ejemplar de ese «laboratorio» que constituye

la Union Europea en esta etapa crucial en que se halla la

humanidad.

Un cuarto elemento de esperanza es 1 0 que se ha puesto

en marcha en el Nuevo Mundo desde comienzos del sor-

prendente afio 2008: el ascenso de Barack Obama, el sim-

bolo y el hombre; el regreso de una Norteamerica olvida-

da, la de Abraham Lincoln, Thomas Jefferson y Benjamin

Franklin; en otras palabras, e l despertar sobresaltado de

una gran nacion.xonsecutivo a su crisis economica y a sus

enfangamientos militares.

Para responder a la unica crisis de magnitud seme-

jante, la que ernpezo en 1929, el presidente Franklin

D. Roosevelt puso en march a el New Deal; yes efecri-

vamente una Nueva Distribucion 1 0 que necesitan hoy

los Estados Unidos yel conjunto del mundo. Pero ten-

dra que ser mucho mas amplia, mucho mas ambiciosa

que la de los afios treinta. Esta vez no se trata solo de dar

un nuevo impulso ala economla y volver a poner sobre el

tapete ciertas preocupaciones sociales, se trata de cons-

truir una nueva realidad global, nuevas relaciones entre

las naciones, nuevas reglas de funcionamiento del planeta

que acaben con los desajustes estrategicos, financieros,eticos 0climaticos: y para que la superpotencia pueda de-

312



dicarse a esa tarea gigantesca, necesita, antes que cual-

quier otra cosa, y como condici6n previa, recuperar la le-

gitimidad de su papel planetario.

He tenido ocasi6n de decir que un pueblo se reconoda

en los dirigentes que hacen suyo aquello por 1 0 que lucha.

Dire 1 0 mismo en el ambito mundial. Para que todas las

naciones acepten la primada de una de ellas, tienen que es-

tar convencidas de que esa primada la ejerce en provecho

de ellas y no a sus expensas.

Por supuesto que los Estados Unidos tendran siem-

pre adversarios, rivales, e incluso enemigos irreductibles

que lucharan contra ellos con mayor encarnizamiento

aun si yen que el mundo se agrupa a su alrededor. Perola mayorfa de los pueblos y de los dirigentes de Europa,

de Africa, de Asia y de America Latina los juzgaran por

sus actos. Si intervienen en el escenario internacional

con sutileza y equidad, si se obligan a S 1 mismos a con-

sultar respetuosamente a las dernas naciones en vez de

hacerles imposiciones, si tienen el prurito de aplicarse

primero a S 1 mismos 1 0 que les exigen a los demas, si se

distancian claramente de esas practicas inmorales que

con demasiada frecuencia mancillaron su comporta-mien to en el mundo y encabezan la movilizaci6n global

contra la crisis econornica, contra el calentamiento eli-

matico, contra las epidemias, contra las enfermedades

endernicas, contra la pobreza, contra las injusticias, con-

tra todas las discrirninaciones, entonces los dernas acep-

taran su papel de primera potencia y los aplaudiran. In-

cluso el uso de su fuerza rnilitar, si no se convierte en una

forma de funcionar, si es algo excepcional y si obedece a

313



principios identificables, si no va acompafiada de un ro-

sario de «flecos» sangrientos, no provocara las mismas

reacciones de rechazo.

El mundo necesita mas que nunca a Norteamerica,

pero a una Norteamerica reconciliada con el y consigo mis-

rna, una Norteamerica que desempefie su papel planetario

respetando a los dernas y sus propios valores, con integri-

dad, con equidad, con generosidad; dire incluso que con

elegancia, con encanto.

He citado unos cuantos factores que permiten no perder

la esperanza. Pero la tarea que hay que llevar a cabo es titani-

ca, y no se le puede confiar a un unico dirigente, por hicido

y persuasivo que sea, ni a una unica nacion, por poderosa• • • • , . < II •

que sea, illslqUlera a un umco connnente,

Porque no se trata iinicamente de organizar una nueva

forma de funcionamiento economico y financiero, un nue-

vo sistema de relaciones internacionales, ni unicarnente de

corregir unos cuantos desajustes rnanifiestos. Se trata tam-

bien de idear sin demora, y aposentar en las mentes, una

vision diferente por completo de la polftica, la econornfa,

e l trabajo, e l consumo, la ciencia, la teenologia, e l progre-

so, la identidad, la cultura, la religion, la Historia; una vi-

sion adulta por fin de 1 0 que somos, de 1 0 que son los de-

mas y del destino de este planeta que compartimos. En

pocas palabras, tenemos que «inventar» una concepcion

del mundo que no sea solo la traduccion moderna de nues-

tros prejuicios ancestrales y que nos permita conjurar e l re-

troeeso que se anuncia.

314



Todos cuantos vivimos en este extrafio comienzo de si-

glo tenemos e l deber -y,mas que todas las generaciones

anteriores, los medios- de contribuir a esa empresa de

salvamento; con sensatez, con lucidez, pero tambien con

pasion e incluso, a veces, con ira.

51, con la ardiente ira de los justos.

315



Blbllolocas Publlcas

I l r o o l i f l l ~ 17 3 8 5 6 4 3

E

l sigloXXI ha empezado con notables sintomas de sufrir

serios desajustes. Desajuste intelectual, caracterizado

por un desencadenamiento de afirmaciones identita-

rias que hacen dificiI toda coexistencia armoniosa y todoverdadero debate. Desajuste economico y financiero, que

esta arrastrando a todo el planeta a una zona de turbulen-

cias de consecuencias imprevistas y que es en simismo el sin-

torna de una perturbaci6n de nuestro sistema de valores.

Desajuste climdtico, resultado de un largo ciimulo de irres-

ponsabilidades... Ante este panorama, Amin Maalouf se

pregunta si la humanidad ha a1canzado el techo de su

incompetencia moral.

En El desajuste del mundo, Maalouf intenta entender y

explicar como se ha llegado a tal situacion y como se podriasalir de ella. Para el autor, el desajuste del mundo tiene

menos que ver con el «choque de civilizaciones» que con el

agotamiento simultaneo de nuestros modelos sociales. Sobre

todD, los de los dos ambitos culturales con los que se iden-

tifica: el occidental y el mundo arabe. EI primero, por ser

pOCOfiel a sus propios valores; el segundo, por hallarse

encerrado en un impasse historico.

Un diagnostico inquietante el de Amin Maalouf pero que

desemboca en una nota de esperanza. Segiin el autor, el

periodo agitado en el que entramos podria llevamos a ela-horar una vision por fin adulta de nuestras identidades, de

nuestras creencias, de nuestras diferencias y del destino del

planeta que compartimos.

IS8 N 978·84·206-8575·5

II I I I I788420685755

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amin maalouf_ el desajuste del mundo

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