amar a la iglesia. entre el desamor el amor dolorido de

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Amar a la Iglesia. Entre el desamor y el amor dolorido de las nuevas corrientes AUGUSTO GUERRA "A Sion se le dice: jMadre! porque todos han nacido en ella" (Salmo 87, 5). Es<tas paginas han nacido de una imperiosa necesidad inte- rior. El contaoto ,con no pocos escritos tanto de neomîsticos como de nuevos militantes, aSI como una atenta relaci6n con personas que militan en ambas cornentes me ha llevado a preguntarme sin rodeos si el amor a la Iglesia no languidece de forma allar- mante en e1los. Ahora bien, si es.to fuera verdad estariamos ante una expe- riencia grave y deberiamos, sin mas, tomar conoiencia de e1lo. Como veremos, la cosa no aparece suficientemente clara; al me.., nos ouando se trata de aceptar una categoria concreta para des- cribir esta actitud vital. De todas formas, yo quiero dejar muiY clara que mi intencion en estas paginas es insistir en el amor que debemos a la Iglesia (tanto si estamos a cera, como si va- mos bajando. Incluso también si vamos subiendo: habria que subir mas). No se tratara, por supuesto, de volver a amores ra- manticos, a faciles, inutiles y hasta perniciosas apologéticas, ni a ditirambos angelicales. La critica es categoria esencial. Pero SI quiero positivamente ponerme de parte de esa manifestacion y expresion deI amor (que ciertamente no es la Unica) que pre- fiere el reconocimiento y hasta la disculpa sobre el olvido y la recriminacion. Pienso que también esto entra dentro deI con- cepto paulino de caridad, como el mejor camino para el cris- tiano (1 Cor 13).

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Page 1: Amar a la Iglesia. Entre el desamor el amor dolorido de

Amar a la Iglesia. Entre el desamor y el amor dolorido de las nuevas corrientes

AUGUSTO GUERRA

"A Sion se le dice: jMadre! porque todos han nacido en ella" (Salmo 87, 5).

Es<tas paginas han nacido de una imperiosa necesidad inte­rior. El contaoto ,con no pocos escritos tanto de neomîsticos como de nuevos militantes, aSI como una atenta relaci6n con personas que militan en ambas cornentes me ha llevado a preguntarme sin rodeos si el amor a la Iglesia no languidece de forma allar­mante en e1los.

Ahora bien, si es.to fuera verdad estariamos ante una expe­riencia grave y deberiamos, sin mas, tomar conoiencia de e1lo. Como veremos, la cosa no aparece suficientemente clara; al me.., nos ouando se trata de aceptar una categoria concreta para des­cribir esta actitud vital. De todas formas, yo quiero dejar muiY clara que mi intencion en estas paginas es insistir en el amor que debemos a la Iglesia (tanto si estamos a cera, como si va­mos bajando. Incluso también si vamos subiendo: habria que subir mas). No se tratara, por supuesto, de volver a amores ra­manticos, a faciles, inutiles y hasta perniciosas apologéticas, ni a ditirambos angelicales. La critica es categoria esencial. Pero SI quiero positivamente ponerme de parte de esa manifestacion y expresion deI amor (que ciertamente no es la Unica) que pre­fiere el reconocimiento y hasta la disculpa sobre el olvido y la recriminacion. Pienso que también esto entra dentro deI con­cepto paulino de caridad, como el mejor camino para el cris­tiano (1 Cor 13).

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I. lUN DESAMOR PARA UNA IGLESIA?

lQué es, pues, 10 que sucede? Es muy arriesgado decirlo sin mas. Posiblemente hay desamor tanto en los neomlsticos (que parecen disimularlo muy bien) coma en ~os nuevos militantes (que parecen manifestarlo con cilari.dad).

La despreocupaciôn de los neomlsticos

En los neomisticos este desamor se manifestana en el escep­ticismo y [a despreocupaciôn, en la ignorancia y el abandono, en la falta de integraciôn y colaboraciôn. Hablando precisamen­te de los grupos que redescubren la oraciôn ha dicho Mons. Ro­bett CoHy en informe a la Conferencia episcopal francesa: "lcual sera la relaciôn de los grupos de oraciôn con la Iglesia? Tales grupos no siempre parecen preocupados, de momento, por una vinculaciôn" 1. Quiza pueda decirse, a distancia de pocos allos, que ese temor se va convirtiendo en triste realidad.

Por atra paJ1te, una sociologîa religiosa, atenta a los movi­mientos, sobre todo juveniks, desarrollados durante los ûltimos allOS en Occidente, ha constatado 10 siguiente: "con una auto­organizaciôn al margen de las Iglesias, lson menos contestata­rios estos 'cris.tianos paralelos' [de grupos de cristianos fervoro­sos] frente a las instituciones e.clesiaŒes que los que pretenden acabar 'Con el monopolio clerical de la aurtoridad y reorientar la intervenciôn social de las Iglesias? Nada es menos seguro" 2. Pa­rece que hay muchas autoridades religiosas que se frotan las manos cuando contemplan un despertar religioso de caracter in­timista. No saben claramente 10 que estan haciendo. 0 por 10 menos no ven con c1aridad hacia dônde camina ese movimiento ni el finall que les espera. Es preferible que metan las manos en los bolsos y se encojan de hombros. Es una postura mas res­ponsable.

La llamada conversiôn interior y autorrealizaciôn, el misti-

1 Una Iglesia que celebra y que ora, Santander, SaI Terrae, 1976, p. 90. 2 D. HERVIEu-LÉGER, ;,Signos de un resurgimiento religioso contempordneo?, en

Concilium, n. 89 (1973, 3), 316. Cfr. también: Los carismdticos, en Apostolado de los laicos, n. 22 (sept.-oct. 1975) 41. El mismo O'Connor, a pesar de sus paginas justlficatorias (pp. 149-153) confiesa -hablando al respecto---- que «todo esto plan­tea un grave problema)) (E. D. O'CONNOR, La renovaci6n carismdtica en la Iglesia cat6lica, México, Lasser Press, 1973, p. 213. Léanse las paginas 213-232, que llevan este significativo tftulo general: «Alienaci6n de la Iglesia))).

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cismo, han sido siempre muy suyos. La experiencia religiosa In­tima ha colaborado en la configuraci6n de personaHdades muy cerradas a cualquier insinuaci6n que venga deI exterior. A veces incluso no ha dudado en dar un giro a esas insinuaciones y ter­giversar las cosas. Aunque por caminos distinrtos, la mistica es con frecuencia como el derecho: hace 10 que quiere con la ley en la mano. S610 los grandes santos lograron una actitud de obediencia sincera, responsable y entregada.

Los nuevos militantes

Por su parte, los nuevos militantes tienen en esta actitud frente a la Iglesia una dificil confrontaci6n. Los casos, muy 80-

nados, de sacerdotes practicamente apartados de la Iglesia por sus relaciones con grupos y dootrinas condenadas 0 sospechosas, han sido muy dolorosos. Los mismos inculpados, en un gesto que les honra, han sentido de verdad el choque. Y yo al menos estoy convencido de que no se trataba de la conciencia que pu­dieran tener de ser mas escuchados mientras permanecîan en la Iglesia. Y 0 crea que sintieron el choque, porque la cuesti6n era muy grave y casi siempre se ha tratado de personas muy respetables y a quienes pienso que se les pudo tratar divers a­mente.

En los documentos emanados de los grupos de nuevos mi­litantes hay paginas de una dureza impresionante. Generalmente las acusaciones son siempre las lllÎsmas: alianza de las Iglesias con los ricos y opresores, con 10 que han prostituido su misi6n profética y su presencia en el mundo. Acusan también a las Igle­sias de una neutralidad que no existe, porque en reaQidad es apo­yo a las estructuras en el poder, 0 10 que es 10 mismo: apoiYo a la opresi6n y a los opresores 3.

A estas acusaciones de fondo habrîa que anadir el tono en que estan redactados muchos documentos. lndudablemente es muy duro, con una fraseologîa que instintivamente e~trana 4.

3 Remitimos a 10 que se dice en este mismo nfunero sobre los Nuevos militantes. 4 Entre los grupos mas duros dentro deI cuadro de Nuevos militantes hay que

contar a los Cristianos por el socialismo (CPS). Nada puede suplir la lectura de sus documentos. Se recogen en A. FIERRO-R. MATE, Cristianos por el socialismo, Es­tella, Edit. Verbo Divino, 1977. Es precisa leer los documentos segt1n esta se­gunda edici6n de 1977 (cosa que no hacen algunos libros recientemente publicados), ya que «la mayoria de los textos espafioles de 'Cristianos por el socialismo' apa­recian, en la primera edici6n, gravemente mutilados» (p. 7).

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Por ultimo aparece también como fundante de esta preocu­paciôn la total ausencia de diâlogo en muchas ocasiones, 0 el muy dismin'l.lido que en todo caso existe entre esta corriente y las cabezas visibles de la Iglesia.

Estas constataciones extemas -a las que habra que afiadir otras, .como veremos- nos impUilsan a preguntamos si no es realmente desamor hacia la Iglesia 10 que sienten y viven estas corrientes religiosas.

Antes, sin embargo, de continuar adelante, precisemos qué Iglesia es ésa hacia la que parece existir tal desamor.

~Qué 19lesia?

Querer precisar aqui 10 que es la Iglesia seria tare a difîcil y, desde luego, fuera de lugar. Ni siquiera el Concilio Vatica­no II se atreviô a definirla. A base de imagenes y descrirpciones se acercô a su intima y plu rail naturaleza, consciente como era de que una riqueza asi no era posible contabilizarla con nues­tros pobres medios.

A nivel de.constataciôn es innegable la frecuencia con que se habla en estas corrientes de "Iglesia oficial", y hay que pen­sar que es precisamente contra ella contra qui en van los tir os. Pero, volvemos a preguntamos: lquién es la "Iglesia oficial"? Poddaresponderse que la Institudôn. 0, como ahora se dice, el ofido en cuanto se contradistingue deI carisma, el apostolado en cuanto se distingue dell profetismo. Sin embargo, es posible que estas distinciones sean mas de diccionario que de vida. Por eso, quiza precisariamos menos imperfectamente 10 que es la "Iglesia oficial" para estas cornentes si la encarnasemos en las siguientes realidades:

a. Jerarquia (con sus ministerios), sobre 10do en los nive­les mas altos deI episcopado, seg"6n las divers as categorias juri­dicas que enderra.

b. Presencia de los medios "c1âsicos" de la vida eclesial. En éstos, cada una de las corrientes descubre aspectos distintos que le parecen 0 caducos 0 desnaturalizados.

c. To[erancia, convivencia y colaboraciôn (al menos apa­rente) con personas y presencias que de cristianas no parecen

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tener mas que el nombre. Noes preciso individuar tales per­sonas y presencias, pues cada una de las corrientes enumeraria las suyas, naruralmente distintas y hasta contrarias.

II. l,AMOR DOLORIDO?

No es 10 mismo desamor que amor dolorido. Este continua siendo amor; es un amor que causa dolor y que es efe.cto deI dolor. El dolor aviva el amor.

Debemos, por eso, preguntarnos si la actitud de estas co­rrientes, sobre todo la de los nue vos militantes (que al exterior parecen con mayor desamor, aunque quiza la realidad sea otra), no es mas bien la de un apremiante amor dolorido, que deberîa embargarnos a todos. Si no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, es posible que precisamente ésta sea actualmente la for­ma mas soiapada, extendida y peligrosa de desamor. Y podrîa­mos estar matando una esperanza que surge para hacer desper­tar a la masa de la Iglesia.

Declamos antes que el dura lenguaje utilizado manifestaba algo que dificilmente podria llamarse amor. Pero alguno se pre­guntara si nos hemos ya olvidado deI lenguaje de otros tiempos, lenguaje que era aun mas duro que el de nuestros di as 5. Y, sin embargo, ese lenguaje se ha convertido h~y, y no en p[umas extremosas, sino muy "equilibradas", en serio interrogante:

"6Es en absoluto signo de mejores tiempos que los teologos de hoy no se atreven ya a hablar en ese tono? 60 no es mas bien signo de menguado amor, al que no se le quema ya el corazon en santo cela par la causa de Dios en este mundo (2 Cor 11, 2), un amor que se ha hecho romo y no se atreve ya a abrazar el sufrimiento par la amada y a causa de la amada? El que no se sienta ya movi­do par la defeccion deI amigo, no sufre par ella y no lucha par su retorno, ese tal ya no ama. 6No habni de aplicarse también esto a nuestra relacion con la Iglesia? ( ... ) Afirmemos par de pronto que la Iglesia ha recibido la herencia de los profetas, la herencia de quienes sufrieron par causa de la verdad. Ella misma ha entrado en la historia coma Iglesia de los martires, ha asumido en su tota­lidad la funcion profética de sufrir por la verdad. De donde se sigue que 10 profético no puede estar muerto en ella, sino que en ella tiene mas bien su verdadera patria" 6.

5 El lector puede familiarizarse con el tema leyendo H. U. VON BALTHASAR, Casta meretrix, en Sponsa Verbi. Il, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1965 pp. 239-354. El lector podrfa ir mas atras y meditar los seis primeras capitulos de Jeremias, capitulos de amor dolorido quiza a11n no igualados en literatura religiosa alguna.

6 J_ RATZINGER, El nuevo puebla de Dios, Barcelona, Herder, 1972, p. 290.

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Rea1mente deberâ considerarse como una tragedia para la Iglesia que callen sus profetas. 0 que vengan falsos profetas diciendo: Paz, paz. Y no habîa paz (Jer 6, 14; 8, 11).

19lesia pecadora

El amor dolorido tiene su origen en la conciencia de que la Iglesia es pecadora. En una conciencia de carne, y no de piedra. La sola afirmaciôn abstracta de que la Iglesia es pe­cadora -afirmaciôn, por otra parte, nad a fâcil de conseguir 7_

no serîa suficiente. Es preciso que tal afirmaciôn presione el propio corazôn, causandole un dolor casi fîsicamente percep­tibk

Que nosotros digamos ahora que la Iglesia es pecadora debe tomarse coma una afirmaciôn bastante corriente. No descubri­mos mediterraneo alguno. Hace ya aîios que se tomô concien­cia de este aspecto de la Iglesia 8. El mismo concilio Vaticano II, en tîmido lenguaje, confes6 que "la Iglesia encierra en su propio sena a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificaci6n, avanza continuamente por la senda de la peni­tencia y de la renovaciôn" (LG 8). Incluso Juan XXIII y Pa­blo VI se han atrevido, con escandalo de muohos, a pedir per­dôn de las faltas his.t6ricas de la Iglesia.

y no confesarîamos la verdad si estuviéramos dispuestos a hablar de la Iglesia pecadora, pero no a reconocer los pecados concretos en los que taI dimensi6n se ha encarnado y continua encarnandose. Si es precisa abandonar el lenguaje abstracto, 0

al menos admitir también el concreto, esto hay que hacerlo con todas sus consecuencias.

lHabremos, pues, de extrafiarnos de que se hable de los pecados concretos de la Iglesia, e inoluso de que se utiiice un lenguaje que no parece apropiado?

1 glesia santa

No es tragico, aunque sî preocupante, la durez a con que se habla de la Iglesia. Afortunadamente aun no hemos llegado en el

7 Cf. K. RAHNER, El pecado en la Iglesia, en G. BARAUNA, La Iglesia del Va­ticano II, Barcelona, Juan Flors, 1968, pp. 433-448.

8 Uno de los primeros en volver sobre el tema fue von BALTHASAR, con su origi­nal e impresionante investigaci6n hist6rica. Véase Casta meretrix, ya citada. Es un estudio al que aun se acude hoy, aunque se hayan pubIlcado otros mas extensos sobre parecido esquema al que utiliza von Balthasar.

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ambito de la Iglesia a la "dictadura de la fealdad" (aunque a ve­ces nos hemos acercado). Tampoco es para rasgarse escandalosa­nos hemos acercado). Tampoco es para rasgarse escandailosa­mente las vestiduras por que le hayan descubierto la espalda a la Iglesia. Lo mas grave, crea yo, parece estar en que se ha 01-vidado la santidad de la IgIesia e incluso la tensi6n en que ésta se debate, tensi6n que le es consustancial. Porque no se des cu­bre en profundidad la Tradicion hablando sin mas deI pecado de la Iglesia. La mejor tradicion se ubica en la tension que en­gendra la dialéctica pecado-saIItidad, con el predominio, ademas, de esta ultima sobre el primero. Porque también es,to es tradi­cion. y esto sÎ parecen desconocerlo los nuevos militantes (los neomÎsticos pudiera ser que desconocieran cosas aun mas gra­ves).

No vamos a detenemos a hablar de l.a santidad de la Iglesia, coma tampoco nos hemos detenido a hablar de sus pecados. No es eso 10 que aquÎ nos interesa. Solo vamos a recordar este as­peoto de tension, que, tenido en cuenta, puede configurar una postura de amor dolorido, que no sea desamor, sino amor in­tenso y real.

Las imagenes utilizadas por la tradki6n han manifestado esa tensi6n entre 10 positivo y 10 negativo, desoubriendo que "la IgIe­sia de todas las generaciones es Iglesia por gracia, a la que Dios llama continuamente de Babilonia, donde, de suyo, habitan los hombres" 9. Casta meretriz y negra pero hermosa son las ima­genes humana y bîblica que mejor expresan esa realidad; aun­que no son las urucas 10. Ultimamente se ha llamado la atencion sobre la estudiada artificialidad con que parecen haber si do apro­ximados en Mateo los versîculos en que se llama a Pedro "roca" y "Satanas". Es ya opinion bastante comun que, independiente­mente de 10 que esto suponga para la localizacion de las es ce­nas respectivas, "para el pensamiento bîblico, la simultaneidad de "roca" y "Satanas" (y skandalon = piedra de tropiezo) no tiene de suyo nada de imposible. Al contrario, para ese pensa­miento que sabe de la necedad de Dios, de la viotoria de la fuer­za de Dios por la naqueza de los hombres, deI tnunfo de Dios

9 J. RATZINGER, o. C., p. 284. 10 Véanse otras muchas, comentando textos de la Escritura, en Von BALTHA­

SAR, o. C. K. RAHNER aplica a la Iglesia pecadora la escena de la adultera ante Jesus (La Iglesia de los pecadores, en Escritos de Teologia, VI, Madrid, Taurus, 1969, pp. 312-313. Preciosa pagina, asi com<;» las precedentes) .

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por la catastrofe de la cruz, semejante paradoja es tipicamente caraoteristica" 11.

lPor gué no tener esto en cuenta a la hora de captar la vida ordinaria de la Iglesia, con sus éxitos y fracasos? Quiza la ac­titud de los nuevos militantes esta en la consideraci6n de una Iglesia unica y exclusivamente natural. 0 en una impaciencia que olvida en la practica 10 que afirma en teorfa; porque ellos también hacen referencia a la presencia de Jesus resucitado en su Iglesia. Por su parte los neomisticos parecen vagar por un mundo imaginario, con unas categorfas extrafiamente divinizan­tes, que estarian mejor en un mundo de ensuefio.

Por si fuera amor dolorido

De todas formas, no es facil calibrar hasta qué punto una actitud concreta participa deI desamor y del amor dolorido. Es posible que también aqui se dé una tensi6n, que no hemos sa­bido valorar suficientemente. También aqui podemos tener e1pe­ligro de hacer distinciones que no existen en estado puro. Quiza estemos ante una mezcla peouliar, la que responde a nuestro tiempo, de desamor y amor dolorido.

Aunque no sea facU precisarlo vamos a admi.tir un juicio neutral y ponernos a la escucha de quienes des de fuera, pero fntimamente preocupados por el problema, han analizado cuan­do una actitud es tipicamente profética 0 simplemente cristiana, y cuando es desamor:

"Una educacion para el sentire ecclesiam debera co.nducir ca­balmente a esta serena o.bediencia, que pro.cede de la verdad y co.n­duce a la verdad. Lo. que necesita la Iglesia de ho.y (y de to.do.S lo.S tiempo.s) no. so.n panegiristas de 10 existente, sino. ho.mbres en quienes la humildad y la o.bediencia no. sean mayo.res que la pasion Po.r la verdad; ho.mbres que den testimo.nio. a despecho. de to.do. desco.no.cimiento. y ataque; ho.mbres, en una palabra, que amen a la Iglesia mas que a la co.mo.didad e intangibilidad de su pro.pio. destino. (. .. ).

El que se siente impulsado. a un testimonio. critico., tendra que co.nsiderar antes to.da una serie de punto.S de vista. Tendra que pre­guntarse si tiene la necesaria certeza que legitima esa actitud, y de­bera hacer un examen tanto. mas cuidado.so cuantn mas alta sea la realidad co.ntra la que se dirige, en la escala de las certidumbres teo.logicas. Esta escala significa, efectivamente, una gradacion deI interés que to.ma la Iglesia co.mn Iglesia en una causa 0. en una

Il J. RATZINGER, O. C., p. 286. Léase, con esta visi6n, Mt 16,13-23.

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tesis y, consiguientemente, una gradacion también en elllamamien­to a la adhesion 0 en el espacio que se deja libre para la critica. Es evidente que, ante las verdades propiamente de fe coma tales, toda critica enmudece; es igualmente evidente que toda proposi­cion que estâ por bajo deI dogma de fe, es teoricamente variable y objeto, por ende, de la critica. Sin embargo, antes de que un hom­bre se enfrente criticamente a una de las otras proposiciones, ten­drâ que aplicarse a fondo y duramente a si mismo la critica; y en unos tiempos de relativismo, de escepticismo y de opiniones orgu­llosas, es sin duda saludable para el hombre que haya un lugar en que, en medio deI caos de las opiniones humanas, se encuentre con una autoridad, que no le llama a la discusion, sino que le pone en la actitud deI oir y obedecer. He ah! un limite que debe ser bien pensado; junto a él estâ el otro de que es menester también tener consideracion con la fe de los hermanos débiles, con el mundo in· crédulo que nos rodea, y hasta con la flaqueza de la propia fe, que puede extinguirse con harta facilidad, si unD se retrae tras la barre­ra de la critica y cae finalmente en el resentimiento de la desco­nocido.

Hay que decir, por otra parte, que frente a estos miramientos que acabamos de mentar, hay un derecho propio de la verdad fren­te a la caridad y hay una ordenacion superior de la verdad por encima de la utilidad, ordenacion de la que fluye la estricta nece­sidad deI carisma profético y de la que puede nacer para el particu­lar el deber deI testimonio franco. Si siempre hubiera de esperarse a decir la verdad hasta que no pueda ser malentendida ni se pueda abusar de ella, jamâs se podria proc1amarla" 12.

Otra perplejidad

lOué es, por fin: desamor 0 amor dolorido? No 10 sé. Ni tengo interés en precisarlo con una palabra dogmâtica. En estas pâginas tengo s6lo el deseo de que sea verdadero amor, de que aumente, 0 de que se reencuentre.

Sin embargo, creo que nuestra situaci6n pudiera ser des cri­ta -y nuestra intenci6n también- con una pâgina admirable, de un libro admirable, de un hombre que dio un ejemplo sobe­rano de amor a la Iglesia en tiempos muy dificiles. El libro se titula: Meditaciôn sobre la Iglesia. BI autor, Henri de Lubac. Entonees era muy famoso; ho y, es de los que se han "queda­do"; siempre serâ respetable. Y es.cribi6 entonees:

"entre los peligros de la hora actual, un teologo denunciaba en 1949 "el espiritu de faccion" que se habia deslizado en ciertos circulos ec1esiâsticos de nuestro pais, el gusto de "novedades audaces" en

12 lb., pp. 292·294.

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la doctrina, el uso de principios "implîcitamente modernistas", la incIinaci6n al "esoterismo", el desprecio de la jerarqufa. Que haya o no existido algun cenaculo de este género, es cosa que no nos consta. Tenemos la firme espemnza de que no hubo nada de esto. Con todo, nos parece que es innegable que aun en aImas muy nobles y leales se debiIit6 a veces el sentido de la Iglesia, 0 al me­nos que estuvo en peligro de serlo a causa de tant as sugestiones contrarias como 10 as altab an' por todas partes. De ahf el grito de aIarma que no pudimos contener en nuestras conferencias, cuya pu­blicaci6n hubiéramos deseado que no se hubiera diIatado tanto tiempo. Pero, digamoslo cuanto antes, este grito de alarma era también, y mas fundamentalmente, un grito de aIegria. Para quien se da alguna cuenta deI beneficio inmenso que supone el simple heoho de pertenecer a la Iglesia, no puede ser de otra manera" 13.

Pasô 1949.1 Y pasaron aquellos dias que siguieron a la H u­mani generis, en los que un pufiado de hombres egregios, en di­versos tonos, dieron un ejemplar concierto de amor dolorido. BI grupo de entonces se ha hecho masa en nuestros dia s, la pre­clara inteligencia de aquellos hombres no la tienen todos los de hoy, la libertad en la Iglesia apenas si parece de la misma famHia, el. interés confiamos que sea el mismo. Quiza también haya aqui, junto a todo 10 bueno, y a nivel de masa, un debili­tamiento deI sentido de la Iglesia.

III. SENTIR CON LA IGLESIA

Sea que histôricamente estemos ante un fuerte desamor, sea que estemos ante un amor dolorido, pienso que no estaria de­mas dedicar un tiempo y unas enel'glas a 10 que, ahora sin ulte­riores distinciones, podemos llamar amor y estima. N adie puede vivir fuera deI tiempo; pero es preciso dominar también el tiem­po. y cualquier tiempo, también el nuestro, puede habernos he­oho olvidar aspectos fun dament ales de la Iglesia. Quiza los co­nocemos, pero pueden estar adormecidos 0 haber perdido un poder de evocaciôn y una ruerza que ahora mas que nunca ne­cesitamos.

Puede suceder también que nuestras actitudes no sean las mas favorables para dejarse poseer por un as verdades que

13 H. DE LUBAC, Meditaci6n sobre la Iglesia, Bilbao, DDB, 1958, p. 10 (el texto forma parte de la advertencia a la segunda edici6n francesa).

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pudieran transformar nuestra vida en 10 que tiene de mas pro­funda. Quizâ también aquî volver a parajes antiguos pueda sig­nificar encontrarse con una belleza que antes no habîamos cap­tado. No se trata de abominar de la mansiôn en que ahora pa­samos nuestra azarosa existencia. Volveremos ail ruido y a las confrontaciones. Pero quizâ sea necesario modificar actitudes y respirar otro aire.

Nuestro orguZlo

A veces no amamos por orgullo. Nos parece que es reba­jarse. Mal consejero es el orgullo. Y 10 es todavîa peor cuando proviene, coma sucede casi siempre, de una ignorancia disfra­zada:

"Si nos desanimamos a causa de los hombres de Iglesia, es tal vez par nuestro orgullo. Tenemos también la tentaci6n de pensar que de heoho la Iglesia esta claudicando, porque al parecer los que cumplen fielmente sus exigencias evaogélicas son una minoria, los obispos y sacerdotes santos son muy pocos... Los comprometidos con su ensefiaoza social parecen excepci6n, y a menudo no tienen la confiaoza de muchos de sus representaotes" 14.

" i Ay de los hombres de la Iglesia que se consideran a SI mismos justos y mejores que los demas! Entre los miembros deI Cuerpo mlstico y los mas pobres existe, por el contrario, un profundo pa­rentesco, que es percibido y querido por los que son sinceros. Mas si los miembros deI CuerpÛ' mlstico son pecadores, tienen que com­portarse también como pecadores, e incluso alH donde quieren iibrarse de su pecado atestiguan de mûltiples modos, y no en ûlti­mo lugar par el modo como quieren librarse deI pecado, que per­manecen siempre adheridos a él" 15.

Bienaventurado quien no sè escandaliza de mi

Hay Bienaventuranzas que literalmente no estan recogidas en el texto pm antonomasia de las Bienaventuranzas. Ni siquie­ra las han recogido los catecismos que pusieron en nuestras ma­nos infantiles con unas palabras que no entendîamos, pero que fueron penetrando en nosotros desde pequefios. Tenemos el pe­ligro de no recordarlas nunca. Y seria una pena. Esta, por ejem­plo, que vamos a recordar, es una de esas bienaventuranzas olvidadas. Y la transferencia a la Iglesia no es en exceso arti­ficial:

14 S. GALlLEA, Aspectos criticos en la espiritualidad actual, Bogota, Indo-Amerlcan Press Service, 1975, p. 25.

15 E. MERSCH, Théologie du Corps mystique, citado en H. U. VON BALTHASAR,

o. c., P. 353.

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"Si, habrfa motivas rustoricos para no creer en la Iglesia, camo los contemporaneos de Cristo tenian suficientes pretextas para no creer en él ("Bienaventurado el que no se escandaliza de mi" Lc. 7, 23). Pero para todo cristiana que busca la plenitud de la verdad con corazon sincero, hay suficientes signas de atraccion y testimonio evangélico camo para adherir a esta Iglesia coma a la Iglesia de Dias, oscurecida a veces par nuestros pecados, pero siempre habitada par el Evangelio de Jesueristo. Pues en ultimo ana. lisis la Iglesia no se prediea a si misma ( ... ) Su fuerza y su credi­bilidad, consisten en su indisoluble relacion al Selior resucitado y a su mensaje libertador. Es a ellos a quienes predica y ofrece al hombre camo Esperanza absoluta" 16.

"Para los Padres de la Iglesia todas las "manohas y arrugas" observadas y lamentadas en la Iglesia no pusieron jamas un solo instante en euestion la idea de su pureza, y ello ni siquiera para un critico tan aspero de las circunstancias coneretas de la Iglesia coma Orfgenes. Esta es tanto mas digno de notarse euanto que los Padres jamas pensaron dividir la Iglesia, a la manera camo 10 hace Jour­net 17, en un elemento "formaI" yun elemento "material", el pri­mera de los cuaIes (como inhabitacion deI Espiritu de Dias par Cristo en los elementos sacramental-institucionales de la Iglesia) seria esencialmente intocable, y el segundo de los cuaIes -el pue­blo de la Iglesia- pertenecerfa reaImente a la Iglesia en la medida en que fuese afectado e informado par ella" 18.

;,Cambiar de madre?

No por romanticismo, sino por un carmo instintivo, que se manifiesta univers al, hay algo que nunca cambiariamos: la ma­dre. También aqul la transferencia de madre natural a la Iglesia es legitima. Y, ademas, muy apoyada en la tradiciôn. Por eso, conviene pensar con frecuencia en la Iglesia coma madre. Podra ayudar cuando el aspecto exterior de la madre no resplandece coma querriamos:

"dejar la Iglesia, cambiar la Iglesia con el pretexto de que no res­ponde a un ideal, es camo cambiar de madre. Un hombre, si quie­re, puede cambiar de mujer, pero no puede cambiar de madre. Esta Iglesia, tal cuaI es, es la que me comunico y me comunica continuamente la fe y el ide al cristiano camo salvacion y vida. La Iglesia es realmente Madre, siempre fecunda y nutfitiva, pues no puedo romper con ella, si no quiero perder la sustancia de mi fe. Porque mi fe realmente no es mia; es la fe de la Iglesia. Camo un

16 S. GALILEA, O. C., p. 26. 17 Para las diversas formas de plantear el problema de la Iglesia santa y pe·

cadora, asi como para la bibliografia fundamental en el aspecto cientffico, véase K. RAHNER, El pecado en la Iglesia, en La Iglesia deI Vaticano II (G. BARAUNA, ed.), Barcelona, Juan Flors, 1968, PP. 433·448, sobre todo, 438 y SS.

18 H. U. VON BALTHASAR, O. C., p. 345.

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hijo con su madre, hemos confiado absolutamente en ella y hemos puesto en sus manos el sentido de nuestra existencia. Mas min, le hemos confiado nuestra muerte. El instinto hacia la Iglesia Madre se demuestra en que muchos cristianos, que la desconocieron du­rante sus vidas, la reconocen y se confian a ella en el momento mas dramatico de la exitsencia hum ana, el momento de la muerte" 19.

La Madre significa siempre la Mansiôn familiar donde se puede descansar y hablar de y con los intimos. Digamos que es una casa necesaria \y comunitaria. Nada puede suplirla. En de­finitiva, con la Iglesia sucede 10 mismo. Y no crea que sea s'en­cillamente por la feminizaciôn de nuestro cristianismo europeo 20.

La razôn debe ser mâs profunda:

"se cuenta de un desgraciado sacerdote que la misma tarde deI dia que apostato, respondio de esta suerte a un visitante que acudio a felkitarle: "Ya no soy mas que un filosofo, es decir, un hombre solo". Reflexion amarga, pero muy atinada. Habia abandonado la Mansion fuera de la cual el hombre nunca podra encontrar sino destierro y soledad. Muchos no se dan cuenta de ello, porque viven todavia absorbidos por 10 inmediato, fuera de si mismos, "arraiga­dos en el mundo coma las algas en las rocas deI mar". Los afanes de cada dia acaparan su atencion, 0 "la niebla dorada de la aparien­cia levant a ante ellos un velo de ilusion". 0 bien, coma para enga­fiar su sed, buscan por diferentes caminos un sucedaneo a la Iglesia. Pero quien escuoha en el fondo de su ser, 0 tan solo adivina 0

presiente la llamada que ha susoitado esa sed, este tal comprende que ni la amistad, ni el amor, ni con mayor razon aun ninguna de las agrupaciones sociale,s que sostienen su existencia puede saciar su sed de comunion" 21.

Anima ecclesiastica

Asi llamô Dante a su amada Beatriz. Es una referencia siem­pre interesante. Quizâ mâs aun para nuestro tiempo, que abo­mina de estas expresiones. Vamos, aunque nada mâs sea por una vez, a revalorizar la expresiôn. Porque todo cristiano es un eclesiâstico. Y no deberia avergonzarse de serIo; incluso aun cuando haya expresiones que suenen mejor:

"En cuanto a mi, proc1amaba Origenes, mi deseo es el de ser "verdaderamente ec1esiastico". No hay otro medio, pensaba él con sobrada razon, para ser plenamente cristiano" 22.

19 S. GALlLEA, o. C., p. 27. 20 Para el tema de la feminizaci6n deI catolicismo eUl'opeo cf. K. RAHNER, Mi­

si6n y gracia, II, San Sebastian, Dinor, 1968, pp. 244-246. 21 H. DE LUBAC, Meditaci6n sobre la 19lesia, Bilbao, DDB, 1958, p. 229. 22 lb., pp. 233-234.

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i,Quién pue de ser reconocido como anima ecclesiastica? Sin duda, pueden ser muchos los cr1terios que se utilicen a tal fin. y normalmente si la enumeracion quisiera ser exhaustiva tendria que resultar complicada. Aqui vamos a enumerar so[o algunos de estos criterios, sacados de una excelente meditacion deI P. de Lubac precisamente sobre 10 que es el eclesiâstico:

1. Unico amor al pasado y al presente. "Hombre de la 19lesia, ama su pasado ... No ciertamente para rendirle Un cuIto me­lancolico ... y aun menos para condenar la Iglesia de su tiem­po, coma si se hubiese hecho caduca, 0 como si su Esposo la hubiese repudiado. Seme jante actitud le pro duce una repugnan­cia espontanea ... El sabe, ademâs, que Cristo esta siempre con eHa, hoy coma ayer, y hasta el fin de los siglos, "para conti­nuar su vida y no para volver a empezar,la" 23.

2. Defensa y honor de su fe. "No es extremista y desconfîa de las pujas; con todo, tiene conciencia de que en los sacramentos de la Iglesia no ha recibido un espfritu de temor sino de for­taleza, y no duda en entablar combate cuando se trata de la defensa 0 deI honor de su fe. Sabiendo que se pueden cometer muchos pecados de omision, habla y obra con intrepidez, "opor­tuna e importunamente", aun a riesgo de desagradar a muohos y de ser mal comprendido precisamente por aqueHos con quie­nes mas querrîa estar de acuerdo. Al mismo tiempo que evita cuidadosamente los atoHaderos que la autoridad competente le senala coma Peligrosos, piensa en los deberes positivos que eHa le recuerda, de cuya urgencia él mismo se da cuenta, si bien los abandonaria si se dejara guiar de una prudencia dema­siado humana. Querrfa estar siempre dispuesto, segun 10 exige San Pedro, a dar razon a cualquiera que se 10 pida, de la es­peranza que tiene, y terne hacerse incapaz de e1Io por acostum­brarse a vivir en unos horizontes demasiado limita dos 0 por el excesivo afan de la propia tranquilidad" 24.

3. Sin acrimonia. "Cuando no puede impedir que surja la po­lémica, al menos se mantiene sin acrimonia y los procedimien­tos que emplean los que el apostol San Pablo llamaba "falsos hermanos" no le inducen a recurrir a las mismas armas. Por­que recuerda que "la sabidurfa que desciende de arriba es pura, pacîfica, modesta, conciliadora", que la caridad no debe "ser fingida", y que "el fruto de la justicia se siembra en la paz". Todo su proceder hace ver que el espfritu de fortaleza que ha recibido es al mismo tiempo "un espfritu de amor y de templanza". Par poca experiencia que tenga, sabe de sobra que no hay que apoyarse en los hombres; pero las pruebas dolorosas que van acumulandose con los anos no son capaces

23 lb., pp. 234-235. 24 lb., pp. 240-241.

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de marchitar su alegria; porque es el mismo Dios quien con­serva su juventud, y de todo ello resulta que la adhesion que prometio a la santa Iglesia: sale mas purifioada" 25,

4. Comunion universal. "El mismo se siente afectado por todo 10 que paraliza, entorpece 0 lastima a todo el cuerpo. Y por 10 mismo que no consentiria en separarse de él, tampoco pue­de permanecer indiferente ... Sin dar lugar a un sueno utopico, y sin dejar de acusarse a si mismo en primer lugar, no se re­signa a que los discipulos de Cristo se instalen en 10 "dema­siado humano", ni a que se estanquen rul margen de las gran­des corrientes humanas. El ve espontaneamente el bien, se goza de e1lo, se aplica a que los demas 10 vean, sin que por ello cierre sus ojos a los defectos y a las miserias que algunos quisieran ocultar y que a otros les escandalizan, y no cree que su leaHad 0 solamente su experiencia le obligan a sancionar todos los abusos" 26.

5. Pel'plejidad superable. "Busca con los que buscan. Temeria oponerse quiza a la obra de Dios por una severidad dema­siado pronta 0 rigida y detener una marcha necesaria porque se puedan dar algunos pasos en falso. Antes de impedir un esfuerzo, él procurara siempre enderezar su orientacion. Y si las circunstancias le invitan a intervenir, no huye el bulto. Pero en ese caso tiene buen cuidado de que el unico impulso que le mueve sea el de su fe. A veces sien te, hasta el punto de 'angustiarse, la doble especie de responsabilidad que asu­me.. . Pero 10 mismo que engendra en 61 esta perplejidad es precisamente 10 que le da arrestos para superarla" 27.

6. AMerto a la esperanza. "El hombre de Iglesia esta abierto a la esperanza. Para él, el horizonte nunca esta cerrado ... Junto con la comunidad de los crey entes, espera el retorno de Aquel a quien ama. El no se olvida de que, en fin de cuentas, todo cuanto pasa se ha de juzgar con relacion a este término. Pero tampoco se olvida de que la espera debe ser activa y que no debe desviarnos de ninguna de las tareas de aqui abajo, sino que las hace mas urgentes y rigurosas. Su actitud es, por 10 tanto, escatologica, pero a la manera de San Pablo, y no a la manera de los iIuminados de Tesalonica" 28.

7. Magnanimo con el juturo. "Tampoco se extrafia de que a veces tiene que "sembrar con lagrimas". y hasta cuando pone todo su afan en las obms, no quiere echar en olvido que, 10 mismo que él cosecha 10 que otros han sembrado, no debe esperar que haya de ser él precisamente quien haya de recoger

25 lb., pp. 245·246.

26 lb., p. 246.

27 lb., pp. 246·247.

28 lb., p. 247.

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el fruto de 10 que quizas haya él sembrado. En fin, hace frente a las soluciones simplistas que, sin afectar directamente a su fe, pueden, sin embargo, comprometer hasta cierto punto la plenitud, el equilibrio y la hondura de la herencia apost6-lioa" 29.

Un buen eclesiastico no esta cerrado a la critica, pero no usa "esa acritud, ese resentimiento, ese prorito de denigraciôn, sefiales evidentes de que ha desaparecido el espfritu filial" 30. El buen eclesiastico "da por cierto 10 que es cierto; aunque no con la insensible indiferencia propia de la pura imparcialidad cien­tifica" 31. El buen eclesidstico quiere para la Iglesia "la libertad liberada" 32, pero comprende sus pecados 33, recuerda con ema­ciôn los buenos momentos pasados en ella 34, la piensa y ama con los valores y limitaciones de la historia 35, se apena con sus do­lores 36, y, en definitiva, su mas profundo deseo es no separarse nunca de ella 37.

29 lb., pp. 248-249. 30 Y. DE MONTCHEUIL, Aspectos de la 19lesia, Madrid, Fax, 1957, p. 84. 31 lb., p. 84. Puede leerse todo el hermoso capitulo que el autor dediea al

pecado y santidad de la Iglesia, pp. 82-100. 32 J. B. METz, Presencia de la Iglesia en la sociedad, en Concilium, nt1mero extra­

ordinario (1974) 253. Metz habla de la necesidad de «desarrollar una espiritualidad de la 1 glesia entendida como una espiritualidad de la libertad /iberada)) (breve desarrollo y hermoso, en pp. 253·258).

33 Cf. K. RAHNER, La Iglesia de los pecadores, en Escritos de Teologla, VI, Ma· drid, Taurus, 1969; pp. 295-313 (sobre todo las preciosas paginas 308-313. Con estas llltimas notas intentamos sugerir algunas lecturas que eomplementen las paginas de este articulo).

34 Y. CONGAR, Eglise: mon foyeur maternel, en Au milieu des orages, Paris, Cerf, 1969, pp. 115·120. Del mismo Congar puede leerse, entre tanto como ha escrito sobre la Iglesia (ahora buscamos una dimensi6n muy concreta): En busca dei verdadero sentido de la Iglesia, en Esta es la 19lesia que amo, Salamanca, Sigueme, 1969, pp. 101-123; IDEM, Verdaderas y falsas reformas en la 19lesia, 2." ed., Madrid, Instituto de Estudios polfticos, 1973, pp. 398·501, a las que hay que anadir la «advertencia final (julio 1968»)), escrita después deI mayo francés y en un ano en que la contestaci6n fue un dato muy significativo (pp. 503-511).

35 M.-D. CHENU, El Evangelio en el tiempo, Barcelona, Estela, 1966: varias exee­lentes paginas, analizando la presencia de la Iglesia en los siglo XII·XIII.

36 H. U. VON BALTHASAR, Seriedad con las cosas, Salamanca, Sfgueme, 1968. 37 Je crois en l'Eglise. Que je n'en sois jamais séparé!, Paris, Meme, 1972 (mani.

fiestan su fe en la Iglesia, con el denominador eomlin senalado en el titulo, G. M. Ga­rrone, J. Daniélou, H. U. von Balthasar, J. Ratzinger).