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Alejandro Otero (El Manteco, 1921 - Caracas, 1990) Artista venezolano. De origen humilde (su padre fue un trabajador del caucho que murió en 1923), en 1930 se trasladó con su familia a Ciudad Bolívar. En 1938 comenzó a estudiar agricultura en Maracay. Entre 1939 y 1945, ya en Caracas, asistió a cursos de pintura, escultura y vidriería en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas. Para 1943 ya impartía cursos de vitrales en esa misma Escuela y tras su graduación logró una beca para proseguir estudios en París, donde residió en 1948. Artista polifacético, preocupado desde muy temprano por el color y los efectos de la luz (sin duda, sus conocimientos sobre la técnica del vitral habían contribuido a desarrollar estas preocupaciones), mantuvo siempre un fuerte inconformismo frente a la pintura y el arte tradicional. Esta postura le llevó a fundar el principal grupo renovador del arte contemporáneo venezolano, el de los Disidentes. Las primeras obras pictóricas de Otero revelan sus necesidades especulativas y su afán investigativo de la materia plástica. Su serie de 48 naturalezas muertas (Las Cafeteras), realizada entre 1949 y 1952, muestra al artista en busca de un lenguaje cuya economía de signos y ejecución replantea los presupuestos establecidos por la figuración, alineándose con el movimiento abstracto internacional.

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Alejandro Otero

(El Manteco, 1921 - Caracas, 1990) Artista venezolano. De origen humilde (su padre fue un trabajador del caucho que murió en 1923), en 1930 se trasladó con su familia a Ciudad Bolívar.

En 1938 comenzó a estudiar agricultura en Maracay. Entre 1939 y 1945, ya en Caracas, asistió a cursos de pintura, escultura y vidriería en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas. Para 1943 ya impartía cursos de vitrales en esa misma Escuela y tras su graduación logró una beca para proseguir estudios en París, donde residió en 1948.

Artista polifacético, preocupado desde muy temprano por el color y los efectos de la luz (sin duda, sus conocimientos sobre la técnica del vitral habían contribuido a desarrollar estas preocupaciones), mantuvo siempre un fuerte inconformismo frente a la pintura y el arte tradicional. Esta postura le llevó a fundar el principal grupo renovador del arte contemporáneo venezolano, el de los Disidentes. Las primeras obras pictóricas de Otero revelan sus necesidades especulativas y su afán investigativo de la materia plástica. Su serie de 48 naturalezas muertas (Las Cafeteras), realizada entre 1949 y 1952, muestra al artista en busca de un lenguaje cuya economía de signos y ejecución replantea los presupuestos establecidos por la figuración, alineándose con el movimiento abstracto internacional.

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Desnudo (1944)

A principios de 1949 Otero se encuentra de nuevo en Caracas, ciudad en la que se exhiben sus primeras obras francesas. Sus críticas al arte imperante en el país, asi como sus posicionamientos contrarios a una enseñanza tradicional, le enviaran de nuevo al exilio voluntario a orillas del Sena. En esta segunda etapa francesa, Otero viaja por Europa y se siente especialmente atraído por la obra de Mondrian, a quien conoció en Holanda. Mondrian inspiraría sus investigaciones sobre el color, reflejadas especialmente en las Composiciones Ortogonales. En ellas, Otero reinterpreta el espacio en función de las herencias del arte constructivista, con la línea como gran protagonista y, en relación con ella, coloca distintos planos de color.

Estos aspectos aventuran las futuras composiciones del artista y su abandono de la bidimensionalidad en favor de obras de caracter escultórico. Es el momento del universo de la vibración del color, que tanto ha preocupado a otros artistas cinéticos venezolanos. A partir de 1952 vuelve a Venezuela y participa en el proyecto integrador de las artes llevado a cabo por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva en la Ciudad Universitaria de Caracas (1952). Para esta experiencia realiza trabajos con diferentes técnicas, siendo su última intervención en 1959, con unaPolicromía.

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Parabólica, de Alejandro Otero

En 1954 es nombrado profesor de la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, institución en la que permanece dos años y donde inicia un proceso de renovación educativa. Entre 1955 y 1960 desarrolla una de sus principales series, Los Coloritmos. En ella Otero se aferra a su lenguaje constructivo, en el que el color adquiere pleno protagonismo. A medida que avanza, las composiciones se hacen cada vez más densas, desbordando las preocupaciones iniciales (ritmo, vibración y movimiento), abriéndose hacia lo que el artista ha definido como "espacio-energía", la virtualidad creada a través de la reorganización del plano (por medio de la alternancia de bandas dispuestas paralelamente) conjuntada con otra dimensión espacial en la que el color introduce el ritmo estructural de la obra.

Con una selección de este trabajo representa a Venezuela en la Bienal de Venecia de 1956 y también en la de San Paulo del año siguiente. En 1958 participa activamente en la reformulación conceptual de la Escuela de Artes Plásticas, reiniciando asi su actividad docente. Asimismo, se interesa por el decorado teatral, participando en la escenografía de la obra Calígula de Albert Camus, presentada en el Ateneo de Caracas. Años más tarde, en 1966, repetirá esa experiencia con la obra Fuenteovejunade Lope de vega, exhibida en el mismo lugar.

En 1959 había asumido también la coordinación del Museo de Bellas Artes, máxima institución expositiva del país. Sin embargo, en 1960 regresó a París, a encontrarse de nuevo con

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la experimentación e iniciar nuevas búsquedas de la mano del Neodadaísmo. Es el momento de sus assemblages y collages.

En 1963 representa otra vez a Venezuela en la Bienal de San Paulo y al año siguiente retorna al país. Hasta 1966 fue vicepresidente del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes. Ese mismo año se ofrece una retrospectiva de su obra en la XXXIII Bienal de Venecia. En esa época trabaja en losPapeles Coloreados, una de sus últimas series. Su poder de síntesis y el rigor colorista alcanzan sus límites máximos.

A partir de 1967 había comenzado a realizar una serie de Estructuras Espaciales, formadas por una serie de trabajos de gran tamaño realizados al aire libre ubicados en zonas emblemáticas de diversas ciudades del pais, como Maracay, Caracas y Ciudad Bolívar, asi como en otras capitales internacionales: Bogotá, Washington, México o Milán. Estas estructuras, realizadas preferentemente en aluminio, integran magistralmente el movimiento y los efectos luminosos producidos por el reflejo del material.

En 1975 Otero, junto con Miguel Otero Silva y Manuel Espinoza, dio a conocer el proyecto de creación de la actual Galería de Arte Nacional, inaugurada al año siguiente. Continuaba así con su labor en pos de la exhibición y divulgación del arte venezolano. Desde 1980 residió preferentemente en la ciudad de Nueva York.

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Biografía y obras:

Nació en El Manteco (Edo. Bolívar – Venezuela) el 7 de marzo de 1921 y murió en Caracas, Venezuela el 13 de agosto de 1990. Alejandro Otero fue pintor, dibujante, escultor, vitralista y escritor. No sólo fue un renovador de la plástica del siglo XX, sino también un hombre de acción cívica hacia todo aquello que se relacionara con la formación, educación y afinamiento de la sensibilidad artística venezolana.

Su formación académica la realizó en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas (1939-1945). De allí viajó a Nueva York y París, donde realizó trabajos, tomando como modelos utensilios domésticos: cacerolas, candelabros, lámparas y otros.

Estas obras se hicieron fam osas a partir de 1948 en Washington, pues fueron punto de partida para la disolución de todo realismo y para la asunción del abstraccionismo heredado de Pablo Picasso y Piet Mondrian.

En 1955, Alejandro Otero participó junto a Carlos Raúl Villanueva y otros artistas en la experiencia de integración de las artes de la Ciudad Universitaria de Caracas. También comenzó su etapa de los coloritmos, que se prolongaría hasta 1960.

Por décadas, la obra de Otero exploró expresiones y territorios imprevisibles para un pensamiento plástico

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tan equilibrado. Prue ba de ello son sus grabados, relieves y objetos monocromos, los ensamblajes y collages. A mediados de la década de 1960 se concentró en la ejecución de sus monumentales esculturas. Sus obras se encuentran en el Museo del Aire y El Espacio (Washington), en el Museo de Arte Moderno (Bogotá) y en el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber (Caracas).

En 1974, el artista guayanés comenzó la serie de pinturas Tablones, suerte de relectura y de despojamientos cromáticos sobre sus anteriores coloritmos. Participó, junto con el escritor Miguel Otero Silva y el pintor Manuel Espinoza, en el proyecto de creación de la Galería de Arte Nacional, inaugurada en 1976.

En 1982, Alejandro Otero representó a Venezuela en la XI Bienal de Venecia, donde dos de sus obras fueron expuestas en los espacios abiertos cercanos a la Central de la Bienal: Abra Solar y Aguja Solar. Sus

investigac iones formales, rítmicas y

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colorísticas en computadora, dieron origen a la exposición y al libro Saludo del siglo XXI (1990).

Apasionado por el embrujo de los incidentes y las imágenes de su infancia atribuyó a Guayana y a sus colores, algunas claves principales para su sensibilidad de artista.

Un museo lleva su nombre ubicado en el Hipódromo la

Rinconada, Caracas, Ve nezuela

Bibliografía:http://www.mipunto.com/venezuelavirtual/000/000/004/049.html

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Alejandro Otero: la estética solarCarlos Yusti

Viernes, 28 de abril de 2000

Esas frases hechas de la crítica especializada en arte que consignan a Alejandro Otero como un artista de innegables méritos universales, pueden servir de marco referencial para puntualizar algunos aspectos sobre la obra de un artista que asumió la pintura, la escritura y la escultura sin complejos y con menos ínfulas de la que sus detractores y admiradores le han prodigado.

Alejandro Otero publica en un diario, semanas antes de su muerte, un texto (que en sí constituiría el último) titulado "Sólo quisiera ser puntual". Dicho escrito habría que catalogarlo como un sucinto balance de su trabajo, un repaso ponderado sobre sus proyectos estéticos no realizados y sobre los alcances posteriores de su obra artística, en la cual se pueden vislumbrar etapas con ascensos y descensos creativos más o menos pronunciados o como el mismo Otero lo escribió: "Me asedia, sin embargo, mi falta de seguridad para juzgarme, situarme, saber hasta dónde me toca dejar las cosas como están (…) Mi vida era como una turbina alimentada por quién sabe qué fuente de energía que no me daba tregua para tomar aliento: una idea seguía detrás de otra, que es como decir una obra, o segmento, o aproximación a otra, que se completaban sin mirar atrás…"

Este desasosiego de Otero con respecto a los alcances de su obra permite entrever que el éxito de un artista no se mide por el interés que pueda despertar en una circunstancia determinada su propuesta estética, ni por

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las altas cotizaciones que posea su trabajo en el mercado del arte, mucho menos por la aceptación oficial, o del público, que puedan poseer sus obras. Otero en vida logró un sitio destacado en el mundo de las artes visuales tanto al nivel nacional como internacional. Los reconocimientos, las becas, el apoyo oficial y los premios de algunos salones nacionales nunca le fueron ajenos desde sus inicios. Sus obras se cotizaron siempre a buen precio. Los encargos institucionales de su trabajo fueron sistemáticos y más que un artista oficial se podría asegurar que en sus cinco minutos de fama reglamentaria fue, al igual que otros creadores cinéticos, la oficialidad artística misma. A pesar de la aceptación en el mercado, del beneplácito de la crítica y del buen recibimiento que tuvo su obra en los centros culturales del poder estuvo consciente Otero, que nada de eso era garantía suficiente de que su obra hubiese adquirido un peso especifico de trascendencia. Conoció a la perfección ese fuego fatuo, esa hoguera de las vanidades que pueden ser el entorno de galerías, marchantes, exposiciones, museos, vernissage y en el que muchos artistas, con sus obras, han quedado reducidos a cenizas; de allí probablemente su aflicción.

Alejandro Otero escribió sobre los pormenores de su proceso creador y también abordó, en uno que otro ensayo crítico, su visión particular sobre el arte contemporáneo. Sus textos críticos (es célebre su polémica con el escritor Miguel Otero Silva sobre el arte abstracto), los cuales en ocasiones están saturados de puntos vistas agudos, y que en otras no pasaban de ser pomposa palabrería, lo confirman como

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un observador polémico, dispuesto a esgrimir argumentos lúcidos y contestatarios sobre la pintura como una ética y una estética plural con muchas posibilidades humanísticas.

El arte cinético tuvo en Otero a uno de sus voceros más calificado. Sus visiones estéticas rebasaron los ampulosos postulados de sus escritos. Algunas de sus obras, tanto en la pintura como en la escultura, tratan de decirle al espectador que el hecho estético es siempre una búsqueda incesante, cuestión que por otra parte le permitió inclinarse, sin artificios, a la producción de una obra pensada con técnica y sensibilidad, en la que se percibe un diáfano ritmo artesanal y que dejó poco resquicio al azar, la inmediatez y la improvisación. Toda la obra artística de Otero estuvo dominada por una pasión metódica, constante y efervescente.

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Es un hecho verificable que la región, la casa, o esos sitios predispuestos por el azar, donde un pintor vive parte de su infancia, o de su existencia, suelen poseer un rol determinante en la concepción de su particular visión estética. Así por ejemplo los suburbios de París, en los cuales se crió Rouault, iban a proporcionarle los temas indispensables para muchos de sus cuadros y aguafuertes. El Támesis le permitió a Turner desarrollar su capacidad para captar en sus lienzos la fuerza y la majestuosidad de la naturaleza. Los acantilados de la región de El Havre fueron decisivos en el caso de Monet. Courbert creció en el valle del Loue, en la cara oeste de la cordillera del Jura, sitio que pintaría con insistente regularidad. Caicara del Orinoco sirvió como espacio iniciático a la pintura de Régulo Pérez. Una bodega en Turmero, donde el pintor Mario Abreu pasó su niñez acomodando los estantes con mercadería, fue el preámbulo para la elaboración artística posterior de los Objetos Mágicos. El Ávila, obstinado y siempre mutable, en Cabré más que un motivo pictórico fue la razón de ser de su pintura. Para Reverón las playas de Macuto, frotadas de tersa luz, fueron imprescindibles para su trabajo. Alejandro Otero vivió parte de su infancia en Upata y el azul de la "casa de balcón" impregnó su vida como creador. Pero no sólo Upata sería importante para Otero, sino la región de Guayana marcaría de manera honda su devenir estético, que tuvo como preocupación fundamental la luz, el movimiento y el color.

Alejandro Otero nació el 7 de marzo de 1921 en "El Manteco". Parte de su infancia transcurrió en Upata. Luego que egresa de la Escuela de Artes Plásticas y

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Artes Aplicadas de Caracas realiza un viaje a Nueva York y a París, donde vive por espacio de 7 años. Al igual que muchos otros pintores no pudo escapar del hechizo de Picasso. Sus "Cafeteras" no son otra cosa que un testimonio plástico de esa influencia. Otero en los cuadros de las cafeteras va simplificando el objeto, desarticulando sus contornos hasta llevarlo a una abstracción monocroma y descubrir así una metáfora constructivista de líneas y toques desordenados de color.

Prosigue sus investigaciones en el abstraccionismo y se interesa por la obra pictórica de Mondrian. Para el año 1951 inicia los trabajos pictóricos denominados "Coloritmos". En dichas obras ya comienza a proporcionar indicios de la influencia solar de movimniento/color de la región guayanesa y que alcanzará su cenit con ese conjunto de piezas estructurales que el mismo Otero denominó "Estructuras a escala cívica", las cuales vienen a constituir esculturas donde lo geométrico y la organización modular de sus partes se ensamblan para construir un maquina/escultura anti-utilitaria, que ofrece al espectador luz, movimiento y sonido.

Estas estructuras de Otero tienen como característica primordial la monumentalidad. Las dimensiones exageradas de algunas de sus esculturas no responden al capricho, sino a esa huella profunda de Guayana en el ritmo interno del artista. En Gusayana la vegetación, los ríos, el espacio, responden a un patrón de grandiosidad pasmosa. Mirar aquí en Gusayana, como lo ha escrito María Elena Ramos, no es como mirar en otros lugares. Aquí la mirada

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naufraga en la lejanía. Aquí la luz tiene una intensidad aparatosa. Aquí el colorido cambia abruptamente. Todo esto parece ser capturado, de alguna manera, en el trabajo escultórico de Otero.

Alejandro Otero, según lo relata en sus memorias de infancia, más que niño prodigio se limitó a vivir por los ojos con enorme intensidad o como él lo escribe: "Me sentí pintor, escogí ese punto de mira. He vivido por los ojos, y eso sólo se tornó abarcante. Sin método y sin metas..." El acto de mirar más que una simple formula para captar el mundo se convirtió para Otero en una manera de existir. Sin concesiones elaboró grandilocuentes metáforas en aluminio. Sin descanso trabajó la luz y el color en sus obras hasta encontrar una manera eficaz de aproximarse a un absoluto que encontró en su niñez reflejado en un color, que luego jamás pudo volver encontrar: "Entonces comenzó a atraerme de un modo muy especial, ese azul que andaba por todas partes: en las puertas, los zócalos—por dentro y por fuera—, las ventanas, las columnas y hasta las vigas que soportaban el techo, estaban pintadas en ese azul increíble. Pasaba horas mirándolo, como si me hundiera en él(...)Mis diez años, mi vida entera quedó teñida por ese azul imborrable que no volví a encontrar jamás, que no pude hallar ni siquiera en mi propia pintura".

Alejandro Otero fue menos un genio que un trabajador del arte, dominado por una obstinación creadora siempre a prueba, siempre cambiante y sin temor, o autocensura, al momento de asumir riesgos estéticos. Octavio Paz ha escrito: "La creación artística es aventura. El primer verso, la primera pincelada, son un

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primer paso a lo desconocido. Paso siempre irreparable, siempre imborrable. Nunca es posible regresar al punto de partida. Atrás y adelante se abren abismos. Y no hay nada en torno a nuestro, excepto el espacio ávido, el silencio de la página o del lienzo en blanco". Otero asumió como aventura el reto de la creación plástica. Su estética solar no es más que una apasionada poética de esa aventura. He allí su indiscutible y duradero aporte.

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El Museo Alejandro Otero acoge a 350 damnificados 7 DIC 2010DUBRASKA FALCÓN |  EL UNIVERSAL martes 7 de diciembre de 2010

Colchonetas, sábanas y almohadas tomaron las seis salas del Museo Alejandro Otero para acoger a los damnificados (Oswer Díaz/archivo)

 

Los trabajadores del Museo Alejandro Otero, ubicado en La Rinconada, tuvieron que desmontar el domingo las obras que se exhibían en las seis salas de la institución. Una por una fueron embaladas y bajadas a las bóvedas del museo. Piezas de Gego, Alejandro Otero, Piet Mondrian, Sigfredo Chacón abandonaron las paredes. La orden dada por el ministro de Cultura, Francisco Sesto, era clara: dejar las salas vacías, pues los 350 damnificados que dejaron las lluvias torrenciales en el sector La Pedrera de Antímano llegarían en horas de la mañana del lunes para ocuparlas. 

"Las imágenes eran dantescas", opina uno de los trabajadores del MAO que no quiso revelar su nombre por miedo a represalias. "Todos lloramos el domingo mientras íbamos quitando las obras. El

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museo acaba de dejar de funcionar de manera conceptual. Y los proyectos expositivos han quedado paralizados", agrega. 

Hasta la semana pasada la institución museística había prestado algunos espacios como centro de acopio. Pero la historia cambió desde ayer. Aunque los ingenieros que supervisaron la sede le recomendaron a Francisco Sesto que la institución no debía funcionar como centro de acopio, otra fue la decisión. 

La casa del arte y la cultura, que durante más de tres años ha tenido problemas con el aire acondicionado y que cuenta apenas con dos sanitarios, se convertirá hasta nuevo aviso -"no se sabe hasta cuando", apunta el trabajador de la institución- en el hogar de unas 350 personas, madres y padres de familia que todas las mañanas tienen que salir a cumplir con sus jornadas laborales, con sus respectivos niños. 

Así que las salas, diseñadas para albergar las obras más representativas del arte contemporáneo venezolano de la primera mitad del siglo XX, albergan ahora colchonetas y sabanas. 

"Nadie se negó a darles apoyó. Íbamos al Poliedrito a ofrecerles talleres recreativos. Pero aquí no contamos con la capacidad técnica para resolver esa contingencia. No tenemos aire acondicionado y aquí hay hasta mujeres embarazadas", dice otro de los trabajadores que guarda también con recelo su nombre y apellido. 

"¿Cómo se le ocurre a alguien pensar que los museos, en donde se encuentra el Patrimonio de la Nación, puede servir de vivienda para los damnificados? ¿En qué parte del mundo se ve eso? Se deben habilitar otros espacios, pero no el museo", opina otro trabajador, quien dice haberse sumado con muchísimo placer a la tarea de ayudar a los hijos de los damnificados con tareas dirigidas y

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actividades de recreación. 

Y no es el único museo que fue convertido en centro de daminificados. Las imágenes de colchonetas, sábanas y almohadas que yacen en el piso se repiten en las instalaciones del Museo Jacobo Borges, ubicado en Catia. 

Ya las lluvias le habían pasado factura a la Galería de Arte Nacional la semana pasada, pues el agua que baja por la avenida México ha logrado colarse en la institución. Y también en el Museo de Bellas Artes, donde las goteras se hacen cada vez más evidentes con la llegada de las lluvias. 

Premios

1941: Primer Premio y Mención Honorífica, Concurso de Carteles, II Exposición del Libro

Venezolano, Caracas.

1942: Premio de Mérito Especial para Alumnos de la Escuela de Artes Plásticas, III Salón

Oficial Anual de Arte Venezolano, Museo de Bellas Artes, Caracas.

1945: Premio Andrés Pérez Mujica y Premio Emilio Boggio, III Salón Arturo Michelena, Ateneo

de Valencia, Edo. Carabobo.

1957: Premio CAVA, IV Salón D'Empaire, Maracaibo, Edo. Zulia. Premio John Boulton, XVIII

Salón Oficial Anual de Arte Venezolano, Museo de Bellas Artes, Caracas.

1958: Premio Nacional de Pintura, XIX Salón Oficial Anual de Arte Venezolano, Museo de

Bellas Artes, Caracas.

1959: Mención Honorífica, V Bienal de Sao Paulo.

1960: Primer Premio, II Salón Interamericano de Pintura, Barranquilla, Colombia.

1964: Premio Nacional de Artes Aplicadas (compartido con Mercedes Pardo), XXV Salón

Oficial Anual de Arte Venezolano, Museo de Bellas Artes, Caracas.

1966: Premio de Esmalte (compartido con Mercedes Pardo), Muestra Internacional de

Artesanía Artística, Stuttgart, Alemania.

1991: Mención Honorífica post-mórtem, XXI Bienal de Sao Paulo

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Alejandro Otero, Vida y obra de un artista

 1198 Veces vista     0 ComentariosEscrito por carkelsor Añadido: 21 de Feb, 2012

Alejandro Otero, pintor y escultor venezolano inventor de los corritmos, que inicia el movimiento del arte cinético en su país. Nacido en 1921, en El Manteco, estado Bolívar, llega a Caracas en 1938 donde prosigue sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas. Desde 1945, en que viaja a París, su vida se desarrolla por temporadas entre la capital francesa

y Caracas. Concluido su periodo de formación, los viajes a Europa le hacen encontrarse con el arte de todos los tiempos.

Es en estos años cuando pinta la serie Cafeteras, objetos cotidianos, sintetizados en líneas y planos. Una nueva etapa se inicia en 1955, alcanza el reconocimiento internacional y realiza su primer colorritmo, profundización en los problemas de la luz y el espacio a través de tablones alargados atravesados de un lado a otro por bandas paralelas. A partir de ese año, alterna la pintura con proyectos arquitectónicos, Ciudad Universitaria de Caracas, murales de mosaico y aluminio, y vitrales.

En 1958 le es concedido el Premio Nacional de Pintura por uno de sus colorritmos, con lo que consigue el reconocimiento oficial a sus innovaciones estéticas. En 1961 inicia otra etapa con sus ciclos de relieves blancos y monocromos, Pincel y cuadrado blanco, que es seguida por la llamada serie de papeles coloreados, intensos collages de espíritu Pop con objetos tecnológicos pegados, Bonjour M. Braque. Sus experimentos se suceden y en 1967 reaparece su interés por la construcción de máquinas artísticas y lúdicas Vertical vibrante oro y plata, Noria hidrocromática o Torre acuática.

A partir de este momento, su obra es una constante búsqueda de nuevas formas de expresión, sobre todo en el campo de la escultura. Delta solar y Estructura solar, 1977; Aguja solar, 1982. Otero eliminó de su pintura el color, el sujeto y la forma llegando a

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soluciones similares a las de Wassily Kandinsky, hasta la invención de los colorritmos, que producen la sensación de infinito.