alejandro kohl el romanticismo sanitario de mario testa

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Salud Colectiva. Mario Testa

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Page 1: Alejandro Kohl El Romanticismo Sanitario de Mario Testa

el romanticismo sanitario de Mario Testa ...53

E

por Alejandro Kohl

El romanticismo sanitario

de Mario Testa

La sociedad dependiente ha perdido los objetivos y las

esperanzas que en algún momento generó su historia.

No tiene una economía dirigida a la satisfacción de las

necesidades de su gente sino a la de los explotadores de

todo pelo. La política no es el debate libre de un pueblo

que decide por sí y para sí, sino una dolorosa ficción de

democracia. La cultura no es la expresión de las raíces

de lo nacional sino la copia ignominiosa y lamentable

de cualquier otra cultura que siempre es mejor que la

nuestra. Todo esto apunta a una sola cosa: la

dependencia es la manera como se expresa en nuestros

países la discontinuidad de la historia. / Mario Testa

n el transcurso de las dos últimas déca-das y paralelamente a «la utopía neobarroca» (1), se pro-dujo el nacimiento y desarrollo de otra modalidad del ima-ginario cuya expresión más característica se centró en lasalud. Aunque al igual que aquélla cuestionó la subculturade valores triviales y verdades aparentes imperante, nose trató en este caso de una producción confrontativa,sino por el contrario, de un conjunto disperso e inarticula-do de ideologías con intencionalidad defensiva, destina-das a la preservación de los valores de las culturas tradi-cionales asediadas por el neocolo nialismo. Según he-mos visto en un artículo anterior (2), las «regiones de refu-gio urbanas» �lugar de nacimiento de tales modalidadesdel imaginario- surgieron como resultado del esfuerzo pormantener vigente el recuerdo de diversas gestas quedignificaron la condición humana en nuestras tierras entiempos pasados aún no muy lejanos: la resistenciaperonista, la Argentina socialista, la guerra de Malvinas.La memoria de los caídos y el afán de hacer perdurar surecuerdo entre las generaciones siguientes, dio expresiónsocial al empeño puesto por cada grupo en perdurar apesar de los designios impuestos por el imperialismo. Allí,el desideratum antimperialista continúa vivo aunque yano en su faz política, sino bajo la forma de prácticas ten-dientes a resguardar segmentos de la cultura tradicionalde los cuales no hemos sido aún despojados. Tal actitudes muy diferente a la de plantear, como en la primera mi-

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tad de la década del setenta, alternativas válidas para ladisputa del poder político.

El sector de la cultura donde pueden apreciarse las másricas producciones resultó ser en este caso la salud. Enefecto, al menos en dos regiones de refugio se conforma-ron grupos que produjeron sendas ideologías fundadascada una en peculiares concepciones tendientes a reivin-dicar a partir de dicho campo, los valores, las conductasy muchos de los anhelos de aquellos prohombres delsetenta, erigiéndolos en modelos de referencia, en sím-bolos encarnados de autonomía e independencia cultu-ral. Produjeron con ello un distanciamiento con respectoa la concepción hegemónica en las ciencias, sobre todoen las blandas, como es el caso de las sociales y en par-ticular, de la medicina. Como veremos, la ciencia y la tec-nología son consideradas en este contexto no sólo porser de utilidad en la asistencia al enfermo, sino tambiénpor su condición de elementos fundantes del discursocolonialista. Fue necesario entonces resignificar los su-puestos sobre los cuales arraigan las prácticas tecnológi-cas y científicas y anteponer otros mitos, los propios mi-tos, aquéllos que se encuentran imbuídos del sentido quetiene la salud para un sujeto no sólo racional sino tam-bién sintiente y esforzado, situado en una cultura y agen-te de su propia historia. Se constituyó así el estatuto deun romanticismo en salud, cuya morfología y funcionalidadexploraré a lo largo del presente y de los próximos núme-ros de nuestra revista.

En esta oportunidad me ocuparé de una concepciónsanitaria surgida en el marco de una región de refugio ala cual me parece adecuado nombrar como «Madres dePlaza de Mayo», criterio que adopto por constituir dichogrupo de mujeres el núcleo depositario de la memoria delos caídos y desaparecidos durante la Guerra Sucia. Sibien es cierto que la utopía socialista que muchos de ellosdefendieron no prosperó políticamente, también lo es quefueron hombres que combatieron y dieron la vida en sunombre, lo cual resulta un hecho memorable. En torno aesta memoria se organizaron grupos que crearon institu-ciones con fines diversos. Entre los principales figuranlas agrupaciones dependientes de las madres, destina-das a difundir una educación fundada en dicha memoria,como la Universidad Popular Madres; asimismo, la agru-pación H.I.J.O.S., que a través de sus «escraches» a losgenocidas impunes intentan aplicar una justicia origina-da en esa misma memoria. Por su parte, Mario Testa tra-duce a la salud los conceptos más ligados a una antropo-logía fundada también en tal memoria.

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Al calificar como «románticos» a sistemas de pensa-miento creados en la situación intercultural latinoameri-cana (3) intento establecer una categoría formal que abar-que los procesos de significación relacionados con la rei-vindicación y exaltación de las propias raíces culturales,la reafirmación de los valores tradicionales y la autodeter-minación popular. Estos procesos se traducen en la vidapública en estrategias de resistencia y defensa del patri-monio cultural frente a quienes lo disputan, amenazan eincluso, lo han arrebatado ya; o dicho más concretamen-te, en acciones como la rebelión, la lucha, la disputa y la(re)conquista.

Para la conformación de dicha categoría, parto de esta-blecer una analogía con otras situaciones históricas y entreellas, con una paradigmática, esto es, con la reacción ro-mántica alemana del siglo XVIII frente al iluminismo fran-cés. En tales circunstancias, el romanticismo surgió comoreivindicación del pueblo, la autoridad y la tradición -con-siderada esta última por sus adversarios como mero «pre-juicio»-, frente al avance de la idea de progreso y del valorde las ciencias y la razón. Racionalismo y romanticismodieron expresión entonces a dos formas diferentes de di-rigirse al mundo; en tanto el primero intentaba dominarlo,el segundo pretendía exaltarlo. Si aquél exhibía una deci-dida vocación transformadora de la realidad, éste busca-ba ponerla de manifiesto sin reparar en los procesos quela conformaban. Pero en la situación intercultural latinoa-mericana, la brecha entre las culturas en contacto es másprofunda que en el caso europeo ya que no se trata comoallí, de una confrontación entre dos perspectivas deudo-ras �a fin de cuentas- de la cultura occidental, sino entredos culturas diferentes, una europea y otra �aunque estono sea evidente y requiera ser demostrado- americana.En América, la dimensión en que el romanticismo apare-ce más frecuente y vigorosamente es en el imaginario pú-blico, donde da lugar a una épica. Pero existen expresio-nes épicas de diferente tipo: en ocasiones ellas anticipanuna gesta histórica, mientras que en otras se conviertenen recuerdo memorable de gestas pasadas. Podría decir-se que en el primer caso el romanticismo en cuestión re-viste connotaciones utópicas, si en esta categoría cabeincluir su peculiar orientación hacia la exploración de unfuturo; mientras que en el segundo se conforma comoideología, es decir, procura reafirmar una realidad a partirde la actualización de un pasado. Pero cualquiera sea elcaso, este romanticismo encuentra justificación por refe-rencia a la figura del agresor: al enemigo que se torna enamenaza o pone en peligro la existencia del propio suelo,los valores tradicionales o la existencia misma del pue-

Romanticismoy Situación Intercultural

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blo. La apelación a los símbolos tradicionales hará posi-ble entonces dotar de significación a la gesta que se ave-cina o que tuvo lugar in illo tempore.

Un rasgo pronunciado del romanticismo en América -tierra de mestizaje permanente-, es que da lugar a la afir-mación de lo propio conjuntamente con la asimilación delo ajeno. El imaginario romántico busca afirmarse natura-lizando lo contrario y procurando transformarlo en unavariante enriquecedora de los usos y costumbres tradi-cionales. Así, la confrontación con el imaginario liberalresulta un elemento motivador, un verdadero desafío quelleva a anteponer a la ciencia lo concerniente al sujeto delsaber. Surge de este modo, un para sí fecundo en deriva-ciones relativas al sentido y la referencia de las ciencias alcontexto donde se practican.

En síntesis, si el racionalismo es idea, el romanticismoes imagen; si uno ambiciona el dominio utilitario, el otroes expresión de pertenencia, reivindicación valoradora delas propias raíces. Y en definitiva, si el racionalismo esciencia, el romanticismo es poesía. Es en este punto don-de reaparece el interés por indagar los propios orígenes,suscitando interrogantes que ponen a prueba nuestracultura ¿Nos encontramos los latinoamericanos en con-diciones de integrar a ella el patrimonio científico y tecno-lógico de occidente? O llevada la pregunta a un extremodramático ¿Somos acaso portadores de una culturaintegradora? Es posible percibir entre líneas en las res-puestas dadas por diversos autores a tales preguntas, unimperativo solapado: la necesidad de dar sentido a esetrasfondo americano, único punto de referencia a partirdel cual se podría llegar a construir en el futuro una nuevarespuesta superadora de la situación de asedio culturalen la que nos encontramos actualmente.

Por último, en lo concerniente al tema que seguidamenteabordaremos, cabe decir que no puede sorprender hoydía la existencia de una vertiente romántica en el pensa-miento marxista. Michael Löwy se ha encargado en formapormenorizada de mostrar a lo largo de gran parte de suobra los puntos y el modo en que el marxismo y el ro-manticismo guardan afinidad electiva, existente ya en Marxmismo y además en muchos de los grandes pensadoresde esa corriente (4). Quizás haya sido este autor el prime-ro en dar al concepto de romanticismo un sentido am-plio, extendiéndolo mucho más allá de sus habitualesconnotaciones literarias hasta alcanzar el rango de unaverdadera concepción del mundo, caracterizada por lacrítica más o menos radical de la civilización industrial yburguesa, en nombre de valores tradicionales (5).

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El perfil romántico aflora desde el planteo situacionalmismo del autor cuando antepone la subjetividad, o me-jor dicho: la intersubjetividad, a lo racional. La dictaduramilitar que finalizara en 1983 no sólo había dejado al paísentregado a intereses colonialistas, sino además en unasituación de desmembramiento de los lazos sociales, sur-gido como consecuencia de la guerra sucia. En adelante,«La recomposición de la sociedad argentina, más que porel pago de la deuda externa, pasa por el reestablecimientode esa red que nos interconecta cara a cara.» (6). El rum-bo a adoptar debía establecerse en un contexto interna-cional donde la globalización proveía nuevo impulso a lacultura tecnológica, pero si ésta resultaba incorporadaacríticamente �es decir, sin tomar en cuenta las caracte-rísticas culturales de la población- podía dar continuidada la destrucción de la cultura tradicional. En efecto, la in-corporación de tecnología no resulta un procedimientonecesariamente favorable al enriquecimiento de la cultu-ra popular, pudiendo llegar incluso a liquidarla si no se veacompasada por acomodamientos que por otra parte,introducen necesariamente dilaciones en su asimilación.Surgía así con motivo de la cuestión de la tecnología, unadisyuntiva en torno a la cultura: ¿aspirábamos los argen-tinos a incorporar tecnología con el fin de enriquecer nues-tra cultura o nos limitaríamos a adoptarla al compás quemarcaban los intereses colonialistas sin reparar en los per-juicios que ello traería aparejado? Tal disyuntiva -cuya re-solución podría parecer obvia en otras circunstancias-,poseía una importancia capital en tanto los valores cultu-rales se encontraban destruidos como consecuencia delterrorismo de estado. Y si la forma más alta de culturaque posee un pueblo es la política, la respuesta a dichapregunta en última instancia, debía asumir la modalidadde estrategia política (7).

Si bien es cierto que la idea de «estrategia» no es unaidea romántica, también lo es que ella circunscribe el per-fil del romanticismo en cuestión. En este sentido, segúnveremos seguidamente, conlleva la opción por un roman-ticismo de cuño ideológico en desmedro del perfil muchomás utópico del pensamiento socialista de la década delsetenta, al cual estas ideas dan continuidad. El motivopara poner en primer plano a la estrategia surge de con-siderar que en los países subdesarrollados capitalistas ydependientes como los latinoamericanos, resulta imposi-ble establecer pautas firmes que permitan pronosticar sudesarrollo y por dicha razón, cualquier propuesta políti-ca, cualquier imagen objetivo, posee sólo una importan-cia relativa. En cambio, resulta más práctico establecerestrategias, es decir, formas de organización tendientes a

Los Grandes Temas delRomanticismo Sanitariode Mario Testa

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superar los obstáculos aparecidos en la lucha por el po-der (8). «El procedimiento estratégico... no intenta esta-blecer normas sino desencadenar un proceso permanentede discusión y análisis de los problemas sociales que lle-va a proponer metas necesariamente conflictivas, puestoque se refieren a intereses de grupos en pugna, cada unocon planes propios, de modo que el planificador es partede alguna fuerza social, para la cual el objetivo de la pla-nificación se inscribe en el marco de la lucha por el po-der.» (9).

Corresponde hacer explícito de qué lucha de poderhabla Testa. Al respecto, parte de hacer un contraste en-tre la cuestión nacional, donde lo que se juega es la legi-timación de la Nación frente a los poderes foráneos queintentan desarticularla en nombre de sus propios intere-ses, con la cuestión social, problemática mucho másheterogénea que �a diferencia de la anterior- no afectapor igual a todos los grupos sociales (10). La salud cons-tituiría �en su opinión- una cuestión social. Podría pensar-se que éste sería el punto final de todo romanticismo, yaque la Nación ha constituido el núcleo simbólico por ex-celencia del cual han nacido en el mundo moderno lasimágenes más trascendentes relacionadas con la luchade los pueblos por su autodeterminación. Pero no, creoque pese a resignar la cuestión nacional, Testa prolongasu romanticismo en el plano social y además, asocia a élun tipo específico de análisis marxista. Eso sí, desde estepreciso momento, su concepción de la salud y de lo so-cial en su conjunto constituirán una expresión marxista ya la vez romántica de una comunidad bajo asedio y no deuna comunidad nacional: la imaginación creadora no seorienta aquí en el sentido de un futuro compartido poruna comunidad de destino, sino a reafirmar a cada gruposocial en contextos compartidos donde están en juegointereses de todo cuño. Queda sí, la posibilidad de crearfuerzas sociales con capacidad de resistencia yautoafirmación, y para ello resulta esencial contar con al-guna ideología. Así �afirma el autor-, los actores socialespueden ser personas, clases o grupos cuya conforma-ción tiene lugar a partir del ejercicio de una praxis laboraldeterminada, la cual es origen de un saber que recípro-camente, consolida a quienes lo desarrollan y les permitedisputar el poder en el plano político. En una palabra, elproceso de construcción de los actores sociales es ideo-lógico (11).

La ideología puede ser diferenciada de otras prácticasabstractas carentes de sentido histórico, surgidas comoresultado de formas falsas de conciencia y que no permi-ten ni la constitución de los sujetos, ni la disputa del po-

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der. Una «ideología científica» en cambio, sí lo permiteporque se encuentra contextualizada (12). Contra el posi-cionamiento althusseriano consistente en oponer cienciae ideología, Testa sostiene la complementariedad de am-bas. Así, mientras la ciencia «parte de lo concreto real,abstrae del mismo un objeto al que analiza en su parciali-dad, [y] lo devuelve a la realidad...», otro es el procesoque desarrolla la ideología, la cual «...es una práctica queen lugar de descubrir verdades en los objetos, construyelos sujetos de su práctica.» (13). Afirmación que sientalas bases para una epistemología con proyección románti-ca y que el autor desarrollará en su libro Saber en salud,del que me ocuparé en artículo aparte.

La acepción constructiva, integradora de la ideología,utilizada por el autor, se continúa en su concepción de lasalud. El núcleo ideológico de un grupo �su «concienciasanitaria»- radica en la concepción que éste tiene del pro-ceso salud-enfermedad. Así, para la ideología biologicista,los problemas de salud surgen cuando el individuo seaparta de la normalidad biológica. El criterio de causalidademerge aquí de las consideraciones etiológicas ypatogénicas sobre la enfermedad, siendo la respuesta laatención médica. La concepción ecológica, a diferenciade la anterior, trasciende el plano individual y sitúa el pro-ceso salud-enfermedad en el ambiente, considerando ala salud un estado de equilibrio con el mismo pero man-teniendo como determinantes a los aspectos biológicos.La visión que sostiene Testa, en cambio, procura englo-bar las concepciones anteriores como niveles dentro dela cuestión social y restituye de este modo la salud a ladinámica social en general (14).

Si en este sistema de ideas existe un concepto quemerezca el calificativo de romántico, es el de «cuerpo».Se trata de una idea regresiva, en tanto es soporte de unaconcepción ética que convoca a recrearlo tal como exis-tió en la época de la gesta memorable. Dicha idea cum-ple la función de interrumpir la historia liberal, es decir,esa historia que no es nuestra propia historia, pero que �tal como están las cosas- nos abarca. El cuerpo que so-mos constituye una construcción permanente resultantede un proceso a la vez biológico y social: es máquina y essigno; si su naturaleza es biológica, si su significación eshistórica, él es fundamentalmente el resultado de unaconstrucción social y en este sentido, la salud representasu expresión feliz al contrario de la enfermedad. Por me-dio del trabajo articula la sociedad, la naturaleza y sobretodo, su propia naturaleza. La ciencia y el arte constitu-yen la culminación de su capacidad de pensar y a travésde ella, el trabajo manual se prolonga y se jerarquiza. Pero

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el cuerpo también nos relaciona con los otros a través delamor, cuya práctica permite la reproducción tanto bioló-gica como social. Y debido a que el trabajo y el amor -producción y reproducción- se desarrollan en la historia,el cuerpo se construye políticamente y por lo tanto, dis-putando o defendiendo el poder, es decir, en lucha. Asídefinido, el cuerpo individual culmina en el social que esdonde el trabajo, el amor y el combate adquieren su másalto significado. Por este mismo motivo, la salud de loscuerpos debe ser concebida prioritariamente en el nivelsocial ya que un cuerpo sano es, en definitiva, un cuerpo«en relación significativa con los demás» (15)

Una medicina debidamente contextualizada posee uti-lidad para la construcción social del futuro. Procurando elmáximo desarrollo de las capacidades de las personas,ella se inscribe en la lucha política. «Si en el futuro hayhistoria verdadera y si la ciencia avanza en la direccióndel progreso, la medicina puesta en el contexto científicoe histórico no podrá ser otra cosa que una profesión de-mocrática, una profesión cuya propuesta social sea la li-beración del cuerpo de los otros para trabajar, para amary para luchar por lograr primero y conservar después, esasconquistas.» (16)

La necesidad de la lucha para la construcción de la his-toria surge debido a que el futuro no se encuentra asegu-rado de antemano ni vinculado necesariamente a la felici-dad. Se trata ésta de una idea característica de la vertien-te romántica del marxismo. En efecto, Löwy señala queen el contexto del pensamiento marxista, la idea de pro-greso se encuentra vinculada a dos tradiciones diferen-tes. En contacto con el evolucionismo, adopta un tipo deproyección lineal, donde el futuro está predeterminadopor el desarrollo de las fuerzas productivas y conducenecesariamente al socialismo. Pero cuando se liga a latradición romántica, la revolución socialista no apareceya como el único desenlace posible debido a que tam-bién puede acaecer en su lugar algún tipo de catástrofe(17). Se plantea aquí una disyuntiva: progreso o catástro-fe, de modo que el futuro permanece abierto, no prede-terminado, como en el primer caso, lo que reitroduce laposibilidad de optar, propia de la subjetividad.

La adopción de uno u otro camino depende para nues-tro autor, del modo en que se elija resolver las contradic-ciones y conflictos existentes en la sociedad. Además,quienes participan de su resolución sufren un proceso deconstrucción tanto de su subjetividad individual como dela intersubjetividad. En efecto, además de las posibilida-des que ofrece el desafío en cuanto al desarrollo de la

El Sentido de unaMedicina Romántica

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personalidad individual, también da lugar a la conforma-ción de grupos y al despliegue de su capacidad creativa,la cual se pone de manifiesto en formas resolutorias conbase en la ciencia, el arte o la política. Pero también pue-de ser ocasión de la aparición de una finalidad destructiva,dando lugar en este caso, a patología psiquiátrica en loindividual y favoreciendo la instauración de la sociedadrepresora en lo social (18). Queda establecida así una al-ternativa que no preanuncia necesariamente el progreso.

Se impone aquí una pregunta ¿Qué posibilidades rea-les existen de que la balanza se incline en el sentido delprogreso y no de la «catástrofe» en nuestra sociedad? Larespuesta surge de la descripción que hace Testa de larealidad social de los países latinoamericanos. Ellos po-seen organizaciones débiles y sus instituciones son, enconsecuencia, precarias. Esto último constituye una ver-dadera base estructural de la ineficiencia del Estado y dela inconstancia y discontinuidad de las políticas. Al res-pecto, afirma: «Esta es, a mi juicio, una de las característi-cas que tipifican al subdesarrollo: la inmadurez organi-zativa, la fácil discontinuidad que se expresa en la apari-ción y desaparición de instituciones que no llegan a ad-quirir una tradición, a tener peso propio, a tener la capaci-dad de implantar normas que les den permanencia frentea las coyunturas.» (19). Queda planteada así la preguntaque interroga por la posibilidad de crear instituciones vin-culadas a una tradición y con ello, a la memoria de laspropias raíces.

En coincidencia con el perfil romántico en cuestión,Testa emplea un concepto amplio de sociedad donde in-cluye una diversidad de organizaciones humanas. De estemodo, familias, clanes, tribus, clases sociales y nacionesconstituyen conjuntos de individuos con capacidad dedevenir concientes de sus propios intereses y en aten-ción a ellos, crear instituciones, transformar la sociedad eincluso la naturaleza, desarrollando así su propia historia(20). El autor restringe a partir de aquí su análisis a lasclases sociales, dejando en suspenso lo concerniente alpapel que juegan en la conformación de nuestra socie-dad otros agrupamientos, incluso la nación. Tal opciónpuede considerarse indicativa de una problemática muyfrecuente en las regiones de refugio.

En primer lugar, referir la totalidad de la organizaciónsocial al esquema clasista lleva a perder de vista las fuen-tes tradicionales del poder o bien, a despojar al término«tradición» de su raigambre americana y circunscribirlo ala capacidad de permanencia de los grupos e institucio-nes de origen europeo en América. Se instala una visión

Las Fronterasdel Romanticismo

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unidimensional de la vida que sitúa la dinámica socialúnicamente en el plano de las clases sociales perdiendode vista �en consecuencia- la riquísima fuente de motiva-ciones, percepciones del mundo, formas de vinculación,etc. fundantes del lugar de la subjetividad. Reproducien-do el posicionamiento iluminista, la comunidad fraternaes dejada de lado en nombre de la sociedad de la ley o,lo que es peor aún, de la «democracia formal». Surge undiscurso destinado a integrar las propias instituciones alsistema y con ello, se inicia un discurso reformista. Comopuede verse, el precio a pagar por esto es la aparición deuna desviación con respecto a la memoria como conse-cuencia de la contradicción entre la falta de una políticapropia y la necesidad de participación social.

No nos debe llamar la atención que esto suceda, yaque es consustancial a la estructura de las regiones derefugio verse situadas periódicamente ante la disyuntivade optar entre persistir en torno a la recreación de la me-moria o incorporarse al ciclo de la historia impuesta por lacultura asediante. Tal es la consecuencia de no alcanzara formular una política acorde con la propia historia. Estadisyuntiva se plantea cuando las producciones de la re-gión de refugio han alcanzado ya cierta relevancia y re-sulta posible aspirar a su institucionalización. Dicha pro-blemática plantea el problema de la incapacidad de so-cialización de una comunidad que intenta resistir.

Pero ese puede ser el límite de las ideas románticas deMario Testa y de su concepción social de la salud. Noobstante, en la misma región de refugio, otros grupos in-tentan actualmente otro tipo de abordaje de lo social. Setrata de hacer irrumpir, de provocar el estallido de lascreencias propias en medio de la realidad ajena, de laredefinición de la realidad previa a cualquier compromisode tipo social. Lógicamente, tal estilo de actitud no podíaprovenir de los grupos ideológicamente más estilizados yen consecuencia, deberemos abordar para su análisis, aotros grupos de la misma región de refugio como lasMadres y los H.I.J.O.S., pero con esto salimos del temadel romanticismo y retornamos al del «neobarroco».

4. Sobre la base del concepto homónimo deWeber, Löwy llama afinidad electiva a la«...relación dialéctica que se establece en-tre dos configuraciones sociales o cultura-les, que no es reductible a la determinacióncausal directa o a la �influencia� en sentidotradicional. Se trata, a partir de una ciertaanalogía estructural, de un movimiento de

notas y bibliografía1. Kohl, Alejandro. La utopía neobarroca. Re-vista Cultura y Política Año 1, No. 3, Bs. As.,junio 2002.2. Kohl, Alejandro. Relevancia sanitaria de lascomunidades bajo asedio. Cultura y Políti-ca Año 1, No. 2, Bs. As., diciembre de 2001.3. Ídem.

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convergencia, de atracción recíproca, deconfluencia activa, de combinación capazde llegar hasta la fusión». Löwy, Michael. Re-dención y utopía. Ediciones El Cielo porAsalto. Bs. As., 1997, p. 9.5. Löwy, Michael. Guerra de dioses. Religióny política en América Latina. Siglo XXI,México, D.F., 1999, p. 42.6. Testa, Mario. Pensar en salud. Lugar Edito-rial. Bs. As., 1993, p. 231. En adelante, PS7. Testa, Mario. Pensamiento estratégico ylógica de la programación. Lugar Editorial.Bs. As., 1989, pp. 62-65. En adelante PE.8. PE, pp. 11-269. PS, p.87

10.PS, pp. 157-15911.PE, pp. 41-5512.PE, pp. 16-1813.PS, pp. 55-5614.PS, p. 170-17115.PS, pp. 72-7816.PS, pp. 78-8417.Löwy, Michael. La dialéctica marxista delprogreso en Marx. Artículo compilado porR. Vega Cantor en Marx y el siglo XXI,Ediciones Aantrophos, Bogotá, 1998.18.Material correspondiente a apuntes de claseimpartidas por el autor.19.PS, p. 114PS pp. 41-42

María José Miranda. Artista plástica. Escultora. VitrolistaHa participado de muestras colectivas e individuales en el Museo Sívori, galerías y

espacios alternativos de arte expresión.

Pintura por María José Miranda