Álbum fotográfico del resinero

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EL RESINERO El día a día del oficio en Tierra de Pinares Gaudencio Busto García Camporredondo, 2013

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El día a día de un resinero en Camporredondo (Tierra de Pinares, Valladolid)

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Cuando comenzamos nuestro caminar tras las huellas del resinero

apoyados en nuestros lejanos, pero siempre presentes recuerdos,

pensamos en lo difícil que nos sería transmitir para las nuevas

generaciones aquellas imágenes que se grabaron en nuestra retina

hace ya algunos decenios.

Conscientes de esta dificultad, pensamos en recopilar material

gráfico de la época, aun sabiendo que poco fruto sacaríamos de

aquel árbol, seco entonces, pues las cámaras fotográficas estaban

en manos de profesionales, o de unos pocos privilegiados que,

desde luego entre sus objetivos no estaba el fotografiar al

trabajador, ni en el monte, ni fuera de él.

Pero desde el primer momento supimos que encontraríamos

apoyo suficiente para poder hacer un reportaje de fotos que, si

bien no pueden transmitirnos los momentos difíciles que tuvieron

que sufrir nuestros protagonistas de El Resinero, sí nos podían

acercar un poco a las tareas que desarrollaban, los lugares en los

que se movían para realizar su trabajo, y las herramientas que

usaban, dejando el resto para la imaginación de nuestros posibles

interesados en conocer, lo más fielmente posible, como se

ganaban la vida unos seres humanos en años tremendamente

difíciles.

Dedicado a Maribel, porque su

amor, constancia y apoyo

incondicional ha hecho posible

que este trabajo de años vea

finalmente la luz.

Y a mis nietos, para que

conozcan un poco más de la

historia de sus abuelos. De su

historia.

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Y recurrimos a la cuarta generación de resineros que, sin más que anunciarles lo que

pensábamos hacer, no dudaron ni un momento. “Lo que haga falta y donde haga falta”

nos dijeron Alfonso y su hijo Carlos CUÉLLAR, nieto y bisnieto de Justo Cuéllar Zamarro

que, junto con su hermano Agapito, allá por el ocaso del siglo XIX o el nacimiento del XX,

comenzaron a ganarse el sustento para ellos y sus familias con el noble oficio de

resinero en Camporredondo.

Fruto de su inestimable colaboración son una parte de las fotos que os ofrecemos.

Alguna también es de Antonino Esteban Cuéllar, rama del mismo tronco que los

anteriores y resinero en sus años mozos.

A medida que avanzábamos en nuestra labor se nos sumaban resineros veteranos que

ilusionados con la idea no dudaban en poner a nuestra disposición toda su experiencia y

buen hacer. Este es el caso de nuestro amigo Luciano de Pedro, de San Miguel del

Arroyo que aportó una parte de las fotos que ofrecemos.

Pero las fotos –instantáneas- que os ofrecemos, de cuando aún se remondaba por el

método Hugues se las debemos a nuestro amigo Alfonso y al archivo de Nuestra Señora

de El Henar gracias a la amabilidad de los PP. Carmelitas que pusieron a nuestra

disposición todo lo que encontraron.

Tenemos otra parte de fotos que fueron tomadas en el mes de Agosto del año 2002 en

la zona llamada “Los Torbisqueros”, en la margen derecha de la carretera que une

Montemayor con Santibáñez, y que todo lo que conocemos del protagonista es que era

resinero. El límite que puso, este joven resinero, a mi hija Olga, fue hasta que ella creyó

haber reunido material fotográfico suficiente. Sentimos mucho no poder dar su nombre,

pero sí tiene mi público agradecimiento.

Gracias a todos en nombre y memoria de los resineros, por mi parte de toda España,

pero sobre todo de nuestra querida tierra de pinares.

Camporredondo, Septiembre de 2008

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Desroñando con el hacha

Carlos, nuestro resinero, con el

hacha doble boca, abre cara

nueva sobre el, ya viejo, pino. Es

la primera entalladura de la

campaña.

Desroñando con el hacha

Aquí Luciano (veterano resinero)

se dispone a poner en

explotación el pino negro.

Primera entalladura de la

primera cara.

Desroñando con el barrasco

Pero los años pasan, las entalladuras van

sumándose, la cara va ganando altura y el hacha

ya no le sirve.

El resinero buscó solución al problema que le

creaba la altura y la encontró:

Ahora desroña con el barrasco

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Desroñando con la garrancha

Del cuarto al séptimo año el resinero

desroñará con la garrancha.

Por los trozos de roña desprendidos podemos

apreciar lo nada saludable que debe ser

encontrarse debajo.

Haciendo la ranura

Con la medialuna y el mazo, el resinero hace la

ranura para colocar la hojalata.

La dificultad y el riesgo que entrañaba el

trabajar el pino los últimos años de campaña

quedan evidentes en estas fotos.

A veces (muchas veces), al pino había que

remondarlo en la ladera del cotarro de arena.

La inclinación de la medialuna con el tronco del

pino debe de estar por debajo de los 90 grados

para darle una ligera caída a la hojalata y así

facilitar el discurrir de la miera hacia el pote.

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Colocando la hojalata

Con unos leves golpes de mazo, o también con la

cabeza de la medialuna, la hojalata queda

dispuesta para recoger, y dirigir hacia el pote las

primeras lágrimas del pino; la primera resina de la

temporada.

Aquí están nuestros dos resineros amigos: en la

primera foto Carlos incrusta la hojalata con

pequeños golpes de mazo y, a la izquierda,

Luciano prefiere golpearla ligeramente con la

cabeza de la medialuna. En cualquiera de los dos

casos el éxito está asegurado.

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Tomando medida…

El resinero toma la distancia para colocar la punta

que soportará al pote.

… y clavando

Después de colocar la hojalata el resinero hace

tope sobre ella con el pote, sitúa la punta por

debajo y sin soltar el cacharro golpea sobre ella;

la medida no puede fallar.

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Todo correcto

Por fin el resinero contempla que el pote está

correctamente instalado

El niño (David) parece comprobar que la

instalación es sólida. Carlos agradece, con una

sonrisa, el detalle del niño.

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Nuestros artistas remondan

En esta fotografía contemplamos el buen hacer

de Alfonso Cuéllar, con su azuela, remondando

por el método Hugues. Esta forma de remondar

se denominaba “a rastrilla”.

La generación de Alfonso fue la primera en

trabajar los pinos por ambos métodos: el

tradicional “Hugues” y el nuevo de “pica de

corteza estimulada”.

La seroja o viruta

Observamos la necesidad de varios golpes de

azuela (varios cortes) para sacar una hermosa

seroja.

Esta fotografía y las dos de la página siguiente,

fueron cedidas por los PP. Carmelitas de El Henar

y en ellas podemos contemplar la maestría con

que sus protagonistas sacan la seroja (viruta) del

pino para provocar el lloro, cuyas lágrimas

llenarán el pote… y la despensa.

No hay duda de que nuestro protagonista es un

artista: En el suelo contemplamos el resultado de

anterior pica, por ello podemos asegurar que no

hay pose para la foto, sino que la seroja es, como

es, porque el resinero tiene arte. ¡Vaya seroja!

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Contemplamos a nuestro resinero en una posición

bastante incómoda para remondar. En las anteriores

entalladuras remondaba rodilla en tierra.

Amor a su Patrona

La fe y el cariño que

sentía hacia su patrona,

quedan patentes en

sencillos poemas como

este que el resinero le

dedica.

Era frecuente encontrar

escritos que el resinero le

dedicaba a su patrona la

virgen de EL HENAR

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Remondando a tirón

Como no disponemos de foto de la época, Carlos Cuéllar nos ilustra en la forma de coger la azuela para remondar, cuando ya la altura le obligaría a usar el banqueto.

Por esta otra forma de remondar, a cada golpe de azuela el resinero sacaba una seroja y, como es fácil de deducir, su nombre era “a tirón”.

El nieto del que esto os cuenta (Javier) tiene la posición aproximada que su abuelo tenía cuando a Jacinto se le melló la azuela, allá por los años 1950 (ya ha llovido)

Recogida o remasa

Éste es el día de la verdad para el resinero: provisto de lata y cuchillo se dispone a recoger, en cubas, las lágrimas del pino: la miera. Lágrimas del pino fruto de muchas gotas de sudor con las que el resinero fue regando las arenas cálidas en las que crece el pino (pinus pinaster) que produce la resina.

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Vaciando el pote

Quisiera que en vez de foto fuera película, lo que

tenemos ante nuestros ojos, para que pudiéramos

observar los pocos segundos que transcurren desde

que el resinero descuelga el pote lleno de miera y

vuelve a colgarlo ya vacío

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Con la lata al hombro

Con la lata va de pino en pino recogiendo su tesoro

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Volviendo de la cuba

Con su lata ya vacía, vuelve desde la

cuba. Otros 18 kg de resina ya están

a salvo

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El resinero busca

explicaciones

En su ir y venir por el monte

el resinero se encuentra con

el pino, otrora fresco y

productivo (aún tiene la

hojalata puesta, como

esperando un milagro) y

parece pensar... ¿por qué se

secan los pinos?

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Llegan las facilidades

En tiempos pretéritos (foto inferior) la lata viajaba sobre

el hombro del resinero. El esfuerzo, la incomodidad y el

menor rendimiento eran evidentes.

En la foto de la izquierda, cedida por los PP. Carmelitas,

observamos un cambio en la recogida de la miera: el

resinero ha añadido el carretillo. Esto fue una gran ayuda,

aunque no en todos los terrenos se podía hacer uso de

este “semiautomático” medio de transporte.

En la misma foto podemos observar que la cara de la que

el resinero coge la miera está abierta sobre un repulgo.

Esto demuestra que el pino goza de buena salud, por lo

que aún le quedan algunos años más como donante de

sangre (miera). Si bien es cierto que el resinero tuvo la

inteligencia de dejar las entrecaras, o repulgos, con la

anchura suficiente para poder abrir cara sobre ellas,

prolongando con ello la vida activa del pino. El resinero

sabía que mañana también amanece.

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Rayendo

Luciano nos demuestra (izquierda)

que también se raía sin paraguas.

Llegado el otoño, con la bajada de

las temperaturas y el menor

número de horas de sol, el

movimiento de la savia se

interrumpe. A la hojalata ya no llega

ni una sola gota de trementina.

Pero no son tiempos en los que se

pueda prescindir siquiera de una

gota de miera. Por eso, la resina

que quedó adherida a la entalladura

hay que desprenderla para llevarla

a la fábrica de transformación.

El resinero recuperó una especie de

barrasco reducido que tenía en el

cuarto de las herramientas: la

raedera. Con ella y, si era a partir

del segundo año, el paraguas como

soporte, se propuso no dejar ni una

sola gota de resina sin recuperar.

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A por otro pino

De pino en pino fue rascando la

entalladura hasta dejarla limpia.

Eran tiempos en los que faltaba

mucho para tener poco.

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Así deben quedar los potes

Después de la última remasa

(cogida) el resinero se preocupa de

dejar todos los potes boca abajo. De

otra manera se llenarían de agua y

las bajas temperaturas invernales

podrían arparlos. Carlos nos indica

cómo deben quedar los potes.

Recogida del sarro

Cuando se daba por finalizada la

campaña, necesariamente había

que recoger el sarro. Existía la

posibilidad, si el precio o las

circunstancias lo aconsejaban, de

mediada la campaña hacer una

recogida, pero lo que sí era fijo es

que, al terminar esta, el sarro había

que recogerlo para transformarlo

en pez.

El resinero cogió la gubia, y con ella

y la banasta pasó de pino en pino

arrancando el último residuo de su

trabajo sobre la cara. Con esta

operación terminaba la campaña

que comenzó hace siete años.

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ÉSTOS ERAN SUS CAMINOS

Sobre estos suelos se desplazaba el

resinero cuando el sol implacable caía

sobre ellos. Duro siempre, pero

contemplémoslo desde la perspectiva

del estío castellano.

Estas pequeñas montañas de arena,

estos cotarros, con la arena que abrasa y

el sol sobre las espaldas... un pino y otro,

y una hora y otra, y así desde el día 1 de

Marzo hasta el quince de Noviembre.

¡Sobran las palabras!

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NUEVOS MÉTODOS

Como la vida evoluciona (aunque no siempre para bien, así lo pensamos) el viejo

método de resinación Hugues fue desplazado por los más modernos llamados de

“pica de corteza estimulada”. ¿Qué ventajas aportan los nuevos métodos sobre el ya

obsoleto Hugues? Pues aparentemente todas: menor esfuerzo físico, nos dicen que

mayor producción, al pino no se la castiga tanto, (aunque le sangra igual) la madera

es más aprovechable... en fin, que parece que el acierto es pleno.

¿Qué hemos perdido? Pues que si fuera necesario encender el fuego por las mañanas

no tendríamos a mano la gran ayuda que suponía la seroja. Pero como ya no existen

las cocinas de leña, porque usamos gas o electricidad, no hay problema. La azuela,

la raedera y la gubia han pasado a ser herramientas de museo. La primera porque ya

no es necesario sacar la seroja; la segunda porque ¡viva la abundancia! ya no

necesitamos raer, y la tercera porque a estas alturas no vamos a recoger el sarro. Se

me olvidaba (quizás por su humildad) el paraguas que, como la resina que queda

adherida en la entalladura no es rentable, nos permitimos el lujo de no recogerla y,

como la misión del paraguas era que no se perdiera ni una raedura, al museo con él.

O sea que sí, parece que esta vez no hay que pagar precio extra por progresar.

REMONDANDO. El joven resinero nos muestra claramente la diferencia entre el método de remondar “Hugues” y este de “pica de corteza estimulada”. No es necesario quitarle madera al pino, porque por donde fluye la savia elaborada es por el líber.

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OBSERVANDO. El viejo resinero observa el pino antes de atacar.

APLICANDO EL ÁCIDO. Sirva como muestra de cómo se aplicaba el ácido (líquido) al principio de adoptarse este método..

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LA PASTA HOY. Como si intentara sellar el borde superior de la herida, el resinero aplica la pasta que contiene el ácido.

LA PASTA HOY (cont). Sin embargo, lo que el ácido provoca es que la herida sangre con más facilidad

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DOS TIPOS DE BANQUETO. Una gran diferencia podemos observar entre ambos banquetos, y es que a pesar de la rusticidad de ambos, los banquetos antiguos (abajo) parecen salidos de mejor taller de carpintería…

... son naturales

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CAMINO DE OTRO PINO. Entre pino y pino ¿qué pensará nuestro joven resinero?

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PRODUCTIVIDAD

La generosidad de unos pinos frente a otros queda patente en estas dos fotografías: uno con el pote a medio llenar. El otro con uno lleno y dos en espera.

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SUDANDO

Sin trampa ni cartón: una gota solitaria cuelga de una de las hojalatas, mientras que de la otra contamos varias (en nuestra sociedad también se dan estos casos: unos sudan más que otros).

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VIVA LA ABUNDANCIA. Patente queda el resultado de no raer: La resina se seca en la entalladura.

VIVA LA ABUNDANCIA. En la foto vemos que la raedura (arriba a la derecha) se desprende y caerá al suelo. ¡Pero ésa es la que nos sobra!

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LONGEVIDAD. Sirvan estas fotos como demostración de que un pino cuando se le ha rodeado de caras se le seguía remondando por los repulgos o entre caras. O sea que la vida del pino resinero está (o estaba ayer) muy por encima de los años que le asignan diccionarios poco rigurosos.Hoy, como pisamos el acelerador a fondo, el pino resinero sólo nos dura 20 ó 25 años produciendo resina.

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ABATIDO. El viento le encontró débil y no tuvo piedad. El pote sobre el suelo parece clamar por el pino

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¿POR QUÉ? No exageramos

cuando decimos que algo va mal.

¿Por qué se secan los pinos?

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¿QUIÉN VIENE DETRÁS? Humildemente digo que esto es un reflejo de lo que estamos haciendo. (Coge lo que puedas y el que venga detrás que arree).

Pinos a muerte siempre los ha habido, pero se resinaba uno a muerte cuando entorpecía el crecimiento de los demás (no es éste el caso). Detrás del viejo… el desierto.

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Hice lo que debía: Luché, y gané la batalla por la vida.

Los vendavales, con su fuerza arrolladora, socavaban la tierra bajo mis pies, pero yo

tenía la constancia de la gota y hoy, si vosotros me respetáis, las fuerzas de la naturaleza

me han hecho tan fuerte, que nada me da miedo.

Podéis disfrutar, aprendiendo, en el triángulo que forman los pueblos: Camporredondo,

Montemayor y San Miguel, allí os espero (Término municipal de San Miguel del Arroyo).

En la página siguiente os invito a que contempléis una representación de mis amigos;

aquellos que en adelante serán mis potenciales defensores.

GRACIAS POR RESPETARME

CON GANAS DE VIVIR

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AQUÍ LOS TENÉIS. A éstos que ahora me contemplan les digo: Cuando seáis abuelos, venid con vuestros nietos yo seguiré esperando pues, con vuestra visita, habéis renovado mis ganas de vivir.

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Cuando yo era joven, algún pastor despistado, o una inoportuna pisada de oveja merina,

cambiaron mi dirección de crecimiento normal y me dejó mal herido, pero logré

reponerme y, aunque mal formado, aquí me tenéis. Por aquel accidente hoy soy noticia.

Encontradle siempre la parte positiva que la vida tiene. Es difícil sacar de mí un lujoso

mueble pero… ¿me cambiaríais por un mueble?

Subiendo por la Cañada Leonesa Este (La cañada merinera) en el término municipal de

Camporredondo os espero, pero eso sí ¡la motosierra dejadla en casa! Si me cortáis no

podré cobijaros bajo mi copa, ni produciré más piñas para vosotros.

EL PINO DE LA CAÑADA

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Se empeñaron en derribarme pero yo, erre que erre, también me empeñé en llevarles la contraria y aquí, en el camino de La Carabina os espero. Os espero… si es que venís en plan de amigos, si no, os ruego que caminéis en otra dirección. Si yo pudiera, me desplazaría hasta un parque infantil para que, como con un abuelo más, los niños jugaran conmigo.

EN LUCHA CONSTANTE

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MIRADME. Como yo los había a miles. Hoy soy noticia porque a mis hermanos ya hace rato que los transformaron... ¿en qué? ¿Verdad que soy hermoso?

No quiero decir donde estoy para no despertar algún instinto dormido capaz de echar mano de la calculadora, para saber los metros cúbicos de madera que tengo.

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Este pino, igual que sus miles de hermanos, estuvo resinado más de

60 años. A sus hermanos se los llevó el tronzador. Él cerró sus heridas y

aquí sigue como testigo de los años que puede durar un pino

produciendo resina ¿Alguien se atreve a decir que 20 o 25? Hace

aproximadamente 100 años le abrieron por primera vez y hoy año 2010 sigue con el mismo vigor que

entonces

Un viejo resinero nos informó de su existencia y otro cogió la cinta y nos

muestra lo excepcional –hoy- de estas joyas a las que no atropelló la

motosierra. Una vez más el resinero certifica lo que decimos: más de 60 años produciendo resina, cicatrizó sus heridas y sigue, ¿cuántos años

tendrá?

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EL PINO CANTINERO.Sólo quise ser distinto y a fe que lo conseguí, pero yo creo que ese fue mi pecado. Al parecer, la motosierra los quería todos uniformados, por eso se enfadó conmigo y no permitió que siguierais haciéndome fotos. Pero como del rebaño se escribe poco, aquí quedó mi imagen espero que para muchos años. A mí ya no me busquéis. Yo estaba en el borde derecho de la cañada merinera, un poco más adelante de la Nava de Arriba en dirección a la carretera de Fuente Mínguez

AQUÍ VUELVO. Como podéis ver, muy normal yo no era, pero por eso me hacíais fotos. Además de dar lo que los otros pinos dan, yo quería entreteneros y haceros más agradable un día de campo, pero ¡que mala suerte tuve!, se fijó en mí la motosierra y nada pude hacer.

Yo era como aquello que vosotros llamáis cantinero, porque se colgaba a la puerta de la casa para anunciar que allí se vendía vino. Sólo que yo fui más aparatoso y quizás pensaron que al cortarme brotaría el caldo… pero ya veis las consecuencias.

ADIÓS PARA SIEMPRE

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CARGADERO. Las cubas esperan en el cargadero para ser distribuidas por el, Carrero antes, y ahora tractorista, para que el resinero las llene de trementina. De la misma capacidad que éstas, las cubas antiguas eran de madera. 240 Kg y sin más ayuda que dos palancas, el Carrero las cargaba sobre el carro de llanta de hierro.

LA NOCHE. Bajo este cielo estrellado viaja nuestro amigo el Carrero. Nosotros no podemos verle, quizás porque se nos adelantó y allá, al fondo del camino, él ya dobló el recodo que le lleva a su destino. Allí, cuando le encontremos, continuaremos este reportaje.

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PINOS NEGROS. Nosotros somos los pinos negros, no sabemos si entraremos en explotación. Los treinta centímetros de diámetro exigidos para ello ya los rebasamos con creces. Grupo de pinos jóvenes, fuertes y sanos, cuya explotación no parece necesaria. Están a la vera de la cañada merinera, a la altura de El Coletillo (al final de La Nava de Abajo).

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REPONIENDO ENERGÍAS. Emulando al pino descalzo, el cansado resinero descalzó sus albarcas, saco la fiambrera y el pan, dejó por un momento sus herramientas, y a la vera de su viejo compañero se dispone a reponer las fuerzas perdidas durante la mañana. El botijo le mantiene fresca su bebida.

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FRENTE AL PINO NEGRO. El resinero piensa en los kilos de miera que el pino, todavía sin abrir, podría producir.

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MARCANDO LA CARA. Después de desroñar, y antes de dar la primera pica, el resinero pasa el rayador que delimitará la anchura de la cara. Esta operación le facilitará la tarea posterior: no tendrá que calcular a ojo el límite de 12 cm de anchura de cara, que no deberá rebasar al remondar (todo está pensado).

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EN OTRO TIEMPO. En otro tiempo, llenos de vida, aportábamos nuestro granito de arena a vuestra economía para que pudierais ser un poco más felices. Hoy, cuando os habéis vuelto ¿ricos? ya no nos necesitáis. ¡VIVA LA ABUNDANCIA! ¡ALLÁ LLEGARÉIS!

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AYER... …las herramientas brillaban como espejos. Hoy se oxidan, y sólo el recuerdo y el cariño del viejo resinero evitan su desaparición. Orgulloso de su pasado nos las muestra sobre el tronco de su amigo más fiel: el pino, en cuya compañía pasó una gran parte de su vida. ¡Fuertes y grandes luchadores los dos! ¿Qué pasará con estas herramientas mañana?

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EL GANCHO. Con orgullo nos muestra el resinero una de sus herramientas más humildes, pero que tan grandes servicios le prestó: el gancho para colgar y descolgar los potes...

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EL PERRO. Sobre el pino descalzo el resinero dejó sus herramientas, y el perro, su fiel amigo, las protege como su mejor tesoro. ¡Es el pan de mi amigo! Quizás piensa el can.

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50

Ni puedo, ni quiero, dar por concluido este

mini álbum sobre el resinero, sin

tener un recuerdo para dos

hombres que, en el siglo XIX,

llegaron a Camporredondo con

la ilusión puesta en que, en este

pueblo, encontrarían futuro

para ellos y sus familias.

Justo y Agapito Cuéllar: no tengo mucho

más que deciros, pero sí quiero

que sepáis que aquella

deslumbrante gota que brotó

con la primera pica sobre la

primera entalladura de la

primera cara del pino de

Camporredondo hoy, 19 de

marzo de 2013, después de más

de un siglo, sigue más

resplandeciente que nunca.

El Pastor.